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Cuadernos de Bioética
ISSN: 1132-1989
Asociación Española de Bioética y Ética
Médica
España
Santiago Corchado, Manuel de
Aspectos éticos del debate de las células madre
Cuadernos de Bioética, vol. XVII, núm. 3, septiembre-diciembre, 2006, pp. 349-375Asociación Española de Bioética y Ética Médica
Murcia, España
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Aspectos éticos del debate de las células madre
ASPECTOS TICOS DEL DEBATE DE LAS
C LULAS MADREETHICAL ASPECTS OF THE DEBATE ON STEM
CELLS
anuel de Santiago Corchado
Director del Programa de Ética y Deontología Médicas acultad de Medicina
Universidad Autónoma de Madrid [email protected]
Resumen
Este artículo desarrolla una aproximación a la ética de las células madre desde unaperspectiva de inspiración cristiana. En su iniciación se establecen algunas diferencias
osó cas entre os conceptos de «ética» y «mora ». Se expone primero a perspectivapost-kantiana vigente en el plano académico, que diferencia y distingue los concep-os de ética y moral. Y posteriormente el planteamiento de la tradición moral, quedenti ca unitariamente am os conceptos. Desde esta ú tima perspectiva, se a ordauego un planteamiento ético orientado al discurso de la ética civil, al debate social.inalmente, desde una perspectiva de ética civil se contemplan y analizan diferentespciones so re a investigación con cé u as madre umanas, considerando diversosodelos de obtención de células pluri-potentes en los cuales el diseño se propone
espetar la vida de los embriones humanos.Pa a ras c ave: tica, ética civi , ética de inspiración cristiana, ética de cé u as
adre, células troncales.
stract
This article provides an approximation to the ethics of stem cells based on aristian perspective. It commences y pointing to some o t e p i osop ica di e-
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—de la intervención del científico sobrea vida humana incipiente— registra en
nuestro tiempo dos tipos de contenidos yrgumentaciones. Unas anclan en claveseológicas y en formulaciones morales de-
ducidas de a Reve ación y de a tradiciónoral, que se expresan a través del Ma-
gisterio o de instituciones representativasde Magisterio. Son de o igada re exión
seguimiento por los observantes de laoral católica, como sería mi caso y segu-
o que e de muc os de os ectores.
Pero otras surgen en el ámbito de loque se ha dado en llamar «ética cívica»
civi . E modo actua de a ocar a unaproximación ética de los dilemas mo-ales de las sociedades multiculturales,ás o menos representativa de conjunto
de la sociedad. Se trata de una soluciónircunstancial, post-moderna —como aho-a se dice—, que de a guna orma se a
postulado desde diversos ámbitos (Rawls,abermas, Dworkin, Cortina, etc.) y quepretende constituirse en a orma po ítica-
ente correcta de integrar cosmovisionesdel mundo, del hombre y de la historiadi erentes, inc uso encontradas, pero o i-gadas a convivir en las sociedades multi-ulturales que estamos viendo aflorar. No
pretendo a ar de e a ni a suscri o; si
a destaco es porque es algo que está ahí,porque es lo políticamente correcto delomento que experimentamos, a canc a
de juego en la que está teniendo lugar elhoque de nuestra perspectiva moral —de
nuestras convicciones— y a istoria denuestro tiempo Sencillamente esto. Ca-
rece de sentido, pienso, mirar hacia otrolado o pensar que los demás, la sociedaden suma, está só o de nuestro. Y tampocopodemos replegarnos a un discurso degabinete, cultista y desentrañado de estarea idad y de o que es nuestro verdaderoy complejo papel en la sociedad.
omo miembros de una asociación deBioética, nuestra vocación es a de o ertara la sociedad nuestros propios modeloséticos para la configuración de las con-
para igma so re e mo o e convivironvicciones antagónicas fue apuntado por el ju-
rista Rawls en sus libros Teoría de la justicia (1971)y Liberalismo político (1993). Para este pensador, laestructuración de la sociedad ha de prescindir decosmovisiones culturales o religiosas propias, pormuy i un i as que est n, y o viamente tam i nde últimos fundamentos, de sus visiones unitariasdel hombre, del mundo y de Dios. Para este autor ysus seguidores, estas cosmovisiones o conviccionesdeben quedar en el plano de lo privado. Por el con-trario, el ámbito público, el ámbito verdaderamentede todos, debería atenerse a normas y leyes mera-
mente ur ico-positivas, imp anta as me iante r-mulas de acuerdo, de consenso, siempre evitando lacontaminación con contenidos éticos representativosde alguna doctrina comprehensiva o cosmovisiónmoral concreta. Las convicciones que los distintosindividuos o grupos culturales o religiosos pudieraninjertar en el flujo positivista común de las demo-cracias i era es — ur ico, po tico, tecno-cient icoy económico— habrían de seleccionarse de entrelas que no implicaran un disenso ético o ideológicorespecto del resto de las convicciones presentes enla sociedad. La esfera pública habría de ser neutral
y se abocaría así a una clara separación entre «éticasprivadas» y «éticas publicas». Sobre la realidadsocia e este mo o e expresar a convivencia enlas democracias liberales y sus graves repercusionesmorales, el lector interesado puede acceder a losexcelentes abordajes de Alejando Llano Cifuentesen sus publicaciones «La nueva sensibilidad» (Espasa-Calpe, 1988) y «Humanismo cívico y ciudadanía de la
familia» (en «Educación y ciudadanía en una sociedademocr tica», oncepci n ava y ontserrat erre-
ro, editores, obra cooperativa , Ediciones Encuentro,Madrid, 2006)
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iencias, básicamente de quienes protago-nizan los dilemas morales de la bioética,de los legisladores y de la sociedad. Éticas acción, es convicción y acción. Y poranto, presencia pública y reflexiva en
de ate socia ; es uerzo integrador dediálogo y acuerdo, búsqueda inteligentede fórmulas que acerquen al ciudadano
una captación o jetiva de o rea , a averdad de las cosas y a la dignidad delhombre, de la persona humana. Frente ale ativismo que se impone en a sociedad,
ruto de un residuo laicista que se empeñan la eliminación del espacio público deodas as convicciones uertes —de asreencias y sus absolutos, de los mode-os de máximos y la perspectiva de laxce encia— nuestro pape inmediato no
puede ser el repliegue a los cuarteles denvierno, el silencio sufridor o el recurso
a áci grati cación con nuestros amigos
orales. Por el contrario, nuestro objetivo—nuestro target nuestra diana— es la so-iedad, son as eyes, son os ám itos de aalud y la enfermedad, la ciencia biomé-
dica, la enseñanza y la cultura. Un papelque exige de convicciones y tam ién deomprensiones, muchas veces íncomodoa contracorriente, que ha de basarse, no
anto en a exc usión y desacreditación de
os adversarios, como en el diálogo, la ar-gumentación y el acuerdo; en la asunciónpersona de responsa i idades en cada
no de los ámbitos que nos son propios,n el espacio ético del que somos en ver-
dad su textura como ciudadanos, que nodebe pasar por ignorada. Y por eso, porer ciudadanos de este espacio moral
—junto a otros—, nuestro enguaje a deer el lenguaje de todos, el lenguaje de
la ética con el idioma de nuestra ética, denuestra bioética, siempre en los ámbitos aque antes me e re erido. Muc os no cree-mos en la separación entre ética privaday ética pública, pero no podemos por ellorenunciar a espacio de a ética pú ica.No concebimos que una ética basada enleyes civiles, en procedimientos técnicos,en argumentos de mero mercado puedasostenerse, pueda funcionar. Detrás deesas reglas siempre habrá personas, con-vicciones, que pretenderán imponer sus
argumentos bajo la capa de una supuestaneutralidad del Estado. Pero si es necesa-rio estar en e de ate de a ética pú icahabrá que estarlo con el discurso de laética pública y con el talante del modeloprocedimenta . O viamente y sin discu-sión con nuestras convicciones y desdenuestras convicciones.
n suma, suscri o a idea de una aso-
ciación de bioética civil como el marcoidóneo para una intervención públicadesde nuestras convicciones, con respetoa las normas de juego y en diálogo con lasociedad y desde el discurso de la ética. Ysi e método exige e discurso de a éticacivil, penetrando y debatiendo en el osode la ética civil. A este respecto, mi dis-curso se va a situar en el marco de la Ética
«En definitiva, siempre es necesario remi-tirse a una ética unitaria —articulada por normas,virtudes y bienes— que rechaza la escisión radicalentre moral pública y moral privada, aunque distin-ga ( ) las peculiaridades de la esfera interpersonalen la que predominan las relaciones empáticas y los
bienes idiosincrásicos, y ( ) las características propiase a es era p ica, on e as eyes presentan un
aspecto técnico-jurídico muy fuerte que no excluye,empero, su peso moral» (cfr. Alejandro Llano, op.cit.).
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omo una disciplina académica diferentede la Moral. Y por eso he querido hacerste largo excurso. Y dentro de la Ética enu versión académica desde una perspec-iva de ética de inspiración cristiana, dergumentación y expresión secu ar por suontenido, que exige por sí misma, desdeu identidad, un lugar propio en todo
de ate de una verdadera ética cívica. Yllo porque, por lo dicho, el nicho propios, a mi juicio, el molde académico de latica y no el de la Teología.
