Anatoli F. Schulgovski
Doctor en ciencias históricas, jefe del departamento
de problemas sociopolíticos del Instituto de
América Latina (Academia de Ciencias de la
URSS).
CATEDRA
BOLIVARIANA
EL PROYECTO POLITICO DE
EL LIBERTADOR
ANATOLI SHULGOVSKI
Ediciones CEIS
Bogotá, 1983.
Recopilación de las conferencias
dictadas por A. F. Schulgovski en
Bogotá y Cali, en febrero de 1983.
Traducción del ruso: Carlos A. Duffo
Derechos reservados por el Centro de Estudios e
Investigaciones Sociales
(CEIS).
CONTENIDO
Pág.
Introducción …………………………………….. 7
La lucha ideológica en torno a la personalidad
de Bolívar …………………………………….. 10
Bolívar y la guerra de liberación de las colonias
españolas de América ……………………………. 16
Bolívar y el Siglo de las Luces ………………….. 23
Libertad e igualdad en la herencia ideológica
Bolivariana …………………………………….. 34
Bolívar y la utopía social ……………………………. 62
Ideología y política en las vías de desarrollo
de Colombia ……………………………………… 70
Bolívar y los liberales europeos …………………... 97
Bolívar y la religión …………………………….. 117
Bolívar y el monroísmo …………………………….. 126
El dilema trágico del Libertador …………………… 142
Bolívar y los decembristas …………………... 151
INTRODUCCIÓN
“En la historia los meritos se juzgan, no por lo que
dejaron de aportar los políticos en relación con las
exigencias actuales, sino por lo nuevo que aportaron
en relación con sus antecesores”. V. I. Lenin.
Sobre la vida de Simón Bolívar, las principales etapas de la
guerra de independencia y su participación en ellas, se ha escrito no
poco en los países de América Latina y en otras áreas; ahí están sus
obras clásicas, que han ingresado al género de la crestomatía.1 Al
mismo tiempo, es clara la insuficiencia de trabajos en los cuales se
exponga de manera sistemática las ideas políticas y filosóficas y los
ideales sociales de Bolívar, ante todo en el marco de las principales
corrientes del pensamiento social de si época. Con frecuencia estos
problemas son expuestos a la ligera, como complementación
particular de similar presentación detallada de las campañas
militares de Bolívar.
En nuestra opinión, tal método de aproximación no permite
seguir la dialéctica del desarrollo del pensamiento bolivariano, ver
el permanente enriquecimiento y profundización de sus
apreciaciones políticas sobre la sociedad y el Estado, el papel de la
personalidad y de las masas en la historia; impide comprender el
verdadero sentido de sus incansables reflexiones sobre la
Libertad y la igualdad social y sobre los caminos para la
afirmación de tales conquistas en la vida de la sociedad.
1 Vicente Lecuna. Crónica razonada de las guerras de Bolívar. Nueva Cork, The
colonial press, 1950 (tres vol.); Ibid. Catálogo de errores y calumnias en la
historia de bolívar. Nueva Cork, The colonial press, 1956 (3 vol.); Cristóbal L.
Mendoza. Prólogo a los escritos del Libertador. Caracas, 1977; Augusto
Mijares. El Libertador. Caracas, 1964.
En semejante género de trabajos se estampa con frecuencia la
idea de que Bolívar, en esencia, no tenía ningún sistema
elaborado de concepciones sobre la sociedad y el Estado, y en el
mejor de los casos ellas representan algo extraño, extravagante e
incluso una fantástica combinación de diverso tipo de ideas
desvinculadas de la realidad.
En los mismo ensayos, dedicados a analizar los criterios
políticos y sociales de Bolívar, estos a menudo considerados
desde el punto de vista de su apropiación en otros países y
pueblos. De ahí, por ejemplo, la tesis sobre las inclinaciones
anglófilas de Bolívar. Lo más importante es que en los
mencionados trabajos se vierte insistentemente la idea de que en
el último período de su vida Bolívar, al parecer, se apartó de sus
anteriores ideales libertarios, acercándose a la “reacción negra”
más extrema y colocándose casi como precursor de dictadores y
tiranos que tanto han abundado en los países de Latinoamérica.2
Pero precisamente el último período de la vida de Bolívar, a
nuestro entender, es clave para comprender las particularidades
del desarrollo y profundización de sus ideas políticas y sociales.
Hasta los últimos días de su vida, Bolívar continúo siendo
revolucionario y reformador.
Es muy alentador que hayan empezado a aparecer
investigaciones cuyos autores intentan demostrar la evolución de
las concepciones de Bolívar hacia una reforma social cada vez
más clara y expresiva, sobresaliendo especialmente en
2 C. Parra Pérez. Bolívar. Contribución al estudio de las ideas políticas.
Caracas, 192; Víctor Andrés Belaunde. Bolívar y el pensamiento político de
la revolución hispanoamericana. Madrid, 1959.
Este sentido el último período de la vida del Libertador.3
Probablemente todo lo dicho con anterioridad sea en gran medida
reflejo de la compleja y contradictoria evaluación de la personalidad
de Bolívar y sus ideales sociales, la cual se conoció aún en vida del
Libertador.
3 J. L. Salcedo Bastardo. Bolívar: un continente y un destino. Caracas, 1972;
Historia fundamental de Venezuela. Caracas, 1976; Indalecio Liévano Aguirre.
Bolívar. Caracas, 1974.
LA LUCHA IDEOLÓGICA EN TORNO
A LA PERSONALIDAD DE BOLÍVAR
Una aguda lucha en torno al papel desempeñado por Bolívar
en el devenir de la independencia de los Estados americanos se
desenvolvió todavía en vida de aquél. Sus enemigos lo
calificaron de tirano y usurpador, comparándolo con Napoleón.
Empezó a elaborarse un estereotipo propio, cuando el elevado
nivel de los elogios a Bolívar por parte de algunos biógrafos
denotó una búsqueda de rasgos semejantes a los del emperador
francés.
Estos clisés y estereotipos impidieron valorar correctamente la
dimensión de la personalidad de Bolívar y de su significado
histórico, penetrar en su mundo espiritual, tener conciencia del
verdadero brío de su actividad histórica. Esto no podía por
menos de turbar y alarmar a los representantes de su generación,
que se consideró como continuadora inmediata de la causa de
Bolívar y de otros dirigentes y héroes de la revolución
libertadora.
Reflexionando sobre el significado de Bolívar para los pueblos
latinoamericanos en su famoso libro “Facundo” (1845), el
argentino Domingo Faustino Sarmiento escribió que en las
biografías se reconoce el talento e incluso el genio de Bolívar. Si
embargo, Sarmiento anotó con perspicacia que n muchas de ellas
“he visto al general europeo, a los mariscales del Imperio, a un
Napoleón menos colosal, pero no he visto al caudillo americano,
al jefe de un levantamiento de las masas (…) Bolívar, al
verdadero Bolívar no lo conoce aún el mundo, y es muy probable
que cuando lo traduzcan a su idioma natal aparezca más
sorprendente y mas grande aún”.4
Simón Rodríguez y Andrés Bello comenzaron a traducir su
acción a la “lengua materna”. Su amigo y maestro Simón Rodríguez
(1771-1854) fue un hombre a quien sus contemporáneos, por la
dimensión de su personalidad, su valor, su profundidad y escala de
ideas compararon con Saint-Simon, Fourier y Owen. Todavía en
vida de Bolívar, publicó un libro admirable por la profundidad y
originalidad de ideas, bajo la memorable denominación de “La
defensa de Bolívar. Defensa del Libertador del Mediodía de
América y de sus compañeros d armas, por un amigo de la causa
social”. Rodríguez caracterizó a Bolívar como jefe popular
republicano convencido, revolucionario, quien, al investirse de
poderes extraordinarios e inclusive dictatoriales, lo hacía en nombre
de la defensa y consolidación de las conquistas de la revolución
liberadora y de la ejecución de las reformas sociales.
Refutando las acostumbradas acusaciones a Bolívar con motivo
de sus supuestas ambiciones de erigirse en el Napoleón americano,
Simón Rodríguez escribió con indignación que tal comparación
había sido inventada desde el principio hasta el fin. Napoleón
Bonaparte pasó por el sendero del general republicano hasta
convertirse en enemigo de la libertad, en emperador cubierto de
halagos palaciegos. En cambio Bolívar, en palabras de Rodríguez,
encabezó la guerra de independencia, fundó la república y
permaneció fiel a los ideales de la libertad. Al ejército napoleónico,
que combatió por una causa injusta, Rodríguez contrapuso el
ejército de Bolívar,
Animado por elevados ideales, en bien de los cuales realizó
hazañas sin precedentes.5
4 Domingo Faustino Sarmiento. Facundo. México, 1957, Pág. 36.
En Bolívar, Rodríguez vio un estadista que no solamente
estaba creando nuevos Estados sino que se esforzaba también por
orientar su desarrollo por el camino de una “nueva filosofía
social”. Ardiente partidario de las ideas del socialismo utópico,
Rodríguez expresó la esencia de ese pensamiento en su conocida
formula de “pensar cada uno en todos para que todos piensen en
uno”,6 contrapuesta, según sus palabras, a la hipócrita fórmula
“cada uno para sí y Dios para todos”.7
Andrés Bello (1781-1865), cuyo trabajo titánico en el campo
de la cultura y de la ilustración le granjeó la gloria inmortal de
libertador espiritual, llamó a Bolívar dirigente estatal, sabio y
clarividente , que irrumpe valientemente en las inexploradas
esferas de la estructura del Estado y la forma de Gobierno,
rechazando toda copia mecánica de constituciones políticas
extranjeras , reflexionando sobre la forma de garantizar una
verdadera libertad para los jóvenes Estados latinoamericanos, no
limitándose a una repetición de los viejos principios filosóficos y
políticos.8
La evolución de las valoraciones marxistas sobre la
personalidad de Simón Bolívar tiene su propia historia. En el
curso de un largo período de tiempo, en tales variaciones
ejercieron
Influencia los juicios de Carlos Marx sobre Bolívar expuestos
en el artículo “Bolívar t Ponte”, escrito a comienzos de 1858.
5 Simón Rodríguez. Obras completas. Caracas, 1975, t. II, Pág. 353. 6 Ibíd., t. I, Pág. 228. 7 Ibíd., t. II, Pág. 126. 8 Estas ideas fueron expresadas por Bello en su famosa carta a Bolívar
(21.III.827). En ella apoyó a Bolívar en su lucha por la creación de un fuerte
Estado centralizado, basado en los elevados principios patrióticos y morales
de la justicia social (E. Orrego Vicuña. Don Andrés Bello. Santiago de Chile,
1953, Pág. 461).
En este tiempo Marx no disponía de fuentes sólidas y se vio
obligado a utilizar libros y memorias de personas que por una serie
de causas estaban predispuestas con el Libertador y se dedicaban a
veces simple y llanamente a la calumnia y la falsificación. Tal
ocurrió, por ejemplo, con las memorias del francés Ducoudray
Holstein y del inglés Hippisly. Todo ello imprimió su huella,
influyendo en el contenido del artículo de Marx y en su calificación
de la personalidad de Bolívar. Ella fue, en general, negativa.
Bolívar era representado como un separatista criollo inconsecuente
y en extremo irresoluto en su acción, ambicioso además de poder
personal, a imitación de Napoleón.9 En la valoración de la
actividad bolivariana por Marx jugó papel no despreciable la lucha
contra el bonapartismo, así como en el hecho de que en los trabajos
de los enemigos del Libertador se le dibujaba como obsesionado por
las ideas del “bonapartismo”.10
En una u otra medida, estas valoraciones se reprodujeron en
investigaciones marxistas extranjeras y en algunas de historiadores
soviéticos.
Esta circunstancia fue utilizada como pretexto por los opositores
del marxismo y del socialismo científico para especulaciones
ideológicas y políticas de especie diversa. Unos afirmaban que se
trataba de una negación general del marxismo
Del papel de la personalidad en la historia, al ignorar los valores
morales esenciales y reducir el proceso histórico a un cruel y
unilateral determinismo económico. Otros llegaron incluso a
9 C. Marx, F. Engels. Obras, t. XI, parte segunda, Pág. 618-630. 10 En los comentarios al artículo de Marx en las Obras, el Instituto de Marxismo-
leninismo se detuvo particularmente en el análisis de las causas que
predeterminaron en general una relación negativa de Marx a Bolívar (Ibíd., Pág.
753-757).
formular la existencia de cierto “odio estratégico soviético hacia
Bolívar”, argumentando para ello que el Libertador había
intervenido acerbadamente contra la política expansionista de la
autocracia zarista, como si la Unión Soviética continuara tal
política.11
Sin embargo, la dialéctica inmanente e inherente al
mismo marxismo y al enfoque histórico-concreto de un problema
como el del papel de la personalidad en la historia
predeterminaron la evolución lógica de las valoraciones
marxistas de la personalidad de Simón Bolívar.
Gran papel en el enfoque creador del significado de Bolívar
jugó el ensayo “Sobre la estela del Libertador”, escrito en 1942
por el dirigente comunista colombiano Gilberto Vieira. En las
páginas de ese trabajo Bolívar fue caracterizado como el hombre
que encabezó la revolución libertadora de los pueblos de
América Latina y la condujo hasta la victoria final.12
En la superación de las equivocadas apreciaciones del genio
bolivariano tuvieron también destacada actuación los
pronunciamientos de los latinoamericanistas soviéticos en las
páginas de la revista “Cuestiones de Historia” (Nº 11, 1956),
aportes ellos altamente valorados por la opinión pública
democrática latinoamericana. Los científicos soviéticos
subrayaron la sobresaliente actuación de Bolívar en la liberación
de los pueblos de América Latina, señalando que por sus
aspiraciones e ideales él estuvo inconmensurablemente
11 Ver: A. Brice. Bolívar visto por Carlos Marx. Caracas, 1961; Jesús
Antonio Cova. El Libertador y el odio soviético. Historia de la historiografía,
Caracas, 1961. 12 Voz Proletaria, suplemento, 18. XII. 1980.
Por encima de los representantes de la clase de cuyas filas salió.13
Importante significado para la definición marxista de la vida y la
lucha de Bolívar tuvieron los trabajos de I. R. Lavretski, que han
merecido varias ediciones en español.
A medida que se profundiza la investigación del complejo de
problemas relacionados con la vida y la actividad de Bolívar, se
descubren nuevos rasgos de su personalidad y la consonancia de sus
ideas con nuestro tiempo se revela con la fuerza de los argumentos
incontrovertibles.
“Creemos en el Bolívar de masas – se dice en resolución del XIII
Congreso del Partido Comunista Colombiano -, el que soportó
durante quince años, al nivel de sus soldados, los rigores de un
naciente ejercito de pobres. Que fraternizó material y
espiritualmente con pardos, esclavos e indios. Que desbordó a su
propia clase social al bregar porque la liberación de la patria trajese
la liberación de los hombres y la devolución de tierras a los
despojados. Que imaginó una guerra de independencia de
contenido social, con formas y estilo americanos. Que amasó una
concepción de democracia no con teorías abstractas sino con las
esencias de la América en marcha”.14
13 M. Alpervich, V. Ermolayev, J. Lavretski, S. Semionov. Sobre la Guerra de
liberación de las colonias españolas de América. “Cuestiones de Historia”, 1956,
Nº 11. 14 Voz Proletaria, 13. XI. 1980.
BOLÍVAR Y LA GUERA DE LIBERACIÓN DE
LAS COLONIAS ESPAÑOLA DE AMÉRICA
Es difícil comprender la dialéctica del desarrollo de las ideas
políticas y sociales de Bolívar en toda su complejidad y
polifacético significado sin detenerse brevemente en los
principales rasgos y particularidades de la guerra de
independencia de las colonias hispanoamericanas (1810-1826).
La guerra de independencia – o revolución liberadora, como la
llaman algunos historiadores -, llena una brillante página de la
historia de las revoluciones y guerras de liberación de finales del
siglo XVIII y comienzos del XIX, con etapas y jalones tan
importantes como la guerra liberadora de las colonias inglesas de
Norteamérica y la gran revolución francesa. Fue la época en que
cayeron los reyes y se desmoronaron los tronos, nacieron nuevos
Estados y el “viejo régimen”, el orden feudal, cedió su lugar a las
relaciones sociales burguesas.
Caracterizando la lucha anticolonial de los pueblos de
Hispanoamérica, José Carlos Mariátegui escribió: “Enfocada
sobre el plano de la historia mundial, la independencia
sudamericana se presenta decidida por las necesidades del
desarrollo de la civilización occidental o, mejor dicho,
capitalista”.15
Los latinoamericanistas soviéticos consideran que la guerra de
independencia corresponde tipológicamente a las revoluciones
nacional-liberadoras, ya que en el curso de ellas fueron resueltas
15 José Carlos Mariátegui. Obras completas. Lima, 1973, vol. II, Pág. 17.
Las tareas reliquidación del yugo colonial español y creación de
nuevos Estados independientes. Al mismo tiempo, por su esencia
social la guerra de independencia fue una revolución burguesa, por
cuanto en el curso de ella fueron promovidas las tareas de
destrucción de todo el sistema de estructuras coloniales, basadas en
la división jerárquica y de castas de la sociedad, en la explotación
colonial-servil de las masas, en la cual se combinaron, rara y
peculiarmente, elementos esclavistas y de explotación feudal de
servidumbre con elementos de explotación característicos de la
naciente formación capitalista.
La guerra de intendencia demostró el papel decisivo de las masas
populares, sin cuya activa participación hubiera sido imposible
echar abajo el yugo colonial. En el curso de la revolución
liberadora se hizo más evidente el hecho de que en el campo de los
combatientes por la liberación existían contradicciones bastante
agudas en relación con los objetivos y tareas de la empresa. Las
masas populares oprimidas se esforzaron por profundizar las
conquistas sociales de la revolución, alcanzar la ejecución de
profundas reformas. Mas las capas privilegiadas de la población
criolla local se interesaron en lo fundamental por limitar las tareas
de la revolución a la autodeterminación política de las colonias, sin
permitir su transformación en movimiento de las masas oprimidas;
obstaculizaron así cualquier rompimiento radical de las estructuras
económico-sociales tradicionales.
En este plano la guerra de independencia de Suramérica estuvo
tipológicamente próxima a la revolución independentista de las
colonias norteamericanas. La cuestión estriba en que esta última,
con todo y su progresismo histórico, le son inherentes claros rasgos
conservadores, que la diferencian visiblemente de la gran
revolución francesa. Según palabras del historiador soviético N. I.
Boljovitinov, en las colonias norteamericanas, aun antes de la
guerra de independencia,
Se había conformado en lo fundamental la sociedad burguesa,
con su palmaria y expresiva desigualdad social y sus
antagonismos de clase. La conservación de la esclavitud aún
después de la conquista de la independencia simbolizaba, si así
puede decirse, limitación y conservadurismo de algunos
objetivos y tareas muy importantes de la revolución
norteamericana. “De qué manera – considera Boljovitinov -.
Habiéndose levantado en lucha por la libertad y la
independencia, por los derechos naturales del hombre, al mismo
tiempo los norteamericanos conservaron y consagraron en la ley
(la Constitución de 1787) la esclavitud de los negros? Todo el
asunto, sin embargo, reside en que los colonos combatieron no
solamente por la libertad sino también por la propiedad, dos
conceptos que en ese tiempo se consideraban como casi
idénticos. Solamente la propiedad daría la libertad, y como
salvaguarda de su sagrada propiedad ante los atentados de
Inglaterra los colonos vieron solamente su libertad; pero
combatieron por la posesión de la libertad y de la propiedad,
simultáneamente combatieron por la conservación de la
esclavitud de los negros”.
Las capas privilegiadas de la población criolla
latinoamericana, aunque lejos de ser, por su esencia tipológica,
análogas de la burguesía norteamericana, objetivamente se
guiaron por esos mismos ideales e imperativos. En efecto,
defendiendo su libertad de las arremetidas de los poderes
coloniales, al mismo tiempo actuaron, por lo regular, contra el
menoscabo de sus derechos a la propiedad. De ahí su inclinación
hacia la alianza de las clases dominantes de los Estados unidos
de Norteamérica, las cuales percibieron con profunda
animadversión cualquier intento de liquidación de la esclavitud
en Suramérica. Al mismo tiempo, sus simpatías hacia los
Estados Unidos se explican en cierto grado por el hecho de que
en sus filas fueron promoviéndose a primer plano, de manera
cada vez más activa, representantes del capital comercial usurero,
Portadores, así fuera en potencia, del espíritu empresarial
capitalista, por cierto en su forma más primitiva y bárbara. Ellos
percibían como tentativa contra los “sagrados” derechos del
individuo cualquier amago de limitar sus insaciables apetitos de
enriquecimiento a cuenta de la explotación de los esclavos negros,
el saqueo de los indios y la ruina de los artesanos.
A esta tendencia se contraponía otra corriente. Sus
representantes, combatientes sin compromiso por la independencia
de las colonias hispánicas, se esforzaron por imprimir un profundo
carácter social a la revolución liberadora, con el fin de realizar
reformas y transformaciones en interés de los oprimidos y
desdichados. “Si loas americanos quieren que la revolución política
que el peso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han
protegido les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución
económica”, escribía Simón Rodríguez.16
Los representantes de la corriente revolucionaria se esforzaron
por apoyarse en las masas populares, buscaron respaldo a su política
reformadora.
En ese sentido la revolución de los pueblos latinoamericanos, por
su esencia tipológica, se acerca a la gran revolución francesa. El
conocido historiador de la República Democrática Alemana,
Manfred Kossok, prestando atención a los aspectos socales de la
guerra de independencia, escribió sobre los jacobinos
latinoamericanos, los cuales trataron de profundizar su contenido
social y buscaron sostén del pueblo.
Naturalmente, hubo significativas distinciones entre los jacobinos
franceses y los más consecuentes revolucionarios
16 Simón Rodríguez. Ob. Cit., t. I, Pág. 241.
hispanoamericanos, por fuerza de la diferencia de condiciones
histórico-concretas en las cuales les correspondió actuar.
Anotando esta circunstancia, Kossok subraya que las
aspiraciones de los revolucionarios suramericanos coincidieron
objetivamente con las de los jacobinos franceses en lo que se
refiere a la lucha por la profundización y radicalización de las
transformaciones sociales en interés del pueblo y para el
pueblo.17
Simón Bolívar perteneció a esta tendencia revolucionario-
reformadora de la revolución anticolonial. Hace tiempo se
hicieron clásicas las palabras de Bolívar: “Nuestro partido está
tomado, retrogradar es debilidad y ruina para todos. Debemos
triunfar por el camino de la revolución, y no por otro”.18
Los biógrafos del Libertador no cesan de plantear la pregunta:
cómo se explica que un joven venezolano, salido de una rica
familia criolla, se convirtiera en jefe de una revolución
liberadora, además de que aspirara a otorgar a ésta un profundo
carácter social , dándolo todo, incluso hasta su propia fortuna,
para llevarla hasta la victoria final? Es indiscutible el papel que
desempeñó la circunstancia de que la educación de Bolívar
transcurrió bajo la fecunda influencia de Simón Rodríguez,
pedagogo iluminista que inculcó a su alumno el espíritu de los
grandes ideales y del amor a la libertad.
Una huella indeleble dejó en el alma del joven caraqueño su
estancia en Europa. En Roma (1805), en las Colinas del Monte
Sacro, juró junto con Rodríguez combatir por la liberación de
Suramérica. En tierras del Viejo Mundo fue testigo de la
17 Manfred Kossok. El sol de la revolución. El jacobismo en Latinoamérica.
“Historia y Sociedad”, México, 1977, Nº 13. 18 Simón Bolívar. Ob. Cit., vol. I, Pág. 444.
coronación de Napoleón y esto conmovió sus sentimientos. Desde
entonces Bonaparte se convirtió apara él en la personificación del
despotismo que ahoga la libertad.
Reconociendo al general francés su talento militar, a lo largo de
toda su vida Bolívar afirmó reiteradamente no querer imitarlo en
absoluto, y con mayor razón en sus ambiciones de coronarse
emperador.
La saludable influencia de Rodríguez y la experiencia de su
estancia en Europa coadyuvaron en no poca medida a la formación
de la personalidad bolivariana.
El Libertador estaba dotado de una inteligencia profunda y
perspicaz, de sensibilidad ciudadana, así como también de
capacidad de guiarse por los intereses de la causa común,
desdeñando los personales y secundarios. Precisamente estas
cualidades ayudaron a Bolívar al determinar el camino de su vida y
a seguir por él consecuentemente.
Fue consciente del papel que estaba llamado a desempeñar en la
historia, por fuerza de las circunstancias. Nada menos propio en él
que la vanidosa opinión sobre sí mismo, de ser el jefe, el dirigente,
como algo bajo merced de los dioses. “En medio de este piélago de
angustias – dijo -, no he sido más que un vil juguete del huracán
revolucionario que me arrebataba como una débil paja. Yo no he
podido hacer ni bien ni mal: fuerzas irresistibles han dirigido la
marcha de nuestros sucesos: atribuírmelos no sería justo, y sería
darme una importancia que no merezco”.19
Bolívar habló de que sólo las personas ingenuas y supersticiosas
pueden pensar que han sido enviadas por la Providencia para salvar
a los pueblos. En palabras suyas, si no hubiera sido él, otro
cualquiera hubiera encabezado la lucha liberadora, colocando en
19 Simón Bolívar. Ob Cit., vol. III, Pág. 675.
ella el sello de su personalidad. El llegó a una extraordinaria e
importante conclusión: que el hombre, poseyendo
Libre albedrío, concedido a éste por Dios, no es un
instrumento pasivo de cualesquiera fuerzas desconocidas y
fatales. Conceptuó que la fuerza de las circunstancias, las
capacidades, la convicción, la pasión por las ideas lo hicieron
jefe de la revolución liberadora.20
20 Luís Perú de Lacroix. Diario de Bucaramanga. Medellín, 1967, Pág. 9.
BOLÍVAR Y EL SIGLO DE LAS LUCES
Bolívar y el Siglo de las Luces. Bolívar y la ilustración francesa.
Estos problemas tienen gran significado para la comprensión de las
ideas del Libertador. Él mismo dijo que las obras de escritores y
pensadores tales como Voltaire, Helveius, Candillac, D`Alambert,
Montesquieu y muchos otros habían jugado un gran papel en la
formación de su personalidad.21
Pero en verdad el compañero de su
vida fue Juan Jacobo Rousseau. De su “Contrato Social” Bolívar no
se separaba ni en tiempo de campaña; se convirtió en su libro de
cabecera.22
Los trabajos e ideas de la Ilustración fueron utilizados
activamente por Bolívar para la confirmación de los derechos a la
independencia de los pueblos de las colonias hispanoamericanas y
para denunciar las arbitrariedades y atrocidades de los
colonizadores españoles. A este fin sirvieron las reiteradas
referencias de Bolívar los iluministas franceses Reynal y Volney y
al historiador inglés Robertson. No pocas veces se refirió a las
ideas del conocido pensador francés Montesquieu, en especial a su
ensayo “El espíritu de las leyes”, para la reconfirmación de su idea
de que las instituciones de los jóvenes Estados suramericanos
deberían fundamentarse en la historia, tradiciones y costumbres de
los pueblos de estos países. Sin embargo, sería unilateral afirmar,
como suelen hacerlo algunos biógrafos de Bolívar, que él fue algo
así como un latinoamericano afrancesado, volteriano de mentalidad
y de carácter.
Bolívar se formó en gran medida bajo la fuerte y saludable
21 S. Bolívar. Ob. Cit,. Vol. III, Pág. 137. 22 La relación entre Bolívar y Rousseau se salió de los marcos del problema de la
ilustración clásica. Por ello adelante tocaremos este problema en forma más
detallada.
influencia de tan interesante fenómeno, en esencia
insuficientemente estudiado, como fue la Ilustración
latinoamericana23
. Si los Ilustradores franceses prepararon
espiritual e ideológicamente el clima de la revolución francesa,
con igual razón puede decirse que los iluministas
latinoamericanos desempeñaron un papel sobresaliente en la
preparación de la guerra de independencia de las colonias
hispanoamericanas.
Cuando se hace referencia a los iluministas latinoamericanos,
se rememoran al instante los nombres del ecuatoriano Eugenio
Espejo, de los colombianos Antonio Nariño y Francisco José de
Caldas, de los peruanos Hipólito Unanúe y Juan Pablo Vizcardo
y Guzmán. A los iluministas pertenecieron en su juventud Simón
Rodríguez y Andrés Bello. Muchos rasgos importantes de la
Ilustración europea, con su culto a los conocimientos, a la
ciencia y a la lucha contra la escolástica, fueron igualmente
característicos de los ilustrados latinoamericanos. El entusiasmo
iluminista es evidente en las intervenciones de Bolívar, cuando
afirma, por ejemplo que “La esclavitud es la hija de las tinieblas;
un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia
destrucción..,”24
.
Sin embargo, tipológicamente el Iluminismo latinoamericano
se diferencia ostensiblemente de la Ilustración clásica, ante todo
23 En su conocido ensayo “Premisas escolásticas de la revolución
hispanoamericana”, el científico americano Carlos Stroetzer afirma que la
Ilustración latinoamericana en esencia no representa otra cosa que una
variante un tanto modernizada del pensamiento escolástico hispánico de la
época del “Siglo de oro” <O. Stroetzer. The scholastic roots of the Spanish
American Revolution, New York, 1979). Ante todo llama a la réplica su
intención de reducir toda la riqueza del pensamiento humanista español a la
escolástica, como la de presentar la Ilustración latinoamericana como algo por
principio diferente de otras corrientes de la época de la Ilustración 24 S. Bolívar. Cli cit. vol. 111 n. MI
de la francesa. El “entendimiento ilustrador” de los enciclopedistas
franceses, quienes en gran medida enjuiciaban el mundo desde
posiciones euro centristas, fue en cierta medida limitado, demasiado
normativo en sus calificaciones y juicios sobre otros pueblos. No
era raro que América Latina fuera examinada por ellos como un
territorio donde habitaban “buenos salvajes”, no corrompidos por la
civilización, lo cual sirvió de base para la creación de diverso
género de utopías iluministas.
Al mismo tiempo, en medio de los ilustrados estaba ampliamente
difundido el punto de vista de que el clima tropical quizás conduce
fatalmente a los pueblos de los países cálidos a la esclavitud, a las
formas tiránicas de gobierno.
Los ilustradores latinoamericanos, quienes en razón del
imperativa categórico moral promovieron la tarea de fundamentar el
derecho de los pueblos del imperio colonial español de disponer de
su destino, naturalmente no podían aceptar semejante punto de
vista.
Los ilustradores latinoamericanos aportaron mucho al estudio de
la naturaleza y el clima de. sus países. Con verdadera pasión
científica Investigaron los rincones más alejados de sus países, la
influencia del clima en la vida de la población, sometida a diversas
condiciones geográficas.
Lejos de guiarse por una simple curiosidad científica, se
orientaron por su elevado patriotismo y convicción de que
precisamente allí, en esos territorios, colombianos, ecuatorianos, pe-
ruanos y habitantes de los demás países deberían construir su vida,
crear su civilización. Nada menos identificado con los ilustradores
que una actitud errática y contemplativa hacia la naturaleza o un
tratamiento utilitarista de la misma.
Con gran inquietud escribieron sobre las enfermedades y terribles
epidemias que se llevaron gran cantidad de vidas y socavaron salud
de sus compatriotas Pero los iluminista llamaron no a lamentarse de
la malevolencia del clima y la naturaleza hacia el hombre sin a
combatir la ignorancia que engendraba la pasividad y apatía de la
gente. “El conocimiento y la ilustración —expresó con
entrañable convicción Espejo - son capaces de superar cualquier
obstáculo, entre otros la desfavorable actividad del clima sobre el
hombre”25
Según sus Palabras, la ilustración del pueblo, ante todo, pondrá
de manifiesto, desarrollará todo lo mejor del carácter y la
sicología del hombre, determinados por el influjo de las
condiciones climáticas sobre éste. 26
El destacado iluminista peruano Hipólito Unanúe vio en el
desarrollo de la ciencia, en la construcción de hospitales, en la
difusión entre el pueblo de los conocimientos de la medicina, la
Condición más importante para el “resurgimiento del Perú’ y la
salvación de los peruanos de la degeneración.
Los ilustrados latinoamericanos se elevaron hasta la
comprensión de las verdaderas causas de la ignorancia y el atraso
del pueblo. Atribuyeron la culpa a todo el sistema de
explotación colonial. Unanúe polemizó con Montesquieu, quien
afirmaba que los habitantes de climas tropicales, a causa de su
propio carácter, estaban fatalmente condenados a la explotación
de regímenes tiránicos. Refutándolo, Unanúe respondió con toda
la fuerza de su convicción que no era el clima el culpable del
estado de ignorancia y pasividad en el cual se encontraban los
pueblos oprimidos ¡Romped las cadenas de la esclavitud que atan al hombre —dijo Unanúe— y veréis de lo que es capaz!
En concepto del pensador peruano, “El alma de una nación es el
gobierno: ella es grande y gloriosa si éste es ilustrado y activo; y
por el contrario, es infeliz, holgazana y perezosa, si éste carece
25 Eugenio Espejo. Páginas literarias Quito, 1975, p. 35-36. 26 Ibid., p. 47-49,
de luces, equidad y energía”.27
Bolívar, menos que nada, se ocupó de lamentarse en relación a lo
desfavorable del clima para la población suramericana, aunque
sagazmente anotara que las condiciones climáticas y geográficas
ejercían no poco influjo sobre los usos y costumbres de los pueblos
asentados en ellas. Sin embargo, Bolívar añadió con precisión que
la principal causa de su pasividad, de su estado de esclavitud era el•
multisecular dominio colonial.
Según el intimo convencimiento del Libertador, los pueblos
suramericanos, una vez liberados, podrían levantarse a la altura de
la civilización, dar su aporte al movimiento de la humanidad por el
camino del progreso. “Volando por entre las próximas edades, mi
imaginación se fija en los siglos futuros —expresó Bolívar—, y
observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el
esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento
arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo,
extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos, que la
naturaleza había separado y que nuestra patria reúne con pro-
longados y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de centro,
de emporio a la familia humana: ya la veo enviando a todos los
recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus montanas de plata y
de oro: ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la
vida a los hombres dolientes del antiguo universo: ya la veo
comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuan
superior es la suma de las luces a la suma de las riquezas que le ha prodigado la naturaleza.
Ya la veo sentada sobre el Trono de la Libertad, empuñando el cetro
de la Justicia, coronada por la Gloria, mostrar al mundo antiguo la
27 Hipólito Unanúe. Obras. Lima, 1974, t. 1, p. 525.
majestad del mundo moderno”,28
Estudiando los trabajos de los ilustrados latinoamericanos,
inevitablemente causa asombro el enfoque profundo, para ese
tiempo, del pasado histórico de sus pueblos, la destreza como se
relacionaba con el presente.
Para reconfirmar su convicción y la profundidad de sus ideas
sobre el futuro glorioso que esperaban sus compatriotas, Unanúe
se remontó al Imperio de los incas, a quienes llamó “antiguos
peruanos”, se refirió con admiración a sus proezas y caracterizó
aquella época como “el período heroico” en la historia del
Perú29
. En semejante invocación del pasado no había un ápice
de nostálgica auto-admiración por los tiempos caídos en el
olvido. Comparando “el periodo heroico” con la situación de los
indios privados de derechos, así como de otros grupos étnicos de
la población de la época colonial, Unanúe intervino
inequívocamente en favor del derecho de los peruanos, quienes
habían pasado por tan gloriosa historia, a una vida más digna.
De la elevada idea humana de que todas las razas y grupos
étnicos del Perú están llamados a contribuir con acciones
conjuntas a la creación de una nueva comunidad de hombres
libres, estuvieron penetradas las intervenciones de otro ilustrador
peruano, Vizcardo y Guzmán. En la gran insurrección de los
indígenas bajo la dirección de Tupac Amaru (1780-81) advirtió
perspicazmente no un motín local de las masas Indígenas
oprimidas sino la aspiración de los peruanos,
independientemente del color de la piel y de la pertenencia
28 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. III, p. 696. 29 Hipólito Unanúe. Ob. cit., t. IX, p. 332, 336.
étnica, a liberarse del yugo colonial español.30
Vizcardo formuló estas patrióticas ideas de manera desenvuelta en
su famosa “Carta a los españoles americanos” (1772), la cual por
derecho devino en manifiesto de los revolucionarios
latinoamericanos. La idea básica de esta carta se resumía en un
llamado a la lucha revolucionaria contra el dominio colonial
español de los pueblos de Suramérica, partiendo del derecho de
estos mismos a disponer de su propio destino.31
A través de toda su vida Bolívar guardó un sentimiento de amor y
de respeto hacia los indígenas, por la pureza y sencillez de sus cos-
tumbres. A los indios araucanos los llamó ”fieros republicanos del
Arauco”.32
Es simbólico el hecho de que bautizara con el nombre
del heroico jefe de los araucanos, Caupolicán, a una sociedad
fundada por él más tarde en el Perú y destinada a luchar por la
liberación de las masas indígenas oprimidas.
