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Ciclo de La Puerta de La Muerte 5. La Mano Del Caos 2

May 30, 2018

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Jose Alejandro
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    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni el registro en un sistema

    informtico, ni la transmisin bajo cualquier forma o a travs de cualquier medio, ya sea

    electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin o por otros mtodos, sin el permiso

    previo y por escrito de los titulares del copyright.

    Diseo de cubierta: Singular

    Ttulo original: The Hand of Chaos (Volume 5 The Death Gate Cycle)Traducin: Hernn Sabat

    1993 by Margaret Weis and Tracy Hickman

    Published by arrangetnent with Bantam Books, a divisin of

    Bantam DoubUday Dell Publishing Group, Inc., New York.

    Grupo Editorial Ceac, S.A. 1993

    Para la presente versin y edicin en lengua castellana.

    Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A.

    ISBN: 84-413-0275-8 (Obra completa)

    84-413-0675-3 (volumen 59) Depsito legal: B. 14850-1997

    Impreso en:

    Litografa Roses, S.A. (1-10-1997)

    Gav (Barcelona)

    Encuadernado en:

    Printer. Industria Grfica, S. A.

    Sant Vicent dels Horts (Barcelona)

    Printed in Spain

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    49 . Una nota sobre los dragones. Los autnticos dragones, una especie avanzada de

    reptiles que posee facultades mgicas en diverso grado, segn la inteligencia decada individuo y de otra serie de factores, son criaturas que viven permanentementeen Ariano. Estos dragones de Ariano no deben confundirse con otros seres que enocasiones aparecen bajo el disfraz de un dragn, como Sang-drax, la serpiente elfo,y las serpientes dragn de Chelestra.

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    CAPTULO 22

    MONASTERIO KIR, ISLAS VOLKARAN REINO MEDIO

    Los perfiles angulosos de las paredes de granito que formaban el monasteriokir se alzaban, negros y severos, contra la luz mortecina y suavemente radianteque despeda la coralita de las colinas de alrededor. El edificio estaba oscuro ysilencioso; de su interior no escapaba luz o sonido alguno. Un quinqu solitarioque arda con una dbil llama sobre la entrada una seal para quienesprecisaban socorro era el nico indicio de que el lugar estaba habitado.

    Iridal desmont de su dragn y dedic unos momentos a calmarlo,

    acaricindole el cuello. La criatura estaba nerviosa, inquieta, y no respondi deinmediato al hechizo de sueo que la mujer intent lanzarle. Los jinetes siemprehacan dormir a sus dragones despus de un vuelo; el hechizo no sloproporcionaba a la criatura el descanso preciso, sino que la volva inofensiva,evitando que se le ocurriera arrasar los alrededores en ausencia de su jinete.

    Pero aquel dragn se resista a dejarse hechizar. Apartaba la cabeza, tiraba delas bridas y agitaba la cola a un lado y a otro. De haber sido una jinete dedragones experimentada, Iridal habra reconocido en aquellas reacciones unaseal de que haba otro dragn en las proximidades.

    Los dragones son criaturas muy sociables, amantes de la compaa de suscongneres, y el de Iridal prefera claramente una charla amistosa a una siesta. Eldragn estaba demasiado bien entrenado como para lanzar una llamada (lascriaturas aprenden a guardar silencio para no delatar su posicin a un posibleenemigo), pero no necesitaba emplear la voz pues poda percibir a un compaeropor muchos otros medios: el olfato y el odo, entre otros ms sutiles.49

    Si el otro dragn hubiera respondido, Iridal habra tenido que recurrir amedidas mas firmes para dominar a su montura. Sin embargo, la otra criatura nodio ni la ms pequea muestra de haberse percatado de su presencia.

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    50 . Se rumorea que los elfos kenkari sienten una cierta vinculacin con los monjeskir, cuya religin de veneracin de la muerte deriv de un intento fallido de emular alos kenkari en la captura de almas. Muchos creen que los poderosos kenkariextendieron una mano protectora sobre los monjes humanos, prohibiendo a lossoldados elfos molestar a los kir.

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    El dragn que le haban prestado a Iridal una criatura mansa, de unainteligencia nada excepcional se mostr dolido, pero era demasiado estpidocomo para sentirse ofendido gravemente. Fatigado del largo viaje, el dragn serelaj por fin y atendi a las palabras tranquilizadoras de Iridal.

    Cuando vio que los prpados se cerraban y la cola empezaba a enroscarse en

    torno a sus patas, y que las garras se hundan con firmeza en el suelo para quedarbien apoyado, Iridal se apresur a entonar el encantamiento. El dragn no tarden quedar profundamente dormido. No volvi a preocuparse por la causa de lainquietud de su montura; concentrada en sus reflexiones sobre el inminenteencuentro, que la misteriarca saba que no sera en absoluto agradable, Iridalborr de su mente la extraa conducta del dragn y empez a recorrer la corta dis-tancia que la separaba del monasterio.

    El edificio careca de muralla exterior protectora, y ninguna verja impeda laentrada. Los monjes de la muerte no necesitaban de tales protecciones. Cuandolos elfos haban ocupado las tierras humanas, haban saqueado y arrasado

    poblaciones enteras, pero los monasterios kir haban permanecido intactos. Hastael elfo ms ebrio de vino y de sangre recobraba la sobriedad al momento cuando seacercaba a aquellos muros negros y helados.50

    Iridal reprimi un escalofro y se concentr de nuevo en lo importante, larecuperacin de su hijo perdido. Envuelta en la capa, avanz con paso firme hastala puerta de barro cocido, iluminada por el quinqu. Sobre la puerta colgaba unacampanilla de hierro. Iridal tir de la cadena. El tintineo metlico sonamortiguado y qued absorbido de inmediato, engullido por las gruesas paredesdel edificio. Aceptada como una necesidad para el contacto con el mundo exterior,los monjes permitan que la campanilla hablase, pero no que cantase.

    Capt un ruido chirriante. En la puerta apareci una abertura y, en sta, un

    ojo. Dnde est el cadver? pregunt sin inters una voz monocorde.Iridal, con los pensamientos en su hijo, se qued paralizada, sorprendida y

    alarmada ante la pregunta. Tom las palabras como un presagio siniestro y estuvoa punto de dar media vuelta y escapar de all, pero la lgica se impuso. Lamisteriarca se record que la pregunta tan espantosa para ella eraperfectamente natural para los residentes entre aquellos muros.

    Los monjes kir veneran la muerte y consideran la vida una especie deestancia en una crcel que debemos soportar hasta que el alma pueda escapar yencontrar la paz y la felicidad verdaderas en otra parte. As pues, los kir noprestan ayuda a los vivos, no cuidan a los enfermos ni dan de comer a loshambrientos ni atienden a los heridos. En cambio, asisten a los muertos y cele-bran el hecho de que el alma haya abandonado su cautiverio. A los kir no lesperturba la muerte ni siquiera en sus formas ms horribles. Se ocupan de lavctima cuando el asesino ha terminado, recorren el campo de batalla cuando lalucha ha cesado, entran en la ciudad apestada cuando todos los dems hanhuido...

    El nico servicio que los monjes ofrecen a los vivos es la custodia de los niosvarones desamparados: hurfanos, bastardos, hijos que sus padres no pueden

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    mantener. Todos ellos son educados en la Orden, en el culto a la muerte, y aspervive la tradicin kir.

    La pregunta que el monje haba hecho a Iridal era la que formulaba acualquiera que llegara a la puerta del monasterio a aquellas horas de la noche,pues, qu otra razn poda tener nadie para acercarse a aquellos muros

    ominosos?No vengo por los muertos respondi Iridal, recobrando el dominio de s

    misma. Vengo por los vivos. Se trata de algn nio? inquiri el monje. S, hermano contest la mujer. Aunque no en el sentido que lo has

    dicho, aadi en silencio para s.El ojo desapareci, y la mirilla se cerr con un chasquido. La puerta se abri,

    y el monje se hizo a un lado con el rostro oculto bajo la capucha negra que lecubra la cabeza. El monje no le dio la bienvenida, no inclin la cabeza comosaludo ni le dedic ninguna otra muestra de respeto; se limit a mirar a la recin

    llegada con muy poco inters. La mujer estaba viva y los vivos apenas contabanpara los kir.El monje avanz por un corredor sin volver la mirada a Iridal en ningn

    momento, dando por supuesto que la mujer decidira si quera seguirlo o no. Lacondujo a una sala de grandes dimensiones, no lejos de la entrada; desde luego,demasiado cerca como para permitirle ms que una fugaz visin del interior de losmuros del monasterio. Estaba ms oscuro dentro que fuera, pues, en el exterior, lacoralita despeda su leve fulgor plateado. En el interior, no haba lmparas queiluminasen los pasillos y las salas. Aqu y all, Iridal distingui el resplandor deuna vela cuya dbil luz vacilante permita a su portador avanzar sin tropiezos. Elmonje invit a Iridal a entrar en la estancia, le dijo que aguardara y le anunci que

    el abad acudira en breve. Despus, se march y cerr la puerta con llave, dejandoa Iridal incomunicada y a oscuras.

    La misteriarca sonri, al tiempo que se estremeca y se arrebujaba bajo lacapa. La puerta era de barro cocido, como todas las del monasterio. Con su magia,Iridal poda hacerla aicos como si fuera hielo. Sin embargo, decidi sentarse aesperar pacientemente, consciente de que no era el momento indicado pararecurrir a amenazas. Eso llegara ms tarde.

    La puerta se abri, y entr un hombre portando una vela. Era un anciano deconsiderable estatura, delgado y enjuto hasta el punto de parecer que no tenacarne suficiente para cubrir todos sus huesos. Estaba completamente calvo, o talvez llevaba el crneo rasurado. Apenas dedic una mirada a Iridal mientras pasabapor delante de ella y, sin la menor cortesa, tom asiento tras un escritorio. Cogiuna pluma, alarg la mano, coloc debidamente una hoja de pergamino y sinmirar a la mujer ni siquiera entonces se dispuso a escribir.

    No ofrecemos dinero, ya lo sabes anunci el hombre (el abad,probablemente, aunque no se haba molestado en presentarse) . Acogeremos alnio, eso es todo. Eres la madre?

    De nuevo, la pregunta fue a dar dolorosamente cerca de la herida. Iridal sabamuy bien que el abad daba por sentado que haba acudido all para desprendersede una carga no deseada; precisamente, la mujer haba elegido aquella artimaapara poder entrar en el monasterio. Pese a ello, la hechicera se descubri a s

    misma respondiendo a la pregunta.

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    S, era la madre de Bane. Y haba entregado a su hijo. Haba dejado que suesposo cogiera al nio y lo diera a otros. Qu poda haber hecho ella paraimpedrselo? Estaba asustada, y Sinistrad la amenazaba con dar muerte a supadre. Y, cuando Bane haba vuelto a ella, Iridal haba intentado ganrselo otravez. S, haba puesto todo su empeo pero, de nuevo, se haba visto impotente.

    Sinistrad haba amenazado con matar a los acompaantes de Bane. El geg, elhombre de la piel azul y...

