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Bradford Keeney

Mar 02, 2016

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  • El inters fundamental de toda psicoterapia es el cambio . Los clnicos tienen ante ellos un despliegue permanente de nuevas tcnicas y estrategias, p rogramas y m t o d o s de inter-vencin teraputica; pero avances recientes en el campo de la lgica, la biologa y, en espe-cial, la cibernt ica, demuestran que es imposi-ble sacar p rovecho cabal de los beneficios del proceso teraputico si no se somete a una re-visin radical el concep to mismo de cambio . Keeney autor tambin de La improvisacin en psicoterapia, y coautor de ha voz teraputica de Olga Silverstein, ambos publicados igual-mente por Paids explica c m o puede apli-carse el pensamiento c ibernt ico a la terapia familiar para llevar a cabo esa tarea esencial . Demues t ra que nuestra ep i s temolog a con-vencional, en la que causa y efecto estn liga-dos por una relacin lineal progres iva , no basta para dar cuenta de la reciprocidad de las causas, tal c o m o se da en la experiencia . Para mostrar la ndole sistmica y paradjica de esta ltima, p r o p o n e una ep i s temolog a ci-bernt ica que se apoya elocuentemente en las sorprendentes nuevas c o n c e p c i o n e s de visionarios c o m o Bateson y Von Foerster, entre otros .

    Ms all de sus valores acadmicos sobre las bases del p r o c e s o t e rapu t i co , Esttica del cambio inaugura un importante c ampo de in-dagacin y al reflejar en su forma, sus dilo-gos y sus imgenes el propio ob je to de estu-dio, elucida los concep tos de la c ibernt ica actual c o m o ningn otro libro lo hizo antes.

  • INDICE

    Palabras preliminares 11

    Prefacio 13

    Captulo 1. Introduccin 15

    Captulo 2. Elementos fundamentales de epistemologa 26 Epistemologas alternativas 26 Leyes de la forma 32

    Trazar una distincin! 33 Conocer el conocer 37

    Puntuacin 40 Reencuadre de los marcos de referencia 40 Epistemologa clnica 42

    Ordenes de recursion 44 Tipificacin lgica 44 Recursion 47 Principios dormitivos 48

    Doble descripcin 52 Cmo distinguir las pautas de relacin 53 Dialctica de la forma y el proceso 56

    Construccin de una realidad 60 Dilogo 64

    Captulo 3. Epistemologa ciberntica 77 Ciberntica simple 80

    Retroalimentacin 83 Las conexiones entre el cambio y la estabilidad 85 Una ficcin adecuada para las ciencias de la conducta 88

    Ciberntica de la ciberntica 89 Autorreferencia 94

    Errores de la objetividad 94 Etica de la observacin 97

    Autonoma 99 La familia como sistema autnomo 103

    Dialctica de la calibracin y la retroalimentacin 104 La mente como sistema ciberntico 107

    Complementariedades cibernticas 108 Dilogo 112

  • Captulo 4.

    Captulo 5.

    Captulo 6.

    NDICE

    Descripcin ciberntica de la terapia familiar Pautas de distincin

    S-mismo/otro La dilctica de la descripcin ciberntica

    Sistemas cibernticos Definicin Evaluacin

    Patologa y salud Sntomas Climax ecolgico

    Terapeuta Ecologa

    Autocorreccin ecolgica Comprensin esttica

    Dilogo

    Ciberntica del cambio teraputico Cmo modelar la pauta

    Percepcin de la diferencia Pautas cambiantes

    Ordenes de aprendizaje Proceso inconsciente

    Estructura de la calibracin Pautas que conectan y corrigen

    Sociorretroalimentacin El terapeuta ciberntico

    Dilogo

    La esttica como base de la terapia familiar Finalidad consciente Arte y oficio Prctica Las historias, va regia hacia la epistemologa Un comienzo Dilogo

    Referencias Bibliogrficas

    128 A Gregory Bateson 128 128 132 134 134 138 141 141 Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardn de senderos que se bi-144 furcan -Jorge Luis Borges 148 153 Siempre la respuesta ms hermosa a quien inquiere la pregunta ms dif-154 cil -e.e. cummings 161

    169 170 172 173 174 179 180 182 186 190 193

    206 206 210 211 214 216 218

    221

  • PALABRAS PRELIMINARES

    Una de las cosas menos comprendidas es la comprensin. Bradford Keeney, en su condicin de terapeuta de familias y especialista en ciber-ntica, comprende esto, y su esclarecedora obra La esttica del cambio es una hazaa ingeniosa tendiente a remediar esa falla. "Cmo comprender la comprensin" podra haber sido tambin el ttulo de este libro, que an-te todo se ocupa de establecer una epistemologa apropiada, o sea, una e-pistemologa que incluya al observador en sus observaciones, al cientfi-co en su ciencia y, desde luego, al terapeuta de familias en el proceso te-raputico. Que se aparta de la ortodoxia? Por supuesto! De lo contra-rio, el cambio no slo sera inconveniente, sino inexplicable. Dicho de o-tro modo, Esttica del cambio echa los cimientos para un cambio de la esttica. Con vistas a esta monumental tarea Keeney rene, lcida y sa-gazmente, las ms poderosas herramientas conceptuales de hoy, las lti-mas nociones de la lgica autorreferencial, la causalidad circular, la teora de las funciones recurrentes y otras que actualmente forman parte integral de una versin de la ciberntica aplicable a s misma: una ciberntica de la ciberntica. Con acierto, Keeney dice de su libro que es "un manual de ideas cibernticas tiles para el clnico". Lo dedica a su mentor, Gregory Bateson, y yo estoy convencido de que si Bateson hubiera visto esta o-bra, el progenitor se deleitara ante su vastago.

    Heinz von Foerster

  • PREFACIO

    Es probable que esta obra se haya iniciado en la aldea rural de Smithville, estado de Missouri, cuando yo cursaba el primer ao de la es-cuela secundaria y decid construir un amplificador bioelctrico para mi clase de ciencias. Al ao siguiente el aparato fue conectado a una serie de rels, un brazo mecnico y otros artefactos en el afn de crear "una prte-sis para el control mioelctrico". Tcnicamente, estas investigaciones fra-casaron, pero ellas me introdujeron en el mundo de la ciberntica. En esa poca conoc los trabajos de Wiener, Ashby y Pask.

    Mis aos posteriores en la escuela secundaria se caracterizaron por el pasaje d los dispositivos bioelctricos a los destinados al control fisiol-gico. Gracias a que un hospital local financi mis estudios, pude cons-truir un aparato de perfusin que permita examinar in vitro rganos ente-ros de mamferos. Mis indagaciones en este campo me permitieron parti-cipar en una feria internacional de ciencias, estudiar luego en el Instituto Roswell Park Memorial, de Buffalo, y finalmente licenciarme en el Insti-tuto de Tecnologa de Massachusetts..

    Estas tempranas experiencias fueron el comienzo de mi familiariza-cin con las ideas y la ciencia de la ciberntica. Estoy sumamente agrade-cido, pues, a mis parientes, mis profesores de ciencia y mis amigos, to-dos los cuales me proporcionaron el marco adecuado para desarrollar e-sos trabajos.

    Despus de un tiempo me apart de la ciencia a fin de explorar el mun-do de la msica y las bellas artes, y luego experiment los vaivenes de u -na dialctica -as la percib- entre el arte y la ciencia. Siento gratitud por

  • 14 ESTETICA DEL CAMBIO

    todos los que me ayudaron (y soportaron) en el curso de esos aos turbu-lentos.

    Mis exploraciones se encaminaron hacia una expresin ms gratifi-cante cuando conoc las ideas de Gregory Bateson, y ms tarde a l per-sonalmente. Fue Bateson quien me dio la metfora integradora, y este li-bro no se habra materializado sin sus enseanzas, aliento y amistad.

    El campo de la terapia familiar fue el terreno propicio para que germi-naran y crecieran las ideas cibernticas. Mi intercambio con la comunidad de profesionales que a ella se dedican merece, en lo que a este libro res-pecta, una mencin especial. Estoy particularmente agradecido a mis co-legas del Instituto Ackerman de Terapia Familiar, la Fundacin Menninger, la Clnica de Orientacin Infantil de Filadelfia y la Purdue University por todos los debates que contribuyeron a plasmarlas ideas a-qu contenidas.

    Esta obra guarda estrecha relacin con el Proyecto de Ciberntica Hu-mana, destinado a estudiar la ciberntica contempornea en su aplicacin a la psicoterapia y las ciencias sociales. Quiero manifestar mi agradeci-miento a todos los que lo apoyaron y fomentaron, y en particular a uno de sus cofundadores, mi colega Jeffrey Ross.

    En la tarea de transformar este conjunto de ideas en un libro, recib la idnea asistencia del personal de The Guilford Press. Debo agradecer en especial a Seymour Weingarten su airosa conduccin, y a Jean Ford y Jim Blight sus innumerables e inestimables sugerencias.

    Deseo expresar, asimismo, mi ms profunda estima por mi compae-ra, Melissa, que fue mi primera crtica y consejera; su presencia perma-nente fue la inspiradora de este libro. Por ltimo, quisiera agradecer a nuestro animalito Mandy, quien comparti el trayecto con nosotros.

    CAPITULO 1

    I N T R O D U C C I N

    Todos escriben ficciones en alguna medida, pero la ma-yora las escriben sin tener la menor idea de que lo ha-cen. Joyce Carol Oates.

    A comienzos de la dcada de 1970, Carlos Castaneda dio a conocer el relato vivencial de sus viajes a Mxico y de las enseanzas que all reci-bi de un brujo indgena. En The Teachings of don Juan: A Yoqui Way of Knowledge (1968), A Seprate Reality: Further Conversations with don Juan (1971), Journey to Ixtlan: the lessons of don Juan (1972) y otros libros, Castaneda cont de qu manera su maestro, don Juan, lo ayud a desmantelar por completo su experiencia sensorial y a reorgani-zarla luego. Como brujo, Castaneda afirmaba que en el mundo que tena ante s nada importaban las unidades fundamentales de la "realidad" con-vencional; en ese mundo l poda volar como un cuervo, aparecer en va-rios lugares a la vez, hablar con los coyotes y atraer a los espritus.

    Los relatos de Carlos Castaneda fueron uno de los acontecimientos culturales ms analizados de la poca contempornea. No slo la revista Time le dedic una de sus tapas, sino que Castaneda se convirti adems en el blanco en el cual pusieron su mira los crculos intelectuales -antro-plogos, crticos literarios, filsofos, psiclogos, fsicos y telogos- Es-tos estudiosos se preguntaban si sus obras seran descripciones empri-cas o ficciones literarias.

    En esa poca me toc dar un curso sobre Castaneda en una pequea u-niversidad del Medio Oeste norteamericano. En la primera clase, presen-t material que "demostraba" la autenticidad de los trabajos antropolgi-cos de Castaneda, y record a los alumnos que, a raz de sus investigacio-nes de campo, haba completado la licenciatura y el doctorado en el De-partamento de Antropologa de la Universidad de California en Los Ange-

  • 16 ESTETICA DEL CAMBIO

    les. Sal al paso de todas las manifestaciones de escepticismo de mis alumnos con "pruebas convincentes" tomadas de diversos libros que se ocuparon del fenmeno Castaneda (de Mille, 1976, 1980; Noel, 1976). Al trmino de la clase, mis estudiantes dejaron el aula perplejos, inqui-riendo qu consecuencias tendra avalar la propuesta de que existe un mundo alternativo de experiencia como se.

