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87 De la arqueología histórica a la arqueología del colonialismo Ä· È»Ų»Î¿ĤÄ º»Éº» · »Îƻȿ»Ä¹¿· »ËÈÅÆ»· Agustin Azkarate y Sergio Escribano-Ruiz A gradecemos al profesor Vela su in- vitación para participar en este Se- minario Internacional, invitación cur- sada, imaginamos, por contar con algunas líneas de investigación relacionadas con el continente americano, como los asenta- mientos balleneros vascos del siglo XVI en Canadá o un fuerte colonial en Argentina (Figura 1 y Figura 2), así como cuestiones más generales relacionadas con el patri- monio de Argentina y Uruguay. A lo largo de esta experiencia hemos encontrado di- ferentes tradiciones arqueológicas con las que hemos trabajado de forma interactiva. Este proceso nos permitió conocer de pri- mera mano las diferencias que existen hoy tanto en la forma de entender la arqueo- logía que se ocupa de la Época Moderna como en su práctica. La percepción de esta realidad nos ha lle- VADO A UNA REmEXIN CRTICA EN TORNO A UNA historiografía en la que la diversidad de puntos de vista -cargados frecuentemente con una calculada ambigüedad- es la re- gla general. Pedimos disculpas por distan- ciarnos, quizá, del tema principal de este Seminario y poner sobre la mesa unas re- Figura 1 Imagen superior: proceso de excavación de la esta- ción ballenera de Stage Island (Labrador, Canada); imagen inferior: detalle de los hornos de fundición de grasa de ballena construidos por los marinos vascos.
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AZKARATE, A., ESCRIBANO, S. (2014): De la arqueología histórica a la arqueología del colonialismo, Una reflexión desde la experiencia europea: "Arqueología de los primeros asentamientos

Apr 07, 2023

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Iñaki Zabaleta
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De la arqueología histórica a la arqueología del colonialismo

Agustin Azkarate y Sergio Escribano-Ruiz

Agradecemos al profesor Vela su in-vitación para participar en este Se-minario Internacional, invitación cur-

sada, imaginamos, por contar con algunas líneas de investigación relacionadas con el continente americano, como los asenta-mientos balleneros vascos del siglo XVI en Canadá o un fuerte colonial en Argentina (Figura 1 y Figura 2), así como cuestiones más generales relacionadas con el patri-monio de Argentina y Uruguay. A lo largo de esta experiencia hemos encontrado di-ferentes tradiciones arqueológicas con las que hemos trabajado de forma interactiva. Este proceso nos permitió conocer de pri-mera mano las diferencias que existen hoy tanto en la forma de entender la arqueo-logía que se ocupa de la Época Moderna como en su práctica.

La percepción de esta realidad nos ha lle-

historiografía en la que la diversidad de puntos de vista -cargados frecuentemente con una calculada ambigüedad- es la re-gla general. Pedimos disculpas por distan-ciarnos, quizá, del tema principal de este Seminario y poner sobre la mesa unas re-

Figura 1Imagen superior: proceso de excavación de la esta-ción ballenera de Stage Island (Labrador, Canada); imagen inferior: detalle de los hornos de fundición de grasa de ballena construidos por los marinos vascos.

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española y pensadas no para arqueólogos latinoamericanos, sino para arqueólogos europeos, españoles particularmente, que con frecuencia ignoran (y malinterpretan, en consecuencia) tanto la propia naturale-za como las bases conceptuales y temáti-cas de la llamada “arqueología histórica”.

-

europeas, preocupadas por buscar raíces antiquísimas a la construcción imaginaria

A.Azkarate y Sergio Escribano-Ruiz

Figura 2Excavación del asentamiento español de Sancti Spiri-tus (Puerto Gaboto, Argentina).

de los nacionalismos nacientes. Como el brillo de la genealogía de un país dependía básicamente de su antigüedad, fue normal

prehistóricos, extensísimo periodo que -de -

zaba en un momento distinto dependien-do de la región del Viejo Mundo en la que nos encontráramos.

Todo ello conllevó a la institucionalización

pronto la Prehistoria -concebida como un larguísimo periodo del pasado que recurría

llevar a cabo sus investigaciones-, de las -

gaciones contaban con otras fuentes, ade-más de las estrictamente arqueológicas1. Se pensó entonces que la necesidad del

más escasos (o más tardíos) fueran los do-cumentos escritos y menor (incluso inne-cesario) cuando estos fueron abundantes

temprano y poderoso desarrollo de algu-nas “arqueologías históricas” (la llamada “arqueología clásica” constituye el ejem-plo más relevante) y la lenta irrupción de otras: la “arqueología medieval”, por ejem-plo, habrá de esperar prácticamente hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo

de los restos arqueológicos resulta mucho más reciente y más reciente aún la apari-ción de la novísima arqueología contempo-ránea. Como más adelante veremos, entre el medioevo y las sociedades actuales se abrió un largo capítulo de la historiografía

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europea para el que nadie ha demando durante mucho tiempo el valor del registro material como otra fuente con la que cons-truir la historia del mundo moderno y con-temporáneo.

-samente con lo que iba a ocurrir al otro lado

-

una arqueología que reivindicaba para sí el estudio de los siglos de la Época Moder-na. Y se dio a sí misma una denominación (“Historical Archaeology”) que ya existía en Europa para otros periodos muy anteriores, dado lugar a un equívoco que todavía es-tamos padeciendo.

