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Apuntes Para La Historia de Los Trinitarios

Mar 01, 2018

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    Apuntes para la historia

    de los trinitarios

    Santo Domingo, D.N., Repblica Dominicana2005

    COMISIN PERMANENTEDE EFEMRIDES PATRIAS

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    Ttulo de la publicacin:

    Apuntes para la historia de Los trinitariosAutor:Jos Mara Serra

    Primera edicin, 1887:Imprenta de Garca Hermanos

    Segunda edicin, 1898:

    Folleto sin pie de imprentaTercera edicin, 1915:Peridico La Opinin Nacional

    Cuarta edicin, 1935:Peridico Hlices

    Quinta edicin, 1970:

    Boletn del Instituto DuartianoSexta edicin, 1998:Ediciones Librera La Trinitaria / Cuadernos Patriticos, No. 1

    Sptima edicin, 2005:Ediciones de la Comisin Permanente de Efemrides Patrias

    Diagramacin:

    Eric SimCuidado de la edicin:Dra. Virtudes UribeLic. Edgar Valenzuela

    Impresin:Editora Bho

    ISBN: 99934-39-37-1

    Impreso en Repblica DominicanaPrinted in Dominican Republic

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    JOSMARASERRA

    Apuntes para la historia

    de los trinitarios

    LIC. MARCELINOOZUNAPresidente

    LIC. EDGARVALENZUELADirector Ejecutivo

    MIEMBROSLic. Juan Daniel BalccerDra. Mu-kien Adriana SangDra. Virtudes UribeGeneral (r) Hctor Lachapelle

    Lic. Rafael Prez ModestoDr. Euclides Gutirrez FlixAsesor

    COMISIN PERMANENTEDE EFEMRIDES PATRIAS

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    ndice

    Los fundadores de la Repblica Dominicana................... 9

    Prlogo ................................................................................. 11

    Advertencia .......................................................................... 19La Trinitaria ......................................................................... 21

    Biografa ............................................................................... 51

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    Los fundadores de la

    Repblica Dominicana

    LosApuntes para la historia de los trinitarios, fundadores de laRepblica, de Jos Mara Serra, constituyen una de las fuen-

    tes primarias fundamentales para el estudio del movimien-to poltico que desde 1838 fund y dirigi el general JuanPablo Duarte, ilustre Padre de la Patria.

    El autor del presente opsculo, Jos Mara Serra, fuemiembro fundador del partido duartista, como tambinllamaban los trinitarios a la clebre sociedad secreta, junto

    con Pedro Alejandrino Pina, Juan Isidro Prez, Felipe Alfau,Benito Gonzlez, Flix Mara Ruiz, Juan NepomucenoRavelo, Jacinto de la Concha y Juan Pablo Duarte.

    EstosApuntesde Jos Mara Serra, publicados por pri-mera vez en 1887, se han convertido desde entonces enpermanente fuente de informacin para todos los intere-

    sados en conocer las interioridades del proceso revolucio-nario que el 27 de febrero de 1844 proclam la proclama-

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    cin de un Estado libre e independiente de toda domina-cin extranjera.

    La Comisin Permanente de Efemrides Patrias cum-ple con su misin esencial al publicar este opsculo, la cualconsiste en promover, entre las jvenes generaciones, elculto a nuestros smbolos patrios, entre los que, natural-mente, figura la clebre sociedad secreta La Trinitaria, g-nesis de la Repblica Dominicana.

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    Prlogo

    Participar en poltica conlleva los riesgos del encarcela-miento, la deportacin o la ejecucin pblica ante un pare-dn de fusilamiento o clandestina en un lgubre lugar.

    Los riesgos se incrementan grandemente cuando elenemigo es un ocupante extranjero, a quien en ningnmomento le unen lazos de familiaridad, de amistad o derelaciones de cualquier naturaleza con aquellos a quienessomete y oprime.

    Por tanto, la lucha debe ser clandestina, lo que obliga a

    llevar los datos concernientes a la organizacin desde laque se hace vida poltica en la memoria, y no en documen-tos, por la posibilidad de que stos puedan caer en manosdel enemigo.

    Esto fue perfectamente comprendido por Duarte, loque explica que los trinitarios hayan dejado nicamente

    como fuentes sobre La Trinitaria losApuntesde Rosa Duartey los de Jos Mara Serra.

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    A este respecto, en su escrito Serra relata el primer im-portante dilogo poltico con el fundador de la Repblica,

    en el que el patricio le expres:

    No es prudente escribir... .

    Serra cita el concepto de Duarte de que el secreto eraun factor vital para poder luchar exitosamente contra el

    ocupante:

    Es menester formar una sociedad secreta revolu-cionaria...

    La existencia de esta sociedad ser igualmente se-

    creto inviolable para todo el que no sea trinitario....

    El patricio logr su objetivo de organizar a los trinitariosen forma clandestina. Durante varios aos los haitianosno se percataron de la existencia de La Trinitaria, y esto nolo pudo haber logrado Duarte sin un estudio pormenori-zado de las organizaciones secretas que existan en Europaen la poca de su permanencia all. Muy particularmenteDuarte, al momento de concebir la idea de La Trinitariacomo instrumento de la lucha independentista, tuvo quehaber sido influido por el movimiento clandestino forma-do por los Carbonarios, quienes lucharon en los aos 1815-1831 contra la dominacin por parte del imperio austriacodel norte de Italia.

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    Duarte no tan slo tuvo xito en crear un movimientoclandestino independentista, sino tambin en hacer pro-

    paganda en favor de la lucha patritica de manera disimu-lada, para que los haitianos no lo percibieran, como semuestra en el hecho de haber creado en 1840 las socieda-des La Filantrpica, la que celebraba sesiones pblicas don-de se pronunciaban discursos sobre poltica, y La Dram-tica, la que presentaba obras de teatro en las que se exalta-ba el patriotismo, con el fin de preparar los nimos para lalucha independentista.

    Entre stas estaban Roma Libre del italiano VittorioAlfieri, en la que un personaje expresa: Libertad o Muer-te! No nos queda otra eleccin; Un da del ao 23 enCdiz , del espaol Eugenio Ochoa, en la que un actor

    afirma: ....estoy resuelto a morir por libertar a la patria dela indigna tutela en la que se halla, y La Viuda de Padilla,del tambin espaol Martnez de la Rosa, en la que se ex-clama: Juramos ser libres o morir.

    Esta habilidad poltica y organizativa es un rotundodesments a quienes presentan la figura de Duarte como

    un idealista, queriendo significar con ello un iluso, un so-ador de cosas imposibles de materializarse.

    S, creemos que fue un idealista, pero en el sentido dehombre de ideales, capaz de poner en peligro su vida y desacrificar todos y cada uno de sus bienes para que sus idea-les se hiciesen realidad.

    An no se ha estudiado con la profundidad que se me-rece el talento poltico y el gran sentido prctico de Juan

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    Pablo Duarte, que supo mantener La Trinitaria clandesti-na incorporando cada da que pasaba nuevos miembros y,

    al mismo tiempo, haciendo propaganda pro-independentistaen las mismas narices del ocupante.

    El escrito de Serra refleja la gran admiracin que sientepor Duarte, mantenida despus de haber transcurrido cua-renta y tres aos entre los meses siguientes a la proclama-cin de la Independencia, cuando el fundador de la Rep-

    blica alcanz su mayor relevancia poltica, y 1887, cuandoSerra escribi sus Apuntes.

