BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1 MATERIA: EL N. T. Y SU MENSAJE:CARTA A LOS FILIPENSES: ·GNILKA- JOACHIM Introducción EL MUNDO DEL PRISIONERO PABLO 1. El apóstol Pablo sentía un afecto especialmente cordial por la comunidad de Filipos, a la que va dirigida nuestra carta. Los motivos pudieron ser varios: en primer lugar, los filipenses se distinguieron desde el principio por su obediencia y fidelidad al Apóstol. Pero que no se interprete mal esta afirmación, como si Pablo hubiera confundido su probidad con su lealtad hacia él. Debe tenerse en cuenta la situación de la comunidad. Llamada a la vida por el Apóstol, se vio muy pronto reducida a sus propios medios, en el seno de un entorno pagano. El Apóstol continuó su viaje, buscando nuevas ciudades y ganando para Cristo nuevos hombres. Se sometía, pues, a los filipenses a una prueba total, a una apuesta muy subida, en la que se trataba de ser o no ser. La palabra sembrada en su suelo ¿sería capaz de echar raíces y permanecer, o acabaría por sucumbir, sofocada por la maleza de las multiformes opiniones religiosas y de los más diversos cuidados? Los filipenses no sólo supieron salir airosos de la prueba, sino que comprendieron además claramente que, después de haber sido ganados a la fe del Evangelio, debían trabajar a su vez en favor de este Evangelio. Una comunidad sólo se salva de la languidez, de la decadencia y de la extinción si es vital y activa. Pero se daba, además, otra característica constante en los filipenses. Ellos constituían la primera comunidad paulina en suelo europeo. De hecho, antes que ellos sólo hubo otra comunidad cristiana en Europa: la de Roma. En su segundo viaje misional, Pablo, acompañado de Silas y Timoteo, pasó de Asia Menor a Macedonia. Hasta entonces, sólo había misionado en Asia (cf. Act 13-14), aunque es muy probable que ya desde el primer momento acariciara el deseo de penetrar en el mundo griego con el mensaje de Cristo. La misión de Filipos se saldó con un fracaso, y Pablo y sus compañeros tuvieron que partir de allí precipitadamente. Las autoridades ciudadanas procedieron contra ellos y los expulsaron de la ciudad (Act 16,11ss; lTes 2,2). Pablo sabía demasiado bien que la nueva comunidad estaba aún necesitada de especiales cuidados. Por eso se sentía tan agradecido al comprobar que su actuación no había sido inútil, sino que había producido copiosos frutos. 2. En toda carta es importante tener una idea aproximada de la situación en que se encuentra el remitente. En efecto, la situación tiñe con su propio colorido las manifestaciones, los proyectos y las esperanzas. Cuando Pablo escribió la carta a los Filipenses, estaba preso. Habla con frecuencia de sus cadenas y se enfrenta con la posibilidad de ser condenado a muerte. Nos hallamos, pues, ante una de las llamadas cartas de la cautividad. En ella se nos abre con una especial intimidad el alma de Pablo, sus anhelos, sus deseos y, sobre todo, su fe. Y esto es lo que hace que esta carta sea tan valiosa para nosotros.
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BIBLIA NT CARTAS PABLO FILIPENSES /FLP 1
MATERIA: EL N. T. Y SU MENSAJE:CARTA A LOS FILIPENSES: ·GNILKA-
JOACHIM
Introducción
EL MUNDO DEL PRISIONERO PABLO
1. El apóstol Pablo sentía un afecto especialmente cordial por la comunidad de Filipos, a
la que va dirigida nuestra carta. Los motivos pudieron ser varios: en primer lugar, los
filipenses se distinguieron desde el principio por su obediencia y fidelidad al Apóstol. Pero
que no se interprete mal esta afirmación, como si Pablo hubiera confundido su probidad
con
su lealtad hacia él. Debe tenerse en cuenta la situación de la comunidad. Llamada a la vida
por el Apóstol, se vio muy pronto reducida a sus propios medios, en el seno de un entorno
pagano. El Apóstol continuó su viaje, buscando nuevas ciudades y ganando para Cristo
nuevos hombres. Se sometía, pues, a los filipenses a una prueba total, a una apuesta muy
subida, en la que se trataba de ser o no ser. La palabra sembrada en su suelo ¿sería capaz
de echar raíces y permanecer, o acabaría por sucumbir, sofocada por la maleza de las
multiformes opiniones religiosas y de los más diversos cuidados? Los filipenses no sólo
supieron salir airosos de la prueba, sino que comprendieron además claramente que,
después de haber sido ganados a la fe del Evangelio, debían trabajar a su vez en favor de
este Evangelio. Una comunidad sólo se salva de la languidez, de la decadencia y de la
extinción si es vital y activa.
