Cuarteto para llorar una ausencia
Obra en un Acto de Guillermo Schmidhuber de la
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Personajes
Violn PrimeroCintia, bella muchacha en plena juventudVioln
Segundo Diego, empresario, de mediana edadViolaIsabel, esposa de
DiegoCheloEnrique, sobrino de Isabel, veintiocho aos
Tiempo: HoyLugar: Una ciudad en la Amrica Hispana
Sala-comedor de una casa amueblada con lujo, lucen objetos de
arte en las paredes y sobre los muebles. Una mirada perspicaz
pensara que nada hay que recuerde el mundo contemporneo en que
viven los personajes. Si las casas se parecieran a sus dueos, sta
sera el retrato hablado de Diego. Tres puertas son visibles, una
comunica a la calle, otra al resto de la casa y una ms a un bao. Al
iniciar la escena, un reloj que est sobre una mesa da las nueve
campanadas matutinas. Diego entra por la puerta del interior, lleva
traje y corbata. Su pulcritud es comprobable en la blancura de su
camisa, en su rostro limpio y en su calzado abrillantado. Se sienta
en la cabecera de la mesa y hojea un peridico que ah le
esperaba.
Diego. Aqu estoy.
Isabel. (Se asoma desde la puerta interior.) Ah est tu jugo, en
un instante te llevo lo dems.
Isabel regresa al interior de la casa. Diego bebe su jugo
lentamente, luego se pone de pie y va hacia un equipo de sonido de
reciente factura, lo enciende y Vivaldi inunda la sala.
Isabel. (Entrando con un poco de sofoco, acaso por el trabajo
fsico o por el sobrepeso. Lleva delantal. De pie le sirve el
desayuno.) Est bueno el jamn? (Diego grue afirmativamente.) Cambi
de marca, antes era el jamn de aquel alemn, te acuerdas? (Diego no
reacciona). Otto! Preparaba las carnes y su mujer las venda, te
acuerdas? Despus l enferm y en el lecho de muerte ella le pidi la
receta, pero l se la llev a la tumba, y los jamones perdieron su
sabor.
Diego. Isabel, por favor, estoy escuchando a Vivaldi (Exasperado
mira a su esposa y regresa a su lectura.)
Isabel. Perdname. A m tambin me gusta. Toma tu caf a gusto. La
mermelada debe estar deliciosa. Consegu naranja agria y una vecina
me dio la receta.
Diego. Da igual. (Bebe el ltimo sorbo de caf y se incorpora y se
dirige al bao.)
Isabel. Vas al bao?
Diego. Te sorprende? Es lo que he hecho despus de desayunar en
los treinta aos que llevamos de casados.
Isabel. (Temerosa.) Quera decirte algo
Diego. No has hecho otra cosa en toda la maana.
Isabel. Es algo que no te he dicho.
Diego. Necesitas ms dinero?
Isabel. No, no. (Nerviosa se retuerce las manos.) Hoy viene
ella.
Diego. No te entiendo.
Isabel. Cintia.
Diego. (Encolerizado.) Sabas que esa mujer no puede venir
aqu!
Isabel. Si la hubieras odo por el telfono, estaba llorando.
Diego. Y te atreviste a invitarla.
Isabel. No, yo no, pero me lo suplic.
Diego. Cmo te atreviste a hablar con ella?
Isabel. Ella llam tres veces.
Diego. Por qu no me dijiste antes nada?
Isabel. No quera que te molestaras.
Diego. Pues lo lograste!
Isabel. Vendr en unos minutos. Nos quiere entregar unas cosas.
Si no quieres, la puedo recibir yo sola.
Diego. Ah, mujeres, se juntan para gozar los melodramas!
Isabel. Pero ella sufre.
Diego. (Con frialdad.) T tambin y a ella nada le importa.
Isabel. Tendremos que recibirla.
Diego. Dignidad, precisamente no tienes. Has olvidado que ella
hizo que nuestro hijo se alejara de nosotros.
Isabel. (Gimoteando.) Si la hubieras odo por telfono, no te
hubieras negado.
Diego. Por qu no habl conmigo?
Isabel. Dijo que lo intent muchas veces, pero que al or su voz,
t cortabas.
Diego. (Molesto porque su esposa tuviera esa informacin.) Por qu
tuviste que citarla ahora?
Isabel. Porque quera que estuvieras presente.
Diego. Por qu no me lo dijiste anoche?
Isabel. Quise que durmieras bien. Yo no dorm bien.
Diego. (Fro.) Voy al bao. Si llega, recbela. (Ingresa por la
puerta del bao.)
Isabel. Gracias! (Siente que le quitan un peso de encima.)
Isabel recoge los restos del desayuno. Se le ve nerviosa. La
puerta del bao se abre sorpresivamente.
Diego.Dnde est El Quijote?
Isabel. Debe estar sobre la tapa del excusado. Nada ms t lo
lees.
Diego. Estaba cado.
Diego cierra la puerta del bao. Isabel disminuye el volumen de
la msica y observa si Diego reacciona. Al ir a entrar a la cocina,
el timbre de la puerta principal suena. Rpidamente Isabel se quita
el delantal, mira desesperada a todos lados de la sala comedor,
como si la visitante fuera una supervisora de limpieza hogarea.
