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Y las miro lejanas mis palabras.Ms que mas son tuyas.
(Pablo Neruda)
Resumen
Denomino externismo ilocucionario (EI) al enfoque para el
estudio de la fuer-za ilocucionaria que defiendo. El EI est
inspirado en las ideas seminales de Austinacerca de los
realizativos y los actos de habla. De acuerdo con el EI, en el
anlisisde una fuerza ilocucionaria tpica debemos mencionar
esencialmente algunosaspectos del ambiente social, natural y
discursivo que no pueden ser reducidos a losestados mentales (de
dicto) de los hablantes, comoquiera que individualicemos
esosestados. Un problema difcil para el EI se deriva de la
posibilidad de ser ms omenos explcitos en relacin con la fuerza de
nuestras emisiones, ya que ese hechonos invita a centrar nuestra
atencin en el emisor (el explicitador) y en sus esta-dos mentales
(intenciones ilocucionarias), y a defender por ello un enfoque
menta-lista en el estudio de las fuerzas. En este artculo intento
demostrar la compatibili-dad del EI con el fenmeno de la
explicitabilidad de la fuerza ilocucionaria.
Palabras clave: Fuerza ilocucionaria, externismo, mentalismo,
explicitacin
Actos ilocucionarios explcitos*
Antonio BLANCO SALGUEIRO
Recibido: 1 de marzo de 2004Aceptado: 19 de mayo de 2004
Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
99 ISSN: 0034-8244
* Este trabajo participa en los proyectos de investigacin
BFF2002-01638 y BFF2003-01962,subvencionados por el MCYT de Espaa.
Agradezco los comentarios y objeciones de un informadorde Revista
de Filosofa a una versin anterior y ms defectuosa del mismo.
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Abstract
I call illocutionary externalism (IE) the approach to the study
of illocutionaryforces that I favor. IE is inspired by Austins
seminal ideas on performatives andspeech acts. According to IE, in
the analysis of paradigmatic illocutionary forces wemust
essentially mention some aspects of the social and natural
environment thatcannot be reduced to the (de dicto) speakers mental
states, no matter how these areindividuated. A difficult problem
for IE derives from the possibility of makingexplicit the force of
an utterance. This fact invites us to focus our attention on
theutterer (the person who makes the force explicit) and his mental
states (illocutionaryintentions), and to support a mentalist
approach in the study of forces. In this arti-cle I shall argue for
the compatibility of IE with the phenomenon of the explicita-bility
of illocutionary force.
Keywords: Illocutionary force, externalism, mentalism,
explicitness
1. El fenmeno de la explicitabilidad de la fuerza
Supongamos que un oficial desea ordenarle a un soldado raso que
limpie lasletrinas. En circunstancias normales, no ser necesario
que le diga: Le ordeno quelimpie las letrinas. Bastar con que diga:
Limpie las letrinas y, dada la diferen-cia de rango entre ellos, su
emisin ser entendida con toda seguridad como unaorden por el
soldado, as como por cualquier espectador neutral de la escena.
Esms, en la mayor parte de los contextos relevantes la emisin del
oficial difcil-mente podr ser tomada de otro modo. Pensemos en lo
ridculo que resultara queel oficial, enfrentado a un tribunal de
guerra, intentase defenderse diciendo quecuando dijo: Avancen hacia
all slo quiso sugerir a sus soldados que avanzasen,y que por esa
razn ninguna orden suya le hace responsable de los
calamitososresultados del avance. Una excusa as difcilmente sera
admitida como vlida porunos jueces en sus cabales.
El ejemplo ilustra el hecho de que cuando hablamos podemos ser
ms o menosexplcitos y que, en muchos casos en los que no somos
suficientemente explcitos,el contexto permite decidir, a menudo de
un modo bastante determinado, qu es loque significan o cmo deben
ser tomadas nuestras palabras. Este fenmeno de laexplicitabilidad
del significado afecta, por supuesto al contenido proposicional
orepresentacional de nuestras emisiones, a sus condiciones de
correspondencia conla realidad. Pero en el presente artculo me
propongo discutirlo slo en relacin conla fuerza ilocucionaria de
las emisiones, aquello que determina el tipo de acto dehabla bsico
ante el que nos encontramos, esto es, que se haya producido una
orden,una promesa, un informe, una conjetura, una objecin, etc.
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La cuestin de la explicitabilidad de la fuerza fue planteada por
primera vez porJohn L. Austin, incluso antes de acuar los trminos
acto ilocucionario y fuerzailocucionaria, a travs de su importante
distincin entre realizativos primarios yrealizativos explcitos1.
Consideremos las siguientes emisiones:
(1) Trae lea.(2) Ir a tu fiesta.(3) El coche de Juan no es rojo,
sino blanco.
Situadas en determinados contextos de emisin, (1) podra contar o
deberaser tomada como una orden, (2) como una promesa, y (3) como
una objecin.Pero si desconocemos los correspondientes contextos,
las tres se nos aparecerncomo indeterminadas en cuanto a sus
aspectos ilocucionarios (como tambin, cabesealar, en cuanto a
varios de sus aspectos representacionales o proposicionales).No
sabremos muy bien cmo deben ser interpretadas esas emisiones, a
pesar de quecomprendemos el significado convencional de las
palabras que en ellas se utilizan.Es (1) una orden, o es tal vez
una peticin, o un ruego, o incluso una amenaza? Es(2) una promesa,
o es ms bien una prediccin del hablante acerca de su
conductafutura, o quizs una vaga declaracin de intenciones? Es (3)
una objecin o unainocente afirmacin? A las emisiones que sufren de
este tipo de indeterminacin ofalta de explicitud las denomina
Austin realizativos primarios.
Ahora bien, cualquier hablante competente de una lengua natural
como el inglso el castellano tiene a su disposicin toda una serie
de recursos convencionales(como tambin, podramos aadir, ciertos
recursos no convencionales o improvisa-dos), para explicitar cmo
deben ser tomadas sus palabras, esto es, cul es la fuer-za de su
emisin. As, por ejemplo, si emite (1) con un cierto tono
autoritario, esta-r explicitando que intenta ordenar ms que pedir o
suplicar. Y si aade a (2) algocomo sin falta o palabra ser
seguramente porque quiere prometer ms que rea-lizar una vaga
prediccin acerca de su conducta futura. Segn Austin, el recursoms
sofisticado y efectivo del que disponen los hablantes para
explicitar la fuerzade sus emisiones es el que les proporcionan los
llamados verbos realizativos (o ilo-cucionarios), cuando se
conjugan de una cierta manera (en primera persona, singu-lar, del
presente de indicativo y voz activa). Comparemos el carcter
indetermina-do o inexplcito de (1), (2) y (3) con la explicitud y
falta de ambigedad de (1), (2)y (3):
(1) Te ordeno que traigas lea.(2) Te prometo que ir a tu
fiesta.
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1 Cfr. Austin (1962), conf. VI.
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(3) Objeto que el coche de Juan no es rojo, sino blanco2.
Austin distingue entre decir, por ejemplo, que estamos dando una
orden y expli-citar que lo estamos haciendo. Explicitar es una
forma de exhibir o mostrar la clasede acto de habla que se est
realizando o cmo deben ser tomadas las palabras. Sino mantenemos
esta distincin entre decir y explicitar corremos el riesgo de
hacerdel aspecto ilocucionario de las emisiones un aspecto ms del
contenido proposi-cional que en ellas se expresa, privndonos as de
la importante distincin entre elcontenido y la fuerza de una emisin
y, con ella, de una importante conexin entrela filosofa del
lenguaje y la filosofa de la accin.
La aproximacin al fenmeno de la explicitabilidad de la fuerza
que a primeravista parece la ms natural es la que nos invita a
centrar nuestra atencin en el emi-sor y en los estados mentales con
los que ste respalda sus emisiones. Es el emisorel que
aparentemente decide por su cuenta y riesgo si el contexto es ya lo
suficien-temente informativo como para que resulte superfluo
aclarar ms la fuerza de suspalabras o si, por el contrario, la
situacin de habla es tan indefinida que merece unesfuerzo
explicitador de su parte. Dicho de otro modo, de acuerdo con esta
aproxi-macin pre-tericamente natural al asunto, el emisor se
convierte en el nicoexplicitador potencial de la fuerza. Y lo que
el emisor explicita (o expresa) cuan-do decide ser explcito son sus
intenciones ilocucionarias, los estados mentales que,segn puede
suponerse, sirven para que sus emisiones se carguen con la fuerza
querealmente poseen. Su derecho exclusivo a explicitar la fuerza le
vendra entoncesdado por el hecho de que es l el que decide de
manera individualista y a su antojocul es la fuerza real de sus
emisiones. De este modo, el estudio de los estados men-tales del
emisor se situara en la base del estudio de las propiedades
ilocucionariasde las emisiones, con lo cual se confirmara en el
territorio especfico de la teorade los actos de habla la tesis ms
general de que la filosofa del lenguaje no es sinouna rama de la
filosofa de la mente3.