    Esta admiracin no es el fruto del apasionamiento, sinoque est basada en la lgica. Nuestra independencia fue elresultado de la labor patritica de todos los dominicanosde la poca, pero muy particular del Padre de la Patria Juan

    Pablo Duarte, quien inici la lucha pro independentistainmediatamente despus de su regreso de Europa en 1831,cuando la ocupacin haitiana pareca destinada a durarmuchas dcadas; fund, en 1838, la organizacin secretaLa Trinitaria para organizar a los dominicanos en el movi-miento pro-independentista; sacrific sus bienes y los de

    su familia para comprar armas que sirviesen para defenderel suelo patrio una vez proclamada la independencia; siem-pre rechaz la idea de someter la Repblica Dominicana aun protectorado francs o a cualquier otra nacin extran-jera, y en 1864 vino al pas procedente de Venezuela a com-batir la anexin a Espaa.

    Son inigualables los mritos de quien ense con suejemplo que por ms desesperada que sea la causa de laPatria, siempre ser la causa del honor.

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    El escrito de Serra revive aquellos momentos trascen-dentales antes y despus de la proclamacin de la Inde-

    pendencia en la noche del 27 de febrero, en que lo queestaba en juego no era solamente las vidas de los pocosjvenes patriotas reunidos en la Puerta de la Misericordia,sino tambin el destino del pueblo dominicano. Fue untestimonio inigualable de alguien que estaba en primerafila en calidad de participante en el mayor acontecimientohistrico de nuestra patria.

    Serra concluye su breve escrito expresando su orgullode haber sido trinitario y no lamentndose de los:

    ... 40 aos de expatriacin, ...las privaciones, to-dos los males... que le causaron esa lucha...;

    al igual que Duarte, de quien expresa:

    ... se sacrific con la gloria de haber fundado sta(la Repblica, JD), hasta morir sin remordimientos en eldestierro.

    Efectivamente, bien pudo haber llevado una vida decomodidades debido a su buena situacin econmica, ycasarse con cualquiera de las dos novias a quienes prome-ti matrimonio, Mara Antonia Bobadilla y PrudenciaRamrez, pero prefiri dedicar todas sus energas a la lucha

    independentista, lo que lo condujo a sacrificarlo todo, in-cluso su felicidad personal.

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    Luego del restablecerse la soberana dominicana con lasalida de las tropas espaolas, el 12 de julio de 1865, Duarte

    no regres al pas, a pesar de haber sido invitado por elpresidente Ignacio Mara Gonzlez en 1875, quien reco-noci que la independencia se debi en gran parte a sussacrificios personales de todo tipo, lo que lo haca merece-dor de los ms altos cargos gubernamentales y de las ma-yores recompensas monetarias posibles.

    Contrariamente a Santana, quien en 1849 recibi delCongreso una casa y una espada, Duarte nunca pidi, nimucho menos exigi, retribuciones de ningn gnero porlos servicios brindados a la Patria, porque jams actumotivado por ambiciones personales, y porque demandaral Estado dominicano compensacin por lo mucho que

    haba aportado a la causa independentista dominicana,comenzando por la herencia dejada por su padre, iba encontra de su dignidad personal que lo acompa hasta sumuerte, acontecida el 15 de julio de 1876, en la ciudad deCaracas.

    JAIME

    DE

    JESS

    DOMNGUEZ

    Santo Domingo, 27 de junio de 1998.

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    No obstante los errores que se le han sealado especialmente el

    relativo al ao de la fundacin de La Trinitaria, es indudable que

    Los Apuntes para la Historia de los Trinitarios dejadospor el prcer Jos Mara Serra son el testimonio ms valioso y expre-

    sivo del glorioso acontecimiento, de sus antecedentes y de algunos he-

    chos posteriores.

    El Instituto Duartiano ha querido darlos nuevamente a la pu-

    blicidad, precedidos de una Advertenciadel historiador CarlosNouel y seguidos de las observaciones que les hizo el tambin patrio-

    ta y amigo de Duarte, Alejandro Bonilla; los tres documentos con

    notas del acadmico licenciado Emilio Rodrguez Demorizi. A esta

    publicacin seguirn, en futuros nmeros del Boletn, los estudios

    crticos del mismo licenciado Rodrguez Demorizi y del tambin aca-

    dmico doctor Vetilio Alfau Durn acerca de La Trinitaria, en que

    se examinan otras fuentes documentales.

    Boletn del Instituto Duartiano, ao II, abril-junio l970, No. 4, Santo Domingo,Repblica Dominicana.

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    Advertencia

    Hace cuatro aos se public enEI Eco de la Opininunbreve relato que el seor Jos Mara Serra hizo en cartaprivada al Illmo. Sor. Merio1, acerca de la instalacin de larevolucionaria Sociedad Trinitaria; del nmero y nombres

    de los individuos que la constituyeran y tambin de otrosdatos fidedignos que esclarecen los hechos referentes a losprincipios de la historia de nuestra separacin de Hait.

    El seor Serra deca: Ms de una vez he sentido, le-yendo los peridicos que hacen una narracin de nuestroshechos pasados, que los sucesos a que se contraen no es-

    tn redactados con la precisin que debieran, si han deservir ellos de datas para la historia de Santo Domingo. La

    Trinitaria y la Filantrpica fueron dos sociedades distintas:la primera era exclusivamente revolucionaria; la otra no.

    Aquella tena por misin la propaganda. Sus miembros eran

    1 Vase Dr. Alcides Garca, Dos cartas inditas de Serra, en: Listn Diario,S. D., 27 de febrero de 1936.

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    no ms que los nueve que la establecimos, da del Carmenpor cierto, en la casa de doa Chepita Prez (un boho

    frente a la puerta del Carmen) Duarte, Juan Isidro, PedroPina, Felipe Alfau, Juan Ravelo, Jacinto Concha, BenitoGonzlez, Fliz Ruiz y yo; y por ser nueve, llev el nombrede Trinitaria.

    Esto lo leyeron y aprobaron dos trinitarios que vivantodava, el General D. Jacinto de la Concha, y el Coronel

    D. Juan Nepomuceno Ravelo, ambos personas de ilustra-do criterio; lo cual bastara para fijar la verdad histrica sino fuese suficiente el dicho del seor Serra a quien abonanun distinguido nombre de escritor pblico y la ms hono-rable reputacin que sus virtudes privadas y sociales le hanconsagrado.

    Hoy damos a la estampa el precioso opsculo que elmismo seor Serra, cediendo complaciente a las instanciasdel Illmo. Seor Merio, de quien lo hemos obtenido parasu publicacin, ha escrito especialmente, extendindose mssobre la materia para dejar al historiador dominicano la luznecesaria sobre aquellos sucesos que el tiempo puede os-curecer, si no ya alterar desfigurndolos, como se nota enalgo que se publica luego con ocasin de la fiesta nacionaldel 27 de febrero.

    Sea, pues, esta publicacin para mayor honra del bene-mrito prcer que la escribe, y de provecho para la juven-tud estudiosa!

    Santo Domingo, 16 de julio de 1887.Carlos Nouel

    Cannigo honorario

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    La Trinitaria

    Pronto van a cumplirse cuarenta aos desde que a con-secuencia de los acontecimientos polticos que turbaron latranquilidad y la alegra de los primeros das de la Repbli-ca Dominicana, tuve que salir expulsado de su suelo en

    unin de otros compaeros de infortunio, llegando a finesde 1849 a la inhospitalaria isla de Santomas. Inhospitalaria,porque no siendo entonces ms que un depsito mercan-til, intilmente buscaba ocupacin en ella el infeliz extran-jero. Preciso era, por tanto, salir inmediatamente de aquellugar donde la vida nos haba de ser imposible. Sin recur-

    sos pecuniarios y adems enfermo, mi situacin era terri-ble. Adnde haba que ir? Pero, y cmo quedarme? Oh,la expulsin! Con qu facilidad echan manos los gobier-nos de una pena tan atroz! Mientras la expulsin existacomo recurso de fuerza sin implicar una responsabilidadimprescindible, nico medio, o medio muy eficaz de con-

    tener esos abusos de autoridad, denunciar siempre, aunentre los pueblos cultos, rebelda de un salvajismo refrac-tario a los sentimientos de humanidad y de justicia. Preci-

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    so es por amor a la Patria y honra de la civilizacin, com-batir hasta que desaparezcan esas prcticas que tan inefi-

    caces son en las cuestiones polticas para fundar y sostenerusurpaciones que un voto universal acept y las constituyedespus como derecho.

