Las trampas del erotismo en la poesía escrita por muieres después del franquismo • CONCHA GARCíA I E l título que he elegido para este artículo necesita una aco- tación: yo no he pretendido hacer un estudio profundo de la historia del erotismo relacionado con la poesía es- crita por mujeres -aunque la idea me parece muy intere- sante-. Más bien vaya hablar de lo que significa para mí erotismo, ydel alcance y trascendencia que ha tenido sobre nosotras desde una cultura patriarcal una tradición que toda- vía no está escrita en un lenguaje dicho desde una mirada en otra dirección, ycuando digo esto, me refiero a que, para con- vertir el acto de la escritura en un reflejo del deseo erótico, ten- dríamos que olvidamos de casi todo lo que nos han enseña- do, porque siempre hemos recibido la lección desde el púlpito de un orador que ha querido construir un imaginario a su ima- gen y semejanza. La primera pregunta que me viene es ¿qué es el erotis- mo? Pregunta que sólo puedo responder desde la tradición occidental. La definición que ha dadoOctavio Paz me pare- ce ajustada: "la exclusividad, que es el amor a otra persona; la atracciónque es la fatalidad libremente asumida y la perso- na que es el alma y cuerpo": exclusividad, fatalidad y otro ser. Nos podemos preguntar ¿por qué fatalidad? y acudo a otro autor, Bataille. Según el escritor francés el erotismo es un acto transgresor yejerce violencia sobre lo que somos, y lo que somos es discontinuidad porque el ser humano está escin- dido. De acuerdo. El erotismo actúa como un hilo conduc- tor que se convierte en una vía de conocimiento que indaga sólo a través del deseo para sentir la ilusión de que somos se- res no escindidos. Siguiendo al autor francés lo que está en cuestión es sustituir el aislamiento del ser, su discontinuidad, por un sentimiento de continuidad profunda: aprobación de la vida hasta en la muerte. Tal como postuló Hegel en su tesis sobre la autoconcien- cia, ésta buscará objetos con los cuales satisfacer su deseo y negará esos objetos cuando el deseo sea satisfecho; por lo visto, para Hegel la categoría de la mujer no pasaba de "cosa". La autoconcienciasólo encuentrasatisfacciónenotra auto- conciencia. Es interesante ahondar un poco enesta tesis por- que si el pensador alemán no hubiese excluido a las mujeres de ella tendría un valor del que sin embargo carece; aun así descontextualizada me interesa. Para Hegel el hombre sólo puede ser hombre si sabe morir: muerte aceptada por no ab- negar de su deseo. Si lo niega, muere como un animal. Para que el hombre sea hombre debe arriesgarse yprobar al otro que no es un animal. El reconocimiento pasa por una lucha a vida y muerte. Para simplificar, ¿cómo se manifiesta ese mutuo reconocimiento?Tú me miras, yo te miro. A ver quién aguan- ta más la mirada, hasta que una autoconciencia baja la mira- da porque tiene miedo a la muerte. Así se formuló la teoría del amo yel esclavo. Pero ¿a la mujer se le ha dado la oportu- nidad de afrontar esa lucha? El deseo, desde el punto de vis- ta literario, que pasa por ser reconocido por la mirada del otro, sólo lo ha formulado un amo y ahí es donde comienza la desigualdad. La mujer, y me vaya ir al periodo romántico en España, no ha podido mirar al otro a los ojos, pero tampoco tenemos constanciade que su mirada se haya desviado en otra direc- ción, sino que siempre lo ha hecho de soslayo, aunque sabe- mos que en el siglo XlX había más de un millar de mujeres que escribían en libros, periódicos y revistas. Podemos imaginar perfectamente a las musas románti- cas en su papel pasivo, mera invención masculina, desde Larra a Bécquer, desde Gil y Carrasco a Zorrilla. Tenemos todos .47.