Pero se daba, además, otra característica constante en los filipenses. Ellos constituían la
primera comunidad paulina en suelo europeo. De hecho, antes que ellos sólo hubo otra
comunidad cristiana en Europa: la de Roma. En su segundo viaje misional, Pablo,
acompañado de Silas y Timoteo, pasó de Asia Menor a Macedonia. Hasta entonces, sólo
había misionado en Asia (cf. Act 13-14), aunque es muy probable que ya desde el primer
momento acariciara el deseo de penetrar en el mundo griego con el mensaje de Cristo. La
misión de Filipos se saldó con un fracaso, y Pablo y sus compañeros tuvieron que partir de
allí precipitadamente. Las autoridades ciudadanas procedieron contra ellos y los expulsaron
de la ciudad (Act 16,11ss; lTes 2,2). Pablo sabía demasiado bien que la nueva comunidad
estaba aún necesitada de especiales cuidados. Por eso se sentía tan agradecido al
comprobar que su actuación no había sido inútil, sino que había producido copiosos
frutos.
2. En toda carta es importante tener una idea aproximada de la situación en que se
encuentra el remitente. En efecto, la situación tiñe con su propio colorido las
manifestaciones, los proyectos y las esperanzas. Cuando Pablo escribió la carta a los
Filipenses, estaba preso. Habla con frecuencia de sus cadenas y se enfrenta con la
posibilidad de ser condenado a muerte. Nos hallamos, pues, ante una de las llamadas
cartas de la cautividad. En ella se nos abre con una especial intimidad el alma de Pablo,
sus anhelos, sus deseos y, sobre todo, su fe. Y esto es lo que hace que esta carta sea tan
valiosa para nosotros.
Ha sido calificada como la más personal de todas las cartas paulinas. Al leer estas líneas
nunca debe perderse de vista la lastimosa situación del Apóstol. Las cárceles del mundo
antiguo no eran precisamente demasiado humanitarias, la alimentación era miserable.
Teniendo esto en cuenta, cabría esperar propiamente que en la carta hubiera una serie de
quejas sobre los hombres, sobre la inseguridad del futuro, sobre la falta de libertad de la
situación. Pero no hay nada de esto. El autor de la carta entiende perfectamente su suerte
desde la base de su fe cristiana y no se contenta con superarla, sino que la convierte en un
magnífico testimonio de fe. Se despliega ante nosotros la magnitud del esclavo de Cristo;
pero una magnitud y una grandeza que no está lejos de nosotros, como algo inalcanzable,
sino dentro de un contexto humano, como algo real, comprensible e imitable. Los que
tienen
que sufrir, los que están sometidos a prueba por causa de la fe, encontrarán en el Apóstol
doliente una digna norma de la fe.
Debemos localizar el lugar de prisión de Pablo, desde donde fue escrita esta carta, en
Éfeso, la metrópoli de Asia Menor a orillas del Mar mediterráneo. Sólo ocho días de viaje
separaban esta ciudad y Filipos (1).
3. ¿Qué objetivo se propone la carta? En primer lugar, quiere informar sobre la situación
en que Pablo se encuentra. Pero sus pensamientos se dirigen a la comunidad, de tal suerte
que considera su destino personal desde ella. En esta reflexión comunitaria, que absorbe
su situación personal, se pone de manifiesto la sinceridad y lealtad de su actividad
apostólica, pastoral y misionera. Tiene que contar con la eventualidad de que no volverá a
ver a los filipenses. Por lo mismo, debe preocuparse por su futuro. La edificación de la
comunidad, su puesto en el mundo, su salvación, constituyen la orientación y el interés
pastoral básico de esta carta. Al mantenerse en un plano tan genérico, la carta puede servir
perfectamente de lectura en toda época y para toda comunidad. Pablo también traza planes
para el futuro. Pero están llenos de incertidumbre.
...............
1. La antigua opinión, según la cual Pablo escribió la carta a los Filipenses desde una
cárcel de Roma pierde
crédito de día en día.
...............
SALUTACIÓN
1/01-02
1 Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús,
que hay en Filipos, juntamente con los obispos y diáconos: 2 gracia a vosotros y
paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
Las cartas del Apóstol están llenas de autoridad y responsabilidad. Pablo se sentía
responsable de sus comunidades. Ante los filipenses se presenta no como apóstol (Cf Rom
1,1; 1Cor 1,1; 2Cor 1,1; Gál 1,1; Ef 1,1; Col 1,1), sino como siervo, como esclavo de
Cristo Jesús (Cf.Rm 1,1;2Co 4,5; Ga 1,10); no recurre a un título honroso que le sitúa por
encima de la comunidad y de sus propios colaboradores, sino que se coloca en la misma
línea que su auxiliar Timoteo. La esclavitud era un fenómeno absolutamente normal y
conocido de todos en aquella época, un hecho sociológico cotidiano. No pocos de los
destinatarios de la carta pudieron ser esclavos. Todo esclavo tiene un señor. Pablo se sabe
esclavo del Kyrios (Señor) Jesucristo. Y así, el título de esclavo se ve despojado de su
matiz despectivo, de segundo rango. Pero hay algo sorprendente. Pablo se ha entregado
enteramente a Jesucristo como a su Señor, de tal suerte que ahora es su siervo y esclavo.
