. Revista de Filosofa, n 37, 2006, 99-115
Historicidad, concepto y piesis en las filosofas de Th. W.
Adorno y H. Blumenberg
RAFAEL BENLLIURE TBAR*
Resumen: En este ensayo se reflexiona sobre algunos aspectos de
la ltima historia efectual de la filosofa de Th. W. Adorno al travs
de parme- tros metodolgicos proporcionados por la fenome- nologa
histrica de Blumenberg, incidiendo en cmo el panorama filosfico
presente parece des- plegarse, sintomticamente, desde una demanda
de accesibilidad a los contenidos que en ocasiones se confunde con
una des-tecnificacin de sus regis- tros, y con la desconexin de
aquellos de los para- digmas histricos en los que su sentido crtico
encuentra fundamento.Palabras clave: Metaforologa, Fenomenologa,
Historicidad, Dialctica, Hermenuticas, Totali- dad,
Negatividad.
Abstract: This essay is concerned with some of the aspects of
the last history of reception of Th. W. Adornos philosophy through
methodologic parameters provided by Blumenbergs historical
phenomenology which focuses on how the current philosophical
panorama seems to develop, symptomatically, from a request for
accesibility to contents which is sometimes fused with a
de-technification of its registers, and with the disconnection from
those historical paradigms on wich its critical sense is
grounded.Key words: Metaphorology, Phenomenology, Historicity,
Dialectic, Hermeneutics, Totality, Negativity.
1. Adorno-Blumenberg
Vous tes embarqu. Que estamos siempre embarcados, la sentencia
que Pascal dirigiera contra el a fondo, pero slo una vez en la
vida, cartesiano, o el suponer, por Montaigne, un puerto seguro a
modo de correlato contrastador de la excitacin prometida por una
forma facultativa de la skep- sis1, podra utilizarse como lema
aglutinante de las diferentes versiones filosficas generadas, desde
la muerte de Hegel, por lo que ha venido a calificarse el fin de la
ilusin teoreticista. Los tes- timonios conceptuales de esa
canceladora toma de conciencia han descrito, por continuar con las
generalidades, un viraje, en la teora de la racionalidad, a
posiciones que se han hecho cargo, a su vez, y con distintos grados
de coherencia, de la imposibilidad, e indeseabilidad, de reabrir la
opcin del trascendentalismo, desde la que tratar de proseguir (sin
ser sus continuadores capaces , por otra parte, de establecer nada
parecido al correlato funcional de la fsica newtoniana con respecto
al para- digma inspirador kantiano, y sus expectativas
antropolgicas profundas) con el descargo de mutar el
Fecha de recepcin: 20 julio 2004. Fecha de aceptacin: 3 febrero
2005.*Departament de Filosofia, Facultat de Filosofia i Cincies de
la Educaci de la Universitat de Valncia. Avda. Blasco Ib- ez, 30,
46010, Valencia. E-mail: [email protected] H.
Blumenberg. Naufragio con espectador. Paradigma de una metfora de
la existencia. Visor, Madrid, 1995.
de facto de cada posicin presente, y su sentido, en algo que se
mueva un milmetro en la vieja direc- cin de condicionar lo
extrnseco a ese presente con membretes de iure ontolgico. Del mismo
modo, ni la imprevisible legalidad del futuro, ni la exigencia que
el especialista hace al que glosaque la instrumentalizacin de lo
sido por mor de un reconocimiento institucionalmente dispensado no
menude la cualificacin su trabajo, impulsan a postular
apropiaciones ingenuas del modelo fenomenolgico, operado
inicialmente por la dialctica hegeliana de concepto y realidad;
lejos de salir fiadas por dicha estrategia, tales prerrogativas
alcanzan la configuracin que interpela nuestro presente al travs de
un proceso histrico de cuestionamiento, y de finura en la deteccin
de contra- dicciones, del telos de la fijacin de una lgica
inmanente del objeto; o lo que es lo mismo: exi- gencias de ese
tipo expresan el intento de salvar un hiato, necesario, entre los
dos fragmentos, posibles, del subttulo a la Fenomenologa del
espritu, esto es, experiencia de la conciencia yciencia (que
destila la ilusin de descripcin suficiente).Por otra parte, tomar
demasiado en serio los lemas puede contribuir a eliminar el ltimo
consuelo que, al parecer, nos queda: desmarcar la dinmica del
pensamiento post-metafsico, post-terico, del pasivo papel de rmora
de su propia auto-calificacin, y que con ello la actividad
filosfica siga, por decirlo con Blumenberg, uno de los autores que
deseo emplazar en este texto, produciendo est- mulos2. O de otro
modo: que si nos hemos hecho, al parecer de algunos, con las
riendas de la auto- descripcin aunque sea por la va negativa de
restar todo crdito a la idea de un metalenguaje como descriptor
apodcticamente cualificado, por decirlo con Rorty3 seamos lo
bastante pruden- tes para sostener o autoconfigurarnos, de modo y
manera que de nuestra vida no escape el eros que quiebra la afasia
de la omnitudo demandas de clarificacin respecto a dos cuestiones
que pienso esencialmente trabadas. En primer lugar, cmo se
articulan, desde los diferentes paradigmas que han tratado de
conceptuar el hecho de encontrarse un tiempo tras la gran sntesis
de la ciencia del espritu hegeliana, las diferentes lgicas que
legitiman su propio acaecimiento (bajo rbricas, que han
protagonizado, con sus tensas relaciones, algunos de los compases
filosficos ms decisivos del siglo que acabamos de dejar, como
realizacin/consumacin e inversin, de lo sido)?. Y en segundo: Qu
grado de autorreflexin, de conciencia de problemas derivados de la
exigencia de pensar la razn identificante como modo posible,
alcanzan los diferentes paradigmas a la hora de reclamar
pretendidos estatutos metadiscursivos? grados de autorreflexin,
considero, que habra que entender en cualquier caso como espacios
para su retroversin en la esfera crtica propugnada, coherentemente
con la intencin de mutar en el seno del discurso la lgica de la
objetividad en una consciente prctica de la objetivacin.
2H. Blumenberg, Nachdenklichkeit, en Neue Zrcher Zeitung,
21-10-1980. En este texto, discurso de agradecimiento por la
concesin del premio Sigmund Freud de prosa cientfica, define
Blumenberg al hombre como Ser que excita. Lo que constituye, puesta
la Nachdenklichkeit, el repensar, en su contexto propio (la
oposicin al Andenken hei- deggeriano), la cifra de un intento de
des-definicin, en la medida que el mismo proceso de definir, y sus
virtudes (al decir de Blumenberg, que una recta una dos puntos)
invocan ese esquema del estimulo/respuesta que ha caracte- rizado
al gnero prximo de la animalidad, tanto como el papel asignado al
Dasein en una post-filosofa de dinmicas internas del ser y
escuchas. F. Desideri (en el texto que referir ms adelante) acua,
para el repensamiento de Blu- menberg, y sin evitar la paradoja
formal, la expresin activa contemplacin de la finis philosophia.
Volveremos sobre ello.
101Historicidad, concepto y piesis en las filosofas de Th. W.
Adorno y H. Blumenberg
100Rafael Benlliure Tbar3En Contingencia, irona y solidaridad
(Paids, Barcelona, 1991) Rorty defina la dialctica como un intento
de enfren- tar lxicos entre s (p. 96). Tal formulacin, tan cerrada
en s misma como precondicionada la respuesta a la pregunta por la
accin recproca entre res cogitans y res extensa, tiene sus
ventajas: En cuanto a la cuestin general de la relacin entre el
pensamiento de Heidegger y su adhesin al nazismo, no estoy
convencido de que haya mucho que decir aparte de que uno de los
pensadores ms originales del siglo result ser un personaje bastante
detestable (p. 130,nota).
Daimon. Revista de Filosofa, n 37, 2006
Daimon. Revista de Filosofa, n 37, 2006
A mi modo de ver, los pensamientos de Th. W. Adorno y H.
Blumenberg, que aqu quisiera tema- tizar conjuntamente, integran
propuestas que, en tanto elevan los parmetros constitutivos de sus
tra- diciones de pensamiento (la dialctica materialista marxiana, y
su concepcin de la tarea filosfica en la legalizacin de alguna
suerte de praxis emancipatoria; y la fenomenologa de Husserl, como
intento de librar de su ceguera el mbito de la inmediatez con
alguna suerte de equilibrio de certeza y reflexin4) a un grado
superlativo de autocrtica, aaden a cuestiones que orbitan alrededor
del pro- blema de la validez diferencial del discurso filosfico
niveles de densidad que no podemos permi- tirnos ignorar.Y ello,
fundamentalmente, porque estos planteamientos no se mueven en el
nivel de la metamor- fosis5 de la razn especular, funcionaria de
estructuras, en pensamiento, partero de figuras, sin hacerse cargo
de la dimensin de sentido social e histrico, cultural y poltico,
que impide el cortocircuito en el todo de la Ereignis radical, de
extraa, o no tanto, cualidad autodemostrativa6. Operacin sta de la
que cabe recelar no tanto, o no slo, por lo intransitable que
parece el paisaje tras la marcha de La Selbsverstndnis, sino por lo
acomodaticio de su punto de partida: la idea de que, de lo que se
trata, por decirlo con Heidegger, es de Romper, no doblar7.
