Se acerca el fin del año y con él otra Navidad. Tiempo, para la gran mayoría, bastante agitado: finalización del año académico, compras, regalos, preparativos, fiestas, celebraciones… en fin, la mirada –y por ende el cora- zón– se vuelca hacia el exterior. Pare- ciera haberse olvida- do la razón o el por qué de todo esto. Y esta razón, tan pro- funda para algunos (quizá pocos), des- conocida para otros, y olvidada o ignorada por otros tantos, es que DIOS SE HIZO HOMBRE. ¿Y comprenderá nuestro mundo de hoy que este Dios sigue estando presente en todas nuestras realidades? ¿Que frente al dolor, el sufrimiento, la tristeza, la soledad, siempre tiene algo que decirnos?. Teresa de Jesús lo comprendió muy bien al decirnos que: “es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaque- zas y trabajos, y es compañía” (Vida 22,10). Este encuentro profundo con la Humanidad de Jesucristo la fue transformando en Él, un Dios cercano, presente, “que se puso en lo primero en el padecer”, con el que “todo se puede sufrir”, que “nunca falta” y “es amigo verdadero” (Vida 22,6). Con la certeza del grado de unión que Dios desea con los hombres y de que Él habita en nosotros, Teresa no se guarda a este Dios para ella, sino que, desde su oración, se vuelca hacia las necesidades de los demás, pues re- conoce “la gran digni- dad y hermosura del alma”, que es “un paraíso adonde el Señor tiene sus delei- tes” (Primeras Mora- das 1,1). También el Papa Francisco nos dice que: “una Igle- sia pobre para los pobres empieza con ir hacia la carne de Cristo”. En medio de nuestra agitación, de- tengamos la mirada en este Niño, Dios y Hombre, y contemplemos en Él todas las realidades de dolor, de pecado, de miseria, de injusticia, y lle- vemos esta Buena Noticia compar- tiendo nuestro tiempo y nuestra ale- gría. Escuchemos la voz de Teresa que hoy, al igual que como lo hizo con sus monjas hace varios siglos atrás, nos dice simplemente: “… no os pido más de que le miréis” (Camino 26,3). CONTENIDO: … No os pido más de que le miréis 1 Jesús, el gran regalo 2 Santa Teresa y la Humanidad de... 3 Entre los pucheros anda el Señor 4 ¿Qué tienes tú Te- resa para haberte... 5 En camino de un nuevo “Belén” 6 Siguen las activida- des 7 En la escuela de la Santa andariega 8 IN IN - - Teresa Teresa DICIEMBRE 2014 DICIEMBRE 2014 BOLETÍN Nº3 BOLETÍN Nº3 “Es muy buena compañía el Buen Jesús” Teresa de Jesús 6 Moradas 7,13 V Centenario Santa Teresa de Jesús … NO OS PIDO MÁS DE QUE LE MIRÉIS
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Transcript
Se acerca el fin del año y con él
otra Navidad. Tiempo, para la gran
mayoría, bastante agitado: finalización
del año académico, compras, regalos,
preparativos, fiestas, celebraciones…
en fin, la mirada –y por ende el cora-
zón– se vuelca hacia el exterior. Pare-
ciera haberse olvida-
do la razón o el por
qué de todo esto. Y
esta razón, tan pro-
funda para algunos
(quizá pocos), des-
conocida para otros,
y olvidada o ignorada
por otros tantos, es
que DIOS SE HIZO HOMBRE.
¿Y comprenderá nuestro mundo
de hoy que este Dios sigue estando
presente en todas nuestras realidades?
¿Que frente al dolor, el sufrimiento, la
tristeza, la soledad, siempre tiene algo
que decirnos?. Teresa de Jesús lo
comprendió muy bien al decirnos que:
“es muy buen amigo Cristo, porque le
miramos Hombre y vémosle con flaque-
zas y trabajos, y es compañía” (Vida
22,10). Este encuentro profundo con
la Humanidad de Jesucristo la fue
transformando en Él, un Dios cercano,
presente, “que se puso en lo primero en
el padecer”, con el que “todo se puede
sufrir”, que “nunca falta” y “es amigo
verdadero” (Vida 22,6).