CR/SANTOS: Lo mismo puede decirse de Timoteo. Y desde aquí se ve claramente que,
a los ojos del Apóstol, el nombre de esclavo es un título de gloria. No todos lo tienen, sino
solo aquellos creyentes que han recibido la tarea y la responsabilidad del trabajo misionero.
Los demás son «santos». También esto resulta sorprendente. Con todo, tal afirmación no
quiere decir que hayan vencido ya total y enteramente los pecados en su propia vida y que
no exista ya el mal entre ellos. La realidad queda bien centrada con la adición de que son
santos en Cristo Jesús. La santidad no les adviene por méritos propios, sino que la ha
realizado Cristo, de tal modo que ahora pueden ser llamados santos. Cristo les ha atraído a
sí. Ahora le pertenecen a él. Por el bautismo y la fe han sido santificados. Y esta
pertenencia a Cristo obliga. Ellos, los santos, están obligados a ser santos. El cristiano se
ve siempre enfrentado a la exigencia a ser mejor, a convertirse en lo que es.
En la comunidad de Filipos hay «obispos y diáconos» (1). Pablo les saluda
expresamente. Seguramente se refiere a aquellos que han tomado sobre sí la
responsabilidad espiritual de los demás. Comienza a estructurarse el oficio ministerial.
Debemos pensar que, mientras vivía y trabajaba, el Apóstol llevaba la responsabilidad
plena de sus propias comunidades. Pero debía preocuparse también por el futuro, cuando
ya no viviera con ellos, y también por los lapsos de tiempo en que, debido a sus viajes
misioneros, estaba ausente y trabajaba en otras partes. El doble nivel jerárquico de
«obispos y diáconos» actúa colegialmente. Son varios, unidos en una perspectiva
fraternal.
De la palabra empleada por Pablo, episkopos, deriva el vocablo moderno obispo (2).
Un saludo litúrgico pone fin al encabezamiento de la carta. Con él saluda Pablo a la
comunidad. Debe escuchar y aceptar sus palabras con la paz y la gracia de Dios y de
Cristo.
...............
1. En las cartas pastorales, los obispos (episkopoi) y diáconos aparecen como una
institución que ya se ha
impuesto: 1Tim 3,2; Tit 1,7; 1Tim 3,8ss; junto a ellos se desarrolla en las comunidades el
estado de los
presbíteros: 1Tim 5,17ss; Tit 1,5. Cf. Act 20,17 y 28, donde se emplean indistintamente los
nombres de
obispos y presbíteros .
2. Cf. el artículo Obispo en H . HAAG, Diccionario de la Biblia, Herder, Barcelona 4,
1967. Nota del traductor.
...............
Parte primera
PABLO Y LA COMUNIDAD
1,3-26
1. ACCIÓN DE GRACIAS POR LOS FILIPENSES
(1/03-08).
3 Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros, 4 y siempre,
cuando hago la oración, todas mis súplicas por todos vosotros son hechas con
gozo, 5 por vuestra contribución a la causa del Evangelio, desde el primer día
hasta ahora, 6 teniendo esta confianza: que el que empezó en vosotros la obra
buena, la llevará a su término hasta el día de Cristo Jesús. 7 En efecto, justo es
que yo tenga estos sentimientos con respecto a todos vosotros, porque os tengo
en mi corazón, partícipes como sois todos vosotros de mi gracia, tanto en mis
cadenas como en la defensa y consolidación del Evangelio. 8 Pues Dios me es
testigo de cuántos deseos tengo, en las entrañas de Cristo Jesús, de estar con
todos vosotros.
ORA/PRESBITERO: Pablo se presenta ante la comunidad en actitud orante. Su corazón
está lleno de gratitud cuando recuerda a los filipenses. Sabía a la comunidad puesta bajo la
custodia divina, pero los sigue recomendando aún a este Dios protector. La cura de almas
es también asunto de oración: más aún, es primeramente un asunto de oración y falla con
toda seguridad cuando no está fundamentada en la oración del pastor. Esta actitud
describe la breve palabra «siempre». La oración incesante no puede ser entendida en
modo alguno de un modo estrictamente literal, sino como un actitud de oración orientada a
Dios, que debe determinar y definir la vida del cristiano. La actitud de Pablo frente a Dios
está concebida de manera personal, habla de «mi Dios». Pero no se aprovecha de esta
relación personal con Dios que ha conseguido, ni hace mal uso de ella, sino que, por el
contrario, toma de aquí ocasión y posibilidad para expresar su agradecimiento. Quien sabe
dar gracias, quien siente la gratitud como lo necesario y lo primero, merece ser llamado
grande. ¡El prisionero Pablo da gracias!
Junto a la gratitud aparece el gozo (1). Este gozo del hombre privado de libertad no
puede beberse en fuentes naturaleza. Brota de Dios y llega hasta Pablo cuando piensa en
los filipenses, en todos ellos. A nadie se excluye. La distancia espacial, el recuerdo vivido y
la nostalgia de la separación hacen brotar del corazón del Apóstol la conciencia de estar
obligado a cada uno de ellos. Los conoce a todos personalmente y de todos conserva el
recuerdo. Y así, por todos y cada uno puede orar. La comunidad no debería ser demasiado
numerosa. El cuño personal de la oración se extiende a los componentes de la comunidad.
