Jul 21, 2016
metroligero [34]
brevemente [26]
Relatos en cadena
dindondin [29]
entrecocheyandén [31]
La rana, Lydia Monreal
andéndos [8]
La muerte desordena, Ángel Olgoso
elmuro [3]
decamino [30]
cuentoscomochurros [12]
lapuertadelanevera [17]
IImicroconcurso [18]
abril2015nº36
andénuno [5]
Madera de boj, Alfonso Fernández Burgos
Publicamos el relato de tres lectores, ganadores del II Microconcurso: textos de
100 palabras, 5 preseleccionados por jurado, de los cuales 3 fueron elegidos por
los lectores en votación abierta en Facebook.
diccionariodesaturno [20]
IIcursoconcurso [22]
Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | [email protected] | www.grupoanden.com
Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz.
Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez, Kike Cherta, Juan Martini (Buenos Aires, Argentina)
y Mónica Pano (Argentina)
Publicidad: [email protected] | Diseño: www.jastenfrojen.com
Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com
Ilustración portada e interior: © Nadia Campanotta | http://nadiacampanottaillustrator.blogspot.it/
nove
dade
s
Con la colaboración de:
andéntres [10]
Barro, Manuel Vilas
3
En este número 36 de Cuentos para el andénleeremos relatos de Alfonso Fernández Burgos,
Ángel Olgoso y Manuel Vilas, junto con nuevas
promesas de 6 a 10 años (de edad) que nos visi-
tan en CursoConcurso. También hablamos de
un espacio nacido para el arte urbano de la
mano de siete jóvenes. Veremos el fútbol en
Saturno, buscaremos los rincones de la Nevera.
Y más cosas. No te quitamos más tiempo,
esperamos que lo disfrutes.
Cuentos para el andén
@cuentosanden
www.grupoanden.com
Te escuchamos:
Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a [email protected] las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.comTema del próximo concurso: Fauna autóctona
elmuro
Finalistas:
Olvido. Lautaro Vincon
Avellaneda (Argentina)
Picaporte en desuso. María del Carmen
Allonca, Buenos Aires (Argentina)
Si título. Carlos Rivero
Badajoz (España)
Tema: El paso del tiempo Ganadora: Hombre frente al tiempo. Paula Pérez, Madrid (España)
andénuno
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EL boj es un arbusto que si se tiene la paciencia nece-
saria y se le dan los cuidados que requiere puede llegar a
convertirse en un árbol frondoso. Un árbol cuya madera
es durísima, de la misma naturaleza de las piedras. El boj
ornamental necesita de una maceta grande, tiene un
tronco firme y unas hojas verdes y lustrosas.
Yo sé todo esto porque mi madre tenía uno y aunque
era indudable que le gustaba el aspecto de aquel arbus-
to -como le gustaban los cigarrillos de marihuana- lo que
más le fascinaba era su nombre. Hay pocas palabras tan
cortas, sonoras y exóticas. Al decir "boj" caía en un trance
estético, se le llenaba la boca de la "j" final y la dejaba ahí,
en el aire, como algo vaporoso e ingrávido. "Bojjj", decía
con miedo de que alguien no comprendiese tanta belle-
za si la acortaba. Cuando venía alguien a casa, ella habla-
ba a las visitas mientras su mano -como distraída- señala-
ba la copa casi esférica del arbusto. No sé si era conscien-
te de lo que hacía, no sé si los demás eran conscientes de
la prestidigitación soberbia de mi madre, pero en un
momento de la charla dejaban de fumar porros y empe-
zaban a interesarse por el boj.
Era entonces cuando mamá se acercaba a él y lo aca-
riciaba con la palabra. "Es un bojjjj", decía, y aunque no se
oyeran las exclamaciones de sorpresa, yo estoy convenci-
do de que sus amigos también en su interior estiraban el
tiempo y decían "bojjjj".
Madera de bojAlfonso Fernández Burgos
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andénuno
También yo empecé a contagiarme de aquel amor
por el arbusto. Ella lo regaba y le limpiaba las hojas con un
paño humedecido con aceite de oliva. Cuando volvía del
colegio, mi madre seguía en su negocio macrobiótico,
entonces yo aprovechaba su ausencia para mostrarle mi
amor al boj y decir su nombre con muchas, muchas más
jotas finales que las que usaba mamá.
Una tarde mamá no volvió. A partir de entonces me
quedé yo solo para regarlo. Lo hacía a todas horas, cuan-
do llegaba del colegio, en los intervalos que hacía para los
deberes de la escuela, cuando llegaba mi padre, después
de ducharme, cuando mamá llamaba por teléfono sor-
biéndose los mocos, cuando papá venía con mujeres a
casa. Cuando papá no venía y me cuidaba mi vecina
Claudia. Yo tomaba aquella regadera y le echaba agua al
boj, al mantillo aromático, a las hojas cada día menos bri-
llantes, al tronco de la dureza de los pedernales.
