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R E S U M E N : ARIO DE ROSALES En esta Monografía Municipal, publicada en el año de 1980, el autor abarca los diversos aspectos en la historia de Ario de Rosales, a partir de su nacimiento durante el Virreinato, como Santiago Ario, que con el correr del tiempo destacará por la participación de su gente en los movimientos sociales, especialmente en las luchas por la Independencia y de Reforma. Este jirón michoacano, "boca o puerta de la Tierra Caliente", emergido de las penumbras del imperio chichimeca, ha sido teatro de acontecimientos trascendentes, que lo relacionan entrañablemente con el devenir del resto de México, sobre todo porque allí se establecieron los primeros poderes federales con los que el país contó y con los que se preparó para vivir en forma independiente y soberana. Un hilo conductor vincula los sucesos nacionales con los del Estado de Michoacán, para que el lector tenga una visión clara del fenómeno histórico en su conjunto, aunque, desde luego, concentrándose en el objetivo central, que es Ario de Rosales. Libro sustentado en fuentes nutridas y confiables que permitirán al lector obtener una visión integral de este municipio michoacano, "hermosa tierra clásica en hombres libres y mujeres patriotas", en palabras del autor, quien considera con modestia que se trata de un manual "que una persona de mediana cultura puede tener a la mano" para encontrar el dato susceptible de ampliarse en fuentes más exhaustivas.
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ARIO DE ROSALES

Mar 30, 2016

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MONOGRAFIA DEL MUNICIPIO DE ARIO DE ROSALES
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R E S U M E N :

ARIO DE ROSALES En esta Monografía Municipal,

publicada en el año de 1980, el autor abarca los diversos aspectos en la historia de Ario de Rosales, a partir

de su nacimiento durante el Virreinato, como Santiago Ario, que con el correr del tiempo destacará por la participación

de su gente en los movimientos sociales, especialmente en las luchas por la Independencia y de Reforma.

Este jirón michoacano, "boca o puerta de la Tierra Caliente",

emergido de las penumbras del imperio chichimeca, ha sido teatro de acontecimientos trascendentes, que lo relacionan entrañablemente con el devenir

del resto de México, sobre todo porque allí se establecieron los primeros poderes federales con los que el país contó y con los que se preparó para vivir en forma

independiente y soberana.

Un hilo conductor vincula los sucesos nacionales con los del Estado de Michoacán, para que el lector tenga

una visión clara del fenómeno histórico en su conjunto, aunque, desde luego, concentrándose

en el objetivo central, que es Ario de Rosales.

Libro sustentado en fuentes nutridas y confiables que permitirán al lector obtener una visión integral

de este municipio michoacano, "hermosa tierra clásica en hombres libres y mujeres patriotas", en palabras del autor, quien considera con modestia que se trata

de un manual "que una persona de mediana cultura puede tener a la mano" para encontrar el dato susceptible

de ampliarse en fuentes más exhaustivas.

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PABLO G. MACÍAS

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Monografía Municipal

ARIO DE ROSALES

PABLO G. MACÍAS

GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN 1980

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PRESENTACIÓN

L GOBIERNO DE MICHOACÁN edita esta serie de monografías municipales porque piensa que el conocimiento específico de uno

de los municipios michoacanos contribuirá a una autoconciencia razonada de cada municipio, a un conocimiento más cabal del conjunto del Estado, a la divulgación de la belleza y los valores locales del terruño y a la mejor inteligencia del hombre en general. Estima, asimismo, que las monografías locales pueden ser un instrumento pedagógico de primer orden para iniciar a niños y adolescentes al través de su patria chica, a la que instintivamente aman, en la ciencia y el amor de la patria grande que es México, y porque está seguro que estas monografías fomentarán una acción social más consciente, vigorosa y audaz de los conglomerados municipales.

Cada monografía se propone diseñar un conocimiento redondo de un municipio, aspira a la comprensión de sus hombres, al dibujo de su geografía, de su historia, de su economía, de su organización social, de su participación política y de su vida de relación con otras comunidades y busca la definición del municipio de que trata.

Vamos a impulsar hacia un imperioso levantamiento espiritual los mejores hombres de cada lugar, que hoy están prisioneros del gravamen terrible del abandono y aislamiento. Vamos a hacerles saber a estos espíritus fraternos, perdidos en la inercia provisional que tienen en nosotros auxiliares y defensores. Vamos a tender una red de nudos de esfuerzo por todos los ámbitos michoacanos, red que a la vez será órgano de comunicación y órgano del estudio y conocimiento del hecho local y nacional; red, en fin, que forme un sistema nervioso por el que corran vitales oleadas de sensibilidad y, automáticas, poderosas corrientes de entendimiento y colaboración.

Si alcanzamos estas metas, estaremos cumpliendo con el propósito esencial de esta serie monográfica y, a nivel estatal, colaborando en la realización de los propósitos nacionales expresados por el Presidente de la República, licenciado José López Portillo.

Finalmente, sobra decir que estas monografías no serán producto de una sola persona, sino de varias bien enteradas y muy distinguidas que nos han brindado su colaboración: sus escritos o testimonios, así

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como el resultado de sus investigaciones hechas sobre el pasado y la realidad actual.

Morelia, Mich., mayo de 1980

Carlos Torres Manzo Gobernador Constitucional del Estado

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PREFACIO

A HISTORIA DE ARIO emerge en la penumbra de un pasado remoto. Como casi todos los pueblos michoacanos de la Sierra, Ario formó

parte del gran Imperio chichimeca. Durante la Colonia su nombre sonó repetidas veces y desde el inicio del movimiento libertador acaudillado por Hidalgo en 1810, fue teatro de acontecimientos importantes en la vida de México.

Sin embargo, muy poco se conoce de la existencia que llevaban sus hombres, sobre todo en la época prehispánica. La Relación… de Michoacán (único documento irrefutable para el estudio de esta parte de la Historia) hace pormenorizado relato de las incursiones efectuadas por las huestes conquistadoras de Hirípan, Tangáxoan I e Hiquíngare, tocando puntos tan cercanos a Ario como Santa Clara del Cobre, Zirahuén, Taretan, Uruapan, Tacámbaro, La Huacana y Urecho; pero concretamente no menciona a Ario.

Lo que verán los lectores en las páginas que siguen no es, como pudiera suponerse, el resultado de una búsqueda completa, exhaustiva (labor acuciosa que el futuro reserva a otros individuos). Nuestros principales obstáculos en el momento fueron la escasez de tiempo y la pérdida casi completa del archivo municipal de Ario, anterior a la Revolución de 1910.

Sin embargo, con todo lo que en la comarca logramos hallar en ruinas arqueológicas; en manuscritos, folletos y libros existentes en bibliotecas y archivos oficiales y particulares; y con las versiones trasmitidas de padres a hijos avecindados sucesivamente desde cuatro siglos atrás en la vasta región de la Tierra Caliente de Michoacán, elaboramos un texto, dándole hasta donde fue posible, secuencia cronológica, y no pocas veces parafraseando el propio lenguaje de nuestros informantes, con objeto de esclarecer circunstancias sin alterar la idea original ni su sentido exacto.

En otras palabras, los propios habitantes de Ario de Rosales y de su zona de influencia, son coautores de estos Apuntes.

Desde un principio, nuestro propósito fue el de que dichas notas, despojadas de tecnicismos de estilo, elaboraciones y complicaciones filosóficas, se leyeran con la misma facilidad de una novela. Forman

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tan sólo un manual que el estudiante —por ejemplo— o el hombre de mediana cultura puede tener a la mano, en un momento dado, para encontrar el dato que, si así son sus deseos, queda en libertad de ampliar después yendo a las fuentes originales.

Atentos a este designio, únicamente aquellas afirmaciones que parezcan exageradas o que en rigor deba señalarse su origen, llevarán la cita respectiva al pie de la página. Evitamos con ello, también, acumular pliegos de papel impreso y cansar al lector común con una extensa bibliografía que sólo se justifica en obras de gran alcance, de erudición y de consulta. Y nada más.

Nuestro agradecimiento más cumplido: —A don Roberto Pita Cornejo, quien puso a nuestra disposición

su archivo particular y nos relacionó con gente útil que facilitó este trabajo.

—A doña Eudelina Marroquín y Marroquín, directora de la biblioteca pública "José Trinidad Guido", de Ario de Rosales.

—A don Atilano Vázquez Herrera, que con singular desprendimiento nos proporcionó documentos e informaciones inestimables de su archivo particular.

—A don Gerardo Sánchez Díaz, de la Escuela de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, por sus valiosos datos y por los escritos que puso en nuestras manos, sobre la Tierra Caliente de Michoacán.

—A don Javier Arreola Cortés, director de la biblioteca pública y universitaria de Morelia.

—A don Jorge Arturo Chávez Páramo, director del Archivo General del Estado de Michoacán.

—A don Manuel Castañeda Ramírez, director del Museo Histórico de la Casa de Morelos, de Morelia.

—Al personal de la Hemeroteca "Mariano de Jesús Torres", de Morelia.

—Y de manera especial, al señor profesor don Leopoldo Herrera Morales, quien, no obstante sus múltiples ocupaciones de gran responsabilidad como representante del gobierno del Estado de Michoacán en el Distrito Federal, acompañó al autor en uno de sus viajes a Ario y resolvió en el momento oportuno todo aquello que hubiera podido frustrar los planes de esta edición.

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Finalmente, añadiré: Los ocho últimos Capítulos de Ario de Rosales fueron escritos bajo el peso de una profunda tensión espiritual. Mi esposa Esperancita, la dulce compañera de cuarenta y ocho años de mi vida, agonizaba en su lecho desde hacía cuatro meses. El 25 de diciembre a las 23 horas 45 minutos, como una flor que ya en el ocaso deja caer sus marchitos pétalos al soplo de la brisa invernal, cerró sus grandes ojos para siempre, y el rocío de dos lágrimas humedeció sus pálidas mejillas.

Unas horas antes había escrito la última página de estos Apuntes.

P. G. M.

Ciudad Satélite, México, diciembre de 1979.

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CAPÍTULO I

ENTRE LA HISTORIA Y LA LEYENDA

(1315-1556)

Ario prehispánico. Probable época de su fundación. Yácatas, idolitos y cerámicas de tiempos remotos. Guerra entre los indios. Integración del Imperio Chichimeca. Misioneros en Tierra Caliente. Vasco de Quiroga y fray Juan Bautista de Moya. Evangelización y organización de los pueblos. Vuelve la paz a los espíritus. Santiago Ario. Año de su fundación. Opinión del historiador Romero Flores. Primeras familias castellanas en Ario y en Santa Clara. Los pueblos vecinos: Urapa, Tunácuaro, Las Cundas, Puentecillas. Artesanías. Las pieles y el cobre.

MISIONERO EN LA TIERRA CALIENTE DE MICHOACÁN ERA, PROBABLEMENTE, a fines de la primavera de 1556. Unos indios chichimecas de cacería en las abruptas estribaciones del imponente Cerro de la Barra (3,070 m. sobre el nivel del mar)1 vieron, asombrados, descender por el áspero sendero la figura de un hombre, que se dirigía al sur. Flaco en extremo, pero a juzgar por la empresa que acometía sus músculos debían ser fuertes; cubría su cuerpo con una raída túnica de monje, llevaba en la diestra un tosco palo a manera de báculo, iba descalzo y a las claras se le notaba el duro efecto de sus vigilias. Se llamaba Juan Bautista de Moya, español nacido en Jaén en 1504; había estudiado en la Universidad de Salamanca donde alcanzó fama de orador, teólogo y maestro. Influenciado por fray Tomás de Villanueva se hizo fraile y en 1536 llegó a México con el segundo grupo de agustinos, del que también formaba parte otro sabio: fray Alonso de la Veracruz.

1 Correa Pérez, Dr. geog. Genaro, y otros. Geografía Física del Estado de Michoacán, p. 195. Morelia, 1974.

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Ya en la Nueva España este predestinado se marchó a la Tierra Caliente del ahora Estado de Guerrero; vivió algún tiempo en Huauchinango y después en Chilapa; según las crónicas agustinianas, bautizó a más de seis mil indígenas y fundó en el curso de ocho años, iglesias y monasterios, enseñando a los naturales la doctrina cristiana. En 1548 hallábase en esta labor cuando fue llamado por sus hermanos a la capital del virreinato y cuatro años después, en el Capítulo Provincial celebrado en 1552, fue elegido Definidor de la Orden, cargo al que renunció casi en seguida, para dirigirse ahora a la Tierra Caliente del antiguo imperio chichimeca. Hizo el viaje a pie a Valladolid, pueblo fundado apenas once años antes por el virrey Antonio de Mendoza; aprendió en corto tiempo la dulce lengua de los naturales y al año siguiente, 1553, por su empeño evangelizador, sus virtudes y sabiduría, fue designado prior del convento de Tacámbaro, cuya jurisdicción abarcaba todo el sur de Michoacán y el poniente del Estado de Guerrero.

Ese hombre, sin duda, andaba practicando alguna de sus giras misionales para conocer las dimensiones y recursos del territorio, cuando, en medio de aquellos parajes de rústica belleza, fue visto por los indios chichimecas. Con ellos bajó la empinada cuesta y se detuvo en la explanada del Cerro del Castillo, desde donde pudo mirar entre la gama de un intenso y multicolor crepúsculo, el enorme anfiteatro de la Tierra Caliente con el cercano Tipitarillo y, más allá hacia la derecha, el majestuoso pico de Tancítaro (3,842 m. sobre el nivel del mar).2

Antes de este encuentro, fray Juan Bautista de Moya había ya estado en otras regiones michoacanas. Fundó "doctrinas" o "visitas" en Tlalpehuala, Coyuca, Zirándaro y Tuzantla; corre hasta hoy por aquellos rumbos la leyenda de que en Zirándaro invitó a comer al encomendero y al ofrecerle unas pobres tortillas, que eran su alimento, las oprimió entre sus manos y salió sangre; entonces el fraile, mirándolo con unos ojos infinitos de tristeza, le dijo:

2 Ut supra. Geografía física. p. 192. En el Inventario de Recursos de Michoacán, Ed. del Gobierno del Estado. México, 1973. Se le fija una altitud de 4,100 m. s. n. m.

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—Estas tortillas están amasadas con la sangre de mis indios.3 También hizo fundaciones en Cuitzio, Huetamo y Ajuchitlán con

lo que logró unir las misiones de Michoacán a las de Chilapa y Tlapa, que antes había establecido. Posteriormente fundó Purungueo y Turicato, y en Carácuaro dejó una imagen que aun se llama el "Santo Cristo del Misionero". Recorrió La Huacana, Tecpan, Petatlán, Zacatula y Coahuayutla. Ya por entonces se hablaba de hechos sobrenaturales en torno al "Apóstol de la Tierra Caliente", que nosotros consignamos aquí con la reserva debida, pues no existen documentos que comprueben su absoluta veracidad. Se afirmaba, por ejemplo, haberlo visto en levitación; que sus báculos al enterrarse florecían; que hacía aparecer el pan para el alimento de la gente; que cruzaba el Río Balsas sobre el lomo de un caimán; y que oficiaba misas en tres lugares distintos a la misma hora.

Desde el Cerro del Castillo donde se hallaba, fray Juan abarcó con la mirada la suave ladera que seguía a sus pies, y observó, dispersas en el centro de la extensa explanada, las casas de madera y barro, habitaciones de los indios chichimecas. Aquel poblado se llamaba Ario. Su existencia, como la de casi todos los pueblos prehispánicos de Michoacán, databa de la época en que los cazadores nómadas al mando de Hireti-Ticátame llegaron a Zacapu, por el año 1200 de nuestra Era; luego se esparcieron por la zona lacustre de Pátzcuaro y otros lugares, algunos muy lejanos, hasta formar el imperio de los cazoncis.

ARIO PREHISPÁNICO. POSIBLE ÉPOCA DE SU FUNDACIÓN Más adelante volveremos a encontrarnos con fray Juan Bautista de Moya. Dejémosle por ahora en la falda del Cerro del Castillo, sumido en sus meditaciones y rodeado de indios, mientras nosotros averiguamos la posible época en que pudo haber sido fundado el villorrio.

3 Enciclopedia de México, t. 9 pp. 271 y 272 cols. 541, 542 y 543. Impresora y Editora Mexicana, S. A. de C. V. México, 1977.

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La palabra Ario, sin lugar a dudas, es chichimeca. En ello están de acuerdo historiadores y filólogos. Algún autor, sin dar razones, afirma que significa "lugar donde se aprende a leer". Juan Medal en sus Apuntes estadísticos sobre el distrito de Ario, Estado de Michoacán4 declara terminantemente: "La palabra Ario significa en la lengua tarasca (es decir, chichimeca), tempestad, sitio de continuas lluvias; fue llamada así porque en el lugar donde se fundó eran en aquella época muy frecuentes estos meteoros durante la estación pluvial". El historiador Jesús Romero Flores5 dice que proviene de la voz chichimeca "Hurio" que quiere decir "tierra caliente"; y Pedro M. Llaca, acaso con mayor fundamento, anota: "Hay varias y muy diversas opiniones sobre el significado de la palabra Ario. Seguramente la más adecuada es la que hace derivar dicha palabra de la voz chichimeca "ari" que significa caña. Muy aceptable es que se haya formado una contracción con esta voz y la desinencia "ro" indicativa del lugar. En tal caso el significado español de la palabra sería el de "lugar de cañas" o "lugar donde hay cañas", muy apropiado por los extensos plantíos que se hacían y aun se hacen de ese fruto".6 Pero el caso es que la zona se aviene también a las otras definiciones: no existen hoy, propiamente, en el municipio, analfabetas; está asentado en el límite del clima templado (a veces frío de la sierra) y el cálido de los trópicos. Es, pues, boca o puerta de Tierra Caliente como se le conoce hasta la fecha.

Muy comentados son también, los escritos del famoso anticuario Lorenzo Boturini y Benaduci. En uno de ellos: Idea de una nueva historia general de la América septentrional, fundada sobre material copioso de figuras, símbolos, caracteres y jeroglíficos, cantares y manuscritos de autores indios, este autor afirma que antes del descubrimiento del Nuevo Continente por Cristóbal Colón, el poblado era conocido con el nombre de Guanaxo, que significa "piña

4 Memorias de la Sociedad Científica "Antonio Alzate". t. II. Imprenta del Gobierno. México, 1888. 5 Nomenclatura geográfica de Michoacán. Investigaciones lingüísticas. Cuadernos de Cultura Popular. Nº. 80. Morelia, 1974. 6 Michoacán. Estudios históricos, económico-fiscales sobre los Estados de la República. t. III. Secretaría de Hacienda y Crédito Público. México, 1940.

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de pino"; que esta denominación se debió a que ese territorio fue ocupado en aquellos tiempos por una tribu que en señal de victoria se adornaba con piñas de pino. A esta tribu —dice— se le conoció como la de los "guanaxos".

Consignamos lo anterior sólo como un dato curioso, pues no queremos pasar por alto nada que pueda ser útil al objeto de nuestra monografía. El caballero Boturini —como gustó que le llamaran sus contemporáneos— era un personaje sin carácter definido y los trabajos de investigación que realizó pintan de cuerpo entero su ingenuidad y falta de sindéresis.

Como no existen documentos por lo que respecta a la época prehispánica, que prueben su erección, vamos a servirnos de las referencias que hacen tanto la Relación de Michoacán,7 como su mejor comentarista, el doctor Paul Kirchhoff, con el fin de determinar más o menos en qué tiempo pudo haber sido fundado el Ario que descubrió fray Juan Bautista de Moya en 1556.

¿Cuándo incursionaron por aquella región las huestes chichimecas que dieron nombre al poblado?.

La Relación refiere que una vez muerto el caudillo Hireti-Ticátame en Zichaxúcuaro a manos de sus "cuñados", los zizambanecha, Sicuirancha, su hijo, levantó a su pueblo y se trasladó con él a un lugar hermoso y fértil llamado Uayameo (situado en la parte septentrional del lago de Pátzcuaro), a poca distancia de donde después se fundó Santa Fe de la Laguna. Allí el nuevo jefe "hizo las casas de los papas y los fogones y hacía traer leña para el adoratorio de su dios Curicaueri". En una de sus excursiones descubrió que Michuácan (Tzintzuntzan en idioma nahua) estaba habitado por mexicas, parientes de los nahuas que siglos antes habían pasado por allí rumbo al Valle de México, que adoraban a la diosa Xarátanga y vivían de la agricultura y la pesca combinadas.

Con estos vecinos Sicuirancha y quienes le sucedieron en el cacicazgo, se mantuvieron en buenas relaciones, pero con otros hubo que luchar para mantener y agrandar sus posesiones. Conquistaron

7 Relación de los Ritos y Población y Gobierno de los Indios de la Provincia de Michoacán hecha al Ilmo. Sr. D. Antonio de Mendoza, virrey y gobernador de esta Nueva España. (1541) Editorial Aguilar. Madrid, 1956.

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por la guerra Pichátaro, al sudoeste de la Laguna; Irámuco, Pareo (hoy Santiago Pareo y San Pedro Pareo en el municipio de Pátzcuaro), y arribaron a las cercanías de Curínguaro-achurin (Quirínguaro), al este de la ciudad de Pátzcuaro, en la montaña.

Sicuirancha al morir dejó un hijo, Pauácume y éste engendró a Uápeani, quien fue padre de Curátame, que en el orden de parentesco venía a ser bisnieto de Sicuirancha y tataranieto de Hireti-Ticátame, el fundador de la dinastía. Ahora bien, Curátame engendró dos hijos: Uápeani y Pauácume, a quienes llamaremos los segundos para distinguirlos de los anteriores.

"Xarátanga tenía ya su cu (templo) en Michuácan (Tzintzuntzan) —afirma la Relación—8 y sus sacerdotes y señor Tariaran iban por leña a Tamataho, un montecillo próximo a Uayameo; y sus sacerdotes llamados uatárecha llevaban ofrendas de esta leña algunas veces a Curicaueri. Y los chichimecas que tenían a Curiacueri, viendo esto, iban a un barrio de Michuácan llamado Yauro y de camino llevaban de esta leña a Xarátanga en ofrenda de Michuácan", lo cual hace suponer que se profesaban buena amistad.

Un día, sin embargo, ocurrió algo inesperado. Tariaran y los sacerdotes de Xarátanga bebieron vino en exceso durante una fiesta; ese hecho disgustó a la diosa, quien los castigó provocándoles vómito. Tratando de curarse, mandaron a sus "hermanas" a la Laguna para que les llevaran algunos pescados, pero éstas se encontraron una enorme culebra a la que condujeron a su casa. Allí, por indicación de los sacerdotes, la chamuscaron en el fuego, la cocieron con maíz en una olla e hicieron unas "poleadas", especie de atole, que engulleron. Hacia la media noche, tras de experimentar horrible escozor en el cuerpo, los sacerdotes se fueron transformando en culebras y por la mañana se echaron a la Laguna con dirección a Uayameo.

Los chichimecas al ver las culebras las espantaron dándoles voces; en seguida éstas dieron vuelta y penetraron en un monte llamado Tariacaherio, donde desaparecieron. "Tenido el anterior suceso como un agüero" —añade la Relación—9 los descendientes de

8 Ibídem, pp. 23 y 24. 9 Ibídem, pp. 25 y 26.

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Hireti-Ticátame se dividieron en cinco grupos, regidos cada uno por su jefe.

Tarépecha Chánshori con su gente y su dios Hurendequauécara, se instaló en Curinguaro-achurin, sitio al que ya nos referimos antes, ubicado en la montaña, al este de Pátzcuaro.

Otro, con su cacique Ipínchuani y su dios Tirípeme-Xungápeti se mudó a Pichátaro, al oeste de la Laguna, una de las tierras conquistadas.

Un tercero, al mando de Turepánguaran pasó con su dios Tirípeme-Turupten a Irámuco, aldehuela probablemente en las riberas del Lago, que ya no existe.

Un cuarto cacique, Mahícuri, tomó a su dios Tirípeme-Caheri y se fue con los suyos a Pareo, lugar que también ya hemos citado.

En Uayameo permanecieron solamente los hermanos Uápeani II y Pauácume II, pero luego —de acuerdo siempre con el texto del Códice— "tomaron a Curicaueri y llevándole por cabe la Laguna, de la parte de Santa Fe y pusiéronle en el peñol que está allí llamado Capacurio". Pasado algún tiempo este grupo que era el principal y poseedor de Curicaueri, el dios mayor, bordeó el lago de Pátzcuaro por las montañas, acampando sucesivamente en Phatamu-angaracaho, Uatzeo-tzarauacuyo, Xenguaran y Honchéquaro para luego ir a establecerse en Tirimichúndiro, ubicado donde hoy está el pueblo de Tingambato.

Pero también los habitantes nahuas de Michuácan-Tzintzuntzan —comenta Kirchhoff— abandonaron su pueblo, y después de una larga migración fundaron uno nuevo al sudeste del Lago y le dieron el nombre de su jefe, Tariaran. De allí en adelante Tariaran, santuario de la diosa Xarátanga, pasó a desempeñar el papel civilizador que antes correspondió a Michuácan. No sabemos más de este "curioso agüero de las culebras", pero no cabe duda que sus consecuencias cambiaron todo el rumbo de la historia de Michoacán. De tres de los cinco grupos en que se dividieron los chichimecas, ya no se oye hablar más.10

10 La Relación de Michoacán, como fuente para la historia de la sociedad y cultura tarascas. p. XXVII. Editorial Aguilar. Madrid, 1956.

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Algún tiempo después de radicarse en Tirimichúndiro los hermanos Uápeani II y Pauácume II, este último contrajo nupcias con Patzimba, hija de Curiparanchan, pescador de la isla de Xarácuaro, que había de llegar a ser la madre de Tariácuri, el gran héroe de la epopeya chichimeca. Con motivo de este matrimonio surgieron excelentes relaciones entre los cazadores nómadas y los isleños, al grado de que los citados hermanos vivieron un tiempo en Xarácuaro, uno con el cargo de "sacrificador" y el otro con el de "Petámuti" (sacerdote).

Empero, un día Carícaten, cacique de Xarácuaro, por intrigas de Chánshori, el jefe chichimeca que vivía en Curínguaro desde el "agüero de las culebras", riñó con Uápeani y Pauácume, los expulsó de la isla y éstos volvieron a su antiguo solar, Tirimichúndiro. Es este el tiempo en que fundan Pátzcuaro y algunos años después mueren en una emboscada".11

Al llegar a este punto nos parece pertinente hacer algunas reflexiones que nos acerquen con absoluto criterio histórico, a la probable fecha de la fundación de Ario.

Partamos de la gran división de Uayameo a causa del "agüero de las culebras" —punto clave de la historia— porque desde entonces grupos chichimecas se diseminaron por importantes regiones de los hoy Estados de Michoacán y Guanajuato, formando centros de población, algunos de los cuales, como veremos más adelante, todavía existen.

¿Cuándo tuvo lugar —en una posible hipótesis— dicha escisión?. Véamoslo. Hireti-Ticátame llegó con su tribu a Zacapu, según se dijo antes,

por el año 1200 de nuestra Era. Se avecindó en Zichaxúcuaro y allí murió victimado por los zizambanecha; Sicuirancha, su hijo, trasladó la sede a Uayameo donde gobernaron sucesivamente él y sus cuatro descendientes inmediatos: Pauácume I, Uápeani I, Curátame,

11 Pablo G. Macías. Los Chichimecas. Apuntes para escribir la historia prehispánica de Michoacán. Gobierno del Estado de Michoacán, pp. 60.64, México, 1979. Del mismo autor. Pátzcuaro. Monografías municipales, pp. 33 y 34. México, 1978.

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Uápeani II y Pauácume II (los dos últimos eran hermanos y compartieron el poder).

Por otra parte, el Diccionario de geografía, historia y biografía de Leduc, Lara Pardo y Roumagnac indica que los hermanos Uápeani y Pauácume, los segundos, murieron en 1360 y, aunque radicados en Tirimichúndiro, habían ya fundado su gran centro ceremonial en Pátzcuaro; allí se efectuaron sus funerales.

Entre 1200 y la fecha señalada por el Diccionario… a la muerte de los caudillos, hay un lapso de 160 años, durante el cual, la tribu chichimeca-michoacana fue regida por seis generaciones de caciques, incluyendo a Hireti-Ticátame. Si asignamos a cada una de las cinco últimas generaciones un promedio de 26 años y 20 a la de Hireti-Ticátame por haber sido truncada bruscamente por la prematura muerte de éste, no creemos apartarnos de una realidad cronológica, si aseguramos que la gran división de Uayameo tuvo lugar algunos años antes de que se estableciera el grupo troncal en Tirimichúndiro, acaso diez o quince, si se recuerda que Uápeani II y Pauácume II acamparon por temporadas (cuyo lapso no se menciona en la Relación) en Phatamu-angaracaho, Uatzeotzirauacuyo, Xénguaran y Honchécuaro.

Afincados ya en este lugar, entablaron amistad con los isleños de Xarácuaro, y Pauácume I, casó con Patzimba; fueron en la isla el uno "sacrificador" y el otro "petámuti"; luego fundaron Pátzcuaro y, finalmente, perecieron en una emboscada. En todo ello debieron transcurrir, según cálculos razonables, otros veinte años que, agregados a los quince de la peregrinación, suman 35. Por consiguiente, el "agüero de las culebras" que propició la división de Uayameo, debe haberse registrado por 1315, según la distribución que hemos hecho del tiempo entre 1200 y 1360.

Preguntamos ahora: ¿No sería lógico suponer que como consecuencia de la división de Uayameo, grupos chichimecas invadieron la Tierra Caliente y fundaron Ario, así como otros numerosos centros de población bien conocidos al presente? Al norte de la actual ciudad de Ario, a unos 300 metros a la derecha de la carretera que baja de Pátzcuaro a la costa, se halla una yácata

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parecida a las de Tzintzuntzan12 —destruida en parte y semi-cubierta de tierra— y los vecinos aseguran que entre la maleza de los terrenos adyacentes, existen otras, amén de que han sido encontrados por los labriegos al roturar sus tierras, cerámicas y otros objetos que el Instituto Nacional de Antropología no ha podido estudiar por falta de personal y presupuesto.

Unas notas que Roberto Pita Cornejo, nativo de Ario de Rosales y vecino de Pátzcuaro, nos proporcionó de su archivo particular, sitúan la fundación de Ario en la época de las conquistas de Hireti-Ticátame; o en otras palabras, a principios del siglo XIII. Más posible, sin embargo, nos parece que el acontecimiento haya tenido lugar después de la división de Uayameo o durante las guerras llevadas a cabo a mediados del siglo XV por los caudillos Hirípan, Tangáxoan e Hiquíngare, de que se hablará adelante.

El escritor Juan Medal en sus Apuntes estadísticos…13 asienta textualmente: "…Hacia el norte de la población, como en otros puntos, hay yácatas levantadas en medio de las llanuras que comprenden el extenso valle de Ario: el origen de estos monumentos primitivos o sepulcros de los antiguos magnates de las tribus tarascas (chichimecas), están ya bien descifrados por la historia y por lo mismo determinamos efectuar algunas excavaciones en éstas.

12 A fines de febrero de 1979, antes de cerrar mis Apuntes sobre esta monografía, hice una última visita de trabajo a la ciudad de Ario de Rosales. Conmigo fueron, mi dilecto amigo el escritor Roberto Pita Cornejo, secretario del H. Ayuntamiento de Pátzcuaro, excelente guía y conocedor de las tradiciones de la comarca, de la que es nativo; un ayudante que conducía el vehículo especial en que viajamos J. Guadalupe Hurtado García; y el fotógrafo de prensa Joaquín Hernández Camargo, de la Dirección General de Turismo de Morelia. Los cuatro pudimos apreciar los restos de la yácata y tanto Pita Cornejo como otros vecinos caracterizados del lugar, a quienes entrevistamos después (Javier González, Ramón Herrera, Joaquín Benítez Zuloaga y licenciado Atilano Vázquez), estuvieron acordes en que al practicarse excavaciones en cualquier punto de Ario, se han encontrado "idolitos", cuchillos de obsidiana, puntas de flecha del mismo material, piezas antiguas de barro y restos de yácatas. N. del A. 13 Ut Supra. p. 204.

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"Por los objetos extraídos allí, como por la forma de éstos y su fisonomía arqueológica, del todo semejante a los que se presentaron en la primera exposición de Michoacán, reconocimos que dichos monumentos habían sido edificados en tiempos muy remotos por las tribus chichimecas para conservar la memoria de sus jefes; pues estas tribus poblaban entonces el sur de Michoacán, las cuales se distinguieron en el siglo XVI por sus costumbres, su cultura, su industria en las artes mecánicas y por la armonía de su idioma rico en vocales; además, supieron sostener su monarquía independiente del imperio mexicano hasta la venida de los españoles…"

Recordemos también que de tres de los grupos que se separaron en Uayameo ya no se supo más —el de Ipínchuani, Turepupánguaran y Mahícuri—, afirma la Relación, lo que hace presumir fundadamente que peregrinaron más allá de la zona lacustre; esta última por aquel tiempo, objetivo principal de la tribu de Hireti-Ticátame.

Si aceptamos esta hipótesis, deduciríamos que la fundación de Ario prehispánico quedaría comprendida entre los años de 1315 y 1360, periodo en que se efectuaron en la región central lo que hoy es el Estado de Michoacán, los grandes acomodamientos no sólo de estos chichimecas históricos, sino de los restos de grupos nahuas, otomíes y matlazincas que también habitaron el vasto solar.

LA INTEGRACIÓN DEL IMPERIO REFUERZA LA HIPÓTESIS Si bien lo dicho en las líneas anteriores demuestra que Ario existía desde antes de la llegada de los españoles a Michoacán, en el siglo XVI, no está por demás que refiramos algunos datos fundamentales acerca de la integración del imperio chichimeca, que pueden también clarificar o reforzar la hipótesis que hemos establecido.

La Relación… de Michoacán narra que poco antes de la muerte de Tariácuri, ocurrida entre 1446 y 1448,14 este caudillo, ya muy anciano, pues murió de 90 años, dio plenos poderes a sus sobrinos

14 Pablo G. Macías. Los Chichimecas, Ut. Supra. p. 172. Del mismo autor: Pátzcuaro. Monografías Municipales, pp. 61 y 62. Gobierno del Estado de Michoacán. México, 1978.

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Hirípan y Tangáxoan, así como a su hijo Hiquíngare, para que llevaran a cabo por su cuenta, conquistas territoriales suficientes para la formación del Imperio que él había proyectado desde joven.

A los golpes de estos jóvenes guerreros, cayeron sucesivamente no sólo los pocos pueblos lacustres que conservaban una nominal autonomía, sino el señorío de Hiuacha, príncipe de Tariaran, con capital en Zirahuén; el cacicazgo de Zurumban, poseedor de la diosa Xarátanga y heredero de la cultura nahua; los de Curínguaro, Tetepeo, Tiripitío, Hetúcuaro, Hóporo, Xaso-chucándiro, Teremendo, Huaniqueo (en el Códice aparece este nombre a veces con H y a veces sin ella), Cumanchén, Naranxan, Zacapu, Cherán, Siuinan, Hacahuato, Tzintzupan, Chemengo, Huacapu, Yuriria, Hapacutio, Urecho (actual Nuevo Urecho, cabecera del municipio de su nombre)15 y ciento cuarenta pueblos más, habitados tanto por chichimecas como por nahuas, otomíes, tecos y matlazincas.

Se hallaban precisamente los tres jefes en Urecho cuando recibieron la noticia de la muerte de Tariácuri. Hijo y sobrinos se trasladaron rápidamente a Pátzcuaro para asistir al entierro, después del cual se dispusieron a tomar posesión de sus respectivos reinos, de acuerdo con las instrucciones del caudillo. "Y llamó Hirípan a Tangáxoan y a Hiquíngare y díjoles: hermanos ya es muerto Tariácuri, nuestro tío; tú Tangáxoan vete a Michuácan (Tzintzuntzan) y yo me iré a Cuyuácan (Ihuatzio) y Hiquíngare estará aquí en Pátzcuaro, que aquí es su casa y asiento. Y hicieron una casa a Hirípan en Cuyuacán y a Tangáxoan otra en Michuácan, y tomó cada uno su señorío y fueron tres señoríos…"16

Apenas Tangáxoan e Hinquíngare acababan de instalarse en sus respectivas ciudades, cuando Hirípan volvió a llamarlos y en consejo acordaron proseguir las guerras de conquista. Es sólo por el número y la ubicación de los señoríos anexionados (desde la Tierra Caliente a ambos lados del Río Balsas, las planicies y depresiones de Ario, La Huacana, Urecho y Taretan, hasta el Bajío de Guanajuato y el sur de San Luis Potosí) como nos podemos formar alguna idea de la

15 No confundir Urecho con Uricho, pueblo este último perteneciente a Erongarícuaro, en la zona lacustre. 16 Ibídem, pp. 151 y 152.

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magnitud de las campañas que eran necesarias para cubrir todo ese enorme territorio. ¡Es sorprendente, pues, que hacia la mitad del siglo XV habían quedado muy por abajo las primitivas ambiciones de Tariácuri, que aspiraba a un reino unido y nacionalista con sólo las comunidades establecidas en torno del Lago de Pátzcuaro!.

Fueron sometidos por el triunvirato en medio de encarnizadas luchas, Huriparao, Charo, Chútiro, Tupátaro, Uarirásquaro, Xéroco, Cuitzeo, Peuendao, Zinzimeo, Uamúquaro, Acuitzapeo, Papazio-hoato, Tetengueo, Puruarán, Cutzian, Mazani, Petacio, Camuqua-hoato, Yuréquaro, Zirándaro, Cupan, Cuxaran, Caxuruyo, Sicuítaro, Tarimbo-hatzaquirán, Sicuitarán, Pumucha-cupeo, Yacuho, Ayaquenda, Zinahua, Churumuco, Paranzio, Zinapan, Zirapitío, Taziran, Turuquarán, Cupuan, Charapichu, Paráquaro, Páquaro-hoato, Tiristarán, Puco-hoato, Tancítaro, Eroxio y Ziramaratiro.

En otra campaña, Hirípan, Tangáxoan e Hiquíngare, reforzadas sus fuerzas con efectivos de los isleños y nahuas, agrandaron el imperio chichimeca con más pueblos: Usindan, Hauiri-hoato, Zinapan, Apatzingan, Pungari-hoato, los cinco de la Tierra Caliente. De los otomíes tomaron: Ambezio, Tahuengo-hoato, Tiringueo, Characharando, Paranchéquaro, Uatzi-hoato, Uhcumu, Ahcandiquau, Haroyo, Xungapeo, Chapato-hoato, Haziro-aunio y Taximaroa. Luego se extendieron, sin dar tregua a nada, a Pucuri-equatacuyo, Maravatío, Hucario, Hirechuhoato, Acámbaro, Hiramucuyo, Peuengao, Tauéquaro, Puruándiro, Ziránquequaro, Quarunu, Inchatzo, Hutazeo, Acauato, Zanzani, Tamazulla y Caputlán.

El horizonte político de los chichimecas abarca ahora desde las costas de Guerrero, Michoacán, Colima y Jalisco en el Océano Pacífico hasta los Estados de Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí. Algunos de los pueblos conquistados han desaparecido. A continuación damos a conocer aquellos que aun existen, plenamente identificados, con anotación de los municipios a que pertenecen en la actualidad:

Araró (Zinapécuaro), Tacámbaro (Tacámbaro), Uruapan (Uruapan), Paracho (Paracho), Charo (Charo), Puruarán (Turicato), Yuréquaro (Yurécuaro), Zirándaro (población perteneciente al Estado de Guerrero), Parácuaro (Parácuaro), Tiristarán (Morelia), Tancítaro (Tancítaro), Apatzingán (Apatzingán) Purenchécuaro (Quiroga),

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Taximaroa (Ciudad Hidalgo), Acámbaro (ciudad perteneciente al Estado de Guanajuato), Yuriria (lo mismo), Etúcuaro (Acuitzio del Canje), Chucándiro (Chucándiro), Huaniqueo (Huaniqueo), Teremendo (Morelia), Cumanchén (Comanja), Naranxan (Naranja), Zacapu (Zacapu), Cherán (Cherán), Condémbaro (Tancítaro), Tupátaro (Huiramba), Cuitzeo (Cuitzeo), Zinzimeo (Álvaro Obregón), Puruándiro (Puruándiro), Zinapécuaro (Zinapécuaro) y Maravatío (Maravatío).

No se mencionan en esta pequeña lista los nombres de pueblos que repetidamente han sido citados, cuya ubicación se ha dado; o bien aquéllos de situación desconocida.

Pronto se dieron cuenta los triunviros de que, con motivo de las guerras, los habitantes huían de un lugar a otro, sin rumbo fijo —muchas veces se remontaban a las montañas— llevándose consigo sus menajes fácilmente transportables, entre los cuales figuraban oro, plata, piedras preciosas, plumajes, conchas y joyas en general, exponiendo todo a pérdidas irreparables. Resolvieron entonces convencer a los vecinos de que regresaran a sus respectivos pueblos, tomaran posesión nuevamente de sus casas y los que no las tuvieran las edificaran, cultivaran las tierras y vivieran en paz, para lo cual Hirípan, Tangáxoan e Hiquíngare les garantizarían su protección, siempre que, naturalmente, los reconocieran como sus jefes superiores.

Los propios caudillos se percataron de que por la enorme extensión que abarcaba ya sus dominios, no era posible gobernarla con eficiencia, por lo cual tomaron la decisión de nombrarles caciques a cada pueblo, encargados de aplicar las leyes del Imperio, conservar la disciplina y mantener las costumbres. Se autorizó a estos mandatarios locales a hacer conquistas por su propia cuenta en beneficio de la comunidad chichimeca y bajo la supervisión de los tres herederos de Tariácuri.

"…No se contentaron los purépechas (nombre dado también a los chichimecas, tan impropio como el de tarascos) —en palabras del historiador Fulgencio Vargas—17 con los triunfos obtenidos en Michoacán; soñaron con un poderío que los hiciera semejantes y aun

17 Historia elemental del Estado de Guanajuato, pp. 25 y 26. México, 1940.

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superiores a los pueblos vecinos. Así pasaron de Michoacán al hoy Estado de Guerrero, que les brindaba con tierras propicias a la agricultura y con maderas preciosas en sus abruptas serranías… Hicieron como los mexicanos labor de expansión y de conquista; pero más afortunados que éstos, debido a la vecindad y a la persistencia de la lucha, lograron ensanchar su poderío, de tal suerte, que la mayor parte de lo que es ahora Guanajuato, y aun los mismos lugares sometidos al yugo tenochca, quedaron en poder de los purépechas. Compruébanlo perfectamente los muchos lugares que todavía conservan el nombre impuesto por los michoacanos: Guanajuato, Irapuato, Acámbaro, Cuerámaro, Coroneo, Huanímaro, Irámuco, Jerécuaro, Yuririapúndaro, Tarandacuau, Tarimoro, Tócuaro, Uriangato y tantos más… La aldea principal era Yuririapúndaro, cabecera de los terrenos conquistados por este rumbo, que a la llegada de los españoles tenía seis o siete mil habitantes…

"Palpables muestras de la cultura y predominio de los tarascos en Guanajuato —añade Vargas— las tenemos en las yácatas o pirámides de San Bartolo (municipio de Apaseo), de las de Uriangato y Pukiato (cerca de Moroleón), del notable cementerio chichimeca de Chupícuaro (municipalidad de Jerécuaro) y de los monumentos de reciente exploración en tierras de Silao, de Irapuato y de San Francisco del Rincón. En todos ellos se advierte la huella de los indios de Michoacán, ora tratándose de la figura de los ídolos, ora de los collares y pendientes, ora de los utensilios de cocina".

El padre Lucio Marmolejo18 expresa que las huestes chichimecas, en la época que reseñamos, fundaron pueblos y aldeas en vasta zona del ahora Estado de Guanajuato. Coincide con Fulgencio Vargas al afirmar que la cabecera de todos era Yuririapúndaro, cuyo cacique "llamado por los antiguos historiadores general de los chichimecas, recibió el bautismo con el nombre de don Alonso Sosa".

Las otras principales aldeas chichimecas de que se tiene noticia, son las de Pénjamo,19 Coynán, Cuitzeo, Los Ayos, Guastatillos y

18 Efemérides guanajuatenses, p. 86. Imprenta, librería y papelería de Francisco Díaz. Calle de la Tenaza Letra L. Guanajuato, 1907. 19 Un hijo ilegítimo del último cazonci, Tangáxoan II, que al ser bautizado tomó el nombre de don Diego Tomás Quesuchigua, andando el tiempo

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Quanashuato (Guanajuato) capital del Estado de ese nombre. El significado de Quanashuato es "lugar montuoso de ranas", el cual, según el padre Marmolejo, le fue puesto por dos razones: la primera, por la facilidad con que se propagan en la comarca esta clase de animales; y la segunda, por haber encontrado los indios en una de las montañas, una enorme piedra que semejaba la figura de una rana, a la cual tributaron culto religioso.

Todo este relato viene a cuento —con riesgo de ser prolijos— porque si bien la Relación… de Michoacán no menciona expresamente como conquistada la congregación de Ario, es muy posible que sí lo fuera, puesto que lugares tan cercanos a ella como Xácuaro (hoy Santa Clara del Cobre o Villa Escalante), Urapa, Las Cundas, Tanácuaro, Puentecillas, La Huacana y Nuevo Urecho (sin contar Taretan, Tacámbaro, Puruarán y Uruapan, que estaban más distantes) quedaron sometidos al integrarse el Imperio chichimeca hacia el año 1450.20

A la vista de estos datos, el lector podrá hacer con mayor facilidad las investigaciones y deducciones que le parezcan más acertadas.

SANTIAGO ARIO, DON VASCO DE QUIROGA Y FRAY JUAN BAUTISTA DE

MOYA Volvamos ahora al "Apóstol de Tierra Caliente", a quien dejamos sumido en profundas meditaciones y rodeado de cazadores chichimecas, en la falda del Cerro del Castillo. Al entrar en Ario pudo observar este religioso que la disposición de las casas en la amplia ladera, no era anárquica como ocurría en otros pueblos prehispánicos. Se notaba allí, por la traza, la mano de un urbanista inteligente. Y es que a fray Juan le había precedido en la visita a aquellas tierras, un hombre singular, sin hábito de monje, pero también con báculo y libro de oraciones, vigoroso y de espíritu fuerte a pesar de sus 63 años que contaría en 1533; visionario y progresista,

alcanzó el grado de capitán y fundó Pénjamo, donde fijó su residencia. N. del A. 20 Pablo G. Macías. Los Chichimecas. Ut. Supra. Pp. 187-189.

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fiel trasunto de Tomás Moro que, como él se había adelantado a su siglo. Ese hombre era Vasco de Quiroga.

Vasco de Quiroga, en efecto, primero como oidor enviado por la Segunda Audiencia de México, de la que formaba parte; y después como obispo, recorrió sin duda varias veces entre 1533 y 1565, en misión pastoral y social, la Tierra Caliente, la brava costa de Michoacán y Colima y las extensas planicies del opulento Bajío guanajuatense, hasta las fronteras con San Luis Potosí, fundando congregaciones, doctrinas y pueblos, o apoyando las que hacían los franciscanos y agustinos a lo largo y ancho de su obispado.

Llevaba en sus continuas giras este misionero laico, en una mano la Cruz de Jesucristo y en la otra el arado que roturaba la tierra y hacía fructificar la semilla. Celoso como el Buen Pastor, cuidaba de su rebaño con profundo celo, según lo atestigua la muerte que lo sorprendió en Uruapan en 1565, en pleno trabajo heroico a los 95 años de edad, cuando visitaba por última vez aquellos sitios de su predilección.

Al llegar a dichos lugares (1533-1538), el señor Quiroga se encontró con las ruinas de los pueblos chichimecas, que sus moradores habían abandonado remontándose a las montañas, después del bárbaro asesinato del último cazonci, Tangáxoan II, en 1530. El sabio oidor, como lo hiciera antes en Tzintzuntzan, habló con los indios y sus jefes, volviólos a sus chozas y les dio un santo patrón que los protegiera.

Los pocos datos históricos que hemos podido recoger en los archivos del Ayuntamiento de Ario —eficazmente auxiliados por el secretario de este cuerpo, licenciado Atilano Vázquez Herrera— y en otros archivos y bibliotecas, revelan que cuando don Vasco de Quiroga fue a pacificar el reino de Michoacán, reorganizó no sólo el pueblo de Ario, sino el de Xácuaro-Santa Clara de los Cobres, así como varias congregaciones indígenas aledañas, entre otras las que ya citamos: Tunácuaro, Urapa, Puentecillas y Las Cundas. Como observara que los naturales de Xácuaro poseían especial gusto y habilidad por el labrado del cobre, mandó traer de España artífices

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especializados para que les enseñaran la técnica de este trabajo, siendo famosas ahora las manufacturas que elaboran.21

Esta actitud benévola contribuyó a que los indígenas de ambas márgenes del Río Sisipucho que en 1522, a la llegada de los españoles a Tzintzuntzan, habían huido a los montes abandonando sus pequeños pueblos de Taborca, Churucumeo, Itziparátzico, Cuirindicho, Huitzila y Andicua, regresaran unos a sus antiguos hogares y otros se afincaran en Santa Clara.

Ya como obispo (1538-1565), el señor Quiroga volvió a la Tierra Caliente. Durante sus permanencias en Ario enseñó a los habitantes el arte de curtir las pieles y fundir metales, principalmente el cobre, que se extraía de las minas de La Huacana. Estos dos ramos de la industria primitiva se hermanaron formando en Ario una sola. "Tata" Vasco quiso darle por patrón a este pueblo —en recompensa al ingenio y lealtad de su gente— a Señor Santiago, que, a su vez, lo era de su patria, España, donde una tradición peninsular dice que "derrotó a los moros".

Este fue el Santiago Ario que en 1556 encontró fray Juan Bautista de Moya después de trasponer el Cerro de la Barra. Sin descuidar su priorato de Tacámbaro ni sus misiones por el resto de la Tierra Caliente, tuvo este varón insigne especial afecto por los arienses. Once años permaneció entre ellos, llevando a término una eminente obra social y de evangelización. Impulsó las artesanías implantadas por Quiroga y fomentó con singular devoción el amor a la tierra, de la que los habitantes extraerían el sustento de sus familias. Tal es la razón por la cual los vecinos de Ario consideran a fray Juan Bautista de Moya como el fundador verdadero de la ciudad reconstruida después de la conquista hispana.

Él supo rehabilitar entre los indios la fe en la justicia, los protegió del abuso de los encomenderos, hizo que los colonizadores que iban llegando los trataran como a iguales y les infundió la esperanza de alcanzar una felicidad cristiana.

No dejaron de sorprenderse aquellos ariscos chichimecas ante el nuevo trato. Si apenas unos años antes habían visto perecer quemado

21 Jesús Rojas Sánchez. Santa Clara del Cobre. p. 11. Sin pie de imprenta. 1966.

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vivo, a su último rey; si el látigo, el hierro y el tormento más refinado habían marcado sus carnes, y obedecían rencorosos al feroz capataz, ahora los papeles parecían trastocarse con aquel manso agustino.

Llevaba éste —como ellos— los pies desnudos, sangrantes; soportaba, para dar el ejemplo, con heroica resistencia, sin queja, la vigilia, lo duro del camino bajo un sol abrazador o el frío inclemente de las montañas; dormía a ras del suelo y comía pan de bledos, kurundas, ukuares, chapatas y uchepos.

Por contradictorio que parezca, aquellos indios se sentirían fortalecidos ante la sola presencia de ese fraile humilde, desencajado, punto menos que un actual pordiosero; no se explicarían por qué la misma soldadesca brutal, los capitanes y señores se inclinaban ante él, que en vez de espada llevaba una cruz y por báculo un tosco palo cortado en el sendero.

Con paciente y dulce modo, aquel hombre curaba a los arienses no sólo de sus dolencias físicas. Les daba también consuelo y bríos para el trabajo diario, amor para sus familias y la visión clara de una nueva forma de vida.

Por todo lo anterior, mucho nos ha sorprendido que no se le haya levantado en el centro de Ario —tal vez pudiera lograrse un día en la plazuela Victoriano Pimentel, frente a la parroquia de Santiago— una estatua como la erigida al mariscal de campo Víctor Rosales en el Jardín Principal.

A mediados de 1567 fray Juan enfermó de cuidado. Su precaria salud anunciaba de un momento a otro un fatal desenlace. Para procurarle algún alivio los indios lo llevaron cargado a Valladolid, donde falleció el 20 de diciembre de aquel año, en una celda del convento de San Agustín. "Tuvieron que sepultarlo de prisa —comenta el enciclopedista—, porque el gentío se abalanzó sobre sus prendas, pues era muy grande su prestigio como santo. Sobre su tumba en San Agustín de la ahora ciudad de Morelia, se lee este epitafio: Qui nomen mores quetuos, praecurso Jesu, dum vixit retulit donditur hoc túmulo".22

También en el "gran viaje", don Vasco de Quiroga se le había adelantado dos años a este insigne predicador.

22 Ut Supra. pp. 272, col. 543.

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FUNDACIÓN DE SANTIAGO-ARIO. OPINIÓN DEL HISTORIADOR ROMERO

FLORES En 1956 el Ayuntamiento y el pueblo de Ario (hoy Ario de Rosales en homenaje al prócer insurgente mariscal Víctor Rosales) celebró con gran dignidad e inusitado fervor patrio —hecho del que hablaremos oportunamente— el cuarto centenario de la erección de dicha ciudad. El acontecimiento dio margen a que, previamente, dos historiadores michoacanos de reconocido prestigio, don Jesús Romero Flores y don Antonio Salas León, fueran requeridos por el presidente municipal, Antonio Villanueva Macías, para que emitieran su opinión sobre si desde el punto de vista histórico, se estaba en lo debido al conmemorar en 1956 la indicada efemérides.

En el archivo municipal de Ario no hallamos la respuesta de Salas León. Recurrimos entonces a sus amigos con el propósito de celebrar con él una entrevista, enterándonos luego por ese conducto, de que el historiador recientemente había fallecido.

La contestación de mi dilecto amigo Romero Flores, fechada el 1º de mayo de 1956, dice a la letra:

Sr. Antonio Villanueva M. Presidente Municipal de Ario de Rosales, Mich. Muy estimado y fino amigo: En mi poder su apreciable carta del 5 de abril que hasta hoy contesto, pues dada la naturaleza de la pregunta que usted se sirve formularme, no es serio ni correcto contestarla de una manera ligera y superficial, sin antes hacer un estudio detenido del asunto.

A ese propósito consulté desde luego, la "Estadística de la Provincia de Michoacán" publicada en el año de 1824 por don Juan José de Lejarza; este autor trae datos muy interesantes sobre Ario; pero de su fundación no dice nada.

Leí, en seguida, la parte relativa de la obra "Noticias para formar la Historia y la Estadística de Michoacán" por el doctor don José

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Guadalupe Romero en 1862; trae lo de Lejarza y algo más, pero nada de la fundación de Ario. Habla de la fundación de Urecho.

Remontándome a las antiguas crónicas de la Orden de San Agustín, cuyos sujetos misionaron en la Tierra Caliente, consulté las siguientes: "Americana Tebaida" por fray Matías de Escobar, compuesta en el año de 1729. Esta obra enumera las poblaciones fundadas por fray Juan Bautista de Moya y entre ellas señala a Ario (Santiago Ario). No dice la fecha.

Vi luego la "Crónica Agustiniana" por fray Juan Bautista, pero sobre lo que deseamos no dice nada.

Por último consulté la obra "Historia de la Provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán" por fray Diego de Basalenque y publicada en 1673 y esta obra me dio mayor luz.

Por ella colijo que fray Juan Bautista de Moya fue el fundador de Santiago Ario, probablemente en el año de 1556, sin que esto se exprese de una manera categórica, sino por deducciones, a saber:

Fray Juan Bautista de Moya nació en Jaén, España, en el año de 1504. Llegó a la entonces Nueva España (México) en el año de 1536. Vivió en Chilapa y Huauchinango varios años y vino a Michoacán en 1552, instalándose primeramente en Valladolid (Morelia) y pasó luego a Tacámbaro a emprender su obra de evangelización y fundación, durando en ella cinco años, pues falleció en el de 1567.

No es aventurado afirmar que, en esos cinco años de tan intensa labor, en los que llegó hasta Pungarabato y Zirándaro y fundó muchos pueblos de la Tierra Caliente, no haya fundado a Santiago Ario en el año de 1556, es decir, un año antes de su fallecimiento.

Desde luego hay que hacer notar que ya la mayor parte de los pueblos michoacanos estaban fundados desde el tiempo de los reyes tarascos, lo prueba su mismo nombre Ario, que al ser reducidos sus habitantes al cristianismo, por medio de la catequización, se le antepuso el nombre del santo patrón que se les señalaba y que en este caso fue Santo Santiago. Como el día que se fundaba el pueblo, es decir, que sus habitantes se convertían, se tomaba el nombre del santo del día, no es remoto asegurar que fue el 25 de julio de 1556.

Cuando para escribir la historia no existen documentos fehacientes, claros y terminantes, no es absurdo emplear el método inductivo-deductivo, es decir, proceder por los datos más

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aproximados y verosímiles que existan. Es lo que yo he hecho en el presente caso, y creo no estar errado.

Mientras no haya un documento que compruebe lo contrario, debe tenerse como fecha de la fundación de Santiago-Ario el día 25 de julio del año de 1556.

Puede usted proceder a organizar los festejos para ese día y le deseo que, no obstante la premura de tiempo, salgan muy entusiastas y lucidos, debido al patriotismo de los hijos de ese lugar.

Quedo, como su atento amigo, que sinceramente lo aprecia. Su afmo. atto. y S. S. Dr. y Profr. Jesús Romero Flores".23

El historiador Romero Flores supone que los habitantes de Ario, fueron "reducidos" al "cristianismo" el 25 de julio de 1556. De allí parte para afirmar que en tal fecha se fundó el pueblo, dándosele por patrono el santo del día. A eso se debió que se le llamara Santiago Ario. Pero el hecho evidente es que el ahora llamado Ario de Rosales fue bautizado varios años antes por el obispo Quiroga, de tal suerte que cuando fray Juan Bautista de Moya penetró por primera vez en la Tierra Caliente de Michoacán (1553), el citado pueblo ya era conocido como Santiago Ario. Sea pues, el 25 de julio el de su erección u otro día cualquiera, lo cierto es que la ciudad con nueva traza y organización, nació el año de 1556 y prosperó guiada por la sabia mano del "Apóstol de la Tierra Caliente".

Por otra parte, al historiador Romero Flores, tan cuidadoso en sus investigaciones y escritos, se le deslizaron esta vez dos molestos gazapos:

El primero, fray Juan Bautista de Moya permaneció 14 años (de 1553 a 1567) en tierras michoacanas, no cinco, como equivocadamente se afirma; y segundo, si fray Juan fundó Ario en 1556 y murió en 1567, fueron once años y no uno, los que transcurrieron entre los dos acontecimientos.

Entre las primeras familias castellanas que edificaron casas en Santiago Ario figuraban los Alcázar, Infante, Hurtado, González, Moreno, Gallardo, Gómez, Alarcón, Castañeda y Vicentelo, las cuales al mezclar su sangre con la indígena produjeron un tipo de hombre vigoroso, leal y patriota. Refiriéndose a estas familias, precursoras del

23 Archivo del H. Ayuntamiento de Ario de Rosales.

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linaje ariense, el poeta J. Lamberto Moreno, escribió en su libro Los Gañanes, estas evocadoras semblanzas:

"…Alcázar, apellido que suena a fortaleza y que llevó en su limpia travesía por la vida, don Francisco Darío, hombre fuerte, hombre de empresa que supo dar lustre a su prosapia y prestigio a su progenie. Seda en su vida y seda en su trato.

"Alarcón, sello personal de familias que marcaron una trayectoria sin sombras, sin dudas, y en cuyo seno nacieron sacerdotes, monjas, artistas, soñadores, quijotes y románticos.

"Hurtado, símbolo de una ascendencia de guerreros, de poetas y políticos hispanos que supieron escribir con una espada y matar con una pluma; espada y pluma que bien hubieran podido ostentarse en su heráldica con el patronímico de Mendoza en gallarda conjunción, para clamar con alto y noble orgullo: aquí están los Hurtado de Mendoza.

"Caballeros todos que al mezclar su sangre con la sangre indiana, produjeron mujeres de belleza incomparable y hombres de bravura irresistible".

Por lo que respecta a Santa Clara del Cobre, inmigraron a este lugar desde el primer viaje del oidor Quiroga a Michoacán, varias familias españolas conducidas por fray Martín de la Coruña, primer franciscano que pisó la zona lacustre de Pátzcuaro en 1525. Entre ellas aparecían los Luna, los Sáenz, los Pérez, los Arriaga, los Menocal, los Castrejón, los Molina y los Aldaiturriaga.

Fue de esta manera como al comenzar la segunda mitad del siglo XVI, Santiago Ario y todos los pueblos y congregaciones de sus alrededores, quedaron preparados para enfrentarse a su nuevo destino.

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CAPÍTULO II

EL RÉGIMEN COLONIAL (1556-1800)

"Nuevos amos, nuevos métodos" en lo que fueron los dominios del cazonci. Santiago Ario y su zona de influencia. Nuevo Urecho, La Huacana y Churumuco. La Tierra Caliente. Descripción del suelo. Clima. Flora. Fauna. Productos agrícolas y minerales. Aparece la propiedad privada. "Mercedes" y encomiendas. Los latifundios. Compraventa y arrendamiento de tierras. El reparto agrario. Despojo de predios comunales. Ario, puerto de tránsito comercial. Auge de otros tiempos. El volcán del Jorullo. Temblores y ruidos subterráneos antes de su erupción. Terror entre los habitantes. Anatema de los frailes capuchinos.

MICHOACÁN A LA CAÍDA DEL IMPERIO CHICHIMECA CON OBJETO de que se pueda entender mejor lo ocurrido en Michoacán, después de consumada la ocupación hispana, haremos previamente un bosquejo de la organización social y económica que prevalecía en los dominios del cazonci, antes del arribo a Tzintzuntzan de Cristóbal de Olid, en 1522.

En tiempos del Imperio todas las tierras pertenecían al monarca. No existió en ninguna época, la propiedad privada y el producto agrícola, de las cacerías y de la pesca se concentraba en los almacenes o troxes del rey, quien proveía a sus súbditos mediante una cauda de servidores, de lo necesario. El monarca era elegido por un cuerpo de "viejos", pero una vez en el ejercicio del poder, él designaba los caciques y demás autoridades de los pueblos; las órdenes reales se daban a conocer en todo el territorio por medio de mensajeros a los que llamaban acharcha. Otros de los súbditos principales —porque debe advertirse que los distintos cargos de la administración eran desempeñados por miembros de la nobleza— se encargaban de levantar censos, de hacer que el pueblo ejecutase las obras públicas

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ordenadas y recoger los tributos que se entregaban a un tesorero mayor o tesorero de la corona, quien daba cuenta al cazonci del movimiento de caudales.

Los chichimecas desconocieron la moneda. Las transacciones mercantiles se hacían al trueque, usando joyas, rodelas de plata, guirnaldas, jubones, mitras, brazaletes de oro, piedras preciosas, plumajes y mantas. Estos mismos objetos se empleaban para pagar los impuestos.

La expansión agraria comenzó desde el momento mismo de la llegada de Hireti-Ticátame a la Ciénega de Zacapu, al principiar el siglo XIII, cuando empezaron los miembros de su tribu a apoderarse de las parcelas de sus enemigos. Posteriormente, las campañas por los señoríos vecinos emprendidas por Tariácuri y las guerras de conquista llevadas a cabo por Hirípan, Tangáxoan, Hiquíngare, Tzitzispandáquare y Zuangua vinieron a aumentar considerablemente la extensión territorial del Imperio.

"Existía entre el pueblo nahuatl —afirma el padre Mariano Cuevas, S. J.— lo mismo entre los tarascos (chichimecas) y los mayas, un derecho penal que abarcaba los casos prácticos, y, aunque brutal en sus sanciones, vago a veces en su redacción, incompleto otras e injusto muchas, mantenía en policía a aquellos pueblos por lo menos, que podían alcanzar materialmente el despotismo de sus respectivos señores…"24

En el desempeño de todas las funciones en servicio del cazonci y de la comunidad chichimeca, había un grupo muy numeroso de príncipes que tenía bajo su autoridad a otros nobles y a los responsables de los muchos oficios que se ejercían. Había, pues, en el Imperio, una organización social, política y económica bien definida.

Ahora, antes de dar a conocer las nuevas formas de gobierno implantadas por el español, vamos a colocarnos en el escenario de nuestra historia, en el amplio foro donde va a continuar el desarrollo de hechos; foro en que quedan incluidos Santiago Ario, su zona de influencia (los pueblos de clima templado que lo amurallan al norte);

24 Historia de la Iglesia en México, t. I, p. 61. Ediciones Cervantes. México, 1942.

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y las muchas depresiones de la Tierra Caliente, donde se asientan La Huacana, Nuevo Urecho y Churumuco.

DESCRIPCIÓN GENERAL DEL VASTO ESCENARIO Ario (nombre prehispánico), Santiago Ario (durante la Colonia) o Ario de Rosales (a partir de la Reforma), está situado en la vertiente occidental de la sierra que se extiende al sur del Lago de Zirahuén, a una altura de 1,950 metros sobre el nivel del mar, entre los 19º 12' 00" de latitud norte y los 101º 42' 00" de longitud oeste del meridiano de Grenweech. Dista de Morelia un poco más de 100 kilómetros por la carretera pavimentada que pasa por Santiago Undameo, Tiripitío, Huiramba, Pátzcuaro y Santa Clara del Cobre; así como por otra, la carretera 15, que sigue la ruta de Quiroga y Tzintzuntzan, para unirse en Pátzcuaro con la anterior.

Unos kilómetros al sur de Ario corre el Río de Santa Casilda, que se une al Cupatitzio o del Marqués, tributario del Tepalcatepec, afluente del caudaloso Balsas.

Rodea el casco urbano los Cerros del Castillo y las Vigas, al norte; el de San Miguel, al sur; el Cerro de la Barra, al oriente; y el Tipitarillo, al poniente. Los límites del municipio son: al norte, Santa Clara del Cobre (indistintamente se usa este nombre y el de Santa Clara de los Cobres); al sur, La Huacana; al oriente, Tacámbaro y Turicato; y al poniente, Nuevo Urecho y Taretan. De acuerdo con la última división territorial, tiene una superficie de 623.35 kilómetros cuadrados; y la cabecera, 2.5 Km.2.

Ario ha sido por su extensión territorial, el segundo distrito judicial y rentístico del Estado, con 6,300 kilómetros cuadrados de superficie (el primero corresponde a Coalcomán con 7,408 kilómetros cuadrados). De Ario dependen en el aspecto indicado, los municipios de Churumuco, Nuevo Urecho y La Huacana, de los cuales nos ocuparemos en su oportunidad porque son parte del núcleo agrícola, social y económico de la región que estamos reseñando. El aspecto físico de esta comarca es de lo más variado. Tiene hermosos bosques cubiertos de tupida y variada vegetación; fértiles valles que riegan los ríos Tzintzongo y Los Negros, y numerosos arroyuelos. En Ario el

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clima es templado, pero en el resto del municipio y en los pueblos de la zona, se experimentan todos los climas desde el frío-húmedo al norte y en las montañas, hasta el tórrido de los trópicos. La temperatura media del mes más frío (enero) es de 16.8ºC., y la del mes más cálido (junio) es de 22.3ºC., con una precipitación anual aproximada de 1,200 mm., siendo el periodo más lluvioso entre junio y noviembre.

La estructura geológica del suelo de Ario ofrece varias formaciones de naturaleza diversa, cuyos caracteres aun no están suficientemente determinados por los expertos.25

Partiendo de las planicies que rodean el volcán del Jorullo hacia Churumuco, se atraviesa un terreno volcánico para entrar en otro, pórfido, que alterna con capas basálticas, hasta tocar con una extensión grande de rocas graníticas que van a terminar a las márgenes del Río de las Balsas. De este punto hacia Sinagua —pueblo que ya ha desaparecido—, el terreno está cruzado de enromes moles graníticas cubiertas de capas arenosas. Los valles están formados por capas de terreno sedimentoso que alternan unas con otras, siendo de espesor diferente, compuestas de arcilla y desperdicios orgánicos, mezclados con bases de cal, de aluminia, magnesia y fierro.

Las cimas de las montañas y de las pequeñas cordilleras, aparecen cubiertas de tierra turba que se forma bajo la influencia de la humedad del suelo, de los follajes y de los desperdicios vegetales desprendidos constantemente de las ramas de los árboles que se producen en sus superficies.

Las márgenes de los ríos y de los arroyos se hallan tapizados de aluvión mezclado con fragmentos de silicato de sosa, potasa y ácido silícico. En la estación de las grandes avenidas, la masa es arrastrada hacia las planicies, convirtiendo casi siempre los terrenos compactos en porosos, haciéndolos prácticos para el cultivo.

25 Extractamos en esta parte los datos principales recogidos sobre el terreno por Juan Medal, vecino de Pátzcuaro, quien después de estudiar los distintos fenómenos de la Tierra Caliente como socio de la Academia de Ciencias "Antonio Alzate", publicó sus Apuntes estadísticos del distrito de Ario en el t. II de las memorias de dicha institución.

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CLIMATOLOGÍA La climatología de Ario y su zona de influencia abarca, como ya se puntualizó antes, todos los climas. Atendiendo solamente a las producciones que se recogen en su suelo, se puede hacer la división de su clima en sus dos grandes zonas: la primera es más extensa que la segunda; su temperatura media anual es de 23 a 28º, y de 12 a 17º la de la segunda. La zona cálida se extiende en su mayor parte hacia el sur, cubriendo toda la Tierra Caliente y con ésta el conjunto de las producciones naturales propias de la región. La zona templada va en una dirección de suroeste a noroeste, formando una dilatada línea de vegetación bien distinta de la que produce la otra.

La proximidad de estas dos zonas es notable para quien las estudia; pero más comúnmente sorprende ver cómo dos o más plantas de una misma familia, pero de climas diferentes, se les ve nacer y desarrollarse juntas en el mismo sitio. Tales son el trigo y la caña de azúcar, pertenecientes a la familia de las gramíneas producidas en el valle de Ario, cuya altura es de 1,950 metros sobre el nivel del mar (la Enciclopedia Porrúa, Ed. de 1964, le atribuye 2,050) se halla enclavado en la zona templada.

Como existen, pues, localidades con climas diferentes, en sus tierras se producen plantas y frutos a discreción. Una prueba son los excelentes resultados que dieron los plantíos de morera que se hicieron en 1842 y cuya planta fue traída de China. Al año siguiente, cuando la empresa de la cría de gusanos de seda trató de propagar el cultivo, se plantaron en las inmediaciones de La Huacana 200,000 estacas que igualmente dieron buenos resultados.

Al norte del municipio, mezclada entre tupidos bosques de pinos, crece la chirimoya, que es de muy buena calidad, pero hasta hoy nadie se ha preocupado de cultivarla con fines comerciales. Abundan también los manzanillos, tejocotes y capulines. En la parte media, los guayabos silvestres se producen entre los encinales; y al sur, abundan los palmares, los mangos, las anonas, los timbiriches (fruta ácida para hacer charape, bebida parecida al tepache), los órganos cuajados de pitires y pitayas, los tamarindos y los plátanos.

La explotación de los bosques de pinos, oyameles y encinos, algunas huertas de frutales, la agricultura —entre cuyos productos se

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siembra la caña de azúcar— una creciente cría de ganado mayor, la avicultura y la apicultura que empieza a rendir frutos, constituyen los principales renglones de la actividad económica del municipio.

Los vientos que soplan durante el año apenas pueden considerarse como constantes. El del norte que se experimenta en Ario por la mañana y a veces hasta el medio día, sin rapidez es muy variada, pues está por lo común en relación directa con el estado de la atmósfera, de tal manera, que se siente frío, húmedo o seco, según que el aire esté más o menos seguro del cambio instantáneo que en su forma deben afectar las nubes poco después. Este caso puramente parcial que observamos en el casco urbano de Ario, no está, sin embargo, apoyado por una larga experiencia.

El viento del sur es menos rápido. Su corriente es seca y cálida, y se siente por la tarde o al medio día. Bajo su influencia tiene lugar la formación de las nieblas en las planicies de la zona templada. Es de advertirse que al disiparse las nieblas dejan las cimas de las altas montañas cubiertas de nieve durante algunos días, como se ve en el pico de Tancítaro, situado al poniente de Ario, cuya altura, repetimos, es de 3,842 metros sobre el nivel del mar. Los campesinos de aquellos lugares tienen como signo exacto para prever que las cabañuelas de los meses de invierno no se efectúan, cuando el pico de Tancítaro ha sido cubierto por las nieves, sin que las hayan precedido nieblas.

MINERÍA Sabemos cómo desde mucho antes de la invasión española, los chichimecas beneficiaban el cobre, la plata y el oro. Aprendieron a fundir estos metales con admirable destreza y llegaron a fabricar —como lo atestigua fray Alonso de la Rea—26 joyas y otros objetos preciosos que causaron admiración en Europa cuando fueron conocidos. Don Vasco de Quiroga se interesó por esta industria y así fue como alcanzó notorio auge en la segunda mitad del siglo XVI.

26 Crónica de la Orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco. Libro I, cap. IX.

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Por otra parte, los encomenderos establecidos en la parte central de Michoacán, descubrieron que en el área ocupada por los ahora municipios de Churumuco, La Huacana, Nuevo Urecho, Paracho, Tacámbaro, Taretan, Turicato y otros más lejanos, abundaba el cobre. En aquella época se fundía ya este metal con bastante perfección en Ario y en Santa Clara. Había minas en Inguarán, la Concepción, el Presidio, San Luis, San Anastasio, San Cristóbal, La Salud, San Juan, El Purgatorio, China y Pananque, ahora casi todas abandonadas.

En la memoria presentada en julio de 1877 por el general Manuel González, Gobernador del Estado, se explotaban aun las minas de Oropeo, La Concepción, Inguaranito, San Luis y otras. En cambio estaban paralizadas El Socorro, La Providencia, La Gloria, San José, Camacho, El Puerto, San Rafael, La Laja, La Cruz, El Basurero, La Zarandona, Guadalupe, San Pedro, San Valentín, San Antonio, Aránzuzo, Tachinolas, El Tajo, El Alcalde, Las Ánimas, Los Ángeles, El Puerto, Los Coyotes, la de Tamácuaro, El Remate, La Minita, Piedra Larga, El Pedernal, El Refugio y El Olvido, todas de cobre; y de plata las de Potrerillo, San Antonio y La Estrella.

Dentro del municipio de Ario se han extraído muestras de fierro del cerro de San Miguel. También han sido examinadas algunas variedades de mármoles, principalmente en la Tierra Caliente.

A fines del siglo XVIII un gran incendio consumió la fundición establecida en Santa Clara, el convento y parte del pueblo. Al llevarse a cabo la reconstrucción a principios del siglo XIX, afluyeron a ese lugar operarios y hombres de empresa que reorganizaron la industria cobrera, y abrieron otros negocios. Así Santa Clara desplazó a Ario, por lo que respecta a artefactos de cobre, y adquirió gran prestigio por la calidad de los objetos labrados, como alambiques, cazos, charolas, jarras, etc.

Según el Inventario de Recursos de Michoacán (Ed. del gobierno del Estado. México, 1973) las especies mineralógicas de nuestra entidad son bastante variadas y se encuentran distribuidas en todo el territorio. Las principales están representadas por minerales de cobre y fierro. Entre los yacimientos más importantes de estos metales básicos se pueden mencionar: Las Truchas y el Jovero, ricos en fierro; y La Colmilluda (reserva federal), Inguarán, El Malacate, Lombardía y otros, ricos en cobre.

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LA FAUNA No deja de sorprender al naturalista ver cómo viven en tan corto territorio (el municipio de Ario y la Tierra Caliente) un gran número de series zoológicas de distintas familias. Hay leopardos, tigres, zorra, coyote, tejón, gato montés, jabalí, ratas del campo, tuzas, candingos y lagartijas. Entre las aves de rapiña predominan el buitre, el águila, el halcón, el gavilán y el búho o tecolote, que causan sensibles daños a los intereses de los campesinos.

También se encuentran muchas variedades de pájaros apreciados por la armonía de su canto y la viveza de los colores de su plumaje. De éstos abundan el jilguero, el cenzontle, el gorrión, la calandria, el colibrí o chupamirto (ave célebre en la dinastía chichimeca) y el papagayo. De las especies acuáticas que se crían en las riberas de los ríos existen muchas variedades que el hombre aprovecha como recurso alimenticio. La emigración de las especies acuáticas nunca se observa en la zona que estamos describiendo, acaso por la falta de lagos y el clima; pero la de las aves viajeras es casi siempre del sur hacia el norte, y se efectúa a principios de la primavera o a fines del otoño.

Los reptiles son también muy abundantes, sobre todo al sur del municipio de Ario y en toda la Tierra Caliente, siendo algunos de éstos muy temibles por la actividad de su ponzoña. Hace todavía pocos años se daban casos frecuentes de individuos que morían a consecuencia de la mordedura de un reptil, pero en la actualidad ya son muy raros debido a los servicios de salud que proporciona el gobierno.

En algunos sitios insalubres, los insectos causan molestias al viajero que se aventura por tales lugares.

ARIO, NUEVO URECHO, LA HUACANA Y CHURUMUCO Referimos en el capítulo anterior que cuando Don Vasco de Quiroga fue a pacificar a los chichimecas de Michoacán, fundó varias congregaciones indígenas cerca del pueblo de Ario, al que ya había dado por patrón a Señor Santiago. Estas fueron las de Urapa, Las

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Cundas, San Miguel, Tunácuaro y Puentecillas que formaron la vicaría de Ario, perteneciente después al curato de Santa Clara. La existencia de dichas congregaciones ha sido fácil comprobarla después de un recorrido por dichos lugares, donde se aprecian todavía las ruinas de templos católicos probablemente edificados en el siglo XVI.

Santiago Ario llegó a un alto grado de opulencia poco tiempo después de su fundación, por la importancia de su comercio, la actividad agrícola y la inversión de capitales para exportar los productos de la Tierra Caliente. El historiador Medal, a quien nos hemos venido refiriendo, asegura en sus escritos que el número de molinos de caña que había en las haciendas, en esa época era triple del que hoy existe.

En el siglo XVI sólo había dos caminos por donde se llevaba a cabo el tráfico comercial entre el norte y el sur de Michoacán: el primero partía de Cocupao (Quiroga) y tocaba Tzintzuntzan (capital del imperio), Pátzcuaro, Itziparatzico, Surupio, Huero, Huaniqueo, Camémbaro y Tzatzio, para seguir con rumbo a la Tierra Caliente y a las minas; el otro salía de Paracho y tocaba Pichátaro, Axuno (Ajuno), Zirahuén, Chapa, Camémbaro y en Tzatzio se reunía con el primero. Como consecuencia, Santiago Ario se convirtió en el puerto clave para el comercio de la región.

Si bien, a su debido tiempo nos ocuparemos de ampliar este tema, no está por demás anticipar desde ahora que Ario sufrió mucho durante la Guerra de Independencia. La población fue incendiada por los crímenes de los soldados españoles, se dieron a la fuga emigrando en distintos puntos. Un grupo numeroso de vecinos se refugió en una barranca de la hacienda de Santa Efigenia, pero allí fue localizado por los realistas, quienes perpetraron una horrible carnicería, no perdonando la vida ni a los niños. Esa barranca es conocida hoy con el nombre de "Las Ánimas". Otros arienses se escondieron en "Barranca Honda" donde vivieron algunos años, para volver a su tierra al término de la guerra.

Lo anterior trajo consigo la pérdida de capitales, la ruina de numerosas familias y un cambio completo del comercio y la agricultura. Más de medio millón de pesos que los frailes agustinos

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tenían invertidos en Ario, destinado al cultivo de la caña, compra de cobre y elaboración de aguardiente, desapareció de inmediato.

El año de 1822 se inició la reedificación con el regreso de las familias que habían emigrado. Se dio mayor simetría y alineamiento a las calles de la población, más forma regular a las manzanas de casas y se dividió en dos ramas el brazo del arroyo de Tunácuaro, resolviéndose de esta manera las necesidades de los dueños de huertas y solares.

Martínez de Lejarza en su Análisis Estadístico de la Provincia de Michoacán en 1822 (Ed. Morelia, 1974) hace esta observación respecto de Ario: "En los tiempos presentes, aunque las fincas totalmente destruidas o destrozadas en los once años que aquella (la guerra de Independencia) durara comienzan a reponerse y fructificar, no es fácil dar un plan completo y exacto de su actual estado; pero cargadas la mayor parte de las fincas de gruesos capitales, que expenden su valor, y aun más sobrecargadas de réditos atrasados, mientras una ley sabia del Congreso de la Nación, no provea a los muchos inconvenientes y trabas que aquí resultan a la agricultura, a los dulces, ramo principal de la riqueza de este territorio, no pueden valer lo que en otros tiempos valía este efecto, es imposible que pueda restablecerse en el grado de opulencia y abundancia que reinaba en él anteriormente".

En 1822 el citado Martínez de Lejarza señala a Santiago Ario un total de 7,236 habitantes. El censo de población de 1970 registra 10,927 en la cabecera y 13,302 en el resto del municipio, lo que da un total de 24,229 sujetos. De los 24,229 censados, el 24.20% constituye la población económicamente activa; 35.50% constituye la población económicamente inactiva; y el 40.30% está formada por menores de 12 años. Sin embargo, lógico es suponer, los datos anteriores han aumentado en los diez años que van a cumplirse en 1980. Los cálculos recogidos por nosotros sobre el terreno, acusan para la cabecera un promedio de 15,000 habitantes, y para el resto del municipio 17,000 en números redondos.

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NUEVO URECHO Urecho proviene de la voz chichimeca urere, que significa tierra de rescoldo. Su nombre original es Urexo, pero como la x en la lengua nativa se pronuncia como ch, vino a quedar en Urecho. El sitio es histórico porque según la Relación de Michoacán allí se encontraban los caudillos Hirípan, Tangáxoan e Hiquíngare que realizaban sus campañas militares para agrandar el Imperio chichimeca, cuando recibieron la noticia de la muerte de Tariácuri.

El pueblo fue cristianizado por los frailes agustinos, quienes le dieron por patrón a San Antonio. En tiempos del obispo Quiroga se introdujo el cultivo de arroz y desde entonces su clima ardiente se hizo mortífero, a causa de los miasmas desprendidos de las sustancias químicas descompuestas en los pantanos formados por los arrozales. Esta circunstancia obligó a muchos habitantes a abandonar el pueblo, trasladándose en 1833 a otro punto menos húmedo y más sano, que es conocido hoy con el nombre de Nuevo Urecho.

La municipalidad tiene una extensión de 402.22 kilómetros cuadrados con una población de 7,020 habitantes (censo de 1970), lo que significa una densidad de 17 personas por kilómetro cuadrado. Su territorio cuenta con elevaciones que varían entre 900 y 600 metros sobre el nivel del mar. La cabecera está situada entre los 19º 09' 00" de latitud norte y los 101º 53' 00" de longitud oeste del meridiano de Greenwich. La corriente fluvial más importante es el Río Acúmaro que después se transforma en el de Casilda y que sirve de límite entre este municipio y el de Gabriel Zamora. Limita al norte, con Taretan; al sur, con La Huacana y Francisco J. Múgica; al este, con Ario; y al oeste, con Gabriel Zamora.

El Ferrocarril Uruapan-Apatzingán lo cruza y una carretera une su cabecera con el ramal Taretan-Gabriel Zamora.

LA HUACANA La cabecera municipal de La Huacana está situada entre los 18º 57' 30" de latitud norte y los 101º 49' 00" de longitud oeste del meridiano de Greenwich, a una altura de 550 metros sobre el nivel del mar. La

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palabra, de origen chichimeca, significa sonar hueco o instrumento que produce un sonido sordo. El clima es cálido; las enfermedades que llegaron a dominar fueron las llamadas "calenturas" y la xiricua o mal del pinto, de las cuales la primera casi ha desaparecido por las campañas sanitarias del gobierno.

La Huacana existía desde antes de la dominación española; sus habitantes fueron convertidos al cristianismo por fray Juan Bautista de Moya, quien fundó la iglesia parroquial erigida en curato el año de 1567 por el obispo Antonio Ruiz Morales, sucesor de don Vasco. Sus vecinos permanecieron en ese lugar hasta mediados del siglo XVIII, fecha en que obligados por los fuertes temblores de tierra que se experimentaban y por el terror que los monjes capuchinos habían infundido entre los crédulos habitantes, respecto a los trastornos que había de causar una violenta y repentina erupción de fuego el día de San Miguel, del año de 1759,27 se trasladaron algunos meses antes al pueblo de Tamácuaro, distante de La Huacana unos 13 kilómetros. Otros emigraron a la colina de la Agua Zarca, donde fueron testigos de aquel fenómeno geológico.

El curato de este lugar fue servido algunos años antes de la Independencia (de marzo de 1798 a abril de 1799) por el señor cura José María Morelos y Pavón, quien vivió en Tamácuaro. El recuerdo de los beneficios recibidos de este gran héroe de la patria, aun permanece vivo en los corazones de los habitantes del lugar.

El municipio de La Huacana tiene una extensión de 1,641.62 kilómetros cuadrados y una población de 14,016 habitantes, según el censo de 1970. Limita al norte, con Ario de Rosales, Turicato y Nuevo Urecho; al sur, con Churumuco, Arteaga y Tumbiscatío; al este, con Turicato; y al oeste con Francisco J. Múgica y Apatzingán. Hacia el noroeste y sureste las elevaciones fluctúan entre 300 y 1,200 metros sobre el nivel del mar, lo que hace que en estos puntos el terreno sea muy quebrado. Varios ríos y arroyos cruzan el territorio, entre los primeros el Conguripo o Paso Real que forma la presa de Zicuirán y el de Zicuirán que sale de la mencionada presa, el Huamito que forma la

27 Movimientos telúricos que precedieron a la erupción del Jorullo, hechos de los cuales nos ocuparemos más adelante. N. del A.

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presa de La Majada y entre los segundos el de Paso Real o Hacienda Vieja el Poturo.

CHURUMUCO La cabecera municipal de Churumuco está situada en las márgenes del Río de las Balsas, entre los 18º14'00" y los 101º32'15" de latitud y longitud respectivamente del meridiano de Greenwich, a una altura de 359 metros sobre el nivel del mar. El municipio tiene una superficie de 1,390.26 kilómetros cuadrados, limita al norte con Turicato y La Huacana; al sur con el Estado de Guerrero; al oriente, con Turicato y Huetamo y al poniente con La Huacana y Arteaga. El clima es excesivamente cálido. Su fundación data de la época del Imperio chichimeca; en el siglo XVI sus habitantes fueron cristianizados por fray Juan Bautista de Moya, quien les dio por patrón del pueblo a San Pedro.

Temporalmente el señor Morelos estuvo también de cura en este lugar. Durante la guerra de Independencia las tropas realistas quemaron por completo al pueblo, pero sus vecinos lo reedificaron al triunfo de las armas nacionales. Cerca de la cabecera está el famoso mineral de cobre de Inguarán. Este metal era conducido antes de allí a Ario y después a Santa Clara, cuando esta última población desplazó a la primera en la manufactura de objetos de cobre.

El municipio tiene alturas que fluctúan entre 300 y 1,200 metros sobre el nivel del mar, contándose entre los cerros más importantes los de Zicuindio, Cónchitiro, La Caña, Mayapito, Huaro y Huarúcuaro. En su territorio, casi limitando con La Huacana, se alza el volcán del Jorullo.

Varios ríos y arroyos fertilizan las tierras. De los primeros el más importante es el Balsas y de los segundos los de Poturo, Palma de Huaro, Salitre y Huayacán. También el embalse del Infiernillo ocupa una considerable extensión de este municipio. Sus aguas cubrieron el antiguo pueblo de San Miguel Sinagua. Estudios geológicos practicados anteriormente, indican la existencia de minerales de cobre, plata y oro en el subsuelo de la región. Los habitantes se dedican a la agricultura, a la ganadería de bovinos, a la avicultura y a

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la apicultura. Según el censo de 1970 el municipio contaba con un total de 10,121 habitantes, y la cabecera 2,030.

ESTRUCTURA ECONÓMICA DEL RÉGIMEN COLONIAL Una vez descrito el campo de acción de nuestra historia, llega por fin el momento de continuar el relato de lo que aconteció en Michoacán después de la caída del Imperio chichimeca. Desde luego, las riquezas de éste pasaron a la corona española por cesión voluntaria de Tangáxoan II; y lo principal de tales riquezas eran el hombre y la tierra; los minerales preciosos extraídos de las minas; las maderas de los bosques; los productos agrícolas; y, sobre todo, la mano de obra gratuita del indio que hizo posible las magníficas construcciones iniciadas en el siglo XVI.

Se convertía de este modo en una realidad aquella lapidaria frase de Cortés al ordenar el tormento de Cuauhtémoc: A nuevos amos, nuevos métodos. Y en nombre del nuevo amo, el déspota alemán, el audaz capitán de Medellín tomó posesión de un continente jamás soñado por hombre alguno.

El monarca español repartió, a su vez, la tierra en "mercedes" y encomiendas entre sus capitanes y los descendientes de éstos, dejando a los infelices indios y a sus familias en calidad de bestias de trabajo, sin derechos ni asistencia de ninguna clase. El propio Cortés durante la primera entrevista que tuvo con el cazonci en 1522, cuando éste fue a visitarlo a Coyoacán, lo despojó de la capital de su imperio, Tzintzuntzan, que el desdichado Tangáxoan se había reservado como único patrimonio y símbolo de su anterior poder. En seguida le dijo:

—Vete a tu tierra, ya te tengo por hermano; no hagas mal a los españoles que están en tu señorío, porque no te maten. Dales de comer y no pidas a los pueblos tributos que yo los tengo de encomendar a los españoles.

De esta manera comenzó en lo que fueran los dominios del gran Tariácuri y sus sucesores, el desastroso régimen colonial. Tacámbaro, Nocupétaro y Carácuaro se dio en encomienda a Cristóbal de Oñate; Uruapan, a Francisco Villegas; La Huacana, a Juan Pantoja; los pueblos de la Laguna de Pátzcuaro (excepción de Tzintzuntzan), a

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Juan Infante; Taximaroa, Irimbo y Senguio, a Juan Velázquez de Salazar; Huango, Numarán, Puruándiro y Penjamillo, a Juan de Villaseñor Cervantes; Tiripitío, Acuitzio, Huiramba, Hetúcuero y Undameo, a Jorge Alvarado; Acámbaro, a Hernán Pérez de Bocanegra; Peribán y Tepehuacán, a Antonio Caicedo; Coyuca, a Pedro Meneses; Chucándiro, a Álvaro Gallego, y así el nuevo amo fue repartiendo todo el imperio formado al través de más de tres siglos por los audaces chichimecas descendientes de Hireti-Ticátame.

A esta insaciable sed de rapiña sólo unos cuantos frailes franciscanos y agustinos —sobre todos ellos el oidor y obispo Quiroga— se interpusieron ante el invasor para procurar a los vencidos un trato más justo y humano.

Se comprenderá ya que la propiedad privada —que no existió en el imperio— surgió en Michoacán a partir de la invasión. Se fue desarrollando durante la Colonia mediante "mercedes", encomiendas y otros medios de dudosa licitud. Esta forma de reparto gestó más tarde el sistema de ranchos, estancias y haciendas que predominaron por la zona inmediata de Ario y la Tierra Caliente, en los últimos siglos de la dominación española, abarcando Santiago Ario, Taretan, Uruapan y Tacámbaro, al norte, hasta las estribaciones de la Sierra Madre del Sur.

Las "mercedes" se concedieron a los españoles afincados en la zona desde la segunda mitad del siglo XVI; pero el reparto se intensificó durante la tercera década del siglo XVII, dedicándose las tierras especialmente a los cultivos de caña, añiles, cacao y al desarrollo y fomento de la ganadería.

Aparte de las "mercedes", la compraventa de tierras y el despojo de los predios comunales, jugaron un papel muy importante en la adquisición y concentración de la propiedad rural en unas cuantas manos, de tal manera que ya el siglo XVIII marca un periodo de consolidación de extensas propiedades en la Tierra Caliente, como los latifundios Vaca-Corona, y el Mayorazgo Urrutia-Vergara, con más de cincuenta mil hectáreas.

Otra de las grandes propiedades fue la famosa de San Pedro Jorullo, que se comenzó a formar en el siglo XVI y fue creciendo durante las dos centurias posteriores, mediante la acumulación de "mercedes", hasta completar más de cuarenta mil hectáreas.

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En la primera mitad de la centuria pasada funcionaban alrededor de sesenta haciendas en los entonces llamados partidos de Ario, Apatzingán y Coalcomán, dedicadas en su mayor parte a actividades agrícolas y a la cría de ganado. Algunas de esas haciendas databan de finales del siglo XVIII y otras se formaron a raíz de la Independencia, al desintegrarse el Mayorazgo Urrutia-Vergara.

Cuando una nueva disposición política dividió a Michoacán en distritos, el de Ario contó con tres municipalidades, dos tenencias, una congregación, 34 haciendas y 254 ranchos. Según los datos proporcionados por el historiador Medal, sólo dentro del municipio de Ario había cinco haciendas: Araparícuaro, de caña; Chuén, de labor; Zintzongo, de cultivo de caña; Tejamanil, de caña y palma; y Tamo, de cría de ganado. Los ranchos eran: Agua Zarca, Agostadero, Ánimas, Alberca, Arroyo Colorado, Barra, Barranca Honda, Burro, Canalejas, Cangrejos, Caramicuas, Carrizal, Caso, Carrizalillo, Cebadilla, Ciprés, Compañía, La Campana, Colonia, Cuarayo, Cuchatácuaro, Cuirio, Las Cundas, Cuesta de Zintzongo, Chachacala, Changungal, Charcos, Chuparrosa, El Durazno I, El Durazno II, Encanto, Escondida, Espinal, Estancias, Escobillas, Fresnos, Golondrinas, Guitarrilla, Huarinco, Jabonera, Joyas de Chuén, Joya Limpia, Laja, Laja de Urapa, Limón, Llano Grande, Magueyes, Manzanillo, Moral, Maravillas, Mesa, Minita, Mortero, Naranjas, Ojos Zarcos, Ojo Ciego, Hortigal, Hortigalito, Otatal, Otatal Nuevo, Pablo Cuén, Palmo, Palma Coate, Parcas, Paso Real, Pedrizco, Playa, Platanillo, Potrero, Potrero de los Negros, Potrero de los Bueyes, Puente, Puentecillas, Puente Tierra, Puente Alto, Puente de Urapa, Puente del Paso Real, Rosa, Rincón, Rincón de Carricitos, San Pedro, San Joaquín, San Isidro, San Miguel, Santa Rita, Sandía, Serrano, Sauz, Tecolote, Tepamal, Terrenate, Tigora, Tirindiricho, Tahuenambo, Trigueño, Trocurio, Tres Palos, Ucaz, Urapa, Valle Nuevo, Vallecito, Villas, Yatzio, Yerbabuena y Zinthuatzio.

La propiedad privada tuvo en esta zona dos modalidades importantes respecto de la estructura económica en tiempos de la colonia: una, la compraventa de las tierras, y la otra, los arrendamientos. Los primeros años después de consumada la Independencia señalan un periodo para efectuar fácilmente la compra y venta de tierras. Un gran número de propietarios se había

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ausentado durante la guerra y estaba dispuesto a venderlas. Entre éstos figuraban los españoles que tuvieron que abandonar no solamente la región, sino el país, al dictarse su expulsión en 1827. Obligados por las circunstancias, remataron sus propiedades a un precio inferior al real. Los remates de tierras fueron también originados por litigios entre los herederos de antiguos latifundistas, que al tratar de hallar una solución a sus conflictos vendieron sus propiedades a precios ínfimos.

Un ejemplo, son las extensas propiedades acumuladas en las últimas décadas del siglo XVIII por el coronel Francisco García de Menocal,28 en la jurisdicción de Ario-La Huacana. Este latifundio se compuso originalmente por las haciendas de Araparícuaro, El Chuén y la labor de Apareo; después fueron adquiridas las haciendas de Acalpican y La Orilla, reuniendo una extensión total de 93,000 hectáreas. La familia Menocal, residente en Pátzcuaro, conservó íntegras sus propiedades durante la primera mitad del siglo XIX, pero luego comenzó a vender sus tierras para pagar las deudas que tenía con agiotistas de Morelia.

El coronel Francisco García de Menocal era originario de La Habana. Se estableció en Pátzcuaro a fines del siglo XVIII, donde desempeñó los cargos de coronel de Dragones del Rey y Alcalde Mayor por su majestad de las provincias de Tancítaro, Puruándiro, Ario y Motines del Oro (Coalcomán y Coahuayana). Cuando nuestro país alcanzó la Independencia, sus descendientes ocuparon puestos importantes en el gobierno de Michoacán. Don Felipe Menocal, que en 1833 era prefecto de Morelia, fue designado en el mismo año Gobernador interino y sus hermanos varias veces fueron prefectos y diputados.29

Otro caso concreto es el de la hacienda de San Pedro Jorullo, valuada en 1774 en $51,000.00 y vendida en 1845 en $19,000.00 —valor bastante bajo—, pasando a manos de Juan Bustillo Díaz de Leyva, quien la anexó a la estancia de Poturo.

28 Gabriel Ibarrola Arriaga. Familias y casonas de la vieja Valladolid. Fímax Publicistas. Morelia, 1969. 29 Melesio Aguilar Ferreira. Los gobernadores de Michoacán. 1824-1874. Morelia, 1974.

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Los arrendamientos introdujeron otra forma no sólo en la tenencia de la tierra, sino en la explotación de la misma: el desarrollo y fomento de la agricultura comercial y la experiencia de nuevos cultivos, como la morera en la zona de Ario-La Huacana, de que hablamos antes.

Los arrendadores se dividieron por los menos en tres grupos principales: los que arrendaban las tierras de cultivo y pasturas, indicativo de que no poseían mucho ganado y sólo se trataba de agricultores; los que rentaban únicamente los pastos, éstos eran solamente ganaderos que casi nunca llegaban a establecerse en el lugar, sino que confiaban el cuidado de sus bestias a uno o varios caporales; y, por último, los que rentaban tan sólo las fincas de las haciendas y que, según Jean Bazant,30 eran sin duda los más pobres y numerosos.

Uno de los conspiradores de Valladolid en 1809 en favor de la Independencia —el licenciado y después general José Mariano Michelena—, propietario de la hacienda de Los Otates en la jurisdicción de Ario, la dio en arrendamiento a José María Vallejo para dedicarla a la agricultura.

Por último, el 19 de junio de 1841, Pedro Estrada, vecino de Ario, apoderado de doña María Guadalupe Aburto, otorgó en arrendamiento la hacienda de Texamanil y anexas a José María Bocanegra, de Morelia, por un periodo de siete años y una renta anual de $6,000.00 que serían pagados por adelantado. El contrato obligaba al arrendatario a respetar y conservar la integridad de los terrenos y a guardar en ellos 300 novillos que la otorgante tenía ya vendidos, los que más tarde serían entregados a sus dueños.

LAS TIERRAS COMUNALES Desde el último tercio del siglo XVIII las comunidades indígenas de Ario y Tierra Caliente, venían siendo despojadas de sus tierras. En vista de ello, los naturales gestionaron el amojonamiento de los predios, logrando sobrevivir precariamente hasta la Revolución de

30 Historia Mexicana, v. XXIII, Nº. 2 p. 351.

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1810. Al iniciarse el régimen federal, pidieron medidas de protección al Congreso del Estado y este organismo creyó resolver el problema repartiendo en forma individual los bienes comunales. Después de prolongados debates, el Congreso decretó el 30 de enero de 1827 la primera Ley agraria de Michoacán —posteriormente se elaboró el reglamento respectivo— que fijaba el procedimiento que debía seguirse al hacer el reparto. Dicho reglamento prescribía que la distribución de tierras y de todos los bienes de la comunidad debía hacerse por familias y a partes iguales, y que los solares ya ocupados por indios o "gente de razón", quedaban exentos de reparto.

Pese a estas medidas los despojos continuaron, de tal suerte que cuando concluida la guerra de Independencia nuevos colonos fueron a la comarca, con el fin de impulsar la ganadería y los cultivos de añil, caña y algodón, se encontraron con que una buena parte de las tierras comunales estaba ocupada por particulares.

Los pastizales que quedaban, porque no ofrecían perspectivas de lucro, fueron arrendados por las comunidades a los solicitantes, recibiendo por ellos una pequeña renta anual. Una de las consecuencias inmediatas de todo esto, fue que las comunidades indígenas de los partidos de Ario y Apatzingán, perdieran paulatinamente el control de sus tierras.

LA ACTIVIDAD COMERCIAL Santiago Ario no fue ninguna excepción entre los pueblos coloniales de Michoacán, por lo que respecta al ejercicio del comercio. Siguiendo el modelo impuesto en Pátzcuaro por el obispo Quiroga, se le señaló un día de "tianguis", al que llegaban indígenas de los lugares vecinos a intercambiar sus productos.

Por otra parte, su posición de frontera entre la zona templada y la tórrida, facilitó su auge mercantil, que en varias épocas tuvo ribetes de opulencia. Por allí pasaban procedentes de la Tierra Caliente rumbo a Pátzcuaro, Valladolid, México y Texcoco, los cargamentos de caña, maíz, piloncillo, añil, ajonjolí, cascalote, queso, frutas tropicales, arroz, chile, café, cayacal (coquito de aceite), algodón, papa y ganado vacuno y caballar; y a la vez, por la misma puerta, entraban las

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carretas y las recuas de los arrieros que iban hacia la costa a vender las mercancías de la zona templada.

Sólo con pequeños tropiezos, el auge comercial de Santiago Ario perduró hasta la Guerra de Independencia, cuando sufrió el incendio, el saqueo, el robo y la destrucción en general de su industria peletera y cobrera. Sus habitantes, cuando no estaban sobre las armas luchando por la libertad, protegían a los insurgentes, de tal modo que el odio realista se ensañó contra ellos.

En 1822 —en palabras de Martínez de Lejarza— la situación de Ario era la siguiente: "…Pueblo, cabecera del partido de este nombre, vicaría fija del curato de Santa Clara del Cobre, y el entrepuesto o llave del comercio de la Tierra Caliente y de la costa en esta provincia de Michoacán. Está rodeado de siete haciendas principales o trapiches de caña dulce, hallándose en este partido y los inmediatos las que hacen la riqueza de la provincia. Este pueblo es frío por razón de su altura (sabemos ahora con mejores datos, que su clima es templado), pero comienza desde su plan a descenderse a los bajíos de la Tierra Caliente, y goza de las preeminencias de los parajes templados; produce maíces, trigo, chile, hortalizas y frijol, abasteciéndose la costa y la Tierra Caliente de los dos primeros efectos.

"La industria de sus habitantes se reduce a curtir pieles y a la fundición de los metales de cobre… que sacan de las minas de Inguarán, Oropeo y Churumuco. Su comercio es en los algodonales, sal, ganados, quesos, dulces, arroz, añiles, cascalote y metales, que sacan de la costa y Tierra Caliente, y pudiera ser susceptible de mayores creces.

"Este pueblo fue quemado y casi aniquilado en la revolución, y de dos años a esta parte ha comenzado a reponerse y a reedificarse o hacerse de nuevo la iglesia parroquial. A causa de su población crecida y de las haciendas inmediatas, que se están igualmente reponiendo, podía establecerse allí la cabecera de un nuevo curato, pues la administración espiritual así lo exige en estos países por la distancia extrema de los pueblos. En él se ha puesto el ayuntamiento

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constitucional correspondiente, y es de los que hoy dan más lustre a la provincia…"31

El autor de estas notas fija a la cabecera en el año de 1822, un total de 1,236 habitantes.

Por lo que atañe a los pueblos del distrito, el propio estudioso proporciona los datos que siguen:

"Santa Antonio Urecho (Nuevo Urecho), pueblo del partido de Ario, con ayuntamiento constitucional a causa de su crecido vecindario y curato secular de esta mitra de Michoacán, habiendo sido antiguamente cabecera del partido de su nombre. Está situado en un valle de temperamento bastante caliente. Sus producciones principales son los añiles, la caña dulce y el arroz, estando rodeado de diez haciendas o trapiches de azúcar, con 23 ranchos y dos estancias de ganado, cuya población se halla agregada a la de dicho pueblo. La industria de sus vecinos es la labor de las mieles y el añil en que comercian.

"La Huacana, pueblo del partido de Ario con su parroquia y vicaría en Sinagua (al construirse la presa del Infiernillo, San Miguel Sinagua desapareció en el embalse), de poco vecindario, pero la población de sus ocho haciendas y 17 ranchos, con 28 estancias agregadas elevan la suma a 1,679 habitantes. Produce añiles, maíz y cascalote en que sus vecinos comercian.

"San Pedro Churumuco, pueblo de la misma demarcación, muy inmediato al Río de las Balsas, cerca del punto en que desemboca el que viene de Tacámbaro. Es árido y caliente; produce maíz, sandía y melón, con algunas crías de ganado. Cerca de este pueblo se halla el Cerro de Inguarán, donde hay minas de cobre, aunque poco ricas de este metal. Tiene una población de 1289 habitantes".

Todavía por el año de 1888, aunque la explotación agrícola padecía del atraso inherente a la falta de implementos modernos, crédito y recursos, el municipio de Ario de Rosales alcanzó un rendimiento anual de productos de la tierra, de $223,550.00; el de la

31 Análisis estadístico de la Provincia de Michoacán en 1822. Fimax Publicistas. Morelia 1974.

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Huacana, de $122,200.00; el de Nuevo Urecho, de $122,700.00; y el de Churumuco y Carrizal, de $35,400.00.32

EL VOLCÁN DEL JORULLO

Si bien la reciente erupción del Paricutín —nació el 20 de febrero de 1943— ha dado pie para profundizar los estudios vulcanólogos, no está por demás que demos a conocer algunos datos, los más esenciales, sobre el Jorullo, tanto más cuanto que está ubicado en la zona tratada en esta monografía y porque su aparición causó muchos trastornos al desarrollo económico.

El Barón de Humboldt en su Ensayo Político sobre la Nueva España, el Padre Clavijero en su Historia de México, y el poeta jesuita Rafael Landívar en su Rusticatio Mexicana, describen con abundancia de datos la erupción de este volcán. Pero como, por un lado, la consulta de estos libros no es fácil para el gran público (sólo la Biblioteca Nacional y la de Hacienda, que nosotros sepamos, sin contar desde luego las particulares, conservan algún ejemplar en el idioma en que fueron escritos); y por otro, las traducciones al castellano no han sido siempre muy buenas y las ediciones limitadas, vamos a tomar de aquella obras y del estudio de don Juan Medal, los datos más importantes relacionados con este fenómeno de la geología moderna.

Antes, veamos la breve nota que consigna la Enciclopedia de México (Ed. 1977. t. 7 p. 505, col. 1010): "Jorullo, Volcán de. Hizo su primera erupción el 29 de septiembre de 1759, después de estar anunciando con fuertes estruendos y temblores desde el mes de junio anterior. Brotó en la parte más alta de la cañada que se llamó Cuitanga, en la entonces jurisdicción de Ario, de la Alcaldía mayor de Tancítaro, Mich., en terrenos de una hacienda azucarera, ganadera y agrícola denominada Jorullo. Arrasó los valles de Jorullo y Presentación, y el pueblo de La Huacana. Las grandes erupciones del volcán continuaron hasta febrero de 1760, y en los años siguientes

32 Juan Medal. Ut Supra, pp. 220-222.

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fueron de más a menos. No ha tenido ninguna nueva deyección hasta la fecha (1793)".

A una distancia de 50 kilómetros aproximadamente al sur de Ario y al este del Pico de Tancítaro, está el volcán del Jorullo que nació la noche del 29 de septiembre de 1759, en terrenos de la hacienda del mismo nombre. Los que fueron testigos oculares de este acontecimiento geológico, desde la colina de la Agua Zarca —situada sobre el camino de la costa— así como otros puntos, aseguraban haber visto abrazarse un espacio de más de una legua cuadrada, por las llamas que salían del sitio donde se formó el volcán. Asombrados veían cómo una boca de fuego a ras del suelo lanzaba al aire infinidad de piedras candentes a prodigiosas alturas y descender después en forma de tupida lluvia de fuego. Les parecía observar al través de una espesa nube de cenizas y escorias, que la costra reblandecida de la tierra se levantaba sobre el nivel del antiguo llano de Cuiratimba (Cuitanga, dice erróneamente la Enciclopedia…). El río de este lugar y el de San Pedro, lanzados fuera de su lecho, se precipitaron en las grietas inflamadas, y bajo la influencia de este agente, sus aguas eran descompuestas en sus elementos químicos y avivaban más el fuego de la llanura.

En la parte accidentada del terreno se formaron pequeños conos volcánicos a los que la gente de la región les llamó "hornitos", porque de la boca de éstos salía una columna de humo. El Barón de Humboldt cuando en 1803 se trasladó al Jorullo para continuar los estudios de aquel fenómeno, anotó que la temperatura en los "hornitos" era de 96%; en cambio, el escritor Medal que estuvo en la zona en el último tercio del siglo pasado, obtuvo una temperatura de 50 a 60º en el termómetro centígrado, lo cual demuestra que el calor central iba disminuyendo paulatinamente.

En la depresión de la Tierra Caliente existen otras formaciones de origen volcánico, como son Los Picos de Cucha, en el municipio de Tuzantla; las serranías de Inguarán, en Churumuco; y las de Curucupaceo, al sur de Villa Madero. El apéndice de las mesetas altas de Ario, erizadas hoy por muchos conos volcánicos, se corta bruscamente a causa de los elevados muros de los cerros del Chivo y el Hortigal, para luego caer hacia el grandioso anfiteatro del Jorullo.

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Medal sitúa la posición geográfica de este volcán entre los 18º53'30" de latitud norte y los 2º23'27" de longitud oeste, tomada probablemente de Martínez de Lejarza. La ubicación del Jorullo está dentro de la zona volcánica del macizo montañoso tarasco-náhuatl que constituye el eje de enlace entre las sierras Madres Oriental y Occidental, cuyos puntos de contacto son respectivamente el Citlaltépetl y el Nevado de Colima. Esta cadena montañosa penetra en Michoacán en forma de una ramificación desprendida del Nevado de Toluca, uniéndose al sur de Morelia con el Nudo de Tancítaro.33

Es de presumirse que los cráteres apagados de los volcanes de Cutzaróndiro en el distrito de Tacámbaro, dieron origen al que nos ocupa, pues se hallan en la misma línea en que están colocados el de Puebla, el de Toluca, el pico de Tancítaro y el Volcán de Colima. Por tradición se sabe que los volcanes de Cutzaróndiro estuvieron en actividad algún tiempo antes del nacimiento del Jorullo; y según la más autorizada opinión de los geólogos se cree que habiéndose obstruido la comunicación directa de las corrientes subterráneas de estos cráteres, fueron dirigidos a formar el citado Jorullo, que dista de aquéllos aproximadamente 65 kilómetros.

