DESARROLLO HUMANO: CASO VETERANOS SUBOFICIALES Y SOLDADOS DE COLOMBIA EN LA GUERRA DE COREA Trabajo de Grado Maestría de Estudios Interdisciplinarios sobre Desarrollo Énfasis en Investigación CIDER Gloria Elsy Díaz Martínez 200624074 Director Externo César Augusto Castillo Dussán Universidad de los Andes Bogotá D.C., Colombia Marzo 2019
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DESARROLLO HUMANO:
CASO VETERANOS SUBOFICIALES Y SOLDADOS DE COLOMBIA EN LA GUERRA
DE COREA
Trabajo de Grado
Maestría de Estudios Interdisciplinarios sobre Desarrollo
Énfasis en Investigación
CIDER
Gloria Elsy Díaz Martínez
200624074
Director Externo
César Augusto Castillo Dussán
Universidad de los Andes
Bogotá D.C., Colombia
Marzo 2019
TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
1. PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN
1.1.Descripción del problema
1.2.Pregunta de investigación
2. JUSTIFICACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN
3. OBJETIVOS
3.1. General
3.2. Específicos
4. MARCO CONTEXTUAL
4.1. Colombia en la época de la Guerra en Corea
4.2. Colombia en la Guerra de Corea
5. MARCO CONCEPTUAL
5.1. Desarrollo Humano
5.2. Calidad de Vida y Estado Social de Derecho
5.3.Derechos Económicos, Sociales y Culturales - DESC
5.4.Exclusión Social y Vulnerabilidad
6. ESTRATEGIA DE INVESTIGACIÓN
6.1. Población y muestra
6.2. Técnicas de recolección de información
6.3. Técnicas de análisis de información
7. ANÁLISIS Y DISCUSIÓN DE RESULTADOS
7.1. Los veteranos antes de ingresar al Batallón Colombia
7.2. Los veteranos de la Guerra de Corea hoy
7.3. Normatividad e institucionalidad Colombia para atender a esta población y desafíos
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
RESUMEN
El concepto de Desarrollo ha tenido una evolución dinámica desde que se planteó por primera
vez en 1940 como el simple crecimiento económico, pasando por la década de los 80 al dársele
un enfoque sociológico, hasta el 2002 cuando, con el concepto de Desarrollo Humano, se supera
lo meramente monetario y se aborda al ser humano desde una visión integral, concibiendo no
solo la cantidad, sino también la calidad del crecimiento, en razón a lo que las personas sean
capaces de conseguir a nivel individual y el sentir realizado su objetivo de vida. Desde el
concepto anteriormente mencionado, la presente investigación analiza la problemática
socioeconómica que enfrentan los veteranos colombianos participantes en la Guerra de Corea,
haciendo evidente la vulneración de sus derechos económicos, sociales y culturales, además del
principio de no regresividad, evidenciando una institucionalidad débil y desafíos por afrontar
respecto al abandono Estatal del que son víctimas.
PALABRAS CLAVE
Desarrollo Humano – Calidad de Vida – Estado Social de Derecho – Dignidad Humana.
INTRODUCCIÓN
La evolución y transformación del concepto de Desarrollo hace necesario analizarlo más
allá de la concepción meramente económica, desde la posibilidad que tienen los ciudadanos de
hacer efectiva la materialización de sus derechos. Es por esto, que mediante los Estudios Sobre el
Desarrollo, se hace pertinente reconocer y evidenciar la situación actual que viven los veteranos
de guerra, en este caso, los que participaron en la Guerra de Corea, ya que a la fecha los trabajos
realizados al respecto son meramente descriptivos y tangenciales, tanto así, que el interés por
este sector poblacional se limita a la narrativa histórica o la crítica de la participación del Estado
colombiano en dicha guerra y al estudio sicológico del estrés postraumático visto desde la
academia.
El presente trabajo ofrece una aproximación y/o diagnóstico de las condiciones
socioeconómicas que hoy enfrentan los veteranos de guerra, además, es propositivo y, en líneas
gruesas, aporta algunos parámetros que deberían contemplarse en la formulación de planes y
programas que atiendan su situación y la de su entorno familiar. Además, se busca aportar a la
memoria histórica del país y, por medio de la experiencia que deja la situación de los veteranos
de la Guerra de Corea, plantear algunas lecciones que debería aprender el país sobre el tema.
Para alcanzar este objetivo, la propuesta de investigación reconoce el trabajo especial que
adelanta la Asociación de Veteranos de Guerra de Corea (ASCOVE), quien ha tomado la
representación y vocería de aproximadamente 630 hombres que aún permanecen con vida y sus
familias. Esta organización es fundamental, pues no solo ha conseguido la solidaridad del sector
privado colombiano, sino también el apoyo de países como Estados Unidos y Corea del Sur, los
cuales asignan recursos para la atención de enfermedades relacionadas con la vejez, tratamiento
del estrés postraumático y apoyo en materia de educación para los excombatientes y sus
descendientes. Asimismo, es de resaltar que, en procura de la construcción del tejido social,
ASCOVE funciona por medio de la solidaridad y con herramientas limitadas, logrando financiar
gastos exequiales, pagos en hogares geriátricos, asesorías jurídicas, calamidades domésticas,
entre otras actividades.
Ahora bien, es importante mencionar que la motivación principal para realizar el presente
trabajo, consiste en generar aportes y herramientas, desde los Estudios Sobre el Desarrollo, que
permitan visibilizar la situación actual de los hombres que conforman este grupo de interés y así
comenzar la construcción de una carta de navegación para el reconocimiento de sus derechos,
adquiridos desde el mismo momento en que ofrecieron su vida en representación del país y que
por ende, reclaman de él atención y apoyo.
Este trabajo de grado se desarrolla de la siguiente manera: primero, se identifica el problema
a investigar; segundo, se justifica la necesidad de la investigación, a partir de qué se ha estudiado
sobre el tema en el país, evidenciando solamente la existencia de narrativa histórica y análisis
sicológicos académicos; tercero, se precisan los objetivos, uno general, que busca, por medio de
una investigación cualitativa, describir el nivel de calidad de vida de los veteranos de la
guerra de Corea y los específicos, que pretenden evidenciar el abandono Estatal que afrontan
estos hombres, esbozar los parámetros para la formulación e implementación de acciones que
atiendan a la población en mención y evidenciar algunas lecciones que se deberían aprender al
respecto; cuarto, se presenta un marco contextual que permite ubicar al lector en el entorno de la
investigación; quinto, se desarrolla el marco conceptual exponiendo los conceptos base; sexto, se
presenta y desarrolla la metodología, que basada en un enfoque cualitativo, permite hacer un
análisis desde la perspectiva de los hechos y vivencias personales de los veteranos y con esto,
desarrollar un análisis profundo que sustente la debida confiabilidad y validez a la información;
séptimo, se analizan los resultados y finalmente, se presentan las conclusiones y se formulan
nuevas preguntas de investigación.
1. PROBLEMA DE INVESTIGACIÓN
Para justificar la necesidad de prestar atención integral a la situación actual que viven los
veteranos de guerra de Corea, es importante conocer las razones que llevaron a Colombia a
participar en la misma.
1.1. DESCRIPCIÓN DEL PROBLEMA
La vinculación de Colombia a la Guerra de Corea estuvo marcada por una fuerte polémica
debido a la compleja situación que se vivía en una época impactada por la violencia y una guerra
partidista que, per se, ponía en riesgo la soberanía de un país sin experiencia en guerras
internacionales (Meléndez, 2014). Además, se entendía que la defensa de Corea del Sur no era
otra cosa diferente a una lucha de la política anticomunista que impulsaba Estados Unidos bajo el
contexto de la Guerra Fría.
Para Latinoamérica esto significó la transformación de la política regional e implantó la
mentalidad anticomunista, lo que se tradujo finalmente en la llamada “Teoría de la Contención”,
por medio de la cual Estados Unidos buscaba mantener el comunismo lejos de su zona de control
y lograr transformarlo en los lugares donde ya estaba establecido, con el argumento de evitar que
los países bajo su influencia tuvieran la precaución de poner en riesgo su estabilidad política y
económica.
Bárbara Skladowska (2003, p.22), Magister en Historia de la Universidad de los Andes,
define con claridad lo que significó dicha guerra para el continente y en especial para Colombia,
pues para ella es interesante ver "cómo el continente latinoamericano traduce las coyunturas
externas, cómo se apropia de ellas, cómo configura sus representaciones, tratando de encontrar
un lugar de significación en la compleja geopolítica de la Guerra Fría".
Por esta razón, para un país como Colombia, que se reconocía como anticomunista,
gobernado por un presidente como Laureano Gómez, Conservador aferrado y algo nacionalista,
que además atravesaba por una situación de violencia en los campos y las ciudades y que vivía
una disputa interna por el poder entre los Liberales y Conservadores, respaldar a Estados Unidos
en esa lucha podría significar un futuro reconocimiento por parte de este, pero al mismo tiempo
un fracaso económico y militar. Sin importar lo anterior, era claro que la única forma de
contribuir con la causa norteamericana era por medio del factor humano, un batallón de hombres
dispuestos a defender la causa, pues evidentemente el aporte de recursos económicos significaría
poco para la gran potencia.
En este orden de ideas, la participación de los soldados colombianos en la Guerra de Corea
(1951-1954) significó, más allá de una confrontación armada internacional, la representación de
profundos intereses enmarcados en el “mundo libre”, la democracia y el respeto de los derechos,
que hoy, paradójicamente, tiene a muchos de esos soldados en situaciones extremas de abandono
y desprotección. En palabras del premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez:
“El regreso a Colombia, después de las grandes recepciones, fue como un brusco choque
con una realidad que ahora es amarga (…). La versión de las becas especiales, de las
pensiones de por vida y las facilidades para quedarse a vivir en los Estados Unidos,
resultó una invención fantástica, de origen desconocido. Poco tiempo después del
regreso se les daba la baja del ejército, y los soldados, vestidos con un traje civil
suministrado por el gobierno, tenían un bolsillo para las condecoraciones, otro para la
cartera con el último dólar coreano y el retrato de la amiga japonesa, y finalmente dos
bolsillos en los pantalones para meter las manos” (Márquez, 2012, p. 12).
A esto se le suma que, para los jóvenes soldados la participación en la guerra produjo una
fractura temprana en sus vidas y en la de sus familias, pues en promedio no superaban los 20
años y al regresar debieron enfrentarse a “los tibios aplausos de bienvenida” para después tener
que “empeñar sus condecoraciones” (Skladowska, 2006, p. 15). Asimismo, pasaron situaciones
peores cuando salieron a buscar trabajo y se encontraron con que eran vistos como enfermos
mentales, desadaptados sociales y, en el más desolador de los casos, como asesinos en potencia.
Todos ellos, “supuestos hijos predilectos de la Patria fueron licenciados del ejército y poco a
poco empujados hacia el olvido. De un tajo burocrático fueron devueltos a su estatus de
invisibles, alpargatones y analfabetas. De esta forma, la acomodaticia movilidad del mito una vez
más los hizo regresar a la anterior inexistencia social” (Skladowska, 2006, p. 113).
Además de lo anterior, el estrés postraumático reiterativo y característico de los individuos
expuestos a situaciones de choque, reflejado a la vez en sus familias (Macías, 2012), fue
resultado de la falta de acción del Estado, en el entendido que para contrarrestarlo era
fundamental implementar “variables de contención social”, como el ofrecimiento de programas
que permitieran espacios de reinserción a la vida social y laboral, la comprensión de la sociedad
sobre lo sucedido y el posicionamiento de la imagen del excombatiente ante la comunidad, entre
otros (Veterans Foundation Inc, 2019, s.p.), situación que no ocurrió debido a la exclusión
generada por la sociedad y el mismo Estado.
De los 5.100 soldados (4.314 de infantería y 786 de la marina) que hacían parte del Batallón
Colombia (Decreto 3927 del 26 de diciembre de 1950), 163 murieron en acción, 448 heridos, 28
prisioneros canjeados y 2 desaparecidos (Coleman, 2005, s.p.). A la fecha, cientos han muerto en
el olvido, condenados por un país que les negó el derecho a una mejor calidad de vida, limitando
su desarrollo como seres humanos. Según ASCOVE, alrededor de 630 veteranos continúan con
vida, de los cuales, 310 se encuentran afiliados a la asociación.
De este breve recuento histórico, que evidencia la invisibilización de los veteranos de la
Guerra de Corea por parte del Estado, surge la necesidad de investigar y analizar cuál debe ser su
rol de cara a garantizar el Desarrollo Humano, pues este es un imperativo que se materializa en la
Constitución en diferentes artículos, a partir de los cuales es posible derivar obligaciones
exigibles al mismo, a través de la concreción del principio de no regresividad, teniendo como
medio los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC), los cuales, a pesar de ser
reconocidos como tal por el Estado colombiano hasta la Constitución Política de 1991, tienen
como antecedente jurídico la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos firmado en 1966 y con entrada en vigor en 1976, el
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 y posteriormente,
dichos derechos han sido protegidos por la Corte Constitucional en la Sentencia T-025 de 004, en
donde afirma que “el respeto y garantía de los derechos y su desarrollo progresivo no son
facultad del Estado, sino una obligación que se materializa en el deber de acatar las normas
establecidas, para garantizar la igualdad material y la protección efectiva de los derechos”.
Por lo anterior y tomando como punto de partida los aprendizajes de vida de los veteranos de
la Guerra de Corea, se hace necesario visibilizar su situación actual, brindando un punto de
memoria histórica y proponer algunos lineamientos que faciliten elaborar un marco legal
especial, que les asegure el goce efectivo de sus derechos y les permita el desarrollo de sus
capacidades, después de haber participado en una guerra que representó los intereses del Estado
y la nación. Al mismo tiempo, el ejercicio de recordar puede evitar que el país cometa los
mismos errores del pasado y les brinde a las generaciones actuales y futuras de veteranos una
oportunidad de vida digna después de la guerra.
1.2. PREGUNTA DE INVESTIGACIÓN
Conforme a la problemática planteada ¿el Estado colombiano, por medio del proceso de
reconocimiento, formulación y adopción de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ha
garantizado el Desarrollo Humano a los veteranos de la Guerra de Corea?
2. JUSTIFICACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN
En cuanto a la documentación y aprendizajes que dan cuenta de las experiencias vividas por
los veteranos que regresaron al país luego de la Guerra de Corea, se puede observar que es
variada y soportada bajo diferentes disciplinas, como la medicina, la ciencia política y la historia,
esta última, plasmada en estudios literarios y en registros de noticias sobre la guerra y en el
pasado reciente, en ejercicios tangenciales sobre el impacto generado en los excombatientes.