Hay que comenzar diciendo que en la arqueología europea –al menos en la ar-

-

cuando nos relacionamos con lo que en buena parte del planeta se conoce como arqueología histórica. Con la excepción de Gran Bretaña y, en mucha menor medida de Italia, en Europa no se ha encarado este

otro lado, considerar la cuestión con un tema de americanistas o arrojarla sencilla-mente a las afueras de la academia.

El desconocimiento, sin embargo, ha sido mutuo. En un conocido trabajo de Kathleen Deagan, publicado en los 80 y reeditado recientemente (2007), la conocida antro-póloga estadounidense, reconociendo que “la mayor parte de los arqueólogos norte-americanos” pensaba que la arqueología histórica era una subárea de la arqueología relativamente reciente, se sintió obligada a

De la arqueología histórica a la arqueología del colonialismo

recordar a los colegas de su país que “mu-chos de los trabajos más tempranos con-ducidos por arqueólogos en Europa fueron parte de la arqueología histórica” (Deagan 2007:63), obviedad que hubiera dejado estupefactos, de haberla escuchado, a muchos ilustres arqueólogos europeos que trabajaban en la arqueología grecolatina o de Oriento Próximo desde el siglo XIX.

En este contexto, el objetivo principal de nuestra ponencia no es otro que intentar

-parar ambas tradiciones -la americana y la europea-, tratando de acotar el problema de manera racional e introducirlo, a nivel

-comprensiblemente, ha sido ignorado has-ta la fecha2.

-cita a la arqueología del colonialismo, para acercarnos un poco más a la temática es-

-lacionando el potencial interpretativo de la arqueología del colonialismo con su poten-cial axiológico en el presente. Un aspecto

-mente.

La arqueología histórica americana-

tados Unidos, cuna de la autodenominada “arqueología histórica”. Obviando los pri-

de aquel país, habrá que esperar hasta la

que la práctica arqueológica en contex-tos históricos comience a reclamar, para

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2007:63; Funari 2006:17). Todavía a inicios de los 60, en el contexto de la Society for American Archaeology, se hablaba de la “Historic sites archaeology” -dose que, bajo tal denominación, cabían

-fusos.

Para solventar tal carencia, Bernard L. Fontana escribió en 1965 un breve trabajo

-ricos” como la arqueología desarrollada en yacimientos o sitios que contienen evi-dencia material no aborigen o que están relacionados con un registro escrito (ob-viamente europeo3). Más interesante aún

de sitios históricos que propone, en un gradiente de hasta cinco categorías: yaci-mientos protohistóricos (sitios aborígenes con evidencias materiales europeas even-tuales4); yacimientos-contacto (sitios abo-rígenes con un contacto estable con los europeos5); yacimientos-postcontacto (si-tios aborígenes que se originaron exnovo tras la presencia europea6); yacimientos-frontera (sitios esencialmente europeos y fundados por ellos, aunque se caracterizan por una gran interacción con los nativos7) y yacimientos no-aborígenes (yacimientos que incumben a los indios sólo de una for-ma mínima o nula8).

Sorprende el silencio que existe en la histo-riografía actual sobre dicha propuesta, con algunas excepciones importantes, como las de Orser (1992) o Silliman (2005)9. Lo interesante de Fontana es la articulación de su tipología sobre la idea de encuen-tro, de contacto entre dos mundos muy

distintos, llamando la atención sobre la di-versidad de situaciones que tal encuentro produjo. Lamentablemente, su propuesta apenas tuvo eco, quizá porque su tipología pivotaba precisamente sobre las culturas aborígenes y no sobre los blancos anglo-

los “tipos de artefactos presentes” (Silli-man, 2005:73)10.

-gua Historic sites archaeology se dotará de un estatus formal con la creación de la Society for Historical Archaeology (Deagan 2007:63) que, en adelante y alejándose de

centrar su objeto de estudio en la sociedad protestante anglosajona, los WASP o White Anglo-Saxon Protestants (Funari 2006:17). La antigua “arqueología de sitios históri-cos” se denominará en adelante “arqueo-logía histórica”, un apelativo que, como veremos, planteará numerosos problemas de entendimiento con la arqueología euro-pea.

Con ánimo de centrar la cuestión y poder comparar luego la trayectoria americana con la europea, distinguiremos en la “ar-queología histórica” americana tres fases, atendiendo a un desarrollo temático con-dicionado sin duda por la agenda política de los EEUU.

Su institucionalización (décadas de los 60 y 70)A pesar de propuestas como la de Fon-tana que ponían el acento en las socie-dades originarias y proponía una grada-

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ción de contacto cultural que plasmara la complejidad del proceso de colonización, con la creación de la Society for Historical Archaeologyconcepción binaria entre sociedades con y sin escritura, entre la arqueología histó-rica y la arqueología prehistórica. No hubo lugar para los matices; más bien se produ-

-do ideológico. Como ha señalado Funari, el pasado de las sociedades con escri-

-

como pretexto para centrar el campo de

2007:52). La arqueología histórica dejó de lado el colonialismo y sus implicaciones, y se centró en el estudio de las instalaciones

la Historia (Jordan 2009:33).