Por mucho que esta aproximacin al asunto parezca inicialmente la
ms natu-ral, no puede ser la que Austin tena en mente en sus
reflexiones seminales acercade los realizativos y los actos
ilocucionarios. De hecho, considero que una inter-pretacin de la
teora de los actos de habla de Austin en una lnea mentalista
(inten-cionalista) tergiversa algunos de los aspectos ms
interesantes y revolucionarios desu obra. Para l la fuerza de una
emisin no es en absoluto un asunto exclusivo de
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2 Alternativamente, se pueden usar comentarios parentticos o
acotaciones al margen delmodo siguiente:
(1) Trae lea (es una orden).(2) Ir a tu fiesta (lo prometo).(3)
El coche de Juan no es rojo, sino blanco (objeto).3 Cfr. Searle
(1969), (1983).
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las intenciones u otros estados mentales del emisor individual,
algo que ste decidedesde la interioridad de su mente, sino que
depende de toda una serie de rasgos delentorno social, natural y
discursivo que hacen que las emisiones se carguen con talo cual
fuerza o que, a pesar de las buenas intenciones del emisor, esas
palabras fra-casen a la hora de cargarse con las fuerzas por l
previstas. La fuerza de las emi-siones est determinada o
constituida de un modo contextual, situacional o, comolo denominar
aqu, externista, y es por ello, en gran medida, un asunto social
ypblico. Esto nos deja, sin embargo, con el problema de explicar el
fenmeno de laexplicitacin, esto es, de decir quin y con qu derecho
explicita la fuerza si sta nola decide (al menos en todos sus
aspectos relevantes) el hablante individual. En loque sigue,
intentar mostrar cmo el hecho de que la fuerza de una emisin
puedaser ms o menos explcita es compatible con una visin no
mentalista (o mejor, noindividualista) de las condiciones
constitutivas de una fuerza tpica.
La estructura de mi argumentacin ser la siguiente. En el
apartado 2 conside-rar la recepcin contempornea de la obra de
Austin y tratar de explicar cmo hallegado a implantarse una lectura
sesgada, en lnea intencionalista, de sus ideasacerca de la relacin
entre el lenguaje y la accin. A continuacin, en el apartado
3,presentar algunos casos de fuerzas que pueden ser tratadas sin
mayores problemasdentro de un marco bsicamente austiniano pero que
no admiten fcilmente anli-sis intencionalistas. Ello debe hacernos
sospechar de la fidelidad de las interpreta-ciones mentalistas del
autor. En el apartado 4 considerar por separado la cuestinde la
explicitabilidad de la fuerza para el caso de los actos
ilocucionarios (o reali-zativos) primarios y para el caso de los
actos ilocucionarios explcitos, tratando demostrar que un
tratamiento adecuado del fenmeno de la explicitabilidad no
slomuestra que ese fenmeno es compatible con una postura externista
acerca de lafuerza, sino que incluso refuerza esa postura. En el
apartado 5, ofrecer un argu-mento adicional, basado en las
atribuciones ordinarias de propiedades ilocuciona-rias a las
emisiones (propias o ajenas), a favor de la compatibilidad entre
explicita-bilidad y externismo. Por ltimo, en el apartado 6 tratar
de responder a algunasposibles objeciones y malentendidos.
2. Hacia una lectura no mentalista de Austin
Medio siglo despus de que Austin acuase el trmino fuerza
ilocucionaria, ya pesar de la existencia de algunos programas de
investigacin que tienen comoprincipal objetivo el estudio
sistemtico de la fuerza de las emisiones, la nocinmisma de fuerza
sigue sin estar demasiado clara. Sin duda nuestras palabras son
efi-caces instrumentos gracias a los cuales podemos hacer una
amplia variedad decosas como afirmar, predecir, prometer, pedir,
advertir, objetar, ordenar, amenazar,
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dimitir de nuestros cargos, convocar a un grupo de personas para
una reunin, exco-mulgar a alguien (si uno es el Papa), y muchas
otras cosas por el estilo. Pero, ques lo que unifica este vasto
territorio? En virtud de qu decimos que ciertos soni-dos o marcas
constituyen, por ejemplo, una peticin o una promesa? Qu es,
engeneral, una fuerza ilocucionaria? Austin no nos ofrece una
definicin acadmica,sino que se limita a decirnos que la fuerza de
una emisin consiste en aquello quedetermina de qu manera estamos
usando o cmo deben ser tomadas ciertaspalabras (una cierta
locucin)4. Sin embargo, est claro a travs de sus variadosejemplos
que considera que muchas cosas ajenas a la mente del hablante
tienen queir bien para que sus palabras consigan cargarse con la
fuerza que realmente poseen.Y critica a quienes consideran, en el
caso particular de las promesas, que lo esen-cial para prometer sea
poseer determinados estados mentales, por ejemplo adoptarun cierto
compromiso interior. Segn l, si alguien dice, en las circunstancias
apro-piadas, Prometo X, entonces ha prometido, con independencia de
sus estadosmentales, puesto que nuestra palabra nos empea, somos
esclavos de nuestras pala-bras (Our word is our bond). En este
sentido, la teora austiniana de la fuerza puedecalificarse de
antimentalista5.
En la puesta en primer plano de los estados mentales del
hablante es decisiva lairrupcin en el panorama filosfico de la obra
de Paul Grice6, la cual influy enor-memente en los filsofos del
lenguaje pragmticamente orientados. Si las obras delsegundo
Wittgenstein y de Austin estaban atravesadas por un nfasis en los
factoressociales y, en general, antiindividualistas en el estudio
de los usos lingsticos,la obra de Grice supone un intento de
analizar la diversidad de esos usos en trmi-nos de la potencial
diversidad de los estados mentales (intenciones comunicativas)que
pueden ejemplificar los sujetos individuales cuando producen
emisiones signi-ficativas. Uno de los efectos inmediatos del xito
del paradigma intencionalista gri-ceano dentro de la pragmtica
filosfica fue el de provocar una reinterpretacin dela obra de
Austin en clave mentalista. Uno de los principales culpables de
esta relec-tura fue P. F. Strawson (cfr. Strawson 1964), quien
defiende la absorcin de la teo-
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4 Austin (1962), p. 99.5 Lo cual no quiere decir que Austin sea
un antirrealista (en lnea, por ejemplo, conductista) con
respecto a los estados psicolgicos. Las intenciones juegan, de
hecho, un importante papel en la teo-ra general de la accin de
Austin, interviniendo de un modo decisivo en su explicacin del
fenmenode las excusas (cfr. Austin 1956/57 y 1966). Y desempean
tambin un papel, aunque secundario, a lahora de formular las
condiciones de felicidad de un acto ilocucionario (cfr. Austin
1962: conf. II).Su antimentalismo ilocucionario, por tanto, no
puede ser la consecuencia de una postura de sospecharadical con
respecto al reino de lo mental.
6 Los principales trabajos de Grice se recogen en Grice (1989).
Las razones del xito del inten-cionalismo ilocucionario (de las
teoras de la fuerza inspiradas en las ideas de Grice) son diversas.
Eldesarrollo de las Ciencias Cognitivas (y de la filosofa de la
mente) tuvo sin duda un considerableimpacto en el campo de la
pragmtica filosfica (y lingstica).
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ra de los actos de habla inaugurada por Austin en un marco
griceano. Muchas delas ideas de Strawson son repetidas hasta la
saciedad por parte de intencionalistasposteriores. Ese mismo afn
por mentalizar a Austin se encuentra en la interpre-tacin que de su
obra hace G. J. Warnock7, y tambin en la obra del que se consi-dera
a menudo el principal continuador y sistematizador la obra de
Austin, J. R.Searle. El supuesto searliano de que la filosofa del
lenguaje es una rama de la filo-sofa de la mente es completamente
ajeno a los planteamientos originales deAustin8.