En este sentido, la memoria histórica ha sido de mayor relevancia, por lo que vale la pena
resaltar el trabajo historiográfico desarrollado en “Los Nombres de la Patria en la Guerra de
Corea, 1951 – 1953, Ocaso de un Mito” (Skladwoska, 2007), que hace remembranza del
acontecer nacional durante los hechos de guerra, el discurso de quienes participaron en ella desde
el territorio coreano y una crítica sobre la decisión de la participación del Batallón Colombia en
ese conflicto internacional. Asimismo, el trabajo de la politóloga Angélica Rodríguez (2000),
quien recoge los hechos más relevantes de los soldados colombianos en la defensa de la
democracia de la península coreana.
Moreno-Durán (1996), escritor boyacense, también hace un importante aporte a partir de la
voz de la experiencia de seis excombatientes en su novela “Mambrú”, en la cual recrea los
sentimientos de esos hombres, así como las situaciones más difíciles de su participación en el
conflicto. Para ello, utiliza un lenguaje crítico y de ironía que refuerza el concepto de “la guerra
olvidada”, como comúnmente se conoce a la Guerra de Corea.
Este tipo de narrativa está acompañada de obras como la del maestro Jairo Aníbal Niño, “El
Monte Calvo”, catalogada como una fuerte crítica al sistema, gracias a la recreación de la vida de
un excombatiente que, amputado y con una vida en el basurero de Colombia, añora las
condecoraciones, los ¡vivas! y respaldos que lo recibieron a su llegada.
De otra parte, se encuentran escritos tales como: “Vida y Obra de un Veterano de la Guerra
de Corea” (Sepúlveda, 1995), “La fragata Almirante Padilla en la Guerra de Corea y Otras
Memorias Marineras” (Reyes, 2000) y; “Las fuerzas Voluntarias Chinas dicen a las Tropas
Colombianas: Bienvenidos al Frente de Batalla. Colombia en la Guerra de Corea”, (Rodríguez,
2004), que, desde la perspectiva autobiográfica, brindan insumos importantes provenientes de las
versiones de oficiales, tanto de la Armada Nacional, como del Ejército Colombiano.
Igualmente, desde la estrategia y táctica militar colombiana se ha hecho referencia a la
Guerra de Corea en la literatura sobre el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas durante la
década de los cincuenta, en particular, el libro que trata sobre la evolución histórica de la Escuela
José María Córdova (Robayo, 2007), en el que se resalta el impacto que tuvo la participación del
Batallón Colombia, en la modernización del ejército y la aplicación de nuevas tácticas, producto
de la decisión de ir al frente de batalla en Corea.
Sobre la batalla como tal, diferentes textos, producto de investigaciones arduas, han ilustrado
el cómo de la guerra, que, para el caso colombiano, Valencia Tovar (2001) describe paso a paso
la labor de los soldados colombianos. Ahora bien, si el objetivo fuera estudiar detenidamente la
participación del Batallón Colombia, es primordial el trabajo del Brigadier General Gabriel
Puyana García “Por la libertad… en tierra extraña. Crónicas y reminiscencias de la Guerra de
Corea”, en donde se revive el día a día de los soldados colombianos en la península y comenta
su perspectiva como teniente del Batallón. Por último, la investigación realizada por Gabriel
Puyana y Álvaro Valencia Tovar “En Corea por la libertad y por la gloria: participación
colombiana en la guerra 1951-1953”, es de gran aporte, pues contiene un análisis netamente
militar sobre el accionar del militar colombiano en la guerra contra los comunistas.
Desde la ciencia médica, según el Doctor Sotomayor (2009), gracias a la experiencia de la
guerra, esta área del conocimiento sufrió una transformación importante, dado que, a partir de los
hechos descritos, se comenzó a estudiar los defectos de coagulación intravascular, se
investigaron y documentaron la insuficiencia renal y se hizo especial énfasis en la utilización de
los líquidos endovenosos.
Finalmente, respecto a las experiencias de vida de los suboficiales y soldados (troperos como
así suelen denominarse), en el registro de antecedentes existe escasa documentación; no obstante,
durante los últimos años se ha despertado especial interés de los medios de comunicación
escritos, los cuales hacen referencia a la compleja situación que enfrentan estos adultos mayores,
75 años en promedio (Robayo, 2007). Sobre este particular, el periódico El Tiempo registró
artículos como: El Veterano de Guerra Encontrado en un Basurero (Palomino, 2012), Crónica
sobre la participación de soldados colombianos en la guerra de Corea (2005), entre otros.
En general, la literatura colombiana recoge una importante descripción sobre la realidad del
olvido al que se sometió a los veteranos de la guerra en Corea, desde tratados históricos que
permiten conocer los hechos o la forma en que los soldados vivieron la guerra, siguiendo con
libros sobre la finalización de ésta, los cuales visualizan la problemática que rodea a los
excombatientes, en relación con la precariedad de sus condiciones de vida. Asimismo, se
encuentran debates y opiniones periodísticas que se tejen en un ámbito más crítico, que generan
reproche al Estado por la posición indiferente que ha mantenido frente a la situación de vida de
estos hombres colombianos, quienes esperaban un mayor apoyo después de su sacrificio en la
guerra.
Como se puede observar en la revisión sistemática de literatura descrita en los párrafos
anteriores, los diferentes textos disponibles sobre veteranos de guerra en el país comprenden la
narrativa histórica, el análisis de la estrategia militar, aprendizajes sobre medicina y notas
periodísticas respecto a la vida de quienes entregaron su juventud a la Guerra de Corea.
Sin embargo, son pocas o casi nulas las propuestas que permitan atender las diferentes
necesidades que tiene este grupo poblacional, pues se limitan a trasladar esa responsabilidad al
Congreso de la República, al ejecutivo o a las mismas Fuerzas Militares, sin potenciar el aporte
académico, a través de la investigación y el ejercicio de la comparación de buenas prácticas, que
podría ser insumo fundamental para las autoridades ejecutivas y legislativas en la imperante tarea
de respaldar a los veteranos de guerra, en el complejo retorno a la vida civil.
3. OBJETIVOS
3.1. OBJETIVO GENERAL
En el marco del Estado Social de Derecho, analizar el rol del Estado colombiano en pro de
garantizar el Desarrollo Humano a los veteranos de la Guerra de Corea, partiendo del proceso de
reconocimiento, formulación y adopción de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
cumpliendo con el principio de no regresividad y visibilizando su situación de exclusión social y
la debilidad institucional sobre el tema.
3.2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS
a. Análisis de la situación actual de los veteranos de Guerra de Corea, partiendo de su forma
de vida antes de ingresar al Batallón Colombia y lo vivenciado durante la Guerra.
b. Evidenciar el papel que ha desempeñado el Estado colombiano frente a la garantía del
Desarrollo Humano de la población de los veteranos colombianos que participaron en la
Guerra de Corea.
c. Aportar parámetros para la formulación de acciones positivas por parte del Estado que
permitan reivindicar los derechos de los veteranos de guerra, entendidos como la
“persona que, en representación del Estado Colombiano, durante el tiempo de servicio
se destacó activa y oficialmente dentro de un conflicto armado interno o participó
internacionalmente en nombre de la República de Colombia, que goce de asignación de
retiro o haya sido pensionado por invalidez o fue considerado reservista de honor”,
según lo propuesto por la Cámara de Representantes en el Proyecto de Ley 240 de 2018.
4. MARCO CONTEXTUAL
Para comprender una situación concreta es necesario contar con la información base sobre
los hechos y el momento histórico en los que se ha desarrollado, lo cual posibilita la generación
de conocimiento válido y aplicable a la realidad (Hernández, 2014, p.87).
En este capítulo se desarrollarán dos temas estructurales que permiten el conocimiento y
sentido de la participación de Colombia en la Guerra: 1. Colombia en la época de la Guerra en
Corea y, 2. Colombia en la Guerra de Corea.
4.1. COLOMBIA EN LA ÉPOCA DE LA GUERRA EN COREA
La situación en Colombia a mediados del siglo XX estuvo caracterizada por grandes cambios
en diferentes aspectos y múltiples dificultades en temas de coyuntura interna que influyeron
directamente en el desarrollo del país como democracia. A inicios de la década de los cincuenta,
sucedieron dos hechos que son reconocidos como trascendentales a nivel político, diplomático,
social y militar: 1. La polémica participación del Batallón Colombia en la Guerra de Corea, poco
tiempo después de terminar la Segunda Guerra Mundial y, 2. El incremento de la violencia
interpartidista luego del Bogotazo en 1948 (Henderson, 2006, p.443).
En el contexto internacional de la “guerra fría” en el periodo de la postguerra, la influencia
norteamericana estaba presente en los nacientes movimientos anticomunistas y la tensión a nivel
nacional era evidente entre el gobierno conservador y los nuevos grupos rebeldes de tendencia
liberal. Las diferencias entre partidos se hacían cada vez más abismales, situación que fue
determinante para el país y que aún persiste, a pesar de la multiplicidad de partidos (Pecaut,
2012, p.19).
Con esto, es posible afirmar que el país tenía sus propias tensiones internas y
responsabilidades sociales y políticas, suficientes para evitar su participación en la mencionada
Guerra de Corea, pues la realidad económica de Latinoamérica y la de Colombia en particular,
hacían insostenible una intervención militar duradera en el extranjero, más, porque había
prioridades sociales que atender en la época (Sáenz, 2002, p.79-111).
A pesar de esto, Laureano Gómez, quien ejercía como presidente de la República, consolidó
la dependencia económica frente a los Estados Unidos, lo que acrecentó el compromiso del país
para con los norteamericanos, quienes esperaban un apoyo que fuera más allá de lo diplomático,
algo tangible, como finalmente lo fue el Batallón Colombia.
“La discusión sobre la participación de Colombia en Corea se realizo a partir de la solicitud
elevada por las Naciones Unidas durante el gobierno de Mariano Ospina Pérez (1946-
1950). Estados Unidos buscaba la más amplia participación latinoamericana, en tanto ello
mostraría el interés de Occidente y del “mundo libre” para enfrentar al comunismo. De esta
forma sus bajas serían reducidas y la guerra lograría un verdadero alcance internacional
con menor costo para Estados Unidos. (…) Estados Unidos exigía el aporte de divisiones
con más de diez mil hombres. Solo después se acepto que el mínimo de la ayuda sería mil
unidades, pero continuo exigiéndose el desembolso inmediato para la compra de equipos
militares” (Atehortúa, 2008, p. 64).
Sumado a esto, el presidente Gómez vio el momento como una oportunidad de mejorar su
imagen ante la nación, atender la coyuntura política de la región, acercar el interés de la
inversión extranjera y contentar el creciente pensamiento anticomunista; en definitiva, el
presidente conocía las ventajas que le traería su participación en la guerra, pues en últimas,
Colombia se vería en unidad con Estados Unidos, lo que se traduciría en una estrategia de poder
que beneficiaría a ambas naciones en el corto y largo plazo.
Finalmente, el 7 de agosto de 1950, en la ceremonia de su posesión como presidente, Gómez
respaldó incondicionalmente la política exterior de Estados Unidos y calificó su papel en Corea
como un “heroico esfuerzo para salvar la civilización”, calificándolo como “el país defensor de
la soberanía e independencia del pueblo y de la libertad y la dignidad de los hombres que la
tiranía comunista quiere destruir” (Sáenz, 1950, p.44). Al poco tiempo hace el ofrecimiento
oficial del Batallón Colombia:
“(…) el gobierno de Colombia coloca a disposición del Comando Unido un batallón de
infantería, compuesto de aproximadamente 1.080 efectivos bien entrenados, sin apoyo de
artillería, componente de las fuerzas regulares. Dicho batallón en la actualidad está
equipado con una variedad irregular de armamento de infantería europeo y
estadounidense. Sería necesario, entonces, que, antes de su partida hacia Corea, fuera
dotado de las armas de la infantería de los Estados Unidos y entrenado en su uso. El
gobierno de Colombia reconoce que contraerá la obligación de reembolsar al gobierno
de los Estados Unidos el valor del entrenamiento, el apoyo logístico y cualquier otra
prestación que el batallón deba recibir (…)” (Zuleta Ángel, 1950, s.p.).
Las críticas no se hicieron esperar y el Partido Liberal cuestionó la compra de armamento por
parte del gobierno conservador y al mismo tiempo vendía la idea de que se estaba enviando
soldados a luchar y muy posiblemente a morir en Corea, como si debieran pagar pena de muerte
(Atehortúa, 2008, p.69).
4.2. COLOMBIA EN LA GUERRA DE COREA
La realidad económica del país para la época y por consiguiente del Batallón Colombia,
provocó que, al poco tiempo del ofrecimiento, el presidente Gómez solicitara al gobierno
norteamericano armamento para que la tropa cumpliera con una actuación aceptable. Ante esta
situación, Estados Unidos presionó para que el gobierno colombiano pagara por el mejoramiento
de la tropa y finalmente, a pesar de que era poco viable, las fuerzas armadas norteamericanas
determinaron que era necesario reacondicionar el Batallón Colombia y así se adelantó.
El grupo de combatientes se caracterizó por la gran cantidad de voluntarios que decidieron ir
a la guerra por motivaciones particulares, tales como la presión del Ejército para prestar servicio
militar, viajar o conocer otro país tan lejano en el mapa, siendo la única realidad, que todos
sabían que luchaban por la causa de Estados Unidos, que su enemigo era el comunismo y que a
la final, su país los había enviado a defender su propia integridad (Skladwoska, 2007, p.100).
Como lo dice Carolina Alfonso: “iban sin motivación, por lo menos general, y también, sin un
conocimiento de lo que iban a hacer específicamente y en algunos casos, no sabían ni dónde lo
harían” (Alfonso, 2014); es importante resaltar que se hace referencia a la inexistencia de una
motivación general, relacionada con una representación de los intereses del país, de la bandera y
la nación, pues en los testimonios de los veteranos es común encontrar motivaciones personales
como la experiencia, el conocer o evitar alguna situación tormentosa o dolorosa como la pobreza.
Tanto es así, que muchos de los soldados querían conocer una guerra desde el interior y
lograr un reconocimiento por parte de su país, otros solamente cumplían con su deber legal de
reservistas y otros tantos vieron en Corea una oportunidad de salir del país y comenzar, después
de la guerra, una vida nueva, pues al final, no tenían nada que perder. Otra realidad era la de los
oficiales y suboficiales que por sus comportamientos o filiaciones políticas terminaron asignados
al Batallón (Valencia y Sandoval, 2001, p.228).
Los militares colombianos estaban destinados a obedecer y colaborar con las exigencias de
los mandos estadounidenses, tanto así que combatieron con uniformes americanos. Por esto,
apoyaron esa guerra por un respeto personal hacia las ordenes de los americanos, más que un
motivo social o de nación que los motivara, con voluntad más que con razón.
En lo relacionado con la actividad militar, el Batallón Colombia se destacó en sus diferentes
actuaciones, desde la entrada en operación de la Fragata Almirante Padilla en aguas coreanas,
apoyando, con precisión de reloj, el desembarque de tropas británicas y de otras cuatro naciones,
pasando por las batallas de Climber y Old Baldy, en las cuales los soldados colombianos
consiguieron victorias fundamentales, en lugares estratégicos y con actuaciones sobresalientes,
destacándose entre las demás tropas, pues claramente, ninguna potencia mundial, esperaba tales
resultados.
