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Maritza MonteroCrtica, autocrtica y construccin de teora en la
psicologa social latinoamericana
Revista Colombiana de Psicologa, vol. 19, nm. 2,
julio-diciembre, 2010, pp. 177-191,Universidad Nacional de
Colombia
Colombia
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revista colombiana de psicologa vol. 19 n. 2 julio-diciembre
2010 issn 0121-5469 bogot colombia pp. 177-191
R e c i b i d o : 0 8 d e m a r z o d e l 2 0 1 0 - A c e p t a
d o : 1 4 d e j u l i o d e l 2 0 1 0
* Correspondencia: [email protected]
Crtica, autocrtica y construccin de teora en la psicologa social
latinoamericana
Critique, Self-Critique and Theory Construction in Latin
American Social Psychology
Maritza Montero*Universidad Central de Venezuela, Caracas
Resumen
en este artculo se presenta una definicin de psicologa cr-tica
sealando los aspectos que le otorgan esta condicin. la presencia de
esas caractersticas en la psicologa social latinoamericana es
analizada por medio de ejemplos toma-dos de la produccin
contempornea en esa parte del con-tinente (desde finales de los
ochenta hasta la dcada actual). especficamente, se analizan
trabajos de psicologa social co-munitaria y psicologa poltica que
abordan la identidad, el poder y su forma de usarlo, la exclusin y
la legitimidad social de ambas reas de investigacin y accin, as
como el efecto de la crtica y la autocrtica en la construccin de
teora. tambin se discuten aspectos relacionados con la complejidad
y las di-ferentes maneras de enfocar los problemas
psicosociales.
Palabras claves: construccin de teora, poder, psicologa cr-tica,
psicologa poltica, psicologa social comunitaria.
Abstract
This paper presents a definition of critical psychology,
point-ing out the aspects that give psychology such condition. The
presence of those aspects in latin american social psychol-ogy is
analyzed by means of examples taken from contem-porary production
(from the late 80's to the current decade), specifically from
community social psychology and political psychology, which address
aspects like identity, power and its use, social exclusion, and
social legitimacy of both areas of research and action, as well as
the effect of critique and self-critique in the construction of
theory. The complexity of psy-chosocial problems and the different
ways to approach them are also discussed here.
Keywords: community social psychology, critical psychology,
political psychology, power, theory construction.
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Sobre la condicin crtica en la Psicologa
Si algo distingue una cierta psicologa so-cial hecha en la
amrica denominada latina, ha sido su inclinacin hacia la crtica y
su prc-tica. esta tendencia especfica ser la base de la discusin
presentada en este artculo, ya que simultneamente, mucha de la
psicologa social latinoamericana no es crtica, lo cual no quie-re
decir que se le descalifique. Se trata solo de analizar,
crticamente, la condicin crtica de lo que se presenta como tal.
aunque mucho se ha hablado y escrito sobre la psicologa crtica, a
fin de dejar sentadas las bases del anlisis que seguir a esta
introduccin, hago un sucinto re-cuento de aquello que se ha
considerado como crtico a partir del movimiento que, desde hace
treinta aos, hace sentir su influencia no solo en este nuestro
continente, sino en el mundo ente-ro. as, se ha entendido por
carcter o condicin crtica en la psicologa y en otras disciplinas
cientficas, los siguientes aspectos.
De la complejidad como una caracterstica de la crtica
la crtica se refiere a la capacidad de re-conocer que los
objetos, sean materiales o intelectuales, y las personas, no tienen
una sus-tancia inmutable, pues son complejos. Pueden ser de muchos
modos y eso significa que entre sus mltiples aspectos podemos
elegir (Monte-ro & Fernndez Christlieb, 2003b; Montero &
Montenegro, 2006). la eleccin, cuando de una disciplina cientfica
se trata, se da en funcin de parmetros destinados a fundamentar las
ra-zones de la eleccin. la etimologa de la pala-bra crtica es del
griego krisis/eos, que indica la posibilidad de elegir entre varias
posibilidades de ser, de una situacin o cosa1. en este senti-do, la
actividad crtica en la psicologa social, al
1 las acepciones de la palabra en la lengua griega denotan
separar, distinguir, decidir, juzgar; juicio, decisin, elec-cin,
disentimiento e interpretacin, as como la facul-tad de distinguir.
(Boisacq, 1950, p. 518).
introducir la duda, permite mostrar otras posi-bilidades, otras
alternativas.
Sobre la psicologa llamada crticaHacer crtica supone analizar
modelos
tericos, conceptos, interpretaciones y explica-ciones dadas a
fenmenos o psicolgicos o a cir-cunstancias bajo estudio, y
demostrar sus modos de construccin, sus contradicciones, su grado
de coherencia y los intereses subyacentes tras una determinada
teora o propuesta, as como tambin sus fortalezas. esto es lo que
suele ser llamado crtica interna. ahora bien, lo que se conoce como
corriente crtica en las ciencias sociales y en la psicologa social,
en este caso, no se restringe a los aspectos de coherencia
in-terna, sino que va ms all, puesto que su tarea es discutir las
atribuciones de esencialidad que naturalizan a las formas de
conocimiento pro-ducido, presentndolas como la forma cannica. es
una posicin en la bsqueda de conocimiento que revela diferentes
perspectivas, abre nuestro entendimiento hacia nuevas
interpretaciones y hacia otras facetas de los eventos y las cosas.
