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DE LA VISION EMBLEMATICA A LA VISION DESENCANTADA: LOS ANIMALES EN EL MUNDO HISPANICO (SIGLOS XVII y XVIII) (2016).

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De la visión emblemática a la visióndesencantada: los animales en elmundo hispánico (siglos XVII y XVIII)Arturo Morgado Garcíaa

a Universidad de CádizPublished online: 12 Aug 2015.

To cite this article: Arturo Morgado García (2015): De la visión emblemática a la visióndesencantada: los animales en el mundo hispánico (siglos XVII y XVIII), Bulletin of SpanishStudies: Hispanic Studies and Researches on Spain, Portugal and Latin America, DOI:10.1080/14753820.2015.1068013

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De la visión emblemática a la visióndesencantada: los animales en el

mundo hispánico (siglos XVII y XVIII)

ARTURO MORGADO GARCÍA

Universidad de Cádiz

Durante los siglosXVI yXVII la imagende la naturaleza, ymásparticularmentela del mundo animal, experimenta una serie de transformaciones. El punto departida era lo que William B. Ashworth, en un trabajo ya clásico, denominaba‘[the] emblematic world view’,1 según la cual cada especie animal seencontraba rodeada de un complejo entramado de significados, símbolos,alegorías e imágenes moralizantes. A todo ello se le prestaba mucha másimportancia que a la descripción de los rasgos anatómicos, la narración delcomportamiento concreto de cada especie animal, o la enumeración de losbeneficios concretos que al ser humano podía ofrecer (enfoque predominante apartir del siglo XVII y al que denominamos en este trabajo visióndesencantada). Estos últimos elementos se encontraban presentes, pero noconstituían la prioridad. Dicha visión emblemática se apoyaba a su vez en unaepistemología en la cual, utilizando la terminología de Foucault,2 lo leído eramucho más importante que lo visto, por lo que la utilización de autores clásicoscomo Plinio no estaba, ni mucho menos, fuera de lugar. Es cierto queAristóteles, la otra gran referencia del mundo clásico, había brindado unaperspectiva del mundo animal en la que se había hecho un gran esfuerzo porofrecer leyes de carácter general, pero el amor de Plinio por el detalle y loparticular se adaptaba mucho mejor al modo de conocimiento predominanteen la Alta Edad Moderna, y, además, resultaba mucho más distraído de leer.3

ISSN 1475-3820 print/ISSN 1478-3428 online/15/00/000001-23© 2015 Bulletin of Spanish Studies. http://dx.doi.org/10.1080/14753820.2015.1068013

1 William. B. Ashworth Jr, ‘Natural History and the Emblematic World’, in TheScientific Revolution: The Essential Readings, ed. Marcus Hellyer (London: Blackwell, 2003),132–55.

2 Michel Foucault, Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas,trad. Elsa Cecilia Frost (Buenos Aires: Siglo XXI, 1968).

3 Juan Pimentel Igea, El rinoceronte y el megaterio: ensayo de morfología histórica(Madrid: Ábada, 2010).

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Con la Historia natural del autor romano como punto de partida,enriquecida a través de los siglos por Eliano, Solino, Isidoro, el Fisiólogo, losbestiarios medievales y la literatura emblemática del siglo XVI, autorescomo Conrad Gesner o Ulises Aldrovandi, los grandes enciclopedistas de laHistoria natural del Renacimiento, nos ofrecen una perspectiva exhaustivade todos los animales conocidos en su época y en la que se pretende recogertodo lo que se ha escrito sobre cada especie. Pero el descubrimiento deAmérica planteaba un nuevo problema, el de recoger, catalogar y describirespecies de animales que no habían sido conocidas por Plinio, y que seencontraban desprovistas de cualquier significado simbólico.4 Jan Jonston,el último representante de esta tradición enciclopedista, lo resolvió a sumanera a mediados del siglo XVII. Podía optar por inventar una tramasimbólica para los nuevos animales, lo que ya se había hecho para especiesconcretas, como el ave del Paraíso,5 o el armadillo.6 O podía elegir eliminardicho entramado de los animales del Viejo Mundo, limitándose a ofrecer unnombre y una descripción. Jonston apostaría por esta última opción, lo que,unido al afán por anatomizar tan propio de los naturalistas de la segundamitad del Seiscientos, provocaría el desencantamiento del mundo animal,que será visto a través de una perspectiva preferentemente descriptiva yanatómica,7 si bien es cierto que ello no será incompatible con la presenciade rasgos humanizadores ni con la exposición de simpatías o antipatíashacia las distintas especies, siendo muy sintomático al respecto elplanteamiento de Buffon en su Histoire naturelle.8

Aunque en España la Historia natural no alcanzó el nivel enciclopedistaque podemos apreciar allende los Pirineos, no es menos cierto que lasaportaciones de los autores españoles fueron muy importantes, ya que aellos se les debió, en gran medida, el conocimiento de las nuevas especiesamericanas. Y, tal como sucede en Europa, este Nuevo Mundo zoológico vaa provocar, a la larga, una ruptura de la visión emblemática de la

4 Para el trabajo fundamental sobre el impacto de los animales americanos, ver Miguelde Asúa & Roger French, ANewWorld of Animals. Early Modern Europeans on the Creatures ofIberian America (Aldershot: Ashgate, 2005).

5 José Ramón Marcaida López, ‘Juan Eusebio Nieremberg y la ciencia del Barroco:conocimiento y representación de la naturaleza en la España del siglo XVII’, tesis doctoral(Universidad Autónoma de Madrid, 2011), 245–78.

6 Presente en algunas obras de la literatura emblemática, como Joachim Camerarius,Symbolorum et emblematum ex animalibus quadrupedibus desumtorum centuria (Nürnberg,1595), emblema LXXXIII, 91.

7 Para un buen ejemplo de cómo evoluciona el tratamiento de una especie concreta a lolargo del tiempo, ver Paul J. Smith, ‘On Toucans and Hornbills’, in Early Modern Zoology. TheConstruction of Animals in Science, Literature and the Visual Arts, ed. Karl A. Enenkel & PaulJ. Smith (Leiden: Brill, 2007), cap. 3.

8 Louise E. Robbins, Elephant Slaves and Pampered Parrots: Exotic Animals inEighteenth Century Paris (Baltimore: The John Hopkins U. P., 2002). La autora llega adenominarlo ‘a master of the new fable’ (182).

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naturaleza. Si en un principio van a coexistir los animales del Viejo Mundo‘emblematizados’, con los del Nuevo ‘desencantados’, en el siglo XVIII eldesencantamiento será el que marque la pauta en la visión del mundoanimal, aunque sin excluir, naturalmente, rasgos humanizadores, afectos,simpatías o antipatías hacia ciertas especies.

Desde España: la perspectiva emblemática

En 1624 se publicaba la traducción de la Historia natural de Plinio deJerónimo Gómez de Huerta (1573–1643).9 Médico de cámara de Felipe IV, yfamiliar del Santo Oficio, no solamente traduce a Plinio, sino que tambiénse siente obligado a completarlo. Para ello debe hablar, como es obvio, de losanimales americanos, pero la información que nos proporciona de losmismos se limita a una mera descripción física, prescindiendo por completode elementos filosóficos y legendarios, y acudiendo, cuando ello resultanecesario, a la comparación con los animales del Viejo Mundo. Es más,como estas especies no encajan en el cuadro zoológico esbozado por Plinio,se refiere a las mismas en una nota incluida en la descripción de las partesdel mundo (Historia natural, 233–34), lo que revela la complicadaintegración de la fauna americana en el conjunto de los conocimientoszoológicos, aunque en alguna ocasión los trata en el capítulo que lescorrespondería, cual es el caso del armadillo, del que habla a la par de loscocodrilos (Historia natural, 412), quizás por la naturaleza escamosa deambos, lo cual, al fin y al cabo, nos remite de nuevo a su complicadaintegración.

Muy distinto es el tratamiento de los animales del Viejo Mundo.Pongamos, por ejemplo, el caso del elefante (Historia natural, 361–64).Acude a autores clásicos (Eliano, Galeno, Opiano, Solino, Estrabón), a latradición cristiana (la Biblia y el Fisiólogo), representantes de la literaturasimbólica y emblemática del Renacimiento (Piero Valeriano), y algunosnaturalistas contemporáneos (como Gesner o Acosta). La mayor parte de lasinformaciones que nos proporciona cabe inscribirla en la línea simbólica yalegórica, aunque nos ofrece algunos datos de carácter médico (‘el uso quetenemos de ello en medicina es para confortar la virtud vital, y pararefrescar el hígado e impedir las purgaciones blancas de las mujeres yquitar las obstrucciones y dolores de estómago y también es remedio parahacerlas fecundas’ [Historia natural, 364]), y las experiencias habidas conestos animales en las lejanas tierras orientales, concretamente en Goa,prueba de la apertura a los nuevos horizontes geográficos. Y todo ello deforma absolutamente acumulativa, con una pretensión más erudita que

9 Gerónimo de Huerta, Historia natural de Cayo Plinio segundo, traducida por ellicenciado Jerónimo de Huerta [… ] y ampliada por el mismo (Madrid: Luis SánchezImpresor, 1624).