A medida que avanzaba la guerra y se comenzó a dilucidar una victoria militar que obligaría
a la negociación, ocurrió la conocida “Ofensiva Nómada”, último gran avance de las fuerzas
aliadas, donde el Batallón Colombia tuvo una actuación destacada ante los comandantes
americanos. A pesar de esto, a manera personal y al interior del grupo, historias y situaciones
iban surgiendo, hechos que dejarían marcados a los combatientes:
“Cuando no nos encontrábamos una mina, era una patrulla, o si no un agente, yo tenía
mucho miedo de morir, pues la gente allí extendida en la calle, o los heridos que pasaban
sin una pierna o sin un brazo, ayudados por sus compañeros, no me daban esperanza de
que me devolviera con vida, muchos compañeros llegaron a volverse locos debido a ese
caos” (Alfonso, 2014).
Estos relatos son reflejo de la compleja situación a la que fue expuesto el Batallón Colombia
enviado con el fin único de obtener el reconocimiento de una potencia como Estados Unidos, el
cual logró dicho objetivo, cumpliendo sus labores sin importar que la causa fuera externa y no
propia; situación que, lejos de ser algo directamente positivo para Colombia en esa época,
significó una ayuda real al gobierno norteamericano, que ningún otro país en el continente
acompañó.
Algunos de los beneficios directos que consiguió Colombia estuvieron representados en el
armamento que regresó al país luego de finalizada la guerra, además de la vasta experiencia
militar que significó la participación y el haber estado dirigido por tropas norteamericanas,
asunto que fue de gran servicio en pro de la lucha contra las fuerzas armadas ilegales.
El Batallón Colombia terminó su labor hacia 1953, cuando el Ministerio de Guerra manifestó
su intención de retirar las tropas. El general Rojas Pinilla, quien para entonces ejercía como
presidente de la República, tomó la decisión del retiro definitivo en agosto de 1954, luego de un
año en el que los hombres cumplieron actuaciones de vigilancia en la zona de desarme creada
tras la finalización del conflicto.
5. MARCO CONCEPTUAL
Una vez expuesto el contexto en el que se desarrolló la participación colombiana en la
Guerra de Corea y conocer que las motivaciones para enviar hombres al frente de batalla se
fundamentaron solamente en el interés por construir buenas relaciones con una potencia mundial
como Estados Unidos y así obtener los beneficios que eso traería, es importante entender los
conceptos claves en los que se soporta la argumentación por la cual se establece que es
obligación del Estado brindar la atención requerida a los veteranos de guerra y garantizarles el
Derecho al Desarrollo.
Razón por la que se abordarán los siguientes conceptos: 1. Desarrollo Humano, 2. Calidad de
Vida y Estado Social de Derecho; 3. Derechos Económicos, Sociales y Culturales y; 4. Exclusión
Social y Vulnerabilidad.
5.1. DESARROLLO HUMANO
La década de los 40’s trajo consigo la moderna teoría económica del desarrollo, una rama de
la economía que pretendía mejorar las condiciones de los países con bajos ingresos, ocupándose
principalmente del enriquecimiento material por medio del incremento de la producción de
bienes y servicios. La línea base de dicha teoría partía del supuesto, por sí utilitarista, de que un
aumento del producto interno bruto per cápita reduciría la pobreza e incrementaría el bienestar
general de la población (Griffin, 1989, p.1). Partiendo de ese punto, los expertos consideraban
que bastaba con centrarse exclusivamente en el crecimiento económico para alcanzar los
objetivos de desarrollo, siendo estos, no un medio, sino el fin último del desarrollo mismo, tanto
así que se podía considerar que la premisa por excelencia era “mayor producto, menor pobreza”.
Posteriormente, en 1965, el concepto de desarrollo presenta un cambio drástico influenciado
por el auge de las guerrillas revolucionarias. Esta nueva forma de entender el tema abrió la
puerta hacia lo social por encima de lo meramente económico, pues, en palabras del economista
Osvaldo Sunkel (1965) “El desarrollo es un tema sociológico porque lo que esta en desarrollo
es una realidad humana, un conjunto de relaciones sociales, una estructura social y un estilo de
vida”.
Hacia 1970, cuando se comenzó a evidenciar problemas derivados del aprovechamiento
descontrolado de los recursos naturales y el fin último del lucramiento por parte de los agentes
económicos con los mismos, como la deforestación, contaminación de afluentes, polución en las
ciudades, desertificación, entre otros, por lo que surge la aproximación ambientalista al
desarrollo, la cual tuvo diferentes momentos en su proceso de consolidación, pues fue conocida
como ecodesarrollo (Maurice Strong, 1973), el otro desarrollo (Fundación sueca Dag
Hammarskjold, 1975), el desarrollo sostenido (Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza & World Wildlife Fund, 1980) y finalmente como el desarrollo sustentable (Informe
Brundtland, 1987). Todas estas acepciones tuvieron como común trasfondo que “el desarrollo
debía satisfacer las necesidades de generaciones presentes, sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades” (ONU, 1987), respetando al
ambiente, la capacidad de carga de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, brindando
igualdad de oportunidades en la actividad económica e imponiendo una contraprestación a los
países industrializados respecto a los países en desarrollo, con el objetivo de cubrir los gastos
adicionales ocasionados por las medidas que tuvieran que tomar para hacer frente a los
problemas del ambiente.
Entre 1975 y 1980, paralelo a la concepción ambiental del desarrollo, emerge el enfoque
denominado “Necesidades Básicas”, postulado por el economista estadounidense Paul Streeten
(1986, p.31-32) quien afirmaba que “el objetivo de los esfuerzos a favor del desarrollo es
proporcionar a todos los seres humanos la oportunidad de vivir una vida plena (...), pues la
incumbencia fundamental del desarrollo son los seres humanos y sus necesidades”. Por primera
vez, el desarrollo concibe como un objetivo el que las personas deben “vivir una vida plena” por
medio de la “satisfacción de sus necesidades”, las cuales hacían referencia a la educación y
salud, fundamentales para acrecentar la productividad laboral, que seguía siendo parte sustantiva
del desarrollo.
Este nuevo enfoque, tal y como lo dijo la economista Diana Hunt (1989, p.259), conllevó a
que fuera necesario “replantearse el modelo de desarrollo, la forma como se mide y el tipo de
crecimiento imperante, tomando como guía el cumplimiento de las necesidades básicas que éste
es capaz de satisfacer”.
Seguidamente, en 1986, aparece en el panorama el economista chileno Manfred Max Neef,
introduciendo el concepto de “Desarrollo a Escala Humana”, el cual se alineaba con el enfoque
de “Necesidades Básicas”, pues se centraba en que el desarrollo propendiera por la satisfacción
de las necesidades humanas fundamentales partiendo de dos premisas: (i) el desarrollo se refiere
a las personas y no a los objetos y; (ii) las necesidades son diferentes a los satisfactores, pues las
primeras no son infinitas ni inescrutables.
Siendo así, las necesidades básicas fundamentales eran diez: trascendencia, participación,
identidad, protección, entendimiento, creatividad, libertad, ocio, afecto y subsistencia, a las
cuales se les debería dar cumplimiento por medio de los referenciados “satisfactores”.
A finales de los años 80´s surge un nuevo enfoque denominado “De las Capacidades y el
Desarrollo Humano”, el cual proponía un cambio sustancial, ya que cuestionaba la premisa
utilitaria de la que se habló anteriormente, a partir de autores como Amartya Sen (1990), quien
veía el desarrollo como “un proceso de ampliación de las capacidades de las personas y no
como un aumento de la utilidad y del bienestar y satisfacción económico”. Además, el mismo
autor consideraba que “aunque los bienes y servicios son valiosos, no lo son por si mismos. Su
valor radica en lo que pueden hacer por la gente o más bien, lo que la gente puede hacer con
ellos” (Sen, 1983, p.1116). Para Sen el desarrollo debía centrarse en la expansión de las
capacidades de la gente tanto a nivel individual como a nivel colectivo (entendido como lo que la
gente podría ser y hacer -functionings-) y no basado en el aumento de la mercancía.
Lo anterior, significó pasar del mero incremento del producto interno, a brindar la posibilidad
de que las personas tuvieran acceso a una gama de mayores opciones para su estabilidad y
crecimiento personal, tales como variedad de actividades, posibilidad de una vida más larga por
medio de tratamientos médicos que permitieran eludir enfermedades evitables y tratar las que no
lo fueran o tener acceso al conocimiento, entre otros (Sen, 1992).
En este entendido, al iniciar los años 90´s, las Naciones Unidas presenta una nueva propuesta
que tituló “Desarrollo Humano”, la cual iría enriqueciendo con el trabajo de economistas y
académicos de la talla de Paul Streeten, Mahbud al Haq, Amartya Sen, Keith Griffin y John
Williamson.
El primer Informe de Desarrollo Humano (1990, p.33) señalaba que:
“El desarrollo humano es un proceso mediante el cual se amplían las oportunidades de
los individuos, las más importantes de las cuales son una vida prolongada y saludable, el
acceso a la educación y el disfrute de un nivel de vida decente. Otras oportunidades
incluyen la libertad política, la garantía de los derechos humanos y el respeto a si
mismo.”
Igualmente, este nuevo concepto de Desarrollo Humano cuestionó el supuesto mediante el
cual se consideraba que el medio para alcanzar el desarrollo era la acumulación del capital físico,
a partir de autores como T.W. Schultz (1961), quien expuso la tesis según la cual este tipo de
desarrollo debía priorizar la acumulación de capital humano, lo que implicaría que los Estados
realizaran mayores inversiones en educación, investigación, provisión de servicios básicos de
salud, alimentación, planificación familiar, entre otros, ya que estos producían iguales o mayores
rendimientos económicos que la inversión en el capital físico.
Con esto, la nueva premisa apuntaba a que era igualmente productiva la inversión en las
personas, tanto si la meta era el incremento del producto interno nacional o el desarrollo y
fortalecimiento de las capacidades humanas.
El cambio en el objetivo del concepto de desarrollo y la aparición del concepto de Capital
Humano generaron un alto impacto positivo en la estrategia de desarrollo a nivel global, pues
pasaron a ser las personas el centro del escenario, por lo cual las políticas públicas debían estar
diseñadas como un instrumento fundamental, sustituyendo un desarrollo centrado en los bienes
de consumo, por un desarrollo centrado en las personas y no en las cosas.
Todo lo anterior, hizo que la forma de medir el nivel de desarrollo se transformara, pues
durante mucho tiempo, desde la época del economista inglés Pigou (1920), la renta per cápita fue
el principal indicador que daba cuenta sobre el progreso de los países en materia de desarrollo, a
pesar de que ya algunos sociólogos planteaban que la medición por dinero limitaba la concepción
de bienestar.
Por esto, el economista Morris David Morris (1979) entre otros, ideó el concepto del Índice
de Calidad de Vida Física (ICVF), el cual buscaba medir el bienestar de las personas de manera
directa, por medio de su “calidad de vida” y no indirectamente por medio de la división de la
totalidad del producto global de bienes y servicios en el total de la población. A pesar de esto, la
propuesta de Morris no fue acogida por los economistas a nivel mundial y mucho menos logró
desbancar al Producto Nacional Bruto (PNB) como indicador predilecto para medir el nivel de
desarrollo.
Solamente hasta 1990 y gracias al trabajo del economista paquistaní Mahbub ul Haq, quien
desarrolló en gran medida lo propuesto por Amartya Sen, aparecería el Índice de Desarrollo
Humano (IDH) en el Informe anual sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), convirtiéndose en un indicador alternativo del desarrollo
altamente aceptado, siempre dejando claro que no es excluyente respecto del PNB, pues,
mientras que el primero mide el nivel de capacidades humanas, el segundo es un indicador de
utilidad o bienestar económico.
Es importante comprender esta diferencia, ya que no es lo mismo bienestar que capacidad, en
el entendido que una persona puede tener la capacidad de hacer u obtener algo, pero decidir no
obtenerlo o no hacerlo y en ese sentido, el IDH pretende medir el conjunto de opciones de las
que dispone una persona y las libertades de las que goza, mientras que el PNB pretende medir el
disfrute subjetivo que se obtiene del consumo, lo que hace que los mencionados indicadores
sean, más que excluyentes, complementarios.
En 1995 la ONU, en el Informe de Calidad de Vida (p. 16), ratifica la medición del desarrollo
por medio del IDH y establece que el Desarrollo Humano debe tener cuatro componentes
fundamentales, derivados de Sen (2009, s.p):
“1. Productividad, para posibilitar que las personas (…) participen plenamente en el
proceso productivo de generación de ingresos y al empleo remunerado; 2. Equidad, dado
que es necesario que todas las personas tengan igual acceso a las oportunidades; 3.
Sostenibilidad, para asegurar el acceso a las oportunidades no sólo para las
generaciones actuales, sino también para las futuras y; 4. Potenciación, el desarrollo
debe ser efectuado por las personas y no sólo para ellas”.
Este concepto sobre Desarrollo Humano, al ser tan dinámico, se ha redefinido por entidades
como la ONU, la cual, en 2010, estableció que además de las dimensiones de salud, educación y
el disfrute de una calidad de vida decente, debían tenerse en cuenta otros tres elementos
fundamentales: libertad de oportunidades, justicia y procesos.
Al mismo tiempo, autores como Tezanos y Quiñones (2013), plantean que el concepto es un
constructo, es decir, que es socialmente construido y por tal, es polisémico.
Otra concepción importante a tener en cuenta, es la que aporta el economista español, experto
en desarrollo, Alfonso Dubois (2002, p.10), para quien el enriquecimiento que ha aportado la
ONU al Desarrollo Humano ha sido fundamental, pues con esto, se ha logrado superar su
carácter meramente económico, para abordar a la humanidad desde una visión integral, que
concibe no solo la cantidad, sino también la calidad del crecimiento en razón a lo que los seres
humanos sean capaces de conseguir a nivel personal y sentir realizado su objetivo de vida: “qué
es capaz de hacer, cómo puede por sus propios medios mejorar su calidad de vida y qué le
puede aportar a la sociedad” (Arias, 2013, p.139).
Todo lo anterior es pertinente, dado que en el presente trabajo se analizan las condiciones de
vida del grupo de los veteranos de la guerra de Corea, que más allá de afrontar una situación
meramente económica y de posible pobreza monetaria, tiene que ver con el nivel de “Desarrollo
Humano” que han alcanzado después de su retorno al país, tema que se ve materializado en qué
tanto se les ha garantizado los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) -sobre los
cuales se presenta un análisis más adelante- y “en especial, con el principio de no regresividad,
el cual implica que el desarrollo es exigible, pues es la garantía de no retroceso en los avances
de protección de los DESC” (Fajardo, 2007, p.69).
