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VIRREY LINIERS hallazgos arqueológicos Odlanyer Hernández de Lara y , editores Daniel Schávelzon CASA DEL Eva Bernat | Flavia Zorzi | Francisco Girelli | Horacio Padula Mariana Boveda | Mario Silveira | Patricia Frazzi | Ricardo Orsini
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Casa del Virrey Liniers: hallazgos arqueológicos

Jan 22, 2023

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David Babson
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VIRREY LINIERShallazgos arqueológicos

Odlanyer Hernández de Lara y , editoresDaniel Schávelzon

CASA DELEn la ciudad de Buenos Aires muchos creerán que no ha quedado nada bajo el piso, por la construcción indiscriminada de torres, o por las modificaciones constructivas en general que colman gran parte de la ciudad. Algunos pensarán en los famosos túneles, que efectivamente existen, pero no constituyen ni siquiera la mayor parte del potencial del subsuelo porteño.

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Eva Bernat | Flavia Zorzi | Francisco Girelli | Horacio PadulaMariana Boveda | Mario Silveira | Patricia Frazzi | Ricardo Orsini

Patrimonio eInstituto Históricode la Ciudad de Buenos Aires

Con el auspicio de:

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ODLANYER HERNÁNDEZ DE LARA DANIEL SCHÁVELZON

(EDITORES)

CASA DEL VIRREY LINIERS

HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS

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ODLANYER HERNÁNDEZ DE LARA DANIEL SCHÁVELZON

(EDITORES)

CASA DEL VIRREY LINIERS

HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS

Daniel Schávelzon, Eva Bernat, Flavia Zorzi, Francisco Girelli, Horacio Padula, Mariana Bóveda, Mario Silveira,

Odlanyer Hernández de Lara, Patricia Frazzi, Ricardo Orsini

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Primera edición, 2014 Hernández de Lara, Odlanyer Casa del Virrey Liniers: hallazgos arqueológicos / Odlanyer Hernández de Lara y Daniel Schávelzon. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Aspha, 2014. 148 p. : il. ; 20x14 cm. ISBN 978-987-45321-0-7 1. Arqueología. 2. Patrimonio . I. Schávelzon, Daniel II. Título CDD 930.1 Fecha de catalogación: 27/12/2013 Diseño y diagramación: Odlanyer Hernández de Lara © Los autores, 2014. Aspha Ediciones Virrey Liniers 340. 3ro. L. (1174) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Telf. (5411) 4864-0439 [email protected] www.asphaediciones.com.ar Impreso en Argentina / Printed in Argentina Hecho el depósito que establece la ley 11.723

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PRESENTACIÓN

os arqueólogos de la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico trabajan desde hace años en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, lugar en el cual, a la in-

certidumbre propia de la exploración arqueológica, se suma la dificultad del acceso al suelo en un ámbito urbano tan densa-mente poblado. Esta particularidad, que puede parecer desalen-tadora, ha sido tomada por estos profesionales como un desafío.

Hace cuatro años, con el traslado de nuestra sede a dos edificios patrimoniales dentro del área de emplazamiento colo-nial de la Ciudad, su compromiso se redobló con el proyecto de una labor arqueológica cuidadosa y de largo plazo en el lugar en que se desenvuelven cotidianamente las demás actividades de la Dirección.

A sabiendas de que los resultados de cualquier investi-gación son provisorios y sujetos a revisión, optaron por compar-tir con el público el fruto de las primeras exploraciones en el sitio conocido como Espacio del Virrey Liniers. A modo de anticipo, volcaron en este libro información fresca, entregando algunas de las piezas con las que se construye el rompecabezas de nuestro patrimonio. Y lo que es aún mejor, contagian su entusiasmo por una tarea que recién empieza, tarea que nos comprometemos a profundizar, sistematizar y poner a disposi-ción de todos.

Liliana Barela

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PREFACIO

a arqueología, entendida como una ciencia social, tiene el compromiso de comunicar a la sociedad los resultados de las investigaciones que realiza sobre los sitios arque-

ológicos, no solamente porque en la mayoría de las ocasiones es la misma sociedad la que financia los estudios que se realizan, sino también porque el patrimonio arqueológico es de dominio público, lo que implica que las actuaciones sobre él conlleven al compromiso social de compartir lo que se conoce nuevo. Esta difusión científica constituye una de las principales vías para que todos conozcan la importancia del pasado y cómo este se preserva a lo largo del tiempo, aún en lugares insospechados. Ello contribuye además a que se preparen legislaciones más efectivas, actualizadas y coherentes con las particularidades del patrimonio de cada lugar. Pero para legislar, primero hay que investigar, para poder conocer lo que se quiere preservar.

En la ciudad de Buenos Aires muchos creerán que no ha quedado nada bajo el piso, por la construcción indiscriminada de torres, o por las modificaciones constructivas en general que colman gran parte de la ciudad. Algunos pensarán en los famo-sos túneles, que efectivamente existen, pero no constituyen ni siquiera la mayor parte del potencial del subsuelo porteño.

La historia de la ciudad se conserva, en alguna medida, a través de la cultura material, o sea, en un sinnúmero de obje-tos que conforman una parte del registro arqueológico. A través de estos objetos, de sus relaciones contextuales y con la ayuda de la información histórica documental (como planos, postales, fotos y otras fuentes), los investigadores interpretan el pasado. Estas historias, que en muchos casos han quedado en el olvido,

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pasan a formar parte de nuestro presente, de nuestra memoria, y enriquecen sobremanera nuestra identidad.

Por todo esto es que se comenzaron las investigaciones en el patio de lo que actualmente es la sede de la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico, ya que si se quería investigar el pasado de la ciudad desde la arqueología, pues ¿qué puede ser mejor que comenzar por nuestro patio?

Las tareas de excavación se llevaron a cabo gracias a la colaboración de muchas personas. Por ello, debemos agradecer a todos los que ayudaron en tan arduo trabajo, especialmente a muchos estudiantes de la carrera de antropología con orienta-ción en arqueología de la Universidad de Buenos Aires, pero también a varios estudiantes de arquitectura que se acercaron a ofrecer sus conocimientos y tiempo libre para aportar a esta historia que hemos logrado culminar gracias a todos ellos.

Durante el transcurso de los trabajos, mientras se iban realizando los diversos hallazgos, se fueron escribiendo notas que tuvieron el objetivo de ir informando de las novedades que hubo, para que el público interesado no tuviera que aguardar al final. Ello fue motivado además por la cantidad de personas que se fueron acercando a visitar la Casa de Liniers, o los que veían las noticias que aparecieron en varios medios de comunicación. Así, podían acceder a las novedades de la excavación y darle seguimiento a los trabajos realizados.

Este pequeño libro es precisamente la compilación de muchas de esas notas, escritas exclusivamente con el ánimo de comunicarlas a un público amplio, que muchas veces no maneja ciertos términos técnicos. Claro está, estos textos son avances que, en algunos casos, pueden haber cambiado un poco, o mu-cho, pero en alguna medida muestra parte del dinamismo de una excavación en una ciudad.

Tal vez el principal propósito es que se siga conociendo la arqueología de Buenos Aires, o al menos una de las arqueo-logías de la urbe, e intentar una motivación de la sociedad a

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interactuar con ese pasado que también les corresponde, ayu-dando así a que se rescate el patrimonio cuando está en riesgo.

Odlanyer Hernández de Lara Buenos Aires, primavera de 2013

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Casa del Virrey Liniers:

Arqueología e historia de un inmueble

porteño

Daniel Schávelzon, Odlanyer Hernández de Lara y Ricardo Orsini

as excavaciones arqueológicas en el inmueble conocido como Casa del Virrey Liniers (Venezuela 469) han apor-tado un importante conjunto de evidencias materiales

para ahondar en el conocimiento de la vida cotidiana de Buenos Aires, en un contexto que se remonta hasta el siglo XVII.

Un poco de historia del inmueble

El inmueble que en la actualidad se conoce como la Ca-sa del Virrey Liniers fue construido en 1788. Su frente colonial parece guardar su aspecto original, a pesar de la historia cons-tructiva que ha transcurrido detrás de ese muro frontal que da sobre la actual calle Venezuela. Su devenir, a pesar de aparente quietud de su frente, fue lo suficientemente amplio como para detenernos en los pocos años que el ex Virrey lo usara como morada. Durante los primeros años del siglo XIX, el edificio fue adquirido por Martín Simón de Sarratea, quien tenía su residen-cia en la misma manzana pero con frente sobre la calle Defensa y por cuyos fondos se terminaron vinculando con esta construc-ción y con una tercera con frente sobre Bolívar 462, donde ins-talará sus oficinas dedicadas a cuestiones mercantiles. Fue para estos años, entre 1806 y 1809, que Santiago de Liniers, yerno de

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Sarratea, habría vivido allí, en su momento político de mayor relevancia1.

Fotografía del frente del edificio hacia 1920 (Fuente: Archivo

General de la Nación)

Hacia 1860, en el catastro de la ciudad realizado por el ingeniero Pedro Beare, el inmueble aparece ubicado en la calle Venezuela con el número 63, propiedad de doña Celedonia Garay. El registro de 18 habitaciones en planta baja, donde re-sidían 57 personas, muestra que la propiedad había pasado a utilizarse como residencia colectiva. El 78% de los habitantes eran de procedencia española, que convivían con algunos argen-tinos, en varios casos hijos de extranjeros, un par de italianos y un francés.

1 Expediente Venezuela 469. Documentos Comisión Nacional de Museos y Lugares Históricos. 1942.

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Vista actual de la fachada de la denominada Casa del Virrey

Liniers

Es interesante destacar que la mayoría de estas personas se encontraban en edad laboral (entre 20 y 34 años), casi todos hombres solteros. Estos se ocupaban, entre otras cosas, como herreros, torneros, fonderos, talabarteros, carpinteros, sastres, escribientes, comerciantes, tallistas, dependientes, zapateros, peluqueros y un cocinero.

En cambio, las mujeres, en ningún caso, aparecen con profesión, lo que se corresponde con las características de la sociedad decimonónica, donde las mujeres estaban más asocia-das a la crianza de niños y el cuidado de la casa.

Por su parte, la edificación con frente a la calle Defensa ya no aloja en ella a los Sarratea, ni a sus descendientes, para eso debemos hacer ingreso por Bolívar 462, donde aún la familia es propietaria del lote en el que en algún momento habían asentado allí una de sus actividades mercantiles, y que para los años ´60 se ve como los Biedma, los Monasterio y los Estrada, descen-

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dientes por línea directa de Santiago de Liniers y de Tomasa Josefa de Sarratea se hacen presentes entre sus dos plantas2. Y a partir de aquí la historia se vuelve circular, y cuando volvemos a Venezuela 469, observamos que de los días de inquilinato, de patios populosos y niños correteando, se da paso en pocas déca-das más a los dominios de la Familia Estrada, cuando son inte-grados sus muros como parte estructural de la editorial homó-nima que se estaba gestando (Lima 2005).

La gente cambió, y los espacios también; como se apre-ció, el edificio sufrió numerosas modificaciones hasta esta el presente, el actual patio volvió a serlo sólo desde hace 30 años; hasta allí un tinglado encerró durante cien años un sector que fue a través de los años utilizado como imprenta, oficinas, de-pósito y sala de conferencias. Los muros de los tiempos de Li-niers también fueron cayendo o bien alterados a nuevas necesi-dades. 2 Expediente Venezuela 469. Documentos Comisión Nacional de Museos y Lugares Históricos.

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Pirámide de población de los habitantes de la casa en 1860

Detalle del catastro de Pedro Beare, donde se observa la planta

de la casa hacia 1860, con el número XVI

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Y así llegamos a 1942, año en que el edificio es decla-rado Monumento Histórico Nacional, hasta el 2010 en que es adquirido por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para instalar allí a la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico. Un año después, surge a partir de este organismo esta iniciativa de practicar prospecciones arqueológicas en el lugar, decisión que intenta aplicar una nueva herramienta metodológi-ca y teórica que nos permita integrar a los conocimientos histó-ricos adquiridos durante décadas, el aporte desde lo arqueológi-co en la construcción de nuevas inferencias e interpretaciones de los restos materiales y estructuras que allí se hicieran presen-tes.

El contexto arqueológico

La excavación arqueológica en el inmueble comenzó

con una serie de sondeos en el patio, con la finalidad de lograr una primera aproximación en un sector donde, de acuerdo a las fuentes cartográficas e históricas, el perímetro se había modifi-cado a lo largo de los años. Se realizaron cinco asignaciones de cuadrículas de 1 x 1 metros seleccionadas de manera aleatoria en primera instancia y dirigida de acuerdo a la intensidad de hallazgos en dos sectores del patio. Estas cuadrículas fueron ampliadas a trincheras a partir del potencial de los espacios excavados, lo que implicó la detección de un muro de ladrillos en el sector oeste del patio.

A partir de ese momento, se decidió excavar un área abierta, para lo cual se plateó un área de 8 x 5 metros, que luego se extendió en forma de trinchera (con una extensión de 5 m de largo y 1m de ancho, lo que completó los 13 m de largo total del patio). Esto permitió identificar un conjunto de unidades estratigráficas que dan cuenta de la complejidad del espacio excavado, a partir de la detección de varios muros de ladrillos de distintos momentos que pudieron distinguirse en cuanto al estilo constructivo.

