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D. Eduardo Olier, Director de la Ctedra de Geoeconoma y
Estrategia Internacional de la Universidad CEU San Pablo y
Presidente del Instituto Choiseul Espaa, tiene el honor de
invitarle a
la presentacin de su ltimo libro
Codicia Financiera Como los abusos financieros han destrozado la
economa real
editado por la Editorial Pearson
Contar con la participacin, entre otras personalidades, de: D
Ana Palacio, Ex Ministra de Asuntos Exteriores y Cooperacin, y
D. Jordi Sevilla, Ex Ministro de Administraciones Pblicas Fecha:
18 de Junio de 2013 a las 19 h Lugar: Aula Magna - Universidad CEU
San Pablo Julin Romea, 23 S.R.C. Alberto Martn de la Torre / Laurie
LeBlanc Tel.:+34 630 878 537 / +34 656 403 031 E-mail:
[email protected]
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wCodicia financiera
Eduardo Olier
Eduardo Olier es Doctor Ingeniero de Telecomunicacin por la
Universidad Politcnica de Madrid donde fue profesor de matemticas y
llev a cabo programas de investigacin en el campo de la ciberntica
y la teora de control. Ha sido miembro del staff de la Agencia
Espacial Europea, y ha ocupado puestos ejecutivos en Repsol y en el
grupo industrial del banco BBVA. Fue socio de Deloitte Consulting y
presidente para Espaa y Portugal. Ha sido vicepresidente ejecutivo
de la compaa japonesa NEC para el sur de Europa y Latinoamrica;
presidente de la consultora Bearing Point para el sur de Europa; y
presidente de la consultora de recursos humanos Korn Ferry para los
mismos pases.
Actualmente, es presidente del think tank Instituto Choiseul
Espaa, especializado en geoeconoma e inteligencia econmica, siendo
tambin vicepresidente del Institut Choiseul en Pars (Francia). Es
presidente del Instituto Empresa y Humanismo de la Universidad de
Navarra, y dirige la Ctedra de Geoeconoma y Estrategia
Internacional de la Universidad San Pablo CEU. Es miembro de varios
consejos de compaas naconales e internacionales.
Ha sido profesor visitante en varias universidades espaolas y
extranjeras. Ha publicado numerosos artculos sobre tecnologa,
poltica y economa en diferentes medios espaoles y extranjeros, y es
autor de los libros Corporate Governance Intelligence y Geoeconoma,
las claves de la economa global, publicados en esta misma
coleccin.
Blog: www.geoeconomia.es
@geoeconomiaBlog
Las prcticas codiciosas de la economa financiera actual nacidas
de una visin utilitarista de la economa no seran posibles sin el
concurso de los reguladores, es decir, de los responsables
polticos. Hoy es la poltica la que condiciona los mercados. Y son
las clases polticas dominantes las que facilitan que los mercados
financieros ahoguen a la economa real. Nada del destrozo econmico
que hemos visto, y an sufrimos, habra sido posible si los
reguladores no hubieran permitido la expansin de productos
financieros txicos, ni hubieran facilitado unas condiciones en los
mercados que fueron el inicio de otros abusos. Tampoco habran sido
posible los problemas habidos en numerosas entidades financieras
sin la cohabitacin de la poltica con sus gestores econmicos.
Entidades que han tenido que ser rescatadas a base de impuestos a
los ciudadanos, mientras sus responsables se otorgaron, en muchos
casos, enormes sumas dinerarias por su gestin al frente de empresas
quebradas.
Imagen de cubierta:Los siete pecados capitales: AvariciaPieter
Bruegel el Viejo. The Trustees of the British Museum
www.pearson.es
Cmo los abusos financieros han destrozado la economa real
ISBN: 978-84-9035-307-3
9 7 8 8 4 9 0 3 5 3 0 7 3
Este libro pone de manifiesto cmo la codicia ha provocado que la
economa financiera sin control y las inestabilidades que ella ha
producido en la economa real hayan sido las causas primeras de la
crisis actual, de los serios problemas que atraviesa la clase media
y de las crecientes desigualdades econmicas que existen, donde el
2% de los ms ricos concentran el 50% de la riqueza mundial.
Y por supuesto, cmo esta codicia financiera se ha apoyado en la
ineptitud y corrupcin poltica para fortalecer la crisis.
Eduardo Olier analiza de la mano de los grandes economistas el
sistema financiero capitalista y cmo este ha provocado la crisis
actual.
Conversaciones sobre el libro: #Codiciafinanciera E C O N O M
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Contenido
Introduccin Ix
CAPTULO 1 El apetito inmobiliario 1
The Crown Estate 1
Especulacin inmobiliaria en Florida 3
La poltica del New Deal 4
Las hipotecas se convierten en productos financieros 6
La cada de Fannie Mae y Freddie Mac 8
Explota la burbuja inmobiliaria 10
CAPTULO 2 Los mercados financieros 13
El capitalismo de Adam Smith 13
La financiacin del ferrocarril al Oeste 16
Las agencias de rating 18
Wall Street 20
Especular con commodities 23
Mecanismos financieros islandeses 27
Matemticas financieras 30
Burbujas financieras: derivados y estructurados 33
CAPTULO 3 El dinero 37
El dlar entra en escena 37
Los mercados de Forex 39
Dinero y financiacin del Estado 42
La cantidad de dinero 44
La crisis de deuda 45
El corralito argentino 47
De la Unin Monetaria Latina al euro 49
La trastienda del euro 52
El galimatas del Quantitative Easing 55
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VI Contenido
El dinero del FMI 57
La estructura del capitalismo financiero 59
CAPTULO 4 El capital 61
El marxismo de Carlos Marx 61
El otro marxismo: Reinhard Marx 65
Banca comercial y banca de inversin 67
The Glass-Steagall Act 70
La debacle de las cajas de ahorro espaolas 73
El juego del interbancario 75
Greenspan y los tipos de inters 76
Financiacin del Estado y prima de riesgo 80
CAPTULO 5 Vas de agua en el Titanic europeo 85
Ciclos y crisis econmicas 85
De los tulipanes a Bernard Madoff 88
Irlanda y el ciclo inmobiliario 94
Se hunde el Partenn econmico griego 97
Las cuentas pblicas: la deuda 99
La crisis de crdito: comienzan los rescates 103
Los PIIGS: el hundimiento europeo 105
CAPTULO 6 El Estado de bienestar 109
Thomas Maltus y la Poor Law Act 109
La economa del bienestar de Bismark 113
El caso espaol: la Ley de Beneficencia 116
El coste social y el Estado de bienestar 118
Modelos de pensiones 121
Crisis econmica y desempleo 122
Obama y la Seguridad Social 126
El problema demogrfico 128
La cada del Estado de bienestar 131
CAPTULO 7 Casino financiero 133
Hacerse rico con los Ninja 133
George Soros y la explosin de los hedge fund 136
Estructurados y derivados financieros 141
De bonos y preferentes 145
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Contenido VII
La deuda pblica y la prima de riesgo 148
CDS: armas financieras de destruccin masiva 151
Casino en el BCE? 154
La globalizacin financiera 156
CAPTULO 8 La prosperidad del vicio 159
Keynes versus Friedman 159
La Escuela de Viena 164
Naciones pobres 167
Economa social de mercado 170
La nueva economa 172
La destruccin del medioambiente 174
La brecha entre ricos y pobres 177
Hedonismo y consumismo 180
CAPTULO 9 La destruccin de la clase media 183
Aristocracia, burguesa, clases medias 183
Consumismo: del 600 al BMW 186
Economa low cost 188
Incentivar la compra de vivienda 191
Los impuestos directos y los indirectos 193
El desempleo: una juventud sin futuro 196
Los sistemas educativos 198
La prdida del bien comn 200
CAPTULO 10 La economa real 203
El mundo poscrisis 203
Cibereconoma y ciberdelincuencia 207
El fraude corporativo 209
De la economa del carbn a la economa virtual 212
La sociedad economicista 215
Poltica y economa 218
Schumacher: lo pequeo es hermoso 222
Postscriptum 227
Referencias 229
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IX
Introduccin
En principio, este libro estaba pensado con otro ttulo.