Antes de abrir respira hondo. En la puerta aparece un joven de
veintiocho aos, es Enrique. Su vestir es anticuado, como si fuera
ropa que otros han estrenado aos atrs. Isabel se sorprende de no
ver a Cintia.
Isabel. Diga?
Enrique. (Tmido.) Ta, soy Enrique.
Isabel. Ah, perdona! No te reconoc. Pasa, por favor.
Enrique. (Entra.) Mi madre me pidi que viniera a darle el
psame.
Isabel. Gracias. Sabes que no te reconoc? Ests hecho un hombre.
Haca como cinco aos que no te vea.
Enrique. Mi madre dice que diez.
Isabel. Sintate, por favor. (Se sientan en la sala.) Cmo est
Carlota?
Enrique. Bien. Le enva sus saludos.
Isabel. Dale tambin los mos. (Es obvio que nos sabe cmo iniciar
la conversacin.) Acabas de llegar?
Enrique. (Miente con impericia.) S, hace unos das.
Isabel. (Por primera vez clida.) Por qu no habas venido a
visitarnos?
Enrique. Estaba muy ocupado con las clases.
Isabel. Qu estudias?
Enrique. Quise entrar a contabilidad, pero no logr el ingreso en
la universidad. Estoy tomando algunas clases sueltas y esperar el
prximo semestre.
Isabel. No habas estudiado carrera antes?
Enrique. Tuve que trabajar.
Isabel. Trabajaste Qu interesante. (Silencio.) En qu
trabajaste?
Enrique. Como vendedor.
Isabel. Cmo est Carlota? Perdona, ya me lo dijiste. Quieres un
caf?
Enrique. No, gracias. Tengo que irme. Ya le di el recado de mi
madre.
Isabel. (Tratando de aparentar naturalidad.) Cmo est tu
padre?
Enrique. No s
Isabel. Qu pas?
Enrique. Hace aos que no sabemos de l.
Isabel. No pudo haberse esfumado.
Enrique. No sabemos dnde est.
Isabel. Pobre Carlota. Y qu ha hecho para sobrevivir?
Enrique. Trabaja en una tienda de ropa.
Isabel. (Re.) Siempre tuvo gusto con la buena ropa. De nia me
robaba los vestidos que pap nos compraba. Ella estrenaba los suyos
y los mos. Recuerdo que le gustaban los encajes.
Enrique. Trabaja en una tienda de uniformes de enfermera.
Isabel. Entonces, no tienen muchos encajes.
Enrique. Ninguno. (Silencio.) Ya le di los saludos de mi madre,
seora, quisiera...
Isabel. (Interrumpe.) Me puedes llamar ta.
Enrique. (Se incorpora.) Me tengo que ir.
Diego. Gracias por venir.
Isabel acompaa a su sobrino a la puerta principal.
Enrique. Reciba tambin mi psame. (Tartamudea.) Tambin yo quise
mucho a Benjamn.
Isabel. (Tierna.) Todos quisimos muchos a Benjamn. Dale mis
saludos a Carlota y dile que quisiera volverla a ver. (Se le hace
un nudo en la garganta.) Dile que a pesar de todo an sigo siendo su
hermana. (Le da la mano.)
Enrique. Adis.
Isabel abre la puerta. Antes de que Enrique salga, la ta le pone
la mano en el hombro, lo mira con ternura y lo besa en la mejilla.
Enrique no reacciona.
Isabel. (En susurro y mirando temerosa hacia la puerta del bao.)
No quisieras algo de la ropa de Benjamn? Perdname, pero tena tanta
y no la quiero regalar a cualquiera. Creo que te quedar un poco
grande, pero tendr arreglo. Qu dices?
Enrique. (Muy apenado.) No s
Isabel. Yo te lo agradecera. Hay muchos sacos muy finos y a ti
te pueden quedar bien. Sintate, no tardo.
Enrique. (Obedece mientras se arrepiente una vez ms de haber
venido.) Gracias.
Isabel se dirige hacia la puerta interior de la casa. La puerta
externa ha quedado abierta. Isabel cruza el umbral interior de la
casa. Por primera vez Enrique observa la casa y sus adornos.
Acaricia el silln principal y se sienta. Toma un poco de confianza
y se recuesta cmodamente. Descubre sobre una de las mesas un centro
de cristal cortado con confituras. Duda si tomar una. Mira hacia
donde sali Isabel. Con rapidez toma un dulce y lo saborea. Nervioso
regresa a sentarse. Luego se incorpora y toma otra confitura e
inmediatamente otra. Ms que degustar los dulces los deglute. Mira
un reloj antiguo que est sobre una mesa; lo acaricia y con un
movimiento torpe, lo tumba y la antigedad cae al suelo. Muy
avergonzado mira hacia donde se fue la ta. Decide huir y se dirige
precipitadamente a la puerta que ha permanecido abierto y, en ese
instante, aparece por el umbral una atractiva joven. Es Cintia.
Viste con el estilo de la muchacha moderna que es.
Enrique. Perdn!
Cintia. Est la seora Isabel?
Enrique. (Tartamudeando.) S.
Cintia. (Entrando con desenvoltura.) Puedo pasar?
Enrique. S, claro! Ahora regresa ella. Yo ya me iba.
Cintia. (Mira el reloj hecho pedazos.) Se les cay el reloj.
Enrique. S, se les rompi.
Cintia. Quin eres?