    En fin, seora dijo por fin el abad con voz fra, alzando la cabeza ymirando a su interlocutora por primera vez desde su entrada en la sala.Deberas haber tomado una decisin antes de venir a importunarnos. Quieresque nos hagamos cargo del muchacho, s o no?

    No he venido para entregaros a ningn muchacho repuso Iridal,desterrando de su mente aquellos recuerdos del pasado. He venido para hablarcon alguien que reside en esta casa.

    Imposible! declar el abad. Los ojos hundidos en su flaco y demacrado

    rostro miraron a la mujer con impaciencia desde unas cuencas en sombras, yreflejaron la luz de la vela como dos llamitas vacilantes en sus pupilas brillantes.Una vez que un hombre o un muchacho cruza ese umbral, deja atrs el mundo yya no tiene padre ni madre, hermano ni hermana, amigo ni amante. Respeta susvotos, mujer. Vete y no lo molestes ms.

    El abad se puso en pie. Lo mismo hizo Iridal. El monje esperaba verlamarcharse, de modo que se mostr algo sorprendido y bastante disgustado ajuzgar por su expresin torva y exasperada cuando observ que la mujer dabaun paso adelante y se plantaba ante l.

    Respeto vuestras costumbres, venerable abad. Mi asunto no tiene que vercon ninguno de tus hermanos, sino con alguien que nunca ha hecho los votos.

    Con alguien a quien se permite residir aqu quebrantando, podra aadir, todas lasnormas establecidas y haciendo caso omiso de la tradicin. Me refiero a Hugh laMano.

    El abad ni siquiera pestae. Ests confundida respondi, con tal conviccin en la voz que Iridal no

    habra dudado de su palabra, de no haber sabido positivamente que el monjementa. Alguien que empleaba ese nombre vivi aqu, es cierto, pero eso fuecuando era un nio. Hace mucho tiempo que se march y no sabemos nada de l.

    Lo primero es cierto replic Iridal. Lo segundo, no. Ese hombre volvi avosotros hace un ao, ms o menos. Os cont una historia extraa y os supliccobijo. Vosotros disteis por cierto su relato, o bien lo tomasteis por loco y osapiadasteis de l. No se corrigi al momento. Vosotros no os apiadis de nadie.As pues, le cresteis. Me pregunto por qu.

    El abad movi una ceja, la enarc y cruz los brazos ante su descarnadopecho.

    Si lo vieras, no tendras que volver a preguntrtelo. Pero no perdamos mstiempo en charlas ociosas, seora. En efecto, el que se hace llamar Hugh la Manoreside aqu y, como dices, no ha hecho los votos que nos apartan del mundo, peroaun as permanece apartado de l. As lo ha decidido por propia voluntad. Novolver a ver absolutamente a nadie del mundo exterior. Slo admite el contactocon nosotros, y nicamente para llevarle comida y bebida.

    Iridal experiment un escalofro pero se mantuvo firme.

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    Digas lo que digas, abad, estoy dispuesta a verlo. Abriendo la capa, Iridaldej al descubierto un vestido gris plateado, guarnecido de smbolos cabalsticosen el dobladillo, en el cuello, en los puos de las mangas y en el cinto que le ceael talle. Soy una de los que llamis misteriarcas y vengo del Reino Superior. Mimagia podra hacer pedazos esas puertas de barro, estos muros y hasta tu cabeza,

    si me lo propongo. Llvame a presencia de Hugh la Manoy no se hable ms.El abad se encogi de hombros. La amenaza lo dejaba indiferente. Antes de

    permitir a la misteriarca el encuentro con alguien que hubiera tomado los votos, elkir habra dejado que destruyese el monasterio piedra por piedra. En cambio, elcaso de Hugh era distinto. El hombre estaba all por la tolerancia de los monjes.Que se ocupara, pues, de sus propios asuntos.

    Por aqu dijo con displicencia, pasando ante la mujer camino de lapuerta. No hables con nadie ni levantes los ojos para mirar a nadie. So pena deexpulsin.

    Al parecer, las amenazas no lo haban impresionado demasiado. Al fin y al

    cabo, para un monje kir, un misteriarca no era ms que otro futuro cadver.He dicho que respetaba vuestros votos y, por tanto, har lo que me indicasrespondi Iridal con firmeza. No me importa en absoluto lo que suceda aqu.Lo nico que me interesa hizo hincapi en la palabra es ver a Hugh la Mano.

    El abad abri la marcha. Como nica luz portaba una vela, la mayor parte decuyo resplandor obstrua con sus propias ropas. Iridal, detrs de l, tenadificultades para ver dnde pona os pies y, como los suelos del viejo edificio erandesiguales y estaban salpicados de grietas, se vea forzada a no levantar la miradadel suelo. Los pasadizos estaban desiertos y silenciosos. La misteriarca tuvo lavaga impresin de que a ambos lados de los pasillos se sucedan las puertascerradas y, en cierto momento, le pareci or el llanto de un beb; su corazn se

    compadeci del pobre pequeo, abandonado y a solas en un lugar tan deprimente.Llegaron a una escalera, en cuyo rellano se detuvo el abad a buscar otra vela

    para ella antes de iniciar el descenso. Iridal lleg a la conclusin de que el monje,ms que preocuparse por su seguridad, deseaba evitarse la molestia de tener queatenderla si se caa y se rompa algn hueso. Abajo, al pie de la escalera, se ha-llaban los aljibes del agua. Una serie de puertas cerradas a cal y canto protegan elpreciado lquido, que no slo era empleado para beber y cocinar, sino que formabaparte de las riquezas del monasterio.

    Pero, por lo visto, no todas las puertas guardaban agua. El abad se acerc auna de ellas, alarg la mano y movi el picaporte con un chirrido.

    Tienes una visita, Hugh.No hubo respuesta. Slo el ruido de algn objeto, quizs una silla, arrastrado

    por el suelo.El abad hizo sonar el picaporte con ms fuerza. Est encerrado? Le tenis prisionero? inquiri Iridal en voz baja.Slo es prisionero de s mismo, seora contest el abad. Tiene la llave

    consigo, ah dentro. Nadie puede entrar, y t tampoco debes hacerlo, a menos quel nos entregue la llave.

    Iridal vacil en su determinacin y estuvo muy cerca de dar media vuelta ymarcharse. En aquellos momentos, dudaba que Hugh pudiese ayudarla y tenamiedo de descubrir en qu se haba convertido. Con todo, si l no la ayudaba,

    quin lo hara? Stephen, no, desde luego; lo haba dejado muy claro. Tampoco los

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    dems misteriarcas. La mayor parte de ellos eran magos poderosos, pero nosentan el menor aprecio por su difunto esposo ni tenan motivo alguno paradesear que les fuera restituido el descendiente de Sinistrad.

    Respecto a otros humanos, Iridal conoca muy pocos y ninguno de ellos lahaba impresionado demasiado. Slo Hugh cumpla todos sus requisitos: saba

    pilotar una nave dragn elfa, haba viajado a tierras de elfos, hablaba su idiomacon fluidez y estaba familiarizado con sus costumbres. Era un hombre valiente yosado que se haba ganado la vida como asesino profesional y se haba labrado lafama de ser el mejor en su oficio. Como la propia Iridal le haba recordado aStephen, l mismo un rey que poda permitirse lo mejor lo haba contratado encierta ocasin.

    Hugh, tienes visita repiti el abad. Dejadme en paz! exclam una voz al otro lado de la puerta.Iridal suspir. La voz son pastosa y ronca de fumar esterego (la mujer

    apreci el olor de la pipa desde el pasadizo), de beber en exceso y de falta de uso.

    Pero la reconoci.Su esperanza era aquella llave. Hugh la guardaba en su poder por temor aque, si la dejaba en otras manos, pudiera sentir la tentacin de pedir que leabrieran. Por lo tanto, deba de quedar en l una parte que deseaba salir.

    Hugh la Mano, soy Iridal, del Reino Superior. Necesito ayudadesesperadamente. Tengo que hablar contigo. Yo... quiero contratarte.

    La misteriarca tena pocas dudas de que Hugh se negara y, al observar la levesonrisa desdeosa de los finos labios del abad, supo que ste pensaba de igualmanera.

    Iridal... repiti Hugh en tono perplejo, como si el nombre se abriera paso aduras penas en su mente empapada de alcohol. Iridal!

    Esta ltima fue una exclamacin, un jadeo spero, un susurro que surga demuy adentro, como de algo largo tiempo anhelado y conseguido por fin. Pero en lavoz no haba amor ni anhelo; al contrario, haba una rabia que habra podidofundir el granito.

    Un cuerpo pesado golpe la puerta de barro cocido y, tras unos chasquidos,se abri en ella una mirilla. Un ojo inyectado en sangre, cubierto en parte por unamata de cabello inmundo, mir afuera, localiz la figura de la mujer, y se fij enella sin un parpadeo.

    Iridal...La mirilla se cerr bruscamente.El abad se volvi hacia la misteriarca, curioso por ver su respuesta y

    esperando, probablemente, que la mujer dara media vuelta y saldra corriendo.Pero Iridal se mantuvo firme, aunque los dedos de una mano, oculta bajo la capa,se le clavaron en la carne. La otra mano, la que sostena la vela, no tembl unpice.

    Del interior llegaron ruidos de una actividad frentica, de muebles volcados yarrastrados, como si Hugh estuviera buscando algo. Una exclamacin de triunfo yel golpe de un objeto metlico con la parte inferior de la puerta. Tras una nuevaexclamacin, sta de frustracin, una llave asom por debajo de la plancha debarro cocido.

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    El abad se agach, recogi la llave y la sostuvo un momento entre los dedos,estudindola con aire pensativo. Despus, se volvi a Iridal y le pregunt con lamirada si quera que abriera la puerta.

    Con los labios apretados y un fro gesto de cabeza, la misteriarca indic queprocediera. El abad se encogi de hombros y obedeci.

    En el mismo instante en que salt el pestillo, la puerta se abri desde dentro.En el umbral apareci una figura fantasmagrica, recortada contra la penumbraahumada de la celda e iluminada por la vela que arda ante ella.

    La aparicin salt sobre Iridal. Unas manos fuertes la asieron por los brazos,la arrastraron al interior de la celda y la inmovilizaron con la espalda contra lapared. La mujer solt la vela, que cay al suelo; la luz se apag en un charco decera licuada.

    Hugh la Manose plant ante el abad, impidindole el paso por el hueco de lapuerta.

    La llave exigi. El abad se la entreg. Ahora, djanos! aadi la Mano.

    Cerrando la celda de un portazo, Hugh se volvi hacia Iridal. La mujer oy lassuaves pisadas del abad alejndose, desinteresado.La estancia era pequea. El mobiliario constaba de un tosco catre, una mesa,

    una silla volcada y, en un rincn, un balde que el inquilino utilizaba, a juzgarpor el hedor, para recoger sus necesidades. Presida la mesa un grueso cirio y,junto a l, la pipa de Hugh. Tambin sobre la mesa haba una jarra, un plato decomida a medio terminar y una botella de un licor que ola casi tan mal como elesterego.