Como persona ilustrada que era, Simón Bolívar vio en los indios el
importante elemento que surgía en Suramérica de la comunidad
étnico-social. Con entusiasmo se refirió a su cultura y civilización
antiguas. “He llegado ayer al país clásico del sol, de los Incas, de la
fábula y de la historia —escribió Bolívar desde la antigua ciudad
peruana de Cuzco al conocido poeta ecuatoriano José Joaquín
Olmedo, el 27 de junio de 1825—. Aquí el sol verdadero es el oro;
los Incas, son los virreyes o prefectos; la fábula es la historia de
Garcilaso; la historia, la relación de la destrucción de los Indios por
Las Casas. Abstracción hecha de toda poesía, todo me recuerda
altas ideas, pensamientos profundos (...) los monumentos de piedra,
30 Jorge Rosales Aguirre. Tupac Amaru, César Pacheco Vélez. Vizcardo y
Guzmán. Lima, 1964, p. 101. 31 Ibid., p. 120—121. 32 S. Bolívar. Ob. oit., vol. 1, p. 172.
las vías grandes y rectas, las costumbres inocentes y la tradición
genuina, nos hacen testigos de una creación social de que no
tenemos ni idea, ni modelo ni copia. El Perú es original en los
fastos de los hombres”.33
En fin, debe anotarse un rasgo igualmente importante de la
Ilustración latinoamericana, básico para la comprensión de las
ideas de Bolívar y de su mundo espiritual. Los ilustrados de
América Latina se aproximaron a la comprensión del problema
de las dos Españas, lo que indiscutiblemente se explica por sus
prolongados y fructíferos lazos con los mejores representantes
del pueblo español en la persona de los célebres exponentes de la
Ilustración. Es conocido que muchos destacados dirigentes de la
Ilustración española (por ejemplo, Jovellanos, Feijoo, Cadalso)
constantemente se refirieron en su actividad creadora a las
tradiciones libertadoras y anti-tiránicas del pueblo español, a las
grandes creaciones humanistas de los escritores del Siglo de Oro.
Asimilando y desarrollando creadoramente estas ideas, ilustrados
latinoamericanos, como Vizcardo y Guzmán, las utilizaron tanto
para la expresión de la solidaridad de los patriotas
latinoamericanos con las tradiciones libertarias del pueblo
español como para la fundamentación de los derechos de las
colonias a la lucha contra el imperio colonial. Bolívar condenó
las atrocidades de los colonizadores españoles pero nunca
identificó al pueblo español con sus gobernantes; a la España
absolutista de la Inquisición y la tiranía contrapuso la España de
tradiciones comuneras, enemiga de la tiranía, la España de los
grandes humanistas e iluministas, tales como Las Casas. La
cultura española, en lo mejor de sus manifestaciones humanistas,
ingresó como parte orgánica del mundo espiritual de Bolívar.
Con frecuencia, para el enriquecimiento de una idea, de una
argumentación convincente, en sus cartas y discursos hizo
33 S. Bolívar. Ob. cit., vol. II, p. 154.
referencias a la historia española, a su literatura, en particular a la
inmortal creación de Cervantes, “Don Quijote”, y a “El Cid”, héroes
ambos de la épica española.
Bolívar se hermana con los ilustrados latinoamericanos no sólo
por los lazos de tradiciones históricas e ideológicas. Cuando
comenzó la revolución liberadora, algunos de aquellos que no
murieron en el destierro o se consumieron en las cárceles entregaron
sus conocimientos y ‘su tuerza a la causa de la liberación.
Hipólito Unanúe se hizo cercano compañero de lucha de Bolívar
por la causa de la independencia del Perú, y fue uno de los
fundadores del Estado peruano independiente. Antonio Nariño se
ubicó en las fuentes de la creación de la Colombia independiente y
la gaceta editada por él, “La Bagatela”, como si fuera una cam-
panada de arrebato, levantó a los patriotas a la lucha. Caldas
introdujo un valioso aporte a la creación del ejército revolucionario
de Colombia y fue tomado prisionero y ejecutado por orden de un
tribunal militar español de campo. Simón Rodríguez regresó a
Suramérica después de una prolongada estancia en Europa y
apoyándose en el respaldo de Bolívar abordó la creación del sistema
de educación popular general, para formar, según sus palabras, una
nueva generación, capaz do determinar el destino de los jóvenes
Estados latinoamericanos. En tanto, encontrándose en el lejano
Londres, Andrés Bello crea sus magnificas obras poéticas, que
glorifican a Suramérica, polemiza con aquellos que niegan el
derecho de los pueblos hispánicos a la libertad e independencia,
ejecuta misiones diplomáticas patrióticas en defensa de los intereses
de los Estados latinoamericanos recién erigidos.
En los años de lucha por la liberación las magnánimas Ideas del
iluminismo ejercieron influjo en la actividad reformadora del
Libertador. Sin embargo, ellas no podían convertirse por entero en
el factor espiritual determinante de su actividad. Los mismos
imperativos de la guerra liberadora lo habrían de forzar a razonar
con categorías revolucionarias y radicales, a seguir por caminos
desconocidos, que el pensamiento “ilustrado” no podía imaginar.
Cuando se leen las cartas, llamamientos y proclamas de
Bolívar, surge involuntariamente un paralelo entre la gran
revolución francesa, con su etapa jacobina,” y las campañas
libertadoras de los ejércitos suramericanos, que llevaron la
libertad en sus bayonetas. Como comandante y jefe del ejército
revolucionario, Bolívar en verdad razonaba con categorías
universales. Su concepción de la guerra se distinguió por un pro-
fundo dinamismo y un carácter revolucionario. Su esfuerzo se
dirigió a ligar estrecha e inseparablemente la lucha por la
independencia de los pueblos de Suramérica con la lucha contra
la reacción y la tiranía en todo el mundo. “La Santa Alianza —
escribió Bolívar— sostiene tronos y reyes; nosotros, pues,
apoyamos pueblos y repúblicas”. A esta lucha él la denominó
batalla entre los tronos y la libertad,
En el mismo ardor de la guerra de independencia Bolívar
proclamó una consigna sorprendente por su sagacidad política:
“Paz a la nación española, y guerra de exterminio a su gobierno
actual”.34
Bolívar saludó ardientemente a la revolución española
conducida por del Riego (1820-1823), y vio en ella la garantía
del desarrollo de las relaciones entré España y los jóvenes
Estados suramericanos según los principios de amistad y
confraternidad. Aspiraba a unir los esfuerzos de las filas
patrióticas de Suramérica y España en la lucha coman contra el
despotismo.
Los revolucionarios decembristas rusos y Bolívar: qué tema
tan interesante para el estudio del parentesco tipológico entre el
34 S. Bolívar, Ob. cit., Vol. 1, p. 292.
pensamiento social avanzado de Rusia y el de Suramérica! Es
sabido con cuánta atención siguieron los decembristas la lucha
independentista de los patriotas latinoamericanos, intentando
extraer de su experiencia las necesarias lecciones de estrategia y
táctica de la guerra revolucionaria. El nombre de Bolívar despertó
un enorme sentimiento de respeto y simpatía entre los repre-
sentantes de la opinión pública avanzada de Rusia.
Al igual que los decembristas, Bolívar se refirió con odio a la
autocracia rusa, viendo en ella uno de los baluartes de la reacción en
Europa. Y cuando recibió la noticia de la derrota de la insurrección
en la plaza del senado, el 14 de diciembre de 1825, no disponiendo
aun de todos los detalles en relación con los verdaderos motivos de
la intervención de los decembristas, escribió que la derrota del
levantamiento de una parte del ejército en Petersburgo significaba
un triunfo de la autocracia, la llegada al poder de un nuevo déspota,
Nicolás I.35
Cuando comparamos numerosas opiniones de Bolívar, digamos,
con las de Pestel, representante del ala más radical del movimiento
decembrista, no es posible ignorar la cercanía de sus ideas, por
ejemplo, en la cuestión de las transformaciones agrarias (ambos
reflexionaron incansablemente sobre las vías y medios de prevenir
la pérdida por los campesinos de la tierra que podrían recibir
mediante la realización de una reforma agraria), o en relación con el
establecimiento de una dictadura revolucionaria provisional
destinada a adelantar reformas anti-oligárquicas en interés del
pueblo.
Sobre temas semejantes hablaremos en una lección especial,
dedicada a las apreciaciones que sobre la guerra de independencia y
la personalidad de Bolívar aparecieron en Rusia.
35 S. Bolívar, Ob. cit., Vol. II, p. 364.
LIBERTAD E IGUALDAD EN LA
HERENCIA IDEOLÓGICA BOLIVARIANA
Combatiendo por la transformación de los nacientes Estados
latinoamericanos en baluartes de la libertad en el mundo, Simón
Bolívar Intervino resueltamente contra las formas monárquicas
de gobierno. “Están creyendo algunos que es muy fácil ponerse
una corona y que todos la adoren; y yo creo que el tiempo de las
monarquías fue —escribió—, y que, hasta que la corrupción de
los hombres no llegue a ahogar el amor a la libertad, los tronos
no volverán a ser de moda en la opinión”.36
De ahí la resuelta resistencia de Bolívar a los intentos de
imponerle el papel de César o Napoleón latinoamericano, “Yo no
soy Napoleón ni quiero serlo; tampoco quiero imitar a César;
‘aun menos a Iturbide (...) El titulo de Libertador es superior a
todos los que ha recibido el orgullo humano. Por tanto, es
imposible degradarlo”.37
Argumenté su animadversión por la monarquía diciendo que
sus instituciones conducirían al surgimiento de una nueva
aristocracia, privarían a las masas populares de los derechos
conquistados por ellas y, lo más importante, profundizarían la
desigualdad en la sociedad, reafirmando el dominio de la minoría
privilegiada. Y estampó estas palabras: “Los príncipes flamantes
que se obcequen hasta construir tronos encima de los escombros
de la libertad,- erigirán túmulos a sus cenizas, que digan a los
siglos futuros cómo prefirieron su fatua ambición a la libertad y a
la gloria”.38
Por ello, sin vacilaciones, reconoció el derecho de los pueblos
36 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. 1, p. 688-689 37 Ibid., vol. II, p. 322. 38 Ibid., vol. III, p. 766.
a la insurrección contra la amenaza de la contrarrevolución
monárquica.39
Bolívar fue un republicano convencido. Pero la esencia de su
republicanismo no se puede comprender sin dilucidar el contenido
filosófico-social de las concepciones bolivarianas. Indiscu-
tiblemente, ellas se formaron en gran parte bajo la benéfica
influencia de las Ideas de Juan Jacobo Rousseau.
Rousseau vivió en el Siglo de las Luces y fue un convencido
defensor de los intereses de los oprimidos. En su famoso ensayo
“Sobre el contrato social o principios del derecho político”, dio una
interpretación democrática de la sociedad, basada en los principios
de asociación. Formulando sus tesis Rousseau escribió: “Cada uno
de nosotros transmite bienes como patrimonio general y coloca su
personalidad y todas sus fuerzas bajo la dirección suprema de la
voluntad general, y, como resultado, para todos nosotros juntos cada
miembro se transforma en una indivisible e inseparable parte de la
totalidad”40
. La esencia profundamente democrática de las ideas
russonianas se manifestó en que comprendió el auténtico sentido de
la asociación en la unión de las personas, donde armónicamente se
combinarían los Intereses de los individuos y de la sociedad,
mientras que la verdadera libertad se resumiría en la capacidad del
sujeto de someter sus intereses al bien común. En esto, según la
profunda convicción del filósofo europeo, consiste la idea de la
“libertad social superior”.
Continuando y profundizando, en nuevas condiciones, la crítica
de la sociedad por Rousseau, basada en la desigualdad social de las
personas, los representantes del socialismo utópico plantearon la
39 Ibid., vol. II, p. 310, 324. 40 J.J. Rousseau. Tratados. Moscú, 1969 p. 29 y 167 (ed. en ruso).
idea de la asociación, contraponiéndola al materialismo
rampante, a la indiferencia y codicia de la sociedad egoísta e
individualista.
Es evidente la influencia de las ideas de Rousseau en Simón
Bolívar. A ellas acudió al fundamentar sus concepciones sobre la
formación estatal de los jóvenes Estados latinoamericanos,
basados en los principios de la asociación, y al buscar caminos y
medios para el logro de la felicidad y la igualdad generales.
A pesar de eso, en nuestra opinión, seria incorrecto ver en
Bolívar simple y llanamente a un russoniano latinoamericano,
cual eco repetidor de las ideas de su maestro. Tal punto de vista,
en parte, ha sido formulado por el científico francés Julio
Mancini. Para este último, Simón Rodríguez se encontraba bajo
tan fuerte influencia de Rousseau, que por su proceder e ideas
fue durante toda su vida algo así como su reproducción
caricaturesca.41
Y sobre Bolívar Mancini llegó a escribir que no
era raro que sus intervenciones recordaran la traducción literal de
las obras de Rousseau.42
De este punto de vista no se aparta mucho la concepción del
escritor colombiano Germán Arciniegas, quien escribe: “Bolívar
es un personaje que sale de las páginas de Rousseau”.43
Con tales afirmaciones no es posible estar de acuerdo, no
solamente porque en semejante tipo de interpretaciones se
presenta a Bolívar como a un hombre privado de originales y
personales concepciones y convicciones, En nuestra opinión, tal
tipo de enfoque no da la posibilidad de comprender profunda y
41 J. Mancini. Bolívar y la emancipación de las colonias españolas, desde los
orígenes hasta 1815. Bogotá, 1944, t. 1, p. 124. 42 Ibíd., p, 160. 43 Germán Arciniegas. El continente de los siete colores. Buenos Aires, 1965,
p. 321.
multilateralmente las causas que impulsaron a Bolívar a dirigirse
con tal perseverancia y empeño a las ideas del gran ginebrino.
Arciniegas ve esencialmente la influencia de Rousseau en la
formación de las concepciones de los representantes de las distintas
corrientes, que se ubican en las fuentes de la guerra de
independencia, incluso allí donde por esencia el asunto se refiere a
comentarios de la teoría del contrato social con espíritu hostil al
mismo. Pero Simón Bolívar, como ya veremos detalladamente
adelante, rechazó semejante tipo de interpretaciones.
Tampoco podemos estar de acuerdo con la afirmación del
historiador venezolano Augusto Mijares, quien sostiene que si bien
al Libertador le atraían intelectualmente las ideas de Montesquieu,
Rousseau le era cercano en la esfera de los sentimientos.44
En este
caso las mismas ideas de Rousseau se interpretan con espíritu
russoniano, como una particular percepción naturalista del mundo
que contrapone el hombre “natural” al hombre “social”. Pero no fue
a tan recortado y amorfo Rousseau —quien se estaba
transformando, por así decirlo, en su propio epígono— a quien se
refirió Bolívar. Para él fueron cercanas las concepciones
democrático-revolucionarias de Rousseau, su búsqueda de la so-
ciedad fundada en los principios de la asociación.
En el prefacio a las obras escogidas de Simón Rodríguez, el
investigador venezolano Dardo Cupeo plantea que para éste
Rousseau fue valioso por sobre todo como “crítico inquisidor del
origen de las desigualdades entre los hombres” y legislador del
“contrato social”45
. Actúa con fundamento contra la simplificación
al explicar las causas del influjo dc las ideas russonianas en el
pensamiento social y pedagógico de Latinoamérica:
“Se compuso caricatura: la de un niño criollo, Simón Bolívar,
44 Augusto Mijares. El Libertador. Caracas> 1967, p. 103. 45 Simón Rodríguez. Inventamos o erramos. Caracas, 1980, p. 31.
llevado de la mano de su preceptor criollo, Simón Rodríguez,
mientras éste llevaba en la otra el “Emilio” del ginebrino, del que
tomaba orientación para conducir paso a paso, puntualmente, a
aquel niño de avisada predestinación”.46
Indiscutiblemente, en el criterio pedagógico de Rodrigues
ejercieron influjo las ideas de Rousseau. Sin embargo, ellas
fueron reelaboradas creadoramente por el genial pedagogo
latinoamericano, integrándolas orgánicamente en una concepción
original e independiente de la educación del hombre nuevo en las
nacientes repúblicas latinoamericanas.
Con justa razón se puede atribuir a Bolívar lo dicho atrás. Pero
precisamente esta circunstancia comprueba que no se trata de
cualesquiera aspiraciones de Bolívar de transferir mecánica-
mente las ideas de Rousseau a las condiciones históricas de
Suramérica, por sobre todo distintas, sino que evidencia las
intenciones de avanzar por el sendero social reformador,
superando muchos estereotipos y dogmas, entre ellos las
ilusiones ilustradoras. No hay nada de asombroso en que
Rousseau, quien tan sagaz y apasionadamente criticara estas
ilusiones desde posiciones democrático-revolucionarias,
estuviera cercano a Bolívar y a muchos otros revolucionarios
latinoamericanos.
Se me ocurre que para una comprensión más profunda del
problema “Rousseau y Bolívar”, y en un plano más general
“Rousseau y el pensamiento social de Latinoamérica”, no es
infructuoso remitirnos a las palabras de José Martí: “Ni de
Rousseau ni de Washington viene nuestra América, sino de sí
misma”.47
46 Ibíd. p. 30-31. 47 José Martí. Nuestra América. La Habana, 1974, ~ 210.
Como subrayando que no se trataba de algún aislacionismo
espiritual o cultural, Martí anotó con toda precisión: “Injértese en
nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras
repúblicas”.48
Me corresponderá dirigirme más de una vez a estas ideas de Martí
en el análisis dc la evolución de las posiciones de Bolívar en
relación con la doctrina democrático-revolucionaria de Rousseau.
Según su opinión, en dos intervenciones de Bolívar se concentraron
acaso sus incansables búsquedas de la mejor formación social para
los jóvenes Estados hispanoamericanos. En ellas fueron formuladas
con la mayor claridad las ideas de Bolívar en torno a la igualdad y
la libertad. Me refiero al discurso de apertura del congreso de
Angostura (15.II.1819), el cual sentó las bases de la República de
Colombia, y a la misiva de Bolívar al congreso constituyente de
Bolivia (25.V.1826).
Difícil transmitir —y resulta aquí innecesario— el contenido del
discurso del congreso de Angostura con toda la riqueza de las ideas
expuestas en él, por la original y paradójica manera del
razonamiento, los inesperados giros de las ideas, las
interesantísimas contraposiciones de las épocas más diversas de la
historia mundial. En el caso merece, a nuestro parecer, dar respuesta
solamente a una pregunta: ¿Con qué objetivo pronunció Bolívar su
famoso discurso? La respuesta a este interrogante es
extraordinariamente importante, por cuanto se dieron y se dan las
más diversas versiones. Arrancando del contexto general del
mensaje de Bolívar situaciones e ideas por separado, algunos de sus
biógrafos aseguran que todas las concepciones de Bolívar están
penetradas de un espíritu de reverencia ante el orden estatal inglés;
en otras palabras, de preferencia por lo inglés, o anglofilia.
48 Ibid., p. 24.
Otros ven en el discurso la exposición del credo de un
partidario del federalismo norteamericano, que se lamentaba de
que aun no habían madurado las condiciones para que estas “for-
mas ideales” de gobierno echaran raíz en el suelo suramericano.
En tanto, citando el discurso en Angostura, Laureano
Vallenilla Lanz, ideólogo del régimen dictatorial de Gómez en
Venezuela, intenté presentar a Bolívar como fundador de la
cacareada doctrina del “gendarme necesario”, cuyos partidarios
justificaron la inevitabilidad “fatal” de las formas dictatoriales de
gobierno ante la necesidad de neutralizar la influencia de “instin-
tos destructores” en la sicología y la conducta de las masas
populares. En la obra “El cesarismo democrático” (1919),
Vallenilla Lanz, usando este “evangelio de los regímenes
dictatoriales”, dedujo incluso una particular “ley bolivariana”
sociológica acerca de la supuesta inevitabilidad de las dictaduras
prácticamente en todos los países de América Latina.49
El Libertador intervino en favor de la creación de gobiernos
estables y con autoridad, pero esto estaba lejos de constituir un
objetivo en si. Bolívar también había planteado reiteradamente, y
entre otros en el discurso de Angostura, la necesidad de tomar en
cuenta en lo posible los factores históricos, étnicos y demás en la
elaboración de las constituciones de los Estados suramericanos.
“Es imposible asignar con propiedad, a qué familia humana
pertenecemos —dijo Bolívar en Angostura—. La mayor parte
del indígena se ha aniquilado, el Europeo se ha mezclado con el
Americano y con el Africano, y éste se ha mezclado con el indio
y con el Europeo. Nacidos todos del seno de una misma Madre,
nuestros Padres, diferentes en origen y en sangre, son
extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta
49 L, Vallenilla Lanz. Cesarismo democrático. Estudio sobre las bases
sociopolíticas de la constitución efectiva de Venezuela. Caracas, 1952, p. 151.
desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia”.50
Pese a lo
que hubiese hablado Bolívar, todos sus argumentos y
razonamientos, por abstractos y filosóficos que parecieren, eran
atraídos como por un imán hacia el problema de la igualdad. En ella
el Libertador vio una especie de palanca de Arquímedes con ayuda
de la cual esperaba transformar de manera radical el Nuevo Mundo.
“Necesitamos de la igualdad —manifestó— para refundir,
digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones
políticas y las costumbres públicas”.51
En la concepción de la
igualdad bolivariana fue depositado un profundo contenido,
constantemente enriquecido por nuevas Ideas y tonalidades. En la
conquista de la independencia política para los pueblos de Sur-
América él captó el medio de alcanzar la igualdad de derechos en la
arena internacional. En el sostenimiento de los principios
republicanos en lucha contra los intentos de implantar instituciones
monárquicas, Bolívar encontró la garantía de que las fuerzas de la
contrarrevolución no alcanzaran a revivir los regímenes jerárquicos
y aristocráticos de privilegios y de pomposos títulos cortesanos,
eliminando la igualdad ciudadana. Sin embargo, el Libertador con-
sideró como forma superior de la igualdad la igualdad social, sin la
cual, según su entrañable convicción, no podría existir la sociedad
justa. -En el planteamiento de este tema se exteriorizaron con
particular evidencia la orientación democrático-revolucionaria de
las concepciones de Bolívar, la diferenciación principal de éstas res-
pecto de las opiniones de los representantes de las capas criollas
privilegiadas, y la coincidencia de sus concepciones con las de
Rousseau.
50 S. Bolívar. Ob. cit., vol. III, p. 682. 51 Ibíd., p. 683.
Siguiendo a este último, reconoció solamente una desigualdad:
aquella que, según sus palabras, se explica por la desigualdad
física y moral: “La naturaleza hace a los hombres desiguales, en
genio, temperamento, fuerzas y caracteres”.52
Y en la misma
ocasión agregó con toda exactitud: “Las leyes corrigen esta
diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la
educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le
den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social.
Es una inspiración eminentemente benéfica, la reunión de todas
las clases en un estado, en que la diversidad se multiplicaba en
razón de la propagación de la especie”.53
Basándose en tal comprensión de la igualdad, Bolívar abogó
por la inmediata y total liberación de los esclavos. Dirigiéndose a
los delegados del congreso proclamó: “Yo pongo a vuestra
elevadísima consideración la cuestión sobre la revisión o
derogación de todos mis estatutos y decretos, pero yo imploro
sobre la confirmación de la absoluta libertad de los esclavos,
como imploraría por la conservación de mi vida y la vida de la
república”.54
La idea de implantar la igualdad social en los Estados, el
resuelto rechazo de Bolívar a la desigualdad social, todo esto fue
inaceptable para quienes vieron en la propiedad el principal
criterio de la sociedad, negando a la masa de desposeídos el
derecho real a la igualdad. Así, Francisco Javier Janes,
venezolano de nacimiento, irreconciliable enemigo ideológico y
político del Libertador y partidario iracundo de las ideas de los
maestros del liberalismo europeo y del federalismo
norteamericano, defendió celosamente el punto de vista sobre la
inevitabilidad de la división de la sociedad en pobres y ricos,
52 Ibid., vol. III, p. 682. 53 Ibid. 54 Ibid., vol. III, p. 691.
apoyándose para ello en las insuperables diferencias entre las
personas. Como los liberales europeos, defendió la idea de la
“libertad absoluta” en la sociedad, proclamando como objetivo
principal del Estado su obligación de conceder completa libertad a
las aspiraciones del individuo, eliminando todos los obstáculos que
frenan su iniciativa.55
Polemizando abiertamente con las concepciones de Rousseau,
Francisco Janes escribió: “La Igualdad cede el puesto de primacía a
los principios de la propiedad, cuando ellos chocan entre sí y se
excluyen mutuamente, ya que la propiedad se presenta como un
elevado derecho sagrado entre todos los -derechos del hombre, sin
el cual no puede existir la sociedad humana”.56
Contra semejante género de opiniones estaba dirigido todo el
pathos de la intervención de Bolívar en Angostura. Bolívar fue un
partidario convencido dc la igualdad social, pero de ninguna manera
entendida como un ordinario igualitarismo nivelador. Sus tesis no
negaban el derecho a la propiedad, pero invariablemente colocaban
en primer lugar el logro de la igualdad social, lo cual imprimía
dinamismo a sus criterios y profundizaba la orientación social refor-
madora de sus aspiraciones. En este sentido, su aguda critica de la
“libertad absoluta” en la sociedad adquirió una forma más clara y
expresiva del enfoque clásico de este problema. “No aspiremos a lo
imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la Libertad
descendamos a la región de la tiranía —conceptuó—. De la
Libertad absoluta —añadió— se desciende siempre al Poder
absoluto, y el medio entre estos dos términos es la Suprema
Libertad social.
teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una
55 Francisco Javier Janes. Manual política del venezolano. Caracas. 1961, p. 148. 56 Ibid., p. 147.
Libertad ilimitada”57
.
Bolívar intentó frenar y limitar esta “libertad” con ayuda de
un Estado fuerte e ilustrado basado en los principios de la
asociación. Concibió su encarnación en una formación social
que se compondría no de individuos atomizados, partidarios
del culto a la “libertad absoluta”, sIno de personas
compenetradas de elevados y patrióticos ideales, que
construyen sus relaciones con base en nobles principios
morales. A tal régimen social, antiburgués en esencia, debería
corresponder un Estado original por sus objetivos y estructura.
Por su pathos reformador, el proyecto de tal Estado, expuesto
por el Libertador en Angostura, se diferenciaba radicalmente
del “modelo” liberal del Estado ilustrador, construido, ya en
los principios de la división de poderes de Montesquieu, ya en
los principios del federalismo norteamericano.
“Moral y luces son los polos de una República, moral y luces
son nuestras primeras necesidades”.58
Estas palabras de
Bolívar son claves para la comprensión del “modelo” de
Estado propuesto por él en Angostura. Él promovió la idea de
crearlas para entonces particulares instituciones de “poder
moral, complementarias de los tres poderes clásicos” y que
debían constar de dos cámaras: “Una Cámara para las
cuestiones de la moral” y “una Cámara para las cuestiones de
la educación pública”.
La primera dispondría de poderes amplios y extraordinarios.
En su competencia se incluía un control que abarcaba tanto las
actividades del poder ejecutivo como las del legislativo. Si esta
cámara llegase a la conclusión de que estos poderes habían
violado principios éticos y morales de la república, entonces
tenía el derecho de exigir su sustitución. En otras palabras, en la misma iniciativa de creación de tal
57 S. Bolívar. Ob. cit., vol. III. p. 691. 58 Ibid., p. 692.
cámara fue expuesta la idea tan valiosa para Bolívar de la
prevalescencia del bien común sobre los intereses particulares e
individuales. El principal objetivo de esta cámara consistió en
asegurarle derechos al pueblo para que como soberano supremo
pudiera impedir que se reemplazara su voluntad por las
imposiciones de una minoría.
Una idea no menos profunda y novedosa fue expuesta en la
propuesta bolivariana de crear una “Cámara para las cuestiones de
la educación pública”. Entre sus obligaciones entraba el cuidado por
la educación física, intelectual y moral de los niños, hasta que
hubieran alcanzado doce años de edad. En esencia Bolívar intervino
en la introducción de la educación popular general obligatoria, y
según su pensamiento la cámara debería velar por la educación de la
juventud “en el espíritu de comprensión de los derechos y
obligaciones del hombre y el ciudadano”.59
Defendiendo la idea del “poder moral” dijo Bolívar refiriéndose a
los diputados del congreso: “Una institución semejante, por más que
parezca quimérica, es infinitamente más realizable que otras que
algunos Legisladores antiguos y modernos han establecido con
59 Lorenzo Lozuriaga. Origen de las ideas educativas de Bolívar y Simón
Rodríguez. Caracas, SA. p. 11-12. Hay que -anotar que quizás el punto crucial de
la actividad reformadora de Bolívar en la esfera de la educación fue su famoso decreto (fines de 1825) sobre la designación de Simón Rodríguez como director
general para asuntos de la educación popular en el Estado de Bolivia,
recientemente creado. En la primera parte de este auténtico documento histórico
están formuladas las principales ideas de Bolívar sobre las cuestiones de la
educación pública:
1) La primerisima obligación del Estado es la de otorgar al pueblo educación; 2)
La educación para el pueblo debe ser general y única; 8) Las instituciones en
las citadas esferas deben estar conformes con las leyes y actividades de la nación;
4) La salud espiritual de la república depende de las cualidades morales que sus
ciudadanos adquieren desde la Infancia.
menos utilidad del género humano”60
.
Hablando propiamente de aquella esfera estatal, donde
parecería que indivisiblemente domina el principio de la división
clásica de poderes, hay que señalar que Bolívar intentó introducir
en ella el espíritu de sus “instituciones morales”. Al llegar a este
punto es necesario evaluar la idea bolivariana sobre la creación
del Senado hereditario y el cargo de presidente vitalicio.
A primera vista puede parecer que Bolívar intentó crear una
variante latinoamericana de la cámara de los lores. Realmente,
en más de una ocasión se refirió a las instituciones estatales
inglesas y llamó a estudiar el mecanismo de su funcionamiento.
Sin embargo, ante todo, ellas le interesaron desde el punto de
vista de la aclaración de las causas de su estabilidad y del papel
de las tradiciones históricas. Así, en varías ocasiones se refirió
con toda exactitud a que para Latinoamérica eran inadmisibles
las instituciones de la Gran Bretaña, basadas en los aristocráticos
principios de la nobleza y la riqueza. En este plano el senado
hereditario principalmente se distinguía de la cámara de los
lores. Los senadores, según la idea de Bolívar, no serian
representantes de una noble y rica aristocracia de nacimiento
sino héroes de la guerra de independencia glorificados por sus
elevadas costumbres, calidades morales y patriotismo.
Precisamente los senadores deberían transmitir de generación en
generación las heroicas tradiciones de la revolución liberadora,
permitiendo la unidad del pueblo con base en ellas.
En Angostura Bolívar determinó su posición en relación con
las instituciones estatales de los Estados Unidos de
Norteamérica.
60 S, Bolívar. Ob. cit., vol. III. p. 692.
Según sus palabras, los pueblos suramericanos deberían orien-
tarse no por el código de Washington sino por sus propias leyes, las
cuales habrían de corresponder a sus condiciones de vida,
costumbres y tradiciones históricas.61
El principal argumento del
Libertador en Angostura consistió en que el principio del
federalismo era inadmisible para las naciones del sur del continente,
las cuales -solamente bajo el amparo de un fuerte poder centralista
podrían llevar hasta el final victorioso la guerra de independencia.
Pero así mismo él llegó paulatinamente a conclusiones y ge-
neralizaciones más profundas, relacionando su actitud negativa
hacia el federalismo con su criterio de crear el Estado con base en
los principios de la asociación.
Los debates en el congreso de Angostura demostraron la falta de
apoyo a las proposiciones de Bolívar por parte de la aplastante
mayoría de los diputados. Sus ideas parecieron a algunos demasiado
“quiméricas”, y para otros, educados en los principios del
“liberalismo clásico”, resultó inaceptable esta intervención tan
amplia y directriz del Estado en la vida de la sociedad. Ciertos
diputados intervinieron a fin de que los pueblos de Suramérica se
guiaran cada vez más por las instituciones estatales de la república
norteamericana.
Bolívar encontró resistencia a sus planes de completa liberación de
los esclavos. A sus proposiciones les fue emasculado el contenido
revolucionario, y las condiciones para la liberación de los esclavos
quedaron con tan numerosas cláusulas que en la práctica ella se
redujo a un no. Este mismo destino tuvo la “ley sobre distribución
de bienes nacionales” (10.X.1817). Fue un intento de realizar un
tipo de reforma agraria, por cuanto el objetivo básico de la ley
consistía en transmitir las tierras confiscadas a los enemigos de la
revolución, así como las tierras estatales, a los soldados del ejército
libertador.
61 Ibid., p. 680.
Los diputados del congreso de Angostura introdujeron en la ley
tales enmiendas, que prácticamente la invalidaron. El derecho a
la adquisición de tierra lo obtuvieron altos dignatarios y, lo más
importante, se emitieron vales especiales cuyos portadores
podrían adquirir tierras en libre compraventa. Las consecuencias
de estas enmiendas fueron catastróficas para las masas de
soldados. Privados de medios de existencia, se vieron obligados
a vender los vales a precios irrisorios, facilitando así su compra
por los especuladores de tierras, personas todas ellas re-
lacionadas con la alta burocracia.
Muy poco de común tuvo con los planes institucionales de
Bolívar la Constitución elaborada en 1821 en la ciudad
colombiana de Cúcuta, la cual devino en ley principal de la
República de Colombia (Gran Colombia).
En esta constitución no - había ni una palabra sobre los
organismos del “poder moral”. La principal atención de los
legisladores se concentró en la elaboración de los principios de la
división clásica de poderes en el espíritu liberal ortodoxo.
Esencialmente, fueron limitadas las prerrogativas del presidente,
aunque sus derechos no se redujeron al mínimo que pretendían
los más ardientes partidarios del federalismo. En el texto de la
Constitución aparecían no pocas palabras sobre los derechos del
hombre. Pero ellas, cuando menos, tenían un carácter formal, si
se considera que los legisladores cucuteños no fueron hasta la
abolición real de la esclavitud, no garantizaron a los indígenas
sus derechos a la tierra y, de hecho, sancionaron enmiendas a la
ley sobre distribución de bienes nacionales introducidas por los
diputados del Congreso de Angostura, con lo cual se la privó de
su carácter progresista.
El conservadurismo de la aplastante mayoría de los
legisladores cucuteños en relación con los objetivos sociales fue
evidente.
Por eso es explicable el hecho de que, a medida que se evi-
denciaba más claramente el sentido social de la Constitución de
Cúcuta, las masas oprimidas y con ellas el ejército revolucionario,
que en gran parte reflejaba sus intereses, actuaran más re-
sueltamente en contra de aquélla, apoyando la lucha de Bolívar por
la profundización del contenido social de la guerra de
independencia.
Precisamente esta lucha es un factor resolutorio que da la clave
para la comprensión del contenido de aquel proyecto de
Constitución con el cual Bolívar se dirigió al congreso constituyente
de Bolivia. Tras esto quedaban años de Intensas reflexiones y
meditaciones y también de lucha revolucionaria, en el curso de la
cual a Bolívar le tocó enfrentarse a problemas que estaban
exigiendo soluciones completamente nuevas y originales.
Asombra la multilateral actividad del líder caraqueño en la esfera
de la educación popular, que no suspendió ni en el mismo fragor de
las campañas militares. Fundó escuelas y emitió importantes
decretos sobre cuestiones de instrucción popular, que hasta hoy
asombran por su profundidad y clarividencia. A su iniciativa se
debió la erección de diferentes tipos de escuelas profesionales e
instituciones de enseñanza medía. Ideó la creación de un valioso
sistema de educación femenina y prestó gran atención al desarrollo
de la educación universitaria y a la modernización de los programas
universitarios y los métodos de estudio. Por su requerimiento se
democratizaron las condiciones de ingreso a la universidad de
Caracas y se derogaron medidas discriminatorias por
consideraciones sociales, religiosas y de raza, en particular la
exigencia de la “pureza de sangre”.
En el pensamiento de Bolívar, la universidad debería preparar no
a estrechos especialistas profesionales, sino a gente
multilateralmente educada.
Los estudiantes de las facultades de medicina, aparte de las
materias especiales, deberían cursar obligatoriamente las lenguas
francesa e inglesa, géneros literarios y ciencias físicas. Bolívar se
esforzó para que la universidad fuera el centro de estudios de la
realidad nacional, de los problemas esenciales y concretos de los
jóvenes Estados suramericanos. El decreto bolivariano sobre la
creación de la universidad en la ciudad de Quito consideraba,
además del estudio de las más importantes lenguas europeas, la
enseñanza del idioma indígena quechua.62
La actividad reformadora de Bolívar en la esfera de la
educación se basó en una meditada concepción orientada hacia la
creación de un Estado avanzado e ilustrado, el cual realizaría una
política dirigida a educar a sus ciudadanos en el espíritu de una
moral elevada y de ideales patrióticos.
Las cuestiones de la educación e ilustración -de las masas: he
aquí una importantísima parte integrante de los planes de Bolívar
para la creación de un Estado basado en los principios de
asociación. “... Las Naciones marchan hacia el término de su
grandeza con el mismo paso con que camina la educación. Ellas
vuelan, si ésta vuela, retrogradan, si retrograda, se precipitan y
hunden en la oscuridad, si se corrompe o absolutamente se
abandona”,63
escribió.
Como ya se ha dicho, a finales de 1825 Bolívar emitió el
decreto sobre la designación de Simón Rodríguez como director
general para asuntos de la educación popular en el recientemente
creado Estado de Bolivia.
