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1 Juventudes Libertarias de Madrid es un grupo federado a la Federación Ibérica de Juven- tudes Libertarias, que pretende agrupar jóvenes de ambos se- xos, sin distinción de etnias ni color que sientan las inquietudes sociales y el deseo de una supe- ración que haga del ser humano un ser social e individualmente libre y un igual ante sus semejantes. Luchamos contra cualquier autoridad y todos aque- llos poderes que obstaculizan la total emancipación del ser humano. www.juventudeslibertariasmadrid.wordpress.com [email protected] Julio-Agosto 2014, Madrid. No. 1 / Gratuito Un contragolpe en términos futbolísticos es una re- acción de un equipo que tras defenderse con éxito de una intentona del equipo rival, intenta hacer lo propio, aprovechando el repliegue del contrario. En términos más generales, un contragolpe es una respuesta que viene precedida también de un golpe previo recibido. Golpes recibidos en forma de represión a nuestras lu- chas, golpes recibidos cuando desahucian a nuestros ve- cinos, despiden a nuestros/as amigos/as o simplemente, explotan, humillan y asesinan a nuestros/as iguales aquí o en cualquier parte del mundo. Cansados de recibir y poner la otra mejilla, cansados de que nos digan cómo, de qué forma y en qué márgenes debemos canalizar nuestra frustración (ya sea votando, ya sea movilizados como rebaño para beneplácito del dirigente de turno o ya sea saliendo de fiesta) decidimos devolver golpe por golpe, aquellos que ellos nos habían dado (y nos están dando). Con nuestra lucha, que no cesa. Con nuestras propias fuerzas y capacidades. Esta metáfora explica el nombre de nuestra publi- cación y también de una situación de conflicto social en la que dos bandos pelean (ellos, los que tienen todo a costa de nosotros, los que no tenemos nada). No- sotros y nosotras, somos parte activa de ese conflicto, como anarquistas y, como estudiantes, desempleados, trabajadores/as o cualquier categoría social que se en- marque dentro de un término más amplio que recoja a todos aquellos que sufren y padecen la explotación y el control sobre sus vidas y se encuetran desposeídos de sus capacidades (capacidad de desarrollarse como seres plenos y conscientes, capacidad de producir aquello que se necesita para vivir la vida con dignidad y cubrir tam- bién sus necesidades vitales). Nuestros golpes son la autorganización, la soli- daridad, la acción directa (la acción sin delegar en in- termediarios de ningún tipo, ni políticos, ni jueces ni policías…), el federalismo (la libre unión bajo el libre pacto), la autogestión, la huelga, el sabotaje, la propa- ganda, esta publicación, las barricadas, la complicidad, la afinidad, la palabra y todo aquello que tengamos a nuestro alcance. Nuestros golpes tienen un objetivo: terminar de una vez por todas con este maldito sistema, con el Estado y el Capital y sus gestores. O lo que es lo mismo: la lucha por la anarquía. Editorial Editorial, pg.1 / La República y la cuestión monárquico-cebollil española, pg.2 / Oportunismo, Podemos y nuevo lavado de cara del Sistema, pg.2 / Adoptando términos que no nos pertenecen, pg.5 / Las bocas del lobo, pg.7
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Contragolpes 1

Dec 15, 2015

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Amanda Barry

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Juventudes Libertarias de Madrid es un grupo federado a la Federación Ibérica de Juven-tudes Libertarias, que pretende agrupar jóvenes de ambos se-xos, sin distinción de etnias ni color que sientan las inquietudes sociales y el deseo de una supe-ración que haga del ser humano

un ser social e individualmente libre y un igual ante sus semejantes.

Luchamos contra cualquier autoridad y todos aque-llos poderes que obstaculizan la total emancipación del ser humano.

www.juventudeslibertariasmadrid.wordpress.comjjllmadrid@riseup.net

Julio-Agosto 2014, Madrid. No. 1 / Gratuito

Un contragolpe en términos futbolísticos es una re-acción de un equipo que tras defenderse con éxito de una intentona del equipo rival, intenta hacer lo propio, aprovechando el repliegue del contrario. En términos más generales, un contragolpe es una respuesta que viene precedida también de un golpe previo recibido. Golpes recibidos en forma de represión a nuestras lu-chas, golpes recibidos cuando desahucian a nuestros ve-cinos, despiden a nuestros/as amigos/as o simplemente,

explotan, humillan y asesinan a nuestros/as iguales aquí o en cualquier parte del mundo.

Cansados de recibir y poner la otra mejilla, cansados de que nos digan cómo, de qué forma y en qué márgenes debemos canalizar nuestra frustración (ya sea votando, ya sea movilizados como rebaño para beneplácito del dirigente de turno o ya sea saliendo de fiesta) decidimos devolver golpe por golpe, aquellos que ellos nos habían dado (y nos están dando). Con nuestra lucha, que no cesa. Con nuestras propias fuerzas y capacidades.

Esta metáfora explica el nombre de nuestra publi-cación y también de una situación de conflicto social en la que dos bandos pelean (ellos, los que tienen todo a costa de nosotros, los que no tenemos nada). No-sotros y nosotras, somos parte activa de ese conflicto, como anarquistas y, como estudiantes, desempleados, trabajadores/as o cualquier categoría social que se en-marque dentro de un término más amplio que recoja a todos aquellos que sufren y padecen la explotación y el control sobre sus vidas y se encuetran desposeídos de sus capacidades (capacidad de desarrollarse como seres plenos y conscientes, capacidad de producir aquello que se necesita para vivir la vida con dignidad y cubrir tam-bién sus necesidades vitales).