Enrique. Enrique
Cintia. El primo de Benjamn?
Enrique. (Sorprendido por el reconocimiento.) S.
Cintia. (Le da un beso en la mejilla con desenfado.) Benjamn me
hablaba mucho de ti.
Enrique. De m?
Cintia. De cmo jugaban cuando nios con una caja de arena.
Pasaban juntos todos los sbados. S que a ti te gustaban las
estampillas y que tocabas el piano.
Enrique. (Azorado.) Cmo sabes eso?
Cintia. (Sonre.) Soy Cintia, la la pareja de Benjamn.
Enrique. (Rgido.) Mucho gusto.
Cintia. Cundo llegaste?
Enrique. Hace un ao (Cae en cuenta que descubri su mentira.),
digo (Mira temeroso hacia donde se haba salido su ta.)
Cintia. (Juguetona lo acusa.) Y nunca buscaste a Benjamn!
Enrique. Tena mucho que estudiar.
Cintia. Le hubiera dado tanta alegra verte.
Enrique. No saba en donde vivan.
Cintia. Tienes razn, nadie lo saba.
Enrique. Ni saba la direccin de mis tos. Mi madre me la dio para
venir a darles el psame.
Cintia. Cmo estn?
Enrique. La ta Isabel se ve bien.
Cintia. Y tu to?
Enrique. No lo s.
Cintia. Qu estudias?
Enrique. Contabilidad.
Cintia. Hasta ahora? T tienes la misma edad de Benjamn y l haba
terminado arquitectura haca varios aos.
Enrique. Antes no pude.
Cintia. Qu bueno que te encontr aqu! No quera tener esta
entrevista a solas con la seora Isabel. T sabes, nunca me
quisieron. De verdad no habas odo hablar de m? (Enrique niega.)
Bueno, a lo mejor no soy tan importante (Suspira.) Cmo est tu
madre?
Enrique. Bien.
Cintia. Benjamn me cont que tu padre los abandon.
Enrique. No sabemos si vive o muere.
Cintia. (Cambia su tono festivo por otros ms serio.) No convendr
que le avises a la seora Isabel de que estoy aqu.
Enrique. Dijo que iba a regresar.
Cintia. (Repara en el reloj cado por el suelo .) En esta casa el
tiempo est detenido? (Slo ella re)
Enrique. (Nervioso.) No.
Cintia. (Intenta poner las piezas sobre la mesa.) Parece un
reloj valioso, de los que ya no se ven.
Enrique. (En huda.) Ya me tengo que ir! (Inicia mutis y se
vuelve.) Gusto en conocerla.
Cintia. Ne me hables de usted, pude haber sido tu prima.
Enrique. Adis. (Precipitadamente intenta retirarse.)
Isabel entra a escena, carga una gran caja que le impide la
visin.
Isabel. No encontr una caja adecuada. Aydame que est muy
voluminosa. (Cintia lo hace.) Escoge lo que (Ha visto a Cintia.
Ambas mujeres se sorprenden.)
Cintia. Buen da, seora.
La caja con ropa ha cado al vaco. Isabel repara en el estropicio
del reloj, pero no dice nada.
Isabel. No o el timbre.
Cintia. La puerta estaba abierta.
Isabel. Ya se conocan? (Enrique e Isabel niegan. Luego pregunta
a Enrique con aridez.) Escoge la ropa que quieras (Acomoda la ropa
cada.) Van tambin varias corbatas, son muy finas, algunas las
trajimos de Europa. (Mira hacia la puerta del bao y con voz baja
dice a Enrique.) Me temo que tendrs que irte.
Cintia. Yo tambin. Solamente quera entregarle esto (Le da un
amarre de cartas unidas con un listn azul.) Pertenecen a ustedes.
Benjamn me dijo que si algo le pasaba, quera que les regresara
estas cartas. (Isabel las reconoce y las abraza emocionada.)
Isabel.Las tena Benjamn? No haba notado su ausencia.
Cintia. Se las llev de recuerdo el da que se fue de aqu.
Isabel. Las leste?
Cintia. No! Respecto estas cosas como quisiera que respetaran
las mas (Se da cuenta que entr en un sendero peligroso.) me refiero
a las cartas que Benjamn me escribi.
Isabel. (Con enojo pero a media voz.) No puedes comparar mis
cartas con las tuyas!
Cintia. Seora, yo tambin estuve enamorada.
Isabel.No somos iguales porque yo me cas por la iglesia!
Cintia. Su hijo me eligi de la misma manera como su marido la
eligi. Eso es lo importante.
Isabel. Pero t cambiaste a mi hijo!
Cintia. (Defensiva.) Nunca le coart su libertad.
Isabel. (Cuidando de no ser oda desde la distancia.) Yo tampoco
Siempre luch en contra de toda autoridad. (Se le mira
desconsolada.)
Cintia.Siempre hasta su muerte.
Isabel. (Sorbindose las lgrimas y queriendo fingir un tono
normal. A Enrique.) Llvate todo. Nadie mejor que t para que use la
ropa de Benjamn.Benjamn toma la caja y comienza a llorar con
pucheros.
Cintia. Ahora nicamente nos quedan los recuerdos, pero esos no
se pueden devolver.
Se escucha el sonido del agua corriente, por lo que los
personajes suponen que Diego ha escuchado los dilogos
anteriores.
