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REVERENDA MABUE ANGELICA TERESA OIL S^IMTBSDM© CARMELITA DESCALZA 1861-1945 Monasterio de Carmelitas Descalzas del Espíritu Santo Los Andes Chile
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ANGELICA TERESA

May 01, 2023

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Khang Minh
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Page 1: ANGELICA TERESA

REVERENDA MABUE

ANGELICA TERESA

OIL S IMTBSDM©

C A R M E L I T A D E S C A L Z A

1861-1945

Monasterio de Carmelitas Descalzas

del Espíritu Santo

L o s A n d e s C h i l e

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C I R C U L A R

R E V E R E N D A - M A D R E

ANGELICA TERESA

m t § < & I M T f l S M @ S & C R À M g N T O

<EN E L S I G L O M A R Í A T E R E S A D I A Z G A N A )

Santiago de Chile Imprenta "El Esfuerzo"

Eyzaguirre 1118

1945

Page 3: ANGELICA TERESA

Con licencia esclesiâstica

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J . M. f J . T .

MONASTERIO DE CARMELITAS DESCALZAS DEL

ESPIRITU SANTO

Los Andes, Chile — Marzo de 1945

P A X C H R I S T I

Muy Rvda. Madre:

Con inmenso dolor, aunque acatando la adorable Voluntad de Dios, tengo el hondo sentimiento de par-ticipar a V. R. la irreparable pérdida que hemos sufrido con la penosísima muerte de nuestra venerada v muy amada Madre Angélica Teresa del Smo. Sacramento (Díaz Gana) , acaecida el 18 de Febrero del presente año

a los 83 de su edad y 55 años y 7 meses de vida religiosa. El pensamiento que ha trocado los sufrimientos

del destierro por la visión de su Dios que tanto amó y el recuerdo de sus grandes virtudes y santos ejemplos, mitigan en parte nuestro p ro fundo y justo dolor.

Al realizar nuestra Rvda. Madre Fundadora, Mar-garita de San Juan de la Cruz (Vial y G u z m á n ) , la fundación de nuestro Monasterio, escogióla para cabeza y piedra fundamental de él, y, al regresar a su Convento de Valparaíso (1) dejó en sus manos a este naciente Carmelo cuando apenas tenía mes y medio

( 1 ) Tras l adado más tarde a Viña del Mar , ciudad donde se h izo , dísde un principio, la fundac ión de las Carmel i tas del Sagrado Cora-z ó n de Jesús.

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de existencia, por lo cual puede decirse con justicia q u e

ella fué la verdadera Madre de nuestra Comunidad, y a

que a sus maternales desvelos y sabio gobierno le debe su formación y su vida.

Tre in ta años Priora en diferentes períodos y veinte años de Maestra de Novicias, su labor espiritual y m a_ terial es inmensa. T o d a s las religiosas que han entrado a este Monasterio han sido recibidas por ella, ya en el ejercicio de uno u otro cargo, y le son deudoras de su apoyo y consejo maternal o de su formación espiritual. Po r s,u mano han pasado todos los asuntos de importan-cia de nuestra Comunidad, solucionándolos con un ta-lento y prudencia admirables, y en el servicio de ésta gastó todas las fuerzas de su preciosa vida y puso todo el amor de su gran corazón.

Estrecho se nos hará el marco de estas páginas para trazar la semblanza espiritual de nuestra amadísima Madre que parecía haber sido plasmada por las manos mismas de nuestra Santa Madre Teresa de Jesús en el molde austero y a la vez lleno de sencillez y de natu-ralidad en que ella formara a sus primitivas Descalzas. Hija muy amante suya y heredera de su espíritu, fué columna de observancia y al mismo tiempo dulce y se-reno ejemplar de fe, de humildad, de magnánima cari-dad y de acogedora bondad y comprensión.

Tra taremos de esbozar a grandes pinceladas algu-nos rasgos de su preciosa fisonomía espiritual.

Nació nuestra venerada Madre en Valparaíso el 17 de Octubre de 1861 en un cristiano y distinguido hogar perteneciente a rancias y conocidas familias del puerto y de la capital. Dos días después de su llegada al mun-do recibió las aguas Bautisma'es y con ellas los nombres de María Teresa, quedando así, desde los primeros mo-mentos de su existencia, ba jo la protección de la augusta Reina del Cielo y de la Seráfica Virgen de Avila, a quie-nes amó tan entrañablemente y en cuya devoción se distinguió de manera tan particular.