Actualmente la actividad del volcán se ha extinguido, pues no se le ve arrojar humo, ni cenizas, ni escorias, sino muy rara vez. Los temblores ocasionados por él son muy raros y de ninguna importancia, sintiéndose por lo regular al acercarse la estación de las lluvias. Quince o veinte días antes de los primeros aguaceros se escuchan ruidos subterráneos a inmediaciones del volcán y a veces hasta en el propio pueblo de Ario. En los días en que la atmósfera se halla saturada de humedad, se ve sobre la cima del volcán una pequeña columna de vapor acuoso, a juzgar por su aspecto físico. Ésta se forma por las corrientes cálidas que irradian constantemente del centro de su cráter hacia afuera.

33 Michoacán. Inventario de Recursos. Plan de Desarrollo. Talleres de Central de Artes Gráficas, S. A. Río de Churubusco 291, México, 1973.

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CÓMO ANUNCIÓ EL VOLCÁN SU NACIMIENTO. MALDICIÓN DE LOS FRAILES

CAPUCHINOS En Ario y la Tierra Caliente corren muchas versiones respecto al volcán del Jorullo, pero todas concuerdan en un punto que nosotros vamos a referir con las reservas debidas.

Se asegura que algunos meses antes de la erupción, probablemente a principios de 1759, José María Pimentel, dueño de la Hacienda de San Pedro Jorullo, fue advertido por el administrador de la finca, de que en la cañada de Cintumba se oían ruidos subterráneos parecidos al de un torrente de agua, y que se sentían ligeros temblores de tierra.

Al principio Pimentel no dio importancia a este aviso, pero viendo que era confirmado por todos los trabajadores de la hacienda, partió a convencerse personalmente del suceso. Al efecto, salió de Pátzcuaro, donde residía, en los primeros días de marzo de 1759. Al llegar a San Pedro Jorullo se trasladó en compañía de varias personas a visitar el sitio donde se escuchaban los ruidos subterráneos, y convencido de ello, mandó excavar aquel terreno para aprovechar el agua que al parecer corría debajo de la costra terrestre. Cuando los trabajadores llevaban perforados como tres metros, notaron que el terreno estaba hueco, formando una bóveda que se cimbraba peligrosamente. Esa circunstancia, que inspiró temores entre la gente, motivó la suspensión de la obra; pero en los días posteriores empezó a temblar la tierra, percibiéndose un olor de hidrógeno sulfurado, que molestaba a los habitantes de la hacienda.

Pimentel creyó de su deber dar cuenta a las autoridades de Pátzcuaro, las cuales comisionaron al padre Ignacio Molina —jesuita conocido entonces por su vasta ilustración—, quien después de inspeccionar la cañada de Cintumba, declaró que aquellos lugares eran peligrosos, porque si los temblores continuaban podría ocurrir una abertura volcánica, opinión que fue confirmada la noche del 29 de septiembre de aquel año, en que se registró la erupción.

Entre la gente del campo persiste la creencia hasta hoy en día, de que la causa de este fenómeno, fue porque los frailes capuchinos que predicaban por esos lugares a principios de 1759, irritados porque no habían sido recibidos tumultuosamente, maldijeron los terrenos de la

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hacienda de San Pedro Jorullo y predijeron lo que más tarde había de acontecer. La profecía fue pintada de una manera fantástica y aterradora ante la ignorancia de aquellos sencillos y pacíficos labriegos: que sus fértiles campiñas se verían destruidas por el fuego abrasador que saldría de las entrañas de la tierra, por torbellinos de lava candente y por horribles terremotos.

CIENTÍFICOS EXTRANJEROS EN EL JORULLO En los siglos XVIII y XIX estaban aún en pañales los estudios geológicos; sin embargo, la erupción del volcán del Jorullo atrajo siempre el interés de los hombres de ciencia de todo el mundo, pese a que apenas unos cuantos centros de investigación disponían de recursos para emprender trabajos de esta naturaleza y a que sólo muy contados científicos se dedicaban a ahondar en la geología moderna.

Acaso uno de los principales obstáculos para realizar un estudio a fondo sobre el Jorullo fue el estado caótico que vivía el país en medio de la insurgencia, la anarquía que le siguió, la agresión norteamericana del 47, la guerra de Reforma y el segundo Imperio.

Fue hasta esta centuria cuando las instituciones nacionales pudieron obtener los primeros frutos de la reconstrucción. El 27 de agosto de 1906, un grupo de sabios que tomaron parte en el Congreso Geológico celebrado en México, el propio año, visitó el volcán con objeto de completar los estudios iniciados por el Barón de Humboldt en 1803. Como representantes del gobierno federal encargado de dirigir la expedición, el Presidente Díaz nombró a los ingenieros Andrés Villafaña y Ezequiel Ordóñez; y en Morelia se incorporó a éstos, en representación del gobierno del Estado de Michoacán, el ingeniero Pascual Ortiz Rubio.

El grupo de geólogos estaba compuesto por las siguientes personalidades:

1. Mr. Cadell, científico escocés que vivía en Edimburgo,

miembro del Instituto de Geología y profesor del Colegio de Ciencias. Viajó por los Estados Unidos, África Austral y Nueva Zelanda.

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2. Profesor Hobson, inglés, de la Universidad de Manchester, especialista en el estudio de las rocas cristalinas. Viajó por Alemania, Estados Unidos y África del Sur, estudiando en esta última el famoso Victoria Tals.

3. Profesor Eumions, norteamericano que estuvo al servicio de la Geological Survey por cerca de 40 años. Era en esa época jefe del departamento de Geología Económica.

4. Mr. Lawson, norteamericano, profesor de geología en la Universidad de California; estudió la catástrofe de San Francisco en todas sus fases y dio una brillante teoría acerca del fenómeno. Fue periodista científico durante 15 años.

5. Mr. Osan, alemán, profesor de mineralogía y petrografía en la Universidad de Trisburg y miembro del servicio geológico de Texas.

6. Mr. Philippi, de Berlín, miembro de la expedición alemana que exploró las regiones antárticas en donde hizo profundos estudios geológicos durante dos años. Visitó también África del Sur.

7. Mr. Janischewski, profesor del Instituto Tecnológico de Tomsk, Siberia.

8. Mr. Michailowski, oficial ruso, demócrata y hombre de profundos conocimientos geológicos.

9. Mr. Lawatsch, vienés, notable petrógrafo y profesor de la Universidad de Viena.

10. Mr. Hirschfeld, berlinés, doctor en jurisprudencia de Minas. 11. Mr. Sciprio, doctorado en la misma rama del anterior. 12. Mr. Stolle, de Berlín, ingeniero de Minas. 13. Mr. Frentzel, berlinés, doctor en jurisprudencia de minas. 14. Mr. Hackman, geólogo finlandés. 15. Mr. Beergeat, alemán, petrógrafo, profesor de la Universidad

de Claustda. 16. Mr. Morris Davis, norteamericano, autor de varios libros,

entre los que se cuenta un tratado de meteorología, que en esa época servía de texto en la Escuela Nacional de Ingenieros de México.

17. Mr. Dorember, cónsul de Bélgica en Puebla y coleccionista de objetos arqueológicos.

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18. Mr. Pezon Didion, francés, alumno de la Escuela de Minas de Paris.

19. Mr. J. Dalnos, oficial del cuerpo de Minas de París. 20. Mr. Pinzon, ingeniero de Artes y Manufacturas de París. 21. El Conde y la Condesa de Matuchska, prusianos. 22. Ezequiel Ordóñez, ingeniero mexicano, director de la

expedición científica al volcán del Jorullo. 23. Andrés Villafaña, ingeniero de la Facultad de Ingeniería de

Guanajuato, miembro de la Sociedad Geológica Mexicana, geólogo del Instituto de Geología de México y subdirector de la expedición.

24. Pascual Ortiz Rubio, nicolaita, egresado de la Facultad Nacional de Ingeniería de México, representante del gobierno del Estado de Michoacán en la citada expedición.34

Pocos años después, como resultado de esta visita, se publicaron en México y en el extranjero numerosos trabajos científicos sobre el Volcán del Jorullo.

34 El ingeniero Pascual Ortiz Rubio proporcionó a la redacción del periódico El Ensayo, de Ario de Rosales, la nómina que antecede, la cual se publicó en el número 28 de 12 de julio de 1908, de cuyas páginas la copiamos. N. del A. Archivo particular de Roberto Pita Cornejo. 3ª de Ahumada 46. Pátzcuaro, Mich.

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CAPÍTULO III

SEMILLA DE LA LIBERTAD (1522-1810)

Organización política. El gobierno de Cortés. Las Audiencias. El Virreinato. División territorial de la Provincia Michoacana. Jurisdicciones civiles y eclesiásticas. Alcaldías Mayores. Corregimientos e Intendencias. Ideas libertarias en Ario y la Tierra Caliente. Quiénes las llevaron y difundieron. El Barón de Humboldt y el botánico Aimè Bonpland. En Ario se hospedaron en casa de don José María Silva. Los hermanos Hidalgo en Santa Clara. Párroco el uno, sacristán el otro. Carta de Hidalgo a Morelos. El Padre Lloreda. Contribución de los arrieros a la causa de la Independencia.

ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA Y TERRITORIAL EN LA COLONIA CONSUMADA LA CONQUISTA, Hernán Cortes con su carácter de capitán general, se hizo cargo de la administración pública; pero seis años después, por Cédula Real de 13 de diciembre de 1527, se dispuso que el país fuera gobernado por una Audiencia, investida de facultades jurídicas y ejecutivas. Presidió este cuerpo uno de los capitanes más sanguinarios y feroces de que se tiene memoria en la historia de México, el gobernador de Pánuco, Nuño Beltrán de Guzmán, y la completaban cuatro oidores: Diego Delgadillo, Francisco de Maldonado, Juan Ortiz de Matienzo y Alonso de Parada.

Las fechorías y corrupción de los miembros de este organismo superaron a los desmanes de Cortés —que trataban de corregirse—, por lo cual Carlos V nombró una segunda Audiencia que compusieron el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal, como presidente; y los oidores licenciados Vasco de Quiroga, Francisco de Seynos, Juan de Salmerón y Alonso Maldonado.

Despachados por la Audiencia los negocios más urgentes, se comisionó en 1533 al oidor Quiroga para que se trasladara a Tzintzuntzan, hablara con el gobernador indígena don Pedro

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Cuiniarángari, con los frailes avecindados allá —especialmente con fray Martín de la Coruña— y los caciques de los pueblos, a fin de encontrar la forma de sofocar la rebelión que éstos habían desatado a raíz del asesinato del cazonci Tangáxoan II, por el execrable Nuño de Guzmán.

"…He venido a renovar nuestra amistad y a aseguraros que su majestad está profundamente apesadumbrado por el mal trato que vuestra nación ha sufrido —les dijo—; podéis estar seguros de que aquellos que sean culpables de crímenes tendrán a su debido tiempo su justo castigo. Considero un gran honor y un privilegio el haber sido enviado por el rey para daros esta seguridad; ciertamente que vosotros no debéis tener sospechas de mis motivos ni dudas sobre mis buenas intenciones, ya que yo he demostrado desde el principio que sólo tengo amor y afecto para con la nación indígena; los mexicanos que vienen en mi compañía pueden testificar esto y deciros cómo miles de personas viven en la actualidad felices en poblaciones que he edificado para ellos… Lo que hice en Santa Fe [Santa Fe de México, donde el oidor había fundado un hospital-pueblo como el que se proponía en Michoacán] deseo hacerlo aquí también: el pobre se verá socorrido, el enfermo y el anciano serán bien atendidos y los niños recibirán la debida instrucción…"35

Fue entonces cuando don Vasco tuvo oportunidad de recorrer por primera vez los pueblos aledaños a la Laguna de Pátzcuaro. Estuvo además en Xácuaro (Santa Clara del Cobre),36 en Ario, en Zirahuén y en Tirimichúndiro (Tingambato).

Ante la elocuente palabra del magistrado, la sencillez de su persona y de su trato, la inequívoca sinceridad con que hablaba, los chichimecas depusieron su actitud y con él empezaron una nueva y edificante obra que todavía hoy sorprende.

La Segunda Audiencia gobernó el país hasta 1535, pues el 15 de octubre de ese año tomó posesión el primer virrey, Antonio de Mendoza, quien dio nueva trayectoria a la administración pública, atenuó hasta donde fue posible los abusos de la encomienda y el

35 Enrique Cárdenas de la Peña. Vasco de Quiroga, precursor de seguridad social. IMSS, México, 1968, p. 76. 36 Jesús Rojas Sánchez. Santa Clara del Cobre. Sin pie de imprenta. 1966.

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militarismo, y nombró los primeros funcionarios de carácter civil, como alcaldes mayores y corregidores.37

Xavier Tavera Alfaro, en nota número 3 a la "Introducción" del Análisis Estadístico… de Lejarza, refiriéndose a esta época y hasta finales de 1800, la resume así: "Existieron en la Colonia varias clases de divisiones territoriales. La más importante fue la división eclesiástica, dentro de la que hay que distinguir: la propiamente dicha, que dividía y subdividía el territorio en porciones sujetas a la jurisdicción de la jerarquía de la Iglesia; la que dividía el territorio en las llamadas provincias de evangelización encomendadas a las órdenes religiosas y la división judicial eclesiástica motivada por la jurisdicción distrital de los tribunales del Santo Oficio.

"Por otra parte existió la división territorial determinada por los distritos de jurisdicción que tuvieron las audiencias subdivididas en gobiernos, corregimientos y alcaldías mayores que prevaleció hasta el establecimiento de las intendencias. La primera disposición en materia de división territorial estuvo contenida en la real cédula expedida en Toledo el 20 de febrero de 1534, ejecutada el 30 de junio de 1535, en la que se ordenaba el establecimiento de cuatro provincias o mitras, siendo una de ellas la de Michoacán, dándole a cada una, una extensión territorial de quince leguas a la redonda de la cabecera diocesana.

"A pesar de esta disposición los obispos abarcaron extensiones que sobrepasaron con mucho lo dispuesto en el ordenamiento. Esta elasticidad estuvo condicionada por los límites políticos que tuvieron las localidades coloniales, límites que aun hoy no pueden comprenderse con precisión… Las fuentes de esta antigua división territorial, como la llamó Humboldt, son fundamentalmente dos: una, la aceptación por parte de los conquistadores de algunas de las entidades precortesianas, la otra, la peculiar manera que se usó para llevar a cabo la penetración militar. Así, los pobladores hicieron suya la antigua división y límites del reino de Michoacán, y al establecer

37 Al final de la obra, como Apéndice núm. 1, se publica la lista de los Alcaldes Mayores, Corregidores e Intendentes que tuvo Michoacán desde 1580, cuando se trasladó la sede episcopal de Pátzcuaro a Valladolid, hasta la consumación de la Independencia, en 1821. N. del A.

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bastiones contra los chichimecas38 y realizar penetraciones en el territorio ocupado por éstos fueron ensanchándose los límites de la primitiva división.

"Así se siguió diferenciando en el mapa colonial, con el carácter de provincia, el territorio del llamado reino de Michoacán con los límites anteriores a la conquista, más los agregados hechos al expandirse la acción de los conquistadores y pobladores. De esta manera, la provincia y con ella su obispado, se desplegó en una enorme extensión territorial, que al iniciarse el siglo XVII abarcaba una mínima parte del actual Tamaulipas, las actuales entidades de Guanajuato y San Luis Potosí, parte de Jalisco, de Zacatecas, de Querétaro, de Guerrero y el Michoacán actual, pues Colima, que le había pertenecido en el siglo XVI, era para entonces una provincia mayor de la Audiencia de Nueva Galicia.

"Dentro de este territorio funcionaron las alcaldías mayores y corregimientos no tributarios que sumaron nueve durante el siglo XVI, y las alcaldías mayores y corregimientos tributarios que sumaron cuarenta en el mismo lapso de tiempo. En el siglo XVI el número de las primitivas encomiendas llegaba a cuarenta… Existía un corregimiento en la villa de Charo y 26 alcaldías mayores. Esta división subsistió hasta 1787 en que se establecieron las intendencias. Por entonces las alcaldías mayores se subdividían en partidos y tenientazgos. Las más pequeñas de las jurisdicciones regionales, reducidas a los términos de una ciudad, villa o pueblo eran los municipios regidos por un ayuntamiento. Este lo integraban dos alcaldes ordinarios que fungían como presidentes, los que, al igual que el procurador síndico, eran elegidos por los regidores; éstos, como el alférez real y el escribano de cabildo, compraban en subasta pública los cargos, que llegaron a ser vitalicios y aun hereditarios. Por otra parte, existían las repúblicas o gobiernos de indios, que eran en

38 Tavera Alfaro indudablemente se refiere a los chichimecas bárbaros que durante su inmigración y asentamiento en el Occidente de México, quedaron dispersos en distintos puntos de los ahora Estados de Sinaloa, Nayarit, Jalisco y Guanajuato. Desde luego, estos chichimecas eran mucho menos civilizados que sus parientes los chichimecas michoacanos, descendientes de Hireti-Ticátame, poseedores ya de una apreciable cultura. N. de P. G. M.

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su mayor parte antiguos señoríos indígenas o sus residuos. En la primera mitad del siglo XVIII eran 59 los organismos de esta naturaleza que existían en la provincia mayor de Michoacán.

"Al establecerse las intendencias la provincia mayor de Michoacán quedó fragmentada, no así el obispado que, salvo algunos arreglos en sus límites, quedó circunscrito casi a sus antiguos confines. La intendencia de Valladolid de Michoacán quedó con unos límites muy cercanos a los que actualmente tiene el Estado. El distrito de las intendencias fue el de las jurisdicciones que desde 1770 señalaron a las alcaldías mayores y corregimientos el superintendente de la Real Casa de Moneda y el contador general interino de los Reales Tributos, por lo que Michoacán tuvo, entre esa fecha y la erección de la intendencia, tres alcaldes corregidores que fueron Juan Sevillano, Policarpo Crisóstomo Dávila y Juan Antonio Riaño, poco antes de ser nombrado el primer intendente". 39

Igual que el cazonci, Carlos V era monarca absoluto, con la diferencia de que aquél se preocupaba por el bienestar de sus gobernados; y éste, que había pasado a ser el dueño de las riquezas de los chichimecas, los explotaba en forma inicua y no les daba a cambio, por lo menos durante las primeras décadas después de la ocupación, ningún servicio asistencial.

Las autoridades tenían como uno de sus oficios principales recaudar las contribuciones. Pesaban sobre los habitantes indios, gente de color y mestizos, crecidos impuestos para el real tesoro, el granero del rey, el sostenimiento de hospitales, construcción de iglesias y obras públicas, aparte de los diezmos y primicias.

La alcabala era una contribución que se cobraba por el tránsito de mercancías de un lugar a otro. El gobierno se reservaba la venta de algunos artículos como el azogue, indispensable en el laboreo de las minas; el tabaco, la pólvora, los naipes, las pieles curtidas, la nieve y otros muchos efectos que los productores tenían que entregar forzosamente al Estado, para que sus agentes los vendieran al público. Las alcabalas, los estancos y los monopolios fueron, por tanto, los enemigos principales del progreso económico de la Nueva España.

39 Notas al Análisis estadístico de la provincia de Michoacán en 1822. Segunda Edición, Fimax Publicistas, pp. 201 y 203. Morelia, 1974.

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Había una contribución llamada media annata consistente en la venta que hacía el gobierno de los puestos públicos, muchas veces al mejor postor; por lo cual, una vez adquirido el empleo, el propietario se dedicaba a sacarle la mayor ventaja, con mengua de la justicia y de los intereses de la comunidad.

La contribución de lanzas era aquella que pagaban quienes poseían títulos nobiliarios, pues con ella, como en la Edad Media, se quería simbolizar la obligación del noble de concurrir con hombres y otros recursos en servicio del rey, cuando éste lo solicitaba.

Otra forma de comercio que producía pingües utilidades, era la venta de bulas. Eran éstas los permisos otorgados por el Papa a quienes las compraban, como —por ejemplo— comer carne los días de vigilia, ganar indulgencias, recibir una bendición a la hora de la muerte o cualquier otro beneficio espiritual. No sólo el pueblo, sino la propia clase dominante, era víctima de este tributo, pues fácil es suponer que quien no adquiriera dichas bulas quedaba sujeto a molestas censuras y se hacía sospechoso de herejía. Se exigía también una contribución llamada de la Santa Cruzada, para sostener las guerras que el Papa y los principales cristianos hacían a los "infieles".

Con el transcurso de los años y como consecuencia de las gestiones que hicieron algunos frailes y uno que otro gobernante, en favor de los súbditos de América, el soberano español dictó diversas disposiciones para refrenar abusos y corregir errores, las cuales se conocen con el nombre de Leyes de Indias. Estos documentos se consideran una expresión de la justicia de los monarcas, pero la verdad es que las Leyes de Indias nunca se cumplieron. Como casi todas venían a reprimir las arbitrariedades que los españoles cometían en contra de los indios, y esto afectaba a la clase explotadora, tales mandatos no eran obedecidos casi nunca.

Don Vasco de Quiroga, quien con justicia se hizo acreedor al título de padre de los indios michoacanos, considerado como uno de los grandes protectores de la raza indígena, casi un santo, fue con todo, denunciado por el fraile franciscano Maturino Gilberti, coautor de graves atropellos cometidos en perjuicio de los naturales, en un escrito que no llegó a manos del rey por haberlo interceptado la Inquisición, y que contenía diecisiete capítulos de cargos de los cuales basta conocer estos tres:

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"…Primeramente que todos los pueblos deste obispado de Michoacán, so especie del edificio de la iglesia catedral que nunca tendrá fin, son vejados muy malamente, siendo compelidos a que vayan a la dicha obra, de veinte y de quince leguas con su comida y hijos a cuestas y las herramientas con que han de trabajar y labrar, y si alguno da herramienta es tal o cual y generalmente sin ser pagados, y los ocupa en otras obras impertinentes a la dicha obra, como es el hacer o reparar las casas y corrales de los españoles… "Item, que los indios por no venir de tan lejos y redimir su vejación, han dado gran cantidad de dinero para la fabricación, y sobre esto los tiene cada día presos y molestados hasta el día de hoy, en especial los indios de Tzintzuntzan, y se han muerto algunos indios en la cárcel, sin los que se han muerto en la misma obra, que son muchos. "Item, que los indios naturales deste obispado de Michoacán reciben del obispo y de su provisor, muy notables agravios y vejaciones, porque por muy leves cosas los prenden y los molestan largo tiempo en la cárcel, y después pagan mucho carcelaje, y después los penitencian públicamente con crudelísimos azotes y los tienen de cabeza en el cepo muchos días, fuera de todo derecho, y después los penitencian con pena pecuniaria sobre los azotes, y después los condenan por seis o más o menos meses a la obra de la iglesia, por donde sus mujeres y hijos padecen muy gran detrimento…40

Al transcribir los párrafos anteriores tomados de la obra clásica del historiador Castillo Ledón, no podemos pasar por alto algunos datos sobre la personalidad del acusador y las circunstancias en que probablemente ocurrieron los hechos: fray Maturino Gilberti nació en 1498 en Francia, y murió en 1585 en Tzintzuntzan. Ingresó en la orden franciscana en la provincia de Aquitania, "oyó artes y teología" en la Universidad de Tolosa, y vino a la Nueva España en 1531. Declaró él mismo "haber desprendido siete lenguas de los indios" y escrito y ordenado en ellas "muchos y muy útiles tratados", entre los cuales figuran: Arte de la lengua de Michuácan, Thesauro espiritual en lengua de Michuácan, Diálogo de doctrina Christiana en lengua de Michuácan y Vocabulario en lengua castellana y michuacana. Se

40 Luis Castillo Ledón. Hidalgo. La vida del héroe, t. I. "Introducción". pp. XI y XII. Talleres Gráficos de la Nación. México, 1948.

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le ha citado también, como uno de los posibles autores de la famosa Relación… de Michoacán.

El Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México. Ed. de 1964 p. 607, dice de fray Maturino: "…Enredóse en acres pleitos con los obispos Quiroga y Morales y su clero secular, y en ese ambiente fue procesado, sin sentencia definitiva, por la Inquisición a causa de uno de sus libros. Pretendió tener visiones del cielo sobre el próximo fin del mundo y la imposible salvación de algunos si no se metían a frailes…"

El obispo Quiroga tuvo, en efecto, problemas no sólo con encomenderos y frailes, no precisamente por lo que lo acusaba el políglota, sino por causas más reales como eran los "golpes" al tubo digestivo. Al final del capítulo VI de Pátzcuaro,41 escribimos textualmente: "…Para que se confirme aquella regla de que en este mundo a veces el más justo es el más atacado", añadiremos:

"1. En los primeros decenios de la colonización española no

pudieron precisarse con exactitud los límites de las diócesis. Don Vasco de Quiroga tuvo que disputar por esta causa, con el arzobispo de México y el obispo de Nueva Galicia. A este conflicto se le llamó el 'pleito grande'.

"2. Los encomenderos acusaron al obispo de Michoacán de que sólo les cobraba diezmos y no les proporcionaba ningún servicio religioso ni educativo.

"3. Los frailes franciscanos y agustinos se indispusieron con él 'porque el prelado se proponía colocar en los mejores pueblos a los sacerdotes bilingües egresados del colegio de San Nicolás'.

"4. El virrey se distanció del antiguo oidor, porque éste, ya obispo y radicado en Pátzcuaro, se negó a cambiar su sede a Valladolid; y

"5. Para colmo, hasta una buena parte de los indios se mantuvieron inconformes durante muchos años, porque el insigne obispo trasladó su catedral fuera de Tzintzuntzan".

¿No sería por este tiempo cuando Gilberti formuló su acusación contra el primer obispo de Michoacán?.

41 Pablo G. Macías, Pátzcuaro. Monografías Municipales. Gobierno del Estado de Michoacán, p. 149, México, 1978.

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Castillo Ledón comete el error de no precisar la fecha del escrito acusatorio, dando lugar con ello a que en vez del señor Quiroga —que falleció en 1565—el acusado pudiera ser su sucesor don Antonio Ruiz de Morales, pues Gilberti dejó de existir hasta 1585, según llevamos dicho.

Hemos hecho esta digresión por dos razones: la primera porque se trata de un suceso histórico poco conocido; y la segunda, porque aunque el contenido del pliego oscureciera un tanto la brillante ejecutoria del "padre de los indios michoacanos", en nada desmerecería su grandiosa personalidad.

La concentración del poder y la riqueza en una minoría integrada por los europeos y el clero, la miseria del pueblo sojuzgado e ignorante y la agitación intelectual provocada por la Revolución Francesa y las nuevas tendencias filosóficas y económicas de los pensadores modernos, que enfrentaban criollos y mestizos ilustrados de nuestro país, quienes hablaban ya sin ambages de la democracia y la libertad, era el panorama que ofrecía la Nueva España en la primera década del siglo pasado. Visto de conjunto todo, puede afirmarse por lo que respecta a Michoacán, que el descubrimiento, la conquista y la colonización no constituyen sino tres etapas de un mismo movimiento.

La primera corresponde a la conquista y a las consecuencias inmediatas de la ocupación militar, que comprende la caída del Imperio chichimeca y la sumisión de Tzintzuntzan, su capital; la prisión, tortura y muerte del cazonci; el gobierno de Cortés y de sus agentes hasta la llegada de las Audiencias y la formación de un sistema regular de instituciones, que toma forma definitiva en el virreinato: 1521-1535.

La segunda es la expansión, la consolidación, el crecimiento y el apogeo del régimen colonial, que abarca todo el siglo XVI y parte del XVII hasta que se detiene el impulso de descubrimientos, conquistas, fundaciones y misiones.

Y la tercera, el estancamiento y decadencia no sólo en Michoacán, sino en todo el país, en la cual las formas de gobierno y el movimiento social, económico y constructivo presentan los síntomas de la crisis que, al fin, estalla en la Revolución de 1810.

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LAS IDEAS LIBERTADORAS EN ARIO Y LA TIERRA CALIENTE ¿Cómo es que en los primeros años del siglo XIX germinaron las ideas libertadoras en la zona de Ario y la Tierra Caliente de Michoacán? No existen estadísticas ni documentos que comprueben la presencia de hombres más o menos cultos en aquellas comarcas. Muy pocos europeos, regular número de criollos y mestizos y casi ningún indígena poseían más instrucción que la proporcionada por los escasos establecimientos clericales. La gran mayoría de los habitantes satisfecha estaba con "saber leer, escribir, contar, negociar y rezar", según elocuente frase de la época.

Sin embargo, sorprende que hasta esos apartados lugares —con deficientes caminos y peores medios de transporte— había llegado la efervescencia revolucionaria que agitaba a México, Valladolid, Querétaro y San Miguel el Grande, centros visibles de conspiración, así como el descontento entre gachupines y americanos.

Aparte del Barón Alejandro de Humboldt y de su amigo, el botánico Aimè Bonpland, que estuvieron en 1803 en Pátzcuaro y en Ario, de paso para el Jorullo, no se tiene memoria de que en ese tiempo otros viajeros notables hubiesen llevado a dichas latitudes las luces de la Ilustración. En Ario, Humboldt y su compañero se hospedaron en casa de don José María Silva, próspero comerciante de la localidad, relacionado con hombres de letras de Valladolid, respetado por su saber y filantropía. Silva acompañó a sus huéspedes al volcán del Jorullo, proporcionó a éstos datos e informaciones regionales de mucho interés para que pudieran completar sus estudios, lo cual motivó para él una sincera gratitud de aquellos hombres de ciencia.

Nos parece lógico pensar que Humboldt y Bonpland, sobre todo el primero —espíritu despierto a las modernas inquietudes filosóficas y sociales—, hablara a Silva de los efectos inmediatos de la Revolución Francesa, que él acababa de presenciar en Europa; y que lo alertara sobre el inminente fin de los gobiernos despóticos y corrompidos, como el de España. Veinte años contaba cuando las llamas de la Revolución iluminaron el mundo. Las ideas de igualdad, libertad y fraternidad ejercieron una profunda influencia sobre Humboldt y su hermano Guillermo —afirma uno de sus biógrafos—, ya que éstas

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coincidían plenamente con su concepción humanística de la ciencia. Su hermano marchó inmediatamente a París y Alejandro profesó toda su vida los ideales de 1789 y trató siempre de actuar de acuerdo con ellos.

Después de Humboldt, otros sembradores habían andado también por el sureste de Michoacán. Los hechos nos hacen suponer que entre éstos estaban el propio libertador Miguel Hidalgo y Costilla, su hermano José Joaquín, don Manuel de la Torre Lloreda y el cura de Churumuco, Tamácuaro de la Huacana, Nocupétaro y Carácuaro, José María Morelos y Pavón, quienes plantaron por primera vez la semilla de la Independencia en la conciencia de aquella gente batalladora.

Vale la pena examinar el caso porque ello clarificaría la conducta de los arienses, siempre patriota y apasionada por la libertad, conducta que se significó por un denodado espíritu insurgente, aun a costa de la sangre de cientos de sus hijos y dos veces el incendio de su pueblo.

Que estas cuatro personas estaban en íntima relación desde a fines del siglo XVIII, no hay duda, multitud de documentos históricos de sobra conocidos lo comprueban. Morelos fue discípulo de Hidalgo cuando éste fue rector del Colegio de San Nicolás Obispo; por él conoció los principios constitucionales que más tarde plasmó en los "Sentimientos de la Nación" y de él recibió, también, el tratamiento de "querido discípulo y amigo", como se verá en esta carta:

"Dolores, septiembre 4 de 1810. Señor don José María Morelos Querido discípulo y amigo: Tuve noticias del centro; se me dice que el 29 del venidero octubre es el día señalado para la celebración del Gran Jubileo que tanto ansiamos todos los americanos. Como aun puse en duda tan buena nueva emprendí viaje a Querétaro y nuestro señor Corregidor me confirmó la noticia lleno de gusto así como doña Josefa. Por lo tanto y según lo que hablamos en nuestra entrevista de fines de julio, me apresuro a noticiárselo y espero que usted procurará por su parte que en dicho día 29 de octubre se celebre con toda pompa y con el objeto

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que simultáneamente sea en todo el Anáhuac, tenga verificativo, y que con tiempo vea a sus más devotos feligreses, a fin de que tomen parte.

Yo procuraré tener a usted al tanto de todo lo que ocurra y mi notario don Tiburcio está encargado de recibir noticias y contestar en caso urgente.

Don Ignacio lo saluda a usted lo mismo que el licenciado y tienen idea de que usted ha de sobresalir en esta función y desean llegue el día señalado que le repito 29 de octubre.

El padre Mariano Matamoros estuvo a verme y también se fue entusiasmado y a disponerse para esa gran función.

Por hoy no le digo más; deseo que pronto nos veamos. Su maestro y amigo que lo aprecia y besa su mano.

Miguel Hidalgo".42 (Rúbrica).

Con toda claridad —pese al disfraz que se le puso—, [anuncia] Hidalgo a Morelos que el gran jubileo se efectuará el 29 de octubre de 1810 (fecha que se había acordado primeramente por los conspiradores, para iniciar la revolución de Independencia); que con tiempo vea a sus más devotos feligreses (partidarios de la causa) para que tomen parte; que se tiene la certeza de que él ha de sobresalir en esta función, en la que también colaborará el cura Mariano Matamoros. Pero lo más importante para el objeto de nuestro trabajo, es que el señor Hidalgo habla de una entrevista tenida con su discípulo a fines de julio de ese año, lo cual prueba que los dos hombres estaban en convivencia, comprometidos para luchar por la libertad de nuestro país, y que se veían con más o menos regularidad.

Por otra parte, los doctores José María Cos y José Sixto Verduzco (este apellido aparece escrito en los documentos indistintamente con B o V) —el primero, miembro del Congreso de Chilpancingo y uno de los cerebros de la revolución de la Independencia por su clarísimo talento; y el segundo, vocal de la Soberana Junta Nacional de Zitácuaro presidente del citado Congreso—, fueron también colegas

42 Archivo del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía. Morelos. Documentos inéditos y poco conocidos. México, 1927, 3 vols.

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de Morelos. Él y Cos recibieron del obispo de Michoacán, fray Antonio de San Miguel, en un mismo acto celebrado en el oratorio del palacio episcopal de Valladolid el 19 de diciembre de 1795, las órdenes del sacro subdiaconado y del diaconado respectivamente;43 y en otra ceremonia igual, en el propio sitio y presidida por el mismo prelado, Morelos y Verduzco obtuvieron las órdenes mayores, el día 21 de diciembre de 1797.44

Es muy natural que en los colegios y en otras sociedades o agrupaciones los individuos afines en carácter, actividades, ideas, gustos y costumbres sus relaciones sean más estrechas que con otros; que se busquen, aconsejen y ayuden en sus problemas. Cos y Verduzco, dos grandes héroes de la Independencia nacional, fueron acaso, por esta sola circunstancia, amigos del "Siervo de la Nación" desde muchos años antes del Grito de Dolores.

Por tanto, nos inclinamos a pensar, si Morelos estaba imbuido de las ideas de Hidalgo, su maestro y amigo, a quien respetaba por su sabiduría, y con él existieron contactos personales y por escrito desde antes de finalizar el siglo XVIII, y cultivaba relaciones amistosas con Verduzco y Cos, ¿no sería lógico que el cura de Carácuaro difundiera sus ideas sociales y políticas entre su feligresía de la Tierra Caliente y despertara en ella un deseo apasionado por la libertad, como lo demostraron siempre los habitantes de Ario, Puruarán, Carácuaro, Taretan, Tacámbaro y Santa Clara del Cobre, entre otros?.

Es válida la versión de los campesinos "viejos" de Churumuco y La Huacana —que nosotros recogimos durante nuestras giras de investigación por la comarca— en el sentido de que durante sus conversaciones con el cura Morelos trataba de persuadir a los naturales de la importancia de poseer la tierra, tesoro que debían defender de los extraños aun al precio de la vida.

Aunque en rigor Morelos no podía reputarse campesino (nació en Valladolid, hijo de un obrero, Manuel Morelos y de la hija de un

43 Antonio Arriaga. Morelos. Documentos. p. 53. Edición del Gobierno del Estado de Michoacán, Morelia, 1965. 44 Ut. Supra. pp. 65 y 66.

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maestro de escuela, Juan María Pérez Pavón)45 sus once años que vivió de labrador en la hacienda de Tahuejo al lado de gente sencilla y humilde del campo, infundieron en él su amor por la tierra, "único bien que, como una madre, nos proporciona la vida, alimento y comodidad".

El respetable escritor Romero Flores pretende que el "Siervo de la Nación" no tuvo ningún contacto con los conspiradores de Valladolid, ni de Querétaro; que no hizo preparativo alguno para un levantamiento, y que "si bien era conocido del señor Hidalgo en los dos primeros años de sus estudios en el colegio de San Nicolás, nada nos hace suponer que estuviera en comunicación con una persona a quien no veía ni trataba desde hacía ya 18 años";46 que su decisión de participar en la lucha fue un "acto espontáneo, súbito", en el que no concurrieron más estímulos que un sentimiento de generosidad extraordinario.

"…Ya un historiador47 nos ha dicho —asienta textualmente— y no será por demás recordarlo, que la noticia de la insurrección verificada en el pueblo de Dolores la tuvo el señor cura Morelos casi a mediados de octubre, por don Rafael Guedea, que viniendo de Tacámbaro para la costa, llegó a Nocupétaro. —"Y qué vientos trajeron a don Rafael por aquí? —dijo el cura que se encontraba recostado en una hamaca rezando en su breviario, cuando, apeándose de su cabalgadura un sujeto de correctas maneras y porte a la usanza de los hacendados de la costa, llegaba al portal en donde Morelos se encontraba.

45 El Ing. José R. Benítez, autor del documentado libro Morelos. Su casta y su casa en Valladolid. (Ed. del Gobierno del Estado de Michoacán. Morelia, 1964) afirma en la página 65 "que fue el Caudillo el primero en escribir su apellido materno con v como siguió escribiéndose en adelante y que también fue el primero en suprimir el patronímico Pérez, que no volvió a ser usado por ninguno de los familiares después de la muerte de doña Juan María Pérez Pavón". N. del A. 46 Jesús Romero Flores, Historia de Michoacán, Edición del gobierno del Estado de Michoacán, pp. 251 y 252. Morelia, 1962. 47 Romero Flores se refiere al general Vicente Riva Palacio que copia de Alamán el diálogo entre Morelos y Rafael Guedea, propietario de la hacienda de Guadalupe.

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—Vengo de dar una vuelta por Tacámbaro y quiero que su merced me dé posada esta noche. —Con todo gusto —contestó el cura. ¿Y qué tiene de nuevo por esos rumbos? —¡Cómo…! ¿Aún no sabe su merced las novedades? Se dice que el señor cura Hidalgo se ha levantado en contra de los españoles, que tomó Guanajuato y viene con un mundo de ejército sobre Valladolid. "Y continuaron una larga conversación por la noche. Al día siguiente Guedea continuó su camino, y el cura, sin anunciar a nadie su determinación, ordenó a Gregorio Zapién, su topil, que fuera a Yanintzio y le pidiera prestado a su nombre a doña Guadalupe, medio almud de dinero. "Entre tanto el mozo o alguacil volvía con el dinero, comisión en la que demoraría unas tres horas, el señor cura tuvo una larga conferencia con don Mariano Melchor de los Reyes, gobernador de la comunidad de indígenas y con su ama de llaves doña Brígida Almonte,48 sobrina del gobernador. "Cuando regresó Zapién, el cura montó en su caballo y salió rumbo al Platanar y pasando por la Cañada de San Diego Balcones llegó a Indaparapeo, en donde recibió del señor Hidalgo la comisión de insurreccionar todo el sur…"49

Faltó, por lo visto, mejor investigación al historiador Romero Flores. Si antes de escribir hubiera conocido y leído bien la carta de Hidalgo a Morelos fechada el 4 de septiembre de 1810 —que reproducimos antes— no habría malinterpretado a Riva Palacio cuando éste dice que Morelos tuvo conocimiento de la insurrección en el pueblo de Dolores "casi a mediados de octubre".

En efecto, para el cura de Carácuaro (a muchos kilómetros de distancia de Dolores, sin correo expedito ni medios rápidos de comunicación) la noticia de que se había anticipado el levantamiento fue una sorpresa bien grande, pues el señor Hidalgo repite tres veces en su breve carta, que el "gran jubileo" principiará el 29 de octubre de 1810; no el 16 de septiembre en que tuvo lugar. Y una cosa es no tener

48 Esta Brígida Almonte fue madre de Juan Nepomuceno Almonte, hijo natural del héroe de Cuautla, más tarde diplomático y general del Ejército Mexicano, partidario de la monarquía. 49 Romero Flores, Ut. Supra,p. 252.

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conocimiento de que la sublevación se hubiese anticipado, y otra, muy distinta, que el "Siervo de la Nación" ignorara las medidas que los conspiradores de Valladolid, Querétaro y San Miguel el Grande venían tomando desde 1809, para emancipar el país.

En Indaparapeo el ex rector del Colegio de San Nicolás entregó a Morelos el siguiente nombramiento:

"Por el presente, comisiono en toda forma a mi lugarteniente el Br. D. José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en la costa del sur levante tropas, procediendo con arreglo a las instrucciones verbales que le he comunicado".

Estas instrucciones verbales, que don Lucas Alamán da a conocer,50 fueron "que en todos los lugares por donde pasara se encargara del gobierno y recogiera las armas, dejando aquél en la persona que lo obtuviese, no siendo europeo, bajo las seguridades que le pareciese, y siéndolo, nombrase otro; que aprehendiese a todos los europeos y los remitiese a la intendencia más inmediata, embargando sus bienes para pago de las tropas que levantase. El destino final de los europeos había de ser el que dándoles lugar a los casados para que se reuniesen con sus familias, marchasen a su tierra o a una isla que el mismo Hidalgo había de señalar. Diole también el encargo de tomar la plaza y puerto de Acapulco, siendo éste el principal objeto de la comisión de que iba encargado".

Después de su entrevista con Hidalgo y de regreso en la Tierra Caliente, Morelos nombró su secretario a Félix Hernández y a su topil Gregorio Zapién lo hizo su asistente. Con otros catorce hombres reclutados en Nocupétaro, salió a cumplir la misión que más tarde lo llenaría de gloria. Esos hombres eran Vicente Guzmán, Gregorio Velázquez, Francisco Zamarripa, Benito Melchor de los Reyes, Roque Anselmo, Francisco Cándido, Marcelino González, Ramón de los Santos, Francisco Espinosa, José Concepción Paz, Máximo Melchor de los Reyes, Andrés González, Teodoro Gamero y Bernardo Arreola.

50 Historia de México, t. 2 p. 317. Imprenta de José Mariano Lara. Calle de la Palma 4. México, 1850.

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Con esta pequeña fuerza que fue el principio de sus campañas, tomó el rumbo de Zacatula a cumplir con su heroico destino.

LOS HERMANOS HIDALGO EN SANTA CLARA DEL COBRE José Joaquín Hidalgo y Costilla, primogénito del matrimonio entre Cristóbal Hidalgo y Costilla y Ana María Gallaga, después de profesar por varios años el magisterio en el Colegio de San Nicolás y de servir los curatos de San Miguel el Grande y de Coeneo, tomó posesión el 20 de enero de 1788 de la parroquia de Santa Clara del Cobre, donde permaneció casi siete años, hasta el 14 de febrero de 1794, según consta en los archivos de la notaría parroquial de aquel lugar.

Su hermano Miguel, dos años menor, fue designado sacristán mayor del referido pueblo de Santa Clara, no se conoce exactamente en qué fecha, pero en el año de 1791 ya disfrutaba ese beneficio, como se aprecia en el siguiente documento citado por el historiador Antonio Arriaga, director del Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, en el prólogo que escribió para una monografía de Villa de Escalante:

"El bachiller don Miguel Hidalgo y Costilla, sacristán del pueblo de Santa Clara de los Cobres, catedrático de Prima Sagrada Teología, rector y colegial de oposición en el R. y Primitivo Colegio de San Nicolás Obispo por el muy ilustre, venerable S. Dean y Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad de Valladolid…"

Este documento, de puño y letra del señor Hidalgo, fechado el 28 de julio de 1791, certifica que Isidro Huarte (hermano de doña Ana Huarte, esposa de Agustín de Iturbide, y que fue el constructor del acueducto de la hoy ciudad de Morelia) estudió con Hidalgo dos cursos de teología. El futuro padre de la patria no vivió, ciertamente, en Santa Clara de los Cobres, pero disfrutó el título de sacristán que era un beneficio que la iglesia concedía a determinadas personas con objeto de que pudieran percibir los pequeños emolumentos anexos al citado cargo, aun cuando éste no se desempeñara materialmente. Sin embargo, Hidalgo iba con mucha frecuencia a Santa Clara, viajes que

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aprovechaba para saludar y cambiar impresiones con su hermano José Joaquín.

"…Si consideramos los méritos que el señor cura don Miguel Hidalgo tenía como hombre de talento y los servicios eminentes que había prestado al clero michoacano, encontramos la razón de que se le hubiera premiado con la dignidad ya mencionada —expresa textualmente Jesús Rojas Sánchez—. Con este motivo Santa Clara tuvo la honra de que el padre de la patria lo visitase muchas veces y no resulta aventurado pensar que en varias ocasiones, aunque haya sido en forma muy velada, dejara escapar de sus labios la crítica hacia los españoles y las ideas de libertad que, como un hecho histórico comprobados, sabemos que siempre bulleron en su cerebro… "Cuando se tuvo la noticia del levantamiento del cura de Carácuaro don José María Morelos y Pavón, secundando a Hidalgo, los habitantes de Santa Clara, Ario, La Huacana, Tacámbaro y toda la Tierra Caliente, se marcharon a engrosar sus filas; si bien que a algunos el generalísimos los volvió a sus lugares de origen para que cultivaran la tierra y dieran de alimentar a las tropas…"51

Aunque no hay prueba escrita, porque los archivos tanto de la parroquia como del Ayuntamiento de Ario fueron incendiados dos veces durante la guerra de Independencia, no está fuera de sentido suponer que los hermanos Hidalgo, con el carácter que ostentaban y firmes en sus propósitos de liberación, hubieran andado también por la zona de Santiago Ario propagando al mismo tiempo que la fe religiosa, la doctrina de la liberación.

DON MANUEL DE LA TORRE LLOREDA

El sacerdote Manuel de la Torre Lloreda nació en Pátzcuaro el 6 de junio de 1777. Fueron sus padres Francisco Justo de la Torre y Rosa María Palacio. Cambió su segundo apellido por el de su padrastro Francisco Lloreda, con quien casó la autora de sus días en segundas

51 Ut Supra, pp. 19 y 20.

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nupcias al quedar viuda, cuando apenas contaba Manuel dos años de edad. Su formación literaria la hizo en el tridentino seminario de Valladolid y en la Universidad de México, y, si bien parece no haber estado por mucho tiempo en las aulas del Colegio de San Nicolás, sí tuvo amistad con el rector Hidalgo y se solidarizó desde un principio con las ideas reformadoras de éste.

"…Como todo buen mexicano —dice de él Rojas Sánchez, a quien ya hemos citado varias veces—, ambicionaba una patria libre aprovechando la fama de que disfrutaba como hombre de ciencia, a cada momento lograba convencer a miembros de todas las clases sociales para que secundaran el movimiento iniciado por el señor Hidalgo. Además, el padre Lloreda había cultivado una amistad muy estrecha con el cura de Dolores del que había sido discípulo cuando aquél ocupó la rectoría del Colegio de San Nicolás. Amante de la libertad como ya se ha dicho, con mucha anticipación al movimiento libertario sostuvo con él correspondencia epistolar en la que planeaban, entre ambos, todo lo relativo a la preparación de la causa que bullía con fuerza en los cerebros privilegiados de aquellos hombres que han dejado tan honda huella a su paso por ese plantel educativo que ha sido honra y prez, no sólo de Michoacán, sino de México entero".52

De la Torre Lloreda fue nombrado párroco de Santa Clara del Cobre el año de 1808, pero sus inquietudes revolucionarias lo hicieron sospechoso al descubrirse la conspiración de Valladolid, a tal extremo que en vísperas del Grito de Dolores fue aprehendido en su casa de Pátzcuaro y escoltado por 50 dragones, como si hubiera sido un criminal, fue conducido a Valladolid y encarcelado primero en el convento del Carmen, y después en el de San Diego, donde permaneció hasta que el arzobispo Lizana y Beaumont ordenó su libertad.

"Durante el tiempo de su cautiverio —añade Rojas— fue víctima de toda clase de vejaciones por parte del gobierno español, amén de que contrajo enfermedades que pusieron en peligro su vida. Pero esta prueba fortaleció su espíritu, de suyo ya fuerte, y atizó la hoguera de

52 Ut Supra, p. 19.

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amor a la causa libertaria, convirtiéndose en colaborador activo de los insurgentes para quienes su pluma hábil, elegante y fecunda en el conocimiento de las ciencias humanas, fue de una utilidad incalculable".

En mayo de 1812, De la Torre pudo ocupar nuevamente su curato de Santa Clara, ayudando a la causa de la libertad por medio de su feligresía.

Igual, pues, que los hermanos Hidalgo y el cura Morelos, bien pudo ser este insigne sacerdote desde su curato, un activo propagador de la Independencia en medio ya de la lucha revolucionaria, pues no se explica de otra manera que los habitantes de Santa Clara y de Ario —sobre todo estos últimos— y los de la Tierra Caliente, hayan combatido con tanto patriotismo, denuedo y valentía a los realistas.

LA ARRIERÍA Para completar la serie de factores que sin duda influyeron en la penetración de los ideales de independencia en la región de Ario y la Tierra Caliente, volveremos ahora la vista a una actividad casi en olvido, porque ya no existe, pero que durante la Colonia y hasta mediados de la centuria pasada, fue toda una institución en nuestro país: nos referimos a la arriería.

Ario, ya lo señalamos en otro capítulo, era puerto obligado de tránsito comercial entre la zona fría y la Tierra Caliente de Michoacán. Los productos de la costa llegaban por ese camino a Santa Clara, Pátzcuaro, Valladolid e incluso a ciudades del interior del país. Por tanto, el diario movimiento de forasteros en el pueblo, le daba un tono de singular importancia. Los arrieros de las recuas llevaban y traían las noticias sobresalientes de los lugares que tocaban en su ruta, y a veces eran, también, espías y correos secretos de los magnates de la época.

Don Julio Zárate, autor del tomo 3 de México a través de los siglos (Ed. Cumbre. México, 1953), en la página 182 atribuye al cura Morelos la ocupación de arriero; y aunque no es de ninguna manera un desdoro que el "Siervo de la Nación" hubiera desempeñado tal

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oficio (equivalente hoy al de maquinista de ferrocarril, operador de camiones, marino o piloto de aviación), la verdad histórica es que nunca lo ejerció.

"Muerto el padre de Morelos —afirma con sorprendente ligereza— desvanecióse la ilusión que la pobre viuda había abrigado de dedicar a su hijo a la carrera eclesiástica y le confió al cuidado de su tío Felipe Morelos,53 que era dueño de una recua con la que trajinaba entre México y el puerto de Acapulco. El héroe futuro de la independencia, hasta los treinta años de edad, recorrió el camino que liga a estas dos ciudades dedicado a la arriería, sin que haya noticias de que en su niñez, ni en su juventud, hubiera adquirido instrucción ninguna".

Los arrieros y la diligencia fueron dos importantes medios de transporte en su tiempo; y no debe desconocerse que los transportes dan vitalidad a la agricultura y a la industria, permiten la creación de mercados, el abasto de los mismos, la obtención de materias primas, la regulación de precios, la diversificación económica, la unidad política y social y la adquisición de un nivel de vida más elevado para la población. La arriería era una ocupación para hombres valientes, ambiciosos y astutos, pues ofrecía posibilidades de hacer fortuna; un oficio rodeado de romanticismo, cuya aureola de peligros, amoríos y reyertas, cubría a los arrieros. Tenía la arriería en México gran tradición y entre sus miembros podían nombrarse personajes como Catalina de Erazo, la famosa Monja Alférez, dueña de una posada en el camino de México a Acapulco, que traficaba en calidad de arriero; el beato fray Sebastián de Aparicio, quien durante nueve años condujo carretas de bueyes a través de terrenos escabrosos, y que abría caminos propios, como el célebre Real de Minas de Zacatecas; a Valerio Trujano, héroe de Huajuapan, libertador de la patria.54

53 Fundándonos en las propias declaraciones del generalísimo hechas en el tribunal de la Inquisición, no tuvo ningún tío de nombre Felipe Morelos. N. del A. 54 Francisco R. Calderón, Historia Moderna de México. "La Vida Económica", pp. 96 y 97. Editorial Hermes, México, 1955.

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El arriero fue con su recua de mulas, el medio de transporte más común y uno de los tipos más pintorescos de todos los tiempos. A uno de ellos, de nombre Crisóforo, el historiador Francisco R. Calderón, lo pinta de esta manera:

"sombrero de ala ancha forrado de hule, cotón de cuero resguardado por una pechera del mismo material; ancho ceñidor, cuyas puntas caían sobre un calzón de gamuza abierto hasta media pierna, rodillera también de cuero y zapatos de vaqueta. Crisóforo era matemático, porque sabía las divisiones y subdivisiones de los pesos y medidas de áridos y también porque dejaba la curva y seguía la recta, siempre que por ella podía dirigirse a un punto dado. Era astrónomo, porque al ver las cabullas, la guía ó el carro, averiguaba la hora que era, con una diferencia de cuarenta minutos. Era homeópata, porque más de una vez y al padecer enfermedades, trató de curarlas con sus semejantes; es decir, el famoso similia similibus que traduciendo literalmente significa, un clavo saca a otro clavo".

El arriero tenía una lengua peculiar, rica en mil interjecciones que empleaba con sus compañeros, las mulas y los agentes aduaneros. En estos tipos se ve o mejor dicho, se veía, patentizado a toda luz el carácter del mexicano y las virtudes muy naturales de los rancheros que figuraban como gente de la clase media entre los fuereños, y que, ajenos a los fingimientos de la falsa política, con la mejor buena fe manifestaban los sentimientos de su corazón, probando con hechos su franqueza, hospitalidad, desinterés, respeto, sincera amistad y cuanto bueno y útil pueda tener el hombre.

Las mulas eran cuidadas con todo esmero, por representar, no sólo el capital de su dueño y el medio de carga, sino también el orgullo y señorío del dueño. Se les ponía nombres graciosos, como Chula, Negra, Prieta, Linda.

Muchos refranes se han hecho sobre la arriería, y a veces eran un reflejo fiel y popular de su noble profesión: "el padre arriero, el hijo caballero y el nieto pordiosero"; amor de arriero, "si te ví, ya no me acuerdo"; "la india quiere al arriero cuando es más lépero y fiel"; "arriero de un jumento, buen plato y mal testamento"; "alazán tostado, primero muerto que cansado"; "cuando el arriero vende la bota, o sabe a pez o está rota"; "de arriero a arriero no pesa dinero".

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Hoy decimos del marino —arriero moderno— "en cada puerto un amor"; y por ese estilo, adjudicamos toda clase de dichos y dicharachos lo mismo al modesto abonero o vendedor ambulante que a los jerarcas de la importación.

Las humildes tiendecitas que se hallaban en los caminos eran el oasis en donde el arriero se permitía un breve descanso: se acercaba tímidamente a la dueña, se quitaba el sombrero y sonriendo alargaba la mano para tomar el agua que se le ofrecía; adonde el arriero llegaba con la garganta quemada por el sol y el polvo del camino y se detenía a fumar un cigarrillo de hoja, siguiendo el rito tradicional del gran fumador; adonde se puede preguntar una dirección, dejar un recado o informar al dueño sobre los sucesos notables en los pueblos y caminos por donde iba.

Los arrieros transportaban las más variadas clases de mercaderías: azúcar, aguardiente, almidón, arroz, ajos, alpiste, cacao, chile ancho y pinto, cilantro, cebada, cal, frijol, garbanzo, harina, sal, oro, plata, tabaco, cacahuate, aceituna, higo pasado, piñón, vinos, ropas, telas y otros muchos productos.

No ha quedado memoria en los archivos, de la intensidad del tránsito en Ario, pero debe haber sido importante, como ya se dijo en el capítulo segundo, a juzgar por su posición geográfica como "boca" de la Tierra Caliente.

Pues bien, estos arrieros, cuyo carácter y apego a su oficio hemos descrito, pudieron haber sido también agentes muy activos de agitación revolucionaria en el sureste de Michoacán, trasmitiendo y comentando noticias, exaltando a la gente que encontraban a su paso; con la circunstancia de que se mezclaban lo mismo entre la plebe —como se designaba en esa época al pueblo— que entre los hacendados y comerciantes que tenían necesidad de utilizar sus servicios.

El caso de doña Antonia La Correo, mujer nacida en Pátzcuaro, heroína de la independencia, y de quien no se conoce ni siquiera el apellido, es un ejemplo de lo que la arriería aportó a la difusión de las ideas libertarias en la zona que venimos reseñando. El historiador patzcuarense Antonio Salas León, afirma que doña Antonia se dedicaba en tiempos de la Guerra de Independencia, a la arriería, comerciando entre Santa Clara del Cobre, Ario, Tacámbaro, Turicato, La Huacana y la Tierra Caliente en general.

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Acaso por su carácter hombruno no le arredraban los peligros que se corrían por los caminos infestados de bandoleros. Los realistas de Pátzcuaro vieron en doña Antonia un elemento que podía ser útil a su causa llevando y trayendo correspondencia a y de los lugares que visitaba. La mujer aceptó tal comisión y la desempeñaba fielmente, aunque también la aprovechaba para ayudar a los insurgentes, de quienes era adicta, proporcionándoles informes, dinero y armas que le ministraban los partidarios de la Independencia.

Semejante tarea no podía quedar mucho tiempo oculta: denunciada a los realistas fue aprehendida al regresar a Pátzcuaro de uno de sus viajes, en un punto llamado Los Reyes. De este lugar los partidarios del rey la condujeron a rastras, tirándola de los cabellos, hasta la plaza mayor, adonde llegó moribunda y bañada en sangre. Este acto de barbarie provocó la indignación de la mayor parte del vecindario, pero no logró salvarle la vida, pues la infeliz mujer expiró en la cárcel a causa de sus lesiones.55

Bien sea de esta manera o hayan intervenido otros factores que nosotros desconocemos, lo cierto es que los habitantes de Ario y su zona de influencia estaban en 1810, perfectamente preparados para tomar parte en el movimiento de emancipación acaudillado por el cura de Dolores.

55 Pablo G. Macías. Pátzcuaro, p. 193. Monografías municipales. Gobierno del Estado de Michoacán. Imprenta Madero. México, 1978.

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CAPÍTULO IV

COMIENZA LA LUCHA ARMADA (1810-1815)

Levantamiento de Hidalgo. La noticia en Valladolid. Acciones de guerra en Michoacán. La capital de la provincia atacada varias veces. Ario, refugio de insurgentes. Triunfos y descalabros de Muñiz, López Rayón, Torres, Morelos y Matamoros. Los desastres de Acuitzio, Zipimeo y Puruarán. El Congreso de Chilpancingo. Peregrinación de este cuerpo por Ajuchitlán, Tlachapa, Santa Efigenia, Púturo, Uruapan y Ario. La Constitución de Apatzingán. Su promulgación. Quemada por orden del virrey en la plaza mayor de México. Instalación de los poderes del país en Ario. Fracasa el plan de Iturbide para aprehender a sus miembros. Fusilamientos en Ario.

NOTICIAS EN VALLADOLID DEL LEVANTAMIENTO DE HIDALGO DURANTE LOS PRIMEROS cinco años después del levantamiento de Hidalgo en Dolores, no cesó de arder un solo día el fuego de la guerra en algún lugar del país. Los hoy Estados de Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Morelos, Guerrero y Michoacán, fueron teatro de las más encarnizadas batallas, donde las pasiones del hombre, reprimidas por tres siglos, llenaron de consternación a la patria. Michoacán, principalmente, estuvo en lucha desde el mismo día en que Hidalgo penetró en Valladolid (17 de octubre de 1810) seguido de sus tropas; pero las primeras noticias de la insurrección se conocieron en la ciudad desde el 20 de septiembre, cinco días después del grito.

En esa fecha, Valladolid se preparaba a recibir al intendente propietario, Manuel Merino, al comandante Diego García Conde, al coronel conde de la Casa Rul y a un hijo suyo, a su ayudante, y al padre Andarza, que estaban por llegar procedentes de México, cuando se supo por una carta que recibió el licenciado Victoriano de las Fuentes —catedrático del Colegio de San Nicolás—, fechada en San Miguel el Grande, que el cura Hidalgo se había sublevado en Dolores,

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tomando la plaza de San Miguel, encarcelado a varios individuos principales y nombrado a nuevos funcionarios.

De las Fuentes comunicó inmediatamente la noticia al asesor real e intendente interino, José Alonso de Terán, quien citó luego a una junta a los munícipes para notificarlos de lo que ocurría y tomar las providencias necesarias en caso de que los insurgentes se decidieran a atacar la ciudad.

Varias juntas siguieron a esa, concurriendo ya no sólo los ediles, sino los miembros del clero, entre ellos Manuel Abad y Queipo, obispo electo de Michoacán;56 el licenciado José Mariano Timoteo de Escandón y Llera, conde de Sierra Gorda; el alcalde ordinario de primer voto, José María Anzorena; el alguacil jubilado Matías de los Ríos, el regidor honorario Benigno Antonio de Ugarte, el canónigo doctoral Gabriel Gómez de la Fuente, el canónigo licenciado Agustín de Ledos, estos dos últimos a nombre del cabildo eclesiástico; el prior del convento del Carmen, el del convento de San Agustín, el administrador del convento de religiosas de Santa Catarina de Sena don Gaspar Alonso de Ceballos; toda la oficialidad, hacendados de los contornos y vecinos principales de Valladolid, dando por resultado que tales reuniones y las noticias que corrían de boca en boca entre los arrieros, tuvieron en constante alarma a los habitantes, al grado de que antes de finalizar el mes de septiembre muchos de ellos se habían refugiado en los sitios que les parecieron más seguros.57

En Valladolid se registraron motines, robos y asesinatos, los más inspirados por venganza. Los indios se alzaron con cuchillos, palos y hoces, lo mismo en la zona lacustre de Pátzcuaro, Zacapu y Zirahuén que en lo alto de la meseta tarasca o en la Tierra Caliente, y pronto los jefes insurgentes engrosaron sus filas.

56 Abad y Queipo fue quien el 24 de septiembre de 1810 expidió el edicto de excomunión de Hidalgo, de los demás jefes de la insurgencia y de todos los que le siguieran y ayudaran en su grande obra, el cual sancionó el 11 de octubre del mismo año el arzobispo de México, doctor Francisco Javier de Lizana y Beaumont. N. del A. 57 Pablo G. Macías. Aula Nobilis. Monografía del Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo. Ediciones de "Vanguardia Nicolaita", p. 84. México, 1940.

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En la capital de Michoacán, José María Anzorena, partidario de la independencia, pasó por designación de Hidalgo, a ocupar el cargo de intendente, con cuyo carácter publicó el primer decreto del cura aboliendo la esclavitud, el cual más tarde amplió y promulgó en Guadalajara. Sin embargo, Valladolid cayó pocos días después en poder del gobierno virreinal, pero nada más; porque toda la provincia estaba en franca rebelión contra las tropas realistas.

Aunque Valladolid sufrió después asedios, amagos, ataques y aun un sitio, no llegó a caer nuevamente en manos de los insurgentes. El resto del territorio, en cambio, sí fue un vasto y constante teatro de la guerra, en donde a veces las armas insurgentes se cubrían de gloria y en ocasiones sufrían penosas derrotas. También fue en la provincia de Michoacán en donde por primera vez se trató de dar coherencia y unidad política al movimiento insurgente y en donde, desde luego, se formuló y tuvo vigencia la primera Constitución mexicana.

PRIMERAS ACCIONES DE GUERRA EN MICHOACÁN Después de la batalla del Puente de Calderón (17 de enero de 1811), muchos de los combatientes que habían salido de la entidad con el ex rector del Colegio de San Nicolás volvieron a ella para hacer la guerra a las fuerzas realistas. Éstos se organizaron en dos grupos: el de la región central y el de la oriental. El primero más móvil, activo y numeroso, contó con muchos jefes que controlaban otros tantos pueblos donde se refugiaban, aprovisionaban, reclutaban sus tropas y fabricaban sus armas, y que se reunían para intentar la conquista de Valladolid, contando a veces con refuerzos de Guanajuato, Jalisco o el actual Guerrero. A todos éstos los dirigió primero Manuel Muñiz, después Verduzco y al fin Morelos, que tenía las tropas más selectas.

El grupo de la región oriental tuvo un centro fijo —primero Zitácuaro y luego Tlalpujahua—, mantenido como capital de la insurgencia, que procuró conservar a toda costa, bajo la jefatura del licenciado Ignacio López Rayón. Zitácuaro fue la primera base insurgente que adquirió importancia militar debido a que el 20 de febrero de 1811, Benedicto López, ranchero acomodado de gran prestigio entre los indios, causó serio descalabro al oficial realista

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Torrescano, y a que tres meses después derrotó por completo al capitán Juan B. de la Torre, quien murió a pedradas al ser conducido prisionero.

Poco después llegó a esa plaza López Rayón, al término de su famosa retirada desde Saltillo. Éste, ya con el mando regional, dispuso la fortificación de Zitácuaro y se preparó a rechazar el inminente ataque realista. Emparán con una fuerza de dos mil hombres, fue derrotado por Rayón y su tropa quedó reducida a sólo quinientos soldados. Al finalizar el año Zitácuaro parecía inexpugnable y su influencia militar se había extendido a Angangueo y Tlalpujahua, en Michoacán, y a Cacalomacán, Jacotitlán, Temascaltepec y Sultepec, en el actual Estado de México.

Ese mismo año las fuerzas del centro hicieron dos serios intentos por apoderarse de Valladolid: Muñiz y Manuel Villalongín, reforzados con los efectivos de Rayón, Verduzco, Liceaga y el padre Torres, ejecutaron el primero de 18 al 31 de mayo de 1811; el segundo, el propio Muñiz, del 19 al 22 de julio, como se verá más adelante.

"En Michoacán —escribe don Lucas Alamán— el gobierno no poseía más que su capital la ciudad de Valladolid, en que había quedado una guarnición mandada por Trujillo (Torcuato), pero toda la provincia se había mantenido en insurrección, y después de la batalla de Puente de Calderón, habían vuelto a ella varios jefes que en aquella se hallaron, entre ellos Muñiz,58 que fijó sus cuarteles en Tacámbaro. Atacólo en aquel punto el comandante don Felipe Robledo (14 de febrero de 1811) que salió con este fin de Pátzcuaro, pero aunque ocupó el pueblo y puso en fuga a la tropa de Muñiz, éste se retiró hacia la Tierra Caliente, donde se rehízo y reunió de nuevo su gente".59

En efecto, en Ario el pueblo proveyó a Muñiz de pertrechos y víveres; allí se le incorporaron contingentes de las rancherías cercanas

58 Manuel Muñiz tomó parte en la conspiración de Valladolid en 1808-1809, y peleó en favor de la Independencia hasta el mes de mayo de 1817 cuando obtuvo su indulto al precio de la vida del mariscal de campo Víctor Rosales, muerto a traición en el rancho de La Campana, cercano a Ario. N. del A. 59 Historia de México, t. II, p. 255. Imprenta de José Mariano Lara. Calle de la Palma 4. México, 1850.

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y de los pueblos de La Huacana, Santa Clara del Cobre y Turicato; recorrió la zona tórrida de Nocupétaro, Churumuco y Carácuaro y pasó luego al actual Guerrero por Huetamo, siguiendo la ruta de Morelos. Después de mes y medio volvió a Tacámbaro y con la ayuda de López Rayón, el Amo Torres, José María Liceaga, Navarrete, Huidobro y Camargo, logró formar un ejército de veinte mil hombres con el cual se presentó por segunda vez a la vista de Valladolid, el 19 de julio de 1811. Daremos algunos detalles, los más importantes de esta acción en la que por el egoísmo de los jefes atacantes, se perdió la batalla; si bien para Trujillo, el defensor de la plaza, fue más bien una derrota.

Los días 20 y 21 los insurgentes con diversos movimientos circunvalaron la ciudad y Trujillo entendiendo por estas disposiciones que iba a dársele un ataque general, distribuyó sus fuerzas en todas las garitas, retirando a la de Santa Catarina al sur de la ciudad, la sección que mandaba el capitán Robledo, que los insurgentes intentaron envolver y cortar en las lomas de Santa María, donde se había mantenido. El 21 por la tarde Muñiz rompió el fuego sobre la ciudad con poco daño debido a lo alto de la puntería, lo cual observado por un sargento de la tropa realista llamado Pelayo, lo advirtió al jefe insurgente en una carta que trató de pasarle y que fue interceptada. Llevada a Trujillo el 22 por la mañana mandó fusilar inmediatamente a Pelayo, cuyo cadáver quedó colgado en la picota con la carta amarrada al cuello.

"Aunque todas las avenidas de la ciudad estaban amenazadas —comenta Alamán—, los insurgentes dirigieron su ataque principal por el lado del sur, bajando de la loma de Santa María a la hacienda del Rincón, formados en una columna de tres mil hombres con diez cañones, visto lo cual Trujillo se propuso desbaratar este cuerpo. Con este intento cargó con mucha bizarría, logrando desalojar del puesto a los enemigos, tomándoles ocho cañones, obligándolos a retirarse a su línea; pero entretanto obtenía esta ventaja, Robledo se veía muy apretado en la garita de Santa Catarina y no menos estaba la de Chicácuaro. Trujillo se dirigió a la del Zapote, para recoger la tropa que era allí menos necesaria y marchar con ella al auxilio de los puntos que se hallaban en peligro, mas al entrar en la ciudad se encontró con que la gente consternada huía por todas partes, gritando

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que el enemigo estaba adentro, lo que se confirmaba por los soldados que veía dispersos y fugitivos. Persuadido que era menester hacer un esfuerzo desesperado, dio orden de matar al soldado que no volviese a su formación, y dirigiéndose a la garita de Santa Catarina, halló a la tropa que guarnecía desalentada y en desorden, con su artillería en poder del enemigo o desmontada: salió al llano por el puente y allí se le presentó un cuerpo de insurgentes de dos mil hombres en buena formación, con cuatro cañones, que le obligó a retroceder a la cabeza del puente, y aunque en una nueva carga de los realistas los insurgentes cedieron el terreno, se retiraron en orden sin dejar de hacer fuego de fusilería y artillería. La noticia de estar tomada la ciudad corrió por todas partes, contribuyendo a difundirla los partidarios de los independentistas que había dentro de ella habiendo llegado la voz a la garita de Santiago, en la que mandaba D. José Barreiro, teniente del Fijo de México, se le persuadía que abandonase el punto, pues estaba todo perdido, pero aquel oficial volviendo la tropa hacia la ciudad, le dijo: "nosotros moriremos aquí, haciendo nuestro deber y cumpliendo con la obligación de valientes soldados".

"Los insurgentes se retiraron de la ciudad, abandonando veintidós cañones, sin que haya causa suficiente a qué atribuirlo. La gente piadosa lo tuvo por milagro del Señor de la Sacristía, imagen venerada en aquella catedral; los independientes lo explicaron por las rencillas y divisiones que había entre los varios jefes que se reunieron para el ataque, no habiendo querido Muñiz proveer de municiones a Anaya o a otros que las habían consumido, por no cederles la gloria del triunfo… Murieron varios oficiales de cuenta y la pérdida de tropa fue considerable. El virrey ascendió a coronel a Trujillo y al grado inmediato a los oficiales sobrevivientes.

"Entre los ejemplos funestos de los horrores a que conducen las guerras y el rigor de la disciplina, puede citarse el que Trujillo recomienda del alférez de lanceros D. Domingo Pacheco, que en cumplimiento de la orden de hacer volver a cuchilladas a sus puestos a los que hubiesen huido, quiso matar por su propia mano a su hijo, por creer que había faltado a las leyes del honor, volviendo la espalda al enemigo".60

60 Ut Supra, pp. 306, 307 y 308.

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Obligado Muñiz a retirarse como queda dicho, retornó nuevamente a Tacámbaro, donde con el auxilio de los fundidores de cobre de Ario y Santa Clara, fabricó cañones y otra clase de armas para sus tropas.

En otro campo, el comandante del Batallón de Cuautitlán, Juan Sánchez, desbarató en Puruándiro el 13 de marzo de 1811, a un grupo de insurgentes, en cuya acción —recalca el historiador realista— se distinguieron los condes de San Pedro del Álamo, de la familia de los marqueses de San Miguel de Aguayo, y el de Rábago, que servían en la división de Sánchez. Pero aunque los realistas obtuvieron sonadas victorias, lo cierto es que conforme evacuaban las plazas en persecución de los insurgentes, éstos las recapturaban (excepción de Valladolid) porque las escasas guarniciones que quedaban en ellas eran poco importantes para resistir el ataque de los libertadores.

Esto determinó que Trujillo, viendo que tales acciones no producían otro resultado que desbaratar una partida que se volviese a integrar otra en distinto sitio, quiso probar un nuevo medio, que fue igualmente infructuoso. El 3 de mayo mientras Muñiz, Torres, Navarrete y otros jefes recorrían la Tierra Caliente para formar el ejército de veinte mil hombres de que se da cuenta antes, lanzó en Valladolid una proclama en la que decía, que después de seis meses en que el gobierno no había cesado de darles pruebas del deseo que le animaba por su felicidad, habiendo sido inútiles sus esfuerzos para el restablecimiento de la paz, ofrecía en su nombre y por autorización especial del virrey, por última vez, el indulto, dando todo género de seguridades a los que quisieran hacer uso de aquella gracia, y prometiendo premios y recompensas a los que denunciasen a los pertinaces; pero amenazaba al mismo tiempo, que se trataría como rebeldes a todos los que se mantuviesen en insurrección; que serían quemados los pueblos y las casas, confiscadas las propiedades públicas y particulares y extinguidas las repúblicas de los pueblos indios, teniéndose por prueba fehaciente del delito de infidelidad para la aplicación de estas penas, el hecho de encontrar las casas cerradas sin legítima causa, a la entrada de las tropas reales en alguna población.

Ningún jefe insurgente atendió la proclama de Trujillo. Como consecuencia, a lo largo y ancho de la provincia michoacana comenzó

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el incendio de los pueblos, cebando los realistas su ira principalmente sobre las comunidades indígenas, cuyos miembros estaban sobre las armas. Hacia el mes de septiembre de 1811 la población de Ario se componía casi sólo de mujeres y niños y de unos cuantos ancianos que cultivaban la tierra y los pequeños huertos familiares. Los jóvenes y adultos se habían incorporado desde el primer momento a las fuerzas del cura Morelos que operaban con éxito en lo que había de ser después el Estado de Guerrero; o bien, a las del padre Navarrete o de Muñiz, cuyo centro de operaciones era justamente Ario, Santa Clara y Tacámbaro.

SI INTENSIFICA LA OFENSIVA REALISTA El ataque de Muñiz a Valladolid en la segunda quincena de julio de 1811, motivó que el virrey dispusiera reforzar la guarnición, tanto más cuanto que aquél y otros jefes insurgentes que después del desastre de Calderón habían penetrado a Michoacán, merodeaban en sus cercanías con intenciones de apoderarse de la plaza. Con este fin, el 3 de agosto hizo marchar a la capital michoacana al teniente coronel Castillo Bustamante con un batallón de granaderos y alguna caballería y artillería. Allí se reunió con Linares, elaboraron un plan de acción y el 6 de septiembre salieron a batir a Muñiz, que se hallaba en Acuitzio con ocho mil hombres y trece cañones. El insurgente se afortinó en la loma de San Juan, pero no pudo resistir la violenta y combinada ofensiva de sus dos enemigos; abandonó entonces el campo, dejando allí su artillería y municiones. Castillo Bustamante, ensoberbecido, sólo se detuvo en Acuitzio lo indispensable para castigar al pueblo —matando a gente inocente— enterrar a sus muertos y recoger los despojos de los vencidos.

El 18 de septiembre salió a Pátzcuaro en busca de José Antonio Torres, que ocupaba aquella ciudad, pero éste no le aguardó en ella, partió para Zacapu a unirse al padre Navarrete y juntos esperaron a las tropas reales en las lomas que dominan la alberca de Zipimeo. Empeñada la acción, ambos bandos sostuvieron en dos asaltos, reñidos duelos de artillería y fusilería que culminaron con la retirada general de los independientes.

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"Castillo Bustamante —afirma el autor del Cuadro histórico… p. 234— se llenó de orgullo con estas acciones que le dieron nombradía no mereciéndola, pues no era más que un vendedor de mantas en Celaya, y repentinamente se hizo general ascendiendo a brigadier entre los españoles. Vengó en más de trescientos prisioneros hechos en Acuitzio la derrota que sufrió Trujillo el 22 de julio, a los cuales despiadadamente hizo fusilar en la misma tarde de la acción, sin mostrar la menor compasión hacia ellos. Este bárbaro repitió después muchas ejecuciones de igual número, con la circunstancia de que el día que las mandaba hacer comulgaba. Creía sin duda agradar a Jesucristo con la sangre de estos infelices. Parece que se había transmigrado al cuerpo de esta bestia feroz el alma de algún sacerdote antiguo de Huitzilopochtli, de aquellos que pasaban muchas horas del día arrancando corazones con navajas agudas de pedernal en el ara infame del sacrificio".

La división de Castillo regresó a Pátzcuaro a celebrar la victoria de Zipimeo; luego siguió sus operaciones por Tacámbaro, Ario, Nuevo Urecho y otros pueblos que fueron arrasados sin misericordia. La fábrica de cañones que Muñiz tenía establecida en Tacámbaro fue destruida y fusilados los vecinos de Ario y Santa Clara que habían sido llevados para que los fundieran.

Mientras estos sucesos se registraban en la zona lacustre y la Tierra Caliente, en Valladolid un acto de audacia del guerrillero Manuel Villalongín —digno de Robin Hood o del espectacular Francis Drake— motivó que la fuerza armada de Linares que se hallaba fortificando la plaza de Zamora, se movilizara rápidamente a la capital de la provincia para protegerla. Villalongín era nativo del lugar donde había nacido en 1777; se educó con esmero, dedicándose después a la agricultura. Al estallar la revolución se unió a Hidalgo, con él entró a Guadalajara y luego ya con el grado de mariscal de campo, combatió en el Puente de Calderón. Después del desastre, volvió a Michoacán convirtiéndose en guerrillero; participó en varios ataques contra Valladolid y otros pueblos al lado de Morelos, Verduzco y Muñiz. Para obligarlo a rendirse, el desalmado Trujillo aprehendió a su esposa que vivía en Valladolid y la puso presa en la Casa de las recogidas. Una oscura noche del mes de septiembre de 1811, un pequeño grupo de guerrilleros al mando de Villalongín,

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sorprendió un puesto avanzado de las defensas realistas y penetró en la ciudad, rescató a la prisionera y tras una breve escaramuza se retiró sin ninguna baja. El suceso no tuvo más consecuencias que la alarma provocada y la inútil movilización de las tropas de Linares. ¡Castillo Bustamante se sintió burlado y prometió matar a Villalongín por su propia mano!.

Todavía en febrero de 1812 Muñiz y Navarrete, auxiliados ahora por Albino García, hicieron un nuevo y vano intento de tomar Valladolid. Derrotados, fueron perseguidos por Linares hasta Tacámbaro. Pero la pérdida más sensible en este año fue la muerte del Amo Torres, que operaba entre Zamora y Tlazazalca.

EL CONGRESO DE CHILPANCINGO Concederemos una pequeña tregua a las campañas militares en la provincia de Michoacán para ver qué hacía, entretanto, el cura Morelos en la zona que dominaba.

Al morir Hidalgo y algunos de los caudillos que lo acompañaron en su gran aventura del 15 de septiembre de 1810, Rayón y Morelos quedaron al frente del movimiento independentista: al primero corresponde el mérito indisputado de haber lanzado la idea de la formación de una Suprema Junta Nacional Americana, que se reunió en Zitácuaro, con la doble finalidad de gobernar el Estado que nació la noche del Grito de Dolores y de preparar una estructura constitucional de la nación.

Las vicisitudes de la guerra, la limitación del número de personas que la integraron y ciertas rivalidades entre Rayón y Morelos, determinadas, entre otras causas, por la decisión inquebrantable del Generalísimo de quitar a la lucha la máscara de Fernando VII y de crear un sistema republicano de gobierno, no permitieron que la Junta cumpliera la tarea constitucional para la que había sido reunida.

Morelos, que por encima de sus cualidades militares poseía un acendrado amor por la justicia y la convicción profunda de que "el gobierno de la buena ley es superior a todo hombre", tuvo la intuición genial de que una constitución tiene que ser la expresión de las

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necesidades y los ideales de los hombres y la obra de un congreso constituyente, formado por representantes del pueblo.

En consecuencia, sin desatender sus operaciones militares, el 28 de junio de 1813 convocó a elecciones para la integración de una asamblea que se reunió en el mes de septiembre del propio año en la ciudad de Chilpancingo, de la recientemente creada provincia de Tecpan. El día 14 del mes citado se abrieron las sesiones, habiendo pronunciado el héroe de Cuautla un brillante y conceptuoso discurso, que es asimismo el primer mensaje constitucional de nuestra historia. Al concluir la reunión, Morelos entregó a los asambleístas los Sentimientos de la Nación Mexicana, expresión altísima de amor por lo humano, por la justicia social y por la libertad de los pueblos. El 6 de noviembre siguiente, la asamblea, que se dio a sí misma el título de Congreso de Anáhuac, firmó el Acta solemne de la Independencia de la América Septentrional, cuya redacción se debe a don Carlos María de Bustamante.

Don Andrés Quintana Roo conoció anticipadamente los Sentimientos…, según afirma en sus Memorias Guillermo Prieto.

"Morelos —refiere Quintana— era un clérigo fornido, cariancho, moreno, de grande empuje en el andar y movimientos, de voz sonora y dulce. Una noche, la víspera de la instalación del Congreso de Chilpancingo, conversábamos en su casa. La estancia en que estábamos era reducida y con un solo asiento; en una mesilla de palo, blanca, ardía un velón de sebo que daba una luz palpitante y cárdena.

"Morelos me dijo: —"Siéntese usted y óigame, señor licenciado, porque de hablar

tengo mañana, y temo decir un despropósito; yo soy ignorante y quiero decir lo que está en mi corazón: ponga cuidado, déjeme decirle, y cuando acabe, me corrige para que sólo diga cosas en razón.

"Yo me senté —prosigue Quintana Roo—. El señor Morelos se paseaba con su chaqueta blanca y su pañuelo en la cabeza; de repente se paró frente a mí y me dijo su discurso.

"Entonces, a su modo, incorrecto y sembrado de modismos y aun de faltas de lenguaje, desenvolvió a mis ojos sus creencias sobre el hombre, división de poderes, separación de la Iglesia y el Estado, libertad de comercio y todos esos admirables conceptos que se

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reflejan en la Constitución de Apatzingán y que apenas entreveían la Europa misma a la luz que hicieron los relámpagos de la Revolución francesa.

"Yo le oía atónito anegado en aquella elocuencia sencilla y grandiosa con vista de volcán; él seguía, yo me puse de pie… estaba arrobado… Concluyó magnífico y me dijo:

—"Ahora ¿qué dice usted?. "Digo señor… que Dios bendiga a usted (echándome en sus

brazos enternecido), que no me haga caso ni quite una sola palabra de lo que ha dicho, que es admirable…

—"Vaya un licenciado disparatero— dijo Morelos; y yo quedé asombrado de lo que había inspirado su talento y su gran corazón (porque realmente era poco instruido) a ese inmortal caudillo de nuestra independencia.

"El mismo efecto que en mí, produjo al siguiente día el discurso de Morelos, en el seno del Congreso —añadió Quintana".61

En los Sentimientos… figuran estos principios que fueron la base de la Constitución de Apatzingán:

"La soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarla en sus representantes divididos en tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.

"Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia y de tal suerte se aumente el jornal del pobre que mejore sus costumbres, aleje al ignorancia, la rapiña y el hurto.

"Que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas quedando todos iguales y no se distinguirá a un americano de otro, sino por el vicio y la virtud".

El Congreso quedó integrado por los siguientes diputados: José María Liceaga, José Sixto Verduzco, José María Morelos y Pavón, José Manuel de Herrera, José María Cos, José Sotero Castañeda, Cornelio Ortiz de Zárate, Manuel Alderete y Soria, Antonio José Moctezuma, José María Ponce de León, Francisco de Argándar, Remigio de Yarza, Pedro José Bermeo, Ignacio López Rayón, Manuel Sabino Crespo,

61 Guillermo Prieto, Memorias de mis tiempos. Editorial Patria. México, 1958.

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Andrés Quintana Roo, Carlos María de Bustamante y Antonio de Sesma.

Los acontecimientos militares, como se verá sucintamente en el curso de estas Notas, obligaron a los diputados constituyentes a peregrinar por los pueblos de Ario, Puruarán, Taretan, Uruapan y otros de la Tierra Caliente, así como por las intendencias de México y Puebla. En el curso de un año aquellos próceres de la independencia, perseguidos y en ocasiones rodeados por las tropas españolas, tuvieron no obstante el valor y la serenidad necesarios para inscribir en un documento de inestimable valor, los más hermosos principios de la filosofía política de su tiempo, de la igualdad civil y de la libertad de los hombres y de las naciones, hasta que por fin, el 22 de octubre de 1814, en la ciudad de Apatzingán los representantes del pueblo, conscientes de la grandeza de su misión, firmaron el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana. Cinco diputados: Ignacio López Rayón, Manuel Sabino Crespo, Andrés Quintana Roo, Antonio de Sesma y Carlos María de Bustamante no firmaron el documento por hallarse ausentes en comisiones del propio Congreso.

DERROTA DE MORELOS FRENTE A VALLADOLID En Chilpancingo, una vez firmada el Acta de Independencia (6 de noviembre de 1813) de que se habló antes, el Congreso comenzó sus labores. Morelos, investido ya con el grado de generalísimo, se reunió con los jefes de su ejército, así como con Muñiz y don Ramón López Rayón, quienes le informaron sobre la situación en la provincia de Michoacán y el Bajío guanajuatense.

El 8 de noviembre, al frente de un ejército de seis mil hombres, se puso en marcha hacia Valladolid, donde tenía proyectado establecer el Congreso y su centro de operaciones, para atacar desde allí las provincias de Guanajuato, Guadalajara y San Luis Potosí. Entró a Michoacán por Cutzamala, siguió por Chumbitaro y la hacienda de la Cofradía del Santísimo de los indios de Coyuca. Las marchas por estos puntos se hacían de noche por el calor excesivo. En Huetamo se detuvo un día el ejército, continuando a Agua del Obispo, Amorena,

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Parandán, Corral de Piedra y "su amado curato de Carácuaro —dice textualmente Bustamante en su Cuadro histórico— donde estuvo tres días arreglando varias cosas". Continuó a la hacienda de Chupio, allí se le incorporó nuevamente Muñiz con un "cuerpo de oficiales sueltos" y la gente de Ario, Turicato y Santa Clara. En Tacámbaro demoró dos días, de allí pasó a Acuitzio y Santiago Undameo, lugar en que pernoctó Morelos. A las 7 de la mañana del 23 de diciembre se presentó en las lomas de Santa María e intimó a Domingo Landázuri la rendición de la plaza.62

Una serie de circunstancias ocurrieron antes, durante y después de este enésimo ataque a Valladolid, que es importante, por lo menos, sintetizar, tanto porque se trata de la cuna de Morelos como porque a partir de esa fecha empieza a declinar la aureola del generalísimo.

Valladolid estaba defendida por una guarnición de 800 hombres al mando de Landázuri. Después de intimar la rendición a éste y al obispo Abad y Queipo en sendas cartas, inició el ataque el día 23. Pero Calleja, que había sido informado desde el 24 de noviembre de los movimientos de Morelos, ordenó a Ciriaco de Llano y a Iturbide que a marchas forzadas concurrieran al teatro de la acción, a donde llegaron en el momento mismo en que los insurgentes al mando de Hermenegildo Galeana y Nicolás Bravo, asaltaban la ciudad por la garita del Zapote. La bravura del ataque provocó la confusión y la desbandada de los revolucionarios. Por la noche las fuerzas de caballería de Iturbide completaron la derrota de los insurgentes.

Al día siguiente, víspera de Navidad, se consumó la derrota total de los independentistas.

Por una mera desgracia, los realistas interceptaron una orden de Morelos para que de capitanes para abajo todo hombre se tiñese la cara a fin de no equivocarse con los realistas. Éstos, aprovechando la estratagema, pintaron de negro la cara de 300 dragones y otros tantos infantes, que montados en las grupas salieron de la plaza al campo enemigo. Ningún insurgente dio importancia al hecho hasta que Iturbide, que mandaba aquel cuerpo, hizo alto a unos cuantos metros

62 Bustamante en su Cuadro histórico… pp. 636 y 637, consigna detalladamente el itinerario seguido por el "Siervo de la Nación" desde su salida de Chilpancingo hasta el desastre de Valladolid. N. del A.

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del cura Matamoros y ordenó el asalto. Aunque mucha gente del bando realista pereció, el mismo Morelos estuvo a punto de ser capturado.

Y para colmo de desgracias: "cuando las sombras de la noche ya comenzaban a cubrirnos —laméntase uno de los testigos— asomó el padre Navarrete con su gente por una loma del costado izquierdo hacia el campo del señor Matamoros; ni uno ni otro tenía la debida noticia, y rompieron el fuego creyéndose enemigos. Algunos dragones ebrios subieron por el costado derecho, se hizo la confusión general, y no permitiendo la oscuridad distinguirse, se mataron los nuestros entre sí con un furor y facilidad cual no es capaz se haya visto en la más sangrienta batalla".

En tales condiciones no quedaba al ejército de Morelos otro recurso, que la retirada.

DESASTRE EN PURUARÁN Pero aun faltaba lo peor: temerosos los realistas de que la reacción de Morelos les quitase el fruto que habían alcanzado en Valladolid, se propusieron darle el último fatal golpe de destrucción, persiguiéndolo tenazmente. El Rayo del Sur se replegó con el resto de sus tropas a la hacienda de Puruarán, en donde, contra el parecer de Matamoros, del intendente Sesma y de don Ramón López Rayón, decidió esperar al enemigo. Éstos opinaban que la batalla debería darse en la hacienda de La Loma, protegida por trincheras naturales, pero prevaleció el criterio de Muñiz "porque temía que sus sementeras de cañas —afirma Bustamante— plantadas en La Loma se viesen destrozadas por aquel ejército hambriento… Por no oír las plegarias de Muñiz (decía Morelos) quedémonos aquí; vale que esta gente está acostumbrada a defenderse encerrada… Bien, le replicó Rayón, pero eso es bueno cuando el lugar donde se encierra le asegura la defensa, no cuando se opone a ella… A esto nada respondió sino mandar que allí se hiciesen las trincheras…"63

63 Ut Supra, p. 644.

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Morelos confirió el mando a Matamoros y él se retiró a regular distancia para observar el desarrollo de los acontecimientos. El historiador Bustamante relata así la acción:

"A las 12 del día (5 de agosto de 1814) he aquí al enemigo que muy luego comenzó a situar su artillería y a hacer fuego para descubrir la de Matamoros, que sólo le contestó con un cañón. A poco rato el jefe realista destacó dos partidas de observación de doscientos hombres que no sólo destrozaron a la tropa americana, sino que viéndola en fuga salió a perseguirla. Mandó Llano un trozo de caballería a las órdenes del coronel Orrantia, por el punto llamado de la Bagazera; mas aunque éste estaba descuidado fue rechazado dos veces e insistiendo en penetrar por la tercera, lo consiguió e introdujo el pavor en el ejército.

"También fue acometido don Ramón Rayón por una partida de caballería que no dejó pasar; entonces se retiró del puesto, viendo que era imposible reanimar a la gente, y se situó en una loma que está entre el poniente y el sur de Puruarán, desde donde protegió la retirada de los que salieron: así lo confiesa Llano en su parte inserto en la Gaceta número 515. Pasaron de seiscientos los muertos y de setecientos los prisioneros, entre los que fue igualmente el general Matamoros que se halló sin caballo, pues se lo tomó su hermano don Nicolás y lo dejó en la plaza. En vano quiso huir en uno malo de un dragón y pasar el río, porque no pudo superar los obstáculos que se le presentaron estando el puente enteramente embarazado con tercios y cargas, que hacían casi imposible su tránsito; entróse en una casilla inmediata, y uno de sus oficiales lo denunció y entregó traidoramente, según he podido averiguar, y que también fue pasado por las armas al siguiente día en premio de su bajeza.

"Su aprehensor fue el soldado de frontera Eusebio Rodríguez, de la escolta de Orrantia, y se le remuneró su acción con doscientos pesos. Después de la batalla, que terminó cerca de las cuatro de la tarde, Llano hizo fusilar a 18 oficiales de los muchos que hizo allí prisioneros. Mandó que los americanos cargaran a sus heridos, que no eran pocos, y esto les proporcionó a muchos la ocasión de escaparse. Galeana y su escolta, que lograron salvar, fueron a reunirse a Morelos, cuya gloria militar acabó en este día. Corrióse el albur y lo perdió en términos de no poder levantarse de esta caída…

"Por un cálculo no exagerado, pasó de ochocientos mil pesos el valor del parque perdido desde la acción del 23 hasta esta de

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Puruarán. Los acopios para el mantenimiento de este numeroso ejército comenzaron a hacerse desde Oaxaca, pues Morelos jamás perdió de vista la ocupación de Valladolid, a donde meditaba trasladar el Congreso de Chilpancingo…"64

La matanza de heridos y prisioneros ordenada por el sanguinario De Llano, fue espantosa. Bustamante condenó así el suceso:

"De este modo brutal, cruel y desusado, y con estas circunstancias de refinada y meditada atrocidad, saciaron los españoles su saña contra los que peleaban por su libertad, esquivándose de oír sus quejas de opresión. Así correspondieron a los que en las llanuras del Palmar oyeron dos meses antes sus clamores en el mismo momento de descargar sus cuchillas vencedoras sobre sus delincuentes cabezas; así pagaron a Matamoros cuando se puso de rodillas a los pies de sus mismos soldados cuando los vio encarnizados contra sus enemigos, y llorando amargamente les rogó como general y como hombre, que los perdonasen…"65

El doctor Raúl Arreola cortés en su monografía Morelia,66 relata con vigoroso patetismo, el tratamiento cruel dado a Matamoros desde el momento mismo de su captura, su conducción a Valladolid, los sufrimientos que pasó en la prisión y su muerte ante una pilastra del portal que ahora lleva su glorioso nombre.

ARIO Y LA CONSTITUCIÓN DE APATZINGÁN Después del desastre, Morelos marchó a Tlacotepec, donde estaban trabajando los miembros del Congreso (reducidos a cinco individuos, pues los demás peleaban con las armas); pero asediados por los realistas pasaron de Tlacotepec a Ajuchitlán y Tlachapa del actual Estado de Guerrero, y recorriendo diferentes lugares llegaron a Uruapan. A todo trance las tropas reales deseaban aprehender a los

64 Ut Supra, p. 644 y 645. 65 Ut Supra, p. 649. 66 Morelia. Monografías Municipales. Gobierno del Estado de Michoacán, pp. 172-175. Morelia, 1978.

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diputados, los cuales con heroísmo ejemplar, en medio de las batallas y algunas veces bajo los mismos fuegos del enemigo, defendían los archivos y la imprenta, cuyos tipos el doctor Cos había elaborado con sus propias manos.

Obligado el Congreso a evacuar Uruapan, se trasladó a la hacienda de Santa Efigenia, luego a la de Púturo y a las de Laureles (Tiripitío) y La Zanja, y de allí a los pueblos de Apatzingán y Ario, para regresar nuevamente a Uruapan y Apatzingán, hasta que al fin encontró por segunda vez un refugio más o menos seguro en el heroico Ario, cuyos habitantes astutamente supieron ocultar a sus miembros. Así, unas veces entre las ruinas de adobes de alguna casa, y otras, a cubierto por la maraña de las chozas, sentados sobre piedras o troncos de madera, aquellos hombres admirables fueron redactando el texto de la Constitución o Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, que se firmó en Apatzingán el 22 de octubre de 1814.

El Congreso y los titulares del Poder Ejecutivo dieron plena vigencia a la Constitución en las provincias ocupadas por la insurgencia. La jura y publicación del Decreto Constitucional… se hizo dos días después, el 24 de octubre (artículo 242); se celebró una misa de acción de gracias; se designó a los diputados Morelos, Cos y Liceaga como representantes del Poder Ejecutivo y se nombró a don José Antonio Pérez, como intendente de la Provincia de Michoacán. Se dieron también los primeros pasos para seleccionar a los magistrados que habían de integrar el Supremo Tribunal de Justicia: Presidente, licenciado Mariano Sánchez Arreola; magistrados: licenciados José María Ponce de León, Mariano Tercero y Antonio de Castro; secretario, licenciado Juan Nepomuceno Marroquín.

No obstante que la promulgación del Decreto Constitucional de Apatzingán se celebró ruidosamente en los pueblos más importantes de la provincia michoacana, muy tardíamente tuvo noticias completas de aquel suceso el gobierno virreinal, y aunque al principio vio todo con altivo desprecio —asegura don Julio Zárate—67 pronto comprendió el alcance y gravedad que pudiera tener un documento

67 México a través de los siglos, t. III, pp. 471 y 472. Editorial Cumbre, S. A. México, 1953.

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expedido precisamente al mismo tiempo que en México se celebraban fiestas suntuosas por la vuelta de Fernando VII al trono y por la supresión del código político de Cádiz, de 1812.

No se ocultó a Calleja ni a sus consejeros que con este paso la Revolución de independencia se alzaba moralmente a gran altura, en tanto que bajaba la causa de la monarquía en opinión de amigos y enemigos, pues que la caída de la Constitución española había contristado a una gran parte de la sociedad, contándose en primer término el comercio, que ejercía notable influencia en la Colonia y que fue al principio de la guerra robusto apoyo de la dominación.

Para condenar con más estrépito el acto del Congreso y evitar en lo posible el examen que se intentase hacer de un documento que comprendía en mucha parte los grandes principios políticos adoptados por el código de Cádiz, pasó el asunto al acuerdo del virrey el 17 de mayo de 1815. Siete días después, dicho funcionario publicó un bando en la capital por el que mandaba que aquel mismo día se quemasen por mano del verdugo en la plaza mayor, la Constitución y demás papeles que con ella había recibido, y que lo mismo se hiciese en todas las capitales de provincia.

Penas terribles imponía el bando que acabamos de citar a todos los que no entregaran a las autoridades, dentro del tercer día, los papeles que en su poder tuviesen relativos a la Constitución de Apatzingán; a los que no delatasen las conversaciones a favor de ésta y de la Independencia, y a los que las defendiesen y apoyasen. Prohibía el bando llamar en lo sucesivo insurgentes a los defensores de la independencia, que deberían ser designados, de palabra y por escrito, traidores y rebeldes, y para no equivocarse los cuerpos de vecinos armados que en cada lugar había, y que llevaban el nombre de patriotas, con los de los insurgentes adoptaron igual denominación, mandábase que los primeros se distinguieran con la de realistas fieles del lugar que correspondiese. Finalmente ordenaba el virrey a los ayuntamientos que levantaran un acta en que constase no haber nombrado ni en manera alguna autorizado a los que, llamándose representantes del pueblo mexicano, firmaban con tal carácter la Constitución de Apatzingán.

Con aparatosa pompa se procedió el 24 de mayo, fecha del bando, a quemar la ley constitucional de los independientes. Todas las tropas

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formaron en la vasta plaza mayor, en cuyo centro se alzaba la estatua ecuestre de Carlos IV; cerca de este monumento se veía un dosel con el retrato de Fernando VII y en uno de los ángulos de la plaza se levantó un tablado donde fue quemada la Constitución por mano del verdugo, a presencia de un gran concurso y del virrey mismo, quien se colocó en un balcón del palacio.

La iglesia, a su vez, se apresuró a condenar la Constitución de Apatzingán, y en un edicto publicado por el cabildo eclesiástico de México el 26 del mismo mes de mayo se imponía pena de excomunión mayor a los que la leyeran, y extendía ese castigo a los que no delatasen a las personas que conservaran en su poder algún ejemplar de la ley constitucional. Ordenaba el cabildo a los curas, confesores y predicadores, tanto seculares como regulares, que combatiesen los principios contenidos en ella, y amenazaba con la pérdida de beneficios y destinos, con la suspensión y aun con la formación de causa a los eclesiásticos que anduviesen remisos en este punto.

"Pero lo que sorprende —comenta textualmente el historiador Zárate—68 es la ligereza o extrema pasión con que procedió el cabildo en esta vez, puesto que aseguraba que la Constitución de Apatzingán establecía la tolerancia religiosa, cuando precisamente en su primer artículo declaraba que la religión católica apostólica romana era la única que debía profesarse en la nación y en su capítulo III exigía en los extranjeros, para poder obtener carta de ciudadanía, el requisito de ser católicos, comprendiendo entre los crímenes por los cuales se debía perder ese derecho, los de herejía y apostasía".

Aparte del edicto del cabildo eclesiástico, fundado como acabamos de ver en una irritante postura, lanzó el suyo la Inquisición el 10 de julio. También declaraba incursos en excomunión mayor a los que conservasen en su poder la Constitución y proclamas de los independientes, a los que no denunciasen a los que las leyeran, y a los que desobedeciesen las determinaciones de las autoridades, y especialmente las del Santo Oficio. Y como el Congreso había ordenado a los curas que leyesen la Constitución a sus feligreses, y a éstos mandaba jurar su obediencia, de ahí el conflicto en que se

68 Ut Supra, p. 642.

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vieron colocados, tanto los curas de los pueblos pequeños, que estaban a merced de las guerrillas de insurgentes, como muchos de los fieles que no sabían de qué parte se hallaba la verdad. En cambio, los numerosos partidarios de la independencia despreciaban las censuras eclesiásticas como efecto del espíritu de bandería, y en el concepto de amigos y enemigos las armas de la iglesia se desprestigiaban completamente, conocido el móvil político que las hacía vibrar con tanto desatino.

LOS PODERES PÚBLICOS A PUNTO DE SER DESTRUIDOS EN ARIO Después de permanecer alrededor de tres meses en Apatzingán, los miembros del Congreso se trasladaron a Ario, lugar señalado por el generalísimo para fijar la residencia de los Poderes de la nación, tanto por la lealtad y bravura de su gente, como por ser un punto estratégico en una amplia explanada rodeada de defensas naturales, y entronques de caminos a diversos sitios del vasto territorio dominado por la insurgencia.

El doctor Cos había instalado la imprenta en una casa situada en la esquina de las calles que ahora llevan los nombres de Hidalgo y Rayón, en la que imprimía las proclamas del gobierno. En una de ellas, fechada el 9 de febrero, alerta al pueblo a que no se deje sorprender por un plan de intrigas que ha puesto en marcha el régimen virreinal, para dividir a los insurgentes. Este documento, que se exhibe en el salón de acuerdos del Ayuntamiento de Ario, dice a la letra:

"El supremo gobierno mexicano a sus conciudadanos "En correspondencia que se ha interceptado, y dirigía Cruz a Calleja, se contiene, entre otras cosas, un plan de intriga y seducción para indisponer entre sí los ánimos de los principales jefes americanos, con el fin de excitar una desavenencia general que termine en anarquía, inspirando celos, resentimientos y desconfianza hacia el sistema de nuestra Constitución provisional, por medio de sujetos que decididos a nuestro partido inculquen reflexiones capaces de alucinar a los

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incautos, impeliéndolos por motivos de adhesión a nuestra justa causa, y deseos de que triunfe la Independencia, entretanto que los pérfidos brindan a los comandantes americanos con la continuación de sus empleos y algunas otras gratificaciones, con tal que muden de partido. Estos astutos enemigos de la patria, desesperados de llevar adelante por las armas sus inicuas miras de opresión, y convencidos plenamente, de que el establecimiento del orden y buen gobierno les hace una guerra más activa que los ejércitos, y es principalmente a quien podemos deber algún día la victoria, no omiten diligencia alguna para evitar los gloriosos resultados de nuestro nuevos sistema, pretendiendo destruirlo en sus principios, y que vuelva la antigua confusión, en que acuchillándonos nosotros mismos, tenga la acción un desenlace conforme a sus perversas intenciones; como si los hombres de honor y los jefes de talento que mueven al presente esta gran máquina, fueran susceptibles de ideas rateras, y no tuvieran bastante generosidad y nobleza para unirse íntima y fraternalmente a un mismo objeto, sofocando sentimientos peligrosos, y produciendo con prudencia y buena fe sus objeciones, cuando tengan que hacer algunas, satisfechos de que nuestras corporaciones todas desean y agradecen que se les ilustre, y están dispuestas a hacer cada día las reformas que les sugiera el talento y recia intención de sus hermanos. Por tanto, este Supremo Gobierno, celoso siempre e infatigable por la prosperidad de sus conciudadanos, previene a todos, especialmente a los jefes políticos y militares de todas clases, doblen su vigilancia en tiempos tan peligrosos, y con la prudencia y patriotismo que tienen tan bien acreditados, inquieran si en sus respectivas demarcaciones hay algunos agentes de los enemigos, perturbadores de la paz pública, disfrazados con la capa de buenos y celosos patriotas, y procuren con la circunspección necesaria en asunto de tanta gravedad e importancia conducirse de modo que queden burlados y escarmentados los seductores, dando cuenta a esta Superioridad con lo que ocurriere, y practicaren en cumplimiento de sus deberes, para impedir la ejecución de tan detestable plan, y precaver oportunamente sus espantosos resultados.

"Palacio Nacional del Supremo Gobierno Mexicano en Ario, febrero 9 de 1815.

"José María Liceaga, presidente. José María Morelos.

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"José María Cos. Remigio de Garza, secretario de gobierno". El 16 del propio mes, se lanzó otra proclama exhortando a los

"compatriotas" a "sacudir el profundo sueño que habéis dormido bajo la pesadez del león español". Su texto es el siguiente:

"El Supremo Gobierno Mexicano a sus compatriotas "Ciudadanos: tan empeñada esta suprema corporación en repetiros pruebas de la pureza de sus intenciones, como en exterminar la injusticia y la mala fe de los tiranos de la patria, medita día y noche los medios más seguros de felicitaros, al paso que provee a un infinito de incidentes de todas las provincias. Pero ¿cómo podrá lisonjearse de conocer y reunir en general cuanto conviene poner en movimiento, ni de dar a cada parte, la ejecución que demanda? o ¿cómo se aventurará a las nociones de lo pasado, o a unas exposiciones poco sinceras, en medio del estruendo marcial y la premura de las circunstancias?

"Vosotros, ciudadanos, que libres respectivamente de tales estorbos abrasáis en el círculo de vuestra vista un pequeño número de objetos, y podéis analizar la ventaja o desventaja de los métodos practicados en uno o muchos ramos de la administración, la naturaleza de sus principios, sus enlaces y consecuencias, el origen de los abusos y excesos, y el modo de cortarlos, formando combinaciones mecánicas, ilustradas por el conocimiento de los lugares y de las personas: vosotros sois los que debéis rectificar y acelerar la grande obra del ministerio. Por lo menos, él excita a este fin vuestras virtudes sociales y os escoge por sus guías.

"Acabad pues de sacudir el profundo sueño que habéis dormido bajo la pesadez del león español. Entrad en posesión del más preciso de vuestros derechos. A la timidez de esclavos, suceda la confianza de hijos, y a la superchería de indígenas, la generosidad de ciudadanos. Como no ataquéis el dogma, la sana moral, ni la tranquilidad pública, podéis representar a este Supremo Gobierno cuando os parezca conducente a la felicidad de vuestra nación, convenciendo prácticamente a los opresores de aquella verdad consignada en la historia de todos los siglos: 'que jamás falta un pueblo virtuoso a producir los talentos que le son necesarios'.

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"Palacio Nacional del Supremo Gobierno Mexicano en Ario, febrero 16 de 1815.

José María Liceaga, presidente. José María Morelos. José María Cos. (Rubricados)". Ambos documentos dan claro testimonio de cuál era el estado de

los espíritus en el fragor de la lucha revolucionaria. Morelos hallábase en Ario con los otros miembros del Ejecutivo y

los diputados del Congreso, desde a principios de febrero, con objeto de asistir a la ceremonia de la jura y toma de posesión de los magistrados del poder judicial —cuyos nombres dimos a conocer anteriormente— señalada para el 7 de marzo de 1815. El acto debe haber revestido imponente solemnidad, pues de esta manera quedaba por fin constituido el gobierno nacional, con sus tres poderes como lo mandaba la Constitución.

La casa en que se instaló el Tribunal aún existe, si bien se le han hecho diversas reparaciones. Está situada en el portal Guzmán: consta de dos plantas con varias habitaciones y un hermoso jardín a la entrada; en la parte alta hay una especie de terraza bordeada de macetas y jaulas con pájaros, sin faltar allí plácidamente vigilando, el amigo fiel del hombre: un perro. Su propietaria es doña Clara Guido de Figueroa viuda de Téllez. Durante uno de los viajes que hicimos a Ario entrevistamos a esta señora; cuenta 79 años, pero no obstante su avanzada edad coordina bien sus pensamientos y no carece de vigor físico, pues aun desempeña todos los quehaceres domésticos.

Doña Clara es hija de Quirino Guido Calderón y de Librada Figueroa Alcaraz, vecinos "viejos" que fueron de Ario; los padres de su esposo eran Eulogio Téllez y Andrea Barajas Morelos, esta última, hija de María Isabel Morelos, descendiente del generalísimo, según nos aseguró Clara. Por tanto, nuestra entrevistada se considera pariente política del cura de Carácuaro.

A un lado de la puerta de la casa, fue colocada una placa con la siguiente inscripción:

"SESQUICENTENARIO DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA DE LA

NACIÓN, EMANADO DE LA CONSTITUCIÓN DE APATZINGÁN, Y

ESTABLECIDO EN ARIO DE ROSALES, EL 7 DE MARZO DE 1815.

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JUNTA CÍVICA DE CONMEMORACIÓN. LIC. AGUSTÍN ARRIAGA RIVERA. GOBERNADOR DEL ESTADO DE MICHOACÁN, 1966".

Además del poder judicial se alojaron en esta casa por temporadas los miembros del Congreso y los del Ejecutivo, cuando andaban a salto de mata —protegidos por las fuerzas de Morelos— redactando el Decreto constitucional que había de promulgarse en Apatzingán.

El impacto que produjeron las últimas acciones de los jefes insurgentes, exacerbaron la rabia de los militares realistas, quienes se propusieron asestar un golpe definitivo a aquel "remedo de gobierno", como ellos lo llamaban.

Uno de tales militares era Agustín de Iturbide. Coterráneo de Morelos, le siguió los pasos y nunca lo perdió de vista en sus campañas, con la esperanza de un día alcanzar la gloria de tomarlo prisionero. Esa gloria estuvo a punto de obtenerla en la defensa que hizo de Valladolid frente a las tropas del héroe del sur.

