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EL VIEJO CELOSO Y EL PRINCIPIO FESTIVODEL ENTREMS CERVANTINO
El viejo celoso se ha comparado con frecuencia y con justiciacon
la novela ejemplar El celoso extremeo, puesto que se parecentanto
las circunstancias iniciales: un hombre tan viejo como celosose
casa con una mujer muy joven a quien l aisla del mundo, guar-dndola
en una casa que es en realidad una crcel.1 En ambos casoslos
rigurosos cuidados de los suspicaces maridos resultan incapacesde
impedir la entrada de un joven smbolo del mundo exteriory de la
fuerza vital a la que la situacin antinatural del
casamientoimplcitamente ha tratado de negar. Pero las diferencias
entre lasdos obras son tan notables como las semejanzas. Para
nuestro pro-psito, no nos importa detallar todos los puntos de
divergencia; sinembargo debemos subrayar ciertos elementos
importantes de esteentrems. Aunque los ocho entremeses de Cervantes
tratan asuntosmuy variados, hay cierta constante de tono y
estructura que (paradistinguirlo de las tendencias de la comedia
espaola) quisiera llamar lo festivo y que El viejo celoso
ejemplifica de una manera taneficaz.2
El concepto de lo festivo no slo abarca la expresin chistosay
cierto desenfreno sensual-sexual, sino que tambin sugiere
unasubversin temporal de las estructuras y normas del orden
social.Por eso, El viejo celoso, tanto en la trama como en la
estructura,demuestra la significativa inversin de las expectativas
novelescasde El celoso extremeo. En cuanto al tono, por ejemplo, al
contrario
1. Vanse la introduccin de Eugenio Asensio a su edicin de los
entremeses(Madrid, Castalia, 1970), pp. 23-27, y del mismo,
Entremeses en la Suma cer-vantina, eds. Juan B. Avalle-Arce y
Edward C. Riley (London, Tmesis, 1973),pp. 193-196; tambin de
inters son los comentarios de Jean Canavaggio, Cer-vantes
dramaturge (Pars, P.U.F., 1977), pp. 168-171, 213-214, 270 y 279, y
elestudio de Patricia Kenworthy, The Character of Lorenza and the
Moral ofCervantes' El viejo celoso , Bulletin of the Comediantes,
XXXI (Fall, 1979).
2. La concepcin de lo festivo aplicada en este estudio refleja
principalmentelas ideas de Mikhail Bakhtin en su libro Rabelais and
His World, trans. H. Is-wolsky (Cambridge, Mass. & London, MIT
Press, 1968).
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del desenlace tragipattico de la novela ejemplar, termina el
entre-ms de una manera irnica: mediante una elegante combinacin
delas trazas de las mujeres y la necedad del viejo, triunfa la
fuerzairreprimible de los apetitos naturales. Similarmente, el
aspectoestructural de lo festivo sugiere la inversin o el
desplazamientotemporal de las figuras y reglas de la autoridad. Por
eso, mientrasque en la novela hay un conjunto de personajes
dominado por loshombres, en el entrems el centro de inters se
inclina ms hacialo femenino representado por las tres mujeres:
Lorenza, Cristina yOrtigosa.
Desde cierto punto de vista, este entrems nos presenta eltriunfo
femenino, dentro de un pequeo mundo domstico, sobreuna estructura
social ms grande que es, por definicin y convencin,regida por el
hombre, pero que en el presente caso refleja la perver-sin del
sistema en la persona de un hombre con poder social ymaterial pero
impotente en lo vital y corrompido por su propiaavaricia y celos.
Es decir que, hasta cierto punto, hay al final unainversin de las
normas de control; es claro que en el futuro elsector femenino va a
alcanzar, de jacto, sus deseos. Pero ste es enrealidad slo un modus
irnico y provisional, una resolucin demomento que no tiene ninguna
base ni consecuencia en un cambiofundamental del sistema o de la
conciencia del hombre.3
En efecto, el principio festivo del entrems cervantino
engendrauna obra en que se da una visin profundamente crtica e
ironi-zante de la sociedad y de los sistemas de organizacin social.
Es pre-cisamente en la naturaleza del lenguaje donde radican el
poder ylo inquietante de esta visin social. Como se ha notado, el
lenguajede este entrems se caracteriza por su franqueza grosera y a
vecesbrutal. Pero en realidad lo que encontramos no es simplemente
unepisodio escatolgico, sino que las tcticas verbales de El viejo
celososon empleadas muy adrede hacia la meta de torcer e ironizar
lostrminos familiares como honra y liberalidad, tiindolos con
unaluz de escepticismo, sin proponer ninguna revaloracin de
estosconceptos rebajados.