    Iridal abarc todos estos objetos en una rpida mirada que tambin buscabaposibles armas. No tema por ella, naturalmente, pues iba protegida por supoderosa magia, con la que poda dominar al hombre ms fcilmente de lo que

    haba hecho con su dragn. No: por quien tema era por Hugh. Le daba miedo queel hombre pudiera hacerse dao antes de que ella pudiera evitarlo, pues suaspecto era el de una persona ebria hasta el punto de la locura.

    Hugh se qued plantado ante ella, mirndola. Su rostro con la narizaguilea, la frente despejada y los ojos hundidos y entrecerrados resultabaespantoso, semioculto por las sombras ondulantes y el halo de humo amarillento.Su respiracin era pesada debido al ejercicio frentico, al licor y a una vidaexcitacin que lo haca temblar de pies a cabeza. De pronto, se abalanz sobre ellatambalendose, con las manos extendidas al frente. La luz ba de lleno susfacciones y, al verlas, Iridal s temi por s misma, pues el licor haba inflamado lapiel de Hugh, pero no haba afectado su mirada.

    Una parte de l, en lo ms hondo, estaba sobria; una parte de su ser que nopoda sentir los efectos del vino por mucho que bebiera, una parte que no podaser ahogada. Su rostro era casi irreconocible, deformado por el remordimiento y eltormento interior. Sus negros cabellos estaban veteados de canas y su barba, unda cuidadosamente trenzada, apareca ahora muy larga, rala y despeinada.Llevaba las ropas negras de un monje kir, prendas de desecho a juzgar por suestado lamentable y por el hecho de que le iban demasiado pequeas. La firmemusculatura de su cuerpo se haba vuelto fofa pero Hugh posea una fuerzanacida del vino, pues Iridal an notaba la presin de sus dedos en los brazosdoloridos.

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    Dio un nuevo paso tambaleante hacia ella. Iridal seal la llave que mostrabael hombre en su mano temblorosa. Tena las palabras del hechizo en la punta de lalengua, pero no las pronunci. Ahora poda distinguir con claridad el rostro deHugh y se habra echado a llorar. La pena, la compasin, el recuerdo de que aquelhombre haba entregado su vida y haba tenido una muerte horrible por salvar a

    su hijo la impulsaron a extender las manos hacia l.Hugh la cogi por las muecas con una presin intensa y dolorosa; luego,

    cay de rodillas ante ella. Pon fin a la maldicin! le suplic con voz quebrada. Te lo suplico,

    seora! Pon fin a la maldicin que lanzaste sobre m! Librame! Levntame lapena!

    El hombre hundi la cabeza. Unos sollozos speros, secos, le estremecieron elcuerpo. Entre temblores incontenibles, sus manos sin fuerzas soltaron lasmuecas de Iridal, y la misteriarca se inclin sobre l, derramando lgrimas sobresus cabellos canosos, que acarici con dedos helados.

    Lo siento murmur, tambin con voz rota. Lo siento tanto...!Hugh alz la cabeza. No quiero tu maldita lstima! Librame! repiti. Su tono era spero,

    cargado de urgencia. Sus manos asieron nuevamente las de ella. No sabes loque me has hecho! Ponle fin... ahora!

    Iridal lo mir largamente, incapaz de hablar.No puedo, Hugh musit por ltimo. No fui yo. S! Exclam l con violencia. Te vi all! Cuando despert...Pero ella movi la cabeza, insistiendo en su negativa. Un hechizo as est muy lejos de mi alcance, lo cual agradezco a los

    antepasados. Debes saberlo aadi, contemplando los ojos desesperados y

    suplicantes de Hugh. S, tienes que saberlo. Fue Alfred. Alfred! Hugh repiti el nombre con un jadeo. Dnde est? Ha venido

    contigo...?Vio la respuesta en los ojos de la mujer y ech la cabeza hacia atrs como si

    la agona le resultara insoportable. Dos gruesas lgrimas escaparon de susprpados entrecerrados y rodaron por sus mejillas hasta la barba rala yenmaraada. Exhal un suspiro hondo y estremecido y, de pronto, se volvi loco yempez a soltar terribles gritos de rabia, a arrancarse el pelo a tirones y a araarseel rostro con las uas. Luego, tan de improviso como haba empezado, se dej caeral suelo boca abajo y se qued quieto, inmvil como un muerto.

    Como ya haba estado una vez.

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    51. Quienes no pueden permitirse el agua para baarse emplean la grisa paralavarse el cuerpo o para limpiar cualquier otra superficie. La grisa, una sustanciaparecida a la piedra pmez compuesta de coralita molida, suele mezclarse concabezuda, una hierba de olor fuerte pero no ofensivo, y se utiliza para matar piojos,pulgas, garrapatas y otras sabandijas.

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    CAPTULO 23

    MONASTERIO KIR, ISLAS VOLKARAN REINO MEDIO

    Hugh despert con un zumbido en la cabeza, un dolor sordo y pulsante que lesuba por el cuello y lo atravesaba hasta la parte posterior de los globos oculares, yla lengua torpe e hinchada. Saba qu le suceda y cmo ponerle remedio. Se incor-por en la cama y su mano busc a tientas la botella de vino que nunca estabalejos de su alcance. Fue entonces cuando vio a la mujer y el recuerdo lo golpe concrueldad, ms doloroso que las punzadas que le taladraban la cabeza. Se quedmirndola, falto de palabras.

    Estaba sentada en una silla la nica silla y, por su actitud, llevaba allbastante tiempo. Su tez estaba plida y fra y toda su figura, con los cabellosblancos y la tnica plateada, resultaba descolorida como el hielo del Firmamento.Salvo los ojos, que reflejaban los mil y un colores del sol como un prisma decristal.

    La botella est ah, si la quieres dijo.Hugh consigui bajar los pies de la cama, se dio impulso y se levant. Hizo

    una breve pausa hasta que la luz que estall ante sus ojos se hubo amortiguado losuficiente como para permitirle ver ms all y avanz hacia la mesa. Se percat dela presencia de otra silla y advirti, al mismo tiempo, que la celda estaba limpia yordenada.

    Y l, tambin. Tena el cabello y la barba llenos de un polvo fino y la piel le escoca,

    impregnada en el penetrante olor de la grisa.51

    El olor le evoc vividos recuerdos dela infancia, de los monjes kir frotando los cuerpos de los jvenes aclitos, hijosabandonados como l.

    Hugh hizo una mueca, se rasc la barbilla y se sirvi una jarra del vinopelen. Se dispona a dar un trago cuando record que tena una invitada. Slohaba una jarra, de modo que se la ofreci, advirtiendo con sombra satisfaccinque la mano no le temblaba.

    Iridal movi la cabeza y dijo no, gracias sin emitir sonido alguno, formandolas palabras en los labios.

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    Hugh solt un bufido y engull el vino de un rpido trago para no tener quesaborearlo. El zumbido de la cabeza disminuy y el dolor se hizo mas sordo.Levant la botella sin pensar, pero titube. Poda dejar las preguntas sinrespuesta; al fin y al cabo, qu ms daba? Pero tambin poda averiguar qusuceda, la razn de la presencia de Iridal.

    Me has dado un bao? inquiri, mirndola.Un leve rubor ba las plidas mejillas de la misteriarca. Sin mirar a su

    interlocutor, respondi:Lo han hecho los monjes. Yo se lo ped. Y tambin han fregado el suelo, han

    trado ropa de cama limpia y una tnica... Estoy impresionado. Me asombra que te dejaran entrar, y que hayan

    cumplido tus rdenes. Con qu los has amenazado? Con vientos aulladores, conterremotos; con evaporar sus reservas de agua, tal vez...?

    Iridal no respondi. Hugh slo hablaba para llenar el silencio, y los dos losaban.

    Cunto tiempo he pasado inconsciente?No lo s. Muchas horas.Y t te has quedado y has hecho todo esto... Dirigi una mirada en torno

    a la estancia. El asunto que te ha trado tiene que ser importante...Lo es asinti Iridal, y volvi los ojos hacia l.Hugh haba olvidado la belleza de aquellos ojos, la hermosura de la mujer.

    Haba olvidado que la amaba y la compadeca, que haba muerto por ella y por suhijo. Todo aquello se haba perdido en los sueos que lo atormentaban de noche yque ni siquiera el vino poda ahogar.

    Y en aquel momento, mientras se sentaba y fijaba la mirada en sus ojos, sedio cuenta de que la noche anterior, por primera vez en todo aquel tiempo, no

    haba tenido sueos.Quiero contratarte dijo la mujer con voz fra, como si estuviera tratando

    de negocios. Quiero que hagas un trabajo para m... No! Exclam l, y se puso en pie de un brinco, sobreponindose al

    destello de dolor que centelle en su cabeza. No volver a salir ah fuera!Cerr el puo y descarg un golpe en la mesa que derrib la botella de vino y

    la hizo caer al suelo. El frasco de grueso vidrio no se rompi, pero el lquido sederram, para desaparecer entre las grietas del suelo.

    Iridal lo mir, perpleja.Sintate, por favor. No ests bien.Crispado de dolor, Hugh se llev las manos a las sienes y se tambale.

    Apoyndose pesadamente en la mesa, volvi a su silla dando tumbos y sederrumb en ella.

    No estoy bien...! Ensay una sonrisa. Esto es una resaca, seora, porsi no habas visto ninguna. Fij la mirada en las sombras y aadibruscamente: Ya lo intent, sabes? Cuando me trajeron de vuelta de ese lugar,prob a volver a mi antigua actividad. La muerte es mi oficio, lo nico que conozco.Pero nadie quera contratarme. Nadie, excepto ellos movi la cabeza en direccina la puerta, refirindose a los monjes, soportaba mi cercana.

    Qu significa eso de que nadie quera contratarte? Se sentaban a mi mesa para negociar y empezaban contndome sus

    agravios, mencionando el nombre de la persona que queran hacer matar, dnde

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    podra encontrarla... Pero entonces, poco a poco, iban dejando de hablar. Y no mesucedi slo una vez, sino cinco, diez... no lo s. Perd la cuenta.

    Y bien? Qu suceda? lo apremi Iridal.Hablaban y hablaban de la persona que queran eliminar, de lo mucho que

    la odiaban, de cmo queran que muriese y de que mereca pasar los mismos

    sufrimientos que haban padecido su hija, su padre o quien fuera. Pero, cuantoms hablaban de ello conmigo, ms nerviosos se ponan. Me miraban y apartabanla vista; despus, volvan a estudiarme a hurtadillas y retiraban de nuevo lamirada. Y su tono de voz bajaba y se sentan confundidos con lo que haban dicho.Empezaban a balbucear y a carraspear y, por ltimo, se levantaban del asiento yse alejaban a toda prisa, muchas veces sin una palabra de disculpa. Vindolos aadi en tono sombro, cualquiera habra pensado que haban apualado a lavctima ellos mismos y que los haban sorprendido con el arma ensangrentadatodava en las manos.

    Y lo haban hecho; al menos, de pensamiento apunt Iridal.