Poco a poco fue perdiendo el lustre de todas aque-
llas jotas finales. Mamá al llamar y preguntar cómo me
iba en el colegio o si comía bien, nunca me preguntó
por el boj. Dejaron de venir visitas. Y un olor como a bos-
que de otoño y jotas podridas se fue haciendo el dueño
de la casa.
Ya solo queda el tronco, sin hojas, sin raíces, como una
síntesis, como un ademán esbelto de lo que fue en otro
tiempo. Ahora ha dejado de tener jotas para ser un ama-
sijo de cruces desobedientes de una dureza inusitada,
casi invencible.
tw Del libro: Extinciones. Ed. Gens, 2014.Alfonso Fernández Burgos (1954, Jabugo, Huelva), como escritor de cuentos ha obteni-do distintos galardones y ha participado en varias antologías. Obtuvo el premioFernández Lema 1996, el premio Villa de Murchante 1998 de cuentos, el segundo pre-mio de narrativa Café Bretón en 2004 y en 2007 resultó finalista del XXXIV Hucha de Oroy del XII Premio Mario Vargas Llosa NH de relatos.
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andéndos
A Ángeles Encinar
DE niños, estudiábamos juntos, comíamos nueces y
nos reíamos con ganas. Clara era pequeña, asustadiza. Yo
la llamaba Ardilla. En verano íbamos a nadar a la poza. O
nos tendíamos en la hierba y mirábamos hacia lo alto
picoteado de pájaros. Clara tenía el pelo corto y los calce-
tines bien tirantes. Yo, un bozo castaño sobre el labio.
Clara olía a lápices de colores. Yo iba por ahí haciendo
garabatos con su nombre. Lo trazaba con la puntera en la
tierra de la plaza. Lo grababa a navajita en los troncos de
la alameda. Lo dibujaba en el aire con un ascua del brase-
ro sujeta entre dos palitos. Clara dijo que nos casaríamos.
Yo dije que sí con la cabeza. Después de nuestro pacto
secreto llovió afuera. Se levantó viento y saltaron chispas
en los cables de la cuesta. Esas mismas centellas, blancas
de pura maravilla, me calentaron por dentro durante
años. Hice la mili. Solo aplastaba chinches, fregaba platos,
miraba los ollares de los caballos echar vaho como chi-
meneas. Volví al lado de Ardilla. Trabajé en un taller. Luego
en la Planta Azucarera. Un día sentí mucho frío, como si
me hubieran enterrado de golpe la cara en la nieve. O
chapuzado en la poza en invierno. O caído en el tanque
de carbonatación de la fábrica. Pareció una chuscada de
Amador, mi hermano grande. Si pienso en él, lo único
que recuerdo es un abejorreo de risas y coscorrones alre-
dedor mío. Desde el día del frío, el mundo no sabe más a
Clara. Tampoco tuve tiempo de hacer la maleta. Ni de
La muerte desordenaÁngel Olgoso
8
andéndos
devolverle la llave del que sería nuestro piso. Algo me
arrojó al otro lado. A un lugar sin polvo en el que nada
sucede. Solo me llegan ecos. Sé que vinieron los vecinos.
Que se inclinaron sobre mis padres, achatados en el
borde de las sillas de anea del comedor. Y estaban las
lágrimas. Gordas como espejos de mano quebrándose
sobre el terrazo. Desde el día del frío no he vuelto a ver a
Clara. Pero sé que un dolor quiere subirse a ella como
quien intenta tomar un tranvía. Un dolor redondo como
una nuez y afilado como un lapicero de colores. Ardilla no
lo deja entrar. Sé que para Clara aún ocupo el mismo
espacio de costumbre. Cree que nadamos juntos, que
nos reímos con ganas, que nos tumbamos en la hierba
boca arriba. Cree que todavía se sube los calcetines blan-
cos y que yo ando por ahí escribiendo su nombre. Me
reclama para partir nueces y besarme tras las tapias del
cementerio. Dice que nada nos separará. Que está unida
a mí, para siempre, como al hormigueo de una extremi-
dad fantasma.
tw Del libro: Breviario negro, Menoscuarto Ediciones, 2015.Ángel Olgoso (Cúllar Vega, Granada) es autor de numerosos libros de relatos, entre los que des-tacan Cuentos de otro mundo (1999), Los demonios del lugar (2007), Astrolabio (2007), La máqui-na de Languidecer (2009) y Las frutas de la luna (Menoscuarto, 2013, XX Premio Andalucía de laCrítica). Se le considera un maestro del microrrelato, que cultiva desde finales de los setenta.
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andéntres
ESTABA paseando por las afueras un día que me encontra-
ba con muy buen humor, el suficiente humor como para
pasear y salir de casa. Llevaba ya un buen rato de paseo cuan-
do me topé con una finca con las tapias desmoronadas. Unas
viejas y grandes piscinas vacías y llenas de suciedad aparecie-
ron delante de mis ojos: paredes de un verde despintado,
ramas y bichos negros en el fondo, y ni una gota de agua.