3. En este respecto, como se ha notado, Cervantes no es
revolucionario. Laresolucin festiva de este entrems no refleja un
intento de proponer una al-ternativa a las convenciones de la vida
social, sino que reconoce el hecho de quelas formas y figuras de la
autoridad oficial siempre van acompaadas por sus opues-tos prcticos
y antioficiales.
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Aunque se suele hablar de lo vivido de las caracterizacionesen
los entremeses cervantinos, en El viejo celoso (como en los
otros)no se ve una obra en que el lenguaje rico sirva simplemente
paraimpartir vida autnoma a los personajes, sino que la pluralidad
devoces es otro artificio ms de la total arquitectura dramtica.
Porejemplo, en la conversacin de las tres mujeres al comienzo,
lasvoces no presentan la articulacin de tres personajes distintos
sinola amplificacin de la posicin inicial del elemento femenino:
LOR...De qu me sirve a m todo aquesto, si en mitad de la riqueza
estoypobre, y en medio de la abundancia con hambre? / CRIST. En
verdad,seora ta, que tienes razn; que ms quisiera yo andar con
untrapo atrs y otro adelante, y tener un marido mozo, que
vermecasada y enlodada con ese viejo podrido que tomaste por esposo
.*As pues, en vez de un dilogo que proyecta y perfila distintas
perso-nalidades o las lleva hacia cambios de sentimiento y
desarrollo in-terior, las voces sirven para amplificar la actitud
femenina ante lasituacin intolerable, como si fuera una sola
persona hablando con-sigo misma.
Similarmente, toda la ndole del lenguaje tiende a dar un
signi-ficado irnico a ciertos trminos claves. Estamos en un mundo
dondelo extremo de los impulsos antinaturales de Caizares ser
derro-tado por la fuerza vital de lo femenino, pero de un modo
indirectoy no muy ejemplar. Por eso, descartado lo escrupuloso de
lo verbal,el lenguaje de las mujeres descubre lo prctico y lo cnico
de suplan inmediato, y como consecuencia hay una distorsin
notablede valores. Cuando Lorenza dice Como soy primeriza, estoy
teme-rosa, y no querra, a trueco del gusto, poner a riesgo la honra
, elcontexto no ofrece dudas. La honra tiene poco que ver con
elsentido ms profundo del valor personal, interior; tampoco
signi-fica la opinin o reputacin. Simplemente se refiere al
problemade Caizares y de lo que hara si supiese de la desviacin
amorosade su esposa. Otra vez, el entrejuego de voces manifiesta a
las clarasel mecanismo de la redefinicin de trminos: LOR. Y la
honra,sobrina? / CRIST. Y el holgamos, ta? / LOR. Y si se sabe? /
CRIST.Y si no se sabe? / LOR. Y quin me asegurar a m que no se
sepa?/ ORT. Quin? La buena diligencia, la sagacidad, la industria;
y, so-bre todo, el buen nimo y mis trazas (p. 205). Como se ve, el
proceso
4. Entremeses, ed. Eugenio Asensio (Madrid, Castalia, 1970), p.
203; todaslas citas se refieren a esta edicin, y he indicado entre
parntesis el nmero de
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empieza con la palabra honra y pasa por el saber y por fin,con
la respuesta de Ortigosa, el concepto de la honra se transformaen
su opuesto dentro del conjunto de trminos tan amorales.
La misma tendencia de emplear un conjunto de personas comoun
artificio para ampliar e ironizar un solo punto de vista dominaen
el grupo masculino. El tro femenino de Lorenza, Cristina yOrtigosa
no encuentra su contrapeso simtrico en el grupo mascu-lino de
Caizares, el compadre y el galn, puesto que el galn notoma parte en
el dilogo, aunque s tiene un papel imprescindiblecomo la encarnacin
de los temores y faltas del viejo, y como elinstrumento necesario
del placer de Lorenza. En el plano verbal,en vez de lo tripartito,
se ve un do Caizares y el compadreque sirve para articular el
problema y la obsesin del viejo.
Otra vez, como en el caso del tro femenino (y muy al con-trario
del nivel de conciencia de Carrizales en la novela), no hayun
intercambio o yuxtaposicin de dos voces contrastantes, sino
laelaboracin de una sola actitud ms o menos coherente. Por eso,no
nos sorprende que el viejo anuncie con lcido entendimiento
loabsurdo, antinatural y autocastigante de su situacin: el
setentnque se casa con quince, o carece de entendimiento, o tiene
gana devisitar el otro mundo lo ms presto que le sea posible.
Apenas mecas con doa Lorencica... cuando me embistieron una turba
multade trabajos y desasosiegos; tena casa, y busqu casar; estaba
posado,y despseme (pp. 208-209). Como se ve en las ltimas
clusulas,aunque el personaje claramente carece de prudencia y buen
juicio,la voz contiene una agudeza que presta energa y precisin a
la tareaironizante del dilogo.