A partir de Strawson (1964) es comn asumir que con un poco de
ingenio sepueden ofrecer anlisis en trminos de las intenciones del
emisor para la mayorparte de las fuerzas ilocucionarias tenidas en
cuenta por Austin, lo cual se presentacomo un feliz encuentro entre
dos importantes tradiciones dentro de la pragmticafilosfica9. Es
cierto que muchas de las fuerzas tenidas en cuenta por Austin
semuestran recalcitrantes a un anlisis en trminos de las
intenciones individuales delemisor, en particular aquellas que
presentan una elevada dependencia de institucio-nes extralingsticas
(dimitir, excomulgar, bautizar, etc.), pero los
intencionalistasesperan delimitar esos casos como no paradigmticos,
o como pertenecientes a unaclase muy especial y marginal. Para las
fuerzas realmente paradigmticas, creenpoder ofrecer anlisis en
trminos de condiciones necesarias y suficientes (o, enalgunos
casos, de condiciones prototpicas, ms dbiles y flexibles) de
carctermental.
Por mi parte, me parece que existen bases para una lectura
antimentalista o nogriceana de Austin. Adems, y esto es lo
realmente importante, considero que unateora adecuada de la fuerza
debe ser externista, razn por la cual existen buenosmotivos para
restaurar el espritu original de la obra de Austin. La fuerza de
unaemisin paradigmtica no est completamente determinada por las
intenciones uotros estados mentales (de dicto) del emisor y, como
consecuencia, las distintas cla-ses de fuerza no se dejan analizar
exhaustivamente en trminos de las intencionesilocucionarias de los
hablantes. Sin embargo, el externista ilocucionario debe
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7 Warnock (1973) y (1989). Warnock piensa que, al contrario de
lo que parece suponer Austin, notodos los actos ilocucionarios son
convencionales en el sentido de requerir un respaldo
institucional(una institucin en la que existan frmulas
relativamente fijas para hacer cosas con palabras). Segnl, los
ejemplos iniciales que se ofrecen en Austin (1962), como legar,
bautizar, declarar unidos enmatrimonio, etc., constituyen una clase
especial y poco representativa de actos ilocucionarios. Losejemplos
ms prototpicos de fuerzas (afirmar, pedir, advertir, etc.) seran
aquellas que se dejan anali-zar en trminos intencionalistas.
8 Cfr., especialmente, Searle (1983). Lo que s supone la teora
de los actos de habla de Austin esuna aproximacin entre la filosofa
del lenguaje y la filosofa de la accin. Pero las acciones
lings-ticas, tal y como las concibe Austin, no necesitan estar
mentalmente respaldadas en todos sus aspec-tos ilocucionariamente
relevantes.
9 Dos de los intentos ms logrados de desarrollar la teora de los
actos de habla en un marco inten-cionalista bsicamente griceano son
Schiffer (1972) y Bach & Harnish (1979).
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enfrentarse a algunos problemas difciles que el intencionalista
parece resolver concierta facilidad. Uno de ellos surge
precisamente de la posibilidad de que la fuerzade nuestras palabras
sea ms o menos explcita. Esa posibilidad parece poner en pri-mer
plano al emisor y a sus estados mentales (intenciones
ilocucionarias), invitn-donos a adoptar una perspectiva mentalista
en el estudio del fenmeno de la fuerza.
3. Casos-F y casos-E
El argumento ms directo a favor del externismo ilocucionario
surge del exa-men detallado de las condiciones constitutivas de una
amplia variedad de fuerzas.Existen dos clases complementarias de
casos en los que las intenciones ilocuciona-rias de un hablante y
la fuerza efectiva de su emisin pueden no estar en perfectasintona.
Ambas clases de casos nos suministran evidencias en contra de los
anli-sis formulados en trminos de condiciones exclusivamente
intencionalistas de lasfuerzas en cuestin, y a favor de anlisis que
incluyan factores contextuales o exter-nistas.
a) Casos-F (casos de fracaso ilocucionario). En muchas ocasiones
el hablanteest ms o menos severamente equivocado con respecto al
darse o no darse dedeterminadas circunstancias externas que no
obstante son imprescindibles para queel acto que l pretende
realizar cobre validez, o al menos plena validez. En
otrasocasiones, aunque el hablante no est realmente equivocado,
intenta de todosmodos realizar un acto de habla para el que no est
autorizado, fracasando por ello,de modo ms o menos estrepitoso, en
su intento10. Muchos de los infortunios (infe-licities) estudiados
por Austin pueden ser tratados como casos-F. Estos casos mues-tran
que las intenciones individuales no bastan para la plena realizacin
de un actoilocucionario con una determinada fuerza.
Ejemplos: - El caso del que intenta ordenar cuando carece de
autoridad para ello.- El caso de quien intenta apostar cuando la
carrera ya ha finalizado, o cuan-
do el oyente no responde: apostado, o cuando se corre ms de una
carre-ra.
- El caso de Don Quijote intentando retar a duelo cuando ya no
rige el cdi-go del honor.
- El caso de quien intenta advertir cuando el oyente ya est
perfectamenteenterado del asunto en cuestin.
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10 La cuestin de los actos de habla autorizados ha sido tratada
por Pierre Bordieu desde la pers-pectiva de un estudio del poder
simblico (Bordieu 1985). Sin embargo, a mi entender Bordieu
criti-ca injustamente a Austin, dejndose llevar por la
interpretacin ortodoxa de sus ideas.
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- El caso de quien intenta objetar pero no dice nada que de
hecho contradigalo que un interlocutor ha dicho previamente, o el
de quien intenta rectificarpero no dice nada que de hecho
contradiga lo que l mismo ha dicho pre-viamente.
- El caso de quien intenta saludar en medio de una
conversacin.
b) Casos-E (casos de xito ilocucionario). En otras ocasiones,
aunque unhablante no posee las intenciones ilocucionarias que seran
propuestas por un inten-cionalista como respaldo de una determinada
fuerza, realiza de todos modos un actode habla con esa fuerza. Esos
casos muestran que ciertas intenciones no son abso-lutamente
necesarias para que se ejemplifique una fuerza determinada11.
Ejemplos: - El caso del que dobla distradamente una apuesta en
una partida de bridge.- El caso del que cree estar haciendo una
mera conjetura (por ejemplo, por-
que es una persona insegura), pero hace en realidad un informe,
porque losdems lo consideran muy fiable (y l es, de hecho, muy
fiable) acerca deltema en cuestin.
- El caso del que hace inadvertidamente una objecin, o una
refutacin, cuan-do pretenda hacer una simple afirmacin, debido a
que el oyente ha dichopreviamente algo que de hecho contradice o es
refutado por las presentespalabras del hablante.
- El caso de quien, al decir Prometo promete, a pesar de
desconocer quelas promesas lo obligan a uno (cfr. apdo. 4.2), o el
de quien hace verbal-mente un contrato a pesar de que desconoce que
existen los contratos ver-bales.
La proliferacin de casos-F y casos-E pone en cuestin la idea
individualista deque la posesin de determinados estados mentales
proporciona las condiciones bsi-cas para imprimir una determinada
fuerza a nuestras emisiones. Adems, estoscasos estn poco cargados
tericamente, ya que se basan en intuiciones pre-tericasque
cualquier hablante competente puede comprobar por s mismo. Ambas
clasesde casos respaldan la idea ordinaria de que un hablante
prudente o sensato, debetener cuidado con lo que dice o medir bien
sus palabras, porque las palabras
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11 Aunque Austin dedica mayor atencin a los casos-F (los
infortunios), tiene en cuenta tambinla posibilidad de casos-E. As,
afirma: I may say something or refer to something without
meaningto, or commit myself unintentionally to a certain
undertaking; for example, I may order someone todo something, when
I did not intend to order him to do so. (Austin, 1962, 2 ed., p.
106, nota a piede pgina). Recurdese tambin el lema austiniano de
que somos esclavos de nuestras palabras (Ourword is our bond), el
cual implica que nuestras palabras pueden tener efecto con
independencia (almenos, hasta cierto punto) de que estn respaldadas
por determinados estados mentales.
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ganan o pierden su fuerza, en buena medida, en virtud del
contexto externo en elque son emitidas.