-diendo “a la aparición relativamente abrup-ta e intrusiva de las sociedades con escri-

lo cual brindaba una división natural entre los temas de estudio”, pero se acaba re-conociendo que “la orientación de la an-tropología norteamericana comúnmente apoyó esta separación” (Deagan 2007:66). La celebración del bicentenario de su in-dependencia (1976) coadyuvó, sin duda, a su desarrollo: “no sólo transformó el perio-do colonial en un tema popular y oportuno,

ampliar la escala de la arqueología históri-ca” (Ibidem).

Pero, ya desde sus inicios, la arqueología

Como ha señalado la propia Deagan, des-

de su mismo nacimiento la arqueología his-tórica norteamericana tuvo “una conside-

generando una crisis de identidad que ha perdurado hasta nuestros días, como veremos más adelante. En estas prime-

-niciones que se dieron de la “Arqueología histórica”, considerada como el estudio de los restos materiales de cualquier periodo histórico (R. L. Schuyler), la arqueología de la dispersión de las culturas europeas a lo largo del mundo desde el siglo XV, así como su impacto sobre los indígenas (J. Deetz), el estudio de los restos materiales del pasado remoto y reciente, en relación con la historia documental y la estratigrafía en que se los encuentra (N. Hume) o los estudios que usan información arqueológi-

y restricciones en el tema de estudio, nun-ca resultaron completamente satisfactorias (Deagan 2007:64).

El contencioso principal se dirimía, por aquel entonces, entre los partidarios de la orientación antropológica (mayoritaria entre los arqueólogos norteamericanos, y preocupada por la investigación de los procesos culturales) y quienes seguían de-fendiendo los enfoques histórico-culturales y difusionistas de la primera mitad del si-glo XX. La orientación procesual de buena parte de la arqueología norteamericana coadyuvó decididamente para que la ar-queología histórica dejara de ser conside-

proveían de información complementaria y se convirtiera en una herramienta antro-

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pológica para la reconstrucción de los es-tilos de vida y el estudio de los procesos culturales del pasado (Deagan 2007:72). Y fueron estos últimos quienes acabaron

Del estudio de los colonizadores a la atención a los colonizados (décadas de los 80 y 90)Cabe considerar esta segunda etapa como una transición entre una arqueología centrada en el estudio de las sociedades

por analizar con la misma legitimidad las consecuencias que tuvo la colonización sobre las sociedades no europeas. Esta preocupación explícita por hacer visibles a las sociedades y clases subalternas se

-tudios preocupados por la interacción en-tre las sociedades europeas, americanas originarias y africanas11 o por papel de la mujer12.

sin duda, en este cambio. Los movimien-tos sociales y políticos que habían criti-cado el modelo histórico defendido en el bicentenario de la independencia estado-unidense, centrado sólo en la historia de los blancos (Funari 2006:17), lograron que el quinto centenario del descubrimiento

-mósfera intelectual mucho más incluyente.

del colonialismo en general, incorporando a todas las sociedades implicadas, y se fomentó el trabajo con las comunidades originarias (Silliman 2005:56).

El intento de dar voz a las sociedades y clases subalternas (Orser 2006:277-282)

-der epistemológico de la arqueología frente a la investigación efectuada sobre fuentes escritas. Pero obligó, asimismo, a dar una

-rica. Su principal responsable será Orser (1996). En desacuerdo con que la arqueo-

existencia de documentación escrita, este -

diera además a la dimensión mundial que estaba tomando la arqueología histórica. Sin renunciar a los planteamientos de sus predecesores, redimensionándolos, plan-

-sión de la naturaleza global del Mundo Mo-derno. Para ello propuso un programa de investigación centrado en cuatro temáticas de estudio: el capitalismo, el colonialismo, la modernidad y el eurocentrismo (Orser 1996:26-28)13.

En este cambio en los objetivos epistemo-

postprocesualismo en la escena historio-

abordar el estudio de la acción individual y la diversidad sociocultural, proporcionando la construcción de múltiples visiones del pasado (Zarankin, Salerno 2007:22). Estas nuevas tendencias convivirán, no obstante,

-cesual, que hacen más complejo el cuadro

profunda renovación conceptual de la Ar-queología Histórica por aquellos años.

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El estudio de los colonizados a nivel mundial (siglo XXI)

-fía norteamericana expandió muy rápido los marcos teóricos anglosajones, aunque pronto se observó que tales modelos, de-sarrollados para analizar la realidad social en contextos occidentales, no respondían necesariamente a los intereses de los in-vestigadores y las comunidades locales de otras regiones (Zarankin, Salerno 2007:22) dada su naturaleza occidentalizante. El estudio del Mundo Moderno resultaba muy problemático para ser aplicado a nivel mundial como se reclamaba, porque pivo-taba sobre aspectos -como el capitalismo o el colonialismo- que no fueron compartidos igualitariamente por las sociedades euro-peas y las no-europeas (Funari 2007:53) y porque usaba esa demarcación temporal para realizar una distinción entre Noso-tros, los modernos, y Ellos, los anteriores (Croucher, Weiss 2011:3). Hay que decir, en este sentido, que la arqueología histó-rica latinoamericana14, ha tenido una im-portancia singular en esta reformulación,

mera aportadora de materia prima, para convertirse en parte esencial de la propia

(Funari 2007:57).