Preguntar por el qu? es una buena pre- gunta para el presente. Qu
lgica define qu se rompe y qu lo rompe (o dobla)? La idea funda-
mental que alienta este texto sera que el pensamiento de que todo
khorisms es una sublimacin de la lgica no es de esa clase de
pensamientos que se resuelven a s mismos, aunque significativa-
mente tienda a simular que lo hace (no hace demasiado, en forma de
anti-hegelianismo de la sobe- rana, por lo que toca al mbito de lo
exterior, o de tecnologas del yo, por el de lo interior8). El
tema
4De nuevo Rorty: Me parece que la superioridad del ltimo Derrida
respecto del primero reside en que deja de confiar en la palabra
mgica [en alusin a la diffrance] y, en lugar de ello, confa en un
modo de escribir, en la creacin de un estilo antes que en la
invencin del neologismos (op.cit, p. 143, nota 6). Por mi parte, no
son tanto neologismos como formulas expresivamente paradjicas los
elementos que quiero exonerar de la responsabilidad de tener la
ltima palabra en mi tematizacin. Y no tanto, a su vez, porque
considere opacas expresiones como historia natural, fanta- sa
exacta, o imagen dialctica (Adorno), indeterminacin determinada,
razn insuficiente o polisemia con- trolada (Blumenberg) como
intentos de articular esas suertes de, sino por mi deseo de
encontrar un sentido vinculante entre los siguientes factores
fundamentales, aqu slo referidos: crtica del origen absoluto,
trabajo crtico sobre el referente y desde ste, praxis de la crtica
al egotismo epistemolgico de los cambios de punto de vista no
mediados y diversos ejercicios y estilos de auto-configuracin.
Pensar las formas de disolucin en literatura de una filosofa que
trata de pensar lo que Sartre llamara en 1964 el universal
particular, y la reaccin contra una lin- gisticidad total (pinsese
en el chocante saldo de cuentas de Koselleck con la hermenutica de
la Khre en Histrica y hermenutica como algo hasta cierto punto
parangonable al gesto cassireriano de abrir la tabla kantiana de
catego- ras: declarar obsoletos, e ideologizados, los
existenciarios de Heidegger) como fenmenos concomitantes no tiene
por qu ser algo que derive forzosamente en usos reflexivos del
relato generadores de lemas tan apotropeicos como quepor esta razn,
porque las fronteras estn perfectamente trazadas ser posible tender
puentes ( M T. Lpez de laVieja, tica y literatura, Tecnos, 2003, p.
25).5Quisiera recordar aqu, aun de modo rapsdico, que la distincin
blumenberguiana (El mito y el concepto de realidad, Herder,
Barcelona, 2004, pgina 48;edicin original de 1971) entre encarnacin
y metamorfosis, que derivar en la categora central de Trabajo sobre
el mito de la Unbefragbarmachung, extiende su intencin critica
hasta el presente post-logicista del autor.6Profecia
autorrealizativa, la llam Castoriadis en 1996, hacindose cargo de
una historia de recepcin tocada por el xito (Figuras de lo
pensable, Ctedra, Valencia, 1999; p. 106 y ss.). Mi lectura de
Aproximacin a una teora de lo inconceptuable, de Blumenberg,
incidir en este aspecto.7Cito a partir de Afinidades y dominancias
(La posibilidad de comprenderse, Sntesis, Madrid, 2002, pp.
128-133), la mirada de Blumenberg a la cumbrede Davos de 1929 entre
Heidegger y Cassirer.8Sobre las diferencias entre
post-estructuralismo y teora crtica en la concepcin de la escritura
como efectuacin del anti- hegelianismo, el excelente GMEZ, V La
escritura de la diferencia. G. Bataille, J. Derrida, y Th. Adorno (
revista Convivium, n 8).
e intencin, por su parte, del ensayo sera ste otro: defender la
conviccin de que a esa lgica absoluta del cierre y posibilidad se
opusieron con vigor la profunda reflexin, que Blumenberg inocula a
su antropologa de la cultura.9, sobre la antinomia fenomenolgica de
conceptuar un mundo de la vida (Lebenswelt) tanto como la
constelacin integrada por la crtica del absolu- tismo lgico y la
lgica del desmoronamiento de Adorno10. Esto ltimo, en contra del
juicio sumario al que Blumenberg se uni, a su particular manera, y
durante una etapa delimitada de su trayectoria intelectual a Adorno
como oficiante de, por decirlo con el titulo de la novela de Kubin,
el otro lado.Conectando con los cuestionamientos as perfilados, y
aadindoles otro factor, en el que qui- siera ahora centrarme. Tal
grado de reflexin sobre los referentes habra cristalizado en ambos
casos, aun siguiendo tanto como configurando cauces por lo mismo
obviamente dismiles, en posi- ciones aparentemente
auto-disolventes, que dichos pensamientos no slo habran detectado,
sino tematizado a fondo, hasta el punto de constituir su clula
propia, y el motor interno de su desarro- llo. Hablar, aun
tentativamente, de coincidencias de fondo entre Blumenberg y Adorno
se volve- ra, por ello, una expresin cuanto menos paradjica. Y, sin
embargo, bajo sus formulaciones mas crudas (Ello hace que la
dialctica negativa est vinculada a las categoras superiores de la
filoso- fa de la identidad como a su punto de partida. En este
sentido es tambin ella falsa, obedece a la lgica de la identidad y
es una misma cosa con aquello contra lo que es pensada11; La menos
metafsica de las filosofas de este siglo, la fenomenologa, una
disciplina vinculada programtica- mente a la descripcin de las
cosas mismas, tiene una criptoteologa. Esta impide a la vez que
pueda haber existido o exista una antropologa fenomenolgica12), las
posiciones se haran cargo de algo compartido:
La imagen de quien se sienta en un rincn y reflexiona sobre algo
para escudriar algo que todava no supiera es tan retorcida como la
contraria, de las intuiciones que vinieran al vuelo. El pensar
recae en el trabajo sobre una cosa y sobre formulaciones; estas
procuran su elemento pasivo. Dicho en forma extrema: Yo no pienso,
y eso es tambin pensar (). Cuando el pensamiento, persiguiendo la
quimera de su originariedad, sortea esta exigencia [que no se debe
pensar en el vaco, sino en algo], cuando husmea en cada objeto el
peligro de la objetivacin, no slo se cierra a s mismo el futuro lo
que no sera una objecin, tal vez lo contrario, sino que es
desacertado en s mismo13Ninguna experiencia se mueve en un espacio
de indeterminacin absoluta, como tam- poco en una realizacin
puramente lineal de las conexiones causales de sus objetos14
A mi modo de ver, tales juicios no hablaran de la perdida del
yo, o de la muerte del sujeto, tanto como de que no hay un yo que
certifique la muerte del sujeto, o que se extraiga partenogenti-
camente de esta. Cosa que dificulta enormemente, como resulta
obvio, la idea de un post-filosfico
9 Remito al lector a mi resea a Salidas de caverna (revista
Pasajes, n 17.Valencia 2005) para una visin sinptica.10 Th. W.
Adorno Sobre la metacrtica de la teora del conocimiento, Monte
vila, Caracas, pp. 11 y ss./ Dialctica nega- tiva, Taurus, Madrid,
1992, pp. 148 y ss.11 Dialctica negativa, p. 15112 H. Blumenberg,
La posibilidad de comprenderse, Sntesis, Madrid, p. 11413 Th. W.
Adorno Observaciones sobre el pensamiento filosfico, en Consignas,
Amorrortu, Buenos Aires, 1973, p. 16.14 H.Blumenberg, La
legibilidad del mundo, Paids, Barcelona, 2000, p. 22.
presente como espacio neutro en el que quepan dilogos que la
metafsica, o la filosofa, impedan(pseudo)
problemticamente15.Quisiera aclarar algo esto valindome de dos
reflexiones en las que el nombre de los autores que he elegido para
mi texto aparecen juntos, y en la medida en que, me parece, sus
responsables, en tanto construyen mbitos de contraposicin
plausibles entre aquellos, dicen algo importante desde posiciones
distintas. En primer lugar, la afirmacin de J. Wetz, en su Hans
Blumenberg. La modernidad y sus metforas, de que a los ojos de
Adorno/Horkheimer y Heidegger, la historia del pensamiento
occidental se mueve bajo una voluntad imperiosa de mandar sobre el
universo, mien- tras que desde la perspectiva de Blumenberg, en
cambio, lo que empuja es una voluntad imperiosa de distanciarse de
l16. Y, en segundo lugar, citando ahora a F. Desideri ( Una
filosofia in contro- luce. Glosse su teoria e metafora in Hans
Blumenberg): As pues, mientras la dialctica negativa de Adorno
representa una extrema y orgullosa respuesta terica a la ceguera de
la teora [a la, dice Desideri un poco antes, va directa de la
contemplacin-definicin de la verdad] en un mundo administrado, la
renuncia de Blumenberg tiene adems el sentido de una retirada
sabia- mente humilde e irnica17. Esta ltima cita describe
admirablemente, hay que reconocerlo, una historia efectual que ha
hecho poca, y que nos habla de miradas tangenciales y, o frente a,
obce- caciones; de tapices polcromos y de paos negros; de
narraciones y de fin de las historias, y de ello (as como del
carcter de pasado supuesto en la misma alusin a una epocalizacin
del asunto) tendremos ocasin de hablar, de modo insuficiente.
Quisiera llamar la atencin, antes, sobre la posibilidad de ver las
interpretaciones de Wetz y Desideri como en cierta medida
incompatibles entre s. El en cambio,que sirve de eje de la reflexin
conjuntiva del primero, parece no se ave- nirse muy bien, en
principio, con el nfasis con que el segundo trata de demarcar
planos de inte- rrogacin Si Wetz disea una contraposicin, haciendo
recaer en las metforas del dominar y el distanciarse el ethos
diferenciador de dos posicionamientos que, parece, no renuncian al
hori- zonte especulativo posibilitado por expresiones como historia
del pensamiento occidental como totalidad, Desideri parece advertir
un nuevo paso en la coherencia entre conciencia historicista y
crtica del teoreticismo en un gesto-discurso de reserva contra toda
tentacin de metateora que faculte tal objetivacin, sea cual sea el
reporte metafrico que la califique. Ello colocara a nuestros
autores secundarios en posiciones desiguales a la hora de ofrecer
una semblanza, una figura inte- gral, de su pensador (Blumenberg,
al travs, aqu, de Adorno), intencin esta que, por otra parte,
ninguno de los dos rehuye, y que ambos saben obligada a ser
coherente con sus propias claves interpretativas18.
15 Quisiera recordar aqu como el Derrida de 1967 (La voz y el
fenmeno. Introduccin al problema del signo en la feno- menologa de
Husserl. Pre-textos, Valencia, 2 edicin, 1995, p. 35; citas
iniciales) simultanea el Husserl de las Investi- gaciones lgicas y
el Poe de El misterio del caso Valdemar para presentar su
particular versin de espiritismo fenomenolgico.16 F. J. Wetz Hans
Blumenberg. La modernidad y sus metforas, Alfons el Magnnim,
Valencia, 1996 p. 8017 F. Desideri Una filosofia in contro-luce.
Glosse su teoria e metafora in Hans Blumenberg, en Hans Blumenberg.
Mito, metafora, modernit, ed. Andrea Borsari, Il Mulino, Bologna,
1999, pp-48-49.18 Ambos autores tratan de modo diferente la
pregnancia, sobre la produccin blumenberguiana posterior, del
impasse implicado en Paradigmas para una metaforologa, como ncleo
metodolgico de su autor. Sin pretender evaluar aqu las posiciones
de Wetz y Desideri (y las de los grupos de trabajo en los que se
insertan), quisiera sealar que veo mayor coherencia en sus
planteamientos que en los que trasparecen de la lectura del texto,
hermoso por otra parte, Descarga del absoluto, de O. Marquard
(Filosofa de la compensacin. Escritos sobre antropologa filosfica.
Paids, Barcelona,2001, pp. 110-120) Fundamentalmente (esto debera
ser tratado en otro lugar) le objetara dos cosas: 1) Que evite
posi- cionar su lectura de Blumenberg en un contexto actual de
referencia (apelando a la felicidad de su metafsica en los tiempos
de su prohibicin) 2) Que Marquard utilice el calificativo plstico
para calificar ese libro fenomenolgico-
Obviamente, quisiera justificar el haber sacado a colacin el par
de citas haciendo algo un poco ms sustancioso que constatar el
inters italiano en tomarle el pulso a su vecino y comprobar cunta
sangre crosceana corre todava por sus venas. Lo que trato de
destacar es lo problemtico que se ha vuelto el acto mismo calificar
la yuxtaposicin de nombres, y de estos nombres, cuando se es lector
afn a enunciados como que la clsica figura antiretrica res, non
verba remite a un estado de cosas que no tiene nada que ver con la
sancin de lo natural, sino que presenta ya una tintura ret- rica19.
El a las cosas mismas! de la fenomenologa husserliana, por ejemplo
(no uno cualquiera aqu, evidentemente) es un gesto incomprensible
si no se pone en relacin con una escisin entre cosmovisin y
ciencia, entre contexto condicionante y discurso efectuador de una
salida del estado de heteronoma, como algo dado, como hecho que la
fenomenologa se limitara a registrar20. Las desavenencias,
desarrolladas durante las ltimas tres dcadas del pasado siglo en el
grupo Poetik und Hermeneutik, a la hora de decidir la pertinencia
de formular un programa de esttica de la recep- cin como intento
consecuente de pensar la Modernidad, y sus mrgenes, en trminos de
auto-poie- sis y desde el encapsulamiento, significativamente
apresurado21, del legado adorniano en trminos de esttica de la
creacin (por un sujeto depauperado, inmerso por lo dems en una
sociedad-natu- raleza irresolublemente opaca) resulta, a este
respecto, ilustrativa. As, el mismo H.R. Jauss que habla, en sus
Transformaciones de lo moderno de una nostalgia del comienzo como
nueva Mito- loga de la Ilustracin, necesita oponerse a Blumenberg a
la hora de hacer valer el nexo Rousseau- Adorno como un particular
agotamiento de posibilidades, que no puede derivar sino en una
nueva posicin terica (su propio programa de esttica
posmoderna)22.Arroja esto alguna luz (mejor sera decir: alguna
sombra) sobre palabras como las recientes La claridad con que
Tafalla expone el pensamiento de Adorno desmiente el mito de un
autor enigmtico y incomprensible y demuestra la actualidad de sus
ideas?23. Pienso que s; asertos como ese tienen,
antropolgico que Blumenberg no dio a sus lectores: Cmo cuadrar
esa peticin sin distorsionar la intencin del conmemorado con la
apelacin de Blumenberg a las imgenes goethianas en el
captulo-bisagra de Trabajo sobre el mito (pginas 427-429 de la
edicin espaola)?19 H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos,
Paids, Barcelona, 1999, p. 14020 Esta afirmacin se hace cargo de la
lectura que Blumenberg hace de los textos del ltimo Husserl, en
particular del intento, all operado, de formular una nocin enftica
de trascendentalismo donde el empeo fenomenolgico contra el
objetivismo de las ciencias positivas redunde en una recusacin del
escndalo de la filosofa (desde la introduccin de la Fenomenologa
hegeliana) que el neokantismo de Natorp, al parecer de Husserl,
perpetuara. Evidentemente, tocamos un punto esencial que debe ser
desarrollado en otro lugar.21 Ya no resulta posible leer estas
palabras de P. Brger, de 1983 (doce aos despus de la edicin postuma
de Teoria est- tica de Adorno; Crtica de la esttica idealista,
Visor, Madrid, 1996.) sin detectar el clima, casi freudiano, de
peticin de voz al padre absoluto. As, si Brger afirma que como
ninguno de los tericos del arte del siglo XX, ha realizado Adorno
la confrontacin de las categoras de la esttica idealista con la
experiencia esttica del arte moderno, igualmente advierte: Pero el
reconocimiento de la hazaa de Adorno no debe hacernos perder de
vista que su esttica es para noso- tros histrica (p. 15). Y una
pgina despus: Slo si se logra determinar tericamente los lmites de
la esttica de Adorno, podra encontrarse el lugar terico, desde el
que se puede formular una crtica de la esttica idealista que no sea
una mera repeticin de Adorno. Cursiva en el original.22 Dice Jauss,
comenzando por citar al Blumenberg de Aspekte der Epochenschwelle,
de 1976: No hay testigos del umbral de una poca. Un cambio de poca
es una frontera inobservable, desligada de cualquier dato
importante, de cual- quier suceso evidente. Esta afirmacin
lapidaria de Hans Blumenberg queda refutada por el hecho de que en
medio de la Ilustracin burguesa se da un umbral de cambio de poca,
como se comprueba por la retrovisin de la mirada diferen- ciadora y
por un eminente testigo que lo percibi y marc de manera
provocadora. Se trata de Rousseau () (El pro- ceso literario de la
modernidad desde Rousseau a Adorno, op.cit. p. 70)23 Remito al
lector a mi resea a M. Tafalla Theodor W. Adorno. Una filosofa de
la memoria (Revista Pasajes, n. 14. Valen- cia, 2004), a cuya
contraportada corresponde la cita. Tan slo un atisbo del nuevo
contexto, y funcionalidad, en el que se inserta la reflexin del
frankfurtiano: Para el lector o espectador [de arte y literatura,
en general] es tambin la oportu-
y lo dir con expresin muy cara a Blumenberg, un notable aire a
descensus ad inferos24, de des- traumatizacin integral de un
pensamiento que, al afirmar que Slo son verdaderos los pensamien-
tos que no se comprenden a s mismos25, habra ingresado, por su
propio pie, en el extraamiento de s. El siguiente punto, dedicado a
ubicar la crtica de Blumenberg a la deteccin de una dialctica
mito-ilustracin por Adorno, puede contribuir a determinar esa
impresin, y a hacerla valer en el contexto hasta aqu diseado.
