Crearás justo aquello que condenas

Lo que condenas lo crearás en tu relación

Emitir juicios de valor sobre personas, situaciones o incluso de tus propios actos u omisiones, es parte de tu naturaleza humana. El origen de tus juicios está en la comparación de, al menos, dos cosas, lo que está sucediendo y lo que realmente te hubiera gustado que sucediera.

Cada uno de tus juicios forman una opinión en relación a algo que te hace sentir bien o te hace sentir mal. Por lo tanto, dentro de ti, habita un juez que enjuicia y condena a diario. Y ¿qué es lo que tu juez interior condena? Obviamente todo aquello que no te gusta porque te produce insatisfacción, malestar o alguna forma de dolor.

Lo que realmente condenas es, pues, el dolor y, por supuesto, todo lo que te lo produce. Y lo condenas porque mantienes la ilusión de que si

algo te duele es malo, negativo y por lo tanto hay que desterrarlo; y ciertamente así lo parece, pero el dolor no es solo negativo. El dolor es

imprescindible en la vida, sin él no podrías existir en la realidad. Un aspecto positivo del dolor físico es que gracias a él retiras tu mano de una superficie caliente. El dolor que sientes salva tu mano, luego, te

ayuda “protegiéndote”. El dolor sirve de guía para que aprendas lo que aún no sabes permitiéndote hacer las cosas de forma distinta.

La fantasía más común es asumir que el dolor es un defecto de la vida. Condenar el dolor significa no querer sentirlo, rechazarlo o desterrarlo. Y condenarlo significa condenar una parte de la vida. La razón por la que condenas el dolor es por tienes miedo a sentirlo y a lo que pueda ocurrirte. Tu miedo te hace huir del dolor buscando el placer a través de experiencias que asumes que serán solo positivas.

Pero no existe tal cosa que se llama sólo positiva o

sólo negativa en sí misma. Lo único que existe son

eventos o experiencias y lo importante es lo que tú

haces con lo que te pasa. Y esta es la lección de oro

de la vida. Cuando rechazas  el dolor, es

como si le dijeras a la vida “estás equivocada”. Y

decir semejante barbaridad es anteponer tu ignorancia ante la inteligencia innata

de la naturaleza.

La consecuencia de buscar el placer huyendo del dolor es que

creas en tu mente “ideales imaginarios”. Todos los ideales imaginarios coinciden en una cosa: son fantasías vestidas principalmente de cualidades

positivas o en el que las cualidades negativas pesan a

penas unos gramos. Por ejemplo, entre los ideales de

pareja más comunes están “es que mi pareja siempre tiene que

apoyarme”, o  “siempre tiene que estar cuando la necesito”, o

“siempre tiene que escucharme”, “mi pareja me

tiene que dar más felicidad que tristezas”, o “más satisfacciones

que frustraciones”, o “más atención que desatención”…

Las parejas “ideales” traen desengaño y frustración porque no existen parejas que sean solo positivas o más positivas que negativas. El

desengaño y la frustración es dolor en forma de sufrimiento. Luego, aquello de lo que huías te lo has encontrado inevitablemente. Cuanto más condenes, niegues o rechaces el dolor o el aspecto que llamas

negativo de la vida, más sufrimiento experimentas.

La vida es todo lo que existe, es una fuerza tan poderosa, que incluso aquello que llamas muerte está incluido en ella. No hay nada al margen o fuera de la vida. Todos los seres humanos con sus actos y omisiones

forman la vida y condenar una parte de la vida es, sin darte cuenta, condenar una parte de ti mismo. Y pretender sentirte pleno habiendo

condenado la mitad de ti es una tarea poco probable por no decir inalcanzable.

La parte que rechaces, niegues o condenes de ti, es la que con

más intensidad te va a mostrar tu pareja a través de sus actos,

omisiones o palabras. Los juicios que proyectes sobre tu pareja,

son el reflejo de la parte de ti que niegas tener, ser o actuar o, si la reconoces, no te gusta y la tratas

de ocultar. Al hacerlo, estás condenando esa parte de ti en el

silencio y, las veces que no puedes evitar que se exprese, te

culpabilizarás por no haberlo evitado. Y culpabilizarte es una forma refinada de condenarte al

sufrimiento

No estás aquí para tener razón sobre qué es lo positivo o negativo en la vida, tampoco para ser solo positivo y mucho menos para sufrir. Estás

aquí para aprender a abrazar tus dos lados, el que te gusta y el que no te gusta, tu lado destructor y constructor, porque ambos son necesarios para crear tu vida y tus relaciones. Por eso, tu pareja, lo único que va a hacer, por activa o por pasiva, es recordarte esa parte de ti de la que no

eres consciente.

¿Te imaginas estar condenado “sólo a escuchar”? ¿Te imaginas estar condenado a estar “sólo donde otros quieren que estés”? ¿Te imaginas estar condenado a tener “sólo que apoyar” causas o actitudes que no se alinean contigo? Esto sería la gran condena, pues es la pena de no

tener libertad de ser tu mismo y de no poder hacer a través de tu voluntad.

Y nadie quiere esto para ti. Por eso, aquello que rechaces o condenes de la vida, lo vas a atraer, te vas a convertir en ello o lo vas a crear de alguna

manera en tu vida a través de tu relación de pareja, pues experimentándolo en tu piel es la forma de aprender que lo que llamas

negativo y tienes miedo de vivir no es tan monstruoso como habías imaginado. Y esta es la forma de abrazarte, de amarte y de crecer en la

vida.

Basado en un texto

de Oscar Durán-Yates

publicado en la

revista digital:

http://uakix.com/

José Luis