En esta tercera fase, las tendencias pos-tprocesuales se hacen todavía más sólidas, reclamando de forma generalizada que se preste mayor atención a la existencia de

lo largo del mundo. Siguiendo los pasos de la arqueología latinoamericana, se reclama una localización o provincialización de la arqueología histórica: construir la historia

de abajo arriba, de lo local a lo global, y no a la inversa como se proponía en la etapa anterior (sensu Croucher, Weiss 2011). Se considera que la Arqueología Histórica no debe procurar un pasado único y común

en diferentes sociedades con espacios y temporalidades distintas (Costa 2010:31), abordando “el estudio de la acción in-dividual y la diversidad sociocultural en

-sos” (Trigger 1990; cit. Zarankin, Salerno 2007:22).

-

por la necesidad de dotar de acción al discurso arqueológico y por descolonizar-lo (Croucher, Weiss 2011:28), enfatizando en la idea de que la arqueología histórica, además de un ejercicio de construcción del pasado, sea a su vez una herramien-ta de deconstrucción del presente (Costa, 2010:11-31).

Europa, las arqueologías del pasado reciente15

Mientras en Estados Unidos y, en general, en el continente americano se gestaba el nacimiento y desarrollo de la Arqueología Histórica, en Europa se había producido otra revolución arqueológica, aunque de naturaleza y alcance muy distintos, cen-trada fundamental en contextos urbanos, y

-cas de excavación y registro. Es lo que en la historiografía de nuestro continente se conoce como el nacimiento de la arqueolo-

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Gran Bretaña

los setenta, aunque hay que remontarse -

sis. Tras los bombardeos sufridos en la Segunda Guerra Mundial, ciudades como Londres, Canterbury, Exeter, Southampton o Winchester fueron objeto de excavacio-nes sistemáticas de urgencia durante los 60 y los 70. Los trabajos de Martin Biddle en Winchester marcaron un hito en la ar-queología urbana europea. A pesar de que los propios británicos hayan criticado

de aquellos programas (Cleere 1982; Ho-bley 1985), lo cierto es que constituyeron la base de la futura arqueología urbana europea. El enorme volumen de informa-ción acumulado en sus registros generó

que es deudora buena parte de la arqueo-logía de campo en la actualidad (Azkarate, García Camino 1996).

Martin Biddle -con su ejemplar intervención en Winchester- no fue ajeno a la progresi-va toma de conciencia del colectivo britá-

a articular los primeros programas siste-máticos sobre la práctica arqueológica en contextos urbanos. La constitución del Department of Urban Archaelogy (D.U.A.) del Museo de Londres en 1973 supuso un hito en la arqueología urbana europea y un modelo, sin duda, tanto para las ciudades británicas como para muchas continenta-les. Las experiencias británicas en el ám-

Ph. Barker, M. Biddle, B. Cunliffe y otros lle-

fueron sintetizadas y divulgadas por el pro-pio P. Barker (1977) y, sobre todo, por E. C. Harris (1975; 1979), hasta el punto de que, en la actualidad, se habla del “sistema Ha-rris” para referirse a la renovación que la arqueología de campo conoció en Europa

en adelante.

Pero lo que ahora nos interesa resaltar son las consecuencias que todo ello iba a te-ner en relación con el tema que tenemos entre manos. Frente a la arqueología his-tórico-cultural europea de la primera mitad del pasado siglo, en la que se priorizaba

la naciente arqueología urbana iba a re-vertir radicalmente la situación al concebir la arqueología de la ciudad como la com-prensión integral del fenómeno urbano. Se trataría, en palabras de quien dirigiera la importante experiencia de Winchester, de un proyecto que abarca -sin distinción de períodos- desde los orígenes de una ciu-dad hasta su historia más reciente; que se ocupa de los testimonios de todas las es-calas sociales, desde las estructuras más suntuosas promovidas por el Poder hasta la más humilde de las viviendas urbanas;

-talidad del fenómeno urbano16 en sus as-

-micos y sociales (Biddle 1982:51).

Es en este contexto en el que se va a gestar lo que pronto se conocerá como “arqueo-logía postmedieval”. El abandono de las inercias anticuaristas de la “arqueología en la ciudad” y su sustitución por la “arqueo-

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logía de la ciudad”, es decir, por el estudio integral de su historia, conllevó unas obli-gaciones deontológicas que conducirían a la toma en consideración de los niveles

atención con la que tradicionalmente se

protohistórica, romana, tardoantigua o al-tomedieval. Y ello planteó un nuevo proble-

-

de los siglos que hasta entonces no habían

las evidencias, por ejemplo, de los siglos XVIII, XIX e incluso XX, cuando no había estudiosos que los investigasen, ni había tampoco museos arqueológicos que los acogiesen?

El panorama que dejó en evidencia la re-

siglos más recientes era sencillamente desolador. Los británicos trataron pron-to de responder a estas carencias con la creación de la Society for Postmedieval Ar-chaeology en el año 1966 (casi coincidente en el tiempo con la creación de la Society

su marco cronológico (1450-1750), su ad-jetivación como postmedieval y la creación de una revista homónima (Postmedieval Archaeology), fueron los principales hitos fundacionales. En lo que a la investigación respecta, una de las primeras iniciativas fue el estudio tipológico de los materiales recuperados en las excavaciones urbanas, que se convirtió en la principal línea de in-vestigación durante los 70 y los 80.