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Uno de los espacios de mayor potencial correspondió a la u.e. 28, denominada también como rasgo 7, que se ubicó en la esquina noreste de la excavación. En este lugar se halló un conjunto de evidencias en una pequeña depresión del terreno que parecía indicar un contexto secundario, con evidencias que parecen corresponder al siglo XVII. Esta concentración se ex-tendía por debajo de uno de los muros.

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La puerta de la casa de Liniers

Francisco Girelli

a puerta de entrada es una de las partes de la casa de indudable originalidad que pertenecen al periodo colo-nial y que se ha conservado casi sin alteraciones durante

sus más de 200 años. Se trata además de unas de las pocas puer-tas de ese período que sobrevivieron en la ciudad.

La arquitectura civil de Buenos Aires durante el siglo XVIII y principios del XIX se caracterizaba por sus fachadas austeras y de composición muy simple, cuyos frentes blancos y apaisados solo se veían interrumpidos por modestas pilastras. Lo distintivo y encantador lo aportaban sus rejas y puertas. Es-tas puertas aunque no variaban mucho entre sí, presentaban una imagen distinta entre el interior y exterior. Hacia afuera destaca la combinación de tableros salientes de distintas formas, mien-tras que hacia adentro lo hacen los rebuscados herrajes de hierro forjado, tan propios de la tradición española.

Las puertas coloniales de Buenos Aires y otros lugares del territorio argentino, noroeste y Córdoba principalmente, fueron de gran interés en los relevamientos realizados en la década de 1940 por la Dirección Nacional de Arquitectura (ex MOP) y la Comisión Nacional de Monumentos. Vicente Nadal Mora quien trabajaba como dibujante para la Sección Monu-mentos Históricos fue el encargado de realizar muchos de estos relevamientos y publicarlos luego, como es el caso de su trabajo titulado “Puertas de Buenos Aires Colonial” (Nadal Mora, 1946b)1.

1 Del mismo autor y sobre las puertas coloniales existen otros trabajos, ver: Nadal Mora, 1943; Nadal Mora, 1946a.

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Fig. 1. Relevamiento de la puerta y detalles de los tableros,

por V. Nadal Mora

La que estamos estudian-do en esta oportunidad es una puerta de calle del tipo compuesta, de cuatro hojas, denominadas “puertas con portillo” (Nadal Mo-ra, 1946a: 96). Una puerta doble mayor toma la dimensión total del vano y otra de menor escala, ubi-cada dentro de aquella, sirve para el uso constante. Ambas puertas rematan con un dintel recto.

Fig. 2. Gozne que vincula la puer-ta mayor al marco

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El sistema de bisagra empleado en esta y otras puertas coloniales es el del gozne. Se componen de una parte fija al marco y otra móvil ubicada en la hoja. La parte fija es un perno que sirve de enchufe, atraviesa una arandela de apoyo, sale por la parte inferior de esta y termina en forma aplanada como un corazón, clavada al marco. La parte móvil en este caso pertene-ce al grupo de alas onduladas, es una planchuela forjada com-puesta por dos S reflejadas, de clara inspiración vegetal. Las alas van sujetas con clavos de sección cuadrada, y en el centro se refuerza con un clavo de mayo tamaño que atraviesa total-mente la puerta y se remacha sobre la planchuela, quedando visible su cabeza circular hacia el exterior. La puerta hoy

Si bien es para destacar que el estado de conservación

actual de la puerta es muy bueno considerando su edad, ha su-frido una serie de intervenciones, con algunos agregados y otros

Fig. 3. Detección de las intervenciones modernas

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faltantes, que han alterado su aspecto. Algunas de estas son producto de 200 años de uso pero otras, como ya veremos, nun-ca debieron ocurrir.

1- En el sector derecho de la hoja mayor se reconocieron una serie de signos que parecen indicar la falta de una pieza o herraje posiblemente original. Por la ubicación y forma de lo que sí había quedado, vimos que podía tratarse de un llamador que en algún momento fue reti-rado (Fig. 4). No debe de extrañar esa ubicación, encon-tramos llamadores en el margen derecho de la hoja ma-yor en otros edificios del período: Casa de Bartolomé Mitre, San Martin 336; Casa de Manuel Alejandro Obligado, Chacabuco 157 (demolida, actualmente en el Museo de Luján); Casa de Graña (Ciudad de Salta).

2- Algunos cambios fueron introducidos con los arreglos propios del uso durante tantos años, en la Figura 5 se aprecia como en realidad resultaron remiendos poco cuidados. La innumerable cantidad de capas de pintura no logro taparlos todos y se observa la ubicación de la cerradura primitiva, hoy desaparecida.

Fig. 5. Detalle de las intervenciones modernas 2, 3 y 4

3- La eliminación de la cerradura original implicó la in-

corporación de un nuevo sistema de cierre, se ve como se optó por la incorporación de un pasador moderno que nada tiene que ver con los demás herrajes.

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4- La modificación más importante fue el anulado del sis-tema de doble puerta a través de la incorporación des-afortunada de 4 flejes de acero atornillados a la parte posterior de cada hoja.

Bibliografía Furlong Cardiff SJ, Guillermo (1946), Artesanos Argentinos

durante la dominación hispánica, Huarpes, Buenos Aires. Nadal Mora, Vicente (1943), La Arquitectura Tradicional de

Buenos Aires: 1536-1870, Edición del Autor, Buenos Aires. Nadal Mora, Vicente (1946a), Estética de la Arquitectura Colo-

nial y Postcolonial Argentina, El Ateneo, Buenos Aires. Nadal Mora, Vicente (1946b), “Puertas del Buenos Aires Colo-

nial”, en revista Estudios Nº405, Enero de 1946, Academia literaria del Plata, Buenos Aires, pp. 26-57.

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Muros y más muros:

la complejidad arquitectónica

Odlanyer Hernández de Lara

as excavaciones arqueológicas suelen comenzar por la realización de sondeos exploratorios, que aportan una primera visión de la estratificación del subsue-

lo y le permiten a los arqueólogos organizar una estrategia de abordaje de los sitios a investigar. En el caso que nos ocupa, la llamada Casa del Virrey Liniers, no fue distinto. Los trabajos comenzaron con una serie de sondeos que luego se convirtieron en trincheras, para intentar recabar algún indicio que orientara el estudio, ya que los planos con los que contamos no poseen tanta información como nos gustaría.

Uno de los temas complicados era que el actual pa-tio de la casa tiene un piso de lajas modernas apoyado en una carpeta de cemento, que a su vez descansa sobre otra, de entre 15 y 30 cm de hormigón. No hace falta explicar el trabajo físico que conllevó remover esas primeras capas… Por suerte, luego tuvimos la oportunidad de utilizar un rotopercutor eléctrico que nos facilitó el trabajo. Esta es una de las “limitantes” de la arqueología urbana, que casi siempre conlleva al uso de herramientas no tradicionales en el portafolio del arqueólogo.

El caso es que en uno de esos sondeos detectamos lo que luego corroboraríamos: la primera pared de ladri-llos; un muro de 80 cm de ancho. A partir de ahí la exca-vación se hizo extensiva, abriendo un área considerable

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que nos permitió observar horizontalmente la distribución arquitectónica. Muro tras muro, cada vez se complejizaba más la interpretación del espacio.

El análisis de los muros nos ha permitido ir expli-cando, al menos en parte, los distintos momentos construc-tivos del inmueble. Es así como hemos identificado al me-nos tres momentos, que parecen extenderse desde el siglo XVIII hasta el XX, aunque la exactitud cronológica no es tan evidente.

Vista de la excavación donde se pueden observar los mu-

ros encontrados en la primera etapa de trabajo

Teniendo en cuenta las formas constructivas, hemos podido correlacionar los muros que hemos nume-rado como unidades estratigráficas (u.e.) 7, 9, 13, 31, 39, 42, 43, 44 y 52. Estos parecen pertenecer a un mismo

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momento de lo que sería la etapa más temprana del in-mueble, con una cronología que, tentativamente, sería del siglo XVIII, o quizás anterior.

Una parte de esta estructura fue demolida, lo que modificó la distribución interna de la casa, agregándose los muros numerados como u.e. 5, 6 y 20. El muro 6 sería el último de los construidos en ese momento, en el cual se agregó un revoque que cubrió, por un lado, parte de los muros 5, 6 y 7. Contemporáneamente se le aplicó revoque a una parte del muro demolido (u.e. 47), lo que constituye uno de los aspectos que nos permitió interpretar la demoli-ción del muro anterior como consecuencia de la agrega-ción de los nuevos, aunque esto no funcionó en todos los casos.

Un detalle importante fue detectar, al abrir un área nueva de excavación -ampliando la ya excavada-, los res-tos del muro denominado u.e. 52 que corría paralelo al muro 5, lo que iba contra toda lógica constructiva. A eso se suma la diferenciación de ambos muros por las tipolog-ías de construcción. El muro 52 parece haber estado co-nectado con el 47, que fue afectado por la demolición que produjo la interrupción.

Lo que parece cierto es que hubo una construcción anterior que fue modificada, utilizando los muros que ya existían para agregar nuevos ambientes. Pero también esta sufrió modificaciones. Al parece en el siglo XX se cons-truyó una pared (u.e. 21 y 23) que separa el actual patio de la casa en una sección que falta por estudiar con mayor profundidad.

En este momento también se modificó la pared Oeste, donde aparece una interrupción en la continuación del muro con ladrillos del siglo XX.

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Vista de una interrupción que parece ser del siglo XX. En la esquina, se observa la confluencia de dos muros distin-

tos, uno del siglo XVIII y otro del XX

Por si fuera poco, la existencia de la Imprenta Es-trada se hizo notar en este espacio, donde se construyeron varias columnas de hormigón armado para soportar un techo, aparentemente para utilizar todo este espacio que hoy es patio, como un lugar de trabajo. En uno de los pri-meros sondeos ya nos habíamos encontrado con una de estas columnas y luego con otra, pero esta vez su cons-trucción había roto uno de los muros antiguos.

Una cuestión interesante que no podemos obviar: los muros fueron construidos casi en su totalidad con la-drillos fragmentados, con mitades. Esto respondía a un aprovechamiento de los materiales de construcción, espe-cialmente en los cimientos. Pero además, encontramos

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baldosas y parte de tejas que también se utilizaron en la construcción de los muros. El único caso en el que se ob-servan muchos ladrillos completos es en el muro 6, lo que da una idea de la complejidad de la interpretación de los arreglos arquitectónicos, sean grandes o chicos.

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El hallazgo

de una higa de piedra negra

Daniel Schávelzon

a arqueología no encuentra El David ni la Gioconda. Es obvio. Pero en estos días y gracias al buen ojo de Odly se encontró una pequeña, mínima, casi imperceptible

“higa”. Algo chiquito, negro y sucio, pero que nos significa la apertura a un mundo olvidado, escondido por el peso de la gran historia nacional. Las higas eran -y siguen siendo- pequeñas manitos de piedra dura y brillante con el dedo pulgar entre el segundo y el tercero.

Foto de la higa de piedra tallada.

(Foto P. Frazzi. La escala marca cada cuadrado un centímetro)

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La higa es un símbolo africano que llegó a América jun-to con los esclavos pero también fue común entre los españoles, ya que curaba llevándola cerca del dolor. Se supone que absorb-ía la energía negativa (la New Age de la época). Fueron habi-tuales en los siglos XVII y XVIII y romperlo significaba que habían causado efecto, es este caso. El mal principal era el “de ojo” y para eso se la colgaba de una cadenita del cuello.

Higa actual completa

Hemos encontrado muchas cosas en esta excavación in-

cluso de plata, pero esta presencia de la esclavitud, la enferme-dad, la importancia de lo minúsculo, y el buen ojo del arqueólo-go, nos dice mucho más que grandes cerámicas hermosas. Co-mo dice Saramago, las piedras hablan, hay que saberlas oír. Por lo general eran hechas en Asturias y en Yorkshire donde hay excelentes piedras negras de este tipo. Nuevamente los silen-ciados de siempre se hacen escuchar a través de la historia.

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Un plato de mayólica portuguesa

Flavia Zorzi

na vez más, los trabajos arqueológicos en el sitio Casa de Liniers nos llevan a comunicar un interesante hallazgo. En esta ocasión, se trata de un plato bastante

completo de mayólica datado entre 1600 y 1650. La mayólica es un tipo de cerámica con esmalte a base

de estaño que comenzó a producirse en Europa a partir de la ocupación morisca del territorio español. Su utilización como vajilla de mesa tuvo un período de auge entre el siglo XVI y la segunda mitad del siglo XVIII, cuando comenzó a ser reempla-zada por la loza industrial.

Plato de mayólica portuguesa de 1600-1650 hallado en las

excavaciones

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Esta pieza exhibe en superficie interna un patrón deco-rativo en color azul cobalto, que emula la porcelana oriental. En el campo de las paredes, hay motivos en forma de helecho que se posicionan en cartuchos independientes, tomando una dispo-sición típica de las producciones chinas del período Wang Li de la dinastía Ming. El medallón central del plato está formado por un diseño sencillo también de inspiración oriental. Se las cono-ce en la arqueología americana como Ichtuknee Azul sobre Blanco y, de acuerdo a investigaciones recientes, se trataría de una producción portuguesa. Constituye una variedad de mayóli-ca muy popular y difundida, que representa el éxito que la com-binación de pautas estéticas orientales y europeas tuvo en toda Europa y las colonias durante la primera parte del siglo XVII.

