Informe de lectura:
Centro de Estudios Paideia/Politeia
RELEED TEXTOS FUNDAMENTALES
Centro de Estudios Paideia/Politeia
RELEED TEXTOS FUNDAMENTALES
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
Dcimo Quinta Sesin: Sbado 1 de Agosto de 2009 - 9.30 a 13
horas.Lectora: Natalia Xara Sacchi.Fecha tope para entregar
crticas/cuestiones/ comentarios: martes 28 de julio de 2009Cuestin
Disputada:
Crticas a la lectura de Natalia Xara Sacchi de Tratado de las
lgrimas. Fragilidad de Dios, fragilidad del alma de Catherine
Chalier.
Este informe de lectura se inscribe en el Proyecto de
Investigacin Repblica, Escuela y Democracia del Centro de Estudios
Paideia/Politeia, en el acpite La cuestin fundamental: Soy? El
misterio de nuestro ser. Invisible, Inefable, Evidente, o lo que no
se puede ver, lo que no se puede decir y lo que se muestra.
(Pregunta/: Se trata de un informe de lectura o de una leccin
magistral? Por el relato personalsimo (en el sentido de registro de
experiencias suscitadas, supongo que por la lectura del libro)
resulta difcil realizar cuestiones y comentarios inmanentes y
trascendentes a la restitucin de la obra de Chalier).AperturaI.
Cuando este libro Tratado de las lagrimas llega a mis manos, el
nombre de la autora, Catherine Chalier, solo era un tem ms (Crtica
semntica: revisar el adverbio para referirse a una persona) junto
al ttulo de otro de sus libros La huella del Infinito que resida en
una lista de bibliografa obligatoria. Mi curiosidad ante el titulo
que anunciaba un pensamiento sobre un cuerpo tan efmero hizo que me
abocara a su lectura casi de inmediato. Colectivos, salas de
esperas, cocina, clases, aulas, bares, y con suerte pocas veces
sentada en mi silln rojo en la calidez de mi casa. Comenc anotar en
papelitos de todo tipo segn el lugar de estancia, con suerte en un
documento en mi computadora lo que despertaban en mi pensamiento
sus palabras, lejanas y traducidas, la palabras de una desconocida
que me conmovan. (Crtica pragmtica: procure evitar en todo lo
posible las autoreferencias para fortalecer la capacidad persuasiva
de las ideas de la autora que quiere compartir).II. Que es lo que
me conmova: crea escuchar una llamada, no de sirenas, una llamada a
algo ms profundo que la ntida luz del pensamiento. Una llamado no
en contra del concepto a favor de una emotividad esclarecedora o
reivindicante de algn olvido. Un llamado no a dilucidar los oscuros
caminos de la razn para convertirla en promesa. Un llamado no al
ser, o a la nada, no a una promesa emancipatoria, no a un tiempo
prometido, no a la autoconciencia para el reconocimiento de algo
otro, aun menos al abandono y mucho menos aun a la insistencia en
alguna irracionalidad ciega y determinista. No a alguna finalidad.