La ética civil —el marco del diálogoocial— ha de contar, pues, con lo que,
desde a ora, voy a denominar as ticase inspiración cristiana so pena de intole-ancia y sectarismo. Como en otro lugaruve ocasión de a rmar , reivindico unugar propio, conceptual, para las éticas
de inspiración cristiana en el marco de latica cívica, de a ética socia . Pero de e
quedar claro que esta inclusión arrancade su laicidad, del carácter de laicos —deiudadanos de a ciudad terrena— deus autores y representantes, ciudadanosn posesión de todos los derechos en laociedad democrática. Y tam ién queal inclusión en la ética civil no ocupal espacio del Magisterio, ni lo sustituye
desp aza (pretensión, por o demás,
idícula y condenada a fracasar) ni, aunenos, le niega un espacio de diálogo ma-or —instituciona y de privi egio— conl Estado liberal. Es más, apoya, como
parece lógico, la presencia social y pública
de cualquier ética de máximos y obvia-mente de la Iglesia, con preferencia y sinningún tipo de restricción más a á deque ella misma se imponga.
ero quede claro que las éticas deinspiración cristiana rec aman un asientopropio, secular y civil, en cuanto ciudada-nía, en cualquier proyecto donde, desdea ética, se pretenda un acuerdo —un
consenso sincero— con las diferentes con-cepciones éticas vigentes en una sociedad;más aún si se venti a un proyecto que a
de resolverse en ley. Esta diferencia y estapretensión no hacen sino demandar elreconocimiento de ciudadano creyentey de su propia perspectiva moral en elseno de la sociedad; y no fuera, comoextraño a e a .
3 de Santiago, M. tica y moral: deshaciendona confusión, texto de la intervención en la III Jor-
nada de Bioética de la Asociación de Bioética de laomunidad de Madrid (2003). No publicado.
4 En un reciente debate celebrado en Munich(19-1-04) entre Habermas y el entonces cardenalRatzinger, subyace esta exclusión del laico creyente
como configurador de la sociedad en lo que el filó-so o a em n enomina las bases pre-políticas del estadoliberal. En la reflexión de Habermas se pone en dudaque, dado el radical positivismo de la ley por los Par-lamentos en nuestro tiempo, es incluso dudoso queéstos se estén ateniendo ya a una justificación éticade base incluso no religiosa —a la que él denomina«justificación post-metafísica del derecho»—; peroaun si as uera que a por asegurar — ice— si, es-de estas claves, la sociedad pluralista tiene aseguradasu estabilidad normativa, la paz social, en cuestionesmorales de disenso amplio, como consecuencia de
este proceso indefinido de secularización. Habermasaventura que tal secularización puede descarrilarse yacabar por secar las fuentes de todo fundamento éticopara, ina mente, con ucir a una esesta i izaci nmuy grave de la sociedad. Para evitarlo proponeentender la secularidad cultural y social de las socie-dades liberales como un doble proceso, que obligaríaa la sociedad y a sus representantes, por un lado, areflexionar sobre los límites de la propia seculari-zación y por otro —reconociendo la persistencia deas tra iciones re igiosas— tam i n a stas, a as que
demanda una reflexión paralela sobre sus propios
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Aunque desde la tradición moral eshabitual leer (y creer) que ética y mo-a son una misma cosa, y que am osérminos poseen un mismo significadotimológico, el significado académico yocio ógico actua de am as discip inass, sin embargo, distinto. No cabe ahorantrar en ninguna profundización sobresta ermenéutica. De o que se tratahora es de fijar el suelo sobre el cual nosovemos las instituciones de bioética y
o re e «método» de intervención en e
discurso público como ciudadanos, comoejido del mundo, como configuradores
de esta secu arizada sociedad.Me limitaré, pues a unas pinceladas;
porque el núcleo del problema al quedeseo egar de inmediato es e marcode la libertad de juicio ético en el que se
desenvuelve un laico cristiano, a nivelindividual, ante un acuerdo público deética civi . Un acuerdo, por ejemp o,en cuestiones de ética política, de éticaeconómica o de bioética. Un laico, porotra parte, vo untariamente sujeto a asnormas y prescripciones del Magisterio.Disponiendo de algún punto de partida,undante de nuestro discurso, podremos
entrar con argumentos en el debate moralde la Medicina Regenerativa.
. Pienso que, desde e punto de vis-
ta de la condición personal, la norma osanción de la Iglesia obliga en concienciay, por tanto, nunca y en ningún caso uncatólico debería aplicarse a sí mismo,ejerciendo su libertad, una decisióncontraria a Magisterio. Esto parece or-todoxo y claro . Pero ¿cuál debe ser suactuación pública ante leyes moralmentecon ictivas, contrarias a a dignidad de
hombre, y cuál su posición cuando eldebate, la propuesta de ley, no respondea a pregunta ¿cómo de o vivir?—es de-cir, cuando no se trata de una decisiónpersonal— sino a aquella otra del ¿quéde e ser? antiano, de qué de e ser parauna sociedad plural, multicultural, y portanto abierto a convertirse en ley. ¿Cuáles, entonces, e marco de su actuación
pública y cuál su margen de maniobraante una ley civil injusta?s o vio que e aico cristiano es per-
fectamente libre de argumentar con el
mites e intervenci n en a construcci n e ese
deal de sociedad liberal y éticamente estabilizada—desconflictiva— con la que él sueña. No es ocasión
quí de subrayar el interés y la importancia del diá-ogo de dos intelectuales de tan alto rango; lo es deesaltar la preocupante convicción de Habermas deue ese ámbito social en proceso de secularizaciónescarria a — o que po r amos amar e mun occidental— aparece excluido de toda semilla internaontraria a esta secularización laicista y positivista;omo si el ámbito del mundo ya no expresara nunca
—ni aun de forma testimonial— la concepción cris-iana de la vida, bien porque los cristianos parecen
no existir o porque no se notan en su seno. Ésta, lareencia cristiana, formaría parte de otro plano, del
plano de la conciencia íntima y de sus sacristías,iferente del marco del debate de la construcción delundo, como residuo inextinguido de otro tiempo.
a secularidad y su lenguaje específico (el discursopolítico, el discurso jurídico, el discurso económico,l discurso bioético, etc.) no incluye hoy— pareceecir Habermas— ningún residuo consistente, nin-una vertebración que se exprese en cristiano. Elnico interlocutor posible y aun de peso que quedaería, pues, la Iglesia institucional.
5 A lo largo de mi experiencia interdisci-p inar en e ates e io tica, e teni o ocasi n econtemplar muchos ejemplos en torno a un rechazode esta doctrina o de interpretaciones sumamentelaxas de la doctrina del Magisterio, por laicos yclérigos.
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discurso teológico del Magisterio y conus argumentos de autoridad. Y es obvioam ién que puede uti izar, si e p ace,déntico discurso en la casa, el claustro,a cámara o la prensa. Otra cosa será queu dia éctica encuentre eco y ugar en unarco de ética civil; o que su actitud pre-
uzgue una disposición al diálogo, sobreodo cuando no a a desde su despac osu cátedra, sino enfrentado a una mesa
de acuerdo civil. Me parece tener claro, aste respecto, una distinción suti pero de-
erminante: el laico cristiano está obligadooralmente a defender la doctrina de la
g esia en cua quier ugar y ám ito; pero,precisamente por su condición laical, es li- bre de determinar su discurso6 Algo que,
n determinados ám itos —en ám itosque ignoran el discurso doctrinal— ad-quiere un significado determinante: por-que a uerza de a Ig esia será entonces a
uerza de la argumentación que se injertedesde dentro, la trasmisión horizontalde a verdad de as cosas desde as cosas
ismas y por sus propios artífices. Enstos momentos de la historia, de cultura
post-cristiana si así o queremos entender,l discurso puro y duro de las encíclicas
de los documentos magisteriales, ladoctrina de a Ig esia —que de e ser
nuestra fuente y nuestro norte— puede ydebe expresarse también en términos deldiscurso secu ar. Me atrevería a decir quees imprescindible. Pues, si no, al menosen determinados ámbitos —uno de ellose nuestro, e de a ioética— siempre searrostrará el contra-argumento de quenuestras razones son meras reencias y noargumentos undamentados en a cienciao en la ética, que nuestra opinión es la me- jor para nosotros o para los que piensancomo nosotros, pero no para e conjunto
mayoritario de la comunidad.tica para el mundo, ciertamente, no
es oy mora re igiosa. Más ¿cuá es sonsus diferencias? Interesante pregunta,porque la comprensión de las claves deesta di erencia es e punto de partidade nuestra presencia individual y comoAsociación en el diálogo con la sociedad;y de a í su importancia. Para su respuesta
hay que partir, como ya he aludido antes,del a priori de que las éticas de máximosson éticas con vocación pú ica y an detener siempre su lugar propio y específicoen el acuerdo moral de la sociedad7 entree as, y ásicamente, a mora re igiosa. Lacuestión no es, pues —repito—, cerrar la boca a la Iglesia, ni ocupar su sitio o cons-tituirse en portavoces de Magisterio, sino
el de ocupar el lugar propio, el espacioque la laicidad reserva en nuestros díasa la Ética. Lo que puede parecer confusono lo es; porque el dilema se racionaliza sidamos a Dios lo que es de Dios y a Cesaro que es de Cesar. Y si nos revestimos
de nuestra responsabilidad como laicos
6 Cfr. Pablo, 1 Cor 9. 19-22: «Porque siendoibre de todos, me hice siervo de todos para ganarlos más que pueda. Con los judíos me hice como
udío, para ganar a los judíos; con los que están bajoa ley, como si estuviera bajo la ley, aunque no lostoy, para ganar a os que est n a o a ey; conos que están sin ley , como estando sin ley (aunque
no estoy fuera de la ley de Dios, sino bajo la ley deristo), para ganar a los que están sin ley. Me hiceébil con los débiles. Me he hecho todo para todos,
para salvar de cualquier manera a algunos» r ortina, e a : ianza y ontrato
política, ética y religión, Editorial Trota, S.A., 2001.