    Y bien? Hasta ahora, el sentimiento de culpa no haba afectado a ningunode mis clientes. A qu viene esto? Qu ha cambiado?Has cambiado t, Hugh. Antes eras como la coralita: te empapabas de su

    mal, lo absorbas, lo incorporabas a ti y, con ello, los liberabas de laresponsabilidad. Pero ahora te has convertido en algo parecido a los cristales delFirmamento. Te miran y ven el reflejo de su propia maldad. Te has convertido ensu conciencia.

    Mala cosa, para un asesino coment Hugh con una risa irnica. Ponemuy difcil encontrar trabajo! Fij la vista en la botella de vino sin reconocerla, laroz con la punta del pie y la envi rodando por el suelo, trazando un crculo.Luego, levant la cabeza, se volvi hacia la mujer con una mirada borrosa y

    murmur: Pero a ti no te produzco este efecto.S, claro que s. Por eso lo s suspir Iridal. Te miro y veo mi estupidez,

    mi ceguera, mi locura, mi debilidad. Me cas con un hombre cuya maldad ycrueldad conoca, con la idea romntica de que podra cambiarlo. Cuandocomprend que no sera as, ya me encontraba enredada irremisiblemente en latrama de Sinistrad. Peor an, haba dado a luz un nio inocente y haba permitidoque el pequeo tambin se viera envuelto en sus artimaas.

    Habra podido frustrar los planes de mi esposo, pero tuve miedo. Y meresultaba ms fcil convencerme de que cambiara, de que con el tiempo todomejorara. Pero entonces apareciste t y me trajiste a mi hijo y, por fin, vi elamargo fruto de mi estupidez. Vi lo que le haba hecho a Bane, el mal que le habacausado con mi debilidad. Lo vi entonces y vuelvo a verlo ahora, cuando te miro.

    Al principio, cre que era cosa de los dems. Hugh retom su explicacincomo si no hubiera odo nada. Pens que el mundo se haba vuelto loco. Peroluego empec a comprender que era yo. Los sueos... Se estremeci y sacudi lacabeza. No. No quiero hablarte de mis sueos.

    Por qu acudiste aqu? Estaba desesperado y sin dinero respondi Hugh amargamente.

    Adonde poda acudir, si no? Los monjes haban dicho que volvera, sabes?Siempre haban dicho que volvera. Mir a su alrededor con aire inquieto y seestremeci como si quisiera sacudirse de encima los recuerdos. En cualquier

    caso, el abad me cont lo sucedido. Nada ms verme, me explic qu haba sido de

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    m. Haba muerto. Haba abandonado esta vida... y haba sido devuelto a ella. Mehaban resucitado.

    De improviso, Hugh lanz otro puntapi a la botella esta vez con rabia yfrustracin y la mand rodando a un rincn de la celda.

    No..., no recuerdas lo que sucedi? pregunt Iridal con un titubeo. El

    hombre la mir en silencio, sombro y ceudo. Mis sueos lo recuerdan. Mis sueos evocan un lugar de belleza

    inexpresable, imposible de..., de soar siquiera. Un lugar lleno de comprensin, decompasin... Qued en silencio, trag saliva, carraspe y volvi a hablar: Peroel viaje para llegar a ese lugar es terrible. El dolor, el sentimiento de culpa, la con-ciencia de mis crmenes... El alma arrancada de mi cuerpo... Y ahora no puedovolver atrs. Ya lo he intentado.

    Iridal lo mir, espantada. Suicidio...?Hugh asinti con una sonrisa terrible.

    Frustrado. En dos ocasiones. El miedo me impidi consumarlo.El valor es preciso para vivir, no para morir replic Iridal. Cmo puedes estar segura de tal cosa, seora? inquiri Hugh con

    amarga irona.Iridal apart la mirada y la baj a las manos, que se retorcan en su regazo.Cuntame qu sucedi pidi Hugh.T..., t y Sinistrad luchasteis. Conseguiste clavarle el pual, pero la herida

    no fue mortal. Sinistrad tena el poder de convertirse en serpiente; lo hizo y teatac. Su magia... te emponzo la sangre. Al final, Sinistrad muri, pero no sinhaberte...

    No sin haberme dado muerte a m tambin?

    Iridal se humedeci los labios, pero no mir al hombre a la cara.El dragn nos atac. El dragn de azogue de Sinistrad. Muerto mi esposo, el

    dragn qued libre de su control y se volvi loco. A partir de ah, todo se confundeen mi mente. Haplo, el hombre de la piel azul, se llev a Bane. Me vi a punto demorir... y no me import. Tienes razn la mujer levant la cabeza y dirigi unamirada lnguida a su interlocutor: Pareca mejor opcin la muerte que seguirviviendo. Pero Alfred hechiz al dragn y lo someti a su dominio. Y entonces...

    Los recuerdos revivieron...Iridal contempl con asombro y temor al dragn, cuya gigantesca cabeza se

    meca adelante y atrs como si escuchara una voz tranquilizante y arrulladora.Lo has encarcelado en su mente murmur. Exacto asinti Alfred. Es la prisin ms slida que se ha construido

    jams.Y yo estoy libre continu ella con alegre sorpresa. Y no es demasiado

    tarde. An hay esperanza! Bane, hijo mo! Bane!Iridal corri hacia la puerta donde haba visto al chiquillo por ltima vez. La

    puerta haba desaparecido. Los muros de su prisin se haban derrumbado, perolos cascotes le impedan el paso.

    Bane! exclam, tratando en vano de apartar uno de los pesados bloquesde piedra que el dragn haba derribado en su furia. Su magia podra haberlaayudado, pero Iridal no consegua recordar las palabras del hechizo. Estaba

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    demasiado cansada, demasiado vaca. Pero tena que alcanzar al pequeo. Siconsegua mover aquel obstculo...

    No, mujer. Deja eso dijo una voz suave y afable. Unas manos cariosasasieron las suyas. No servira de nada. A estas alturas ya est muy lejos. Haplose lo ha llevado de nuevo a la nave elfa.

    Haplo? Que Haplo se..., se ha llevado a mi hijo? Para Iridal, aquello notena pies ni cabeza. Por qu? Qu quiere de l?

    No lo s respondi Alfred. No estoy seguro. Pero no te preocupes:recuperaremos a Bane. S adonde se dirigen.

    Entonces, tenemos que ir tras ellos dijo Iridal.Pero, al mirar a su alrededor, se sinti impotente. Las puertas haban

    desaparecido bajo los cascotes, y los huecos abiertos en las paredes dejaban a lavista un paisaje de parecida desolacin. La estancia estaba tan cambiada que, depronto, le resultaba ajena; como si hubiera entrado en la casa de un desconocido.No tena idea de adonde ir, de cmo encontrar una salida, de cmo abandonar el

    lugar.Y entonces vio a Hugh.Iridal saba que haba muerto. Antes de que el hombre exhalara el ltimo

    aliento, ella haba querido decirle que por fin comprenda, que le agradeca suayuda. Pero Hugh haba expirado demasiado pronto, demasiado deprisa.

    Se dej caer al lado del cuerpo, tom una mano helada entre las suyas y laapret contra su mejilla. En la muerte, el rostro de Hugh reflejaba una serenidad yuna paz como el hombre no haba conocido en toda su existencia. Una paz queIridal envidi.

    Has entregado tu vida por m y por mi hijo murmur, vuelta hacia l.Ojal hubieras vivido para ocuparte de que hiciera buen uso de tu regalo. Me has

    enseado muchas cosas y todava me habras podido instruir en muchas ms.Podras haberme ayudado, y yo a ti. Podra haber llenado el vaco que llevabasdentro. Por qu no lo hara cuando tuve ocasin?

    Qu crees que habra sido de l, si no hubiera muerto? inquiri Alfred.Creo que habra intentado compensar todo el mal que hizo en su vida. Hugh

    era un prisionero, como yo continu Iridal, pero ha conseguido escapar. Ahora,es libre.

    T tambin lo eres.S, pero estoy sola.Con la mente tan vaca como su corazn, Iridal se sent junto a Hugh y tom

    su mano inerte entre los dedos. Aquel vaco le gustaba. Tena miedo de sussentimientos y, en aquel estado, no senta nada. Pero saba que el dolor llegara,ms terrible que las zarpas de un dragn desgarrndole las entraas. El dolor delremordimiento, del arrepentimiento, que le desgarrara el alma.

    La mujer se percat vagamente de que Alfred se haba puesto a canturrear yhaba iniciado una danza lenta y garbosa que pareca muy inapropiada en aquelhombre ya anciano, con su cabeza calva y los faldones de su casaca aleteantes,sus pies demasiado grandes y sus manos torpes, girando y agachndose ymecindose a un lado y a otro por la estancia cubierta de cascotes. Iridal no tenaidea de qu significaba aquello, ni le importaba.

    Permaneci sentada, estrechando la mano de Hugh... y not una vibracin en

    los dedos del hombre. Iridal no dio crdito a la sensacin.

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    La mente nos juega malas pasadas se dijo. Cuando deseamos muchsimouna cosa, nos convencemos a nosotros mismos de que...

    Los dedos de Hugh se agitaron entre los suyos con movimientosespasmdicos, como estertores de muerte.

    Pero Hugh llevaba mucho rato muerto. El suficiente como para que ya tuviera

    la piel fra, la sangre se hubiera retirado de sus labios y de su rostro, y sus ojos sehubieran hundido en las rbitas.

    Me estoy volviendo loca... musit, y dej caer la mano de Hugh sobre supecho inmvil. Se inclin sobre l para cerrarle los ojos, todava abiertos. Laspupilas se movieron y la miraron. Los prpados pestaearon. La mano tembl. Elpecho recobr la actividad, subiendo y bajando al ritmo de la respiracin.

    Hugh lanz un grito angustiado, lleno de dolor...Cuando Iridal recobr el sentido, yaca en otra estancia, en una cama ajena;

    estaba en una casa amiga, perteneciente a otro de los misteriarcas del ReinoSuperior.

    Al lado de la cama distingui a Alfred, que la observaba con expresininquieta. Hugh! Exclam ella, incorporndose hasta quedar sentada en el lecho.

    Dnde est Hugh?Est bien atendido, querida respondi Alfred, solcito y (as se lo pareci a

    Iridal) algo confuso. No te preocupes por l; se pondr bien. Unos amigos tuyosse han ocupado de l.

    Quiero verlo!No me parece aconsejable replic l. Tindete otra vez, por favor.Alfred se afan con las mantas, arrop a Iridal, le envolvi los pies con

    ternura y alis unas arrugas imaginarias.

    Tienes que descansar, dama Iridal. Has pasado por un trance terrible. Eldesconcierto, la tensin... Hugh result herido de gravedad, pero est siendotratado...

    Estaba muerto dijo la mujer.Alfred evit su mirada y continu jugueteando con la ropa de cama.Iridal intent asirlo de la mueca, pero Alfred fue demasiado rpido para ella

    y retrocedi varios pasos. Cuando abri la boca, pareci que dialogaba con suszapatos.

    Hugh no estaba muerto, aunque su estado era psimo. Comprendo que teconfundieras. A veces, el veneno produce este efecto de..., de hacer que los vivosparezcan estar muertos.

    Iridal apart la manta, se puso en pie y avanz hacia Alfred, quien intentapartarse, tal vez escapar de la estancia, pero se hizo un lo con sus propios pies,trastabill y tuvo que asirse a una silla.