Pablo los coloca a todos, renovadamente, delante de su Dios.
Pero no se trata sólo de que ellos estén unidos al Apóstol. Se trata de que estén unidos
al Evangelio. Este Evangelio es una fuerza viva. Todavía no ha cristalizado en un libro,
sino que es la palabra vivificante de la predicación. La Escritura que admitimos y
confesamos debe ser constantemente suscitada, convertida en lenguaje mediante la
palabra. Ya antes de la codificación escrita del Evangelio ha estructurado el Apóstol su
Evangelio, ha fundado y edificado con su fuerza varias comunidades. También los
filipenses deben a esta palabra su existencia como creyentes. Pero su participación en el
Evangelio va más lejos. Deben empeñarse en la predicación de la fe. No eran sólo hombres
abiertos y receptivos, eran también dispensadores. Y esto era así desde el principio. Su
apertura, por la que Pablo da gracias a Dios, consistía en que habían comprendido la
conexión íntima que se apoya en la fuerza espiritual de la palabra, según la cual ésta debe
ser de nuevo transmitida, y que justamente en esta transmisión demuestra toda su
eficacia.
Una mirada retropectiva, que equivale a un balance de cuentas, infunde al Apóstol
confianza. Una confianza que surge como resultado de la oración y que está orientada a
Dios. Pablo ha empeñado siempre toda su energía, su tiempo y toda su persona en la
predicación del Evangelio y en la edificación de las comunidades. Su actividad y agilidad
podrían crear la impresión, vistas desde fuera, de que se había propuesto hacer muchas
cosas y, más aún, hacerlas todas por sí mismo. La realidad es completamente distinta. Su
incansable actividad procedía del convencimiento de que es Dios quien empieza y acaba.
Pablo llama al trabajo de la predicación, a la edificación de la comunidad, una obra. Pero
no
la considera como suya, sino como la obra de Dios y de Cristo (Cf. Rm 14,20; 1Co
3,13ss; 9,1; 16,10; Flp 2,30). Lo que él hace es un trabajo auxiliar, bajo la acción de otro
más alto. De aquí deriva su confianza, aun en el caso de que se viera precisado a
interrumpir imprevista y súbitamente su tarea.
Toda obra humana deja tras sí, normalmente, la impresión de cosa fragmentaria e
inacabada, sobre todo cuando quedan sin realizar muchos planes, cuando muchos
proyectos apenas si han sido esbozados, sin que fuera posible llevarlos a cumplimiento. Es
Dios quien marca los límites y señala los caminos. Pablo confía en que Dios lo completará.
Y lo que se comenzó en Filipos, fue hecho por Dios.
Pablo se atiene, ante todo, a esta suprema idea. Habla a los filipenses como un padre a
sus hijos. Como un padre lleva en el corazón a sus hijos, así Pablo a sus amadas
comunidades. Pero, finalmente, tiene que decir una palabra sobre su cautiverio, del que no
se había preocupado hasta ahora, pues su persona y sus intereses personales quedaban
muy en segundo plano frente a los intereses de la comunidad. Y si ahora menciona como
en un inciso sus cadenas, lo hace refiriéndolas significativamente tanto a la comunidad
como al Evangelio. Las cadenas, que indican su cautividad, no son vergüenza, irritación,
carga o intranquilidad. Son gracia. Le parecen a Pablo casi como una cosa santa. Y como
tales deben ser aceptadas por los filipenses.
Pero ya lo han hecho así. Ya han dado a entender que han comprendido el sentido
íntimo y propio de su prisión y de su aparente vergüenza. Por eso son partícipes de su
gracia. El destino del Apóstol está encadenado al Evangelio. El que tropieza en el uno,
tropieza en el otro. Con el Apóstol está también en cadenas el Evangelio y con su defensa
se defiende también y se fortalece el Evangelio. No se trata de su persona. Como en un
diálogo con Dios, les protesta su amor, una vez más a todos ellos. La sinceridad de sus
relaciones con cada uno de ellos debe quedar bien patente y asegurada ante Dios. Entra
aquí un pastor de almas en áspero juicio consigo mismo, pero Pablo tiene una conciencia
clara y limpia. Amor era el único afecto que le dominaba cuando pensaba en ellos.
Habría que intentar imaginarse bien los elementos concretos de que se componía la
comunidad de Filipos: ricos y pobres, viejos y jóvenes, sanos y enfermos, hombres, en fin,
como nosotros, con todas las debilidades y miserias humanas. Pudiera parecer exagerado
y hasta humanamente imposible que Pablo creyera profesar a todos ellos idéntico afecto.