En Buenos Aires no son frecuentes los hallazgos de piezas de este tipo con tan alto grado de integridad y en un con-texto tan bien definido. Por ello, este pequeño plato en el sitio Casa de Liniers resulta particularmente relevante para la ar-queología histórica de la ciudad.

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Conservación y restauración de un

plato de mayólica Ichtuknee azul

sobre blanco (1600-1650)

Patricia Frazzi

ada objeto o conjunto de fragmentos hallados en un con-texto arqueológico es un caso único para la conservación y restauración. Las particularidades de cada contexto, las marcas de

uso y los factores postepositacionales que entran en contacto con los artefactos les dan características específicas. En lo refe-rente al sedimento de esta excavación, se realizaron pruebas para comprobar la presencia de cloruros y para medir el pH, dando un resultado negativo en el primer caso y 6,5, es decir casi neutro en el segundo, teniendo en cuenta que 7 es neutro, dentro de la escala que va del 1(ácido) a 14 (alcalino).

En este caso, los fragmentos de esto plato fueron armados luego de haber sido limpiados y secados para su identificación.

La limpieza consistió en un lavado con agua corriente con cepillos de pelos suaves para poder retirar el sedimento que estaba muy adherido, especialmente en los sustratos más poro-sos. El secado se realizó sobre rejillas plásticas y en un ambien-te interno para evitar la evaporación brusca del agua absorbida.

Luego de separar todos los fragmentos de mayólica de la excavación se comenzaron a buscar coincidencias para un posible remontaje. La forma, el diseño y el color fueron factores determinantes para juntar todas las partes de este objeto. La adhesión se comenzó luego de agotar todas las posibilidades entre los fragmentos encontrados en un mismo sector de la ex-cavación.

C

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CASA DEL VIRREY LINIERS

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Lavado de los fragmentos

Secado de fragmentos y agrupación según material

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Plato presentado según diámetro calculado

por su sector circular

Plato montado en soporte de espuma de polietileno y cartón

corrugado plástico

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Una vez pegadas las partes que coincidían se observó que se contaba aproximadamente con un 40% del plato y que se hallaba dividido en tres partes, el de mayor tamaño consta de 12 fragmentos adheridos, le sigue el de cuatro y por último un ties-to suelto.

Se decidió no hacer reintegro de faltantes según el crite-rio de tener por lo menos un 60% del artefacto para poder enca-rarlo. En su defecto, se montó el plato en un embalaje de espu-ma de polietileno calada con la forma de las tres partes antes mencionadas siguiendo la frecuencia del diseño con el fin de poder reconstruir visualmente la forma completa. Se realizó una caja de cartón corrugado plástico como soporte rígido, rotulada con el nombre del sitio arqueológico y una pequeña imagen del plato restaurado para una fácil identificación, sin necesidad de abrir el embalaje.

Se realizó una ficha técnica donde se describen los pa-sos realizados, las metodologías y materiales utilizados, como así también las recomendaciones de conservación preventiva para la preservación del objeto.

Se agradece la colaboración de María Lila Madambashi, alumna de la carrera de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Universidad del Museo Social Argentino.

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Una ficha de juego

fabricada en un plato de mayólica

Odlanyer Hernández de Lara

os juegos acompañaron desde antaño al ser humano y con ellos llegaron también los juguetes, que han sido, en muchos casos, los que permiten a los arqueólogos inferir

la existencia de determinador juegos, a veces documentados históricamente y otras veces no tanto.

Ficha de juego hallada en la Casa de Liniers. Anverso: con mo-

tivos decorativos en azul y el punto de apoyo de la “pata de gallo”

L

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CASA DEL VIRREY LINIERS

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Ficha de juego hallada en la Casa de Liniers - Reverso: en

blanco con la otra marca de la “pata de gallo”

Un artefacto muy habitual en todo el continente ameri-cano, asociado con los juegos, muchas veces en grupos subal-ternos (como esclavos, soldados, etc.), han sido unos discos trabajados manualmente a partir de fragmentos de cerámica de todo tipo, desde mayólicas hasta lozas finas, pasando por las cerámicas utilitarias.

Y la Casa de Liniers no se queda atrás. En otra de estas notas, se dan a conocer dos discos de cerámica que parecen haber sido utilizados como tapas de botijas. Ahora hemos halla-do una tercera pieza, pero esta vez confeccionada a partir de un fragmento de plato de mayólica, que debió formar parte de los variados juegos de azar de la época. En una de las caras de la ficha se ve parte del diseño azul cobalto que otrora engalanaba la vajilla. Además, en ambas caras, se observa un punto, que corresponde a la marca dejada por las denominadas “patas de

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HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS

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gallo”, que no eran más que unos objetos utilizados para poder separar (y no se pegaran) las vasijas durante su cocción para el esmaltado.

Fichas de juego de Santa Fe La Vieja, siglos XVI-XVII

(Museo de Cayastá)

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Una botija de aceite de Portugal

Daniel Schávelzon

urante las excavaciones se ha hecho un pequeño pero significativo hallazgo entre los cientos de fragmentos cerámicos. Ya hemos visto que el conjunto es de los

siglos XVII y XVIII, con mayor presencia de objetos de finales del XVII aunque gran parte de las construcciones son del XVIII tardío. Pero en el estado actual del trabajo es aún prematuro asegurar nada, de ahí que cuando hay objetos que tienen una fecha de manufactura precisa es de gran utilidad para estar se-guros de lo que estamos diciendo.

Pico de la botija de aceite de oliva

Se encontró un pico de una botija de aceite de oliva, va-

sijas típicas ibéricas de uso cotidiano desde la conquista hasta la mitad del siglo XIX. La diferencia entre este y los otros encon-trados aquí y los muchos que hay en la ciudad, es que este pare-cería ser de origen portugués y su fecha es bastante exacta:

D

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1625. Y esto es más que importante de refrendar cada día por-que la suposición de la fecha de la casa era de la época, preci-samente, del Virrey Liniers o de la familia que se la alquiló, los Sarratea.

Izquierda: botija hallada en Nagasaki según Y. Kahuaguchi

2011. Derecha: una vasija similar encontrada en Mombasa en un naufragio de 1697 según M. Marken 1994, ambas de posible

origen portugués Carta cronológica de los perfiles de los picos mostrando la fecha hacia 1625 según G. Averi 1997

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La bibliografía en el mundo no es mucha para este tipo de objetos, pero por suerte toda coincide; y es un origen y una fecha más que interesante para la ciudad de Buenos Aires y para estar a pocos centímetros del piso de la casa actual.

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Bocas de botijas

Ricardo Orsini

as botijas son un tipo de contenedor de material cerámi-co de gran provecho como utilitario. Eran característicos por su volumen en un contexto comercial desde los pri-

meros años de la colonización del nuevo mundo. Su cuerpo es de forma globular y algo cónico, de base curva, y boca estrecha y un gran labio que reemplazaba la ausencia de asas y su volu-men se ajusta al tamaño de la mano para su fácil Asidero. (Sánchez, 1996)

Su utilidad más frecuente estuvo destinada al transporte marítimo, aunque luego cobra importancia en asociación a acti-vidades fuera del mar ya que el alto costo de producción de estos contenedores determinó que muchos “se volvieran a lle-nar”, o bien que los fragmentos se emplearan en la construc-ción de bóvedas en iglesias para lograr una mejor acústica o para preparar el contrapiso en viviendas particulares y en edifi-cios civiles como aislante de la humedad” (Sánchez, 1996).

Ejemplar N° 2 Ejemplares N° 3 y 4

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Ejemplar N° 2

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Los estudios de estos contenedores suelen concentrarse en los cuerpos y otros detalles dado que las bocas responden más a especialización de talleres que a cuestiones cronológicas o tipológicas (Chisvert Jiménez y de Amores Carredano, 1995). No obstante, remitiéndonos el análisis de las bocas llevado a cabo por Marken, estaríamos frente a un segmento cronológico ubicado entre los siglos XVI y XVIII.

Imagen que guardaría relación con la boca del ejemplar N° 2

propia del siglo XVI

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Ejemplares N° 3 y 4

En cuanto a este sitio, fueron recuperadas cuatro bocas

de manufactura ibérica, dos de ellas enteras, y que de acuerdo a las clasificaciones de Goggin (1960) y Marken (1994) tienen las siguientes cronologías:

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Ejemplares pertenecientes a la clasificación presentada por

Fernando de Amores Carredano y Nieves Chisvert Jiménez con los cuales podrían guardar vinculación los ejemplares N° 3 y 4

El ejemplar N° 1 -ya analizada- correspondería a un contenedor de origen portugués con fechado probable en 1625.

El ejemplar N° 2, por su parte guardaría relación con el Tipo A (Estilo Temprano 1500 - 1575) de Goggin, cuya manu-factura es propia del siglo XVI.

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Los ejemplares N° 3 y 4, por último y también remi-tiéndonos a las tipologías antes mencionadas corresponden a la variante B (Estilo Medio 1580 - 1780) cuyas características distintivas son su menor capacidad, y la de presentar un cuerpo más rechoncho (Jiménez y de Amores Carredano, 1995).

En relación al análisis morfológico, el diámetro externo de las bocas es de 10 cm, con un diámetro interno de 5 cm en los tres ejemplares, mientras que la altura entre cuello y boca en la boca N° 2 es de 3,5 cm, y en las N° 3 y 4 es de 3 cm. Bibliografía

Chisvert Jiménez, Nieves y Fernando de Amores Carredano

(1995), “Tipología de la cerámica común bajomedieval y mo-derna sevillana (SS SV – XVIII)”, Rabat, Marruecos. Institut National des Sciences de L´archéologie et du Patrimoine.

Goggin, John M. (1960), “The Spanish Olive Jar. An introduc-tory study”. En Papers in Caribbean Anthropology. Yale University Publications in Antropologhy, New Haven.

Marken, Mitchell W. (1994), Pottery from Spanish Shipwrecks 1500 – 1800). Gainsville. University Press of Florida.

Sánchez, José María (1996), “La cerámica exportada a América en el siglo XVI a través de la documentación del Archivo General de Indias. Parte I: Materiales arquitectónicos y con-tenedores comerciales”. Universidad de Sevilla, Departa-mento de Historia del Arte, Laboratorio de Arte 9.

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Un tortero de hilar de cerámica

rústica

Daniel Schávelzon

sta semana tuvimos un nuevo hallazgo entre todo lo en-contrado en la excavación: un tortero de hilar. Puede parecer nimio, modesto, hasta insignificante un tortero

roto hecho de la cerámica más burda que había, un fragmento de vasija rota. Pero por eso es importante: no sólo -creo- es la primera vez que se encuentra uno, pese a que es tan común en los sitios rurales donde se hilaba lana diariamente -lo que nunca imaginamos que se hacía en la ciudad-, en la mejor tradición indígena. Si no también porque en el siglo XVIII fue perdiéndo-se esa manufactura al irse modernizando los sistemas de hilar -valga a rueca de madera-, o luego comprando la lana o hilos en carretes importados. Lógicamente en las comunidades margina-les del país aun se sigue hilando, en nuestro noroeste es común ver mujeres haciéndolo mientras caminan o llevan a pastar a las llamas.

Tortero colonial de hilar hecho de hueso encontrado en Ca-yastá (siglos XVI-XVII)

El tortero o volante o fusaiola, era una pieza redonda que, con un agujero en el centro por donde pasaba un delgado palo de madera, giraba constan-temente transformando la lana en un hilado que podía usarse para tejer. El tamaño del tortero

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y su peso determinaba la veloci-dad de giro y por lo tanto del grado en que los hilos se ajusta-ban entre sí, siendo el resultado más o menos rígido o delgado.

En la vecina Cayastá (Santa Fe La Vieja) hay cientos, pero los que hemos visto son hechos en mayólicas españolas, o más raro, en hueso, no en cerá-micas rojas. Nuevamente ratifi-camos en un objeto doméstico el fechamiento del sitio que esta-mos excavando.

Una hilandera en Europa usando el mismo sistema

Creemos que el volante nunca llegó a ser usado; que se

rompió cuando se estaba perforando el agujero central, desde abajo, lo que parece indicar la forma de la rotura con lascas del lado opuesto y golpes desde abajo.

Ambos lados de un fragmento de tinaja de manufactura regio-nal usado para un volante de hilar, nótese el pequeño agujero

central; por la rotura coincidente con el agujero es posible que se haya arruinado mientras se la perforaba

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Objetos recortados

de tinajas coloniales

Daniel Schávelzon

n todas las excavaciones de Buenos Aires que se han hecho en sitios que contienen objetos anteriores a cerca de 1850, es habitual encontrar unos objetos redondos

hechos con fragmentos de vasijas o platos rotos. Tienen gene-ralmente entre tres y siete centímetros y los bordes ligeramente trabajados para darles su forma. Se usaban con tres funciones: fichas de chaquete las menores, tapas de tinajas las mayores y torteros de hilar las que tienen un agujero central como una que mostramos en una nota anterior. Las dos encontradas en la Casa de Liniers son una proveniente de una tinaja colonial y la otra de una teja de techo.

Dos fragmentos de cerámicas redondeados para ser usados

como tapas de botijas

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No son nada extraño, era parte de la cocina y la rutina cuando no había otra cosa con que cerrar una botija, esas vasijas redondas que llegaban desde Sevilla en su mayoría con aceite fino. Y esa debió ser la función de la que aquí mostramos.