4. Externismo ilocucionario y explicitabilidad de la fuerza
Nuestro tema principal es el fenmeno de la explicitabilidad de
la fuerza. Lapregunta fundamental es: Es inevitable interpretar la
observacin austiniana de quela fuerza de una emisin consiste en el
modo en el que hay que tomar las palabrasdel hablante como
queriendo decir que consiste en el modo en que el hablantedesea o
intenta que sean tomadas sus palabras, tal y como parecen suponer
losintrpretes intencionalistas o mentalistas de Austin? Deseo
responder negativamen-te a esa pregunta. Podemos mantener una
lectura en lnea antimentalista de las ideasde Austin, a pesar de la
innegable existencia de indicadores o marcadores (conven-cionales o
improvisados) de la fuerza ilocucionaria, a disposicin de
cualquierhablante normal.
Podemos recordar, en primer lugar, la insistencia de Austin en
que debemos dis-tinguir, en las acciones lingsticas como en
cualquier otra clase de acciones, entrehacer x (o lograr x) e
intentar hacer x12. Guindonos por esta recomendacin,podemos sugerir
que lo que un emisor explicita (o expresa) cuando utiliza un
dis-positivo ilocucionario no es la fuerza efectiva de su emisin,
sino, en todo caso, lafuerza intentada o pretendida, esto es, cmo
intenta o deseara que fuesen tomadassus palabras por parte de la
audiencia. Es cierto que, en general, un hablante tienebuenos
motivos para esperar que la fuerza intentada por l coincida con la
fuerzaefectiva de su emisin, pero esto no sucede siempre13.
De cara a evaluar el impacto de las consideraciones sobre la
explicitabilidad dela fuerza sobre la plausibilidad del externismo
ilocucionario, voy a considerar acontinuacin, por separado, el caso
de los realizativos (o actos ilocucionarios)explcitos y el de los
realizativos primarios, comenzando por estos ltimos.
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12 Austin (1962), p. 150.13 Se puede formular incluso el
siguiente Principio de Equilibrio Epistmico (PEE): Los hablan-
tes estn tpicamente en equilibrio epistmico (esto es, tienen una
representacin mental correcta) conrespecto a las condiciones de su
entorno que son pertinentes para que su acto de habla adquiera la
fuer-za ilocucionaria que realmente posee. Este principio no
implica que las condiciones constitutivas deuna fuerza posean una
naturaleza exclusivamente mental. El PEE es slo una tesis acerca de
las con-diciones epistmicas tpicas en las que realizamos actos
ilocucionarios (cfr., ms adelante, apdos. 5 y6).
-
4.1. Realizativos primarios
Cuando decimos de un acto ilocucionario que es susceptible de
una mayorexplicitacin no tenemos por qu comprometernos con la
afirmacin de que el queest en la mejor posicin para realizar dicha
explicitacin es siempre el emisor. Amenudo es la audiencia, o un
espectador neutral, el que est mejor situado para deci-dir cul es
la fuerza de las palabras emitidas.
Para ilustrar este punto, tomemos algunos ejemplos de fuerzas
pertenecientes ala categora de los expositivos austinianos14.
Parece claro que, en el caso de lasobjeciones, refutaciones,
precisiones, rectificaciones, e incluso afirmaciones oinformes, a
menudo son los espectadores neutrales y epistmicamente bien
situa-dos, y no el propio hablante, los que pueden calificar de
objecin, refutacin,etc. una emisin, cuando toman en consideracin
determinados rasgos del contextodiscursivo efectivo. As, por
ejemplo, en el caso de las objeciones es relevante sabersi lo que
el hablante dice se contradice realmente (y no slo en opinin del
propiohablante) con lo que su interlocutor u otro hablante ha dicho
con anterioridad; en elcaso de las afirmaciones y de los informes,
es relevante conocer la fiabilidad (efec-tiva o, al menos,
socialmente reconocida) como informante del emisor (lo que pode-mos
denominar su estatuto epistmico); etc. Esto es, son los
espectadores ilocu-cionarios, y no el emisor, los que estn
justificados en muchos casos para hacer laexplicitacin, los que
estn en la mejor posicin para decidir que emitir las oracio-nes
(1), (2) o (3) en tales o cuales circunstancias es
ilocucionariamente equivalentea decir (1), (2) o (3)
respectivamente, en esas mismas circunstancias.
As pues, al menos con respecto a los actos ilocucionarios
primarios podemosdiscutir sin demasiados problemas las ventajas y
la plausibilidad de las perspectivasintencionalista y externista
acerca de la fuerza. El externista se basa en casos comolos que
hemos estudiado en el apartado 2 (casos-F y casos-E), para
introducir con-diciones contextuales que determinan el xito o el
fracaso en la realizacin de undeterminado acto ilocucionario.
Puesto que segn l el hablante no tiene por questar ms al tanto de
algunas de esas condiciones que cualquier posible espectador,no
tiene por qu suponer tampoco que es siempre el hablante la
autoridad ltima ydefinitiva a la hora de evaluar (y explicitar) el
acto ilocucionario que ha sido reali-zado. El intencionalista, por
su parte, debe insistir en que para averiguar en cadacaso la fuerza
transmitida tenemos que indagar acerca de las intenciones
comuni-cativas u otros estados mentales del emisor. As, por
ejemplo, si el hablante queemite: Trae lea intenta que sea
reconocida su autoridad sobre la audiencia y que
Antonio Blanco Salgueiro Actos ilocucionarios explcitos
109 Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
14 Los actos ilocucionarios expositivos son aquellos que ponen
de manifiesto el modo cmonuestras expresiones encajan en un
argumento o conversacin (Austin 1962: p. 152), y que se usanen
actos de exposicin que suponen expresar opiniones, conducir debates
y clarificar usos y referen-cias. (Ibid., p. 161).
-
sta sea la razn para que la audiencia traiga lea, etc.15,
estaremos ante una orden(y no ante una peticin o un ruego). El
antimentalista o externista, considerando quelas intenciones
ilocucionarias pueden ser (en algunos casos) necesarias, pero
nosuelen ser suficientes para que nuestras emisiones se carguen con
la fuerza que real-mente poseen, tendr que investigar, sobre todo,
cmo son las cosas en el entornosocial, natural o discursivo, por
ejemplo si el hablante tiene efectivamente autoridadsobre el
oyente, antes de decidir ante qu fuerza nos encontramos. El derecho
ahablar de un modo determinado constituye un aspecto normativo
bsico constituti-vo de nuestros conceptos ilocucionarios, lo cual
se muestra en el hecho de que lafrase: Usted no es quin para se
puede anteponer a prcticamente cualquierfrase ilocucionaria (darme
rdenes, afirmar eso, darme consejos,etc.). Los realizativos
primarios no hacen inevitable, por lo tanto, una lectura
men-talista de Austin. Ellos son perfectamente compatibles con el
externismo, siempreque renunciemos a la idea de que es el emisor el
nico que tiene derecho a hacer laexplicitacin de la fuerza de sus
emisiones.
Por otra parte, el externismo responde mejor que el
intencionalismo a algunoshechos reales acerca de la comunicacin.
Por ejemplo, al hecho de que a menudo elhablante no tiene en mente
una idea demasiado clara acerca del acto ilocucionarioque va a
realizar. Suponer que el hablante siempre tiene la intencin de
realizar unacto ilocucionario especfico, que podra explicitar
utilizando un verbo ilocuciona-rio en primera persona del presente
de indicativo, etc., supone desvirtuar grave-mente los hechos
reales sobre la comunicacin. Cuando un hablante decide no
serexplcito lo hace a menudo por razones muy distintas de la
pereza, o de la econo-ma, o porque cree que el contexto hace
innecesaria una mayor explicitacin. Elmismo Austin, cuando traza su
distincin entre realizativos primarios y explcitos,seala que a
menudo nos conviene la ambigedad o la indeterminacin de
nuestrosactos de habla. Las razones para ello pueden ser diversas.
A veces, por ejemplo,cuando decimos: Trae lea, nuestra intencin es
que el oyente decida por smismo cmo debe ser tomada la ilocucin.
Esto es lo que G. N. Leech denomina lanegociabilidad de la fuerza:
dejando la fuerza poco definida, s puede dejar a h laoportunidad de
elegir entre una determinada fuerza u otra, de esa forma cede
partede la responsabilidad del significado a h.16. Esto explicara
la expresin: Viniendode l, lo tom como.
En contextos menos cooperativos, lo que el hablante puede tener
en mente al noser explcito es guardarse un as en la manga. Cuando
hace algn tiempo un avinespa americano se estrell en China, las
autoridades de aquel pas se negaron aentregar los restos del avin
hasta que los EEUU pidiesen disculpas. Los nortea-mericanos se
apresuraron a utilizar una frmula ambigua como: Expresamos
nues-
Antonio Blanco Salgueiro Actos ilocucionarios explcitos
Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
110
15 Las intenciones que se suelen postular como respaldo de las
fuerzas son bastante complejas.16 Leech (1983): 71.
