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El republicanismo de Maquiavelo Titulo Hilb, Claudia - Autor/a
Autor(es)Fortuna y Virtud en al Repblica Democrtica. Ensayos sobre
Maquiavelo En:Buenos Aires LugarCLACSO, Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales Editorial/Editor2000 Fecha
Coleccinpolitica; filosofia; teoria politica; filosofia
politica; historia; TemasCaptulo de Libro Tipo de
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Maquiavelo, la repblica y la virt
c Claudia Hilb *
De modo que yo creo que la fortuna quetuvieron los romanos en
este asunto la tendrntodos los prncipes que procedan como los
romanosy sean tan virtuosos como ellos.Maquiavelo Discursos sobre
la Primera Dcada de Tito Livio, Libro II, cap.1
T anto y tan bueno se ha dicho en los ltimos aos sobre
Maquiavelo queeste escrito no pretende en nada la originalidad.
Entusiasta lectora comosoy de la obra de nuestro autor, estoy lejos
de considerarme una especia-lista en su pensamiento. Por ende, mi
contribucin tendr un propsito acotado:basndome, muchas veces
explcitamente y otras tantas implcitamente, en la lec-tura de
varios de sus principales intrpretes contemporneos, intentar dar
cuen-ta del republicanismo de Maquiavelo no tanto en su faz prctica
sino en los plie-gues de su teora poltica.
Que Maquiavelo adhiriera con entusiasmo a la Repblica florentina
de lacual fue un ardiente sirviente desde 1498 hasta la restauracin
de los Mdici, queabrevara en la tradicin del humanismo cvico de raz
ciceroniana revitalizado enel Quattrocento1, todo esto y mucho ms
es hoy harto conocido y est fuera dediscusin para todo lector ms o
menos atento de Maquiavelo. Pese a lo cual, noes sta, la del
republicano, la imagen que de este autor suele trascender fuera
delos crculos acadmicos: hay una apropiacin banal, podramos decir,
que hace deMaquiavelo tan slo el autor de consejos inmorales e
inescrupulosos de gobier-no, que le atribuye, podramos decir, el
ser... maquiavlico. Y si bien se trata deuna lectura que hoy se nos
aparece como a todas luces insatisfactoria, es cierto
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* Sociloga, politloga. Profesora de teora poltica, Carrera de
Ciencia Poltica, Facultad de Ciencias Sociales,Universidad de
Buenos Aires. Investigadora del CONICET.
florHilb, Claudia. Mquiavelo, la repblica y la "virt". En
publicacion: Fortuna y Virtud en al Repblica Democrtica. Ensayos
sobre Maquiavelo. Toms Vrnagy CLACSO, Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales, Ciudad Autnoma de Buenos Aires, Argentina. 2000.
ISBN: 950-9231-54-1Disponible en la web:
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/maquiavelo/hilb.pdf
Fuente: Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales de Amrica Latina
y el Caribe de la red CLACSO -
http://www.clacso.org.ar/biblioteca
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Fortuna y virtud en la repblica democrtica
que la relacin entre sus opciones polticas y su obra, y en
particular entre el re-publicanismo evidente de los Discursos sobre
la Primera Dcada de Tito Livioyel aparente cinismo o la amoralidad
de El Prncipees, o ha sido por lo menostambin entre los estudiosos,
hasta los ltimos aos ms que controvertida.
En un estudio ya clsico, Hans Baron (1988: cap. XV) ha
restituido la histo-ria de las lecturas de Maquiavelo a travs de
los siglos. Si bien es cierto, sostieneBaron, que el republicano
Busini, opositor de los Mdici, vea ya en Maquiavelouna figura
bifronte, a uno de los ms extraordinarios amantes de la libertad
pe-ro tambin al inescrupuloso consejero de Lorenzo de Mdicis,
podemos decir queen trminos generales, si exceptuamos a los
contemporneos de Maquiavelo, has-ta los albores de la Ilustracin la
lectura que prim fue una versin demonizadorasu obra, una lectura
que vilipendiaba las enseanzas de E l P r n c i p ey soslayabapor
completa la existencia de los D i s c u r s o s. El siglo XVIII
redescubrira al Ma-quiavelo republicano: encontramos su impronta en
el Tratado Polticode Spino-za, toda la obra de Montesquieu respira
la influencia de los D i s c o r s iy Rousseaule rinde un homenaje
explcito en el Contrato Social2. Pero muy pronto una nuevalectura,
esta vez en clave positiva, de El Prncipe, volvera a opacar al
Maquiave-lo republicano: como lo seala Baron, la preocupacin por la
unificacin del Es-tado a finales del siglo XVIII en Alemania y algo
ms tarde en la Italia del R i s o r-g i m e n t ollevara a releer
El Prncipepara descubrir en ese texto las recetas del
res-tablecimiento de un cuerpo poltico enfermo. Si bien ya no se
trata de una lecturademonizadora sino de una nueva mirada sobre
Maquiavelo como precursor delrealismo poltico, esta lectura tiene
por efecto el convertir una vez ms a Maquia-velo en autor de un
nico texto, en autor exclusivo de El Prncipe.
Simultneamente, ya desde el siglo XIX se abre paso la exigencia
de inter-pretar la obra de Maquiavelo echando luz sobre la relacin
entre ambos textos.Baron da cuenta de dos estrategias emparentadas
entre ellas que hicieron frente aese desafo intentando integrar
ambos escritos en una misma lgica -la de un Ma-quiavelo padre de un
relativismo cientfico a ultranza guiado por las necesidadesde la
razn de Estado, en que la pasin republicana es contenida o
contrarrestadapor la necesidad poltica del momento (Meinecke), la
de un Maquiavelo funda-dor de una ciencia poltica autnoma de la
moral, desinteresado en el fondo de ladiferencia entre formas de
rgimen (Renaudet)- para marcar su preferencia deci-dida por una
tercera opcin: la de confrontar las notorias diferencias que a su
en-tender existen dentro del pensamiento de Maquiavelo para, lejos
de intentar ar-monizarlas, investigar si despus de todo no pueden
ser consecuencia de un cam-bio de criterio (Baron, 1988: p. 346).
En esa lnea, Baron emparenta su lecturacon los trabajos de Federico
Chabod y de quienes en Italia y fuera de ella reco-nocen la
influencia de Chabod: Gennaro Sasso, Felix Gilbert, e.a.
El estudio de Hans Baron data de 1961. Si bien la versin
revisada incluidaen el volumen citado de 1988 incorpora alguna
referencia posterior aislada, su re-
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sea de las lecturas de Maquiavelo se detiene en los aos 50. Mal
podramos re-procharle, por lo tanto, no haber dado cuenta de un
nuevo impulso a los estudiosmaquiavelianos dado por autores que
probablemente no adheriran a la afirma-cin de Baron segn la cual
... mientras ms cercana se hace la comparacin en-tre ambas obras ms
absurda se hace la idea de que deberan ser las mitades ar-moniosas
de una nica y similar filosofa poltica... (1988: p. 345). A partir
de1970, y al amparo de dos obras monumentales como son Le travail
de loeuvreMachiavel, de Claude Lefort (1972), y The Machiavellian
Moment, de J. G. A.Pocock (1975), se ha renovado la mirada sobre la
obra de Maquiavelo fijando es-ta vez la atencin en la relacin
interna de los conceptos utilizados -virt, fortu-na, vivere libero,
etc.- a fin de desentraar, precisamente, a travs de ellos, el hi-lo
conductor de una filosofa poltica.
Es posible leer El Prncipea la luz de las enseanzas de los
Discorsi? Po-demos encontrar en el republicanismo de Maquiavelo la
clave de interpretacindel resto de su obra? En lo que sigue, y
recogiendo el hilo de las interpretacionescontemporneas de
Maquiavelo, intentar sostener que es posible restituir a tra-vs de
los textos una idea maquiaveliana del mejor rgimen, del rgimen
pol-tico ms apto para hacer frente a los avatares de la fortuna y
de la corrupcin ine-vitable del tiempo, del rgimen ms conforme a la
naturaleza de la cosa poltica.