    Mientras me ocupaba en resolver la dificultad de elegirel pas en que debiera fijarme, supe que se presentaba unagoleta con destino a Puerto Rico; y, con la fe del rabe,

    dejando obrar la fuerza incontrastable de los acontecimien-tos, tom pasaje en ella. Al llegar a la capital deba presen-tarme al Sr. Don Juan de la Pezuela, Gobernador Generalde la Isla, a quien ya se le haban enviado los pasaportes.

    Estaba el General en el despacho acompaado de unseor alto, grueso, trigueo y de semblante agradable; ves-

    ta ste de paisano, casaca de pao negro, y no usaba bar-ba, ni bigote. Dicho seor, con los pasaportes en la mano,iba despachando a los dems pasajeros, dejndome paraltimo; entonces viniendo hacia m me dijo: Ser V. elSr. Serra?

    Y un servidor del Seor... Ignoro a quin tengo la

    honra de ofrecrmele con este carcter.Soy Eusebio Nez, Escribano de Cmara, y me le

    ofrezco como paisano, como amigo y como pariente, pues-to que soy primo de su suegro. V. queda embargado porm y espero no me niegue la honra de aceptar mi casa comoresidencia suya mientras permanezca en esta ciudad: con-

    que, si le place, podemos marcharnos. Y sin darme tiempopara dirigirle una palabra de cortesa, tom el sombrerodiciendo:

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    Cuando supo de mi llegada a la capital me escribi deesta manera: Querido amigo: Hoy mi carta no tiene ms

    propsito que recordarte aquellos dulces conceptos deMartnez de la Rosa:

    Un ngulo me basta entre mis lares, un libro y unamigo.

    Ven, pues, te aguardo entre mis brazos.

    Acept la invitacin; me desped agradecido de los quetan buena acogida nos brindaron en la capital, y vine afijarme en Mayagez, en donde, entre periodista y maestrode la juventud, he consumido la existencia, disfrutando deuna estimacin general, produciendo en mi alma un amortan grande por este pueblo, que bien pudiera excitar loscelos de mi patria, a no ser porque este sacro sentimientono se menoscaba nunca: es como el amor maternal, que enel corazn del hijo subsiste siempre todo entero, aun cuandoel hijo se separe de la madre al acto mismo de jurar tam-bin amor a la esposa que ha elegido, y con quien va a

    identificarse. Y es que el amor es nico en la esencia aun-que mltiple en la forma. As se explica que ausente de mipatria querida, y sin sentir otros pesares que los que sonnaturales en la vida, que por lo mismo en donde quiera loshubiera experimentado; lleno de salud y contando siemprecon el trabajo que satisfaca mis parcas necesidades, mi

    nica aspiracin durante cuarenta aos, da por da, hayapodido exclamar al recuerdo de mi dulce patria, como losisraelitas en el desierto: Sentado a las orillas de los ros de

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    Babilonia, derrambamos arroyos de lgrimas al acordar-nos de Sin; y as como colgaban de los sauces sus instru-

    mentos msicos, yo tambin colgaba mis alegras del rbolmarchito de mis esperanzas.

    No pierdas las esperanzas, me dijo mi buen amigoen uno de esos das de violenta nostalgia, te olvidas acasolo que era Santo Domingo en poder de los haitianos?

    Pero esa lucha suscitada por la ambicin y la codicia

    no le es menos funesta. Los haitianos arrumaban un pasque exista an, en fuerza de su propia exuberancia; peroesta lucha fatal que da principio sobre unas ruinas, harcompletamente intil todo nuestro empeo enreconstituirnos, y dentro de poco ya no tendremos porpatria sino la desolacin de esas mismas ruinas.

    Niegas la accin de la Providencia sobre la suertede las naciones?

    Y con quin, sino con ella, podamos contar losnueve jvenes osados que decididamente acometimos latemeraria empresa de arrojar a los haitianos del territorio

    de que se aduearon y constituir en l la cuna de la Rep-blica Dominicana? Cuando sta naci, luci como ricospaales los vivos colores de su bandera, en cuyo escudo ellema Dios, Patria y Libertad explica suficientemente queslo confiados en la proteccin de esa Providencia, llev-bamos a feliz trmino el hecho glorioso que debera coro-narse con la regeneracin completa de todo un pueblo.

    Preciso es, para poder valorar la importancia de eseacontecimiento, conocer la situacin poltica que atravesa-

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    ba el pobre pueblo dominicano dominado por el de Hait;pero puesto que para ti no es desconocida, esto me evita

    entrar en semejantes detalles. Sin embargo, hacen ya algu-nos aos que huyendo del servicio militar te fuiste paraSantiago de Cuba, refugio, como lo era Puerto Rico y Ve-nezuela, de casi toda nuestra juventud, llamada desde quecumpla quince aos de edad, a servir en el ejrcito. Meparece estarte viendo, como a Wenceslao y a Toms Con-cha, con el morrin hasta los ojos y el sable curvo desen-

    vainado, formando en la plaza de la Catedral la compaade gendarmes, que apenas constaba de 25, y no le faltabasu Coronel, (D. Felipe Vzquez), su Comandante, (D.N.Pacheco), su Capitn, (D. Javier Miura, que pasaba de 70aos), su sargento mayor, (Wenceslao Concha), su cabo ysu furriel, t y Toms Concha.

    Pues a pesar de que no haca mucho que faltabas delpas, no puedes imaginarte lo que haba adelantado en sudecadencia. T dejabas a nuestra patria ms que agoni-zante, muerta; pues bien, cuando pensamos enrevolucionarnos, ya el cadver estaba convertido en es-queleto. Te parece posible, despus de la desorganiza-cin de los elementos, la reconstruccin de un cuerpo ysu reanimacin? Pues he aqu el imposible que empren-dimos, y que, por lo mismo, nos pona en ridculo a losojos de muchos que habiendo rebasado ya de esa edaden que ms aconseja el corazn que la cabeza, nos lla-maban locos, cuando ms tarde, acogido el pensamien-

    to, comenzamos los trabajos de propaganda. He aqucomo comenzaron:

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    La muerte natural del capitn D. Javier Miura3, que erade la gendarmera, dio ocasin para que el general Carri,

    que te acordars era gobernador de Santo Domingo, co-metiera una arbitrariedad en perjuicio de Wenceslao Con-cha; y esto me llen de indignacin. Tena el capitn anexoel cargo de habilitado del cuerpo, y Carri, para favorecer asu propio hijo, llamado Sam, lo traslad del regimiento31, en que serva con el cargo de furriel, al cuerpo degendarmes; y elevndolo en grado, lo nombr y posterga Wenceslao.

    Ese da y el siguiente me los pas escribiendo con letradisfrazada contra el gobierno, sin concretar caso alguno,pero concitando a la revolucin. Por la noche regu por laciudad furtivamente mis autgrafos, que a la maana pro-

    dujeron un efecto alarmante, y mucho contentamiento demi parte. La firma que llevaban era:El Dominicano Espaol.Los haitianos para vilipendiarnos nos llamaban as:foutreespagnol.