Un llamado no a la resignacin y la pena por las lgrimas. No al
llanto. O A la desesperacin. Todos nombres del apego del Mismo a la
violencia. Nombres del Saber. III. Crea escuchar un llamado a
escuchar el acontecimiento de las lgrimas. Pero tampoco es un
llamado y eso signo mi suerte, y conmovi mi alma. El tratado de las
lgrimas no es un llamado. El tratado de las lgrimas recorre la
pregunta: Qu percibe el ojo anegado en lgrimas? Qu importancia
tiene ese ojo baado de emotividad para la comprensin de la
realidad? Nos dice algo sobre el mundo? Nos dice algo sobre los que
transitamos este mundo? Nos dice algo sobre Dios? La ltima pregunta
tomo la forma de un mutismo en m al primer momento. Porque El
tratado de las lgrimas no es una reflexin sobre la sensibilidad o
la afectacin de lo sensible, aunque resuenan algunas palabras del
logos griego, como podran no hacerlo por supuesto, no es un tratado
de filosofa de la materia, o la idea o del cuidado de si o de la
sensacin. Resuenan otras voces. (Crtica pragmtica: en la apertura
intente presentar-nos a la autora y su obra sin prembulos
autorreferenciales).IV. Chalier hace resonar otras voces que me
conmueven en el convencimiento de que si bien nuestro mundo actual
a aceptado por accin u omisin el genocidio judo como una muerte mas
(Crtica sintctica: distinguir entre una conjuncin adversativa mas
que se usa sin acento para contraponer un concepto a otro; y, el
adverbio de cantidad que s lleva acento para denotar idea de
aumento, exceso, ampliacin o superioridad en comparacin expresa o
sobreentendida) a partir de la cual en un acto de autoconciencia
radical del mal la sociedad toda podra remontar la carga de cuerpos
apilados y reconstruir una nueva vida con la promesa de un maana
mejor, y aunque el esfuerzo del pensamiento se halla abocado al
consuelo de las estructuras, los conceptos vacos, las mscaras
performaticas de los no sujetos, el acontecimiento radical de la
muerte de los muchos en la tierra misma de los herederos del logos
occidental por excelencia no permite ya seguir pensando de la misma
manera. No se puede seguir haciendo la misma filosofa. Una filosofa
que solo ostenta el discurso del saber, cierra sus odos, da la
espalda al riesgo de tomar la palabra. V. Deca, el Nombre de Dios
produjo un mutismo en m como heredera de esa filosofa de la
detentacin de la palabra. En mi cuerpo ese Nombre Inefable produca
un eco sin sentido. Por qu recurrir a Dios para hacernos sus
dobles? Y Quin o qu era este Dios? El Padre? El nombre del Otro?
Una Imago de la relacin con la Ley? El ser? (Comentario: stas son
preguntas retricas personales o de la autora del libro? Sugiero
reformular el prrafo).VI. Haba cerrado el libro.
VII. Un da, otro da, un instante despus, un mes despus, o antes,
no s, haba reparado en el subtitulo: La fragilidad de Dios. La
fragilidad del alma. La fragilidad trajo a m la imagen de lo roto o
sea de la posibilidad de una existencia rompible, la posibilidad de
sobreponerme al imperio del Saber (Por qu con mayscula?) que
demanda la insistencia de la verificacin, a la posibilidad del
significado sin comprobacin cientfica. Haba un sentido en pensar en
un Dios que llora. Haba algo en que pensar sobre la afirmacin de
que una mujer, un hombre son criaturas a imagen de un Dios que
llora. Arcilla y agua. Agua de tu vientre, la mujer, el
hombre.VIII. Las estrofas (o prrafos?) que siguen son el fruto de
esa conmocin. Cmo encarn en m el Tratado de las Lgrimas.
Decir
I. Salgo a caminar. Alrededor todo parece insistir en alguna
forma constante pero una inquietud interna parece trastocar todo,
hasta mi cuerpo, pienso: alrededor todos somos inconstante
movimiento, tremulacin, ruptura, fractura. Las baldosas. Las lneas,
la hoja, el rbol. Atravieso el aire, ando en el tiempo paso a paso.
Me pregunto en un momento si realmente es tan difcil dar una
interpretacin de la fsica cuntica, no ser que requiere otra
ontologa? Un pensamiento rimbombante pienso para un domingo a la
maana, y contino. Me detengo en un esquina y observo desplazarse
las hojas en el asfalto, el viento las desparrama, pienso: es
posible por supuesto calcular cada trayectoria, conocer como se
mueve el interior de cada una de ellas, saber que nombres las
constituyen, a esa la hoja que se revuelca y atraviesa el espacio
al igual que mi cuerpo que camina arrastrando una bolsita que
cuelga de mi mano, es posible conocerle su preciada intimidad. II.