Fichas de juego de Santa Fe la Vieja, siglos XVI-XVII

(Museo de Cayastá)

Pero… siempre hay algo que no tiene explicación (o es difícil de hallar): un gran fragmento cortado de forma rectangu-lar. Es cierto que hay otros objetos cerámicos que han sido re-cortados con funciones desconocidas, o que imaginamos, como las bases de los platos cuando se rompían los bordes y se ponían sobre el fuego para usarlos como si fueran una “plancha” mo-derna, y muchas otras que en los años hemos ido comprendien-do, pero ¿rectangular? Porque eso no es natural, nada se rompe solo en ángulo recto, no existen en la naturaleza. Y al menos tres lados son notablemente rectos y paralelos. Queda como otra incógnita más de este interesante sitio del pasado porteño.

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Fragmento de una gran tinaja cerámica de manufactura regio-nal, con engobe color natural, recortado con forma casi rec-

tangular de 10 cm de largo

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Grupo de tejas especiales

Daniel Schávelzon

urante las excavaciones hemos encontrado, entre cerá-micas y objetos diversos que mantienen las ideas cen-trales de que se trata de un contexto doméstico de los

siglos XVII tardío y XVIII, cinco fragmentos de tejas que resul-taron muy peculiares, o al menos no recordamos haber visto nada igual en Buenos Aires. Y por cierto que tejas se han estu-diado varias decenas de miles, siendo todas del tipo español tradicional, perfectamente homogéneas y reconocibles, hasta que aparecen las que son diferentes. Recordemos que las tejas francesas, planas e industriales, son típicas de la segunda mitad del siglo XIX. En esta misma excavación hemos encontrado varios centenares de fragmentos, pero estos dos son diferentes.

Una de ellas parecería ser una teja “de cumbrera”, es decir la que va en la parte superior del techo dividiendo las dos aguas, es decir la colocada en línea en la parte más alta. De allí su peculiar forma de paredes curvas pero hacia arriba, no hacia abajo como toda teja. No está demás aclarar que en una teja, por más fragmentada que esté, es muy sencillo saber cuál es el lado de arriba y cuál el de abajo: como se hicieron en moldes de madera -no son hechas en los muslos como es tradición soste-ner, ya que el nombre viene por la forma y no por tener miles de esclavos quietos por semanas con las piernas levantadas mien-tras se seca la cerámica-, lo de abajo tiene el desgaste de la ma-dera, es rugoso, con arena que sobresale y líneas curvas del agua escurrida (lo llamamos piel de vieja, aunque suene feo). Arriba se las terminaba con una maderita que alisaba formando planos angostos y largos y los bordes se recortaban, por lo que queda lisa.

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Foto 1. Teja de tipo española con protuberancia vertical al

centro

La segunda teja es normal pero tiene una protuberancia en el extremo más ancho, hacia arriba. Es posible que haya sido usado para sostener algo, pero no otra teja salvo para evitar que se deslizaran por una tormenta, ya que por su propia forma la teja -más angosta arriba, más ancha abajo- no puede correr una sobre otra y así fueron inventadas. ¿Para qué era ese muñón peculiar? No lo sabemos y si bien no es una grave pregunta, es un pequeño interrogante que se suma al otro.

Lo que sí resulta interesante es que ambas se encontra-ron en un pozo de basura casi plano, típico de la época como ya hemos probado al igual que Flavia Zorzi en su excavación en Bolívar 375 y de la misma cronología. Y dentro de ese pozo, que pasa por debajo de los muros del XVIII de la casa de Li-niers, estaban estos dos fragmentos junto a otros normales.

Entenderlo así, fuera de contexto, es aun más difícil, pero de todas formas resultan dos casos diferentes a lo conocido quizás producto de una primera casa que de alguna manera fue distinta a muchas otras. Lo veremos al terminar el trabajo.

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Foto 2. Teja peculiar con dos paredes que se curvan hacia fue-

ra (en la foto se la ve invertida)

Foto 3. Molde de madera para el secado de tejas de cerámica

(cortesía Museo del Ladrillo CTIBOR)

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Acerca de un ladrillo vitrificado

Daniel Schávelzon

esde que se iniciaron las excavaciones en Buenos Aires se han venido encontrando tejas y ladrillos que presen-taban rasgos de extrema exposición al fuego, producto

de la manufactura manual en hornos de baja tecnología. Ya Hernandarias era “maestro texero”. Este proceso produce la vitrificación de la cerámica al llegar a temperaturas mayores de las necesarias para un simple ladrillo, por lo que toma ese as-pecto vidriado color gris o sutilmente verde muy oscuro.

Fragmento de un ladrillo vidriado por exposición al calor exce-

sivo procedente de la excavación, siglo XVIII tardío

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En algunos casos anteriores planteamos que las tejas, que era lo habitual de hallar, pudieron ser usadas como elemen-to decorativo y no haber sido vistas como defectuosas tal como las entendemos hoy, sino por el contrario, como algo de mayor valor. Recordemos que el color era usado y apreciado en tiem-pos coloniales y las pinturas eran de mala calidad, se deslava-ban con las lluvias y era imposible mantener un tono por mucho tiempo. Estos ladrillos o tejas, si se encontraban en cierta canti-dad, pudieron servir de adorno, cosa que aun no podemos de-mostrar pero que una vez más parecería que tenemos otro dato.

Ladrillos modernos vitrificados por el calor (gentileza del Museo del Ladrillo Ctibor)

En la excavación de la casa de Virrey Liniers, en un

contexto más antiguo que el de esa casa, encontramos parte de un ladrillo cuya superficie exterior está perfectamente vidriado. Tan bien hecho está que parecería una búsqueda intencional ya que sólo quedó así una cara y parte de las otras pero no afectó al

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interior: justo en su punto. Puede ser casualidad o no. La cara gris no tiene restos de cal, como si no hubiese sido parte de un muro o cimiento, como que ese lado hubiese quedado expuesto. ¿Los maestros constructores cuidaban estos detalles en las vi-viendas porteñas? Una interesante pregunta se abre a partir de ese peculiar ladrillo fragmentado. Y lo sigue otra pregunta más acerca del viejo tema del color en la arquitectura colonial, esa que el Neocolonial de 1930 nos hizo imaginar cómo blanca con molduras amarillas, absurdamente.

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Objetos recortados rectangulares de

tinajas coloniales

Daniel Schávelzon

n una nota anterior habíamos mostrado como curiosidad la presencia en la excavación de algún objeto recortado de vasijas o platos más antiguos, para ser usados en algo

diferente al original. Eso parecería ser bastante común en el mundo colonial y cuando no había tantos elementos y herra-mientas como en el mundo moderno: uno se arreglaba con lo que podía.

Fragmento proveniente de una gran tinaja de manufactura

regional, con engobe color natural, recortado con forma casi rectangular de 10 cm de largo

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CASA DEL VIRREY LINIERS

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Pero nos llamó la atención que hubiese algún fragmento recortado de manera rectangular. No parecía ser algo exótico, demasiado diferente, aunque no supiéramos para que se la usó, pero con la continuidad de la excavación hemos encontrado otros diferentes tamaños y materia prima, en diversos sitios y sin relación entre sí salvo que viene de la misma excavación. Al menos por ahora no le encontramos sentido aunque no hemos podio investigarlos en detalle.

Pequeño fragmento (3,5 cm) recortado de una vasija española del siglo XVII.

Ahora debemos sumar un fragmento de cerámica con

cubierta verde, típica del siglo XVI español, casi única en Bue-nos Aires, de gran peso y grosor y un pequeño recorte de poco más de 3 cm de largo de un contenedor de los usados en forma habitual en el siglo XVII.

Tal como dijimos cuando mostramos los primeros re-cortes, rectangulares y circulares, siempre hay algo que no tiene explicación (o es difícil de hallar): en este caso fragmentos cor-tados de forma rectangular. Es cierto que hay otros objetos

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cerámicos que han sido recortados con funciones desconocidas, o que imaginamos, como las bases de los platos cuando se rompían los bordes y se ponían sobre el fuego para usarlos co-mo si fueran una “plancha” moderna, y muchas otras que en los años hemos ido comprendiendo, pero ¿rectangular? Porque eso no es natural, nada se rompe en ángulo recto sin el accionar humano, no existe en la naturaleza. Y al menos tres lados son notablemente rectos y paralelos. Queda como otra incógnita más de este interesante sitio del pasado porteño, quizás el estu-dio del desgaste de los bordes nos lleve a entender una posible actividad que se hiciera en el sitio de la que nada sabemos.

Un fragmento de gran tamaño (10 cm) extraído de una tinaja

española de vidriado exterior verde, posiblemente en origen del siglo XVI

La polémica sobre los fragmentos rectangulares de cerámi-

cas coloniales

Tras la publicación de la Nota 14 de esta serie (2012), en la que presentamos varios fragmentos de cerámicas colonia-les cortadas de manera rectangular y sin un uso que siquiera

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pudiéramos imaginar, se levantó gran polémica entre los inves-tigadores. Resultaba intrigante que algo que alguna vez vimos como curiosidad ahora era habitual y en cerámicas fechadas desde el siglo XVI hasta el XVIII y muchos opinaron y nos hicieron llegar posibles interpretaciones. Lo intrigante no era sólo la forma inusual si no que casi todas tenían diferentes ta-maños y proporciones, entre 3 y 10 cm de largo y eran de todo tipo de material cerámico, sea vidriado o no. Y si bien las piezas redondas que tanto se conocen ya en la arqueología histórica sabemos que se usaban como fichas de juego o tapas de botijas según su tamaño, estas rectangulares son por cierto extrañas.

Tinaja española del tipo de la cual se obtuvo el fragmento su-

perior (Museo Arqueológico de Jerez, España)

Tras largas discusiones y búsquedas bibliográficas sur-gió una única hipótesis, la que dieron Florentino y Carlos Ameghino hace un siglo, cuando viajando por la Patagonia des-cendieron de su barco y narraron:

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“Esta mañana hago una exploración como una le-gua al Este de esta pueblo (Carmen de Patagones) y descubro sobre una barranca un paradero indio, donde recogí fragmentos de flechas, cuchillos, etc. De piedras; pero lo más curioso que en este paraje recojo algunos trozos de gres cuadrados artificial-mente, probablemente para servir como piedras de afilar”1.

Lamentamos que esta inteligente idea de nuestros viejos

y sabios observadores no sea aplicable en estos casos, ya que si bien eso podría ser factible para el gres, material de grano en extremo fino y delicado, no es igual para estas cerámicas de grano grueso e irregular. Por otra parte, si hubiesen sido usadas de esa manera tendrían marcas de desgaste por abrasión lo que no es el caso. Hubiera sido lindo darle la razón a Ameghino, pero esta vez no fue el caso. Seguimos esperando otra hipótesis inspiradora ya que los contextos no dan explicaciones para esto sucedido en los finales del siglo XVII e inicios del XVIII. De todas formas es útil la idea perdida entre textos poco frecuenta-dos ya, para quienes tengan este tipo de objetos en épocas en que el gres sea habitual, especialmente desde los inicios del siglo XIX.

Cabe destacar que una de estas piezas encontradas, la más antigua al menos por el materi9al, sí tiene signos claros de haber sido desgastada sobre sus cuatro caras, pero es una abra-sión hecha para formatear el objeto, no por uso, ya que un cu-chillo rebaja primero los bordes y luego el interior, lo que ve-mos en cualquier piedra de afilar antigua o moderna. Otra fue también regularizada por abrasión pero de manera expeditiva y sobre una superficie plana. De todas formas habrá que agudizar las observaciones en todas y cada una de estas piezas. Estamos 1 Florentino y Carlos Ameghino, Reseñas de la Patagonia: andanzas, penu-rias y descubrimientos de dos pioneros de la ciencia, Ediciones Continente, Buenos Aires, 2006, págs. 39-40.

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cada vez más convencidos que algunas son algún tipo de un instrumento de trabajo muy simple y que el mercado no ofrecía.

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La cerámica indígena

en la Casa del Virrey Liniers

Mariana Boveda

El espacio que hoy ocupa la Ciudad Autónoma de Bue-nos Aires, estuvo habitado por comunidades con un modo de vida diferente al actual. El mismo marco geográfico, físico y ambiental, como escenario o condición, fue parte de otro paisa-je, de otro territorio.

Esas y nuestras existencias no resultan de un supuesto determinismo ambiental, ni cultural. Los desarrollos se com-prenden mejor si se abordan en términos de escalas espacio-temporales y unidades de análisis acordes a la problemática de estudio.

El estudio de la materialidad nos ofrece la posibilidad de tratar de aproximarnos a otras formas valiosas de existencia humana y aprender de ellas.

A través del trabajo de campo realizado por esta Direc-ción de Patrimonio e Instituto Histórico en la Casa del Virrey Liniers, se pudo recuperar una importante variedad de artefactos (en vidrio, metal, cerámica) y restos óseos y malacológicos. Entre los materiales cerámicos se hallaron restos de fragmentos de mayólicas, cerámicas rojas de tradición hispana y cerámica indígena. De esta última, se identificaron 17 fragmentos que corresponden a una misma vasija, de la que se pudo remontar el 50%. Esta constituye una vasija abierta, o cuenco, con borde evertido y restos de un asa. Presenta una base continua sin pie, con un punto de tangencia vertical interno y otro punto de in-flexión al ser vista de perfil (Balfet, et al. 1992). El espesor de sus paredes es de 0,7cm. La coloración de la pasta es oscura y el tratamiento de la superficie presenta decoración unguicular.

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Todas estas características son compartidas con cerámicas recu-peradas en otros contextos, como Casa Escurra con un contexto fechado hacia 1590 ± 70 años (Schávelzon 2001).

Fig. 1. Cerámica indígena remontada

En otro conjunto de tiestos cerámicos recuperados se

observan características presentes en la cerámica de la región rioplatense y en el litoral argentino, conocidas como cerámicas rojas de tradición regional, grupo cerámico indígena Buenos Aires Cepillado, cuya antigüedad, se estima ronda los siglos XVII y XVIII (Schávelzon 2001).

En términos generales, ambos tipos mencionados, tanto la vasija como los tiestos, se pueden describir como una cerá-mica utilitaria de bajo costo. Estas cerámicas presentan decora-ciones de tradición indígena, aunque es difícil de establecer su contexto de producción (si los productores eran indígenas o criollos-europeos adoptando pautas locales de manufactura).

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Fig. 2. Fragmentos de cerámica Buenos Aires cepillado

Los documentos e investigaciones históricas señalan

que grupos Guaraníes habitaban la Ciudad de Buenos Aires junto con los descendientes europeos (en su mayoría de origen español). Esta información nos presenta un desafío interesante:

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cómo interpelar a la materialidad sin asignar una adscripción cultural a los restos cerámicos recuperados solamente a partir de lo expuesto en los documentos.

Necesitamos más investigaciones y cruzar distintas líneas de evidencia para poder indagar si fueron guaraníes u otros grupos indígenas, teniendo en cuenta que criollos y euro-peos también utilizaban este tipo de cerámica.

Bibliografía

Balfet, H., M. F. Fauver-Berthelot y S. Monzon (1992), Normas

para la descripción de vasijas. Centre d’ Études Mexicaubes Et Centranéricaines (CEMCA). México.

Schávelzon, D. (2001), Catálogo de cerámicas históricas de Buenos Aires (siglos XVI-XX) con notas sobre la región del Rio de la Plata. CD editado por la Fundación para la Inves-tigación del Arte Argentino y Telefónica-FADU. Buenos Ai-res.

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Sobre las cuentas de vidrio y de

cómo se encontraron

Odlanyer Hernández de Lara y Eva Bernat

na de las características de la arqueología que la mayor-ía de las personas suele tener muy presente es la minu-ciosidad y cuidado con el que se trabaja durante la ex-

cavación, cucharín y pinceles mediante. Aunque esta aprecia-ción es cierta, en algunas ocasiones también pueden usarse otras técnicas, que dependen del contexto en estudio y de las pregun-tas de investigación, en algunos casos orientadas hacia la recu-peración de materiales muy pequeños. Lo cierto es que estas técnicas nos permiten hallar artefactos minúsculos que suelen pasar desapercibidos entre el sedimento, durante la excavación.

Cuentas de vidrio encontradas en la Casa de Liniers hasta el momento. Cada sección de la escala tiene 1cm, por lo que se

pueden ver las pequeñas dimensiones (entre 2 y 7 mm) En esta ocasión, presentamos un pequeño grupo de

cuentas de collar (ocho hasta el momento) que hemos recupera-

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CASA DEL VIRREY LINIERS

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do en la excavación de la casa del Virrey Liniers. Estas cuentas, por lo general fabricadas en vidrio, oscilan entre los 2 y7 milí-metros, y aparecen en diversos colores como azul, verde, marrón y blanco, ya sean opacos o traslúcidos.

Las cuentas de vidrio fueron traídas en grandes cantida-des hacia América desde el siglo XVI, sobre todo para rosarios y collares, aunque también se utilizaron, en algunos casos, co-mo amuletos (ensartadas o cosidas a la ropa). Las que nos ocu-pan parecen haber sido ensartadas probablemente en algún tipo de collar, aunque dos de ellas pueden corresponder a un rosario. Algunas de las cuentas presentan desgaste en la parte del orifi-cio que nos permite inferir que fueron ensartadas.

Otra vista de las cuentas de vidrio encontradas en la Casa de

Liniers

Sólo una de ellas ha sido hallada durante el proceso de exca-vación; el resto apareció luego de lavar el sedimento, balde por balde, colocando pequeños puñados de tierra sobre un colador

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HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS

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bajo el agua hasta que desaparezca la tierra y quede solo el ma-terial asociado a ella. A esto le sigue un paciente trabajo de búsqueda con lupas y pinzas, que nos permitió recuperar además de las cuentas, vertebras de pescado, escamas y semi-llas, entre otros restos muy pequeños.

Proceso de lavado del sedimento

Lo que queda para ser analizado con lupa, donde han apareci-do la mayoría de las cuentas y muchas otras evidencias de di-

versos materiales

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Rompiendo vidrio

Daniel Schávelzon

a excavación dentro (o debajo, deberíamos decir) de la que se conoce como Casa del Virrey Liniers ha mostrado restos de los siglos XVIII e incluso del escurridizo XVII.

Esto ha sido muy interesante por varios motivos algunos obvios en una ciudad tan destruida como Buenos Aires. Pero ha resul-tado un interesante ejercicio arqueológico el fechar el lugar a través de los materiales y no por técnicas físico-químicas, como el Carbono 14, porque consideramos que para estos fechamien-tos es más exacto el ojo y la experiencia que la máquina.

Los vidrios, o fragmentos de objetos hechos de vidrio, son un elemento que ayuda en mucho ya que marcan con preci-sión épocas, de fabricación al menos ya que su descarte pudo ser muy posterior. Pero al menos nos da fechas que, relaciona-das con su ubicación estratigráfica y los demás materiales, ayu-dan y mucho.

Lo que hemos en-contrado es:

Fragmentos de copas y vidrios del siglo

XVII, los de la hilera de la derecha son de la segunda mitad del

siglo XVIII

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CASA DEL VIRREL LINIERS

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Vidrios siglo XVII e inicios del XVIII: Se trata de fragmentos de floreros, jarras y vasos en ex-

tremo delicados, soplados, color tierra muy claro, con burbujas en la pasta y brillo en superficie, formas complejas, curvas, evidencias del soplado sin molde alguno. Es lo que en su tiem-po se llamaba cristal aunque no lo fuese realmente. Por ahora representan el 41,09 % de lo encontrado. Vidrio fines del siglo XVIII:

Se trata de vasos u objetos hechos en un vidrio de me-nor calidad, ya usando moldes para hacerle superficies curvas a los vasos, marcas de soplado, color transparente, pasta con poca burbuja, mayor calidad y menor belleza al masificarse el uso. Forman un 4 % del total.

Base del siglo XVIII comparada con una del XIX, nótese la

marca central del soplado (Museo de Alta Gracia, Córdoba)

Botellas de fines del siglo XVIII e inicios del XIX Se trata de botellas de base cuadrada de gran tamaño,

que venían en frasqueras desde España. Era cajones de madera

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HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS

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con divisiones internas forradas en tela (hay varios ejemplos en el Museo de Luján) en que entraba una botella en cada una, para protegerlas en el viaje. Las paredes son planas, el cuello muy bajo y el pico redondeado y simple para colocarle un capuchón de metal (no existía el corcho). Eran aun objetos de lujo.

Bases de botellas del siglo XVIII en Virrey Liniers

Estas botellas se remontan al siglo XVII pero por lo ge-

neral esas son de colores claros, verde agua, aguamarina, celes-

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te, azul claro. En este caso todas son del típico color llamado “negro” pese a que es realmente un verde muy oscuro producto de las impurezas y mala calidad de la pasta del vidrio; por lo general son siempre del fin del XVIII. Desaparecen cuando se industrializa el vidrio a gran escala y son reemplazadas por unas similares pero menores, las llamadas “de ginebra holandesa”, que son de la mitad de tamaño y con otro tipo de pico, ya para corcho. Son el 53,4 % de los vidrios hasta ahora contabilizados.

Pico de botella de los siglos XVII y XVIII (Excavaciones en Michelángelo, Buenos Aires), con marca del pico de estaño

Vidrio del siglo XIX

Al levantarse el piso de cemento que cubría los restos de cimientos antiguos se hallaron tres fragmentos de vidrio del siglo XIX. Si bien se hacían de manera industrial desde poco antes, por el contexto debieron entrar en la manufactura del piso mismo y hasta podrían ser del siglo XX. Se trata de parte de copas de vidrio de mala calidad, hechos en moldes. Representan el 0,4 % del total.

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HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS

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Fragmentos del cuerpo y hombro de botellas del siglo XVIII en

Virrey Liniers

Tres fragmentos de copas del siglo XIX hechas mecánicamente

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CASA DEL VIRREL LINIERS

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Espejos Dos fragmento de vidrio plano de poco mas de 1 mm de

espesor, cubiertos al parecer a de nitrato de plata (a comprobar), parecen provenir como es habitual en esos tiempos de espejos de pequeño tamaño. En este caso su forma debió ser cuadrada. Por cierto son más comunes en contextos del siglo XIX. Son el 0,3 % de lo excavado.

Espejo: dos fragmentos de la Casa del Virrey Liniers con su

superficie reflejante posterior

Creemos de esta forma que los objetos de vidrio reafir-man el fechamiento y uso doméstico del sitio y su desarrollo en el tiempo, desde el siglo XVII a finales del XVIII, con intrusio-nes del XIX. Lógicamente estudios ulteriores, una vez comple-tada la excavación, permitirá llegar a conclusiones más exactas, al menos hasta ahora reconfirman lo que los demás materiales culturales han demostrado.

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Un espejo de azogue

Mario Jorge Silveira y Horacio Padula

a excavación de la que se conoce como Casa del Virrey Liniers ha mostrado gran cantidad de objetos de los si-glos XVIII e incluso del escurridizo XVII. Uno de ellos

llamó la atención pues podría ser parte de un antiguo espejo. Con la colaboración del Departamento de Fluorescencia

de Rayos X de la Comisión Nacional de Energía Atómica (filial Constituyentes) a cargo de la Dra. Graciela Custo, fue sometido a un análisis de FRX. El resultado que mostramos en el gráfico mas abajo, es el siguiente:

El gráfico muestra un pico alto de estaño (Sn) y luego presencias de otros elementos en menor proporción. Entre ellas destacamos la presencia de mercurio (Hg) que es un elemento que combinado con el estaño determinaba el espejado en el vidrio. La presencia de los demás elementos (hierro, zinc, hie-rro, titanio) se debe a impurezas que pueden estar presentes en el vidrio o más bien en el estaño o en el mercurio. Esto nos remite a que se trataba de un espejo de azogue, es decir de mer-curio.

La fabricación de espejos de azogue se realizó desde hace mas de dos mil años. Se lograba mediante la amalgama del mercurio con estaño. Recién en 1835-36 el químico alemán Liebig, espejó vidrios mediante el uso de nitrato de plata con cloruro estañoso, esto da una fina película de plata sobre el vi-drio, produciendo un espejo de alta calidad. A partir de esa fe-cha se perfeccionaron y se fabricaron espejos plateados. Estos tienen una doble ventaja sobre los de mercurio: son de mejor calidad -en particular para el uso en telescopios- y se abandonó el mercurio cuyo manejo afecta seriamente la salud. Esto con-firmó el avance de la Nota XXII de esta serie.

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Gráfico de fluorescencia de rayos X

Fragmento de vidrio con pátina de mercurio y estaño

Por cierto que la presencia de espejos de azogue o plata

es un indicado cronológico de utilidad en las investigaciones de arqueología histórica.

Recordemos que España fue y sigue siendo un fuerte productor de mercurio a partir de sus minas de cinabrio (HgS)

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en la ciudad de Almaden. Este mineral, por su color rojizo tam-bién lleva el nombre de bermellón. Siendo los minerales de mercurio de esta región hasta quince veces más productivos que el de otro cualquier origen, en la época del virreinato del Perú las extracciones más importantes se realizaban desde la mina de Santa Bárbara en Huancavélica actual ciudad peruana, al mismo tiempo que se extraía Plata de Potosí.

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Un cascabel de cobre y una tijera de

bronce

Daniel Schávelzon

n el mismo contexto de los siglos XVII tardío y XVIII temprano (1650-1750) que estamos excavando y que parece ser homogéneo bajo todo el patio de la casa,

además de lo ya visto se hallaron esta semana estos dos objetos peculiares, que ahora al limpiarlos y restaurarlos los en-tendemos bien: una tijera despabiladora y un cascabel.

Tijera despabiladora de bronce de la excavación, desarmada

Las tijeras para cortar el pabilo de las velas, gruesas y

de grasa animal, eran importantes en cualquier casa de cierta categoría. No se arreglaba soplando porque no se apagaba, el pabilo era demasiado grueso. La tijera lo cortaba y metía la ceniza dentro de una cajita (¡eso era ser elegante!). La encon-

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CASA DEL VIRREY LINIERS

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trada es de bronce aunque muy maltratada, es evidente que an-tes de descartarla por haberse roto una pata por su uso, intenta-ron arreglarla pero luego la doblaron hasta quebrarla. El perno está muy desgastado lo que indica que la usaron mucho.

Tijera despabiladora de colección como referencia

El cascabel es un fragmento mayor y otros menores, de

cobre, cuya identificación no ha sido sencilla. Eran habituales para colgarse en la ropa, en los arneses de los caballos o en las mortajas de los muertos. Parece que era eficiente para ahuyentar malos espíritus y para el mal de ojo. Vean el cuadro de Veláz-quez y está todo dicho en pleno siglo XVII en que se ve este niño con los cascabeles colgando por todo el cuerpo. Este debió medir 2.5 cm de diámetro -medida estándar colonial- con argo-lla superior soldada, su estado es en extremo delicado por lo delgado del metal con que fue fabricado. La unión entre partes es invisible y soldada también.

Es evidente que funcionó bien ya no encontramos nin-guna de ambas cosas (ni los demonios ni el mal de ojo, quiero decir).

Esto, con la moneda de plata, la mano de azabache, las hermosas cuentas de collar y el enorme conjunto de objetos y cerámicas encontradas, le dan al sitio una significación intere-sante en el cambio de los siglos XVII al XVIII de Buenos Aires,

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épocas tan poco conocidas en su cultura material. Y esto recién empieza.

Izquierda: el cascabel. Derecha: un retrato cortesano de Velázquez, nótense los cascabeles colgando sobre la ropa

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Un nuevo cascabel de cobre

Daniel Schávelzon

n una nota anterior mostramos el hallazgo de un pequeño cascabel de cobre pero que por estar muy destruido era imposible fecharlo con precisión. Al principio ni siquiera

podíamos entender realmente su forma y función. Pero es ob-viamente colonial y por la soldadura superior y la unión de las dos mitades globulares soldadas, casi sin marca, se lo ubica en una tipología especial aunque es imposible dar su fecha exacta anterior a 1800.

Vista de la parte inferior del cascabel colonial

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Esta vez encontramos la mitad inferior de otro cascabel, roto en dos partes, de cerca de 3 cm de diámetro. Y si bien con-servó el doblez del metal en su unión con la mitad faltante, la parte superior no tiene el anillo para colgarlo, lo que nuevamen-te nos impide fecharlo con precisión. De todas formas pareciera entrar en lo que los arqueólogos han denominado como casca-bel de “reborde doble”, que son provenientes de España y fue-ron usados entre 1650 y 1850 (según K. Deagan). Nuevamente nos enfrentamos a es-tas miniaturas de la vestimenta y del sen-tido mágico que se le daba a la religión y al ador-no corporal.

Dos vistas de un cascabel similar, de una excavación en el Ca-

ribe (según K. Deagan)

Destacamos el esfuerzo de restauración que ha hecho el equipo de la DGPeIH a cargo de Patricia Frazzi, de estas pe-queñas piezas de cobre que son delgados en extremo.

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Registro documental de las acciones

de conservación y restauración en el

caso del Potosí de plata

Patricia Frazzi

uando se restaura un objeto es necesario realizar una ficha técnica con la descripción de los procedimientos realizados y de los materiales utilizados. Esta ficha tam-

bién incluye el registro fotográfico del antes y después de las intervenciones y las recomendaciones de conservación preven-tiva para evitar posibles deterioros por problemas medioam-bientales, de guarda o de manipulación incorrecta.

Esta documentación debe acompañar al objeto dado que lo que se le ha hecho forma parte de su historia. Se realiza para que futuros restauradores puedan saber cómo se trató y quizás, mejorar su condición con nuevas técnicas.

Potosí de Plata

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Potosí de Plata

Esta nota muestra la ficha técnica de un Potosí de plata

que fue restaurado y embalado en un soporte rígido e inerte para su conservación. Es un registro breve, pero conciso, donde se puede identificar el objeto, saber cómo fue intervenido y, lo principal, cómo cuidarlo.

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Un dedal de cobre

Daniel Schávelzon

n pequeño dedal de cobre fue encontrado en estos días durante las excavaciones a arqueológicas de la antigua Casa de Liniers. Es cierto que es algo mínimo, quizás

para alguien podría ser incluso poco importante, pero creemos que es significativo en cuanto a que es un excelente ejemplo de la vida doméstica en una casa porteña. Y más aun el que se haya conservado hasta la actualidad, siendo sus paredes menores a un milímetro y de un metal altamente deleznable con la humedad del suelo porteño. No es el primero que se encuentra y su estado es realmente malo, pero las restauradoras han hecho un notable trabajo para limpiarlo y preservarlo.

Dedal de cobre de la excavación

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Tres dedales del siglo XVIII o inicios del XIX hallados en De-

fensa 755, del centro es muy semejante al superior

Es complejo saber su fecha y origen dado el fuerte dete-rioro que tiene, pero es de tipo semi-industrial, es decir que se usó un rodillo para hacerle las pequeños hendiduras que ayudan a empujar la aguja; y por su forma y dimensiones todo nos lleva a ubicarlo en el siglo XVIII. Asimismo su restauración a un estado de mayor observación, es muy compleja ya que casi nada queda del metal original.

Da la casualidad, o no ciertamente, que en Defensa 755 se hallaron otros tres diferentes pero al parecer de la misma época o muy poco posteriores. Su estudio en detalle es de los trabajos que habrá que hacer en los siguientes meses de investi-gación.

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Un remache o arreglo de una olla de

cobre

Daniel Schávelzon

a vieja historia que nos contaron los historiadores revi-sionistas de que los ingleses nos impusieron la “pavita” para tomar mate, y la olla de hojalata para cocinar, en

lugar de las chocolateras de cobre repujado hechas por nuestros artesanos norteños, ha sido repetida desde el colegio primario, sea o no verdad. Lo cierto es que para calentar el agua se usó hasta inicios del siglo XIX un recipiente de cobre repujado con manija generalmente de hierro. Estas alcanzan a verse en los viejos grabados de los gauchos mateando. Pero las ollas de co-bre se siguieron usando hasta el siglo XX y haciéndose de la misma forma y en muchas casas aun está “la de la abuela”. Lo único que cambió fue el sistema de remaches para agarrar la manija que también se siguió haciendo con hierro forjado por mucho tiempo más.

El problema que tenían era, como cualquier otra cosa que se exponía al fuego con agua dentro, que se agujereaba. Algo casi obvio de toda obviedad, las cosas se gastan, golpean o deterioran. Y en esos casos hay que arreglarlas, porque no exist-ía la Sociedad de Consumo para descartar y comprar otra. El problema que tenían estas cosas es que si se iban a seguir po-niendo al fuego el arreglo no era cualquier cosa: debía resistir tanto o más que el material original, debía ser maleable para adaptarlo y tapar bien, y poderlo hacer la mayoría de las veces de forma casera. Y muchas veces con el uso el remache o arre-glo se salía porque se dilataba de forma diferente al objeto ori-ginal y ter-minaban cayéndose. El mundo colonial no era el del siglo XIX, y menos el del XX.

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Remache. Izquierda: vista lateral, nótese la curvatura de la

adaptación al fondo de la olla. Derecha: vista superior, vista desde el lado externo

En este caso encontramos en la excavación un pequeño

fragmento de cobre que nos hizo reflexionar mucho: en origen había sido un “alambre” o cilindro de unos 7 milímetros de diámetro y un centímetro y medio de largo o poco más. Pero estaba muy oxidado y el tratamiento que le hicieron Patricia Frazzi y su equipo permitió volver a verlo en su integridad y entenderlo mejor.

Dos arreglos en la parte baja de una olla antigua hechos con

cobre y bronce en caliente, siglo XIX tardío

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Pequeña chocolatera de cobre repujado excavado en el conven-

to de Santa Catalina (Buenos Aires), siglo XVIII; no presenta soldaduras sino uniones por repujado en frío

Eso que en origen fue cilíndrico presentaba en ambos

extremos evidencias de golpeado y de cortes, en especial el lado más ancho estaba adaptado a una superficie curva pero irregu-lar, y era más ancha que el otro extremo. Realmente no fue sen-cillo encontrar una posible explicación y esta es que fue un remache o arreglo de una olla de cobre, la parte cóncava hacia adentro para que selle bien. Las pequeñas marcas de corte de-ben ser de un cuchillo muy filoso y seguramente anteriores a su colocación, es decir de cuando se hico el cilindro. Recordemos que la soldadura no se inventó hasta el siglo XX.

Por supuesto esta interpretación es sólo una explicación posible, nada más, quizás nuevos hallazgos nos den otras. Por-que el gran interrogante es ¿y la olla? Si fue de hierro puede que se haya destruido y que ahora es sólo una parte de los grandes núcleos de óxido que encontramos, si fue de cobre pudo haberse

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desprendido y la olla fue vuelta a arreglar o descartada en otro sitio. Imposible saberlo. Pero es otro interesante hallazgo de esta excavación que no deja de mostrar sorpresas cada día.

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¿Armas de fuego

en la Casa de Liniers?: la presencia

de perdigones de plomo

Odlanyer Hernández de Lara

a excavación arqueológica en el inmueble de Venezuela 469, más conocido como la Casa del Virrey Liniers, sigue deparando minúsculas sorpresas, aunque recorde-

mos que estamos trabajando debajo de sus pisos, en un contexto anterior a la familia Sarratea propietaria de la casa. Muchas de estas sorpresas han ido apareciendo en la esquina noreste, en-marcada por los restos de dos muros de ladrillos -aunque inclu-so la concentración de evidencias continúa por debajo de uno de los muros-, donde se ha detectado una importante acumulación de artefactos. Por ello todo el sedimento excavado ha sido cui-dadosamente lavado, separando la tierra de lo demás, lo que ha permitido el hallazgo de cuentas de vidrio, escamas y vértebras de pescados, entre otras cosas casi imperceptibles durante el proceso de excavación.

Entre los pequeños artefactos detectados fuimos encon-trando unas bolitas de metal que apenas se distinguían de la tierra y las rocas, que resultaron ser perdigones fabricados en plomo. Estos perdigones, hechos a partir de moldes, parecen tener una cronología de mediados del siglo XVIII aunque podr-ían ser más antiguos.

Es interesante anotar que hacia mediados de esa centu-ria, las balas y los perdigones se fabricaban de dos formas dis-tintas: en moldes o vertiendo gotas de plomo fundido en un barril de agua. Estas dos maneras dependían del tamaño que se quería lograr, utilizando el molde para piezas más grandes y el

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vertido en agua para las más pequeñas, como son los perdigo-nes. No obstante, en el caso que nos ocupa, a pesar del diminuto tamaño de los ejemplares, que oscilan entre los tres y cinco milímetros, todos fueron elaborados en molde.

Vista del sector excavado donde se hallaron los perdigones de

plomo

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Hacia 1782 un fontanero de Bristol perfecciona la técnica del plomo fundido vertido en agua al establecer las dis-tancias desde las que se debía verter el plomo, ya que la forma anterior producía piezas en forma de gotas y con el nuevo apor-te se lograba que fuesen más esféricas. Se crearon así las Torres de Perdigones, que fueron muy difundidas en Europa. En cam-bio, el molde, que era una técnica más antigua, dejaba una pro-tuberancia lo largo de la junta que afectaba la aerodinámica del perdigón.

Algunos de los perdigones de plomo encontrados

en la excavación

Pero un detalle a tener en cuenta es que estábamos en la periferia del imperio español, por lo que esas nuevas tecnolog-ías que se extendían rápidamente por Europa pudieron demorar en aplicarse en el territorio de la actual Argentina, por lo que se pudo continuar la fabricación por moldes de los perdigones de plomo por mucho más tiempo. Lo cierto es que estas constitu-yen las primeras evidencias de la presencia de armas de fuego en la denominada Casa del Virrey Liniers, que fue testigo de las

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CASA DEL VIRREY LINIERS

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invasiones inglesas, de cuando los fusiles utilizaban piedras de pedernal para crear la chispa que encendía la pólvora.

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¿Un mango de sello?

Daniel Schávelzon

iguiendo con los hallazgos insólitos de esta excavación, se encontró en uno de los niveles más profundos, en un contexto que nos continúa demostrando ser de fines del

siglo XVII a inicios del XVIII, un mango de 10 cm de largo hecho en cobre. Tiene forma de pera, varias molduras decorati-vas, es hueco por dentro y tiene un agujero en la parte superior. Es posible que fuera de madera en su interior pero nada ha que-dado para demostrarlo. Seguramente el agujero, necesario para trabajar el metal, haya quedado cerrado por un círculo de tam-bién de madera u otro ornamento ya perdido. En la parte infe-rior posee un apéndice roscado. Llama la atención esa rosca por la forma, de paso ancho y hendiduras oblicuas hacia un lado, posiblemente producto de manufactura de torno. No hay indi-cios de la parte inferior, es decir del sello propiamente dicho.

El mango tal como fue encontrado, antes de su limpieza

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CASA DEL VIRREY LINIERS

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Por supuesto que podría ser otra cosa, ya que muchos objetos tenían manijas de este tipo, más aun adaptadas a la ma-no humana como es esto, pero lo reducido del vástago roscado hace difícil que haya sido usada en un bastón u otro objeto que ejerce fuerza que no sea vertical. Estudios comparativos más detallados nos permitirán determinar mejor su posible uso.

Probable mango de sello hecho de cobre ya restaurado

Vista de la parte superior e inferior del mango del sello

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HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS

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Ejemplo de la forma de uso de estos sellos que se mantiene

hasta la actualidad

Como en todos estos casos el trabajo que se lleva a cabo para su restauración ha sido complejo y lento ya que el estado de alteración en que fue hallado era avanzado.

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Dos tachas de muebles de cuero

Daniel Schávelzon Restauraciones de Patricia Frazzi

urante la excavación reciente de los cimientos bajo la Casa del Virrey Liniers se encontraron dos objetos pocos usuales en la arqueología: dos tachas, una de

hierro y la otra de bronce. La primera por su obviedad no dejaba dudas de su función ya que salvo una rotura en la parte circular estaba entera, como si no se hubiera usado nunca. La otra era un pequeño objeto de bronce cuya identificación sí fue más compleja. Se trata en este caso de un pieza hecha por fundición, en bronce de mala calidad, de forma rectangular y diamantina, con dos campos superpuestos. Tras una larga restauración pudo verse la parte posterior, hueca pero con los restros de lo que debió ser un delgado clavo de hierro retorcido. Posiblemente fue mal clavada, se dobló el clavo y fue descartada, pero esto es especulación.

Vista externa e interna de la tacha de bronce rectangular ya

restaurada

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Tacha similar proveniente de una colección privada

Las sillas de cuero colonials usaban este tipo de objetos

en lugar de clavos donde quedaba el cuero unido a la madera, lo que les daba mayor prestancia a la vista, y ni hablar de las de bronce. Y si bien habíamos visto muchas del tipo circular no ha-bíamos la habíamos visto de forma rectangular ya que las habi-tuales son las rodondas, pero hay estrelladas y cuadradas; y ahora sabemos que también las hay rectangulares. Cabe desta-car la fuerte irregularidad del objeto, cuyos lados no son para-lelos, muestra de la simpleza de la fundición en un molde segu-ramente casero.

Tacha de hierro fundido

Por suerte existen el país buenas colecciones de muebles antiguos en nuestros museos, y coleccionistas de este tipo de objetos en particular, gracias a lo que pudo se identificada.

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HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS

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Silla de madera y cuero con tachas diversas y la marca de donde se han salido (tomado de sitos de venta de Internet)

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Dos cuchillos con mango de hueso

decorado

Odlanyer Hernández de Lara y Daniel Schávelzon

urante el proceso de estudio del material que se halló en la excavación arqueológica de la llamada Casa del Vi-rrey Liniers se encontraron los restos de dos mangos de

cuchillos hechos de hueso. Si bien sabemos por los documentos de aduana que llegaban en gran cantidad especialmente en el siglo XIX, es raro encontrar más antiguos y en general de cual-quier época ya que el metal tiende a oxidarse rápidamente en el subsuelo de la ciudad. Y los mangos se desprenden y por lo delgado de sus caras se desintegran o son irreconocibles.

Mientras los especialistas en conservación y restaura-ción limpiaban el material proveniente del estrato más profundo de la cuadrícula K4, una pieza ósea les llamó la atención. Al observarla coincidimos en que se trataba del mango de un cu-chillo. La pieza presenta un par de chapas de hueso adosadas a la hoja metálica que se encuentra fracturada. El peso de la lámi-na de metal entre las dos mitades del hueso fue uno de los indi-cadores que llamó la atención. Pero además, las chapas de hue-so se hallan decoradas con círculos tallados con un punto cen-tral. Pero nos deparaba una sorpresa más en la cuadrícula K4: otro fragmento muy corroído de metal cuyo óxido quedó ad-herido a otros objetos, pero que al mirarlo en detalle se observa que se asemeja al mango antes hallado, es decir que serían dos mangos similares. Esta vez la baja conservación del metal casi ha destruido el objeto por estar en una humedad muy elevada. La observación detallada de la pieza de perfil permitió distin-guir las chapas de hueso adosadas a una hoja metálica. Que se trata de un cuchillo y no una navaja lo demuestra que es una

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hoja metálica, no tres, dos fijas y una movible, y que el frag-mento metálico es rectangular y no curvado.

Vistas laterales del mango de cuchillo, restaurado

Dimensiones y estructura interna del mango (libreta de campo)

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Es interesante anotar que las dos piezas, las únicas de su tipo encontradas en la excavación, aparecieron en la misma cuadrícula, en una esquina enmarcada entre muros. El desnivel que se observa en esa parte del terreno parece haber favorecido la depositación de material, lo que explicaría la densidad de hallazgos en ese sector.

Cuchillo no. 2, muy oxidado al grado de ser casi irreconocible

Mangos de hueso de cuchillos de pequeño tamaño hallados en

la excavación de Defensa 751/55

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La decoración de círculos con un agujero central que tienen los mangos es una vieja tradición existente tanto en el área andina prehispánica como en Egipto, Roma y luego toda Europa, y está hecha con un tipo de compás de metal que al girar produce este peculiar efecto. De allí que resulte casi impo-sible fecharlo por sus características formales; en lo funcional se asemeja más a otros hallazgos del siglo XVIII tardío o siglo XIX inclusive. Creemos que se trata de una cuchilla para afilar las puntas de las plumas de ave usadas para escribir.

La forma del mango del cuchillo más conservado tiene una extensión conservada de 5.8 cm y un ancho máximo de 1.6 cm, con una hoja interna de 1.2 cm, esto lo hace coincidir con otros hallados en el siglo XVIII en el país y en el exterior. El sistema de amarre, es decir la forma en que la hoja central fue unida a las dos mitades que forman el mango es peculiar -no está clavado en el hueso que es poroso en su diáfisis, que era la manera habitual de hacerlo en la madera-, si no que fue unido con pequeño alambres pasantes a modo de tarugos. Esto pode-mos verlo usado desde el siglo XVIII, durante todo el siglo XIX y hasta la actualidad en navajas y cortaplumas.

Decoración de objetos de hueso provenientes de Roma y Egip-

to, abundantes en sitios de Internet

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Un peculiar instrumento óseo

Mario Jorge Silveira y Horacio Padula

a excavación denominada como Casa del Virrey Liniers ha mostrado gran cantidad de restos óseos del siglo XVIII e incluso del XVII. Ellos son en su mayoría pro-

ducto del descarte de comidas de esa época. No nos referiremos a ellos en esta nota si no a uno en particular que, luego del des-carte, fue utilizado para confeccionar un extraño instrumento (imágenes 1, 2 y 3).

Imagen 1: Vista lateral del instrumento óseo

L

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Se trata de la diáfisis (parte larga central) de un húmero de Ovis aries (ovino), que fue regularizado sumariamente en sus dos extremos. En uno de ellos, la diáfisis proximal del hueso (imagen 2), se ha conservado tal como seguramente lo propuso el operario que trabajó la pieza. En el otro extremo, la diáfisis distal, sólo se conserva una pequeña parte de la regularización. Probablemente en algún momento en que la pieza estuvo en el sedimento se produjo una fragmentación, esto es bien notorio en la imagen 3.

Imagen 2: Diáfisis proximal formalizada

Como se observa en las imágenes, el instrumento, que

se encuentra en un buen estado de conservación, se apoya sólo sobre el extremo de la diáfisis proximal en donde fue regulari-zado.

No está claro cuál fue el uso que pudo tener, quizá se utilizó como soporte de algún elemento (¿una vela?), pero hoy es imposible saberlo. Es interesante destacar que este hallazgo se agrega a una serie de otros muchos elementos conformados a

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partir de huesos descartados, que han sido recuperados en exca-vaciones realizadas en Buenos Aires (Casa Ezcurra, Santa Cata-lina, San Juan 338, Aieta 1067 y en la propia Casa del Virrey Liniers, ver la nota anterior sobre “Cuchillos con mango de hueso decorado”). En todos ellos también se usaron huesos de descarte de comidas y varios son punzones, agujas de tejer, botones, peinetas o sobadores. Es decir: objetos que sí había en el mercado pero que alguien necesitaba reemplazar por algo de costo inexistente.

Imagen 3: Vista lateral del instrumento óseo

Estos instrumentos, sin duda realizados por necesidades

de la vida cotidiana aprovechando, no aparecen en el registro histórico documental, lo que los hace más interesantes. La Ar-queología Histórica los rescató y los ha hecho conocer.

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Intrusos antiguos y modernos

(valvas de moluscos)

Mario Silveira y Horacio Padula

ntre los múltiples hallazgos ocurridos en la excavación realizada en la casa que habitualmente se denomina co-mo del Virrey Liniers, se encontraron valvas de molus-

cos, once de ellas se han identificado como pertenecientes al género Glycimeris sp. Estas valvas se encuentran fosilizadas, en estado de disolución producida por encontrarse en un medio ácido (pH bajo) y corresponden a la fauna entrerriense producto de la transgresión marina acontecida a partir del Mioceno medio. La ingresión de este mar se produjo por el Río de la Plata y la cuenca del Salado (provincia de Buenos Aires). Abar-caba casi la totalidad de la llanura chaco-pampena exten-diéndose hasta el sur de Brasil, Bolivia y Paraguay. Hacia el sur abarcó la península de Valdés, lugar donde esta fauna fósil está muy bien representada.

Glycimeris sp.

Valvas de un ejemplar actual de este género, muy representativo de la fauna malacológica en las playas de la

costa atlántica bonaerense

E

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Su presencia en la excavación crea interrogantes ya que en los anteriores hallazgos en esta ciudad éstas nunca no se encuentran cercanas a la superficie, si no que están a impor-tantes profundidades. Fueron halladas en la excavación del Puente Alsina en la década de 1930, en perforaciones realizadas en el Riachuelo y alguna otra excavación ocurrida para los cimientos de altos edificios.

Sin duda que esta presencia es debido al transporte de sedimentos recuperados en profundidades como las mencio-nadas; en otras palabras son restos intrusivos.

También se han hallados valvas de otros bivalvos como Erodoma mactroides y Corbula sp pero corresponden a sedi-mentos recientes y son especies actuales. Es muy probable que estas últimas se hayan incorporado con la arena utilizada para la construcción o quizás en la cal que se utilizaba procedente de los sedimentos conocidos como Belgranenses (de hace unos 100.000 años), de hecho algunas de estas conchillas aún pre-sentan sus concavidades rellenas por sedimento calcáreo.

Glycimeris sp

Valvas fósiles halladas en las excavaciones de la casa del Virrey Liniers

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Valvas de moluscos y la calera de los

franciscanos

Mario Silveira y Horacio Padula

ue sorprendente haber encontrado en la excavación reali-zada en la Casa del Virrey Liniers más de una decena de conchillas de bivalvos. Estos, si bien el sitio es un con-

texto que va del siglo XVII al XVIII, fueron asignadas al perío-do Mioceno medio a tardío. Sin embargo, no fueron los únicos restos malacológicos que pudieron reconocerse: se observaron también ocho valvas del pelecípodo Erodona mactroides y una valva de un ejemplar juvenil determinado por el doctor Guido Pastorino (Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”) como Corbula sp. La primera especie es estuarina (que puede soportar la salinidad del mar y también se adapta al agua dulce) mientras que Corbula sp. tiene hábitos marinos.

Valva del molusco juvenil Corbula sp con escala debajo

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Estas conchillas pudieron haber sido utilizadas para la producción de cal ya que algunas de las halladas en la Casa de Liniers aún tienen en su parte cóncava restos de ese compuesto. A esto habría que agregar el hallazgo de fragmentos de revoque de cal que contienen restos molidos de valvas.

Restos de revoque que contiene fragmentos de conchillas

La forma de obtener cal en la actualidad es a partir de

piedra caliza (CaCO3) calcinando la roca en hornos industria-les. Esta posibilidad en la época colonial era poco probable que se usara ya que las canteras de esta roca se encuentran en el sistema de Tandilia que, hasta 1880 fue un área que se hallaba bajo el dominio de pueblos indígenas.

Otra forma de obtener cal era a partir de la molienda y quema de huesos, por lo general de mamíferos grandes (Schulz, 1987). Sin embargo este método no fue utilizado en la Argenti-na, al menos para esas épocas, a pesar de la gran cantidad de restos óseos de vacunos que se desechaban.

Una tercera posibilidad es el aprovechamiento de las toscas, que si bien son abundantes en la región, la calidad de la cal producida por este medio es bastante pobre.

Probablemente estos restos de bivalvos se hayan extraí-do desde los depósitos marinos que afloraban en el barrio de

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Belgrano. Descriptos por primera vez por Auguste Bravard en 1858, asomaban al pie de la barranca, y se extendían por las calles Mendoza, Olazábal y 3 de Febrero hacía el curso inferior del arroyo Vega que corría por la actual calle Olazábal y en tramos de Blanco Encalada. Fue en las adyacencias de la llanura aluvial de este arroyo donde se produjo la mayor extracción conchífera.

Valva de la especie de molusco Erodona mactroides con restos

de cal en su interior

Fuera de los afloramientos en las barrancas se ha regis-trado este tipo de depósitos marinos a la altura del Puente de la Noria y en las zonas San Pedro, La Plata y Magdalena. También en distintas excavaciones realizadas en esta capital.

Los depósitos ostreros belgranenses llevan el nombre de Formación Pascua (ca. 100.000 años, es decir el Pleistoceno su-perior) y se han descripto varias especies de moluscos asociados

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a estos estratos, entre ellas se han reconocido las mismas a que nos referimos mas arriba (G. Pastorino, comunicación personal).

Estos sedimentos fueron explotados por los padres de la Orden Franciscana del Convento de Santa Ursula las Once Mil Vírgenes, que hacia 1726 fabricaron cal en el horno en las tie-rras que les concedieron en la zona de las barrancas, con el propósito de usarlo para la construcción de un nuevo templo y así reemplazar su antigua iglesia que databa de 1602. No sólo utilizaron esta cal para levantar su propio templo, si no que también se lo vendían a las monjas catalinas para su convento y a los encargados de las obras de la Catedral Metropolitana, des-tinándose además a otras construcciones de la ciudad.

En ese tiempo en que el actual barrio de Belgrano era llamado “los alfalfares de Rosas”, el área de las barrancas era conocida como “de la Calera”.

Juan Manuel de Rosas utilizó estos restos de conchillas para cubrir las vías de acceso a su residencia de San Benito, como en el “camino a Palermo” (actual Av. del Libertador). (Schávelzon, 1988. pág.3).

Con el tiempo los depósitos marinos que afloraban en la barranca se agotaron, entonces los frailes continuaron trabajan-do utilizando otra materia prima no tan propicia para la genera-ción de cal: los bancos de tosca de la Formación Ensenada. Hacia 1774 los franciscanos fueron desalojados para volver a obtener la calera al año siguiente hasta que en 1825, los religio-sos vendieron la capilla, el horno y la casa en el lugar.

Finalmente, un viajero inglés (1817-1820) que fue el primero en dejar una importante iconografía de Buenos Aires, dejó constancia que “la cal de construcción es de baja calidad y mezclada con conchillas” (Vidal 1999, pág. 49). Bibliografía

Vidal, Emeric Essex (1999), Buenos Aires y Montevideo. Edi-

ciones Emecé. Temperley, Buenos Aires.

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Schávelzon, Daniel (1988), Notas sobre materiales históricos del Caserón de Rosas. C.A.U. Universidad de Buenos Aires.

Schulz, Peter (1987), Archaeological Evidence for Early Bone Lime Production in Old Town San Diego. Pacific Archaeo-logical Society Quaterly.

Casella de Calderón, Elisa (1992), Buenos Aires nos Cuenta Nº 21, Barrancas de Belgrano: Mucho más que un Barrio. CPC Impresores. Lanús, Buenos Aires.

Schiavo, Horacio (1970), Palermo de San Benito. Municipali-dad de la Ciudad de Buenos Aires.

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Una roca ígnea en la excavación de

la Casa del Virrey Liniers

Odlanyer Hernández de Lara, Horacio Padula, Eva Bernat y Ricardo Orsini

na temática escasamente abordada en la arqueología de la ciudad de Buenos Aires es la referente al estudio del material lítico. En la arqueología histórica porteña es

frecuente hacer hincapié en los artefactos de cerámica, vidrio o incluso los metales, pero las rocas suelen ocupar un lugar me-nos privilegiado, tal vez por su escasa presencia en los contex-tos excavados1. A ello se suma la ausencia de la “piedra” como materia prima en las cercanías de la urbe, lo que implicó que otros recursos fueran más utilizados para las construcciones, aunque poco a poco se comenzó a traer desde diversos lugares. Al parecer, las rocas provenientes de Europa, como lastre de las embarcaciones, fueron las primeras utilizadas. Luego comenzar-ían a explotarse las canteras de la Isla Martín García. Pero tam-bién llegaron de Uruguay y hacia la segunda mitad del siglo XIX se sumó la zona de Tandil.

En el caso de los trabajos arqueológicos llevados a cabo en la Casa del Virrey Liniers, una de las piezas encontradas de este material fue un bloque de grandes dimensiones que alcanza un peso de 48 kilogramos. La roca fue hallada en la cuadrícula F-1, en un contexto de relleno que parece haber sido producto de alguna modificación del subsuelo, ya que se pudo observar

1 Recientemente se exploró esta temática en un texto dedicado en exclusivo a ello, de la autoría de Daniel Schávelzon (2013): Lítica histórica. La piedra en Buenos Aires en los siglos XVI al XX, usos y tecnologías, Buenos Aires: Aspha Ediciones.

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un corte intencional del sedimento que parece delimitar un es-pacio concreto, así como la destrucción del muro contiguo.

La roca en el contexto de excavación, cuando fue descubierta

A pesar de encontrarse en un contexto secundario, que

nos dificulta conocer más la historia de vida del objeto, es inte-resante abundar en sus características, lo que sí puede aportar algo de información para intentar definir su lugar de origen. La roca tiene algunos lados que parecen estar formatizados e inclu-so uno de ellos tiene huellas de desgaste.

La consulta a la geóloga especialista Dra. Sonia Que-nardelle, del Departamento de Ciencias Geológicas (Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Ai-res), confirmó que corresponde a una roca ígnea (granito rosa-do) que, por sus características, no vendría de la Isla Martín García.

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Vista de una parte del área de excavación donde está señalado

el lugar del hallazgo de la roca

La falta de información o la “no información”, también puede aportar a la arqueología. El hecho de conocer que la roca no proviene de la Isla Martín García nos proporciona una posi-

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ble cronología y también algunas posibilidades de su origen2. La Isla Martín García fue uno de los primeros lugares explota-dos como cantera para abastecer a la naciente urbe porteña. En cambio, la zona de las Sierras Septentrionales de Tandilia fue explotada mucho después, por un simple motivo: era territorio indígena. Hasta la denominada “Conquista del Desierto” que incorporó esta región a la nueva nación, no se comenzó a explo-tar con sistematicidad, con la gran ayuda del ferrocarril. Ello implica que si la roca encontrada proviene de Tandilia, entonces su cronología corresponde a la segunda mitad del siglo XIX, lo que perfectamente coincide con el contexto excavado, teniendo en cuenta que en ese sector se hallaron objetos hasta del siglo XX, mezclados con ladrillos del XVIII. No obstante, otra posi-bilidad es que haya venido de Córdoba, otro de los sitios donde se explotaron canteras desde muy temprano.

Dos vistas de la roca que mide 36cm en su lado más largo.

Cada sección de la escala tiene 25cm

En cuanto a su funcionalidad, las hipótesis que manejá-bamos eran en esencia dos. Por una parte, la idea de que pudiera haber formado parte de la pavimentación de alguna calle de la

2 Una de las cuestiones que dificultan la identificación de las canteras de proveniencia de estas rocas es que todas estas áreas pertenecen a una región geológica mayor que se conoce como cratón del Río de la Plata, que incluye incluso a Uruguay.

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ciudad, teniendo en cuenta que desde 1780 se había intentado efectivamente empedrar la primera calle de Buenos Aires (Bolí-var). Y aunque existían varios tipos de empedrados, el más bur-do y barato, denominado empedrado bruto, que utilizaba rocas de cualquier forma y tamaño y era asentado sobre arena de río, no llegaba a emplear piedras de este porte. ¡Son casi 50kg! Aunque se llegaron a utilizar baldosones de 40cm de ancho y hasta 2m de largo3, estos eran formatizados a partir, usualmente, de la llamada piedra de Hamburgo, que llegaba como lastre.

Por otra parte, la segunda hipótesis, que creemos más factible, es que se hubiera utilizado como parte de algún ci-miento, donde luego se asentarían las hiladas de ladrillos que levantarían los muros de los inmuebles. Si bien esto no es muy común que se encuentre en Buenos Aires, en una reciente exca-vación arqueológica en la Iglesia de San Ignacio de Loyola se hallaron los cimientos de una sección demolida del templo con rocas de semejante tamaño y algunas aún mayores4, dispuestas con un aparejo de conchillas, que pudo compararse con los ci-mientos de uno de los muros perimetrales de la iglesia y coinci-dieron a la perfección. Esta era una técnica muy utilizada por los Jesuitas, pero en Buenos Aires era más complicado de apli-carla, precisamente por la distancia de la que había que trasladar las piedras.

Pero, en el caso de haberse utilizado como cimiento, ¿cómo llegó esta roca hasta aquí?, considerando que en ninguno de los muros hallados se utilizó este tipo de cimentación y el hecho de no constituir un objeto de fácil movilidad. Podría haberse traído como relleno para ese sector, donde se encontra-ron muchos fragmentos de ladrillos sueltos, revoques de pare- 3 Para más información sobre el tema de los empedrados y otros usos de las rocas en Buenos Aires, consultar el libro de Daniel Schávelzon: Arqueología histórica de Buenos Aires. La cultura material porteña de los siglos XVIII y XIX. Editorial Corregidor, Buenos Aires, 1991. 4 Las rocas encontradas en la Iglesia de San Ignacio son de un tipo distinto al encontrado en la Casa del Virrey Liniers. En ese caso corresponden a una roca metamórfica (anfibolita), que podría provenir de la Isla Martín García.

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des (incluso algunos con restos de pintura) y hasta una tapa de hierro del siglo XX. Lo cierto es que sigue siendo una incógni-ta; lo que sabemos es que es algo distinto, poco usado en Bue-nos Aires y que implicó mucha inversión de trabajo para traerla, de cualquier parte que sea. La conformación de la ciudad en la colonia y luego con la república conectó muchos lugares, más o menos distantes, en busca de materias primas u objetos que para la sociedad porteña fueron exóticos, aunque ello no los hacía inalcanzables.

Francisco Girelli, Horacio Padula y Ricardo Orsini, durante la

extracción de la roca

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¿Qué hacer y a quién llamar?

os objetos arqueológicos y los sitios del pasado son parte del legado cultural de toda la sociedad. Es por eso que están protegidos por la Ley y existe en la ciudad de Bue-

nos Aires una oficina de Registro Arqueológico y Paleontológi-co que ofrece colaboración para cumplir con los requisitos de la legislación a empresas, particulares e instituciones.

Cualquier duda, denuncia por destrucción o inquietud relativa al tema se ruega comunicarse con las siguientes institu-ciones: Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico.

Subsecretaría de Patrimonio Cultural. Ministerio de Cultura Área de Arqueología y Paleontología Bolívar 466, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Telf. 4339-1900. Interno: 124 y 125 E-mail: [email protected] Centro de Arqueología Urbana Pabellón 3. 4to. piso. Ciudad Universitaria. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Telf. 4789-6271 E-mail: [email protected]

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ÍNDICE PRESENTACIÓN………………………………………………….. Liliana Barela PREFACIO……………………………………………………….. Odlanyer Hernández de Lara

Casa del Virrey Liniers: arqueología e historia de un inmueble porteño……................................................................................. Daniel Schávelzon, Odlanyer Hernández de Lara, Ricardo Orsini NOTAS La puerta de la casa de Liniers……………………………….... Francisco Girelli Muros y más muros: la complejidad arquitectónica…………… Odlanyer Hernández de Lara El hallazgo de una higa de piedra negra………………………. Daniel Schávelzon Un plato de mayólica portuguesa……….................................... Flavia Zorzi Conservación y restauración de un plato de mayólica Ichtuknee azul sobre blanco (1600-1650)…………………………………. Patricia Frazzi Una ficha de juego fabricada en un plato de mayólica………... Odlanyer Hernández de Lara Una botija de aceite de Portugal………………………………. Daniel Schávelzon

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Bocas de botijas………………………………………………... Ricardo Orsini Un tortero de hilar de cerámica rústica……………………….. Daniel Schávelzon Objetos recortados de tinajas coloniales………………………. Daniel Schávelzon Grupo de tejas especiales………………..................................... Daniel Schávelzon Acerca de un ladrillo vitrificado……………………………….. Daniel Schávelzon Objetos recortados rectangulares de tinajas coloniales……….. Daniel Schávelzon La cerámica indígena en la Casa del Virrey Liniers…………... Mariana Bóveda Sobre las cuentas de vidrio y de cómo se encontraron………… Odlanyer Hernández de Lara y Eva Bernat Rompiendo vidrio………………………………………………. Daniel Schávelzon Un espejo de azogue…………………….................................... Mario Silveira y Horacio Padula Un cascabel de cobre y una tijera de bronce…………………... Daniel Schávelzon Un nuevo cascabel de cobre…………….................................... Daniel Schávelzon Registro documental de las acciones de conservación y restauración en el caso del Potosí de plata……………………. Patricia Frazzi

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Un dedal de cobre……………………….................................... Daniel Schávelzon Un remache o arreglo de una olla de cobre…………………… Daniel Schávelzon ¿Armas de fuego en la Casa de Liniers?: la presencia de perdigones de plomo…………………………………………… Odlanyer Hernández de Lara ¿Un mango de sello?.................................................................... Daniel Schávelzon Dos tachas de muebles de cuero……………………………….. Daniel Schávelzon. Restauraciones de Patricia Frazzi Dos cuchillos con mango de hueso decorado………………….. Odlanyer Hernández de Lara y Daniel Schávelzon Un peculiar instrumento óseo………………………………….. Mario Silveira y Horacio Padula Intrusos antiguos y modernos (valvas de moluscos)…………… Mario Silveira y Horacio Padula Valvas de moluscos y la calera de los franciscanos………….... Mario Silveira y Horacio Padula Una roca ígnea en la excavación de la Casa del Virrey Liniers…………………………………………………………... Odlanyer Hernández de Lara, Horacio Padula, Eva Bernat y Ricardo Orsini ¿Qué hacer y a quién llamar?......................................................

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VIRREY LINIERShallazgos arqueológicos

Odlanyer Hernández de Lara y , editoresDaniel Schávelzon

CASA DELEn la ciudad de Buenos Aires muchos creerán que no ha quedado nada bajo el piso, por la construcción indiscriminada de torres, o por las modificaciones constructivas en general que colman gran parte de la ciudad. Algunos pensarán en los famosos túneles, que efectivamente existen, pero no constituyen ni siquiera la mayor parte del potencial del subsuelo porteño.

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Eva Bernat | Flavia Zorzi | Francisco Girelli | Horacio PadulaMariana Boveda | Mario Silveira | Patricia Frazzi | Ricardo Orsini

Patrimonio eInstituto Históricode la Ciudad de Buenos Aires

Con el auspicio de: