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CuentosyMitos

Jul 10, 2015

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© Cuentos y Mitos de Nicaragua© Mauricio Valdez Rivas

Diseño, ilustraciones y portada:Mauricio Valdez Rivas

[email protected], Nicaragua - 2010

EditorialAMERRISQUE

Impreso por:

Impresiones y Troqueles S. A. (ITSA)

Managua, Nicaragua, C. A.

[email protected]

2266 1728 - 2268 2382

N

863C965 Cuentos y mitos de Nicaragua/ compilador Mauricio Valdez Rivas.—1a ed.— Managua : Itsa (Amerrisque),2010

116 p. il., col

ISBN : 978-99924-71-54-8

1. CUENTOS NICARAGUENSES2. LEYENDAS NICARAGUENSES

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DEDICATORIA 

Este libro va dedicado muy especialmente a mi abuelaOfelia Rivas Alvarado que nos contó sus cuentos.

El autor 

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     C

     O

     N

     T

     E     N

     I     D

     O

Los Cuentos de mi AbueLA / Cuentos de ChinAndegA

El Cadejo ....................................................................................... 5La Carretanagua ............................................................................ 8La Cegua ....................................................................................... 11El Gritón ......................................................................................... 16

Los Duendes del Chonco .............................................................. 17El Mosmo ....................................................................................... 23La Mona (Mico brujo) ..................................................................... 25Espíritus Burlones.......................................................................... 28Procesión de las Ánimas ............................................................... 31origen y desCripCiones de Los mitos ................................... 38La Historia del Viejo ....................................................................... 45

Cuentos de r ivAsChico Largo del Charco Verde ...................................................... 48“El Encanto” de Charco Verde....................................................... 50La Llorona ..................................................................................... 55Los Siete Negritos ......................................................................... 58La Novia de Tola ........................................................................... 71

Cuentos de grAnAdA

El Barco Negro .............................................................................. 74Cuento de mAsAyA

Medardo Ñurinda “El Jugado” ....................................................... 76

Cuentos de ChontALes

El Lagarto de Oro .......................................................................... 78Los Duendes de la Piedra de Cuapa ............................................ 81

Cuentos

 de

León

El Coronel Arrechavala.................................................................. 83

El Padre Sin Cabeza ..................................................................... 86

Cuentos deL norte

La Mocuana .................................................................................. 88La Ciguacoatl ................................................................................ 90

puro Cuento / Mauricio Valdez Rivas

Cuentos de Caminos ..................................................................... 91El Pez Gordo ................................................................................. 96El Duende Zeta ............................................................................. 101El Cazador de Ceguas y los Tres Tesoros .................................... 104

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INTRODUCCIÓN

Yo creo que los cuentos y leyendas son parte insepara-ble de los seres humanos y que siempre llevamos más dealgún cuento o leyenda en nuestros corazones.

A los que nos ha tocado escuchar “relatos” de nuestrosabuelos, y digo relatos porque así dice mi abuela que sonlos suyos y no cuentos, hemos sido dueños, sin saberlo,de uno de los tesoros más preciados que Dios nos ha per-mitido tener. Estoy seguro que los abuelos han sido lospromotores de todas las leyendas y mitos que conocemos,y de seguro que sin ellos las leyendas no existirían.

Me siento dichoso por tener una abuela que me contósus “relatos” y lo hizo con tanta naturalidad e imagina-ción fantasmagórica, que logró cautivarme.

Todo comenzó una noche cuando reunidos algunosmiembros de la familia y aprovechando la luz de un can-dil, pues estábamos a oscuras debido a los frecuentes apa-gones de energía, le preguntamos si ella fue testigo en sutiempo de juventud, de algún suceso fuera de lo común;de que si ella vio algún espanto. Y es que queríamos es-cuchar cuentos de terror, ya que el momento nos parecía

propicio, y ella comenzó a contar unos cuentos donde losprotagonistas principales eran sus abuelos, es decir mistatarabuelos, en tiempos en que no era raro encontrarsecon espantos, algunos muy conocidos por la imaginaciónpopular.

Luego se me ocurrió escribirlos e ilustrarlos; así sur-

gió la idea de este librito que también lleva cuentos y le-yendas ya conocidas de otros autores, e incluí también,algunos cuentos míos que escribí a mediados de 2008.

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En Centroamérica y México, se conocen muchas le-yendas y mitos que son comunes, pero cada región lasadopta con sus propias versiones. Lo bonito de las leyen-das es que nos podemos introducir en ellas, y muchas ve-ces sin querer y otras queriendo, las moldeamos a nuestroantojo; como es el caso del cuento: El cazador de Ceguas ylos tres tesoros que usted lo puede leer al final.

 El Pez Gordo, es un cuento cuya inspiración llegó decuando chavalo tuve la dicha de conocer la vida del cam-po, vivíamos cerca de la ciudad de Juigalpa, Chontales.Salíamos a pescar mis hermanos y unos amigos pasandopor senderos entre pastizales y alambrados, antes de laquebrada estaba una pequeña casa abandonada que se leveían las tablas desencajadas, pasábamos en carrera por-que decíamos que estaba embrujada.

Recorríamos gran parte de la quebrada buscando po-

sas donde pudieran estar los más grandes guapotes, si laposa era grande cada quién ocupaba su lugar, pero eso sí,todos callados. No faltaba quien se metía al agua para des-pegar su anzuelo de una roca; “este es un cangrejo” decíamientras metía su brazo y la mitad de su cara al agua. Pes-cábamos hasta cuando el Sol se ponía, y de nuevo pasába-

mos corriendo por la casa embrujada ya con más miedo.Caminábamos deprisa escuchando a los coyotes, pero nossentíamos seguros porque uno de nosotros llevaba un pe-queño machete de punta quebrada, para defendernos decualquier cosa que nos saliera, inclusive de algún espanto.

Con respecto al cuento de El Duende Zeta: Hay perso-

nas que creen que los duendes existen, como es el caso deun doctor que conozco en la ciudad de Rivas, quien merelató su increíble historia con éstos pequeños seres; me

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contó que cuando él era chavalo veía a los duendes y tuvoamistad con uno de ellos, sólo él los veía: «Eran amis-tosos...» —Así comenzó su relato— «con el que yo tuvemás acercamiento y que nos volvimos amigos era con unopequeñito, como por la rodillas me llegaba y se enojabafácilmente; pero estaba siempre dispuesto a ayudarmeen lo que sea, como cuando mi mamá me puso a recogermangos, nosotros vendíamos las baldadas de mangos, meayudaba a recogerlos y después se echaba a tuto el granbalde, tenía una fuerza como de un hombre adulto, pero

cuando sabía que alguien iba a verlo, dejaba caer el balde,entonces mi mamá me pegaba el grito “¡Eh, mano floja!”Me decía, pensando que yo era el culpable. En ese tiempoyo no le contaba nada a nadie porque sabía que no meiban a creer y me iban a tratar como un loco, inclusive,ahora que ya soy adulto, a muy pocas personas les he con-

tado esto. Ya no los veo del todo y es que a medida quefui creciendo ya poco los veía a mi amigo y al grupito quesiempre estaba cerca.» —Así finalizó su anécdota el doc-tor, que por tratarse de una persona como él, la creenciaen la no existencia de los duendes, me quedó en dudas.

Y es que la mayoría de los nicaragüenses somos muy

dado a creer en lo fantasioso, y tal vez es por eso que aalgunos nos gusta vivir o revivir esa fantasía aunque seade manera escrita. Aunque yo no soy como mi abuela quees una natural cuenta cuentos, aprendí un poco de ellay me atreví a escribir y hacer éste librito. Me imaginoque cuando llegue a tener el cabello como una mota dealgodón, (lo más seguro es que no lo tenga) y alguien me

pregunte de que si fui testigo de algún suceso fuera delo común, entonces responderé: yo no, pero mi abuelame contó que sus abuelos... y le comenzaré a relatar los

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cuentos de mi abuela con éste librito a mano, y a lo mejoralguien, de todos los que me escuchen, tal vez un nieto,hará otro libro mejor.

Y es que son muchas las cosas que nos caracterizan alos nicas pero algunas sobresalen más que otras, como lasque les menciono a continuación:

1) Si tú eres nicaragüense seguramente de pequeño tumadre o tu abuelita te daba con lo que estuviera a su alcan-ce; con un palo, con una raja leña y lo más seguro con una

chancleta. 2) Creciste con el temor a la mano peluda. 3)Usas la boca para apuntar a alguien. 4) Le antepones “la”a los nombres de mujer. 5) Montás más de diez personasen tu carro que es para cinco y todavía dices que alcanzanmás. 6) Te metes Zepol hasta por las narices cuando tesientes agripado o con dolencias. 7) Llamas “gringos” atodos los extranjeros cheles, aunque sean europeos o ca-

nadienses y chinos a todos los asiáticos. 8) Siempre estásmeneando el vaso que tienes en la mano como si estu-vieras revolviendo algún chingaste de pinol, aunque sólotengas gaseosa e hielo. 9) Los nicas en grupo son escanda-losos en cualquier parte del mundo y en cualquier lugar,no importándoles que haya un rótulo que diga “silencio”.

10) Y por último; una mala práctica, que ojalá se nos vayaquitando: Tiramos basura donde se nos plazca.

   El autor

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eL CAdejo

Pues hombre, a mí nunca me asustaron, nunca les tuvemiedo a esos espantos, los putiaba cuando estaban mo-lestando, nunca los vi pero les decía chanchadales y seiban, dejaban de estar molestando, pero que yo miré alCadejo o a la Carretanagua o alguna otra cosa, nunca, —asíhabla mi abuela, de vez en cuando dice malas palabri-tas y también palabras como de un español antiguo, ellacontinuó su narración— pero a mi abuelo Perfecto sí lesalió  El Cadejo, yo estaba muy cipota pero me acuerdobien haberlo visto muy asustado una noche que llegó a

la casa y que andaba de vago, él comenzó a decir que ElCadejo lo venía siguiendo y nos dijo: «Venía caminandodespacio porque vengo con mis tragos, de pronto escuchéun gruñido, ¡Eh! ¿Y eso?» dice él. El ruido venía del mis-mo camino por dónde él iba a pasar, pero no miraba bienporque las nubes tapaban la luna que esa noche estaba

medio llena, después oyó unos paso detrás, a sus espal-das y dice: «¡Ay Diosito! Hasta el guaro se me fue quiensabe donde». —Y se ríe la abuela y nosotros con ella, ycontinuó su relato—. Él pensó en lanzarse a un lado delcamino, pero era “pior” porque de seguro lo mordía al-guna que otra culebra. Se quedó paralizado y agarra unagran piedra y “con los güevos a tuto” camina hacia donde

él creía que estaba esperándolo  El Cadejo malo, el perronegro, porque el blanco es el bueno y es el que protege a

Los Cuentos de mi abuelaCuentos de Chinandega

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El Cadejo

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

la persona de ese otro perro que es arrecho, ¡Ah! pero si

uno le tira piedras al blanco para que no lo siga, éste tam-bién ataca, lo mejor es dejar que los dos se peleen y salircorriendo. A pues, mi abuelo Perfecto con la piedra en lamano se acerca y... nada, el cielo se despejó y no vio nada,y por detrás todavía escuchaba el ¡trakc! ¡track! y es que aesos animales le truenan los “güesos” de las patas cuandocaminan, escuchaba esos pasos como se acercaban a él y

pega la carrera sin mirar atrás, hasta llegar a la casa todocansado, sudado y asustado con el corazón ¡pum, pum,pum! latiendo a todo mamón. Nosotros le dimos agua y¡glu! ¡glu! se la tomó rápido. Cuando se calmó es que co-menzó a contarnos lo que le acababa de pasar.

*****

Así nos contaba el primer cuentito mi “güela”, así ledecimos: güela. Le echamos más gas al candil, un candilgrande que ella misma consiguió y que echaba humare-da, pero eso nos molestaba porque estábamos en un lu-gar abierto bajo un tejado donde estaba, amarrada a dospilares, la hamaca en que la güela se mecía, lo hacía con

un garrote que clavaba en el suelo para empujarse y asícomenzó a contarnos el próximo cuento, ahí les va.

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Los Cuentos de mi Abuela 

LA CArretAnAguA

Esto le pasó tiempo después a un amigo de mi papácon el que salía de parranda, don Nacho, en esos tiempossólo lijón se tomaba. Era una noche con tormenta, quenadie salía de sus casas, todos con las puertas y ventanascerradas, era temprano pero estaba oscuro...

— ¿Había luz eléctrica en ese tiempo güela? —la inte-

rrumpimos.—Sí, si había pero sólo unas cuantas casas tenían, los

que podían, si esto era un pueblo con sólo unas cuantascalles y casitas.

— ¿Ajá?, siga.

Apues, nadie asomaba la cabeza todo árido aquello y¡chissss! aquella lluvia incesante, no era fuerte pero noparaba de llover y ¡bruum! se oían unos truenos y se veíarelampaguear, de pronto ¡crach! ¡crach! ¡crach! no erantruenos, ni árboles cayendo, ni cualquier otra cosa; sinoel traqueteo de la carreta jodida, La Carretanagua.

Nadie quería asomarse para verla cuando estaba pa-sando en frente de sus casas, todos con miedo, sólo donNacho, que se quedó lempo como un fantasma, hasta pa-recía una hoja de papel, ¡pálido, pálido, pálido el pobre!y es que abrió la ventana el curioso, le pega la brisa conun viento que sopló, estaba mojado pero eso ni lo sen-tía, porque con “los chonetes pelados” estaba viendo a

 La Quirina con su carreta jalada por dos bueyes flacos, élnos contó, días después, que esos bueyes eran sólo cuero

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

y “güesos”. Y entonces se va de espadas, casi le da un in-

farto.Alláaa... al rato, ya no se escuchaba más el traqueteo dela carreta, claro al llegar a la esquina la carreta ya no pue-de pasar porque las calles forman una cruz, se desaparecey vuelve a aparecer en la otra calle. Pero el pobre hombrecasi se lo vuela por el susto que le dio, sólo a él se le ocurremirar y así les pasó a varias personas, a algunas si se lesparó el corazón o se enfermaron y murieron a los días. Enesta calle pasaban todas esas cosas: La Chancha Bruja, La Mona, hasta La Procesión de las Ánimas Perdidas, por esoes que pusieron esa cruz en la esquina, ahí en el tope, queantes era de madera pero se pudrió, ahora es de cemento,pero ¡uuuh! ya tiene bastantes años desde que pusieron la

primera cruz en ese lugar.*****

Mi güela y sus cuentos, así terminó el segundo que envez de dar miedo dio risa.

Le preguntamos que si tenía un “relato” de La Cegua,ella nos dijo que sí y comenzó a contarnos.

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La Carretanagua 

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

LA CeguA

Esto le pasó a un fulano que ya ni recuerdo su nombre,era enamorado de una prima, era muy bonitilla la jocotea-da con su cuerpecito delgado pero caderuda, ¡eeeh! peroese hombre era bien mujeriego, por eso es que no le hacíacaso la Felipa, que así se llamaba la prima, ella fue la quenos contó lo que le pasó al fulano ese, Julián creo que se

llamaba, él le contó a ella que una vez fue a visitar a unosfamiliares allá por El Viejo, familiares decía él que de se-guro era alguna queridita que tenía escondida, entoncesdice que él se fue a pies, estos lugares eran diferentes noson como ahora, las casas no eran tan seguidas y habíantrochas donde la gente tomaba atajos para llegar másrápido, Julián salió ya de tarde, todavía había claridadcuando pasó cerca de un casita que estaba abandonada,se había encontrado con un señor que iba a caballo y lehabía dicho que no pasara cerca de esa casa porque estabaembrujada y que ahí vivía   La Cegua. Pero Julián no sepodía desviar, entonces pasó ya con miedo caminando lomás rápido que podía y de pronto que se queda quieto al

ver una mujer vestida de blanco que se le acercaba, y dice¡ La Cegua! pero no fue tonto ya que iba preparado, ya sa-bía desde que salió, que ahí vivía La Cegua, iba preparadocon granos de mostaza, pues él sabía que si le arrojabanal suelo a las Ceguas granos de mostaza éstas no podíanresistir las ganas de recogerlos todos uno por uno y de

esa manera al que están por atrapar le da oportunidad desalir corriendo y escaparse, pues así hizo, tembloroso elhombre les tiró los granos que llevaba en un saquito, y

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Los Cuentos de mi Abuela 

 La Cegua se puso a recogerlos, él decía que eran varias,

tres o cuatro, caminaban rápido y no se les veían los piesparecía como que flotaban y tenían una larga cabelleracomo mecate de cabuya y los dientes; unas los tenían decáscara de plátanos y otras de granos de maíz, no se lesveían los ojos por el pelo que le tapaba casi todo el rostroy las manos con los dedos largos y unas uñas grandes erancomo de palo, parecían ramas.

A barios atrapaban esas mujeres, pero sólo a los tras-nochadores y mujeriegos, dicen que los dejan todos dun-dos y así pasan días, tardan en volver a normalidad, poreso cuando uno es dundo, así todo jambeco, le dicen queparece jugado de Cegua. Pero a ese Julián no le hicieronnada por los granos de mostaza que llevaba, mucha gente

caminaba preparada con objetos benditos como el cordónde San Francisco para protegerse de cualquier espantoporque hay que ver cuántas cosas se miraban antes.

Una vez —continuó diciendo la güela— mi abueloPerfecto atrapó una Cegua. Él estaba bañándose en el ríomuy de mañanita, cuando escucha decir: ¡Perfecto! ¡Oe,

Perfecto! ¿Sos vos Perfecto? vení ayudame.Se viste mi abuelo; se pone su pantalón, se lo amarra

con su cordón bendito, se pone su cotona, sus caites y susombrero de paja.