La opacidad desaparece por un momento y me deshago en asfalto,
hoja, viento y ellos conmigo. Las ltimas lneas desaparecen y el
movimiento mueve al movimiento. Hace un tiempo largo le un artculo
de Carl Sagan, se viene a mi mente en ese momento, recuerdo que
comparaba al mundo con una pecera con camarones en su interior,
recuerdo adems su insistencia en la conexin, en la interdependencia
de esos objetos gigantes que somos nosotros y nuestro mundo
visible, en su insistencia sobre la responsabilidad que tiene
elevar la mano y accionar en ese mundo, su insistencia en que ningn
tipo de conciencia o supra conciencia exterior poda detener la mano
que se eleva con violencia contra nosotros mismos. Lo le en mi
cuarto de infancia, una luz tenue golpeaba sobre mis manos.III.
Entonces vuelvo otra vez insistentemente a la descripcin cuntica
del mundo y me pregunto porque si todo est aquejado de
potencialidad, y por lo tanto nuestra experiencia se ve todo el
tiempo desecha, y se nos impone frgil, porque no podemos pensar en
lo otro sin localizarlo, sin una relatividad a un absoluto. Porque
toda delgadez de ser, que en este caso sera esta no localizacin
cuntica se debe entender como una ausencia de comprensin de la
realidad? IV. Si bien mi apego al caminar para pensar siempre se ve
atravesado por la reflexin del discurso cientfico sobre el mundo,
no voy a nombrar aqu algn conocimiento cientfico que compruebe de
forma irrefutable la importancia y la caracterstica nica de las
lgrimas de llorar, su composicin qumica diferenciada, su origen en
una parte particular del cerebro relacionada al lenguaje o algn
otro dato observacional del estilo. Todo esto no sera ms que una
treta de ocultamiento de un discurso, que es otro y solo para
hacerlo ms decible, ms creble, mas pensable. Para darle Razn de
Ser. Para que la ciencia impida la sonrisa o la sorna. [Para
justificar que se puede pensar en algn estatus ontolgico de la
fragilidad de la lgrima como acceso de comprensin de la realidad
sin temor a lo que se nombra.]V. Aparece el discurso de la ciencia
aqu porque es el Tratado de las Lagrimas el que conmueve al
pensamiento a preguntarse sobre la comprensin de la realidad,
conmueve por la fragilidad de su esfuerzo, y ah su vitalidad, su
fuerza evocadora, su potencia filosfica, su atrevimiento. Quizs la
pregunta sea Que el Logos ha dejado de nombrar, entonces el
discurso del Nombre Inefable irrumpe en el pensamiento del Logos
por excelencia? Y tambin, por mas inspiradora que sea la descripcin
de un mundo no local, acaso la descripcin cuntica del mundo fsico
no es el ultimo, en el sentido del ms novedoso, esfuerzo por
apropiarse de la alteridad irreductible y retornarla a lo Uno?
VI. Pareciera muy difcil escribir sobre la lgrima en este
momento incluso hasta parecera casi superfluo, porque no en cambio
adentrarnos mejor en anlisis sobre el estado de las polticas
actuales de normativizacin de los cuerpos, o elaborar alguna agenda
poltica de colectivizacin de los individuos que son invisibilizados
por los sistemas actuales de intercambio simblico. Parecera casi
ingenuo hablar de las lagrimas en un mundo donde los rditos
econmicos definen a quien se considera humano o humanizable, donde
tantos cuerpos son adyectizados y condenados al abandono, al lmite
del mundo, a la muerte civil, publica y fsica. Tomar la palabra
para nombrar ese rastro inefable sobre el rostro parecera absurdo.
Pero, y si importara pensar la fragilidad irreductible de un
cuerpo, de todo cuerpo, si el significado de la belleza efmera de
la fragilidad de un cuerpo, del cuerpo de la lagrima, belleza frgil
del cuerpo cuntico, tambin, porque no; la belleza frgil de Dios, de
las lagrimas de Dios, importara como comprensin de la realidad. Que
podra aportarnos un pensamiento sobre la posibilidad de la ruptura
a cada instante, un pensamiento sobre el esfuerzo de cuidar de la
fragilidad de las cosas, del ser, del sujeto, del bien, del mal,
del conocimiento, de la fragilidad de Dios, la fragilidad del
alma.VII. Si la imposibilidad de retener la belleza fuera una buena
descripcin del mundo visible, si todo rodara como las lgrimas en el
rostro? La bsqueda del arte de la conmocin esttica sera entonces la
bsqueda de esa lgrima para arar la apacible quietud de la impasible
sonrisa del mundo, la inmovilidad del ojo seco ante las pantallas,
el odo ensordecido por las imgenes, ese odo que no alcanza a
escuchar el grito penetrante de la victima bajo la musicalizacin
apaciguadora de la palabra guionada de la meloda que acuna, de la
imagen que impone unos ojos ensangrentados sin habla, ya. La
apacible quietud de una sociedad que silencia y denuncia toda
fragilidad de la belleza. VIII. Me llama a estas pginas esa
inquietud. La inquietud que reside en mis lgrimas. En las lgrimas
derramadas. Una inquietud para la que no habr calma. Y no la
espero. Cuando acontezca la calma habr muerto. Es la inquietud de
residir bajo la sombra del Ser. Muchas veces pienso que vivimos el
triunfo del hitlerismo que enarbola un concepto de belleza que es
la hiper normatividad de la carne, algo mucho ms profundo que la
biopoltica de la vida, que ha creado grandes campos de concentracin
donde vctimas y victimarios comparten el trabajo mutuo de
contemplar la vida con ojos impasibles, con carnes ordenadas. Que
residen bajo la sombra del Ser y no estn inquietos. Sera que quizs
el mundo no ha llorado aun?IX. Parece haberse destinado a la mujer
y por ende a todos sus homnimos, los otros, los abyectos, al exilio
del ser, y al suceder esto, este se habra quedado eternamente
encerrado en s y fuera de s, disociado, girando sin poder
alcanzarse nunca, escindido. Y acontece el problema: se puede vivir
sin retornar a si? Quin es el mismo? Se podra pensar que el sujeto
no es uno, ni nico ni el otro. Disolver la evidencia del mundo.
Disolver la experiencia de s. Disolverse en lgrimas. Conjugarse en
algo ms all o ms ac. Pensar un Dios que no necesita de nuestra fe.
Un Dios que no nos necesita. Al que le vuelvo la espalda para tomar
la lagrima del que est a mi lado, para llorar frente al que me
pega, mirarlo al rostro, ver como no hay lgrimas en l. Como ha
quedado prendado en el retiro de s mismo.
X. Algn otro, fiel a s mismo puede tomar mi cuerpo porque puede
nombrarlo a mi cuerpo, lo nombra, le impone una sea, lo marca, lo
apresa, le dice humano. Todos somos cuerpos, humanos, menos
aquellos que nos permiten decir que lo somos. Esos, los abyectos
son enumerados y clasificados, iluminados, testimoniados,
humanizados quirrgicamente, legalmente en la transformacin de sus
cuerpos o en la aniquilacin de los mismos. As podemos pensar a la
guerra como la accin de cubrir el rostro del otro con un manto y
tomar su vida como se toma una manzana de un rbol.
XI. En este estado de cosas solo la abyeccin parecera que
permitira nombrar al humano, todo lo que el abyecto no es y debera
llegar a ser. ltimamente he ledo bajo diferentes consignas en mi
nombre no, quizs deberamos agregar una ms: en mi nombre no llame a
amansar a nadie. Ni a instruir, ni a contener. Aunque mi nombre no
es Humano, ni Humanidad, ni Humanismo, se nos llama, se nos llama
la gente, l@s otr@s, los humanos, la humanidad. No quieras
salvarme. Has como el Inefable, retrate a llorar por m.
XII. Pensar el sujeto como la experiencia extrema de la
alteridad es pensar un sujeto aquejado de delgadez de sustancia.
Pensar una alteridad que viene del cuerpo mismo, que es el cuerpo
mismo: las lgrimas. Llorar por ti. Velar por ti. [Llorar por un
Dios que sufre por el exilio de s mismo.] [Sufre de s mismo, sufre
su propia excentricidad.] Ir en su ayuda, escuchar su llamada,
tenderle la mano en auxilio, tomar la mano del hermano, llorar por
ti, dejar abiertas todas las puertas de mis anhelos. Ayudar al
Nombre Inefable, consolar su rostro baado en lgrimas. Ir hacia
donde te ocultas. Hacia la intemperie. Las lgrimas. La fuente. El
agua. La vida: Esa alteridad que viene de lo ms profundo, polvo de
estrellas que se hace agua, lo mo, lo extranjero. El instante. El
instante de la belleza. El instante de la vida. El instante del
bien.
XIII. El bien ha venido a m por personas que difcilmente tienen
fe en un Dios o en un Dios bueno o en el Bien a secas. Quin soy yo
para adjudicar a sus actos de amor una premisa tal mas all de ellos
mismos, anterior, una alianza previa a su nacimiento y a sus
elecciones, a su ejercicio de la verdad sobre el mundo? No se podra
hacer un giro? No tener puesta la fe en Dios, sino en el que me
habla. Llorar por la fragilidad, por el sufrimiento de lo
incomparable por la fragilidad del bien. Su huella en los rostros.
La nica alianza no con la ley, ni la corporizacin de la ley, sino
con la voz que balbucea en mis odos alguna palabra de consuelo.
XIV. El solitario esfuerzo de sobreponerse a lo que Levinas
llama la cotideanidad del Hay indiferenciado, de tomar la mano, la
palabra, no por referencia a un Bien Absoluto. Escapando a la
vigilancia de lo Absoluto. Ese esfuerzo por poder desprenderse de
la ligazn estrecha con el dolor y la muerte, que muchas veces se
convierte en la propia identidad de la existencia, ese esfuerzo que
requiere un instante de apertura extrema hacia la alteridad, eso es
cuidar de la fragilidad del bien, eso es la responsabilidad con lo
que puede romperse, la responsabilidad de la fragilidad mortal del
otro ante m. Ese esfuerzo que no es evidente, que su retorica se
asocia muchas veces despectivamente a la fe de los ordinarios, a
una fe ordinaria, a una fe de entre casa, de postal rosa. Ese
esfuerzo que requiere no extender la mano para acariciar el rostro,
sino dejarse acariciar la mano con el rostro del otro. Esa simple
accin del rostro acariciando a la mano puede conmover el dolor,
alterarlo. Dejarme acariciar por el rostro del otro, por la
alteridad indecible de su piel. Por qu invierto los trminos? Por qu
digo que el rostro acaricie la mano?, porque la mano toma, prensa,
el rostro est desnudo, dejarme acariciar por el rostro del otro es
ser responsable por esa desnudes ante mi mano que puede daar.
Acariciar el rostro del otro no con mi mano sino con su rostro. XV.
Es con el rostro del sobreviviente que ha sobrevivido, que ahora
continua, ms all del fin, con el que no queremos enfrentarnos.
Soportamos el relato del dolor con el conocimiento de que ha
acaecido una sobrevivencia, alguien se ha salvado, un hroe. Pero es
ms difcil el relato no de los hroes sobrevivientes sino de los
rostros que sobreviven a la sobrevivencia. La memoria debe
recuperar no solo el relato del recuerdo del sobreviviente, sino el
relato del que fue sobreviviente y hoy vive. La memoria de ese que
dice: Yo he sido perro, he dormido asustado en el suelo. Con esa
alteridad indecible tenemos la responsabilidad de la reparacin.
XVI. Las lgrimas traen a la memoria que no nos podemos emancipar de
la emocin, de esa agua en nuestro interior que golpea como el mar
contra la arena. El agua recuerda la vida, la inquietud, la
fragilidad, la desnudez: la intemperie bajo el agua de tus lgrimas,
de la lluvia, las lgrimas dicen afuera, apelan a una exterioridad
radicalmente otra, la lgrima llama, toma la palabra y la hace
carne, extiende el cuerpo a la intemperie, aparece el surco de las
aguas en tu rostro ante m. Aunque no me encuentres, aunque no te
espere.