Nos priva de nuestras herramientas habituales in-ducindonos a crear
otras nuevas (Montero & Fernndez Christlieb, 2003, p. 7). Sin
embargo, ello no produce normas o categorizaciones so-ciales, sino
que podra decirse que es una voz de alarma, un llamado de atencin,
aunque parezca una forma coloquial de ilustrar el punto. Y como
dice iiguez (2003) es el resultado del continuo cuestionamiento de
las prcticas de produccin de conocimiento (p. 234).
la psicologa crtica no acta solo sobre las teoras dominantes,
tambin se ocupa de los m-todos, un ejemplo es el trabajo de
Yanchar, Gantt y Clay (2005), que yendo ms all de la ya muy
debatida rivalidad entre mtodos cualitativos y cuantitativos,
proponen desarrollar una meto-dologa crtica produciendo procesos de
argu-mentacin sostenidos por muy diversos tipos de evidencia. Sobre
ese tema, Spink (2003), en Brasil, ya consideraba necesario no solo
revisar
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crticamente la construccin de teora, desacra-lizar los mtodos y
desechar las dicotomas (e.g., realismo, construccionismo), por su
carcter simplificador. as mismo, consideraba que los relatos de la
ciencia no contienen la verdad per se, sino que son otras formas de
narrativas.
en relacin con el ejercicio de la psicologa crtica,
Prilleltensky y austin (2001) consideran que su tarea central es
enfrentar los valores y prcticas de la psicologa que no revisan ni
cues-tionan las formas de opresin que podran estar siendo
transmitidas o reproducidas por ellos. algunas propuestas de la
psicologa social lati-noamericana presentan ejemplos de dicha
tarea, al sealar y denunciar las expresiones del poder asimtrico y
absoluto (Montero, 2003; Mon-tero & Montenegro, 2006;
Prilleltensky & Fox, 1997; Sawaia, 2001a, 2001b; Sawaia &
Namura, 2002; Serrano Garca & lpez Snchez, 1994) y las formas
de ejercerlo que producen sumisin, opresin y exclusin, problemas
frecuentes en nuestro continente.
el cuestionamiento, mediante el juicio cr-tico, de las
diferentes formas de ejercer el poder, as como sus manifestaciones
explcitas e impl-citas en la prctica psicolgica y en la vida
coti-diana, son objeto de estudios crticos debido a que pueden
presentarse como modos naturales de ser de algunas situaciones no
discutidas o ar-gumentadas como la nica forma adecuada de ser. Una
expresin de la crtica del poder seala la necesidad de identificar y
discutir los modos en que este se manifiesta o se oculta y que le
per-miten excluir explicaciones o interpretaciones alternativas o
divergentes. esta funcin de la cr-tica ser desarrollada, ms
adelante, a travs de un ejemplo.
Del carcter dinmico de la crtica en la psicologa
la crtica no sigue patrones establecidos, es cambiante, como
tambin son dinmicos y cam-biantes los fenmenos a los que es
aplicada. as, la crtica de un tiempo puede convertirse, a su
vez, en un objeto criticado, ya que ella misma est sujeta a las
condiciones histricas del mo-mento en que se produce y del cual
forma parte. la crtica que revelaba desigualdades o sesgos puede
haber ignorado otros aspectos criticables o sostener posiciones
criticables por otras per-sonas. la crtica no es solo de lo que
hacen los dems, sino que tambin incluye la autocrtica. es
insistente, a pesar de los embates del poder (Montero, 2004a), es
inevitable pues de alguna forma siempre surgir aun en
circunstancias represivas; tiene mltiples formas de expresin y
demuestra ser persistente en su oposicin al principio de
autoridad.
La condicin situada de la crtica en la psicologa
Si revisamos las obras que veinte aos atrs se presentaban como
crticas, observaremos cmo la dependencia del momento histrico es
una condicin de gran parte de la crtica. en 1988, lpez y Ziga
(ambos psiclogos socia-les, ella puertorriquea, l chileno emigrado
a Canad) publicaron una interesante compila-cin de artculos bajo el
ttulo de Perspectivas crticas de la psicologa social. all la
primera au-tora, Mara Milagros lpez, presentaba un plan de trabajo
para una psicologa social crtica que inclua los siguientes
aspectos:
1. La construccin social de la realidad. esta-ba cercano el fin
de la dcada y la polmica entre construccionismo y realismo estaba
en su mxi-mo furor. lpez alertaba al respecto.
2. Los fenmenos de la ideologa, la comuni-cacin y la conciencia.
Del primer concepto, l-pez quera rescatar su condicin de fenmeno
psicolgico, velado por la connotacin poltica adjudicada a la
palabra. esa preocupacin era compartida por diversos colegas en
amrica la-tina (me incluyo en ese grupo, pues en esa poca escrib al
respecto); as como la necesidad de es-tudiar el lenguaje, la
palabra y su poder creador. Necesidad que, desde los ochenta vena
gestando un movimiento discursivista que ha sido muy
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fructfero a partir de los noventa, el cual pro-mueve una
psicologa discursiva (un ejemplo es la escuela de loughborough) y
el desarrollo del anlisis psicolgico del discurso poltico en
am-rica latina.
3. El nivel de interaccin personal y el estu-dio de sus bases en
el interaccionismo simblico y en la etnometodologa. otra temtica
que ha producido mltiples investigaciones en las dos ltimas
dcadas.
4. El estudio de la cultura. el cual lpez consi-deraba que deba
unirse al estudio de la ideologa.
5. La activacin social. Considerando que una sociedad es
socialmente activa cuando: 1) est consciente de s misma; 2) est
comprometida con los objetos que se impone y, 3) tiene acceso a las
fuentes de poder que le permiten lograr las dos condiciones
anteriores (lpez, 1988, p. 178).
Como puede verse, se trataba de una pro-puesta crtica de la
psicologa social usada de manera predominante para el momento, a la
vez que reflejaba las necesidades del momento y, por ello, tocaba
puntos lgidos que muchos manua-les de la poca no introducan en sus
pginas y que fueron temas de investigacin, de ms crtica y de
discusin en la dcada siguiente. Por dar un solo ejemplo, la
investigacin sobre el carcter situado de la crtica y la importancia
de los as-pectos comunicativos, discursivos y narrativos.
De la autonoma de la psicologa crtica la psicologa crtica, al no
ser una rama
especfica de la psicologa (pues no tiene un ob-jeto o sujeto
especfico como se puede decir de subdisciplinas como la clnica, la
educativa, o la social entre otras), es una prctica que se puede
ejercer en cualquier rama de la psicologa. as pues, existen
mltiples prcticas crticas, pero no un modo preferente de
ejercerlas. Montero y Fernndez Christlieb (2003a) consideran la
con-dicin calificativa de la crtica, lo cual hara de ella un
quehacer adjetivo que califica tanto un hacer como un no hacer,
pero que no se constituye en norma ni es normativo.
