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Antonio Prez Estvez. Dilogo 1
Hermenutica dialgica
ANTONIO PREZ-ESTVEZ
Tabla de contenido
Versin final
Prlogo de Gloria M. Comesaa-Santalices: Antonio Prez-Estvez: El
filsofo de la escucha
1. Dilogo platnico y alteridad
2. Dilogo, verdad y alteridad en Platn
3. Dilogo y alteridad: del dilogo lgico al dilogo
existencial.
4. Hermenutica, dilogo y alteridad
5. El dilogo como lectura en Gadamer
6. Fusin de horizontes en Gadamer
7. Dilogo y alteridad: del dilogo lgico al dilogo
existencial
8. La accin comunicativa de Habermas como dilogo racional
9. Dilogo intercultural
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 2
NOTA EDITORIAL
Los artculos recogidos en este libro, fueron publicados
originalmente en las siguientes revistas: Fusin de Horizontes en
Gadamer, Analoga Filosfica. Ao, XX!, n. 2, Julio-Diciembre, Centro
de Estudios de la provincia de Santiago de Mxico de la Orden de Los
Predicadores, Mxico, 2007. El Dilogo como lectura en Gadamer,
Dilogo Filosfico, n. 52, Enero-Abril, Madrid, 2002, pp. 117-137.
Dilogo, Verdad y Alteridad en Platn, Utopa y Praxis
Latinoamericana. Ao. 6, n. 13, Facultad de Ciencias Econmicas y
Sociales. Universidad del Zulia, Maracaibo, 2001, pp. 9-35. Dilogo
Intercultural. Utopa y Praxis Latinoamericana. Ao. 4, n. 6,
Enero-Abril, Vice-Rectorado Acadmico, Universidad del Zulia,
Maracaibo, 1999, pp. 33-53. Dilogo Platnico y Alteridad Cuadernos
Americanos. Nueva poca, UNAM, Mxico, Noviembre-Diciembre, 1998.
vol.6. n 54, pp. 92-99. Dilogo y Alteridad: del Dilogo lgico al
Dilogo Existencial, Libro Paramillo, n.13, Universidad Catlica del
Tchira, San Cristbal, Venezuela, 1994, pp. 299-328. Hermenutica,
Dilogo y Alteridad, Cuadernos Salmantinos de Filosofa. XIX,
Salamanca, Espaa, 1992. pp. 241-253. La Accin Comunicativa de
Habermas como Dilogo Racional (s/f)
En un seminario que se dict en la Maestra en Filosofa, mencin
Pensamiento Latinoamericano, Facultad de Filosofa y Teologa de la
Universidad Catlica Cecilio Acosta (Maracaibo-Venezuela), durante
el primer semestre de 2009, a cargo de lvaro B. Mrquez-Fernndez, se
acordaron las siguientes propuestas e informaciones:
i) es muy probable que el orden cronolgico de los artculos se
perdiera como consecuencia de los diferentes tiempos editoriales
que siguieron las publicaciones. Por esta razn se han reagrupados
con el propsito de sincronizar temtica y reflexivamente el
desarrollo de las ideas expuestas en cada artculo de acuerdo a una
secuencia lgica y argumentativa que se hace evidente en los textos.
Esta tarea la realiz el Lic. Nstor Prez, cursante de la mencionada
Maestra.
ii) el cotejo de todas las citas referidas a los textos en
griego, se consultaron y corrigieron en sus fuentes originales.
Este minucioso trabajo documental, le correspondi al Profesor Ygor
Fuentes, catedrtico de la Universidad Catlica Cecilio Acosta.
iii) en su versin de borrador este compendio de artculos se le
nombraba el libro sobre el dilogo. Gracias a
las animadas discusiones, opiniones y crticas generadas en el
seminario sobre el pensamiento filosfico de Prez-Estvez acerca del
dilogo, dieron origen al ttulo definitivo de esta obra: Antonio
Prez-Estvez. Hermenutica Dialgica.
La Universidad Catlica Cecilio Acosta, con esta publicacin honra
a quien honor merece al colocar a la
disposicin de la comunidad filosfica regional, nacional e
internacional este importante libro que en sus ltimos meses de
vida, el Dr. Prez-Estvez tuvo noticia e inicialmente nos ayud a
recopilar. Por nuestra parte, la promesa est cumplida. Es el tiempo
para que la brisa fresca de la primavera recree una vez ms la
naturaleza de la vida.
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 3
Prlogo
El filsofo de la escucha
Antonio Prez Estvez pas una buena parte de su vida conociendo
otras
culturas, algunas totalmente distintas de la suya, y dialogando
con ellas. No debe
pues extraarnos que, a partir de los aos noventa del siglo
pasado, su obra se
vuelva particularmente hacia este tema, tratndolo desde la
perspectiva de algunos
de sus pensadores favoritos, pero tambin, como el autntico
pensador que era,
desarrollando su propio pensamiento, continua y
perseverantemente, como el que
teje un tapiz, tratando de sacar a relucir todos los aspectos
que el tema del dilogo
encierra.
El dilogo del que nos habla Prez Estvez no es ni el platnico ni
el
gadameriano, ni el dilogo hermenutico ni el dilogo lgico. De lo
que se trata
aqu es del dilogo intercultural, el cual, en sus propias
palabras, remite al ms
difcil y modlico de los dilogos: el dilogo entre dos personas
pertenecientes a
dos culturas distintas, en el que el Otro en su alteridad,
incluso en su mxima
alteridad, debe ocupar lugar preferente. Reiteramos, pues, que
no nos sorprende
que ste, uno de los ltimos libros de nuestro autor, toque esta
temtica. De hecho,
consideramos que todo en su recorrido intelectual, e incluso en
su recorrido vital,
condujo a Prez Estvez a reflexionar sobre el dilogo. En efecto,
desde su Tesis
doctoral El concepto de materia al comienzo de la Escuela
franciscana de Pars,
hasta su libros El individuo y la feminidad1 y Religin moral y
poltica
2, pasando
por La Materia, de Avicena a la Escuela franciscana3 y tomando
en cuenta sus
numerosos artculos, nos muestran a un pensador preocupado por el
estudio y la
defensa de lo individual frente a lo universal que lo encierra,
limita, y finalmente lo
anula. Lo que le inquieta, tal un Kierkagaard contemporneo, pero
sin los
dramatismos del otro, es la forma en que los Estados, los
poderes, las ideologas o
las costumbres, acaban por aplastar lo particular con sus
iniciativas, su riqueza
subjetiva, su imaginacin. En otras palabras, Prez Estvez
constantemente
defendi el mundo de los sentimientos y emociones, que son
siempre particulares,
1Prez-Estvez, Antonio: El Individuo y la Feminidad. Ediluz,
Maracaibo, 1976. 2 Prez-Estvez, Antonio: Religin, Moral y Poltica.
Ediluz, Maracaibo, 1991. 3 Prez-Estvez, Antonio: La Materia, de
Avicena a la Escuela Franciscana. EDILUZ, Maracaibo, 1998.
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 4
frente a una racionalidad fra y abstracta que pretende dictar
sus leyes
desvalorizando los otros aspectos de la personalidad de cada
quien.
Pero no se trata para Prez Estvez de caer en el individualismo,
no se trata
de defender posturas egocntricas, egostas, donde el yo sera el
eje en torno al cual
gira lo dems. Porque en esta defensa de la individualidad, que l
hace, el yo viene
acompaado por el t, y la posicin del sujeto es en realidad una
posicin rotativa,
en la cual si ste se deja objetivar, es para permitir que el
otro le hable, para
escuchar la voz del otro que previamente le ha escuchado a l.
Por otra parte,
quienes dialogan son no slo las individualidades, sino a partir
de ellas las culturas.
Por eso, aunque en el artculo Dilogo y alteridad. Del dilogo
lgico al dilogo
existencial habla del dilogo existencial por oposicin al dilogo
platnico, siendo
este texto de 1994, en otro texto, escrito cinco aos despus:
Dilogo
Intercultural, en el cual separa el dilogo lgico platnico y el
hermenutico de
Gadamer de lo que l realmente entiende por dilogo, se refiere a
ste ltimo como
intercultural en lugar de llamarlo existencial. Aunque el autor
no explica en el
primer caso, el por qu de la denominacin existencial, es obvio
que no est
haciendo profesin de existencialismo, puesto que se muestra
crtico de autores
considerados tales, como Sartre4 o Heidegger, sino que, en
nuestra opinin, est
oponiendo lo existencial como respeto de lo particular, a lo
esencial que tendra
ms bien que ver con esos dilogos platnicos de bsqueda de la
verdad absoluta, o
con los dilogos hermenuticos que acabaran siendo tambin formas
de bsqueda
de unas verdades determinadas y no dilogos reales entre dos o ms
personas.
La voz de Prez Estvez resuena en estos textos, los leo como si
le
escuchase hablar. Esto que afirmo, contradice las ideas de
Gadamer sobre la
preponderancia de la relacin lector-texto en el dilogo
hermenutico, pues el
texto, que no su autor, vuelve a la vida por la magia de la
lectura que hace el lector.
Por eso dice Prez Estvez que, y comienza citando a Gadamer, El
texto no
quiere ser entendido como manifestacin vital20 y, por tanto, no
habla por boca de
su autor, que ya est muerto o distante, sino que habla por la
nica persona
presente, a saber, por el lector que adems es intrprete. Por la
magia del lector
intrprete esa escritura muerta cobra vida y recupera
sentido.
4 Al menos del Sartre de la Teora de la mirada.
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 5
Pero si para m, y quizs para much@s que le conocimos de cerca,
Prez
Estvez nos sigue hablando con mucha fuerza en esos textos, ello
quizs se debe
precisamente a que lo conocimos y tenemos profundos sentimientos
de amistad,
admiracin y respeto hacia l y su obra, pero probablemente tambin
al hecho de
que sus escritos estn despojados de ese academicismo que obliga
a quien investiga
a expresarse de una manera forzada y estereotipada. An
respetando las normas
que impone la investigacin acadmica, la voz de Prez Estvez se
escucha a travs
de sus obras, porque l supo escribir de forma vvida, traer la
vida a la filosofa. Y
de ese modo seguramente ser percibido dentro de muchos aos, o
incluso ahora
por quienes no lo conocieron, porque este pensador viva la
filosofa y escriba
sobre lo que crea, o dialogaba para ajustar a su pensamiento
aquello con lo que
no concordaba, o incluso para corregirlo y liberar de ello a
quienes lo leyesen.