De hecho, ésta era la realidad. En el Apóstol habla y obra otro, el mismo Cristo Jesús. A
través de él obra y ama, quiere amar y obrar, Cristo Jesús. En este pasaje se da a conocer
el punto nuclear de la existencia cristiana, incomprensible, antinatural e irritante para la
razón pura, pero punto central del sentido de la vida para el creyente.
...............
1. El gozo o alegría debe enumerarse como una de las características de la carta: 1,18.25;
2,2.17s.28s; 3,1;
4,1.4.10.
...............
2. PABLO ORA POR LOS FILIPENSES
(1/09-11).
9 Y ésta es mi oración: que vuestro amor todavía abunde más y más en
conocimiento perfecto y en toda sensibilidad, 10 hasta que lleguéis a discernir los
valores de las cosas, para que así seáis puros e irreprochables para el día de
Cristo, 11 llenos del fruto de justicia que se obtiene por medio de Cristo, para
gloria y alabanza de Dios.
A/EGOISMO EGOISMO/A: A la acción de gracias sigue la intercesión. Esta es la recta
continuación en las posturas que el hombre debe adoptar en su oración ante Dios. Lo que
Pablo pide para la comunidad es el amor. Un amor que debe crecer, porque siempre es
capaz de crecimiento. La comunidad cristiana debe ser una comunión en la que todos están
unidos entre sí por el amor. Pero también hacia fuera debe ser este amor activo.
Ciertamente se puede hablar del amor y del afecto en un sentido muy diverso y aun poco
amable. Puede asaltarle a uno, en momentos aislados, un dichoso sentimiento feliz de
abrazar a toda la humanidad, a millones de hombres, pero ¿qué prueba esto? El amor
puede degenerar en disimulado y adornado egoísmo a dos, a cuatro o a unas decenas de
personas. Se ha menester una inspección crítica que destruya toda ilusión. El amor debe
ser clarividente. No es, pues, el amor un torbellino que pasa sino, para los cristianos, una
postura que debe mantenerse constante y en la que él mismo debe persistir. El amor se
conserva y se acredita en las minucias en las cosas cotidianas, en los encuentros, doquiera
se puede chocar con otro. Y por eso debe ir asociado a la sensibilidad, a la finura y
delicadeza de sentimientos.
La oración de Pablo se convierte en exhortación, en paraclesis. No se dan instrucciones
concretas, sino que se expone un principio que lo abarca todo: «Ama y haz lo que quieras»,
dirá más tarde el doctor de la Iglesia, Agustín. Si se quisiera equiparar la opinión del
Apóstol
a esta sentencia, se podría resumir: Ama y haz lo que juzgues oportuno. Este
discernimiento se aplica a los hechos concretos, pues cada cosa va ligada a su momento, y
dejar escapar una oportunidad puede constituir una falta.
Toda exigencia moral de Pablo tiene algo de acuciante, pues se orienta hacia el
día-de-Cristo (1). Las comunidades paulinas vivían en la conciencia de que el final del
tiempo y de la historia estaba para irrumpir, y se preparaban para este punto final del
tiempo. La panorámica del mundo ha cambiado desde entonces, pero esta urgencia
temporal, puesta, dentro de ciertos límites, a nuestra disposición, no ha perdido su eficacia,
sino que permanece y más bien se acrecienta frente a las crisis mundiales. El día de Cristo
significa liberación, salvación, siempre y definitivamente. Y todas estas cosas siguen
faltando. Somos conscientes de ello. No nos las podemos dar por nosotros mismos y el
decurso de los siglos que ya han desfilado o que se inicia ahora nos las escatima. Y así, la
comunidad cristiana actual, no menos que la de aquel tiempo, está en camino y pendiente
hacia el «día».
Hay una hora de prueba en la presencia de Dios, una hora que nos quiere ver puros e
irreprochables. Pero, una vez más, es decisivo no dejarla pasar en vano, porque el fruto de
justicia, que debemos llevar con nosotros, debe ser el que nos justifique. No lo
conseguimos por nosotros mismos; ni siquiera el impulso procede de nuestra propia
cosecha; el fruto viene por Jesucristo. Pero debemos prestarnos a su impulso. Pues en
Cristo nos hemos hecho dignos de alabar y glorificar a Dios. El día por el que anhelamos lo
pondrá de manifiesto.
...............
1. El día del Señor (ICor 5,5; ITes 5,2), de nuestro Señor Jesucristo (ICor 1,8), de nuestro
Señor Jesús (2Cor
1,14), de Cristo (Flp 1,10; 2,16) o simplemente «el día» (ICor 3,13), ocupa un puesto
importante en la
paraklesis paulina.
.....................................