    Comenc la segunda clase pidiendo disculpas a los estudiantes porha-berles jugado una treta: les confes que los libros de Castaeda eran un fraude, y que mi propsito en la clase anterior haba sido mostrarles con qu facilidad poda persuadirlos a aceptar una argumentacin irracional mediante ciertas proposiciones que gozaban de "autoridad". Traje a cola-cin otras pruebas que "demostraban" bien a las claras la falsedad de las descripciones de Castaneda y sugeran que para su invencin haba toma-do en prstamo las visiones psilocibnicas* del botnico Robert Gordon Wasson. Agregu que, en numerosas oportunidades, el propio Castaneda admiti que todo era un invento suyo. La clase debati luego cmo se la haba engaado hasta hacerle creer la autenticidad de todas esas historias.

    La semana siguiente volv a disculparme. Esta vez declar a mis alum-nos que los haba embaucado exponindoles argumentos unilaterales con-tra Castaneda y su obra, del mismo modo en que antes haba defendido su autenticidad. Les expliqu que era menester prepararlos as para llegar a un punto en que fuera posible formular interrogantes ms profundos. Ahora resultaban evidentes ciertas cuestiones problemticas: Qu crite-rios se presentan en cada contexto particular para distinguir los hechos reales de la ficcin?

    La propia dicotoma entre lo que es ficcin y lo que no lo es, no sur-gir acaso de una determinada concepcin del mundo? Hasta qu punto es real lo real?

    El valor de la obra de Castaneda radica en que cuestiona toda presun-cin de realismo ingenuo que podamos tener acerca de nuestro mundo, y en consecuencia, puede conmovernos lo suficiente como para que empe-cemos a examinar de qu manera participamos en la construccin de nues-tro "mundo de experiencia". La idea de que la realidad vivencial es cons-truida por nosotros fue ilustrada por Puharich (1962), quien reuni a un

    * La "psilocibina" es una de las sustancias qumicas aisladas por los doctores Albert Hofman, Arthur Brack y Hans Kobel a partir de los hongos alucingenos que Gordon Wasson recogi en Mexico de manos de la curandera (o sabia) maza-teca Mara Sabina; vase Alvaro Estrada, Vida de Mara Sabina, la sabia de los hongos, Mxico, Buenos Aires, Siglo XXI, 5a. ed., 1984. [T.]

    INTRODUCCIN 17

    grupo de estudiosos y los llev a la India para observar a un faquir. To-dos vieron que ste lanzaba al aire una cuerda y trepaba por ella - l a cle-bre treta hind de la soga-. Todos y cada uno de los estudiosos, repito, testimoniaron haber visto que esto suceda. No obstante, cuando se pro-yect la pelcula filmada en esa ocasin result evidente que, despus de que el faquir arrojara la cuerda al aire, aqulla haba cado al piso, mien-tras todos permanecan en el mayor silencio. Los all presentes haban construido un "mundo de experiencia" que la pelcula cinematogrfica no pudo registrar.

    Este episodio nos insina que no hay correspondencia directa entre un suceso que ocurre "fuera" de nosotros y nuestra experiencia interior de l. Hasta podramos llegar a proponer que el mundo, tal como cada uno lo conoce, es enteramente construido por l mismo; pero a mi juicio este "solipsismo ingenuo" es una concepcin tan limitada como aquella o-tra segn la cual el mundo real est "all fuera" y nuestros sentidos no ha-cen ms que forjar un modelo interno de l. Hay una concepcin ms a-barcadora, que consiste en entender cada una de estas perspectivas (la del solipsismo ingenuo y la del realismo ingenuo) como atisbos slo par-ciales de un cuadro total.

    Anlogamente, cada tanto se pone de moda que algn estudioso afir-me haber atrapado la verdad, y cuando el clima acadmico cambia, decla-re devotamente que no existe nada que pueda llamarse la verdad. Sosten-go que cualquier posicin, perspectiva, marco conceptual de referencia o idea es la corporizacin parcial de una totalidad que jams podemos cap-tar por entero. La verdad puede hacernos caer en el lazo de vez en cuan-do, pero nosotros jams podemos hacer caer en el lazo a la verdad.

    Por consiguiente, comenzar este libro con una desmentida: no creo que nadie conozca totalmente, o pueda jams conocer totalmente, los pro-cesos que dan cuenta del cambio personal y social dentro o fuera de la te-rapia. Ms bien pienso que las tentativas de la ciencia social por compren-derel cambio suministran innumerables modelos parciales del proceso te-raputico, que con suma frecuencia se desdoblan en disyuntivas del tipo "o bien... o bien...", en las que se sostiene que slo una de las partes de esta dualidad es verdadera, correcta o ms til que la otra.

    Este modo de establecer distinciones es el que da origen a las contien-das entre la orientacin individual y familiar del tratamiento, entre las in-tervenciones vivenciales y estratgicas, entre las epistemologas lineales y recurrentes, entre la teora y la prctica, entre las perspectivas esttica y pragmtica, etc. Mi propsito es demostrar qu muchas de las distincio-nes sobre las cuales discuten los terapeutas son en realidad las dos face-tas de una relacin complementaria. En el sentido ms general, mi finali-dad es revelar las pautas que conectan ambas facetas. El hilo que recorre

  • 18 ESTETICA DEL CAMBIO

    la trama de mis ideas procura tender un puente entre dicotomas que du-rante demasiado tiempo se consideraron opuestas.

    He iniciado este libro con el ejemplo de Carlos Castaneda como opor-tuno recuerdo de la facilidad con que caemos en la trampa del "o bien... o bien...". No es menester que nos autolimitemos preguntndonos: "Son reales nuestras descripciones de la experiencia?", o bien: "Son in-vento nuestro?" Mucho ms fascinante y amplia es esta otra pregunta: "Cmo hacemos para que converjan diferentes perspectivas, ya se trate de la realidad y la ficcin, la comprensin formal y la accin prctica, o un problema y su cura?"

    Interesa destacar que por la misma poca en que se publicaron los re-latos de Castaneda, otra figura adquira renombre y comenzaba a ser res-petada en el mundo de la psicoterapia. Dio la coincidencia de que viviera en la misma regin geogrfica en que Castaneda descubri a su mentor -coincidencia que tent a algunos clnicos a hacer la broma de que, en realidad, don Juan era el nombre ficticio de este magistral terapeuta-: me refiero a Milton H. Erickson.

    He aqu un ejemplo del estilo de Erickson:

    Milton estaba trabajando con un alcohlico que haba sido un hroe en la Primera Guerra Mundial, y que vino con un lbum de fotografas suyas y recortes de peridicos. Ahora era un borracho empedernido y quera curarse de eso. Le mostr el lbum a Milton, quien lo tom y lo arroj al canasto de los papeles, dicindole: "Esto no tiene nada que ver con usted". Conversaron un rato, y luego Milton le pregunt cul era su modo habitual de iniciar las francachelas. "Bueno -respondi el hombre-, pido dos vasos grandes de whisky, me bebo uno y lo a-compao con una cerveza, me bebo el otro y lo acompao con una cerveza, y entonces ya estoy listo". "Muy bien - le contest Milton-, cuando salga de este consultorio se ir al bar ms prximo y pedir dos vasos de whisky; cuando se haya mandado el primero, dir: 'Se lo dedico a ese bastardo de Milton Erickson, para que se atragante con sus propias escupidas'. Cuando termine el segundo, di-r: 'Se lo dedico a ese bastardo de Milton Erickson, para que se pudra en el infier-no'. Buenas noches". (Citado en Bateson y Brown, 1975, pg. 33).

    Lo ms notorio de la manera de trabajar de Milton Erickson era su misterioso modo de ingresar en el mundo vivencial de su cliente y alterar-lo en forma tal que la sintomatologa desapareca y el sujeto poda echar mano de sus propios recursos. En el ejemplo mencionado, Erickson colo-c la borrachera del individuo dentro del marco contextual de un "bastar-do" que tomaba su querido lbum y lo arrojaba al canasto; a partir de en-tonces, el hombre no bebera un solo trago sin montar en clera contra "e-se bastardo de Milton Erickson", y esta misma clera le daba un nuevo recurso para ayudarlo a manejarse con su problema.

    INTRODUCCIN 19

    Milton Erickson, lo mismo que Carlos Castaneda, ha ayudado a mu-chos terapeutas a sacarse de encima cualquier presuncin de realismo in-genuo. Su obra nos est indicando que los terapeutas pueden desempe-ar un activo papel en la reconstruccin del mundo de experiencia de sus clientes. As como don Juan ayud a Castaneda a alterar su realidad, Erickson ha alterado innumerables realidades de los terapeutas. Tal vez no sea accidental que Castaneda y Erickson alcanzaran popularidad ms o menos al mismo tiempo: en las ciencias y humanidades est producin-dose una callada revolucin, que promete transformar el modo en que concebimos la experiencia humana.

    Los profesionales vinculados con la salud mental suelen asociar direc-tamente la terapia familiar a este Zeitgeist, este "espritu de la poca" en materia de ideas y de accin. Sin embargo, la frase "terapia familiar" pue-de ser algo engaosa, pues alude a un conjunto muy variado de mtodos y de teoras teraputicos. Cuando yo la empleo, quiero referirme a aque-llos enfoques de los problemas humanos ms estrechamente conectados con un examen formal de los sistemas humanos de relacin. Se afirma por lo comn que esta orientacin tiene sus races tericas en la cibernti-ca, la ecologa y la teora de los sistemas, pero figuras como don Juan y Milton Erickson son tambin ejemplos de su aplicacin estratgica.

    Las obras de Castaneda y de Erickson nos sugieren que nuestro mun-do de experiencia est (al menos parcialmente) construido en forma so-cial, pero ninguno de ellos nos ha suministrado un mapa o lenguaje for-mal para enunciar con claridad esta posicin. Las ideas de Gregory Bateson nos marcan el rumbo hacia un marco de referencia y un lenguaje de esa ndole; sus trabajos han procurado captar formalmente una concep-cin ilustrada por la obra y los escritos de Castaneda, Erickson y mu-chos terapeutas de familia, entre otros.

    Bateson fue un hombre inslito para nuestra poca. Rollo May (1976) lo describi as:

    Gregory Bateson me recuerda a los filsofos clsicos... un ejemplo de esa envergadura clsica, sumada a una extraordinaria penetracin... Bateson se halla en el punto intermedio entre las verdades elucidadas por la ciencia norteamerica-na y las que emanan de la sabidura de Oriente (pgs. 49-50).

    El mayor talento de Bateson era su agudo poder de observacin. Ronald D. Laing (citado en Evans, 1976) dijo que Bateson:

    ...era dueo de las ms sobresalientes capacidades perceptivas que he conocido en persona alguna; y ver a alguien como l mientras observaba a otros seres hu-manos, estar junto a alguien que, como l, reciba ms de lo habitual y entrega-ba ms de lo habitual, llegar a presentir lo que espigaba y vea a su alrededor

  • 20 ESTETICA DEL CAMBIO

    una persona como l, que aventajaba aun al ms sagaz de sus contemporneos... era un gran consuelo en la vida (pg. 75).