-
tro ms profundo pesar por lo sucedido, que puede ser
interpretada como una dis-culpa, pero tambin como una mera
manifestacin de sentimientos, lo cual no satis-fizo en absoluto a
los chinos, que insistieron en que se utilizase una frmula
noambigua (esto es, completamente explcita) como: Pedimos
oficialmente disculpaspor lo sucedido. Puesto que en este caso la
ambigedad de la ilocucin inicial eradeliberada (los americanos
deseaban nadar y guardar la ropa, quedar bien al mismotiempo con
los chinos y con su propia opinin pblica, salvaguardando las
relacio-nes internacionales a la vez que el orgullo patrio), en ese
caso no cabe decir que siel hablante hubiera querido habra podido
ser ms explcito con respecto a la fuer-za pretendida. Ser ms
explcito habra sido tratar de realizar un acto
lingsticocompletamente diferente del realizado, un acto que no
habra cumplido con los finesilocucionarios perseguidos.
4.2 Realizativos explcitos
Pasemos ahora a considerar los enunciados introducidos por un
verbo realizati-vo en primera persona del presente de indicativo en
singular y voz activa, el para-digma austiniano de enunciado
realizativo explcito. A pesar de que estos casosparecen a primera
vista los principales responsables de nuestro problema, cuando
seexamina el asunto con calma resulta que existen mltiples casos de
este tipo en losque lo que se explicita no depende completamente de
las intenciones u otros esta-dos mentales del emisor.
Tenemos, en primer lugar, casos de fracaso ilocucionario
(casos-F) como el deDon Quijote intentando retar a duelo en un
contexto en el que no es posible hacer-lo porque todo el cdigo del
honor ha dejado de aplicarse. Por explcito que sea DonQuijote,
diciendo, por ejemplo: Por la presente, lo reto a usted a duelo, a
la vezque abofetea o lanza el guante a su audiencia, no habr
conseguido que su emisinse cargue con la fuerza efectiva de un reto
a duelo, y su emisin no deber ser toma-da como tal. La audiencia
podr simplemente encogerse de hombros y seguir sucamino. La razn
reside en que la explicitud en la manifestacin de nuestras
inten-ciones ilocucionarias no implica el xito ilocucionario. Uno
no puede decidir a suantojo la fuerza de sus emisiones, incluso
cuando pone todo su cuidado en elegir laspalabras ms apropiadas
para eliminar toda posible ambigedad, porque tiene quecontar con
que muchas otras cosas salgan bien.
Pero los casos ms interesantes son quizs los casos de xito
ilocucionario(casos-E) en los que aunque el hablante utiliza un
realizativo explcito sin poseerlas intenciones que apareceran en
cualquier anlisis intencionalista plausible de lafuerza en cuestin,
queda obligado de todos modos por sus palabras. Un caso ases
presentado en Davis (1994), a travs de un sencillo experimento
mental17.
Antonio Blanco Salgueiro Actos ilocucionarios explcitos
111 Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
17 El experimento desarrolla ideas de Tyler Burge. Cfr., por
ejemplo, Burge (1979).
-
Imaginemos una situacin en la que un hablante (Oscar) posee un
conocimientoincompleto de la nocin de prometer. Podemos asumir que
en Searle (1969) se nosofrece un anlisis correcto de las reglas
constitutivas del prometer, y que Oscarconoce todas esas reglas,
excepto una: no cree que una condicin necesaria paraprometer que p
sea que la promesa lo coloca a uno bajo la obligacin de hacer
p:althought he thinks that it would be better to keep his promises
than not, he doesnot think that any obligation is involved. (Davis
1994: p. 216). Supongamos enton-ces que Oscar le dice a un
conocido: Prometo ir a tu fiesta. Segn Davis, Oscarestara haciendo
una promesa mediante su emisin, a pesar de su desconocimientode la
condicin esencial para prometer. Su argumento es el siguiente:
My claim is that despite his not knowing the essential condition
for promising, wewould regard Oscar as having made a promise. Our
reasons for doing so are that he canobviously use promise correctly
in a variety of contexts and that since he is an adultspeaker of
the language, he should know the essential condition for
promising.Promising is like the law, rather than like a game.
Ignorance is no defence. We arebound by the law and can commit
infractions even though we are ignorant of a particu-lar law.
(Davis, 1994: p. 217)
As pues, Davis argumenta que la pertenencia de Oscar a una
comunidad lin-gstica que le considera un miembro normal hace que
sus palabras sean interpre-tadas segn los estndares pblicos, y no
segn sus propias concepciones privadas.Adems, Davis prosigue (en
una lnea burgeana) imaginndose una situacin con-trafctica en la que
la palabra prometer fuese usada por una comunidad lingsti-ca de un
modo diferente del nuestro, precisamente de un modo tal que se
eliminasela regla segn la cual uno queda obligado por sus promesas.
Segn argumentaDavis, el Oscar contrafctico no estara prometiendo
cuando dice Prometo ir a tufiesta porque en ese caso, aunque su uso
privado de la palabra prometer seraperfectamente adecuado al uso
extendido en su comunidad lingstica, esa palabrano significara en
sus labios lo que significa en los nuestros (incluidos los de
Oscar).
En este caso, por tanto, son los dems hablantes (o mejor, los
que estn bien ubi-cados en el contexto global de la comunicacin)
los que juzgan que las palabras deOscar constituyen una promesa
explcita. La utilizacin de la frmula explcita esprecisamente lo que
hace que Oscar sea esclavo de sus palabras, lo que hace difcilque
excusa alguna lo pueda librar de las crticas y reproches si
finalmente no acudea la fiesta. Si al menos hubiera empleado un
realizativo primario todava podra aga-rrarse a una lnea plausible
de defensa, sealando que en realidad no quera hacerpromesa alguna,
sino una vaga declaracin de intenciones, cuando dijo que acudi-ra,
y quizs podra conseguir ms fcilmente que su ausencia le fuese
excusada.
Podemos concluir entonces de lo dicho en los dos ltimos
sub-apartados que laexistencia de indicadores convencionales de
fuerza ilocucionaria, y la innegable
Antonio Blanco Salgueiro Actos ilocucionarios explcitos
Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
112
-
evidencia de que los hablantes a menudo utilizan conscientemente
esos indicadorespara dejar completamente claras sus intenciones
ilocucionarias, no son en absolutoincompatibles con una defensa
plausible del externismo ilocucionario como doctri-na acerca de las
condiciones constitutivas de cualquier fuerza ilocucionaria
normal.
5. Las atribuciones de propiedades ilocucionarias
Para completar mi argumentacin, que hasta ahora ha tenido quizs
un sabordemasiado defensivo, ofrecer un nuevo argumento a favor de
la compatibilidadentre el externismo ilocucionario y la
explicitabilidad de la fuerza, basado en lospropsitos con los que
atribuimos ordinariamente propiedades ilocucionarias a lasemisiones
propias o ajenas.
Existe un aspecto ambiguo en la obra de Austin que puede haber
tenido el dobleefecto de bloquear el impulso hacia el externismo
ilocucionario y de fomentar unainterpretacin mentalista de sus
ideas. Y es que en ocasiones Austin centra dema-siado su atencin en
el agente que realiza la accin ilocucionaria, dejando prctica-mente
de lado al espectador que la evala desde afuera como una accin de
tal ocual clase. Como hemos visto, en Austin (1962) se establece
una importante distin-cin entre realizativos (o actos
ilocucionarios) primarios y explcitos. Esta distin-cin surge
inicialmente de la constatacin por su parte de la existencia de una
asi-metra entre los enunciados que utilizan verbos ilocucionarios
en primera personadel presente de indicativo y voz activa en
singular, en los que el hablante utiliza unverbo realizativo o
ilocucionario no como parte de una descripcin del acto
ilocu-cionario que realiza, sino como un modo de explicitar ese
mismo acto y de contri-buir a realizarlo, y los enunciados que
contienen ese mismo verbo (en la mismaposicin) en otras personas o
tiempos18. As, a pesar de su forma gramatical decla-rativa, Prometo
que vendr no sera para l, al menos en la mayor parte de loscasos,
una afirmacin (la afirmacin de que estoy prometiendo que vendr),
sino unmodo especialmente explcito de prometer (o mejor, de
intentar prometer). En cam-bio, decir: l prometi que vendra, o:
Ayer promet venir, no seran modos deintentar prometer, sino ms bien
afirmaciones o informes primarios acerca de pro-mesas propias o
ajenas. En estos casos, el verbo utilizado no sera un indicador
oexplicitador de la fuerza pretendida por el hablante para su
emisin, sino que con-tribuira a expresar la proposicin que se
afirma. El nfasis austiniano en el emisor,sin embargo, alcanza
tambin a su tratamiento de los realizativos primarios comoVendr (o
l prometi que vendra). En ellos, la presencia del agente que
rea-liza la accin se muestra en el hecho de que es posible trazar
el punto de origen dela emisin hasta su productor19.