Repblica, virtud y virtCmo lo han sealado numerosos intrpretes
de Maquiavelo y, entre ellos re-
cientemente y de manera dismil, Leo Strauss (1958)3, Quentin
Skinner (1981) ylos ya mencionados Claude Lefort y J. G. A. Pocock,
Maquiavelo establece unpunto de ruptura central con las tesis
clsicas del humanismo cvico a travs dela introduccin de una nocin
de virtdesligada de las connotaciones morales dela virtud clsica.
Como advierte Lefort4, el elogio que Maquiavelo hace de la
re-pblica romana y de la lectura que de ella hace Tito Livio no
debe llamarnos aengao: la grandeza de Roma, la salud de la Repblica
no puede entenderse sim-plemente segn la interpretacin que de ella
dan los propios romanos, y entreellos Tito Livio -muy por el
contrario, es preciso desentraar, en esa lectura, laverdad efectiva
de los acontecimientos. La grandeza de Roma no puede entender-se en
los trminos en que la tradicin pens el Bien poltico, ni en los
trminosen que los propios romanos la comprendieron, ni tampoco,
podemos decir, en lostrminos en que la tradicin del humanismo cvico
florentino la comprende. Ni lavirtud moral de sus personajes
eminentes, ni la virtud cvica que identifica alhombre bueno con el
buen ciudadano pueden en s mismas dar cuenta del esplen-dor de
Roma. Si queremos comprender la clave del xito poltico, si
pretendemosentender las razones de la grandeza de una ciudad,
sostiene Maquiavelo, debemosdetenermos en su virtud propiamente
poltica -en su virt-, en la capacidad queella muestra de hacer
frente a la fortuna.
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Claudia Hilb
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Fortuna y virtud en la repblica democrtica
Por qu puede una ciudad ser ms apta para florecer y mantenerse?
Toman-do como punto de partida los diez primeros libros de la
Historiade Tito Livio,Maquiavelo se propone reexaminar la historia
de Roma a fin de descubrir en ellosla clave de su grandeza; su
objetivo es el de desentraar a travs de la lectura dela historia la
gramtica profunda de los asuntos humanos, los resortes efectivosde
la libertad y la obediencia, las condiciones materiales ideales de
la estabilidadde un rgimen poltico.
Podemos acordar con Pocock (1975: p. 157 y 183-185) que para
Maquiave-lo, republicano convencido, la Repblica es el rgimen
virtuoso en el sentido cl-sico del humanismo cvico. Es decir, la
Repblica es el rgimen que permite larealizacin del vivere civile-de
una forma de vida dedicada al inters cvico y alejercicio de la
actividad poltica del ciudadano-, y es en esta vida dedicada a
laaccin, posibilitada por la Repblica, que el hombre puede aspirar
a alcanzar losms altos valores a los que puede pretender. Es decir,
la Repblica es el rgimenvirtuoso -una estructura de virtud, en
trminos de Pocock- en tanto es aquel quebrinda el marco para el
ejercicio del vivere civile, de la virtud cvica, que es a lavez
expresin suprema de la virtud y condicin de las virtudes
particulares.
Pero si slo en la Repblica hay virtud, el problema de la virtud
deviene inme-diatamente en el problema de la estabilidad poltica de
la repblica, de su capaci-dad de hacer frente a los golpes de la
Fortuna: para que la virtud pueda desplegar-se es preciso que la
Repblica perdure. Partiendo de la doble premisa de que todaforma
terrenal est sometida a la corrupcin del tiempo, y de que la
Repblica de-be hacer frente en sus relaciones territoriales a otras
unidades polticas con quienesno comparte el v i v e re civile5,
Maquiavelo explorar enEl Prncipey en los D i s c o r-s ilas
condiciones de estabilidad de los regmenes polticos: all, la
capacidad de unrgimen -sea Prncipe o Repblica- por hacer frente a
los golpes de la Fortuna, to-mar el nombre de v i rt . Como seala
nuevamente Pocock6, Maquiavelo pone enevidencia que toda estructura
de virtud habita un mundo de fortuna; en consecuen-cia, ninguna
estructura de virtud puede prescindir de su componente de v i rt
.
A partir de este punto, quisiera argumentar que para Maquiavelo
la Repbli-ca no slo es la ciudad virtuosa en el sentido en que lo
entiende el humanismo c-vico, sino que es tambin la forma poltica
ms propicia para hacer frente a losgolpes de la Fortuna, ms apta
para hacer gala de virt. Es decir, la Repblica se-ra, segn las
enseanzas de Maquiavelo, no slo la ciudad ms adecuada a la
na-turaleza moral del hombre, sino tambin idealmente la ms conforme
a la natura-leza de la cosa poltica.
La Repblica y la divisin social: Roma vs. Venecia
... Yo digo que quienes condenan los tumultos entre los nobles y
la plebe ata-can lo que fue la causa principal de la libertad de
Roma, y que se fijan ms en los
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ruidos y gritos que nacan de esos tumultos que en los buenos
efectos que produ-jeron. En toda Repblica hay dos espritus
contrapuestos, el de los grandes y eldel pueblo, y todas las leyes
que se hacen en pro de la libertad nacen de la desu-nin de
ambos.... Este captulo IVdel Libro I de los Discursos sobre la
Prime-ra Dcada de Tito Liviointroduce un tpico clave para la
interpretacin de la obrade Maquiavelo: la divisin social es propia
del orden poltico7 y, por lo menos enlo que respecta a Roma, esa
divisin social no slo la ha conducido a darse leyesfavorables a la
libertad sino que es considerada como la causa principal de la
li-bertad de Roma. Las lecturas contemporneas de Maquiavelo han
hecho hincapicon razn en lo que parece ser una de las grandes
innovaciones no slo respectodel pensamiento clsico en general, sino
de la tradicin humanista: la connota-cin positiva de la divisin
social, de la discordia, para la estabilidad del rgimen.
Se trata aqu de una afirmacin simplemente emprica -en el caso de
Romala divisin fue favorable a la libertad, ms an, fue causa
principal de ella- o de-bemos leer en ella una afirmacin acerca de
la naturaleza de lo poltico? Y, porotra parte, por qu hemos de
entender que la divisin ha sido causa de la liber-tad de Roma?
Leemos en el captulo 2 de los Discorsi que las ciudades que
nacieron librespueden haber adquirido sus leyes de uno solo, y de
una sola vez, como la Espar-ta de Licurgo, o pueden haberlas
adquirido poco a poco segn las circunstancias,como Roma.
Simultneamente, en concordancia con los clsicos, Maquiavelonos
recuerda que existen tres formas buenas de gobierno, monrquico,
aristocr-tico y popular, que a su vez pueden dar forma con gran
facilidad a tres clases degobierno corrompidas: tirana, oligarqua y
licencia8. Y que dada la facilidad conque las formas puras
degeneran en su contrario ... por la semejanza que tienenen este
asunto la virtud y el vicio..., el legislador prudente huye de
estas formaspuras ... eligiendo un gobierno que participe de todas
(...) pues as cada podercontrola a los otros y en una misma ciudad
se mezclan el principado, la aristocra-cia y el gobierno popular...
(Maquiavelo, 1987: p. 35).