Nuestros golpes son la autorganización, la soli-daridad, la acción directa (la acción sin delegar en in-termediarios de ningún tipo, ni políticos, ni jueces ni policías…), el federalismo (la libre unión bajo el libre pacto), la autogestión, la huelga, el sabotaje, la propa-ganda, esta publicación, las barricadas, la complicidad, la afinidad, la palabra y todo aquello que tengamos a nuestro alcance. Nuestros golpes tienen un objetivo: terminar de una vez por todas con este maldito sistema, con el Estado y el Capital y sus gestores. O lo que es lo mismo: la lucha por la anarquía.

Editorial

Editorial, pg.1 / La República y la cuestión monárquico-cebollil española, pg.2 / Oportunismo, Podemos y nuevo lavado de cara del Sistema, pg.2 / Adoptando términos que no nos pertenecen, pg.5 / Las bocas del lobo, pg.7

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La República y la cuestión monárquico-cebollil española

Juancar abdicó. Y las capas de la cebolla de la cuestión monárquica española, sueltan sus respectivos tufillos. Por un lado, está la capa de los/as monárquicos/as ran-cios/as, aquellos/as defensores/as de la burguesía y de la clase dirigente más rancia que durante siglos ha orbi - tado en torno a la monarquía. Defensores/as a ultranza del símbolo monárquico, claman porque todo siga igual sin un solo pero. En otra capa, muy cercana a la ante-rior, están los/as defensores/as de una modernización de la monarquía (institución moderna por excelencia donde las haya), que hablan de transparencia, de reno-vación, de monarquía ciudadana (no podía faltar)… ante los desmanes y evidentes muestras de automutilación de la monarquía y sus corruptas cabezas visibles. Estas dos capas, son las capas más feas de la cebolla y aunque traten de diferenciarse en apariencia, en el fondo aspi-ran a ser la mano derecha de la institución monárquica y disfrutar de su sombra.

De otro lado de la cebolla, más bonita y apetitosa se encuentran aquellos/as que, indignados/as, exigen que el “pueblo español elija y tenga derecho a decidir”. No les gusta que el/la Jefe del Estado no sea elegido/a me-diante el voto y el sufragio universal, como en países más serios (véase Alemania, Suiza o EEUU, auténticos regímenes de libertad, ¿no?). La elección, la autodeter-minación de la que estos/as se llevan la boca se reduce a una papeleta, a un voto. Un lavado de cara de la misma Democracia, aquella que obtiene de las/os propias/os dominadas/os, oprimidas/os y explotadas/os la legi-timidad, aquella que gestiona el dominio, la explotación, el racismo, el sexismo y, en fin, todas las consecuencias de un sistema basado en la delegación y la autoridad, bajo la careta democrática.

Nosotras/os, como anarquistas, no queremos nin-guna capa de esta cebolla. No queremos ni monarquía, ni república, ni ningún amo/a. Abogamos por la lucha contra toda forma de gobierno, abogamos por la au-toorganización, sin líderes ni jerarquías de ningún tipo. Las/os oprimidas/os y explotadas/os estamos hartos de que nos tutelen, que dirijan nuestras vidas. Ha lle-gado nuestra hora, vamos a acabar con todo lo que nos oprime, bajo cualquier forma. No queremos una gestión democrática de nuestra miseria, queremos acabar con la miseria. El paro, el hambre, la falta de oportunidades, la falta de vivienda, el tedio del trabajo asalariado, la muerte y las guerras del tercer mundo… Pueden ser ges-tionadas por una república o por una monarquía parla-mentaria. Fuego a todas ellas.

Ni dios, ni amo, ni república

Oportunismo, Podemos y nuevo lavado de cara del Sistema

“Pero entonces, no basta con la legislación punitiva y las fuer-zas antidisturbios: hay que utilizar a los partidos y sindicatos al-ternativos, a las coaliciones electorales y las plataformas cívicas, a los movimientos sociales y vecinales, con el fin de apaciguar el descontento y reconducirlo por vías políticas y sociales legalistas. Uno se duerme en una asamblea de “indignados” y se despierta votando a Izquierda Unida o a Los Verdes. Y mientras tanto, la clase política, el verdadero Partido del Estado, salva su modus vivendi.”

Miquel Amorós, Clase media, partitocracia y fascismo (2013)

El oportunismo político en las luchas y movimien-tos populares y revolucionarios es algo que siempre ha existido, de manera latente, por dos motivos: porque el enemigo siempre está al acecho para hacer trizas todo aquello que le ponga en peligro; y porque en ocasiones el esfuerzo y cansancio de la lucha y el deseo de cambios inmediatos y muy concretos provocan que el Discurso impuesto por aquellos que cuentan con el Poder (Esta-do-Capital) cale en compañeros/as que terminan por entrar en el juego y las reglas del Sistema. Señalar este oportunismo, por todo lo que tiene de contrarevolucio-nario y reformista, es necesario si queremos avanzar en el camino de la lucha que nos permita destruir aquello que nos oprime, es decir, el Capital, el Estado y todo tipo de autoridad.