Y no es casual que el momento culminante de la actividad
62 J. L, Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, p. 371. 63 S. Bolívar, Ob. Cit., Vol. III, p. 338.
pedagógica reformadora de Rodríguez hubiese sido la creación, en
la ciudad boliviana de Chuquisaca, de una escuela experimental
basada en los principios de la educación laboral. En ella estudiaron
y trabajaron, adquirieron, conocimientos y profesión centenares de
jóvenes y muchachas, blancos, indios y mestizos procedentes de
familias pobres. Rodríguez se esforzó por educar personas de nuevo
–tipo, no solamente útiles a la sociedad, sino además unidas por
ideales sociales comunes. Rodríguez se planteó la tarea de crear un
sistema de educación completamente nuevo, que no se limitaría
sencillamente a la instrucción de los alumnos sino que también
prepararía gente para la sociedad, basándose en los principios de la
asociación. De ahí las famosas palabras de Rodríguez, penetradas
de fe en que en la tierra libre viviría el hombre libre: “colonizar el
país con sus propios habitantes”.64
Tenía que colonizarlo la joven
generación, siguiendo el curso de las enseñanzas recibidas en la
nueva escuela laboral, pues, según la profunda convicción de
Rodríguez, solamente así se podrían sentar las bases de una nueva
“civilización social”.
En la creación de la nueva escuela, basada en los principios de la
“civilización social”, Simón Rodríguez vio un medio efectivo para
evitar que en Latinoamérica —como ya había ocurrido en Europa—
las clases dominantes acorralaran en casas de trabajo a masas de
gente pauperizada y desposeída, en tanto que los filántropos redu-
cían la solución de la cuestión social a la creación de casas de
caridad y al reparto dadivoso de una mazamorra (el honor de cuya
creación le perteneció al filántropo inglés Rumford),
El gran aporte histórico de Simón Bolívar fue visto en parte por
Rodríguez en el hecho de que con su decreto sobre la educación
popular puso los cimientos de la “civilización social” en América
Latina, preparando a las nuevas generaciones para la vida en la
nueva sociedad.65
64 S. Rodríguez. Ob. cit., Vol. II, p. 357. 65 Ibíd.., p. 109.
Conociendo las concepciones pedagógicas de Bolívar, su
apasionada propensión a las ideas de la educación popular
general, es imposible pasar por alto la influencia en ellas de los
magnánimos ideales de Rodríguez. No es casual que su trabajo
básico en torno a los problemas de la pedagogía, “Sobre la
Instrucción pública”, fuera escrito, como se supone, en 1825, es
decir, en el periodo de la fructífera colaboración de Bolívar con
su maestro y amigo.
Las aspiraciones bolivarianas de relacionar las tareas de la
revolución liberadora con las transformaciones sociales se fueron
haciendo cada vez más claras y determinadas. La actividad social
reformadora del Libertador se evidencia con mucha claridad en
la política relacionada con las masas indígenas oprimidas. Su
legislación sobre la cuestión indígena nos deja pasmados por la
profundidad y dinamismo de las ideas, por la desinteresada y
sincera aspiración de servir a la causa de las masas explotadas.
Bolívar proclamó la igualdad de derechos de los Indígenas en la
sociedad, los liberó de las cargas feudales y se esforzó por
garantizarles derechos políticos. Tal ocurrió, por ejemplo, con el
“decreto Sobre la protección de los naturales en Cundinamarca”
(20.V.1820) y el “decreto sobre la proclamación de los derechos
ciudadanos de los indígenas” (4 VII. 1325). Su empeño por
garantizar la igualdad social de los indígenas no desmayó. Así, el
“decreto sobre distribución de tierras comunales” (4.VII.1825)
consideraba el retorno a las comunidades aborígenes de las
tierras que les habían sido usurpadas y el restablecimiento de los
correspondientes derechos legales. La importancia de este
decreto reside, pues, en que se diferenciaba radicalmente de la
solución ortodoxa-liberal de la cuestión indígena, cuyos
partidarios, actuando en favor del “libre derecho” de los
indígenas a disponer de las tierras recibidas, fueron creando
condiciones para su posterior despojo.
En el decreto, por el contrario, se establecieron medidas destinadas
a conservar las tierras comunales, evitando hacerlas objeto de
compraventa. El decreto anunció la liquidación de la institución de
los caciques, de esa arma de explotación de los indígenas
oprimidos.66
No dejaba de tener interés el hecho de que este decreto fuese
editado en territorio peruano (en la ciudad de Cuzco), donde eran
particularmente fuertes las posiciones de la tradicional aristocracia
latifundista. En palabras de Bolívar, a ésta le interesaba solamente
la riqueza y los privilegios; y no es casual que la aristocracia criolla
hubiese emprendido allí la marcha hacia la traición directa de los
intereses nacionales, actuando en alianza con los colonizadores es-
pañoles.
Es sabido que en el Perú Bolívar fue investido de extraordinarios
poderes dictatoriales (febrero de 1824), los cuales utilizó no
solamente para la decisiva lucha contra los colonizadores españoles
sino también para la realización de transformaciones sociales,
superando la encarnizada resistencia de la aristocracia criolla, que lo
acusaba de ejercer tiranía y despotismo.
Los representantes de las fuerzas democráticas peruanas
valoraron de otro modo la actividad de Bolívar, comprendiendo el
carácter revolucionario-liberador de su dictadura. El patriota pe-
ruano José Faustino Sánchez Carrión se hizo cercano compañero de
lucha de Bolívar y fue además ministro del interior y de relaciones
exteriores. Refiriéndose a la actividad del gobierno de Bolívar entre
1825 y 1827, el informe histórico de Sánchez Carrión ante el
congreso legislativo señaló con fuerza especial que la dictadura
revolucionaria del Libertador había salvado al país del desastre y
66 Decretos del Libertador> Caracas> 1981> t. 1, 1813-1825> p, 410-
412.
permitido realizar una serie de transformaciones
extraordinariamente importantes. A la legislación de Bolívar
sobre la cuestión indígena la llamó “... la primera tabla de la ley
agraria del Perú, y el documento práctico de la independencia en
pro de los indígenas”.67
La experiencia peruana, así como sus reflexiones sobre las
vías a seguir para lograr la igualdad de derechos sociales,
reafirmaron la de-cisión de Bolívar de combatir contra toda for-
ma de racismo. Desenmascaró el carácter social de la albocracia
(así denominó al poder de los blancos sobre los indios),
sustentada tras argumentaciones racistas. Al mismo tiempo, con
no menos resolución se refirió a los peligros de la pardocracia (el
poder de color de la población mulata y mestiza). Tal posición
de Bolívar fue considerada no pocas veces dizque como prueba
de impopularidad, aristocratismo y desprecio hacia las masas.
Con tal espíritu interpretó las concepciones sociales bolivarianas
Laureano Vallenilla Lanz.68
Pero ese género de afirmaciones
carece de base propia. Bolívar siempre se refirió con simpatía a
la lucha de las masas oprimidas. Valoró altamente el heroísmo de
Espartaco y las actuaciones de los antiguos ilotas, y calificó la
revolución de los esclavos de Haití como históricamente
justificable.
Por este mismo tiempo Bolívar vivió la trágica muerte de dos
repúblicas venezolanas, las cuales en gran medida cayeron a
causa de que la cúspide criolla ignoró los intereses de las masas
populares. Precisamente de esto se aprovecharon los
colonizadores españoles para atraerlas a su lado, recurriendo
ampliamente a la demagogia social, seduciéndolas con la
división de la propiedad de los blancos. El destructor
67 José Faustino Sánchez Cardán. Los ideólogos. Lima, 1977, t. 1, p. 594. 68 Laureano Vallenilla Lanz. Ob. cit., p. 133-137.
movímiento venezolano de carácter “antiblanco” fue encabezado
por Boves (1813-1814), quien llevó la lucha de las masas oprimidas
a un callejón sin salida, alejando la solución de la cuestión social.
Bolívar vio que la aspiración a semejante “igualdad” en el espíritu
de la pardocracia solamente llevaría al alzamiento de caudillos en-
riquecidos, así hubiesen salido de las capas plebeyas, en tanto que
las masas paupérrimas, ya fueran blancas o de color (pardos),
permanecerían como antes, sin derechos. Precisamente con base en
la exaltación de esa “moral” de condotiero dichoso, Vallenilla Lanz
construyó su concepción de la “igualdad social” —el
igualitarismo—, con su inclinación a permitirlo todo, en un ver-
dadero individualismo zoológico. Tal clase de “igualdad”, que se
reducía a una lucha de todos ¡contra todos, al “derecho” del más
fuerte, no fue reconocida por Bolívar, resuelta e indiscutiblemente.
En ese caso, como en la crítica a la concepción liberal de la
igualdad, se manifestaba claramente la profunda esencia progresista
de los ideales sociales del Libertador.
En gran medida, gracias a la enérgica y persistente actividad de
Bolívar en la esfera de las reformas sociales se logró atraer a las
masas del lado de la revolución liberadora, privando a los
colonizadores españoles de la posibilidad de especular con la
desigualdad social de las capas explotadas de la población.
El principal objetivo estratégico de Bolívar consistió en reforzar
este éxito, haciéndolo irreversible. Al logro de este objetivo sirvió el
proyecto de Constitución elaborado por Bolívar para la que llamó
Nueva República de Bolivia.
Como las intervenciones en el congreso de Angostura, el mensaje
bolivariano al congreso constituyente de Bolivia resalta la idea de la
igualdad social como basamento inicial de un régimen social justo.
“He conservado intacta la ley de las leyes - la igualdad: sin ella
perecen todas las garantías, todos los derechos. A ella debemos
hacer los sacrificios. A sus pies he puesto, cubierta de
humillación, la infame esclavitud”69
.
Es difícil encontrar en la historia del pensamiento social de
América Latina una fustigación más ardorosa de la esclavitud y
de la desigualdad social en general. “Nadie puede romper el
santo dogma de la igualdad. Y habrá esclavitud donde reina la
igualdad?”70
Esto lo decía un hombre no sólo consciente de la
necesidad de avanzar por el camino de las transformaciones
sociales, sino que además actuaba, como ocurrió en el Perú, en
abierta confrontación con el ¡poder de los acaudalados.
Nuevamente, como en Angostura, Bolívar promovió la idea de
crear instituciones de “poder moral”, encarnadas en la “cámara
de los censores”. “Son los Censores los que protegen la moral,
las ciencias, las artes, la instrucción y la imprenta. La más
terrible como la más augusta función pertenece a los Censores.
Condenan a oprobio eterno a los usurpadores de la autoridad
soberana, y a los insignes criminales. Conceden honores públicos
a los servicios y a las virtudes de los ciudadanos ilustres. El fiel
de la gloria se ha confiado a sus manos: por lo mismo, los
Censores deben gozar de una inocencia intacta, y de una vida sin
mancha. Si delinquen, serán acusados hasta por faltas leves. A
estos Sacerdotes de las leyes he confiado la conservación de
nuestras sagradas tablas, porque son ellos los que deben clamar
contra sus profanadores”.71
Con mucha más fuerza y precisión que en Angostura, Bolívar
defendió el proyecto de creación de un fuerte Estado ilustrado,
capaz de garantizar la encarnación en la vida de los principios de
69 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. III, p. 768.
70 Ibíd., p. 769.
71 Ibíd., p. 764.
la igualdad social, refrenando los codiciosos intereses de los
privilegiados.
La personificación de estas funciones del Estado y la garantía de
su estricta ejecución las ubicó Bolívar en la institución de la
presidencia vitalicia, con el derecho de elección del sucesor. Como
reiteradamente lo dijo el mismo jefe de la revolución, las funciones
vitalicias del presidente tenían muy poco en común con las pre-
rrogativas del poder presidencial de los Estados Unidos de
Norteamérica. En verdad, si en Norteamérica el fuerte poder
presidencial, según la intención de los “padres fundadores”, estaba
en gran parte orientado a limitar la soberanía popular, Bolívar
pretendió, al contrario, hacer del presidente justamente el garante de
la completa expresión de la voluntad popular.
Con fines de crear, pues, un efectivo mecanismo para la
realización de la voluntad popular, Bolívar propuso erigir un “poder
electoral” especial. Fundamentando la conveniencia de la
institucionalización de tal poder, subrayó: “No se exigen sino
capacidades, ni se necesita de poseer bienes, para representar la
augusta función del Soberano; mas debe saber escribir sus vota-
ciones, firmar su nombre, y leer las leyes. Ha de profesar una
ciencia, o un arte que le asegure un alimento honesto. No se le
ponen otras exclusiones que las del crimen, de la ociosidad, y de la
ignorancia absoluta. Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere
el ejercicio del Poder Publico”.72
Este fue en esencia un paso
revolucionario, que rompía resueltamente con la concepción de la
democracia censal.
Es cierto que se privó de derechos electorales a los, analfabetos,
es decir, ante todo a las masas indígenas. No obstante, esta medida
fue una clara expresión de carácter antioligárquico, contra la
72 Ibíd., p. 763.
“esclavitud electoral”; Bolívar se enfrentaba así a la utilización
de los ignorantes por la oligarquía para beneficio de sus ávidos
intereses, Lo importante, pues, consistió en que, con ayuda del
sistema de educación general pública obligatoria, Bolívar intentó
liquidar el analfabetismo en el plazo más corto, transformando
de tal manera el “poder electoral” en un poder auténticamente
popular. Precisamente esto despertó una encarnizada resistencia
de la oligarquía, la cual recibió con la espada el proyecto de
constitución de Bolívar, acusándolo de aspirar a implantar el
poder de la “chusma” y de elevar socialmente a los indígenas.73
Es importante anotar que la concepción del “poder electoral”
se diferenciaba esencialmente de la teoría y la práctica del
federalismo norteamericano. El mismo mecanismo de realización
de los derechos electorales del pueblo fue concebido por los
ideólogos del federalismo en no poca medida como medio de
desviar la atención de las masas populares de los cardinales
problemas estatales, limitándolas a los marcos de los problemas
locales.
Bolívar, pues, ideó el “poder electoral” como el derecho de
ejercer efectivamente el control popular sobre la actividad de
todas las instituciones del poder estatal. No es casual que los
73 En su famosa obra “Historia critica del asesinato del gran mariscal de
Ayacucho” (1846), el escritor y publicista guatemalteco Antonio Irisarri anotó que el proyecto político boliviano, que debía ser ejecutado por el primer
presidente de Bolivia, el mariscal Sucre, amigo cercano y compañero de lucha
del Libertador, consistió en elevar socialmente a los indios, dándoles
educación, por cuanto no podría existir una auténtica república democrática
mientras la aplastante mayoría de la población permaneciera en la condición
de esclava. El mismo escribió con ironía que los opositores de este proyecto
intervinieron ‘para que tanto en Bolivia como en otros jóvenes Estados
latinoamericanos surgieran “repúblicas democráticas sin pueblo”. (Antonio 5.
Irisarri. Historia critica del asesinato del gran mariscal de Ayacucho. La
Habana, 1966, p. 101-102).
biógrafos de Bolívar de orientación conservadora que han
investigado sus concepciones socio-políticas lo condenen con
particular aspereza e intolerancia dizque por haberse apartado de las
anteriores concepciones en que se apoyaba, de acuerdo con “las
realidades latinoamericanas”, y también por jugar con la idea de la
“libertad absoluta”. En tales posiciones aparece, en particular, el
conocido historiador peruano Víctor Andrés Belaunde. Según sus
palabras, la “apostasía” de Bolívar de sus ideas constitucionales
expuestas en el discurso de Angostura se manifestó en que,
habiendo rechazado el “modelo” autoritario de Estado, promovió en
calidad de alternativa un proyecto de constitución penetrado de
espíritu jacobino.74
No tenemos aquí posibilidades de comparar textualmente el
proyecto de constitución de Bolívar con el proyecto de constitución
francesa jacobina (1793). Señalamos solamente que muchas
posiciones bolivarianas sobre soberanía popular y medios efectivos
de garantizarla se acercan al proyecto de constitución jacobina. Sin
embargo, la cuestión no consiste en las adopciones directas; lo
importante está en que los Imperativos de profundización del
contenido social de la revolución liberadora, en otras condiciones
histórico-concretas, reprodujeron mucho de lo que fuera
característico de los revolucionarios jacobinos franceses.
Gran interés representa la valoración de la constitución boliviana
dada por Indalecio Liévano Aguirre. Subrayando que la igualdad
social fue la piedra fundamental de la constitución, la caracteriza
como democrático-revolucionaria, basada en los principios del
continentalismo democrático.75
74 Víctor Andrés Belaunde. Ob. cit., p. 249-250.
75 Indalecio Liévano Aguirre. Bolívar, p. 418-419.
El historiador colombiano estima que la originalidad de esta
Carta estriba en el hecho de que el Libertador intentó utilizar en
ella los mecanismos estatales españoles de interrelación entre el
Estado y el pueblo existentes hasta el ascenso al trono de la
dinastía de los Borbones. Según sus palabras, por este tiempo la
monarquía estaba llamada a proteger los intereses generales,
mientras que los pequeños órganos municipales (los cabildos)
deberían defender los intereses de las personas, sus libertades.
Para ser exactos, la cuestión puede ir hasta el periodo anterior al
reinado de los Habsburgos. Con la llegada de los Borbones, estos
mecanismos de enlace entre el Estado y la sociedad fueron des-
truidos en España y en su lugar surgió el sistema de
centralización burocrática de la monarquía absolutista.
Precisamente esta circunstancia, en palabras de Liévano Aguirre,
permitió en no poca medida que en Europa Occidental el papel
del Estado empezara a identificarse con el despotismo y la
tiranía, mientras que en calidad de remedio mágico para la
solución de todos los problemas sociales fue promovida la
fórmula “dejar hacer y dejar pasar”.76
“Al reducir las funciones del gobierno a las de un simple
espectador de la vida social o acucioso vigilante de los casos de
policía, los débiles y desamparados quedan privados de su na-
tural personero y defensor, y las nociones de ¡justicia, equidad e
igualdad van eclipsándose para dejar el paso a las de
competencia, lucha por la vida y supervivencia de los más aptos.
De esta manera la sociedad occidental pierde su equilibrio, y a
las injusticias del absolutismo siguen las injusticias de la
libertad”.77
76 Ibíd., p. 414.
77 Ibíd.
La originalidad del proyecto constitucional boliviano consistió en
que, desechando resueltamente los principios del “absolutismo
monárquico”, no pudo simultáneamente solidarizarse con los
principios del “liberalismo anti-estatal”. 78
Realmente, el historiador colombiano planteó un problema
extraordinariamente Importante, ante el cual no puede pasar de
largo ningún investigador que intente desentrañar profunda y
seriamente la herencia ideológica de Bolívar. Es sabido que al final
de su vida en más de una ocasión dijo que él intentaba retornar a las
“sencillas leyes españolas”, utilizándolas en la esfera de la
estructura estatal de la república de Colombia. Sus opositores se
Sirvieron varias veces de estas palabras para acusarlo de haber rene-
gado de sus ideales libertarios, en tránsito a las posiciones
conservadoras.
78 Ibíd., p. 415.
BOLÍVAR Y LA UTOPÍA SOCIAL
La clave para la comprensión de las concepciones de Bolívar
en la esfera social se debe buscar no en cualesquiera aspiraciones
nostálgicas suyas de regenerar los viejos órdenes e instituciones
sociales, congelando, por así decirlo, el desarrollo social, La
cuestión se refiere, en nuestra convicción, a que los ideales
sociales de Bolívar estaban proyectados hacia el futuro.
Sobrepasaron a su tiempo, tocando con la esfera de la utopía
social, en el más generoso y profundo sentido de esta expresión.
Seria probablemente exagerado considerar a Bolívar partidario
del socialismo utópico, como fue, por ejemplo, Simón
Rodríguez. Sin embargo, en sus reflexiones sobre las vías y
medios de crear la mejor organización estatal en el espíritu de la
asociación, Bolívar se fue aproximando objetivamente hacia
aquellos temas que inquietaron a los socialistas utópicos. Para
una comprensión más avanzada del influjo de la utopía social
sobre las concepciones bolivarianas se debe subrayar que en ellas
se combinaron, a su manera y originalmente, rasgos del hombre
del siglo XVIII, es decir, de la época de la ilustración, con los del
hombre del siglo XIX, cuando el pensamiento ilustrado fue
cediendo lugar a otros valores y aspiraciones. En este plano,
indiscutiblemente, la concepción bolivariana del Estado se basó,
en determinado nivel, en los principios del racionalismo, tan
propio del Siglo de las Luces y cuyos representantes se acercaron
al problema del Estado desde las posiciones del “raciocinio
político”.
Esto último se caracterizó por el hecho de que sus adeptos —los
fundadores del socialismo científico— vieron en Robespierre
un ejemplo brillante de aquél y consideraron la actividad cons-
ciente y orientadora del Estado como un medio efectivo de encauzar
el desarrollo económico-social espontáneo de la sociedad por el
camino de los “verdaderos” intereses de las personas, unidas en los
principios de la asociación. “Precisamente porque la fuerza de las
cosas siempre intenta eliminar la igualdad —escribió Rousseau—,
la fuerza de las leyes deberá siempre esforzarse por conservarla”.79
La influencia de semejante tratamiento del papel del Estado es
completamente evidente en las concepciones de Bolívar. Al mismo
tiempo, no es posible limitarse a este aspecto del problema.
El conocido historiador venezolano contemporáneo José Luis
Salcedo Bastardo señala justamente que es difícil comprender las
ideas de Bolívar sobre la organización social de los nacientes países
latinoamericanos si se los toma por separado, no contando con que
ellos se desarrollaron cuando en Europa la burguesía apelaba a las
consignas de “libertad” e “igualdad” y reforzaba sus posiciones
acentuando la explotación de las masas trabajadoras.80
Caracterizando esa época, Federico Engels escribió que los
llamados de los iluministas para crear la “sociedad de la razón”, el
“estado de la razón”, en realidad encarnaron en la formación de
instituciones de distinto tipo. En una palabra, subrayó Engels, “Las
instituciones sociales y políticas establecidas con el “triunfo de la
razón” resultaron dañinas y provocaron amargo desengaño como
caricatura decepcionante e insultante de las brillantes promesas de
79 J. J. Rousseau. Tratados, p. 250.
80 J. L. Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, Caracas, 1970, p.
338-339.
los ilustrados”.81
El desencanto en el Siglo de las Luces dejó su sello en - la
búsqueda ideológica de - Bolívar, predeterminando el roce de sus
concepciones con la esfera de la utopía social.
Es interesante anotar que la critica de Simón Rodríguez a los
órdenes europeos es puesta en claro con, la asombrosa
profundidad de sus palabras. El lugar donde esto se haga (la
civilización social. -Nota del autor) no será imaginario, como el
que se figuró el Canciller Tomás Moro: su utopía será en
realidad la América”.82
Es clara la coincidencia de concepciones entre Bolívar y
Rodríguez en relación al futuro de América Latina. En más de
una ocasión expresó que los pueblos de América Latina deberían
seguir su camino sin Imitar a nadie. Esto no significa que se
aspirara a cercar los países del continente separándolos del resto
del mundo, encerrándolos en los marcos del aislacionismo y de
una presuntuosa “autenticidad”. Nada semejante. Tal posición de
Bolívar estaba testificando su aspiración de abrir una brecha
hacia el futuro, de encontrar formas de convivencia humana que
hicieran a las gentes libres y felices. Precisamente al influjo de la
utopía social —y no de otra inspiración— por poco se creó el
“Estado totalitario”, como aseguraban los opositores de Bolívar.
Se trataba de la influencia que descansaba en la institución del
“poder moral” propuesto por aquél. Recordemos que Engels,
caracterizando las opiniones de los socialistas utópicos, escribió
que a cada paso se desgarraba, “a través de un velo fantástico, el
embrión de ideas geniales”.83
81 C. Marx y F, Engels. Obras, t. 20, p. 268.
82 S. Rodríguez. Ob. cit., Vol. II, p. 131.
83 C. Marx y F, Engels. Obras, t. 20, p, 269.
Refiriéndonos al significado de la utopía social en las
concepciones bolivarianas se debe señalar que su actividad
reformadora encontró encarnizada resistencia no solamente de la
aristocracia terrateniente y de otras fuerzas coloniales
tradicionalistas sino también de aquellos a quienes Bolívar llamó
aristócratas del dinero y de la riqueza. En palabras suyas, ellos
intentaron suplantar a la aristocracia hereditaria o en último caso
estar al nivel de ella.84
Para expresarlo de otra manera, los
elementos del utopismo social en las concepciones de Bolívar ex-
plican su desagrado, así fuera espontáneo y a veces inconsciente,
respecto al proceso de acumulación originaria del capital, que
sentenciaba a la miseria y las privaciones a las masas populares.
Estamos de acuerdo con el publicista colombiano Camilo Galán
quien, caracterizando la actividad social reformadora de Bolívar,
señala que en determinado nivel se puede hablar de lo antiburgués
de sus acciones, por cuanto procuró que las consignas de “libertad”
y “fraternidad” fueran realmente encarnadas en la vida.85
En nuestra
opinión, la explicación de este fenómeno se debe buscar en que a
Bolívar le correspondió actuar en las condiciones de una sociedad
tradicionalista estancada, con relaciones capitalistas en extremo
insuficientemente desarrolladas, y sin embargo con expresivos
elementos de aburguesamiento, suficientemente claros, en la polí-
tica y en general en la percepción de los fenómenos de la vida
social. Portadores de este aburguesamiento fueron los
representantes del capital comercial usurero. Como señaló Carlos
Marx, la riqueza monetaria actuó en este grupo social “no como
forma de capital sino (...) como premisa para el capital”.86 Hablando
entonces sobre el papel del capital usurero en el establecimiento de
84 L. Peru de Lacroix. Diario de Bucaramanga. -Medellín, 1967.
85 Voz Proletaria. Bogotá, 18.111.1980, suplemento, p. 3.
86 C. Marx, F, Engels. Obras, t. 46, parte 1, p. 469.
nuevas relaciones de producción, Marx subrayó que “la riqueza
monetaria en forma de capital mercantil, desde luego ayudó a
acelerar la descomposición de las anteriores relaciones de
producción, elevando a los ojos del propietario el significado del
valor de cambio”.’87
En América del Sur la dualidad capital comercial-capital
usurero se manifestó en forma particularmente clara. Sus
representantes, sin atentar en esencia contra los pilares de la
sociedad tradicional, manifestaron un iracundo “liberalismo” con
relación a los indígenas, permitiendo su expropiación, y
defendieron la esclavitud con argumentos manchesterianos. La
democratización de la propiedad territorial era para ellos
semejante a la eliminación de todas las barreras que impedían su
concentración en manos de unos pocos. Para estos apologistas de
la acumulación originaria del capital era inaceptable la posición
de Bolívar, quien mediante su política social intentaba
obstaculizar la pauperización de las masas populares. ¿No seria
acaso de aquí de donde partió la versión acerca de que Bolívar
supuestamente se presentaba como partidario tradicionalista del
retorno a los órdenes coloniales, con sus instituciones
corporativistas?
Tal vez una de las piezas claves para la comprensión de los
ideales sociales de Bolívar fue la resolución sobre que los indios
colombianos paguen una contribución llamada “contribución
personal de Indígenas” (15.X.1828).88
En el texto del decreto se
enfatizó que la ley sobre igualdad de los indígenas con otras
categorías de la población en la esfera del pago de impuestos
provocaba que, “lejos de haber mejorado su condición, se ha
empeorado y se han agravado sus necesidades”.89
87 Ibíd., p. 449-450.
88 Decretos del Libertador, Vol. III, p. 171.
89 Ibíd.
La introducción del impuesto personal para los indígenas tenia el
objetivo de mejorar la situación de los mismos por la vía de la
liberación de la anterior carga impositiva y de muchas otras
obligaciones. Por ello el decreto consideraba una serie de medidas
concretas dirigidas a salvaguardar sus intereses, a crear condiciones
para alcanzar la igualdad real: aligeración de la carga impositiva,
exención del servicio militar obligatorio, defensa de las tierras
comunales indígenas del saqueo y muchas otras cosas. Precisamente
este decreto fue inmediatamente declarado “reaccionario” por los
opositores de Bolívar, como si se tratara de una demostración de la
aspiración de retornar a los órdenes coloniales estableciendo
prestaciones de servidumbre para los indígenas. Este punto de vista
encontró su reflejo en la historiografía. Así, el historiador
norteamericano Bushnell ve en este decreto una manifestación del
“pensamiento económico reaccionario” de Bolívar.90
Víctor Andrés
-Belaunde lo considera una aspiración bolivariana de “liquidar en
parte significativa las conquistas de la revolución”. 91
Sin embargo, la cuestión es en esencia mucho más compleja de lo
que parece. Con su decreto, Bolívar intentó crear para los
90 David Bushnell. El régimen de Santander en la Oran Colombia. Bogotá, 1956,
p. 376.
91 Victor Andrés Belaunde. Ob. cit., p. 376. La posición de Andrés Belaunde es
por completo explicable si se recuerdan las palabras de José Carlos Mariátegul
acerca del papel jugado por la legislación liberal en el destino de las comunidades indígenas. “El liberalismo de la legislación republicana, inerte ante la propiedad
feudal, se sentía activo sólo ante la propiedad comunitaria. Si no podía nada -
contra el latifundio, podía mucho contra la comunidad (...) .Destruir las
comunidades no significaba convertir a los indígenas en pequeños propietarios y
ni siquiera en asalariados libres, sino entregar sus tierras a los gamonales y a su
clientela. El latifundista encontraba así, más fácilmente, el modo de vincular el
indígena al latifundio”. (José Carlos Mariátegui. Obras completas, Vol. II, p. 75).
Para Andrés Belaunde, portavoz de los Intereses de la “Ilustrada oligarquía”, la
liquidación de tal legislación adelantada por Bolívar era, naturalmente
inaceptable.
aborígenes condiciones que les permitieran disfrutar de una
igualdad auténtica, mas no de una igualdad formal, que los
condenaba a la quiebra económica y a la miseria. No se puede
negar que la política social de Bolívar llevaba en si el sello de su
originalidad e incluso de una paradoja exterior, lo cual - en parte
se reveló en sus referencias a las leyes “sencillas” o “españolas”.
Aquí es conveniente recordar lo que escribió F, Engels sobre
la “sociedad de la razón” de los ilustrados. “La contraposición
entre ricos y pobres, en vez de resolverse por la prosperidad
general, se agudizó aun más como resultado de la eliminación de
los privilegios gremiales y otros, que habrían servido como
puente entre esta contraposición, y también como resultado de la
eliminación de la beneficencia religiosa, que la atenuaba un
poco”.92
Precisamente a fin de evitar la pauperización de las
masas populares Bolívar se remitió a las “leyes españolas”, sin
idealizarlas de ningún modo, es decir, se remitió a aquellas
instituciones que, en palabras de Engels, sirvieron de puente de
unión entre ricos y pobres. En el Libertador no había nada en
común con los tradicionalistas, cuya actitud antiburguesa se
orientaba hacia el pasado, limitándose a nostálgicas aspiraciones
de renacimiento de las viejas instituciones. Lo antiburgués de
Bolívar, en toda la peculiaridad de sus manifestaciones, fue
dirigido hacia el futuro y, repetimos, ello tocaba con la esfera de
la utopía social. Sin embargo, lo más importante está en que este
decreto siguió el curso de las búsquedas, de Bolívar de medios
efectivos para prevenir el empobrecimiento de las masas
populares.
Lo dicho arriba da base para deducir que ya a mediados de los
años 20 habían cristalizado en sus rasgos generales los principios
fundamentales del original proyecto político. En él, en forma
92 C. Marx, F, Engels. Obras, t. 20, p. 264.
peculiar, se combinaron los rasgos sicológico-sociales de la
personalidad de Bolívar como hombre de “raciocinio político”,
quien, con ayuda de la fuerza y la autoridad de la ley, intentaba
impedir que la “fuerza de las cosas” eliminara la igualdad. El líder
de la revolución obraba bajo una atracción cada vez mayor hacia la
utopía social, con la aspiración de elaborar, si se utilizara la
terminología política contemporánea, una alternativa del “modelo”
estatal basado en los principios del liberalismo clásico. La
confrontación ideológica y política de Bolívar con los partidarios de
este “modelo” fue inevitable. No casualmente Bolívar hubo de decir
que si anteriormente le había correspondido luchar con los
colonizadores españoles, ahora encontraba una encarnizada
resistencia de parte de aquellos que se autocalificaban como
liberales.93
93 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 851.
IDEOLOGÍA Y POLÍTICA EN LAS VÍAS
DE DESARROLLO DE COLOMBIA
I. BOLÍVAR Y SANTANDER
Bolívar y Santander. Hasta ahora no se ha acallado la aguda
polémica alrededor de las causas de la ruptura de sus relaciones y
de la acerba confrontación. Todavía se enuncian puntos de vista
diametralmente opuestos y se dan distintas valoraciones, por
demás polarizadas. Así, Laureano Gómez contrapuso a Bolívar,
según sus palabras, defensor de la fe católica y de los “valores
espirituales” de la nación, y Santander, el “masón impío”,
destructor de la unidad de los colombianos, perseguidor de la fe
y de la Iglesia.94
A su turno, los más fervorosos adeptos de Santander lo exaltan
como el combatiente por el civilismo, es decir, por las formas
democráticas y ciudadanas de gobierno, presentándolo como
hombre poseído de una especial propensión por las leyes, incluso
al pie de la letra. Lo contraponen al Bolívar, a quien se
representa como hombre utopista de pasiones irrefrenables, de
procederes imprevisibles, preso de una sed insaciable de poder y
lleno de ambiciones dictatoriales.
Es ampliamente difundido el punto de vista de que el choque
entre Bolívar y Santander es un reflejo de la lucha entre el
civilismo y el militarismo. Se promueve además el punto de vista
de quienes ven las causas de la ruptura de relaciones entre los
dos dirigentes de la República de Colombia en las diferencias de
94 Laureano Gómez. El mito de Santander. Bogotá, 1966, t. I, P. 47-48.
sus temperamentos y en general en el distanciamiento polar de sus
caracteres.95
Se ofrece, en fin, una interpretación cuya idea, en el fondo, se
reduce a la afirmación de que Bolívar y Santander no presentaban
diferencias que los dividieran, y si acaso se percibían algunas
tonalidades en el estilo de dirección política. En tal posición está,
por ejemplo, el conocido historiador norteamericano David
Bushnell, quien afirma que Bolívar, semejantemente a Santander,
actuó en favor del “individualismo económico y social” y la “libre
empresa”, y no tuvo la intención, ni mucho menos, de colocarse en
el camino de la reforma social, en particular en la esfera de las
relaciones agrarias.96
En su libro “El régimen político de Santander en la Gran
Colombia”, el historiador norteamericano expresó claramente sus
simpatías, viendo en el proyecto político cuyo partidario fue San-
tander la variante más “democrática” del desarrollo del país,
argumentando esto con aquello de que él sentó las bases para el
desarrollo del liberalismo en Colombia.
Fuerza de persistente tradición tiene el punto de vista promovido
por el conocido historiador venezolano José Gil Fortoul. En su
trabajo “Historia constitucional de Venezuela” contrapuso al
Bolívar “inmortal” y “grandioso” el Bolívar de los “decretos
reaccionarios de 1828”,
95 Alirio Gómez Picón. Bolívar y Santander. Historia de una amistad. Bogotá,
1971; Julio Hoenigsberg. Santander. Ensayo histórico-biográfico. Barranquilla,
1969, t. I-II; J. A. Osorio Lizarazo. El fundador civil de la República (Santander).
Bogotá, 1940; Santiago Jiménez Arrechea. Santander, Libertador y padre de la
República. Cali, 1970; Alberto Miramón. Luis Vargas Tejada. Estampa de un
poeta conspirador. Bogotá, 1970.
96 David Bushnell. Bolivarismo y santanderismo. Colección Lecturas de
Historia, Bogotá, N° 3, p. 20-21.
el Bolívar que “agonizaba en – 1829”, el Bolívar parecido a un
“cadáver viviente” en 1830.97
En los ensayos de otro historiador venezolano, Carlos
Irazábal, se desarrolla en gran parte análoga concepción,
subrayando la idea de que el “decaimiento intelectual” de
Bolívar coincidió con su tránsito a posiciones reaccionarias
abiertas, que concluyeron en la alianza con la propia “reacción
negra”, con la esperanza de revivir el antiguo orden colonial. A
él, según Irazábal, se le opusieron partidarios de Santander como
Francisco Soto y otros, quienes combatían por la libertad y la
democracia.98
Este punto de vista fue defendido recientemente
por el historiador venezolano Lovera de Sala.99
Tal vez la tesis más extrema sobre un reaccionarismo de las
posiciones bolivarianas, que se redobla cada vez más, se expone
en el trabajo del historiador español Salvador de Madariaga, que
fuera sometido a una seria y fundamentada critica de parte de
eminentes científicos latinoamericanos, Madariaga ratifica que
las convicciones “monárquicas” y “ultraconservadoras” de
Bolívar, quien se habría esforzado por restaurar las instituciones
españolas, lo condujeron inevitablemente al choque con el liberal
Santander. En esencia, toda la concepción del libro de Madariaga
se reduce a que Bolívar aparentemente habría imitado en todo a
Napoleón e intentado repetir su camino haciéndose
emperador.100
97 José Gil Fortoul. Historia constitucional de Venezuela. Caracas, 1930,. t.
I, p. 600, 612, 677.
