lo largo de la historia del arte han sido muchos los artistas que se han visto seducidos por la historia de Dédalo el artesano y su hijo Ícaro, siendo uno de los mitos más inspiradores. Explorado por artistas visuales, directores de cine y teatro, así como escritores, poetas y filósofos, se ha popularizado tanto como para convertirse en un tema existencialmente interesante y arriesgado. Arriesgado como el vuelo de Ícaro, ya que se requiere de valor e imaginación, pero al mismo tiempo de una sana distancia y un pensamiento creativo consciente, para no cruzar la delgada línea entre el arte y la banalidad, basada en una tragedia interpretada muchas veces y de muy diversas formas. Sólo asumiendo el reto con esa valentía, se puede de evitar el cliché poético. En este caso, el escultor español Iván Prieto trata de abordar tanto su historia biográfica como la leyenda, aportando a esta nueva visión de Ícaro, una gran carga de verdad y fuerza expresiva, tan frecuente en la obra del artista. Su última exposición Ícaro es una especie de autorretrato, en el que él asume el papel del hijo mítico de Dédalo, intentando encontrar para él y su creación un nuevo y mejor espacio. En 2012 decidió trasladarse a Berlín, dejando atrás su vida en Lugo, con el fin de - literal y metafóricamente - “cambiar de aires”, encontrando en esa nueva relación con el aire de la nueva ciudad un ángel exterminador que lo ahogaba. Intentando cumplir sus sueños y descubrir nuevos caminos creativos, encontró a un enemigo paralizante, el asma. Los ataques violentos e inesperados de falta de aire le privaron de una sensación de seguridad, materializándose en su obra a través de la vulnerabilidad de los personajes. El aire es el que conecta directamente el interior del cuerpo humano con su espacio circundante. Ícaro es el homenaje del escultor a la fragilidad, una parábola del exceso y la carencia, no sólo del aire, sino también todo lo que conecta el cuerpo humano con la atmósfera que le rodea. Las esculturas del español incluyen tanto alegorías de diversas discapacidades físicas (como la sordera o ceguera) y representaciones de imperfecciones mentales (por ejemplo, hipersensibilidad o imaginación mórbida).