    En varias ocasiones Bateson admiti que le complaca tener un "olfa-to notable"; con esto quera decir que poda distinguir rpidamente lo ton-to de lo brillante-habilidad muy a menudo ausente en las ciencias huma-nas- . El valor del "olfato"de Bateson radicaba en que era capaz de poner al descubierto y enlazar entre s una amplia variedad de ideas y observa-ciones, que pueden servir de fundamento para una ciencia humana diver-sa. Stephen Toulmin (citado en Wilder-Mott y Weakland, 1981), profe-sor de pensamiento social y filosofa en la Universidad de Chicago, de-clara que "lo que vuelve tan significativa la obra de Gregory Bateson es que fue el profeta de una ciencia 'posmoderna'... y vio que para dar el primer paso hacia la indispensable reorientacin filosfica de las ciencias humanas se necesitaba una nueva epistemologa" (pg. 365).

    La lectura cuidadosa1 de la obra de Bateson indica a las claras que, a su juicio, la ciberntica poda proporcionar una base epistemolgica y un lenguaje apropiado para referirse al cambio personal y social. As pues, comprender a Bateson exige conprenderla ciberntica; y esta tarea es con frecuencia difcil, ya que la ciencia social (incluida la terapia familiar) ha sido corrompida por mltiples interpretaciones errneas de esa discipli-na.

    Definida en trminos muy simples, la ciberntica forma parte de una ciencia general de la pauta y la organizacin. Adoptar una concepcin ci-berntica es ingresar en un mundo de descripcin radicalmente distinto de lo habitual; y para ello, el clnico precisa un bosquejo sistemtico del pensamiento ciberntico. Este libro constituye un esfuerzo para elucidar los conceptos cibernticos y facilitar su aplicacin teraputica. Confo en que gracias a este manual de ideas cibernticas tiles para los clnicos, el campo de la terapia familiar pueda volver a conectarse con una tradicin epistemolgica ms esclarecedora.

    Una plalabra de advertencia: este libro no es un manual sobre cmo practicar la terapia; lo que sigue tiene que ver, ms bien, con el desarro-llo de una epistemologa y de un lenguaje formal para la terapia familiar. El propsito es mejorar la comprensin que tiene el clnico de su contex-to, en el cual l es un miembro participante. Al mismo tiempo, importa advertir que la comprensin de la epistemologa ciberntica puede modi-

    1 A veces se dice que las obras de Bateson son de difcil lectura, pero el obst-culo procede de la forma y no del contenido. La idea equivocada de que sus traba-jos son huidas hacia un mundo de abstracciones o de especulaciones infundadas deriva de que emplea otras formas de descripcin.

    INTRODUCCIN 21

    ficar por completo los propios hbitos de accin, dentro y fuera de la tera-pia.

    Los terapeutas suelen parecerse a un cocinero ms interesado en los li-bros de recetas que en las teoras cientficas sobre la nutricin. Extendien-do esta analoga, podemos decir que por ms que el cocinero aduzca que estas teoras nada tienen que ver con su arte culinario, lo cierto es que su eleccin de las recetas y sus mtodos reflejarn determinadas premisas sobre la nutricin, as como sobre las reglas que rigen en la cocina. En este sentido, toda accin prctica corporiza ideas formales.

    Si un clnico no reconoce las premisas que subyacen en su manera de operar, esta falla en su comprensin puede hacer que su trabajo resulte menos eficaz. Y lo que es ms significativo, puede llevarlo a descoyun-tar ciegamente un mapa terico hasta llegar a sus consecuencias pragmti-cas, centrado en su aplicabilidad pero ignorando su valor explicativo ms general. Bateson (1978) da la voz de alarma sobre esta explotacin de la teora:

    Hay teoras al alcance de personas orientadas hacia la accin, cuyo primer impulso consiste en [decir]...: "Lleven la teora a la sala del hospital y pruben-la. No malgasten aos tratando de comprenderla. Simplemente apelen a cuales-quiera conjeturas que parezcan desprenderse de ella". Es probable que estas perso-nas se frustren y que hagan dao a sus pacientes... La teora no es meramente un aparato ms, que puede utilizarse sin comprenderlo (pg. 237).

    Lo ideal sera que los clnicos dejaran atrs la dicotoma tradicional en-tre teora y prctica clnica, y que se las vieran con ambos dominios de la terapia. A fin de desarrollar una perspectiva que abarque estos opuestos aparentes, tenemos que prestar atencin a la epistemologa. Siguiendo a B ateson, utiliz el trmino "epistemologa" para designar las premisas b-sicas que subyacen en la accin y la cognicin. Este examen de nuestros supuestos epistemolgicos nos permitir conprender ms cabalmente c-mo percibe, piensa y acta el clnico en el curso de la terapia.

    Por otra parte, el cambio epistemolgico es el ms profundo que los seres humanos son capaces de manifestar, ya que significa transformar la propia manera de vivenciar el mundo. Para don Juan, el maestro de Castaeda, "detener el dilogo interno" era el requisito previo para experi-mentar una epistemologa alternativa:

    El primer acto de un maestro consiste en inculcar a su alumno la idea de que el mundo tal como lo concebimos slo es una visin, una descripcin del mun do. Todos los empeos del maestro tienden a demostrar esto a su aprendiz. Pero aceptar este hecho parece ser una de las cosas ms difciles de lograr; nos gusta seguir atrapados en nuestra particular visin del mundo, que nos obliga a sentir y actuar como si lo supiramos todo acerca de l. Un maestro, desde el primersi-

  • 22 ESTETICA DEL CAMBIO

    mo acto que ejecuta, procura detener esa visin. Los brujos lo Llaman "parar el dilogo interno", y estn persuadidos de que es la tcnica ms importante que el novicio puede aprender (Castaneda, 1974, pg. 231).

    El dilema de maestro y alumno -as como el del terapeuta y su clien-t e - es que rara vez estos niveles de aprendizaje o cambio se alcanzan en forma directa. Muchas escuelas teraputicas sostienen que la inteleccin consciente, la comprensin y la persuasin lgica directa son las herra-mientas que se necesitan para cambiar; no obstante, Bateson, don Juan y Erickson solan proceder de otro modo. Sus mtodos para provocar el cambio abarcaban tcnicas como las de alentar el comportamiento proble-mtico, amplificarlas desviaciones o anomalas, sugerir una recada, des-tacar los aspectos positivos de un sntoma o provocar confusin.

    Don Juan (Castaneda, 1974) seala que "los brujos estn convenci-dos de que todos nosotros somos una manga de necios", y que "nunca podemos renunciar voluntariamente a nuestro trillado control, y por lo tanto necesitamos que se nos practique algn truco" (pg. 234). Y aade que este "truco" tiene el propsito de "distraer la atencin de la persona, o atraparla, segn el caso" (ibd.). Por ejemplo, don Juan le ense a Castaneda a acercarse cautelosamente a una montaa del siguiente modo: deba curvar sus dedos, poner atencin en sus brazos y luego dirigir sus ojos hacia el horizonte, a fin de experimentaren qu consiste ser un "gue-rrero". Pero ms tarde le dijo que todas estas instrucciones concretas ca-recan de importancia, y haban servido simplemente para apartar la ra-zn y las rutinas habituales. Anlogamente, Milton Erickson sola reco-mendar a sus clientes minuciosas tareas cuya nica finalidad era desorga-nizar su contexto sintomtico.

    Tanto don Juan como Erickson recurran a la confusin para provo-car el cambio. Castaneda (1974) sostiene que para saltar de un mundo de la experiencia a otro se requiere una gran cantidad de experiencias ilgi-cas generadoras de confusin-los "trucos" de don Juan-. Erickson ex-plica que esta confusin es una manera de distraer la conciencia del clien-te, a fin de permitir que su inconsciente encuentre la solucin.

    Puede decirse que la ciberntica es un procedimiento formal para exa-minar estos procesos y mtodos de cambio. Segn esta perspectiva, el sntoma forma parte de la lgica organizativa de su propia ecologa. Los terapeutas que adoptan esta concepcin prefieren hablar el lenguaje del cliente, su particular modalidad de comunicacin sintomtica. Hay un punto importante que a veces no se destaca lo suficiente: la comunicacin sintomtica siempre marca el rumbo del cambio teraputico. En cierto sentido, todo lo que hace el terapeuta es suministrar un contexto dentro del cual el cliente pueda utilizar sus propios recursos para logar el cam-

    INTRODUCCION 23

    bio o los cambios necesarios. Como dijo Milton Erickson (citado en Zeig, 1980): "No creo que el terapeuta haga otra cosa que brindar la opor-tunidad para que usted piense en su problema en un cuma favorable".

    Uno de los propsitos de este libro es demostrar que la ciberntica o-frece una comprensin esttica del cambio, un respeto, aprecio y admira-cin por los sistemas naturales, que segn Bateson suele faltar en los di-versos campos de la psicoterapia: les objetaba a los clnicos que instru-mentasen nuevas tcnicas y mtodos sin tomar en cuenta la esttica.

    Mi postura es evitar toda dicotoma del tipo "o bien... o bien..." fren-te a la esttica y la pragmtica: prefiero considerar la esttica como un marco contextual para la accin prctica. El nfasis unilateral en la prag-mtica puede generarla descontextualizacin ecolgica de la terapia, ha-ciendo que con harta facilidad uno piense que su bagaje de tretas, proce-dimientos de curacin y mtodos para resolver problemas no tienen nada que ver con las pautas estticas ms abarcadoras de la ecologa. Anloga-mente, una esttica de la terapia que no tuviera en cuenta la tcnica prag-mtica podra dar origen a una asociacin libre sin sentido.

    Por consiguiente, la tarea que hemos emprendido en este volumen consiste en presentar un marco ms amplio para la comprensin del cam-bio, en el cual la esttica del cambio pueda concebirse como una manera de recontextualizar la pragmtica de la terapia. A lo largo de l, daremos ejemplos tomados de Carlos Castaneda, as como de Milton Erickson, Carl Whitaker y otros terapeutas de familia; en un sentido ms histrico, la obra tiene sus races en la revolucin producida en el pensamiento for-mal contemporneo y que ha cobrado cuerpo en el campo de la cibernti-ca. Mis propuestas se apoyan en los ancestrales hombros de Ashby, Bateson, McCulloch y Wiener, entre otros, y se vincula tambin con con-tribuciones recientes de Maturana, Vrela y von Foerster.

    Para ingresar en el mundo del pensamiento ciberntico es menester, ante todo, comprender con ms claridad qu significa "epistemologa". Si no se entiende adecuadamente este trmino, puede muy fcilmente co-meterse el error de interpretar la ciberntica como un mapa terico ms, y no como una cosmovisin radicalmente distinta. En el captulo 2 ofrece-mos un bosquejo de los elementos fundamentales de epistemologa.

    En el captulo 3 definimos qu es la "epistemologa ciberntica". Se exponen all los principios esenciales del pensamiento ciberntico y su e-volucin histrica; mostraremos que muchas de las intelecciones bsicas de la ciberntica surgieron de la biologa y las ciencias humanas, y justifi-caremos el motivo por el cual creemos que la ciberntica es una ciencia a-decuada para el estudio de los procesos mentales y vivientes. Adems, pondremos de relieve que la ciberntica, ciencia autocorrectiva en evolu-cin, ha modificado algunas de sus primitivas tendencias reduccionistas

  • 24 ESTETICA DEL CAMBIO

    y ha incrementado su capacidad de explicar fenmenos complejos. Esto ltimo nos llevar a examinar lo que hemos denominado "ciberntica de la ciberntica".

    Los captulos 2 y 3 brindan las herramientas epistemolgicas necesa-rias para pensar cibernticamente sobre la terapia familiar y el cambio. Tal vez sean los ms difciles del libro, y debe abordrselos como si fue-ran una introduccin al estudio de una lengua extranjera. Su adecuada comprensin nos permitir abordar la terapia como lo hara un especialis-ta en ciberntica.

    En los restantes captulos se aplican estas ideas a fin de indicar cmo pueden discernirse las pautas cibernticas en la terapia familiar. En el ca-ptulo 4 se proporciona un encuadre ciberntico general de las principales distinciones efectuadas en el curso de la terapia, incluidas las de sistema, patologa, salud, terapeuta y ecologa. Se ilustra as cmo se construye una descripcin ciberntica.

    El cambio, tema central de la terapia familiar, es tambin el del captu-lo 5. Aqu se nos revela la ciberntica como una forma de conceptualizar la organizacin del cambio y la estabilidad: ella nos provee de una con-cepcin complementaria tal que es imposible analizar uno sin analizarla otra. Gracias a este examen del cambio en ese captulo, podremos tam-bin desenmaraar lo que efectivamente acontece en el curso de la tera-pia.

    En el captulo final, titulado "La esttica como base de la terapia fami-liar", se expone un enfoque esttico para contextualizar nuestras ideas so-bre la accin teraputica. Se esclarecen las patologas derivadas de las fi-nalidades y manipulaciones conscientes desprovistas de principios estti-cos, y se examina la relacin entre tcnica, prctica y arte.

    Tal vez el lector note que cada captulo es en verdad un modo distinto de decir lo mismo. Todos los caminos conducen a una epistemologa id-nea para la esttica del cambio. Comparando los captulos entre s e inte-grndolos, puede efectuarse en re-conocimiento del territorio de la episte-mologa ciberntica.

    Si en lo que sigue logramos que el lector comprenda cul es la diferen-cia radical entre la epistemologa ciberntica y nuestros modos habituales de conocer, es ms probable que el mundo de la terapia pueda ser trans-formado. Los lectores que hayan entendido esto pueden pasar a exami-nar la epistemologa ciberntica como una manera de redescubrir la natu-raleza biolgica de nosotros mismos, de nuestras relaciones interpersona-les y de nuestro planeta. Esta comprensin es absolutamente decisiva en el momento y lugar en que vivimos: los armamentos siguen apilndose, los pueblos continan batallando por territorios, venenos creados por el hombre ya estn incorporados a nuestra progenie y la educacin suele

    INTRODUCCIN 25

    producir un saber trivial. A menudo, la sabidura esttica indispensable para salvarnos y salvar al planeta suele desecharse en favor de soluciones pragmticas que son el fruto de la codicia y de la incomprensin biolgi-ca. Esta situacin nos lleva a una sola conclusin: gran parte de la cultura en que vivimos es insana. Algunos incluso coincidimos con Bateson (1972) cuando dice que "quiz tengamos una posibilidad del cincuenta por ciento de sortear los prximos veinte aos sin que se produzca una catstrofe ms grave que la mera destruccin de una nacin o grupo de naciones" (pg. 487) [trad. cast. 520].*

    Pero an quedan esperanzas. El poeta nos recuerda que lo imperioso es comprender nuestra propia naturaleza; la epistemologa ciberntica se-ala un camino para ello. En las palabras de T. S. Eliot, este percatamien-to requiere

    Una condicin de simplicidad completa (cuyo precio es la totalidad, ni ms ni menos) y todos estaremos bien... (1943/1973, pg. 59).

    Ser terapeuta requiere ni ms ni menos que eso.

    * Dado que a lo largo de este volumen se hace abundantsima referencia a los dos libros principales de Gregory Bateson (Pasos hacia una ecologa de la men-te, Buenos Aires, Carlos Lohl, 1976, traduccin Ramn Alcalde; Espritu y naturaleza, Buenos Aires, Amorrortu, s.f. [1984?], traduccin Leandro Wolfson), hemos credo conveniente dar la paginacin de las versiones castellanas para que el lector pueda situar estos prrafos en sus correspondientes contextos. La presente traduccin no coincide exactamente con la de esas ediciones.[T.|

  • CAPITULO 2

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGIA

    Somos nosotros los que trazamos los lmites, noso-tros los que barajamos los naipes, nosotros los que establecemos las distinciones. James Keys

    EPISTEMOLOGAS ALTERNATIVAS

    Tal vez sea un error pensar que a lo largo de la historia de la psicotera-pia se han ido incorporando numerosos paradigmas autnomos, como los del psicoanlisis, el conductismo y la psicologa humanstica.

    Grcgory Bateson adujo que, desde el momento en que la psicologa humanstica es "materialista", no difiere de las premisas bsicas del con-ductismo y el psicoanlisis. Esto equivale a decir que todos estos enfo-ques de la psicologa comparten una misma cosmovisin, que postula un mundo material de objetos fsicos regidos por las leyes de la fuerza y la e-nerga. Rollo May (1976) ha reconocido las implicaciones de esta critica:

    Es obvio que Bateson nos est hablando de un nivel ms profundo del que ha-bitualmente tomamos en cuenta. Sostiene que nosotros tendemos a presumir, de manera inconsciente, que todo lo que existe es material; y esto se pone de manifiesto en nuestro empleo de la frase "tercera fuerza".* La fuerza, como la energa, es aplicable en la mecnica y la tcnica, pero no en los seres humanos. ...Segn Bateson, esto es lo que nos hace adoptar una actitud beligerante con respecto a los conductistas. Al utilizar trminos como "fuerza" resucitamos una antigua batalla, una lid que se remonta al siglo XVIII. En verdad, el hecho de que continuemos en esta lid nos convierte a nosotros en los conservadores (pg. 47).

    * La "primera fuerza" es el conductismo; la "segunda fuerza", el psicoanlisis; la psicologa humanista se postulaba como la "tercera fuerza". Vase tambin la cr-tica de Bateson, infra, pg. 113 [T.].

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGIA 27

    Las crticas que Bateson formulaba a la psicologa estaban referidas a un plano fundamental, que l denomin "epistemologa". La epistemolo-ga es ms bsica que cualquier otra teora particular, y se ocupa de las re-glas que gobiernan el funcionamiento de la cognicin humana. Por defini-cin, la epistemologa procura establecer "de qu manera los organismos o agregados de organismos particulares conocen, piensan y deciden" (Bateson, 1979a, pg. 228 [trad. cast. 201]).

    Dentro del contexto de la filosofa, tradicionalmente se ha empleado el trmino epistemologa para hacer referencia a un conjumto de tcnicas analticas y crticas que definen los lmites de los procesos del conoci-miento. Fuera del cubil de los filsofos, uno de los lugares en que pode-mos encontrar la epistemologa es en la obra de bilogos experimentales contemporneos como McCulloch, Lettvin, Maturana, Vrela y von Foerster. Ms adelante examinaremos el papel que han cumplido estos trabajos -a los que McCulloch (1965) dio el ttulo genrico de "epistemo-loga experimental"-1, en los que se efectuaron descubrimientos esencia-les para comprender la epistemologa ciberntica.

    Ms all del laboratorio del neurofisilogo, las inquietudes epistemol-gicas estn presentes en los contextos ms amplios de la historia natural. En el dominio sociocultural, la epistemologa equivale al estudio de la ma-nera en que las personas o sistemas de personas conocen cosas, y de la manera en que ellos piensan que conocen cosas. Desde este ngulo, "la antropologa pasa a ser un examen crtico de la epistemologa" (Bateson, 1976b). En trminos ms generales, el estudio de la epistemologa nos lleva a reconocer cmo construyen y mantienen las personas sus hbitos de cognicin.

    Es imposible que alguien carezca de una epistemologa. Esto ha sido desarrollado por Bateson (1977): "Nadie puede afirmar que no posee u-

    1 McCulloch (1965) situ como sigue a la epistemologa experimental dentro de

    la historia de la ciencia: "As como la qumica tuvo un comienzo deplorable con la rgida doctrina de la alquimia y slo se salv gracias a los 'maquinistas', as tambin la psicologa se vio trabada por la epistemologa doctrinaria y slo se salv gracias a los bilogos. Convertir a la psicologa en epistemologa expe-rimental significa tratar de entender la corporizacin de la mente" (pg. 389). (Al hablar de "maquinistas" est aludiendo a quienes manejan las pequeas mqui-nas de vapor que suelen usarse en los barcos de carga de reducido tamao y para arrastrar vagones en las minas). Lo que McCulloch quiere manifestar es que el desarrollo de la psicologa como ciencia exige estudiar los sistemas de relacio-nes formales que, por decir as, "corporizan" [embody] la mente. Como luego veremos, la mente se corporiza en una vasta diversidad de fenmenos: cerebros, dilogos, familias y ecosistemas ntegros.

  • 28 ESTETICA DEL CAMBIO

    na epistemologa. Los que as lo hacen, slo tienen una mala epistemo-loga" (pg. 147). No obstante, yo agregara que la pretensin de no te-ner ninguna epistemologa slo es "mala" si el sujeto recurre a ella para eludir la responsabilidad que le cabe por sus ideas, percepciones y deci-siones. No tener un percatamiento consciente [conscious awareness] de la propia epistemologa no es algo forzosamente malo, aunque esa falta de percatamiento puede ser riesgosa. Yo preferira decir que la preten-sin de carecer de epistemologa que no incluye el percatamiento cons-ciente de s misma.

    Adems, es posible someter a examen las premisas epistemolgicas segn cules sean sus particulares consecuencias ecolgicas. Por ejem-plo, la patologa se caracteriza en la actualidad y partiendo de ciertas pre-misas implcitas en la relacin del hombre 2 con su ambiente. La premisa de que "cunto ms, mejor", verbigracia, ha generado a menudo un caos ecolgico en una amplia gama de mbitos geofsicos, biolgicos y econ-micos. Es imperioso (la supervivencia misma est en juego) que se expli-citen y comprendan las bases epistemolgicas subyacentes en nuestras pautas de accin y de percepcin. Auerswald (1973), con referencia a la terapia familiar (e implcitamente a la humanidad toda), nos transmite esta urgencia al insinuar que "parecemos temerariamente empeados en una carrera de autodestruccin", agregando que "lo que se requiere es una e-pistemologa totalmente nueva"(pg. 696).

    Los anlisis anteriores de la epistemologa dentro de la terapia fami-liar establecieron a veces un distingo entre dos clases de epistemologa: la lineal progresiva 3 y la recurrente (llamada tambin sistmica, ecolgi-ca, ecosistmica, circular o ciberntica). Ejemplo de la epistemologa li-neal progresiva tradicional es la nosologa psiquitrica y el modelo mdi-co clsico de psicopatologa: es atomista, reduccionista y anticontextual, y se atiene a una lgica analtica que se ocupa de las combinaciones entre elementos aislados. Los terapeutas que entienden que su labor consiste en tratar de corregir, disecar o exorcizar los elementos "malos", "enfer-mos" o "locos" de sus clientes, operan con una epistemologa lineal pro-

    2 A lo largo de esta obra debe entenderse que "hombre" designa a una clase de animales que incluye tanto machos como hembras.

    1 Siguiendo a Baleson (1979a), emplear la expresin "lineal progresivo" (li-

    neal) para referirme a una secuencia de ideas o proposiciones que no vuelven, ce-rrando el crculo, al punto de partida; el trmino "lineal" a secas [linear] queda re-servado para cuestiones geomtricas. [En castellano el adjetivo "linear" se em-

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGA 29

    gresiva. Ejemplos dramticos de este enfoque son los mtodos bioqu-micos, quirrgicos y elctricos en la terapia.

    Una epistemologa recurrente, por el contrario, pone el acento en la ecologa, la relacin y los sistemas totales. Al revs de lo que ocurre con la epistemologa lineal progresiva, es congruente con la interrela-cin, la complejidad y el contexto. Esta epistemologa alternativa es la que ponen de manifiesto aquellos terapeutas que entienden que su rela-cin con los clientes forma parte de un proceso de cambio, aprendizaje y evolucin.

    Ciertos terapeutas afirman seguir una epistemologa distinta de la line-al progresiva por el hecho de que tratan a familias enteras, o utilizan la "paradoja teraputica", o funcionan como un "equipo sistmico", o pien-san en trminos de "metforas ecolgicas", o aplican una "concepcinin-teraccional". Sin embargo, por s solas estas acciones no estn forzosa-mente conectadas con una epistemologa no lineal progresiva. La episte-mologa es algo ms fundamental que las acciones e ideas descriptas por la mayora de los crticos. Es simplemente imposible describir con clari-dad una epistemologa alternativa en los trminos convencionales, as co-mo a un brujo le es imposible describir a un extrao, a un no iniciado, un mundo alternativo de experiencia.

    El obstculo que enfrentamos ante el lector es que no podemos ilus-trar concretamente una epistemologa alternativa recurriendo a alguna es-cuela de terapia, secuencia de accin o conjunto de metforas, ya que lo que uno ve est plasmado siempre por el mundo en el que acta en ese momento. Concebir un otro mundo requiere estar ya en ese otro mundo. As, lo ms que puedo hacer en este texto es insinuar diversos caminos para encontrarse con una epistemologa alternativa, advirtiendo a la vez sobre la posibilidad de que cada uno de estos senderos resulte deforma-do y retorcido por la cosmovisin de la que ya se forma parte.

    As, un terapeuta puede resolver trabajar dentro del marco de una epis-temologa lineal progresiva o recurrente.4 Esta decisin lo llevar a cons-

    plea slo en botnica y zoologa, para designar una planta o animal "largo y del-gado, semejante a una lnea" (Diccionario de la Real Academia). En el "Glosario" que Bateson incluye al final de su libro Espritu y naturaleza (pg. 202) leemos: " 'Li-neal' [linear] es un trmino especializado de la matemtica; describe una rela-cin entre variables tal que, al representarla en coordenadas cartesianas ortogona-les, se obtiene una lnea recta. 'Lineal progresiva' [lineal] es la relacin entre una serie de causas o argumentos cuya secuencia no vuelve al punto de partida". Lo opuesto de "lineal" es "no lineal"; lo opuesto de "lineal progresivo" es "re-cursivo".(T.)] 4 Demostrar ms adelante que no debe considerarse esta distincin como una di-

  • 30 ESTETICA DEL CAMBIO

    truir, preservar y experimentar una determinada concepcin del mundo (o paradigma). Siguiendo a Auerswald (1973) podemos dividir a los tera-peutas de familia en tres clases, segn sus puntos de vista epistemolgi-cos: 1) los que siguen una epistemologa lineal progresiva tradicional; 2) los que siguen una epistemologa recursiva, y 3) los que se hallan en un perodo de transicin de la primera a la segunda.

    En la medida en que los terapeutas lineales progresivos y recursivos experimentan mundos diferentes, el "mundo de la transicin" es confu-so. Hallarse en transicin desde una epistemologa hacia otra implica des-plazarse hacia la visin de un mundo que, por definicin, es imposible captar dentro del mundo al que uno est habituado. Por ejemplo, aunque los astrnomos han probado que la Tierra rota sobre su eje, seguimos per-cibiendo la "salida del Sol" y la "puesta del Sol". Pasar de la compren-sin conceptual del planeta que rota sobre su eje a la percepcin habitual, propia del "sentido comn", de ese mismo planeta, representa una transi-cin paradigmtica. Y algo semejante ocurre si se pretende ver la familia como un organismo y no como un conjunto de individuos.

    Es improbable que alguien haya conocido cabalmente una epistemolo-ga recursiva. Bateson (1972) admiti la dificultad de esta tarea, aunque entenda que era imperativa:

    Y si estoy en lo cierto, es preciso reestructurar todo nuestro modo de pensar sobre lo que somos nosotros mismos y las otras personas. No es un chiste, y no s por cunto tiempo tendremos que seguir en esto. Si seguimos actuando con las premisas que estuvieron de moda en la era preciberntica, subrayadas y forta-lecidas durante la Revolucin Industrial, que pareci convalidar la unidad darwi-niana de supervivencia, quiz nos queden veinte o treinta aos antes de que la reductio ad absurdum lgica de nuestras viejas posiciones nos destruya. Nadie sa-be de cunto tiempo disponemos, dentro del sistema actual, antes de que sobre-venga algn desastre, ms serio que la destruccin de cualquier grupo de nacio-nes.

    La tarea ms importante de hoy es, tal vez, aprender a pensar de una nueva manera. Permtaseme decir que yo no s cmo pensar de esta manera. Intelectualmente, puedo plantarme ante ustedes y brindarles una exposicin razonada de este asunto; pero si estoy talando un rbol, todava sigo pensando: "Gregory Bateson est talando el rbol. Yo estoy talando el rbol". "Yo mismo" sigue siendo para m un objeto excesivamente concreto, diferente del resto de lo que he llamado "mente" (pg. 462) [tradxast. 492-93].

    cotoma del tipo "o bien... o bien...", sino como una pauta complementaria. Es imposible ser o bien lineal progresivo, o bien recursivo: corporizamos ambas cosas. Lo que ms interesa es nuestro modo de operar con esta distincin, seme-jante a la del yin y el yang. Aqu trazaremos la distincin para comprender cada una de estas mitades, lo cual nos facilitar luego la comprensin de la pauta to-tal.

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGIA 31

    Nos hallamos, pues, atrapados en una etapa de transicin. Esta sensa-cin de estar cautivo entre dos "realidades" es evocada por Matthew Amold en los siguientes versos de sus "Estrofas de la Gran Cartuja":

    Deambulando entre dos mundos, uno de ellos muerto, el otro impotente para nacer (1855/1973, pg. 608).

    Prevalece la confusin, incluso, acerca del nombre apropiado para de-signar este paradigma alternativo. Dentro de la terapia familiar se han su-gerido nombres tales como "epistemologa ecolgica" (Auerswald, 1973), "paradigma general de los sistemas" (Bloch,1980), y "epistemo-loga ecosistmica" (Keeney,1979a).5 Propongo que se adopte el trmi-no "epistemologa ciberntica" que nos conecta con una tradicin intelec-tual que incluye a Ashby, Bateson, McCulloch, Maturana, Vrela, von Foerster y Wiener, entre otros. Bateson (1972) sostuvo que "la cibernti-ca es el mayor mordisco al fruto del rbol del Conocimiento que la huma-nidad ha dado en los ltimos dos mil aos" (pg. 476) [trad.cast. 507]. El campo de la ciberntica se ha convertido en el principal marco de refe-rencia para el estudio de las cuestiones epistemolgicas. En particular, el Laboratorio Biolgico de Computacin, fundado por Heinz von Foerster,6 ha sido el refugio y el centro de recursos humanos en que se desarrollaron gran parte de las importantes innovaciones producidas en la epistemologa ciberntica contempornea.

    Como nuestra particular epistemologa determina todo lo que pensa-mos, decimos y hacemos, a fin de entender la epistemologa ciberntica

    3 La epistemologa ecosistmica ha sido definida como el marco epistemolgico que representa a la ciberntica, la ecologa y la teora de los sistemas. La expre-sin fue propuesta por Wilden y Wilson (1976), especialistas en teora de la co-municacin, y Keeney (1979a) fue quien primero la emple en el campo de la te-rapia familiar.

    6 Heinz von Foerster, que est relacionado con la familia Wittgenstein, hizo la carrera de fsica, y durante mucho tiempo le fascin el nexo entre el observador y lo observado. Alentado por Viktor Frankl, public una teora de la memoria fi-siolgica inspirada en la mecnica cuntica. Luego de estudiar con McCulloch y Rosenblueth, fund el Laboratorio de Computacin Biolgica (LCB), pertene-ciente a la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. El LCB se centr en el "estudio de los principios computacionales de los organismos vivos" (von Foerster, 1964, pg. 330), y fue desde su creacin el lugar de encuentro ms im-portante de los cibernticos. Ashby, Gnther, Lfgren, Maturana, Pask y Vrela, entre otros, actuaron all como profesores residentes.

  • 32 ESTETICA DEL CAMBIO

    debemos escuchar y hablar su propio lenguaje. Algo semejante nos dice Castaeda (1968):

    Para cualquier novato, indgena o no, el conocimiento de la brujera se vol-va incomprensible a raz de las caractersticas estrafalarias de los fenmenos que l experimentaba. Personalmente, como hombre de Occidente, estas caracte-rsticas me parecieron tan extraas que habitualmente me era imposible explicar-las en funcin de mi propia vida cotidiana, y me vi obligado a concluir que cual-quier tentativa de clasificar con mi propia terminologa los datos recogidos en el terreno sera ftil. As pues, me pareci obvio que el conocimiento de don Juan deba examinarse teniendo en cuenta cmo lo comprenda l mismo; slo as poda volvrselo evidente y convincente (pgs. 8-9).

    Para Castaeda, explicar el modo de conocimiento de don Juan en cualquier sistema simblico distinto del lenguaje del brujo era ftil. An-logamente, conocer la ciberntica nos exige utilizar formas cibernticas de descripcin. Aqu el reto consiste en elucidar las premisas bsicas de la epistemologa ciberntica. Pero antes es menester analizar algunos prin-cipios fundamentales de la epistemologa, a fin de construir un contexto en el que pueda formularse dicha epistemologa ciberntica.

    Debe sealarse que hemos estado utilizando el trmino epistemologa con un doble sentido: para indicar cmo piensa, percibe y decide una per-sona, y para indicar qu piensa, percibe y decide. Pronto veremos que en-tender cmo se conoce es inseparable de entender qu se conoce. Descu-briremos, por aadidura, que todos los individuos tienen en comn una operacin epistemolgica fundamental: la de establecer distinciones. No obstante, por ms que todos los seres humanos parten de esa misma ope-racin epistemolgica, ella puede dar lugar al desarrollo de distintas epis-temologas. Por ejemplo, la distincin entre una epistemologa lineal pro-gresiva y una epistemologa ciberntica no deslinda necesariamente, por s misma, cosmovisiones alternativas. No obstante, el modo en que ma-nejemos esta distincin puede hacer que empiece a revelrsenos un orden diferente de diferencias.

    LEYES DE LA FORMA

    El acto bsico de la epistemologa es la creacin de una diferencia. S-lo al distinguir una pauta de otra somos capaces de conocer nuestro mun-do. Las distinciones establecidas entre terapeuta y cliente, intervencin y sntoma, solucin y problema, por ejemplo, nos permiten discernir el

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGIA 33

    mundo clnico. Esta idea tal vez parezca intuitivamente obvia, pero slo en los ltimos tiempos fue formalizada en la lgica y la matemtica, en gran medida gracias a los esfuerzos iniciados por G. Spencer-Brown, re-conocidos en la actualidad como uno de los cimientos principales del pen-samiento ciberntico.

    TRAZAR UNA DISTINCIN!

    En el principio, G. Spencer-Brown escribi: "Trazar una distin-cin! ". Este mandato bsico, obedecido consciente o inconscientemente, es el punto de partida de cualquier accin, decisin, percepcin, pensa-miento, descripcin, teora y epistemologa. En una obra clsica, Laws of Form,1 Spencer Brown (1973) enuncia que "un universo se engendra cuando se separa o aparta un espacio", y que "los lmites pueden trazarse en cualquier lugar que nos plazca" (pg. v); de este modo, a partir del ac-to creativo primordial de establecer distinciones pueden engendrarse infi-nitos universos posibles.

    Tomemos como ejemplo el bateador de bisbol. La manera convencio-nal de comprender este planteo [scenario] es considerar que existe un ser separado, llamado "hombre", el cual utiliza un objeto fsico claramente deslindado, llamado "bate", para golpear unilateralmente a otro fragmen-to separado de materia, llamado "pelota". Si comprendemos que este planteo del "hombre-bate-pelota" es el fruto de las distinciones que he-mos establecido, podremos ordenar a nuestro arbitrio la secuencia de su-cesos en la forma en que queramos. Y an podramos llegar a aducir que las pelotas son la causa de que los bates las golpeen. Lo importante es que el mundo puede discernirse de infinitas maneras, segn las distincio-nes que uno establezca.

    ' El entusiasmo que despert la obra Laws of Form fue enorme. Dentro del mar-co de la filosofa, Watts (citado en Spencer-Brown, 1973) dijo que era "la con-tribucin ms maravillosa a la filosofa occidental desde el Tractatus de Witt-genstein". Cuando Stewart Brand, del The Whole Earth Catalog, pidi a John Li-lly que hiciera una resea de ese libro, ste le contest que "conoca una sola persona en Estados Unidos, y posiblemente en el mundo entero, capaz de rese-arlo con justicia y profundidad" (Lilly y Lilly, 1976, pg. 177). Esa persona era Heinz von Foerster. A juicio de este ltimo, Spencer-Brown se asemejaba a Ludwig Wittgenstein y al maestro de Carlos Castaeda, don Juan, por cuanto los tres compartan "el estado de melancola que les sobreviene a quienes saben que saben" (citado en Lilly y Lilly, 1976, pg. 179).

    Parte del intrigante misterio que rodea a Spencer-Brown ha sido creado por l mismo. Por ejemplo, es tambin el novelista James Keys (1972), que entre otras ideas adhiere a una concepcin mstica de "los cinco niveles de la eternidad".

  • 34 ESTETICA DEL CAMBIO

    Si trazamos un crculo que pase a travs del hombre, el bate y la pelo-ta, se nos revela una pauta de organizacin diferente; desde esta pers-pectiva, ver en la pelota la causa de que el bate haga mover los brazos del hombre es tan lgico como la secuencia occidental tpica, segn la cual es el hombre quien golpea la pelota con el bate. Pero ninguna de estas visio-nes es completa: la visin ms totalizadora de la ciberntica enfoca la or-ganizacin circular o recursiva de estos sucesos, en vez de enfocar una secuencia lineal progresiva particular.

    Como el hombre, el bate y la pelota, tambin el terapeuta, su interven-cin y el cliente pueden "barajarse" epistemolgicamente. El punto de vis-ta tradicional sostiene que el terapeuta trata al cliente mediante una cierta intervencin. Sin embargo, puede ser til para el terapeuta imaginar que el comportamiento del cliente es una intervencin destinada a provocarlo, por as decir, a fin de que proponga una directiva o solucin convenien-te. Segn esta "visin inversa", la conducta del terapeuta se convierte en un problema si no logra ayudar al cliente, y en cambio el tratamiento tie-ne xito si ste consigue que el terapeuta anuncie o indique la accin a-propiada.

    Estas dos perspectivas son lineales progresivas, y por ende incomple-tas. Cabra concebirla situacin teraputica como organizada de una ma-nera ms compleja: en tal caso, las conductas de terapeuta y cliente se-ran "intervenciones" destinadas a alterar, modificar, transformar o cam-biar la conducta del otro de un modo que resuelva el problena de ste. Di-cho de otro modo, no slo el terapeuta trata a los clientes, sino que al mis-mo tiempo los clientes tratan a los terapeutas. Este encuadre considera que las conductas de cliente y terapeuta estn circular o recursivamente conectadas.En una organizacin tal de los sucesos, toda conducta es a la vez una causa y un efecto (o una intervencin y un problema) respecto

    Por aadidura, l y su "hermano" patentaron inventos en la Oficina Britnica de Patentes, y en Laws of Form cuenta de qu manera el trabajo en comn con ese "hermano" lo llev a crear el nuevo clculo lgico-infinitesimal. Ser un herma-no de carne y hueso, o un producto de la imaginacin de Spencer-Brown?

    Lo cierto es que este autor se las ingenia para mantener su territorio envuelto en las sombras, como revela el siguiente relato de Bateson (citado en Keeney, 1977):

    El da antes de conocer a Brown le habl a von Foerster para preguntarle si yo estaba en la buena senda. Le coment que los smbolos en forma de L dada vuelta que ese tipo propona eran un especie de negativo. ...Von Foerster me di-jo: "Lo has captado, Gregory!" En ese preciso instante Brown entr en la habi-tacin, y Heinz se volvi hacia l y le dijo: "Gregory lo ha captado...esas cosas son una especie de negativo". Brown replic: "No lo son!" (pg. 14).

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGIA 35

    de todas las dems que acontecen en ese contexto. En el prximo captu-lo daremos una definicin ms pormenorizada de esta pauta ciberntica.

    La gama de distinciones que es posible trazar dentro de la terapia no tie-ne fin.Vrela (1979) puntualiza que el trazar distinciones nos permite crear "fronteras fsicas, agrupamientos funcionales, categoras conceptua-les, etc., en un museo infinitamente diversificado de distinciones posi-bles" (pg. 107). As pues, el escalpelo epistemolgico de la discrimina-cin, denominado "operador" en el sistema de Spencer-Brown (y al que von Foerster llama "la navaja * de energa transistorizada de Spencer-Brown"), es una manera de construir y conocer un mundo de experien-cia. Puede decirse que el aporte histrico de la terapia familiar consisti en brindar una manera diferente de prescribir distinciones, estableciendo el lmite de un sntoma en torno de la familia y no del individuo. Esta dis-tincin dio origen a una multitud de estilos y prcticas teraputicas alterna-tivos.

    Una de las maneras de entender el concepto de distinciones de Spencer-Brown es mediante ejemplos tomados del arte culinario y de la msica. Observamos aqu que los documentos escritos (las recetas y las notas transcriptas en el pentagrama, respectivamente) son en realidad una se-cuencia de rdenes que, en caso de ser obedecidas, dan por resultado una re-creacin de la experiencia del inventor. Por ejemplo, si nos guia-mos por la receta podemos obtener al final la experiencia multisensorial propia de tener ante nosotros un souffl. Spencer-Brown (1973) hace ex-tensiva esta idea a otros campos, sugiriendo que tanto la matemtica co-mo todas las formas de experiencia proceden de similares series de rde-nes. Quiere decir con esto que la descripcin es secundaria respecto del acto de obedecer una orden, mandato o prescripcin de establecer una dis-tincin. La descripcin es siempre posterior al acto de demarcacin o deslinde efectuado por la persona que describe. Esto es bastante evidente en el caso del arte culinario y la msica, pero se precisa un salto ms osa-do del entendimiento para reconocer que todas las experiencias surgen co-mo consecuencia de determinados "programas, reglas, planes, libretos, recetas, esquemas de trabajo, piezas teatrales, secuencias, relaciones, sis-temas recursivos, carreras profesionales, estructuras, gramticas, etc." (Rabkin, 1978, pg. 487).

    * Alusin a "la navaja de Occam", filsofo escolstico ingls del siglo XIV. Enunci el axioma "Las entidades no deben multiplicarse", tendiente a eliminar, en el anlisis de un problema, todos los hechos o elementos innecesarios. Se deca que con este axioma cortaba los problemas "como con una navaja"; de ah la expresin, muy popular en ingls.lT.]

  • 36 ESTETICA DEL CAMBIO

    El observador primero distingue y luego describe. Toda pregunta, al proponer una distincin, construye su propia respuesta; o, como lo dira Pearce (1974), las "preguntas apasionadas" generan sus respuestas.8 A-nlogamente, Laing (citado en Spencer-Brown, 1973) afirma que "aque-llo que la ciencia emprica denomina datos, para ser ms honestos deber-amos llamarlos captos, * ya que en un sentido muy real son seleccionados arbitrariamente por la ndole de las hiptesis ya formadas" (pg. xvi).9

    Para el terapeuta, esto significa que el mtodo mediante el cual los 'da-tos" son "captados" (el diagnstico) es una de las formas de construir y mantener el contexto teraputico. En otras palabras, las preguntas y las hiptesis del terapeuta contribuyen a crear la "realidad" del problema que trata. Los terapeutas se suman a sus clientes en la construccin de una rea-lidad compartida, merced a los distinciones epistemolgicas que estable-cen.

    Porejemplo.el procedimiento utilizado para identificar al terapeuta que interviene, no slo prescribe la manera de comprender la terapia sino tam-bin de ejecutarla. Si los clnicos se ubican detrs de una pantalla, y se declara que tambin ellos participan en el proceso de intervencin tera-putica, se establece un modo de operar distinto del utilizado en los mo-delos tradicionales de supervisin por observacin. Esta diferencia se tor-na muy notoria en la manera de trabajar de los llamados "equipos sistmi-cos", entre otros.

    La obra de Spencer-Brown es importante para la terapia familiar por-que ofrece una manera de especificarla conexin recursiva que existe en-tre la descripcin y la prescripcin, el diagnstico y la intervencin. El he-cho de describir quin es el terapeuta o el cliente prescribe siempre una modalidad de intervencin.

    s

    Una "pregunta apasionada" es la del indagador que apasionada y obsesivamente busca una respuesta para ella. En lo esencial, Pearce aduca que si alguien persis-te en esa actitud inquisidora durante un perodo significativo, incuba la respues-ta.

    * "Dato", lo que es dado; "capto", lo que es captado.[T.]

    9 Esta idea viene en apoyo de la afirmacin de von Foerster, para quien la per-cepcin "est ms prxima a un acto de creacin, como en la concepcin, que a un estado de cosas pasivo, como en la re-cepcin" (pgs. 2-3).

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGIA 37

    CONOCER EL CONOCER

    Para comprender cualquier reino de fenmenos debemos empezar por apreciar cmo fue construido, o sea, qu distinciones estn en la base de su creacin. Segn nos sugiere Spencer-Brown (1973), "nuestra com-prensin de dicho universo no es el resultado de descubrir su aspecto ac-tual sino de recordar lo que hicimos originalmente para engendrarlo" (pg. 104). Algo semejante nos dice Whitehead (1925/1967) cuando a-firma que al criticar un cuerpo de ideas como el contenido "en un tratado de matemtica aplicada o un libro de memorias, todo el problema de uno se reduce al primer captulo, o aun a la primera pgina " (pgs. 23-24), pues desde el comienzo se transmite siempre el propio sesgo epistemol-gico. Sigue diciendo Whitehead:

    La cuestin no reside en lo que el autor dice, sino en lo que no dice. Tampoco reside en lo que l sabe que ha supuesto, sino en lo que ha supuesto inconsciente-mente. Nosotros no dudamos de la sinceridad del autor: lo que criticamos es su perspicacia. Cada generacin critica los supuestos inconscientes efectuados por sus padres... (pgs. 23-24).

    En trminos epistemolgicos, debemos descubrir las distinciones pri-mitivas que caracterizan el modo de conocer del autor, o de cualquier o-tro individuo. La tarea del epistemlogo, por consiguiente, es identificar la manera en que un determinado sistema (ya se trate de un organismo, fa-milia, grupo de terapeutas o comunidad cientfica) especifica y mantiene ciertas formas de demarcacin. Esta tarea incluye tambin dilucidar cmo llega el epistemlogo a conocer el modo de conocer del otro sistema. Es-te elemento autorreferencial genera epistemologas recursivas. Supnga-se, verbigracia, que para empezar nos preguntamos: "Cmo sabemos que sabemos que una terapia es eficaz?" Con el fin de responder a esta pregunta, podemos formular esta otra: "Cmo sabemos que sabemos que una terapia es eficaz?" Y luego: "Cmo sabemos que sabemos que sabemos...?" En este proceso, cada rubro del conocer se vuelve objeto de un orden de indagacin superior. As, nuestros sondeos epistemolgi-cos son el objeto de su propia indagacin.

    En el laboratorio del epistemlogo, las epistemologas se enfrentarn con epistemologas de un orden superior, que a su vez se enfrentarn con epistemologas de un orden superior, y as siguiendo hasta el infinito. Es-to vuelve a sugerirnos que las epistemologas son procesos recursivos, por cuanto cualquier tentativa de "fijar" una epistemologa en la pantalla de la propia conciencia instiga inevitablemente a una indagacin y una

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    modificacin subsiguientes. Bugental (1967) advirti qu consecuencias poda tener esto en el campo de la psicologa:

    Debemos admitir que el propio proceso de describir la experiencia humana mo-difica dicha experiencia, y que cuanto ms se acerca tal descripcin a ser comple-ta, ms apta es para servir de base a un cambio en la propia experiencia que des-cribe. Probablemente esto sea vlido para todas las ciencias, pero lo es en parti-cular para las ciencias que se ocupan del hombre. El percatamiento que el hombre tiene de s mismo acta como una agencia de "reciclaje" continuo para producir cambios en l (pg. 7).

    Tambin Bateson (1951/1968) destac la epistemologa recursiva pro-pia de la relacin entre la teora y la prctica clnica: "El terico slo pue-de construir sus teoras refirindolas a lo que el clnico haca ayer; maa-na el clnico har algo distinto a raz de esas mismas teoras" (pg. 272). Dicho de otra manera, el propio conocimiento acerca de la terapia cambia la terapia propia, que a su vez cambia el propio conocimiento acerca de la terapia.

    En general, cabe afirmar que cada vez que establecemos una distincin nos quedamos, forzosamente, con un universo alterado, ampliado, para su indagacin subsiguiente. Como apunta Spencer-Brown (1973): "El universo debe expandirse para escapar de los telescopios a travs de los cuales nosotros -que somos el universo- tratamos de capturar a ese uni-verso -que es nosotros-" (pg. 106). El perro se muerde la cola, la expli-cacin est en lo explicado, el sujeto que describe est dentro de la des-cripcin, el sujeto que observa est en lo observado, el terapeuta est en la terapia y el lector en lo que lee.

    Fuera de la lgica formal, Pearce (1974) ha subrayado de qu manera las propiedades del observador conforman lo observado. A este autor le interesa particularmente "la gestacin de las respuestas que se dan a pre-guntas apasionadas, o el llenado de categoras vacas10 mediante la imagi-nacin creadora" (pg. xi). Postula que las "respuestas apasionadas" y las "categoras vacas" alteran el mundo y brindan la oportunidad de obte-ner respuestas que se autocorroboren:

    La categora vaca propuesta por un hombre de ciencia, por ejemplo, genera

    10 La tabla peridica de los elementos qumicos ofrece ejemplos de "categoras

    vacas". La propia categora vaca sugiere un elemento an no descubierto. Ms concretamente, las relaciones formales proscriptas por la categora vaca de la ta-bla orientan al hombre de ciencia para trazar las distinciones que ayudan a descu-l a r el elemento.

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGIA 39

    su propio cumplimiento,*del mismo modo, y por las mismas razones, que una enfermedad corriente: primero se habla de ella, luego la publicidad la promueve, todos la temen y se ponen en guardia contra ella (en la forma contempornea del mdico-sacerdote y el paciente-suplicante), hasta que termina autocorroborndose y cumpliendo con las predicciones estadsticas (pg. xi).

    El corolario de esto para las profesiones vinculadas a la salud mental es que pueden ser fcil presa de la perpetuacin de los mismos proble-mas que procuran curar. Todo empeo por "descubrir" una patologa con-tribuir a crear esa patologa. El aumento de las distinciones establecidas por la nosologa psiquitrica activa la construccin y descubrimiento de "trastornos mentales". Anlogamente, la invencin de nuevas tcnicas de resolucin de problemas y de nuevas curas formar parte, a la postre, de un proceso ms general, el cual producir una poblacin de clientes con problemas perfectamente diseados para recibir la nueva cura.

    Detengmonos un momento a fin de recordar quin es el que estable-ce las distinciones. La respuesta parecer obvia, pero es sorprendente-mente profunda. Por supuesto, el que establece las distinciones es el ob-servador. Toda distincin establecida es establecida por un observador. No obstante, no debemos olvidar que el observador establece la distin-cin para otro observador, que puede ser l mismo. En consecuencia, co-nocer un mundo implica siempre un contexto social, integrado como mni-mo por dos sistemas de observacin. Ahora bien, por qu establece la distincin el observador? Ocurre que un observador observa establecien-do distinciones. En otros trminos, lo que percibimos es siempre subsi-guiente al acto de establecer una distincin, o, como dice Heinz von Foerster (1973b), "Si deseas ver, aprende a actuar" (pg. 45).

    El punto de partida de la epistemologa es, entonces, el observador que establece distinciones a fin de observar; y lo que el observador obser-va puede ser descripto. Aqu surge una situacin interesante, a saber: las descripciones mismas consisten en establecer distinciones en lo que ob-servamos. Se inaugura as una recursin: establecemos distinciones a fin de observar, y luego establecemos distinciones a fin de describir lo que observamos. Esta operacin recursiva de establecer distinciones en las distinciones vuelve a apuntar hacia el mundo de la ciberntica, donde la accin y la percepcin, la descripcin y la prescripcin, la representacin y la construccin, estn entrelazadas.

    * O "llenado"; la palabra inglesa es "fulfillment'" y aqu alude a las "self-fulfill-ing prophecies" o profecas que generan su propio cumplimiento. [T.]

    AsarethNota adhesivacubrir

  • 40 ESTETICA DEL CAMBIO

    PUNTUACIN

    Una idea bsica para comprender la epistemologa es que lo que cada cual percibe y conoce deriva en gran medida de las distinciones que tra-za. Bateson (1972) coment de qu manera organizamos nuestra expe-riencia en una pauta coherente:

    "Qu circunstancias determinan que un cientfico dado punte la corriente de los acontecimientos de manera tal de concluir postulando que todo est predeter-minado, en tanto que otro ver la corriente de los acontecimientos como algo tan regular que es susceptible de control?"... "Qu circunstancias promueven esa formulacin habitual especfica del universo que llamamos 'voluntad libre', y esas otras que llamamos 'responsabilidad', 'constructividad', 'energa', 'pasividad', 'dominio', y el resto?" Porque todas esas cualidades abstractas... pueden conside-rarse como diferentes hbitos de puntuacin de la corriente de la experiencia, pa-ra obtener algn tipo de coherencia o de sentido (pg. 163) [trad. cast. 191].

    Esta idea, que Watzlawick, Beavin y Jackson(1967, pg. 54) designa-ron como "la puntuacin de la secuencia de sucesos", es anloga al con-cepto de "indicacin", de Spencer-Brown. Toda vez que un observador traza una distincin, establece concomitantemente una indicacin, vale decir, seala que uno de de los dos aspectos distinguidos es el primario (p. ej., "ste", "yo", "nosotros"). Como dicen Goguen y Vrela (1979), "crear esta indicacin es la finalidad misma de la distincin" (pg. 32). El empleo de la distincin para crear la indicacin es una manera de de-finir la "puntuacin".

    Los especialistas en semntica general (p. ej., Korzybski, 1973) de-mostraron que el lenguaje es la herramienta para imponer distinciones en nuestro mundo. Dentro de un sistema lingstico dado, efectuamos cier-tas elecciones con respecto a las pautas que discernimos. Por ejemplo, un terapeuta puede indicar o puntuar que el individuo o la organizacin familiar es su unidad de tratamiento, o bien puede decidir ver dicha uni-dad desde una perspectiva que vuelve irrelevante esta distincin del indi-viduo o la familia.

    El estudio formal de los procedimientos por los cuales la gente punta su experiencia es un mtodo para identificar su epistemologa. Sus pau-tas habituales de puntuacin presuponen ciertas premisas epistemolgi-cas para establecer distinciones, como revelan los ejemplos que siguen.

    REENCUADRE DE LOS MARCOS DE REFERENCIA

    Watzlawick y otros (1967) sugirieron que "en la raz de innumerables discordias en las relaciones personales est la discrepancia acerca del mo-

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGIA 41

    do de puntuar la secuencia de sucesos" (pg. 56). Dan el trillado ejemplo de las peleas conyugales que consisten en un intercambio de los siguien-tes mensajes : "Me retraigo porque me fastidias" y "Me fastidio porque te retraes". El problema de la pareja deriva de la premisa epistemolgica, compartida por ambos, segn la cual el comportamiento de cada uno es una respuesta al estmulo previo del comportamiento del otro. La labor del terapeuta consistir en rebarajar los segmentos as puntuados de este sistema de interaccin, de modo tal que pueda surgir un marco de referen-cia o encuadre [frame] distinto. Por ejemplo, las disputas de la pareja pueden redesignate diciendo que ellas indican hasta qu punto cada es-poso se interesa por el otro. Watzlawick y sus colaboradores han brinda-do mapas y tcnicas fascinantes para cumplir esta tarea, que ellos llaman "reencuadre" [reframing].

    Watzlawick (1976) afirm que "el ordenamiento de las secuencias de uno u otro modo crea lo que, sin exagerar, podemos denominar realida-des diferentes" (pg. 62). Esta idea sorprender quizs a un cientfico so-cial tradicional o a un terapeuta educado de acuerdo con premisas inge-nuas acerca de la "objetividad".

    Refirindose a la psicologa del estmulo-respuesta, Bateson y Jack-son (citados en Watzlawick y otros, 1967) apuntaron que la "realidad" de lo que se denomina"estmulo" y "respuesta" es "slo del mismo orden que la realidad del murcilago que se presenta en una tarjeta del test de Rorschach: una creacin ms o menos sobredeterminada del proceso per-ceptivo" (pg. 55). Desde esta perspectiva, sugieren que es un acto de puntuacin lo que determina si el entrenado es el ratn o el experimenta-dor. Bateson (citado en Keeney, 1979b) dio un ejemplo interesante de u-na situacin en que la puntuacin efectuada por el experimentador del la-boratorio no result vlida para el "sujeto experimental":

    En los das en que todos hacamos correr a las ratas en los laberintos, un estu-diante avanzado de Yale nos dijo: "Por qu practicamos con ratas? Por qu no nos conseguimos un animal que viva en laberintos, como un hurn?" El hurn es un pequeo turan, un mustlido del tipo de la comadreja, que se alimenta de co-nejos. Vive casi todo el tiempo bajo tierra, en las madrigueras de los conejos, que se asemejan a laberintos. Y muerde como el infierno! As que el estudiante de marras se consigui una pareja de hurones, unos guantes y una bolsa, y cons-truy lo que a su juicio era un laberinto adecuado para hurones. Puso un trozo de carne de conejo en el "cuarto de la recompensa" y ubic al hurn en la largada. Sistemticamente, el hurn recorri todos los callejones sin salida hasta llegar al cuarto de la recompensa, donde se comi el conejo. Volvi a ser colocado en la largada, y el experimentador puso otro trozo de conejo en el cuarto de la re-compensa. Otra vez, el hurn recorri sistemticamente los callejones sin sali-da hasta llegar al que lo llevaba hasta el cuarto de la recompensa, pero como ya

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    se haba comido ese conejo, esta vez no lo recorri. Nunca se dio a publicidad este experimento; se lo consider un fracaso (pgs. 23-24).

    Este ejemplo nos sugiere que el hurn rechaz el modo en que el expe-rimentador procur puntuar el contexto, vale decir, rechaz el paradigma de aprendizaje instrumental que tena el experimentador. Tal vez si ste hubiese continuado experimentando con hurones habra modificado su teora sobre el aprendizaje; y en tal caso, podra decirse que el hurn le haba "enseado" al investigador (o que lo haba "condicionado").

    Konorski (1962) nos ofrece otro ejemplo tomado de la psicologa ex-perimental, este autor reprodujo el experimento de condicionamiento de Pavlov, con una sola modificacin: le sac el badajo a la campana, de modo que sta no poda sonar. Quienes estn acostumbrados a puntuar el contexto del laboratorio a la manera "clsica" tal vez se sorprendan al enterarse de que los perros empleados por Konorski salivaban tanto cuan-do la campana sonaba como cuando no sonaba. Al repasar este estudio, von Foerster (1976c) lleg a la conclusin de que "l nos muestra que el sonido de la campana era un estmulo para Pavlov, pero no lo era para los perros" (pg. 14).

    En consonancia con estas reestructuraciones del contexto experimen-tal, es posible definirla terapia como un contexto en el que pueden alterar-se las premisas sociales (por lo comn inconscientes) relativas a la pun-tuacin. Montalvo (1976) la define como "un acuerdo interpersonal para aboliras reglas habituales que estructuran la realidad, con el fin de remo-delar sta" (pg. 333). Por ejemplo, luego de estudiar casos de amnesia producidos durante la sesin teraputica, Montalvo (1976) sostuvo lo si-guiente:

    Los clnicos, lo mismo que los pacientes, "desaparecen" segn el modo en que estructuran y desestructuran su contribucin a las secuencias interpersonales. Esto les permite influir en el recuerdo u olvido que se tenga de ellos, as como incurrir en evasivas e inculpaciones que determinan que se los recuerde en tr-minos negativos o positivos (pg. 334).

    La obra de Montalvo sugiere bien a las claras que todos los integran-tes de ese contexto social que se denomina "terapia" intervienen en la pun-tuacin del flujo interaccional, y en consecuencia cada uno de ellos plas-ma la experiencia de los dems.

    EPISTEMOLOGA CLNICA

    El terapeuta slo puede comprender la experiencia de un individuo ob-

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGA 43

    servando de qu manera es puntuado su contexto social. Dado que el indi-viduo o la familia acuden al consultorio con hbitos de puntuacin ya a-rraigados, el terapeuta debe contar con un mtodo para puntuar su pun-tuacin (o con una epistemologa sobre su epistemologa). Los trabajos antropolgicos de Bateson (1976c) ofrecen lincamientos aplicables a la te-rapia. El primer paso consiste en recordar que la cultura (o familia) que se observa puede categorizar su propia experiencia de una manera total-mente distinta que el observador (o terapeuta).Como dice Bateson, "ellos tienen su propio modo de cortar las tajadas", y "si alguien quiere re-flexionar acerca de sus categoras, debe contar con una epistemologa ms abstracta que las categoras en las que ellos dividen la vida". O sea, debe poseer una epistemologa que tome en cuenta cmo puntan ellos su vida en categoras.

    Rabkin (1977) propuso crear una nueva especialidad teraputica, que sugiri denominar "epistemologa clnica"; esto ejemplifica en parte lo que Bateson tena en mientes. La nueva disciplina indagara la manera en que los clientes adquieren su particular forma de conocer el mundo; por ejemplo, la manera en que el paranoide establece qu es lo cierto y qu es lo equivocado, o en que el depresivo llega a teir toda su apreciacin de los sucesos de una coloracin oscura. Este tipo de comprensin requiere una epistemologa de orden superior, vale decir, una epistemologa referi-da a la forma en que los dems llegan a puntuar y a conocer su mundo.

    Los trabajos antropolgicos de Bateson indican cmo sera esta pos-tura epistemolgica. En un eplogo a su libro Noven, Bateson (1958b) di-ce que su proyecto es un "entrelazamiento de tres niveles de abstraccin" (pg. 281): el primero es el nivel concreto de los datos etnogrficos; el segundo, ms abstracto, el del ordenamiento de los datos a fin de crear "diversas imgenes de la cultura"; y el tercero, ms abstracto aun, "un a-nlisis concienzudo de los procedimientos mediante los cuales se arman las piezas del rompecabezas".

    Desmenuzar los niveles inherentes a la propia tentativa de comprender un fenmeno es un mtodo epistemolgico aplicable a la terapia. Implica que el terapeuta puede identificar sus tres modalidades bsicas de trazar distinciones. Ante todo, traza ciertas distinciones primarias para discernir lo que puede llamarse sus "datos elementales". Por ejemplo, elegir dis-tinguirlos acontecimientos histricos claves en la vida familiar del indivi-duo sintomtico, o bien extraer sus datos de las secuencias interacciona-les, tal como se ponen de manifiesto durante la sesin teraputica?

    Luego de esta distincin de primer orden, el terapeuta salta a otro ni-vel de abstraccin y traza distinciones que organizan esos datos elementa-les, procurando establecer pautas que los conecten. Quizs indague cicr-

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    tos temas histricos, o bien se focalice en la identificacin de pautas repe-titivas en la organizacin de los hechos de conducta que acontecen dentro de marcos temporales ms inmediatos.

    Por ltimo, una vez que ha trazado esas distinciones para poner de re-lieve sus datos y las pautas que los organizan, puede dar un paso atrs y examinar lo que ha hecho. O sea, recordar que, como observador, fue l quien traz tales distinciones, pero existen otras maneras de discernir los datos y las pautas de organizacin.

    Estas tres modalidades de establecer distinciones vuelven a apuntar en el sentido de la recurrencia: el terapeuta traza distinciones, luego traza dis-tinciones acerca de esas distinciones, y luego distinciones acerca de las distinciones acerca de las distinciones. Al trazar estas distinciones, lo que hace es construir una epistemologa, o sea, una manera de conocer y una manera de conocer su conocer. En tal proceso, su conocimiento puede ser reciclado y modificado de continuo, para que sepa cmo debe actuar.

    ORDENES DE RECURSION

    Ya sea que uno se ocupe del lenguaje, la descripcin, la explicacin, la teora o la epistemologa, el anlisis de estos temas suele estructurarse en funcin de niveles, estratos, rdenes, encuadres o marcos de referen-cia. Contar con una teora acerca de las teoras, o con una descripcin de las descripciones, implica diferencias en los marcos lgicos de referen-cia. Marcar una distincin en el espacio es indicar dos niveles distintos; por ejemplo, un "adentro" y un "afuera". Anlogamente, distinguir entre un sistema y un subsistema entraa rdenes de demarcacin diferentes.

    TIPIFICACIN LGICA

    La explicitacin de estas diferencias de rdenes o niveles constituye un procedimiento importante de la epistemologa. Bateson lo emple al re-currir a la "tipificacin lgica", herramienta conceptual derivada de los Principia Mathematica de Whitehead y Russell (1910).Convendr que pri-mero echemos una mirada a la forma en que funciona la tipificacin lgi-ca, para examinar luego de qu manera la modific Bateson.

    Los especialistas en lgica ya haban advertido que se produce una "pa-radoja" cuando se confunde un encuadre o marco de referencia con los ru-bros que lo componen. El ejemplo clsico es la paradoja del cretense, quien declar: "Todos los cretenses mienten"; este ejemplo revela que un enunciado autorreferencial oscila entre ser un enunciado, y ser un marco de referencia sobre s mismo en calidad de enunciado. El oyente queda

    ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE EPISTEMOLOGIA 45

    desconcertado: Miente el habitante de Creta cuando declara que "todos los cretenses mienten"? Si miente, dice la verdad; si dice la verdad, mien-te. Los lgicos primitivos no queran admitir estas oscilaciones indetermi-nables, y por ende las paradojas fueron proscriptas del ordenado mundo de los filsofos.

    La "teora de los tipos lgicos" de Russell (Whitehead y Russell, 1910) se convirti en una "regla" de la lgica, segn la cual para evitar las paradojas haba que indicar siempre la tipificacin lgica de los enun-ciados. De este modo no se confundan niveles lgicos distintos. Por ejemplo, la distincin entre un libro y sus pginas nos est indicando dos niveles lgicos, anlogos a los de una clase y sus miembros, respectiva-mente. Russell adujo que la especificacin del nivel lgico de un trmi-no, concepto o expresin impeda que ste fuera autorreferencial. As, el uso primitivo que se hizo de la tipificacin lgica consisti en vedar que las expresiones oscilaran entre distintos niveles lgicos. En el caso del li-bro y sus pginas, esto es natural: lo corriente es que ni la pgina se con-funda con el libro, ni el libro con la pgina. No obstante, en el caso de la afirmacin del cretense, puede considerrsela como un marco de referen-cia o como uno de los tems o rubros que lo integran. Para evitar esta au-torreferencia el observador