—Sí ¿quién es?, preguntó.

—Soy yo, Jacinto.

— ¡Idiay Jacinto! ¿Qué haces ahí?

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

Era un campisto que vivía cerca y que estaba enreda-

do metido en unos bejucos tras unos matorrales, allí a laorilla del río.

— ¿Pero qué te pasó hombre?

— ¡Estas p... fueron!

— ¿Quiénes?

—Pues las Ceguas, sólo para joder sirven.

Y las Ceguas: ¡cuas! ¡cuas! ¡cuas! Se escuchaban carca-jearse no muy largo de donde ellos estaban.

Mi abuelo ayudó a Jacinto a salir del las enredaderasy dijo enojado: —Van a ver las muy jodidas, espérenmeque ahí voy.

Se quita la cotona y se la pone al revés, luego se saca sucordón bendito, el que caminaba como cinturón, y unacutacha que tenía forma de cruz, se acerca a una de lasCeguas, estas tenían el cuerpo de tallo de cepa, pelo decabuya y dientes de pétalos de alacate, una flor de monteamarilla. Apues le pone la cruceta de frente y... ¡ésta quese va de retroceso! Le tira el cordón bendito y se queda

 La Cegua quieta, la laza del pescuezo con un mecate y laamarra a un palo.

—Perfecto dejame ir.

Le decía La Cegua con voz áspera.

— ¡Ah! con que me conocés, decime quién sos.

—No puedo Perfecto, sólo dejame ir.—Si no me decís quién sos, te llevo donde el cura.

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La Cegua 

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

Y no habló, entonces mi abuelo la llevó donde el cura

jalándola con el cordón bendito. Allá la amarraron enuna palmera frente a la iglesia y el cura le dio unos rien-dasos con unas coyundas remojadas con agua bendita y lamujer hasta que se retorcía y gritaba como endemoniada,luego la soltaron y le tiraron granos de mostaza, allí ama-neció recogiéndolos, al rato se murió de pena, porque yatodos sabían quién era, conocida era la muy chancha.

*****Así termina otro cuento la güela, ahora fueron dos por

uno, cortos pero interesantes como los anteriores, igualesson los que siguen.

—Güela ¿y cómo son los granos de mostaza? —le pre-

gunté.— ¡Asiii chiquititos! —fue lo único que respondió en-señado sus dedos índice y pulgar apretados.

—A mi abuelo también le salió el hombre sin cabeza o El Gritón como era conocido.

— Dijo la güela y así comenzó otro cuento.

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Los Cuentos de mi Abuela 

eL gritón

Bueno, y es que a mi abuelo le salió de todo, él era per-seguido por El Cadejo, a él le salió El Mosmo, a él la Chan- cha Encaitada, La Mona, El Gritón, a éste así lo llamabanporque antes así se comunicaban los campistas, con gri-tos, para saber quién andaba “poraí”, ese señor que quedósin cabeza era un hombre que andaba buscando unas va-

cas que se le habían perdido, hay andaba montado en sucaballo gritando: ¡Hay va hom! se metió a la espesura dela selva en el cerro El Chonco y con mala suerte que el ca-ballo se asustó por los rugidos del tigre que andaba cercay sale a todo galope el animal y pasa por unos bejucos queestaban colgados y le pasa arrancando la cabeza al pobrehombre y el caballo se desnuca, así andaba sin cabeza ytodavía montado en su caballo.

Mi abuelo lo escuchaba de vez en cuando, hasta queun día se topó con él. Esa noche lo escuchaba bien cerca¡Hay va hom! gritando, y rápido se puso su chaqueta dedril al revés y sacó su cordón bendito y lo puso de frentecon la mano estirada en dirección de los gritos y El Gritón 

pasó de largo, sólo la sombra miró pero aún así pudo ob-servar que el hombre no llevaba la cabeza.

Sí, es que antes todo era monte, montaña espesa ymuchos campistos desaparecieron sin dejar rastros, esecerro El Chonco era selva casi impenetrable, de todo ani-mal había, abundaban los venados, las guardas tinajas, los

cusucos, todo eso, la gente tenía bastante para comer, nopadecían de hambre, hasta frutas por todos lados había,ahí estaban los árboles llenos de frutas, si estaban cerca

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

de una casa, sólo pedía permiso y cortabas hicacos, man-

gos, mandarinas, fruta de pan, aguacates y otra más. Alos animales los cazaban con perros y algunos que teníanescopetas. Pero el garrobo no se comía, se miraban losgrandes garrobones, iguanas verdes grandotas, ¡Ah! Perose tenía uno que cuidar de los animales feroces como lostigres y leones que ahí vivían. Con el deslave de 1960 esoquedó todo pelado, poco a poco se fue recuperando pero

ya no como antes por la misma gente que comenzarona despalar para cultivar. Pero antes del deslave ese cerroestaba resguardado por los duendes.

Los duendes deL ChonCo

Allá de vez en cuando se aparecía un amigo de miabuela Cesaria, llegaba y le decía:

— ¡Ideay Cesaria! ¿Cómo estás?

— ¡Eh! ¡Ideay Chicoyo!

Se llamaba Francisco, pero le decían Chicoyo, quiensabe por qué.

—Aquí te traigo —le decía él. Eran unas frutas her-mosas, grandotas, unos grandes plátanos que nunca sehabían visto por estos lados, unos zapotes con bastantecomida grandotes también.

—Hombre, Chicoyo y vos ¿de dónde sacás todo esto,estas frutas tan grandes? —le preguntaba mi abuela.

— ¡Ah! es que por ahí tengo unas tierritas muy bue-nas, siempre tengo de todo, por hay te traigo más otro díaque pase —le decía.

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Los Duendes del Chonco

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

Por allá a los días se aparece: Adiós Cesaria hay paso

de regreso dejándote frutas —le dijo.Pero bueno, nunca faltan los curiosos, uno de los her-manos de mi abuela, mi tío Isidoro, se va detrás del talChicoyo.

Tengo que saber donde tiene éste esas tierras —decía—y lo va siguiendo de larguito cuidando que no lo mirara,

él en sus caballo y mi tío a pies, luego ve que Chicoyo semete en la selva, ahí en El Chonco y se le pierde de vista,él quiere entrar también, pero le sale un hombrecito, asíla mierdita, bien chiquito, si parecía un cipotito pero concara de viejo. Apues, se le aparece y todo odioso le dice:

—De aquí no pasás, devolvete.

—Cómo que devolvete ¿por qué no puedo pasar? —lepregunta mi tío.

—Que no vas a pasar te digo y haceme caso.

Arrecho el hombrecito. Entonces le hace caso mi tío yse regresa.

—Y éste jodidito ¿por qué no regresó a Chicoyo? ¿por

qué sólo a mí?Bueno, y llegó a la casa, al rato llega Chicoyo:

—Cesaria ya voy de regreso tomá estas frutas, no trajemuchas pero aquí te dejo.

Cuando ya va de salida le dice mi tío:

— ¡Ajá Chicoyo! Ya sé que tenés un arreglo con esosduendes del Chonco, andá hombre no seas malo y decilesque me ayuden a mí también, no ves que tengo que dar-

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Los Duendes del Chonco

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

les de comer a una marimba de chavalos, con esas frutas

suficiente para todos, hasta podría sembrar las semillas.—Está bien, vamos pues, te voy a llevar —le dijo y sevan.

Allá al rato llegan a una quebrada donde estaba, delotro lado, un gran palo de jocote, entonces Chicoyo ledice:

—Mirá Isidoro, yo me voy a ir al otro lado de la que-brada, detrás de esa loma y vos quedate a este lado, no tecrucés —y se fue.

Mi tío se puso a recoger jocotes de unos palitos queestaban allí. Como a la hora los recoge todos y dice:

—¡Eh! voy a recoger más del otro lado de la quebrada,

de ese gran palo que está allá, a mí nadie me va a decirque es lo que tengo que hacer —y se cruzó, él que poneun pies al otro lado de la quebrada y lo palmean, escu-cha unas palmadas como cuando llaman la atención a unniño.

— ¿Y eso? —dice él asombrado, pero no miraba a na-

die y sigue caminando, lo vuelven a palmear. Ya la caga-ron estos enanos —dijo y en ese momento aparece Chi-coyo con el caballo cargado de frutas, repletas las alforjas,hasta que venía cansado y sudado el pobre animalito.

—¡Ideay! no te dije que no te cruzaras, vámonos queaquí llevo bastante frutas para vos y tu familia —y se fue-

ron del lugar.Así era Chicoyo ayudaba al que podía pero nunca supo

nadie que es lo que había hecho, qué trato tenía con los

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Los Cuentos de mi Abuela 

duendes, dice la gente que esos duendecillos se robaban

a las muchachas cuando se enamoraban de ellas, pero te-nían que ser bonitas para que se la llevaran y la familiarecibía favores a cambio. Decían que Chicoyo tenía unahija joven muy bonita y que ya hace tiempo no la veían.

*****

Así termina de intrigante uno más de los cuento de

la güela. Nos acomodamos mejor para escuchar el otro yuno de mis hermanos le preguntó:

— ¿Güela y qué cosa es  El Mosmo que dijo que tam-bién le salió a su abuelo Perfecto?

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

eL mosmo

 El Mosmo es un espíritu burlón, es un chompipe, perosólo la mitad, como que lo partieron de arriba hacia aba-jo, sólo tiene una pata y un ala, es la mitad de su cuerponada más. Cuando le salió a mi abuelo se atracó con él, lesalió en el patio de la casa cuando estaba sacando la baci-nilla a media noche, la vaciaba al fondo del solar, esa vez

se le aparece El Mosmo saltando de un lugar a otro, clarocomo sólo una pata tenía entonces saltaba y ¡Purururuu!Hacía una bullaranga como hacen los chompipes con elala extendida. Mi abuelo le saca su cutacha de cruz quenunca se la despegaba, y se la pone de frente, sale aquelanimal brincando hacia el monte perdiéndose en la oscu-ridad, de pronto le aparece por detrás y le pega una patadaen la espalda a mi abuelo. «¡Hey jodido!» dice éste y se dala vuelta rápido y le pega con la bacinilla, allá fue a darcontra el cerco el jodido animal, pero se levanta y zafapara el monte, ya no regresó. Al entrar a la casa mi abuelale pregunta que qué era esa bullaranga que se tenía, «era El Mosmo», le dijo él muy tranquilamente y se acostó a

seguir dormir.Y es que hay espantos que son espíritus como El Mos-

 mo, pero también hay gente que se transforman en Ce- guas, en  Monas y en Chanchas Encaitadas que se le lla-ma así porque esa chancha cuando camina va haciendoun ruido como de caites, era difícil verla pero cuando la

lograban ver se les tiraba encima queriendo morder conunos chillidos fuertes, la muy jodidas mujeres se trasfor-man en esas cosas para andar molestando a los demás,sólo por eso.

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El Mosmo

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

LA monA

En monas se convertían mujeres vagas, aquí había unamujer que vivía sola y que sabía la vida de los demás, cual-quier secreto ella ya se daba cuenta rápido y era para esoque se convertía en mona, le rezaba al diablo, hacía unaoración que sólo ellas sabían, daba tres volteretas haciaadelante y la piel se les caía, ya quedaba como mona, igual

a una mona con cola y todo, ahí dejaba la piel mientrasandaba de árbol en árbol y hasta encima de las casas bus-cando a quién seguir o ya tenía visto al que iba a espiar ola casa en que iba a escuchar la plática de los demás.

Cuando siguió a mi abuelo éste venía de una vela deun campista que le había caído un rayo, pero mi abuelo

ya sabía que La Mona venía detrás.«¡Ah, sí! Con que me venís siguiendo, ya vas a ver» dijoél. Pero bueno, pasó. Ya mi abuelo sospechaba, quien erala que se transformaba, muchos sabían que era esa mujerque vivía sola, entonces mi abuelo fue donde el cura y lecontó todo, el cura le dijo:

«Tomá este frasquito que contiene agua bendita, llegá asu casa cuando sepás que ella anda convertida en mona, laesperás, pero que no te vea, esperás que dé tres volteretashacia atrás para que se le suba la piel y cuando lo haga ellaqueda como adormecida, entonces le echás el agua ben-dita y ahí la dejas, vas a ver que nunca más se va a podertransformar aunque ella lo intente.»

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La Mona 

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

Así hizo mi abuelo, fue a la casa de la mujer:

¡Buenas!, dijo cuando llegó, para asegurarse que nohabía nadie y allí estaba la piel en el piso, toda recogidacomo que era una vestimenta de trapo, la casa estaba todaoscura, sólo un candilito que estaba sobre la mesa era elque medio alumbraba.

No sé si él no le entendió bien lo que le dijo el cura o es

que no quiso esperar a que llegara la mona, tal vez sintiómiedo, la cosa es que él le echó el agua bendita a la pielque estaba ahí y se fue. Cuando llega la mona, ésta da lastres volteretas hacia atrás y dice súbete piel, pero no se lesube, por más que intentó no pudo transformarse nueva-mente, daba las tres volteretas y volvía a decir súbete piely nada y así se quedó mona por el resto de su vida. Ya nomolestaba a nadie, los pobladores como la conocían y yasabían de quien se trataba, le daban de comer y la cuida-ban hasta que murió de vieja.

*****

—De la mona hay un dicho para las personas que sonfeas o que quiere aparentar lo que no son, entonces le di-cen que “La mona aunque se vista de seda, mona se que-da”.

—Güela, una vez nos contó que a usted la molestabanlos espíritus. ¿Cómo fue eso?

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Los Cuentos de mi Abuela 

espíritus burLones

¡Aaah! Sí. No había nacido tu mamá todavía, estabachiquita tu tía Elvira, que fue la primera que nació, yosiempre la ponía en una “maquita” hecha de saco y lamecía hasta que se dormía, entonces aprovechaba para ira atizar el fuego y poner a cocer frijoles, pero cuando lahamaca se detenía la pirrimplina se despertaba y comen-

zaba a llorar, entonces llegaba a mecerla. Allá al rato oigoque está en carcajadas la chavala, voy a verla y estaba engrandes mecidones, unas mecidas que yo miraba que yase iba a caer la Elvira. ¡Hey, carajo! grito yo, detengo lahamaca y les digo a los espíritus: me van a botar a la cha-vala, no estén jodiendo. Sólo di la media vuelta y la ha-maca comienza a merecerse de nuevo, bueno, y comienzoa regañarlos y a putiarlos. Es que sólo diciéndoles malaspalabras ellos se van, pero esa vez sólo se calmaron por unrato. Escucho en la sala ¡plof! ¡plof! voy a ver y estabanunos jícaros regados en el piso, como en el patio habíaun palo de jícaro cargado, los jodidos los habían ido atirar a la sala. ¡A la p...! digo, y me pongo a recoger los

jícaros, los saco y los voy a votar al fondo del patio, cuan-do regreso otra vez ¡plof! ¡plof! más jícaros que fueron avolar dentro de la casa, sólo logré ver algunos que dabanvueltas en el aire antes de caer en medio de la sala. Ya lacagaron ustedes, vayan a joder por otro lado, les dije.

Mi mama se había ido a León donde un doctor amigo

de ella, el doctor Paneagua, era doctor en medicina perotambién era espiritista, pero mi mama fue porque teníaunas dolencias, ¡pero ideay! ¡ya se estaba dando cuenta de

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Espíritus Burlones 

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Los Cuentos de mi Abuela 

lo que estaba pasando en la casa! y es que los espíritus se

fueron a quejar con el doctor, éste decía a mi mama:—Usted tiene espíritu en su casa, ellos me dicen queuna hija suya los maltrata, que les dice barbaridades.

—Si a ella la molestan ella se arrecha, pues —le dijo mimama al doctor y éste le dice:

—Pobrecitos, dígale que no los maltrate, si ellos están

allí es por su otra hija; la Bertilda, que tiene tendenciaal espiritismo pero no se ha dado cuenta de eso, es unamédium.

— ¿Y qué es eso? —preguntó mi mama.

—Pues alguien que se puede comunicar con los espíri-tus —le dijo el doctor.

Cuando mi mama llega a la casa todo eso nos cuenta,entonces mi papá envió a la Bertilda a pasar un tiempocon unos familiares a León, pero los espíritus no se fue-ron, siempre molestaban haciendo ruidos.

Y es que todo comenzó desde que quitaron una paredque dividía el patio, ahí comenzaron con la fregadera, se

fueron cuando se llamó al padre de la parroquia y bendijocada rincón de la casa por dentro y por fuera, hasta quetronaban todas las tablas de la vieja casa cuando el curaechaba el agua bendita diciendo a los espíritus que se fue-ran, sólo así salieron y ya nunca regresaron.

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

proCesión de LAs ÁnimAs 

Esto le sucedió a mi mama, una noche cuando la lunaestaba grande y redondita, iluminaba como que estabaamaneciendo, mi mama se levanta quién sabe a qué, sucama quedaba pegada en la parte de la casa que daba ala calle, mira entre las rendijas de las tablas unas luces,abre la ventana y ve que estaban pasando un grupo de

personas encapuchadas, iban en fila a cada lado de la ca-lle, cada uno llevaba en sus manos una candela encendi-da, caminaban sin hacer nada de ruido, sin hablar, todoen silencio y es por eso que nadie se daba cuenta de queestaban pasando y no salían a ver, todos estaban dormi-dos pues eran casi la media noche, sólo mi mama que nosdespierta para que fuéramos con ella, abrimos la puertapara ver la procesión que pensábamos que era de algúnsanto, en eso uno de los encapuchados, el último de la filase nos acerca y le da una candela a mi mama, extrañadasnosotras cerramos la puerta y nos fuimos a dormir todasacurrucadas muertas de miedo, mi mama no dijo nada,sólo apagó la candela que le habían dado y la guardó en

una gaveta de una mesita en donde tenía encima una ima-gen de San José.

