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Anurio Antropolgico/2013, Braslia, UnB, 2014, v. 39, n. 2:
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Conocimiento, historia y lugares sagrados. La formacin del
sistema regional del alto ro Negro
desde una visn interdisciplinar
Luis CaynUnB
Thiago ChaconUnB
Introduccin1Cuando, en compaa de indgenas, se navega por las
aguas de los majestuo-
sos ros de la regin nororiental del Noroeste Amaznico, una de
las cosas que ms llama la atencin de investigadores, en especial
antroplogos y lingistas, es el inters de los indios por conversar
sobre los lugares por donde se transi-ta.2 Algunas veces, se pasa
por un sitio y se cuenta una historia breve. En otras ocasiones,
con un poco de antecedencia, apuntan hacia la orilla del ro y
comen-tan, como invitando a imitarlos, que est prohibido ver tal
piedra porque puede generar ceguera y, a continuacin, giran su
cabeza en la direccin opuesta; una vez sobrepasado el lugar, se
vuelve a la normalidad y se escucha algn tipo de ex-plicacin sobre
la prohibicin. Las explicaciones sobre los lugares no se limitan a
los forasteros pues hacen parte de los dilogos constantes entre los
propios in-dgenas, no apenas para pasar el tiempo durante los
viajes sino como una manera de hacer sentir el lugar en dimensiones
ms profundas. Estas actitudes hacia los lugares han sido
constatadas en varios ros de la regin, en cuencas separadas, e
independientemente de sus tamaos: en ros grandes como el Apaporis,
el Vaups o el ro Negro, en afluentes medianos como el Pir-paran, el
Tiqui, el Isana, el Aiar, el Paupur, el Querar, e inclusive en
riachuelos como cao Toaka o el igarap Markriya.
Una de las particularidades de estos sitios es la presencia de
petroglifos, al-gunos de ellos apenas visibles durante los perodos
secos cuando los ros estn bajos, y que llamaron mucho la atencin de
los primeros viajeros que visitaron la regin con fines cientficos
(Stradelli, 2009; Koch-Grnberg, 2010), pero, qui-zs, lo ms
destacado es que todos esos lugares tienen nombres y hacen parte de
un conjunto de narrativas asociadas a un conocimiento y a una
manera particular de entender el mundo que explica, entre otras
cosas, la historia de ocupacin de la regin y las conexiones entre
los pueblos indgenas hablantes de lenguas
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tukano oriental, arawak, nadahup y kkua-nukak (mak) que ocupan
la zona fronteriza entre Colombia, Brasil y Venezuela. En ese
sentido, las narrativas indgenas sobre los lugares son
fundamentales para entender la historia regional.
En los ltimos aos, la historia cultural de la Amazonia ha
sufrido grandes transformaciones debido a nuevos descubrimientos de
la arqueologa, la lings-tica, la etnologa y la historia. Las
visiones que predominaron por dcadas sobre los pueblos indgenas de
la Amazonia aseguraban que las sociedades de bosque tropical
estaban limitados por las condiciones ecolgicas de la selva, por lo
cual las tribus consistan en pequeos agrupamientos de aldeas
autnomas, iguali-tarias, sin estratificacin social marcada ni
centralizacin poltica, con tecnolo-ga rudimentaria y basados en un
sistema agrcola de baja productividad. Basados en esas ideas,
varios autores se empearon en demostrar que las diferentes for-mas
de organizacin social amaznica eran una respuesta adaptativa a las
carac-tersticas y limitaciones ambientales (Meggers, 1989; Neves,
1992). Estas ideas comenzaron a ser revaluadas, entre otros, por
aportes de la arqueologa (Roose-velt, 1992) que indicaban la
existencia de grandes cacicazgos amaznicos en el pasado as como de
grandes redes comerciales, y de la etnobiologa (Anderson &
Posey, 1988; Posey, 1987a, 1987b; Bale, 1992, 1993) que
evidenciaron que la selva haba sido y contina siendo manipulada y
transformada por las pobla-ciones indgenas mediante sus prcticas
agrcolas, pues las modificaciones am-bientales resultantes de la
actividad humana son responsables, en buena medida, de la gran
diversidad amaznica. En los ltimos aos, las investigaciones han
demostrado tanto la existencia, desde hace cerca de dos mil aos, de
complejos sistemas regionales de integracin ligados por enormes
redes de intercambio que conectaban la selva amaznica con el
Caribe, los Andes y, posiblemente, el Pac-fico, como un enorme
dinamismo que incluy el aumento de la poblacin, de la densidad de
las redes sociales y de la complejidad poltica en el milenio
anterior a la llegada de los europeos (Fausto & Heckenberger,
2007:1).
En ese nuevo escenario, las ideas sobre la expansin de las
lenguas y de los elementos culturales arawak a travs de las rutas
comerciales ligadas por varios de los ros principales de la cuenca
amaznica fue fundamental. Esa expansin, de acuerdo con Hornborg
(2005), Hornborg y Hill (2011) y Hornborg y Eri-ksen (2011), no
debe ser entendida como el crecimiento y dispersin de una
determinada poblacin biolgica sino como el resultado de la
etnognesis, un proceso sociocultural continuo de negociaciones,
incorporaciones e imitaciones intertnicas que condujeron al
establecimiento y reproduccin de una identidad regional comn
(Hornborg & Eriksen, 2011:132). En la actualidad, se cons-tata
que en regiones separadas de Suramrica los hablantes de lenguas
arawak
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conviven con pueblos hablantes de lenguas diferentes y forman
sistemas regio-nales multilinges como en el alto Xing o en el
Noroeste Amaznico, cada sistema con caractersticas propias, pero en
ambos se enfatiza en el intercambio, la jerarqua y la vida
ceremonial, en oposicin a otras regiones de la Amazonia donde estas
caractersticas no parecen tan marcadas. Estas peculiaridades de los
hablantes de lenguas arawak tambin han sido descritas histricamente
en las Antillas y las Guyanas, o en el oriente peruano; por ello,
Hill y Santos-Gra-nero (2002) y Santos-Granero (2002) afirman que
hay una matriz arawak en la que persisten ciertos principios
organizativos y un ethos distintivo en medio del continuo
intercambio de ideas, valores, prcticas, conocimientos con pueblos
vecinos y que favorece el surgimiento de identidades transtnicas en
las que se puede conservar la lengua y asumir el ethos de algn
vecino, o cambiar de len-gua y mantener el ethos arawak; en otras
palabras, por ejemplo, ha habido y hay, al mismo tiempo, procesos
de arawakizacin de los tukano y de tukanizacin de los arawak en el
Noroeste Amaznico. Por todo esto, y dada la importancia histrica de
pueblos hablantes de lenguas arawak, las interacciones entre stos
con pueblos de diversas familias lingsticas ofrecen la posibilidad
de elucidar aspectos desconocidos de la historia cultural amaznica
y ponen en relieve la necesidad de integrar formas de anlisis de
diferentes disciplinas para entender mejor dicha historia.
Hornborg y Eriksen (2011) afirman que el flujo constante de
personas y genes a travs de las fronteras tnicas, as como las
distinciones culturales, son reproducidos por dispositivos sociales
totalmente separados de la reproduccin biolgica, y que estos
mecanismos dejan rastros en la distribucin de cultura material y
lenguas -ambos elementos, con gran frecuencia, son usados como
marcadores de la identidad tnica -, y en los cambios ambientales
derivados de las actividades econmicas de grupos particulares. Por
eso, es posible relacio-nar fenmenos diferentes como la distribucin
de estilos cermicos, la diver-sificacin lingstica y
transformaciones ambientales (Hornborg & Eriksen, 2011:130).
Ellos sugieren que la reconstruccin de contextos regionales
requiere del acoplamiento de diferentes tipos de informacin que
incluyen clasificaciones lingsticas, arqueologa, geografa fsica e
historia, que una vez sobrepuestas y vistas simultneamente, usando
Sistemas de Informacin Geogrfica (mapas que muestran una compleja
estructura espacio-temporal multidimensional por la correlacin de
datos de diversas disciplinas), permiten interpretaciones basadas
en comprensiones antropolgicamente slidas de las relaciones entre
ecologa, intercambio, identidad y lengua (Hornborg & Eriksen,
2011:132-133). A estas fuentes de informacin podemos sumar las
propias versiones indgenas sobre
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los procesos histricos, pues en el caso del Noroeste Amaznico la
interaccin entre hablantes de lenguas arawak y tukano orientales
encuentra un espacio pri-vilegiado para explorar las conexiones
entre el pasado y el presente en las narra-tivas relacionadas a los
lugares.
Las interpretaciones de un contexto regional, derivadas del
entrecruza-miento de las informaciones de diferentes disciplinas,
pueden ser altamente es-peculativas, una vez que los datos son en
general fragmentados e incompletos. No obstante, es importante
entender que cada disciplina, como la arqueologa, la lingstica
histrica o la etnografa, construye narrativas sobre el pasado
(Ca-bral, en este volumen) y, en esa direccin, el dilogo
interdisciplinar es proficuo y nos conduce a pensar procesos
histricos ms complejos, siempre y cuando las narrativas producidas
por alguna disciplina retroalimenten a las otras y estn abiertas a
una actualizacin permanente. Por este motivo, las narrativas
ind-genas son centrales en los dilogos interdisciplinares. Este
texto busca apenas presentar un cruce de narrativas sobre la
historia de larga duracin3 del Noroes-te Amaznico para localizarla
en el contexto general de la historia amaznica y sugerir que el
conocimiento indgena asociado a los lugares guarda ms que memorias
del proceso de formacin histrica regional y evidencia un
conoci-miento y una forma de manejo ambiental particular que fue y
es transmitido me-diante narrativas y prcticas (Hill, 2011). La
intencin es juntar algunas inter-pretaciones recientes de
especialistas en arqueologa y lingstica en la regin, mostrando
despus algunos elementos que la etnografa reciente ha elaborado
sobre los lugares para iniciar as una interlocucin con las otras
disciplinas que consideramos fructfera para continuar profundizando
nuestros conocimientos y construyendo una historia posible para el
alto ro Negro.
El sistema regional del alto ro Negro: su formacin y lugar en la
historia de la AmazoniaLa regin donde habitan en la actualidad los
pueblos hablantes de lenguas
tukano orientales, arawak, nadahup y kkua-nukak suele
denominarse alto ro Negro, en Brasil, o el Vaups, en Colombia.
Estos trminos son algo inexactos ya que con ellos estamos
refirindonos a la vasta rea comprendida entre las cuencas del alto
ro Negro y del bajo Caquet/Japur, y no exclusivamente a las cuencas
hidrogrficas del ro Negro o del ro Vaups. Sin embargo, estos
trmi-nos sirven para denominar genricamente una regin etnogrfica
que tiene unas caractersticas socioculturales nicas en el contexto
amaznico.
La dispersin de dichas particularidades era mayor en el pasado,
pues cuan-do los portugueses entraron por primera vez al ro Negro,
un poco antes de la
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primera mitad del siglo XVII, la parte baja del ro estaba
ocupada por poderosos grupos arawak, como los Manao, que eran
importantes intermediarios comer-ciales entre los Andes y las
Guyanas (Wright, 1992, 2005); tambin sabemos que haba varios grupos
arawak al norte del ro Guaviare y en la cuenca del Ori-noco, en el
rea de los Llanos de Colombia y Venezuela. Desgraciadamente, el
comercio de esclavos que se implant en la zona desde un poco antes
de la mitad del siglo XVIII, impulsado por los portugueses y que
condujo tanto a la intensi-ficacin de las guerras intertribales
como a la dispersin de enfermedades, otros violentos ciclos
extractivos, como el del caucho a comienzos del siglo XX, y las
actividades coercitivas de los misioneros tuvieron como
consecuencia la extin-cin de varios pueblos indgenas a lo largo y
ancho de toda la regin del alto ro Negro (Hugh-Jones, 1981; Wright,
1992). El proceso histrico de los ltimos tres siglos configur la
situacin actual de este territorio.
Hoy, los pueblos indgenas que componen el sistema regional del
alto ro Negro pertenecen principalmente a las familias lingsticas
arawak (Tariana, Baniwa, Wakuenai, Curripaco, Warekena, Kabiyar,
Yukuna y Matap ), tuka-no oriental (Tukano, Wanano, Pir-tapuyo,
Arapaso, Bar, Tuyuka, Pisamira, Desana, Siriano, Tatuyo, Karapana,
Barasana, Yiba mas, Makuna, Taiwano, Cubeo, Tanimuka, Letuama,
Yuruti, Yauna, Mirit-tapuyo ), nadahup (Juhup, Hupdu, Dw, Nadb) y
kkua-nukak (Kkua, Nukak), pueblos conocidos gen-ricamente como
Mak.4 En la regin tambin hay la presencia de los Carijona,
sobrevivientes de un pueblo hablante de una lengua karib, y de los
Bar, un pue-blo originalmente de lengua arawak que en la actualidad
habla nheengat o lngua geral, lengua de la familia Tup, como
consecuencia del proceso histrico de la regin. En cuanto a la
dispersin espacial, observamos que los pueblos hablantes de lenguas
arawak forman una especie de cinturn que rodea a los tukano
orien-tales, quienes estn localizados en el rea central de la
regin, donde en algunas partes interactan con grupos mak (Mapa
1).
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Mapa 1. Distribucin geogrfico de las familias lingsticas
En la actualidad, todos estos pueblos estn articulados entre s,
quizs con excepcin de los Nukak y Nadb, por diferentes circuitos y
redes de intercambio matrimonial, de objetos rituales y de cultura
material. Comparten algunas ca-ractersticas de organizacin social5
pues las unidades sociales estn compuestas por clanes patrilineales
exgamos relacionados jerrquicamente como hermanos mayores y
menores, segn el orden de nacimiento mtico, que reivindican la
posesin de territorios particulares y bienes rituales de acuerdo
con dicho or-den de nacimiento; la residencia es patri/virilocal y
la norma que regula todos los intercambios matrimoniales es la
exogamia que, en los modelos ideales para el caso tukano, adopta la
forma de exogamia lingstica, motivo por el cual el multilingismo es
una de las marcas principales de la regin. Estos pueblos tam-bin
comparten un ciclo ritual basado en la utilizacin de flautas y
trompetas sagradas durante la iniciacin masculina, conocidas
regionalmente como yuru-par o flautas de Kuwai, as como segmentos
de narrativas mticas y algunos fundamentos cosmolgicos que
estructuran y definen el uso del espacio comn que comparten.
A pesar de las semejanzas notables, hay diferencias relevantes
entre los pue-blos arawak y tukano orientales. En trminos de
organizacin social, los arawak
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se organizan en fratras exgamas, hablantes de la misma lengua,
que tienen nombres especficos y ocupan territorios contiguos
(Wright, 2005), mientras que los tukano orientales forman fratras
sin denominacin particular a partir de grupos que se conciben como
hermanos mticos, mayores o menores, o hijos de madre pero que
hablan lenguas distintas y no habitan territorios adyacen-tes;6 al
mismo tiempo, hay excepciones que muestran situaciones intermedias,
como por ejemplo los Kubeo que hablan una lengua tukano y se
organizan en fratras al estilo de los hablantes arawak, o los
Tariano que han perdido casi to-talmente la lengua arawak y hoy son
hablantes de tukano, con quienes se casan frecuentemente. Con
relacin a ciertos principios socio-cosmolgicos, la mayo-ra de los
grupos tukano orientales relatan que tienen una Anaconda ancestral
o Anaconda-canoa particular de la cual emergieron en la regin los
antepasados de los clanes despus de un largo viaje iniciado en algn
lugar en el oriente, muchas veces localizado en la desembocadura
del Amazonas o en la confluencia del ro Negro y el Amazonas; por su
parte, las mitologas arawak no hablan de ninguna Anaconda ancestral
pero s de los viajes de los demiurgos, siempre con principio y fin
en el alto ro Negro, y que llegaron a lugares tan distantes como
las desembocaduras del Orinoco y del Amazonas (Hill, 2011): algunas
de las huellas de aquellos viajes son los petroglifos que los
demiurgos dejaron en varios lugares. Cuando comparamos los relatos
mticos, vemos que los recorridos de los demiurgos arawak abarcan un
espacio mucho ms amplio que el cubierto por los relatos sobre los
trayectos de las Anacondas ancestrales, que seran apenas un
fragmento de estos viajes. Esto ha hecho suponer a algunos autores
que los arawak habitan la regin mucho tiempo antes que los tukano
orientales.
Pero, quizs, el mayor contraste en la regin se da entre los
pueblos arawak y tukano orientales con los pueblos conocidos como
Mak. A diferencia de los primeros que prefieren vivir a orillas de
los ros, en grandes malocas o en al-deas, subsistiendo
preferencialmente de la pesca y de la agricultura, en especial de
los productos derivados de la mandioca brava, los Mak se
caracterizan por preferir la caza y la recoleccin de frutas
silvestres y vivir en las cabeceras de los ros, recorriendo
permanentemente diversos interfluvios y construyendo cam-pamentos
temporales. Diversos grupos mak mantienen estrechas relaciones de
intercambio de servicios con algunos grupos tukano orientales,
relacin que ha sido interpretada equivocadamente como una forma de
servidumbre: a cambio de derivados de la mandioca brava y de otros
productos agrcolas, los Mak ofre-cen eventualmente servicios
chamnicos, de caza o de trabajo para los Tukano orientales, quines
muchas veces los localizan dentro de su estructura social pero en
una jerarqua inferior. Incluso, en ocasiones, se casan aunque es
mucho
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ms frecuente ver hombres tukano casados con mujeres mak que al
contrario. Hoy en da, existe la tendencia a la sedentarizacin y
tukanizacin de varios grupos mak, aunque se asegura que no son muy
exitosos con las labores agr-colas porque stas no les gustan.
Ese contraste de formas de vida entre indios de ro e indios del
monte, o entre indios agricultores e indios cazadores-recolectores
ha sido importan-te para entender la historia regional anterior a
la llegada de los europeos, pues junto a la dispersin actual de los
pueblos, derivada del proceso histrico ms reciente, ha permitido
construir algunas teoras sobre el poblamiento del No-roeste
Amaznico. Nimuendaj (1982) propuso que los primeros habitantes del
rea eran unos pueblos de cultura rudimentaria de
cazadores-recolectores que desconocan, entre otras cosas, la
agricultura y la cermica, identificando esta forma de vida con los
actuales mak; ms tarde, grupos arawak provenientes del Orinoco y el
Guaina, que dominaban el cultivo de la yuca brava, la alfarera, la
construccin de canoas, entre otras, llegaron a la regin poco despus
del co-mienzo de la era cristiana, exterminando o asimilando a
algunos grupos de ca-zadores-recolectores. Ms tarde, los pueblos de
habla arawak fueron dispersados por la llegada de una invasin de
pueblos hablantes de tukano, provenientes de algn lugar en el rea
entre los ros Napo y Putumayo, en el occidente, quienes ocuparon el
bajo Vaups y sus afluentes, empujando a los arawak hacia la
peri-feria. Antes de la presencia de los blancos, una ltima invasin
arawak habra ocurrido alrededor del siglo XVIII: los Tariano
provenientes del ro Aiar enta-blaron guerras con los Tukano y
ocuparon parte del bajo Vaups. Por su parte, Reichel-Dolmatoff
(1997a, 1997b), quien conserva el contraste entre formas de vida,
sugiere que los Mak y los Arawak eran los ocupantes originales de
la regin, y eran denominados poy y behkra, respectivamente, por los
primeros tukano que llegaron al Vaups desde el oriente. Los
invasores tukano llegaron en diferentes oleadas y tenan una
horticultura incipiente, aunque dominaban el cultivo de plantas
como el tabaco y algunos alucingenos. Despus de algunas guerras y
conflictos, establecieron relaciones de intercambio matrimonial con
los Arawak, que condujeron al establecimiento de las reglas
exogmicas y a la adopcin del complejo ritual del yurupar por parte
de los Tukano orientales. En ambas teoras, los autores sugieren una
llegada tarda de los pueblos hablantes de lenguas tukano orientales
a la regin.
Investigaciones ms recientes en arqueologa y lingstica, as como
anlisis etnogrficos con herramientas tericas ms actualizadas, han
revaluado algunas de estas ideas. A partir de un evento histrico
bastante famoso en la regin, re-lacionado con la llegada de los
Tariano al ro Vaups, y al conocimiento indgena
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sobre el mismo, el arquelogo Eduardo Neves localiz el sitio la
Fortaleza en un lugar llamado Sierra del Yurupar, en medio de la
selva a unos cinco kilmetros del raudal de Yawaret (que queda en el
ro Vaups), donde existi un asenta-miento fortificado de los Tariano
mientras estaban en guerra contra los Wanano (Neves, 2012). Los
relatos orales cuentan que despus de esa guerra, los Tariano
hicieron la paz y comenzaron a casarse con varios grupos Tukano. La
excavacin de Neves demostr que la Fortaleza fue una ocupacin nica
de corta duracin y su datacin se remonta a un momento a finales del
siglo XIV o inicios del si-glo XV. Los Tariano, considerados como
el ltimo pueblo en llegar a la regin, arribaron casi tres siglos
antes de lo que se haba supuesto inicialmente, lo cual es
consistente con las evidencias lingsticas puesto que la separacin
entre las lenguas tariano y baniwa habra ocurrido alrededor de 700
aos atrs, segn los lingistas (Wright, 2005:13). Todo esto implica
que el sistema regional del alto ro Negro es pre-colonial y
estructuralmente semejante al menos desde unos siglos antes de la
llegada de los europeos (Neves, 2001, 2012). Neves tambin sugiere
que el territorio ancestral de los Tukano orientales es el ro
Papur, afluente del ro Vaups, donde estaran asentados desde
centenas de aos antes del siglo XV, que la diferenciacin de las
lenguas tukano orientales actuales fue un fenmeno reciente y
endmico de la regin, y que el contacto colonial les permiti
expandirse a zonas que quedaron deshabitadas por los cambios
demo-grficos ocasionados por las epidemias y la caza de esclavos.
Los Tukano vivan de la pesca y la agricultura basada en la mandioca
brava, aunque frente a las dificultades de abrir cultivos grandes
en terra firme, usaran un sistema agro-eco-lgico fundamentado en el
cultivo de rboles frutales como el japur y palmeras como pupua, aa
y bacaba (Neves, 2012:238).
En el bajo Vaups hay cermica datada en 2.500 aos A.P, asociada a
los arawak (Neves, 2001:282), lo cual corrobora la larga presencia
de estos pueblos en la regin. De hecho, de acuerdo con Zucchi
(2002:218-219), entre 4.000 y 3.500 aos A.P, la regin del ro Isana
ya muestra evidencias de ocupacin de grupos Proto-arawak que tenan
una agricultura incipiente y que fueron expan-dindose gradualmente
en direccin al alto ro Negro y al bajo Guaina (Zucchi, 2002:201).
Entre 3.000 y 2.500 aos A.P. un nuevo contingente de hablantes
arawak con tcnicas agrcolas ms sofisticadas y eficientes habra
llegado al Isa-na, promoviendo el aumento de la poblacin y una
ocupacin ms amplia de la regin. La expansin de los grupos arawak en
direccin al bajo ro Negro, al Orinoco y a otras reas al norte y al
este, siguieron por rutas especficas, hoy rememoradas en
narraciones mticas, en cantos y en petroglifos como los viajes de
los demiurgos. En los relatos, algunos lugares, en especial
raudales, fueron
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centrales porque en ellos se realizaron procesos rituales de
re-creacin de las sociedades (Zucchi, 2002:219). La evidencia
arqueolgica de estos procesos y de acuerdo con varios relatos
orales que localizan el origen de varios grupos hablan-tes de
lenguas arawak en un lugar llamado Hpana y hablan de las rutas
seguidas por los hroes y demiurgos, demuestran que el modelo de
expansin arawak en esta regin implic la construccin de un modelo
cosmogrfico que se aplic a los lugares que iban siendo ocupados,
mediante un proceso de escritura topo-grfica (Santos-Granero,
1998); en otras palabras, los arawak extendieron un reducido mapa
del mundo, que tena en el ro Isana sus referencias principales,
como un mecanismo para apropiarse de nuevos espacios a partir de un
modelo particular de construccin del paisaje (Zucchi,
2002:208).
Segn las evidencias, las caractersticas de los actuales pueblos
del alto ro Negro son el resultado de un largo proceso de
interaccin entre pueblos tuka-no orientales y arawak que condujo a
una forma de vida riberea basada en la agricultura de la mandioca
brava y la pesca, a una estructura social semejante y a un acervo
cosmolgico muy parecido. En gran medida, esa larga interaccin y la
predominancia de ciertas caractersticas arawak le dan su sabor
particular al sistema regional pues, salvo las afinidades
lingsticas, los pueblos tukano orientales son muy diferentes de los
tukano occidentales. Las dos ramas de la familia lingstica Tukano
comenzaron a divergir desde tiempos pre-coloniales, entre 2.000 y
2.500 aos A.P., segn Chacon (2013:237), y esa divergencia estuvo
asociada a una separacin geogrfica, quizs producida por la llegada
de un contingente de diferente familia lingstica. En efecto, las
dos ramas de esta familia lingstica se encuentran separadas por
varias centenas de kilmetros, siendo que, hoy, los pueblos
hablantes de lenguas tukano occidentales habitan principalmente en
las regiones de las partes altas de los ros Caquet/Japur y
Putumayo, as como en el bajo ro Napo, en las fronteras
Colombia-Ecuador y Colombia-Per. Esta distribucin espacial puede
suponer que el lugar original de los Proto-tukano se encontraba en
el occidente, como sostena Nimuendaj, o que llegaron desde el
oriente y luego se separaron, o que su lugar original est en alguna
rea del Noroeste Amaznico. Recientemente, Chacon (2013, 2014)
propuso que los Proto-tukano tendran como lugar de dispersin el
interfluvio de los ros Apaporis y Caquet (Chacon, 2013:236), una
vez que la nica regin donde existan remanecientes, an a comienzos
del siglo XX, de lenguas de las dos ramas era en el medio Caquet.
Esta hiptesis es plausible y nos hace pen-sar en la importancia
regional de un grupo que no ha sido considerado como fundamental en
los procesos de poblamiento de esta regin: hasta finales del siglo
XIX un pueblo de lengua karib, los Carijona, ocup un vasto
territorio
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211Luis Cayn & Thiago Chacon
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que comprenda las partes altas de los ros Vaups y Apaporis, as
como algunos afluentes importantes del medio Caquet. De esa manera,
es posible pensar que una migracin de pueblos de habla karib
proveniente o de los valles interandinos de Colombia o desde las
Guyanas, una vez que las lenguas carijona y tiriy son muy cercanas
(Derbyshire, 1999; Meira, 2006), lleg a la regin del medio Ca-quet
y separ a los Tukano, ya que hasta el siglo XIX los Carijona se
relaciona-ban con sus vecinos Kubeo, pueblo tukano oriental, en el
este, y con los tukano occidentales en el oeste (Franco, 2002:45).
Otra posibilidad de separacin de los Tukano puede derivarse de las
migraciones desde el sur de pueblos hablantes de lenguas Witoto y
Miraa que se localizaron entre los ros Caquet y Putu-mayo, aunque
suponemos que por la gran enemistad entre estos ltimos con los
Carijona, en oposicin a los intercambios que stos tenan con los
Tukano en general, la presencia Karib es ms antigua.
De acuerdo con la reconstruccin parcial de la lengua
Proto-tukano realiza-da por Chacon (2013, 2014) pueden sacarse
algunas conclusiones interesantes, una vez que, en uno de sus
trabajos, este autor escogi 107 trminos de cultura material
relacionados a diez campos semnticos (Chacon, 2013): tejido,
agricul-tura, recursos selvticos y acuticos, utensilios, nombres de
palmas y rboles frutales, insectos y otros alimentos, materiales
rituales, instrumentos de proce-samiento de la mandioca brava y el
espacio social. Chacon concluye que los gru-pos hablantes del
Proto-tukano se caracterizaban por un estilo de vida asociado a la
vida terrestre donde la caza era una fuente de comida ms importante
que los peces, tenan conocimientos sobre diversas plantas
cultivadas, incluyendo la mandioca dulce, pero su economa no estaba
especializada en el procesamiento de la mandioca brava; conocan
tambin varias fuentes diversas de alimento de la selva, en especial
palmas, y tenan conocimientos cermicos y de tejido. Esto sugiere,
primero, que en el Noroeste Amaznico coexistieron durante siglos
di-ferentes grupos de cazadores-recolectores cuyas relaciones con
la domesticacin de plantas eran diversas,7 y que, segundo, la forma
de vida de los Proto-tukano orientales inicialmente sera similar a
la de los cazadores-recolectores con agri-cultura incipiente u
oportunista (Neves, 2011) y que al iniciar los intercambios
matrimoniales con los Arawak adquirieron el complejo ritual del
yurupar, la vida riberea y el cultivo intensivo de la mandioca
brava. Algunos de los pro-ductos cultivados y frutas silvestres de
gran importancia actual que se pueden reconstruir hasta el
Proto-tukano son: aj, car, guama, ame, calabaza para maraca,
tabaco, uva o cucura, mandioca brava, moriche o burit, palma de pui
y siringa; a los que debemos aadir: caimo o abi, umar, pia o
abacaxi, aa, cubi y bacaba que se pueden recontruir hasta el
Proto-tukano oriental, lo cual
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Anurio Antropolgico/2013, Braslia, UnB, 2014, v. 39, n. 2:
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indicara que despus de la separacin del Proto-tukano, los grupos
Proto-tuka-no orientales usaron o tuvieron contacto con pueblos que
explotaban ms tipos de palmeras y frutas.
En gran medida, esta interaccin est reflejada en las narrativas
indgenas tukano orientales sobre el origen de la agricultura, e
incluso reafirma la idea de que los actuales hablantes de lenguas
tukano orientales son el producto de un largo proceso de etnognesis
que involucra la tukanizacin de los arawak y la arawakizacin de los
tukano, y que, desde su visin, implica la manera como se constituy
la humanidad. Este no fue un proceso fcil y hasta hoy existen
disputas entre aquellos grupos que se consideran los dueos de la
comida y aquellos que la recibieron, aunque no hay ninguna duda de
que la adopcin de la agricultura gracias al intercambio matrimonial
sent las bases de la humanidad actual. A pesar de que en la regin
hay varias versiones diferentes sobre el origen de la agricultura y
se insina que hubo diferentes ciclos y secuencias, es frecuen-te
encontrar dos ideas centrales:8 la generacin de la comida cultivada
a partir del cuerpo de un ser primordial o de un rbol que ya
contena todas las plantas cultivadas, y la adquisicin de la
agricultura por medio del establecimiento de un matrimonio que
incluye una serie de intercambios sucesivos caracterizados por
varios equvocos o malentendidos. Esta segunda idea es explcita en
las na-rrativas sobre el origen de la agricultura de los Makuna y
de sus vecinos, todos hablantes de lenguas tukano orientales, que
habitan en los ros Pir-paran y Apaporis. De acuerdo con los Makuna,
su ancestro Anaconda de Agua tena una hija llamada Yawira que fue
raptada por Yib, el lder de un grupo compuesto por varios animales
distintos (venados, micos, ardillas, aves) y que subsista de frutas
silvestres.9 Cuando Yib lleva a Yawira a su casa, ella pide comida
derivada de la mandioca brava y otros alimentos agrcolas, y Yib y
su gente le van ofre-ciendo una serie de productos de sus cultivos
que consideran como mandioca brava o banana, pero ninguno
corresponde a mandioca verdadera o a otras frutas verdaderas; de
hecho, eran frutas que para ella eran venenosas. Hambrienta, ella
apenas acepta comer la fruta de siringa, comida de peces, la cual
quiere llevar hasta la casa de sus padres y hermanos para que la
prueben. Entonces, Yawira visita a su padre en su maloca subacutica
y le solicita productos cultivados. La secuencia que va a conducir
a la llegada de la mandioca brava, el tabaco, la coca, la ayahuasca
y las frutas cultivadas, como la pupua y el umar, va generando una
serie de visitas y de rituales de intercambio, a los cuales Yib
lleva animales de caza ahumados, hormigas ahumadas, siringa y otras
frutas, pero esas visitas y rituales van creando malentendidos y
errores de etiqueta en el trato de Yib con su suegro y cuados, como
equivocarse en los trminos de parentesco o sentir
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213Luis Cayn & Thiago Chacon
Anurio Antropolgico/2013, Braslia, UnB, 2014, v. 39, n. 2:
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celos, y que terminan con el rapto de Yawira por otras gentes y
un viaje de Yib para rescatarla (rhem et al., 2004:495-509).