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Fué la Benjamina de diez hermanos y uno de esos seres privilegiados a los cuales Dios se complace en ador-nar con los dones escogidos de su gracia, resplandecien-do entre ellos esa fe y confianza inquebrantable de los justos de la ley antigua, y la humildad y modestia de

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s u m á s tierna edad esta alma de selección A"

S t as de las características sobresalientes de su e x q u E T p e r s o n a l i d a d en la que se aunaban en armo-

c o n i u n t o la nobleza y elevación de sus sentimien-?MS°las energías de su carácter, la delicadeza y ternura de 'su corazón, la penetración y clandad de su inteli-gencia, su discreción consumada

Entre los rasgos de su infancia hay uno que fue el precursor de lo que debería ser más tarde la en-

tereza de su ánimo. Como todos los niños, gustaba buscar para sus juegos compañeras de su misma edad, y,

veces, se escapaba de su casa para entretenerse con la infantil comparsa vecina. Habiéndoselo prohibido su señor padre, encontróla en circunstancias en que iba a infligir esta 'orden. Tocándola suavemente con la capa o manteo que entonces usaban los caballeros de aqueila época, en vano quería hacer volver a la niña, porque ésta avanzaba resueltamente sus pasitos y, con lenguaje todavía balbuciente y a media lengua, decía: "voy y voy".

Contaba apenas cuatro años cuando Dios llevóse a Si a su noble y cristiano padre, y reconcentró en su madre, todas las ternuras de sus afectos filiales. Sentada en un pisito junto a ella no se apartaba de su lado y a veces esforzábase por ayudarla en sus labores de mano, y tomando entre sus diminutos dedos la aguja, la empuja-jaba con todos menos con el que tenía el dedal. De vez en cuando la piadosa señora interrumpía la costura para leer algún libro espiritual o vida de Santos del Año Cris-tiano, del Padre Croiset o de otro autor, que la niña escuchaba atentamente y en los pasajes más conmovedores ambas, madre e hija, mezclaban sus lágrimas que de-mostraban su extremada sensibilidad; sensibilidad que

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fué siempre en ella la nota dominante de su exquisito y delicado corazón.

Habiendo oído que una amiga muy querida de su madre había muerto inesperadamente sin confesión, f u ¿ tal el temor que se apoderó de su infanti l ánimo cre-yendo que a ella podría sucederle otro tanto, que sin-tiéndose con ésta aprehensión ya en el trance final, pidió con instancias confesarse. A pesar de no tener aún la edad del uso de la razón hubo que acceder a sus sú-plicas y fueron tales las muestras de penetración, que dió al recibir este Sacramento, que puede considerarse como las primeras manifestaciones de aquel alto espí-ritu de religión, de piedad y compunción del que nos dejó ejemplos tan notables y edificantes.

Muy poco disf rutó la amante niña de las caricias y ternuras maternales, porque Dios quiso dar a su santa madre el premio de sus acrisoladas virtudes, arrebatán-dola prematuramente al cariño de sus hijos en lo mejor de su existencia, cuando ellos, que la acataban con la más filial veneración y amor, faltos del jefe del hogar, tenían al parecer, mayor necesidad de sus consejos y de su apoyo. Durmióse dulcemente en el Señor a los 48 años, quedando la niña en lo más tierno de su edad, pues contaba apenas 8 años. Huella muy p ro funda dejó toda su vida en su alma esta sensible y temprana pér-dida, y el día antes de morir recordaba todavía con hon-da emoción los últimos momentos de su cristiana madre, quien, después de haber recibido los Santos Sacramen-tos, hizo reunir alrededor de su lecho a todos sus hijos, dándoles a cada uno sus piadosos consejos y última bendición, y como postrera muestra de su ternura para con su María Teresa, pidió que la pequeña almohada en que su Benjamina apoyaba su cabecita cuando dor-mía iunto a ella, se la colocasen dentro del féretro para que le sirviese de cabecera y descanso. A pesar de sus cortos años esta prueba fué tan penosa para su tierno corazón que aunque sus hermanos se esmeraban en lle-narle este vacío y en rodearla de solicitud y de cariño,

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su dolor no tenía consuelo y su herida sangraba conti-nuamente. _

Habiendo bebido en el regazo materno el amor a María, acudía a Ella con filial devoción buscando en su Corazón dulcísimo la ternura incomparable de aquella que había perdido. Correspondía la Divina Señora a su amor protegiéndola y guardándola para que fuese toda de su Dios. Así la tierna niña encontró en el cielo el afecto y la protección de dos madres: la Sma. Virgen y aquella que lloraba, porque ambas desde la altura ve-laban a la par por esta hija predilecta.

Además, en la tierra dos ángeles hacían tambie'n junto a ella las veces de verdadera madre. Sus herma-nas, Rosa e Ignacia, la cuidaban con el mayor cariño y solicitud. Su abnegación y ternura fueron sin medida y ella les correspondió a su vez con el afecto más pro-fundo y delicado.