2. Mito-Logos: mito o logos?
La celebre idea de Adorno y Horkheimer de que la ilustracin
habra de ilustrarse para no recaer en el mito26, tanto como la
apelacin a Schelling del primero (Aunque por otras razones que en
Schelling, el elemento esttico resulta as importante para la
filosofa27) en el proceso de realizar textualmente su tarea
filosfica, que no sera otra que la de la desmitologizacin28, casi
describen un fatum, que el interpelado Schelling habra calado desde
el principio. Fue una vez ms Schelling quien observ que las teoras
sobre el mito tienden casi forzosamente a convertirse ellas mismas
en mitolgicas, escribe, con toda intencin, Blumenberg en El mito y
el concepto de rea- lidad29. Declarar la racionalidad social el
mbito de pre-configuracin absoluta de la experiencia individual,
sin intersticios que vislumbren el sostenimiento de la idea de una
autonoma que res- ponda a su concepto moderno (No cabe la vida
justa en la vida falsa30) es algo que no puede generar ms que una
recada en el idealismo31. Evitar tal cosa sera, por definicin, el
deber de quienes consideren transitable la letra de Adorno, y hagan
manifiesto su deseo de pensar el presente desde ella.32
nidad de realizar un aprendizaje moral sin pasar por las mismas
experiencias, de modo que el arte sera un elemento clave para una
humanidad capaz de aprender de sus errores () (op.cit. p. 287).24
Trabajo sobre el mito, p. 21625 Th. W. Adorno Minima moralia,
Taurus, Madrid, 1999, p. 19226 Th. W. Adorno y M. Horkheimer,
Dialctica de la ilustracin, Trotta, Madrid, 1994, pp. 59-95.27
ADORNO, Th. W. Dialctica negativa, Taurus, Madrid, 1992, p. 2328
Adorno a Thomas Mann: Con otras palabras, ya no se est en casa en
ninguna parte y, como es obvio, de ello no debe- ra quejarse aquel
cuyo quehacer es la desmitologizacin. Cito desde S. Mller-Doohm En
tierra de nadie. Theodor W. Adorno, una biografa intelectual,
Herder, Barcelona, 2003. p. 253.29 El titulo de la editorial Herder
desvirta a fondo el original (traducible como concepto de realidad
y potencial de efec- tos del mito), extrayendo lo que entiendo, y
as lo leer, su concepto fundamental (Wirkungspotential). Un ttulo
que, por su composicin, enfrente mito y concepto de realidad es una
buena estrategia para colocar esta obra al lado de la Mircea
Eliade, pero destroza, como quiero exponer, la intencin de
Blumenberg al hacerse cargo del, as llamado, Mit- hos-Debatte
alemn.30 Th. W. Adorno Minima moralia. Taurus, Madrid 1999, p.
37.31 De nuevo Brger (op.cit. p. 119): La teora esttica de Adorno
est, a este respecto, en la tradicin de Schelling. ().La
radicalidad con la que Adorno hace del logro [artstico] momento
determinante de la obra de arte slo es comprensible en el marco de
un pensamiento para el que la obra de arte se da la verdad en
sentido enftico y, en ltima instancia, en ella se revela el
absoluto.32 Cito a A. Wellmer (La unidad no coactiva de lo mltiple,
en Teora crtica y esttica, Universitat de Valncia, 1994. p.26): El
gran mrito de Jrgen Habermas es haber introducido, frente a Adorno
y frente a la teora crtica anterior, dife- renciaciones
conceptuales que le permiten distinguir de nuevo con toda claridad
entre perspectiva mundana de la eman- cipacin y la perspectiva
teolgica de la redencin. El traductor de Wellmer en nuestro pas,
M.J Redondo interpret esta autntica irrupcin del nombre en el caos
de lo innominado (el lector reconocer enseguida el ttulo del
captulo segundo de Trabajo sobre el mito) como un poder empezar a
hablar de nuevo un lenguaje inteligible en el contexto de la
filosofa y las ciencias sociales (A.Wellmer Finales de partida: la
modernidad irreconciliable, Catedra-Universitat de Valncia, 1996,
p. 11 de la introduccin).
La reapropiacin de Schelling en el siglo XX comenz, sin embargo,
bastante antes, y en un contexto poco dado a autocomprenderse ni
ser comprendido desde parusas estticas: en el volumen segundo de la
Filosofa de las formas simblicas, de E. Cassirer (1925) En esta
obra, la idea de trasladar la pregunta planteada por la Filosofa de
la mitologa de Schelling () al terreno de la filosofa crtica33
tiene un sentido preciso: El problema del origen en cuanto tal es
comn a la ciencia y al mito, pero el tipo y carcter, la modalidad
del origen, vara en cuanto pasamos de un terreno a otro, en cuanto,
en lugar de tomarlo como potencia mtica, manejamos el origen como
prin- cipio y como tal aprendemos a entenderlo34. El gesto de E.
Said (Beginnings, 1975), autor al que el mencionado Jauss apela
para validar su nocin de umbral epocal, reproduce a otro nivel una
con- ciencia profunda del problema de traer a teora del
conocimiento lo que ms tarde Derrida llamara su exterior
constitutivo35. El prrafo 11 de Ser y tiempo (La analtica
existenciaria y la exgesis del ser ah primitivo. Dificultades para
obtener un concepto natural del mundo) cuestion, por su parte, el
carcter ex eventu (Gaos tradujo zaguero) de la epistemologa
cassireriana, y ubic su filosofa del smbolo en el enojoso papel de
provisora de hilos conductores a disposicin de la cien- cia
etnolgica; mbito este por entonces, y como bien saba Heidegger,
bastante ignorante por lo general de las complicaciones en que
incurre la ciencia a la hora de simultanear, tras Hegel, des-
cripcin de fenmenos y teora de la cultura36.La activa contemplacin
de la finis philosophia, la respuesta de Blumenberg a su tiempo,
segn Desideri, se dice de muchas formas. El gesto de Husserl de
1925 consistente en introducir el movimiento intencional de la
conciencia en el pthos de una Grecia en trance de ser oficialmente
declarada proto-humanista (faltan ms de veinte aos para la carta en
la que Heidegger recuerda a Beaufret que la humanitas proviene de
la calculadora repblica romana) se est haciendo cargo de una
historia de recepcin del particularismo lingstico-cultural de
Herder y Humbolt que Cassirer cree an manejable37. La peticin final
de Husserl a los fenomenlogos en el artculo de la Enci- clopedia
Britnica (renuncia al ideal de sistema filosfico, modestia en el
ejercicio de la cien- cia normal de la fenomenologa, creadora antes
que nada de comunidad38) es una promesa de
33 E.Cassirer Filosofa de las formas simblicas, vol. 2, FCE,
Mxico D.F., 1998, p. 2734 op.cit. vol. 1, p. 40. Cursiva en el
original.35 H.R. Jauss, op.cit. pp. 18-20. El contexto es, por
supuesto, otro, pero no sus referentes. La reivindicacin de Vico
como motor del moderno pensamiento acerca del comienzo, iniciador
del largo debate sobre el origen del lenguaje y la cul- tura, se
inserta en la diagnosis de un cambio profundo de paradigma, la
deteccin de que con el movimiento estructu- ralista se rechaz con
el logocentrismo, todo pensamiento acerca del origen, liberando el
saber moderno de cualquier referencia mtica al origen y el telos de
la historia, tanto como su hasta ahora, termino medio, el sujeto
autosuficiente. Sin ste, el resto es, dicho con Heidegger, exttico
estar dentro: As termina lo que empez en la Ilustracin con la
protesta contra la autoridad de un origen heternomo, con la
aceptacin de un supuesto destino inexorable que nos hace
prisioneros de un lenguaje sin referencias en una corriente de
discurso annimo sin principio ni fin36 Algo que Cassirer no
ignoraba: La exigencia de pensar la totalidad del espritu como
totalidad concreta, esto es, de no permanecer en su simple concepto
sino de desarrollarlo en el conjunto de sus manifestaciones, se lo
plante Hegel con mayor agudeza que cualquier otro pensador (op.cit.