Bueno, al día siguiente comentamos sobre la rara pro-cesión y nadie nos creyó, tal parecía que sólo nosotrasfuimos testigo de lo que pasó, en eso mi mama se acuerdade la candela regalada y al abrir la gaveta mira que en vez

de la candela estaba un hueso y dice con asombro: «¡Loque vimos anoche fue La Procesión de las Ánimas Perdida!»Y nos quedamos con la boca abierta y el corazón que casi

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Procesión de las Ánimas 

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

se nos salía. Esto sucedió porque la cruz de madera que

estaba puesta en el tope de la calle, se había caído hacealgunos días, hasta que pusieron la cruz de cemento quees la que está ahora.

*****

Mi abuelo Perfecto —siguió hablando y recordando asu abuelo— era un hombre con una voz gruesa, blanca su

piel, hasta a veces se veía rosado, era chele de ojos azules,no se parecía nada a un indio, pero todo lo demás eraigual a cualquier campisto, bien trabajador, de todos loshijos sólo José le ayudaba en la finca, hasta que el vie-jito se puso mal por una caída que tuvo, ya estaba muyviejo, ese día estaba lloviendo cuando él salió a limpiarla maleza en los cultivo de frijoles, sandías, chiltomas yotros más que tenía en un terreno cerca del Chonco, sedeslizó y calló sentando golpeándose la columna, es queél para entonces ya no tenía un brazo, le dieron un bala-zo cerca del codo, eran tiempos de guerra, tuvieron quecortarle el brazo pero a los meses por la “gangrina” se lotuvieron que cortar más hasta que quedó con un mochito

nada más, pero así siempre trabajaba, se ponía un calaba-zo lleno de agua colgado en el hombro, donde no tenía elbrazo, para equilibrarse y así andaba.

A pues cuando se calló no andaba con el calabazo, seregresó a la casa “renquiando” y con dolores, se postróen la cama y ya no se levantó hasta que murió, estaba

todo fregado, sangraba por dentro y cuando tosía volabala sangre. Cuando ya sintió que se iba, despachó a todos,a los que estaban a su alrededor:

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Los Cuentos de mi Abuela 

Cesaria, le dijo él a mi abuela, andá molé el maíz que

quiero un tiste.—Pero Perfecto si hay tengo —le dijo mi abuela.

—Pero es que lo quiero recién molido, andá.

Entonces mi abuela se fue. Y así a cada uno les mandóa que hicieran algo. Cuando mi abuela regresa le dice:

—Perfecto aquí está tu tiste, tomá —pero él ya no le

contestó, así como lo dejó, así lo encontró, mirando haciala puerta con un rostro sereno como pensativo, no parecíaque estuviera muerto, ya mi abuela llamó a los demás ydespués llamaron al cura, cuando éste llegó, como eranbuenos amigos, comenzó a regañarlo como si estuvieravivo, le decía:

— ¡Ve que lindo él!, ¿por qué no me mandaste a lla-mar? Hubiera venido para despedirnos.

Lo velaron esa noche y lo enterraron al día siguiente,había comenzado a ponerse inflado, tan soplado estabaque ya ni alcanzaba en la caja, por eso lo sacaron a mediacalle, para que cogiera fresco. ¡Pero ve!, ¡un montón de

gente vino!, ¡gentillales se veía en el entierro del viejito!*****

Llegó la energía, la güela sopló el candil y al segundointento lo apagó dejando una estela de humo negro. To-dos estábamos agradecidos por sus cuentos que ademásnos sirvieron para conocer un poco de la vida de nuestros

antepasados y de las personas que vivieron en estos luga-res hoy bien poblados.

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

Días después a mi tío José, hermano de la güela, le pre-

gunté más detalle sobre la vida de mi tatarabuelo Perfec-to, y me dijo: «El abuelo Perfecto era militar, yo leí en unboletín de ese tiempo: “Perfecto Alvarado Montano, Ge-neral del Ejército Conservador y Activista del Partido”,pero como muchos otros, él no lucía uniforme, eran comolos del ejército de Sandino que con sus mismas ropas decivil caminaban».

Luego se acercó mi tío Chico y aún con dudas mi tío  José le preguntó que rango tenía el abuelo Perfecto enel Ejército; «Sargento Primero» respondió éste, en eso seacerca mi tío Ernesto y le hicieron la misma pregunta;«Coronel» respondió el otro. Total, ninguno de los treshermanos se pusieron de acuerdo con la repuesta en ese

momento.Preguntando a otros miembros de la familia, queda-

mos en que mi tatarabuelo Perfecto era Coronel y mili-tante del Partido Conservador y que su brazo lo habíaperdido agarrándose a tiros con algunos miembros delPartido Liberal, sus contra partes en la política.

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En ésta foto están los abuelos de mi “güela”: El señor

Perfecto Alvarado; al que se le puede notar que le faltaunos de sus brazos, y la señora Cesaria, están velando auno de sus hijos: José, que murió de Neumonía. En me-dio está un hijo del fallecido.

La foto estaba en una retratera, todavía colgando enlas mismas tablas que se observan al fondo, en la viejacasa de mis tatarabuelos. Posiblemente fue tomada en1937 (cuando la güela tenía diez años de edad), porquedentro de la retratera, detrás de la foto, encontré dobladosdos pedazos de periódicos, ya un poco tostados y amari-llentos por el tiempo, en donde se podía leer: La Prensa - Managua 24 de Abril de 1937.

Foto del Recuerdo

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La “güela” 

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La Carretanagua

Tomado de Folklore de Nicaragua. Enrique Hernández.Editorial Unión. Masaya, 1968.

Algunos creen que pasa anunciando la muerte de al-guien y es en la carreta misma que La Muerte Quirina ma-neja y acarrea con todas las almas en pena, de aquellosque hicieron maldades en el pueblo. Pues ya se ha vistode que al día siguiente de haberse aparecido  La Carre-tanagua alguien ha muerto en el pueblo. “Se la llevó  La

 Muerte Quirina en La Carretanagua”.La gente se siente sobrecogida de terror cuando oyepasar  La Carretanagua, que sale en las noches oscuras ytenebrosas. Al caminar hace un gran ruidaje; parecieraque rueda sobre un empedrado y que va recibiendo gol-pes y sacudidas violentas a cada paso. También pareciera

que las ruedas tuvieran chateaduras. La verdad es que esgrande el estruendo que hace al pasar por las calles silen-ciosas a deshoras de la noche. Los que han tenido sufi-ciente valor de asomarse para verla pasar, han dicho quees una carreta muy vieja y floja, más grande que las carre-tas comunes y corrientes. Cubierta de una sabana blancamuy grande, de manera de toldo. Va conducida por  La

 Muerte Quirina, envuelta también en un sudario de saba-nas blancas, con su guadaña sobre el hombro izquierdo.

orígenes y desCripCiones de ALgunos mitos

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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Va tirada por dos bueyes encanijado y flacos, con las

costillas casi de fuera.La carreta al parecer no puede dar vueltas en las esqui-nas. Pues si al llegar a una, ésta tiene que doblar, desapa-rece, para luego reaparecer sobre la otra calle. Al pasar losperros aúllan y las personas que se atreven a ver aquellaCarretanagua quedan con fiebre del tremendo susto. Al-gunos pierden el habla por varios días y hasta han muertopor el sólo hecho de oír el ruido del chirriante paso de lacarreta.

“Nagual o Nahualli” quiere decir brujo de ahí sunombre. Algunos historiadores creen que posiblementeel mito comenzó con los aterrados indígenas en el tiem-po de la conquista cuando los españoles pasaban con suscarretas repleta de pertrechos militares, de ahí el ruidajeque producía.

eL Cadejo

En las noches a altas horas, cuando generalmente ya

los hombres van de regreso para sus posadas, después devisitar a sus mujeres, un perro grande y fuerte, de colorblanco, sigue a aquellos, a poca distancia, custodiándo-los, hasta dejarlos a sus casas, este perrote es  El Cadejo,el amigo del hombre trasnochador; quien se siente ga-rantizado cuando se da cuenta que es seguido por dichoanimal, todos los peligros desaparecen; el perrote grandeblanco lucha y defiende al hombre, pero el otro perro ne-gro que también deambula por las noches, es el enemigo

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del trasnochador. Apenas encuentra a éste en su camino,

se le abalanza, lo derriba y lo mata.También el Cadejo bueno procede así con los caminan-tes si estos no quieren su compañía, le tiran piedras y locorren.

Si el Cadejo Blanco encuentra al Cadejo Negro en el ca-mino se traba entre ambos una tremenda y sangrienta lu-

cha, hasta que por lo general cae vencido el negro.Los ojos de los Cadejos brillan mucho por las nochesy no se cansan de caminar toda la noche hasta que ya alamanecer desaparecen. Por eso cuando una persona esbuena a caminar se le compara con El cadejo.

En el mito de El Cadejo se contempla la existencia de

un animal guía para cada persona. El animal guardián de-fiende contra el mal encarnado a veces en El Cadejo Ne- gro, color que simboliza el mal. Cuando un Cadejo Blanco olfatea a un perro negro en el momento de acercársele asu protegido, el blanco ataca de manera que la personapueda huir y salvarse del mal que le aguarda del negro. Elcombate de los dos Cadejos encarnan en ese momento losprincipios opuestos del bien y el mal. No se le atribuyesuperioridad a uno o a otro, ambos tienen el mismo po-der sobre las personas. El cadejo Negro y El Cadejo Blanco persiguen al hombre de igual manera, según la tradiciónpopular.

Orígenes y descripciones de los mitos 

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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Las Ceguas, La Mona y ChanChas Brujas

Aseguran los indios de Monimbó que hay mujeres enel barrio que tienen la manía de ser brujas, que se trans-forman en Chanchas Brujas, en Monas y en Ceguas.

Todas estas mujeres poseen un guacal grande y blanco.A las once de la noche, hora en que los tunantes salen deuna choza a otra, las mujeres se dan tres volantines para

atrás y otros tres para adelante, echando el alma por laboca en el guacal grande y blanco, al final del tercer saltodelantero.

Vomitada el alma, quedan convertidas en el ser brujoen que decidieron convertirse antes de dar los volantines,por cuanto tienen el poder arbitrario de transformación.

El objeto primordial de estas transformaciones es el deejercer venganzas a causar daño a los hombres y mujeres,por causa de celos, rivalidades, despechos o enemistadesenconadas por motivos pasionales, etc.

Y así, estas brujas se valen de la oscuridad nocturna ydel ambiente de superstición que respira la población in-

dígena, en extremo crédula y de imaginación fantástica,llevan a efecto sus correrías y asustamientos a sus anchas.

Como  Micos Brujos o  Monas se dedican a efectuar ro-bos, se trepan a los árboles, cortan las frutas y se las lan-zan a la víctima. Cuentan que se les mira en los techos delas casas, saltan de un lugar a otro; bajan al patio o a la

calle y arrojan piedras contra las puertas, se introducen ala cocina y quiebran lo que encuentran; se esconden en

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las casas y después corren rápidamente a colgarse de las

ramas de un árbol cercano a balancearse burlescamente.Mientras el Mico que se halla en plena acción, la vícti-ma, auxiliada por vecinos, lo persiguen con palos y garro-tes, tratando de matarlo, pero todo es en vano. Ya estáncerca, ya creen tenerlo acorralado, y el Mico se les esfumay aparece luego en otro lugar, y así de nuevo desaparecede donde creían estaba acorralado. La gente se desesperay gritan nerviosamente, hasta enfermarse y caen al suelodebilitados, se creen entonces embrujados o hechizadospor La Mona, La Chancha o La Cegua, según a quién delas tres estén persiguiendo.

Como Chanchas Brujas andan en las calles y caminansiempre al trote, son chanchas grandísimas embadurna-das de lodo podrido. Apenas divisan a la persona elegidaaligeran el paso y comienzan a gruñir horriblemente, em-bisten a la persona que persiguen y furiosamente les dande trompadas y mordiscos en las piernas y si la persona nose corre pronto la chancha la derriba al suelo y la golpeahasta que ésta pierde el conocimiento, al día siguiente la

víctima amanece bien mordida y con los bolsillos vacíos.Como Ceguas, después de vomitar el alma, quedan

transformadas en mujeres jóvenes. Sus vestidos son dehojas de Guarumo y sus cabelleras de cabuya les llega has-ta la cintura y sus dientes están recubiertos de cáscarasverdes de plátano, si hablan se les oye la voz cavernosa y

hueca. Sale del lugar pegando tremendos chirridos, losaullidos son escalofriantes o a veces son risas o llantos.

Orígenes y descripciones de los mitos 

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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Los duendes

Los duendes son seres pequeñitos, traviesos, astutos,de agilidad prodigiosa, de inteligencia superior y en ex-tremo burlones. Aparentemente, con sus actos y hechossencillos, son inofensivos. Pero una cosa es oír relatar lastravesuras y jugarreta de los duendes, y reírse a carcajadascon el relato; y otra, es ser víctima o blanco de su punte-

ría, tema o tirria.Por lo general no se dejan ver de la gente. Hacen sus

fechorías como seres invisibles, y la persona o personasperjudicadas, solamente escuchan los ruidos o palpan losdaños. Algunos han oído las risitas de los duendecillos,después que acaban de hacer éstos el entuerto.

Como se expresó, estos seres burlones ejecutan actossencillos, pero pertinaces y hostigadores.

La mayoría de las veces les da por dejar caer “lluviasde piedras” durante horas enteras y con frecuencia, du-rante varios días consecutivos, sobre los patios y corredo-res de las casas. Sus habitantes, al sentirse así acosados,

se desasosiegan y aterrorizan; y al cabo de cierto tiempo,optan por irse. Pero algunas veces los duendes siguen alos huyones.

Mucho se oye hablar de los duendes por todas partes,ellos se llevan a los niños sin bautizar en un abrir y cerrarde ojos. Según dice la gente en los pueblos y comarcas,

que los duendes son malos espíritus, son unos enanosque tiene la planta del pie al revés, andan vestidos de rojoy caminan en fila india, siempre en grupos de cinco. Se

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dice que los duendes son invisibles para los ojos de los

adultos, sólo los niños pequeños y los mudos lo ven y delmiedo se ponen a llorar. Por eso dicen que nunca hay quedejar a un niño sólo porque los duendes se lo roban y selo llevan a la montaña y allá convierten en duende si noa sido bautizado, aunque también se dice se llevan a losniños ya bautizados para perderlos en las montañas.

Otra versión dice que los duendes son como niños dela edad de cinco años. Son viejos de edad pero son chi-quititos, ese es el tamaño al que ellos llegan. Son morenosaindiaditos como el tipo de gente de Masaya. Tienen elpelo corto, liso, aindiado y llevan unos cotoncitos rojosde manta sin botones, sólo van amarrados con unos laci-tos. A ellos también les gustan las muchachas jóvenes sin

casarse. Las invitan a que se queden a vivir con ellos.

Orígenes y descripciones de los mitos 

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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LA historiA deL viejo

Tomado de Gustavo A. Prado: Leyendas Coloniales.Título original: La historia del viejo Ahumada

Ediciones de Club del Libro Nicaragüense, Managua 1962.

Esto ocurrió durante el período colonial en tiemposen que se les llamaba a estas tierras Indias Occidentales.

Santa Teresa de Jesús, a quien crónicas y memorias

llaman la doctora de Ávila, tenía un hermano, llamadoFrancisco de Ahumada, bien entrado en años, a quiendio la santa el encargo de dotar a las tres catedrales máscélebres de estas Indias, de tres esculturas de la VirgenSantísima, bajo tres distintos títulos. Así: la del Carmen,a Guatemala; a la de Concepción, a León de Nicaragua;

y la de Mercedes, a la llamada ciudad de los Virreyes deLima.

El varón se dispuso a cumplir el encargo de su her-mana la santa, y enderezó proa con otros más, hacia lasIndias Occidentales desde España, haciéndose a la marcon buen viento.

Cumpliendo su misión en Lima y Guatemala, quedabapendiente el Santiago de los Caballeros de León, y zar-paron con hinchadas velas a la mar, embarcándose en elpuerto de Iztapa, luego llegaron al Realejo y de allí si-guieron su viaje a Chinantlán, en donde hizo alto paracontinuar al otro día su viaje hacia León.

Muy de mañana, enderezadas las cargas y caballos enmula partían, mas es fama bien notoria, que la mula, alllegar a cierto punto, se negó a pasar y siendo en vano

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los ruegos y zurras de don Francisco de Ahumada, éste le

dijo tantas palabrotas y maldiciones que la mula se estre-meció tanto que hizo exclamar a Francisco:

—¡Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal!

—No sigáis hermano que puede llover fuego —le dijouno de sus acompañantes.

El animal quedó quieto, le pusieron la carga y éste la

tiró del cabestro, le hicieron mil diligencias para que semoviera y el animal todavía estuviera allí si Dios le hu-biese dado largos años de vida.

—Hágase tu voluntad, Dios mío —dijo Ahumada—, yretornemos a la posada que mañana será otro día.

Buscó por varios días la salida buscando otros cami-

nos y regresaba al mismo sitio; el animal iba a buen paso,pero se detenía en ese mismo lugar.

La piedad y la superstición dieron en decir que la Vir-gen no quería marcharse de Chinantlán y de acuerdo conel cura y el permiso de Ahumada, se acordó que la Vir-gen quedase en Chinantlán. Procediéndose enseguida a

levantar el templo.Corrieron los años y la Virgen de la Concepción llegó

a conocerse como la Virgen del viejo, haciendo referenciaasí, al viejo Ahumada que la dejó.

“Sólo la Virgen del viejo puede salvar a tu hijo” decíanmuchos creyentes.