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ristianos en una sociedad que pugnapor olvidar a Dios. Y es aquí, a mi juicio,donde se incorpora a nuestro aná isis eoncepto de «ética cristiana». Un concep-o de perfiles aún poco definidos, que laaicidad tiene o igación de reivindicarnte la sociedad, y para lo cual, es precisoener claras las diferencias actuales entretica y mora .
3. Para los eticistas académicos —alstilo de Cortina8— decir «ética» no eso mismo que decir «mora ». Aunque a
palabra «ética» se utiliza frecuentementeomo sinónimo de «lo moral» en el hablarotidiano, desde a perspectiva de asticas modernas o postmodernas se danantos contenidos diversos entre ambas
que vienen a constituir entidades di e-entes. La Ética entre expertos, también
denominada Filosofía Moral, trata deque a parte de a oso ía que se dedica
básicamente a la reflexión sobre la moral.Y precisamente porque pretende partir dea oso ía, es un tipo de sa er o ám ito
del conocimiento que se intenta construirdesde solo una metodología filosófica ydesde so o e pensamiento raciona . Aquí,
pues, una primera y radical diferencia: eldiscurso de la ética no es el discurso dea mora .
8 Cfr Cortina, Adela y Martínez, Emilio:tica, Ediciones Arial, S.A., 2001
9 Cfr. Joseph Ratzinger-Benedicto XVI:
UROPA, raíces, identidad y misión, Editorial Ciudadueva, a ri , . n e iscurso en respuestaHabermas, antes aludido, el teólogo Joseph Ra-
zinger, en un formidable esfuerzo de diálogo cona secularidad entendida al modo de Habermas,entra en la defensa de los derechos humanos el
núcleo de identidad común que pueda darse entrel mundo secular y el mundo de la fe. Ratzinger noiem a a exc uir e concepto e «natura eza» — excelso contenido fundamentador en la historia dea Iglesia— como base para un diálogo con el mun-o. Aunque el derecho natural sigue siendo para la
Iglesia el argumento con el cual se apela a la razóncom n en e i ogo con a socie a —y es edonde se buscan las bases para un entendimientosobre los principios del derecho—, en una sociedadlaica intercultural las distintas dimensiones a queeste concepto ha dado lugar lo excluyen para estediálogo. No así la idea de los «derechos humanos»,que se ha desgajado del derecho natural —a la quee te ogo se acoge— con a sa ve a e que «pocosignifican si no se acepta previamente que el hom-
bre, por sí mismo, simplemente por su pertenencia
a la especie humana, es sujeto de derechos y suexistencia misma es portadora de valores y normasque hay que descubrir, no que inventar». Al bioe-ticista al que dirijo esta reflexión lo que interesa deeste mo e o e iscurso en e mun o, por e oySumo Pontífice, no es solo la fuerza inherente de suargumentación, sino el talante de diálogo, la libertadde regate cuando evita el recurso al concepto denaturaleza o su reducción a un discurso racional endefensa de la persona humana, la ausencia, en suma,de expresiones salvíficas y el descenso al marco dela ética como «método» o vehículo para el diálogo
con uno de los máximos representantes de la razón«post-metafísica». ¿Acaso difiere esto del método deun bioeticista que defiende el principio de la vida
umana con argumentos puramente io gicos ofilosóficos, como punto de partida para un diálogoulterior, desde la ética, con el mundo científico?.
10 Rhonheimer, Martín: a perspectiva de la Moral, Fundamentos de la tica filosófica, Rialp, Ma-drid, (2000), páginas 31-40. Para Rhonheimer, en sucalidad de disciplina académica, la ética filosóficaposee un punto e parti a propio y espec ico, us-tamente el mismo que el que posee la consciencia
moral: la auto-experiencia de «sí mismo» comosujeto que actúa, que tiende a fines, que está afec-tado por pasiones, que quiere o desea cosas, queformula juicios racionales y que hace elecciones. Yes precisamente por tener este punto de partida ena autoexperiencia por o que es , en este senti o
metodológico, aut noma. omo razón práctica abiertaal actuar humano, es y está en todos los hombres ycualquier hombre —cualquier científico, cualquier
bioeticista— tiene y posee capacidad para dialogardesde ella. Dios no es postulado aquí al modo kan-tiano, como fundamento de la ética. Como vuelve
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La Ética se propone reflexionar sobreuestiones morales —afirma Cortina—,
desp egar conceptos y e a orar argumen-os que pretenden interpretar el «carácter
oral» de la persona. Pero es importantea destacar que este mode o de ética noe propone ser directamente normativo,s decir, no pretende conducir a pres-ripciones mora es especí cas respecto
de las conductas humanas y de los finespretendidos. La ética enuncia propósitos
postu ados genéricos, pero tiende a
dejar la letra pequeña, el modo de espe-ificar la norma, abierto a la conciencia deos ciudadanos. Y por tanto, que estamos
de nuevo ante una segunda y capitaldiferencia.
Lo que ocurre es que indirectamentea ética sí que es normativa, pues losrgumentos sobre un bien moral o lasazones en torno a una ey desp iegan
los ojos del que reflexiona una ciertaespuesta moral. Y ¡ay! de una éticaque no uera a menos indirectamentenormativa, pues seguro es que ni seríatica ni sería verdadera reflexión sobre loora . Por su uerte in ujo neo- antiano
y al margen de los potenciales conteni-dos de sus normas, las éticas modernasson ásicamente orma es y a iertas arespuestas diferentes, y de tendenciasuniversalistas, aceptables por grandesmayorías y necesariamente reductivas,de una aspiración objetiva poco tendentea la excelencia moral. Y aquí una terceradi erencia: no se trata tanto de uscar « omejor» —la decisión de mayor excelenciamoral— como se plantea la moral, cuantode o «correcto», de uscar una órmu a
aceptable que aglutine a la mayoría. Yase ve, pues, que la pretensión del diálo-go con a sociedad parte de su ordinaralguno de nuestros poderosos criterios deautoridad, origen de nuestras conviccio-nes, a discurso raciona mente admitidoy común; y esto, ciertamente, no es fácilde llevar a cabo y además exige de un
uen entrenamiento respecto a modo de
hacerlo y a su método.or «Moral» entiende Cortina —re-presentando a la Ética como saber acadé-mico— una determinada doctrina moral,doctrina que se hace vida y que vieneespeci cada por un conjunto de normas oprescripciones morales: así, por ejemplo,la moral católica, o como podría serlo lamoral judía, etc. Mientras la Ética preten-
de quedarse en la pura reflexión sobreunos fundamentos racionales del obrarmora , a Mora expresaría ásicamente
afirmar el teólogo, en tanto que razón práctical modelo filosófico de la ética —en el fondo, esteodo de actuar desde la razón— es lo sencillamente
acional, es decir, es lo que se abre a la realidad,xp ora a rea i a , interroga a rea i a y es, es ella, desde donde el hombre se abre a aquella fe ysperanza que va más allá de toda razón. El modoomo el «Dios conocido» discurre en los entresijose la razón natural es, sin embargo, un discurso alue no se puede hacer alusión aquí y que no se debeonfundir con el estricto concepto de la ética.
La tica es, pues, un saber normativoolo que, dependiendo del referente filosófico quee asuma, puede conducir a normas distintas. Nos lo mismo el contenido de la norma ética que se
desprende de una reflexión utilitarista o consecuen-cia ista, que e que proce e e una tica e ienes ode virtudes o de una filosofía del «discurso» —comodefiende Cortina. Esto no es fácil de entender si unono penetra, siquiera mínimamente, en los saberesde la tica o se propone juzgarla sin utilizar susherramientas específicas.
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ontenidos de la conducta moral, es decir,determinaciones específicas del bien mo-a en as que creemos y so re as cua esdificamos nuestra vida. Como decíartega, las ideas se tienen, en las creen-
ias se está. La creencia mora no seríaanto una cuestión de argumentos —queo es y mucho— cuanto una cuestión deonvicciones y de normas que con guran
nuestro modo de ser y de vivir.Algún filósofo español quiso aclarar
sta di erencia con e sími , poco pro un-
do, de la «moral pensada» para la Éticaespecto de la «moral vivida» que seríaa Mora . A ortunado o no, este sími nos
va a permitir acercarnos a la tradiciónoral —esta vez de la mano de Rodrí-
guez Luño —; y entender que, desde susrígenes, el fundamento de la tradiciónoral sólo contempla un modelo de saberoral, donde Ética y Moral son una mis-
a cosa, moral pensada carece de sentidoi no se entiende moral vivida; y ello por-que o mora responde ásicamente a apregunta sobre ¿cómo debo vivir?: esto es,ómo debe ser «mi» vida personal, cómo
«mi» conducta para ser intac a e, quévirtudes he de adquirir para responderon acciones virtuosas —con el bien—rente a otros individuos, a sociedad o
a ley. Desde este concepto de lo moral esdesde donde la fundamentación sobre losrgumentos se perci e como importante,in duda, pero no como el todo; porquesta forma de reflexión asume que laaciona idad no es mero raciona ismo,que la fe dota de una luz clarificadora
—importantísima— a la pura reflexiónracional. Cuando la fe en un Ser Supe-rior aparece en a re exión raciona , éstareconoce y distingue con mayor claridadla verdadera naturaleza del hombre —oos derec os umanos— convirtiéndose
en un excepcional punto de partida decualquier reflexión ética13.
a e añadir que esta i erencia omodifica todo porque es, en el fondo, ladiferencia entre naturaleza y gracia, entrerazón y e. O, si se quiere, de a razón
enriquecida por la fe. Para un católicoconsecuente, esta relación es la relación deo incomp eto con o comp eto y aunque
la fe no nos proponga imponer lo com-pleto, es obvio que el cristiano no puedeo viar a di erencia. Y es o vio igua men-te que, en el discurso de la ética y en eldebate de la sociedad, la «diferencia» hade estar tam ién presente en e modo de
proponer y de ofertar sus argumentosfilosóficos y éticos.ara Rodríguez Luño , ras es as re-
flexiones se delinea el concepto de «ética
12 Cfr. Rodríguez Luño, Ángel : Ética General,unsa, Pamplona, 1993
13 La tica estudia con la luz de la razón lasexigencias morales propias de la persona, creada aimagen y semejanza de Dios —afirma Luño— perola tica teológica, antesala de la Moral, trata de lavida del hombre cuando éste, además de persona,es elevado a la dignidad misteriosa de hijo de Dios.
