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Cuentos De Los Cuatros Elementos.

Jul 07, 2018

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Juanki Villena.
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    ____________________JUAN CARLOS VILLENA________________________

    CUENTOS

    DE LOS CU TRO

    ELEMENTOS

    Edición 2015

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    Mayo 2015 Diseño cubierta: Maribel Sixto y Juan Carlos Villena. Ilustraciones: Juanki VG. La portada tiene realidad aumentada.

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    DEILY LA GRAN NUBE.

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    Dedico principalmente este cuento a mis sobrinos: Zuleika, Hugo, Asier y Maya y como no, a todos los niños de mi planeta para que en el futuro no haya ni primer mundo ni tercer mundo, sólo un mundo donde todos los niños sonrían y jueguen felices.

    A todos los niños que están naciendo ahora mismo.

    A todos los niños grandes.

    A todos los padres que hacen reír a sus hijos.

    A la ternura de una madre con su hijo.

    Y por último a un gran equipo: Hockey Granada Chihuahuas.

    Siempre agradecido por la colaboración de José Luis Prieto, Puri García, Maribel Sixto, Irene y Noemí.

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    ¡Hola pequeño de cuerpo y grande de corazón! Me llamo Deily y soy una nube. Quizás hubo un tiempo en que fui parte de tu vida y a lo mejor no lo recuerdas. Por eso te voy a contar una historia que no es leyenda, es mi vida.

    Yo, Deily, vi la primera vez la luz en el Océano Atlántico. Como a ti, la madre naturaleza me dio una vida. Era muy pequeña y muy blanda, medía diez metros.

    Miré a mi alrededor y no había nadie. Me preguntaba si yo no tendría

    padres. Sobrevolé unos kilómetros. El mar azul reflejaba mi figura blanca con forma de unicornio. Desde la altura veía La Tierra verde. Me acerqué a un continente, no sé cuál. Un ave se aproximó, no veía bien qué tipo, era de color rosa.

    ‐ ¡Hola ave!

    ‐ ¡Hola nube! ¿Cómo te llamas?

    ‐ Me llamo Deily y voy buscando a la Gran Nube. Y tú, ¿cómo te llamas?

    ‐ Deily, yo soy un flamenco y me llamo Didi.

    Voy al sol de África.

    ‐ ¿Te puedo hacer una pregunta, Didi?

    ‐ Claro Deily. Eres muy pequeña y yo estoy aquí para ayudarte.

    ‐ Tú vienes de muy lejos y quisiera saber

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    si en tu viaje has visto a la Gran Nube.

    ‐ No la he visto, pero unos faisanes me dijeron que la Gran Nube estaba dirigiéndose

    al mar Mediterráneo. Aunque un pavo real que conocí en el parque me dijo que eso de la Gran Nube era una leyenda, que las nubes nacen solas y se van solas y que eso era un fantasía de algunas nubes para no sentirse solas.

    ‐ ¡Pues ese pavo real no sabe lo que dice! La Gran Nube no

    sólo es real sino que un día yo seré parte de ella.

    ‐ Deily, te doy la razón porque sé que el viento es tu espíritu y él te llevará a tu destino. Bueno Deily, me voy, que me quedan muchas horas de vuelo.

    ‐ Didi eres un flamenco con mucho arte ¡Olé! Y que el sol de África te ilumine. Buen viaje.

    ‐ Que la gran nube te abrace. Hasta pronto.

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    Volaba hacia el mar Mediterráneo. Es más cálido que el Atlántico. Llevaba volando todo el día y no veía a la Gran Nube. El sol se escondió detrás de nuestro planeta y la noche cerró los ojos de todos los seres.

    La noche era bella. Las estrellas brillaban en el mar. El aroma de la sal se perdía en el espacio vacío y yo soñaba con un día donde todos seamos una sola nube.

    El sol volvió a salir para dar los buenos días y me dirigí al final

    de Mediterráneo. No veía nada. El cielo estaba lleno de golondrinas. Pregunté si habían visto a la Gran Nube. ¡Hola golondrina! ¿Me puedes dedicar un momento, por favor?

    ‐ Sí, nube. ¿Qué quieres?

    ‐ Me llamo Deily y quisiera saber si llevas mucho tiempo en este lugar.

    ‐ Sí, llevaré unos meses. Me llamo Bea, mucho gusto en conocerte.

    ‐ ¿Has visto a la Gran Nube pasar por aquí?

    ‐ No, he visto pasar nubes como tú, más pequeñas y más grandes.

    ‐ Bueno, gracias Bea. Y feliz vuelo.

    ‐ Gracias a ti, Deily.

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    ‐ He escuchado cómo le preguntabas a mi hermana la golondrina por la Gran Nube. Deja que me presente, soy Espe y me dijo una amiga paloma que la Gran Nube estaba

    en el mar Negro.

    ‐ ¿Estás segura que te dijo el mar Negro?

    ‐ Segurísima.

    ‐ Muchas gracias. Me voy volando para el mar Negro. ¡No hay tiempo que perder!

    Después de mucho tiempo llegué al mar Negro pero allí no había ni una nube siquiera. Bajé a descansar y la niebla nubló mí esperanza. Dejé que la noche pasara y llegó un nuevo día. La luz

    hacía que me elevara. Vi mejor las cosas. Había un faro, me acerqué a ver. Le pregunté a la gaviota que había en lo más alto del faro.

    ‐ ¡Hola gaviota!

    ‐ ¡Hola Deily!

    ‐ ¿Cómo sabes mi nombre?

    ‐ Desde aquí se ve todo y sabía que vendrías. Y a la pregunta de si he visto a la Gran Nube la respuesta es sí.

    ‐ ¿Quién eres tú?

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    ‐ Soy Juan Gaviota y yo, hace mucho tiempo, hice el mismo viaje que tú.

    ‐ ¿Dónde puedo ir a buscar?

    ‐ La brújula de tu destino es tu corazón. Él nunca te engañará. ¡Feliz viaje Deily!

    Gracias Juan Gaviota.

    Seguí mi viaje por el cielo y el viento me empujaba hacia unas tierras muy secas. En lo alto de un árbol había unos niños que jugaban con sus padres sobre una colina, lloraban y le pedían al cielo agua para la tierra. Aquello hizo que mi corazón se comprimiera y mi llanto hizo que lloviera de alegría al ver a esa familia reír cuando el agua caía sobre sus cabezas.

    Después de mojar aquel sitio me fui al otro lado de las montañas más altas. Me acariciaban y un halcón voló en mi interior. Bajé a los pastos verdes de las llanuras y con mi manto blanco limpié las flores con la frescura de la mañana. Me dio los buenos días un cordero.

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    ‐ ¡Buen día nube y limpia es tu cara!

    ‐ ¡Hola cordero bueno!

    ‐ ¿Qué haces sola por estos lugares?

    ‐ Pues voy buscando a la Gran Nube.

    ‐ No creo que esté aquí. Pienso que estará en el Océano Índico.

    ‐ Puede ser. No lo sé.

    ‐ Lo que tienes que hacer es dejarte llevar por los vientos del norte y luego por los del sur y cuando cojas altura que te lleven los del este y más tarde los del oeste. Así llegarás al

    Océano Índico.

    ‐ Gracias cordero.

    ‐ No hay de qué.