3. LA SITUACIÓN DEL EVANGELIO
(1/12-18a)
12 Quiero que sepáis, hermanos, que mi situación ha redundado más bien en
progreso del Evangelio, 13 hasta tal punto, que en todo el pretorio y entre los
demás se han manifestado mis cadenas en Cristo, 14 y la mayor parte de los
hermanos, cobrando confianza en el Señor a causa de mis cadenas, han
redoblado su audacia para predicar sin miedo la palabra de Dios. 15 Algunos, es
cierto, proclaman a Cristo por envidia y rivalidad; pero otros, con buenos
sentimientos. 16 Éstos lo hacen por amor, sabiendo que estoy puesto para
defensa del Evangelio; 17 los de la rebeldía, anuncian a Cristo, no noblemente,
creyendo que suscitan tribulación a mis cadenas. 18a Pero ¿qué importa? En
todo caso, como quiera que sea, por hipocresía o por sinceridad, Cristo es
anunciado, y de esto me alegro.
Pablo escribe desde la cárcel. Los filipenses lo sabían. Debemos tenerlo bien en cuenta.
El Apóstol se refiere ahora a sí mismo, o más exactamente: al referirse a sí mismo, se
refiere al Evangelio. Su situación pudo causar la siguiente impresión externa: su actividad
misionera en el espacio de Asia Menor, con su centro de gravedad en Éfeso, fue
súbitamente interrumpida con su encarcelamiento. Y al parecer, sin esperanza. La causa
del Evangelio parecía haber experimentado una catástrofe. Surgió la pregunta en la
comunidad. ¿Cómo continuar -si es que se continúa- adelante? De aquí la respuesta
consoladora desde la prisión: contra toda esperanza, el Evangelio progresó, dentro y fuera,
en el círculo del Apóstol y en la comunidad de la ciudad donde estaba encarcelado, en
Éfeso.
Esta noticia tiene muchos puntos oscuros para nosotros. Desconocemos la situación.
Pablo la interpreta a la luz de la fe. Así, habla de una manifestación de sus cadenas. Éstas
santificadas, se ha convertido en objeto de una revelación. También como prisionero tiene
el Apóstol de Cristo una tarea sumamente importante que cumplir. Se halla siempre
apremiado por encargo de su misión, aunque sus manos estén atadas. Hay siempre un
espacio para actuar, una ocasión de dar testimonio. Ya lo hizo así, con grandioso estilo, en
una época anterior, y probablemente alude ahora a una discusión pública ante el tribunal,
en el pretorio (1). No sabemos cuál fue, respecto de su persona, el resultado de su
actuación ante las autoridades de la ciudad. No lo juzga tan importante como para
consignarlo por escrito o bien pudo ocurrir que encomendara al portador de la carta que se
lo comunicara de viva voz. Lo único importante es que Cristo se manifestó por sus
cadenas, sus cadenas en Cristo. Y este hecho lleva ya su propia dinámica. Pablo lo sabe.
La palabra que pronunció allí ante sus jueces y ante todo el auditorio se extenderá y
dilatará más, superando las limitaciones de tiempo y de espacio en que fue pronunciada.
Pero la actuación del Apóstol tuvo también consecuencias hacia fuera. La comunidad
local debió sentir en sí misma el encarcelamiento del Apóstol. Con este acontecimiento, la
predicación se había convertido en un asunto peligroso. Acaso lo advirtieron entonces por
primera vez de manera tan palpable. Las consecuencias fueron abatimiento, miedo, tristeza,
desánimo. Pero la valerosa conducta de Pablo en el pretorio, que no les pudo pasar
inadvertida, y de cuyas noticias debían estar pendientes, provocó un cambio radical. El
valor se reafirma, una confesión provoca la otra. La mayor parte de los hermanos se sintió
alentada y estimulada por su testimonio y se atrevieron a reanudar de nuevo la predicación,
con todos sus riesgos.
Ahora bien, el Apóstol no se manifiesta satisfecho de todos los predicadores. Hay quien
predica por motivos nobles y aun rastreros. Pablo no es una especie de frío político realista,
para quien sólo cuentan los resultados. Tampoco se avergüenza de llamar a las cosas por
su nombre. Lo vergonzoso para una comunidad y para la Iglesia es que se corra un velo
sobre sus nocivas circunstancias o que incluso se ignoren totalmente. Cuanto menos
combatido, con mayor seguridad puede propagarse el mal. La envidia y las rivalidades han
destruido la armonía que era exigible a los predicadores en Éfeso. Cristo es predicado con
falsas intenciones segundas. Las características están bien señaladas, aunque se echa de
menos una motivación. Sólo prosiguiendo la lectura se llega a saber que Pablo se halla
situado en medio de la refriega. En su persona, en sus cadenas se dividen los espíritus. Su
prisión ha puesto al descubierto la rectitud o la discutibilidad de las intenciones.
FE/PERSECUCIÓN: La existencia cristiana necesita la hora de la amenaza y del peligro
para conocerse a sí misma. Una cristiandad a cubierto puede languidecer rápidamente. La
paz no debe convertirse en perezosa holganza. La autenticidad se muestra cuando se dice
sí al sufrimiento, a las desventajas, a las pérdidas, en virtud de la más alta mirada de la fe,
cuando se sabe dar sentido a todo ello. Tras los sufrimientos de Pablo se esconde un
designio divino. Dios le ha destinado a la defensa del Evangelio. Así ve él las cosas y con
él una parte de la comunidad de Éfeso. Pero hay otros que niegan este sentido interior a
sus cadenas. Quieren hacer de ellas algo intolerable para un Apóstol.