Para este menester toma como punto de partida laRevelación. Por tanto, el hombre —la persona dela que se ocupa— es percibido como mucho másimportante —podríamos decir— que la persona aa que acce e a tica i os ica, puesto que sta no
se concibe en términos de un ser que, por la gracia,ha sido elevado de forma gratuita a una forma devida muy superior que culminará un día con lavisión beatífica.
14 Habida cuenta de que la mayoría delos valores vigentes en nuestra cultura —y si noto os, muc os—registra un origen en a tra ici n
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ristiana», porque no es lo mismo hablarde ética cristiana que de teología moral.
uc os otros, entre os que me cuento,ambién. Pues que, distinguiendo y sal-
vaguardando las prescripciones moralesásicas e irrenuncia es de nuestra e,ceptamos el discurso racional y filosófico
de la ética civil15 —siempre en cuanto yó o en cuanto método— en e diá ogoon la ciencia, la cultura y la construcciónocial.
. Éticas de inspiración cristiana
¿Es posi e entonces a construcciónde éticas de inspiración cristiana conpersonalidad diferente de la teología
ora ? Si decimos que no, entenderemosnseguida a los que se perciben confun-
didos en presencia de una declaraciónnstituciona de una determinada asocia-
ión, mayoritariamente constituida por
cristianos, que no sea mera fotocopia dela doctrina del Magisterio. i pensamosque sí, que es posi e una ética o unaséticas de inspiración cristiana, con per-sonalidad propia, entonces comenzamosa comprender as intervenciones pú icasde algunos bioeticistas o de algunos po-líticos cristianos que, responsablemente,participan en e de ate de a ioética.
¿Pueden afinarse mejor estas dife-rencias? Sin duda. a diferencia esencialradica en que inc uye a argumentación
racional sobre la moralidad de los actoshumanos que conoce en virtud de laReve ación y que a expresa con os ins-trumentos de la cultura, llámese filosofía,ciencia, economía, derecho o política. Ypor supuesto ioética. Porque convertidaen cultura o en modelo de humanismo laRevelación se troca en natural, se tornacreencia razonada y razona e, y se troca
en natural sobre la base de lo sobrenatu-ral. Creo que es de Chesterton aquellode que « o natura sin o so renaturase es-naturaliza». Esto es perfectamentenítido en el mundo de la biotecnología yde a Medicina Regenerativa, y a a éticaasí entendida le sobran argumentos de base racional y científica para funda-mentar todas as prescripciones que e
pudieran llegar desde la acera de lasconvicciones. nive individua y en posesión de
discurso de la razón —o del discurso dela ciencia— un católico está pertrechadopara e de ate de a ética cívica, paraintervenir en el acuerdo moral de la so-ciedad, sin necesidad de aparecer en unComité y a rmar que só o e pensamientode la Iglesia contiene la verdad, toda la
ristiana, uno podría preguntarse si, al lado de una«ética teológica», puede hallar un nicho propio y
istintivo una « tica cristiana». sto es, una ticaue parta de una convicción moral que incorpora
a trascendencia —a la que no oculta ni disfraza—,pero que, en el diálogo con la sociedad, acepta el
iscurso de la ética civil.15 Es bastante aceptado que la ética se cons-
ruye desde el a priori de una experiencia moral,y que a rea i a e mun o occi enta germina
esde unas claves que tienen su fundamento enl cristianismo; pero también que este influjo nontrodujo nunca argumentos inaccesibles a la razón
natural. De ahí una experiencia moral o una tradi-ión cultural que invoca la razón mediada por la fe.
Y ésta es, quizás, la savia que vertebra el conceptoe tica e inspiraci n cristiana, que en atiza a
ógica de la «razón práctica» en el diálogo con laociedad. La ética cristiana o las éticas de inspira-ión cristiana no ignoran la diferencia entre razón
y fe, pero se construyen desde un análisis filosóficostricto.
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verdad y nada más que la verdad. Porl contrario, la poderosa garantía quee proporciona su e y e dominio de asiencias positivas le hacen seguro y abier-o a un diálogo constructivo. Está mejor
preparado que otros y en posesión de asejores claves; aunque ha de distinguir
u discurso del discurso de la teología.Pero esta distinción —conviene rea r-
arlo— no es sutil ni tampoco estratégi-a, sino que es una distinción de fondo yapita para participar, sin rec azos, en e
discurso de la sociedad y para no incurrirn la seudodialéctica de la heteronomía.e ser meros portadores de un voto com-
prado desde Roma, en el que no cabe nin-guna amputación, ninguna adaptación,ningún diá ogo o ningún regate. Esta esa clave. Cierto que esta racionalidad es
diferente a la racionalidad instrumental also, cierto que no es mero raciona ismo o
ientifismo; pero ello no implica despreciodel esfuerzo científico ni de las opcionesparadigmas de a ciencia como mo-
almente erróneos, cuanto perspectivasnadecuadas que deben ser rectificadas
ediante a o jetividad y a raciona idadde nuestras propuestas.
La ética cristiana viene a afirmar lava idez, por sí misma, de a razón que
no se separa de la búsqueda sincera de laverdad, del esplendor de la verdad. Cono-edores de as verdades o de os a so utosorales donde no caben cesiones, la ética
ristiana, utilizando el lenguaje de la ra-ón osó ca —o, en su caso, de a cien-ia— tiene capacidad para construir—oyudar a construir— el tejido moral y lau tura de una sociedad p ura ista en asúltiples cuestiones de relevancia que
estamos experimentando y nos quedanpor vivir; unas veces convenciendo de loscaminos y as argumentaciones que res-petan la Revelación y otras aminorando elmal de algunas propuestas o mostrando elímite inso orna e de nuestra capacidad
de pacto, de diálogo moral. Pero siempreen pie de igualdad con otros modos deentender a ética civi y apac -dad de regate, de pacto y de acuerdo enel plano individual, que no sería posiblecomo simp es portadores instituciona es
de documentos doctrinales.
3. E p anteamiento e a tra iciónmoral
Vistas así as cosas, podemos recor-dar lo que viene siendo el criterio moraldel Magisterio respecto de las célulasestamina es, como sue e denominar as en
castellano. Innumerables declaraciones,llamamientos y documentos de diferenterango —inc uido encíc icas—, que sazo-nan la cultura cristiana en la última déca-da, que reiteran el respeto a la dignidadde a vida umana, siendo e respeto ala vida de los embriones el criterio éticofundamental para todo modelo de inge-niería genética . Pero para e de ate que
nos ocupa vale la pena sintetizar, por sucontinuada actualidad, la Declaración rea-izada en 2000 por a Academia Ponti cia
para la Vida :
r. Respeto de la vida, criterio ético para laingeniería genética dice el Papa, Zenit.org, 5-12-03
17 Cfr. Declaración de la Academia Pontifi-cia para la Vida (2000). Producción y uso científico yterapéutico de las células estaminales embrionales.
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) A la pregunta ¿es moralmente lícitoproducir y/o utilizar embriones hu-manos vivientes para a preparaciónde ES? la respuesta es «no» y por lassiguientes razones:1. E em rión umano viviente es, a
artir de la fusión de los gametos,n sujeto humano con una identi-
dad ien de nida.2. En cuanto individuo humano tiene
derecho a su propia vida, por loanto cua quier intervención que
no sea a favor del embrión mismo,e transforma en un acto que atentaontra ese derec o.
3. La ablación de la masa celularnterna del blastocisto (MCI) para
tener cé u as em rionarias (ES),que lesiona grave e irreparable-
ente al embrión, es un actogravemente inmora y gravemente
lícito.4. Ningún fin considerado bueno,ea o no de carácter terapéutico,ustifica una intervención antes
declarada inmoral.) A a pregunta: ¿Es mora mente ícito
realizar la denominada clonaciónterapéutica a través de la producciónde em riones umanos y su sucesiva
destrucción para la obtención de cé-lulas embrionarias (ES). La respuestaes «no», por as razones anteriormenteexpuestas.