Eran dos piscinas: una de adultos, la otra de niños. La de adul-
tos era muy profunda, lo que daba idea de su edad. Como
todo el mundo sabe, las piscinas muy hondas suelen ser de
los años setenta. Las piscinas actuales tienen muy poca pro-
fundidad. Lo justo para que no te rompas el esternón. Pero las
de antes tenían tres metros de hondo y algunas, hasta tres y
medio o incluso cuatro metros. Solían tener hasta trampoli-
nes. Blancos y elásticos trampolines para los viejos acróbatas
del recuerdo. Esta que estaba a mis pies debía de tener cua-
BarroManuel Vilas
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andéntres
tw Del libro: Zeta, Ed. Salto de Página, 2014. Manuel Vilas es narrador y poeta. Como narrador es autor del libro de relatos Zeta(DVD, 2002, Salto de Página 2014) y de las novelas Magia (DVD, 2004), España (DVD,2008), Aire Nuestro (Alfaguara, 2009), Los inmortales (Alfaguara, 2012), El luminosoregalo (Alfaguara 2013) y los textos reunidos en Listen to me (La Bella Varsovia, 2013).
tro metros de hondo. Qué maravilla bañarse en medio de
tanta agua, casi un buen simulacro de la alta mar. Pero allí no
había nadie, y daba la sensación de que esas piscinas escon-
dían treinta años de abandono. Estaban abandonadas a su
suerte. Una piscina es muy fácil de abandonar. Se la deja allí y
ya está. Aquello que simbolizó el día de fiesta y las voluptuo-
sidades acuáticas acaba convirtiéndose en un miserable agu-
jero. Se deterioran las paredes; se resquebraja la pintura espe-
cial; se oxidan las escaleras y crujen si las tocas como un
columpio del siglo XIX; hojarascas oscuras, bajo las cuales se
esconde el esqueleto de algún animal, se adueñan del fondo;
y la tierra de alrededor, junto con sus milenarias piedras,
empujan para derribar los muros de contención de la vieja
estructura arquitectónica de la solitaria piscina abandonada
en mitad de un campo. Di un salto por la parte de menos
altura y me metí dentro y comencé a pasear por el fondo de
la piscina. En ese instante, el cielo se oscureció y comenzó a
llover torrencialmente. No me apetecía irme de allí.
Milagrosamente, el agua empezó a subir de nivel, hasta que
en unas horas, caída ya la noche, sin cesar la lluvia torrencial,
la piscina se llenó, mojándome las ropas, mojándome todo.
Era verano y no me importaba estar allí, bajo los truenos azu-
les y el agua resplandeciente. Muy solo me sentía, eso sí. Pero
tan solo como siempre, si acaso ahora en un lugar extraño.
Cuando la piscina estuvo llena, dejó de llover. Y yo me pude
dar un baño fantástico, bajo la luna del verano último, bajo la
bella y loca, nocturna luz de agosto. Estuve nadando y buce-
ando toda la noche en aquellas aguas, en aquel bendito
estanque, en aquel barro sin nombre.
12
cuentoscomochurros
Etern
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cuentoscomochurros
TENGO una buena y una mala noticia. La buena es que hay
vida después de la muerte, la mala es que es muy aburrida.
Por ejemplo, Emilia Monteagudo falleció un lunes cualquie-
ra. La causa fue un ictus que le llegó de puntillas. Emilia se acos-
tó con dolor de cabeza y se despertó fantasma. No somos
nadie.
Ella enseguida se dio cuenta de que estaba muerta.
Comprendió que el cuerpo que abultaba en la cama, tan pare-
cido a un montón de hojas secas, era en realidad el suyo. Emilia
no podía gritar. No podía patalear. Estaba muerta. Su marido
roncaba tan a gusto. Estaba vivo.
Cuando el vivo de su marido despertó, no notó nada extra-
ño. Se levantó en silencio y se fue a poner el café al fuego.
Emilia quiso ir a avisarle, plantarse en la cocina y decirle aquí
estoy, bien muerta, mírame, pero, por más que lo intentó, no
logró alejarse de la carne de su cuerpo. Tomen nota: resulta
que el alma está cosida a los pies y no puede despegarse.
Desde el pasillo, su marido le gritó que se les hacía tarde. Ella
sonrió sin usar su boca. ¿Tarde para qué, a ver? Tarde para todo.
Su marido entró en la habitación y le tocó un hombro, o se lo
tocó, al menos, al montón de hojas secas que antes era Emilia.
Su marido le dijo que no se hiciera la remolona. ¿Será posible,
pensó ella, que no te des cuenta que estoy aquí de cuerpo pre-
nidad
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sente, y de espíritu presente también? Su marido se encogió
de hombros y se marchó al trabajo. Emilia no se lo podía creer.
Se quedó sola en casa. Sola con su cuerpo ya vacío.
Emilia no podía moverse ni tampoco manipular nada.
¿Cómo iba a hacerlo, si ya no tenía dedos ni huesos? Ni siquie-
ra podía encender la radio. Emilia se quedó allí, mirando la
habitación quieta. La luz entraba por la ventana como hacién-
dole cosquillas al suelo. Flotaban motitas de polvo. Sonido de
coches lejanos.