“En la tempestad del Realejo, se salvaron todos porqueeran devotos de la Virgen del viejo”.

La historia del Viejo

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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Un caso muy conocido se refiere a una señora que esta-

ba sola en el momento justo que iba a dar a luz, invocó lamisericordia de la Virgen del viejo, apareciendo momen-tos después una mujer de rara belleza que la asistió concuidadoso esmero, y al despedirse la señora agradecida ledijo:

—Dígame donde vive usted para ir a verla en cuantome levante.

—Pregunte por mí en la plaza y cualquiera te dará lasseñas.

—Y… ¿cómo se llama usted?

—Yo me llamo María de la Concepción.

La señora se levantó, fue a buscar a la divina comadro-

na; pero nadie le dio razón.—Sin embargo —decía— ella me asistió, y quiero verla.

Y la pudo ver, la reconoció al notar que se trataba de lamismísima Virgen del viejo.

—Ella es —dijo. Y le dejó a sus pies sobre el altar, al-gunas frutas como muestra de agradecimiento.

Pasó el tiempo y la escultura de Ahumada, fue adqui-riendo cada vez más popularidad por sus milagros tannumerosos.

Todo el mundo la conocía como la Virgen del viejo. Deesta manera Chinantlán pasó a ser El Viejo Chinantlán,

luego simplemente El Viejo, como recordando al viejoFrancisco de Ahumada.

 

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ChiCo LArgo deL ChArCo verdeTomado de Pablo Antonio Cuadra y Francisco Pérez Estrada:

Muestra del Folklore Nicaragüense. Fondo de Promoción CulturalBanco de América. Series Ciencias Humanas No. 9 - Managua, 1978

La bella y misteriosa isla de Ometepe, guarda leyendaslocales que aun viven en la imaginación popular. Entreellas se destacan la de “Chico Largo” y la de “El Encan-to de Charco Verde”, ambas están muy relacionadas poruna continuidad mental y mágica, debido sobre todo a latopografía insular.

Este es el testimonio que ilustra una creencia segúnla cual la persona que hace un pacto con el diablo se caemuerta de repente, algunas veces desaparece del pueblo ynadie mas la vuelve a ver. Según los ancianos del pueblo,muchos hombres sencillos hicieron pacto con Chico Lar- go y por eso se volvieron ricos de un día para otro.

La vida de uno que ha hecho pacto es limitada, es uncontrato definitivo y no se puede anular porque el diablo

se encarga de velar por el cumplimiento.El se complace esperando el día que toca llegar a traer

el alma comprometida. El contrato procura una vida deabundancia y goces sin límites durante un tiempo estipu-lado. El precio de todo esto es la entrega del alma. El dia-blo a veces camuflado bajo el famoso agente nicaragüense

de la isla de Ometepe: Chico Largo, el que tramitó muchospactos con el demonio.

Cuentos de Rivas

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 El Charco Verde es una ensenada chiquita que se abre

en la hacienda Venecia, distante a unos dos kilómetrosdel pueblo llamado San José del Sur.

La leyenda cuenta que el “Viernes Santo” a mediodíaaparece una mujer en el centro de la laguna Charco Verde,se le puede ver peinándose con un peine de oro. Se diceque aquí también es la entrada a un sitio encantado, aquellugar en donde esta preciosa mujer aparece, que tambiénvive en ese encantado mundo, en donde se dice se en-cuentran todas aquellas personas que han sido vendidaspor el endemoniado Chico Largo.

Chico Largo convierte a la gente en ganado y que eseganado encantado se vende en algunas ocasiones al mata-dero público de Moyogalpa o Altagracia.

Muchas personas han oído el lamento del toro o lavaca, o el cerdo; igualito al quejido humano que ahoraconvertido en animal, pero que habría sido en otra vidaun cristiano. Fue este otro individuo que había hechopacto con Chico Largo. Por medio de ese pacto, vendióa cambio de su alma, por el gozo de riquezas por cierto

tiempo en su vida.Es un pacto post muerte, después de la cual ocurre, el

individuo es llevado por muchos demonios, a la ciudadperdida en el Charco Verde.

Personas, decentes vecinos de esta isla paradisíacadicen haber presenciado la muerte de alguien, de quien

se decía estaba vendido a Chico largo, se cuentan que amedia noche aparecen jinetes en briosos caballos negros

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haciendo ladrar a todos los perros y cacarear a las galli-

nas, los caballos relinchan y el ganado se espanta. Luegose apagan y se encienden unas luces brillantes, las lucesalumbran el cuerpo del muerto y los jinetes en medio deun estrépito infernal, recogen el cadáver. Cuando alguiense atreve a encender la luz porque ha cesado el ruido, seencuentran que el cadáver ha desaparecido y se dice quese lo llevó Chico Largo, porque ya se había cumplido su

plazo, el plazo del pacto con el demonio.También se dice que el individuo que ha pactado con

Chico Largo recibe “siete negritos”, éstos están para ayu-darle en sus momentos difíciles y le sacan de cualquierapuro. Pero siete años, sólo siete años puede tenerlos, lue-go debe pasárselos a otra persona, su pena es ser llevado

al “Mundo Encantado” en cuerpo y alma.

“eL enCAnto” de ChArCo verde 

Hace ya más de sesenta años, un comerciante árabe,uno de esos que el pueblo mal llama “turcos”, hacía suruta de comercio de tela entre Moyogalpa y Altagracia.En una oportunidad, yendo de San José del Sur a Altagra-cia, se encontró  El turco con un camino desconocido, losiguió por curiosidad y a cierta distancia divisó una grancasa-hacienda, con mucha gente y poblada de un hato deganado muy gordo.   El turco, llamado Umanzor, saludóuna y otra vez a los pobladores. Aquí las telas —decía—

tengo blancas, azules y rojas. Y así persistía ofreciendosus telas pero nadie le contestaba.

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Y en vista de esa desatención, en un lugar no tan hos-

pitalario, al que ya se había acostumbrado en Ometepe,tomó sus maletas y se las echó al hombro en busca delcamino hacia la salida, de pronto y sin que notara en quémomento, se encontró de nuevo en el camino que lo ha-bía traído al lugar, es decir, en el camino de Altagracia.Umanzor, “el turco vendedor”, había preguntado por lahacienda desconocida, nadie le supo dar referencias de

ella.Gentes anteriores a nosotros, más antiguas que noso-

tros fueron vendidas en ese  Encanto   del Charco Verde ydespués se murieron. Muchas personas aseguran habervisto a los desaparecidos en El Encanto.

*****Bertilda Castro llegó un día asustadísima, ahogándosepara contar su gran susto:

—Vieran que triste vengo, una cosa horrible me ha pa-sado, a mi comadre de los Ángeles le acaba de pasar unacosa espantosa.

Doña Bertilda, la prestamista de dinero, fue a cobrarsus intereses y estando en la casa del cliente llegó unaseñora gorda vecina diciendo:

—Comadre, buenas, vengo a que me preste a su chava-lita para que me acompañe a hacer un mandado.

—Bueno, Comadre llevátela, —le dijo la comadre.

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La chavalita que sólo tenía nueve se fue muy de ma-

drugada con la señora y como a las dos de la tarde regresócon una gran bolsa.

—Mamá, mamá —le decía la muchachita bien pá-lida—, aquí le manda su comadre este chicharrón. Vea,bastante le mandó. Aquí traigo esto mamá, pero no se locoma, ¿sabe por qué? Porque esa señora me llevó a un lu-gar bien raro, allá frente a Venecia, cuando llegamos a unagran piedrota que hay por ahí me dijo que cerrara los ojos,yo le hice caso y cuando los abrí estábamos en un pueblocon pocas casas y ella, su comadre, ya había desaparecidodel lugar. Yo me vi solita en un corredor en aquella casonacon cuartos y más cuartos, habían un montón de cuarti-tos, todo alrededor y yo estaba muy afligida, no sabía que

hacer. Me habían dejado solita y ahí una señora que yo noconozco, me llevó comida, pero yo estaba afligida que nisiquiera comí. —Si la chavala hubiera comido, la dejanahí—. Y continuó con el relato de la chavalita:

—Yo dije, mejor no como hasta que llegue a mi casa,ahí estaba sentada viendo todo lo que pasaba y no comí y

esta señora que no conozco me dijo regañándome: «¿Porqué no comiste?» «Porque no tengo hambre» le dije. Eneso, yo miré, que sacaron de un cuarto a una señora blan-ca bien gorda, la metieron en otro cuarto. La Señora eratan gorda que no podía andar, yo estaba viendo eso conmucho miedo porque estaba muy afligida, de repente seescucharon los horribles quejidos de un chancho, ahí oígritar ¡reeeeep! ¡reeeeeep! un chancho aterrorizado, endonde metieron a la señora gorda. Ese chancho gritaba

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como que lo estaban degollando, esa era la mismísima

señora la que estaban matando. Primero la convivieronen chancho y luego la mataron. Yo cuando vi salir a otramujer que cargaba unos tocinos los que trozaron delantede mí, tocinos de la señora que metieron ahí, la puertadel cuarto estaba en pampa, pero sólo estaban un montónde chicharrones ya no estaba ni el chancho ni nadie, esoschicharrones son de gente, no los coma mamá, no me dé

a mí, —decía la chavalita llorando de miedo después derepetir varias veces que la historia era verídica.

*****

No hace muchos años, murió un conocido que se lla-maba Juan Mendoza, el hombre se agravó y murió, lo es-

taban velando en su rancho, y aquí todo el mundo sabeque cuando alguien se muere hay que ir a la vela, la genteva y se reúne en el velorio del muerto.

De San José venía el indio Saballos, en el camino seencontró con un hombre.

—Hola hombre, ¿A dónde vas? —le preguntó Saballos.

—Pues hombre, voy largo, pero ahora que pases pormi casa, antes de llegar al gran ceibón vas a ver una fiesta,están horneando rosquillas, preparando café, la fiesta esen la noche. Pero nos vemos yo voy por allá, largo, bienlargo. Después de este cruce de palabras, cada cual conti-nuo su camino.

Cuál no sería el susto del indio Saballos que al pasarfrente a la casa de aquel hombre que se había tropezadoen el camino, el que había visto hace poquito era el mis-

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mísimo que estaban velando, se bahía tropezado con el

muerto. El hombre que con él acababa de hablar hacíapoquito y la fiesta de la comedera era su propia vela y elmuerto ya iba en su camino para el Charco Verde.

El indio cayó del susto con un gran calenturón y lodejó mudo por más de una semana. Estaba como dundo.

Ese Chico Largo que vende el alma de los hombres, se

le miraba por el manantial, dicen que ahí se hacen loscontratos. La gente veía llegar a Chico Largo montado enun gran caballo negro, los trabajadores lo veían entrar porun portón y después se desaparecía.

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LA LLoronA 

Tomado de “La Llorona” (fragmentos)Milagros Palma: Senderos Míticos de Nicaragua.

  La Llorona es una figura popular de esas tenebrosashistorias que aterran el sueño de las comunidades campe-sinas. Sus lamentos aparecen en medio del coro nocturnode voces de animales y del ritmo monótono de aguas dequebradas y ríos. Ese concierto lúgubre es el mismo queha interrumpido el sueño de generaciones enteras en lospueblos diseminados en los misteriosos espacios vírgenesde nuestra América. En Nicaragua se oyen los lamentosde La Llorona transportados vertiginosamente por los ca-prichosos vientos que provienen de las cuatro esquinas

del mundo. Hasta donde cuenta la gente,  La Llorona semanifiesta a través de un quejido largo y lastimero, segui-do del llanto desgarrador de una mujer cuyo rostro nadieha visto.

Siempre en búsqueda de conocer más y más sobre éstey otros personajes de la tradición oral de nuestro pueblo,

nos embarcamos rumbo a la isla de Ometepe.Doña Jesusita, se llamaba la anciana solitaria que vien-

do nuestro interés por conocer las historias del puebloempezó a contarnos sobre el origen del llanto de la madreen pena.

«En aquellos tiempos de antigua, había una mujer

que tenía una hijita de unos 13 años, ya sazoncita estabala mujercita. Ella ayudaba a lavar la ropita de sus nuevehermanitos menores y acarreaba el agua para la casa. La

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mamá no se cansaba de repetir a la hija cada vez que la

veía silenciosa moler el maíz o palmear la masa cuandoel chisporroteo de la leña tronaba debajo del comal debarro:

—Hija, nunca se mezcla la sangre de los esclavos conla sangre de los verdugos.

Ella le decía verdugos a los blancos porque la mujer

era india. La hija, en la tarde salía a lavar al río y un díade tantos arrimó un blanco que se detuvo a beber en unpocito y le dijo adiós al pasar. Los blancos nunca le ha-blaban a los indios, sólo para mandarlos a trabajar. Perola cosa es que ella se encantó del blanco y los blancos seaprovechaban siempre de las mujeres. Entonces bajo ungran palencón de ceibo que sirve para lavar ropa, allí porel río, se veían todos los días y ella se metió con él.

—Mañana, blanco, nos vemos a esta misma hora —ledecía siempre.

Claro, el blanco llegaba y la indita salió pipona, perola familia no sabía que se había entregado al blanco. Di-cen que ella se iba a verlo bajo el Guanacaste. Ya se iba elblanco, se iba para su tierra y entonces como ella estabapor criar, ella le lloraba para que se la llevara. Pero ¡dóndese la iba a llevar! la indita lloraba y lloraba, inconsolable,a moco tendido. Él se embarcó y a ella le dio un ataque,cayó privada. Cuando ella se despertó al día siguiente, es-taba un niño a su lado y en lugar de querer aquel mucha-

chito, lo agarró y con rabia le dice:

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—Mi madre me dijo que la sangre de los verdugos no

debe mezclarse con la de los esclavos.Entonces se fue al río y voló al muchachito y ¡pan! seoyó cuando cayó al agua. Al instante se oyó una voz quedecía:

—¡Ay! Madre… ¡ay madre!… ¡ay madre!…

La muchacha al oír esa voz se arrepintió de lo que ha-

bía hecho y se metió al agua queriendo agarrar al mucha-chito pero entre más se metía siguiéndolo, más lo arras-traba la corriente y se lo llevaba lejos oyéndose siempre elmismo lamento: ¡ay madre!... ¡ay madre!... ¡ay madre!...

Cuando ya no pudo más se salió del río. El río se habíallevado al chavalito, pero el llanto del niño que a veces

oía lejos. Otras veces aparecía cerquita: ¡Ay madre!… ¡aymadre!… ¡ay madre!…

La muchacha afligida y trastornada con la voz, enlo-queció. Así anduvo dando gritos, por eso le encajaron La Llorona. Ahora las madres para contentar a los chavalitosque lloran por pura malacrianza, les dicen: “¡Ahí viene

 La Llorona!”La mujer enloquecida se murió y su espíritu quedóerrante por eso se le oyen los alaridos por las noches”.Por ahí se anda La Llorona, hasta la vez se le oye por todoel río”.

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Los siete negritos 

Tomado de “Los siete negritos”, de Enrique Peña Hernández:Folklore de Nicaragua. Editorial Unión, Masaya, 1968.

 

Era notorio en el pueblo que Filemón Suárez había su-frido un completo fracaso económico. En los últimos dosaños, como aparente víctima de una maldición, había ve-nido dando traspiés en sus negocios y empresas; pues sus

frecuentes fallas no parecían obedecer a contingencias deordinaria ocurrencia, sino que los golpes desafortunadoshabían caído sobre él sucesiva e implacablemente, sin al-ternativas de pasajeras bonanzas, hasta liquidarlo total-mente.

¡Pobre Filemón! Todo lo había perdido: sus dos fin-

cas de agricultura, su ganado, su hermosa casona en elpueblo, su bien surtida tienda de abarrotes, todo. Losacreedores, que no eran pocos, no habían tenido piedadde él; así como tampoco la había tenido Filemón con losdeudores suyos, en sus tiempos de prosperidad. A la ver-dad que la gente no se condolía de la quiebra; más bien sealegraban; la consideraban como merecido castigo de laambición y avaricia, de la malevolencia de aquel hombre.

Ahora Filemón era un cualquiera, pero sabía trabajar,de eso no cabía duda y estaba más o menos joven, puesfrisaba en los cuarenta años; así que con inquebrantableresolución y firmeza decidió irse a buscar trabajo de jor-nalero a las haciendas del cerro.

Todo el mundo lo miró irse, con alforjas al hombro, decaites y con aire resuelto.

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Las comadres comentaron:

—¡Así terminan los malvados!—¡Y peor que lo hemos de ver!

—¡Nadie se va de esta vida sin pagar sus pecados!

No había transcurrido una semana de la partida de Fi-lemón, cuando éste regresó; y por cierto, de muy distintotalante de como se había ido. El pueblo todo se quedó

pasmado de asombro, estupefacto, no querían dar créditoa sus ojos; creían estar alucinado; pero no, allí estaba Fi-lemón Suárez; ¡y había que verlo cómo regresaba!

Efectivamente, había que verlo. Caballero en un mag-nífico caballo tordillo, bien enjaezado, con un mantillónazul marino y riendas de cuero de excelente calidad, cal-

zando espuelas plateadas, el que se suponía quebrado yfracasado se paseaba desafiante por las cuatro calles delpequeño poblado, en todas direcciones, como un flaman-te cirquero, en plan de exhibición.

— ¿Se habrá sacado la lotería el gran bandido?

— ¿A quién habrá desvalijado?

— ¿Se habrá hallado alguna botija?— ¿Le habrán dejado una buena herencia?

Estas y otras preguntas parecidas se hacían las gentes;pues no atinaban a encontrar la razón del repentino cam-bio de fortuna de su odiado coterráneo.