Parecido, aunque dis-tinto. El cambio nada tuvo que ver con motivos
comerciales, sino con una sugerencia recibida por una de las
ejecutivos de la editorial Pearson que pen-s que era ms apropiado.
Y al autor y al editor les pareci bien: refleja lo que est detrs de
las crisis econmicas, de la que todava sufrimos, y de las muchas
que sucedieron antes. Esto se ir viendo a lo largo de las pginas
que siguen.
En lengua inglesa existen varias obras con ttulos similares,
algunas referen-cias se dan aqu; si embargo, en todos los casos,
sus autores ponen el nfasis en los desmanes econmicos realizados
por las personas que estuvieron o siguen al mando de varias
empresas. No es nuestro objetivo. Lo que aqu pretende-mos es,
primero, hacer el recorrido sobre la economa financiera y los
porqus de sus desviaciones y, luego, dar la voz de alarma sobre la
economa poltica que subyace detrs del afn de enriquecimiento y que,
siguiendo tales teoras, se viene realizando desde hace dcadas.
Teoras econmicas de grandes eco-nomistas que pensaron que la
codicia era una potente arma de creacin de ri-queza, sin darse
cuenta de que la creacin de riqueza no es tal si solo se
apro-vechan unos pocos de ella.
No codiciars los bienes ajenos, es el ltimo de los mandamientos
de las Ta-blas de la Ley. Sin embargo, en este como en otros, el
paso de los siglos y las adaptaciones culturales los ha
desvirtuado. Por lo que hoy, la codicia el afn excesivo de
riquezas, como se define en espaol no es algo que, en el fondo, est
mal visto. Tampoco lo es en su acepcin inglesa. Greed, ese deseo de
adqui-rir o poseer, en lo material, ms de lo que uno necesita o
merece, no es en ab-soluto negativo. Con frecuencia, es todo lo
contrario: muchos apelan a l como remedio de la pobreza. Pues segn
dicen: quin no busca su propio beneficio? Y es que la codicia, al
igual que la avaricia que viene a ser lo mismo pero con el deseo de
atesorar, son trminos que estn en desuso. Y cuando una pala-bra
sale del circuito natural de la comunicacin humana, se transforma
tambin el concepto que la acompaa. Y en caso de mantenerse su
original acepcin, se buscan caminos para desvirtuar los
significados. De ah que se hagan esfuer-zos por cambiar los trminos
con el objetivo de modificar lo que significan. Este sera el
ejemplo de transmutar terrorismo por lucha armada o aborto por
inte-rrupcin del embarazo. Con las palabras se van los conceptos.
Con ello, unos tranquilizan sus conciencias y otros tratan de
adaptar la realidad a sus intereses.
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X Introduccin
Otro tema es la corrupcin, que, en una de sus acepciones, nos
traslada al uso de la funcin pblica en provecho de sus
administradores. Una palabra de amplio espectro que tiene mltiples
significados, como son: echar a perder, de-pravar, daar o pudrir. Y
tambin, pervertir o seducir a alguien. E incluso, alte-rar y
trastocar la forma de algo.
La corrupcin est hoy muy en boga: se ha hecho popular; lo que
habla de la degradacin moral de los comportamientos pblicos y,
tambin, de los pri-vados. En lo pblico, cualquier peridico de
cualquier lugar mostrar ejemplos todos los das. La corrupcin est
perfectamente encastrada en el cuerpo so-cial de cualquier pas. Y
de tanto vivir con ella, aunque se rechace, se asume con
naturalidad.
Por ello, en la prctica, en las llamadas democracias avanzadas,
con los com-portamientos corruptos a la vera del poder casi nunca
pasa nada. Quedan exo-nerados con lo que se entiende como castigo
poltico. Un castigo que se redu-ce, normalmente, a perder el poder,
para volver a alcanzarlo cuando las aguas se hayan calmado. Y si se
mantienen los cargos despus de unas elecciones, la consecuencia es
que lo que se hizo, aunque fuera una fechora, se considerar
positivo, ya que el pueblo as lo dictamina. De manera que la moral
pblica se asimila a la opinin de la mayora. As, lo que est bien o
mal acaba reducido a la relatividad democrtica. Hecho que explica,
de alguna manera, los porqus de la sociedad relativista actual. Son
las mayoras por lo general mayoras mi-noritarias las que dictaminan
lo que es bueno y lo que no lo es.
Pero la corrupcin, en su esencia, nace de la codicia. Ya que la
codicia se da siempre en relacin con los dems. El codicioso no lo
es nunca de sus pro-pios bienes, necesita los de los dems. Es
decir, lo que, en justicia, pertenece a otros. De ah que el
mandamiento de la Ley se dirija a la codicia de los bienes ajenos.
Sin embargo, aparte del orden moral que encierra, la codicia tiene
otras consecuencias: genera pobreza. La pobreza moral que nace de
ella siempre va unida a la material. Algo extensible tambin a la
avaricia. El avaricioso, antes de serlo, fue codicioso. Ya lo dice
Aristteles en el Libro IV de su Moral a Nicma-co al referirse al
amor desenfrenado de lucro:
Debe colocarse tambin entre los avaros al jugador, al salteador
de caminos, al bandido; solo van en busca de ganancias vergonzosas
y llevados de un amor desenfrenado del lucro; unos y otros obran y
desprecian la infamia; estos, arros-trando los ms horribles
peligros para arrancar el botn que codician, y aque-llos
enriquecindose bajamente a expensas de sus amigos, a quienes ms
bien deberan hacer donativos. Estas dos clases de gentes, haciendo
con conocimien-to ganancias donde no deberan hacerlas, tienen un
corazn srdido; y todas estas maneras de procurarse dinero no son ms
que formas de la avaricia.