Con la certeza del grado de unión
que Dios desea con los hombres y de
que Él habita en nosotros, Teresa no
se guarda a este Dios para ella, sino
que, desde su oración, se vuelca hacia
las necesidades de
los demás, pues re-
conoce “la gran digni-
dad y hermosura del
alma”, que es “un
paraíso adonde el
Señor tiene sus delei-
tes” (Primeras Mora-
das 1,1). También el
Papa Francisco nos dice que: “una Igle-
sia pobre para los pobres empieza con ir
hacia la carne de Cristo”.
En medio de nuestra agitación, de-
tengamos la mirada en este Niño,
Dios y Hombre, y contemplemos en
Él todas las realidades de dolor, de
pecado, de miseria, de injusticia, y lle-
vemos esta Buena Noticia compar-
tiendo nuestro tiempo y nuestra ale-
gría. Escuchemos la voz de Teresa que
hoy, al igual que como lo hizo con sus
monjas hace varios siglos atrás, nos
dice simplemente: “… no os pido más
de que le miréis” (Camino 26,3).
C O N T E N I D O :
… No os pido más
de que le miréis
1
Jesús, el gran regalo 2
Santa Teresa y la
Humanidad de...
3
Entre los pucheros
anda el Señor
4
¿Qué tienes tú Te-
resa para haberte...
5
En camino de un
nuevo “Belén”
6
Siguen las activida-
des
7
En la escuela de la
Santa andariega
8
ININ--TeresaTeresaD I C I E M B R E 2 0 1 4D I C I E M B R E 2 0 1 4 B O L E T Í N N º 3B O L E T Í N N º 3
“Es muy
buena
compañía
el Buen
Jesús”
Teresa
de Jesús
6 Moradas 7,13
V Centenario Santa Teresa de Jesús
… NO OS PIDO MÁS DE QUE LE MIRÉIS
Queridos Amigos:
Reciban nuestro saludo navideño.
Celebramos al Dios cercano, encar-
nado, que está junto a nosotros, vivo y
presente. Ciertamente es un aconteci-
miento gozoso.
Como regalo para ustedes este año
preparamos junto a Lina Barrientos,
nuestra profesora de música, y a Tatiana
Espinoza intérprete de violoncello, unos
villancicos españoles tomados del cancio-
nero de Uppsala del año 1556, que pro-
bablemente escuchó y cantó Santa Tere-
sa en sus monasterios.
Esto lo hemos hecho dentro del
“regalo” más grande que es la Eucaristía,
donde Jesús se entrega por nosotros.
Que todas sus gracias lleguen a cada uno
de ustedes y sus hogares en esta Navi-
dad.
Madre Bernardita de María
Priora
Palabra de Carmelita
JESÚS, EL GRAN REGALO
Santa Teresa celebraba con gran alegría la fiesta de Navidad. Recibir al Niño Jesús en sus Carmelos
era y sigue siendo un auténtico regocijo. Se conservan algunas poesías que compuso para estas fies-tas, probablemente para ser cantadas por sus monjas. Les permitía tener instrumentos como pandere-tas, flautas y castañuelas para amenizar las recreaciones y manifestar al recién nacido su amor, alegría y gratitud por su Encarnación.
Infórmate:
“Veía que
aunque era
Dios era
hombre, que
no se
espanta de
las
flaquezas
de los
hombres”
Vida 37,5
De sus experiencias cristológicas,
brota en Teresa la valoración a la
Sagrada Humanidad de Cristo en
todo el proceso de santificación del
hombre. Afirmará que nuestra co-
munión con Dios tendrá lugar siem-
pre en la Humanidad del Señor.
