-
27
NIETZSCHE Y LA ESCRITURA FRAGMENTARIA*
Maurice Blanchot
Es relativamente fcil acomodar los pensamientos de Nietzsche
VHJ~QXQDFRKHUHQFLDGRQGHVXVFRQWUDGLFFLRQHVVHMXVWLFDQ\DVHDjerarquizndose
o ya sea dialectizndose. Hay un sistema posible
virtual donde la obra, abandonando su forma dispersa, da
lugar
a una lectura continua. Discurso til, necesario. Entonces lo
com-
prendemos todo, sin quebrantos y sin fatigas. Es tranquilizador
que
semejante pensamiento, ligado al movimiento de una busca que es
WDPELpQODEXVFDGHOGHYHQLUSXHGDSUHVWDUVHDXQDH[SRVLFLyQGHFRQMXQWRHVRQRVGDVHJXULGDG$GHPiVHVXQDQHFHVLGDG,QFOXVRHQVXRSRVLFLyQDODGLDOpFWLFDHVWHSHQVDPLHQWRWLHQHTXHGHSHQGHUGHODGLDOpFWLFD,QFOXVRGHVSUHQGLGRGHXQVLVWHPDXQLWDULR\HPSHxDGRen
una pluralidad esencial, este pensamiento debe designar todava
XQFHQWURDSDUWLUGHOFXDO9ROXQWDGGH3RGHU6XSHUKRPEUH(WHUQR5HWRUQR
QLKLOLVPR SHUVSHFWLYLVPR SHQVDPLHQWR WUiJLFR \ WDQWRVotros temas
separados, vayan unos hacia otros y se comprendan se-
gn una interpretacin nica: aunque fuere precisamente como los
GLYHUVRVPRPHQWRVGHXQDORVRItDGHODLQWHUSUHWDFLyQ
+D\GRVKDEODVHQ1LHW]VFKH8QDSHUWHQHFHDOGLVFXUVRORVyFRHOGLVFXUVRFRKHUHQWHTXHpODYHFHVGHVHDOOHYDUDVXFXOPLQDFLyQ
3XEOLFDFLyQRULJLQDO1LHW]VFKHHWOpFULWXUHIUDJPHQWDLUHLa Nouvelle
Revue franaiseQ3DUtVGLFLHPEUHGHSSQHQHURGHSS19-32. Luego ser
retomado por Blanchot en /(QWUHWLHQLQQL, Pars, Gallimard, 1969, pp.
227-255.
-
Maurice Blanchot
28
componiendo una obra de envergadura, anloga a las grandes
obras
de la tradicin. Los comentaristas la reconstruyen. Se pueden
considerar sus textos sueltos como elementos de este conjunto.
El
conjunto conserva su originalidad y su poder. Se trata de esa
gran
ORVRItDHQGRQGHYXHOYHQDHQFRQWUDUVHOOHYDGDVDXQDOWRJUDGRGHLQFDQGHVFHQFLD
ODV DUPDFLRQHV GH XQ SHQVDPLHQWR WHUPLQDO (Vposible entonces
preguntarse si mejora a Kant, si lo refuta, lo que le
GHEHD+HJHOORTXHQRDFHSWDGHpOVLHVGLDOpFWLFRVLHVDQWLGLDOpF-tico, si
concluye la metafsica, si la reemplaza, si prolonga un modo
existencial de pensar o si es esencialmente una Crtica. Todo
ello, en
cierta forma, pertenece a
Nietzsche.$GPLWiPRVOR$GPLWDPRVTXHHVHGLVFXUVRFRQWLQXRVHDHOWUDV-fondo
de sus obras divididas. Pero queda que Nietzsche no se con-
tenta con ello. E incluso, si una parte de sus fragmentos puede
ser UHODFLRQDGDFRQHVDHVSHFLHGHGLVFXUVR
tQWHJURHVPDQLHVWRTXHpVWHODORVRItDPLVPDHVVLHPSUH\DVXSHUDGRSRU1LHW]VFKHTXHpOORVXSRQJDPiVELHQTXHORH[SRQJDDQGHKDEODUPiVDOOiGHacuerdo
con un lenguaje completamente distinto, no ya el del todo,
sino el del fragmento, de la pluralidad y de la separacin.
Es difcil captar esta habla del fragmento sin alterarla.
Incluso
lo que Nietzsche nos ha dicho de ella la deja
intencionalmente
recubierta. Sin duda, semejante forma marca su rechazo del
siste-
ma, su pasin por el inacabamiento, su pertenencia a un
pensamien-
to que sera el de la Versuch y de los9HUVXFKHU y est ligada a la
movilidad de la busca, al pensamiento viajero (el de un hombre que
SLHQVDFDPLQDQGR\GHDFXHUGRFRQODYHUGDGGHOFDPLQDU7DPELpQes verdad que
esta forma parece cercana al aforismo, pues se ha
FRQYHQLGRTXHHQODIRUPDDIRUtVWLFDHVGRQGHpOGHVWDFD El
aforis-PRGRQGHVR\HOSULPHURGHORVPDHVWURVDOHPDQHVHVXQDIRUPDGHHWHUQLGDGPLDPELFLyQHVGHFLUHQGLH]IUDVHVORTXHRWURGLFHy
no diceHQXQOLEUR3HURHVUHDOPHQWHpVDVXDPELFLyQ\HOWpUPLQRaforismo es
la medida de lo que busca?1RHVWR\ORVXFLHQWHPHQWHacotado como para
un sistema QLVLTXLHUDSDUDPLVLVWHPD. El afo-rismo es el poder que
acota, que encierra. Forma que tiene forma de
horizonte, su propio horizonte. Por aqu, se ve lo que aquella
habla WLHQHWDPELpQGHDWUDFWLYRVLHPSUHUHWLUDGDHQHOODPLVPDFRQDOJRde
sombro, de concentrado, de oscuramente violento que hace que
se parezca al crimen de Sade completamente opuesta a la
mxima,
aquella sentencia destinada al uso del bello mundo y pulida
hasta
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
29
volverse lapidaria, mientras que el aforismo es tan insociable
como
un guijarro [Georges Perros] (pero una piedra de origen
misterioso,
un grave meteoro al que, apenas ha cado, le gustara
volatilizarse).
Habla nica, solitaria, fragmentada pero, a ttulo de fragmento,
ya
completa, entera en esa parcelacin, y destellante sin remitir a
nada HVWDOODGR5HYHODQGRDVtODH[LJHQFLDGHORIUDJPHQWDULRTXHHVGHtal
ndole que la forma aforstica no podra convenirle.
(OKDEODGHIUDJPHQWRLJQRUDODVXFLHQFLDQRHVVXFLHQWHQRse dice con
miras a ella misma, no tiene como sentido su contenido.
Pero tampoco se compone con los dems fragmentos para formar
un
pensamiento ms completo, un conocimiento de conjunto. Lo
frag-
mentario no precede al todo, sino que se dice fuera del todo y
tras pO&XDQGR1LHW]VFKHDUPD1RH[LVWHQDGDIXHUDGHOWRGR aun-que crea
que nos aligera de nuestra particularidad culpable y que
WDPELpQUHFXVDHOMXLFLRODPHGLGD\ODQHJDFLyQSXHV no se puede MX]JDU HO
WRGR QLPHGLUOR QL FRPSDUDUOR QL VREUH WRGRQHJDUOR
VLJXHVXFHGLHQGRTXHFRPROD~QLFDYiOLGDDUPDGHHVWHPRGRODFXHVWLyQGHOWRGR\UHVWDXUDODLGHDGHWRWDOLGDG/DGLDOpFWLFDHOVLV-tema,
el pensamiento como pensamiento del conjunto recobran sus
GHUHFKRV\IXQGDQODORVRItDFRPRGLVFXUVRDFDEDGR3HURFXDQGRdice: Me
parece importante que nos desembaracemos del Todo, de
OD8QLGDGHVQHFHVDULRGHVPLJDMDUHO8QLYHUVRSHUGHUHOUHVSHWRDO7RGR
entra entonces en el espacio de lo fragmentario, asume el riesgo de
un pensamiento no garantizado ya por la unidad.
