1 CODEPENDENCIA Y ESTRÉS MARITAL. Algunas consecuencias endocrinas e inmunológicas Sofía Patricia E. Faur Introducción El término “codependencia” nos llega desde el campo de las adicciones y fue introducido a fines de la década del setenta en los centros de tratamiento para “dependientes químicos” de Minnesota. Sin duda, era un nombre nuevo para un problema viejo. Con él se intentaba definir a aquellas personas que se veían afectadas por la relación cercana con alguien que abusara de las drogas o el alcohol. Se observaba que estas personas tenían ciertos patrones vinculares que les eran característicos. Con los años estos “coadictos” fueron tomando cierta autonomía como objeto de atención clínica ya que sus características excedían el mero hecho de acompañar la vida del enfermo o de enfermar por esta causa. Los años que siguieron trajeron mucha información sobre el tema pero no siempre surgida de ámbitos rigurosos y científicos, sino de los ámbitos de la autoayuda, por lo cual los datos eran difíciles de corroborar y legitimar. Mientras tanto, los consultorios de los psicólogos y psiquiatras fueron inundados por personas que respondían a estos cuadros. La falta de criterios claros de ubicación nosológica pasearon el trastorno por la codependencia , la dependencia emocional o afectiva, las adicciones amorosas y la coadicción. En mi experiencia personal la teoría se hacía cada vez más confusa pero la clínica era incuestionable: una gran cantidad de mujeres se acercaban a los grupos de autoayuda convocados bajo alguno de estos conceptos y la problemática era inequívoca: un patrón de relación que enfermaba y afectaba a esas mujeres en casi todas las áreas de su vida. La cuestión del género no era azarosa: las estadísticas indicaban que una abrumadora mayoría de mujeres presentaba estos problemas y , más aún, que sometidos a las mismas situaciones vinculares, las mujeres enfermaban más.
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CODEPENDENCIA Y ESTRÉS MARITAL.
Algunas consecuencias endocrinas e inmunológicas
Sofía Patricia E. Faur
Introducción
El término “codependencia” nos llega desde el campo de las adicciones
y fue introducido a fines de la década del setenta en los centros de
tratamiento para “dependientes químicos” de Minnesota. Sin duda, era
un nombre nuevo para un problema viejo. Con él se intentaba definir a
aquellas personas que se veían afectadas por la relación cercana con
alguien que abusara de las drogas o el alcohol. Se observaba que estas
personas tenían ciertos patrones vinculares que les eran característicos.
Con los años estos “coadictos” fueron tomando cierta autonomía como
objeto de atención clínica ya que sus características excedían el mero
hecho de acompañar la vida del enfermo o de enfermar por esta causa.
Los años que siguieron trajeron mucha información sobre el tema pero no
siempre surgida de ámbitos rigurosos y científicos, sino de los ámbitos
de la autoayuda, por lo cual los datos eran difíciles de corroborar y
legitimar.
Mientras tanto, los consultorios de los psicólogos y psiquiatras fueron
inundados por personas que respondían a estos cuadros. La falta de
criterios claros de ubicación nosológica pasearon el trastorno por la
codependencia , la dependencia emocional o afectiva, las adicciones
amorosas y la coadicción.
En mi experiencia personal la teoría se hacía cada vez más confusa pero
la clínica era incuestionable: una gran cantidad de mujeres se acercaban
a los grupos de autoayuda convocados bajo alguno de estos conceptos y
la problemática era inequívoca: un patrón de relación que enfermaba y
afectaba a esas mujeres en casi todas las áreas de su vida.
La cuestión del género no era azarosa: las estadísticas indicaban que una
abrumadora mayoría de mujeres presentaba estos problemas y , más
aún, que sometidos a las mismas situaciones vinculares, las mujeres
enfermaban más.
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El amor, la pareja, los vínculos, todo aquello que es tan importante en el
mundo femenino y que constituye el eje central de su autoestima se había
convertido en el gran estresor.
¿Cuál era el motivo por el cual tantas mujeres se relacionaban de una
manera tan insatisfactoria, elegían parejas tan inadecuadas, soportaban
niveles alarmantes de maltrato emocional, aumentaban su tolerancia al
dolor emocional y estaban dispuestas a asumir la responsabilidad por
otro aún cuando esto les implicara un perjuicio en su salud física y
mental?