El concepto de desarrollo encuentra fundamento en la Constitución Política del 91, pues la
Carta Magna consagra como pilar fundamental del Estado Social de Derecho a la Dignidad
Humana (artículo 1), colocando al ser humano como el fin en sí mismo (Kant, 2004, p.21). Si
bien el Derecho al Desarrollo no se encuentra de manera manifiesta en la Carta, sí se consagra
de manera expresa en artículos como los referidos a la distribución de las oportunidades de
desarrollo (artículo 334), asimismo, artículos como el 13 menciona el derecho a la igualdad. Lo
que sí está expreso en la Constitución, en el artículo 334, es el Desarrollo Humano, respaldado
por acciones de la comunidad internacional, en las cuales se reconoce que “el derecho al
desarrollo no es un sueño ni un lema ideológico. Es un derecho humano garantizado en el
derecho internacional” (Dulitzky y Álvarez. 2003, s.p).
En el mismo sentido, es importante dejar en claro que si bien la declaración sobre el Derecho
al Desarrollo no es vinculante, para el caso colombiano, el derecho en cuestión, guarda relación
directa y armonía con los fines del texto constitucional y con la materialización del Estado Social
de Derecho, además, como tal, la Corte Constitucional lo ha reconocido de forma expresa en
sentencias como la T-008 de 1992 “3a. Derechos de la Tercera Generación. La componen los
derechos a la paz, al entorno, al patrimonio común de la humanidad y el derecho al desarrollo
económico y social” o la C-401 de 1995 “(…) El aislamiento de un Estado, su no sociabilidad,
equivale al estancamiento, principal obstáculo para hacer efectivo el derecho al desarrollo”.
Por último, se desprende de la interpretación armónica de otros tratados internacionales y su
interpretación por los órganos autorizados. Por esto, aunque no es un derecho expreso
constitucionalmente hablando, constituye una prerrogativa de los seres humanos y como tal, el
país debe velar por su materialización y cumplimiento (Romero, 2010, p. 180).
Siendo así, por medio de este trabajo investigativo será posible establecer si, tanto los DESC
como el principio de no regresividad han sido aplicados por el Estado colombiano para
garantizar el Desarrollo Humano de ese grupo poblacional, o si, por el contrario, se han omitido
y establecer cuáles son sus condiciones actuales de vida.
5.2. CALIDAD DE VIDA Y ESTADO SOCIAL DE DERECHO
Una vez abordado el concepto de Desarrollo Humano, es posible afirmar que actualmente el
crecimiento de los países se mide por las condiciones de vida de sus habitantes. Es por esto, que
las políticas públicas, cada vez más, se centran en mejorar dichos indicadores, con el objetivo de
generar mayor desarrollo de las capacidades.
Como consecuencia de lo anterior, las mediciones sobre el Desarrollo Humano y su directa
relación con el concepto de capacidades humanas se alejan cada vez más de los porcentajes
económicos y comienzan a incluir factores que nunca habían sido tenidos en cuenta, pero que
inciden directamente en la vida de los seres humanos. Es así como la filósofa Martha Nussbaum
(2012, p.33), señaló que resultan más reveladoras las comparaciones entre países de calidad de
vida (cómo de bien le va a la gente), que otras mediciones estándar como el PIB per cápita o la
utilidad.
Amartya Sen (2000, p.42) también señaló que “la perspectiva basada en la libertad guarda
una similitud genérica con la preocupación habitual por la calidad de vida, que también centra
la atención en la forma en que transcurre la vida humana”, lo que conlleva, según lo interpreta
Rossella Palomba (2009, p.3), experta en estudios de crecimiento de poblaciones humanas, a que
el desarrollo sea observado desde la calidad de vida, lo que implica que el ser humano debe
“tener buenas condiciones de vida ‘objetivas’ y un alto grado de bienestar ‘subjetivo’” y
asimismo, a nivel general, incluir “también la satisfacción colectiva de necesidades a través de
políticas sociales”.
El origen del término “Calidad de Vida” es reciente, pues solo hasta la década de los setentas
adquiere fuerza de concepto y comienza su desarrollo, expandiéndose en los años posteriores.
Según Moreno y Ximénez (1996), profesores del Departamento de Psicología Biológica y de la
Salud de la Universidad Autónoma de Madrid, el concepto como tal surge de la medicina, pero
se extendió rápidamente a otras disciplinas como la sociología y la sicología, desplazando con
ello a otros términos con cierta similitud como el de felicidad o bienestar. En ese sentido, calidad
de vida es definida por estos autores así:
“La calidad de vida es un concepto básicamente referido al tipo de respuesta individual
y social ante el conjunto de situaciones reales de la vida diaria. Es decir, aunque recoge
los componentes del bienestar objetivo, se centra en la percepción y estimación de ese
bienestar, en el análisis de los procesos que conducen a esa satisfacción y en los
elementos integrantes de la misma” (Moreno y Ximénez, 1996, p. 7).
En materia económica, con la publicación del libro “La Calidad de Vida” en 1998, escrito
por Sen y Nussbaum, se marca aún más la separación de la generación de ingresos económicos
como único indicador del desarrollo, pues para los autores, la orientación hacia la calidad de vida
no debe estar medida única y exclusivamente por el PIB de un país, sino por las oportunidades,
capacidades y esencia de los seres humanos.
Nussbaum va más allá y se atreve a listar en su obra “Women and Human Development”
(2000, p.78-80), diez capacidades humanas centrales que, según ella, permitirían garantizar la
calidad de vida del hombre: 1. vida; 2. salud corporal; 3. integridad corporal; 4. sentidos,
imaginación y pensamiento; 5. emociones; 6. razón práctica; 7. afiliación; 8. otras especies; 9.
capacidad para jugar y; 10. control sobre el entorno de cada uno. Para la autora, dichas
capacidades hacían parte de una “lista de componentes separados”, pues no se podrían satisfacer
las necesidades de las personas ofreciendo una mayor cantidad de uno que de otro, ya que todas
las capacidades eran fundamentales y cada una tenían calidades distintas (Nussbaum, 2000,
p.34).
Otra definición a tener en cuenta es la de Armando de Negri Filho (2002, p.2), médico
epidemiólogo (en sintonía con lo que se mencionó cuando se hizo la advertencia de que el
término venía de la medicina y las ciencias de la salud), la cual plantea que la Calidad de Vida
es:
“Un concepto integrador de las necesidades humanas (…). Propone igualmente formas
de construcción de respuestas colectivas que trascienden las políticas centradas en la
prestación de servicios y articula las políticas económicas y sociales alrededor de
objetivos y metas públicas dirigidas a impactar en la transformación de las condiciones
de vida de la gente.
En este sentido, la calidad de vida representa dentro de una perspectiva política que
busca la universalidad de los derechos sociales con equidad, que todos/as tengan
igualdad de acceso e igualdad de oportunidades al pleno desarrollo y preservación de la
autonomía como seres humanos y ciudadanos según las necesidades de cada quien, en
forma individual y colectiva. Este pensamiento exige el compromiso político de construir
una ciudadanía social o de derechos sociales y rescatar la función sustantiva de las
políticas públicas en resguardo del interés colectivo”.
Además de esto, de Negri (2002, p.3-4) propuso que los elementos que deberían orientar la
construcción de las políticas públicas estaban relacionados con el imperativo ético de responder a
las necesidades sociales con: (i) universalidad y equidad; (ii) la confluencia de esfuerzos
colectivos para preservar y desarrollar la autonomía de los individuos y colectividades en el
ejercicio de los derechos sociales; (iii) brindar respuestas regulares, suficientes, integrales y
equitativas y; (iv) la construcción de una nueva institucionalidad pública que estuviera
comprometida con la transformación positiva de los patrones de calidad de vida de la sociedad.
Por lo anterior, es fundamental que el aparato estatal tenga total compromiso frente al
desarrollo, pues en el proceso de formulación de políticas públicas que conlleven al
cumplimiento de este objetivo, debe contar con la participación de todos los sectores y actores
sociales e incluir a cada uno de ellos, siempre teniendo como horizonte la satisfacción cierta de
sus necesidades, dejando de lado el análisis básico de la relación ingreso-gasto que contempla la
visión meramente económica.
Siendo así, el Estado viene transformándose para poder brindar respuestas ciertas a las
necesidades (diferentes a lo económico) que presentaba la población, lo que introdujo en el
panorama la figura del Estado de Bienestar, el cual, en últimas, estaba relacionado con el
reconocimiento y garantía de los derechos económicos, sociales y culturales (Luhmann, 1993,
p.31-39), por dos razones, una ideológica y otra política.
Respecto a la razón ideológica, John Maynard Keynes, economista británico considerado
como uno de los más influyentes del siglo XX, toma esta forma de Estado para plantear un
modelo político que surge como consecuencia de la crisis mundial del mercado capitalista de
1929. Su planteamiento está dado en que “concibe la política social como una expansión de los
derechos sociales o una materialización de los derechos políticos y democráticos” (Barroso y
Castro, 2011, p. 5), de ahí que sea fundamental la intervención pública como mecanismo para
impulsar la demanda. Proponía una mayor presencia de la actividad pública cuando el sector
privado no era suficiente para mantener un nivel determinado de actividad económica que
garantizara ingresos adecuados para toda la población. De este modo, la actividad pública podría
reactivar la economía y conseguir que ésta se dinamizara y, luego, la presencia pública se
pudiera reducir paulatinamente una vez que la economía alcanzara los niveles de crecimiento
deseables (Barroso y Castro, 2011, p. 17).
Sobre la razón política, se debe destacar que luego de la Segunda Guerra Mundial los
gobiernos occidentales, los capitalistas y los sindicatos, aprendieron que solamente incentivando
los intereses comunes se favorecían ellos mismos, haciendo que la ausencia del Estado en la vida
económica fuera insostenible, pues en el modelo capitalista que imperaba existían desigualdades
sociales y económicas, que acentuaban de manera extrema las brechas de inequidad. Una de las
soluciones para abordar esta problemática consistía en la consolidación de un Estado de
Bienestar que diera seguridades a través de derechos humanos de carácter social y económico,
tanto a los poseedores de la riqueza, como a las clases medias y bajas (Cárdenas, 2017, p.78).
Este modelo de Estado tuvo una fuerte crisis promovida por: (i) el fenómeno económico de la
globalización y, (ii) la incorrecta democratización de la economía.
Por su parte, el primer asunto consistió en la internacionalización de la economía, pues esto
obligaba a que los Estados desregularan las actividades económicas, impuestos, prestaciones y
derechos sociales, medio ambiente o salud, ya que, si no lo hacían, los grandes capitales
buscaban naciones que sí estuvieran desreguladas para realizar sus inversiones.
El segundo, se originó en los sectores que tomaban las decisiones respecto la economía, pues
siguieron siendo las élites, quienes no escuchaban a los sectores directamente involucrados,
causando que los beneficios en materia económica jamás llegaran a la mayoría de la sociedad y,
como lo dijo Zygmunt Bauman, a pesar de que el Estado de Bienestar colaboró con la
construcción de un alto nivel de bienestar y riqueza para varias generaciones en algún momento,
sus herederos
“tienen ahora una mirada crítica y deslegitimante de dichos esfuerzos. No solo ven con
malos ojos ser expropiados de cualquier porcentaje de sus ingresos, sino que consideran
los esfuerzos estatales redistributivos como paliativos ineficaces, estigmatizantes y
generadores de los peores vicios y disfuncionalidades sociales: favorecer una suerte de
parasitismo o incapacidad de autogestión por parte de los excluidos” (Marrero y
Trajtenberg, 2009, p.42-43)
Como respuesta a esta situación de crisis surge un nuevo modelo de Estado, en el cual, la ley
toma un sentido más riguroso y se establece la separación de poderes como un principio
fundamental, a dicha figura se le llamó Estado de Derecho. Su principal característica fue la
primacía de la legalidad, es decir, la ley imperaba sobre cualquier otro factor y los jueces tenían
la obligación de aplicarla por encima de los derechos de los ciudadanos.
De esta supremacía de la legalidad, se transita a una teoría de principios, en la cual se dio
mayor importancia a los derechos de las personas, fomentando de esta manera la favorabilidad al
bienestar social. A esta se le dio el nombre de Estado Social de Derecho, la supremacía legal
deja de dominar, dando paso a un régimen basado en los principios y el respeto de los derechos
de las personas.
Es así como el concepto de calidad de vida se ha mantenido en constante evolución. De
acuerdo con Torres (2010), en Colombia no se utiliza un concepto único sobre calidad de vida, lo
que confirma su carácter polisémico al darse diversas interpretaciones, que dependen del punto
ideológico y/o del sector en el que esté presente (salud, educación, bienestar social, etc.). No
obstante, vale la pena señalar que la tendencia ha sido asumir la conceptualización dada por el
Estado, así:
“En buena medida se podría afirmar que el concepto de calidad de vida ha estado
reducido a la medición cuantitativa de factores como el ingreso y las condiciones físicas
del entorno y la vivienda, mediante indicadores numéricos (PIB, NBI, Índice Gini, IDH,
entre otros). Para estas formas de valoración, la medición cualitativa de la calidad de
vida urbana no se ha producido” (Torres, 2010, p. 8).
Cabe destacar que, prevalece el aspecto material por el cual se cuantifica la calidad de vida,
es decir, desde una medida del nivel adquisitivo de bienes y/o servicios públicos, con lo que se
busca la satisfacción de ciertas necesidades que fundamentan el concepto de calidad de vida por
encima de la dignidad humana. En este sentido, se encuentran estos dos conceptos entrelazados
en Birdwood (1988), citado por Bobes et al. (1993), quien conceptualiza la calidad de vida como
la suma de todas las satisfacciones que hacen la vida digna.
Aportando al concepto, Espinosa (2001), observa cómo la calidad de vida hace referencia a
lo que se entiende por Estado de Bienestar, con amplia aceptación en la posguerra, debido a que
toma como parte de su construcción la teoría del desarrollismo económico y social, en el que era
fundamental un nuevo orden geopolítico internacional:
“Una vez consumada la segunda guerra mundial, en el marco adyacente de la guerra
fría. Pasaron dos décadas para que el reto de repensar el desarrollo se cerniera en las
políticas que tenían injerencia en el rumbo de las poblaciones. A finales de los sesenta se
produce un nuevo giro hacia una perspectiva socialdemócrata o un enfoque de Estado
del bienestar, donde se da menos importancia al crecimiento y más a la generación de
empleo, a la reducción de la desigualdad social, a la eliminación del paro y a la
satisfacción de las necesidades básicas” (Espinosa, 2001, p. 2).