La funcin del compadre, por lo pronto, no tiene nada quever con
la accin, sino que participa en la exteriorizacin del pensa-miento,
como se nota cuando l pregunta, algo retricamente, dequ vive
descontento mi compadre? y contesta Caizares: Deque no pasar mucho
tiempo en que no caya Lorencica en lo quele falta; que ser un mal
caso, y tan malo, que en slo pensallo letemo, y de temerle me
desespero, y de desesperarme vivo condisgusto (pp. 209-210). El
anlisis que surge aqu es, irnica-mente, un resumen plenamente
correcto de lo que est pasandodentro de la casa; y en cierto
sentido vemos lo grotesco de unasituacin en la que una persona
comprende la verdad inmanentepero no puede percibirla en la
realidad concreta. Cuando Caizaressale de la escena, el compadre
dice: En mi vida he visto hombre
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ms recatado, ni ms celoso, ni ms impertinente; pero ste es
deaquellos que traen la soga arrastrando, y de los que siempre
vienena morir del mal que temen (p. 210). Otra vez, se ve muy
clara-mente lo acertado de esta observacin. Adems notamos que
esprecisamente esta combinacin de celos e impertinencia que
com-pone la fuerza motor del pecado contra la naturaleza que
cometeel viejo. Pero, como estamos en un mundo de la irona
domsticay no del pathos novelesco, es importante notar que el viejo
no mueredel mal que teme (como el viejo extremeo en la novela),
sino queva a seguir viviendo, sufriendo cada vez ms por sus propios
temo-res y pesadillas.5
La escena culminante del entrems empieza con la entrada
deOrtigosa, llevando el guadamec detrs del que entra ocultado
elgaln. El mecanismo del engao emplea lo verbal y lo visual:
em-pieza con las trazas y el control verbal de Ortigosa y termina
con elpoder verbal de Lorenza. Al mismo tiempo, los elementos
visuales,de accin y gestos, contribuyen al xito total. Es de suma
impor-tancia que el galn pueda entrar en plena presencia del viejo,
que elacto de adulterio se realice detrs de la puerta pero (en un
sentido) de-lante de nuestros ojos, y que para facilitar la huida
del joven, Lo-renza momentneamente ciegue al viejo con el agua de
la baca.Encerrada en el cuarto con el galn, Lorenza engaa con la
verdad,describiendo lo que por una parte es la realidad concreta
pero desdela perspectiva limitada del viejo parece una burla.
Exclama Lorenza Si supieses qu galn me ha deparado la buena suerte!
Mozo,bien dispuesto, pelinegro y que le huele la boca a mil
azahares .Ms tarde Caizares pregunta: Bobeas, Lorenza? Pues a fe
queno estoy yo de gracia para sufrir esas burlas . A lo cual ella
re-plica: Que no son sino veras, y tan veras, que en este gnero
nopueden ser mayores (p. 215). Aunque en este momento Cai-zares no
lo crea, el discurso de Lorenza sirve como una verbali-zacin
efectiva de la pesadilla del viejo, y por tanto este aspectodel
engao le da su merecido castigo, un tipo de justicia potica.
Despus de la huida del galn, Lorenza una vez ms inviertelas
reglas verbales: lo que haba proclamado adentro como verda-des, ya
afuera son presentadas como burlas: mirad en lo que tiene
5. Me parece que, en casi toda la obra cervantina, el casamiento
y las reac-ciones a los problemas matrimoniales forman la piedra de
toque que distingue lofestivo entremesil de lo pattico novelesco;
adems de la novela El celoso extre-meo, vase el desenlace de El
curioso impertinente .
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mi honra y mi crdito, pues de las sospechas hace certezas, de
las men-tiras verdades, de las burlas veras, y de los
entretenimientos maldicio-nes (p. 217). Ante el estrpito y los
gritos de Lorenza, acuden el al-guacil y Ortigosa con los msicos y
el bailarn, cuya intervencin sea-la la conclusin de la pieza. Esta
gente, representativa de la justicia y del mundo exterior, casi
literalmente quiebra las puertas, sin que lequede a Caizares ningn
modo de impedir la invasin. Como es de es-perar, la explicacin dbil
e intil del viejo ( pendencias son entremarido y mujer, que luego
se pasan ) irnicamente contiene msverdad de lo que l se da cuenta.
Pero adems debemos considerarque, con la entrada del grupo festivo,
el mundo-crcel ha sido porsegunda vez violado. Esta intrusin
general simboliza y subraya eltriunfo de las fuerzas vitales, e
implcitamente reconoce el nuevoorden del poder domstico. Ya el
poder ilusorio del viejo se anulaante la fuerza de la fiesta
invasora: a la objecin del viejo, el msicoresponde pues aunque no
la quiera , y este signo de admiracinmusical pone justo comentario
al entrems.
