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CULTURAS CIENTíFICAS E INNOVADORAS. PROGRESO SOCIAL Belén Laspra y Emilio Muñoz (Coordinadores) Prólogo Federico Mayor Zaragoza Autores: Andrew Jamison Rafael Pardo Avellaneda Jon D. Miller Martin W. Bauer Carlos Vogt y Ana Paula Morales Ana Muñoz van den Eynde y José Luis Luján Montaña Cámara Hurtado y José Antonio López Cerezo Carmelo Polino Carlos Catalão Alves y Rosalía Vargas Armando Menéndez Viso y Javier Echeverría Ezponda Elena Castro Martínez y Adela García Aracil Bernardo Díaz Nosty Carolina Moreno Castro y Emilia Lopera Pareja María Rosario Sánchez Morales Culturas científicas e innovadoras.indd 3 01/11/2014 17:25:26
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Cultura científica y percepción del riesgo

Apr 24, 2023

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Page 1: Cultura científica y percepción del riesgo

Culturas CientífiCas e innovadoras. Progreso soCial

Belén laspra y emilio Muñoz (Coordinadores)

Prólogofederico Mayor Zaragoza

autores:andrew Jamison

rafael Pardo avellanedaJon d. Miller

Martin W. BauerCarlos vogt y ana Paula Morales

ana Muñoz van den eynde y José luis lujánMontaña Cámara Hurtado y José antonio lópez Cerezo

Carmelo PolinoCarlos Catalão alves y rosalía vargas

armando Menéndez viso y Javier echeverría ezpondaelena Castro Martínez y adela garcía aracil

Bernardo díaz nostyCarolina Moreno Castro y emilia lopera Pareja

María rosario sánchez Morales

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EudebaUniversidad de Buenos Aires

Primera edición: noviembre de 2014

© 2014Editorial Universitaria de Buenos AiresSociedad de Economía MixtaAv. Rivadavia 1571/73 (1033) Ciudad de Buenos AiresTel.: 4383-8025 / Fax: 4383-2202 www.eudeba.com.ar

Diseño de tapa: Pablo AlessandriniCorrección y composición general: Eudeba

Impreso en Argentina.Hecho el depósito que establece la ley 11.723

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacenamiento en un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo del editor.

Culturas científicas e innovadoras, progreso social / Andrew Jamison ... [et.al.] ; coordinado por Belén Laspra y Emilio Muñoz. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Eudeba, 2014. 312 p. ; 23x16 cm.

ISBN 978-950-23-2395-4

1. Cultura Científica. I. Jamison, Andrew II. Laspra, Belén, coord. III. Muñoz, Emilio, coord. CDD 306

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Capítulo 7

Cultura científica y percepción del riesgo

Montaña Cámara Hurtado* y José Antonio López Cerezo**

Resumen

Este trabajo se centra en la valoración de la percepción sobre riesgos y efectos positivos de la ciencia y la tecnología, prestando una atención par-ticular a un segmento poblacional, peculiar y especialmente interesante: la población “mucho-mucho” aquella que atribuye un alto potencial de impacto a la ciencia y la tecnología, y lo hace tanto en el plano de los beneficios como de los riesgos. Para ello nos hemos basado en los resultados de la Encuesta iberoamericana FECYT-RICYT-OEI de percepción social, cultura científica y participación ciudadana en ciencia y tecnología, reali-zada en siete grandes ciudades iberoamericanas durante el otoño de 2007 (FECYT-RICYT-OEI, 2009).

* Montaña Cámara Hurtado: Profesora Titular en la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid. Es la Directora del Grupo de Investigación UCM ALIMNOVA (Nuevos alimentos: aspectos científicos, tecnológicos y sociales), estando también muy invo-lucrada en estudios de percepción social de la ciencia y comunicación científica. Es profesor visitante de la Universidad de California, Davis, desde 2006 y ha recibido el Premio de Co-municación Científica Fundación Antama 2014.** José Antonio López Cerezo: Catedrático del área de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Oviedo; se formó como investigador en las universidades de Valencia y Helsinki. Su actividad investigadora se centra en los estudios sociales de la ciencia y la partici-pación pública. Es autor y editor de numerosas publicaciones científicas en la temática de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología y cultura científica, ha sido investigador principal de varios proyectos de carácter nacional, así como de diversos programas de divulgación y comunicación de la ciencia y la tecnología.

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1. introducción

No es ninguna sorpresa reconocer que el avance científico-tecnológico tiene una extraordinaria influencia sobre el mundo social. Condiciona todos los aspectos de nuestra vida: cómo trabajamos, qué comemos, cómo nos co-municamos y cómo aprendemos. De este cambio emanan claros beneficios sociales, pero también surgen inconvenientes.