En este libro dedicado a estudiar el dilogo, y conformado por
ocho
artculos publicados en diversas revistas, Prez Estvez se
enfrenta a Platn, a
Gadamer y en un ltimo texto a Habermas, para desentraar el
concepto que cada
uno de ellos tiene acerca de lo que es un dilogo, y mostrar que
no hay en ninguno
de esos casos autntico dilogo, sino monlogos, discursos de una
sola persona, en
los cuales se imita la conversacin de dos o ms personas, con el
fin, en el caso de
Platn, de alcanzar la verdad absoluta, es decir, nica, que es la
del mundo de las
ideas. Pero estos monlogos que imitan la conversacin real entre
dos o ms
personas, lo que hacen es objetivar el dilogo, congelarlo en un
pasado concreto y
ya concluido, sobre el cual podemos retornar para rehacerlo a
nuestro gusto sin
cesar. Y si esto es as, es porque a Platn no le interesaba el
intercambio vivencial
entre las personas, sino solamente argumentar, valindose de
personajes que
aplican su mtodo o camino de sntesis y anlisis, de subida y
bajada que
avanza por medio de un proceso racional discursivo hasta
conducir a la mente
humana a la realidad absoluta de las ideas en las que se
encuentra, segn Platn,
la verdad absoluta. Por ello, para Platn, el intercambio
silencioso que se produce
en nuestra mente cuando reflexionamos, es tambin un dilogo,
aunque no haya
ms que una persona, es decir, cada uno de nosotr@s.
Y aunque en este texto que presentamos no haya ms que dos
artculos
sobre Platn: Dilogo y alteridad: del dilogo lgico al dilogo
existencial, y
Dilogo, alteridad y verdad en Platn, la referencia al peculiar
estilo del dilogo
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 6
platnico, que en verdad es un monlogo, se encuentra en los otros
seis artculos.
Dos de ellos analizan el pensamiento hermenutico de Gadamer: El
dilogo como
lectura en Gadamer y Fusin de horizontes en Gadamer.
Tambin aqu nos muestra Prez Estvez que el dilogo que propone
la
hermenutica gadameriana entre el lector y el texto, no es un
autntico dilogo,
puesto que se considera que leer es el intercambio entre el
lector particular en cada
caso, y el texto, en el cual no habla ya el autor, cuya intencin
original no puede ser
captada jams. De modo que el interlocutor real del lector es el
texto, que, no
quiere ser entendido como manifestacin vital y, por tanto, no
habla por boca de su
autor, que ya est muerto o distante, sino que habla por la nica
persona viva y
presente, a saber, por el lector que adems es intrprete. Como
por arte de magia,
la lectura que realiza una persona, trae de nuevo a la vida lo
que ya estaba muerto
en la escritura, y le otorga un nuevo sentido cada vez que lo
vuelve a leer. sta es
la razn por la cual la lectura hermenutica siempre estar
abierta, incompleta. Pero
adems, aqu, como hemos dicho antes con respecto a Platn, tambin
el dilogo es
en realidad un monlogo, pues, en esta manera de interpretar el
dilogo, el t, que
es un texto, deja de ser un t personal, viviente y concreto, con
una particular
manera de abrirse al mundo, y se convierte en un t o una
alteridad genrica y
muerta, que traspasa las coordenadas espacio-temporales de su
origen y de su
autor.
Y aunque Gadamer insiste en que el texto interpela al lector, y
hay una
lgica de la pregunta que implica que el lector debe abrirse ante
el texto, estar en
escucha, y reconocer ante l su no saber, su deficiencia que le
impulsa a preguntar,
de hecho, en lo que est escrito no es ya un autor determinado
que habla, sino el
lenguaje, que se libera respecto a su realizacin. De modo que,
concluye Prez
Estvez, en realidad aqu no hay dos interlocutores dialogando,
sino uno solo uno,
que es el lector, el cual, a la vez que hace hablar al texto, a
la tradicin, hacindole
las preguntas adecuadas, es el que escucha, pero escucha a un t
que no es una
persona viva, que tenga junto a l, sino un otro genrico, sin
identidad personal.
En el artculo La accin comunicativa de Habermas como dilogo
racional, Prez Estvez muestra cmo Habermas, an denunciando la
desviacin
de la razn moderna hacia la dominacin, el objetivismo y lo
cognitivo-descriptivo,
puede redimirse, porque contiene en s tambin un elemento
emancipador, un
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 7
elemento que implica que, debajo de esa razn
cognitivo-instrumental, se oculta la
razn crtica, capaz de poner en tela de juicio los fines y los
medios propuestos por
esa misma razn cognitivo-instrumental.
Y esta razn crtica a la que Habermas llama accin
comunicativa,
mediante la cual el lenguaje, cuya funcin originaria es que
podamos entendernos,
nos permite relacionarnos, es en realidad una razn
intersubjetiva, mediante la cual,
dos o ms personas, aceptan poner a prueba sus ideas, opiniones,
valores, etc,
argumentando y finalmente aceptando que el mejor argumento se
imponga. De
modo que, nos dice Prez Estvez: La razn comunicativa se encarna
en dos o
ms sujetos que conversan para entenderse y llegar a un acuerdo
en base a
argumentos, ya sea sobre la verdad de una proposicin que
describe algo del
mundo objetivo, () ya sea sobre una accin a realizar de comn
acuerdo o ()
alguna norma o conducta que se ha puesto en tela de juicio. Esta
razn
comunicativa es la razn de unos sujetos concretos pertenecientes
a un mundo de
vida que condiciona y sirve de fondo al acuerdo posible y
probable.
Esta razn comunicativa habermasiana, se le parece a nuestro
autor a la
concepcin del dilogo que tiene Platn en su juventud, en el
Critn. Sin embargo,
mientras que para Platn, la finalidad de este supuesto dilogo es
la de preparar la
mente para aceptar el mejor argumento que expresa la Verdad, que
ya se encuentra
en el mundo de las ideas, en el caso de Habermas, la verdad de
una proposicin es
siempre una verdad humana, que resulta de un proceso de dilogo
intersubjetivo,
en el que prevalece siempre la propuesta hablada y defendida con
el mejor
argumento. Y, aunque la razn crtica de la que habla Habermas,
es, en la
perspectiva de Prez Estvez una razn humilde y de-sublimada,
terrestre, sigue
siendo segn l, heredera de la razn moderna, a la cual realmente
no amenaza. Y
esto porque, Habermas, si bien piensa que el objetivo
fundamental de la razn es
lograr el acuerdo mediante las acciones de habla, asume que las
otras finalidades de
la razn: la dominacin y el cumplimiento de la funcin
cognitivo-instrumental se
derivan secundariamente de la primera. De modo que, La crtica de
Habermas a la
racionalidad moderna, es, en consecuencia, una crtica desde
dentro, sin la menor
tentacin de traspasar el campo de la razn para invadir el campo
de la
irracionalidad como hicieron Nietzsche y, siguiendo sus huellas,
Heidegger,
Derrida, Bataille o Foucault.
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 8
La idea de Habermas es, nos dice Prez Estvez, perfeccionar
mediante el
dilogo las sociedades democrticas, de modo que sean ms
racionales y por ello,
ms libres. Aqu ciertamente se da un dilogo entre personas
concretas y
particulares, que deben entrar a dialogar con la disposicin de
aceptar que su
postura sea criticada y discutida, sin coacciones de ninguna
clase, para, finalmente
llegar a un acuerdo. Con todo ello, sin embargo, Habermas, segn
Prez Estvez,
se mantiene en la vieja posicin de la razn occidental,
recordndole su postura la
de los medievales que se reunan en las Universidades para
enfrentarse en las
famosas cuestiones disputadas. Lo que se esconde detrs de todo
esto, es la idea de
que la razn humana es nica, de modo que cualesquiera seres
humanos, mediante
el lenguaje y la conversacin, puesto que la razn es una sola,
pueden siempre
llegar a un acuerdo, a pesar de que tengan intereses y
tradiciones distintas o
pertenezcan a grupos sociales diferentes. Puesto esto as,
mientras lo racional nos
une, lo corpreo, sometido a condiciones espacio-temporales
diversas, a intereses
egostas, viene a ser lo que nos individualiza, pero a la vez nos
aleja y separa, es
decir, es la causa de las dificultades. De este modo el dualismo
alma-cuerpo o
razn-materia, se mantiene, tal como en Platn, en Descartes o en
Kant, en la
accin comunicativa habermasiana.
Por otra parte, Prez Estvez nos recuerda que, las condiciones
que exige
Habermas a la accin comunicativa, estn muy lejos de lograrse en
la realidad,
aunque los que dialogan han de tratar de alcanzarlas. Y concluye
con una nota de
pesimismo, o realismo quizs, que, dado que las condiciones
reales en que se
encuentran la mayora de los individuos distan tanto de las
ideales propuestas por
Habermas, no puede esperarse que esta forma de dilogo que es la
accin
comunicativa pueda permitir un autntico dilogo intercultural.
Pues, en efecto,
seala: Cuando algunos o muchos de los posibles participantes de
ese dilogo
intercultural, estn acosados por las condiciones ms inhumanas de
la miseria, en
las que es casi imposible ejercer otra libertad que no sea la de
luchar por continuar
sobreviviendo y malviviendo, es difcil imaginar cmo puedan tener
disposicin
alguna para argumentar y para alcanzar acuerdos razonables y
racionales. De
modo que el mbito en el que podra funcionar la propuesta
habermasiana se limita
para Prez Estvez al mbito de la tradicin racionalista
occidental, democrtico-
liberal.
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Por ltimo, nos referiremos al artculo titulado Dilogo
intercultural, que
nos parece el ms importante de todo el libro, porque, adems de
que recoge y
resume todo lo dicho en los artculos ya mencionados, expone en
detalle el
concepto que nuestro autor tiene del dilogo, y lo que espera de
l. El artculo
comienza con una referencia histrica, mostrndonos la preocupacin
del autor por
el concepto de dilogo, fundamentalmente en Platn, desarrollado
en los dos
artculos que contiene este libro sobre el dilogo platnico, pero
tambin en la
hermenutica, pues haba escrito ya igualmente: Hermenutica,
dilogo y
alteridad en los Cuadernos Salmantinos de Filosofa. Salamanca,
XIX, 1992, pp.