    Cogí el viento del norte y una línea de cruz me llevó al Océano Índico. En la distancia no había nada, sólo mar. ¿La Gran Nube no sería una fantasía de mi mente para consolarme en mi solitario viaje por la vida? No lo creí. Tenía que seguir buscando. ¡Seguro que ella también me buscaba. ¿Quién es esa pequeña luz azul que se dirige hacia mí?

    ‐ ¡Hola tú eres la Gran Nube?

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    ‐ Bueno no, soy una pequeña nube blanca.

    ‐ ¡Yo soy tan pequeño que te veo muy grande!

    ‐ ¿Qué eres tú? ¿Y cómo te llamas?

    ‐ Soy un Vulánico azul de luz y me llamo Luis.

    ‐ Yo me llamo Deily la nube. ¿Y cómo has llegado aquí?

    ‐ Yo vivo aquí en las alturas y mi pequeña luz es un universo de luces de colores.

    ‐ No creo que tus colores reconozcan la Gran Nube en tu universo.

    ‐ No hay nada que se escape de mi luz.

    ‐ ¿Y cómo es la Gran Nube?

    ‐ Es inmensa y de un color violeta vivo que nunca has visto.

    ‐ No sé dónde buscar. Llevo desde que nací viajando de un lado a otro sin rumbo. Y ya no sé dónde ir.

    ‐ Te queda mucho camino. ¿Has viajado a los polos?

    ‐ No. ¿Dónde está eso?

    ‐ Hacia el norte y hacia el sur. Te darás cuenta de que has llegado porque su tierra es blanca y se llama hielo.

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    ‐ ¿Y cómo puedo llegar al polo norte?

    ‐ Viaja de noche y la estrella Polar te guiará.

    ‐ ¿Y si no está la Gran Nube en el polo norte?

    ‐ Pues cuando llegues al polo norte déjate caer hacia abajo y llegarás al polo sur.

    ‐ Bueno Luis, gracias por tu luz.

    ‐ Es tu luz la que te da las gracias.

    Y la estrella del norte me cogió de la mano y me llevó al gran glacial. ¡Qué frío! Allí no es de noche nunca. Le pregunté a un búho

    blanco qué había allá abajo. Hola Búho, ¿qué tal?

    ‐ Muy bien. ¿Y tú quién eres?

    ‐ Soy Deily en busca de la Gran Nube. ¿No sabrás tú dónde está?

    ‐ ¿Por qué me preguntas a mí? ¿No ves que yo te puedo decir un lugar y tú vas a seguir el ritmo de mi vida?

    ¿Cuándo vas a guiarte por la intuición sin necesitar a los demás?

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    ‐ Ahora que lo dices siempre me he guiado por los demás. Mi obsesión me volvió ciega y ya no seguía mi fe sino un mapa a medida de los demás. Bueno, no te molesto más. Gracias Búho. No me has dicho tu nombre.

    ‐ Mi nombre es Jaim el búho. Feliz viaje de reencuentro.

    Me elevé y mi fe me llevó hacia el sur. Volaba libre de pensamiento y había muchos caminos donde elegir. Seguí mí intuición. Me levanté y atrás se quedó la idea de seguir una línea.

    ¡Hay miles de líneas que llevan a la libertad de la Gran Nube!

    El sur era muy bonito y su luz verde y blanca es muy sencilla de ver. Creo que crucé el círculo polar antártico y allí tampoco vi nada. Sólo frío y soledad. Pero mi fuerza me dijo que continuara, que siguiera por aquella montaña que veía a lo lejos, en un

    continente. Pregunté a un águila con la cabeza blanca. Hola, ¿me puedes ayudar, por favor?

    ‐ ¿Por qué no? Claro que sí. Dime.

    ‐ ¿Dónde estoy?

    ‐ En la cordillera de los Andes, en América del Sur.

    ‐ ¿Y tú eres de aquí?

    ‐ Yo soy de la altura del sur y me llamo Fer. Mis alas se sostienen por la solidaridad de los del norte.

    ‐ ¿Ese océano que hay a mi derecha cuál es?

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    ‐ El grandioso océano Pacífico.

    ‐ Antes de marcharme me presentaré. Soy Deily la nube y

    me dirijo hacia la Gran Nube.

    ‐ ¡Deily ojalá que te encuentres y llegues a ser una con la Gran Nube!

    En la distancia del cielo creí ver a una nube. Me acerqué.

    ¿Nube, me esperas?

    ‐ Claro que sí. ¿Dónde vas?

    ‐ Soy Deily y voy en busca de la Gran Nube.

    ‐ Yo también voy. Soy Sula la nube.

    ‐ ¿Tú sabes dónde ir, Sula?

    ‐ Sí, hay que ir a ver al oráculo que está en la isla del Pacífico que se llama Samoa. El oráculo está dentro de un baúl en la cima de una montaña llamada Kabala.

    ‐ ¿A qué esperamos Sula? ¡Vamos deprisa! ¿Sula, hay más nubes que surcan los cielos como nosotras?

    ‐ Sí Deily, y todas van buscando la Gran Nube. La mayoría ya sabe dónde está.

    ‐ ¿Cómo encontraremos el oráculo?

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    ‐ Muy fácil. En la cima de Kabala hay un gran faro en forma de rosa y su luz es amarilla o dorada. En la pequeña plaza que hay en el pico está el baúl y dentro el oráculo.

    ‐ Allí se ve el faro rosa. ¡Ya lo veo, subiremos! ¡Mira el baúl!

    ‐ Vamos a abrirlo. ¿Qué habrá en su interior, Deily?

    ‐ No lo sé. Será el oráculo.

    ‐¿Pero cómo será?

    ‐ No sé.

    ‐ Es curioso. Dentro hay una espada. En la hoja hay un grabado que dice “Latitud 22, Longitud 1, Ecuador de la Gran Nube”.

    ‐ Sula, ¿sabes qué significan esas escrituras?

    ‐ Sí es una localización. Esas coordenadas están cerca de aquí. Sígueme, Deily.

    ‐ ¡Mira Sula, miles de nubes se dirigen hacia ese punto!

    ‐ ¡Mira qué espectáculo! Todas las nubes se están uniendo en una gran nube. ¡Vamos Deily y únete a mí!

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    Con gran ternura me hice una con Sula y nos fuimos hacia la Gran Nube violeta. Todas las nubes que llegaban se convertían en color violeta, como de un atardecer y todas nos fuimos integrando en la totalidad de la Gran Nube.

    Ahora recuerdo que soy la Gran Nube. No tengo nombre, sólo soy una contigo. Mi reencuentro conmigo me hizo recordar que siempre he estado aquí en diferentes formas. En lluvia, en ríos, en mares, océanos, niebla, hielo, cualquier líquido, y luego en vapor para elevarme en las alturas de tu conciencia.

    Mi verdadero nombre es amor y siempre he estado a tu lado. ¡Hasta pronto Deily!

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    LA ABSOLUTA PIEDRA TRIANGULAR.

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    Dedico este cuento a todos aquellos que no han perdido la

    esperanza y su imaginación sigue creciendo como la de un niño.

    Y al más importante y que vive en mi habitación, un mineral de fluorita que me ha inspirado el personaje.

    ¡¡Gracias!!

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    ‐ Hola. ¡Tú que me pisas y no me ves, escúchame! No veo, pero percibo. Soy fría, pero siento y peso como La Tierra. Soy un mineral o piedra y vivo en la profundidad de una mina. Estoy pegada a mis hermanas en la oscuridad de una

    pared. Mi cuerpo está formado por cuadraditos transparentes y blancos. Mis hermanas dicen que soy una piedra muy bonita. La realidad es que para la raza humana no tengo valor. Para ellos sólo existen mis hermanos los diamantes y las piedras preciosas. Y en las galerías de la mina ellas tienen todo su cariño y siempre acaban encontrando la luz. Y las envidio, pues brillarán por un mundo de

    aventura y yo aquí esperando que algún día sea elegido para salir de la fría y oscura cueva. ¿Cómo será el día? Una voz con eco se escuchó:

    ‐ ¿Para qué quieres ver la luz?

    ‐ ¿Quién eres tú que preguntas por mi sueño?

    ‐ Me llamo Orejas Puntiagudas y soy un murciélago. Mírame. Estoy aquí en el techo oscuro. ¿No ves esos ojos rojos que brillan?

    ‐ Sí, te veo. ¿Tú has visto la luz?

    Unas risas se oyeron por toda la mina.

    ‐ ¡Ja, ja, ja! ¿Es que no sabes que los murciélagos sólo vivimos en la oscuridad de la noche?

    ‐ No lo sabía. Hace poco tiempo que los humanos me excavaron y no sentí vuestra presencia. ¿Y no sientes

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    curiosidad por saber cómo es la luz?

    ‐ No, me gusta la noche.

    ‐ ¿Y cómo puedes estar tan seguro si no has visto la luz del día, Orejas Puntiagudas?

    ‐ Porque yo he nacido en la noche y en mi escalera de la vida yo duermo boca abajo. ¿Por qué quieres ver la luz? ¿Crees que es mejor que esto?

    ‐ Los humanos eligen quién sube hacia la luz y creo que es maravilloso poder contemplar los colores del día.

    ‐ Nunca he visto que una piedra dependa de los humanos para ver la luz. Incluso tú, que no tienes nombre para ellos.

    ‐ ¡Murciélago, te digo una cosa! Soy una de las más bellas piedras que has visto en tu oscura vida.

    ‐ ¡Sigue soñando en tu mundo de fantasía, piedra blanca! Bueno, hasta la noche, que está amaneciendo y van a venir los mineros.

    ‐ ¡Claro, como los murciélagos no dormís no tenéis sueños! Hasta la noche Orejas Puntiagudas.

    Los mineros llegaron con sus carros de madera y muy cerca de mí empezaron a extraer toda la tierra y piedras de las paredes.

    Iban echándolas en un carro. ¡Qué felicidad sentí cuando empezaron con la pared donde estoy yo!

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    Me cogieron y me echaron al carro del sol. Estoy saliendo. Veo un resplandor al final del túnel. Es una inmensa luz. Voy, voy a su encuentro. Estoy saliendo ¡El cielo es de un azul claro y las nubes son tan blancas…! Los árboles y las montañas desprenden

    aromas a vida. La conciencia ha despertado en mí y creo que una vez fui lo que estoy viendo, o es mi energía que descifra lo que hay a mi alrededor.

    Me llevaron en el carro y me dejaron en un montón de hermanas. Un humano me cogió.

    ‐ ¡Narciso ven! Quiero que veas esto.

    ‐ ¿Qué quieres? ¿No ves que estaba comiendo?

    ‐ ¡Mira qué piedra más bonita! ¿Cuál es?

    ‐ Es una fluorita. No vale nada, tírala.

    Y me lanzó hacia un bosque frondoso. La pena por no quererme hizo que me volviera más fría y en mi cabeza sólo había un pensamiento y es que no tenía valor para los humanos. Mi aventura se había ido en desilusiones. ¿Ésta era la luz? ¡Estaba más triste desde que salí del fondo de la mina! ¿Llevaría razón Orejas Puntiagudas y yo también pertenezco a la oscuridad? Entonces grité muy fuerte:

    ‐ ¡La luz me ciega y quiero ir a mi casa! ¡Sufro!

    Una gran voz se escuchó en el horizonte. Era el sol.

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    ‐ ¡Tú, Ser! ¿Cómo desprecias mi luz y mi energía? ¡Deja de llorar y muévete!

    ‐ Lo siento sol, no era mi intención despreciarte. Soy una

    piedra, no puedo moverme.

    ‐ Eso es lo que te pasa, que no tienes fe en ti. ¡Claro que puedes moverte!

    ‐ ¡Tú lo ves todo muy bien! Desde el cielo resplandeciente es

    fácil decir.

    ‐ Tu energía es la misma que la mía y tú también puedes elevarte hasta aquí.

    ‐ No entiendo cómo.

    ‐ Cree en ti y tus sueños se harán realidad.

    ‐ Eso es lo que voy a hacer a partir de ahora. ¡Muchas gracias sol!

    ‐ Estoy para iluminar. De nada.

    Ya no me siento desdichada y creo en mí. ¡Bueno, eso creo! ¡Qué raro! Aquí también hay oscuridad. Lo mismo es lo que me dijo el murciélago sobre la noche después del día. Duerme el día y la montaña se despierta. Y la luna amarilla brilla en el firmamento. Una nueva aventura me dio los buenos días. Llegó un viajero con una

    caravana pintada con muchos dibujos y llena de telas de seda de todos los colores. Era un gitano. Me miró y se agachó para cogerme.

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    ‐ ¡Oh, qué piedra tan bonita! Me la llevaré.

    ¡Un humano con buen gusto! ¿Qué es esto? Está lleno de

    alfombras. ¿Dónde irá con esta mercancía?

    ‐ Vamos a la feria de una aldea, piedra fea.

    ‐ ¿Eres un animal, verdad?

    ‐ Sí, un mono capuchino y me llamo Llo. ¿Y tu nombre?

    ‐ No tengo nombre, pero un minero dijo algo de fluorita.

    ‐ Es muy feo y largo. Te llamaré Sim. ¿Te gusta?

    ‐ No está mal, pero ¿qué significa?

    ‐ Es de Simón, un nombre humano.

    ‐ Está bien. ¿Y tú qué haces aquí?

    ‐ Soy la mascota de mi dueño y él sólo vive para mí y tú sobras aquí.

    ‐ No me voy a ir. Tu dueño no es el mío. Yo soy libre y tengo un sueño.

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    ‐ ¡Tú sólo eres una piedra sin valor y mi dueño se cansará de ti! Pero antes te tiraré fuera del carro sin que se dé cuenta mi dueño.

    ‐ ¡Suéltame, déjame en paz!

    De repente entró el gitano.

    ‐ ¿Dónde está el monito más bonito? ¿Qué haces con mi amuleto de la suerte? ¡Trae, mono malo!

    Me cogió, me puso en la palma de su mano y me dijo:

    ‐ Amuleto, tienes que traer dinero a mi vida, que hace una semana que no vendo una sola alfombra.

    Estoy en el bolsillo del pantalón. ¡Qué oscuro está esto! ¡Y qué ilusión que este humano me quiera. ¿Qué es la suerte? Ese mono seguro que tiene un plan para deshacerse de mí.

    Llega un carruaje escoltado por guerreros del rey y el gitano deja paso, pero se escucha al conductor gritar:

    ‐ ¡Espera buen gitano!