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113 Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
18 Austin (1962): p. 63.19 Ibid., pp. 60-1.
-
Ahora bien, una vez que Austin renuncia, en la segunda parte de
Austin (1962),a la oposicin realizativo/constatativo20, y admite
que prcticamente todo enuncia-do es parafraseable o explicitable a
travs de una frmula normal (esto es, cuyaclusula principal contenga
un verbo realizativo en la primera persona del presentede
indicativo y voz activa en singular), una emisin de: l prometi que
vendrasera simplemente un acto ilocucionario primario,
ilocucionariamente equivalente aalgo como: Afirmo que l prometi que
vendra. Del mismo modo, Ayer prome-t que vendra sera equivalente a:
Afirmo que ayer promet que vendra. Estasemisiones tendran,
entonces, a diferencia de Prometo venir maana, la fuerza
deafirmaciones o de informes, y no la de promesas. Lo que me
gustara destacar ahoraes que se trata afirmaciones de una clase muy
especial. Son afirmaciones cuyo con-tenido proposicional consiste,
a su vez, en la realizacin por parte de algn agenteen algn momento
de tiempo de un acto ilocucionario, el acto de prometer.Propongo
llamar a los actos ilocucionarios que informan acerca de otros
actos ilo-cucionarios atribuciones de propiedades ilocucionarias,
puesto que en ellos se atri-buye a un agente la propiedad de haber
realizado tal o cual acto ilocucionario. Lasatribuciones de
propiedades ilocucionarias forman parte de nuestras prcticas
con-versacionales corrientes, ya que muy a menudo deseamos
especificar o aclarar lafuerza de las emisiones propias o ajenas
como un prerrequisito para criticarlas, ala-barlas o valorar sus
consecuencias.
El detenernos en los actos de habla ordinarios que versan acerca
de otros actosde habla nos puede servir para librarnos por un
momento de la perspectiva del emi-sor y plantearnos la siguiente
pregunta: Cundo y con qu propsitos atribuye lagente propiedades
ilocucionarias a las acciones propias o ajenas? Podremos enton-ces
comenzar a investigar cules son los propsitos ilocucionarios de un
modosimilar a como en Devitt (1996) se plantea la cuestin de los
propsitos semnticos.Devitt propone una metodologa naturalista para
la semntica que, segn l debepartir de haber investigado cules son
nuestros propsitos cuando atribuimos pro-piedades semnticas
mediante clusulas-que. La idea es que si no tenemos claropara qu
atribuimos propiedades semnticas, ya sea para propsitos cotidianos
opara propsitos ms tericos, difcilmente podremos orientarnos a la
hora de cons-truir una teora acerca de la naturaleza de tales
propiedades21.
Antonio Blanco Salgueiro Actos ilocucionarios explcitos
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114
20 El punto de partida de Austin (1962) es que debemos
distinguir entre emisiones que se utilizanpara decir algo
(constatativas) y emisiones que se utilizan para hacer algo
(realizativas). A medi-da que avanza el libro, sin embargo, Austin
generaliza su idea de que al hablar hacemos cosas, renun-ciando a
la idea de que existen constataciones puras. Constatar es siempre
predecir, conjeturar, afir-mar, informar, o realizar algn otro acto
ilocucionario con una determinada fuerza.
21 Segn Devitt las dos funciones o propsitos principales que
cumple la atribucin de propieda-des semnticas a las emisiones o a
los pensamientos de alguien son la de explicar y predecir su
con-ducta y la de servir como gua acerca de una realidad en gran
medida externa al sujeto (Devitt 1996:pp. 57-58).
-
Ahora bien, Para qu atribuimos propiedades ilocucionarias? Cundo
y conqu propsito o propsitos decimos que alguien prometi, advirti,
orden, afirm,objet, dimiti o bautiz? La respuesta a estas preguntas
puede servirnos para com-pletar nuestras reflexiones acerca de la
explicitabilidad de la fuerza. Existen almenos dos respuestas
posibles, que considero compatibles entre s. La primera deellas es
la que parece servir de inspiracin a los tericos intencionalistas,
y es tam-bin la que parece estar detrs de lo que llambamos la
aproximacin natural alfenmeno de la explicitabilidad. La segunda,
sin embargo, es a mi entender la real-mente importante desde el
punto de vista de los objetivos de una teora acerca de lanaturaleza
de la fuerza, a pesar de que suele pasar desapercibida.
Podemos insistir, en primer lugar, en que atribuimos propiedades
ilocucionariascomo parte del aparato que utilizamos para explicar
la accin lingstica como untipo de accin intencional, racional o
motivada. Hablar es, intuitivamente al menos,algo que hacemos
voluntariamente y no algo que simplemente nos ocurre.
Cuandohablamos sabemos en general lo que estamos haciendo y por qu
lo estamos hacien-do. En una conversacin normal, los interlocutores
intercambian palabras comoparte de una estrategia intencional,
tpicamente cooperativa y basada en razones,para transmitirse
informacin mutuamente, coordinar sus acciones, o expresar
sussentimientos y emociones. Esto es, los agentes lingsticos son
movidos a hablarcomo resultado de la interaccin (y de la eficacia
causal) de sus estados psicolgi-cos y debido a que poseen
determinadas expectativas razonables acerca de susaudiencias. Uno
de los propsitos que perseguimos al atribuir propiedades
ilocu-cionarias a las emisiones de alguien tiene que ver
seguramente con la prctica dedar razones (sus razones) de por qu
dijo lo que dijo, lo cual requiere hurgar en losestados mentales
que probablemente respaldan esas emisiones. Sin embargo,
laposibilidad de dar, en general, razones (y/o causas mentalistas)
de una accin lin-gstica no tiene por qu conllevar necesariamente
una especificacin o individua-cin de las fuerzas en trminos
exclusivamente mentalistas. Los casos-F y loscasos-E que hemos
estudiado ms arriba ilustran precisamente este punto. Esto es,esta
primera funcin de la atribucin de propiedades ilocucionarias no
tiene por quacarrear consecuencias directas sobre las cuestiones
nticas acerca de la individua-cin de las fuerzas22.
La segunda de las funciones de la atribucin de propiedades
ilocucionarias a lasemisiones de alguien es menos individual y ms
pblica o social, y consiste en eva-luar una accin lingstica segn
normas o criterios intersubjetivos. La fuerza deuna emisin es aquel
aspecto de las acciones lingsticas ms directamente vincu-lado con
las obligaciones y derechos que un hablante (u otras personas)
puedeadquirir o manifestar por medio de sus palabras, y con las
circunstancias que lehacen o no la persona adecuada para decir lo
que dijo. Por esa razn, cuando alguien
Antonio Blanco Salgueiro Actos ilocucionarios explcitos
115 Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
22 Vase nota 13 y apdo 6.
-
(el hablante, el oyente, o un espectador neutral) valora una
emisin como una dimi-sin, un bautizo, una legacin o una sentencia,
pero tambin cuando la valora comouna objecin, una aclaracin o una
precisin, e incluso como una promesa, unaorden, un insulto, una
advertencia, o una afirmacin, no tiene en cuenta solamentelos
estados mentales del emisor, sino un contexto ms amplio, que el
hablante cono-ce (o debera conocer) en muchos casos, pero que en
otros se impone de todosmodos aunque el hablante lo desconozca. En
esa evaluacin pblica de las emisio-nes es de vital importancia
disponer de recursos explicitadores suficientementefinos que
permitan (a cualquiera) hacer las correspondientes atribuciones de
pro-piedades ilocucionarias.