) A la pregunta: ¿Es lícito utilizar lasES, y as cé u as di erenciadas deellas obtenidas, proporcionadas porotros investigadores o disponibles ene mercado? La respuesta es «no». Yello por: 1) Si se comparte la inten-
ionalidad del agente dador, se tratade una «cooperación formal». 2) Si noa comparte, uti izar as supone unautorización o apoyo explícito de tal
procedimiento.d) En sucesivas dec araciones, y en a me-
dida de su reconocimiento científico,e ha venido suscribiendo, además,a icitud mora de uso para inves-igación y terapéutico de las células
adre de origen adulto o somáticas,por no darse aquí e daño directo y
a muerte embrionaria. También laicitud moral de las procedentes delordón um i ica .
4. Propuestas en e e ate ético e ascé u as ma re
esde los conceptos que derivan deas ideas expuestas, es evidente que a
investigación con células madre y laMedicina regenerativa que de ella puedaun día derivar, tiene que respetar a vidade los embriones humanos, y debe evitaro soslayar el manejo y manipulación dea corporeidad de estos diminutos indi-
viduos, para los cuales el compromisodoctrinal de los católicos demanda laconsideración y e estatuto de persona.
a doctora López Moratalla lo ha ex-presado con claridad en su artículo: másque nunca e cientí co tiene que pregun-tarse sobre «el material de partida quemanipula», no cabe la ambigüedad, cuála natura eza y e signi cado onto ógico
de la entidad, natural o artificial, que sedeshace entre sus manos. De igual modo—añado— e cirujano que se propusieratrasplantar células de origen embrionario
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oluciones a la sociedad y de razonar susrgumentos. Éste es el gran desafío deos ioeticistas de raigam re cristiana:nvestigar, descubrir y proponer caminos
que permitan el conocimiento del hombredentro de a propia verdad de om re, a
odo de una praxis, y aportarlo en el grandiálogo mundial de la sociedad21.
¿Cuá es son éstas a ternativas? puedeer la primera pregunta; y cuáles los argu-entos éticos de que podemos servirnos
para esta ecer un orden de pre erencia
tica y moral, la segunda. . Comencemospor conocer las alternativas.
A mi juicio, e aná isis más rea istaobre el debate ético de las células madre
ha sido llevado a cabo por el denomina-do Consejo e Bioética e Presi ente 2 sesora al Presidente de Estados Unidos y
que, entre 2003-2005, durante la presiden-ia de León R. Kass, de atió so re o que
podríamos llamar el núcleo del núcleo deldebate de las células madres, es decir, lasposi es a ternativas cientí cas y éticas auso de células madre embrionarias en lainvestigación. Sus aportaciones no son lasúnicas, ciertamente, ni se trata de únicodiscurso disponible. Porque sería comoolvidar las diversas intuiciones moralesque, en estos ú timos años, an a oradoa nuestro alrededor y en otras áreas delmundo. Si voy a servirme del documen-to americano no es so o por su por su
estructura y sistematización, sino por supropio debate interno, que parece reflejaro que pudiera acerse entre nosotros y
que hoy se percibe como prácticamenteinalcanzable.
rescindiendo de contexto en e quese desenvuelve el documento —propiodel mundo norteamericano— los bioeti-cistas de di erente mode o ético a í con-
citados exploraron, desde una perspectivapreliminar, las posibles alternativas a lascé u as madre em rionarias (ES) que, oyse elevan como material imprescindible (¿)en el mundo de la investigación, y que,como núc eo mora verte rador, evita-rían —en mayor o menor medida— ladestrucción directa de los embriones
umanos .
21 Amar al mundo apasionadamente noignifica demonizar el conocimiento científico que se
entra por vericuetos err neos. igni ica proponeroluciones razonables a la sociedad, aunque éstas
no sean las mejores —las que todos desearíamos—unque solo sirvan, en definitiva, para «aminorar»l mal. Significa asumir nuestra responsabilidadndividual como ciudadanos, sin blandir o escon-ernos bajo la tutela de la ortodoxia doctrinal. Yignifica consumir nuestro tiempo en esa parcela
el conocimiento que, por vocación especialísima,nos pertenece. Para servir servir; y servir significaonocimiento profundo de las cuestiones, com-
prensi n, raciona i a y en nuestro tiempo muc oiálogo, mucho contacto con nuestros adversariosorales, mucha transacción e ideas claras sobre lo
undamental, sobre el objetivo que no se puede so-eter a debate, el muro infranqueable que vertebra
nuestra opción fundamental.22 The President`s Council on Bioethics,
Alternative Sources of Human Pluripotent Stem Cells., A White Paper» (2005). http://www. Bioethics.gov
3 En este trabajo, el autor ha prescindidode incorporar una reflexión sobre los fundamentosfilosóficos y antropo-biológicos que pudieren carac-terizar el «sí mismo» del embrión pre-implantatoriodesde una perspectiva ética, y fundamentar laaceptaci n o e rec azo mora e una etermina aintervención sobre el embrión. Un apunte de locual puede verse en: Manuel de Santiago, «Haciaun estatuto ético de la intervención embrionaria», En-cuentros teológicos V, Centro de Cultura teológicade Guadalajara, 2005.
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Cuatro son los ámbitos biológicos que, juicio del Consejo, permitirían disponer
de cé u as madre em rionarias o simi areslas embrionarias, y que soslayarían la
destrucción embrionaria directa:
(1) Por extracción de células embrionariasdesde embriones ya muertos.
2 Biopsia no perjudicia de em rionesvivos.
(3) Por extracción de células embriona-rias- i e desde sistemas ce u ares no
embrionales artificialmente creados(agrupaciones celulares del tipo de lasem rionarias, o tenidas por ingenieríagenética).
(4) Por «desdiferenciación» de célulasmadre adu tas en ase posterior a apluripotencia.
Para todas as propuestas e Consejo
nsiste en que, respecto de estas células, loque determina su eficacia como alternati-va a as em rionarias (ES) es su capaci a funcional, sto es, su potencial utilidad
no su punto de partida (embriones,é u as madre adu tas, agrupaciones deélulas embrión-like artificiales, etc).
En la propuesta (1) las células pluripo-entes son verdaderamente em rionarias,
s decir naturales, pero se obtienen desdembriones precoces procedentes de laIV que espontáneamente an muerto;cuya muerte los autores fundamentan
n el cese irreversible de sus divisionese u ares, pero en cuyo seno, a gunos
presentan, a la vista, blastómeros aparen-emente normales y sanos.
La propuesta procede de Dona d W.andry y Howard A. Zucker, dos médi-
cos de la Universidad de Columbia, queen 2004 publicaron una revisión sobrea materia en a que sostienen que,
tras la fertilización in vitro, un elevadoporcentaje de los embriones que alcanzae estadio de 4-8 cé u as permanece ensituación de cleavage arrest, es decir, ensituación de parada n el proceso de susdivisiones ce u ares; esto es, a evidenciamorfológica de que sus células han deja-do de dividirse. La experiencia científicaparece esta ecer que a mayoría de estos
embriones nunca reanuda su división ce-lular, nunca forman blastocistos y nuncase imp antan. Cuando se es investiga,se descubre que la espontánea parada desus divisiones celulares está asociada conseveras anoma ías cromosómicas, aunquealgunos no exhiben anomalías genéticasdistinguibles, siendo sus blastómeros nor-ma es en apariencia (a gunos son simp es
mosaicos).andry y Zucker proponen que estosastómeros aparentemente norma es,
de embriones que no se dividen niposiblemente lo harán, sean utilizadoscomo uente a ternativa de cé u as madreembrionarias para investigación. Paraello aducen el argumento de que, enrea idad, están muertos. Pues, aunque se
trata de una muerte real, ésta sería aúnsolo funcional, porque desde el punto devista io ógico a gunos o muc os em- briones aún no habrían experimentadolos cambios morfológicos e inequívocos
4 Donald W. Landry y Howard A. Zucker,«Embryonic death and the creation of human em-
bryonic stem cells», J. Clin. Invest. 114: 1184-1186.
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de lo que podríamos llamar la pudrición.rean así un nuevo concepto, el de muerte
rganísmica es decir, e de organismosuertos ya funcionalmente y en proceso
de muerte biológica irreversible en cues-ión de oras. Los autores esta ecen unanalogía entre estos embriones y los pa-ientes «en muerte cerebral», sostenidoson vida de modo arti cia para que seanuente de órganos para trasplantes, unaituación que es moralmente aceptada. Y
piensan que os criterios ap ica es a es-
os muertos cerebrales se pueden aplicargualmente a los embriones funcional-
ente muertos, en situación de muerterganísmica.
El problema moral surge respectomodo de asegurar que un em rión
que no se ha dividido en las pasadas 24horas —pero cuya apariencia no denota
uerte—, esté verdaderamente en esta-
do de muerte organísmica y en procesonmediato de muerte biológica. Parao, proponen a práctica de un estudio
xperimental con el objetivo de identificarna serie de marcadores bioquímicos y
ísicos que corre acionen con e tiempode vida del embrión al suceder la parada
permitan al investigador garantizar suuerte. Se trataría de uscar criterios
nuevos, adicionales, que adelanten yseguren el proceso de la muerte en elque se desenvue ve a io ogía de estosmbriones, perdida su capacidad de divi-
dirse. Los autores destacan, sin embargo,que a experiencia de a práctica de a FIVespecto del proceso de muerte de estosmbriones, podría ser suficiente para
derivar cé u as madre em rionarias desdestos embriones en parada.