    Estaba muerto. Y t le has devuelto la vida!No, no. Vamos, no seas ridicula protest Alfred con una dbil sonrisa.

    Has..., has sufrido una gran conmocin e imaginas cosas. Jams podra hacer unacosa as. Ni yo, ni nadie!

    Un sartn, s replic Iridal. Conozco la historia de los sartn. Tenan subiblioteca aqu, en el Reino Superior, y Sinistrad los estudiaba. Estabaobsesionado con ellos y con su magia. Nunca logr descubrir la clave que

    desvelara sus misterios, pero conoca su existencia por los escritos que dejaron en

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    humano y en elfo. Y los sartn tenan el poder de resucitar a los muertos. Lanigromancia...

    No! Protest Alfred con un escalofro. Quiero decir, s. Es cierto quetienen... que tenemos ese poder. Pero no debe ser utilizado jams. Jams! Porque,por cada ser que es devuelto a la vida cuando no le corresponde, hay otro que

    pierde la suya antes de que sea su hora. Podemos ayudar a los agonizantes yhacer todo lo posible para impedir que traspasen el umbral pero, una vez cruzadoste... jams!

    Jams...! Alfred mantuvo su negativa con insistencia, calma y firmeza declar

    Iridal, volviendo al presente con un leve suspiro. Respondi a todas mispreguntas de buen grado, aunque no sin reservas. Incluso empec a pensar que,en efecto, me haba confundido y slo estabas bajo los efectos del veneno. Peroahora lo s continu al ver la sonrisa amarga de los labios de Hugh. Ahora sla verdad. Creo que ya entonces la supe, pero no quise creerla por consideracin

    hacia Alfred. l fue muy bueno conmigo, ayudndome a buscar a mi hijo cuandono le habra costado nada desembarazarse de m... Porque Alfred tiene sus propiosproblemas.

    Hugh refunfu. No tena ningn inters por los problemas de otros. Minti! Fue l quien me devolvi a la vida! El maldito minti!Yo no estoy tan segura apunt Iridal con un suspiro. Resulta extrao,

    pero creo que Alfred estaba seguro de decir la verdad. No recordaba lo que habasucedido en realidad.

    Cuando le ponga la mano encima, recordar. Sartn o no, te aseguro que lohar.

    Iridal lo mir con cierta perplejidad.

    Entonces, me crees? Respecto a Alfred? Hugh la mir ttricamente y alarg la mano para

    coger la pipa. S, te creo. Creo que lo he sabido desde el principio, pero no querareconocerlo. sa no fue la primera ocasin en que Alfred llev a cabo ese trucosuyo de la resucitacin.

    Entonces, por qu insistas en que haba sido yo? pregunt ella,desconcertada.

    No lo s murmur Hugh, jugando con la pipa entre los dedos. Tal vezquera creer que habas sido t quien me haba devuelto la vida.

    Iridal se sonroj y apart la mirada.En cierto modo, as fue. Alfred te salv porque le dio lstima mi dolor, y por

    compasin ante tu sacrificio.Los dos permanecieron sentados en silencio largo rato. Iridal, mirndose las

    manos; Hugh, dando chupadas a la pipa fra y vaca. Para encenderla tendra quehaberse levantado y caminado hasta el fuego de la chimenea y no estaba seguro depoder cubrir ni siquiera aquella breve distancia sin caerse. Mir con pesar labotella de vino vaca. Poda haber pedido otra, pero decidi no hacerlo. Ahora tenaun objetivo claro y los medios para alcanzarlo.

    Cmo has dado conmigo? inquiri. Y por qu has esperado tanto?Iridal alz el rostro, an ms ruborizado, y respondi primero a la ltima

    pregunta.

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    Cmo iba a venir? Volver a verte... El dolor habra sido insoportable. Acuda los otros misteriarcas, a los que te recogieron del castillo y te trajeron aqu abajo.Ellos me contaron que... La mujer vacil, sin saber muy bien adonde la llevaransus palabras.

    ... que haba retomado mi antigua profesin como si nada hubiera sucedido,

    no es eso? Bien, es verdad que intent fingir que todo era como antes... reconoci Hugh con aire sombro. Y pens que no te gustara verme aparecer atu puerta.

    Nada de eso, Hugh. Creme, si hubiera sabido... Iridal tampoco terminde ver claro adonde conduca aquello y dej la frase a medias.

    ... si hubieras sabido que me haba vuelto un borracho, me habras ofrecidode buen grado unos cuantos barls, un tazn de sopa y un rincn para dormir en elestablo, no es eso? Gracias, seora, pero no necesito tu compasin ni tu limosna!Se incorpor, sobreponindose al dolor que le taladraba la cabeza, y dirigi unamirada furiosa a la mujer. Con los dientes apretados contra la boquilla de la pipa,

    mascull: Qu puedo hacer por Su Seora?Iridal se encoleriz tambin. Nadie se diriga en aquel tono a una misteriarca,y menos an un asesino borracho y fracasado. Los ojos irisados brillaron como elsol a travs de un prisma cuando se puso en pie y se irgui con una expresin dedignidad ofendida.

    Y bien? insisti el hombre.Ella lo mir de hito en hito y, advirtiendo la angustia de su interlocutor,

    vacil:Supongo que me lo he merecido. Te pido disculpas... Maldita sea! Exclam l, casi partiendo en dos de un mordisco la

    boquilla de la pipa. Qu es lo que quieres de m?

    Iridal palideci de nuevo.Quiero... contratarte.Hugh la mir en silencio, con expresin sombra. Apartndose de ella, anduvo

    hasta la puerta y clav la vista en la mirilla cerrada. Quin es el objetivo? Y no levantes la voz. No se trata de matar a nadie! Respondi Iridal. No he venido a

    contratarte para que mates a nadie. Mi hijo ha aparecido. Los elfos lo retienencomo rehn. Me propongo liberarlo y necesito tu ayuda.

    De modo que se trata de eso! Gru Hugh. Y dnde tienen almuchacho?

    En el Imperanon.Hugh se volvi, incrdulo, y mir a Iridal. El Imperanon? Seora, necesitas ayuda, es cierto se quit la pipa de la

    boca y seal con ella a Iridal. Alguien debera encerrarte a ti en una celda y...Te pagar. Te recompensar esplndidamente. La tesorera real...No tiene suficiente riqueza la interrumpi Hugh. No existen suficientes

    barls en el mundo para convencerme de que me interne hasta el corazn mismodel imperio enemigo para rescatar a ese pequeo...

    Con una llamarada de sus tornasolados ojos, Iridal le avis que no siguiera.Es evidente que he cometido un error murmur framente. No seguir

    molestndote.

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    Se encamin a la puerta pero Hugh permaneci donde estaba, plantado anteella e impidindole el paso.

    Aprtate orden.Hugh se llev otra vez la pipa a los labios, le dio una breve chupada y

    contempl a Iridal con una sonrisa de mal agero.

    Ahora me necesitas, seora. Soy la nica posibilidad que tienes. Me pagarslo que te pida.

    Y qu quieres? pregunt ella.Que me ayudes a encontrar a Alfred.Iridal lo mir, muda de sorpresa. Despus, movi la cabeza.No..., no puedo hacer nada al respecto, Hugh. Alfred ha desaparecido y no

    tengo modo de dar con l.Quizs est con Bane. Quien est con mi hijo es el otro, Haplo, el hombre de la piel azul. Y, si

    Haplo est con l, seguro que Alfred no. Son enemigos acrrimos, aunque no

    puedo explicarte por qu, Hugh. No lo entenderas.Hugh arroj la pipa al suelo y, extendiendo las manos, asi a Iridal por ambosbrazos y los presion con fuerza.

    Me haces dao! protest ella.Ya lo s, y no me importa. Ahora, intenta entender t! Exclam Hugh.

    Imagina que eres ciega de nacimiento y te contentas con un mundo de oscuridadporque no has conocido nunca otra cosa. Entonces, de pronto, se te concede eldon de la vista y conoces todas las maravillas que jams habas sido capaz deimaginar: el cielo, los rboles, las nubes y el Firmamento. Y luego, tan deimproviso como lleg, el don te es arrebatado.

    Vuelves a estar ciega y te sumerges de nuevo en la oscuridad. Pero, esta vez,

    sabes lo que has perdido!Lo siento susurr Iridal. Inici el gesto de levantar la mano para tocar el

    rostro de Hugh, pero l la rechaz. Airado, avergonzado, apart la cara. Estbien, accedo a lo que pides. Si haces esto por m, yo har cuanto est en mi manopara ayudarte a encontrar a Alfred.

    Durante unos instantes, ninguno de los dos dijo nada. Ninguno fue capaz. Cunto tiempo tenemos? pregunt l por ltimo, con aspereza.Quince das. Stephen se encontrar en esa fecha con el prncipe Reesh'ahn.

    Aunque no creo que los elfos de Tribus estn al corriente de ello...Por supuesto que lo estn, seora. Tribus no se atrever a permitir que tal

    encuentro se produzca. Me pregunto qu tendran pensado hacer antes de que esechico tuyo cayera en sus manos. Reesh'ahn es listo. Ha sobrevivido a tres intentosde asesinato gracias a su guardia especial, sa que llaman la Invisible. Hay quiendice que son los kenkari quienes ponen sobre aviso al prncipe... Hugh hizo unapausa, pensativo, y aadi: Esto me acaba de dar una idea...

    Se sumi en reflexiones al tiempo que se palpaba las ropas en busca de lapipa, olvidando que la haba arrojado al suelo.

    Iridal se inclin, alarg la mano y la recogi para devolvrsela.l la cogi casi sin darse cuenta, sac un poco de esterego de una bolsa de

    cuero grasienta y llen la cazoleta. Dio unos pasos hasta el hogar, levant unascua con las tenazas y aplic el carbn a la pipa. Una fina columna de humo se

    alz de ella, acompaada del olor acre del esterego.

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    Qu...? empez a decir Iridal. Silencio! La interrumpi el hombre. Que quede claro, seora: a partir

    de ahora hars lo que yo diga y cuando lo diga. Nada de preguntas. Si hay tiempo,te dar explicaciones; si no lo hay, tendrs que confiar en m. Rescatar a ese hijotuyo. Y t me ayudars a encontrar a Alfred. Cerramos el trato?

    S se apresur a responder Iridal.Bien. Hugh baj la voz y dirigi la mirada a la puerta. Necesito a dos

    monjes aqu. Y ningn observador. Puedes encargarte?Iridal se acerc a la puerta y abri la mirilla. En el pasillo haba un monje,

    probablemente con rdenes de esperar a que la mujer saliera.La misteriarca se volvi y asinti. Ests en condiciones de andar? pregunt en voz alta, con tono de

    repugnancia.Hugh capt la indirecta. Deposit la pipa con todo cuidado cerca de la

    chimenea y luego, cogiendo la botella de vino, la estrell contra el suelo. Tropez

    con la mesa, cay en el charco de vino derramado y cristales rotos y rod entreellos. Oh, s! murmur, tratando de incorporarse sin conseguirlo. Claro que

    estoy en condiciones. Vamos.Iridal volvi a la puerta y llam enrgicamente con los nudillos.Ve a buscar al abad orden.El monje se march y regres con el superior. Iridal corri el cerrojo y abri la

    puerta.Hugh la Mano ha accedido a acompaarme anunci, pero ya ves el

    estado en que se encuentra. Es incapaz de caminar sin ayuda. Si dos de tusmonjes pudieran transportarlo, te estara sumamente agradecida.