XVII. Quin soy yo? El cuerpo, que tambin se escapa de entre las
manos. Con mayor precisin el rostro: que es cuerpo y a la vez mas
que eso. Jean Amery le pregunta a su doble en el espejo, se
pregunta en la soledad previa al suicidio donde ha acontecido la
obnubilacin de todo significado, en un texto donde la geografa del
desgarro del Hay, la imposibilidad de salida del s mismo se
desgrana hacia un retorno predecible al encierro. Este testigo de s
mismo, este testigo que se acalla por mano propia un tiempo despus
de escribir ese texto, este testigo que eleva la mano contra s
mismo y contra su rostro y su doble, este testigo no atestigua
acaso sin quererlo la necesidad de la apertura hacia la alteridad.
Amery, que ha soportado la esttica del hitlerismo en su cuerpo como
tantos otros atestigua que lo que llamamos locura es el silencio
del pensamiento que no siempre implica el silencio de la razn,
quizs la locura sea un enceguecimiento de luz no una falta de la
misma. El sujeto moderno esta bajo la luz de la razn, la locura del
amor del sujeto a s mismo, a su propia idea, a la locura de un amor
totalitario. El otro moderno es solo el doble, el pliegue del
sujeto. Y su desaparicin, la del sujeto y su doble, la vanidad
insoportable de los discursos de la promesa de un tiempo mejor. El
consuelo de la Idea o la Filosofa, consuelos de resignacin que
enmudecen al mundo.XVIII. Si pudiramos tomar la palabra, quizs
hasta eludir el Nombre, ausentarse de la Soberana de ser dueos de
si, estar con el otro o perder lquido, perder algo propio e
inaugurar un lazo con el otro, deshacerse en lgrimas, correr como
el agua hacia el otro, no el doble, no la imagen especular. Si
pudiramos tomar la palabra y balbucear al odo, y escuchar
ausentndonos del s mismo. Si pudiramos pensar en la intemperie,
abdicando la lgrima. XIX. Pero nuestro mundo parece estar signado
por la detentacin del discurso, se vive una vida donde no hay
espacio para la indeterminacin. Una sociedad que espera el consuelo
de que cada cuerpo este inscripto y determinado, que nada escape a
la clasificacin so pena de la aniquilacin. Que vive el tiempo de la
remuneracin, que insiste en conocer a la alteridad por el s mismo,
que pareciera que lo nico que quiere es reducirse a una
enciclopedia clasificatoria. Donde la negacin de la alteridad se ha
vuelto la esttica de las cosas y del cuidado de s. XX. Tomar la
palabra en este estado de cosas es una actitud tica, una actitud de
responsabilidad con la alteridad indecible, la nica palabra que
importa no es la que nombra un cuerpo cercano es la que hace un
ejercicio tico de decir la indeterminacin. La palabra que dice
alguien, y en ese acto se expone a la alteridad irreductible del
@tr@, del no saber, ese no saber que est inscripto en mi cuerpo
alterno tambin, en mi habla, poner a disposicin el no saber para
pensar fuera del Ser, en la apertura del afuera, en la
potencialidad de no hacer, no ser, no saber.
XXI. El consuelo del tiempo. El consuelo de la razn. El olvido
de la pena. El hasto. La distancia. El estigma. Parecen un mal sueo
del que podramos despertar llorando, y quizs, mas all de la
banalidad de la metfora, y lo no onrico que esta dice al ausentarlo
sea una posibilidad tica. Llorar para despertar a la endeble
felicidad ante la vida. La fragilidad. Ante el abismo del mal, ese
estertor humilde que subira desde nuestro interior nos elevara a la
comprensin de la alteridad que en su indeterminacin, inconclusin,
en su imposibilidad de consuelo total nos abrira a la fragilidad
del amor, del deseo, de la caricia: a la fragilidad del Bien. Lo
efmero, la lagrima, lo frgil vencera la muerte como dadora de todo
sentido.
Catherine Chalier, Tratado de las Lgrimas. Fragilidad de Dios,
Fragilidad del alma. Ediciones Sigueme. Salamanca. 2007.
Catherine Chalier, La Huella del Infinito. Emmanuel Levinas y la
fuente hebrea. Herder Editorial. Barcelona. 2004.
Jean Amry, Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la
muerte voluntaria. pg. 4. Pre-textos. Valencia. 1999.
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