Diego. (Abre la puerta del pao y habla con gran autoridad.) No
nos interesan sus recuerdos, seorita. (Entra a escena con paso
seguro.)
Isabel. (Trmula.) Diego, ms comprensin!
Diego. Si ella no la tuvo, ni Benjamn, por qu tenemos que ser
comprensivos?
Cintia. (Con claridad de palabra y de mente.) Porque todos
amamos a una misma persona.
Isabel. Yo am a mi hijo desde que lo traa en el seno y usted slo
por dos aos, as que no es lo mismo.
Cintia. (Mira el reloj roto.) El tiempo no importa, sino la
intensidad.
Diego. (Su enojo le impide ver el estropicio.) Intensidad del
corazn o de la cama?
Cintia. (Ofendida.) Ambos.
Diego. Ya recibimos las cartas, ahora puede irse.
Cintia. (Duda.) Quiero
Diego. Una indemnizacin?
Cintia. Ahora comprendo mejor por qu Benjamn quiso partir.
Isabel. Mejor vyase.
Diego. (En ataque.) Si Benjamn no hubiera muerto, tambin a usted
la hubiera abandonado.
Cintia. Quiz pero por otra mujer, no por sus padres.
Diego. (Frentico.) Lrguese y que la vida la castigue por la
cizaa que sembr!
Cintia. (Se dirige a la puerta de salida y regresa el rostro.)
Algn da, cuando la paz reine en esta casa, me abrirn la puerta y me
rogarn que regrese. Hasta ese da!
Diego. (Por fin repara en el reloj estropeado. Iracundo.) Quin
rompi mi reloj? (Sospecha la culpabilidad de Isabel y la mira con
enojo.)
Isabel. No lo s.
Diego. Era mi reloj favorito! Benjamn y yo lo compramos en
Praga.
Isabel. Yo no fui.
Diego. Quin fue?
Cintia. Le importa tanto un reloj?
Diego. Sabe lo que vale?
Enrique. (Atemorizado.) Fue un accidente.
Diego. Accidente es que haya venido a visitarnos.
Isabel. Es Enrique, el hijo de
Diego. (Interrumpe colrico.) S, ya los o.
Enrique. (Presenta su mano derecha en seal de saludo.) Mi madre
me pidi que les diera el psame.
Diego. (No corresponde al saludo.) Aceptado. Puede decirle a su
madre que es lo nico que he aceptado de ella en veinte aos, as que
puede morir en paz. Ahora vyanse los dos!
Isabel. Diego, por favor.
Diego. (Aparentemente sereno.) Aceptamos de buena manera sus
condolencias. Ahora pueden irse y jams regresar.
Cintia. Yo fui la mujer de su hijo!
Diego. Amante.
Cintia. Da igual.
Isabel. Mejor vyanse.
Enrique. (En franca huida.) Tambin yo me voy.
Cintia se interpone, con el propsito de entregar a Diego un
sobre grande. Enrique busca otra salida, sin atreverse a romper el
grupo.
Cintia. Tengo algo ms para ustedes En el sobre encontrarn mi
telfono, por si algn da quieren hablarme.
Diego. (Arrebata el sobre.) Gracias.
Cintia. Algn da me rogarn que regrese!
Diego. Pues hasta ese da!
Cintia. En esta entrevista he comprendido mejor a Benjamn que el
tiempo que vivimos juntos.
Isabel. (Sinceramente interesada.) Y qu has descubierto?
Cintia. Que su odio a las dictaduras lo aprendi aqu.
Enrique quiere aprovechar el instante para fugarse, pero Diego
se interpone.
Diego. Soy yo esa razn?
Cintia. (Evita el conflicto abierto.) De verdad les deseo que
encuentren la paz.
Diego. No me va a dar lecciones de solidaridad social. Feliz fue
mi hijo entre nosotros y, si l hubiera vivido, habra regresado. (La
madre llora.)
Cintia. Es mejor que sobrevivan creyendo esa mentira (Inicia
mutis y luego mira a Diego, retante.), pero nadie desea regresar a
una dictadura.
Cintia se aproxima a la puerta de salida y Enrique la sigue con
atolondramiento.
Isabel. (En un grito.) Pero Benjamn regres! Vino a vernos el da
del accidente.
Cintia queda estupefacta y regresa. Enrique puede salir y queda
detenido entre Cintia y Diego.
Cintia. (No lo saba.) Vino ese da? (En los dilogos siguientes
Enrique mira a cada interlocutor como pblico en partido de
tenis.)
Isabel. S! (Mira inquisitiva a Diego.)
Diego. (Aparentando poco inters.) Vino a saludarnos.
Cintia. A eso?
Diego. Le parece poca razn?
Cintia. (Comprende con dificultad el hecho.) Entonces, regresaba
de esta casa cuando tuvo el accidente
Isabel. Al menos llegue a verlo el da en que muri.
Diego. (Miente.) Benjamn vino a decirnos que quera volver con
nosotros.
Cintia. (Titubeante.) No le creo.
Diego. Aparentemente se haba cansado de usted.
Cintia. Sabe a qu se dedicaba su hijo? Mientras usted era el
director general de una acerera, Benjamn trabajaba de obrero y yo
de dependienta. Pero en el mundo de los pobres, fuimos felices!
Enrique se enternece, pero slo el pblico lo nota.