La naturaleza empírica y descriptiva de los

de los 90 generó pronto las primeras acti-tudes críticas y la aparición de las prime-ras propuestas que se materializarán en la

Trabajos como los de Johnson (1996), Tar-low (1999) o West y Tarlow (1999), supera-ron pronto el enfoque exclusivamente des-criptivo de la arqueología postmedieval y se acercaron a la tendencia más interpretativa de la arqueología histórica americana, hasta el punto que ambas tradiciones comenza-ron a celebrar periódicamente conferencias conjuntas. La primera conferencia conjunta, Old and New Worlds, tuvo lugar en 1997 en Williamsburg y Londres (Egan, Michael

-gar en Leicester en 2013, bajo el título de Globalization, immigration, transformation.

Sobre estas bases se ha reformulado la ar-queología postmedieval británica, caracte-rizándose en adelante por la diversidad de perspectivas y enfoques, y por la incorpo-ración de nuevas preocupaciones como el valor público de la arqueología, su potencial para la inclusión social o su capacidad para estudiar la identidad británica y el pasado más reciente.

ItaliaItalia importó muy pronto la experiencia es-

-cia de tradición de una praxis arqueológica orientada al estudio material de los tiempos modernos. La revista Archeologia Postme-dievale, cuyo primer número se editó en 1997, pronto situó a Italia en la vanguardia

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de la arqueología postmedieval europea. Sin embargo, en una conferencia interna-cional reciente (Gelichi, Librenti 2007a) al-

realizar una evaluación de la experiencia

reclamado una nueva agenda que re-plantee el enfoque teórico de la disciplina (Gelichi, Librenti, 2007b). Hacen renuncia explícita de la denominación americana Historical Archaeology, -ner el apelativo de Archeologia Postmedie-vale (Gelichi 2007). Proclaman, no obstan-te, la necesidad de buscar un nuevo rumbo

la improvisación y la práctica esporádica,

(Gelichi 2007:10).

España

este texto. Al igual que en Italia, la gran ma-yoría de las intervenciones en España tie-

-tuaciones arqueológicas centradas en los

carece generalmente de un programa de

de convertir la arqueología postmedieval en -

nes arqueológicas que se ocupan de pe-ríodos anteriores. Otro tanto cabe decir de

en Sevilla (Courtney 2010:317) y en alguna otra universidad (como Alicante, Granada o Cádiz), en la que lo postmedieval aparece

-terior.

Pero donde mejor se evidencia su preca-riedad es en su escasa producción his-

2011), en la ausencia de un foro de debate propio, en la naturaleza descriptiva de sus trabajos, en la situación de dependencia respecto a la arqueología medieval y en su subordinación a las circunstancias de-rivadas de la arqueología de gestión. No es extrañar, en consecuencia, que -salvo algunas intervenciones en tierras ameri-canas como el estudio de los asentamien-tos balleneros de Canadá (Azkarate et alii 1992) o de algunos yacimientos coloniales de Nicaragua o Perú (Vela Cossío 2011)- los temas trabajados tengan relación con materiales arqueológicos de contextos ur-banos, especialmente la cerámica y a me-nor escala las pipas de caolín o el vidrio. Los primeros años del siglo XXI parecen apuntar hacia un escenario más dinámico pero igualmente calidoscópico y confuso, tal y como podrá observarse en los párra-fos que siguen17.

general, la idea que de la “arqueología histórica” se ha tenido y se tiene en bue-na parte de Europa. Es el caso, por ejem-plo, en los programas de la universidad de Sevilla en los que existe una Arqueología Histórica I y II para atender a una horquilla cronológica se inicia en el III Milenio a.C. y se extiende hasta el mundo contempo-ráneo18.

Sin embargo, son cada vez son más quie-nes restringen dicha horquilla a los siglos estrictamente postmedievales, acercándo-se de esta manera a la “arqueología histó-rica” americana. Es el caso de investigado-

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res que trabajan al otro lado del Atlántico (como F. Vela Cossío, J. García Targa, J. Buxeda, J. G. Iñáñez, S. Escribano Ruiz)

como el punto de partida de su arqueolo-gía histórica, no todos están de acuerdo

para algunos el marco temporal debe ce-ñirse estrictamente al de los siglos de Épo-ca Moderna (Muñoz Villarreal 2006:137; Vela Cossío 2011:79-81; Trujillo 2004:2-3), para otros, su rango temporal abarcará hasta el presente (Barrachina, Escribano-Ruiz 2012: 220; García Targa, 2000:89).

-riendo adjetivar su disciplina de acuerdo al objeto de estudio, como en el caso de algunos arqueólogos canarios que hablan directamente de “arqueología colonial” (Onrubia et alii 1998; Trujillo 2004, aunque

-nes se decantan abiertamente por los en-foques propios de la Teoría postcolonial, con un fuerte componente reivindicativo de los valores axiológicos, como demues-tran los trabajos en África de V. Martínez Fernández o A. González-Ruibal, o algu-nos planteamientos de nuestro propio gru-po de investigación (GPAC).

