Baja Tolerancia a la Frustración Psicólogo Adán Domínguez
Baja Tolerancia a la Frustración
Psicólogo Adán Domínguez
14. INCAPACIDAD PARA TOLERAR LA FRUSTRACIÓN Una característica de la personalidad alcohólica que nos confirma su
desviación mental y la fragilidad emocional que poseen, es la poca o nula
tolerancia a la frustración y su respuesta impulsiva y violenta ante la
misma.
Los alcohólico y adicto necesitan gratificaciones a corto plazo, siendo
incapaces de tomar en consideración “recompensas diferidas” (a largo
plazo) de sus acciones.
El enfermo durante el desarrollo de su enfermedad, elabora un proceso
de respuesta a la frustración muy peculiar, que podríamos esquematizar
así: el alcohólico se frustra y de inmediato presenta una intensa respuesta
emocional de resentimientos en contra de la vida, en seguida, la
“concentra” en alguien (la esposa, el jefe, la autoridad, etc.); este
resentimiento crece en segundos hasta culminar y después inicia un
“rebote” emocional, progresivo, creciente y aplastante, de sentimientos de
culpa que lo “golpean como un boomerang”.
Cuanto mayor es la frustración, mayor son los resentimientos y en
consecuencia los sentimientos de culpa; tanto así que estos últimos lo
llevan inexorablemente a la autoconmiseración , que no es otra cosa
que los resentimientos hacia así mismo. El alcohólico frustrado
culpable se castiga con el “látigo de la ira”.
“El principal causante de nuestros defectos
ha sido ese MIEDO egocentrico: miedo
principalmente de perder algo que ya
teníamos, o de no obtener algo que
exigíamos. Viviendo a base de exigencias no
satisfechas, estábamos en un continuo estado
de perturbación y frustración. Por
consiguiente era indispensable, si
queríamos disfrutar algún grado de
tranquilidad, reducir nuestras
exigencias”
Bill W.
Uno de los estados más comunes que induce a las
personas con tendencias adictivas a buscar alivio en el
consumo de drogas es el sentimiento de frustración.
Los pacientes con poca tolerancia ante la frustración
son hipersensibles ante cualquier desengaño,
insatisfacción o interferencia con sus objetivos,
deseos o acciones. El típico paciente con BTF pasa
por la vida juzgando las situaciones en los siguientes
términos; “¿Estoy obteniendo lo que quiero?”, o
“¿Me están estorbando esas personas para conseguir
lo que quiero?”. Debido a la presión “interna” para
conseguir sus objetivos de satisfacción de los deseos
o de acabar una tarea determinada, los pacientes
sobrerreaccionan ante las situaciones que interfieren
con la satisfacción de sus deseos o con la realización
de sus objetivos. Por tanto, tienden a ser impacientes
de manera crónica, son intolerantes e inquietos.
Los pacientes “orientados al deseo” operan bajo la “dimensión del
ahora”: experimentan continuamente el craving del “refuerzo” inmediato
(ánimo, elogio, reconocimiento) o ayuda. Anclado en su modo receptivo,
consideran totalmente necesario que sus craving y deseos se satisfagan sin
dilación. Detrás de esta presión está escondido un miedo arropado por el
pensamiento dicotómico: “Ahora o nunca”. Los pacientes reaccionan de la
siguiente forma: “Si ni puedo conseguir lo que quiero ahora mismo, ya
nunca lo haré”. Consecuentemente, cualquier retraso en su satisfacción
resulta particularmente desagradable. El miedo que les previene de que no
conseguirán lo que quieren dispara la ansiedad. Cualquier interferencia o
interrupción de una actividad placentera será percibido como una gran
privación y causa de dolor. Ya sea el dolor o la ansiedad (o ambos) puede
llevar a desarrollar la ira si la persona considera a otra persona como
responsable de la privación o la interferencia.
La propietaria del piso de “Lil”, una chica joven, le dijo que bajara el
volumen del estéreo, y Lil sintió una aguda desilusión por ser privada de
uno de sus placeres (escuchar la música muy alta). Generalizó esta
desilusión así: “Nadie me deja nunca hacer lo que quiero”.
Consecuentemente, Lil se enfadó, empezó a dar fuertes pisadas por el
apartamento y a beber. Tal y como demuestra la acción de Lil, las
experiencias rápidas y efímeras de decepciones o ansiedad disparan y son
eclipsadas en la conciencia del paciente por la ira hacia la persona que la
ha frustrado o decepcionado.
Debemos señalar que hay un mecanismo bastante sutil que
opera entre los sentimientos iniciales de desilusión (o
ansiedad) y la experiencia de ira. Este mecanismo comprende
la atribución de responsabilidad de la decepción hacia otra
persona de una forma similar a la culpa. Uno de los temas que
hay que tratar en la terapia es la atribución de la
responsabilidad. El paciente y el terapeuta puede explorar si la
atribución de responsabilidad que se hace es razonable.
Como estos pacientes no han aprendido a modular sus deseos
e impulsos tienden a experimentarlos como “necesidades” que
demandan de una pronta satisfacción. Estas demandan sobre sí
mismos y los otros se experimentan como necesidades fatales
(“Yo debo”) o imperativas (“las personas deben”). Como las
necesidades tienen la cualidad de “realizarlas o morir”, si no se
satisfacen, se experimentan como una amenaza o bien una
privación dolorosa. La intolerancia ante la frustración va
pareja con la intolerancia ante la disforia producida por la
desilusión. La angustia se agrava por pensamientos como
“Esto no debería haber pasado. No tienen ningún motivo para
tratarme de esta forma”.
Las demandas, expectativas y peticiones de estos pacientes
y otros no sólo son imperativas sino también rígidas y poco
realistas. Estos individuos imponen los deberes tanto sobre sí
mismos como sobre los otros. Los individuos que intentan
conseguir el éxito pueden experimentar una sensación de ser
dominados por un “negrero”. Estos individuos suelen
experimentar síntomas de estrés y acaban tomando drogas o
alcohol para aliviar estos síntomas.
Las personas orientadas a la acción con BTF operan bajo
las mismas reglas como los individuos orientados al deseo o
receptivos. Actúan bajo el supuesto de que deben conseguir
una meta rápidamente. Cualquier retraso se percibe como
interminable, y cualquier interferencia como desmedida. El
principio que subyace a la sensibilidad parece estar
relacionado con la “conservación de la energía”. Los
impedimentos para el progreso futuro de estos individuos se
experimentan como un drenaje inaceptable de poder y
energía, lo que lleva a la impaciencia e intranquilidad.
Las personas orientadas al deseo o a la acción están
dispuestas a adscribir intenciones negativas hacia otras
personas. Operan bajo la siguiente premisa: “Cualquier
persona que no me ayude o facilite mis objetivos es egoísta;
la falta de cumplimiento de los otros con mis deseos es lo
mismo que la oposición”. El individuo con BTF interpreta la
falta de apoyo o de ayuda como un signo de indiferencia,
negligencia o irresponsabilidad. Irónicamente, estas personas
no son conscientes de que su conducta es controlada por sus
dictados internos (craving, demandas, imperativos) pero, en
cambio, se perciben a sí mismas como controladas y víctimas
de otras personas que son indiferentes ante sus “auténticas
necesidades legítimas”.
Como el patrón de frustración del paciente es crudo,
inflexible e indiscriminado, los mecanismos de pensamiento
también son igualmente brutos. Dichos pacientes tratan de
catastrofizar y sobregeneralizar cuando sus deseos no se
consiguen: “Nunca seré capaz de acabar el trabajo”, “Los
otros nunca cooperan conmigo”, “Los otros siempre me
estorban y no dejan que me salga con la mía”.
Para poder desviar las amenazas y prevenir el
dolor, los pacientes con BTF intentan, cuanto pueden
controlar su ambiente e imponen reglas y expectativas
a las otras personas. Sin embargo, cuanto más tratan
de compensar su sensación de vulnerabilidad interna,
más probable es que acaben frustrándose. Como sus
demandas y peticiones sobre los otros cada vez que
son más elevados e intensas, tendrán más tendencias a
sentirse mal, desilusionarse o bloquearse. Por tanto
la estrategia de hipercontrolar a los otros, al final,
acaba siendo contraproducente. El ambiente social
simplemente no estará de acuerdo con estas demandas
y expectativas continuas. Más pronto o más tarde
otras personas fallarán y no serán capaces de
satisfacer sus deseos o impulsos de manera
satisfactoria.
A un nivel más profundo, los pacientes con BTF se perciben a sí
mismos como impotentes o indefensos. Cualquier obstáculo que los
pacientes encuentren dispara la sensación de impotencia y produce
un sentimiento transitorio de debilidad. El siguiente paso consiste
en atribuir la responsabilidad al individuo que le ha “frustrado” y
querer agredir a dicha persona por su transgresión. Esta secuencia
conduce, obviamente, a la característica más notable de los
pacientes con BTF, es decir, la rabia explosiva ante accidentes
relativamente triviales. Una persona orientada a la acción se
enfurece con un conductor lento que se encuentre delante de ella y
le adelanta agresiva y peligrosamente, presionando con rabia el
claxon del coche con su dedo pulgar. Un marido despotrica sobre
los retrasos en la comida o porque ésta no le haya satisfecho; una
esposa se encoleriza al tener que estar esperando, mientras su
marido trabaja en la oficina hasta tarde. En cada caso, el paciente
añade una especie de significado sobregeneralizado a la “ofensa”:
“No me cuida” o bien “Me trata como su sirviente”. Estos
significados tan personales, añadidos al acontecimiento –no el
acontecimiento por sí mismo– conducen a la reacción inflamada: la
sensación de ser atacado. Esta tendencia a “personalizar” las
situaciones, interpretar las conductas neutrales como una afrenta
percibida, es una especie de sello de la PTF.
La generación y expresión de ira y hostilidad sirve para distintas
finalidades. Constituyen un intento importante de establecer control
sobre las personas, “castigándolas” por sus acciones o pasividad.
Cuando la expresión de hostilidad resulta efectiva, no hay ninguna
otra forma de conducta que ejerza tanta influencia en las otras
personas, sobre todo si la persona que ha sido ofendida está en una
situación de fuerza. El paciente asume que el castigo, ya sea
mediante la forma de una queja, un reproche o una rabieta, ayudará
a moldear la conducta de la persona apropiadamente. Este castigo
implícito, supuestamente, es como una “experiencia de
aprendizaje” para el que ofende. Es más, el castigo contenido en el
reproche, aunque de forma vaga, deshace o compensa el daño a la
autoestima del paciente: una persona no es un “enclenque
vulnerable e indefenso” si puede infligir daño a otra persona.
Quizá lo más importante es que la expresión de ira produce una
sensación subjetiva de poder (incluso aunque sea efímera).
Actuando de manera enérgica y agresiva, el paciente es capaz de
neutralizar la sensación de impotencia activada ante el retraso de la
gratificación. Como la frustración o la decepción acentúan la
percepción de uno mismo como poco efectivo, la expresión de
hostilidad vira el autoconcepto desde “Estoy indefenso” a
“Realmente tengo el poder”.
Obviamente, castigar a otra personas como consecuencia de
la propia “necesidad” de uno o por su sensación de
impotencia, acaba resultando contraproducente. Otras
personas se ofenden y se suelen enfadar cuando se les
reprocha algo, con la tendencia a que se tomen sus propias
represalias. Es más, la persona frustrada es arrastrada a una
lucha de poder para aclarar quién va a controlar a quién. La
persona se enreda en un círculo vicioso donde cada vez hay
más intentos fútiles de controlar a otros, con el consiguiente
incremento de decepciones y rabia.
Los individuos con BTF son los primeros candidatos a la
adicción. Tomar drogas o alcohol se puede utilizar para
distintas finalidades. Primero, estas sustancias satisfacen el
deseo de gratificación instantánea. Segundo, reducen la
ansiedad y la tristeza engendradas por la frustración.
Finalmente, pueden proporcionar una euforia transitoria y
una sensación de dominio para compensar los sentimientos
de indefensión y de ineficacia.
Es importante reconocer que los pacientes adictos con BTF no
son muy eficaces a la hora de percibir señales sociales importantes,
o reconocer las reglas que gobiernan la conducta humana y que
permiten a las personas interactuar con un mínimo de fricción.
Normalmente no son conscientes o exceden los límites normales
entre las personas. Por ejemplo Lil no podía darse cuenta de que la
música tan alta de su estéreo molestaría a los otros inquilinos.
Algunos pacientes tienen trastorno por déficit de atención y deben
confiar en la cocaína, por ejemplo, para intensificar su enfoque
atencional e incrementar la conciencia que tienen sobre las otras
personas.
Listado para la evaluación de la BTF
Los deseos de los pacientes son considerados como necesidades
imperativas que requieren una pronta satisfacción.
1. Los deseos de los pacientes son considerados como necesidades
imperativas que requieren una pronta satisfacción.
2. Los retrasos, la interferencia o los bloqueos tienen significados
idiosincráticos como “Puede que no acabe este trabajo” o “No
puedo conseguir lo que quiero”.
3. La frustración está sobregeneralizada con nociones como “Nunca
consigo lo que quiero” o “Las personas siempre me estorban y se
meten con lo que yo hago”.
4. Los pacientes personalizan dichas frustraciones como si las mismas
estuvieran dirigidas deliberadamente hacia ellos, y consideran el
supuesto agente de la frustración como si fuera el culpable. Los
pacientes manifiestan errores de pensamiento todo-nada, la
abstracción selectiva, sobregeneralización, catastrofismo y
personalización.
5. Debido a su pensamiento dicotómico (“Ahora o nunca”), los
pacientes constituyen reglas arbitrarias (deberes y obligaciones)
para hacer que se cumplan sus deseos, expresan sus derechos,
privilegios y peticiones: “Las personas no tienen derecho a negarme
lo que quiero” y “Debería poder trabajar sin que me
interrumpieran”.
6. Las expectativas y demandas absolutistas conducen a catastrofizar:
se espera que las consecuencias de un retraso, un obstáculo o una
dificultad sean un desastre.
7. Las reglas y las demandas de los pacientes suelen representar
también intentos de controlar a los otros y de prevenir problemas.
Cuando se pierde el control (se infringe una regla, no se cumple una
petición), los pacientes experimentan ansiedad o daño que proviene
del catastrofismo o de la exagerada sensación de pérdida.
8. La expresión de ira se legitima por: “Tengo todo el derecho a estar
enfadado”.
9. Como trasfondo ante la escasa tolerancia frente a la frustración subyace
la creencia nuclear de que “Estoy indefenso” y “Soy indeseable”.
Cualquier retraso, interferencia o problema relacionados con conseguir
deseos o metas puede evocar la sensación de indefensión o
indeseabilidad, conducir a catastrofizar, a la angustia y finalmente a la
ira.
10. Cuando, ya sea por la acumulación de ansiedad o ira, o porque el
paciente se moviliza para castigar al culpable, se acaba generando
mucha tensión, los paciente intentarán aliviarla con las drogas. En
dicho contexto, las creencias asociadas con el consumo de drogas
puede tener la siguiente forma:
• “No puedo soportar la ansiedad, tristeza o rabia y tengo que aliviarla
enseguida”
• “Las personas quieren que deje de tomar drogas o beber porque me
consideran débil y quieren controlarme”
• “Están equivocados y son malas personas por querer controlarme”
• “Recuperaré el control mediante la bebida o la droga cuando quiera
hacerlo”
11. Las personas pueden estar demasiado frustradas por sus propios
errores, inaptitud o deficiencia y manifestar mucha autocrítica. Este
mecanismo funciona de manera prominente en los pacientes adictos
con baja autoestima.
Tratar aspectos específicos
Imperativos y necesidades
Los pacientes requieren de práctica para retrasar la satisfacción de
sus deseos, ya sea en términos de resistir su deseo de beber o tomar
drogas o bien de las demandas de otros de ayuda, ánimo o elogios.
1. Desde un punto de vista práctico, los pacientes deberán ser
entrenados para controlar sus deseos: escribir el deseo específico,
anotar su intensidad, y determinar cuánto tarda el deseo en
reducirse. Este procedimiento permite a los pacientes distanciarse
del deseo y, por tanto, controlarlo mejor.
2. Distracción –por ejemplo, participar en una actividad absorbente
como conversar con otra persona–: suelen ayudar a reducir la
obligatoriedad del deseo o la necesidad.
3. Si retrasan su demanda en busca de una gratificación inmediata, los
pacientes serán conscientes de la importancia exagerada que
otorgan a un deseo. Sus deseos de afecto y reconocimiento son
parecidos a los craving de drogas y alcohol. Cuando una persona se
frustra en su anhelo de afecto (o espera estar frustrada), por
ejemplo, puede cambiara esta ansia por un craving de alcohol o
alguna droga. El tipo de placer que le produce el agente químico se
percibe como un sustituto de placer deseado de la persona a la que
quiere.
Significado del acontecimiento: miedos escondidos
Si se retrasa la expresión de ira o de impotencia (mostrando
la frustración), el individuo tiene la oportunidad de llegar a
ser consciente de: a) la reacción cognitiva inmediata ante un
acontecimiento (p. ej. un miedo específico o una desilusión),
y b) la respuesta afectiva inmediata como ansiedad o tristeza.
Por ejemplo, la mujer que despotrica del marido por no llegar
a casa cuando lo esperaba, tiene un cierto miedo inicial,
“puede que algo le haya ocurrido” y siente bastante ansiedad.
Cuando al final aparece, ella está enfadada con él por haberle
“causando” dicha angustia antes que por llegar tarde, aunque
lo regañe por el retraso. En terapia, reconoció que el miedo
inicial estaba relacionado con su preocupación infantil de ser
abandonada. Por tanto, la terapia se centró en enfrentarse a su
sensación de vulnerabilidad, que se había disparado por la
tardanza de su marido. En este caso, su hostilidad le sirvió
para castigar a su marido por hacerla sentir vulnerable y, al
mismo tiempo, le dio algo de poder a ella.
Cuando ocurre un acontecimiento desagradable, los
pacientes con BTF practican, y simultáneamente evalúan,
las consecuencias y buscan la responsabilidad o bien de
ellos mismos o de los otros (u ocasionalmente culpan a la
simple mala suerte). Las expectativas de resultado
negativas no reflejan un procedimiento racional, reflexivo,
de pensar sino más bien se forman en gran medida por una
tendencia a exagerar. Esta tendencia puede tomar la forma
de prever la posibilidad de consecuencias catastróficas o
bien de exagerar las pérdidas actuales. El catastrofismo se
anuncia por medio de un preludio como “Que ocurriera
sí…”; por ejemplo: “Que ocurriera si no hubiera evitado el
error a tiempo… Me hubiese costado una enorme cantidad
de dinero”. La sensación de pérdida hace que la presunta
disminución de algún recurso se considere como una gran
ventaja; por ejemplo: “Me está costando un tiempo valioso
por culpa de su ineficacia” o “Me veo obligado a gastar mi
energía respondiendo a preguntas estúpidas”.
LA RESPONSABILIDAD La responsabilidad de responsabilidad se establece casi al mismo
tiempo que la valoración de la pérdida o la amenaza. El paciente
determina que alguna otra persona es responsable de dicha pérdida
o amenaza. La reacción del paciente es fijar la responsabilidad en la
otra persona como causa de la frustración. La atribución de
responsabilidad se evidencia con expresiones (o pensamientos)
como “Deberías haberla conocido mejor” o “Nunca prestas
atención”. Las palabras como deberías, no deberías, nunca y
siempre suelen ser expresiones frecuentes de atribución de
responsabilidad y reprimenda simultáneas.
Aún se puede discernir un proceso más sutil. Los acontecimientos
nocivos probablemente desencadenarán una sensación de
indefensión en los pacientes con tendencia a la BTF. Si estos
pacientes pueden atribuir la responsabilidad a otro y a su vez
pueden reprochárselo, podrán recuperar en parte la sensación de
poder perdido. Si se insulta a otra persona, es como si el paciente
estuviera diciendo: “No soy tan débil e indefenso. Soy
suficientemente fuerte como para castigarte a ti”. Evidentemente, si
dichos pacientes perciben en sí mismos la causa del problema, se
autocritican y se sienten aún más indefensos.
CONTROL El problema de control es muy pertinente en el
tratamiento de los pacientes con abuso de drogas ya que
la terapia comprende, en esencia, el intento del terapeuta
de que el paciente controle su comportamiento. Este
problema se exacerba en muchas situaciones en las que
los pacientes están sujetos a amenazas, coerciones y
críticas por otras personas con buena intención y que
intentan que el paciente cumpla con la abstinencia o al
menos se contengan. Estos intentos por otras personas
pueden producir un resentimiento crónico en los
pacientes con abuso de sustancias. Lo más significativo
desde un punto de vista terapéutico es el impacto de
dichas intervenciones en la autoestima del individuo.
Probablemente responderán encubiertamente a la crítica
con un incremento de la sensación de ineficacia, incluso
de desesperación, aislamiento y de inutilidad, aunque,
extremadamente, desvalorizarán a la otra persona.
Muchos de estos pacientes sentirán rabia
hacia sus “atormentadores” e intentarán
recuperar su sensación de poder,
contraatacándoles y, por tanto, aliviando su
dolor. Otras personas se intentarán mentiras
elaboradas para disfrazar su consumo de
drogas o la bebida y para proteger su
autoestima y no recibir aún más bofetadas.
Por tanto, que el terapeuta se enfrente a las
mentiras del paciente supone un
procedimiento delicado, ya que decirle
abiertamente que está fingiendo supondría
una amenaza significativa a la autoestima
del paciente.
La Verdadera Tolerancia
Poco a poco empezamos a poder aceptar no sólo las
virtudes de nuestro prójimo sino también sus
defectos. Acuñamos la poderosa y significativa
expresión "Amemos lo mejor que tienen los demás –
y nunca temamos lo peor".
* * * * *
Finalmente, llegamos a ver que todo el mundo,
incluidos nosotros, está hasta cierto grado enfermo
emocionalmente, y que también estamos a menudo
equivocados. Al sucedernos esto, nos acercamos a la
verdadera tolerancia y vemos lo que el verdadero
amor para con nuestros prójimos realmente
significa.
Bill W.