241-253. Sin embargo, es la invitacin que recibe de la
Universidad de Bamberg,
en Alemania, para participar en la investigacin: Paz Creativa a
partir del
Encuentro de Culturas del Mundo, en cuyo contexto conoce a
profesores venidos
de pases centroafricanos y de la India, (pas en el que particip
luego en un
Congreso intercultural), y sus aos de vivir en Latinoamrica, lo
que le inducen a
profundizar en el tema, buscando ahora desarrollar su propia
idea del dilogo, al
que va a calificar como dilogo intercultural, detallando los
momentos o
condiciones que tal dilogo debe tener. De este modo, seala en la
Introduccin al
artculo que mencionamos: En esta Introduccin har un resumen
crtico de dos
modelos de dilogo que han tenido fundamental influencia en la
cultura occidental,
el platnico y el hermenutico, y paso, despus, en los
Presupuestos y Momentos
del dilogo, a exponer mi propia teora del dilogo a partir de la
experiencia
repetida de dilogos entre personas de la misma y de distintas
culturas.
En los Presupuestos del dilogo intercultural, Prez Estvez
insiste en que
en dicho dilogo intervienen multiplicidad de personas y de
mundos, personas
concretas que pertenecen a mundos diversos, con sus diferentes
valores y
prejuicios. Insiste en sealar que para que haya dilogo, tienen
que intervenir al
menos dos personas, un yo y un t, el otro y yo, que debemos
participar del dilogo
conjuntamente, construyndolo en igualdad de condiciones.
Ello implica tambin una disposicin a comprender y aceptar al
otro
distinto, la cual no es semejante en todas las culturas o
mundos, como nuestro autor
los llama. Y aqu insiste en un tema que le es caro, y que
desarroll a lo largo de
toda su obra. Lo que marca ms profundamente nuestra distincin es
nuestro
cuerpo, que a la vez que nos permite realizarnos en el mundo,
nos pone lmites,
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 10
particularmente los que recibimos del mundo concreto en el que
hemos crecido.
Podra quizs pensarse que nuestro autor, con esta postura, niega
la importancia o
la necesidad de la razn en este encuentro de personas y en la
formulacin de los
mundos de los que proceden. Nuestra particular lectura nos lleva
a pensar que no se
trata de negar la razn sino de colocarla en su justo lugar,
devolviendo al cuerpo y
a nuestro ser concreto sus derechos en igualdad de condiciones.
Y por ello afirma a
continuacin: El dilogo intercultural est constituido por el
encuentro de varias
personas y de varios mundos con la finalidad de comunicarse
mutuamente y de
conversar. De conversar, s, de volverse al otro -cum vertere-
para que juntos
construyamos un mundo nuevo comn, que nos comprenda y nos
abarque a ambos,
y en el que nos podamos comprender el uno al otro.
Los momentos esenciales del dilogo segn nuestro autor son el
habla y la
escucha. Y aqu entramos en lo que nos parece el gran aporte de
la interpretacin
que del dilogo autntico hace nuestro pensador. Porque no se
trata para l de que
haya dos o ms personas para que haya dilogo, sino de que estas
personas alternen
sus papeles, sepan pasar del yo que habla al t que escucha. El
Yo que habla ha de
saber trocarse en el t que escucha. Cada persona que dialoga ha
de duplicarse
tanto en el papel del yo que habla y que ofrece su mundo al otro
como en el papel
del que escucha y permite que el mundo del otro le invada para
comprenderlo, nos
dice. Y esto, claramente es algo muy difcil en la cultura
occidental, que es
objetivante y tiende a objetivar todo lo que le enfrenta,
incluidas las personas o las
culturas.
La escucha se hace imposible si el yo que habla est imbuido de
su
superioridad o supuesta plenitud, sea como persona, sea como
miembro de una
cultura, en cuyo caso sera la cultura la que se presentara como
superior y plena,
con todas las respuestas, dotada de todas las verdades, o lo que
es peor, de la
Verdad. Esta pretensin es esencialmente absurda, sobre todo a la
luz de la finitud
e incompletitud de nuestra realidad, lo cual debera hacer
evidente la ridiculez de la
posicin de prepotencia. La prepotencia cultural es igualmente
absurda, nos dice
Prez Estvez, pues toda cultura es obra de seres humanos finitos,
de modo que, no
slo comporta valores positivos y negativos, sino que es apenas
una manera parcial
de expresar la posibilidad de ser como human@s, una manera
finita de vivir y de
relacionarnos con lo que nos rodea.
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Se precisa pues, para un autntico dilogo, ser conscientes de las
propias
carencias, y por ello estar en posicin de apertura hacia las
otras personas y las
otras culturas, de modo que podamos completarnos y aprender de
los dems y de
las culturas distintas de la nuestra. Aqu nuestro autor seala
que no todas las
culturas tienen la disposicin de dialogar con las que le son
extraas, o en todo
caso distintas, e incrimina con lujo de ejemplos a la cultura
occidental,
absolutamente segura de su perfeccin, asumiendo tener algo as
como un mandato
superior para dominar a las dems culturas y moldearlas a su
imagen. Esto por
supuesto hace que los miembros de esta cultura lo tengan muy
difcil en cuanto a
ponerse en lugar del otro, escucharle y ver qu pueden aprender
de su persona y de
su cultura. Sin embargo, aade, con una nota de optimismo: Todo
ser humano, -
unos con mayor facilidad que otros- en funcin de su libertad
racional y a pesar de
sus condicionamientos y prejuicios culturales, puede salir al
encuentro de otros
seres humanos y construir, con ellos, un verdadero dilogo lo que
entraa construir
un nuevo mundo comn a todos los dialogantes.
Detenindose ahora en los momentos del dilogo, el hablar y el
escuchar,
hace todo un interesante y crtico recorrido por la historia de
la cultura occidental,
la cual como lo ms parecido a aquello que l est exponiendo,
distingue
simplemente en el dilogo, el preguntar y el responder, en los
cuales se trata
siempre de un yo que pregunta y un yo que responde, por lo
general sin escuchar al
otro, pues mientras el otro expresa su posicin, en lugar de
escucharle, el que va a
responder se encuentra casi siempre elaborando mentalmente su
propia respuesta,
con lo cual acaba producindose lo que muy acertadamente se llama
un dilogo de
sordos.
La cultura occidental es pues, desde el comienzo, una cultura
del culto a la
palabra, incluso a la Palabra con maysculas, como ocurre en el
cristianismo. As
pues, nos dice y cedemos a la tentacin de transcribirlo in
extenso: La palabra, el
lenguaje, el habla es, desde el inicio mismo de la cultura
judeocristiana, la
expresin del poder y del dominio. El Cristianismo recoge esa
tradicin del poder
inmerso en la palabra, para hacer que hablen slo quienes tienen
autoridad y poder.
De hecho Dios, en el Antiguo Testamento, hablaba y los hombres,
como esclavos,
lo escuchaban. En la Iglesia, dir Pablo de Tarso, han de hablar
y ensear slo los
presbteros y los varones con capacidad de hacerlo; pero a las
mujeres, siempre
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 12
sometidas al poder del varn, no se les permite ensear, ni
dominar al varn, sino
que deben callar y escuchar con la cabeza cubierta y en
silencio. Y aade que a la
estructura fuertemente jerarquizada de la Iglesia, algunos
telogos alemanes de
mediados del siglo XX la llamaron la Iglesia que habla, por
oposicin a la la
Iglesia que escucha, compuesta por todos aquellos y aquellas
sobre todo,
sealamos nosotros, que deben callar y escuchar en silencio.
Y recurriendo a la tradicin Judea-cristiana, as como al latn y
al griego,
que vehiculaban los conceptos y costumbres de sus respectivas
culturas, nos
muestra cmo, escuchar en todos esos casos es visto como un signo
de sumisin,
de vasallaje, de pasividad. Esto se ve tambin en la palabra
escuchar en castellano,
en el listen ingls y el alemn hren. Por otra parte seala que,
dada la igual
importancia de los dos momentos del dilogo, el hablar y el
escuchar, que son
esenciales ambos, puesto que el momento de la escucha es
percibido como el
momento de la subordinacin, o ms bien de la humildad, de la
apertura al otro,
nuestra cultura occidental est poco dotada para ello, ya que es
una cultura visual
de dominacin.
De modo que encontramos en nuestra cultura, en lugar de un
dilogo
autntico, con dos monlogos paralelos sin que nadie sea capaz de
aceptar su
propia limitacin o carencia y se disponga a darle cabida y a
escuchar al otro.
Y desarrolla a continuacin con mucho detalle lo que sera en
verdad una actitud de
apertura y escucha de la alteridad, que se expresara en una
actitud que califica de
femenina: Escuchar es la ms profunda manera de abrirse
ontolgicamente a la
alteridad que nos invade con sus palabras. Esta especial manera
de abrirse entraa
la actitud femenina de sentir la concavidad limitante y la
necesidad de abrazar la
llegada del otro. Lo abierto se nos presenta como una superficie
irregular,
imperfecta, con entrantes y concavidades, con fisuras, puertas o
ventanas que lo
hacen conectarse con el mundo exterior extrao, otro; lo cerrado,
por el contrario,
se nos aparece como lo regularmente circular, sin entrantes o
concavidades, sin
fisuras, sin necesidades de comunicacin con el mundo exterior,
extrao, con el
otro. Abrirse, escuchando, es tener la conciencia de la propia
limitacin y carencia,
y sentir la necesidad de acudir al otro. Cerrarse supone darse
cuenta de la propia
suficiencia, sentirse realizado o redondo y no precisar del
mundo ajeno. Abrirse al
otro, por tanto, entraa la actitud humilde de estar consciente
de la propia finitud y
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 13
carencia, y de la necesidad del otro como complemento que la
llene. Cuando
escucho al otro en el dilogo, asumo la actitud humilde por la
que reconozco mi
propia limitacin y carencia, y muestro la disposicin de recibir
con sus palabras
un mundo extrao y ajeno en el que viene envuelta la
alteridad.
Hemos colocado adrede esta larga cita, porque entraa un
problema, en
nuestra opinin, por el que en el pasado hemos dialogado con
nuestro autor,5
expresndole nuestro desacuerdo con su postura acerca de lo
femenino, que nos
parece esencialista y ms bien prxima de las posturas, con las
que no
concordamos sino parcialmente, en algunos aspectos, del
feminismo de la
diferencia. Consideramos cierto el afirmar que el escuchar es
una actitud
femenina, en la medida en que por los condicionamientos que
reciben en las
sociedades patriarcales, que son en la actualidad prcticamente
todas, a las mujeres
se las educa para escuchar y estar atentas a las necesidades del
otro, dejando
siempre a un lado, o en segundo plano las suyas, lo cual si bien
es una actitud
generosa y benvola, que facilita la convivencia, tambin ha dado
pie a injustos
sacrificios de las mujeres y abusos por parte de los varones o
de otras mujeres
eventualmente, que se benefician de esta actitud.