Vol. 1, p. 24).He interpretado la funcin de la hermenutica hei-
deggeriana de Hegel, llevada a cabo fundamentalmente en Identidad y
diferencia, en mi Acerca de una Filosofa de la Historia en
Heidegger. Pensamiento rememorante y paradigma de la recuperacin
(indito).37 Es decir: ajeno a la elaboracin friburguesa de
Nietzsche. As Cassirer (op.cit. Vol.1, p. 109; cursiva en el
original):Ciertamente, Humboldt es fundamentalmente un espritu
siempre sistemtico, pero es enemigo de toda tcnica expresa de
sistematizacin. As pues, ocurre que en el afn de presentarnos
siempre su visin total del lenguaje en cada uno de los puntos de su
investigacin, hace difcil distinguir esta totalidad.38 E. Husserl,
El artculo Fenomenologa de la Enciclopedia Britnica, en Invitacin a
la fenomenologa, Paids, Bar- celona, 1992, p. 73). Reyes Mate
cierra su introduccin al volumen (con apelacin a Adorno pegado al
Benjamin ms brechtiano incluida) con una declaracin de
preferencias: Deca hace un momento que de Husserl me quedaba
con
philosophia perennis en la medida en que convierte la idea de
particularidad en algo que bri- lla puntualmente trazando un
continuo en el mismo giro autoreflexivo de la razn, y no en nin-
guna base configuradora (idiomtica, comunitaria, cultural) externa
a su campo de accin. Blumenberg, en su Mundo de la vida y
tecnificacin bajo los aspectos de la fenomenologa (1959), y sobre
todo en Tiempo de la vida y tiempo del mundo (1986), refiere un
malentendido fundamental alrededor del concepto husserliano de
Lebenswelt y su historia de efectos que me inte- resa sealar
aqu:
Hacer objeto de descripcin terica al propio mundo de la vida no
significa, en absoluto, un rescate y mantenimiento de aquel mbito,
sino la inevitable destruccin, mediante su desenmascaramiento, de
la obviedad como atributo suyo esencial39
En lo que Blumenberg estara poniendo aqu el acento, si lo
entiendo, es en el hecho de que si algo dispensan las modernas
sociedades tecnificadas, ante cuya crisis por agotamiento
espiritual Husserl se revolvi con su diagnstico, es, ciertamente,
un sentido. Por el contrario, la nocin de sentido, singularizado y
absoluto aunque como horizonte regulativo de la descripcin, derivn-
dose de la posibilidad de reactivar en cada objeto creado algo as
como su impulso intelectual origi- nal, sera fruto ya de suponer un
mbito de la inmediatez como macro-objeto de la descripcin40. En el
autoofrecimiento del objeto tcnico (un timbre de puerta, es el
ejemplo de Blumenberg) que- dara reflejada la ciencia entera, pero
slo como cifra y funcin: En el ideal del pulsar un botn se
autofesteja la privacin de la comprensin, en su sentido ms literal
de inspeccin: mando y efecto, orden y produccin, voluntad y obra se
han acercado a la distancia ms corta (op.cit. p. 59). La
metodizacin del conocimiento y la disponibilidad de sus productos,
como cualidad derivada de una culpable (en sentido kantiano)
desatencin a la cadena de mediaciones que configuran un resultado,
son, para Husserl, procesos ciertamente irreversibles. Pero, por lo
mismo, y en cuanto integrados en una filosofa de la historia de
signo ambiguo41, son fenmenos que posibilitan la deter- minacin de
un objeto de infinitas cualificaciones subterrneas: el problema de
la cosificacin, en terminologa lucaksiana, se convierte en tarea
fenomenolgica en cuanto el estatuto de las cosas como transparent
things (como deca Nabokov) queda perennemente postergado gracias a
la media- cin de un historicismo que, por su parte, ha calificado
de profundo el mundo42. La autonoma, motor regulativo de la
cientificidad moderna, pertenecer por ello a la Humanidad desde el
momento en que la misma resistencia de la cultura, como
emplazamiento de una heteronoma procesualmente
dos propuestas: la denuncia del olvido del mundo de la vida y el
recuerdo de una fundamentacin humana de la ciencia (cursiva en el
original). Mi preferencia por la lectura de Blumenberg,
radicalmente contraria, se sigue de mis citas.39 Las realidades en
que vivimos, p. 69.40 H. Blumenberg, Tempo della vita e tempo del
mondo, Il Mulino, Bologna, 1996, p. 46: Como toda historia de
proceso, tambin la fenomenologa gentica ha necesitado de un
terminus a quo homogneo e irreductible que, como punto de partida
del procedimiento, puede resultar inteligible en s mismo, sea como
estado, sea en la imposibilidad de su perma- nencia.41 En la
pattica formulacin (concentrada hasta la memorable mxima de la
fidelidad a s mismo, expresin absoluta de una anamnesis fenotpica
como postulado regulativo de la ciencia) del ideal de transparencia
epistemolgica que Husserl lanz en su La filosofa como autorreflexin
de la humanidad no deja de apreciarse el tira y afloja entre
reconoci- miento y reproche, constatacin del carcter individual del
fenmeno histrico posibilitante de la posicin terica propia
(reconocimiento de la lgica alternativa de las ciencias del espritu
tras un Dilthey aqu implcito), y evaluacin positiva de la falta de
seriedad de la epistemologa hasta la fecha (E. Husserl, op. cit. P.
132-3).42 Tomo la cita del Zarathustra de Nietzsche de la
introduccin, valiosa para apreciar los horizontes de esta
apropiacin en un contexto reciente, de F. Montero, Mundo y vida en
la fenomenologa de Husserl, Universitat de Valncia, 1994.
legible, comience a ser entendida en trminos trascendentales:
sntesis objetivante de un sujeto. Dicho as, incurriramos en el
error de obviar que es sentido mismo del movimiento trascendental
lo que est en juego una vez Husserl se ve compelido a pensarlo, por
encima de Kant, como resultado del proceso histrico a la vez que
como forma de esclarecer el sentido mismo de su estructura pro-
cesual. Al parecer del Husserl de La crisis de las ciencias
europeas Kant cae en una especie de dis- curso mtico, cuyo sentido
textual remite, ciertamente, a lo subjetivo, pero a una forma de lo
subjetivo que, en principio, no podemos apropirnosla intuitivamente
ni en ejemplos fcticos, ni por medio de una analoga autntica43. El
sustrato mtico de la teora slo podr ser definitivamente conjurado,
por tanto, cuando el movimiento trascendental mismo efecte su
propia auto-inteleccin, cosa que Husserl afirma en trance de
suceder: Nos encontramos inmersos en una transformacin interior en
la que la dimensin de lo trascendental, largamente presentida y,
sin embargo, siempre oculta, nos saltar a la cara, ser objeto de
experiencia directa nuestra44.De Husserl se ha dicho que careca por
completo de sentido histrico, a lo que Blumenberg responde
contestando as a la Hanna Arendt de 1948, ocupada en
impermeabilizar la historici- dad antes de proclamar, contra todo
resto de Huysmans o Lautremont en el imago cultural, la bana- lidad
del mal que, lejos de ello, realizaba el espritu de la Edad
Moderna45. La tematizacin blumenberguiana del mito en el referido
Wirklichkeitsbegriff und Wirkungspotential como intento dehacer
comprensible el amplio espectro que se abre entre los valores
extremos del terror y la poesa (p. 103), categoras lmite de su
historia efectual, y su pretensin de patentizar que la ontologa
hei- deggeriana no reconoce el papel y la posicin histrica de la
propia fenomenologa (El mundo de la vidap. 70) son partes de una
nica operacin, compleja, que aqu slo puede quedar delineada
mediante algunos de sus rasgos bsicos. Para mi intento
reconstructivo me valdr aqu de dos aspec- tos relevantes de un
texto posterior, Aproximacin (o perspectiva) a una teora de la
inconceptua- bilidad (Ausblick auf die Theorie der
Unbegrifflichkeit), de 197946; aspectos que perfilan un proyecto de
fenomenologa histrica (p. 109) que incide, de un modo no reductible
ni a las vas legadas por el ltimo trascendentalismo husserliano ni
a las formas de deconstruccin de la tradicin gnoseolgica a partir
de la instancia crtica del existente nacidas bajo el auspicio ms o
menos expl- cito del gesto de Heidegger, tanto en la perentoriedad
de quebrar hermenuticamente la tendencia a la abstraccin del
teoreticismo nomolgico-explicativo como en recusar la expectativa
de que tal necesidad abra por s sola un espacio ignoto de
posibilidades a la espera incluso de un lenguaje que las califique
propiamente. La tematizacin blumenberguiana del mito y de su medium
histricamente acreditado, el lenguaje metafrico, se ubica, por
tanto, en el intersticio de esas dos exigencias: aten- der a las
conexiones hacia atrs con el mundo de la vida, en cuanto sostn
motivacional constante de toda teora (p. 98), e impedir que tal
operacin derive en la oferta de una decisin entre evi- dencia
intuitiva y abstraccin (p. 112).El texto comienza con una
ambivalente, en apariencia, apelacin a Paradigmas para una meta-
forologa: Desde entonces no ha cambiado nada en la funcin de la
metaforologa, si acaso algo en su referente; ante todo, porque hay
que concebir la metfora como un caso especial de inconceptua-
bilidad (p. 97). A lo que aade Blumenberg a continuacin:
43 E. Husserl, La crisis de las ciencias europeas y la
fenomenologa trascendental, Crtica, Barcelona, 1991, p. 119.44
Op.cit. p. 105-6. Cursiva en el original.45 Las realidades en que
vivimos, p. 70.46 Naufragio con espectador. Paradigma de una
metfora de la existencia p. 97-117.
La metafrica no se considera ya prioritariamente como esfera
rectora de concepciones tericas aun provisionales, como mbito
preliminar a la formacin de conceptos, como recurso en la situacin
de un lenguaje especializado aun sin consolidar. Al contrario, se
con- sidera una modalidad autntica de comprensin de conexiones que
no puede circunscribirse al limitado ncleo de la metfora
absoluta.