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sistemática. Pero es de destacar su esfuerzo de actualización informativa,especialmente acusado en los animales procedentes de territorios pocofrecuentados por los españoles, como los renos, uros y alces de las tierrasseptentrionales (mostrando su conocimiento de la obra de Herberstein), lajirafa (transmitiéndonos el relato de la que recibiera Lorenzo de Médicis delsultán de Egipto),10 el rinoceronte (y nos cuenta el famoso torneo habido enLisboa entre éste y un elefante, hablándonos asimismo del que fuerapropiedad de Felipe II),11 el manatí (para lo que acude a la autoridad deLópez de Gómara), los monos (conociendo la obra de Vesalio, el cual habíamostrado las diferencias anatómicas entre éstos y los seres humanos) ydiversas especies marinas, para lo que cita a Pierre Belon y GuillaumeRondelet, así como a Olao Magno y André Thevet, utilizados estos últimosademás para todo lo relativo a los monstruos marinos. No se aprecia unespecial retraso en el conocimiento de las aportaciones foráneas, ya que latradición zoológica del Renacimiento es frecuentemente utilizada pornuestro autor, lo que es perfectamente compatible con la persistencia de losviejos elementos fabulosos y legendarios, por cuanto crocutas, mantícoras,catoblepas y unicornios reciben la atención que se merecen.

Sus contemporáneos españoles seguirán esta visión emblemática de lanaturaleza,12 e, incluso, los diccionarios del momento nos ofrecerán todo unelenco de elementos míticos, simbólicos y fabulosos cuando nos hablen delos distintos animales.13 Todo ello ha provocado que estos autores hayansido un tanto maltratados por la historiografía, siendo sintomático el casode Jerónimo Cortés, cuya obra López Piñero, siempre tan solvente,despacha considerándola ‘una mera reunión de materiales de segundamano, realizada con muy escaso rigor’.14 Pero el tema es mucho máscomplejo de lo que parece, y, parafraseando a Ashworth, no hay que

10 Marina Belozerskaya, La jirafa de los Medici: y otros relatos sobre los animales exóticosy el poder (Barcelona: Gedisa, 2008).

11 Pimentel Igea, El rinoceronte y el megaterio.12 Jerónimo Cortés, Tratado de los animales terrestres y volátiles, y sus propiedades

(Valencia: Imprenta de Benito Macé, 1672); Andrés Ferrer de Valdecebro, Gobierno generalmoral y político hallado en las fieras y animales silvestres sacado de sus naturalespropiedades y virtudes (Madrid: Antonio de Zafras, 1680), y Gobierno general, moral, ypolítico hallado en las aves más generosas y nobles, sacado de sus naturales virtudes ypropiedades (Barcelona: Cormellas, 1696); Diego de Funes, Historia general de aves yanimales (Valencia: Pedro Patricio Mey, 1621); Manuel Ramírez de Carrión, Maravillas denaturaleza en que se contienen dos mil secretos de cosas naturales dispuestos por abecedario(Montilla: Juan Bautista de Morales, 1629); Francisco Vélez de Arciniega, Historia de losanimales más recibidos en el uso de medicina donde se trata para lo que cada uno entero, oparte dél aprovecha, y de la manera de su preparación (Madrid: Imprenta Real, 1613).

13 Arturo Morgado García, ‘La visión del mundo animal en la España del siglo XVII: elbestiario de Covarrubias’, Cuadernos de Historia Moderna, 36 (2011), 67–88.

14 José Manuel López Piñero, Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI yXVII (Barcelona: Labor, 1979), 45.

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pedirles a estos autores la visión zoológica de nuestra época, porque, a lomejor, lo que pretendían era algo totalmente diferente.

Ante todo, hay que señalar que su interés por la Historia natural eraperfectamente compatible con otras ocupaciones. Jerónimo Cortés, porejemplo, fue autor de un tratado de fisiognomía, así como de un lunario,dedicado básicamente a ofrecer consejos sobre agricultura, describiendo quées lo que se debe hacer en cada mes del año según la fase de la luna en quenos encontremos.15 Ferrer de Valdecebro (1620–1680) era un religiosodominico, que pasó buena parte de su vida en Nueva España, y se dedicófundamentalmente a la predicación.16 El murciano Diego de Funes yMendoza (1560–1625), por su parte, llegó a ejercer el cargo de notarioapostólico.17 Francisco Vélez de Arceniega era boticario. Y, finalmente,Manuel Ramírez de Carrión, secretario del marqués de Priego, es máscitado en la bibliografía por haber educado a algunos hijos sordos de noblesespañoles, aunque no se le conozca contribución alguna a la lengua designos.18

Aunque sepamos muy poco de la trayectoria profesional y vital de todosellos, parece que su mundo es un mundo libresco, en el cual el análisisdirecto de la naturaleza tiene poca o ninguna cabida, aunque ello fuese yafrecuente allende los Pirineos.19 No hay más que ver las fuentesconsultadas, que nos revelan una fuerte dependencia de los autores clásicos,constituyendo Plinio, naturalmente, una referencia absolutamente obligada.Cortés utiliza los principales tratadistas zoológicos grecolatinos (a saber,Aristóteles, Plinio, Eliano, y Solino), aunque acompañándolos de Plutarco,Marco Aurelio, Séneca, o Cicerón. La tradición medieval apenas esutilizada: las inevitables referencias al Fisiólogo y a Isidoro de Sevilla, laPatrística (San Jerónimo, San Ambrosio, San Bernardo, San Gregorio), y,en mucha menor medida, los enciclopedistas medievales, como San AlbertoMagno o el Hortus Sanitatis, llamando la atención la cita de Mandevillecuando habla de la paloma. Y se aprecia un gran desconocimiento de lahistoria natural de los siglos XVI y XVII, salvada la cita de José de Acostacuando habla del elefante, limitándose a la utilización de alguna literatura

15 Adelina SarriónMora,Médicos e Inquisición en el siglo XVII (Cuenca: Univ. de Castillala Mancha, 2006), 33–34.

16 Vicente Reig Condomina, Las empresas vivas de Andrés Ferrer de Valdecebro(Valencia: Imprenta Llorens, 1989). Algunas referencias sobre el autor se hallan enFrancisco Picinello, El mundo simbólico: serpientes y animales venenosos: los insectos (MéxicoD.F.: El Colegio de Michoacán, 1999).

17 Francisco Javier Díez de Revenga & Mariano de Paco, Historia de la literaturamurciana (Murcia: Editora Regional, 1989), 79–80.

18 Isabel de los Reyes Rodríguez Ortiz, Comunicar a través del silencio: las posibilidadesde la lengua de signos española (Sevilla: Univ. de Sevilla, 2005), 35.

19 Alix Cooper, Inventing the Indigenous: Local Knowledge and Natural History in EarlyModern Europe (Cambridge: Cambridge U. P., 2007); Brian W. Ogilvie, The Science ofDescribing: Natural History in Renaissance Europe (Chicago: Univ. of Chicago Press, 2008).

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médica (la edición del Dioscórides realizada por Andrés Laguna), religiosa(Fray Luis de Granada, al que utiliza para el perro y la liebre entre otros),miscelánea (la Silva de varia lección de Pero Mexía, a la que cita en ocasiónde la hormiga) o su contemporáneo Vélez de Arciniega (el unicornio). Nomuy diferente es el panorama que nos ofrece Ferrer de Valdecebro: unabuena representación del mundo clásico, de los autores medievales, y de laproducción simbólica y emblemática del momento, y un olvidoprácticamente total de la historia natural de los siglos XVI y XVII, siexceptuamos la referencia a Escalígero. En Diego de Funes se aprecia laconsulta de clásicos grecolatinos, padres de la Iglesia, representantes de laliteratura simbólica y emblemática del Renacimiento, Olao Magno, yautores que nos hablan de la fauna americana como Mártir de Anglería, esdecir, nada que se salga de lo corriente. Y tanto Vélez de Arceniega comoRamírez de Carrión (aunque en la lista de autores empleados queencontramos al principio de la obra de éste se menciona a Conrad Gesner)obtienen la mayor parte de sus referencias eruditas de los autoresgrecolatinos.

Pero, ¿era necesaria una mayor actualización informativa?Honradamente, no lo parece, a tenor de la intencionalidad que les anima.En el caso de Ferrer de Valdecebro, su principal estudioso, Reig Condomina,señala que el mayor interés de la obra se va a situar en la gran capacidaddel autor para extraer una serie de conclusiones didácticas y moralizantes apartir de la conducta y de la morfología de unos animales que, aunquedesconocidos para él en algunos casos, considera reales por suverosimilitud. Valdecebro se sirve de la tradición libresca anterior, tantoclásica (historiadores y filósofos de la Antigüedad), bíblica, simbólica (mitospaganos y jeroglíficos) y moralizante (textos medievales y coetáneos); parafundirlas en una orientación hacia lo que debe ser la moral de un buencristiano, mostrando, a partir de las costumbres de los animales, quévirtudes han de cultivarse y qué vicios han de prevenirse. En cuanto aDiego de Funes, so pretexto de traducir la historia de los animales deAristóteles, inserta numerosas aportaciones de otros autores, de modo quedeclara su intención de añadir las aves y animales que le faltaban al autorgriego, sin perder de vista que

viniendo a considerar las propiedades de tantos y tan varios animales, laperfección y hermosura suya, el instinto de los osos, tigres, leones, vacas,yeguas, y otros semejantes, en defender sus hijos, y el que muestran elpelícano, águila, perdiz y demás aves, para amparar los suyos, con queviene a resplandor tanto la providencia divina, me animo más a creerhabía de agradar este libro [… ] si quisiésemos descender en particulara las habilidades de los animales, hallaríamos en ellos un espaciosocampo, y larga materia para alabar y bendecir a Dios.