Diego. Le parece un logro que un genio trabaje de obrero? Trunc
su camino por varias razones y una fue usted.
Cintia.Ya no est con vida, no hay necesidad de atacarlo.
Diego. Usted no conoci a Benjamn. Su coeficiente intelectual era
de 140, casi como el de Einstein. Por diez aos fuimos a Europa y yo
lo inici en el mundo del arte. (Irnico.) Pero usted se ufana de que
lo hizo feliz.
Cintia. Comprendan que pude enviar los sobres por correo pero
necesitaba verlos... Yo no tengo educacin, nunca entend esas cosas
de la cultura. Benjamn escribi muchos versos cuando vivamos juntos.
Me los lea y yo no los entenda, pero los reciba con admiracin.
Diego. Existen esos versos?
Por primera vez Cintia comprende que capta el inters de
Diego.
Cintia. Estn en el sobre que le acabo de entregar. No supe qu
hacer con ellos. No hablan de m Benjamn deca: Si mi padre viera
estos versos
Diego. (Extrae del sobre los poemas en hojas sueltas.) Son
muchos!
Cintia. Ms de cien.
Diego hojea con fruicin; mientras Isabel lee conmovida algunas
de las cartas.
Isabel. Mira, Diego, son las cartas que t me enviaste en los
primeros aos de nuestro matrimonio! Mira sta: Estoy decepcionado y
solo, solamente t puedes salvarme
Diego. (Con dificultad aparta sus ojos de los poemas.) Deja eso
para despus!
Isabel. Y sta: Es la primera vez que me separo de casa, los echo
de menos, a ti y al beb. Dale un beso de mi parte cuando est
dormido, como yo lo hago todas las noches. Haca tantos aos que no
lea estas cartas!
Enrique ha sido un pblico perfecto.
Diego. Puedes dejarlo para despus?
Isabel. Todas son tuyas. Aqu est la carta que me enviaste cuando
perdimos a la nia: Yo te amar.
Diego le arrebata las cartas a Isabel. Enrique vuelve a la
realidad y se azora.
Diego. Dije que despus!
Cintia. De qu indiscrecin puedo enterarme? Que un da am a su
mujer?
Diego. Hemos recibido las cartas y los versos. Les agradeceramos
que nos dejen solos.
Enrique se dispone a partir, pero Cintia no se mueve.
Cintia. No deb venir, pero tena la esperanza de hacer las paces
Los tres amamos a un mismo hombre y para los tres fue el ser ms
maravilloso que ha existido.
Isabel. Todos amamos por igual, pero usted pronto encontrar otro
a quien querer pero yo nunca!
Cintia. De verdad quiero estar ms cercana de usted. La conozco
ms de lo que usted sospecha. Benjamn me contaba que si el pan de
horno de los domingos, que la ropa siempre limpia y acomodada en
sus cajones, que si el gazpacho de verano (Enrique saba todo
eso.)
Enrique. (Distrado piensa en voz alta.) Las madres son todas
iguales.
Todos miran a Enrique y ste se sonroja.
Diego. Tu madre no era capaz de sentir amor!
Enrique. Yo quiero decir que no existen malas madres.
Diego. (Irnico.) Ni tampoco malos padres, supongo. A ver, dnde
est tu padre? Acaso lo sabes?
Enrique. (Alterado.) No lo s.
Isabel. Diego, djalo, ya se va.
Diego. Pues yo s lo s y te reto a encontrarlo!
Cintia. Enrique merece un padre.
Enrique. (Hace esfuerzo para ser defensivo.) No tengo nada en
contra de mi padre.
Diego. (Sigue irnico.) Ni a favor, supongo.
Isabel. Diego, clmate.
Diego. T quieres iniciar tus estudios a la edad que mi hijo haba
terminado su maestra. La diferencia es que yo s supe ser padre, y
tu padre, no.
Enrique. (A punto de soltar el llanto.) Le ruego que no hable as
de mi padre.
Diego. No volver a nombrarlo, no vale la pena.
Enrique. (Sacando fuerza de debilidad.) Mi padre nunca lo
quiso!
Diego. Yo no me doy a querer fcilmente.
Enrique. S que mis padres tuvieron problemas, pero fueron buenos
conmigo; mejor que ustedes con Benjamn.
Diego. Tu madre mereca mejor destino (Isabel se sorprende.),
pero equivoc en su eleccin, debi escoger otro hombre.
Isabel. Diego, ya no vale la pena!
Diego. Deja que el pasado busque su camino hacia el presente.
(Mira a Enrique.) Sabas que tu madre estuvo enamorada de m?
Enrique. No quiero saber!
Diego. Bien sabes que no te conviene Benjamn creci en un hogar
balanceado y nada podra recriminarnos.
Enrique. Mis padres tienen mucho qu reprocharle. Fueron pobres y
todo por su culpa.
Diego. (Cnico.) Por mi culpa?
Enrique. Usted llev a mi padre a la bancarrota.
Diego. Para comenzar, la banca no se la romp, sino le romp otra
cosa... Le haba ayudado a hacer buenas inversiones y hasta viva con
cierta comodidad, pero despus decidi desor mis consejos.
Enrique. Y no pudo salvarlo?
Diego. Claro que pude, pero no quise.
Enrique. Usted hizo que mi padre se alejara y yo s porqu.