"Un trozo como de sesenta hombres de la fuerza mandada por Iturbide —afirma Bustamante— subió arriba de la loma en demanda de Morelos, y logró penetrar en su campamento; algo más hubo, lo escoltaron unos cuantos un largo rato, teniéndolo por el general Llano, pues quiso la suerte que estuviese vestido del modo que éste, y montado en brida española, cosa exótica entre los americanos. Morelos entendió lo que pasaba, calló, sostuvo la ilusión hasta que llegó su escolta llamada de los pares, que estaba abajo en lo más ardiente de la refriega; reconoció que aquellos dragones eran enemigos, cargó sobre ellos y los hizo piezas, entonces Morelos se retiró bonitamente…"69

Pues bien, sabedor Iturbide de que el Congreso y los miembros de los poderes ejecutivo y judicial se hallaban instalados en Ario se dirigió al virrey —salvando, por cierto, el conducto de su superior Ciriaco de Llano— presentándole un plan para aprehenderlos, y solicitando, al mismo tiempo, ser él con sus tropas quien lo llevara a efecto.

69 Ut Supra, p. 642.

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Calleja aprobó el plan y lo autorizó para ejecutarlo con absoluta independencia del brigadier Llano, causando a este jefe grandísimo disgusto, pues se le escapaba a él aquella oportunidad. A las once de la noche del 13 de abril de 1815, Iturbide mandó a Llano desde su cuartel de Irapuato esta comunicación:

"Tengo tomadas medidas muy eficaces para saber exactamente los planes de los rebeldes y podemos sacar de ello ventajas muy grandes, pero es muy interesante para el efecto, que ni por el sur, ni por el poniente, ni por el norte de Valladolid salga tropa alguna hasta que yo diga a V. S. el resultado de mi proyecto, para el cual también vendría bien que saliese alguna tropa de Valladolid por el rumbo de San Bartolo o de Queréndaro con pretexto de introducir víveres a aquella capital. A pesar de que ésta irá con correo escoltado, no me atrevo a explicar más claramente sobre el asunto, porque cualquier incidente imprevisto que hiciera descubrir mi intento causaría mucho mal. Concluyo con repetir a V.S. que importa mucho se haga lo que he dicho, y aun en el caso de haber tropa por alguno de los rumbos del sur, poniente o norte de Valladolid, debe V. S. mandar retirarla bajo cualquier pretexto honesto. Entre tanto, no debe V. S. tener cuidado de la gavilla del padre Torres, pues estoy a la mira de ella. Agustín de Iturbide".70

Lista la expedición, y habiendo cuidado Iturbide de ocultar mañosamente su intento, salió de Irapuato el primero de mayo con dirección a Puruándiro, mientras que su segundo, el coronel Orrantia, marchaba desde Coeneo hacia Chimilpa, baluarte próximo a Uruapan, con el fin de destruir las fortificaciones que los independientes habían comenzado a levantar en ese sitio, para impedir que se retirasen a él los que huyesen de Ario. Esperaba Iturbide que caminando día y noche los 140 kilómetros más o menos que separan a Puruándiro de Ario, ningún aviso de su rápida marcha podría llegar a los miembros del Congreso. Sin embargo, el día 4 Iturbide llegó a Zínziro, punto distante 65 kilómetros aproximadamente de aquel a que se dirigía, pero sólo le acompañaba su vanguardia, y los demás grupos en que había dividido su fuerza, extraviados durante muchas horas en los

70 México a través de los siglos, t. III, p. 473.

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bosques que hubieron de atravesar, no se reunieron hasta las dos de la mañana del día 5.

Esta detención forzada del coronel realista frustró por completo sus planes y salvó a los miembros del Congreso y funcionarios del gobierno de una muerte segura. Avisados con anticipación de algunas horas por el cura de Tingambato del riesgo que les amenazaba, resolvieron entonces separarse, lo mismo que los miembros del Tribunal de Justicia, y así divididos en pequeñas partidas, se dirigieron a Puruarán y a otros sitios.

Morelos, Liceaga y Cos, integrantes del poder ejecutivo, permanecieron en Ario hasta última hora, pusieron en lugar seguro los archivos y la imprenta y salieron en los momentos de entrar en el pueblo las primeras avanzadas de Iturbide.

Orrantia después de arrasar Chimilpa se reunió en Ario con Iturbide, quien durante los ocho días que permaneció en el pueblo, incendió la casi totalidad de las casas, atropelló los hogares de aquella gente que no tenía más delito que desear la libertad de su patria, y mató a personas del todo inocentes.

Pero lo que más llenó de indignación y espanto a los habitantes de la comarca, fue el fusilamiento de Manuel Valdés, Eligio Castro, Antonio Medina, Manuel Castañeda y Manuel Mendizábal, este último de escasos 20 años de edad (todos vecinos muy estimados de Ario y que no habían tomado las armas), llevado a cabo por orden del sanguinario Iturbide, en el costado oriente de la plaza que ahora lleva el nombre de Hidalgo, ante un frondoso árbol que allí se levantaba.

Irritado hasta la locura el más tarde emperador de México, salió el día 14 rumbo a Pátzcuaro para volver a su cuartel de Irapuato. Lleno de despecho fue haciendo un reguero de sangre inocente en su camino. A las ejecuciones de Ario hay que añadir las de muchos empleados de las fincas que fue tocando, los cuales no tenían más crimen que haber recibido a los insurgentes, como si en su mano hubiese estado impedirles la entrada a las haciendas.

En Pátzcuaro fue aprehendido Bernardo Abarca, hombre distinguido y pacífico, a quien el doctor Cos había improvisado comandante para que resguardara la población. Al aproximarse Iturbide huyeron todos los oficiales, pero el desgraciado Abarca tardó en hacerlo por tener que dejar a su esposa en cama, y habiendo sido

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preso al salir de la población, fue puesto inmediatamente en capilla para ser pasado por las armas. En vano se interesaron por salvarle la vida el cura Rafael Cornejo, las religiosas y los vecinos que habían quedado; en vano su enferma y afligida esposa se echó a los pies de este monstruo, quien le aseguró que su marido no sería fusilado. Al salir de Pátzcuaro lo hizo conducir preso con la división y lo mandó matar en Tzintzuntzan. Esta atroz ejecución fue considerada como un desquite por el mal éxito de la expedición contra el Congreso y los otros miembros del gobierno insurgente.

Apenas Iturbide emprendió el regreso, los miembros del gobierno que se habían refugiado momentáneamente en Puruarán, volvieron a Ario a proseguir sus labores. Ardua era su tarea, sobre todo la del poder ejecutivo, cuyos componentes (Morelos, Liceaga y Cos) tenían por momentos que atender no sólo a las cuestiones administrativas, sino a las campañas militares que a partir de 1815 los realistas intensificaron en Michoacán y Guerrero.

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CAPÍTULO V

EN EL FRAGOR DE LA INSURGENCIA (1815-1821)

Consecuencias del frustrado plan de Iturbide. Represalias del doctor Cos. Se separa del gobierno. El Congreso ordena a Morelos que lo aprehenda. Sentenciado a muerte en Uruapan. El Congreso parte a Tehuacán. Las Juntas Subalternas. Captura y fusilamiento del SIERVO DE LA NACIÓN. Víctor Rosales, héroe de leyenda. Precursor de la Independencia. Muñiz lo traiciona. Barragán lo sorprende en el rancho de La Campana y lo mata a cuchilladas y balazos. Su cadáver exhibido en Ario y sepultado en La Huacana. Benemérito de la Patria en grado heroico. Los Rosales, una familia de héroes.

CONSECUENCIAS DEL FRUSTRADO PLAN DE ITURBIDE EL FRACASO de la expedición de Iturbide produjo inmediatas consecuencias en ambos bandos. Éste tuvo que sufrir las burlas sangrientas de su jefe superior, Ciriaco de Llano, y la reprimenda del virrey, pues mientras que en el paroxismo del despecho efectuaba atroces matanzas de inocentes en Ario y Pátzcuaro, la insurrección en el Bajío había cobrado nuevos bríos y vigorosos ímpetus. El padre José Antonio Torres y Lucas Flores, hacia el lado de Pénjamo y Valle de Santiago; y Víctor Rosales, Moreno, Rosas y los Pachones, por el rumbo del norte, no dejaban ni un momento de reposo a las guarniciones realistas. Para combatir a tantos enemigos, Iturbide destacó a Orrantia y Castañón —que eran los jefes de su mayor confianza— y éstos se encontraron en Rincón de Ortega con las partidas insurgentes que recorrían la parte septentrional de la intendencia.

Efectuóse el choque el 24 de julio, rudo y sangriento. Los independientes perdieron la batalla, pero sus contrarios sufrieron descalabros dolorosos en vidas y municiones. El realista Higinio Juárez pudo apoderarse algunos días después del valiente Rosas, de

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tres oficiales y de varios soldados, a quienes pasó por las armas sin pérdida de tiempo.

Pese a estos reveses, gruesas partidas de insurgentes al mando de Borja y Santos Aguirre, congregadas en la hacienda de La Tlachiquera, asaltaron briosamente la ciudad de Guanajuato, el 25 de agosto. El ataque fue simultáneo por Marfil, Mellado y Valenciana. En el primero de estos puntos fue reñidísima la lucha, pereciendo el comandante realista Francisco Venegas y su segundo, Francisco Fischer, minero alemán enviado por la corona de España para perfeccionar el arte de la minería. Mellado y Valenciana fueron también ocupados a viva fuerza, habiendo los independientes incendiado uno de los tiros de esta célebre mina, llamado San Antonio; pero la ciudad no pudo ser tomada por la vigorosa resistencia de los defensores.

El peligro en que se vio Guanajuato y el desastre que causaron los asaltos en la mina de Valenciana, consecuencia todo de la fracasada expedición a Ario, movieron a Calleja a dirigir severa reprimenda a Iturbide, achacando a su imprevisión los resultados de la intentona y los más fatales que pudo acarrear el triunfo de las guerrillas.

Empero si en el Bajío los realistas sufrieron bajas y pérdidas materiales de consideración, los efectos en el lado insurgente fueron no menos sensibles. Las horribles matanzas llevadas a cabo por Iturbide, determinaron sangrientas represalias de parte del doctor Cos, quien separándose de sus compañeros del poder ejecutivo, se dirigió rápidamente a las inmediaciones de Pátzcuaro y se unió a las guerrillas mandadas por José María Vargas y el padre Carvajal, que acababan de hacer prisioneros al capitán realista Aval y a 17 soldados, que venían hostilizando a los vecinos de la región. Cos ordenó el fusilamiento de todos en el pueblo de Santa Clara del Cobre, para vengar la muerte de Abarca, sacrificado, como sabemos, en Tzintzuntzan.

Aquella actitud constituía un suceso lamentable. Cos se había distinguido hasta entonces por su acrisolado patriotismo, ya defendiendo la noble causa de la independencia, ya con la pluma y la imprenta, ya exponiendo su vida en los campos de batalla. Sin embargo, se negó a volver al seno del gobierno y permaneció unido a

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las partidas de Vargas y Carvajal. Don Carlos María de Bustamante, compañero suyo en el Congreso, expresa:

"Cos siempre manifestó deseos eficaces de hallarse a la cabeza de un ejército, y obrar cosas dignas de la inmortalidad. Temiéronle mucho sus compañeros por su genio violento, y así es que lo colocaron al frente del gobierno, en el que se mantuvo inquieto y desasosegado. Apenas tuvo ocasión de emigrarse del seno del gobierno cuando partió a reunirse con una partida de tropa, hecho que se estimó por una rigurosa deserción del puesto que ocupaba y por una escandalosa transgresión del artículo 168 de la Constitución de Apatzingán, que dice: "No podrá mandar personalmente el gobierno en cuerpo ni por alguno de sus miembros ninguna fuerza armada, a no ser en circunstancias extraordinarias, y entonces deberá proceder la aprobación del Congreso".71

Por su parte Alamán dice:

"Cos era de carácter altivo y muy inclinado a entrar en cuestiones de derechos, en las que no economizaba dicterios a sus contrincantes. En el año anterior (1814) había sostenido una disputa muy empeñada sobre autoridad eclesiástica con el obispo electo de Michoacán don Manuel Abad y Queipo; éste en circulares a sus diocesanos, declaró que Cos había incurrido en las herejías de Wiclef y de Lutero, y que por un efecto de rebeldía no reconocía en su persona la dignidad episcopal. Cos contestó que en efecto no lo reconocía, porque no había podido ser penitenciario, ni mucho menos obispo de Valladolid estando acusado muchos años hacía de ser hereje formal; porque no se le habían dispensado las irregularidades contraídas por la ilegitimidad de su nacimiento; porque estaba nombrado por autoridad ilegítima, y porque, aunque fuese legítima la regencia de España, no residían en ella las facultades del patronato real para presentar a beneficios eclesiásticos".72

Cos fue llamado repetidas veces por el Congreso para que volviese a ocupar su puesto en el seno del poder ejecutivo, al lado de Morelos y

71 Ut Supra, t. III. p. 213. 72 Ut Supra, t. IV, p. 283.

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Liceaga. Lejos de obedecer, el turbulento cura publicó y circuló en el fuerte de Zacapu el 30 de agosto de 1815, un manifiesto en el que trataba de demostrar a los comandantes militares la ilegitimidad del Congreso, por carecer de nombramiento popular los miembros que lo formaban; acusaba a éstos de haberse arrogado una autoridad absoluta; de vulnerar la libertad de imprenta; de comprometer la honra nacional enviando a los Estados Unidos del Norte a un plenipotenciario en demanda de auxilios, y de comprometer la pureza de la religión, atropellando la inmunidad eclesiástica; por último, llegaba al grado de lanzarles el cargo de traidores, asegurando que estaban vendidos al gobierno virreinal, y excitaba a los jefes militares a desconocerlos hasta que se instalase legítimamente un congreso, de acuerdo con Morelos y Rayón.

Sensible en extremo fue para los patriotas reunidos en Uruapan la actitud que acababa de asumir su antiguo compañero de infortunio, y a quien reconocían notable inteligencia en los consejos, así como impávido valor en los peligros; pero sobreponiéndose a ellos el interés de la patria, resolvieron sofocar con energía este nuevo elemento perturbador que tanto daño pudiera causar a la revolución.

El Congreso ordenó, en consecuencia, a Morelos que procediese a la prisión de Cos con prevención de que lo fusilase si hacía resistencia. Marchó Morelos a Zacapu para cumplir la penosa misión que se le había confiado; Cos intentó defenderse, pero sus soldados lejos de obedecerle lo entregaron a Morelos, quien con toda clase de consideraciones y miramientos lo presentó al Congreso que lo juzgó y sentenció a ser pasado por las armas.

"No era ciertamente el deseo de los miembros del Congreso —escribe don Julio Zárate— llevar a cabo tan terrible sentencia, para lo cual querían que el condenado diese alguna muestra de sumisión",73 y para inclinarlo a ella, comenta Bustamante en su Cuadro histórico, "mandaron poner a su vista el ataúd en que había de ser conducido su cadáver: tentativa inútil, pues Cos se mostró impávido en la prisión y no cesó de excitar a la rebeldía a todos los que le rodeaban. Mayor dolor (decía) me causará el piquete de una pulga que el tránsito de la vida a la muerte…"

73 Ut Supra, t. III, p. 480.

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La sesión en que fue sentenciado duró muchas horas y en el momento de pronunciarse la sentencia el clero y el pueblo de Uruapan imploraron de rodillas la gracia para Cos. El cura Nicolás Santiago Herrera, quien por sus luces y virtudes era llamado en toda la comarca el venerable Herrera, se presentó, en efecto, en la sala de sesiones y en humildísima postura pidió que se conservara la vida del doctor Cos; apoyó su súplica el diputado Izazaga, y el Congreso se rindió al fin conmutando al rebelde la pena capital en prisión perpetua en los calabozos subterráneos de Atijo, donde fue encerrado desde luego.

"Durante las largas horas de su prisión —añade Zárate— aquel hombre que destruyó con la mano izquierda la obra que había construido con la derecha, se entretenía en ver a los lobos y a los tigres que bajaban de los montes de beber en un arroyo que corría no my distante del ventanillo de su calabozo".

Estas deplorables desavenencias contribuyeron a desalentar la acción de los insurgentes con gran provecho para las armas realistas.

El doctor Cos nació en Zacatecas, estudió gramática y retórica en el colegio de San Luis Gonzaga de su ciudad natal, obtuvo el doctorado en la Real Universidad y fue catedrático de filosofía, teología y latinidad, así como vicerrector del Tridentino seminario de Guadalajara. Fue cura párroco de Zacatecas (1800), del mineral de la Yesca, Jalisco (1801) y de San Cosme (1804). En 1810, de acuerdo con Francisco Rendón, intendente de Zacatecas, se entrevistó en Aguascalientes con el insurgente Iriarte, cuyos planes comunicó a Calleja en San Luis Potosí, y después al virrey Venegas en la capital del Virreinato. De regreso en Zacatecas fue apresado por una partida del cura Correa, quien lo condujo a la Junta de Zitácuaro (noviembre de 1811). Rayón y sus compañeros lo recibieron con desconfianza, creyendo que era espía de Venegas; pero desvanecidos esos temores se le encargó de levantar un regimiento, al que llamó "de la muerte". Nombrado vicario castrense por la Junta de Zitácuaro, en marzo de 1812 marchó con las tropas a Sultepec donde publicó el semanario El Ilustrador Nacional con tipos de madera que labró con sus propias

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manos, e impreso con añil a falta de tinta. Más tarde la sociedad de Los Guadalupes le proporcionó tipos de metal con los que publicó El Ilustrador Americano. Posteriormente don José María Liceaga nombró al doctor Cos su segundo en el mando de la provincia de Guanajuato y con este carácter y en unión de Fernando Rojas, formó en el pueblo de Dolores un cuerpo de infantería, que infligió un serio revés al general García Conde.

Nombrado diputado al Congreso de Chilpancingo por la provincia de Zacatecas (14 de septiembre de 1813), no pudo llegar a tiempo a la instalación de la asamblea, por lo cual no firmó el Acta de Independencia. Tras la derrota de Morelos en Valladolid, de la cual dimos cuenta en páginas anteriores (Capítulo IV), el Congreso, falto de recursos y estrechamente perseguido por los realistas, llevó una vida errante por territorio de los actuales Estados de Guerrero y Michoacán, en cuyo trayecto y sin embargo de tantas privaciones, los diputados fueron redactando la Constitución, y en la cual se advierte la docta pluma del doctor Cos.

Por último el doctor Cos pudo fugarse de la cárcel, permaneció al lado de Rayón algún tiempo y decepcionado, al fin, se indultó por conducto del cura de Pátzcuaro, en donde se le permitió residir dedicado a su ministerio, bajo la protección de Juan Cruz Ruiz de Cabañas, obispo de Guadalajara. Fue uno de los más destacados ideólogos de la revolución de independencia al lado de don Andrés Quintana Roo y Francisco Severo Maldonado. Murió en la vieja urbe ceremonial de Tariácuri el año de 1819.

ÚLTIMOS PASOS DEL CONGRESO. CAPTURA Y MUERTE DE MORELOS Los miembros del Congreso, del poder ejecutivo y del Supremo Tribunal de Justicia no permanecieron mucho tiempo en Ario y considerando más seguro por el momento que Uruapan fuese el asiento del gobierno, allá lo trasladaron, animados de la misma ardiente fe que los había sostenido en medio de tan continuos y graves peligros.

Antes de marcharse a Uruapan, el gobierno nombró una junta subalterna que se estableció en Taretan, integrada por Manuel Muñiz,

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Dionisio Rojas, José María Pagola, Felipe Carvajal y el licenciado Juan Pablo Anaya. Este último que acababa de regresar de los Estados Unidos de una infructuosa misión,74 sorprendió en la hacienda de Santa Efigenia a sus colegas, con quienes estaba en desacuerdo, y los llevó presos a Ario. Pero entonces otros jefes insurgentes capitaneados por Vargas, indignados por el proceder de Anaya que estorbaba la unidad y la acción de la insurgencia, constituyeron poco después, en Uruapan, otra Junta de la que formaron parte el propio Vargas, el mariscal Víctor Rosales, Yarza, Amador, Izazaga y el padre Torres. Para esto el Congreso había resuelto ya abandonar Uruapan, pues las sorpresas que Iturbide llevó a cabo hicieron comprender a los diputados que su estancia segura en Michoacán no podía prolongarse, rodeados como estaban de poderosos enemigos y sin contar con fuerzas bastantes que oponerles.

Después de largos debates el Congreso resolvió trasladarse a Tehuacán, juntamente con el Tribunal de Justicia, y confió la ejecución de este atrevido proyecto al generalísimo Morelos, autorizándolo especialmente para tomar el mando de las tropas que habían de escoltar al gobierno, pues como miembro del poder ejecutivo no podía ejercer las funciones de jefe militar.

Atravesar más de seiscientos kilómetros de territorio ocupado por divisiones realistas, y pasar a la vista de sus puntos fortificados y guarnecidos con una comitiva numerosa y las fuerzas competentes para su resguardo, era sin duda una empresa ardua y peligrosa. Morelos lo comprendió así y dictó desde luego todas las disposiciones que creyó convenientes al buen éxito de la expedición. Se instruyó a la Junta Subalterna para ejercer sus facultades en las provincias hasta Texas, y después de recibir cada uno de los funcionarios seiscientos pesos, menos Morelos que no quiso tomarlos, y que para marchar tuvo que vender su ropa de uso, afirma Bustamante en el t. III, p. 217 de su Cuadro histórico, salió de Uruapan la expedición el 29 de septiembre de 1815.

74 Tal vez haya sido a la que alude Cos en su manifiesto acusatorio o a la del diputado José Manuel de Herrera, a quien el Congreso había acreditado como plenipotenciario ante el gobierno norteamericano. N. del A.

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En el momento de partir eran miembros del Congreso —en esto seguimos a don Julio Zárate— apenas cuatro diputados: José Sotero Castañeda, Ignacio Alas, Antonio de Sesma y Ruiz Castañeda, pues los abogados Sánchez, Arias e Izazaga, el doctor Argándar y don José Villaseñor se habían separado con licencia y debían luego incorporarse a la asamblea, y el doctor Verduzco, terminado el periodo de su diputación, se había retirado a su curato de Tuzantla. Los abogados Ponce de León, Martínez y Castro con los secretarios Bermeo y Calvo componían el Tribunal de Justicia; y formaban el poder ejecutivo Morelos, don Antonio Cumplido en lugar de Cos, y José María Liceaga, que en Huetamo había de separarse con licencia, protestando volver al cabo de tres meses y presentarse en el lugar que escogiese el gobierno para su residencia.

Los archivos y papeles de las oficinas, los víveres, las municiones y equipajes y veinte mil pesos que se destinaban a la compra de armamento en los Estados Unidos, formaban un convoy considerable, capaz de llamar la atención del enemigo y de excitar su codicia.

Previamente había acordado el Congreso sujetarse durante el viaje a las órdenes de Morelos, de suerte que caminaban los miembros que lo componían en rigurosa formación, desde las siete de la mañana hasta la tarde, acampaban al raso, y los diputados recibían ración diariamente como los oficiales y soldados. Así marchó la expedición desde Uruapan hasta Huetamo, y luego siguió recorriendo la orilla derecha del Mezcala con dirección al este. Tocó sucesivamente Tutzamala, Tlalchapa, Poliutla el 3 de noviembre hizo alto en Tesmalaca, pequeña población cercana a los límites de la provincia de Puebla.

Morelos creyó indispensable dar un día de descanso a la expedición, esto es el 4. Pero esta demora inevitable ocasionó su pérdida, pues dio tiempo a que el sanguinario teniente coronel Manuel de la Concha, que lo perseguía de cerca cayera sobre él con numerosas tropas. Al tiempo que empezaba la lucha, Morelos ordenó que los miembros del Congreso, del Tribunal de Justicia y del Poder Ejecutivo con todos los bagajes, marcharan con mayor rapidez para ponerse fuera del alcance de los realistas, y dictó sus disposiciones a fin de resistir hasta donde fuese posible. La batalla se generalizó y en medio del fragor de la pelea, entró el desorden en las filas

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insurgentes. Hubo un momento en que se encontraron Morelos y Bravo, y como este último manifestara al ilustre caudillo el deseo de morir combatiendo a su lado:

—No —le contestó—, vaya usted a escoltar al Congreso, que aunque yo perezca importa poco.75

Y acompañado de unos cuantos siguió Morelos batiéndose en retirada, después de pronunciar esas nobles palabras que eran a manera de la suprema aceptación de su destino. Cuando las balas enemigas dieron muerte a sus pocos compañeros, y al ver que sus municiones se habían agotado se internó, seguido de un asistente, a un bosque inmediato y mientras se detuvo a quitarse las espuelas para marchar con más celeridad, fue alcanzado por una partida de realistas en Tepecuacuilco, mandada por un teniente llamado Matías Carranco, que había servido a las órdenes de Morelos en 1812. Los fusiles de los realistas apuntaban ya al "Siervo de la Nación", cuando éste sin inmutarse dijo clavando su mirada en el tránsfuga:

—Señor Carranco, parece que nos conocemos. Entonces éste ordenó que no se hiciese daño al prisionero, quien

premió tal muestra de consideración regalando su reloj al aprehensor. Más de trescientos muertos tuvieron los insurgentes en la acción de Tesmalaca, sin contar treinta prisioneros que fueron fusilados en Tenango, pero el gran trofeo de los vencedores fue la aprehensión del caudillo que tantas veces había empañado el lustre de las armas del rey en los campos de batalla.

Apenas instalado el gobierno en Tehuacán, los miembros que lo formaban se dirigieron a Calleja pidiéndole respetar la vida de Morelos. Este documento, redactado por don Carlos María de Bustamante, que nosotros copiamos de la p. 489 del t. III de México a través de los siglos, dice a la letra:

"Señor general: la suerte de la guerra ha puesto en manos de V. E. la persona de don José María Morelos, hecho prisionero en las inmediaciones de Tesmalaca el 5 de este mes, a tiempo que protegía la retirada de este Congreso nacional. Sus diputados presumen que V. E. intente quitar la vida a este ilustre guerrero, o que no le trate

75 Bustamante. Ut Supra, t. III, p. 219.

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con el respeto debido a su carácter, pues V. E. no considera esta guerra sino bajo el aspecto de una rebelión, y no como la expresión y voluntad general de un pueblo justamente irritado. V. E. ha procurado inspirar esta desventajosa idea a las naciones civilizadas, a pesar de que la desmienten la tenacidad y constancia con que por ella reclama la América su libertad. "Sin embargo, esta representación nacional faltaría a sus deberes si no solicitase de V. E. la conservación de la preciosa vida del general Morelos, que es uno de los jefes principales y al mismo tiempo miembro de nuestro gobierno americano. Exhortamos, pues, a V. E. en nombre de la nación y por las penalidades sufridas por causa de esta guerra, a que conserve la vida de don José María Morelos. Acompañamos la proclama que acabamos de circular en el Ejército, y esperamos que V. E., que en su oficio del 14 del pasado dirigido al señor don Pedro Fonte concedió el indulto a don Juan Nepomuceno Rozáins, escuchará en esta vez la voz de la humanidad. Nos prometemos que cesará ya el derramamiento de sangre de los moradores de este país, ya que hasta aquí no ha reinado por todas partes sino la desolación y la muerte. "Hemos dado constantemente pruebas de moderación: reflexione V. E. en que si atenta contra la vida de Morelos, su muerte sería un fatal presagio para V. E. y para los de todo su partido. ¡Cuidado, pues, con los azares de la guerra! ¡Examine V. E. nuestra situación y recursos y tiemble por la venganza! Si V. E. se muestra cruel ¿qué puede prometerse si las contingencias inesperadas de la campaña lo ponen en nuestras manos? ¿Acaso sus prisioneros tendrán derecho para implorar nuestra piedad? ¿Querrá V. E. obligarnos a que nos arrepintamos de haber sido clementes, a pesar de nuestro justo enojo? Finalmente, acuérdese V. E. de que sesenta mil españoles deberán responder de la menor injuria que se haga al general Morelos. Él es amado sobre toda ponderación de los americanos; su suerte no puede verse con indiferencia, ni aun por los que han sido unos simples espectadores de nuestra terrible lucha. "Dios guarde a V. E. muchos años. Tehuacán, 17 de noviembre de 1815. Lic. José Sotero Castañeda, presidente del Congreso. Lic. Ignacio Alas, presidente del gobierno, Lic. José María Ponce de León, presidente del Supremo Tribunal de Justicia. Al señor capitán general del Ejército Español don Félix María Calleja del Rey".

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La petición anterior no tuvo respuesta de Calleja, quien se limitó a enviar copia de ella al gobierno español, recomendando se vieran con cuidado las palabras con que "los rebeldes de Tehuacán" se atrevían a amenazarle, "pues ellas pintan el carácter de los rebeldes, la alta opinión que tenían de sí mismos, la determinación en que se hallaban y las esperanzas que mantenían".

No siempre le es posible a nuestro pueblo, especialmente al de origen obrero y campesino residente en apartados lugares del país, conocer la verdad de muchos sucesos importantes de la historia, ya por falta de libros, ya por carencia de bibliotecas en sus localidades. Los detalles de la muerte cruel aplicada al héroe de Cuautla por el sádico Concha, es uno de ellos. Atentos a esta circunstancia nos parece oportuno transcribir estas notas, el relato patético de sus últimos momentos debido a la pluma de don Julio Zárate, no sólo por tratarse del máximo héroe de la patria, después de Hidalgo, sino porque era michoacano y porque en Ario dio forma y funcionó el primero gobierno insurgente conforme a lo dispuesto por la Constitución de Apatzingán.

Oigamos, pues, al historiador:

"…El día 21 de diciembre de 1815, el coronel Manuel de la Concha (había ascendido a este grado por su victoria) notificó la sentencia a Morelos, obligándole a que oyese de rodillas la lectura. Después de esto, fueron llamados el cura Guerra y otros eclesiásticos para disponerlo a morir.

"No obstante que se había dicho a Morelos que sería fusilado tres días después de la sentencia, a las 6 de la mañana del 22 de diciembre de 1815 Concha lo hizo salir engrillado en un coche con el padre Salazar y un oficial, escoltándolo la división de su mando, y tomaron el camino de San Cristóbal Ecatepec. Al llegar a la Villa de Guadalupe, como el carruaje se detuviese, creyó el prisionero que aquel era el lugar señalado para la ejecución, pero se le dijo que allí se le iba a servir el desayuno. Después de algunos minutos prosiguió su marcha la fúnebre comitiva, deteniéndose en el llamado palacio de San Cristóbal Ecatepec, tosco edificio construido por el Consulado de México para el recibimiento que allí se hacía a los virreyes. Gran serenidad mostró Morelos en los postreros instantes de su vida. Mientras se hacían los preparativos para la ejecución, se le sirvió la

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comida y comió con apetito. De repente oyó el redoble de los tambores, y levantándose de la mesa violentamente exclamó:

—Esta llamada es para formar: no mortifiquemos más… Déme usted un abrazo, señor Concha, y será el último…

En esos momentos llegó la escolta que debía conducirlo al lugar del suplicio, y metiendo los brazos en su turca, dijo con donaire:

—Ésta será mi mortaja, pues aquí no hay otra… "Acercóse un soldado a vendarle los ojos, y él se resistió diciendo: —Aquí no hay objetos que me distraigan. Mas habiendo insistido el jefe de la escolta, se vendó con un

pañuelo que sacó del bolsillo. Atados los brazos con los portafusiles de los soldados que lo conducían, y arrastrando con dificultad los pesados grillos, fue llevado al recinto exterior del edificio.

—¿Aquí es el lugar? —preguntó con voz enérgica. —Sí —le respondieron. Obligáronle a arrodillarse con el rostro vuelto hacia una tapia;

dióse la voz de fuego, tronó la descarga, y apenas se disipó el humo, se percibió el cuerpo agitándose en terribles convulsiones; disparáronle una segunda descarga, oyóse un grito penetrante y aterrador, y quedó inmóvil sobre una charca sangrienta el más notable y bravo defensor de la Independencia de México".76

Siete años después de consumada la Independencia, el gobernador de Michoacán, José Salgado, promulgó el 12 de septiembre de 1828, un decreto de la Legislatura de aquella entidad, cuyo artículo único dice:

"Desde la celebridad del 16 del corriente, quedará suprimido para siempre el nombre de Valladolid con que se ha conocido esta ciudad, sustituyéndole el de MORELIA, en honor de su digno hijo, benemérito de la patria C. José María Morelos".

En 1869 se erigió con el nombre de Morelos un nuevo Estado de la Federación mexicana, en virtud de la siguiente ley:

"Benito Juárez, Presidente constitucional de los Estados Unidos

Mexicanos, a todos sus habitantes, sabed: "Que el Congreso de la Unión ha tenido a bien decretar lo

siguiente:

76 México a través de los siglos, t. III, p. 498.

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"Artículo único: Queda definitivamente erigido en Estado de la Federación con el nombre de Morelos la porción de territorio del antiguo Estado de México, comprendido en los distritos de Cuernavaca, Cuautla, Jonacatepec, Tetecala y Yautepec, que formaron el tercer distrito militar creado por decreto de 7 de junio de 1862…

"Salón de sesiones del Congreso de la Unión, México, 16 de abril de 1869. Nicolás Lemus, diputado presidente. Joaquín Baranda, diputado secretario. Julio Zárate, diputado secretario.

"Por tanto, mando se imprima, publique y circule y se dé a él debido cumplimiento. Dado en el palacio del Ejecutivo Federal en México, a 17 de abril de 1869. Benito Juárez. Al c. José María Iglesias, ministro de gobernación".

El nombre de Morelos está inscrito en letras de oro en el recinto de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, se han levantado cientos de estatuas en otras tantas poblaciones del país y por millares se cuentan las escuelas, institutos, colonias, sindicatos, agrupaciones cívicas e instituciones de diversa índole que en la república ostentan con orgullo el nombre del héroe de Cuautla. VÍCTOR ROSALES, HÉROE DE LEYENDA Los arienses tienen una devoción casi mística por Víctor Rosales, mariscal de campo del ejército insurgente, quien dio su nombre no sólo al antiguo pueblo que en 1556 descubrió el franciscano Juan Bautista de Moya, sino al municipio y a todo el distrito rentístico, electoral y judicial que a partir de 1858 por decreto de la legislatura michoacana, se conoce por Ario de Rosales.77

Siendo Víctor uno de los trece héroes de la patria reconocidos por ley del 19 de julio de 1823, expedida por el Primer Congreso mexicano

77 La Ley invocada dice en lo esencial: "Núm. 36. Artículo único. Se concede al pueblo de Ario el título de Villa de Ario de Rosales. Gerónimo Elizondo, diputado presidente. Justo Mendoza, diputado secretario. Francisco W. González, diputado secretario. "Por tanto mando se imprima, circule y observe. Morelia, a 4 de marzo de 1858. Miguel Silva Macías, Pascual Ortiz Ayala, secretario".

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después de la consumación de la Independencia,78 sorprende no conocerse siquiera el nombre de sus padres, ni la fecha y el lugar

78 La parte relativa del Decreto reza de esta manera: "Nº. 106. El Soberano Congreso Mexicano, que jamás ha visto con indiferencia los sacrificios que los buenos patriotas han prestado a la nación en todas épocas, para obtener su independencia y libertad, ha tenido a bien decretar: ………………………………………………………… "Art. 13. "El congreso declara Beneméritos de la Patria en grado heroico a los señores don Miguel Hidalgo, don Ignacio Allende, don Juan Aldama, don Mariano Abasolo, don José María Morelos, don Mariano Matamoros, don Leonardo y don Miguel Bravo, don Hermenegildo Galeana, don José Mariano Jiménez, don Francisco Javier Mina, don Pedro Moreno y don Víctor Rosales. Sus padres, mujeres e hijos y asimismo las hermanas de los señores Allende, Morelos, Hidalgo y Matamoros, gozarán de la pensión que les señalará el Supremo Poder Ejecutivo, conforme a los extraordinarios servicios que prestaron, guardándose el orden de preferencia que previene el artículo 10. "Art. 14. "Y respecto a que el honor mismo de la patria reclama el desagravio de las cenizas de los héroes consagrados a su defensa, se exhumarán las de los beneméritos en grado heroico que señala el artículo anterior, y serán depositadas en una caja que se conducirá a esta capital, cuya llave se custodiará en el archivo del Congreso. ………………………………………………………… "Art. 18. La caja que encierra los venerables restos de los héroes expresados, se trasladará a esta catedral el 17 del próximo septiembre con toda la publicidad y pompa dignas de un acto tan solemne, en la que se celebrará un oficio de difuntos con oración fúnebre. ………………………………………………………….. "Art. 24. El presidente anunciará, que la nación ha acordado por medio de sus representantes, que se escriban con letras de oro, en el salón de Cortes, los nombres de estos héroes que se sacrificaron por la independencia y libertad nacional. "Lo tendrá entendido el supremo poder ejecutivo, y dispondrá lo necesario a su cumplimiento, haciéndolo imprimir, publicar y circular. México 19 de julio de 1823, tercero de la Independencia y segundo de la Libertad. Manuel de Mier y Terán, presidente. José Javier de Bustamante, diputado secretario. José María Jiménez, diputado secretario.

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exacto donde vio la luz primera. La Enciclopedia de México, el Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, el Diccionario… de Leduc, Lara Pardo y Roumagnac, Mexicanos distinguidos de Francisco Sosa, y otras publicaciones señalan de su nacimiento el año de 1776 y Zacatecas como su patria de origen. Sin embargo, esto parece ser inexacto en parte.

En el mes de marzo de 1955 estuvimos en Zacatecas invitados por un excelente amigo nuestro, el licenciado José Minero Roque, a la sazón gobernador de aquella entidad, para consultar en los archivos del gobierno del Estado y en los del Ayuntamiento, cuanto documento encontráramos sobre este insigne insurgente y su coterráneo el doctor José María Cos, datos que aprovecharíamos en un trabajo histórico de la revista Tiempo, en aquellos días dirigida por el escritor Martín Luis Guzmán.

La búsqueda fue inútil respecto a lo indicado, pero en cambio, muy provechosa en cuanto a sus hermanos y otros miembros de su familia, como veremos más adelante.

Tampoco en los libros de registro de bautizos de 1775 a 1778 que consultamos en la parroquia zacatecana, por gentileza del canónigo Joaquín Raigoza, existe asiento alguno del héroe.

Minero Roque nos comunicó entonces que él conocía una antigua tradición, tenida por veraz entre algunos zacatecanos dados a la investigación, en el sentido de que Víctor había nacido en una aldea cercana a la capital del Estado, llamada Calera o La calera, por lo cual ese poblado, ahora municipio, lleva el nombre de Calera-Víctor Rosales. Pero de esto no hay nada que pudiera conducirnos a una conclusión cierta.

Por otra parte, un artículo intitulado Víctor Rosales que se publicó el 16 de septiembre de 1874 en el diario de la capital El eco de

"Por tanto mandamos a todos los tribunales, justicias, jefes, gobernadores y demás autoridades, así civiles como eclesiásticas y militares, que guarden y hagan guardar, cumplir y ejecutar, el presente Decreto en todas sus partes. Tendréislo entendido para su cumplimiento, y dispondréis se imprima, publique y circule. En México a 21 de julio de 1823. José Mariano Michelena, presidente. Miguel Domínguez, Vicente Guerrero.

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ambos Mundos, para celebrar el aniversario del Grito de Dolores, el cual aparecía firmado por "La Redacción", es la fuente que ha satisfecho a cuantos han escrito en torno a nuestro personaje.

Afirma el artículo que Víctor Rosales nació en el año de 1776 en Zacatecas, sin explicar si en la ciudad o en alguna otra población del Estado; que era inclinado a las letras y a la agricultura; y que aprendió gramática y filosofía con fray Nicolás Porres, mercedario amigo de su familia, por cuya influencia fue enviado a la capital de la Nueva España a principios del siglo XIX, a estudiar leyes.

Un incidente cortó su carrera. Hallábase en aquellos días la estatua ecuestre de Carlos IV en la plaza mayor de México, custodiada por cuatro centinelas de la guardia nacional. Una mañana se acercaron a contemplar el monumento unos indígenas del barrio de Tecpan de San Juan guiados por su cacique, quien admirado habló en su lengua náhuatl con elogio; pero uno de los centinelas creyendo escuchar censuras porque el caballo está pisando el carcaj de flechas indias, propinó de culatazos al cacique. Visto lo anterior por Víctor Rosales, quien entendía el náhuatl y por casualidad estaba presente, aclaró al ignorante soldado que el indio sólo había vertido alabanzas para la obra. Indignado el centinela por el tono enérgico en que Rosales había hecho la aclaración, lo golpeó con una vara, conduciéndolo luego junto con los indios a la cárcel de la ciudad, donde estuvo cinco días incomunicado, al cabo de los cuales se le puso libre por gestiones del padre Porres, pero fue expulsado del colegio considerándolo desafecto al gobierno virreinal.

De regreso en Zacatecas tomó la determinación de trabajar por la Independencia del país, para lo cual hábilmente se puso en contacto con los conspiradores de Valladolid. En 1809 agitaba a los mineros de su tierra natal, de Guanajuato, de Tlalpujahua y del Catorce, con quienes intentaba hacer levantamientos. Por esos días recibió una invitación de Allende para participar en la revolución que planeaba con Hidalgo, invitación que aceptó, y en seguida con sus hermanos Fulgencio, Sotero, Vicente, Francisco, José María y Juan se remontó a la sierra, dedicándose a fabricar pólvora, lanzas y monturas y armó una fuerza de sesenta hombres a la cabeza de la cual se puso, iniciando la lucha por la libertad.

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Uno de los primeros pasos fue incorporarse a las tropas de Hidalgo, y a la vanguardia de ellas entró en Valladolid el 15 de octubre de 1810, siguiéndole Jiménez el 16 y el 17 el propio cura, con el grueso de la gente. Continuó con él a Guadalajara, estuvo en la batalla del Puente de Calderón y después del desastre siguió a Allende en su marcha al norte. Consumada la traición de Acatita de Baján se puso a las órdenes de don Ignacio López Rayón, a quien acompañó en su retirada desde Saltillo.

Tanto Víctor como sus hermanos guerrearon incansablemente por espacio de varios meses en los Estados de Zacatecas, Guanajuato y Michoacán; luego se ocultaron un tiempo en la sierra para reunir nueva gente y armas; y el 13 de junio de 1812 reapareció nuestro hombre ya con el grado de coronel, según informa desde Nochixtlán al intendente interino de Zacatecas, Peón Valdés, el tristemente célebre "cura chicharronero", José Francisco Álvarez. En julio, Agatón, segundo de Rosales se apoderó en Burgo de San Cosme, hoy Villa de Cos, de 300 caballos y mulas con que reforzó la caballería de su jefe.

La movilidad de este caudillo era sorprendente. A fines de octubre andaba por Jalpa con el doctor Cos y Liceaga y a principios de 1813 tomaba parte activa en la campaña de Michoacán y se reunía en Ario con un grupo numeroso de insurgentes comandados por Manuel Muñiz, Navarrete y otros.

En septiembre de aquel año Víctor Rosales regresó a la provincia de Zacatecas, donde engrosó sus filas con 700 jinetes, causando serios descalabros al enemigo, pese a que lo perseguían tropas realistas de caballería que don Carlos María de Bustamante hace ascender a cinco divisiones.

Fue entonces cuando Rosales con su proverbial audacia y animado por la seguridad que le había dado el fraile Porres, su antiguo protector, sobre que una buena parte de la guarnición realista se le uniría, asaltó el 25 de septiembre la ciudad de Zacatecas, en unión de su hermano José María, con sólo 50 hombres de a caballo, si bien había dejado otros 250 en una hacienda cercana. La tropa realista no se movió en su favor como se le había dicho, y con sus pocos soldados atacó denodadamente el cuartel de los Urbanos, acuchilló a los centinelas, se hizo dueño de dos cañones que en él

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había, los cuales abandonó en su retirada al ver que la guarnición realista, muy superior en número y al mando del brigadier Irisarri, se disponía a cercarle por todas partes.

"Rosales salió de la ciudad ileso —refiere Bustamante—; pero se encontró con una división de 150 hombres de caballería de Frontera al mando de José María Navarrete, que habiendo sabido el peligro en que se hallaba Zacatecas vino oficiosamente a auxiliarla, y cargó sobre Rosales, cuya tropa se puso en dispersión. Rosales, que había visto con dolor perseguir a su familia con la misma crudeza con que pudieran hacerlo los españoles a su persona, traía consigo a un hijo suyo, de edad de once años, precisamente con el fin de libertarlo. Esta pobre criatura no pudo seguir a su padre en el escape, y así es que fue fácilmente pillado y herido. Lleváronlo a Zacatecas, donde a pesar de su situación e inocencia, los gachupines lo azotaron, lo ultrajaron hasta lo sumo, y dentro del segundo día lo sacaron en una camilla… y… lo fusilaron!".79

Consumada la independencia y reunido el primer Congreso de la nación, Bustamante, recordando este monstruoso crimen, exclamó ante los diputados estas palabras:

"¡Españoles que os llamáis cristianos, que la echáis de generosos y justos, confundíos a vista de este hecho tan infame que avergonzaría aun a aquellas bárbaras naciones del norte de nuestra América, que ceban su saña en los cautivos, haciéndoles la dolorosa operación del escalpelo! ¡Ah! Ellos se vengan de hombres que pudieran dañarle en la guerra, y que como cautivos suyos res mancipi, quedaron a su disposición como trofeos de su valor; pero no se vengan en niños, cuya inocencia respetan…! Bárbaros, feroces, insensatos, conoced la justicia con que detestamos vuestro nombre y decimos anatema a vuestra memoria, que sólo nos recuerda la historia de vuestros delitos, crueldades y depredaciones!

"Supremo poder ejecutivo, fijad ya vuestras miradas sobre la desgraciada familia de Víctor Rosales, a quien el soberano Congreso de la nación mexicana ha declarado Benemérito de la Patria, cuyo nombre ha mandado inscribir con letras de oro en el catálogo de los héroes, y en derredor de cuya tumba hemos esparcido flores de honor en la solemne y memorable parentación del 14 de septiembre

79 Ut Supra, pp. 633 y 634.

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de 1823, rodeándola las supremas autoridades mexicanas. La familia de Rosales (repito) pide pan por el órgano de mi voz… La inocencia del niño clama en su obsequio… ¡Oid sus voces, mostraos justos y liberales!... Yo os conjuro a que así obréis por vuestro honor, cierto de que si os mostrarais indiferentes a tales clamores, os haríais tan criminales como el jefe de aquellos asesinos detestables. Busquemos a esos infelices entre las quiebras de las montañas de Zacatecas, enjuguemos sus lágrimas, llenemos de consuelo sus corazones, y fíjense en el frontispicio del salón de vuestras sesiones estas memorables palabras que puso en la entrada de su tribunal un célebre rey moro de Granada:

"Llégate sin temor, huérfano triste que aquí hallarás el padre que perdiste".

DECAE EL ÍMPETU DE LA INSURGENCIA Interrumpamos por un momento la narración de las hazañas de Víctor Rosales, para volver a Uruapan donde dejamos a la Junta Subalterna nombrada por el Congreso en septiembre de 1815, antes de partir para Tehuacán. Poco duró la Junta en dicha plaza, pues poco después se trasladó al fuerte de Jaujilla en la laguna de Zacapu, y aunque trató de imponer su autoridad, no fue reconocida por don Ignacio López Rayón —jefe del grupo oriental de insurgentes—, quien se hallaba en el fuerte de Cóporo, pues éste seguía reclamando para sí todos los derechos derivados de la antigua Suprema Junta Nacional Americana de Zitácuaro. Pero a su vez Rayón tampoco fue reconocido por don Nicolás Bravo, Pablo Galeana, José María Vargas y otros jefes menores que controlaban importantes guerrillas.

La captura y muerte de Morelos y la disolución del Congreso fue un golpe tremendo para la insurgencia, del cual no pudo recuperarse. Quedaban, es cierto, varios jefes valientes y de prestigio en el teatro de la guerra, pero faltaba unidad de mando entre ellos, faltaba cooperación y un líder de la categoría del Generalísimo, que asumiera la responsabilidad de la campaña. Ni Bravo, ni Rayón, ni Guerrero, ni don Guadalupe Victoria tenían suficiente influencia entre los grupos para conducir al éxito a las tropas revolucionarias.

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En estas circunstancias, la ofensiva insurgente vino a menos y los realistas tomaron la iniciativa en todas partes. Cundió el desaliento y éste trajo consigo numerosas rendiciones, dispersiones y traiciones, ya que muchos de los que capitulaban se convertían automáticamente en perseguidores eficaces de sus antes compañeros; cuyos métodos, recursos y guaridas conocían.

En este estado de ánimo, el virrey Apodaca lanzó el 30 de enero de 1816, a escaso mes y medio de la ejecución de Morelos, una nueva proclama concediendo el indulto con plazo de 60 días, y reiteró la vieja consigna de fusilar sin excepción a cuanto jefe insurrecto fuera capturado en acto de guerra, por lo cual se apresuraron a rendirse aquellos que vieron el peligro de muerte más cercano y la esperanza de triunfo más distante que nunca. Todo el año de 1816 fue trágico para los libertadores. El Fuerte de Cóporo, cercano a Jungapeo, que empezaron a fortificar desde 1814 Benedicto y Ramón Rayón, fue rendido por este último al coronel realista Matías Martín y Aguirre el 7 de enero de 1817; aunque lo recuperó y reacondicionó Nicolás Bravo en julio siguiente y allí resistió con heroísmo el ataque del coronel Mora, dado el primero de septiembre, tuvo que abandonarlo, desbarrancándose con su caballo, mientras el licenciado Alas y otros se acogían al indulto para no caer prisioneros. Márquez Donallo, asesorado por Ramón López Rayón (el antes bravo jefe insurgente, hermano de Ignacio) lo tomó finalmente y allí mismo fue fusilado Benedicto López, aprehendido cuando trataba de ayudar a los sitiados.

Antes de esto, como sabemos, habían caído ya en las manos realistas, el fuerte de Chimilpa, próximo a Uruapan, destruido por Orrantia; el de la Isla de Janitzio, a la vista de Pátzcuaro; el de la Isla de Mezcala y el de Cuiristarán.

Días más tarde de la capitulación de Cóporo, las partidas de insurgentes indultados al mando del cura Felipe Salazar y del capitán Juan Antonio de la Cueva, hicieron prisioneros a don José Sixto Verduzco en Purechucho, lugar próximo a Huetamo, y a Ignacio López Rayón con su familia, en Zacapuato, conduciéndolo a Patambo. Don Nicolás Bravo trató de libertarlos, pero fue aprehendido por Armijo en el rancho de Dolores, adonde había ido a curarse de los golpes recibidos al escapar de Cóporo.

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Martín y Aguirre puso sitio al fuerte de Jaujilla en donde se encontraba la Junta. Algunos miembros de ella pudieron evadirse: el canónigo San Martín y don Antonio Cumplido con la imprenta y después Ayala con el archivo. El padre Torres que llegó con 500 hombres de refuerzo, fue derrotado el 3 de febrero de 1818 y el 6 de marzo los defensores se indultaron, entregando prisioneros a los oficiales Christie y Dovers, capitanes de las fuerzas de Francisco Javier Mina allí refugiados, que rehusaron rendirse.

San Martín, Cumplido y Villaseñor reinstalaron la Junta en Turicato y ordenaron a los jefes que la reconocían que atacaran Pátzcuaro. Sin embargo, el correo que llevaba la orden la entregó al coronel realista Quintanar, para obtener una gratificación, y éste encomendó la persecución de la Junta a Vargas (que ya se había indultado), quien la sorprendió el 21 de febrero, capturó a San Martín, al que envió a Guadalajara, y fusiló a cinco personas.

Por última vez, José María Pagola, Mariano Sánchez Arriola, Pedro Villaseñor y Pedro Bermeo establecieron la Junta en Huetamo, pero el capitán Tomás Díaz, de las fuerzas de Armijo, sorprendió en el paraje de Cantarranas a Pagola y Bermeo, quienes fueron fusilados en Huetamo el 9 de julio de 1818.

VÍCTOR ROSALES MUERE COMBATIENDO CERCA DE ARIO Desde a principios de 1816 había surgido, por cuestiones de mando, una seria rivalidad entre Muñiz y Rosales, la cual se agravó en medio del caos descrito en líneas anteriores. Los dos eran hombres decididos y valientes, precursores de la Independencia y de los primeros en tomar las armas contra el enemigo realista. El uno formó parte de la conspiración de Valladolid en 1808-1809 y al estallar la guerra se adhirió a Hidalgo con las fuerzas del regimiento que mandaba; el otro puso en guardia a los mineros de Zacatecas, de San Luis Potosí y de Guanajuato con recursos propios, como narramos antes, en unión de sus hermanos, armó en la sierra a un grupo de patriotas con el cual se lanzó a la lucha, poniéndose a las órdenes del cura de Dolores.

Muñiz llevó a cabo en 1810 —por cierto con insospechado refinamiento— las horribles matanzas de españoles en Valladolid y

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Guadalajara, crímenes que le restaron simpatía, acaso por ese sentimiento de humanidad muy natural en los mexicanos. En cambio, los biógrafos de Rosales están contestes en admitir la enorme popularidad de que éste disfrutaba entre los mineros de diversos lugares, antes y después de estallar la insurrección. En marzo de 1810 los mineros de la Quebradilla se dirigieron al virrey Francisco Lizana y Beaumont quejándose de los "gachupines" a quienes ya no soportaban, advirtiéndole que de no ser atendidos los quitarían ellos mismos. En previsión de que la amenaza fuera a realizarse con violencia y que en el fondo hubiera causa más seria, el gobierno virreinal, intentó sin éxito reunir buenos artesanos para fabricar armamento. Refiriéndose a este hecho, el conde del Peñasco opinaba que la excitación en Zacatecas se debía a la presencia de agentes franceses enviados por Napoleón Bonaparte para socavar la autoridad de Madrid, pero el historiador Francisco Sosa afirmó que ésta era el resultado de las actividades de Víctor Rosales quien ya preparaba en la Quebradilla un plan de levantamiento popular contra los españoles de acuerdo con instrucciones que se le habían dado en la capital de la Nueva España.

Cuando Rosales hizo sus primeras armas en Michoacán, iba ya precedido de una aureola de leyenda por sus hazañas en Zacatecas y el Bajío guanajuatense. Muñiz, tanto por su residencia en Valladolid como por sus antecedentes de conspirador desde 1808, se consideraba —después del Grito— como el jefe insurgente con mayores méritos para dirigir la campaña en Michoacán; en esta creencia no permitía que nadie estorbara sus planes y ya anotamos en el capítulo IV cómo trató de reconquistar dos veces Valladolid y atacó con vigoroso empuje otras plazas estratégicas de la provincia, auxiliado de Rayón, el "Amo" Torres, Navarrete, Huidobro y otros.

A principios de enero de 1817 al capitular el Fuerte de Cóporo, Muñiz volvió al centro de Michoacán, pero allí se encontró con que Rosales, ascendido a mariscal de campo y con el título de comandante general de las provincias de Michoacán y Zacatecas, mantenía el fuego de la revolución desde Pátzcuaro a la Tierra Caliente. Esto reavivó su odio al zacatecano y antes de someterse a sus órdenes, decidió indultarse, más que por convicciones verdaderas como veremos

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adelante —al retornar al lado de los insurgentes— para darle el golpe mortal con las tropas realistas.

Favoreció esta maniobra de Muñiz la circunstancia de que el virrey había dispuesto que el vencedor de Cóporo, coronel Matías Martín de Aguirre, quedase al frente de la provincia de Valladolid; y que entre los efectivos de tal jefe figurara el teniente coronel Miguel Francisco Barragán,80 quien desplegó inusitada actividad en la persecución de las guerrillas insurgentes, pues unas fueron empujadas hacia tierras de la Nueva Galicia, otras se sostuvieron en torno de la laguna de Zacapu, y las de Víctor Rosales se replegaron por la sierra de Ario con vistas a ganar la Tierra Caliente.

Muñiz, que hasta entonces había fingido seguir el plan de Rosales, se separó de éste y se presentó en Pátzcuaro a Barragán, indultándose con la promesa de señalarle el lugar exacto donde se hallaba el zacatecano. Esta infame traición manchó para siempre la memoria revolucionaria del conspirador de Valladolid.

El asalto fue perpetrado al atardecer del 28 de mayo de 1817 en una pequeña aldea (enclavada en medio de la sierra) denominada La Campana (hoy El Durazno), cercana a Urapa, tenencia actual del municipio de Ario. Empero para precisar la secuencia de los sucesos, vamos a valernos de los partes militares referentes al impresionante episodio.

Barragán se había situado el 10 de mayo en la hacienda de Chupio. Desde allí informó a su jefe:

80 Miguel Francisco Barragán nació en Valle del Maíz, San Luis Potosí, en 1782, en el seno de una familia descendiente del emperador Moctezuma Xocoyotzin, y temprano abrazó la carrera militar en favor del régimen español. En 1812 era teniente del cuerpo de Lanceros de San Luis, y al año siguiente entró a formar parte de los Dragones Fieles del Potosí, tomando parte en la campaña lanzada en Michoacán contra los insurgentes de Rayón, Muñiz, el Amo Torres y otros. En 1817 con el grado de teniente coronel persiguió tenazmente al mariscal Víctor Rosales hasta darle muerte. Se adhirió al Plan de Iguala; en 1824 tomó la fortaleza de San Juan de Ulúa, último reducto español. Murió en 1836, de tifoidea, siendo Presidente de la República.

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"…Las repetidas noticias que tuve de estar reunido Víctor Rosales en Turicato me hicieron emprender esta jornada violentamente, y con lo mismo me vuelvo a mi destino, con las ventajas de haber hecho prisioneros a (tres jefes) los que llevo en cuerda… Todos se han aprehendido en esta hacienda porque de Turicato salió para acá Rosales… y por aquí no hizo más que pasar para Acatén y esta ha sido la causa de no lograr el golpe que quería darle…"

Matías Martín y Aguirre comunicó, a su vez, al gobierno virreinal que el 13 de mayo entraba a Pátzcuaro Barragán con el "cabecilla" Muñiz, quien se había presentado a indulto; que aprehendió a varios cabecillas y como a cien hombres de chusma; que los prisioneros serían castigados con arreglo a sus crímenes, y los efectos que se les quitaran "se venderán y se aplicará su producto a los gastos de la división".

Por lo anterior sabemos, pues, que Muñiz se rindió el 13 de mayo, fecha en que llegó a Pátzcuaro con Barragán, concluida la expedición de éste por Chupio y Turicato. Sin esperar más de lo necesario, el jefe realista aprovechando los informes del traidor y guiado por éste, se puso en marcha con 400 hombres en dos divisiones en busca de Rosales, a quien sorprendió en el rancho de La Campana al atardecer del 28 de mayo. Dejemos que el enemigo describa a su manera el asalto, pues se carece de documentos insurgentes.

El 2 de junio en Pátzcuaro, Barragán comunicó a su superior inmediato Aguirre,

"…Que como a las 10 del día 28 fue aprehendido un correo que enviaba Suárez, el segundo de Rosales, a Ramírez; me informé que estaba la reunión en La Campana con Víctor y que nada se sabía de mi división. A las 5 de la tarde del citado 28 me avisté sin ser sentido a La Campana… A escape me eché sobre la casa donde estaba Rosales… Los rebeldes la mayor parte habían ensillado… Yo quedé con 40 hombres en la casa donde estaba Víctor, quien hizo tanta resistencia con los que lo acompañaban, que por la intrepidez de mis dragones les fue muy fácil matarme uno a mi lado… pero muy en breve fueron estos necios pasados a cuchillo, siendo de los primeros el cabecilla Víctor, que nombraban comandante general de las provincias de Zacatecas y Valladolid…

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"A don Manuel Muñiz y a un sujeto de esta ciudad que no quiere que aparezca su nombre, les debo el haber sido guiado por caminos lóbregos y solos, y el haberme situado en tan buen paraje al amanecer del 28…"

Por su parte Aguirre confirma los datos dados por Barragán en esta nota enviada al virrey:

"…El valiente Barragán tuvo que batirlo (a Rosales) en el rancho de La Campana (hoy El Durazno), el 28 del corriente a las 5 de la tarde, pues en aquel mismo momento ya formada su gavilla se iba a marchar a otro punto. Tuve la desgracia de la muerte de un granadero mío, heridos de gravedad un oficial y seis dragones, pero la pérdida del enemigo llegó a 200 entre muertos y prisioneros, incluso en los primeros el cabecilla Rosales y toda su plana mayor. Se les quitó el parque, 150 fusiles que se recogieron, muchas armas blancas, 150 caballos que me son muy útiles para reponer los maltrechos míos, y algún botín del que aprovechó la tropa en justa recompensa de su valor y acreditado amor a nuestro soberano… El indultado don Manuel Muñiz hizo prodigios de valor e igualmente su asistente, que salió herido de gravedad".

Aguirre recomendaba al teniente coronel Barragán para que se le otorgara la Cruz de Isabel la Católica en premio a su valor.

Así, víctima de asquerosa traición, concluyó violentamente una noble vida de cuarenta años que pudo haber continuado sirviendo a la angustiada patria. Los restos del heroico mariscal, después de ser exhibido en Ario, fueron a recibir piadosa sepultura en La Huacana. No llegaron a México como las otras venerables reliquias en su apoteosis de septiembre de 1823, sino que hallaron paz duradera en la tierra donde tanto luchó por la libertad.

En septiembre de 1958 el Presidente de la República, don Adolfo Ruiz Cortines, inauguró con gran solemnidad en la plaza principal de Ario, una estatua del insigne héroe insurgente en cuyo pedestal se puso una placa de bronce con la siguiente inscripción:

"General Víctor Rosales "Nació en la ciudad de Zacatecas en 1776. Cursó la carrera de

Derecho en el colegio de San Ildefonso, uniéndose en 1810 a la causa

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de la Independencia. En 1817 fue sorprendido por las fuerzas realistas en el rancho de La Campana, de este municipio, defendiéndose heroicamente hasta perder la vida. Sus hermanos Fulgencio, Francisco y Vicente, su hijo Timoteo de once años de edad y su sobrina Ricarda, supieron ofrendar su vida en aras de la Independencia. Su valor y su conducta en las zonas en que operó, le crearon grandes simpatías. En reconocimiento a sus méritos el Congreso de la Unión el 29 de julio de 1823, lo declaró Benemérito de la Patria en grado heroico. Por decreto de la Legislatura del Estado de Michoacán, de fecha 4 de marzo de 1858, el municipio de Ario se llama de Rosales.

"El pueblo de Michoacán erigió este monumento en memoria de tan insigne ciudadano de la insurgencia y el señor Presidente de la República don Adolfo Ruiz Cortines lo inauguró el 25 de febrero de 1958".

Al periodo caótico registrado en el alborear de nuestra vida independiente, le siguió la agresión de los Estados Unidos que se apoderó de más de la mitad de nuestro territorio, la guerra de Reforma, la intervención francesa y el segundo Imperio, pero una vez triunfante la República Federal con Juárez, los arienses se preocuparon por localizar en el rancho de La Campana, el sitio exacto donde fue sacrificado Víctor Rosales.

Se sabía por tradición que la choza que sirvió de trinchera al héroe quedaba en medio de un pequeño círculo formado por tres frondosos colorines y un árbol de aguacate, los cuales con el transcurso de los años quedaron perdidos entre la tupida maleza de la sierra. Se colocó en el centro una cruz de madera —mientras se erigía un monumento decoroso— y aunque fuerte y protegida por una cerca de piedra, desapareció también por la acción del tiempo, al grado de que en febrero de este año nadie nos pudo informar en Ario el sitio en que fue puesta la cruz.

Resolvimos entonces encontrarlo por nuestra propia cuenta. El 28 de febrero partimos de Ario a bordo de una camioneta que nos proporcionó el gobierno del Estado y tomamos la carretera a Puruarán. Unos cuantos kilómetros adelante de Ario, la abandonamos para penetrar en la serranía, siguiendo una angosta brecha hasta llegar al pueblo de Urapa. Nos acompañaban Roberto Pita Cornejo,

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secretario del Ayuntamiento de Pátzcuaro, nativo de Ario de Rosales; el fotógrafo de prensa Joaquín Hernández Camargo, de la dirección general de Turismo del gobierno del Estado; y el conductor del vehículo, J. Guadalupe Hurtado García.

Al llegar a Urapa, Pita obtuvo la cooperación de uno de los vecinos más caracterizados, don Guilebaldo Rojas, ex secretario de la tenencia, quien de la mejor buena voluntad accedió a conducirnos mitad a pie, mitad a bordo del vehículo, entre la escabrosa serranía, hasta el sitio en que unas cuantas casitas rústicas constituían la ranchería de El Durazno, sustituto de La Campana.

Registrando aquí y allá, dimos, por fin, en opinión de nuestro guía don Guilebaldo, con el añoso tronco de un aguacate, el cual, sin embargo, daba vida a un corpulento renuevo; y cerca de él, también los viejos restos de palos de colorín que supuestamente rodeaban la casa de Rosales.

Tanto Pita Cornejo como Rojas hicieron las anotaciones que creyeron pertinentes respecto de los detalles de esta expedición, con la mira de que los habitantes de la comarca y las autoridades municipales y estatales, lleven a feliz término el proyecto de levantar al insigne insurgente un monumento digno de sus hazañas, en el propio lugar de su sacrificio.

Por otra parte la de Víctor Rosales fue sin discusión una familia de héroes.

Su hermano Fulgencio que era en León, Guanajuato, propietario de un obraje, resultó herido en la batalla del Monte de las Cruces, en octubre de 1810. Siguió a Valladolid con Hidalgo; peleó de nuevo en Aculco el 7 de noviembre, cayó prisionero y fue ejecutado.

Vicente, hermano, minero en Catorce, anduvo en campaña hasta 1812; en Purépero, Michoacán, fue muerto a tiros y cuchilladas.

Francisco, hermano, pereció también en 1812, al ser capturado y fusilado por el realista Galopén en Illueca.

Sotero, hermano, labrador en la región de Amoles. Entró en la revolución en 1810 ayudando a Víctor a preparar armas y municiones.

José María, hermano, participó en el asalto a Zacatecas en septiembre de 1813, murió fusilado allí en febrero de 1814.

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Juan, hermano, aprehendido por conspirador en favor de la Independencia en junio de 1811. Cuando era conducido a León logró fugarse, sin que se supiera jamás su paradero.

José Timoteo, primogénito. Tenía once años de edad cuando acompañó a su padre en el asalto que dio a Zacatecas en 1813. Herido por los realistas fue hecho prisionero y fusilado frente a su madre, no obstante los ruegos de ella.

María Elena Gordoa de Rosales, esposa de Víctor. Huyendo de los españoles de Zacatecas murió en el rancho de Veta Grande el 19 de marzo de 1814 al dar a luz, sin auxilio médico, a su segundo hijo José Rosales Gordoa.

María Ricarda Rosales, hija de Fulgencio. Fue capturada en octubre de 1814 en la hacienda de El Maguey juntamente con José Rosales Gordoa, su primo de siete meses, a quien cuidaba por la muerte de su madre. Fueron enviados a la Inquisición en México de donde se fugaron con ayuda de doña Leona Vicario. Murió el 1º de enero de 1818 durante la trágica evacuación del fuerte de San Gregorio, en Corralejo, al salvar las banderas de 1810 que le había confiado su tío Víctor.

Respecto al bárbaro Muñiz, pronto pagó su crimen fratricida. Al cabo de unos meses traicionó, a su vez, a los realistas —lo cual prueba su falta de convicciones— pues al llegar don Francisco Javier Mina al Bajío se unió a sus fuerzas participó en la defensa del Fuerte de los Remedios. Allí fue capturado por el jefe español Pascual Liñán, quien lo fusiló el 18 de enero de 1818.

Como corolario añadiremos que cuando los arienses empezaron a tomar conciencia serena de los valores justos de sus personajes históricos, borraron el nombre de Muñiz que se había puesto a una de las calles de Ario de Rosales, y el Ayuntamiento de 1955 presidido por don Antonio Villanueva Macías, lo sustituyó por el de Guadalupe La Chinaca, célebre guerrillera de la época de la intervención francesa, oriunda del lugar.

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CAPÍTULO VI

LUCES EN LA ANARQUÍA (1821-1853)

El Plan de Iguala. Capitulación de Valladolid. Mujeres michoacanas en la Insurgencia. México independiente. Ario en la nueva división territorial. Departamentos. Distritos. Municipios. La administra-ción civil. La clerical. Prefectos y curas. Gobernadores y diputados. Don José María Silva y sus amistades. Su actuación política. Lucha de facciones. Federalistas y Centralistas. Ario en el periodo caótico. Primeras escuelas en Michoacán. Los preceptores. La reforma educativa de Gómez Farías. Reapertura del Colegio de San Nicolás. Melchor Ocampo. González Urueña. Miguel Silva Macías. Calvo Pintado. Santos Degollado. La agresión yanqui de 1847. La última dictadura de Santa Anna en 1853.

EL PLAN DE IGUALA. CAPITULACIÓN DE VALLADOLID BIEN CONOCIDAS son las maniobras políticas puestas en juego por los conspiradores de La Profesa, así como las gestiones diplomáticas de Iturbide que culminaron, primero, en el Plan de Iguala y segundo, en la rendición de los principales caudillos tanto insurgentes como realistas que permanecían en guerra hasta mediados de 1821, al primer jefe del Ejército Trigarante.

Vicente Filisola proclamó el plan en Zitácuaro; se adhirieron a él Juan José Codallos, en Maravatío; Miguel Barragán, en Ario, donde tenía establecido su cuartel general al acecho de la rica Tierra Caliente; y Juan Domínguez, en Apatzingán, quedando sólo Valladolid fiel a la corona española.

Después del 8 de mayo de 1821, en que Iturbide terminó su campaña política, al parlamentar con José de la Cruz y Pedro Celestino Negrete en San Antonio, inició la ofensiva y sitio de su solar nativo, último baluarte español en territorio michoacano.

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Valladolid fue la primera ciudad michoacana tomada en 1810 (15 de octubre) por el ejército insurgente; recapturada por los realistas el 28 de diciembre, le tocaba ahora ser la última en capitular, el 20 de mayo de 1821, secundando el Plan de Iguala.

Parafraseando aquí el relato que sobre este importante suceso consigna don Julio Zárate,81 por considerarlo uno de los más veraces y porque no siempre estas obras están al alcance de la gente de medianos recursos, para la que, preferentemente, han sido escritos estos Apuntes.

El día 13 de mayo toda la división trigarante ocupó las haciendas de Guadalupe y del Colegio y el pueblo de Tarímbaro, situados a corta distancia entre sí, y a poco más de ocho kilómetros al norte de Valladolid, en tanto que las secciones de Barragán y de Parrés avanzaban de Pátzcuaro a toda prisa y situábanse, respetivamente, al sur y al este de la capital. El día 14 el coronel Luis Quintanar, defensor de la plaza, contestó a Iturbide la carta que le escribió desde Huaniqueo invitándolo a adherirse al Plan de Iguala, a cuyo fin agregó las copias de varios documentos que demostraban los rápidos progresos de la revolución: negábase con tono decidido el comandante realista a admitir la defección y decíale que sus obligaciones más sagradas y su honor estaban en contradicción con la propuesta que le había hecho, y que en Valladolid no se reconocía más que al gobierno virreinal.

No se desanimó por esta negativa el jefe del ejército trigarante y el 15 de mayo volvió a escribir a Quintanar, pidiéndole una entrevista de la cual no dudaba que resultaría un arreglo conveniente y justo, y poníale como ejemplo el pacto que acababa de tener con los generales Cruz y Negrete. También desde Huaniqueo escribió Iturbide a los miembros del Ayuntamiento de Valladolid, enviándoles una proclama que dirigía a los habitantes de la ciudad, solicitando que se comisionase a dos o más individuos para que con él se entrevistasen; pero como aquella corporación no le contestara, reiteró su petición y la amenazó con obrar militarmente si no obtenía respuesta.

El propio 15 de mayo, por la tarde, se presentaron ante Iturbide en la hacienda de Guadalupe el regidor Antonio de Haya y el

81 México a través de los siglos, t. III, pp. 705-706.

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procurador síndico José María Cabrera, quienes pusieron en sus manos una nota del Ayuntamiento en que manifestaba que, no estando en sus facultades tratar de asuntos militares, había comisionado a los concejales ya nombrados para que intentasen un concierto que evitase la efusión de sangre y las demás calamidades que amenazaban a la ciudad. Comprendió Iturbide que no era fácil un arreglo entre un jefe del ejército que pretendía ocupar lo antes posible la capital de Michoacán, y los representantes de una autoridad civil carente de tropas; en consecuencia, los despidió, si bien de una manera cortés.

Finalmente ante la deserción de las tropas realistas que diariamente engrosaban las fuerzas insurgentes de Barragán y Parrés, más próximas a Valladolid que el grueso del ejército, Quintanar nombró a los tenientes coroneles Manuel Rodríguez Cela y Juan Isidro Marrón para que recibieran las proposiciones de Iturbide. En concreto éstas se reducían a dos: que se dejase a la tropa realista en libertad para tomar el partido que quisiese, ofreciendo a los expedicionarios el pago de sus alcances y medios para regresar a la metrópoli; y que los jefes, oficiales y soldados que prefiriesen seguir obedeciendo al gobierno virreinal quedaran en la plaza sin hostilizar ni ser hostilizados hasta que se resolviesen las propuestas que se le harían por conducto del general Cruz, del obispo de Guadalajara y del marqués del Jaral.

Quintanar antes que aceptar las proposiciones de Iturbide, prefirió rendirse. En la tarde del 19 salió del recinto fortificado en compañía de Rodríguez Cela, su segundo; allí entregó a este jefe una orden escrita, previniéndole tomase el mando superior de la guarnición, y en seguida marchó al cuartel general de Iturbide que estaba en el convento de San Diego, a incorporarse a los trigarantes. Rodríguez Cela, ganado de antemano por el futuro emperador, sólo pidió a éste que nombrara a sus representantes, que lo fueron los sargentos mayores Joaquín Parrés y José Antonio Matiauda, para ajustar con ellos una honrosa capitulación.82

82 Los términos de esa capitulación son los siguientes: "Artículo 1. Las tropas de la guarnición saldrán con los honores de la guerra y con sus armas, por el paraje, día y hora que se señale, tambor batiente, dos

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La guarnición, reducida a menos de seiscientos hombres, salió de Valladolid a las 8 de la mañana del 22 de mayo, y de conformidad con

violentos con sus municiones, ocho cajones con las de fusil, mecha encendida, y por el camino más corto se dirigirán a México, sin tocar en Toluca y sin hostilizar ni ser hostilizados, para cuyo fin se servirá expedir órdenes convenientes el señor don Agustín de Iturbide, primer jefe del ejército de las Tres Garantías; y a mayor abundamiento podrá conceder en rehenes los sujetos que el mismo señor jefe nombre, quienes se volverán de las inmediaciones de México. "Artículo 2. Para lo que necesite la tropa durante su marcha, se darán al señor teniente coronel don Matías Rodríguez Cela los reales que fuesen bastante. "Artículo 3. Los enfermos que queden en la plaza serán cuidados hasta su entero restablecimiento y se les facilitará pasaporte, para su incorporación, a los que lo soliciten. "Artículo 4. Todo ciudadano que guste marchar con la guarnición podrá hacerlo, y los que deseen salir después de la ciudad podrán hacerlo también, concediéndoles ocho días para el arreglo de sus intereses, al cabo de los cuales marcharán con igual seguridad que si lo hiciesen con las tropas. "Artículo 5. Ningún ciudadano de cualesquiera clase, patria y condición de los que queden en la plaza será incomodado por sus opiniones anteriores, ya las hayan vertido de palabra o por escrito; las familias que queden de los que marchen, sean militares, simples ciudadanos o empleados, serán comprendidas en ese artículo, y serán asimismo respetadas y protegidas, en caso de indulto, por el jefe que mande la plaza, quien les facilitará los pasaportes para donde les convenga, luego que lo soliciten. "Artículo 6. El señor jefe del ejército sitiador podrá comisionar a un jefe que reciba la artillería y parque, quedando al evacuar la plaza un sargento, un cabo y diez soldados de la guarnición a sus órdenes, para custodia de dichos efectos ínterin entran las tropas sitiadoras. "Artículo 7. Se proveerá a la guarnición de las mulas necesarias para el transporte de sus equipajes. "Artículo Adicional. La ropa de la tropa que ha pasado de la plaza a los independientes y la de aquella que últimamente se reúna, ha de entregárseles. "Fecho en Valladolid de Michoacán, a 20 de mayo de 1821. El comandante de la plaza, Manuel Rodríguez Cela. Los comisionados por el señor primer jefe del Ejército de las Tres Garantías para arreglar esta capitulación, Joaquín Parrés, José Antonio Matiauda.

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el artículo respectivo de la capitulación, pasó el sargento mayor Francisco Cortazar a recibir la artillería, armas y municiones. Cuarenta y cinco cañones de varios calibres, más de mil fusiles y una enorme cantidad de vestuario y de municiones de guerra fueron los trofeos de esa campaña, en la que no se derramó una sola gota de sangre, habiéndose apoderado Iturbide de más de cien mil pesos de las arcas públicas, procedentes de los ramos de tabaco, alcabalas, pólvora y papel sellado.

Los habitantes de Valladolid acudieron al convento de San Diego para felicitar a Iturbide por el pronto y feliz término del asedio. Cantóse un Te Deum en la iglesia de aquel convento y concluida esta función religiosa Iturbide entró en la ciudad a la cabeza de sus tropas.

A partir de esta fecha Michoacán, prácticamente, empezó su reconstrucción. Sin embargo, antes de hablar de ella vamos a dedicar unas cuantas líneas a las numerosas mujeres michoacanas que participaron en distintas formas, en la lucha insurgente. Pero ante la imposibilidad de citarlas a todas puesto que de muchas ni siquiera se saben sus nombres, les rendiremos homenaje en el recuerdo de éstas:

Rafaela López Aguado, mujer heroica, de valor espartano, madre de los cinco hermanos Rayón, quien, ni por salvar la vida del menor de sus hijos, quiso influir en los otros cuatro como deseaban los españoles, para que depusieran las armas. Es célebre su respuesta: "Prefiero ver un hijo muerto a un traidor a la patria". Es la familia López Rayón la más importante de la insurgencia —después de la de Víctor Rosales—. Tuvo por tronco a don Andrés López Rayón y a doña Rafaela López Aguado. El más destacado de los cinco hijos del matrimonio fue don Ignacio, organizador de la Soberana Junta Nacional de Zitácuaro. Nació en 1783, estudió en el Colegio de San Nicolás y se graduó de abogado en San Ildefonso. En 1810 se incorporó a Hidalgo en Maravatío, quien lo hizo su secretario. Estuvo en multitud de combates y capturado en 1818 los realistas lo condenaron a muerte, pero alcanzó el indulto. Murió en 1832.

Don Ramón Rayón se inmortalizó defendiendo el Fuerte de Cóporo. Al triunfo de la República —pese al grave error que cometió al indultarse— se le reconocieron sus eminentes servicios prestados a la insurgencia y murió con los honores debidos el año de 1839.

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Francisco Rayón, el tercero de los hermanos, sirvió en las fuerzas libertadoras hasta 1815, año en que lo aprehendieron los realistas y lo pasaron por las armas en Ixtlahuaca.

José María Rayón combatió al lado de su hermano Ignacio hasta 1816. Fue quien a raíz del levantamiento de Dolores organizó el regimiento de caballería de provinciales de Tlalpujahua, que tanto se había de distinguir en el curso de la guerra. Al retirarse de la lucha armada abrazó la carrera eclesiástica.

Por último, el año de 1812 Rafael Rayón mantuvo el dominio insurgente en San Miguel el Grande y en toda la zona de influencia, tomando parte activa después en las campañas de la provincia de Valladolid.

Otra mujer patriota fue doña María Luisa Martínez, vecina del pueblo de Erongarícuaro —casada con Esteban García Rojas—, a quien mandó fusilar el jefe español Pedro Celestino Negrete, en enero de 1817. Esta mujer que se dedicaba al comercio entre las poblaciones de Pátzcuaro, Santa Clara del Cobre, Ario, Tacámbaro y las numerosas rancherías intermedias, prestaba grandes servicios a las tropas insurgentes, ya agenciándoles víveres y municiones, ya sirviéndoles de espía y correo, hasta que cayó en manos de Negrete quien la perseguía sin descanso, considerándola tan peligrosa como un capitán de guerrilla.

Refiere el profesor Romero Flores,83 que la señora Martínez, sin perder en ningún momento el ánimo y dando muestras del temple vigoroso de su espíritu, reprochó a Negrete en el momento de ser pasada por las armas:

"¿Por qué tan obstinada persecución en contra mía? Tengo derecho de hacer cuanto pueda en favor de mi patria, porque soy mexicana. No creo cometer ninguna falta con mi conducta, sino cumplir con un deber".

Ya en el capítulo III de estas Notas nos ocupamos de doña Antonia "La Correo", activa agente de los insurgentes, quien fue aprehendida

83 Ut Supra, p. 289.

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en Pátzcuaro por los realistas, los que le dieron muerte arrastrándola de los cabellos por las calles de aquella ciudad.

Gertrudis Bocanegra de Lazo de la Vega, heroína de Pátzcuaro, quien no obstante haber perdido a su esposo y a su hijo que combatían en las filas independientes continuó con mayor entusiasmo su lucha por la liberad. Aprehendida por los realistas fue fusilada el 10 de octubre de 1817 en la plaza grande de Pátzcuaro, pero su recuerdo permanece vivo en la conciencia de cada mexicano.

Doña Dolores Soravilla fue capturada en Valladolid bajo el cargo de facilitar recursos a los insurgentes, habiendo permanecido por más de ocho meses en la casa de recogidas de la propia ciudad. Por último, doña Josefina Huarte Escalante, esposa del guerrillero Manuel Villalongín, fue también reducida a prisión en la capital de la provincia, siendo rescatada por su propio esposo en la forma dramática que se relata en el capítulo IV.

MÉXICO INDEPENDIENTE. ARIO EN LA NUEVA DIVISIÓN TERRITORIAL Breve periodo, pero cargado de acontecimientos, había transcurrido desde la entrada a México del ejército trigarante el 27 de septiembre de 1821, hasta el 4 de octubre de 1824. En tres años y siete días México había pasado por una Junta Provisional Gubernativa, un Imperio, la abdicación, destierro, regreso al país y fusilamiento de Agustín de Iturbide, en Padilla; y la promulgación de la Constitución de la República Mexicana que establecía el régimen federal.

Corto tiempo, en verdad, que apenas permitió a los hombres que tuvieron en sus manos el gobierno, sentar las primeras bases para la reconstrucción nacional. Éstas, principalmente, consideraron en rescatar al país de la anarquía que siguió a la consumación de la independencia, proceder a una nueva nomenclatura territorial acorde con la Constitución, y organizar los pueblos devastados por la guerra.

En virtud de esta Ley, Michoacán vino a ser uno de los 17 Estados de la Federación. Como consecuencia, se convocó a elecciones y el primer congreso (el Constituyente por haber sido el que redactó la Constitución particular de la entidad) quedó formado por los diputados Pedro Villaseñor, José M. Rayón, Isidro Huarte, Manuel

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González, Manuel de la Torre Lloreda, José Trinidad Salgado, José M. Jiménez, Agustín Aguiar, José M. Paulín, Manuel Menéndez y Juan Pastor Morales.

También se hizo la elección del primer Gobernador, recayendo ésta en el literato y patriota Manuel Sánchez Tagle, quien debido a sus actividades políticas en la metrópoli no pudo asumir el cargo, y entonces se designó al licenciado Antonio de Castro, que gobernó con el título de Jefe Superior interino mientras se elegía al nuevo funcionario, que lo fue el diputado Salgado.

"Un año más tarde daba cima a sus labores el Congreso constituyente, presentando la Primera Carta Constitucional del Estado para ser promulgada. Basta dar una hojeada a la legislación de aquellos años para comprender la suma de talento y labor que pusieron aquellos inolvidables hombres, para que, en el plazo de quince meses hayan dejado constituido al Estado en sus tres poderes, conforme a leyes que acusan mucho adelanto con relación a la época de que se acababa de salir y, lo que es más notable, revelando mucho interés y patriotismo".

De acuerdo con esta Constitución, el Estado de Michoacán quedaba dividido en cuatro departamentos con sus respectivos partidos.

El Departamento del norte con Valladolid, Tiripitío, Charo, Cuitzeo, Huaniqueo y Pátzcuaro.

El Departamento del poniente con Zamora, Tlazazalca, Jiquilpan, Puruándiro y La Piedad.

El Departamento del sur con Uruapan, Ario, Taretan, Antiguo Paracho, Apatzingán y Coahuayana; y

El Departamento del oriente con Zitácuaro, Tlalpujahua, Zinapécuaro y Huetamo.

A su vez, los anteriores departamentos se subdividieron en municipalidades. El del Norte con catorce: Morelia, Pátzcuaro, Erongarícuaro, Cocupao (hoy Quiroga), Tzintzuntzan, Coeneo, Zacapu, Santa Clara del Cobre, Huaniqueo, Cuitzeo, Chucándiro, Huango, Charo y Tiripitío.

El del Oriente con quince municipalidades: Zitácuaro, Irimbo, Susupuato, Tuxpan, Angangueo, Maravatío, Tajimaroa (hoy Ciudad

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Hidalgo), Zinapécuaro, Ucareo, Indaparapeo, Tarímbaro, Huetamo, Pungarabato (hoy Ciudad Altamirano, Gro.), Coyuca y Tlalpujahua.

El del Sur con once municipalidades: Uruapan, Parangaricutiro, Taretan, Ario, Turicato, Tacámbaro, Paracho, Nahuatzen, Apatzingán, Tancítaro y Coalcomán; y el del

Poniente con veintidós municipalidades: Zamora, Jacona, Tangancícuaro, Guarachita, Sahuayo, Ixtán, Tangamandapio, Jaripo, Puruándiro, Angamacutiro, Panindícuaro, La Piedad, Yurécuaro, Tanhuato, Ecuandureo, Tlazazalca, Chilchota, Purépero, Penjamillo, Jiquilpan, Los Reyes, Tingüindín y Cotija.

Estas divisiones fueron modificadas por la Ley de 19 de diciembre de 1831 expedida por el IV Congreso constitucional, conservándose los cuatro departamentos, pero ahora subdivididos en veintidós partidos y éstos en 61 municipios con 207 tenencias.

El Departamento del Norte contaba con los partidos de Morelia, Tiripitío, Pátzcuaro, Zacapu, Puruándiro y Cuitzeo.

El del Oriente con los de Zitácuaro, Tlalpujahua, Maravatío y Zinapécuaro.

El del Sur con los de Ario, Taretan, Tacámbaro, Huetamo, Uruapan, Apatzingán y Coalcomán.

El del Poniente con los de Zamora, Tlazazalca, La Piedad, Jiquilpan y Los Reyes.

Cada uno de estos departamentos tenía un prefecto cuyas funciones se explicarán más adelante, y sus cabeceras fueron respectivamente, Morelia, Zitácuaro, Ario y Zamora.

En el año de 1861 el Estado de Michoacán estaba dividido en 21 distritos, cada uno con sus respectivas municipalidades que sumaban setenta y dos y éstas, a su vez, con sus tenencias que llegaban a 230. De acuerdo con esta enésima división territorial, las cabeceras de distrito eran: Morelia, Puruándiro, Cocupao, Purépero, La Piedad, Zamora, Tangancícuaro, Jiquilpan, Los Reyes, Coalcomán, Tancítaro, Uruapan, Paracho, Pátzcuaro, Ario, Tacámbaro, Huetamo, Zitácuaro, Tlalpujahua, Maravatío y Zinapécuaro.

También el fugaz imperio de Maximiliano hizo su división territorial que, como es natural, fue rectificada al triunfo de la República en 1867. Según ella se crearon tres departamentos: el de

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Michoacán, el de Tancítaro y el de Coalcomán; cada uno estaba fragmentado en distritos y cada distrito en municipalidades.

Actualmente el Estado de Michoacán cuenta con ciento trece municipios con una población calculada en más de tres millones de habitantes para 1980.

Ario —como Zitácuaro— fue una de las poblaciones más duramente castigadas por los realistas durante la guerra de Independencia. Sufrió varias veces el incendio, el saqueo, la devastación de sus fincas, el atropello en sus familias y la amenaza constante del enemigo español que no perdonaba a los habitantes su ayuda a la insurgencia.

Varios hombres, sin embargo, lograron sobrevivir a la tragedia que se prolongó once años. Entre ellos, uno que ya nos es conocido: don José María Silva, el mismo que en 1803 hospedó en su casa al Barón de Humboldt y a su acompañante Aimè Bonpland cuando estos dos sabios visitaron la región volcánica del Jorullo.84 Silva, además de próspero comerciante en Ario y la Tierra Caliente, era instruido, afecto a la lectura y a estar bien informado, por lo cual tanto por esto como por el interés de ensanchar más sus negocios hacía frecuentes viajes a Valladolid, donde cultivaba amistad con gente de letras. Entre sus amistades figuraba desde luego el cura que había sido de Pátzcuaro y Santa Clara del Cobre, don Manuel de la Torre Lloreda, filósofo y poeta, quien por esos días (1823-1824) con su carácter de diputado, redactaba la Constitución particular de Michoacán, que muy pronto, una vez aprobada por el Congreso, entraría en vigor. También era de su tertulia —según nos informó alguna vez con acopio de datos el licenciado José Ortiz Rodríguez, magistrado que fue del Supremo Tribunal de Justicia del Distrito y Territorios Federales y autor de una excelente biografía del nieto de don José María —el doctor Juan Manuel González Urueña (entonces muy joven) fundador de la Facultad de Medicina de Michoacán en 1830 y dos veces Gobernador del Estado durante la primera república federal.

Terminada la guerra, José María Silva tomó la iniciativa de reconstruir Ario y así como esta población fue una de las primeras en sufrir los estragos de la lucha armada, así también fue una de las

84 Ver el Cap. III de estas Notas.

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primeras en sobreponerse al desastre, y resurgir de sus propios escombros. Con otros vecinos, Silva se distinguió auxiliando o dirigiendo a sus coterráneos en la reparación de sus casas e impulsándolos a abrir nuevamente los campos al cultivo, a la cría de ganado y a recuperar la industria de las pieles y el cobre. Lejarza en su Análisis… que escribió en 1822, informa:

"Este pueblo (Ario) fue quemado y casi aniquilado en la revolución, y de dos años a esta parte ha comenzado a reponerse y a reedificarse o hacerse de nuevo la iglesia parroquial".

Era natural que esta empresa le atrajera la simpatía de los arienses, así que cuando se efectuaron las elecciones para integrar la segunda legislatura del Estado, Silva resultó electo por el Departamento del Sur. Su personalidad y sus claras ideas sobre la democracia reafirmadas, tal vez, por sus largas conversaciones con Humboldt,85 lo llevaron en 1834 a ocupar también el cargo de Gobernador en sustitución de don Onofre Calvo Pintado.

Es ya conocido el dato de que a don José María se debe el cambio de nombre de Valladolid por Morelia. Sin embargo, por tratarse de un ariense destacado que prolongó su estirpe a través de un hijo de talento brillante, el doctor Miguel Silva Macías, tres veces Gobernador de Michoacán en la época aciaga de la guerra de Reforma; y de un nieto no menos ilustre, el doctor Miguel Silva González, filántropo,

85 Romero Flores se pregunta en su Historia de Michoacán, pág. 200: "¿Qué clase de conversaciones sostendrían el sabio viajero alemán y el modesto comerciante de Ario? Fácil es de colegirlo, por lo que sucedió siete años después y otros más tarde. Don José María Silva fue un ardiente partidario de la Independencia de México, en cuya casa se ocultaban los insurgentes perseguidos por el gobierno español; de la casa del señor Silva salían correos con avisos a los jefes revolucionarios, víveres y medicinas; el señor Silva cuando se consumó la Independencia fue diputado a la segunda legislatura y el autor del proyecto para que se diera a nuestra ciudad el nombre de Morelia; fue gobernador interino del Estado; fue padre del doctor Miguel Silva Macías y abuelo del doctor Miguel Silva González, que muchos de los que aun vivimos alcanzamos a conocer y tratar y, como yo, a recibir de aquel hombre generoso multitud de favores".

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humanista y dos veces Gobernador de la entidad en tiempos de la Revolución de 1910, damos a conocer la crónica de aquel hecho histórico publicado en el periódico La Libertad que dirigía don Amador Coromina, en su edición del 16 de septiembre de 1893.

"En la sesión del 23 de agosto de 1828 —dice el documento— el secretario de la Cámara dio lectura a una iniciativa suscrita por los diputados Ignacio Villavicencio, Basilio de Velasco, Joaquín Tomás Madero y Antonio Chávez, que en su parte medular dice: "Los primeros usurpadores del vasto imperio mexicano al imponer nombres españoles a las poblaciones que fundaron y conquistaban, bien llevaron el objeto de obsequiar a su tierra natal y que por este medio se perpetuase la memoria de sus atrocidades, canonizadas entonces con el nombre de servicios importantes hechos a Dios y al Rey, o bien al establecer cierta analogía entre este Continente y la Península según la situación topográfica de los países que dominaban, o últimamente el de adular a los tiranos o sus ministros; de estos principios emanaron los nombres de Valladolid, Salamanca, Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, Galveston, Villa de Padilla y otras muchas que sería largo referir. "Fenecieron ya aquellos tiempos de oprobio y de ignominia y a ellos sucedieron los de gloria y engrandecimiento. No debemos ya recordar nuestra esclavitud, si no es para saber apreciar justamente lo mucho que ha costado nuestra libertad. Debemos borrar de nuestra memoria los nombres de nuestros opresores y de los lugares que abortaron esos monstruos de crueldad. Guiados de este principio algunas sabias legislaturas, o han restituido a sus estados y capitales los nombres que antiguamente tenían o les han puesto otros, propios para entronizar la memoria de los héroes que sacrificaron sus vidas en aras de la patria; tal conducta merece ser observada por Michoacán, que no debe ceder a los demás en gratitud y reconocimiento. Y siendo esta ciudad la misma en que vio la luz primera uno de los más esclarecidos mártires de la patria, el ínclito, el valiente, el impertérrito campeón don José María Morelos, parece fuera de toda duda que para inmortalizar su nombre y excitar la más tierna gratitud de las presentes y futuras generaciones hacia un hijo ilustre de este suelo, que fue el honor y gloria de esta ciudad, se acceda por vuestra soberanía a la proposición que presentamos: en la celebridad del 16 de septiembre del presente año, se cambiará el nombre de esta capital y sustituyendo en su lugar el de 'Ciudad

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Morelos' u otro alusivo a la memoria de este benemérito hijo de la patria".

La sesión discurrió animadísima, pues en ella hicieron uso de la palabra varios diputados, acordándose al final que el proyecto se turnara para estudio a la comisión de legislación, la cual presentó su dictamen el 2 de septiembre, proponiendo que se restituyera a la ciudad su nombre de Guayangareo que había tenido antes de la invasión hispana.

El día 6 se reunió nuevamente la legislatura. El diputado Pablo José Peguero, apoyado en sus colegas Gómez Puente y Chávez, pidió que se impusiera a Valladolid el nombre de "Patria de Morelos", produciendo esta solicitud largos debates. Fue entonces cuando uno de los miembros de la comisión, el diputado José María Silva, se levantó de su asiento y expuso que ya había consultado con diversas personas el asunto y que no se encontraba nombre más a propósito que el indicado por Peguero. Sin embargo, solicitaba una moción suspensiva mientras la comisión volvía a considerar el caso con mayor detenimiento.

Aceptada que fue la moción, en la asamblea del 10 de septiembre el diputado Silva volvió a hacer uso de la palabra y sostuvo una proposición tendiente a que el nombre que llevara la antigua Valladolid fuera el de Morelia, indicando que dicho nombre se formaba por analogía, como se había formado la palabra Bolivia a cuya nación se le dio ese nombre para recordar al libertador Simón Bolívar. De igual manera, expresó, podemos formar el derivado Morelia, del apellido Morelos.

Con dispensa de trámites se aprobó la disposición del diputado Silva, y de ella nació el Decreto respectivo, que es como sigue:

"El gobernador del Estado de Michoacán, a todos sus habitantes sabed: "Que el Congreso del mismo Estado ha decretado lo que sigue: "Desde la celebridad del 16 del corriente, quedará suprimido para siempre el nombre de Valladolid con que se ha conocido esta ciudad, sustituyéndole el de Morelia, en honor de su digno hijo, benemérito de la patria, ciudadano José María Morelos. "El gobernador del Estado dispondrá se publique, circule y observe.

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"Valladolid, septiembre 12 de 1828. Joaquín Tomás Madero, diputado presidente. Pablo José Peguero, diputado secretario. Basilio de Velasco, diputado secretario. "Por tanto, mando se imprima, circule y observe. Palacio de gobierno del Estado. "Valladolid, septiembre 12 de 1828. José Trinidad Salgado. Manuel González Pimentel. Secretario de gobierno".

El espíritu de las diferentes leyes que modificaron la estructura territorial de Michoacán en el periodo que estamos reseñando, propugnaba, como es lógico, por dar una mayor cohesión y fuerza a las funciones administrativas y económicas del gobierno del Estado. Así se explica la existencia de los prefectos de departamento o de distrito que eran un enlace entre éstos, las autoridades municipales y el ejecutivo de la entidad.

Los prefectos se encargaban preferentemente de vigilar la marcha de los ayuntamientos; que éstos cumplieran con las disposiciones del gobierno; que se ejecutaran las obras públicas programadas para cada jurisdicción; y se levantaran los censos y estadísticas que dieran a conocer el estado social y económico de la comarca.

Esta fue una de las primeras medidas que las autoridades republicanas adoptaron en Michoacán para rehacer su maltrecha economía.

Al reconstruir su pueblo, los habitantes de Ario tuvieron el tino de conservar la imagen primitiva de éste: casas de adobe, sobrias y bien distribuidas; amplias ventanas, techumbres de teja rojiza, patios y alféizares cuajados de flores. Todo en armonía con la belleza de un panorama natural que ya hemos descrito. Se comenzó también a alinear las calles, a las que se dio una anchura adecuada; sólo en el presente parecen angostas por la cantidad de vehículos que circula por ellas. Se construyó la casa del ayuntamiento a un costado de la iglesia de Señor Santiago, patrón del pueblo.

La organización eclesiástica estaba constituida por las parroquias o curatos que casi siempre funcionaron en las cabeceras de distrito o en las municipales más importantes. En cada una había un cura propietario que ejercía también de juez eclesiástico; sus ocupaciones eran impartir los sacramentos y celebrar el culto divino en las iglesias.

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Las vicarías tenían a su cargo los pueblos más pequeños. Al terminar la guerra de Independencia, Ario era una vicaría dependiente del curato de Santa Clara del Cobre; pero unos cuantos años después por el esfuerzo de sus vecinos, pasó a ser cabecera de parroquia, igual que Turicato y Nuevo Urecho, quedando como vicaría solamente Sinaua, Churumuco y La Huacana.

En el orden civil, Ario alcanzó también muy pronto la categoría de cabecera del Partido o de Distrito, con su respectivo ayuntamiento constitucional.

EL LIBERALISMO. LA LUCHA DE LAS FACCIONES El esforzado empeño que iban poniendo en práctica los arienses para superar la devastación sufrida por su terruño y por las comunidades de su zona de influencia, se vio súbitamente interrumpido hacia 1829. El Presidente Victoria había promulgado poco antes el decreto de expulsión de los españoles, con excepción de aquellos que hubiesen prestado servicios de significación a la Independencia. Esta medida al ser aplicada en Michoacán por el Gobernador José Trinidad Salgado produjo efectos catastróficos.

El lector podrá imaginarse, sin mucho esfuerzo, la efervescencia social y política de aquellos días, en una sociedad formada en su mayor parte por elementos hispánicos o ligados estrechamente a ellos; las grandes fincas de campo, los trapiches y haciendas de la Tierra Caliente, los comercios, las incipientes industrias, los cargos civiles y eclesiásticos, todo estaba en manos de españoles que pronto tendrían que retirarse, dejando bienes y hogares, riquezas y comodidades a que tan acostumbrados estaban, para marchar a su país que, si bien era el de su nacimiento o el de los suyos, no encontrarían en él la opulencia de que se habían rodeado en éste.

De esta singular manera empezaba la cruenta batalla entre centralistas y federalistas; escoceses y yorquinos (si los mencionamos por los nombres de sus ritos masónicos); monarquistas y republicanos. Las denominaciones cambiaban, pero eran los mismos; partidarios del retroceso y del progreso; absolutistas y demócratas;

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los que se convertirían más tarde en conservadores y liberales, y a la fecha en reaccionarios y revolucionarios; de derecha y de izquierda.

Ahora se trataba de una guerra entre hermanos atizada por el alto clero, el iturbidismo y la clase elevada de la sociedad, que pugnaba por el control del poder y la conservación de sus intereses. Frente a éstos se alzaban los viejos insurgentes, aquellos ideólogos insobornables como Quintana Roo, Carlos María de Bustamante, José María Luis Mora, Valentín Gómez Farías, Manuel de la Torre Lloreda y Francisco Manuel Sánchez de Tagle, entre otros, partidarios del federalismo.

El descontento arreció después de 1830, al ser depuesto el Presidente Guerrero. El Gobernador Salgado, la legislatura local, los antiguos insurgentes y muchos elementos intelectuales se declararon partidarios del federalismo, y por tanto, simpatizadores del general Guerrero, que lo encarnaba. Los afectos al antiguo régimen y las clases que habían venido dominando en Michoacán desde la época de la Colonia, eran rabiosos centralistas; entre éstos se contaban los miembros del ayuntamiento de Morelia, quienes apoyados por el jefe de las armas, desconocieron al Gobernador Salgado. Pudo éste escapar de la ciudad e instalar su gobierno en Zamora. Los diputados de aquella histórica legislatura partieron a sus respectivos distritos para auxiliar al ejecutivo en el cumplimiento de la ley; pero tales hechos eran una prueba elocuente de que la lucha de las facciones había llegado a Michoacán, proyectándose en forma espectacular sobre una juventud inquieta que tenía ya conciencia clara de la nacionalidad y que más tarde militaría en el liberalismo.

El Presidente Guerrero, al abandonar la metrópoli, se había situado en Tixtla, de donde dirigió al Congreso una carta dándole cuenta de su conducta en los últimos sucesos y de su retirada al lugar de su nacimiento.

"…El bastón de Presidente de la República —decía— lo deposito en el poder nacional: sus representantes harán el uso que estimen conveniente, en la inteligencia de que la soberana resolución de las augustas cámaras sobre este particular juro sostenerla como la verdadera voluntad de la nación, hasta con la última gota de mi sangre, pues no soy otra cosa que un soldado de mi patria, el último súbdito de la nación".

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¡Con qué humildad hablaba Guerrero a los diputados y senadores de aquel Congreso, coludidos ya con la facción centralista que manipulaba con insospechada destreza las ambiciones del general Anastasio Bustamante!.

El 4 de febrero de 1830 Bustamante legalizó el derrocamiento de Guerrero de esta manera:

"El vicepresidente de los Estados Unidos Mexicanos a los habitantes de la República, sabed: "Que el Congreso general ha decretado lo siguiente: "El C. general Vicente Guerrero tiene imposibilidad para gobernar la República. "Pedro de Ocampo, presidente del Senado, Joaquín Cázares y Armas, presidente de la Cámara de Diputados. Rafael Delgado, senador secretario. Anastasio Cerecero, diputado secretario. "Por tanto mando se imprima, publique y circule y se le dé el debido cumplimiento. Palacio del gobierno federal en México, a 4 de febrero de 1830. Anastasio Bustamante".

Luego se precipitó el trágico final. Lucas Alamán y José Antonio Facio, ministros de Relaciones y de Guerra, respectivamente, en el gobierno de Bustamante, entraron en arreglos con el traidor Picaluga. Éste puso a Guerrero en manos de sus verdugos y diez días después, el 14 de febrero, aquella criminal facción lo asesinaba en Cuilapan ante el estupor de la República.

Al escaparse Salgado y para que los asuntos del gobierno no cayeran en su totalidad en poder de los centralistas de Morelia, el doctor Juan Manuel González Urueña se hizo cargo del ejecutivo, con su carácter de consejero decano, hasta que tomó posesión el vicegobernador, Diego Moreno. Salgado reunió en Zamora 600 hombres mal armados, esperando combinar sus fuerzas con las de Vicente Romero, Gobernador de San Luis Potosí; pero al desertar éste se quedó solo y después de resistir quince días en aquella ciudad la abandonó ante el avance de las tropas de Armijo y Antonio García. El 26 de marzo fue aprehendido y llevado a Morelia; se le formó proceso y fue sentenciado a muerte, pero el día señalado para la ejecución logró escaparse de una celda del convento de San Agustín, en donde

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estaba encapillado, y fue a unirse a Gordiano Guzmán y Juan José Codallos, que combatían en el sur de Michoacán en favor del federalismo.

Durante la gestión del Gobernador Moreno empezó a funcionar la primera cátedra de Medicina (1º de mayo de 1830) en el hospital de los Juaninos de Morelia, por iniciativa del doctor González Urueña; se autorizó un gasto de 200 pesos anuales para la compra de pus vacuno; se estableció la dirección general de rentas (16 de junio de 1831); se expidió la ley sobre el impuesto directo (22 de diciembre); se creó la primera Compañía Industrial (24 de diciembre de 1831) con la participación del gobierno; se dictó una ley sobre vagos y malvivientes; se promulgó la ley reglamentaria de las juntas de inspectores de instrucción pública (24 de diciembre de 1832), creándose 22 escuelas de niños y 8 de niñas en diversos municipios y se expidió un decreto restableciéndose el Colegio de San Nicolás, cosa que no pudo llevarse a cabo por las vicisitudes políticas.

El 6 de octubre de 1833 volvió al gobierno de Michoacán el general Salgado; pero al separarse le sucedieron en sólo un mes y medio cinco gobernadores: Felipe Menocal, Joaquín Caballero de Acuña, Antonio Bribiesca, Onofre Calvo Pintado y el ariense José María Silva.

Calvo Pintado, aunque liberal, no estuvo de acuerdo con la expulsión decretada al obispo Gómez de Portugal (27 de abril de 1834), quien se había negado a aceptar las reformas adoptadas por el gobierno michoacano. En consecuencia, se separó del cargo y quedó en su lugar, por segunda vez, don José María Silva. Tocó a este incorruptible ariense enfrentarse a la insurrección contra el sistema federal (junio) encabezada por el general Isidro Reyes con el batallón activo de Morelia, quien se hizo fuerte en el convento de San Diego. Sitiado por el coronel Angón al frente de los milicianos, resistió durante nueve días, pero hubo de retirarse cuando Reyes recibió ayuda de los suyos.

Entre la escapatoria del general Salgado en 1830 y la instauración del centralismo en 1835, hubo en Michoacán 22 gobernadores (electos o reinstalados) que dan idea de la tremenda agitación política. Ellos son: José Trinidad Salgado, Pedro Villaseñor, Juan Manuel González Urueña (primera vez), Diego Moreno, José Manuel Chávez, José

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Antonio Pérez Gil, Juan Manuel González Urueña (segunda vez), José Antonio Pérez Gil en Morelia, Ramón Sánchez en Celaya, José Trinidad Salgado (reinstalado), Felipe Menocal, Joaquín Caballero de Acuña, Manuel Ruiz de Chávez Gil, Antonio Bribiesca, Onofre Calvo Pintado, José María Silva, Manuel de Echenique, Antonio Manzo Ceballos, Mariano de Anzorena y Foncerrada y Antonio Telésforo Méndez de Torres.

Y lo que pasaba en la capital del Estado, repercutía en los municipios. Por eso en Ario exaltaban y caían ayuntamientos con una facilidad pasmosa, lo cual hace más admirable aun la obra esforzada de los arienses en beneficio de su pueblo.

ARIO EN EL PERIODO CAÓTICO. REFORMAS EDUCATIVAS No se tienen noticias ciertas de que en esta época haya existido en Ario algún establecimiento educativo por cuenta del Estado. Como se sabe, apenas en 1833 durante los breves interinatos del vicepresidente Gómez Farías, el gobierno federal arrebató al clero el monopolio de la enseñanza, creando la Dirección General de Instrucción Pública para el Distrito y Territorios Federales, que integraron seis directores, a saber: el propio Gómez Farías con el carácter de presidente, el doctor José María Luis Mora, don Manuel Eduardo de Gorostiza, don Andrés Quintana Roo, don Juan Rodríguez Puebla y don Bernardo Couto, todos identificados con la lucha que venía sosteniendo el gobierno contra la ignorancia, el fanatismo, la inmoralidad, el estancamiento económico y el vicio.

Sin embargo, ya hemos dicho que a fines de diciembre de 1832 el gobierno de don Diego Moreno autorizó la creación de 22 escuelas para niños y 8 para niñas en diversos municipios, siendo muy posible que alguna de tales escuelas se hubiese establecido en Ario, principalmente por ser oriundo de ese lugar don José María Silva, varias veces diputado y uno de los personajes más influyentes del federalismo en Michoacán.

Lo más probable, acogiéndonos a las tradiciones orales comunes en la comarca, es que los niños acudieran como en los primeros años de la colonización, a la escuela parroquial a recibir lecciones de

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doctrina cristiana, canto, primeras letras y gramática. A este respecto debemos recordar que el Siervo de la Nación fue en la parroquia de Uruapan uno de estos curas profesores.

Quienes disponían de recursos —muy contados todavía en aquel ambiente de intrigas políticas y de inseguridad económica— contrataban a un preceptor (hombre o mujer) para que en su propia casa o en el domicilio del interesado, enseñara a los menores las cuatro operaciones fundamentales de la aritmética, a leer, escribir y nociones de urbanidad. A veces dos, tres o más familias reunían sus dineros para pagar el sueldo del preceptor, y en este caso se formaba un grupo de pupilos que podía ser numeroso.

Los jóvenes arienses que aspiraran a mayores estudios tenían que trasladarse a México, pues en Morelia por esas fechas únicamente funcionaba el tridentino seminario que sólo ofrecía la oportunidad del sacerdocio, ya que el Colegio de San Nicolás fundado por el licenciado Quiroga en 1540, en Pátzcuaro, se hallaba en clausura desde 1810 cuando estalló la Revolución de Independencia.

La reforma de Gómez Farías no sólo abarcaba la instrucción primaria, sino la enseñanza media y los estudios superiores. Al extinguir la Real y Pontificia Universidad de México y crear en su lugar otras instituciones educativas, el gobierno dio a conocer el hecho mediante un simple aviso publicado en el periódico oficial, que decía:

"Sepan nuestros lectores que ha concluido este establecimiento aristocrático, puramente de brillantez y adorno, y de ningún provecho para la instrucción pública".86

El diputado Juan Rodríguez Puebla fundamentó en la Cámara Federal la medida anterior, en el hecho de que la asistencia de los jóvenes a la mencionada Universidad corrompía la moral, "según lo acreditaba la experiencia" y en que los grados conferidos en ella "no eran más que una mera ceremonia, sin que por tales pudieran los estudiantes

86 Pablo G. Macías. La Educación pública en la Constitución de 1857. pp. 21 y 22. Ediciones de la Escuela Nacional de Artes del Libro. México, 1957.