(Historia general de aves y animales, prólogo)

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Vélez de Arceniega tiene como principal preocupación el aprovechamientomedicinal de las diferentes especies. Y Ramírez de Carrión se limita aofrecer refranes y sentencias.

Dado todo ello, es perfectamente congruente que la mayor parte de lainformación que nos aportan haya que engarzarla en la vieja tradiciónalegórica y simbólica. Jerónimo Cortés, por ejemplo, se centra en lasvirtudes o vicios característicos de cada especie concreta, a saber, lafortaleza y la gratitud del león, la obediencia del asno, la gula del lobo, lahumildad de la oveja, la necedad de la cabra, o la lealtad del perro.También nos transmite diversas historias relacionadas con diferentesanimales, bien pasadas, entre las cuales figura el conocido relato deAndrocles y el león, bien presentes, ambientadas en muchas ocasiones en elreino valenciano, así como sus propiedades naturales, las enfermedades queprovocan (la rabia, en el caso del perro), o las que padecen, especímenesmonstruosos, y sus propiedades medicinales. No podían faltar, obviamente,los típicos relatos legendarios, como las hormigas gigantes que seencuentran en la India, utilizando como referencia a Pedro Mexía. O el avebarliata, la cual, siguiendo a Isidoro de Sevilla, sale de la corteza de unárbol que crece en Germania. Y, por supuesto, tiene una concepción muyutilitaria del mundo animal, tratando muy detalladamente las distintaspropiedades medicinales que tiene cada especie particular.

Ferrer de Valdecebro, por su parte, atribuirá a cada animal una serie devirtudes y vicios concretos, como el ánimo del león, y así sucesivamente.Funes también prestará mayor atención a los elementos moralizantes: elleón, otra vez, sigue siendo el rey de los animales, aludiendo a sugenerosidad, su misericordia, y su enemistad con los linces, así como a sucarácter lujurioso. En su Historia de los animales más recibidos, FranciscoVélez de Arciniega tiene un enfoque muy similar: los animales terrestresson encabezados por el león, para variar, contándonos las típicas historiasmoralizantes, y refiriéndose a su clemencia, y concluyendo con una brevealusión a las propiedades medicinales de su carne, que aprovecha ‘paralos dolores de juntura y nervios encogidos de frialdad’ (Historia de losanimales más recibidos, 26). Y la obra de Manuel Ramírez de Carriónvuelve a recoger los típicos elementos legendarios. Por referirnosnuevamente al león, nos muestra que nace con los ojos abiertos y queduerme sin cerrarlos, que tiene los huesos macizos, que come de dos endos días, que la naturaleza templó su ferocidad con la cuartana, que letiene miedo al gallo, sobre todo si es blanco, que cuando se irrita se azotacon la cola, que acomete al hombre antes que a la mujer, que nunca atacaa los niños, y que cuando se quiere morir llora (Maravillas de naturaleza,78–79).

El bestiario de todos estos autores es un bestiario del Viejo Mundo. Asísucede con Jerónimo Cortés (Tratado de los animales), en el cual noencontramos ninguna referencia a los animales americanos (exceptuando el

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papagayo),20 pero sí la inevitable inclusión de seresmíticos y fabulosos, tales eldragón, el unicornio, la salamandra o el ave fénix. También Ferrer deValdecebro ofrece un bestiario vinculado al Viejo Mundo, llamandonuevamente la atención la excepción del papagayo, y con los añadidos derigor de distintos animales fabulosos, como el cinocéfalo, la arpía y el pegaso.En el caso de Diego de Funes, es cierto que nos habla de los papagayos y delas aves del paraíso, pero, en el caso de los cuadrúpedos, no añade ningunaespecie ignorada por los clásicos. Por lo que se refiere a Vélez de Arciniega,aunque ofrece como novedad el tratar no solamente de los animalesterrestres y volátiles, sino también de los marinos, prescinde por completo dela fauna del Nuevo Mundo, y ni siquiera habla del papagayo. Y como no secontempla a las criaturas americanas, se olvida a quienes escribieron acercade las mismas, lo que no contribuye a familiarizar a estos autores con unaHistoria natural más descriptiva y menos simbólica.

Y, finalmente, llama poderosamente la atención la pobreza del aparatovisual, lo cual, por otro lado, ya ha sido señalado en otros géneros literariosespañoles del momento, como las crónicas indianas.21 Ya lo habíamosapreciado en la obra de Huerta (Historia natural de Cayo Plinio Segundo),que se limita a incluir unas láminas representando las distintas especiesanimales no en los capítulos correspondientes, sino al principio de la obra,con lo cual la utilidad de las mismas parece bastante reducida,22 siendo deuna calidad técnica bastante pobre, no pudiéndose comparar en modo algunocon las magníficas ilustraciones que encontramos en las recopilacionesenciclopédicas de Gesner, Aldrovandi o Jonston.23 Y esta pobreza visual llegaa su paroxismo en los tratados de Cortés y Valdecebro, únicos que incluyenilustraciones, que no nos ayudan precisamente a reconocer las diferentesespecies. Podríamos alegar como explicación el retraso técnico de la industriaeditorial española del momento,24 pero ello nos lleva a formularnos otracuestión: ¿realmente se necesitaban ilustraciones? Tengamos en cuenta quenuestros autores no escriben con una intención naturalista ni para unpúblico ansioso de imágenes, sino, dependiendo de los casos, para exponer unconjunto de símbolos y alegorías (Cortés), ofrecer ejemplos a los predicadores(Valdecebro), mostrar los aprovechamientos medicinales de las diferentes

20 Ícono de la naturaleza americana. Ver Renate Pieper, ‘Loros y papagayos—símbolosde un mundo nuevo’, en Naturalia, mirabilia et monstrosa en los imperios ibéricos siglos XV–XIX, ed. Eddy Stols, Werner Thomas & Johan Verbeckmoes (Leuven: Leuven U. P., 2007),cap. 9.

21 Fermín del Pino Díaz, ‘Texto y dibujo: la Historia indiana del jesuita Acosta y susversiones alemanas con dibujos’, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, 42 (2005), 1–31.

22 Sobre los usos de la imagen en este período, ver Susana Gómez López, ‘Modelos yrepresentaciones visuales de la ciencia’, Escritura e Imagen, 1 (2005), 83–116.

23 Algunas aproximaciones al papel de la imagen en la Historia natural de este períodoen Peter Mason, Before Disenchantment: Images of Exotic Animals and Plants in the EarlyModern World (London: Reaktion Books, 2009), y Ogilvie, The Science of Describing, 193–203.

24 Ricardo García Cárcel, Las culturas del Siglo de Oro (Madrid: Historia 16, 1989).

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especies (Arciniega), recopilar un elenco de sentencias y moralejas (Carrión), ocompletar a Aristóteles, aunque muy a su modo (Funes).

Desde el Nuevo Mundo: una simbología desnuda

Las grandes aportaciones de los naturalistas españoles no hay que buscarlasen la fauna del Viejo Mundo, sino en el estudio de las especies americanas,25

que debían ser abordadas con un enfoque totalmente distinto al de lasprimeras. El afán por describir las nuevas criaturas provocaría un mayorénfasis en la observación, comenzando a cuestionarse la veracidad de lashistorias transmitidas por los bestiarios medievales, y protagonizándose unproceso de continua recopilación de informaciones, plantas, curiosidades yconocimientos indígenas.26 Las prácticas empíricas que encontramos entrelos naturalistas que trabajaron en el continente americano se convertiríanen el fundamento del trabajo científico a partir del siglo XVII, y estafundamentación en la experiencia se debía sobre todo al hecho de que losclásicos no hablaban de los nuevos animales, por lo que había que acudir alo observado sobre el terreno. Las disparidades entre el conocimientoantiguo y las experiencias del Nuevo Mundo provocaron una reorganizaciónde los modelos epistemológicos, iniciándose el proceso de erosión de laautoridad del mundo impreso,27 aunque, si volvemos el argumento delrevés, ello significa que para los animales del Viejo Mundo seguían valiendoperfectamente las aportaciones de los autores clásicos.

Para integrar las nuevas especies americanas en el conjunto de losanimales conocidos había dos opciones, y ambas alternativas lasencontraremos en la orden religiosa que, muy posiblemente, fue la queaportó globalmente una mayor cantidad de información sobre estosanimales, a saber, la Compañía.28 La primera era intentar construir un

25 Raquel Álvarez Peláez, La conquista de la naturaleza americana (Madrid: CSIC,1993); Raquel Álvarez Peláez, ‘La historia natural de los animales’, en Historia de la cienciay la técnica en la Corona de Castilla, dir. Luis García Ballester, 4 tomos (Salamanca: Juntade Castilla y León, 2002), III, Siglos XVI y XVII, ed. José María López Piñero, 573–94; Asúa& French, A New World of Animals.

26 Jorge Cañizares Esguerra, Nature, Empire and Nation: Explorations of the History ofScience in the Iberian World (Stanford: Stanford U. P., 2006); Jorge Cañizares Esguerra,‘Introduction’, en Science in the Spanish and Portuguese Empires, ed. Daniela Bleichmar(Stanford: Stanford U. P., 2009), 1–7.

27 Antonio Barrera Osorio, Experiencing Nature: The Spanish American Empire and theEarly Scientific Revolution (Austin: Texas U. P., 2006); Antonio Barrera Osorio, ‘Empire andKnowledge: Reporting from the New World’, Colonial Latin American Review, 15 (2006), 39–54; Antonio Barrera Osorio, ‘Knowledge and Empiricism in the Sixteenth Century SpanishAtlantic World’, in Science in the Spanish and Portuguese Empires, ed. Bleichmar, 219–31.

28 La bibliografía sobre las aportaciones de los jesuitas a la ciencia del momento esenorme. Nos limitaremos a citar a Escrituras de la modernidad: los jesuitas entre culturaretórica y cultura científica, ed. Perla Chinchilla (México D.F.: Univ. Iberoamericana, 2008);

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aparato simbólico para los animales del Nuevo Mundo. La segunda consistía,simplemente, en eliminar de la fauna del Viejo cualquier elemento nodescriptivo. Seguiría la primera alternativa Juan Eusebio Nieremberg(1595–1658), que ha sido muy bien estudiado, por lo que no nosextenderemos en su figura.29 Baste señalar que, aunque incorpora algunosanimales de las Indias orientales, se refiere sobre todo a la fauna de NuevaEspaña, sugiriendo que ha utilizado los manuscritos de FranciscoHernández depositados en El Escorial,30 y en algunas ocasionesencontramos interpretaciones alegóricas del comportamiento o lascaracterísticas de ciertos animales. El capítulo dedicado a los animales concorazas nos sirve muy bien para comprobar de qué manera utiliza susfuentes, reproduciendo la descripción de Hernández del armadillo y elrelato de Oviedo al respecto, incluyendo ilustraciones de varios autores,como Gesner y Clusius,31 mostrando que las diferencias se deben a que setrata de especies distintas que se encuentran en diferentes lugares delNuevo Mundo. La Historia de Nieremberg hizo disponible buena parte delmaterial acumulado por Hernández, aunque el jesuita utiliza de la mismamanera fuentes de muy diverso valor, como relatos de viajes, cronistas otextos médicos. La variedad, bizarría y utilidad de los animales del NuevoMundo fue vista por Nieremberg como una expresión de la luz divina y unmedio de contemplación, y en su estudio nos aporta una informaciónabundantísima, en la que trata de cuadrúpedos, pájaros, peces, reptiles,insectos, plantas y minerales, abordados a veces con simples notasdescriptivas, y en otras ocasiones con mayor cantidad de información. Todossus datos proceden del mundo impreso, y Nieremberg desplaza al NuevoMundo el repertorio de la zoología fantástica, especulando con la posibilidad

Paula Findlen, Athanasius Kircher: The Last Man Who Knew Everything (London: Routledge,2004); Mordechai Freingold, The New Science and Jesuit Science: Seventeenth CenturyPerspectives (Dordrecht: Springer, 2003); El saber de los jesuitas, historias naturales y elNuevo Mundo, ed. Luis Millones Figueroa & Domingo Ledezma (Frankfurt am Main:Vervuert/Madrid: Iberoamericana, 2005).

29 Domingo Ledezma, ‘Una legitimación imaginativa del Nuevo Mundo: la Historianaturae, maxime peregrinae del jesuita Juan Eusebio Nieremberg’, en El saber de losjesuitas, ed. Millones Figueroa & Ledezma, 53–84; Marcaida López, ‘Juan EusebioNieremberg y la ciencia del Barroco’; Juan Pimentel Igea, ‘Baroque Natures. JuanE. Nieremberg, American Wonders and Preterimperial Natural History’, en Science in theSpanish and Portuguese Empires, ed. Bleichmar, 93–113.

30 Sobre la obra de Francisco Hernández, ver Raquel Álvarez Peláez, ‘La obra deHernández y su repercusión en las ciencias naturales’, Asclepio, 47:2 (1995), 27–36; JoséPardo Tomás, Oviedo, Monardes, Hernández: el tesoro natural de América. Colonialismo yciencia en el siglo XVI (Madrid: Nivola, 2002); Searching for the Secrets of Nature. The Lifeand Works of Dr Francisco Hernández, ed. Simon Varey, Rafael Chabrán & Dora B. Weiner(Stanford: Stanford U. P., 2001).

31 The Exotic World of Carolus Clusius, 1526–1609, ed. Kasper Van Ommen, con unensayo introductorio de Florike Egmond (Leiden: University Library, 2009).

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de que el cóndor sea el grifo, en tanto el manatí y el ajolote le sirven parahablar de los tritones. La opción de Nieremberg sería continuada en lasegunda mitad del Seiscientos por autores de la talla de Athanasius Kirchery Kaspar Schott, los cuales, al igual que el autor español, escriben desdeEuropa sin haber cruzado nunca el Atlántico.

Porque los jesuitas que vivían en tierras americanas tenían unaperspectiva muy diferente. Ello se aprecia muy bien en la obra de BernabéCobo (1580–1657), autor de una Historia del Nuevo Mundo que no fuepublicada hasta finales del siglo XIX si bien el contenido de su obra seríareferido someramente en los Anales de Ciencias Naturales.32 Cobo pasó casitoda su vida en Perú, y en su obra manifiesta un gran criticismo hacia losautores clásicos, a los que considera en muchas ocasiones más un estorboque una ayuda, por lo que ha de prescindir de la tradición grecolatina yconfiar en su capacidad para crear descripciones originales, esfuerzo quesería reconocido por los botánicos españoles del siglo XIX, que vieron enCobo un antecedente de su tradición científica.33 Lo que solemos encontraren su obra es una perspectiva descriptiva y utilitaria, con algunos toquesetnográficos al referirse a la forma de cazarlos, si bien en ciertas ocasionesno se resiste a dar a estos animales un toque más humanizador: elquirquincha o armadillo es ‘cauteloso y astuto’, el zahíno o pecarí ‘animoso yferoz como un león’ (Historia del Nuevo Mundo, 364), el perico ligero operezoso ‘inútil y feo’ (Historia del Nuevo Mundo, 372).

Cobo supone el último intento por parte de los hombres de la Compañía deofrecernos una visión global del Nuevo Mundo. Hasta su expulsión en 1767seguirán dedicándose, naturalmente, a la Historia natural, pero siempre enel marco de descripciones concretas de los territorios donde desarrollaronespecíficamente su labor misional. Tendríamos así a Pedro Lozano (1697–1752), autor de una Descripción chorographica del Chaco (1733), dondeencontramos cumplidas descripciones de animales como el jaguar, el tapir(denominado por el autor anta, la terminología común en el momento), eloso hormiguero, la vicuña y el armadillo, dedicando una especial atención alos aprovechamientos de cada especie y a las formas de su caza.34 Y, sobre

32 ‘Descripción del reino del Perú por el padre Bernabé Cobo’, Anales de CienciasNaturales, 20 (1804), 141–2011. La edición de Historia del Nuevo Mundo que utilizamos es lade Francisco Mateos, en Obras del P. Bernabé Cobo de la Compañía de Jesús, BAE 91–92, 2tomos (Madrid: [reimpresión] Atlas, 1964). Interesa particularmente el tomo 1 de la obra(BAE 91).

33 Luis Millones Figueroa, ‘La Historia natural del padre Bernabé Cobo: algunas clavespara su lectura’, Colonial Latin American Review, 12:1 (2003), 85–97; Margarita del OlmoPintado, ‘La Historia natural en la Historia del Nuevo Mundo del P. Cobo’, Revista de Indias,195/196 (1992), 795–824.

34 Pedro Lozano, Descripción chorographica del terreno, rios, árboles, y animales de lasdilatadísimas provincias del Gran Chaco (Córdoba: Colegio de la Asunción, 1733), 39. VerFermín del Pino & Carlos Lázaro Ávila, Descubrimiento o invención entre el Nuevo Mundo yel Viejo (Madrid: CSIC, 1995), 115 ss.

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todo, destacaría Joseph Gumilla (1686–1750), instalado desde inicios de lacenturia en Nueva Granada y que misionaría durante toda su vida en lacuenca del Orinoco, que inspiró su famoso El Orinoco ilustrado ydefendido,35 reeditado más tarde con el nombre de Historia natural, civil ygeográfica de las naciones situadas en las riberas del río Orinoco,36 y estasobras acabarían convirtiéndose en referencias fundamentales de la fauna dela zona, siendo utilizadas, entre otros, por el propio Buffon. En la primerade ellas, el estudio del mundo animal presenta un claro enfoque etnológico,por cuanto se centra en aquellas especies que presentan un mayor interéscinegético para los nativos, como los jabalíes, los caimanes, los armadillos,los monos, y los antas o tapires, aunque también podemos encontrarreferencias de otros animales, como el perico ligero, más conocido en laactualidad como el perezoso, del cual, con clara ironía castellana, noscuenta cómo ‘se llama ligero porque la mayor jornada de todo un día seráun cuarto de legua, para levantar una mano gasta tanto tiempo que sepuede rezar un credo despacio, de día duerme y de noche en las selvas nodeja dormir’ (El Orinoco ilustrado y defendido, I, 28). Idéntico interésutilitario muestra por las diferentes especies de peces, así como de tortugas,por otro lado muy abundantes, que se pueden obtener en las riberas delOrinoco.37

Pero cuando se habla del Viejo Mundo, los jesuitas siguen acudiendo a loscontenidos fabulosos y legendarios. De esta manera, en la obra de PedroMurillo Velarde, publicada en 1752, todavía podemos encontrar numerososelementos míticos, por cuanto, al referirse a la Etiopía, y fundándose en laautoridad de Pomponio Mela, nos habla de ‘cruelísimas fieras, comolicaones, variados con manchas de todos colores y esfinges. Hay avesmaravillosas, las tragopanes con sus cuernos, y los pegasos con orejas decaballo [… ] la catoblepa es fiera grande, de cabeza tan pesada, que apenasla puede mantener: en mirándola a los ojos da muerte’,38 mostrándonosademás cómo en las cercanías del mar Negro podemos hallar grifos,remitiéndose nuevamente a los autores clásicos. Sin olvidar que se sigue

35 Joseph Gumilla, El Orinoco ilustrado y defendido: historia natural, civil y geográficade este gran río y de sus caudalosas vertientes, 2 tomos (Madrid: Manuel Fernández, 1745).

36 Joseph Gumilla, Historia natural, civil y geográfica de las naciones situadas en lasriberas del río Orinoco, 2 tomos (Barcelona: Imprenta de Carlos Gibert y Tutó, 1791).

37 Margaret R. Ewalt, Peripheral Wonders: Nature, Knowledge and Enlightenment in theEighteenth Century Orinoco (Lewisburg: Bucknell U. P., 2008), y Margaret R. Ewalt, ‘FatherGumilla, Crocodile Hunter? The Function of Wonder in El Orinoco Ilustrado’, in El saber delos jesuitas, ed. Millones Figueroa & Ledezma, 303–34.

38 PedroMurillo Velarde,Geographia historica, donde se describen los reynos, provincias,ciudades, fortalezas, mares, montes, ensenadas, cabos, rios, y puertos, con la mayorindividualidad, y exactitud [… ], 10 tomos (Madrid: Oficina de D. Gabriel Ramírez, 1752),VIII, Geographia historica de las Islas Philipinas, del Africa y de sus islas, 187. Sobre elautor, ver Luis Díaz de la Guardia & López, ‘Datos para una biografía del jurista PedroMurillo Velarde’, Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, Historia Moderna, 14 (2001), 407–72.

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haciendo de leyendas de nueva creación, como el carácter ápodo del ave delparaíso, sobre la cual tan bien nos ha ilustrado Marcaida López.39 Nadamuy distinto de lo que un siglo antes hiciera su hermano de orden Alonsode Sandoval, en el que podemos encontrar, al hablar de la fauna africana,descripciones de crocutas, mantícoras, catoblepas, amphisbenas o dragones,amén de toda una batería de peces y aves maravillosas.40

Sin embargo, desde el punto de vista zoológico Murillo Velarde no carecede interés. Su monumental Geographia Histórica apenas ha llamado laatención de los estudiosos, pero es una obra muy ilustrativa de cómoconviven en la España de la primera mitad del siglo XVIII lo antiguo y lonuevo, las informaciones zoológicas heredadas del mundo clásico con lasnuevas aportaciones de los enciclopedistas del Renacimiento como Gesner,Aldrovandi y Jonston, sin olvidar, naturalmente, al socorrido Olao Magno,ni a la ciencia jesuita, fuertemente simbólica, representada por Nierembergo Kaspar Schott. Su nivel de profundidad es muy variable, por cuanto, amayor distancia del Occidente europeo, mayor profusión informativa ymayor presencia de lo fabuloso, lo cual, entre otros tantos casos, ya podemosapreciar en las informaciones vertidas en la Cosmographia Universalis deSebastian Munster,41 aunque ello no impide que al hablar de los animalesfilipinos (bien conocidos de primera mano por el autor dado su dilatadaestancia en estas regiones) o americanos el tono sea, en muchas ocasiones,bastante sobrio. Pero, en muchas ocasiones, el mundo animal constituye unrecurso más, como tantas veces en el pasado, para la descripción de mundosexóticos, lejanos y distantes. En este sentido, su deliciosa descripción delelefante blanco de Siam es absolutamente reveladora.

Sea como fuere, en el siglo XVIII el saber zoológico americano no serárecopilado tan sólo por los misioneros, sino también por militares ocientíficos (lo cual, en muchos casos, es lo mismo, habida de lamilitarización de la ciencia tan propia de la centuria dieciochesca) llegadosde la Península,42 que participarán asimismo de esta imagen másdescriptiva del mundo animal. Podríamos comenzar por el Viaje a la

39 Marcaida López, ‘Juan Eusebio Nieremberg y la ciencia del Barroco’, 245 ss.40 Alonso de Sandoval, Tomo primero de instauranda Æthiopum salute. Historia de

Æthiopia, naturalec¸a, policia, sagrada y profana, costumbres, ritos, y cathecismoEvangelicos, de todos los Æthiopes […] (Madrid: Alonso de Paredes, 1647), 377 ss.

41 Matthew McLean, The Cosmographia of Sebastian Munster: Describing the World inthe Reformation (Aldershot: Ashgate, 2007).

42 Sobre la política científica borbónica, ver entre otras, Francisco González de Posada,La ciencia en la España ilustrada (Madrid: Instituto de España, 2007); Antonio Lafuente &Nuria Valverde, Los mundos de la ciencia en la Ilustración española (Madrid: FundaciónEspañola para la Ciencia y la Tecnología, 2003); Javier Portús, ‘El modelo ilustrado deexpedición científica’, en Ilustración, ciencia y técnica en el siglo XVIII español, ed. EnriqueMartínez Ruiz & Magdalena Pazzis Pi de Corrales (Valencia: Univ. de Valencia, 2011), 129–51. Para el mundo colonial, ver Antonio Lafuente, ‘Enlightenment in an Imperial Context:Local Science in the Late-Eighteenth-Century Hispanic World’, Osiris, 15 (2000), 155–73.

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América meridional,43 redactado por Jorge Juan y Antonio de Ulloa,44 en elque encontramos, amén de informaciones dispersas por toda la obrarelativas a los tigres o jaguares, pericos ligeros o perezosos, iguanas,caimanes, las gigantescas culebras del río Marañón, probablementeanacondas, las pulgas y chinches de Lima, los lobos y leones marinos de laisla de Juan Fernández, o los bacalaos de Terranova; capítulos enterosdedicados a los especímenes de aquellas tierras. Así, tendríamos el referidoa ‘los animales y aves domésticos, silvestres y feroces que se crían en lascampañas y montes de Cartagena y de las varias especies de reptiles ysabandijas ponzoñosas propias de ellas’ (Relación histórica del viaje a laAmérica meridional, I, 73–93) en el que predominan los elementosdescriptivos, destacando su referencia a los murciélagos sangradores. Esmuy sintomático que no se detenga solamente en estas alimañas, porcuanto, con la finalidad de hacer hincapié en la inclemente naturalezatropical, dedica bastante información a ciempiés, alacranes, mosquitos,niguas (especie de garrapatas), y polillas de efectos tan destructivos ‘que alquerer manejar las telas quedan en las manos deshechas y reducidas aretazos cortos’ (Relación histórica del viaje a la América meridional, I, 92),ya que el interés último que anima todas estas descripciones es poner derelieve el destructivo medio natural que caracteriza al continente, lo que nohace más que anticipar el conocido debate sobre la naturaleza americana.Por lo que se refiere a las Noticias americanas, debidas en solitario a lapluma de Antonio de Ulloa,45 en la misma encontramos tres capítulosdedicados respectivamente a los animales, los volátiles y los peces, lo quenos revela la persistencia de la venerable clasificación habitacional,mostrando además un gran interés por los beneficios particulares quepueden extraerse de las diferentes especies, de ahí la atención que le dedicaa los camélidos peruanos; así como los daños que provocan, lo que le lleva ahablar de cucarachas, hormigas, langostas o abejas.

El caso de Antonio Parra es interesante,46 por cuanto refleja muy bien lasfuertes limitaciones con las que se encontraban los cultivadores de la historianatural en el mundo hispánico. Militar destinado en la isla de Cuba, quedó

43 Jorge Juan & Antonio de Ulloa, Relación histórica del viaje a la América meridional, 4tomos (Madrid: Antonio Marín, 1748).

44 Sobre la expedición de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, ver Antonio Lafuente & AntonioMazuecos, Los caballeros del punto fijo: ciencia, política y aventura en la expedición geodésicahispanofrancesa al Virreinato del Perú en el siglo XVIII (Madrid: CSIC, 1987); Emilio SolerPascual, Viajes de Jorge Juan y Santacilla: ciencia y política en la España del siglo XVIII(Barcelona: Ediciones B, 2002). Un contexto más amplio en Neil Safier, Measuring the NewWorld: Enlightenment Science and South America (Chicago: Chicago U. P., 2008).

45 Antonio de Ulloa, Noticias americanas: entretenimientos phisicos-históricos sobre laAmérica Meridional [… ] (Madrid: Imprenta de don Francisco Manuel de Mena, 1772).

46 Ver Armando García González, Antonio Parra en la ciencia hispanoamericana delsiglo XVIII (La Habana: Editorial Academia, 1989).

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fascinado por las bellezas naturales de la isla, determinando coleccionar losespecímenes más interesantes de su fauna. Se centró en primer lugar en losanimales marinos, comenzando a diseccionar algunos peces, aumentando deforma incesante su colección. Acabaría por recibir una carta del director delReal Gabinete de Historia Natural en la que éste le alentaba a continuarcon su empresa, llegando un momento en que el tamaño de su colección leanimaría a darla a conocer por medio de la imprenta. El gran obstáculo fuela falta de grabadores instruidos, debiendo acudir a los servicios de supropio hijo para este menester. Su obra se centra, como su propio nombreindica, en los animales marinos, con una buena representación de peces,aunque también encontramos a tortugas, cangrejos, erizos, langostas,camarones y esponjas, con un cierto resabio del gusto por lo monstruoso, ajuzgar por la inclusión de un Negro con una hernia disforme. En vanobuscaremos elementos legendarios o moralizantes, por cuanto se trata deuna historia natural absolutamente desencantada. Llama la atención, esosí, la preocupación utilitaria del autor, obsesionado por mostrar si losanimales mostrados son comestibles o no, a la vez que la realización dealgunos experimentos, como el efectuado para comprobar, a costa de la vidade un gato, si el tamboril (el pez globo) era o no venenoso.47

Al gran naturalista español de la Ilustración, Félix de Azara (1742–1821),48 no pareció moverle tanto el entusiasmo por las bellezas naturales,como la necesidad de llenar sus ratos de ocio en una región situadaprácticamente en el fin del mundo, por cuanto su larga estanciasudamericana se prolongaría entre 1781 y 1801. De hecho, en el prólogo desu obra, dedicado a su hermano Josef Nicolás, y que es fundamental paraconocer el planteamiento de la misma, llegó a reconocer textualmente cómo‘[c]omencé este trabajo dirigido por la meditación, sin estar impuesto de loque otros hubiesen escrito, y con el fin de ocuparme con alguna utilidad’.49

Para Azara la experiencia es fundamental en la adquisición deconocimiento, reconociendo que al haber visto los animales en vivo,

he estadomenos expuesto a caer en los errores que no han podido evitar losque, por verlos vivos, no los han podido registrar, los que los han miradoextenuados, pelados y puercos en jaulas y cadenas, y los que hanbuscado en los gabinetes, donde, a pesar del cuidado, la injuria del

47 Antonio Parra, Descripción de diferentes piezas de historia natural las más del ramomarítimo representadas en setenta y cinco láminas (La Habana: Imprenta de la CapitaníaGeneral, 1787).

48 Ver Carmen Alfageme Ortells, Félix de Azara, ingeniero y naturalista del siglo XVIII(Zaragoza: Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1987).

49 Félix de Azara, Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos delParaguay y Río de la Plata, 2 tomos (Madrid: Imprenta de la viuda de Ibarra, 1802), I, 1. Suotra obra fundamental es Apuntamientos para la Historia natural de los páxaros delParaguay y Río de la Plata, 3 tomos (Madrid: Imprenta de la viuda de Ibarra, 1802–1805).

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tiempo ha de haber alterado mucho los colores, trocando lo negro encastaño, etc y ninguna piel, ni el esqueleto más bien preparado, dan ideaexacta de las formas y medidas. (Apuntamientos, I)

Declara su intención de centrarse en los rasgos meramente externos, a saber,la magnitud, formas, colores y costumbres de los animales, señalando queestas últimas son las más difíciles de estudiar, por cuanto

los campestres, que en nada ponen cuidado, cuentan casi siempre fábulas einferencias por verdades. Yo en esta parte doy por cierto lo que heobservado, y de lo infinito que he oído, sólo he apuntado algunas cosas,porque me han parecido ciertas, y porque me las han dicho sujetos deverdad muy conocida. (Apuntamientos, III)

Y reconoce las limitaciones de su tarea en el terreno visual por cuanto

[n]o se me ocultó desde el principio que serian poco apreciables misapuntamientos, no acompañándolos de dibujos exactos de los animales,pero donde trabajé, y en 400 leguas a la redonda, no había quien supiesebien ni mal lo que es diseño. (Apuntamientos, IV)

Destaca asimismo el elevado nivel de seguridad intelectual del autor,que no se recata, como bien es sabido, en criticar al conde de Buffon,crítica que se reflejará sobre todo en su postura sobre el debate de lanaturaleza del Nuevo Mundo.50 Su naturaleza es una naturalezaabsolutamente desencantada, aunque no se resista a la tentación derecoger la típica historia de la piedra bezoar encontrada en el tapir, o deproporcionarnos la noticia de un hermafrodita, si bien ello no le privaríadel inmenso mérito de haberla estudiado en vivo, a diferencia de otrosautores que se basaron en

la esclavitud o en el de cadáveres disecados en cuyo caso es preciso quepierdan mucho de su belleza color etc. Esta proporción que tuvo el autorde observar las fieras en los bosques y que no es común a la mayor partede los escritores de Historia natural que solo pudieron verlas en lasjaulas o en los gabinetes le da la ventaja de conocer las equivocacionesque aquellos padecieron.51

50 Ver Helen Cowie, Conquering Nature in Spain and Its Empire 1750–1850(Manchester: Manchester U. P., 2011), 115–21; Andrés Galera & Marcelo Frías, ‘Félix deAzara y Georges Lucien Leclerc: dos formas de iluminar la naturaleza americana’, Asclepio,48:1 (1996), 27–32.

51 ‘Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y Río de laPlata escritos por D. Félix de Azara’, Memorial Literario o Biblioteca Periódica de Ciencias,Literatura y Artes, 31 (1803), 145.

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De vuelta a la metrópoli: el desencantamiento de la naturaleza

En España, por su parte, la historia natural presenta dos vertientes en el sigloXVIII.52 Una primera pretenderá realizar un estudio global de alguna zonaconcreta, comenzando por Gaspar Casal (1691–1759), con su Historia naturaly médica de el principado de Asturias (1762),53 José de Viera y Clavijo (1731–1813), primo de Clavijo y Fajardo, especialmente su Diccionario de HistoriaNatural de las Islas Canarias, publicado en 1866, pero que había sidoterminado entre 1799 y 1810,54 Simón Clemente y Rubio (1777–1827), con suHistoria natural de Granada (1805),55 o el clérigo valenciano Antonio JosephCavanilles (1745–1804), que realizaría cursos de historia natural enFrancia,56 y al que le debemos las Observaciones sobre la historia natural,geografia, agricultura, población y frutos del reino de Valencia (1795–1797).

Otros, por el contrario, abordarán el estudio de diferentes especiesanimales. El mismo Cavanilles será autor de la ‘Historia natural de laspalomas domesticas de España y especialmente de Valencia’, publicada enAnales de Historia Natural (1799),57 donde no faltan las citas de Buffon, sibien esta actualización informativa no impedirá que sus referenciasanimalísticas estén plagadas de términos como acariciar, indignación,timidez, carácter, consorte, cariño,58 lo que nos prueba la dificultad de

52 Hay una útil guía de los principales títulos en Alberto Gomis, ‘La divulgación de laHistoria natural en la España del siglo XVIII’, en Historia de las ciencias y de las técnicas.Congreso VIII de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas[SEHCYT] (Logroño, 2002), coord. Luis Español González, José Javier Escribano Benito &María Ángeles Martínez García, 2 tomos (Logroño: Univ. de La Rioja, 2004), I, 201–18.

53 Gaspar Casal, Historia natural y médica del principado de Asturias (Madrid: OficinadeManuel Martín, 1762). Sobre la misma, ver Venancio Martínez Suárez, ‘La historia natural ymédica de Gaspar Casal en el 250 aniversario de su muerte’, Cuadernos de Estudios del SigloXVIII, 19 (2009), 243–55.

54 Jaume Josa Llorca, ‘La Historia Natural en la España del siglo XIX: botánica yzoología’, Ayer, 7 (1992), 109–52 (p. 114). Su obra Diccionario de Historia Natural de las IslasCanarias, en edición facsímil prologada por Manuel Alvar (Madrid: Mancomunidad deCabildos de las Palmas, 1982).

55 Simón de Rojas Clemente y Rubio, Viaje a Andalucía: Historia natural del reino deGranada (Barcelona: Griselda Bonet Girabet, 2002).

56 Ver Francisco Pelayo & Marcelo Frías, ‘Antonio José Cavanilles y la Historia naturalfrancesa’, Asclepio, 47:1 (1995), 197–216; Antonio González Bueno, Antonio José Cavanilles: lapasión por la ciencia (Aranjuez: Doce Calles, 2002); JoséMaría López Piñero, et al.,Antonio JoséCavanilles (1745–1804): segundo aniversario de la muerte de un gran botánico (Valencia: RealSociedad Económica de Amigos del País, 2004).

57 Antonio Joseph Cavanilles, Observaciones sobre la historia natural, geografia,agricultura, población y frutos del reyno de Valencia, 2 tomos (Madrid: Imprenta Real, 1795–1797), reed. (Zaragoza: CSIC, Depto de Geografía Aplicada del Instituto ‘Elcano’, 1958);(Valencia: Albatros, 1978), y otras reediciones posteriores; Cavanilles, ‘Historia natural delas palomas domesticas de España y especialmente de Valencia’, Anales de Historia Natural,I (1799), 146–76.

58 FernandoMongeMartínez, ‘LaHistoria natural y moral en la obra de A. J. Cavanilles’,Revista de Indias, 195/196 (1992), 693–722.

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romper por completo con la vieja tradición humanizadora del mundo animal(ni siquiera Buffon lo consiguió). Pero serán los animales acuáticos,especialmente los peces, el ámbito privilegiado donde volcar este nuevoenfoque de la historia natural, mucho más descriptivo y menos proclive a lolegendario y lo fabuloso, lo que ya venía facilitado por su escasa presenciade siempre en la tradición simbólica, a excepción de especies muyemblemáticas como la ballena o el delfín.

Muy vinculado a la publicación Variedades de ciencias, literatura y artes,nos encontraremos con Juan Blasco Negrillo.59 El gallego José AndrésCornide (1734–1803) centró sus intereses fundamentalmente en laictiología, siendo muestra de ello su Ensayo de una historia de los peces yotras producciones marinas de la costa de Galicia (1788),60 considerado eltexto fundacional de esta disciplina en España, y en el que emplea elmétodo de clasificación de Linneo,61 o las Conjeturas sobre el genero de los31 cetáceos que vararon en los alfaques de Tortosa el día 18 de octubre de1789,62 amén de un Ensayo sobre el origen, progresos y estado de la historianatural entre los antiguos anteriores a Plinio. Asunto propuesto en lacátedra de historia literaria de los Reales Estudios de Madrid al concluirseel primer año del curso académico. Leído [… ] el día 12 de junio de 1790.63

En el prólogo de la primera, se refiere a la situación de atraso de la Historianatural en España, y más particularmente en Galicia, manifestando quesólo pudo disponer de las obras de Rondelecio (Guillaume Rondelet), Plinio,y algún que otro diccionario, presentando la obra, como no podía ser menos,un marcado matiz utilitario, por cuanto le preocupa mucho elaprovechamiento alimenticio de las diferentes especies marinas. Por lo quese refiere a la segunda, sigue mostrando su conocimiento de las fuenteszoológicas europeas, por cuanto nos cita además a Jan Jonston y a PierreBelon.

Y, finalmente, tendríamos al aragonés Ignacio de Asso (1742–1814), muyconocido por su actividad diplomática y sus estudios de economía política desu región natal, y que durante su estancia en Ámsterdam en calidad de

59 Ver Juan Blasco Negrillo, ‘Sobre una serpiente de dos cabezas’, Variedades deCiencias, Literatura y Artes, III (1804), 14; Blasco Negrillo, ‘De la víbora aspid que se hadescubierto en Fontainebleau’, Variedades, VI (1805), 8; ‘Noticia de la loba marina que hayen el Buen Retiro’, Variedades, VI (1805), 12; ‘De las perlas’, Variedades, VI (1805), 13; ‘De laaraña y de su pretendido veneno, con particularidad del de la conocida con el nombre detarántula úvea’, Variedades, VIII (1805), 23.

60 José Córnide, Ensayo de una historia de los peces y otras producciones marinas de lacosta de Galicia (Madrid: Oficina de Benito Cano, 1788). Ver Juan Manuel Abascal & RosarioCebrián, Los viajes de José Córnide por España y Portugal de 1754 a 1801 (Madrid: RealAcademia de la Historia, 2009).

61 Josa Llorca, ‘La Historia natural en la España del siglo XIX’, 136.62 En Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en la Europa, 11 de enero

de 1790, pp. 30–36.63 Memorial Literario, Instructivo y Curioso, 6 (1801).

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cónsul mantendría contacto directo con los naturalistas holandeses. Realizódistintos viajes por Aragón, siendo autor de Introductio in Otytographiam,et Zoologiam Aragoniae (1784), formando parte del círculo de Cavanilles ypublicando en los Anales de Historia Natural un resumen de un manuscritosobre naturalistas españoles, en el cual, amén de mostrar la tradicionalalabanza hacia la política naturalista de la corona, no olvida los precedentesdel siglo XVI.64 También en los Anales publica la Introducción a laictiología,65 en la que describe peces, en su mayor parte del Mediterráneo, yotros que pudo estudiar durante su estancia en San Sebastián (1784),utilizando el método de Linneo (fue uno de los primeros en nuestro país enutilizar su clasificación binaria), al que llama admirable, cuando ello esposible, y esforzándose en establecer la correspondencia entre los variosnombres que reciben en España,66 siendo de interés sus apreciaciones sobrelas almadrabas.67

Todo este abandono de los elementos simbólicos y su progresivasustitución por los elementos descriptivos y utilitarios, se refleja muy bienen la obra de Juan Bautista Bru,68 muy en la línea de la necesidad, cadavez más sentida en la España dieciochesca, de reflejar visualmente lanaturaleza,69 y que, probablemente, era lo mejor que podía ofrecer a finalesdel siglo XVIII la tradición pictórica animalística hispana, bastante lejos dela perfección que podemos apreciar en otros ámbitos cercanos.70 Susilustraciones hay que entenderlas en el contexto europeo del momento, quetendía a representar a los animales totalmente descontextualizados de sumedio, lo que contrastaba poderosamente con la tradición americana. De

64 Ignacio de Asso, ‘Discurso sobre los naturalistas españoles’, Anales de CienciasNaturales, III:8 (1801), 170–79.

65 Ignacio de Asso, ‘Introducción a la ictiología oriental de España’, Anales de CienciasNaturales, IV:10 (1801), 28–52.

66 Inmaculada Anaya Revuelta, ‘La ictionimia en la obra de don Ignacio de Asso’, Archivode Filología Aragonesa, 54–55 (1998), 141–79.

67 Josa Llorca, ‘La Historia Natural en la España del siglo XIX’, 135.68 Juan Bautista Bru de Ramón, Colección de láminas que representan los animales y

monstruos del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, 2 tomos (Madrid: Imprenta deAndrés de Sotos, 1784). Ver José María López Piñero, ‘Juan Bautista Bru y su colección deláminas que representan los animales y monstruos del Real Gabinete de Historia Natural’,en Oriente en Palacio: tesoros asiáticos en las colecciones reales españolas, ed. Marina AlfonsoMola & Carlos Martínez Shaw (Madrid: Patrimonio Nacional, 2003), 248–52.

69 Ver Daniela Bleichmar, ‘Painting as Exploration: Visual Nature in EighteenthCentury Colonial Science’, Colonial Latin American Review, 15:1 (2006), 81–104; DanielaBleichmar, ‘El imperio visible: la mirada experta y la imagen en las expediciones científicasde la Ilustración’, Cuadernos Dieciochistas, 9 (2008), 21–47; Daniela Bleichmar, VisibleEmpire: Botanical Expeditions and Visual Culture in the Hispanic Enlightenment (Chicago:Chicago U. P., 2012).

70 Por ejemplo, Diana Donald, Picturing Animals in Britain 1750–1850 (New Haven, CT:Yale U. P., 2007) o Oudrýs Painted Menagerie: Portraits of Exotic Animals in EighteenthCentury Europe, ed. Mary Morton (Los Angeles: Getty Publications, 2007).

