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Avanzar con el mouse
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Avanzar con el mouse Consuelo tejía unos zapatitos para su primer nieto. Su mente la regresó al pasado, mientras entrelazaba las puntadas. Eran recuerdos.

Jan 23, 2016

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Nieve Llanas
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Consuelo tejía unos zapatitos para su primer nieto. Su mente la regresó al pasado, mientras

entrelazaba las puntadas. Eran recuerdos tristes que quería borrar y no podía. Nunca le tejió nada a su

hijo de pequeñito... Se sentía tan culpable, no por no haberle tejido

nada, sino porque le dolía el recuerdo y los remordimientos la martirizaban. Pensaba que la vida había sido muy generosa con ella,

por ese hijo que tantas satisfacciones le daba. No lo

merecía. Su mente la llevó hacia atrás, a esa noche terrible y a lo

que sucedió después:

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Consuelo salía de la universidad, era ya tarde y hacía frío. El

transporte era escaso a esas horas. De pronto, se estacionó un auto a su lado, un muchacho asomó la

cabeza y le dijo: "¿Te llevo?" y al ver que ella se

negaba, agregó: "Estudiamos en la misma universidad, te he visto, no temas, ven conmigo, hace mucho

frío". Consuelo dudó, pero finalmente se subió al auto y se

alejaron. El muchacho había mentido, llevaba tiempo

observándola, sabía sus horarios de llegada y de salida y esa noche

consumó la fechoría que había estado tramando desde hacía

tiempo.

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Su madre, al saber lo sucedido, la llevó a hacer la denuncia. El joven en cuestión, había cometido otras

violaciones. Amenazaba a sus víctimas con una navaja y

después de lograr su cometido, les cortaba un mechón de cabello y se lo guardaba como un trofeo. Era un enfermo, un pervertido, al que Consuelo llegó a odiar tanto,

que sentía que no podía caber más odio en su corazón. Ni aun

cuando supo que había sido puesto en prisión, se calmó ese

sentimiento, porque ese sicópata le había arruinado la vida… la

había dejado embarazada.

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Todos sus sueños se habían hecho pedazos, su carrera, su juventud, todo...así que tomó una decisión:

no tendría a ese bebé. Había escuchado muchas veces que la mujer es dueña de su cuerpo y

puede hacer lo que quiera con él. Averiguó cómo podría parar ese

embarazo. Pero en ese lugar que le sugirieron, no aceptaron atenderla. Consuelo lo intentó una y otra vez,

pero todo le resultaba fallido. En su corazón, sentía que una fuerza superior a ella estaba impidiendo que cortara esa vida

que se estaba formando dentro de ella, pero se rebelaba.

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Consuelo tuvo a su niño una mañana de primavera. Cuando

se lo llevaron, no quiso verlo. Su madre se encargó de él.

Consuelo se negaba a quererlo. No sentía remordimientos, era tanto el odio que tenía dentro,

que no había lugar para el amor ni la compasión en ella. El niño tenía tres años cuando la mamá de Consuelo falleció. Se quedó sola con su hijo. De mala gana se hizo cargo, pero estaba con

él lo menos posible.

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El niño trataba de ganarse su cariño. Era un niño sensible y muy

tierno. Extrañaba mucho a su abuela, extrañaba tanto ser

abrazado, acariciado. Así creció Albertito, junto a una madre fría,

sin sentimientos. Era muy inteligente, en el colegio

demostró ser muy aplicado y todos sus estudios superiores los hizo becado. El tiempo pasó y un día, Consuelo tuvo enfrente a un joven médico, especializado en

obstetricia... ¡su hijo!, ese hijo que ella trató por todos los medios de

eliminar, había elegido como profesión traer bebés al mundo...

¡era una ironía!

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Alberto era un médico brillante, con vocación, con sensibilidad.

Desde que empezó a ejercer le fue muy bien y al poco tiempo,

le regaló una casa a Consuelo. Era una casa como ella siempre había querido. Cuando fueron a verla, lo primero que pensó fue:

"Yo no merezco esto"...No se explicaba cómo ese hijo que nunca había recibido amor

de parte de ella, ahora la "recompensaba" de esa manera. De pronto su corazón se abría y

le hacía ver la nobleza de ese otro corazón: el de su hijo.