El habla donde se revela la exigencia de lo fragmentario, habla
QRVXFLHQWHSHURQRSRULQVXFLHQFLDQRDFDEDGDSRUVHUDMHQDDla categora de
la realizacin), no contradice el todo. Por un lado,
hay que respetar el todo y, si no decirlo, por lo menos
realizarlo.
Somos seres del Universo y por ello girados hacia la unidad
todava
ausente. Dice Nietzsche: KDFHPRVYRWRVSRUVRMX]JDUHO8QLYHUVRPero
hay otro pensamiento y otros votos completamente diferentes
verdaderamente eso no es un voto. Todo est ahora ya como
reali-
zado, el Universo es nuestro premio, el tiempo ha concluido,
hemos VDOLGRGHODKLVWRULDSRU
ODKLVWRULD(QWRQFHVTXpTXHGDWRGDYtDSRUGHFLUTXpTXHGDWRGDYtDSRUKDFHU"
-
Maurice Blanchot
30
El habla fragmentaria, la de Nietzsche, ignora la
contradiccin.
He aqu algo que es extrao. Hemos notado, siguiendo a
Jaspers,
que no se comprende bien a Nietzsche, que no se le hace justicia
a
VXSHQVDPLHQWRVLFDGDYH]TXHpVWHDUPDFRQFHUWH]DQRVHEXVFDODDUPDFLyQRSXHVWDFRQODTXHHVWDFHUWH]DHVWiHQUHODFLyQ
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
31
GRVUDVJRVGLIHUHQWHVHVKDEODGHDUPDFLyQTXHQRDUPDQDGDPiVTXHHVRGHPiV\HVDGHPDVtDGHXQDDUPDFLyQDMHQDDODSRVL-ELOLGDG\VLQHPEDUJRGHQLQJ~QPRGRFDWHJyULFDQLMDGDHQXQDcertidumbre,
ni planteada en una positividad relativa o absoluta,
mucho menos an diciendo el ser de una manera privilegiada o
di-FLpQGRVHDSDUWLUGHOVHUVLQRPiVELHQ\DERUUiQGRVHGHVOL]iQGRVHfuera de
ella misma, deslizamiento que la reconduce hacia s, en el
murmullo neutro de la
impugnacin.$OOtGRQGHODRSRVLFLyQQRRSRQHVLQRTXH\X[WDSRQHDOOtGRQGHODyuxtaposicin
da junto lo que se sustrae de toda simultaneidad, sin
no obstante sucederse, ah se le declara a Nietzsche una
experiencia QRGLDOpFWLFDGHOKDEOD1RXQDPDQHUDGHGHFLU
\GHSHQVDUTXHSUHWHQGHUtDUHIXWDUODGLDOpFWLFDRH[SUHVDUVHFRQWUDHOOD1LHW]VFKHno
deja, si llega el caso, de saludar a Hegel o inclusive de
recono-FHUVHHQpOFRPRWDPELpQGHGHQXQFLDUHO LGHDOLVPRFULVWLDQRTXHle
arrastra), sino un habla distinta, separada del discurso, que no
QLHJD\HQHVHVHQWLGRQRDUPD\TXHVLQHPEDUJRGHMDTXHHQWUHlos fragmentos
juegue, en la interrupcin y la detencin, lo ilimitado
de la diferencia.
Hay que tomar en serio la despedida dada por Nietzsche al
pensamiento del Dios Uno, es decir, del dios Unidad. No se trata
SDUDpO~QLFDPHQWHGHLPSXJQDUODVFDWHJRUtDVTXHULJHQHOSHQVD-miento
occidental. No basta tampoco con concordar los contrarios
antes de la sntesis que los reconciliara, ni siquiera con
dividir el
mundo en una pluralidad de centros de dominio vital cuyo
principio, SULQFLSLR WRGDYtD VLQWpWLFR VHUtD OD 9ROXQWDG GH 3RGHU
$OJRPiVDXGD] \ TXH KDEODQGR FRQ SURSLHGDG OH DWUDH DO GpGDOR GHO
GHV-vo antes de exaltarlo hasta el enigma del retorno, tienta aqu a
1LHW]VFKHHOSHQVDPLHQWRFRPRDUPDFLyQGHOD]DUDUPDFLyQHQGRQGHHOSHQVDPLHQWRVHUHODFLRQDQHFHVDULDPHQWHLQQLWDPHQWHconsigo
mismo mediante lo aleatorio (que no es lo fortuito), relacin
HQGRQGHpOVHGDFRPRSHQVDPLHQWRSOXUDO(OSOXUDOLVPRHVXQRGHORVUDVJRVGHFLVLYRVGHODORVRItDTXHKDHODERUDGR1LHW]VFKHSHURDTXtGHQXHYRHVWiODORVRItD\ORTXHQRVHFRQWHQWDFRQODORVRItD(VWiHOSOXUDOLVPRORVyFRFLHUWDPHQWHmuy
importante, puesto que nos recuerda que el sentido es siempre
YDULRVTXHKD\XQDVXSHUDEXQGDQFLDGHVLJQLFDFLRQHV\TXH8QRsiempre se
equivoca, mientras queODYHUGDGFRPLHQ]DHQGRV de all la necesidad de
la interpretacin que no es desvelamiento de
-
Maurice Blanchot
32
una nica verdad oculta, incluso ambigua, sino lectura de un
texto
en varios sentidos y que no tiene tampoco otro sentido que el
del
SURFHVRHOGHYHQLUque es la interpretacin. Hay por tanto dos
cla-VHVGHSOXUDOLVPR8QRHVORVRItDGHODDPELJHGDGH[SHULHQFLDGHOVHUP~OWLSOH'HVSXpVHVWHRWURH[WUDxRSOXUDOLVPRVLQSOXUDOLGDGQLunidad,
que el habla de fragmento lleva consigo como la provocacin
del lenguaje, aquel que todava habla incluso cuando ya todo ha
sido
dicho.
(O SHQVDPLHQWR GHO VXSHUKRPEUH QR VLJQLFD HQ SULPHUDinstanFLD HO
DGYHQLPLHQWR GHO VXSHUKRPEUH VLQR TXH VLJQLFD ODdesaparicin de algo
que se haba llamado el hombre. El hombre GHVDSDUHFH pO HVTXLHQ
WLHQHSRUHVHQFLD
ODGHVDSDULFLyQ'HHVWHPRGRVyORVXEVLVWHHQODPHGLGDHQTXHSXHGHGHFLUVHTXHpOQRKDcomenzado
todava. /D KXPDQLGDG QR WLHQH WRGDYtD QDO (kein Ziel).3HUR VL
ODKXPDQLGDG VXIUHSRU IDOWDUOHXQQDO QR
VHUiSRUTXHWRGDYtDQRKD\KXPDQLGDG"$SHQDVHQWUDHQVXFRPLHQ]RFXDQGR\DHQWUDHQVXQDOFXDQGRFRPLHQ]DDDFDEDU(OKRPEUHHVsiempre
el hombre del ocaso, ocaso que no es degeneracin, sino, por
el contrario, la falta que se puede amar, que une, en la
separacin
y la distancia, la verdad humana con la posibilidad de
perecer.