    Al ver, pues, el efecto producido con mis pasquines,continu escribindolos, porque bien se comprende que

    no es posible la existencia de la sociedad sin medios decomunicacin, sean legtimos o ilegtimos. Corresponde alos gobiernos hacer que estos medios sean siempre lega-les; pero es muy peligroso para los propios gobiernos con-denar a los pueblos al mutismo. No era posible valerme delos medios de que disponen los pases civilizados para ha-

    3 V. Supra, pg. 32, nota 4.

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    cer oposicin a los desmanes del gobierno y autoridades:no tenamos peridicos en Santo Domingo, que son la

    vlvula de seguridad por donde se desahoga el exceso devapor para impedir que la mquina social reviente y causegraves desgracias.El Dominicano Espaolse solicitaba y selea con inters y se copiaba y se haca circular por otroscampos y poblaciones como San Cristbal, Ban, Azua; yencontr tambin un impugnador en otra hoja que con elnombre de La Chicharra4se haca publicar impresa, circuns-tancia que descubra a su autor, mejor dicho, autora, puesall sabamos que una seora posea una imprentita, que uti-lizaba en imprimir las dcimas pidiendo ramos, luces y ban-deras, requisito indispensable en las fiestas anuales que cadabarrio dedicaba a sus respectivos patronos5.

    Encontrbame un domingo en la afanosa produccinde mis pasquines cuando lleg a casa mi amigo Juan PabloDuarte y me pregunt:

    Qu es eso, no sales hoy?

    No djele, estoy muy ocupado.

    Y qu escribes?Toma y lee, le dije alargndole un ejemplar.

    Acabaras! Con que eras t? Caramba! Pues voy aayudarte.

    4 V. Bonilla, Contestacin al opsculo del seor don Jos Mara Serra,infra.

    5 Refirese a doa Manuela Rodrguez o Aybar (La Deana). Vase libroPoesa Popular Dominicana, C. T. 1938.

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    En seguida comenz a copiar. Por la noche, por ciertomuy lluviosa, salimos a repartirlos y como desde entonces

    ya ramos dos los amanuenses, nuestra publicacin era msnumerosa y ms nutrida.

    Un da lleg y su semblante me revelaba algo ms quela ordinaria alegra con que se saludan diariamente dosamigos. Su mirada y su sonrisa eran tales, que al mismotiempo que excitaron mi curiosidad, no me dieron lugar a

    formular la pregunta.Qu te pasa? iba yo a decirle, en el instante mismo

    en que l exclam: Chico, un gran pensamiento tengo quecomunicarte. Dejemos por hoy la escritura y escucha. Nadahacemos, querido amigo, con estar excitando al pueblo yconformarnos con esa disposicin, sin hacerla servir para

    un fin positivo, prctico y trascendental. Entre los domini-canos y los haitianos no es posible una fusin. Yo admiroal pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendolas pginas de su historia, lo encuentro luchando desespe-radamente contra poderes excesivamente superiores, y veocomo los vence y como sale de la triste condicin de escla-

    vo para constituirse en nacin libre e independiente. Lereconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor ala libertad y el valor; pero los dominicanos que en tantasocasiones han vertido gloriosamente su sangre, lo habrnhecho slo para sellar la afrenta de que en premio de sussacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besar-

    les la mano? No ms humillacin! No ms vergenza! Silos espaoles tienen su monarqua espaola, y Francia lasuya francesa; si hasta los haitianos han constituido la Rep-

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    blica Haitiana, por qu han de estar los dominicanossometidos, ya a la Francia, ya a Espaa, ya a los mismos

    haitianos, sin pensar en constituirse como los dems?No, mil veces! No ms dominacin! Viva la RepblicaDominicana!

    Y al decir esto lo vi como transfigurado; sus ojos azu-les, de mirar sereno, le centelleaban; su tez suave, teida deordinario por las rosas, en aquel momento pareca deberle

    color a la amapola; sus labios finos, donde de continuouna dulce y cariosa sonrisa revelaba la bondad e ingenui-dad de aquella alma noble e inmaculada, vealos convulsosagitando el negro y espeso bigote que a la vez que formabacontraste agradable con su dorada y poco poblada cabelle-ra, al dilatar la longitud de su frente daba majestad a su

    fisonoma. Con el pecho erguido, adelantando el paso,acompaando la accin con la mano derecha, como si ter-minara una arenga concitadora ante el pueblo, repiti: Fue-ra toda dominacin! Viva la libertad! Viva la RepblicaDominicana!

    S, querido amigo, oye mi plan. En vez de continuar

    excitando al pueblo como hasta aqu, es menester for-mar una sociedad secreta revolucionaria: todo lo tengomeditado.

    Esta sociedad se llamar La Trinitaria, porque se com-pondr de nueve miembros fundadores, que formarn bajojuramento una base triple de tres miembros cada una. Es-

    tos nueve individuos tendrn un nombre particular cadauno, del que slo usar en casos especiales, el cual nadie

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    conocer excepto los nueve fundadores. Habr toques decomunicacin que significarn confianza, sospecha, afir-

    macin, negacin; de modo que al llamar un trinitario aotro que est en su cama, ya ste sabr por el nmero ymanera de los toques, si debe o no responder, si corre o nopeligro, etc. Por medio de un alfabeto criptolgico se ocul-tar todo lo que conviene guardar secreto.

    La existencia de esta sociedad ser igualmente secreto

    inviolable para todo el que no sea trinitario, aunque seaadepto.

    El trinitario estar obligado a hacer propaganda cons-tantemente y ganar proslitos; as es que stos, sin asistir ajuntas, que son siempre imprudentes, sin conocer de laconjuracin ms que aquel que a ella lo induce, no podr

    en caso de delacin comprometer ms que a uno de losnueve, quedando los otros para continuar trabajando.

    En fin, el tiempo se nos pas en hablar del proyecto ymodo de realizarlo. Al da siguiente tena Duarte organiza-da la idea con tanta prolijidad y con tanta previsin,que bien seconoca que el proyecto bulla en su cabeza desde mucho

    tiempo; entonces me expliqu esas distracciones habitua-les en que caa y de las cuales se repona mediante unasonrisa llena de satisfaccin. He aqu, me dijo, sacando

    vanos papeles del bolsillo: stas son nueve copias del alfa-beto, una para cada trinitario, y el nombre que a cada unole he atribuido para procurar, hacer ms difcil un compro-

    miso personal aun cuando llegaran a descubrirse stos y adescifrarse la clave. No es prudente escribir plan: por aho-ra basta el juramento.

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    En nuestras confidencias revolucionarias no habanentrado ms que los nueve que habamos de constituir La

    Trinitaria, todos los que, avisndonos mutuamente, nosencontramos reunidos el da 16 de julio de 18406en la casade Juan Isidro Prez, pues con motivo de ser da de Nues-tra Seora del Carmen y estar la casa en la plaza de la igle-sia de este nombre, en donde, segn costumbre tradicio-nal, aflua mucha gente, como en todo el barrio con moti-

    vo de las fiestas, nuestra reunin no poda ser sospechosa:bien que, en obsequio de la verdad, debo decir que losdominicanos jams tuvimos coartada la libertad de reuni-mos, ni este hecho inspiraba recelo al gobierno. Comenza-ba en este instante a salir la procesin. Feliz augurio!, nues-tra sociedad se instalaba entre msica, profusin de cohe-tes, repiques de campanas y esa alegra caracterstica de

    nuestro pueblo, que da vida aun en las mismas cosas inani-madas; las paredes de las casas cubiertas de cortinas, laspuertas y ventanas adornadas con banderas, las calles sem-bradas de ramos, el suelo regado de flores. Cunta bon-dad de costumbres no se refleja en esas prcticas piadosas,que la cultura se empea en desterrar, sin reponerlas por

    esto, con otras ms sencillas e inocentes!Concluyese la procesin de la Virgen a quien se haban

    tributado tantos obsequios, y nosotros permanecamos aunen el mismo lugar, sin dar treguas al entusiasmo de quenos hallbamos posedos, figurndonos erigida ya la Re-

    6 Es un hecho cabalmente comprobado que fue el 16 de julio de 1833.

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    pblica y el pas disfrutando de todos los beneficios queafianzaran una dicha de que jams ha disfrutado.