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Las trampas del erotismoen la poesía escrita por muieres
después del franquismo•
CONCHA GARCíA
I
Eltítulo que he elegido para este artículo necesita una aco
tación: yo no he pretendido hacer un estudio profundo
de la historiadel erotismo relacionado con la poesía es
crita por mujeres -aunque la idea me parece muy intere
sante-. Más bien vaya hablar de lo que significa para mí
erotismo, ydel alcance y trascendencia que ha tenido sobre
nosotrasdesde una cultura patriarcaluna tradiciónque toda
vía no está escrita en un lenguaje dicho desde una mirada en
otradirección, ycuandodigo esto, me refiero aque, paracon
vertirel actode laescritura en un reflejo del deseo erótico, ten
dríamos que olvidamos de casi todo lo que nos han enseña
do, porque siempre hemos recibido la leccióndesde el púlpito
de un oradorque haqueridoconstruirun imaginario asu ima
gen y semejanza.
La primera pregunta que me viene es ¿qué es el erotis
mo? Pregunta que sólo puedo responder desde la tradición
occidental. Ladefinición que ha dado Octavio Paz me pare
ce ajustada: "la exclusividad, que es el amor a otra persona; la
atracción que es la fatalidad libremente asumida y la perso
naque es el alma ycuerpo": exclusividad, fatalidad yotro ser.
Nos podemos preguntar ¿por qué fatalidad? y acudo a otro
autor, Bataille. Según el escritor francés el erotismo es un
acto transgresoryejerceviolenciasobre loque somos, y loque
somos es discontinuidad porque el ser humano está escin
dido. De acuerdo. El erotismo actúa como un hilo conduc
tor que se convierte en una vía de conocimiento que indaga
sólo a través del deseo parasentir la ilusión de que somos se
res no escindidos. Siguiendo al autor francés lo que está en
cuestiónes sustituirel aislamiento del ser, su discontinuidad,
por unsentimiento de continuidad profunda: aprobaciónde
la vida hasta en la muerte.
Talcomo postulóHegel ensu tesis sobre laautoconcien
cia, ésta buscará objetos con los cuales satisfacer su deseo y
negará esos objetos cuando el deseo sea satisfecho; por lo
visto, para Hegel lacategoríade la mujer no pasabade "cosa".
La autoconcienciasólo encuentrasatisfacciónenotra auto
conciencia. Es interesante ahondarunpocoenesta tesis por
que si el pensador alemán no hubiese excluido a las mujeres
de ella tendría un valor del que sin embargo carece; aun así
descontextualizada me interesa. Para Hegel el hombre sólo
puede ser hombre si sabe morir: muerte aceptada por no ab
negar de su deseo. Si lo niega, muere como un animal. Para
que elhombresea hombredebe arriesgarse yprobaralotroque
no es un animal. El reconocimiento pasa por una lucha avida
y muerte. Para simplificar, ¿cómo se manifiesta ese mutuo
reconocimiento?Túme miras, yo te miro. A verquiénaguan
ta más la mirada, hasta que una autoconciencia baja la mira
da porque tiene miedo a la muerte. Así se formuló la teoría
del amo yel esclavo. Pero ¿a la mujer se le ha dado laoportu
nidad de afrontar esa lucha? El deseo, desde el punto de vis
ta literario, que pasa porser reconocido por la miradadel otro,
sólo lo ha formulado un amo y ahí es donde comienza la
desigualdad.
La mujer, yme vaya ir al periodo romántico enEspaña,
no ha podido mirar al otro a los ojos, pero tampoco tenemos
constancia de que su mirada se haya desviado enotradirec
ción, sinoque siempre lo ha hecho de soslayo, aunque sabe
mos que en el siglo XlX había más de un millarde mujeres que
escribían en libros, periódicos y revistas.
Podemos imaginar perfectamente a las musas románti
casensu papel pasivo, mera invención masculina, desdeLarraa Bécquer, desde Gil y Carrasco a Zorrilla. Tenemos todos
.47.