Diego. (Cnico.) Yo tambin.
Enrique. Y no le da remordimientos?
Diego. Nunca los he sentido.
Enrique. Mi madre lo odia.
Diego. Sus razones tendr.
Isabel. (Fra.) Tu padre odiaba a Diego por celos.
Enrique. (Azorado.) Usted tambin lo saba!
Isabel. S Perd a mi hermana primero y ahora a Benjamn (Intenta
cambiar el tema.) Cuando Benjamn y t eran nios, jugaban juntos y se
queran tanto. (Enrique llora compungido.) Calma, calma, no llores,
ven a mis brazos. (Lo abraza maternal.) Te prometo que te vamos
ayudar. Ahora Benjamn no est con nosotros y yo quiero hacerte una
promesa: voy a perdonar a mi hermana e intentar ser tu ta tu madre
aqu en la ciudad. (Enrique llora con sonoridad e Isabel lo
consuela.)
Cintia. No se puede recuperar la maternidad.
Isabel. T qu sabes de maternidad!
Cintia. Tanto como usted!
Isabel. (En maldicin.) Cuando llegues a ser madre, te dars
cuenta que el ser que se gest en tus entraas naci con el alma
podrida. Yo te maldigo porque me quitaste a mi hijo y porque
trajiste a esta casa tanta infelicidad!
Diego. (En ruego.) Isabel, silencio!
Cintia. (Sorbindose las lgrimas.) Me voy.
Cintia intenta salir y es seguida por Enrique, pero Isabel se
interpone retante.
Isabel. Los rencores que he guardado por tantos aos han aflorado
hoy. Aqu a todos nos ha tocado el silln de los acusadores y ahora
me toca a m. Sintate y defindete!
Diego. Cllate!
Isabel. Nadie me va a callar ahora. Era mi nio, el ser que ms he
querido (Diego se sorprende.) y lo perd, no cuando muri, fue mucho
antes. l se fue y ya no existamos en su corazn. l mismo decidi su
vida, pero lo que a m me duele es que no me tom en cuenta.
Cintia. No sabe hasta dnde los tomaba en cuenta!
Isabel. (A Enrique.) Cuando me cas con tu to saba que an quera a
Carlota, pero yo tena la certeza que era yo la que poda hacerlo
feliz. (A Enrique.) Tu madre era muy hermosa, su hermosura
solamente era sobrepasada por su vanidad. Diego la pretenda pero
era entonces un muchacho serio. Ella prefiri a tu padre porque era
bello y porque tena tanta gracia. Despus de las bodas, las parejas
nos hicimos amigos. Enrique y Diego platicaban por horas. Enrique
pretendiendo ser artista y Diego terco en hacerlo un hombre
prctico. Tu madre y yo volvimos a querernos como si nada hubiera
pasado. Despus nacieron Benjamn y t, parecan hermanos. Entonces
vino un tiempo en que nuestras vidas bordearon el infierno.
Diego. Nadie te pide que recuerdes esto.
Isabel. (A Diego con gran autoridad.) Yo no cit a los fantasmas
aqu han vivido entre nosotros. (A Enrique.) Fue cuando descubr que
Carlota vea con Diego en secreto (Diego controla su ira.). Not que
tu padre comenz a beber (Mira a Diego.) Contradceme si no estoy
diciendo la verdad! (A Enrique.) Fue cuando tu padre vendi sus
acciones, que entonces no valan mucho, y Diego las compr.
Repentinamente tus padres se fueron a vivir lejos. Aos despus las
acciones subieron de valor Esa es la historia.
Enrique. Yo supe muchas cosas porque Benjamn me las deca, le
gustaba el espionaje... (Sonre.) Yo lo quise como a un hermano...
Mi madre no me pidi que viniera a darles el psame Era yo el que
quera venir Por qu no pueden aceptar que fue feliz con Cintia?
Cintia. Porque nadie puede ser feliz aqu! (Se acerca a Enrique y
lo besa en la mejilla. Enrique se sonroja.)
Isabel. (A Enrique.) Benjamn te quiso mucho. Es una lstima que
de grandes dejaron de convivir. Por eso quiero darte su ropa. (Saca
una prenda. Cintia se ha puesto tensa.) Este saco lo compramos en
Florencia. Este traje se lo hicieron en Madrid. Ponte el saco
(Isabel le ayuda a probarlo y resulta enorme.) Todo tiene arreglo
menos la vida. Esta no te puede quedar mal! (Sonre y le entrega una
bufanda tejida. Cintia la reconoce. Enrique la recibe con
alegra.)
Enrique. Esta bufanda s la acepto!
Isabel. Nada ms?... Si todo es tuyo.
Enrique. (Con simpleza.) Nunca he tenido ropa tan bonita.
(Juguetn se coloca la bufanda y un sombrerito tirols y sonre.)
Isabel. Toma este reloj! Se lo regalamos en su ltimo cumpleaos.
(Enrique se pone el reloj de pulsera.)
Cintia. (Iracunda.) No fue su ltimo cumpleaos! Vivi dos aos ms.
Esa bufanda es ma, dnmela! Cmo se atreven a repartir sus
pertenencias? (Azorado, Enrique le entrega la bufanda. Cintia la
arrebata y luego, tierna, la acaricia como si fuera un beb.) Yo se
la tej! Fue el primer regalo que le di todos mis regalos fueron
hechos con estas manos. Ustedes no quisieron a Benjamn, solamente
lo manipularon! (A Diego.) No s qu pudieron haber dicho para que
pensara en abandonarme! Maldito! Pero ya tengo a alguien que me
quiera!