    Propuso Duarte la creacin de un fondo al que todoscontribuiramos, cada cual en proporcin de sus faculta-des pecuniarias, y la proposicin fue aceptada, producien-do la suscripcin ciento y tantos pesos que, dijo, van atrabajar en la casa de mi padre desde ahora mismo.

    La casa de D. Juan Duarte estaba situada en La Atara-

    zana, frente a la muralla, al lado de la antigua Aduana, y sededicaba haca ya muchos aos al negocio de ferretera,motonera, cordelera y artculos de este gnero. Su anti-guo crdito y el no tener competidor, la buena direccinde Juan Pablo, y la cooperacin de su hermano Vicente7,que de continuo en la costa estaba dedicado a la compra

    de caoba, campeche, mora y guayacn, les proporcionabanrealizar ganancias tan lucrativas como frecuentes. El fon-do de La Trinitaria entraba libre de todo gasto, aacrecentarse con beneficios seguros, rpidos, y no pococonsiderables, puesto que se acumulaban al capital.

    Amigos mos, dijo Duarte despus de un largo rato de

    abstraccin: unidos aqu con el propsito de ratificar elque habamos concebido de conspirar y hacer que el pue-blo se subleve contra el gobierno haitiano a fin de consti-tuirnos en Estado libre e independiente con el nombre deRepblica Dominicana, vamos a dejar empeado nuestro

    7 Vicente Celestino Duarte desde antes de 1838 se ocupaba en el negocio demaderas en el Este.

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    Cuando sign el ltimo, con el pliego abierto en la iz-quierda y sealando las cruces con la diestra, dijo Duarte:

    No es la cruz el signo del padecimiento; es el smbolode la redencin: queda bajo su gida, constituida La Trini-taria, y cada uno de sus nueve socios obligado areconstituirla, mientras exista uno, hasta cumplir el votoque hacemos de redimir la Patria del poder de los haitianos.

    Concluida la sesin cada cual emprendi sin descuidar-

    se su obra de propagacin. Uno de los medios de que seech mano fue el teatro9; ste se llenaba de bote en bote enciertas representaciones escogidas de intento, y la exalta-cin del espritu pblico era tal en ocasiones, que lleg allamar la atencin del gobernador, quien una noche hizosubir al escenario a un ayudante suyo, para pedir la pieza

    que se representaba y ver si en ella era cierto que estabanescritas estas palabras: Me quiere llevar el diablo cada vezque me piden pan y me lo piden en francs. Esa invectivacontra los franceses no era supuesta: estaba en efecto es-crita en la comedia, y el general Carn se dio por satisfe-cho. El teatro espaol abunda de piezas en que el espritu

    de nacionalidad, excitado por la guerra que le llev el ge-nio invasor de Napolen, no omite ocasin de zaherir yridiculizar en la escena a los franceses. Martnez de la Rosapone esta terrible hiprbole en boca de uno de sus perso-najes que refiere a otro los insultos con que se haba des-

    9 Acerca del teatro de los trinitarios, vase E. Rodrguez D.,Juan Isidro Prez,el ilustre loco. C. T., 1944.

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    ahogado: Y no le dijiste francs? Ah!, no; las inju-rias no llegaron hasta ese grado. La coincidencia de ha-

    blar nosotros el espaol y los haitianos el francs, estable-ca ante los ojos del pueblo tan estrecha relacin, que cuantolos poetas espaoles proferan en contra de los franceses,otro tanto refera ste a los haitianos, aplaudindolo conentusiasmo increble10. Ningn temor de persecucin nosinspiraban estos arranques populares, en cuanto a la ac-

    cin espontnea del gobierno; pero no dejaba de inspirar-nos recelo la sugestin que procediera de parte de loshaitianizados. En todas partes existen hombres que se dis-tinguen y no por la virtud del amor a su pas, sino por laficcin de este amor para tener oculto el de su medro par-ticular. A stos les debi Santo Domingo la prdida de lonico que quedaba de su acreditada Universidad, en don-de brillaron varones tales como los Nez, los Portes,Moscosos, Gonzlez, Medranos y otros y otros que la tra-dicin nos conserva con orgullo.

    Cerrada la Universidad con el dominio de los haitianos,el espritu filantrpico del Dr. D. Juan Vicente Moscoso

    sufra al contemplar la juventud dominicana sin ms ali-mento intelectual que el escassimo que le proporcionabanlas escuelas de particulares, limitadas a ensear a leer, es-cribir, (formar bonita letra) y repartir rutinariamente lasprimeras reglas del arte de contar. En la escuela pblica se

    10 V. opsculo Vicisitudes de la lengua espaola en Santo Domingo, por E. RodrguezD., R. D., 1944.

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    enseaba lo mismo, pero en francs que era el idioma ofi-cial. El Dr. Moscoso abri, pues, una clase en su casa, y all

    concurrieron unos tantos jvenes vidos de instruccin.No pudo el Dr. Moscoso prodigar al pas todo el bien

    que se propuso. Este hombre de inteligencia superior, decualidades excelentes, gloria y prez de cualquiera sociedad,a pesar de tener una edad muy avanzada, calificado de godo,lo mismo que el Sr. Arzobispo Dr. D. Pedro Valera y otras

    muchas personas respetables, sufra las mortificaciones deunos tantos miserables, de esos que para congraciarse conlos gobiernos utilizan como medio la honra de las familias,la conveniencia social, y la hacienda, y la vida de cualquieracuyo sacrificio les reporte algn medro11. Para esos hom-bres nada hay respetuoso, nada hay sagrado. Al mote de

    godo, prodigado no tanto por escarnio, sino para sealarcon l a los que queran hacer perseguir como adictos a losespaoles, desafectos por tanto al gobierno de Hait, eintimidarlos, aadiendo las cantaletas de noche, reproba-das aunque intilmente por la parte ms sensata de la po-blacin. La polica no trat nunca de contener ese desor-den; y el resultado no se hizo esperar; el disgusto y el mie-do de los mayores excesos determinaron en 1830 la salidadel Arzobispo Valera, del Dr. Correa, orador cuya elocuen-cia lo hizo afamado, no slo en nuestra catedral, sino enotras iglesias de Italia, de Francia y Espaa que haba visi-

    11 Acerca de Juan Vicente Moscoso, y de ese angustioso momento de lavida dominicana, vase Max Henrquez Urea,El Arzobispo Valera, Ro deJaneiro, 1944, pp. 237-240.

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    tado; la de D. Bernardo Tirado; la de D. Martn de Mueses;del padre Mueses y sus sobrinos Juan y Jos de la Cruz

    Gimnez; la de la familia Abreu, Miguel Veloz, TomsTroncse... pero a qu continuar esta lista demasiado lar-ga? Muchas fueron las familias que emigraron esta vez ymuy grande la tristeza que este acontecimiento produjo enla ciudad, en donde difcilmente ya en lo adelante podranencontrar los padres, maestros para sus hijos que les pro-porcionaran conocimientos menos rudimentarios que losque se ensean en las escuelas.

    Un sacerdote, D. Jos Ma. Sigarn, abri en Santa Claraun curso de latn, contrastando mucho su conductafilantrpica con la poco caritativa de otro fraile, extranje-ro, que con tiempo disponible y condiciones favorables

    para haber hecho un bien a la juventud dominicana cuan-do ces la clase del padre Sigarn, se neg a continuarla12.

    Distinto fue el proceder del Dr. Manuel Ma. Valverde,quien consagraba a la instruccin de sus hijos el escasotiempo que le dejaban de reposo las atenciones de sus nu-merosos enfermos, y solicitaba siempre tres o cuatro alum-

    nos ms a quienes hacer partcipes de aquel beneficio.Duarte, los dos Guerreros (Manuel y Wenceslao), el Dr. D.Pedro Pieiro, L. E. Antonio Soto, y otros, siempre dejare-mos or, los muertos, sus ecos de ultratumba, los vivosnuestra voz de agradecimiento, para que unidos formenun himno de bendicin consagrado a su recuerdo.

    12 V. Bonilla, Contestacin..., infra.

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    sa era la triste situacin a que haba quedado reducidala pobre juventud dominicana desde la clausura de su cle-

    bre Universidad, hasta que trajo la Providencia a nuestropuerto al Presb. D. Gaspar Hernndez, natural de Lima13.Lo muy pequeo de su talle, la viveza de sus movimientosy el metal de su voz, agudo y algo desapacible, condicionesinconvenientes a la gravedad del sacerdote, a las cualida-des de un orador, avaloraban ya el carcter de lo uno, ya elmrito de lo otro, por lo mismo que produca una sorpresaagradable hallarlos reunidos en l en grado tan eminente.Esto unido a otras cualidades, como su trato dulce y sim-ptico, su franqueza y su jovialidad, le captaron muy pron-to el aprecio del pueblo, que acuda diligente a or su pala-bra fcil e instructiva y en cuyo ejercicio era infatigable.

    Un acontecimiento natural acaecido en esa poca, diomotivo para poner a prueba su facundia, y fue ocasin paraque aquel aprecio se trocara en un cario general y verda-dero. En las grandes calamidades pblicas quin habrque no se sienta inclinado a dar una mirada de benevolen-cia en trueque de una palabra de consolacin?

    Era el 7 de mayo de 184214

    . Una desgraciada mujer,tullida, a quien su hijo muchachonzuelo arrastraba por las

    13 Acerca de P. Gaspar Hernndez, vase, E. Rodrguez D., El caso GasparHernndez, en Clio, C. T., No. 54 julio-agosto 1942; y La revolucin de1843, en B. A. N., No. 26-27, 1943 (En la revista Clio hay un valiosoestudio acerca del P. G. Hernndez, del ilustre escritor peruano Enrique

    D. Tovar y R.).

    14 Acerca del suceso vase E. Rodrguez D., Juan Jos Illas y el terremotode 1842, en Clio, C. T., No. 52-53, marzo-julio 1942.

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    calles llevndola en un cajn montado en cuatro ruedas,haba estado implorando mucho tiempo la caridad, pasaba

    frente a la iglesia de San Nicols, que tiene por tutelar a laVirgen bajo la advocacin de la Pursima Concepcin, a laque dirigi esta fervorosa splica: Madre ma: ten miseri-cordia de m, devulveme la salud. En el acto se sinticomo impulsada, sali de su cajn y con rpido y firmepaso subi la gradera de la puerta y se arrodill en el lti-mo peldao. Los que presenciaron este hecho gritaron:Milagro! Milagro! Ana Mara se levant caminando derepente. Y estas palabras como transmitidas por la elec-tricidad, difundieron en un instante la noticia por toda laciudad, y todo aquel recinto se llen de gente, tan curiosacomo asombrada. Ana Mara se puso de pie, y vuelta defrente hacia el pueblo, con voz conmovida gritaba: Seo-

    res: haced penitencia!, que estamos amenazados de ungran castigo! Media hora despus, un meteoro de fuegocruz el espacio, y a las 5 de la tarde se sinti el terremotoms espantoso que haya nunca experimentado el pas: lamayor parte de los edificios resintieron; la misma catedral,no obstante su solidez, qued agrietada y la ciudad de San-

    tiago de los Caballeros vino al suelo, quedando bajo susescombros ms de 500 personas.

    El padre Gaspar empleaba el ascendiente de su palabraen reanimar el espritu del pueblo aterrorizado, y en evitarla aglomeracin en los templos de tanta gente que a todashoras en procesiones, las mujeres desmelenadas, los hom-

    bres cargando pesos enormes, todos plidos, todoscompungidos, andaban, de iglesia en iglesia, donde la re-peticin de otro fuerte temblor como el que tantas vcti-

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    mas haba causado en el Cibao, poda producir mayoresdesgracias. Tanta solicitud en esta ocasin, as como la que

    desplegara al abrir la clase de filosofa a la juventud estu-diosa en la sacrista del convento de Regina Angelomm,solidificaron su popularidad. Esta tarea a que diariamenteconsagraba cuatro horas de la maana y con marcado pla-cer, era mucho mas benfica de lo que a primera vista sepuede considerar. Aquella clara inteligencia que conocidesde que pis el suelo dominicano, la triste situacin queste atravesaba, infiri inmediatamente la suerte que lofuturo podra reservarle si siguiera sometido a un gobier-no tal como el de Hait. Muy lastimoso cuadro se presenta su contemplacin, y su alma generosa no pudo menosque sentirse conmovida. No, dijo para s, preciso es queesta juventud, nica esperanza de un pas, por una parte

    tan privilegiado por la naturaleza, como, por otra, tan com-batido por la desgracia, no quede abandonado a la deses-peracin; preciso es ayudarla para que cumpla el destino aque est llamada. Alma noble! Qu mi patria agradecidate llame, por honor recproco, su hijo de adopcin, y queincluya tu nombre en la lpida en que esculpa el de sus

    benefactores!La juventud se instrua y... preciso es decirlo, hubo quie-

    nes nos censuraban y nos ridiculizaban: nos llamabanfilorios por irrisin. Esta palabra no tiene significacin enel idioma: fue inventada por un truhn para llamarnos porirona filsofos15...

    15 V. Bonilla, Contestacin..., infra.

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    Mas si todos los estudiantes del padre Gaspar no erantrinitarios, en cambio, todos los trinitarios ramos estu-

    diantes, y no podamos mirar sin reprobacin el proyectoque algunos haban concebido de buscar en el gobierno deFrancia la salvacin de sus particulares conveniencias; losunos apeteciendo protectorado, los otros delirando an conanexin. Entre los que respetando la nacionalidad son, sinembargo, enemigos obligados de todo gobierno, por am-

    bicin de mando, o porque a la sombra del que mandaviven como la parsita del rbol que le da arrimo, se movael partido cuya aspiracin era establecer reformas saluda-bles en el gobierno. Estall y triunf esta revolucin. De-portado el presidente de la Repblica, Juan Pedro Boyer,acab sus das en el destierro. Capitaneada la revolucinpor el general Riviere, vino a la parte del Este con su ejr-cito expedicionario. Los afrancesados haban provocadoantes de estos acontecimientos una reunin de varios do-minicanos en la casa de D. Manuel Joaqun Delmonte, conobjeto de aunar voluntades. Duarte manifest que todopensamiento de mejora en que el sentimiento nacional sepostergara a la conveniencia de partidos, deba siempre

    reprobarse, porque puesto en ejecucin constitua delitode lesa patria. Una declaracin tan franca y que llevabaaparejado el vituperio que a todos alcanzaba, aun en losmismos que aceptaron la reforma con los haitianos, le pro-porcion el encono y la ira de unos y otros: as fue queantes de llegar Riviere a Santo Domingo, recibi una de-

    nuncia contra Duarte que le vali su persecucin y destie-rro a Curazao, con la de algunos sealados como duartistas.Pudieron algunos evitar la expulsin ocultndose sin salir

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    de la ciudad, tal como Francisco Snchez, joven de los msaprovechados entre los filorios, de cualidades tan recomen-

    dables que le ganaron el aprecio general. Haba en Snchezmucha delicadeza de sentimientos, y tal era su modestia,que l mismo la confunda con la humildad.