Dos cosas destacan aqu de forma inmediata: un desplazamiento en
los intereses de demarcacin de la opcin hermenutica (ya no es la
Begriffsgeschichte de Rothaker el nico, ni principal, inter-
locutor), y el nfasis puesto en considerar la metafrica como
modalidad autntica de comprensin de conexiones irreductible al
resultado limitado ncleo de la metfora absoluta Aquella meta-
cinemtica de los horizontes histricos de sentido (Paradigmas, p.
47), cua introducida en 1960 en el objetivismo de fondo del
proyecto historiogrfico-conceptual de Rothaker con la intencin de
representar las condiciones (plurales) de emergencia de la
especulacin como irreductibles a la fun- cin presentista de su
recepcin cientfica (en trminos de autocomprensin
histrico-cultural), plan- tea dificultades al intento fenomenolgico
en cuanto se repara en el particular enigma de la metfora, tal y
como Blumenberg lo determina a rengln seguido: Enigmtica es la razn
por la cual la metfora, por lo general, se soporta. Su distincin
puede explicar el que aparezca en la ret- rica como ornato del
discurso; pero no se comprende tan fcilmente que tambin se acepte
en con- textos objetivos (p. 98). La herencia del dictum
nietzscheano al respecto (Toda palabra se convierte de manera
inmediata en concepto en tanto que justamente no ha de servir para
la expe- riencia singular y completamente individualizada a la que
debe su origen47) puede inducir al des- cuido, en la medida en que
sirva a un programa pretendidamente recuperador del pthos
poitico-vivencial del lenguaje al travs de una genealgica de la
voluntad de poder codificada en su uso referencial-veritativo, del
hecho de que, en s, metfora es ya un efecto, un producto. Y un
producto que invalida, por su carcter mediado, el presupuesto a la
base del impulso dado por Nietzsche a su sujeto artsticamente
creador: que el uso consciente de la metfora se limita a hacerse
cargo de que entre dos esferas absolutamente distintas, como son el
sujeto y el objeto, no hay ninguna causalidad, ninguna exactitud,
ninguna expresin48. Es en este momento en el Blu- menberg hace
valer la prerrogativa fenomenolgica de corte husserliano:
La metfora es ante todo, de acuerdo con Husserl, disonancia.
Esta sera mortal para la conciencia aplicada al cuidado de su
propia identidad; la conciencia debe ser el rgano siem- pre eficaz
de autorrestitucin. Sigue [la consciencia], tambin con respecto a
la metfora, la regla formulada por Husserl: la anomala como ruptura
de la unidad originariamente con- cordante con el fenmeno viene
incluida como una normalidad superior. Slo bajo la presin de la
tendencia a reparar la consistencia amenazada deviene metfora el
elemento ante todo destructivo. Se integra en la intencionalidad
mediante la estratagema de la reinterpretacin (p. 99. Cursiva en el
original).
En la medida en que la metfora se vislumbra, desde esta
perspectiva, como resultado de un pro- ceso exitoso de restitucin
del orden, de integracin de disimilitudes por una conciencia
entendida como estructura de trabajo orientada a una plenitud de
sentido (El mundo de la vidap. 43) y con
47 F. Nietzsche Sobre verdad y mentira en sentido extramoral,
Tecnos, Madrid, 2003, p. 2348 op.cit. p. 30.
ello configurada por el material asumido en su decurso temporal,
que su potencial hermenutico sea el de manifestar una diferencia
absoluta entre sujeto y objeto es una opcin no slo de dudosa vir-
tualidad para un pensamiento que desee aplazar un tanto su
abandonarse a la creatio ex nihilo o a laautentica vida49:
constituye una operacin que obvia la sedimentacin de contenidos
tericos que han configurado la patencia de una insuficiencia de la
Teora. Esto es lo quisiera destacar priorita- riamente aqu, a
sabiendas de lo apretado de la exposicin. Que Blumenberg se haga
cargo de que para escribir con maysculas teora ha hecho falta un
proceso de disociacin, consumado para nuestra tradicin al menos
desde la conferencia de Weber de 1919, entre sentido de la
existencia del particular y una actividad cognoscitiva que ya no le
pertenece a l qua individuo, sino al especialista que ha abandonado
la perspectiva de cuadrar sentido y totalidad, labor (Beruf) y
experiencia de la consecucin de esa labor, obliga a su hermenutica
del suelo motivacional terico a no apostarse en el disparadero de
una iconoclastia salvfica (para su Autor). Por ello, la teora,
ahora sin maysculas aparece en ese subsuelo vital como marca de
legibilidad:
La metfora reclama una originariedad en la que estn arraigadas
no slo los mbitos privados y ociosos de nuestra experiencia, los
mundos de los paseantes o de los poetas, sino tambin los aspectos
elaborados y extraados en la jerga especializada de la posicin
terica (p. 100).
La aparente ligereza de esta afirmacin gana en relevancia cuando
se la contrasta con la forma ms depurada de remitificacin legada
por el pasado siglo: las instrucciones que Heidegger diera a su
audiencia friburguesa, durante el semestre de verano de 1941,
acerca de qu hay que hacer con la sentencia del presocrtico
Anaximandro. La celebracin de la discontinuidad del espritu en que
con- siste tiene uno de sus puntos lgidos, como no poda ser menos,
en la cuestin de la traduccin, la ciencia filolgica, y la
artificiosidad con la que la cultura heredada trata de alambicar
(como, al pare- cer de Kierkegaard, la religin oficiosa trata de
traducir el trueno divino que le fue dado escuchar a Abraham) su
representacin de lo otro. Heidegger refiere, sin reproducir el
nombre de su artfice, lo que para l constituye el punto ms bajo en
la domesticacin reflexiva, filologa mediante, de aque- llo que
quiere hacer valer: As, al final de un ensayo de 1940, podemos leer
lo siguiente: Desde la unidad de un gran pensamiento religioso,
tico, racional y fsico se alza la primera gran construccin del
pensamiento filosfico, la obra de Anaximandro el milesio; a lo que
el maestro de la historici- dad responde, economizando lo ms
importante a excepcin del Ser: No queremos malgastar el tiempo
refutando ese gran disparate50, lo que abre al lector toda una
serie de dudas razonables acerca del porqu, pese a todo, la
cita.Volviendo al texto Aproximacin, y con la intencin de ir
cerrando algunos de las cuestiones planteadas. Para constatar la
autoaplicacin del criterio hermenutico que ha de validar la
especifi- cidad de la metaforologa como alternativa fenomenolgica,
Blumenberg encara, casi al final de su reflexin, la pregunta
ontolgico-fundamental de Heidegger sobre el sentido del ser (p.
114) de un modo en el que, a mi parecer, aquella apariencia de
autocontradictoriedad (cristalizada en la imposibilidad de una
antropologa fenomenolgica) a la que haca mencin casi al comienzo
de
49 En expresin de Gadamer al reconstruir el nexo entre las
exigencias del historicismo diltheyano, las insuficiencias de
Husserl al intentar conjugar fundamentacin epistemolgica e historia
del mundo, las fulgurantes intuiciones del conde York
(lamentablemente muy fragmentario) y el gran impasse heideggeriano.
Verdad y mtodo I, Sgueme, Salamanca,1997, pp. 314 y ss.50 M.
Heidegger, Conceptos fundamentales, Altaya, Madrid, 1997, p.
145.
este texto gana en determinaciones mostrando su funcionalidad.
La quiebra del proyecto terico y su sustitucin por un horizonte de
sentido ajeno al de una espiritualizacin idealista de la cultura es
pensada por Heidegger precisamente desde la diagnosis de
inconciabilidad de historicismo y filoso- fa de la historia; la
Kehre tentara el borrado, en el historial de la deviniente historia
del ser, lo ganado para su inteleccin en la friccin con el
neokantismo, con Husserl y con la ciencia, con lo que quedara
solapado hasta qu punto ya la obra de 1927 es en s intento de
desmarcarse del espa- cio en el que se hace imputable el taln de
Aquiles de toda reflexin sobre el sentido de la historia: el hecho,
segn Blumenberg, de que sustituimos inadvertidamente lo preguntado
por otra cosa, atri- buyendo un fin al curso de la historia y
colocndolo en un estado final del proceso histrico que jus- tifica
todo cuanto ha acontecido antes. Ahora bien:
En la pregunta por el sentido del ser esto no funciona, porque
est claro que lo pregun- tado no est sujeto a transformacin alguna,
por lo menos por todo el tiempo en que no se da aun la historia del
ser. La estratagema socorrida es la afirmacin de que no necesitamos
responder a esta pregunta empezando por tener una visin de su
objeto. Por el contrario, poseemos ya esta respuesta, no
consistiremos en otra cosa que en la posesin de esa res- puesta.