Condicin analctica de la psicologa crtica
la mirada o enfoque crtico busca otros horizontes, yendo ms all
de las explicaciones dadas modifica la perspectiva y desarma las
construcciones tericas o metodolgicas. ocupa el territorio de lo
distinto, que hace oposicin no antittica, pero si lgica, de las
tesis dominantes, por lo que puede considerarse como un ejemplo de
quehacer analctico, es decir, que introduce un elemento de
contradiccin en la totalidad dialctica de un modo de hacer ciencia,
que no es la anttesis de sus tesis, sino algo inesperado, novedoso
y que desarrolla argumentos inusua-les, distintos. es por eso que
la sorpresa y la difi-cultad para asimilar la irrupcin de la
psicologa crtica ocurre no tan solo en las filas de la psico-loga
aceptada sin otra razn que la de aparecer en manuales, sino tambin
dentro de aquellas que introducen el cambio.
La condicin tica de la psicologa crtica
el aspecto tico en relacin con la crtica de-riva del respeto del
otro como definicin de esa condicin. es decir, reconocer que hay
otras po-sibilidades, que no hay un solo modo de conocer ni una
sola explicacin para entender los fenme-nos psicosociales, aun
cuando, por cierto tiempo, pueda predominar una explicacin. as como
Spink (2003) consideraba que hay que desechar las dicotomas, tambin
hay que ser cautos y estar dispuestos a desechar las explicaciones
nicas, la teora nica, el mtodo nico, que impiden gene-rar otras
respuestas a los problemas estudiados.
La crtica en la psicologa social latinoamericana
ilustrar ahora esos aspectos crticos con da-tos tomados de la
obra de psiclogas o psiclogos sociales, de nuestra parte del
continente, que defi-nen su trabajo desde la perspectiva
crtica.
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La identidad, la exclusin y su perspectiva crtica
Sawaia (2001a), analizando el problema psicosocial de la
exclusin, seala su impreci-sin y ambigedad, pues permite usos
retri-cos de diferente calidad [] [que van desde] la desigualdad
como resultado de la deficiencia o inadaptacin individual [] [hasta
la] injus-ticia y explotacin social (p. 7). Pero anuncia,
inmediatamente, que no rechazar el concepto debido a ello, sino que
lo perfeccionar, explici-tando sus ambigedades, entendiendo que
ellas no revelan error o imprecisin, sino la comple-jidad y
contrariedad que constituyen el proceso de exclusin social,
inclusive su transmutacin en inclusin social (p. 7).
el aspecto crtico se expresa en la decisin de revelar, a travs
de la bsqueda de la per-feccin descriptiva e interpretativa de las
am-bigedades, la condicin problemtica de esas ambigedades y sus
races, en lo que denomina el enigma de la cohesin social. Concepto
que trae a colacin al hacer evidente su funcin, tan-to en la
exclusin como en la inclusin social. asimismo, Sawaia agrega que
buscar las cate-goras analticas capaces de romper las fronteras
acadmicas y crear conceptos criollos, fundien-do interpretaciones
(2001a, p. 7).
la propuesta no busca desechar lo que exis-te, sino profundizar
en ello para mostrar los or-genes y conexiones del fenmeno en la
sociedad actual. a ello se une otro aspecto: la mirada cr-tica que
busca otros espacios, otras distancias y otras vas, para analizar
fenmenos cuyo camino ya ha sido trillado por explicaciones
cientficas que no han sido revisadas, y que son vistas desde una
perspectiva nica.
la complejidad, la dinmica, la preocupa-cin tica (en el sentido
de dar lugar a lo que ha sido ignorado, o dejado de lado y a veces
repri-mido), el inters por lo que no es ni subjetivo ni objetivo,
ni social ni personal, pero s todo ello junto, son propios de la
crtica. luego, Sawaia
(2001b) ataca directamente la concepcin estti-ca de ciertos
conceptos, como por ejemplo el de identidad, el cual considera como
situado en una ideologa separatista que la considera solo como
igualdad, o solo como diferencia, como se ex-presa en muchos
estudios realizados en las cien-cias sociales en los cuales se
destacan aquellos aspectos comunes dentro de un grupo social2, que
se resaltan, mostrando, simultneamente, la diferencia entre
nosotros y los otros. el trabajo de Sawaia, por el contrario, a la
vez que cita las limpiezas tnicas que han sido apoyadas en ese tipo
de separaciones identitarias, seala la condicin binomial de los
conceptos exclusin/inclusin, las cuales considera como una misma
substancia, indivisible, sobre la cual la sociedad prueba su
cohesin e intenta conjurar los ries-gos de su fractura (2001b, p.
108), generando lo que califica de apora.
Un anlisis crtico del poder y de una teora del poder
He elegido este ejemplo porque he sido tes-tigo del proceso de
construccin que va del an-lisis crtico de una situacin conflictiva
hasta la construccin de una teora en la cual han inter-venido
diversos actores sociales. a fines de los aos ochenta, Serrano
Garca y lpez Snchez (1986), en Puerto rico, haban comenzado a
ha-cer una crtica de la nocin de poder que, debi-do a su carcter
polarizado, conduca hacia un callejn sin salida, paralizando y
distorsionan-do el trabajo psicosocial comunitario dirigido a
centrar las posibilidades de accin y decisin dentro de las
comunidades. Serrano Garca y lpez Snchez (1991) elaboraron un
modelo en el cual proponan, despus de hacer una crtica a esa
concepcin de poder, una posibilidad en la cual el uso de diferentes
e inesperados recursos,
2 Pensemos en los mltiples estudios sobre el carcter nacional
que durante dcadas se produjeron en amri-ca latina, durante el
siglo pasado y desde fines del xix.