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acreditar su aprovechamiento, pues sólo se les concedían por cobrarles cierta cantidad de dinero".

Los institutos que formó desde luego la citada Dirección General de Instrucción Pública, fueron el de estudios preparatorios, el de estudios ideológicos y de humanidades, el de ciencias físicas y matemáticas, el de ciencias médicas, el de jurisprudencia y el de ciencias eclesiásticas. Mientras se ponía en vigor, el plan de estudios formulado por el gobierno federal, se autorizó a los profesores de los colegios de San Ildefonso, San Juan de Letrán, San Gregorio y el Seminario, para otorgar a los alumnos de sus respectivas cátedras los grados menores de filosofía, teología y jurisprudencia, sin necesidad de que cursasen en la Universidad.

Y como primer paso firme en cumplimiento de la nueva legislación se abrieron en el país las primeras escuelas sostenidas por el gobierno, se instalaron también los primeros planteles nocturnos para artesanos, dos escuelas normales empezaron a funcionar preparando maestros penetrados de la ideología sustentada por el régimen, y con los libros recogidos de la Universidad y de algunos conventos se formó el pie veterano del acervo con que hoy cuenta la Biblioteca Nacional.87

Legislación tan avanzada encontró eco inmediato en Michoacán. El mismo Seminario Tridentino de Morelia se vio precisado a reformar sus estudios y poco después (1847) el Gobernador Melchor Ocampo reabrió el plantel, de noble prosapia, fundado por don Vasco de Quiroga, con el nombre de Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, impartiéndose en él las cátedras de latín, lógica, matemáticas, derecho natural y de gentes, derecho canónico y civil, economía política, filosofía y francés; se le dotó de gabinetes de física y química, la facultad de medicina fue incorporada a él y se crearon las escuelas de ingeniería y de obstetricia. El gobernador Ocampo nombró rector al licenciado Onofre Calvo Pintado y secretario a don Santos Degollado.

Por aquellos días la amistad de don José María Silva con el doctor Juan Manuel González Urueña, don Mariano Rivas, Ocampo, Degollado y Calvo Pintado se hacía más estrecha no solamente a

87 Pablo G. Macías. Ut Supra, p. 22.

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causa de los problemas políticos que habían de sortear juntos, sino por las relaciones de familia que la juventud iba creando con el tiempo. Lo que afectaba a uno, lo resentía todo el grupo. Y una prueba de ello fue que a resultas del suceso del 6 de diciembre de 1845 la Cámara se vio obligada a encausar al presidente Santa Anna y a sus ministros, pero procedía con tal temor y lentitud que el doctor González Urueña, diputado de esa legislatura se lanzó contra el Gran Jurado acusándolo de negligencia, siendo por ello desde ese momento víctima de la ira del tirano y de las burlas cobardes de sus corifeos. Tales atropellos levantaron ámpula en Michoacán donde aquel maestro era todo un símbolo de honestidad y de hombría de bien. Vamos a referir un detalle —en palabras de Guillermo Prieto— que da idea de la forma como se estilaba silenciar entonces la voz de la oposición, y se ridiculizaba a los hombres más justos:

"Las pasiones ardían, el huracán del odio a la dictadura todo pretendía arrollarlo, y se instaba a la Cámara por la terminación de la causa para apagar la sed de reivindicación que agitaba al pueblo. "Pero la causa no marchaba y se repetían las sesiones secretas para echar en cara al Gran Jurado su morosidad. "Entre los agitadores de la conclusión de la causa había un médico distinguido de Michoacán: tuerto, arrogante de palabra, carnes enjutas y actividad inextinguible; llamábase Juan Manuel González Urueña. Este señor diputado pidió una sesión secreta, inculpó al Gran Jurado por sus moratorias en términos vehementes, y en el colmo de su enojo dijo que no le extrañaba lo que sucedía, porque Valle88 era hijo de Santa Anna y que había hecho mal en no excusarse de conocer en aquella causa.

88 El diputado Guillermo Valle había sido un chico socarrón, vagabundo, criado entre borrachos, dicharachero y mal hablado, a quien conoció Santa Anna en Oaxaca por 1828. Cayóle bien por una de esas extravagancias propias de ciertos personajes paranoicos, lo confió al doctor Gómez Farías y éste lo inscribió en el Colegio de San Ildefonso donde hizo excelentes estudios literarios que le valieron amistades como la del eximio poeta Francisco M. Olaguíbel. Todo mundo por las consideraciones que le dispensaba Gómez Farías y la protección que Valle recibía de Santa Anna, llegó a pensar que era su hijo; y, en efecto, soto voce, le llamaba el "hijo de Santa Anna". Con semejante padrino Guillermo Valle pronto se hizo político,

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"Entonces Valle pidió la palabra… "La Cámara quedó silenciosa como un sepulcro. Valle se levantó grave… guardó silencio unos momentos en medio de la atención universal y dijo: "La aseveración del señor González Urueña ya la había yo oído; pero jamás le había dado crédito por mi origen, por la fecha de mi nacimiento, por miles de circunstancias… pero ahora que lo afirma el señor González Urueña, dudo… ¿Y quiere saber la Cámara por qué dudo? "Una voz… —¿Por qué?— "Porque el señor González Urueña tiene un ojo en el mundo y otro en la eternidad. "Estalló una carcajada universal y no hubo más remedio que levantar la sesión".89

Pues bien, los amigos y discípulos del doctor González Urueña en Michoacán —entre los cuales se contaba en primer término, Miguel Silva Macías, entonces un joven de 25 años— llevaron a cabo actos de protesta en Morelia y en otros lugares del Estado por los atropellos de que venía siendo objeto aquel ilustre maestro y benefactor. Santa Anna no perdonaba a quienes se le interponían en su camino. Sin embargo, González Urueña fue reelegido diputado federal en los años de 1848 y 1850, habiendo conseguido en ambos ejercicios importantes mejoras para el país y desde luego para Michoacán; pero como tanto él como sus discípulos más significados se afiliaron al Plan de Ayutla, Santa Anna lo desterró y a pesar de hallarse gravemente enfermo, el Gobernador Anastasio Torrejón lo hizo abandonar Morelia, en septiembre de 1854, habiendo fallecido en Celaya camino del exilio.

El doctor González Urueña nació en Tancítaro, Michoacán en 1802. Hizo sus estudios primarios en Pátzcuaro; en 1810 se trasladó a México e ingresó en el Colegio de San Ildefonso, para pasar después a

buen orador, llegó a diputado y fue hasta su muerte fiel amigo del grotesco soldadón de "Manga de Clavo". En el incidente que relata Guillermo Prieto, Valle era miembro del Gran Jurado de la Cámara y por eso el asunto no marchaba, dando lugar a la vigorosa acción del doctor González Urueña. N. del A. 89 Memorias de mis tiempos, p. 68. Editorial Patria. México, 1958.

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la Escuela de Medicina donde fue alumno de los doctores Liceaga y Montaña, titulándose en 1822. Además de sus actividades políticas y de su intensa labor magisterial, González Urueña colaboró durante su vida en periódicos y revistas, principalmente en El Sol, La Gaceta Médica y El Museo Mexicano. Escribió Memoria sobre el diabetes en general y especialmente el que se conoce con este nombre en Michoacán (México, 1822); Compendio elemental de Anatomía general (Morelia, 1834); La hidropatía o más bien la hidroterapia desde su origen hasta nosotros (México, 1843); Método vulgar y fácil para la curación de las viruelas (Morelia, 1830); Método preservativo y curativo del Cólera Morbus (Morelia, 1833). Publicó en revistas profesionales de la época varios trabajos científicos sobre la tisis pulmonar y otro de medicina legal, además de algunas comedias francesas de Madame de Genlis, traducidas al castellano y que habían sido representadas con éxito en el teatro de Morelia. El doctor González Urueña redactó el reglamento del Colegio de San Nicolás cuando este plantel fue reabierto a la juventud por el Gobernador Melchor Ocampo.

Las ideas políticas y la profunda vocación médica de este insigne maestro ejercieron influencia definitiva en la juventud michoacana, ávida de nuevas doctrinas. Casi todos sus discípulos desde los días ya lejanos cuando fundara la Escuela de Medicina, siguieron sus pasos sin vacilaciones. Pero nos referiremos aquí a uno solo de ellos, Miguel Silva Macías —oriundo de Ario, como sabemos, y quien llenará aún, más adelante, varias páginas de estos Apuntes— por haber sido su predilecto, pues no sólo le franqueó las puertas de su hogar y le brindó los selectos libros de su biblioteca, sino que le entregó en matrimonio a su bella hija doña María González Gutiérrez, madre que habría de ser de otro sabio y filántropo, el doctor Miguel Silva González, del que nos ocuparemos a su tiempo.

A mediados de 1846, mientras el viejo insurgente Giordano Guzmán combatía en Michoacán a los restos del centralismo con las armas en la mano, en Morelia y en el periódico El Filógrafo, Melchor Ocampo, Jorge Consuelo Serrano, el doctor González Urueña y el licenciado Juan B. Ceballos exaltaban los ánimos del pueblo con sus escritos, para ir a combatir a los agresores norteamericanos que ya empezaban a invadir nuestro territorio por la frontera del norte.

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En México se hallaba por esas fechas Silva Macías terminando su carrera de medicina. A iniciativa suya, muchos de los jóvenes michoacanos que hacían estudios profesionales en la propia capital se dieron de alta en el Batallón de Bravos y otros en el Batallón Matamoros formado en Morelia, entre ellos Eligio Villamar, Juan Navarro, Ramón Isaac Alcaraz y Juan Ruiz. Se enlistaron también en el Batallón Matamoros, los después brillantes generales Manuel García Pueblita y Nicolás de Régules. Abanderado de este cuerpo fue el estudiante nicolaita Isidro Alemán. Villamar se distinguió en la defensa del Convento de Churubusco y murió joven, poco después de haber obtenido su título de abogado. Los demás que combatieron en el Batallón con Silva Macías, alcanzaron con el tiempo notorio éxito en los campos de la medicina, la jurisprudencia y la política.

El Batallón Matamoros hizo proezas en la batalla de La Angostura. Pero nuestros bisoños soldados fueron vencidos allí, en la Resaca de Guerrero, en Monterrey y en Palo Alto, no precisamente por falta de valor —que lo hubo hasta el estoicismo— sino por falta de organización, de dirección y de unidad de mando en nuestras tropas, así como por carencia de pertrechos de guerra y de calidad de los escasos que teníamos. Íbamos, inevitablemente, de desastre en desastre: Veracruz, Cerro Gordo… ¡Puebla cayó sin combatir! El soldado anglosajón de refresco, vigoroso, bien alimentado, bien armado y mejor equipado, venció sobre el soldado nuestro, acosado por la fatiga y el hambre, semidesnudo y, algunas veces, sin más armamento que su cuchillo.

¡Más que una victoria para el ejército norteamericano parece una derrota vergonzosa y cruel, porque las victorias no se conciben cuando se libran contra un enemigo indefenso y débil.90

Genaro Estrada resume así la situación del país entre 1835 y 1853:

"La República se debate en la miseria en ese tenebroso periodo —de aspectos medievales— de nuestra historia contemporánea. Paredes en Guadalajara y Santa Anna en Tacubaya son consumados artistas en pronunciamientos y cuartelazos, y a partir de la presidencia

90 Pablo G. Macías. Aula Nobilis. p. 183.

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interna de Echeverría, se inicia con Santa Anna la primera dictadura formal, y a la sombra de las Bases de Tacubaya entran y salen presidentes, y surge y desaparece el sistema centralista. Desfilan por el Palacio Nacional, Bravo y Canalizo, Herrera y Paredes, Salas y Anaya. La llamada 'Alteza Serenísima' hace y deshace, quita y pone, triunfa y pierde; tan pronto se presenta en toda la gloria de su dictadura, como se escapa cubierto de ignominia. Parece el 'deux ex machina' de todas las desdichas que revolotean siniestramente sobre México…"91

Concluida con el Tratado de Guadalupe Hidalgo la agresión armada que nos impusiera el gobierno de Washington y perdida en ella más de la mitad de nuestro territorio, penosa y difícil fue la reconstrucción del país bajo los gobiernos sucesivos de don Manuel de la Peña y Peña, Pedro María Anaya, José Joaquín Herrera, Mariano Arista y Juan Bautista Ceballos, hasta la ocupación por última vez del Palacio Nacional el 20 de abril de 1853, por Santa Anna, traído al país de su destierro en Colombia por el Partido Conservador.

Desencadenó este personaje, no obstante sus experiencias pasadas, una nueva, brutal y férrea dictadura, en la que ni el espionaje, ni la delación aviesa, ni el aumento exorbitante de tropa y policía, bastaban para contener la ira popular, que antes al contrario iba en aumento exasperada por los crímenes que a diario se cometían.

En Michoacán, de igual modo y en el mismo lapso, pasaron por la gubernatura Melchor Ocampo, Santos Degollado, Ceballos y Silva; pero al tomar posesión de la presidencia Santa Anna, éste nombró Gobernador a Ángel Pérez Palacios a quien siguieron testaferros de la calaña de Torrejón, Manuel Noriega y Pánfilo Galindo. Hubo un Gobernador, Domingo Echegaray, que lo fue un solo día (24 de noviembre de 1854) a consecuencia de un balazo que recibió en la cabeza.

En Ario ya el lector podrá imaginarse cuál sería la situación prevaleciente. Pese a ello, el entusiasmo de sus habitantes por el progreso de su terruño no decayó. La mayor parte de los ranchos y

91 Un Siglo de Relaciones Internacionales. p. XVI. Archivo histórico diplomático mexicano. Nº. 39 Secretaría de Relaciones Exteriores. México, 1939.

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poblados del municipio —informaban los prefectos al Ejecutivo— eran de labor, especialmente los situados en la zona templada, produciéndose buenas cosechas de maíz, trigo y frutales. En las tierras cálidas del Distrito se cultivaba algodón de excelente calidad, arroz, caña de azúcar, ajonjolí y cascalote.

En La Huacana se levantaban cosechas de caña, añil, cascalote y frutas de la región. El ganado vacuno daba magnífica oportunidad a la fabricación de queso. También en las entonces tenencias de Churumuco y El Carrizal se impulsaba la ganadería, se multiplicaban los apiarios, se cultivaba algodón y se elaboraba queso y aceite de cayacal (coquito).

Los plantíos de morera se hicieron en 1842 al sur del Distrito de Ario, con plantas traídas de China, fueron ampliados con mucho éxito, lo mismo los de vainilla, cuya exportación a México y Morelia decayó sin embargo a causa de los acontecimientos políticos, entre otros. El cultivo de la vainilla en el distrito data desde el tiempo de la monarquía chichimeca; los hechos históricos comprueban suficientemente que los tributos que los pueblos pagaban a los cazoncis lo hacían con vainilla y otras producciones peculiares de los climas.

Evidente es también que los chichimecas trasmitieron a los españoles el uso de la vainilla con el del chocolate, que era perfumado con varios aromas, y entre éstos con el de dicho vegetal.

La continua lucha armada y la necesidad de proteger las carretas y la arriería —factores importantes del comercio de entonces— motivaron la apertura de brechas que comunicaron a Ario con numerosas poblaciones antes aisladas.

La cabecera municipal en 1850 contaba con 2,700 habitantes, la insalubridad era notoria, acaso por la escasez de agua, y sólo funcionaba una escuela oficial para niños.

Tal era la situación general de Ario y la Tierra Caliente de Michoacán, al iniciarse la última dictadura santanista en 1853.

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CAPÍTULO VII

AYUTLA Y LA REFORMA (1853-1861)

La dictadura de Santa Anna. Destierro de hombres eminentes. Odisea del doctor González Urueña. Muere en Celaya camino del exilio. El doctor Miguel Silva Macías. Su obra como gobernante. Su consultorio en Ario. Reuniones sociales que parecían políticas. José Trinidad Guido. Vicente Moreno. Víctor Marroquín. Marcos Castañeda. "Su Alteza Serenísima" en Michoacán. Pretende tomar Ario, pero Comonfort lo pone en fuga. Discursos plagados de cursilería. Renuncia el dictador. Triunfo de las armas liberales. La Guerra de Reforma. Huerta y Santos Degollado. Asesinato de Melchor Ocampo. Consternación en el país. Homenaje luctuoso en el Colegio de San Nicolás. Los poetas Gabino Ortiz y Vicente Moreno. Muere el doctor Silva Macías.

LIBERALES Y CONSERVADORES. LA REVOLUCIÓN DE AYUTLA NO PODRÍAMOS, aunque quisiéramos, concretarnos a referir aisladamente en estos Apuntes, los sucesos exclusivos de una localidad determinada —llámese ésta Ario, Apatzingán o Huetamo, por ejemplo— sin incurrir en el riesgo lamentable de mutilar la historia o de hacerla menos comprensible a la clase popular. Nuestro tema es Ario y la Tierra Caliente, pero lo ocurrido en esta zona o bien lo que aconteciera en otras relacionado con Ario, beneficiaría del mismo modo, sin lugar a dudas, la unidad del relato. En tal consideración, cuando a veces pareciera al lector que nos apartamos de nuestro objetivo (describiendo otras regiones o profundizando en episodios diversos) no es así: es que, simplemente, juzgamos necesario explicar antes de manera clara, ciertos fenómenos que pueden contribuir a valorar sin mucho esfuerzo los hechos históricos locales.

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Dicho lo anterior, haremos un examen previo de lo que en aquella época significaban las tendencias liberales y conservadoras, para después sintetizar el tremendo choque de las dos facciones que se conoce en la historia moderna como Guerra de Reforma; choque que, al final, culminó en la intervención francesa y el imperio del Habsburgo.

Después de la Independencia —esto es más palpable a partir de la abdicación de Iturbide— cundió entre los mexicanos una fe nueva en uno de los valores de que estuvieron privados en la vida colonial: la libertad humana. La libertad fue considerada como el único medio para alcanzar el progreso. Así es que la libertad y el progreso se convirtieron en los ideales directivos de la vida mexicana durante todo el siglo XIX.

La primera expresión de ese ideal fue política, a la que los españoles fueron los primeros en Europa en darle nombre, llamándola liberalismo. Liberal es el que ha dejado de ser servil, el que ha conquistado su libertad. El liberalismo es una filosofía militante que arranca a las minorías ilustradas de su aislamiento académico para llevarlas a la acción sobre la realidad política. Su contenido filosófico es la idea de libertad y el dogma progresista, aunque en el transcurso del siglo —precisamente en la época que estamos reseñando— adquiere otros significados, como la oposición a la fe religiosa y al clericalismo. El teórico del liberalismo político fue el doctor José María Silva.

Los practicantes de las ideas viejas, los enemigos del progreso, los que deseaban que todo siguiera como en tiempos de la Colonia, los defensores de privilegios y de la monarquía, se llamaban conservadores; es decir los que pretendían conservar al país con los mismos vicios y errores del pasado.

La lucha del partido conservador contra las ideas nuevas era total; por eso durante la guerra de Independencia el alto clero siempre estuvo en contra de nuestros héroes patrios. Don Enrique de Olavarría y Ferrari, historiador sereno, imparcial y juicioso que fue contemporáneo de Alamán y de don Carlos María de Bustamante, autor del t. IV de México a través de los siglos, nos dice en la página 317:

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"El clero ejerció en la Guerra de Independencia un influjo tan grande, tan incalculable como funesto; los inquisidores declararon herejes, excomulgaron y juzgaron como ateos a los primeros caudillos y los entregaron al brazo seglar como asesinos. Los obispos agotaron los sagrados textos en sus pastorales dirigidas a probar que los pueblos no tenían derecho para hacerse independientes de España: uno de ellos, Bergosa y Jordán, de Oaxaca, se dio en espectáculo con el clero de su capital, cabalgando en mulas, enarbolando una bandera y predicando una cruzada contra la patria; otro, Campillo de Puebla, dictó contra los independientes una excomunión que llena de oprobio su memoria… a la vez que en las catedrales se levantaban mausoleos en honor de una reina que había escandalizado a España con sus infidelidades y adulterios y de un rey cuya imbecilidad fue origen de interminables daños para sus heroicos pueblos".

Más tarde, consumada la Independencia y cuando no se apagaba todavía el regocijo popular en las calles de México, el clero, por medio de Iturbide, traicionaba la buena fe de los insurgentes. Fusilado en Padilla e iniciada apenas de la vida republicana, pervierte al Oráculo de Manga de Clavo, y el país llega a extremos de anarquía sin límites: la guerra de Texas, la agresión norteamericana del 46-47, la venta de La Mesilla a los Estados Unidos y el establecimiento con su "Alteza Serenísima", de la dictadura más brutal, sanguinaria y ridícula. Este hecho, no concebido hasta entonces por el más inmoral de los gobiernos surgidos del caos y del militarismo, precipita la Revolución de Ayutla acaudillada por el antiguo insurgente Juan Álvarez, secundado por Ignacio Comonfort y Florencio Villarreal.

Michoacán fue de los primeros Estados que se levantaron en armas apoyando los principios del Plan de Ayutla. El 6 de mayo de 1854 se sublevaron en Coeneo, Epitacio Huerta, Rafael Salinas y Domingo Herrera, antiguos combatientes contra los norteamericanos; se dirigieron a la hacienda de Bellas Fuentes, donde se proveyeron de caballos, de algunas armas y luego siguieron a Quiroga; allí se les unió otro guerrillero veterano del 47, Manuel García Pueblita. En esta

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primera expedición —dice Arreola Cortés—92 los alzados tuvieron un reñido encuentro con fuerzas santanistas, en un lugar llamado El Pajarito. Huerta se portó con valentía, pero sus tropas improvisadas y sin disciplina fueron puestas en fuga y tuvieron que replegarse nuevamente hasta Coeneo. No obstante este resultado, Epitacio Huerta fue ascendido por don Juan Álvarez a general de brigada.

Se alzaron también en distintas fechas, Santos Degollado; Luis Ghiraldi, en Puruándiro; Luciano Martínez e Ignacio Díaz, en Huetamo; y el general Miguel Negrete en Zamora. Entre los efectivos de Ghiraldi y Negrete figuraban muchos indios de Zipiajo, El Cobrero, Quencio, Santiago Atzajo y Cótiro.

Don Epitacio planeaba establecer su centro de operaciones en Ario, por su posición estratégica rodeado de montañas, protegido por gente leal y patriota, provisto de granos, rico en ganado y ser puerto fácil para movilizarse en la Tierra Caliente. Por tanto, poco duró en Coeneo y sin quitar la mira de su objetivo, se lanzó sobre Santa Clara del Cobre a fin de llegar a Ario, donde lo estaba esperando Manuel Magaña para incorporarse a sus tropas; pero al fracasar en este segundo intento a causa de la vigorosa resistencia de los soldados de la dictadura, se internó en la sierra y por caminos desconocidos llegó a inmediaciones de La Huacana, poblado que tomó el 30 de mayo.

En este lugar Huerta fue informado de que el coronel santanista Francisco Cosío Bahamonde, que estaba de guarnición en Huetamo, movía en su persecución un núcleo de sus fuerzas para impedirle todo contacto con Gordiano Guzmán, que hacía la guerra en una amplia zona de la costa. Don Epitacio desvió entonces su columna hacia el poniente del Estado, capturando Parácuaro y Tancítaro; en estos puntos operaban ya los guerrilleros Eutimio Pinzón y los hermanos Francisco y Antonio Tejeda con regular número de "pintos". Se dirigió después al norte, se apoderó sucesivamente de La Piedad, Tlazazalca y Purépero y luego se situó en Zacapu para esperar instrucciones del general Juan Álvarez.

Entre tanto, Gordiano Guzmán sufría el peor de los descalabros. Hecho prisionero por sus mismos hombres en La Orilla, fue

92 Epitacio Huerta, soldado y estadista liberal. p. 20. Gobierno del Estado de Michoacán. México, 1979.

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conducido a Huetamo ante Cosío Bahamonde, y luego fusilado, por orden de éste, el 11 de abril. Dos meses después, el 11 de junio, Anastasio Torrejón, testaferro de Santa Anna, que había sustituido como Gobernador a José de Ugarte, pasó por las armas en Morelia a José María Ramos, compañero de Gordiano y segundo en el mando. La pérdida de estos dos patriotas fue, al iniciarse la lucha, un duro golpe para los ayutlecos de Michoacán.

Sin embargo, las guerrillas liberales se multiplicaron al mando de Santos Degollado, Manuel García Pueblita, Epitacio y Antonio Huerta, Antonio Díaz Salgado, Antonio Pinzón y Miguel Negrete. A menudo, en venganza del auxilio que los propietarios de fincas brindaban al enemigo, cometían excesos en las haciendas que ocupaban después de sus victorias; pero también sufrieron serias derrotas Díaz Salgado en Zamora y García Pueblita en Morelia. Por cierto que en esta última acción (24 de noviembre de 1854) murió el general santanista Domingo Echegaray, nombrado ese día Gobernador en sustitución de Torrejón.

El 16 de enero de 1855 Ignacio Díaz y Luciano Martínez tomaron Huetamo, último reducto conservador en el sur de Michoacán; aprehendieron al coronel Cosío Bahamonde y lo fusilaron en venganza de haber ejecutado éste en abril del año anterior, al general Gordiano Guzmán.

En unos cuantos meses el país se vio envuelto en la hoguera de la revolución. Juan José de la Garza, Gobernador de Tamaulipas, desconoció al tirano y se puso al frente de los liberales de su Estado; Porfirio Díaz, en Oaxaca; Ignacio de la Llave, en Orizaba y Santiago Vidaurri, en Nuevo León.

Pero, a su vez, Santa Anna, para que nadie estorbara sus proyectos, desterró a todos los hombres de ideas liberales, ya confinándolos a lugares insalubres del país, distantes de sus respectivos centros de vida y de familia; ya los enviaba al extranjero como en el caso de don Benito Juárez, Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga y José María Mata, que tuvieron que ganarse la vida en los Estados Unidos desempeñando humildes quehaceres.

Por estos días (septiembre de 1854) el Gobernador Torrejón ejecutó la orden de destierro dictada contra el eminente maestro Juan

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Manuel González Urueña.93 Su discípulo predilecto el doctor Miguel Silva Macías vivía en Morelia, pero tenía abierto en Ario, en la casa donde nació, ubicada en el portal que ahora lleva su nombre, un consultorio en el que atendía cuando visitaba las propiedades de su padre, a sus enfermos y a la gente pobre de la villa, incluso de Urapa, Las Ánimas, Tunácuaro, Los Tumines y otras rancherías, personas estas últimas a quienes no cobraba la consulta.

Silva Macías solía prolongar sus visitas a Ario por semanas y a veces durante meses, congregando a sus condiscípulos y paisanos en su casa, o reuniéndose él con sus familias, en amenas tertulias, para disfrutar del platillo clásico de los arienses: La Olla Podrida, y charlar sobre los acontecimientos del día. A tales reuniones concurrían jóvenes que más tarde habían de destacarse en la política o la ciencia, tales como José Trinidad Guido, humanista y benefactor y el inspirado poeta Vicente Moreno. Era natural que se hablara de política y que allí flotaran como incienso regenerador, los ideales del maestro González Urueña, de Ocampo y de Calvo Pintado, trasmitidos por Silva Macías, ya entonces miembro activo del partido liberal e investido con el cargo de consejero del gobierno revolucionario. Prueba lo anterior, la trayectoria de Guido, que también fuera Gobernador de Michoacán, viajero y hombre de ciencia; y la de Moreno, que hizo de su poesía un arma de combate y sus versos rotundos, sonoros y vibrantes constituyeron un ariete formidable.

Pues bien, al conocerse la orden de destierro de González Urueña, Silva Macías se hallaba en Ario. Rápidamente se trasladó a Morelia y trató de que Torrejón aplazara el exilio, pues el maestro se hallaba postrado en cama. Inflexible el verdugo, confirmó la orden. Aquel sabio, casi agonizante, cargado de gloria por sus méritos humanitarios y venerado por el pueblo michoacano, fue sacado de su casa a las primeras horas de una fría mañana de septiembre y colocado en un carruaje custodiado por soldados, como si en él viajara un criminal. Lo acompañaban su hijo Luis, jovencito de escasos veinte años y el doctor Silva Macías, quien le iba impartiendo en el trayecto los auxilios médicos más indispensables. Habían caminado apenas unos

93 Ver Capítulo VI.

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cuantos kilómetros cuando el enfermo entró en coma… Al llegar a Celaya el ilustre desterrado dejó de existir.94

La muerte de este hombre produjo una honda consternación en el Estado de Michoacán y fue muy sentida por todas las clases sociales.

"SU ALTEZA SERENÍSIMA" EN MICHOACÁN A medida que pasaban los días el poder y el prestigio de Santa Anna fueron menguando; y como Michoacán era una de las entidades donde con más tesón se le hacía la guerra, al comenzar el año de 1855 comisionó a su hijo José para que al frente de una brigada de caballería, saliera a combatir a las fuerzas liberales. Este joven e inexperto aprendiz de caudillo dirigió el 20 de enero, en Toluca, a la columna expedicionaria, la siguiente proclama:

Compañeros de armas: "Su Alteza Serenísima el general presidente ha tenido a bien confiar a vuestra lealtad y valor la pacificación de algunos puntos en el departamento de Michoacán, que se encuentran agitados por los enemigos del reposo público. "Conozco vuestra disciplina y vuestra subordinación, y estoy seguro de que la victoria irá con nosotros, porque es la compañera inseparable de los valientes. Os anuncio que en breve marcharemos sobre el enemigo; estad prontos para entrar en el combate, tened confianza en Dios y en vuestras armas, y no olvidéis jamás que la causa que vamos a sostener es santa, porque en ella se interesa el bienestar de nuestros compatriotas. Exterminar a la anarquía, es la misión que estamos encargados de cumplir; si logramos, como lo

94 Los datos sobre los últimos días de vida del doctor González Urueña fueron proporcionados al autor de estas notas hace varios años, en distintas fechas y diversos motivos, por los señores ingeniero Pascual Ortiz Rubio, ex Presidente de la República y Gobernador de Michoacán, quien fue discípulo y amigo del maestro michoacano por antonomasia, licenciado Luis González Gutiérrez, hijo del ilustre desterrado; y por el licenciado José Ortiz Rodríguez —a quien presentamos en el Capítulo VI— compañero de ideales del doctor Miguel Silva González, unigénito del doctor Miguel Silva Macías y nieto de González Urueña.

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espero, tan feliz resultado, aceptémoslo como la recompensa más grata de nuestras penalidades y fatigas, porque exterminar a la anarquía es dar a los mexicanos patria y libertad. "Así, pues, cuando el clarín anuncie la pelea, tened presente que de nuestro arrojo y bizarría depende en gran parte el porvenir de cien generaciones, y en lo más terrible de la lucha enardeced vuestros ánimos con los gritos entusiastas: ¡Viva la patria! ¡Viva Su Alteza Serenísima! ¡Viva el presidente general Santa Anna! "Vuestro comandante en jefe, José López de Santa Anna".95

Y se lanzó a la lucha, pero con tan mala suerte que para levantar un poco el escaso prestigio del gobierno, que el hijo había arrastrado por los suelos con sus desaciertos, su padre, en persona, tuvo que salir a darle la mano, seguido de un impresionante aparato de fuerza armada que llenó de júbilo al alto clero, pues no se había visto cosa igual ni durante la guerra contra los Estados Unidos.

Sólo para que el lector se forje una idea de aquella corte militarista, oropelesca, de que tanto gustaba rodearse "Su Alteza Serenísima", damos a conocer la nómina de los jefes y oficiales que lo acompañaron en su gira por Michoacán.

Estado Mayor de Su Alteza Serenísima

Jefe, general de brigada Benito de Zenea. Coroneles, Francisco Silva, Ramón Soto y Mariano Grimarest. Comandante de batallón, Vicente Iturbide. Comandante de escuadrón, Santiago Moreno. Comandantes, Vicente Canalizo, Rafael García Mazo, Gerónimo Portocarrero. Capitán, Juan Manuel de Lozada. Coronel del cuerpo médico, Doctor Francisco Mellet. Capellán Mayor del Ejército, canónigo Manuel Perfecto Ordóñez. Capellán de Su Alteza Serenísima y de su Estado Mayor, canónigo Juan Gregorio Phanner.

Secretaría particular de Su Alteza Serenísima

95 Hemeroteca Nacional. El Silgo XIX. México, lunes 22 de enero de 1855.

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Jefe, general Manuel María Gil. Comisario de marina, Gabriel Sanabria. Oficial de marina, Francisco Mendívil. Ayudante, Luis G. Mendívil.

Comisaría general del Cuerpo de Ejército

Jefe, coronel secretario privado de Su Alteza Serenísima, Francisco de P. Mora. Contador, Manuel Mosso. Capellán de auxiliares, padre José Gutiérrez.

División Carrera

General en jefe, excelentísimo señor general de división director general de artillería, Martín Carrera. Edecanes: teniente coronel de artillería, Julián Peña; teniente coronel capitán de artillería, Jacobo Carrera; comandante de batallón, Antonio Esnaurrízar; capitán de caballería, Marcos Arróniz. Jefe del Estado Mayor, general de brigada Esteban Barbero. Edecanes: comandante de batallón, capitán José María Montes; capitán de caballería, José Rena; segundo ayudante de caballería, Mariano Martínez; alférez, Miguel Lozano. Segundo jefe del Estado Mayor, ayudante general José L. Álvarez. Edecanes: capitán del Estado Mayor, Agustín Romero; capitán de Estado Mayor, Luis Álvarez. Capellán Mayor, padre Alfonso Magna Grecia. Inspector general del Cuerpo Médico Militar, doctor Francisco Vander Linden. Comandantes de batallón: Santiago Humphrey, Agustín Villalobos, Antonio Vaquero y Manuel Hurtado. Capitán, Amado Villagrán. Tenientes: Eleuterio del Valle, Miguel Soto, Felipe N. de Alcalde, Pablo D'Orbecassel y Evaristo Bello. Aposentador general, comandante de escuadrón Ignacio Arista. Ayudante, capitán de caballería Felipe Guadarrama.

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Conductor general de equipajes, capitán de caballería Ramón Robles. Comandante general de artillería, teniente coronel Manuel López Bueno. Ayudante, comandante de escuadrón Joaquín Miramón. Mayor de órdenes jefe de división, Juan N. Bazán. Ayudante, capitán de artillería Antonio Sola. Comandante del parque, teniente coronel de infantería Julián Carrillo. Guarda-parques, oficial segundo Ignacio Rojo; oficial tercero Ignacio Dosamantes. Comandantes de zapadores de la guardia de Su Alteza Serenísima, teniente coronel J. Antonio Ferriz.

Brigada de Infantería

General en jefe, general graduado Leonardo Márquez. Ayudantes, teniente de infantería Celestino Araujo; teniente Vicente Velarde. Alférez, Felipe Castro. Mayor de órdenes, teniente coronel del Estado Mayor Luis Arrieta. Ayudantes, capitán de Estado Mayor Tomás Enciso; capitán Vicente Guido. Jefe del Cuarto Batallón Activo, general graduado Leonardo Márquez; teniente coronel Ignacio María Huerta; comandante de batallón, Sabino Moreno. Jefes del batallón activo de Sombrerete, coronel Joaquín Baños; teniente coronel José Romero; comandante de batallón, Ignacio Lomas. Jefes del primer batallón activo de San Luis, coronel Vicente Tapia; teniente coronel Domingo Navas; comandante de batallón, Luis Tenorio. Jefes del batallón activo de Saltillo, coronel José Alfaro; teniente coronel Antonio Villagrán; comandante de batallón, Juan Lara.

Primera Brigada de Caballería

General en jefe, general graduado Miguel Andrade.

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Ayudantes, capitán José María Ruiz, Antonio Ballesteros. Mayor de órdenes, comandante de escuadrón Manuel Febles. Ayudante, Alférez César Andrade. Jefes del regimiento de lanceros de la guardia de Su Alteza Serenísima, general graduado Miguel Andrade; comandante de escuadrón, Manuel García. Jefe de escuadrón de guías de la guardia de Su Alteza Serenísima, teniente coronel Eugenio Paredes.

Segunda Brigada de Caballería

General en jefe, general graduado Francisco Güitian. Ayudante, capitán José Falses. Mayor de órdenes, teniente coronel comandante de escuadrón José Bastos. Ayudantes, capitán José Ormaechea; teniente José Ayala. Jefes del regimiento de granaderos a caballo de la guardia de Su Alteza Serenísima, general Francisco Güitian; teniente coronel Joaquín Olloqui; comandante de escuadrón, Mariano Barroso. Jefes del regimiento activo de lanceros de Puebla, teniente coronel José Romanos; comandante de escuadrón, Luis G. Arévalo.96

Santa Anna estuvo en Angangueo, Maravatío, Morelia, Zamora y Pátzcuaro; pero cuando se dirigía a Ario tuvo que suspender la marcha y retirarse a toda prisa, no digamos a Morelia donde con tanto entusiasmo había sido recibido por sus aduladores, sino a la propia capital de la República, pues las tropas de García Pueblita, Huerta y Degollado no dejaban de perseguirlo. Vamos a abundar en dos detalles de esta ridícula gira de "Su Alteza Serenísima": uno, su entrada en Morelia por ser la capital del Estado y porque los datos que vamos a consignar han quedado dispersos en los periódicos de la época y son poco conocidos; y otro, la frustrada vista a Ario por razones obvias.

96 El Silgo XIX. Viernes 15 de junio de 1855.

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"El día de anteayer —dice con fecha 19 de mayo de 1855 el periódico de don Ignacio Cumplido, El Siglo XIX, reproduciendo un artículo de El Porvenir de Michoacán— ha sido uno de los más solemnes para los michoacanos. En él hemos tenido la satisfacción de ver al primer hombre de nuestro país, al jefe supremo de la nación cuyo nombre y gloria está identificada con la de nuestra patria, entrar a la capital en medio de las aclamaciones del más vivo entusiasmo y los transportes de júbilo que excita en nuestra sociedad la presencia del único que puede sacarla del miserable estado de disolución y de angustia a que la han llevado los bandidos liberales… A las 9 de la mañana salieron a la loma del Zapote, punto por donde debía llegar Su Alteza Serenísima, varios cuerpos de caballería y de artillería que estaban de guarnición en la ciudad. El batallón número 14 cubría desde el frente de la Catedral las calles del tránsito de la entrada de México, que estaban vistosamente adornadas. Veíanse en ellas desde la extremidad de la calle de Las Catarinas varios arcos triunfales de forma y pintura de buen gusto y una multitud de bandas de los colores del pabellón nacional, con dísticos alusivos a las glorias del vencedor de Veracruz y Tampico, a los beneficios que su gobierno difunde en nuestro país y al objeto que le trae ahora a Michoacán. "Frente al hospital se hallaba un hermoso arco que daba una vista muy agradable a la calle a que servía de término, y completaba el adorno general, el particular de las casas que daban al frente de las calles del tránsito y la multitud que las recorría y que estaba en una ansiosa expectativa. A las 9 y media salieron del palacio del superior gobierno las autoridades y corporaciones del Departamento y se dirigieron a la referida loma del Zapote. Desde esta hora permaneció la población casi sin separarse de la calle Nacional hasta las cuatro y media de la tarde en que las descargas de artillería y el repique general de las campanas de todas las iglesias, anunciaron la aproximación del primer jefe de la república. En efecto, a las cinco le recibió la comitiva e hizo su entrada en la ciudad en medio de los vivas y aclamaciones del más sincero entusiasmo. Tan luego como el pueblo le apercibió, quitó los caballos que tiraban la calesa en que venía, y más que arrastrando, en peso, la condujeron por las calles de la ciudad. "Llegando a la catedral salió el M. I. y venerable cabildo a recibirle al atrio y se le hicieron los honores que el ceremonial prescribe respecto del primer magistrado de la nación y los que le correspondían como Gran Maestro de la nacional y distinguida orden de Guadalupe y se cantó un solemne Te Deum.

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"Concluida esta ceremonia pasó acompañado de todas las autoridades y corporaciones al palacio del supremo gobierno, en donde se le dirigieron por los jefes o presidentes de cada una de ellas, las felicitaciones correspondientes por su feliz arribo y las expresiones más sinceras de gratitud en atención al objeto de su venida. "De todas nos parecieron más notables, tanto por la belleza de su estilo, como por las ideas que expresaban, la que a nombre del M. I. y venerable cabildo diocesano le dirigió el ilustrísimo señor obispo electo de Puebla, licenciado don Pelagio Antonio de Labastida,97 la del señor representante de los miembros de la nacional y distinguida orden de Guadalupe, la del señor presidente del M. I. Ayuntamiento y de la comisión de los abogados de la ciudad. "El canónigo don José Antonio de la Peña, a nombre de la Mitra, dijo: «Serenísimo Señor. Los representantes del excelentísimo e ilustrísimo señor obispo de esta diócesis como encargados de su gobierno, tenemos el honor de felicitar a vuestra Alteza Serenísima por su arribo a esta ciudad. El universal júbilo manifestado por todas las clases y las emociones del más puro entusiasmo que se percibe en todos los individuos, son signos que muestran de una manera muy natural e inequívoca, la satisfacción que han hallado sus almas en ver que ya ocupa vuestra Alteza Serenísima la capital de este infortunado Departamento, cuyas desgracias va a reparar. «Semejante suceso va a añadir a vuestra Alteza Serenísima una nueva guirnalda sobre las innumerables que ciñen sus gloriosas sienes: el día de hoy será siempre memorable en los fastos de Michoacán; y en la nueva época que desde ahora se abre a su historia política, se escribirán páginas de grande interés para las generaciones que nos sucedan, cuando lean las brillantes proezas con que todavía se puede realzar el augusto nombre de vuestra Alteza Serenísima.

97 Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos nació en Zamora, Michoacán. Fue alumno, catedrático y rector del seminario de Morelia, abogado, doctor en cánones, promotor fiscal, juez de testamentos, prebendado, canónico y gobernador de la Mitra de Morelia; obispo de Puebla y arzobispo de México. Fue, con su colega Clemente de Jesús Munguía, uno de los más encarnizados enemigos del liberalismo y de la Reforma. Favoreció la intervención francesa y ocupó el cargo de regente en el imperio de Maximiliano.

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«Morelia redunda por todas partes en regocijo, y éste nace de la dulce calma en que ha entrado con la presencia de su tutelar: ella es un presagio de esperanzas consoladoras, todo por ella aparece reanimado; y al suspirar los habitantes de este suelo por los bienes de la paz, no cesan de fijar sus miradas en vuestra Alteza Serenísima, porque saben que a este fin empleará los medios, que su alta penetración estime conducentes. «Bendiga pues, Dios de los ejércitos esta nobilísima empresa, bendiga las armas nacionales; y dando acierto al gobierno que su adorable providencia se ha dignado poner en las manos de vuestra Alteza Serenísima, lo haga prosperar en favor de la patria, en sostén de nuestra santa religión y en nuevas glorias para el valiente caudillo, que nunca ha dudado sacrificarse por tan sagrados objetos». "El excelentísimo señor gobernador (Manuel Noriega) al dirigir la palabra a Su Alteza Serenísima para felicitarle, lo hizo en los términos siguientes: «Serenísimo señor: El que habla, por sí, y a nombre de todos los habitantes del Departamento, cuyo órgano tiene la honra de ser, lleno de la más pura y cordial satisfacción, e inundado de un gozo indefinible felicita a vuestra Alteza Serenísima por su feliz arribo a esta ciudad, en donde se le esperaba con la mayor ansiedad, con esa ansiedad, consiguiente a la confianza que se tiene de que vuestra Alteza con el genio que lo distingue, restablecerá la paz, el respeto y la seguridad que todos anhelan. Y por esto es que vuestra Alteza habrá notado en su tránsito, y en esta misma concurrencia, pintada la alegría en los semblantes, porque gozamos ya el envidiable placer de abrigar en nuestro seno al salvador de México, al héroe ilustre, que vencedor en mil combates de tropas aguerridas, sabrá anonadar con sólo su presencia a los inmensos reptiles que han osado levantar su emponzoñada cabeza en el Departamento, aniquilando las fortunas e infamando a las familias. «Así, serenísimo señor, el triunfo de la causa del orden, del progreso, de la religión y de la humanidad que vuestra Alteza sostiene, quedará vencedora, y para ello esté seguro de contar con la cooperación más espontánea de todos los ciudadanos honrados de Michoacán, y de los valientes militares que lo guarnecen: de todos a vuestra Alteza Serenísima el ídolo y el padre, y reinando en sus corazones por el amor y la gratitud, todos sacrificarán gustosos su vida en defensa y sostenimiento del restaurador de la patria, el ilustre vencedor de Tampico y La Angostura».

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"Concluidas las felicitaciones, el serenísimo señor presidente contestó a la concurrencia con una extensa alocución, en que expresó el objeto de su visita a este país… "En la noche se iluminaron todos los edificios públicos y muchísimas casas particulares, de una manera no común. Desde las 8 se situó en las casas consistoriales una música, que estuvo dando serenata hasta las once. A las 9 tuvieron lugar los fuegos artificiales. La concurrencia fue numerosa y de lo más selecto de la ciudad".

Pero lo que no consigna El Porvenir en esta marejada de ditirambos y cursilería, es que frente al edificio del colegio de San Nicolás se levantó uno de los arcos de triunfo más bellamente elaborados, y en él con grandes caracteres se colocó este dístico:

¡Predilecto discípulo de Marte, eres aún más genial que Bonaparte!

Durante la noche, los alumnos del plantel sustituyeron la inscripción por otra que rezaba:

¡Caricatura vil de Bonaparte, no pases por aquí, que van a miarte!98

A la mañana siguiente el pueblo de Morelia sonrió a más no poder de aquella humorada de los nicolaitas, que hirió tan hondo el amor propio de "Su Alteza Serenísima" como en la misma forma excitaba su orgullo el halago de sus aduladores.

COMONFORT FRUSTRA LA TOMA DE ARIO POR SANTA ANNA Pocos días después de proclamado el Plan de Ayutla, Santa Anna salió de México con un ejército de cinco mil hombres, a combatir a los sublevados. El 30 de marzo de 1854 llegó a Chilpancingo y del 20 al 26 de abril atacó el Fuerte de San Diego en Acapulco, pero fue

98 Pablo G. Macías. Aula Nobilis. p. 508. Ediciones de Vanguardia Nicolaita. México, 1940.

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rechazado por el general Ignacio Comonfort, uno de los autores del plan. Lo malsano del clima y la falta de víveres obligaron a Santa Anna a retirarse, amagado constantemente por los guerrilleros liberales.

En el Cerro del Peregrino se trabó un reñido combate, cuya victoria se atribuyeron ambos bandos. Santa Anna regresó entonces a la capital, y Comonfort se fue a los Estados Unidos (San Francisco y Nueva York), comisionado por los jefes de la revolución, para allegar recursos a los pronunciados.

En diciembre del propio año (1854) el citado jefe, regresó al puerto de Acapulco, reorganizó su ejército y escombró de enemigos la costa guerrerense. En abril siguiente enterado de los planes de Santa Anna, proyectó frustrarlos y, al efecto, se internó en Michoacán estableciendo su cuartel general en Ario. En este punto se encontraba cuando el dictador partía de Zamora rumbo a Pátzcuaro. Nada hacía sospechar la presencia de enemigos en esta zona, pues así lo "garantizaba a su Alteza" el general Pánfilo Galindo, responsable de la seguridad de la comarca.

El dictador había anunciado ya su intención de visitar Ario para "con su presencia apaciguar los ánimos de aquellos irreconciliables enemigos del orden". Para ello, en Zamora, población que tomó al ser abandonada el 15 de mayo por los pronunciados, dictó al Gobernador Manuel Noriega y al citado general Galindo, este último acantonado en Pátzcuaro, las órdenes correspondientes, a efecto de continuar la gira sin contratiempos y seguir disfrutando de las mismas aclamaciones, placeres y festines como hasta entonces.

La comitiva entró en Pátzcuaro a las once de la mañana en medio de repiques, músicas, salvas de artillería, alocuciones y brindis de los miembros del Ayuntamiento, sin faltar una visita que el dictador hizo por la tarde a la Virgen de la Salud, expuesta en el Sagrario.99

No terminaba aún el regocijo de los conservadores, cuando Santa Anna recibió con sorpresa (su propio espionaje y el de Galindo habían fallado) la desagradable noticia de que el general Comonfort lo estaba esperando en Ario para batirlo. En efecto, los contingentes de este jefe

99 Pablo G. Macías. Pátzcuaro, pp. 194 y 195. Monografía Municipal. Gobierno del Estado de Michoacán. México, 1978.

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se hallaban apostados estratégicamente a lo largo del camino carretero que bajaba de Santa Clara del Cobre a la Tierra Caliente, pues Comonfort quería evitar a toda costa un choque dentro de Ario, que causaría grandes daños a la población civil; amén de que sus intenciones eran rodear al enemigo y capturar vivo al personaje. En tales circunstancias, la llamada "Alteza Serenísima" ordenó (contrariando sus verdaderas intenciones) que la vanguardia de su ejército avanzara rumbo a Santa Clara del Cobre para dar la impresión de que su proyecto seguía en pie, mientras él con el resto de las tropas retrocedería a Morelia en plena escapada.

Favoreció esta maniobra una furiosa tempestad que desde la noche anterior se desencadenó sobre la sierra, pero ese pretexto para suspender el ataque al pueblo de Ario no engañó a nadie, ni mucho menos a Comonfort que vio con gran satisfacción cómo también el general Galindo, que defendía a Pátzcuaro, corría en seguimiento de Santa Anna ante el avance combinado de las fuerzas de García Pueblita, Díaz Salgado y Epitacio Huerta.

En la madrugada del 2 de junio (1855) Santa Anna pasó por Morelia, a toda prisa, dirigiéndose a México. Sus partidarios, sin percatarse aun de que los jefes liberales perseguían muy de cerca a aquella aparatosa y desmoralizada columna, todavía le tributaron entusiastas recibimientos en Zinapécuaro, Acámbaro, Maravatío, Tepetongo, Ixtlahuaca y Toluca. En esta última población se hizo que una niña, hija del general Enrique Grimarest, le declamara estos sonetos:

El ángel soberano de la gloria entre nubes de espléndida hermosura, desciende ledo de la excelsa altura brindándote el laurel de la victoria. Graba tu nombre en la constante historia y al mágico esplendor con que fulgura, la envidia artera en su caverna impura agita el cieno de su hedionda escoria. Y su antro deja, y la inscripción borrando

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que publica tu historia soberana, juzga que triunfa tu grandeza hollando. Pero la fama se levanta ufana, y por los aires su clarín sonando ¡eterniza el recuerdo de Santa Anna! Ven a Toluca, ven: aquí te espera el testimonio del amor ardiente del pueblo fiel que en tu anchurosa frente mira irradiar la gloria verdadera. La gloria inmarcesible, duradera, tu sien corona; y la asombrada gente palpa que se halla indefectiblemente el triunfo donde pones tu bandera. ¡Gloria a Santa Anna, bendición, honores! ¡Gloria al terror del vandalismo insano, y eterna maldición a los traidores! Amor al protector del ciudadano, al padre de los bravos defensores, al que más ama al pueblo mexicano.100

El 9 de junio Santa Anna entró de nuevo en México, convencido de que su régimen estaba definitivamente derrotado.

"Secretamente hizo sus preparativos de viaje —afirma Olavarría y Ferrari—; envió por delante a su familia, y mandó que varios cuerpos de tropa se situaran por el camino entre la capital y Veracruz… El 9 de agosto, a las tres de la mañana salió de la capital acompañado de su Estado Mayor y de una escolta de lanceros: tomó el camino de Veracruz y se embarcó después de recibir los fingidos parabienes de la población. "Con esta fuga, el triunfo de la revolución iniciada el primero de marzo de 1854 en Ayutla contra la feroz dictadura santanista, quedaba virtualmente consumado, y cumplido el primer objeto de aquel plan; el segundo, el de convocar a la nación para que se

100 Hemeroteca Nacional. El Siglo XIX. Viernes 13 de junio de 1855.

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constituyera conforme a su voluntad, quedaba aun por conseguirse".101

LA CONSTITUCIÓN DE 1857. LA GUERRA DE REFORMA El 26 de agosto el general don Juan Álvarez designó Gobernador de Michoacán al licenciado Gregorio Ceballos y con base en el artículo 4º del Plan de Ayutla se nombró un consejo integrado por siete miembros, que, con excepción de Luis Iturbide y de Manuel Alzúa, fue ratificado por el comandante militar Epitacio Huerta, en acatamiento de la 9ª Base del Estatuto Orgánico. Ceballos ejerció el poder hasta el 11 de noviembre en que lo sustituyó el licenciado José María Manzo, por haberse hecho cargo aquél de una sala del Supremo Tribunal de Justicia del Estado. Manzo renunció el 25 de enero de 1856 y entonces el doctor Miguel Silva Macías, que era consejero decano de esa administración, asumió las responsabilidades del gobierno hasta el primero de julio de 1857.

En esos dieciocho meses se legisló en favor de los indios (se les nombraron abogados gratuitos, se les concedieron gracias en los términos judiciales, se exigió a los tribunales que informaran mensualmente sobre sus negocios y se investigó qué pueblos carecían de fundo legal para otorgárselos); se publicó la convocatoria para la elección de diputados constituyentes (habiendo sido elegidos Melchor Ocampo, Santos Degollado, Francisco de P. Cendejas, Sabás Iturbide, Juan B. Ceballos, Francisco García Anaya, Ponciano Arriaga, Ramón Isaac Alcaraz, Francisco Cava y Mateo Echaiz, propietarios; y Francisco Díaz Barriga, Juan N. Navarro, Luis Gutiérrez Correa, Juan Novellán, Francisco Figueroa, Mariano Ramírez, José María Méndez, Julián C. Estrada, Gabino Ortiz y Rafael Carrillo, suplentes);102 se puso en vigor en Michoacán la Constitución Federal promulgada en México el 5 de febrero de 1857, y se ordenó desde luego la ocupación

101 México a través de los siglos. t. IV, p. 859. Editorial Cumbre, México, 1953. 102 Francisco Zarco. Historia del Congreso Constituyente de 1857. Imprenta de I. Escalante. México, 1916.

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de los conventos de San Francisco y San Agustín; se mandó derribar gran parte de ellos para abrir calles; se formó en los terrenos de los antiguos pueblos situados al sur de la ciudad, un paseo público con el nombre de Bosque de San Pedro (hoy Cuauhtémoc) y se fomentó en gran manera la instrucción pública.

También durante el mandato del doctor Silva Macías se decretó que en lo sucesivo se llamara Ario de Rosales ese heroico pueblo, para honrar la memoria del gran insurgente Víctor Rosales, asesinado en el rancho de La Campana de aquel municipio, en el año de 1817; se instaló el Congreso Constituyente en Michoacán que redactó la Constitución local y se efectuaron las elecciones para Gobernador del Estado. En éstas resultaron electos el general Santos Degollado y el propio doctor Miguel Silva Macías, el primero como "Gobernador propietario" y el segundo como "substituto". Aquél no pudo hacerse cargo del ejecutivo sino hasta el 26 de diciembre de 1857 y tuvo que separarse del gobierno el 23 de marzo de 1858 para formar parte del gabinete del Presidente Juárez con la cartera de Gobernación. Inmediatamente Silva Macías ocupó el cargo con su carácter de Gobernador substituto. El mismo mes de marzo el Congreso local declaró a Michoacán en estado de sitio; suspendió en el ejercicio de sus funciones a todas las autoridades residentes en la entidad; puso el poder público, con facultades extraordinarias, en manos del general Epitacio Huerta; y suspendió sus trabajos. El "golpe de estado" de Comonfort con el cuartelazo de Tacubaya interrumpía —si bien sólo momentáneamente— la vigencia de los postulados de Ayutla y de la Constitución de 1857. Daba principio ahora una nueva guerra civil, la de Reforma.

En cuanto se conoció en el país el "golpe de estado", a iniciativa del general Anastasio Parrodi, Gobernador de Jalisco, se formó una coalición de gobernadores para sostener la causa de la legalidad, figurando en ella desde luego el propio Parrodi; Manuel Doblado, de Guanajuato; Santos Degollado, de Michoacán; José María Arteaga, de Querétaro; Silverio Núñez, de Colima; y los gobernadores de Zacatecas y Aguascalientes. Después se adhirieron los de Veracruz, Oaxaca, Nuevo León y Guerrero. Los mandatarios coaligados se obligaban a que tan luego se presentara en el territorio de cualquiera de esos Estados el licenciado Benito Juárez, presidente de la Suprema

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Corte de Justicia de la Nación, se le reconociera como presidente interino de la República por ministerio de la Ley. Así ocurrió: al llegar Juárez a la ciudad de Guanajuato, el Gobernador Doblado se puso a sus órdenes.

Juárez organizó su gabinete en la siguiente forma: Relaciones y Guerra, Melchor Ocampo; Gobernación, Santos Degollado; Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública, Manuel Ruiz; Hacienda, Guillermo Prieto; y Fomento, León Guzmán. El primer acto del Benemérito, en su calidad de Presidente constitucional, fue lanzar un manifiesto a la nación en el que hacía saber a los habitantes del país que había asumido el mando supremo y que el orden legal quedaba restablecido, y notificaba las medidas gubernativas que se proponía adoptar entretanto se reunía el Congreso de la Unión que había sido disuelto por el cuartelazo.

El 10 de marzo ocurrió en Salamanca, Guanajuato, una batalla en la que el general Luis G. Osollo, al frente de 5,400 hombres, destrozó a los coaligados, quienes se retiraron hacia Guadalajara. Al mando de Osollo combatieron los generales Miguel Miramón, Mejía, Casanova y José María Blancarte, entre otros. Por la coalición, cuyo ejército jefaturaba el general Parrodi, participaron Leandro Valle, Manuel Doblado, Mariano Moret y otros generales.

La batalla de Salamanca marca en realidad el principio de la Guerra de Reforma. Cuatro periodos pueden señalarse en el desarrollo puramente militar del conflicto: el primero se inició con un movimiento arrollador de las tropas conservadoras, a partir de marzo de 1858, después del desastre de Salamanca; el segundo fue de un equilibrio dinámico, con triunfos y derrotas alternativos de uno y otro bando, hasta junio de 1860; el tercero fue de franco predominio de las fuerzas liberales y terminó el primero de enero de 1861 con la ocupación de la capital de la república por las fuerzas del general Jesús González Ortega, vencedor de Miramón en Calpulalpan; y el cuarto fue una prolongación de la lucha, conectada con la intervención francesa en apoyo del Imperio de Maximiliano.

No es nuestro propósito reseñar las acciones de guerra —ni siquiera las principales— registradas durante los tres años de lucha cruenta. Estos sucesos son bien conocidos y el pueblo mexicano ha

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sacado de aquella dolorosa experiencia la energía necesaria para edificar el México moderno que hoy vivimos.

Sólo añadiremos para concluir este periodo, un desdichado acontecimiento que el 3 de junio de 1861 enlutó las armas de la victoria liberal: el incalificable asesinato de don Melchor Ocampo, prócer inmaculado que, con Lerdo, es el autor de las Leyes de Reforma. Ocampo, entre aquella pléyade de "hombres que parecían gigantes", según la expresión del maestro Antonio Caso, brillaba con luz tan propia como la de Juárez y se proyectaba en toda su magnitud sobre Ramírez, Zarco, Ponciano Arriaga, Degollado y Guillermo Prieto, verdaderos colosos del pensamiento político.

¡El clero no podía perdonarle tamaños desplantes!. El 4 de junio, al despuntar el alba, se conoció en México el

horrendo crimen. Pese a la hora, la noticia se comunicó desde luego al Presidente Juárez. Cuando un día antes, el 3, se supo del secuestro llevado a cabo en la hacienda de Pomoca por el esbirro clerical Lindoro Cajigas, se creyó que era factible negociar su entrega, ya que ni siquiera podía suponerse que se ejercitara tan cruel venganza sobre un hombre que no tenía enemigos personales; que a nadie había hecho daño y que, por el contrario, siempre dio muestras de una gran generosidad.

Al correr de las horas y enterarse el pueblo de los fieros detalles de aquella muerte, el estupor y la ira se apoderaron primero de la Capital y luego de la República, especialmente de Michoacán. Reuniones diversas hubo en todas partes, proponiéndose en represalia las medidas más exageradas y violentas, tales como el estado de sitio, la aplicación de los bienes de dirigentes reaccionarios como indemnización a las familias de los liberales sacrificados, la expulsión de los eclesiásticos —excepto los que hubiesen jurado la Constitución—, la clausura de las iglesias menos doce que fuesen servidas por órdenes del gobierno, la exclaustración de las monjas y el destierro de los partidarios del clero.

La sesión de aquel día, 4 de junio, en que se notificó al Congreso de la Unión el fusilamiento de Ocampo, fue borrascosísima. En ella se aprobaron los decretos que dan idea del estado febril en que se hallaban los ánimos: por el primero se facultaba al gobierno para que se allegase recursos de cualquier manera, con el fin de destruir al

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partido clerical; y por el segundo, quedaron "fuera de la Ley y de toda garantía en sus personas y propiedades, los execrables asesinos Félix María Zuloaga, Leonardo Márquez, Tomás Mejía, José María Cobos, Juan Vicario, Lindoro Cajigas y Manuel Lozada".

Se declaraba en este último decreto, que el que libertase a la sociedad de cualquiera de estos monstruos, ejecutaría un acto meritorio ante la humanidad, recibiría una recompensa de diez mil pesos, y en el caso de estar procesado por algún delito, sería indultado de la pena conforme a las leyes se le debiera aplicar.

Bajo este clima, cada hora más tenso, compareció en la Cámara de Diputados don Santos Degollado, pidiendo permiso para ir a pelear contra los asesinos del insigne reformador.

—"Yo vengo en nombre de la justicia —dijo; no quiero el mando ni las ocasiones, sino pelear contra los criminales. Protesto ante los manes de Ocampo que no es mi deseo la venganza. ¡Iré como el último soldado! Déjeseme derramar mi sangre y, sin preocupar el juicio de la Cámara, volveré a que se pronuncie el fallo de mi causa".103

La Cámara, como era de esperarse, acordó favorablemente su solicitud y aquel noble jefe se puso desde luego en marcha rumbo a Tacubaya para de allí seguir a Toluca. El día 15 de junio con una

103 Degollado dirigíase al Congreso porque, hallándose sin mando de fuerzas y sujeto a proceso, estaba en la capital a disposición de sus jueces. En efecto, en el mes de septiembre del año anterior (1860) creyendo él, de buena fe, que podía acelerar la terminación de la sangrienta guerra de Reforma, mandó al ministro inglés, Mr. Mathew y a todos los jefes del ejército tanto liberales como conservadores, un proyecto de pacificación elaborado por su cuenta y riesgo y con desconocimiento absoluto del Presidente Juárez. Propugnaba el plan porque se integrara una junta compuesta de los miembros del cuerpo diplomático acreditado en México y de un representante nombrado por cada gobierno —el liberal y el conservador—, y una vez instalada, hiciera la declaración de que eran bases de la constitución mexicana: la representación nacional en un congreso libremente electo, la libertad religiosa, la supremacía del poder civil, la nacionalización de los bienes eclesiásticos y los principios contenidos en las Leyes de Reforma. N. del A.

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pequeña brigada se movió de Lerma a fin de proteger el paso de la tropa y armamento que debía salir ese día de la capital bajo la custodia del coronel O'Horán. Al llegar a los llanos de Salazar, ordenó a su fuerza ocupar las montañas de su izquierda para seguir por ellas hasta un punto donde evitaría que el convoy fuese atacado por aquel flanco; pero al emprender dicho movimiento su infantería fue sorprendida por el cabecilla Buitrón, que, conocedor del terreno, se había ocultado en una posición ventajosa.

Desorganizada la columna liberal, Degollado en vano quiso retenerla y en medio de sus esfuerzos recibió un balazo que le privó de la vida. Su cadáver fue mandado recoger por el jefe conservador José María Gálvez, quien le condujo a Huixquilucan, en donde obligó al cura a que le hiciera solemnes exequias —pues el enemigo mismo reconocía en Degollado al hombre sincero, cuyas virtudes cívicas ennoblecían al partido liberal— a las que él mismo asistió. En ese acto don Francisco Schiaffino, eminente liberal a quien llevaban los reaccionarios en calidad de prisionero, pronunció una oración fúnebre en elogio del héroe caído.

OCAMPO Y EL COLEGIO DE SAN NICOLÁS En Michoacán el asesinato de Ocampo produjo un impacto terrible. Don Epitacio, que era el Gobernador, decretó que la entidad llevaría en lo sucesivo el nombre de "Estado Libre y Soberano de Michoacán de Ocampo"; que un retrato del prócer fuera colocado en lugar preferente en cada una de las oficinas públicas; y que todos los años, en la fecha de su sacrificio, se rindieran homenajes a la memoria del ilustre desaparecido.

El Colegio de San Nicolás, que en enero de 1847 fuera reabierto por el Gobernador Ocampo bajo los mismos fuegos del invasor yanqui, organizó una ceremonia luctuosa en la que estuvieron presentes funcionarios oficiales y el pueblo de Morelia. Con toda oportunidad el rector hizo un llamado a los nicolaitas a efecto que participaran en el programa, y concursaron tantos con poesías y discursos que hubo necesidad de seleccionar entre ellos al licenciado

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Gabino Ortiz y al vate ariense Vicente Moreno para que hablaran a nombre de todos.

Ortiz nació en Jiquilpan el 19 de febrero de 1819; se tituló de abogado en 1945; fue orador, poeta y periodista; combatió incansablemente por el liberalismo y atacó con tal virulencia a la dictadura que Santa Anna lo mandó al destierro, pero al triunfo de la revolución de Ayutla volvió a Michoacán, colaborando al lado de Silva Macías, Degollado y Epitacio Huerta.

Al ponerse en vigor las Leyes de Reforma, el licenciado Ortiz fue el primer juez del registro civil que hubo en Morelia. Más tarde, luchó con las armas en la mano contra la Intervención francesa y el Imperio. Fue uno de los primeros profesores que gratuitamente sirvieron sus cátedras en el colegio de San Nicolás, al ser reinaugurado.

La ceremonia luctuosa a que nos referimos se efectuó el 17 de junio, catorce días después del asesinato, en el claustro de honor del Colegio. Allí declamó Ortiz su inspirado poema En la muerte de Ocampo, del cual copiamos estos fragmentos:

Voz de dolor, rugido de venganza lúgubres ecos de pesar, de ira, lancen las cuerdas de mi triste lira provocando sangrienta a la matanza. El genio de las furias que me inspira arranque de mis labios con espanto raudales de frenética armonía, y en tan infando día sea de rabia y de rencor mi canto. ¡Desesperación y luto en torno miro y fresca sangre que caliente humea… Sangre también el corazón desea y a sangre sabe el aire que respiro… ¿Qué se hizo el hombre grande, el genio fuerte, el sabio michoacano, cuyo acento hizo temblar al fanatismo inerte y a la ignorancia en su profundo asiento? ¿Do está la antorcha luminosa y clara

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que el mundo de Colón bañaba un día? ¿Dónde el escudo está que defendía los derechos del pueblo mexicano? ¿En dónde está tu orgullo, patria mía? ¡Ocampo, Ocampo, ilustre ciudadano, ¿en dónde estás?... ¡Oh Dios!... ¡Horrible crimen! ¿Qué espectáculo atroz ante mis ojos ofrecen los esbirros del santuario? De sangre pura, generosa y cara empapados están los labios rojos del aleve y fanático sicario…. ………………………………………………………………………. Empero ya dejaste el triste suelo y en él grabadas tus preciosas huellas; hoy inmortal recorres por el cielo el ignoto país de las estrellas. Queda tan sólo a México tu gloria; tu genio, tu virtud, tu nombre al mundo; a tus amigos un dolor profundo; a mi alma atribulada, tu memoria!104 Luego, en medio de la expectación del auditorio, subió a la

tribuna un joven de hirsuta melena y mirada profunda: se llamaba Vicente Moreno, el mismo que unos años antes en Ario, su tierra natal, había asistido con sus coetáneos Marcos Castañeda, Vicente Marroquín y José Trinidad Guido, a las tertulias que organizaba el doctor Miguel Silva Macías cuando éste visitaba su casa solariega. Moreno interrumpió sus estudios de Derecho en el colegio de San Nicolás, para enrolarse en la revolución de Ayutla. En 1861 era prefecto de Distrito de Pátzcuaro y en cuanto supo la muerte del ilustre reformador, escribió su famoso poema A Ocampo que recitó en la ceremonia indicada. Dice así:

104 Cayetano Andrade. Antología de escritores nicolaitas. p. 105. México, 1941.

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La más honda tristeza retratada en todos los semblantes aquí veo; la realidad dejó despedazada la mágica ilusión de mi deseo. Traiga el alma de pena emponzoñada, lo que mirando estoy apenas creo y antes que el peso del dolor expire quiero decir lo que el dolor me inspire. ¿Quién me contara ayer, mísero vate que a Ocampo celebré de orgullo henchido, que al fin Ocampo, en desigual combate de sucumbir debía escarnecido? Ya su esforzado corazón no late; por mano aleve sin piedad herido, cesó de respirar; y el ancho suelo por él se cubre de profundo duelo. Cual Jesucristo predicó en la tierra la virtud, la igualdad, la tolerancia, cual Jesucristo soportó la guerra del vicio, la ambición y la ignorancia. Hoy una tumba al redentor encierra; entre Ocampo y el mundo hay gran distancia; mas las nobles ideas del patricio no acabaron con él en el suplicio. Ellas existen, de verdad radiantes, como su autor las concibiera un día; quedan aquí para marchar triunfantes y difundirse por la patria mía. ¡Oídme bien, jesuitas vergonzantes, revestidos de torpe hipocresía! Pudo el hombre morir en el tormento pero ¿cómo matáis su pensamiento?

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Para llorar al héroe, falta tanto, para execrar a su asesino, falta un nuevo idioma de terror y espanto. Mi enardecido espíritu se exalta; y a la vista teniendo crimen tanto, ya no vacilo en renegar del clero que imprimió en su pendón: sangre y dinero. "Sangre y dinero" resonó en el templo, "dinero y sangre" respondió el sicario, y, presentando escandaloso ejemplo, se unieron el puñal y el incensario. En Ocampo la víctima contemplo de los viles ministros del Santuario… Mas esa sangre pagaréis mañana, miserables bandidos de sotana. La cólera del pueblo se despierta, la justicia levántase imponente; el Universo a descubrir acierta la marca de Caín en vuestra frente. Decid ¡Adiós! a la esperanza muerta, si esperanza abrigáis, mística gente; y antes que el pueblo a destrozaros vaya bendecid al chacal de Tacubaya. Agrupados allá en las sacristías, brindad por él y su fatal victoria, y a la siniestra luz de las bujías repasad con placer su negra historia. ¡Reid, danzad en lúbricas orgías! Que allí estará de Ocampo la memoria, y el tres de junio en nuestra mente escrito, siempre os recordará vuestro delito. ¡Ocampo, el tres de junio, el alto clero! ¡Un mártir, una fecha, un asesino!

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¿Para qué agregar más?... El mundo entero ve fijado de México el destino. ¡Álzate, Michoacán! Sé tú el primero en perseguir el tigre que abomino; tú que detestas su ominoso yugo, repite sin cesar: ¡Muera el verdugo!105

Trágico fue para los liberales el año de la victoria. La patria pedía definitivamente a cuatro de sus mejores hombres: Miguel Lerdo de Tejada, Melchor Ocampo, Santos Degollado y Leandro Valle. Y como si la muerte se hubiera ensañado con ellos, en Morelia dejaba de existir también, víctima del contagio que recibió cuando curaba a las víctimas de una epidemia de tifo, el doctor Miguel Silva Macías, dejando en la orfandad a su viuda y a su hijo primogénito, de cuatro años, el que después fuera eminente médico y filántropo: Miguel Silva González.

105 Cayetano Andrade. Ut Supra, p. 121.

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CAPÍTULO VIII

LA INTERVENCIÓN Y EL IMPERIO (1861-1867)

El Congreso suspende el pago de la deuda externa. Se forma la Triple

Alianza. Actitud patriótica del Presidente Juárez. Se abre la campaña en Michoacán, Morelia, Zamora y Uruapan en poder de los franceses. López Uraga, Caamaño y Huerta se pasan al Imperio. La acción de Chuén. Orozco ataca a Ario de Rosales. Leonardo Márquez en Pátzcuaro. "El Tigre de Tacubaya" y "Guadalupe la Chinaca". Santa Clara del Cobre, patria de Mariano Ochoa. Su muerte en Pátzcuaro. Ario, un constante campamento. Ramón Méndez, Ave Negra en Michoacán. Una carta de Maximiliano. El Canje de prisioneros. Habilidad de Riva Palacio para eliminar a Méndez. Intervención del Mariscal Bazaine. José Nieves Sosa, héroe inmaculado de Ario. Fusilamiento de Méndez. Triunfo de la República.

EL CONGRESO SUSPENDE EL PAGO DE LA DEUDA EXTERIOR EL 11 DE ENERO de 1861 el Presidente de la República Benito Juárez, entró en la ciudad de México después de haber estado ausente todo el periodo de la Guerra de Reforma. Se encontró que la deuda exterior del país ascendía en ese momento a $82.256,290.86, de los cuales se debían $69.994,542.54 a los ingleses; $2.800,762.03 (1.600,000.00 de capital, $384,000 de intereses y otras partidas), a los franceses; y $9.460,986.29 a los españoles. El gobierno mexicano tenía un déficit de $400,000.00 mensuales y la República en toda su extensión estaba devastada por la guerra civil y el pueblo punto menos que en la miseria.106

106 Enciclopedia de México, Intervención francesa e imperio. t. 7, pp. 590 y siguientes. Impresora y Editora Mexicana, S. A. de C. V. San Mateo Tecoloapan, Estado de México, 1977.

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En estas circunstancias, el 17 de julio el Congreso suspendió por dos años todos los pagos, incluyendo las asignaciones destinadas a la deuda contraída en Londres y a las convenciones extranjeras. Los ministros de Inglaterra y Francia exigieron la derogación del decreto en lo relativo a las convenciones extranjeras, advirtiendo que si para el 25 de julio, a las 4 de la tarde, no eran obsequiados sus deseos, romperían sus relaciones con el gobierno, cosa que en efecto hicieron al vencerse el plazo.

Apenas se tuvieron noticias en Europa del rompimiento de Francia e Inglaterra con el gobierno de Juárez y de que iban a enviar sus fuerzas contra México, José Manuel Hidalgo, un monarquista mexicano que había desempeñado algunos cargos diplomáticos en el extranjero, se apresuró a proponer a Napoleón III y a la emperatriz Eugenia, de quienes en septiembre de 1861 era huésped en Biarritz, la idea de aprovechar la intervención para instaurar una monarquía en México. Su candidato era Fernando Maximiliano de Habsburgo; acogida la sugestión, se comisionó a José María Gutiérrez de Estrada, el más viejo y tenaz monarquista mexicano, para hacerle a Maximiliano la oferta del trono; pero no pudiendo ir desde luego a Miramar, consiguió que lo hiciese el conde de Rechberg, ministro austriaco de negocios extranjeros, ante quien aceptó el Habsburgo, el 18 de septiembre. Inmediatamente, el ministro Thouvenel, de Francia, indicó al representante mexicano Juan Antonio de la Fuente que, de acuerdo con Inglaterra, se enviaría una escuadra de buques de ambas naciones para exigir al gobierno de Juárez el pago respectivo.

España se había adelantado a sus aliados. El 2 de diciembre de 1861 salieron de La Habana, al mando del general Manuel Gasset y Mercader, seis mil hombres de tropa y cuatro mil de tripulación, a bordo de trece barcos de guerra, cinco mercantes y cinco fragatas para el transporte de la caballería. El día 10 ya estaban anclados todos en Veracruz y se intimó la rendición de la plaza. El Gobernador mexicano que tenía instrucciones del Presidente Juárez de no oponer resistencia, abandonó sus posiciones, y el 17 los españoles ocuparon la ciudad y la fortaleza de San Juan de Ulúa. La fuerza naval de Inglaterra se componía de dos navíos, dos fragatas y dos cañoneras al mando del comodoro Hugh Dunlop y de Sir Charles Lennox Wyke; y la de Francia, de un navío y tres fragatas conduciendo dos mil

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hombres de las tropas de desembarco al mando del almirante Jurien de la Gravière, cuya autoridad compartía Dubois de Saligny. Se nombró al general Juan Prim jefe de las fuerzas expedicionarias de las tres potencias, que el 10 de enero, repetimos, estaban ya en Veracruz.

El invierno fue nefasto para las tropas de la Triple Alianza: había 300 soldados franceses hospitalizados y Prim había enviado ya a La Habana 800 enfermos. El 2 de febrero el jefe de la expedición envió una nota al gobierno anunciándole que, con o sin su permiso, las tropas irían a acampar a las tierras altas. Manuel Doblado, ministro de Relaciones de Juárez, aprovechó la oportunidad para concertar un arreglo y convocó a Prim a una entrevista en el pueblo de La Soledad. Allí se firmaron el día 19 los preliminares de ese nombre, según los cuales los aliados entraban al terreno de las negociaciones: ocuparían las ciudades de Orizaba, Córdoba y Tehuacán, pero en caso de romperse las hostilidades regresarían a Paso del Macho en el camino de Córdoba y a Paso de Ovejas en el de Jalapa; debería izarse el pabellón mexicano en el Fuerte de San Juan de Ulúa y en Veracruz y los hospitales quedarían bajo la salvaguardia de la nación mexicana. Pero el día 25 los franceses, retractándose del pacto, emprendieron la marcha al interior del país. Tras una prolija discusión de los aliados, ingleses y españoles acordaron retirarse, mientras los franceses resolvieron hacer la guerra por su propia cuenta, poniéndose al frente de sus tropas el conde de Lorencez. Tal fue a grandes pinceladas el origen de la Intervención y del Segundo Imperio.

Pronto aparecieron en escena los Estados Unidos. El gobierno de Washington ofreció a México pagar en su nombre los intereses (entiéndase bien, nada más los intereses) con las "debidas hipotecas de territorio: Sonora, Baja California, Chihuahua y Coahuila". ¡Generosa ayuda de Lincoln, quien, además, se negó a vender armas a México para su defensa, mientras, por otra parte, sin el menor escrúpulo, abastecía a las tropas de la Triple Alianza! El Presidente Juárez rechazó con energía semejante proposición.

Cerradas todas las puertas para un arreglo pacífico, el Benemérito expidió el 18 de diciembre de 1861 un manifiesto, en el cual, después de exponer a la nación la historia de los acontecimientos, concluía de esta manera:

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"…Todas las naciones, y muy particularmente la España, han pasado por épocas de escasez y penuria, y casi todas han tenido acreedores que han esperado mejores tiempos para cubrirse. Sólo a México se le exigen sacrificios superiores a sus fuerzas. "Si la nación española encubre otros designios bajo la cuestión financiera, y con motivo de infundados agravios, pronto serán conocidas sus intenciones. Pero el gobierno, que debe preparar a la nación para todo evento, anuncia como base de su política: que no declara la guerra, pero que rechazará con la fuerza hasta donde sus medios de acción se lo permitan. Que está dispuesto a satisfacer las reclamaciones que se le hagan, fundadas en justicia y en equidad; pero sin aceptar condiciones que no puedan admitirse sin ofender la dignidad de la nación o comprometer su independencia. "Mexicanos: si tan rectas intenciones fuesen despreciadas; si se intentase humillar a México, desmembrar su territorio, intervenir en su administración y política interior, o tal vez extinguir su nacionalidad, yo apelo a vuestro patriotismo y os excito a que deponiendo odios y enemistades a que ha dado origen la diversidad de nuestras opiniones, y sacrificando vuestros recursos y vuestra sangre, os unáis en derredor del gobierno y en defensa de la causa más grande y más sagrada para los hombres y para los pueblos: en defensa de nuestra patria. "Defendámonos de la guerra a que se nos provoca, observando estrictamente las leyes y usos establecidos en beneficio de la humanidad. Que el enemigo indefenso, a quien hemos dado generosa hospitalidad, viva tranquilo y seguro bajo la protección de nuestras leyes. Así rechazaremos las calumnias de nuestros enemigos, y probaremos que somos dignos de la libertad e independencia que nos legaron nuestros padres".107

El 12 de abril de 1862, a menos de un mes de la Batalla de Puebla donde el general Zaragoza venció al Conde de Lorencez, el Presidente Juárez decía a sus conciudadanos:

"Tengamos fe en la justicia de nuestra causa; tengamos fe en nuestros propios esfuerzos, y unidos salvaremos la independencia de México, haciendo triunfar no sólo a nuestra patria, sino los

107 México a través de los siglos, t. V., p. 491.

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principios de respeto y de inviolabilidad de la soberanía de las naciones".108

SE ABRE LA CAMPAÑA EN MICHOACÁN Al llegar a esta parte de nuestros Apuntes vamos a seguir en los relatos de acciones de guerra, al licenciado Eduardo Ruiz, autor de la documentada Historia de la guerra de intervención de Michoacán, tanto porque fue testigo presencial de la mayor parte de combates (desempeñó los cargos de secretario particular del general Vicente Riva Palacio y auditor de guerra del ejército del general Nicolás de Régules), como porque tuvo a la mano para su estudio, multitud de documentos de aquella época que no se citan, siquiera, en la obra clásica México a través de los siglos.

En Michoacán, la guerra de intervención principió dos años después que los franceses desembarcaron en Veracruz. No por esto dejó el Estado de contribuir a la lucha iniciada en 1862. Tropas michoacanas concurrieron a los hechos de armas que se efectuaron hasta la rendición de Puebla, donde fue hecho prisionero y trasladado a Francia el Gobernador Epitacio Huerta. Después, cuando la victoria coronó los esfuerzos de la República, tropas michoacanas había entre los sitiadores de Querétaro y tropas michoacanas también militaron a las órdenes del general Díaz en el asedio a la Capital. Así fue como desde el principio hasta el fin, no desmintieron su patriotismo ni su valor los hijos de Morelos.

La guerra en Michoacán no llegó a interrumpirse en el curso de tres años cinco meses. Puede afirmarse que no pasó una sola semana sin que las tropas republicanas pelearan contra las huestes extranjeras y mexicanas que sostenían al gobierno intruso.

El 17 de septiembre de 1863 fue nombrado Gobernador y comandante militar en el Estado de Michoacán, el general José López Uraga. Daremos un breve informe de este jefe para que, desde el principio, el lector pueda juzgar de su conducta, pues con ella propició

108 Ut Supra, p. 524.

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la presencia de las fuerzas imperialistas y de mexicanos traidores, por más de tres años y medio en la tierra de Ocampo.

"Don José López Uraga —comenta el historiador Ruiz, quien conoció y trató al personaje— estaba emparentado con algunas de las principales familias de Morelia. La casa solariega está situada detrás de la Catedral, al lado izquierdo del colegio de infantes. Los Uraga hacían alarde de nobleza de sangre. En una lámpara de la sala había una pintura representando a un negro que tocaba una trompeta. Era un privilegio de los antepasados que uno de los esclavos estuviese soplando el estrepitoso instrumento, a la hora de la comida. ¡Hermosa preeminencia que hacía saber a los habitantes de la antigua Valladolid que los señores Uraga estaban sentados a la mesa! "El general Uraga tenía ese valor ardiente e impetuoso del primer momento: atacaba bruscamente y no cuidaba ni de su propia vida, ni de la de sus soldados. Era hombre de un solo plan de combate; así es que, si los movimientos o la actividad del enemigo se lo desbarataban, la derrota era segura. Su carácter era áspero, violento y orgulloso. Era bajo de cuerpo, de color bilioso y de mirada altiva; en la época a que me refiero, su calvicie estaba muy avanzada y el hirsuto bigote enteramente cano".109

Nada de provecho hizo Uraga como Gobernador, a no ser un decreto que expidió declarando a Morelia en estado de sitio. Los liberales de Michoacán desconfiaban de él y no creían en su fe política, principalmente por la actitud que observó durante la guerra de Reforma. Esto y el carácter despótico de dicho jefe alejaron de su lado a los patriotas; en cambio los hombres del partido conservador y el clero lo rodearon y lo embriagaron con sus adulaciones. Sucedió empero que el 30 de octubre el gobierno federal encomendó a Uraga el mando del Ejército republicano del Centro y entonces tuvo que hacer entrega de la gubernatura al general Felipe B. Berriozábal, militar de limpios antecedentes, acrisolada honradez y patriotismo no desmentido.

Para poner a Michoacán en estado de defensa y listo para la lucha que de un momento a otro se iniciaría, Berriozábal impuso a los

109 Historia de la Guerra de Intervención en Michoacán. Segunda Edición, p. 10. México, 1940.

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prefectos de distrito el deber de declarar en estado de sitio sus respectivas localidades tan pronto como se presentaran los invasores; que si la cabecera del distrito era ocupada, no abandonaran sus puestos, sino que se colocaran en el punto más inmediato para continuar las hostilidades y atender a la administración civil. Lo notable de esta providencia es que ella siguió observándose durante toda la campaña, pues jamás dejaron de funcionar en sus respectivas demarcaciones las autoridades legítimas.

En otro aspecto, Berriozábal no se limitó a municionar y acrecer al ejército regular, sino que autorizó y dio bases de organización a las guerrillas de chinacos que tan decididos y valientes se mostraron en aquella época, entre ellos Rafael Garnica, Ronda, Arias, José Nieves Sosa y Nicolás Romero, este último prototipo de audacia y patriotismo.

Dispuso, además, que los archivos públicos se trasladaran a lugares seguros; estableció métodos eficaces para que las oficinas de rentas pudiesen recaudar los impuestos, aun en los puntos ocupados por el enemigo y dictó, en suma, cuantas medidas creyó oportunas para hacer frente a las fuerzas del Imperio y de los traidores aliados.

Por último, el 24 de noviembre de 1863 promulgó una ley declarando a Uruapan capital del Estado; allá trasladó los poderes y él permaneció en Morelia hasta el día 30 en que las fuerzas combinadas de Leonardo Márquez El Tigre y del general Bertier, entraban a la ciudad por la garita del Zapote.

Previamente, los días 28 y 29 habían evacuado la plaza las tropas republicanas al mando del general Nicolás de Régules, yendo a situarse a Pátzcuaro.

"El general Berriozábal, que tenía ensillados sus caballos, estaba en el portal de Matamoros y platicaba con algunas familias y con varios vecinos de Morelia. Todos le instaban a que se retirase, porque de un momento a otro se creía ver aparecer al enemigo. El general permanecía impasible, recibiendo con frecuencia las noticias que le llevaban los exploradores. "Berriozábal no se había dejado un solo soldado: lo acompañaban solamente su secretario particular Julián Montiel y Duarte; su médico Francisco Montes de Oca; sus ayudantes Manuel Alas,

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Manuel David Arteaga y Manuel Romero, y el escribiente Manuel Baranda. "Por fin, a las diez y media de la mañana anunció uno de los exploradores que los franceses estaban ya en la loma del Zapote, a menos de un kilómetro de distancia de las goteras de la ciudad. Entonces el general montó a su caballo, y seguido de su Estado Mayor, marchó a ver con sus propios ojos al enemigo. La columna invasora hacía su entrada a Morelia, yendo a formarse en el bosque de San Pedro. El general permaneció largo rato presenciando este movimiento. Luego, paso a paso, regresó a la plaza, se despidió de sus amigos que aun se hallaban en el portal, y se dirigió hacia la garita de Santa Catarina. Allí se detuvo una vez más; dio una orden a Julián Montiel, quien bajándose de su caballo se puso a escribir lentamente: era el parte dirigido al señor Juárez avisándole la ocupación de la capital de Michoacán por el ejército franco-traidor. Firmó el general Berriozábal y volviendo a montar Julián, tomaron todos el camino de Pátzcuaro. Serían las doce del día".110

La columna francesa continuó el 2 de diciembre rumbo a Acámbaro.

La guarnición que quedó en Morelia al mando de Márquez se componía de 3,700 hombres de las tres armas, según datos del historiador francés Niox. Los cuerpos estaban mandados por los jefes más distinguidos del ejército reaccionario, tales como Arellano, Oronoz, Casarrubias, Lemus, Rodríguez y Ramón Méndez; la tropa se formaba, en su mayor parte, de los antiguos cuadros del ejército que sirvió a Santa Anna y a Miramón.

LA BATALLA DE MORELIA. SE VISLUMBRA LA TRAICIÓN DE URAGA Uraga, como ya se dijo, nombrado jefe del ejército republicano del Centro, libró órdenes desde su cuartel general en San Pedro Piedra Gorda para que las divisiones mandadas por los generales Santiago Tapia, Felipe Berriozábal y Miguel M. Echeagaray estuviesen sobre Morelia el día 17 de diciembre para recuperar la plaza. Reunidas estas

110 Eduardo Ruiz, Ut Supra, p. 14.

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tropas con las de Uraga excedían de nueve mil hombres con 24 piezas de artillería.

A las 8 de la mañana del 17 de diciembre se avistó en la garita de Santiaguito la división del general Tapia, que atacaba por el norte. La división de Echeagaray apareció por el poniente; y la de Berriozábal se desplegó por el oriente y el sur.

La lucha fue terrible y sangrienta, como no se había visto antes, ni durante la insurgencia. Proezas de valor hubo por ambos bandos en la Soterraña, Niño Perdido, el Prendimiento, San José, Capuchinas, Las Rosas… Márquez se multiplicaba reforzando los puntos débiles de los defensores, mientras los republicanos avanzaban sobre la ciudad ebrios de júbilo.

El general Tapia, tras de simular un ataque sobre San José que estaba defendido por el francés Zires y en cuyo auxilio acudió el general traidor Ramón Méndez, condujo en medio de la refriega, personalmente, dos columnas de ataque sobre el colegio de Las Rosas, que cayó en su poder.

"No perdió un instante —refiere nuestra fuente—, ocupó el convento de Teresas, dejando allí una de sus columnas, y avanzó sereno, imperturbable, en medio de un diluvio de balas, hasta penetrar en la plaza de armas, ocupando los portales de Hidalgo y Matamoros. "¡Oh! Si Uraga hubiera tenido una fuerza de reserva y personalmente hubiera estado en el campo de batalla, multiplicándose en todas partes, como lo hizo Márquez, ¡en aquel momento Morelia habría caído en su poder! "Sonaban las dianas de los republicanos en el centro de la ciudad; se repicaba en los campanarios de Las Rosas y de las Teresas; el pánico se difundía entre los imperialistas… "¡Entonces pasó lo increíble! "Los ayudantes de Uraga llegaban a todo escape a Morelia. "Cuando Tapia recibió la orden absurda de retirarse, no quiso creerla y respondió al ayudante: —¡Eso no puede ser! Si la plaza está tomada. —Que cualquiera que sea la situación que usted guarde, se retire en el acto, replicó el oficial. "Tapia palideció; puso la punta de su espada en uno de los pilares del portal y… ¡se fue a fondo! El acero quedó hecho pedazos!

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"El general Tapia dio la orden de retirada… Eran como las diez de la mañana".111

El propio Márquez no daba crédito a su victoria. Para cerciorarse de que los republicanos se retiraban, subió a la azotea de la casa que le servía de alojamiento. Desde allí, con su anteojo, divisaba al enemigo que iba alejándose de la ciudad. De repente una bala corta su rostro y Márquez, chorreando sangre, cae al suelo sin sentido. La hemorragia no fue de gravedad; poco después desde su cama siguió dictando órdenes.

En las calles habían quedado más de mil cadáveres, la mayor parte de los republicanos; en los cuarteles imperialistas estaban como setecientos prisioneros. En la noche fueron fusilados en el mesón de Las Ánimas y en el del Socorro algunos de los oficiales liberales que quedaron en poder del enemigo. Se les dio sepultura en las caballerizas.

Entretanto, los restos de patriotas daban sepultura en Santa María al valiente general Padrés, muerto en el combate.

ZAMORA Y URUAPAN EN PODER DE LOS FRANCESES Cinco días después del desastre de Morelia, la ciudad de Zamora caía también en poder de los franceses. A las 8 de la mañana del 22 de diciembre de 1863, por la garita de Madrigal entraban a escape los cazadores de África al mando del coronel Margueritte; y a las 3 de la tarde del mismo día penetró la división francesa, fuerte en más de tres mil hombres, a la cabeza de las cuales iba el general Félix Douay, embozado arrogantemente en una capa argelina, blanca como la nieve y haciendo caracolear su caballo.

A pesar de que caía una lluvia molesta, toda la población de Zamora salió a ver la columna y no escasearon los vivas a los "restauradores de la religión". Hubo iluminación, Te Deum, cohetes y fuegos pirotécnicos.

111 Eduardo Ruiz, Ut Supra, p. 40.

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El día primero de enero de 1864 los franco-traidores tomaron Uruapan; allí sólo hallaron las calles desiertas y silenciosas. El 28 de marzo, la heroica Zitácuaro se defendía en medio de un círculo de hierro, pues las tropas enemigas la amenazaban al mismo tiempo por Angangueo, Taximaroa, Maravatío, Tlalpujahua, Ixtlahuaca, San José, La Asunción Malacatepec, La Villa del Valle, Santo Tomás y Tejupilco, donde había fuertes destacamentos.

A estas fechas la guerra se había generalizado por el oriente y el centro del Estado, tomando parte en favor del imperio numerosos contraguerrilleros; los más temibles Cristóbal Orozco, Camilo Pureco, Luis Ávalos, Magdaleno del Río, José María Orozco e Higinio Mondragón.

CRISTÓBAL OROZCO ATACA A ARIO DE ROSALES Volvamos ahora nuevamente los ojos a Ario —esa hermosa tierra clásica en hombres libres y mujeres patriotas— circundada por exuberante serranía, donde se alzan el Tiripatillo y la Barra llenos de majestad. En la época que narramos el pueblo ostentaba ya el rango de villa y se llamaba Ario de Rosales.

Cada vez que ahora visitamos el lugar acuden a nuestra mente las gloriosas hazañas de los héroes de la Independencia, cuyas huellas están allí latentes en cada piedra, en cada casa que ha sido trinchera contra la esclavitud.

En Ario encontraron refugio en sus días aciagos, el Siervo de la Nación, Mariano Matamoros, Los Bravo, Rayón, los diputados al Congreso de Chilpancingo y los magistrados del Supremo Tribunal de Justicia. Ario de Rosales fue la primera capital de la República y en sus viejas casonas, saturadas de leyenda y de historia, se instalaron por primera vez en 1814 los tres poderes de la nación. Aun existe en el portal Gordiano Guzmán la casa marcada con el número 1, de doña Clara Guido, que fue el primer Palacio Nacional, pues bajo su techo trabajaron los miembros del Congreso redactando la Constitución de Apatzingán, los integrantes del poder ejecutivo (Morelos, Liceaga y Cos) expidiendo proclamas y dictando disposiciones administrativas, y los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia.

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Evocamos con gran emoción las andanzas del infatigable y quisquilloso doctor Cos, instalando la imprenta, hoy en la esquina de las calles de Victoria e Hidalgo, y mañana en otra, en el portal Juan Álvarez; escondiendo los archivos en casa de don José María Silva, ardiente defensor de la causa insurgente, o despachando correos por toda la comarca.

Y surgen también los cadalsos levantados por Iturbide y Ramón Méndez en la antigua plaza de Jesús María, donde fueron fusilados pacíficos ciudadanos arienses por el grave delito de profesar su amor a la libertad. Ario se convierte en Santuario cívico al acoger en su seno a los restos mortales del insigne Víctor Rosales, muerto a traición en La Campana, y sepultado subrepticiamente en el pueblo de La Huacana para evitar que lo profanaran los realistas.

En esta villa, en donde, sin descuidar sus obligaciones habituales, todos los hombres fueron soldados y en donde hasta las mujeres alentaron el espíritu de libertad, hallaron también los líderes de Ayutla colaboradores incansables para derrocar a Santa Anna y en defensa de la Reforma. Cuando Comonfort llegó a Ario a principios de mayo de 1854, con el propósito de batir a su "Alteza Serenísima", que pretendía tomarlo, se encontró que en las casas se fabricaba parque, se hacía pólvora, se fundían las balas y se terminaban los cartuchos. Buenos herreros y buenos fundidores, expertos jinetes, diestros en el manejo de la lanza y el machete, hallaron siempre los jefes patriotas en la tierra de Miguel Silva Macías.

Cuando aparecía el enemigo, los jóvenes que no ingresaban a las filas por su corta edad, servían de exploradores; la gente del pueblo, de correos; las mujeres sembraban los campos y cuidaban las huertas para que no faltara el sustento. Ario de Rosales era un constante campamento.

En la guerra contra el segundo imperio, dicha población recibió su bautizo de sangre el 3 de junio de 1864. A las 11 de la noche, el contraguerrillero clerical Cristóbal Orozco, que, al frente de una fuerza numerosa y bien armada recorría arrogante la zona que se extiende desde Puruándiro a la Tierra Caliente, sorprendió a la guarnición de Ario, compuesta de setenta dragones y un número casi igual de infantes. Los primeros pudieron retirarse sin ser perseguidos, y sólo la infantería, al mando del capitán Miguel Aranda, tuvo que

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resistir el asalto en el mesón de San Francisco donde estaba acuartelada. Esta tropa rompió el fuego y logró, por de pronto, rechazar al enemigo. Orozco mandó entonces echar pie a tierra a sus soldados, quienes volvieron a la carga. Después de un vivo tiroteo que duró dos horas y que agotó el parque de los republicanos, rompieron sus contrarios la puerta del cuartel y penetrando al interior, hicieron prisioneros al capitán Aranda y a 17 soldados, escapándose sin armas los restantes por las tapias de la espalda del edificio. Orozco se apoderó de 45 fusiles y se retiró a la madrugada con sus prisioneros, que condujo a Pátzcuaro, siendo luego fusilados en aquella ciudad junto con el valiente capitán Aranda.

Orozco era uno de los dueños de la hacienda de Zipimeo, cercana a Zacapu, y sea por sus antecedentes de familia o por el entusiasmo con que abrazó la causa de los traidores, llamó mucho la atención por aquellos días. Sus soldados vestían de charros y él usaba un lujoso uniforme de coronel. Sonrióle la fortuna, pues en poco tiempo obtuvo algunas victorias derrotando a las tropas liberales mandadas por Ronda y Méndez Cardona.

El 7 de julio del propio año, es decir, un mes cuatro días después del asalto a Ario de Rosales, Ronda vengó no sólo sus propias derrotas frente a Orozco, sino la sorpresa de Ario, pues hizo desaparecer para siempre del campo de la lucha al mentado contraguerrillero.

En efecto, desde hacía tiempo Ronda quería tomar revancha de sus derrotas. Orozco se hallaba en Zacapu regodeándose de sus triunfos, cuando Ronda cayó sobre él con sus chinacos. Corto fue el combate, terrible la matanza y completa la derrota de los imperiales, que jamás volvieron a reunirse. Orozco huyó rápido como el pensamiento y nunca volvió a los campos de batalla, habiendo terminado así su carrera de fechorías que duró seis meses.

Hemos visto que la guerra en Michoacán comenzó con mala fortuna, pues sucesivamente fueron cayendo en poder del imperio, Morelia, Zamora y Uruapan. Empero, en cuanto el general Carlos Salazar quedó al frente del gobierno, levantó la opinión pública e hizo renacer las esperanzas. He aquí el fragmento de una carta suya dirigida a Riva Palacio el 21 de junio de 1864:

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"…Yo, desesperado de la inacción en que yacíamos, hice una expedición amagando a Pátzcuaro y me produjo el buen efecto de libertar la fuerza de Ario que iba a ser atacada por los traidores, y me he ido sobre ellos hasta tirotearse mi caballería en las calles de aquella ciudad, y los que guarnecían aquella plaza, en número de ochocientos, han llevado tal susto, que pidieron auxilio a Zires, quien se los mandó desde Zacapu. En fin, nos estamos reanimando. Entretanto le recomiendo a usted que trate al enemigo como nos trata. Nos han fusilado en Pátzcuaro a cuatrocientos prisioneros que nos han cogido, entre ellos a quince soldados rasos a quienes sorprendieron en Ario (alude a los que mandaba el capitán Aranda). En Puruándiro han asesinado a 23 personas solamente por desafectas al Imperio".

URAGA, CAAMAÑO Y ANTONIO HUERTA SE PASAN AL IMPERIO Por otra parte, la intriga había ya echado sus raíces entre altos jefes encargados de la campaña de Michoacán. La defección de Uraga era notoria, pues logró seducir al ex Gobernador Antonio Huerta (que no tenía más méritos que ser hermano de don Epitacio) y al general Juan B. Caamaño. Este último, que se hallaba en Uruapan con la división de Michoacán, desconfiaba para la realización de sus planes, del coronel Miguel Eguiluz, por la firmeza de sus principios y su patriotismo acrisolado.

En consecuencia, le dio órdenes de encargarse de la zona de Ario de Rosales para donde éste marchó en los primeros días de julio, con una fuerza calculada en quinientos hombres. Uraga y Caamaño permanecieron en Uruapan hasta el 13, en que el primero salió rumbo a Coeneo escoltado por una sección al mando de su hijo Ciro y el cuerpo de "Lanceros de la Libertad"; y el segundo, al frente de la división de Michoacán compuesta por dos mil hombres y doce piezas de artillería de montaña, aparentemente rumbo a Ario, pero con el verdadero propósito de conectarse con el ejército de Leonardo Márquez que estaba en Pátzcuaro (aunque una parte había avanzado ya hasta posesionarse del cerro del Coporito, en terrenos de Santa Clara del Cobre) para apoyar la traición en caso de que Eguiluz atacara.

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Caamaño llevaba consigo al coronel Francisco Landa, mayor general de la división; a los coroneles José Vicente Villada, comandante del segundo batallón de Toluca; y Espiridión Trejo, y a un hermano de éste, el comandante Justo de igual apellido.

Cuando la columna llegó a Taretan, Caamaño se alojó en la hacienda de este nombre, mientras la tropa lo hacía en la población y en el ingenio de azúcar de Acúmbaro. Allí este jefe, que no disimulaba ya sus intenciones de traicionar al régimen del Presidente Juárez, aprehendió al licenciado Alipio Gaitán, patriota nicolaita que desempeñaba el cargo de oficial mayor de la secretaría de gobierno.

Al día siguiente la columna continuó su marcha rumbo a Ario de Rosales para sorprender a Eguiluz; pero al llegar a la hacienda de Chuén, Caamaño mandó tocar alto, y por su parte el mayor general Landa dio orden de que la fuerza formase en batalla sobre una loma inmediata. Como esta última disposición no había sido dada por Caamaño, sospechó que su plan hubiese sido descubierto.

"Había llegado para él el momento supremo —escribe don Eduardo Ruiz—. Su mirada era hosca, siniestra; más de una vez se limpió con el pañuelo el sudor de la frente; apretaba, sin saber lo que hacía, los ijares de su caballo; tenía el rostro encendido, y con voz trémula por la emoción, mandó a su clarín de órdenes que diese el toque de marcha. Los clarines de los cuerpos iban ya a repetirlo, cuando el general observó que Villada y los Trejo recorrían las filas, hablando con los jefes y oficiales. Con acento nervioso mandó de nuevo al clarín que repitiese el toque, pero de nuevo, por orden de Villada, guardaron silencio los de los cuerpos. "Entonces Caamaño se puso intensamente pálido, habló en voz baja con el comisario general Manuel Bernal y con el pagador Valenzuela, quienes en el acto arrearon las mulas del equipaje y a trote largo se alejaron del sitio. Caamaño, en seguida, envió a su ayudante Martín Acevedo para que comunicar la orden de marcha. Acevedo trasmitió el mandato a Landa; pero agregó de su cuenta que él también se quedaba al lado de la tropa. Adorno, jefe de su Estado Mayor, y este apuesto oficial llegó a las filas gritando "¡Viva la patria! ¡Viva Michoacán!". Finalmente envió a la última persona que le acompañaba, al coronel de Lanceros de Toluca, Manuel García,

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quien llegó a la columna exclamando también en alta voz: "¡Viva México! ¡Mueran sus malos hijos!"112

Sin esperar más, Caamaño tomó a escapada el camino de Pátzcuaro. Al presentarse al Tigre Márquez y saber éste lo acontecido en Chuén, lleno de cólera ofreció a Caamaño la fuerza atrincherada en el cerro de Coporito para que fuera a batir a los patriotas. Caamaño profundamente abatido y avergonzado, se excusó y enseguida emprendió la marcha a México a perderse en las oscuridades del imperio. Ese mismo día, la división de Michoacán, al mando provisional de Villada, penetraba en Ario de Rosales. Por su parte el coronel Eguiluz cuando tuvo noticias en este lugar de que Caamaño había salido de Uruapan, aparentemente en su ayuda, pero en realidad para batirlo, se retiró con su pequeña brigada a la hacienda de Tejamanil, poniéndose a las órdenes del general Nicolás de Régules.

Ocupémonos ahora de Uraga. Dijimos que salió de Uruapan el día 13 rumbo a Coeneo. Pernoctó esa noche en Nahuatzen y llegó muy temprano al heroico pueblo que por su comportamiento patriótico y leal a las instituciones legítimas, mereció el título de Coeneo de la Libertad. El día 15 se efectuó una junta, presidida por Uraga, a la que concurrieron los patriotas más prominentes no sólo de Coeneo, sino de Quiroga y Zacapu, en la que aquel jefe, tirando la careta, les manifestó que en aquella hora el ejército del Centro, del que él era titular, había ya desaparecido, y que a los presentes no les quedaba otro recurso que reconocer al imperio. Con profunda indignación fueron escuchadas las palabras del general: contra ellas protestaron Garnica, Serranía y otros —testifica el historiador Ruiz—; y el general reprimiendo su genio violento, procuró dar contestación reposada a cada uno de los que hablaron. Tomando un tono familiar, les decía: "no sean ustedes tontos; si ahora nos hacemos traidores, es para traicionar mañana a la misma traición; vean claro las cosas; si por el momento nada podemos hacer, más tarde lo haremos todo. Sí, señores, más tarde". Las últimas palabras llegaron a ser proverbiales,

112 Ut Supra, p. 169.

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y siempre que entre la gente del pueblo se hablaba de un futuro contingente, se decía: más tarde, como dijo Uraga.

"Ronda expuso en la junta —afirma Rafael Chávez Carrillo, empleado de la comisaría general del Ejército en la época de la campaña, en un artículo publicado en el periódico La Municipalidad, de Pátzcuaro— que tenía comprometido su crédito particular en ochocientos pesos de vestuario y equipo que había gastado en su fuerza, a lo que Uraga contestó que no era esto un inconveniente, que formara el presupuesto de una quincena de haber para pagárselo inmediatamente; le dijo además que don Antonio Huerta estaba nombrado general en jefe de la línea, y que con él seguiría entendiéndose para todo lo relativo al servicio. "Lo manifestado por Uraga y la salida ambigua de Ronda, produjeron tal indignación en los concurrentes, que no pudo ocultarse a Uraga, quien prosiguió diciendo: «Señores, deseo saber cuál es su última resolución…» "Nadie contestó. "En este instante la veloz carrera de un caballo, cuyas pisadas cesaron en la puerta de la casa donde se verificaba la reunión, vino a distraer a las personas que allí se encontraban. Poco después entró a la sala un individuo que traía el cuerpo ligado desde el vientre hasta el pecho, quien se dirigió a Uraga y le entregó un rollito cubierto con lacre, dentro del cual estaba una carta, entablándose entre ambos el siguiente diálogo: —"¿De dónde vienes, hijo? —"Vengo de Pátzcuaro, mi general. —"¿Quién te manda? —"El general Caamaño, que llegó ayer a aquella ciudad. "Uraga comenzó a leer en secreto, y repentinamente exclamó, enseñando la carta a los que estaban cerca de él: «No queda un solo soldado del ejército republicano en todo Michoacán». "Pero al decir esto, Uraga palidecía intensamente. Se puso en pie y sin poderse contener, se dirigió a su hijo Ciro, primero, y luego a los concurrentes: "Manda ensillar y que carguen las mulas. Señores, se da por terminada la junta".

La agradable noticia que contenía aquella carta y que Uraga recibió con tanta cólera como despecho, fue adivinada por los vecinos

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patriotas de Coeneo, Quiroga y Zacapu que estaban presentes, quienes en seguida se dirigieron a la casa del comandante Antonio Lara, en donde se improvisó un banquete en que reinaron la alegría y el entusiasmo. Hubo abrazos, brindis y juramentos de pelear por la patria.

Los soldados del cuerpo de Lanceros de la Libertad pretendían desarmar a las fuerzas de Uraga, embargar las cargas y matarlo, lo mismo que a Huerta y a Ronda, pues se había divulgado la noticia de la defección de Antonio y que Ronda estaba comprometido a pasarse a los traidores.

Ronda alarmado por lo que se decía, formó a su fuerza en el interior del cuartel, les dirigió la palabra a sus soldados, dándoles una satisfactoria explicación de su conducta, y protestándoles que derramaría a su lado hasta la última gota de sangre por la independencia de su patria.

Esa misma tarde Uraga salió para Zipimeo, acompañado de Antonio Huerta y escoltado por su hijo Ciro.

Ronda no desistió de recoger los ochocientos pesos que le había prometido Uraga, y envió a su secretario Manuel Barbosa y al pagador Juan Delgado a Zipimeo, en donde Uraga, todavía confiando en atraerse a Ronda, entregó el dinero que sirvió para haberes de los chinacos.

EL "TIGRE DE TACUBAYA" Y "GUADALUPE LA CHINACA" Retrocedamos un poco para dar una breve noticia de dos acontecimientos importantes registrados en la zona: ellos son, la gira por Pátzcuaro y Puruándiro del jefe imperialista Leonardo Márquez El Tigre de Tacubaya, y el fusilamiento del patriota Mariano Ochoa, héroe de Santa Clara del Cobre.

A mediados de abril, Márquez, repuesto de la herida que recibió en la cara en el ataque a Morelia, salió de esta ciudad a la cabeza de más de dos mil hombres. Estuvo primero en Puruándiro donde los partidarios del imperio le hicieron un apoteótico recibimiento. El escritor Zamacois se solaza en su Historia de México diciendo que

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"dominadas las señoras por la idea religiosa, que entonces se hallaba unida a la idea política, enviaron una comisión compuesta de las más distinguidas de ellas, pertenecientes a las principales familias, y al presentarse a Leonardo Márquez le ciñeron una preciosa corona de triunfo. Verificado este acto, los individuos que salieron a recibirle le suplicaron que subiera a una vistosa carretela descubierta que habían llevado, y la gente del pueblo desunciendo los caballos, estiró el carruaje hasta la plaza principal, dando entusiastas vivas a la religión, a Márquez y al imperio".

La recepción hecha en Pátzcuaro, a donde llegó el 13 de abril, no debió lisonjearle menos —decía en una carta escrita el 14, un respetable vecino de la urbe de Tariácuri, citada por don Eduardo en su Historia de la Intervención… —en donde le hicieron un recibimiento muy entusiasta.