Nuevos partidos, mismo Sistema

Hemos visto cómo en las últimas elecciones europeas ha tomado protagonismo una nueva fuerza parlamen-taria y electoralista llamada ‘Podemos’. Si hacemos men-ción a ello no es para contribuir al ruido y circo mediáti-co que ha ayudado a que ‘Podemos’ se convierta en el producto casi de moda, sobre todo en ciertos ámbitos de ‘la izquierda’, sino porque entendemos que es necesario analizar cómo nuevas fuerzas políticas, que se presen-tan como renovadoras y con discursos con tintes su - pu estamente transformadores, contribuyen, en defini-tiva, a darle un lavado de cara al Sistema, perpetuando todo aquello que nos mantiene en la explotación y la obediencia.

Ejemplos como el de ‘Podemos’ nos demuestran cómo el Sistema, en sus peores momentos, de descrei-miento generalizado, puede salir legitimado de nuevo1. ‘Podemos’ se encuentra impulsado mediáticamente, de forma principal, por Pablo Iglesias, el cual durante el último año y medio se ha paseado por las tertulias te -

1.  “en una atmósfera de confusión y en ausencia de una conciencia clara, las crisis solamente agravan el proceso de descomposición. La mentalidad nihilista y el oportunismo ocupan el lugar de la conciencia de clase, trabajando contra la formación de un sujeto revolucionario” Miquel Amorós, Clase media, partitocracia y fascismo (2013)

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l evisivas burguesas; televisiones que le seguían llaman-do porque resultaba útil como producto mediático; tras ello, después de unos cuantos meses en los cuales las tel-evisiones burguesas machacaban a los espectadores con su rostro y su discurso, de una manera muy democrática y en unas claras condiciones de “igualdad” con el resto de candidatos desconocidos, Pablo Iglesias se presentó a un proceso de ‘primarias’ en el partido político de nue-va formación ‘Podemos’, y finalmente, ¡cómo no!, salió elegido, lo que le ha permitido llegar hasta el punto de que su rostro fuera el logo del Partido.

Podemos, pero ¿queremos volver a tropezar con la piedra del reformismo?

Al margen del papel de ‘cara visible’ de Pablo Iglesias, y otros personajes como Juan Carlos Monedero, quienes cuentan ya con un historial de práctica trepa y politicu-cha, ‘Podemos’ es un ejemplo más de formación política que vende un discurso supuestamente transgresor, pero que en realidad no se sale del juego que impone el Sis-tema, y el discurso que vende, a lo sumo, es el discurso de una clase media que se siente indignada por el in-cumplimiento de las promesas de sus gobernantes. Este tipo de formaciones le hacen un gran favor al Sistema: vuelven a hacer creer a la gente -a cierta gente- que la vía electoralista y parlamentaria nos podrá propor-cionar algún día la solución a nuestros problemas.

Or ganizaciones como esta benefician al Poder en su raíz primaria: venden el discurso, con formas pseudorevolu-cionarias, de que cualquier cambio posible pue de y debe hacerse a través de los instrumentos y las estructuras del propio Poder, en este caso, a través del parlamen-tarismo, los procesos electorales, el delegacionismo, la representatividad, etcétera.

El ascenso a cuarta fuerza política electoralista en las elecciones europeas de ‘Podemos’ ha permitido que algunas personas vuelvan a creer que el Parlamento y las distintas instituciones del Poder son válidas y útiles para luchar; ciertamente es un gran logro político, pero un logro que únicamente beneficia al enemigo y a sus in-tereses. Ejemplos como el de ‘Podemos’ y otras fuerzas políticas “de izquierdas” parlamentaristas presentan un claro peligro: la desmovilización en la calle, la desacti-vación de la lucha en las calles al margen del Sistema y contra él mediante la autorganización, la horizontali-dad y el no-delegacionismo, el vaciar de contenido por tanto lemas (que no deben ser sólo lemas, sino prácti-cas) conocidos por todos como ‘la lucha está en la calle, y no en el parlamento’; pues aunque planteen híbridos entre lo asambleario y lo parlamentario (mediante los ‘círculos’ que componen Podemos, por ejemplo) no de-jan de ser un partido político2, una formación política que ha asumido entrar en los cauces y las estructuras del Poder -del Enemigo-, una formación política que no nos presenta al Estado como algo por sí mismo negativo, destinado a ser destruido, sino que nos lo presenta, a la viaja usanza marxista, como un instrumento que pue-de ser tomado “por nosotros/as” con consecuencias