El hombre de ltimo rango es el hombre de la permanencia, de
la
subsistencia, aquel que no quiere ser el ltimo hombre.
Nietzsche habla del KRPEUH VLQWpWLFR WRWDOL]DGRU MXVWLFDGRU
Expresiones notables. Este hombre que totaliza y que tiene por lo
WDQWRUHODFLyQFRQHOWRGRELHQVHDTXHpOORLQVWDXUHELHQVHDTXHpOWHQJDVXGRPLQLRQRHVHOVXSHUKRPEUHVLQRHOKRPEUHVXSHULRU(OKRPEUHVXSHULRUHVHQHOVHQWLGRSURSLRGHOWpUPLQRHOKRPEUHtQWHJURHOKRPEUHGHOWRGR\GHODVtQWHVLV$KtHVWila
meta que necesita la humanidad. Pero Nietzsche en el Zaratustra
dice WDPELpQ(OKRPEUHVXSHULRUQRHVWiORJUDGR (missgeraten). El no es
defectuoso por haber fracasado, ha fracasado porque ha tenido p[LWR
KD DOFDQ]DGR VXPHWD 8QD YH] OOHJDGR D WXPHWD
VREUHWXFLPDKRPEUHVXSHULRUHVGRQGHW~WURSH]DUiV3RGHPRVSUH-guntarnos
cul sera, cul es el lenguaje del hombre superior? La
UHVSXHVWDHVIiFLO(VHOGLVFXUVRWDPELpQtQWHJURFRPRpOHO logos
TXHGLFHHOWRGRODVHULHGDGGHOKDEODORVyFDORSURSLRGHOKRPEUHsuperior es
la seriedad de la probidad y el rigor de la veracidad):
habla continua, sin intermitencia y sin vaco, habla de la
realizacin
lgica que ignora el azar, el juego, la risa. Pero el hombre
desapare-
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
33
ce, no solamente el hombre fallido, sino el hombre superior, es
decir,
ORJUDGRDTXpOHQTXLHQWRGRHVGHFLUHOWRGRVHKDUHDOL]DGR4XpVLJQLFDSRUWDQWRHVWHIUDFDVRGHOWRGR"(OKHFKRGHTXHHOKRPEUHGHVDSDUH]FDHVHKRPEUHYHQLGHURTXHHVHOKRPEUHGHOQDOKDOODVXSOHQR
VHQWLGRSRUTXHHO TXHGHVDSDUHFH HV WDPELpQHOKRPEUHcomo todo, el ser
en quien el todo en su devenir se ha hecho ser.
El habla como fragmento tiene relacin con el hecho de que
el hombre desaparezca, hecho mucho ms enigmtico de lo que
se piensa, puesto que el hombre es en cierta forma lo eterno o
lo
indestructible y, siendo indestructible, desaparece.
Indestructible: GHVDSDULFLyQ
-
Maurice Blanchot
34
HQVXSOXUDOLGDG/HQJXDMHODDUPDFLyQPLVPDDTXHOODTXHQRVHDUPD\DFRQPRWLYRGHRFRQPLUDVDOD8QLGDG$UPDFLyQGHODdiferencia,
pero sin embargo nunca diferente. Habla plural.
La pluralidad del habla plural: habla intermitente, discontinua
TXH VLQ VHU LQVLJQLFDQWH QR KDEOD FRQ PRWLYR GH VX SRGHU
GHrepreVHQWDU\QLVLTXLHUDGHVLJQLFDU/RTXHHQHOODKDEODQRHVODVLJQLFDFLyQODSRVLELOLGDGGHGDUVHQWLGRRGHUHWLUDUHOVHQWLGRaunque
fuere un sentido mltiple. Ello nos lleva a pretender, quiz
con demasiada prisa, que esa habla se designa a partir del
entreds,
que est como en guardia en torno a un punto de divergencia,
espa-
cio de la dis-locacin que esa habla busca acotar, pero que
siempre ODGLVFULPLQDDSDUWiQGRODGHHOODPLVPD
LGHQWLFiQGRODFRQHVWHapartamiento, imperceptible desfase, donde
siempre vuelve a s mis-PDLGpQWLFDQRLGpQWLFD
Sin embargo, incluso si esta especie de acercamiento est en
par-
te fundado no podemos todava decidir acerca de ello, nos
damos
cuenta perfectamente de que no basta con reemplazar continuo
por
discontinuo, plenitud por interrupcin, conjuncin por
dispersin,
para acercarnos a esa relacin que pretendemos recibir de ese
lenguaje distinto. O, ms precisamente, la discontinuidad no es
el VLPSOHUHYHUVRGHORFRQWLQXRRFRPRRFXUUHHQODGLDOpFWLFDXQPR-mento del
desarrollo coherente. La discontinuidad o la detencin de
la intermitencia no detiene el devenir sino que, por el
contrario, lo
provoca o lo llama en el enigma que le es propio. Esta es la
gran
in-H[LyQTXHHOSHQVDPLHQWRUHDOL]DFRQ1LHW]VFKHTXHHOGHYHQLUQRHVODXLGH]GHXQDGXUDFLyQLQQLWDEHUJVRQLDQDRODPRYLOLGDGGHun
movimiento interminable. La desmembracin el desgajamien-
to de Dinisos, he ah el primer saber, la experiencia oscura
en
donde el devenir se descubre en relacin con lo discontinuo y
como el MXHJRGHpVWH
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
35
(OKRPEUHGHVDSDUHFH(VXQDDUPDFLyQ3HURHVDDUPDFLyQVHGHVGREODLQPHGLDWDPHQWHHQSUHJXQWD(OKRPEUHGHVDSDUHFH"
-
Maurice Blanchot
36
KRPEUHGHVDSDUHFHDUPDFLyQTXHHVFRQGXFLGDKDVWDVXVOtPLWHVFXDQGRVHGHVGREODHQODSUHJXQWDHOKRPEUHGHVDSDUHFH"
El habla de fragmento no es el habla en donde ya se dibujara
como punteado en blanco el lugar en donde el superhombre
tendra sitio. Es habla de entreds. El entreds no es el
mediador
entre dos
tiemSRVHOGHOKRPEUH\DGHVDSDUHFLGRSHURGHVDSDUHFHHOKRPEUH"\HOGHOVXSHUKRPEUHDTXpOHQTXLHQHOSDVDGRHVWiSRUYHQLUSHURYLHQHHOVXSHUKRPEUH\SRUTXpFDPLQRV"(OKDEODGHfragmento
no junta a uno y a otro, ms bien los separa, es, todo el
tiempo en que ella habla y, al hablar, se calla, el desgarro
movedizo GHOWLHPSRTXHPDQWLHQHKDVWDHOLQQLWRDXQDGHODRWUDODVGRVJXUDV
HQ GRQGH JLUD HO VDEHU'H HVWHPRGR DO VHxDODU SRU XQDparte la
ruptura, le impide al pensamiento pasar gradualmente del
hombre al superhombre, es decir, pensar de acuerdo con la
misma
medida o incluso de acuerdo con medidas solamente diferentes,
es
decir, pensarse a s mismo de acuerdo con la identidad y la
unidad.
Por otra parte, seala algo ms que la ruptura. Si la idea de la
su-
peracin entendida sea en un sentido hegeliano, sea en un
sentido
nietzscheano: creacin que no se conserva sino que destruye
no
podra bastarle a Nietzsche, si pensar no es solamente
ultrapasar,
VLODDUPDFLyQGHO(WHUQR5HWRUQRVHFRPSUHQGHHQSULPHUOXJDUFRPRHOIUDFDVRGHODVXSHUDFLyQQRVDEUHHOKDEODIUDJPHQWDULDDHVD
SHUVSHFWLYD"
QRVSHUPLWHKDEODUHQHVDGLUHFFLyQ"7DOYH]SHURGHXQDIRUPDLQHVSHUDGD$TXHOODKDEODQRHVODTXHDQXQFLD
HO FRUUR SRU HQFLPD GH OR TXH HUD DTXt DOOi \ HQ FXDOTXLHU
RWUDparte HOODQR HVDQXQFLDGRUD HQ
VtPLVPDQRDQXQFLDQDGDQRUHSUHVHQWDQDGDQRHVQLSURIpWLFDQLHVFDWROyJLFD&XDQGRHOODVHenuncia,
todo ha sido ya anunciado, comprendida la eterna
repeti-FLyQGHOR~QLFRODPiVYDVWDGHODVDUPDFLRQHV6XSDSHOHVPiVextrao. Es
como si cada vez que lo extremo se dice, ella llamara al
SHQVDPLHQWRDODIXHUDQRPiVDOOiVHxDOiQGROHSRUVXVXUDTXHel pensamiento
ya ha salido de s mismo, que est fuera de s, en
relacin sin relacin con un afuera de donde est excluido en
la
medida en que cree poder incluirlo y, cada vez, necesariamente,
lo FRQYLHUWHYHUGDGHUDPHQWHHQ OD LQFOXVLyQHQGRQGHpOVHHQFLHUUD
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
37
y si a Nietzsche le hace entender que el Eterno Retorno (en
donde se
DUPDHWHUQDPHQWHWRGRORTXHVHDUPDQRSRGUtDVHUOD~OWLPDDUPDFLyQQRHVSRUTXHHOODDUPHDOJRPiVHVSRUTXHODUHSLWHHQel
modo de la fragmentacin.
En ese sentido, est conchabada con la revelacin del Eterno
5HWRUQR(OHWHUQRUHWRUQRGLFHHOWLHPSRFRPRHWHUQDUHSHWLFLyQ\el habla del
fragmento repite esta repeticin desalojando toda eter-
nidad. El eterno retorno dice el ser del devenir, y la repeticin
lo
repite como la incesante cesacin del ser. El eterno retorno dice
el
eterno retorno de lo Mismo, y la repeticin dice el desvo en
donde ORRWURVHLGHQWLFDFRQORPLVPRSDUDOOHJDUDVHUODQRLGHQWLGDGde lo
mismo y para que lo mismo llegue a ser a su vez, en su retorno
que lo desva, siempre distinto a s mismo. El eterno retorno
dice,
habla extraa, maravillosamente escandalosa, la eterna
repeticin
de lo nico, y la repite como la repeticin sin origen, el
recomienzo HQ GRQGH UHFRPLHQ]D OR TXH VLQ HPEDUJR MDPiVKD
FRPHQ]DGR
-
Maurice Blanchot
38
superhombre que viene sin venida, e inversamente, al
superhombre
ya desaparecido, al hombre an no llegado: alusin que es el juego
GHORREOLFXR\GHORLQGLUHFWR&RQDUVHDHOODHVH[FOXLUVHGHWRGDFRQDQ]D
'H WRGD FRQDQ]D GH WRGD GHVFRQDQ]D FRPSUHQGLGDDKt OD
IXHU]DGHOGHVDItRPLVPR
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
39
WHHQORTXHKD\TXHSHQVDU3HURODIXHU]DHVFDSDGHODOX]QRHValgo que
solamente estara privado de luz, la oscuridad que aspira
WRGDYtDDOGtDHVHVFiQGDORGHORVHVFiQGDORVDOJRTXHVHHVFDEXOOHGHWRGDUHIHUHQFLDySWLFD\HQFRQVHFXHQFLDDXQTXHVLHPSUHDFW~Hexclusivamente
bajo la determinacin y en los lmites de una forma,
siempre la forma la disposicin de una estructura la deja
escapar.
Ni visible, ni invisible.
&yPR FRPSUHQGHU OD IXHU]D R OD GHELOLGDG HQ WpUPLQRV
GHclaridad y oscuridad? (Jacques Derrida). La forma deja
escapar
la fuerza, pero lo informe no la recibe. El caos, la
indiferencia sin
orillas, de donde se desva toda mirada, ese lugar metafrico
que
organiza la desorganizacin, no le sirve de matriz. Sin relacin
al-JXQDFRQODIRUPDLQFOXVRFXDQGRpVWDVHUHIXJLDHQODSURIXQGLGDGamorfa,
negndose a dejarse alcanzar por la claridad y la no clari-GDGVLOD
IXHU]DHMHUFHVREUH1LHW]VFKHXQDWUDFWLYRKDFLDHOFXDOpOWDPELpQVLHQWHUHSXOVLyQ5XERUL]DUVHSRUHOSRGHU
es porque ella
LQWHUURJDDOSHQVDPLHQWRHQWpUPLQRVTXHYDQDREOLJDUORDURPSHUFRQVXKLVWRULD&yPRSHQVDUODIXHU]D"FyPRGHFLUODIXHU]D"
La fuerza dice la diferencia. Pensar la fuerza es pensar en
virtud
de la diferencia. Esto se entiende en primer lugar de una manera
VHPLDQDOtWLFDTXLHQGLFHODIXHU]DODGLFHVLHPSUHP~OWLSOHVLKX-biera
unidad de fuerza, la fuerza no se dara. Deleuze ha expresado
este hecho con una sencillez decisiva: Toda fuerza est en una
re-
lacin esencial con otra fuerza. El ser de la fuerza es plural,
sera
absurdo pensarlo en singular. Pero la fuerza no es solamente
plu-
ralidad. Pluralidad de fuerzas quiere decir fuerzas distantes,
que
se relacionan entre s por la distancia que las pluraliza y que
est
en ellas como la intensidad de su
diferencia.'HVGHORDOWRGHHVHVHQWLPLHQWRGHGLVWDQFLD dice Nietzsche,
uno se arroga el derecho
GHFUHDUYDORUHVRGHGHWHUPLQDUORVTXpLPSRUWDODXWLOLGDG") De
HVWHPRGRODGLVWDQFLDHVORTXHVHSDUDODVIXHU]DVHVWDPELpQVXcorrelacin y,
de una manera todava ms caracterstica, no sola-
mente es lo que desde fuera las distingue sino lo que desde
dentro
constituye la esencia de su distincin. Dicho de otro modo: lo
que las
mantiene a distancia desde fuera es nicamente su intimidad,
eso
por lo que actan y son afectadas, el elemento diferencial que
es
el todo de su realidad, no siendo por tanto reales dado que no
tienen UHDOLGDGHQVtPLVPDVVLQRVyORUHODFLRQHV UHODFLyQVLQ
WpUPLQRV
-
Maurice Blanchot
40
$KRUDELHQTXpHVOD9ROXQWDGGH3RGHU"1LXQVHUQLXQGHYHQLUsino un
pathos: la pasin de la diferencia.
La intimidad de la fuerza es exterioridad. La exterioridad as
DUPDGDQRHVODWUDQTXLODFRQWLQXLGDGHVSDFLDO\WHPSRUDOFRQWL-nuidad cuya
clave nos la da la lgica del logos el discurso sin dis-
cursus. La exterioridad tiempo y espacio es siempre exterior a
s
misma. No es correlativa, centro de correlaciones, sino que
instituye
la relacin a partir de una interrupcin que no une. La diferencia
es
ODUHWHQFLyQGHODIXHUDHODIXHUDHVODH[SRVLFLyQGHODGLIHUHQFLDdiferencia
y afuera designan la distancia original el origen que es
la disyuncin misma y siempre disyunta ella misma. La
disyuncin,
all donde tiempo y espacio se juntan disyuntndose, coincide con
lo
que no coincide, es lo no coincidente que de antemano desva de
toda
unidad.
Tal como alto, bajo, noble, innoble, seor y esclavo no tienen en
VtPLVPRVVHQWLGRQLYDORUHVHVWDEOHFLGRVVLQRTXHDUPDQODIXHU]DHQVXGLIHUHQFLDVLHPSUHSRVLWLYDpVWDHVXQDGH
ODVPiVVHJXUDVanotaciones de Deleuze: nunca la relacin esencial de
una fuerza con
otra es concebida como un elemento negativo), igualmente la
fuerza
siempre plural parece, si no para Nietzsche s por lo menos para
el
Nietzsche solicitado por la escritura fragmentaria, ser
propuesta slo
para someter el pensamiento a la prueba de la diferencia, no
siendo pVWDGHULYDGDGHOD8QLGDGQLWDPSRFRLPSOLFiQGROD'LIHUHQFLDTXHno
puede sin embargo llamarse primera, como si, por inaugurar un
comienzo, remitiera, paradjicamente, a la unidad como segunda.
6LQRGLIHUHQFLDTXHVLHPSUHGLHUH\HQHVDIRUPDQRVHGDQXQFDen el presente
de una presencia, o no se deja aprehender en la vi-VLELOLGDGGHXQD
IRUPD'LULHQGRHQFLHUWD
IRUPDGHGLIHULU\HQHVHUHGREODPLHQWRTXHODVXVWUDHDHOODPLVPDDUPiQGRVHFRPRla
discontinuidad misma, la diferencia misma, aquella que est en
juego all donde acta la disimetra como espacio, la discrecin
o
distraccin como tiempo, la interrupcin como habla y el
devenir
como el campo comn de esas otras tres relaciones de
dehiscencia.
Puede suponerse que si con Nietzsche el pensamiento ha
tenido
necesidad de la fuerza concebida como juego de fuerzas y
ondas
GHIXHU]DVpara pensar la pluralidad y para pensar la diferencia,
a riesgo de exponerse a todas las trabas de un aparente
dogmatis-
mo, es porque tiene el presentimiento de que la diferencia es
mo-
vimiento o, ms exactamente, determina el tiempo y el devenir
en
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
41
GRQGHHOODVH LQVFULEH WDO FRPRHO(WHUQR5HWRUQRKDUiSUHVHQWLUque la
diferencia se experimenta como repeticin y la repeticin es
GLIHUHQFLD/DGLIHUHQFLDQRHVUHJODLQWHPSRUDOMH]DGHOH\(VFRPRORGHVFXEUH0DOODUPpSRFRPiVRPHQRVSRUHVDPLVPDpSRFDel
espacio en cuanto se espacia y se disemina y el tiempo: no la
KRPRJHQHLGDG RULHQWDGDGHO GHYHQLU VLQR HO GHYHQLU FXDQGR pVWH
VHHVFDQGHVHLQWLPDse interrumpe y, en esa interrupcin no se
FRQWLQ~DVLQRTXHVHGHVFRQWLQ~DGHGRQGHKDEUiTXHFRQFOXLUTXHla
diferencia, juego del tiempo y del espacio, es el juego silencioso
de
las relaciones,HOP~OWLSOHGHVSUHQGLPLHQWR que rige la escritura,
ORFXDOHTXLYDOHDDUPDUDXGD]PHQWHTXHODGLIHUHQFLDHVHQFLDO-mente,
escribe.
El mundo es ms profundo de lo que el da piensa. Con ello
Nietzsche no se contenta con convocar la noche estigiana.
Sospecha
PXFKRPiVLQWHUURJDPiVSURIXQGDPHQWH3RUTXpGLFHHVDUHOD-FLyQHQWUHHOGtDHOSHQVDPLHQWR\HOPXQGR"3RUTXpORTXHGHFLPRVGHOGtDORGHFLPRVWDPELpQFRQFRQDQ]DGHOSHQVDPLHQWRO~FLGR\HQHVDIRUPDFUHHPRVWHQHUHOSRGHUGHSHQVDUHOPXQGR"3RUTXpODOX]\HOYHUQRVSURSRUFLRQDUtDQWRGRVORVPRGRVGHDSUR[LPDFLyQFRQORVTXHTXHUUtDPRVTXHHOSHQVDPLHQWRpara
pensar el mundo
HVWXYLHVHSURYLVWR"3RUTXpODLQWXLFLyQODYLVLyQLQWHOHFWXDO nos
HVSURSXHVWDFRPRHOJUDQGRQTXHOHVIDOWDUtDDORVKRPEUHV"3RUTXpYHUODVHVHQFLDVODV,GHDVSRUTXpYHUD'LRV"3HURHOPXQGRHVPiVSURIXQGR
-
Maurice Blanchot
42
esto quiere decir que la luz se oculta, ah reside su carcter
malicio-
so. La luz aclara: lo que es aclarado se presenta en una
presencia
LQPHGLDWDTXHVHGHVFXEUHVLQGHVFXEULUORTXHORPDQLHVWD/DOX]ERUUDVXVKXHOODVLQYLVLEOHKDFHYLVLEOHJDUDQWL]DHOFRQRFLPLHQWRdirecto
y asegura la presencia plena, mientras ella misma se retiene
en lo indirecto y se suprime como presencia. Su engao consistira
HQWRQFHVHQVXVWUDHUVHHQXQDDXVHQFLDUDGLDQWHLQQLWDPHQWHPiVoscura que
ninguna oscuridad, puesto que la oscuridad propiamente
suya es el acto mismo de la claridad, puesto que la obra de la
luz slo
se realiza all en donde la luz nos hace olvidar que algo como la
luz HVWiDFWXDQGRKDFLpQGRQRVWDPELpQROYLGDUHQODHYLGHQFLDHQTXHella se
conserva, todo lo que ella da por supuesto, esa relacin con
la unidad a la cual remite y que es su verdadero sol). La
claridad: la QROX]GHODOX]HOQRYHUGHOYHU/DOX]HVGHHVWHPRGRSRUORPH-nos)
dos veces engaosa: porque nos engaa sobre ella y nos engaa
dando por inmediato lo que no lo es, como simple lo que no es
simple.
El da es un falso da no porque hubiera un da ms verdadero
sino
porque la verdad del da, la verdad sobre el da, est disimulada
por HOGtD~QLFDPHQWHFRQHVWDFRQGLFLyQYHPRVFODURFRQODFRQGLFLyQde no
ver la claridad misma. Pero lo ms grave en todo caso, lo ms
cargado de consecuencias sigue siendo la duplicidad con que la
luz QRVKDFHFRQDUQRVDODFWRGHYHUFRPRDODVHQFLOOH]\QRVSURSRQHla
inmediatez como el modelo del conocimiento, mientras que esa
PLVPDOX]VyORDFW~DKDFLpQGRVHDKXUWDGLOODVPHGLDGRUDPHUFHGDXQDGLDOpFWLFDGHLOXVLyQHQGRQGHQRVEXUOD
Parece como si Nietzsche pensara o, ms exactamente,
escribiera
(cuando vuelve a la exigencia de la escritura fragmentaria) bajo
una
doble sospecha que le inclina a un doble rechazo: rechazo de lo
inme-GLDWRUHFKD]RGHODPHGLDFLyQ4XHORYHUGDGHURQRVYHQJDGDGRSRUel
movimiento desarrollado del todo o en la simplicidad de una
pre-VHQFLDPDQLHVWDTXHVHGHVSHMHDOQDOGHXQGLVFXUVRFRKHUHQWHRTXHVHDUPHGHHQWUDGDHQXQKDEODGLUHFWDSOHQD\XQtYRFDHVRverdadero
que es en cierto modo inevitable, he ah de lo que debemos
intentar apartarnos, si
queremos,QRVRWURVOyVRIRVGHOPiVDOOiPiVDOOiGHOELHQ\GHOPDOSRUIDYRU
hablar, escribir en direccin de lo desconocido. Doble ruptura,
tanto ms dominadora puesto que
jams puede realizarse, puesto que slo se realiza como
sospecha.
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
43
SUHRFXSDFLyQ
-
Maurice Blanchot
44
LQWURGXFLUXQVHQWLGRSDUDTXHSXHGDKDEHUXQKHFKR Sin embargo,
HQQXHVWURIUDJPHQWR1LHW]VFKHGHVWLWX\HHOTXLpQ3, no autoriza ningn
sujeto interpretativo, no reconoce la interpretacin ms que
como el devenir neutro, sin sujeto y sin complemento, del
interpre-
tar mismo, el cual no es un acto sino una pasin y, a ese ttulo,
posee
el Dasein un Dasein sin 6HLQcorrige Nietzsche de inmediato. El
interpretar, el movimiento de interpretar en su neutralidad, hay
ah
algo que no puede tenerse por un medio de conocimiento, el
instru-
mento del cual dispondra el pensamiento para pensar el
mundo.
El mundo no es objeto de interpretacin, tal como no le conviene
a
la interpretacin darse un objeto, aunque fuere ilimitado, del
cual
HOODVHGLVWLQJXLUtD(OPXQGRHOLQQLWRGHOLQWHUSUHWDURLQFOXVRLQWHUSUHWDUHOLQQLWRHOPXQGR(VRVWUHVWpUPLQRVVyORSXHGHQVHUdados
en una yuxtaposicin que no los confunde, no los distingue, no
los pone en relacin y, as, responde a la exigencia de la
escritura
fragmentaria.
1RVRWURVOyVRIRVGHOPiVDOOiTXHVRPRVHQUHDOLGDGLQWpU-pretes y
augures maliciosos; a quienes nos ha sido dado estar coloca-
GRVFRPRHVSHFWDGRUHVGHODVFRVDVHXURSHDVDQWHXQWH[WRPLVWHULR-VR\D~QQRGHVFLIUDGR
Se puede comprender que el mundo es un
WH[WR\TXHVHWUDWDVRODPHQWHGHOOHYDUVXH[pJHVLVDEXHQWpUPLQRcon el
objeto de que revele su sentido justo: trabajo de una probidad
OROyJLFD3HURHVFULWRSRUTXLpQ"(LQWHUSUHWDGRHQUHODFLyQFRQTXpVLJQLFDFLyQSUHYLD"(OPXQGRQR
WLHQHVHQWLGR HO
VHQWLGRHVLQWHULRUDOPXQGRHOPXQGRHODIXHUDGHOVHQWLGR\GHOQRVHQWLGR$TXtSXHVWRTXHVHWUDWDGHXQDFRQWHFLPLHQWRLQWHULRUDODKLVWRULDlas
cosas europeas, aceptamos que ostente una especie de verdad. 3HUR
VH WUDWD GHO PXQGR"
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
45
VROXFLyQ GH WRGRV ORV HQLJPDV VL pO HV OD GLIHUHQFLD TXH HVWi
HQMXHJRHQHOPRYLPLHQWRGHLQWHUSUHWDU\FRPRORTXHHQpVWHOOHYDVLHPSUHDGLIHULUDUHSHWLUGLULHQGRVLHQQHQHOLQQLWRGHVXdispersin
(en eso Dinisos), en el juego de su fragmentacin y, para
VHUPiVH[DFWRVHQHOGHVERUGDPLHQWRGHORTXHORVXVWUDHDUPDHVHPiVGH
ODDUPDFLyQTXHQRVHPDQWLHQHEDMR ODH[LJHQFLDGHuna claridad, ni se da
en la forma de una forma, entonces ese texto
que ciertamente no ha sido an escrito, tal como el mundo no ha
sido
producido de una vez por todas, ese texto, sin separarse del
movi-
miento de escribir en su neutralidad, nos da la escritura o, ms
bien, SRUpOODHVFULWXUDVHGDFRPRDTXHOORTXHDODOHMDUHOSHQVDPLHQWRde
todo visible y todo invisible, puede liberarla de la primaca de
ODVLJQLFDFLyQHQWHQGLGDFRPROX]RUHWUDLPLHQWRGHOX]\TXL]iliberarla de
la exigencia de la Unidad, es decir, de la primaca de
toda primaca, puesto que la escritura es diferencia, puesto que
la
diferencia escribe.
$OSHQVDUHOPXQGR1LHW]VFKHORSLHQVDFRPRXQWH[WR(VXQDPHWiIRUD"(VXQDPHWiIRUD$OSHQVDUHOPXQGRDHVDSURIXQGLGDGque
el da no alcanza, introduce una metfora que parece restaurar HO GtD
HQ VXV GHUHFKRV SXHV TXp HV XQ WH[WR" 8Q FRQMXQWR GHfenmenos que se
manWLHQHQEDMR ODYLVWD \TXpHVHVFULELUVLQRGDU D YHU KDFHU DSDUHFHU
FRQGXFLU D OD VXSHUFLH" 1LHW]VFKH QRtiene buena opinin del
lenguaje. (O OHQJXDMHHVWi IXQGDPHQWDGRVREUH ORV SUHMXLFLRV PiV
LQJHQXRV 6L QXHVWUD OHFWXUD DO OHHU
ODVFRVDVGHVFXEUHSUREOHPDVGHVDUPRQtDVHVSRUTXH pensamos en la forma
del lenguaje y desde ese momento ponemos nuestra fe en la
HWHUQDYHUGDGGHODUD]yQSRUHMHPSORVXMHWRSUHGLFDGRHWF'H-jamos de
pensar desde el momento en que queremos no pensar bajo
la pauta del lenguaje. Dejemos de lado la objecin segn la cual
es
todava en forma de lenguaje como Nietzsche denuncia el
lenguaje.
No respondamos tampoco designando en el habla, potencia de
falsi-FDFLyQHVDEXHQDYROXQWDGGHLOXVLyQTXHVHUtDSURSLDGHODUWH/DSULPHUDREMHFLyQQRVDUURMDDODGLDOpFWLFDODVHJXQGDQRVUHPLWHD$SRORTXHHVWDQGRGXUDQWHWDQWRWLHPSRGLVSHUVDGRHQ'LyQLVRVQRpodra
ampararnos e impedir que perezcamos si chocamos alguna
vez con lo verdadero. (Tenemos el arte para que la verdad no
nos
haga perecer. Palabras que seran las ms despectivas que
puedan
pronunciarse nunca sobre el arte si no se invirtieran
inmediatamen-WHSDUDGHFLU3HURWHQHPRVQRVRWURVHODUWH"
-
Maurice Blanchot
46
ODYHUGDGDXQTXHIXHUHDFDPELRGHSHUHFHU"
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
47
cin. De ello no se desprende que ese mundo sea indecible, ni
que
pueda expresarse en una manera de decir. El slo nos advierte
que,
si estamos seguros de no tenerlo jams en un habla ni fuera de
ella,
el nico destino que conviene es que el lenguaje, en perpetua
pro-
secucin, en perpetua ruptura, y sin conocer otro sentido que
esta
prosecucin y esta ruptura, ya se calle o ya hable, juego siempre
MXJDGRVLHPSUHGHVEDUDWDGRSHUVLVWDLQGHQLGDPHQWHVLQSUHRFX-parse por
tener algo el mundo que decir, ni alguien el hombre
con la estatura del superhombre para decirlo. Como si no
tuviera
otra oportunidad de hablar del mundo ms que hablndose segn
la exigencia que le es propia y que es la de hablar sin cesar y,
segn
HVWDH[LJHQFLDTXHHVODGHODGLIHUHQFLDGLULHQGRVLHPSUHGHKD-EODU(OPXQGR"8QWH[WR"(OPXQGRUHPLWHHOWH[WRDOWH[WRWDOcomo
el texto remite el mundoDODDUPDFLyQ del mundo. El texto:
VHJXUDPHQWHXQDPHWiIRUDSHURTXHVLpOQRSUHWHQGHVHJXLUVLHQGRla metfora
del ser, no es tampoco la metfora de un mundo liberado
del ser: metfora todo lo ms de su propia metfora.
Esta prosecucin que es ruptura, esta ruptura que no
interrumpe, esta perpetuidad de una y de otra, de una
interrupcin
sin detencin, de una prosecucin sin alcance, ni progreso de
un
tiempo, ni inmovilidad de un presente, perpetuidad que no
perpeta
nada, no dura nada, no cesa nunca, retorno y rodeo de un
atractivo
VLQDWUDFFLyQHVHVRHOPXQGR"HVHVRHOOHQJXDMH"HOPXQGRTXHQRVHGLFH"HOOHQJXDMHTXHQRWLHQHPXQGRTXHGHFLU"(OPXQGR"8QWH[WR"
$xLFRV IUDJPHQWRV D]DU HQLJPD 1LHW]VFKH SLHQVD HVDVpalabras
juntas, particularmente en el Zaratustra. Su tentacin es
entonces doble. Por una parte, siente una especie de dolor,
errante
entre los hombres, por verlos slo bajo la forma de cascotes,
siempre
WURFHDGRVHVSDUFLGRVFRPRHQXQDPDVDFUHRXQDFDUQLFHUtDVHSUR-SRQHHQWRQFHVPHGLDQWHHOHVIXHU]RGHODFWRSRpWLFR
OOHYDUMXQWRVe inclusive conducir hasta la unidad la unidad del
porvenir esos WXPXOWRV SDUFHODFLRQHV \ D]DUHV GHO KRPEUH pVWH VHUi
HO WUDEDMRdel todo, la realizacin de lo
ntegro.8QGGDVLVWPHLQ'LFKWHQXQG7UDFKWHQGDVVLFKLQ(LQVGLFKWHXQG]XVDPPHQWUDJHZDV%UXFKV-WUFNLVWXQG5DWVHOXQGJUDXVHU=XIDOO
-
Maurice Blanchot
48
ORTXHHVVyORIUDJPHQWRHQLJPDKRUURURVRD]DU Pero su'LFKWHQ
VXGHFLVLyQSRpWLFDWLHQHWDPELpQXQDGLUHFFLyQFRPSOHWDPHQWHGLV-WLQWD5HGHQWRUGHOD]DUWDOHVHOQRPEUHTXHUHLYLQGLFD4XpVLJQL-FDHVWR"6DOYDUHOD]DUQRTXLHUHGHFLUKDFHUORHQWUDUHQODVHULHGHODVFRQGLFLRQHVHVRQRVHUtDVDOYDUORVLQRSHUGHUOR6DOYDUHOD]DUHVFRQVHUYDUORDVDOYRGH
WRGR ORTXH OH LPSHGLUtDDUPDUVHFRPRel azar espantoso, eso que la
tirada de los dados no podra abolir.
(LJXDOPHQWHGHVFLIUDULQWHUSUHWDUHOHQLJPDVHUtDVLPSOHPHQWHhacer pasar
lo desconocido a lo conocido, o todo lo contrario, quererlo
como enigma en la misma habla que lo elucida, es decir, abrirlo,
ms
all de la claridad del sentido, a ese otro lenguaje no regido
por la
luz ni oscurecido por la ausencia de luz? Segn esto, los aicos,
los
fragmentos no deben aparecer como momentos de un discurso
toda-
va incompleto, sino como ese lenguaje, escritura de fractura,
por el FXDOHOD]DUHQHOiPELWRGHODDUPDFLyQVLJXHVLHQGRDOHDWRULR\el
enigma se libera de la intimidad de su secreto para, al
escribirse,
exponerse como el enigma mismo que mantiene la escritura, dado
TXHpVWDORUHFXSHUDVLHPSUHHQODQHXWUDOLGDGGHVXSURSLRHQLJPD
Cuando Nietzsche escribe:
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
49
do con una razn que sera nicamente suya, sino porque slo hay
realmente cosmos, el Universo, el todo, por la sumisin a la luz
que
representa la realidad humana, cuando ella es presencia
mientras
que all donde conocer, escribir, quiz hablar, advienen, se
trata
de un tiempo absolutamente distinto y de una ausencia tal que
la
diferencia que la rige perturba, desconcierta, descentra la
realidad
misma del Universo, el Universo como objeto real del
pensamiento?
Dicho de otro modo, no habra solamente incompatibilidad entre
el
hombre y el poder de comunicar que es su exigencia ms propia,
sino
entre el Universo sustituto de un Dios y garanta de la
presencia
humana y el habla sin huellas a donde la escritura sin embargo
nos
convoca y nos convoca en cuanto hombres4.
,QWHUSUHWDUHOLQQLWRHOPXQGR(OPXQGR"8QWH[WR"(OWH[WRel movimiento
de escribir en su neutralidad. Cuando, al plantear
HVRVWpUPLQRVORVSODQWHDPRVFRQHOFXLGDGRGHPDQWHQHUORVIXHUDde s mismos
sin, no obstante, hacerlos salir de s, no ignoramos
que pertenecen todava al discurso preliminar que ha permitido,
en FLHUWRPRPHQWRDGHODQWDUORV$UURMDGRVGHODQWHHVRVWpUPLQRVQRse
separan todava del conjunto. Lo prolongan mediante la ruptura:
dicen esta prosecucin-ruptura en virtud de la cual, movimiento
GLVMXQWRHOORVVHGLFHQ$LVODGRVFRPRSRUGLVFUHFLyQSHURSRUXQDGLVFUHFLyQ\DLQGLVFUHWDGHPDVLDGRPDUFDGDVHVXFHGHQ\ORKD-cen
en tal forma que esta sucesin no es una sucesin, puesto que, al
no tener ninguna otra relacin que un signo de puntuacin, signo
de
espacio, por el cual el espacio se indica como tiempo de
indicacin,
VHGLVSRQHQWDPELpQ\FRPRHQIRUPDSUHYLDHQXQDVLPXOWDQHLGDGUHYHUVLEOHLUUHYHUVLEOHVXFHGLpQGRVHSHURGDGRVMXQWRVGDGRVMXQ-WRVSHURDSDUWHVLQFRQVWLWXLUXQFRQMXQWRLQWHUFDPELiQGRVHVHJ~Quna
reciprocidad que los iguala, segn una irreciprocidad lista
siem-
pre a invertirse: llevando as a la vez y rechazando siempre
tanto
las maneras del devenir como todas las posiciones de la
pluralidad HVSDFLDO /R TXH SDVD HV TXH DTXHOORV WpUPLQRV VH
HVFULEHQ TXHaqu, designados por la escritura, designan esta
escritura explcita e
implcitamente, al venir de ella que viene de ellos, retornando a
ella
del mismo modo que se desvan de ella mediante esa diferencia
que
siempre escribe.
5HFRUGHPRVHVWDLQGLFDFLyQGH1LHW]VFKH ...hay que desmigajar el
universo.
-
Maurice Blanchot
50
Palabras yuxtapuestas, pero cuya distribucin se confa a
signos
que son modos del espacio y que convierten el espacio en un
juego GH UHODFLRQHV GRQGH HO WLHPSR HVWi HQ MXHJR VH ORV OODPD
VLJQRVde puntuacin. Comprendemos que no estn all para
reemplazar
frases de las que ellos tomaran silenciosamente un sentido.
(Tal
vez, sin embargo, se los podra comparar con el misterioso sive
de
Spinoza: GHXV VLYH QDWXUD FDXVD VLYH UDWLR LQWHOOLJHUH VLYH
DJHUHpor el cual se inaugura una articulacin y un modo nuevos,
espe-
cialmente en relacin con Descartes, incluso si parece haber sido
WRPDGRGHpO(OKHFKRGHTXH VHDQPiV LQGHFLVRV HVGHFLUPiVambiguos, no es
lo importante. Su valor no es un valor de
repre-VHQWDFLyQ1RVRQJXUDGHQDGDH[FHSWRGHOYDFtRTXHDQLPDQVLQdeclararlo.
Lo que ellos retienen con su acento es, en efecto, el vaco
GHODGLIHUHQFLD
LPSLGLpQGROHDpVWDVLQGDUOHIRUPDSHUGHUVHHQODLQGHWHUPLQDFLyQ3RUXQODGRVXSDSHOHVGHLPSXOVRSRUHORWUR(y
es lo mismo), de suspenso, pero la pausa instituida por ellos tiene
FRPRFDUiFWHUQRWDEOHHOQRSRQHUORVWpUPLQRVFX\RSDVRDVHJXUDQo detienen,
pero tampoco deponerlos: como si la alternativa de lo
po-VLWLYR\GHORQHJDWLYRODREOLJDFLyQGHFRPHQ]DUSRUDUPDUHOVHUFXDQGRVHTXLHUHQHJDUORHVWXYLHUDQDTXtSRUQHQLJPiWLFDPHQWHURWDV6LJQRVTXHHQWLpQGDVHELHQQRWLHQHQQLQJ~QYDORUPiJLFRTodo
su galardn (aunque estuvieran suprimidos o no inventados
todava, y en cierto modo desaparezcan siempre en lo accesorio o
el
accidente de una grafa) procede de la discontinuidad la ausencia
LQJXUDEOH\VLQIXQGDPHQWRFX\RSRGHUQROOHYDQVLQRPiVELHQVRSRUWDQDOOtGRQGH
OD
ODJXQDVHKDFHFHVXUDGHVSXpVFDGHQFLD\TXL]iFRQMXQFLyQ$UWLFXODUHOYDFtRPHGLDQWHHOYDFtRHVWUXFWXUDU-OR
HQ FXDQWR YDFtR H[WUD\HQGR GH pO OD H[WUDxD LUUHJXODULGDG
TXHVLHPSUH ORHVSHFLFDGHVGHHOSULQFLSLR FRPRYDFtRSRUHVDYtDHVpor la
que los signos de espacio puntuacin, acento, separacin,
ULWPRFRQJXUDFLyQSUHOLPLQDUHVGHFXDOTXLHUHVFULWXUDOHKDFHQel juego a
la diferencia y estn comprometidos en su juego. No quiere
esto decir que esos signos sirvan para traducir el vaco o para
hacer-
lo visible, a la manera de una notacin musical: al contrario,
lejos
de retener lo escrito en el mbito de las trazas o huellas que
deja o
de las formas que concretiza, su propiedad es indicar en ello la
des-
garradura, la ruptura incisiva (el trazado invisible de un
trazo) por
la cual el adentro retorna eternamente al afuera, mientras
queda
ah designado el poder de dar sentido, y algo as como su origen,
el DSDUWDPLHQWRTXHVLHPSUHORDSDUWDGHpO
-
Nietzsche y la escritura fragmentaria
51
Diferencia: la no identidad de lo mismo, el movimiento de
distancia, lo que lleva consigo desllevando, el devenir de
interrup-FLyQ/DGLIHUHQFLDOOHYDHQVXSUHMRHOGHVYtRHQGRQGHWRGRSRGHUde
dar sentido busca su origen en el apartamiento que lo aparta de
pO(O GLIHULUGH ODGLIHUHQFLDHV OOHYDGRFRQVLJRSRU
ODHVFULWXUDSHURQXQFDTXHGDLQVFULWRSRUHOODH[LJLHQGRGHpVWDSRUHOFRQWUD-ULRTXHHQ~OWLPRWpUPLQRQRVHLQVFULEDTXHVLHQGRGHYHQLUVLQinscripcin,
describa un vaco de irregularidad que ninguna traza
HVWDELOL]DLQIRUPD\TXHWUD]DGRVLQWUD]DVyORHVWpFLUFXQVFULWDpor la
borradura incesante de lo que la determina.
Diferencia: ella slo puede ser diferencia de habla, diferencia
ha-
blante, que permite hablar, pero sin venir ella misma,
directamente,
DOOHQJXDMHRYLQLHQGRDpO\UHPLWLpQGRQRVHQWRQFHVDODH[WUDxH-za del
neutro en su desvo, aquello que no se deja neutralizar. Habla
que siempre de antemano, en su diferencia, se destina a la
exigencia
escrita. Escribir: trazo sin traza, escritura sin trascripcin.
El trazo
de escritura no ser entonces nunca la sencillez de un trazo
capaz de
WUD]DUVHFRQIXQGLpQGRVHFRQVXWUD]DVLQRODGLYHUJHQFLDDSDUWLUGHODFXDOFRPLHQ]DVLQFRPLHQ]RODSURVHFXFLyQUXSWXUD(OPXQGR"8QWH[WR"
7UDGXFFLyQGH,VLGUR+HUUHUD
Estas pginas estn escritas al margen de los libros de Michel
Foucault, Gilles
Deleuze, Eugen Fink y Jean Granier
(/DVSDODEUDV\ODVFRVDV1LHW]VFKH\ODORVRItD/DORVRItDGH1LHW]VFKH(OMXHJRFRPRVtPERORGHOPXQGR(OSUREOHPDGHODYHUGDGHQODORVRItDGH1LHW]VFKH),
y de varios ensayos de Jacques Derrida, reunidos en el libro: La
escritura y la diferencia.