U NIVERSIDAD DE MÉxICO
losejemplosque queramos, no hay más que descifrar el trata
miento dado a la heroína romántica para damos cuenta de
que esa mujer no hasido real yno es más que unsímbolo yuna
percepción del autor que las inventa. Mero instrumento.
Aunque ellas se rebelaban. Susan Kirkpatrick ha visto sagaz
mente en la poesía de Carolina Coronado un interesante
grado evolutivo en el tratamiento de los mostrencos motivos
florales, ya que, a diferencia de los poetas masculinos que
asociaban la flor con el cuerpo femenino como objeto eró
tico, Coronado presentó el vínculo imaginario entre la mu
jer y la flor como falacia patética y proyección de la subje
tividad del hombre.
Piénsese porejemploen Espronceda; ensu poema"AJa
rifa en unaorgía"el autorno se identificacon unpirata libre,
sinoque su concienciamalditade poetase identificacon una
prostituta y la descomposición de esa mujer es reflejo de la
del propio poeta metaforizado ensudesmoronamiento. Pero
enotros poemasde esteautor, quizás menos conocidos, ya no
verá a la mujer como álter ego de su propia proyección sino
que directamente hablaráde ellade una manera totalmente
feroz porque es la otra, y es un ser inferior del que hay que
cuidarse, y más si resulta que hasta se atreve a escribir.
Alejaos, oh musas del Parnaso,
id a joder en vuestras frescas grutas,
apresurad, apresurad el paso,
pues tenemos aquí sobradas putas:
sin ser yo Dante, o Camoens o Tasso,
me cago en vuestras cestas y en sus frutas;
id a joder que por mi cuenta obro,
y a cantar la mujer me basto y sobro.
Siempre me ha llamado la atención el proceso meto
nímicoempleado porpoetas varonesque han llegado acon
vertir a la amada en puta, bruja, cisne, cabello, mármol, ima
gen yacente, etcétera. No tengo informaciónde locontrario
ysiempre me he preguntado ¿por qué los cabellos masculi
nos no tienen ninguna carga simbólica-erótica, por dar un
ejemplo? Porfortuna en los últimos años las mujeres ya can
tan a los cabellos de hombre, pero me temo que el significado
que se les da no deja de ser un tanto complaciente para ta
dos. Ya se sabe, las sociedades no son homogéneas y la pro
ducción literaria tampoco; sólo el silencio y la ausencia hansido modos de estareminentementefemeninos, puesto que
la diferencia entre el lenguaje / la escritura de las mujeres yel
lenguaje / laescriturade los varones se funda encódigos dis
tintosdesimbolizaciónyen los recursos que necesitamos para
sobrevivir en un mundo que niega autonomía a la mitad de
su población, talcomohaapuntado laescritoraAngélicaGo
rosdicher.
Pero volvamos atrás otra vez. La autora románticaGer
trudis Gómezde Avellaneda, entre suscreacionesde circuns
tancias ---que fueron, paradójicamente, las que la hicie
ron famosa-, escribió poemas que destacan por su visión
objetiva de la realidad, en los que ironizaba sobre algunos
aspectosde comportamiento masculino, sobre todo encuan
to a las críticas que éstos hacían cuando una mujer se atre
vía a escribir.
Contra mi sexo te ensañas
Yde inconstante me acusas;
Quizá porque así te excusas
De recibir cargo igual.
Mejor obrarás si emprendes
Analizar en ti mismo
Del alma humana el abismo
Buscando el foco del mal.
Sólo que el foco del mal para ellos siempre fueron las mu
jeres, yquizás hace falta recordar aquí a Baudelaire. Pero la
Avellaneda dio respuesta así a la tiranía ejercida contra las
desusexoque al parecersólopodíanescribirpoemasque com
placieranel ego masculino. Nos consta además que, en 1840,
el momentode clímax románticoenEspaña, escritorascomo
Josefa Massanés, Carolina Coronado, Dolores Cabrera, Ma