El libro que el lector tiene ahora en sus manos no es, sin
embargo, un estu-dio sobre la tica de los comportamientos. El autor
no tiene esa capacidad, ni
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Introduccin XI
esos conocimientos. Aqu se habla de economa. De los porqus de la
situacin actual y de las malas prcticas que nos introdujeron en
esta larga crisis econ-mica. Malas prcticas amparadas en un deseo
excesivo de poseer por cualquier medio, que muchos achacan a la
prdida de valores. As lo expresaba, por ejem-plo, el World Economic
Forum en un informe de 2010 realizado en colabora-cin con la
Georgetown University: Faith and the Global Agenda: Values for the
Post-Crisis Economy, en cuyo prlogo se dice:
A medida que se ha ido desarrollando la crisis actual, se ha
hecho eviden-te que la arquitectura de la comunidad financiera est
necesitada de refor-mas. Y tambin queda claro que el sistema
internacional ha demostrado su poca capacidad en relacin con muchos
objetivos que debieran ser funda-mentales, como el crecimiento
econmico sostenible, la erradicacin de la pobreza, la seguridad
humana, la promocin de los valores de todos, evitar los conflictos,
y muchos ms.
Pero conviene ser concretos. Para conocer las causas y proponer
soluciones, no basta tratar con ideas generalistas. Apelar a la
prdida de valores sin ms, nos parece demasiado general. Cualquiera
se perdera tratando de definir cules son los valores perdidos.
Cuando se habla de valores, al final, no se sabe de lo que se est
hablando. Por ello, a fin de concretar, nos hemos centrado en las
causas de los problemas, que vienen de la promocin sistemtica de un
neoliberalismo sin control basado en el dejar hacer como fundamento
de la creacin de rique-za. Unas ideas que perviven con fuerza desde
el siglo xviii, cuando Adam Smith aseguraba que la bsqueda del
inters propio acabara trayendo el bienestar a todos. Segn l, una
mano invisible, acabara ajustando los desajustes. Un pen-samiento
que se ha convertido en la regla de oro de los ltimos cuarenta aos.
Con reconocidos economistas apelando a la codicia sin nombrarla, y
con una clase poltica en connivencia con ellos. Y de ah, la cohorte
de renombrados fi-nancieros que pusieron en prctica toda su
creatividad al amparo de los res-ponsables polticos que, querindolo
o no, han permitido prcticas rechazables.
Y esto es lo que queremos poner de manifiesto aqu: que la
economa fi-nanciera sin control y las inestabilidades que ella ha
producido en la economa real, han sido las causas primeras de la
crisis actual y de las crecientes desigual-dades que se ven entre
pobres y ricos. Desigualdades que, en pases tan avan-zados como
Austria, llevan a que el 5 % de la poblacin acumule el 50 % de la
riqueza, mientras que el 50 % de los ciudadanos no llega siquiera
al 4 %. Y que, en Alemania, en el perodo 1998-2008, el 10 % de los
ms ricos hayan pasado de tener el 45 % de los bienes a
incrementarlo hasta el 53 %; con la circunstan-cia de que el 50 %
de los ms pobres ostentaban en 2008 el 1 % de la riqueza, cuando
diez aos antes llegaban al 4 %. O que, en Espaa, uno de cada cinco
ciudadanos, el 21 % de la poblacin, se encontrara en 2012 por
debajo del um-bral de la pobreza.
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XII Introduccin
Pero las prcticas de la economa financiera actual, como ya hemos
apun-tado, no seran posibles sin el concurso de los reguladores, es
decir, de los res-ponsables polticos. Hoy es la poltica la que
condiciona los mercados. Y son las clases polticas dominantes las
que facilitan que los mercados financieros ahoguen a la economa
real. Nada del destrozo econmico que hemos visto, y an sufrimos,
habra sido posible si los reguladores no hubieran permitido la
expansin de productos financieros txicos, ni hubieran facilitado
unas condi-ciones en los mercados que fueron el inicio de otros
abusos. Tampoco habran sido posible los problemas habidos en
numerosas entidades financieras sin la cohabitacin de polticos y
gestores empresariales. Entidades que han tenido que ser rescatadas
a base de impuestos a los ciudadanos, mientras los respon-sables se
otorgaron, en muchos casos, enormes sumas por su gestin al frente
de empresas quebradas.
Y este es el contexto del libro que el lector tiene en sus
manos. Si bien nues-tro objetivo no es, nicamente, resaltar los
defectos, sino poner en perspectiva los contextos y proponer un
urgente cambio de rumbo. Cambio de rumbo que no debiera basarse
como nica solucin en llevar a cabo polticas econmicas restrictivas
y ajustes excesivos que, al final, sufren los que menos tienen.
Esto solo llevar a un retroceso de muchos de los derechos hasta
ahora adquiridos. Con ello, el Estado de bienestar ir poco a poco
desapareciendo. Y cul es ese nuevo rumbo? Simplemente, estructuras
polticas ms democrticas, clases po-lticas ms honradas, ms separacin
de poderes y una justicia efectiva e inde-pendiente. Todo ello con
el esfuerzo de trasladar a los mercados globalizados los mismos
mecanismos. Lo irn viendo en lo que sigue.
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1CAPTULO 1
El apetito inmobiliario
Regent Street es la calle ms comercial de Londres, transcurre
entre Picadi-lly Circus y Oxford Circus. Son unos dos kilmetros de
longitud con una pro-nunciada curva en el arranque con Picadilly.
Recibe cerca de ocho millones de turistas todos los aos y sus
tiendas emplean a unas 10.000 personas. Fue la primera calle
construida en la ciudad con carcter comercial. La dise el
arquitecto John Nash y se termin en 1825. Conectaba la residencia
del rey Jorge IV en Carlton House con Saint James y Regents Park.
Las fachadas de los edificios representan lo ms caracterstico de la
arquitectura londinense. Los precios del metro cuadrado son
exorbitantes, de acuerdo con el valor de los edificios, que se
estimaba en unos 2.500 millones de euros en 2011. Y encima de los
comercios, en los edificios, aparecen lujosas oficinas y no menos
exclu-sivos apartamentos. Los precios de los alquileres estn por
las nubes, acordes con la exclusividad de la zona: por un local de
unos dos mil metros cuadra-dos se puede llegar a pagar por encima
de los tres millones de euros mensuales.
The Crown Estate
Regent Street pertenece a The Crown Estate, una sociedad
propiedad de la co-rona britnica. Es una de las mayores
inmobiliarias del Reino Unido, con unos activos que llegaban en
2011 a unos 9.000 millones de euros, superando los 300 millones de
euros de beneficios anuales. The Crown Estate tiene propiedades por
toda Inglaterra, incluidos bosques y tierras de labor. Cuenta
tambin con el hipdromo de Ascot y el Parque Windsor. No se puede
decir que la corona in-glesa tenga dificultades econmicas: la
revista Forbes estimaba sus ingresos en 2010 alrededor de los 450
millones de dlares; aun as, el Estado ingls le pro-porciona ms de
50 millones de euros adicionales todos los aos.