Pero volvió la calma a reinar en el ambiente; y el enig-mático Filemón volvió a recuperar sus propiedades rústi-

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cas, su vieja casa, su ganado; compró dos haciendas más,

montó una gran tienda de abarrotes mejor que la primera.El dinero le entraba a manos llenas. La suerte habíacambiado radicalmente para él; ahora le era enteramentefavorable, todo le salía bien; si sembraba, obtenía ópti-mas cosechas; si apostaba a los gallos o jugaba a los dados,ganaba inexorablemente; si comerciaba, ganaba y gana-ba, ¡Oh! ¡Como se reía de su excelente fortuna! Indiscu-tiblemente que él era segura carta de triunfo en todas lasempresas.

Ante el poderío adquirido por Filemón, no tuvo másque resignarse y no volver a murmurar; porque como de-cían los viejos, ese hombre había nacido parado; y ade-más, él tenía y daba trabajo a todo el mundo. ¿Pero, dedónde habría sacado tanta plata, si había quedado arrui-nado? ¿La habría tenido enterrada?

Serían ya como las siete de la noche, cuando Filemónregresaba de su hacienda de ganado situada en las faldasoccidentales del cerro. El aire estaba fresco y la noche co-menzaba a cubrir la tierra. Era por el veranillo de San

 Juan. La bestia que trotaba sosegada de pronto empezó ainquietarse. El amo, extrañado de la alteración nerviosadel animal, le habló con suavidad, lo palmoteó en el pes-cuezo y le acarició las crines; pero el caballo, lejos de cal-marse, continuaba en su excitación. Y cuando Filemónmenos lo esperaba, dio el animal un formidable relincho

y se paró violentamente asegurándose sobre las patas tra-seras; que sí no hubiese sido por la destreza del montado,habría dado con su humanidad en el suelo. No queriendo

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exponerse más, se apeó de la bestia; y no bien lo había

hecho, cuando ésta dio media vuelta y salió a todo galopepor el camino que traían.

Ya sólo Filemón en el camino, tuvo miedo. Una ideapunzante le taladraba las sienes. ¿Será posible? —Se de-cía— No, no puede ser —se contestaba en voz baja. Peroel miedo, como viento helado, le corría por la espalda yle estaba corroyendo el corazón. Y sin darse cuenta, abriólos brazos en actitud implorante y gritó a pleno pulmón:¡No puede ser! ¡No puede ser!

—Sí, puede ser y tiene que ser —le contestó una vozdesagradable y fuerte que salió de las sombras. Y acto se-guido el dueño de la voz se le plantó enfrente.

Cuando Filemón lo reconoció, se le tiró al suelo comoharía el siervo más desgraciado y se puso a besarle los pies.

—De nada te sirven todas esas humillaciones —loapartó agresivamente el otro. Y con timbre mandón, leordenó:

—Levántate. Por estar disfrutando de la felicidad que

te ha proporcionado el dinero, te has olvidado del trans-curso del tiempo y del pacto que suscribiste con tu propiasangre. Levántate infeliz.

Obedeció Filemón como verdadero autómata. Habíasufrido en un instante una notable transformación; es-taba convertido en un anciano tembloroso y encorvado.¡Pobre Filemón! Ahora sí que era digno de compasión.Había caído en las redes del mismísimo diablo y no habrámanera de cómo escaparse.

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¡Qué de angustias y penas lo atormentaban! ¡Cómo es-

taba de arrepentido, pero de nada le servía!Ahora lo recordaba todo como en una cinta cinema-tográfica, pasaban por su mente los recuerdos de los abo-minables sucesos de aquella tarde calurosa de Julio, hacíasiete años. Sí, todo se le presentaba con meridiana clari-dad.

Cuando salió del pueblo en busca de trabajo, lo habíaalcanzado un hombre con apariencia de jornalero, des-calzo, con su machetillo debajo del brazo y con el rostromedio tapado por un sombrero alado. Bien lo recordaba.

El individuo en cuestión le había metido plática, sobrela carestía de la vida, la pobreza, las calamidades, etc. y

él, Filemón, entrando en confianza, le había contado sureciente fracaso y el rudo golpe sufrido.

— ¿Y ahora qué piensas hacer? —le había preguntadoel hombre.

—Pues buscar trabajo, para pasar la vida; pero quiénsabe si me podré acomodar acostumbrado como estaba a

tener mucho dinero.No bien había acabado Filemón de pronunciar la pala-bra dinero, cuando el compañero dio un gran salto y fuea caer sentado en una piedra grande que estaba a la veradel camino.

Se quitó el sombrero saludó y ensayando su mejor son-

risa y llamó a Filemón, y éste, insensiblemente, se fueacercando y acercando, hasta quedar bien cerca de aquél.

—Acércate, no temas —le dijo a Filemón.

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— ¿No es dinero lo que quieres? —agregó interrogante.

—Lo tendrás —continuó, con la voz más melosa delmundo—. ¿Qué, nada contestas? —Prosiguió malhumo-rado—, ¡Oh no, bien veo que eres un cobarde, un hom-bre y pusilánime, por eso fracasaste y fracasarás siempre.¡Basta, contigo nada se puede!

Y acto seguido hizo ademán de levantarse e irse. En-

tonces Filemón, al ver que su amigo se le iba, lo detuvodiciéndole:

—¡No, espere! Perdone. Explíqueme, no le comprendo.

—¡Ah, eso es otra cosa! Ya le explicaré.

Y acomodándose bien en la piedra que le servía deasiento, el desconocido habló así:

«Yo soy un ser poderoso, poderosísimo. Yo soy el amodel mundo y sus riquezas. Yo doy las riquezas y el poder aquienes lo desean y están dispuestos a aceptar mis condi-ciones, que no son muchas.»

«Si tú quieres hacerte rico, tener poder y que todos teteman y respeten, consíguete siete gatos negros y una lata

grande y te vas mañana a la cumbre del cerro, en donde teesperaré a las tres de la tarde. Llevas también un cántarode agua, un manojo de leña bien seca y fósforos.»

Y diciendo las últimas palabras, desapareció. Filemónse quedó atónito. Pero desgraciado como andaba y sinqué comer, tomó la inquebrantable resolución de acatar

el consejo del misterioso desconocido. Y así, se dio a latarea de conseguir los gatos y demás materiales. Empeñóo malvendió sus alforjas, su poca ropa que le quedaba y

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aun los caites; y a la hora convenida ya había subido a la

cumbre del cerro, por tercera y última vez, pues tuvo quehacer tres viajes de acarreo; y se dispuso a esperar a suamigo.

No tardó en aparecer. Y tomando éste la palabra, convoz grave y pausada le ordenó:

—Prepara una fogata, echa el agua en la lata y espera

que hierva. Cuando esté en ebullición, echa los siete gatosen el agua y tapas la lata con esta tabla.

Y le dio una tabla burda. Filemón obedeció al pie de laletra, cuando el agua comenzó a hervir metió los gatos ytapó el recipiente.

No había acabado de hacerlo, cuando los gatos se pu-

sieron a dar aullidos terribles, horrorosos, despavoridos,escalofriantes, que tronaban como si fueran mil tormen-tas juntas.

Luego se empezaron a oír chirridos de cadenas y gritos,grandes “ayes” y lamentos como de personas torturadas.La atmósfera se puso densa, saturada de humo azufrado

y mal oliente, y por momentos se perdió la visibilidad delos objetos.

Filemón estaba aterrado, desesperado y pensó en huiry abandonarlo todo. Ya iba a poner en ejecución su pen-samiento, cuando una altisonante carcajada lo detuvo, ylo dejó como petrificado. Cesaron los aullidos, chirridosy lamentos, se disipó la humareda y todo volvió a la nor-malidad, como antes había estado. Se volvió del lado dedonde provenía la carcajada y vio lo que nunca sus ojos

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Los Siete Negritos 

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habían visto ni habrían querido ver: ¡El diablo! ¡El dia-

blo en su espeluznante figura! Allí estaba: con sus ojosllameantes y pavorosos, su cuerpo peludo, sus cuernos, sucola, sus uñas, su aliento azufrado y humeante.

Filemón creía estar soñando, ser presa de alguna pesa-dilla. ¡Horror, horror...! Allí estaba El Malo, tal cual era,como le habían contado que era.

—Bueno —le dijo el diablo—. ¡Manos a la obra! Des-tapa esa lata y saca lo que hay dentro.

Hizo Filemón lo que le mandaron y sacó siete hom-brecitos negros, bien formados pero chiquitos, como dedos pulgadas de estatura.

—¡Échalos en tu cajita de fósforos y llévalos siempre

contigo que ellos te darán todo lo que quieras, pero du-rante siete años solamente, a contar de hoy. Son los SieteNegritos parte de mí, algo así como hijos míos.

Filemón acató las instrucciones y se guardó la cajitacon su preciosa adquisición.

—Ahora —agregó el diablo— vas a firmar el contrato.

Y desenrollando un documento que llevaba prepara-do, le pinchó una vena del brazo derecho al pobre hom-bre, humedeció en la sangre de éste una pluma de zopilo-te y lo hizo firmar. Todo aquello se realizó en un abrir ycerrar de ojos.

—Bueno, ya está —prosiguió el diablo—. Toma esta

bolsa con dinero para que comiences a trabajar; que todolo demás te llegará por añadidura.

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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Y desapareció.

Ahora Filemón recordaba todo aquello. Efectivamen-te, no se había dado cuenta del transcurso del tiempo. Yaiban a vencer los siete años.

—Te faltan sólo siete días —le dijo el diablo—. Te lovengo a recordar para que estés preparado. Eres mío encuerpo y alma. Yo te he cumplido mi palabra, todo has te-

nido; ahora a ti te toca cumplirme. No trates de evadirte;que donde quiera que estés, allí te encontraré y de allí tellevaré para mis dominios. Y desapareció.

Filemón se fue a sentar bajo un árbol, y recostó la ca-beza en el tronco, bien cansado y sudoroso, como que ha-bía realizado una pesada labor; y se quedó dormido.

Cuando despertó, se halló acostado en una tijera en suhacienda de ganado, estaba prendido en calentura. Tri-nidad, su hermano de leche, hijo de la Nacha, su nodri-za, cuando vio llegar el caballo de regreso a la finca, sealarmó en extremo; se imaginó que a Filemón lo habíanasaltado y matado en el camino y se fue a buscarlo encompañía de unos mozos. Lo reconocieron por el traje yel sombrero; alquilaron una carreta en una huerta vecinay se lo llevaron a la hacienda.

—Dame agua, Trinidad, que me estoy quemando —fue lo primero que habló.

Le pasó el agua; y aquél se la bebió con avidez.

—Cierra esa puerta bien —le dijo a su hermano de le-che—, afiánzala con el aldabón y la tranca.

Trinidad hizo como se le mandaba.

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—Ahora, acércate —prosiguió el enfermo—; aquí...

aquí, siéntate en la tijera, quiero revelarte mi gran secre-to, que sólo tú lo oigas.

Se acercó Trinidad y con gran perplejidad y estupefac-ción oyó el relate fiel que le hizo el calenturiento, de supacto con el diablo. Cuando hubo terminado, Trinidad seapeó de la tijera y se hincó al pie, exclamando:

—¡Oh, no! ¡No puede ser, no puede ser, Filemón!—Así decía yo ayer, pero la realidad es otra. Estoy con-denado, hermano; condenado por mi ambición, por miinsaciable sed de dinero. Yo hubiera trabajado como elmás humilde mozo y me hubiera ganado la vida honra-damente, pero ahora ya no tengo salvación; ya no tengo.

Y rompió en amargos sollozos. Trinidad lo acompaña-ba en su dolor, llorando inconsolablemente.

—Bien —dijo Filemón, reponiéndose—. ¡Valor! Lla-ma a un notario ahora mismo. Voy a testar distribuyendotodos mis bienes entre los pobres. Tú serás el albacea. Atí no te dejaré ninguno de esos bienes, porque conoces el

secreto. Toma mi anillo, que es lo único legítimo y buenoque poseo, recuerdo de mi santa madre.

Trinidad tomó el anillo y fue a traer al cartulario. Unahora después, todo había quedado arreglado.

—Despide a los mozos, Trinidad; dales permiso y suel-do adelantado. No des en qué sospechar nada. Déjame

solo, enteramente solo. Tranca bien las puertas y venta-nas; ponles candado por fuera y vete. Vete; y no regreseshasta el cabo de seis días justos. Trinidad se fue.

Cuentos de Rivas 

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Los Siete Negritos 

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Filemón quedó como quería quedar en la más absoluta

soledad. En una pequeña alacena había aprovisionado susescasos alimentos: tortillas frías, queso, pinol y agua.

A medida que se acercaba el día señalado en el malditopacto, la serenidad y presencia de ánimo lo abandonaban.Ya no comía; a duras penas calmaba su sed. Los ojos lostenía desorbitados, el pelo se le había vuelto casi blanco,y era presa de grandes crisis nerviosas, semejantes al de-lirium tremens. Reía, gritaba, pataleaba, bailaba, cantaba,lloraba; pasando de un estado a otro, con gran rapidez.

Estaba loco, loco de remate. Como a las once de la no-che del día indicado, un caballero de negro, montado enun caballo negro de buena estampa, llegó a la casa de lahacienda, dio tres golpes fuertes en la puerta principal.

Cuando Filemó los oyó, comenzó a reírse a grandescarcajadas y entrando en lucidez, se acordó de un revól-ver que tenía en su cofre y sacándolo se puso a dispararhacia el lugar de donde provenían los golpes, que se ha-bían reanudado con mayor fuerza. De pronto la puertase desprendió, entró el de negro y abalanzándose sobre

Filemón, lo apretó violentamente en el cuello hasta es-trangularlo. Luego lo tomó de los cabellos y lo arrastróhasta el patio; lo ató de los mismos cabellos a la cola de labestia y se lo llevó.

El velorio y el entierro estuvieron muy concurridos.La gente decía que a Filemón se le había ablandado el

corazón y había renunciado a sus bienes en favor de lospobres.

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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—¡Pero cuánto pesaba! —dijo uno.

—Sí, a mi me dejó chollado el lomo —comentó otro.—Y yo he quedado con dolor en la nuca —agregó un

tercero—. Pero no nos fue mal, porque el albacea fue muygeneroso.

Trinidad oía y lloraba en silencio, conociendo comoconocía el otro gran secreto: que en el ataúd solamente

iban piedras.

LA noviA de toLA 

Ocurre por 1870 la pareja de enamorados SalvadorCruz, un jovenazo simpático, rico, parrandero y mujerie-

go le propone matrimonio a Hilaria Ruiz una jovencitamuy bonita, dulce e inocente.

Al parecer ellos estaban locamente enamorados, o porlo menos eso aparentaban.

De Salvador, sin embargo se sabe, que parecía ya can-sado de tanto mujerear y en sus casi treinta primaveras

conquista a Hilaria, muy ingenua quien estaba advertidapor todos sus amigos y familiares de no casarse con seme-jante bandido.

Todo el pueblo murmuraba de que este era el mismohombre que visitaba a Juana Gazo, una vecina de por ellado del Río de Tola.

Un pariente de Hilaria en Belén, en donde estaba ubi-cada la parroquia mas cercana, ofrece su casona para lafiesta de la boda y ese día muy de madrugada se pren-

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dieron todos los candiles de la casa y el olor a cafecito

madrugador reunía la parentela a cargo de realizar lospreparativos. El silencio de la noche se interrumpió yse escuchaban las primeros crujidos de leña prendida enaquel fogón de piedra, nacatamales y chicha aguardabana los invitados a la gran boda.

Rosa, prima de Hilaria llamaba a los chavalos para quela ayudaran en la correteada de las gallinas, chompipes ychanchos.

Como un espanto en las tinieblas de aquella madru-gada se escuchaban los alaridos de aquella chancha biengorda en terror ante su eventual sacrificio.

Mas tarde llegaron los chicheros con sus guitarrones y

sus grandes panas de aluminio que usaban para hacer el¡pom, pom! del bajo, todo estaba preparado.

Y en todo el pueblo la bulla y alegría del acontecimien-to que ya era la novedad.

La mamita Juana compartía con la parentela historiasde antiguos casamientos, las historias felices de las bodas

famosas de aquella parroquia en Belén.Mientras Rosa correteaba a sus seis chavalos entre susotros primos y parientes, estos corrían de arriba para aba-jo en la casona. Los detalles habidos y por haber, de laboda estaban todos listos.

Salvador Cruz, por otro lado, había pasado la noche en

Tola, y como a las once del día se dirige hacia Belén, peroen el camino se da un resbalón por el estanco del Río deTola, en donde vivía su famosa Juana Gazo.

Cuentos de Rivas 

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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 Juana sabía que todo estaba terminado con su amante

y pretendiendo aceptar la realidad del matrimonio ofreceque para despedirse brinden por el futuro de la pareja.

Salvador parrandero no muy corto y perezoso le entraal guarón y se emborracha en los brazos de Juana una vezmás.

Mientras en Belén en el altar de la iglesia Hilaria llora-

ba profundamente en desconsuelo.La familia, sus invitados y el pueblo presenciaba contremenda tristeza esta tragedia al final.

Desde entonces nació la leyenda de la novia de Tola,que sacó del anonimato a este municipio y dio a nuestrolenguaje un dicho que ahora se utiliza mucho cuando al-

guien se queda esperando a otra persona y ésta no da se-ñales de vida, por lo que bien le cae aquello de “te dejaronesperando como la novia de Tola. 

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eL bArCo negro

Tomado de Pablo Antonio Cuadra y Francisco Pérez Estrada:Muestra del Folklore Nicaragüense. Fondo de Promoción Cultural

Banco de América. Series Ciencias Humanas No.9 - Managua,1978

Hace ya mucho tiempo, tiempales que una lancha cru-zaba de Granada a San Carlos. Una vez muy cerca de laisla redonda, alguien hacía señas con una sábana blancapara que esta lancha atracara. Cuando los marineros seacercaron a la isla sólo escuchaban: ¡Ay! ¡Ay!