En sus libros de la Vida y las Mo-
radas, expresamente lo afrontará,
testimoniando en sus páginas su
propio engaño cuando quiso pres-
cindir de ella siguiendo las huellas de
los espirituales de su tiempo, según
la cual en los avanzados caminos de
la oración se debía abandonar al Je-
sús de los Evangelios para unirse a
su Divinidad. Su compresión, por el
contrario, es integradora de la Hu-
manidad y Divinidad del Señor ya
que nos deshumanizamos al prescin-
dir de la corporeidad pues va en
contra de nuestras características
humanas: “No somos ángeles…nos
quedamos bobos y fríos” (Vida 12,5)
dirá Teresa. Desenmascara así, no
sólo en su siglo, sino en el presente,
las concepciones “angelistas” o
“espiritualistas” de la vida cristiana y
tantas corrientes de espiritualidad
oriental, que se contraponen al se-
guimiento de Cristo. El argumento
en nuestra Santa Madre, será la Bi-
blia, allí comprendió que ser cris-
tiano, significa cristificarse, pues el
hombre para encontrarse con Dios,
tiene que adoptar las actitudes del
Señor y leer en su Vida su propia
existencia: “Es muy buen amigo
Cristo y vémosle con trabajos y es
compañía” (Vida 22,10). La vida cris-
tiana será siempre seguimiento de
Jesús de Nazaret, a quien adoró San-
ta Teresa en su Presencia Eucarísti-
ca, hecho Carne y Sangre por nues-
tro amor, y a quien celebró en las
noches de Navidad en sus conven-
tos carmelitas, con estremecido
asombro y alegría infantil, hecho
Niño en los brazos de María, en el
portal de Belén.
Conociendo a Santa Teresa
SANTA TERESA Y LA HUMANIDAD DE CRISTO
Teresa nos habla
ENTRE LOS PUCHEROS ANDA EL SEÑOR
Santa Teresa sabe por expe-
riencia que la oración es un “trato
de amistad con Dios”, es por eso
que asegura a sus monjas que si se
acostumbran a traer a este Señor
junto a ellas, y Él ve que lo hacen
con amor y que tratan de conten-
tarle, no le podrán echar de su la-
do: “ayudaros ha en todos vuestros
trabajos; tenerle heis en todas partes:
¿pensáis que es poco un tal amigo al
Si quieres
leer más so-
bre este
texto, lo
puedes ha-
cer en el
Libro de
Las Funda-
ciones, ca-
pítulo 5,
número 8.
lado?” (Camino26,1). Tantas veces
ponemos la “falta de tiempo” co-
mo excusa para no dedicarle tiem-
po al Señor… pues a eso, Teresa
nos dice que aunque la obediencia
o el deber nos traiga ocupados en
“cosas exteriores”, es decir, nues-
tros trabajos o actividades que no
podemos dejar de hacer, el Señor
está con nosotros siempre y en
todo, hasta en los pucheros.
Mi historia con Teresa lleva muchos años, por
lo que con mucha alegría puedo decir que eres mi
mejor amiga.
Creo que fuiste la primera santa normal que
conocí. De chica leía las famosas “Vidas ejempla-
res” y las encontraba tan fomes. Eran tan santi-
tos desde pequeños. En cambio, me encontré
contigo, que desde niña eras aventurera. Te
arrancaste de tu casa por la noche, para que te
descabezasen por Cristo.
A tus quince años descubres tu ser de mujer:
“Comencé a traer galas... con mucho cuidado de
manos y cabellos y olores”, tu papá se asustó y te
mandó interna al convento de Santa María de
Gracia. Querían enderezarte y te volviste a aficio-
nar a las virtudes. ¡Qué entretenida y simpática
eres amiga!
Luego, decides entrar en el convento de la
Encarnación, pero tu padre te lo prohíbe. Total,
más tarde entras igual. Después de largas enfer-
medades que te alejan un tiempo, vuelves al con-
vento con nuevas ínfulas y escuchando la voz de
Dios decides fundar el convento de San José y así
muchos más.
Admiro tu gran amor a la iglesia: “Pero como
era mujer y no podía ni predicar ni enseñar. Man-
dóme mucho Su Majestad procurase hacer el mo-
nasterio... Que a la una puerta nos guardaría él y
nuestra Señora la otra....” (Vida 32,11).
Tu clave de vida llegó a ser la oración. Tu sim-
patía, a veces, te llevaba a estar muchas horas en