Pasaron los minutos, las horas. La luz cambió. De vez en
cuando, pasaba un camión o sonaba un claxon. Dos años atrás,
se habían mudado a esa casa en las afueras: qué tranquilidad,
había dicho Emilia al dejar las maletas. En la mesilla, había una
foto enmarcada, con Emilia y su marido frente a las Casas
Colgadas de Cuenca. Emilia la miró y la miró hasta que dejó de
reconocerse y de reconocer el recuerdo. Se arrepintió de no
tener más cuadros. Se arrepintió de no haber elegido un papel
de la pared menos monótono. Miraba las flores del único flore-
ro y contaba los pétalos. No había nada más que hacer.
A mediodía, un grupo de escolares pasó cerca de su venta-
na. ¿Qué harían allí, tan lejos del instituto? Risas, voces aflauta-
das, correteos. Emilia se concentró en recoger cada una de esas
palabras adolescentes. Separar los grititos para grabarlos en su
mente y así poder alargarlos luego. Los adolescentes se fueron
y la dejaron sola de nuevo. Emilia comenzaba a ser consciente
de lo que le esperaba.
Miraba el techo y el suelo buscando algún insecto. Ella, que
tanto había presumido de tener siempre la casa impoluta.
Maldito desinfectante, maldita lejía. Lo que habría dado ahora
por encontrarse a una araña alfombrando con su tela un rin-
cón. En cierto momento, la luz del sol cayó sobre el espejo, y de
ahí rebotó a la pared. Un mapamundi de luz temblorosa. El
efecto duró una media hora. Luego se apagó y la noche fue
cuentoscomochurros
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cuentoscomochurros
tw Colaboración mensual con Cuentos como Churros: ellos eligen una delas cuatro fotografías seleccionadas de el muro y cocinan con ella un ricochurro que publicamos aquí. La fotografía es de Carlos Rivero, finalista denuestro Concurso de Fotografía de este mes.
cayendo. Durante un rato, se incrementó el sonido de los coches.
Oscuridad. La farola de la esquina se encendió y su luz trazó un
círculo que rozaba la mesilla, iluminaba justo la mitad de la foto
de su visita a Cuenca. Solo se les veían los pies, a ella y a él.
Por fin, después de quinientos años, su marido abrió la puerta
de la casa. Gritó su nombre varias veces. Emilia se concentró en
ubicar cada uno de los sonidos que le llegaban desde el pasillo:
ahora se está quitando las botas, ahora ha ido al baño, ahora
rebusca en la alacena. Emilia oyó a su marido andar descalzo,
cada vez más cerca, aproximándose. Tuvo miedo de que fuera a
descubrirla tan pronto. Porque, por aburrida que fuera la habita-
ción, era mucho mejor que un ataúd, mucho mejor, infinitamen-
te mejor.
Rosi García
No es natural
porque esté fuera
de la nevera.M. Caballero-¡Natural, lo que se dice natu-ral, tampoco es, abuelita!...-¿Pero tú has visto qué ojostiene?...¿Qué orejas?...¿Qué dientes?...
SandraLa mayor desdicha
del peregrino es nopoder recorrer todos
los caminos
Marco García
No es natural que
prefiramos a las mas-
cotas en lugar de las
personas... pero es
más razonable.
Miguel Ángel Algarra
Por inventar un rincón
curvo, me quemaron
en el hoguera.
Lucía BerrugaEn el rincón de la neverahe puesto a enfriar la ira;
ya no me lo tomarétodo en caliente.
Rincón
Germán Cornejo
¡Cuidado, Peregrino, al
abrir esta puerta! Saca el
frío al que nada deja, y
pone caliente al que
nada encuentra.
http://sobrevolandolacultura.blogspot.com.es/
http://lavidaenvideoclip.blogspot.com.es/
http://desiertosyjardines.blogspot.com.es/
http://dibujandounpensamiento.blogspot.com.es/
http://www.wattpad.com/user/ManoloCaballero
Déjale una nota al mundo en La puerta de la nevera: www.grupoanden.com
PPeerreeggrriinnoo
NNaattuurraall
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lapuertadelanevera
De papel
A cada vuelta del tambor de la lavadora, unas cuantas letras
desaparecen, mientras los trozos de papel flotan caprichosos,
siguiendo una cruel coreografía. Sentada sobre las baldosas
frías, ella observa el devenir de te quieros, besos recónditos,
abrazos borroneados, que giran sin remedio. A su lado, la caja
de madera vacía, presencia la escena, con la boca abierta en
una grotesca mueca. Con el centrifugado, ya sólo quedan
pequeños cúmulos de celulosa, que se unen y separan aleato-
riamente, pero conforman una masa pegajosa una vez escurri-
dos. Entonces, ella, abre la lavadora y rasgándose en pedazos,
va metiéndose en su interior.
Patricia CollazoAlcobendas. Españawww.laletradepie.com
Microconcurso es un
certamen internacional
abierto a nuestros lectores.