El ser humano tiene la capacidad de imaginar su futuro y se preocupa por aquellos aspectos que no puede controlar. Tememos lo que nos puede suceder mañana, especialmente las amenazas no identificadas, que por desconocidas son imprevisibles y, por tanto, despiertan temor. La motivación principal para formular la noción del riesgo es evidente: el deseo de supervivencia y de aumentar la calidad de vida frente a los cambios constantes y un medio am-biente incierto. Los ciudadanos y, en su nombre los políticos elegidos, deben tomar decisiones que requieren una cuidadosa evaluación de los beneficios y riesgos que suponen las oportunidades tecnológicas.

A veces estas decisiones se realizan bajo una gran incertidumbre y sin suficiente conocimiento científico. Como ha señalado Ulrich Beck (2008), vivimos en una sociedad del riesgo que nos expone a una gran cantidad de peligros que nosotros mismos hemos producido y que coloca al individuo ante una constante toma de decisiones que, en cada ámbito de la vida, pone de manifiesto la ciencia y provee la moderna tecnología. El riesgo es una parte integral del nuevo mundo científico-tecnológico. Sin embargo, como otros elementos centrales de la ciencia en sociedad, tiene un papel muy secundario en nuestra comprensión y medición de la cultura científica.

Las encuestas tradicionales sobre ciencia y tecnología habitualmente se centran en percepción y actitudes. No siempre integran contenidos críticos, relativos particularmente a la apreciación de riesgos o efectos negativos del cambio científico-tecnológico, o no les dan un peso adecuado en las preguntas y escalas de los cuestionarios. Tampoco suele dársele el peso merecido a los contenidos metacientíficos, concernientes por ejemplo a los condicionantes políticos o económicos de la investigación, cuando este tipo de elementos está presente. De hecho, cuando se tienen en cuenta aspectos cognitivos, estos suelen reducirse a contenidos de la ciencia escolar, como si el centro de la Tierra está o no muy caliente. Sin embargo, tanto los efectos negativos y riesgos, como la influencia de la regulación política y los dilemas éticos en la vanguardia de la investigación, son parte de lo que conocemos como ciencia

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y, en consecuencia, deberían, en nuestra opinión, tener un protagonismo adecuado en lo que entendemos por cultura científica.

En esta contribución, nos centraremos en la primera de esas dimensiones, la relativa a la valoración de riesgos y efectos negativos, y lo haremos prestan-do particular atención a un segmento poblacional peculiar y especialmente interesante por lo que muestra sobre el significado de ser científicamente culto: la población “mucho-mucho”, es decir, la población que atribuye un alto potencial de impacto a la ciencia y la tecnología, y lo hace tanto en el plano de los beneficios como de los perjuicios.

2. estudio demoscópico

Para empezar, podemos valorar el potencial que los ciudadanos atribuyen a la ciencia y la tecnología mediante el estudio de su percepción sobre riesgos y beneficios al respecto. En este sentido, los instrumentos de referencia inter-nacional son las encuestas de la NSF norteamericana y los eurobarómetros de la UE (Miller et al., 1998; ej. NSF, 2014; ej. Comisión Europea, 2005, 2010). Estas encuestas, no obstante, sufren en general las limitaciones señaladas más arriba respecto a los contenidos críticos y metacientíficos.

De mayor interés para nosotros son los instrumentos desarrollados recien-temente bajo la influencia de las nuevas concepciones de la cultura científica que se han propuesto en la investigación de vanguardia sobre comprensión pública de la ciencia. Un ejemplo de este tipo de nuevo instrumento, sensible a una consideración más amplia de la noción de cultura científica, se halla en la encuesta iberoamericana FECYT-RICYT-OEI de percepción social, cultura científica y participación ciudadana en ciencia y tecnología, realizada en siete grandes ciudades iberoamericanas durante el otoño de 2007 (FE-CYT-RICYT-OEI, 2009). En ella, entre otras variables, se pretendía medir la relevancia atribuida a la ciencia y la tecnología como motor de cambio social. Se utilizaban para ello dos preguntas individuales (P.14 y P.15) sobre, respectivamente, percepción de riesgos y beneficios.1 La motivación para el

1. El enunciado de las preguntas es como sigue: P.14 En general, ¿usted cree que en los próximos veinte años el desarrollo de la ciencia y la tecnología traerá consigo muchos riesgos, bastantes, pocos o ningún riesgo para nuestro mundo?; y P.15 ¿Y usted cree que en los próxi-mos veinte años el desarrollo de la ciencia y la tecnología traerá muchos beneficios, bastantes, pocos o ningún beneficio para nuestro mundo?

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desdoblamiento del tema en dos preguntas, dado que suele presentarse como una cuestión única que reúne ambos atributos (como en las encuestas bienales españolas FECYT), era la sospecha, señalada por ejemplo por Jon Miller (2004: 285), de que ambos atributos no forman parte de un mismo continuo.2

Los resultados de dicha encuesta, con una significativa población mucho-mucho (percepción tanto de muchos o bastantes riesgos como de muchos o bastantes beneficios), han confirmado este punto, poniendo además de manifiesto la ambivalencia y la complejidad de la percepción social de los efectos de la ciencia y la tecnología (véase Tabla 1). Pero antes de profundizar en este tema, es conveniente revisar con algo más de detalle los resultados demoscópicos (Cámara y López Cerezo, 2012).

Tabla 1: Percepción de riesgos y beneficios en la población iberoamericana de grandes urbes (FECYT-RICYT-OEI, 2009)

Opinión sobre riesgos Opinión sobre beneficios

Muchos riesgos

Bastantes riesgos

Pocos riesgos

Ningún riesgo

Muchos beneficios

Bastantes beneficios

Pocos beneficios

Ningún beneficio

Bogotá 46.6% 28.6% 17.4% 7.4% 64.0% 21.6% 11.5% 2.9%

BuenosAires 30.9% 35.5% 26.1% 7.5% 46.8% 38.9% 12.7% 1.6%

Caracas 18.0% 21.0% 38.1% 22.9% 46.1% 36.4% 14.8% 2.7%

Madrid 17.1% 42.2% 32.2% 8.5% 36.2% 47.7% 13.7% 2.4%

Panamá 23.8% 24.8% 46.7% 4.7% 40.3% 40.0% 18.4% 1.3%

Santiago 34.3% 34.4% 24.4% 6.9% 37.7% 38.7% 21.5% 2.1%

San Pablo 31.3% 37.2% 21.6% 9.9% 32.0% 41.2% 19.3% 7.5%

Tomando esta encuesta FECYT-RICYT-OEI como referente para examinar el perfil actitudinal de las distintas poblaciones estudiadas, pode-mos decir que, en relación a la “percepción de beneficios”, los ciudadanos

2. Las reservas de este autor se remontan al menos hasta 1998 con el libro colectivo de J. Miller, R. Pardo y F. Niwa. En esta obra, los resultados agregados del estudio, para EEUU y Canadá, muestran una correlación negativa moderadamente fuerte (entre la percepción de beneficios y la expresión de reservas sobre impactos de la ciencia y la tecnología) de –0,6; y, para Europa, una correlación negativa más débil de –0,11.

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iberoamericanos son en general bastante optimistas (80,7%) ya que un 43,4% de la población total considera que serán muchos los beneficios (especialmente los habitantes de Bogotá) y un 37,7% que serán bastantes (mayoritariamente la población de Madrid). Por otra parte, únicamente un 16% considera que serán pocos los beneficios futuros de la aplicación de la ciencia y la tecnología (representando especialmente la población de San Pablo), y un escaso 2,9% considera que no aportará ningún beneficio.

Respecto a la “percepción de riesgos” futuros derivados de la ciencia y la tecnología, la población encuestada muestra en un 61% una opinión pesimista: un 29% del total considera que serán muchos los riesgos (nuevamente los ha-bitantes de Bogotá e incluyendo también ahora los de Santiago) y un 31,9% que serán bastantes (de igual manera volvemos a encontrar a los encuestados de Madrid y San Pablo). Sin embargo, un significativo 29,6% considera que serán pocos los riesgos y únicamente un 9,5% considera que no supondrán ningún riesgo.

Hay que destacar que tanto en grandes urbes como Bogotá, Buenos Aires o Madrid se reconoce que la aplicación de la ciencia y la tecnología supondrá “muchos beneficios”, al mismo tiempo también se admite que su aplicación puede conllevar “muchos riesgos”.3

Hemos considerado de interés la segmentación de la población en atención a su nivel de alfabetización4 agrupado en 4 estratos: nula (sin escolaridad), básica (primaria y secundaria incompletas o completas), media (terciaria incompleta o completa) y superior (universitaria). Presuponemos, siguiendo análisis demoscó-picos habituales (ej. Fundación BBVA, 2012), una alta y significativa asociación entre nivel de escolarización y nivel de conocimiento científico.5

Sobre esta base, podemos constatar que la percepción positiva está aún

3. Agrupamos a partir de este punto las alternativas de respuesta “muchos riesgos” y “bastantes riesgos” bajo la etiqueta simple “muchos riesgos”, procediendo análogamente para el caso de los beneficios.4. En el sistema educativo español se distinguen cuatro grandes ciclos: educación infantil (cursada de los 0 a los 6 años), educación primaria (abarca seis cursos de educación primaria obligatoria y cuatro de educación secundaria obligatoria o ESO, se realiza entre los 6 y los 16 años), educación secundaria posobligatoria (puede optarse por el Bachillerato o una formación profesional de grado medio, se cursa entre los 16 y los 18 años), y educación superior que comprende las enseñanzas universitarias (grados de cuatro años salvo excepciones) y la formación profesional de grado superior (N. C.).5. Ni la encuesta FECYT-RICYT-OEI de 2009 ni las encuestas españolas bienales FECYT (con la excepción de 2006) incluían preguntas para medir la percepción subjetiva del nivel de conocimiento científico o el conocimiento objetivo a través de preguntas tipo test.

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más acentuada en aquellos individuos con escolaridad superior y que baja gradualmente de intensidad según desciende el nivel de escolaridad (véase Gráfica 1a). De forma contraria, la Gráfica 1b muestra el bajo efecto del nivel de escolaridad sobre la intensidad en la percepción de los riesgos.

Gráfica 1a: Percepción de beneficios según nivel de escolaridad (valores agregados) en la población iberoamericana de grandes urbes (FECYT-RICYT-OEI, 2009)

Gráfica 1b: Percepción de riesgo según nivel de escolaridad (valores agregados) en la población iberoamericana de grandes urbes (FECYT-RICYT-OEI, 2009)

Podemos ahora ensayar una breve reflexión acerca del porqué de estos comportamientos y, entre los elementos a considerar, parece destacar el de la confianza. La Gráfica 1b parece poner de manifiesto diferentes modalidades de la cautela o desconfianza ante el cambio científico-tecnológico y la atribu-ción al mismo de beneficios o perjuicios. Del mismo modo que hay distintas bases para la atribución de confianza, como la autoridad, las credenciales o

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la experiencia personal,6 hay distintas bases para la generación de reservas o desconfianza, como son la extrañeza o desconocimiento, por un lado, y la fa-miliaridad o conocimiento, por otro. Se trata de distintas clases de percepción de las amenazas, o de fundamentación de una actitud cauta ante el avance de la ciencia y la tecnología, en un caso con origen en el temor a lo desconocido y, en el otro, con origen en el consumo de información científica o metacientífica.7 Estaríamos entonces ante diferentes motivaciones para la percepción de riesgos, y quizá también de beneficios, en distintos segmentos poblacionales con dife-rentes niveles educativos. Así, en el caso de la población con baja escolaridad su base para la atribución de muchos riesgos podría ser el desconocimiento o el temor al cambio, y en el caso de la población con alta escolaridad podría ser su familiaridad con la ciencia e interés por la misma.8 Y algo análogo podría ocurrir con la percepción de beneficios o de falta de beneficios.9 Se trata, en cualquier caso, de una especulación sobre las variedades de la desconfianza que plantea una hipótesis plausible que debería ser puesta a prueba.10

Si consideramos de forma combinada la “percepción de riesgos y be-neficios”, del total de la población encuestada, el 46% corresponde al grupo

6. Véase Poortinga y Pidgeon (2003) sobre el análisis de componentes de la confianza en la lite-ratura especializada. Para analizar el efecto modulador de la confianza, véase un estudio demos-cópico realizado en la Universidad Complutense de Madrid sobre la percepción de la seguridad de la biotecnología alimentaria en el ámbito universitario (Burgos y Cámara Hurtado, 2012).7. En nuestra opinión se debe evitar el fácil recurso a las etiquetas del enfoque técnico del riesgo, como racional vs. irracional, u objetivo vs. subjetivo, dada la complejidad de los proce-sos de conformación del imaginario social y la necesidad de evitar especulaciones valorativas.8. C. Torres (2005: 29) también atribuye a distintos motivos el desinterés por la ciencia expre-sado en Portugal e Irlanda, frente al manifestado en Alemania y Dinamarca (atraso/descono-cimiento vs. cercanía/familiaridad).9. Véase Gaskell et al. (2004) respecto de la diferencia entre la percepción de riesgos y la per-cepción de ausencia de beneficios en el rechazo de los alimentos transgénicos.10. Frewer y Miles (2003) hacen una revisión de la literatura sobre la definición de “confianza” y su caracterización y llevan a cabo un estudio para evaluar la confianza (o desconfianza) del público en las fuentes de información, llegando a la conclusión de que es necesaria más in-vestigación acerca de cómo los diferentes componentes de la confianza influyen en la percep-ción y en la reacción hacia la fuente de información en la práctica para cada riesgo concreto. Evaluando la confianza desde el punto de vista de la actitud de los consumidores, Lobb et al. (2007) sugieren un modelo estadístico para explicar y predecir cómo las intenciones de compra de los consumidores se ven influidas por diferentes niveles de percepción del riesgo y confianza en la información sobre seguridad alimentaria. Según este estudio, la educación es uno de los factores claves a la hora de desarrollar una estrategia de comunicación efectiva tras un escándalo alimentario, provocando un efecto positivo sobre la confianza en la información proporcionada por las autoridades públicas.