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hecho, en los materiales remitidos por el obispo de Trujillo Baltasar Martínezy Compañón entre 1767 y 1790, podemos apreciar un notable esfuerzo porsituar la fauna y la flora peruanas en su propio medio, destacando laimagen del oso hormiguero excavando un nido de hormigas, o a un monopelando una banana.71

Juan Bautista Bru declara su intención de centrarse más en la estructuraformal de los animales que en sus costumbres, aunque toma algunas noticiasde Buffon y Brisson relativas a estos últimos aspectos. También prescinde deintentar identificar a los animales con los descritos por los autores antiguos,debido a la ambigüedad de los detalles proporcionados por éstos,limitándose a tomar del natural las especies recogidas en el Real Gabinete.Y nos ofrece la nomenclatura de Linneo y Buffon, así como la empleada enel lugar de procedencia del animal en cuestión. Sus fuentes son básicamenteeuropeas, ya que a los autores anteriormente mencionados podríamosañadir a Gesner, Belon, Aldrovandi, Jonston, Clusius o Piso, limitándose lasmenciones de naturalistas españoles a Francisco Hernández, lo que nosmuestra cómo, incluso para la historia natural americana, deja al margen latradición anterior y prefiere mirar allende los Pirineos. A pesar de incluiralgún elemento monstruoso, nos revela una naturaleza totalmentedesencantada en la que se presta una particular atención a los caracteresmorfológicos y a la alimentación de las diferentes especies animales, a lavez que a sus cualidades gastronómicas, y, en algún caso, medicinales. Hayalgunas excepciones, sin embargo, a este desencantamiento, como cuandonos dice que los moralistas comparan al camaleón con los aduladores que acada instante cambian de parecer, pero la más significativa viene dada porel elefante, único animal del que nos presenta una descripción humanizadarevelándonos unas simpatías hacia el mismo de claros ecos buffonianos(‘tiene mucho valor, serenidad, obediencia, y moderación aún en sus másvivas pasiones. No olvida los beneficios ni los agravios, que se le hacen [… ]multitud de hechos confirma su agradecimiento y su venganza, como asímismo cierta inteligencia siempre asombrosa [… ] en su estado deindependencia no es sanguinario ni feroz [… ] no hace uso de sus armas ysu fuerza sino para defenderse a sí mismo’ [Colección de láminas, II, 38–39]), si bien, como para compensar estos tonos líricos, nos describe suesqueleto, que fuera disecado por el propio autor en 1777,72 siendo el único

71 Cowie, Conquering Nature, 124–31. Más específico, Emily Kay Berquist, The Scienceof Empire: Bishop Martínez Compañón and the Enlightenment in Peru (Austin: Univ. ofTexas Press, 2007); Lisa Trever & Joanne Pilsbury, ‘Martínez Compañón and His IllustratedMuseum’, in Collecting across Cultures: Material Exchanges in the Early Modern AtlanticWorld, ed. Daniela Bleichmar & Peter C. Mancall (Philadelphia: Univ. of PennsylvaniaPress, 2011), 236–53.

72 Más sobre elefantes en Descripción del elefante, de su alimento, costumbres, enemigos,e instinto, y explicación del uso que se hace de los elefantes, modo de cazarlos, y utilidades de suscolmillos en la medicina y en las artes (Madrid: Imprenta de Andrés Ramírez, 1773).

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animal del que se nos incluye una ilustración del mismo. Bru seguiríahaciendo gala de sus capacidades como dibujante animalístico en suColección de los peces y demás producciones marítimas de España (1780–1790),73 en cuyas ilustraciones volvería a mostrar sus carencias pictóricas,habida cuenta de su, en opinión de Juan Pimentel, carácter naif y primitivo.74

Conclusión

La tensión entre lo antiguo y lo nuevo, entre lo emblemático y lo descriptivo,no fue ajena a los hombres del siglo XVIII. Pero observamos un crecientepredominio de lo segundo, lo que se debe, en parte, a que durante estaépoca va a predominar en España lo que podríamos llamar una HistoriaNatural particular, frente a la Historia General del Seiscientos. En estaúltima, los autores españoles pretenden hacer visiones de conjunto delmundo animal, y ello les lleva a depender de un mundo libresco en el quePlinio sigue constituyendo una referencia fundamental. Sin embargo, elestudio de la naturaleza americana había hecho indispensable acudir a ladescripción, a la experiencia, y al abandono del marco simbólico, y, dehecho, el talante de las referencias americanistas que observamos en losnaturalistas españoles son completamente distintas a las de los animalesdel Viejo Mundo (el jesuita Murillo Velarde es buena muestra de ello). Amedida que avanzamos en el Siglo de las Luces la nueva epistemología seráaplicada a estos últimos, y, tanto si se opta por el estudio de una zonageográfica muy concreta, como si se elige el análisis de una categoría muyespecífica de animales, se acudirá al valor del conocimiento directo, laexperiencia y la descripción; y no a una auctoritas que poco tiene queaportar (es sintomático que a Buffon, el Plinio del Siglo de las Luces,aunque sobradamente conocido, se le critique cuando sea preciso).

Pero aquí nos encontramos con otro tema muy propio no tanto de lametrópoli como del mundo colonial, a saber, la construcción de un saberindependiente de las tradiciones científicas europeas, muy en la línea delconocido debate sobre la naturaleza del Nuevo Mundo, en el que participaron,cada uno a su manera, autores americanos como Juan Ignacio de Molina y suCompendio della storia geografrica, natural e civile del regno de Chile(Bolonia, 1776; Madrid, 1788), Francisco Javier Clavijero en Storia antica delMessico (Cesena, 1780–1781; México, 1844), o Juan de Velasco, que escribierapor su parte la Historia del reino de Quito en la América meridional(escrita en 1789, pero no publicada hasta la edición quiteña de 1844).75

73 Juan Carrete Parrondo,Difusión de la ciencia en la ‘España Ilustrada’: estampas de laReal Calcografía (Madrid: CSIC, 1989).

74 Pimentel Igea, El rinoceronte y el megaterio, 172.75 Silvia Navia Méndez-Bonito, ‘Las historias naturales de Francisco Javier Clavijero,

Juan Ignacio de Molina y Juan de Velasco’, en El saber de los jesuitas, ed. Millones Figueroa

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Un autor tan clave como José Antonio Alzate manifestará la necesidad decrear una ciencia que sirviera a los intereses mexicanos,76 incluyendo ensus Gacetas de Literatura de México algunas noticias sobre diferentesespecies animales.77 Llama la atención el interés que le suscitan lasgolondrinas, a las que dedica diferentes trabajos entre 1788 y 1793,78

acompañadas de los colibríes, las avispas y las abejas, pero destacará sobretodo su respeto por una sabiduría local no siempre estimada por losnaturalistas,79 aludiendo, en una noticia relativa a los loros aparecida el 2de enero de 1794 a lo que enseñan ‘las gentes que nombramos rústicas. Laexperiencia los instruye, y los superficiales que no han registrado sino unou otro libro en o general vulgarísimo, se atreven a tratarlos de ignorantes,rústicos’ (Gacetas, II, 238). Más claramente, en las páginas dedicadas alcolibrí, critica la ciencia libresca elaborada en Europa, por cuanto,refiriéndose a la entrada que la Enciclopedia metódica dedicara a este ave,nos muestra:

¿De qué sirve tanto diccionario y tanto libro dirigido al fin de proporcionarinstrucción a los aplicados, si los más de los autores son unos meroscopistas, que escriben porque leyeron? [… ] sus descripciones sonsuperficiales. No se habla nada de su modo de vivir ni de propagarseque es lo que importa a las ciencias naturales, porque lo demás seconsigue con facilidad registrando los dibujos en los que se representancon exactitud. (Gacetas, II, 25)

& Ledezma, 225–50; Eileen Willingham, ‘Locating Utopia: Promise and Patria in Juan deVelasco’s Historia del reino de Quito’, en El saber de los jesuitas, ed. Millones Figueroa &Ledezma, 251–78.

76 Jorge Cañizares Esguerra, How to Write the History of the New World: Histories,Epistemologies and identities in the Eighteenth Century Atlantic World (Stanford: StanfordUniversity Press, 2001), cap. 5.

77 Hay amplia información sobre las noticias de Ciencias Naturales recogidas en estapublicación en Fiona Clark, ‘Read All About It: Science, Translation, Adaptation andConfrontation in the Gazeta de Literatura de México 1788–1795’, en Science in the Spanishand Portuguese Empire, ed. Bleichmar, 147–77. Sobre su autor, ver Patricia AcevesPastrana, Periodismo científico en el siglo XVIII: José Antonio de Alzate y Ramírez (MéxicoD.F.: Univ. Autónoma Metropolitana, 2001); y María Cristina Torales Pacheco, ‘Los jesuitasnovohispanos y la naturaleza en el siglo XVIII’, in El saber de los jesuitas, ed. MillonesFigueroa & Ledezma, 195–224.

78 José Antonio Alzate Romero, Gacetas de Literatura de México (1788–1795), reimp.(Puebla: Oficina del Hospital de san Pedro, 1831), tomo 1, 77 ss y 112 ss; tomo 2, 37 ss y 334ss; tomo 3, 96 ss.

79 Sobre la utilización de indígenas como informantes, ver Berquist, The Science ofEmpire; Junia Ferreira Furtado, ‘Tropical Empiricism: Making Medical Knowledge inColonial Brazil’, en Science and Empire in the Atlantic World, ed. James Delbourgo &Nicholas Dew (New York: Routledge, 2008), 127–51; Mauricio Nieto Olarte, Orden natural yorden social: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada (Madrid: CSIC,2007).

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Acudir a la experiencia y a la observación directa no suponía tan sólo unaliberación epistemológica, sino también una muestra de orgullo criollo.*

* Cláusula de divulgación: el autor ha declarado que no existe ningún posible conflictode intereses.

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