Las dos familias que vivían en la isla se estaban mu-riendo envenenadas, pues se decía habían comido de una

res que había sido picada por una culebra Toboba.—Por favor llévenos a Granada —dijeron y el Capitán

preguntó de que quien pagaría por el pasaje.

—No tenemos reales —dijeron los envenenados—pero le pagamos con leña o con plátanos.

— ¿Quien corta la leña o los plátanos? —preguntó elmarinero—. Yo llevo una carga de chanchos para Los Chi-les y si me entretengo allí, ustedes se me mueren en labarcaza —les dijo el capitán.

—Pero nosotros somos gente —dijeron los moribundos.

—También nosotros —dijeron los lancheros— con

esto nos ganamos la vida.Por Dios —gritó el más viejo de la isla— ¿No ven quesi nos dejan nos morimos?

Cuento de Granada

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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—Tenemos compromiso —dijo el capitán y se devol-

vieron los marineros y ni por mas que se estuvieran retor-ciendo del dolor ahí los dejaron.

No sin antes la abuela de una familia de la isla levan-tándose del tapesco en donde estaba postrada, les echóuna maldición: «Malditos, a como se les cerró el corazón,así se les cerrara el lago»

La lancha se fue, cogió altura buscando San Carlos ydesde entonces perdió tierra. Eso cuentan. Ya ellos novieron nunca tierra, ni los cerros podían ver, mucho me-nos las estrellas en el cielo les pueden servir de guía. Yatienen siglos de andar perdidos. Ya el barco está negro, yatiene las velas podridas y las jarcias rotas.

Muchos lancheros en el Lago de Nicaragua aseguranque los han visto, se topan en las aguas altas con el barconegro, sus marineros barbudos y andrajosos les gritan:

— ¿Dónde queda San Jorge? ¿Dónde queda Granada?

Pero el viento se los lleva y no los ven más, están mal-ditos.

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medArdo ÑurindA “eL jugAdo”

Según cuenta Sancho, allá por los años veinte, Medar-do Ñurinda era el cipote más haragán y sin oficio de todoNindirí. Era “recogido” de la abuelita Balbina, la cual loenvió un día a vender pinol a Masaya. Desde ese día el

muchacho desapareció, lo buscaron en Los Altos, Cofra-días, San Francisco, El Raizón, Tisma, Campuzano, Masa-ya y Managua y sólo ausencia encontraron. A los tres me-ses le dieron por muerto y le celebraron una vela con café,tamales pizques, rosquillas de maíz, nacatamales y cususa.

Al año justo, Medardo Ñurinda entró a Nindirí por el

camino a Masaya. Dijo que había permanecido “encanta-do” en la cima del cerro de La Martina, que ésta tenía asu servicio unos bueyes llorones, varios cabros peludos yun gallo rojo. Agregó que los racimos de palmas que te-chaban el rancho de La Martina eran de oro. “Allí se vivetranquilo, pero nadie puede escapar, pues al llegar a loslímites de la propiedad se pierde el control de las canillas,y éstas o no avanzan o comienzan un forzado retrocesohacia la cumbre del cerro”.

 La Martina hizo de Medardo un muchacho inteligentey habilidoso. Un día el cipote pudo atravesar el cerco depiñuelas y caminó al poblado sin encontrar contratiempos.

Se supo por Medardo que durante la noche de los Vier-nes Santos La Martina bajaba de La Barranca con su gallorojo bajo el brazo, llegaba a la planicie del camino y solta-

Cuento de Masaya

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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ba el ave que, picoteando por aquí y escarbando por allá,

entraba hasta la placita del pueblo para emitir tres esten-tóreo ¡ki-ki-ri-kí! Después, invisible, regresaba donde sudueña.

Los bueyes llorones —dijo Medardo— son hombresconvertidos que tienen que arar las tierras del cerro queson propiedad de don Reucindo Solano, anciano pati-zambo de ojos amarillos, cara aindiada, cabellos negros ybarba canosa y sucia.

Solano vivió en una casa de tablas con techo de tejasque estaba ubicada frente a la   Paja de Agua. Su únicomueble era una hamaca en la que pasaba la mayor partedel tiempo. A poca gente le pasaba palabra.

Por boca de Medardo se supo que los bueyes lloroneseran personas de mal corazón que el viejo contrataba paraque trabajaran en sus tierras. En extraño pacto con Reu-cindo, La Martina los convertía en semovientes, los hacíatrabajar por varios años y luego se los devolvía al viejo,quien los vendía al mejor postor. Los “transformados”volvían a ser seres humanos cuando cumplían su castigo,

pero jamás hablaban de esas cosas.Reucindo murió solitario. Nunca hizo un bien ni un

favor. Descubrieron el cadáver ya cuando hedía y lo lle-varon a enterrar a la carrera. Dicen que se convirtió enánima en pena porque dejó sepultadas sus riquezas en elpatio de su casa.

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eL LAgArto de oro

Tomado de Pablo Antonio Cuadra y Francisco Pérez Estrada:Muestra del Folklore Nicaragüense. Fondo de Promoción Cultural

Banco de América. Series Ciencias Humanas No.9 - Managua, 1978

Hace mucho tiempo llegó a Chontales un noble ca-ballero de Francia, llamado don Felix Francisco Valois,quien quedó encantado de los paisajes que rodeaban lahacienda Hato Grande situada a cuatro leguas de Juigalpa.Le gustó tanto la zona, que compró la hacienda.

En ese tiempo también vivía en Juigalpa una jovenmuy linda llamada Chepita Vital. Un día don Franciscoconoce a la Chepita y desde el primer día quedaron im-presionados y muy enamorados, fue un amor a primeravista. A los pocos meses se casaron y luego tienen unahija, la cual la bautizaron con el nombre de Juana María.

Don Francisco, tiempo después, sintiéndose muy en-fermo se dirige a Guatemala en busca de una sanación.Pero antes de partir recomienda a su administrador ha-cerse cargo de la hacienda y su familia.

Pasó el tiempo y don Francisco no volvía, todos los po-bladores de la comarca comenzaron a preguntar a los via-jeros sobre el devenir del francés. Hasta que alguien trajola información de que este había muerto en Guatemala.

Cuentos de Chontales

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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Doña Chepita se enfermó de pena moral y muere a los

pocos años dejando su testamento enterrado en un lugarque nadie conocía.

 Juana María, fue creciendo y creciendo, era toda unamujer linda y joven. Ella ignoraba que todos los bienesde su padre, eran ambicionados por Fermín Ferrari, eladministrador de la hacienda.

Ferrari era ahora un hombre malo y ambicioso llenode temores de perder toda la hacienda debido a la exis-tencia de Juana María. La forma en que él pensaba desha-cerse de la muchachita era volverla loca, asustándola paraque se marchara del lugar.

Fermín empezó con los cuentos de espantos en la ha-

cienda, le contaba historias horribles a Juana y con eltiempo ya la había enloquecido.

La muchacha se arrastraba, cantaba, bailaba y decíaentre sus locuras: «Viva la Condesa de Valois.» Luegodespués de varios meses de locura fallece ante el estuporde todos los comarqueños que afirmaban que Fermín erael responsable de su muerte.

El bandidaso de Fermín empezó a vender todas laspropiedades de la hacienda y con el dinero colectadoabandona el país. Pero vecinos traen la historia al pue-blo de que Fermín había sido asaltado y muerto por unosbandoleros que había tropezado en el camino.

Algunos vecinos que estimaban a la familia de JuanaMaría le llevaban flores a su tumba. La sepultura quedabaen el cerro del Hato Grande, al borde de una laguna y las

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personas que la visitaban aprovechaban la oportunidad

para darse un chapuzón.Un día muy tempranito, unos vecinos casi se muerendel susto al ver en la laguna un tremendo lagarto dorado,le brillaban los ojos con el sol resplandeciente de aquellafresca mañana. Corrieron al pueblo a contar la historia delo que habían visto y algunos se dispusieron a capturar allagarto, pero les fue imposible.

Un campisto que creía mucho en la Virgen, subió alcerro un día de tantos y le ofreció a la Virgen de la Asun- ción una corona de oro y un altar de la cola del lagarto sile ayudaba a cazarlo.

Tiró un mecate a la laguna y lazo al animal de la cabe-

za, pero cuando lo tenía en sus manos dijo: «Que se friegela Virgen». Apenas dijo esto el lagarto se le escapó y se su-mergió en el fondo de la laguna. Desde entonces todos loschontaleños buscan el lagarto de oro para hacerse ricos,pero este no volvió a salir jamás y dicen los campistas quees el alma de Juana María cuidado sus bienes.

Cuentos de Chontales 

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Los duendes de LA piedrA de CuApA 

Tomado de Pablo Antonio Cuadra y Francisco Pérez Estrada:Muestra del Folklore Nicaragüense. Fondo de Promoción CulturalBanco de América. Series Ciencias Humanas No.9 - Managua, 1978

En el valle de Cuapa, hay una gran piedra que dicencayó del cielo y a una legua de ella se encontraba la ha-cienda La Flor. Allí vivía un matrimonio que tenía una

hija muy hermosa, de la cual se habían enamorado losduendes que habitaban en la casa. Todas las noches llega-ban y le ponían flores en la cama y cuando iba a traer aguale enfloraban el camino. Pero los duendes no querían ala mamá de la muchacha y en lugar de flores le poníanespinas. Si iba a lavar le escondían el jabón, si iba a zurcirle escondían el hilo y en fin, que ya nadie los aguantaba.

La muchacha estaba asustada y tenía miedo de salir solaporque los duendes las seguían a todas partes.

El papá de la joven tenía un burro con el que jalabaagua y cargaba zacate y un día de tantos no lo encontró,se puso furioso y comenzó a buscar el burro acompañadopor los vecinos. Después de varios días lo encontró arriba

de la piedra rebuznando afligido porque no podía bajarse.Comprendiendo que era una zanganada de los duendes,el señor le ordenó a su hija que les fingiera cariño a éstos,correspondiendo con palabras amorosas a los regalos quele hacían. Lo que el señor quería era que los duendes ba-jaran el burro.

La joven hizo caso y temblando de miedo les pidió quele bajaran el burro a su papá. Por quedar bien con ella, losduendes bajaron el burro y lo llevaron a la caballeriza.

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Durante algunos días no aparecieron y el señor creyó

que ya no iban a seguir molestando, pero se equivocó; suesposa tenía dos tazas y ellos le quebraron una porque sa-bían lo mucho que le dolería aquella maldad. A mediodía,cuando ella estaba tomado sopa, exclamó: «Que lástimaque se quebró mi taza, tan bonita la pareja» diciendo estole dejaron caer real y medio en la sopa, entonces ella dijo:«Con esto se paga la taza». Cuando se levantó para contar

el dinero que tenía guardado en un cofre, vio que le ha-cían falta real y medio, murmuró: «De mis mismos realesme están pagando; que malos que son esos duendes» y lejalaron el cabello.

Como ya no los soportaban, decidieron hacerles laguerra. Después de inventar miles de cosas, los dueños

de la hacienda y los vecinos, se pusieron a tocar músicade cuerda. Esto desagrada a los duendes porque les pro-ducía dolor de cabeza. Día y noche pasaron los señorestocando hasta que los traviesos no tuvieron más remedioque abandonar la casa. Dicen que los chontaleños cuandoven a una persona sobre la piedra gritan: «Allá está el bu-

rro de Cuapa» y el que está arriba, en venganza contesta:«Allá están los duendes.»

Cuentos de Chontales 

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Cuento de León

eL CoroneL ArreChAvALA

Tomado de “Arrechavala y su alma en pena” (fragmentos)Milagros Palmas: Senderos Míticos de Nicaragua. Ed. Nueva América. Bogotá 1987

En la ciudad de León, Santiago de los Caballeros, Arre-

chavala es el personaje más popular, cuyo espíritu asustapor las noches en las calles de la ciudad. Doña Mireitaque vive en el barrio Guadalupe, lo ha visto pasar delantede su casa y nos cuenta el testimonio:

«Era de noche super oscura, estaba sentada en la aceradelante de mi puerta a eso de las once de la noche, pues

no podía dormir y hacía mucho calor».«En aquella época los gringos ocupaban el país. Depronto se oyó un ruido extraño. De repente oí el tropelde un caballo que venía de Laborío (pueblo indígena). Enmi casa anterior había nacido el grandioso músico com-positor leones José de La Cruz Mena, dicen que murióde lepra y pasa que en donde hoy queda el Museo RubénDarío, todavía allí se encuentran las señas de las barrastorcidas de su cama ante la rabia que quería salir de don-de se encontraba postrado».

«Entonces allí era donde yo vivía, el caso es que oí eltropel del caballo que cogió para el lado del Cuartel de la veinte y uno. El Jinete se paró y amarró el caballo. Yo decíapara mi misma: ¿Quién será ese chele que va a pasar poraquí? ¡La sangre de Cristo!»

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«Y yo pidiéndole a Dios que no me fuera a decir nada

por estar a deshoras de la noche en la calle. Yo me enco-mendé a Dios y a todos los santos, Dios mío, Santo Fuer-te, Santo Inmortal, líbrame de todo susto y de todo mal.Dios mío yo no sabía que hacer. Así entonces cuando ésteiba pasando cerca de mi casa y en dirección mía. Él volvióatrás y yo le vi el perfil de su cara; era un hombre simpáti-co. El siguió caminando después le oí sonar las espuelas.»

«¿Qué cosa era eso? Dije yo. Siguió caminando hastaque llegó a la esquina de los Montenegro y entonces sebajó ahí y se paró en medio de la calle haciendo manio-bras militares. Cogió para lo que ahora es la casa de losMadrices y le dio tres golpes a la puerta. Yo me dije: ahívive ese hombre, pero le miré la capa era antes de color

café, cuando pasó delante de mí se miraba azul turquesa,después se paró en la propia esquina de los Madrices yvolvió a hacer las mismas maniobras y cogió por detrásdel Colegio San Ramón y de La Asunción. Pero cuando ibaya a llegar a la esquina encontró a un hombre, que al pasarcerca de mí le pregunté: ¿Vistes a aquel americano que va

allá? No he visto a nadie, lo que usted vio seguramentefue a Arrechavala. Efectivamente ese era Arrechavala quehabía dejado su caballo cerca de mi casa.»

*****

Según se relata, en vida Arrechavala Apoyó la cons-trucción de la Capilla de  San Sebastián y dio un donati-

vo para reconstruir   La Recoleción. También obsequió la

Cuentos de León 

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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imagen de San Sebastián de Jesús, atado a la columna y la

Virgen de Dolores.El Coronel Arrechavala sólo se dejaba ver por algunasmuchachas y los hombres decían ya lo vamos a atraparpero cuando sentían el coronel les estaba dando latigazos.Cuando venían las festividades de la Virgen de Guadalupe;el mandaba a comprar todas las flores de los jardines deLeón para adornar a la Virgen. Se cuenta que él tenía mu-chas haciendas y casas. Una de sus haciendas fue la quetenía el nombre de Los Arcos y también fue según se cree,el propietario del ingenio San Jacinto.

El Coronel Joaquín Arrechavala nace en Madrid, España en 1728.Sus Padres fueron José Antonio Arrechavala y Ambrocia de Vilchez.Vino a Nicaragua enviado por el Rey de España Carlos II de Borbón.Fue ascendido a coronel el 14 de febrero de 1791 grado que ostentóhasta 1821 cuando se proclamó la independencia de Centroaméricaen Guatemala. Murió en el año de 1823 a los 95 años de edad. Lariqueza en Latino América es siempre condenada por la comunidad

y cuando una persona rica muere, se queda errante en la tierra entrelos vivos, según la creencia popular en aquellos tiempos, se quedanlos espíritus asustando a la gente. Entonces es común entre la gentedecir que el rico jamás conoce lo que es paz eterna y todo esto durahasta que su riqueza no se distribuya de alguna manera.

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Cuentos de León 

eL pAdre sin CAbezA

Existe una leyenda que habla de una maldición profe-rida por el Papa contra la vieja ciudad de León, al tenernoticias del asesinato del tercer obispo de Nicaragua: An-tonio de Valdivieso, a manos de los hermanos Contreras,pues el obispo se oponía a la crueldad que éstos infringíaa los indios.

Se dice que como resultado de esa maldición, apare-cieron calamidades que hicieron imposible vivir en laciudad, por lo que sus habitantes, frustrados, luego de unoficio religioso, con el estandarte de España y la munici-palidad al frente, marcharon el 2 de enero de 1610, dondeprocedieron a delinear la nueva ciudad.

La acción cruel y sacrílega de los Contreras aún esmencionada con horror y muchas personas dicen que to-davía se puede observar entre las ruinas de León Viejola sangre del obispo acecinado. Cuenta la historia que sumuerte tiene relación directa con la erupción del volcánMomotombo que destruyó por completo la ciudad deLeón Viejo.

Antonio de Valdivieso era un personaje cuyo surgi-miento se remonta al periodo colonial, fue nombradoobispo de la Diócesis de Nicaragua en el año 1543, defen-dió a los indígenas siguiendo los principios de Fray Bar-tolomé de las Casas. Él pensaba que además de construiruna nueva Iglesia y convertir almas, era necesario corre-gir los vicios, fundando virtudes para alcanzar la miseri-cordia de Dios. Incansable luchador de los derechos de

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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los indios, defendió hasta su muerte estas impotentísimas

personas de los ambiciosos conquistadores.Fue asesinado el 6 de Febrero de 1550 por el soldado Juan Bermejo, cómplice de los hermanos Contreras. Di-cen que su asesinato fue horrible, lo decapitaron y la ca-beza rodó desde la iglesia hasta la costa del lago en cuyasaguas se desapareció.