    El abad frunci el entrecejo con aire dubitativo. Iridal sac una bolsa dedebajo de la capa.

    Mi gratitud es de naturaleza material aadi, sonriendo. Creo que lasdonaciones al monasterio siempre son bien recibidas...

    El abad acept la bolsa.Enviar a dos de los hermanos. Pero no debes mirarlos ni hablar con ellos.Entendido, abad. Ya estoy dispuesta para marcharme.No se volvi para mirar a Hugh, pero escuch claramente el crujir de los

    cristales rotos, la respiracin pesada y las maldiciones por lo bajo.El abad se mostr muy complacido y agradecido por su partida. La

    misteriarca haba perturbado el monasterio con sus imperiosas exigencias, habacausado una conmocin entre los hermanos y haba trado demasiado del mundode los vivos a un lugar dedicado a los muertos. l mismo escolt a Iridal escalerasarriba y por los pasadizos del monasterio hasta la puerta de entrada. Una vez all,prometi que enviara a Hugh a reunirse con ella, por su pie si poda andar, otrasladado por sus monjes si era incapaz de hacerlo. Tal vez el abad tampocolamentaba librarse de su incmodo husped.

    Iridal inclin la cabeza y expres su agradecimiento, sin decidirse aemprender la marcha. Deseaba quedarse en las inmediaciones por si Hughnecesitaba su ayuda, pero el abad, con la bolsa entre las manos, no desaparecien el interior del edificio sino que aguard bajo el quinqu de la puerta para

    asegurarse de que la mujer se alejaba de verdad.

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    As pues, a Iridal no le qued otro remedio que dar media vuelta, abandonarlas cercanas del monasterio y regresar donde aguardaba dormido su dragn. Sloentonces, cuando la vio con el dragn, el abad dio media vuelta y entr de nuevoen el sombro edificio, cerrando de un portazo.

    Iridal mir hacia all y se pregunt qu hacer. No saba qu se propona Hugh,

    pero lleg a la conclusin de que lo mejor que poda hacer era despertar al dragny tenerlo a punto para trasladarlos a ambos lejos de aquel lugar, lo antes posible.

    Despertar a un dragn dormido es siempre un asunto delicado, pues estascriaturas son independientes por naturaleza y, si la de Iridal despertaba libre delhechizo que la subyugaba, era capaz de decidir cualquier cosa: escapar volando,atacar a la mujer, atacar el monasterio o una combinacin de las tres.

    Por fortuna, el dragn permaneca sometido al encantamiento y emergi delsueo slo ligeramente irritado por el hecho de que lo despertaran. Iridal lotranquiliz y lo cubri de elogios, prometindole un opparo banquete cuandoregresaran a casa.

    El dragn extendi las alas, agit la cola y procedi a inspeccionar suescamosa piel buscando alguna seal de las pequeas y molestas lombrices dedragn, un parsito que gusta de refugiarse bajo las escamas y chuparle la sangrea las enormes criaturas.

    Iridal lo dej dedicarse a su labor y se volvi para observar la entrada delmonasterio, que distingua desde su atalaya. Ya empezaba a inquietarse, temiendoque Hugh hubiese cambiado de idea, y se pregunt qu hacer en tal caso, puescon toda seguridad el abad no volvera a permitirle la entrada por mucho que loamenazara con emplear la magia.

    En aquel instante, Hugh apareci en la puerta, casi como si lo hubiesenexpulsado de un empujn. Llevaba un hatillo en una mano una capa y ropas

    para el viaje, sin duda y una botella de vino en la otra. Cay al suelo, seincorpor, mir atrs y dijo algo que Iridal no lleg a entender. Mejor para ella,probablemente. Despus, se enderez y mir a su alrededor, sin duda tratando delocalizarla.

    Iridal levant el brazo, lo agit para llamar su atencin y lo llam a gritos.Quiz fue el sonido de su voz, alarmantemente estridente en la noche clara y

    fra, o su inesperado gesto nunca llegara a averiguarlo, pero algo despert aldragn de su hechizo.

    Un chillido agudo se alz detrs de ella, acompaado de un aleteo, y, antes deque la mujer pudiera impedirlo, el dragn alz el vuelo. El encantamiento deldragn era un juego de nios para una misteriarca. Iridal slo tuvo que rehacer unhechizo muy simple pero, para ello, se vio obligada a desviar su atencin de Hughdurante unos breves instantes.

    Desconocedora de las intrigas y maquinaciones de la corte real, a Iridal no sele pas por la imaginacin que tal distraccin fuera deliberadamente provocada.

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    CAPTULO 24

    MONASTERIO KIR, ISLAS VOLKARAN REINO MEDIO

    Hugh vio cmo el dragn remontaba el aire y supo de inmediato que habaroto las riendas de su hechizo. l no era mago y no poda ayudar de ningunamanera a Iridal a capturarlo de nuevo o a lanzarle otro hechizo. Encogindose dehombros, sac el tapn de la botella de vino con los dientes y se dispuso a tomarun trago cuando escuch una voz masculina que le hablaba desde las sombras.

    No hagas movimientos bruscos. No hagas nada que delate que meescuchas. Acrcate con disimulo.

    Hugh reconoci la voz y se esforz por asociarla con un rostro y un nombre,pero no lo consigui. Los meses de cautiverio autoimpuesto, empapados en vino,haban ahogado sus recuerdos. No poda distinguir nada en la oscuridad reinante;puesto a temer, era perfectamente posible que en aquel instante una flechaapuntara directa a su corazn. Y, aunque Hugh buscaba la muerte, quera ser lquien marcara sus trminos, y no otro. Por un instante, se pregunt si Iridal lehabra tendido una trampa, pero enseguida descart tal posibilidad. La zozobraque haba mostrado por aquel hijo suyo haba sido autntica.

    El desconocido pareca saber que Hugh slo finga la borrachera, pero la Manose dijo que no perda nada manteniendo el simulacro. Actuando como si no

    hubiera odo nada, avanz en direccin a la voz como por casualidad. Sus manosasieron el fardo de ropa y la botella de vino, convertidas de pronto en escudo y enarma. Empleando la capa para disimular sus movimientos, sujet el pesado fardoen la zurda, atento a levantarlo para protegerse, y empu la botella por el cuellocon la diestra. De este modo, con un rpido movimiento, poda estrellar el frascocontra la cabeza de un asaltante, o hacerlo aicos contra su rostro.

    Refunfuando por lo bajo sobre la incapacidad de las mujeres para controlara los dragones, Hugh dej atrs el pequeo charco de luz que iluminaba lasinmediaciones de la entrada del monasterio y se encontr entre unos matorralesralos y una arboleda de troncos tortuosos.

    Detente ah. No es preciso que te acerques ms. Slo tienes que escuchar loque voy a decirte. Me reconoces, Hugh la Mano?

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    Y Hugh supo, en aquel instante, a quin perteneca la voz. Agarr la botellacon ms fuerza y respondi:

    Triano, verdad? El mago domstico del rey Stephen. En efecto. No tenemos mucho tiempo. La dama Iridal no debe saber que

    hemos tenido esta conversacin. Su Majestad desea recordarte que no has

    cumplido lo pactado. Qu? Hugh movi los ojos y escrut las sombras con disimulo.No has terminado el trabajo para el que se te contrat. El muchacho sigue

    vivo. Y qu? Replic la Manocon aspereza. Le devolver a tu rey el dinero

    que me adelant. Al fin y al cabo, slo me pag la mitad de lo convenido. No queremos que nos devuelvas el dinero. Queremos que elimines al

    muchacho.No puedo hacerlo dijo Hugh a la noche. Por qu? Inquiri la voz con manifiesto disgusto. No puede ser que t,

    precisamente, alegues escrpulos morales. Acaso le has perdido el gusto amatar?Hugh dej caer la botella y, de improviso, salt hacia adelante. Su mano libre

    se cerr en torno a la ropa del mago y arrastr a ste fuera de su escondite.No respondi entonces Hugh, acercando el rostro agraciado del mago, de

    rasgos refinados, a su barba canosa. Tal vez me gusta demasiado!Tras esto, apart a Triano de un enrgico empujn y tuvo la satisfaccin de

    ver cmo el mago caa entre los arbustos.Tal vez no sea capaz de dominarme. Dselo as a tu rey.No alcanz a ver la expresin de Triano, pues el mago era apenas un bulto

    negro cuya silueta se recortaba contra la coralita luminiscente. Hugh tampoco

    deseaba verla. Apart a puntapis los fragmentos de vidrio de la botella rota,lament su prdida entre maldiciones y se dispuso a reemprender la marcha. Iridal ya haba conseguido convencer al dragn para que descendiera y lo estabaacariciando mientras susurraba las palabras del encantamiento.

    Triano se incorpor y, pese a su desconcierto, insisti con voz serena:Te propusimos un trabajo y lo aceptaste. Te pagamos lo convenido, pero no

    lo has llevado a cabo.Hugh continu andando.Slo tenas una cosa que te haca destacar entre los asesinos de tu ralea,

    Hugh la Mano prosigui Triano. Sus palabras eran apenas un susurrotransportado por el viento. El honor.

    El asesino no respondi ni volvi la cabeza. Con paso apresurado, ascendi lacolina en direccin a Iridal, a la que encontr despeinada e irritada.

    Lamento el retraso. No logro entender cmo ha podido liberarse delhechizo...

    l saba cmo, pens Hugh. Haba sido cosa de Triano. El mago la habaseguido, haba perturbado el encantamiento y haba liberado al dragn paradistraer a la misteriarca mientras conversaba con l. Stephen no la habamandado para que rescatara a su hijo, sino que la haba utilizado para conducirloa l hasta el muchacho. No confes en l, Iridal aadi para s. No te fes deTriano, ni de Stephen. No te fes de m.

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    Estuvo a punto de decirlo en voz alta. Tena las palabras en los labios... peroall se quedaron, sin llegar a transformarse en sonidos.

    No te preocupes por eso ahora opt por responder al cabo, con voz speray enrgica. Te has asegurado de que el nuevo encantamiento funciona?

    S, pero...

    Entonces, conduce al dragn lejos de aqu, antes de que el abad descubra ados de los hermanos de la orden desnudos y atados de pies y manos en la celda.

    Acompa sus palabras de una mirada iracunda, esperando las preguntas deIridal y dispuesto a recordarle que se haba comprometido a no hacer ninguna.

    Ella se limit a dirigirle una mirada inquisitiva; despus, asinti y se apresura montar en el dragn. Hugh asegur el fardo de ropa en la parte posterior de lasilla de montar de dos plazas que luca el Ojo Alado, la divisa del rey Stephen.

    No me extraa que el condenado mago haya sido capaz de perturbar elhechizo murmur para s. Viajar en un dragn real!