Cuando, despus de escuchar esta historia, se le pregunta a los
narradores makuna si Yib era un mak, ellos siempre afirman que no:
que Yib y su gente vivan parecido a los Mak pero no eran ese tipo
de gente, y que, de hecho, Yib es el ancestro de los Barasana, sus
cuados; tambin sostienen con ve-hemencia que si no fuera por su
ancestro Anaconda de Agua la agricultura no habra llegado a la
tierra, hecho contestado por los descendientes de Yib, los cuales
afirman que no habra agricultura sin el ingenio de su ancestro. El
relato evidencia que el intercambio entre dos tipos de gente, unos
del agua, otros de la tierra, conducen a la agricultura y a las
relaciones de intercambio matrimo-nial como hoy las conocemos. Dado
que en otras lenguas tukano orientales las palabras cognatas yib,
yeb, yepa o yehp significan tierra y hacen parte de los etnnimos
que interrelacionan a varios grupos que genricamente pueden
en-tenderse como Gente de Tierra (Yib mas, Yehp mas, etc.), que Yib
no era mak y que tena un tipo de agricultura no verdadera, es
posible identificar a Yib como un ancestro Proto-tukano oriental, y
a Anaconda de Agua, Anaconda Pez y otros ancestros acuticos,
considerados dueos de la agricultura, como pueblos originariamente
hablantes de arawak, quizs del segundo contingente que describe
Zucchi, y que comenzaron a establecerse en el rea unos 2.500 aos
A.P. Al cruzar todos estos datos, y asumiendo la idea de Neves
(2011:44) de que el presente etnogrfico amaznico empez a
construirse hace dos mil aos, podemos pensar que este sistema
regional comenz a formarse durante el primer milenio D.C.
Este proceso local de etnognesis puede enmarcarse dentro de un
contexto ms amplio en la historia amaznica que est asociado a la
aparicin de redes comerciales de larga distancia que comenzaron a
integrar la Amazonia en el pri-mer milenio D.C. y donde el papel de
pueblos hablantes de lenguas arawak fue central (Heckenberger,
2005, 2011; Hornborg & Hill, 2011; Neves, 2011). Las evidencias
arqueolgicas en varios lugares de la Amazonia demuestran que
tradi-ciones cermicas asociadas principalmente a los estilos
Barrancoide y Modelado Inciso (Incised-Modeled), relacionados a
hablantes arawak se encuentran en cuatro reas separadas (Amazonia
central, medio y bajo Orinoco, Caribe y alto Xing, adems del
Noroeste Amaznico) junto a otras caractersticas como jerarqua
social, aldeas circulares permanentes y densamente pobladas,
intensificacin de la horticultura, integracin sociopoltica
fundamentada en el intercambio y una socialidad regional enraizada
en el parentesco, la geografa (territorio) y una
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214 Conocimiento, historia y lugares sagrados
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ideologa no guerrera que privilegia las relaciones pacficas y de
intercambio (Heckenberger, 2002).
Adems de los efectos en la organizacin sociopoltica, el
crecimiento de-mogrfico y la larga duracin de los asentamientos
produjeron cambios impor-tantes en la composicin del suelo y la
vegetacin, como en el caso de los suelos antropognicos denominados
terras pretas (Petersen et al., 2001), derivados de las actividades
humanas en un mismo lugar durante varios siglos, o con la
cons-truccin de montculos y otras estructuras artificiales, y
caminos, entre otros. Neves (2011) afirma que esos cambios visibles
no estn asociados a una nica tradicin cermica, pues el registro
arqueolgico muestra una gran diversidad cultural que se reflej en
el desarrollo simultneo de distintas fases o tradiciones cermicas
en diferentes lugares, como las tradiciones Puntuado Inciso,
asociada a los hablantes de lenguas Karib de las Guyanas, o la
Cermica Policroma, aso-ciada a los hablantes de lenguas Tup en el
alto Madeira. La expansin de esta ltima tradicin cermica dej
fuertes huellas e implic cambios: alrededor del siglo XI y XII
D.C., se percibe en la Amazonia central una substitucin de los
lu-gares con Tradicin Modelado Inciso y otras tradiciones locales
por la Policroma que cubri rpidamente la vasta regin comprendida
entre el bajo Amazonas y el piedemonte andino y que mostr un cambio
en la forma de los asentamientos, los cuales evidenciaron la
construccin de estructuras defensivas, y por ello, una
intensificacin de la guerra (Neves, 2011:41).
El contraste producido por este cambio sugiere que hasta el
comienzo del segundo milenio D.C, existieron diversos sistemas
regionales multitnicos, donde los arawak interactuaban en forma
pacfica con varios pueblos de lenguas diferentes, e intercambiaban
productos dentro de una larga red de comercio de larga distancia,
donde adems haba especialidades en la produccin de acuerdo con la
ocupacin por varios pueblos distintos de nichos ecolgicos
diferentes (Hornborg, 2005), lo cual tambin sugiere la existencia
de diversos sistemas agroforestales y hortcolas en los que la
mandioca no era el cultivo predominante (Neves, 2011).10 Hornborg
(2005) sugiere que la intensificacin de la agricultura fue
incentivada por la elaboracin de bebidas fermentadas de maz y
mandioca, cuyo consumo ceremonial estaba orientado hacia el
mantenimiento de rela-ciones sociales, dentro de las que se
incluyen los lazos entre socios comercia-les, idea apoyada por los
hallazgos, en el registro arqueolgico, de vasijas de cermica para
guardar caxiri y otras bebidas fermentadas, y en las ideas que la
etnologa amaznica contempornea tiene sobre la construccin de
relaciones sociales y de parentesco. Si bien es cierto que la
llegada de los pueblos de lengua tup asociados a la Cermica
Policroma implic la intensificacin de la guerra y
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la expansin de la mandioca y la pupua, la red comercial no fue
muy afectada, como qued evidente en las descripciones de los
primeros europeos que llegaron a la Amazonia en el siglo XVI, y, de
hecho, su existencia sirvi para que prospe-rara la caza de esclavos
y se iniciaran los innumerables efectos nocivos que caus el
contacto, con sus sucesivos y desastrosos ciclos extractivos. Entre
los efectos de los ltimos cinco siglos tenemos el actual estilo de
vida basado en la agri-cultura de la mandioca brava, as como una
visin equivocada, a primera vista, de una Amazonia fragmentada,
vaca y prstina donde parece inimaginable que alguna vez hubieran
existido sociedades complejas y grandes redes comerciales.
Manejo del mundo y geografas chamnicasAdems de las terras pretas
o de los montculos, la larga presencia humana en
la selva amaznica dej otras marcas ms sutiles en la composicin
de la vegeta-cin. As, por ejemplo, lugares con grandes
concentraciones de palmeras de mo-riche (buriti) o aa, entre otras
especies, indican orgenes antropognicos. Hay evidencias
paleobotnicas que sugieren la formacin de bosques de palmeras desde
hace ms de ocho mil aos (Oliver, 2001), ya que las actividades
econmi-cas de grupos de cazadores-colectores fueron muy importantes
para la seleccin y dispersin de estas especies. Los vnculos entre
plantas y humanos son muy es-trechos y demuestran relaciones muy
antiguas, llegando en algunos casos, como en el de la pupua
(Bactris gasipaes), a una dependencia reproductiva absoluta. Como
ya fue demostrado (Bale, 1992, 1993), los efectos de las prcticas
pro-ductivas humanas son fundamentales, desde hace siglos, para la
composicin del paisaje amaznico; en ese sentido, las prcticas
agrcolas contemporneas efectuadas por los indgenas continan
realizando transformaciones ecolgicas que inciden en los procesos
reproductivos de plantas y animales (Cayn, 2011). Es evidente que
la preferencia por seleccionar o no ciertas especies trasciende a
cualquier explicacin determinista y responde a motivaciones
exclusivamente culturales (gusto, tabs, etc.), lo cual indica tanto
la existencia de diferentes tipos de conocimientos y de formas de
manejo conscientes y planificados en la Amazonia durante milenios,
como que la dispersin de plantas cultivadas, y su conocimiento
asociado, hizo parte importante de los intercambios y procesos de
etnognesis a travs de los siglos.11 El paisaje amaznico fue y es,
literalmente, construido por los humanos tanto por las acciones y
prcticas que inciden en la composicin de la vegetacin y en la
variabilidad de muchas especies, como por los significados que son
atribuidos al espacio y a los seres.
En esa direccin, es posible pensar que en la regin del alto ro
Negro el complejo tejido toponmico compuesto de lugares sagrados,
adems de remitir a
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las memorias sobre los procesos de formacin histrica tambin est
relacionado con los conocimientos asociados a una forma de manejo
ecolgico cuyos princi-pios generales han sido muy exitosos durante
por lo menos los ltimos dos mil aos. Esa forma de manejo, para los
hablantes de lenguas arawak y tukano orien-tales, se caracteriza
por ser hidrocntrico (Hill, 2011) pues, adems de estar orientado
principalmente al uso de los ros, emplea las conexiones
hidrogrficas como una matriz de conocimiento de una vastsima regin.
Como vimos arriba, existe un modelo cosmogrfico de inspiracin
arawak, a partir de los relatos de los viajes de sus demiurgos
-para los tukano orientales los trayectos de las Anacondas
ancestrales son una versin resumida-, que permite ocupar nuevos
territorios, apropiarse de ellos y construirlos a partir de sus
conceptos centrales. De acuerdo con varios autores (Hill, 1993,
2011; Vidal, 2003; Wright, 2013), los viajes mticos de los
demiurgos arawak incluyen enseanzas y conocimientos geogrficos,
ecolgicos, botnicos y zoolgicos que son enunciados por medio de
rituales y narrativas mticas donde se nombran los lugares siguiendo
una secuen-cia ordenada en el caso de los Tukano orientales, la
secuencia va en direccin este-oeste, de la desembocadura hacia las
cabeceras de los ros- que configura una enorme red de rutas que
conecta diferentes regiones de Suramrica. Estas rutas que muestran
conexiones por agua y por tierra, segn Vidal (2003:44), localizan y
conectan lugares sagrados relacionados con la creacin del mundo
-relacin que, en los trminos de Wright (2013), configura un
mythscape-, as como lugares de origen de la gente y del orden
social, recursos estratgicos de diferentes tipos, y personas y
lugares importantes para propsitos sociopolti-cos, migratorios y
comerciales.
De acuerdo con Stephen Hugh-Jones (2012:138-152), los indgenas
del alto ro Negro entienden los lugares sagrados como locales de
memoria que funcio-nan como un dispositivo mnemnico, en el cual
muchos de los lugares estn marcados por petroglifos. Dentro de este
sistema, los elementos iconogrficos espacialmente ordenados (que
incluyen petroglifos y elementos repetidos en di-bujos de fachadas
de malocas, cestera y en los mismos petroglifos) operan en conjunto
con otros elementos no iconogrficos que son visibles en el paisaje,
como por ejemplo piedras con formas impresionantes que no tienen
dibujos, raudales, montaas, lagos, etc. Adems, los lugares no estn
apenas conectados con las narrativas mticas sino con otros
elementos como las curaciones cham-nicas, los cantos, la msica y
los objetos, donde todos sirven como vehculos o manifestaciones de
conocimiento. Existe una tradicin narrativa compartida en el alto
ro Negro que incluye todos estos elementos, la cual est distribuida
entre grupos diferentes, donde cada uno da un toque propio y
produce una versin
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e interpretacin particular de acuerdo con su identidad
especfica; por eso, en algunas ocasiones hay superposiciones
narrativas y discrepancias en las significa-ciones de un mismo
lugar dependiendo de cul grupo est hablando (Cabalzar, 2010).
Ese conjunto de narrativas, cantos y curaciones son denominados
mlikai por los pueblos hablantes de lenguas arawak, mientras que
los hablantes de len-guas tukano orientales los nombran de
diferentes formas, como ketioka en el Pir-paran. Stephen Hugh-Jones
(2012) explica que una de las caractersticas principales de este
conjunto es que las narrativas, los cantos y las curaciones son
transformaciones de unos en los otros, pues, adems de enfatizar en
los mis-mos relatos especificando algunos fragmentos y
desdoblamientos, usan formas discursivas diferentes que alternan un
lenguaje ms cotidiano, como en el caso de las narrativas, y otro ms
cercano a la poesa, la msica y la metfora, como en los cantos y
curaciones, donde se hacen listas de nombres de lugares, seres y
objetos, y que se considera que tienen la capacidad de operar
transformaciones sobre el mundo. Los cantos, curaciones y
narrativas pueden pensarse como via-jes que siguen un camino
particular (Hugh-Jones, 2012; Cayn, 2012), donde se recorre un eje
lineal compuesto por una secuencia de lugares sagrados que son
listados en determinado orden, siguiendo un ro o una serrana, pero
que tambin implican secuencias perpendiculares a la lineal, motivo
por el cual cada lugar nombrado se desdobla en listas de espritus,
especies animales y vegetales y objetos rituales, a veces
representados en los petroglifos, asociados al sitio (Hugh-Jones,
2012:145).12 Los petroglifos transmiten ideas y conceptos (Xavier,
2012) y sintetizan modos diferentes de pensar el tiempo, ya que son
las huellas de los antepasados y aspectos o dimensiones del pasado
inmutable que se entro-meten en el presente mutable y, por lo
tanto, proporcionan un puente entre los dos tiempos (Hugh-Jones,
2012:152).
Los indgenas del Pir-paran entienden que cada secuencia de
nombres aso-ciados a un lugar hace referencia a los saberes y
poderes que all se encuentran depositados (rhem, 1998), ya sea en
malocas invisibles, piedras, espritus, es-pecies o artefactos, por
lo que ketioka tambin es un tipo de lenguaje erudito, do-minado por
chamanes y especialistas rituales, en el que estn codificados todos
los conocimientos sobre el mundo y sus seres (Cayn, 2013). La
aplicacin ritual de estos conocimientos, principalmente cuando se
usan las flautas de yurupar, tienen por objetivo dar vitalidad a
todos los seres y reconstruir el cosmos reco-rriendo todos los
lugares del viaje ancestral (Cayn 2002, 2013), procedimiento que
los indgenas del Pir-paran denominan curacin del mundo y que
sus-tenta una idea amplia de manejo del mundo que est presente en
toda la regin y
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que, en la actualidad, sustenta las reivindicaciones polticas de
las organizaciones indgenas.
Esa forma de conocimiento tambin se manifiesta cotidianamente de
varias maneras distintas, pues no opera apenas por medio de
narrativas, cantos y cura-ciones, ya que las prcticas productivas
implican tambin formas de interaccin con los lugares sagrados,
constituyendo una forma eficaz de manejo del mundo, como afirman
los indios. Las permisiones y prohibiciones asociadas a los lugares
determinan donde se puede llevar a cabo o no cualquier tarea
productiva, como la pesca, la caza, la recoleccin o la extraccin de
materiales, porque se piensa que los sitios sagrados adems de tener
espritus dueos tambin son, en algunos casos, malocas donde viven
diferentes seres o lugares donde existen poderes, objetos y
substancias que de ser consumidas producen enfermedades y muertes,
pero que usadas de manera adecuada transmiten conocimientos. De
esta mane-ra, las personas se relacionan permanentemente con los
lugares, as sea evitn-dolos, para mantener una buena salud y tener
conocimiento.
En algunas ocasiones se requiere algo de un sitio sagrado y la
nica forma de accederlo es realizando un intercambio recproco con
el espritu dueo del lugar por medio de algn chamn. En esa direccin,
los especialistas chamnicos son los que ms se relacionan con los
lugares sagrados y saben exactamente los co-nocimientos, seres y
poderes que hay en ellos, y por eso mismo usan diferentes caminos
que conectan lugares para hacer curaciones asociadas al ciclo vital
de las personas, a las enfermedades, a los bailes rituales, a la
guerra, entre otras cosas. En el caso de las curaciones del ciclo
vital, en especial cuando nace un beb, los chamanes especialistas
realizan una curacin para construir el alma-cuerpo del recin nacido
y para ello recorren todos los lugares sagrados, nombrndolos y
dando atributos humanos al beb. Varios grupos tukano orientales
afirman que esos lugares son malocas de transformacin, donde,
durante los viajes de creacin, gradualmente los ancestros humanos
fueron adquiriendo los cultivos, alimentos, bienes, objetos,
conocimientos y rituales que hoy constituyen a la hu-manidad. De
esa forma, los lugares sagrados se inscriben dentro de las personas
(Cayn, 2008, 2013), al tiempo que las conectan con sus ancestros y
con otras dimensiones del mundo.
En otro contexto, si un chamn va a curar un nuevo campo de
cultivo, el camino de curacin que sigue va a pasar y detenerse en
todos los lugares relacio-nados con los orgenes de la agricultura,
de la mandioca, de las frutas y de los dems cultivos. Por eso, para
cada curacin hay un camino especfico, motivo por el cual la gran
red de lugares de la regin puede pensarse como una geogra-fa
chamnica en la que los chamanes recorren diferentes caminos de
curacin
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para alcanzar determinado fin. El trmino geografa chamnica fue
propuesto por Reichel-Dolmatoff (1981) para describir un sistema de
adaptaciones ecol-gicas que usan conceptos y metforas que hacen
referencia a las fronteras entre diferentes grupos sociales y a
algunos aspectos de la ecologa local, como el comportamiento de los
peces o a los mecanismos de dispersin de polen de ciertas palmeras,
idea que explicara las prohibiciones asociadas a los lugares
sagrados, pues estos enmascararan el hecho de ser una especie de
santuarios ecolgicos que los indgenas no usaran por ser sitios
clave en la reproduccin de los animales. Sin embargo, Cayn (2012,
2013) sostiene que esta visin reduce el conocimiento indgena a una
metfora o a una elaboracin simblica, pues la construccin del
espacio funciona como una gran matriz epistemolgica a partir de la
cual estos grupos indgenos codifican sus conocimientos sobre el
mundo. Por eso, el sistema regional del alto ro Negro est
conformado por un sistema multitnico de geografas chamnicas que
vincula a todos los pueblos que all ha-bitan, una vez que la
geografa chamnica debe entenderse como un aspecto fun-damental que
estructura la realidad al vincular metonmicamente a las personas
con el espacio en el que viven, reafirmando sus conexiones
histricas y con sus ancestros, y relacionndolos con los otros seres
que pueblan el mundo. As, la geografa chamnica es indisociable del
manejo del mundo y del conocimiento que se tiene de los lugares y
de las interacciones entre distintos seres y procesos que nosotros
denominamos ecolgicos.
La onomstica de los lugares sagrados es de especial inters para
la compren-sin de los procesos formativos en la regin y pueden
estar relacionados con el significado de los petroglifos.13 Algunos
lugares son nombrados por trminos derivados de una lengua arawak,
lo cual fue interpretado por Koch-Grnberg (1995) como una evidencia
de que los hablantes de lenguas arawak antecedieron a los Tukanos
en la regin. Los raudales de Hipana (Uapu, en el rio Ayari),
Ipa-rari (Santa Cruz de Warakapuri, en el Vaups) e Ipanor (tambin
en el Vaups), por ejemplo, son lugares centrales para la narrativas
de surgimiento de la hu-manidad para diferentes grupos tukano y
arawak. Estos trminos en las lenguas arawak son segmentables en
diferentes morfemas mientras que en las lenguas tukano son
mono-morfmicos, lo cual indica que son claramente prstamos de las
lenguas arawak a las lenguas tukano orientales.
No obstante, gran parte de los trminos tienen traducciones para
diversas lenguas, lo que los configura como calcos lingsticos
generalizados. Entre ellos se destacan los que estn asociados a las
malocas de transformacin, a ob-jetos y sustancias rituales y a
algunas especies de animales, en especial peces, aves, y plantas.
Por ejemplo, el ro Pira-Paran que en lengua geral significa ro
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pez, tiene el mismo significado en makuna waiya [wai pez y ya
ro] o en ku-beo moaa [moa pez y a ro]. De esta manera, el
significante que expresa los topnimos es particular en cada lengua
pero su significado es igual y compartido por los diferentes
grupos. Este fenmeno es parte fundamental de las dinmicas de
etnognesis que estructuran el alto ro Negro como un gran sistema
regional caracterizado por una gran diversidad etnolingstica
(Floyd, 2013).
En su gran mayora, los topnimos son palabras con dos morfemas:
el prime-ro es un sustantivo que indica la identificacin
semntico-cultural ms general de un lugar, como el nombre de una
fruta silvestre o cultivada, un animal, un pez, un rbol, un
personaje mtico, un objeto ritual o de la vida domstica, entre
otras cosas, que hacen referencia a los eventos ocurridos durante
la creacin del mundo. El segundo morfema puede ser u otro
sustantivo, o un morfema clasifi-cador o un adjetivo, que restringe
el significado del primer morfema por espe-cificarle una propiedad
geogrfica (por ejemplo, si es un ro, un lago, un cerro, una piedra,
etc.) o conceptual (por ejemplo, la maloca y partes de su
estructura, objetos de poder ritual, partes del cuerpo de animales
y vegetales, o cantidades).
No obstante, aunque existan patrones generales en la onomstica
de los lu-gares, tambin se perciben diferencias importantes entre
los grupos con rela-cin a la seleccin de los nombres asociados, por
ejemplo, a frutas silvestres y cultivadas en las narrativas usadas
por los especialistas rituales en cada geografa chamnica. Teniendo
como base el material etnogrfico makuna (Cayn, 2013) se ve que en
las toponimias de este grupo se destacan frutas silvestres como
si-ringa, castaa, aa, burit, simio, wah, toa, tom y frutas
cultivadas como ing, umar, pupua, caimo o abi, uva o cucura, aj,
achiote (urucum) y pintura negra, muchas de ellas dando nombres a
varios lugares en diferentes ros. Los Tuyuka en su libro sobre las
malocas de transformacin (AIET, 2005:125-127) men-cionan siringa,
ing, umar, t y aa, igual que los Makuna pero a diferencia de ellos
enfatizan en el caju o maran. A su vez, los Desana (Galvo &
Galvo, 2004:375-384, 684-687) tienen en comn ing, umar y aa con los
Makuna y los Tuyuka, pero listan el caju, al igual que los Tuyuka,
cucura, pintura negra, aj y abi, igual que los Makuna, y
exclusivamente la bacaba, pero a diferencia de los otros dos no
tienen la siringa, as como los Tuyuka y los Desana no men-cionan la
pupua. Si incluimos a los Kubeo podemos ver que ellos tienen en
particular cacao, maz y pia, mientras que comparten con otros
grupos achio-te, cucura y abi. Ya que los nombres de los lugares
son centrales dentro de las geografas chamnicas, las especies
citadas en las narrativas, cantos y curaciones chamnicas tienen un
valor fundamental en cada sistema de manejo del mun-do y demuestran
preferencias culturales o nfasis en conocimientos, algunos
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221Luis Cayn & Thiago Chacon
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generales y compartidos, otros exclusivos, que son centrales
para la identidad de los grupos.
Consideraciones finalesEl anterior anlisis sugiere que los
caminos de curacin y las toponimias
pueden apuntar caminos an no explorados por la etnologa, la
arqueologa, la lingstica histrica e, inclusive, la historia
ambiental, cuyos aportes futuros sobre estos temas podran refinar
nuestro conocimiento sobre la constitucin del sistema regional del
alto ro Negro mediante un dilogo interdisciplinario. Este campo
parece muy fecundo ya que las organizaciones indgenas locales,
tanto de Brasil como de Colombia, se encuentran realizando trabajos
relacio-nados con el mapeamento de los lugares sagrados y con las
narrativas que les estn asociadas para apoyar sus reivindicaciones
polticas y reestablecer algunos conocimientos perdidos sobre el
manejo del mundo. Ya hay resultados visibles: la UNESCO reconoci en
2011 el sistema de conocimiento de los chamanes jaguares de yurupar
(hee yaia keti oka) del Pir-paran como patrimonio inmate-rial de la
humanidad, y, de manera semejante, el IPHAN (Instituto do Patrimnio
Histrico e Artstico Nacional) reconoci el raudal de Iauaret, lugar
sagrado, como patrimonio inmaterial brasilero en 2006 (Andrello et
al, 2012). A pesar de todas las dificultades pasadas por estos
pueblos durante los ltimos siglos, podemos percibir que ellos
movilizan polticamente sus sistemas de conocimiento para enfrentar
las dificultades del contacto con los Estados nacionales. Las races
de estos sistemas se remontan al menos a hace dos mil aos,
encuentran su ancla en los lugares sagrados y demuestran su
versatilidad al actualizarse y ocupar un lugar destacado en las
situaciones polticas contemporneas. En esa direccin, los trabajos
de la arqueologa, la lingstica y la etnologa tambin contribuyen al
fortalecimiento poltico de las organizaciones indgenas, adems de
evidenciar la complejidad de los procesos de larga duracin,14 ya
sea de los intercambios sociales que en el pasado llevaron a la
constitucin de este sistema regional o de la sofisticacin de sus
prcticas de manejo ambiental que durante siglos constru-yeron este
paisaje contemporneo.
Recebido em: 20 de agosto 2014Aceito em: 10 de outubro de
2014
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201-233
Luis Cayn doutor em Antropologia Social (Universidade de
Braslia, 2010) e Professor Adjunto do Departamento de Antropologia
da mesma uni-versidade. Desde 1995 realiza pesquisas entre os
Makuna, um grupo Tukno oriental, da Amaznia colombiana, trabalhando
principalmente os temas: xa-manismo, cosmologia, relaes
sociedade-natureza e formao da pessoa. Alm de vrios artigos
publicados em livros e peridicos cientficos, autor dos livros En
las aguas de yurupar. Cosmologa y chamanismo Makuna (Ediciones
Uniandes, Bogot, 2002), Etnografa Makuna. Tradiciones, relatos y
saberes de la Gente de Agua (em co-autoria com Kaj rhem, Gladys
Angulo e Maximiliano Garca, Gotte-borg University/Instituto
Colombiano de Antropologa e Historia (ICANH), Bogot, 2004) e
Pienso, luego creo. La teora makuna del mundo (Instituto
Colombia-no de Antropologa e Historia (ICANH), Bogot, 2013).
Contato: [email protected]
Thiago Chacon doutor em Lingustica pela Universidade do Hava
(2012) e Professor Adjunto do Departamento de Lingustica, Portugus
e Lnguas Cls-sicas da Universidade de Braslia. Desde 2006 realiza
pesquisa entre falantes de lnguas da famlia Tukno, sobretudo a
lngua Kubeo, sobre a qual produziu uma tese de doutorado intitulada
The Phonology and Morphology of kubeo: the documen-tation, theory
and description of an Amazonian language. Atua, principalmente, nas
reas de descrio e documentao de lnguas indgenas, lingustica
histrica, fontica e fonologia e sociolingustica. Foi consultor do
Inventrio Nacional da Diversidade Lingustica (INDL) de 2012 a 2014
e realizou ps-doutorado na Universidade da Califrnia em Santa
Brbara entre 2012 e 2013. Contato: [email protected]
Notas
1. Este trabajo hace parte de los resultados preliminares del
proyecto Mudanas e continuidades na histria de longa durao da
famlia lingustica Tukno, que es financia-do por el Conselho
Nacional de Desenvolvimento Cientfico e Tecnolgico (CNPq).
2. De acuerdo con Goldman (1968), el Noroeste Amaznico est
delimitado al sur por el ro Amazonas, desde la confluencia de los
ros Napo y Ucayali hasta la desembocadura del ro Negro, al oriente
por el ro Negro, al norte por el ro Guaviare y al occidente por el
piedemonte andino.
3. No est de ms recordar que, de acuerdo con Braudel (1968:102),
la larga dura-cin (long-dure) es la lnea ms til para una observacin
y una reflexin comunes a las ciencias sociales, el lugar donde
pueden convergir intereses e investigaciones colectivas
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interdisciplinarias que podran enriquecerse, ya deca, con
aportes de la geografa y la ecologa, por ejemplo.
4. Las familias lingsticas nadahup y kkua-nukak se clasificaban
hasta hace muy poco tiempo dentro de una nica familia: mak-puinave.
Los trabajos de Bolaos y Epps (2009), Bolaos (2010) y Epps (no
prelo) sostienen que las primeras clasificaciones fueron
construidas a partir de pocos trminos y de comparaciones muy
superficiales. Por ello sugieren esta nueva clasificacin.
5. Ver Koch-Grnberg (1995), Steward (1948), Goldman (1968),
Jackson (1983), Correa (1996), Wright (2005).
6. El trmino hijos de madre es una forma de denominar a los
primos paralelos matrilaterales con quienes est prohibido el
matrimonio. Como la filiacin es patrilinear y el matrimonio es
exogmico y prescriptivo con grupos considerados afines, esos primos
pueden ser hijos de padres de diferentes grupos que, en caso de no
tener en comn un parentesco mtico, al menos comparten un mismo
grupo de esposas reales o potenciales.
7. Visto desde la composicin actual, podemos pensar que por lo
menos coexistieron poblaciones de cazadores-recolectores
Proto-tukano orientales, Proto-arawak, Proto-na-dahup y
Proto-kkua/nukak.
8. Podemos encontrar estas versiones tanto en libros producidos
por antroplogos (en especial, Goldman 1968, 2004;
Reichel-Dolmatoff, 1986; Torres, 1969; Langdon, 1975; Hugh-Jones,
C., 1979; Hugh-Jones, S., 1979; Hildebrand, 1980; Jackson, 1983;
Palma, 1984; Hammen, 1992; Correa, 1996; Cayn, 2002) como por
autores indgenas (Panln Kumu & Kenhri, 1980; Fernandes &
Fernandes, 1996, 2006; Matap & Matap, 1997; Cornelio et al.,
1999; Barbosa & Garcia, 2000; Tariano, 2002; Azevedo &
Azeve-do, 2003; Galvo & Galvo, 2004; Maia & Maia, 2004;
Gentil, 2005; Tenrio, Ramos & Cabalzar, 2005).
9. Otros grupos como los Barasana y los Taiwano tienen una
historia casi idntica (Hugh-Jones, S., 1979; Correa, 1996), pero
denominan a esa Anaconda ancestral como Anaconda Pez.
10. Hornborg (2005) muestra que el acceso a ciertos bienes
ceremoniales de gran importancia estaba limitado a las fuentes de
materias primas. Por ejemplo, los muiraquits, amuletos en forma de
rana elaborados de piedras verdes, provenan de tres reas de
manu-factura: la costa de Surinam, el bajo Amazonas y las Islas
Vrgenes.
11. De acuerdo con Oliver (2001:66), las evidencias ms antiguas
de la prctica de tumba y quema (slash and burn) en la Amazonia se
remontan a entre 6.000 y 5.000 aos A.P., lo cual lleva a suponer la
existencia sistemtica de ese mtodo agrcola desde aquel tiempo.
12. Jonathan D. Hill (1993:20-25) afirma que los Wakuenai,
pueblo de lengua arawak, denomina estos dos ejes como amontonar
nombres y perseguir nombres.
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13. Tanto los petroglifos como los nombres sugieren significados
para los lugares, in-clusive cuando son usados como eufemismos para
que las personas que no estn preparadas para tener conocimientos
sobre las flautas de yurupar, como las mujeres y los nios, los
accesen.
14. La investigadora Margaret M. Bruchac (2005), del pueblo
Abenaki, seala que las tradiciones intelectuales indgenas guardan
valiosos conocimientos sobre el pasado, inclusive sobre cambios
ambientales desde el pleistoceno y sobre efectos de la mega-fauna
en la construccin del paisaje. Estos conocimientos estn construidos
en un lenguaje par-ticular, difcil de traducir para una audiencia
no indgena, que, como evidencia arqueol-gica, ayuda a establecer
puntos de referencia para los vestigios materiales dejados por los
ancestros y, como discurso poltico, atestigua las conexiones de las
personas con lugares antiguos que deben contribuir para asegurar el
reconocimiento poltico de las comunida-des contemporneas.
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233Luis Cayn & Thiago Chacon
Anurio Antropolgico/2013, Braslia, UnB, 2014, v. 39, n. 2:
201-233
Resumo
A partir de um olhar interdisciplinar que cruza, principalmente,
conhecimentos da arqueologia, da etnologia e da lingus-tica
histrica, este texto d os primeiros passos para construir uma
histria plau-svel da formao do sistema regional do Alto Rio Negro
e, assim, localiz-lo na histria geral da Amaznia. Para a reconstruo
da histria deste sistema regional, composto principalmente por
povos falantes de lnguas tukno orien-tais e aruaques, se d destaque
ao conhe-cimento indgena associado aos lugares mencionados nas
narrativas de origem que no apenas evidencia as memrias do processo
de formao histrica e cul-tural da regio, mas formas especficas de
manejo ambiental que tm sido muito bem sucedidas durante
sculos.
Palavras chave: Sistema regional do Alto Rio Negro. Noroeste
Amazni-co. Lugares sagrados. Tukno oriental. Aruaque.
Abstract
From an interdisciplinar outlook, which brings together
especially archaeology, ethnology and historical linguistics, this
paper takes the first step toward the construction of a plausible
history of the formation an Upper Rio Negro regional system and,
hence, inserts it in the wid-er history of Amazonia. For the
recon-struction of the history of this regional system, comprising
mainly Western Tu-kanoan and Arawakan speaking peoples, the paper
emphasizes indigenous knowl-edge associated to the places mentioned
in origin narratives. This knowledge shows not only the memory of
the pro-cess of the region s historical and cul-tural formation,
but also specific forms of environmental management that for
centuries have been very successful.
Keywords: Upper Rio Negro regional system. Northwest Amazon.
Sacred pla-ces. Western Tukano. Arawak.