¿Qué juicio ético inicial nos mereceesta primera propuesta del Consejode Presidente? Pues que, ásicamente,resulta atractiva si un día se garantiza-ra que los embriones procedentes delproceso de a FIV están verdaderamentemuertos, un viejo tema ya debatido entrenosotros 5 y tras asegurar que la FIV, entodos os casos, no se eva a ca o con epropósito oculto de obtener células madreembrionarias. Es decir, se trataría de vercómo imp ementar e enómeno en os
protocolos de la FIV.as objeciones ticas a que se habría
de responder son as siguientes:
1) ¿Cómo estar seguros de que los em-riones en parada están muertos?
2) ¿ Pueden estos embriones a los que sextraería su MCI representar un riesgodiciona posterior?
3) ¿Cambiaría el proyecto el significadolos incentivos de la FIV?4) ¿Cómo articu ar e consentimiento
nformado?5) ¿Hay suficiente analogía entre la
tención de cé u as desde estos em- briones funcionalmente muertos y la
xtracción de órganos y tejidos desdepersonas con muerte cere ra ?
eservaremos nuestro juicio a un mo-mento posterior.
onsideremos ahora la propuesta (2).Alude a la extracción de una o dos célulasdesde em riones vivos, a modo de una biopsia, tal como se lleva a cabo en el
5 Cfr. Aznar, J: El criterio de la no viabilidaden células embrionarias Diario Médico, 18-3-2003.
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diagnóstico genético pre-implantatorio(DGP); dado que existe un momento ena vida de os em riones precoces en e
que esto sería posible, sin aparente dañopara sus vidas y desarrollo ulterior hasta
nacimiento como niños sanos. Se po-een evidencias de que tales blastómeros,olocados in vitro, tienen capacidad dexperimentar una evo ución acia cé u-as pluripotentes, hacia células madrembrionarias como las directamente ex-raí es de un astocisto . En e proceso
del DGP, y en conjunción con la FIV, seuelen extraer 2 células de las 6-8 células
de un em rión joven, procediéndose aa investigación cromosómica de estasélulas. Si no son anormales, el embriónometido a esta singu ar « iopsia» sue eer insertado en el seno materno. Unos
1000 niños habrían sido gestados en elundo por este procedimiento, y un
número muy superior —se puede aña-dir— los que habrían sido destruidosn e proceso de a DGP. Una di erenciamportante objetivaría este método y elrdinario de extracción de células madre
de a masa ce u ar interna de astocisto(estadio de 100 células), pues ésta últimamplica la destrucción de la estructura
peri érica de astocisto con daño de
rofodermo, incapacidad de implantaciónmuerte ulterior del embrión.Si en a propuesta anterior a duda
oral nacía de la cuestión de si los embrio-nes están verdaderamente muertos, aquía principa di cu tad ética deviene de
posible daño que se lleva a cabo sobre losembriones vivos «biopsiados». Hablandoc aramente, a iopsia practicada en osDGP no puede garantizar que se realiza en beneficio del futuro niño, pues el procedi-miento en nada ayuda a os em riones quefinalmente son implantados. Y además,los embriones genéticamente sanos trans-eridos a seno materno, pueden evar
consigo algún daño genético desconocido,por agresión de la propia biopsia a que
an sido sometidos. No estoy juzgando
la DGP cuyo principal obstáculo morales la selección embrionaria que implica ya muerte de os em riones en ermos que
supone, entre otras objeciones. Mirandoal dilema de la extracción de blastóme-ros para cu tivo de cé u as madre, ayque destacar la objeción de Schatten deque, aunque tras la biopsia no mueran(¡cuántos sí morirán en e aprendizaje de
la técnica y por otras razones!), es evidenteque el posible daño al embrión individual—a ese individuo umano incipiente yconcreto— no tiene lugar en el contextode una intervención para su beneficio, sinoque ésta se produce para e ene cio deotros, a través de los cultivos de célulasmadre que puedan obtenerse.
e trata c aramente de vidas umanas
instrumentalizadas y sometidas a unatécnica dudosamente inocua, que no seorienta a su ien persona ; pues e em- brión no es tratado aquí como fin sinocomo medio. Desde la consideración deltrato como persona, podríamos pensarque el embrión nunca puede ar suconsentimiento y siempre asume impo-sitivamente e riesgo de un daño ísico opsíquico ulterior.
26 Cfr. Strelchenko, N. et al.: Morula.derivedhuman embryonic stem cells Reproductive BioMedi-ine Online 9 (6), 623-629 (2004).
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Estas severas objeciones podrían serpaliadas cuando, dependiendo su existen-ia de os padres, a intervención so re embrión se llevara a cabo en su beneficio,
para curarle de una enfermedad genéti-a. Una cé u a conduciría a diagnóstico
genético, y la otra serviría como puntode partida de un cultivo de embrionariaspara ser e ap icadas con intención tera-péutica. Por el contrario, la «biopsia» paraimplemente disponer de células madre
para e niño ya nacido, con pretensiones
preventivas y curativas, carece de sentidoi se pueden aprovechar, sin riegos, otrasternativas, p.e. as cé u as p uripotentes
del cordón umbilical.Además, la obtención de células con
riesgo de ser totipotentes (posi i idad bierta hasta embrión de 6-8 células)mplica la posibilidad de estar ante unigoto y, en ta caso, ante un nuevo in-
dividuo y no una célula pluripotente.as manipulaciones subsiguientes comoeórica cé u a madre conducirían a su
uerte. Y el procedimiento en aún másechazable.
No ay que decir, porque está enu propia realidad, que, al permitirsel portillo de la «biopsia» embrionariaon nes curativos, se podría a rir e
portón de las «biopsias» de los em- briones sobrantes de la FIV para usosde investigación. Cua quier apro aciónegal, pues, abre la puerta a la potencial
destrucción de muchos embriones, puesa misma compro ación de si es pe igrosa
no para ellos ya lo llevaría implícito.l Consejo tampoco ve claro que la ruta
de a « iopsia» no termine por amp iarl carácter limitativo de la FIV, abierta
solo a fines reproductivos. El proyectode Landry-Zucker se desarrolla sobre laexpectativa de em riones muertos desdela FIV, pero éste otro promovería tarde otemprano intereses utilitaristas, y desdeem riones vivos.
a propuesta (3) ofrece una ventajaética sobre las anteriores: Aquí no semanipu an em riones umanos, antes bien el esfuerzo imaginativo de la cienciase esfuerza por hallar material de célulasp uripotentes sin a participación instru-
mental de los microscópicos individuoshumanos.
) A propuesta de miem ro de a Co-misión William Hurlbut, los bioeticistasdebatieron sobre lo que éste denominó«trans erencia nuc ear a terada» (TNA),una tecnología que se propone producircélulas madre pluripotentes dentro deun sistema ce u ar contro ado, que uera
biológica y moralmente análogo a un«complejo cultivo de tejidos».a propuesta consiste en modi car e
procedimiento de la transferencia nuclearde una célula somática, hasta ahora utili-zado para producir em riones c onados.En la clonación al uso, el núcleo de unacélula somática es introducido en un óvu-o a que se a extraído su núc eo. Y tras a
manipulación oportuna el producto es unembrión clonado27. La manipulación dis-curre o transita desde e primer momento
7 Para muchos investigadores, ni aún asíse tiene la certeza de que se haya conseguido unaverdadera reprogramación a cigoto humano, y quee supuesto c on tenga capaci a para proseguiren su andadura vital, ser capaz de implantarse,multiplicarse, crecer, madurar y experimentar elnacimiento.
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hacia la construcción de un embrión, seonsiga éste o no; es decir, el método
discurre en todo momento con materia esnaturales no modificados y busca, comol encendido de un motor, la chispa que
ponga en marc a e proyecto vita deproducto biológico que llamamos clon.
i esto ocurriera realmente (está por verque sea posi e), e código genético deste nuevo ser ofrecería un claro pergeño
de humano.Aquí, en a propuesta ética de Hur -
but, el núcleo de la célula somática que vaser insertado es modificado con carácter
previo a proceso de trans erencia a óvu-o, de tal forma que la entidad biológicaesultante —el artefacto biológico— mien-ras sirve como uente de cé u as madre
pluripotentes, carece de los atributos biológicos esenciales para transitar hasta
a producción de un verdadero cigoto c o-
nado. La alteración de los genes inducidan estos núcleos por ingeniería genéticampediría e proceso de constitución den verdadero organismo; se habría anula-
do la vertebración integrada y organizadade as cé u as resu tantes de as sucesivasdivisiones de este artefacto biológico, alque voy a llamar «seudo-clonación». No
a ría pues un verdadero código umano
tampoco una verdadera embriogénesis.abría células madre con apariencia dem rionarias, pero no a ría em rión. La
disgregación de este artefacto biológico,uyo código genético nunca transitarían e sentido de un verdadero em rión
—por expresarlo de algún modo—,no significaría destruir un embrión, nixistiría daño o pe igro para un em rión
porque sencillamente no habría embrión.
Forzando y aun deformando su signifi-cado etimológico, a fuer de inteligibles,diríamos que rente a una c onación«mala» estaríamos ante una especie declonación «buena», una seudo-clonaciónéticamente admisi e.
¿Estamos ante una opción ética asu-mible? Aunque lo consideraremos másade ante, quiero ade antar aquí que apropuesta de Hurlbut fue ya intuida porLópez Moratalla dos años antes y a sutravés por mí conocida. La posi i idad
de utilizar la tecnología de transferenciade núcleos, no para crear clones sino paradiseñar un sistema no em rionario —detejido embrioide— cuya disgregación pro-porcionara células madre de propiedadessemejantes a a em rionarias (ES), parafines terapéuticos, me pareció fascinante.Modificada la «forma» del futuro códigogenético, impedida a crista ización de
un verdadero zigoto y toda previsibleevolución a blastocisto, parece teórica-mente c aro que no ay código genéticohumano y podría quedar abierta, sobreel papel, una ruta de excepcional interéspara e uturo .