Es necesario, como hace nuestro autor, proclamar que esta
actitud
femenina de apertura, de escucha, es necesaria para todos,
hombres y mujeres, es
una actitud simplemente humana, que debemos cultivar si queremos
que haya un
autntico dilogo y logremos construir un mundo mejor, en el que,
como suele
decirse, quepamos todas y todos. Pero cuando comienza a hablar
de concavidades,
espacios irregulares, o espacios circulares y cerrados que
pretenden ser la
perfeccin, discrepamos profundamente de estas interpretaciones,
que nos
recuerdan particularmente los textos de la filsofa francesa de
la diferencia Luce
Irigaray.
Volviendo a la importancia del momento de la escucha, insiste en
la
necesidad aceptar la propia deficiencia, correr el riesgo de
encontrarse invadidos
por la diferencia del otro para aprehenderlo y aprender de su
cultura y de su
persona. Esto, insiste, no ser nada fcil en un mundo como el
occidental, que si
bien ha sido capaz de producir filosofas del lenguaje, jams ha
producido
5 Vase: Comesaa Santalices, Gloria: El individuo y la feminidad:
Un libro del Dr. Prez Estvez, Revista de Filosofa, Vol., 14. Centro
de Estudios Filosficos, Universidad del Zulia, Maracaibo, 1992.
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 14
filosofas de la escucha o del silencio; ha producido filosofas
del yo y de la
dominacin, pero ha sido incapaz de producir filosofas de la
alteridad y de la
humildad. Porque escuchar al otro implica ser solidario con el
otro, ocuparme de
l y preocuparme por l.
Por ltimo, destaca que el dilogo intercultural, a diferencia del
platnico o
del hermenutico, no tiene finalidad alguna que sea distinta de
los que dialogan. No
se propone alcanzar ninguna verdad, sea sta absoluta, o
histrica, distinta de los
que dialogan, y a la que estos tuviesen que someterse. Y aade:
El autntico
dilogo se origina en los seres humanos concretos, individuos y
distintos, que
dialogan y debe terminar en esos mismos seres humanos por medio
de una mejor
interrelacin, comprensin mutua y mutua realizacin. En el
verdadero dilogo
pueden compartirse afectos y sentimientos, pueden tambin
alcanzarse acuerdos en
torno a acciones, valores, y verdades. Pero dichos valores y
verdades no han de
hipostasiarse y constituirse en realidades supremas y autnomas,
no han de
convertirse en dioses o dolos a los que los dialogantes han de
someterse
necesariamente, como sus esclavos, y adorarlos, es decir,
alienarse. Por el
contrario, esos valores y verdades compartidos han de ayudar y
servir a una mejor
comprensin entre los dialogantes y a su ms completa realizacin.
sta es pues la
filosofa del autntico dilogo, el dilogo intercultural segn Prez
Estvez. Est
de ms indicar que, excepto por el detalle que sealamos hace un
momento,
estamos totalmente de acuerdo con l.
Ya para concluir, sealemos que esta obra y su autor seguirn
dialogando
con nosotros e interpelndonos, en la medida en que, en este
pensamiento,
encontramos siempre una orientacin bien fundada para movernos en
nuestro
complicado tiempo. Y con una ventaja: Prez Estvez nos interpela,
nos habla,
pero tambin nos ensea a escuchar, y el ejemplo de apertura que
nos dio es
autntico, pues fue la apertura de alguien que conoci numerosas
culturas y
experiencias, alguien que valor la amistad como uno de los
mayores bienes,
alguien que se dej pulir en el dolor y en la alegra, y que
mantuvo hasta el final
intacta su creatividad y su amor por el trabajo bien hecho y por
la reflexin
profunda. Con alguien as, es decir, con Antonio Prez Estvez,
seguiremos
dialogando sin cansarnos, gracias a su obra, y a su ejemplo como
filsofo de la
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 15
escucha, tal como muchas y muchos de sus discpulas/os ya habamos
comenzado a
llamarle desde hace tiempo.
Dra. Gloria Comesaa Santalices
1. Dilogo platnico y alteridad
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 16
Habra que comenzar por decir que los Dilogos de Platn no son
conversaciones,
sino escritos. Como escritos de Platn, una persona que vivi en
la Atenas del siglo
y fue discpulo de Scrates y maestro de Aristteles, son monlogos,
es decir, son
discursos de una sola persona. Sin embargo, Platn los llam
dilogos porque
intent imitar las conversaciones argumentativas que Scrates haba
realizado
con tanta maestra, paseando por el gora ateniense. Cada dilogo
platnico imita
una conversacin hipottica entre dos o ms personas. Pero la
diferencia entre una
conversacin real y la imitacin escrita de esa conversacin es la
que existe entre
un encuentro social vivo, cuyo vehculo fundamental es el
lenguaje hablado o
corpreo, producido por dos o ms seres humanos que confluyen en
un lugar y
tiempo concretos, y la narracin o relacin recordativa vertida en
palabras escritas.
En la conversacin, el lenguaje surge y se hace en el momento
mismo en que se
habla, como producto de un encuentro espontneo, abierto y
vivencial de dos o ms
sujetos. La conversacin hablada es la experiencia viva e
inmediata de dos o ms
personas, las cuales entran en el dilogo vivo sin que puedan
controlar las infinitas
y abiertas variables vivenciales que lo condicionan y lo
posibilitan. Uno entra en la
conversacin y la vive, sin poder predecir el curso que la
conversacin pueda
tomar; ms que hacerla, uno se hace en cada conversacin. El
dilogo escrito por el
contrario es la cosificacin o reduccin a objeto de esa
conversacin viva e
inmediata. Pero reducir a objeto una experiencia es sacarla del
flujo vital
indetenible e irrepetible para reducirla a algo extenso y
visible, que queda fijado y
muerto en un espacio y en un tiempo concretos. A la experiencia
viva de la
conversacin no puede volverse jams; al dilogo objetivado en la
escritura, puede
uno volver cuando quiera para leerlo y releerlo infinitas veces.
La experiencia viva,
una vez objetivada, pierde su inmediatez vivencial para
convertirse en un objeto
mediato arrojado o colocado enfrente de nosotros, al que podemos
observar a
nuestro antojo y por tanto controlarlo1. Escribir una
experiencia, objetivarla, es
disecarla, sacndola de su esencial y fluyente presente y fijarla
en un pasado
concreto y determinado, al que podemos volver para controlarlo e
incluso rehacerlo
sin cesar. La conversacin vivencial pasa y desaparece como un
momento del flujo
de la vida; el dilogo escrito es el intento de nuestro
entendimiento por eternizar
muerto ese momento vivencial con el fin de mediatizar nuestras
vidas y
controlarlas. La diferencia entre un dilogo vivo y la relacin
escrita del mismo es
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 17
semejante a la existente entre las acciones vividas de una
persona o un pueblo y su
relacin escrita en su biografa o su historia. Es el paso de lo
inmediato vivido a lo
mediato objetivado, visualizado y colocado en un espacio
separado y enfrentado a
nosotros. Con la fijacin escrita u objetivacin de una
experiencia vivida creamos
el pasado, que no es ms que el presente detenido y muerto,
sacado de su flujo
vivencial inmanente y colocado muerto y hecho objeto enfrente de
nosotros. Las
experiencias de una persona o de un pueblo terminan, pasan y se
esfuman con la
vida; objetivadas en su narracin o historia constituyen el
pasado que ni pasa ni se
esfuma ni termina jams. Cuando volvemos a leer la historia, la
narracin de
experiencias humanas, estamos de alguna manera interpretndola y
rehacindola de
nuevo. La historia o narracin escrita, de igual manera que el
dilogo escrito, como
objetos del pasado, estn siempre ah, nunca totalmente
terminados. Siempre
aceptan ser contemplados de nuevo en una lectura y una nueva
interpretacin, lo
que implica la posibilidad de rehacer nuestra historia pasada no
nuestras vidas
sin cesar.
El dilogo escrito es una experiencia controlada, en la que el
escritor determina las
variables de una accin ya terminada en la que todo est ya dicho;
nada surge
espontneo sino que todo est realizado y organizado, aunque se
esfuerce el autor
en aparentar lo contrario. Desaparece la multiplicidad de
sujetos y el otro, los
dems, quedan reducidos a un nombre escrito.
Ahora bien, la imitacin escrita y objetivada pretende copiar los
formalismos o
tcnicas externas del original, sin que pueda por supuesto
rehacer la vivencia
mltiple e irrepetible de la multiplicidad de personas que se
encuentran y se
comunican por medio del lenguaje vivo y hablado. Imitando una
conversacin, el
dilogo platnico simula producirse entre dos o ms personas, en un
tiempo y un
lugar determinados. As en el Critn, el dilogo se da entre
Scrates y Critn en la
crcel, al amanecer entre dos luces de la antevspera de la muerte
del primero; en
el Fedro son Scrates y Fedro quienes se encuentran un medioda
caliente de
primavera fuera de los muros de Atenas, cerca del ro Iliso, bajo
la sombra de una
palmera y un sauce, sentados al lado de una fuente cuya agua
fresca corre por la
hierba.
Imitando una conversacin, el dilogo platnico simula producirse
por medio de
preguntas y respuestas. En efecto, especialmente al principio
abundan las oraciones
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 18
interrogativas con formas verbales del presente de indicativo en
segunda persona
singular; las respuestas se expresan a su vez en primera persona
singular del
presente de indicativo. Por ejemplo, el Fedro se inicia con la
pregunta de Scrates
Querido Fedro de dnde vienes y a dnde vas?. Fedro responde: De
donde
Lisias el hijo de Cfalo y voy a caminar fuera de los muros. Aun
los largos
prrafos o discursos simulan ser respuestas a preguntas, que
surgen en el
entramado de la conversacin: Fedro lee el discurso de Lisias a
solicitud de
Scrates.