    ‐ Sí, ¿qué quieres?

    ‐ Mi señora princesa de Buenamaría e hija del rey quiere comprar algo. ¿Qué tienes para vender?

    ‐ Tengo alfombras de oriente, venidas de Egipto.

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    ‐ ¿Seguro que son de Egipto?

    ‐ ¡Que me maten si es mentira!

    ‐ ¡Cochero, deja de interrogar al buen viajante!

    ‐ Perdonad majestad pero estos comerciantes son un poco mentirosos.

    ‐ A ver... ¿qué alfombras tienes?

    ‐ ¡Vea, vea princesa, qué bonitas son y… qué colores! ¡Y estos estampados del Nilo! Mire ésta, ¡qué belleza! ¡Y el oasis que parece de verdad!

    ‐ Son todas muy bonitas. Me llevo nueve.

    ‐ Es usted una buena compradora. Gracias.

    ‐ ¡Ven amuleto que te dé un beso! ¡No sólo he vendido sino que se lleva nueve alfombras! ¡Qué feliz soy con mis nueve monedas de oro! Voy a echarme a dormir, te dejaré aquí arriba donde la cuerda de Llo no llega.

    ‐ No creo que yo sea la suerte.

    ‐ ¡Por supuesto que no, piedra inútil!

    ‐ ¡Déjame en paz, mono de la mala suerte!

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    ‐ Mi cuerda sí llega hasta ti y te voy a tirar fuera del carro.

    ‐ ¡Gitano, despierta que el mono me quiere tirar!

    ‐ Piedra tonta, ¿no sabes que los humanos no quieren aprender a hablar con la naturaleza? Grita todo lo que quieras, no te escuchará. ¡Adiós y hasta nunca!

    Caí en la rama de un árbol. Seguramente que aquí no me encuentra el gitano. Otra vez estaba perdida y sin ser amada por los humanos.

    Una voz muy dulce salió del árbol.

    ‐ ¡Qué triste es que alguien necesite ser amado! ¿Tú te amas?

    ‐ ¿Y quién eres tú que me preguntas esas razones? ¿Y qué

    pretendes decirme con esa pregunta? Sí me quiero.

    ‐ Soy el árbol de la vida y el que necesita nunca es feliz. Sólo el que ama es feliz y dar es amor.

    ‐ Árbol de la vida, todos necesitamos de todos.

    ‐ ¿Seguro Sim?

    ‐ Claro que sí. Tú necesitas de la luz para vivir.

    ‐ No, la luz está ahí y no necesito de ella porque la luz soy yo. Todo está conectado. ¿Y cómo necesitar algo que

    está? Es el miedo el que te hace necesitar.

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    ‐ ¿Entonces lo que quieres decirme es que una piedra puede tener la misma fuerza que el sol y todo lo que pida se cumplirá?

    ‐ Sí, siempre que esté bendecida por el amor, la verdadera energía.

    ‐ ¡A ver si es verdad! Quiero bajar de tu rama.

    ‐ ¿Tú lo crees, Sim?

    ‐ Sí, siento la energía de todo.

    ‐ Pues que sea.

    ‐ No veo que suceda.

    ‐ La impaciencia es un gran defecto. Me voy y en silencio te quedarás. Adiós Sim.

    ‐ ¡No te vayas, por favor!

    Llevo mucho tiempo aquí y no veo que baje. Y menos que la rama se mueva. No sé cómo lo voy a hacer. ¡Qué bellas son las nubes! Ellas se pueden mover por el viento… ¡Eureka! ¡Viento, haz mover las ramas de este árbol! El viento sopló y las ramas se movieron. Y llegué al suelo. ¡Es verdad, funciona la magia! De pronto se escucharon unos pasos

    que se aproximaban por la maleza. ¿Quién sería? Era un cerdo bien gordo. ¡Eh, cerdo!

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    ‐ ¿Quién me llama? No veo a nadie.

    ‐ Aquí abajo. ¿No me ves? Soy la piedra blanca que brilla.

    ‐ Es verdad, eres sólo una piedra. Yo no hablo con cosas que no se pueden mover.

    ‐ Soy energía y sí me puedo mover y hacer todo aquello que quiera.

    ‐ ¡No me hagas reír! Una piedra no puede desplazarse. Eres patética, ¿quién te ha dicho esas tonterías?

    ‐ Pues es cierto. El árbol de la vida dice que todos somos la misma energía. Y he comprobado que la magia es una

    realidad.

    ‐ Mi cuerpo, eso es realidad. Y lo que me meto en la boca para comer es energía. ¡Eso es todo! ¡Y no esas payasadas de magia! Recuerda que tú eres una piedra sin vida y fría. Para un humano tú no sientes y para el mundo vivo tú no tienes fuerza para moverte. Yo soy carne y el humano me quiere y me cuida, es suficiente para sobrevivir.

    ‐ Pero cerdo, ¿olvidas que soy energía de la que estás hecho tú? ¿Tú no eres amor?

    ‐ ¿Eso se come? ¿Es material? Pues entonces no sirve para

    nada.

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    ‐ Eso es lo que nos une. ¿Realmente no lo sientes?

    ‐ No, ¿para qué? Tengo para comer y es lo único importante que es real. Seguiré mi camino monte abajo que hay

    mucha comida. ¡Hasta luego, soñadora!

    ‐ ¡Feliz viaje en tu descenso, cerdo y mucho amor!

    Llegó la fría noche y las estrellas brillaban en el cielo. Una duda me hizo pensar si estaba sola en mi viaje o si había alguien

    que me mirara y guiara mi destino. ¿Y hacia dónde? Me sentía cansada y sola. ¡Tonterías, mañana el día me saludará y vivirá conmigo!

    La madrugada dio los buenos días al sol naciente, que iluminó mi bello perfil y encendió la luz reflejada en el espejo de la

    naturaleza. Se oyeron las voces de unos niños jugando. Iban hacia dónde yo estaba. Llamaré su atención con mi magia: ¡Haz que en sus juegos entre una piedra!

    ‐ Rober, ¿a qué jugamos?

    ‐ No lo sé, pregúntale a Rosita.

    ‐ Rosita vamos a jugar a un juego que tú te inventes. Dime alguno.

    ‐ ¡Mateo, tengo un juego guapísimo! Ven Rober acércate. Escuchadme. Primero tenemos que traer cinco cosas del

    bosque. Segundo, que cada cosa sea elegida por cada uno de nosotros, que creamos que es lo más bello, que sea un

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    tesoro. Y por último, cuando esté todo aquí, entre los tres tendremos que elegir la más bella de todas las cosas.

    ‐ ¡Buena idea Rosita, yo buscaré por allí!

    ‐ ¡Rosita eh, mírame! ¡Estoy aquí! ¡Cogedme, quiero entrar en vuestro juego! ¡Magia, haz tropezar a Rosita hacia mí y me vea!

    ‐ ¡Uy qué torpe estoy! ¡Qué piedra más bonita! La pondré

    con las otras cosas.

    ‐ Aquí hay mucha competencia, mucha variedad, una margarita, una mariposa, una hoja, una piña, una lagartija...

    Rosita estaba llamando a sus amigos.

    ‐ ¡Rober, Mateo!

    ‐ ¿Qué quieres Rosita?