Siendo éstas muy sociables y queridas, mantenían numerosas relaciones de parentesco y amistad que obli-gaban a menudo a la niña a salir al salón o acompañar-las en sus visitas y paseos, por lo cual su roce era, por lo general, con personas mucho mayores que ella; pero se portaba en estas circunstancias con tal discreción que apenas comprendía que su presencia podía molestar y ser indiscreta, prestamente se retiraba, revelando así ya desde aquella temprana edad, ese tacto y prudencia con-sumadas aue serían después una de las características más sobresalientes de su carácter.

Parientes y conocidos manifestábanle de todos mo-dos el cariño que despertaba su natural gracia y simpa-tía, porque era para ser querida. Como todo noble y delicado corazón sabía corresponder a estos afectos y amar a quien la amaba; pero en medio del cariño que recibía y que retornaba, hay en su infancia rasgos que denotan al alma que instintivamente se guardaba para las caricias y el amor del Esposo Celestial.

En una ocasión en que el menor de sus hermanos, Carlos, que le precedía en edad, la abrazó con dema-

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siada efusión, ella toda acalorada lo retiró con un ade-m á n encantador diciéndole: "Déjame, Carlos, porque

me confundes" . Desde sus más cortos años demostró una adversión

inst int iva hacia el ma t r imon io y le disgustaba sobre-manera el que se le hiciese la más leve alusión sobre el particular, como que el Señor la tenía reservada e terno" para esposa suya. Ent re los amigos de sus her-manos había uno bastante mayor , que la miraba natu-ralmente como a niña y la llenaba de delicadas aten-ciones singularizándose con ella en extremo, ^ y ésta, a su vez, lo dist inguía también sobre los demás. Bastó, sin embargo, que alguien le hiciese un día una broma para que al p u n t o cambiara con él y se mostrase retraída y distanciada a aquella compañía que antes buscara con infant i l gusto y sencillez.

H izo su Pr imera C o m u n i ó n a la edad que acos-tumbraban a recibir la Sagrada Eucaristía los niños de aquel tiempo, y, aunque nunca la oímos hacer referencia part icular de ese dichosísimo día, no dudamos que Jesús Sacramentado depositaría entonces en su alma, sin que ella misma se apercibiera, el primer germen de su se-ñalada devoción eucarística.

Recibió los pr imeros conocimientos de instrucción en un colegio francés donde aprendían los estudios ele-mentales lo más dis t inguido de las familias porteñas, y aunque su clara inteligencia, con sorprendente facilidad asimilaba cuanto se le enseñaba, y era m u y querida de sus compañeras, su carácter, extremadamente afectuoso, no se acostumbraba a pasar el día lejos de los suyps y le era un verdadero to rmento la asistencia a las clases.

Con este mot ivo sus hermanas, que tampoco se resignaban a separarse de ella, resolvieron que continuase sus estudios en la casa y que a su lado terminase su edu-cación.

El ambiente de su hogar era el de la más refinada cultura, y así la ilustración que en él recibió fué muy vasta y completa. E n esa familia de intelectuales por

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temperamento y por afición, no sólo se leía mucho, sino aue se cultivaban también las artes en todas sus mani-festaciones: pintura, dibujo, música, etc., realzaban aaueila esmerada educación y hacía el encanto de sus veladas y reuniones. A este ambiente de fina cultura, se unía el de la más sólida P^dad .

En la biblioteca de su casa habían libros para todos los gustos, y junto a los profanos estaban los religiosos y devotos'. María Teresa no se escapó de leer algunas novelas aunque fueron muy pocas, porque según le oímos decir, sus argumentos, por lo general siempre los mismos no la entusiasmaban. Pero sí a su carácter re-flexivo y profundo, éstas no la interesaban, en cambio se entretenía bastante con la lectura seria y encontraba especial agrado en los libros de piedad y de buena lite-ratura. La fina intuición que su alma tuvo desde niña de Dios y de todo lo noble y lo bello, la hacían sentir cuanto de ésto hubiera en autores religiosos y profanos. Contaba, entre los recuerdos lejanos de su adolescencia, el gusto con que entonces leía, aunque sin entenderlas, las obras de Nuestra Santa Madre Teresa de Jesús y las de un conocido escritor español. Su corta edad y poca experiencia no le daban aún la entera compren-sión de ellas, pero al través de las páginas del delicado poeta sevillano percibía la belleza de sus sentimientos y en los escritos de la mística doctora la grandeza de las comunicaciones del alma con Dios. Este sentido de lo divino y de lo 'bello, que parece haber nacido con ella, pues dió muestras de él desde sus más tiernos años, lo conservó toda su vida, perfeccionado, naturalmente, con la proximidad de Aquel que es la Suma Hermosura y la fuente de donde dimana todo bien.

No es extraño que la vocación religiosa germinara en medio de esa cristianísima familia donde se guardaba un culto sagrado a la memoria de sus padres que le ha-bían legado la fe más acendrada, y que buscando, nues-tra amadísima Madre, en sus recuerdos el principio de la gracia del llamamiento divino, nos declarase muchas veces que lo había sentido desde su más temprana in-