En esta imitacin, el dilogo platnico est lleno de expresiones
coloquiales
griegas e imperativos cortos tales como escchame, dime, sintate,
por los
dioses, por Zeus, as es, no estoy de acuerdo contigo, concedo lo
que
dices, ciertamente, eso parece, dices verdad, cmo no, no sigo
tus
palabras, etctera.
Las ideas que se manejan en los dilogos dejan de ser abstractas
y annimas. A
semejanza de una conversacin, parecen pertenecer a una persona
con nombre y
apellido, que aparenta defenderlas como propias y confrontarlas
con las ideas de
los dems interlocutores. Es decir, en los dilogos platnicos las
opiniones parecen
estar personificadas y encarnadas en personajes conocidos en el
medio ateniense de
la poca. De hecho, la ideologa o pensamiento platnico salta al
dilogo en
confrontacin con el pensamiento de otros. En el Critn, el
pensamiento socrtico-
platnico sobre la obligacin de cumplir siempre con las leyes de
la ciudad, incluso
cuando uno est condenado a muerte, va a desarrollarse en
confrontacin dialgica
con el pensamiento de Critn, quien le insta a que huya de la
crcel y de la muerte,
dejando a un lado el cumplimiento de la decisin del jurado de la
ciudad de Atenas;
en el Fedro el rico pensamiento platnico sobre el amor y la
belleza, sobre la
inmortalidad del alma, sobre la metempsicosis, sobre los caminos
de subida y
bajada que permiten el conocimiento absoluto de las realidades
eternas nacen de un
segundo discurso de Scrates con el fin de negar la tesis
defendida por un
hipottico discurso de Lisias y por un primer discurso del mismo
Scrates, en los
que se defenda la opinin de que debe concederse el amor a
quienes no estn
enamorados. Lo mismo sucede en el Gorgias, el Protgoras, el
Eutifrn, el Lisias,
el Cratilo, etctera.
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 19
Los dilogos de Platn conservan apenas algunos formalismos
externos de la
conversacin espontnea, que nace del encuentro de dos o ms
personas con el fin
de interrelacionarse por medio del lenguaje ordinario. Los
dilogos platnicos son
en realidad un monlogo discursivo, perfectamente organizado, que
se desarrolla
en confrontacin con el pensamiento de otros pensadores. Son un
mtodo o camino
de sntesis y anlisis, de subida y bajada que avanza por medio de
un proceso
racional discursivo hasta conducir a la mente humana a la
realidad absoluta de las
ideas en las que se encuentra, segn Platn, la verdad absoluta.
No existen por
tanto en los dilogos platnicos ni la multiplicidad de
personajes, ni verdadera
multiplicidad de voces, ni verdadera multiplicidad de
argumentaciones; existe una
sola voz y una nica argumentacin, la de Platn, la del yo, que se
desarrolla en un
proceso racional-discursivo hacia la verdad de las ideas. Las
opiniones del otro
simples opiniones o doxas, que no conocen el ser sino slo el
devenir y en
consecuencia siempre falsas son un simple pretexto o una simple
ocasin para
desarrollar el autntico proceso epistmico que conduce
inexorablemente al ser y a
la verdad. En estos dilogos predomina el logos, el proceso
discursivo hacia la
verdad, y al da, que implica multiplicidad de personas y voces,
no se le toma en
cuenta o cuando mucho queda relegado en la sombra como simple
ocasin o
pretexto.
En este contexto en el que el dilogo es ante todo proceso
discursivo hacia la
Verdad, sin que implique necesariamente multiplicidad de
personas, o presencia
del Otro, se entiende fcilmente cmo, para Platn, dilogo es tanto
la
conversacin hablada en voz alta en la que intervienen varios
interlocutores como
el pensamiento o la reflexin interior silenciosa del alma. De
hecho, reflexionar y
hablar son lo mismo ( , Sofista 263e). Pensar
reflexionando es tan dilogo como conversar en voz alta; la
diferencia consiste en
que aqul se origina en el interior del alma y se produce consigo
mismo sin sonido
de palabras. O como expresa en el Teeteto 189e-190a reflexionar
no es ms que
dialogar del alma consigo misma, preguntndose ella misma y
respondindose,
afirmando y negando. El resultado del reflexionar, es decir, la
opinin firme y
definida sobre algo, la identifica Platn con el discurso hablado
(); no
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 20
ciertamente un hablar sonoro y con otro, sino un hablar en
silencio y consigo
mismo ( ).
Es preciso destacar que el fin u objetivo del dilogo platnico
consiste en
reconocer la verdad absoluta del ser absoluto de las ideas. La
multiplicidad de
personas que slo se dan en el dilogo socrtico, pero no en el
platnico, la
multiplicidad de voces, las preguntas y las respuestas, las
acciones de y
de , la subida y bajada, son simples pasos, medios o
instrumentos para
alcanzar la verdad del ser de las ideas. Las personas, las
voces, los argumentos son
medios o estn en funcin de la verdad absoluta de las ideas. El
valor supremo del
dilogo platnico es la verdad absoluta de las ideas, a la que han
de estar
subordinadas no slo las voces, las argumentaciones y los mtodos,
sino tambin
las hipotticas personas que dialogan. Tan absoluto es el valor
de la verdad de las
ideas, que Platn, como ya hemos visto, hace divina () a la
verdad que habita
y acompaa a los dioses en el mundo celeste.
Esta divinizacin de la verdad va a consagrarse, es decir, va a
hacerse religiosa y
sagrada en el cristianismo, especialmente por obra de san
Agustn. Cuando el
obispo de Hipona en el dilogo De libero arbitrio (, 2),
partiendo de la propia
existencia que soy, vivo y conozco y avanzando por un anlisis
del conocimiento
sensible y racional, concluye que la Verdad, por necesaria,
eterna e inmutable se
identifica con Dios, Deus veritas est, est imponiendo en
Occidente la divinizacin
definitiva de la verdad lgico-metafsica, a la que han de estar
subordinadas todas
las personas con sus pensamientos, quereres y acciones2.
Divinizar la verdad
entraa dotarla de autonoma absoluta, hipostasiarla y por tanto,
sacarla del mbito
cultural y humano en el que toda verdad se origina en este caso,
sacarla del
pensamiento platnico-agustiniano y darle la suprema consistencia
ontolgica
posible, a la que deben subordinarse todos los dems seres,
incluido el ser humano.
Desde entonces la verdad occidental, europea, dej de ser, como
todas las
verdades, una propiedad o caracterstica del conocimiento humano
expresado en
proposiciones, para adquirir el status ontolgico que la
identifica con el ser
absoluto de Dios, al que debemos no slo estar subordinados sino
tambin adorar;
en consecuencia, a la Verdad metafsica hemos de acatarla,
adorarla y estar
dispuestos a morir o matar por Ella. Esta valoracin de la Verdad
va a hacer de la
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 21
cultura occidental una cultura de verdades absolutas, bajo las
que es preciso
cobijarse para darle sentido a la vida e incluso para funcionar
en una sociedad que
se fundamenta en verdades. Es curioso descubrir cmo el
cristianismo, o la religin
paradigmtica de Occidente, es una religin de verdades dogmticas
que supone
una ortodoxia o conjunto de creencias correctas o verdaderas; el
islamismo y el
hinduismo por otra parte se basan o bien en preceptos jurdicos,
o bien en actitudes
ante la vida que suponen una ortopraxis o correcta manera de
actuar3. El Medievo
descubri verdades religiosas y las impuso por la fuerza de las
armas tal como
sucedi en todas las guerras religiosas, en la Reconquista, en
las Cruzadas, en la
Conquista de Amrica por los espaoles. La modernidad descubri
verdades
sociopolticas, como el progreso, la revolucin, la revolucin
marxista, el
nacionalsocialismo, el fascismo, y, en ara de esas verdades,
millones de hombres se
han matado y siguen matndose. Hoy nos agarramos a la verdad
cientfica y
mensurable con la que podemos funcionar en este mundo
tecnolgico.
Por ltimo quisiera sealar que ese conocimiento epistmico de las
ideas al que
apunta el dilogo platnico se alcanza por la visin. No por la
visin sensible, o
accin realizada por los ojos, la cual por otra parte posibilita
en gran medida el
conocimiento sensible de la ; sino por una visin inteligible
producida por la
facultad de la razn, por la . Los trminos griegos muy variados,
usados por
Platn, expresan todos algn tipo de visin o contemplacin visual:
,
, , , , , . La misma palabra
idea () deriva del verbo que significa en voz activa mirar u
observar. El
pensamiento platnico, probablemente por influjo de la cultura
griega, otorga
preeminencia a la vista sobre los dems sentidos. En la Repblica
(507c) declara
que entre los sentidos la ms preciosa facultad es la de ver y
ser vistos
( ) y unas lneas
despus (508b) se permite afirmar () que la visin es, de los
rganos de los
sentidos, el ms semejante al sol () lo que implica la
valoracin
suprema entre todos los sentidos. Tambin en el Fedro (250d)
considera a la vista
como al ms claro ( ) y el ms agudo o penetrante
( ) de todos nuestros sentidos fsicos.
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 22
El sentido de la vista es un sentido esencialmente egosta. Ver
implica ver en un
horizonte, y el horizonte o lmite visual se forma siempre en
derredor de uno; uno
es siempre el centro del campo visual, que gira como una
circunferencia en torno a
mi persona. Ver entraa de alguna manera organizar el mundo que
nos rodea en
torno a mi persona: yo soy en la visin el centro del universo y
todo lo dems est
colocado en funcin de mi persona como centro. Ver significa por
tanto organizar y
dominar el mundo que nos rodea. Mirar a otra persona es un
intento por
organizarlo o subordinarlo a m, es decir, es un intento por
conquistarlo y
dominarlo. En el eterno juego del galanteo y la conquista
amorosa, todos sabemos
por una mirada cundo el hombre o la mujer estn conquistados.
Hegel, en la
Fenomenologa del Espritu, nos describe la ms primitiva relacin
entre dos seres
humanos o autoconciencias como una relacin de dominio por medio
de la mirada;
mirar a otro jedes sieh das Andere exiga ser reconocido como
autoconciencia y
el otro de igual manera por la mirada exiga ese mismo
reconocimiento. El miedo a
morir conduca a que uno de los dos se sometiera al otro y surga
de esa forma la
relacin del seor y del siervo. Tambin Sartre en El Ser y la Nada
descubre en el
poder de la mirada el medio para objetivar al Otro, para reducir
al Otro a objeto, a
alienarlo; las relaciones entre los hombres por medio de la
mirada conducen
necesariamente a la alienacin, objetivacin, a la dominacin del
Otro. En nuestra
cultura occidental, visual, nuestra primera y ms radical relacin
con el otro se
mueve entre los polos contrapuestos del que domina y conquista o
del que es
dominado y conquistado, del seor y del esclavo.