Con votaciónpopular.
48 horas, 100 palabras.
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IImicroconcurso
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IImicroconcurso
Tuareg
LOS camellos acusaban el cansancio. Hakim, el guía,
nos llevó al oasis donde se hallaba la haima a la que llama-
ban hotel. Jaime se había empeñado en una luna de miel
aventurera. Pese a la crema factor 50, me salieron ampo-
llas hasta en los labios. Hakim se ofreció a curar mis que-
maduras. Conocía remedios para los males del sol. Jaime
aceptó y trepó a una duna para fotografiar el atardecer.
Me quedé con el bereber que descubrió el rostro oculto
bajo el velo y el turbante.
Jaime volvió a España. Yo vivo en un oasis, con aire
acondicionado, eso sí.
Ángeles NavarroMadrid. España
Túnel
YO me como la tierra. El lugar que habito debe conser-
varse impecable y no puedo permitir que nadie vea ni una
pizca de polvo aquí.
El doctor me dijo que tengo cálculos renales. Le conté la
verdad. Me advirtió que si sigo así, en un año me van a
reventar los riñones.
Ese es mi tiempo. Esa es mi apuesta. En un año, mi des-
tino dictará sentencia: libre o muerto.
Leonardo DolengiewichMendoza. Argentinawww.mepodesleeraca.blogspot.com
FÚTBOL
1. Es la oportu
nidad de hacerse un
genio "ante m
ortem". M
iel
2. Religión con m
ayor número de se
guidores
en el mundo. Iván Pacheco
COMPRAR
1. Acción por la que to
do se re
duce a un precio.
Marco Garcia.
http://e
lpaseodelcancerbero.blogspot.com.es/
2. Acción por la cual u
n ser le
quita un peso de
encima al o
tro. Jo
sé María Iarussi.
http://w
ww.letracero.com.ar/
TIEMPO
1. El ritm
o de los d
eseos. Hugo Passa
s
https://
hugopassas.w
ordpress.com/
2. Un préstamo que no pediste
con cantidad y
vencimiento desconocidos. L
uis San José
http://w
ww.cariciasycarencias.com/
3. Sustancia etérea que vuela cuando se
pretende
detenerla y se
arrastr
a cuando se quiere que vuele.
Juan Carlos Garrid
o
http://n
ovelasombraschinescas.blogspot.com.es/
Una nueva civilización está empezando de cero en
Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos,
¿les echas una mano con el diccionario?
Participa en www.grupoanden.com
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diccionariodesaturno
¿Qué pasa cuando los niños nos cuentan cuentos a los adultos?
Esta vez inspirados en el cuentoHuracán
de Txabi Arnal Gil y Neus Bruguera. Ed. Kalandraka.
Primer premioLas bailarinas, Sofía Madrid (8 años)
ÉRASE una vez en Villabailarina un grupo de chicas que
naturalmente practicaban el ballet, las chicas se llamaban:
Colette, Violette, Tea, Nicky y Paulina.
Un día, practicando en el Teatro de la Rosa, se presentó un
gran vendaval, ya no podían ensayar. El día del espectáculo no
se sabían los pasos, todos los que venían a verlas habían paga-
do 8.000.000.000 € por cada entrada, el público estaba muy
decepcionado pero Colette se acordó de su tataratataratata-
rabuela Bailonga, ella había inventado una coreografía,
Colette se la dijo a sus amigas. El público asombrado por su
talento las felicitó con rosas y margaritas.
Fin.
Segundo premioEl huracán y el pueblo, Patricia García (8 años)
HABÍA una vez un pueblo muy feliz que tenía muchos
colores. Pero… también había un huracán que no era bueno,
más bien era tan envidioso que quería los colores del pueblo.
El pobrecito huracán era de colores oscuros como negro o
gris oscuro, también era de colores de tristeza como blanco o
azul. Quería ser el más bello de todos los habitantes del pue-
blo y demás, además también quería chincharse de ellos.
Esa noche no durmió nada, se quedó despierto planeando
un plan maléfico que pudiera ayudarle a cogerse los colores
del pueblo. Al final se hizo un mapa para saber qué sitio arra-
sar antes. Este es el mapa:
22
IIcursoconcurso
CATEGORÍA POLLITO (6-8 años)
Se hizo números decimales para saber dónde, cuándo y en qué sitio
atacar y arrasar el pueblo. Al día siguiente el huracán atacó y se llevó
todos los colores del pueblo. Al final todo se puso al revés, el huracán
parecía un bonito arcoíris, en cambio el pueblo parecía el país de la tris-
teza, la envidia y la desgracia. El huracán se iba a chinchar como había
dicho, pero el pueblo le empezó a tirar piedras y a chillar: ¡Qué has
hecho con los colores, devuélvelos! ¡No somos un país triste, nos obligas
a serlo!