    Se encaram a lomos de la criatura y se acomod detrs de Iridal. sta dio la

    orden y el dragn salt al aire, extendi las alas y las bati con energa, tomandoaltura. Hugh no perdi el tiempo intentando localizar al mago. Era intil hacerlo,pues Triano era demasiado hbil para permitirlo. La incgnita estaba en si el magoreal los seguira, o si se limitara a esperar a que el dragn volviera e informara.

    Con una sonrisa sombra, el hombre se inclin hacia adelante. Adonde nos dirigimos?A mi casa, para recoger equipo y provisiones.Ser mejor no hacerlo. Hugh lo dijo a gritos para hacerse or por encima

    del aullido del viento y del estruendo de las alas del dragn. Tienes dinero,barls con el sello del rey?

    S respondi Iridal. El vuelo del dragn era errtico, sin control. El viento

    abri la capa de Iridal, y sus canosos cabellos flotaron libremente, como una nubeen torno a su rostro.

    Entonces, ya compraremos lo que necesitemos. A partir de este momento,dama Iridal, t y yo vamos a desaparecer. Es una lstima que la noche est tanclara aadi tras echar un vistazo a su alrededor. Una buena tormenta en esteinstante sera ideal.

    Como bien sabrs, hay maneras de invocar una tormenta intervino ella.Quiz no sea muy experta en el trato con los dragones, pero el viento y la lluviason otra cosa muy distinta. De todos modos, cmo vamos a orientarnos,entonces?

    Por la sensacin del viento en la cara respondi Hugh con una sonrisa. Sedesliz hacia adelante en el asiento, alarg los brazos por ambos costados delcuerpo de Iridal y tom las riendas de sus manos. T, limtate a invocar latormenta.

    Es preciso que hagas eso? inquiri ella, incmoda ante la avasalladoraproximidad del hombre, cuyo cuerpo se apretaba contra el suyo y cuyos firmesbrazos la rodeaban. Dime qu direccin quieres tomar y yo me encargar deguiar al dragn.

    No contest Hugh. Yo me guo por el tacto; la mayor parte del tiempo, nisiquiera soy consciente de que lo hago. Apyate en m y estars ms protegida dela lluvia. Y reljate, seora. Esta noche nos espera una larga travesa. Duerme, si

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    puedes. Donde vamos, el sueo ser un lujo que pocas noches podremospermitirnos.

    Iridal permaneci tensa y rgida unos momentos ms; luego, con un suspiro,apoy la espalda contra el pecho del hombre. l se movi ligeramente para que lamujer se acomodara mejor y la ci con ms fuerza entre sus brazos.

    Asi las riendas con mano firme y experimentada. El dragn, al notar elcambio de conductor, se tranquiliz y su vuelo se hizo ms uniforme. Iridalpronunci en voz baja el hechizo, cuyas palabras arrancaron grandes nubes dellejano Firmamento y las hicieron descender hasta envolver a montura y jinetes enun velo de bruma hmedo e impenetrable. No tard en empezar a llover.

    No puedo mantener el hechizo mucho tiempo anunci ella, notando cmoel sueo la venca por momentos. La lluvia le azotaba el rostro con suavidad y lamujer se acurruc an ms entre los brazos de Hugh.

    No ser preciso que lo hagas. Triano no era amigo de incomodidades, reflexion Hugh. Seguro que no los

    perseguira bajo una tormenta como aqulla. Sobre todo, cuando crea saberadonde se dirigan.Temes que alguien nos siga, verdad? apunt Iridal. Digamos, simplemente, que no me gusta correr riesgos repuso su

    acompaante.

    Volaron en la noche bajo la tormenta, sumidos en un silencio tan clido yconfortable que ninguno de los dos quiso perturbarlo. Iridal podra haber insistidoen sus preguntas, pues saba que era muy improbable que los monjes kir tratarande seguirlos. A quin, pues, tema Hugh?

    Sin embargo, no dijo nada. Haba prometido no hacerlo y se propona cumplir

    su palabra. De hecho, se alegraba de que Hugh le hubiera exigido aquellacondicin. Iridal no quera preguntar nada. No quera saber nada.

    Se llev la mano al pecho y la pos sobre el amuleto de la pluma que llevabaoculto bajo la ropa y que la pona en contacto mental con su hijo. Hugh no sabanada al respecto y ella no pensaba contrselo. Estaba segura de que lodesaprobara; probablemente, se enfurecera si se enteraba. Pero Iridal no estabadispuesta a romper aquel vnculo con su pequeo, perdido haca tanto tiempo y,ahora, milagrosamente reencontrado. Hugh tena sus secretos, se dijo. Ellatambin guardara los suyos.

    Apoyada entre los brazos del hombre, agradeciendo su fuerza y su presenciaacogedora, Iridal borr de su mente el pasado, con sus amargas penas y sus autorecriminaciones an ms acerbas, y el futuro con sus peligros ineludibles. Borrde su mente ambas cosas con la misma facilidad con que haba entregado lasriendas del dragn para que fuera otro quien lo guiara. Llegara un da en quenecesitara cogerlas de nuevo con sus propias manos, en que tal vez inclusotendra que pelear para nacerse con ellas. Pero, hasta entonces, no haba nadamalo en seguir el consejo de Hugh de relajarse y dormir.

    Hugh not que Iridal dorma sin necesidad de verla. La lluvia que empapabala oscuridad era una tupida cortina que impeda el paso del leve resplandor de lacoralita y haca que el suelo y el cielo se fundieran sin solucin de continuidad.

    Tomando las riendas con una sola mano, emple la otra para cubrir a la mujer con

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    su capa, formando una especie de tienda de campaa bajo la cual mantenerla secay caliente.

    En su mente, las palabras de Triano se repetan una y otra vez, sin descanso:Slo tenas una cosa que te haca destacar entre los asesinos de tu ralea,

    Hugh la Mano.

    E1 honor... El honor... El honor...

    Hablaste con l, Triano? Lo reconociste?S, Majestad.Stephen se frot el mentn entre la barba.Hugh la Manovive y ha estado vivo todo este tiempo. Iridal nos minti. No se le puede reprochar que lo hiciera, seor reflexion su mago y

    consejero. Qu estpidos hemos sido al creerla! Un hombre con la piel azul! Y que el

    estpido de Alfred parti en busca del muchacho. Pero si Alfred sera incapaz de

    encontrarse a s mismo, en la oscuridad! Esa misteriarca intrigante nos engadesde el principio! No estoy tan seguro, Majestad respondi Triano, pensativo. Alfred

    siempre se guardaba ms, mucho ms, de lo que dejaba saber. Y, respecto alhombre de la piel azul, yo mismo he encontrado interesantes referencias en loslibros que los misteriarcas trajeron consigo...

    Todo eso que me cuentas, tiene algo que ver con Bane o con Hugh laMano?inquiri Stephen, irritado.

    No, seor dijo el consejero. Pero puede resultar importante msadelante.

    Entonces, ya lo trataremos cuando llegue el momento. La Mano har lo

    que le has dicho?No estoy seguro, seor. Ojal lo estuviera se apresur a aadir al observar

    la expresin de profundo disgusto de Stephen. Tuvimos poco tiempo para hablar.Y su rostro, Majestad...! El resplandor de la coralita slo me permiti verlo unosinstantes, afortunadamente. No habra podido contemplarlo mucho rato. Observen l maldad, astucia, desesperacin...

    Por supuesto! Al fin y al cabo, ese hombre es un asesino.Pero esa maldad, seor, era la ma. Triano baj la cabeza y fij la vista en

    algunos de los libros esparcidos sobre el escritorio de su estudio.Y la ma tambin, por extensin... murmur el rey.Yo no he dicho tal cosa, seor... No es preciso que lo hagas, maldita sea! Exclam Stephen y, tras un

    profundo suspiro, aadi: Pongo a los antepasados por testigos, Triano, de queesto me gusta tan poco como a ti. Nadie se alegr tanto como yo al saber que Banehaba sobrevivido y que no era responsable del asesinato de un chiquillo de apenasdiez aos. Si cre a Iridal, fue porque quera creerla. Y mira adonde nos ha llevadoeso: a un peligro mucho ms grave. Pero, tena alguna alternativa, Triano? Stephen descarg el puo sobre la mesa. Qu respondes?

    Ninguna, seor.Stephen asinti. Luego, volviendo a la conversacin, insisti con brusquedad:

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    52 . Siete islas del conglomerado de Griphith que, segn los humanos, estnhabitadas por los espritus de los antepasados que cometieron alguna fechoradurante su vida y murieron sin arrepentirse y rechazados por sus familiares. Loselfos tienen una creencia similar y una de las amenazas ms utilizadas en su lenguaes Vas a ir de cabeza a los Siete Misterios, si haces eso!. Varias expediciones,tanto humanas como elfas, han sido enviadas a lo largo del tiempo para explorar

    esas islas. Ninguna de ellas ha regresado. Alfred dej escrito que se propona explorarlas l mismo, pero no lleg a hacerlo.Segn parece, tena una vaga teora segn la cual el lugar guardaba algunarelacin con la magia sartn, aunque Alfred era incapaz de aventurar cmo actuabaesa magia, ni con qu propsito.

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    Entonces, la Manocumplir su encargo? No lo s, seor. Y, si lo hace, ser mejor que tomemos todas las

    precauciones posibles. Quiz me guste demasiado matar, fueron sus palabras.Quiz no sea capaz de controlarme.

    Stephen se volvi, plido y demacrado. Levant las manos, las mir fijamentey se las frot.

    No te inquietes por eso. Una vez terminado el trabajo, eliminaremos alsicario. Tratndose de la Mano, al menos podremos considerarlo un acto justificado. Ese hombre ya lleva mucho tiempo burlando el hacha del verdugo.Supongo que los seguiste a la salida del monasterio. Adonde han ido, Triano?

    Vers, seor. Hugh es muy hbil para burlar persecuciones. El cielo estabadespejado, pero de pronto descarg una tormenta. Mi dragn perdi el rastro y yome qued calado hasta los huesos. Me pareci mejor regresar al monasterio einterrogar a los monjes kir que han dado cobijo a la Mano.

    Y qu has sacado en limpio? Tal vez ellos conocan las intenciones denuestro hombre.Si es as, seor, no me las revelaron respondi Triano con una mueca de

    pesadumbre. El abad estaba furioso por alguna razn que ignoro. Se limit adecir que ya tena suficiente de magos y hechiceros y me cerr la puerta en lasnarices.

    Y t no hiciste nada?Slo soy un mago de la Tercera Casa dijo el consejero humildemente.

    Los hechiceros kir pertenecen al mismo nivel que yo y no me pareci adecuado nioportuno un enfrentamiento. De nada servira ofender a los monjes, seor.

    Stephen lo mir con gesto ceudo.

    Supongo que tienes razn, pero ahora hemos perdido el rastro de la Manoyde la dama Iridal.

    Ya te advert que podas esperar tal cosa, Majestad. Y, en cualquier caso,iba a suceder de todos modos. Estoy bastante seguro de saber adonde se handirigido y, desde luego, yo nunca me atrevera a seguirlos ah. Ni creo que puedasencontrar a muchos dispuestos a hacerlo.