Y esta relacin no se da slo entre individuos, sino tambin entre
pueblos y
naciones. Hegel en su Filosofa de la Historia, en la que trata
de comprender y
justificar la realidad die Wirklichkeit vernehmen und
rechtfertigen insiste en que
los pueblos y los Estados son los verdaderos actores de la
historia, y sus acciones
se colocan en un plano distinto y superior al plano de la
moralidad que atae a la
individualidad subjetiva. Las relaciones entre los pueblos y los
Estados no estn
reguladas ni por la moralidad ni por derecho alguno, sino que
estn subordinadas
slo a sus intereses y podero. Los pueblos o Estados son poderes
absolutos sobre
la tierra, y no existe pretor o juez alguno que regule o pueda
regular sus relaciones.
De ah que entre los pueblos predomine siempre el derecho del ms
fuerte. El
pueblo ms poderoso o dominante (herrschende) es la encarnacin
suprema del
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 23
Espritu y el que hace avanzar la historia en cada poca; ste
posee el derecho
absoluto, Gegen dies sein absolutes Recht. Los dems Estados,
dbiles e
impotentes, no tienen derecho alguno, sind die Geister der
anderen Vlker
rechtlos 4.
Tambin en el dilogo lgico de Platn, como parte importante de
esta cultura
visual y de dominio, el Otro es negado. Su presencia queda
reducida a un nombre
propio escrito, que se utiliza como instrumento y pretexto para
conducir, por medio
de una argumentacin discursiva, a la verdad absoluta de las
ideas, que es siempre
la verdad absoluta del yo, mi verdad; una verdad adquirida por
la visin inteligible
de la razn humana y que alcanzar con el tiempo la consistencia
ontolgica de la
divinidad para tornarse, hipostasiada, en la mxima realidad y el
mximo valor al
que el ser humano ha de rendir tributo de acatamiento y
adoracin. El dilogo
lgico de Platn conduce a la Verdad dominadora de Occidente.
CITAS
1 Objeto (objectum) viene del verbo latino obicere, obieci,
obiectum, que significa arrojar afuera; por tanto objeto
etimolgicamente es lo arrojado enfrente de uno. La palabra alemana
Gegenstand significa lo que est colocado (stehen) en contra (gegen)
o enfrente del sujeto. 2 La identidad de la Verdad con Dios se
afirma reiteradamente en los escritos de Agustn. Por ejemplo De
beata vita IV, 34; Soliloquios I, I, 3. 3 Vase para un anlisis
comparativo entre el cristianismo y las grandes religiones,
islamismo, hinduismo y budismo. Cfr. Kng, Hans; Van Ess, Von
Stietencron, Josef Heinrich & Bechert, Heinz: El cristianismo y
las grandes religiones. Madrid, Libros Europa, 1987. 4 G. W. F.
Hegel. Grundlinien der Philosophie des Rechts, Werke 7, Frankfurt
am Main, Suhrkamp Verlag, 1970, p. 506.
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Antonio Prez Estvez. Dilogo 24
2. Dilogo, verdad y alteridad en Platn
Dilogo se contrapone a Monlogo. Monlogo o soliloquio es la
palabra de uno,
del solitario () La cultura europea tiene una vieja tradicin de
solitarios y de
monlogos. De hecho, el pensamiento occidental ha sido siempre el
producto de
pensadores solitarios. En el monlogo se da una sola persona que
habla y una sola
voz u opinin. "Dilogo", al contrario, es palabra o mejor
palabras de varios, al
menos de dos. Por tanto, en el dilogo se deben dar una
multiplicidad de voces u
opiniones y una multiplicidad de personas que hablan. Pero esa
multiplicidad de
voces y de personas, no son independientes y autnomas en el
dilogo; el dilogo
es el lugar de encuentro de muchas personas que hablan y se
escuchan. Escuchar es
tambin la actitud indispensable de todas las personas que
entablan un dilogo,
para evitar que esas voces y opiniones sean voces paralelas sin
posibilidad alguna
de que se encuentren. El dilogo es un encuentro no tanto porque
haya muchas
personas que hablen sino porque hay muchas personas que escuchan
a las dems.
De no darse escucha, la multiplicidad de personas y de voces se
convierte en una
multiplicidad de monlogos paralelos sin encuentro posible entre
ellos. La actitud
de escuchar, ms que la palabra y la voz, es lo ms especfico de
todo dilogo. La
disposicin de escuchar que significa apertura al otro, se tiene,
cuando uno posee la
conviccin de que no est en posesin de toda la verdad y de que el
otro tiene algo
de verdad que ofrecerme y de la que yo puedo aprender. La
palabra sin la
disposicin de escuchar a los dems hablantes, es esencialmente un
monlogo; slo
mi palabra unida a mi disposicin de escuchar a los dems y a sus
palabras, permite
la construccin de un verdadero dilogo. Este doble papel de
hablar y escuchar que
debe darse en todo dilogo, se manifiesta en la simetra de esta
doble accin en los
interlocutores. Todos igualmente deben hablar u ofrecer su
opinin y escuchar o
estar abiertos a la opinin de los dems. Si uno solo es el que
mayoritariamente
habla y los dems intervienen slo para confirmar la opinin del
que habla, no
existe autntico dilogo: existe un monlogo acompaado de un coro
de voces que
aceptan la opinin del que habla. En realidad, uno solamente
habla mientras los
dems solamente escuchan. El dilogo, en definitiva, puede
definirse como el
encuentro del yo con el otro encarnado en un t o en un vosotros
con el fin de
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 25
alcanzar un acuerdo y producir una confluencia, un mbito comn de
ideas o de
sentimientos de las que los interlocutores participan. La
alteridad del otro es
indispensable que se manifieste para que un dilogo sea un
autntico dilogo. Esa
alteridad del t que entra y ayuda a construir el dilogo, debe
tambin ayudar a
constituir ese mbito comn, ese mundo nuevo que es el resultado
de la
confluencia del yo y del t, es un mundo de ambos. Sin alteridad,
sin otro que sea
t o vosotros que me presente u ofrezca su palabra y su voz para
que yo la escuche
y, viceversa, sin el otro que escuche la voz y la palabra que yo
le ofrezco, no puede
darse autntico dilogo.
El dilogo platnico socrtico que tanta influencia ha tenido en
toda la tradicin
occidental, responde a este modelo apenas pergeado en el prrafo
anterior?
Cmo entendieron Scrates y Platn el dilogo? Cumple el dilogo
socrtico
platnico con los requisitos antes expuestos? Entra el otro con
su palabra y su
opinin en el dilogo socrtico- platnico? Se dan en el dilogo
socrtico
platnico multiplicidad real de personas interlocutoras? Se dan
multiplicidad de
palabras y opiniones? Qu funcin desempean tanto la multiplicidad
de voces o
palabras y la multiplicidad de opiniones, si las hay, en el
dilogo platnico? Se da
confluencia de opiniones e ideas que constituyan un mbito
ideolgico comn del
que todos los interlocutores participan?
Este trabajo tendr como objetivo central conocer, a partir de
sus mismos dilogos,
cmo Platn entenda el dilogo y sus derivados la dialctica. Qu
papel
desempeaba en su pensamiento. Una vez conocido su concepcin de
dilogo y
dialctica, compararla con la concisa descripcin de dilogo que
nosotros
acabamos de dar y ver sus semejanzas y diferencias.
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 26
El dilogo y la dialctica en platn
El dilogo en el joven Platn: el Critn
Escudriemos el concepto de dilogo en el joven Platn, en los aos
que corren
desde la muerte de Scrates en 399 A.C. al 390, con especial
hincapi en el Critn.
El Critn es uno de los primeros dilogos escritos por el joven
Platn, poco tiempo
despus de la muerte de Scrates en 399 AC. Probablemente en 397
a. C. Es un
texto fundamental para comprender la concepcin de dilogo
socrtico: se plantea
por primera vez y con detalle la naturaleza del dilogo.
Entremezclada con la gran
cuestin tica de si es justo que Scrates, ayudado por sus amigos,
escape de la
crcel para salvar su vida sin el consentimiento de los
atenienses, se presenta
tambin la naturaleza del mtodo dialgico que servir de
instrumento racional
para resolver dicha cuestin.
Critn insiste ante Scrates que debe escaparse, debido a que la
mayora no podra
comprender que sus amigos, que disponen de dinero para corromper
a los guardias
de la crcel, no lo ayuden a escaparse de Atenas a otra ciudad
que puede ser
Tesalia. Salvando su vida, afirma Critn, Scrates no deja a sus
hijos hurfanos y
puede continuar cumpliendo con el deber fundamental de
educarlos. Es el comn
pensar de la gente: cmo no va a salvar su vida, escapando de la
crcel, si puede
hacerlo? Incluso, parece injusta o inmoral la accin de Scrates
que se presenta
como una traicin a s mismo, cuando, pudiendo salvarse, no lo
hace (45c).
Ante la insistencia de Critn, Scrates propone investigar, entre
los dos, la justeza
de la propuesta de Critn, que recoge la opinin de la mayora. No
podemos, dice
Scrates, aceptar todas las opiniones de los hombres sino slo
algunas y rechazar
las otras, y no aceptar las opiniones de todos los hombres sino
slo las opiniones de
algunos (47a). Debemos aceptar slo las opiniones buenas que son
las de los sabios
() y no las malas que son las de los estpidos () La primera
afirmacin de Scrates, compartida por Critn, se reduce a que no
toda opinin es
buena. Aplicando la lgica dual, dir que unas opiniones son
buenas, las de los
sabios que dicen la verdad ( , 48a) y otras malas o falsas, las
de
los estpidos. Propone entonces saber, en unin con Critn, si la
propuesta
recogida de la mayora de que Scrates debe escapar de la crcel y
salvarse, es
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 27
buena o mala, verdadera o falsa6. Y propone un mtodo heurstico
cuya primera
caracterstica consiste en ser una investigacin en comn ( ),
en este caso entre dos: Critn y Scrates. Scrates insiste
repetidas veces (46b, 46d,
48d) en la conveniencia de que ambos investiguen o analicen la
propuesta de
Critn Este mtodo de investigacin en comn y la opinin que derive
de ella, se
contrapone a la opinin de la mayora que proviene de una simple
opinin sin
investigacin alguna, de una simple . Sometamos, dice Scrates, la
propuesta
de Critn a una investigacin racional en comn, y sabremos si es
una opinin
buena y verdadera o ms bien mala y falsa, es decir, una simple
doxa sin
fundamento racional. La gran diferencia entre una simple opinin,
mala y falsa, y
una opinin buena e investigada consiste en su racionalidad, que
quedar patente
luego de un proceso de investigacin en comn. Las opiniones son
buenas o malas,
verdaderas o falsas no por ser producidas por los sabios o por
los estpidos, sino
que son buenas o malas en s mismas, debido a su intrnseca
racionalidad. Sabio es
simplemente quien es capaz o tiene la disposicin, por medio de
la reflexin, de
develar la opinin buena o verdadera; estpido quien no es capaz
de reflexionar y,
en consecuencia, no adquiere la disposicin que lo lleva a
develar la opinin
verdadera y se queda en el mbito de la oscuridad falaz de las
opiniones malas, da
la pura . De hecho, la proposicin que llegue a develarse como
resultado de
este proceso de reflexin en comn, ser la mejor de las opiniones
(
).