2.  Aquí encontramos un ejemplo de reapropiación por parte del Sistema de instrumentos revolucionarios como lo puede ser el asamblearismo; reapropiación que tiene una consecuencia directa: desactivar la fuerza de ese instru-mento, vaciarlo de su carácter radical y transformador. El Sistema, el Estado-Capital pueden asumir y mantener en la legalidad electoral a un partido que, al parecer, cuenta con asambleas, puesto que ello no le pone en peligro en abso-luto, no cuestiona las estructuras más esenciales del propio Sistema; de este modo, tienen cabida las “asambleas” o, por ejemplo, el “fede ralismo”, en tanto cuanto dichos instrumen-tos estén integrados en el Sistema y en su lógica. Porque es necesario recordar que una asamblea, en sí misma y como tal, no tiene porqué ser algo revolucionario, transformador y liberador, ya que para ello ésta tiene que estar sostenida sobre unos principios y unas ideas revolucionarias y trans-formadoras; algunas comunidades de vecinos y propieta rios funcionan en “asamblea”, lo cual no las convierte en sujetos políticos revolucionarios. El hecho de que las asambleas se encuentren integradas en un partido político, invalida todo contenido revolucionario, puesto que un partido en sí mis-mo es una estructura jerárquica, atravesada en todos sus aspectos por el principio de autoridad, el cual niega la li-bertad, la capacidad y la autonomía colectiva e individual; por otra parte, un partido político se encuentra integrado, como ya hemos dicho, en el Sistema al que supuestamente pretenden combatir, cuando sin ese Sistema no podría exi-stir.

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positivas; formaciones políticas como esta venden en su discurso una supuesta contraposición entre Estado y Capitalismo, como si el uno se pudiera enfrentar al otro, tratando de hacer olvidar que Estado y Capital se necesi-tan mutuamente, necesaria e inevitablemente, tratando de hacer olvidar por lo tanto que el Estado y el Capital deben ser destruidos por completo pues son ambos los que nos perpetúan en la explotación, la jerarquización, el delegacionismo y la obediencia.

Queda claro que la vía parlamentaria y electora lista funciona como instrumento contrarevolucionario, y vemos además que el discurso propuesto, como era de esperar, no se sale de los márgenes establecidos, no es capaz de transmitir un discurso de lucha de clases, de necesidad de revolución social, supuestamente porque, según Pablo Iglesias, la gente no lo va a entender (de-mostrando así su paternalismo patológico), pero en rea-lidad esto es así porque sujetos como Pablo Iglesias, y formaciones como ‘Podemos’, no son ni vías ni alterna-tivas que se planteen enfrentarse al Sistema, sino que a lo máximo que llegan es a intentar hacernos creer que la causa de nuestros problemas es el bipartidismo, la co rrupción política o el no-control de “los mercados”. Como decíamos, el discurso no sale de la indignación de una clase media que se siente engañada porque no le han dado lo que le prometieron sus legítimos gobernantes. El propio nombre de la formación, ‘Podemos’, juega al confusionismo y a la venta publi-citaria de ilusión como si ésta fuera una mercancía más, porque sí, es cierto, podemos, ¿pero qué es lo que queremos hacer?: ¿man-tener las estructuras autoritarias que atraviesan nuestra vida social e individual? ¿controlar democráticamente al Capital -como si eso fuera posible- en vez de destruirlo? ¿dejar en pie el Estado, el cual representa la culminación del principio de autoridad y la cristalización de la clase dominante? ¿acometer reformas en un Sistema que en sí mismo, en su propia raíz, es la causa de todos nuestros problemas sociales, políticos, económicos, culturales, humanita-rios, etcétera?; es evidente que podemos tropezar en la misma piedra de siempre, en la piedra que nos pone el Sistema siempre en medio, la piedra del delegacio-nismo, de la representatividad, de las falsas promesas, la piedra del reformismo, la cual es el mayor obstáculo para el cambio radical, una piedra gigantesca en el camino de la revolución social, la cual es la única vía que nos puede permitir construir un mundo absolu-tamente nuevo y diferente.

Resulta curioso por ejemplo que ‘Es la hora de la gen-te’ sea uno de los eslóganes que ha utilizado Podemos, en la línea del discurso confusionista y vacío que im-pulsan; porque debemos preguntar: el policía, el em-presario, el carcelero, el gobernante, el banquero... ¿for-man parte de la ‘gente’?; vemos aquí un intento más de proporcionar un discurso que en definitiva nos quiere decir que las clases sociales ya no existen. Otro eslogan utilizado en la campaña electoral fue: ‘¿Cuánto hace que no votas con ilusión?’; ese eslogan esconde un evidente

mensaje: ¡recupera la ilusión por los partidos políticos, por los procesos electorales, por el Parlamento! ¡vuelve a ilusionarte y a confiar en aquellos que quieren aspirar a gobernarte!, ¿hay algo que pueda beneficiar más al Sis-tema que un mensaje como ése? Por lo tanto, compro-bamos claramente que es un discurso que no cuestiona los partidos políticos en sí mismos, el Parlamento en sí mismo, a los políticos en sí mismos, al capitalismo en sí mismo, al Estado como tal, al principio de autoridad en cualquiera de sus versiones; por el contrario, contribuye a perpetuar todo esos conceptos y realidades puesto que participan en el discurso mediático, el cual dice que los partidos, los políticos, los mercados y el Estado son algo necesario y positivo, que a lo sumo debe ser gestionado ‘democráticamente’; sin embargo, no dicen que el cam-bio no pasa por su gestión democrática, sino por su des-trucción, para construir un mundo nuevo sobre valores y estructuras absolutamente diferentes. Y sólo podre-mos construir ese mundo nuevo, basado en la igualdad, la libertad, la horizontalidad, el asamblea rismo y la ac-ción directa, mediante la coherencia, es decir, utilizando medios e instrumentos en la lucha adecuados a nuestros fines, por lo tanto, medios basados también en la hori-zontalidad, la acción directa, la igualdad...

Conclusiones para un llamamiento a la vía revolucionaria

Dos cosas están muy claras: es absurdo pensar que el enemigo va a permitir que se usen sus propias estruc-turas para destruirlo (la historia lo ha demostrado de manera sobrada ya); y por otra parte, es absurdo pensar que podemos alcanzar ese mundo nuevo, si hoy, aquí y ahora, actuamos de manera incoherente, valiéndonos de instrumentos jerárquicos, delegacionistas y reformistas como lo es, siempre, un partido político.

En estos tiempos de “crisis”, que en realidad sólo es una etapa en la que se reajustan las condiciones de ex-plotación que sufrimos día a día, y ante un nuevo lavado de cara de los medios del Poder, es necesario difundir tanto en el plano teórico como en el plano práctico, los valores y los instrumentos de los cuales siempre se ha validado el proletariado revolucionario: la acción direc-ta, la solidaridad, el apoyo mutuo, la autogestión, la hori-zontalidad, el asamblearismo, el federalismo... Y aunque algunos/as no dejen de repetir que la estrategia es lo único que importa, es necesario recordar que sólo en base a esos principios y ese modo de práctica, la estrate-gia podrá ser eficaz respecto a los fines que persegui-mos, pudiendo avanzar en el camino del cambio revolu-cionario; sólo así podremos desenmascarar además a l@s oportunistas, demostrando que tan sólo los medios revolucionarios que se sitúan al margen del Sistema, de su lógica y de sus valores, podrán acabar destruyendo al propio Sistema, y el Sistema no es más que el Estado y el Capital, y todas las estructuras que los mantienen con vida, como los Parlamentos y los partidos políticos (todos los partidos políticos).

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Adoptando términos que no nos pertenecen;aportaciones para una superaciónde la democracia

El presente texto ha sido extraído de un análisis más extenso de la Democracia elaborado por los compañeras y compañeros de la publicación Terra Cremada nº2, de Barcelona. El artículo en cuestión, Adoptando términos que no nos pertenecen; aportaciones para una supe-ración de la democracia y la parte que seleccionamos aporta interesante reflexiones sobre las implicaciones negativas que tiene la asunción por nuestra parte de términos que no nos pertenecen, es decir, insertos en la lógica del sistema. Sin querer o queriendo, al final, repro-ducimos aquello que intentamos combatir (la Democra-cia, el Estado…). A su vez, el artículo del Terra Cremada diserta los distintos pilares sobre los que se apoya la De-mocracia como sistema político de dominio. A pesar de que podamos mantener algunas discrepancias puntuales con el análisis teórico del que parten –el texto no se es-cribe desde una óptica específicamente anarquista o al menos, no exclusivamente- recomendamos encarecida-mente su lectura así como el resto de artículos y números de la publicación.

¿Por qué hablar de democracia? ¿Es que no tenemos nuestros propios términos?

La mayoría de nosotras, en un momento u otro, ante la aparente carencia de palabras que definan nuestro modo de organizarnos comúnmente, hemos decidido poner adjetivos que puedan ajustar lo que ya cono-cemos a nuestras voluntades emancipadoras. Así pues, han aparecido en boca de muchas de nosotras –o per-sonas cercanas– términos como democracia directa, democracia inclusiva, deliberativa, participativa, hori-zontal, etc. Al fin y al cabo, adjetivos que amoldan lo existente a nuestra necesidad de explicar un modo de organización que todavía desconocemos. El problema acontece en el momento en que las personas que sabe-mos que lo que queremos y por lo que luchamos es por una sociedad en la que nuestras actividades no se efectúen de manera separada las unas de las otras, ni a partir de nadie que medie nuestras relaciones, aca-bamos por separar entre lo político, lo económico, lo medioambiental o lo relacional1. Pensamos que esto se debe a la dificultad que tenemos de imaginarnos posi-bles más allá de los que ya conocemos y que acabamos por adecuar nuestras propuestas y discursos en base a mejoras sobre lo establecido imposibilitando así ningún tipo de ruptura real con lo preexistente. Esto se debe a la presión por parte de la lógica positivista/racional de elaborar un discurso propositivo en confrontación a lo que no queremos.

1.  Si nuestras miserias vienen marcadas por esta separ-ación, su superación no puede venir por operar en una de sus partes. El cooperativismo no puede acabar con la ex-plotación capitalista porque lo que quiere es gestionar el trabajo, de la misma manera que el asamblearismo no pu-ede acabar con el Estado porque propone otra manera de administrar esta sociedad.

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Si no utilizamos términos como democracia direc-ta es porque no nos conformarnos con un modelo de organización estática, no queremos predefinir cómo tiene que ser nuestra manera de organizarnos mien-tras ésta no implique un abuso de autoridad. ¿Por qué ponerle un nombre a nuestro modo de organización social cuando ya disponemos de términos que nos orientan en nuestra lucha? Llamémoslo comunismo o anarquía; a veces nos perdemos en el camino.

¿Por qué ponerle adjetivos a la democracia? Ante-poner otra democracia a la que ya existe parte de dos errores fundamentales: o realmente es algo opuesto a aquello que ya está –en su calidad– y entonces ya es-tamos hablando de otra cosa –¿por qué llamarle de-mocracia entonces?–, o bien estamos hablando de lo mismo y lo que pedimos es más democracia. En este último caso no conseguimos salirnos de los límites que nos marca el capitalismo, más bien lo contrario.

Y ahora, ¿somos capaces de hablar por nosotras mismas?

A base de hablar por las demás, a fuerza de ha-blar para las demás, hemos olvidado cómo hablar en primera persona. A base de repetición y rutina nos hemos descuidado de decir lo que realmente quere-mos y, por decir y volver a decir aquello que no he-mos deseado realmente pero que nos imaginábamos mucho más comprensible para las otras, hemos acabado atrofiando nuestra palabra. La palabra que no es nuestra nos ha acabado invadiendo, ocupando un espacio al que pensábamos que no le habíamos dado entrada, instalándose y desarmando los gritos que todavía llevamos dentro. ¿Dónde están nuestras palabras? Colonizadas, decepcionadas, esperan im-pacientes que aprendamos a perder el miedo.

Es posible que el callejón sin salida en el que ac-tualmente nos encontramos se deba –en buena me-dida– a la necesidad de que, inscritas en la tradición revolucionaria del pasado, nuestra lucha tenga una proyección aglutinadora, es decir, que la revolución será una cuestión de masas o no será. No estamos di-ciendo que la revolución –o incluso la insurrección– no tenga que ver con una unión de muchas más perso-nas que no las que estamos actualmente, pero lo que sí que decimos es que demasiadas veces buscamos crear simpatía hacia nuestras luchas y que, por eso, éstas acaban despotencializándose. En un terreno marcado por el consumo y la mercancía, la voluntad aglutinadora acaba conformándose en la venta de un nuevo producto; al aproximar la revolución no como una cuestión de implicación y complicidad sino como

una cuestión de atracción. La adhesión se da a partir de la necesidad de tener un discurso cómodo que sea agradable aunque no nos lo creamos, en vez de un discurso que pueda incomodar y provoque antipatía, a pesar de que sea el que pensemos. Preguntémonos si a partir de discursos que no provoquen ninguna distorsión en la normalidad seremos capaces de su-perarla.

En la amalgama de gente que pasea aislada y hermé-tica por las calles de esta ciudad pocas tienen ganas de superar su miseria, pero hay, y es a ellas a las que nos tendremos que dirigir, conscientes que las palabras que buscan cómo crear rupturas sólo serán escuchadas por aquéllas que deseen una ruptura real, no por las que quieran palabras complacientes. Tan sólo podemos hablar a aquéllas que tienen ganas de escuchar, aqué-llas que están predispuestas. Lo que queremos señalar es que no encontraremos complicidades reales si no empezamos a hablar por nosotras y no por aquello que presuponemos que las otras querrán escuchar. Si emprendemos este debate es porque observamos que demasiadas veces ante la poca aceptación de nues-tros discursos o ante la aparente carencia de simpatía

por parte de «el resto de la población» nos sentimos impotentes y caemos en la inactividad o, por otro lado, buscamos ac-tividades que puedan ser

asumidas por la mayoría descuidando a las que en una asamblea multitudinaria no serían consensuadas. Este ideal aglutinador nos hace caer a menudo en luchas posibilistas; nos hace buscar afinidades allá donde todo discurso se vuelve ambiguo; allá donde nuestras luchas ya no implican una interrupción de la cotidiani-dad; allá donde no hay ruptura hay sólo una acomo-dación al espectáculo democrático, un fortalecimiento de éste. Si esperamos a actuar cuando todo el mundo esté de acuerdo lo más probable es que acabemos por no hacer nada.

Nos hemos volcado a suavizar nuestro discurso, nuestras prácticas y nuestras formas para hacerlas comprensibles al resto debido a un estigma autoim-puesto –agravado por la supuesta y a veces inexistente opinión pública– que nos ha dificultado mostrarnos transparentes y que nos empuja a sentir como ilíci-tas nuestras prácticas habituales o nuestras vindica-ciones.

“Nos hemos vol-cado a suavizar

nuestro discurso, nuestras prácticas y nuestras formas

para hacerlas com-prensibles al resto.”

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Las bocas del loboPolicía, comisarías y sufunción represiva

Las comisarías son un importantísimo centro de apoyo a la represión estatal. Su proliferación en ba-rrios obreros, viene orquestada por los medios de co-municación burgueses y su casi enfermiza campaña permanente de presentar a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado como hermanas de la caridad, a la par de ser constantemente respaldadas al cum plir una función social tan importante como preservar el orden, la seguridad y los derechos en las sociedades democráticas. Incautación de drogas, desmantela-miento de redes de narcotráfico, trata de blancas, de explotación sexual de mujeres, cursos de seguridad vial y civismo en las escuelas… La policía se presenta a ojos de la “opinión pública” como la máxima expresión del Estado-cuidador de sus ciudadanos. No es de extrañar que para el/la ciudadanx medio bien pensante habitar cerca de una comisaría suponga motivo para sentirse a gusto y segu-ro. O bueno, “casi seguros”, porque si algo es seguro en las sociedades democráticas es que la gestión de los dirigentes del “miedo” como forma de gobernar, hace que la búsqueda de seguridad sea una constante que nunca logramos alcanzar.

Olvidadas, silenciadas o apenas nombradas quedan las otras labores policiales como el control de la po-blación, la persecución sistemática de inmigrantes, la represión a la disidencia, el hostigamiento de la po-breza y criminalización de la misma, la protección de los intereses de la propiedad privada y el consumo en detrimento del espacio público, donde la única socia-bilidad permitida es la que sigue la lógica del dinero, de la mercancía y la sumisión a la autoridad. Y silencia-das e ignoradas, son las prácticas policiales de tortura, porque claro, en democracia no se tortura. Da igual que las llamadas de atención vengan de instituciones ofi-ciales1 sobre la tortura ejercida por los mercenarios del Estado o el goteo silencioso de muertos bajo custodia del Estado en cárceles, comisarías y centros de meno-res2. Las comisarías son, por lo tanto, importantes cen-tros de represión, en tanto que aportan una presencia del control policial en las calles, así como cumplir con la tarea de informatizar la información sobre las perso-nas (todas potenciales delincuentes) y se otorga apoyo logístico al control social. Las comisarías son a su vez, edificios que sirven para recordarnos a nosotrxs y a nuestrxs vecinos del barrio que “ahí está el Estado” y llega donde hace falta. Es una manifestación del Poder a la vuelta de la esquina, al lado de donde compramos el pan.

1.http://www.eldiario.es/norte/almargen/Espana-tortura_6_228237176.html o http://www.eldiario.es/agendapublica/impacto_social/Espana-Tribunal-Europeo-Derechos-Humanos_0_185481580.html

2.    http://www.prevenciontortura.org/general/muertes-bajo-custodia-en-el-estado-espanol-du-rante-2013/

El caso concreto del “Guantánamo de Moratalaz”. Centro neurálgico represivo en Madrid.

La Comisaría de Policía Nacional de Moratalaz merece una mención aparte. Esta comisaría alberga en la panza de la bestia el Registro Central de Deteni-dos. O sea, que la gran mayoría de los/as detenidos/as, sino todos, antes de ser puestos en libertad o envia-dos a prisión, pasan por Moratalaz. Además, aquí se en-cuentra la Brigada 21 de la Brigada Provincial de Infor-mación, encargada de la vigilancia y seguimiento de los grupos antisistema, así como las dotaciones de cuerpos policiales antidisturbios (UIP). Todo activista social de-tenido por su actividad política en Madrid tiene paso obligado por esta infecta cloaca del Estado.

Las denuncias de malos tratos –o sea, torturas en distintas formas- se suceden a lo largo del tiempo. Las más recientes, a raíz de las detenciones en las Marchas de la Dignidad del 22M, donde lxs detenidxs cuentan que fueron obligados a permanecer de pie varias ho-ras con los brazos levantados mientras recibían golpes y vejaciones; testimonios de los/as detenidxs3 durante las movilizaciones de “Rodea el Congreso”4; sin olvidar las torturas y malos tratos que llevaron al cierre de un Centro de Internamiento de Extranjeros tras nu-merosos luchas de los/as internos/as5. A esto a de añadírsele los innumerables casos de torturas que sim-plemente no trascienden o que por diversas razones no son sacadas a la luz.

Moratalaz es una pieza clave en las labores repre-sivas del Estado en la Comunidad de Madrid. Esta co-misaría ejemplifica la cara más dura del Estado cuando deja caer la careta democrática y enseña su verdadera esencia: la violencia coactiva, la tortura, el control so-cial, el seguimiento y hostigamiento a la disidencia; los barrotes, las celdas y los muros de hormigón donde en-cerrar a las personas por su condición de rebeldes o de pobres.

Cuando los vecinos/as de un barrio deciden cerrar una comisaría

La planificación urbanística, es decir, la intencionali-dad que desde el Poder se tiene en desarrollar de una determinada manera el entorno urbano (o no urbano, refirámonos a ello como “territorio”) –las calles, las ave-nidas, los parques, las obras faraónicas como Eurovegas o el famosísimo proyecto de bulevarización de una calle

3.  http://www.eldiario.es/sociedad/horas-pared-bra-zos-denuncian-detenidos_0_242176310.html

4.  http://www.europapress.es/nacional/noticia-dete-nidos-25s-denuncian-mas-80-policias-torturas-detencion-ilegal-20121220133102.html

5.  https://www.diagonalperiodico.net/libertades/la-siniestra-fama-la-comisaria-moratalaz.html

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Contragolpes / Órgano de expresión de Juventudes Libertarias de Madrid - FIJL

del barrio burgales de Gamonal, la cons-trucción de grandes superficies de ocio dirigido, las Redes de Muy Alta Tensión (MAT), grandes vías de comunicación como autovías, Trenes de Alta Velocidad (TAV)…- acorde a sus intereses, basada en el control social y el desarrollo del consumo, es un proceso que lleva implícito resistencias más o menos conscientes de la población. El conflicto social, la guerra social, se ma-nifiesta de forma cruda en nuestros barrios y pueblos, es decir, en nuestro entorno a través de las agresiones y resistencias que el Estado y el Capital generan en la construcción de su mundo. No siempre tienen un cariz revolucionario o transformador, a veces, no pasan más de estallidos de justa y digna ra-bia (que no dejan de poner en jaque los planes de los dirigentes), otras, si consiguen impregnarse con ideas transformadoras y dan muestra de la presencia de ideas auténticamente trasgresoras y revolucionarias, como fue el caso de la revuelta griega en el conocido “Diciem-bre griego” del año 2008.