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poda equilibrar la relacin permitiendo que recursos deseados por
dos tipos de agentes pu-diesen ser negociados equitativamente con
be-neficio de ambos agentes interesados en ellos. en 1994, los
autores citados publicaron ese tra-bajo, ilustrado con una
descripcin del proceso seguido para lograr el resultado deseado.
estos autores consideran que las relaciones de poder se desarrollan
histricamente, por lo cual, la in-teraccin se desarrolla en un
contexto preexis-tente definido materialmente, en el cual hay dos
tipos de agentes que interactan por el control de ciertos recursos
que interesan a ambos, pero que estn dominados solo por uno de
ellos.
Simultneamente, se producan otras crti-cas a la nocin de poder,
que ha sido considerada desde los inicios como un aspecto
fundamental para el desarrollo comunitario, no slo en am-rica
latina (escovar, 1980; Montero, 1984), sino tambin en el mbito
anglosajn (rappaport & Hess, 1984; Zimmerman & rapapport,
1988); as como la necesidad de generar conocimiento til para lograr
transformaciones en las comuni-dades. la nocin de empowerment,
creada por rappaport (obras citadas y tambin en 1991), as como las
nociones de fortalecimiento y poten-ciacin usadas en amrica latina,
estaban ge-nerando un clima crtico. Ya desde los noventa se hacan
crticas muy agudas a la primera no-cin (riger, 1993) que sealaban,
respecto del empowerment, la confusin entre tener poder y crear una
sensacin de poder. en amrica la-tina tambin se hacan sentir las
crticas prove-nientes del anlisis de los procesos relacionados con
la conciencia (e. g., denaturalizacin, pro-blematizacin,
concientizacin), as como las provenientes de la episteme de la
relacin (Dus-sel, 1988, 1998; Moreno, 1993).
resumir la crtica del poder y de las no-ciones relacionadas
(empowerment, fortaleci-miento) de la siguiente manera:1. No basta
obtener poder o una o varias formas de
fortalecimiento para lograr las transformacio-nes esperadas de
ellos (Vzquez rivera, 2004).
2. el fortalecimiento y el empowerment deben llegar a los grupos
y no solo a personas especficas de las comunidades (Montero, 2003;
riger, 1993).
3. es necesario su insercin dentro de una visin crtica de las
fuerzas polticas y sociales que intervienen en el mundo de vida
(Montero, 2003, 2007; Muoz Vsquez, 2000).
4. al trabajar sobre fortalecimiento y poder, los efectos
materiales deben coincidir con los efectos psicolgicos (Montero,
2007; Vz-quez rivera, 2004).
5. la transformacin deseada a travs de las no-ciones de
empowerment y de fortalecimien-to o refortalecimiento (Vzquez
rivera, 2004) se inician en la prctica, pero necesi-tan de la
conciencia y de las emociones po-sitivas (Montero, 2007) y tienen
un carcter poltico, pues ocurren en el espacio pblico e implican el
ejercicio de derechos civiles y sociales.a partir de la prctica
comunitaria y de la
crtica, se inici la formacin de una teora sim-trica del poder.
Serrano Garca y lpez Snchez (1994) dieron una definicin del poder
diferente de la que haba predominando durante el siglo xx y que, an
hoy, se mantiene, esto es, la dada por Weber a inicios del siglo
pasado. a partir de la perspectiva crtica que encontraba que la
de-finicin entonces usada no permita modificar la relacin
polarizada, los autores citados defi-nieron el poder como una
interaccin personal o indirecta y cotidiana, en la cual las
personas manifiestan sus consensos sociales y las ruptu-ras entre
su experiencia y su conciencia (p. 178). al comparar esa definicin
con tres definiciones orientadas de acuerdo al uso predominante,
po-demos ver la diferencia. Weber defini el poder de la siguiente
manera: el poder significa toda probabilidad de imponer la propia
voluntad, aun si encuentra oposicin, dentro de una relacin social,
cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad (1922/1969, p.
43). la definicin de un importante psiclogo, Martn-Bar (1989),
a
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pesar de su posicin liberadora, sigue el modelo weberiano, como
se puede ver a continuacin:
el poder permite a quien lo posee imponer su voluntad a los
otros como subraya la definicin clsica de Max Weber (1922/1969) []
el poder representa la razn ms decisiva, el motivo ms perentorio
del quehacer humano lo que no significa en modo alguno la razn ms
valiosa o el motivo ms autntico. (p. 92).
a su vez, Fischer (1992), un autor europeo, despus de citar a
Weber, da su definicin de po-der: el poder es el ejercicio de una
fuerza que se impone a los otros en trminos de dependencia y de
restriccin. el poder consiste en la capa-cidad de un individuo de
orientar la accin de otros (p. 99). Y aade que, en sentido lato,
po-der e influencia se recubren. las definiciones de Martn Bar y de
Fischer muestran que, a pesar de la diferencia de posicin acerca de
la psico-loga social y de su rol poltico en la sociedad, ambos
mantienen el aspecto asimtrico del po-der que se haba ya comenzado
a criticar, aunque se muestran algunas diferencias interesantes.
Serrano Garca y lpez Snchez, por su parte, sealan la importancia de
los recursos y de su variedad. Fischer no los considera, al
contrario de Martn-Bar (1989), quien considera que el aspecto de
los recursos no est claro, aunque no desarrolla una perspectiva al
respecto. Su obser-vacin fue la siguiente:
esta imprecisin weberiana sobre la base del poder [los recursos]
ha permitido a no pocos seguidores suyos postular la equivalencia
de los recursos sociales como factor de poder (ver Dahl, 1969),
desestimando as el carcter do-minante que tiene el control de
cierto recursos. (p.101).
el ltimo aspecto (recursos) ratifica la asi-metra y, aunque
Martn Bar brinda, en la misma obra citada, una definicin de poder
ms dinmi-ca y compleja, sigue siendo asimtrica: Poder es aquel
carcter de las relaciones sociales basado en
la posesin diferencial de recursos que permiten a unos realizar
sus intereses, personales o de clase, e imponerlos a otros (1989,
p. 101).