El captulo 2 nos dice, entonces, que Esparta habra tenido en
Licurgo el legis-lador prudente que supo darle una constitucin de
tipo mixto; que Soln, en A t e-nas, al dar una constitucin de tipo
popular, no habra tardado en precipitar su de-generacin. Que en
Roma, en cambio, la cada de los reyes trajo aparejada la
intro-duccin de un principio aristocrtico de gobierno que se sum al
principio monr-quico representado por el Senado; hasta que el
pueblo, cansado de la insolencia dela nobleza se sublev contra ella
y logr introducir en el ordenamiento de la ciudadla representacin
de un principio popular a travs de la institucin de los tribunosdel
pueblo. Que en Roma fueron las luchas sociales -la desunin entre
los nobles yla plebe- las que fueron a travs del tiempo forjando
una repblica perfecta.
Claude Lefort ha llamado la atencin sobre la transformacin que
se operaentre este captulo 2 y el captulo 6 de los Discursos
(Lefort, 1972: pp. 467-487):
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Claudia Hilb
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Fortuna y virtud en la repblica democrtica
si en el primero la Esparta de Licurgo poda parecer el tipo
ideal de rgimen per-fecto -el rgimen mixto instituido de una vez
por un Legislador- en el camino ha-cia el segundo la supremaca del
modelo espartano va cediendo terreno vertigi-nosamente a su par
romano, para concluir diciendo Maquiavelo que ... para vol-ver al
primer razonamiento, creo que es necesario seguir el camino romano
y noel de las otras repblicas... (1987: L. I, cap. 6, p. 48).
Cules son las claves de esta transformacin, que jalonan la
subversin ma-quiaveliana de la tesis primera en particular, y del
pensamiento clsico de mane-ra ms amplia? En primer lugar
destacbamos recin la afirmacin realizada enel captulo 4 del carcter
positivo de la divisin social y del conflicto. El prrafoal que
aludamos, que afirmaba en primera persona (io dico escribe all
Ma-quiavelo) que en toda Repblica hay dos espritus contrapuestos,
el de los gran-des y el del pueblo, y todas las leyes que se hacen
en pro de la libertad nacen dela desunin de ambos, dejaba entrever
una postura de tipo ms universal: la di-visin es consustancial con
la repblica, y sobre la tramitacin adecuada de estadivisin se
asienta la libertad.
De qu manera se tramita adecuadamente, en pos de la libertad,
esta divi-sin social consustancial con la repblica? El captulo 5
abordar esta preguntainterrogndose acerca de quin, de los grandes y
del pueblo, resguardar mejor lalibertad: ... los lacedemonios y, en
nuestros das, los venecianos..., se lee all,... la ponen en manos
de los nobles; en cambio los romanos la confiaron a la ple-be....
Si juzgamos por los resultados, seala Maquiavelo, podramos pensar
quela libertad est mejor custodiada en manos de los nobles, ya que
la libertad en Es-parta y en Venecia fue ms duradera que en Roma.
Pero si juzgamos por las ra-zones, debemos depositarla en manos del
pueblo ya que mientras que el deseo delos nobles es el deseo de
dominar, el deseo de los plebeyos es ... tan slo el de-seo de no
ser dominados..., y encontramos en ellos, ... por consiguiente,
mayorvoluntad de vivir libres, teniendo menos poder que los grandes
para usurpar la li-
bertad...(Maquiavelo, 1987: L. I, cap. 5, p. 41). Si bien todos
los acentos del tex-to parecen favorecer al ejemplo romano -fiel a
una estrategia que desarrolla a lolargo de toda su obra, Maquiavelo
pone en boca de otros la defensa de la tesis es-partana, y en la
suya propia la del modelo romano-, el captulo 5 deja an flotarla
ambigedad acerca de este punto, y concluye afirmando que la decisin
en unou otro sentido est ligada a la poltica de poder de cada
Repblica: ... podemoshablar de una repblica que quiera construir un
imperio, como Roma, o de otra ala que le baste conservarse en su
estado. En el primer caso es preciso imitar loque hizo Roma, y en
el segundo se puede copiar a Venecia y Esparta, por los mo-tivos y
del modo que se ver en el prximo captulo....
Pero esta equivalencia es nuevamente subvertida en el captulo
siguiente: sien el captulo 2 Esparta apareca como el tipo ideal de
repblica perfecta y Romacomo el ejemplo azaroso de constitucin de
un rgimen mixto, ahora el azar se
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coloca del lado de Esparta y la razn del lado romano: si Esparta
pudo mantenersu libertad de manera duradera bajo un gobierno
aristocrtico fue porque se be-nefici de la benignidad del cielo y
pudo preservarse sin expandirse. El razo-namiento de este captulo
nos dice en primer lugar que toda Repblica que deseeexpandirse debe
necesariamente confiar su libertad a la plebe: en ello reside
si-multneamente la causa del desorden y la causa del
engrandecimiento. ... Portanto, si quieres un pueblo numeroso y
armado para poder construir un gran im-perio ser de tal calidad que
luego no lo podrs manejar a tu antojo, y si lo man-tienes pequeo y
desarmado para poder manejarlo, si conquistas algn territoriono lo
podrs mantener... (Maquiavelo, 1987: L. I, cap. 6, p. 46). Pero
este razo-namiento nos dice tambin, en segundo lugar, que las cosas
de los hombres estnsiempre en movimiento y que el equilibrio
perfecto, de una ciudad inexpugnable,inmvil hacia afuera y hacia
adentro, es una ilusin: toda ciudad, decamos antesparafraseando a
Pocock, est sometida a la corrupcin del tiempo y a un
espaciocompartido -toda estructura de virtud est inmersa en la
fortuna. Por ello, porque... no se puede, en mi opinin, mantener el
equilibrio ni quedar indefinidamen-te en el justo medio es preciso,
al establecer la repblica, tomar el partido ms ho-norable y
organizarla de modo que, cuando la necesidad la obligue a
engrande-cerse pueda hacerlo y sea capaz de conservar lo que
conquista... (Maquiavelo,1987: p. 48). El corolario ya lo hemos
anticipado: si el equilibrio perfecto de unaciudad inexpugnable es
una ilusin, es necesario, por ende, seguir el modelo ro-mano y
reconocer que la libertad de la ciudad descansa en la discordia
entre elpueblo y el senado. Ya no se trata de una eleccin
indecidible entre ambos mode-los, mucho menos de un modelo ideal
-Esparta- y de uno que se refleja en l, Ro-ma. El modelo romano se
nos aparece ahora, en cambio, como aquel que mejorda cuenta de la
naturaleza temporal de la cosa poltica.
Volvamos, entonces, a este modelo romano. Sabemos ahora que es
el msadecuado para una repblica. Pero el captulo 4 y el 5 ya nos
haban hecho sos-pechar que no es solamente porque es el que mejor
da cuenta de la naturalezatemporal de la cosa poltica, que es ste
el ms adecuado; tambin habamosaprendido que la superioridad del
modelo romano radicara en que est apoyadaen el pueblo, y que el
deseo del pueblo es siempre menos lesivo para la libertadque el de
los nobles. El modelo romano, recordemos, es aquel que confiaba la
li-bertad a la plebe, de la cual deca Maquiavelo que es quien posee
mayor volun-tad de vivir libre.
Ahora bien; si recogemos ambos argumentos -el referido a la
expansin y elreferido a la custodia de la libertad-, y como lo ha
sealado, una vez ms, Clau-de Lefort (1972: p. 478), al atribuir a
los Grandes un deseo insaciable de domi-nacin, Maquiavelo echa por
tierra la asociacin nobleza/moderacin de quienesargumentan en favor
del gobierno aristocrtico sosteniendo la idea de que quie-nes ms
tienen ms se contentan con aquello que tienen (1987: L. I, cap. 5)
paraligar, de manera indita, a la nobleza con una voracidad sin
lmites. Si la nobleza
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Claudia Hilb
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Fortuna y virtud en la repblica democrtica
aparece impulsada por un deseo incontenible de dominacin debemos
desconfiartambin del argumento que Maquiavelo pona en boca de los
defensores de Es-parta y Venecia9: no parece razonable pensar en
que una repblica aristocrticapudiera contenerse en ella misma, sin
nimo de expandirse hacia afuera o de re-forzar su dominacin hacia
adentro -so peligro, entonces, de atizar el conflicto so-cial: esta
autolimitacin parece contraria a la disposicin a la expansin de la
do-minacin de los nobles. A partir de esta inversin de la asociacin
tradicional no-bles/moderacin, el gobierno equilibrado no podr ya
descansar sobre la virtud ola saciedad de los nobles sino nicamente
sobre el contrapeso institucionalizadoque al deseo de dominacin
opone el deseo de libertad del pueblo10.