"El júbilo se manifestó de una manera indescriptible. Las calles estaban tapizadas de flores, así como su carretela, que materialmente la alfombraron con ellas, causándole mucha ternura ver el interés que manifestaron estos honrados habitantes, por sus valientes soldados, a quienes hacen todas las demostraciones posibles de gratitud".

En la campaña de Michoacán casi siempre a la vanguardia de las columnas franco-traidoras, marchaban los exploradores o espías, que eran contraguerrilleros bien pagados por el imperio. "Fueron pocos, pero también ¡qué hombres! —afirmaba Alberto Hans, oficial francés que peleó en Michoacán al lado del traidor Ramón Méndez, en su obra Memorias de un oficial del emperador Maximiliano—. Mitad soldados, mitad bandidos, habían sido reclutados entre la flor y nata de los guerrilleros de la provincia y prestaban grandes servicios por su audacia y por su conocimiento del terreno. Se habría podido decir que olfateaban de lejos a los republicanos. Tenían ojos de águila y descubrían al enemigo por distante que estuviese… La experiencia había demostrado, por desgracia, que las tropas de línea eran a veces muy inferiores a una banda de atrevidos guerrilleros bien armados".

Hans llega a la conclusión de que el imperio contaba como auxiliares eficaces a los bandidos.

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En cambio, ¡qué importantes servicios los de Garnica, Ronda, Arias, Nieves Sosa y tantos otros que se distinguieron por su patriotismo, por su valor, por su audacia! ¡Qué legendario el tipo de aquel Nicolás Romero, valiente entre los más denodados, astuto como pocos, de corazón de oro, de alma de niño, de brazo incansable para la pelea a quien el miedo de los franceses y la hipocresía de Maximiliano condujeron al cadalso!.

Guerrilleros como éstos sintetizaban el entusiasmo del pueblo, su valentía, su abnegación, la fe que tenían en el triunfo, la constancia en la lucha, la muerte gloriosa en el combate y el martirio sublime en el patíbulo. Precisamente para poder luchar contra estas fuerzas invencibles, contra un gigante al que no se le veía el cuerpo pero que causaba grandes daños al enemigo, el imperio creó las contraguerrillas, que nunca llegaron a contar con el apoyo de los pueblos. En cambio los guerrilleros juaristas se paseaban solos por donde quiera, seguros de que no habría nadie bien nacido que los vendiese al enemigo, quien les negara el alojamiento, quien les proporcionase los víveres para ellos y el forraje para sus caballos; en todas partes tenían amigos fieles que les comunicaban noticias sobre las poblaciones ocupadas por el imperio.

La Tierra Caliente y todo el centro del Estado de Michoacán contó en esta época con la acción vigorosa no sólo de hombres de esta clase, sino también con la de una atrevida guerrillera que ha pasado de la historia a la leyenda, llamada Guadalupe Martínez, nacida, según todas las probabilidades en el potrero llamado de Los Pozos, sitio donde después fue construido el hospital civil de Ario de Rosales. Esta mujer de estirpe insurgente y bellas facciones, casó muy joven con un veterano de la guerra contra los yanquis (1846-1847), de nombre Pantaleón, quien al comenzar la lucha contra los franceses se incorporó a las tropas de Garnica. Fue entonces cuando Guadalupe se sumó a la causa de la libertad, por amor a la patria y a su esposo. Organizó un grupo de audaces y jóvenes jinetes que obedecían sus órdenes y con él, como fantasmas, recorría al peso de la media noche, los valles y los montes causando destrozos y desconcierto en los campamentos del enemigo. Tradición oral entre los habitantes de Ario la describe cabalgando en brioso corcel, armada de machete y lanza, haciendo correrías entre Ario de Rosales, Santa Clara,

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Tacámbaro, Chupio, Turicato, La Huacana y Taretan, cayendo siempre por sorpresa, incendiaba cuanto estaba al alcance de sus hombres y huía sin dejar rastro de su escapada.

Amado Nervo inmortalizó a esta patriota en un poema intitulado Guadalupe la Chinaca que aquí reproducimos:

Con su escolta de rancheros, diez fornidos guerrilleros y en su cuaco retozón que la rienda mal aplaca, Guadalupe la Chinaca va a buscar a Pantaleón. Pantaleón es su marido, el gañán más atrevido con las bestias y en la lid: faz trigueña, ojos de moro y unos músculos de toro y unos ímpetus de Cid. Cuando mozo fue vaquero, y en el monte y el potrero la fatiga le templó para todos los reveses, y es terror de los franceses y cien veces lo probó. Con su silla plateada, su chaqueta alamarada, su vistoso cachirul y su lanza de cañutos cabalgando pencos brutos ¡qué gentil se ve el gandul! Guadalupe está orgullosa de su prieto; ser su esposa le parece una ilusión, y al mirar que en la pelea Pantaleón no se pandea, grita: ¡Viva Pantaleón! Ella cura a los heridos y los venda en los combates con los rojos paliacates que la pólvora impregnó. En aquella madrugada todo halaga su mirada, finge pórfido el nopal

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y los órganos parecen candelabros que se mecen con la brisa matinal. En los planos y en las peñas, el ganado entre las breñas rumia y trisca mugidor azotándose los flancos y en los húmedos barrancos busca tunas el pastor. A lo lejos, en lo alto, bajo un cielo de cobalto que desgarra su capuz, van tiñéndose las brumas, como un piélago de pluma irisadas por la luz. Y en las fértiles llanadas, entre milpas retostadas de calor, pringan el plan amapolas, maravillas, zempaxuchitls amarillas y azucenas de San Juan. Guadalupe va de prisa, de retorno de la misa que en las fiestas de guardar, nunca faltan las rancheras con sus flores y sus ceras a la iglesia del lugar; Con su gorra galoneada, su camisa pespunteada, su rebozo de bolita, su gran paño para el sol, y una saya nuevecita y unos bajos de charol; Con su faz encantadora, más hermosa que la aurora que colora la extensión, con sus labios de carmines que parecen colorines y su cutis de piñón, Se dirige al campamento, donde reina el movimiento y hay mitote y hay licor, porque ayer fue bueno el día, pues cayó en la serranía un convoy del invasor.

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¡Qué mañana tan hermosa! ¡Cuánto verde, cuánto rosa y qué linda la extensión! Rosa y verde se destaca, con su escolta la Chinaca que va a ver a Pantaleón.

El Ejército republicano del Centro mandado ahora, como dijimos, por el general José María Arteaga —quien por esos días operaba entre Zamora, Jiquilpan y Sahuayo— tenía también en sus filas a una intrépida amazona que cabalgaba vestida de hombre, llamada Ignacia Riechy. Esta mujer, por su energía y su bravura en las batallas, desempeñaba el empleo de Comandante en el Estado Mayor.

MARIANO OCHOA, HÉROE DE SANTA CLARA, FUSILADO EN PÁTZCUARO Militaba en el ejército juarista un joven valiente, instruido, pundonoroso y patriota. Se llamaba Mariano Ochoa y era oriundo de Santa Clara del Cobre. Casi niño había tomado las armas contra la tiranía santanista, adhiriéndose a la revolución de Ayutla. Después hizo toda la campaña en la guerra de Reforma, y cuando la patria fue invadida por las tropas francesas, Ochoa, que entonces vivía retirado a la vida privada, pues acababa de contraer nupcias con la joven Isabel Pérez, no vaciló en alistarse de nuevo al lado del general Carlos Salazar, quien entonces tenía su centro de operaciones en Tacámbaro.

El 26 de mayo Mariano Ochoa recibió la orden de situarse en Santa Clara, al frente de su compañía de infantes, donde sólo se encontraba una guerrilla de exploradores mandada por Rosendo Márquez, con orden del general de vigilar los movimientos que desde Pátzcuaro pudiera hacer el enemigo. Al llegar a la hacienda de Turiran cercana a Santa Clara, Ochoa no pudo ya dominar su impaciencia de ver a su esposa y a su hijo, de escasos seis meses, y se adelantó a la tropa. Serían las once de la mañana cuando Mariano llegó a su casa. Pocos momentos después había en las calles inusitada confusión: se oían gritos, carreras de caballos y repetidos disparos de mosquetes.

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"En esos momentos —refiere don Eduardo— entraba precipitadamente a la casa una cuñada de Ochoa, gritando despavorida: "—¡Quién sabe qué hay, Mariano! Huye, huye pronto. El hombre salió al patio y pudo desde luego observar que una partida de contraguerrilleros se agolpaba al zaguán. Entre ellos conoció a Camilo Pureco, que era del mismo pueblo de Santa Clara y que servía a las órdenes del imperialista Magdaleno del Río. Ochoa apenas tuvo tiempo de poner a su hijo, que él tenía en sus brazos, en los de su mujer; de sacar su pistola y amartillarla. Del Río y sus secuaces se le habían echado encima y descargaban sobre él sus mosquetes. Buscó con los ojos al jefe de los traidores, le apuntó con su arma y… en aquel momento su mano y su pistola cayeron de un sablazo que le propinó Francisco del Río, hermano del contraguerrillero. Aun quiso montar a caballo; pero por todos lados encontraba las puntas de las lanzas de sus contrarios. Inerme, herido, impotente para toda defensa, quedó prisionero, y para mayor seguridad le ataron a la espalda el brazo que le había quedado bueno".113

Ebrios de alegría los imperialistas condujeron a su prisionero a la plaza de la población donde debía fusilársele junto con Antonio García, compañero de Rosendo Márquez. Entre tanto el vecindario se dirigió al general Luis Tapia, jefe de la Guarnición de Pátzcuaro, pidiéndole la vida de los dos patriotas. Como resultado, los dos cautivos se llevaron a Pátzcuaro, a Ochoa, gravemente herido, y a García casi moribundo.

"El día 28, a punto de sonar las tres de la tarde —añade Ruiz—, estaba ya formado el cuadro en la plazuela de San Francisco. Una escolta condujo a los reos. Mariano Ochoa caminó al patíbulo con paso firme, llevando el brazo herido en cabestrillo, y allí arengó a los soldados del imperio, increpándoles su traición y vitoreando a la patria. A García lo llevaron algunos soldados arrastrándolo hasta colocarlo en el sitio de la ejecución. ¡Desde una hora antes aquel infeliz había entrado en agonía! "Se dieron los toques de ordenanza y se oyó la detonación de los disparos…

113 Ut Supra, p. 112.

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"El prefecto político Miguel Patiño entregó el cadáver de Mariano Ochoa a la desolada familia. Pusieron el cuerpo en una improvisada camilla y emprendieron el camino de Santa Clara para sepultarlo en el pueblo donde había estado su hogar. Ya habían salido de la ciudad, cuando unos contraguerrilleros de Magdaleno del Río alcanzaron a la fúnebre comitiva, y de orden del general Luis Tapia se hizo regresar el cadáver para que fuese inhumado en Pátzcuaro, al lado del de Antonio García".

RAMÓN MÉNDEZ. ARIO EN EL VÉRTIGO DE LA LUCHA CONTRA EL IMPERIO Desde los últimos meses de 1863 hasta febrero de 1867 cuando el Gobernador de Michoacán, licenciado Justo Mendoza, reinstaló los supremos poderes del Estado en Morelia, Ario de Rosales fue teatro de encarnizadas acciones de guerra entre liberales y franco-traidores, cuyo relato harían demasiado extensos estos Apuntes. En las páginas que siguen haremos sólo una reseña brevísima de los acontecimientos más importantes. Pero antes presentaremos a un nuevo personaje, prototipo del fanatismo y la traición, que en Michoacán figurara en primer plano hasta el fin del Imperio. Nos referimos al general Ramón Méndez.

Ramón Méndez nació en Ario de Rosales, era hijo de un velero y en su mocedad ejerció él mismo este oficio. Mas pareciéndole muy humilde para su ambición esta ocupación, solicitó entrar como escribiente en la oficina de rentas de su pueblo, pasando luego a la de Huetamo. Sin embargo, como le agradaban más los gallos, la paseada, las aventuras de todo género, abandonó su empleo y fue a buscar mejor suerte en la ciudad de México. Al comenzar el gobierno de Santa Anna en 1852, fue cogido de leva e ingresó a la fuerza que mandaba el general Tavera; se desertó una vez, y aprehendido, fue castigado con un banco de palos. Se propuso entonces servir bien en el ejército, y su buena escritura y sus conocimientos en contabilidad, su talento natural, su audacia y su vocación a la carrera de las armas que entonces se reveló en él, lo colocaron sobre el nivel de sus compañeros. Al triunfo de la Revolución de Ayutla era capitán primero en el ejército del dictador, desempeñando el empleo de pagador en las tropas del mismo Tavera; en la Guerra de Reforma

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militó a las órdenes de Leonardo Márquez, conquistando sus charreteras de comandante de batallón. Siempre al lado de Márquez, hizo la campaña contra el gobierno en 1861-1862 y se unió luego al ejército invasor, figurando en el sitio de Puebla con el grado de teniente coronel. Lo vemos aparecer luego en Michoacán con el grado de coronel, mandando el batallón que se llamó después del Emperador, la mejor tropa mexicana del imperio, que contaba en su seno a los veteranos del antiguo ejército reaccionario.

Pues bien, a principios de diciembre de 1863, después del desastre de Jiquilpan, el general Arteaga con los restos de su división, la brigada de García Pueblita y cuatrocientos hombres a las órdenes del general Nicolás de Régules, se situó en Tacámbaro; Carlos Salazar con su brigada móvil, en La Huacana; el coronel Eguiluz, en Ario de Rosales; y Cuervo con otros jefes de Jalisco, en Huetamo.

Ramón Méndez con ochocientos hombres partió de Morelia para sorprender a Arteaga, pero advertido a tiempo éste del peligro que lo amenazaba y comprendiendo que su fuerza salvada de Jiquilpan, no estaba en condiciones de batirse, se retiró por Chupio a Pedernales, dejando en la plaza al general Régules con su brigada y la de Pueblita. Régules, al frente de cien infantes y cien hombres de caballería salió al encuentro del enemigo y lo estuvo tiroteando hasta las mismas calles de Tacámbaro, retrocediendo estratégicamente. Posesionado Méndez de la plaza sin el resultado que esperaba, la evacuó durante la noche, retirándose hasta Taracatio; simuló luego que regresaba a Morelia, en realidad a las 3 de la mañana cayó sobre Ario de Rosales, pero con tal desgracia para él, que llegó después que Eguiluz con su tropa se había puesto en salvo. Movido por el despecho cometió horribles crímenes con sus paisanos, si bien tuvo que salir precipitadamente al amanecer porque sus espías le anunciaron que Régules, García Pueblita y el mismo Eguiluz venían sobre él.

A fines del propio mayo, Méndez llegó de nuevo a Ario; Eguiluz, que había recuperado la plaza pocos días antes, recibió orden del general Arteaga de retirarse a la vista del enemigo. Méndez al entrar en Ario destacó en seguimiento del jefe republicano una contraguerrilla mandada por Modesto Villafuerte, a la que apoyaba el cuarto regimiento de caballería al mando del coronel Wenceslao Santa Cruz. A poco andar, Villafuerte se vio atacado por el valiente

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guerrillero José Nieves Sosa, oriundo de Ario de Rosales y quien conocía el terreno palmo a palmo. Con veinte hombres hizo retroceder al traidor que fue a incorporarse a la fuerza de Santa Cruz; Sosa por su parte se unió a Eguiluz y juntos sostuvieron enconada refriega con los imperialistas en la cuesta de Zinzongo, en la que resultaron numerosos muertos y heridos por ambos lados. Los traidores volvieron a Ario de Rosales y Eguiluz con todo orden continuó su marcha hasta la hacienda de Tejamanil donde estableció su cuartel.

El 24 de diciembre del citado año de 1863, víspera de Navidad, el general Salazar atacó al comandante imperialista Evaristo Dávalos que se disponía en Santa Clara a unirse a Méndez, que estaba en Ario como se ha dicho. Se registró un reñido combate en pleno centro de la población y los traidores tuvieron que rendirse. Lo anterior ocurría a la vista de los vecinos de Santa Clara, siempre liberales y patriotas, que aplaudían el valor de los republicanos. Por sus opiniones, les profesaba un odio feroz el prefecto político de Pátzcuaro, Miguel Patiño, quien halló ese día un medio de satisfacer el rencor que les profesaba, según se desprende del informe que rindió a su superior, y que a la letra dice en su parte esencial:

"…En tan tristes acontecimientos han tenido activísima parte los vecinos de Santa Clara, porque sabiendo la venida de Salazar no lo avisaron al señor Dávalos, y cuando se presentó el enemigo hubo un infame que tratara de persuadirlo de que era fuerza del general Méndez la que llegaba. A más de este dato para creer culpable a la población, hay los siguientes: el puente de la salida para esta ciudad lo halló el señor Dávalos, a su regreso, de tal manera obstruido, que sólo podía pasar un hombre; el alojamiento que le proporcionaron fue a una larga distancia del cuartel, y en fin, otras varias circunstancias que sería por demás referir, demuestran claramente la culpabilidad de un pueblo enemigo del supremo gobierno".

Como consecuencia, el vecindario de Santa Clara del Cobre fue multado por orden del comandante militar de Morelia; y Ramón Méndez tuvo que abandonar otra vez, precipitadamente, Ario de Rosales.

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Incontables son los crímenes y vejaciones que este jefe hizo sufrir en tres años y medio que se prolongó la guerra en Michoacán, a la gente de su pueblo, a la que odiaba por su tradicional patriotismo; y a infinidad de familias desamparadas de toda la región, tan sólo porque sus padres, hijos, hermanos o esposos peleaban en las filas republicanas por la independencia de su patria.

En el haber de este hombre funesto hierve la sangre de los Mártires de Uruapan, que le valió su ascenso a general de brigada y esta carta de Maximiliano:

"Al señor general Ramón Méndez. "Mi querido general: "Acabamos de saber la brillante victoria que habéis alcanzado sobre los enemigos declarados del orden y de la civilización. "El corazón nos late de placer al ver a las tropas de nuestra patria portarse con tanto heroísmo y llevar a cabo hechos tan gloriosos. Marchamos, pues, adelante, llenos de fe, puesto que nuestra bandera está en manos de jefes bravos y hábiles y sostenida por soldados decididos a vencer e infatigables. "Os habéis mostrado digno de la confianza que en vos depositamos, y en prueba de nuestra satisfacción por vuestros buenos servicios, os nombramos general de brigada. "Asegurad a vuestras sufridas y beneméritas tropas que sabremos recompensarlas como merezcan. No omitáis enviarnos cuanto antes una relación de los oficiales y soldados que sean más acreedores a distinciones honoríficas, y anunciad al teniente Rangel y al subteniente Navia que, garantes de nuestro compromiso, los hemos agraciado con la cruz de caballeros de la imperial orden de Guadalupe, ascendiéndoles además al grado superior e inmediato. "Palacio de México, octubre 24 de 1865.

Vuestro afectísimo, Maximiliano".

El fusilamiento de Luis Pita, honorable vecino de la región, y de toda la tropa que había reunido, en el pueblo de Santa Clara del Cobre, después de una heroica resistencia que opuso al contraguerrillero José María Orozco; las muertes infames de Miguel Adorno, Pedro Enríquez y el soldado Elizarrarás ejecutados en Chucándiro [se deben acreditar a este jefe proimperialista].

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Pero lo que horrorizó, aun al enemigo mismo, fueron las maniobras que Méndez llevó a cabo para impedir que mediante un canje de prisioneros, se salvara la vida a cientos de patriotas tomados por él en Santa Ana Amatlán (y por otros jefes imperialistas en distintos lugares), a quienes ya había sentenciado a muerte y se proponía pasarlos por las armas en Pátzcuaro.

En todo el proceso seguido para el canje, Méndez usó de un lenguaje altanero y a veces soez, con el general Vicente Riva Palacio, en esos días (noviembre de 1865) jefe del Ejército Republicano del Centro, tratando siempre de excluir del convenio a los altos jefes juaristas capturados, para fusilarlos. Sólo el patriotismo y la habilidad de Riva Palacio pudieron conseguir al intervención del mariscal Bazaine, quien eliminó de las negociaciones al sanguinario Méndez.

Dada la trascendencia de estos hechos, reproducimos a continuación los documentos relativos, los cuales, por sí solos, demuestran la perfidia del ariense. Las cárceles de Morelia y Pátzcuaro estaban repletas de prisioneros republicanos y los que habían caído en Santa Ana Amatlán esperaban de una hora a otra que se cumpliese en ellos la orden de fusilamiento dictada por Méndez, que mandó suspender Maximiliano tan sólo provisionalmente, a instancias de las familias de Pátzcuaro.

En tal situación, en los últimos días de octubre el coronel José Vicente Villada, preso en Pátzcuaro, pues había sido uno de los capturados en Santa Ana Amatlán, dirigió a Riva Palacio la siguiente carta:

"Prisión de Pátzcuaro, octubre 28 de 1865, Señor general don Vicente Riva Palacio. Mi general y amigo: "Hoy mismo por extraordinario violento escribo a usted una carta en que le participio que la resolución del Emperador es que se verifique el canje o que se lleve a efecto el decreto de 3 de octubre, es decir, que seamos todos pasados por las armas. Hemos visto original la carta del Emperador; está terminante. Por el correo extraordinario acompaño a usted copia de ella. Por consiguiente, nuestra suerte depende ahora de usted. Estoy tranquilo. Usted ha sido nuestro amigo y nuestro compañero en la felicidad y en el infortunio. Sin

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embargo, si usted cree que debemos ser sacrificados, no seré yo quien exhale una sola queja. Cuente usted siempre con el cariño de su subordinado y amigo. J. Vicente Villada".

El tiempo apremiaba y el general, aunque deseoso de salvar de la muerte a sus hermanos de armas y de verse rodeado de ellos, quería alcanzar ese fin con decoro para la República. Tenía establecidas las oficinas del gobierno civil en la hacienda de San Antonio de las Huertas, situada entre Tacámbaro y Huetamo. Allí recibió en los primeros días de noviembre al teniente coronel Luis Carrillo, uno de los prisioneros de Cerro Hueco, quien le entregó la siguiente comunicación de Méndez:

"Condiciones que propone el que suscribe al jefe de los disidentes para celebrar el canje de prisioneros: "1. El canje de los prisioneros, si se efectúa, será sin excusa de ningún género el día 25 del presente mes; no habrá lugar, pasada esa fecha, a ningún convenio. "2. Los prisioneros serán considerados en igualdad de circunstancias; es decir, los jefes, oficiales y tropa de ambas partes se canjearán uno por uno. "3. Si en alguna de las partes contratantes hubiere mayor número de oficiales o tropa, se considerarán a un oficial por cada diez soldados. "4. El jefe de las fuerzas disidentes, si se conforma con lo indicado en los artículos anteriores, lo ratificará antes del día 15 para que el que suscribe tenga conocimiento de su resolución sea cual fuere, a lo más tarde en ese día. "5. Al conformarse el jefe de las fuerzas disidentes con lo antes propuesto, el canje se verificará en un punto neutral que podrá proponer, en donde se reunirán los prisioneros con la escolta competente y en igual número de ambas partes. "Morelia, noviembre 5 de 1865. El general Ramón Méndez".

Riva Palacio leyó en voz alta ante sus hombres aquel pliego. Un grito general de indignación se escapó de todos los labios; aquel lenguaje altanero del jefe imperialista, aquellas cláusulas que no eran las de un convenio sino las de un mandato; aquel desprecio hacia el Ejército Republicano, sublevaron el ánimo de todos y encendía más el odio contra los traidores. Riva Palacio hizo notar entonces la infame

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hipocresía que encerraban las proposiciones: mientras la segunda ofrecía el canje, la tercera, cautelosamente redactada, autorizaba a Méndez para conservar en su poder a muchos de los jefes y oficiales republicanos, dejando pendiente sobre ellos la cuchilla de la ley del 3 de octubre.

Con inmensa amargura pensaron todos que era preferible el sacrificio general de los prisioneros a la situación inaudita de dejar fríamente a algunos de ellos en las garras del verdugo. Riva Palacio dictó en voz alta la siguiente contestación:

"San Antonio, noviembre 8 de 1865. De conformidad, menos en el artículo 3º por estar en completa contradicción con el que le antecede. El general en jefe del Ejército Republicano del Centro, Riva Palacio".

Luis Carrillo regresó a Morelia llevando la anterior respuesta; y Méndez, con fecha 12 del mismo mes, mandó nuevas proposiciones:

"1. Tratándose de jefes superiores, el canje se verificará por clases; y de comandante abajo, se cambiará persona por persona indistintamente. "2. Los individuos de la clase de tropa serán canjeados por completo, y el exceso que hubiere por aquella parte se repondrá por ésta con oficiales de comandante abajo a razón de uno por cada cinco soldados. "3. Si fuere o no aceptado el canje de que se habla, se hará saber al que suscribe, con toda precisión, el día 19 del actual. En el primer caso, el canje se verificará el 29 del mismo en un punto neutral (?) acordado por los contratantes; en el segundo caso queda expedito el que suscribe para obrar conforme a las instrucciones del gobierno supremo".

El Ejército Republicano no tenía en su poder generales ni coroneles imperialistas, de modo que los generales y coroneles juaristas que el enemigo mantenía en las cárceles de Puebla, Morelia y Pátzcuaro quedaban excluidos del canje. Era, pues, evidente la intención de Méndez de sacrificar al menos a los jefes principales. Así lo indica dicha comunicación que concluye así:

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"Como se ve, no pueden ser más ventajosos para usted los términos del convenio iniciado por mí, que espero apruebe usted sin vacilación para asegurar la vida de sus compañeros de causa; de otro modo, yo me encontraré comprometido a cumplir terribles obligaciones y por cierto que mi alma no se complace en el derramamiento de sangre. "Antes de concluir, agregaré a usted que, como una muestra de desinterés y luego que el canje se efectúe, pondré en absoluta libertad al señor teniente coronel don Luis Carrillo, sin exigir que se me cambie por otro jefe. El general comandante superior, Ramón Méndez. Señor comandante en jefe de las fuerzas disidentes en Michoacán".

Después de entregar la comunicación anterior, Luis Carrilllo volvió al lado de Méndez con la respuesta de Riva Palacio en que rehusaba el convenio siempre que no fuera franco y leal. Entonces dirigió el jefe imperialista su última nota, concebida así:

"He recibido su comunicación que me dirige desde Turicato y me apresuro a contestarla. Jamás he tenido que reprenderme mis acciones; siempre he obrado conforme a mi deber y a mi conciencia, y por lo mismo, cuando se me calumnia, como ahora tiene usted la bondad de hacerlo, me impresiono mucho muy poco, me es indiferente. Usted supone gratuitamente que he podido meditar la manera de poner embarazos para que el canje se verifique. Hablemos claro. Yo no soy diplomático, soy soldado. Usted no cree que yo abrigue el deseo de estorbar el canje, estoy seguro de ello, y mucho menos le asiste el temor de que los compañeros de usted que no pudiesen ser canjeados fuesen fusilados, porque conoce que la indulgencia del gobierno de S. M. es sobrada. Usted quiere ganar tiempo, dejar escrito en bonitos conceptos algo que en la historia le acredite de filantrópico y buen patriota, olvidando que ha podido usted hacerme proposiciones extraoficiales, pidiéndome todos sus jefes y oficiales prisioneros por todos los oficiales y tropa nuestra que usted tiene en su poder, dejando usted fuera de toda consideración a sus soldados, porque no le sirven gran cosa; a esos soldados con quienes usted quiere representar que defiende la causa del pueblo, los abandona y desprecia. Dígame usted en contestación violentísima, si acepta o no mis proposiciones de canje, advirtiéndole

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que el día 29 expira el plazo que se fijó en ellas. El general Ramón Méndez. Señor don Vicente Riva Palacio, comandante de las fuerzas disidentes en Michoacán".

La respuesta de Riva Palacio dice a la letra:

"Ejército del Centro. General en jefe. "Cuando he dicho a usted que ponía impedimento al canje, no ha sido sin razón y para demostrárselo me basta adjuntar la carta que recibió usted del archiduque Maximiliano, y conforme a la cual debiera usted, cuando menos, haberme propuesto el canje. Si en ella se le dice, y yo lo sé, que me entregue los ciento y tantos prisioneros de Santa Ana Amatlán, y usted sólo me da definitivamente y a pesar de todas las proposiciones que le he hecho por conducto del teniente coronel Carrillo, treinta o cuarenta oficiales subalternos, ¿a quién puedo atribuir, si no a usted esto? ¿Qué puede probarme, sino el poco deseo que usted tiene de hacer este canje? Esto, señor general, no es ser diplomático, sino pensar como se debe. No contestaré los insultos que usted se permite dirigirme en su oficio. La filantropía se prueba y la historia la recibe cuando está basada sobre hechos; y no obstante que la fortuna me ha sido también propicia muchas veces en el combate, todavía no hay ningún cadalso levantado por mí, ni una familia a quien haya yo arrebatado su apoyo. Cuando se puede decir todo esto con la mano en el corazón y la frente erguida, no se teme ni el juicio de la historia, ni el de los contemporáneos. Yo haré el canje siempre que usted cuando menos me lo proponga, conforme a las órdenes que tiene, y con arreglo a la carta, cuya copia adjunto. Así se lo he indicado muchas veces, y así se lo vuelvo a decir ahora definitivamente. "No trato de ganar tiempo, pues usted, como general, comprenderá que en mi situación y con la decisión de morir antes que sucumbir a ninguna intervención extranjera, para nada necesito ganar los días. Si usted quiere el canje, deme mis jefes, oficiales y soldados, yo le daré los suyos, pero esto uno a uno y sin hacer esas odiosas excepciones que usted me propone. Turicato, 26 de noviembre de 1865. V. Riva Palacio".

Pero mientras ambos jefes se intercambiaban las comunicaciones transcritas, Riva Palacio había comisionado al capitán Miñón —un oficial de la fuerza mexicana que había caído prisionero de los belgas

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en la jornada de Tacámbaro el 11 de abril— para que en representación del Ejército del Centro pusiera en manos del mariscal Bazaine, comunicaciones proponiendo el canje de los prisioneros, sin tomar en cuenta ni el número ni la categoría de ellos.

El 26 de noviembre se presentó Miñón, de regreso, en el cuartel general de Tacámbaro y entregó a Riva Palacio el siguiente documento:

"Cuerpo expedicionario de México. Gabinete del Mariscal, comandante en jefe. Número 1403. "Señor general: "He recibido la carta que me habéis dirigido por conducto del capitán Miñón. He visto con placer los sentimientos de humanidad que os animan y os determinan a proceder en esta circunstancia. Deseando yo ayudaros en esta noble tarea, estoy dispuesto a hacer todo lo que me sea posible para conseguir un común acuerdo. "Tengo, pues, la honra de informaros, que doy órdenes para que se efectúe el canje en el pueblo de Acuitzio, el 2 de diciembre, de las ocho a las diez de la mañana. Quedan a vuestra disposición en ese canje: "Primero, el general Canto y todos los oficiales hechos prisioneros con él, por el coronel De Portier. "Segundo, todos los oficiales hechos prisioneros en Tacámbaro por el coronel Van der Smissen. "Tercero, todos los oficiales hechos prisioneros en Santa Ana Amatlán por el general Méndez. "Cuarto, todos los soldados prisioneros en Morelia. "En fin, según vuestros deseos, los generales Tapia y Juan Ramírez, hechos prisioneros en Oaxaca y detenidos en Puebla. "Todos los prisioneros que están en Morelia os serán remitidos el día 2. "Respecto a los generales Tapia y Ramírez, me comprometo bajo mi palabra de honor, a ponerlos en libertad en Puebla con salvoconductos para que puedan ir a donde les parezca, tan luego como se me participe estar verificado el canje. El señor capitán Bocarmé, del regimiento belga, está designado por mí para presidir el canje de los prisioneros. Lo acompañará el señor capitán don Antonio Salgado, y como escolta irá hasta el pueblo de Acuitzio una compañía belga de cincuenta a sesenta hombres y además algunos jinetes mexicanos.

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"Espero, señor general, que os satisfará la buena voluntad que os demuestro en esta ocasión. No quiero concluir esta carta sin daros las gracias por la buena voluntad y por los miramientos que habéis tenido para con los prisioneros. "Recibid, señor general, la seguridad de mi más distinguida consideración. El Mariscal de Francia, Bazaine. Señor general Riva Palacio".

El jefe del Ejército Republicano del Centro se apresuró a contestar:

"Con mucha satisfacción he recibido, por conducto del capitán Miñón, las proposiciones relativas al canje de prisioneros; y S. E. el Mariscal debe estar completamente seguro de que por mi parte no se pondrá dificultad de ninguna especie y de que haré todo lo posible porque, cuanto antes, tenga su más cabal verificativo. Mandaré entregar al comisionado de su excelencia el Mariscal, todos los prisioneros tanto extranjeros como mexicanos que existan en Zirándaro y en Huetamo. Por mi parte presidirá el canje el señor teniente coronel Agustín Linarte, escoltado por ochenta jinetes. "Haré, sin embargo, notar al señor Mariscal, que su enviado el capitán Miñón me ha presentado anoche en esta ciudad sus comunicaciones; que de aquí al lugar en que están los prisioneros hay una distancia de cuarenta y seis leguas de muy mal camino, y de aquí al punto señalado para hacer el canje hay una distancia de doce leguas que, unidas a las anteriores, producen un total de cincuenta y ocho leguas que creo imposible que puedan recorrer los prisioneros belgas en los pocos días que faltan para el cumplimiento del plazo que el señor Mariscal ha señalado. Sin embargo, he puesto un extraordinario para que inmediatamente se pongan en camino para esta ciudad los prisioneros; y me tomo la libertad de suplicar al capitán Miñón entregue una carta al de igual clase Visart de Bocarmé, para que éste no salga a encontrarlos hasta el día en que yo le mande avisar. "Creo que S. E. el señor Mariscal conocerá la inculpabilidad que hay por mi parte, si el canje no tiene lugar el día que él ha determinado y como yo lo deseara. "Para evitar que las hostilidades en el camino de aquí a Morelia puedan impedir o retardar el éxito de esta negociación, ya doy mis órdenes para que se suspendan en toda la línea de Tacámbaro a Acuitzio; y en el caso de que lleguen a quebrantarse, protesto al

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señor Mariscal que no será por parte de las fuerzas republicanas. Réstame sólo, antes de terminar esta nota, dar a S. E. el Mariscal las más expresivas gracias por su deferencia y caballerosidad en este negocio, que prueba sus sentimientos humanitarios y nobles. "Protesto a S. E. la seguridad de mi más distinguida consideración, Tacámbaro de Codallos, a 27 de noviembre de 1865. V. Riva Palacio". "A. S. E. el señor Mariscal Bazaine, comandante en jefe del cuerpo expedicionario en México".

He aquí la lista de los prisioneros canjeados: Relación de los jefes y oficiales hechos prisioneros por el coronel

De Portier General de brigada Benigno Canto; coronel Albino Vidal; teniente

coronel José María Callejo, teniente coronel Juan García, comandante Esteban Hernández; comandante Espiridión Espinosa; capitán Procopio Linares; capitán Marcelo Maldonado; capitán Martín Cueva.

Relación de los jefes y oficiales hechos prisioneros en las

inmediaciones de Tacámbaro, por el coronel Van der Smithsen Coronel José María Hernández; teniente coronel Luis Carrillo;

teniente coronel Carlos Borda; capitán Guadalupe Caldelas; comandante Rosendo Márquez; capitán Miguel Aguirre; capitán Francisco Ramírez; capitán Pascual Rubio; capitán Rafael Espinosa; teniente Ignacio Hurtado; teniente Francisco Paredes; teniente Vicente Barrera; soldados, 31.

Relación de los jefes y oficiales hechos prisioneros en Santa Ana

Amatlán por el coronel Ramón Méndez Coronel José Vicente Villada; coronel José María Pérez Milicua;

teniente coronel Jesús María Romo; teniente coronel Manuel G. León; teniente coronel Ramón N. Rocha; teniente coronel Antonio Mejía; teniente coronel Fernando Nevraumont; comandante Francisco María Ortega; comandante Manuel Rueda; comandante Eufemio Guzmán; comandante Pablo María Cornejo; comandante Rafael Cano; comandante Luis G. Aponte; comandante Ignacio T. Cerda; comandante Felipe Aguirre; teniente Fortino González;

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teniente Evaristo Colín; teniente Vicente Bravo; subteniente Camilo Aguilar; subteniente Albino Resendis; escribiente Ignacio Ortiz; capitán Gerardo Castro; comandante Clemente Trejo; soldados, 80.

Lista nominal de los jefes y oficiales mexicanos imperialistas Teniente coronel Vicente Solís; capitán Francisco Morel; capitán

Julio Magaña; teniente Tomás Sáenz; teniente Jenaro Escamilla; subteniente Luis Magaña; subteniente Antonio Nogués; alférez José María Yáñez; garitero Dionisio Urbina.

Lista de los prisioneros del regimiento de la emperatriz Gauchin, capitane; De Heck, lieutenant; Walton, idem; Fourdin,

souslieutenant; Di Biver, idem; Adam, idem; Geoffroy, idem; Jacobs, liutenant pageur; Miñón, intérprete; sargents majors: Heym, Grange, Sausven; sargents: Seoupens, Lepage, Besme, Duval, Baunier, Depaus, Fourdin, Chapitre, Jacobs; sargents fourriers: Rosal, Cauttier, Libert; caporals: Rovis, Hachu Danso, Gerard, Benovie, De Rive, Dervet, Delange, Piels, Defansart, Brassart, Lambermont, Vanhagentore, Verkect, Orianne, Delmsée, Honier, Loomans, Betand, Sibenarelr, Dupare; tambours: La Ricke, Hubert; clarions: Hock, Canry, Vandermme; soldats: 238, vivandiere, Codemessing.114 PERO, "EL QUE A HIERRO MATA…" El que a hierro mata a hierro muere, reza el refrán popular. La excepción fue "El Tigre de Tacubaya" Leonardo Márquez, quien murió en su cama, en La Habana en 1913, presa de horribles remordimientos. Ramón Méndez fue ejecutado por los republicanos un año y siete meses después de los atroces fusilamientos que llevó a cabo en Uruapan.

114 Los documentos transcritos y las listas de prisioneros que aparecen en este Capítulo fueron tomados de la obra citada ya muchas veces del licenciado Eduardo Ruiz: Historia de la Guerra de Intervención en Michoacán. El Lic. Ruiz era en esa época secretario particular del jefe del Ejército Republicano del Centro, general Vicente Riva Palacio, y tuvo, además, la oportunidad de conocer en persona a Ramón Méndez.

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Querétaro había caído en poder de los juaristas por la traición de Maximiliano y de su cómplice Miguel López. La plaza fue tomada el 15 de mayo de 1867. En la mañana del día 18 un hombre habló reservadamente con uno de los jefes del ejército republicano, y poco después se supo que Ramón Méndez había sido descubierto en un escondite y conducido al convento de Teresas, donde se hallaban los demás prisioneros.

"Todo esto ha sido dicho por los historiadores —explica el licenciado Ruiz— pero lo que va a relatarse aquí es algo que no ha sido publicado aún. En una de las veces que los sitiados volvían a Querétaro derrotados después de sus estériles salidas, Méndez se dirigía a su alojamiento, cuando de repente le estorbó el paso un pobre jorobado que acaso por su defecto físico no pudo oportunamente hacerse a un lado y dejar expedito el camino que llevaba el general. Éste, que iba profundamente despechado por lo que él llamaba estúpidas intentonas de Miramón, se encendió de cólera, llenó de improperios al infeliz jorobado y lo azotó con crueldad. En seguida continuó tranquilo su marcha. "El jorobado preguntó a los soldados quién era aquel jefe, y cuando le dijeron que Méndez, se contento con exclamar: ¡Ah, vaya! "Pues bien, desde aquel día el hombre no perdió de vista a Méndez. Sin embargo, se le desvaneció como sombra en los momentos de la toma de la ciudad; pero con la seguridad de que no había de haberse ocultado lejos, escudriñó varias casas, tomó toda clase de informes, avivó su espíritu suspicaz, y cuando tuvo la seguridad de hallar lo que buscaba, se dirigió, como he dicho, a un jefe republicano, a quien condujo a una casa. Se practicó en ella un largo cateo, y ya se desesperaba del éxito, cuando el mismo jorobado vio en el corral de la casa, una estaca de madera hincada en el suelo; pidió que se cavara allí la tierra, y hecho, se encontró una oquedad cubierta de vigas. Allí estaba Méndez, con un rifle en la mano, arma que no empleó, considerando inútil hacer resistencia a la numerosa tropa que lo había descubierto".115

Al día siguiente fue conducido a la alameda donde fue fusilado.

115 Ut Supra, p. 505.

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JOSÉ NIEVES SOSA, HÉROE INMACULADO DE ARIO DE ROSALES Pero hay en la historia de Ario de Rosales otro hijo de este pueblo que lava con su patriotismo acrisolado y su lealtad a la República, la mancha que pudo arrojarle el traidor Méndez. Nos referimos a José Nieves Sosa, ranchero infatigable y valeroso que había abandonado sus pequeños intereses y su hogar establecido en Ario para combatir a los invasores de su patria.

Simpático en su trato y "hombre a carta cabal" era profundamente estimado por sus paisanos, pues en más de una ocasión realizando hazañas increíbles, había rescatado de las fauces de la horda imperialista de Méndez, a las doncellas de su tierra, famosas ya entonces por su extraordinaria belleza; o bien era el centauro que destrozaba los campamentos enemigos con una rapidez asombrosa, escapando luego entre la espesura de los montes.

Aunque su campo de operaciones era preferentemente la línea que se extiende de Ario a Tacámbaro, José Nieves Sosa estuvo en combates encarnizados en muchos puntos no sólo de Michoacán, al lado de García Pueblita, Régules, Carlos Salazar y los guerrilleros Nicolás Romero, Ronda, los Garnica y Arias. Varias veces combinó sus embestidas con las de Guadalupe la Chinaca y la Barragana Ignacia Riechy. Esta última, por cierto, dejó sorprendido al mismo Nicolás Romero, por su audacia y valor en el asalto a Toluca en 1864.

El 14 de junio de 1866, sorprendido por las fuerzas de Méndez en el rancho de Corral de Piedra, fue conducido a Tacámbaro y llevado luego, pie a tierra, atado con una cadena hasta Ario de Rosales, con objeto de fusilarlo en aquel lugar. Al saberlo el vecindario procuró libertar del suplicio al honrado guerrillero. A este fin, muchas señoras y señoritas se dirigieron al alojamiento de Méndez, y allí tomó la palabra, a nombre de ellas, doña María Bejarano, anciana respetable que había criado a Méndez en los primeros años de vida de éste. El jefe imperialista dio a las señoras su palabra de que Sosa no sería fusilado. Todo el mundo adquirió confianza, pues Méndez regresó a Pátzcuaro dejando en Ario al preso a disposición del comandante militar, teniente coronel Juan de Dios Rodríguez, quien procedió a

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juzgarlo sentenciándolo a la pena de muerte, circunstancia que no alarmó a sus intercesoras porque contaban con el indulto.

Sin embargo, Rodríguez mandó encapillar al reo el día 20. Sabedoras las señoras de que Méndez iba a llegar ese mismo día, salieron a encontrarlo en la orilla de la población, en el punto llamado la Garita. Allí renovaron sus instancias y súplicas, a las que fingió acceder aquél, disponiendo en alta voz que se suspendiera la ejecución, a cuyo efecto envió a un ayudante a que hablara con Rodríguez; pero al darle la orden le hizo una seña de inteligencias en sentido contrario. El ayudante y el teniente coronel Rodríguez anduvieron tan listos que en el acto fue sacado José Nieves Sosa de la capilla, y con la cadena al pie, conducido junto a la iglesia, en donde fue asesinado. Las señoras oyeron los disparos y llenas de indignación increparon a Méndez, diciéndole una de ellas: "Dejara de ser un traidor".

No se contentaron los asesinos con lo hecho, sino que mandaron levantar un poste y colgaron de allí el cadáver, sin permitir que se le diese sepultura. La población entera protestó contra este acto de crueldad y de infamia. Méndez conocía a José Nieves Sosa y le constaba que era hombre de bien y de sentimientos generosos; así es que su conducta en este caso fue cruel y dictada por el furor del espíritu de partido. Doña María Bejarano se afectó tanto de este suceso, que falleció de un derrame de bilis, a los dos días del crimen, maldiciendo "a su hijo adoptivo el traidor Ramón Méndez".

Con la ocupación de Zamora por las fuerzas republicanas el 5 de febrero de 1867 —el mismo día en que los franceses, con Bazaine a la cabeza, salían de México para ir a embarcarse a Veracruz— terminó en Michoacán la guerra contra la intervención y el imperio.

No en vano fue derramada la sangre de millares de civiles, hombres y mujeres del antiguo reino chichimeca. ¡La independencia de México quedó asegurada para siempre!

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CAPÍTULO IX

EL ESFUERZO RECONSTRUCTOR (1867-1884)

Ario de Rosales resurge de sus propias ruinas. Construcción y acondicionamiento de caminos. Nuevos transportes: la Diligencia. Crecimiento urbano de la villa. Casas aseadas y elegantes. Más escuelas primarias. Cátedras de español y de latín. La calzada de Canintzio. Inauguración del telégrafo. Gira del gobernador Rafael Carrillo. Telegramas al Presidente Lerdo, al ministro de Fomento y a la Legislatura michoacana. Los maestros Luis González Gutiérrez y Ángel Padilla. Los poetas Vicente Moreno y Gabino Ortiz. Saludos telegráficos en verso. Bailes en Ario, Santa Clara del Cobre y Pátzcuaro. Jugosa crónica de Gil Blas. Personalidades del mundo político y social de la época. Descripción de un viaje de Morelia a Ario de Rosales.

DESPUÉS DE LA GUERRA, ARIO RESURGE DE SUS PROPIAS RUINAS ARIO DE ROSALES, sobreponiéndose al penoso lastre de miseria y destrucción que dejara la guerra contra la intervención francesa y el imperio, inició con ejemplar entusiasmo su nueva vida. Juárez había muerto el 18 de julio de 1872, frustrándose por momentos la obra de reconstrucción nacional que principió desde su entrada victoriosa a México, cinco años antes. LOS CAMINOS El conflicto armado había contribuido, paradójicamente, a abrir brechas entre las serranías inhóspitas, caminos de herradura y aun calzadas más o menos buenas para el transporte de materiales de guerra. El gobierno constituido, que había ya descubierto cómo los caminos eran medios de primera importancia para un país —pues son

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las venas por donde circula la sangre del comercio, de la civilización, de los inventos y las mejoras— se preocupó principalmente por el acondicionamiento de los ya existentes y la apertura de otros.

Al finalizar el gobierno del Presidente Juárez, la red de caminos troncales era:

1. México-Puebla-Jalapa-Veracruz Orizaba-Córdoba-Veracruz. Tehuacán-Oaxaca-Puerto Ángel. Esperanza.

2. México-Pachuca-Tulancingo-Tuxpan. Huejutla-Tampico. Ometusco.

3. México-Querétaro-San Luis Potosí. Ciudad Victoria-Matamoros. Aguascalientes-Zacatecas-Durango-Mazatlán. Ciudad del Maíz-Tampico. Guanajuato-Lagos-Aguascalientes. Jalapa-Tampico.

4. México-Cuernavaca-Chilpancingo-Acapulco. México-Toluca-Morelia. Zapotlán-Colima-Manzanillo. Guadalajara-San Blas. Zihuatanejo.

5. Tonalá-San Cristóbal las Casas-San Juan-Frontera. 6. Campeche-Calkiní-Mérida-Progreso.

Con el ramal México-Toluca-Morelia y con el anterior puesto en servicio en 1869 (México-Morelia-Las Barrancas, por Zamora) conectaban infinidad de brechas y caminos locales que conducían a las poblaciones y rancherías ubicadas en las proximidades de la ruta. De Morelia partía un tramo que se extendía a diversos lugares de Michoacán, quedando unidos por este medio Acuitzio, Quiroga, Pátzcuaro, Tacámbaro, Santa Clara del Cobre, Ario de Rosales, Taretan, Uruapan y los más importantes pueblos de la Tierra Caliente.

Cuatro años después la capital de Michoacán quedaba ligada directamente con Guadalajara, Zamora, San Blas, Colima y

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Manzanillo, así como con todas las plazas de la República mediante conexiones con los caminos troncales. Ario y la Tierra Caliente disfrutaron luego de este servicio, que contribuyó en gran manera al desarrollo de su economía.

LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA Otro de los renglones impulsados por los gobiernos de Juárez y Lerdo y por la mayor parte de los gobernadores de los Estados que siguieron su ejemplo, fue el de la instrucción pública. El Benemérito designó ministro del ramo al licenciado Antonio Martínez de Castro, y éste formó, sin pérdida de tiempo, una comisión presidida por don Gabino Barreda para que redactara la famosa Ley Orgánica de Instrucción Pública que promulgó el ejecutivo en diciembre de 1867. Esta ley, además de dar unidad a la enseñanza, declaraba gratuita y obligatoria la educación elemental. Se multiplicaron las escuelas primarias que existían y a todas se les hizo depender administrativamente de los ayuntamientos, pero sus planes de estudio quedaron bajo el control del ministerio de educación.

La misma ley organizaba bajo bases sólidas los estudios secundarios: el primero de febrero de 1868 abrió sus puertas la Escuela Nacional Preparatoria, cuya doctrina filosófica hasta la Revolución de 1910, estuvo inspirada en el positivismo.

Y siguiendo el impulso renovador que empezó a operarse en todo el país después del triunfo de la República, los gobiernos de los Estados emprendieron la reforma educativa de conformidad con los postulados de la Constitución de 1857. Las escuelas preparatorias ya establecidas modificaron sus planes de enseñanza, tomando casi todas como modelo el de la de México. El Colegio de San Nicolás, clausurado desde la caída de Morelia en poder de las tropas imperiales en 1863, reabrió sus puertas el 10 de junio de 1867; en Saltillo, el Gobernador de Coahuila Andrés S. Viesca, inauguró el Ateneo Fuente; en Pachuca, capital del Estado de Hidalgo, el Gobernador Juan C. Doria creó el Instituto Científico y Literario; y en Veracruz el licenciado Francisco Hernández y Hernández, que gobernó de 1867 a 1872, al par que promovía el mejoramiento y

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creación de nuevas escuelas primarias, se anticipaba en más de 50 años a la obra de la Revolución Mexicana en esta materia, al fundar la escuela secundaria, no con el viejo concepto de "sufrir carrera", sino con la moderna orientación de integrar la cultura del ciudadano.

Por esta época en Ario de Rosales se inauguraron dos nuevas escuelas con 136 niños y 124 niñas, sostenidas por el Ayuntamiento. Existían cuatro planteles particulares que impartían enseñanza a más de cien pequeños de uno y otro sexo. En el año de 1874 comenzaron a darse dos cátedras: la primera de idioma español que fue servida por el doctor Camilo García, y la segunda de latinidad, por el licenciado Marcos Castañeda. La mayor parte de los alumnos que comenzaban allí su carrera pasaban luego a terminarla en el Colegio de San Nicolás o en los seminarios de Morelia y Zamora.

ASPECTO URBANO En pocos años Ario de Rosales renació de sus ruinas. Ya en el primer periodo del porfiriato, su caserío era elegante, aseado y pintoresco, según los informes de los prefectos del distrito al ejecutivo local. Contaba con 332 fincas cuyo valor se calculaba en 138,615 pesos. La villa estaba dividida en cuatro cuarteles: el primero contaba con 15 manzanas de casas; el segundo con 10; el tercero con 10; y el cuatro con 8. Había once portales con los siguientes nombres: Víctor Rosales, Progreso, Benito Juárez, Juan José Codallos, Gordiano Guzmán, Juan Álvarez, Miguel Silva Macías, Martínez, Carbajal y La Unión. En el centro del poblado estaban la Plaza principal y el templo de Señor Santiago. También existía la iglesita de Jesús María en la plazoleta de este mismo nombre y otra en la manzana séptima del cuartel primero.

Hacia el poniente, dentro de la manzana novena del cuartel tercero, funcionaba el panteón municipal.

Las calles principales de la población eran las siguientes: Cuartel primero, Melchor Ocampo, Guadalupe Victoria, Hermenegildo Galeana, Francisco Javier Mina, José María Morelos, Ignacio Zaragoza y Miguel Hidalgo; Cuartel segundo, José María Arteaga, Carlos Salazar, Del Jazmín, Vicente Guerrero y Mariano Arista;

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Cuartel tercero, Ignacio Comonfort, Alatriste, Iturbide, Del Prado e Iriarte; Cuartel cuarto, Mariano Matamoros, Mariano Abasolo, Juan Aldama, Rivas y Muñiz (a esta última calle el Ayuntamiento de Ario de Rosales le sustituyó en 1955 el nombre de Muñiz por el de Guadalupe la Chinaca, célebre guerrillera nativa del lugar a quien aludimos en el Capítulo VIII).

Al norte de la población se hallaba la calzada de Canintzio, entonces único paseo en Ario y punto de comunicación con el barrio del mismo nombre. La calzada estaba formada por una serie paralela de hermosos y corpulentos fresnos, plantados allí a principios del siglo por unos colonos franceses que se avecindaron en Canintzio. La amenidad de este lugar era muy interesante en cuanto a que desde él se dominaba por completo el extenso valle de Nuevo Urecho, el cual se enlaza con el de Taretan, para ir a terminar en las escarpadas faldas orientales del majestuoso Pico de Tancítaro.

El conjunto de diversos coloridos que le daban los variados cañaverales, los plantíos de arroz y café, con el verdinegro de los platanales y el de otras muchas plantas que forman la abundancia de la agricultura en Michoacán, hacía más interesante y admirable su perspectiva. A esto hay que agregar el sorprendente golpe de vista que se completa, por la triple cadena de montañas y caprichosos picos que se destacan tras el anchuroso horizonte del Pico ya citado.

La calzada de Canintzio fue construida bajo la dirección del ingeniero García Jasso, quien después de múltiples trabajos pudo presenciar su estreno el 5 de mayo de 1879.

En esta misma época se instalaron en Ario dos molinos de trigo, aprovechándose como fuerza motriz el agua del río que viene de Tunácuaro.

Si bien, desde 1870 había un servicio esporádico de diligencias entre Morelia, Pátzcuaro y Ario de Rosales, fue hasta 1883 durante el gobierno de don Pudenciano Dorantes, cuando la Empresa General de Diligencias de México formalizó los arreglos, estableciendo una línea regular entre Morelia y Ario. La mejora pudo realizarse por el entusiasmo del vecindario y el interés que pusieron en ello el diputado por ese distrito, licenciado Carlos González Urueña, y el escritor Juan Medal.

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LAS COMUNICACIONES El Presidente Lerdo, acosado por la rebelión de los "cristeros" (sujetos fanáticos azuzados por el clero) y las ambiciones políticas del caudillo de Tuxtepec, apenas pudo atender a lo más indispensable, y entre esto estaban las comunicaciones, como se esbozó al principio. A él le tocó inaugurar el tramo del Ferrocarril Mexicano entre México y Veracruz, el primero de enero de 1873, con un costo de $12.573,695.92 para una línea de 510 kilómetros,116 y las líneas telegráficas a diferentes ciudades de la República. Ario quedó entonces incorporado a este sistema, prolongándose a aquel lugar la línea de Pátzcuaro (esta población contaba con oficina telegráfica desde 1854).117

La inauguración del telégrafo en Ario de Rosales, que tuvo lugar a fines de julio de 1873, nos permite conocer datos importantes sobre costumbres y cultura en los pueblos michoacanos. Vieja crónica de este suceso, casi perdida para siempre a no haber caído en manos amorosas que la rescataron —cuya copia poseemos por gentileza de nuestro apreciable amigo el bibliófilo Javier Arreola Cortés, director de la Biblioteca Universitaria de Morelia— es fuente rica de conocimientos sobre la vida michoacana en el último tercio del siglo pasado.

Contiene, como los lectores verán por la transcripción que hacemos de sus partes principales, retratos de personajes del mundo político y social de aquel tiempo, empezando por el gobernador del Estado, licenciado Rafael Carrillo; su secretario de gobierno don Aristeo Mercado; los maestros nicolaitas Ángel Padilla y Luis González Gutiérrez y los poetas de moda Vicente Moreno y Gil Blas, seudónimo este último que oculta al verdadero autor de la crónica que no nos fue posible descubrir, pero que se trata de un pariente —como él mismo lo declara— del que años después fuera por veinte años Gobernador del Estado, don Aristeo Mercado.

116 México, Historia de su evolución constructiva. t. III, p. 136. Distribuidora editorial "Libro, S. A. de R. L.". México, 1945. 117 Pablo G. Macías. Pátzcuaro. Monografías municipales. Ediciones del gobierno del Estado. México, 1978.

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En estilo romántico, cargado de adjetivos, acorde con la literatura provinciana del siglo pasado, describe Gil Blas los paisajes que vio, unas veces a caballo y otras a bordo de antañona diligencia, a lo largo del trayecto de Morelia a Ario de Rosales; la ceremonia cívica al ser inaugurado el telégrafo; los bailes en Ario y Pátzcuaro; la recepción en Santa Clara del Cobre; la belleza de las mujeres; las poesías en boga; el regocijo del pueblo que no conocía acaso ni en retrato a sus mandatarios, y en cuya ocasión al verlos tan de cerca desafiar los aguaceros que en tales días caían sobre la comarca, parecíale un milagro.

Pero dejemos que el propio Gil Blas haga su relato, por otros títulos veraz, curioso y humano, que nos hace sentir espectadores de aquellos acontecimientos. A algunos les parecerá monótono y cursi. Sin embargo, pese a la mucha hojarasca que contiene, nadie puede negar que es, por muchos motivos, un documento de inestimable valor histórico. Dice así:

A CABALLO Y EN DILIGENCIA RUMBO A ARIO DE ROSALES Eran las seis de la mañana del día diez y nueve de este mes (Julio de 1873). El sol no había podido romper las espesas nubes que vagaban por el firmamento y éste, nebuloso y triste, presagiaba un día de lluvia. A esta hora, una diligencia seguida de una pequeña escolta salía de la ciudad de Morelia y marchaba lentamente por la calzada que conduce al pintoresco pueblecito de Santa María. La falta de aparato y la modestia del carruaje no nos indicaría quiénes eran los viajeros, a no saber a ciencia cierta que el que caminaba así, sin fausto y sencillamente, era nada menos que el jefe constitucional de uno de los Estados más poderosos de la confederación mexicana, que iba a inaugurar la línea telegráfica que acababa de prolongarse de Pátzcuaro hasta la villa de Ario de Rosales. Dentro del coche acompañaban al Gobernador su secretario Aristeo Mercado, el inteligente y apreciable diputado Ángel Padilla, el popular y correcto poeta Vicente Moreno y la humilde persona del que escribe estas líneas. El ilustrado y simpático Luis González Gutiérrez había preferido hacer el camino a caballo y conversaba con el joven Ponciano Paz, que era el oficial que mandaba la escolta. Antonio

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Treviño, comerciante conocidísimo en el Estado y vecino de los más notables del floreciente y encantador distrito de Uruapan, formaba accidentalmente parte de la caravana, y sus chistes, que vertía a raudales y con la mayor finura, fueron una de las distracciones más agradables de los viajeros; y más de una vez de Pátzcuaro a Ario y al regreso, se echó de menos su sal epigramática y sus rasgos de agudeza.

Almorzamos alegremente en la hacienda de "Coapa" y después pasamos por varios pueblos que están en el tránsito, sin que éstos supieran de antemano, que su primer magistrado pasaba en aquel momento por sus poblaciones; el ciudadano Gobernador, hombre de gustos sencillos y de hábitos completamente republicanos, había preferido que no se tuviera conocimiento de su viaje, para evitar las recepciones oficiales.

Llegamos a Pátzcuaro a las cuatro y media de la tarde y la pequeña fuerza del Distrito, a la entrada, se unió a la escolta federal. Algunas personas salieron a recibir al Gobernador, entre ellos el Sr. D. Vicente Gómez, el prefecto D. Jesús Ocampo y la comisión que venía desde Ario, compuesta de los señores D. Joaquín Oseguera, D. Perfecto Luviano y D. Norberto Salgado. El ciudadano Gobernador con parte de su comitiva, se alojó en la casa del administrador de rentas D. Vicente A. Ojeda, donde una magnífica música, de que tendré ocasión de hablar más adelante, estuvo ejecutando hasta las ocho de la noche, diferentes piezas con una maestría que mereció los elogios de todos los que las escucharon. El ayuntamiento y muchos vecinos de Pátzcuaro felicitaron al ciudadano Gobernador por su llegada, y a la mañana siguiente seguimos nuestro camino. El mal estado de la vía nos presagiaba que tendríamos que bajar frecuentemente de la diligencia para hacerlo a caballo y efectivamente de Santa Clara a Ario, el Gobernador y todos los que le acompañaban montaron por un corto espacio en las cabalgaduras que iban dispuestas para aquel caso y había quien dudara pudiese llegar la diligencia hasta la villa a donde nos dirigíamos. Como a las diez de la mañana estábamos a las puertas de Santa Clara, población de las más risueñas, alegres y bellas que hemos visto. Nunca olvidaremos la manera cordial y franca con que fuimos recibidos. Una multitud de jinetes salieron a nuestro encuentro, las calles estaban

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completamente llenas por un inmenso gentío, el mayor entusiasmo reinaba por todas partes, las músicas tocaban alegres sonatas y la multitud prorrumpía en vivas, apiñándose alrededor del carruaje, dando al ciudadano Gobernador muestra de profundo respeto y cariño.

En la casa del Sr. D. Wenceslao Vargas se había preparado una excelente comida, que se sirvió con la mayor delicadeza y prontitud, quedando sumamente complacidos el Gobernador y los de su comitiva, del trato fino y amable de los vecinos de Santa Clara. Allí tuvimos el gusto de conocer a los señores D. Francisco Ortega, a D. Faustino y D. Mateo Molina, a D. Simón Tellitud, a D. Vicente Ortiz, a D. José Castrejón, a D. Pedro Morales, a D. Jesús García Tinajero y otros individuos, todos hombres sencillos, de corazones rectos y puros, sinceros, patriotas y que se esmeraron en demostrar su afecto y respeto por el primer magistrado de Michoacán. Durante la comida presidió la mayor cordialidad y alegría. Vicente Moreno, chispeante, elocuente, pronunció soto voce algunos brindis y el Sr. D. Jesús García Tinajero habló en nombre de la población felicitando al gobierno del Estado por la acertada marcha de su política y por las mejoras materiales que con infatigable celo procuraba introducir, siendo una prueba de ello, la calzada de Cuitzeo y la línea telegráfica que se iba a inaugurar. El Gobernador dio las gracias con una elocuencia verdaderamente arrebatadora, que estamos ciertos le ha granjeado para siempre el afecto de todos los que le escucharon. Muy a pesar nuestro y resistiendo a las instancias que se nos hacían para pasar la noche en medio de aquel pueblo entusiasta y ya querido, tuvimos, que seguir adelante pues se nos esperaba en Ario; pero no se nos dejó ir sin la formal promesa que hizo el Gobernador de que a su vuelta tendría el placer de pernoctar en Santa Clara. Muchos de los vecinos nos acompañaron hasta una larga distancia, y el tema de las conversaciones dentro de la diligencia, fue la amabilidad, franqueza y cariños con que habíamos sido recibidos en la población que dejábamos tras de nosotros. ¡Qué espectáculos tan grandiosos y sublimes contemplábamos absortos desde las ventanillas del carruaje en que íbamos! Cuántos recuerdos no me traían a la memoria aquellos valles inmensos y verdes, aquellos horizontes sin fin, aquellos abismos, sobre los que rodaba la pesada diligencia, y que

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causaban vértigo a la vista. ¡Qué de prodigios no podría realizar el hombre en esta tierra fértil y afortunada! A la sombra de la paz, el silbo agudo de la locomotora resonará en estas montañas y el eco lo repetirá como el canto del progreso y de la civilización: ahora ya el pensamiento puede cruzar con la velocidad del relámpago por en medio de estas selvas y estos montes, y un gobierno benéfico con el concurso de los pueblos, podrá realizar a fuerza de trabajo, paciencia y moralidad otra multitud de mejoras que traerán la prosperidad y la dicha para esta desgraciada pero heroica patria de Morelos y de Ocampo.

Nos acercábamos a Ario, Vicente Moreno sintió brotar en su corazón, los recuerdos más dulces para el hombre; estaba en la bendita tierra donde se meciera su cuna, veía las sombras de sus parientes y amigos muertos, iba a estrechar la mano de muchos de los compañeros de su infancia, a visitar los lugares en que lleno de ilusiones había cortado las primeras rosas de la fresca corona del ángel de la juventud, y conmovido, rebosando de sentimiento, salió del carruaje, montó en su caballo y juntándose con una multitud de individuos que salían en briosos corceles a recibirnos se dirigió al galope, para saludar a su querida patria, que hacía ya muchos años que no veía. Alguna vez se acercaba a nosotros: ¡Aquí estoy! decía, refiriéndose a las palabras de unos versos suyos y otros míos que principian así: ¡aquí estoy! —"Gil Blas, dime, hay algo más grande, más tierno, más dulce, más sublime que respirar en el valle querido de nuestra infancia, que contemplar desde lejos la población donde hemos crecido, donde hemos soñado, amado y gozado, porque esa que tú ves es mi tierra, mi querida tierra" y se alejaba de nuevo de la ventanilla del carruaje donde me asomaba, e iba a confundirse entre sus amigos y camaradas, riendo, casi llorando, loco de contento. Luis González Gutiérrez no estaba menos emocionado; su carácter se presta menos para esas expansiones de Vicente, pero en su fisonomía seria y bondadosa se adivinaba un goce interior, tanto más fuerte cuanto más reconcentrado era; se sabe el gran cariño que este ilustrado amigo nuestro, profesa a todos y cada uno de los habitantes de Ario de Rosales, donde se le corresponde con un afecto igual y profundo.

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A eso de las seis de la tarde divisamos por fin a Ario. Qué airoso y esbelto se tiende a los pies de las elevadas montañas que le circundan: la población entera, esperaba la llegada del Gobernador, los cohetes atronaban el espacio, y vivas y estrepitosas aclamaciones resonaban por todas partes, las músicas nos precedían y las calles se encontraban adornadas con cortinas y arcos de flores, algunos globos ascendían por los aires y los víctores y los aplausos nos acompañaron hasta la elegante casa en que se debían hospedar el Gobernador y su comitiva. La plaza hervía rebosando de gente y el entusiasmo y el júbilo eran indecibles. El Gobernador parecía conmovido ante semejante espectáculo, y si alguna vez ha estado satisfecho de haber cumplido fielmente con su encargo y de haber procurado el bien de los pueblos que gobierna, era sin duda en aquel en que recibía tantas muestras de respetuoso y leal cariño.

La casa de los señores Alcázar, que se levanta en uno de los ángulos de la plaza, era la designada para habitación de los viajeros: perfecta y elegantemente amueblada, reúne el lujo de las ciudades y la amplitud y comodidad de las casas de campo. Del salón de recibimiento, hermoso y extenso, se pasa a un gran mirador desde donde se puede contemplar la plaza y muchas de las calles de la villa, perdiéndose la vista en los montes que cierran a lo lejos el horizonte. El ayuntamiento se presentó a felicitar al ciudadano Gobernador presidido por el simpático Antonio María Fernández y otros muchos vecinos expresaron al Sr. Carrillo el placer con que era recibido, y éste tuvo para todos palabras de aprecio y finura que le aseguraron luego la simpatía que le profesaban desde antes de conocerle personalmente.

En la plaza hasta muy entrada la noche, las músicas tocaron escogidas piezas, cuyas armonías llegaban a nosotros entre los gritos de vivas a la república, a la paz y al gobernador, en que prorrumpía, de tiempo en tiempo, aquel pueblo entusiasta y patriota.

El joven Benjamín Alcázar y el apreciable José María Torres eran las personas en comisión para acompañar a los huéspedes, y no podemos menos de tributarles aquí, un elogio, por la eficacia y cortesía con que supieron cumplir con su encargo: estos amables ciudadanos, después de conducirnos a las habitaciones que nos

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habían preparado, se retiraron, y todos se dispusieron a descansar de las fatigas del viaje.

Había llegado la media noche, poco a poco se fue apagando el rumor que levantaba el alegre pueblo que semejante a las olas del mar llenaba la plaza, las luces morían, los sones de la orquesta ya no resonaban, y todo entraba bajo el imperio de un profundo y majestuoso silencio, interrumpido a veces por el ruido triste y monótono de la lluvia. Yo, de pie, apoyado en el barandal del mirador, dirigía mis miradas a la oscuridad como interrogándola, los vientos me traían los aromas desprendidos de los bosques cercanos, algún pájaro de cuando en cuando cantaba a lo lejos, y aquella soledad, aquella atmósfera, fría y húmeda que me rodeaba, aquel cielo nebuloso y oscuro sobre mi cabeza y aquella población, dormida entonces a mis pies y que hacía tan poco había visto alegre y animada; todo aquello en fin, era dulce a mi alma y grato a mi corazón. La noche lóbrega oyó esta vez, como otras muchas, las confidencias íntimas de un alma melancólica, y en medio de aquel silencio y oscuridad tuve una luz y un testigo: Dios.

TELEGRAMAS AL PRESIDENTE LERDO Y A LA LEGISLATURA ESTATAL La mañana, me sorprendió en el mirador, entregado a mí mismo, en esos sueños en que dejo vagar mi espíritu por regiones completamente desconocidas, y a la dulce claridad del alba, velada por un sutil velo de nubes transparentes, pude contemplar, el hermoso panorama que presentaba la pintoresca villa. En la naturaleza todo es hermoso, y el despertar de una población tiene siempre un misterioso encanto para el que ha pasado la noche en el insomnio y en la meditación: placíame ver aquella plaza perfectamente empedrada, circundada de portales; divisar los techos de teja colorada semejantes a nidos de palomas, las largas calles que iban a perderse en las faldas de los vecinos montes y oía con un estremecimiento indefinible, todos esos ruidos armoniosos que al amanecer, forman un himno en que parece que la naturaleza entera, rinde al Creador un homenaje de reconocimiento y adoración.

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Parecióme hermoso Ario: me creí por un momento transportado a la tierra de mis ensueños, allí donde he visto el rayo del sol penetrar tímida y trabajosamente por entre el sombrío ramaje, e irse a perder como una lágrima de dorado fuego en las profundidades de un río caudaloso, que despeñándose sobre un lecho de brillante púrpura, va llenando el espacio con su poderosa voz remedando al trueno en los días de tempestad. Por donde quiera descubría paisajes risueños y encantadores, y hasta la espesa bruma, que llenaba una parte del cuadro que tenía ante mis ojos, fingía a mi mente, las formas vaporosas de las sílfides de la mañana, que traían en las blancas manos, guirnaldas con los colores del iris para colocarlas en la frente del astro esplendoroso, que da vida y calor al universo.

Ario, es uno delos pueblos más ricos de Michoacán, allí produce la fecunda tierra el añil, cuyo azul compite con las ondas cerúleas de los lagos, el arroz, blanco como la leche, el rubio trigo, el dorado maíz, la caña de sabroso jugo, el café que es la bebida clásica del día, frutas de todas clases, desde la roja manzana hasta la chirimoya dulce y olorosa, es abundante en ganados y allí se funde el cobre que se trae de Opopeo, Inguarán y Churumuco, se curten pieles las más variadas y finas, y sus quesos son sabrosísimos y convidan al paladar con su grato olor y blancura.

Hasta ahora los gobiernos no han sabido ni han podido explotar, impartiendo su auxilio a los pueblos, estas tierras vírgenes, que abundan en riqueza y cuyo elemento principal es la agricultura, pero gracias a la paz, de que empezamos a disfrutar, y que es la fuente y la base de la grandeza y prosperidad de las naciones, se principia ya a sentir deseos de un mejoramiento material, que es de muy buen agüero: la línea telegráfica, que une a la población de que hablamos, no sólo con toda la república, sino también con la mayor parte del mundo civilizado, será fecunda en bienes para tan rica comarca. El ejecutivo del Estado, haciendo a un lado muchos de sus actos, en que ha probado exquisito tacto político, su patriotismo y naturaleza, que una sola de ellas, bastaría, para honrar toda una administración constitucional: hablamos de la apertura del puerto de Maruata, de la calzada de la laguna de Cuitzeo, y de su constante y eficaz trabajo por establecer líneas telegráficas, en los pueblos más importantes de Michoacán. Seguramente el vecindario de la villa de Ario de Rosales

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piensa como yo, pues, ha celebrado la inauguración del telégrafo con tal entusiasmo y obsequiado tan espontáneamente al Gobernador y a los que le acompañaban, que sus fiestas le honran, como honran también al gobierno, que ha recibido tantas y tan repetidas muestras, de que se saben apreciar sus afanes e intenciones benéficas, y se comprende que si no hace más, es porque absolutamente no se puede, en vista de las circunstancias aflictivas que lo rodean.

A las once del día, se dirigió el Gobernador, con las autoridades y vecinos de Ario, las personas que le acompañaban desde la capital y seguido de la fuerza de infantería del Distrito y del piquete del 11º de caballería de la federación que le servía de escolta, al portal donde se ha establecido la oficina telegráfica, y que estaba convenientemente adornado y preparado, para la solemnidad que iba a tener lugar. Las músicas llenaban los aires y el gozo se pintaba en todos los semblantes. El Sr. D. José M. Torres, después de una descarga que hizo la infantería, fue el primero que subió a la tribuna; en seguida de este señor hizo uso de la palabra el joven Cesáreo Galván, que probó su buena memoria pronunciando un largo discurso. Jesús García Tinajero pronunció también una alocución, y los oradores estuvieron muy felices, pues sus palabras se encaminaban a celebrar el fausto acontecimiento que nos reunía, brillando en todas las alocuciones, esa elocuencia irresistible que brota de corazones a quienes inspira el entusiasmo.

En el discurso del joven Galván, había frases que refiriéndose al mal estado de la instrucción primaria de la villa, parecieron poco oportunas en aquellos momentos de júbilo general; el ciudadano Gobernador, con esa bondad que le es característica y con esa facilidad sencilla y elocuente de que ha dado tantas pruebas, pronunció una sentida alocución, prometiendo en ella, que no sería estéril para los niños de las escuelas, su visita al Distrito de Ario de Rosales.

Todos esperaban que Vicente Moreno dijera algo, y efectivamente, no era posible que el vate, hijo de Ario, no llevara su contingente de ideas para celebrar, el primero, el adelanto de su país natal: inspira tanto la patria a los corazones generosos, es tan bello sentirse amado y amar la tierra en que nacimos, que su silencio no habría tenido disculpa. Advirtiendo, entonces Vicente, que todos

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deseaban escucharle, sube a la tribuna y lee un bellísimo soneto que delante de mí, hacía muy poco acababa de improvisar. No podía escoger pensamiento más elevado y propio para el caso; en sus versos pide que cese la discordia que en materias políticas divide los ánimos de sus paisanos, y lo hace con esa poesía, naturalidad y talento que le han conquistado tan buen nombre entre nosotros.

He aquí el soneto: ¡No lo puedo ocultar!... Porque me aterra El porvenir de mi nativo suelo, Hoy levanto mi voz, pidiendo al cielo Dicha y prosperidad para mi tierra. Que aquí se apague la intestina guerra, Sobre todo rencor echando un velo, Es ciudadanos, mi ferviente anhelo, La más grande ambición que mi alma encierra. Quiero que unidos con estrecho lazo Eternamente Michoacán os vea, Y que un sincero, fraternal abrazo Prenda de paz entre vosotros sea: Uníos, pues, y celebrad con eso Esta fiesta, la fiesta del progreso.

Estrepitosos aplausos resonaron cuando acabó Vicente Moreno de leer sus versos, y restablecido el silencio, el secretario de gobierno Aristeo Mercado, dio lectura a los telegramas que acababa de dirigir el Gobernador al Presidente de la República, al Ministerio de Fomento y a la Legislatura del Estado, participándoles la inauguración de la línea telegráfica de Ario. Los telegramas decían:

"C. Presidente de la República: con la protección que usted se digna dispensar a Michoacán, se acaba de establecer la nueva vía de comunicación telegráfica que une al Estado directamente con la capital de la República.

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"La línea particular del gobierno de Michoacán, se ha prolongado de Pátzcuaro a esta población, y a su apertura solemne he venido de Morelia.

"Doy a Ud. las más expresivas gracias, a nombre de este Estado, por el establecimiento de aquella línea telegráfica, y tengo la honra de poner a la disposición de ese supremo gobierno el tramo de Pátzcuaro a esta villa, que con el mayor entusiasmo de sus patriotas vecinos, se inaugura en este momento.- Rafael Carrillo".

"C. Ministro de Fomento.— La línea telegráfica de Michoacán se ha prolongado de Pátzcuaro a esta villa y hoy se inaugura este tramo, lo que con satisfacción tengo la honra de participar a Ud. para conocimiento del supremo gobierno.— Rafael Carrillo".

"C. Presidente de la Legislatura del Estado. Morelia.— La Legislatura acordó la prolongación de la línea telegráfica del Estado hasta Ario, y los vecinos de este lugar contribuyeron eficazmente a que se llevara a cabo ese acuerdo.

"En este momento se inaugura la línea y por ello tengo la honra de dirigir a la Cámara mis cordiales felicitaciones.— Rafael Carrillo".

Las contestaciones del Presidente y del secretario de Fomento y de la Legislatura, se recibieron en la tarde, y anduvieron de mano en mano, pues todos querían convencerse de que era ya una realidad lo que tanto habían deseado. Estas contestaciones son como siguen:

"C. Gobernador, Rafael Carrillo. "Reciba Ud. mis cordiales felicitaciones por la inauguración de la

nueva línea telegráfica, y mis fervientes votos por la prosperidad de ese Estado. Estimo y agradezco a Ud. mucho, los benévolos sentimientos que se ha servido expresarme en su telegrama.— S. Lerdo de Tejada".

"C. Gobernador del Estado. Ha sido muy grato para el Presidente el acontecimiento del telegrama de hoy, en que participa a este ministerio la inauguración del telégrafo de Pátzcuaro a esa villa y por cuyo acontecimiento saludo a Ud. cordialmente.— Balcárcel".

"C. Gobernador del Estado. Al empeño del gobierno, no menos que a la eficaz cooperación de los patriotas vecinos de Ario, se debe que esta Villa se encuentre unida por el alambre telegráfico a la capital del Estado.

"Mil parabienes por tan importante mejora.

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"Mañana pondré en conocimiento del Congreso el contenido del telegrama de Ud. y no dudo que aquel respetable cuerpo aplaudirá el acontecimiento a que se refiere.— M. Meza".

"Telegrama depositado en Morelia el 22 de Julio de 1873 y recibido en Ario el 22 del mismo a las 6 y 45 minutos de la tarde.

"C. Gobernador. La Legislatura, a la que se dio cuenta con la felicitación de Ud. fecha de ayer, acordó que los que suscriben felicitasen a Ud. a nombre de la misma, por la inauguración de una mejora que contribuye a estrechar las relaciones de la capital, a uno de los más importantes Distritos del Estado. Se congratula de que los patriotas vecinos de ese municipio cooperando a la extensión de la línea telegráfica hayan estimulado con su conducta a las demás poblaciones de Michoacán. Rafael García, diputado secretario. Juan B. Rubio, diputado pro secretario".

Después de las felicitaciones oficiales, nuestros poetas Gabino Ortiz y Vicente Moreno se cambiaron los telegramas en verso que insertamos en seguida:

"Sr. Lic. Gabino Ortiz. Morelia. Con la más pura alegría Esta Villa, y no te asombre, Te saluda en este día, Bardo de inmortal renombre, Gloria de la patria mía. V. Moreno. "Sr. D. Vicente Moreno. Ario. De Mors, genio extraordinario, El maravilloso invento Conduzca esta vez mi acento A la noble villa de Ario. Vicente, con tu laúd De dulcísima armonía, Di por mí en tan grato día A tus paisanos ¡Salud! G. Ortiz.

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Hubo una coincidencia que debe mencionarse: este mismo día se

inauguraba la línea telegráfica, que une más directamente a la capital del Estado con la de la República, y el ayuntamiento y diputación de minería de Tlalpujahua felicitaron al Ejecutivo de Michoacán con tan plausible motivo.

LOS ARIENSES DESBORDAN SU ALEGRÍA. BANQUETES Y BRINDIS Aunque nuestras comidas diarias, fueron verdaderos banquetes, pues asistían a ellas de noche y día, un número considerable de apreciables individuos, y no faltaba nunca todo aquello que constituye la mesa clásica de nuestra época, merece especial mención, la convivialidad que concluida la ceremonia de la inauguración, nos esperaba, en la casa donde nos alojábamos y que fue, sin disputa, la mejor y más agradable de que gozamos durante nuestra corta permanencia en Ario.

A eso de la una y media, principió el banquete, al que concurrieron como sesenta personas. Estaba allí lo más selecto de la población, y algunos que por inconvenientes del momento no pudieron asistir, llegaron después a tomar parte en él, reinando la más franca cordialidad y la alegría más expansiva. Allí tuve el gusto de estrechar muchas manos leales, de allí datan para mí, amistades, que aunque nuevas, durarán siempre y conocí entre otras personas apreciabilísimas a D. Lucas Román, doctor en medicina, a D. Víctor Marroquín, a D. Martín Vargas Román, a los comerciantes españoles D. José María Marturet y D. Domingo Narvarte, a D. Antonio María Fernández, presidente del ayuntamiento, a D. José Ma. Torres, regidor, al administrador de rentas D. Ignacio Gómez, al juez de letras José Dolores del Río, al joven prefecto del distrito Andrés Villegas Rendón, al honrado comerciante Joaquín Oseguera, a D. Francisco Reyes, a D. Cosme Portillo, médico ilustrado y corresponsal del "Eco" periódico de México, de que he sido redactor, razón por que nos conocimos de antemano; a D. Bernardino Macías, secretario del ayuntamiento, a D. José Brambila, a D. Antonio Carrillo, a D. Luis Pita, al joven Francisco Solchaga, que estaba allí de paso, a D.

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Benjamín Alcázar, a D. Perfecto Luviano y a muchos individuos, cuyos nombres no apunto, pero que no he olvidado ni olvidaré mientras lata dentro de mi pecho un corazón agradecido.

Vicente Moreno improvisó dos o tres cuartetos dulces y sonoros, que fueron muy aplaudidos; Luis González Gutiérrez, Antonio María Fernández y yo, dijimos también algo, siendo acogido el brindis de nuestro apreciable amigo Luis con las más vivas muestras de entusiasmo. Después de nosotros, se sucedieron una multitud de brindis sin interrupción, el entusiasmo se desbordaba en frases elocuentes, no hubo sentimiento noble que no tuviera allí su intérprete, se brindaba por la República, por el distrito de Ario, por la paz y la libertad, por las instituciones, por el progreso, por el ejecutivo federal, por el gobierno de Michoacán y por la amistad y la unión de todos los hombres. Aquello fue una tempestad deshecha de afectos puros, palpitaban electrizados y todos se amaban y querían como si fueran individuos de una misma familia.

Antonio María Fernández, estaba en todas partes, adivinaba lo que deseaba cada cual y hacía que se le sirviera en el acto, no se le escapó palabra de las que se pronunciaron de un extremo a otro de la mesa, y cuando menos se creía, tomaba parte en las conversaciones animándolas más, y complaciendo a todos: no me extrañaba, pues, que un hombre de genio tan franco, servicial y campechano, sea querido y apreciado generalmente. Tuvo la deferencia de sentarse a mi lado y entablamos una plática agradable, que él sazonaba con chistes y epigramas inocentes, que me hacían reír de buen grado, por mucho que sea mi carácter serio y triste.

—¡He! ¿Ve usted a aquél? —El Sr. D. José María Castrejón. El mismo. Acha mellada ¡es un pícaro! —¡Pícaro! ¿Hombre, es posible? —¡Vaya! Ha de saber Ud. que ha servido desinteresadamente a la

República en muchas ocasiones, por ejemplo en la revolución de Ayutla; en aquel bendito tiempo de la acha y su santo filo, en que no había cristiano que mandara cuatro soldados y un cabo, que no echara la pelea, venía a Ario y ¿qué piensa Ud.? pues con sus chinacates se nos metía bonitamente, y ni exigía préstamos, ni extorsionaba, por el contrario, daba garantías, y cuanto pedía tanto pagaba; ¿ha visto Ud.

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pícaro mayor?, por eso le decíamos acha mellada, porque la suya sólo tenía filo para los enemigos, ahora el maldito, tiene sus minitas de cobre en Santa Clara, y mantiene un número considerable de trabajadores con sus familias.

—¡Y por eso le llama Ud. pícaro! —Precisamente: mire Ud. ese otro. —El coronel Norberto Salgado. —¡Bonito coronel! Peleó dale que dale contra la intervención y el

imperio, lo hirieron, y ni por esas; siguió firme, y sepa Ud. que ni tiene ni busca empleo, ni ha hecho nunca ante el gobierno mérito de sus servicios, sino que se está trabaja que trabaja con su comercio, como si no hubiera tesorería.

—Vamos, le dije, a que de aquél si no tiene Ud. qué decir nada. —¿De quién? ¿de ése? ¡Válgame! Si es el peor, Luis Pita,118

patriota si los hay, sorprendió en una ocasión un destacamento imperial de los traidores, en Santa Clara: es agricultor, modesto y honrado y si la patria peligrara de nuevo, estoy seguro que abandonaría sus intereses por servirla…

Así, me fue hablando el presidente del ayuntamiento, de la mayor parte de las personas presentes y seguimos nuestra conversación, largo tiempo, entretanto que por toda la casa se iban dispersando los convidados y se reunían en guerrillas de cuatro y cinco, entregándose todos a las expansiones de la amistad y charlando agradablemente: ya saboreaban el rico café, ya libaban el delicioso néctar que hizo célebre a Baco en los anales del Olimpo: llegó la expansión, a tomar esa fisonomía particular y característica de las reuniones en que culmina la franqueza más completa, en que todos se sienten llenos de ternura y se hacen unos a otros las confidencias más íntimas.

Francisco Solchaga, el coronel Salgado, el juez de letras y algunos otros formaban un grupo, en el que prodigaron todo género de atenciones, y me hicieron brindar de nuevo: de buena gana reproduciría lo mucho bueno que se dijo allí, y no lo malo que yo dije, pero tengo poca memoria y no me atrevo a poner en boca de individuos inteligentes, conceptos, que quizá rechazarían, por mi

118 No confundir a este Luis Pita con su homónimo, fusilado en Santa Clara por el contraguerrillero José María Orozco.

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torpeza al exponerlos, y como de lo mío soy el único responsable, no tengo inconvenientes en manifestar, que poco más o menos, hablé en estos términos:

"Cuando los pueblos se convencen de que la paz, es el don más precioso, cuando disfrutando de ella van prácticamente adonde los lleva, al goce pleno de las instituciones liberales y a la conquista de mejoras materiales que producirán su engrandecimiento y bienestar, entonces es seguro, indefectible, que falta poco para que lleguen a constituirse sólidamente y para que alcancen todo género de prosperidades; brindo, pues, por la paz, y porque el distrito de Ario se levante como un solo hombre, cuando alguna sedición criminal quiera perturbarla. Es necesario, que en todas las conciencias se graben estas palabras: no hay guerra que sea buena ni paz que sea mala; las revoluciones hoy, no se deben hacer con las armas en la mano, ni en el terreno sangriento de los campos de batalla, sino en la prensa, en la tribuna, en las ideas: Los abusos, las tiranías, todos los vicios y todas las preocupaciones que nos han legado por herencia los tiempos que fueron, están cayendo sin estrépito y sin esfuerzo, como viejos edificios medio arruinados, hasta los mismos que se declaran sostenedores de la noche y del pasado, aceptan en la práctica nuestras teorías, porque el sol del siglo XIX penetra por todas partes y al través de todas las oscuridades, ilumina a la humanidad con el fuego de la idea, destruye lo imposible, hace ver no sólo a los ciegos, sino hasta los que para no ver cierran los ojos, invade como un diluvio de un extremo a otro la tierra, y es el vapor, el telégrafo, el libro: brindo, pues, por la ilustración y el progreso, porque el distrito de Ario llegue a levantarse al nivel de los pueblos más adelantados. Que se hagan aquí, a un lado todos los intereses mezquinos, personales y de partido, que acabe la esclavitud del odio, y se levante en todos los corazones la aurora de la fraternidad, que se trabaje en la guerra santa de la paz, que consiste en construir caminos, tender rieles, abrir el seno fecundo de la tierra con el arado, excavar sus profundidades para arrancarle sus tesoros, y tras de esta lucha vendrá la abundancia y la riqueza: brindo, pues, porque con el telégrafo se inicie en este distrito una nueva era, en que todos sean amigos, todos hermanos y no tengan más que este pensamiento: la prosperidad y grandeza de Ario de Rosales".

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La convivialidad se prolongó hasta después de las oraciones, dejando recuerdos muy gratos en los pechos de todos los que asistieron a ella.

Debo, aquí, pagar una deuda de gratitud a las muchas personas que llevaron su bondad hasta el grado de brindar por el humilde Gil Blas, llenándole de elogios que no merece, pero que obligan para siempre el corazón sincero de quien fue objeto de semejante distinción. En la primera página del libro sagrado de mi amistad, guardo sus nombres que no borrará el olvido jamás; como tampoco estos otros de mis compañeros de viaje Ángel Padilla, Luis González Gutiérrez y Vicente Moreno; el profundo cariño y respeto que profeso desde mi infancia al Gobernador y los lazos de parentesco que me unen con el secretario de gobierno hacen innecesaria cualquiera manifestación de mi parte respecto de uno y del otro.

ACTIVIDADES DEL GOBERNADOR En la mañana del 22 felicitaron al ciudadano Gobernador, los comisionados que para este objeto enviaron de Pueblo Nuevo, el Carrizal y otros pueblos. En nombre del Carrizal habló el C. Luis González Gutiérrez y por Pueblo Nuevo el C. Maclovio Alcázar; también la comunidad de indígenas de Ario se presentó y todos fueron perfectamente recibidos. El Gobernador, después de informarse minuciosamente de las necesidades más apremiantes de los pueblos, en cuyo nombre hablaban, les concedió todo aquello que estuvo en su mano, contestando con tanta benevolencia y demostrando tal interés por sus localidades, que seguramente los dejó contentos y satisfechos.

Con la comisión de Pueblo Nuevo, vino la música de aquel lugar, que es notable si se considera la falta absoluta de conocimiento de los que la componen, y que me trajo a la memoria la de Paracho que goza de una merecida fama en todo el Estado.

El Gobernador recorrió la población, estuvo en la iglesia parroquial, visitó la cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitación, como dice el inmortal autor del Quijote. Después se encaminó a la escuela de niñas donde se

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le esperaba. La niña Beatriz Cárdenas pronunció un pequeño discurso y la profesora para mostrar el adelanto de sus discípulas, hizo leer a tres de ellas, y enseñó varias colecciones de planas. Es de lamentarse que para demostrar al gobierno el mal estado y pobreza del establecimiento, la directora haya recurrido al arbitrio de hacer cierta ostentación de miseria, que hirió profundamente a todos los que nos encontrábamos presentes. Para conseguir su objeto, bastaba indicar las necesidades urgentes del gobierno, y este que se precia de atender especialmente a la instrucción pública, y conocidos como son los nobles sentimientos del ejecutivo del Estado, habría, sin duda, atendido la escuela hasta donde le hubiera sido posible. Conmovido el Gobernador, habló usando un lenguaje tan tierno y dulce que arrancó lágrimas a muchos de los circunstantes, y concluyó prometiendo que las escuelas serían dotadas de los útiles necesarios para la enseñanza.

Todos esperaban la llegada de la noche, con impaciencia, pues debía verificarse un baile, con que el vecindario iba a obsequiar al Gobernador. Nunca he sido aficionado a este género de diversiones, la música me entristece, habla a mi alma con un lenguaje tan claro y perceptible que no me distraería por nada del mundo, ni perdería una sola nota, por el placer de entregarme a una danza voluptuosa o a un vertiginoso vals. No sin amargura veo discurrir por los salones las fantásticas parejas de los que bailan, pero este placer doloroso, me agrada como agrada al prisionero divisar tras los hierros de su claraboya el rayo de sol que dora la pradera, y al pájaro, que libre, goza de su libertad. Siempre en el fondo del cáliz cubierto de rosas que ofrece la vida, está el veneno perfumado que produce la embriaguez de un dolor cruel: por eso hay alegrías que dan miedo, y hay penas que satisfacen. ¡Cuántas veces he querido detener el vuelo del tiempo, conteniendo hasta el aliento, para no hacerle huir con mayor rapidez, en momentos en que había cortado en el campo ruin de mi juventud las pocas flores que me ha sido dado arrancar! ¡Ah con qué estremecimiento dolorosísimo he sentido pasar las contadas dichas de mi existencia, como el sonido de una música que se aleja rápidamente hasta desvanecerse por completo!.

Llegó, por fin, la hora tan deseada y nos dirigimos a la casa de Antonio María Fernández, donde se daba el baile. El salón engalanado con banderas, y otros adornos e iluminado profusamente,

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presentaba un bello aspecto: le recorrí siguiendo al Gobernador, y aunque es de grandes dimensiones estaba completamente lleno por una escogida concurrencia. Brillaban por su gracia y belleza las jóvenes Dominga Molina de Salgado, Marciana Brambila, Salomé Salgado, Jacoba Patiño, Ignacia Macías de Luviano, Lucía Macías de Brambila, Andrea del Río, Virginia Brambila de Torres, Francisca Ledesma, Ramona Ledesma de Carrillo, Modesta Román, Amelia Torres, Jesús Barajas, Petra Días, Jesús Díaz, Clara Salinas de Torres, Manuel López de Rendón, Pomposa Linares, Jesús Toledo de Jáuregui y Macedonia Báez de Alcázar.

A poco de la llegada del Gobernador, empezó la orquesta a estremecer los corazones con sus armonías, y se dio principio al baile. La animación fue creciendo por grados, hasta que el entusiasmo, reprimido por el respeto debido al Gobernador hizo explosión, cuando éste, recorrió la sala, dirigiendo a todos frases llenas de bondad y tomando una parte más directa en la fiesta, ofrecía a las señoras refrescos y vino. En un momento dado, se habían parado las damas, con sus respectivos galanes, como a bailar cuadrillas y entonces se condujo, con engaños al apreciable Luis González Gutiérrez, a la cabeza del cuadro, y de improviso se le presentaron las jóvenes Dominga Molina, Josefa Sandoval e Ignacia Macías, las que le ofrecieron en medio de los más vivos aplausos un machete orejano. Esa sorpresa le habían reservado a González Gutiérrez sus amigos, y quisieron con ello probarle cuánto le estiman y quieren. Hubo en aquello, algo de las ceremonias caballerescas de los tiempos, según Pesado.

REGRESO A MORELIA. STA. CLARA DEL COBRE Y TURIRAN Nada es más triste que caminar en un día de lluvia y la mañana del 24 no parecía prometernos uno de esos días que tan agradables son a los viajeros. A las 6 entramos a la diligencia, contando con un nuevo compañero, el Sr. D. Anastasio Armería, telegrafista, que por encargo del gobierno había dirigido la construcción de la línea de Pátzcuaro a Ario; una multitud de gente esperaba vernos partir y muchas personas nos acompañaron hasta tres y cuatro leguas fuera de la villa.

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Todos dejábamos pesarosos aquel lugar donde habíamos pasado tan bellas horas y cuando tuvimos que bajar de la diligencia, que por el estado del camino no podía pasar con nosotros dentro de ella, en la falda de una loma desde donde se domina perfectamente a Ario, tendido a los pies del altivo cerro de la Barra, Antonio María Fernández me lo mostró con un rapto de orgullo muy justificado, pues positivamente presentaba un paisaje soberbio, digno del pincel de un esclarecido artista. Pronto perdimos tan hermosa perspectiva y dirigí con todo mi corazón un ¡adiós! tierno y entusiasta a la querida población que dejaba, y que quién sabe si no volveré a ver en mi vida.

El tiempo se descomponía más, y las nubes ocultaban de tal manera el horizonte, que perdíamos los hermosísimos puntos de vista de que hubiéramos disfrutado al estar el día claro y sereno: el camino que no tenía este atractivo, en cambio estaba lleno de molestias y hasta peligros; el resbalón de una mula en aquella tierra mojada y blanda como una mantequilla, la falta de puentes, que obligó al carruaje a vadear algunos arroyos formados con las lluvias; lo empinado de las cuestas y otras cien circunstancias, podían hacer volcar la diligencia y para evitarlo teníamos frecuentemente, como he dicho, que bajar a tierra y caminar a pie pues a caballo habría sido peor.

Habíamos dejado a un lado el rancho de Turiran, célebre porque llegó hasta él el dictador Santa Anna, estando el general Ignacio Comonfort en Ario, por julio de 1855. El Alteza había creído, que con sólo el prestigio de su nombre huirían los que se habían levantado en defensa de la libertad: y rodeado de ese fausto, de esa grandeza, de ese aparato y pompa que le daba aire de príncipe soberano, llegó hasta Turiran; descendió de su ligera y elegante carretela, llamó a sus generales, a sus ayudantes y les dijo señalando la sierra y remedando ridículamente a Napoleón: "Mañana derrotaré a Comonfort y no se os olvide que acostumbro dormir en los campos de batalla". Y ese hombre, parodia de César, semejante a Satoloque, que se creía rey o más que rey, entró al humilde jacal de unas pobres gentes, que quedaron arruinadas para toda su vida; y el aguilucho durmió aquella vez en tan pobre habitación, soñando las águilas del imperio. A la mañana siguiente, después de una horrorosa tempestad, que duró toda la noche, sonaron los clarines y tambores, los briosos corceles

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relinchaban impacientes, las banderas se desplegaron, los generales jefe y oficiales cubrieron su pecho con la esmaltada cruz de Guadalupe, y el sol, hacía resplandecer fusiles, espadas, cañones y bordados. Aparece el serenísimo inválido, suspéndense como por encanto los murmullos y gritos, se toca marcha, se presentan armas y a un gesto de aquel hombre, se inclina aquella orgullosa división, como dobla el viento los maizales o el aquilón los árboles de un bosque. Aquellas colinas y aquel valle habían presenciado esta escena, habían visto al dictador caminar soberbio hacia Ario, seguido de aquellos lujosos guerreros que parecían ir a una gran parada y no a una batalla: llega la brillante tropa a la orilla de un pequeño río, que sólo tiene corriente en tiempo de las lluvias: entonces Santa Anna, manda hacer alto, se detiene, parece vacilar, palidece, y por fin… da orden de retroceder diciendo: "Ese río trae mucha agua"… César ha temblado delante del Rubicón. ¡César está perdido!; al otro lado de ese río, que podía saltar hasta un niño! ¿qué le esperaba? Unos cuantos hombres mal armados, pero ¡atrás!... esos hombres son el pueblo, son la libertad: y ¡cosa singular! aquella muchedumbre de sombreros montados, de entorchados, de fajas azules y verdes, de plumajes de oro y cruces, aquel mundo resplandeciente, en cuyo centro se extendía como cola de un pavo real, el manto cerúleo y estrellado de D. Antonio López de Santa Anna, todo aquello, vino a hundirse, a perderse en el fondo de un miserable arroyo que alguna vez ha pugnado por ser río…

Llegamos a Santa Clara, a eso de las once, allí se respiraba una atmósfera pura, propia de los países fríos y el aspecto de la naturaleza es muy distinto, ya no se ven las producciones variadas de la Tierra Caliente, pero en su lugar se recrea la vista en los corpulentos y majestuosos árboles que cubren con su frondosidad aquel hermoso suelo, donde parece reinar siempre la alegría y el contento. Pocas poblaciones he visto de aspecto tan risueño como Santa Clara, sus hermosas calles, sus casas, el carácter franco de sus habitantes, todo parece convidar al regocijo, como si a sus puertas debiera uno sacudir, con el polvo del camino, toda clase de penas. Describir las demostraciones de júbilo con que fuimos recibidos estaría demás, básteme decir que nos esperábamos, conociendo ya el carácter de los de Santa Clara, ser perfectamente tratados y que la realidad superó a

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nuestra esperanza. La mesa estuvo perfectamente servida, y sabrosísimo todo aquello que se nos dio, hasta el grado, que hubo quien no comía dos días después, porque todavía estaba lleno: aquí, por supuesto que tampoco faltaron los brindis, y D. Antonio María Fernández que vino con nosotros hasta Santa Clara, pronunció lo menos media docena, pero tuvo quien le contestara, D. Francisco Ortega, que me aseguraron nunca había estado tan comunicativo como este día, pues es de genio grave y serio. Estuvimos posados en la casa del apreciable D. Wenceslao Vargas, y tanto a él como a la muy amable señora hermana suya, Doña Carmen Vargas, les debimos toda clase de atenciones y finezas y nos obsequiaban, tanto estas dos personas como los demás vecinos, con tal franqueza, con un aire tal de naturalidad y brillando en sus rostros tanto placer al hacerlo, y todo tan espontáneamente, que no hubo uno de los viajeros, desde el Gobernador hasta el último de nosotros, que no creyéramos estar en nuestras casas.

En la tarde, el Gobernador visitó las escuelas: la de niños está a cargo del tantas veces mentado en esta revista Jesús García Tinajero, y el Gobernador quedó muy satisfecho del adelanto de los alumnos; hizo algunas preguntas sobre aritmética y gramática a Rafael Saucedo, Adelaido Rodríguez y Antonio A. Argüello, y respondieron muy bien; el establecimiento de niñas honra a su directora la apreciable señora Concepción Alva, perfectamente aseado, brilla por su orden y limpieza y positivamente daba gusto ver aquellos rostros infantiles de pequeños querubines, frescos, amables, con la sonrisa en los labios: todas aquellas hermosas niñas muy limpiecitas, llenas de expedición, contestando sin turbarse. Merecen mencionarse por su aptitud y aprovechamiento a las niñas Trinidad Juárez, Francisca Saucedo, Dolores Pérez y Concepción Girón; tanto a estas niñas como a los que tiene a su cargo el Sr. Tinajero, y cuyos nombres acabo de citar, les ha mandado el gobierno premios, en recompensa de su aplicación y adelanto, que no dudamos les servirán de estímulo, para dedicarse con más empeño a sus tareas.

El día 25 volvimos a proseguir nuestra marcha y no sin un verdadero sentimiento dejamos a Santa Clara: del carácter de los vecinos de esta población, sincero, franco, cariñoso y tan ingenuo y expansivo, como hospitalario, resulta que se les cobre a poco tiempo

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de tratarlos, un grande afecto y de que se les quiera como amigos antiguos, como a hermanos.

Entre otros pueblos habían ido a felicitar al Gobernador los indígenas de Opopeo, y caminando ya, íbamos todos absortos en la belleza de la naturaleza y cuando menos lo esperábamos, nos sacó de nuestra contemplación, el ver brotar de entre unas peñas, un par de indios de aquel pueblo, que a toda orquesta ejecutaban en la guitarra y en un violín, un son llamado el "Adiós"; y lo gracioso del caso fue, que en el momento en que los amables músicos tocaban con todas sus fuerzas y entusiasmados, principió a llover, y era de verse la precipitación con que guardaban sus instrumentos debajo de los sarapes. Sin otro incidente hicimos la jornada, que más que jornada fue un agradable paseo. El Sr. Wenceslao Vargas, los simpáticos hermanos Faustino y Mateo Molina y el Sr. Castrejón fueron acompañándonos hasta Pátzcuaro, adonde llegamos al mediodía, parando otra vez en la casa del Sr. administrador de rentas D. Vicente A. Ojeda.

Por un olvido involuntario, no había mencionado de una manera especial al coronel D. Jesús Ocampo, prefecto de Pátzcuaro, que es una de las personas que me he alegrado conocer; estuvo en Ario en la inauguración y volvió con nosotros.

BAILE EN PÁTZCUARO. ALMUERZO EN HUIRAMBA. COMIDA EN TIRIPITÍO El Ayuntamiento se presentó a dar la bienvenida al jefe del Estado y después, una comisión fue a invitarle, en nombre de la ciudad, para que concurriera a un baile, que como he dicho, se preparaba en su honor para aquella noche. Dio el Gobernador las gracias y prometió asistir. REMEMBRANZAS LITERARIAS. ¡MORELIA A LA VISTA!... El 27 volvimos a emprender nuestro camino, que debía conducirnos, por último, al fin del agradable viaje que habíamos hecho. Nos despedimos con verdadero sentimiento de aquella población cortés y

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galante, que se había mostrado tan obsequiosa y fina con el primer jefe del Estado, y estrechamos por último las manos de algunos nuevos amigos, entre los que nos honramos en contar al Sr. D. Cipriano Mendoza y al Lic. D. J. M. Ojeda, que en nombre de su apreciable hermano D. Vicente, enfermo, por desgracia, aquellos días, se encargó de que no faltase nada a sus huéspedes, quedando éstos sumamente agradecidos de la franca hospitalidad que recibieron.

El mayor atractivo de la expedición había consistido seguramente en las conversaciones familiares entabladas por los viajeros: hablaban de todo, mientras la diligencia corría por en medio de valles esmaltados de flores, o subía trabajosamente cuestas empinadas, o rodaba con lentitud partiendo inmensas moles de lodo formado por las lluvias: aquí, se había dado una acción en tiempo de la primera independencia, más allá era un punto célebre por una victoria, el otro por una derrota, esta cañada recordaba los hechos de un salteador de vida romancesca como la de los bandidos de la campiña de Roma, aquella aldea la muerte de un distinguido patriota; porque como decía muy bien el apreciable sujeto, de quien hicimos mención al principio y que nos dejó en Pátzcuaro: "la geografía del país, se conoce perfectamente gracias a las innumerables acciones de guerra que han tenido lugar en su inmensa extensión".

La poesía, la novela, la pintura, tienen en estos sitios cuadros no explotados, tradiciones, minas riquísimas de que se podría sacar completo provecho; yo no puedo detenerme, ni mis fuerzas son para tanto, además, camino muy de prisa y me contento con excitar a nuestros poetas, escritores y artistas a que salgan del sueño que parecen dormir y se dediquen a dar a conocer el tesoro de historia y de poesía que encierra Michoacán. Platicábamos, pues, de ciencias con Luis González Gutiérrez, que nos explicaba los fenómenos de la luz y del sonido, con tanta elocuencia, con tanta claridad, usando un lenguaje tan adecuado a las circunstancias, que eran verdaderas lecciones, algunas veces, y con un estilo florido y vivo, y dando más fuerza a su entonación, se elevaba, y le escuchamos con gusto y no perdíamos una de sus palabras. La política también nos entretenía, el Gobernador discurrió sobre las esperanzas fundadas que se tenían para creer que la paz general de la república pronto sería un hecho, sobre el grandioso porvenir a que estaba llamada la nación, si aquélla

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se consolidaba; habló de los esfuerzos que se hacían para dotar con un hospital a Zamora, y del establecimiento de una escuela industrial en Morelia, donde hubiera salas de asilo para los niños huérfanos; de la protección e impulso que debían recibir el trabajo y las artes, y de otras muchas ideas nobles y elevadas, que no dudamos podrán llevarse a cabo, con la perseverancia, prudencia, tino y buena administración del Sr. Carrillo.

Ángel Padilla y Aristeo Mercado, admiraban los paisajes del camino, referían anécdotas, encomiaban la franqueza, cortesía y amabilidad de los pueblos que habíamos recorrido, y con el primero, algunas veces, entablé pláticas completamente íntimas, pues Padilla me supo inspirar una confianza tal, que será la base de una amistad duradera.

Vicente Moreno y yo charlábamos sobre literatura, recitábamos poesías adecuadas a las circunstancias y al lugar por donde pasábamos.

Naturalmente, las poesías de los vates mexicanos eran las que más citábamos y entre todas las de nuestro querido e inspirado Gabino Ortiz, y no olvidábamos las de Manuel Acuña, autor del drama "El Pasado", joven poeta, poco conocido aun en los Estados de la República, pero que está llamado a ocupar un lugar distinguidísimo en nuestra literatura.

En tan amenas conversaciones pasábamos el tiempo, y conversando así llegamos a Huiramba, pueblo hermoso que se tiende indolentemente en la falda de una colina. El camino real pasa por la parte de la población que llega a la cumbre de la eminencia, y allí nos detuvimos a almorzar. Entramos a una tienda, en cuyo mostrador se ostentaban orgullosas unas cuantas botellas, queso y pan; penetramos enseguida a una pieza, que servía de trastienda, comedor y cocina: este cuarto recibe luz por una puerta que da a un pequeño corral donde graznaban algunos patos y ensordecía con sus pies una inmensa familia de pollos; algunos gorriones, venían a robar granos de maíz a las aves domésticas y se iban a colocar en las bardas del corral; el sol penetraba por aquella puerta y caía como una mancha de oro sobre el suelo negro y sin ladrillos de la habitación. En una mesa formada de tablones mal unidos, teniendo por asientos unas vigas con pretensiones de blancos, cerca del comal donde se preparaban las

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tortillas que son tan sabrosas tomándolas calientes con el jocoque, devoramos los platillos, poco delicados pero suculentos y agradables que se nos pudieron ofrecer quedando tan satisfechos como si nos hubieran servido el más opíparo banquete.

Inmediatamente seguimos adelante y a eso de las dos de la tarde, llegamos a la hacienda de "Coapa", los propietarios habían dispuesto una comida para el señor Gobernador y los que teníamos la honra de acompañarle. De nuevo nos sentamos a la mesa; los que pudieron comieron grandemente, pues se servían platos exquisitos y de gusto, algunos no probaron bocado pues habían almorzado con tanto apetito en Huiramba que su estómago se resistía a recibir más alimentos, por delicados que éstos fuesen. Nos despedimos del amable administrador, se le dieron las gracias más cordiales y volvimos al pesado vehículo que siguió rodando lentamente hacia Tiripitío. Llegamos a este pueblo a eso de las tres y media, era domingo y sin embargo su plaza y calles estaban desiertas; un extranjero se habría sorprendido al saber que esta población es una de las más antiguas de Michoacán, y que fue llamada lugar del oro, ya por su riqueza pasada, o ya porque existía en uno de sus templos, antes de la conquista, un ídolo de ese precioso metal; y habría crecido su asombro al saber que allí se fundó la primera universidad que hubo en todo el Nuevo Mundo, debido a los afanes de Fr. Alonso de la Veracruz. Al pasar, se divisan en pie todavía algunos lienzos del claustro, y lo pintoresco del paisaje hace más triste aquel lugar; el viajero, no puede menos de estremecerse al ver aquellas ruinas donde algún día se albergaron la ciencia y la virtud.

Divisábamos ya el risueño paisaje que ofrece el hermoso pueblo de Santa María, levantándose sobre la loma que tiene el mismo nombre.