Una perspectiva crtica frente a la influyente definicin
weberiana del poder produce algunas preguntas: si el poder est
siempre en un solo lado de la relacin es posible superar esa fuerza
que lo hace omnipotente? Y a continuacin: si derrocar, eliminar o
inmovilizar a la fuente de poder (es decir, a lo que o a quien
controla el po-der) produce, no un viraje de la situacin, sino un
nuevo polo controlador de poder absoluto qu se ha ganado? es ms
justa la sociedad? Dejar de haber oprimidos, sometidos, repri-midos
y suprimidos? evidentemente, no sera esa una definicin ni terica ni
prcticamente til. Y, sin embargo, la definicin del poder asi-mtrico
y total no ha desaparecido del horizonte social. esta ha sido, y
todava es, la lnea terica dominante al tratar la concepcin de poder
en la psicologa social (no solo comunitaria) en nues-tra parte del
continente.
entonces, la respuesta crtica consiste en denunciar la
ineficiencia de la definicin y lo que ella significa (lo cual, per
se, tampoco es suficiente) y pasar a desarrollar otra concepcin del
poder que habilite o impulse una prctica diferente. Una respuesta
es la concepcin sim-trica, esto es, todos los trminos en una
relacin tendrn poder y es all donde reside la simetra. Pero las
formas de poder no sern iguales, por lo cual los trminos en los
cuales se enfrentan debern generar diferentes respuestas y usar
dis-tintos argumentos.
la definicin weberiana todava sigue do-minando, pero la lnea se
hace discontinua en la psicologa social cuando los colegas
puertorri-queos ya mencionados comienzan a introducir su
perspectiva. la concepcin que ellos introdu-jeron desecha la
asimetra y establece una plata-forma para la simetra en el uso de
dos poderes: el de quien domina un recurso y el de quien lo
necesita. la asimetra, para Serrano Garca y lpez Snchez (1994),
reside en el control de
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los recursos, pero el poder es simtrico en el sentido de que aun
quienes no tienen el acceso al objeto deseado tienen formas de
accin que pueden contraponer a los de su opositor u opo-sitora.
esto quiere decir que nadie est exento de poder ni de recursos,
puesto que estos ltimos pueden ser de muchos tipos (materiales,
inma-teriales, espirituales). asimismo, se introduce la conciencia
como un elemento decisivo para la comprensin de que el poder no est
concentra-do en un solo polo de la relacin.
Serrano Garca y lpez Snchez (1994) consideran que, en la relacin
en la cual se discu-te, lucha o negocia por la utilizacin de
recursos controlados por una sola de las partes, es posi-ble que el
poder que cada una de ellas tenga sea usado de manera diferente. De
ah que, a pesar del dominio desigual de recursos, las estrategias
generadas por un uso distinto o inesperado de estos por parte de
quien no domina los recursos deseados por ambas partes, pueda
lograr una so-lucin positiva para s o para su grupo.
a esta concepcin de las relaciones de po-der, los autores la
presentan como un modelo relacional del poder [] [que critica el
uso de la nocin de poder] como si todas las personas lo entendieran
de igual manera (Serrano Garca & lpez Snchez, 1994, p. 167).
esta cita, aparen-temente sencilla, introduce una importante idea
crtica: la pluralidad de formas de comprender un fenmeno, la
diversidad de opiniones, la necesidad de confrontar una idea
dominante que tericamente no permite el cambio social, aspecto este
ltimo que toca directamente la praxis de Serrano Garca y lpez
Snchez y que, por lo tanto, chocaba con lo que queran hacer.
igualmente, esos autores hacen una crtica de las teoras del
conflicto, entre las cuales se en-cuentra el materialismo histrico,
que suponen una tendencia natural al cambio en las socieda-des,
aspecto que Serrano Garca y lpez Snchez aceptan. el enfrentamiento
entre fuerzas contra-rias lleva a estos autores a plantear que
existen, dentro del modelo que presentan, dos tipos de
cambio social: uno de mantenimiento del esta-tus y otro de
cambio de distribucin de recursos (Serrano Garca & lpez Snchez,
1994). la re-lacin que proponen es de dos agentes que com-parten,
histricamente, la misma base material asimtrica, que entran en
conflicto por un recur-so que uno controla y el otro necesita o
desea, para lo cual deber haber una negociacin entre las partes.
Considero que el carcter innovador de la negociacin residir en cmo
se manejen los recursos y el poder que cada parte tiene y ese es
otro aspecto a trabajar.
Vemos en la propuesta de Serrano Garca y lpez Snchez un anlisis
crtico (tanto para desechar como para aceptar teoras previas),
producido por una reaccin crtica que busca responder a situaciones
concretas, enfrentadas en la praxis profesional, pues parten de las
ex-periencias acumuladas en su labor comunitaria con comunidades
pobres en San Juan de Puerto rico (Serrano Garca, 1984; Serrano
Garca & irizarry, 1979). a partir de la praxis, iniciaron su
crtica, pasando a generar una nueva fundamen-tacin terica que no
fuera un callejn sin salida hacia la dominacin en una sola va.
Crtica a los objetivos crticos de la psicologa social
comunitaria en Chile
en 2003, una psicloga social chilena, isa-bel Piper, hizo una
diseccin crtica del estado actual de los objetivos con los que la
psicologa de los derechos humanos (pdh) y la psicolo-ga social
comunitaria (psc) se iniciaron en su pas, entre las dcadas del
sesenta y el setenta, surgiendo como alternativas crticas a las
formas entonces predominantes de hacer psicologa so-cial y
resistencia poltica.
el objetivo tico presente en la psc, en ese momento, era
transformar las comunidades y con ellas lograr alguna forma de
transformacin social en ese nivel. en el caso de la pdh, su
obje-tivo central era el de ayudar y proteger a las vcti-mas de
injusticia, exclusin y opresin. a partir del golpe de estado de
1973 en Chile, estas reas
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de la psicologa se estructuran como respuestas crticas a una
situacin no solo poltica y social, sino que, adems, afect a la
academia cumplien-do un rol de sostn a los proyectos
fortalecedo-res de la poblacin y, en particular, en lo relativo a
la atencin a las vctimas de persecucin y a sus familias. Un ejemplo
de esto son los trabajos realizados por organizaciones como el
instituto latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos
(ilas), la Fundacin de asistencia Social de las iglesias Cristianas
(fasic) y Pro-teccin de la infancia en estado emergencia. la
prctica de la psc en esos momentos introduca una relacin directa,
participativa y comprome-tida, tanto de las personas integrantes de
comu-nidades interesadas en mejorar o cambiar su modo de vida, como
la posibilidad de modificar creencias, valores, prejuicios y
temores mediante la reflexin participativa y la accin conjunta. al
respecto, dice Piper (2003):
las propuestas de intervencin social que hacan nfasis en la
participacin y en la autogestin por la comunidad, aparecieron en un
momento en que los movimientos sociales y polticos estaban en el
pice, y fueron asociados con importantes proyectos de transformacin
social en un mun-do que aspiraba a la libertad. (p. 129).
Con el referndum de 1989 y el retorno a formas democrticas de
gobierno (que abrieron otras oportunidades a la prctica psicosocial
y a la defensa de los derechos humanos y polti-cos) el papel de la
psc, segn Piper, comienza a derivar en una forma cada vez ms
inclinada hacia la salud comunitaria. la autora comentada
considera, a partir de su anlisis, que los objeti-vos crticos de
las dcadas precedentes, a partir de los noventa dejan de ser tales.
Con la demo-cratizacin progresiva y el marcado aumento de servicios
pblicos, las voces crticas pasaron a ser las de las comunidades que
exigen ms y mejor atencin en salud, entre otros beneficios. el
estado, como seala Piper, ha pasado a ser el origen de las metas
comunes, dictaminando,
incluso, que los proyectos municipales sean participativos.
Piper (2003) fundamenta su crtica en la falta de anlisis terico
y epistemolgico, que ha reducido la aplicacin de la psc y la pdh a
prc-ticas repetidas y no evaluadas. el carcter crtico de ambas
formas de hacer psicologa, de dcadas atrs, ha pasado entonces a ser
parte de la vida cotidiana ciudadana. Una observacin crtica a la
crtica es que, en trminos de la psc, el que lo sealado como tarea
para la psc ahora est sien-do realizado directamente por las
comunidades puede considerarse como una seal de xito: si los
trabajos psicosociales comunitarios de en-tonces no hubiesen
cumplido sus objetivos, no habra, en la primera dcada del dos mil,
una re-accin tan activa y tan rpidamente expandida.
Sin embargo, es de tener en cuenta la crti-ca de Piper respecto
a la brecha terica, ya que considera que la psc ofrece respuestas
aisla-das referidas a las convicciones y al potencial de los
profesionales o instituciones encargadas (2003,p. 132). esta crtica
seala que la psc chi-lena necesita redefinir sus objetivos, fijarse
otras metas y repensarse a s misma en funcin de las necesidades y
expectativas actuales de las comu-nidades, a fin de tener
efectividad histrica y contextual (Piper, 2003, p. 139) para as
conti-nuar siendo crtica.
La construccin de teora a partir de la revisin crtica
Describir ahora cmo se ha ido cons-truyendo una teora de la
participacin-com-promiso en la psicologa social comunitaria, a
travs de revisiones crticas de la experiencia y la reflexin. en el
trabajo psicosocial comuni-tario que he desarrollado, ya realizaba
algunas observaciones sobre las formas de participacin comunitaria
y sobre una nocin considerada concomitante, la de compromiso, ambas
nece-sarias para el xito de las tareas de transforma-cin no slo
psicolgica sino tambin material, en las comunidades. esto llev a
revisar las
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definiciones de ambos conceptos (participacin y compromiso). Ya
para inicio de los aos no-venta, pas a considerar que entre ambos
exista una relacin directa y recproca: a mayor parti-cipacin, mayor
compromiso y a mayor com-promiso, mayor participacin. luego, al
explicar dicha relacin como aspecto fundamental en el trabajo
psicosocial comunitario, pero habiendo visto que ninguno de los dos
conceptos supone una relacin de todo o nada, sino que, por el
contrario, en toda comunidad hay muchos gra-dos de intensidad,
frecuencia y calidad, tanto en participacin como en compromiso,
como sea-laba en la relacin antes mencionada; en 1996, constru un
diagrama en el cual represent los niveles de
participacin-compromiso en la co-munidad. este diagrama fue
ilustrado con un sistema de crculos concntricos en el cual, con
flechas orientadas centrpeta y centrfugamente, trataba de indicar
que haba un movimiento di-nmico que iba de los crculos ms alejados
ha-cia el centro y del centro hacia la periferia. es decir, que la
dinmica participacin-compromi-so est en continuo movimiento y que
personas muy participativas y comprometidas pueden bajar el ritmo
de sus intervenciones y que per-sonas aparentemente alejadas pueden
aumentar su participacin. agregaba as el aspecto m-vil y cambiante
del trabajo y de los fenmenos comunitarios.
Una observacin hecha por psiclogas y psiclogos crticos de un
reconocido centro de investigaciones del reino Unido que me haban
invitado a compartir con ellos ideas relaciona-das con la psc fue
dirigida al diagrama de cr-culos concntricos. Sealaron que lo que
all se representaba era la expresin ideolgica creada por m como
agente externa en esos trabajos psi-cosociales comunitarios. en ese
momento, me sorprend, porque para m todo se derivaba de la praxis.
la observacin, as como la sorpresa, me llevaron a revisar cuidadosa
y crticamente el procedimiento seguido por m para expli-
car la relacin participacin-compromiso. ese proceso es el
siguiente:
Definicin de los conceptos de participa-cin y de compromiso a
partir de la observa-cin, revisin de la literatura y comentarios de
los agentes internos (ai) (personas interesadas y grupos
organizados dentro de las comunida-des) y de otros agentes externos
(ae) partici-pantes (estos somos los profesionales, tcnicos y
funcionarios que trabajamos con comunida-des). esta fase me condujo
a revisar mltiples definiciones y me permiti encontrar ejemplos de
definiciones, producidas por los agentes in-ternos, que permitan
producir una definicin que, hermenuticamente, podramos considerar
como refrendadas por la experiencia iterativa. Para ello, fueron
muy tiles aquellas recopiladas por Snchez (2000) en su trabajo
comunitario.