Isabel. (Por primera vez irnica.) Qu pronto se consol!
Cintia. (Llorando.) Ya lo tengo en mis entraas! (Sorpresa
general. Cintia comprende que ha hablado de ms.)
Diego. (En ataque.) No se pase de lista. De nosotros no va a
recibir ni un centavo.
Cintia. (Inicia la huida.) No quiero nada!
Enrique no sigue a Cintia porque est estupefacto.
Diego. An si estuviera embarazada, no sabramos quin fue el
padre.
Cintia. (Iracunda.) Pero de quin ms? (Ha abierto la puerta.)
Isabel. Cintia, espera. Me juras que es hijo de Benjamn?
Cintia. (Con certeza.) S!
Isabel. Lo supo l?
Cintia. Claro!
Isabel. (A Diego.) Te lo dijo a ti?
Diego. Claro que no! Vino simplemente a pedir dinero.
Isabel. (Inquisitiva.) No a regresar?
Diego. (Intentando cubrir su mentira.) Tambin, tambin.
Isabel. Si vino slo a eso, por qu quiso hablar a solas
contigo?
Diego. Eso fue lo que pidi.
Cintia. Usted miente! A la hora del accidente yo estaba
trabajando y nunca supe que estuvo aqu.
Diego. Usted es la que miente!
Cintia. Mentira o verdad yo nicamente vine a treles las cartas
porque un da me dijo que si algo le pasaba, quera que se publicaran
sus versos Yo no s de esas cosas. Por eso vine. Las cartas fueron
una excusa.
Cintia intenta salir y Enrique la sigue, pero son detenidos por
el parlamento de Isabel.Isabel. Cintia, te voy a hacer una pregunta
que quiero me respondas con toda la sinceridad de tu alma. An si
mentiste antes, tienes ahora que decir la pura verdad. Fue la
muerte de Benjamn un suicidio?
Diego. (Casi en un grito.) Isabel, por favor!
Isabel. (Con gran fuerza a Diego.) Cllate! (A Cintia.) Fue un
suicidio?
Cintia. (Despus de un silencio.) Qu motivos poda tener? Iba a
ser padre y tena mi amor.
Isabel. (A Diego.) T fuiste el ltimo que habl con l, fue un
suicidio?
Diego. (En falsa salida.) S lo fue y la culpa es de esta
muchacha!
Isabel. (Con gran autoridad.) Solamente de ella?
Diego. Para m, l muri el da que abandon esta casa.
Isabel. Mientes! S que algo pas entre ustedes ese da. Benjamn
era un gran piloto, no pudo haberse simplemente estrellado.
Diego. Pues as fue!
Isabel. No puedes llorar un poco por l y por m? Me das
lstima.
Diego. A m no me das lstima porque eres mi esposa.
Isabel. Ser mi marido ya nada significa para ti. Siempre ests
dedicado a tus negocios como antes en cubrir de premios a tu hijo.
Y yo? A pesar de que te quise por sobre el amor de mi hijo
Isabel llora plcida. Por un instante nadie habla.
Diego. (Aparentemente calmado.) Los versos y las cartas han sido
recibidos, la ropa ha sido entregada, as es que este melodrama se
acab. Me esperan en la acerera en una junta. (No son
convincente.)
Cintia. Cuando supimos que estaba embarazada, Benjamn decidi
hablar con ustedes. Dijo que el beb tena el derecho a tener
abuelos, no como l, que cuando naci ya haban muerto. (Isabel
reacciona con la informacin fidedigna.) Se le vea tan feliz! Un
hombre as no puede suicidarse, pero nada me dijo de venir a verlos
ese da.
Enrique hace un gesto de desesperanza y se sienta en el gran
silln de la sala, desde donde sigue los parlamentos.
Diego. Si vena a decir eso, no lo hizo pero tampoco le di tiempo
como creo que nunca le di tiempo para hablar de tantas cosas. Yo le
ofrec darle a usted una buena cantidad de dinero si l regresaba a
casa. Se enfureci y yo le repliqu hacindole un listado de las
oportunidades que estaba desaprovechando. Mencionamos a Enrique
(ste se sorprende. An lleva el sombrero tirols. Le dirige el
parlamento a Enrique.), de todo lo que tuvo Benjamn y que a ti te
falt. Benjamn comenz a llorar y me dijo: Pap, te necesito. (Con
mirada limpia, ve a Isabel.) Y yo lo dej hablando, aqu en ese silln
(Donde est Enrique, quien se incorpora como si le quemara el
asiento.) Horas despus me llamaron a la oficina para avisarme que
haba muerto en un choque.
Isabel. (Dolida.) Por qu inventase la historia de que quera
volver con nosotros?
Diego. (Excusndose con dificultad.) Por ti al fin ya estaba
muerto. De verdad pens que era todo tan vulgar que lo dej hablando
y me fui a la oficina.
Isabel. (Iracunda.) Maldito, t lo mataste! Has destruido tantas
vidas, la del padre de este muchacho, la de Benjamn y la ma. No
mereces perdn!