    ‐ Tenemos todas las cosas bonitas que hemos cogido los tres y ahora vamos a decidir cuál es la más preciosa de todas. Dime, Mateo, ¿cuál es para ti la más bonita?

    ‐ Para mí es la mariposa que ha cogido Rober.

    ‐ ¿Y por qué?

    ‐ Ella fue un gusano que se arrastró por el suelo y ahora es una bella flor que vuela por los cielos.

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    ‐ ¿Y tú Rosita, qué eliges?

    ‐ Para mí la más bella de todas es la piedra blanca.

    ¡Cual fue mi alegría al escuchar a Rosita elegirme a mí!

    ‐ ¿Y por qué Rosita, si es una piedra?

    ‐ Porque las otras cosas que he traído las he elegido yo,

    pero la casualidad ha hecho que los dos nos encontremos y ya la bella piedra es parte de mí.

    ‐ No lo entiendo, pero es tu elección. ¿Y tú, Rober?

    ‐ Como tú. Elijo la mariposa, es más bonita que la piedra.

    Suéltala que vuele.

    ‐ Rosita ha ganado la mariposa. Tu piedra se queda ahí.

    ‐ Vale, si de todos modos no me la iba a llevar.

    La pena cubrió mi energía y la fuerza se fue. Mi color blanco dejó de ser claro y mis ganas de ir al carro del gitano me llevaron a la melancolía.

    ‐ ¡Sólo soy una piedra y no tengo a nadie!

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    Pero había una cosa que rondaba mis pensamientos. Y es que el gitano dijo que yo era la suerte. Rosita dijo que yo era la casualidad. ¿Qué significaría todo eso? Sólo era magia, pues la suerte y la casualidad no existen.

    Eso me hizo pensar que los humanos estaban más locos que yo. Me siento uno con todo y estoy triste si soy el uno porque busco alguien que me quiera. Y ese es el número dos. Por la regla de la vida si tú multiplicas cualquier número por el uno el resultado es el mismo. El uno no varía, es estado del número multiplicado. Sin

    embargo, si multiplicas cualquier número por cero se lo come. Yo soy el uno. Todos los números son yo.

    Llegó la noche y mi luz brilló con mucha intensidad, más que nunca. La oscuridad ha desaparecido en mí y el presente es luz, la conciencia ha despertado en mí y el miedo se ha ido.

    ‐ ¡Hola de nuevo, piedra blanca!

    ‐ ¡Hola Orejas Puntiagudas! ¿Has visto cómo el soñador ha despertado a su realidad? No mires la luz porque no la comprendes.

    ‐ Ya veo que estás en las nubes y sigues igual, en la oscuridad.

    ‐ No me confundirás, murciélago. Y te amo, mi comprensión es tu lenguaje y te doy mi sabiduría.

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    ‐ Hola piedra. Me has llamado y te he llamado. Aquí estoy. Me llamo San Jorge el alquimista, de la Orden de la Blanca Luz.

    ‐ ¿Cómo es que me escuchas siendo humano?

    ‐ Yo soy la Gran Obra y al igual que tú me elevé en uno. Tú me comprendes y tú eres yo. Tu magia es la mía. Tu destino vive en mí.

    ‐ Caballero de luz, ¿cuál es mi destino, que va unido al tuyo?

    ‐ Como te he dicho antes soy un alquimista y toda alquimia va unida al elixir de larga vida y a ti.

    ‐ ¿Cómo a mí?

    ‐ Sí, tú eres la piedra filosofal.

    ‐ Esa es mi identidad. ¿Y cómo me la he ganado?

    ‐ Fusionándote con el alma del mundo.

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    LA MAGIA ESTÁ EN LA IMAGINACIÓN. CREE EN TI.

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    YINYAN Y LOS VIENTOS DEL NORTE.

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    Dedico este cuento a la Madre Naturaleza.

    A todos los ecologistas.

    A mi mundo verde.

    También a todas las especies que están extinguiéndose porque siempre vivirán en mi mundo.

    Y al viento que sopla en mi cara.

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    ¡Hola pequeños! Soy Yinyan, el último de los osos panda gigantes que vivimos en libertad en la China central. Si me escucháis con atención os contaré una historia que me sucedió hace ya mucho tiempo pero que recuerdo como si fuera hoy mismo.

    Bajo el rojo cielo chino dentro de un gran bosque de bambú, llamado Oasis Verde, en unas altas montañas, vivía mi familia, mis hermanos y mis padres. También vivía allí otra familia de tres osos panda.

    Mi madre se llamaba Mamá Dori y mi papá se llamaba Papi Toki. Mis dos hermanos eran la Osita Ben y el Osito Bin. La madre de la familia vecina se llamaba Señora Orika, el padre Señor Upalín y la hija que tenían se llamaba Ela, que era la más bella de todas las osas de la Tierra Libre.

    Éramos las dos únicas familias de ositos panda que vivíamos libres. El temporal de viento se llevó a los otros hermanos, o eso era lo que Papi Toki nos contaba. Decía también que los vientos del norte se estaban acercando y que tendríamos que bajar a las tierras ocupadas. Pero esas tierras eran muy peligrosas para nosotros porque allí vivían los hombres vacíos y ellos se alimentaban de nuestra energía.

    Una tarde antes de ir a comer bambú Papi Toki nos reunió a todos bajo el Gran Árbol Sabio, de más de doscientos años, y nos habló:

    ‐ Mañana, cuando salga el nuevo sol naciente de un nuevo

    día, abandonaremos el Oasis Verde para adentrarnos en las tierras ocupadas.

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    Osita Ben le preguntó:

    ‐ Papi Toki, ¿pero qué es peor, los vientos del norte o los

    hombres vacíos?

    ‐ Hija sabemos bien lo que el viento del norte hizo con nuestros hermanos. Pero abajo no sabemos cómo nos irá.

    ‐ Los hombres vacíos también mataron a muchos de

    nuestros hermanos, papi.

    ‐ Pero hija las tierras ocupadas son muy grandes y hay zonas donde el hombre vacío no ha llegado. Ahora, cuando el sol se esconda, me decís vuestra decisión, pero mi consejo es abandonar

    las montañas.

    Todos nos fuimos a reflexionar y pensar sobre qué hacer. Yo seguiría a mi familia a donde fuera. Mi voto era un sí. Estaba comiendo cuando se acercó un grillo y me saludó:

    ‐ ¡Hola osito!

    ‐ ¡Hola grillito! ¿Cómo te llamas?

    ‐ Me llamo Usulín y tú te llamas Yinyan.

    ‐ ¿Cómo lo sabes Usulín?

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    ‐ Llevo viviendo con vosotros muchísimo tiempo pero nunca me atreví a decirte nada pero hoy, al escuchar hablar a tu padre he querido hablar contigo y aconsejarte que no te vayas.

    ‐ ¿Por qué?

    ‐ Tu razón está en tu corazón. Si desciendes y bajas de la montaña nunca podrás ser libre. Si tu familia baja será encarcelada y expuesta en un zoológico para que los

    hombres vacíos los contemplen como una atracción. ¿Eso es lo que quieres para ti y para tu familia?

    ‐ ¿Cómo puedes estar tan seguro, tú, un grillo que nunca ha salido de el Oasis Verde?

    ‐ Soy pequeño pero en mí está la sabiduría de todo. En ti estoy y soy parte de ti.