Otros casos europeosEn el resto de Europa, el panorama es si-milar a descrito para el caso de España. No nos detendremos en un análisis por-

excelentes trabajos de Johnson (2006)19 o Courtney (2009) al respecto. Mencionare-mos únicamente algunos ejemplos, como la reciente creación (2009) en las universi-dades de Kiel y Viena de la revista Historis-che Archäologie, orientada a un público de habla alemán, que no oculta sin embargo

para este periodo.

Francia representa un caso especial que, sin embargo, proporciona un diagnóstico similar. A pesar de ser uno de los países pioneros en el estudio de la arqueología

en fecha muy temprana de la revista RA-

es tan halagüeña: se carece todavía de síntesis nacionales, siguen siendo priorita-rios los estudios cerámicos y los nacidos de contextos de intervención urbanos y

cultura material de unos siglos que, ante la ausencia de la arqueología, ha sido mo-nopolizado por historiadores y geógrafos. Estas circunstancias han tenido mucho que ver, sin duda, en la muerte de la revista RAMAGE en 2002.

La conferencia realizada en Helsinki en 2012, en el contexto de la reunión anual de la EAA (European Association of Archaeo-logy), proporciona un claro ejemplo de esta situación. Las arqueologías posteriores a 1500 son, con diferencia, las menos repre-

-micos y profesionales de arqueología. Las ponencias que incorporan la designación postmedieval no llegan al 1%, mientras que las que abordan una cronología pos-

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terior al siglo XV no superan el 5%. De la 80 sesiones, sólo una fue dedicada explí-citamente a la arqueología postmedieval, Death and burial in Post-Medieval Europe, sesión monopolizada por Suecia y Finlan-dia, con presencia de colegas alemanes, franceses, holandeses y norteamericanos. Hubo otra sesión dedicada explícitamente a la arqueología histórica pero su conteni-do contsituye una miscelánea que deja en muy mal lugar la coherencia de la historio-grafía europea.

ConclusionesGran parte del tiempo se nos ha ido en el análisis comparativo de las tradiciones

ocupan del estudio de la colonización de -

janza de la Arqueología Histórica del con-

los 80, 90 y primeros años del siglo actual (con su ricos debates epistemológicos

-vas corrientes post procesuales y las aún más recientes propuestas postcoloniales) contrasta enormemente con la arqueolo-gía postmedieval de los países europeos, carente de programas de investigación, perdida en el descriptivismo, desprovista de los debates necesarios. Hemos com-probado que el abismo que separa las tra-diciones arqueológicas a ambos lados del Atlántico es enorme y que la situación de la arqueología histórica americana, contra-dictoria aunque pujante, no resiste com-paración con la arqueología postmedieval europea, igualmente contradictoria, aun-que pusilánime. Urge, en consecuencia, una reacción. Esta reacción quizá podría

darse en el contexto de la renovación de los estudios coloniales que se está produ-ciendo en la actualidad.

El colonialismo de Época Moderna ha asu--

nente en la arqueología histórica america-na (Silliman 2005:55). Pero, recientemente, autores como Gosden han criticado su reclusión en el periodo posterior a 1500

colonialismo en un contexto histórico uni-

pautas cronológicas tan estrechas. De esta manera, el colonialismo, entendido como un proceso acontecido a lo largo de

-ción temática provista de un marco com-parativo que reconoce la diversidad de situaciones en cada momento y lugar de la historia. El estudio del colonialismo se sien-

temática y ofrece unos modelos interpreta-tivos más ricos, que los de la Arqueología Histórica que encorsetaba la comprensión del proceso de colonización al no estudiar las sociedades americanas originarias por su naturaleza ágrafa (Silliman 2005:55-56). Esta tendencia se ha hecho popular recientemente en arqueología (Courtney 2009:181), mediante nuevas propues-tas como la arqueología del colonialismo (Lyons, Papadopoulos, 2002; Gosden 2004), la arqueología de los encuentros coloniales (Stein 2005) o la arqueología del colonizado (Given 2004).

Aunque algunos de los trabajos recientes a los que nos hemos referido proceden de las Islas Británicas, y han colaborado en la reorientación de la arqueología histórica, la

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preocupación por el estudio del colonialis-mo ha sido mucho más temprana y mayor en los EEUU que en Europa. Paul Courtney reconoce en su trabajo que muchos ar-queólogos norteamericanos le expresaron en privado su sorpresa por la falta de in-

Courtney (2009: 181) trata de buscar ex-

-

haber coadyuvado a la implantación de una amnesia colectiva. Es probable que

-legamiento de los estudios de colonialismo en Europa. Pero nosotros pensamos que

y comienzos del XXI, un contexto que pivo-ta sobre la creación de una Europa unida en torno a un eje centroeuropeo. Es muy

European Science Foun-dation, haya sido precisamente el de la transformación y construcción de Europa tras la desarticulación del Imperio Roma-no (Wood 1997:217-227). Interesa mucho más la construcción de la Europa altome-dieval, germánica, carolingia que el mea culpa por los excesos del colonialismo y del imperialismo.