Ésta es la tentación de Pablo. Es, sin duda, grande, pero está también a la altura de la
grandeza del Apóstol. No es el tener que padecer, pasar hambre, aguantar, tener frío o
sufrir insultos lo que le inquieta. Sabe su destino. Lo que le llega hasta lo vivo a un creyente
-a un creyente como él- es que se le discuta por su destino. Lo hicieron por pusilanimidad.
Alejándose del encarcelado se creían más a seguro. Enfrentarse con el sentido, sometido a
discusión, de una situación calamitosa, ésta es la tentación de las cadenas. Pero la alegría
que irrumpe al final de las reflexiones, testifica que Pablo no se ha dejado engañar en modo
alguno. Lo que a los ojos de algunos es escándalo y necedad, lo valora Pablo como un
medio de revelarse Cristo, dispuesto así por Dios.
Pero incluso estos contradictores son expresamente incorporados a la alegría del
Apóstol, pues, a pesar de todo, predican a Cristo. La magnanimidad que aquí aflora no
debe ser calificada de tolerancia. No se trata de gentes que hayan difundido un error (2).
Pablo puede emitir este juicio porque distingue cuidadosamente entre sus circunstancias
personales, o las cosas que podrían ser consideradas como concernientes a su persona y
que fueron tenidas como tales por sus enemigos, y aquella otra cosa que únicamente le
interesaba. Nunca se insistirá bastante en la mesura de esta delimitación. Es de una
objetividad suprema, pero no desapasionada, sino acompañada de sentimiento. Desde la
base de este sentimiento mana la alegría, no, naturalmente, por lo malo, sino por lo bueno
que este sentimiento es capaz de descubrir, incluso en una actuación pervertida y hostil.
...............
1. También en los relatos de la pasión de los Evangelios se menciona un pretorio, y tanto
en ellos como en
nuestra carta se refiere a la residencia del gobernador romano de la provincia (Mt 27,27;
Mc 15,16; Jn
18,28.33; 19,9). No hay, por tanto, razón alguna para afirmar que la mención del pretorio
en el que se
encuentra Pablo deba aludir necesariamente a Roma.
2. Contra los errores y los que los enseñan se pronuncia Pablo con toda energía. Cf. Flp
3,2ss.
.............................
4. EN VIDA O EN MUERTE
(1/18b-24).
18b Y me seguiré alegrando. 19 Pues yo sé que esto redundará en salvación
mía, por causa de vuestra oración y por la asistencia del Espíritu de Jesucristo,
20 según mi ávida expectación y mi esperanza de que en nada seré defraudado,
sino que, con toda valentía, ahora como siempre, Cristo será públicamente
magnificado en mi cuerpo, ya sea mediante la vida, ya sea mediante la muerte.
21 Pues para mí, el vivir es Cristo, y el morir, una ganancia. 22 Pero si el vivir en
carne esto me supone una actividad fructuosa, yo no sé qué escoger. 23 Me
encuentro en esta alternativa: por una parte, aspiro a irme y estar con Cristo, lo
que sin duda sería lo mejor; 24 pero, por otra parte, creo que permanecer en la
carne es más necesario para vuestro bien.
El tenor de la alegría ofrece la transición. Como ahora, también en el futuro esta alegría
será la fuerza oculta determinante. Respecto de su futuro personal, del que comienza a
hablar ahora el Apóstol, no siente ningún temor. Cree en su salvación. Viste esta seguridad
con las palabras de Job: «Esto redundará en liberación mía» (1).
De hecho, el Apóstol tiene un buen motivo para compararse con el paciente Job. Pero su
tesitura frente al futuro se percibe con mayor claridad cuando se sabe qué entiende por
salvación. Podría creerse fácilmente que se refiere a la liberación de su vida de la prisión y
del hacha del verdugo. Pero no es esto lo que piensa Pablo, como lo dan a entender
inequívocamente las frases que siguen. Aquí salvación equivale a salvación definitiva (2).
Y
de ésta no duda. También un Apóstol está sometido a tentación. Sí, pero puesto a prueba,
confía en dos cosas: en la oración de la comunidad y en la ayuda del Espíritu del Señor. La
comunidad debe orar por sus pastores. Esto es mucho mejor que criticarlos. La auténtica
unidad entre ellos es causada por la acción del Espíritu.