8 Así lo entendí cuando propuse esta fór-mu a a os miem ros e a e egaci n españo a en
la Convención Internacional contra la ClonaciónReproductiva, reunidos en New York —en NacionesUnidas— allá por octubre de 2002; una proposiciónque, finalmente aceptada, fue propuesta a la Secre-taría de la Convención y que, horas después, recibíael apoyo, primero de Estados Unidos y después de
asta naciones, contri uyen o a a errota eavanzado proyecto sobre clonación de las nacionesconvocantes (Francia y Alemania), cuya aprobaciónhabría supuesto libertad para la denominada «clo-nación terapéutica» (cfr. Documentos de NacionesUnidas).
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b) Pero, además de la propuesta deurlbut, se pueden imaginar otras formasmétodos de construir estructuras io-
ógicas artificiales, embrión-like, seudo-mbrionarias, con capacidad de produciré u as p uripotentes. Es e caso de a
partenogénesis. n efecto, Karl Swann yolaboradores, en la Universidad de Ga-es, an mostrado que es posi e engañar
bioquímicamente dentro de su «ordena-iento» a un ovocito y conseguir que se
omporte como erti izado. Los óvu os
ratados así se dividen hasta blastocistos(50-100 células), punto a partir del cualpodríamos o tener cé u as p uripotentesdel huevo partenogenético. Aunque estaapacidad de división subyazca duranteuc os cic os, e astocisto partenoge-
nético es considerado por los expertosomo totalmente carente de potencial
para desarro ar un ser umano.
Obviamente, si esta tecnología fuerapuesta a punto, sobre la obtención deé u as p uripotentes no gravitaría e coste
de la producción o destrucción de em- briones humanos. No sólo es que no tieneposi i idad de desarro ar un ser umano,s que —como diría la Dra. López Mora-alla— no se trata de un embrión humano.
primer nive de in ormación genética
del artefacto partenogenético carece dea información procedente del gametoascu ino, que es inexistente. Aunque,
iertamente, el único experimento quegarantizaría lo dicho es la inserción de un
astocisto partenogenético en e seno dena mujer y la comprobación de que su
vida no progresa. Pero esto es rotunda-ente inmora . Por o tanto, para a gu-
nos, la verdadera condición o identidad
biológica del blastocisto partenogenéticopermanecerá controvertida.
demás, tam ién está por con rmarla utilidad de estas células pluripotentespartenogenéticas, es decir, si su genoma—si su in ormación genética de primernivel— le permite un desarrollo ulteriory una manejabilidad en condiciones simi-ares a as estamina es verdaderamente
embrionarias .n suma, es indudable que estamos en
una ase propositiva muy inicia . Por eso
surgen diferentes objeciones éticas a lasque habrá que ir contestando. La primerade as cua es es si e arte acto io ógico quehemos diseñado no es sino un verdaderoembrión, solo que defectuoso. No es malao jeción so re e pape . Hur ut mantieneque la alteración genética introducidaen el núcleo trasplantado antes de sertrans erido a óvu o, además de romper
la condición de «organismo», previenela embriogénesis, por lo que el artefactoio ógico que sintetiza no posee una con-
dición genética humana. Además, no setrata de introducir una alteración genética—de oquear 1,2 ó 3 genes tras a apari-ción de un cigoto— sino que el «daño»introducido es previo al estado de zigoto.Hur ut compara e arte acto io ógico a
un cultivo de tejido, a una teratoma o auna mola, de los que nunca sería proble-mática a extracción de sus cé u as.
in embargo, algunos críticos argu-mentan que se trata más bien de una enti-
9 En USA, por ejemplo, la enmienda Dickeyprohibe la concesión de fondos federales para inves-tigaciones que pue an causar año a os em rionesproducidos.
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dad humana a la que deliberadamente seha convertido en gravemente defectuosa;que una manipu ación genética quempida la embriogénesis no modifica el
hecho de crear un embrión incapacitado,in perspectiva de vida, so o que desdentes del zigoto. Además, la percepción
de las personas acerca de la realidad deste «arte acto io ógico» puede depender
—se afirma— de lo fácil o sencillo queea deshacer el defecto genético sobreu inicio o so re un momento evo utivo
lterior. La facilidad para activar o des-ctivar el defecto genético introducido, eso que más a a vista dotaría de sentido aa afirmación de que es un embrión o no,
ás que la manufactura misma de unastructura no-organísmica arti cia .
Con todo, incluso si puede ser demos-rado que el artefacto no es un embrión,
de ate ético se desp azaría a si es de-
eable el «abuso» de producir entidadesmbrioides por supresión voluntaria dedeterminados genes, imprescindi espara la aparición de un verdadero zigo-o y embrión humano. Y detrás de esta
preocupación, e miedo a dominio dehombre a través de una manipulacióngenética incontrolable. Para algunos, elproyecto consagra una intervención des-
ructiva sobre el genoma, una grave ma-nipulación genética aunque sea para unn ueno. La TNA sería o jeta e por síisma, y ofensiva moral y estéticamente.
ospechosa, en síntesis, de creacionismo,de a producción de arte actos con vidahumana y de la manufactura de formas biológicas intermedias pero «suficiente-
ente umanas» para no ser vistas comoateriales de utilidad biomédica; pero no
suficientemente humanas para impedirsu anti-ética destrucción o explotación.Tecno ogía que podría amp iarse en unosaños a intervenciones de «ingeniería»genética, caóticas y desorganizadas, enem riones de mayor edad o en etosreconocidamente defectuosos; ingenieríagenética, en suma, que se adentraría,tarde o temprano, por caminos impre-decibles. Es decir, la famosa «pendientedeslizante», la idea de que si se transigeen esto se aca ara transigiendo en todo,
que la técnica de la TNA puede dispararla legitimación social de la ingenieríagenética, con apertura a o desconocido.Desde esta perspectiva, la posibilidadde que el material necesario se amplíea os em riones conge ados tampoco esdesdeñable, siempre bajo la retórica de lanecesidad de disponer de tejidos o inclusode órganos para sa var vidas umanas.
inalmente, otra fuente de objecionesderiva de la necesidad de disponer deóvu os para a TNA, de ovocitos o te-nidos para propósitos de investigación.Obtención desde mujeres que requiere dea estimu ación ormona , una práctica no
exenta de riesgos que puede ser aceptablecon miras a la consecución individual deun ijo, pero no tanto para propósitos
de investigación. Se potenciaría cadavez más la percepción social del óvuloy de espermatozoide como materia esfungibles. Frente a ello se argumentaque si la obtención de óvulos se aplica aevitar a destrucción de em riones ien justificada está, dada la diferencia onto-lógica entre un gameto y un embrión.Además, ca ría a posi i idad de o teneróvulos no de mujeres donantes sino de
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varios procedentes de actos quirúrgicosdesde cadáveres. Una investigación que,
omo se ve, está en ase muy pre iminar.urlbut responde a todo esto diciendo
que, nada de ello tiene que ocurrir si elm ito de as investigaciones permanecen el mundo científico y en un marco dentenciones terapéutico; y que muchas deas actua es intervenciones terapéuticas
poseen un origen que podría suscitarguales inquietudes. Además, más que la
pendiente des izante, e proyecto de ni-
ía o suscitaría la distinción de lo que eshumano de lo que no lo es y, por tanto,epresentar una guía mora para e avance
de la ciencia en el respeto a la dignidadhumana y, en suma, para la erección deorporaciones que, tra ajando en inge-
niería genética, distingan perfectamenteo aceptable de lo inaceptable, lo que estico de o que no o es.
Finalmente, la propuesta (4) representan camino diferente para producir célulasp uripotentes. Se trataría de reprogramarélulas madre somáticas —células madredultas— de forma que sea posible res-aurar en e as a p uripotencia propia deas células embrionarias, de promover, enuma, lo que podríamos llamar una «des-
di erenciación» ce u ar. E o stácu o prin-
ipal no es aquí de naturaleza ética sinoécnica, puesto que el diseño no implicareación ni destrucción de em riones.ero parece necesario superar dificultades
écnicas y proceder a algunos avancesecno ógicos antes de que esta des-di e-enciación pueda ser alcanzada. El día
que esto pudiera ser posible, la reversiónestado de p uripotencia de as cé u as
utólogas del cuerpo, representaría una
gran fuente de células individualizadas,personalizadas, inmuno-compatibles, deinca cu a e va or en a Medicina Rege-nerativa.
a des-diferenciación de las células so-máticas natura es está igua mente en unaetapa preliminar y es demasiado prontopara saber si será finalmente posible.Desde a perspectiva ética, como ya seha aludido, el único problema es el quela desdiferenciación condujera, por error,a cé u as totipotentes, y aun más que, in-
dividualizadas, evidenciaran un potencialde diferenciación embrionaria: estaríamosen onces an e un aná ogo de zigoto, teó-ricamente en presencia de un embriónhumano con todos sus derechos.
ina mente, tam ién ca e pensar enuna posible des-diferenciación fidedig-na, desde el conocimiento que puedaaportar a investigación so re c onación.