    La ocultacin excitaba la inquietud de sus perseguido-res; y el temor de que se tramara una conspiracin, multi-plicaba el empeo en descubrir su escondite. As fue que

    lo que Snchez no hizo por s mismo, hacanlo por l susmismos adversarios, que fue anticiparle celebridad y ga-narle prestigio. Para disminuir el afn con que se solicitabasu captura, hicimos correr la falsa noticia de su muerte; ycomo nadie tiene tanta habilidad para engaar al pblicocomo el pblico mismo, una vez lanzada con reserva estanoticia:

    Pobre Francisco! Sabe V. que ha muerto?, a las po-cas horas circulaban los detalles de tiempo, lugar, enfer-medad, disposiciones pstumas, inhumacin, testigos &a.,combinado con tal viso de posibilidad y verosimilitud, quemuchos aun de los que estaban en parte del secreto, sospe-chaban si habra coincidido la ficcin con la realidad. Y si

    esto contribuy a que las persecuciones fueran menos ac-tivas, no por eso lo fueron las precauciones con que, undeterminado nmero de amigos que ms lo queramos,defendamos su persona. En la noche, cuando era conve-niente hacerlo pasar de una casa a otra bamos dos a sulado acompandolo: delante a una cuadra de distancia,bamos otros dos y detrs otros a igual distancia.

    Tal era el malestar de la Repblica y tan poca fe inspira-ba el cambio de una buena situacin, que los mismos ven-

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    cedores no estaban en lo general satisfechos de su obra. Laidea de anexar el pas a Francia o por lo menos, solicitar suprotectorado, cobr de nuevo calor y andaba como ver-gonzante insinundose. En contraposicin de estos traba-jos, los de los trinitarios haban sido tan activos y llevadoscon tanta discrecin, que fuera del corto nmero deanexionistas y proteccionistas, bien conocidos ya, no ha-ba un solo individuo que, si hablaba espaol, no estuvieradispuesto a combatir con las armas en la mano, la domina-

    cin haitiana.Sin embargo, no estaba decidida la oportunidad de lan-

    zarnos a la lucha, ni aun combinado el plan, cuando unsuceso hizo precipitar las cosas.

    Los representantes de la parte del Este haban recibidodel cnsul general de Francia en Puerto Prncipe, las segu-

    ridades de que su gobierno apoyara todo movimiento re-volucionario que declarara la voluntad del pueblo de unir-se a Francia. La poca de esa combinacin sera para el 25de abril de 1844. Esta noticia la transmiti uno de dichosrepresentantes, Manuel Ma. Valencia, a D. Jos Heredia,en Ban, en los ltimos das de noviembre de 1843. Spela

    all en diciembre e inmediatamente vine a la ciudad y lacomuniqu a Snchez, Jacinto y Toms Concha, en cuyacasa estaba aquel ese da, y con ellos reunidos, Ramn Mella,

    Joaqun y Gavino Puello. Convnose all en la necesidad deanticipar el pronunciamiento y declarar la parte del EsteEstado libre e independiente. Concertse el plan, y sin

    contar con otro auxilio ms que con el de la confianza enla buena causa y el valor y decisin que cada cual estaba enel deber de dejar acreditados, se seal el 27 de febrero a

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    las 11 de la noche para proclamar el advenimiento de laRepblica Dominicana.

    Jams una noche de los trpicos ha parecido ms bellaque la que iniciaba una poca de esplendor tras de tantotiempo de calamidades y tristeza.

    Id, hijos mos, nos dijo mi madre a mi hermano y am, colocndonos al cuello del uno la estampa de la Vir-gen, y al del otro la de Jess, Vais a cumplir, aadi,

    con el deber sagrado de ofreceros por la salud de vuestrapatria: valor y confianza: qu la bendicin del Cielo osacompae!

    El punto de reunin era la Plaza de la Misericordia.

    Creamos que el nmero de los concurrentes sera ma-

    yor, pero desgraciadamente ramos muy pocos.Comprometida es la situacin dijo Mella, jugue-

    mos el todo por el todo y dispar al aire su trabuco.Marchemos, pues!

    Nos dirigimos a la Puerta del Conde, defendida porunos 25 hombres mandados por el Teniente Martn Girn,quien nos entreg el fuerte como lo tenamos convenido.El tiro disparado por Mella nos hizo allegar gente de losque estaban comprometidos, e inmediatamente, ManuelGimenes, Manuel Cabral y D. Toms Bobadilla y algnotro salieron en reclutamiento por los campos.

    Al principio faltaba una organizacin militar, pero elbuen sentido de todos dictaba las ms acertadas disposi-ciones y se ejecutaban con oportunidad e inteligencia. Se

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    cubrieron todos aquellos puntos ms importantes.Pusironse en un momento en servicio dos caones: los

    dems encontrronse acusando el abandono en que se te-nan: ni siquiera se encontr estopa.

    Hagamos tacos con escobitas dijo ngel Perdomo;y en un momento recogimos alrededor de la muralla todala que pudimos necesitar. En estos trabajos nos ayudaba lata de Francisco, la infortunada Trinidad Snchez, qu en

    sus propias faldas conduca plvora para las murallas!...Ocupados de todos estos trabajos estbamos cuando

    se present una ronda de a caballo. Era el hijo del generalhaitiano Riviere. Al echarle el quin vive? y mandarle elcentinela hacer alto!, volvi riendas, descarg su pistolasobre la avanzada y parti a escape. Poco despus tres ti-

    ros de alarma se oyeron en el cuartel, que fueron repetidospor otros tres en nuestro fuerte, en donde sin cesar cadamomento acreca el nmero de los que venan para res-ponder al santo llamamiento de la Patria.

    Era de ver el asombro que causaba la presencia deSnchez. Con qu alegra lo abrazaban aquellos que le ha-

    ban tenido por muerto!

    El canciller del consulado francs, M. Malespine16, sepresent oficiosamente en nuestro fuerte. La situacin enque se encontraban los del gobierno era sumamente pre-caria. Poda decirse que el gobierno no haba acuartelado

    16 Error; es Paul Terny. Malespine fue canciller del Consulado despus de lamuerte de Terny ocurrida a mediados de 1844.

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    la tropa, sino que estaba preso. Los puestos militares, Jainay Santa Cruz, los tenamos interceptados, y los cuerpos de

    guardia de la ciudad estaban desamparados unos, y otrosocupados por nosotros.

    En toda la noche el gobierno no hizo otra cosa sinoestarse a la expectativa, mientras que el pueblo se habaaglomerado todo en derredor nuestro, como en el da node una gran revolucin, sino de un gran festn nacional: as

    fue que al mezclarse la luz naciente de la aurora con la nomenos esplndida de la luna, que en la noche nos habaacompaado, el estampido del can, el toque alegre de ladiana y la voz tumultuosa del himno patritico que se ele-

    vaba melodioso como el de las diversas aves en el campo;esa variedad de sonidos, esa multitud de sensaciones, die-

    ron tal especialidad a aquella maana, que intilmente espretender representarse toda la poesa del 27 de febrero,aquel que no tuvo la dicha de presenciarlo.

    A las 9 se nos aperson un ayudante del gobernadorque acabbamos de desconocer, entregando un pliego di-rigido al jefe del movimiento revolucionario, en que inqui-

    ra el motivo de encontrarse el pueblo reunido y el carctercon que lo haca en aquella actitud17.