La gran cantidad de propiedades inmobiliarias de la corona
inglesa proviene de siglos atrs, cuando los nobles eran los dueos
de la tierra y de sus numerosos cas-
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2 Codicia financiera
tillos. Una reminiscencia que arranca en la Edad Media e incluso
en tiempos ms lejanos an. Era la aristocracia de los propietarios,
muy comn en algunos pases de Europa donde todava se conservan
privilegios que vienen de pocas feudales. En el Reino Unido esto,
en cierta medida, no ha cambiado, ya que, actualmente, en un pas
con ms de 60 millones de habitantes, dos tercios de su suelo
pertene-cen a unas 190.000 familias. La democracia moderna, por su
lado, ha continuado un esquema parecido en todas partes, y existe
lo que se podra llamar aristocracia de la clase poltica. Dedicarse
a la cosa pblica y alcanzar puestos relevantes all suele, en muchos
pases democrticos, reportar pinges beneficios econmicos,
in-dependientemente del color del partido poltico al que se
pertenezca.
A principios del siglo xix, en la Inglaterra rural, nicamente
los titulares de derechos de propiedad podan votar en las
elecciones. Por aquella poca el 20% de los diputados del Parlamento
eran hijos de algn par ingls, y ms del 70% de ellos se elegan por
tan solo 180 seores feudales. Poco a poco, sin embargo, las
reformas que se hicieron con el transcurso del tiempo acabaron con
las prerrogativas de los nobles. As, a finales del siglo xix no era
preciso ser propietario, bastaba con pagar 10 libras de alquiler al
ao para poder votar. Lo que daba unos cinco millones y medio de
electores, siendo hombres adultos un 40% de los votantes. Esta
norma qued abolida en 1928 cuando se dio el de-recho de voto a
todos los hombres y mujeres mayores de edad. Lo que no que-ra decir
que el derecho de propiedad fuera universal: en 1938 menos del 30%
de las viviendas tenan propietario. Una situacin que fue, quizs, el
origen del famoso proverbio ingls: Para un ingls su hogar es su
castillo. Todos queran tener su casa en propiedad al igual que los
nobles. Lo mismo que ha sucedi-do en mltiples lugares: tener una
vivienda propia es signo de estatus social, y tambin de seguridad
personal. Ser propietario asegura, de alguna manera, el futuro
propio y de los descendientes. Casi nadie en un pas desarrollado
quie-re vivir alquilado de por vida. Y este es el caldo de cultivo
de la especulacin inmobiliaria y la financiera asociada a ella.
Al otro lado del Atlntico, en Estados Unidos, el fenmeno, sin
embargo, se comport de manera distinta; quizs porque la Guerra
Civil americana la per-dieron los aristcratas y los terratenientes.
Es cierto que, antes de la Gran De-presin de 1929, a no ser que se
fuera granjero, o se tuvieran propiedades in-mobiliarias, los
crditos hipotecarios no eran accesibles. De ah que, menos del 40%
de los americanos tuvieran una vivienda en propiedad: lo normal
eran los alquileres. Adems, los prstamos hipotecarios eran de muy
corta duracin, en-tre tres y cinco aos; y no eran amortizables, es
decir, se iban pagando los in-tereses y se devolva el capital al
final del perodo.
La Gran Depresin, sin embargo, trajo un enorme drama tambin en
el sec-tor inmobiliario. Entre 1932 y 1933 se produjeron medio
milln de embargos, y a principios de 1934 se contabilizaban ya ms
de mil diarios. Las cadas de los precios de las viviendas fueron
igualmente dramticas. En ese perodo los pre-cios se depreciaron ms
del 20%, y por encima del 50% en las zonas rurales.
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El apetito inmobiliario 3
En 1933, Franklin Delano Roosevelt fue elegido trigsimo segundo
presi-dente de Estados Unidos. Gan las elecciones a Herbert Hoover
al hilo de la cancin entonces de moda: Happy Days Are Here Again,
que populariz Leo Reisman con su orquesta. Su mandato se extendi
hasta abril de 1945. Roose-velt fue un presidente carismtico. Y su
mujer, Eleanor, no lo fue menos: gran defensora de los derechos
civiles, lleg a ser la representante de Estados Uni-dos ante la
Asamblea General de la ONU, y en esa funcin presidi el Comit que
elabor y aprob la Declaracin Universal de los Derechos Humanos en
diciembre de 1948.
Cuando Roosevelt lleg al poder, los Estados Unidos estaban
inmersos en lo ms crudo de la depresin econmica. De ah que, en los
primeros cien das de gobierno, se lanzara con entusiasmo a promover
el programa del New Deal, tratando as de estimular la economa con
una serie de acciones dirigidas a crear empleo con contrataciones
desde el sector pblico. Adicionalmente, se introdu-jeron reformas
en la regulacin financiera y otros sectores como el transporte.
El New Deal trajo consigo un nuevo programa social que atenda en
sus ob-jetivos a democratizar las propiedades. Un concepto
revolucionario sin duda. Ya no solo los ricos, sino las clases ms
desfavorecidas, podran optar a una vivienda en propiedad. Se
trataba de terminar con las chabolas, que entonces como hoy en
muchos lugares se construan con cualquier cosa que sirviera para
poner unas paredes y un techo. Fue el signo de la incipiente clase
media esta-dounidense, que al correr de los aos se hara universal:
tener una vivienda en propiedad era el sueo de la mayora de la
gente.
Especulacin inmobiliaria en Florida
Durante los aos veinte, antes de la llegada de Roosevelt y su
poltica del New Deal, se produjo una enorme especulacin financiera
e inmobiliaria en Estados Unidos. El estado de Florida representa
en ese sentido el paradigma de la bur-buja inmobiliaria, con un
pico en 1925. Muchos paralelismos se podran hacer entre lo que pas
entonces en Florida y lo que ha sucedido en algunos pases
occidentales en los ltimos veinte aos, donde Irlanda y Espaa son
los casos ms emblemticos, sin dejar de lado la enorme especulacin
inmobiliaria en Es-tados Unidos y otros lugares en este tiempo.
En Florida se crearon nuevas zonas habitables en la regin de los
Evergla-des, una zona pantanosa entonces. En realidad, la
prosperidad econmica de los aos veinte, despus de terminar la
Primera Guerra Mundial, sent las con-diciones de esa burbuja
inmobiliaria. Pareca que el cambio de ciclo econmi-co por venir
hiciera buenas las palabras de Clement Juglar, uno de los tericos
de esta disciplina:
La nica causa de la depresin es la prosperidad.
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4 Codicia financiera
Una buena respuesta a los mensajes del presidente americano
Coolidge, cuando en 1928 aseguraba en el Congreso que:
Nunca hasta ahora el pas ha tenido una situacin tan
satisfactoria: tran-quilidad interior, y un rcord en los aos de
prosperidad.