Entonces el huracán se fue, y el pueblo, decidido a saber por qué lo
hacía se fue a la cueva del huracán, se encontraron el mapa y tuvieron
una idea: le dijeron al huracán que les devolviera los colores, que tenían
una idea. Al huracán lo pintaron con acuarelas y el huracán les tenía que
devolver los colores. Y así fue. Le pintaron con acuarelas y el pueblo vol-
vió a tener sus colores.
El huracán prometió no volverlo hacer, y vivieron felices y comieron
perdices y a mí no me dieron porque no quisieron.
23
IIcursoconcurso
Tercer premioY después el huracán, Daniel Olivar (6 años)
Y después el huracán se llevó el pueblo entero..
24
CATEGORÍA GORRIÓN (9 años)
Primer premioBrújula huracán, Marina Sanabria (9 años)
HABÍA una vez un pueblo y en ese pueblo había dos niños llamados Carmen y Mario.
Un día estaban paseando por la calle, Carmen tropezó con algo. Era una brújula muy
rara que parecía de otro mundo, enganchada a ella había un papel con las instrucciones
de uso:
Ellos, llenos de curiosidad, pulsaron el botón verde, pasaron unas series de cosas, el
viento cambió de brisa a viento, y de viento a remolino con huracán. El remolino les llevó
a un mundo extraño, las personas eran de viento, aunque se podían tocar.
Un niño viento gritó alarmado:
- ¡Humanos!, ¡humanos en la ciudad!
Unos hombres les llevaron ante el Rey Muchoviento, que dijo:
- ¡Cómo os atrevéis a entrar en Huracán, nuestra preciada ciudad!
- Perdone, Rey Muchoviento, Carmen se encontró esta brújula y nos llevó hasta aquí.
- ¡Aun así, encerradlos en la celda! -chilló el Rey
En la celda en que les habían encerrado había una chica llamada Remolino.
- Me encerraron aquí intentando tener paz en vuestro mundo y el mío.
Entonces Mario tuvo una idea para escapar, cogió un palo y abrió la puerta, pero la
puerta tenía alarma y los guardias les persiguieron. Remolino dijo que se fueran sin ella.
De repente, se encontraron en el lugar donde se había tropezado Carmen. Ellos jamás
olvidaron esa brújula y a Remolino, quienes les habían salvado.
Fin.
Segundo premioEl huracán, Andrea Prieto (9 años)
ÉRASE una vez un huracán que soplaba muy flojo,
pero a medida que iba creciendo, el huracán soplaba
más fuerte. Un día el huracán era muy grande, pero
no tenía amigos. Entonces decidió hacerse un amigo, su
amigo era un niño llamado Víctor. Los dos decidieron bus-
car muchas aventuras juntos.
IIcursoconcurso
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Primer premioLa sinceridad de la poesía, Ami Sheikh Durrah (10 años)
LLUVIA, Noche y Día, con ellos se encuentra la
valentía. (1)
Serpientes, escorpiones y tiburones, la gente
tonta los ven como mascotas.(2)
Plantas, animales y libros, sus moléculas no
paran… son como niños.(3)
Tacones de 50 pisos, pendientes de aguja y otras
torturas, quien tenga dignidad no se las pondrá.(4)
Fin.
Segundo premioEl pueblo sin color, Ana Martín (10 años)
HABÍA una vez un pueblo cerca de las montañas donde sus habitantes
siempre tenían una sonrisa en la cara, por eso lo llamaban "Villa sonrisa".
Este pueblo, como su nombre indica, era muy sonriente y además
tenía mucho color.
Una vez en el pueblo "Villa sonrisa" unos magos atacaron el pueblo
(hacía mucho, mucho viento). Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos todo
el pueblo se volvió gris.
Los habitantes y vecinos estaban muy tristes y aunque no os lo creáis,
¡ya no sonreían!, fue muy, muy triste.
La gente estaba muy defraudada y decidieron ir en busca del color.
Estaban muy, muy exhaustos de tanto buscar y resulta que el color
vino él solo.
Fin.
CATEGORÍA JILGUERO (+10 años)
IIcursoconcurso
Pinturas de guerraSemana 22 de concurso: 16 de marzo de 2015Ganador: Alejandro Vaghetti Jou
Pintando aquellos extraños bisontes, dinosaurios, dragones y
la colección entera de coches de carrera, le sorprendió el estre-
mecedor bombardeo. La guerra había estallado, tal como se lo
explicaron el día anterior; y sabiendo que no era un juego tenía
que salir inmediatamente de la casa.
Una vez a salvo en el refugio, todos lloraban, incluso sus
padres, porque habían tenido que dejarlo todo. Pero él no, a él
no le faltaba nada. Todo estaba dibujado en la pequeña libreta
gris que llevaba en el bolsillo de su pantalón.