    ‐ La verdad es que en mí hay una gran pena y no quiero abandonar el Oasis, pero por otra parte te olvidas que aquí llegan los vientos del norte

    ‐ No te preocupes por los vientos. Lo que tienes que hacer mañana es coger a tu familia y a los vecinos y subir a lo más alto de la montaña. Allí estaréis a salvo.

    ‐ ¡Tú estás loco! ¿No sabes que cuanto más subamos más fuertes son los vientos?

    ‐ No pienses y escucha tu fuerza. Te llevará a lo más alto y

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    ‐ Mi voto es bajar.

    ‐ Cuatro a uno. Falta la Señora Orika, su hija y la mía. ¿Su voto Orika?

    ‐ Mi hija y yo votamos a favor.

    Mi dolor fue muy grande al ver otra vez que la madre de Ela siempre dominaba su vida. Sus ojos se llenaron de lágrimas como los míos. Somos almas gemelas y algo me decía que esa decisión

    de su madre era nuestra despedida. Aunque yo nunca la abandonaría, la amaba.

    ‐ Y por último la Osita Ben, aunque la votación ha sido favorable al sí. Es tu voto y queremos saber tu decisión.

    ‐ Papi, yo dudo y no sé, hay algo que me dice que sí y otro algo que me dice que no.

    ‐ La votación está hecha. Seis a favor, uno en contra y una abstención. Mañana cuando salga el sol bajaremos montaña abajo. ¿Alguien quiere decir algo?

    Mi voto era en contra pero estaba alegre de ir con mi familia y de estar todos juntos para comenzar una nueva aventura, aunque una voz interior no dejaba de hablarme: “Todo lo que cae pesa. ¿Bajar o subir?”

    Salieron los primeros rayos de sol y ya estábamos listos para

    el viaje. Andamos pocos metros hacia abajo cuando de repente tropecé y la voz interior me dijo: “¿Quieres tropezar?”.

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    Nuestros cuerpos se separaron pero nuestros corazones siguieron juntos y vivirán juntos por toda la eternidad. Mis pasos siempre serán los suyos.

    Mi camino era duro y la montaña muy alta. Veía la cumbre y cómo las nubes blancas salían del pico. Parecía como si salieran de una chimenea y el viento dibujara con blanco la bandera del triunfo. Allí es donde tenía que llegar.

    Subí las rocas. Estaban muy empinadas. En mi viaje por las

    alturas encontré un nido de águilas en mi camino. Quedaba un pequeño hueco y pensé pasar por allí pero el águila se acercó por lo alto.

    ‐ Perdón águila, ¿puedo pasar?

    ‐ ¡Claro Osito Yinyan!

    ‐ ¡Aquí todo el mundo me conoce! ¿Quién eres tú?

    ‐ Soy la Blanca Ala, águila sola de las montañas. Aquí todos somos todos y tu nombre es también el mío.

    ‐ No comprendo. ¿Quizá sea por ser blanco y negro que yo no te he visto en mi ser?

    ‐ Paciencia. Blanco y negro son parte de la vida. La energía que mueve tus colores es la que hace que viva y encuentres tu cumbre. Pasa y sigue tu ascenso.

    ‐ Gracias Blanca Ala por tu sabiduría.

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    ‐ ¿Por qué me dices que no es el momento?

    ‐ Tú deberías saber que el calor que te mantiene vivo es el

    amor.

    ‐ Yo amo a mi familia y a mi Osita Ela.

    ‐ No es suficiente. Bueno está bien, pero el amor no es una sola porción.

    ‐ No entiendo eso de una sola porción.

    ‐ El calor de la energía es el amor universal.

    ‐ ¿Cómo el amor universal?

    ‐ Tú eres un oso panda y tienes tu identidad y un personaje llamado Yinyan en el gran teatro de la vida. ¿Verdad?

    ‐ Sí. ¿Hay algo más?

    ‐ Sí, todo.

    ‐ ¿Cómo todo?

    ‐ Cuando tu luz sea el sol, las montañas y todo lo que hay a tu alrededor… tu calor será universal. Y recuerda también la de los vientos.

    ‐ ¿Los vientos?

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    ‐ Sí los del norte. ¿Tu subida no es para salvarte de los vientos?

    ‐ Eso creo, aunque me cuestiono la subida.

    ‐ Necesitas más luz.

    Y su luz se hizo mucho más luminosa y como en una pantalla se inyectó en mis ojos. Y muchas imágenes de la ternura que hay

    en nuestro mundo entraron en mi cueva oscura.

    ‐ ¿Ves ahora mejor?

    ‐ Sí, la luz está entrando por la puerta de la cueva. Es un nuevo día soleado y la temperatura está subiendo.

    ‐ Bueno, mi misión de alumbrar ha concluido. Un abrazo de luz y feliz viaje.

    ‐ Tu luz me acompañará hasta lo más alto. Gracias, ¿cuál es tu nombre?

    ‐ Verluz, la luciérnaga.

    ‐ Mi nombre es…

    ‐ Sé cuál es tu nombre, el Osito Yinyan.

    ‐ ¡Se me olvidó que aquí todo es todo! Gracias de nuevo por alumbrarme en la noche.

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    ‐ Las gracias son tuyas.

    Y con el nuevo amanecer continué mi ascenso con más

    fuerza, pero muy cansado. Ya veía muy cerca la cumbre y de lejos veía también al viento del norte aproximarse y llevarse todo a su paso. Tenía que apresurarme antes de que llegara.

    Esa prisa me hizo caer unos metros montaña abajo. Me levanté y me tranquilicé porque las prisas son malas consejeras.

    Escalando de nuevo me resbalé y descendí otros cuantos metros. No sabía qué me pasaba, subía para luego caer, en vez de avanzar descendía.

    Y una inmensa voz se escuchó con un gran eco:

    ‐ Quizá tu pensamiento tire de ti.

    ‐ ¿Quién me habla con esa gran voz?

    ‐ La pequeña cosa que está en la roca, a tu izquierda.

    ‐ ¡Un caracol aquí!

    ‐ Mi espiral me ha llevado a ti. ¿Te sorprende?

    ‐ Me sorprende que un caracol tan lento suba a miles de metros de altura. ¿Cómo lo has hecho?

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    ‐ Esos pensamientos son los que no te dejan evolucionar. Crees que porque sea lento y pequeño no soy capaz de elevarme. Te digo una cosa y te la recuerdo, todos somos

    todos y mi energía se desplaza a la velocidad de la luz. Puedo viajar a través del tiempo y del espacio. Mi fuerza está en la imaginación y el sello es la fe cierta en cualquier obra. ¿Asimilas la información?

    ‐ Sí estoy empezando a sentir tu fuerza y la de mi mundo y a

    ser uno con todo. ¿Pero cómo un simple oso panda es…?

    ‐ ¡En todo el camino lo único que he escuchado es pero, pero y un montón de peros! Repite conmigo: ¡Basta ya!

    ‐ ¡¡Basta ya!!

    ‐ ¿Verdad que te encuentras mejor?

    ‐ Sí, es como si algo hubiera muerto en mí, incluso me siento más ligero de carga. Mi amor por todo es completo. Muchísimas gracias. Perdón, las gracias son mías.

    ‐ No digas eso. Tu cualidad es dar y la gracia es un verbo del amor. Nunca lo olvides. Dar sin recibir es lo más bello de la Gran Hermandad del Amor Universal.