Frente a las repblicas aristocrticas de Esparta o de Venecia el
modelo ro-mano, tal como lo restituye Maquiavelo, aparece entonces
como aquel que daparticipacin institucional al pueblo, aquel en que
la libertad es confiada a quie-nes mejor han de custodiarla. El
modelo romano aparece como el nico que ha-ce lugar
institucionalmente al deseo del pueblo, como el nico en que el
apetitode dominacin de los Grandes es contenido por el deseo de no
ser dominados dela plebe. Y en el captulo 7 del Libro I intitulado
Qu necesario es, en una rep-blica, el poder de acusar para mantener
la libertad, Maquiavelo dar toda su re-levancia a la canalizacin
institucional del conflicto ineludible entre Grandes yPueblo:
partiendo del dato de que la divisin en dos humores es propia de la
vi-da de la ciudad, la repblica ms estable ser aquella que logre
dar una expresininstitucional al conflicto, aquella que logre
canalizar el conflicto de manera p-blica a fin de evitar el
accionar faccioso, contrario a la vida en comn, de los ciu-dadanos
descontentos. En otras palabras, la constitucin de una escena
pblicaerige el escenario unitario, comn, para la exposicin de la
divisin11.
Repblica y virtDemos entonces por adquirida esta idea: el modelo
romano tal como es res-
tituido por Maquiavelo aparece como el modelo de repblicams
adecuado a ladivisin de lo social, a la existencia de la ciudad en
un contexto de divisin inter-na y de conflicto externo. Resta
argumentar por qu sera tambin para Maquia-velo la repblica como
tal-bajo la forma de este modelo romano- el tipo de r -gimenms
capaz de virt, el rgimen ms capaz de hacer frente y de dar cauce
alos golpes de la Fortuna.
La repblica, decamos, habita un mundo dominado por la fortuna.
Sumidaen el orden temporal, ninguna estructura de virtud est a
salvo de la corrosin deltiempo, de los acontecimientos
imprevisibles. Su virtdebe ser leda en su capa-cidad de hacer
frente de la mejor manera al cambio, al tiempo, a lo inesperado.
Ala lectura de los Discorsi, pero tambin a la lectura de El
Prncipe, iremos descu-briendo que, mirada desde ngulos diversos, la
repblica aparece como el rgi-
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men ms apto para hacer frente a la fortuna, al hecho de estar
sumida en un tiem-po cambiante y en un espacio de conflictos.
Recorriendo los textos parece ir di-sendose una lnea argumental
que, tomando una expresin de Tocqueville, po-dramos llamar la
doctrina del inters bien entendido (1981: Tomo 2, SegundaParte,
cap. IX)12: es en aras de su inters particular que los individuos
se consa-gran al servicio de los asuntos pblicos, es en defensa de
su libertad individualque tienen inters en la libertad de la
ciudad13.
Ya nos hemos referido ms arriba a la necesidad para una repblica
de confiarlas armas al pueblo. All, esta necesidad estaba puesta en
relacin con la ineludi-ble defensa y expansin de la ciudad. Pero
por qu no se podra confiar esta ta-rea a un ejrcito mercenario?
Atravs de toda su obra, la decidida opcin de Ma-quiavelo en favor
del ejrcito popular como opuesto a un ejrcito mercenario seglosa en
los mismos trminos: en un estado bien constituido la guerra debe
serla profesin de los gobiernos, las repblicas o los reinos, nunca
de los particula-r e s1 4. Esta postura est sustentada en dos tipos
de argumentos; un primer arg u m e n-to de carcter republicano
clsico, que destaca que la defensa de la libertad de laciudad es un
componente irrenunciable de una vida virtuosa -un ciudadano que
en-tregara la defensa de la ciudad a terceros no sera digno de ese
nombre-, y un se-gundo argumento, que es el que nos interesa aqu,
que pone el acento en las con-diciones de la defensa ms eficazde la
ciudad. En este segundo sentido, Maquia-velo seala en diferentes
ocasiones que quin hace de la guerra su profesin tienesobre todo
inters en la existencia de la guerra, mientras que el soldado de la
mi-licia popular, si sta se halla bien ordenada, tendr ante todo
inters en la paz, y enla defensa de su ciudad. La defensa de la
ciudad es la defensa de su libertad. Locual supone a la vez -a ello
nos referimos con la expresin bien ordenada- queel soldado sea ante
todo un ciudadano, con una ocupacin y una familia a las qued e f e
n d e r, y no un mercenario sin otro hogar que el campamento y sin
otro fin quela guerra. La defensa de su propio inters como
ciudadano implica asimismo unaentrega mayor a la defensa de la
repblica; y an suponiendo que un ejrcito mer-cenario pudiera ser a
primera vista ms eficaz en el terreno estrictamente militar,colocar
la defensa de la repblica en manos ajenas es entregarse a ser
dominado,tarde o temprano, por quin dispone del poder militar.
En una palabra, para Maquiavelo la estabilidad de la ciudad, la
salud de su or-denamiento, estar tanto ms asegurada cuanto dependa
para su defensa de sus pro-pias fuerzas, y cuanto quines la
defiendan lo hagan por su adhesin a la existenciade la ciudad, ...
porque en aquellos ejrcitos donde no hay una adhesin a aquellopor
lo que combaten que los convierta en sus partidarios, nunca podr
existir tantavirtud que les permita resistir a un enemigo poco
valeroso. Ycomo este amor y es-te valor no pueden nacer en otros
sino en tus sbditos, es necesario, si se quiere con-s e rvar el
poder, si se quiere mantener una repblica o un reino, formar el
ejrcitocon sus propios sbditos... (1987: L. I, cap. 43, p. 136 [la
cursiva es ma]).
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Claudia Hilb
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Fortuna y virtud en la repblica democrtica
La conservacin del poder, la permanencia del orden poltico estar
mejorasegurada por una milicia popular. Y ya hemos visto que el
rgimen poltico quehace lugar a la milicia popular es la repblica
bajo el modelo romano; esa elec-cin tiene un precio, puesto que,
como vimos antes, un pueblo numeroso y ar-mado para poder construir
un gran imperio ser de tal calidad que luego no lo po-drs manejar a
tu antojo. Si la conservacin del poder est mejor garantizada porla
milicia popular, y si la existencia de una milicia popular
significa que no se lapodr manejar a su antojo y que, por ende, en
aras de la estabilidad, se debe ha-cer lugar a la representacin
poltica del pueblo de modo tal que al pelear por laciudad est
peleando por su propio inters, entonces el modelo romano, tal
comolo reformula Maquiavelo, presenta en este punto el tipo ideal
de la relacin en-tre orden militar y vida cvica. La milicia popular
en una repblica con represen-tacin del pueblo parece la solucin ms
acorde a la naturaleza del problema.
Podemos restituir una lgica similar de inters bien entendido en
el argu-mento que desarrolla Maquiavelo en el captulo 2 del Libro
II de los Discursosi.All, refirindose al ardor con que los pueblos
libres se defendieron de la conquis-ta romana, sostiene que ... es
fcil conocer de dnde le viene al pueblo esa afi-cin de vivir libre,
porque se ve por experiencia que las ciudades nunca aumen-tan su
dominio ni su riqueza sino cuando viven en libertad... (1987: L.
II, cap. 2,p. 185). Las ciudades libres son las ms aptas para
expandirse, ya que contraria-mente a lo que sucede con los
principados, en ellas el beneficio de la ciudad sig-nifica el
beneficio de los particulares ... y si alguna vez esto supone un
perjuiciopara este o aquel particular, son tantos los que se
beneficiarn con ello que se pue-de llevar adelante el proyecto pese
a la oposicin de aquellos pocos que resultandaados... (Maquiavelo,
1987: p. 186). Mientras en la repblica todos los parti-culares
tienen inters en el progreso de la ciudad, ... lo contrario sucede
con losprncipes, pues la mayora de las veces lo que hacen para s
mismos perjudica ala ciudad y lo que hacen para la ciudad los
perjudica a ellos... (Maquiavelo,1987: p. 186). La tirana puede ser
sinnimo de prosperidad para el tirano, perocasi seguramente
significar el retroceso de la ciudad.
El argumento puede reformularse de esta manera: slo quienes
viven bajo ungobierno republicano tienen la esperanza de poder
perseguir los fines que han ele-gido (Skinner), ya que slo un
rgimen de libertad pblica garantiza a sus ciuda-danos la seguridad
para la preservacin de sus riquezas ... porque all [en las
pro-vincias que viven libres] los pueblos crecen, por ser los
matrimonios ms libresy ms apetecibles para los hombres, pues cada
uno procrea voluntariamente to-dos los hijos que cree poder
alimentar, sin temer que le sea arrebatado su patri-monio, y
sabiendo que no solamente nacen libres y no esclavos sino que
pueden,mediante su virtud, llegar a ser magistrados... (Maquiavelo,
1987: L. II, cap. 2,p. 190). Y es slo bajo un rgimen que garantiza
la preservacin de lo adquiridopor los particulares, en un rgimen
no-arbitrario, ordenado por leyes, que ... lasriquezas se
multiplican en mayor nmero (...) pues cada uno se afana
gustosa-
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-
mente y trata de adquirir bienes que, una vez logrados, est
seguro de poder go-zar. De ah nace..., aade Maquiavelo, ... que los
hombres se preocupen a por-fa de los progresos pblicos y privados y
unos y otros se multipliquen asombro-samente.
Es decir: es porque bajo el rgimen republicano el inters privado
y el inte-rs pblico no slo no entran en conflicto, sino que tienden
a coincidir en lo queconcierne a la expansin del dominio y la
riqueza de la ciudad, que la repblicaes el rgimen ms apto para
prosperar y crecer.
La repblica es, entonces, el rgimen a la vez que ms
consistentemente pro-vee a las necesidades de defensa y conquista,
y el ms apto para prosperar y ex-pandirse. Si bien podemos suponer,
como ya lo dijimos, que para Maquiavelo larepblica es tambin el
rgimen virtuoso en sentido clsico, en tanto en ella serealizan las
ms altas capacidades del hombre, su superioridad no aparece en
es-ta argumentacin asentada en un argumento de tipo moral sino en
el hecho de quela conjuncin del inters particular y el inters
pblico -la doctrina del intersbien entendido- hace de ella el
rgimen ms apto para defenderse, para prosperary para
expandirse.
Por ltimo, y muy brevemente, es posible reconocer otra lnea
argumentalpresente en los textos de Maquiavelo que lleva una vez ms
a hacer de la rep-blica el rgimen polticamente ms virtuoso: esta
lnea pone en relacin directa-mente el carcter temporal del mundo en
que ha de desenvolverse la vida polti-ca -las variaciones de la
Fortuna-, con la capacidad de un rgimen -Prncipe o Re-pblica- de
adecuar su comportamiento a los tiempos, de hacer gala de virt,
esdecir, de hacer frente exitosamente en su accin a esta naturaleza
cambiante delas cosas.
Maquiavelo, como es sabido, afirma en repetidas oportunidades
que la causade la buena o mala suerte de los hombres depende de su
capacidad de adecuar suaccionar a los cambios de los tiempos15. Hay
circunstancias que exigen prudenciay circunspeccin, otras temeridad
y arrojo. Pero como los hombres tienden a ac-tuar siempre de la
misma manera, segn sea su temperamento temerario o pru-dente, audaz
o cauteloso, el resultado depender de que coincidan las
exigenciasdel tiempo con las caractersticas de su personalidad.
Pero cmo puede un rgimen poltico -Prncipe o Repblica- hacer gala
devirt, cmo puede adecuar el proceder a los tiempos, si frente a
los tiempos cam-biantes el carcter de los hombres no vara? La nica
verdad del xito y del fra-caso parece residir en que ... siendo la
fortuna cambiante, y los hombres perma-neciendo siempre iguales en
sus maneras, son afortunados cuando ambos estnen consonancia y
desafortunados apenas entran en contradiccin.... Partiendo deesta
constatacin, el captulo 9 del Libro III de los Discursos, se abra
con unejemplo en que la fortuna -la coincidencia fortuita de las
exigencias del momen-
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Claudia Hilb
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Fortuna y virtud en la repblica democrtica
to con el carcter del actor- quiso que la cautela de Fabio Mximo
fuese la msacorde a los tiempos. No obstante, y en vistas de la
imposibilidad estructural delos hombres por modificar su carcter
natural frente a las variaciones de la fortu-na, el captulo 25 de
El Prncipeterminaba estableciendo, en trminos generales,la
superioridad de una conducta audaz sobre un proceder timorato. Pero
sin du-da, la palabra final de Maquiavelo se encuentra un poco ms
adelante en ese mis-mo captulo 9 del libro III de los Discursos:
habiendo afirmado una vez ms que... la causa de la buena o mala
fortuna de los hombres reside en su capacidad deacomodar su
proceder a los tiempos..., Maquiavelo concluye diciendo que es
...por eso que una repblica tiene una vida ms larga y conserva por
ms tiempo subuena suerte que un principado, porque puede adaptarse
mejor a la diversidad delas circunstancias, porque tambin son
distintos los ciudadanos que hay en ella, yesto es imposible en un
prncipe, porque un hombre que est acostumbrado aobrar de una
manera, no cambia nunca, como deca, y necesariamente fracasarcuando
los tiempos no sean conformes con su modo de actuar.... Al dar
lugar ala expresin de la multiplicidad, al no estar atada su virta
la accin de uno so-lo sino contenida en la pluralidad de actores y
en el entramado de su vida polti-ca, la repblica aparece nuevamente
como el rgimen ms conforme a la natura-leza temporal, cambiante, de
la cosa poltica16. Nuevamente la repblica aparececomo el rgimen ms
capaz de hacer gala de virt, de encontrar la mejor respues-ta, en
su ordenamiento, para la verit effetualede los asuntos humanos.