Sera una intensificacin ulterior de la anamnesis platnica, con la
diferencia de que esta posesin no se manifiesta en conceptos sino
en la estructura de la consciencia misma y en el comportamiento que
se funda en esta estructura (p. 115)
Es posible, y a mi parecer importante, ver dos partes en la
crtica: una, que remite la conversin de la polaridad cognitiva en
existencia arrojada a estructuras platnicas; otra, que modaliza
dicha remisin enfatizando que la nueva versin es pensada desde la
moderna crtica al concepto y al travs de la reflexin sobre la
estructura intencional-horizntica de la conciencia. Sin apartar la
vista de ese carcter compuesto, leamos su punto de incidencia. La
contraposicin con la nocin de sentido de la filosofa de la historia
(de cuya presuposicin parece participar la fuerza explicativa de la
remisin a un modelo tan aejo como la anamnesis platnica),
recuperada como sostn motivacional del giro ontolgico de la
fenomenologa, crea un espacio de inteligibilidad a la medida de la
doctrina de la cura como ocupacin en el Ser y respuesta a la
pregunta por el mundo que quedara as formulada:
Slo se precisa una pequea teora auxiliar para explicarnos por qu
esta posesin [una lista de existenciarios en lugar de una de
categoras] pudo estarnos vedada tanto tiempo y con tan fatales
consecuencias. Se trata del teorema anexo de la inautenticidad de
nuestra existen- cia; en Heidegger slo despus se ha transformado en
componente de su proyecto de una his- toria del ser, que quera
comprender lo antes denominado inautenticidad como episodio de un
ocultarse del ser, o mejor: de la autoocultacin (p. 115).
El prrafo capta el instante en que la interpretacin de
Blumenberg objetiva la legitimidad51 de interpelar a un pensamiento
que solicita, antes que nada, que aprendamos previamente a
existir
51 Dar cuenta del sentido tcnico del trmino en la obra
Blumenberg nos llevara obligatoriamente a un tratamiento espec-
fico, que comenzara La legitimidad de la modernidad, que ha de
quedar fuera de las pretensiones de este ensayo, que ha optado por
otras vas. En todo caso, la problematizacin de la categora
hermenutica de secularizacin all desarrollada pregna la cuestin
antropolgica a la que aludo en una medida aqu suficiente.
prescindiendo de nombres52 existir sin instancias de
interpelacin, pues demandando un espa- cio para la lgica (que se
pueda buscar con sentido una pequea teora auxiliar precisamente
aqu) y dando constancia de la ocupacin de ese espacio (se trata del
teorema anexo de la inauten- ticidad). Aqu se cifrara lo que
quisiera llamar el momento antropolgico del pensamiento de
Blumenberg, que se configura en el hacerse cargo de que la
restitucin de tal perspectiva de totali- dad implica per se una
exigencia de nexos de representabilidad para una comprensin
funcional de la autoocultacin del Ser, tanto como en la resistencia
a que tal funcin devenga idea de un macro- sujeto, como peraltacin
de las necesidades de significatividad, al que remitira. Por ello,
considerar la faceta antropolgica de la metaforologa como momento
en tensin constitutiva con otras ins- tancias53 ayuda a ver su
intento de conservar la funcionalidad, para la teora de la cultura,
de la nocin cassireriana de funcin (rentabilidad de una metafrica
organicista plenamente operativa, por otra parte, en mbitos en los
que el paradigma de la fsica de procesos reversibles ha cedido su
lugar a la biologa de la temporalidad irreversible)
convenientemente alejada de patrones cientifistas tanto como de la
supuesta disolucin definitiva de los mismos. Lo que significa en
este punto que si la metafrica se opone a una concepcin simblica de
la cultura afirmando que lo que une a concepto y smbolo es su
indiferencia a la presencia de aquello que se encargan de
representar (p. 112), la fijacin fenomenolgica en la manifestacin
de la posicin terica efectiva aqu, la ontologa de Heidegger corrige
la integracin en un contexto de disponibilidad apririca
estableciendo con steen la medida en que reconoce su necesidad
incidiendo en su operatividad una dialctica dise- ada para evitar
su resolucin.Qu rango adquiere entonces los rtulos, de tan marcada
tintura idealista, realizacin y esp- ritu, en aquella vindicacin
blumenberguiana de Husserl contra Arendt? En su primer trabajo para
el grupo Hermeneutik und Poetik, Concepto de realidad y posibilidad
de la novela (1964), Blu- menberg establece una tipologa del
concepto de realidad que retomar, pocos aos despus, en Wir-
klichkeitsbegriff und Wirkungspotential des Mythos, para el
problema de la recepcin moderna del mito54. Al concepto de realidad
de contextualidad abierta, que en la reflexin moderna sobre la
52 M. Heidegger, Carta sobre el humanismo, Alianza, Madrid,
2004, p. 20.53 Si la de tensin parece llamada a ser la metfora por
revindicar en nuestro presente, la siguiente cita perfila su
sentido en la propuesta de Blumenberg: Todas las distinciones del
tipo de la diferencia entre entendimiento y razn que han sido
llevadas a cabo en la historia de la filosofa y han sido muchas, se
basan en esta dificultad de una procesin de ins- tancias de
supervisores intelectuales y de las teoras acerca de lo que vigilan
a que stas dan pie. Los conceptos de la reflexividad del sujeto
hasta el de la subjetividad absoluta como aquella instancia
definida por la ausencia de recepti- vidad, a la que slo queda la
pura espontaneidad gracias a la disyuncin dada slo repiten
jerarquas ms antiguas. A lo que se aade a prrafo seguido: Hay que
pensar que este tipo de asuntos tiene su lugar entre las pocas
opciones de una historia del pensamiento abstracto. Pero el uso que
puede hacerse casi a diario de este responsabilizar a la razn con
la razn, induce a una retrica tan plausible, que sera tonto no
utilizarla llegado el caso (Comprensin de la razn-qu puede ser
eso?, en Conceptos en historias, p. 62). El objeto de
problematizacin del razonamiento es su propio modo de articularse:
la inteligibilidad que faculta pensar, en Aproximacin, la
autoocultacin del ser dentro de una tipologa posible depende de una
historia del pensamiento abstracto que se convierte, a su vez, en
candidata a impugnacin por los mismos motivos. La perspectiva
antropolgica que ubica la nocin de autoocultacin en el repertorio
de los con- ceptos de la reflexividad del sujeto capta su
autocontradictoriedad: hace visible la estructura referencial de la
herme- nutica concreta como producto especulativo, y no asegurado,
del sujeto-fenomenlogo. Lejos de ver la contradiccin como algo
improductivo, entiendo que a su travs Blumenberg est llevando la
fenomenologa a ese grado superlativo de autocrtica al que aluda
antes, y que puede pensarse como contina resistencia, por su parte,
a hacer de la herme- nutica de la cultura la auto-confirmacin de
una historia ganada para alguna suerte de Conciencia.54 Remito al
lector al texto de A. Borsari L antonomia antropolgica, en la
edicin colectiva de la editorial Il Mulino ya referida (pp.
341-418, en concreto para este concepto 344-349). Especialmente
valioso para nuestra tematizacin (que ha incidido en las
apariencias de auto-contradictoriedad mencionadas) es reparar en la
nota a p. 397, en la que Borsari
racionalidad que ha de penetrarla va aparejado al tiempo
absoluto descualificado newto- niano:
, en el que ms bien se espera de una experiencia ms amplia que
corrija la presente ms que confirmarla en una tipologa repetitiva,
le repugna la intuitividad cerrada de la figura e historia mticas,
al igual que la de la idea platnica. De ah que la mitologizacin
esttica o poltica, en el horizonte tardo de un concepto de realidad
heterogneo, se reconozca precisa- mente por el hecho de que se
deben forzar tanto la configuracin cerrada como la intuitividad
ficticia (El mitop. 62).
La conceptuacin husserliana del mundo de la vida y su proyeccin
en programa de filosofa trascendental implica modlicamente esa
doble violentacin. La realidad pre-judicativa misma, como
mundo-con-historia a la base de toda reflexin en una sucesin
infinita de presentes, se revela constructo intelectual necesitado,
para no recaer en las antinomias de la reflexin idealista que Hus-
serl cifr en el problema del solipsismo, de su propia gentica
reconstructiva. Pero es sa una gene- aloga que se vuelve objeto de
intuicin ficticia en la medida en que la lgica del acaecimiento de
la fenomenologa (futura, como autorreflexin de la humanidad, en el
texto de 1945) descans definitivamente en la cartesianizacin de una
Grecia de nuevo en litigio, y en la medida tambin en que el acceso
a la pertinencia y validez de tal perspectiva tiene poco de
resultado de epochs exis- tenciales y bastante de infiltracin de
las ansiedades de una poca que ha publicado con xito (aun- que el
ex-matemtico no sea lector directo) a Rilke, Hoffmannsthal o
George.La apelacin de Husserl al pasado expresa en la presunta
inmediatez de su medium la forma ms pura del trato que la
Modernidad dispensa a sus antecedentes: estableciendo una distancia
adecuada para contar con la existencia de referentes que sirvan
fundamentalmente a la tarea de manifestar su inferioridad respecto
a sus interpretes (ver lo dicho en la nota 41 a este trabajo)55.