Es cierto que en el caso tpico se supondr que es el hablante el
que est mejorsituado para realizar la explicitacin. De cara a
entender la interaccin comunicati-va, es importante tener en cuenta
que habitualmente el oyente confa en que elhablante est
epistmicamente bien situado, habindose tomado el trabajo de
cer-ciorarse de que todo est en regla y de que es legtimo hablar
como lo hace. Y elhablante, por su parte, cuenta habitualmente con
que su oyente sea as de confia-do23. Por eso se permitir incluso
hacer comentarios parentticos como Esto es unaorden o Esto es una
promesa, etc., que podran hacer pensar que el hablante deci-de a su
antojo cul es la fuerza de sus emisiones. Lo que estos comentarios
mues-tran, a mi entender, es que hablante y oyente asumen
tpicamente que el hablante esel que est mejor situado
epistmicamente en lo que se refiere a los factores cons-titutivos
de la fuerza de su emisin (teniendo en cuenta, adems, que algunos
deesos factores pueden consistir en estados mentales del propio
hablante). Pero enalgunas ocasiones, y en relacin con actos
ilocucionarios socialmente delicadospor acarrear determinadas
obligaciones o derechos bien para el emisor bien para laaudiencia,
el hablante ser ms prudente a la hora de dar por descontado que
eloyente va a aceptar sin ms que l est bien informado acerca de las
condicionesque hacen posible su acto de habla. Recurdense las
famosas palabras de AdolfoSurez: Puedo prometer y prometo. La
primera parte de esa emisin seraredundante si uno pudiera prometer
con slo proponrselo. Puede admitirse tambinque hay recursos
explicitadores que estn diseados especficamente para ser
utili-zados por el hablante. Pero todo esto no le otorga al emisor
el estatuto de explicita-dor nico. Ni, por ese motivo, hay razn
para pasar sin transicin del fenmeno dela explicitacin al
mentalismo como marco terico adecuado para el estudio de lafuerza.
Ms bien al contrario, el hecho de que cualquiera pueda entrar en el
juegode la explicitacin nos empuja de un modo natural hacia una
perspectiva externis-ta.
Antonio Blanco Salgueiro Actos ilocucionarios explcitos
Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
116
23 Por supuesto, cuando existe un conflicto entre individuos o
clases no se da esa situacin comu-nicativa idlica. En esos casos,
puede no estar claro de antemano quin tiene derecho a hablar de
talo cual forma.
-
Una teora adecuada de la fuerza ilocucionaria debe valorar
adecuadamente elhecho de que atribuimos fuerzas ilocucionarias no
slo como parte de una explica-cin de la conducta intencional de los
agentes lingsticos, sino tambin como partede un complejo sistema de
normas para valorar el papel pblico y objetivo que des-empean
nuestras emisiones. En general confiamos en que todo marche bien,
enque nuestras palabras se carguen con la fuerza que queremos
otorgarles y con nin-guna otra. Pero slo podemos esperar que ese
objetivo no se frustre si, siendo pru-dentes, medimos bien nuestras
palabras.
6. Rplicas a algunas objeciones
La aproximacin externista al fenmeno de la explicitabilidad
encontrar conseguridad una fuerte resistencia en las filas
intencionalistas. Intentar respondermuy brevemente a algunas
posibles objeciones24.
Para empezar, la postura que denomino externismo ilocucionario
(EI) ha sidoinsuficientemente caracterizada y argumentada25. El
objetivo original del artculoera mostrar que, supuesto que uno est
inclinado a aceptar un punto de vista exter-nista acerca de la
fuerza ilocucionaria, esa inclinacin es compatible con el fen-meno
de la explicitabilidad de la fuerza. Se trata, por tanto, de una
argumentacina la defensiva que parte de la admisin de que la
aproximacin pre-tericamentems natural al fenmeno es la
intencionalista. Sin embargo, existe en el artculo,despus de todo,
al menos un argumento a favor del EI. En el apartado 4 he tratadode
mostrar:
1. Que hay casos de actos ilocucionarios primarios o no
explcitos en los que elemisor no es el mejor situado para efectuar
la explicitacin (objeciones, rectifica-ciones).
2. Que hay casos en los que el emisor es muy explcito, pero sus
palabras noconsiguen cargarse con la fuerza aparentemente
explicitada (Don Quijote).
3. Que hay casos en los que el emisor es explcito y sus palabras
se cargan con
Antonio Blanco Salgueiro Actos ilocucionarios explcitos
117 Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
24 Un informador de Revista de Filosofa realiz una serie de
objeciones tericas bastante deta-lladas a una versin anterior de
este trabajo. Agradezco enormemente el estmulo que esas
objecionesme han proporcionado, de cara a intentar apuntalar
algunos puntos dbiles del artculo original. Porsupuesto, no deseo
entrar en polmica con el informador, sino aclarar mis propios
puntos de vista yevitar algunos posibles malentendidos. Voy a hacer
uso de sus comentarios considerando que l da(aunque tal vez no muy
explcitamente) su consentimiento para ello: () quisiera hacer
patentesalgunas objeciones de tipo terico, por si pudieran tener
algn inters para el autor, o para cualquierpersona que las
lea..
25 En otro lugar intento explicarme ms extensamente (cfr. Blanco
Salgueiro, en prensa).
-
la fuerza explicitada, pero en los que l no se representa
adecuadamente las condi-ciones constitutivas de esa fuerza
(Oscar).
Todos esos casos son consistentes con el EI y desafan al
intencionalismo. Aspues, considero que una atencin detallada al
fenmeno de la explicitacin sirvepara reforzar al externismo. No
obstante, por s slo este argumento no convencera quien inicialmente
sea reacio a aceptar el EI. En el artculo se esbozan otros
dosargumentos a su favor (A y B), a los que podemos aadir un
tercero (C):
A. La abundancia y variedad de casos-F y de casos-E (Apdo. 3).B.
La normatividad ligada a nuestros propsitos al hacer atribuciones
de pro-
piedades ilocucionarias (Apdo. 5).C. La posibilidad de un
tratamiento unificado de las distintas fuerzas ilocucio-
narias. Las posturas intencionalistas ms radicales tienen que
admitir una multitudde casos excepcionales (perifricos o no
paradigmticos). Incluso sealan fami-lias enteras de fuerzas (como
los declarativos o los actos de habla instituciona-les) como
anmalas por su elevada dependencia de factores externos. El
externis-mo ilocucionario es menos proclive a marginar ciertos usos
del lenguaje.
Los argumentos brevemente expuestos pueden hacer ms dao que
beneficio decara a sustentar una tesis controvertida como el EI,
pero esto es todo lo que puedoofrecer aqu. En lo que sigue tratar
de responder a algunas objeciones ms espec-ficas.
a) La radicalidad del externismo ilocucionario
El externista afirma que las fuerzas ilocucionarias no se dejan
analizar exhaus-tivamente en trminos de los estados mentales (de
dicto) del hablante o emisor. Estadoctrina admite grados diversos
de radicalidad. En el extremo ms radical estara latesis segn la
cual en todos los casos o en los casos ms importantes, la
determi-nacin de la fuerza ilocutiva no depende de las intenciones
del hablante, sino quees autnoma respecto a l (respecto a sus
intenciones o creencias) y resulta adscri-ta por unas presuntas
circunstancias objetivas de la enunciacin misma. Ahorabien, un
externista suficientemente moderado no tiene por qu aceptar esta
tesis deradical autonoma de la fuerza respecto de lo mental. Por mi
parte, yo defendera elsiguiente eslgan, bastante conciliador: las
intenciones cuentan (al menos en lamayor parte de los casos) pero
no bastan (en prcticamente ningn caso) para queuna emisin se cargue
con una fuerza ilocucionaria tpica. Basta, para ser externis-ta,
que se admita que en algunos casos importantes algunos de los
factores consti-tutivos de la fuerza de una emisin no residen ni se
dejan reducir a los estados men-
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Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
118
-
tales del emisor, y ni siquiera necesitan estar mentalmente
representados. El inten-cionalista, cuando admite la influencia de
tales factores externos lo suele hacer aregaadientes y minimizando
su importancia terica. A mi modo de ver, son lo sufi-cientemente
importantes como para justificar un vuelco terico que ponga (sin
eli-minarlas) a las intenciones en un lugar ms modesto que el que
se les suele atri-buir26.
b) El anlisis de las fuerzas
Podra parecer que la plausibilidad de mi crtica al
intencionalismo (basada enla existencia de casos-F y casos-E)
depende de asumir que una teora de la fuerzadebe ofrecer anlisis
clsicos de cada una de las fuerzas, esto es, anlisis en tr-minos de
condiciones necesarias y suficientes que garanticen la aplicacin
correc-ta o la clasificacin cierta del acto mismo. Ciertamente,
esta es la impresin quedan algunos anlisis intencionalistas (los
influidos por Grice o por Searle), pero nocreo que ni el externista
ni el intencionalista tengan que seguir necesariamente esecamino27.