La tonalidad propiciatoria de la cancin, a primera vista,
noencaja bien con la accin anterior. Aunque se aplaude la
victoriade la fuerza vital, joven y femenina sobre la perversin
caduca yavara, este nuevo orden domstico basado en el adulterio ha
logradorealizarse por medio de engao y mentira. Desde el punto de
vistade lo que debe ser una resolucin cmica, la conclusin deEl
viejo celoso nos parece algo inquietante. Pero, como se
manifiestatan claramente en la letra de la cancin, no tenemos una
resolucinbasada en las normas oficiales de la sociedad, sino que se
en-cuentra un orden antioficial y domstico que radica ms en
lasexpectativas de lo festivo. No es el mundo racional y legalista
delo masculino, sino un mundo que se rinde inevitablemente a
lasfuerzas naturales. Con la ltima estrofa de la cancin, tenemos
elenftico sentido de que lo que acaba de acontecer no slo es
acepta-ble al orden natural, sino que la pendencia y sus
consecuencias sonalgo positivo y renovador:
Las rias de los casadosComo aquesta siempre sean,Para que despus
se vean,Sin pensar regocijados.
Sol que sale tras nublados,Es contento tras afn:Las rias de por
San Juan,Todo el ao paz nos dan (p. 219).
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Aunque es preciso reconocer la gran diversidad de los
ochoentremeses, creo que en el fondo hay un principio estructural
quees una constante del entrems cervantino: el dominio de la
visinfestiva en la interaccin humana. El espritu festivo mostrado
porla stira de las normas de la autoridad se ve muy claramente enEl
juez de los divorcios y en La eleccin de los alcaldes de
Daganzo,donde (en el primer caso) el problema de los casamientos
infelicesen una sociedad que no permite el divorcio recibe una
resolucinque es realmente una evasin (ms vale el peor
concierto/queno el divorcio mejor). En el segundo, la accin central
de laeleccin despus de una discusin chistosa e incoclusa de
lascalidades ms apropiadas para un alcalde queda pospuesta. Deun
modo algo parecido, la caricatura y stira casi quevedescas dela
esposa fallecida al comienzo de El rufin viudo son transfor-madas y
contrapuestas por la entrada de Escarramn y el dominiodel ambiente
generoso y festivo del final.6 Similarmente, el con-flicto central
de La guarda cuidadosa (la eleccin entre los dos pre-tendientes) y
la implcita caricatura de los tipos masculinos, seequilibran al
final y reciben una conclusin positiva por medio dela cancin
compartida por los personajes, mientras se comenta laaccin
anterior.
El principio festivo tambin rige al ms problemtico y satricode
los ocho, El retablo de las maravillas. En este entrems,
quesatiriza la combinacin de orgullo y temor que compone la
preocu-pacin por la limpieza de sangre y la legitimidad individual
y social,es muy importante observar que los engaados no son la
gentecomn del pueblo sino las figuras de la autoridad civil.7
Ademsnotamos que, al final, an la entrada del furrier (smbolo del
mundoexterior y una persona inmune a la ilusin) no desengaa a
lasvctimas. Por eso, aunque no hay la conclusin convencional
demsica y danza, el elemento festivo de subversin y
desplazamientode las normas de la autoridad se pone de relieve. Y
aunque seantan diferentes El retablo y El viejo celoso, en ambos
casos vemos
6. Vanse las jcaras de Quevedo sobre esta figura en sus Obras
completas,I, Poesa original, Ed. Jos M. Blecua (Barcelona, Planeta,
1968), pp. 1199-1207.
7. Este aspecto de El retablo recibe un anlisis muy interesante
en el estudiode Epifanio Ramos de Castro, El retablo de Cervantes y
Prvett, Anales Cer-vantinos, X (1971), 169-190; vanse tambin Marcel
Bataillon, Ulenspiegel y elRetablo de las maravillas de Cervantes,
Varia leccin de clsicos espaoles (Ma-drid, Gredos, 1964), pp.
260-267, y Mauricio Molho, Cervantes: races folklricas(Madrid,
Gredos, 1976), pp. 106-214.
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una sutil crtica de las ilusiones de poder y control. Desde
estaperspectiva, El viejo celoso es una obra clave, el entrems ms
reve-lador del complejo mecanismo del entrems cervantino un gnerode
teatro que, aunque obviamente chistoso, rechaza las
resolucionesunificadoras de la comedia y propone un mundo donde lo
tramposoy la ambigedad de juicio y percepcin solucionan los
conflictossin trascender el mismo nivel conflictivo.
WILLIAM H. CLAMURROSt. Mary's College oi Maryland, St. Mary's
City
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InfoAIH: AIH. Actas VII (1980). El viejo celoso y el principio
festivo del entrems cervantino. CLAMURRO WILLIAM H.