En la SCNT (transferencia de núcleos decélulas somáticas) o clonación, un núcleode cé u a somática es reprogramado pararetroceder al estado de totipotencia portransferencia al interior de un ovocitoenuc eado. Se piensa que, en e citop as-ma del ovocito, están presentes factoresen alguna medida responsables de lareprogramación (y tam ién en cu tivos
de células embrionarias) y, de ahí la des-diferenciación de ese núcleo de stem celladu ta. E ais amiento de estos actorespodría representar un paso decisivo enla des-diferenciación de células somáticasnatura es. Si a cé u a desdi erenciada espluripotente el objetivo ético estaría con-seguido; pero si se fuera demasiado lejosy a cé u a adquiriera a totipotencia, eresultado final puede no ser una tem cell
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—una célula madre— sino una entidadque desde el punto de vista funcionalpodría ser equiva ente a un zigoto, y poranto se abocaría a una curiosa thical soup
—como define el texto—, a un contrasen-ido, a un asco idéntico a ya a udido yl que habría que buscar una soluciónoral. Por lo tanto, la investigación enmarco de a des-di erenciación de erá
er muy cuidadosa, a fin de evitar estosallos. Dada la complejidad del proceso, yo poco que aún se conoce so re estos ac-
ores, no es de esperar que esta soluciónste preparada en un inmediato futuro.
5. Una aproximación ética al debate deas cé u as ma re
Con arreglo a los criterios morales,nteriormente explicitados, las propues-as de Consejo de Presidente pueden
er enjuiciadas como un esfuerzo loablepara cohonestar la dignidad inherente delm rión o individuo umano, en su etapa
precoz del desarrollo, y la búsqueda deélulas embrionarias o semejantes a lasm rionarias.
Nos limitaremos ahora, para finalizar, adelantar un juicio ético normativo dispo-
ni e para un de ate de ética civi —como
a afirmábamos al principio— que res-pete nuestras comunes convicciones yque, como juicio que tiende a aminorar emal quede abierto a soluciones diversas,egún se perciba y según los criterios
que manejemos para a e ección de asejores rutas alternativas a la obtención
de células madre, siempre anclados enste momento istórico de conocimientoientífico.
) Desde el punto de vista de la apli-cación terapéutica de la tecnología de cé-u as madre e único camino que cump e
criterios de racionalidad científica y quecarece de reservas morales —supuestosos criterios de toda correcta investigación
en humanos— es el uso de células madrede origen adulto, ya sean de extracciónpuramente somática, ya sea as de cor-dón umbilical, ya sea, con más reservas,las procedentes de fetos obtenidos desdea ortos espontáneos.
) Reconocida la incapacidad de lascélulas madre embrionarias para su uti-ización en a Medicina Regenerativa, su
aplicación para fines terapéuticos es tam- bién rechazable desde el punto de vistaético. Además, desde e punto de vistade la categorización de embrionarias,puede afirmarse que toda investigaciónque parta de a destrucción de em rio-
nes, sea cual sea el fin que persiga, esmoralmente rechazable. Esto implicaque queda rec azada enérgicamente aproducción de embriones con este fin ytambién el aleatorio uso de embrionesvivos so rantes de a FIV.
) Sin embargo, no es lo mismo des-truir embriones para obtener células plu-ripotentes que uti izar em riones muertos
con el mismo propósito. En todo caso, elanálisis ético de las diferentes alternati-vas jadas por e Consejo de Presidenteabre expectativas éticas nuevas que sonde gran interés, aunque en el momentoactua de a investigación carecen de re-frendo experimental.
omo simples rutas alternativas paraa o tención de cé u as p uripotentes sin
daño embrionario, el punto de vista ético
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—al que me he adherido en el principiode mi intervención— sugiere el siguiente
rden de pre erencias respecto de as ru-as más despejadas de reservas morales:
1. En a propuesta 4 no se manipu an nise destruyen embriones. Si la tecnolo-gía es un día capaz de obtener célulasp uripotentes desde cé u as somáticas,el objetivo de obtener material parainvestigación básica y clínica se ha-
ría conseguido impiamente. En e
incesante evolucionar de la ciencia,el descubrimiento de los genes quecon guran a p uripotencia es a goque se percibe inminente, y detrás deello nuevos modelos de intervenciónso re e genoma ce u ar escasamenteimaginables.
. Resulta atractiva igualmente e inicial-mente impia de reservas mora es,
la propuesta 3, esto es, la obtenciónde artefactos biológicos previos a laidenti cación de principio de a vida.Especialmente la trasferencia nuclearalterada (TNA). A nuestro juicio, unaa teración sustantiva de código gené-tico del núcleo somático a transferir,en un momento previo a la activaciónde a reprogramación de seudo-c on,
desnaturaliza toda posible condiciónembrionaria humana. A mi modes-to entender no ay una verdaderaclonación, y no hay pues embrión.Un daño genético severo previo a lacondición em rionaria, que imp iqueun bloqueo total e irreversible de latransición organizada de los sucesivositems em rionarios, con incapacidadpara producir cigotos, impide la
onstitución esencial de un individuohumano.
esde una aproximación diferente sepodría decir que una severa alteraciónde a «esencia» de o umano —de omaterial— a nivel genético, adecuada-mente realizada y de forma previa a laexistencia, es a modo de una eri a on-tológica mortal, suficientemente profundapara negar «humanidad» a la estructura
io ógica resu tante.
parte de que la clonación en huma-nos, en el sentido estricto del término, noparece a erse conseguido, e designiode la TNA ni configura, ni conforma,una verdadera clonación y por lo tantono a ría em rión. No se constituye unaverdadera clonación en la medida de quetal estructura carece, en todo momento,de a identidad de «organismo» y porque
nunca transitará a la condición embriona-ria en sus etapas sucesivas.unque desde una mera intuición
moral tengo escasas reservas sobre laidentidad del artefacto así obtenido, sías tengo y su cientes para, por razones
prudenciales, no estimular la validez dela ingeniería genética en estos momen-tos; y estimo razona es a gunos de os
argumentos de la pendiente deslizante, si lacuestión no es sometida a un claro orde-namiento jurídico universa y vincu ante.Por otra parte, sobre su utilidad ulterior,real, pueden caber reservas amplias, perotam ién a posi i idad de que a ciencialas resuelva. Pero esto, en todo caso, noimplica una reserva ética.
ergo tam ién reservas cientí i-cas respecto de la utilidad de la célula
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mbrionaria procedente de un huevopartenogenético, pero, en cualquier caso,a ruta es éticamente impia. No pare-e objetivo pensar que en su contexto
pueda darse la muerte de un embriónumano.
) La atractiva propuesta sobre el usode os em riones unciona mentemuertos —que nuestra vieja ley dereproducción asistida, 35/1988 de 22de noviem re, denomina a preem-
briones no viables— presenta severasreservas morales, pues si mantenemosque cada em rión es un sujeto conderechos inalienables, un individuohumano que exige trato de persona,a muerte por error de un em rión
vivo ya dejaría de justificarla. En tantola garantía de la muerte embrionariano sea una radica rea idad, cientí ca-
mente indubitable, es preciso reservartodo juicio ético. Además, su acepta-ción socia incorporaría otra «uti idad»teóricamente estimable, a los ojos de lasociedad, a la FIV, contribuyendo a suconso idación ética; de a guna ormapodría llegar a ser una contribuciónformal y voluntaria a una tecnologíamora y éticamente rec aza e.
D) La tecnología de la «biopsia»m rionaria es rec aza e, pues no se
garantiza, por error o fallo de la técnica,a sobrevivencia embrionaria. Tampocos comp etamente seguro que a técnica
no induzca daño genético a la larga. Sólon el caso de que tal biopsia se produjera
para sa var a vida de propio em riónnfermo, el caso adquiriría consistencia
ética. Pues si los blastómeros puedenser normalizados por cirugía genéticay su imp ementación a em rión seabriera como científicamente posible, sureflexión ética adquiriría una perspectivadi erente.
6. Conc usión
n suma y para finalizar, asistimos aun nuevo e interesante ámbito de la cien-cia en ase muy pre iminar, so re a que
se han depositado grandes esperanzas.Desde una perspectiva ética, el dilemaradica en que estos avances parecen irencadenados a la destrucción de vidashumanas incipientes, en el contexto deun tiempo istórico que se muestra in-capaz de reconocer las reservas moralesque gravan las vías emprendidas. Eneste marco, só o os undamentos éticos
sobre la dignidad de la vida humanaen cualquier momento de la existenciaincorporan una uente normativa y rec-tificadora a la fascinación, la ambición ylos diferentes perfiles de utilidad que seinvo ucran en a cuestión de as cé u asmadre. En buena parte del mundo, elutilitarismo y el cientifismo biomédico sea ían o stinadamente contra as ógicas
reservas morales que se elevan desdetodos los ámbitos.ada está su cientemente ganado ni
perdido, pero es cierto que la MedicinaRegenerativa discurre sobre una verdade-ra encrucijada mora . Pienso que nuestropapel a nivel individual y como Asocia-ción es el de estar siempre en el meollode de ate mora , cua quiera sea nuestrolugar en la sociedad y aunque entre noso-
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ros no se dé plenamente la identidad deuicios morales de dos gotas de agua. Nomporta; porque os undamentos mora es
que nos asisten son los mismos.He procurado dimensionar mis pun-
os de vista desde a prudencia peroambién desde la convicción, sobre todon cuestiones que permanecen abiertas,
y sólo aspiro a que su comprensión hayapodido contribuir a dar luces nuevas a lacomp ejidad de este apasionante de atemoral al que, sin duda, todos estamosconvocados.
ecibido: 07-07-2006
ceptado: 28-07-2006