98 carlos Irazábal. Venezuela esclava y feudal (episodios de la historia de
Venezuela). Ensayos de interpretación dialéctica. Caracas, 1914, segunda
edición, p. 100-128.
99 R. J. Lovera de Sala. Simón Bolívar: el último año. El postrer aliento.
“Resumen”, Caracas, 21. XII. 1980, p. 40-42.
100 Salvador de Madariaga. Bolívar. México, Buenos Aires 1953, t. 1. p. 403-
420.
El punto de vista arriba citado es opuesto, por ejemplo, a la
posición del historiador colombiano Guillermo Ruiz Rivas, quien ha
subrayado que la oposición de Santander y de sus partidarios a la
actividad de Bolívar se comprende por la aspiración de este último
de realizar un amplio programa de transformaciones revolucionarias
y antioligárquicas.101
Esta concepción ha sido formulada con mayor
amplitud en los trabajos del destacado historiador colombiano
Indalecio Liévano Aguirre, sobre cuyo gran aporte a la
investigación de la vida y luchas de Bolívar se ha hablado en más
de una ocasión.
Es importante señalar que cada vez más aparecen trabajos en los
cuales es evidente la aspiración de sus autores de comprender de
manera detallada y objetiva la última etapa de la vida del Libertador
y poder responder al interrogante de cuáles fueron los imperativos
que le guiaron al investirse de poderes dictatoriales en agosto de
1828.
Así, el investigador venezolano Cristóbal Mendoza, bolivarista
competente plantea que las aspiraciones de Bolívar durante el
período de su dictadura iban en interés de consolidar y estabilizar
las conquistas revolucionarias.102
Salcedo Bastardo ha subrayado que en el lapso de su dictadura el
Libertador emprende un ultimo intento de “impulsar la revolución y
hacerla tangible”.103
Liévano Aguirre señala especialmente la
utilización por Bolívar de extraordinarios poderes dictatoriales en
interés de la realización de reformas sociales.104
101 Guillermo Ruiz Vivas, Bolívar más allá del mito. Bogotá, t. I y II.
102 C. L. Mendoza. Prólogo a los escritos del Libertador. Caracas, 1977, p. 69-
70.
103 J. L. Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, p. 319-380.
104 Indalecio Liévano Aguirre. Razones socioeconómicas de la conspiración de
Septiembre contra el Libertador, p. 35, 37-38.
Álvaro Delgado habla de que los extraordinarios poderes de
que se invistió Bolívar no lo separaron del pueblo sino que, por
el contrario, lo acercaron a él.105
El historiador cubano Alberto
Prieto escribe que Bolívar utilizó los plenos poderes dictatoriales
para realizar transformaciones sociales en beneficio de las masas
populares.106
Haciendo un balance de lo expuesto anteriormente, es posible
sacar la deducción de que las causas de la brusca agudización de
las contradicciones entre Bolívar y Santander deben buscarse en
la fuerte lucha que se desarrolló en Colombia en torno a los
caminos para el ulterior desarrollo de la serie de jóvenes Estados
latinoamericanos, creados como resultado de las campañas
libertadoras del ejército revolucionario bolivariano.107
La situación se conformó de tal manera que alrededor de
Santander se agruparon todos aquellos que por uno u otro motivo
y causa se pronunciaron en favor de conservar la Constitución de
Cúcuta, considerando que las instituciones estatales que ella
creaba garantizaban de manera más segura sus intereses.
Indiscutiblemente, desde el punto de vista del espectro político,
de las concepciones y del estado de ánimo, el campo de los
partidarios de Santander resultaba bastante abigarrado; no
obstante, si nos abstraemos de esta circunstancia, se puede
entonces, concluir que en el bando de los partidarios de
105 Hojas universitarias. Bogotá, noviembre de 1976, p. 79.
106 Alberto Prieto. Próceres latinoamericanos. La Habana, 1981> p. 102-103.
107 Esto, desde luego, no libera al investigador de la obligación de prestar
atención a las personalidades de Bolívar y Santander, tipológica y
diametralmente opuestas. Indiscutiblemente, esta circunstancia influyó en sus
relaciones, atribuyendo no pocas veces, a primera vista de manera exclusiva,
por así decirlo, un colorido personificador a sus diferencias políticas e
ideológicas.
Santander estaban representados en esencia los intereses de
aquellos que se precavían de perder sus privilegios sociales,
relacionándose hostilmente con la lucha que los desposeídos y
explotados adelantaban por sus derechos.
Es revelador e interesante el hecho de que en carta dirigida a uno
de sus adeptos el propio Santander afirmara que los partidarios de
Bolívar podrían provocar “Una guerra interior en que ganen los que
nada tienen, que siempre son muchos, y que perdamos los que
tenemos, que somos pocos”108
.
No menos heterogéneo por la composición de sus participantes
fue el campo de los partidarios de Bolívar. No obstante; en este caso
no tenemos base para aferrarnos a este punto de vista relativista,
negándonos a adelantar determinadas valoraciones y
generalizaciones. Objetivamente, y en gran parte subjetivamente,
Bolívar actuó como ya lo hemos dicho reiteradamente, desde
posiciones de defensa de las masas populares, las cuales recibieron
muy poco de la guerra de independencia. No por casualidad
expresó Bolívar que el pueblo se encontraba en la esclavitud, en
tanto que la libertad existía solamente para los privilegiados, entre
los cuales se contaba una “aristocracia de rango” de empleos y de
riqueza, que en nada se diferenciaba de la aristocracia hereditaria.
En palabras suyas, para esta gente las conversaciones sobre
igualdad sirven como justificación de sus pretensiones y para
elevarse en la escala social, mas de ninguna manera para
aproximarse a las “clases inferiores de la sociedad”, a las cuales
ellos quisieran mantener en la esclavitud, “a pesar de los alardes de
demagogia y liberalismo”109
.
108 Cartas y mensajes del general Francisco de Paula Santander. Bogotá, 1955,
Vol. VII, p. 371.
109 L. Peru de Lacroix. Diario de Bucaramanga. Medellín, 1967.
Es interesante anotar que Simón Rodríguez fue uno de los
pocos que aun en vida de Bolívar percibió en sus actos el
reforzamiento de la orientación social reformadora. Él promovió
la siguiente idea, asombrosa por su profundidad: “Si los
americanos quieren que la revolución política que el peso de las
cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido les traiga
verdaderos bienes, hagan una revolución económica…”110
La concepción de Rodríguez se acerca en gran parte a la de
Manuel Maria Madiedo. Eminente representante del socialismo
utópico en Colombia, Madiedo valoraba todo desde las
posiciones de las masas populares. Ellas vertieron su sangre en
los campos de batalla durante los años de la revolución de
independencia, gracias a su valentía y a su abnegación. Ella
triunfó, pero, como antes ocurría, el pueblo “se encontró pobre,
mutilado, explotado en su sangre para la guerra y en su sudor
para la paz, y en medio de las más bellas leyes, los hombres por
cuya libertad se había sacrificado todavía lo llamaban la plebe, la
canalla, y le dieron un puntapié cuando quiso ser algo, apenas
algo más que lo que había sido bajo los esbirros de la tiranía
ultramarina”.111
Desde el punto de vista del pueblo desposeído y explotado,
Madiedo se aproximó a la valoración de las causas de las
discrepancias entre Bolívar y Santander. Advirtió con
clarividencia que no se trataba de un conflicto entre partidos, ya
fueran militaristas o civilistas, sino de cuestiones
inconmensurablemente mucho más serias, y precisamente de la
lucha en torno a las vías para el desarrollo de Colombia.
Madiedo vio en Santander y sus partidarios unos defensores de
110 S. Rodríguez. Obras completas, Vol. I, p. 241.
111 Véase.~ “Orígenes de los partidos políticos en Colombia”. Bogotá, 1978,
p. 34.
intereses de las capas privilegiadas de la población, los cuales, con
ayuda de las masas populares, derrocaron el dominio colonial
español, al tiempo que intervinieron desde posiciones defensivas y
conservadoras para impedir la realización de transformaciones
sociales en interés del pueblo.
Aunque los opositores del Libertador se hubiesen denominado a
si mismos liberales, en el fondo, según Madiedo, no fueron más que
legistas interesados en la conservación del orden de cosas
existente.112
Al mismo Santander lo comparó con un patricio
romano de los tiempos de la República, “cuando los Gracos morían
apaleados por los senadores, a causa de sus tendencias
democráticas”.113
Madiedo contrapuso a Santander y sus partidarios con Bolívar y
su ejército libertador. Con la forma aforística que le fuera propia,
escribió: “…sin riesgo a equivocarse, podría decirse que en esos
tiempos la república estaba en el cuartel”.114
Al igual que Simón
Rodríguez, Madiedo vio en el ejército libertador a las masas
populares armadas, con sus instintivas y espontáneas aspiraciones
democráticas dc justicia social. Por ello Madiedo llegó a la
conclusión de que “la democracia guerrera del héroe de Colombia
tenía más títulos a la República” que el partido civilista encabezado
por Santander y sus partidarios.115
112 Ibid., p. 38. Madiedo consideró corno verdadero liberalismo a la doctrina
cuyas Ideas estaban basadas en los principios de la solidaridad fraterna entre la
gente, así como también en las ideas de justicia social.
113 Ibid., Tiene interés el hecho de que en una de sus cartas el mismo Santander
reprendió a los Uracos por sus intentos de socavar el régimen social existente en
Roma durante el periodo dcl sistema republicano.
114 Ibid., p. 37.
115 Ibid., p. 35.
Rindiéndole tributo al mito sobre las ambiciones napoleónicas
de Bolívar —a quien llamó brillante compañero (satélite) del
emperador francés—,116
Madiedo no pudo revelar
completamente su fructífera idea referente a que los ideales
sociales y políticos del Libertador correspondían a las
aspiraciones democráticas de las masas populares y estaban en
consonancia con ellas. No obstante, sus reflexiones siguieron el
curso de búsqueda de muchos representantes del pensamiento
social avanzado latinoamericano, encaminada a encontrar la
génesis del profundo democratismo y la popularidad de los
ideales sociales de Bolívar.117
Un criterio en todo diferente en la valoración del tema de
Bolívar y las masas surge del conocido sociólogo venezolano
Laureano Vallenilla Lanz, quien, como ya se ha dicho,
contrapuso el “Bolívar aristócrata” a las masas y sus espontáneas
aspiraciones de igualitarismo social.
116 Ibid., p. 35.
117 Sobre esto reflexionó, como ya se dijo, Faustino Domingo Sarmiento.
Asombrosas ideas en cuanto a profundidad y perspicacia, referentes a un
Bolívar que como dirigente de masas comprendía lo espontáneo de sus
aspiraciones democráticas, fueron expresadas por el distinguido escritor y
publicista uruguayo José Enrique Rodó en su ensayo titulado “Bolívar” (José
Enrique Rodó, La América nuestra. La Habana, 1970). En Venezuela ha
meditado no poco sobre este problema el conocido escritor y periodista Rufino Blanco Fombona, quien sostiene que Bolívar logró dirigir toda la
energía y las aspiraciones de las masas por el camino de la revolución
liberadora (R. Blanco Fombona. Bolívar y la guerra a muerte. Época de
Boves. 1813-1814. Caracas, 1972). Un poco más tarde el jefe político y
publicista colombiano Gilberto Alzate Avendaño, en el agudo ensayo
polémico “El nuevo descubrimiento de Bolívar” y refiriéndose a los trabajos
de Sarmiento y Rodó, escribió sobre la aspiración del Libertador de atraer al
lado de la revolución liberadora a las masas populares, uniendo en un solo
torrente a las reglones urbanas y rurales (G. Alzate Avendaño. Obras selectas.
Bogotá, 1979).
Pero estas mismas masas, como afirmó Vallenilla Lanz, no
estaban orgánicamente en capacidad de familiarizarse con el
conocimiento del ideal social y por tanto sobre ellas debería
gobernar un “César democrático” o “gendarme necesario”.118
La aspiración de cambios en el espíritu de la justicia social, así
fuese una expresión espontánea de las masas populares que Bolívar
intentara encarnar en su proyecto político: he aquí el nudo que hace
falta deshacer para encontrar la causa de tan encarnizada resistencia
a los planes del Libertador por parte de sus opositores.
Exteriormente, todo en ello parecía la aspiración de obstaculizar las
ambiciones “cesaristas” y “napoleónicas” de Bolívar. de defender
la libertad ante la tiranía. De ahí los encarnizados ataques al
ejército libertador, al cual se emparentaba con el militarismo,
declarándolo arma del despotismo. Uno de los partidarios próximos
de Santander, el poeta Luis Vargas Tejada, cuyos versos y tragedias
antitiránicos se combinaron extravagantemente con el
conservadurismo de sus concepciones sociales, escribió que el
ejército, habiéndose granjeado la gloria en los campos de batalla por
la causa de la libertad, dirigió sus armas contra ella, llevó el país a
la subyugación.119
La causa de tan acerbo antimilitarismo reside ante todo en el
hecho de que, en medio de la aguda pugna en torno a las vías de
desarrollo de la sociedad colombiana y de los Estados aliados, el
ejército no podía permanecer al margen de la política; su voz
sonaba fuertemente en los debates y discusiones públicas de aquel
tiempo. La orientación social de múltiples exigencias de los
militares asustó especialmente a los partidarios de la conservación
del statu quo político y social.
118 Laureano Vallenilla Lanz. Cesarismo democrático. Estudios sobre las bases
sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela. Caracas, 1952.
119 Luis Vargas Tejada. Recuerdo histórico. Bogotá, 1978, p. 74.
No es casual que los opositores de Bolívar señalaran que el
principal contenido de la lucha política e ideológica en este
periodo era el choque entre el civilismo y el militarismo.120
Los opositores de Bolívar no se limitaron a fustigar sus
“ambiciones militaristas” sino que también intentaron introducir
la división y el espíritu de discordia en las filas del ejército. Con
ayuda de soldados colombianos, lograron realizar una revuelta
antibolivariana en el Perú, impidiendo así mismo la
profundización de las transformaciones sociales en ese país,
elaboradas por Bolívar en su Constitución. Como resultado de
las artimañas de los enemigos de Bolívar, quienes utilizaban para
sus fines a un determinado sector de los militares, Antonio José
de Sucre, quien encarnaba los mejores rasgos de la generación de
los libertadores, se vio forzado a asumir los poderes de primer
presidente del Perú.
La campaña antibolivariana en las filas del ejército se llevó a
cabo bajo las consignas de defensa de la Constitución y
eliminación de las amenazas de restauración de las instituciones
monárquicas, que traerían consigo la liquidación de los derechos
concedidos a la población de color en los marcos del Estado
colombiano. En el léxico político de los opositores del
Libertador,
120 El historiador colombiano Germán Colmenares señala que semejante
género de interpretaciones sobre el papel del ejército en la historia devino en
una especie de constante en la vida política del país. “Al ejército se atribuían
en gran parte las oscilaciones políticas puesto que se lo identificaba como a un
agente de la reacción. Peor que esto, el ejército aparecía como una
supervivencia del régimen monárquico” (Germán Colmenares. Partidos
políticos y clases sociales en Colombia. Bogotá, 1968, p. 160).
éste era un godo, es decir, un partidario del imperio español que en
una u otra forma soñaba con el restablecimiento del anterior
ordenamiento colonial.121
No era raro por este tiempo escuchar en las calles de Bogotá
vociferaciones de los opositores del Libertador del tipo de “Viva la
libertad y abajo el godo Bolívar”.122
Acusando a Bolívar de aristocratismo y godismo, sus opositores,
quienes propiamente no se preocupaban de la lógica y trascendencia
de sus palabras, procuraron presentarlo al mismo tiempo como un
demagogo social que jugaba con la “negramenta”. Bolívar no tuvo
más que crear en Colombia una filial de la sociedad “El gran
Caupolicán”,123
para que inmediatamente sus contrarios se lanzaran
al ataque declarando que tal entidad había unido a todas las “heces
de la sociedad» levantadas desde el fondo de la revolución y que
bajo la divisa del despotismo se armaban contra la libertad. A
fuerza de que “sus intervenciones se ilustraban en el prestigio de
Bolívar y se favorecían del apoyo del
121 Hay que decir que la campaña antibolivariana dio sus resultados, levantando
contra Bolívar a una parte de los militares. Para algunos, ante todo aquellos
procedentes de las capas bajas, que estaban ascendiendo socialmente e incluso enriqueciéndose, las acusaciones a Bolívar sobre planes restauradores equivalían
a la posibilidad de perder sus privilegios. Para otros, poseídos de ambición, los
llamados a la defensa de la libertad y de la Constitución de Cúcuta fueron una
excusa seductora para jugar el papel de salvadores de la patria, lo cual en algunos
casos llevó a resultados trágicos. Bastaría recordar el destino del talentoso general
Córdoba.
122 Véase: Sotero Peñuela. Doctrina conservadora. Bogotá, 1940, p. IV.
123 Una sociedad idénticamente denominada en memoria al heroico jefe de los
araucanos, fue creada por Bolívar en el Perú y en calidad de objetivo fundamental
se trazó la tarea de la liberación social de las masas aborígenes.
ejército”,124
tales elementos representaban un peligro especial
para la “causa de la libertad”, como señalaban los partidarios de
Santander.
Las contradicciones ideológicas y políticas entre partidarios de
Bolívar y Santander se evidenciaron con especial agudeza
durante las sesiones de la Convención de Ocaña (abril-junio de
1828), convocada con el objetivo de reformar la Carta de Cúcuta.
Garantizando para si las posiciones dominantes, con ayuda del
denominado reglamento electoral —por el cual se privaba de
derechos electorales al 95 por ciento de la población—, los
santanderistas desplegaron en la convención una encarnizada
lucha contra Bolívar. Ellos recibieron con inocultable hostilidad
las intervenciones de las guarniciones militares y de los sencillos
representantes del pueblo, quienes exigían a la asamblea que se
pusiera fin al escandaloso enriquecimiento de unos pocos y al
empobrecimiento y pauperización de las masas.125
“Este es el
resultado de la desmoralización a que se ha querido habituar al
pueblo y al ejército, enseñándole a que haga actos y
representaciones sediciosos”,126
escribió el general Santander.
124 Luis Vargas Tejada. Ob. cit., p. 19.
125 En el memorial dirigido a la Convención de Ocaña por la composición
personal de la División del Magdalena se decía: “Todo ha sido injusticia,
todo abandono, todo desprecio (...) ¿En manos de quiénes paran los bienes confiscados? Sujetos acaudalados que se hicieron de muchos documentos por
la quinta y sexta parte de su valor; el gobierno les dio por consecuencia una
preferencia injusta, y cuando recurría algún militar exigiendo la adjudicación
de alguna finca, ya la hallaba aplicada a un particular (…) Se vendieron los
documentos por el valor que les dio entonces el comercio: se hizo con esto un
género de especulación, de intriga, de agio, de corrupción para unos y de
vergüenza para todos; sólo el ejército fue la victima; sólo nosotros fuimos los
burlados, y la ley”. (Citado por J. L. Salcedo Bastardo, Historia fundamental
de Venezuela, p. 412).
126 Cartas y mensajes de Santander, Vol. VII, p. 369.
En tal tipo de pronunciamientos los opositores de Bolívar
observaron una manifestación del espíritu de la revolución francesa,
tan hostil a ellos. Vargas Tejada, elegido diputado a la convención
ocañera, habló, por ejemplo, de “la fracción jacobina, que oprimía a
la Convención francesa y que es un tipo exacto de la fracción
bolivariana de la Convención de Colombia”. La única diferencia
era que en Francia Robespierre había sido diputado a la
Convención, mientras que en Colombia el general Bolívar, ese
Robespierre criollo, se encontraba fuera de su recinto. En Francia
los jacobinos apelaron a los sans-culotte, quienes ocupaban las
tribunas de la convención. En tanto en Colombia, en palabras de
Tejada, la fracción jacobina encabezada por Bolívar tuvo sus
“descamisados” en el ejército y en el pueblo y los provocó a
adelantar acciones de protesta, envenenándolos contra todos los
“buenos republicanos, que aspiraban a salvar a la nación del
despotismo oclocrático”.127
Dibujando a Bolívar como dictador y tirano, uno de los ideólogos
de la fracción antibolivariana, Francisco Soto, declaró que aquel
que juega con el populacho y desata la “revolución contra los
propietarios” ineluctablemente se torna en “monstruo del género
humano”.128
Fue una campaña minuciosamente ideada y planeada
contra el Libertador. El propio Santander confesó con suficiente
franqueza en una de sus cartas: “Por mi profesión se evita dar una
batalla campal a un enemigo poderoso y bien situado, cuando hay
esperanzas de destruirlo en partidas, sorpresas, emboscadas y todo
género de hostilidades”.129
¿Qué se escondía, pues, tras las acusaciones. de jacobinismo a los
partidarios de Bolívar, y a
127 Luis Vargas Tejada. Ob. cit., p. 164-165.
128 Guillermo Ruiz Vivas. Ob. cit., Vol. I, p. 442.
129 Cartas y mensajes de Santander, Vol. VII, p. 371.
él mismo de aspirar a convertirse en el Robespierre colombiano?
¿Fue esto acaso resultado de exageraciones políticas y de la
aspiración de denigrar a Bolívar de la mejor manera posible ante
los ojos de los poderosos propietarios? ¿O será acaso que la
cuestión se refiere a ciertos rasgos de Bolívar tipológicamente
similares a los del heroico jefe de los jacobinos? La respuesta a
estos interrogantes puede darla el análisis de la evolución de las
concepciones de Bolívar, que lo llevaron a convencerse de la
necesidad de establecer una dictadura revolucionaria temporal,
tan frecuentemente, a mi parecer, tergiversada en su
comprensión y sus interpretaciones.
II. LA DICTADURA REVOLUCIONARIA
TEMPORAL
Tres puntos de vista bastante tangibles se contemplan al
evaluar el lugar y papel del corto gobierno dictatorial de Bolívar
en la evolución de sus concepciones políticas y sociales. Uno de
ellos debe examinarse en los marcos de la concepción general
acerca del supuesto tránsito de Bolívar a las posiciones
reaccionarias en el último periodo de su vida. Así, el historiador
y publicista venezolano Juan Uslar Pietri enlaza tal evolución de
Bolívar ante todo con aquel periodo, cuando fue investido por el
congreso peruano con los poderes dictatoriales, los cuales
recordaban un género de poderes propio de los cónsules de la
antigua Roma republicana. Según afirma Uslar Pietri, las
ambiciones autocráticas cesaristas inherentes a Bolívar llegaron a
determinar cada vez más su actividad.
“Bolívar comienza, en el pináculo de su gloria, la senda
descendente de la tiranía”, escribe Uslar Pietri.130
130 Juan Uslar Pietri. Historia política de Venezuela. Caracas, Madrid, 1970.
p. 113.
El conocido filósofo mexicano Leopoldo Zea, sin negar que la
dictadura de Bolívar lleva el sello de la influencia de la teoría y la
práctica de funcionamiento de las instituciones estatales de la Roma
antigua, llega a deducciones completamente diferentes. Compara la
dictadura bolivariana con la dictadura temporal de los cónsules en la
Roma republicana, establecida para salvar las instituciones
republicanas. “En otras palabras —escribe Leopoldo Zea— es una
dictadura que no es tiranía sino una forma de gobierno que, en
situaciones especiales, adoptan los pueblos para salvarse a si
mismos”.131
El filósofo mexicano subraya que Bolívar, ante todo,
continuó siendo un republicano convencido, enemigo de la tiranía y
de la explotación.132
El científico colombiano Antonio José Rivadeneira desarrolla la
concepción del carácter revolucionario de la dictadura bolivariana,
y distingue tres tipos de regímenes dictatoriales. La dictadura de los
cónsules de la antigua Roma se planteó el objetivo de defender las
instituciones existentes en el periodo, cuando el país se encontraba
en situación crítica. La dictadura reaccionaria derroca por la fuerza
al gobierno democrático y establece el régimen despótico y
antipopular. La dictadura revolucionaria, en palabras de
Rivadeneira, plantea el objetivo de consolidar las conquistas
revolucionarias. “No se requiere mayor esfuerzo dialéctico para
demostrar que la dictadura de Bolívar fue revolucionaria”,
afirma.133
Si nos remontamos a la historia, entonces no será difícil ver que
en el curso de toda la guerra de independencia no pocas veces se
131 Leopoldo Zea. Imperio romano e imperio español en el pensamiento de
Bolívar. Bolívar, ideología, utopía, historia. Nuestra América, México, 1980, N°
1, p. 23.
132 Ibíd., p. 23-24.
133 Antonio José Rivadeneira Vargas. Historia
constitucional de Colombia. Bogotá, 1962, p. 71-72.
revistió a Bolívar de plenos poderes dictatoriales. Como fuera
característico de esa época, la necesidad de estas medidas se
argumentaba frecuentemente con ayuda de referencias a los
tiempos de la antigua república romana, a la práctica del
establecimiento de la dictadura consular temporal. El mismo
Bolívar tomó para sí la carga del pleno poder dictatorial en
nombre de la conducción de la guerra de independencia hasta el
final victorioso y el triunfo de la causa de los patriotas.
“La dictadura ha sido mi actividad constante (…) —escribió
Bolívar—. Esta magistratura es republicana, ha salvado a Roma,
a Colombia y al Perú”.134
Hay que señalar que la dictadura de Bolívar en el Perú se
diferenciaba por muchos rasgos esenciales de los períodos
anteriores de su actividad cuando fue también investido de
plenos poderes dictatoriales. En verdad, a él le correspondió
combatir en el Perú no sólo por el triunfo terminante de la causa
de la revolución de independencia, sino también por la
profundización de su contenido social; es decir, si utilizamos las
palabras de Simón Rodríguez, por la transformación de la
revolución política en económica> No fue casual que la actividad
reformadora de Bolívar en el Perú encontrara tan encarnizada
resistencia de la oligarquía y —como veremos más adelante— de
los círculos dirigentes de los Estados Unidos de Norteamérica,
134 Simón Bolívar. Ob. cit., vol. II, p. 484. Es interesante anotar lo que
entonces planteara con clarividencia Andrés Bello, referente a que la
dictadura de Bolívar debería examinarse en el contexto de los imperativos que
fueron presentándose en el curso de la guerra de independencia: “Nadie amó
más sinceramente la libertad que el general bolívar, pero la naturaleza de las
cosas lo avasalló como a todos; para la libertad era necesaria la independencia
y el campeón de la independencia fue y debió ser un dictador. De aquí las
contradicciones aparentes y necesarias de sus actos”. (Andrés Bello. Obras
completas. Caracas> 195>7, Vol. XIX, p. 170).
los cuales vieron en la política del Libertador una amenaza a sus
intereses.
No es casual otro aspecto. Todos los auténticos patriotas y
demócratas peruanos se agruparon en torno a Bolívar, viendo en su
dictadura el único medio de salvación del país. Es sabido que su
más allegado compañero de armas fue Faustino Sánchez Carrión,
fervoroso adicto de la doctrina revolucionario-democrática de
Rousseau y quien soñaba con la época en que surgiera en el Perú un
auténtico régimen popular, basado en los principios del “Contrato
social”.135
Muy distinta fue la situación para Bolívar, una vez que chocó con
la necesidad de hallar medios efectivos y caminos de salida de la
profunda crisis en la cual se vio envuelta la República de Colombia.
Los medios, ora corrientes ora enérgicos, en los marcos del sistema
político existente, fueron considerados por él desactualizados e
inefectivos. Por ello en sus reflexiones fue ocupando mayor lugar
la cuestión en torno a las posibilidades y conveniencias de
establecer un régimen fuerte, capaz de salvar al país sacándolo de la
crisis. En marzo de 1828 escribió que estaba enteramente absorbido
por la idea de cómo crear “un gobierno poderoso y justo”, o mejor,
según sus palabras, temporal, “pues todo es provisional en una
revolución”.136
Aquí es muy importante seguir el pensamiento dialéctico del jefe
de la revolución. Si anteriormente había hablado de la necesidad de
buscar la victoria sobre los españoles sólo en los caminos de la
revolución, ahora, cuando la guerra de independencia ya había
135 Escribió sobre este libro valorándolo de “pequeño” pero “asombroso”, “con
ayuda del cual se derrumbaron tronos” (Los ideólogos. José Faustino Sánchez
Carrión, p. 350).
136 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. II, p. 799.
terminado, veía en la dictadura revolucionaria temporal un medio
efectivo para lograr el avance de la revolución, sin considerar de
ninguna manera que ésta había terminado.
Como confirmación de esta idea dialéctica de Bolívar puede
servir la referencia cada vez más persistente a las ideas
democrático-revolucionarias de Rousseau, por demás
particularmente formuladas en su “Contrato social”. Leyendo la
correspondencia bolivariana de aquellos años, es imposible no
advertir cómo se refuerza cada vez más en él la convicción de
que la violación de la voluntad popular por el gobierno —lo cual
quiere decir pisotear el contrato social— da derecho al pueblo a
cambiar el sistema político existente. De aquí la apelación tan
insistente de Bolívar a la voluntad del pueblo, el cual, según sus
palabras, apoya sus planes.
Es interesante e importante anotar que, por lo regular,
rememorando la voluntad popular, Bolívar también hablaba del
respaldo que a sus planes brindaba el ejército. En el ejército él
vio ante todo al pueblo armado. En él cifró sus principales
esperanzas en la guerra de independencia. Con él Bolívar
continuó contando más tarde, al elaborar sus planes para el
establecimiento de la dictadura revolucionaria temporal.
Además de esto, cuando solamente se encontraba en su estadio
inicial el complejo y contradictorio proceso de formación de las
comunidades étnicas, el ejército revolucionario del Libertador
venía como a personificar en miniatura a estas comunidades que
se estaban formando, las cuales, como él lo consideraba, irían a
unirse mediante grandes ideales patrióticos, basados en los
principios de la igualdad y la justicia social. Por ello Bolívar fue
tan acerbo en su crítica al poder de las fuerzas vivas, que en los
años de la independencia, según sus palabras, valoraban las
riquezas por encima de todo y se negaban a depositar un digno
aporte a la lucha por la libertad, prestando ayuda al ejército. Más
tarde chocó con el creciente “antimilitarismo” de las capas
privilegiadas de la población, las cuales se negaron a pagar
impuestos para el sostenimiento del ejército revolucionario. En una
de sus cartas (24. III. 1827) propuso inclusive encarcelar a aquellos
que se negasen a pagar y vender sus propiedades en pública subasta.
“El ejército perece y junto con él perece la república”, dijo.137
Con no menor insistencia combatió Bolívar para impedir que en
las filas del ejército tomaran ascenso los partidarios de la
pardocracia, es decir, aquellos que intentaban encender los con-
flictos raciales, que acarrearon gran perjuicio a la causa de la lucha
por la independencia, e invariablemente contrapuso a esta peligrosa
tendencia su política social reformadora.138
Durante las deliberaciones de la Convención de Ocaña Bolívar se
hallaba en la ciudad de Bucaramanga. Entonces reflexionó
intensamente sobre los destinos del país, sus problemas radicales,
los caminos de salida dc la crisis y de profundización del contenido
social de la revolución liberadora, y llegó a la conclusión de que sus
opositores no eran más que “diferentes monopolistas de la opinión y
de la fortuna”.139
Y precisamente por este tiempo pudo llegar con
mayor exactitud a la deducción de que en Colombia se estaba
conformando una sociedad basada en la desigualdad social y en la
137 Ibíd., p. 590.
138 Despierta interés el hecho de que ya desde 1817 Bolívar se viera obligado a
sancionar el fusilamiento del general Piar, quien, apelando a consignas racistas,
intentó introducir la división en las filas del ejército libertador. Condenando las
actividades de Piar, de procedencia étnica mulata, Bolívar subrayó con especial
persistencia que en las vías para lograr la igualdad había que buscar el
mejoramiento de la consolidación y unidad del ejército revolucionario, mas no
aspirar a encender la enemistad de raza (Simón Bolívar. Ob. cit., Vol. III, p, 651-
652).
139 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. II, p. 902.
explotación de las masas populares oprimidas. Posiciones cada
vez más fuertes en la sociedad eran conquistadas por la
“aristocracia de la riqueza”, para la cual, en palabras de Bolívar,
las pláticas sobre la igualdad servían de justificación a sus
pretensiones de ascenso social y de ninguna manera para
acercarse a las “clases inferiores de la sociedad”, a las cuales la
oligarquía pretendía mantener en la esclavitud, “a pesar de sus
alardes de demagogia y liberalismo”.
No es casual que justamente por esa época enfrentara con
decisión a quienes, apelando a los “nuevos principios
filosóficos”, exaltaban los “derechos individuales”, y que
contrapusiera a los predicadores del individualismo su idea de la
sociedad basada en los principios de la asociación. Bolívar
subrayó perseverantemente: “No quieren creer los demagogos
que la práctica de la libertad no se sostiene sino con virtudes y
que donde éstas reinan es impotente la tiranía. Así, pues,
mientras que seamos viciosos no podemos ser libres, désele al
Estado la forma que se quiera”.140
Por culpa de la encarnizada resistencia de los santanderistas a
los planes de Bolívar de crear, según sus palabras, un gobierno
fuerte y estable capaz de garantizar la libertad y la igualdad, la
Convención de Ocaña terminó en un fracaso. “La Convención
de Ocaña fracasó —escribe Liévano Aguirre— porque el gran
conflicto entre el espíritu democrático de la nación y las
pretensiones de los estamentos acaudalados no tuvo cabida en los
debates de la asamblea, cerrada al pueblo por el reglamento de
elecciones”.141
140 Ibíd., p. 821. 141 Indalecio Liévano Aguirre. Razones socioeconómicas de la conspiración
de septiembre contra el Libertador, p. 36.
De tal manera, el camino constitucional corriente para sacar al
país de la crisis ya había dejado de existir, precisamente por este
tiempo se fortaleció en Bolívar su resolución de utilizar, como
último medio, la dictadura revolucionaria temporal. De ahí sus
invocaciones cada vez más persistentes a las tesis de Rousseau
sobre la dictadura, sus reflexiones sobre el derecho del pueblo,
como portador de la voluntad general, de entregar temporalmente su
soberanía a un dictador.
No es también casual el gran interés de Bolívar en aquel tiempo
hacia la experiencia de la gran revolución francesa, las reflexiones
en torno de las causas de su degeneración termidoriana.
Caracterizaba a esta revolución como uno de los acontecimientos
más sobresalientes en la historia de la humanidad pero al mismo
tiempo decía con amargura que ocho años y un hombre le dieron
una dirección diametralmente opuesta.142
Precisamente en aquel tiempo, tanto por el pathos de su actividad
como por sus ideales sociales, Bolívar estaba muy próximo a los
jacobinos y a su jefe Robespierre, tomando en cuenta, claro está, las
diferencias en las condiciones históricas concretas. Ambos eran
hombres de “raciocinio político” y aspiraban a transformar la
sociedad mediante la fuerza de las leyes, impidiendo el
ahondamiento en su seno de la desigualdad social. A ambos les
unía la simpatía hacia las ideas democrático-revolucionarias de
Rousseau, en quien veían a su aliado en la lucha contra la tiranía y
la injusticia social.143
142 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. II, p. 928. 143 Refiriéndose a Rousseau en uno de sus discursos, dijo Robespierre: “Ah!, si él
que fue su precursor y cuyos restos mortales descansan en el Panteón— hubiese
podido ser testigo de esta revolución, no podemos dudar de que su noble alma
habría abrazado con fervoroso entusiasmo la causa de la justicia y la igualdad”
(ver: Robespierre. Obras escogidas. Moscú, 1965, t. III, p. 173. En ruso)
Los dos personajes intentaron profundizar el contenido social
de la revolución, buscaron persistentemente formas
revolucionarias de gobierno con ayuda de las cuales fuera
posible derrotar a los opositores a profundos cambios sociales.
Refiriéndose a la dictadura revolucionaria jacobina en su famoso
discurso “Sobre los principios del gobierno revolucionario”,
(25. XII. 1793) Robespierre subrayó: “La teoría del gobierno
revolucionario es así mismo tan novedosa como la revolución
que ha creado este orden de dirección. Seria vano buscar esta
teoría en los libros de los escritores políticos que no han previsto
la revolución, o en las leyes de los tiranos…”144
Mas como
quiera que sea que la dictadura jacobina se hubiese inspirado en
las ideas de Rousseau, de todas maneras la práctica
revolucionaria llevaba mucho de lo nuevo e inexplorado.
En vísperas del establecimiento de la dictadura revolucionaria
temporal, Bolívar escribió literalmente acerca de que las nuevas
instituciones estatales de Colombia deberían inspirarse no en
libros extranjeros, “enteramente ajenos de nuestras cosas y de
nuestros hechos”, sino apoyarse “sobre nuestras costumbres,
sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones, y
últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia”.145
No obstante que el espíritu revolucionario democrático de la
doctrina de Rousseau fuera particularmente valioso para Bolívar
en ese período, al investirse de plenos poderes dictatoriales
procuró en lo posible contar con las realidades latinoamericanas,
apoyándose en ellas, adelantando una política social
reformadora. Si parafraseamos un tanto las conocidas palabras
de José Martí, se puede decir que las ideas de Rousseau se
injertaron orgánicamente al tronco del árbol americano.
144 M. Robespierre. Obras escogidas, t. III, p. 91. En ruso 145 S. Bolívar. Ob. Cit. Vol. II, p. 957.
Prueba de ello es la proclama de Bolívar a los colombianos del 27
de agosto de 1828, en la cual afirma que se invistió de poderes
dictatoriales, lo que en gran parte se presenta como análogo de las
ideas de Rousseau sobre la dictadura revolucionaria temporal. Una
comparación textual de la proclama con el capitulo “Sobre la
dictadura” de “El contrato social” muestra una evidente
coincidencia de ideas y de argumentos. Rousseau escribió que “…
nunca se puede suspenden la sagrada fuerza de las leyes, si la
cuestión no se refiere a la salvación de la patria. En estos casos,
ranos y evidentes, la preocupación sobre la seguridad social se
expresa por un acto especial, el cual deposita esta obligación en el
más digno”.146
Con todo y eso, en casos extremos, en palabras de
Rousseau, “designan un gobernante supremo, el cual hace cesar,
todas las leyes y suspende por cierto tiempo la actividad del poder
supremo del soberano. En semejante situación, en la cual concluye
la voluntad general, no cabe duda y es evidente que el primer deseo
del pueblo consiste en que el Estado no muera”.147
En la proclama a los colombianos Bolívar opinó que el fracaso de
la Convención de Ocaña forzó al pueblo a negar a ésta la confianza
y a tomar para si la totalidad de su soberanía, a fin de ocuparse de
su propia seguridad. “El soberano —dijo Bolívar reuniéndose al
pueblo— quiso honrarme con el titulo de su ministro y me autorizó,
además, para que ejecutara sus mandamientos”.148
Rousseau planteó con insistencia la necesidad de limitar al
máximo la duración de la dictadura. “En tiempos de crisis, las
cuales forzan a instituir la dictadura, el Estado es rápidamente
eliminado o salvado, y una vez pasada la necesidad
146 J. J. Rousseau. Tratados, p. 244. 147 Ibíd., p. 274. 148 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III. p. 809.
imperiosa, la dictadura se hace tiránica o inútil”.149
Bolívar enfatizó constantemente en la corta duración de su
dictadura: “Yo, en fin, no retendré la autoridad suprema sino
hasta el día en que me mandeis devolverla, y si antes no
dispondréis de otra cosa, convocaré dentro de un año la
representación nacional”.150
Terminaba la proclama con una nota asombrosa por su
sinceridad y tragedia: “Colombianos! No os diré nada de la
libertad, porque si cumplo mis promesas, seréis más que libres,
seréis respetados; además, bajo la dictadura quién puede hablar
de libertad? Compadezcámonos mutuamente del pueblo que
obedece y del hombre que manda solo!”151
Tal comparación, suficientemente minuciosa en lo textual y en
lo semántico, es importante ante todo porque demuestra de
manera convincente los verdaderos imperativos que incitaron a
Bolívar a llevar sobre si la carga de los plenos poderes
dictatoriales temporales, y porque impugna al mismo tiempo las
afirmaciones de quienes vieron en esta acción un deslizamiento
del Libertador hacia las posiciones reaccionarias y su orientación
a la alianza con las “fuerzas negras” de la reacción. Empero, es
importante subrayar aquí otro aspecto. Este paso de Bolívar era
solamente el umbral tras el cual comenzaba la esfera de lo
inexplorado e impronosticable. Mas acaso podría haber sido de
otro modo, si, según palabras del mismo Bolívar, él intentaba
“echar los fundamentos de un gobierno sólido y capaz de
sobrevivir a sus fundadores”.152
149 J. J. Rousseau. Tratados, p. 274. 150 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 809. 151 Ibíd. 152 Ibíd., p. 65.
¿Cómo se proponía alcanzar este objetivo? En su proclama a los
colombianos Bolívar dijo que transformaba “la justicia por ser la
primera ley de la naturaleza y la garantía universal de los
ciudadanos”.153
En efecto, en el periodo de la dictadura
revolucionaria temporal Bolívar actuó ante todo como reformador
social en procura de aliviar la suerte de las masas oprimidas e
impedir el proceso de su pauperización.
Quizás el despegue más elevado en la esfera social reformadora
de aquel tiempo fue la resolución según la cual los indios
colombianos deberían pagar una contribución llamada
“contribución personal de indígenas” (15.X.1828), en torno a la cual
hemos escrito en detalle en la parte dedicada a la influencia de la
utopía social en las concepciones bolivarianas.154
Asombra la riqueza de las ideas innovadoras y profundamente
patrióticas de la legislación de Bolívar sobre los problemas de la
economía y la defensa de los recursos naturales. Al determinar la
estrategia de su legislación, él mismo expresó que ella se planteaba
como objetivo revivir la vida económica del país, alcanzar el
progreso de la agricultura, preservar los intereses nacionales de la
concurrencia extranjera; “que el extranjero pague, y se alivie al
nacional”,155
expresó. Toda una serie de decretos emitidos con la
firma del Libertador estipulaba la defensa de la industria naciente y
de la producción artesanal respecto de la concurrencia extranjera.
Con este objetivo fueron elevados los aranceles a la importación de
mercancías extranjeras, se emitieron especiales decretos
prohibiendo introducir tales mercancías industriales, las cuales
153 Ibíd., p. 808. 154 No sin interés se señala que inmediatamente después del establecimiento de la
dictadura, Bolívar consideró necesario, en calidad de tarea política de primer
orden para su régimen, destacar especialmente la solución sin dilaciones de la
cuestión indígena. 155 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 51.
estaban siendo producidas en el país (por ejemplo, el decreto
“Sobre prohibición de importación de tejidos extranjeros en
beneficio de los intereses de la industria ecuatoriana”,
(1.VIII.1829). Importantes decretos fueron emitidos por Bolívar
con el fin de racionalizar la utilización de las riquezas naturales,
para su defensa de la explotación rapaz. Baste con mencionar el
conocido decreto sobre “Medidas de protección y mejor
aprovechamiento de la riqueza forestal de la nación”
(31.VIII.1829) De acuerdo con la legislación bolivariana, las
minas abandonadas por sus propietarios privados pasaron a
manos del Estado mientras se consideró su más pronta puesta en
servicio.
La patriótica legislación rechazó la ideología manchesteriana
con su consigna de “libertad de comercio” que negaba el
proteccionismo estatal. Cuando en nuestros días las fuerzas
Progresistas latinoamericanas se remiten frecuentemente a la
herencia ideológica de Bolívar utilizándola como arma eficaz en
la lucha contra el neoliberalismo (de la “escuela de Chicago” y
en defensa de los recursos naturales ante la expansión de las
corporaciones transnacionales tal actitud no tiene el aspecto de
una modernización artificial y no convincente del pasado, por
cuanto las ideas de Bolívar armonizan con nuestro tiempo.
La dictadura revolucionaria temporal de Bolívar fue recibida
con inocultable enemistad por sus opositores tanto en Colombia
como en el exterior. Y cuando, en septiembre de 1828, se
Organizó contra Bolívar una intrincada conjura de la cual se
salvó prodigiosamente, a la cabeza de ella estuvieron furibundos
partidarios del manchesterismo representantes de la oligarquía
liberalizante.
BOLÍVAR Y LOS LIBERALES EUROPEOS
I. BOLÍVAR Y LOS LIBERALES FRANCESES
La confrontación de Simón Bolívar con los santanderistas trajo
consigo la ruptura con los liberales europeos. La estrepitosa
campaña contra Bolívar, acusado de querer usurpar el poder y de
preferir la tiranía, había sido desatada por el ideólogo liberal francés
Benjamin Constant, cuyas concepciones gozaban de extraordinaria
popularidad en los medios liberales latinoamericanos. Con esto,
tanto en América como en Europa pareció haberse creado un frente
único contra el Libertador. “Toda la América —escribió— resuena
en declamaciones contra mí, quedándome la única esperanza de que
la Europa me hiciera justicia; Pero ahora me ha burlado ésta con el
desengaño que acaba de darme el señor Constant”.156
Hasta hacia poco tiempo los liberales franceses, entre ellos
Constant, habían colmado a Bolívar de incontenibles elogios,
viendo en él al prototipo del héroe de la lucha por la libertad en
Sudamérica. Por aquel entonces Constant había llegado a escribir:
“En América se ha destacado un hombre extraordinario que durante
más de diez años ha sido el alma de la revolución. En el consejo y
en los combates Bolívar ocupa siempre el primer lugar”.157
Refiriéndose al mismo personaje, otro liberal francés, Alejandro
Lameth, sostenía que la lucha de los pueblos suramericanos por la
libertad le daba ejemplo a la “cansada Europa”,
156 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 263. 157 Bolívar y su época. Caracas. 1953. t. I, p. 188.
sobre la cual aun pendía la “amenaza del absolutismo”.158
Los liberales franceses de la época de la Restauración, a
quienes había correspondido adelantar una lucha permanente
contra los intentos de la reacción realista de liquidar la carta
constitucional de 1814 y revivir el absolutismo, debieron ver en
Bolívar a su aliado natural en la brega por la libertad y la
Constitución, ante los planes restauradores de los monarquistas.
En las referencias de los liberales franceses hacia Bolívar se
dejaba sentir una especial melancolía por una “personalidad
fuerte”, en torno de la cual podrían unirse los partidarios de la
Constitución, enemigos del absolutismo y de las ambiciones
restauradoras de la “Santa Alianza”. El héroe galo de la guerra
de independencia en las colonias norteamericanas, el marqués de
Lafayette, no lograba satisfacer las esperanzas de los liberales
para transformarse en su figura principal, cosa que no le
permitían ni su avanzada edad ni sus cualidades personales, así
como tampoco las condiciones histórico-concretas. No es casual
que Lafayette hubiese visto en Bolívar a su compañero de luchas
latinoamericano, quien, en su opinión, había logrado encarnar en
la vida mucho de lo que él mismo no había alcanzado a realizar.
En sus cartas al Libertador habría de desempeñar el papel de una
especie de mentor espiritual que, desde las alturas de una
sabiduría dada por los años, aleccionaba a su alumno y
correligionario.
En sus interpretaciones sobre Bolívar los liberales franceses
transmitieron su contradictoria, compleja y al mismo tiempo
versátil relación hacia Napoleón. Aceptaron e incluso elogiaron
al Napoleón que derrumbara a las monarquías y a los cesares, al
combatiente contra el “viejo régimen”. Empero, no reconocían
158 Ibíd., t. II, p. 22.
al Napoleón Bonaparte que, según sus convicciones, no pudo
vencer la tentación del autocratismo monárquico y regeneró a la
aristocracia, colocándose en el camino restaurador de los principios
legitimistas, contra los cuales había combatido antes tan
resueltamente. “Si, Napoleón era omnipotente en Europa —escribía
Lameth a Bolívar—, pero rechazó la libertad y cayó”.159
En otras palabras los liberales franceses vieron en Bolívar una
fuerte personalidad carismática, una especie de Napoleón
latinoamericano, hasta que este último, por así decirlo, hubiese
cometido pecado mortal. Constant escribía que si Bolívar llegase a
morir sin haberse llegado a enarbolar una corona en su cabeza,
entonces permanecería por los siglos, como un inmortal.160
Saltaban a la vista el eurocentrismo y el evidente normativismo
en los juicios de los liberales franceses sobre Bolívar. Esto lo
testifica mayormente el hecho de que todos fueran admiradores
exaltados del régimen estatal de la joven república norteamericana,
en tanto que veían en sus principios constitucionales un cierto
patrón a ser imitado por los pueblos de Suramérica. Precisamente
las instituciones de los Estados Unidos de Norteamérica, como
reiteradamente lo manifestaban los liberales en sus misivas al
Libertador, no serian sino la perfecta encarnación práctica de los
ideales de libertad y democracia. Washington era presentado
invariablemente a Bolívar en calidad de modelo a ser imitado,
señalando de modo inequívoco que la observación de su ejemplo
crearía cierta inmunidad ante las inducciones al “bonapartismo”.
Pero precisamente sobre los problemas de una mejor encarnación
en la vida de las ideas del poder y la soberanía populares existían
serias diferencias de principio entre Bolívar y los liberales, como se
159 Bolívar y su época. p. 22. 160 Ver: Ignacio Méndez. El ocaso de Bolívar. Bogota. 1951, p. 7.
hiciera evidente. Es sabido que al decidirse finalmente por el
establecimiento de la dictadura revolucionaria temporal, arrancó
de la concepción de que la soberanía popular concedía al pueblo
—siempre y cuando se hubiesen violado sus intereses
esenciales— el derecho de derrocar al gobierno que, habiendo
ignorado la voluntad de la mayoría, intentara confirmar en el
poder la “tiranía de la minoría”. Las ideas democrático-
revolucionarias de Rousseau, de las cuales Bolívar era
consecuente y convencido seguidor, fueron hostiles a los
liberales europeos, amigos del culto al individualismo y la
“libertad absoluta”. En el apego bolivariano a las ideas de
Rousseau los liberales no vieron mas que una manifestación del
espíritu jacobino, tan opuesto a ellos, no más que un pisoteo que
la “negramenta” hacía de los intereses de la “minoría ilustrada”.
Constant consideraba qué la teoría del contrato social de
Rousseau servía como justificación de las peores formas de
despotismo, como exaltación de la “tiranía de la mayoría”.161
En las instituciones estatales de los Estados Unidos los
liberales vieron, pues, un sistema político que levantaba un muro
de contención a la omnipotencia de la “plebe”, que aspiraba a
establecer la “tiranía de la mayoría”. Más precisamente, en la
teoría y práctica de los padres-fundadores del campo federalista
norteamericano, dispuestos en favor del conservadurismo en las
personas de algunos de sus representantes, como Adams,
Madison, Hamilton y otros, vieron los liberales europeos la
encarnación de sus ideales y aspiraciones. No es casual que ellos
hubiesen recibido con tanta alegría la aparición de
161 Benjamin Constant. Oeuvres politiques. Paris,
1874, p. 5-6. El biógrafo de Constant, Paul Bastial, escribe que toda su vida
él Intentó refutar las ideas de Rousseau, haciendo de esta crítica poco menos
que la piedra angular de su doctrina (Paul Hastial. Benjamin Constant et sa
doctrine. Paris, 1960, t. II, p. 511).
la obra de Alexis Tocqueville “La democracia en América”, en la
cual, sin ser partidario del liberalismo clásico en el sentido estrecho
de la palabra, objetivamente reflejó afección por sus convicciones e
ideales. El lado más atrayente de la democracia norteamericana,
según Tocqueville, estaba en que ésta, en su opinión, había creado
instituciones estatales que limitaban a la “omnipotente mayoría”,
con su pasión por el desorden y la anarquía, colocando con esto
mismo obstáculos en el camino hacia el abuso de la libertad.162
Es interesante que Tocqueville, siguiendo tras los liberales, haya
hecho clara preferencia a la guerra de independencia de las colonias
norteamericanas frente a la revolución francesa, por cuanto, según
sus palabras, “La revolución de los Estados Unidos (...) no se apoyó
en la pasión por el desorden sino, al contrario, se desarrolló con
afición por el orden y la legalidad”.163
En el contexto de toda la problemática expuesta hay que evaluar
el sentido y énfasis de las intervenciones de Constant contra
Bolívar. Al asumir poderes dictatoriales, Bolívar, según Constant,
pasó al camino de la tiranía y usurpación del poder, convirtiéndose
en un César latinoamericano o un Napoleón, haciendo de sus
162 Ver: A. Tocqueville. La democracia en América. Moscú, 1879. No es extraño
que cite con tanto asentimiento las palabras de Alexander Hamilton, uno de los
creadores de la Constitución norteamericana: “Yo sé que hay gentes a quienes el poder ejecutivo no les podría gustar más que como ciego sometimiento a los
deseos del pueblo o de la asamblea legislativa. No obstante, me parece que ellas
tienen una comprensión muy ordinaria, tanto de los objetivos de todo gobierno
como de los medios reales para el logro del bienestar general (…) Es cierto que el
pueblo habitualmente quiere alcanzar solamente el bienestar general, pero
tratando de lograrlo frecuentemente comete errores (…) El deber de quien ha sido
colocado por él para salvaguarda de sus intereses es combatir contra los
equívocos, cuya víctima temporal viene a ser el pueblo, para darle a éste tiempo a
recapacitar y examinar con sangre fría el estado de cosas” (Ibíd., p. 121). 163 Ibíd., p. 53.
conciudadanos un pueblo de esclavos.164
Pero esto, por así
decirlo, no era más que la capa superficial de su argumentación
de liberal francés. En esencia la cuestión se refería a la lucha
contra la concepción de la dictadura revolucionaria temporal,
planteada por Bolívar en su programa de agosto a los
colombianos. No por casualidad toda la argumentación de
Constant recuerda sorprendentemente su crítica de la dictadura
jacobina. En breve, su esencia se reducía a que el “dogma”
sobre la soberanía popular en los años de la revolución francesa
devino en instrumento de la tiranía, la cual oprimió al pueblo
apelando a su misma soberanía. “No es difícil demostrar, con
innumerable copia de ejemplos —escribió Constant—, que los
sofismas más ordinarios utilizados por los más ardorosos após-
toles del terror con sus manifestaciones más abominables, no
fueron otra cosa que la interpretación consecuente de los
principios de Rousseau”.165
En sus invectivas contra Bolívar, Constant no invocaba
desinteresadamente la proclama de Bolívar a los colombianos.
Como solía hacerlo en sus juicios sobre la dictadura jacobina,
declaraba que las referencias del Libertador a la soberanía
popular le eran necesarias solamente dizque para justificar el
establecimiento de la dictadura y obligar al pueblo a callar.
“Esta afectación de respeto por el pueblo al que se tiene bajo el
yugo —escribió— es el artificio de cuantos aspiran a la
tiranía”.166
164 Benjamin Constant. Ob. Cit., p. 14-15. 165 Además de esto, basaba sus intervenciones contra Bolívar en que los
opositores de los liberales en Francia hubiesen invocado a Bolívar para
justificar el establecimiento de la dictadura en el país y la liquidación de la
Carta (Paul Bastial. Ob. Cit.. t. I, p. 427) 166 Víctor Andrés Belaunde. Bolívar y el pensamiento político de la
revolución hispanoamericana. p. 387.
Constant se mofaba de la declaración bolivariana referente al
establecimiento del poder dictatorial temporal, viendo en dichas
palabras los subterfugios de todos los tiranos, quienes, según
afirmaba, “quieren al mismo tiempo ser obedecidos y
compadecidos”.167
La reacción del Libertador a estos ataques fue bastante fuerte.
Denunció que los “señores liberales” europeos mentían,
tergiversando la esencia de su actividad. “Es lamentable, sin duda
—escribía a Leandro Palacios, representante diplomático de
Colombia en Paris—. que el señor Constant se arrogue el derecho
de juzgar sin conocimientos de datos ni de causa”.168
Al repudiar los ataques de Constant por inconsistentes y
calumniosos, Bolívar no se limito sin embargo a tal tipo de
constatación. Como él mismo lo subrayara, sus opositores en
Colombia encontraron un sólido apoyo en la persona de Constant.169
Por ello consideró necesario refutar las invectivas de Constant,
dando orden para que se publicara en Francia y en otros países
europeos todos los materiales y documentos que ilustraban sobre las
verdaderas causas y circunstancias de la implantación de la
dictadura revolucionaria temporal.170
Su resolución de responder en
tal forma a los ataques de Constant y otros liberales europeos era
bastante significativa. No consideró necesario ocuparse de una
humillante justificación en relación con la ausencia en él de
cualesquiera ambiciones napoleónicas —su relación hacia Napoleón
ya había sido expresada por él anteriormente, agotándola por
completo—; No obstante, consideró indispensable intervenir una
vez más frente a los liberales de Europa con la presentación de sus
167 Ibíd. Ver: Paul Bastial, Ob. Cit., t. I, p. 427. 168 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 261. 169 S. Bolívar. Ob, Cit., Vol. III, p. 254. 170 Ibíd., p. 262.
convicciones acerca de la soberanía popular en el espíritu de las
ideas democrático-revolucionarias de Rousseau, lo cual
testimoniaba el profundo convencimiento de Bolívar de la
justeza de su posición.
Tiene interés el hecho de que Bolívar, en esencia, hubiese
descorrido el velo que ocultaba a quien durante muchos años
había actuado en defensa suya como su corresponsal, el abad De
Pradt. Bolívar respetaba a De Pradt por su sincero apoyo a la
lucha de los pueblos suramericanos, a pesar de que no compartía
sus proyectos políticos, referentes al establecimiento en esta
región de monarquías “liberales” independientes.171
Siendo generalmente paciente e indulgente con las opiniones
de su corresponsal, por esta vez se apartó de la norma. A los
conceptos vertidos por De Pradt en la polémica con Constant los
calificó como simples alabanzas retóricas, en vez de una defensa
argumentada y seria.172
Y en verdad, De Pradt defendía al
Libertador remitiéndose al exotismo de Suramérica, a su total
diferenciación con Europa, a la imposibilidad de gobernar con
leyes estables en una situación de anarquía general.173
Naturalmente Bolívar, quien en su polémica con los liberales
intentaba presentar su posición real con el máximo de exactitud,
no podía solidarizarse con semejante género de defensa. Acaso
tampoco pudo quedar satisfecho por completo con la
argumentación que utilizaron sus partidarios al publicar un
folleto especial en su defensa. Su principal idea consistía en que,
si bien Bolívar se invistió de poderes extraordinarios, esto lo hizo
171 Ver: M. De Pradt, ancien archeveque de Malines. Des colonies et de la
revolution actuelle de l’Amérique. Paris, 1817, t. I-II. 172 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 263. 173 Ver: Victor Andrés Belaunde. Ob. Cit., p. 387.
temporalmente, sin intentar, imponer a nadie sus proyectos
constitucionales, en particular la constitución boliviana.174
Empero, el mismo Bolívar comprendió que la continuación de la
polémica con los liberales europeos perdería, en general, toda razón
de ser, por cuanto, como irónicamente escribió, ellos solamente
quedarían satisfechos por completo si él llegara a abandonar el
poder.175
Efectivamente, los liberales europeos recibieron con júbilo
inocultable la novedad sobre la renuncia de Bolívar a sus facultades
extraordinarias y su salida de la actividad estatal. Se apresuraron a
hacer comentarios sobre este acontecimiento, con su inherente
espíritu normativo-constitucional. Se le concedieron a Bolívar
honores incluso de parte de Lafayette, quien expresó satisfacción
porque no se hubiese convertido en el Napoleón latinoamericano
sino que, despreciando las tentaciones de la ambición, hubiera
seguido siendo republicano.176
Ardoroso admirador de las
instituciones políticas de los Estados norteamericanos, en su carta a
Bolívar Lafayette no pudo contenerse de recomendarle el sistema
estatal de los Estados Unidos en calidad de modelo para la
República de Colombia, cuya adopción, escribía, “sería un medio
poderoso para avanzar en la civilización constitucional”.177
Una especie de balance dc la actividad de Bolívar realizaron los
liberales franceses en el articulo del conocido historiador Mignet,
publicado después de la muerte del Libertador. La idea
fundamental de Mignet se reducía a que los liberales europeos se
174 Ibíd., p. 388—389. Bolívar, con triste ironía, escribió: “Mis enemigos son
muchos y escriben con gran calor en tanto que mis defensas son bien tenues y
frías” (S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 285). 175 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol., III, p. 263. 176 Bolívar y su época, t. II, p. 154-155. 177 Ibíd., p. 156-157.
habían equivocado al atribuir a Bolívar la aspiración de
establecer la tiranía y la monarquía. Solamente después de su
muerte se hizo posible conocer “el secreto de su alma, tan
frecuentemente acusada de encerrar vulgares ambiciones”.178
Elogiando la negativa de Bolívar a las facultades dictatoriales
extraordinarias, Mignet escribió que con esto mismo había
demostrado su fidelidad a la libertad. “Tenemos ahora dos
Washington”, exclamaba con entusiasmo el historiador francés,
terminando el articulo con un verdadero panegírico de la
ideología del liberalismo: “Nuestros principios han conseguido
una notable victoria; tenemos ahora un motivo más para no
desesperar del porvenir”.179
En el articulo de Mignet, así como
en las intervenciones de otros liberales franceses, se silenciaba la
idea clave de la proclama de Bolívar a los colombianos, a la cual
ellos habían aludido tan frecuentemente. La cuestión se refiere a
sus palabras llenas de tragedia y dolor: “Conciudadanos! Me
ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos
adquirido a costa de los demás”.180
Eran palabras
profundamente padecidas de un hombre que en el camino de la
realización de sus planes, llenos de entusiasmo social
reformador, hubo de encontrar una encarnizada resistencia,
cargando sobre si todo el peso de injustas acusaciones y
calumnias.
Pero justamente fue este “nervio” de las intervenciones
bolivarianas el que palpó inmediatamente Santander, entonces
residente en Francia. Tan pronto como le fue posible publicó un
articulo en el cual acusó al Libertador de haber violado
principios constitucionales y liberales al implantar la dictadura
militar.181
178 Bolívar y su época, p. 174. 179 Ibíd., p. 176. 180 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 817. 181 Cartas y mensajes de Santander. Vol. VIII
Si para los liberales franceses era por lo general conveniente, ante
todo por consideraciones políticas, presentar la cuestión como si
Bolívar hubiese regresado al seno del liberalismo, entonces otros
imperativos políticos empujaron a Santander por distinto camino, lo
cual terminó por recrudecer sus posiciones en relación con Bolívar.
Es interesante anotar que por dicho camino se orientó el conocido
filósofo inglés creador de la doctrina del utilitarismo, Jeremías
Bentham, quien pidió que cayeran sobre la cabeza de Bolívar todos
los castigos celestiales y terrenales, soñando con que un tiranicida
lo castigara por su “apostasía a la causa de la libertad”.182
Es
igualmente curioso que Santander hubiera hallado en la persona de
Bentham a su correligionario, quien lo apoyó entusiasmado en la
lucha contra Bolívar.
La irreconciliable relación de Bentham con Bolívar había tenido
su prehistoria: el carácter de sus mutuas relaciones personales,
causas de la irrevocable ruptura. El análisis de estas causas ayuda a
comprender más profundamente la relación negativa de Bolívar
hacia los ideólogos del liberalismo en sus diferentes apostasías, en
este caso en su variante manchesteriana y librecambista.
II. BOLÍVAR Y EL BENTHAMISMO
Jeremías Bentham fue conocido como escritor prolífico. Creía en
serio haber sido llamado, por sus trabajos y proyectos de
organización estatal, a beneficiar a la humanidad, y entre ella a los
pueblos de los jóvenes Estados latinoamericanos. Inclusive tuvo la
1829-1833, p. 54. 182 Diario del general Francisco de Paula Santander en Europa y los Estados
Unidos, 1829-1832. Bogotá, 1963, p. 173.
intención de dirigirse a Venezuela, donde, estaba seguro, los
habitantes de ese país acudirían a escucharlo como a un
oráculo.183
En su fórmula “la mayor felicidad para el mayor número de
personas” vio la solución mágica de todos los problemas sociales
en todas partes del mundo, sin tomarse la molestia de estudiar
los usos y costumbres de otros países y pueblos.
Señalando lo presuntuoso de las concepciones de Bentham, el
gran pensador ruso N.G. Chernichevski consignó: “Solamente da
consejos para llevar a cabo de igual manera en cada país, sea
cual fuere su forma de gobierno. Inglaterra y Austria, Prusia y
los Estados norteamericanos encuadran por igual en su
programa”.184
Propiamente, la tan encomiada fórmula de “la felicidad en
conjunto” no era una creación original de Bentham sino una
desfiguración e interpretación vulgar de las ideas de Helvetius, y
otros iluministas franceses sobre el derecho de todas las personas
a la felicidad. Hay que subrayar que de las ideas de Helvetius,
183 Myriam Williford. Jeremy Bentham on Spanish America. Louisiana
University Press. Baton-Rouge and London, 1980, p. XIV. 184 N. A. Chernichevskí Selección de obras completas (en ruso), t. IV, Moscú,
1948, p. 495. Resulta interesante traer a colación al conocido escritor ruso y original pensador del siglo pasado V. F. Odoevski:
“Consintamos, quizás, con Bentham, y en el caso ocurrido preguntémonos a
nosotros mismos qué tan útil podría ser en el siguiente orden de ideas: 1) a la
humanidad; 2) a la patria; 3) al circulo de amigos o a la familia; 4) a si
mismos.
“Comenzar esta progresión al contrario es la fuente de todos los males que
rodean al hombre desde la cuna. Aquello que solamente es útil a nosotros
mismos, reflejado sobre la familia, la patria, la humanidad, infaliblemente
retorna al mismo hombre en forma de calamidad” (V. F. Odoevski. Sobre la
literatura y el arte. Moscú, 1982, p. 95).
penetradas de espíritu humanista, era factible hacer deducciones de
largo alcance sobre que solamente en condiciones de ausencia de la
explotación del hombre por el hombre es posible garantizar tal
derecho.
Proclamando el derecho de todas las personas a la felicidad,
Bentham se ocupó de la apología del individualismo (a decir
verdad, un tanto velado con razonamientos sobre la igualdad
política de todas las personas), con su culto a la propiedad, y al
logro del éxito personal a cualquier precio en la lucha concurrente.
En esta cuestión clave se trataron por el filósofo inglés categorías
sociales como la libertad, la igualdad y la propiedad. Bentham se
pronunció en la forma más intransigente y vehemente contra la
teoría del contrato social de Rousseau, negando el propio concepto
del bien común.
Con ironía cortante, Marx describió así la esencia social del
utilitarismo benthamista: “La esfera de la circulación y del cambio
de las mercancías en los marcos de la cual se realiza la compra y
venta de la fuerza de trabajo es un verdadero Eden de derechos
innatos del hombre: aquí dominan solamente la libertad, la
igualdad, la propiedad y Bentham! Libertad!, ya que el comprador y
el vendedor de la mercancía fuerza de trabajo, por ejemplo, se
someten tan solo a los mandatos de su libre voluntad... Igualdad!, ya
que ellos se relacionan uno al otro tan sólo como poseedores de
mercancías e intercambian un equivalente por otro equivalente...
Propiedad!, ya que cada uno de ellos dispone tan sólo de lo que a él
le pertenece. Bentham!, ya que cada uno se preocupa tan sólo de si
mismo. La única fuerza que los mantiene atados en conjunto es la
aspiración de cada uno a su propio beneficio, el interés propio, el
interés personal”.185
185 C. Marx, F. Engels. Obras, t. 14, p. 325.
Marx mostró un rasgo más característico aun de la
personalidad de Bentham, al llamarlo “fenómeno inglés puro” y
“oráculo tristemente parlanchín de la trivial razón burguesa del
siglo XIX”.186
Efectivamente, es difícil encontrar un filósofo y
un moralista equiparable a Bentham, quien con tanto ahínco y
persistencia pulió la fachada de la sociedad inglesa con sus
sorprendentes contrastes sociales y soluciones de la “cuestión
obrera” por el camino de la fundación de casas de trabajo y la
distribución de un caritativo puchero, creación de los filántropos
ingleses. Su aporte a la solución de las cuestiones sociales lo
introdujo Bentham promoviendo proyectos de creación de
“cárceles modelo”, las cuales, en su opinión, serian capaces de
resolver el problema de la pauperización de las masas. Aun más:
defendió la usura con celo irresistible, considerándola
manifestación del inabarcable derecho de la persona a la libertad
absoluta.187
He aquí al hombre, a ese “genio de la tontería burguesa”, en
palabras de Marx, que tuvo la intención de convertir a su fe a
Simón Bolívar.
El análisis de las cartas de Bentham a Bolívar (la primera fue
enviada en 1820 y la última en 1826) demuestra que permaneció
fiel a si mismo, ocupándose de su propia propaganda y
autoelogio, pretendiendo jugar el papel de combatiente por las
leyes para los nacientes Estados latinoamericanos.
En algo así como su carta de presentación, en su primera
misiva al Libertador (24.I.1820) se esforzó por mostrarse como
“el Newton de la legislación”, e incluso declaró con solemnidad
que bajo la influencia de sus ideas los Estados norteamericanos
habían llegado a abolir la ley sobre prohibición de la usura.188
186 Ibid. 187 Ver: Jeremy Bentham’s economic writings. London, 1952, vol. 1, p. 142-
146. 188 Myriam Williford. Ob. cit., p. 116.
En otras cartas a Bolívar, haciendo publicidad a su filosofía del
utilitarismo, procuraba convencer a su corresponsal de que
solamente por los caminos de realización de su doctrina seria po-
sible Nevar la felicidad a los pueblos de América Latina. Con el
demostrativo democratismo de sus recomendaciones, aconsejaba a
Bolívar combatir resueltamente contra la herencia colonial española
y crear un gobierno que colocara en calidad de objetivo principal
“el logro de la mayor felicidad para el máximo número de
personas”. En esencia, se trataba de un persistente llamado a crear
un modelo de Estado basado en la ideología manchesteriana. No
por casualidad señalamos que Bentham excluyó de su fórmula de la
“felicidad general” a la población indígena nativa, a la cual no vio
como ejemplo que mereciera digna atención. La historiadora
norteamericana Myriam Williford observa en este hecho, como en
muchos otros, la testificación del completo desconocimiento de
Bentham acerca de América Latina, de los problemas cardinales que
correspondió resolver a los pueblos de los Estados independientes
apenas creados.189
Se piensa, sin embargo, que en este caso se
reveló esa especie de síndrome benthamiano en la forma de
“fenómeno inglés puro”, con sus ambiciones y arrogantes relaciones
hacia los demás pueblos, en particular hacia los “no blancos”.
A juzgar por las bien poco numerosas cartas que Bolívar dirigió o
no dirigió a Bentham, el Libertador de ninguna manera se vio
atraído por la idea de crear en tierra colombiana un paraíso
individualista a lo Bentham. Comprendiendo perfectamente la
vanidad enfermiza e incluso la manía de grandeza del filósofo,
Bolívar elogió sus trabajos en forma totalmente descomprometida,
189 Ibíd., p. 139-140.
llamándolo “geómetra de la legislación”.190
No obstante, Bolívar
no manifestó deseo alguno por hacer de Colombia una especie de
campo experimental de las ideas benthamistas.
En marzo de 1828. fue publicado con la firma de Bolívar el
conocido decreto sobre la prohibición de enseñar la doctrina del
utilitarismo en las universidades de Colombia. El primer articulo
de este decreto estipulaba: “De ningún modo, en ninguna de las
universidades de Caracas se enseñarán los tratados de legislación
de Jeremias Bentham, quedando por consiguiente reformado el
artículo 168 del plan general de enseñanza”.191
Este paso de Bolívar no se puede comprender, en nuestra
opinión, sin explicar el sentido y la dirección de la lucha
ideológica y política que por aquel tiempo se desató en
Colombia. Si bien los diversos grupos y fracciones de los
liberales colombianos y en general latinoamericanos extrajeron
sus ideas políticas de las obras de Constant y de los ideólogos del
federalismo norteamericano, ante la defensa de sus posiciones
económico-sociales ellos, por lo regular, apelaban a Bentham.
En sus obras contemplaron extasiados la condena de las ideas de
Rousseau sobre la igualdad social, tan hostiles a los mismos; la
exaltación nada menos que de los ilimitados derechos del
individuo a la adquisición de la propiedad. Remitiéndose a
Bentham, los representantes del capital comercial-usurario
justificaron “su derecho” a la expropiación de artesanos e
190 Ibíd., p. 117. Como se puede evidenciar de la última carta de Bolívar a
Bentham (15. I. 1827), él no interpretó a su corresponsal como al hombre
llamado por voluntad de la Providencia a beneficiar a los pueblos de
Suramérica. Bolívar, quien aspiraba a crear un nuevo sistema de educación
popular que contara con todo lo mejor de las ideas pedagógicas universales, se
dirigió a Bentham solicitando que le fuesen enviadas nuevas informaciones y
materiales relacionados con los últimos avances. 191 Decretos del Libertador, 1828-1830, t. III, p. 53.
indígenas, al saqueo del fondo de tierras estatales, y asimismo
ensalzaron la política librecambista. A él apelaron también los
esclavistas para proceder contra la abolición de la esclavitud, o los
mismos dirigentes políticos opuestos a Bolívar al acusarlo de tiranía
y aspiración de retornar el país a los tiempos coloniales.
Sobre todo en Colombia surgieron numerosas sociedades y
clubes cuya actividad se desenvolvió bajo la insignia de la apología
de la filosofía utilitarista. Con todo, eso estaba lejos de ser pura
actividad iluminista para la difusión de cierto género de ideas.
Como regla, bajo el manto exterior inofensivo y neutral de las
sociedades y clubes, se desplegaba una actividad política e incluso
conspirativa, dirigida contra Bolívar. Puede mencionarse la
actividad de la “Sociedad Filológica”, la cual devino en el centro de
reunión de las fuerzas opositoras al Libertador.
En palabras de Liévano Aguirre, “Los especuladores
enriquecidos con el usufructo de la guerra de independencia
cerraban por las tardes sus libros de cuentas para reunirse en la
“Filológica” para escuchar las soporíferas exposiciones de don
Ezequiel Rojas sobre el benthamismo y los versos de Vargas Tejada
contra Bolívar”.192
Precisamente a esta sociedad pertenecieron mu-
chos de los participantes en el atentado septembrino contra la vida
del Libertador.
Sociedades y clubes a semejanza de la “Filológica” se hicieron
centro de encuentros ilegales y secretos de los enemigos de Bolívar,
con la presencia de comerciantes extranjeros y representantes de
casas comerciales, quienes no pudieron por menos de tomar
inocultable ojeriza a la actividad reformadora del Libertador.
192 Indalecio Liévano Aguirre. Razones socio-económicas de la conspiración. p.
30.
De manera que Bolívar tenía bases más que suficientes para
una brusca relación negativa hacia el benthamismo. Había de
ser, ante todo, una animadversión de principio hacia la filosofía
utilitarista, penetrada de espíritu individualista y del más rastrero
pragmatismo. No es posible divergir de Salcedo Bastardo
cuando escribe que el idealismo revolucionario de Bolívar se
sublevó contra las ideas de Bentham, quien se aproximó a los
problemas de la cultura desde las posiciones del pragmatismo y
de la apología al enriquecimiento. El historiador venezolano
subraya que “La oligarquía plutocrática que conspiraba en
Bogotá, inspirada en estas ideas, defendía, sin ningún rubor, el
agio y la prisión por deudas; rechazaba radicalmente cualquiera
injerencia del Estado en la economía”.193
Simultáneamente, las
causas de tan áspera reacción de Bolívar hacia la filosofía
utilitarista son explicables porque las ideas benthamistas habían
pasado a ser arma de las fuerzas enemigas de él, convirtiéndose
en una especie de insignia alrededor de la cual se creó la alianza
de la liberalizante oligarquía con los empresarios extranjeros.
La lucha ideológica en torno al benthamismo en Colombia dio
inicio dos tradiciones diametralmente opuestas. Para los círculos
tradicionalistas las ideas de Bentham iban en detrimento de los
valores religiosos tradicionales y españoles, de los fundamentos
de la sociedad. Naturalmente, no podían dejar de aplaudir la
prohibición de enseñar la filosofía utilitarista en las
universidades. Como escribiera un convencido defensor de esta
tradición, Laureano Gómez, “La depravada filosofía de Bentham
enseña un sensualismo burdo y cínico, destruye las nociones
espirituales de las almas y quiere entregar la sociedad humana a
193 J. L. Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, p. 379.
los apetitos de la más grosera animalidad”.194
Sin embargo, son
infundados los intentos de Gómez y de otros integristas por
presentar a Bolívar como un tipo de combatiente por esta tradición.
En realidad, a mi entender, Bolívar se encontraba en las fuentes de
una tradición ligada a una aguda critica del benthamismo, tradición
propia de los representantes del socialismo utópico. Simón
Rodríguez escribió no pocas páginas brillantes, fustigantes,
condenando y criticando la sociedad donde se rinde culto al metal
contante y a la indiferencia por los valores espirituales. Con su
forma punzante y aforística anotó: “No hay libertad donde hay
amos, ni prosperidad donde la casualidad dispone de la suerte
social”.195
El venezolano Fermín Toro, hombre de gran
generosidad y humanismo y partidario convencido del socialismo
utópico, condenó fuertemente a Bentham porque con su apología
del ilimitado individualismo en la esfera de la economía conducía a
sacrificar el principio de la igualdad, “el cual puede llamarse fin y
objeto de la sociedad”.196
Así, el pensador y dirigente político
colombiano Manuel Murillo Toro, revelando el sentido del
manchesterismo, planteó que en esencia y en resumidas cuentas
significaba nada menos que “dejad robar, dejad oprimir, dejad a los
lobos devorar a los corderos”.197
No es una coincidencia el hecho de que los benthamistas, al
enfrentarse a los partidarios del socialismo utópico, promovieran,
por así decirlo, su variante de la “utopía social”. El ideólogo liberal
colombiano Florentino González consideraba que precisamente en
América Latina
194 Laureano Gómez. Ob. Cit., Vol. II, p. 31. 195 S. Rodríguez. Ob. cit., vol. II, p. 178. 196 Fermín Toro. La doctrina conservadora. Caracas, 1960, p. 172. 197 Manuel Murillo Toro. Obras selectas, Bogotá
1979, p. 62.
podría encontrar realización la idea de la edificación de la
sociedad basada en los principios de libertad, “individualismo” y
soberanía de la “persona”. En palabras de florentino González, a
ello contribuía la circunstancia de que las instituciones estatales
de los países suramericanos se habían conformado bajo fuerte
influencia de las ideas políticas anglosajonas, las cuales
rechazaban la tutela del Estado sobre la sociedad y la doctrina de
la igualdad social. La misma Europa, donde las ideas socialistas
y colectivistas recibían cada vez una mayor difusión, ya no
podría —acaso con exclusión de Inglaterra— convertirse en una
especie de paraíso del individualismo, tal como ocurrió con los
Estados Unidos en el hemisferio occidental.198
198 Ver: Germán Colmenares. Partidos políticos y clases sociales, p. 125-127.
BOLÍVAR Y LA RELIGIÓN
El problema de la ligazón de Simón Bolívar con el benthamismo
ofrece un aspecto de no poca importancia.
Por lo regular, la tesis sobre el “reaccionarismo” del Bolívar del
último periodo de vida, además de su negativa posición frente a la
filosofía utilitarista, argumenta la modificación de su actitud ante la
religión. Del volterismo y el amor a la libertad al clericalismo: tal
es aproximadamente el curso de los razonamientos que se hacen.
Semejante género de argumentación es poco convincente, por
cuanto ignora todo el sistema de concepciones de Bolívar, la
dialéctica de su desarrollo en el curso de la revolución liberadora.
Hombre de amplias y libres concepciones, Bolivar se pronunció en
favor de la tolerancia religiosa, contra la persecución de las
personas por motivo de sus creencias religiosas.
La religión es una ley de la conciencia —dijo Bolívar—, y no es
competencia del Estado establecer una creencia religiosa
obligatoria.199
“Aplicando estas consideraciones —agrega el
Libertador—, ¿podrá un Estado regir la conciencia de los súbditos,
velar sobre el cumplimiento de las leyes religiosas, y dar el premio
o el castigo, cuando los tribunales están en el cielo, y cuando Dios
es el juez? La inquisición solamente sería capaz de reemplazarlos en
este mundo. ¿Volverá la inquisición con sus teas incendiarias?”200
199 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 769. 200 Ibíd.
Es al mismo tiempo difícil comprender las concepciones de
Bolívar si no se cuenta con el hecho de que la Iglesia católica
ejercía una enorme influencia en las masas, y en el nivel más
elevado injería en su mundo espiritual y en sus acciones.
En los años de la revolución liberadora Bolívar enjuició
severamente a los servidores del culto que actuaron del lado de
los colonizadores españoles encendiendo el fanatismo religioso
de las masas. Analizando las causas del fracaso de la primera
república venezolana, observó que la Iglesia estaba “abusando
sacrílegamente de la santidad de su ministerio, en favor de los
promotores de la guerra civil”.201
En el curso de sus campañas
militares no se detuvo, en nombre de la libertad, ante la
requisición de la propiedad eclesiástica, imponiendo una
contribución a la Iglesia. Al mismo tiempo, apoyó con todos los
medios posibles a los clérigos patriotas e intentó conseguir, al
nivel máximo posible, el apoyo de la Iglesia a la revolución
liberadora, llamando a la jerarquía eclesiástica a apoyar la lucha
de las oprimidas masas del pueblo, tanto más cuanto que
frecuentemente dichas masas ingresaban en ella bajo consignas
religiosas. Es así como, reflexionando sobre las particularidades
de las contiendas de los patriotas mexicanos bajo la dirección de
su héroe nacional, el cura Morelos, Bolívar llegó a señalar que
ellas habían acaecido bajo banderas religiosas, bajo la divisa de
la adoración a la Virgen de Guadalupe. “Con esto —estimaba el
Libertador—, el entusiasmo político ha formado una mezcla con
la religión que ha producido un fervor vehemente por la sagrada
causa de la libertad”.202
El mismo Bolívar empleó con cierta
frecuencia las argumentaciones de la religión, declarando que la
causa de los patriotas era del gusto de Dios y que por ello
201 Ibid., p. 545. 202 Ibid., vol. 1, p. 174.
deberían de triunfar infaliblemente al combatir por la libertad y
contra la tiranía.
Desde este punto de vista tiene gran interés la actividad de
Bolívar en el Perú, donde, como es sabido, fue investido de plenos
poderes dictatoriales. Con su elástica y clarividente política, logró
atraer del lado de los patriotas a influyentes representantes de la
jerarquía eclesiástica, quebrando la resistencia de aquellos
servidores del culto que, utilizando el estado de ánimo religioso de
las masas, intentaron impedir su participación en la guerra
liberadora. En no poca medida gracias a la política de Bolívar las
masas creyentes empezaron a apoyar a los patriotas en forma más
activa y resuelta.
En su misiva al congreso constituyente del Perú, al cual ya nos
hemos referido, Sánchez Carrión señaló que gracias a la clarividente
política de Bolívar en la cuestión religiosa comenzó a modificarse la
relación hacia la guerra de independencia por parte de aquellos que,
en general, entendían su justeza, mas no participaban en la lucha del
lado de los patriotas, al considerar que ello era algo así como “un
crimen contra la religión”.203
El historiador peruano Rubén Vargas Ugarte, en un ensayo
dedicado a las concepciones de Bolívar sobre la religión, asegura
que éste actuaba como si estuviera ubicado entre dos apostasías.
Habría sido liberal cuando intervenía como pensador o personalidad
individual, lo cual no pocas veces lo habría conducido a la
contradicción e incluso a la colisión con la doctrina religiosa. Sin
embargo, en palabras del historiador peruano, el liberalismo de
Bolívar no resultaba ser “irreconciliable” o “agresivo” en relación
con la religión, lo cual predeterminó, en los últimos años de su vida,
su acercamiento al Papa. Al mismo tiempo, en el papel de político
203 Los ideólogos. José Faustino Sánchez Carrión, t. I, p. 593.
y hombre de Estado, Bolívar se habría comportado como
católico ortodoxo, pleno de respeto por la Iglesia.204
Es difícil estar de acuerdo con tal concepción. En el fondo, el
historiador peruano reduce el problema a que en el alma del
Libertador ocurría una permanente lucha entre el liberalismo y el
volterismo, de un lado, y el hombre religioso, del otro, y que este
último, al final de sus años, había terminado por imponerse en el
líder caraqueño, sobre cuyas concepciones habrían ejercido
negativa influencia las ideas del Siglo de las Luces y la amistad
con Simón Rodríguez.205
Tal enfoque reduce un problema tan complejo y serio al
tamaño de las búsquedas espirituales y religiosas del Libertador,
y no brinda la posibilidad de analizar tal problemática en el
amplio contexto de la lucha ideológica y política de aquel
tiempo. Solamente este último tratamiento permite comprender
que no hubo “dos Bolívar”, diferenciados uno del otro en la
apreciación de la religión. A Bolívar, menos que nada, le era
propia la aspiración de utilizar la religión con el fin de manipular
a las masas populares. El hablaba con desprecio de aquellos
cínicos liberalizantes que, jactándose de su volterismo, se
atrevían a declarar: “Soy filósofo para mi solo o para unos pocos
amigos, y sacerdote para el vulgo”. A tales personas Bolívar los
denominó “charlatanes”.206
Difícilmente se llega a comprender las concepciones de
Bolívar sobre la religión si no se presta atención a la
circunstancia de que ellas llevaban en si mismas el sello de la
Ilustración latinoamericana. A diferencia, digamos, de la
204 Testimonios peruanos sobre el Libertador, p. 151. 205 Ibíd., p. 149-151. 206 L. Peru de Lacroix. Ob. Cit., p. 153. p. 153.
Ilustración francesa, muchos de cuyos representantes por lo regular
fueron ateístas, los iluministas latinoamericanos en su mayoría se
aferraron a otras concepciones en relación con la religión. Sus ideas
iluministas no estaban libres de la influencia religiosa, además de
que, por lo regular, esta influencia no se presentaba en su variante
ortodoxa dogmática, sino en el espíritu del humanismo católico, con
su evidente simpatía por el cristianismo temprano. ¿Sería acaso
esto una debilidad, una cierta “insuficiencia” de la Ilustración
latinoamericana en comparación con la francesa? Pensamos que
seria improcedente plantear así la cuestión. No se puede disentir de
Manfred Kossok cuando en su ensayo “La Ilustración en América
Latina. ¿Mito o realidad?” manifiesta que quizás sería vano hablar
de cualquier “inconsecuencia” filosófica en América Latina.207
Estrechamente enlazados con las masas populares, los iiuministas
no podían dejar de contar con su espíritu religioso, directamente
ligado a la esperanza en el logro de la justicia social. Basta con
recordar —señala justamente Kossok— que en México la lucha
patriótica y revolucionaria de las masas campesinas e indígenas
oprimidas, bajo la dirección de Hidalgo y Morelos, hubo de
desenvolverse tras consignas religiosas.208
Para la comprensión de la actitud de Bolívar respecto de la
religión es importante dilucidar las causas de su remisión a la
revolución francesa. Sensible al estado de ánimo de las masas
populares, comprendiendo su sicología social, Bolívar consideró
que el “anticlericalismo vulgar”, utilizando la terminología
contemporánea, podría conducir al pueblo a una “Vandea”, como
sucedió en Francia. Por ello él se refirió a las lecciones de la
revolución francesa, señalando que su política en la esfera de la
religión (la “descristianización”) le había ocasionado no pocos
207 Manfred Kossok. La Ilustración en América Latina. ¿Mito o realidad? Ibero-
americana Pragencia. Praha, 1973, p. 93. 208 Ibíd.
perjuicios. En América Latina, dijo Bolívar, las masas son
religiosas y atraerlas sólo es posible respetando los sentimientos
religiosos del pueblo. El acatamiento de Bolívar a la religión se
explica, según sus palabras, por la aspiración de encender el
entusiasmo de las masas utilizándolo en interés del
reforzamiento de la independencia de la patria, de su felicidad.209
Es interesante anotar que en este caso Bolívar estuvo próximo
de Robespierre, Se sabe que este último, interviniendo
resueltamente contra la persecución a la religión y en contra de la
política de “descristianización”, subrayó que todo esto había
instigado contra la revolución a masas de creyentes, haciéndole
el juego a la contrarrevolución. “¿Qué dieron los conjurados en
lugar de aquello que destruyeron? —dijo Robespierre
desenmascarando los planes de los perseguidores de la religión y
partidarios de la “descristianización”—. Nada, acaso sólo caos,
vacuedad y violencia. Desdeñaban demasiado al pueblo para
tomarse el trabajo de convencerlo, y en lugar de darle luces
solamente querían dividirlo, intimidarlo y pervertirlo”.210
El desagrado de Robespierre por la política de
“descristianización” tuvo un aspecto adicional de no menor
importancia, que ayuda a comprender más a fondo la proximidad
de Bolívar con el jefe de los jacobinos.
Intentando profundizar el contenido de la revolución, de
construir un Estado basado en elevados principios morales y
patrióticos, Robespierre llegó a una mayor comprensión de que
el “reinado iluminista de la razón” en esencia resultó ser por
sobre todo diferente de lo que había sido en las teorías que
hubieron de enceguecer con su optimismo. Además de esto, con
209 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 927. 210 Maximiliano Robespierre. Obras escogidas, t. III. p. 17 (en ruso).
las consignas iluministas se encubrían a menudo aquellos para
quienes resultaba odiosa la aspiración de los jacobinos de ahondar
el contenido social de la revolución en nombre de los intereses de
las masas populares. Robespierre comentó que “Ellos aceptaron
con entusiasmo el sistema que entreveraba la suerte de los buenos y
la de los malos, dejando ver entre los dos bandos solamente
diferencias suscitadas por indefinidos favores del destino, y
considerando como árbitro entre los mismos el derecho del más
fuerte o del más pícaro”.211
Obstaculizar tal desarrollo de los acontecimientos, el cual llevaría
a la creación de una sociedad de individuos atomizados donde
habría de dominar el derecho del más fuerte, o sea, del propietario,
eso fue lo que intentó realizar Robespierre, aparte de todo, por el
camino del culto del “ser supremo”. En diferentes condiciones
históricas y esforzándose por evitar la formación de una sociedad en
la cual, empleando expresiones de Simón Rodríguez, dominaría el
principio “cada uno para si y Dios para todos”, Bolívar se remitió a
la religión tratando de apoyarse en ella para adelantar su actividad
social reformadora. Pero en este caso tuvo no poca injerencia una
situación histórica en la cual las ilusiones ilustradoras fueron
dispersadas por la cruel y prosaica realidad burguesa. Justamente
esta situación histórica condicionó el surgimiento de las diversas
teorías y concepciones del socialismo utópico, muchos de cuyos
representantes se refirieron a la religión interpretándola, por lo
regular, en el espíritu del cristianismo temprano, asignándole
importante lugar en sus planes de reconstrucción de la sociedad con
base en los principios de la asociación. Precisamente contando con
todos estos factores y circunstancias se deben comprender las
palabras de Bolívar sobre la “hermosa quimera de la perfección
social”,
211 Ibíd., p. 175.
a cuyo reemplazo debería acudir la idea religiosa.212
Ya hemos
dicho que Bolívar, al rechazar la filosofía del liberalismo, en
especial el manchesterismo con su apología del enriquecimiento
y la carencia de valores espirituales, se remitió a las “sencillas”
leyes españolas, esperando obstaculizar, con su ayuda la
pauperización de las masas populares. El interés de Bolívar por
la religión explica en no poca medida su aspiración de dirigirse a
aquellas instituciones, que en palabras de Engels —las repetimos
nuevamente— sirvieron de puente tendido sobre la
contraposición entre ricos y pobres. De aquí la aspiración de
Bolívar de referirse en la solución de este problema en particular
a las instituciones de “beneficencia religiosa”, interpretadas en el
espíritu de la cristiandad temprana.
La remisión bolivariana a la religión no entrañó en forma
alguna, lo repetimos, el repliegue de su actividad social
reformadora en interés de las masas desposeídas. Además de
eso, justamente en el último periodo de su vida, Bolívar, como se
verá en detalle más adelante, sostuvo quizás con mayor
persistencia que antes su adhesión a la doctrina democrático-
revolucionaria de Rousseau sobre la igualdad.
Indiscutiblemente, los círculos religiosos intentaron sacar
provecho de la situación que se estaba conformando, para
reforzar su influencia en la sociedad guiándose frecuentemente
por motivos totalmente distintos a los del Libertador. Su crítica
del liberalismo se llevó a cabo desde posiciones tradicionalistas
ultraconservadoras. En este mismo espíritu, y exitosamente,
procuraron tener ascendiente en las masas.
La jerarquía clerical se amparó en la autoridad de Bolívar,
tratando de presentarlo como su correligionario. ¿No será acaso
212 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 928.
de aquí de donde viene la inconsistente versión sobre Bolívar como
padre del conservatismo colombiano y del clericalismo? Si, la
aspiración de Bolívar de utilizar la religión en interés de la
profundización del carácter social de la revolución liberadora no
pudo evitar traer consigo contradicciones dramáticas. Empero, no
hay fundamento en esta esfera para reducir la actividad de Bolívar a
una “situación sin salida”: la historia de los movimientos
liberadores en el mundo ofrece no pocos ejemplos de cómo el factor
religioso desempeñó y desempeña en ellos no poca importancia. A
la religión apela Pinochet tratando de reforzar sus posiciones con
ayuda de las más reaccionarias ideas del integrismo católico, pero
también bajo consignas religiosas considerables masas de creyentes
se suman a la lucha por la renovación de la sociedad en América
Latina. Hombro a hombro junto con las masas populares los
sacerdotes católicos construyen una nueva vida en Nicaragua. No
pocos ejemplos podrían traerse acerca de cómo la Iglesia
latinoamericana interviene en defensa de las libertades democráticas
y la justicia social.
BOLIVARISMO Y MONROÍSMO.
La enemistosa campaña contra Simón Bolívar fue desatada no
sólo en Colombia y Europa, sino también en los Estados Unidos.
Y aun en este país, que para los opositores de Bolívar se
constituyera en patrón de la organización estatal, lo acusaron de
usurpación del poder, de antiliberalismo, contraponiéndole a
Santander como al “liberal auténtico”. Mas, como ocurrió en la
polémica con los liberales europeos, Bolívar defendió su
concepción revolucionario-democrática de la soberanía popular
en el espíritu de las ideas de Rousseau, por lo cual en sus
valoraciones de la campaña enemiga de los Estados Unidos se
mantuvo en las posiciones de resuelto rechazo a las instituciones
estatales norteamericanas. Refutando a quienes veían la solución
de todos los problemas de los países latinoamericanos en la
implantación de las formas estatales estadounidenses, Bolívar
expresaba con toda exactitud: “Es desgracia que no podamos
lograr la felicidad de Colombia con las leyes y costumbres de los
americanos”.213
Y hace tiempo son conocidas las siguientes
palabras de Bolívar, las cuales se han vuelto clásicas: “Los
Estados Unidos (...) parecen destinados por la providencia para
plagar la América de miserias a nombre de la Libertad”.214
Frecuentemente estas palabras se consideran de modo general,
como testificación de la asombrosa capacidad de Bolívar de
prever el gran peligro que podían encerrar las ambiciones
Imperiales de los Estados Unidos, con su política expansionista,
para los pueblos latinoamericanos.
213 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 272-273. 214 Ibíd., p. 279.
En tal enfoque Bolívar es caracterizado como el precursor del
antiimperialismo, lo cual, fuera de toda duda, es importante. Sin
embargo, el enfoque resulta bastante insuficiente si se parte de la
situación histórico-concreta en la cual le correspondió actuar al
Libertador y de la orientación y sentido de la lucha política e
ideológica que se desenvolvió entre él y sus partidarios, de un lado,
y la élite dirigente norteamericana, del otro. En este contexto es
especialmente importante dilucidar a cuál libertad se refirió Bolívar
respecto a los Estados Unidos. ¿Por qué estos últimos parecían,
según sus palabras, destinados por la misma Providencia a traer
males a los jóvenes Estados latinoamericanos, en nombre de la
sagrada libertad?
Corrientemente esta pregunta se intenta responder en los marcos
de un problema tal como el de “bolivarismo contra monroísmo”.
Además de que este mismo problema es tratado de manera diversa,
en dependencia de las concepciones políticas, filosóficas e incluso
religiosas a las cuales adhiere uno u otro intérprete.
Durante los últimos años se ha promovido, ante todo por
sociólogos y politólogos norteamericanos, el punto de vista de que
la aguda confrontación de Bolívar y sus partidarios con los círculos
dirigentes de los Estados Unidos se explica por el tratamiento
diametralmente opuesto de categorías fundamentales como son la
libertad, la democracia y la igualdad. Sin consignar por ahora
nuestras valoraciones de tal planteamiento, quisiéramos solamente
señalar que esta problemática merece atención extrema, en tanto
que todo ello es importante.
En efecto, el rechazo de Bolívar a las instituciones estatales
estadounidenses debe examinarse en el contexto general de su
búsqueda de los ideales sociales que mejor se adecuaran a las
condiciones históricas concretas de la vida de los pueblos de
América Latina y de las bases sociales y políticas de los jóvenes
Estados de la región. El asunto había sido tratado por Bolívar
desde su discurso de Angostura, como ya se dijo, aunque en
verdad de manera un tanto tangencial. Pero resurgió con toda su
fuerza durante el último periodo de la vida del Libertador, en
especial después de que se promoviera el proyecto de
Constitución para Bolivia. Como es conocido, en él encontraron
encarnación, de la manera más completa, los persistentes
esfuerzos de Bolívar por crear una sociedad de justicia social y
de igualdad.
No fue menos importante el hecho- —reiteramos esto una vez
más— de que el “modelo” constitucional elaborado por Bolívar,
por principio, se diferenciaba en gran parte de la Constitución
norteamericana, con su recortada y limitada soberanía popular,
por los innumerables obstáculos jurídicos en el camino de su
realización. Sin hablar de que ambas constituciones se
distanciaban diametralmente una de la otra con respecto a la
esclavitud.
El general Santander y sus partidarios vieron su ideal político
en las instituciones estatales de los Estados Unidos, acercándose
en sus concepciones a la ideología del federalismo
norteamericano. No fue casual que Santander y su circulo se
hubieran transformado en los adeptos más fervorosos de la
política de los círculos dirigentes norteamericanos, los cuales
intentaban impedir a cualquier precio la plasmación en la vida de
los proyectos revolucionarios bolivarianos. Todo esto se
encubría con razonamientos sobre la aspiración de transformar a
los nacientes Estados latinoamericanos en baluarte de la
democracia y de la libertad bajo la égida de Norteamérica. Al
pronunciarse en el parlamento colombiano en pro de una
estrecha colaboración con los Estados Unidos, Francisco de
Paula Santander expresó (2.I.1825): “Colombia va a tener el
laudable orgullo de ser el primer Estado de la antigua América
española unido con la nación más favorecida del genio de la
libertad”.215
Incluso más tarde, después de la muerte de Bolívar,
Santander, en el tiempo de su estancia en Norteamérica, calificó a
los colombianos como “hermanos menores”, manifestando la
esperanza de que se convirtieran en “dignos discípulos” que habrían
de agradecer a la Providencia por “haber encontrado el sitio de
nuestra dicha en el mismo continente Americano”.216
Con no menor emoción se refería Santander a las instituciones
inglesas.
Un verdadero panegírico del régimen social de Inglaterra fue
hecho por Santander durante su estancia en ese país. Consideraba al
ordenamiento Inglés casi que como la perfecta encarnación en la
vida de los ideales de libertad y democracia. Le causaba particular
asombro el hecho de que el gobierno británico alentara por todos los
medios la iniciativa privada sin intervenir en la economía, al
contrario de lo que hacían “nuestros políticos caseros”, según sus
palabras.217
No pudo ahogar en el silencio el problema de la pobreza en
Inglaterra, pero se maravillaba de que en ese país hubiese sido
resuelto el problema de los pobres toda vez que a tales personas,
sencillamente, no se las veía en las calles.218
Quisiera llamar la atención en torno a la caracterización que de la
Constitución norteamericana hiciera Federico Engels. Según él,
“inicialmente se pronunció por el reconocimiento de los derechos
del hombre, a tiempo que sancionaba la esclavitud de las razas de
215 Citado por: Francisco Pividal. Bolívar, pensamiento precursor del
antiimperialismo. La Habana,1977, p. 198. 216 Cartas y mensajes de Santander, Vol. VIII, p. 189. 217 Ibid., p. 56. 218 Ibid.
color existente en América; los privilegios clasistas fueron
refrendados; los privilegios raciales, santificados”.219
En sus pronunciamientos contra Bolívar los representantes de
la clase dirigente norteamericana manifestaron con gran
evidencia lo que a primera vista fuera una combinación
paradójica de declaraciones ampliamente difundidas sobre
adhesión a los ideales de libertad y democracia, inocultable
apología de la esclavitud y prejuicios sociales y racistas en
relación a los pueblos de América Latina.
La campaña antibolivariana de los círculos dirigentes de los
Estados Unidos adquirió gran envergadura después de que el
Libertador, pertrechado de poderes dictatoriales en el Perú, puso
en marcha la reforma social e intentó realizar su proyecto
democrático-revolucionario, como dice Liévano Aguirre, en los
marcos continentales, contando con el éxito del congreso de
Panamá.
El periodo peruano en la actividad de Bolívar está relacionado
con el inicio en gran escala de la política de, defensa de la
naciente industria ante la concurrencia extranjera, y con la
realización de medidas proteccionistas para salvaguardar la
producción artesanal nacional.
Todo esto entró en aguda contradicción con la política de los
núcleos gobernantes estadounidenses, los cuales, al promover en
1823 la doctrina Monroe, intentaban no solamente obstaculizar a
sus competidores de los países de Europa Occidental, así como
de la Rusia zarista, impidiéndoles reforzar sus posiciones en el
continente americano, sino también ejercer decisiva influencia en
el curso del desarrollo de los jóvenes Estados latinoamericanos.
219 C. Marx, F. Engels. Obras, t. 35, p. 153.
Era natural que el monroísmo fuera hostil a la labor democrático-
revolucionaria del Libertador, a su aspiración de abolir la esclavitud
y liberar a los indígenas, igualando en derechos a la población de
color.
Quisiera llamar la atención hacia otro rasgo del monroísmo
Apelando a su supuesta predestinación especial para trasladar el
espíritu de la civilización industrial a sus vecinos del sur, quienes se
encontrarían al borde del estado de barbarie a causa del multisecular
dominio español, los ideólogos de los círculos dominantes
norteamericanos intentaban acelerar el proceso de acumulación
originaria del capital mediante la realización de la política de
“libertad de comercio” y “libertad de empresa”. Entretanto, sus
representantes diplomáticos en América Latina estaban llamados a
despejar el camino para la conducción de tal política.
La actividad de dos de tales representantes diplomáticos fue
quizás típica en relación con esto. Nos referimos al cónsul general
en Lima, William Tudor, y al embajador en México, Joel Poinsett.
La correspondencia diplomática de Tudor se halla penetrada de
inocultable enemistad hacia Bolívar. A lo largo de su hilo central
corría la tesis de que Bolívar, imitando en todo a Napoleón,
intentaba crear un imperio en Latinoamérica, obstaculizando la
consolidación de instituciones republicanas estatales en esas
naciones. Con ello, afirmaba Tudor, Bolívar frustraba todas las
esperanzas, negándose a convertirse en el Washington
latinoamericano.220
Sin embargo, las acusaciones a Bolívar de alentar ambiciones
imperiales y despotismo militar, en esencia eran tan sólo la fachada
220 8. Diplomatic correspondence of the United States concerning the
independence of Latin-Amerícan nations. Ed. by Manning W.R., New York,
1925, vol. II, 1810-1811.
exterior tras la cual se ocultaban los verdaderos objetivos de los
partidarios del monroísmo. Como justamente anota Liévano
Aguirre, las causas de la enemistad hacia Bolívar por parte de la
clase dirigente norteamericana y de sus aliados de la oligarquía
criolla se explican por su temor a que la abolición de la
esclavitud en los jóvenes Estados latinoamericanos pudiera
provocar, desde sus puntos de vista, las consecuencias más
imprevisibles.221
Verdaderamente, al leer los reportes diplomáticos de Tudor a
los responsables de la política exterior norteamericana y ante
todo al Secretario Henry Clay, no es posible pasar por alto el
especial rechazo que provocaba la posición antiesclavista de
Bolívar, su aspiración de suprimir la esclavitud como base de su
política continental. Tudor escribió que los llamados de Bolívar
a la abolición de la esclavitud, que hubieron de encontrar reflejo
en la Constitución Boliviana —el cónsul norteamericano la
llamó “caótica”-, representaban un gran peligro para los
esclavistas norteamericanos. Calificó a Bolívar como “enemigo
peligroso de los Estados Unidos” y se refirió con inocultable
enemistad al ejército libertador, en el cual, decía, “los soldados y
muchos oficiales tienen no poca mezcla de sangre africana” y
por ello inevitablemente tendrían que sentir hostilidad hacia los
opositores de la abolición de la esclavitud.222
Poinsett aparece con pretensiones de fundamentar
filosóficamente el derecho estadounidense al liderato espiritual y
político en el hemisferio occidental. Aseguraba que poseyendo
efectivas y casi perfectas instituciones estatales, los Estados
Unidos tenían el derecho de persuadir a los latinoamericanos
para que marcharan por el camino de sus vecinos norteños,
rechazando la perniciosa influencia de la “herencia española” —
221 Indalecio Liévano Aguirre. Bolivarismo y monroísmo. Bogotá, 1969, p.
54-55. 222 Diplomatic correspondence of the United States… 1818-1819.
en particular de la religión católica—, herencia que impedía el
ingreso de los jóvenes Estados latinoamericanos al mundo del
progreso y la civilización.
Como Poinsett opinaba que una de las premisas para que ello
ocurriera consistía en que los países de América Latina se
convirtieran en compradores de las mercancías norteamericanas, los
voceros oficiales del Norte comenzaron a proclamar el principio de
la “libertad de comercio”.223
La insidiosa campaña política estadounidense contra Bolívar
adquirió mayor envergadura después de que éste asumió plenos
poderes dictatoriales. Los representantes de los círculos dirigentes
del Norte intervinieron a través de una especie de Solón
norteamericano, llamado a beneficiar con sus leyes a los
latinoamericanos. Efectivamente, el Secretario de Estado Henry
Clay se dirigió al Libertador en carta especial (27.X.1828).224
En
ella expresaba inquietud porque no encontraban justificación o
satisfacción las esperanzas de los Estados Unidos referentes al
establecimiento en Suramérica, como resultado de la guerra de
independencia, de instituciones estatales “libres”, análogas a las
norteamericanas, que garantizasen “todos loa beneficios de la
libertad civil”. “Todos nosotros —agregaba Clay— esperamos
ansiosamente la consecución de este objetivo”.225
223 Ibíd., p. 167. 224 Henry Clay fue uno de los más enérgicos partidarios de imponer a los países
de América Latina el “modelo” político y estatal de los Estados Unidos. En una
de sus intervenciones declaró con espíritu mesiánico providencial: “Deberíamos
convertirnos en el centro de un sistema que constituyese el foco de reunión de la
sabiduría humana contra el despotismo del Viejo Mundo (…) Seamos real y
verdaderamente americanos y situémonos a la cabeza del sistema americano”
(citado por: Francisco Pividal. Bolívar, pensamiento precursor del
antiimperialismo, -p. 219). 225 Bolívar y su época, t. II, p. 124.
Como uno de los requisitos principales para alcanzarlo Clay
“recomendaba” insistentemente a Bolívar disolver el ejército
libertador, fundamentando su propuesta ora con la derrota de las
tropas españolas, ora con el supuesto peligro que para la causa de
la libertad entrañaría la existencia de un ejército permanente.
Tan “amable” consejo tenia, en nuestra opinión, un fin
completamente predeterminado: romper una de las más
importantes fuerzas en que, al lado del pueblo, intentaba
apoyarse Bolívar para realizar la política social reformadora y
antioligárquica. Clay insistió ante el Libertador para que
depusiera sus plenos poderes dictatoriales y estableciera las
“instituciones liberales” en Colombia sólo entonces, según sus
palabras, Suramérica podría aportar “un nuevo triunfo a la causa
de la libertad humana”.226
Los sectores dirigentes norteamericanos no se limitaron a
semejante tipo de alocuciones mentoras. Justamente Clay dio
instrucciones especiales al nuevo embajador norteamericano en
Bogotá, general Harrison. Según aquél, éste debía conseguir a
cualquier precio que surgieran en Colombia instituciones
estatales análogas a las norteamericanas. Para el logro de este
objetivo Harrison utilizó todos los medios a su alcance, apoyó
abiertamente a los enemigos de Bolívar y él mismo, en forma por
demás agresiva, hubo de aleccionar al Libertador en torno a cuál
era la forma de gobierno que debería elegir Colombia. Sus
concepciones, como las de los círculos dirigentes de los Estados
Unidos, las expuso Harrison en carta a Bolívar (27.IX.1829). En
ella aparecen los principales postulados del monroísmo, con su
exaltación de las instituciones estatales norteamericanas y su
altanera referencia a la cultura y las tradiciones espirituales de
los pueblos latinoamericanos. Los groseros ataques a la religión
católica se combinaban en esta misiva con fuertes embates contra
226 Ibíd., p. 124-125.
el ejército colombiano, entidad a la cual se calificaba como la
encarnación del despotismo militar.227
Poco faltó para que, a
manera de ultimátum, Harrison exigiera restablecer la Constitución
de Cúcuta y seguir el ejemplo de los Estados Unidos!228
¿Qué podía, pues, contraponer Bolívar a esta política agresiva tan
abierta? Toda su legislación social-económica de los años de la
dictadura revolucionaria temporal estaba penetrada de profundo
patriotismo y de animadversión hacia aquella “libertad’ que habría
de sentenciar a la ruina a las masas trabajadoras en interés de los
capitalistas extranjeros.
El comprendió que los razonamientos grandilocuentes sobre la
libertad hechos por los ideólogos de la clase dirigente de los
Estados Unidos en la práctica se combinaban con la despiadada
explotación de los esclavos negros. Tal concepción de la “libertad”
y la “democracia” era por completo ajena al Bolívar reformador y
revolucionario.
Sobre el verdadero estado de cosas en los Estados Unidos no fue
poco lo que pudo extraer Bolívar de las cartas de sus
corresponsales. Gran interés suscitan, por ejemplo, dos cartas
enviadas a Bolívar desde Norteamérica por su ayudante el coronel
Wilson (10.II. y 1.IV. 1829). Sin ocuparnos de la tonalidad de las
cartas, escritas por un hombre que no ocultaba sus simpatías por las
227 Ver: O. Parra Pérez. La monarquía en la Gran Colombia. Madrid, 1957, p.
520-521. 228 Ibíd., p. 521-522. La indignación por la descarada intervención del embajador
norteamericano en los asuntos internos del país fue tan impetuosa, que se le
declaró persona no grata y tuvo que abandonas el territorio colombiano. En su
reemplazo llegó el coronel Mur, persona que, si bien actuó con mayor elasticidad
y circunspección, de todos modos continuó adelantando en relación a Colombia y
a Bolívar la política del “imperialismo constitucional”, para utilizar una expresión
de Andrés Belaunde.
instituciones inglesas, basadas, según él en los principios de la
“libertad práctica”, queremos llamar la atención alrededor de sus
denuncias sobre la esclavitud. Con ironía y amargo sarcasmo,
Wilson informaba que en los Estados Unidos se predicaban
“hermosas teorías” pero que en el fondo se observaba una
“desenfrenada libertad que colinda con la esclavitud más
cruel”.229
Los negros, según el corresponsal de Bolívar, Vivian
en condiciones peores que los animales de carga.230
“Aquí —testificaba Wilson— se ve la anomalía singular de
unos hombres cuyo solo objeto parece ser tratar de dar mayor
extensión a la democracia para sí, pero defendiendo con el furor
de caníbales el despotismo más feroz cuando conviene a sus
intereses personales. Su apego a su sistema de esclavitud es tal,
que será mil veces más fácil persuadir a un fiel católico de los
absurdos de su religión o a un mahometano de la falsedad de la
suya, que a todos los liberales de su inconsecuencia”.231
Lo expresado arriba ayuda a comprender con mayor
profundidad, por así decirlo, la génesis de las palabras de Bolívar
acerca del peligro que acarreaba una tal “libertad”, ofrecida por
los Estados Unidos a los países de América Latina.
Ahora podemos exponer en forma detallada el punto de vista
acerca del problema del monroísmo y el bolivarismo. Es difícil
aceptar la interpretación tradicionalista de la doctrina Monroe
que se da en la ciencia histórica norteamericana. Algunos de sus
representantes afirman que fue promovida de cara ante la
229 Recordemos lo que escribiera Simón Rodríguez sobre los Estados Unidos.
El veía un símbolo sui generis de este país en el hombre que con una mano
enseña a los reyes el gorro frigio, y en la otra tiene un látigo con el que fustiga
a un negro arrodillado a sus pies. S. Rodríguez. Ob. Cit., t. I, p. 342). 230 C. Parra Pérez. Ob. Cit., p. 376. 231 Ibíd.
amenaza que para el hemisferio occidental representaban las
potencias de la “Santa Alianza”. Otros consideran que
Norteamérica salvó a los jóvenes Estados latinoamericanos de la
restauración del orden monárquico.232
Desde luego que los
principios sostenidos en la doctrina Monroe estaban lejos de ser
reaccionarios si se los compara con las argucias restauradoras y
legitimistas de las monarquías contrarrevolucionarias, encarnadas
en la política de la “Santa Alianza”. Sin embargo, como ha sido
demostrado convincentemente en las investigaciones de muchos
científicos, y entre ellos los soviéticos, no existía amenaza alguna
de agresión de parte de la Santa Alianza hacia el hemisferio
occidental.233
Por lo que se refiere a América Latina, la doctrina Monroe estaba
dirigiendo su filo contra la actividad reformadora-revolucionaria de
Bolívar, para malograr sus planes de creación de una firme unidad
de los nuevos Estados latinoamericanos.
Indiscutiblemente, en la teoría y práctica del monroísmo hubieron
de ejercer influencia los postulados y dogmas del protestantismo,
con sus pretensiones providenciales y mesiánicas. Mas ellos
carecían de un significado autónomo y fueron, digamos, utilizados,
por los representantes diplomáticos de los Estados Unidos en
América Latina pata justificar las pretensiones imperiales del
capitalismo norteamericano en franco desarrollo, para adelantar la
política de colonialismo espiritual y cultural. En este plano se
podría denominar a Poinsett y a los demás diplomáticos de su
232 D. Perkins. The Monroe doctrine (1823-1826). Cambridge. Massachusets,
1927; J. Latane. From isolation to leadership. N.Y., 1920; E. May. The mar-king
of the Monroe doctrine. Cambridge (Mass.), London, 1975. 233 Ver, por ejemplo: E. Ramírez Novoa. Monroísmoo y Bolivarismo en América
Latina. Buenos Aires, 1957; Indalecio Liévano Aguirre. Bolivarismo y
monroísmo; Manfred Rossok. La historia de la Santa Alianza y la emancipación
de América Latina. Buenos Aires, 1968.
género como “virtuosos del protestantismo práctico”, para
utilizar una definición de Carlos Marx.
Continuando con esta idea, hay que señalar que seria de igual
manera inadecuado tratar al bolivarismo como una especie de
cruzada católica contra la agresión protestante.234
La interpretación del bolivarismo en el espíritu de un
hispanismo extremo provoca una réplica resuelta, no solamente
porque ignora el sentido profundamente revolucionario,
reformador y democrático de la actividad de Bolívar, su
coparticipación orgánica en la lucha por la justicia social y la
libertad en todo el mundo.235
Tal disquisición de la herencia
ideológica de Bolívar no da, además, la posibilidad de entender
cuáles fueron los valores culturales, portadores del sello del
fructífero influjo de la cultura e historia españolas que él
defendía para asegurar a los pueblos suramericanos el derecho a
preservar su autenticidad.
234 “El bolivarismo —escribe el publicista colombiano Hugo Velasco— es
unidad de todo lo nuestro, verdadera hermandad en la religión católica. Es ser
intransigente con otra causa y otra religión distinta a la de Cristo. Nuestra
victoria como hijos de Bolívar está única y exclusivamente en la suprema
unidad de pensamiento y acción. Tenemos que desechar al quintacolumnjsmo
protestante que quiebra la moral y la unidad histórica” (Hugo Velasco A.
Retorno a la hispanidad Bogotá, 1953, p. 90). 235 No fue casual que los franquistas se hubiesen referido a Bolívar con marcada hostilidad Para ellos, Bolívar fue tan odiado como el jefe militar
español Rafael del Riego. En enero de 1941, Casarilgo, director del periódico
“El Alcázar”, publicación oficiosa del régimen franquista, fustigaba
acremente la figura del Libertador. Bolívar fue caracterizado allí como un
“liberal exaltado”, enemigo del hispanismo y del imperio católico español y
quien, igual que del Riego, se apoyaba en los protestantes y los masones para
adelantar su actividad destructora. “Bolívar es un hombre desconcertante;
embebido en la revolución francesa, él cree en todos los mitos cuya falsedad
la demostró el tiempo” (citado por: Milton Puentes. Bolívar, padre de las
izquierdas liberales. Bogotá, 1963, p. 75-76).
No menor controversia provocan las explicaciones que del
rechazo de Bolívar a las instituciones estatales norteamericanas y a
la ideología del federalismo se dan por parte de científicos
norteamericanos que consideran que el desarrollo de los países de
América Latina no puede comprenderse sin prestar atención a la
influencia en ellos de las ideas y tradiciones autoritario-
corporativas. Los partidarios de esta concepción buscan tales
causas en la existencia de singulares “tradiciones iberoamericanas”,
en las particularidades de la cultura política de los pueblos
latinoamericanos, con su culto de los valores jerárquicos mediante
la prevalencia de los intereses corporativistas sobre los individuales.
En los marcos del modelo “autoritario-corporativo” de
organización estatal de los países de América Latina, como afirman
los partidarios de este punto de vista, surge un tipo “singular” de
democracia, radicalmente opuesto a la concepción anglosajona. Si
esta última concede prioridad a los intereses de las personas, ya sea
en libertad individual o de grupo, las tradiciones iberoamericanas se
caracterizan por una clara superación de lo general sobre lo
particular, por la integración de los intereses individuales o de
grupo en un “todo orgánico”.
De acuerdo con los partidarios de este punto de vista, las
constituciones de los países latinoamericanos están basadas en los
principios de sometimiento de los intereses privados a los intereses
comunes, a tiempo que el sistema político de los Estados Unidos se
ha orientado hacia la creación de mecanismos de poder para
garantizar los intereses privados.236
236 Ver: Authoritarianism and corporatism in Latin America. Pittsburgh,
University press, 1977; New corporatism social-political structures in the Iberian
World. Notre Dame-London, 1974; The new authoritarianism in Latin America.
Princeton University, 1981.
El normativismo y relativismo de semejante posición se hacen
especialmente evidentes cuando en los marcos de este esquema
se estudia la actividad de Bolívar y sus concepciones políticas.
Considerando a Bolívar partidario de una democracia
“autoritaria” o “monista”, el científico estadounidense Glen Dely
subrayaba que mientras los patriarcas fundadores de los Estados
Unidos planteaban como objetivo principal la descentralización
del poder, sus homólogos latinoamericanos se esforzaban por su
concentración.237
La cuestión, naturalmente, no reside en tales diferencias
formales. La clave de la comprensión del problema descansa en
otro plano.
Si para los ideólogos del federalismo norteamericano la
aspiración principal fue levantar diques en el camino hacia la
“tiranía de la mayoría” (a propósito, el mismo Dely escribe sobre
esto), entonces Bolívar fue un resuelto adversario de la “tiranía
de la minoría”. En otras palabras, la concepción bolivariana de
la soberanía popular y su efectivo mantenimiento eran mucho
más revolucionarios y consecuentes que las interpretaciones de
estos mismos problemas hechas por los “padres fundadores” de
los Estados Unidos. De tal manera; la contraposición de los dos
tipos de democracia, anglosajona e iberoamericana, para explicar
las opiniones políticas y sociales de Bolívar, aclara muy poca
cosa, además de que tergiversa el sentido y el pathos de su
acción reformadora.
Es importante anotar que la tradición norteamericana del
pensamiento político de ningún modo se circunscribe a la
estrecha ideología conservadora del federalismo. En verdad,
237 Politics and social changes in Latin America. The distinct tradition.
University press, Massachusetts, 1974, p. 395.
existen tradiciones democrático-revolucionarias cuyos portadores
fueron dirigentes del movimiento liberador norteamericano tan
sobresalientes como Jefferson y Paine. Precisamente ellos,
esgrimiendo la concepción democrático-revolucionaria de la
soberanía popular, ejercieron contrapeso a los ideólogos del
federalismo y reconocieron a las masas el derecho de derrocar por
medio de las armas al gobierno que hubiese escapado del control
popular. A Jefferson pertenecen aquellas palabras encendidas de fe
en el pueblo: “Yo no pertenezco a la clase de seres que le temen al
pueblo. El pueblo, y no los ricos, es nuestro apoyo en la lucha
permanente por la libertad”.
Las tradiciones jeffersonianas se aproximan a las tradiciones
bolivarianas y su confrontación e investigación comparativas
pueden dar resultados fructíferos, ayudando a superar muchos
estereotipos y moldes elaborados al estilo de la contraposición
“democracia monista” versus “democracia pluralista”.
EL DILEMA TRÁGICO DEL LIBERTADOR
Al final de su vida, a Simón Bolívar se le opusieron fuerzas
poderosas, tanto en el interior del país como en el exterior. Las
actividades de sus enemigos políticos se vieron favorecidas por-
que muchos factores se desenvolvieron a contrapelo de los
planes del Libertador.
El ejército colombiano se encontraba en una crisis cada vez
más grave y su unidad estaba socavada por la fuerza centrífuga
de hondas contradicciones políticas. “En la historia de los
ejércitos —observaba Marx en una conocida carta a Engels
(25.IX.1857) se resume con asombrosa claridad toda la historia
de la sociedad civil”.238
Estas palabras son aplicables al ejército
libertador, colombiano.
La ley sobre distribución de bienes nacionales fue puesta al
servicio de los intereses de los especuladores de tierra, de los
“caballeros de la acumulación originaria”, y como resultado las
masas del ejército quedaron al borde de la miseria. Una vez
licenciados, muchos combatientes debieron engrosar las filas de
aquellos a quienes la sociedad negaba el derecho a la existencia
como seres humanos, transformándolos en mendigos o
vagabundos.
Al mismo tiempo, sobrevino el enriquecimiento de la cúspide
militar y la transformación de sus representantes en grandes
propietarios de tierras.
238 C. Marx, F. Engels. Obras, 1. 28, p. 825.
Aquellos salidos de las capas bajas, partidarios de la pardocracia,
encontraron fácilmente un lenguaje común con aquellos contra los
cuales habían combatido anteriormente. Los nuevos ricos, siendo
plebeyos, como había ocurrido con uno de los dirigentes del ejército
libertador en Venezuela, el general Páez, procedieron a entrar en
alianza con la cumbre criolla privilegiada, transfigurándose en
garantes del statu quo social.
En las filas del ejército surgieron diferentes grupos que
rivalizaban entre sí y que levantaron como estandartes a sus
afortunados caudillos. En otras palabras, Bolívar se vio privado del
apoyo personificado en el ejército revolucionario, el cual, según sus
cálculos, debería constituirse en su puntal. No había con qué
reemplazar al ejército, además de que las masas de población
desposeída y pauperizada, no habiendo recibido de la revolución
ningún beneficio palpable, expresaban su protesta social en forma
espontánea, por no estar preparadas para la acción organizada.
Bolívar comprendió que el terror escueto contra sus opositores
políticos no podría reemplazar al respaldo masivo, sino que
engendraría aun mayores problemas irremediables. Ante sus ojos
estaba la trágica experiencia de la revolución francesa, cuando el
terror, al comienzo justificable por las necesidades de la guerra
revolucionaria, gradualmente se fue convirtiendo en objetivo en si
mismo, socavando la revolución. En otras palabras, el camino del
terror abierto puede solamente conducir a un callejón sin salida, a la
degeneración del régimen en tiranía y despotismo personal.
Bolívar, revolucionario y reformador social, naturalmente no podía
llegar a eso.
No podía estar de acuerdo tampoco con los planes de establecer
en el país la monarquía constitucional, por la cual se pronunciaban
algunos de sus influyentes partidarios. Entre ellos figuraban el
presidente del consejo de Estado, José Maria Castillo y Rada; el
ministro de relaciones exteriores, Estanislao Vergara; el de
gobierno, José Manuel Restrepo, y el de guerra, Rafael Urdaneta.
Ellos aspiraban a que Bolívar fuera elevado al rango de
presidente vitalicio y que, después de su muerte, se incorporara a
algún príncipe europeo en calidad de heredero legal al trono.
Según palabras de Restrepo, hombre de Estado y destacado
historiador, a idea de la monarquía constitucional maduró en
Colombia cuando el país atravesaba por una profunda crisis y se
acercaba al umbral de una sangrienta guerra civil entre los
bandos “militarista” y “civilista”. El historiador colombiano
estimaba que el establecimiento de la monarquía colocaría las
bases de unas instituciones que habrían de suministrar “garantías
personales”, “orden” y “paz”, así como una “libertad razonable”
para los colombianos.239
Al mismo tiempo, Restrepo reconocía
que estos planes habrían de encarar encarnizada resistencia de
parte de las masas populares, en medio de las cuales las ideas de
igualdad habían echado profundas raíces, al igual que entre los
partidarios del republicanismo. Restrepo reconoció que al tomar
en cuenta todas estas circunstancias, difícilmente se podría
alcanzar el éxito de la empresa sin contar con el apoyo de
Bolívar.240
Sin embargo, todos los intentos por persuadir al Libertador
para que apoyara con su autoridad el proyecto monárquico
encontraron su firme rechazo. En más de una ocasión dijo que
no contribuiría al establecimiento de la monarquía en Colombia.
Además de ello, de la manera más categórica prohibió al Consejo
de Estado y al gobierno adelantar cualesquiera conversaciones
con las casas reales europeas en relación a una posible
candidatura de futuro monarca colombiano.241
239 Julio C. Vargas y Vergara. Vida de Estanislao Vergara, 1790-1855.
Bogotá, 1951, p. 228. 240 Ibíd., p. 229. 241 Ibíd., p. 280-281.
Tal posición de Bolívar se explica no sólo por su hondo
convencimiento de que la monarquía, en cualquier forma que fuese,
no tendría futuro en Colombia y demás países de América Latina,
sino, además, por su profunda fe de revolucionario y reformador en
la necesidad de la lucha por la verdadera igualdad de las masas
populares, lucha que no renegaba de los modestos resultados
conseguidos en el curso de la guerra de independencia.
Para llegar a un discernimiento más penetrante de la posición
bolivariana en esta situación tan compleja, signada por una aguda
lucha ideológica y política en torno a las vías de desarrollo para
Colombia, resulta clave una carta que Bolívar dirigió al general
Daniel F. O’Leary (13.IX.1829). Es inadmisible disentir del
conocido escritor venezolano Mariano Picón Salas cuando ve
justamente en esta carta la clave para comprender la inmutabilidad
del hondo democratismo que pervivía en las convicciones del
Libertador, la asombrosa consonancia de sus ideales sociales con la
actualidad.242
Esta carta puede ser considerada como una especie
de testamento en lo que toca con sus ideales sociales, penetrados de
conceptos sobre la verdadera igualdad y fraternidad. En lo sucesivo
Bolívar no habría de referirse con tal plenitud y en forma tan
circunstanciada a estos problemas.
En la carta a O’Leary, Bolívar aludió de nuevo, con penetrante
convencimiento, a la doctrina democrático-revolucionaria de
Rousseau acerca de la igualdad, trazando la frontera entre las
desigualdades sociales y las desigualdades “físicas”, “naturales”, las
cuales no es posible reparar, por cuanto en esto la responsabilidad la
llevan las “Injusticias de la naturaleza”. Aquí, pues, como subraya
Bolívar, desarrollando en verdad su entrañable idea, la “fuerza de
242 Ver: Mariano Picón Salas. Prefacio a: José Luis Busaniche. Bolívar visto por
sus contemporáneos. México, Buenos Aires, 1960, p. 10.
las leyes” es capaz de defender la igualdad, corrigiendo así
mismo las “injusticias de la naturaleza”, que engendran la
“desigualdad física”.243
En esta carta, como antes, Bolívar
defendió la justeza de las aspiraciones a la igualdad por parte de
las numerosas “clases bajas”, y habló de su natural
democratismo.244
Apelando a las ideas de igualdad,
remitiéndose al democratismo de las masas, Bolívar, en la carta a
O’Leary, rechazó terminantemente el proyecto monárquico, al
considerar que los intentos de ponerlo en práctica habrían de
acarrear al país muchas calamidades.
Admitiendo hipotéticamente, por así decirlo, la posibilidad de
erección de la monarquía en Colombia, Bolívar nuevamente
hubo de tocar el problema de la pardocracia, que tanto lo
inquietara toda la vida. Según él, esta nueva nobleza, salida de
las masas del pueblo, habría de arrastrar muchos rasgos
negativos, propios de un pueblo iletrado. “Nadie —escribió—
sufriría sin impaciencia esta miserable aristocracia cubierta de
pobreza e ignorancia y animada de pretensiones ridículas... No
hablemos más, por consiguiente, de esta quimera”.245
Estas profundas reflexiones filosóficas y sicosociales del
Libertador impregnaron el contexto general de sus
consideraciones sobre los destinos de Colombia, penetradas ellas
de la trágica premonición de que la causa de toda su vida estaría
condenada al fracaso y que ninguna fuerza seria capaz de
conjurar la disolución de la Gran Colombia.
243 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 315. 244 Ibíd. 245 Ibid.
“La fuerza de los sucesos y de las cosas —anotó con amargura—
impele a nuestro país a este sacudimiento, o llámese mudanza
política”.246
Esta carta, asombrosa por la pureza y generosidad de
pensamiento, ayuda, si se la estudia con atención, a comprender en
el fondo el sentido de la tragedia del Libertador. El vio cómo la
“fuerza de las cosas”, la irremediable lógica de los hechos
conduciría al crecimiento de la desigualdad en la sociedad, mientras
que las masas del pueblo, cuya situación trató de aligerar con ayuda
de las leyes, quedarían cada vez con menos derechos, en tanto que
solamente unos pocos salidos de abajo entrarían a completar el
circulo del poder de los acaudalados.
En otras palabras, llegó a la conclusión de que la desigualdad
engendrada por las “desigualdades de la naturaleza” se
transformaba en desigualdad engendrada por la injusticia social.
Mas si Bolívar no contaba con fuerzas para cambiar el “estado de
cosas”, no obstante, estaba dentro de sus posibilidades determinar
para siempre su lugar en la historia. En verdad, en varias ocasiones
había expresado que el hombre poseía libre voluntad y libre
elección en la historia, por lo cual el camino de Cromwell o el de
Napoleón resultaban inadmisibles para él. Plenamente consciente y
resuelto por entero, Bolívar, al negarse a apoyar los planes
monarquistas, hizo su elección histórica, dando el único paso
posible para él en tales condiciones. Depuso los plenos poderes
dictatoriales temporales y transmitió el poder al congreso legislativo
de la República de Colombia, el cual se hubo de reunir en Bogotá
en enero de 1830.
Refiriéndose a los diputados del congreso, y declarando su
irrevocable decisión de negarse a continuar en el poder, Bolívar
246 Ibid., p. 314.
pronunció estas palabras llenas de amargura y dramatismo:
“Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el
único bien que hemos adquirido a costa de los demás”.247
Eran
las palabras pronunciadas por el hombre que no sólo había
combatido por la independencia de los pueblos de Latinoamérica
sino que pretendía también que la creación de los Estados
latinoamericanos independientes abriera el camino hacia la
igualdad, la justicia social y la completa libertad. Empero, estas
palabras eran algo así como el testamento político de Bolívar,
una especie de llamado a los pueblos de América Latina para que
combatieran por la realización de elevados ideales sociales, para
la transformación de las repúblicas latinoamericanas en Estados
de justicia social y de igualdad.
Los últimos meses de la vida de Bolívar fueron trágicos. La
calumnia, las groseras insinuaciones, agregadas a las exigencias
de destierro fuera del país lo ofendieron en lo más profundo,
acelerando su extinción física. Golpe• terrible para él fue la
noticia del alevoso asesinato (junio de 1830) del mariscal
Antonio José de Sucre, hombre supremamente cercano a su es-
píritu.
Pero inclusive en los momentos más trágicos de su vida, el
sentimiento de responsabilidad por el destino de la patria nunca
abandonó a Bolívar. Cuando en septiembre de 1830 sus
partidarios, encabezados por el general Urdaneta, se tomaron el
poder y se dirigieron a Bolívar con un llamado para que
encabezara el gobierno, él se negó; y procedió así no tanto
porque estuviera empeorando su catastrófico estado de salud
cuanto por otra consideración de principio. Como anteriormente
todo lo valoraba con el medidor de la soberanía popular, de la
voluntad del pueblo, y puede decirse que esta idea lo martirizó.
247 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 817.
Pero precisamente el pueblo no estaba, por esencia, tras las espaldas
de los militares, y él en el mejor de los casos guardaba completo
silencio. Reconociendo subjetivamente los móviles generosos y
desinteresados de sus partidarios, Bolívar no quiso ser cabeza de un
gobierno que, en el fondo, surgiría como resultado de un
pronunciamiento.248
Mas, podría ser que él hubiese visto en estos
acontecimientos cierto tipo de variante colombiana de los “cien
días” napoleónicos? De todos modos, no quiso tomar parte en tal
empresa.
Hasta los últimos días de su vida Bolívar conservó la inteligencia
clara, la exactitud y determinación de criterios morales para valorar
a las personas. Un poco antes de su consumación, como transmiten
sus interlocutores, Bolívar habló con sentimientos de asco y
desprecio de los nuevos ricos que habían alcanzado posiciones a
cuenta del saqueo del patrimonio nacional de Colombia.249
Finalmente, el 17 de diciembre de 1830 desapareció Bolívar.
Había muerto para pasar a la inmortalidad.
La herencia espiritual del Libertador estampó el sello de su
poderosa influencia en la vida y la lucha de las generaciones
posteriores, inspirándolas en la brega por la libertad y el progreso
social. Es profundamente simbólico el hecho de que en los grandes
movimientos sociales e insurrecciones populares que se han
desenvuelto en Venezuela, Colombia y otros países
latinoamericanos, las masas populares frecuentemente se hayan
dirigido a las ideas de Bolívar, subrayando así mismo a quién en
definitiva le pertenece el Libertador. José Martí encontró palabras
muy claras y exactas al caracterizar el secreto de la influencia
inquebrantable del pensamiento bolivariano sobre los patriotas
248 José Ignacio Méndez. El ocaso de Bolívar. Bogotá, 1951, p. ‘76-77. 249 Ibíd., p. 94.
latinoamericanos: “A Bolívar aun le corresponde hacer no poco
en América”.250
Como continuando el pensamiento de Martí, el héroe nacional
de Nicaragua, Augusto César Sandino, dijo que la misión de la
nueva generación debe consistir en contribuir con todas sus
fuerzas a encarnar en la vida las profundas ideas de Bolívar. “Yo
estoy profundamente convencido —expresó Sandino— de que
en el siglo actual nosotros seremos testigos de la realización de
cosas admirables”.251
250 José Martí. Nuestra América, p. 212. 251 Augusto César Sandino. Carlos Fonseca Amador. Nicaragua: la estrategia
de la victoria. México, 1980, p. 93. Comparando a Bolívar con Napoleón,
Sandino escribió: “Si, Napoleón fue una personalidad sobresaliente, pero el se
orientaba en sus actividades por un exclusivo egoísmo. En más de una vez yo
inicié la lectura de su biografía, pero cada vez abandonaba el libro. La vida
misma de Bolívar inmodificablemente me inquietaba, obligándome a llorar”
(Ibíd., p. 94).
BOLÍVAR Y LOS DECEMBRISTAS
“Respeto al pasado es precisamente el rasgo que diferencia al
civilizado del salvaje”. Con estas palabras del poeta ruso Alejandro
Pushkin quiero empezar estas notas. Creo que ayudan a entender en
toda su profundidad el significado de las tradiciones históricas en la
vida de la sociedad, de la experiencia del pasado para las nuevas
generaciones. Quiero hablar precisamente sobre aquella tradición, a
la cual hace referencia el distinguido escritor e historiador
venezolano Mario Briceño Iragorri: “es la onda creadora que va del
ayer al mañana y sin consultarla no crecerán para lo porvenir las so-
ciedades”.252
Pienso que el mismo tema de mi conferencia no seria útil si no
mostrara, ante todo, aunque sea una vez más, el hecho de que
existen viejas y fructíferas tradiciones que vinculan al pueblo de
Rusia con los pueblos de América Latina en la lucha por la libertad,
contra la tiranía, en defensa de la dignidad humana. Se puede citar
muchos ejemplos.
Así, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, hombres de
vanguardia de Rusia, que luchaban contra la servidumbre y la
autocracia, prestaron atención a la América hispana, a la situación
de miseria de sus habitantes, que arrastraban las cadenas del yugo
colonial. Naturalmente, mostraron particular simpatía por los
Indios oprimidos y por los esclavos negros. Conmovidos por su
deplorable situación, condenaban a los opresores y explotadores y al
mismo tiempo aprovechaban esas denuncias para desenmascarar
con indignación la servidumbre en la Rusia autocrática.
252 Mario Briceño Iragorri, Mensaje sin destino. Caracas, 1952, p. 38-39.
Por su lado, en su conocida obra “Viaje de Petersburgo a
Moscú”, escrita desde las posiciones de rotundo rechazo a la
servidumbre, el conocido escritor y revolucionario ruso A.
Radischev (1749-1802) se refería con profundo dolor a la
opresión implacable de los pueblos de la América hispana como
si estuviera señalando el dato que la esclavitud y la servidumbre
producían sobre el pueblo ruso.253
Los motivos contra la servidumbre y la tiranía caracterizan los
versos del poeta ruso Nicolai Gnedich escritos a comienzos del
siglo pasado y recogidos en su obra “Peruano al español”. En
ellos el indio amenazaba a sus opresores con levantamientos
populares. “Con la misma mano con la cual arrastro las cadenas
de la servidumbre aplastante desplegaré la bandera de la libertad
ante mis amigos”,254
proclamaba. Estos versos fueron utilizados
por los revolucionarios decembristas en su labor de agitación, y
no es casual que en 1825 la autocracia zarista los señalara como
subversivos y los sumara a la acusación contra los decembristas.
Una nueva etapa del crecimiento y fortalecimiento de las
simpatías en Rusia hacia la lucha de liberación de los pueblos de
América hispana está ligada con aquel periodo de la historia rusa
que empezó después de la Guerra Patria de 1812, cuando en la
escena política hicieron su aparición los decembristas, aquellos
abnegados revolucionarios y patriotas que el 14 de diciembre de
1825 se lanzaron a derrumbar la autocracia y empuñando las
armas se presentaron en la Plaza del Senado de Petersburgo.
253 A. N. Radischev. Obras completas, 1988. t. 1, p. 316-317. Por la
publicación de este libro Radischev fue condenado a la pena de muerte, luego
conmutada por la de destierro a largos años. 254 N. I. Gnedich. Versos. Moscú-Leningrado, 1963, p. 82-86
Aunque fueron derrotados, no se puede menospreciar la
importancia de su hazaña en la historia de nuestro país. V.I. Lenin
los nombraba como a los primeros revolucionarios rusos y
subrayaba que era necesario empezar con los decembristas la
historia del movimiento revolucionario ruso.255
Puede surgir la pregunta de por qué nosotros consideramos a los
decembristas los primeros revolucionarios rusos, si antes de ellos se
produjeron levantamientos populares, por ejemplo, las
insurrecciones campesinas encabezadas por Stepan Razin y
Pugachev.
La historiadora soviética Militsa Nechkina responde así a ese
interrogante: “Hasta ese momento ocurrieron en Rusia
levantamientos campesinos espontáneos. Los campesinos
insurrectos lucharon heroicamente contra el yugo servil y el signo
de esa lucha fue progresista. Socavó los fundamentos del régimen
de servidumbre y abrevió los plazos de su existencia. Pero el
movimiento campesino espontáneo era políticamente confuso, no
poseía conciencia política; los campesinos fueron a la lucha contra
los terratenientes, pero su atraso no les permitió hacer conciencia de
lucha contra el zarismo, contra el régimen de la servidumbre:
confiaban en un “zar bueno”, estaban bajo el influjo de la ideologia
del “monarquismo ingenuo”.
No es posible considerar a una insurrección campesina
espontánea como movimiento revolucionario. La lucha
revolucionaria la adelantan gentes políticamente conscientes que se
organizan. Los revolucionarios tienen un programa político y
elaboran conscientemente una táctica de lucha. Por eso los
decembristas fueron revolucionarios, ya que, según M. Nechkina, su
levantamiento fue políticamente consciente, se colocó ante “la tarea
255 V. I. Lenin. Obras completas, t. 30, p. 315.
de liquidar el régimen del absolutismo feudal, estaba iluminado
por las ideas de vanguardia de la época. Por primera vez en la
historia de Rusia se puede hablar de un programa revolucionario,
de una táctica revolucionaria consciente, y analizar unos
proyectos constitucionales”.256
Hablando del carácter y la esencia del movimiento
decembrista conviene tener en cuenta la apreciación leninista de
que él estuvo representado casi exclusivamente por nobles.257
En cierta manera, este hecho predeterminó la limitación de los
decembristas, aunque en fin de cuentas reflejaban los intereses y
sentimientos seculares del pueblo sojuzgado, ante todo del siervo
de la gleba, e intentaron alcanzar sus objetivos con el apoyo del
estamento militar. Al mismo tiempo, no es posible olvidar que
los decembristas más radicales, buscando revolucionar al
ejército, desarrollaron en sus filas una campaña consciente y
tenaz contra la servidumbre, que contribuyó a elevar la
conciencia política de los soldados, quienes provenían en su
mayor parte del campesinado y ayudaron a despertar
políticamente al mismo pueblo. Con valentía inigualable, uno de
los más destacados representantes del movimiento decembrista,
el mayor Vladimir Raevski, desenmascaró ante los soldados los
vicios y el papel nefasto de la servidumbre, exhortándolos a
levantarse contra la autocracia. Sólo un revolucionario
convencido podía condenar la servidumbre con estas frases:
“Quién dio derecho a un hombre de considerar a su semejante
como su propiedad? Con qué derecho su cuerpo y su espíritu y
hasta su propiedad deben pertenecer a otro? Dónde está la ley
que permite comerciar, cambiar, jugar, regalar y tiranizar a los
256 M.V. Nechkina. Los decembristas. Moscú, 1982, p. 154. 257 V. I. Lenin. Obras completas, t. 30, p. 315.
hombres? No es acaso su fuente la ignorancia profunda y brutales e
inhumanas pasiones?”.258
El líder indiscutible del ala radical de los decembristas fue el
coronel Pavel Pestel (1793-1826). Hombre de gran talento, a quien
Pushkin consideraba una de las personalidades más inteligentes de
Rusia, de una pureza cristalina y de elevados principios morales,
Pestel fue un convencido e inflexible partidario del derrumbe de la
autocracia por el camino revolucionario y del establecimiento en
Rusia de un régimen republicano. Fue el creador del proyecto
constitucional conocido como “Rúscaia pravda” (“ley rusa”),
interesante por su originalidad y profundidad. Según su criterio,
“La esclavitud deberá ser liquidada resueltamente y la nobleza
deberá renunciar para siempre al odioso derecho de propiedad sobre
otros hombres”. Pestel planteaba profundas transformaciones
sociales, ante todo la reforma agraria y la entrega de tierras a los
campesinos, la liquidación de los privilegios de los estamentos
sociales, la democratización radical de las relaciones sociales.259
Por ahora conviene posponer para más adelante el análisis de las
concepciones y del programa de Pestel para la reconstrucción de
Rusia, y referirse a la actitud de los decembristas frente a la guerra
de Independencia de los pueblos de América Latina.
Característica de los decembristas fue su profunda solidaridad
con la lucha liberadora de los pueblos en todo el mundo. Con gran
alborozo recibieron la noticia de la victoria de la revolución
española de 1820 y se entusiasmaron con su jefe, Rafael del Riego.
258 V. Bazanov. V. F. Raevski. Nuevos documentos. Moscú-Leningrado, 1949, p.
22. 259 Pestel llamó a su proyecto “ley rusa” en honor a la legislación rusa antigua de
Kiev. Al rendir homenaje a las tradiciones nacionales, enfatizaba la ligazón entre
el patriotismo del pasado y la revolución del futuro del pueblo ruso.
Con el mismo interés y atención acompañaron los
acontecimientos de la lucha de liberación de los patriotas
sudamericanos. Pestel hablaba sobre la influencia que las
conmociones revolucionarias en el mundo, entre ellas “en toda
América”, tenían sobre el desarrollo del movimiento
revolucionario en Rusia.260
La simpatía de los decembristas se volcaba hacia los
combatientes latinoamericanos por la libertad, y vieron en
Bolívar a uno de los hombres más destacados de la época. Les
interesaron los proyectos constitucionales en los cuales se
basarían las nuevas instituciones estatales de los países
latinoamericanos y les llamó particular atención la idea de
Bolívar de convocar el Congreso de Panamá, que podría
conducir como afirmaba el decembrista Zavalishin, a la creación
de una “república federativa” en América. El mostraba la
posibilidad de crear semejante república también en Rusia.261
Los decembristas expresaron sin vacilar su convicción en la
victoria de la justa causa de los patriotas suramericanos. Por
ejemplo, en 1816 el decembrista N. Turguenev escribió en su
“Diario”: “España lucha con sus colonias americanas (…) con
qué derecho el honor del pueblo puede estar representado por el
despotismo terco y ciego de España? Las colonias romperán con
su pesado yugo (...) Parece que ya es hora de convencerse de que
el despotismo no puede vencer a la libertad cuando el pueblo
lucha por alcanzarla”.262
260 “La insurrección de los decembristas”. Moscú, Leningrado, 1927, t. 4, p.
105. 261 Ibíd., t. 3, p. 321, 334, 340, 342. 262 Archivo de los hermanos Turguenev, III ed.,
1913, p. 326, 327.
Es interesante observar que Bolívar se refirió no pocas veces a
los acontecimientos de Rusia, particularmente los del periodo de
ascenso del movimiento decembrista. Convencido adversario de la
“Santa Alianza”, vio en la Rusia zarista a uno de los baluartes
principales y desde estas posiciones condenó la política de la
autocracia zarista. Son interesantes sus juicios sobre el
levantamiento de los decembristas. Pese a no disponer de
información suficiente sobre los motivos de lucha de los
decembristas, supo ver lo principal. Según sus palabras, el fracaso
del levantamiento de una parte del ejército ruso, aplastado
sangrientamente, llevó a que en lugar de Alejandro I accediera al
trono Nicolás I, otro déspota partidario de la reacción
monárquica.263
Más tarde, en su carta al general Robert Wilson (16. IV. 1828),
refiriéndose al rol reaccionario de la Rusia zarista como baluarte de
la “Santa Alianza”, Bolívar estimó que para impedir el triunfo de la
reacción en Europa hacia falta derrotar a Rusia y desmembrar ese
inmenso imperio.264
A estas palabras recurre, por ejemplo, el historiador venezolano
Antonio Coya para elaborar toda una concepción sobre el “odio
estratégico” de la Unión Soviética hacia Bolívar, ya que ese país,
según Coya, continúa practicando la política exterior del zarismo.
Con esta clase de interpretaciones se pretende presentar al
Libertador como defensor de la “civilización occidental”, algo así
como “precursor del anticomunismo”.265
263 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 352, 356, 364. vol. II, p. 352, 356, 364. 264 Ibid., p. 830-831. 265 Jesús Antonio Coya. El. Libertador y el odio soviético. “Historia de la
historiografía venezolana”. Caracas, 1961, p. 161-162.
No es necesario refutar tales “elucubraciones teóricas”. Es
suficiente señalar que Bolívar, al criticar la política zarista, al
mismo tiempo criticaba agudamente las posiciones de las
monarquías europeas. En general, el jefe caraqueño no estuvo
inclinado a asentar en América Latina instituciones estatales
europeas. El intentó, porfiadamente, elaborar un proyecto
constitucional original, de acuerdo a las condiciones históricas
concretas del continente, proyecto que correspondía con sus
ideas sobre la justicia social, la igualdad y la libertad verdaderas.
Eso de que Bolívar defendía la “civilización occidental” contra la
“barbarie oriental” no tiene ningún fundamento.
Y aquí el tema de Bolívar y los decembristas se enriquece con
un nuevo contenido, que permite ver la coincidencia tipológica
de los ideales bolivarianos con los de los revolucionarios rusos.
Por eso conviene remitirse a las concepciones políticas y sociales
de Pavel Pestel, comparándolas en este caso con las de Bolívar.
Aproxima al jefe de los decembristas y al Libertador el odio a
la esclavitud, a la servidumbre, a la tiranía, a todas las formas de
opresión del hombre por el hombre. Pero lo más importante que
los aproxima es la búsqueda incansable para lograr que las
concepciones de libertad, igualdad y fraternidad no quedaran
como simples consignas sino que tuvieran un contenido real al
servicio del pueblo. En este sentido el pensamiento de Pestel
como el de Bolívar escapan de los marcos de las concepciones
tradicionales liberales sobre la sociedad e irrumpen en el futuro,
alcanzando la esfera de la utopía social. El gran pensador ruso
Alejandro Herzen (1812-1870) escribía sobre el innovador
programa revolucionario de Pestel: “El cree que la proclamación
de la república no se llevará a cabo si no incorpora la revolución
de la propiedad territorial”.
No debemos olvidar que se trata de acontecimientos que
ocurrieron entre 1817 y 1825. En ese entonces en Europa nadie se
preocupaba de los problemas sociales. El “loco y salvaje” Graco
Babeuf había sido olvidado; Saint-Simon, que escribió tratados al
respecto, no era leído; en la misma situación estaba Fourier, y ya no
interesaban los artículos de Owen. Los más destacados liberales de
este tiempo, como Benjamin Constant y P. Currie, recibirían con
gritos indignados las proposiciones de Pestel, formuladas en un club
del cual no eran miembros los obreros. Ante un gran auditorio (se
trata de la intervención de Pestel en las sesiones de la “Sociedad del
Norte” de los decembristas de Petersburgo), compuesto por los
aristócratas más ricos, Pestel propuso a estos personajes alcanzar,
aun a costa de la vida, la expropiación de sus propiedades. Pero
ellos no estuvieron de acuerdo con él, pues sus convicciones
socavaban los principios de la economía política recién adoptados
por ellos.266
Estos pensamientos claros y profundos de Herzen ayudan a
comprender bastante la proximidad de los ideales sociales de Pestel
y de Bolívar, de sus proyectos políticos y constitucionales. Como
se sabe, en sus reformas sociales el Libertador avanzó más allá del
liberalismo, con sus principios de economía política basada en el
manchesterismo. Herzen plantea la hipótesis de la inevitabilidad
del choque de Pestel con los ideólogos del liberalismo europeo, así
como el choque de los partidarios de Bolívar con Constant y otros
liberales fue un hecho real.
Pestel y Bolívar intentaron no sólo entregar la tierra a los
campesinos, sino también crear barreras para que no fueran
nuevamente desposeídos. Es importante recordar que ambos
266 A. I. Herzen. Sobre el desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia. Moscú,
1958, p. 63.
planteaban la conservación y hasta el restablecimiento de las
formas comunitarias de aprovechamiento de la tierra.
Los aproximaba su animadversión no sólo a la “aristocracia
feudal” sino también a los “aristócratas de la riqueza”, a la
democracia “empadronada” con la cual los grandes capitalistas
manejaban la vida política.267
En este sentido el proyecto de “ley
rusa” de Pestel, que planteaba la liquidación de todas esas
ventajas del censo, coincidía de modo extraordinario con el
proyecto constitucional del Libertador para Bolivia, que negaba
tales ventajas a las clases privilegiadas de la población. Tanto
Pestel como Bolívar consideraban que con la ayuda de leyes
efectivas el Estado podía impedir el ahondamiento de la
desigualdad social, contribuir a que las relaciones entre las
personas se asentasen en los principios de la asociación y la
justicia social. En este plano, ambos revolucionarios y
reformadores pertenecían al tipo de representantes políticos en
los cuales el “razonamiento político” estaba estrechamente
ligado con las aspiraciones hacia la esfera de la utopía social.
Pestel, como se sabe, fue partidario del establecimiento, luego
del derrumbe de la autocracia, de una Dirección Suprema
revolucionaria temporal, con el propósito de realizar las
transformaciones revolucionarias antioligárquicas en interés del
pueblo. También Bolívar, al final de su vida, fue llegando al
convencimiento de que sólo empleando formas extraordinarias
de gobierno temporal era posible llevar a cabo las
transformaciones antioligárquicas en interés de las masas, de
267 Como subrayó Pestel en la primera variante de la “ley rusa”, es allí donde
la “aristocracia de la riqueza’ sustituyó a la “aristocracia del feudalismo”: los
pueblos no sólo no sacaron provecho de ello sino, al revés, en cierto sentido se
encuentran en peor situación política que antes, porque los colocaron bajo la
dependencia forzosa de los ricos” (El levantamiento de los decembristas, t.
VII, Moscú, 1958, p. 189).
modo que el surgimiento de los jóvenes Estados políticamente
independientes fuese al mismo tiempo un avance hacia la liberación
social de las capas oprimidas y desposeídas.
Se podría continuar haciendo más paralelos, pero los expuestos
parecen suficientes para convencernos de que no se trata de mostrar
cuestiones inventadas o artificiales, sino de hacer comparaciones
fructíferas en la esfera del análisis histórico.
Esto comprueba también la atención que prestó la prensa rusa a la
guerra de independencia de las colonias españolas de América y al
papel que jugó Simón Bolívar.
Esa guerra fue un acontecimiento de tan notorio alcance mundial
que la prensa oficial rusa, que no ocultaba sus simpatías
legitimistas, informó sobre los acontecimientos sistemáticamente y
de modo bastante amplio. Mucho interés tiene para el desarrollo de
nuestro tema la posición al respecto de las diferentes revistas,
principalmente aquellas que orientaban, a la opinión pública.
Escogemos para el análisis a tres de ellas: “Moskovski Telegraf”
(El Telégrafo de Moscú), “Syn Otiechestva” (El Hijo de la Patria) y
“Vestnik Evropi’ (Mercurio de Europa). La elección de estas
publicaciones se debe a que en sus páginas aparecieron
constantemente diferentes materiales, tanto originales como
traducidos, sobre los acontecimientos de la América hispana y, lo
más importante, en ellos ocupó lugar cimero la figura de Bolívar.
En muchas valoraciones las revistas ocuparon posiciones
diametralmente opuestas, que, naturalmente, no podían dejar de
influir en la apreciación de la guerra de independencia de los
patriotas latinoamericanos y de la personalidad del Libertador, pues
la apreciación de los acontecimientos de América del Sur servia, en
grado no pequeño, a los objetivos de la lucha política e ideológica
que se desenvolvía en Rusia entre los partidarios de la autocracia
y la servidumbre y las fuerzas antifeudales, a cuya vanguardia
estaban los decembristas. “Moskovski Telegraf” comenzó a
editarse en 1825, es decir, en el año en que los decembristas
intentaron derrocar a la autocracia y fueron derrotados en batalla
desigual. En medio de la reacción negra que avanzaba después
de la derrota decembrista, los colaboradores de esa revista, bajo
la dirección de Nikolai Polévoi (1796-1846), emprendieron pre-
cisamente la noble y difícil tarea de continuar la batalla contra la
autocracia y la servidumbre. Polévoi, talentoso periodista dueño
de gran sensibilidad social hacia los problemas cardinales de la
época, transformó la publicación en la mejor tribuna de las
agrupaciones progresistas. Utilizando como regla el lenguaje de
Esopo, recurriendo a las parábolas, en condiciones de rigurosa
censura y persecución contra el pensamiento libre, “Moskovskí
Telegraf” luchaba contra la autocracia y la servidumbre, se
pronunciaba en favor de la instrucción popular y de cambios
progresistas en Rusia. Herzen escribió sobre Poiévoi: “Su
periódico “Moskovskí Telegraf” gozó de gran influencia y
debemos reconocer su servicio, tanto más cuanto se imprimió en
los momentos más duros. Qué se podía escribir al día siguiente
de la insurrección, en vísperas de las ejecuciones? La situación
de Polévoi era muy difícil”.268
Escribir sin ocultar las simpatías por la guerra de
independencia de las colonias españolas, como lo hizo el
periódico de Polévoi, fue una hazaña cívica. El mismo, con un
grupo de amigos, editó un periódico manuscrito que utilizaba
este epígrafe: “Bolívar es un grande hombre”.269
268 A. I. Herzen. Sobre el desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia, p.
79. 269 L. Y. Sleskin. Rusia y la guerra de independencia de América hispana.
Moscú, 1964, p. 336-338.
En 1827, el autor de una denuncia anónima contra Polévoi decía
que “todo lo que está prohibido hablar en Petersburgo acerca de las
regiones independientes de América y sus héroes, es referido con
entusiasmo en “Moskovski Telegraf”.270
Posición diametralmente opuesta adoptó “Vestnik Evropi”, que
comenzó a editarse en 1802. Si bien en los primeros años de su
existencia —cuando su director fue el famoso escritor Karamzin—
se distinguió por su calidad literaria, criticó con frecuencia los
aspectos más odiosos de la servidumbre y profesó las ideas de la
monarquía ilustrada, después de 1811, cuando su único redactor fue
el profesor Karchanovski, pasó a defender incondicionalmente la
autocracia y el régimen de servidumbre; adoptó una actitud
extremadamente reaccionaria, bajo la divisa de que cada quien debe
estar satisfecho con su situación, lo cual significaba una defensa
abierta del sistema imperante, adverso a cualquier cambio.
Desde las posiciones del legitimismo, la revista enfocó con
hostilidad la guerra de independencia de las colonias españolas,
exteriorizando su simpatía hacia los colonizadores. Cuando llegó a
Rusia la noticia sobre la batalla de Ayacucho, la revista no ocultó su
desilusión y expresó que “lamentablemente se confirmó que las
tropas españolas fueron derrotadas”.271
Conviene advertir que en
esta gaceta se publicaban materiales en los cuales el lector podía
encontrar noticias sobre los acontecimientos que ocurrían en
Suramérica, incluso en el plano de los recursos naturales y la vida
económica de los nacientes Estados, entre ellos Colombia.
270 Ver: V. Orlov. Nikolai Polévoi, literato de los
años 30. Materiales de historia de la literatura y el
periodismo rusos de los años 30. Leningrado, 1934,
p. 46. 271 “Vestnik Evropi”, 1825, N° 7, p. 232.
Una evolución complicada y contradictoria experimentó la
revista “Syn Otiechestva”, cuya primera edición data de 1812.
Durante largo tiempo (1816-1825), en su orientación política y
literaria ejerció gran influencia el despertar de la vida pública
rusa, la actividad de los decembristas. En sus páginas
colaboraron destacados militantes de esa agrupación, como F.
Glinka, N. Muraviov, K. Riliev, Kinjelbeker y muchos otros, y
se imprimieron obras de sobresalientes escritores rusos, como A.
Pushkin y A. Griboedov. No era casual, pues, el talante de la
publicación, firme en su condena de la servidumbre y cuyos
artículos sobre la historia y la cultura rusas se distinguían por el
patriotismo y las virtudes cívicas.
Sin embargo, después de la derrota del movimiento
decembrista, su veterano y principal redactor, N. Grech, viró
bruscamente a la derecha, aproximándose a las posiciones de
“Vestnik Evropi”. Aunque en las cuestiones relativas a la guerra
de independencia hispanoamericana “Syn Otiechestva” no
ocupaba una posición claramente adversa a la causa de los
patriotas latinoamericanos, y publicaba documentos neutrales.
No fue poco el espacio que se dedicó en las páginas de las
publicaciones rusas a enfocar la personalidad de Simón Bolívar,
su actividad como jefe militar, hombre de Estado y legislador.
Las valoraciones se han diferenciado radicalmente unas de otras,
y las mismas temáticas, e inclusive los mismos hechos han sido
dibujados de modo diferente, dándoles interpretaciones
personales. A menudo las referencias a las mismas fuentes
llevaban carga ideológica y servían de base para sacar
conclusiones distintas. Por ejemplo, las tres revistas publicaron
simultáneamente artículos resumidos dedicados a Bolívar y a
otros jefes militares colombianos. A juzgar por todo, cada
publicación utilizaba, en mayor o menor grado, documentos del
viajero francés Mollien, quien visitó a Colombia. Sus impresiones
de viaje están en general escritas desde posiciones de malevolencia
hacia Bolívar, de hostilidad a la lucha de liberación del pueblo co-
lombiano.
“Moskovski Telegraf” utilizó algunos datos de las notas de viaje
de Mollien y en un articulo titulado “Jefes militares colombianos”
desvirtuó las evaluaciones del francés y formuló su propia
interpretación acerca de la actividad del Libertador y del resto de
patriotas colombianos. Todo el articulo está impregnado de
admiración por la personalidad de Bolívar, por sus acciones
heroicas en aras de la patria y de la libertad. “Bolívar es una de las
personalidades más admirables de la historia americana
contemporánea”, fueron palabras que servirían como leitmotiv de
ese y otros artículos aparecidos en “Moskovski Telegraf”. La
revista evaluó el arte de dirección militar del Libertador y subrayó
la diferencia que tenía con el que había inspirado las campañas
militares llevadas a cabo de acuerdo con las normas y patrones de la
ciencia militar tradicional. Al respecto, la revista anotaba que la
conducción de la guerra por Bolívar se caracterizaba por la
velocidad de maniobra, el cubrimiento de grandes distancias, las
imprevisibles incursiones sobre el enemigo. Señalaba así mismo la
perseverancia bolivariana en la búsqueda de la victoria, sacando
lecciones de los desaciertos y las derrotas y sin desesperar nunca de
conseguir el objetivo fijado. En su deseo de acentuar tal vez el no
tradicionalismo y la ausencia de esquematismo en la actividad de
Bolívar, la revista lo llamó “jinete intrépido”, contraponiéndolo a
los jefes militares de la vieja escuela.272
Con matices completamente diferentes se caracterizó la dirección
militar bolivariana en las páginas de “Vestnik Evropi”. La
publicación se limitaba a reproducir las valoraciones de Mollien y
272 “Moskovski Telegraf”, 1825, N° 10, mayo, p. 187.
calificaba al Libertador como un “guerrillero intrépido” y no
como un jefe militar, capaz de dirigir a una gran cantidad de
personas.273
En cuanto a “Syn Otiechestva”, al caracterizar el arte militar
del héroe venezolano rememoraba más al guerrillero audaz que
al jefe militar capaz de poner en movimiento todo un ejército.274
Debe anotarse que, no obstante la diferencia en las
valoraciones del arte militar bolivariano, en las publicaciones
aludidas se enfatizaba invariablemente el arrojo e intrepidez del
héroe, su indiscutible liderato sobre los demás jefes militares de
la guerra liberadora.
La culminación de la guerra con la victoria de los patriotas
latinoamericanos planteó con agudeza, naturalmente, la cuestión
del porvenir de los jóvenes Estados y de sus formas de gobierno.
Tal problemática encontró reflejo en las páginas de las revistas
rusas, ante todo en el plano evaluador de las concepciones
bolivarianas sobre la organización estatal. Entonces se
expresaron con particular claridad las simpatías y las antipatías
políticas de una y otra publicación, lo cual se reveló en la
evaluación de la acción legislativa estatal de Bolívar y en la
selección de los documentos a ser traducidos. En esencia, se
coincidía en que las instituciones estatales surgidas en el curso
de la contienda anticolonial resultaban insuficientemente estables
y tenían tal vez un carácter temporal. Al analizar la organización
estatal de la República de Colombia, todas ellas coincidían en
sostener que en esta esfera habían sido tomadas como modelo las
instituciones de los Estados Unidos, aunque, según su criterio, no
podía hablarse de una copia mecánica. Pero más adelante las
273 “Vestnik Evropi”, N° 3,1825, p. 215. 274 “Syn Otlechestva”, 1826, 119 21-24, p. 182.
simpatías y antipatías políticas de los editores se fueron
diferenciando entre si. “Moskovski Telegraf” se irguió de nuevo en
defensa de Bolívar, pronunciándose contra las tesis de sus
opositores referentes a su capacidad como legislador, que lo
limitaban sencillamente a ser un combatiente más. En relación a
este asunto la revista subrayaba que Bolívar, por participar
prácticamente de tiempo completo en las campañas libertadoras, no
pudo dedicarse a una sistemática tarea legislativa, no obstante que
en el fuego de los combates reflexionaba sobre el futuro de las
naciones latinoamericanas y sobre sus formas de dirección.275
Es interesante recalcar el hecho de que “Moskovski Telegraf”,
desde sus primeras apreciaciones sobre el Libertador, dio a entender
de modo inequívoco que el hombre estaba lejos de experimentar
admiración por las instituciones norteamericanas. Más tarde expuso
este punto de vista de manera detallada, admitiendo que los ideales
bolivarianos respecto de la organización estatal estaban imbuidos en
buena parte en el espíritu del movimiento decembrista.
Sirviéndose una vez más de las apreciaciones de Mollien,
“Vestnik Evropi” afirmaba que Bolívar no tenía una concepción
seria, armónica y profunda sobre el Estado, y que las instituciones
estatales de Colombia, creadas a imagen y semejanza de las
norteamericanas, no se distinguían por la estabilidad y se apoyaban
solamente en el ejército de Bolívar, compuesto, según la gaceta, por
soldados de procedencia mulata.276
Resulta curioso advertir que el
ejército libertador era representado casi como un cuerpo pretoriano,
al cual era indispensable lisonjear con regalitos para conservar su
fidelidad.
275 24 “Moskovski Telegraf”, 1825, N° 10, p. 189; 1828,
N° 16, p. 615. 276 “Vestnik Evropi”, 1825, N° 3, p. 215.
Al subrayar la fragilidad e inconsistencia de las instituciones
colombianas, la revista parecía llevar al lector a la idea de que
sólo por el camino de la monarquía seria posible el desarrollo
político estable de los jóvenes países latinoamericanos.
La agudización de la lucha política en Colombia, unida al
problema de la elección del camino de desarrollo del país, fue
ampliamente ilustrada en las páginas de las revistas rusas.
“Moskovski Telegraf” publicó un extenso material titulado
“Simón Bolívar, presidente de la República de Colombia”, con el
subtitulo “Notas de un testigo ocular”, que delataba su
traducción del francés. Allí se analizan con bastante profundidad
las causas del rechazo bolivariano de las instituciones
norteamericanas y se caracterizan sus concepciones sobre el
Estado. La aclaración de estos asuntos es importante en sumo
grado, por cuanto el autor expone con objetividad y simpatía las
concepciones del Libertador, defendiéndolas de ataques y
tergiversaciones. Al reproducir las “Notas de un testigo ocular”,
“Moskovskl Telegraf” confesaba con suficiente franqueza, una
vez más, sus simpatías por los ideales decembristas, como
sugiriendo la idea de que el líder caraqueño continuaba la causa
de los revolucionarios rusos. Conviene tener en cuenta que en
las “Notas de un testigo ocular”, las razones de la repulsa
bolivariana a las instituciones estadounidenses en el plano de su
implantación en los nacientes Estados latinoamericanos eran
explicadas por sus profundas convicciones de principio.
“Independencia, gloria, libertad para Colombia: he aquí los
únicos beneficios que (Bolívar) quiere conquistar y quiere
conservar, como producto de sus propias manos”,277
se decía en
el referido articulo. Al refutar, según el autor del articulo, “el
alboroto de la ruidosa democracia” norteamericana, Bolívar
277 “Moskovski Telegraf”, 1828, N~ 16, cap. XXII, p. 615.
partía de la base de que los pueblos de América Latina habían
sufrido la esclavitud colonial durante varios siglos, con todas las
consecuencias. Superarlas sólo era factible con ayuda de un poder
ejecutivo fuerte, mediante la elaboración de una legislación que pu-
diese conducir a crear un Estado capaz de ayudar al pueblo a
encontrar la libertad.278
No cabe duda de que “Moskovski Telegraf”, permaneciendo fiel
a las tradiciones del decembrismo, procuraba transmitir al lector la
idea de que era posible dar libertad al pueblo, que durante siglos
languidecía atado a las cadenas de la esclavitud. Ello se lograría
con ayuda de un Estado ilustrado fuerte, cuyo objetivo seria la
liberación de la explotación de las masas populares.
Observamos una circunstancia más, no menos importante desde
el punto de vista del influjo de las ideas del decembrismo en la
mencionada publicación. Es sabido que los más radicales
representantes decembristas idearon la forma de impedir que la
“aristocracia de la riqueza” determinara los destinos de Rusia,
reduciendo a cero las conquistas populares. Por eso se explica,
como lo hemos dicho atrás, su negativa a que fueran trasplantadas a
las condiciones de Rusia las instituciones estatales de los países
europeos y de los Estados Unidos, lugares donde se habían
reforzado las posiciones de tal aristocracia.
Conviene señalar que el gran poeta Pushkin, próximo a los
decembristas por sus ideas, censuraba claramente los hábitos
políticos que se habían establecido en los Estados Unidos. Un
aparte de su articulo titulado “John Tunner” (1836) dice así: “El
respeto hacia todo pueblo nuevo y hacia la codificación de sus
leyes, fruto de la ilustración contemporánea, ha tambaleado
fuertemente. Hemos visto con asombro que la democracia ostenta
278 Ibíd., p. 616-617.
cinismo repulsivo, crueles prejuicios, insoportable tiranía. Todo
magnánimo desinterés, todo lo que es enaltecedor en el espíritu
humano se halla sometido a un inexorable egoísmo y a la pasión
por el acopio de bienes. Una minoría que desvergonzadamente
oprime a la sociedad; la esclavitud de los negros en medio de la
educación y de la libertad; la persecución genealógica contra el
pueblo carente de linaje; la avidez y la envidia de parte de los
electores; la timidez y la obsecuencia de quienes dirigen; el
talento compelido al ostracismo voluntario a causa del respeto
por la esclavitud; los ricos revestidos de harapientos abrigos para
que no injurien en la calle a la pobreza altanera que ellos
desprecian en secreto: tal es el cuadro de los Estados americanos
que viene exhibiéndose ante nosotros. La actitud de los Estados
hacia las tribus indígenas, antiguos detentadores de la tierra
ahora poblada por emigrantes de Europa, fue sometida también
al riguroso examen de los nuevos observadores. La injusticia, la
inhumanidad del congreso norteamericano son evidentes y
condenadas con indignación. De una u otra manera, a través de
la espada y el fuego, del ron y la denuncia, o de medios más
morales, el salvajismo habrá de desaparecer ante la aproximación
de la civilización. Tal es la ley inevitable. Los restos de los
antiguos habitantes de América pronto se extinguirán por
completo, y las extensas llanuras y los interminables ríos en los
cuales con saetas y redes lograban el sustento se transformarán
en campos laborables, y en las, aldeas y los puertos comerciales,
donde humean los piróscafos, ondeará la bandera
norteamericana”.279
Las criticas expresiones respecto a la esclavitud se encuentran
también en las páginas de “Syn Otiechestva”, durante el periodo
de activa colaboración periodística de los decembristas. La
revista, vaya un caso, dio cabida al articulo “La experiencia de
279 A. S. Pushkin. Obras completas, t. 7, p. 298 (en ruso).
los norteamericanos en el traspaso de sus congéneres negros de
vuelta al África” (1825, N° 20). En él se decía: “El prejuicio que
rige respecto a la población negra africana, condenada por tanto
tiempo a agotadora esclavitud y cuya situación es bastante inferior a
la del blanco, reina de tal manera en todas partes de América que
los Estados Unidos no han podido librarse de él.
“El color negro de la piel es a los ojos de los norteamericanos
índice de insuficiencia espiritual y motivo de desprecio”.280
Al imprimir un material próximo a su espíritu, “Moskovski
Telegraf’ perseguía, en nuestra opinión, otro objetivo ético. Nos
referimos a la defensa, así fuera en forma indirecta, de la justa causa
de los decembristas, enarbolada explícitamente como defensa de
Simón Bolívar. El autor condena inocultablemente las tretas de los
enemigos del Libertador, su ambición de acabar con la causa de su
vida. Al periodista lo acongojaba en especial el hecho de que tales
enemigos hubieran podido encontrar “personas ingratas, semejantes
a ellos mismos, incluso en el ejército colombiano”, aludiendo así al
levantamiento de parte de la tropa colombiana estacionada en el
Perú.281
La revista impugnó las acusaciones de sectores de oposición a
Bolívar tanto de América Latina como de Europa, que lo acusaban
de alentar ambiciones dictatoriales y de aspirar a la corona imperial.
Muchas publicaciones europeas —denunciaban las “Notas de un
testigo ocular”— estaban repletas de acusaciones embusteras y
disparatadas contra el Libertador. “Por desgracia, la calumnia
siempre deja huellas tras de si (...) otras fuentes de igual impureza
confluyen para aumentar el torrente de acusaciones y engaños”,282
280 Citado por: “Historia del periodismo ruso”, Moscú, 1909, p. 139. 281 “Moskovski Telegraf”, 1828, N° 16, p. 618. 282 Ibid.
añadía. Como argumentos fundamentales, que refutaban las
calumnias contra el jefe de la revolución suramericana, la revista
rusa, como ocurría anteriormente, concentraba su atención en su
desinterés, abnegación e ilimitado amor por la patria. Resaltaba
un rasgo adicional del carácter de Bolívar: su generosidad con
relación a sus compatriotas y amigos. “Al recibir en Lima la
noticia de la gran victoria de Ayacucho —consignaba
“Moskovski Telegraf”—, rindió majestuosamente honores al
general Sucre y después dejó de llevar la guerrera militar”.283
Pero el mayor aporte de “Moskovski Telegraf” a la defensa de
Bolívar consistió en que rechazó consecuentemente la idea de su
aspiración a convertirse en monarca, manifestando que si bien
hubo de imponerse poderes extraordinarios y dictatoriales, ‘lo
hizo en aras de la consolidación de un Estado fuerte e ilustrado,
cuyo apoyo debía ser el pueblo libre, consciente de sus
auténticos derechos y obligaciones.
Las páginas de “Syn Otiechestva” caracterizaban la lucha
política colombiana de manera totalmente diferente. Gran
atención prestaba a la pugna entre los partidarios de Bolívar y los
de Santander, que adquiriera carácter tan agudo durante las
sesiones de la Convención de Ocaña, así como después de que
ella fracasara. Tal confrontación era presentada muy
unilateralmente y tergiversada: de acuerdo con ella, los
bolivarianos, monarquistas por convicción, se contraponían a los
adeptos de Santander, aferrados a concepciones republicanas.284
El principal objetivo de los partidarios de Bolívar consistiría en
proclamarlo dictador, despejando con ello el terreno para
establecer “en el Nuevo Mundo una monarquía absoluta”.285
La
283 Ibid., p. 619. 284 “Syn Otiechestva”, 1829, N° 15-20, p. 175. 285 Ibíd., p. 177-179.
negativa de los bolivarianos a participar en los trabajos ulteriores de
la Convención de Ocaña era considerada como un paso adelante en
la realización de los planes para establecer la monarquía.
La proclamación de Bolívar como Libertador-Presidente fue
caracterizada por la revista rusa como un importante cambio en el
sistema político colombiano. “Bolívar tomó con mano fuerte las
riendas del gobierno —afirmaba— y el último intento de los
republicanos, o partidarios de Santander, de derrocar al dictador
resultó un fracaso”.286
Hay que señalar que la revista reconocía que la política
bolivariana disfrutaba de apoyo popular, y acompañaba su
aseveración con datos que daban base para suponer que las masas
campesinas le mostraban simpatía.287
Sin embargo, la revista
presentaba al mismo tiempo un material de tal manera organizado,
con alusión a hechos tratados tendenciosa y malintencionadamente,
que sus lectores tenían que formarse el criterio de que Bolívar
efectivamente había emprendido marcha resuelta hacia el
establecimiento de la monarquía en Suramérica.288
Con mayor persistencia se recurría a esta idea en la elaboración
de “Vestnik Evropí”. Por lo regular, en calidad de argumento
principal, por así decirlo, de artillería pesada de la argumentación,
se imprimían extractos de diferentes fuentes extranjeras. Así, la
revista publicó unos —textos bajo el título de “Los planes de
Bolívar en relación con la monarquía americana”, tomados de los
informes del señor Bustos, exembajador de Argentina en Bolivia.
En tales informes Bolívar y su compañero de lucha, el mariscal
Sucre, entonces presidente de Bolivia, aparecían como prosélitos
286 Ibíd., N° 1-7, p. 353-354. 287 Ibíd., N° 15-20, p. 171-179 288 Ibíd., N° 27—33, p. 122; 1830, N° 1-6, p. 191.
convencidos de las formas de gobierno monárquicas. Bustos
afirmaba que el Libertador actuaba en connivencia con las
autocracias europeas a fin de lograr la realización de sus planes
en Suramérica.289
Naturalmente, al reproducir los reportajes de
Bustos, en los cuales se aludía a las convicciones republicanas
del exembajador argentino, la revista no sentía ningún
entusiasmo por los principios republicanos. Su objetivo
principal consistía en presentar bajo una luz difusa las ideas de
Bolívar y al mismo tiempo llevar al lector a la idea de la
inevitabilidad del triunfo de los principios monárquicos en
Suramérica. No fue casual que la revista rusa imprimiera
extractos del ensayo “Sobre las repúblicas hispanas”, salido de la
pluma de Chateaubriand, conocido escritor y diplomático francés
y elocuente defensor de los principios legitimistas. Ese trabajo
está penetrado de la idea de que los pueblos hispanoamericanos,
como consecuencia de las particularidades de su desarrollo
histórico, de su composición étnica y de otras causas y factores,
no había madurado, por decirlo así, para la libertad, que era ajena
a las formas de gobierno republicanas.
Es interesante descubrir que Chateaubriand escribiera sobre la
aspiración bolivariana de acelerar la familiarización del pueblo
con la libertad utilizando métodos de gobierno extraordinarios e
inclusive dictatoriales. Pese a todo, se refería con escepticismo a
los planes del Libertador, considerando que deberían pasar
muchos años antes de que el pueblo pudiera llegar a adquirir
educación política. La dictadura misma, según sus palabras, era
“mal conducto para alcanzar la libertad’.290
En otras palabras, la
comprensión de Chateaubriand sobre la dictadura, a la cual
equiparaba con el despotismo, estaba lejos de la concepción de la
289 “Vestnik Evropi”, 1829, N° 17-20, p. 133-135. 290 Ibíd., p. 221.
dictadura revolucionaria en el espíritu de la doctrina de Rousseau,
partidario de la cual fuera Bolívar.
En calidad de alternativa, si así puede decirse, Chateaubriand
recomendaba a los pueblos hispanoamericanos dirigirse a la
monarquía constitucional, la cual, según él era una forma de
gobierno incomparablemente más efectiva que la republicana, pues
“une el orden con la libertad”.291
Como argumentos, el escritor
francés se remitió a aquello de que “el pueblo, salido súbitamente
de la esclavitud y lanzado en pos de la libertad, puede fácilmente
caer en la anarquía, y la anarquía casi siempre está acompañada de
su madre el despotismo”.292
La renuncia de Bolívar del cargo de Libertador-Presidente a
comienzos de 1830 provocó evidente desconcierto en las
publicaciones rusas, que tan insistentemente consignaban la
inevitabilidad de la proclamación del imperio. Por eso se limitaron,
como en el caso de “Syn Otiechestva”, a publicar un simple
comunicado sobre ese acontecimiento, sin comentario alguno.293
En verdad, la revista advirtió tangencialmente que al abandonar
Bolívar a Bogotá comenzaría la persecución de sus adeptos.294
La muerte del Libertador entristeció profundamente a toda la
opinión pública avanzada de Rusia. “Moskovski Telegraf” publicó
una nota necrológica especial. El breve texto, penetrado de sincera
congoja y de profundo sentimiento de amor y admiración por el
Libertador, consignaba: “Uno de los grandes de nuestro siglo ha
desaparecido: Bolívar falleció en San Pedro, cerca de Santa Marta,
el 17 de diciembre de 1830. Suramérica conserva ahora en sus
291 Ibid., p. 224. 292 Ibid., p. 225 293 “Syn Otlechestva”, 1830, N9 27 -53, p. 307-308. 294 Ibid., p. 308.
entrañas las cenizas del grande hombre, quien bajó a la tumba
con el nombre de Libertador y bajo inmaculada gloria, así como
Norteamérica se enorgullece de guardar los restos de otro
Bolívar: Washington.
“El Washington suramericano desapareció a los 48 años de su
gloriosa vida, agotadas su salud y su riqueza familiar en la
batalla por la felicidad de la patria. A menudo se había
especulado sobre el interés personal de Bolívar, y cuchillos
asesinos habían amenazado frecuentemente su vida ante las
sospechas de que podía reafirmar su poder en el continente pero
el jefe supremo de Colombia murió sin dejar para si ni un
centavo, a tal punto que hubo de enterrársele por cuenta del
gobierno y de recolectas de personas dadivosas. Le
sobrevivieron valiosas condecoraciones y medallas ofrecidas por
las comunidades de las diferentes ciudades que él liberó. Al
morir, pidió enviarlas de regreso a sus lugares de origen, para
que pudieran rememorarlo. Su manifiesto emitido pocos días
antes de su muerte no puede leerse sin sentir honda emoción. Es
la estremecedora voz de la virtud”.295
La aparición de la revista continuó por poco tiempo. Su
intervención en defensa de la libertad, el progreso y la dignidad
humana provocó el odio de la autocracia zarista, y las
informaciones y quejas sobre la sospechosa posición política de
la gaceta subieron hasta el zar y la dirección de la gendarmería.
En 1834, el viceministro de educación, S. Uvarov, elevó una
nota declaratoria a Nicolás I, en la cual Comparaba a Polévoi con
un insurrecto que en medio de la plaza y ante la concurrencia
propagaba la revolución.
295 “Moskovski Telegraf’, 1831, N° 37, p. 579-580.
Por disposición del soberano, en abril de ese mismo año la
edición de “Moskovskl Telegraf” fue prohibida. Con la suspensión
de su tirada culminaba un brillante periodo en la historia del
periodismo progresista ruso. Conviene señalar una vez más que
este período estuvo en gran parte enlazado con la defensa que la
periodística rusa avanzada hizo de la justa causa de los patriotas
latinoamericanos, defensa señalada por el análisis profundo, para
esos tiempos, de la vida y lucha de Simón Bolívar, de sus ideales
liberadores.
José Carlos Mariátegui escribió que “por caminos universales,
ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada
vez más a nosotros mismos”.296
Parafraseando un tanto estas
palabras, quisiéramos anotar que ya desde comienzos del siglo
pasado en los caminos del universo ocurrió un fructífero y
enriquecedor encuentro de los revolucionarios rusos con Bolívar y
otros patriotas y revolucionarios latinoamericanos. Desde entonces
ha pasado no poco tiempo, y nuevamente, en el umbral del
bicentenario del nacimiento del Libertador, ocurre un nuevo
encuentro del pueblo soviético con él. Y probablemente como
nunca antes se percibe con mayor acento y Profundidad la verdad
de que la lucha por los ideales sociales fortalece la amistad y
hermandad entre los pueblos, sin hacer caso de distancias
temporales y territoriales.
Semejantes a los estafetas de las generaciones de combatientes por
la libertad en distintos países y épocas, los pueblos se transmiten
unos a otros su experiencia, sus indestructibles tradiciones,
testificando inextinguiblemente sus aspiraciones a la libertad, la
justicia y la vida noble y digna. La imagen de Simón Bolívar surge
entonces como símbolo de la vitalidad y la solidez de esas
tradiciones.
296 José Carlos Mariátegui. Obras completas Vol. II, p. 351.
Este libro se terminó de imprimir
en los talleres de la Editorial
Colombia Nueva Ltda., para
el Centro de Estudios e
Investigaciones Sociales —CEIS—
—, en el mes de abril de 1983.
El presente estudio constituye un aporte
insustituible para la preparación y desarrollo de la
“cátedra bolivariana” en este año del bicentenario del
nacimiento de El Libertador. Porque el autor del libro
es un latinoamericanista con condiciones
excepcionales para investigar y captar el pensamiento
de Bolívar con una visión universal. Bolívar aparece
con esta obra ya no sólo desde la perspectiva
latinoamericana qué él mismo crea sino desde su
impacto en el mundo antiguo, en la vieja Europa.
El autor, Anatoly Sshulgovsky, es Doctor en
Ciencias Históricas y jefe del Departamento de los
Problemas Socio-políticos del Instituto de América
Latina de la Academia de Ciencias de la URSS. Es
igualmente vicepresidente de la Sociedad URSS-Perú
y miembro directivo de la Sociedad URSS-México.
Y actualmente está encargado de preparar la
recopilación de las principales obras de Simón
Bolívar, la cual será puesta en circulación a mediados
del presente año en la Unión Soviética con el título
“Ideales Sociales del Libertador”.
Carátula:
A. NEIRA
G. ARANGO