    ‐ Mío es ese verbo, ¡mundo te doy las gracias por esta oportunidad de elevarme sobre la falsa imagen de la ilusión

    que he vivido!

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    ‐ Tu verdadero nombre es Ying Yang y tu significado es ser uno consciente, por encima del bien y del mal. Aunque antes has tenido que moverte para producir energía pura y consciente.

    Y el viento cesó. La paz llegó a lo alto de mi existencia. Ahora estoy con el uno aquí en la Montaña Sagrada, donde el último de los osos panda del mundo de luz reposa en su cumbre.

    Han pasado 222 años y mi pelaje es muy largo y blanco y va

    siendo hora de comenzar otra aventura y abandonar la montaña para bajar y subir en la escalera de nuestra vida.

    Bajando mis ojos se abrieron y lo primero que vi fueron los ojos más bellos que recuerdo y que nunca desaparecieron de mi corazón. Eran los ojos de mi bella Ela. De vuelta con mi familia les

    hablé de toda mi vida y mis recorridos. Y yo, que era un oso, me convertí en un pastor que llevó a sus hermanos hacia los pies de la gran aventura de la vida.

    Pasó un segundo de existencia y estuve contigo compartiendo este cuento y juntos disfrutamos del viaje del amor. Como osito panda que soy, seguro que tú eres muy especial al llegar a mí.

    ¿Quieres hacer el viaje conmigo?

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    Coge estas recomendaciones y mételas en tu mochila

    personal:

    ¡No lo pienses y sígueme!

    ¡Vive con amor todo lo que hagas!

    ¡Que el corazón sea tu guía!

    Veo lo feliz que eres. Escucha con atención:

    Primero: CREE EN TI.

    Segundo: QUE LA IMAGINACIÓN SEA TU COLOR DE VIDA.

    Tercero: TODOS SOMOS TODOS.

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    Y por último lo más importante:

    GRACIAS POR ESCUCHARME Y YO SER PARTE DE TI, AMOR.

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    EL ESPANTAFUEGOS MÁGICO.

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    Dedico este cuento al sol y a su luz y a nuestro calor.

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    ¡Hola queridos amiguitos! Me presentaré. Soy un espantapájaros y me llamo Ignaro. Vivo en lo alto de un pequeño montículo. A mi alrededor hay tierra sembrada de trigo y

    desde la lejanía me contemplan los pájaros. A mis pies tengo una llanura color oro y la brisa hace que el trigo forme olas suaves que acarician los dedos de hierbas secas.

    Tengo el pelo largo de paja y un sombrero puntiagudo color azul con un pequeñísimo cinturón. Mi cara es alegre y mi cuerpo está

    lleno de vida. Los guantes de mis manos son puro movimiento y lo mejor de mí, la capa blanca, que vuela al viento.

    No sé cómo llegué aquí. Un día abrí los ojos y me encontré el paisaje más bello jamás visto, un cielo violeta que se reflejaba en los campos produciendo las mayores tonalidades de colores y

    desde entonces veo pasar las estaciones y a los jornaleros que vienen a trabajar con sus máquinas. Siembran para luego recoger y hacen esa misma operación una y otra vez. Me miran con alegría porque los pájaros no vienen a comer a sus cosechas.

    El tiempo vive en mi ser. Frío, lluvia, viento, nieve… Pasaron los años y una tarde cuando el sol me daba en la cara miré hacia arriba y vi cómo un halcón daba vueltas en círculo sobre mí. Ahí empezó a cambiar mi aburrida vida porque cansado de ver dar vueltas al pájaro tuve el valor de hablarle. Era la primera vez que le hablaba a un pájaro porque siempre los he visto como enemigos, pero cansado de espantar me decidí a preguntar: ¡Buenas tardes buen halcón!

    ‐ Hola lo que seas.

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    ‐ Ignaro siempre te recordará.

    Subió muy arriba y desapareció en el cielo celeste hasta que sólo vi un puntito escrito en mi corazón. Se echó la noche y las

    estrellas amarillas cubrieron el firmamento de sonidos. Los grillos cantaban y los búhos les acompañaban mientras el frío se extendía por la madrugada. Salió el sol tempranero para dar los buenos días y los pájaros cantaban. Mi imagen seguía siendo la misma.

    ¿Cuándo ocurrirá algo fuera de lo normal? ¡Si pudiera andar

    miles de aventuras llegarían a mi vida! ¿Cómo sería ir más allá de lo que veo y poder caminar? Al final pensé que tenía que dejar de soñar y seguir con mi vida de siempre.

    Era un año muy seco. Llevaba sin llover más de cinco meses y las cosechas se estaban echando a perder. El calor estaba

    secando el paisaje verde.

    Un día vi llegar a una familia por el camino. Parecía que estaban llorando. Pensé que sería el dueño de la tierra y que lloraba por las pérdidas ocasionadas por la sequía. Los niños jugaron conmigo y reían pero el hombre y la mujer se abrazaron llorando y gritando:

    ‐ ¡Dios escucha nuestras plegarias! ¡Haz llover, por favor!

    Esa familia me conmovió. Y deseé que lloviese y diera color. Entonces por el horizonte llegó una nube muy blanca y se quedó sobre nuestras cabezas. ¡Si no lo hubiera visto no lo hubiese creído!

    ¡Estaba lloviendo a cántaros sobre las cosechas! La familia dio botes de alegría mientras no paró de llover.

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    De momento pensé que la familia había pedido la lluvia y que yo también la había pedido cuando la nube apareció. ¿Sería posible que el halcón llevase razón? Lo mismo nuestra imaginación es una

    herramienta creadora y podemos crear en lo que creemos. ¿Es posible que la ternura de la naturaleza sea amor, que todo esté entrelazado y que apoye a favor de nuestro destino? Pudiera ser.

    La cosecha estaba salvada y mis movimientos eran ya un hecho real. Pasó el tiempo y seguía clavado a la tierra, aunque ya

    podía girar la cabeza para mirar a mi alrededor y también levantaba mi sombrero para saludar a mis vecinos los pájaros. Pero no podía desplazarme.

    Una lágrima cayó sobre mi cara. Los días se me hacían eternos y la melancolía recorría mi cuerpo de paja.

    ‐ ¿Cómo puedo poder?

    ‐ ¿Quién me da agua cuando mi fruto está maduro?

    ‐ Soy Ignago, el espantapájaros. ¿Y tú que me hablas y no te veo?

    ‐ Aquí abajo. Soy Ter, la semilla.

    ‐ Hola Ter. Mi agua son lágrimas que derramo y te regalo.

    ‐ Te he escuchado antes y no entiendo que tú no

    creas en que puedes desplazarte. Antes tienes que seguir un proceso, como todos nosotros.

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    ‐ ¿Y el tuyo cuál es?

    ‐ Te explicaré. Primero me hundo en la tierra. Una vez que estoy en la tierra el agua me saca

    fuera. Tercero, una vez que estoy fuera el sol me lleva al cielo. Y vuelta a empezar para continuar el ciclo de la vida. Y tú igual que todos los seres.

    ‐ No he comprendido muy bien. Según tú estoy pasando por el proceso de la vida. Muy bien,

    perfecto, ¿pero dónde nos lleva esto, pregunto?

    ‐ Ya te llegará la respuesta a su debido tiempo.