La costumbreSemana 23 de concurso: 23 de marzo de 2015Ganador: Ignacio Artacho Lara
Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba
en el bolsillo de su pantalón: los primeros garabatos intrascen-
dentes; los avances prometedores que llevarían a laboratorios
de medio mundo a disputarse sus servicios; aquellos insopor-
tables castillos de ecuaciones que le consumieron las noches y
el matrimonio; la hermosísima serie de bocetos de virus y bac-
terias merecedora de figurar en el catálogo de cualquier pina-
coteca. Y, por fin, el hallazgo formidable, la cifra y la fórmula que
-de demostrarse- supondrían el fin de la enfermedad. Todo
estaba en aquella libreta que siempre llevaba en el bolsillo del
pantalón y que ahora golpeaba rítmicamente contra el cristal a
cada vuelta del tambor de la lavadora.
marzo
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brevemente
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brevemente
tw Relatos finalistas de marzo y abril de 2015 del concurso Relatos en Cadena, organizadopor la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccionados enwww.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.
El amante arrítmicoSemana 24 de concurso: 6 de abril de 2015Ganador: Francisco Javier Guillén Domínguez
A cada vuelta del tambor de la lavadora descartaba la idea de
volver a intentarlo en la cama y renunciar a aquella bendita ca-
dencia que ahora procuraba no perder sujetándole las nalgas.
AutoconvencimientoSemana 25 de concurso: 13 de abril de 2015Ganador: David Garduño Navarro
Procuraba no perder, sujetándole las nalgas con firmeza, la
intención de seguir siendo sólo amigos.
El paqueteSemana 26 de concurso: 20 de abril de 2015Ganador: David Botija Ibáñez
La intención de seguir siendo sólo amigos; la custodia de los
niños; la domiciliación de las facturas; los turnos de paseo del
perro; el uso de los vehículos familiares; el reparto de los bienes
inmuebles…; todo había sido pactado sin problemas. Tan sólo
les quedaba por acordar qué hacían con el incómodo cadáver
del mediador familiar.
abril
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dindondin
Vallecas Calle del LibroHasta el 30 de abril de 2015
Madrid. (España)
http://www.vallecastodocultura.org
La Noche de los Libros 23 de abril de 2015. Madrid. (España)
http://www.madrid.org/
Café con Letras Adolescentes y adultos. Biblioteca infantil de Oaxaca. Entrada gratuita. Oxaca (México)
http://www.mexicoescultura.com
JazzAtlántica 2014Hasta el 17 de junio de 2015Teatro Rosalía de Castro. A Coruña (España)
http://www.guiadelocio.com
decamino
www.espositivo.es
ESPOSITIVO es un proyecto que hemos ideado 7 jóvenes emprendedores, con
edades comprendidas entre los 25 y los 28 años, que compartimos el interés por
el Arte Urbano y la Cultura. Lejos de ser arrastrados por la idea de pesimismo
generalizada, los de a bordo hemos querido dar forma a un concepto que fuese
positivo desde su esencia, el título.
Nace como un concepto híbrido entre galería de arte y espacio de eventos,
poniendo el foco en el arte urbano. Un local de tres plantas con personalidad que
trata de alejarse de la concepción fría y elitista de las galerías tradicionales de arte.
“
”
tw Desde finales de abril y hasta mediados de junio el artista en galería será el pintor An Wei. Quienes yaconocen el espacio pudieron ver una pequeña muestra de su trabajo, pero será entonces cuando puedanapreciar realmente que la superficie sobre la que trabaja es un mero vehículo, mientras que la obra en sírepresenta su alma. También estamos preparando una expo para junio, aún por cerrar, dentro del circuitode Photo España.
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ELEGIMOS para sentarnos parte del último y del penúltimo
pupitre. Como ninguna de nosotras era alta, esbelta o graciosa,
pasamos desapercibidas para el resto de la clase durante varias
semanas hasta que Rosabel preguntó quiénes eran las escuchimi-
zadas del fondo de la clase. Resumiendo, que franqueábamos los
días como tres insignificantes suspiros deambulando por los pasi-
llos, cogidas de la mano y con una mueca por sonrisa en nuestras
bocas.
De la clase recuerdo mi admiración por el cartel, pegado a la
pared, que nos mostraba la ecdisis de una serpiente. La mitad de su
cuerpo estaba cubierto por la vieja piel, la otra mitad brillaba con la
nueva. Cada día acariciaba el mural.
Entre los chicos de la clase los había altos y desgarbados, bajos,
regordetes, con ojos asustadizos y alguno con semblante distraído.
Sólo destacaban dos por simplones.
De las chicas solo evoco a Rosabel. Sentada en la primera fila
conseguía las mejores notas y siempre llevaba unos deberes impe-
cables. Empezó siendo la delegada de clase con nuestro voto en
contra, porque tenía esa estúpida sonrisa que ninguna de nosotras
podía soportar, o tal vez, porque todos los chicos la admiraban, ya
que era rubia, y, para colmo, tenía los ojos azules. Así que después
de esas elecciones, cada vez que nos la tropezábamos por los pasi-
llos era como golpearse con un martillo en un dedo. Ella, con aires
de superioridad, levantaba la cabeza con desdén. Nosotras nos
hacíamos pequeñas, muy pequeñas, casi diminutas. Rosabel, a su
vez, se aseguró de que estuviéramos completamente aisladas
hasta el punto de hacer que prefiriéramos almorzar en clase antes
que salir al patio.