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“muchos riesgos-muchos beneficios” (destacando especialmente las ciudades de Bogotá y Buenos Aires) y el 35% al de “pocos riesgos-muchos beneficios” (destacando en este caso y con valores aun inferiores la población de Caracas), mientras que únicamente un 4,3% considera “pocos riesgos-pocos beneficios” (cifras algo superiores en Caracas y Panamá), como se puede observar en la Tabla 2. La población pesimista incluiría a aquellos que consideran que la aplicación de la ciencia y la tecnología conlleva muchos riesgos y pocos benefi-cios, el 14,6% del total, cifra superada en las ciudades de Santiago y San Pablo.

Tabla 2: Posicionamiento en la valoración de riesgos-beneficios asociados a la ciencia y la tecnología (FECYT-RICYT-OEI, 2009)

Muchos riesgos y pocos

beneficios%

Pocos riesgos y pocos

beneficios%

Muchos riesgos y muchos beneficios

%

Pocos riesgos y muchos beneficios

%Bogotá 12,3 2,1 62,7 23,0Buenos Aires 13,2 1,5 52,9 32,3Caracas 10,6 6,7 28,3 54,4Madrid 13,1 3,5 45,5 38,0Panamá 12,1 7,5 36,4 44,0Santiago 20,2 3,4 48,0 28,3San Pablo 20,6 5,3 48,0 26,1

Si consideramos el total de la población y su distribución según el nivel de estudios (proxy del nivel de conocimiento científico), vemos que existe una clara influencia de la educación recibida sobre las variables consideradas, estando el grueso de la población “mucho-mucho” (R+B+) constituida por aquellos individuos con escolaridad superior (Gráfica 2).

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Gráfica 2: Representación combinada de la percepción de riesgos y beneficios en función del nivel de escolaridad (FECYT-RICYT-OEI, 2009)

Con estos datos podemos construir un perfil de posicionamiento positivo considerando como extremo positivo aquellos que no perciben riesgos y sí muchos beneficios (R-B+), y como extremo negativo aquellos que no perciben beneficios y sí muchos riesgos (R+B-). Si además excluimos a la población indiferente (R-B-) nos encontramos con la siguiente gráfica (véase Gráfica 3) a modo de V invertida en el caso de casi todas las poblaciones estudiadas con la clara excepción optimista de los encuestados de Caracas y Panamá.

Gráfica 3: Perfil de posicionamiento en la percepción de riesgos y beneficios por ciudades (FECYT-RICYT-OEI, 2009)

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Seleccionando ahora las poblaciones que consideran que la aplicación de la ciencia y la tecnología implica grandes beneficios, tanto los más optimistas (muchos beneficios y ningún riesgo) como los más críticos (muchos beneficios pero también muchos riesgos), vemos (véase Gráfica 4) que el porcentaje de población moderadamente crítica (procientíficos moderados según FECYT, 2005)11 aumenta significativamente y de un modo más intenso en función de la variable escolaridad. La actitud de los procientíficos moderados, más que crítica, podría calificarse de realista: tienen bastantes elementos valorativos y parecen sopesar más que otros los pros y contras del desarrollo científico-tecnológico (FECYT, 2005: 123).

Gráfica 4: Perfil de posicionamiento en la percepción de riesgos y beneficios en función del nivel de escolaridad (FECYT-RICYT-OEI, 2009)

Nuestra hipótesis es que la población con una asimilación significativa de la cultura científica, es decir, aquellos individuos que se interesan por la

11. Utilizamos ahora los perfiles del análisis clúster de la encuesta FECYT 2002 desarrollado por TNS Demoscopia, utilizados en sucesivas encuestas bienales FECYT y realizados básica-mente sobre las variables del interés, nivel de información, apoyo a la financiación de la ciencia y balance riesgos/beneficios: desinformados, críticos (“críticos desinformados” en el etiqueta-do original), procientíficos moderados (“procientíficos medidos” en el original), procientíficos entusiastas. Véase FECYT (2003, 2005).

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ciencia, que consumen regularmente contenidos científicos, y en los que dicho consumo tiene un efecto sobre sus creencias y comportamientos (medido a través de preguntas específicas relativas a inclinación al cambio de opinión o de hábitos) (López Cerezo y Cámara Hurtado, 2007), constituyen carac-terísticamente una población mucho-mucho. Es la población detectada, en la encuesta iberoamericana, por el extremo superior de la curva azul en la Gráfica 2.

Este posicionamiento, aun en individuos con escolaridad superior, es independiente de la percepción del valor de la educación científica y técnica recibida en la escuela excepto para aquellos encuestados que la calificaron como “muy mala” y que se diferencian en cuanto a la media (residuos mayores de 2) en mayor porcentaje de “muchos riesgos-pocos beneficios” y un menor valor en “pocos riesgos-muchos beneficios”, es decir una visión más pesimista (véase Gráfica 5).

Gráfica 5: Representación combinada de la percepción de riesgos y beneficios en función del nivel percibido de educación científica recibida en la escuela

(FECYT-RICYT-OEI, 2009)

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Examinando ahora la posible influencia de la edad de los encuestados iberoamericanos podemos decir que la población “mucho-mucho” son en su mayoría adultos entre 25 y 45 años; aquellos que ven muchos beneficios y pocos riesgos son jóvenes de 16 a 35; los que aprecian muchos riesgos y pocos beneficios son adultos mayores de 55 años; y los más pesimistas o indiferentes que no ven ni riesgos ni beneficios son nuevamente jóvenes. Al parecer, la percepción de riesgos en ciencia y tecnología sigue más bien, en el caso de la edad, un patrón invertido con respecto a la percepción general de riesgos, donde cuanto más joven es el sujeto más riesgos tiende a percibir.12

Debemos ser cuidadosos con el tema de la edad. La cohorte de edad es una variable estrechamente asociada a la del nivel de conocimiento científico de los individuos, así como, al parecer, a la inclinación a percibir más o me-nos riesgos relacionados con la ciencia y la tecnología (cuantos más jóvenes y mejor educados menos riesgos se tiende a percibir con relación a la ciencia y la tecnología). De acuerdo con el Estudio Internacional de la Fundación BBVA (2012), el nivel educativo y la edad son las variables principales para dar cuenta del nivel de “comprensión científica” de un país (cuanto mayor nivel educativo o menor edad, mayor comprensión científica). Son además las dos variables que se destacan para explicar diferencias significativas en la medida agregada “cercanía a la ciencia” (construida básicamente a partir del nivel de seguimiento de la información científica, la realización de actividades de obtención de información al respecto y el vínculo con la carrera científica).13

12. De acuerdo con el estudio clásico de Savage (1993), los jóvenes, junto a las mujeres y las personas con bajo nivel educativo, perciben de un modo más intenso las amenazas comunes. Tal dependencia de la edad en la percepción de riesgos tiene como lógica excepción los riesgos asociados a enfermedades de la vejez, más temidos por la gente mayor. Debemos no obstante diferenciar entre la percepción del riesgo y la aceptabilidad del riesgo, pues no es infrecuente en jóvenes encontrar una inclinación hacia formas de conducta que son reconocidas y volun-tariamente asumidas como conductas peligrosas. También en este caso, obviamente, la percep-ción del riesgo constituye una dimensión diferenciada de la percepción de beneficios (Benthin et al., 1995). La percepción de un riesgo intenso no implica necesariamente ni aversión al riesgo (Aven, 2013) ni tan siquiera preocupación (Sjöberg, 1998). Es un fenómeno que también en-contramos en la población más adulta aficionada a los llamados “deportes extremos”.13. La variable demográfica edad, en este estudio, tiene una menor incidencia sobre “cercanía con la ciencia” en los datos para la población española que en la europea o norteamericana. A su vez, en su estudio sobre la población española en los eurobarómetros, Bauer y Howard (2013) destacan también la cohorte de edad (generación) y el nivel de conocimiento científico como variables principales para explicar el interés y la apreciación de beneficios en el cambio científico. Tampoco en este caso se dispone de datos independientes con respecto a la apre-ciación subjetiva de riesgos.

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No obstante es implausible atribuir a la edad la principal responsabilidad en la inclinación a percibir más o menos riesgos en materia de ciencia y tecno-logía, dada (i) su fuerte asociación con el nivel educativo; (ii) los resultados que muestran el nivel educativo (frente a las variables demográficas edad o género) como principal origen del nivel de conocimiento científico (Fundación BBVA, 2012); (iii) la presumible asociación entre el nivel de conocimiento y la familiaridad con la ciencia (análoga a “cercanía”); y, por último, (iv) la importante influencia moduladora que ejerce la variable familiaridad en la percepción del riesgo tecnológico, en el sentido de disminuir la apreciación de la intensidad del riesgo y aumentar el nivel de tolerancia al mismo (Fischoff et al., 1978). A este respecto, el nivel educativo de los individuos, frente a variables demográficas como género, edad o raza, parece comportarse como la variable principal para explicar el nivel del riesgo percibido (Slovic, 1997).14

Un elemento interesante para matizar los resultados anteriores lo aporta Cristóbal Torres (2005: 18-22). Este autor analiza la evolución de las actitudes favorables y las reservas de la opinión pública española entre 1982 y 2004, combinando las encuestas FECYT con las encuestas del Centro de Investi-gación Sociológicas (CIS) en España. Dicha evolución refleja una tendencia al descenso en las actitudes positivas, con caídas de alrededor de 15 puntos en términos generales, y con dientes de sierra que coinciden con conocidas crisis mediáticas como Chernóbil o las vacas locas. De acuerdo con este autor, estos datos desmienten que la gran mayoría de la población española tiene una actitud positiva ante la ciencia y la tecnología (FECYT, 2011), y ponen de manifiesto el aumento de la ambivalencia en la representación social de la ciencia en las sociedades avanzadas. Sobre esta base, y tomando en con-sideración resultados de los eurobarómetros, concluye, “no existe una base empírica significativa que permita afirmar que a mayor alfabetización, mayor valoración de la tecnociencia” (2005: 33). Este autor utiliza no obstante la pregunta habitual sobre el balance de aspectos positivos y negativos, y sigue asumiendo una única dimensión (2005: 36), aunque reconoce que hay que abandonar un modelo lineal general para vincular educación-actitudes debido a los datos europeos (2005: 35).

14. Estudios específicos sobre percepción del riesgo señalan a su vez el mayor peso de la va-riable “educación”, respecto a la variable “edad”, en la explicación de la percepción de riesgos asociados por ejemplo a alimentación (Kuttschreuter, 2006), así como la correlación significa-tiva entre percepción del riesgo y la conducta de búsqueda de información.

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3. discusión final

Podemos concluir que la atribución de riesgos y beneficios no es repre-sentable en una misma escala, pues la distribución porcentual de respuestas en esas preguntas muestra que hay un alto porcentaje de individuos que responden del mismo modo en ambas preguntas, atribuyendo por ejemplo tanto muchos/bastantes riesgos como muchos/bastantes beneficios. Ese dato no implica inconsistencia sino más bien, en nuestra opinión, parece poner de manifiesto la percepción no ingenua de los ciudadanos respecto a la com-plejidad del desarrollo científico-tecnológico en el mundo contemporáneo (Binder et al., 2012).

No podemos por tanto asociar simplemente una alta percepción de beneficios con un elevado nivel de cultura científica. Muchos individuos con alto nivel de cultura científica, expresado por ejemplo en un alto grado de interés y consumo, tienen a la vez una cierta percepción negativa de la ciencia-tecnología, o cuanto menos una cierta prevención o nivel de preocupación. Se trata de individuos que también suelen atribuir un alto nivel de beneficios a la ciencia y la tecnología y, por tanto, con una alta valoración del impacto social del cambio científico-tecnológico.15

En nuestra encuesta de referencia, la población que podríamos consi-derar “procientífica moderada”, es decir, aquellos que ven muchos riesgos pero también muchos beneficios, son adultos (25-45 años) con nivel de escolaridad superior y habitantes de grandes ciudades como Bogotá o Buenos Aires. Son individuos optimistas, pero reflexivos, ya que reconocen que los posibles beneficios de la ciencia y la tecnología no están exentos de riesgos asociados.

Las poblaciones que nos interesa especialmente comparar son la “muchos riesgos-muchos beneficios” (R+B+) y la “pocos riesgos-muchos beneficios” (R-B+) (azul y verde de la Gráfica 2) sobre la base de la variable de escolaridad. ¿Por qué aumenta tanto el porcentaje crítico azul con el incremento de la escolaridad, al menos frente al aumento más ligero de la población entusiasta verde? En nuestra opinión, sobre la base de los resultados anteriores, se puede explicar ese fuerte incremento en términos del aumento del perfil procientífico

15. Como muestra la literatura sobre psicología social y percepción del riesgo, los individuos pueden mantener al mismo tiempo una fuerte actitud positiva y una fuerte actitud negativa respecto al mismo tópico (ej. Seidl et al., 2013).

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moderado a medida que aumenta el nivel de escolarización (proxy del nivel de conocimiento científico), una población más familiarizada con la ciencia y que le atribuye un gran impacto social.16

El efecto modulador del nivel de escolaridad respecto al balance entre la percepción de riesgos y la percepción de beneficios es lo que muestra nuestra V invertida en la Gráfica 4, construida para los dos atributos desagregados. Esta Gráfica refleja el posicionamiento actitudinal positivo de la población en relación con su nivel de escolarización, estableciendo como extremo negativo R+B- (muchos riesgos, ningún beneficio) y como extremo positivo R-B+ (ningún riesgo, muchos beneficios). El pico intermedio, como podemos ver, se va intensificando a medida que aumenta el nivel educativo, alcanzando su máximo precisamente con la población mucho-mucho (R+B+).

En la línea del Estudio Internacional de la Fundación BBVA (2012),17 una población sensibilizada y familiarizada con la ciencia y la tecnología mejora la toma de decisiones individuales (como pacientes, como consumidores, en el trabajo, en la vida diaria) y, en un plano público, constituye una población más abierta a la innovación y al aprovechamiento de las oportunidades de los procesos de cambio globales. Pero además, según nuestro estudio, la población mucho-mucho constituye una población (moderadamente) crítica consciente de la complejidad de los efectos de la ciencia y la tecnología sobre la salud o el medio ambiente, así como de las severas incertidumbres y limitaciones en el conocimiento científico-tecnológico de vanguardia.18

Se trata de una población de gran interés, con fuerte protagonismo en los procesos de apropiación social de la ciencia, en experiencias de participa-ción ciudadana y lo que podríamos llamar la “maduración científica” de una sociedad (Cámara Hurtado y López Cerezo, 2012). Es una población que, siguiendo la pauta de los análisis clúster FECYT, ha sido denominada alter-nativamente como “procientíficos moderados” o, siguiendo otras acepciones

16. De hecho, la literatura psicométrica sobre percepción del riesgo destaca una fuerte asocia-ción negativa entre nivel educativo y percepción del riesgo tecnológico, lo cual parece contri-buir a intensificar la tendencia destacada más arriba (Slovic, 1997: 399-402).17. Véase asimismo el estudio de Bauer y Howard (2013).18. Sjöberg (2001) hace uso de dos estudios empíricos para reducir la importancia de la (falta de) confianza en la explicación de la percepción de riesgo frente a amenazas tecnológicas como la energía nuclear o los alimentos transgénicos, destacando en su lugar, como principal factor explicativo, la conciencia pública acerca de las incertidumbres científicas y los efectos desconocidos de los modernos sistemas tecnológicos.

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más amplias, como “ambivalentes” (Torres, 2005; Seidl et al., 2013).19 A la luz de las conclusiones anteriores, parecen expresiones muy pobres para captar las sutilezas de individuos que viven la ciencia con una actitud inteligente, con una asimilación significativa de la cultura científica que les lleva a mantener una cautela saludable respecto a las constantes novedades del desarrollo tec-nológico. Quizá estemos utilizando categorías demasiado gruesas para captar adecuadamente las ambigüedades y la complejidad que expresan variables, que, como en el caso de los atributos riesgo-beneficio, también deberían refinarse a la luz de los resultados anteriores.

Se señala frecuentemente en la literatura sobre riesgo y comprensión pública de la ciencia que la confianza, incluida la confianza en la gestión del riesgo, es un activo capital para el buen funcionamiento de una sociedad (ej. Slovic, 1993). La confianza es ciertamente un elemento central del capital social en la sociedad contemporánea, pero quizá tiende a sobrevalorarse en menoscabo de la rendición de cuentas. En un mundo en continua y acelerada transformación por efecto de la ciencia y la tecnología, con una diversidad de actores pugnando por recursos limitados en la arena pública, una cierta dosis de escepticismo y de cautela es indicador de una actitud madura que contribuye a optimizar ese funcionamiento (Poortinga y Pidgeon, 2003).

La población mucho-mucho constituye, desde nuestro punto de vista, una manifestación estadística del valor de una actitud crítica en la “modernización” de las relaciones ciencia-sociedad. Del mismo modo que la crítica literaria o cinematográfica prestan un buen servicio a la novela o al cine, la actitud crítica ante la ciencia (en el sentido de conciencia crítica, no de rechazo anticientí-fico) puede contribuir a la aproximación ciencia-sociedad, a la buena salud de las políticas públicas en la materia y a fortalecer una ciencia al servicio de la sociedad. La población mucho-mucho, en resumen, pone de manifiesto la necesidad de promover una crítica culta e inteligente en la enseñanza y la comunicación de la ciencia.

19. Seidl et al. (2013) argumentan y ejemplifican la necesidad de estudiar independientemen-te la percepción de riesgos y de beneficios señalando el interés académico y político de las poblaciones ambivalente e indiferente en las controversias sociales relacionadas con la ciencia y la tecnología.

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agradecimientos

El proyecto de investigación “Políticas de la Cultura Científica” (MI-CINN-12-FFI2011-24582), del Ministerio de Economía y Competiti-vidad de España, hizo posible la elaboración de este estudio. Los autores agradecen al Dr. Pedro Cuesta Álvaro, del Departamento de Apoyo a Investigación, Servicios Informáticos UCM, por su colaboración en los estudios estadísticos.

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