La actividad total, la vida, las luchas y sufrimientos de Pablo estaban y están orientados a
Cristo. Ha puesto toda su existencia, su ser somático y corporal al servicio del Señor, de tal
suerte que su mismo cuerpo podía ser lugar de la epifanía de Cristo al mundo. Y así ha de
seguir siendo en todo tiempo y en cualquier oportunidad que el futuro ponga a su
disposición. Hasta dónde se extienda y en qué consistirá es algo que no puede predecir,
pero el campo de tensión de las esperanzas viene determinado por la alternativa: en vida o
en muerte. En ambos casos, debe darse lo que se dio siempre, que la glorificación de
Cristo se haga visible en el Apóstol. Si se le ha destinado a vivir, esta glorificación seguirá
dándose, como hasta ahora, en las obras del Apóstol, en las que trabaja, vence y sufre. Si
debe morir, entonces se asemejará enteramente a su Señor, y tendrá ocasión de hacer
visible al mundo la pasión de Cristo. Ésta es la disposición de Pablo a seguir a Cristo hasta
el final. Pero es Cristo mismo quien debe llevarle. Y no le faltará, no le dejará frustrado.
J/V: Las posibilidades de vida y muerte ponen ante los ojos del Apóstol las preguntas
fundamentales de la existencia humana: ¿qué es la vida? ¿qué es la muerte? Frente a la
muerte, nos ofrece una respuesta que da testimonio de la magnitud de su fe cristiana y de
su amor a Cristo. La vida es Cristo. No se sabe quién es el sujeto de esta frase y quién es
el objeto, si se ha de decir que Cristo es la vida o que la vida es Cristo. Tanta es la
conexión entre Cristo y vida. Y se trata de una conexión excluyente y definitiva: sólo donde
está Cristo está la vida. De aquí se sigue como consecuencia que el morir es ganancia. En
qué consista esta ganancia no lo dice Pablo hasta las líneas siguientes, pero ya ahora es
claro que la palabra vida sobrepasa aquí las dimensiones terrenas. La posesión de la vida
en que se piensa no está ligada a la tierra, de tal modo que sólo muriendo se llega a la
posesión auténtica.
¿Es Pablo un iluso, un exaltado? ¿Se arroja en brazos de la muerte? ¿Quiere huir de la
vida terrena porque le resulta insoportable? De ninguna manera. Tenía ante los ojos, como
alternativa equivalente, en orden a la glorificación de Cristo, que tenía encomendada, la
vida y la muerte. Una vez más se declara expresamente partidario de la vida «en carne». Si
se le reserva para este destino de vida, lo acepta obedientemente. Su obra no ha concluido
aún. Si se le reserva para seguir viviendo, tiene así una oportunidad, bien recibida, para
llevar adelante la obra encomendada de producir frutos para Cristo. Se le coloca así
ante una decisión personal. La elección es difícil. Y por eso la rehuye. Pero ¿es realmente
cosa suya decidir el sendero por el que debe caminar? En espíritu de oración Pablo
traspasa la situación exterior humana y se sitúa ante Dios, ante cuya presencia quisiera
decidir. Los jueces romanos, revestidos de poder y dignidad, son marionetas en manos de
aquel a quien Pablo llama su Dios.
Tener una visión clara de sí mismo ante Dios no es fácil tarea. El deseo personal se
enfrenta con la necesidad objetiva. Ambas cosas le importan. Su inquietud interior rompe
las líneas. La muerte es ganancia, acabamos de oír. Y encarece la afirmación: es, sin
duda, lo mejor romper las ataduras y emprender el gran viaje (3). Pablo sabe su meta: la
comunión con Cristo, estar con Cristo. Concebía la existencia cristiana y la realizaba
como existencia en Cristo. La comunión con Cristo es, en su predicación, la raíz de la vida
creyente en este tiempo del mundo.
MU/RS: En las fronteras de la muerte medita sobre la muerte. Sólo raras veces toca este
tema. Frente a la esperanza del día de la parusía, las sentencias sobre la muerte ocupan
un segundo plano. Lo cual no significa que, frente a la brevedad del tiempo, haya querido
pasar por encima de ella, o que no la haya tenido en cuenta. La muerte no diluirá la
existencia humana en un ser en sombras en el mundo subterráneo, como ocurría en la
expectativa veterotestamentaria (4). Los muertos no deben esperar hasta el último día para
ser llamados a la vida. La comunión con Cristo, que adquirió en su vida por la fe, no será
rota al pasar por las ondas de la muerte. sino que experimentará una dichosa
intensificación. Pablo rehuye todo género de concreción de la frase. Deja el ser de más allá
de las fronteras de la vida terrena en lo inefable y se contenta con prometer que será un ser
con Cristo. Y. con todo, ya nos dice bastante. En la fe resuelve el problema de la muerte y
da así la única respuesta auténtica posible.
Si, por un lado, ha liberado de este modo su nostalgia interna y nos ha permitido
contemplar su amor a Cristo, le toca ahora adoptar la resolución definitiva: dado que la
comunidad todavía le necesita, debe quedarse. No es que, al hablar así, se creyera
insustituible. Podría creerse semejante cosa de él si hubiera fundado su afirmación de
querer permanecer en sus cualidades personales. Pero no juzga las cosas desde sí mismo,
sino en la presencia de Dios. Cree que al decidir quedarse ha reconocido la disposición
divina.
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1. Pablo cita a Job 13,16 según el texto de la biblia griega.
2. La palabra griega aquí empleada (soteria) designa siempre en Pablo la salvación final: