El corazón de la madre es el único capital del sentimiento que nunca quiebra, y con el cual se puede contar siempre y en todo tiempo con toda seguridad. El que honra a su madre amontona tesoros. La naturaleza ha preparado mejor a las mujeres para ser madres y esposas que a los hombres para ser padres y maridos. Los hombres tienen que improvisar. No existe la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre. Para el hombre que tuvo una buena madre, todas las mujeres son sagradas. Quien ama a su madre, jamás será perverso. Si una madre publicara los silencios que ha guardado, se volverían santos los hijos al escucharlos. No podemos temer nunca cuando tenemos una madre poderosa y amante que vela por nosotros. Contemplado el mundo se puede dudar de la mujer; pero ya no es posible dudar más mirando la propia madre. I.E. AUGUSTO B. LEGUÍA “CAMINO A LA EXCELENCIA”