En vista a los factores aludidos, no pare-ce casualidad, ni debería sorprendernos, que el estudio del colonialismo español

en España. El estudio crítico del fenóme-no colonial hace tiempo que está en cur-so. Ejemplo de ello son la síntesis de M. Van Buren sobre la arqueología del colo-

(2010), en la que se analiza buena parte del trabajo desarrollado desde 1992 hasta 2010. En su artículo, que cuenta con algo más de veinte hojas de referencias biblio-

investigadores que se han dedicado al es-tudio del colonialismo español en las Amé-ricas. El trabajo de A. Zarankin y M. A. Sa-lerno (2007) sobre la arqueología colonial

-logía del colonialismo en el Cono Sur. La síntesis de Charlton, Fournier y Otis sobre

otros trabajos de referencia que retratan el

Los trabajos realizados por arqueólogos

progresivamente al estudio del colonialis-mo, pero aún son escasos y se desarrollan todos fuera de España.Tras unas intensas y enriquecedoras experiencias pioneras (J. Campos), las últimas excavaciones se han extendido a sitios coloniales de Etio-pia (V. M. Fernández Martínez, A. Gonzá-lez Ruibal), Guinea Ecuatorial (A. Gonzá-lez Ruibal), Taiwan (M. Cruz Berrocal, S. Montón), Perú (F. Vela Cossío) o Argentina (GPAC)20. Estamos asistiendo, por tanto, a la emergencia de estudio del colonialismo español por arqueólogos españoles, como demuestran los trabajos anteriores. Pero todavía son escasos los trabajos que se ocupan de Europa y menos aún los que analizan el fenómeno de forma general.

-yecto Tecnolonial, en el que se compara la

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-

-gente vaya consolidándose con iniciativas como el seminario organizado por la Red Iberoamericana del Urbanismo Colonial, en la que presentamos una primera versión del presente texto; la sesión Territory, Settle-ment and Material Culture in the Iberian Co-lonial Empires (16-18th centuries) organiza-da en la conferencia anual de la Society For Historical Archaeology (Leicester 2013), o el workshop organizado por la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona, Archaoelo-gies of Early Modern Spanish Colonialism (Junio de 2013).

No queremos terminar sin decir algo muy brevemente sobre el potencial axiológico de los estudios que, en línea con la teoría postcolonial, (Crouher, Weiss 2011:10-15; Gosden 2008; Silliman 2005:59) comienzan a preocuparse por corregir las injusticias del pasado (Leone 2009). Que en este po-

bien representada (González-Ruibal, 2010, Fernández Martínez, 2006), evidencia el di-namismo de la arqueología española y arro-ja esperanza sobre el futuro cercano.

Frente a la tendencia sumisa de la arqueo-logía del siglo XIX y buena parte del XX,

-lismo autores como González-Ruibal (2010) o V.Fernandez Martínez (2006), reclaman la necesidad de una arqueología postcolonial que devuelva a las sociedades americanas originarias el sentido de historia robado (Fernández Martínez 2006). Dar voz a las sociedades colonizadas, testigos mudos de las grandes narrativas occidentales,

permite devolverles su historia, recuperar sus tecnologías tradicionales e incorporar su “saber local” al mundo globalizado. Sin embargo, hemos constatado que las recla-maciones postcoloniales, con frecuencia no actúan más allá de la proclama, centrada en descolonizar el discurso oral, escrito (Croucher y Weiss 2011:10) y material (Silli-man 2005:59), pero se está todavía lejos de pasar a la acción. Establecer el desarrollo local sostenible como un punto esencial de las agendas de investigación de la arqueo-logía del colonialismo nos parece un ejerci-cio obligatorio para el futuro.

-sideraciones que ya hemos hecho públicas en otras ocasiones (Azkarate, 2011, 2013).

Mientras discutimos sobre la naturaleza teórica y conceptual de la arqueología his-

colonial está siendo devastado por una pre-

El diagnóstico es ya conocido y apunta a la tiranía del “fachadismo” y la destrucción sistemática de tipologías constructivas, a

-fesionales que participan en actividades restauradores sólo circunstancialmente y al predominio de criterios utilitaristas y for-

posee valores documentales que deben -

la memoria, lo es doblemente por la proli-feración paradójica de arquitecturas pesu-

salpican algunas ciudades.

A.Azkarate y Sergio Escribano-Ruiz

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En esta situación, creemos que la arqueo-logía latinoamericana (extraordinariamente

-te a trabajar sobre cota 0 en arquitecturas en uso) puede cometer el grave error de

ciudades en manos de quienes lo estudian -

doras y/o de quienes sólo lo contemplan como un conjunto de espacios suscepti-bles de ser refuncionalizados caprichosa-mente o simplemente derribados para ex-traer de ellos una rentabilidad económica aún mayor y más rápida.

Es importante que se tome conciencia de ello porque el patrimonio construido no es

un contenedor de funcionalidades diver-sas y caprichosamente intercambiables, El patrimonio construido es, además, un lugar de la memoria, un reservorio de lo ya acontecido. Y no hay que olvidar que cuando hablamos de memoria estamos re-

que aconteció, sino más bien a la recons-trucción que, desde el presente, se hace en un momento determinado de acuerdo a unos intereses concretos. Estamos, por

-cados cambiantes en el tiempo, ante una

del pasado.

Y es en este contexto en que la Arqueo-logía debe asumir su responsabilidad y su compromiso, coadyuvando desde su

-sión de la arquitectura no como un modelo congelado en el tiempo sino como el preci-

las propuestas formales y explicativas se parecen cada vez más entre sí, la reivin-

-ranzador, saludable y necesario.

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Notas1 Puede verse un buen ejemplo de ello en el

-blicado en la revista Munibe (vol. 42, 1990), en el que la obra se divide en tres grandes apar-tados: la “Arqueología prehistórica” (con 31 aportaciones), la “Arqueología histórica” (con 9 aportaciones dedicadas a la arqueología clási-ca y medieval) y la “Etnografía” (con 13 apor-taciones).

2 Sólo un territorio, sintomáticamente el más le-jano, ha mostrado su preocupación por el tema que planteamos. Las Islas Canarias, coloniza-das durante la Baja Edad Media, cuentan des-de hace tiempo con un acuerdo no escrito en

histórica (Arnay 2009: 21), gozando, incluso, de propuestas alternativas (Onrubia et alii, 1998; Trujillo, 2004). Sin embargo, el debate postu-lado por las propuestas que se distancian del acuerdo general sigue sin resolución, y aún hoy se reclama la necesidad de una revisión pro-funda de estas cuestiones (González Marrero, Tejera, 2011). (Agradecemos a M. C. González Marrero, la información facilitada a este respec-to).

3

archaeology carried out in sites which contain material evidence of non-Indian culture or con-cerning which there is contemporary non-Indian

refers to the American Indian, that is, to the New World aboriginal population) (Fontana 1965: 21).

4 Llegados, por ejemplo, mediante el comercio y normalmente ausentes en las fuentes escri-tas.

5 Los vestigios de ambas culturas subsisten de

6 La cultura material será predominantemente -

ternas.

7 Puestos militares, misiones, puestos de co-rreo, y algunos asentamientos coloniales cuyos conjuntos de artefactos o datos documentales deberían evidenciar a culturas indias y no in-dias.

8 Ranchos, pueblos, ciudades, centros artesa-nos, establecimientos militares no relacionados con los indios con una cultura material que es casi por completo no-india. La historia cultu-ral derivada de este análisis de estos sitios es nuestra historia (es decir, no-aborigen). No fue-ron establecidos para tratar con los nativos y hubieran existido al margen de la presencia de

9 A pesar del reconocimiento de su obra, pre-miada con la J.C. Harrington Award in Histori-cal Archaeology por la Sociedad de Arqueolo-gía Histórica norteamericana en 1993.

10 Sus planteamientos, no obstante, fueron pre-monitorios y perviven en los planteamientos ac-tuales sobre las modalidades de los contactos interculturales, la emergencia de middle ground

-

11 Como demuestran, por ejemplo, los trabajos recopilados en dos obras colectivas tempranas

-Guire, Paynter, 1991.

12 Sobre todo a partir del trabajo de J. D. Spec-tor (1993).

13 Creyó que así podía superarse la crisis de identidad que marcó a la arqueología histórica desde su institucionalización. De forma signi-

(1982, traducido al castellano en 2007), crisis de identidad, para titular el capítulo en el que

-nes de los 90 (Funari et alii, 1999), en cambio,

de la crisis. Estas críticas cerrarán esta etapa de transición.

A.Azkarate y Sergio Escribano-Ruiz

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14 La estrecha relación entre la política y la arqueología, se hace de nuevo evidente, por ejemplo, en la relación entre la caída de las dictaduras del Cono Sur con la renovación y auge los estudios de arqueología histórica en la región.

15 -

para hacer referencia al conjunto de arqueolo-gías que se dedican al estudio del lapso crono-lógico que arranca en torno a 1500 y acaba en el presente.

16 Referido no únicamente a la ciudad, sino

17 Para una síntesis general de los temas trata-dos, ver Bengoetxea, 2006: pp. 480-512, para

-sío, 2011. Un buen ejemplo de esta tímida pero contundente ampliación de la mirada puede ser la sesión ¿Arqueologías o arqueología postme-dieval? celebrada en las “IV Jornadas de Jo-vens em Investigaçao Arqueológica” (Cascal-heira, Gonçalves, 2012).

18

uno de los objetivos de la Arqueología Histórica I sería la “obtención de un conocimiento básico sobre la Cultura Material (en sentido amplio) de las culturas y sociedades que se desarrollaron en el Próximo Oriente y el Mediterráneo Oriental desde el IIIº milenio a.C. hasta la Tardoantigüe-dad y (en particular) los procesos que afecta-ron a la organización social, económica y de pensamiento los cuales produjeron cambios trascendentales para la vida en comunidad del hombre”. Y en la Arqueología Histórica II uno de los objetivos perseguiría el conocimiento de “las formaciones políticas, estructuras socio-económicas y procesos históricos que se desa-

19

que aludíamos antes al hablar de España. Ad-

la expresión “Arqueología Histórica” para hacer referencia a los periodos en los que existen

fuentes escritas; argumenta, sin embargo, que en la práctica se usa para referirse a la arqueo-

-riodo posterior a 1500 (2006:314).

20 La revista Informes y Trabajos, en sus núme-ros 7 (2012) y 9 (2013) dedicados las excava-

-tamente esta situación. Ver Vela Cossío, 2011, para una contextualización anterior.

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