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Se daba cuenta de que él siempre había sido un hijo ejemplar, nunca le había dado problemas, pero ella jamás le había reconocido nada. Sintió como si despertara de un largo sueño, solo había estado

alimentando ese odio que sentía por aquel que la violó y que había dejado en ella esa otra vida. Por primera vez reflexionó en esto, el fruto de ese acto de violencia, era

ese hijo maravilloso que ahora tenía enfrente, hecho todo un

hombre y un hombre de bien. Ese hijo que ella no había querido

tener, pero que a pesar de todo lo que hizo para evitarlo, nació.

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Se le vinieron encima todos esos años de sentimientos reprimidos, a veces queriendo que su hijo fuera

un mal hijo, para justificar su desamor... Su madre, cuando vivía,

le decía siempre que el niño no tenía la culpa, que lo debía amar como una madre ama a su hijo. Estalló en llanto Consuelo, todo ese llanto contenido por años, irrumpió como una tormenta repentina. Alberto la abrazó,

pensando que lloraba de emoción por la casa, pero lo que importaba era que por primera vez sintió los brazos de su madre respondiendo

a su abrazo.

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-Yo no merezco esto- dijo Consuelo- ¿por qué eres tan bueno

conmigo?- Simplemente porque eres mi

madre- dijo sonriendo Alberto y Consuelo pensó para sí misma: "y yo debería haberte amado siempre, simplemente porque eres mi hijo"...Desde ese día, Consuelo empezó a cambiar, se empezó a sensibilizar. Pasó el tiempo, Alberto se casó y unos meses después le anunció que sería abuela. Y allí estaba,

tejiendo zapatitos, sintiendo por primera vez esa emoción ante el anuncio de la venida de un bebé.

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Pero algo le impedía ser feliz. Se daba cuenta de que no había sido el hombre que la agredió, quien le había arruinado la vida, sino que el

odio y el rencor que ella dejó hicieran nido en su corazón.

Quería liberarse de eso, pero no sabía cómo. Y pensó en Dios,

hacía tanto que no se acordaba de El. Escuchó dentro de sí una voz que le decía: " ¡Perdona!". Sintió

muchas ganas de llorar y dijo: "Dios mío, si me escuchas,

ayúdame a perdonar, ¡quiero perdonar!". Y sintió una paz

grandísima, un alivio enorme en su interior. Y dijo: "Gracias Dios mío, he perdonado, me he liberado".

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Es muy difícil para una mujer que ha sido violada, perdonar a su

agresor, pero hay un agresor que es peor aun para su vida: el

rencor. El rencor, poco a poco va carcomiendo el corazón humano y pone en él amargura e infelicidad.

Cuando dejamos que el rencor nos domine, todos a nuestro

alrededor, sufren las consecuencias, como en esta

historia: un niño inocente.La única manera de liberarse de

ese agresor es perdonando. Perdonar no es justificar la mala

acción de quien nos hizo daño. Es liberarse de una prisión.

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UN HIJO CONCEBIDO A CAUSA DE UNA VIOLACION,NO PIERDE EL DERECHO DE NACER Y DE SER

AMADO

UN HIJO CONCEBIDO A CAUSA DE UNA VIOLACION,NO PIERDE EL DERECHO DE NACER Y DE SER

AMADO

Nadie tiene facultad para interrumpir una vida en formación. Las mujeres que abortan porque piensan

que pueden hacer con su cuerpo lo que quieran, están mal informadas, no es su cuerpo, sino el de su hijo el que agreden. Mujer, si has sido víctima de violación y

has quedado embarazada, no cortes la vida de ese pequeño que no tiene culpa de nada. No pienses que

será tu ruina, porque puede ser que en el futuro, él sea tu mayor apoyo y alegría.

TODOS LOS NIÑOS SON UN REGALO DE DIOS, INDEPENDIENTEMENTE DE LAS

CIRCUNSTANCIAS EN LAS QUE NAZCAN

“Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa”.

Salmos 127:3