Es la falta de oportunidad de esos polticos que viven alejados
de la reali-dad. Algo ciertamente comn en todas las pocas.
Muchas parcelas en la zona interior de Miami se vendan por tres
y cuatro veces su valor. Incluso especuladores conocidos, como
Charles Ponzi, inventa-ban lugares edificables en zonas
inhabitables. Cualquier terreno en cualquier lugar era susceptible
de ser recalificado como urbano. Lo mismo que hace tan solo unos
pocos aos en tantos sitios.
Durante 1925 en palabras de John Kenneth Galbraith el deseo de
ha-cerse rico sin esfuerzo qu pensamiento tan actual! llev hasta
Florida a un nmero de personas cada vez mayor. Se parcelaban
terrenos, y se sa-caban playas donde no existan.
Son bastantes los que consideran el fenmeno especulador de
Florida como la causa de la Gran Depresin. No fue as realmente,
pero tuvo mucho que ver. Aunque, a decir verdad, no solo fueron los
especuladores los que participaban activamente, tambin entr en el
juego la Reserva Federal americana ayudando a engordar la burbuja
con su poltica de altos tipos de inters, a lo que se unieron las
masivas compras de valores en Wall Street al hilo de inconsecuentes
prsta-mos bancarios. Prstamos que se daban con enorme facilidad:
bastaba aportar un 10% de capital para obtener crditos por el 90%
restante; algo muy comn tambin hace pocos aos, tanto en Europa como
en Estados Unidos. Prstamos que se dedicaban a la especulacin
inmobiliaria y a la compra de acciones en Wall Street, donde los
valores suban como la espuma al igual que los activos
in-mobiliarios. La historia como se puede ver, se repite.
Al dinero fcil se unieron, por un lado, la explosiva industria
del autom-vil que incit a un consumo sin medida y, por otro, las
autorizaciones adminis-trativas que permitan la construccin de
viviendas muy alejadas de los ncleos urbanos. Todo muy actual: la
confluencia entre los errores (y tambin corrup-ciones) del poder
poltico en connivencia con intereses econmicos particula-res que
buscaban un enriquecimiento rpido y sin esfuerzo.
La poltica del New Deal
La Gran Depresin se llev por delante todo el espejismo de
riqueza que se haba generado durante los aos veinte. La pujante
industria del automvil de entonces, al igual que sucedi en 2008, se
encontr con una crisis inesperada.
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El apetito inmobiliario 5
Las ventas bajaron de tal manera que los despidos masivos no se
hicieron es-perar. En Detroit, cuna de esta industria, no quedaban
en 1933 ni la mitad de los obreros que se ocupaban en la fabricacin
de automviles cuatro aos an-tes. La miseria se vea por todas partes
y era imposible encontrar trabajo. Em-pezaron las manifestaciones
por todos los lugares de Estados Unidos, con ex-plosiones de rabia
popular que a veces acabaron en tragedia, como la sucedida en
Detroit en marzo de 1932, que termin con disparos de la polica y
varios obreros muertos en las calles. A los pocos das, decenas de
miles salieron nue-vamente a la calle cantando La
Internacional.
El primer Gobierno de Roosevelt trat de impulsar polticas
sociales con-centrndose en proporcionar viviendas a aquellos que no
disponan de bienes y vivan malamente en chabolas. Era el antdoto
contra una revolucin socialis-ta en ciernes. El Ministerio de Obras
Pblicas fue el primero en reaccionar de-dicando un 15% de su
presupuesto a viviendas baratas. En paralelo, se abri un mercado
hipotecario con condiciones muy asumibles para facilitar el ac-ceso
al crdito. De ello se ocup en primera instancia un nuevo banco
fede-ral, la Home Owners Loan Corporation, que daba prstamos
hipotecarios a pa-gar en 15 aos. Adems, en 1932, se cre un Consejo
Federal (el Federal Home Loan Bank Board) para estimular que las
cajas locales de emprstito (Savings & Loans) dieran prstamos
para la compra de viviendas. Estas cajas reciban de-psitos de
particulares que eran prestados a los compradores de casas. Ade-ms,
a fin de evitar que los impositores perdieran su dinero en caso de
quie-bra, el Gobierno habilit una garanta federal para tales
depsitos. La pelcula de 1946, Qu bello es vivir, dirigida por Frank
Capra, cuenta bien cmo opera-ban las cajas locales de entonces.
Otra novedad de la Administracin Roosevelt vino de la mano del
Ministe-rio de la Vivienda (la Federal Housing Administration) que,
para estimular los prstamos en el largo plazo (hasta veinte aos),
ofreca garantas por el 80% del valor de la vivienda. Un hecho que
ayud a la creacin en 1938 de un merca-do secundario de hipotecas.
Su nombre es bien conocido tambin en nuestros das: Fannie Mae, la
Federal National Mortgage Association. Una organizacin que emita
obligaciones hipotecarias, es decir, ttulos de renta fija que se
utiliza-ban para la recompra de prstamos otorgados por las cajas
locales. De ah na-cieron tantos suburbios de tantas ciudades
americanas.
En 1968 Fannie Mae se separ en dos entidades. Eran los tiempos
del pre-sidente Lyndon B. Johnson, del movimiento hippie, del Ku
Klux Klan y de la cuerra de Vietnam. Pero tambin, un nuevo tiempo
de la lucha contra la po-breza emprendida por este presidente, que
haca el nmero cuarenta y cin-co de la historia de Estados Unidos, y
que haba sucedido a John Fitzgerald Kennedy, brutalmente asesinado
en Dallas a finales de 1963. Por el impul-so de Johnson se cre la
Government National Mortgage Association, Ginnie Mae, una entidad
destinada a dar prstamos a las clases ms pobres, entre las que se
encontraban antiguos combatientes de la guerra de Vietnam. En
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6 Codicia financiera
paralelo Fannie Mae se transform en una empresa privada con
garantas del Estado. Adems, dos aos despus, en 1970, ya en poca del
presidente Ni-xon, se cre otra nueva entidad pblica: Freddie Mac,
la Federal Home Loan Mortgage Corporation, que entraba a competir
en el mercado secundario de las hipotecas. Su primer objetivo:
bajar los intereses de estas. Con tales de-cisiones, la poltica del
New Deal de facilitar casas a los pobres se mantena con los aos, y
el mercado secundario de hipotecas continuaba boyante con el paso
del tiempo.
Las hipotecas se convierten en productos financieros
Los problemas actuales y la crisis financiera que an persiste no
empezaron con las hipotecas subprime. Mucho antes, como hemos
visto, el Gobierno america-no haba promovido ya un mercado
secundario de hipotecas para gentes con menos recursos econmicos
que, adems, ofreca garantas sobre los prstamos en ciertas
condiciones. En concreto, se garantizaban hasta 40.000 dlares
pagan-do una prima del 0,12%. En contrapartida, las cajas locales
podan hacer prs-tamos para la compra de viviendas siempre que se
encontraran en un radio de 25 kilmetros de su zona de influencia.
