Reuniones: Domingos, 10:30 hr. Estudio de la Biblia por edades 11:30 hr. Café 12:00 hr. ulto de Adoración, Alabanza y Predicación Martes, 06:30 hr. Oración matinal Jueves, 20:00 hr. Culto de Oración y Estudio Bíblico 12 de Abril Evangélica Bautista de Las Palmas de G.C. Iglesia ACCION EN ORACIÓN Boletín Dominical C/. Mariucha, n.º 123 - SCHAMANN - (Las Palmas de Gran Canaria) - España ¡¡Nuevo!! +34 679 86 75 79 Puedes dejar tu SMS, WhattsApp, o mensaje de voz. E-mail: [email protected] www.iglesiabautistadelaspalmas.org Tenemos un enlace en “OneDrive.live.com” para que descargues y vuelvas a escuchar alguna exposición de La Palabra predicada en nuestra iglesia. ¡¡Envía solicitud al móvil!! 2020 Ahora, pues, oh Dios mío, te ruego que estén abiertos tus ojos y atentos tus oídos a la oración en este lugar. 2 Crónicas 6:40 Siguiendo el hilo de la primera parte, crecer es fundamental en la vida de cualquier persona. Cruzar los caminos de la juventud, empezando desde niño es todo un reto personal. Quizás lo más difícil es eso: crecer. Madurar. Conocer y saber qué es la vida y cómo vivirla. Definirte. Buscarte y encontrarte. Saber quién eres. Qué quieres ser de mayor. A qué te quieres dedicar. Madurar es algo tan normal y necesario en la vida de una persona que se vuelve complicado. Es curioso, ¿no? Algo tan sencillo, básico, instintivo como eso, se convierte en algo que nos cuesta aceptar. Muchas son las personas que se resisten a esta verdad. Y otras simplemente les cuesta aceptarse a sí mismo. Probablemente ese ha sido –y sigue siendo, en ocasiones- uno de mis grandes problemas en mi vida. Mi madre solía decirme que “nací vieja” y eso me hacía mucha gracia. Nací en el seno de una familia cristiana y fui educada en el amor del Señor y en su Palabra. Me vi teletransportada a las increíbles historias de Moisés, David, Sansón, Noé y tantos otros. Participaba en el Club de Niños, iba a la Escuela Bíblica de Vacaciones en verano, memorizaba los versículos de la Escuela Dominical. Me encantaba estudiar –sigue gustándome- y absorbía con fervor todos los conocimientos que pudiera sobre Dios, sobre Jesús y todo cuanto decía. Hasta hace muy poco, descubrí en el baúl de los recuerdos, notas mías a muy corta edad, hablándole a Dios de mis inquietudes, de lo mucho que lo amaba y quería conocerlo más, de lo divertidas y enriquecedoras que eran las clases con Nena, con Luisa, con Rosita y otros maestros de la Palabra. Podrías pensar leyendo todo esto que me resultó fácil ser cristiana o incluso que ya perteneciendo a una familia cristiana, pues ya todo estaba hecho. Que no tuve ningún esfuerzo ni tuve que hacer un gran sacrificio, como otros testimonios más impactantes que hayas podido oír. Y puede que tengas razón. Pero te diré algo: crecer en un hogar cristiano no te garantiza absolutamente nada. La única garantía a la que debes aferrarte es al sacrificio de Cristo en el Calvario. El acto de amor más grande de la historia de la humanidad es lo que hizo Jesús por ti y por mí, y es lo único que puede salvarte. La decisión de seguir a Cristo es solamente tuya y de nadie. Así como yo lo hice cuando Él tocó mi corazón con tan solo once años. Y desde entonces, a día de hoy, sé con seguridad que es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Mi adolescencia no fue fácil –como tantas otras-. Sobre todo, porque era –sigo siéndolo en cierta forma- una persona muy introvertida, reservada y tímida que le costaba socializar con las personas y pasaba la mayor parte del tiempo sola. Mi mente era mi cárcel personal. Y mi autoestima estaba por los suelos. Era incapaz de aceptarme a mí misma, como persona, con mis defectos y virtudes. Me creía insignificante, que no servía para nada. Una parte de mi deseaba encajar y ser aceptada por los demás y otra parte de mí se negaba a ser como los demás. Era una lucha constante que vivía a diario. Entre mi Yo y el Espíritu de Dios que moraba en mí. Mi entorno social despreciaba los valores y principios fundamentados en la Biblia, se burlaba de ellos y me rechazaban. Y probablemente eso te pase a ti también si decides escuchar la voz de Dios. Pero también fue una etapa muy bonita donde aprendí a forjar mi carácter. Donde aprendí a crecer. Conocí a personas de mi edad, maravillosas y llenas del Señor, que me ayudaron a sobrellevar todo tipo de circunstancias. Comprendí que la unión de jóvenes, en Dios, era importante. Me sentí arropada, protegida, reconfortada, exhortada, en muchos aspectos. Y mi desarrollo personal y espiritual, en parte, fue gracias a eso. A formar una piña con jóvenes cristianos que compartían las mismas inquietudes y luchas que yo. Es duro ser un joven cristiano Pero vale la pena. Cristo es suficiente. Lo vale todo. No hay nada en este mundo que valga más que Cristo y todo lo que Él significa. Cuesta entender esto, pero cuando por fin lo comprendes, TODO CAMBIA. Por ello, te animo, te exhorto, a que apartes todo obstáculo que haya en ti, sea personal, espiritual, emocional, lo que sea, que te impida unirte y conectarte con otras personas jóvenes que puedan entenderte. Que puedan ayudarte, apoyarte y que te sientas bien. Que puedas sentirte seguro/a en ese grupo. Este mundo absorbe mucho y atrae con múltiples estrategias para atraparte. No se lo permitas. Aférrate a Jesús más que a cualquier otra cosa. No estás solo/a. Sé valiente y toma la decisión de aceptarle a Él y seguir sus pasos. Séfora Ramírez González Responsable del Ministerio de Juventud II PARTE