Colombia ha vivido una serie de cambios a lo largo de su historia, entre los más relevantes se
destaca el paso del Estado de Derecho a lo que se presenta en la actualidad que es un Estado
Social de Derecho, donde se incluye necesariamente el componente del Estado de Bienestar
matizado. Este paradigma o modelo de Estado Social de Derecho, fue un avance muy importante
para la historia colombiana, puesto que la introducción de la supremacía de los principios y
derechos ha forjado un país menos rígido, para alcanzar así un Estado más humano, en el cual el
principio de la dignidad humana desempeña un papel de vital importancia.
En la Constitución Política de 1991, se establecen las nuevas reglas generadas por ese
transcendente hecho, que además determina, no solo a manera de titulación dicha supremacía,
sino que también contiene mecanismos para su materialización. El modelo de Estado Social de
Derecho contribuye con la garantía y eficacia de los derechos humanos, principalmente los
Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
La dignidad humana, actuando en armonía con la calidad de vida, es establecida como base
del Estado Social de Derecho, que fomenta su alcance normativo en: (i) un valor, base axiológica
y fundamentación de los demás derechos; (ii) principio constitucional: mandato, principio de
acción y; (iii) derecho fundamental autónomo: no depende de otro derecho para operar.
Dentro de este contexto, cabe señalar el enfoque de protección de la dignidad humana que se
basa en los siguientes pilares: (i) autonomía personal, el derecho a patentar su propio plan de
vida “vivir como quiera”; (ii) condiciones materiales concretas de existencia “vivir bien” y; (iii)
intangibilidad de la integridad física y moral “vivir sin humillaciones” (Corte Constitucional,
Sala Séptima, Sentencia T-881-2002, p. 47). Ahora bien, la dignidad humana como concepto
cualifica otros derechos (salud, educación, servicios públicos, etc.), lo que implica mayor
compromiso y exigencia por parte del Estado.
Por lo anterior, el Estado en su condición de garante, debe asegurar la calidad de vida del
individuo, forjada en conjunción (gracias al aporte jurisprudencial de la Corte Constitucional)
con el derecho de “vivir como quiera”, “vivir sin humillaciones” y “vivir bien”.
Esta línea de argumentación se ve contrariada por la realidad de abandono y olvido que
aqueja a los veteranos de la guerra de Corea. La desidia del Estado frente a esta población desde
su regreso al país es notoria, impactando negativamente su calidad de vida (entendida como la
percepción de bienestar y la capacidad de acceder a los procesos que llevan a la satisfacción
personal), la cual ha sido decreciente, hecho que refleja el incumplimiento por parte de los
gobiernos de turno del precepto rector colombiano, que es el Estado Social de Derecho.
5.3. DERECHOS ECONÓMICOS, SOCIALES Y CULTURALES – DESC
De acuerdo con lo mencionado respecto a la correlación existente entre dignidad humana y
calidad de vida, se tiene como base de sustento la formulación y aplicación de los Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, puesto que dichos conceptos poseen especiales
características subjetivas, en la cuales influyen directamente las condiciones relacionadas con la
salud, educación, trabajo, alimentación, vivienda y demás derechos que requiere el ser humano
para vivir de manera plena y realizarse como tal en condiciones dignas (Céspedes, 2010. p. 20).
El origen de los DESC se remonta a los últimos años del siglo XIX, con ocasión de la
Revolución Industrial, la cual generó enfrentamiento de clases sociales y la consolidación de un
movimiento obrero caracterizado por reivindicar los derechos del proletariado. Su devenir
histórico se ha caracterizado por la dificultad de reconocimiento, pues a diferencia de los
derechos clásicos civiles, estos son vistos como derechos prescindibles, a pesar de que hacen
parte de los derechos fundamentales (Péces,1988).
La definición más concreta sobre los DESC es la planteada por Alirio Uribe, abogado
especializado en Derechos Humanos de la Escuela Superior de Administración Pública - ESAP,
la cual los establece como “los límites mínimos que debe cubrir el Estado en materia económica
y social para garantizar el funcionamiento de sociedades justas y para legitimar su propia
existencia” (p. 3). Derechos como la salud, la educación, la vivienda, la alimentación, la
seguridad social entre otros, hacen parte del universo de los derechos que dignifican al ser
humano y obligan a los gobiernos a su real reconocimiento y aplicación.
Para la reivindicación de estos derechos, en el seno de la Naciones Unidas existe un comité
que ha venido trabajando en aras de garantizar su progresividad y atacar cualquier acción que
contribuya al retroceso. Es así, como en el marco del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Políticos, el Estado colombiano y los demás estados firmantes adquieren
obligaciones en el siguiente sentido:
“Adoptar medidas en un plazo razonablemente breve desde el momento mismo en que
ratifican los instrumentos referidos a los DESC. Tales medidas deben consistir en actos
concretos, deliberados y orientados lo más claramente posible hacia la satisfacción de la
totalidad de los derechos. En todo caso corresponderá al Estado justificar su inactividad,
demora o desviación en el cumplimiento de tales objetivos, y entre sus obligaciones
inmediatas se encuentran: adecuar su marco legal a las disposiciones de las normas
internacionales sobre derechos económicos, sociales y culturales; el derecho a la
información constituye una herramienta imprescindible para hacer efectivo el control
ciudadano de las políticas públicas en el área económica y social; la obligación de
proveer recursos judiciales y otros recursos efectivos dada la ausencia de diferencias
sustanciales entre derechos civiles y políticos y derechos económicos, sociales y
culturales” (Uribe, 2003, p. 3).
En el caso colombiano, la Constitución Política de 1991, reconoce que prevalecen los
tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso de la República, pues luego de
esto, entran a ser parte del Bloque de Constitucionalidad, tal como lo especifica en el artículo 93
y por ende, deben ser aplicados en el planteamiento y formulación de políticas públicas y en el
control constitucional de la actuación de los gobiernos. Para el caso que nos ocupa sobre los
veteranos de guerra de Corea, el Pacto Internacional de Derechos Sociales, Económicos y
Culturales, suscrito en la Asamblea General de las Naciones Unidos de 1966 fue ratificado por el
Congreso en la Ley 74 de 1968, es uno de los soportes legales que ratifica que el Estado tiene la
obligación de garantizar dichos derechos.
Otro factor fundamental para tener presente en estos derechos es el paradigma de ciudadanía,
que consiste en que los DECS se convierten en un vehículo para el desarrollo de los llamados
valores ciudadanos, los cuales no gozan de un nivel jerárquico entre sí, sino que mantienen una
existencia conjunta y son formalmente importantes, por ende, deben garantizarse de la misma
manera.
Asimismo, como estos derechos materializan las mencionadas condiciones de vida digna
(vivienda, trabajo, alimentación, educación, etc.), cumplen un papel fundamental para asegurar la
calidad de vida de las personas y en el caso que se analiza, es posible comprobar la
inexistencia de políticas públicas enfocadas a brindar opciones de reintegro a la vida civil a
los veteranos de guerra, que no necesariamente deben ser mayores, sino, en su gran mayoría,
adultos que aún cuentan con las capacidades y habilidades suficientes para desempeñar un rol
social y alcanzar la satisfacción del desarrollo personal y generar para sí mismos calidad de vida.
5.4. EXCLUSIÓN SOCIAL Y VULNERABILIDAD
Estos conceptos han sido objeto de estudio y abordaje desde hace varias décadas. Sin
embargo, las investigaciones más recientes se le atribuyeron a René Leonir (1974), gracias a su
obra “Les exclus: Un Francaise sur dix”, el autor reconoce la existencia de un importante número
de personas y sectores considerados como vulnerables, desadaptados y olvidados del progreso, es
decir alejados del sistema social y económico de un país (Jiménez, 2008).
No obstante, tal como lo manifiesta Sen (2001) en su escrito “Social Exclusion: Concept,
aplication and scrutiny”, es útil comenzar con el reconocimiento de que la idea de la exclusión
social tiene conexiones conceptuales con nociones establecidas en la literatura sobre la pobreza y
las privaciones, con antecedentes que son mucho más antiguos que la historia particular. En ese
sentido, va en contravía de los postulados del Desarrollo Humano en la medida que limita o,
inclusive, elimina las libertades fundamentales de los individuos, quienes no cuentan con un
Estado que garantice un nivel de calidad de vida acorde con los derechos fundamentales.
En la misma línea teórica, otros autores expresan el concepto en términos de su ocurrencia,
es decir, cuando a una persona o grupo poblacional se les impide o imposibilita beneficiarse del
desarrollo social, económico y cultural (Tezanos y Quiñones, 2013). Para Rizo (2006), la
exclusión vista como el término opuesto a la integración (en referencia a los colectivos) se
encuentra relacionada directamente con el ciudadano, y en tal sentido, excluido será aquel que no
pueda gozar de sus derechos plenamente.
“En todo caso, la exclusión entendida como fenómeno estructural no es algo nuevo, aunque
en la actualidad se caracterice por la factura de elementos básicos de la integración y la aparición
de un nuevo concepto, el individualismo, que lo aleja de la vieja tradición de conflicto por
cuestión de clase” (Rizo, 2006, p. 58). Las características que la identifican traspasan la
connotación meramente económica.
Para Jiménez (2008), en su ensayo “Aproximación teórica de la exclusión social:
complejidad e imprecisión del término”, el concepto de exclusión invita a un abordaje más
interdisciplinario y multifuncional que el ofrecido dentro de la concepción de pobreza.
Asimismo, el carácter multidimensional por el cual las personas y grupos sociales, o incluso
territorios, se ven excluidos de la participación en los intercambios, prácticas y derechos sociales
que constituyen la integración y, por ende, la identidad, hace que la exclusión social no solo se
trate de la insuficiencia de recursos financieros, ni se limite únicamente a la participación en el
mundo del empleo, sino que redunde en los ámbitos de vivienda, educación, salud o el acceso a
los servicios (Jiménez, 2008, p. 97).
En consecuencia, existe una relación entre el concepto de exclusión social y vulnerabilidad,
atada a la concepción de pobreza e ingresos económicos, dejando de lado los elementos que la
originan. Es así, como la vulnerabilidad se relaciona con el riesgo que genera para la persona una
situación como la exclusión social. Esta diferencia conceptual, tiene importancia explicativa y
también debería tener incidencia en las políticas públicas, con estrategias que permitan
desarrollar la pobreza y la vulnerabilidad de forma integral (Pizarro, 2001, p.12).
Bajo este contexto, para García (1998), citado por Zambrano (2007), la exclusión social tiene
elementos de carácter personal, subjetivo y sicológico, caracterizados por “la dimensión
estructural o económica, que se basa en la carencia de recursos; la dimensión contextual o social,
sustentada por la falta de integración en la vida familiar y la comunidad de pertenencia y; la
dimensión subjetiva o personal, que es la ruptura de la comunicación y la erosión de las
dimensiones vitales” (p. 110).
En líneas gruesas, la exclusión social evidencia la vulnerabilidad a la que se exponen los
colectivos. Así pues, el sector excluido se encuentra al margen de una serie de derechos
laborales, educativos, culturales, etc., es decir, de una mejor calidad de vida (Jiménez, 2008,
Tezanos, 1999).
En el caso colombiano, dicho concepto suele ser escuchado y en casi todos los escenarios de
la vida pública y privada del país, ha sido utilizado como tema primordial en contiendas
electorales, el rito cristiano, católico, en el día a día de un niño en la escuela, como también en el
campo y en las grandes y pequeñas ciudades. El ser excluido en Colombia pareciera, de la
manera usual en que es utilizado el término, sin prevención alguna, la regla general del modo de
vida.
La literatura es recurrente en mostrar que Colombia es uno de los países con mayor grado de
exclusión en la región y en el mundo (Garay, 2002). Esto se evidencia aún más al observar la
evolución que ha tenido el Coeficiente de Gini (que mide la desigualdad en los ingresos) en las
últimas décadas, destacando cómo éste es significativo y su evolución reciente no muestra
mejoras substanciales. Desde la década de 1990, este coeficiente, se encontraba en una cifra de
0,5, pasando a 0,56 una década más tarde; dos años después se situó en 0,58, ascendiendo a 0,59
para el 2008 (Bonilla, 2009). A cifras del 2018, esta medida se ubicó en 0,53, indicando que
Colombia es el segundo país más inequitativo de América Latina, lo que significa que
aproximadamente el 20% de los hogares colombianos posee cerca del 61% de los ingresos del
país para ese año.
Siendo esta la situación económica del país, el grado de afectación depende del grupo
poblacional en el que se encuentre, teniendo en cuenta que aquellos grupos que estén en estado
de vulnerabilidad conforman un listado muy largo, para el presente trabajo el grupo poblacional
que nos ocupa por su exclusión social es el de los veteranos de guerra de Corea, ya que la falta
de políticas estatales y su invisibilización en éstas, les ha impedido disfrutar de los DESC y por
tanto, acceder a oportunidades laborales, educativas y sociales, entre otras, que les permita el
desarrollo y fortalecimiento de sus capacidades, en concordancia con la meritoria labor
desempeñada y ubicándolos en los grupos poblacionales en estado de exclusión y vulnerabilidad.
Finalmente, esta investigación hace hincapié en tres tipos de agentes de exclusión señalados
por Rizo (2006): 1. El Estado, en lo relacionado al contexto normativo y de aplicación de la ley;
2. La economía, en relación con el mercado y al acceso al empleo y; 3. La sociedad, en atención
al estigma por motivos étnicos, religiosos, culturales, entre otros.
6. ESTRATEGIA DE INVESTIGACIÓN
La estrategia de investigación hace referencia al conjunto de métodos a través de los cuales
se adaptan los preceptos teóricos a la producción de los datos (Sautu, 2005), en tal sentido, se
muestra una relación lógica y consecutiva de cada una de las etapas de la investigación.
Para el presente trabajo, la propuesta metodológica es de corte cualitativo, que dista de la
propuesta cuantitativa en cuanto a que, la primera le apunta más a un esfuerzo por comprender la
realidad social como fruto de un proceso histórico de construcción, visto a partir de la lógica y el
sentir de sus protagonistas (Sandoval, 2002) y la segunda busca, por medio de datos ciertos y
cuantificables, llegar a un resultado. En este contexto el diálogo y la cooperación entre el
investigador y el grupo a investigar resulta de especial relevancia.
El enfoque metodológico cualitativo se basa en la búsqueda de hallazgos y descubrimientos
con un profundo perfil humanista del investigador, lo que implica que el mismo no debe
permanecer distante del fenómeno social en el cual está interesado, de ahí que estos aspectos
determinan que sea catalogado como de tipo inductivo y holístico (Hernández, Fernández y
Baptista, 2010).
Ahora bien, en el contexto de esta investigación, se requiere de un análisis profundo y del
consenso intersubjetivo (interpretación y sentidos compartidos), que según Taylor y Bogdan
(1992) permiten validar y dar confiabilidad a los resultados obtenidos. En tal sentido, no basta
con ser riguroso en la obtención de información, sino que se debe ir más allá y obtener de su
análisis, resultados heurísticos, que iluminen la comprensión del lector, para ampliar o confirmar
lo que ya se conoce y que, a la vez, sirvan como estrategia encaminada a la toma de decisiones
para proponer iniciativas de acción que den respuesta a la problemática encontradas durante el
proceso de investigación (Aravena et al., 2006).
Bajo este contexto, el método elegido es el estudio de caso, que es definido como “estudios
que al utilizar los procesos de investigación (…) analizan profundamente una unidad para
responder al planteamiento del problema, probar hipótesis y desarrollar alguna teoría”
(Hernández et al., 2010, p.163). El estudio de caso es entonces una herramienta poderosa de
investigación y su mayor fortaleza radica en que a través de este se mide y registra la conducta y
comportamiento de las personas involucradas en el fenómeno estudiado. Como etapa
preparatoria en el uso de método de estudio de caso se encuentra el mapeo, siendo la verdadera
intención lograr un acercamiento a la realidad social o cultural objeto de estudio, donde se tengan
claramente identificados los actores o participantes y su relacionamiento, así como los eventos y
situaciones en los que interactúan dichos actores, las variaciones de tiempo y lugar de las
acciones que estos desarrollan. En fin, un cuadro completo de los rasgos más relevantes de la
situación o fenómeno objeto de análisis (Sandoval, 2002, p. 119).
Finalmente, se hará una compilación de la información obtenida, de acuerdo con la red de
categorías, lo cual permitirá la consolidación de una propuesta de documento lo suficientemente
soportada y sustentada.
6.1. POBLACIÓN Y MUESTRA
Dado que el grupo focal objetivo de la presente investigación es el universo conformado
por los veteranos de la guerra de Corea, se determinó que la población serán los miembros de la
Asociación de Veteranos de Guerra de Corea (ASCOVE). Al respecto, es importante aclarar que
actualmente, los veteranos sobrevivientes son personas con un promedio de edad de 83 años y
que, por esta razón, se hizo complejo encontrar una muestra mayor.
A pesar de lo anterior, las experiencias de vida recogidas son representativas y reflejan
cada una de las situaciones que actualmente viven los veteranos de la Guerra de Corea.
Adicionalmente, por la razón expuesta, se acude a entrevistas documentadas por los diferentes
medios de comunicación.
6.2. TÉCNICAS DE RECOLECCIÓN DE INFORMACIÓN
Carlos Sandoval (2002, p.136) plantea que en el proceso de implementación de las técnicas
de recolección de la información se debe tomar en cuenta, tanto la estrategia de muestreo, como
la selección de los participantes, partiendo de dos principios: la pertinencia y la adecuación.
“La pertinencia tiene que ver con la identificación y logro del concurso de los
participantes que pueden aportar la mayor y mejor información a la investigación, de
acuerdo con los requerimientos teóricos de esta última. La adecuación significa contar
con datos suficientes disponibles para desarrollar una completa y rica descripción del
fenómeno, preferiblemente, cuando la etapa de la saturación se ha alcanzado”.
Dentro de las técnicas a utilizar en esta investigación se encuentran:
a) Análisis documental: considerado como el punto de partida al dominio o ámbito de la
investigación que se busca abordar. Dicho análisis contempla cinco etapas o momentos que
deben ser tenidos en cuenta: 1. Rastreo e inventario de documentos existentes; 2. Clasificación
de documentos; 3. Selección de los documentos más pertinentes para los propósitos de la
investigación; 4. Lectura y análisis a profundidad del contenido de los documentos seleccionados
y; 5. Lectura cruzada y comparativa de los documentos en cuestión.
b) Entrevistas semiestructuradas. tienen como objetivo lograr una mayor intimidad con los
entrevistados a fin de que la información que suministren sea lo más cercana a la realidad de los
hechos investigados. El ser semiestructuradas significa que “se basan en una guía de asuntos o
preguntas y el entrevistador tiene la libertad de introducir preguntas adicionales para precisar
conceptos u obtener más información sobre los temas deseados (es decir no todas las preguntas
están predeterminadas)” (Hernández et al., 2010, p. 418).
En consecuencia, para esta investigación, se elaboró un cuestionario con las preguntas que se
realizarían a los veteranos de la Guerra de Corea, contando para ello con el apoyo de seis
representantes de ASCOVE, los cuales tienen representatividad en la medida que hacen parte de
la directiva de la asociación y conocen la situación de los demás miembros activos. Durante la
aplicación de las entrevistas se contempló tres momentos de la historia de vida de los veteranos:
1. antes (de involucrarse al Batallón Colombia), 2. durante (el proceso de envío a Corea, su
participación en los combates, hasta la terminación del servicio militar) y 3. después (la llegada a
Colombia hasta los tiempos actuales). Es importante destacar que las entrevistas fueron
reducidas en número debido a que actualmente los veteranos son personas mayores y muchos
rechazaron la visita por cuestiones de salud; además, fue imposible la comunicación con algunos
otros y finalmente, hay personas de las que no se tiene información de contacto.
Bajo estos tres momentos, se formularon las preguntas conforme a las siguientes categorías:
calidad de vida, desarrollo humano y Estado Social de Derecho.
6.3. TÉCNICAS DE ANÁLISIS DE INFORMACIÓN
El análisis de datos cualitativos se entiende como el proceso mediante el cual se organiza y
manipula la información recogida por los investigadores para establecer relaciones, interpretar,
extraer significados y conclusiones (Spradley, 1980). Esta etapa es posterior al trabajo de campo
y anterior a la elaboración del trabajo de grado. Para esta investigación el análisis de datos a
utilizar se soportó en tres etapas, teniendo en cuenta lo sugerido por los autores Rodríguez,
Quiles y Herrera (2005, p. 146):
a) Sistematización de datos: contempla la separación de unidades de contenido bajo criterios
de temporalidad, espaciales, temáticos, entre otros. Posteriormente se implementó la etapa de
identificación y clasificación de elementos que conllevó a una codificación y categorización,
para culminar con la síntesis y agrupamiento.
b) Disposición y transformación de los datos: a través de este procedimiento se pretendió
facilitar la comprensión y examen de los datos. Las herramientas más utilizadas fueron las
matrices, mediante las cuales se depuraron los datos obtenidos para luego ponderarlos y sacar
similitudes y diferencias entre los mismos.
c) Obtención de resultados y verificación de conclusiones: Se aplicó el uso de metáforas y
analogías, así como el de viñetas donde aparecieron fragmentos narrativos e interpretaciones
propias y de otros agentes.
7. ANÁLISIS Y DISCUSIÓN DE RESULTADOS
En el presente capítulo se presentan los resultados del proceso de investigación, los cuales
son consecuencia de la recopilación de datos, producto de las entrevistas semiestructuradas,
documentos oficiales y testimonios documentados sobre la Guerra de Corea. Algunos de éstos
fueron divulgados a través de medios de alta circulación principalmente El Tiempo y El
Espectador.
7.1. LOS VETERANOS ANTES DE INGRESAR AL BATALLÓN COLOMBIA
Para comprender cuál fue la experiencia de guerra vivida por los soldados colombianos en
Corea y las consecuencias que trajo consigo, se debe conocer cuál era su estilo de vida antes de
ingresar al Batallón Colombia.
El instrumento utilizado para realizar este ejercicio fue principalmente el de las entrevistas
semiestructuradas a los protagonistas, lo que es significativo en la medida que permite a los
sujetos de la investigación, no sólo revalorar su experiencia de vida, sino también abrir los
espacios para que sean escuchados, escenario que el Estado no les ha permitido.
Para los entrevistados, la realidad de vida era muy diversa, pues se debe advertir que al
Batallón Colombia no sólo concurrieron personas de distintas edades (desde los 15 hasta los 25
años en su gran mayoría), sino también de diversas condiciones socioeconómicas y culturales
como campesinos, militares, desempleados, vagos, estudiantes y en palabras de uno de ellos,
hasta delincuentes y guerrilleros:
“En primer lugar, (…) el Batallón Colombia se formó con una cantidad de jóvenes de la
época, todos de diferente condición social: sí, había estudiantes, campesinos, vagos…
dicen que hasta guerrilleros. Lo cierto es que todos éramos voluntarios. El Batallón se
constituyó con voluntarios. Personalmente, yo estudiaba en un Colegio, el Miguel
Samper de Guaduas, pues mi familia era de allá, éramos bogotanos, pero vivíamos allá y
entonces me di cuenta de que muchos eran estudiantes. Había de todo, era un grupo
heterogéneo, de una cosa y otra… y ¿cómo escogieron?: decían: ¡bachilleres!, levanten
la mano. Pasen aquí primero, segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto bachillerato.
Decían, los de quinto los de cuarto… hasta ahí, de ahí para atrás no. Después,
reservistas. Venían de todo, campesinos, guerrilleros, vagos, esos eran los malos del
paseo” (Hugo Monroy).
Este primer acercamiento muestra que el nivel de calidad de vida de los soldados no era
homogéneo, aún cuando se notaba el interés por seleccionar inicialmente a estudiantes y dejar al
final a los voluntarios, cuya condición socioeconómica era más compleja y difícil.
Otro de los entrevistados señaló que su vinculación se debió a problemas familiares y con el
estudio, de ahí que el alistamiento estuvo motivado por una forma de huir de los mismos, a pesar
de que, según él, su estilo de vida era bueno:
“Realmente yo era un muchacho hijo de familia y por problemas de la casa me presenté
al ejército, me vinculé con el ellos. Mi papá fue militar toda la vida y entonces me
gustaba la carrera militar. (…) antes era un estudiante como cualquier otro, (…) me
querían meter a las malas y no me dejé, sino que me vinculé” (Manuel Gaitán).
Otros testimonios ratifican, que la mayoría de los soldados eran estudiantes y campesinos, en
su mayoría, menores de edad:
“Mi principal motivo, como era muy joven, fue salir del campo, y lo logré siendo
reclutado para prestar el servicio militar obligatorio, a pesar de lo joven que era en esa
época, pues no cumplía los 16 años todavía. Me llamaba la atención la carrera militar y
a raíz de eso entré al ejército. La primera parte de la vida militar es hacer entrenamiento
para luego jurar bandera y así empecé” (Hugo Monroy).
Igualmente, se obtuvo testimonio sobre el nivel de vida, que, en cierta forma, era bueno, pues
se trataba de un estudiante, heredero de un terreno de sus padres (recién fallecidos), pero las
proyecciones de vida eran inciertas por su juventud e inexperiencia:
“Bueno yo no tenía problemas porque papá y mamá tenían finca, éramos finqueros…
pero papá murió y yo no estaba en condiciones de manejar la finquita. Los tíos se
apoderaron de eso y yo me sentí aburrido, desesperado y dije: yo no tengo nada que
hacer. En ese momento me llamaba la atención irme a los Estados Unidos” (Hernando
Villegas).
Las anteriores entrevistas reflejan la diversidad de condiciones socioeconómicas y culturales
de quienes se presentaron al Batallón Colombia, a lo que se suma los diferentes intereses y
motivaciones, los cuales van desde superación de problemas, hasta el gusto por la vida militar.
Es necesario precisar que, al indagar por información sobre los veteranos en el Ministerio de
Defensa, se encontró ausencia total de la misma, lo que ratifica la falta de interés del Estado por
estos veteranos de guerra.
No obstante, trabajos como los de Atehortúa (2008, p.66), muestran que las motivaciones
estaban más relacionadas con el desempleo o problemas judiciales por resolver:
“Existieron también otras motivaciones para ese enganche más o menos forzado: desde
el desempleo de muchos reservistas y prófugos de la cárcel –pasando por aquellos que
buscaban movilidad social y militar–, hasta llegar a los aventureros y románticos que
fueron prácticamente “enlazados” momentos antes de que el Batallón Colombia zarpara
con destino a la guerra”.
Asimismo, este autor subraya que las circunstancias históricas del país, para el caso de
algunos Oficiales del Ejército, hacían que estos buscaran alternativas, siendo una, el Batallón
Colombia, pues les permitiría evitar el conflicto armado interno que se vivía por esa época.
El mismo estudio plantea que varios de los oficiales fueron enviados por motivaciones
políticas, la mayoría pertenecientes al partido liberal y que los llamados soldados rasos no se
fueron voluntariamente, sino que, en algunos casos, se utilizó la fuerza. Para Atehortúa (2008,
p.66), la designación de los soldados al Batallón Colombia tuvo demasiados tropiezos, lo que
obligó a la improvisación para cumplirle a las Naciones Unidas y a los Estados Unidos
específicamente:
“La moral de los primeros seleccionados no fue muy propicia (…) Tras la defección de
algunos oficiales, el coronel Polanía reunió a toda su tropa y pidió un paso al frente a
quienes no fueran voluntarios. El resultado en los soldados, según Valencia Tovar, ‘fue
catastrófico’. Se tuvo que acudir entonces a los reservistas y a explorar hasta el fondo
los inscritos como voluntarios. ‘Un par de prófugos y algunos reconocidos hampones’
ingresaron por esa vía al Batallón Colombia”.
Estos resultados sobre el estilo de vida, en términos de las libertades de Sen y Nussbaum
(2000), en la etapa previa al ingreso al Batallón Colombia, confirman que, para la mayoría de los
soldados, la guerra de Corea representó una ampliación de las opciones y oportunidades, tanto
para aquellos que buscaban el servicio militar, como para los estudiantes y campesinos.
Dicha situación coincide con la perspectiva dada por Tezanos y Quiñones (2013), quienes
ven cómo el desarrollo humano está ligado a una connotación cultural, como es el caso del
contexto militar, rural o urbano, de los combatientes de Corea. Asimismo, se debe decir que, si
bien el nivel de vida no era óptimo en gran parte de los casos, pues eran personas que
presentaban problemas, la mayoría de las situaciones de vida no aducían que se encontraban en
situaciones críticas (Moreno y Ximénez, 1996).
De otro lado, al hacer el comparativo con el estilo de vida de los soldados pertenecientes a
las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, se puede evidenciar que las condiciones eran
diferentes, pues la mayoría cursaban estudios universitarios al momento de ingresar:
“Antes de unirme vivía en la ciudad de Nueva York en una familia pequeña. Tenía 18 años.
Yo era profesional y orientado a objetivos y necesitaba un reto tanto física como
intelectualmente. Creo que como joven siempre tuve la ilusión/aspiración de hacer algo
profundamente importante con mi vida; la idea de llegar a las fuerzas militares de los
Estados Unidos se me presentó a través de mi decisión de estudiar en la Escuela Naval de
los EE. UU., Annapolis. La universidad y su larga historia de tradición, prestigio y honor,
formó la base para mi carrera militar. La idea de ser un oficial de las fuerzas armadas fue
secundaria para mí – creo que estuve más emocionado con la ilusión de estudiar en la
Escuela Naval, sin haber comprendido la magnitud y sacrificio de ser oficial en las fuerzas
armadas” (Jorge de los Reyes Maconas).