Eso s, desde 1966, no podan remune-rar sino un 0,25% por encima de
los intereses ofrecidos por la banca comercial. Tambin podan
invertir en otro tipo de productos, incluidos los bonos basura. Una
historia conocida en otros lugares, donde, con el paso del tiempo,
las ins-tituciones financieras pensadas como instrumentos sociales
entraron a especu-lar en productos financieros de alto riesgo.
Inversiones especulativas que al fi-nal explotaban sin remedio.
Como es casi recurrente, la fiebre inmobiliaria en Estados
Unidos se de-sat de nuevo hacia finales de los aos setenta. Nadie
se acordaba ya de las penurias pasadas en los aos treinta. Y de la
misma forma que entonces, terrenos que se compraban por pocos
millones de dlares se vendan das despus por decenas de millones.
Estados como Texas cambiaron su faz de manera abrupta y sin
control. Hechos que, casi al mismo tiempo e inclu-so antes, haban
aparecido tambin en Europa. Espaa, por ejemplo, llen de inmuebles
zonas costeras de Levante y Andaluca al hilo de la especu-lacin
desbocada del suelo en los aos sesenta. Algo que volvi a repetir-se
en un ciclo absurdo cuarenta aos despus. Adems de Espaa, en otros
pases como Irlanda e incluso los Emiratos, surgi el mismo apetito
inmobi-liario, en el ltimo caso con la construccin de rascacielos
por doquier. Du-bai es un claro ejemplo.
A mitad de los aos ochenta, cientos de cajas locales de Estados
Unidos en-traron en bancarrota y cerraron. Miles de personas fueron
perseguidas por di-versos delitos econmicos, y el coste de la
crisis inmobiliaria de entonces se lle-v all un 3% del PIB, unos
150.000 millones de dlares de la poca. Una crisis
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El apetito inmobiliario 7
poco conocida pero, sin duda, la mayor despus de la Gran
Depresin antes de que llegara la actual. Y es aqu donde aparece por
primera vez la malsana com-binacin entre los productos financieros
y las hipotecas.
Con la debacle de las cajas americanas, y la cada definitiva de
la poltica del New Deal, un banco de inversiones de Nueva York,
Salomon Brothers, en-tr en accin a principios de los aos ochenta
saliendo a comprar paquetes de hipotecas de aquellas cajas que
pretendan refinanciar sus prstamos para me-jorar sus baremos de
solvencia. El mecanismo fue el anticipo de las conocidas hipotecas
subprime. Se procedi a reagrupar un nmero de ttulos hipotecarios y
aportarlos como garanta de nuevas hipotecas que se soportaban con
garan-tas del Estado. De esta manera, los crditos hipotecarios se
convertan en una suerte de obligaciones cuyos intereses se dividan
en niveles de acuerdo con los vencimientos y riesgos de las
hipotecas originales. El primero de esos produc-tos vea la luz en
1983, y con ello naca una nueva era: la ingeniera financie-ra
basada en la titulizacin de crditos. Adems, desapareca la cercana
entre inversores y emisores de productos financieros, y los riesgos
se hacan opacos detrs de intereses muy atractivos. Unos crditos
que, en este caso, siempre te-nan los mayores ratings de las
agencias de calificacin, pues seguan existien-do las garantas del
Estado mediante sus conocidos instrumentos: Fannie Mae, Ginnie Mae
y Freddie Mac.
Entre 1980 y 2007 el volumen de dichos ttulos pas de los 200
millones de dlares a los 4 billones1. Y si en 1980 solo el 10% del
mercado inmobi-liario estaba titulizado, en 2007 llegaba al 60%.
Titulizacin conocida tam-bin como securitizacin, un trmino que
encerraba tras de s un arcano financiero incomprensible para muchos
inversores que caan en sus redes al hilo del pago de unos intereses
muy atractivos. Una explosiva combinacin de codicia, avaricia y
usura, al igual que ha ido sucediendo despus con tan-tos otros
inventos financieros de sugerentes nombres como las ya hoy famo-sas
preferentes.
De esta manera, se abra un inmenso campo para hacerse rico:
promo-ver la construccin de viviendas y usar los prstamos
hipotecarios como pro-ductos financieros de altas remuneraciones,
con respaldo de las garantas del Estado. Solo un dato: aquellas
personas que hubieran invertido en el mer-cado inmobiliario
americano a finales de los aos ochenta, habran triplica-do el valor
de la inversin veinte aos despus, descontado el efecto de la
inflacin, con unos dividendos pagados en el perodo que habran
supuesto ms de siete veces esa inversin. Todo un negocio. Algo
mucho ms atracti-vo en Inglaterra, donde el valor inmobiliario se
haba multiplicado por cua-tro, y el valor de la inversin en Bolsa
de los productos financieros se multi-plicaba casi por diez.
1 En lo que sigue, billones expresa millones de millones, segn
la acepcin espaola.
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8 Codicia financiera
La cada de Fannie Mae y Freddie Mac
Segn se dice, el hombre es el nico animal que tropieza dos veces
en la mis-ma piedra, y la piedra en este caso fue el movimiento
cclico del sector inmo-biliario y de la economa. En diciembre de
2005, nuevamente en Detroit, el va-lor de las viviendas haba cado
el 10%. Algo estaba sucediendo. Es verdad que en los diez aos
anteriores el precio de los apartamentos haba aumentado un 50%, eso
s, mucho menos que el valor medio que, en Estados Unidos, lo haba
hecho un 180%. Situacin muy trasladable a otros lugares de
Europa.
Qu haba sucedido? Lo mismo que antes del crac del 29: la locura
inmobi-liaria haba dado lugar a una nueva fiebre de construccin, y
en paralelo, prs-tamos hipotecarios por doquier. Sin olvidar que en
ese tiempo la sofisticacin de productos financieros nada tena que
ver con lo que exista antes de los aos ochenta. Ingeniera
financiera que se haba ido sofisticando an ms como ire-mos viendo a
lo largo de estas pginas, especialmente con la venida del pre-sente
siglo.
Al inicio del siglo xxi, ya no se trataba nicamente de prstamos
hipotecarios garantizados por las agencias estatales: haban surgido
otro tipo de prstamos, por ejemplo, las hipotecas jumbo. Prstamos
demasiado arriesgados como para ser garantizados por las agencias
Fannie Mae o Freddie Mac. Riesgos que, en s mismos, eran lo que les
aportaba el atractivo financiero de grandes ganancias, ya que los
jumbo requeran el pago de altos intereses a aquellos que los
solici-taban; gente que, evidentemente, tenan ms dificultades
econmicas para salir adelante. Nuevamente codicia y usura en
perfecta combinacin: unos querien-do obtener el mximo inters por
sus inversiones, otros siguindoles el juego haciendo opacos los
riesgos, y detrs los solicitantes de las hipotecas pagando enormes
intereses por ellas. Y todo con una cierta proteccin del Estado
ameri-cano, que incluso en tiempos de George Bush hijo, en 2008,
aument los lmi-tes de este tipo de hipotecas mediante una ley, la
Housing and Economic Reco-very Act de 2008 que, como consecuencia,
aliment an ms la especulacin.