entender que la relacin directa y recproca entre participacin y
compromiso es una cons-truccin terica de base emprica me condujo a
tratar la relacin entre ambos conceptos como un binomio que se
identifica como participa-cin-compromiso, pues se trata de dos
aspectos de un nico fenmeno: participacin compro-metida y
compromiso participativo. la base emprica de esa decisin terica
reside en los in-formes producidos para cada comunidad, en las
notas de campo y en las discusiones reflexivas en las cuales se
recogan observaciones, frases y comentarios que muestran la
contigidad de participacin y compromiso.
el binomio no es rgido sino dinmico, cambiante, y esa movilidad
que lo caracteriza no se ajusta a una escala que va de lo positivo
a lo negativo o viceversa. es decir, no significa que se ha perdido
o que se est ganando, o au-mentando o disminuyendo algo. Dicha
movili-dad es parte de la dinmica comunitaria, en la cual, segn la
actividad que se est realizando, la afectividad, su importancia y
condiciones fa-miliares y personales, aumenta o disminuye la
participacin-compromiso.
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la participacin-compromiso es un proce-so organizado, colectivo,
libre, incluyente y com-plejo; con variedad de actores, de
actividades y de grados. es, adems, una relacin generado-ra de
relaciones, orientada por valores y obje-tivos compartidos, cuya
consecucin produce transformaciones comunitarias e individuales.
asimismo puede producir apropiacin, mutua transformacin (entre el
sujeto o sujetos y el ob-jeto), autorrealizacin y es una condicin
para la libertad y la transformacin social e individual. a su vez,
el compromiso participativo implica conciencia y sentimiento de
responsabilidad y obligacin respecto del trabajo y objetivos de un
grupo, comunidad, proyecto o causa, que con-duce a acompaar, actuar
y responder por las acciones llevadas a cabo (es decir a
participar).
Por lo tanto, no se puede considerar que la participacin en una
comunidad sea una ac-tividad uniforme o que el compromiso se
de-muestre con palabras. Definir la participacin desligada del
compromiso, o este separado de ella, no da cuenta del fenmeno que
se produ-ce en las comunidades organizadas, por ello, las
definiciones basadas solo en el tener una parte de algo, en el
formar parte de un grupo definido en funcin de criterios
construidos externamen-te, o que separan los dos aspectos del
binomio, no dan cuenta cabal del fenmeno. las mani-festaciones de
la participacin-compromiso son mltiples y su importancia no depende
de la cantidad, sino de la calidad de la relacin que se produce en
el grupo y en la disposicin de cada persona, as como en la
construccin de la no-cin de nosotros que hagan los miembros de una
comunidad. esto se puede ver en las historias de vida construidas
por Faras (2008), as como en los trabajos de Hernndez (1996, 1998,
2009) y de Snchez (2000).
la praxis comunitaria nos ha enseado que el compromiso no puede
ser solo por parte de los agentes externos con la comunidad, como
bien lo establece Gonalves de Freitas (1997), eso es insuficiente.
Si se asume una concepcin
participativa del trabajo psicosocial comunita-rio, el
compromiso debe ser tanto de los agen-tes externos como de los
internos y esto supone rechazar crticamente la posicin que
sostenan, a fines de los setenta y a lo largo de los ochenta,
autores tan respetados y admirados como Fals Borda (1981), quien
planteaba ese compromiso solo desde la posicin de los intelectuales
com-prometidos. el compromiso no puede ser en una sola va, sino que
debe ser bilateral e integrar a los grupos activos de las
comunidades en una doble va, esto, si se quiere lograr una
comunica-cin horizontal. la reflexin hecha de este punto nos ha
llevado a pensar que esa posicin, aunque sincera, supone una forma
de superioridad que coloca al compromiso como un puente entre
in-telectuales y no intelectuales. Y la incorporacin del saber
popular y del saber cientfico, deseada por Freire y por Fals Borda,
necesita de esa plu-ralidad de compromisos participativos.
De esto se deriva otro aspecto: la devolucin del conocimiento
sistemtico producido por los ae que sealara Fals Borda (1985), como
parte de su compromiso, debe ser complementada por la entrega
sistemtica del conocimiento popular (Gonalves de Freitas, 1997) por
parte de los ai y obtenido en discusiones reflexivas y de
siste-matizacin y en conversaciones cotidianas con ellos y ellas.
esa es la va para obtener nuevos significados y sentidos (Hernndez,
1996, 1998; Montero, 1996, 2004b; Snchez, 2000).
en relacin con la representacin grfica, revis todos los diarios
y notas de campo llevadas por m y por mis estudiantes entre 1991 y
1993 y logr reconstruir el origen del diagrama: un ejer-cicio
realizado en una comunidad del este de la ciudad de Caracas, en el
cual colocamos en una pared una gran hoja de papel con un crculo
repre-sentando a la comunidad y pedimos a las personas que anotaran
en l lo que podan y queran hacer por su comunidad. Quince das
despus, tuvimos una discusin sobre el tema y de all surgieron los
crculos concntricos, colocando en el centro al ncleo de mayor
participacin-compromiso.
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No sealar en el grfico que la participa-cin colectiva es siempre
fluctuante y que en cualquiera de sus manifestaciones es importante
fue un error, as como omitir el hecho de que es natural fatigarse
al procurar hacer muchsimas cosas por la comunidad y que ello
produce la rotacin centrpeta y centrfuga. estos errores evidencian
que no haba unido las partes de la explicacin. No enfatizar el
movimiento conti-nuo fue otro error.
el haber revisado crticamente el proceso me ayud a construir una
teora de la partici-pacin-compromiso. ese proceso supuso, para m,
un contraste de las explicaciones existentes con la experiencia, y
la realizacin de un proceso de definicin y redefinicin, no slo
individual, sino colectiva, para producir una teora genera-da en la
praxis por varios investigadores e inves-tigadoras al mismo tiempo
y que aqu integro y resumo como producto de la reflexin crtica,
sujeto a crtica.