Este parece ser el sentido del texto que leemos en el 46a-b: es
necesario investigar
si debemos hacer esto o no, pues yo no slo ahora sino siempre,
en todo lo que me
atae, me dejo persuadir slo por la opinin que, cuando
reflexiono, se me aparece
como la mejor7. La opinin mejor se me aparece o me ilumina () y
me
dejo persuadir por ella, cuando reflexiono ( ). El proceso
de
reflexionar cuando vamos a tomar una decisin, que especifica la
forma ms
genrica de investigar en comn, se nos presenta como el medio
para develar la
6 La opinin de la mayora va a ser sometida a investigacin y
rechazada por irreflexiva y falsa. La verdad es verdadera, dir ms
tarde, porque es siempre la misma, la opinin de la mayora es falsa
porque cambia con facilidad (Gorgias, 481d-e). Tampoco le va a
merecer a Scrates (Platn) mayor consideracin la opinin sobre la
poesa que surge de la conversacin que suelen mantener el vulgo y la
gente del mercado, cuando se renen para comer y beber (Protgoras,
347c). 7 .
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 28
luminosidad de la opinin mejor ( [] ). En toda
reflexin sobre algo () hay en juego varias opiniones o
argumentos, al
menos dos, que se nos van presentando en el proceso discursivo:
la opinin mejor
que nos ilumina tras un proceso razonado y las dems, al menos
una, que no son las
mejores y que no poseen la luminosidad de la mejor. En este
caso, se trata de dos
opiniones: la opinin no razonable de la mayora defendida por
Critn y la
razonable y que va a ser sometida a razonamiento, defendida por
Scrates. El texto
platnico nos hace ver que las opiniones o argumentos al menos la
racional y
producto de una investigacin en comn- preexiste y precede a todo
nuestro
razonar. Al inicio de nuestra investigacin en comn, tanto la
opinin que resultar
ser la mejor opinin o la opinin mejor argumentada como todas las
dems, no se
nos muestra con claridad () sino con oscuridad y, por eso, no
nos
persuade o convence (). Esto implica que en el dilogo se da un
proceso
de anlisis y argumentacin que consiste en que la opinin mejor se
va
esclareciendo, para los entendimientos de los interlocutores,
hasta que nos alumbra
con su luminosidad y termina por persuadirnos o convencernos
plenamente. La
luminosidad de una proposicin es la seal de su verdad, de su ,
que,
como su nombre dice -- es lo que no se esconde y se muestra
brillante.
Pero, cul debe ser el criterio racional por el que develemos la
mejor opinin o
mejor argumento? El criterio que Scrates propone es su identidad
o mismidad en
las distintas circunstancias (46b). El hecho de que una opinin
argumentada se me
aparezca siempre idntica y la misma ( ) es la prueba de que
contina siendo la mejor, a pesar de las presiones de terror que
conlleva la opinin
de la mayora (46c). La prueba de la verdad de una proposicin es
su permanencia.
La verdad es siempre igual y siempre que razonemos
correctamente, descubriremos
siempre esa verdad siempre igual. Por el contrario la opinin de
la mayora no es
verdadera porque no permanece siempre la misma, cambia de
acuerdo a las
circunstancias, tal como lo afirma en Gorgias (481e). La opinin
cambiante que
hoy afirma algo y maana afirma otra cosa, como hace la opinin de
la mayora, es
muestra de que responde ms a los sentimientos del momento que a
motivos
racionales que son siempre duraderos (Menn, 89c). La filosofa
trata de las cosas
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 29
que son siempre las mismas, que no cambian, ,
afirma taxativamente en Gorgias (482a) El mejor argumento u
opinin pertenece a
la esfera de lo inteligible, de lo que permanece siempre idntico
y no puede ser el
producto de un proceso intersubjetivo en el que se confrontan mi
personal manera
de pensar con la particular manera de pensar del otro. No. El
mejor argumento
que deja de ser pura opinin para convertirse en el lugar de la
verdad- preexiste a
los interlocutores y al dilogo o razonamiento en comn. Los
argumentos y
opiniones mltiples al menos la opinin mejor- existen ya de
antemano y cada
uno de los interlocutores las toma para analizarlas. El
razonamiento dialgico
consiste precisamente en que los interlocutores disponen o
preparan su
entendimiento y razn para distinguir y ver () con claridad la
mejor
opinin que se nos muestra en toda su luminosidad. A travs del
razonamiento
dialgico, se nos va develando la verdad de la opinin mejor.
Razonar en comn,
argumentando, es la operacin por la que los interlocutores
disponen su
entendimiento y su razn para ir descartando las otras opiniones
y prestar atencin
a la claridad con que termina mostrndose la mejor opinin, que
deja de ser una
opinin () para convertirse en el lugar de la verdad que ser
llamada .
Esta opinin mejor y verdadera ( ) acaba por convencer ()
a los interlocutores y por lograr un acuerdo entre ellos, si
estn en disposicin de
hacerlo. En el dilogo se da un proceso, que pudiramos llamar, en
trminos
modernos, subjetivo por el que los interlocutores afinan su
capacidad racional de
divisar la verdad luminosa de la mejor opinin y dejarse
convencer por ella.
La opinin mejor es la del sabio. Sabio es el hombre reflexivo y
razonable, capaz
de disponerse y dejarse convencer por la luminosidad de la mejor
opinin. En la
gimnasia, el especialista es el mdico y el entrenador, y su
opinin debe prevalecer
sobre las dems (47b). En cuanto a lo justo y lo injusto, a lo
feo y a lo bello, a lo
bueno y a lo malo, el que sabe es quien presta atencin a estas
cosas y alcanza la
verdad misma ( ,
, 48a). No seguir la opinin de los expertos en la gimnasia, daa
al
cuerpo; no seguir la verdad de quienes entienden de lo bueno y
de lo malo, de lo
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 30
justo y de lo injusto, daa esa otra parte de nosotros que ms
tarde Platn llamar
el alma ().
Dialogar es pues el arte de, por medio de preguntas y
respuestas, considerar
distintas opiniones o logoi con el fin de descartar las malas o
falsas y dejarse
persuadir por la mejor, inteligible y verdadera. El dilogo, es
sin duda, un proceso
discursivo () que implica preparacin para divisar y dejarse
persuadir
por la opinin o argumento mejor.
Detengmonos un momento en la estructura formal del dilogo. El
dilogo es un
proceso discursivo compuesto de preguntas y respuestas ( -
, 48e5-49a . Pero es tambin un proceso en el que se dice y
se
puede contradecir ( - , 48d). Decir tiene el sentido de
decir
razonadamente y contradecir el sentido de decir razonadamente en
contra de lo
dicho. El decir () tiene que ver con la pregunta (); el
contradecir
() tiene que ver con la respuesta (). Pero, cuidado con la
simple estructura formal de preguntas y respuestas, de decir y
contradecir. Tambin
la heurstica de los sofistas pretenda dialogar y utilizaba el
mtodo de las
preguntas y las respuestas. Pero el dilogo de los sofistas, tal
como demuestra en el
Eutidemo, es un dilogo vaco, sin contenidos, un juego de
palabras que tiene como
objetivo demostrar cualquier cosa y vencer al contrario (278b).
Es un seudo-
dilogo. El dilogo de la heurstica no dice relacin alguna con la
verdad y por eso
llega a sostener que no existe el decir falso y, en
consecuencia, no existen ni la
falsedad ni la ignorancia (286c-d). Y si no existe el decir
falso, ni la falsedad,
tampoco existe su correlato el decir verdadero y la verdad.
Verdad y falsedad se
identifican y ambos desaparecen en ese horizonte de la heurstica
de los sofistas
que queda reducida a un simple juego de palabras sin relacin
alguna con las cosas
en s y la verdad. El dilogo de la heurstica sofista es un pseudo
dilogo que utiliza
palabras sin ir ms all de las palabras mismas. Platn dir en el
Cratilo y repetir
en el Eutidemo que no todo uso de palabras es correcto. Desde
luego ni la
heurstica de los sofistas en el Eutidemo ni la mera etimologa
presentada en el
Cratilo, si se queda y muere en la materialidad de la palabra
misma, son
manifestaciones del buen uso de la palabra. De ah que en el
Cratilo (390c) el
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 31
dialctico va a ser definido como el que sabe hacer correctamente
las preguntas y la
respuestas y utilizar bien las palabras, es decir, el que no se
deja atrapar en el
reducido laberinto de la palabra misma y de sus letras, sino que
alcanza a superarla,
al darse cuenta que es un medio para descubrir la forma del
nombre (389d) y hacer
manifiesta la naturaleza, el ser de la cosa. La palabra, para el
dialctico, es un
, es decir, descubridora y manifestadora de los seres y de su
naturaleza.
Por eso, el dilogo socrtico- platnico tiende siempre a la mejor
de las opiniones
en la que habita la verdad. Se pregunta y se responde, se dice y
se contradice,
buscando siempre la verdad, aunque, a veces, d la impresin que
no la descubre,
como sucede en el Laches, en el Crmides e, incluso, en el
Eutidemo. La verdad
aunque no se alcance, es el objetivo ltimo y, por eso, est
siempre en el horizonte
de todo dilogo socrtico platnico.