Cintia. (Habla para s.) Nunca sabremos la verdad. Qu hubiera
sido de Benjamn con otro padre? (Mira a Enrique.) O de ti, Enrique?
Qu bueno que vine hoy ahora comprendo mejor a Benjamn y ya no puedo
guardarles rencor. (Le entrega a Enrique la bufanda.) Adis y ojal
hagas a esta ropa feliz.
Diego. (Con gran candidez.) Me juras que es mi nieto?
Isabel queda perpleja por el tono franco de Diego que para ella
es desconocido hasta este momento.
Cintia. Adis. (Se dirige al umbral de salida.)
Diego. Te creo! Benjamn me lo dijo y tambin me dijo que te quera
y que era feliz. Que habas sido muy buena con l. (Cintia cruza el
umbral y se detiene. Enrique an queda dentro. Diego levanta el
volumen de voz.) No me pidi nada para ustedes, sino todo para el
beb. (Cintia ha salido seguida por Enrique.) No te vayas! Isabel te
necesita (Por primera vez tierno.) Y yo tambin te necesito Hoy has
trado una esperanza a esta casa
Cintia regresa y queda en el umbral.
Diego. Benjamn no ha muerto del todo!.. Por favor, no te
vayas!
Cintia. Algn da les dejar que vean al beb. No s cundo, pero les
prometo que sabrn de nosotros.
Isabel. Por qu esperar hasta entonces?
Cintia.No estamos listos para formar una familia El tiempo dir
cundo (Sale de escena.)
Enrique. (Despus de un instante, con atolondramiento.) Yo tambin
me voy!
Diego. Enrique puedes regresar cuando quieras. Esta es tu casa.
Hablar con el rector y te aseguro una plaza en la universidad.
Enrique. No la quiero. Voy a volver al pueblo Ser por unos
meses. Necesito buscar a mi padre an es tiempo para de que podamos
ser padre e hijo.
Diego. (Sorpresivamente conciliatorio.) Yo s dnde est tu padre.
En mi despacho tengo la direccin. Llmame (Le entrega una tarjeta
personal.)
Enrique toma la tarjeta y se encamina hacia la puerta
principal.
Isabel.No te llevas la ropa?
Enrique. (Vuelve la mirada a Isabel.) Algn da regresar por la
ropa de Benjamn (Se acerca a su ta y la besa en la mejilla.) An no
la merezco.
Isabel abraza amorosamente a su sobrino y l lo acepta. Luego
Enrique extiende la mano derecha a Diego y ste la recibe con
calidez sin decir palabra, cosa inusitada en l. Enrique hace mutis
en silencio. En la escena se siente la ausencia de Cintia y de
Enrique, como en un frasco en el que ha agotado el perfume, pero
que an conserva el aroma.
Diego. (Mira el reloj cado y descubre que no funciona.) El
tiempo ha quedado detenido.
Isabel. Pero hemos vivido siglos.
Diego. Y nos hemos vuelto a quedar solos.
Isabel. (Con gran esperanza.) No tanto.
Diego. Qu han sido para ti estos ltimos aos?
Isabel. (Sin encontrar respuesta con rapidez.) Un
desconcierto.
Diego. Nunca supimos cmo ser felices juntos, verdad?
Isabel. An queda tiempo.
Diego recoge el reloj y lo zarandea.
Diego. Mira, volvi a caminar (Isabel nota una nueva mirada de
Diego.) Nunca pens que iba a tener un nieto.
Isabel. l nos recuperar la felicidad.
Diego. (Habla con entusiasmo.) Un muchacho de nuevo en esta
casa! Tendremos que ponerlo en la mejor de las escuelas O en una
escuela especial para nios superdotados. (Isabel desaprueba el
comentario de Diego.) Siempre pens que la educacin elemental fue
deficiente para Benjamn. Llevaremos al nio a Europa. Cmo se llamar?
Necesariamente Benjamn. Voy a adquirir un seguro para su educacin,
por si algo nos pasa. Ese nio llegar a ser grande! (Por primera vez
mira a Isabel.)
Isabel. Para comenzar no sabemos si ser nieta o nieto.
Diego. Tienes razn.
Isabel queda sorprendida de escuchar estas palabras por primera
vez en su matrimonio.
Isabel. Diego, no hay que repetir la historia!
Diego. (En franco desconcierto.) Perdname Si te hubiera
escuchado antes, acaso todo sera diferente... Qu seremos para ese
beb?
Isabel. No sabemos qu querr su madre ni qu querr el muchacho o
la muchacha cuando crezca Tendremos que aprender todo de nuevo...
hay tantas cosas qu revisar
Diego. Todo en lo que crea, se ha venido abajo!
Isabel. Para comenzar leer estas cartas tuyas y mas.
Diego. Yo leer los poemas.
Isabel. (Ganando en autoridad.) No, t tambin necesitas leer
estas cartas y redescubrir que un da supiste buscar el amor.
Diego. (Mira sincero a su esposa y con intensidad se pregunta.)
Lo supe?
Isabel. Que diga Benjamn si no y tambin yo!
Diego. Tendr que aprender tantas cosas
Isabel. A pocos el destino nos brinda una segunda
oportunidad!
La pareja se abraza. El violn segundo y la viola se confunden en
un beso. Oscuro paulatino. Fin de la obra.
Buenos Aires, Argentina7 de agosto de 2010[26]