Los prstamos jumbo se indexaban a los intereses variables de los
crditos hi-potecarios a corto plazo y, adems, no eran amortizables:
se trataba de prstamos in fine, en los que se pagaba el capital
despus de haber abonado los intereses. Estos prstamos, podan tener,
por ejemplo, intereses cercanos al 10% durante los dos primeros
aos, a los que se les poda sumar otros nueve puntos adicionales
sobre el inters del interbancario. Todo un ejercicio de avaricia
unido al enorme riesgo de impago, ya que los solicitantes de estos
crditos eran muy vulnerables econmicamente. Y es aqu donde surge el
mundo de las hipotecas subprime. Un ejemplo evidente de un malsano
juego del Monopoly llevado a la vida real.
Fannie Mae y Freddie Mac por su parte establecan los trminos
segn los cuales una hipoteca cumpla los criterios de garantas
estatales. En 2006, por ejemplo, el lmite para entrar en este
baremo eran 417.000 dlares. As, si la vi-vienda a comprar tena una
valoracin de, digamos, 500.000 dlares, la manera
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El apetito inmobiliario 9
de escapar de la limitacin era dividir el prstamo en dos,
dejando los 83.000 dlares que no entraban en el esquema (diferencia
de los 500.000 y los 417.000 dlares) como una hipoteca jumbo, o en
este caso, superjumbo, dado que la vivienda en cuestin era,
obviamente, de lujo. De ah el nombre de hipotecas subprime:
aquellas que no entraban en las garantas de Freddie Mac o de
Fan-nie Mae. Hipotecas que, a su vez, haban sido titulizadas segn
lo explicado anteriormente; es decir, empaquetadas en productos
financieros de alta renta-bilidad y, por supuesto, alto riesgo,
unidos a la caracterstica de sortear los cri-terios de Fannie Mae y
Freddie Mac en una suerte de connivencia entre espe-culadores y
reguladores.
Con estos criterios, entre 2002 y 2007, gracias a las hipotecas
subprime, el nmero de tenedores de hipotecas en Estados Unidos haba
aumentado en ms de tres millones de personas, casi todas con pocas
posibilidades econmicas de atender los pagos en el largo plazo. La
democracia de los propietarios haba lle-gado al culmen de lo
posible. Y detrs, el poder poltico. George Bush, como si quisiera
estimular la especulacin, aseguraba en 2002:
Queremos que todos los americanos tengan sus casas en
propiedad.
Para lo cual, en 2003, haba promulgado otra ley: la American
Dream Downpayment Act, que facilitaba la adquisicin de vivienda a
los ms pobres, siempre con las agencias Freddie y Fannie dando
cobertura al mercado de las hipotecas subprime. Todo un
desatino.
A principios de 2007, el Centre for Responsible Lending, una
organizacin americana sin nimo de lucro, que persigue educar al
pblico sobre los peli-gros de instrumentos financieros de alto
riesgo, avisaba que ms de tres millo-nes de hipotecas no seran
atendidas por sus prestatarios. Y en 2008 se hablaba del 11% de
todas las hipotecas subprime, con ms de nueve millones de hoga-res
que no podan responder normalmente a los pagos. Y detrs de todo
ello los productos financieros opacos, especialmente los CDO
(Collateralized Debt Obligations). Unas obligaciones de deuda
garantizadas que, en un volumen de unos 250.000 millones de dlares,
haban sido comercializadas en 2006 con hi-potecas subprime
escondidas en su interior. Unos productos financieros
estruc-turados de los que hablaremos en prximas pginas. Baste decir
ahora que son unos mecanismos financieros que pagan a los
inversores unos dividendos de acuerdo con los beneficios que
consiguen de un conjunto de bonos o de otros activos. Los
inversores se acogen a diferentes niveles de riesgo, con la
circuns-tancia de que si hay prdidas, aquellos que han asumido los
menores riesgos son los que las sufrirn en primer lugar.
En este estado de cosas, a principios de septiembre de 2008, el
director de la Agencia Inmobiliaria Federal (Federal Housing
Finance Agency), James Lockhart, expresaba su decisin de poner a
Fannie Mae y Freddie Mac bajo con-trol directo del Estado, es decir
nacionalizarlas. Una decisin que pblicamen-
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10 Codicia financiera
te apoyaron el mismo da los responsables de la poltica econmica
americana, Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, y Henry
Paulson, secretario del Tesoro. Ambas empresas estaban inmersas en
el negocio de las subprime: en 2008 tenan en sus balances el 80% de
todas las nuevas hipotecas que se haban otorgado en los ltimos aos
en Estados Unidos. Se haban metido en el negocio de la compra de
hipotecas a los prestamistas originales para des-pus titulizarlas y
revenderlas a otros inversores. En junio de 2008 eran propie-tarias
de 1,5 billones de dlares de hipotecas (aproximadamente, vez y
media el PIB espaol). La cada del mercado inmobiliario y la crisis
financiera haban hecho el resto: las agencias estatales estaban en
quiebra. En diciembre de 2008, los nmeros eran descomunales: Fannie
y Freddie tenan ms de cinco billones de dlares en hipotecas, a lo
que haba que aadir otros dos billones al menos en productos
titulizados, de ah que la Administracin Obama resolviera
inter-venir para evitar un colapso financiero de enormes
proporciones. Varios millo-nes de personas perdieron sus viviendas,
y como consecuencia la clase media americana sufri un enorme embate
del que tardar aos en reponerse. El Es-tado americano tuvo que
acudir con 800.000 millones de dlares para tratar de salvar a las
dos empresas.
Explota la burbuja inmobiliaria
Qu haba sucedido? Qu eran realmente los ttulos respaldados por
hipote-cas? La respuesta es simple: a la especulacin tradicional
del negocio inmobi-liario, es decir, a la especulacin con el suelo
y las viviendas, se haba unido la especulacin financiera. El simple
mecanismo de pedir un prstamo hipoteca-rio para adquirir una
vivienda se haba transformado con los aos en un atracti-vo sector
de instrumentos financieros de alto riesgo: los ttulos respaldados
por hipotecas (Mortgage-Backed Securities, en ingls). Como siempre
correran con las prdidas los menos avisados. El mecanismo fue la
titulizacin arriba aludi-da: trocear las hipotecas y empaquetarlas
en ttulos de inversin que se ven-dan por separado de acuerdo con
los diferentes apetitos de riesgo de los po-sibles inversores. Un
mecanismo similar al de los hedge funds que trataremos pginas ms
adelante y que, por otra parte, entraron tambin a jugar con
entu-siasmo en este lucrativo negocio.