La pregunta socrtica suele solicitar la aceptacin o no de la
verdad de una
proposicin por parte del que responde. Suele afirmarse,
preguntando. Sin
embargo, la respuesta no suele ser una contradiccin, aunque, en
toda respuesta, tal
posibilidad de contradecir siempre est encerrada. La respuesta
suele ser una
aceptacin del argumento del que pregunta. El afirmar preguntando
de quien
interroga, establece la direccin de este dilogo y Scrates, en
sus preguntas,
prevalece, en consecuencia, sobre Critn que responde, aceptando
o estando de
acuerdo con las proposiciones socrticas. El proceso dialgico,
como ya hemos
apuntado, tiene como finalidad preparar la inteligencia de los
interlocutores para
divisar y dejarse persuadir o convencer por la luminosidad () de
la mejor
opinin o del mejor argumento ( ). Mejor opinin que, por
serlo,
deja de ser opinin () y se convierte en el lugar de la verdad
(
) y tambin de la certeza. De hecho, Scrates termina
totalmente
convencido de la verdad de su propuesta, a saber: que lo que
importa no es vivir
sino vivir bien, es decir, vivir segn las leyes de la ciudad y
aceptando la decisin
del jurado, lo que supone que debe rechazar como injusta y falsa
la propuesta de
Critn de intentar escapar de la crcel sobornando a los guardias.
Tan convencido
est que, extasiado como las coribantes de Cibeles, solo tiene
odos para el sonido
de los argumentos de las leyes de la ciudad y no para el ruido
de ningn otro
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 32
argumento u opinin8. Y en esta situacin de total entrega a la
verdad de la mejor
opinin, o sea, a la opinin de que morir no significa ms que el
cumplimiento de
las leyes de la ciudad, ya es intil lo que Critn pueda decir en
contra de esta
opinin, que ya no es opinin sino dianoia, ,
(54d).
Las leyes tambin entran en dilogo con Scrates en la segunda
parte del Critn
(50a-54c). Es un dilogo imaginario en el que Scrates desempea el
papel de
doble interlocutor: es, al mismo tiempo, Scrates quin responde y
las leyes
quienes afirman preguntando. Las leyes dicen y Scrates responde
y tiene la
posibilidad de contradecir. Paralelamente al primer dilogo entre
Scrates y Critn,
las leyes, en su afirmar preguntando, dirigen el discurso y
Scrates, en sus
respuestas, acepta la argumentacin de las leyes. Las leyes
preguntan, afirmando el
valor de la ciudad y del estado por encima del valor del
individuo y de su cuerpo
mortal, por encima del valor de esta vida corprea. La ciudad, en
esta visin
idealista, es ms preciosa y ms sagrada que los mismos padres
(51b). Y si es
impo intentar destruir a los propios padres, por mucho dao que
nos hayan hecho,
mucho ms impo ser intentar destruir la ciudad, con sus leyes. No
importa vivir,
sino bien vivir, es decir, vivir sin cometer jams una
injusticia,
(49b). Vivir, realizando el ms elevado de nuestros elementos, la
. Y
esto slo puede hacerse en la ciudad, cuya esencia ms profunda
son precisamente
sus leyes. Salvar la vida corprea, huyendo de la crcel,
significara un intento por
destruir la ciudad y sus leyes que suponen la obediencia a las
decisiones de los
jueces y que es el lugar construido racionalmente por el hombre
para realizarse
como ser racional, como . A la vez significara el peligro de no
ser recibido
amablemente por las leyes hermanas del Hades (54c).
Falta un elemento por definir en este proceso dialgico: el
acuerdo entre los
interlocutores (). Repetidas veces aparece en el dilogo la
intencin de
Scrates de actuar no por su propia cuenta sino con el apoyo y el
acuerdo de Critn
(48e). Se insiste, como ya dijimos, en la investigacin conjunta
de la opinin de
Critn y se intenta llegar a un acuerdo en torno a la opinin
final, que debe ser la
8 (54d).
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 33
mejor opinin en la que se encuentra la verdad. Todo el dilogo
consiste, de hecho,
en un proceso discursivo y razonado en el que partiendo de un
principio aceptado
por ambos, se van alcanzando acuerdos intermedios hasta llegar
al acuerdo final en
torno a la mejor opinin, que, por ser la mejor, ha dejado de ser
opinin para ser el
lugar de la verdad o . El punto de partida de todo razonamiento,
echa
sus races en alguna verdad comn, aceptada por los interlocutores
(Menn 75b).
De esa verdad primera se avanza, por medio de acuerdos
intermedios, hasta la
verdad final encerrada en la conclusin. Lo que es importante
aclarar es que el
acuerdo ltimo y definitivo se produce, primero, entre el
entendimiento de cada
interlocutor y la mejor opinin verdadera que se impone y alcanza
la persuasin y
el convencimiento de los interlocutores. El acuerdo final de los
interlocutores entre
s, aparece como un acuerdo derivado del anterior y secundario.
Al final del Critn
aparece el convencimiento y el acuerdo total de Scrates con la
opinin verdadera
y cierta, sostenida por las leyes de que permanecer en la crcel
y morir bajo el
mandato de la justicia ateniense, es la nica accin justa que
puede tomarse. Esta
decisin significa el cumplimiento del principio de que jams ha
de realizarse lo
injusto o inmoral, el cual, a su vez, es la aplicacin del
principio fundamental de
que lo que importa no es vivir, sino vivir bien. La conviccin
absoluta de
Scrates es comparada a la que tienen las coribantes de Cibeles,
que lo hace
incapaz de escuchar cualquier otro argumento que no sea el de
las leyes. No le
importa ya lo que Critn pueda contradecir, pues ya no le
prestara atencin ni se
dejara persuadir (54d). Critn termina, primero, aceptando la
verdad de la opinin
de las leyes y, como consecuencia derivada de este acuerdo
previo con la verdad,
se produce el acuerdo entre los dos interlocutores, es decir,
entre Scrates y Critn.
La mejor opinin que es el lugar de la verdad no es verdadera
porque los
interlocutores estn de acuerdo () sino que los interlocutores
estn de
acuerdo porque previamente han divisado y se han dejado
convencer y persuadir
por la luminosidad de la mejor opinin en la que habita la
verdad.
Reflexionemos ahora sobre algunos puntos importantes que han
aparecido en el
anlisis del dilogo socrtico-platnico. Es necesaria la
multiplicidad de
interlocutores? Es necesaria la multiplicidad de opiniones y de
argumentos?
Comencemos por la multiplicidad de interlocutores. En el Critn
-que resulta
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 34
encerrar un doble dilogo: el de Scrates con Critn y el de las
Leyes con Scrates-
aparentan entrar en dilogo dos personas, Critn y Scrates. Se
insiste adems que
el dilogo, con su trenzado de preguntas y respuestas, debe ser
una investigacin
compartida o en comn en la que partiendo de un principio,
acordado entre los
interlocutores, se alcanza un acuerdo ltimo a travs de acuerdos
intermedios. Sin
embargo, si reflexionamos con cierta detencin, vemos que en
realidad la
multiplicidad real de los interlocutores en el dilogo platnico
es tan solo ficticia.
Es dudoso que tal dilogo entre Scrates y Critn se haya
producido; pero es
totalmente cierto que, de haberse producido, no se produjo tal
como aparece escrito
por Platn aos ms tarde. Platn no estuvo presente y tuvo slo una
referencia,
posiblemente directa de Critn. Critn es una narracin de una
narracin. El Critn
es una obra de Platn, elaborada como un dilogo imaginario entre
Scrates y
Critn, que posiblemente pretendi rehacer el dilogo real que se
produjo antes de
la muerte de Scrates, entre ste y Critn. Pero todo intento de
rehacer un hecho
histrico la visita de Critn a Scrates y su conversacin lo fue-
es solo posible, a
partir de las personales disposiciones de quien lo rehace, que
son indudablemente
distintas de las disposiciones de quienes originalmente lo
produjeron, como bien
afirma Gadamer9. Rehacer, narrando un hecho histrico, no entraa
una simple
reproduccin o copia sino una nueva produccin. Es decir, a partir
de las
disposiciones personales de Platn. Se rehace el dilogo que se
produjo entre
Critn y Scrates; pero indudablemente el nuevo dilogo, rehecho
por Platn, es
distinto del original, por haber sido hecho desde unas
disposiciones personales
distintas de las que condicionaron a los personajes originales.
Critn es una obra de
Platn, escrita bajo la influencia de la muerte cercana de su
maestro Scrates a
quien pretende recordar con admiracin y con quien probablemente
comparte
mucho del contenido y de la forma all expresado. En esta obra
estn encerrados
dos dilogos distintos, como ya hemos dicho: el dilogo principal
entre Critn y
Scrates, y el dilogo, imaginario y secundario, que se produce
entre las Leyes y
Scrates ante la presencia casi pasiva de Critn y formando parte
del principal. En
este segundo dilogo obviamente Scrates es el nico que, a nombre
de las Leyes,
afirma preguntando y el nico que responde, aceptando la opinin
argumentada de
9 Gadamer, Hans-Georg, Verdad y Mtodo, Ediciones Sgueme,
Salamanca, 1977, p. 452: Pues una pregunta reconstruida no puede
encontrarse nunca en su horizonte originario.
-
Antonio Prez Estvez. Dilogo 35
las Leyes, que no son otra persona que el mismo Scrates. Y, en
el fondo, tanto
Scrates como Critn son tambin personajes idealizados, elaborados
por el nico
autor, Platn, a partir de su personal contacto con ambos
personajes histricos. En
consecuencia, en el dilogo socrtico-platnico no se da
multiplicidad de
interlocutores reales sino slo multiplicidad de personajes
idealizados o ideales. El
otro, distinto de Platn mismo, que se encarna en el personaje
idealizado de
Scrates, es decir, Critn o las Leyes, se reduce a una ficcin o a
un pretexto
imaginario utilizado literariamente. Platn es quien construye el
nuevo dilogo y
quien, por tanto, afirma preguntando y responde aceptando la
doctrina que l
mismo propone. Que esa doctrina y esa forma en la que se
envuelve tengan
parecido con la que en la realidad enseaba el Scrates histrico,
es altamente
probable. El Critn es, en realidad, un monlogo de Platn
elaborado como un
nuevo dilogo en el que entran personajes idealizados o ideales:
Scrates, Critn y
las Leyes. Scrates y Platn son personajes idealizados que
salieron de la pluma de
Platn, pe