    ‐ ¿Y por qué ahora no?

    ‐ La impaciencia es un mal consejero y nunca te llevará a ningún sitio.

    ‐ Ter lo siento. Gracias por tu fruto.

    ‐ Veo en ti una gran flor. Espero que tu perfume se esparza por el universo. Hasta pronto.

    Ter y sus hermanas se convirtieron en el pan de nuestros días, en alimento de bienestar.

    Llegó el verano y el sol secó todo lo que tenía a la vista. La luz me cegaba y mi compañera la impaciencia hacía entrada en mi

    pensamiento y más me hincaba en la tierra. Cerré los ojos y los abrí a un día nuevo. Pasó un mes y algo cambió.

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    A lo lejos se veía una columna de humo. Los animales pasaban corriendo por mi lado asustados. Huían del humo liebres, topos, jabalíes, linces, palomas, golondrinas, codornices… todos huían con el pánico en el rostro. Y pregunté por qué huían de ese humo.

    ‐ ¡Por favor, respondedme! ¿Qué es lo que ocurre?

    Un zorro que pasaba por debajo de mí me dijo:

    ‐ ¡Huye el fuego está quemando todo a su paso!

    ‐ ¿Qué es el fuego?

    ‐ Una cosa que destruye y consume todo. Nada se resiste al fuego, devora y come el manto de la tierra y en la profundidad está

    el núcleo de su venganza. ¡Huye, corre, no seas tonto!

    ¡No podía moverme y el zorro me decía que el fuego me iba a devorar! ¡No quería desaparecer! No podía ser. Aunque mi vida era siempre la misma estaba ahí. Y me preguntaba que podría hacer.

    La desesperación invadió mi ser y el miedo se instaló en mí. El pánico llamó a mi puerta. ¿Qué podía hacer? Ya veía el fuego color anaranjado y amarillo que atrás iba dejando un rastro negro de desolación. ¿Por qué aquella destrucción de la vida? No entendía. Tenía que moverme pero no podía.

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    Las imágenes de la nube llegaron a mi mente, recordé aquella vez cómo llovía y cómo daba alegría a todos. ¡Era el momento de que llegara la nube otra vez! Recordé que la familia pedía a un tal Dios y pensé pedirle yo también para que me salvara.

    ‐ ¡Dios sálvame, por caridad! ¡Nube ven por favor!

    No vi a Dios en forma de nube ni milagro alguno. Sólo me quedó resignarme y aceptar mi desaparición. ¡Pero no podía, el miedo me hacía sufrir! ¡Tenía que escapar de aquella locura como fuera!

    ‐ ¡Ayudadme, no hay nadie que me escuche!

    Horus estaría volando por el cielo azul y pensé en llamarle, él me salvaría. Era sabio y tenía respuesta para todo.

    ‐ ¡Horus, quiero hablar contigo! ¡Ayúdame!

    ‐ ¡Hola Ignago, veo que estás en apuros! Espera, que bajo.

    El halcón se posó en mi brazo izquierdo y le pregunté:

    ‐ ¿Tienes solución para esto?

    ‐ La solución está en ti.

    ‐ ¿Cómo en mí?

    ‐ Tu miedo ha hecho que tu certeza desaparezca con el humo. Ahora estás perdido porque te ha abandonado tu

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    espíritu de fuerza y le ha sustituido tu yo. Has perdido toda esperanza de vida y has olvidado que la vida es siempre eterna. ¡Ignago, no puedes irte!

    ‐ Ahora estoy más liado. ¿Entonces Horus, por qué huyen?

    ‐ Ellos no tienen conciencia o no la quieren ver. Ese fuego es producto de todos vosotros, sí inclusive tú. ¿No te acuerdas? Tú querías un cambio y el fuego ha venido. Todos los que huyen están llamándolo. No les gusta su

    vida y quieren un cambio y el fuego, que es generoso, les da una nueva imagen.

    ‐ ¿Cómo puedo parar el fuego?

    ‐ Cuando llegue a tu lado habla con él.

    ‐ ¿Sólo eso? Parece muy fácil.

    ‐ Te dejo en tu destino Ignago.

    ‐ Hasta pronto Horus. Que tus alas sean las mías.

    El fuego estaba a pocos metros de mí pero ya no tenía miedo. Estaba convencido de que me salvaría, de que el fuego pasaría por mi lado sin quemarme porque hablaría con él.

    El fuego estaba enfrente de mí y me miraba. El calor era insoportable y el humo me envolvió como en una espiral. Con voz

    suave que traspasó el denso humo le dije al fuego:

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    ‐ ¡Hola fuego acompañado por el viento del norte! Te saludo.

    Con voz de ultratumba habló el fuego:

    ‐ Me has llamado y yo he venido. Aquí estoy para transformar tu energía.

    ‐ Ha sido un malentendido. Yo no quería que vinieras, mi vida es muy buena.

    ‐ Tu tiempo acabó en este plano.

    ‐ ¡No! ¡Dame una oportunidad!

    ‐ ¿Una oportunidad de qué?

    ‐ Para seguir viviendo.

    ‐ ¡Ja, ja, ja! ¿Cómo puedes decir eso? Tú no vas a desaparecer.

    ‐ ¿Tú no vas a hacer que yo desaparezca?

    ‐ ¡Claro que no! Sólo vengo a por tu yo.

    ‐ ¿No es lo mismo?

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    ‐ No, el yo es falso. ¿Es que no ves que tiene miedo a desaparecer y se agarra a este plano con mentiras y engaños siendo un parásito de tu luz?

    ‐ ¡Ahora que lo dices sí es verdad! Mi ser no tiene miedo a desaparecer porque es eterno. ¡Qué tontería! ¡La energía no desaparece! Fuego cumple tu misión y fusiónate conmigo. Consume esta mente que se ancla en este plano.

    ‐ Mi ser es uno con el tuyo. ¡Elévate a lo más alto del amor

    universal!

    El silencio se hizo. Y con él, la luz.

    Gracias a tu imaginación vivo en tu corazón y tú que lees mi historia yo vivo en ti, uno de los cuatro elementos, que son amor en

    vida.

    El conjuro de amor de los cuatro elementos que has leído en este libro se ha convertido en realidad.

    Estos son los cuatro elementos:

    AGUA: Deily, la gran nube.

    TIERRA: La absoluta piedra triangular.

    AIRE: Yinyan y los vientos del norte.

    FUEGO: El espantafuegos mágico.

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    LA MAGIA ES AMOR Y ESTÁ EN TI AUNQUE TÚ NO LO CREAS.

    RECORDAR ES ENCONTRARSE CON UNO MISMO EN EL PRINCIPIO.

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    Índice

    . Deily, la gran nube ……………………………………………..5

    . La absoluta piedra triangular ………………………………29

    . Yinyan y los vientos del norte ……………………………… 57

    . El espantafuegos mágico …………………..............................85

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    Juan Carlos Villena utiliza la escritura como evolución personal, ha escrito varias novelas, como son:

    La Pequeña Inocencia, Un Instante Maravilloso, Sonidos De Aguas Frías y por último tiene publicada en papel “La Estación Numero 22 se llama Amor” con el escritor Pepe Criado, "Hacker Girl, Busca y Captura" y la segunda parte, "Hacker Girl y La Dama De La Psicogénesis" y por último este magnífico libro de cuentos.

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