    17 En un Remitido, publicado por el peridico El Nacional, S. D., No.40; 10 oct. 1847, J. Ruiz refiere lo siguiente: Siento mucho y muchsimo que

    los que escriben la historia de mi pas, cometan tantas aberraciones, y seapasionen a la altura de quitarle a unos sus glorias para drselas a otros queno la tienen. Pregntese al Sr. Lorenzo Olivo oficial de la guardia avanzadael 28 de febrero del ao 44 si arrest o no la comisin que representaba por

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    Seores, dije, quisiera tener la satisfaccin de respon-der a la pregunta; y sentado en un aparejo, sobre un barril

    que me sirvi de escritorio en la pulpera de D. Juan Pina,escrib el primer documento de la Repblica18, que consti-tuye el acto de Separacin, e inmediatamente sancionadopor el pueblo, fui acompaado de Toms Concha, de Ja-cinto Concha y de Manuel Jos Machado, a notificar alCorregidor D. Domingo de la Rocha el estado de rebelinen que el pueblo se haba declarado contra el gobiernohaitiano, y el establecimiento de la Junta Gubernativa. ElCorregidor convoc al Ayuntamiento19, hzose la notifica-

    el General Desgrotte el Comandante Ize y quien era el Gefe del ejrcitorevolucionario; quien se present a hacer que avanzara la comisin, y quie-

    nes los que la recibieron antes de ningn comunicado si no fue el Sr. Fran-cisco Snchez, el Sr. Jos Gertrudis Brea y el que suscribe, jefe de operacio-nes del ejrcito revolucionario, acompaado del alfrez Rafael Rodrguez.Como tal hice que avanzara sta preguntndoles: qu dice la comisin?Respondi el Comandante Ize, con carcter militar: el Gefe del distritoquiere saber qu significa ese tumulto en la puerta del Conde; respon-di el Seor Gertrudis, arrebatndole la palabra al Sr. Snchez: que hoirevindicamos a nuestros derechos y nos separamos de Hait.El Sr.Francisco Snchez les dijo: el pueblo Dominicano reunido en masa re-clama hoi sus derechos. En seguida, el que estas lneas escribe; les dijo a suvez: dganle al General Desgrotte, que nada hace con mandar a pre-guntar: que se prepare que vamos para all a tomar la Fuerza, a fuego

    y sangre. Despus de rendida la comisin su encargo, se present el canci-ller francs diciendo: detengan la marcha, que el General Desgrottecapitular. Esto es todo que ha pasado: Despus se entr en arreglos.

    18 V. Bonilla, Contestacin..., infra.

    19 V. Guido Despradel Batista, La municipalidad de Santo Domingo anteel golpe libertador del 27 de febrero, en B. A. G. N., No. 26-27, 1943; y LuisE. Alemar, El primer ayuntamiento de Santo Domingo despus de la Inde-pendencia, en La Nacin, C. T., 27 de febrero 1944.

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    cin a las autoridades que haban representado al gobier-no y todas las cosas se llevaron con tal prudencia, intervi-

    niendo el cuerpo consular en obsequio de una transaccinpacfica y digna, que los haitianos entregaron la ciudad,firmndose capitulaciones honrosas, y salieron del pas sinque de una parte ni de otra se oyera una sola expresininconveniente, ni un acto se cometiera impropio de pue-blos cultos20.

    Constituida la Junta de gobierno, se despach a Curazaouna goleta de guerra en busca de Duarte y dems deporta-dos. La llegada de este padre de la Patria fue otro da dejbilo general. Pudo muy bien decir a sus conciudadanos,en medio de tanto regocijo: Un da, viendo gemir a miPatria bajo el yugo de un pueblo invasor, conceb el pensa-

    miento de quebrantar sus hierros, y os ped vuestra coope-racin: la prestasteis, y hoy la Patria es libre: benditos seantodos los que han realizado transformacin tan gloriosa.

    Ahora todos debemos propender a hacer que esta libertadsea fecunda en bienes. Haremos feliz a nuestra Patria?Ah! Maldito sea todo aquel que ahora ni nunca ocasionesu desgracia....

    Podr nunca hacrsele a Duarte semejante imputacin?Ah!...

    Poco tiempo despus, cuando no se haba extinguidoan el rumor producido por los vctores de su llegada, los

    20 Correspondencia del Cnsul de Francia en Santo Domingo, 1844-1846,y notas de E. Rodrguez Demorizi, C. T., 1944.

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    mulos de este digno patriota, a pretexto de que los pue-blos del Cibao pretendan imponer su candidatura a toda

    la Repblica, recababan de la Junta Central Gubernativa laconveniencia de enviarlo a Santiago, para que l mismodesvaneciera toda noticia de temor contra la accinlibrrima del pueblo. En el Cibao pudo Duarte frustrar losdesignios bien visibles de los ambiciosos, o por lo menosla preponderancia; pero antes de discutir su persona, loque hubiera sido iniciar la guerra civil detrs de la Repbli-ca, cedi a los ambiciosos la afrenta de provocar aquella, yl se sacrific con la gloria de haber fundado sta, hastamorir sin remordimientos en el destierro.

    Poco a poco han ido muriendo todos los trinitarios,menos uno21, que no dilatar mucho en reunrseles.

    Unironse para fundar la Repblica y labrar su prosperi-dad. Consiguieron lo primero; y si 40 aos de expatria-cin, si las privaciones, los padecimientos, todos los malesque le son consiguientes trajeran en pos la felicidad de estatierra tan querida, todo lo dara por bien sufrido, y ms, loque por sufrir me quede todava.

    Jos Mara SerraMayagez, junio 30 de 1887

    21 Tambin viva entonces, en Venezuela, (crease hasta 1890 que habamuerto ya) el trinitario Flix Mara Ruiz, quien falleci en 1891, y cuyosrestos, como los del trinitario Ravelo, reposan en la Catedral de Santo Do-mingo desde 1943.

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    Biografa

    JOSMARASERRA

    De Santo Domingo. Uno de los nueve autnticos fun-dadores de La Trinitaria. Febrerista. Fundada la Repblica

    se mantuvo consecuente con los principios que la engen-draron, de tal manera que en su vida de patriota no hay,como en tantos, anverso y reverso. Perteneci al reducidogrupo de la primera juventud intelectual dominicana, y fueuno de los redactores del peridicoEl Dominicano, que viola luz pblica a poco de creada la nacionalidad. El ao 1849,cuando Santana derroc al presidente Jimenes, convoca-dos los miembros legisladores para elegir el nuevo Presi-dente de la Repblica, Serra figur entre los excluidos enel decreto de convocatoria. Sealado como partidario de

    Jimenes y, por lo mismo, expuesto a grandes sinsabores, seretir del pas.

    Se dirigi a Saint Thomas, de donde pas a Puerto Rico.Fij residencia en Mayagez, ciudad donde vivi comoperiodista y maestro. Encontr en aquella sociedad hospi-

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    talaria, como Eugenio Deschamps ms tarde en Ponce, elcalor de afecto que no deja a la tristeza del exilio apoderar-

    se del corazn. Ms escritor que los compaeros de LaTrinitaria, dej escrito unosApuntes(1887) para la historiade dicha institucin. Dominicano al fin, no hizo con lapluma lo que pudo y debi haber realizado en tiempo opor-tuno respecto al estado civil y los sucesos de aquellos das,y le pasaron largos aos sin pensar en la necesidad de tras-mitir a la posteridad lo relativamente reducido a sus anota-ciones. Lo que consign fue para satisfacer una peticinque le hiciera su amigo el padre Merio, con quien se car-teaba. Falleci en Mayagez, y sus restos fueron trados ala Patria el ao 1915, por gestiones de la Sociedad Acad-mica Colombina de Santo Domingo. (1819-1888).

    Diccionario histrico biogrfico, Rufino Martnez.

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    Esta edicin deApuntes para la historia de los trinitarios

    consta de 1000 ejemplares y se termin de imprimiren el mes de julio de 2005

    en los talleres grficos de Editora Bho,

    en Santo Domingo, Repblica Dominicana.

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