Adems, estos ttulos respaldados por hipotecas se emitan en
ocasiones des-de sociedades residentes en parasos fiscales, lo que
aumentaba las ganancias. Un proceso que ofreca enormes beneficios a
los que comerciaban con ellas. Por un lado, los que otorgaban las
hipotecas reciban comisiones sin exponer-se a ningn tipo de riesgo,
ya que las revendan a otros inversores que las em-paquetaban de la
manera ms atractiva. Y, por otro, los bancos o las agencias de
inversin que las empaquetaban y las emitan como atractivos
productos fi-nancieros de alta rentabilidad que, aparte de limitar
el riesgo con la diversifi-
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El apetito inmobiliario 11
cacin, obtenan jugosos beneficios de los inversores finales,
sobre todo en un mercado donde exista el respaldo del Estado por
medio de las agencias estata-les Fannie Mae y Freddie Mac tal como
se ha indicado. Todo un negocio, para algunos. Negocio en el que
entraron con alegra los ms importantes bancos de Wall Street:
Lehman Brothers, J. P. Morgan, Goldman Sachs, Bank of America y
Bear Stearns, as como grandes prestamistas que jugaban con las
hipotecas de alto riesgo: Indymac o Countrywide, por ejemplo. Un
mercado financiero opa-co que estall al comprobarse que la crisis
haba roto el circuito: las hipotecas originales dejaban de pagarse
por los adjudicatarios y, en consecuencia, todo el entramado se caa
por los suelos. De esta manera, el FMI (Fondo Monetario
In-ternacional) estimaba que, a mediados de 2009, las prdidas
producidas por la dispersin de este tipo de productos financieros
txicos habra producido pr-didas por todo el mundo por valor de unos
cuatro billones de dlares, casi cua-tro veces el PIB espaol.
Europa, Japn e incluso China sentan el impacto. Baste el ejemplo
del Ro-yal Bank of Scotland que anunciaba, en agosto de 2008, unas
prdidas por va-lor de 1.300 millones de dlares, pues haba tenido
que hacer frente a un dete-rioro del valor de sus inversiones en
ttulos subprime de casi 11.500 millones de dlares. Barclays, casi
al mismo tiempo, hablaba de 5.400 millones de prdidas. Una situacin
que colapsara el sistema financiero global y cerrara el negocio
interbancario, vital en pases como Espaa o Irlanda, as como la
propia Ingla-terra, que sufriran para encontrar financiacin fuera
de sus fronteras.
El colapso del mercado inmobiliario traa as una cascada de
problemas a todo el sistema financiero: los productos de inversin
perdan rpidamente su valor, los bancos y las agencias tenedoras de
tales productos entraban en mu-chos casos en bancarrota, otras
entidades financieras quedaban sin capacidad de financiarse y se
hunda el mercado de crdito. Ya nadie se fiaba de nadie, y los que
todava podan dar prstamos cerraban la puerta, lo que afectaba a
todo el sistema, incluidos los pases que necesitaban financiarse
para seguir funcio-nando. nicamente los especuladores hacan su
agosto.
De esta manera, la burbuja inmobiliaria y los productos
financieros txicos que iban de su mano destrozaban el sistema
financiero mundial y, en algunos pases, demasiado expuestos a este
sector, se llevaba sus economas por delan-te. Este ha sido el caso
especialmente de Espaa o Irlanda; pases que sin estar excesivamente
expuestos a los productos financieros txicos relacionados con las
hipotecas subprime, dejaron crecer sin ningn rigor su sector
inmobiliario que, al cortarse el flujo de la financiacin, acab por
destrozar todo el sistema.
Espaa, a inicios de 2011, tena casi un billn y medio de euros de
deudas provenientes del ladrillo que estaban atrapados en su
sistema bancario: casi el 50% del total del balance de cajas y
bancos. Cifra que se distribua, ms o me-nos, de la siguiente forma:
un 40% en deudas de promotores inmobiliarios, 45% en prstamos
hipotecarios a familias y empresas, y el resto, un 15%, a empre-sas
constructoras. Entre 1996 y 2006 el sector inmobiliario en Espaa
duplica-
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12 Codicia financiera
ba su peso respecto del PIB, pasando del 5% al 10%, siendo el
perodo 2003-2006 el ms intenso en construccin de casas: 650.000
viviendas construidas en 2003 y unas 900.000 en 2006. Todo ello
bajo el manto de una financiacin bara-ta y muy accesible, y unos
criterios de recalificacin de suelo muy permisibles, al hilo,
muchas veces, de la corrupcin poltica. Una circunstancia que puso
de relieve las carencias del sistema econmico espaol de forma
abrupta y que ha obligado a los enormes ajustes ya conocidos.
De manera similar, Irlanda se embarc en la enfermedad de la
construccin. O por decirlo en palabras Morgan Kelly, profesor de
economa del University Co-llege de Dubln, primero en levantar la
voz para alertar de lo que se avecinaba:
La causa primera del boom y la cada de Irlanda desde el ao 2000
es bien conocida: la construccin.
Irlanda pas de dedicar el 5% de su PIB a la construccin de
viviendas en los aos noventa, al 15% en el pico de la burbuja, es
decir durante el perodo 2006-2007. Lgicamente, la actividad del
sector de la construccin trajo en aque-llas tierras un enorme
aumento del empleo y de la inmigracin, lo que dej ol-vidados otros
sectores, a la vez que los importantes ingresos derivados de los
impuestos de la construccin desbocaban el gasto pblico. Todo bajo
un es-quema de enorme endeudamiento privado, y tambin pblico. La
foto exacta de lo sucedido en Espaa.
Y por qu este aumento sin control en un sector de tan poco valor
aadido? Simplemente, por la existencia de crditos bancarios casi
universales con tipos de inters muy bajos, unidos a una relajacin
poltica desmedida en la conce-sin de licencias para construir
cualquier cosa en cualquier lugar. Y en la tras-tienda, el apetito
de todos por tener una casa en propiedad y, en muchos casos, una
segunda para disfrutar las vacaciones en zonas costeras o para
especular con ella. Lo que fue un perfecto caldo de cultivo para la
aparicin de unos so-fisticados productos financieros opacos que, al
hilo del apetito inmobiliario, en-fermaron todo el sistema,
incluida la debilidad estructural econmica y poltica de la moneda
nica europea, el euro. La conclusin de todo ello fue que eco-nomas
como la espaola o la irlandesa quedaron destrozadas, el entramado
fi-nanciero de estos pases en grave crisis, surgieron enormes
deudas pblicas y la necesidad de ajustar gastos e ingresos en unos
momentos de serias dificulta-des econmicas a nivel global. Todo un
drama de dolorosa salida donde la co-dicia tuvo un importante
papel. Quizs el ms relevante.
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Invitacin Codicia Financieracodicia financiera
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codicia