El caso concreto del control policial evidencia que la Policía es especialmente “pesada” con la juventud obrera y/o concienciada políticamente, tan “pesada” que llega a cometer asesinatos de chavales en su labor cotidiana represiva. Y con pesadez nos referimos a una violencia estructural del sistema contra los pobres, como método de amordazamiento para que nada amenace ni rompa la normalidad, porque de forma más fanática que en las dictaduras, en las Democracias, la normalidad y la paz social se apoyan sobre el control de uniformados arma-dos insertados en todos los ámbitos de nuestra vida. Y a veces la presión es tal, que unos chavales mueren elec-trocutados huyendo de la policía en una barriada franc-esa, un policía dispara en la tripa de un joven anarquista en Exarhia (Atenas) o la Policía Metropolitana londin-ense acribilla a balazos a un joven padre de familia de Tottenham (Londres).

El brotar de esta epidemia de rabia atemoriza a los mandos policiales (y también al madero de mierda patrullero), gobernantes y periodistas. Y a su vez, da a estos últimos junto con psicólogos, pedagogos, soció-logos y demás encargados de elaborar los discursos del sistema disfrazado de “análisis sociales” para cubrir es-pacios en periódicos y programas de televisión donde reflexionar sobre la violencia y la juventud, la falta de valores tradicionales de respeto y obediencia. Por otro lado, los mismos especialistas de la izquierda (mismos perros, distinto collar) hablarían de la necesidad de me-joras sociales (más educación y servicios sociales en general) más trabajadores y educadores sociales, más planes de integración. Falsa dualidad de discurso que deja sin apenas arañar, de un modo u otro, la violen-cia estructural de un sistema podrido hasta los huesos y que en las barriadas de todo el mundo se clava en la realidades de millones de personas de explotados y oprimidos del planeta. Los saqueos, los ataques más o menos organizados a la policía, los daños valorados en millones de euros (sin comparación con el dinero que

políticos y empresarios roban bajo coartada legal o ile-gal) van más allá de una mera protesta ciudadana que reivindique mejoras sociales o ser la consecuencia de falta de “valores tradicionales”. Son una expresión de to-das esas minorías acostumbradas a ser bombardeadas con mensajes que les dicen que para ser felices tienen que nadar en una abundancia de consumo banal a la que nunca podrán acceder, aquellos que las instituciones democráticas no pueden representar ni integrar pues rompen de lleno con la figura del “ciudadano” prototípi-co blanco y de clase media, aquellos acostumbrados a ver su vida controlada y dirigida en la familia, escuela y barrio por mercenarios del Estado. Son las mismas pro-letarias de hace décadas antes de ser integradas en las ruedas del consumo y la representatividad del dinero. No tienen un proyecto claro de emancipación y muchos de ellos no aspirarían a otra cosa que no salir del ghetto en el que se encuentran, otros quizás ya tienen miras más altas. En cualquier caso, son los vecinos y vecinas de los barrios, que llenos de rabia contra el sistema que los esclaviza, controla y margina, también los mata y entonces, de forma colectiva, se arrastran a cerrar las comisarías de sus barrios6. Y en su camino dejan una ola de desolación (muchas veces contra propiedades de otros/as vecinos suyos/as).

¡A por las bocas y por el lobo!La proliferación de comisarías y otros centros admin-

istrativos de la represión del Estado va a ir en aumento. Las democracias construyen su entramado represivo vistiéndolo de modernidad, progreso y seguridad. Las comisarías, unidos a la presencia policial de patrul-las, maderos de paisano, cámaras de video-vigilancia, seguridad privada… son los tentáculos de la bestia del Estado que pretende colonizar todo rincón de vida de nuestros barrios. Bien, es la hora de plantarles cara, me-diante las armas que los y las libertarias siempre han utilizado: la solidaridad, el apoyo mutuo, la horizontali-dad, la autogestión y la acción directa, es decir, la acción de los propios implicados en la lucha sin delegar en ter-ceros (jueces, políticxs…). Si conseguimos extender es-tas prácticas y las ideas libertarias, conseguiremos do-tar a esta guerra social en marcha de unas bases sólidas que construyan una verdadera pesadilla para las clases dirigentes y a la vez que empezamos a vislumbrar la es-peranza de un mundo nuevo. Llevar la rabia a nuestros barrios y que esta estalle contra sus comisarías y asedi-arlas de cualquier forma cuando retengan ahí a nuestros compañeros/as pasa a ser una cuestión fundamental si queremos expulsar toda forma de autoridad de nues-tras vidas.nuestros barrios y que esta estalle contra sus comisarías y asediarlas de cualquier forma cuando retengan ahí a nuestros compañeros/as pasa a ser una cuestión fundamental si queremos expulsar toda forma de autoridad de nuestras vidas.

6.  La represión en estas revueltas es brutal. Los distur-bios de agosto de 2011 en Londres, por ejemplo, se saldaron con más de 1200 detenidos/as. Muchos de ellos condenados y olvidados tras las semanas de disturbios.