Recuerdo con nitidez el día en el que se produjo nuestra muda
La RanaLydia Monreal Alumna de Escuela de Escritores
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de piel. Fue en una clase de historia. Era primavera. Rondaban las
doce de la mañana. Los dorados rayos de sol cruzaban las rendijas
de las cortinillas y chocaban contra la mesa de estudio. Sobre la
misma los libros esperaban estoicamente a ser abiertos.
Esparramadas entre los bancos y el tablero no perdíamos de vista
las copas de las palmeras, que alcanzaban el tercer piso del institu-
to. Hacía calor. En el ambiente sonaba un cansino ronroneo de una
lección que leía Rosabel. La historia de la Grecia antigua no era lo
nuestro. A ratos, como de costumbre, dibujábamos pececitos den-
tro de unos cubos cuadrados que aprendimos a hacer en la clase
de dibujo técnico. Una mosca se desperezaba en el ventanal. Al
fondo de la clase, la pizarra verde sujetaba la pared, y la profesora,
de pie sobre la tarima, poco a poco se volvía difusa. Mi compañera
de pupitre, ajena a todo, mataba el tiempo jugando con un peque-
ño botecito envuelto en papel de aluminio que tenía guardado en
su mochila. El día anterior había encontrado una rana en el jardín
de su casa y se la quedó. Por la mañana dentro de un frasco se la
llevó a clase para enseñárnosla.
Justo en la parte en la que Ulises iba a dar un beso a la sirena
ocurrió. Le pedí a mi amiga que pusiese el bote sobre el pupitre.
Ante lo cual ella, además, decidió destaparlo un poquito. Mis ojos
se abrieron de par en par cuando oí el primer croar de la rana, que
se perdió en el denso ambiente. La profesora, confusa, sólo hizo el
gesto de levantar la cabeza pero no dijo nada. Se hizo un silencio
eterno durante varios minutos. El rumor comenzó de nuevo. Vi en
la mirada de mi compañera la intención de volver a abrir el bote.
Otro croar de la rana rasgó el ambiente, añadiendo esta ocasión la
salida inesperada de la prisionera. Ninguna de las tres dudamos ni
un momento en intentar cazarla. Con un libro quise impedir su
salto y golpeé la mesa con tal ímpetu que el estuche abierto, lleno
de rotuladores salió disparado, y cada uno de ellos voló en direccio-
nes opuestas. A su vez, la que estaba en el banco de atrás, trató de
recuperarlo con tan mala fortuna que se golpeó contra el cristal de
la ventana, cerrada por casualidad. Nosotras, sin pensarlo, salimos
corriendo en busca de la rana. Salto a salto había alcanzado los pri-
meros bancos de la fila. Ella, feliz y contenta, no dejaba de croar.
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A esas alturas la pequeña visitante era el centro de atención.
Resultaba muy evidente que a los otros treinta y seis adolescentes
no les importaba mucho la clase. Unos la seguían con la vista muy
divertidos. Algunas chicas salieron corriendo y gritando. Rosabel,
pensando que era un ratón, se subió de un salto a la silla y desde
allí empezó a correr por encima de las mesas. Otros, simplemente,
aprovecharon para guardar los libros en la mochila. El borrador
junto con algunas tizas andaba por el aire. Se oían unos gritos por
acá, otros por allá. Un estruendoso ruido rebotó en el ambiente.
Alguien había lanzado un libro contra la tarima. Un sonoro
"¡Silencio!" retumbó en el aire. Todos nos quedamos quietos. La
profesora avanzó despacio hacia nosotras.
- ¡Ya estáis cogiendo esa rana, deprisa!… -nos gritó-… y ¡Tú!
Rosabel ¡Bájate de la mesa de una vez!…
Los demás callaban. La rana apareció en su bote y nos faltaban
manos para empujarla a las profundidades de la cartera.
-Vosotras tres… ¡a Dirección ahora mismo! -añadió furiosa
mientras saltaban centellas de sus ojos y nos señalaba la puerta
con el dedo.
Una detrás de otra, con la cabeza agachada, desfilamos camino
de nuestro castigo. Alguien dio una palmadita y seguido todos
aplaudían a nuestro paso. Fue muy difícil no sonreír.
Pasaron dos semanas antes de volver a clase con nuestras cinco
mil copias de "Nunca más llevaré ranas a clase", pero a partir de ahí,
Rosabel no volvió nunca a hablar sobre nuestra silueta y yo sentí
que mi nueva piel era más colorida que antes.
tw Lydia Monreal Mena (Ibi, Alicante), estoy enamorada de la narrativa breve pese ami corta experiencia en este mundo. Me fascina jugar con pocas palabras para contarmucho. Finalista en un concurso en Alicante con el relato La Noche de antes. En estemomento trabajo en un libro de relatos.
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tw Kokoro es un personaje singular, que se cuela en CpA, para contarte historias en pocas palabras.
© Jasten Fröjen
metroligero - holakokoro