Después de esto se originó en las mismas aguas unvientos muy fuerte que dio origen a una oleada que de-vastó al pueblo, luego de un tiempo los sobrevivientescomenzaron a construir sus humildes ranchitos, hastalograr construir el pueblo, el cual fue el escenario de lasapariciones del fraile, quien apareció como lo asesinaronde ahí su nombre y la leyenda de “El padre sin cabeza”, sufantasma andaba penando la iglesia y se pasaba las nochesrecorriendo el pueblo.

El Padre sin Cabeza aún pena en las ruinas del des-truido León Viejo y también en la zona donde se levantaorgullosa hoy en día la Santa Catedral de San Pedro, en laactual ciudad de León. También se le ha visto los Sábados

de Gloria, como un reflejo en la oscuridad, recorriendoen silencio los siete antiguos y oscuros túneles del sótanode la Catedral.

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LA moCuAnA Tomado de Leyendas Nicaragüenses, Josefa María Montenegro

Aproximadamente en el año 1530, los españoles reali-zaron una expedición bien armada en territorio nicara-güense, para ampliar sus dominios e incrementar sus ri-

quezas. En esta incursión los españoles lograron reducira los indios de Sébaco, habitantes de la laguna de Moyúa.El jefe de la tribu india, una vez vencido, obsequió a losconquistadores bolsas elaboradas con cuero de venado,llenas de pepitas de oro.

La noticia en España de que los conquistadores ha-bían regresado con grandes riquezas llamó la atención deun joven, quien esperaba vestir los hábitos y cuyo padrehabía muerto en esta incursión. Decidido, el joven se in-corporó a una nueva expedición y después de un largo ypenoso recorrido llegó a suelo nicaragüense, donde fuemuy bien recibido por los pobladores, creyendo que eraun sacerdote.

Ya en Sébaco, el joven conoció a la hermosa hija delcacique y la enamoró con intenciones de apoderarse delas riquezas de su padre. La joven india se enamoró per-didamente del español y en prueba de su amor le dio aconocer el lugar donde su padre guardaba sus riquezas.Hay quienes afirman que el español también llegó a ena-

morarse verdaderamente de la joven india.El cacique, al conocer los amoríos entre su hija y el

extranjero, se opuso a la relación y éstos se vieron obli-

Cuentos del Norte

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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gados a huir, pero el cacique los encontró y se enfrentó al

español, logrando darle muerte. Luego encerró a su hija,a pesar de estar embarazada, en una cueva en los cerros.Pero hay versiones que aseguran que fue el español el queencerró a la india después de apoderarse de los tesoros.

Cuenta la leyenda que La Mocuana enloqueció con eltiempo en su encierro, del que logró salirse después porun túnel, pero al hacerlo tiró a su pequeño hijo en unabismo y desde entonces aparece por los caminos invi-tando a los caminantes a su cueva. Dicen los que la hanencontrado que no se le ve la cara, sólo su esbelta figura ysu hermosa y larga cabellera negra.

En algunos lugares cuentan que cuando  La Mocuanaencuentra a un niño recién nacido, lo degolla y le dejaun puñado de oro a los padres de la criatura. Hay otrasversiones que aseguran que se lo lleva, dejando siemprelas piezas de oro.

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LA CiguACoAtL 

De Las Leyendas y Tradiciones de Matagalpa y Jinotega, compilación:Luis Castellón Centro Universitario Regional de Matagalpa. 1998

Cuenta la leyenda que en un antiguo pueblo abori-gen, asentado a orillas del Río Viejo, existía una hermo-sa mujer esposa del cacique principal. Se decía que estamujer, de proceder extraño y misterioso, acostumbraba

ir todos los viernes a un determinado lugar del río, lle-vando abundantes alimentos, aves ricamente preparadasy sabrosas bebidas.

Uno de los servidores del cacique, extrañado por elcomportamiento de la mujer, determinó seguirla a pru-dente distancia. Lo que vio ese día lo aterró tanto queechando a correr fue a contárselo a su Señor. El caciqueno dijo nada a su mujer fingiendo ignorancia.

El siguiente viernes la siguió, y confirmó lo que le dije-ra su servidor. Vio, según dice la leyenda, que sentada enuna piedra junto al río golpeaba con su mano el agua, y alllamado emergía impetuosamente una inmensa serpienteque tenía su cueva en el mismo río. El terrible reptil, po-saba su inmensa cabeza en las bellas piernas de la mujer,y una vez alimentada, serpiente y mujer se entregaban alplacer sexual.

El indignado esposo mató a la infiel mujer. Entonces laenfurecida serpiente agitó las aguas del río y su corrientedestruyó el milenario pueblo. Según la leyenda, los so-

brevivientes reconstruyeron su pueblo, al cual dieron porllamar Ciguacoatl, que en lengua nahuatl significa mujerserpiente.

Cuentos del Norte 

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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Puro CUENTOCuentos de CAmino 

Por: Mauricio Valdez Rivas

Alrededor de una fogata a orillas del Gran Lago de Ni-caragua, en la Isla de Ometepe, Juan Ventura nos relatabasus cuentos, este personaje casi mítico, se caracteriza por

ser un cuentista un poco exagerado y cómico.Pues vean amigos, —comenzó a contarnos— yo casi

no salgo de la isla, sólo a Rivas he ido, por eso es aquídonde me han pasado tantas cosas, más cuando yo erachavalo, hace tiempo ya —y se ríe—, como una vez queiba a la finca de mi compadre Uriel, para ver si me ven-

día algunas vaquitas, de pronto en medio del camino veoatravesado un gran tronco, yo pensaba que se había caídopor los fuertes vientos que estaban azotando esos días,comencé a cabalgar a la orilla del gran tronco tratandode rodearlo para pasar al otro lado, después de un ratocuando llevaba como un kilómetro, me detuve, bajé demi caballo, me subí a la ramas más altas de un árbol paraver hasta donde llegaba el susodicho tronco y ¡vean quesusto! El supuesto tronco comenzó a moverse y alláaa semiraba una cabeza, era una enorme culebra, tuve que es-perar que pasara para poder seguir mi camino, cuandopasó agarré de nuevo el sendero, por suerte no estaba cer-ca de su cabeza porque si no me hubiera hartado con todo

y el caballo.

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 Mauricio Valdez Rivas 

No pasó mucho tiempo cuando escuché unos rugidos

¡eh! Me detuve, allí estaba un león en medio camino,parecía que estaba con una pata herida, desmonté len-tamente y me escondí detrás de unos matorrales, quedéesperando a que se baya el animal, pero el caballo se mepuso brioso, se me zafó de las riendas y el león que meve, se lanza sobre mí, en ese instante aparece otro león amis espaldas y se lanza agarrando al otro por los aires y

comenzó la feroz lucha, se paraban en dos patas, se da-ban con sus garras y se escuchaban los grandes rugidoscomo truenos, ya mi caballo ni lo miraba, yo sólo puselos brazos sobre mi cabeza y quedé ahí mismo agachado,de pronto un silencio, volví a ver hacia donde estaban losdos leones y habían desaparecido, me fijo bien ¡eh! sólo

estaban las dos puntas de las colas, se habían hartado losdos, ¡sí! los dos se comieron uno al otro, ¡que ferocidadde animales!

Tuve que caminar mi buen trecho hasta que vi a micaballo, me estaba esperando más adelante, era un fielanimal, ya el susto de los leones le había pasado, lo agarré

por las riendas y me monté, así continué mi camino.Al rato escucho otro rugido ¡Eh! ¿Y eso que será? medije, era un rugido más fino, como de tigrillo, pero micaballo de nuevo se puso nervioso y se me para en dospatas y pega la carrera en dirección contraria, pero no mevotó, las ramas más bajas de los árboles me pegaban enel rostro, no podía detener al animal que iba a todo galo-pe, ¡Joo! ¡Joo! Le decía mientras le jalaba con fuerzas lasriendas hasta que se detuvo, ¡Shss! Quieto amigo, lo tra-

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Cuentos de Camino

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 Mauricio Valdez Rivas 

taba de calmar acariciando su pescuezo, pero yo miraba

oscuro en un lado, me toco la cara y siento que no tengoun ojo, ¡ala chocho! y me regreso a buscarlo, ahí iba consólo un ojo buscando el otro que se me había perdido, yallí estaba, entre las ramas había quedado colgado, lo aga-rro, lo sacudo porque ya estaba lleno de hormigas y melo pongo, ¡hey jodido! me lo había puesto al revés, me loquito deprisa y me lo vuelvo a poner, esta vez me lo puse

bien, que feo se ve uno por dentro. Pero bueno, sigo micamino y de nuevo ese rugido de tigrillo, ¡Shss! le decíaa mi caballo, me bajé, lo amarré y me fui en dirección alruido, ahí estaba, era un gato salvaje, bien bonito y comose miraba manso me le fui acercando despacio, él no semovía ni hacía más ruidos, me lo quería llevar para tener-

lo como mascota, ya lo estaba acariciando cuando ¡Plash!me lanza un tapaso y me muerde el dedo, cuando me fijo,ya no tenía mi anillo, un anillo grueso de oro que me lodejó de herencia mi papá, el gato se lo había tragado, ¡Ah,no! ¡Eso si que no! dije y le meto la mano en el gaznatehasta la panza, agarro el anillo y lo halo con fuerza, perotambién agarré el estómago del animal y lo volteo comocalcetín, ¡Huy! ¡Que feo se ve un gato al revés! Pero vean,sale el gato como loco pegando contra todo lo que estu-viera en su camino, claro el animal iba ciego.

Bueno, al fin llegué a la finca de mi compadre, allí es-taba él, platicamos, tomamos “culo de buey” (cususa) yluego me vendió dos toretes y una vaca, ese mismo día ya

iba para mi casa.

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Cuentos y Mitos de Nicaragua 

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Llegué al poco rato a mi finca, esa noche ni llovió, pura

bulla fue, sentado en mi silla mecedora, tomándome micafecito, observaba el montón de quiebra platas (luciér-nagas) regadas por todas partes, parecía una gran alfom-bra con lucecitas de navidad, miraba una con una luz deun color distinto, alumbro con mi potente foco y veo unarbusto que sólo se mueve, ¡Eh! ¿Y eso? me digo, pero nole puse mucha mente, vuelvo a ver más hacia la izquierda

y otra vez la rara quiebra plata y le pongo de nuevo elfoco, otro arbusto que sólo se mueve, ¿Será algún animalque anda por ahí? ya me inquietó, apago el foco y aparecela lucecita por otro lado, se encendía y se apagaba con unmovimiento distinto a las otras, le vuelvo a poner el foco,otro arbusto que se mueve, en eso, alumbrando estaba to-

davía cuando veo que sale del arbusto poniéndose de piesGenaro, uno de los peones que trabaja en la finca, estabafumándose un cigarrillo y me dice: ¡Idiay hombre, no mevas a dejar cagar tranquilo! y yo que suelto la carcajada,¡Ah, sos vos! le digo, pero yo no me aguantaba la risa.¡Hay! las cosas que a uno le pasan.

Así terminó Juan Ventura su cuento de camino, todosnos reímos de esto último que más parecía un chiste.

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 Mauricio Valdez Rivas 

eL pez gordo 

Por: Mauricio Valdez Rivas—Mañana te atrapo, mañana vas a ver —le decía todos

los días a un pez un campesino que acostumbraba cortary recoger leña en un bosquecillo no muy lejos de dondeestaba su humilde vivienda, por allí pasaba un riachuelodonde él se detenía a pescar, habían muchos peces pero

uno en particular llamaba su atención, era un guapote,el más grande de la poza a ése lo quería atrapar, pero eratan astuto el pez, que siempre lograba escaparse hastadel mismo anzuelo llevándose la carnada y otras veces semostraba tan escurridizo que ni tan siquiera picaba. Cadavez que el campesino se iba, el guapotón alegre, daba sal-tos fuera del agua como burlándose del hombre.

Cuando llegaba a su casa les decía a sus hijos:

—Un día de estos, hijos míos, les traeré un gran pes-cado gordo, pues ya estoy aburrido de traerles sólo peque-ños pescaditos.

Pero los días pasaban y nada que lo atrapaba, ni por-

que le ponía todo tipo de carnadas; él le ponía chapulines,él le ponía mazamorras, él que gusanos y hasta trozos detortilla le tiraba al agua a ver si así salía a la superficie ydarle un sólo sopapo en la jupa, pero nada, por eso es queestaba gordo el bandido pez, de tanto que el campesino ledaba de comer.

Una vez el campesino quiso atraparlo con sus propiasmanos; se zambulló en las turbias aguas de la poza y conlos ojos bien abiertos trataba de ver dónde se escondía el

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El Pez Gordo

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pez gordo, vio una pequeña cueva; y ahí estaba dormido,

adivinen quién, pues sí, el pez gordo. Con mucho cuida-do y tratando de no hacer ruido estiró sus brazos y ¡zas!atrapó al pez, éste se retorcía de un lado a otro tratandode escaparse. El hombre asomó su cabeza fuera del agua,tomó una bocanada de aire y en ese mismo instante el pezse le zafó, era tan gordo y fuerte que no lo pudo sostenercon firmeza. Por más que lo volvió a buscar ya no lo en-

contró, tuvo que regresar una vez más a su casa, con sólounos cuantos pescaditos para cenar.

En la mañana siguiente, el campesino fue, como ya eracostumbre, a intentar atrapar al escurridizo pez; —estavez fabricaré una lanza— dijo y se puso a cortar una vara,agarró la rama de un árbol y en seguida se alborotaron

unas abejas, le comenzaron a picar y corrió como un locohuyendo de los insectos y se tiró a la poza donde vivía elpez gordo, estando dentro del agua miraba como las abe-jas revoloteaban en la superficie.

—Si salgo éstas abejas me seguirán picando, pero sino lo hago me puedo ahogar —pensaba muy afligido el

pobre hombre.Ya el aire se le estaba acabando, no podía contener más

la respiración, de pronto el pez gordo apareció saltandofuera del agua, saltaba de un lado a otro, por encima delcampesino y cada vez que lo hacía se pasaba tragando unaabeja, hasta que éstas asustadas se fueron, así el campesi-

no pudo respirar sin ser picoteado y comprendió que elpez le había salvado la vida.

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 Mauricio Valdez Rivas 

Salió de la posa dispuesto a irse para su casa dejan-

do tranquilo al pez cuando escuchó un tremendo ruidoque venía de lo más profundo del bosque, los pajaritosvolaban asustados, los venados corrían huyendo, todoslos animales querían escapar del lugar por donde venía elinfernal ruido, El campesino caminó durante unos minu-tos hasta que llegó donde unos hombres que derribabanárboles con sus motosierras y él les gritó:

—Deténganse, no sigan.—Fuera de aquí, esta propiedad es privada —le dije-

ron los hombres enojados y campesino tuvo que irse.

A día siguiente no pudo levantarse, estaba enfermo,nadie sabía que es lo que tenía, sus hijos creían que tal vez

era por tanta obsesión que tenía por atrapar al pez gordo:—lo atraparemos por ti— le dijeron a su padre, pero ésteles aconsejó diciéndoles:

—No crean que ese pez tiene la culpa de que yo estéenfermo, él es un buen pez, ahora lo considero mi ami-go— y les contó lo que le había pasado con las abejas.

A los pocos días se curó y lo primero que hizo fue ira visitar a su amigo el pez, pero se sorprendió al ver queen el pequeño bosque casi no quedaban árboles, ya nohabía lugar donde los animales pudieran vivir. Observócon espanto que el riachuelo se había secado y muchospeces estaban muertos, corrió a la poza de su amigo y allíestaba en un pequeño charco lleno de lodo, se le acercó

y vio como el pobre animalito se esforzaba por respirardando su último aliento de vida.

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El Pez Gordo

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 Mauricio Valdez Rivas 

—¡Oh mi amigo! ¿Qué te han hecho? —dijo con pro-

funda tristeza y sus lágrimas caían sobre el gran pez queya no se movía, ni sus lágrimas pudieron resucitarlo y allílo dejó ya sin vida.

El tiempo pasó, el campesino se fue a la ciudad. Don-de hubo bosque ahora hay cultivos y casas, sólo un granárbol rechoncho permanece en la zona, se distingue a lolejos por sus frondosas ramas, un árbol que nació y creciójustamente donde estaba la poza del gran pez gordo.

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eL duende zetA 

Por: Mauricio Valdez RivasUna mañana Carolina despertó riéndose, sentía que

algo le hacía cosquillas en las plantas de sus pies, escu-chó una ricita y preguntó: ¿Quién está ahí? Descobijó suspiecitos y vio a un pequeño duende vestido de rojo que lehacía cosquillas con una pluma, éste le sonrió y le dijo:

—¡Hola Carolina! Vine a hacerte compañía.— ¿Y tú quién eres? —le preguntó la niña sorprendida.

—Mi nombre es Zeta, y soy un duende amistoso al quele gusta hacer reír a los niños.

El duende sacó de su bolsillo polvo de hada y lo lanzóal aire, y muchas mariposas de todos los colores revolo-tearon por todo el cuarto, Carolina se reía y estaba mara-villada de la magia del duende.

Las mariposas se desvanecieron y Carolina buscó aZeta entre sus sabanas, por debajo de la cama, por todoslos rincones de su habitación y no lo encontró, de prontovio que una de sus muñecas de trapo comenzó a caminarsola, ella se asustó, pero pudo ver que era Zeta la que lasostenía por detrás.

— ¿Estabas invisible? —le preguntó Carolina.

—Sí —le dijo—, nosotros los duendes podemos des-aparecer y hacer cosas estando invisibles, nos dejamos verpor los niños pero nunca por los adultos, pues éstos siem-pre nos quieren hacer daño.

Carolina agarró su muñeca, la puso en su lugar y dijo:

El Duende Zeta 

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 Mauricio Valdez Rivas 

—Pero yo tengo que decirle a mi mamá que tú eres minuevo amiguito.

—¡No! —dijo Zeta—, guardemos este secreto, queesto quede sólo entre tú y yo.

Carolina no le hizo caso y le fue a contar a su mamá,pero por supuesto que su mamá no le creyó y esa nochecuando una vez más se disponía a dormir, de nuevo leapareció Zeta, esta vez se veía enojado y le dijo:

—¡No guardaste nuestro secreto!

Y se puso todo feo; los dientes se le salieron, sus uñascrecieron y se veía todo verde, sacó otra vez de sus bolsi-llos polvo de hada y lo sopló en la cara de Carolina, ellano podía respirar, Zeta se reía a carcajadas y de formamaliciosa, en eso aparecieron cuatro duendes más, éstosvestían de azul y rodearon a Zeta, lo agarraron con fuerzacomo que se lo llevaban preso y desaparecieron con él,sólo se escuchaba a Zeta gritar: Déjenme, no me lleven.

Después del silencio Carolina pudo respirar con nor-malidad y se puso a llorar, en eso su mamá entró corrien-do a la habitación y la abrazó calmándola y diciéndole

que había tenido una pesadilla.—No mamá, no fue una pesadilla, era Zeta el duende

de quien te hablé.

Las dos quedaron abrazadas por un largo rato hastaque la niña se durmió. Con el tiempo Carolina casi olvidólo sucedido y hasta llegó a creer que realmente se trata-ba tan sólo de una pesadilla, lo bueno era que; ya sea ensueños o en la realidad, nunca más volvió a ver a Zeta, elduende malo.

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El Duende Zeta 

Y es que por generaciones se ha creído que si un niño

o niña lo desea, puede llegar a conocer a los duendes, sólotienes que desearlo de verdad y preguntar en voz baja an-tes de dormir: ¿Duendes están aquí? Pregunta todas lasnoches y una de tantas, en cualquier momento, aparece-rán los duendes jugando y haciendo travesuras bajo tucama o entre tus sabanas, pero ten cuidado si te apareceun duende cuando tú no has llamado a ninguno y dice ser

tu amigo, ese puede ser Zeta, no le creas nada de lo que tediga y mándalo a la porra.

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MORALEJA♦ Notodapersonaqueseteacercaydicequerersertuamigo,puedetener

buena intenciones, pueden ser lobos vestidos de ovejas.

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EL CAZADOR DE Ceguas 

y Los tres tesorosMauricio Valdez Rivas.

Basado en Los cuentos de mi abuela

eL CAzAdor  de CeguAs y eL tesoro de LA moCuAnA

Cuentan los ancianos del Norte, que muy cerca de un

pueblecito que está entre Estelí y Matagalpa, vivió, hacemuchos años ya, un cazador de animales feroces, arrechoel hombre, no le tenía miedo a nada. Cazaba en un bosquecerca de dónde él vivía, había grandes árboles muy altos yfrondosos, lo atravesaban barios ríos pequeños y la faunaera abundante.

Dicen que un día, como de costumbre, el cazador sefue al bosque, pero esa vez, todo estaba en absoluto si-lencio, los pájaros no se oían cantar, el viento no soplaba,los árboles inmóviles parecían tenebrosos, las quebradasestaban secas y los peces habían desaparecido, no se veíaningún animal. La gente del poblado comenzó a murmu-

rar que tres malvadas brujas se habían despertado de unlargo sueño y que por ellas el bosque estaba maldito.

Por las noches, muchos campesinos eran víctimasde las Ceguas, Micos Brujos y Chanchas Brujas. No sonChanchas Brujas, decía el cazador, son brujas chanchas.

El cazador estaba enojado y ya que no había más ani-

males para cazar, decidió cazar a las Ceguas.Una noche, a eso de las once, se escucharon unos ala-

ridos que provenían del bosque, el cazador creyendo que

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El Cazador de Ceguas y los Tres Tesoros 

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se trataba de una víctima de las brujas, fue a rescatarla, se

puso su cotona al revés, se amarró los pantalones con sucordón bendito de San Francisco y agarró su alforja quecontenía granos de mostaza, y salió como quien se lo lle-vaba el diablo, siguió el sendero por donde se escuchabanlos gritos, cuando llegó al lugar todo estaba en silencio,luego se oyeron tremendas carcajadas a su alrededor, elcazador sintió una palmada en su espalda, voltea y se ve

frente a frente con una Cegua, su corazón palpitaba a todomamón como tambor, era lo único que se escuchaba, porprimera vez el cazador sintió miedo.

La Luna estaba llena, sus rayos de luz se filtraban en-tre las ramas secas de los tenebrosos árboles, el cazadorpudo ver con claridad al espanto que vestía hojas de Cha-

güite, su cuerpo deformado, parecido al de una mujer erade cepa y su pelo de cabuya, de su boca salían grandesdientes de cáscaras de guineos.   La Cegua ya estaba poratraparlo cuando éste sacó su cordón bendito y se lo tiróen su cara, la Cegua quedó paralizada, con gran rapidez elvaliente cazador le amarró los brazos con unos bejucos,

al rato la estaba halando, como si tratara a una mula. Depronto aparecieron dos Ceguas más y comenzaron a se-guirlos. El cazador sacó de su alforja, los granos de mos-taza y los lanzó al suelo, frente a las dos Ceguas, estas sedetuvieron a recogerlos y así se escapó con su prisionerahasta llegar al poblado, allí en la plaza la amarró en unapalmera de pijibai y le dijo:

—Cuando amanezca, todo el pueblo sabrá quién eres, yde seguro te darán una tremenda paliza.

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 Mauricio Valdez Rivas 

— ¡Aaay! Dejame ir —dijo la Cegua adolorida con unavoz cavernosa—, si me dejas libre te diré donde están trestesoros, serás el hombre más rico del mundo.

Al cazador le pareció muy tentadora tal propuesta ydespués de pensar por un instante le dijo:

—Primero dime tal secreto y luego te suelto.

— ¿Eres a caso un hombre de palabra? —le preguntó

la Cegua— ¿De verdad me vas a soltar?—La palabra de un cazador vale por un millón que lade cualquier bruja. Vamos, habla ya —le dijo y la Cegua comenzó a hablar.

—El primer tesoro está en una gran cueva pasando elbosque maldito, el segundo; en la vieja ciudad de León y

el tercero en una isla de dos volcanes que está en mediodel Gran Lago.

El cazador la desató de la palmera, pero no de los bra-zos y le dijo:

—A medias te libero porque a medias me has dado lainformación.

—Yo te puedo decir cómo llegar al primer tesoro —dijo la Cegua— pero para llegar a los otros, les tendrás quepreguntar a mis hermanas.

Se fue el cazador de regreso con la Cegua amarrada ha-cia donde estaban las otras, éstas permanecían recogiendolos granos de mostaza.

— ¿Cómo puedo llegar a esos tesoros ocultos de losque su hermana me ha hablado? —les preguntó el caza-dor con voz fuerte, pero no obtuvo respuestas.

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Entonces volvió a sacar más granos de mostaza de su

alforja y empuñándolos con el brazo extendido les hizo denuevo la pregunta, y las Ceguas gritaron:

— ¡No por favor, no lo hagas! — y le dijeron todo loque él debía saber para obtener los tesoros.

El cazador les arrojó unos cuantos granos, lo suficientepara poder escapar una vez más y se fue.

Las tres Ceguas le habían dicho cómo llegar a esos te-soros, y también cómo defenderse de los fantasmas quelos custodiaban. El espíritu de la Mocuana era el primeroen que se enfrentaría el valiente cazador.

Así, al día siguiente con su caballo llamado Cholenco, y se fue rumbo a encontrar el primer tesoro, llevaba en su

alforja frascos de agua bendita, su inseparable cordón deSan Francisco, y no olvidó llevar también una gran alforjavacía para traerla llena de oro.

Tomó como sendero el riachuelo seco que le habíanindicado una de las Ceguas, llegó a un gran montículo depiedras cubiertas con vegetación, siguió hacia donde el

Sol se oculta y al salir del bosque pudo notar a lo lejosuna gran cueva. Ya estaba por llegar cuando escuchó unadulce voz que le preguntó:

— ¿Hacia dónde se dirige valiente señor?

Era una joven de apariencia indígena que estaba senta-da en una gran piedra a orillas del camino. El cazador no

le distinguía bien el rostro, pero podía verle su piel canelay su hermosa cabellera negra que le llegaba hasta sus bienformadas caderas, su vestimenta era escasa, lucía unos

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 Mauricio Valdez Rivas 

brazaletes y pendientes que brillaban bajo el resplande-

ciente Sol. La joven caminó hacia donde él estaba y pormás que intentaba el cazador de verle el rostro, no podía,se bajó de Cholenco, y se restregaba los ojos como no dan-do crédito a lo que veía, o mejor dicho a lo que no podíaver. La indita lo abrazó y le dijo:

—Ven conmigo te llevaré a mi cueva.

El cazador se quedó mudo, la indita que era la Mocua- na, todavía abrazándolo le preguntó:

— ¿Has visto a mi amado? ¿Por qué no ha regresado?

Con mucho esfuerzo el cazador se desató su cordón ylo puso alrededor de la indita, se escuchó un triste lamen-to y ésta desapareció ante la mirada perpleja del pálido

hombre, que siendo un valiente cazador de Ceguas estabamás asustado por no poder hablar que por haberse topadocon el fantasma de la princesa india, la Mocuana.

¡Eh! Que chiche me salió —dijo sacando pecho el ca-zador una vez que pudo hablar. Siguió caminando has-ta llegar a la cueva, cuando entró no vio ningún tesoro,

encendió una antorcha y buscó más adentro, pero sóloencontró un par de bolitas de oro, seguramente de algúncollar y extrañamente un par de lentes empañados.

—Malvadas Ceguas –dijo enojado, y se fue con sus dosbolitas de oro y sus lentes en busca de los otros tesoros.

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eL CAzAdor  de CeguAs 

y eL tesoro deL CoroneL ArreChAvALAPartió nuevamente el cazador con Cholenco, esta vez

rumbo al occidente del país, le tomaría barios días lle-gar a la vieja ciudad de León. Esta ciudad quedaba cercade un volcán de cuyo cráter salía grandes bocanadas dehumo, esa era la señal que indicaba que iba por el camino

correcto, según le había indicado otra de las Ceguas.En la entrada de la ciudad vio a una anciana que ven-

día guacales y el cazador le preguntó:

—Viejita, ¿dónde queda una finca llamada Las Arcas?

—Vaya hacia allá, hasta llegar a un pozo, no beba deesa agua porque está embrujada, luego verá un caminito

de piedras volcánicas a la derecha, ese es el que conducehasta la finca que busca. Pero tenga cuidado, no vaya aencontrase con Arrechavala.

—Gracias —dijo el cazador y le compró un guacal a laanciana.

Siguió cabalgando hasta llegar al pozo, sacó agua deallí y con el guacal: ¡Glup! ¡Glup! ¡Glup! Tres tragospegó, no haciendo caso a lo que le dijo la anciana.

Se fue por el caminito de piedras y llegó a la finca, allíse encontró con un viejo que también venía a caballo, loraro era que éste venía vestido como un soldado, al pasarcerca del cazador, el viejo le dijo:

—Tenga cuidado, que éstas son tierras prohibidas, serámejor que se vaya.

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El Cazador de Ceguas y los Tres Tesoros 

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Cuando pasó, el cazador volteó a ver, pero el viejo ha-bía desaparecido.

— ¡Eh, ideay! ¿Otro fantasma? —dijo, pero no acaba-ba de enderezarse cuando ¡Flach! Sintió un latigazo en surostro que hasta le botó el sombrero, y ¡Flach! otro másen la espalda.

¡Hey, jobero! —dijo el cazador— ¿Quién me está dan-do de latigazos?— Pero no miraba a nadie.

Sacó de su alforja los anteojos y se los puso, y así pudover lo que tenía en frente; era el viejo que recién habíapasado, estaba con un gran látigo montado en su flacocaballo.

—Tus latigazos no me pueden hacer ningún daño,pues he tomado agua del pozo embrujado y con estos len-tes no te me puedes esconder.

El viejo, que se parecía a un tal don Quijote de la Man-cha, era nada más y nada menos que el mismísimo fan-tasma del coronel Arrechavala que cuidaba su tesoro, éstequedaba viendo extrañado al cazador cómo preguntándo-se de dónde habrá salido éste fulano.

El cazador bajó de Cholenco, y se fue a orinar a las patasdel caballo de Arrechavala, al instante éste se esfumó, yani con los anteojos se podía ver por ningún lado el viejofantasma. Claro que todo eso hizo el cazador por indica-ciones de la Cegua.

Recogió su sombrero y con una pala comenzó a cavarjustamente donde estaba parado el fantasma del coronel,sacó gran cantidad de tierra, pero nada de oro, sólo latasde viejas armaduras y basura.

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El Cazador de Ceguas y los Tres Tesoros 

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—Malvadas Ceguas —dijo y nuevamente sus grandes

alforjas las llenó, pero de aire. Esta vez fue hacia el sur, enbusca del tercer y último tesoro.

eL CAzAdor  de CeguAs y eL tesoro de ChArCo verde

Descontento y desanimado, el cazador llegó a la ciu-

dad de Granada, ahí tuvo que dejar a Cholenco hasta suregreso para poder abordar una lancha que lo llevaría ala isla de dos volcanes. Al llegar, le prestaron un caballollamado Cacreco y se fue al lugar que le dijo la última delas Ceguas, era una pequeña ensenada que formaba unalagunita, llamada Charco Verde.

Ya estaba flaco el pobre cazador, no tenía ni que comer,los reales que llevaba de la venta del poco oro de la  Mo- cuana lo había gastado, pero su avaricia era mayor que sudesgracia y dispuesto a encontrar el último tesoro, entróa la pequeña laguna y se hundió. Ya en el fondo, entrelas aguas turbias, pudo divisar algo que brillaba, creyen-do que se trataba del tesoro se dirigió hacia allí, el brillose hizo más intenso y una luz lo envolvió, de pronto seencontró fuera del agua y en un lugar extraño pero muybonito, era una finca, a lo lejos se miraba una casona, elcazador siguió el camino que conducía a esa casa de apa-riencia abandonada, mientras se acercaba escuchaba la-mentos, chillidos y mugidos, en el corral, vio con gran

asombro, unas personas gordas que estaban amarradas ylos finqueros las convertían en cerdos, toros y vacas. Unhombre alto y flaco de mirada maligna se dirigió hacia el

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cazador, éste salió en guinda huyendo, tropezó y cayó en

un hoyo hundiéndose en el lodo hasta la cintura, ya veíaque el hombre flaco casi lo atrapaba cuando se hundiópor completo y apareció como por arte de magia, nueva-mente en las aguas de la laguna. Ya era de noche, se veíala Luna y su reflejo sobre el agua, el cazador salió de lalaguna y en su mano traía un viejo peine de oro.

Según cuenta los lugareños, todos los viernes santos elfantasma de una bella india, sale del centro de la laguna amediodía, peinándose con el peine de oro, nadie sabe porqué, pero sí se sabe que allí hay una entrada secreta, unpasaje mágico hacia unas tierras extrañas donde está unafinca llamada   El Encanto, ahí había entrado el cazadorbuscando el tesoro, pero de nuevo no encontró nada, sólo

el peine.—Malvadas Ceguas —dijo nuevamente y en su alforja

metió el peine y luego hizo una fogata.

Las aguas de la laguna estaban tranquilas, pero depronto comenzaron a agitarse, salió de allí, justo por don-de él había recién salido, la india con su larga cabellera

buscando su peine. El cazador sacó unos frasquitos conagua bendita que traía y los puso alrededor de él, tambiénpuso de almohada sus alforjas y muy tranquilamente seechó a dormir, la india no se podía acercar, aparecía porun lado y por otro hasta que amaneció y ella se desvane-ció junto con la noche y ya no volvió a aparecer más.

El cazador tomó sus cosas, y se fue cabalgando, dejó aCacreco y se fue de regreso a su casa. Al llegar a su pueblose fue en busca de las Ceguas para vengarse, pero se dio

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cuenta que el bosque ya no estaba maldito, el canto de

los pájaros se oían por todos lados, los árboles se veíanverdes y frondosos, en las quebradas corría mucha agua ylos peces saltaban de alegría, habían vuelto todos los ani-males y los pobladores estaban felices porque las brujasse habían ido.

El cazador de Ceguas volvió a ser el cazador de anima-les salvajes, pero no por mucho tiempo, dicen los ancia-nos del lugar, que se fue en busca de las Ceguas. Tambiéndicen que otra vez atrapó a una de ellas y que esta vezle dijo que encontraría un tesoro en el gran pueblo deChinandega, el tesoro de los duendes del Chonco, y queese sí era real, pero ya no le creyó y la dejó amarrada endonde todo el pueblo la viera. Las otras dos Ceguas si-

guen huyendo del cazador, van de bosque en bosque, peroalgún día las atrapará.

Si escuchan que un bosque está maldito, de seguro en-contrarán allí, al cazador de Ceguas y posiblemente tam-bién a su fiel amigo; Cholenco.

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MORALEJA♦ Cuandounoestanambicioso,puedeperderloquetieneporquerermás.♦ Nohayquecreerlesalasbrujas;niapersonasdemalareputación.♦ Esbuenonotemerleanada,todoycuandosepasaqueteenfrentas

y cómo combatirlo.

FIN