La importancia del nivel de estudios fue fundamental para el mejoramiento de la calidad de
vida en las Fuerzas Armadas estadounidenses, lo que hace que la educación se constituyera en
una de las categorías más importantes del desarrollo humano, tal como lo ha venido señalando el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el Informe de Desarrollo
Humano (IDH): “Políticas a favor de los pobres e inversiones significativas en las capacidades
de las personas (mediante un enfoque en educación, nutrición, salud y habilidades de empleo)
pueden expandir el acceso al trabajo digno y brindar un progreso sostenido” (PNUD, 2013, p.
6).
Coincide pues con los planteamientos de las capacidades centrales humanas de Nussbaum, en
el sentido que son estas las que garantizan la dignificación del hombre, pues el acceso a la
educación y la salud amplía las libertades y dota de herramientas a quienes pueden acceder a
ellas.
Si bien existieron marcadas diferencias en la participación de las guerras internacionales
entre Estados Unidos y Colombia, es evidente que el poder ingresar a la milicia generaba
expectativas a los soldados colombianos, pues veían en ella una posible solución a sus
problemas, ya que podrían garantizar ingresos, educación y condiciones de vida mejores a las
que pudieran tener permaneciendo como civiles y ciudadanos del común.
7.2. LOS VETERANOS DE LA GUERRA DE COREA HOY
Terminada la guerra, miles de soldados colombianos fueron nuevamente dados de baja en el
servicio y regresaron al país. Algunos continuaron con la carrera militar, un grueso número de
oficiales, en tanto que otros, cansados de la guerra, decidieron abandonar las armas y buscar
otras alternativas de vida. Bajo este panorama, se presentan los resultados e impactos de lo que
ha sido la vida postguerra de estos veteranos, tomando como fuente primaria a los protagonistas,
quienes son los que pueden ilustrar en qué condiciones se encuentran, luego de más de 60 años
de ese hecho histórico.
Al momento de regresar los contingentes del Batallón Colombia, el Estado los recibió con
honores militares, a algunos simplemente les ofreció comida y los envió a descanso por 15 días
para que posteriormente se presentaran en su nuevo batallón. Luego, no tomó mayores iniciativas
o medidas para tratar los problemas físicos o psicológicos de los soldados, sino que se limitó a la
atención básica en salud. A los que continuaron en la vida militar, los integraron a la lucha
contrainsurgente que se libraba en Colombia, lo que ocasionó una prolongación de su
participación en la guerra, pero esta vez contra los grupos armados ilegales en el territorio
nacional, todo bajo el fenómeno llamado “La Violencia”, en el que se presentaba la puja entre
liberales y conservadores durante varias décadas.
Se destaca cómo la labor del Estado se limitó a una serie de formalismos que no fueron
consecuentes para nada con las promesas que les hicieron a los militares antes de salir para
Corea:
“Infortunadamente cuando nos fuimos para la guerra aquí le hacían a uno una cantidad de
promesas, tranquilo que cuando ustedes regresen los que están estudiando van a seguir
estudiando, que no sé qué le vamos a dar y el que viene hablando inglés dos personas será. Lo
van encarretando a uno y cuando regresamos la despedida era: tome la plata de sus ahorros y le
daban una ordencita y váyase a Everfit para que le den un vestido, unos zapatos, una camisa y
una corbata y afuera, pero nunca un examen médico” (Pedro Vergara).
En el mismo sentido, algunos señalan que también les dieron solamente tarjetas de
reconocimiento.
Este primer encuentro o choque con la realidad, dejó a muchos excombatientes sin salidas ni
oportunidades, pues al no continuar con la vida militar se enfrentaban al hecho de buscar trabajo,
situación bien difícil, pues la imagen que se tenía de ellos traía como consecuencia la
marginación y el rechazo, lo cual obedeció, según varios de los testimonios, a una campaña de
desprestigio de los medios de comunicación, cuya causa se argumentó en la muerte de unos
estudiantes en julio de 1954 en la ciudad de Bogotá, en donde acusaron a soldados
excombatientes del Batallón Colombia de ser los responsables de dicha masacre. Lo paradójico
para algunos de ellos es que no se encontraban en Colombia:
“Entre otras cosas, en ninguna parte le daban trabajo. Lo primero que decían ¿ya prestó
su servicio? ¡Ah no! Usted es veterano de guerra. Usted es un loco, es un matón, usted es
un asesino y no les daban trabajo. ¿Todo sabe por qué? Aquí hubo en julio de 1954 la
muerte de los estudiantes en la carrera 7 que lo atribuyeron al Batallón Colombia y eso
no lo han podido desvirtuar. Se han pasado cartas los autores de ese artículo, no han
querido modificarlo. La masacre, aquí mataron, sí, aquí mataron como a 8 estudiantes
en la carrera 7 con calle 11, más allacito de la Plaza de Bolívar, eso fue en julio de
1954… el Batallón regresó hasta octubre de 1954, el Batallón estaba en Corea, sin
embargo, le atribuyeron al Batallón Colombia eso. Y así todo mundo dijo: eso es un poco
de asesinos y entonces llegaba el pobre veterano y le decían usted es un asesino y no le
daban trabajo a nadie” (Epifanio Rodríguez).
Para uno de los entrevistados su regreso implicó, no sólo el retiro de las Fuerzas Armadas,
pues le pareció que con su participación en Corea había sido suficiente para comprender lo dura
que es la guerra, además, originó el alejamiento con todos los compañeros del Batallón, debido a
que dichos encuentros terminaban siempre en dolor:
“Al regreso, le cuento en el caso mío, nos encontramos a conversar y me contaban lo
mismo. Yo no podía ver una película de guerra, eso duré como 6 meses sin poder ver una
película de guerra por el miedo que tenía, lo que se llama la psicosis de guerra… la
traía. Y nos encontrábamos con todos los amigos aquí en Bogotá en la Contraloría y nos
poníamos a conversar, nos poníamos a llorar, entonces optamos por no volvernos a
encontrar… alejarnos” (Pedro Vergara).
Esta situación planteada por los veteranos terminó generando situaciones de soledad, las
cuales se fueron profundizando aún más con el paso de los años, lo que se convirtió en una de las
causas de desmejoramiento en la calidad de vida, que como bien se dijo, quedó bajo la
responsabilidad única de cada uno de los excombatientes, pues el Estado fue ajeno a su situación.
Bien lo señala Iglesias (2001), quien dice que la calidad de vida de los adultos mayores
depende del nivel de satisfacción que logren tener, siendo esencial que se tenga una riqueza de
contactos, bien sean familiares o de otro nivel. En este caso, habría sido fundamental el
acompañamiento del Estado a través de la participación de cada uno de los entes encargados del
bienestar social de los veteranos.
Ahora, esta ausencia de Estado la ha venido supliendo en alguna medida Corea del Sur, quien
sí ha entendido desde un principio el valor, coraje, sacrificio y la valentía de los soldados
colombianos, lo que ha permitido establecer una serie de apoyos a los veteranos, que han visto en
este país formas claras de agradecimiento, contrario a los Estados Unidos, país que se limitó a
transportarlos, alojarlos, vestirlos y armarlos para la guerra, pero más allá de dejarlos en el puerto
colombiano, no hizo nada por mejorar su calidad de vida. Lo que ha sido evidente es el apoyo y
los aportes de la empresa privada de Corea del Sur, como Samsung, que ha dado
reconocimientos a los veteranos. De hecho, la actual sede de ACOVE funciona en una casa del
gobierno coreano y fue dotada por dicha empresa privada.
En contraste con esta situación, en los Estados Unidos existe una tradición para que los
veteranos (de cualquier guerra) cuenten con condiciones ideales para desarrollar un nivel de
calidad de vida óptimo, de ahí que la educación es uno de los ejes fundamentales en el desarrollo
humano. Esta comparación tiene fundamento en la situación de personas que son veteranos de
guerra y que, a pesar de no haber estado en la misma guerra, esa condición de veteranos les
permitió su crecimiento y desarrollo personal y profesional como una contraprestación del
Estado por haber representado sus intereses.
Todo esto se evidencia en los beneficios federales que tienen los veteranos, tal como lo
señala el U.S. Departament of Veterans Affairs (2012): Asesoramiento por duelo; Programa de
atención médica y salud civil del Departamento de Asuntos de los Veteranos (CHAMPVA);
Asistencia a través de cuidadores; Educación; Programa de Coordinación de Recuperación
Federal; Programas de Atención Médica Extranjeros; Lápidas y marcadores; Atención médica;
Veteranos sin hogar; Préstamos de vivienda; Seguro de vida; Línea de crisis de veteranos; Centro
de Administración de Pensiones; Programa de Certificado de Conmemoración Presidencial;
Asuntos Especiales de Atención Médica; Dispositivo de telecomunicación para sordos;
Beneficios del VA; Centro telefónico de combatientes del VA (U.S. Departament of Veterans
Affairs, 2012).
Además de lo anterior, cuentan con sitios de internet en los cuales se profundiza cada uno de
estos servicios, a la vez que se presta una atención telefónica en caso de que lo requiera para los
siguientes casos: Beneficios para entierros y conmemoraciones; Asistencia a Cuidadores;
CHAMPVA; eBenefits; Exposiciones; Beneficios de Educación; Elegibilidad de Atención
Médica; Garantía de Préstamo para Vivienda; Seguro de Vida; Programa de Certificado de
Conmemoración; Atención Médica Mental; Directorio de Recursos Nacionales; Prótesis;
Expedientes; Miembros del Servicio que Regresan; Veteranas; Centros de Veteranos del VA;
Página Principal del VA; Tasas de Pago de Beneficios del VA; Formularios del VA;
Readaptación Vocacional y Empleo (U.S. Departament of Veterans Affairs, 2012).
De acuerdo con el U.S. Departament of Veterans Affairs (2012, p. 7), todo esto cubre a
veteranos de las siguientes guerras: Período de frontera mexicana, Primera Guerra Mundial,
Segunda Guerra Mundial, Guerra de Corea, Guerra de Vietnam y Guerra del Golfo. Asimismo,
frente a los documentos o exigencias que deben presentar por primera vez, deben “enviar una
copia del formulario de baja del servicio (DD-214, DD-215, o para Veteranos de la Segunda
guerra mundial, un formulario WD) en donde constan las fechas de servicio y el tipo de baja, o
proporcionar su nombre y apellido completos, número del servicio militar, división y fechas del
servicio” (U.S. Departament of Veterans Affairs, 2012).
Se entiende entonces que la atención para los veteranos estadounidenses depende solo de un
certificado que los acredite como tal, contrario al caso colombiano, en donde hay que recurrir a
un certificado de extrema pobreza o INDIGENCIA (Ley 683 de 2001) para hacerse beneficiario
de un subsidio mensual, equivalente a dos salarios mínimos mensuales vigentes, del cual deben
ceder un porcentaje para el mantenimiento y sostenimiento de la Asociación.
Existe consenso por parte de los veteranos estadounidenses en que el gobierno de los Estados
Unidos, especialmente del Departamento de Asuntos de los Veteranos de los Estados Unidos
(VA), organismo creado para apoyar la recuperación integral de los veteranos de guerra, ha
generado importantes espacios para garantizar oportunidades de vida a estos hombres y mujeres:
“He tenido acceso a asistencia médica, evaluación psicológica y apoyo si es necesario
para el TEPT (Trastornos de Estrés Postraumático). También recibimos algunos
beneficios para las tarifas más baratas en ciertas cosas como el seguro, etc. No es
mucho, pero un poco aquí y allá sí ayuda. Creo que para los soldados rasos supone que
no deben pagar impuestos mientras servían y contar con un descuento tributario basado
en el número de años que servían activo” (Jorge de los Reyes Maconas).
En conclusión, según las evidencias de los programas que ofrece el gobierno estadounidense
a sus veteranos de guerra y al testimonio obtenido, esta población hoy cuenta con un trabajo
estable y tiene ingresos superiores a la media de salarios en los Estados Unidos, resultado de las
políticas estatales.
Estos servicios comentados son parte de un paquete mucho más grande de beneficios
federales que deben recibir los veteranos dependientes y sobrevivientes, entre los cuales se
mencionan: Programas de atención médica, veteranos sin hogar, préstamos de vivienda, seguro
de vida, atención psicológica, educación y capacitación, asistencia en períodos de transición,
etc.: “Los Veteranos de las fuerzas armadas de los Estados Unidos pueden ser elegibles para
una amplia gama de beneficios y servicios proporcionados por el Departamento de Asuntos de
los Veteranos (VA) de los EE. UU. Estos beneficios están legislados en el Título 38 del Código
de los Estados Unidos (USC)” (U.S. Departament of Veterans Affairs, 2012).
Situación contraria a la que viven los veteranos de guerra colombianos, quienes
evidentemente sufren el abandono estatal y más preocupante aún, el desconocimiento por parte
de la sociedad, pues dentro de los currículos de historia no existe alusión alguna sobre los
veteranos de la Guerra de Corea, desconociéndoles su labor histórica y haber entregado su vida a
un Estado que no peleaba por sus propios motivos, sino por de un tercero, pero que sí, lucharon
porque el país obtuviera el reconocimiento y posicionamiento internacional que hasta entonces
no tenía, lo que atraería consecuencias positivas para el progreso nacional en materia económica
y conseguir un aliado estratégico en el panorama mundial como lo ha sido Estados Unidos hasta
la fecha.
7.3. NORMATIVIDAD E INSTITUCIONALIDAD EN COLOMBIA PARA
ATENDER A ESTA POBLACIÓN Y DESAFÍOS
Ahora bien, se ha dicho que la situación de vida de los veteranos de guerra de Corea
colombianos comparada con la de los veteranos de Estados Unidos, deja en evidencia la falta de
apoyo del Estado colombiano para que a este grupo de hombres se les pudieran restituir sus
derechos una vez regresaron de la guerra, pues si bien algunos de ellos lograron enrolarse en la
vida militar, otros no contaron con la oportunidad de acceder a un cargo que les permitiera gozar
de calidad de vida. En todo caso, en su gran mayoría, terminaron siendo víctimas de las secuelas
físicas y sicológicas de la guerra vivida en territorio coreano.
En apartes anteriores se mencionó que la única atención por parte del Estado a los veteranos
de guerra se dio a través la Ley 683 de 2001, “Por la cual se establecen unos beneficios a favor
de los veteranos sobrevivientes de la Guerra de Corea y el Conflicto con el Perú y se dictan
otras disposiciones”, sin embargo, la ayuda brindada a estos hombres se redujo al concepto (de
confusa interpretación) de indigencia.
No obstante, con la presentación del Proyecto de Ley 240 de 2018 en el Congreso de la
República, se busca “garantizar de manera integral y eficaz el cumplimiento de los derechos de
los veteranos de guerra en Colombia con la creación del régimen de beneficios y políticas de
bienestar para Veteranos de Guerra de Colombia, que tendrá como fin honrar su lucha durante
el conflicto y posibilitar de manera adecuada su reinserción a la sociedad, tanto en aspectos
psicológicos, laborales, sociales y económicos”, a pesar de esto, ASCOVE argumenta que como
tal, los veteranos que participaron en la guerra de Corea no estarían cobijados por el P.L. y
solicitan incluir una proposición aditiva que los haga beneficiarios de la misma.