La luz se iba extinguiendo poco a poco, y ya daba su último beso a la naturaleza que parecía prepararse tristemente a la hora del silencio, del reposo y de la meditación, cuando de pronto, de todos los labios salió este grito: ¡Morelia! y todas las miradas se clavaron en la hermosa ciudad que iluminada por los postreros rayos del sol, parecía levantarse como una deidad antigua ceñidas las sienes con una aureola de fuego sagrado. ¡Allí estaba Morelia y todos los corazones se estremecieron a impulsos del sentimiento, que inspira siempre el

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lugar querido, donde se ha mecido nuestra cuna, arrulladas al son de los dulces cantares de las santas mujeres que fueron nuestras madres! Allí estaba Morelia, la ciudad siete veces bendita, la que ha resplandecido con todos los fulgores de la libertad en las luchas terribles que ha sostenido la Nación contra la tiranía doméstica y extranjera. ¡Ah! yo te veía tierra de Morelos, coronada de gloria, brillando en tu noble y magnífica frente los laureles que tus hijos conquistaron en sangrientas batallas, y los que también arrancaron en los campos esplendentes de la poesía, de las artes y de la ciencia. ¡Con qué podría compararte patria querida, si no encuentro bosques más hermosos que los de tu calzada, si no hay santuario más digno de Dios que tu majestuosa Catedral, si amo tus calles, tus templos, tus palacios, tus casas, tus jardines, como una parte de mi propia existencia, pues tu sagrado recuerdo me acompaña a todas partes!.

La diligencia bajó la colina, cruzó rápidamente el verde valle, lleno de una multitud de personas que andaban de paseo, la calzada retembló bajo los cascos de las mulas que arrastraban la diligencia, de los caballos de la escolta y de varios jinetes que salían a nuestro encuentro o que venían de pasear, y todos, callados con el silencio de los momentos solemnes, y saltándosenos dentro del pecho el corazón, entramos a Morelia, en el instante en que las sonoras campanas de la Catedral daban las oraciones de la noche.

He concluido; como se habrá visto, me abstuve de dar noticias geográficas y estadísticas, éstas no son propias del índole de una revista y están en su lugar en las obras especiales que tratan de esas materias. No he dejado de arrepentirme de haber aceptado un trabajo muy superior a mis fuerzas, pero ya no hay remedio, y sé que estos artículos debieron ser como un eco del gozo de los pueblos y retratos de sus fiestas al conseguir la importante mejora del telégrafo; sé también que yo no he sabido ser intérprete de sus sentimientos pero espero que me valdrá, al menos, la buena voluntad y la prisa con que los he escrito, en los momentos en que voy a dejar el suelo queridísimo donde nací.

Réstame, pues, hacer un elogio aquí, porque lo merece, a la escolta federal, que por su disciplina, orden y moralidad, se granjeó el aprecio de las poblaciones en donde estuvimos, y dar a éstas las gracias más expresivas en nombre del Sr. Gobernador y de todos y de

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cada uno de los que con él participaron de ocho días de continuas fiestas, en las que se apreciaba justamente lo bien combinadas y lo agradable de ellas, como la espontaneidad y sincero cariño con que fueron ofrecidas. Estén, pues seguros los dignos habitantes de Ario, Santa Clara y Pátzcuaro, que los que hemos sido huéspedes, siempre les conservaremos la gratitud sin límites debido a su cordial y generoso comportamiento.

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CAPÍTULO X

EL PORFIRIATO (1884-1911)

La vida en la República durante la "paz porfiriana". Ario de Rosales prospera, pero lentamente. Ábrense Las Fábricas de Francia de Tron Hermanos y una sucursal del Banco Nacional de México. Placa conmemorativa donde nació el doctor Miguel Silva Macías. Se levanta el primer Plano de la villa. Personalidades de esta época: Francisco Darío de Alcázar, José Trinidad Guido, Pudenciana Bocanegra de Medal, Victoriano Pimentel. Conspiradores en Ario: Martín Castrejón y Luis Padilla. Puntos de reunión: la tienda de Francisco Cano y la casa de Isabel Magaña. Encarcelamiento de antirreeleccionistas. Los prefectos Bernardino Pita Mota y Rafael Valencia. Manifestación popular en Morelia. Actitud viril de los nicolaitas. Aristeo Mercado se separa del gobierno. Porfirio Díaz abandona la presidencia y parte para Europa. Fin del porfiriato.

EL PORFIRIATO. 34 AÑOS DE FÉRREA DICTADURA EL PORFIRIATO o periodo de la dictadura de Porfirio Díaz abarca 34 años incluyendo el breve paso del general Manuel González por el Palacio Nacional. Su estructura y persistencia es bastante conocida de nosotros, pero como estos Apuntes están dedicados principalmente a los estudiantes, a los obreros y campesinos, a la clase de medianos recursos y a las generaciones de compatriotas en formación, no está por demás que hagamos un resumen de cómo vivía el país en esa época, para que puedan comprenderse en seguida con absoluta certeza las causas que determinaron la Revolución de 1910, en la cual tanto Ario de Rosales como otros lugares del país, dieron su contribución a la victoria definitiva.

El general Porfirio Díaz llegó al gobierno en virtud de un levantamiento armado iniciado en Tuxtepec en el mes de enero de 1876, contra el régimen de Sebastián Lerdo de Tejada, para impedir la

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reelección del Presidente y de los gobernadores de los Estados. Esta consigna fue incorporada en la Constitución; pero mediante una serie de reformas que la anularon se perpetuó en el poder durante 34 años hasta que estalló la revolución que lo obligó a abandonar el país.

El régimen de Díaz se apoyaba en el grupo de los llamados "científicos", encabezado por su secretario de Hacienda, José Ives Limantour, todos ellos hacendados, grandes comerciantes y banqueros; en los porfiristas independientes como el general Bernardo Reyes y en las empresas extranjeras que tenían en sus manos las principales fuentes de producción económica, los transportes y el comercio exterior.

Se apoyaba también en el ejército, integrado por campesinos la mayor parte analfabetas incorporados mediante el procedimiento de la "leva" y por delincuentes menores; pero con cuadros de mando con espíritu de casta y profesionalmente bien preparados.

Ese gobierno correspondía a la estructura económica del país. Al sistema de los latifundios, de las grandes haciendas con sus peones esclavos y sus aparceros siervos. A la agricultura primitiva, dedicada al consumo de numerosas regiones desvinculadas entre sí; el escaso desarrollo de la industria por falta de un mercado interior para sus productos; y al saqueo de las riquezas naturales del territorio por los capitales extranjeros, sin provecho real para la nación.

Pero como, a pesar de la miseria de las masas populares, de la gran mortalidad infantil y del bajo promedio de la vida humana, la población seguía creciendo —al estallar la Revolución de Independencia en 1810, México tenía apenas un poco más de seis millones de habitantes; al iniciarse la Revolución de Reforma en 1854, eran ya alrededor de ocho millones y medio, y en 1910 llegaban a quince millones—, en tanto que la producción económica no crecía al mismo ritmo, se creó un conflicto insalvable entre la población rural y el sistema de las haciendas; entre los obreros y la mayoría de los patrones, de mentalidad feudal casi todos; entre la burguesía industrial mexicana de tipo nuevo que empezaba a formarse y los hacendados, los banqueros agiotistas y las empresas extranjeras que hacían imposible el desarrollo de la economía nacional.

Ese conflicto fue la causa principal del levantamiento del pueblo contra la dictadura personal de Porfirio Díaz. Porque las revoluciones

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son grandes crisis sociales y políticas que obedecen a motivos fundamentalmente económicos, a la necesidad imperiosa de transformar el régimen establecido, a resolver de manera progresista el antagonismo profundo entre las fuerzas que hacen posible la producción, y la forma injusta de distribuir el producto.

Hay que reconocer, sin embargo, que la dictadura de Porfirio Díaz dio a México sólido crédito económico y confianza exterior; fueron realizadas obras suntuarias en la Capital y en algunas ciudades del interior (teatros, monumentos, obras de arte, edificios públicos) aunque a base de concesiones increíbles al capital extranjero; con mano firme liquidó siempre este soldado oaxaqueño todo brote de rebeldía; de seis líneas férreas que había en 1876, se elevó su número a 87 a principios del siglo XX; las líneas telegráficas con precios reducidos se multiplicaron, así como el número de faros y obras portuarias; se llevó a cabo el desagüe del Valle de México y se ejecutó la consolidación de los ferrocarriles.

Como es lógico suponerlo, se desatendió la instrucción pública y no se tomó en cuenta para nada el bienestar de la gran población agraria mexicana ni el mejoramiento del nivel de vida del peón y del indígena que seguía remontado en sus montañas.

LA VIDA EN LA REPÚBLICA DURANTE LA "PAZ PORFIRIANA" En esta época llamada también de la "paz porfiriana", en el territorio de nuestra patria, de dos millones de kilómetros cuadrados; casi todos los climas del mundo; más del 80 por ciento de malas tierras, sólo el 13 por ciento propicias para el cultivo; inmensos desiertos en el norte; regiones tropicales potencialmente ricas pero difíciles de habitar por las enfermedades endémicas; altas montañas paralelas a las costas y sin ríos navegables, vivían 15 millones de habitantes en condiciones dramáticas.

El uno por ciento de la población era propietaria del 95 por ciento del territorio nacional. A los pequeños propietarios correspondía el 2 por ciento de la propiedad rústica y a los pueblos y comunidades sólo el uno por ciento, a pesar de que estos últimos sectores constituían el 96 por ciento de la población dedicada a la agricultura.

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Las haciendas —encarnación y espíritu del latifundismo— se habían tragado a las poblaciones pequeñas y medianas. De las 70 mil localidades habitadas que había en la República, 55 mil estaban enclavadas en las haciendas. Sus propietarios eran factores decisivos en los intereses de la mayor parte de los habitantes de México.

En esta "paz" que todavía hay quien lamenta su exterminio, los peones trabajaban de "sol a sol", pero se ponían en pie horas antes del amanecer y descansaban entrada la noche. El salario era de un real y medio equivalente a 18 centavos del peso. De esa suma compraban en la "tienda de raya" el maíz y el frijol para alimentarse, la "habilitación" para sus necesidades rudimentarias, especialmente sal y jabón. Completaban su dieta con hierbas, frutas, insectos y animales silvestres. Vivían eternamente endrogados con el patrón y las deudas se trasmitían de padres a hijos. No podían abandonar la hacienda sin permiso escrito del dueño, que era propietario no sólo de su trabajo, sino también el juez de su conducta. Disponía de policía propia —las "guardias blancas"— de cárcel privada y del apoyo de la gendarmería rural y de las autoridades militares y civiles para imponer su voluntad sin riesgo alguno.

El amo era además interventor oficioso en la vida de la familia campesina. Violaba a las doncellas, autorizaba los matrimonios y explotaba el trabajo de las mujeres y de los niños en las labores de la casa señorial, sin ningún estipendio.

La población indígena, despojada de sus tierras, había huido a las montañas. En 1910, más de 6 millones hablaban las lenguas vernáculas y cuatro por lo menos, seguían ignorando el español. El alcoholismo era fomentado por los "enganchadores" de los indios, para robarles el miserable salario y retenerlos el mayor tiempo posible a su servicio.

A principios de este siglo, la industria manufacturera era la típica de los países coloniales. El 72.5 por ciento correspondía a la alimentación, integrada por pequeños trapiches de piloncillo, negocios de bebidas alcohólicas, molinos de nixtamal, trigo y arroz, y elaboración de pastas, cigarrillos, dulces y aguas gaseosas. Sólo una fundidora de hierro y acero —la de Monterrey— y algunas de las fábricas textiles, de tabacos y calzado podían llamarse industrias.

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La industria extractiva y parte de la básica tenían también el carácter de industria colonial. La mayor parte de la producción salía en bruto para ser beneficiada en el extranjero. La de más valor era la de las minas. La del petróleo, iniciada en 1901 con 1,643 metros cúbicos, en 1907 llegaba apenas a 159 mil 694 metros cúbicos.

La clase obrera no existía como conjunto organizado. Los millares de artesanos que trabajaban en las fábricas, talleres y obrajes, se hallaban dispersos e influidos por las costumbres feudales y paternalistas. Sus agrupaciones eran sociedades de socorro mutuo para el caso de enfermedades o de muerte, y sólo algunas habían llegado a ser organismos de resistencia frente a los patrones. Las huelgas de Cananea y Río Blanco son ejemplo de cómo se acallaban las aspiraciones sociales de los trabajadores.

De los 10 millones 800 mil hombres y mujeres que había en 1910, mayores de diez años, sólo sabían leer 270 mil 650. No sabían leer ni escribir 7 millones 537 mil 414 personas. Las escuelas primarias eran muy pocas y casi todas funcionaban en las ciudades. Las superiores se reducían a la preparatoria en algunas de las capitales de los Estados y a las escuelas profesionales llamadas liberales de acuerdo con la tradición: derecho, medicina, ingeniería y arquitectura, en la ciudad de México, en Morelia, Jalapa y alguna otra de provincia. Las escuelas de "artes y oficios" que existían estaban imbuidas de ideas y métodos del periodo inicial de la República.

Por último, la cultura era patrimonio de una insignificante minoría compuesta por los elementos de la clase acaudalada, que se inspiraba en las ideas y en los gustos de Europa, despreciando lo autóctono y la valiosa aportación del siglo XVIII mexicano, precursor de la nación moderna.

¿QUÉ OCURRÍA EN ARIO DE ROSALES DURANTE ESTE ACIAGO PERIODO? Aquel esfuerzo creador que se operó durante los gobiernos de Juárez y de Lerdo decayó —por contradictorio que parezca— en Ario de Rosales durante la "paz" del porfiriato. El panorama descrito en líneas anteriores explica las causas. La ciudadanía fue perdiendo su entusiasmo, principalmente cuando se vio privada de su libertad

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política. Desde la segunda reelección del dictador no fue difícil comprobar a los arienses que el Presidente de la República nombraba a los gobernadores de los Estados. En Michoacán, éstos imponían a los prefectos o jefes políticos, quienes, a su vez, designaban a los miembros de los ayuntamientos; de allí salían los alcaldes o presidentes municipales que, siguiendo la consigna, nombraban a los jefes de tenencia, de cuartel y de manzana. ¡Nada se movía sin la férrea voluntad del soldado oaxaqueño que, con su corte de "científicos", se creía infalible!.

Raros fueron aquellos gobernadores (acaso los licenciados Pudenciano Dorantes y Ángel Padilla) que lograron sustraerse un poco a la inquisitiva presión del caudillo, y alentaron el espíritu cívico de los michoacanos; y más raro aún, que uno, ajeno a los intereses de Michoacán por no haber sido hijo del Estado —el general Mariano Jiménez, impuesto por don Porfirio— haya sido un gobernante justo y progresista.

Entre 1884 en que principia el cacicazgo porfirista hasta 1911 cuando el oaxaqueño salió del país, hubo en Ario de Rosales prefectos, ayuntamientos, alcaldes, Jueces de letras, administradores de rentas del Estado, de Telégrafos, del Timbre y de Correos, algunos gendarmes y una fuerza pública compuesta de "rurales" para la seguridad del Distrito. La cabecera tenía entonces 4,084 habitantes.

Los miércoles y domingos eran "días de correo", es decir, esos días llegaba la correspondencia de México, Morelia, Pátzcuaro, Santa Clara y otros puntos del Estado y fuera de él, la cual era repartida por un cartero o recogida en la oficina por los interesados después de que se publicaban los nombres en una lista que se fijaba en la puerta. En cambio, los martes y sábados se recogía para ser llevada a su destino la correspondencia de Ario, La Huacana, Nuevo Urecho y otros puntos del distrito.

El servicio telegráfico inaugurado en 1873, como se dijo en el capítulo anterior, aportó muy grandes beneficios a la comarca desde el primer momento. La tarifa de los mensajes por diez palabras, era la siguiente:

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De Ario de Rosales " " " " " " " " " " " " " " " " "

a " " " " " " " " " " " " " " " " "

Tacámbaro Taretan Uruapan Pátzcuaro Quiroga Morelia Zinapécuaro Acámbaro Maravatío Tlalpujahua Angangueo Zitácuaro San Felipe Preso Ixtlahuaca Toluca Tenango Tenancingo México

$ 0.25 $ 0.30 $ 0.25 $ 0.25 $ 0.25 $ 0.29 $ 0.43 $ 0.69 $ 0.60 $ 0.72 $ 0.80 $ 0.88 $ 0.80 $ 0.88 $ 0.78 $ 1.04 $ 1.10 $ 1.12

El 30 de junio de 1896 fue inaugurada la primera obra de captación e introducción de agua potable en Ario, satisfaciendo por el momento las necesidades de la villa en ese aspecto.

Según datos inscritos en un plano de la villa levantado en el año de 1898, cuya copia nos fue proporcionada por el licenciado Arturo Chávez Páramo, director del archivo general del Estado de Michoacán, Ario "se encuentra a 113 kilómetros al suroeste de Morelia y a 51 de Pátzcuaro; en consecuencia puede irse de Morelia a Pátzcuaro por el Ferrocarril Nacional Mexicano, y de esa ciudad a Ario de Rosales por el camino carretero que une a ambas naciones.

"Tiene la población alegres plazas que sirven de paseo y mercado; un comercio regular; algunos buenos edificios y cuenta con las oficinas necesarias para los funcionarios y autoridades; y con escuelas públicas y particulares para niños y niñas. El viajero encontrará en esta población regulares alojamientos, pues existen allí el 'Hotel Alcázar' y posadas más o menos importantes.

"En Ario se ejercen las industrias más comunes en el Estado, su comercio es regular, sobre todo en artículos de la Tierra Caliente y es

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uno de aquellos pueblos de espíritu progresista que tienen esperanzas de mejorar. No lejos de Ario se encuentra el célebre mineral de Inguarán, notable por su rica producción de cobre".

Añadiremos como dato curioso que por atravesar los ríos del Marqués y Las Balsas, los canoeros cobraban el siguiente peaje:

Paseo del Río del Marqués por la hacienda de La Pastoría, importe por persona $0.60 y por animal $0.03. Paso del Río de Las Balsas por la hacienda de este nombre, importe por persona $0.12 por animal $0.06.

Don Juan Medal en su trabajo enviado a fines del siglo pasado a la academia de ciencias (Sociedad Científica "Antonio Alzate"), expresa:

"El proyecto de abrir una carretera hasta el puerto de Zihuatanejo, ha sido el pensamiento que ha preocupado en distintas épocas el espíritu de los gobiernos, sin que hasta hoy se haya determinado nada sobre esta interesante mejora. Pero como los intereses de Michoacán en general, y en particular los de este Distrito (el de Ario) se hallan ligados directamente con el plan de este proyecto, nada más justo que indicar aquí la imperiosa necesidad de la apertura del tramo de esta carretera entre Ario de Rosales y Paso de Las Balsas, cuya distancia es aproximadamente de 32 leguas y cuyo costo según varios presupuestos es de 8,000 a 10,000 pesos, por ser el medio más a propósito de comunicar estas dos entidades federativas y la manera de dar población, comercio y vida a todas las extensas e incultas campiñas de la Tierra Caliente del Sur de Michoacán, cuyo ramo agrícola sólo así puede hacerse prosperar".

Finalmente concluye: "…Hemos examinado el Distrito de Ario de Rosales en todas sus fases y hemos concluido de nuestras observaciones, que su decadencia será completa si no se le amplía una vía de comunicación con el interior de la República, ya que la empresa de canalización del río de Las Balsas no ha pasado de ser un sueño.

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"…Quiera el Cielo que muy pronto el Distrito de Ario entre en la era del progreso a que está llamado por la riqueza de las producciones y de su privilegiado suelo".119

En 1905 se estableció en Ario de Rosales una sucursal del Banco Nacional de México, cuyo primer gerente fue Donato Vicentelo; al año siguiente Felipe Calderón tomó a su cargo la oficina del Timbre; y en 1907 se terminó el edificio del Palacio Municipal, que de entonces acá ha sido objeto de diversas reparaciones y ampliaciones, siendo la última este año, de la cual nos ocuparemos adelante.

La firma comercial "Tron Hermanos", de mucha fama en Morelia a principios de este siglo, se fundó en Ario de Rosales y abastecía de sus productos no sólo a esta villa, sino a Santa Clara del Cobre, Pátzcuaro, Tacámbaro, Uruapan y a toda la Tierra Caliente. Para el curioso lector reproducimos un anuncio que encontramos en El Ensayo (semanario de literatura, variedades y anuncios) publicado en Ario, edición del 23 de febrero de 1908. Dice a la letra:

LAS FÁBRICAS DE FRANCIA

Los más grandes almacenes de ropa y abarrotes de este Distrito. Recibimos constantemente: calzado americano, armas finas y corrientes, artículos para barilleros, perfumería, máquinas de coser marca "Las Fábricas de Francia". Agencia de las Compañías Cervecera "Toluca y México" e Industrial jabonera de "La Laguna", S. A. Esta Casa es la única en el Distrito que puede satisfacer las exigencias de la moda y el exquisito gusto de su numerosa clientela. En baratura no admite competencia. Los pedidos de fuera los atendemos con prontitud y a precisa vuelta de correo. TRON HERMANOS Ario de Rosales, Mich.120

119 Memorias. Ut Supra, pp. 231 y 232. 120 Archivo particular de Roberto Pita Cornejo, vecino de Pátzcuaro, 3ª de Ahumada 46.

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Este anuncio da idea de la importancia comercial que nuevamente había adquirido la población de referencia.

Uno de los actos más solemnes llevados a cabo en Ario a fines de la centuria pasada, fue el descubrimiento de una placa conmemorativa que el Ayuntamiento de la cabecera del Distrito acordó colocar sobre un muro de la casa donde nació el doctor Miguel Silva Macías, insigne ariense, de quien nos hemos ocupado muchas veces en estos Apuntes. Durante la sesión pública del cabildo celebrada al efecto, el presidente Donato Vicentelo y el secretario Bernardino Macías, exaltaron las virtudes cívicas del desaparecido; y en seguida el Ayuntamiento en pleno, seguido de una multitud del pueblo, se dirigió a la histórica casa, ubicada en el portal "Miguel Silva Macías", develando dicha placa que contiene esta inscripción:

"EL AYUNTAMIENTO DE ESTA CABECERA EN SESIÓN CELEBRADA EL 5 DE JULIO

DEL PRESENTE AÑO, TUVO LA HONRA DE ACORDAR SE DEDICARA HOY ESTA

LÁPIDA CONMEMORATIVA AL ILUSTRE PATRIOTA Y FILÁNTROPO DOCTOR

MIGUEL SILVA MACÍAS, POR SER ÉSTE EL SEPTUAGÉSIMO SEGUNDO

ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO OCURRIDO EN ESTA CASA EL 29 DE

SEPTIEMBRE DE 1821. "ARIO DE ROSALES, SEPTIEMBRE 29 DE 1893. D. VICENTELO. BERNARDINO MACÍAS, SECRETARIO"

La casa fue propiedad de don José María Silva (personaje que ya es ampliamente conocido), padre que fue del doctor Miguel Silva Macías y abuelo del doctor Miguel Silva González, primer Gobernador maderista de Michoacán. En ella se alojaron en 1803 el barón Alexander von Humboldt y su amigo el naturalista Aimé Bonpland, cuando ambos estudiaron la erupción del volcán del Jorullo, siendo huéspedes de su propietario.

PERSONAJES QUE DAN LUSTRE A ARIO DE ROSALES EN ESTA ÉPOCA Los 34 años de porfiriato corresponden a una prosperidad desequilibrada no sólo en Ario, sino en todos los lugares del país. Mientras unos (la élite reducida de favoritos a que nos referimos al principio de este capítulo) disfrutaban de todo y vivían muellemente

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en sus palacios y haciendas, otros carecían hasta de lo indispensable y morían acosados por las enfermedades y el hambre.

A los arienses los mantuvo en pie con dinamismo y energía en esta época de sumisión y conformismo, el ejemplo de un grupo de destacados coterráneos suyos, algunos de los cuales ya habían dado pruebas de su elevado espíritu y afán de progreso, desde las revoluciones de Ayutla y la Reforma; pero ahora, en la madurez de su existencia, prestigiaban doblemente al pueblo donde habían visto la luz primera. Entre estos personajes figuran los cinco que aquí vamos a mencionar. Francisco Darío de Alcázar Una de las primeras familias castellanas que escogieron Ario como residencia y que allí fincaron su casa después de que fray Juan Bautista de Moya posó sus plantas en ese lugar, fue la de los Alcázar, gente emprendedora y humana que con el correr de los siglos fue extendiendo su descendencia por todo Michoacán. A esta familia pertenecía don Francisco Darío de Alcázar, quien vino al mundo en Santiago Ario el 19 de diciembre de 1814, en medio de la lucha insurgente que se libraba en esa región por la independencia del país, y murió el 5 de mayo de 1889 al cabo de una vida dedicada al trabajo y al bienestar de los arienses.

Su coterráneo, el gran poeta y escritor J. Lamberto Moreno Jasso, se expresa de él, en Los Gañanes, de esta manera:

"…Alcázar, apellido que suena a fortaleza y que llevó en su limpia travesía por la vida don Francisco Darío, hombre fuerte, hombre de empresa que supo dar lustre a su prosapia y prestigio a su progenie. Seda en su vida y seda en su trato".

En efecto, mientras otros buenos hijos de Ario se batían en las revoluciones de Ayutla, la Reforma y contra la Intervención y el Imperio —unos en la tribuna o la prensa, y otros con las armas en la mano—, don Francisco Darío de Alcázar no abandonó su tierra y allí mantuvo el amor por ella, alentando a los vecinos y dándoles su apoyo tanto como particular, como por haber sido prefecto del distrito,

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cargo que desempeñó varias veces. Además fue este insigne ariense, tesorero general del Estado y diputado, puestos que aprovechó para beneficiar a la ciudadanía michoacana. A este hombre se deben el establecimiento de la oficina del Registro Civil en Ario de Rosales y el primer plano que se levantó de la villa, impreso el año de 1898 —poco después de su muerte— en los talleres gráficos de la Escuela Industrial Militar "Porfirio Díaz", de Morelia. José Trinidad Guido El licenciado José Trinidad Guido dejó en esta época del porfiriato una huella profunda de su labor política, docente y filantrópica. Nació el 21 de junio de 1835, siendo sus padres don Ignacio Guido y su esposa doña María Sandoval de Guido, vecinos de Santiago Ario y emparentados con las principales familias del lugar. Estudió las primeras letras y la instrucción secundaria (esta última tal como se concebía entonces) en su pueblo natal, bajo la dirección del preceptor Pedro Núñez, entusiasta maestro simpatizador de las reformas educativas promulgadas por Gómez Farías en 1833.

La guerra de agresión de los Estados Unidos contra México (1846-1847) interrumpió las clases en el Colegio de San Nicolás, y por ello el jovencito Guido a los escasos doce años tuvo que posponer sus estudios superiores hasta el año de 1851, fecha en que ingresó al Tridentino Seminario de Morelia, donde permaneció mientras tenía la oportunidad de inscribirse en otro plantel para estudiar Leyes.

Un acontecimiento ocurrido en mayo de 1859 favoreció los deseos de Guido. Es el siguiente: poco después de la carnicería de Tacubaya, el 11 de abril de ese año, en que la victoria fue adversa a las armas liberales, el Gobernador de Michoacán Epitacio Huerta, promulgó un decreto declarando a Uruapan capital del Estado y allá trasladó los poderes.

Al día siguiente entró a Morelia el Tigre Leonardo Márquez y, como era de rigor, los que clamaban por la "religión y fueros" y los curas y estudiantes del seminario tridentino, le hicieron un gran recibimiento, arrojando a su paso flores y versos adulatorios impresos en papel de china. Pero el gusto les duró poco, porque algunos días después Márquez evacuó la plaza y el Gobernador Huerta retornó a

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Morelia. Fue entonces cuando, en represalia el caudillo de Coeneo incautó el edificio del colegio seminario, acuartelando en él sus tropas y obligando por ese medio desusado en aquellas fechas, a sacerdotes, sacristanes, escolapios y servidumbre a buscar otro refugio más cómodo. Desde esa fecha el edificio fue destinado a palacio de los supremos poderes del Estado y ahora es la residencia oficial del poder ejecutivo.

El general Huerta dio validez legal a este acto, por decreto de 12 de mayo de 1859.

En vista de lo anterior, el joven Guido se trasladó a la ciudad de Guanajuato, inscribiéndose en el Colegio del Estado, en cuyo plantel cursó la carrera de Derecho, sustentando brillante examen profesional el 24 de noviembre de 1866. Luego se reincorporó a Morelia y allí ejerció su profesión interviniendo destacadamente en las tramitaciones que siguieron a la desamortización de bienes de "manos muertas" en Michoacán.

Durante los años que vivió en Guanajuato como estudiante, Guido cultivó amistad con personalidades políticas e intelectuales de aquel Estado, y tanto por esto como por sus ideas revolucionarias fue elevado poco después a la primera magistratura de aquella entidad, cargo que desempeñó hasta la caída del Presidente Lerdo.

Enemistado con Porfirio Díaz el licenciado Guido se expatrió voluntariamente. Recorrió importantes lugares de España, Bruselas, Londres, París y Roma; ciudades donde hizo estudios y observaciones sobre medicina, química, astronomía, psicología, cosmografía y derecho civil, penal, procesal, administrativo e internacional público.

Viajó también por el lejano Oriente. Estuvo algún tiempo en la India y China; allí profundizó sus conocimientos en filosofía y en las religiones orientales, adquiriendo un enorme acervo de ciencia que después trasmitió a sus alumnos, principalmente del Colegio de San Nicolás.

De regreso en nuestro país, Guido fue diputado, secretario general de gobierno y Gobernador de Michoacán, sustituyendo en este último cargo al licenciado Bruno Patiño quien solicitó una licencia para separarse de la primera magistratura.

El año de 1878 marca el principio de su labor docente. En el Colegio de San Nicolás fueron sus alumnos tres jóvenes que después

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llegaron a ser grandes personajes: Melchor Ocampo Manzo, Victoriano Pimentel y Mónico Gallegos.121

En la sala de lectura de la biblioteca pública de Ario, encontramos estos interesantes datos sobre su vida.

"El licenciado José Trinidad Guido contrajo nupcias con la señorita Carlota Tavera, en Tacámbaro, el año de 1882, después de su regreso de Europa y Asia, habiendo procreado tres hijos: María Teresa, Francisco y Gilberto. Su permanencia en el extranjero proporcionó a Guido grandes conocimientos científicos que aprovechaba en sus polémicas y en las clases que daba a los estudiantes. Allá por 1885

121 Melchor Ocampo Manzo nació en Maravatío, Mich., en 1862. Hijo póstumo del reformador del mismo nombre y de Clara Campos, a quien éste, para favorecerla como heredera de la quinta parte de sus bienes, la declaró su hija natural. La señora Campos y su hijo recibieron el apoyo material y moral del doctor José María Manzo, amigo del patricio, por cuya razón el niño llevó como segundo apellido el de su benefactor. Ocampo Manzo estudió en el Colegio de San Nicolás y en la escuela de jurisprudencia de Morelia, donde se tituló de abogado el 4 de septiembre de 1886. Fue prefecto de estudios (1887-1890) y maestro del Colegio (1904), oficial mayor del gobierno de Michoacán (1890-1902), director del Periódico Oficial (1893-1896), diputado local en dos ocasiones (1896-1898 y 1902-1904) y magistrado del Tribunal de Justicia dos veces (1900-1902 y 1906-1907). Comisionado por el gobierno de Michoacán formó un plano de la ciudad de Morelia y un mapa que señaló los límites entre aquella entidad y Jalisco, y escribió las notas geográficas y estadísticas de los distritos de su Estado. Fue orador conceptuoso y elocuente; escribió poemas para ceremonias cívicas y algunas interesantes monografías: Recuerdos de la guerra de Independencia en Michoacán (1905), el Antiguo convento de San Diego. Historia del Monte de Piedad (1898) y El Hospital Civil de Morelia (1901). Murió en 1907 y está sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres del Estado. —Del licenciado Victoriano Pimentel, por haber sido nativo de Ario de Rosales nos ocuparemos en el texto de estas notas. —Mónico Gallegos nació en Chucándiro, Mich., y murió en Morelia el año de 1946. Estudió en el Tridentino Seminario de la capital michoacana; después en el Colegio de San Nicolás y en la escuela normal para maestros en donde se graduó. Estuvo al frente de varias escuelas primarias y concurrió a los más importantes Congresos pedagógicos. Fue maestro de varias generaciones de estudiantes. Notable investigador y lingüista.

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empezaron a ponerse en boga las teorías de Carlos Darwin sobre la evolución de las especies, y habiendo sido consultado al respecto por varios intelectuales, él estuvo en contra, tal vez recordando las teorías cosmogénitas del Desierto de Altai y del Tibet que le impresionaron profundamente. "En la prensa mundial del siglo pasado se entabló una polémica entre Clarke y Leibnitz, muertos hacía un siglo. Guido terció en la cuestión y su réplica fue acogida con beneplácito por los periódicos de París, Bruselas, Lieja, Checoslovaquia y Leipzig, así como por todas las universidades donde se cultivaban las nuevas teorías científicas que apasionaban a los sabios de ese tiempo y que más tarde conducirían al descubrimiento de las fuerzas atómicas y al dominio del espacio. "A principios de esta centuria, el licenciado Guido, por prescripción de sus médicos que le recomendaron un clima más templado, se fue a vivir al pueblecito de Santa María de los Altos, próximo a Morelia. Allí se percató de que los habitantes del lugar carecían de agua potable y de que los depósitos —alimentados por las lluvias— estaban en las estribaciones de los montes vecinos; entonces de su propio peculio sufragó los gastos de introducción de agua hasta el pueblo de referencia. Santa María lleva ahora agregado a su nombre el apellido de su benefactor, quien murió el 29 de abril de 1905".

El licenciado Guido logró formar una importante biblioteca, la que después de muerto sin que sepamos las causas, fue quemada por sus familiares, sufriendo igual suerte gran cantidad de sus escritos. El hecho es todavía más lamentable porque estos últimos jamás se dieron a la publicidad en forma de libros o folletos, quedando dispersos en periódicos y revistas del país y del extranjero, difíciles de obtener.

En 1943 el gobierno de Michoacán, a cargo del general Félix Ireta Viveros, logró rescatar tres interesantes documentos de Guido, los cuales se publicaron el propio año con motivo de la Feria del Libro y Exposición Nacional de Periodismo, en un volumen, hoy agotado, Aspectos del Pensamiento Michoacano, del cual los tomamos para meditación de los estudiosos y orgullo de los arienses.

El espacio no es infinito

Refutación a Clarke

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"Antes de investigar lo que es el espacio, será muy conveniente saber lo que no es. Nuestro entendimiento es tan limitado que si no siempre, al menos las más de las veces no llega al conocimiento positivo de las cosas, sino por la remoción de todo aquello que no son ellas mismas. Escombrando así el camino, procederemos con más desembarazo en las investigaciones directas, si algunas se pueden hacer. "Ya hemos visto cómo algunos filósofos no tuvieron inconveniente en considerar el espacio como una extensión infinita y cómo en concepto de Newton y de Clarke, este mismo espacio no es sino la inmensidad de Dios. "En nuestros días no debiéramos ni mencionar aserciones tan absurdas que bien pudieran relegarse al inmenso registro de las extravagancias filosóficas que tanto humillan la pretenciosa ciencia del hombre. Sin embargo, para mayor seguridad, me propongo examinar tan extrañas opiniones a la luz de los principios tanto de la filosofía como también de la sana teología, pues que la cuestión no es tan sólo filosófica. "Admito, por un momento, aunque por ninguno concedo la hipótesis que atribuye al espacio de una existencia propia e independiente de la extensión de los cuerpos. "En ese supuesto, diré sin vacilar que un espacio infinito no solamente no existe sino que ni aun puede existir, pues que su simple concepto envuelve contradicciones tales que hacen su realización imposible… Advertiré que siendo extensivas las pruebas de mi proposición a toda clase de extensión, no me fijaré más bien en la del espacio que en otra cualquiera, anticipando así la cuestión que adelante se me ofrecería acerca de la extensión en común. "No hay alguna duda en que la extensión es compuesta de partes realmente distintas y colocadas las unas fuera de las otras de tal suerte que lo que en una se hiciera no quedaría igualmente practicada en las demás. Es, asimismo, incuestionable que un todo se completa por todas y cada una de sus partes, de tal manera que sin el concurso de una dejaría de ser lo que con ella. "No hay inconveniente en que podamos prescindir de cualquiera de las partes que constituyen la extensión, v.g. del espacio comprendido en el recinto en que me hallo, pues que sólo se trata de una abstracción. Yo pregunto ahora: ¿la extensión que nos resta, es decir, toda la que se encuentra fuera de estas paredes, es la misma que antes era, verificada una vez la sobredicha abstracción? Es evidente

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que no, pues que ya sentamos que un todo se completa por todas y cada una de sus partes: luego también se descompleta por la sustracción de alguna de ellas. "Tenemos, por tanto, que la extensión que nos resta después de la abstracción, más la parte abstraída, nos dan la suma de la extensión o del espacio total, que para los adversarios es infinito. Luego si llamamos X a la extensión comprendida en esta pieza y Z a la que se halla afuera, podremos formar la siguiente ecuación: X más Z igual a infinito, de la cual tenemos X igual a infinito menos Z. "Tanto X como Z son cantidades finitas, pues que si Z no lo fuese sería inexacta la ecuación. Luego X, cantidad finita, es la diferencia entre infinito, cantidad infinita, y Z también limitada. Y ¿a quién cupo jamás en el juicio que una cantidad finita pudiese ser la diferencia entre una infinita y otra limitada? ¿Cómo puede ser que por el hecho de unir dos extensiones finitas, desaparezcan los límites que antes de la unión tenían? No importa que las ciencias exactas usen con frecuencia de ese modo de hablar, formulando en ecuaciones semejantes la diferencia entre lo finito y lo infinito. El geómetra no necesita, como dice Santo Tomás, suponer una línea infinita en acto, sino una en acto limitada, de la que pueda sustraer cuanto sea necesario, y a éste llama línea infinita. Así, pues, en el lenguaje algebraico lo infinito vale tanto como lo indefinido, y esto basta para salvar su exactitud. "Objetarán los contrarios, que por lo mismo que en la ecuación se supuso infinita la extensión, ésta deberá permanecer siempre la misma, sea cual fuera la substracción que se haga, en cuyo caso tanto Z como X más Z, igual a infinito. Esta réplica se halla en diametral oposición con el principio arriba sentado, pues que nos pone en la necesidad de admitir que ninguna de las partes de la extensión constituye la misma extensión. Lo mismo que se dice de una parte del espacio, puede decirse de todas las demás; resultando de aquí que ninguna de las que puedan substraerse, entra en composición del infinito en cuestión. "No falta quién pase por esta inevitable consecuencia dando como bien sentado que el espacio, a pesar de su extensión, es del todo indivisible. Pero no sea yo, sino el más ilustre de los adversarios, el que ponga de manifiesto la contradicción de semejante aserto. "En la famosa disputa que Clarke sostuvo contra Leibnitz sobre el espacio, afirmaba aquél que el espacio infinito era absolutamente y por su esencia indivisible. Leibnitz le apremiaba con inflexible lógica en los términos que siguen: 'Decir que el espacio infinito existe sin

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partes es afirmar que los espacios finitos no le componen y que el espacio infinito podría subsistir, aunque fuesen aniquilados todos los espacios finitos' 'Nada más hay que desear', añade Guido. "A propósito y ya que se trata de Leibnitz, será conveniente que sepamos el sentir de este filósofo en la presente cuestión. Consecuente, según él mismo, con su principio de la razón suficiente, nos dice con el acento magistral de un oráculo, que si bien encontramos repugnancia en que Dios hubiera puesto límites al Universo material, fue, sin embargo, más conforme a su sabiduría no prescribir ningunos. "No encontró el filósofo alemán razón suficiente para la limitación del espacio, y esto fue bastante para decidirlo por su infinidad. "Si Leibnitz hubiera buscado más bien la razón de intrínseca repugnancia entre los términos incompatibles de extensión e infinidad, sin duda que no sacrificara, en ésta como en otras veces, la razón y la verdad a los caprichos sistemáticos de su optimismo deslumbrante. No obstante Leibnitz parece tan grande cuando yerra, como cuando dice la verdad. "Examinemos ahora otra réplica bastante espaciosa en la que Balmes pretende soltar la dificultad principal de mi primer argumento. "La diferencia entre una cantidad infinita y otra finita (dice Balmes), no podrá ser otra finita dada, sino que será infinita en algún sentido… Si A es un valor finito dado… La diferencia entre A e infinito no puede ser otro valor finito dado… Porque expresando la diferencia por D, tendremos infinito menos A, igual a D. Luego D más A igual a infinito; luego, si ambos fuesen valores finitos dados, un infinito resultaría de dos valores finitos dados, lo que es imposible. "Se infiere de esto que una diferencia puede ser infinita en cierto sentido, según la acepción que diésemos a la palabra infinidad. Si desde el punto en que nos hallamos se tira una línea en la dirección del Norte hasta lo infinito, y luego se prolonga en la dirección del Sur, también hasta lo infinito, la diferencia entre la suma de las dos y una de ellas será infinita en un solo sentido. Morelia, 9 de noviembre de 1873".

II

Ojeada filosófica

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"Estamos ya en el último tercio del siglo XIX. Ochocientos años nos separan de Tomás de Aquino, trescientos de su antagonista Descartes. El experimentalismo que avanza y el ruido de sus innumerables conquistas tiene aturdidos los oídos de la generación presente. "Las antiguas disputas físico-trascendentales, las ciencias metafísicas en general, han quedado rezagadas en el olvido de las antiguas bibliotecas. "Descomponer y recomponer la materia, utilizar las fuerzas secretas de la naturaleza: he aquí la ocupación preferente del siglo. "La escuela no cuestiona ya con Descartes sobre la íntima naturaleza de los fenómenos de la materia, y parece que, agotada la discusión especulativa sin llegar a conseguirse el triunfo de ninguno de los adversarios, se dio tregua a la lucha, en espera de los nuevos datos que cada uno pudiera proporcionar el empirismo. "Las escuelas se cerraron y el cartesianismo entronizado de hecho en los modernos liceos es la hipótesis habitual de que gratuita e inconscientemente se usa, cuando alguno de nuestros sabios tiene la humorada de remontarse a las causas altísimas en las ampulosas páginas de un prólogo que nada tendrá luego que ver con el contenido de la obra. "Sustentó esta tesis: 'Cuando la voluntad, firme y constante, sabe querer por todos los medios conducentes a su propósito, excepto conservar siempre la vida, puede obtener todo lo que ambicione, pues hasta la vida puede prolongarse por acción decidida de la voluntad'.

III

Dos tesis jurídicas

"La diferencia esencial entre la hipoteca y la prenda consiste en que en aquélla queda la cosa en poder del obligado y en la prenda en el del acreedor y no en que sean muebles o inmuebles las cosas hipotecadas o dadas en prenda. "La doctrina de Sala que enseña que cuando en la hipoteca general enajena el deudor alguna cosa con consentimiento del acreedor y luego la recobra del mismo deudor, ya no queda gravada esta cosa como antes de la enajenación, es combatida por graves autores y no debe seguirse en la práctica.

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"La primera parte de esta tesis estudiantil, anterior a los primeros códigos civiles mexicanos, es correcta, pues en el derecho antiguo, a diferencia del moderno, la cosa pignorada, para que su prenda valiese, necesitaba ser entregada al acreedor; y mucho se ha discutido y se discute aún si un crédito hipotecario es sólo pignorable o sólo hipotecable. "Se disputa sobre lo que debe entenderse por usufructo de una mina. No puede ser el mismo metal que se extrae, porque el usufructo no debe ser la misma sustancia de la cosa; antes bien, ésta debe conservarse íntegra para el señor directo; y el metal de una mina no es distinto de la sustancia de la mina. Probablemente lo que se lucre con el dinero que la mina produzca es el usufructo y no el metal mismo que en el caso es la cosa en que constituye el usufructo. "Tesis tan original como seria".

Pudenciana Bocanegra de Medal

El día 27 de mayo de 1903 dejó de existir en México la señora Pudenciana Bocanegra de Medal, acaudalada y filantrópica dama que dejó todos sus bienes consistentes en ricas haciendas, alhajas y dinero en efectivo en beneficio de los pobres vergonzantes de la ciudad de Morelia.

Doña Pudenciana era descendiente de la heroína de la Independencia Gertrudis Bocanegra de Lazo de la Vega, fusilada en Pátzcuaro por los realistas el 11 de octubre de 1817; nació en Ario de Rosales donde pasó su niñez, luego se trasladó a la antigua Valladolid; allí recibió una esmerada educación que le permitió comprender desde muy joven los problemas sociales que afectaban principalmente a la clase menesterosa, por lo cual dedicó sus propiedades a diversas obras de beneficencia.

Cuando la señora Bocanegra dejó de existir, el Gobernador Aristeo Mercado dispuso la creación de una institución denominada "Caridad Bocanegra", encargada de administrar la herencia, la cual por muchos años cumplió su cometido; pero al final dio origen a una larga y enconada polémica que sostuvo durante bastante tiempo el licenciado Mariano de Jesús Torres con el gobierno mercadista, al que tachaba de haber manejado mal los fondos legados.

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Cuando doña Gertrudis vivía en su tierra, siendo aun pequeña, el licenciado Torres era juez de letras en Ario de Rosales y frecuentaba la casa de los Bocanegra. Desde entonces pudo darse cuenta de la sensibilidad y delicadeza de espíritu de la niña, a la que él inició más tarde en las buenas lecturas y aun la hizo participar en una obra suya, en un acto y escrita en verso, denominada "Aurora o los amores de un ángel", la cual fue representada por primera vez en Ario en 1863.

Radicada en Morelia siguió cultivando amistad con el licenciado Torres, quien fue su consejero legal hasta su muerte.

Ni Ario de Rosales ni Morelia han hecho debida justicia a esta insigne benefactora.

Victoriano Pimentel

Uno de los hombres más significados durante el porfiriato y en los primeros años del México moderno, nacido en Ario en 1862, es, sin duda, el licenciado Victoriano Pimentel. Realizó sus estudios en el tridentino seminario de Morelia y en el Colegio de San Nicolás, donde fue profesor aun antes de graduarse de abogado, en 1887. Crítico y escritor profundo. Fue editorialista del diario El Universal y colaborador de El Niño Mexicano, La Tierra y La Escuela Moderna; ganó por oposición las cátedras de gramática castellana en las Escuelas nacionales Preparatoria y de Comercio; enseñó derecho civil y procedimientos civiles en la Escuela Nacional de Jurisprudencia y fue dos veces ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en cuyo edificio fue colocado un busto en mérito a su relevante obra jurídica. Murió el año de 1924. El gobierno del Estado mandó colocar en la casa donde nació una placa conmemorativa que dice:

"A LA MEMORIA DE DON VICTORIANO PIMENTEL, MAESTRO, JURISCONSULTO, PRESIDENTE DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA

NACIÓN, NACIÓ EL 28 DE MARZO DE 1862 EN ARIO DE ROSALES, MICHOACÁN. JUNTA CÍVICA DE CONMEMORACIÓN. LIC. AGUSTÍN ARRIAGA

RIVERA, GOBERNADOR DEL ESTADO DE MICHOACÁN".

Las autoridades de Ario, por su parte, impusieron el nombre de don Victoriano a una plaza de aquella población.

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Vicente Moreno

Al vate Vicente Moreno (1832-1901) lo hemos mencionado repetidas veces en los capítulos VII y IX de estos Apuntes. Más que por su labor política, siempre dentro de las filas del partido liberal, es conocido por su obra poética, pues hizo resonar el nombre de Ario por todos los centros culturales del país en aquel tiempo de artificiosa prosperidad.

En el capítulo VII se reproduce su famosa requisitoria poética escrita en versos rotundos y sonoros, con motivo del asesinato de don Melchor Ocampo; y en el IX su hermoso soneto a Ario de Rosales, piezas ambas llenas de inspiración y hondo sentido estético.

A continuación publicamos tres octavas de su poema A Ella, que le valió los más cálidos elogios de sus contemporáneos, y como una demostración de su completo dominio sobre los diversos campos de la poética, que explica las razones de su enorme popularidad.

Diste a mis muertas ilusiones vida, diste a mi pobre corazón aliento, y sentí el alma de placer henchida al escuchar tu seductor acento. Cerró tu vista la profunda herida que me causara sin igual tormento; y embriagado, mi bien, con tal victoria, canté a los hombres mi amorosa historia. Cuando ya mire mi ventura ausente y disipado mis ensueños de oro, tu dulce labio besará mi frente, tu blanca mano enjugará mi lloro. Quiero que sepa el mundo indiferente que yo con loco frenesí te adoro y sufriera del Tasso los quebrantos, por revelar tus célicos encantos. Ámame, pues, y la existencia mía

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embellece, mujer, con tus amores, cual con su luz el luminar del día embellece la vida de las flores. Si eres la estrella que mis pasos guía, no me ocultes jamás tus resplandores; que anhelo un lauro conquistar de gloria y hacer eterna tu feliz memoria.

MICHOACÁN BAJO LA DICTADURA DE ARISTEO MERCADO Aristeo Mercado nació en la hacienda de Villachuato, Michoacán, en 1838. Su abuelo fue el jurisconsulto Antonio Florentino Mercado, y su padre Manuel Antonio, quien falleció cuando Aristeo era muy pequeño. Educado por su tío Florentino Mercado pasó a México a estudiar ingeniería, pero no logró concluir la carrera a causa de la situación política del país. Al estallar la revolución de Ayutla, combatió a Santa Anna, y más tarde a los invasores franceses, bajo el mando del coronel y licenciado Justo Mendoza, Gobernador republicano de Michoacán.

Al triunfo de la república, Mendoza estableció su gobierno en Morelia y nombró a Mercado oficial mayor. En la administración de Rafael Carrillo desempeñó la secretaría general y se encargó de modo interino del Ejecutivo del 27 de noviembre de 1875 al 28 de abril de 1876. En el gobierno del general Mariano Jiménez, fue diputado local y suplió a éste a partir del 4 de junio de 1891, pero como el titular falleciera el 28 de febrero de 1892, siguió en el poder hasta concluir el periodo, resultando electo ese mismo año como Gobernador constitucional. Desempeñó ese cargo cuatro periodos, hasta el 13 de mayo de 1911. Durante los primeros años de su gobierno continuó la obra constructiva del juarismo pero después siguió la línea política del porfiriato, por lo cual se captó la enemistad del pueblo michoacano. Reprimió a la prensa, persiguió con mano férrea a sus opositores y la sangre corría por el menor motivo en pueblos tradicionalmente amantes de la libertad, como Coeneo, Puruándiro, Ario de Rosales, Pátzcuaro, Tacámbaro, Zitácuaro y Quiroga.

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El año de 1904 fue, probablemente, la época en que se desarrolló con más vigor la campaña oposicionista a don Aristeo. Todas las fuerzas sociales no simpatizadoras del continuismo, se agruparon, lanzando sus fuegos sobre los gobernantes deshonestos y prevaricadores. Se fundaron con este motivo, en Morelia los periódicos El despertador michoacano, vocero de las opiniones renovadoras del Estado, Fierabraz y La voz de la juventud, este último órgano de los estudiantes del Colegio de San Nicolás y redactado por dos jóvenes (después abogados): Gregorio Ponce de León y José Gaytán Corona.

Los tres periódicos pronto se fueron a la tumba. Ponce de León y Gaytán Corona, menos hábiles que los redactores de los otros periódicos, fueron aprehendidos y se les internó en las asquerosas mazmorras de la célebre prisión de San Agustín donde permanecieron durante cinco meses.

Para combatir la última reelección de Aristeo Mercado se volvió a publicar en 1908 El despertador michoacano y se fundó el semanario El Látigo, cuyo fin no se hizo esperar. Al llegar a 1911 sólo existía propiamente en Morelia un semanario de oposición, que venía publicándose desde 18 años atrás, por el licenciado Mariano de Jesús Torres, El Centinela, cuyo lema agresivo y vibrante "Ni se quiebra ni se dobla, morirá en su puesto", le había acarreado las simpatías generales.

En Ario de Rosales se publicaba desde 1907 un semanario, El Ensayo, con una tirada de seis mil ejemplares que circulaban en las principales ciudades del Estado. Lo editaban Rafael Villanueva Macías, José R. Argueta y Enrique Ibarra y Allende; en la planta de colaboradores estaban gente de tanta valía como Fernando R. Castellanos, doctor Manuel García Rojas, Enrique Chávez V., Isaac Flores Sunderland, Porfirio Martínez, José Nieto y Aguilar, licenciado Celerino Díaz, Elías Campos e Ignacio Valladares. El 23 de febrero de 1908 El Ensayo publicó en primera plana con grandes titulares, el siguiente desplegado:

La redacción de El Ensayo

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Uniéndose a la voluntad del pueblo michoacano Postula para Gobernador del Estado en el próximo cuatrienio de 1908 a 1912 al intachable demócrata ciudadano Aristeo Mercado.

Aparentemente el periódico era gobiernista, pero de cuando en cuando se deslizaban en sus columnas críticas mordaces al régimen, atribuidas unas veces a Castellanos y otras a Francisco J. Múgica, en ese tiempo recaudador de Rentas en Tancítaro. Por aquellos días se había formado en el seno del Colegio de San Nicolás la "Sociedad Literaria Melchor Ocampo Manzo", cuyos directivos eran Francisco R. Romero, Felipe Calderón, J. Isaac Arriaga y Cayetano Andrade, con fines de divulgación literaria, pero a la postre se transformó en un brazo del partido liberal silvista y en foco de agitación revolucionaria.

Corresponsales de esta Sociedad y colaboradores de Flor de Loto, su órgano publicitario, eran J. Rubén Romero, radicado en Santa Clara de los Cobres donde era recaudador de Rentas; licenciado Fidel Silva, juez de letras de Ario de Rosales; doctor Manuel García Rojas, vecino de Tacámbaro; Jesús González Valencia, de Tepalcatepec; y Jesús Romero Flores, de La Piedad de Cavadas.

Pues bien, personas como éstas, valiéndose de "inocentes reuniones literarias" que convocaban en los lugares de sus respectivas residencias, dieron a conocer al pueblo los ideales de la Revolución de 1910.

APREHENSIONES EN ARIO. MÍTINES EN MORELIA. CAÍDA DE ARISTEO

MERCADO A principios de 1907 tomó posesión como prefecto de Ario de Rosales, Bernardino Pita Mota, quien sustituyó al mayor J. Jesús González, que pasó con igual carácter a Apatzingán. Se caracterizó la actuación

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de Pita Mota por un espíritu liberal y justiciero. Jamás expuso a sus paisanos a la venganza del verdugo: prefirió más bien a mediados de 1908 —poco después de haber celebrado con gran pompa en su pueblo natal el aniversario de la Batalla del 5 de mayo de 1862— renunciar al cargo, pues no podía ya encubrir sin riesgos mayores, la inquietud renovadora que sacudía a toda la Tierra Caliente, así como a las "reuniones subversivas", verdaderas conspiraciones que se venían efectuando en la propia cabecera del Distrito. Pita Mota fue reemplazado por el mayor Rafael Valencia, testaferro del Gobernador Mercado, quien cometió innumerables crímenes durante dos años que estuvo en ejercicio.

Bueno es advertir que si los michoacanos no tomaron las armas el mismo día 20 de noviembre de 1910, como Aquiles Serdán en Puebla, y se lanzaron sobre el régimen porfirista, no por esto permanecieron de simples espectadores, mientras las fuerzas revolucionarias obligaban al dictador a capitular en Ciudad Juárez. En Ario de Rosales desde 1908 Martín Castrejón y Luis Padilla desarrollaban una intensa campaña antirreeleccionista a lo largo de la Tierra Caliente; y de las palabras pasaron a los hechos: en la tienda de Francisco Cano y en la casa habitación de doña Isabel Magaña se reunían secretamente, acatando instrucciones de Castrejón y Padilla, ciudadanos arienses dispuestos a lanzarse a la lucha armada.

Vive todavía en Ario Joaquín Benítez Zuloaga —nacido en el año de 1900— sobrino de doña Isabel, quien haciendo recuerdos de su niñez nos informó cómo los arrieros que transitaban entre Morelia y la Tierra Caliente, con sus carretas y atajos repletos de mercaderías, traían ocultos rifles 30 x 30, parque, pólvora, machetes y armas de toda índole que Padilla y Castrejón almacenaban en un subterráneo que había en la casa de doña Isabel. Afirma Benítez que tanto él como su pequeña hermana Lucía, ayudaban a los arrieros a descargar el armamento y a esconderlo en lugares seguros.

Precisamente por ese tiempo (1908) fueron aprehendidos por sospechosos en Ario y encarcelados en la prisión municipal y en el antiguo mesón de San Francisco los citados Castrejón y Padilla, Mariano Marroquín, el cabo de Rurales Manuel Zuloaga, Heriberto Ornelas, Cirilo Marrón, Francisco Magaña y Luis López, los cuales pudieron salvarse de atropellos mayores por la actitud enérgica y

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solidaria del pueblo ariense. Más tarde Marrón fue asesinado en Tacámbaro.

Dos años después la efervescencia revolucionaria era incontenible en Michoacán. El 12 de noviembre de 1910 hubo en la propia capital del Estado, una imponente manifestación popular que recorrió las principales calles. Los oradores, casi todos alumnos del Colegio de San Nicolás, atacaron sin embozo a Porfirio Díaz y a don Aristeo. Del edificio del plantel los manifestantes tomaron hacia el oriente por la antigua calle Nacional —ahora avenida Francisco I. Madero—, pasando frente al palacio de gobierno para hacer alto en el jardín de La Paz donde se alza la estatua a Melchor Ocampo. Allí arengó a la multitud el estudiante de medicina J. Isaac Arriaga, provocando con su verbo de fuego acres exclamaciones contra el régimen.

Continuaron la marcha por la calle Morelos, deteniéndose frente a la casa que habitó el héroe de Cuautla. En tal sitio habló el estudiante José Torres, flagelando a la administración mercadista con virilidad y calor. La muchedumbre siguió por la antigua calle del Águila hasta la residencia del licenciado Mariano de Jesús Torres, director del periódico El Centinela, donde se improvisó un mitin.

Desde uno de los balcones de la casa arengaron los estudiantes Sidronio Sánchez Pineda y Cayetano Andrade. Sus discursos candentes e impetuosos fueron tremendas catilinarias contra el mercadismo y el porfiriato. ¡La sangre mártir de Aquiles Serdán que, en Puebla, algunos meses más tarde había de bautizar a la Revolución, animaba ya los cerebros de estos valientes nicolaitas, para quienes las armas más poderosas que esgrimían contra la dictadura, eran la fuerza convincente de su palabra, la razón y la justicia!.

El mitin fue disuelto por la fuerza armada dirigida por el prefecto del Distrito Lauro L. Guzmán, padre del escritor y político Martín Luis Guzmán. El gobierno acordó en seguida la expulsión de sus respectivos planteles de los líderes de este movimiento precursor: J. Isaac Arriaga, Cayetano Andrade y Sidronio Sánchez Pineda.

Pero a pesar de estas represiones, los actos de protesta del pueblo continuaron por todas partes.

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A principios de mayo de 1911 los estudiantes del país lanzaron un Manifiesto pidiendo la renuncia del Presidente Díaz. A dicha solicitud se adhirieron importantes núcleos sociales, obreros y empleados de comercio. El dictador respondió hostilizando a la juventud: la Facultad de Medicina de México expulsó sin causa justa a Manuel Escontria, Alfonso Sánchez Mejorada, Alberto Lozano Garza, Fandila Peña, Melchor Menchaca, Tomás Valle, Miguel Carias y Cristóbal Guajardo. El 9 de mayo los alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria dirigieron un memorial al ministro de Instrucción Pública, licenciado Jorge Vera Estañol, protestando por los atropellos de que estaban siendo víctimas los estudiantes del país. Este memorial fue respaldado vigorosamente por los alumnos del Colegio de San Nicolás.

El 13 de mayo de 1911 Aristeo Mercado, cuya posición era ya insostenible, se separó del poder, quedando en su lugar el licenciado Luis B. Valdés.

Siete días más tarde, como resultado de la toma de Ciudad Juárez por las fuerzas maderistas, Porfirio Díaz abandonó la presidencia; se embarcó en el puerto de Veracruz a bordo del "Ipiranga" y partió rumbo a Europa de donde jamás había de volver. El porfiriato quedaba así definitivamente liquidado.

¡Evidentemente la Revolución que empezaba en Michoacán, comenzaba también a dar sus frutos!.

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CAPÍTULO XI

LA REVOLUCIÓN DE 1910 (1910-1920)

Se alzan en armas Salvador Escalante, en Santa Clara; Martín Castrejón y Luis Padilla, en Ario de Rosales; Ortiz Rubio, en Otzumatlán. Los maderistas toman Angangueo, Puruándiro, Tacámbaro, Uruapan y Pátzcuaro. El doctor Miguel Silva, Gobernador del Estado. Entrada triunfante de Escalante en Morelia. Asesinato de Madero y Pino Suárez. Martín Castrejón y Ortiz Rubio contra Huerta. Comienza la Revolución Constitucionalista. Angustia del doctor Silva. Sale de Michoacán y se une a Carranza en Hermosillo. Médico de la División del Norte. Se separa de Villa. Rencores del Primer Jefe. El doctor Silva muerte pobre, desterrado y casi ciego en La Habana. La vida social en Ario de Rosales. Andanzas de José Valdovinos Garza. Personajes de la época: Medardo Rojas, Manuel Coria, el violinista Jesús Hernández y Francisco Aguilera. Un Leonardo Criollo en Tierra Caliente. El bandolerismo. Enésimo ataque a Ario. Cientos de arienses emigran a Pátzcuaro. Depredaciones de Chávez García. Inés burlado en Pátzcuaro. Incendio de Santa Clara del Cobre. Anécdota del licenciado Jesús Ramírez Mendoza. Fin de una sangrienta pesadilla.

SANTA CLARA DEL COBRE Y ARIO DE ROSALES EN PIE DE GUERRA LA MAÑANA del 10 de mayo de 1911 —día en que cayó la plaza de Ciudad Juárez en manos de la Revolución, rindiéndose a las fuerzas maderistas el general Navarro con su Estado Mayor, 400 soldados, parque y armamento— Salvador Escalante, subprefecto de Santa Clara del Cobre, se levantó en armas al grito de ¡Viva Madero! tremolando la bandera del Sufragio Efectivo. No Reelección. Rápidamente reunió a sus amigos y al día siguiente tomó el camino de Ario de Rosales, donde ya lo esperaban sus correligionarios Martín Castrejón y Luis Padilla, con regular número de vecinos a los que habían armado con el material oculto en la casa de Isabel Magaña.

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Antes de partir, Escalante nombró nuevo Ayuntamiento en Santa Clara, presidido por Carlos Pérez y ordenó a Braulio Mercado que fuera a reclutar gente a Zirahuén. A Esteban Quezada, Alfonso Solórzano, Juan Ortega y Delfino Pureco les dio otras comisiones urgentes.

Uno de los primeros actos de los jefes de la Junta revolucionaria de Ario —en cuanto Escalante proclamó la guerra— fue aprehender al prefecto Rafael Valencia, para que respondiera de los crímenes que había cometido durante su actuación; pero éste, habiéndose enterado a tiempo de lo que pasaba en Santa Clara, se escapó al atardecer del mismo día, con el propósito de llegar a la capital del Estado.

En su persecución partieron inmediatamente Castrejón y Padilla, dándole alcance al cruzar la sierra.

Don Roberto Pita Hurtado122 testigo de aquellos hechos y quien ha vivido casi toda su vida en Ario de Rosales, contó que los revolucionarios condujeron al prefecto al centro de la villa por la hoy avenida José María Morelos. Caminaba cabizbajo, en medio de aquellos improvisados soldados; enredado al cuello llevaba un gasné negro que el aire alborotaba, cubriéndole por momentos el rostro. Al pasar frente a las casas, la gente le gritaba indignada:

—¡Asesino! ¡Ahora las pagarás todas juntas! ¡Asesino!. Al llegar al palacio municipal hicieron alto. La multitud quiso

linchar a Valencia, pero Luis Padilla la contuvo. En seguida, ante la expectación de todos, hizo subir al prisionero a uno de los balcones del edificio y lo obligó a lanzar tres ¡vivas! al señor Madero.

—Ahora grite ¡muera Porfirio Díaz! —exigió Padilla, al momento en que uno de los rebeldes le apuntaba con su 30 - 30.

—¡Muera Porfirio Díaz! —se apresuró a exclamar Valencia, si bien ahora con acento tembloroso y acobardado.

Después de esto, la muchedumbre guardó unos instantes de silencio. Al cabo, de entre ella se escuchó una voz anónima:

—¡Perdónalo Luis! ¡Perdónalo! ¡No vale la pena!.

122 Don Roberto Pita Hurtado es padre del doctor Luis Pita Cornejo, ex rector de la Universidad de Michoacán de San Nicolás de Hidalgo, y del periodista Roberto Pita Cornejo, ambos amigos personales del autor de estas notas.

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—¡Sí, perdónalo! —prorrumpió a coro el noble y generoso pueblo de Ario de Rosales, echando un velo de olvido sobre los crímenes cometidos por aquel verdugo de la dictadura.

La gente presenció después cómo ese hombre, abatido, se alejaba paso a paso de la población hasta llegar a las últimas casas, perdiéndose poco a poco en la lejanía sin que jamás volviera a saberse de él.

Mientras estos acontecimientos tenían lugar en Ario, Salvador Escalante que, como llevamos dicho, había salido de Santa Clara del Cobre y avanzaba al Sur con su pequeña fuerza, se puso en contacto con un amigo personal suyo, comprometido también en la conspiración, el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, quien ya tenía listo a un grupo de gente que con él trabajaba en sus labores profesionales.

El ingeniero Ortiz Rubio pertenecía a una antigua familia liberal profundamente estimada en Morelia. Era hijo del licenciado Pascual Ortiz de Ayala, connotado miembro del grupo juarista de la época de la Reforma; había sido secretario de gobierno del Estado de Michoacán en 1856 a 1863, en los gobiernos del doctor Miguel Silva Macías y los generales Miguel Zincúnegui, Santos Degollado, Antonio Huerta y Santiago Tapia; y también Gobernador interino en ausencia de este último.

Las inquietudes revolucionarias de Ortiz Rubio afloraron cuando contaba 18 años, en 1895. En tal fecha, siendo alumno del Colegio de San Nicolás, del que era regente su padre, organizó en unión de sus condiscípulos Juan B. Arriaga, Fausto Acevedo, Onésimo López Couto, el guerrerense José Inocente Lugo y los guanajuatenses Benjamín Arredondo y José Ortiz Rico, la oposición de los nicolaitas a la dictadura.

En septiembre de ese año pisó por primera vez el suelo de una cárcel. Tal día, hallándose los aduladores del régimen festejando el onomástico del Gobernador Aristeo Mercado con un baile en el edificio de la Academia de Niñas, sorpresivamente se presentaron los estudiantes, se apostaron frente al local y arengaron a la concurrencia, disolviéndose la fiesta. Como resultado, el prefecto del distrito, coronel Luis García, les echó encima a los gendarmes, siendo aprehendidos Pascual y veinte nicolaitas más que fueron encarcelados en el cuartel de infantería del Estado. Diez días después, por gestiones

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del regente del colegio y de los maestros Luis González Gutiérrez y Ramón Mesa, fueron libertados.

Ese mismo año cuando Ortiz Rubio y sus amigos, en un acto de reincidencia, celebraran una reunión clandestina en el pueblo de Santa María de los Altos, fueron denunciados y aprehendidos diez de ellos, poniéndolos en la cárcel.

Durante los movimientos oposicionistas de 1904 y 1908 en Michoacán, Ortiz Rubio participó escribiendo en los periódicos y activando a los grupos sociales contra la dictadura.

Hecha esta necesaria presentación, oigamos al propio Ortiz Rubio referir sus nexos con Escalante.

"A mediados de 1910 —dice en sus Memorias— trabajaba yo como ingeniero en una hacienda cercana a Santa Clara del Cobre, en donde fungía como subprefecto un excelente amigo mío, Salvador Escalante. Muchos recibimos invitación para tomar parte en el movimiento libertario que se preparaba por Madero y aceptamos con gusto. Convinimos en que yo procuraría agitar la parte oriente del Estado, como lo hice; mientras él en el centro; Madrigal en Puruándiro; el licenciado Tena en Pátzcuaro y Martín Castrejón en Ario, harían otro tanto. "Escalante, en 1911, fue el primero en comenzar la lucha armada; en pocos días todos lo secundamos. Yo, con la compañía de caballería que organicé en el mineral de Otzumatlán, amagué y tomé la plaza de Angangueo, guarnecido por rurales al mando del mayor Francisco Cárdenas. Los propios rurales al rendirse me entregaron como prisionero a Cárdenas, a quien dejé en libertad, pues a lo largo de toda mi vida pública y siempre que de mí dependió, evité las represalias políticas y, sobre todo, el derramamiento de sangre mexicana. Este sujeto fue el mismo que dos años después asesinó al presidente Francisco I. Madero y al vicepresidente José María Pino Suárez. "Desde Angangueo me dirigí, conforme a las órdenes recibidas, al sitio de la plaza de Morelia. Sostuve un combate a inmediaciones de Charo, donde recibí una herida en el cuello. Resulté vencedor en aquella acción".

Después de la entrevista, Escalante nombró a Ortiz Rubio capitán primero de ingenieros del ejército libertador —como se dice en las

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Memorias—, le encomendó la tarea de poner sobre las armas a todas las poblaciones situadas al oriente del Estado, para luego irse a colocar con los efectivos que reuniera en las cercanías de Morelia, plaza que tomarían los jefes sublevados juntos.

En Ario de Rosales, Escalante fue recibido con grandes muestras de simpatía y desde luego se puso a formular con Luis Padilla y Martín Castrejón el itinerario de campaña que había de seguir y que fue todo un éxito, pues en sólo unos cuantos días cayeron en su poder Tacámbaro, Puruándiro y Uruapan, amén de numerosos poblados de la Tierra Caliente, que facilitaron hombres y elementos para la lucha. Siguieron el ejemplo de estos jefes, numerosos vecinos de La Piedad, Los Reyes, Zamora y Jiquilpan, quienes en son de guerra depusieron a las autoridades mercadistas y libertaron a los presos políticos.

TORMENTA POLÍTICA EN MORELIA, EL DR. MIGUEL SILVA GOBERNADOR

DEL ESTADO La lucha en Michoacán fue breve, pero firme y decisiva. El 13 de mayo, apenas tres días después del levantamiento armado en Santa Clara del Cobre, Aristeo Mercado pidió una licencia por cuatro meses para separarse de la gubernatura, licencia que equivalía a una renuncia, pues jamás volvió a recuperar el mando. La legislatura estatal nombró Gobernador interino al licenciado Luis B. Valdés, quien ya lo había suplido en 24 ocasiones durante 20 años. Pero Valdés sólo pudo sostenerse cinco días, pues el día 15 de mayo, Salvador Escalante con sus fuerzas había ya tomado Pátzcuaro y se preparaba para poner sitio a Morelia; mientras por el oriente, el ingeniero Ortiz Rubio con su gente se hallaba más acá de Charo y, aunque herido, sólo esperaba la orden de su superior para atacar a Morelia.

La entrada a Pátzcuaro se hizo de la siguiente manera: a la vanguardia iban Escalante y los jefes que le seguían al mando, Martín Castrejón y Braulio Mercado. La retaguardia la formaban Luis Padilla, Alfonso Solórzano y Delfino Pureco. Pero antes de llegar a Pátzcuaro, en las estribaciones del "Cerro del Frijol" o "Santa Juana", entre la serranía, se oyó un grito de ¡quién vive! La retaguardia contestó:

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"Madero". En seguida se escuchó un atronador y prolongado ¡viva! lanzado por los señores licenciado Federico Tena, Amado Espinosa, Estanislao Monje y José Dolores y Pilar Servín, quienes al acercarse preguntaron a los revolucionarios por el general Escalante, a quien iban a ofrecer sus servicios.

Explicaremos ahora cuál era la situación política en Michoacán, en tales momentos.

Si en lugar de Valdés la Legislatura designaba Gobernador a un elemento mercadista, las tropas revolucionarias mandadas por Escalante, hubiesen en seguida avanzado sobre Morelia, capturándola a sangre y fuego, ya que en ella contaba con la simpatía popular y la de mucha gente de significación. Si por el contrario se hacía cargo del ejecutivo algún ciudadano cuya filiación se juzgara oposicionista al mercadismo, equivaldría por ese sólo hecho, a entregar el Estado en manos de la Revolución y hay que recordar que aun estaba en la presidencia Porfirio Díaz.

Si lo primero, la guerra seguiría y pueblos y ciudades michoacanos sufriendo las consecuencias inevitables de ese estado de cosas; y si lo segundo, los funcionarios aristeístas quedaría en situación comprometida en un terreno conquistado por los revolucionarios. El Congreso designó, al fin, con loable acierto, como Gobernador por los cuatro meses de licencia que solicitó Mercado, a un hombre sencillo, honesto, demócrata, inmaculado a quien el pueblo amaba por sus virtudes cívicas y su pasión por la justicia: el doctor Miguel Silva González.

Para el pueblo era un gobernante ideal; para los mercadistas sólo significaba un elemento de transacción, el individuo indispensable en aquellos momentos críticos en que se jugaban sus propias vidas y la tranquilidad del Estado. En el fondo, los partidarios del antiguo régimen encontraban en el nombramiento del doctor Silva un fin político provechoso a sus intereses, como era el de que, siendo Gobernador interino no podría aspirar a la gubernatura en el periodo inmediato. De esta manera mataban dos pájaros de un tiro, puesto que el doctor Silva venía figurando desde antes de la caída de Mercado, como candidato al gobierno de Michoacán.

Con el propósito de dar por terminada la revuelta en el Estado, evitando derramamiento de sangre, el doctor Silva, tan luego como

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hubo tomado posesión de la gubernatura, comisionó a los licenciados José Ortiz Rodríguez y Manuel Ibarrola y a los doctores Enrique Cortés y Enrique Ortiz, para que se trasladaran a Pátzcuaro donde se encontraban las fuerzas maderistas, y negociaran, en su nombre, con Salvador Escalante la entrada pacífica del ejército libertador en Morelia.

Las pláticas, a las que se dio el nombre de los Convenios de Pátzcuaro, produjeron el resultado apetecido, pues Escalante conocía de sobra la personalidad del doctor Silva, y además asesor político de éste y amigo de ambos, era el licenciado Daniel Huerta Cañedo, que en esos momentos fungía como secretario particular del propio Escalante.

SALVADOR ESCALANTE OCUPA PACÍFICAMENTE LA CIUDAD DE MORELIA El 29 de mayo Felipe Iturbide y José Ortiz Rodríguez, presidente y secretario respectivamente del "Círculo Paz y Unión" (que más tarde se transformó en el Partido Liberal Silvista) circularon esta invitación impresa:

"El Círculo Paz y Unión tiene el honor de invitar al demócrata pueblo de Morelia para adornar el frente de sus casas y recibir calurosa y entusiastamente al ejército libertador que operó en el Estado al mando de su general Salvador Escalante y que hará su entrada a esta ciudad, en son de paz, entre 10 y 11 de la mañana del martes 30 del presente mes".123

Al día siguiente, 30 de mayo, el Gobernador Silva lanzó al pueblo la siguiente proclama:

"Hoy llegará a esta ciudad, al frente de las tropas que comanda, el jefe iniciador del movimiento maderista en Michoacán, señor don Salvador Escalante. Estimo que es un deber mío, ya que me ha cabido la altísima honra de ser por hoy vuestro gobernante, invitaros para que os preparéis a recibir dignamente a quienes han abrazado y

123 Pablo G. Macías. Aula Nobilis. p. 223.

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sostenido una causa que cuenta con la entusiasta aprobación de la inmensa mayoría del pueblo mexicano, y cuyo jefe ha mantenido su bandera reprimiendo con enérgica mano toda criminal perturbación del orden público. Tengo una fe profunda en vuestra sensatez, cultura y patriotismo, y por eso abrigo la grata convicción de que, al demostrar vuestro regocijo por el acontecimiento que os anuncio, demostraréis al propio tiempo la moderación y mesura digna de los que van a ser vuestros huéspedes. "También cumple a mi deber encareceros no sólo vuestro respeto, sino vuestra adhesión sincera a los jefes y tropas que guarnecen esta plaza, teniendo en cuenta que unos y otros han consagrado eficazmente sus patrióticos esfuerzos en servicio de vuestro bienestar y que desde hoy más contribuirán, en fraternal unión con las fuerzas maderistas, para la defensa y sostén de los sagrados intereses de la patria. "Seguro de que responderéis a mis súplicas amistosas, recibid desde ahora las expresiones de mi agradecimiento. Miguel Silva".124

En efecto, el 30 de mayo entraron a Morelia las fuerzas maderistas, yendo a la cabeza de ellas Salvador Escalante. Para dar mayor solemnidad al acontecimiento, el comercio cerró sus puertas, se suspendieron las labores en las oficinas públicas y los frentes de la mayoría de las casas de la ciudad aparecían adornados con los colores nacionales.

Al sonar las 12 horas, las campanas de la catedral y de todas las iglesias de Morelia dejaron oír sus bronces sonoros y, en esos momentos, se avistaron por la garita de Chicácuaro las tropas mandadas por Escalante. El Gobernador Silva presenció el desfile desde el balcón central del Palacio de gobierno; después pasó a saludarlo el general Escalante, seguido de su Estado Mayor. Las tropas revolucionarias quedaron alojadas en el cuartel "Vasco de Quiroga".

Ese mismo día, las clases sociales de Morelia ofrecieron un banquete en el Casino, al Gobernador Silva y al general Escalante, testimoniándose de esta manera el triunfo del maderismo en

124 Pablo G. Macías. Ut Supra, p. 223.

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Michoacán, y la simpatía que el pueblo guardaba para los iniciadores de ese movimiento emancipador.

Al banquete asistieron funcionarios de los poderes locales, representantes de la Federación, miembros del ejército y personas de significación entre el comercio, la banca y la industria. El periódico El Centinela publicó los siguientes nombres: Miguel Silva González, Gobernador del Estado; general Salvador Escalante, jefe de la Revolución maderista en Michoacán; licenciado Felipe de J. Tena, secretario general de gobierno; ingeniero Porfirio García de León, prefecto de la ciudad; licenciado Daniel Huerta Cañedo, secretario particular de Escalante; teniente coronel Fernando Mass, jefe de las fuerzas porfiristas rendidas; Braulio Mercado, jefe del Estado Mayor del general Escalante; licenciado Federico Tena, Amado Espinosa, Martín Castrejón, Luis Padilla, Alfonso Solórzano Sandoval, Trinidad Ángel, Enrique Orozco (primo de Pascual Orozco), José Torres. doctores Vicente Aragón, Nicolás Pérez Morelos (descendiente del héroe de la patria José María Morelos y Pavón), Alberto Oviedo Mota, Roberto Torres, Enrique Cortés, Enrique Ortiz y Gregorio Martínez, licenciados Felipe y Mariano Castro Montaño, Mariano Cañedo, Nicolás Méndez, Timoteo Guerrero, Manuel Ibarrola, José Ortiz Rodríguez, Manuel Larrauri Montaño, Julio Ramírez Wiela, Manuel Treviño, Adolfo Cano, Joaquín Romero, Pedro Pimentel, Herculano Ibarrola y Mariano de Jesús Torres, director de El Centinela. Profesor Rafael Elizarraraz, Rafael Quintero, Julio Iturbide, Jesús Medina Ojeda, Manuel Aurrecochea, Ramón Santoyo, Joaquín Arriaga, José Oseguera, Miguel Ramírez, Miguel Estrada, Enrique Arreguín, Miguel de Hoyo, Juan A. Sáenz, Rafael Castro Montaño, Alberto Martínez, Severo Cuevas, Antonio Solórzano Solchaga y Lorenzo Larrauri Montaño.

El ágape fue ofrecido por el licenciado Manuel Ibarrola. Se puso así término a la primera fase de la lucha clandestina en Michoacán.

LO HECHO POR EL DR. SILVA DURANTE SU INTERINATO Al tomar posesión del gobierno, el doctor Silva dispuso como primera medida, la reorganización del erario público, pues a la separación de

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Aristeo Mercado, quedó casi en bancarrota. Él mismo, dando un ejemplo de desinterés personal y de civismo, no sólo se negó a cobrar su sueldo que le correspondía como jefe del Ejecutivo, sino que, de su propio peculio, pagó por algún tiempo sus emolumentos a buen número de empleados oficiales.

Impulsó de manera eficaz los ramos de la administración pública, pero de manera especial las cuestiones sociales que por primera vez abordaba un gobierno revolucionario. Dictó importantes medidas sobre trabajo y previsión social y atacó el magno problema de la alimentación correcta de los núcleos populares. Fundó la "Gota de leche" para proveer de alimentos a los hijos de los trabajadores y a los enfermos y creó varios centros de protección a la infancia. Comisionó al ingeniero Ortiz Rubio para que utilizando a los presos comunes recluidos en la cárcel de San Agustín —donde se demacraban por falta de salubridad, haciéndose tuberculosos y la mayoría vegetaba en la molicie y el vicio— desazolvara los ríos Chiquito y Grande de Morelia, desecara los extensos pantanos cercanos a la ciudad y, hasta donde fuera posible, reparara los caminos más importantes del distrito.

Respecto a la educación pública, seleccionó el profesorado y dotó de libros y útiles a las escuelas primarias, de laboratorios y material pedagógico al colegio de San Nicolás y a la facultad de Medicina. No obstante su trabajo abrumador en el gobierno, se ingenió el modo de impartir por las tardes un curso extraordinario de clínica médica, en forma de conferencias, en el que dio a conocer su enorme experiencia de maestro y sus observaciones hechas en los principales centros médicos de Europa. Estas conferencias constituyeron un gran acontecimiento en Morelia y a escucharlas acudía en masa el alumnado de la facultad de Medicina, los maestros y aun médicos ya en el ejercicio de su profesión.

Fenecido el término de su licencia, Aristeo Mercado no volvió a Michoacán. La gubernatura quedó en manos sucesivamente de los licenciados Felipe J. Tena y Primitivo Ortiz, retirándose el doctor Silva de los asuntos oficiales para dedicarse a su campaña política. La reacción adujo de inmediato que éste no podía figurar como aspirante por haber cubierto la licencia de don Aristeo, pero la secretaría de Gobernación resolvió el caso en favor del doctor Silva. En

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consecuencia la lucha electoral comenzó en el mes de septiembre de 1911.

Ya sabemos que el Partido Liberal Silvista apoyaba la candidatura del doctor Silva. Ahora explicaremos que el clero, los restos del porfiriato y del mercadismo, organizaron otro grupo denominado Partido Católico Nacional, cuyo candidato fue al principio el licenciado Francisco Elguero, y al final, el propio Gobernador Ortiz.

Surgió también como contrincante del doctor Silva un llamado general Marcos V. Méndez, morfinómano, cretino e inconsciente —en opinión de su contemporáneo don Pelagio A. Rodríguez— que no tenía más mérito que haberse pronunciado contra don Porfirio cuando ya Madero había triunfado. Nadie lo conocía en Michoacán ni se supo jamás cómo obtuvo su grado de general; era un tipo ridículo y fanfarrón al que jamás nadie tomó en serio, ni siquiera llegó a saberse quiénes lo postulaban. Méndez terminó su apenas iniciada vida política, levantándose en armas contra el régimen maderista, y murió de un balazo el 11 de febrero de 1912 en el Rancho del Pino, cerca de Apatzingán, cuando libraba un encuentro con fuerzas al mando de Martín Barragán destacadas en su persecución.125

Finalmente, también aspiraba a la primera magistratura un licenciado Munguía Santoyo, tan desconocido como el anterior.

En el campo político sólo quedaban, pues, de hecho, en la campaña de 1911-1912, dos candidatos: el doctor Miguel Silva González y el licenciado Primitivo Ortiz.

La dirección del Partido Liberal Silvista la componían los licenciados José Ortiz Rodríguez, Felipe y Mariano Castro Montaño, Joaquín Romero, Enrique Domenzáin, Timoteo Guerrero, Felipe de J. Tena, Julio Ramírez Wiela y Manuel Ibarrola; los doctores Enrique Anaya, Alberto Oviedo Mota, Emiliano Torres, Enrique Cortés y Nicolás Pérez Morelos; los ingenieros Pascual Ortiz Rubio y Porfirio García de León; los profesores Enrique Arreguín y José Ortiz Rico; Martín Barragán y Carlos García de León.

Como oradores principales figuraban los abogados Fernando Iglesias Calderón, Miguel Alessio Robles, doctor José Siurob y el

125 General Pelagio A. Rodríguez. La Revolución en Michoacán. Obra inédita cuyos originales fueron proporcionados gentilmente al autor de estas notas.

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periodista Alfredo N. Acosta. Para propagar la candidatura en el Estado, el centro director nombró a Cayetano Andrade que recorrería principalmente los municipios de Acuitzio del Canje, Tacámbaro, Zinapécuaro y Huetamo; a J. Isaac Arriaga, los distritos de Uruapan y Apatzingán; y a Pelagio A. Rodríguez, los de Ario de Rosales, Santa Clara del Cobre y la Tierra Caliente.

La candidatura de Ortiz cifraba su triunfo en el púlpito y el confesionario, pues su principal propagandista era el secretario de la mitra michoacana, canónigo Francisco Banegas Galván. Pero contaba también con oradores de la talla de los licenciados Francisco Elguero, José Ugarte y David Franco, entre otras figuras importantes del antiguo régimen.

Efectuadas las elecciones, resultó triunfante por una abrumadora mayoría de votos el doctor Silva, quien tomó posesión como gobernante constitucional el 16 de septiembre de 1912.

LA ASCENDENCIA ARIENSE DEL DR. MIGUEL SILVA GONZÁLEZ Al llegar a este punto juzgamos necesario dar a conocer los antecedentes de familia del doctor Miguel Silva González, su raíz ariense, por la importancia del drama en que va a ser actor y sabedores de que la historia de los pueblos es, en último término, la historia de sus hijos.

El doctor Miguel Silva González era hijo de aquel patriota de la Reforma que fuera también dos veces Gobernador de Michoacán, doctor Miguel Silva Macías y de doña María González Gutiérrez, hija, a su vez, de otro liberal ilustre y maestro de la juventud nicolaita, el doctor Juan Manuel González Urueña, fundador de la Escuela de Medicina de Morelia, quien por su oposición a la dictadura "Su Alteza Serenísima" lo desterró del Estado y murió cuando iba camino al exilio.

Era, por tanto, este eminente michoacano, nieto de don José María Silva, el hombre que alojó en 1803 en su casa de Ario, al Barón de Humboldt y al francés Aimè Bonpland; el partidario entusiasta de la insurgencia, que conoció y trató al Siervo de la Nación, a Liceaga, a Cos, a Matamoros y a Víctor Rosales, entre otros, a quienes por su

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actividad de comerciante les facilitaba víveres e información; el mismo que en 1828 siendo diputado, propuso y obtuvo que a la ciudad de Valladolid se le cambiara ese nombre por el de Morelia, en honor de Morelos; y, por último, el mismo que en el desempeño de la primera magistratura de Michoacán, llevó a cabo importantes mejoras en el Estado.

Y nieto también, por la rama materna, del sabio don Juan Manuel.

Miguel Silva González nació en Morelia el 25 de octubre de 1857;126 hizo sus estudios primarios en el plantel que dirigía en su ciudad natal el profesor Francisco Breña, y los preparatorios en el Colegio de San Nicolás, de donde pasó a la Facultad de Medicina de México, titulándose de médico cirujano en diciembre de 1883.

Cuatro años tenía Silva González cuando murió su padre, en Morelia, víctima de un contagio de tifo mientras atendía a los enfermos de una epidemia. El niño y su familia quedaron en la orfandad, pues no obstante que el doctor Silva Macías provenía, como sabemos, de una familia acomodada de Ario de Rosales y había desempeñado por dos veces el puesto de Gobernador del Estado, carecía de bienes, pues su fortuna personal ha había agotado en la causa de la Reforma y en obras de beneficencia.

El licenciado José Ortiz Rodríguez en su opúsculo intitulado El doctor Miguel Silva, expresa: "…Como el doctor Silva Macías no dejara bienes, su viuda y sus huérfanos subsistieron algún tiempo con una pensión de cien pesos mensuales que, a moción del Tribunal Supremo de Justicia, les decretó el Congreso del Estado, más una

126 La partida de bautismo asienta textualmente: "En Morelia a 27 de octubre de 1857, yo el presbítero Nicolás Corona, cura propietario de Celaya, promotor fiscal y juez de testamento de este Obispado, con licencia parroquial, exorcicé, puse óleo, sagrado crisma y bauticé solemnemente a un infante que nació antier en esta ciudad; púsele por nombre Miguel Crispiniano, hijo legítimo del señor gobernador don Miguel Silva Macías y doña María González Gutiérrez; fueron sus padrinos el señor general don Miguel Zincúnegui y doña Dolores Gutiérrez, a quienes advertí su obligación y parentesco espiritual y lo firmé. Mariano Carreón. (rúbrica). Al margen: Miguel Crispiniano Luis de Jesús. El presbítero Licenciado Nicolás Corona".

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beca en el Colegio de San Nicolás para el joven Miguel Silva González. Ese decreto tuvo en cuenta:

"Primero, que dichos doctores Miguel Silva Macías y Juan Manuel González Urueña contrajeron grandes méritos en el Estado por su constante y patriótica dedicación al servicio del mismo, y por su absoluta y desinteresada consagración al alivio de la humanidad doliente y por haber sucumbido y permanecido fieles al cumplimiento de sus deberes; el uno, como buen mexicano en el ostracismo a que lo condenara la tiranía, y el otro, víctima de la enfermedad que le sobrevino por atender con celo a las funciones de su empleo.

"Segundo, que la familia de Silva Macías lo es también de González Urueña, en grado inmediato (don Juan Manuel era padre político de Miguel Silva Macías y, por consiguiente, abuelo de Miguel Silva González); y

"Tercero, que la justicia y gratitud pública reclaman de parte del gobierno una protección directa en favor de aquella familia para su subsistencia y educación".

Posteriormente —imitando a su padre— el doctor Miguel Silva González llevó a cabo estudios de especialización en Europa, adquiriendo merecida fama en el ejercicio profesional.

EL DOCTOR SILVA EN EL DRAMA DE LA USURPACIÓN HUERTISTA EN

MICHOACÁN Tal es el hombre al que por uno de esos azares del Destino, le tocó ser la víctima más propicia e inocente en el terrible drama de la usurpación huertista en Michoacán.

Escasos cinco meses tenía de haber tomado posesión del gobierno, cuando se suscitó el pronunciamiento de La Ciudadela. La triste, la dolorosa noticia del asesinato del Presidente Madero y del Vicepresidente Pino Suárez, se conoció en Morelia el mismo 22 de febrero de 1913, produciendo enorme consternación entre los liberales.

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Pese a que algunos michoacanos, aisladamente, se alzaron en armas en diversos puntos de la entidad,127 el doctor Silva no creyó en ese primer momento que Victoriano Huerta estuviera involucrado en el crimen; a diferencia de otros mandatarios que desde luego se lanzaron a la rebelión adhiriéndose al Plan de Guadalupe, el Gobernador de Michoacán pensó que el usurpador respetaría la soberanía del Estado. ¡Y es que aquel hombre bueno, ajeno a la perfidia y a la mala fe, no podía creer en la traición!

Amigos suyos y correligionarios lo urgían a que desconociera a Huerta; al no lograrlo, Martín Castrejón y Ortiz Rubio —este último jefe del Batallón Matamoros— resolvieron pronunciarse con los elementos que tenían, pero cuando iban a poner en práctica su plan, despertaron la sospecha. Entonces el jefe de la guarnición de Morelia amenazó al Gobernador con la cárcel si no ordenaba la inmediata captura de Castrejón, que aparecía como jefe de los descontentos.

He aquí cómo relata uno de los actores del drama —el ingeniero Ortiz Rubio—128 aquellos terribles momentos:

"…El señor gobernador Silva creyó que los ofrecimientos de Huerta, de respetar la soberanía del Estado, bastarían para que la horda infame de la reacción no ahogara de nuevo todas las conquistas del maderismo, y por más esfuerzos que hicimos el coronel Martín Castrejón, el licenciado José Ortiz Rodríguez, el doctor Alberto Oviedo Mota y yo para que Michoacán asumiera su soberanía y combatiera a la reacción, nada conseguimos, pues el doctor era un idealista y un caballero, y no podía concebir que Huerta iba a atropellar todo y que era el verdadero asesino del señor Madero y del

127 Francisco J. Múgica se presentó en Coahuila a don Venustiano Carranza y con el grado de capitán fue uno de los firmantes del Plan de Guadalupe. 128 La transcripción corresponde a las Memorias del ingeniero Pascual Ortiz Rubio —documento valioso apenas conocido por amigos íntimos del ex presidente— que su hijo el ingeniero Pascual Ortiz Rubio tuvo la gentileza de proporcionarnos para consulta. Tiene el mérito de haber sido escrito con franca y sincera sobriedad, sin que tal vez el autor mismo pudiera darse cuenta cabal de la trascendencia histórica que sus aseveraciones iban a tener para el futuro, pues en ningún escrito sobre Michoacán que nosotros conozcamos, se hace alusión hasta hoy de los acontecimientos narrados en las Memorias.

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licenciado Pino Suárez y había jugado con la buena fe de cuantos tuvieron la desgracia de creer en su palabra. Además, el doctor Silva no quería que se derramara sangre y creía poderlo evitar políticamente. "En vista de su resistencia nos resolvimos a dar un golpe de audacia con las fuerzas leales, para obligar al gobernador a secundarnos; pero la víspera de eso, aconteció lo inesperado. Sabedor el huertismo de nuestros propósitos, ordenó la prisión de Castrejón, que en esa época era coronel y andando el tiempo llegó a general. Engañaron de tal manera al doctor Silva que éste permitió que aquel acto se consumara, pero tuvo la lealtad de llamarnos a Castrejón y a mí y decirnos: —En estos momentos me han puesto un dilema, o la prisión mía o la de ustedes, y yo quiero que deliberemos. —Señor gobernador —dijo Castrejón, mi deber es evitarle a Michoacán y a usted mayores males; en este momento me voy a presentar a la jefatura de la guarnición. "El doctor Silva angustiadísimo por aquella resolución, pero con la seria responsabilidad del puesto que no le permitía sino la humillación, en lo que él creía el bien del Estado, o la rebeldía, para lo cual se necesita un temple diverso del que tenía aquel sabio varón, hombre pacífico, hombre de hogar y nada ducho en azares guerreros, no hizo sino abrazar al coronel Castrejón conmovido y pedirle perdón por su debilidad… "Ante la resolución del coronel Castrejón de presentarse a la jefatura, decidí yo acompañarlo para evitar que se cometiera con él un atentado, y pedí al gobernador que me arreglara por teléfono el permiso de la jefatura para no separarme de mi coronel, lo que fue concedido. En la jefatura de la guarnición se nos puso en una pieza con centinelas de vista; ¡rurales de Cárdenas! Pasamos la noche en vela, platicando. A las cuatro de la mañana se nos condujo a la estación. El doctor Silva debe haber pasado horas angustiadísimas, tanto por la escena referida como por el temor, muy natural, por la suerte que correríamos. Tan fue así que ordenó a su ayudante el capitán Agustín Mora, que se nos incorporara en la estación y no se alejara de nosotros un solo instante, para evitar cualquier crimen, y le dio amplias cartas para sus amigos de México a efecto de que influyeran con Huerta en favor de Castrejón. "A la salida de Morelia, por ferrocarril, entre la escolta de rurales de Cárdenas, se nos incorporó otro prisionero, José Carmen Luviano, ex prefecto de Huetamo y sobrino del general José Rentería Luviano, ya

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en armas contra Huerta. Al llegar a México el coronel Castrejón fue internado en el cuartel de San Pedro y San Pablo, y yo tuve cuidado de visitarlo cuantas veces me lo permitieron, lo mismo que el capitán Mora. "Simultáneamente con ésta y otras prisiones llegó a Morelia el general huertista Fidencio Hernández, con un respetable contingente de juchitecos, y rápidamente se adueñaron de la situación, lo que hizo abrir los ojos al doctor Silva, aunque tarde. Pidió licencia indefinida para separarse del gobierno y se encaminó a México donde su principal empeño fue salvar al coronel Castrejón, hasta que obtuvo su libertad. En México el doctor Silva era estrechamente vigilado, porque todo michoacano que tuvo que salir del Estado se dirigía a México en busca del doctor, y la policía creyó que en la casa de éste se conspiraba. En estas circunstancias convinimos el coronel Castrejón y yo en irnos a Michoacán a incorporarnos con los nuestros. Debería salir primero Castrejón, que era el más vigilado, y en seguida yo. Una vez en Michoacán, se sumó a las fuerzas del general Gertrudis G. Sánchez. "Apenas se supo la escapatoria de Castrejón, el doctor Silva fue amenazado seriamente y se le dijo que en caso de comprobarse que él alentaba a sus partidarios para ir a engrosar a la revolución, sería puesto en la penitenciaría. Esta amenaza nos impidió a muchos de sus amigos incorporarnos desde luego a la revolución, y comenzamos a trabajar cerca del doctor para que abandonara la República por su seguridad y para dejarnos libres de ir a cumplir con nuestro deber. Al fin logró escapar a la vigilancia huertista y, vía La Habana, se fue a Hermosillo, donde don Venustiano Carranza dirigía la revolución constitucionalista".

El doctor Silva fue sustituido en el gobierno de Michoacán por el jefe de la guarnición de Morelia, Alberto Dorantes; y éste, pocos días después, por el general Alberto Yarza, hasta el mes de agosto en que Victoriano Huerta designó Gobernador y comandante militar en el Estado a su lugarteniente Jesús Garza González. Sin embargo, la lucha armada se había iniciado en Michoacán desde el 30 de marzo, ocho días después del asesinato de Madero y Pino Suárez. La emprendió el coronel Gertrudis G. Sánchez con el 28º Cuerpo Rural, del que era teniente coronel Joaquín Amaro. En Huetamo (31 de marzo) se les unió José Rentería Luviano con parte del 41º Cuerpo

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Rural. El 16 de abril después de 7 horas de combate, tomaron Tacámbaro; y el 20 Pátzcuaro. El 18 de abril Zinapécuaro cayó sin combatir; Amaro ocupó Puruándiro el 27 de mayo y Rentería Luviano Zamora el día 30. El 3 de junio Joaquín Amaro se apoderó de Uruapan y a fines de este mismo mes Morelia, Jiquilpan, La Piedad y Zamora estaban libres de perturbaciones; los distritos de Coalcomán, Pátzcuaro, Maravatío, Puruándiro, Ario de Rosales y Zitácuaro seguían parcialmente invadidos.

En los pueblos controlados por el huertismo, las autoridades legítimas fueron depuestas. En Ario de Rosales fungió en aquellos días azarosos como prefecto José Torres Salinas, auxiliado por Andrés Zarzosa, sanguinario y cruel esbirro de la usurpación, que cometió numerosos crímenes en todo el Distrito. Gente de Ario, que todavía vive, recuerda las razias llevadas a cabo por Zarzosa de ciudadanos pacíficos que caían asesinados a diario por el hecho de ser maderistas.

"Durante la estancia de Zarzosa en Ario —relata don Roberto Pita Hurtado— constantemente se escuchaban las descargas de fusilería que segaban vidas inocentes por los barrios de La Garita, el Panteón Municipal, la Calzada de Canintzio y otros lugares".

Por cierto que Andrés Zarzosa —ignorándose los medios que puso en práctica— andando el tiempo llegó a general y durante la campaña almazanista murió asesinado a la puerta de su casa, en Monterrey.

Se desencadena una era de terror y sangre en el Distrito como no la había habido antes. Ario de Rosales vuelve a ser campo propicio para una lucha atroz. Las persecuciones y matanzas están a la orden del día, sin contar los estragos que causaban las tropas de uno y de otro bando, al tomar o evacuar la villa. Los hombres del pueblo que escapaban de la muerte eran arrebatados de sus hogares y llevados en "leva" a engrosar las filas de los asesinos de Madero.

DESTERRADO, POBRE Y CASI CIEGO MUERE EN LA HABANA EL DR. SILVA Pero volvamos al doctor Silva.

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"Al finalizar el año de 1913 llegó al norte de Sonora —afirma Miguel Alessio Robles, su compañero en la campaña—.129 No fue en busca de prebendas ni prerrogativas. Con toda humildad ofreció sus servicios para marchar a donde se le designara. No conoció la soberbia ni el orgullo en los días de esplendor, mucho menos en los días de prueba, cuando se luchaba con abnegación y con heroísmo para acabar con el gobierno de Victoriano Huerta. La prestigiosa personalidad del doctor Silva en las filas de la Revolución le daba fuerza, porque era una garantía de orden, moralidad y honradez. Él se presentaba solo, es cierto, pero estaba avalado por una legión de partidarios que lo seguían a todas partes sin dudas ni vacilaciones. Aportaba al movimiento legalista su cultura, sus afanes, su inteligencia. Una ilustración selecta abrió su espíritu al viento de todas las ideas. Respetaba todos los credos y todas las opiniones… "Lo estamos contemplando en los hospitales de Chihuahua, de Coahuila, de Zacatecas, atendiendo a los heridos con una tierna solicitud. A los soldados, a los oficiales, a los jefes, a todos los atendía por igual. Las salas estaban atestadas de heridos que reclamaban su atención pronta y blanda, y para él no había un momento de descanso. Los heridos de los hospitales le ocupaban todo su tiempo… "Aquel hombre nobilísimo reconocía el mérito hasta de sus mismos adversarios. La pasión no lo cegaba, mucho menos la envidia que taladra las sienes de las pobres gentes que no han sentido nunca el impulso generoso de hacer el bien, de luchar por una causa grande, de defender a la patria… El egoísmo y la envidia no se albergaron jamás en el pecho del doctor Miguel Silva, que era la personificación de la bondad. Bondad en sus ideas que eran una constante enseñanza de patriotismo, de abnegación y de nobleza. Por eso el nombre del doctor Miguel Silva aparece cada día más puro y luminoso ante nuestros ojos, y nos impulsa a tenerles compasión y lástima a los que no han sentido nunca el rasgo generoso de partir el pan con el hambriento y de luchar por la libertad de los esclavos y de los oprimidos".

Por otra parte, el ingeniero Ortiz Rubio, que llegó poco después a Hermosillo donde se hallaba ya el doctor Silva, escribe en sus Memorias:

129 El Universal. El gran diario de México. Número 7934, 29 de agosto de 1938.

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"…Me incorporé al Ejército Constitucionalista y traté por primera vez al Primer Jefe, señor Carranza; un hombre austero, de grandes cualidades, de ideas avanzadas y bien cimentadas con férreo y obstinado carácter, características excelentes para el caudillo en la lucha contra el dictador Victoriano Huerta y para el guía que encausaba nuestros ideales y aspiraciones de mejoramiento económico-social. Pero ese mismo carácter obstinado también hacía difícil su trato, y así lo sentimos muchos de los maderistas que nos acercábamos a él ansiosos de empezar nuevamente la lucha libertaria. Al doctor Silva, que fue de los más entusiastas maderistas, lo había recibido el Primer jefe con notoria frialdad, reprochándole el no haber desconocido a Huerta desde el primer momento, cosa difícil de esperar en un hombre con cualidades de apóstol y no de guerrero. "Cuando le pregunté al doctor Silva la impresión que le había hecho el señor Carranza, me dijo: —La de un hombre de rostro de papier mâche, que nada deja traslucir; a veces recibo de él muchas atenciones, otras, como que le incomoda mi presencia; estoy a punto de retirarme de aquí".

Y en efecto, se trasladó a Ciudad Juárez donde los elementos intelectuales que rodeaban a Francisco Villa, casi todos de procedencia maderista pura, lo hicieron objeto de muchas atenciones, en contraste con lo que pasaba en el campo carrancista.

"Entonces el doctor Silva —precisa Ortiz Rubio— recibió invitación de Villa, a moción del general Felipe Ángeles, para organizar el servicio sanitario de la División del Norte, que ya se disponía a avanzar rumbo a Torreón. Aquel acto de confianza al doctor y la oportunidad que se le presentaba de entregarse de lleno a su profesión, de la que era apasionado, lo hizo aceptar y telegrafió al señor Carranza renunciando al cargo que éste le había conferido. El señor Carranza nunca perdonó al doctor Silva esto y varias veces me lo recordó".

Al ocurrir la escisión entre Carranza y Villa, el doctor Silva como se ha dicho, quedó del lado del "Centauro del Norte", y sufrió, como era

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natural, las consecuencias de las derrotas que Obregón infligió a la División del Norte en Celaya y Trinidad.

Ortiz Rubio refiere en sus Memorias, con marcado patetismo, los últimos meses del ilustre michoacano.

"…Tuve noticias de que el doctor Silva se había separado del villismo y estaba escondido en la ciudad de México. Lo busqué y lo encontré en una situación bien lamentable, muy enfermo y oculto en una pequeña casa del licenciado José Ortiz Rodríguez, por el rumbo del Hospital general. Debido a su enfermedad gangrenosa fue operado en el hospital Franco-Suizo y le extrajeron un ojo, el derecho. Con las debidas precauciones lo conduje a mi casa en la calle de Pimentel y le pedí su autorización para gestionar su amnistía, a lo que accedió. Por ese tiempo el primer Jefe estaba en Querétaro y Adolfo de la Huerta, oficial mayor de gobernación, lo representaba en la capital. Hablé con De la Huerta y le pedí la amnistía para aquel eminente sabio aniquilado por sus males y completamente inutilizado moralmente por los descalabros del partido al que perteneció y por la pérdida total de su clientela como médico. "De la Huerta se comprometió a obtener del primer Jefe la amnistía para el infortunado ex gobernador de Michoacán; sin embargo, los días pasaban y nada se me resolvía, pero un amigo mío que trabajaba en la Inspección Federal de Policía me informó que ese departamento tenía orden de aprehensión contra el doctor Silva y que se creía que yo sabía dónde se ocultaba, por lo que pronto sería yo interrogado. Entonces propuse al doctor Silva que saliera del país para evitar un atropello, pues un hombre como él, ya casi anciano, desmoralizado y seriamente enfermo, no soportaría una prisión. Después de muchas instancias conseguí que aceptara mi propuesta y se fijó en Cuba para su destierro. "Con objeto de burlar la vigilancia que había sobre mí, me alojé en un hotel por unos días mientras se realizaba el plan. Afortunadamente se me ordenó pasar a Puebla a inspeccionar unos cuarteles, y de acuerdo con el general Martín Castrejón (el antiguo conspirador de Ario de Rosales), jefe de operaciones entre Puebla y Veracruz, sacamos de México al doctor Silva disfrazado de soldado, teñido el pelo y el bigote y en el mismo tren militar del general Castrejón. "Al llegar a Veracruz supimos que acababa de zarpar un barco para La Habana y no habría otro sino hasta los diez días. El doctor Silva se

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desesperó mucho y para evitar compromisos al general Castrejón y a mí, quería presentarse a las autoridades del puerto. Logramos disuadirlo y pedí autorización para permanecer quince días en Veracruz arreglando negocios particulares, lo que se me concedió. Me instalé con el doctor Silva en una casa apartada del centro, y sólo salíamos de noche para hacer ejercicio. "Repentinamente se puso el doctor muy malo de bronquitis y se sintió en peligro, por lo que fue necesario ver a un médico que, en confianza, me dijo tratarse de algo serio. El doctor Silva que comprendió en parte su mal, determinó asilarse en el Sanatorio de la Beneficencia Española, donde le arreglé el ingreso con nombre supuesto: de Luis Ortiz, primo mío. Al poner su nombre en el libro de registro de entrada, se conmovió y le rodó una lágrima del ojo que le quedaba. Después me dijo: —Si hace algún tiempo se me hubiera dicho que, anciano, pobre y tuerto tendría que asilarme en un hospital y con nombre supuesto, me hubiera indignado; y vea usted cómo nuestras pasiones políticas nos conducen a los actos más absurdos. "Realmente el doctor fue un célebre profesionista, culto, admirado y querido. Al ser reconocido en el hospital, olvidó que iba de incógnito y dio una cátedra de oftalmología cuando le preguntaron qué operación había sufrido en el ojo. Yo tuve que explicar que era un hombre instruido y de buena memoria y que se había aprendido lo que los médicos le dijeron al operarlo. "En el hospital se me dijo que la gangrena había invadido los bronquios y amagaba el pulmón; que se necesitaba un tratamiento especial y que sólo en México o en otra capital grande podrían encontrarse medios para prolongarle la vida. En esto llegó el barco que debería conducirlo a La Habana. Se le embarcó con dificultad por su estado de salud y por la vigilancia de las autoridades; afortunadamente los amigos nos ayudaron, principalmente el doctor De Lucca, director de Sanidad Militar. Terminado este triste deber con el amigo, regresé a la ciudad de México. "En La Habana el doctor Silva fue atendido por el doctor Manuel Márquez Sterling, admirador y amigo de México y en particular del ilustre exiliado. Cuando en La Habana éste se dio cuenta de su próximo fin, solicitó por mi conducto nuevamente su amnistía, pues quería morir en su patria. Hablé sobre ello con el señor Carranza y lo encontré renuente; entonces supliqué al general Obregón que intercediera por el doctor Silva. El general Obregón tenía especial afecto por el doctor, y aun alguna deuda de gratitud, así es que

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gustoso accedió a mi petición, pero fue desairado. Repetimos juntos la instancia y el señor Carranza se negó de nuevo, justificando su negativa en la circunstancia de que el prestigio que tuvo Francisco Villa por algún tiempo la debió a personas de valer, como el doctor Silva, el licenciado Díaz Lombardo, el general Ángeles y otros, a los que conceptuaba los verdaderos responsables de la división entre los revolucionarios y de los sangrientos episodios que siguieron a ella. "Un día el general Obregón me comunicó que el señor Carranza, al fin, accedía al regreso del doctor Silva. Inmediatamente lo comuniqué por cable a la señora De Silva en La Habana. Ese día el ilustre mexicano había muerto. "Tiempo después el doctor Márquez Sterling me envió los restos mortales de mi ilustre y querido amigo, que hallaron reposo en tierra mexicana. Fue el doctor Silva un insigne michoacano, un patriota sin mancha, un filántropo ejemplar y, sobre todo, un hombre bueno".

El 20 de agosto de 1938 el embajador de México en Cuba José Rubén Romero mandó publicar en la prensa la siguiente excitativa:

A todos los michoacanos

"El 20 de agosto de 1916, hace hoy 22 años, murió en la ciudad de La Habana el doctor Miguel Silva, desterrado y pobre. Su vida fue un espejo de virtudes: como médico, derramó todo género de bienes y conquistó íntegramente el amor de los habitantes de nuestro Estado; como gobernante, fue un idealista que puso al servicio del pueblo su prestigio personal y su inmaculada honradez; como revolucionario, recorrió los campos de batalla logrando salvar con su ciencia de cirujano a millares de heridos, y como amigo fue leal hasta el sacrificio y generoso hasta la prodigalidad. "¿Es justo que varón tan preclaro no tenga un monumento en cualquier escondido rincón de la ciudad que lo vio nacer? "A todos los michoacanos mi dirijo, lo mismo al señor Presidente de la República que al campesino más humilde, a fin de que contribuyan con sus donativos para la erección de una estatua al doctor Miguel Silva, en la ciudad de Morelia".

Y la estatua sugerida por el que en su juventud fuera secretario particular del nieto de don José María Silva y de don Juan Manuel

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González Urueña, luce hoy esplendorosa en el edificio del Hospital Civil de la capital michoacana.

La muerte había reclamado también en estos primeros cinco años del decenio a don Salvador Escalante, quien pereció en Villachuato el 14 de noviembre de 1914 combatiendo contra una facción huertista; y al general Gertrudis G. Sánchez, iniciador de la revolución constitucionalista en Michoacán. El 2 de agosto de 1914 Sánchez asumió el cargo de Gobernador interino después de tomar Morelia; pero ante el avance de los villistas trasladó la capital a Tacámbaro el 14 de febrero de 1915. En San Antonio de las Huertas, batiéndose con tropas de Pablo López, resultó gravemente herido; su gente pudo llevarlo hasta Huetamo donde le dio alcance su antiguo subordinado Trinidad Mastache, quien, sin consideración a su estado, mandó fusilarlo en su propia camilla el 23 de abril de aquel año.

LA VIDA SOCIAL EN ARIO DURANTE LA REVOLUCIÓN CONSTITUCIONALISTA La vida social en Ario de Rosales durante los disturbios revolucionarios de la década 1910-1920, está en relación directa con el carácter de los habitantes. El temple de hombres y mujeres de ese lugar había adquirido desde la Independencia, justificada fama en la región y servía de ejemplo a otros pueblos comarcanos para "crecerse al castigo". Nadie se amilanaba ante el desastre que ocasionaban las revueltas y conforme las tropas se destrozaban en lucha por sus ideales, la población civil permanecía en sus tareas, sin abandonar sus costumbres ni su proverbial buen humor.

Lo único que preocupaba al pueblo —y eso sí, en grado superlativo— era la protección debida a las doncellas, pues las hordas de facinerosos que surgieron a la sombra de la Revolución, especialmente las comandadas por José Inés Chávez García, asolaron durante tres años consecutivos (1916-1918) a todas las poblaciones del Estado de Michoacán y territorios vecinos, excluyendo Morelia.

Sin que incurramos en exageraciones —nos valemos en esta parte de nuestras notas de los informes que nos fueron proporcionados por vecinos viejos de Ario y los escritos que dejó don José Valdovinos

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Garza,130 dilecto amigo, quien vivió aquella época en la región como administrador, o algo así, de la hacienda de Rancho Nuevo, propiedad de Jesús Briz— las fiestas en aquel romántico pueblo parecían no tener fin. Los paseos se hacían a cualquiera de los alrededores. El paisaje brindaba rincones de embrujo en todos los sitios, como La Luneta Colorada, que fue solaz de los abuelos y veneración de los actuales habitantes.

El poeta J. Lamberto Moreno, natural de Ario, de quien nos ocuparemos a su tiempo, escribió un hermoso poema a la Luneta Colorada, al que pertenecen estas cinco cuartetas que dan idea de lo que ha sido para los arienses este paseo:

"Largo tiempo el afán de los abuelos a tu vera encontró, en callado lance, un reducto a sus tímidos anhelos y un rincón seductor para el romance. "Voces tiernas, discretas, rumorosas deslizáronse gratas y furtivas como un raudo volar de mariposas al correr de las horas fugitivas. "Pactos de amor con rúbrica de besos, himeneos en la limpia lontananza; ansiedad, lasitud, castos excesos como un dulce anticipo a la esperanza. "Crepúsculos del Vésper silenciosos, cómplices del amor y el desvarío, atardeceres suaves, misteriosos cálidos como el soplo del Estío. "Hoy os llama, de inmensa lejanía con el dulce añorar en que me pierdo,

130 José Valdovinos Garza. Tres capítulos de la política michoacana. México, 1960.

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el clamor de la hermosa tierra mía y la noble inquietud de mi recuerdo".

Para las reuniones sociales las residencias de Manuel Coria y Francisco Aguilera siempre fueron las preferidas. En aquellas casas solariegas y nobles, de amplitud acogedora en las que florecían perfumados rosales, había para regalo de los invitados, opulentas y bien surtidas despensas abarrotadas de vinos exquisitos y de toda clase de productos regionales.

La comarca de Ario —ya lo hemos dicho muchas veces— por su posición geográfica y su excelente clima, constituye una de las regiones más fértiles y bellas del Estado de Michoacán. Los ríos de Tzintzongo, el Marqués y Santa Casilda, afluentes del caudaloso Balsas, bañan las ricas campiñas de la Tierra Caliente de donde llega a la población una gran variedad de exquisitos productos, con los que se condimentan típicas comidas. En aquellas mesas nunca llegaron a faltar a guisa de entremés, a la hora del aperitivo, los deliciosos quesillos y la carne seca de Tumbiscatío, ni los estupendos aguacates de Nuevo Urecho, tampoco las apetitosas panelas de requesón, ni menos aun las imponderables asaderas de Jorullo, el producto más solicitado de toda la comarca. En los agasajos del medio día, que se alternaban con los de la noche, cuando no eran éstos su continuación, se hacía obligatorio agotar el rico menú que se servía después del entremés y que consistía en abundantes y apetitosos platillos sazonados por el gusto de gentiles damas arienses.

En las reuniones nocturnas la orquesta de Francisco Méndez o la del violinista virtuoso Jesús Hernández; o también cualquier improvisado conjunto de guitarras y mandolinas, amenizaba el baile, que generalmente se prolongaba hasta la alborada del nuevo día, momento esperado por la concurrencia para saborear el clásico pozole michoacano con el que se restauraban las energías agotadas en las veladas y neutralizábanse los efectos de los ponches.

"El pozole era y es aún —comenta festivo Valdovinos Garza— la terapéutica más racional para contrarrestar la gastritis y los demás trastornos ocasionados por las bebidas, que ahora se combaten con alkaseltzers, sonrisales y otras porquerías menos agradables e

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incomparablemente menos folclóricas que aquel condumio milagroso".

Y añade:

"Sabido es que todas las actividades de la vida producen especialistas. Yo recuerdo que entre la juventud masculina de Ario de Rosales se destacaba en esa época romántica Medardo Rojas, quien había hecho del arte de recitar una verdadera creación. Era Medardo el Berta Singerman masculino de todas las fiestas y reuniones. Y al hacer esta comparación estoy seguro de no ofender a la gran recitadora, porque mi amigo, con un poco de escuela declamatoria, hubiera llegado con el tiempo a ser tan famoso mundialmente como ella. Había que oírlo en las noches de plenilunio, cuando recorríamos la población en alegre 'gallo', recitar, cabe la reja de los balcones coloniales, grandes tiradas de versos aconsonantados que conmovían a los seres y a las cosas. Lástima que su repertorio fuera tan corto: La serenata de Schubert, La caída de las hojas, el Nocturno a Rosario, En un charco de sangre… Su última carta. "Pero el personaje más sensacional de aquel ambiente era, a no dudarlo, el profesor J. Lamberto Moreno, algo así como un Leonardo criollo. Su selecto espíritu atesoraba toda la cultura del espacio y del tiempo. Porque Lamberto bailaba desde un zapateado hasta un minuet; recitaba poemas de los clásicos españoles del Siglo de Oro y páginas enteras del Romancero, incluso paisajes en italiano de Bocaccio y el Aretino. Lo mismo cantaba trozos de ópera que los corridos de la Revolución o los versos espeluznantes del Alabado. Tocaba indistintamente cualquier instrumento de cuerda o de aliento y manejaba las castañuelas como una gitana. Finalmente era dramaturgo, poeta, orador y novelista, todo. Sin perjuicio de su gran calidad de actor eximio. "Indispensable era este proteico personaje en todas las fiestas y duelos de aquella población. Y ¡claro! con el tiempo Lamberto ha sido el mejor cronista de Ario de Rosales. A mis manos cayó, amablemente dedicada, su obra Los Gañanes, en la que pinta en forma novelada, con argumento revolucionario —porque también fue y sigue siendo revolucionario— la vida y costumbres de esa época,

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obra vivida y sentida que se traduce en bellísimas estampas provincianas de la más alta calidad".131

Los habitantes de Ario de Rosales, como los de las demás poblaciones del Estado ubicadas dentro del campo de operaciones revolucionarias, abandonaban sólo cuando era preciso sus patrios lares para concentrarse en poblaciones de mayor seguridad, regresando a ellos tan pronto las fuerzas del gobierno les impartían garantías. El encargado de la defensa de esa comarca en el tiempo que reseñamos, era el entonces coronel Benigno Serrato, quien mantenía a raya a numerosos cabecillas, entre los que se destacaba el temible J. Jesús Cepeda Madrigal, alias "El Tejón", bandolero de una audacia y de una temeridad inconcebible.

Pero la situación militar motivó el traslado de Serrato a Pátzcuaro.

Roberto Pita Cornejo en carta que recientemente nos dirigió, afirma a este respecto:

"En el año de 1918 el entonces coronel Benigno Serrato se encontraba de guarnición en Ario de Rosales con una corta fuerza de línea; un día de ese año llamó a don Ramón Hurtado, a don Bernardino Pita, a don Francisco González y a otros vecinos caracterizados y, mostrándoles un telegrama, les dijo: Señores, he recibido orden de trasladarme a Pátzcuaro. Esta plaza va a quedar desguarnecida, de modo que si ustedes quieren seguirme, por su seguridad y la de sus familias, pueden hacerlo. "La noticia cundió con rapidez por el pueblo y a los pocos días, cuando Serrato emprendió la marcha, todo el mundo lo siguió, unos a caballo, otros en asnos y mulas, algunos en carretas tiradas por bueyes y los más a pie. "La hospitalidad, la comprensión y la simpatía de los patzcuarenses abrió las puertas de sus amplias casas al éxodo ariense y en esta forma fueron alojadas hasta dos o tres familias en cada finca, llenándose la ciudad de alegría por la novedad y el carácter jacarandoso de los inmigrantes, con quienes desde luego se inició un cordial intercambio social. Las fiestas menudeaban, las reuniones se convocaban por cualquier pretexto. Todo era tranquilidad y alegría,

131 José Valdovinos Garza. Ut Supra. pp. 130 y 131.

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hasta que un domingo en la mañana —el 16 de junio de 1918— el vecindario se percató con horror de que por la Loma Blanca estaban descendiendo a todo galope como Jinetes del Apocalipsis, los temidos chavistas… "Así me lo platicaron mis padres desde que yo era niño. Creo que esta es la verdad".

Entonces la tranquilidad del sector ariense se vio nuevamente alterada, pero ahora por el sanguinario bandido J. Inés Chávez García, que desde el norte del Estado iba extendiendo sus tentáculos a todo Michoacán.

A fines de febrero de 1918 corrieron rumores en aquella zona, de que Chávez García se preparaba a caer sobre Santa Clara del Cobre, donde el patriota J. Concepción Pérez, alias Conchito se había convertido en terror del bandidaje. Y en efecto, el 3 de marzo, a media tarde, hizo su entrada el temible criminal al frente de más de dos mil forajidos.

No obstante que era domingo —nos relatan sobrevivientes de la jornada— el pueblo estaba casi solo. Unos cuantos campesinos que habían venido de los ranchos cercanos a surtir sus despensas vagaban por la plaza. La defensa civil, al mando de Conchito se encontraba en el "Mal País" que está al norte de la población. Cuando los chavistas empezaron a hacer los primeros disparos en lo alto del pueblo, en el punto denominado "La Calzada" por donde sale el camino a Ario de Rosales, Conchito se acercó a la orilla del monte con objeto de vigilar los movimientos del enemigo y no permitir que atacara a la gente pacífica; de allí la defensa rompió el fuego, pero, claro, unas cuantas decenas de valientes no pudieron contener la avalancha de asaltantes que quedaron dueños de la plaza. El lunes 4 empezó el saqueo y la destrucción del pueblo. Inmensas columnas de humo eran el triste mensaje que recibían los moradores de Santa Clara en sus refugios. El fuego consumió todo el poblado, dejando en pie solamente los templos, la huatapera y algunas casas a medio quemar.

El coronel Serrato, acantonado en Pátzcuaro, como sabemos, no pudo prestar auxilio a Conchito, por no desguarnecer esta ciudad y por lo limitado de sus efectivos.

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El 8 de abril Ario de Rosales sufrió su enésimo ataque. Ese día los cabecillas Dionisio Mendoza y Claudio Zaranda que se habían apoderado de la villa, fueron batidos por el teniente coronel Cabrera, de las fuerzas de Serrato que estaban en Pátzcuaro. Por su parte, J. Concepción Pérez, Conchito, partió de Santa Clara donde se hallaba con su gente, para auxiliar a Cabrera.

El ataque se inició a las doce del día y a las dos de la tarde los cabecillas habían sufrido una derrota completa, dejando en el campo 36 muertos y numerosos heridos. Cuando ya casi había terminado la acción los soldados Delfino Pureco y Gonzalo Cruz Ornelas, de la tropa de Conchito, descubrieron que en el Mesón de la Vaca se encontraban ocultos Mendoza y Zaranda, a quienes trataron de aprehender. Estos se defendieron, pereciendo en la balacera Pureco, Ornelas y Mendoza. Enfurecido Conchito por la pérdida de sus dos valientes soldados, cargó sobre el mesón, tomándolo. Fue entonces cuando sacaron a Claudio Zaranda de una letrina donde se había escondido. Conchito ordenó la inmediata ejecución del bandido, pero el capitán que se había hecho cargo de la fuerza del gobierno porque el teniente coronel Cabrera había muerto en la refriega, se interpuso y amenazó a Conchito con que acabaría con él y su gente, en caso de que lo fusilara. Pero el de Santa Clara se mostró inflexible y contestó al capitán con la misma actitud: Zaranda fue fusilado.

Por cierto que este Conchito, a quien protegían los habitantes de Santa Clara y en general de toda la región, por su patriotismo y valentía, de siempre para el bandolerismo, pero principalmente para Chávez García, como su propia sombra, acosándolo sin descanso con sus atrevidos guerrilleros. Un nuevo éxodo volvió a dejar abandonados campiñas y poblados. La alegre fisonomía de Ario de Rosales se trocó en cuadro de tristeza y se acabaron jolgorios y paseos. Numerosísimas familias se trasladaron a Pátzcuaro en seguimiento de Serrato, y las que quedaron, recogíanse a hora temprana en sus domicilios. ¡Pero ninguna perdía la moral y hasta hacían bromas, a veces, de sus repentinos y forzados cambios de vida!

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EL BANDIDAJE, LASTRE QUE DEJÓ LA GUERRA CIVIL La promulgación de la Carta de Querétaro el 5 de febrero de 1917 coronó el triunfo del Ejército Constitucionalista. Don Venustiano Carranza había dejado de ser primer Jefe, para convertirse en Presidente de la República; y en Michoacán gobernaba el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, electo por el pueblo en una memorable campaña.

La tierra de Morelos, sin embargo, sufría ahora, como anunciamos antes, el más terrible de los azotes que siguieron a la guerra civil: el bandidaje. Cerca de cuatro años duró la lucha contra esa lacra, sin que las fuerzas federales pudieran pacificar el Estado. Jefes tan fogueados como Enrique Estrada, Lázaro Cárdenas, Juan F. Azcárate, Anacleto López, Gonzalo Novoa, Francisco Urbalejo, José María Tapia, Dávila Magaña, Norzagaray, Albañez, Rivera y otros, jamás pudieron exterminar de raíz a los bandidos.

El más temible de todos ellos era José Inés Chávez García, con su Estado Mayor de villanos: Manuel Roa, su estratego; Macario Silva y Manuel Núñez, cabecillas procedentes de Valle de Santiago, Guanajuato; el famoso Manco Nares, de Peribán; los hermanos Cendejas, de Villa Jiménez; Luis y Tomás Morales, de Tendeparacua; Pedro Vázquez, de Chucándiro; los hermanos Barriga, de Quiroga, y muchos cuyos crímenes y hazañas temerarias los hicieron tristemente célebres, incluso el más sanguinario de éstos, Fidel González, de las Cañadas de Villa Morelos, que acostumbraba asesinar personalmente a sus víctimas con un puñal, escogiendo para herirlas, el sitio de la yugular y recrearse así con el espectáculo de la sangre que brotaba a borbotones.

Al caer las poblaciones en su poder, aquellas hordas de facinerosos se dedicaban a cometer todo género de delitos imaginables, entre los que sobresalían el estupro y las violaciones de doncellas. Todavía se recuerda con horror las bacanales con que celebraba sus triunfos Chávez García, en muchos lugares del Estado, donde la soldadesca se dedicaba a saciar sus apetitos sexuales con las vírgenes de la localidad.

Pues bien, el 16 de junio de 1918, Chávez García y Jesús Cíntora con más de mil ochocientos salvajes se presentaron frente a Pátzcuaro, plaza defendida por Benigno Serrato con sólo ochenta

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hombres del 73 Batallón de Línea y algunos voluntarios civiles que temían por la seguridad de sus esposas, hijas o novias. Durante todo el día se luchó con encarnizamiento, no obstante la enorme diferencia del número de beligerantes; y cuando la ciudad se encontraba ya casi tomada por Chávez García, y la defensa reducida a unos cuantos soldados que aun resistían dentro de los muros de La Colegiata, escucharon éstos por todos los rumbos clarines tocando zafarrancho de combate, vítores al gobierno federal y mueras a Chávez García; en la estación las locomotoras pitaban jubilosamente sus silbatos y en las torres de las iglesias alguien repicaba las campanas. También presenciaron con enorme sorpresa, que los chavistas salían de la ciudad a todo escape, abandonando el botín. ¡Parecía que aquellos facinerosos eran perseguidos al mismo tiempo por todos lados, sin dejarles portillo alguno libre para huir!.

Serrato no podía creer lo que veía. La ciudad estaba salvada y junto con ella las poblaciones de Ario de Rosales, Tacámbaro y otras tan cruelmente martirizadas varias veces, cuyos habitantes habían encontrado refugio en su hospitalario seno.

Al oír Serrato los clarines, los silbatos y las campanas de los trenes, los vivas al supremo gobierno, y al ver huir a los chavistas, salió tras ellos con los pocos soldados que le quedaban y de pronto se encontró con el subteniente Ildefonso Herrera Elvira, apostado en la esquina de la calle de Iturbe y Plaza de Vasco de Quiroga, ambos con las pistolas en la mano y jadeantes:

—¿Cuántos batallones llegaron, chamaco?132 —"Ninguno, mi coronel. —¿Cuántos regimientos? —¡Ninguno, mi coronel! —Pero, ¡no es posible!; entonces, ¿quién hizo todo esto? —Yo, mi coronel. —¿Pero, con qué gente? —exclamó sorprendido, Serrato. —¡Con éstos, mi coronel! —contestó Herrera Elvira; y le señaló a

los pocos soldados y civiles que lo acompañaban.

132 Por su baja estatura y su juventud (18 años), la tropa llamaba "chamaco" al subteniente Herrera Elvira. Hoy ostenta el grado de teniente coronel y vive en Pátzcuaro con su familia.

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—¡Muy bien, chamaco! —fue la respuesta y el coronel lo abrazó, diciéndole: "serás recompensado. Ahora vamos a seguir pegándoles a éstos…".

No hubo en este "simulacro" ninguna tropa federal, aparte de los defensores de la plaza que mandaba Serratos; no hubo batallones, ni regimientos, ni trenes. Se trataba sólo de una estratagema urdida por el subteniente Herrera Elvira, quien, a bordo de la máquina exploradora que venía escoltando al tren de pasajeros procedente de Uruapan, y con cuarenta soldados armados, incluyendo dieciséis cornetas, distribuyó a éstos por diferentes calles de la ciudad con órdenes de hacer nutrido fuego; tocar zafarrancho de combate y cuanto más supieran, y lanzaran al mismo tiempo exclamaciones de ¡viva el supremo gobierno! ¡viva el regimiento 35! ¡viva el Batallón 73! ¡viva el escuadrón 80! ¡Viva el general Diéguez! ¡Viva mi general Enrique Estrada! ¡Viva Amaro! ¡Viva el general Novoa! ¡Muera Chávez García!.

A los 40 soldados de Herrera Elvira se unió una veintena de voluntarios, otros se quedaron tocando los silbatos de las locomotoras y algunos más se subieron a las torres de las iglesias a tocar las campanas.133

Herrera Elvira, a quien entrevistamos en Pátzcuaro en uno de nuestros viajes, nos refirió que cuando entró con su gente a los patios del ferrocarril, el "jefe Alfaro" (así llamaban los patzcuarenses a don Julio Miguel Alfaro, el jefe de la estación), le decía con insistencia:

—¡Pélate, Chamaco, al cabo la cosa está perdida! A Serrato ya lo mataron y si te metes va a venir Chávez a incendiar el tren!.

En el convoy viajaba el célebre general Ireneo Rauda como simple pasajero, sin gente a su mando, quien, contrariando el consejo de Alfaro, gritaba a Herrera desde uno de los vagones:

133 El autor examinó el original de un testimonio expedido el 9 de octubre de 1964 por el general de división Rafael A. Barba González, funcionario del Departamento de Historia de la Secretaría de la Defensa Nacional, por el que se reconoce la autenticidad del hecho de armas aquí narrado y la importante intervención que en el mismo tuvo el subteniente Ildefonso Herrera Elvira, a quien, después de un dictamen producido por el licenciado y coronel Fernando Cuén, asesor legal de la expresada Secretaría, se otorgó la condecoración al "valor heroico" de primera clase y el Diploma respectivo.

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—¡Ándale, muchachito, atácalos; qué no, ni qué nada… y si le pasa algo a mi "chaparrita", te fusilo (la "Chaparrita" a quien Rauda se refería era la Virgen de la Salud, venerada en Pátzcuaro).

Dice Herrera que cuando corrían por la Plaza Grande tratando de alcanzar a los chavistas, sus soldados se le querían "desbalagar" para hacerse de las mercancías que como consecuencia del saqueo, estaban tiradas en los portales. Él les gritó:

—¡Espérense, muchachos; primero vamos a acabar con éstos… y después todo será de ustedes!

Pero cuando regresaron ya la gente del pueblo había "limpiado" el campo…

Roberto Pita Cornejo nos proporcionó de su archivo particular unos apuntes que dan cuenta de lo que ocurría en la ciudad mientras los chavistas atacaban a Serrato. Para gozo de los lectores los parafrasearemos, respetando el pintoresco estilo de nuestro amigo:

"…Tal fue el desconcierto, la confusión de la gente de Inés Chávez García al escuchar los clarines, los silbatos de las locomotoras y los gritos de los soldados que avanzaban a paso veloz, que muchos de sus hombres saltaron precipitadamente sobre sus caballos y les aplicaron las espuelas con violencia, sin acordarse de que los tenían amarrados, lo que ocasionó que azotaran como simios viejos. "Otros, creyéndose perdidos, se metieron hasta el pescuezo en los excusados del pozo y de allí fueron sacados y fusilados sin miramiento por orden del subteniente Herrera. Un vecino que contemplaba la escena sentado tranquilamente en el alféizar de la ventana de su casa, recibió un balazo entre las cejas que le cortó para siempre el espectáculo. "Mi tío Leopoldo Cornejo Gil y su familia —como tantas otras familias arienses en la ciudad— se habían instalado en la calle de La Libertad, en la casa que ahora ocupa la panadería de Luis Vergara. Como a las 9 de la mañana sus hijos Antonio y Arturo, que andaban jugando en la azotea, llegaron corriendo y avisaron que 'unos monitos a caballo venían bajando por la Loma Blanca y hasta echaban tierrita'. Mi tío Leopoldo y su hermano Sóstenes subieron a percatarse y al darse cuenta del peligro que se cernía sobre la población, procedieron a atrancar las puertas y a ocultar en un hoyo que taparon con leña a sus jóvenes hermanas Chole y Pachita, ésta última autora de mis días.

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"A mi tía Juanita, que ahora cuenta 87 años, la sorprendió el combate en el negocio familiar que ella atendía y que se ubicaba en las calles de Lloreda, en el sitio donde ahora Pachita Chávez tiene su expendio de calzado. Allí permaneció todo el día encerrada, 'íngrima, con un poquito de susto', mientras las balas silbaban y la oleada chavista era contenida en ese sector por cinco o seis abnegados gendarmes que hora tras hora estuvieron disparando sin descanso sus carabinas desde la torre de San Agustín; al terminar el combate llegaron hasta el despacho de mi tía con las caras ennegrecidas por la pólvora y con los dedos quemados, agarrotados y ampollados, diciéndole: —Mire cómo venimos, doña Juanita… regálenos unas tortas. "Los hermanos Aguilar se opusieron valientemente a que sus bellas hermanas fueran ultrajadas y en el acto fueron asesinados. "El respetado varón don Donato Vicentelo, de Ario de Rosales, fue tomado como rehén con la finalidad de cobrar crecido rescate, y al no obtenerlo de sus familiares fue abandonado sin vida en la serranía, con inequívocas huellas de habérsele sometido a bárbaros tormentos. "A los arienses Manuel Gutiérrez Bocanegra (sobrino de doña Gertrudis) y Mariano Marroquín, los sorprendió el ataque cuando estaban 'curándose la desvelada' en un zangarro. Allí estuvieron encerrados, pero de cuando en cuando salían, tiraban unos balazos y tornaban a su coloquio… Así pasaron todo el día, al cobijo de varios litros de aguardiente. "La finca conocida como La Quemada, en la esquina de las calles de Lloreda y Antonio Salas León, fue arrasada por las llamas. "El popular Ladislao Molina, de Huiramba, quien andando el tiempo llegaría a 'general' de los cristeros, al iniciarse la huída de la gente de Chávez García se metió hasta la cintura en una alcantarilla que aun existe en la Plaza grande, y allí estuvo disparándoles casi a quema ropa, causándoles numerosas bajas. "El que después sería mi abuelo, don Bernardino Pita, se había establecido con su familia en una casa frontera a la Plaza grande, donde ahora vive don Rafael Ochoa Rentería. En el inmueble vecino, actual hogar de la familia Valencia, vivían dos guapas maestras que tal vez por el susto dejaron el zaguán entreabierto. Por allí penetró la chusma, agarraron a mi papá que entonces contaba 18 años, y le exigieron 'un préstamo para la causa', pero como no tenía dinero (ya habían sido demasiados préstamos los entregados en Ario a los diferentes sublevados) lo iban a colgar en el patio.

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"Entonces mi abuelo cogió el cajón con la venta del día —era comerciante en ropa— y lo arrojó a la soldadesca, despojándose también de sus anillos y su reloj. Mi padre aprovechó el momento para escapar, pero entonces aprehendieron a mi tío Arturo Pita Hurtado, y al no poderles entregar éste los cinco mil pesos que querían, se oyó una voz que ordenaba: —¡Fusilen a este desgraciado…! "Pero en el instante de preparar las armas y apuntar, mi tío cerró los ojos y dice haberse encomendado a la Virgen de la Salud, prometiéndole llevarle una vela de rodillas si lo salvaba… "En ese instante sonaron unos taconcitos en la escalera… Eran las jóvenes maestras que inexplicablemente bajaban de sus habitaciones. Entonces los chavistas se olvidaron de mi tío, que en esa forma pudo escapar, habiendo pagado hasta hace poco —después de más de 50 años— su manda a la milagrosa Imagen que nos legara Tata Vasco. ¿Qué fue de las jóvenes maestras? ¡Hasta la fecha no lo he sabido, pero es fácil imaginarlo!".

Por último, entre los apuntes de Pita encontramos esta anécdota referente al licenciado Jesús Ramírez Mendoza, personaje muy estimado en Michoacán —recientemente fallecido—, quien fue uno de los primeros que al conocerse la traición de Victoriano Huerta, abandonó Morelia y en el norte se incorporó al Ejército Constitucionalista, en cuyas filas alcanzó el grado de teniente coronel. Triunfante Carranza, Ramírez Mendoza se dio de baja y volvió a sus actividades profesionales en Michoacán, donde ocupó altos puestos en la judicatura y en la Universidad nicolaita.

El día del ataque chavista a Pátzcuaro, el licenciado Ramírez Mendoza platicaba con el coronel Serrato cerca del desaparecido teatro "Apolo", en la plaza de San Agustín, cuando un oficial llevó a éste el parte de "enemigo al frente". En aquellos mismos instantes se desató la balacera. Serrato invitó entonces a su amigo a que lo siguiera al cuartel de La Basílica en calidad de voluntario, pero el abogado se resistió, alegando que él ya no era militar.

Entonces Serrato le espetó estas palabras convincentes: —No te hagas tonto, al cabo de todos modos te van a matar.

Mejor véndela cara…

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Y Ramírez Mendoza fue aquel día uno de los más denodados defensores de Pátzcuaro.

Un señor artesano —finaliza Pita Cornejo— bastante conocido en Pátzcuaro, que tenía una esposa de no malos bigotes, tuvo la feliz ocurrencia de enjarrarla con ollín y manteca, rociarla con creolina, desgreñarla, envolverla en una gruesa "picha" y arrinconarla en la cocina. Cada vez que un chavista se le quería acercar el marido le gritaba:

—¡Cuidado que tiene lepra!... Y los presuntos Casanovas se retiraban asustados sin hacerle

daño. Días más tarde, cuando Inés conoció todos los detalles del engaño

sufrido por él en Pátzcuaro y del ridículo en que se hallaba colocado entre su propia gente, prometió convertir en cenizas a la histórica urbe de Tariácuri, en la misma forma en que dos meses antes había destruido a Santa Clara del Cobre; y si en Santa Clara quedaron en pie los templos, la huatapera y tres casas a medio quemar, en Pátzcuaro, vociferó, no escaparía de las llamas ni La Colegiata.

Pero Chávez García no tuvo tiempo de cumplir su terrible amenaza. Unas semanas después —el 14 de noviembre—, presa de horrible desesperación, acabaron con su triste vida los espasmos mortales de la influenza española.

—El castigo le vino de lo alto… Los generales no pudieron con él —decía la gente.

Y así terminó una de las más sangrientas pesadillas que padeció el Estado de Michoacán, después de la victoria del Constitucionalismo.

Finalmente, en la década de la Revolución, hubo largo periodos en que Ario de Rosales careció de autoridades legítimas, manteniéndose la población en disciplina sólo por el elevado espíritu cívico de sus habitantes. Entre quienes prestaron su ayuda en época tan difícil, merecen citarse a Damián Báez Padilla, por cierto que a la vieja calle Nacional le puso el nombre de Francisco I. Madero; Manuel Gutiérrez Bocanegra, Francisco González, Miguel Hernández, Ramón Tapia Gutiérrez, José Oropeza, Francisco Pérez Ríos, Alejandro Calderón y Melesio Mora, este último, tío de un personaje muy popular en el pueblo apodado El Colas.

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CAPÍTULO XII

EN MARCHA HACIA EL FUTURO (1920-1979)

Últimas rachas del vendaval revolucionario. Tropiezos al aplicar lo conquistado. El conflicto religioso. Cristeros, sinarquistas y "dorados". El cabecilla Luis Navarro Origel causa descalabros en la Tierra Caliente. Atentado al Presidente municipal Luis García Olmos. Zafarrancho en Ario. Soldados y sinarquistas muertos en la refriega. Asesinato del coronel Olivares y del Tte. Coronel Hernández Montalvo. El problema del agua. Curiosas escenas en tiempo de escasez. El ferrocarril de Ario. Los emigrados del Paricutín. Nueva traza urbana. Se forma la tenencia "Miguel Silva Macías". Monumentos al Padre de la Patria y a Víctor Rosales. La Biblioteca Pública. El turismo. Cómo debe verse en el Distrito de Ario. Artesanías y lugares históricos.

ÚLTIMAS RACHAS DEL VENDAVAL REVOLUCIONARIO SI BIEN, DURANTE LA DÉCADA de los treintas todavía sacudieron al país las últimas rachas del vendaval revolucionario, las poblaciones todas, con interés y entusiasmo, empezaron su reconstrucción. Sin embargo, las ambiciones, como resultado de la victoria contra la dictadura y el huertismo —que se atribuían en mayor o menor escala los jefes vencedores— habían despertado, de súbito, entre éstos y pugnaban, echando mano de todos los medios, por el control del poder.

En esta nueva lucha entre los propios revolucionarios sucumbieron el 21 de mayo de 1920, en Tlaxcalantongo, el Presidente Carranza; en 1923 se desató la llamada "revolución delahuertista" porque Obregón decidió imponer como su sucesor al general Plutarco Elías Calles; el 17 de julio de 1928, el caudillo de Sonora fue asesinado en "La Bombilla"; y el 3 de marzo de 1929 estalló la asonada "Escobarista", último brote armado del caudillismo. En adelante, con excepción de los generales Abelardo L. Rodríguez, Lázaro Cárdenas y

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Manuel Ávila Camacho (1932-1946), se inauguraría el periodo de los regímenes civilistas que comienzan con el Presidente Miguel Alemán Valdés.

En Michoacán, en 1920, el Gobernador Ortiz Rubio se adhirió al Plan de Agua Prieta y tomó las armas; lo suplieron en sus ausencias Primo Serranía Mercado, Porfirio García de León, Francisco Ortiz Rubio, Rafael Álvarez y Álvarez, José Huerta y Lázaro Cárdenas. Aquí termina el periodo caótico que en nuestro Estado provocó el bandolerismo, de que se habla en el capítulo anterior.

Triunfantes los caudillos sonorenses, Ortiz Rubio ocupó la Secretaría de Comunicaciones bajo el gobierno de Álvaro Obregón. El general Francisco J. Mújica, sorteando incontables problemas políticos, es declarado Gobernador de Michoacán; pero tras dramáticas acciones y reacciones de los bandos en lucha, lo sustituyen sucesivamente Celerino y José Rentería Luviano, Primo Serranía Mercado, Sidronio Sánchez Pineda y Jesús Magaña Soto, entre el 22 de septiembre de 1920 en que tomó posesión del gobierno y el 24 de enero de 1924, cuando Morelia cayó en poder de las fuerzas delahuertistas. Ponciano Pulido quedó entonces como mandatario, mas al abandonar Morelia los enemigos de Obregón, se hizo cargo del gobierno el licenciado Silvestre Guerrero, quien entregó el mando el 16 de septiembre de 1924 al Gobernador electo, general Enrique Ramírez.

A este mandatario le tocó encarar el problema de la lucha cristera y la clausura de los oficios religiosos en Michoacán, de que se hablará adelante. Terminado su periodo, el 16 de septiembre de 1928 asumió la gubernatura el general Lázaro Cárdenas, cuyas preocupaciones fueron la lucha agraria, la pacificación del Estado y la desfanatización del pueblo. Sus instrumentos para alcanzar estos objetivos fueron la Confederación Revolucionaria Michoacana del Trabajo, que él fundó, y los ayuntamientos de conformidad con el artículo 115 constitucional. Repartió 408,807 hectáreas a 24,000 ejidatarios, no siempre de modo pacífico, pues hubo varios disturbios intergremiales. Al calor de la campaña desfanatizadora ocurrieron saqueos de templos y quemas de santos. Cárdenas se ausentó varias veces del gobierno, siendo suplido por su hermano Dámaso y por el licenciado Gabino Vázquez.

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Del 16 de septiembre de 1932 al 3 de diciembre de 1934, en que murió en un accidente aéreo cerca de Ario de Rosales, fue Gobernador el general Benigno Serrato, a quien se acusó de contemporizar con los patrones y latifundistas y de perseguir a los líderes obreros y agraristas. A la muerte de Serrato fueron gobernadores interinos Rafael Sánchez Tapia y Rafael Ordorica Villamar. El antiguo general zapatista Gildardo Magaña ocupó el gobierno como propietario desde el 16 de septiembre de 1936 hasta su muerte ocurrida el 13 de diciembre de 1939. Sus ausencias estuvieron cubiertas por su hermano Conrado y Arnulfo Ávila. Durante este gobierno se construyeron algunas importantes obras de irrigación, se inauguró la carretera México-Morelia-Guadalajara, se tendieron algunos ramales de ésta y se logró la unidad de varios de los grupos antagónicos.

El 16 de septiembre de 1940 asumió el gobierno de la entidad el general Félix Ireta Viveros. Entonces se construyeron nuevos caminos y nuevas obras de irrigación, se prosiguió el reparto de la tierra y se hizo una reforma constitucional ampliando el periodo de las legislaturas en un año y el de Gobernador en dos, beneficio del que ya gozó Ireta.

Siguiendo el ejemplo de la Federación, con Ireta terminan los gobiernos militaristas de Michoacán. A él le sucedieron los siguientes mandatarios: José María Mendoza Pardo, Daniel T. Rentería, Dámaso Cárdenas (la excepción), David Franco Rodríguez, Agustín Arriaga Rivera, Carlos Gálvez Betancourt, José Servando Chávez Hernández y Carlos Torres Manzo.

TROPIEZOS AL PONERSE EN PRÁCTICA EL PROGRAMA DE LA REVOLUCIÓN Conocidos de todo el mundo son los problemas políticos, sociales y económicos que tuvieron que enfrentar los regímenes revolucionarios desde el triunfo del movimiento constitucionalista, hasta 1940; pero entre ellos destacan tres que en ciertos momentos pusieron en peligro la soberanía del país: ellos son, la cuestión agraria, la organización de los trabajadores (obreros y campesinos) y la nueva estructura económica de la nación, claramente abordados en la Carta Magna de 1917.

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El clero fue el primero que soliviantó a sus aliados de siempre, banqueros, terratenientes y fanáticos. En el mismo gobierno del Presidente Carranza el Episcopado mexicano levantó su protesta contra la Constitución de Querétaro, pero el régimen embarcado en aquellos instantes en la magna empresa de consolidar las conquistas alcanzadas durante la lucha armada, y de dar forma a un México regido por la justicia y el derecho, no dio importancia a tales desplantes. Como consecuencia, renacieron los grupos "cristeros" que en el siglo pasado tuvieron en jaque al gobierno del Presidente Sebastián Lerdo de Tejada, sólo que ahora éstos, al grito de ¡Viva Cristo Rey!, esgrimían la vieja muletilla de aquéllos: la "persecución religiosa".

Pues bien, tales "cristeros" con el apoyo de la clase retrógrada, alcanzaron verdadero auge por sus depredaciones entre 1920 y 1940, en los Estados de Michoacán, Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas, Nayarit, Sinaloa, Durango, Colima, Guerrero y, sobre todo en Jalisco, cuya región de Los Altos fue un baluarte casi inexpugnable para las tropas federales que los perseguían.

En Michoacán sus actividades se hicieron visibles desde la época aciaga del bandolerismo, y hubo momentos en que se confundieron, pues unos y otros hablaban de represión religiosa, incluyendo la horda "chavista", aunque su jefe en un acto de despecho hubiera amenazado incendiar incluso la Basílica de la Virgen de la Salud de Pátzcuaro.

Al gobierno del general Mújica le tocó en 1921 enfrentar el primer ataque serio en plena capital del Estado. Allí murieron el 12 de mayo de ese año 14 personas y resultaron cuarenta más heridas. Entre los muertos estaba J. Isaac Arriaga, antiguo nicolaita, luchador contra el huertismo y a la sazón jefe de la Comisión local Agraria en Morelia, personaje muy querido de la grey estudiantil y del campesinado de la entidad, pero odiado de los capitalistas, el clero y los detentadores de la tierra.134

134 Este acontecimiento, pese a la repercusión que tuvo en aquellos días en la agitada vida del país, la Historia de Michoacán (Edición del gobierno del Estado, Morelia, 1962) de don Jesús Romero Flores, que debía tratarlo con la amplitud necesaria, lo ignora por completo: la Enciclopedia de México

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Estos "cristeros" que luego se transformaron en "sinarquistas" y después en "dorados", fueron con el tiempo cobrando ímpetus arrolladores.

En febrero de 1926 preocupaba al gobierno de la República la resolución de muy graves problemas, entre éstos la animosidad de Washington por la cuestión del petróleo. La prensa del país y la de los Estados Unidos, excitaba a la opinión pública abultando los acontecimientos, a tal grado que hubo órganos periodísticos que llegaron a asegurar en sus columnas que, de un momento a otro, vendría la declaración de guerra, y que una poderosa escuadra norteamericana había recibido orden de salir rumbo al sur, debiendo recibir instrucciones en alta mar, sobre la misión que habían de cumplir y que no era otra que desembarcar tropas yanquis en territorio mexicano para dar principio a la guerra entre las dos naciones.

Es lógico suponer que esta crisis absorbía toda la atención del gabinete del general Calles. Pues bien, tal fue el momento, por demás angustioso, que escogió el clero mexicano para declarar categóricamente, por boca de su máximo representante el arzobispo José Mora y del Río, que la grey católica no acataría los mandatos de la Constitución General de la República e incitaba a todos los ciudadanos del país a su desobediencia. El ejecutivo, tal vez por lo

(Edición de 1977, México) apenas le dedica 15 líneas; y otros autores más recientes, o bien lo pasan por alto o sólo mencionan nombres, fechas y lugares para evitarse tal vez el trabajo de una investigación acuciosa y el comentario que aconseja la moderna ciencia de la Historia. En vista de ello, damos a conocer en el Apéndice de esta obra, una reseña de aquellos hechos —marcada con el número 5— tomada de nuestro libro Auris Nobilis (Edición de Vanguardia Nicolaita, México, 1940). Tal reseña fue elaborada en su tiempo con informaciones y materiales de primera mano que proporcionaron al autor los doctores Cayetano Andrade y Enrique Arreguín; Luis Mora Tovar, Leopoldo Zincúnegui Tercero, José Valdovinos Garza, Licenciado Daniel Franco López y Alberto Bremauntz, José Álvarez y Gasca y el doctor Salvador Franco López, todos de solvencia intelectual fuera de toda duda; algunos, como Andrade y los hermanos Franco López, sus condiscípulos, y los otros, compañeros de ideales del gran líder socialista puruandirense. N. del A.

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absurdo, no dio importancia a semejante bravata; pero como días después las declaraciones de Mora y del Río no sólo fueron ratificadas por él, sino que las aprobó y secundó el resto del Episcopado mexicano, el Presidente Calles tuvo que enfrentarse resueltamente al problema para defender la estabilidad del gobierno y el imperio de la ley.

Mas como no existían sanciones penales para castigar la desobediencia, el Ejecutivo formuló y decretó la ley que reformaba el Código Penal, estableciendo las penas que se impondrían a los sacerdotes que desobedecieran los preceptos constitucionales.

Tales reformas fueron el pretexto para que el clero se declarara en abierta rebeldía. Inició una intensa propaganda escrita dentro y fuera del país, llenando al gobierno de injurias y calumnias; declaró un boicot económico pretendiendo paralizar la vida nacional; acudió en demanda de apoyo a los agentes diplomáticos acreditados en el país, cuya actitud secundó el Vaticano, y cuando todos estos recursos fracasaron, recurrió a la rebelión armada para derrocar al gobierno. Buen número de curas se convirtieron en cabecillas de "cristeros" y aun algún jerarca, entre ellos el arzobispo de Guadalajara Francisco Orozco y Jiménez —según aseveración del Presidente Portes Gil— mantuvo la rebelión por varios años en Los Altos, Jalisco.

A fin de exacerbar más el ánimo de los fanáticos, el citado clero dispuso la suspensión de cultos en las iglesias del país.

En Morelia los sacerdotes dejaron de oficiar el 18 de abril del citado año de 1926, y cinco días más tarde ninguno ejercía su ministerio en el Estado de Michoacán.135 Esta actitud en un medio como el nuestro, donde la mayor parte de la gente pretende ser católica, provocó choques sangrientos en diversas poblaciones michoacanas. En Zitácuaro, por ejemplo, un grupo numeroso de fanáticos soliviantado por el cura del lugar, presbítero Luis G. Cerda, quiso deponer al Ayuntamiento, pero éste se defendió apoyado por la fuerza federal, registrándose un zafarrancho con saldo de varios muertos y heridos.

135 Pablo G. Macías. Ut Supra, p. 445.

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El cura Cerda y sus lugartenientes Ezequiel Correa, Cesáreo Robledo y Epigmenio Nieto fueron conducidos a México a responder de los delitos cometidos.

En la región de Coalcomán, Luis Navarro Origel se puso al frente de una guerrilla cristera, que se hizo cada vez más numerosa, la cual logró causar muy serios descalabros al ejército y problemas no menos graves al Gobernador Enrique Ramírez. Sus actividades se extendieron por toda la Tierra Caliente hasta Ario de Rosales, proponiéndose construir un fuerte en el Cerro del Castillo, pero los habitantes no secundaron sus planes y los expulsaron con valentía.

Entre 1926 y 1940 las autoridades municipales de Ario de Rosales tuvieron que sortear multitud de conflictos ocasionados por los cristeros, quienes satisfacían su ira mutilando a infelices maestros rurales, violando a las profesoras, asesinando agraristas, devastando los ejidos y parcelas, apoderándose de sus cosechas, destruyendo las vías férreas de Ajuno a Uruapan, de Ajuno a Pénjamo y obstruccionando las obras del ramal de Ajuno a Ario de Rosales, cortado las líneas telegráficas y telefónicas y aun incendiando los bosques.

Entre los alcaldes de Ario que afrontaron esta campaña están José Torres Guillén, Bruno Toledo, José Guido Sandoval, Rafael Padilla, Manuel Razo Paz, Joaquín Osornio Hurtado, Carlos Tejeda, Luis Gómez Hurtado, José Regil, Fernando Guerrero, Cosme R. Sedano, José Ochoa y Joaquín Brambila Alva. No podemos situar cronológicamente la actuación de estas autoridades, porque Ario de Rosales de facto carece de archivos municipales de 1940 para atrás, pues desde la Guerra de Independencia pasando por la Reforma, la Intervención y el Imperio, la Revolución de 1910 y el periodo cristero, los enemigos de los sucesivos gobiernos legítimos entre lo primero que hacían cuando tomaban un pueblo, era incendiar los archivos. Por eso siempre será un ejemplo de patriotismo el celo de los patzcuarenses que supieron ingeniarse el modo de guardar un archivo municipal, que hoy se halla perfectamente clasificado desde el siglo XVI, en cuya labor ha intervenido personal competente del Instituto Nacional de Antropología.

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ARIO DE ROSALES ENTRE CRISTEROS Y SINARQUISTAS Uno de los jóvenes entusiastas de Ario de Rosales que, según cuentan sus contemporáneos, descolló casi desde su niñez por su inteligencia y don de servicio, fue Luis García Olmos, nacido en la casa número 3 del Portal Miguel Silva Macías el 18 de septiembre de 1915. Era hijo del comerciante Primitivo García y de su esposa Gertrudis Olmos, personas muy estimadas en la localidad. A los 7 años fue inscrito en la escuela "Melchor Ocampo" y al terminar la instrucción primaria pasó a la Academia Comercial que dirigía María de la Luz Montaño, amén de que tomaba lecciones particulares de idioma inglés con un matrimonio norteamericano radicado en Ario, apellidado Brown.

En 1937, cuando apenas contaba 22 años, el presidente municipal José Ochoa Reyes, que se había dado cuenta de la simpatía general de que gozaba Luis no sólo en la cabecera del municipio, sino en todo el Distrito, de su honradez y gusto por servir a su pueblo, lo llamó a colaborar a su lado dándole el empleo de tesorero municipal, cargo que en opinión de sus paisanos desempeñó eficientemente.

Al concluir su periodo Ochoa Reyes, Luis García Olmos quedó preparado para sustituir a Joaquín Brambila Alva como presidente municipal para el trienio 1943-1945 en una elección que ha pasado a la historia, porque sus coterráneos casi unánimemente votaron por él.

En esos días la escasez de agua potable en Ario de Rosales era alarmante, pues si bien existían algunas tomas en ciertos lugares, el público tenía que formar largas "colas" para proveerse del líquido. Tal circunstancia, como era natural, afectaba la salubridad de la población y la higiene familiar.

García Olmos, conocedor del problema, se echó a cuestas el trabajo de resolverlo, aunque fuera en parte. Para el efecto, convocó a sus colaboradores y a los principales vecinos del pueblo y, de común acuerdo, iniciaron los trabajos de abastecimiento, trayendo el preciado líquido del manantial de El Cedro. Justo es consignar el hecho de que todos los habitantes de Ario colaboraron con su alcalde, proporcionando mano de obra gratuita, mientras que éste obtenía de Gregorio Gómez un préstamo en efectivo —que el municipio pagó en los términos estipulados— para la compra de tubería y otros materiales necesarios.

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Hallábanse los vecinos entregados a estos trabajos cuando un día, con sorpresa de todos, pudieron observar que más allá de la Luneta Colorada, por el paseo de Canintzio y el camino que conduce a Pátzcuaro, se estaba concentrando mucha gente desconocida, portadora de pancartas y banderas con la cruz gamada. Eran cerca de cinco mil sinarquistas y "dorados" —según cálculos de la prensa— que iban a hacer en Ario de Rosales una demostración de fuerza, como advertencia a las poblaciones de la Tierra Caliente que despreciaban las tácticas que ellos seguían.

La columna de inmediato comenzó a descender al centro de la población, cubriendo totalmente la antigua Calle Real. A la descubierta marchaban como cien "cuerudos tierracalenteños", que, en actitud desafiante, lucían sus machetes y tremolaban las banderas sinarquistas y nazis, lanzando sus consabidos retos.

Aquella concentración fue tan repentina e inesperada, que el pueblo no se percató en el primer momento de que se trataba de sinarquistas, hasta que se escucharon las injurias a las autoridades. La columna hizo alto frente al Palacio Municipal; uno de los oradores se preparaba a usar de la palabra cuando apareció Luis García Olmos, solo, montado en su brioso caballo "El Duende", fumando un gran puro, vistiendo camisola de campaña y sombrero texano, cerrándoles el paso. Caracoleaba su nervioso rocín de un extremo a otro de la calle; y como los manifestantes quisieran seguir adelante, García Olmos les advirtió con voz enérgica:

—Esta columna no puede continuar. Uno de los jefes sinarquistas mostró entonces al joven alcalde un

telegrama de la Secretaría de Gobernación, autorizándolos a efectuar aquel acto, si bien sin pancartas, banderas ni insignias de ninguna clase.

La reacción de García Olmos fue tremenda. —Este telegrama vale pura… Yo soy aquí el presidente municipal

y no permito que se altere el orden en mi pueblo —exclamó lleno de cólera, al tiempo que hacía trizas el papel del telegrama.

Los "cuerudos" no esperaron más; blandiendo sus "bolos" se lanzaron sobre García Olmos, propinándole un tremendo golpe en la cabeza que lo derribó del caballo. Lo quisieron rematar, pero el noble

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bruto piafando y repartiendo coces por todos lados nunca dejó que se acercara nadie al cuerpo, tendido en el suelo.

La columna siguió después, desafiante, por las principales calles de Ario, igual que lo siguieron haciendo en posteriores ocasiones.

En cuanto a García Olmos, restablecido de sus heridas, una de las cuales le dejó cicatriz perpetua en la frente, continuó presidiendo el Ayuntamiento y activando las obras de introducción de agua de que se ha hablado antes.

Posteriormente volvió a ser alcalde, trabajó en la Comisión del Balsas y ocupó puestos políticos en Buenavista, Tomatlán, Tepalcatepec y La Huacana, donde falleció prematuramente. Sus restos fueron trasladados a Ario de Rosales para que el pueblo le rindiera su postrer homenaje, pues se le considera como uno de los más limpios y progresistas presidentes municipales que ha tenido ese lugar.

EL ZAFARRANCHO DE 1950 La tolerancia que por esos días el gobierno dispensaba a sinarquistas y "dorados", tal vez con la intención de atraerlos por las buenas, motivó que éstos se llenaran de soberbia. Estamos ahora a principios de 1950 y hacía apenas unas cuantas semanas que acababa de tomar posesión de la presidencia municipal don Daniel Romero Madrigal, persona muy estimada en la región por su carácter ameno y bondadoso.

Era un domingo. La plaza estaba llena de gente que había venido de las rancherías cercanas a proveerse de mercaderías, pero entre ésta habíanse mezclado numerosos sinarquistas, sin más propósito que agitar y causar desórdenes. Los fieles que al medio día salían de misa mayor vieron, con sorpresa, que junto a la puerta principal de la iglesia y encaramado en una silla a guisa de tribuna, manoteaba un corpulento líder sinarquista apellidado Rangel, quien arengaba furiosamente a los adeptos que lo escuchaban. Pronto se vio rodeado de curiosos, pues los sinarquistas coreaban los denuestos y baldones que el sujeto lanzaba contra el gobierno.

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Absorto con el espectáculo se encontraba un tipo chaparro, pintoresco, llamado Francisco Rosas, quien solía contar que había alcanzado buenos galones en la Revolución delahuertista. Por su apariencia física, el populacho lo conocía con el mote de "Popeye". En lo álgido de aquella oratoria subversiva, "Popeye" creyó un deber cívico informar de lo que ocurría en la plaza al jefe del Subsector militar en Ario, coronel Olivares, y al efecto se trasladó a su oficina ubicada en aquellos días en la primera calle de Benigno Serrato.

Olivares mandó entonces a unos soldados para que notificaran a Rangel que se presentara inmediatamente a su oficina; pero entonces el líder, burlonamente y con deliberada mala fe, dirigiéndose a la multitud, exclamó con sarcasmo:

—Ya ven, nos mandan llamar..! ¿Vamos? —¡Pues, vamos! —respondió la gente y el tumulto se dirigió a la

calle de Serrato en seguimiento del agitador. Estaba la turba agolpada frente a la oficina, cuando a una cuadra

de distancia acertó a pasar el teniente coronel Pascual Hernández Montalvo, segundo en el mando, quien se dirigía al centro de la población, llevando a un hijito suyo de la mano. Al ver el tumulto y escuchar los gritos, se desvió para dar protección al coronel Olivares, pero al intentar abrirse paso, uno de los sinarquistas le clavó un puñal en el pecho que le causó la muerte pocos instantes después. Entonces los soldados de la guardia hicieron fuego sobre los revoltosos y éstos respondieron en la misma forma, mientras en el interior de la oficina, Rangel vaciaba su pistola sobre el coronel Olivares, y otro de sus cofrades hacía picadillo, materialmente, con un puñal al teniente Felipe García.

Cuando las autoridades levantaron el campo se encontraron en la calle con cinco muertos: dos soldados, dos sinarquistas y un transeúnte que curioseaba por ahí a la hora del zafarrancho. Tanto el coronel Olivares como el teniente coronel Hernández Montalvo fallecieron al practicárseles las primeras curaciones; sólo el teniente Felipe García, no obstante las numerosas heridas que recibió en el cuerpo por arma punzo cortante, logró sobrevivir para relatar los hechos aquí descritos.

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En cuanto a Rangel, llevando una herida de bala en una pierna, logró escapar protegido de los suyos, sin que hasta la fecha se conozca su paradero.

Al día siguiente llegaron a Ario numerosos soldados de refuerzo al mando de un coronel apellidado Rosas, quien trató sin miramiento alguno al alcalde Romero Madrigal; se posesionaron del palacio municipal y emplazaron en el patio varias ametralladoras para intimidar al pueblo.

Algunos cómplices de Rangel que las autoridades lograron capturar, pronto fueron indultados por el gobierno, pero jamás regresaron a la Tierra Caliente.

Sinarquistas y "dorados" dieron todavía mucho quehacer no se diga a las autoridades de Ario de Rosales, sino a las de la República entera, jactándose de que si habían encapuchado la efigie del Benemérito en el Hemiciclo de la ciudad de México, no perdían la esperanza de encapuchar a la Revolución.

EL PROBLEMA DEL AGUA EN ARIO. CURIOSAS ESCENAS EN TIEMPO DE

ESCASEZ Pero como se dice al principio de este capítulo, no obstante las últimas rachas del vendaval que desató la Revolución de 1910, las poblaciones todas empezaron a progresar. En Ario de Rosales, por ejemplo, Ayuntamiento y vecinos en franca colaboración se abocaron a la solución de los más urgentes problemas. Y entre éstos, desde luego, estaba la carencia de agua potable. El caso no era nuevo. Las autoridades de 1896 ya habían construido una toma —trayendo el agua del manantial de "El Reventón"— que consideraban suficiente para proveer a las necesidades de los habitantes de aquellos días.

Por cierto que, durante una de nuestras visitas a Ario nos fue mostrada una "invitación", elegantemente impresa —propiedad de don Everardo Vega, recién fallecido, que gustaba de coleccionar y apuntar cuanto de importancia ocurría en el pueblo— para asistir a la inauguración de la toma de agua de "El Reventón". En el programa figuraba el niño Clodualdo Alcázar, que recitaría una composición poética. (Este Clodualdo —se nos aseguró— se convertiría andando el

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tiempo en un simpático borracho al estilo de Pito Pérez, que sabía latín o, por lo menos, lo mascullaba; era buen pendolista y tenía ocurrencias estupendas en las que no siempre salían bien parados muchos de sus paisanos).

También tomaban parte en el programa Catalina Infante —tía de José Infante Hurtado— quien tocaría al piano el vals "Sobre las Olas" de Juventino Rosas; y, desde luego, la banda de música de las señoritas de Ario de Rosales, lo cual demuestra que ya a fines del siglo pasado había en ese pueblo un alto nivel de cultura musical.

Del manantial de "El Reventón" bajaba el líquido por un tubo metálico de tres pulgadas que llegaba a la pila de la Plaza principal. En el trayecto se construyeron varios ramales para alimentar los surtidores instalados en algunas esquinas.

"Pero resulta, nos dice Roberto Pita Cornejo en carta que poseemos, que al principiar la década de los treintas hubo en mi tierra, por desgracia, gente irresponsable que para proveerse de la piedra que empleaban en las construcciones, ponían 'cuetes' o 'barrenos' de dinamita en las grandes rocas que rodean al manantial, lo cual ocasionó que la mayor parte del agua se perdiera, comenzando entonces en Ario una terrible escasez. Por los hidrantes salían escuálidos chorritos y la gente —entre ella mi madre— tenía que levantarse a las primeras horas de la madrugada para ganar campo en alguna toma, llevando cuanto traste podía para obtener un poco del preciado líquido. En cuanto al aseo personal, cerca del paseo de Canintzio existe un pequeño venero de agua cristalina llamado 'El Chorrito'. Allí acudía la gente humilde a bañarse, cosa que aun sucede aunque en menor escala. "Llevábamos ya quince o más años de sufrimiento, cuando llegó a la presidencia municipal el joven ariense Luis García Olmos, quien con gran entusiasmo y ayudado por el pueblo, logró la captación de las aguas del manantial de 'El Cedro', situado en la ciénega de Tanácuaro, como a siete kilómetros al norte del centro de Ario. El tramo se cubrió con tubo de concreto de 6 pulgadas y se hizo llegar hasta el depósito de 'Los Tumines', que algunos años atrás (1931) había sido construido por el alcalde Esteban Oseguera. "El júbilo de la gente fue desbordante. El Gobernador del Estado, general Félix Ireta Viveros, hizo la inauguración respectiva el 15 de diciembre de 1943, y el pueblo vio desde entonces en Luis García

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Olmos a un auténtico benefactor, pues esa obra transformó la economía de toda la región. "En seguida la gente comenzó a instalar baños en sus casas, excusados ingleses y demás servicios sanitarios; se construyeron alcantarillas en diversas calles y mejoró el riego de los jardines. Desgraciadamente al cabo de 14 o 15 años el servicio llegó a presentar muy serias fallas, por carecer de un oportuno y eficaz mantenimiento. Los tubos se rompían con frecuencia y, para colmo, dentro de ellos crecía la plaga denominada 'cola de caballo' que los inutilizaba completamente. ¡El pueblo, sin darse cuenta, estaba a punto de quedarse otra vez sin agua!. "Por fortuna en 1954 resultó electo presidente municipal Antonio Villanueva Macías, quien puso el caso en conocimiento del general Lázaro Cárdenas, a la sazón Vocal Ejecutivo de la Comisión del Tepalcatepec, y éste acordó de inmediato la donación de la tubería necesaria (7 kilómetros) de hierro fundido, quedando así resuelto el problema. Por otra parte, este activo alcalde organizó al vecindario y con el asesoramiento de personal técnico de la citada Comisión del Tepalcatepec, logró construir una caja de captación de agua del manantial de 'El Tejocote', en la misma ciénaga de Tunácuaro. Se inició el servicio con una corriente de 20 litros por segundo en tubo de 12 pulgadas; al comenzar el descenso se convirtió en 8' y al llegar a la pendiente del Cerro del Castillo se redujo a 6' hasta el depósito de 'Los Tumines'. "A inaugurar esta obra concurrió el Gobernador del Estado, licenciado David Franco Rodríguez. Por segunda vez Ario de Rosales se salvó de quedarse sin servicio de agua potable. "Desde entonces la ciudad fue creciendo aceleradamente y las fincas fueron mejorando. Ahora casi todas tienen agua potable en su interior, excusado inglés, baños y por ello el gasto de agua viene siendo cada vez más grande, aparte de que, como ocurre en donde quiera, gente irresponsable desperdicia lamentablemente el líquido. "Así transcurrieron otros años. Agudizado el problema nuevamente, el presidente municipal Adelaido Torres Duarte —como lo hiciera la vez anterior el alcalde Villanueva Macías— recurrió al general Cárdenas, sólo que ya en tal tiempo éste era Vocal Ejecutivo de la Comisión del Balsas. Torres Duarte consiguió durante su gestión administrativa, con la cooperación decidida del vecindario, la construcción al norte de la ciudad de un gran tanque de almacenamiento, en un punto llamado 'Las Planillas'. Tiene una capacidad de 800,000 metros cúbicos, mucho mayor que el de 'Los

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Tumines'. Sin embargo, no fue posible ponerlo a funcionar sino hasta fines de 1977, cuando fue presidente municipal el profesor José Trinidad Ramos Zamudio, quien contó con la ayuda técnica del ingeniero Jorge García Álvarez, actual director de obras públicas del Estado. "Se logró entonces hacer llegar al tanque de 'Las Planillas' el caudal de agua del manantial de 'El Cedro' y se tendió tubería de 6 pulgadas hasta entroncar con la línea metálica que baja del manantial de 'El Tejocote', en el punto donde ésta cruza con la carretera Ario-Pátzcuaro. "Así se encuentran las cosas al presente —concluye la carta de Pita—. El pueblo sigue quejándose de escasez de agua, de recibir servicio sólo unas horas, principalmente en la dura temporada del estiaje, pero mucho tienen que ver las circunstancias a que antes me he referido (excusados ingleses, baños en casi todas las casas, crecimiento urbano, cría de puercos, lavado de autos, desperdicios a granel y desmontes de los bosques aledaños, que han hecho disminuir el caudal de los veneros). El problema se solucionará solamente con la ejecución de una obra integral, bien planeada, pero sumamente costosa, que el municipio y el gobierno del Estado no pueden afrontar por sí solos".

Desde el 30 de junio de 1896 el manantial "El Reventón" estuvo proporcionando agua suficiente a los vecinos de Ario hasta 1923, cuando imprudentemente y sin medir las consecuencias —como asegura Pita Cornejo en su carta— empezaron a extraer piedra de sus alrededores empleando cartuchos de dinamita. A partir de esta fecha, las autoridades municipales, quienes más, quienes menos, preocupadas del problema, han tratado de resolverlo dentro de sus posibilidades. Así, junto a Luis García Olmos, Antonio Villanueva Macías, Esteban Oseguera y otros funcionarios deben figurar por su entusiasmo y cooperación, los alcaldes Vicente Granados Plancarte, general Norberto Heredia Castrejón, Diódoro Gaytán Díaz, José Trinidad Ramos Zamudio y Adelaido Torres Duarte. Y desde luego, el gobierno del Estado, la Junta de Mejoramiento Moral, Cívico y Material de Ario de Rosales, la Junta Local de Agua Potable y Alcantarillado de la Secretaría de Recursos Hidráulicos, la Comisión del Tepalcatepec, la Comisión del Balsas y el pueblo en general.

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EL FERROCARRIL DE ARIO Por 1941 el Ferrocarril de Ario efectuaba sus últimas corridas entre este lugar y Ajuno, donde entroncaba con la línea México-Morelia-Pátzcuaro-Uruapan y el ramal de Ajuno a Pénjamo. La construcción de la carretera a Pátzcuaro y el tránsito de camiones, más intenso, rápido y económico, acabó con la empresa que, tras de observar la merma de utilidades, decidió vender el negocio a sus propios trabajadores.

El Ferrocarril de Ario comenzó a operar hacia 1925 bajo el régimen presidencial del general Calles, siendo Gobernador de Michoacán Enrique Ramírez. Fue su concesionario el norteamericano Santiago Slade, que tenía en explotación los ricos bosques de Tzatztio, de los que extraía grandes cantidades de madera. La línea tenía dos ramales de vía angosta: de Ario a Ajuno, pasando por Zirahuén; y de Ario a Tacámbaro, tocando Los Lobos y Tecario. Además de los furgones para la carga, el tren arrastraba un vagón para los pasajeros, dividido en primera y segunda clases.

En sus mejores días, que fueron tal vez durante el gobierno del general Benigno Serrato, la estación de Ario de Rosales presentaba un bello aspecto. Junto a la construcción había un campo de futbol, una plaza de toros de madera y campos libres para juegos. Los arienses se daban cita allí los domingos y paseaban por la ancha calzada de Canintzio, mientras esperaban la llegada y salida de los trenes.

Concurría a ese lugar la música de aliento, los vendedores de "fruta de horno", golosinas, frutas naturales y juguetes para los niños. Las damas y caballeros lucían sus mejores galas y todo se resolvía en un ambiente provinciano, típico y genuinamente alegre.

Cuando el Ferrocarril definitivamente dejó de funcionar, materiales y edificios quedaron abandonados. Las bodegas ferroviarias de Ario se convirtieron después en lo que es hoy la escuela primaria federal "José María Morelos y Pavón".

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LOS EMIGRANTES DEL PARICUTÍN. LA TENENCIA "MIGUEL SILVA MACÍAS" El 20 de febrero de 1943 es una fecha inolvidable para los habitantes de Ario de Rosales. Cuando los primeros rayos del sol iluminaron la cima del majestuoso Pico de Tancítaro, los vecinos madrugadores divisaron allá a lo lejos, al norte de la citada mole, una inmensa columna de humo negro que muchos conjeturaron podría ser el incendio de un gran depósito de resina, y otros, que se trataba del cráter de un nuevo volcán en erupción.

Por la tarde de ese día, los arienses comenzaron a escuchar estampidos semejantes a lejanos disparos de un cañón, y la gente se arremolinaba al final de las calles que corren del centro al oeste para contemplar el fuego que se alcanzaba a distinguir en la lejanía con intervalos de segundos, en el mismo sitio donde se veía la gran columna de humo; pero lo que más espanto produjo entre el vecindario fueron los frecuentes temblores de tierra que comenzaron a sentirse, ocasionando cuarteaduras en algunas casas.

El pánico cundió entonces entre la población. Un baile que se iba a celebrar en "El Parián" (hoy explanada general Víctor Rosales) hubo de suspenderse; y muchas personas llevaban sus colchones a la Plazuela Hidalgo donde pasaban las noches.

Al poco tiempo la transparencia del aire y el claro azul del cielo se tornaron grises por la constante arena que durante muchos meses estuvo arrojando el volcán. Los rojos techos de las casas se cubrieron de un fino polvo negrusco, mal oliente y molesto a los ojos, invadiendo también muebles y alimentos, mientras los estampidos y temblores continuaron durante largo tiempo.

Luego se supo en Ario que la lava del "Paricutín" —nombre dado al volcán por el sitio donde nació— arrasó campos y rancherías de la región de Uruapan, desapareciendo bajo el fuego los pueblos de Zirosto y San Juan Parangaricutiro o de las Colchas.

En tales condiciones, el general Lázaro Cárdenas que había visitado la zona de desastre, sugirió que los damnificados que no hallaran acomodo en otro sitio, se concentraran en un punto por el rumbo de Tzintzongo llamado Las Ánimas, a cuatro kilómetros aproximadamente del centro de Ario, para que allí rehicieran sus hogares. Acudieron de Zirosto y San Juan, pero estos últimos con

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mayores recursos que los otros, pronto abandonaron el nuevo poblado, quedando sólo los laboriosos campesinos de Zirosto.

Estos emigrantes, que hicieron de Las Ánimas un lugar floreciente, padecieron mucho al principio porque nadie podía auxiliar a nadie, a causa de que nadie poseía bienes ni dinero; además, una epidemia desatada en esos días debido a la insalubridad y a la contaminación del ambiente por los desechos volcánicos, les causó más de quinientas bajas en poco tiempo.

No podemos pasar por alto el noble gesto de los arienses, que en momentos tan difíciles abrieron sus brazos generosos a estos desamparados campesinos y los auxiliaron con recursos, comprándoles incluso toda la leña que llevaban a vender a la ciudad, como producto de su entonces única y muy precaria industria.

Ario de Rosales pagó de esta manera la ayuda que en la misma forma recibieron sus habitantes en 1918, de los patzcuarenses, cuando tuvieron que abandonar sus hogares, acosados por las hordas del bandolero José Inés Chávez García.

Dos años después, el gobierno del Estado, en premio a la laboriosidad de los emigrantes, elevó a Las Ánimas a la categoría de tenencia de Ario, dándole el nombre del ilustre gobernante de la Reforma, doctor Miguel Silva Macías, como puede verse por el siguiente decreto.

"José María Mendoza Pardo, Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Michoacán de Ocampo, a todos sus habitantes hace saber: "Que, el H. Congreso del Estado se ha servido dirigirme el siguiente

Decreto

"El Congreso de Michoacán de Ocampo decreta:

Número 26

"Artículo único. Se eleva a la categoría de tenencia el punto denominado Las Ánimas, que ha venido perteneciendo al municipio de Ario de Rosales, en donde se levantó últimamente un caserío que ocupan los damnificados del volcán Paricutín, que se denominará en

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lo sucesivo 'Tenencia Miguel Silva Macías', en memoria del C. diputado del mismo nombre, padre que fue del ilustre michoacano doctor Miguel Silva.

Transitorio

"Artículo primero: Se modifica en lo relativo la Ley de División Territorial del Estado. "Artículo segundo. Esta Ley empezará a regir desde la fecha de su publicación en el Periódico Oficial. "El Ejecutivo del Estado dispondrá se publique, circule y observe. Palacio del Poder Legislativo. Morelia, Mich., a 12 de febrero de 1945. Diputado presidente, Lic. Julio Torres. Diputado secretario, Lic. Luis G. Zumaya. Diputado Secretario, Ignacio Torres Espinosa. "Por tanto, mando se imprima, publique, circule y observe. "Palacio del Poder Ejecutivo. Morelia, Mich., a 12 de marzo de 1945. Lic. José María Mendoza Pardo. El Secretario de gobierno, Lic. Luis M. Moreno".

TRANSFORMACIÓN DE LA TRAZA URBANA DE ARIO DE ROSALES Tocó al presidente municipal José Regil iniciar, propiamente, la época constructiva en Ario de Rosales. Durante su administración se mandó construir el primer drenaje; se suprimieron los malolientes y antiestéticos caños; se pusieron banquetas de cemento y se procedió a empedrar buen número de calles.

Otro alcalde —José Ochoa Reyes— al que ya hemos citado antes, procedió al reparto de varias haciendas ubicadas en el municipio, de conformidad con la política agraria del gobierno; impartió protección a los campesinos y pequeños propietarios, y dio garantías al pequeño comercio.

Pero hubo también en Ario como, sin duda, en otras poblaciones del país, presidentes municipales deshonestos y tiranos. Entre éstos figura Cosme R. Sedano, a quien se acusa de haber dado muerte a varias personas en el interior de la cárcel.

La traza actual de la ciudad es más o menos uniforme, las casas se agrupan en calles paralelas a la Plaza grande. Gran parte de las construcciones son de adobe con techos de teja o palma. Las arterias

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del centro y algunas adyacentes están pavimentadas y tienen alumbrado público. No obstante que Ario conserva muchas características de un pueblo, su gente es sociable, afecta a la cultura y a la buena mesa. Fue por este tiempo cuando Lamberto Moreno hizo en "Los Gañanes" esta semblanza de su pueblo:

"Tiene calles anchas, limpiecitas, de buenos empedrados que con su comba y sus cunetas laterales, remedan pavimentos citadinos… Y por una bendición del cielo, por un dulce capricho de la botánica michoacana, nacen y crecen en Ario con prodigalidad ilimitada, rosales de gran linaje: rojos, amarillos, blancos, sonrosados… Y con la misma fragante variedad, nacen y crecen en el bendito suelo, muchachas de todos los matices: rubias, morenas, blancas y sonrosadas, solaz de los nativos y envidia de los extraños. Mujeres deliciosas que las hacen ser novias soñadoras, esposas inigualables y madres sin parangón en toda la provincia. Verdaderos rosales de impoluta frescura que afirman con su presencia, la prestancia misma del amable gentilicio".

Un hecho curioso que se nos hizo notar en alguno de nuestros viajes es el de que no sólo en la cabecera municipal, sino en pequeños poblados como Urapa, y aun en las rancherías, abundan familias de tez blanca, pelo rubio y ojos azules, a las que pudiera suponerse descendientes de franceses o belgas por el contacto que éstos pudieron haber tenido con los nativos, durante la guerra de Intervención y el Imperio; pero ha sido descartada tal hipótesis, pues los apellidos que lleva esa gente son todos de origen español.

También admira el carácter festivo y oportuno de los arienses, pues en el acontecer de sus problemas, en vez de llegar a lo trágico, "lo toman a broma". Así, en forma graciosa y humana, dan salida a las situaciones más difíciles.

Y lo que más sorprende aún —nos comentaba el licenciado Atilano Vázquez Herrera, secretario del Ayuntamiento en febrero de este año—, es que sus paisanos tienen "la manía" de dedicarse preferentemente al negocio de productos farmacéuticos, a grado tal que las boticas de la cabecera del municipio, de Urapa, El Paso Real, Agua Zarca, Puente Alto, Rancho Nuevo y otros lugares, son todas propiedad de vecinos de Ario; y no menos del 50 por ciento de las

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farmacias que funcionan en la ciudad de México y su área metropolitana, son también de personas nativas de Ario de Rosales, según datos ministrados por la Sociedad de Arienses del Distrito Federal.

La ciudad tiene dos jardines (el mantenimiento y belleza de ellos depende del interés de los funcionarios municipales): en el más grande fue levantado un monumento de cantera rosa a la memoria del insurgente Víctor Rosales, coronado por una estatua del héroe en uniforme de mariscal de campo, fundida en bronce. En el capítulo V de estas notas damos los detalles de tal obra. Sólo añadiremos que, si bien en la placa colocada al frente del monumento se dice que "fue erigido por el pueblo de Michoacán", las autoridades municipales de Ario nos aseguraron que éste fue obsequiado a la ciudad por el general Lázaro Cárdenas.

En el sitio donde se levantó la estatua de Rosales, había antes un busto de bronce del Padre de la Patria, Miguel Hidalgo y Costilla, obra del escultor italiano Gabriel Ponzanelli, el cual fue develado el 16 de septiembre de 1910 con motivo del primer centenario de la iniciación de la Independencia de México. Este busto que, en opinión de expertos, es verdadera obra de arte, fue obsequiado por Ario a una de sus dos tenencias, Urapa (la otra es "Miguel Silva Macías"), cuyas autoridades lo colocaron en un decoroso pedestal, en la plaza del pequeño pueblo.

El otro jardín se localiza en la antigua plazuela de Jesús María o de "Los Dulces Nombres". Lo preside una estatua magnífica del Cura de Dolores, inaugurada el 14 de septiembre de 1958. La información del acto publicada en La Voz de Michoacán, merece consignarse por los interesantes detalles que contiene.

"Hoy, a las 12 horas y bajo los rayos de un sol esplendoroso —dice—, se recibió en esta ciudad la efigie en bronce magnífico del cura don Miguel Hidalgo y Costilla, Padre de la Independencia Nacional. Egregio es el bronce que representa la figura; excelso el prócer y fuertes las líneas que vitalizan la imagen. "A la munificencia reconocida del general Lázaro Cárdenas, Vocal Ejecutivo de la Comisión del Tepalcatepec, se debe el pródigo regalo que, a partir de hoy, se sustentará sobre el recio plinto de piedra

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basáltica, para alentar el espíritu cívico de los moradores de esta ciudad y de los de todo el Distrito. "Tres metros cincuenta centímetros mide la estatua del héroe que con mayestática dignidad sostiene en su mano derecha la bandera de la libertad. Marco espléndido para tan noble figura es la plazuela antigua de Jesús María, transformada por la Comisión del Tepalcatepec en un bello parque rodeado de verdes camellones que se encuadran a la sombra de los truenos, viejos pero rejuvenecidos, para exornar el pedestal que sostiene el magnífico bronce. "A la hora antes dicha, una enorme columna encabezada por el Ayuntamiento local, por el general Martín González, por don José Carrillo Arriaga, por el diputado Reynaldo Valdespino, por vecinos distinguidos a los que seguían los alumnos de las escuelas oficiales y particulares, llegó el camión que vino conduciendo la broncínea escultura que entre jubilosas aclamaciones de la multitud fue llevada hasta el pedestal que habrá de sostenerla imperecederamente. "En nombre del Ayuntamiento hizo uso de la palabra Roberto Pita Cornejo, secretario de la propia comuna, quien, con vibrante expresión exaltó las glorias de nuestro libertador y arrancó fervorosos votos de reconocimiento para quien, como el general Cárdenas, ha dado inequívocas muestras de cariño hacia Ario de Rosales. "El bronce del padre Hidalgo fue entregado por el señor José Carrillo Arriaga al Ayuntamiento de la ciudad, habiéndolo acompañado en este acto el general Martín González y el diputado Valdespino Soto, representantes del divisionario Félix Ireta Viveros, Jefe de la 21ª Zona Militar; y licenciado David Franco Rodríguez, gobernador del Estado, respectivamente. "La banda de música que dirige el maestro Ramón Hernández Figueroa cedida por el Ejecutivo del Estado, amenizó y dio solemnidad a la ceremonia; y por la tarde dio en los portales una audición a la que asistió numeroso público, no obstante la intensa y molesta lluvia. "El Ayuntamiento ha decretado que la plazuela frontera a sus oficinas y al templo parroquial, lleve el nombre del conspicuo jurisconsulto ariense Victoriano Pimentel, que antes titulaba a la plazuela, que con la instalación de la estatua referida, cambia de nombre". La Luneta Colorada, evocador sitio de la vida romántica de Ario de Rosales a principios del siglo (ver capítulo XI), fue objeto también de algunas reformas. El lugar fue acondicionado discreta y

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artísticamente y en el centro se colocó un busto del general Cárdenas, en reconocimiento a los grandes beneficios otorgados a la ciudad. La invitación al acto reza de esta manera: "El honorable Ayuntamiento 1978-1980, los profesionales para el desarrollo de Michoacán, A. C. y los maestros y alumnos de los diferentes planteles educativos de la ciudad, invitan a usted y a su apreciable familia a la develación del busto del ilustre michoacano general de división Lázaro Cárdenas del Río, el cual ha quedado instalado en la Luneta Colorada de la calzada de Canintzio, el viernes 12 del presente (enero de 1979) a las 17 horas".

Durante el acto, se rindieron honores a la bandera nacional; el presidente del Ayuntamiento doctor Mario Cardona Mendoza, al develar el busto, pronunció un discurso; se dio a conocer un corrido al general Lázaro Cárdenas; el licenciado Armando Ballinas Mayés dirigió al pueblo unas palabras a nombre de los profesionales para el desarrollo de Michoacán, y después de que los representantes de las instituciones educativas de Ario plantaron un árbol simbólico, se tocó el Himno Nacional.

SE FUNDA LA BIBLIOTECA PÚBLICA "JOSÉ TRINIDAD GUIDO" La biblioteca pública de Ario de Rosales es obra de un grupo entusiasta de vecinos, al que secundó eficazmente el presidente municipal Flavio Ornelas. La idea fue concebida por el joven Luis Pita Cornejo, quien allá por el año de 1950 después de concluir sus estudios de secundaria, pasó a servir como maestro de primeras letras en las minas de Opopeo, en la inhóspita Tierra Caliente. Dos años permaneció allá; se recuerda que desempeñó el cargo con responsabilidad y cariño, no obstante lo mezquino del sueldo y la rebelde incultura de los lugareños. Pero tales circunstancias lo hicieron reflexionar en que si el hombre desea prosperar en la vida, requiere en principio, dar firmeza a su carácter y cultivar su espíritu.

Tal premisa se reafirmó en Luis cuando, debido a las estrecheces económicas por que atravesaba en esos momentos su familia, tuvo que regresar a su tierra y para ayudar en algo a los gastos domésticos,

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se empleó como despachador de la Cooperativa de Autotransportes "El Jorullo".

En Ario, su hermano Roberto secundó el propósito y juntos iniciaron una tarea que parecía utópica, si bien hallaron desde luego franca colaboración en don Trinidad Torres Gutiérrez, en Humberto del mismo apellido y en otras personas de buena voluntad porque, aunque parezca paradójico, la mayor parte de la gente no siempre comprende la labor generosa y callada que se desarrolla en los centros de cultura, labor que ningunos beneficios económicos proporciona a quienes se dedican a ella.

Se puso a la biblioteca el nombre del licenciado José Trinidad Guido y pronto se apreciaron sus frutos: la juventud empezó a apartarse de las diversiones superfluas y el adulto encontró un medio de mejorar, con buenas lecturas, su conducta ciudadana. A los primeros libros reunidos por los iniciadores, se fueron agregando otros hasta llegar a un acervo que pasa de cinco mil ejemplares. Desde el comienzo y sin más estímulo que contribuir a una causa noble, la señorita Eudelina Marroquín, se dio a la tarea de clasificar y catalogar los volúmenes. Con verdadero celo esta admirable mujer ha venido poniendo en práctica con sus paisanos, el sublime pensamiento de Carlyle: "Uno de los principales deberes del hombre es cultivar la amistad de los libros".

En 1972 el Ayuntamiento de Ario de Rosales rindió un cálido homenaje al vate J. Lamberto Moreno, uno de los grandes de la poesía romántica michoacana del siglo XIX. Las palabras dichas en tal ocasión por el presidente municipal Adelaido Torres Duarte, proporcionan otros importantes datos que el lector debe conocer.

"Al referirme a este centro de cultura —dijo— nacido en forma por demás humilde y que ahora constituye un legítimo timbre de orgullo para nuestra población, considero de justicia recordar a un paisano nuestro, al maestro Lamberto Moreno Jasso, recientemente fallecido, que fue honra y prez de su ciudad natal. Aparte habernos dejado otros muchos recuerdos; aparte su abundante, nacionalista y gallarda producción literaria y poética; aparte la no superada actividad social que realizó en Ario durante sus últimos años, después de una fecunda vida recorriendo los caminos de la patria, consagrado al magisterio; aparte haber trabajado con arrestos

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juveniles hasta lograr que la biblioteca pública municipal se enriqueciera y se ampliara creándole una sección infantil; aparte todo esto, como una suprema muestra de cariño hacia la tierra que lo vio nacer, emitió su última voluntad en el sentido de que su biblioteca particular —un verdadero tesoro por su contenido y una verdadera joya por la riqueza material de sus volúmenes y anaqueles— pasara definitivamente a formar parte del patrimonio del pueblo de Ario de Rosales, y en forma muy especial dedicada a la niñez y a la juventud de su solar nativo. "Mención honrosa y conmovida debemos hacer de la fiel compañera de vida del maestro, la distinguida profesora María Guadalupe Ortega viuda de Moreno, quien con la bondad inmensa que caracteriza a la mujer mexicana, con el grande cariño que como maestra también ella profesa a la juventud y con la lealtad debida al amoroso mandato de su esposo, siempre gentil, siempre amable, hizo entrega al Ayuntamiento no solamente de los libros y de los muebles que los contiene, sino también de un gran retrato al óleo del maestro, de las numerosas preseas que a lo largo de su vida le fueron otorgadas y de numerosas obras poéticas y musicales, conocidas o inéditas, que encierran inmarcesible belleza y son portadoras de los mensajes de lucha, superación, paz y amor al trabajo que siempre tuvo a flor de labios el ilustre desaparecido, a quien pido rindamos postrer homenaje de admiración, puestos todos de pie y en respetuoso silencio".

Tanto la sección de consulta e investigación, como la infantil, son atendidas personalmente y con verdadero afán de servicio, por la señorita Marroquín, merecedora por todos conceptos de algo más elocuente que el sincero afecto de sus paisanos.

Preside la sala de consulta e investigación, un retrato del licenciado José Trinidad Guido; y la infantil, el ya dicho antes del maestro J. Lamberto Moreno Jasso.

EL TURISMO EN ARIO Y SU ZONA DE INFLUENCIA El turismo en Ario de Rosales y su zona de influencia abarca un complejo de recursos, de belleza múltiple, que va desde el imponente bosque milenario, los ríos, las cascadas, los lagos (cuyas aguas

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transparentes reflejan la hermosura del cielo), los tibios amaneceres en la Tierra Caliente y los crepúsculos de maravilla que sólo pueden contemplarse entre Ario y Urapa o desde el Cerro del Castillo (teniendo como fondo el majestuoso Pico de Tancítaro), hasta los suculentos condumios de la cocina regional; y las artesanías que hablan al viajero con más elocuencia que las palabras, de la sensibilidad artística de los michoacanos.

Comprendido así el fenómeno, el gobierno del Estado incluyó este año dentro del programa de infraestructura caminera, diversas obras para facilitar el acceso a regiones turísticas, entre ellas la carretera Pátzcuaro-Erongarícuaro-San Jerónimo y la que va al Lago de Zirahuén; el puente de Jarácuaro y la zona arqueológica de Tzintzuntzan.136

La producción artesanal, tan importante en nuestros días, es admirable en Michoacán. Sus ricos y variados matices y su manufactura cuidadosa, envuelven el gusto, el color y la historia de un pueblo amante del trabajo. Los hombres de Santa Clara del Cobre forman parte de esta manifestación, lo mismo que los de zonas como Pátzcuaro, Quiroga, Tzintzuntzan, Paracho, Uruapan y otras que, evocando las disciplinas señaladas por don Vasco de Quiroga, elaboran piezas de extraordinaria perfección.

El aspecto turístico en Ario de Rosales debe examinarse pues, con los ojos de una perspectiva más amplia. Aunque la ciudad está llena de sitios históricos, el visitante no debe esperar encontrarse ante grandes monumentos, símbolos o edificios (por más que muy grandes fueron los sucesos que allí se desarrollaron) que identifiquen sus glorias, porque tanto el municipio como el Estado mismo, son pobres y carecen por el momento, de presupuesto suficiente para emprender trabajos de semejante importancia.

Allí están Nuevo Urecho, Turicato, La Huacana, Taretan, Churumuco y otras poblaciones de la Tierra Caliente, donde a cada paso el viajante se tropieza con la historia, sin encontrar más que apenas en algún lugar insospechado, vestigios o tradiciones orales de

136 Carlos Torres Manzo, Quinto Informe de Gobierno, p. 177. Morelia, septiembre de 1979.

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las hazañas heroicas de aquellos prohombres que desde 1810 han venido dando dimensiones universales a la comarca.

Hecha esta explicación, señalaremos algunos puntos importantes de Ario de Rosales.

EL PRIMER PALACIO NACIONAL La residencia de doña Clara Guido Figueroa viuda de Téllez, compuesta de dos plantas, ubicada en el portal Gordiano Guzmán, si bien luce hermosa en su interior, por su patio y corredores llenos de plantas florecidas y verdes follajes, está semidestruida; sus paredes, pisos y techos reclaman una necesaria y urgente reparación, que la propietaria no puede hacer. En el pórtico del edificio hay una modesta placa informando que allí se instaló el primer Tribunal Supremo de Justicia del país. La verdad, sin embargo, es otra: esa vieja casona, indiferente para la mayor parte de los habitantes de la región fue, en rigor, el primer Palacio Nacional. Bajo sus techos, de robustas vigas y rojizas tejas, despacharon no sólo los cinco magistrados de la indicada Corte, los abogados José Mariano Sánchez Arriola, José María Ponce de León, Mariano Tercero, Antonio de Castro y el ariense Juan Nepomuceno Marroquín, sino también los diputados del Congreso de Chilpancingo, que allí redactaron buena parte de la Constitución de Apatzingán; y también los miembros del Poder Ejecutivo: don José María Morelos y Pavón, don José María Liceaga y el doctor José María Cos. Fue, pues, residencia de los tres Supremos Poderes de la América Septentrional.

Esa casa, por este solo hecho, constituye un santuario de la patria que el gobierno federal debe proteger para conservarla con el decoro y dignidad de los grandes monumentos nacionales. ¡Hoy, ningún viajero que pase por allí puede imaginarse siquiera, lo que en verdad significan para México aquellos muros venerables!

LA CASA DEL DR. MIGUEL SILVA MACÍAS En el portal poniente de la Plaza grande está la casa que desde fines del siglo XVIII fue propiedad de un ilustre ariense: don José María

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Silva. Por tres razones, cuando menos, el edificio merece fervoroso recordatorio. Primero, porque allí estableció su hogar don José María, personaje que influyó mucho en los destinos de México desde la insurgencia hasta el fin del primer régimen federal, habiendo sido diputado y dos veces Gobernador del Estado; segundo, porque en 1803 el sabio barón de Humboldt y su amigo el botánico francés Aimé Bonpland fueron huéspedes de don José María Silva, en ese lugar tomaron sus últimas determinaciones para explorar el Volcán del Jorullo; y tercero, porque bajo su techo nació en 1821 el filántropo y hombre de ciencia doctor Miguel Silva Macías, quien, con su carácter de Gobernador, fue el primero en aplicar en Michoacán las Leyes de Reforma.

En esa casa se celebraban también, al comenzar la mitad del siglo pasado, tertulias presididas por Silva Macías, en las que se conspiraba contra la dictadura de Santa Anna y se propagaban las ideas del Plan de Ayutla.

LA IMPRENTA DEL DR. COS En una pequeña casa, ubicada en la esquina de las calles de Hidalgo y Rayón funcionaba a principios de este año un modesto taller de carpintería. En ese lugar, según nos informaron las autoridades de Ario, instaló en 1814 el doctor Cos la imprenta del gobierno. Sabido es que el inquieto sacerdote, sin desatender sus funciones como integrante del poder ejecutivo o como militar, siempre fue un apasionado de la imprenta; llegó hasta a fabricar con sus propias manos caracteres y tinta, con objeto de dar a conocer las proclamas de los jefes insurgentes.

Ese sitio, también, y otro, situado en el antiguo Portal Juan Álvarez, ahora dedicado a comercio, fueron varias veces refugio oculto de los archivos del señor Morelos, del Congreso de Chilpancingo y de las cajas de tipos de la imprenta.

Ninguna de estas últimas fincas ostenta la más leve señal que las identifique con la historia. En iguales condiciones están las casas donde vieron la luz primera el poeta Vicente Moreno, don José Trinidad Guido, doña Pudenciana Bocanegra de Medal y el

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polifacético Lamberto Moreno Jasso, personajes que han dado lustre a su pueblo. Apenas se salva la casa —convertida también en comercio— donde vino al mundo el licenciado Victoriano Pimentel, de quien nos hemos ocupado en estos Apuntes.

De los viejos mesones de San Francisco, Buenavista y de la Vaca, escenarios de grandes acontecimientos, así como de los portales y la placita de Jesús María donde Iturbide y Ramón Méndez levantaron sus cadalsos, no hay vestigios, y de ello no debe culparse al Ayuntamiento local ni al Estado, sino a la escasez de recursos.

En cambio, los condumios de Ario de Rosales siguen siendo los preferidos de toda la zona. Los quesos, la carne, seca, las adoberas, los aguacates, las panelas de requesón, el pozole y, sobre todo, el guiso llamado "Olla Podrida", famoso en toda la costa michoacana y comparable, por su sabrosura, con el mole poblano, el caldo michi de Guadalajara o el cabrito al horno y al pastor, orgullo de la frontera norte del país.

"Los servicios de auxilio turístico de 'Los Ángeles Verdes', como los visitantes llaman a las unidades de patrullaje, ampliaron la cobertura de sus rutas —afirmó el 29 de septiembre de este año el Gobernador Constitucional del Estado—,137 Atendiendo nuestras gestiones, la Secretaría de Turismo autorizó la adquisición de cuatro nuevas unidades que entraron en operación y podemos decir que con las nueve rutas actuales, el patrullaje de auxilio turístico cubre todas las vías de acceso a las principales zonas de aprovechamiento turístico en la entidad. "Es obvio señalar, que un elevado porcentaje de la derrama económica provocada por el turismo, benefició a los artesanos de Michoacán, a quienes hemos apoyado sin reservas, brindándoles asesoría técnica para el financiamiento y comercialización de sus productos, especialmente a través de la Casa de las Artesanías, institución que recibió la visita de cerca de doscientas mil personas y que interviene sistemáticamente en la promoción de tianguis y ferias artesanales. "Durante el desarrollo de la XX Exposición y Feria de Michoacán, evento ya tradicional que en mayo anterior recibió la visita de más de

137 Carlos Torres Manzo, Quinto Informe de Gobierno, pp. 178-181. Morelia, septiembre de 1979.

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seiscientas mil personas, los artesanos michoacanos dispusieron de un pabellón que les permitió mostrar ante miles de personas los ancestros procesos de elaboración artesanal; y en agosto pasado asistimos al inicio de la Feria Nacional del Cobre en Santa Clara y de la Feria Nacional de la Guitarra en Paracho. "La participación de los artesanos ha sido constante en exposiciones y ferias regionales tan importantes como las de Apatzingán, Pátzcuaro, Jiquilpan, Sahuayo y Zamora, además del apoyo que les hemos dado para que participen en eventos nacionales que promueven la comercialización de artesanías michoacanas en el país y en el extranjero".

La máxima fiesta cívica en Ario, es el 7 de marzo, aniversario de la instalación en esa ciudad, de los tres Supremos Poderes de la América Septentrional, emanados de la Constitución de Apatzingán. Año con año, en tal fecha, se celebran suntuosas ceremonias a cargo de elementos culturales, folclóricos y deportivos de todo el Estado.

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CAPÍTULO XIII

LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS (1950-1979)

Se construyen grandes obras materiales. Panorama de la educación en el municipio. Quiénes la sostienen y en qué proporción. El jardín de niños "Luz María Serradell". Escuelas primarias. La Secundaria "Lázaro Cárdenas". La Técnica Agropecuaria. La Preparatoria "J. Isaac Arriaga". El Centro de Capacitación CONASUPO. Hospitales. Medios de comunicación masiva. Periódicos. Teléfonos. Arienses exponentes de cultura. Ario de Rosales actual. Densidad demográfica. Estado financiero. Cuarto Centenario de su fundación. Los Juegos Florales. S. G. M. Raquel I. Su corte de honor. Las embajadoras de México, Tacámbaro, Churumuco, La Huacana y Nuevo Urecho. J. Lamberto Moreno, poeta laureado. Reinauguración del Palacio Municipal. Las fiestas del 7 de marzo de 1979.

OBRAS MATERIALES MÁS IMPORTANTES EN ARIO LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS —de 1950 a la fecha— se significan por una actividad febril desarrollada por los habitantes de Ario de Rosales, en beneficio de su pueblo y de las comunidades de su zona de influencia. El progreso se advierte lo mismo en materia de educación (del jardín de niños al bachillerato y al técnico agropecuario), de salubridad e higiene, de comunicaciones y transportes, de economía, desarrollo agrícola y comercio, que en actos cívicos de diversa índole, los cuales ponen de relieve la cultura asimilada.

En el curso de estas tres décadas se han construido en Ario amplios y hermosos edificios escolares, canchas deportivas (de futbol y basquetbol) y una alberca para natación; se han abierto al tránsito nuevas carreteras que lo comunican a todas partes; se terminaron las obras de reconstrucción del viejo palacio municipal, reinaugurado el 7 de marzo de este año por el Gobernador del Estado, licenciado Carlos

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Torres Manzo; y se ha mejorado y ampliado el cultivo de plantas en los viveros municipales, cuya producción, junto con la de los viveros de Morelia y Los Azufres, tiene a su cargo la reforestación artificial de 3,150 hectáreas.138

Tiene Ario un buen alumbrado eléctrico que proporciona la Comisión Federal de Electricidad; excelente servicio telefónico automático local y de larga distancia; oficina telegráfica y un regular alcantarillado en las calles. Cuenta, además, con un hospital y centro de salud, una moderna clínica del IMSS con diez consultorios, 56 camas, gabinete de rayos X, quirófano, lavandería, cocina, comedor y salas de espera. El servicio de correos es bueno; hay tres terminales de autobuses que hacen alrededor de cien corridas diarias a diferentes rumbos; dos estaciones de servicio para automóviles, varios talleres mecánicos, cuatro hoteles, restaurantes y una sucursal del Banco de Londres y México.

Ario es una de las ciudades más chicas del Estado de Michoacán. Como tal, su industria aun es precaria. La más importante es la Resinería Ejidal de Michoacán, S. A., ubicada en la avenida Circunvalación, y que produce colofonía y aguarrás de alta calidad, cuya venta se hace principalmente en el extranjero. Socios de esta negociación son algunos dueños de bosques, campesinos, ejidatarios y pequeños propietarios. Le sigue una fábrica de harina de trigo denominada "La Gloria", en calle Iriarte núm. 20; y luego seis pequeñas industrias más: Roberto Bárcenas Álvarez, en calles Rivas y Valle, que elabora cajas de empaque, de madera; Martín Cardona Gaona, herrería artística, en Rivas 225; la Imprenta Rex, en Guerrero 146; Efraín López Gaytán, herrería artística; Flaviano Marroquín Sánchez, en calles de Galeana, que fabrica mosaicos y losetas; y Pinosa S. de R. L., establecida en Abasolo 45 y que produce aguarrás y brea.139

138 Carlos Torres Manzo. Quinto Informe de Gobierno, p. 121. Morelia, septiembre de 1979. 139 Michoacán. Potencial Económico. Directorio Industrial 1978, p. 149, Morelia, 1978.

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En cuanto a las artesanías, desgraciadamente, poco a poco han ido desapareciendo; solamente queda una tenería, la de José Medrano, y dos o tres talabarterías.

MAGNO IMPULSO A LA EDUCACIÓN PÚBLICA Funcionan hoy en Ario los siguientes establecimientos educativos:

1. Escuela preparatoria "J. Isaac Arriaga", dependiente de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

2. Escuela secundaria federal "Lázaro Cárdenas". 3. Escuela secundaria nocturna particular "Dr. Miguel Silva

Macías". 4. Escuela secundaria técnica agropecuaria "Francisco I.

Madero", dependiente de la SEP. 5. Escuela primaria federal "Melchor Ocampo". 6. Escuela primaria federal "José María Morelos y Pavón". 7. Escuela primaria federal "Justo Sierra". 8. Colegio particular incorporado a la SEP, de enseñanza

primaria "Vasco de Quiroga". 9. Colegio particular incorporado, de enseñanza primaria

"Miguel Hidalgo y Costilla". 10. Jardín de Niños "Luz María Serradell". 11. Centro CONASUPO de capacitación campesina. 12. Academia comercial particular "Fray Juan Bautista de Moya".

Por lo que respecta al estado general de la educación pública en el municipio, nada tan elocuente como esta parte del Informe que el presidente del Ayuntamiento acaba de rendir al pueblo:

"El mejoramiento del sistema socio-económico de nuestro municipio será posible en la medida en que podamos elevar el nivel cultural del pueblo, pero en forma especial el de las nuevas generaciones, para capacitarlas en el desempeño de actividades productivas y de servicios, o para encauzarlas en el estudio de la ciencia y la tecnología.

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"Con espíritu patriótico, los gobiernos federal, estatal, municipal y la iniciativa privada, están abocados a resolver el problema educativo en todos los niveles y por ende en el de primarias: fundando escuelas, construyendo aulas, haciendo remodelaciones y aumentando maestros, tanto en el medio urbano como en el rural. "La educación primaria en general está atendida y financiada por los gobiernos federal, estatal, municipal y la iniciativa privada sosteniendo escuelas y maestros a la medida de su nivel económico. "Funcionan escuelas federales en las siguientes comunidades: Ario de Rosales, El Agostadero, Araparícuaro, El Arenal, La Barra, El Calabozo, El Cangrejo, Las Carámicuas, Cuaraya, Chuén, El Chupadero, El Durazno, Limón del Tejamanil, La Mesa del Manzanillo, El Moral, Los Negros, Pablo Cuín, La Palma de Altamira, Paso Real, La Playa de Guadalupe, Puente Alto, Puentecillas, Rancho Nuevo, La Sandía, San José de Chuén, San José de las Cañas, Tepamal, Tunácuaro, Urapa, El Ortigal, Palma Cuata, Tahuaenambo, Carrizalillo de Chuén, El Pinal Tres Palos y La Cebadilla. "Las escuelas que sostiene el gobierno del Estado se encuentran ubicadas en las comunidades de El Guayabo Colorado, Los Pareos, Las Fuentes, Puerto de Urapa, Las Escobillas, San Cayetano, El Colorín y El Rincón de la Yerbabuena. "El gobierno municipal tiene establecidas escuelas en las comunidades de Planillas y Buenavista del Sur. "El Consejo Nacional de Fomento Educativo tiene escuelas con maestros comunitarios en las comunidades de Los Pulidos, El Remate, La Alberca, Carrizalillo de Palma Cuata, El Ciprés, El Mortero, La Ilusión, El Tejamanil y San Rafael. "Por lo que corresponde a la iniciativa privada sostiene escuelas en Ario de Rosales y Urapa. "Durante mi primer año de gobierno se han terminado las construcciones de las escuelas de las comunidades de San José de Chuén, de Chuén y de la Playa de Guadalupe con un total de 6 aulas y una dirección, habiendo sido financiadas sus construcciones en forma tripartita de la manera siguiente: El gobierno federal aportó la cantidad de El gobierno del Estado aportó la cantidad de Aportación de los vecinos de las comunidades

$243,750 $243,750 $243,750

TOTAL $731,250

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"El gobierno federal atiende 41 escuelas, 3 en el medio urbano y 38 en el medio rural. Las escuelas urbanas están atendidas por 49 maestros de los diferentes sistemas atendiendo a 1980 alumnos. Las escuelas rurales están atendidas por 76 maestros de los diferentes sistemas que atienden la educación de 3,000 alumnos. "El gobierno del Estado tiene a su cargo la atención de 8 escuelas, todas ubicadas en el medio rural, atendidas por 10 maestros, también de los diferentes sistemas y educan un total de 407 alumnos. "El gobierno municipal sostiene a 6 maestros municipales, dos de ellos tienen a su cargo una escuela cada uno y los otros 4 están adscritos en escuelas federales. En las dos escuelas municipales se atienden a 62 alumnos. "El Consejo Nacional de Fomento Educativo tiene a su cargo la atención de 9 escuelas con un maestro comunitario cada una, más 4 adscritos a escuelas federales y estatales que atienden a 379 alumnos. "La iniciativa privada atiende 3 escuelas particulares, 2 en el medio urbano con 11 maestros y 411 alumnos; y una en el medio rural con 4 maestras que atienden a 131 alumnos. "Educación para Todos contrató los servicios de 65 instructores y 5 maestros supervisores para atender el sistema de educación de adultos, en su primera etapa de alfabetización, estando inscritos actualmente 1,300 iletrados en los diferentes centros de estudio establecidos en todo el municipio y cuya etapa culminó el 31 de enero de 1979. "A grandes rasgos este es el panorama en el renglón de educación en nuestro municipio".140

SE FUNDA LA PREPARATORIA "J. ISAAC ARRIAGA" No podían estar satisfechos los arienses sin contar con una escuela preparatoria en su ciudad. Resulta que los egresados de la secundaria "Justo Sierra", si deseaban proseguir estudios hasta obtener un grado universitario, tenían que emigrar a Morelia para inscribirse en el Colegio de San Nicolás, o a Uruapan, en la preparatoria "Eduardo

140 Expediente Informes. Archivo Municipal de Ario de Rosales, 1979.

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Ruiz". Las familias no siempre estaban en condiciones de sufragar los gastos inherentes y de ahí que muy pocos jóvenes pudieran obtener un título profesional; los demás desembocaban en la burocracia provinciana, se dedicaban al comercio, a alguna pequeña industria o a otras actividades de escasa remuneración.

Y, como en ocasiones anteriores, el pueblo y sus autoridades pusieron manos a la obra. La institución, en condiciones muy modestas, comenzó a trabajar por el mes de septiembre de 1964, en una casa habitación que le fue otorgada en préstamo, ubicada en la calle de Guerrero 289. El 12 de enero del siguiente año, la escuela fue incorporada a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, para el reconocimiento y validez de los estudios; pero no mejoró gran cosa la penuria en que se debatía.

En aquella casa prestada la escuela se sostuvo sin desmayos, durante doce años, hasta que el gobierno del Estado le cedió el casco y parte de los terrenos de una vieja hacienda, donde la Comisión del Balsas había instalado sus oficinas desde hacía algún tiempo. En ese predio fueron construidos los salones con que ahora cuenta.

El plantel desde su erección ha producido trece generaciones; la inscripción de este año es de 148 alumnos.

SE INSTALA EN ARIO UN CENTRO DE CAPACITACIÓN CONASUPO Ario de Rosales cuenta, además, con un Centro importante de capacitación técnica que desde su fundación en 1971, ha producido óptimos beneficios en todo el Estado, principalmente entre los trabajadores del campo. Nació ante la necesidad de adiestrar al personal que presta sus servicios en la CONASUPO, a los ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios, para integrarlos al proceso social y económico del país.

CONASUPO inició esta tarea poniendo a funcionar veinte Centros en el país, acondicionados debidamente y ubicándolos en regiones agrícolas con buenas vías de comunicación y en condiciones geográficas y climatológicas adecuadas.

Por lo que respecta a Michoacán, Ario de Rosales fue escogido para esta magna empresa. Se construyeron de inmediato las

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instalaciones necesarias y se les dio el nombre de Centro CONASUPO de Capacitación Lázaro Cárdenas.

En una extensa área de terreno se levantaron amplios salones, bodegas, oficinas administrativas, talleres, dormitorios, comedor, cocina, servicios sanitarios y campos deportivos.

Entre 1917 y 1977 —informó al autor de estas notas el director del Centro, licenciado Xavier Vázquez Monforte— un total de 3,791 campesinos fueron capacitados bajo el sistema de internado. En 1974 ya el Centro resultaba insuficiente para satisfacer la demanda de aspirantes, por lo que desde luego se fue estructurando un programa de capacitación externa, bajo el cual fueron adiestrados entre ese año y 1977, 13,970 trabajadores del campo, cifra que representa 78.66 por ciento del total.

EL AGUACATE Y LA ESCUELA SECUNDARIA TÉCNICA AGROPECUARIA Hará todavía unos quince años que tanto en la región templada como en la Tierra Caliente, prevalecía la creencia de que el aguacate más rico por su sabor, tamaño y forma era el cultivado en Nuevo Urecho. No sólo Michoacán, sino los Estados vecinos y aun el Distrito Federal, se proveían preferentemente del aguacate de Nuevo Urecho y nada raro era que por la temporada de cosecha, apareciera también este fruto en los mercados norteños y de otros lugares del país.

Sin quitarle, desde luego, su fama bien adquirida al aguacate de Nuevo Urecho, algunos arienses se dieron a la tarea de renovar sus plantaciones y mejorar las variedades. Existían de tiempo atrás varias huertas (como la de Trinidad Torres Gutiérrez), pero éstas se explotaban al "estilo antiguo" y, por tanto, rendían precarios dividendos a sus propietarios. Pensando en ello, hace como diez años los hermanos Luis, Roberto y Francisco Pita Cornejo en sociedad con Gabriel Morelos Gómez, concluyeron un plan de producción racional del aguacate en Ario, utilizando para el experimento un predio denominado "La Chuparrosa". Sin embargo, poco después la sociedad se disolvió, pero los socios por separado se entregaron al cultivo del árbol en un potrero ubicado frente a la actual gasolinera de Manuel Escobar Vega.

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El éxito alcanzado por estos pioneros (actualmente hay cerca de 200,000 árboles plantados en el municipio), pronto despertó el entusiasmo de los vecinos, cosa que ensanchó el horizonte económico de Ario; tanto más cuanto que, según agrónomos que han explorado las tierras y examinado las semillas, opinan que la región y el clima de la comarca, son ideales para el cultivo del aguacate "Has", que es el de mejor calidad.

No estamos en posibilidad de afirmar que el aguacate haya motivado la fundación de la Escuela Secundaria Técnica Agropecuaria de Ario de Rosales, pero sí de asegurar que de la excelencia y perspectiva de este producto, surgió la idea durante una de las frecuentes visitas del divisionario Lázaro Cárdenas a aquel lugar, de crear un establecimiento donde los campesinos, huertanos y pequeños agricultores pudieran recibir asesoría en materias agrícola y ganadera.141

Conocida la idea del ex Presidente, la acogieron con entusiasmo el gobierno de Michoacán y otros organismos y personas importantes, proporcionando recursos y dirección para construir las instalaciones que hoy están en plena actividad en una superficie de once mil metros cuadrados, al norte de Ario.

EL JARDÍN DE NIÑOS "LUZ MA. SERRADELL" A la fecha Ario de Rosales sólo cuenta con un jardín de niños. Este es un renglón que, en materia educativa, se ha descuidado, si se toma en cuenta la numerosa población infantil. El que existe, "Luz Ma. Serradell", tiene su historia; una historia no exenta de sacrificios y de intrigas. En 1956 fue fundado por la señora profesora Imelda Maya de Castro, quien actualmente reside en Morelia. Por azares del destino

141 La Voz de Michoacán, diario publicado en Morelia, en edición del 27 de febrero de 1972, hizo este comentario que corrobora la opinión de los arienses:

"En septiembre próximo quedará incorporada a la Secretaría de Educación Pública la Escuela Secundaria Técnica Agropecuaria de Ario de Rosales, que habiendo sido iniciada por voluntad del ex presidente Lázaro Cárdenas, habrá de representar inversiones globales de cerca de dos millones de pesos".

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esta dama tuvo en aquella fecha necesidad de radicarse en Ario y, disponiendo de tiempo, se dio a la tarea de coadyuvar a la educación de la niñez.

"En esos días —refiere en carta al autor— sólo había una escuela secundaria (la "Lázaro Cárdenas") con pocos alumnos, un colegio particular y una escuela primaria que dirigía el profesor Ignacio Magaña Cancino. Cuando visité este último establecimiento, me di cuenta de que en el grupo de primer año había numerosos niños apenas en edad preescolar. Así se lo manifesté al director y él estuvo de acuerdo".

Ese mismo día el profesor Magaña habló con los padres de los pequeños, indicándoles la conveniencia de fundar un jardín de niños. Aceptada la idea, con el apoyo de éstos y de las autoridades municipales, se hicieron gestiones ante el señor Gobernador y como resultado, la Dirección de Educación autorizó la apertura del jardín y designó a la profesora Maya, educadora. Se instaló en la casa núm. 16 de la calle de Iriarte.

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN MASIVA Además de los caminos y carreteras que en los últimos treinta años han puesto a Ario de Rosales en conexión terrestre con todas las poblaciones importantes de la República, la ciudad disfruta, como se dijo al principio de este Capítulo, de excelentes servicios de correos, telégrafos, radio y televisión.

La red de radio-telefonía en el Estado de Michoacán incluye en sus circuitos, desde luego a Ario de Rosales, así como a Nuevo Urecho, La Huacana, Churumuco, Taretan e Inguarán, que corresponden a su zona de influencia, como veremos:

Frecuencia: 4,910 Khz. Horario: 08 a 18 h. Circuito número 1. Cuarenta y siete estaciones fijas ubicadas en: Morelia, Uruapan, Apatzingán, Copándaro, Benito Juárez, Villa Madero, Carácuaro, Turicato, Pastor Ortiz, Tuzantla, Susupuato, Churumuco, Huetamo, San Lucas, Tiquicheo, Tacámbaro, Tingambato, Tijútaro, Nuevo Urecho, Arteaga, Aquila, Coalcomán, Caleta de Campo, Coahuayana,

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Infiernillo, La Huacana, Melchor Ocampo, Playa Azul, Tumbiscatío de Ruiz, Epitacio Huerta, Paracho, Zitácuaro, Buena Vista de Tomatlán, Aguililla, Taretan, Tepalcatepec, Tancítaro, Ucareo, Contepec, Tzitzio, Ziquítaro, Acuitzio del Canje, Ario de Rosales, e Inguarán y tres estaciones fijas en los campamentos de trabajo en donde se construyeron caminos en el Estado.

Circuito número 2. Cuarenta y siete estaciones de base en el Estado de Michoacán, ubicadas en los mismos lugares del Circuito Núm. 1, en esta frecuencia y dos estaciones móviles terrestres con radio de acción dentro del Estado de Michoacán, que se comunican con las estaciones base.142

Los habitantes de Ario, como los de todas las ciudades del país, están informados al momento de los sucesos importantes que ocurren en el mundo; y como hace apenas diez años que la antigua villa alcanzó el rango de ciudad, y es, además, una de las ciudades más pequeñas, merece que se destaquen los órganos de comunicación masiva con que cuenta y los cuales, sin duda, han contribuido a su progreso y bienestar en los últimos años. Nos referimos a la incorporación al sistema automático LADA de los teléfonos locales; y a la prensa, cuyas bondades no necesitan ponderación.

A partir del 5 de junio de 1966, Ario quedó comunicada al resto del mundo por el sistema LADA. Ese día, durante el acto inaugural, el presidente del Ayuntamiento, Diódoro Gaytán Díaz, dijo en un discurso entre otras cosas:

"…En este momento se inaugura el servicio de comunicación automática a larga distancia, quedando nuestra ciudad incorporada por teléfono a todo el mundo. Merecen nuestro reconocimiento y gratitud los señores José María Cuarón, director administrativo de Teléfonos de México; José Modesto Esquivel, gerente de zona en la ciudad de Morelia, quienes siempre nos proporcionaron información y orientaciones que hicieron posible realizar esta obra…"

Respecto a la prensa, corre la versión en la Tierra Caliente, de que Ario de Rosales fue una de las poblaciones que desde la insurgencia

142 Michoacán. Inventario de Recursos, p. 145. México, 1973. Gobierno del Estado de Michoacán.

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dieron a luz, si no precisamente periódicos como ahora los conocemos, sí hojas impresas con breves noticias, especialmente de los acontecimientos militares. Pero, con excepción de las proclamas del gobierno emanado de la Constitución de Apatzingán, instalado allí que publicaba en su imprenta el doctor Cos, no logramos encontrar otros documentos que confirmaran la especie.

Por tanto, vamos a consignar aquí únicamente los periódicos que logramos hallar en archivos particulares y en la Hemeroteca "Mariano de Jesús Torres", de Morelia.

El más antiguo es El Ensayo, semanario de literatura, variedades y anuncios. Fue fundado el año de 1905 y, según declaraban sus editores al final de 1910, llegó a alcanzar una circulación de 6,000 ejemplares y se expendía en las principales ciudades michoacanas.143

El Ariense, quincenal órgano independiente al servicio del pueblo.

Lea, revista mensual al servicio de Michoacán. Fue fundada y dirigida por el Profr. Luis Carreño Suárez. El primer número impreso en papel tablet, a dos tintas, buen formato y portada excelente papel couché de 90 kilos, apareció el primero de septiembre de 1947 y se sostuvo durante un año.

Evolución, tabloide, estuvo apareciendo sin interrupción desde junio de 1975 y todo 1976.

La Palabra Escrita, semanario, se sostuvo dos años. El primer número apareció el primero de agosto de 1976.

Al desaparecer La Palabra Escrita, surgió La Palabra. Este periódico era semanario, tenía sus oficinas en Degollado 48, y valía un peso el ejemplar.

Por último, El Hachón estuvo publicándose durante 1977. Todos los días, en las primeras horas de la mañana, se expende

en Ario La Voz de Michoacán, diario publicado en Morelia; y poco después del medio día, los principales periódicos de México.

143 Archivo Pita Cornejo. En el Capítulo X se dan las características de esta publicación.

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OTROS ARIENSES EXPONENTES DE CULTURA A medida que el lector fue pasando sus ojos por las páginas de estas Notas, fue también descubriendo los nombres de personajes hijos de Ario de Rosales, que de una o de otra manera se significaron y dieron a conocer lo que su tierra natal ha sido y es en la historia de México.

Unos —casi todos— buenos patriotas, filántropos, progresistas, dinámicos y audaces que con su conducta cívica y las luces de su cultura, han dado brillo a su solar nativo; y otros —dos o tres— acaso no deliberadamente, sino al calor de las más enconadas pasiones políticas, lo han empañado, como es el caso del general Ramón Méndez.

A la pléyade de brillantes personajes vamos a añadir otros nombres tomados al azar, pues las omisiones que resulten, muy naturales en estos casos, sólo pueden atribuirse a la brevedad del tiempo de que se dispuso para escribir estos Apuntes.

J. Lamberto Moreno Jasso El primero de ellos es el profesor J. Lamberto Moreno Jasso. Nació este personaje en Ario el 17 de septiembre de 1883. Era hijo de Víctor Moreno Huerta y de su esposa Refugio Jasso. Muy niño perdió a sus progenitores y quedó al cuidado de su tía paterna Josefina Moreno, quien lo crió y ya grandecito lo mandó al Colegio Salesiano de Morelia, donde destacó no sólo en sus estudios, sino en el Coro, por su dulce y melodiosa voz. Al elegir carrera, ya joven, decidió aprender Leyes (contra los deseos de su protectora que deseaba consagrarlo al sacerdocio). Sin embargo, por la estrechez económica de ésta, no pudo continuar los estudios de Derecho y entonces eligió el magisterio.

Fue de los primeros maestros rurales surgidos después de la lucha armada; por su talento y dotes pedagógicas, pronto ascendió a inspector de zona y después a director federal de educación, empleos que desempeñó en diversos Estados de la República. Trabajó en las Misiones Culturales, creadas durante el gobierno del Presidente Cárdenas; de ahí, por encargo expreso del Primer Mandatario, fue a recibir a los niños españoles, huérfanos de la Guerra Civil, habiendo

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sido el primer director de la escuela "México-España", establecida en Morelia.

Más tarde, Harris Lloyd Hughes lo invitó a trabajar en la UNESCO. Se trasladó entonces a París y fue comisionado por aquel organismo para dirigir la educación fundamental en El Salvador, Perú y otras naciones de Centro y Sudamérica.

De nuevo en el país prosiguió su labor magisterial hasta obtener su jubilación en 1960, después de más de 50 años de servicio.

J. Lamberto Moreno Jasso era un personaje sumamente culto. Dominaba el latín, el francés y el italiano. Poeta romántico de altos vuelos, es autor de numerosísimas poesías que, desgraciadamente, no han sido editadas en forma de libro.

Compuso el "Himno a la Paz", que adoptó oficialmente la UNESCO, así como el "Himno a Rosales".

Dueño de una prosa sutil escribió cuentos y novelas costumbristas, entre éstas "Los Gañanes". Bohemio a carta cabal se carteó con los grandes de la poesía de su tiempo: Ramón López Velarde, González Martínez, el Vate Frías, Samuel Ruiz Cabañas; y de los literatos michoacanos era amigo íntimo de Rubén C. Navarro, Luis Mora Tovar, Salvador Ortiz Vidales, Alfredo Maillefert, Leopoldo Zincúnegui Tercero, José Barriga Zavala y José Palomares Ortiz, entre otros.

Amó a su tierra como pocos. Donó a la biblioteca "José Trinidad Guido" sus numerosos libros y las preseas que alcanzó en vida por su labor social, pedagógica y literaria. (Ver capítulos XI y XII y los Documentos 2 y 3 del Apéndice). El Ayuntamiento presidido por el general Heredia Castrejón lo declaró hijo predilecto de su ciudad natal.

Luis Pita Cornejo Luis Pita Cornejo nació el 14 de junio de 1929, hijo del matrimonio formado por don Roberto Pita Hurtado y doña Francisca Cornejo Gil, ambos pertenecientes a antiguas familias de origen liberal. Se le bautizó con el nombre de Luis en memoria de su bisabuelo, el coronel juarista Luis Pita, quien defendió denodadamente la causa republicana contra los franceses, austriacos y belgas y los mexicanos

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traidores que los secundaron. Cursó su instrucción primaria en la escuela "Melchor Ocampo" de su tierra y de allí pasó al internado de enseñanza secundaria "Nicolás de Régules", de Tacámbaro. Concluidos estos estudios, fue maestro rural en la Tierra Caliente y despachador en la Cooperativa de Autotransportes "El Jorullo". Más tarde se inscribió en el Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, y luego en la Facultad de Medicina hasta obtener el título de médico cirujano y partero.

También hizo estudios de postgrado en la Universidad Nacional de México y en los Estados Unidos, regresando al país para dedicarse a su profesión y al ejercicio del magisterio. Fue profesor y director de la Facultad de Medicina de Michoacán, miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad Nicolaita y rector de la misma; hizo un papel brillante en el desempeño de este último cargo, al lograr del gobierno federal un incremento extraordinario en favor de la Universidad, por más de veinte millones de pesos. Casó con la doctora Victoria Ramírez Centeno, hija del distinguido michoacano licenciado Jesús Ramírez Mendoza. (Ver Capítulo XII).

Carlos Huerta Cañedo Este distinguido profesional fue hijo del licenciado Daniel Huerta Cañedo que, como se dijo en el Cap. XI, desempeñó el cargo de secretario particular de Salvador Escalante cuando éste se levantó en armas en Santa Clara del Cobre. Nació en Ario en 1902, realizó sus estudios preparatorios en el Colegio de San Nicolás y los profesionales en la Facultad de Derecho. Ocupó cargos importantes en la judicatura, entre otros el de Procurador General de Justicia del Estado y Presidente del Supremo Tribunal de Justicia de Michoacán. Falleció en Morelia en el año de 1972. Enrique Estrada Aceves Enrique Estrada Aceves nació en Ario de Rosales el 7 de julio de 1903, cuando sus padres licenciado Enrique Estrada Villegas y Elvira Aceves Ávila, originarios de La Piedad de Cavadas, se avecindaron en aquel lugar.

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Estudió las primeras letras en la escuela primaria "Benito Juárez" de Morelia; la secundaria en Pátzcuaro, donde a la vez empezó a trabajar como escribiente en el juzgado de primera instancia. En 1926 se hizo cargo de la Secretaría del Juzgado de Ario de Rosales hasta 1932 cuando fue promovido a secretario de la Tercera Sala del Tribunal de Justicia del Estado. Aprovechó su estancia en Morelia para hacer estudios de Jurisprudencia; una vez graduado, fue profesor de derecho civil en la Escuela de Leyes de la Universidad Michoacana; juez primero de lo civil y presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje. Desempeñó también los cargos de rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y magistrado primero y después presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado. Murió en Morelia en noviembre de 1974.

Monseñor Felipe de Jesús Torres Hurtado Nació este notable sacerdote el año de 1901 en una casa del Portal Chaparro (ahora Benito Juárez), frente a la plaza principal de Ario; hijo de Crescencio Torres y de María de la Salud Hurtado.

Permaneció diez años en Roma, donde hizo brillantes estudios teológicos, al grado de que por mandato personal del Sumo Pontífice, fue nombrado Vicario Apostólico en la Baja California. Allá estuvo muchos años propagando la fe de Cristo; pasó después a Saltillo, como secretario de la Mitra. Pese a su precaria salud volvió a la Baja California a continuar su obra, con el carácter de simple misionero.

Roberto Pita Cornejo A Roberto Pita Cornejo nos hemos referido en casi todos los Capítulos de esta obra. Fue un auxiliar insustituible en las investigaciones que el autor llevó a cabo en Ario y la Tierra Caliente, para escribir estos Apuntes. No concluyó sus estudios universitarios como su hermano Luis, pero es inspirado poeta, escritor, orador y periodista. Tampoco ha publicado nada en forma de libro; sus escritos aparecen en numerosos periódicos y revistas de Michoacán en los que ha colaborado. Se le estima grandemente en toda la Comarca, donde familiarmente lo llaman Pilos.

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Ha sido varias veces secretario del Ayuntamiento de su tierra natal y actualmente lo es del de Pátzcuaro.

Otros nombres A los anteriores, añadiremos otros nombres: Luis Padilla, precursor del movimiento maderista de 1910. Con Martín Castrejón conspiró en Ario contra la dictadura del Presidente Díaz y al levantarse en armas Salvador Escalante, en Santa Clara del Cobre, se unió a él. En el curso de los años alcanzó el grado de general. Murió en Uruapan. (Ver Cap. XI). Ingeniero Jorge García Álvarez Este profesional es actualmente director de Obras Públicas del Estado de Michoacán. A él se debe la remodelación del Palacio Nacional y la plaza principal de Ario, su tierra natal. Ingeniero Félix Barragán Suárez Por los trabajos que tuvo a su cargo, de embellecimiento de la ciudad principalmente, el Ayuntamiento le otorgó el título de "Hijo Predilecto de Ario de Rosales". Otro ariense, Ramón Vázquez Salinas, es hoy en día funcionario directivo del Canal 11 de Televisión, en la ciudad de México. ARIO DE ROSALES EN LA ACTUALIDAD Observando las gráficas de crecimiento que contiene el Inventario de Recursos de Michoacán (Ed. del Gobierno del Estado. México, 1973), se puede calcular la probable población para las décadas de 1980 y 1990. Estos datos son de suma importancia, pues permiten hacer proyectos a corto o largo plazo con cierta seguridad de satisfacer las necesidades que existirán en Ario para esas fechas.

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Por lo que respecta a planificación, es muy importante estudiar los datos que se refieren a la natalidad, mortalidad, fecundidad, estado civil y migración, ya que todos ellos son claros indicadores de la mayor o menor explosión demográfica existente en el municipio y en su zona de influencia.

En febrero de este año, el entonces secretario del Ayuntamiento de Ario, licenciado Atilano Vázquez Herrera, se echó a cuestas la tarea meritísima de levantar un censo de población de todo el municipio, auxiliado de los maestros de escuela y calculándose los promedios por el volumen de inscripción en los planteles educativos.

Los centros poblados en el municipio, incluyendo la cabecera, son 153.

El número de habitantes atribuido a cada centro de población debe verse con cierto criterio, pues serán los Censos Nacionales de 1980 los que digan la última palabra sobre este cálculo.

Por lo que respecta a la situación financiera del municipio, el administrador de rentas del Estado, Juan Murillo Mora, el primero de marzo del presente año nos proporcionó por escrito el siguiente informe:

"Recaudación obtenida en Ario de Rosales por concepto del impuesto predial urbano durante el año de 1979: 353 mil 535 pesos 15 centavos. Se estima recuperado el 80 por ciento. "Recaudación predial rústico: 24 mil 945 pesos 50 centavos y se estima recuperado el 60 por ciento".

CUARTO CENTENARIO DE LA FUNDACIÓN DE ARIO DE ROSALES Sin duda alguna, el suceso más relevante registrado en los últimos treinta años en la comarca que historiamos, es la celebración del Cuarto Centenario de la fundación de Ario, los días 10, 11 y 12 de noviembre de 1956.

Como ocurriera en otras ocasiones, tratándose de intereses comunes, pueblo y gobierno unieron sus esfuerzos para el éxito de la empresa. Se constituyó, como primera medida, una Comisión Organizadora de la que formaron parte el Ayuntamiento presidido por el alcalde Antonio Villanueva Macías, la Junta de Mejoramiento

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Moral, Cívico y Material de Ario y el Comité Patriótico de Damas de la propia ciudad, Comisión que tuvo a su cargo la tarea de llevar a feliz término las distintas ceremonias.

En este organismo figuraron con prominencia Diódoro Gaytán Díaz, Agustín Rangel, Lic. Juan Martínez Díaz, Profra. Raquel Reyes, Ángela García O. de Ávila, Profra. Imelda Maya de Castro, Amelia López, Emma González Escobar, María de la Luz Wember de Ortiz, Esperanza García O. de Ortiz, Leonor Téllez de Ortiz, Graciela Salinas E., Olivia Ramírez, María Socorro Vázquez Torres, Gracia Saucedo, María Guadalupe Ortiz Pio, Ernestina Díaz Cabrera, Luz Prado Constancio, Lázara Pérez Vega, Felipa Ortiz Aguilar, María Trinidad Flores T., Laura Villanueva Ruiz, Martha Ramírez Díaz, Rosa Elena de Martínez Díaz, Carmen Zavala, Rita Pérez de Celis, María Calderón Torres, Mercedes Z. de Rangel, Guadalupe Hernández Reyes y, desde luego, el presidente municipal Antonio Villanueva Macías y Manuel Gutiérrez Hurtado, entusiasta animador de los arienses radicados en México.

Una vez confirmada por los historiadores Jesús Romero Flores y Antonio Salas León la fecha de la fundación de Santiago Ario (Ver Cap. I), se pensó como acto principal de los festejos convocar unos Juegos Florales; hecho esto se nombró mantenedor al Profr. Rubén Valdés Hoffay y, sin perder tiempo, el 23 de julio se lanzó la convocatoria para elegir reina, resultando electa el 31 de octubre siguiente, después de hacer el cómputo de votos, S. G. M. Raquel I.

Por su parte, en justa correspondencia al cariño de los arienses por su terruño y a la bien ganada preponderancia política, social y económica de la región, la Legislatura del Estado elevó a la categoría de ciudad la antigua villa, según podrá verse por el siguiente Decreto:

"David Franco Rodríguez, Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Michoacán de Ocampo, a todos sus habitantes hace saber que: "El H. Congreso del Estado se ha servido dirigirme el siguiente Decreto: "El Congreso de Michoacán de Ocampo decreta: Número 7

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Artículo único. Se eleva a la categoría de ciudad la villa de Ario de Rosales, Michoacán, en mérito a la importancia de su densidad demográfica y relevancia en el orden social, económico y cultural. "Transitorio: "Artículo único. Este Decreto surtirá sus efectos a partir de la fecha de su publicación en el Periódico Oficial del Estado. "El Ejecutivo del Poder Legislativo dispondrá se publique, circule y observe. "Palacio del Poder Legislativo. Morelia, Mich., 9 de octubre de 1956. Diputado presidente, Antonio Gil Cardona. Diputado secretario Lic. Luis Marín Pérez. Diputado secretario, Lic. Leonel Domínguez G. "Por tanto mando se imprima, publique, circule y observe. "Palacio del Poder Ejecutivo. Morelia, Mich., 17 de octubre de 1956. El Gobernador Constitucional del Estado, Lic. David Franco Rodríguez. El Secretario General de Gobierno, Lic. Roberto Estrada Salgado".

De conformidad con el programa, tres fueron los actos principales de la conmemoración.

Primero: La exaltación de Ario de Rosales a ciudad y la entrega solemne del Decreto respectivo al Ayuntamiento, el 10 de noviembre de 1956. (Ver Documento 4 del Apéndice).

Segundo: Los Juegos Florales presididos por S. G. M. Raquel I, el 11 de noviembre; y

Tercero: Las fiestas populares el día 12, en las que participaron habitantes de toda la Comarca, venidos de Churumuco, La Huacana, Nuevo Urecho, Taretan, Tacámbaro, Santa Clara de los Cobres, Pátzcuaro, Turicato, Morelia y numerosos arienses residentes en la Metrópoli.

LOS JUEGOS FLORALES El día 10 a las 9.30 —comenta El Ariense de 30 de noviembre de 1956— una salva de cohetes y alegres fanfarrias anunciaron que salía de su residencia S. G. M. Raquel I, para dirigirse al lugar de la ceremonia. Después, seis heraldos abrían paso a la reina y enseguida cruzaron el pasillo central del lunetario, las ocho hermosas jóvenes

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que, elegidas por la propia soberana de las fiestas, formaron su corte de honor: Elia Mares, Mercedes Figueroa, Lilia Díaz, Leonila Barriga, Emma Díaz Barriga, Lilia García, María de la Luz Marroquín y Marina Rojas. A continuación se deslizaron gentilmente a lo largo de la pasarela central, las bellas embajadoras de los municipios de Churumuco, La Huacana, Nuevo Urecho, Tacámbaro y la de los arienses radicados en México.

Tras de escucharse la marcha triunfal de Tanhausser ejecutada por la Orquesta de Acción Cívica del Gobierno del Estado, bajo la batuta del maestro Bonifacio Rojas Bonilla, el Gobernador del Estado, Lic. David Franco Rodríguez, ciñó la frente de la reina con la corona real y le entregó el cetro que la investía con los simbólicos atributos de reina de las Fiestas del Cuarto Centenario y de los Juegos Florales.

Finalmente, el profesor J. Lamberto Moreno subió a la tribuna para hacer un elogio lírico de la soberana, que concluyó con el delicado madrigal de Gutierre de Cetina: "Ojos Claros, serenos…"

El día 11 se efectuó el acto central de los festejos: la velada en que habían de darse a conocer las piezas seleccionadas en los Juegos Florales, y la presentación de sus autores. El Jurado calificador integrado por los aedas Cayetano Andrade, Jesús Romero Flores, Guillermo de Luzuriaga, Lydia Pureco de Ramírez y Ana Figueroa de Chacón, previamente había emitido su veredicto y el pueblo se hallaba ansioso por conocer los trabajos, ya que los nombres de los vencedores circulaban de boca en boca: J. Lamberto Moreno Jasso, (flor natural, dalia de oro); Miguel García Palmeño, (medalla de oro); Víctor Ceja Reyes (premio especial), y los niños J. Jesús Ortega Pierres y David Melgoza Melgarejo (menciones honoríficas).

A las 8 de la noche los heraldos anunciaron la llegada de la reina, de su corte de honor, de las embajadoras y de las señoritas Melania Figueroa y Laura Eugenia Villanueva, reinas de las últimas fiestas patrias, que acudieron invitadas por S. G. M. Raquel I. Estas últimas se presentaron sin manto, sin cetro y sin corona para dejar todos los atributos del reinado a la soberana del torneo, pero ocuparon sitios de honor a uno y otro lado del trono de la reina.

Estuvieron presentes como invitados especiales de la Comisión Organizadora, el Gobernador del Estado, licenciado David Franco Rodríguez; el Vocal Ejecutivo de la Comisión del Tepalcatepec,

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general Lázaro Cárdenas; los diputados de la Legislatura local; miembros del Ayuntamiento; funcionarios federales y del Estado y los generales Enrique Ramírez y Norberto Heredia Castrejón, grandes benefactores de la comarca.

Ya en el desarrollo del programa intervinieron la Orquesta de Acción Cívica del gobierno del Estado y el Grupo autóctono de Tingambato, este último dirigido por Salvador Próspero, el cual ejecutó una melodía "tarasca" dedicada a S. G. M. Raquel I.

Y llegó, por fin, el momento culminante. El poeta ariense J. Lamberto Moreno Jasso se colocó en el ángulo de los oradores y tras la venia de S. M. dio lectura a su poema histórico "A mi pueblo, homenaje a fray Juan Bautista de Moya", escrito en versos inspirados y enérgicos que paralizaron la atención del auditorio. (Ver Documento 3 del Apéndice).

A continuación Miguel García Palmeño leyó su trabajo sobre la vida y hechos del Apóstol de Tierra Caliente; tocaba su turno a Víctor Ceja Reyes, tercer lugar, por su documentado estudio sobre el insurgente Víctor Rosales, pero dado lo avanzado de la hora y el intenso frío que soportaba la concurrencia a causa de una repentina onda gélida, hubo de aplazarse la lectura, así como la de los escritos de los niños Jesús Ortega y David Melgoza.

Los arienses deben haber quedado muy satisfechos del resultado de estas festividades, cuando leyeron el siguiente comentario publicado en el diario La Prensa de México:

"Parece increíble que en una población tan pequeña y tan escasa de recursos artísticos, hubiera podido efectuarse un acto tan solemne y tan pulcro como éste, que bien podría haberse expuesto en cualquier capital de provincia y hasta en la misma metrópoli. "Llama, además, poderosamente la atención ese silencio respetuoso de la inmensa concurrencia, aun de aquella que fuera del recinto cerrado, se toca con el proletario sombrero de petate y escucha con tanta delectación cuanto acontece en esta bella comunidad. "La prensa de México no dejará pasar inadvertido este acto y hará relato amplio de una manifestación de suprema cultura que ofrece con inaudita sorpresa el pueblo de Ario de Rosales".

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REINAUGURACIÓN DEL PALACIO MUNICIPAL DE ARIO DE ROSALES La Dirección de Obras Públicas del Estado, dentro del convenio único de coordinación que tiene celebrado, concluyó este año la reconstrucción del Palacio Municipal de Ario, al que se añadió un piso superior (conservando el estilo típico arquitectónico de la población), se le dotó de magníficas y funcionales oficinas, modernos sanitarios, faroles coloniales, mobiliario moderno completo y una amplia terraza con vista a la plaza principal.

Presidirán las sesiones del Cabildo dos retratos al óleo. Uno corresponde al generalísimo de América don José María Morelos y Pavón, del pintor michoacano Agustín Cárdenas Castro (autor del Escudo Oficial del Estado de Michoacán y de los frescos pintados en el Palacio de Justicia de Morelia), fue donado al pueblo de Ario por el Gobernador Carlos Torres Manzo. El otro representa al mariscal de campo Víctor Rosales, obra de Rafael Gallegos, vecino de Uruapan. Su propietario, el poeta J. Lamberto Moreno Jasso, lo obsequió poco antes de morir, al Ayuntamiento de su amado terruño.

Como —se ha dicho en capítulos precedentes— el 7 de marzo es la fiesta cívica máxima de Ario, por ser ese día del año de 1815 cuando el señor Morelos instaló el Primer Tribunal de Justicia de la Nación, en la casa que ahora es propiedad de doña Clara Guido Figueroa viuda de Téllez, se quiso realzar el acontecimiento incluyendo en el Programa que se llevaría a cabo este año, la reinauguración del Palacio municipal.

Las fiestas comenzaron desde el domingo 4 con la presentación de la obra "José María", escrita por Fernando López Alanís, referente a la vida del "Siervo de la Nación", y actuada por el grupo de teatro de la Casa de la Cultura de Morelia. Se abrió la exposición de acuarelas del pintor Jorge Monroy y de dibujos de los alumnos de las escuelas del lugar, en el edificio de la secundaria "Lázaro Cárdenas".

El día 5, por la tarde, hubo un atractivo festival folclórico en el Teatro del Pueblo; y a las 18 horas, se escenificó la "Danza de los Viejitos de Jarácuaro". El día 6 desde las 10 de la mañana hasta las 18 horas, tuvieron lugar diversos encuentros deportivos; y por la noche, a partir de las 20 horas el ballet folclórico de Morelia tuvo su segunda actuación en el Teatro del Pueblo.

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El día 7 a las 5.30 de la mañana el vecindario se despertó con las alegres notas de una alborada ofrecida por la Banda Grande de Capula; a las 10, el desfile cívico recorrió las principales calles de la ciudad y a las 11 en el Portal Guzmán, se llevó a cabo el solemne acto conmemorativo de la instalación del Supremo Tribunal de Justicia, ceremonia que fue presidida por el Gobernador del Estado, Lic. Carlos Torres Manzo y numerosos funcionarios de su comitiva.

Por la tarde del mismo día, el Gobernador Torres Manzo declaró inaugurado el Palacio Municipal e hizo un recorrido por sus dependencias. Se desarrolló allí un breve programa: se rindieron honores a la bandera; el presidente municipal, doctor Mario Cardona Mendoza pronunció un discurso, aludiendo a los antecedentes históricos de Ario; el magistrado Felipe González Oseguera habló de la figura gigantesca de Morelos y, finalmente, concluyó el acto con el Himno Nacional.

El último número de estas fiestas fue el concierto de órgano a cargo del maestro Alfonso Vega Núñez en el templo de Santiago Apóstol; y a las 21 horas dio principio en la explanada municipal una alegre verbena popular por la Banda Grande Capula, sin faltar el atractivo "palo encebado".

Antes de principiar las fiestas, las autoridades municipales hicieron circular entre el público, el siguiente aviso:

"Durante los días de fiesta habrá toritos, canastillos y luces de bengala. Se suplica no llevar niños al concierto de órgano en el templo. Los equipos participantes en los eventos deportivos serán premiados con vistosos trofeos los cuales serán exhibidos en la Zapatería "Rosa Elena". Para mayor lucidez de nuestras fiestas se recomienda a todos los ciudadanos asear el frente de sus casas diariamente y adornarla con los colores patrios".

El Palacio Municipal de Ario fue construido a mediados del siglo pasado; en 1907 el prefecto Bernardino Pita Mota le hizo una primera ampliación; en 1955 el alcalde Antonio Villanueva Macías mandó poner pisos de mosaico a las oficinas y se enyesaron las paredes; en 1972 el presidente municipal Adelaido Torres Duarte elaboró un proyecto más ambicioso e inició gestiones para realizarlo, las cuales fueron continuadas por su sucesor José Trinidad Ramos Zamudio;

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pero fue el Gobernador Torres Manzo quien tomó verdadero interés y ordenó la iniciación de la obra en 1977, la cual, como queda dicho, terminó este año.

Al escribir la última página de estos modestos Apuntes sobre Ario de Rosales no podemos apartar de nuestro pensamiento aquella hermosa frase de Anatole France:

"Quise, hojeando la pequeña ciudad, como se hojea un libro, resumir dos o tres de sus páginas de piedra. Las ciudades son algo semejante a los libros; hermosos libros con estampas donde vemos a nuestros antepasados".

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APÉNDICE

DOCUMENTO Nº. 1

Cap. III Organización administrativa

y territorial en la Colonia

LISTA DE LOS ALCALDES MAYORES, Corregidores e Intendentes que tuvo Michoacán desde 1581, cuando se trasladó la sede episcopal de Pátzcuaro a Valladolid, hasta la consumación de la Independencia en 1821.

ALCALDES MAYORES

Años 1.

El Dr. D. Alfonso Martínez que había sido nombrado Alcalde mayor desde antes de 1578 y por haber pasado a la N. Galicia, ejercía interinamente su empleo Juan de Hierro (cuando fue la traslación), volvió y presidió el Ayuntamiento por Real Cédula, en 20 de febrero de 1581.

1581

2. Antonio Delgadillo, vecino de México, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título, por el Virrey Conde de la Coruña (interinamente en lugar del anterior), en 22 de enero de 1582, y tomó posesión el 23 de febrero de dicho año.

1582

3. El M. I. Sr. Mariscal de Castilla, D. Carlos de Luna y Arellano, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título y tomó posesión en 23 de septiembre de 1584; su nombramiento fue en 5 de abril de dicho año.

1584

(D. Fernando Sotelo fue nombrado interinamente Justicia mayor en 4 de mayo de 1585 por el Sr. Virrey Moya de Contreras, y ejerció el empleo hasta la entrada del sigte.)

1585

4. El M. I. Sr. Hernando Altamirano, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título por el mismo Sr. Virrey en 9 de agosto de dicho año; era natural de México.

1586

5. Juan Farfán de Lizarrarás, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título en lugar del anterior, en 20 de septiembre

1586

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de 1586, y tomó posesión en 29 de Nov. del mismo año. 6. D. Alonso de Oñate, vecino de México, fue nombrado

Alcalde mayor con Real Título, para suceder al anterior, en 3 de marzo de 1588, por el tiempo de 16 meses (como era de estilo), y tomó posesión en 4 de abril de dicho año.

1588

7. D. Rodrigo de Vivero (el mozo), fue nombrado Alcalde mayor por el Virrey D. Luis de Velasco, con Real Título para suceder al anterior, en 15 de diciembre de 1590, y tomó posesión en 25 de enero de 1591. (Luis Valderrama fue nombrado interinamente Justicia mayor por el Virrey Velasco, y para tomar residencia al anterior, en 28 de julio de 1594).

1591

1594

8. Bernardino Vázquez de Tapia, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título por el mismo Virrey Velasco en 28 de noviembre, y tomó posesión en 12 de diciembre de 1594; era vecino de México, y estaba de Teniente D. Álvaro de Resa.

1595

9. D. Alonso de Zúñiga fue nombrado Alcalde mayor con Real Título por el Sr. Virrey en 22 de agosto de 1596, y tomó posesión en 22 de septiembre del mismo año.

1596

10. El Dr. D. Fernando de Villegas y Peralta fue nombrado Alcalde mayor con Real Título por el Virrey Conde de Monterrey en 19 de octubre de 1599 años. (El Lic. Juan Valderrama lo había sido interinamente por el mismo Virrey, esto es, Justicia mayor para residenciar al anterior en diciembre de 1598).

1599

11. D. Fernando Altamirano tomó posesión del empleo de Alcalde mayor con Real Título, en 5 de Dbre. de 1602 años.

1602

12. El Lic. D. Pedro de Sosa Portocarrero, fue nombrado Alcalde mayor por el Rey en lugar del anterior, en 24 de enero de 1606 años.

1606

13. D. Alonso Martín de Mendoza, vecino de México, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título, en 25 de agosto de 1608 para suceder al antecedente. (Los Alcaldes ordinarios presidieron el Cabildo int. en 1601 y 1611).

1608

14. D. Antonio de Saavedra y Guzmán fue nombrado Alcalde mayor con Real Título, en lugar del precedente, en 4 de marzo de 1611 por el Sr. Virrey D. Luis de Velasco.

1611

15. D. Juan de Saldívar Mendoza tomó posesión del empleo de Alcalde mayor por Real nombramiento en 26 de agosto de 1613.

1613

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16. D. Pedro Maldonado Zapata, fue nombrado Alcalde mayor de Huitzizila, Pátzcuaro y Valladolid por S. M. a propuesta del Virrey Marqués de Guadalcázar en 3 de octubre de 1614, y tomó posesión en 9 de noviembre del mismo año.

1614

17. Gaspar de Solís y Orduña, fue nombrado Alcalde mayor por S. M. en 7 de diciembre de 1616, siendo vecino de México. (Por su muerte se nombró Presidente para las elecciones de 1º. de enero de 1618).

1616

18. D. Alonso de Altamirano Estrada, tomó posesión del empleo de Alcalde mayor con Real Título en 3 de marzo de 1618. (El Capitán D. Francisco Carriedo Ordóñez, fue interinamente nombrado por el Virrey Marqués de Guadalcázar, siendo vecino de México por los años de 1620, y ejerció el empleo hasta la venida de Bocanegra. (Por este tiempo y en la Jura de Felipe IV fue la vez primera que se tiene noticia de haberse visto soldados en esta Capital de la Provincia).

1618

1620

19. D. Fernando Bocanegra tomó posesión del empleo de Alcalde mayor con Real Título, en 18 de julio de 1622; y en estos tiempos estaban establecidos en estos países Alcaldes de la Santa Hermandad, como en la Península.

1622

20. D. Pedro de Acuña y Jaso, fue nombrado por la Audiencia de esta N.E. para "Alcalde mayor de las Ciudades de Valladolid, Pátzcuaro y Provincia de Michoacán, Huitzizila y sus barrios, etc., por tiempo de un año, como lo fue D. Fernando de Bocanegra". (Este es el tenor del nombramiento) en 18 de septiembre de 1624 años. (El Lic. Lucas de Roca, o Rocas, que por comisión del Sr. Virrey Marqués de Cerralvo estaba tomando residencia a los dos Alcaldes mayores que preceden, fue nombrado interinamente Justicia mayor en 4 de junio de 1625. Después fue éste residenciado por el de las Minas de Tlalpujahua, D. Pedro Carmona Oñate).

1624

1625

21. D. Diego de Azevedo y Carvajal, vecino de México, fue nombrado y tomó posesión del empleo de Alcalde mayor con Real Título, y el de Juez de Matanzas, por el mismo Sr. Virrey, en 21 de Dbre. de 1625, y todavía lo ejercía en 1627. (D. Pedro Moreno, fue nombrado en este tiempo para tomar residencia al anterior, igualmente que al Cabildo).

1627

1629

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22. D. Francisco de Solís y Barrasa, estaba ya en posesión de la Alcaldía mayor de Valladolid en 17 de marzo de 1631. (No se sabe cuándo tomó posesión, y sí que estaba condecorado con el Hábito y Cruz de Calatrava). (El Capitán D. Juan de Arredondo Bracamonte, era Justicia mayor interinamente en Valladolid en 28 de abril de 1636, y aun ejercía este empleo en julio de 1639).

1631

1636

23. El Capitán D. Gregorio Romano Altamirano, Caballero de la Orden de Santiago, ejercía ya el empleo de Alcalde mayor con Real Título, en 9 de diciembre de 1641 años.

1641

24. El Capitán D. Gregorio Estupiñán, ejercía ya dicho empleo con Real Título, en 14 de marzo de 1642.

1642

25. El Capitán Alonso Ramírez de Espinosa, era Alcalde mayor con Real Título entre los años de 1642 y 1654, en cuyo año ejercía este empleo, cuando tomó posesión el siguiente.

1653

26. El Capitán D. Juan Hurtado de Castilla, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título por el Sr. Virrey Duque de Alburquerque en 25 de enero de 1654. Era Caballero de Santiago y Visitador general de los Caballeros de su orden en esta N.E. y tomó posesión en 27 de marzo del mismo año, dándole facultad de nombrar un Teniente de Alcalde mayor en Pátzcuaro

1654

27. El Sr. Almirante D. Diego de Bracamonte Dávila, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título, y el de Teniente de Capitán general, por un año de 12 meses (así el nombramiento) en 8 de enero de 1656, y tomó posesión en 28 de febrero de dicho año. Fuéle después prorrogado el mando. (El Capitán D. Juan Bazán de Albornoz, ejercía interinamente y por su ausencia, el empleo de Justicia mayor en Valladolid en 13 de marzo de 1659). (El Capitán D. José Aguilar Manjarrez, era Justicia mayor de la Provincia interinamente en 22 de septiembre de 1661, siéndolo en propiedad hasta 1662 el Almirante Bracamonte. (El Sr. Capitán D. José Antonio de la Cerda y Granada, ejerció interinamente el empleo de Justicia mayor, presidiendo las elecciones de 1º de enero de 1662.

1656

1659

1661

1662

28. El Sr. Capitán D. Francisco Moreno de Monroy, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título por el Virrey Conde de Baños, en 12 de febrero de 1662, tomó posesión

1662

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en 24 de abril y murió en fines del propio año. 29. El Capitán D. Antonio de la Cerda Granada, fue nombrado

Alcalde mayor con Real Título en propiedad, y por fallecimiento del anterior en 7 de diciembre, y tomó posesión en 31 de dicho del propio año para presidir las elecciones del siguiente.

1663

30. D. Pedro de Villalva, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título por el Sr. Virrey Marqués de Mancera, en 3 de noviembre de 1664, tomó posesión en 4 de diciembre de dicho año, y aun ejercía este empleo en 1666.

1664

31. El Capitán D. Cristóbal de Saldívar y Castilla, ejercía el empleo de Alcalde mayor que presidió las elecciones.

1668

32. D. Diego Sarmiento de Luna, fue nombrado Alcalde mayor con Real Título por el mencionado Sr. Virrey en 2 de julio de 1669, y aun ejercía el empleo en fines del año de 1670. NOTA. La pérdida de los Libros de Cabildo nos presenta aquí algunos corrales, o breves intervalos en la Serie Cronológica de los Jefes políticos de Valladolid, hasta el año 1756 en que sigue sin interrupción.

1669

33. El Capitán D. Julián de Atristain, era Alcalde mayor con Real Título, en 19 de enero de 1684.

1684

34. D. Juan Maldonado, ejercía el empleo de Teniente de Alcalde mayor interinamente por el propietario, cuyo nombre se ignora, en Valladolid por el año de 1704 a 21 de febrero.

1704

35. D. Alonso Arias Maldonado, estaba por estos años de 1719 en posesión del empleo de Alcalde mayor hasta que vino a residenciarlo el siguiente. (D. Francisco de Oñate, estaba tomando residencia, y ejerciendo el empleo de Justicia mayor interino en Valladolid en 28 de marzo de 1720). (D. Fermín de Garagorri parece estuvo después).

1719

1720

36. D. Juan Bautista de Gurtubay, era Alcalde mayor de Valladolid por S. M. en 30 de abril de 1725. (D. Domingo Bustamante, estaba tomando residencia a D. Fermín de Garagorri, en 25 de agosto de 1735, y ejercía el empleo de Justicia mayor interino).

1725

1735

37. D. Fermín de Garagorri (reelecto sin duda o nombrado en propiedad), presidió como Alcalde mayor efectivo por S. M.

1742

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las elecciones del 1º de enero en los años de 1742 y 1743. 38. El Capitán D. Fausto Álvarez de Ulate, Regidor Alguacil

mayor de México por S. M. y Teniente general de esta Provincia por el Superior Gobierno, presidió las elecciones de principio de año en los de 1745, 46, 47 y 48, como Alcalde mayor.

1745

39. D. José de Ochoa y Güemes, era Alcalde mayor de Michoacán con Real Título en 1º de enero de 1749, en que presidió las elecciones.

1749

40. D. Manuel Ferrón, ejercía ya el empleo de Alcalde mayor con Real Título, en 28 de enero de 1750. (Los Alcaldes ordinarios ejercían la Justicia y a veces de Alcalde mayor interinamente desde 1752 hasta el año de 1775 inclusive).

1750

41. D. Manuel Antonio de Terán, presidió las elecciones, como Alcalde mayor por S. M. en 1º de enero de 1756.

1756

42. El Sr. Teniente Coronel D. Martín de Reinoso, Mendoza y Luyando, estaba ya nombrado Alcalde mayor por el Rey en 27 de marzo de 1756, y como tal presidió las elecciones de los años de 1758 hasta el de 1761 sin interrupción.

1758

43. D. Luis Vélez de las Cuevas, Cabeza de Vaca, que había sido nombrado Alcalde mayor por S. M. y Teniente de Capitán general (porque ya había Compañías de Milicias en Valladolid), tomó posesión en dicha ciudad, el 11 de noviembre de 1761. (Parece había venido a tomar residencia al anterior).

1761

44. El Capitán D. Felipe de Ordóñez y Sarmiento, Teniente de Fragata de la Real Armada, fue nombrado Alcalde mayor por S. M. y fallecimiento del precedente en 5 de febrero de 1767, y tomó posesión en Valladolid en 11 de octubre de 1768. (Ya entonces duraban más de cinco años estos magistrados en el ejercicio de su empleo). (Los Alcaldes Ordinarios presidieron en ausencia de Ordóñez las elecciones de 1771 y 1772, y en el año de 1774 todavía estaba aquél en propiedad).

1768

1771

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ALCALDES CORREGIDORES Año 45. El Lic. D. Juan Sevillano, ejercía ya el empleo de Alcalde

mayor por S. M. Teniente de Capitán general y Corregidor de las Ciudades y Provincia de Michoacán, en 1º de enero de 1775, que presidió las elecciones, así como las de los años siguientes hasta 1778. (Era abogado de los Reales Consejos, Cancillería de Valladolid, Audiencia de México, y fue el primer Corregidor nombrado para toda la Provincia).

1775

46. D. Policarpo Crisóstomo Dávila, tomó posesión del empleo de Corregidor (el 2º de este título) con Real Nombramiento de Teniente de Capitán general de las ciudades y Provincia de Michoacán, en 11 de agosto de 1779. (Pasó a Alcalde mayor de Celaya con Real Título de 15 de agosto de 1783).

1779

47. D. Juan Antonio de Riaño, Teniente de Navío de la Real Armada, tomó posesión en Pátzcuaro del empleo de Justicia mayor y Corregidor interino de la Ciudad de Valladolid de Michoacán en 13 de enero de 1787, y en 17 del mismo mes y año, la tomó en Valladolid por nombramiento del Sr. Virrey de México. (Por estos tiempos se establecieron las Intendencias en esta N. E.).

1787

INTENDENTES

1º. El mismo Sr. D. Juan Antonio de Riaño y Bárcena, natural de las Montañas, fue nombrado por el Rey Intendente Corregidor de la Provincia de Michoacán en 21 de febrero de 1787, y tomó posesión en 13 de junio del mismo año. (Pasó en 1789 a Intendente de Guanajuato, donde murió de un balazo al comenzar la revolución en 1810). (D. Onésimo Durán, natural de Andalucía, fue nombrado su Asesor letrado, y tomó posesión en 20 de septiembre de 1788; se le removió después a Guadalajara).

1787

II El Sr. Teniente Coronel D. Felipe Díaz de Ortega, 1792

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natural de Burgos y Caballero de la Orden de Carlos III, fue nombrado por el Rey Intendente Corregidor de la Provincia de Michoacán en 22 de julio de 1791, y tomó posesión en 28 de abril de 1792. (Murió en su empleo poco antes de la revolución). (D. José Alonso de Terán, fue nombrado por S. M. Asesor y Juez Letrado de la Intendencia en 19 de junio de 1799, y tomó posesión en 2 de diciembre de 1800). (El mismo D. José Alonso de Terán por fallecimiento del Sr. Ortega, quedó gobernando interinamente la Intendencia hasta fines de 1810, en que comenzada la revolución murió desgraciadamente).

1796

1810

NOTA. En este tiempo comenzó la revolución y el trastorno del Gobierno, hasta la vuelta de las Tropas Reales, en fin del año.

(El Teniente Coronel D. Torcuato Trujillo, primer comandante general Militar de esta Provincia, presidió voluntariamente algunos Cabildos como Jefe Político en principios de 1811). (D. José María Arteaga, fue nombrado Intendente interino, cuyo empleo ejerció desde 1811 hasta la venida del Sr. Merino). (El Sr. D. Agustín de Lopetedi, fue nombrado igualmente Asesor, y tomó posesión en 20 de agosto de 1811).

1811

1811

1811

III El Sr. D. Manuel de Merino y Moreno, Intendente de México y Secretario que fue del Virreinato, fue nombrado Intendente Corregidor de la Provincia de Michoacán por S. M. Tomó posesión en 14 de octubre de dicho año de 1811, y lo ejerció hasta 1821 en que fue removido de su empleo. (D. José María Relaño, Abogado de los Reales Consejos, y Auditor de Guerra de las Provincias Internas Orientales de esta N. E. Fue Asesor y Auditor en esta Provincia en 14 de octubre de 1811, y tomó posesión en 24 de mayo de 1813. Fue igualmente removido en 1821.)

1811

1813

IV El Sr. D. Ramón de Huarte, Caballero de la Orden Imperial de Guadalupe, por emigración del precedente en 22 de mayo de 1821, y siendo Alcalde 1º

1821

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Constitucional de Valladolid, quedó en el cargo de Jefe Político de la Provincia, y en 27 del mismo se le encomendó la Dirección de la Hacienda nacional, por considerarse inseparables en aquellas circunstancias ambos empleos; y en 18 de octubre del propio año, afianzada la Independencia de este Imperio con la toma de la Capital, se le confirió en propiedad el empleo de Intendente Jefe Político de Michoacán por el Supremo Consejo de Regencia, que actualmente ejerce. Finalmente, con arreglo a la Constitución Española jurada en esta Provincia en 1820 y que rige interinamente en el Imperio, por orden expresa del Supremo Gobierno de México se nombró e instaló en 1º de febrero de 1822 solemnemente la Diputación Provincial para el Gobierno y dirección de los negocios políticos y económicos de Michoacán, y los fines que indica aquella inmortal Carta.

1822

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DOCUMENTO Nº 4

Cap. XIII. Ario de Rosales elevado a la categoría de Ciudad

ACTA LEVANTADA POR EL H. AYUNTAMIENTO CON MOTIVO DE LA

ELEVACIÓN DE LA VILLA DE ARIO DE ROSALES A LA CATEGORÍA DE

CIUDAD.

SESIÓN EXTRAORDINARIA del día 10 diez de noviembre de 1956 mil novecientos cincuenta y seis. Presidencia del ciudadano ANTONIO VILLANUEVA MACÍAS. A las 12 doce horas y con asistencia de los ciudadanos regidores Pedro Espitia Hurtado, Mario Infante Cornejo, Martiniano Castillo Gil y Emilio Oseguera (síndico), se constituyó el H. Ayuntamiento en el teatro-cine "Amado Nervo", de esta Cabecera, con el objeto de asistir a la solemne sesión que en dicho local, habilitado ex profeso como recinto oficial del H. Congreso del Estado, habría de celebrar la H. LIV Legislatura Constitucional de esta Entidad, como número especial del programa general con que se conmemora el IV Centenario de la fundación de este pueblo por el ilustre misionero agustino Fray JUAN BAUTISTA MOYA. Con tal motivo y después de un recibimiento apoteósico que pueblo y autoridades tributaron a los ciudadanos miembros de los tres poderes del Estado, se instaló el presídium en el foro del mencionado teatro, habiéndose hecho la declaratoria de apertura de la sesión por parte del C. Dr. Guillermo Salazar Navarro, presidente del H. Congreso. Inmediatamente se pasó al primer punto de la orden del día con la lectura que hizo el ciudadano Agapito Ochoa Reyes, diputado secretario de la Cámara, del Decreto número 8, mediante el cual y conforme a la Ley se habilitó el Salón como recinto oficial del H. Cuerpo Legislativo. A continuación y en medio de la expectación jubilosa del numeroso público que llenaba el recinto y se agolpaba en el exterior, el ciudadano licenciado David Franco Rodríguez, Gobernador Constitucional del Estado, hizo entrega al H. Ayuntamiento, por conducto del C. Antonio Villanueva Macías, presidente municipal de un pergamino que contiene el decreto

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mediante el cual se eleva a la población a la categoría de ciudad; este documento, que previamente fue leído en alta voz por el C. diputado secretario, capitán Eduardo Chávez Núñez, dice literalmente lo que a continuación se transcribe: "DAVID FRANCO RODRIGUEZ, Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de MICHOACÁN DE OCAMPO, a todos sus habitantes hace saber que: El H. Congreso del Estado se ha servido dirigirme el siguiente decreto: EL CONGRESO DE MICHOACÁN DE OCAMPO DECRETA: Número 7. ARTÍCULO ÚNICO. Se eleva a la categoría de Ciudad la Vila de Ario de Rosales, Michoacán, en mérito a la importancia de su densidad demográfica y su relevancia en el orden económico y cultural. TRANSITORIO: Artículo Único. Este Decreto surtirá sus efectos a partir de su publicación en el Periódico Oficial del Estado. El Ejecutivo del Estado dispondrá se publique, circule y observe. Palacio del Poder Legislativo. Morelia, Mich., a 9 de octubre de 1956. Diputado Presidente, Lic. José Molina Marín. Diputado Secretario, Agapito Ochoa Reyes. Diputado Secretario, Capitán Eduardo Chávez Núñez. Firmados. Por tanto mando se imprima, publique y observe. PALACIO DEL PODER EJECUTIVO. Morelia, Mich., octubre 17 de 1956. El Gobernador Constitucional del Estado, Lic. David Franco Rodríguez. El Secretario general de Gobierno, Lic. Roberto Estrada Salgado". Al terminarse la lectura de este decreto que fue publicado en el número 37 del Periódico Oficial del Estado con fecha 18 de octubre del presente año, el pueblo prorrumpió en aclamaciones y aplausos y las bandas de guerra de las escuelas locales y visitantes tocaron vibrantes dianas, al mismo tiempo que en el exterior se dejaron escuchar detonaciones de salva y las campanas de los templos se echaron a vuelo. Pasado este momento de supremo regocijo, el ciudadano licenciado Julián Luviano Costilla, diputado al Congreso local por este Distrito, ocupó la tribuna para pronunciar un elocuente y bien documentado discurso mediante el cual hizo el panegírico de la nueva ciudad, relatando los hechos históricos trascendentes en los que Ario tomó parte o de los que fue escenario, habiendo mencionado conmovidamente al reverendo Fray Juan Bautista Moya, al heroico mariscal Insurgente Víctor Rosales, que luchando por la Independencia Nacional sucumbió en este Municipio, dándole así su nombre preclaro; a los ilustres hijos de Ario como Don José María

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Silva, el doctor Miguel Silva Macías, el guerrillero republicano José Nieves Sosa, Doña Pudenciana Bocanegra, los licenciados José Trinidad Guido y Victoriano Pimentel, el poeta Vicente Moreno y otros más que han honrado a México con la luz de su talento y la límpida pureza de sus convicciones democráticas, que profesaron y defendieron hasta el sacrificio heroico; terminó el orador felicitando al pueblo y haciendo votos por su futuro bienestar y su prosperidad. Por último, el ciudadano Roberto Pita Cornejo, en su carácter de secretario del H. Ayuntamiento, se dirigió a los ciudadanos representantes de los tres poderes del Estado en los siguientes términos: "El pueblo que fue mi cuna viste sus mejores galas para recibiros y para brindaros cobijo en su regazo cálido, hospitalario y palpitante, en este día venturoso en que, trémulo y emocionado, viene a celebrar sus bodas de oro con la Historia. La suprema soberanía del pueblo Michoacano, merecidamente depositada en vosotros, viene a ungir las sienes virginales de este gironcito de patria mexicana en ocasión tan importante. Ario de Rosales se presenta ataviada con los albos atuendos de las desposadas y viene con la misma emoción, con igual inquietud, con idéntica candidez, a prosternarse ante el solio soberano de las instituciones democráticas, para recibir el óleo que le consagra definitivamente entre las hijas predilectas de Michoacán; su tierra moderna, cubierta de exúberos boscajes, su cielo límpido y puro, sus arroyuelos cantarines, la rojiza techumbre de sus viejas casonas, sus siempre bellas mujeres, y sus hombres, y sus niños, todos vibran con el mismo temblor expectante en esta hora suprema, única y trascendental. Hoy hace cuatrocientos años que nuestro pueblo vio la primera luz. Nació bajo el doliente signo de las estrellas que iluminaron la trágica y larga noche de la conquista y la dominación españolas, pero tres centurias después, al igual que todos los pueblos oprimidos de México, sacudió su letargo y se levantó arrogante a reclamar sus derechos conculcados, al conjuro de la voz estentórea que como estallido de cañón resonó en Dolores y repercutió por todos los ámbitos de nuestra América, dejándose escuchar también, terrible y justiciera, bajo las anchas bóvedas de los castillos señoriales de la vieja España, y ahora, a la distancia de cuatrocientos años, al celebrar su primer encuentro con la Historia, luce como magnífica vestal indígena, bajo el sol esplendente de la Independencia y de la

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Democracia. Posiblemente los espíritus de nuestros antepasados flotan en el ambiente de este recinto, y, sin que nosotros lo podamos ver, en ronda espectra y augusta, presiden nuestra asamblea. Posiblemente sea así, porque hoy hace cuatrocientos años que en este mismo paisaje posó su planta ligera el virtuoso iluminado que en el nombre del Rabí de Galilea vino predicando la caridad y el perdón, la justicia y el trabajo; porque tres siglos después el más grande coloso de nuestra Independencia Nacional, Morelos, descendió muchas veces de su cabalgadura y en medio de estos mismos atardeceres que ahora nosotros podemos contemplar, echó a los vientos su imaginación febril y forjó mil ensueños de libertad y de justicia, que más tarde cristalizaron en los insignes capítulos de la gloriosa Constitución de Apatzingán; porque en esta misma jornada cruenta pasó veloz y denodado por estas campiñas —que después abonó con el limo generoso de su sangre— el glorioso mártir de la Independencia Nacional y Benemérito de la Patria, Mariscal Víctor Rosales; porque muchos mártires y muchas heroínas que vieron la luz primera bajo este bendito cielo ofrendaron sus vidas generosas para salvar la integridad del territorio nacional y la independencia patria, durante las arteras invasiones de los Estados Unidos y de la Francia Imperialista; porque los despojos de muchos arienses pueblan hoy los cementerios de la República, después de haber perdido la vida en aras de nuestra redención social, de dignificación y justicia para los de abajo. Estos muertos ilustres os dan la bienvenida, estos muertos insignes de quienes heredamos los arienses el acendrado cariño que a nuestra tierra natal profesamos y el espíritu de lucha y sacrificio que está latente en nosotros; y ya que usando de las facultades soberanas de que estáis investidos, os habéis dignado otorgar a nuestra Villa el honroso título de Ciudad, como un inestimable presente al cumplirse cuatro siglos de su abnegada existencia, os damos gracias rendidas y os aseguramos que Ario de Rosales está orgulloso de su brillante tradición histórica y que este pueblo permanece consciente de la responsabilidad que sobre él gravita como parte pequeña pero importante en el engranaje social de nuestra Patria. Las cuatro centurias de su existencia sorprenden a Ario de Rosales en plena etapa de evolución, en pie de lucha, caminando por el empinado camino del progreso: plazas y jardines, escuelas y monumentos,

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energía eléctrica y agua potable, bibliotecas y hospital. Todas estas obras se están realizando gracias al dinámico esfuerzo de los arienses, que en esta lucha constante cuentan siempre con la ayuda gubernamental oportuna y generosa. Vosotros sois testigos de esta actitud gallarda y positiva; vosotros la venís a sancionar con vuestra presencia y vuestra docta palabra. Vuestros nombres han de quedar grabados indeleblemente en el fondo de nuestros corazones, y esta fecha memorable ha de quedar escrita con caracteres áureos y brillantes en las páginas gloriosas de nuestra Historia Nacional".

Como número final se rindieron honores a la bandera, con lo que dio por terminado el acto, levantándose la presente para constancia. Doy fe. A. Villanueva M.— E. Oseguera.— P. Espitia.— M. Castillo Gil.— M. Infante C.— R. Pita C., Srio. (Rúbricas).

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DOCUMENTO Nº 5

Cap. XII Tropiezos al ponerse en práctica

el Programa de la Revolución

RESEÑA DEL ASESINATO DE J. ISAAC ARRIAGA EN MORELIA, PUBLICADA EN AULA NOBILIS (MONOGRAFÍA DEL COLEGIO PRIMITIVO

Y NACIONAL DE SAN NICOLÁS DE HIDALGO), POR PABLO G. MACÍAS. EDICIÓN DE VANGUARDIA

NICOLAITA. MÉXICO, 1940.

EL 8 DE MAYO de 1921 ocurrió en Morelia un suceso insólito y de enorme repercusión política en todo el país. Se trataba de la celebración del "Día del Trabajo", que no pudo efectuarse el 1º de Mayo en vista de haber tenido lugar en esa fecha las elecciones de jueces menores.

Por primera vez en la historia del movimiento socialista en Michoacán, se conmemoró ese año, oficialmente, el aniversario del sacrificio de los mártires de Chicago. Los grupos proletarios, previamente instruidos por sus dirigentes sindicales, pasearon, en manifestación, por las tranquilas calles de Morelia y ante el azoro de las beatas y las murmuraciones del clero, las figuras epónimas de las víctimas del capitalismo.

En el Teatro Ocampo y en las oficinas sindicales se celebraron, durante la mañana, actos cívicos dedicados a la memoria de los iniciadores de la jornada de ocho horas de trabajo para los obreros del mundo; los oradores, entre ellos Guillermo Palacios y Sebastián Sanvicente, hicieron una síntesis histórica de los trágicos sucesos de Illinois, diciendo cómo fueron ametralladas por la policía chicaguense las masas obreras huelguistas, y se refirieron a la oposición sistemática del imperialismo y la burguesía para reconocer las conquistas del trabajador.

Por la noche, en la casa del obrero mundial, se efectuó una velada luctuosa en honor de los mártires, y José Álvarez y Gasca, Juan

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Ascencio y Othón Sosa pronunciaron vibrantes arengas revolucionarias, anunciando el exterminio de la burguesía y del imperialismo y el establecimiento de un sistema colectivo de producción y la socialización de la tierra y de las industrias.

Pero lo que el clero especuló con buena fortuna en el ánimo de los ingenuos morelianos para hacerlos enfrentarse, como turba loca y fanática, contra sus hermanos, fue el hecho de que los obreros, en su regocijo, colocaron sus banderas rojinegras en las torres de la catedral y en los edificios de otras iglesias.

Resulta que, a la hora en que los trabajadores desfilaban por la Avenida Francisco I. Madero, se detuvieron frente a la catedral y los oradores empezaron a flagelar con la palabra a los explotadores de la clase obrera. En esos momentos se produjo lo que los mismos asalariados y sacerdotes no llegaron siquiera a suponer. De entre la muchedumbre, un hombre lazó un grito incendiario que cayó como bomba en el corazón de aquellos oprimidos:

—¡No queremos más engañifas! ¡Abajo los curas! ¡Viva la revolución social!.

Y sin decir agua va, aquel individuo se lanzó hacia el templo y tras él un grupo numeroso de trabajadores, llegando al interior, donde —al recuerdo de los sufrimientos, de las miserias y de las injusticias pasadas— se apoderaron de una imagen de la Virgen de Guadalupe y la hicieron pedazos.

Los oradores se impusieron, al fin, y la manifestación continuó su marcha; pero aquel incidente —condenable por ser una expresión de violencia y disculpable, a la vez, porque el pueblo, cansado de crueldad y de ignominia, quiso hacerse justicia por su propia mano, cuando nadie se la brindaba— fue maravillosamente aprovechado por los fanáticos, quienes lanzaron un grito estentóreo por todo el país: "¡Profanación! ¡Profanación!".

Y a ese grito —que entrañaba un deliberado y puro sentido de rebelión— contestaron excitando al pueblo a levantarse en armas, los arzobispos y obispos; sobre todo, los de Puebla y Guadalajara; los miembros del claustro de la llamada Universidad Pontificia Mexicana; el alto clero de la metrópoli; los Caballeros de Colón y, ¿quién lo creyera?, hasta cierta gente que cobraba dinero del erario público y

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que se hubieran muerto de hambre al dejar de exaccionar el presupuesto.

A medida que el incidente referido iba corriendo de boca en boca, era abultado hasta cobrar proporciones increíbles. Se dijo después —y esto con el ánimo de enardecer más a los fanáticos— que los socialistas habían penetrado a la catedral y a otros templos, apuñalando las imágenes de los santos, especialmente de la Guadalupana. Los días del 8 al 11 de mayo fueron de ajetreo inmenso en Morelia, debido a las actividades de la A.C.J.M., de las Damas Católicas, de los llamados Hijos de Jesús y de los Caballeros de Colón, sin contar las particulares de los curas, de los "espontáneos" que aspiraban a la canonización, y de las cofradías y archicofradías, que se movían por todas partes como tentáculos siniestros.

En los templos, especialmente en catedral, hubo diversas ceremonias imponentes dizque de desagravio a la "Reina de los Mexicanos"; pero en el fondo, todos estos actos sólo contribuían a recrudecer los odios existentes entre los explotadores y reaccionarios, por una parte, y por otra, el partido político que estaba en el poder.

Inmediatamente después del incidente que queda relatado, la mitra convocó a una junta a sus agrupaciones y acordó organizar una manifestación muda de protesta el día 10 de mayo, pero como las autoridades lo impidieron apoyándose en que la Constitución particular del Estado prohíbe terminantemente toda clase de actos públicos de esta naturaleza, resolvió llevarla a cabo, con o sin permiso, el día 12 del propio mes, y en la cual formarían hombres, mujeres y niños de todas las categorías sociales.

El 12 de mayo llegó envuelto en una tremenda excitación clerical. Ir y venir de gente trasmitiendo las últimas instrucciones del clero para la manifestación de ese día, se notaba como síntoma de tragedia por todas las calles morelianas. ¡La orden estaba dada y nadie debía echarse atrás aunque le costase la vida! Los Caballeros de Colón y los miembros de la A.C.J.M. eran de los más exaltados. Algunos cándidos se consideraban ya merecedores de la santidad y se soñaban ser adorados en las iglesias. Se advertía en el ánimo de los fanáticos un incontenible espíritu de provocación y de manifiesta rebeldía contra las autoridades locales. Y era que los curas hábilmente, mejor dicho, malignamente, habían propalado desde el púlpito la especie de que

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las fuerzas federales al mando del general Alfredo C. García, Comandante Militar en Michoacán, los apoyarían con las armas si el gobierno mugiquista continuaba en su empeño de no permitirles desfilar.

El propio día 12 el Ayuntamiento de Morelia mandó fijar en las esquinas y circular entre el público unos volantes impresos que decían:

A V I S O

"En vista de los desórdenes cometidos durante las últimas manifestaciones que se han verificado en esta ciudad, la Presidencia de mi cargo hace del conocimiento del público, que no ha concedido permiso para la que está anunciada a las 4 de la tarde del día de hoy, así como que en lo sucesivo y mientras dure la excitación de ánimo reinante, no se concederá permiso para ninguna manifestación pública.

"Morelia, Mich., 12 de mayo de 1921. El Presidente Municipal, Dr. ANASTASIO GUZMÁN. El Secretario ANTONIO ARIAS".144

Todas las medidas legales al alcance de las autoridades, tendientes a impedir que los fanáticos, azuzados por los curas y terratenientes, desfilaran por la vía pública con velas encendidas e imágenes de santos, resultaron estériles. Los funestos grupos sectaristas a que nos hemos referido conminaron al pueblo moreliano, bajo amenaza de excomunión mayor, a presentarse a las 4 de la tarde en el antiguo Jardín Azteca, frontero al templo de San Diego, llevando sus respectivos estandartes religiosos y cartelones con leyendas injuriosas para los "socialistas" ó "bolcheviques".

144 Archivo particular del autor.

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Poco después del mediodía la inquietud que se notaba era tremenda. Los fanáticos, efectivamente, contra la orden expresa del Jefe del Ayuntamiento, se empezaron a reunir frente al templo de San Diego, entonando cánticos religiosos y lanzando gritos provocadores a las autoridades.

Así las cosas, el Inspector General de Policía, señor Vicente Coyt, se dispuso a impedir que la procesión se efectuara, empleando para ello la persuasión y el convencimiento. En efecto, se trasladó al Jardín Azteca y habló con los líderes católicos, explicándoles la conveniencia de que se disolvieran, pues de lo contrario se vería obligado a hacerlo por medio de la policía. Pero los fanáticos estaban ya muy envalentonados del espíritu y nada consiguió.

Coyt regresó a sus oficinas y solicitó el auxilio de los trabajadores organizados, para el caso de que sobreviniera una emergencia. Rápidamente se empezaron a reunir entonces en la Casa del Obrero Mundial y en el domicilio del Partido Socialista, situado en el ex convento de San Francisco, algunos grupos de obreros.

A eso de las tres de la tarde, la columna de católicos, con sus estandartes, velas encendidas, imágenes religiosas y cartelones en los que se injuriaba a los "bolcheviques" y a las autoridades, se empezó a mover hacia el poniente, por la antigua Calzada de Guadalupe, tratando de llegar a la catedral.

Casi al mismo tiempo, los trabajadores socialistas partían del ex convento de San Francisco para ir al encuentro de los fanáticos; pero en esos momentos el inspector Coyt, queriendo todavía impedir un coque sangriento, puso en práctica el último recurso que le quedaba de solucionar el conflicto pacíficamente: el de pedir al nicolaita J. Isaac Arriaga, presidente del Partido Socialista y hombre al que amaba el pueblo por su bondad extrema y su cariño hacia los de abajo, que usara la palabra ante los manifestantes, invitándolos a retirarse a sus casas.

Pocos minutos antes de esto, Arriaga había abandonado su casa, ubicada también en las cercanías del templo de San Diego, y se dirigía a pie a sus oficinas de la Comisión Local Agraria, por la Av. Madero. Coyt lo abordó apenas acababa de pasar el Jardín de Villalongín; brevemente le explicó el caso, indicándole que sólo él podría evitar un encuentro entre cerca de 10,000 fanáticos y unos cuantos policías y

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trabajadores. Isaac se opuso en un principio; no eran esas sus actividades, ni tenía injerencia alguna en la participación de los sindicalizados en aquel acto; pero luego, con esa nobleza de sentimientos que siempre lo caracterizó, y pensando que, acaso, podría impedir con la sinceridad de sus palabras un derramamiento de sangre inocente, regresó con Coyt hasta el sitio en que se cruzan el acueducto y la Calzada de Guadalupe y esperó el momento oportuno para dirigirse al pueblo.

Primero habló el Inspector de Policía, y cuando los fanáticos iban ya a desembocar al Jardín de Villalongín, J. Isaac Arriaga trepó a una de las bancas de cantera construidas a los lados de la calzada, para arengar a los manifestantes. En esos momentos un individuo llamado Eladio García, de oficio carnicero y protegido de los Caballeros de Colón, se apartó de la columna fanática y, sin que nadie sospechara sus criminales intenciones, se acercó al prócer nicolaita y por la espalda, sin mirarle la cara, sin darle tiempo a ninguna defensa, le disparó un balazo en la cabeza, arrancándole la vida instantáneamente.

Isaac, bañado en sangre, se bamboleó un instante y luego, desde lo alto de la banca, cayó de bruces, estrellándose en las baldosas del piso.

Aquella era la señal convenida por los pistoleros clericales para iniciar el combate contra la policía y los trabajadores. Sin perder tiempo, los fanáticos abrieron el fuego en medio ya del mayor desconcierto, cayendo de los primeros los camaradas José Martínez, Jefe de la Policía Reservada; Vicente Núñez y varias mujeres, resultando gravemente herido de tremenda cuchillada en el costado izquierdo, el propio inspector Coyt.

Ante semejante agresión, los gendarmes, que vieron rodar a su jefe herido de muerte, contestaron el fuego, trabándose así un zafarrancho sangriento que costó más de quince vidas y como cuarenta lesionados.

Aprovechando la confusión que siguió al asalto, Eladio García, el asesino de J. Isaac Arriaga, abandonó el campo y más tarde era abrazado y felicitado por los generales Alfredo C. García y Juan Domínguez, Comandante y Subcomandante de Operaciones Militares, respectivamente, en Michoacán. Este hecho, presenciado por un

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hermano del mártir, el entonces joven de 15 años de edad Jesús Arriaga, vino a corroborar el desacuerdo existente entre las autoridades civiles y las militares en nuestro Estado y a confirmar la connivencia de estas últimas con el clero, en las maniobras criminales del reaccionarismo moreliano.

Se cerró así la jornada trágica del 12 de mayo de 1921, provocada por los curas. Y mientras los cadáveres de las mujeres inocentes y de los obreros yacían sobre el pavimento ensangrentado de la Plaza de Villalongín y de la Calzada de Guadalupe, los ensotanados sin conciencia brindaban pos su triunfo definitivo, puesto que las cosas resultaron como ellos lo habían planeado.

Los detalles de la matanza, en una ciudad pequeña como Morelia, bien pronto se conocieron en todos los círculos, provocando la más justa indignación popular contra los fanáticos.

Los cadáveres de las víctimas fueron trasladados al Hospital civil "Doctor Miguel Silva", donde se les practicó la autopsia y luego se entregaron a sus deudos; a los heridos se les atendió solícitamente por los doctores y practicantes de la Facultad de Medicina.

El cadáver de J. Isaac Arriaga fue conducido la misma tarde del 12 de mayo al edificio de la Comisión Local Agraria, donde se le veló. Ante su catafalco, envuelto en la bandera roji-negra, desfilaron durante la noche millares de trabajadores, en su mayoría campesinos humildes a cuyo mejoramiento y bienestar consagró aquél toda su vida. Delegaciones de los planteles universitarios acudieron llevando sus ofrendas florales; directivos de sindicatos, elementos intelectuales y, en una palabra, hasta muchos de sus antagonistas en ideas, se presentaron a rendir homenaje al hombre bueno, al que no conoció de mezquindades ni de bajezas, al que siempre hizo el bien sin esperar recompensa, al que fue ciudadano distinguido y patriota incomparable.

Y es que el pueblo siempre vio en J. Isaac Arriaga a un apóstol, a un apóstol joven que entregaba su vida a los 29 años de edad. Antonio Díaz Soto Gama llegó a decir de él, por su apasionada lucha en favor de las clases campesinas, que era el "Emiliano Zapata de Michoacán".

El 13 de mayo amaneció lluvioso. Pertinaz lluvia se descolgó poco antes de la aurora, y a las 6 de la mañana el sol asomó por la cumbre del Punhuato en medio de una densa nieblecilla. Entonces pudieron

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observar los morelianos que la Enseña Patria aparecía izada a media asta en el Palacio de Gobierno y demás edificios públicos; en los locales de los sindicatos fueron enlutadas las banderas del proletariado, y las oficinas públicas suspendieron sus labores, todo en señal de duelo por la muerte del mártir nicolaita.

A eso de las 9 de la mañana, un grupo de alumnos del Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, encabezado por Moisés Márquez y Daniel Franco López, se presentó en la Comisión Local Agraria solicitando el cuerpo de Arriaga para rendirle en su plantel, del cual primero fue alumno y después maestro, el tributo cálido de gratitud, de admiración y de cariño de las juventudes michoacanas.

Los balcones del Colegio de San Nicolás que dan a la Avenida Madero estaban enlutados. La capilla ardiente se erigió en el primer patio, a un lado de la estatua del Padre de la Patria, con objeto de que todos los estudiantes de la Universidad pudieran tributarle su homenaje. En su torno se colocaron multitud de coronas florales y a la cabecera del catafalco lucía el estandarte del glorioso Colegio de don Vasco. Allí permaneció el cuerpo hasta la tarde del 13 de mayo en que se efectuó el sepelio en el panteón civil. El féretro de Arriaga partió del Colegio de San Nicolás y el de José Martínez a la Casa del Obrero, habiendo presidido el cortejo, que integraban millares de personas, el general Francisco J. Múgica, Gobernador Constitucional del Estado.

Ya ante la fosa abierta, el propio general Múgica pronunció una arenga refiriéndose a la vida ejemplar de J. Isaac Arriaga, y a continuación, el estudiante Daniel Franco López, a nombre del Colegio de San Nicolás, lo despidió con la siguiente oración fúnebre:

"No ha muchos días que con un motivo del todo distinto al que hoy nos trae, decía yo en medio del mayor convencimiento: el Colegio de San Nicolás sigue siendo cuna de liberales convictos que se han opuesto y se opondrán a cualquier burla que intente hacer el buitre conservador. Y venimos hoy a demostrarlo, porque ahora el monstruo intenta dominar al adversario haciendo uso de pistolas y puñales; porque enarbolando la bandera de la mentira, careciendo de moralidad y valentía, se vale de una multitud inconsciente para arremeter contra unos cuantos hombres celosos de cumplir un deber social, sí, contra los que querían ser obstáculo para que se derramara

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sangre, porque los mismos que pregonan que el pueblo nunca sea carne de cañón, lo han sacrificado ayer; y esto únicamente por egoísta capricho y cretino pensar de un Valenzuela, presidente de la nefasta asociación de la A.C.J.M., mediocre leguleyo que toma la religión como base de sus especulaciones materiales. Al llegar a este punto no deja de acudir a mi imaginación, la común, cuanto seria consideración, de que ocuparse de un cero a la izquierda es porque se le quiere dar valor alguno, y este politicastro ensotanado está a la izquierda: así pues, no puedo más que lanzar sobre él mi más profundo desprecio y cerrar el paréntesis.

"El patrimonio de la humanidad abre sus doradas páginas para inscribir en ellas, eternamente, el nombre del mártir, de un filántropo, de un profesor y alumno del Colegio de San Nicolás de Hidalgo: Isaac Arriaga. ¿Quién de todos los presentes no comprendió el valor de este cerebro, de este libertador de la clase oprimida? ¿Quién no le conoce sus filantrópicos actos para el caído, para el débil, cuando sus mismos asesinos fueron un día libres por él? ¿Y quién de vosotros, estimados compañeros, no tiene algo que agradecerle cuando le veíamos sonreír en los corredores de nuestro Colegio? ¿Quién olvidará que, deseoso de darle brillo a la ceremonia para festejar el natalicio del Padre de la Patria, nos cedía su sueldo y después vertía la idea de celebrar el 3 de junio145 otra de las fechas de que abomina el fanatismo, con toda solemnidad? ¿No es de estar agradecidos por todo esto y tomar ejemplo de su inagotable filantropía democrática y estudiantil?.

"Pues bien, yo, ahora como representante de una colectividad estudiosa, protesto enérgica y virilmente contra el crimen de este gremio de canallas que, como siempre, escudado bajo la sombra de la religión católica y simulando hipócritamente amor al prójimo, cometió en la persona de Isaac Arriaga el acto más reprobable, el asesinato más proditorio, cuya gravedad es mayor para los directores intelectuales, ya que ellos se dicen representantes y apóstoles de Cristo y que perdonan, en nombre de Dios, los crímenes como éstos, a pesar de que hubo premeditación, alevosía y ventaja. Pero el Colegio

145 Aniversario del asesinato del ínclito liberal michoacano, licenciado Melchor Ocampo.

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de San Nicolás no perdona un atropello brutal y malintencionado; no deja pasar desapercibidas las violaciones de la Ley cometidas por ese gran número de arbitrarios, por esos malditos zánganos que viven a costa de los creyentes, de esos diques del progreso que debían haber nacido en la edad de piedra para que pudieran llevar una vida más o menos conforme con sus ideas retardatarias.

"¡Pueblo querido! ¡Estimados compañeros! No nos arredre el derramar nuestra sangre en pro de nuestras ideas progresistas, ya que es mucho muy decoroso morir en aras de la adquisición de la verdad y por el imperio de la justicia; sobre todo cuando hay momentos en que es preciso que la sangre se vierta, pues nosotros debemos honrar a nuestros ideales y no que nuestros ideales nos honren a nosotros. ¡Imitemos al grande, levantemos al caído, pero siempre conduciéndolo por los senderos de la verdad, sin permitir jamás que en su cerebro plante sus reales el sectarista criterio religioso, que ha estado siempre por encaminarnos a la ruina!.

"¡Murió el apóstol! ¡Los que ciframos en él nuestras esperanzas de redención social, los que escuchamos de sus labios profundas enseñanzas, sus amigos, sus hermanos en ideales, su familia engrandecida hoy por la sangre del mártir, lloramos su prematura y trágica muerte! ¡La tierra abre piadosa su seno para esconder el cuerpo del que en vida fuera terror de los curas y los ricos! ¡Dormirá el sueño del justo en la callada fosa, pero sus ideales y su labor fructificarán con el impulso de ésta y otras generaciones, aunque para ello sea preciso regar la benéfica simiente con la hervorosa sangre que sacude nuestras venas!.

"¡Descanse tranquilo, a la sombra de esta silenciosa y corpulenta arboleda, el que con su verbo de fuego, su entereza de carácter, sus levantadas ideas y su incansable actividad, infundió en Michoacán el soplo de la vida a las redentoras ideas del socialismo!".146

La muerte de J. Isaac Arriaga vino a consolidar las conquistas ideológicas no sólo de los estudiantes michoacanos, sino de las agrupaciones obreras y campesinas, que encontraron en él un símbolo de actividad, de trabajo y de alteza de principios.

146 Documento tomado del archivo particular del señor Jesús Arriaga, hermano de J. Isaac.

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A veces, tratándose en nuestro libro de la vida de un colegio, parece que nos apartamos del tema, pero no; el desarrollo de los acontecimientos exige que hagamos, si se quiere, estas necesarias digresiones con objeto de que el lector interprete por sí mismo muchos fenómenos sociales que no tendrían explicación de otra manera. Por ello abundamos en la narración de sucesos que más bien pertenecen a la historia de Michoacán, pero que para nosotros son sustanciales, puesto que vienen a fijar la posición de los hijos esclarecidos de nuestro Colegio.

J. Isaac Arriaga, por ejemplo, a quien hemos escogido como tipo representativo de todos los buenos hijos de la Casa de don Vasco sacrificados por un ideal, no era un simple líder provinciano. Su ejecutoria revolucionaria palpitaba en todo el país y sus doctrinas habían rebasado las fronteras de la patria.

En Arriaga concurrieron las características, las circunstancias de Ignacio M. Altamirano: fue soldado cuando la patria necesitó de su espada; fue orador y encausador de las modernas corrientes filosóficas, cuando la tiranía y la degradación parecían haberse apoderado del pueblo; fue un apasionado del socialismo científico cuando —como dice el doctor José Siurob— "nosotros llevábamos un ideal político, él, Isaac, ya nos aconsejaba que abordáramos directamente el ideal social".147 Fue un apóstol de la democracia, un agitador continuo y un maestro siempre.

Pues bien, los despojos mortales de J. Isaac —él, que se había prodigado por entero al proletariado— no podían permanecer en un panteón olvidado de la provincia michoacana.

Tan luego como en México se supo la noticia de su muerte, la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal, la Confederación Regional Obrera Mexicana, la Unión de Obreros de Artes Gráficas de los Talleres Oficiales y otras agrupaciones sindicales, nombraron una comisión de entre sus miembros para que se trasladara a Morelia y llevara a la capital el cadáver embalsamado

147 Discurso pronunciado por el doctor, general y diputado José Siurob, el 13 de mayo de 1921, en la Cámara de Diputados, solicitando se enlutara la tribuna parlamentaria en señal de duelo por el asesinato del líder agrarista J. Isaac Arriaga. "Diario de los Debates", México, D. F.

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de Arriaga, con objeto de que el proletariado de México le rindiera su tributo de admiración.

El acto revistió caracteres verdaderamente imponentes. Los edificios sociales de la CROM y de las federaciones sindicales no sólo de la metrópoli, sino de todo el país, fueron enlutados y se efectuaron diversas ceremonias luctuosas a la memoria del mártir nicolaita. El día 13 de mayo, frente a la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal, en el número 64 de las calles de Belisario Domínguez, hubo un mitin de protesta contra el clero por el asesinato de J. Isaac Arriaga, en el cual usaron de la palabra, entre otros oradores: Nicolás Ballesteros, Delegado de la Casa del Obrero Mundial y de los sindicatos de Morelia; José Gutiérrez Palacios, Luis N. Morones, Pioquinto Roldán, Diego Morales y Felipe Carrillo Puerto.

Llegados los restos de J. Isaac Arriaga a México, se instaló la sala funeraria en el edificio de la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal. Allí estuvieron desfilando, hasta el día 19, representantes de todas las agrupaciones obreras y campesinas del país. La ciudad de México, a pesar de su natural ajetreo y de su indiferencia proverbial, estaba conmovida por los acontecimientos de Morelia y el homenaje de los trabajadores de México al apóstol agrarista de Michoacán.

El 19 de mayo, a eso de las 2 de la tarde, el féretro fue sacado rumbo al panteón civil, seguido de una enorme muchedumbre que encabezaban los líderes Luis N. Morones, Antonio Díaz Soto y Gama y Felipe Carrillo Puerto. El complaciente gobierno del general Álvaro Obregón prohibió que el cortejo pasara por las calles céntricas, dizque para evitar nuevas fricciones, dado lo exaltado de los ánimos; pero en el fondo sólo le hizo el juego a la reacción que no podía perdonar a Arriaga su brillante actividad de agitador socialista.

De las calles de Belisario Domínguez, la comitiva luctuosa tomó por las del Brasil entrando luego a las de 5 de Febrero y Regina, doblando por las de San Miguel a fin de tomar la Av. Chapultepec. Cerca de las 4 de la tarde llegó el tren fúnebre al Panteón Civil, avanzando por las solitarias y angostas calzadas hasta el lugar donde se abría la fosa número 5,954 del primer lote de segunda clase, donde reposan los restos mortales de este mártir.

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En aquel sitio, en medio de absoluto silencio y antes de descender el ataúd al seno de la madre tierra, usó de la palabra el obrero Florencio Salcedo, de los Talleres Gráficos de la Nación, quien, tras de hacer el panegírico del mártir, dijo textualmente:

"…Una mano criminal ha asesinado al que fuera ayer en el Estado de Michoacán el impulso simbólico del proletariado que anhela divisar nuevos horizontes de progreso, de igualdad y de bienestar. Es ahora Isaac Arriaga la víctima que aumenta la lista de los héroes en las páginas sublimes de la historia social. Es ahora que, con su sueño profundo y su silencio elocuente, nos viene a mostrar ejemplo altísimo. La lucha está emprendida y el enemigo es fuerte por su capital, por sus arterías, por sus infamias… ¡Vénos, pues, aquí, Isaac! ¡Contempla a tu derredor a este conjunto de camaradas que te supo comprender y que te sabrá imitar! La Unión de Obreros de Artes Gráficas de los Talleres Oficiales hace suyo el dolor que la muerte de Arriaga provoca en todos los pechos proletarios, y fragantes vierten en tu tumba sus tiernos sentimientos. ¡Adiós, hermano! ¡Duerme tranquilo! ¡Nosotros continuaremos tu obra!".148

Tan pronto como terminó de hablar Salcedo, tomó la palabra Luis Romero M., quien disertó sobre los sangrientos acontecimientos desarrollados en Morelia y en los cuales perdiera la vida J. Isaac Arriaga. Y a continuación, Luis N. Morones fue designado para pronunciar la oración fúnebre a nombre de la CROM.

"En nombre de la Confederación Regional Obrera Mexicana —dijo el orador— vengo a dirigir la palabra a los concurrentes, en los momentos en que desciende a la tumba el cuerpo de nuestro camarada Isaac Arriaga. Este hombre ha muerto, regando con su sangre un jirón del Estado de Michoacán; pero su muerte, su gloriosa muerte, no significa sino que tiene un eslabón más la cadena de los mártires del proletariado. La sangre regada por este apóstol servirá para que todos los espíritus que decaigan, para que todos los que se desalienten, sigan con más firmeza, con más tesón, con más ahínco, en la lucha que ha emprendido la clase trabajadora para librarse de la opresión de los adoradores del asno de oro.

148 La Lucha, periódico socialista, México, D. F., viernes 20 de mayo de 1921, tomo II, número 116, Director: Juan Rico.

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"Venimos a dejar el cuerpo de Arriaga y a rendirle homenaje y pleitesía, creyendo que ha desaparecido; tengamos la seguridad de que su cuerpo vibra, que escucha la imprecación que lanzamos, que oye nuestra protesta más enérgica por el crimen horrible de Morelia.

"Estamos aquí reunidos para depositar con nuestra ofrenda floral, las sinceras quejas de nuestro corazón, a un mártir que no pudimos arrancar de las garras de los enemigos del proletariado, quienes habrían deseado aun hacer que desapareciese su cadáver…"

Luis N. Morones se refiere luego al asesinato de otros trabajadores michoacanos y después continúa con más vehemencia:

"…La sangre de Arriaga será como las corrientes subterráneas que a pesar de los obstáculos que encuentran a su paso, llegan al lugar donde forman un purísimo manantial. La sangre de nuestros mártires va dispersándose por todos los ámbitos del mundo, para que los trabajadores persistan constantemente en la lucha por su emancipación.

"Son mujeres las que en este doloroso momento tremolan la bandera roji-negra, símbolo de las aspiraciones de los oprimidos; y cuando son manos de compañeras que traen este símbolo, cuando ellas, las que tienen sus manso callosas por el trabajo —las compañeras del taller— son las que hacen ondear nuestro pendón, pensamos más hondamente lo que el movimiento significa, lo que es, lo que será en el futuro.

"En este lugar, para nosotros desde hoy sagrado, si acaso la momentánea derrota llega a las huestes trabajadoras; si acaso otra vez hayamos de lamentar la pérdida de un luchador entero, aquí será donde vengamos a recibir fuerzas que nos animen para los grandes días de lucha. Aquí será donde adquiramos fuerza cuando supongamos que nuestra causa ha sido debilitada.

"El Estado de Michoacán hubiera podido guardar los restos del compañero Arriaga, como guarda los de otros muchos que han caído bajo los puñales asesinos; pero los trabajadores, formando una guardia de corazones, han querido ser los poseedores de estos despojos, porque la saña de los enemigos bien puede llegar a la profanación. Por eso todos los que estamos presentes debemos llevar el compromiso fiel de guardar para siempre estos sagrados restos y estar alertas para que ellos no sean ultrajados.

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"Hay seres que no representan nada, y éstos, cuando mueren, desaparecen. También los hay que representan desolación, miseria, muerte. Arriaga no fue de éstos, representó siempre un ideal purísimo y fue como un sol que llegó a su ocaso y que seguramente volverá a lucir esplendoroso, llenando el cielo de nuestra esperanza con áureos fulgores. Entonces será cuando el proletariado toque las trompetas de la gloria. Mañana, cuando este sol que ha sido ocultado por infame crimen vuelva a brillar, ya no alumbrará a un raquítico puñado de hombres que protestan, sino a un gran cambio social que será el triunfo del proletariado.

"La sangre de estos compañeros es como el agua de los manantiales: abona nuestra causa. Ojalá que todos los que se encuentran aquí comprendan las miserias de la vida y unidos trabajemos todos por el bienestar general…"149

El proditorio asesinato de J. Isaac Arriaga provocó tremenda indignación entre todos los sectores sociales del país. El Partido Laborista Mexicano y las agrupaciones obreras de la República se dirigieron telegráficamente al Presidente Obregón, protestando por el incalificable crimen.

La CROM mandó publicar en la prensa metropolitana, el día 13 de mayo, la siguiente protesta:

"La Confederación Regional Obrera Mexicana y la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal protestan, de la manera más enérgica, por los asesinatos cometidos ayer en Morelia en los compañeros J. Isaac Arriaga y José Martínez.

"Además, protestamos por los muchos crímenes cometidos en indefensos labriegos del Estado de Michoacán y señalamos como responsables al clero y al general Alfredo C. García, Jefe de Operaciones".

Pero lo que produjo mayor excitación en el ánimo de la burocracia mexicana, fue la irrupción de cerca de trescientos obreros en la Cámara de Diputados, la noche del 13 de mayo; es decir, un día después del crimen, pidiendo que fueran castigados los asesinos del líder J. Isaac Arriaga.

149 La Lucha, periódico proletario ya citado.

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Jamás en la historia de México se había registrado un caso semejante, y los diputados y senadores pertenecientes al Partido Liberal Constitucionalista, la parecer confabulados con la reacción, se valieron de ello para atacar a los obreros y coquetear con los obispos, aduciendo que se había violado el recinto parlamentario…

Presidía esa noche la sesión el diputado Uriel Avilés, y el doctor José Siurob, que ocupaba la tribuna, discutía el artículo primero de la Ley sobre Latifundios. De pronto se escucharon fuertes voces en la calle y a poco se observó, frente a las puertas de la Cámara, una multitud que pedía amenazante que se le franqueara la entrada al edificio.

En esos momentos se oyeron gritos que decían: —¡Viva la Revolución! ¡Viva la bandera roji-negra! ¡Abran! ¡Esta

es la casa del pueblo! ¡Tenemos derecho a entrar! ¡Echemos abajo las puertas!.

Y casi en seguida las puertas se abrieron y la muchedumbre penetró al edificio, sólo que en vez de utilizar las escalinatas que conducen a las galerías, se dirigieron, ante el asombro y la sorpresa de los diputados, al salón de sesiones, en actitud agresiva y violenta, pidiendo que se les escuchara.

"…Un joven obrero tomó la palabra, desde luego, sin solicitar permiso de nadie, y con voz enérgica condenó la muerte del ex diputado J. Isaac Arriaga… Venimos a pedir justicia para la víctima —dijo—, que los asesinos caigan bajo el peso de la ley y que se reivindique a la clase obrera tan cruelmente azotada…"150

Calló aquel obrero y luego otro tomó la palabra para lanzar tremenda catilinaria contra los diputados que no estudiaban las leyes pendientes, como la del Trabajo, la de Latifundios, etc., y, en cambio, sí cobraban puntualmente sus dietas…

Después hablaron, para calmar los ánimos e imponer respeto a los obreros, los diputados doctor José Siurob, licenciado Antonio Díaz Soto y Gama y profesor Aurelio Manrique Jr.

Finalmente, como algunos momentos antes de la irrupción popular el diputado Siurob había presentado una moción, que

150 Excélsior, El Periódico de la vida nacional, núm. 1,519, de 14 de mayo de 1921, Director: Rafael Alducin.

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apoyaban Soto y Gama y otros, en el sentido de que, a la memoria de J. Isaac Arriaga, fuera enlutada por tres días la tribuna parlamentaria, los diputados "peleceanos" que andaban quedando bien con el clero y los moderados por conveniencias políticas, se apoyaron en ello para acusar a los del "Bloque Democrático Social", que presidía Froylán C. Manjarrez, de estar de acuerdo con los "bolcheviques" en provocar ese escándalo en la Cámara.

A pesar de lo peregrino de la acusación, trajo como consecuencia que los diputados y senadores del P.L.C. y que formaban la mayoría parlamentaria, entregaran, personalmente, el 16 de mayo, un extenso memorial al Presidente Obregón, en el cual reseñaban a su manera los acontecimientos de Morelia y los registrados en la Cámara, pidiendo la destitución de los siguientes funcionarios a quienes consideraban instigadores de las doctrinas bolcheviques en México: general Plutarco Elías Calles, Secretario de Gobernación; Adolfo de la Huerta, Secretario de Hacienda y Crédito Público; general Celestino Gasca, Gobernador del Distrito Federal; Luis N. Morones, Jefe de Fabriles y de Aprovisionamiento del Ejército, y coronel Raygadas, Inspector de Policía de México.

En cambio, el "Bloque Demócrata Social" de la Cámara, defendía a estos funcionarios y daba una explicación razonada de los hechos, pero de todas maneras, a partir de entonces, se inició una lucha enconada en el Congreso de la Unión, cuyo relato no es ya tema de este libro.

El día 15 de mayo el Presidente Obregón hizo declaraciones que se publicaron en la prensa, respecto a los sucesos sangrientos de Morelia y su relación con los de la Cámara de Diputados; declaraciones que, fundándose en el sobado recurso de "impartir garantías por igual a todos los ciudadanos", se traicionó a las organizaciones obreras en sus demandas de justicia y se dio pábulo a que el clero "se creciera" más y redoblara, al amparo de las palabras presidenciales, su campaña criminal contra el proletariado.

Obregón, olvidándose de que obreros y campesinos fueron quienes lo llevaron a la Presidencia de la República, dio órdenes a la Secretaría de Guerra para que las fuerzas federales, dizque en auxilio de las autoridades civiles, reprimieran en los Estados nuevos escándalos, significando esto que los trabajadores quedaran a merced

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de los militaroides; consignó, además, a la Procuraduría General de la Nación, los hechos de Morelia y los de la Cámara de Diputados; y expulsó del país bajo el "delito" de bolcheviques, a los siguientes representantes de organizaciones proletarias extranjeras: Sebastián Sanvicente (español), Franck Seaman (inglés), Natalia Michealowa (rusa), Jorge A. Sánchez (periodista hondureño), José Rubio, Fort Mayer, M. Paley, José Allen y Karl Limón.

Hemos visto ya, en el curso de esta reseña, la forma cobarde en que fue asesinado J. Isaac Arriaga; conocemos las maniobras tortuosas del clero tendientes a predisponer al pueblo contra el gobierno del general Múgica; sabemos de las actividades criminales de los Caballeros de Colón, la A.C.J.M., los Hijos de Jesús y las Damas Católicas, y de las calumnias e intrigas de todos estos elementos para enloquecer de fanatismo a la gente sencilla de la provincia, envenenando sus almas contra sus mandatarios. Notoria era la responsabilidad del clero y la reacción, ante los hechos.

Sin embargo, los arzobispos y banqueros supieron defenderse, merced a su dinero, a su influencia, a la tolerancia del Presidente Obregón y a la complicidad de soldadones sin escrúpulos. Y el zafarrancho de Morelia, en el que fue sacrificado alevosamente J. Isaac Arriaga, se hizo aparecer en aquel tiempo como una provocación de los "bolcheviques".

Al día siguiente de la muerte de Isaac, el Presidente Obregón ordenó al Subsecretario de Gobernación encargado del Despacho, licenciado José Inocente Lugo, nicolaita por cierto, y al general Enrique Estrada, Secretario de Guerra y Marina, que salieran a Morelia a bordo de un tren especial, con objeto de investigar los hechos y consignar a los responsables.

Dichos funcionarios permanecieron en la capital michoacana dos o tres días; no se supo nunca con certeza cuál fue su informe al Primer Magistrado, pero con sorpresa vieron los trabajadores que el general Alfredo C. García, Jefe de Operaciones de Morelia, cuya remoción habían pedido, continuaba en su puesto con más bríos que nunca; que al Gobernador Múgica, lejos de apoyársele como mandatario de una entidad libre y soberana, se le empezó a considerar oposicionista al Gobierno del Centro; y que el clero, en una palabra, quedaba bien parado y con el látigo en la mano.

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Vino a favorecer esta labor contrarrevolucionaria, primero, la escisión surgida en la Cámara de Diputados; segundo, la actitud estúpida de ciertos funcionarios que se solidarizaron o coquetearon con la reacción; y tercero, la tibieza del Gobierno Federal para sacudirse de una buena vez a los ensotanados.

En efecto, el día 12 de mayo, los diputados locales José L. Mandujano, Rafael Cortés Farfán, Manuel Arias Córdoba y Jesús M. Sotelo, dirigieron de Morelia un mensaje de protesta al Presidente Obregón, arrojando toda la culpa del zafarrancho sobre los obreros socialistas. En iguales términos se expresó, por telégrafo, desde Pátzcuaro donde se encontraba, el diputado federal michoacano Eduardo Laris Rubio.

En cierta forma también inculparon a los trabajadores de Morelia, los representantes federales ante la Cámara de la Unión, ingenieros Gustavo P. Serrano y Norberto Domínguez.

Animados, pues, por esta conducta deleznable de los propios elementos que se decían revolucionarios y que estaban obligados a defender las conquistas consignadas en la Constitución de 1917, el clero mexicano lanzó al tapete una nueva carta, recriminando públicamente a los "bolcheviques" causantes de la matanza de Morelia.

El 14 de mayo, es decir, dos días después de la muerte de J. Isaac Arriaga, se publicó en México una serie de entrevistas sobre los acontecimientos referidos, de miembros del alto clero católico mexicano y elementos de filiación notoriamente contraria al régimen.151

El primero en opinar en esa encuesta es un personaje conocido ya de nuestros lectores. Fue aquel que, en 1912, cuando contendía por la gubernatura de Michoacán con el doctor Miguel Silva, balaceó desde un balcón de su residencia, a una manifestación inerme del pueblo de Morelia, causando varias víctimas, y que después queriendo impresionar al entonces Gobernador para que no lo encarcelara por su crimen, solicitó los oficios de monseñor Francisco Banegas Galván, y al no producirle el efecto deseado, huyó de Morelia saltando tapias

151 Excélsior. El periódico de la vida nacional. México, núm. 1519, de 14 de mayo de 1921. Director: Rafael Alducin.

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como cualquier delincuente vulgar: se habrá adivinado ya que se trata del señor licenciado Francisco Elguero.

"…¿Quedará impune tamaño crimen? —se preguntaba este caballero lleno de la más conmovedora emoción—. ¿Se resfriarán los católicos en su obra pacífica de movilización nacional porque ella les cuesta persecución y sangre? ¿No querrán poner coto los mismos hombres de la Revolución, más advertidos y más serenos, al bolchevismo que deshonra al país y nos presenta ante el extranjero como enemigos de la civilización humana?.

"Esperamos que la reacción natural, en las almas bien puestas, contra los atentados de la barbarie, restablezca el orden en la nación toda, dé la tranquilidad a las conciencias, ampare la libertad individual y salve la independencia de la patria. Si esa reacción no se provoca en vista de lo que acontece, los funerales de las víctimas de Morelia, serán los de nuestra civilización".

Así se expresaba Elguero en aquellos días, todavía cuando el cadáver de J. Isaac Arriaga no bajaba al seno de la tierra. Sus declaraciones sarcásticas lo presentan como un farsante; son una franca incitación a los católicos para que se levantaran contra los trabajadores. Entonces no recordaba que él llevaba en la frente el estigma de haber ametrallado al pueblo humilde de Morelia…

El presbítero y doctor Benigno Esquivel, Vicerrector de la Universidad Pontificia Mexicana, dijo, entre otras cosas:

"…Estoy seguro de que la sangre que ha empapado las calles de Morelia, antes que servir de desaliento a los católicos, va a servir para unirles en apretado escuadrón, para que sigan confesando su fe, con la frente levantada y limpia, y sigan defendiendo sus derechos.

"No será la bandera roja la que traiga la paz y el relativo bienestar al mundo, porque lleva entre sus pliegues la tea incendiaria y el puñal asesino; los recibirá única y exclusivamente de la cruz que lleva en sus brazos toda la caridad de Cristo…

"Quiera el cielo que, amaestrados por la Historia, llegue el día en que todos, hasta los que hoy llevan en una mano el puñal y en otra la bandera roja, se postren ante la Cruz para decir la exclamación de los siglos 'O crux, ave, spes unica'".

Don José de Villa, Gran Caballero en la Orden de los Caballeros de Colón, a quien también entrevistó 'Excélsior', estuvo, a la inversa

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de los miembros de la Iglesia y llamados pastores del Señor, ponderado, ecuánime y juicioso. Se limitó a decir que los hechos, cualquiera que haya sido su origen, eran lamentables, y recomendaba usar de prudencia en lo futuro. No había en sus palabras esa provocación a la violencia, ni se encontró la injuria contra sus adversarios en ideas.

El presbítero Ramón García Plaza, doctor en Teología, Filosofía y Derecho Canónico, y miembro del claustro de la Universidad Pontificia Mexicana, se expresó así:

"…Ante semejantes atentados, cabe, pues, que esperemos de las autoridades, que den las debidas garantías, pues no por ser católicos perdemos nuestros derechos. Y esperamos también que la sangre de los mártires, como dijo Tertuliano, sea semilla de cristianos; esperamos que no se arredren ante los atropellos ni ante las balas, sino que defiendan los derechos sagrados de la religión de Jesucristo".

El presbítero y doctor José Castillo y Piña, también miembro del claustro universitario católico, produjo, entre otros, los siguientes conceptos:

"…Los actos de salvajismo que los socialistas de Morelia han cometido, con lujo de cobardía, contra los católicos, que en cumplimiento de un deber, protestaron por haberles profanado su santa catedral, han consternado profundamente el ánimo de todos los buenos mexicanos; y creemos firmemente que ellos, a semejanza de los cruzados de la Edad Media, más que nunca se decidan a luchar para cimentar las ideas cristianas, que son las únicas llamadas a restablecer el orden social tan atrozmente ultrajado".

Por último, el presbítero y doctor Adolfo L. Cacho Ordorgoiti, del propio claustro universitario, ahogándose de ira, dijo lo que sigue:

"…Esto sucede y todos los mexicanos que, en su mayoría se dicen católicos, permanecen indiferentes y callados! …Yo, por lo menos, no queriendo ser cómplice de ese silencio infame y cobarde, protesto contra ese atentado de la autoridad y lo hago con toda la energía de mi corazón de católico y de mexicano".

Los conceptos de los altos dignatarios de la Iglesia católica reproducidos aquí, encierran una franca incitación a la lucha. No están escritos en el estilo y el tono jesuítico peculiar de esta gente; en esta vez, con el deliberado propósito de ofender el amor propio del

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pueblo fanático, llegaron a la rudeza del insulto. Sus palabras son bastante claras y no necesitan ninguna interpretación. Ellas son los documentos acusatorios que recogemos para la Historia, en la seguridad de que las nuevas generaciones sabrán hacer justicia a los próceres sacrificados por tales engendros.

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Í N D I C E

Pág.

PRESENTACIÓN

3

PREFACIO

5

CAPÍTULO I ENTRE LA HISTORIA Y LA LEYENDA (1315-1556)

Misionero en la Tierra Caliente de Michoacán Ario prehispánico. Posible época de su fundación La integración del Imperio refuerza la hipótesis Santiago Ario, Don Vasco de Quiroga y fray Juan Bautista de Moya Fundación de Santiago-Ario. Opinión del historiador Romero Flores

8 8 8 10 18 23 27

CAPÍTULO II EL RÉGIMEN COLONIAL (1556-1800)

Michoacán a la caída del Imperio Chichimeca Descripción general del vasto escenario Climatología Minería La fauna Ario, Nuevo Urecho, La Huacana y Churumuco Nuevo Urecho La Huacana Churumuco Estructura económica del régimen colonial Las tierras comunales La actividad comercial El Volcán del Jorullo Cómo anunció el volcán su nacimiento. Maldición de los frailes capuchinos Científicos extranjeros en El Jorullo

31 31 31 33 35 36 38 38 41 41 43 44 48 49 52 55

56

CAPÍTULO III SEMILLA DE LA LIBERTAD (1522-1810)

Organización administrativa y territorial de la Colonia

59 59 59

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Las ideas libertadoras en Ario y la Tierra Caliente Los hermanos Hidalgo en Santa Clara del Cobre Don Manuel de la Torre Lloreda La arriería

67 74 76 78

CAPÍTULO IV COMIENZA LA LUCHA ARMADA (1810-1815)

Noticias en Valladolid del levantamiento de Hidalgo Primeras acciones de guerra en Michoacán Se intensifica la ofensiva realista El Congreso de Chilpancingo Derrota de Morelos frente a Valladolid Desastre de Puruarán Los poderes públicos a punto de ser destruidos en Ario

83 83 83 85 90 92 95 97

103 CAPÍTULO V EN EL FRAGOR DE LA INSURGENCIA (1815-1821)

Consecuencias del frustrado Plan de Iturbide Últimos pasos del Congreso. Captura y muerte de Morelos Víctor Rosales, héroe de leyenda Decae el ímpetu de la insurgencia Víctor Rosales muere combatiendo cerca de Ario

111 111 111 116 123 129 131

CAPÍTULO VI LUCES DE LA ANARQUÍA (1821-1853)

El Plan de Iguala. Capitulación de Valladolid México independiente. Ario en la nueva división territorial El Liberalismo. La lucha de las facciones Ario en el período caótico. Reformas educativas

139 139 139 145 153 157

CAPÍTULO VII AYUTLA Y LA REFORMA (1853-1861)

Liberales y conservadores. La Revolución de Ayutla "Su Alteza Serenísima" en Michoacán Comonfort frustra la toma de Ario por Santa Anna La Constitución de 1857. La Guerra de Reforma Ocampo y el Colegio de San Nicolás

166 166 166 172 181 184 189

CAPÍTULO VIII LA INTERVENCIÓN Y EL IMPERIO (1861-1867)

El Congreso suspende el pago de la deuda exterior

195 195 195

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Se abre la campaña en Michoacán La batalla de Morelia. Se vislumbra la traición de Uraga Zamora y Uruapan en poder de los franceses Cristóbal Orozco ataca a Ario de Rosales Uraga, Caamaño y Antonio Huerta se pasan al Imperio El "Tigre de Tacubaya" y "Guadalupe La Chinaca" Mariano Ochoa, héroe de Santa Clara, fusilado en Pátzcuaro Ramón Méndez. Ario en el vértigo de la lucha contra el Imperio José Nieves Sosa, héroe inmaculado de Ario de Rosales

199 202 204 205 208 212 217 219 233

CAPÍTULO IX EL ESFUERZO RECONSTRUCTOR (1967-1884)

Después de la guerra, Ario resurge de sus propias ruinas Los caminos La instrucción pública Aspecto urbano Las comunicaciones A caballo y en diligencia rumbo a Ario de Rosales Telegramas al Presidente Lerdo y a la Legislatura Estatal Los arienses desbordan su alegría. Banquetes y brindis Actividades del Gobernador Regreso a Morelia. Sta. Clara del Cobre y Turirán Baile en Pátzcuaro. Almuerzo en Huiramba. Comida en Tiripitío Remembranzas literarias. ¡Morelia a la vista!...

235 235 235 235 237 238 239 241 246 252 256 258 262 262

CAPÍTULO X EL PORFIRIATO (1884-1911)

El Porfiriato. 34 años de férrea dictadura La vida en la República durante la "Paz porfiriana" ¿Qué ocurría en Ario de Rosales durante este aciago período? Personajes que dan lustre a Ario de Rosales en esta época Michoacán bajo la dictadura de Aristeo Mercado Aprehensiones en Ario. Mítines en Morelia. Caída de Aristeo Mercado

268 268 268 270 272 277 290 293

CAPÍTULO XI LA REVOLUCIÓN DE 1910 (1910-1920)

Santa Clara del Cobre y Ario de Rosales en pie de guerra Salvador Escalante ocupa pacíficamente la ciudad de Morelia Lo hecho por el Dr. Silva durante su interinato La ascendencia ariense del Dr. Miguel Silva González

296 296 296 302 304 307

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El doctor Silva en el drama de la usurpación huertista en Michoacán Desterrado, pobre y casi ciego muere en La Habana el Dr. Silva La vida social en Ario durante la Revolución Constitucionalista El bandidaje, lastre que dejó la guerra civil

309 313 319 325

CAPÍTULO XII EN MARCHA HACIA EL FUTURO (1920-1979)

Últimas rachas del vendaval revolucionario Tropiezos al ponerse en práctica el programa de la Revolución Ario de Rosales entre cristeros y sinarquistas El zafarrancho de 1950 El problema del agua en Ario. Curiosas escenas en tiempo de escasez El ferrocarril de Ario Los emigrantes del Paricutín. La tenencia "Miguel Silva Macías" Transformación de la traza urbana de Ario de Rosales Se funda la biblioteca pública "José Trinidad Guido" El turismo en Ario y su zona de influencia El primer Palacio Nacional La casa del Dr. Miguel Silva Macías La imprenta del Dr. Cos

333 333 333 335 340 342 344 348 349 351 355 358 359 360 360

CAPÍTULO XIII LOS ÚLTIMOS TREINTA AÑOS (1950-1979)

Obras materiales más importantes en Ario Magno impulso a la educación pública Se funda la Preparatoria "J. Isaac Arriaga" Se instala en Ario un Centro de Capacitación CONASUPO El aguacate y la Escuela Secundaria Técnica Agropecuaria El Jardín de Niños "Luz Ma. Serradell" Los medios de comunicación masiva Otros arienses exponentes de cultura Ario de Rosales en la actualidad Cuarto centenario de la fundación de Ario de Rosales Los Juegos Florales Reinauguración del Palacio Municipal de Ario de Rosales

363 363 363 365 368 368 369 371 371 374 379 380 382 384

APÉNDICE

DOCUMENTO Nº 1 Cap. III. Organización administrativa y territorial en la Colonia

387 387 387

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430

DOCUMENTO Nº 4 Cap. XIII. Ario de Rosales elevado a la categoría de Ciudad DOCUMENTO Nº 5 Cap. XII. Tropiezos al ponerse en práctica el Programa de la Revolución

396 396 401 401

BIBLIOGRAFÍA

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Se terminó de imprimir el 30 de mayo de 1980

en los talleres de Imprenta Madero, S.A., Avena 102, México, D.F.

Cuidó de la edición Leopoldo Herrera Morales.

Se tiraron 3,000 ejemplares.