    Qu lugar es se? Los Siete Misterios?52No, seor. Es otro lugar ms conocido y, si acaso, ms temible, pues sus

    peligros son reales. Hugh la Manoest camino de Skurvash, Majestad.

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    CAPTULO 25

    SKURVASH, ISLAS VOLKARAN REINO MEDIO

    Hugh despert de su sueo a Iridal mientras an estaban en el aire y elfatigado dragn buscaba con impaciencia un lugar donde posarse. Los Seores dela Noche ya haban retirado sus capas oscuras, y el Firmamento empezaba ailuminarse con los primeros rayos de Solarus. Iridal volvi en s, admirada de ha-ber dormido tanto y tan profundamente.

    Dnde estamos? pregunt mientras contemplaba con satisfaccin,medio adormilada todava, la isla que emerga de las sombras de la noche y lasaldeas, como piezas de un juego para nios desde aquella altura, que reciban la

    caricia del amanecer. Las chimeneas empezaban a humear. Sobre un acantilado,el punto mas elevado de la isla, una fortaleza construida del preciado granito tanescaso en Ariano extenda la sombra de sus torres macizas sobre la tierra.

    En Skurvash respondi Hugh la Mano. Con un tirn de las bridas, desvial dragn de lo que sin duda era un activo puerto comercial y lo dirigi hacia ellado boscoso de la ciudad, donde se poda posar ms discretamente, ya que no ensecreto.

    Iridal ya estaba despierta del todo, como si le hubieran echado encima unajofaina de agua fra. Permaneci callada y pensativa hasta que, por fin, dijo en vozbaja:

    Supongo que esto es necesario...Ya has odo hablar de este lugar, verdad?Nada bueno. Y, posiblemente, los rumores se quedan cortos. Pero t pretendes ir a

    Aristagn, seora. Cmo piensas hacerlo? Pidiendo a los elfos que tengan labondad de permitirte una breve visita?

    Claro que no respondi ella con frialdad, ofendida. Pero...Nada de peros. Nada de preguntas. Hars slo lo que yo diga, recuerdas?A Hugh le dolan todos los msculos del cuerpo, desacostumbrados a los

    rigores del vuelo. Ech de menos su pipa y un buen vaso de vino. Ms de uno. Nuestras vidas corrern peligro cada minuto que pasemos en esta tierra,

    seora. Guarda silencio y djame hablar a m. Sigue mis instrucciones y, por el

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    bien de ambos, no hagas ningn acto de magia. Ni siquiera hacer desaparecer unbar. Si descubren que eres una misteriarca, estamos perdidos.

    El dragn haba localizado un lugar adecuado para posarse, un parajedespejado cerca de la costa. Hugh dio rienda suelta a la criatura alada y la dejdescender en espiral.

    No me llames seora. Slo Iridal dijo ella con suavidad. Siempre permites que la gente a tu servicio te llame por el nombre?La mujer suspir. Puedo hacerte una pregunta, Hugh?No prometo contestarla.Dices que no deben saber que soy una misteriarca. A quin te refieres?A los gobernantes de Skurvash.El gobernante es el rey Stephen.Hugh solt una risotada, breve y spera.En Skurvash, no. Bien, es cierto que ha prometido presentarse aqu para

    hacer limpieza, pero sabe que no puede. No conseguira reunir las fuerzasnecesarias. No hay en todo Volkaran y Ulyndia un solo barn que no tengavinculacin con este lugar, aunque no encontraras uno solo que se atreviera areconocerlo. Ni siquiera los elfos, cuando dominaban casi todo el resto del ReinoMedio, llegaron nunca a conquistar Skurvash.

    Iridal contempl la isla a sus pies. Salvo la fortaleza, de aspecto formidable,tena poco ms que destacar. En su mayor parte, estaba cubierta por ese arbustoralo conocido como la mata del enano, as llamado porque recuerda vagamente labarba pelirroja de los enanos y porque, una vez enraizada en la coralita, es casiimposible de arrancar. Una pequea ciudad llena de desniveles colgaba de unapronunciada pendiente junto a la orilla, agarrndose al terreno con la misma

    tenacidad que los arbustos. Una nica carretera parta de la ciudad, entre bosquesde rboles hargast, y ascenda la ladera de la montaa hasta la fortaleza.

    Sabes si los elfos la sitiaron? Da la impresin de que una fortaleza comosa podra resistir mucho tiempo...

    Bah! Hugh flexion los brazos con una mueca y prob a relajar losmsculos acalambrados del cuello y de los hombros. Los elfos no atacaron. Laguerra es algo maravilloso, seora, hasta que empieza a tocarle a uno el bolsillo.

    Insinas que estos humanos comercian con los elfos?Iridal pareca perpleja. Hugh se encogi de hombros.A los gobernantes de Skurvash no les importa si el cliente tiene los ojos ms

    o menos rasgados. Lo nico que les interesa es el brillo de su dinero. Y quin es ese gobernante? A Iridal se le haba despertado el inters y la

    curiosidad.No es una persona sola, sino un grupo explic Hugh. Sus miembros son

    conocidos como la Hermandad.El dragn decidi posarse en un espacio amplio y despejado que, al parecer,

    ya haba servido para aquel mismo propsito en muchas ocasiones, a juzgar porlas ramas rotas (arrancadas con el batir de las alas), las marcas de zarpas dejadasen la coralita y los excrementos esparcidos por el campo.

    Hugh desmont, estir la dolorida espalda y flexion las piernas. O quiz debera decir somos se corrigi mientras ayudaba a Iridal a

    descender del lomo del dragn. Somos conocidos como la Hermandad.

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    LA MANO DEL CAOS vol.2 Margaret Tweis Tracy Hickman

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    Tambin diste la vida por l... Pura causalidad! Hugh apart a la mujer de un empujn, alejndola de

    s. Fue ese maldito hechizo que me lanz. O quiz fue cosa tuya, con otroencantamiento.

    A continuacin, volvindole la espalda, empez a desatar el fardo de la silla de

    montar a base de rpidos y enrgicos tirones. Vete! repiti, sin mirarla. Vete ahora, Iridal!No. Hicimos un trato contest ella. Lo mejor que he odo decir de ti es

    que nunca has incumplido un contrato.Hugh dej lo que estaba haciendo y se volvi a mirarla, con sus hundidos ojos

    muy sombros bajo las cejas fruncidas y sobresalientes. De pronto, se senta fro ycalmado.

    Tienes razn, seora. Nunca he incumplido un contrato. Recurdalo,cuando llegue el momento. Cuando hubo soltado el fardo, lo sostuvo bajo elbrazo y seal hacia el dragn con un gesto de cabeza. Levntale el

    encantamiento. Pero...! Si hago lo que dices, quedar libre y escapar volando. Quiz nopodamos capturarlo de nuevo.

    Exacto. Ni nosotros, ni nadie. Y tambin es improbable que regrese a losestablos reales en el prximo futuro. Tardar en hacerlo el tiempo suficiente paraque podamos desaparecer.

    Pero, y si nos ataca? No lo har. Tiene ms sueo que hambre. Hugh mir fijamente a la

    mujer, con los ojos enrojecidos de falta de sueo y de la resaca. Sultalo, omntalo, dama Iridal. No voy a discutir.

    Iridal mir al dragn, el ltimo vnculo con su hogar y con su pueblo. Hasta

    aquel momento, todo el viaje haba sido un sueo. Un sueo como el que habatenido entre los brazos de Hugh: un glorioso rescate, lleno de magia y de bruidoacero, en el que tomaba a su hijo en brazos y desafiaba a sus enemigos a cogerlo ylos elfos retrocedan, intimidados ante el amor de una madre y ante la bravura deHugh.

    Pero en aquel sueo no apareca Skurvash. Ni las palabras duras y ominosasde Hugh.

    No estaba siendo muy prctica, se dijo Iridal con desconsuelo. Ni prctica, nimuy realista. Como todos los que haban vivido en el Reino Superior, pues all nohaba necesidad de serlo. Salvo Sinistrad. Por eso fe haban permitido llevaradelante sus planes perversos y no haban dado el menor paso para detenerlo. Losmisteriarcas eran dbiles, impotentes. Pero ella se haba prometido cambiar. Sehaba prometido ser fuerte, por su hijo.

    Apoy la mano en el pecho, sobre el amuleto de la pluma que llevabaguardado bajo el corpio. Cuando se sinti con ms fuerzas, levant el hechizo deldragn. Con ello rompa el ltimo eslabn de la cadena.

    Una vez libre, la criatura sacudi su espinosa crin y mir a los humanos conferocidad; por unos instantes, pareci tentado de engullirlos para saciar el hambrepero, finalmente, decidi no hacerlo. Tras lanzar un bramido hacia ellos, remontel vuelo.

    El dragn buscara un lugar seguro para descansar, algn reducto elevado y

    oculto.

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    53 . Rateros.

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    Ms adelante, se cansara de estar solo y volvera a su establo, pues losdragones son criaturas sociales y no tardara en sentir aoranza de su compaeray de los dems congneres que haba dejado atrs.

    Hugh esper a que se hubiera alejado; luego, dio media vuelta y ech a andarpor un estrecho sendero que conduca al camino principal que haban visto desde

    el aire. Iridal se apresur a colocarse a su lado. Sin dejar de caminar, Hughrevolvi en el hatillo. Sac de l un objeto, una bolsa cuyo contenido emiti untintineo metlico, y procedi a atarlo al cinturn.

    Dame el dinero que tengas orden entonces a Iridal. Todo.Sin una palabra, la mujer le entreg su bolsa.Hugh la abri, hizo un rpido clculo aproximado del contenido y, cerrndola

    de nuevo, la guard bajo la camisa, en contacto con su piel. Los dedos ligeros de Skurvash53 hacen honor a su fama explic

    secamente. Tendremos que guardar bien el dinero que tenemos, para comprarlos pasajes.

    Comprar los pasajes? A Aristagn? repiti Iridal, perpleja. Pero siestamos en guerra! Acaso..., acaso volar a tierras elfas es as de sencillo?No respondi Hugh, pero con dinero se puede conseguir cualquier cosa.Iridal esper a que continuara, pero qued claro que no iba a aadir nada

    ms. Solarus brillaba, la coralita refulga bajo su luz y el aire se calentabarpidamente tras el fro nocturno. A lo lejos, posada en lo alto de la ladera de unamontaa, se alzaba la fortaleza, recia e imponente y de un tamao equiparable aldel palacio de Stephen. Iridal no alcanzaba a ver ninguna casa u otros edificios,pero imagin que se dirigan a la pequea poblacin que haba visto desde el lomodel dragn. De entre la vegetacin se alzaban columnas de humo procedente de lasforjas y de los fuegos matutinos en las cocinas.

    T tienes amigos aqu... murmur la mujer, recordando las palabras deHugh y cmo haba corregido el ellos por el nosotros.

    Es una manera de decirlo. Mantn cubierto el rostro. Por qu? Aqu no me conocen y nadie puede saber que soy una

    misteriarca slo por mi aspecto.Hugh se detuvo y la mir severamente. Lo siento dijo Ir