El tiempo arrojó un poco más de claridad y a partir de 1986 comienzan a
aparecer trabajos científicos en un intento de delimitar el constructo y
darle validez científica.
El presente trabajo recoge esa historia, intenta ubicar el trastorno dentro
de una nosología clínica y relacionarlo con el estrés surgido como
consecuencia de una relación interpersonal disfuncional .
Luego desarrollaremos la hipótesis integradora del campo psico-
neuroinmunoendocrinológico sustentada en trabajos ya realizados en
este sentido. Para ello, nos apoyaremos en las experiencias realizadas
con “caregivers” o cuidadores por ser una categoría afín y en
investigaciones sobre estrés conyugal y sus consecuencias endocrinas e
inmunológicas. Haremos una investigación sobre las diferencias del
impacto del estrés marital sobre hombres y mujeres.
Finalmente, analizaremos la importancia del soporte social para
disminuir la vulnerabilidad al estrés y tomaremos como ejemplo la
experiencia de los grupos de autoyuda para mujeres con dependencias
afectivas y codependencia con los que trabajamos desde el año 1986.
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PLEITO NO ES ENOJO
“Un pleito entre nosotros dos, no debería haberse transformado en
enojo. Pero cuando ya fuimos embargados por la emoción es inhábil e
infructuoso seguir discutiendo. Nuestras controversias jamás las
resolvimos hablando, sino con silencio, ternura y paciencia. Si esto no
es suficiente y debemos aclarar las cosas, deberemos esperar a
recuperar el amor que sentíamos; el vínculo afectivo indispensable
para que sea más importante poder abrazarnos que tener razón.”
Hugo Finkelstein. El amor, ese pretendido bien
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¿QUÉ ES LA CODEPENDENCIA?
A partir del nacimiento de Alcohólicos Anónimos en la década del 40,
comienzan a reunirse en paralelo, grupos de autoayuda convocados en
su mayoría por esposas o algún familiar cercano del alcohólico. Su
objetivo era compartir las experiencias y dificultades que les acarreaba
la convivencia con el adicto.
Años más tarde, hacia fines de la década del 70, surge el concepto de
codependencia en los centros de tratamiento de Minnesota- sin que nadie
se adjudique claramente su autoría – como equivalente al de
coalcoholismo. Con él se buscaba definir a “aquellas personas cuya vida
se había vuelto inmanejable como resultado de la relación cercana y el
compromiso con la vida de un alcohólico”.
Se extendía poco a poco su utilización hacia el mundo de las
drogodependencias y se hablaba ya entonces del codependiente como
una persona afectada por otra que, a su vez ,tenía una dependencia
química.
Empezaba a despertar gran interés el papel cumplido por la familia del
adicto, ya que su rol era fundamental en el mantenimiento o en la
recuperación de la enfermedad.
Términos como facilitadores, rescatadores, “otro significativo”, aludían a
un problema que no podía soslayarse: era necesario trabajar con los
familiares cercanos al adicto pues se corría el riesgo de que
“contribuyeran a perpetuar la enfermedad “ con su tarea de rescate al
impedir al adicto “tocar fondo”, es decir, encontrarse con las
consecuencias de su conducta.
Como vemos, todos estos enfoques, estaban centrados en el problema
del adicto. Sin embargo, los profesionales de la salud comenzaron a
advertir que estos codependientes presentaban rasgos comunes y tenían
un patrón particular de relación , de pensar, sentir y actuar que los iba
enfermando progresivamente. También ellos provenían de hogares
disfuncionales donde no necesariamente había estado presente el
alcohol, pero era claro que estas personas habían tenido que asumir
desde muy temprano un rol de “cuidadores” ya que los adultos que
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debían ejercer esta función no estaban en condiciones de hacerlo a causa
de sus propias patologías o bien porque se daba una situación de
abandono emocional.
De este modo, el término se fue extendiendo hasta definir a las personas
que tenían una relación cercana con alguien que tuviera un trastorno
mayor de conducta (jugadores compulsivos, bebedores, adictos al
trabajo. depresivos, etc) y se fue reforzando dentro de la definición “la
necesidad de ayudar al otro, de salvarlo y rescatarlo, la obsesión y el
intento de controlar sus conductas y la asunción de responsabilidad por
él.”
Algunas definiciones , a partir de la década del 80 comienzan a arrojar luz
sobre el fenómeno:
“Codependencia es cualquier padecimiento o disfunción que va asociado
o es resultante de focalizar el interés propio en las necesidades y
conductas de otros.” (Whitfield,1989)
En la misma línea Schaef ,(1986) propone que “la/el codependiente
tiende a caracterizarse por su baja autoestima, sus dificultades para
satisfacer sus propias necesidades y por la valoración de su propia
identidad basada en la valoración externa”.
“Una persona codependiente es aquella que ha permitido que la
conducta de otra persona la afecte, y que está obsesionada con controlar
la conducta de esa persona”. (Beattie ,1987)
O bien como “una patología del vínculo que se manifiesta por la excesiva
tendencia a encargarse o a asumir las responsabilidades de
otros”.(Haaken,1993)
En la literatura abundan las definiciones de codependencia y es Cermak
quien comparó un número considerable de ellas para definir los aspectos
que podrían ser usados como criterio diagnóstico para su inclusión en el
Manual de Diagnóstico y Estadística de la American Psychiatric
Association. (DSM)
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a. Continua inversión de la autoestima en la capacidad para controlar
sentimientos y conductas de sí mismo y de los otros frente a serias
consecuencias adversas.
b. Asunción de responsabilidad para satisfacer las necesidades de los
demás excluyendo el reconocimiento de sus propias necesidades.
c. Ansiedad y distorsión de los límites en situaciones de intimidad y
separación
d. Involucrarse en relaciones con individuos de personalidad
químicamente dependientes, desordenada e impulsiva.
e. Exhibe tres o más de los siguientes rasgos:
- Excesiva dependencia de la negación
- Constricción de las emociones
- Depresión
- Hipervigilancia
- Compulsiones
- Ansiedad
- Consumo de sustancias
- Víctima recurrente de abuso físico o sexual
- Enfermedades médicas relacionadas con el estrés
- Ha permanecido en una relación primaria con un activo
- consumidor de sustancias por lo menos 2 años sin pedir ayuda
externa.
El concepto y criterio de diagnóstico de Cermak se encuentra en estudio
para su inclusión en el DSM dentro de la clasificación: Trastorno de
personalidad no especificado.
Veamos que nos dice esta categoría en el DSM IV:
“Esta categoría se reserva para los trastornos de la personalidad que no
cumplen los criterios para un trastorno específico de la personalidad. Un
ejemplo es la presencia de características de más de un trastorno
específico de la personalidad que no cumplen los criterios completos
para ningún trastorno de la personalidad (“personalidad mixta”), pero
que, en conjunto , provocan malestar clínicamente significativo o
deterioro en una o más áreas importantes de la vida del individuo (p.ej.
social o laboral) . Esta categoría también puede utilizarse cuando el
clínico considera que un trastorno específico de la personalidad que no
está incluido en la clasificación es apropiado.. Los ejemplos incluyen el
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trastorno depresivo de la personalidad y el trastorno pasivo-agresivo de
la personalidad.”
Entre los rasgos que hemos enunciado para definir este trastorno
queremos detenernos en algunos que nos serán de utilidad a la hora de
hablar del estrés en estos vínculos.
Una de las principales características del codependiente es que
desarrolla una hipertolerancia al sufrimiento emocional que lo hace capaz
de soportar situaciones dolorosas por períodos prolongados que otras
personas no tolerarían.
Consideramos que para ello se apoyan en un mecanismo de defensa
como la negación que les impide tomar contacto con la realidad de la
situación. Dado que su dependencia emocional es sumamente primaria e
imperativa, esta negación les permite “proteger su suministro” , es decir,
continuar en la relación justificando su permanencia y minimizando los
incidentes que en ella se suceden.
Podríamos decir, utilizando el concepto de Liberman, que estas personas
se “sobreadaptan” a la realidad externa en detrimento de su propia
realidad psíquica negando las señales que les advierten que están
sobrepasando su propia capacidad de resistencia. Esto las hace en
extremo vulnerables ya que fallan sus mecanismos de autoprotección.
Otro rasgo relevante es el intento de control sobre la vida y las conductas
del otro: el fracaso permanente en el intento de “redimir” al otro lo lleva
a apostar cada vez más fuerte en sus intentos generando una estructura
asfixiante entre los dos, así, cuanto más adictiva es la conducta de uno,
más evitativa es la del otro. Esto produce un malestar creciente y una
sensación de derrota que, como veremos, es fuente de patología
somática y depresión.
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CARACTERÍSTICAS DE LA CODEPENDENCIA
Cuando se intenta cernir el concepto de codependencia queda la
sensación de que algo importante ha quedado afuera de esa definición.
Más allá de criterios teóricos, es útil para la clínica enumerar cuáles son
las características que encontramos con más frecuencia y que pueden
ayudar a su ubicación diagnóstica. También pueden ser de utilidad
algunas herramientas como la Spann-Fischer Codependency Scale (ver
Anexo) y otras escalas destinadas a servir de apoyo metodológico para
este fin.
Estas son algunas de las características que están recogidas de los
trabajos de Beattie, Schaeff, Schaefffer y de ni propia experiencia clínica:
- Asumen la responsabilidad por lo que ocurre en la vida de otras
personas. Si algo no funciona bien están dispuestas a asumir toda la culpa
por ello.
- Se anticipan a satisfacer las necesidades de otros aún cuando no se
les haya hecho ningún pedido.
- Tienen dificultades con la asertividad. No pueden decir que no,
aunque lo deseen porque temen no ser queridas y porque no soportan
decepcionar o desilusionar a otros.
- Se sienten atraídas por gente necesitada ,conflictiva, irresponsable
o perturbada a quienes consideran que pueden ayudar y salvar por
medio de su amor y sus cuidados.
- Tienen una baja autoestima , una gran necesidad de valoración
externa y no confían en sus propias percepciones.
- Desarrollan una hipertolerancia frente a situaciones abusivas y son
capaces de hacer cualquier cosa para evitar que una relación se termine
porque tienen una gran dependencia emocional.
- Tienen la sensación de no ser suficientes y de no hacer nunca lo
suficiente,
- Tienen serias dificultades para conectarse con el placer y el
bienestar.
- Se obsesionan con la vida de los demás . Ponen toda su energía en
ello y pierden el foco de sus propias necesidades e intereses.
- Como temen las situaciones de descontrol, intentan controlar por
cualquier medio , ya sea la culpa, la lástima, la coerción o la actuación.
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- Se mienten a sí mismos y a los otros respecto de la realidad de su
situación.
- Minimizan , justifican y niegan lo que sucede en la relación.
¿QUIÉNES LLEGAN A SER CODEPENDIENTES?
Habíamos dicho en la introducción que la codependencia era un
trastorno mayoritariamente observado en mujeres. Esta característica de
género no es sorprendente. Desde siempre el rol de cuidadoras y
rescatadoras ha sido atribuido a la mujer. Como dice Coria al referirse al
“software maternal” que le ha sido conferido culturalmente a las mujeres
más allá de su biología, “el modelo de amor que tantas mujeres aplican a
la hora de intentar una relación adulta es reflejo y continuidad de otro
modelo de amor profundamente arraigado en la condición femenina, que
es el modelo de amor materno filial”.
De allí que resulte difícil ver como patológico el cuidado excesivo ,
desgastante y generador de enfermedad que muchas mujeres
desarrollan en sus vínculos y que este patrón relacional se haya
naturalizado de una manera que impide a quien lo sufre legitimar su
dolor por considerar que es “egoísta, insensible, poco abnegada o con
poca capacidad de sacrificio”.
No es casual, por lo tanto ver que una abrumadora mayoría de las
personas que se dedican a profesiones asistenciales sean mujeres:
enfermeras, médicas , asistentes sociales, psicólogas entre las cuales no
es raro encontrar el trastorno que nos ocupa.
No queremos decir con esto que los hombre no se vean afectados por
esta patología pero es evidente que la carga cultural y social no es la
misma en los distintos géneros lo cual colabora para que una mujer no
pueda identificar este patrón comportamental como una patología.
En cuanto a la familia de origen de los codependientes , nos hemos
referido antes a aquellos hogares disfuncionales donde los progenitores
no pudieron hacerse cargo del cuidado de sus hijos, por lo cual este rol
recayó tempranamente en uno de ellos que desde entonces asumió
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responsabilidades de adulto . Este patrón es llevado luego a su vida de
relación y es lógico entonces que estas personas se sientan atraídas por
alguien a quien cuidar ya que suponen que es la única manera en que
serán amadas y reconocidas.
En su trabajo sobre “El concepto de dependencia emocional” Castelló
hace referencia con claridad al motivo por el cual tantas mujeres que han
visto sus necesidades afectivas frustradas en su infancia y que crecen con
un déficit de autoestima se ven atraídas por hombres narcisistas y
manipuladores a quienes idealizan y frente a quienes se someten y
subordinan.
Frente a tan desesperante necesidad de afecto estas “mendigas de
amor” no son selectivas a la hora de elegir sus relaciones y su
inseguridad las lleva a buscar personas frente a quienes puedan sentirse
útiles y necesarias.
Entre los rasgos destacados por Cermak que antes citáramos, también
encontramos víctimas de abuso fisico o sexual. En estos casos , la niña
crece sin poder confiar en sus propias percepciones ya que los
encargados de cuidarla son quienes la dañaron .Sin embargo, esto le es
negado por lo cual es incapaz de legitimar su malestar. Esta
característica también es frecuente en la clínica de los codependientes.
LOS VÍNCULOS ¿ESTRESORES O PROTECTORES?
Es sabido desde hace tiempo que el aislamiento empeora la calidad de
vida y puede ser un factor de riesgo tan importante como el tabaquismo,
la obesidad o el sedentarismo. Existe mucha documentación que avala el
hecho de que las personas casadas son más saludables que las que no lo
están y se basan para ello fundamentalmente en dos hipótesis: la de
selección y la de protección. La primera porque los individuos más
saludables son más proclives a casarse y a mantenerse en esa condición
y la segunda porque tienen más recursos materiales, mejores hábitos de
salud, menos estrés y más soporte social. (Umberson,1992)
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En cuanto al divorcio, las mujeres siguen contando con una amplia red de
soporte social mientras que los hombres quedan muy aislados ya que
hacen de su esposa casi su única confidente.
Sin embargo, estudios recientes nos revelan que la calidad del vínculo es
lo más importante ya que una relación insatisfactoria puede ser mucho
más perjudicial que la soledad.
Vamos a intentar demostrar que la pareja puede, en ocasiones, ser una
importante fuente de estrés .Las parejas infelizmente casadas y con bajos
índices de satisfacción marital tienen peores parámetros de salud que
aquellas que no están casadas. Más aún , los efectos protectivos y
beneficiosos del matrimonio parecen ser más fuertes para los hombres
que para las mujeres. (Kiecolt-Glaser JK. ,2001)
Desde cierto punto de vista, y lejos de parecer feministas, esta hipótesis
tiene sustento en el hecho de que las mujeres son más proclives a cuidar
la salud del otro y como hemos visto en vínculos disfuncionales donde
este rasgo puede convertirse en patológico, no es extraño que sean ellas
quienes enferman.
En el caso particular de la codependencia, la insatisfactoria calidad del
vínculo, el fracaso en los intentos de control, el aislamiento progresivo de
estas personas respecto de su entorno como consecuencia de la
vergüenza de exhibir su relación y la vulnerabilidad propia del perfil de
personalidad de quienes la padecen provoca un cóctel explosivo que
puede estallar bajo la forma de síntomas somáticos que pongan en riesgo
el bienestar tanto físico como psicológico.
El soporte social es mencionado en numerosos trabajos como factor
protectivo contra el estrés y es algo de lo que carecen estas personas ya
que hemos mencionado que provienen de familias que no han podido
proveerlas de un sostén adecuado. Al llegar a la vida adulta se
transforman ellas mismas en el sostén de otros con lo cual se vuelven
todavía más vulnerables. Por el hecho de mentir en relación a lo que
ocurre en sus parejas sus redes se vuelven ineficaces ya que no pueden
sincerarse y tener una vía de apoyo y descarga emocional.
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La recuperación y el trabajo en los grupos de autoayuda ha sido y
continúa siendo una valiosa herramienta para suplir el apoyo que ha
faltado y consideramos que tiende a disminuir el estrés y sus
consecuencias.
Nos referiremos a este punto más adelante.
CODEPENDENCIA Y ESTRÉS
La experiencia de haber crecido en una familia en la que el niño se ve
amenazado por la violencia emocional o física, donde sufre una situación
de abandono emocional y desamparo y además se ve forzado a negar
sus sentimientos y a ocultar sus emociones acerca de lo que está
viviendo, puede generar, al llegar a la vida adulta, un cuadro similar al
del estrés postraumático. La infancia de estos niños ha transcurrido
generalmente en un ambiente de caos en el cual han tenido que negar su
propia realidad emocional para poder sobrevivir.
“Nacimos en el medio de una guerra donde nuestro sentido del sí mismo
fue azotado, fracturado y roto en pedazos. Crecimos en el medio de
campos de batallas donde nuestros seres fueron rebajados, nuestras
percepciones invalidadas y nuestros sentimientos ignorados y
anulados.”, dice R. Burney.
El rasgo distintivo de las familias generadoras de esta vulnerabilidad es
que no han podido satisfacer las necesidades de dependencia de sus
hijos ni han podido legitimar su dolor.
Bradshaw emplea el témino “asesinato del alma” al referirse a la manera
en que estas familias sofocan el verdadero yo del niño y lo obligan a
construir un falso yo.
Estos niños serán luego adultos con sus necesidades básicas insatisfechas
que recurrirán al control de otro carenciado, enfermo o necesitado para
reforzar y validar un sentido del sí mismo en la tarea de ser útiles y
necesarios.
No obstante, en la actualidad entendemos que , más allá del estresor, es
la evaluación cognitiva y la atribución de sentido que se haga del evento
estresante lo que enferma.
En este sentido, es interesante evaluar los recursos individuales, las
diferentes formas de afrontamiento, la vulnerabilidad genética y la
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capacidad de resiliencia que hacen que algunos individuos desarrollen la
enfermedad y otros no. La atribución que se haga del fenómeno
traumático será lo que haga de él un evento devastador o no.
“Así, la soledad en un caso puede ser deletérea y producir un importante
padecimiento subjetivo mientras que en otro caso puede significar una
respuesta de autopreservación. Así como se puede considerar activa una
actitud manifiesta de rodearse de gente y tareas que al indagar encubre
una tristeza, soledad, frustración con índices clínicos de depresión que
intenta restituir en la búsqueda de reconocimiento externo una
traumática situación afectiva depresiva al ser abandonado por una
pareja” (Bonet J., Luchina C.,1998)
En los últimos años el concepto de resiliencia como la capacidad de un
individuo no sólo para afrontar el dolor sino para superarlo y
transformarlo es objeto de un interés creciente.
“Cuando lo real es aterrador, el ensueño da una loca esperanza”....”En
este sentido, la resiliencia constituye un proceso natural en el que lo que
somos en un momento dado necesariamente debe entretejerse con los
medios ecológicos, afectivos y verbales. Basta con que uno sólo de esos
medios falle para que todo se hunda. Basta con que haya sólo un punto de
apoyo para que la edificación pueda continuar”. (Cyrulnik,1999)
No será casual, por tanto, que quienes emergen de un tal contexto
familiar sean proclives a repetir cierto tipo de interacción vincular
negativa. Con la dramática necesidad de controlar el caos en sus vidas
buscan lo que conocieron con la secreta esperanza de poder dominar y
controlar en el presente lo que no pudieron en el pasado .Con su yo
dañado, sus emociones bloqueadas, su bajo nivel de autoconfianza y
autovaloración salen al mundo afectivo con un déficit que pronto se
traducirá en una nueva fuente de dolor emocional.
En las últimas décadas el campo de la Psiconeuroinmunoendocrinología
se ha visto poblado de artículos que investigan las relaciones entre el
estrés y los vínculos interpersonales.
Es dentro de este contexto que nos proponemos analizar las
consecuencias que puede tener una relación abrasiva sostenida en el
tiempo , tomando el modelo de la codependencia por el alto nivel de
hostilidad, maltrato emocional y descalificación que conlleva el vínculo
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para lo cual revisaremos trabajos realizados en el campo del estrés
conyugal.
AMORES QUE MATAN: ESTRÉS CONYUGAL
En los trabajos realizados en la última década, especialmente en la
Universidad de Ohio, ha quedado claramente evidenciada la relación
negativa que tiene sobre la salud física el conflicto marital. De un modo
indirecto, teniendo una clara influencia sobre la depresión y de modo