Otro acercamiento del Estado colombiano para hacer frente a las necesidades de los
veteranos de guerra fue la presentación del Proyecto de Ley 232 de 2013, el cual en la exposición
de motivos sustentaba que:
“si bien la finalidad de esta ayuda era loable y altruista, condicionar dicho monto a
encontrarse en estado de indigencia hacía muy difícil acceder al mismo, toda vez que
muchos de los combatientes se encuentran en condiciones de pobreza, pero que no se
consideran de indigencia. Dicho tecnicismo ha evitado que la totalidad de los
combatientes colombianos se vean beneficiarios de la posibilidad de disfrutar de un
merecido reconocimiento, que nuestro país está en mora de hacer… son entendibles los
reconocimientos y agradecimientos que se elevaron en nombre de los deportistas que
ganaron en los Olímpicos de la posibilidad de disfrutar de un merecido reconocimiento,
pero no se puede medir de forma distinta a las personas que por orden de su patria
combatieron en otro continente, siempre llevando la bandera colombiana en el pecho.
Por lo que este proyecto de ley pretende pagar esa deuda que Colombia ha tenido con
nuestros combatientes internacionales, personas que hoy en día viven en condiciones
muy complicadas por su vejez y estado de pobreza” (Congreso de Colombia, 2013).
Las intenciones del proyecto eran válidas, sin embargo, quedaron cortas e imposibilitaron
la aplicación real de acciones afirmativas para los veteranos, así como para sus familias. Es por
ello por lo que a fin de mejorar las condiciones de los veteranos de la Guerra de Corea y de
otros, se hace necesario considerar algunos puntos básicos para el diseño de un marco legal que
permita similares condiciones.
En dicho marco debe tener en cuenta, como principal criterio, que se trata de adultos
mayores, lo que significa que sus condiciones socioeconómicas y de salud, en muchos casos, se
encuentran en estado de vulnerabilidad frente a otro tipo de soldados veteranos, pues sus
capacidades se ven disminuidas por el simple paso de los años y las secuelas propias de la
guerra.
En ese sentido, los principales temas que se deben considerar en la elaboración de la línea
base descriptiva son: atención médica integral (mental y física) y apoyo a cuidadores, acceso a
vivienda digna, creación de grupos especiales de veteranos y auxilios funerarios. Estos temas se
deben desarrollar a través de programas específicos que den cuenta de cada una de las
necesidades de los veteranos de guerra. Pues si bien la ley dispone el marco general sobre el cual
el principal ente competente, en este caso el Ministerio de Defensa, debe atender las necesidades
de los veteranos, no es lo suficientemente robusta y se ciñe única y exclusivamente a la ayuda
mediante la entrega de dos salarios mínimos que no superan el millón quinientos mil pesos.
Es innegable que, dado el contexto internacional actual, existe el riesgo de enfrentar otras
guerras externas, sumado a las consecuencias del inminente proceso de paz, para lo cual, el
Estado deberá ocuparse en la definición de una oferta institucional que contemple políticas
públicas capaces de brindar a los veteranos de guerra, mecanismos de reintegración a la vida
civil que a su vez permita la calidad de vida y la garantía del derecho al desarrollo.
En líneas gruesas, en el cuerpo normativo de la ley debe hacerse referencia a la creación de
una comisión intersectorial encabezada por el Ministerio de Defensa y seguida por los
Ministerios de Salud, Vivienda, Trabajo y Educación, para formular un programa que valiéndose
de lo dispuesto en la Constitución y las leyes vigentes (entre otras la política pública de adulto
mayor), se consolide un protocolo de atención de carácter transversal que imprima en su
estrategia un profundo arraigo por la aplicación de acciones afirmativas en procura de una mejor
calidad de vida.
Entre otros, los puntos que deben ser abordados en una nueva legislación y en su posterior
reglamentación, haciendo énfasis en los sobrevivientes de la Guerra de Corea y abriendo las
puertas para los demás excombatientes, son:
Programa de atención médica a dependientes y sobrevivientes: a través de este programa
se debe buscar una atención preferencial a los veteranos de guerra (los de Corea y quienes desde
la promulgación de la Ley participen en ese tipo de guerras), partiendo de la posibilidad de que
puedan elegir la EPS que consideren presta los mejores servicios y que cubra todo el territorio
nacional; registrar los cuidadores de los veteranos de guerra al servicio médico de forma gratuita;
dar prioridad en los servicios médicos (exámenes, entrega de medicamentos y atención
prioritaria) y subsidio total de estos.
Programa de vivienda digna a veteranos de la guerra de corea: se deben definir los
parámetros para la entrega de vivienda gratis o financiamiento acorde con las capacidades
económicas de cada veterano, conforme las necesidades médicas, sociales, familiares y generales
de salud.
Programa de auxilio exequial: la familia de los veteranos de guerra tendrá a su
disposición un auxilio en caso de fallecimiento del veterano. Este valor cubrirá el 100% de los
gastos en que se incurra.
Programa de grupos especiales de veteranos de guerra de Corea: se buscará la integración
de todos los veteranos de guerra, bajo los criterios de atención social integral, a fin de que la
etapa de adulto mayor la pase con los mejores cuidados.
Programa de acceso a bienes públicos en el país: tarifas preferenciales para el servicio
público de transporte, acceso gratuito a museos y espectáculos artísticos y culturales, entre otros.
CONCLUSIONES
Este acercamiento a la calidad de vida de los veteranos colombianos de la Guerra de Corea,
muestra diferencias sustanciales con respecto a otras experiencias, como es el caso de los
soldados estadounidenses, pues para los primeros las opciones de ingresar al ejército estuvieron
marcadas por niveles de estudios básicos o a veces inexistentes (como campesinos), mientras que
los americanos ingresaron en condiciones educativas muy superiores, lo que redundó en mejores
condiciones de calidad de vida y desarrollo humano que las de los soldados colombianos.
Con este proceso se evidencia que es de vital importancia la reconstrucción de la memoria
histórica de los hechos a través de la narrativa por parte de los diferentes actores, lección que se
debería replicar para la compleja situación en la que se encuentra el país relacionado con los
procesos de postconflicto y las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional.
En lo concerniente a cómo fue la experiencia de guerra propiamente dicha y su relación con
la calidad de vida y el desarrollo humano de los veteranos de la Guerra de Corea, la investigación
muestra que fue muy positiva, ya que les permitió aprender y evolucionar en el campo militar,
recibiendo solamente felicitaciones y algunos reconocimientos simbólicos por su valor a la hora
de enfrentar los momentos más difíciles de la confrontación armada, pero a la vez, trajo consigo
consecuencias traumáticas que después de 60 años no han logrado superar, por el contrario,
permanecen vivas en la cotidianidad de sus vidas.
Asimismo, existen diferencias muy claras sobre la forma en que se vivió la guerra entre los
soldados colombianos y los estadounidenses, pues para los primeros fue una situación intensa,
marcada por el riesgo o peligro permanente de muerte, mientras que para los últimos significó
una forma de ascender personal y profesionalmente, pese a la reducción drástica que hubo
posterior a la Guerra del Golfo, en la que los Estados Unidos participó activamente.
Al hacer un comparativo sobre la situación de los veteranos en la postguerra se vislumbran
dos caras opuestas. La de los colombianos, marcada por el bajo desarrollo humano y, por ende, la
escaza calidad de vida, representada en la ausencia del Estado para atenderlos y en la exclusión
social, manifestada en el rechazo de opciones laborales por ser veteranos de la Guerra de Corea.
Mientras que, para los estadounidenses, su participación en las guerras ha significado un
trampolín para su desarrollo como personas, lo que ha supuesto una mejora considerable en su
calidad de vida.
Son varias las razones que podrían explicar esta brecha en la atención de los veteranos. Una
de estas corresponde a la experiencia bélica acumulada de los Estados Unidos y los diversos
conflictos que se han presentado en las postguerras, lo que ha implicado asumir políticas
públicas orientadas al tratamiento integral de los soldados. Otra de las razones que puede
explicarlo es el hecho de ser uno de los primeros países desarrollados del mundo, lo que haría
comprender la necesidad de situar a la población en el mismo nivel.
En el caso de Colombia, el Estado los ha mantenido en el total abandono, ya que se ha
limitado a condecorarlos de forma interrumpida e inestable, lo que llevaría a pensar que se trata
únicamente de una utilización con fines o intereses muy particulares, pero no reales en mejorar
su calidad de vida. Entre otras cosas, para registrar en medios de comunicación y valerse de sus
acciones en guerra y afirmar que el ejército colombiano es uno de los más capacitados del
mundo.
A la fecha se estima que, de 5.100 combatientes de la guerra de Corea, aproximadamente 630
veteranos siguen vivos. Quizás algunos preguntarían para qué legislar o trabajar en procura del
beneficio de una población tan pequeña y casi inexistente. Sin embargo, no debemos olvidar que
Colombia es un Estado Social de Derecho y que dentro del Bloque de Constitucionalidad se
encuentran los tratados internacionales que obligan a los gobiernos de sus países firmantes a
proteger, no solamente los derechos fundamentales de sus ciudadanos, sino los derechos
económicos, sociales y culturales de los mismos.
Colombia es la democracia más antigua y “estable de Latinoamérica”, reconocida por ser
garantista en el contexto internacional. Sin embargo, palpando la realidad de estos hombres,
encontramos que el concepto de desarrollo humano atado a los servicios humanos de los cuales
habla Schalock (1996), no es abordado en la práctica al ceñirse más a la transformación política
y económica, que apela a lo legal, por encima del bienestar social y personal del ser.
La reconciliación, la reinserción y la inclusión, para estos veteranos de guerra y sus familias
han sido una obligación desatendida desde el Estado colombiano, más aún, cuando la decisión de
ir a la guerra fue asumida como una política de gobierno, o sea, fue de momento, determinada
por el gobernante de turno y no un ideal del país en respuesta a las inminentes necesidades de su
población.
Seguramente, de los casi 630 hombres que hoy permaneces vivos, no quedarán, como lo dijo
Carlos Latorre, ninguno de ellos para ver si de alguna manera les es reconocida su labor de
patria, su entrega en el campo coreano y en la cruda realidad de un país que olvidó su guerra.
Desde esta perspectiva el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo – PNUD
formuló cuatro acciones concretas para atender a las personas o grupos poblacionales que no
gozan actualmente del pleno derecho al desarrollo humano: “1. atender a los que han quedado
atrás mediante la formulación de políticas universales (por ejemplo, dirigidas al crecimiento
inclusivo, no a un simple crecimiento), 2. poner en marcha medidas dirigidas a los grupos con
necesidades especiales (por ejemplo, las personas con discapacidad – en el presente caso los
veteranos de guerra-), 3. construir un desarrollo humano resiliente y 4. empoderar a los
excluidos” (PNUD, 2017).
Finalmente, cabe preguntarse si, así como esta situación de vida para los veteranos de guerra
de Corea fue tan cruda, ¿qué va a suceder con todos aquellos combatientes, hoy “jóvenes”, que
buscan regresar no solamente del conflicto interno, sino que están expuestos a ser llevados a pie
de lucha en el escenario internacional?, ¿qué tan exentos y lejanos nos encontramos como país
latinoamericano de acompañar una guerra internacional, hoy con territorios en tensión como
Rusia y Ucrania, Corea del Sur y del Norte, países africanos, Venezuela, entre otros?
En términos generales, el accionar de la “desquebrajada” institucionalidad colombiana,
advierte un escenario poco esperanzador para el veterano adulto mayor, no basta con ceñirnos a
la cultura estadística colombiana, que por ciento es poco confiable y no muy acertada a la hora
de representar la realidad. La invitación es a reconocer la indefensión de estos grupos excluidos,
pero también, la de ir más allá y recoger dentro de la normatividad, especialmente en su calidad
de vida, a todos los adultos mayores en condición de indefensión en el país.
Para el aprendizaje del investigador es importante señalar que el contacto con los veteranos
de la guerra de Corea mostró una faceta muy interesante en el abordaje del concepto de
desarrollo humano, pues pasó de ser una concepción teórica – conceptual, a ser toda una
experiencia que contribuyó a enriquecer los propios postulados sobre ese concepto y las
limitaciones que pone la sociedad en general para su realización.
Una anotación que es necesaria de hacer es que, en el documento de las Bases del Plan
Nacional de Desarrollo 2018-2022, de nuevo se habla de intenciones en pro de crear
reconocimientos para los veteranos de guerra, acción que se enmarcaría en los programas que
generarían bienestar de la fuerza pública. Es preocupante ver que no hay una propuesta
desarrollada, ni acciones concretas, que respalden estas intenciones expresadas por el actual
gobierno. Se deja de nuevo como un punto a desarrollar, etéreo y sin indicadores de
cumplimiento reales, que permitan hacer un seguimiento de esta meta, por lo que no sería
equivocado pensar que de nuevo quedará en manos del Congreso de la República esta tarea y
que, como ha pasado con los demás Proyectos de Ley, el que actualmente cursa en esa
Corporación será archivado y no se logrará llegar a algo concreto, que brinde el reconocimiento
que, desde hace tanto tiempo, están reclamando los veteranos.
Con esto, se puede establecer que los veteranos están a la deriva de políticas de gobierno y no
cobijados por políticas estatales, que les garanticen ser reconocidos sin importar quién sea el
gobernante de turno.
Como preguntas que emergen del estudio se destacan: ¿Qué mecanismos puede crear el
Estado para que la situación de los soldados retirados de un conflicto armado interno o
internacional sea compensada con un verdadero reconocimiento como salvaguardas de la
Constitución?, y ¿cuáles acciones afirmativas debe implementar el Estado para que la sociedad
en general reconozca la importancia de los soldados veteranos? Además, de lo anterior, ¿cuál
debería ser la ruta de acción para la atención de los veteranos que participaron en la Guerra de
Corea, para evitar que mueran en el olvido y excluidos? y ¿cómo evitar que los veteranos de
guerra (en general) no vivan la misma situación que los veteranos de la Guerra de Corea?
Frente a los retos para el CIDER, está sin duda ahondar en el desarrollo humano y calidad de
vida de los soldados veteranos del conflicto interno que ha vivido el país desde hace más de 50
años, ya que no existen estudios especializados que puedan medir el impacto que ha ocasionado
en estos servidores públicos el haberse enfrentado a la guerrilla más antigua del mundo como las
FARC u otras organizaciones ilegales como el ELN, además de las bandas criminales
organizadas contra las que hoy lucha el Estado colombiano.
BIBLIOGRAFÍA
1. Alfonso, C. (2014). Viaje sin itinerario. Universidad de Boyacá. Tunja.
2. Atehortúa, A. (2008). Colombia en la Guerra de Corea. Universidad Pedagógica