Finale: de losDiscursos a El PrncipePartiendo de la constatacin
de que ... hay tanta distancia entre la manera en
que se vive y la que debera vivirse, que aquel que abandone lo
que se hace poraquello que debera hacerse aprende antes a perderse
que a conservarse..., Ma-quiavelo se ha propuesto ordenar y
sistematizar ciertos datos irreversibles de lacosa poltica -de su
verit effetuale, de como las cosas son y no son, de cmodeberan ser-
a fin de establecer las condiciones ptimas de la estabilidad
polti-ca(El prncipe, cap. 15). Dicho de otra manera, su mtodo ha
consistido en unasuerte de inventario de las maneras posibles de
hacer frente a los acontecimien-tos para establecer aquellos modos
ms aptos para encauzar los torrentes de lafortuna sin ser
arrastrado por ella. Y para establecer los modos ms aptos de ha-cer
frente a lo imprevisto es necesario tener presente ciertos datos
irreductibles dela vida poltica. Entre estos datos irreductibles
hemos de retener la divisin de laciudad en humores, el carcter
temporal -sometido a la corrosin del tiempo- delas cosas humanas,
la existencia de la ciudad en un espacio compartido y
poten-cialmente conflictivo. Y tambin, por cierto, que el bien
poltico, el bien de la ciu-dad, no se deriva simplemente de la
bondad natural de los hombres17 -si el biende la ciudad se derivara
naturalmente de la concordia entre los hombres la polti-ca no sera
un arte. O como lo dir Rousseau unos siglos ms tarde, ... un
pue-
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-
blo que gobernara siempre bien no tendra necesidad de ser
gobernado...(Con-trato Social,L. III, cap. 4). Toda la reflexin
acerca de las condiciones ptimasde la estabilidad poltica podra
contenerse en esta frase del captulo 25 de ElPrncipe: ... un
prncipe que se apoya completamente en la fortuna se desmoro-na
cuando sta cambia.... Si la virtconsiste en encontrar la mejor
manera de noser prisionero de la fortuna cuando es adversa y de
saber aprovecharla cuando esfavorable, la ciencia de la poltica es
sistematizacin de las condiciones de ejer-cicio de la virt18.
En el recorrido que hemos realizado llegamos entonces a esta
constatacin:podemos hacer abstraccin de la adhesin de Maquiavelo a
la Repblica como elrgimen ms virtuoso en sentido clsico, para
seguir en sus textos el rastro de unargumento que nos dice que la
Repblica es el rgimen ms dotado de virt, elrgimen conforme a la
naturaleza de la cosa poltica.
Ese recorrido nos ha llevado a sostener que, si partimos de
aquellos datosirreductibles de la naturaleza de la cosa poltica
-divisin social, temporalidad, es-pacio territorial potencialmente
en pugna- la Repblica bajo el modelo romanoaparece como el rgimen
que presenta las condiciones de mayor estabilidad: or-ganizacin del
ejrcito bajo la forma de la milicia popular, coincidencia del
inte-rs particular con el inters pblico, ordenamiento institucional
ms adecuado pa-ra poder adaptarse al cambio de los tiempos.
Si la Repblica bajo el modelo romano aparece como el tipo ideal
de la es-tabilidad poltica, si, revista por Maquiavelo, es aquella
que est en mejores con-diciones de proveer a la defensa y a la
expansin de la ciudad en las circunstan-cias siempre cambiantes,
entonces podemos releer El Prncipeen esa clave: laRepblica es el
rgimen conforme a la naturaleza de la ciudad, pero la Repbli-ca no
siempre es posible -puede haber momentos en que por el grado de
corrup-cin alcanzado, por falta de ejercicio anterior del vivir
libre, la Repblica no seaposible. Si bien es cierto que los datos
irreductibles de la cosa poltica nos indi-can que la Repblica
presenta el modelo ideal de estabilidad de la ciudad, noes menos
cierto que las circunstancias en que actuamos son cambiantes, y que
elarte de la poltica consiste en adecuar la accin a las exigencias
de la situacin.La Repblica brinda, s, el modelo ideal a partir de
los datos irreductibles de lopoltico; pero al mismo tiempo, entre
esos datos irreductibles, la naturaleza tem-poral de los asuntos
humanos nos alecciona acerca de la necesidad de adaptar laaccin a
los tiempos. Y si centramos ahora nuestra mirada, como la centra
ElPrncipe, no ya sobre la constitucin de la ciudad sino sobre las
condiciones dela fundacin poltica, es preciso consagrar una atencin
particular a las circuns-tancias concretas de la fundacin: quien
quisiera fundar una repblica sobre ci-mientos corrompidos, quien
quisiera asentar instituciones republicanas sobre unapoblacin
desacostumbrada a la libertad, quien pretendiera lograr a travs
delequilibrio de los poderes la convivencia entre clases empapadas
por odios arrai-
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Fortuna y virtud en la repblica democrtica
gados durante dcadas, se prncipe, ese Fundador, estara condenado
al fracaso.Como lo estara tambin aquel que, conquistando una ciudad
libre, no se decidie-ra ni a destruirla por completo, ni a
instalarse en ella ni a conservarle su libertad.
Hay, entonces, ocasiones en que la Repblica no es posible. El
Prncipe vir-tuoso -es decir, el prncipe que sepa leer las claves
que la historia nos brinda pa-ra descubrir las condiciones de
estabilidad de un rgimen poltico, y que sepa ha-cer gala de audacia
y coraje para aprovechar la ocasin que le da la fortuna-,
eseprncipe virtuoso sabr que hay ocasiones en que la repblica no es
posible, cir-cunstancias en que el equilibrio entre el pueblo y los
grandino puede hacersedescansar en las instituciones. Maquiavelo
insiste: es difcil, casi imposible, crearo mantener una repblica en
una ciudad corrupta. Ese proyecto presupone unhombre bueno -que se
propone el fin de reconducir a una ciudad a la verdaderapoltica- y
que est dispuesto a alcanzarlo por malos caminos, o un hombre
maloque por algn motivo decida obrar bien (Maquiavelo, 1987: L. I,
cap. 18, p. 86).Improbable como es su xito, ... si a pesar de todo
[el Prncipe] la hubiese decrear o mantener [a la Repblica], sera
necesario que se inclinase ms hacia lamonarqua que hacia el estado
popular, para que los hombres cuya insolencia nopueda ser corregida
por las leyes sean frenados de algn modo por una potestadcasi
regia... (Maquiavelo, 1987: L. I, cap. 18, pp. 86-87). El Fundador
sabr quesu virt-su capacidad de accin, de decisin, de poder- deber
contener la divi-sin, que su virtdeber suplir las instituciones
republicanas, que su virtdebe-r garantizar la continuidad de la
ciudad. El Prncipe virtuoso, que sabe que la re-pblica es
imposible, deber guiarse en su accin por la norma que le brinda
eltipo ideal de la estabilidad poltica, por la norma que le brinda
la Repblica.
Es as, sobre el modelo que ofrece la Repblica como tipo ideal de
la estabili-dad poltica posible, como equilibrio institucionalizado
de la divisin social, que talvez debamos entonces releer los
consejos de Maquiavelo al Prncipe. Maquiaveloadvierte al Prncipe
Nuevo que se propone conquistar una ciudad que las ciudadesms
difciles de conservar son las ciudades que han vivido libres:
porque son las me-nos corrompidas, porque son aquellas en que el
inters particular iba en el mismosentido que el inters comn, porque
son aquellas en que los ciudadanos estn msinteresados en la
supervivencia del rgimen poltico, porque son aquellas, por ende,en
que el Nuevo Prncipe tendr ms dificultad en hacerse de aliados
fieles. Por eso,porque la ciudad que ha vivido libre es la ciudad
cuyos habitantes estn ms intere-sados en la continuidad del rgimen
previo, del rgimen de libertad, porque la ciu-dad libre regulada
por leyes es aquella cuyas instituciones estn menos corrompidasen
el equilibrio entre sus principios, por eso es tambin la ciudad que
el prncipe de-be destruir por completo si no desea conservar la
libertad para sus moradores.
Maquiavelo advierte entonces al Prncipe que si quiere conquistar
una ciudadque ha vivido libre sin conservar sus instituciones lo ms
conveniente ser des-truirla de cuajo. Pero, nuevamente, mucho ms
que una sugerencia a arrasar con
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-
la ciudad libre, los consejos dados al Prncipe pueden ser ledos
como una suge-rencia para inspirarse en el modelo de la Repblica,
modelo ideal de la estabili-dad poltica posible19: un Prncipe Nuevo
que quisiera fundar un principado apo-yado en sus propias fuerzas y
en su virt, un Prncipe Nuevo que comprendieraque slo apoyado en sus
fuerzas propias y en su virtpodr hacer frente a las va-riaciones de
la Fortuna, puede encontrar en el modelo de la Repblica el
tipoideal del rgimen estable, ... siguiendo el ejemplo de los
buenos arqueros queconociendo el alcance de sus arcos, si el
objetivo a alcanzar les parece muy leja-no, fijan su mira en un
punto mucho ms alto que el objetivo perseguido, no pa-ra que su
flecha alcance tal altura sino para poder, con ayuda de una mira
tan ele-vada, alcanzar el punto designado...(El Prncipe, cap.
VI).
Comprendemos que si el Prncipe quiere conservar su dominacin -es
sta lagramtica elemental de la poltica maquiaveliana-, debe
procurar no alienarse elfavor del pueblo y mantener simultneamente
a raya a los grandes. Comprende-mos que si pretende mantener su
dominacin sin verse confrontado permanente-mente a la rebelin,
deber neutralizar -por la combinacin de favores y amena-zas, de
lisonjas y castigos, poco importa- el conflicto entre el pueblo y
los gran-di: habr de contener en su persona la divisin, as como
contienen la divisin lasinstituciones republicanas en su
equilibrio20. Comprendemos que si el Prncipenuevo quiere mantener
el control frreo de su principado tendr que desarticulartoda
posibilidad de insurreccin -y que la manera ms eficaz de lograrlo
es pro-curar, a la manera de la Repblica, que el inters de sus
habitantes tienda a coin-cidir con el suyo propio21. Entendemos
asimismo que es mejor para el Prncipe serestimado que temido -y que
la estima se obtiene, en gran medida, haciendo lugaral bienestar de
los particulares: como en la Repblica, el bienestar de los
particu-lares coincidir en tal caso con el bien pblico, con la paz
y la prosperidad delPrincipado22. Comprendemos, por ltimo, que si
el Prncipe nuevo no quiere seresclavo de la Fortuna deber procurar
contar con fuerzas propias y asegurarse desu lealtad y, como hemos
visto, las armas ms leales son las de la milicia popu-lar, que al
luchar por la ciudad lucha por su propia causa23.
Hemos sostenido, entonces, que si la Repblica puede ser pensada
a travsde Maquiavelo como el rgimen ms conforme a la naturaleza de
lo poltico esporque su ordenamiento institucional le permite hacer
frente con mayor posibili-dad de xito a los avatares ineludibles de
la vida poltica -a la divisin, a la co-rrosin, a la corrupcin. Y
que la revisin maquiaveliana del ordenamiento de larepblica romana
nos provee de algo as como el tipo ideal de la estabilidad
po-ltica, el tipo ideal del rgimen ms apto para hacer frente a la
naturaleza cam-biante de los asuntos humanos, a su corrupcin
ineludible, a la divisin inerradi-cable de la vida social.
Concluyamos, entonces, volviendo sobre la propia conclusin de El
Prnci-pe. El ltimo captulo de El Prncipe, recordemos, consiste en
el llamado de Ma-
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Fortuna y virtud en la repblica democrtica
quiavelo a la llegada de un Prncipe Nuevo, en una Exhortacin a
tomar Italia ya liberarla de los brbaros. Podemos ahora leer ese
ltimo captulo como el lla-mado a un Prncipe nuevo que, aleccionado
por Maquiavelo, viniera a suplir consu virtla inexistencia de
instituciones libres en una Italia desahuciada. En el gra-do de
corrupcin en que se encuentra, ... ms esclava que los judos, ms
siervaque los persas, ms dispersa que los atenienses..., Italia no
parece estar en con-diciones de darse instituciones libres. Podemos
leer ese captulo como la apela-cin a la llegada de un Prncipe Nuevo
que, guindose por las lecciones del tra-tado de Maquiavelo, pudiera
con su virtsuplir la ausencia de instituciones libres,suplir la
ausencia del vivere lbero, que pudiera con su virtimponer por la
fuer-za un orden unificado y estable24.
Italia, parece sostener Maquiavelo, necesita de un Prncipe Nuevo
que, alec-cionado acerca de la gramtica elemental de los asuntos
humanos, est en condi-ciones de instaurar un orden estable, tan
estable como pueden serlo los asuntoshumanos frente a los avatares
de los tiempos25. Un Prncipe Nuevo, un Fundador,que sea capaz por
su virtde establecer instituciones duraderas, que sern tantoms
duraderas cuanto ms logren inspirarse en las condiciones de
estabilidad p-tima que ofrece la Repblica, que sern tanto ms
duraderas cuanto ms logrenimitar a travs de la fuerza virtuosa del
Prncipe el efecto de las leyes y las insti-tuciones de la
Repblica.
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Bibliografa
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Claudia Hilb
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Fortuna y virtud en la repblica democrtica
Notas
1 Que abrevara en esa tradicin no excluye que se enfrentara a
ella en puntoscruciales. En ese registro vase, por ejemplo,
Bignotto (1991). El texto de Big-notto se inscribe en la herencia
de las lecturas maquiavelianas de Claude Leforty de J. G. A.
Pocock, a quienes nos referiremos abundantemente a continuacin.
2 Segn Baron, esta revalorizacin dieciochesca del republicanismo
de losDiscursostenda a su vez o bien a convertir a El Prncipeen
incomprensible,o bien a forzar interpretaciones fantasiosas
respecto de la intencin de Ma-quiavelo al escribirlo, como por
ejemplo, que su designio hubiera sido empu-jar a los Mdici a su
propia destruccin.
3Vase tambin Strauss (1970).
4 ... El elogio de la Repblica romana encubre en efecto una
crtica corrosivadel buen rgimen tal como lo conceban los autores
clsicos -de un rgimen cu-ya excelencia resulta de la sabidura del
gobierno de los mejores o de sus legis-ladores y que se mide segn
el criterio del orden que reina en la ciudad y de laestabilidad de
sus instituciones; el elogio de la virtud de los ciudadanos
encubreuna crtica no menos corrosiva de las normas de conducta de
los autores, quienesse harn merecedores de elogio o de condena
nicamente segn su capacidad deinterpretar las posibilidades de xito
de sus acciones en el marco de las institu-ciones establecidas y en
las condiciones del momento; por ltimo, la autoridado t o rgada a
Tito Livio al principio de la obra tampoco debe llevarnos a
engao:Maquiavelo la invoca para ganar la confianza del lector y
para llevarlo, a travsde diferentes etapas, a ir poniendo en duda
la interpretacin del historiador hastasepararlo del todo de los
principios aristocrticos que la estructuran... Lefort(1992). Al
mismo tiempo que reivindica la inspiracin unitaria que anima a losD
i s c u r s o sy a E l P r n c i p e, Lefort rinde en el comienzo
de ese prrafo un home-naje a la lectura straussiana de Maquiavelo:
... l [Leo Strauss] es quien supomostrar primero que no slo los D i
s c u r s o shacan algo ms que simplemente al-b e rgar en algunos
prrafos los mismos principios de El Prncipe, sino que el elo-gio de
la Repblica romana y de la virtud de sus ciudadanos estaba al
servicio deun proyecto filosfico en ruptura con las enseanzas de la
Tr a d i c i n . . . .
5 Respecto de su experiencia de la realidad de las relaciones
entre unidadespolticas, y para un retrato del Maquiavelo
diplomtico, secretario del gobier-no de Soderini vase, por ejemplo,
Skinner (1981: caps. 1 y 2).
6 Because it had a beginning in time it [la Repblica] must both
offer anaccount of how that beginning had been possible and
acknowledge that, sin-ce it must in theory have an end, its
maintenance was no less problematicthan its foundation. (...) The
structure of virtue inhabited a domain of fortu-na (...) and in
consequence it must possess its share of that virt which impo-sed
its form on fortune (Pocock, 1975: p. 185).
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7 La divisin social no es propia slo de Roma, sino que es
atributo de todaformacin poltica. Vase, por ejemplo, Maquiavelo
(1987: L. I, cap. 39, p.127): ... Se ve fcilmente, si se consideran
las cosas presentes y las antiguas,que todas las ciudades y todos
los pueblos tienen siempre los mismos humo-res, y as ha sido
siempre....
8 ... De modo que si el organizador de una repblica ordena la
ciudad segnuno de los regmenes buenos lo hace para poco tiempo
porque, irremediable-mente, degenerar en su contrario, por la
semejanza que tienen en este asun-to la virtud y el vicio...
(Maquiavelo, 1987: p. 33).
9 Sobre el arte de escribir en Maquiavelo, vase Strauss, Lefort
y Bignot-to (1991). Vase tambin Rinesi (1999).
10 Evitemos un malentendido: el deseo del pueblo no es bueno en
s paraMaquiavelo; pero es simplemente menos daino para la libertad
en tanto esun deseo negativo. An as, tambin el deseo del pueblo
puede ser un de-seo excesivo. La moderacin no est en el deseo, sino
en la expresin y con-tencin pblica del conflicto.
11 ... que se ofrece un camino para desfogar los humores que, de
un modou otro, crecen en las repblicas contra tal o cual ciudadano
y que, si no estprevisto un camino para que se desfoguen, lo hacen
por vas extraordinariasque pueden arruinar la repblica entera. Y
por esto nada hace tan estable yfirme una repblica como ordenar en
ella la manera en que estas alteracionesde humores que la agitan
tengan una salida prevista por la ley... (Maquiave-lo, 1987: L. I,
cap. 7, p. 49).
12 Tocqueville remite la formulacin de esta doctrina a
Montaigne: quand, pour sa droiture, je ne suivrai pas le droit
chemin, je le suivraipour avoir trouv, para exprience, quau bout du
compte, cest commun-ment le plus heureux et le plus utile. Lefort
(1992) tambin utiliza comoal pasar la expresin inters bien
entendido a propsito de Maquiavelo.
13 Para un detallado desarrollo de esta tesis en lo que
concierne especfica-mente a la relacin entre libertad positiva y
libertad negativa en Maquiavelo,vase Quentin Skinner.
14 Al respecto, vase por ejemplo Maquiavelo (1987) Libro I,
caps. 2 y 3).
15 Adems del clebre captulo 25 de El Prncipe,Cunto puede la
Fortunaen los asuntos humanos, y cmo hacerle frente vase, por
ejemplo, Maquia-velo (1987: L. III, cap. 9).
16 ... Y si Fabio hubiera sido rey de Roma fcilmente hubiera
podido per-der la guerra, porque no hubiese sabido cambiar su
proceder segn la varia-cin de los tiempos; pero como haba nacido en
una repblica donde haba
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Fortuna y virtud en la repblica democrtica
diversos ciudadanos y distintos modos de ser, todo fue bien,
porque existaun Fabio, inmejorable para sostener la guerra a su
debido tiempo, y un Esci-pin, tan excelente como l en los tiempos
adecuados para la victoria... (Ma-quiavelo, 1987: L. III, cap.
9).
17 Al respecto, la opinin de Maquiavelo parece ser la que da su
ttulo al ca-ptulo 27 del Libro I de los Discorsi, Rarsimas veces
son los hombres com-pletamente buenos o completamente malos. El
captulo 3 del Libro I sealaque quien quiera fundar un Estado o dar
leyes a los hombres debe presupo-nerla maldad natural de los
hombres, es decir, debe abstenerse de intentaredificar su obra
sobre el presupuesto de la bondad natural... Esta frase seaclara an
ms hacia el final: lo que es polticamente pertinente no es la
bon-dad o maldad natural de los hombres, sino que las leyes los
obliguen a serbuenos -es decir, a actuar en conformidad con ellas
(Maquiavelo, 1987).
18 O como dice Pocock, ... El Prncipe se torna una tipologa de
los innova-dores y de su relacin con la Fortuna... (1975: p.
158).
19 Ver El Prncipe, cap. V.Maquiavelo sostiene all que ... no hay
manerams segura para gozar de una provincia que destruirla por
completo.... Si nossituamos en la ptica ya no de quien conquista
una ciudad que ha vivido libre,sino de quien funda un principado
nuevo podemos leer el argumento en sen-tido inverso: las ciudades
ms difciles de someter son aquellas que han vivi-do libres. Es
decir, el v i v e re liberoes un factor de fortaleza de las
ciudades.
20 ... De este modo, los Estados bien gobernados y los prncipes
prudentessiempre tuvieron gran cuidado de no llevar a la
desesperacin a los Grandesy de satisfacer al pueblo y mantenerlo
satisfecho, puesto que es ste uno delos principales asuntos que
ocupan al Prncipe... El Prncipe, cap. XIX.
21 ... Si los consejos que hemos dado ms arriba son bien
seguidos por elprncipe (...) lo harn en poco tiempo ms seguro de su
seora que si estu-viera enraizado en ella ab antiquo. (...) Ya que
los hombres estn mucho msatados a las cosas presentes que a las
pasadas, y cuando en las cosas presen-tes se hallan conformes se
sienten satisfechos y no buscan nada ms, y al con-trario las
defienden por todos los medios... El Prncipe, cap. XXV.
22 ... [El prncipe] debe alentar a sus conciudadanos para que
ejerzan pac-ficamente sus oficios, tanto en el comercio como en la
labranza, y en todaotra ocupacin humana, a fin de que el labrador
no deje sin trabajar sus tie-rras por miedo de que se las quiten o
de que el comerciante dude en encararnuevos negocios por miedo de
los impuestos. El prncipe, en consecuencia,recompensar a quienes
quieran hacer estas cosas y a cualquiera que piensede la manera en
que fuere en enriquecer a su ciudad o a su pas... El Prnci-pe,
cap.XXI, Cmo debe comportarse el prncipe si desea ser estimado.
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23 ... Concluyo, entonces, que si un principado no cuenta con
armas propiasnunca se hallar en seguridad; por el contrario,
depender siempre de la for-tuna, puesto que no tendr a nadie para
defenderla lealmente en la adversi-dad... El Prncipe, Cap.
XIII.
24 A lo largo de la historia de las lecturas de Maquiavelo se
han hecho lasms variadas interpretaciones de este ltimo captulo de
El Prncipe. Nueva-mente, la interpretacin que de l hace Lefort nos
parece ejemplar por su pro-fundidad: el captulo, sostiene, se
construye bajo el modo del tal vez:... Qu nos dice este tal vez? En
primer lugar, que podra ser que hubieraun prncipe para formar la
idea de un Estado italiano independiente, condi-ciones que le
fueran propicias, pueblos que lo sostuvieran. Sin duda, perotambin
algo ms; que si la hiptesis fuese vana, tal vez fuera suficiente
queel prncipe, a fin de satisfacer su apetito de poder, quisiera y
supiera simularla virtud de un fundador y obtener la obediencia de
sus sujetos, para que deesta primera experiencia surgieran las
premisas de una poltica nueva. Tal vezincluso sera suficiente que
el prncipe y el pueblo simularan, cada uno deellos, creer en las
declaraciones del otro -uno con la intencin de asegurar supoder, el
otro con la de escapar a la opresin de los Grandes- para que el
ob-jetivo fuera alcanzado... (Claude Lefort, 1972: p. 448).
25 Como se desprende de lo anterior, el llamado de Maquiavelo es
simult-neamente un acto performativo: llama a la instauracin de lo
que Lefort(1972) denomina una ficcin eficaz y participa con su
llamado de la posi-ble conformacin de esa ficcin, al simular creer
que ese Prncipe existe opuede existir. No me detengo en este punto,
por cierto apasionante pero co-lateral para mi argumentacin.
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Claudia Hilb