ConclusinParker (1999), en el nmero inicial del An-
nual Review of Critical Psychology, del cual era editor,
presenta una definicin por etapas segn los objetivos de la crtica.
Para l, la psicologa crtica es el examen sistemtico de cmo algu-nas
variedades de accin y experiencia psico-lgica son privilegiadas
sobre otras, cmo los recuentos dominantes en la psicologa operan
ideolgicamente y al servicio del poder (p. 13). aade que las formas
en que los diversos mo-dos de hacer psicologa son construidos
cultural e histricamente, y cmo variedades alternativas de
psicologa pueden confirmar o resistir los su-puestos ideolgicos de
los modelos dominantes (p. 13). Pero como esta psicologa crtica
tam-bin se interesa por lo que ocurre en el sentido comn y en la
vida cotidiana, hay otro aspecto que la define como el estudio de
las formas de vigilancia y autorregulacin en la vida diaria y de
las formas en las cuales la cultura psicol-gica opera mas all de
los lmites de la prctica
acadmica y profesional (p. 14). Y, finalmente, un cuarto aspecto
dentro de esta enumeracin de objetos la considera como la
exploracin de la forma en que la psicologa comn de cada da
estructura el trabajo acadmico y profesional en la psicologa y cmo
las actividades diarias pue-den proporcionar la base para la
resistencia a las prcticas disciplinarias contemporneas (p. 15),
con lo cual, a la vez que se denuncia, analiza y opone, tambin se
construyen formas para re-sistir, a lo cual deberamos aadir, por la
expe-riencia latinoamericana, construccin de formas para
transformar.
los ejemplos presentados se refieren a to-das estas atribuciones
de la psicologa crtica, adems de las ya incluidas al inicio del
artcu-lo. Y los presento porque no son solo crtica de teoras
heredadas, sino que son teoras creadas a partir de respuestas
crticas, y sometidas a la crtica externa e interna. en ese sentido,
son par-te de una tradicin, no multitudinaria, pero s firme y
constante de algunos modos de producir, de leer, de aplicar y de
responder al decurso de la psicologa y, en particular, de la
psicologa social producida en nuestros suelos.
los ejemplos antes presentados presentan experiencias y
observaciones sistemticas de una forma de hacer teora histricamente
entro-nizada en el pensar, no solo de la psicologa, sino de las
ciencias sociales (Serrano Garca & lpez Snchez, 1994) y cmo, al
hacerlo, se rechazan las ideologas hegemnicas y una forma, no solo
de definir el poder, sino, adems, de ejercer el poder en el campo
de la teora.
en amrica latina, puede decirse, sin am-bages, que las dos
influencias clave para el de-sarrollo de la psicologa social crtica
y prctica han sido el movimiento de la educacin popular liberadora
de Freire (1964, 1970, 1973/1988; en-tre otros libros) y el
movimiento de la sociologa crtica iniciado por Fals Borda
(1970,1979, 1998; entre otras obras). Del primero, provienen
con-ceptos fundamentales que fueron introducidos en la psicologa
social comunitaria que se inicia
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a mediados de los aos setenta y que son par-te central de la
psicologa social de la liberacin que se desarrolla a partir de
1986. los conceptos de liberacin, dilogo, problematizacin,
des-alienacin, desideologizacin, naturalizacin y de-naturalizacin
provienen de Freire quien, hasta el final de su productiva vida,
enriqueci el panorama de las ciencias sociales.
He querido sealar que criticar no es sim-plemente opinar, que
hay un trabajo arduo tras cada crtica y, tambin, mostrar cmo es
posible hacer crtica en nuestro continente que vaya ms all de las
consignas trilladas, de los slogans es-perados y de las posiciones
ardientes o tibias, por no decir inexistentes, segn el color y
tendencia de la audiencia, reflejando, al mismo tiempo, la sociedad
y el tiempo en que se vive (lpez, 1988; Piper, 2003).
la psicologa social crtica es una forma de autocrtica que se
hace la psicologa y, al hacerla, es tambin una crtica de la
sociedad, puesto que esta psicologa social denuncia y fustiga su
rol como una de las estructuras sociales de poder. al introducir la
reflexividad, esto es, la continua observacin de su propia prctica
y el recono-cimiento de los valores, prejuicios y posicin desde los
cuales se ejerce la psicologa, el movi-miento crtico ha generado
una forma de auto-control que responde a un imperativo tico cuyo
postulado es el respeto del otro sin distingos de ninguna especie.
Y esto supone, asimismo, hacer una psicologa inclusiva de la
conciencia.
en cuanto a la autocrtica que los propios investigadores e
investigadoras deben hacerse, su prctica constituye una continua
conversa-cin con otras y otros investigadores, que puede llevar a
un proceso, no exactamente participati-vo, pero s en colaboracin,
de revisin, correc-cin y creacin.
el movimiento crtico tiene races latinoa-mericanas, fuertes y
profundas, aunque no son las nicas, y eso es deseable. el hecho de
que, en amrica latina, cuando la psicologa ha mirado hacia las
condiciones sociales de su poblacin,
las formas de construir el quehacer psicolgico hayan, muchas
veces, desarrollado una perspec-tiva crtica, muestra cmo mirar
hacia dentro, es decir, cmo el examen de lo que hacemos puede no
solo ser una advertencia, sino tambin una gua o una confirmacin en
cuanto a una lnea de pesquisa, que trasciende el lugar y, a veces,
el momento. Cuando estudiamos aquello que res-ponde a necesidades,
problemas y fenmenos propios de la sociedad en que vivimos,
produ-cimos respuestas que pueden responder a aque-llos a quienes
debemos atender y, en la medida en que en cada crtica se refleja el
mundo en que vivimos, aquello que la crtica advierte se puede
transmitir a una poblacin mucho mayor. Hacer crtica permite,
entonces, no solo consumir cien-cia, sino que es parte del oficio
de hacer ciencia.
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