Por mi parte, las condiciones en trminos de las cuales una teora
exter-nista analice las diversas fuerzas pueden ser todo lo
abiertas, vagas o flexibles quese quiera. Y se puede admitir tambin
un elevado grado de indeterminacin en loshechos ilocucionarios
(cfr. apdo. 4.1). Pero de esto no debe obtener ventaja el
inten-cionalista, dando por supuesto que las condiciones
principales o centrales se debenformular en trminos de los estados
mentales del emisor, y que los casos-E y loscasos-F apuntan
meramente a los bordes o a la periferia de los conceptos
ilocucio-narios. El intencionalista debe dar buenos argumentos para
favorecer tericamentelas condiciones mentalistas (rgidas o
flexibles) y para minimizar (o intentar men-talizar o internalizar
a toda costa) las externistas.
c) El argumento de la eficacia causal
El intencionalismo se apoya en la fuerte intuicin pre-terica de
que los actos
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26 Un externista moderado puede aceptar una postura mixta en
relacin con las condicionesconstitutivas de una fuerza, compatible
con que algunas de esas condicioneses sean irreductiblemen-te
mentales. El informador pone el ejemplo de dictar una resolucin. El
hecho de que existan ciertasformas de infortunio como la
prevaricacin (dictar una resolucin a sabiendas de que se comete
unainjusticia) parece implicar que poseer ciertas creencias es
constitutivo de un acto como se.
27 Austin huye de clasificaciones o definiciones definitivas o
muy precisas, que considera snto-mas de las tendencias
simplificadoras de los filsofos. El segundo Wittgenstein, quien
puede ser con-siderado un externista bastante radical, insiste en
la borrosidad de los juegos de lenguaje. Los gri-ceanos suelen
estar obsesionados con la suficiencia y la necesidad de sus anlisis
del significado nonatural. Pero algunos, como J. Bennett, intentan
cubrir primero los casos ms centrales, y lanzardesde all
incursiones a los territorios ms difciles, mediante una estrategia
de campamento-base(Cfr. Bennett 1991).
-
ilocucionarios son acciones (mentalmente causadas), y no algo
que simplementenos ocurre28. Pero se puede admitir que en el caso
tpico el emisor se representacorrectamente las condiciones
constitutivas del acto de habla que realiza (en forma,por ejemplo,
de presuposiciones), y es as tpicamente responsable del mismo,
sintener que admitir que el estudio de esas condiciones
constitutivas deba realizarsedesde una perspectiva intencionalista.
Sera lo mismo que pasar de admitir quealguien que cae en el vaco se
representa mentalmente (de modo tpico) su cada, adecir que su cada
consiste o est determinada fundamentalmente por tales
repre-sentaciones. Es cierto que hay una importante diferencia
entre ambos casos. Losactos ilocucionarios son esencialmente
acciones, no algo que nos ocurre. Pero sepuede defender que uno es
habitualmente responsable de sus actos lingsticos apesar de que
stos tengan condiciones constitutivas externas, ya que se supone
queuno debera haberse cerciorado acerca de si esas condiciones se
daban antes dehablar (uno debe medir sus palabras, tener cuidado
con lo que dice)29. Dejo abiertala cuestin de cunto terreno debemos
ceder al mentalista en lo que se refiere a laconstitucin de la
fuerza. Pero esta cuestin se debe separar de la cuestin de la
tpi-ca responsabilidad con respecto a los propios actos
ilocucionarios. El nfasis en loscasos-E y en los casos-F pretende
precisamente separar ambas cuestiones. Esosactos exitosos o
fallidos sern a menudo excusables, al menos en alguna medida, siel
emisor demuestra que no estaba epistmicamente bien situado en su
entornocomunicativo30.
d) La reificacin de los factores objetivos
El nfasis del externista en factores del entorno o ambiente que
se conside-
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28 Aqu no puedo prestarle a este argumento la atencin que
merecera. He discutido esta cuestinbrevemente en el apdo. 5, y ms
detenidamente en el captulo V de Blanco Salgueiro (en prensa).
29 Tambin se considera a menudo que uno es responsable de sus
actos perlocucionarios (con-vencer, disuadir, alegrar, etc.),
cuando las repercusiones de las palabras dichas eran fcilmente
previ-sibles. Pero casi nadie (Bach y Harnish, 1971 son una
excepcin) saca de aqu la consecuencia de quelas condiciones
constitutivas de un acto perlocucionario son de naturaleza
mentalista.
30 Para el externista el contexto relevante para la
individualizacin de las fuerzas es externo. Novaldra una concepcin
cognitiva del contexto como la que sugiere el informador. Incluso
filsofosclaramente mentalistas como Sperber y Wilson son reacios a
incluir a los actos de habla dentro de suestudio de la comunicacin
ostensivo-inferencial, porque muchos actos de habla pueden
ejecutar-se satisfactoriamente sin ser identificados como tales ni
por el hablante ni por el oyente. (Sperber yWilson, 1986).
Curiosamente, los autores ilustran esa tesis citando varios de los
casos preferidos delos intencionalistas: afirmar, hipotetizar,
sugerir, declarar, negar, suplicar, exigir, avisar y amenazar,
yconsideran que no se aplica a los actos institucionales, entre los
que incluyen prometer, junto conapostar, declarar la guerra y
agradecer. Sin embargo, los actos institucionales son los que ms
cla-ramente pueden ejecutarse felizmente de un modo no intencional.
Es a ellos a los que se aplica, en pri-mer lugar, la mxima
austiniana de que somos esclavos de nuestras palabras.
-
ran constitutivos de la fuerza puede transmitir la impresin de
que se estn reifi-cando u objetivando fenmenos que son simplemente
humanos: Las institucionessociales no son como los rboles o las
rocas, independientes de las creencias de losindividuos y de sus
relaciones comunicativas. Evidentemente, tampoco son el pro-ducto
de una mente individual, pero creo que est claro (Searle, 1995) que
sloadquieren eficacia causal (esto es, desempean un papel
explicativo en la conduc-ta-comunicativa- de los individuos) a
travs de su presencia cognitiva en los indi-viduos.
Al afirmar que determinados factores supraindividuales son
constitutivos de lafuerza no creo que el externista est reificando
(ilegtimamente) nada. Muchos deesos factores tienen una naturaleza
social, ya que surgen de prcticas y modos devida colectivos que se
sostienen gracias a determinados estados mentales distribui-dos por
el cuerpo social. El externismo ilocucionario es un
anti-individualismo, noun escepticismo o un antirrealismo con
respecto al reino de lo mental. Por otraparte, la objetividad de
algunos de los factores externistas relevantes no provienede su
dependencia institucional o de la supuesta convencionalidad de la
fuerza.As, que una objecin o una rectificacin requieran que alguien
(en el primer caso,alguien distinto del hablante, en el segundo
caso el hablante mismo) haya dicho pre-viamente algo que se
contradice con lo que ahora dice el emisor no depende tantode lo
que el emisor, su audiencia, o la sociedad en su conjunto tengan en
mente, sinode lo que sea objetivamente el caso. El emisor puede
estar pensando que hace unaobjecin o una rectificacin pero no estar
hacindolas de hecho porque no diga nadaque se contradiga de hecho
con lo que antes se dijo31. No creo que esto suponga nin-guna
peligrosa reificacin de fenmenos. Simplemente, esas consideraciones
sesiguen del anlisis de lo que consideramos una objecin o una
rectificacin (cfr.Davidson, 1984, p. 270).
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Antonio Blanco Salgueiro Actos ilocucionarios explcitos
121 Revista de FilosofaVol. 29 Nm. 1 (2004): 99-122
31 Lo mismo vale para algunas de las fuerzas preferidas de los
intencionalistas. As, informarrequiere un cierto estatuto epistmico
(de fiabilidad), que no es analizable ni en trminos de
certezasubjetiva ni (me parece) en trminos de simple reconocimiento
social.
-
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Antonio Blanco SalgueiroDepartamento de Lgica y Filosofa de la
CienciaFacultad de FilosofaUniversidad Complutense de MadridE-28040
[email protected]
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