Por su parte, la oposicin de Blumenberg a la intuicin fenomenolgica
aplicada a la cuestin del historicismo (oposicin ejercida al travs
de una hermenutica de la pre-modernidad que, enfatizando la irre-
ductibilidad de sus manifestaciones culturales, llega a postular
una pluralidad de conceptos de reali- dad) sabe que partir de la
intuicin de la tesis caracterstica de la edad moderna, segn la cual
comprendemos slo aquello que, si bien no producimos, vemos por lo
menos desarrollarse en el pro- ceso de su gnesis (Mundo de la vida,
p. 46) para hacer inteligibles los problemas inherentes al
paradigma fenomenolgico del que se quiere hacer una apropiacin
crtica, es ya un paso dadoque, por tanto, momentaneizar en una
historia del pensamiento abstracto (cita de Compren- sin de la
razn).
reproduce la acusacin, por Dieter Henrich, de pre-criticismo
contra una tipologa tal. En este sentido, la etapacin dife- rencial
y hermenuticamente operativa de conceptos de realidad en la
historia del pensamiento parece ofrecer, de un solo golpe, el
presupuesto del momento antropolgico, una estructura ontolgica de
inteligibilidad, por lo dems y de nuevo, la percepcin por
Blumenberg del problema equiparada con la estructura mtica: La
estructura mtica se opone a la de la historia: tiene generaciones,
edades del mundo, pocas de dominio (El mito y el concepto de reali-
dad, p. 45)55 Para el lector de Salidas de caverna se hace obvio,
desde los primeros compases de la obra, hasta qu punto la reflexin
sobre el prrafo 59 de la Critica del juicio de Kant (Paradigmas, p.
46) lleva a Blumenberg a incidir en el sentido de la recuperacin de
Platn en el comienzo de la dialctica trascendental de la Crtica de
la razn pura (B 374), es decir: en el momento en que se inaugura la
diferencia entre entendimiento y razn con la legalizacin
trascendental de la con- versin de la idea platnica en arquetipo
para una nocin de racionalidad marcada por la metfora de la asntota
mate- mtica.
Antes he calificado esta tensin como dialctica no resuelta,
valindome conscientemente a un registro impropio a Blumenberg. La
obra de madurez de Adorno, para la que la expresin s sirve, o lo
parece, por serle ms o menos propia, la introduce
Wirklichkeitsbegriff und Wirkungspotential como sigue (en tanto que
las comillas originales remiten a una cita de Dialctica
negativa):
Acaso toda recepcin de lo mtico, al igual que la pretensin
filosfica de haber puesto definitivamente trmino al mito por medio
del logos, slo es un pretexto, fruto de una accin selectiva, para
encubrir lo que, no obstante, de acuerdo con su realidad, ha
permanecido invariable: Un mito que persiste en medio de una
humanidad que slo en apariencia est desmitologizada? (p. 13)
La cuestin, por tanto, no es que la dialctica sistemtica ya
integre el mito, como el discurso objetivo la metfora (en
Aproximacin), en el asegurado acto restitutorio de prefigurar la
perspec- tiva de la totalidad con un Espritu poseedor de
negatividad, sino en qu medida la obra definitiva de Adorno fracasa
en su intento de hacer viable el mtodo dialctico contra la
tendencia al absolutismo terico a la que conduce esta
disponibilidad metafrica56. El recurso crtico a una tipologa de
con- ceptos de realidad no lo hace servir Blumenberg, contra
Adorno, para invalidar un asalto post-terico a lo originario, que
no encontrara base en el trabajo del aquel, sino para desmontar la
dialectizacin del nexo ilustracin-mito como producto derivado de
las pretensiones adornianas de validar el hori- zonte de la
filosofa en una perspectiva utpica de realizacin de la razn, a la
que el diagnstico de su manifestacin social-sistmica como
afianzadora de un estado ideolgico de la conciencia le ser- vira de
presupuesto y certificado57.Rescatar a Adorno de las garras de una
interpretacin deficiente es un gesto que queda lejos de mi plena
aceptacin de una mxima que Blumenberg nos proporciona en este ltimo
texto comen- tado: La anttesis entre carcter originario creativo y
posterioridad hermenutica no sirve (p. 44). Los apartados
bibliogrficos de las monografas sobre Adorno producidas en, o
vertidas a nuestro mbito lingstico tras la reciente efemrides
sealan horizontes de lectura que no son los que aqu
56 El enigma de la metfora, que contextos objetivos () la
soporten se resuelve, como hemos incidido al leer Apro- ximacin,
entendiendo ese pasivo soportar como exitosa, y activa,
autoconfirmacin en la objetividad del contexto en cuestin. Para la
teora sistemtica moderna, y su concepto de racionalidad sometido a
los procesos configuradores de una nocin lineal de tiempo, el
espacio para el desplazamiento trpico asumible es ocupado por la
interpretacin genea- lgica de lo sido tanto como por el esfuerzo,
que forma parte de la historia de nuestra conciencia, de
representar con el lenguaje la propia inefabilidad: en la creacin
de expresiones que se internen en aquella zona a cuya configuracin
sir- ven estratgicamente. La que ser idea rectora de Tiempo de la
vida y tiempo del mundo tal como lo leo, que lo irre- nunciable
propio de la pregunta por el sentido no se expresa ya, en la teora
post-sistemtica, generando cierres conceptuales logrados en vida de
su autor, sino en el esfuerzo del terico por asegurar la cientfica
revisabilidad de su tra- bajo frente a la posibilidad de su olvido
total, bien posible incluso antes de la muerte trmica del universo
certificada por la ciencia se integra en este nivel destacando la
diferencia funcional de nociones como la de cosa en s de Kant o la
wittgensteniana lo mstico propias de la lgica completiva del
sistema de aquellas (hemos referido la de autoo- cultacin del ser
heideggeriana) nacidas desde la pretensin de quebrar dicha lgica
desde una recepcin consciente del problema del finitismo y la
temporalidad abierta. La pregunta es si la nocin de negatividad
implicada en la asuncin cr- tica del paradigma dialctico por Adorno
reproduce en algn sentido esta ocultacin metafrica del disponer a
cuenta en un proceder crtico auto-legalizado.57 An cuando la
constatacin [de nuevo se cita Dialctica negativa, p. 182]: La teora
platnica de las ideas fue un paso de gigante en el proceso
desmitologizador; pero ya repite el mito sea muy acertada, se le
podra reprochar que des- conoce el concepto de realidad, bajo el
cual se alcanza la distancia respecto al mito que permite la visin
crtica de los requisitos y sostenibilidad de una desmitologizacin,
y bajo la cual se puede experimentar la prescripcin de hacer algo
as (p. 63).
se han transitado, y ms lejos an que lo anterior quedara de mi
intencin el negarles a estas lectu- ras significatividad. Pero
desde la perspectiva por la que ha optado sta que aqu termina veo
tam- bin sentido en incidir en que ya en La actualidad de la
filosofa (1932) Adorno propugna la validez diferencial de la
filosofa en una comprensin poitica de interpretacin que reivindica
el momento expresivo del interprete en su acto de objetivar un
enigma en conexin, y no oposi- cin abstracta, al lenguaje
especializado de las ciencias positivas, del que no se presenta
como supe- rador inmediato. Una relectura en esta clave de textos
como Sobre el clasicismo de la Ifigenia de Goethe, o Parataxis,
donde Adorno se opone a la lectura heideggeriana de Hlderlin
entendiendo la crtica del lenguaje representacional desarrollada en
los himnos tardos como recusacin en s misma del egotismo de la
genialidad creadora58, problematizaran afirmaciones como la de que
la fantasa [el Organon de ese ars inveniendi de la interpretacin
crtica, en el texto de 1932] tendra que esperar el xito de la
negacin () Slo cuando el obstculo de lo existente haya sido
levantado, y no antes, podr progresar ella, de un modo creativo,
con su proyecto de una nueva totalidad, mediante el procedimiento
de la negacin de la negacin59. Profundizar en estos aspectos inci-
diendo en su relacin con la nocin final de Dialctica negativa de
microloga puede ser una alter- nativa posible a la valoracin del
legado textual de Adorno como plantilla iluminadora de la
actualidad.
58 En Notas sobre literatura, p. 459 Por eso la crtica del
lenguaje de Hlderlin se mueve en la direccin opuesta al pro- ceso
de subjetivacin, anlogamente a como podra decirse que la msica de
Beethoven, en la cual el sujeto compositor se emancipa, hace hablar
al mismo tiempo a su medio histricamente preestablecido, la
tonalidad, en lugar de nicamente negarla a partir de la expresin.
Por una vez, la cursiva es ma. Con ello quiero destacar que, aqu,
materialismo her- menutico significa que la inteleccin de la tensin
individuo/cultura, expresin/identidad, poiesis/tcnica se concreta
en analoga con un concepto de la tradicin musicolgica.59 Trabajo
sobre el mito, p. 179. Blumenberg opone la riqueza de formas de los
hallazgos empricos a lo aportado por la fantasa, obviando el
aspecto sealado (la constante apelacin de Adorno a las
prerrogativas del lenguaje especiali- zado de las tcnicas frente a
la oposicin abstracta de Saber Absoluto/ creacin autnoma).