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Andrés Borrego y el problema de las clases medias

Mar 10, 2016

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Javier Sanchez

Borrego se asoma a la circunstancia política de su tiempo. «Experto catador
de acontecimientos» —según testimonio de Galdós— (7), acierta a dar un
diagnóstico exacto de la compleja realidad que le rodea. Y es curioso observar
—no en vano es un periodista— que su visión político-social salta al roce de
su personal experiencia con la vida real, y que, al misino' tiempo1, su condición
de espectador con mirada atenta en los ojos y dura crítica en la pluma*
íe proporciona un agudo sentido objetivo1 de las cosas. De esta propia singularidad
nace su insistente preocupación por la dramática situación de la sociedad
en que vive, y dentro de ésta, su especial interés por las «clases menesterosas
» y por la responsabilidad, que en este triste drama corresponde a las
clases acomodadas.
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  • T F T Pl1 Cij I ]

    Andrs Borrego constituye una figura humana sociolgicamente tpica delsiglo XIX espaol. Autntico producto de su tiempo, refleja en su pensamientotodas las singularidades del espritu de la poca, mientras su persona representaexactamente al hombre decimonnico. Nacido en el umbral de la pasada cen-turia Mlaga, 1802, llega a la vida pblica al empezar la tercera' dcada,y en su primer choque con la dramtica realidad del momento, revela un acu-.sado perfil de hombre nuevo, en contraste con aquellas personalidades quehaban vivido los ltimos das del siglo anterior y asistan al hundimientodel antiguo rgimen. Instalado en la sociedad nueva, siente cuando apenastiene dieciocho aos todos los estremecimientos de la problemtica poltica,y toma parte directa en los sucesos de los aos 1820 y 1823, teniendo quehuir, primero a Londres, y luego a Pars, tras la rendicin de Cdiz y la eje-cucin de Riego (i).

    El obligado exilio en Pars entre 1823 y 1833 configura de una ma-nera decisiva su pensamiento. Es ste un hecho tpico del siglo XIX espaol.Muchos polticos y pensadores tuvieron que cruzar la frontera, tras una cons-piracin o un pronunciamiento (2), y el tiempo transcurrido en el destierrovino a dejar honda huella en sus ideas. En realidad, lo que sucedi es queesta situacin aliment y enriqueci su experiencia intelectual con las inquie-tudes y las ideas polticas, que irradiaba la vida europea de aquellos aos.Para unos, el viaje a Inglaterra Alcal Galiano, y para otros, el viaje aPars Martnez de la Rosa, Javier de Burgos, etctera supone una nuevaetapa de formacin ideolgica, donde el pensamiento adquiere el color incon-fundible del espritu liberal.

    Andrs Borrego llega a Francia en una edad fcilmente propicia a una in-

    (1) A. OLIVA MARRA-LPEZ : Andrs Borrego y la poltica espaola del siglo XIX.Madrid, 1959; pg. 29. Para mayor abundancia de datos biogrficos ver el estudio queencabeza esta obra.

    (2) Ibdem, prlogo de L. SNCHEZ AGESTA, pgs. 10 y 11.

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  • DIEGO IGNACIO MATEO DEL PERAL

    fluencia duradera {3) y sobre l inciden, casi con violencia, las dos fuerzas his-tricas que, en ese momento, atenazan a Europa 1 el liberalismo doctrinario 7la problemtica social. Desde entonces, su pensamiento tendr la fisonomapeculiar de esta doble dimensin. Tenazmente liberal y hondamente preocu-pado por la realidad social inmediata, el culto a la libertad ser en l casi fana-tismos como tpico liberal espaol,, no se conformar con el ejercicio concreto'y relativo de cierta dosis de libertad, sino que la querr poner en prctica deuna manera absoluta, guiado por una esperanza sin lmites, en buena parte-intemporal o supratemporal {4}. Sin embargo, su ntimo contacto con la-azarosa vida poltica francesa de la primera mitad de la centuria decimonnica,,vino a limitar, quiz sin l quererlo, esta utopa liberal.

    Cuando vuelve a Espaa, en el ao 1834, e^ triste panorama que se le-ofrece a la vista, tiene como base dos grupos radicales; el moderado, cuyaexpresin es una postura negativa, opuesta a las tendencias polticas extre-mas (5), y el progresista, embarcado en el dogmatismo exagerado de la sobe-rana nacional constituyente. Entre ambos partidos, Andrs Borrego acometeel intento de liberalizar a los moderados, parecindole ms aceptable queel de infundir mesura en los progresistas y rectificar los palpables errores desu escuela (6). De esta forma, el partido moderado se liberaliza con las tesisdel doctrinarismo, y se esforzar por encontrar, a travs de una va eclctica,un cauce de solucin a la cruel antinomia, que desangra la vida poltica delsiglo anterior

    Desde esta perspectiva tridimensional de liberal, doctrinario y moderado,.Borrego se asoma a la circunstancia poltica de su tiempo. Experto catadorde acontecimientos segn testimonio de Galds (7), acierta a dar undiagnstico exacto de la compleja realidad que le rodea. Y es curioso observarno en vano es un periodista que su visin poltico-social salta al roce desu personal experiencia con la vida real, y que, al misino' tiempo1, su condi-cin de espectador con mirada atenta en los ojos y dura crtica en la pluma*e proporciona un agudo sentido objetivo1 de las cosas. De esta propia singu-laridad nace su insistente preocupacin por la dramtica situacin de la socie-dad en que vive, y dentro de sta, su especial inters por las clases menes-terosas y por la responsabilidad, que en este triste drama corresponde a lasclases acomodadas. Con verdadera urgencia se plantea reiteradamente este.

    (3) A. OLIVA MARRA-LPEZ, op. cit., pg. 10.{4) Luis DEZ DEL CORRAL: E liberalismo Doctrinario, ?..*

  • ANDRS BORREGO Y F,L PROBLEMA 0E LAS CLASES MEDIAS

    problema que llegar a constituir el principal y constante objeto de su pen-samiento.

    El mismo confiesa que empez su laboriosa vida pblica abogando lacausa de las clases pobres..., que, al acercarse al trmino natural de la vidahumana, se halla animado del mismo sentimiento y presa de la misma indo-mable solicitud (8) y que su constante propsito siempre estuvo en quela educacin y el bienestar de estas clases fuese la misin preferente de lasclases acomodadas (9).

    El agudo sentido emprico' de la realidad llevar a Borrego a proyectarsu preocupacin, sobre la misma entraa de la vida social. Observar a stacestudiar sus problemas, desvelar sus amenazas y profetizar sus peligros, y,a tono con los grandes. pensadores decimononos, propondr una organizacinasentada sobre las clases medias, en las que una excesiva fe le hace creer comoen una segura y salvadora panacea. Si es posible una armona social, vendrdada por las clases medias, a quien la historia ha deparado el inefable destinode instalar la paz y el orden social. El problema radica en despertar laconciencia de responsabilidad, que, en el cumplimiento de este destino, hande tener las clases medas y, a ello, dedica Borrego todos sus esfuerzos conuna insistencia verdaderamente indomable. La fe en el poder de las clasesmedias era una creencia comn en casi todos los pensadores liberales de lacenturia, pero lo que da un significado peculiar a las ideas de Borrego, es elhecho de que, junto a esta fe, mantuvo una llamada constante a las obligacio-nes de aquellas clases, cuyo campo de misin, ms inmediato, era la proteccinde las otras clases dbiles. Si es cierto que, a travs de su pensamiento, dejatraslucir a veces un innocuo e inecaz paternalismo, su honrada sinceridaden el planteamiento de la cuestin social del pasado siglo, constituye un inte-resante testimonio histrico para el conocimiento de la sociedad decimonona.

    Por otra parte, Borrego se encuentra entre el grupo de sus contempo-rneos, que acertaron a dar una imagen exacta del contorno que le rodeaba,sin caer en la deshonesta parcialidad personalista que tanto abundaba por aque-llos aos. Si hay algo que llama la atencin en sus ideas, es la inquebrantablefidelidad a sus propias convicciones y el admirable equilibrio de su espritu.El hecho de ser un hombre honrado, con un riguroso sentido' de la tica po-ltica, en un momento en que la inmoralidad era una de las ms eficaces ar-

    (8) A. BORREGO: Historia, antecedentes y trabajos a que han dado lugar en Espaalas discusiones sohre la situacin y el porvenir de las clases jornaleras. Madrid, 1890}pgina 72.

    (9) A. BORREGO! La cuestin social, considerada en sus relaciones con la historiay las condiciones hijas del carcter del pueblo espaol, Madrid, 1881. Carta a don Se-gismundo Moret.

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    mas en la conquista y el mantenimiento del poder, es casi un halo que en-vuelve su figura. Sin ocupar apenas ningn cargo poltico, se manifest comoun hombre objetivamente efectivo en lo social (io), gracias a la honda in-fluencia de su pluma periodstica.

    Sin embargo, su pensamiento' adolece de poca fundamentaron intelectualy de una clasa superficialidad cientfica. El desalio' en sus ideas (n ) y en suestilo, pudo tener su raz en la falta de formacin universitaria o en su con-dicin de periodista, donde el enfoque de los problemas tiene siempre su ngulode visin emprico, desplazando un tanto el sentido prctico' {12), a la exigen-cia del fundamento terico, Pero, en el fondo, lo que sucede es que Borregopaga un implacable tributo al movimiento ideolgico' liberal, en que se vioinmerso, cuyo pensamiento es fragmentario, improvisado, con escasas racesunas veces, con muy complejas oteas, que se introducen de manera secreta eimprevista por los entresijos de la vida y de la cultura espaola 5 es un pensa'miento con rigor- intelectual escaso en el que, inevitablemente, se sienten lascondiciones de una vida poltica azarosa, sometida a cambios bruscos e im-previstos, a las veces peregrinos y otras indignos {13). Perteneciente a aquelestilo de hombres que hubo de construir sus ideas rpidamente, acomodan'dolas a las variables condiciones {14) del momento, constituye, sin embargo,una excepcional expresin humana de aquellas crticas dcadas de la anteriorcenturia, donde destaca con brillo propio por sus denodados esfuerzos, paraponer en orden el turbulento estado de la sociedad en que le toc' vivir.

    I. A. BORREGO Y LA PROBLEMTICA SOCIAL DEL SIGLO XIX

    La transformacin social

    Pocas pocas de nuestra historia se han visto arrastradas por una tan des-bocada y azarosa dinmica social, como la pasada centuria decimonona. Nuncaun cambio, tan radicalmente repentino1 y paradjicamente tan fermentado, haestremecido con igual violencia el dbil esqueleto- de la sociedad del AntiguoRgimen.

    La transformacin social se debi a un variado complejo de causas, siendo-

    (10) H. HELLER: Teora del Estado, 3.a ed. Mxico, 1955; pg. 107.(11) A. OLIVA MARRA-LPEZ, op. cit., pg. 15.(12) A. OLIVA MARRAPEZ, op. cit., pg. 47.(13) Luis DEZ DEL CORRAL, op. cit., pg. 461.(14) Ibidem.

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  • ANDRS BORREGO Y EL PROBLEMA DE LAS CLASES MEDIAS

    la ms importante el hecho palmario de la evolucin estructural misma. Sibien es cierto que en los primeros lustros del siglo XIX, el rbol social recibien su tronco renovadores y extraos injertos, tambin es claro que desde lasltimas dcadas del siglo ilustrado, las races haban extendido y apretadsus poderosas garras en nuevas tierras bienhechoras. Muchos de los fenmenosque en el siglo liberal tuvieron lugar, vinieron incubndose en la IlustracinCuando en el amanecer de aqul, los primeros liberales intentan 'construir unorden nuevo, se dan cuenta de que la materia prima social viene un tantopulimentada de tiempo atrs. En efecto, el proceso de transformacin es largo.Durante el siglo xvm se registraron los primeros sntomas del cambio deci-sivo que se avecinaba (15) y que se caracterizar por la aparicin de unanueva ideologa, el liberalismo? por una violenta lucha entre la sociedad anti-gua y la sociedad que nace y por la puesta a flote, como soporte de sta, deuna clase nueva compuesta de un indito' tipo humano.

    Las libertades de industria, comercio y circulacin? el acotamiento y cie-rre de fincas rsticas; la libertad de precios y la libertad de trabajo, todoslos supuestos del liberalismo econmico del XIX son propugnados o iniciadosen algn modo en el reinado de Carlos IV. El principio de libertad econmicase descubre por Campomanes y Jovellanos, como la palanca de una regene'racin para la Espaa decadente, y, con arreglo a l, a lo largo de la siguientecenturia, se suprimirn los diezmos y se liquidar la organizacin gremial,por atentar contra la libertad de trabajo (16). El planteamiento de todas estaslibertades econmicas se har, en el nuevo siglo, desde un ngulo polticoy social, y, culminando el proceso, se enlazarn aqullas con las recin descu,'biertas libertades polticas, que van a constituir desde ese momento prerro-gativas intocables. Y cuando los primeros hombres del XIX se den cuenta deque las viejas estructuras intentan resistir denodadamente a este nuevo sen-tido de la vida social, pondrn en juego todos sus esfuerzos para derrumbarlos ya no muy fuertes soportes en que se apoyan. Sin embargo, la nueva s ociedad se impondr por arrolladora fuerza de su propia dinmica.

    En Espaa el fenmeno, aunque ms tardo, ser un fiel paralelo de lasituacin europea a partir de la Revolucin Industrial inglesa, y se manifestarpor la dura lucha que sostienen la agonizante y decrpita sociedad dieciochescay el nuevo mpetu decimonono. Como consecuencia de la unin de la tcnicamoderna y la produccin industrial, la expansin de los grandes complejosmecanizados a travs de las vas de comunicacin recin establecidas, al mismo

    {15) J. VICENS V I V E S : Historia social y econmica de Espaa y Amrica. Barcelona,1959, tomo IV, vol. II, pg 126.

    {16) Luis SNCHEZ AGESTA: Historia del Constitucionalismo Espaol. Madrid, 1955;pgina 20.

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  • DIEGO IGNACIO MATEO DEL PERAL

    tiempo que la imponente oleada demogrfica, asestarn xin golpe mortal a laivieja sociedad, del cual ya no podr reponerse {17). Los contemporneos to-marn conciencia de ello y captarn la trascendencia de esta pugna social,que en Espaa tomar un peligroso carcter radical. Al acabar la guerra civil,Balmes lo denunciar en un vigoroso prrafo; Lo que ha luchado en Espaa,en esta ltima guerra ha sido la sociedad antigua con la sociedad nueva; la-sociedad de las creencias y costumbres religiosas, de los hbitos y sentimientos-monrquicos, con la sociedad de las innovaciones, del desarrollo de los inte'reses materiales, del espritu comunicado a cierta parte de la nacin por elespritu del siglo (18).

    El resultado de esta dramtica polmica va a ser la aparicin de un nuevo-poder social: la burguesa o clase media, que ya en el ltimo cuarto del si'glo XVIII empez a manifestarse como una fuerza perifrica, que arrebataba.a la capital y a los rganos monopolsticos del Estado el papel predominanteen la Economa peninsular (i9). Las nuevas clases medias tenan su origen enla heterognea composicin de las sociedades econmicas dieciochescas, dondea despeno de los residuos an subsistentes de las separaciones propias de-una sociedad estamental, coincidan en cierto grado en cuanto a ideales eintereses (20). La burguesa emerger, desplazando a las dems clases socia-les y destruyendo las viejas vinculaciones (21).

    Complejos y variados factores contribuirn a esta primaca social, pero,entre ellos, tendr un significado singular el aumento de la riqueza por elauge industrial de algunas regiones y la notable mejora de las comunica-ciones sobre las carreteras construidas en el remado de Carlos III (22). Cuan-do a ello se suma, en los lustros siguientes, la reforma econmica de Mendi-zbal cuyo planteamiento en el orden terico y prctico se haba dado1 yalimitadamente en la poltica de regeneracin econmica del siglo XVIII {23),la nueva clase de propietarios, beneficiada por la supresin de los vnculos-y mayorazgos, vendr a disfrutar de una omnipotencia social verdaderamenteimpresionante. La crtica a la nobleza, recogiendo la herencia de Feijoo, Cani'pomanes, Cadalso y otros ilustrados, culminar en una accin destructoraradical. El clero, por otro lado, ha perdido gran parte de su influencia so.~

    (17) A. W E B E R : Historia de la Cultura. Mxico, 1948; p-g. 319.(18) J. BALMES, citado por SNCHEZ AGESTA, op. cit., pg. 122.(19) J. VICENS VIVES, op. cit., pg. 126.(20) A. DOMNGUEZ O R T I Z : La sociedad espaola en el siglo XVIII. Madrid, 1955.11a 166.(21) W. NAEFF: La idea del Estado en la Edad Moderna. Madrid, 1947; pg. 139.(22) S. AGESTA, op. cit., pg. 22.(23) S. AGESTA, op. cit., pg. 27.

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  • ANDRS BORREGO Y EL PROBLEMA DE LAS CLASES MEDIAS

    sial: sus races econmicas han sido arrancadas por la desamortizacin i suinfluencia a travs de la educacin, la beneficencia y la moderacin de lascostumbres en altos y bajos, la ha desplazado la persecucin y disolucin delas rdenes religiosas (24).

    Poco a poco, a lo largo de la primera mitad del siglo, la mentalidad bur-guesa ir estructurndose en sus principios y en sus metas {25) y la sociedadadquirir un extrao perfil a la luz de las nuevas valoraciones y'los ltimos-dogmas sociales. Una vez ms, siguiendo el camino trazado1 por los ilustea-dos, los hombres de la sociedad recin amanecida, en abierta oposicin a lascreencias tradicionales, calificarn el trabajo como eje de la nueva estructurasocial y punto de convergencia del afn nacional. Este ser el smbolo de lanueva organizacin de la vida5 porque, mediante l, se construir el principiode referencia de todos los esfuerzos personales y colectivos, cuya rnanifesa--cin se singulariza en el mvil utilitario, que aporta un sentido indito dela riqueza. Si la decadencia de Espaa se debi, segn la interpretacin de losilustrados, a las causas econmicas, la riqueza, como resultado- de una actividadeconmica estimulada por un afn insaciable de lucro {26), ser una segura.garanta para la reconstruccin del orden social, que intentan instalar loshombres decimononos. Pero la canonizacin de este principio, tena quiz sums honda raz en la propia idiosincrasia del nuevo tipo humano que seincorpora a la vida social, desde la perspectiva de estas esperanzado-ras clasesmedias. Sobre l incide perpendicularmene todo- el mundo- ideolgico- del si-glo XVIII, modificado por un nuevo elemento que entra en juego- en el prticode la centuria? el individualismo liberal. Ante el panorama que se le ofrecefconstruir su propia metafsica y llegar a la conclusin de que es necesarioalcanzar un orden nuevo, donde la vida se haga posible en una situacin delibertad e igualdad. Por medio de la conquista de la riqueza, cree legar aposeer estos principios taumatrgicos de ordenacin social, pues a propor*-cin que se multiplican las riquezas, se aumenta el nmero- de ciudadanosindependientes y, por tanto-, se hacen ms semejantes las clases de la sociedad,porque participan de los mismos goces y placeres... La libertad y la igualdadson los productos necesarios de la industria y del comercio {27). Estos princi-pios, como derechos individuales privilegiados, recibirn su sancin polticaen las constituciones y se convertirn en un trance de discusin continua enla agitada oratoria parlamentaria.

    (24) S. AGESTA, op. cit., pg. 12.(25) J. VICENS VIVES, op. cit., pg. 12.6.(26) Luis D. DFX CORRAL, op. cit., pg. 422.(27) El Censor, peridico poltico y literario, tomo III. Madrid, 1821, ata. 35, p-

    ginas 322 y sigs., citado por L. S. AGESTA, op. cit., pg. 23.

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    El problema social. El antagonismo de clasesen la nueva sociedad-

    Las consecuencias del individualismo que constituye el substrato socio-ideolgico de estas prerrogativas- - y de su lucha feroz por la riqueza, ser lacreacin de una antinomia que desgarrar la vida social decimonona, y quetendr su manifestacin en la cruel dialctica planteada entre el capitalismoy la gran industria, de un lado y las masas asalariadas, de otro. Aparecer, porprimera vez y con caracteres de gigantesca inquietud, el problema social, bajoel empuje del cuarto estado hasta entonces desconocido' (28). Las. diversasestructuras mentales de la sociedad burguesa provocarn, en su choque conla realidad, complejos problemas de adecuacin social, siendo- el ms arduode todos dar cabida dentro de la nueva estructura a los obreros industrialesy a los campesinos, Durante un siglo, las relaciones entre el capital y eltrabajo fueron reguladas por simples contactos empricos en los que los obre 'ros llevaron siempre la peor parte (29), una vez que quedaron sin el ben-fico apoyo del gremio- y la cofrada.

    A lo largo del siglo x ix , el problema va adquiriendo un carcter de autn-tica urgencia y la nueva sociedad se encuentra envuelta en una tremendalucha socio-poltica. Los liberales doctrinarios son los primeros en tomar con-ciencia de ello, al asomarse a la vida social, desde el balcn de su propiaproblemtica, Alcal Galiano, Donoso- Corts, A. Borrego y luego Cnovas,se hacen cuestin del problema y aventuran un anlisis, que da como resul-tado un fiel diagnstico- de la situacin. Cmo es la sociedad en que vivi-rnos? Cul es su orden o mejor dicho su desorden? Qu causas hanprovocado este caos social? H e aqu las preguntas que se plantea a s mismo-Andrs Borrego y a las cuales tratar de dar respuesta desde una perspectivaemprica, mientras toma el pulso concienzudamente a la circunstancia poltico-social que le rodea. El problema se presenta involucrado en la cuestin pol-tica ms trascendental, que estremece toda la epidermis del siglo. En 1841,al principio de su biografa sobre Martnez de la Rosa, Pacheco- calificar comoel ms importante problema para el linaje humano, el logro de una armo-nizacin entre el o-rden y la libertad (30). Esta antimonia an no- resulta, dauna imagen de la nueva sociedad, donde el triunfo- de una falsa y exageradalibertad ha trado consigo un desorden catico. Borrego descubrir, quiz por

    (28) W. NAEFF, op. cit., pg. 137.(29) J. VlCENS, op. cit., pg. 127.(30) Citado por F . SuREz VERDEGUEES & Planteamiento ideolgico- del siglo x i x

    espaol, Arbor, nm. 29-, mayo de

  • \NDRES BORREGO Y I!L PROBLEMA DE LAS CLASES MEDIAS

    primera vez en el pensamiento espaol, la parte que en ese desorden socialcorresponde a una todava ms nueva fuerza -el cuarto estado que nace,si cabe, con un vigor ms potente y destructivo, y casi adivina que esta clasesocial, vendr a la larga a desplazar a la clase media, como sta hizo con losviejos estamentos.

    La agudizacin de una radical dicotoma clasista anuncia ya los primeros ytrgicos peligros revolucionarios. -Si en Espaa el fenmeno no tiene todavauna honda significacin, debido al lento proceso de evolucin industrial, se adi-vina ya, sin embargo-, su incubacin. Sera menester estar ciego dir Borre'go para no ver el sordo rencor que late en el pecho de la clase proletaria (31).Pero lo tremendo es que, en este peligro social tienen una gran responsablelidad las clases medias a quienes el destino histrico' haba encomendadola tarea de construir el orden social nuevo-. Cabe desde luego- afirmar, apo-yndo-nos en el testimonio de la experiencia y de los hechos, que los pade-cimientos, quebrantos y menoscabos, que viene sufriendo la nacin espaola,provienen de la indiferencia y del descuido de las clases acomodadas 1 lasclases productoras y contribuyentes que son las que ms padecen con lasrevueltas y la falta de seguridad, son las autoras de sus propias cuitas {32).Y la verdad es que pudendo prevenir esta situacin, los polticos represen-tantes de estas clases no hacen otra cosa que apresurarse a llevar a los pues-tos de honor y de lucro- a los parientes, contertulios y favoritos de los mi-nistros, hombres, las ms de las veces, que sin apenas capacidad se hanvisto encumbrados en los cargos ms importantes; espectculo- que, por lorepetido que ha sido y es, ha dejado en la conciencia del pblico la deplo-rable impresin de que los que se han disputado- el mando slo buscaban enl su peculiar provecho, y de lo que menos se cuidaron fue de los interesesdel pblico, viniendo a ser la inevitable consecuencia de tan universal creen-cia que el pas se encoja de hombros, cuando1 sobreviene un cambio de Go-bierno, y espera tan poco de los que entran como de los que se han ido (33).

    Esta insistente despreocupacin y esta inmoralidad colectiva trae como re-sultado el hecho de que las medidas polticas y econmicas reformistas, comola desamortizacin de Mendizbal, en vez de contribuir a la solucin del con-flicto1, provoquen un agravamiento1 del mismo. Las medidas desamortizadoras,destinadas a favorecer las clases trabajadoras no hicieron otra cosa que ahon-dar ms-, si cabe, la zanja de separacin entre las clases sociales y entenebrecer

    (31) A. BORREGO; Historia, antecedentes y trabajos a que han dado lugar enEspaa las discusiones sobre las clases jornaleras, pg. 54.

    (32) A. BORREGO: La Espaa contribuyente y trabajadora ante la Espaa oficial.Madrid, 1875; pg. 6.

    (33) A. BORREGO: La Espaa contribuyente y trabajadora.,., pgs. 26 y 27.

  • DIEGO IGNACIO MATEO DEL PERAL

    an ms los horizontes de una reconciliacin. Los hombres polticos continandescuidando el sondar la llaga social segn frase de Borrego {34), cre-yendo, con la ingenuidad de los pinginos, que el desentenderse de ello- bastapara alejar las desastrosas consecuencias a que pueden conducir (35).

    El problema ms grave, desde el punto de vista de la sociologa poltica,es la indiferencia, la desconfianza y el desengao de la nacin, ante la inefi-cacia de los partidos, y la instalacin en el poder de un peculiar grupo degente oficial que, dividida en compartimientos, viene a ser para el pasuna cosa algo parecida a las castas dominadoras de la India, y que, hijasde su propio inters, se vern mantenidas por la incuria y la indecisin quela propia sociedad soporta (36). Las consecuencias de esta incapacidad polticason, por lo dems, desastrosas. Borrego achaca a estas clases rectoras la culpade todas las nubes peligrosas, que aparecen ya muy cerca en el cielo de laciudad social, y cuya cercana tiene su causa en la terca voluntad de descono-cer los derechos y las necesidades del proletariado, dejando de esta formasubsistir la semilla de agravios, que no podr menos de ir exasperndosehaciendo anhelar a las muchedumbres el da de la reparacin (37).

    Si Borrego toma conciencia tan pronto y tan radicalmente de las posi-bilidades de revolucin, que asoman como una violenta tormenta tras lacolina de la problemtica social, es tal vez, por su diario contacto' empricocon las gentes del pueblo decimonono, a travs de su condicin de periodista,pero lo que influye sin duda en l es, al igual que en Donoso Corts, ei pesode su experiencia europea, vivida concretamente en Francia, donde las ame-nazas obreras planteaban ya autnticos problemas laborales, a. pesar de loavanzado que en el vecino pas estaba la revolucin. El ejemplo de Francia,le va a servir para denunciar los desastrosos efectos de una mala polticasocial, no paralela a la evolucin cultural de las masas. La instruccin, lacultura, el desarrollo intelectual, haban cundido en grandiosas proporcionesentre nuestros vecinos, sin que en grado> proporcional, los rendimientos deltrabajo hubieren equitativamente alcanzado a proveer el bienestar de los ho-gares del jornalero-. No se haba iniciado todava en gran escala el principiosocialista, pero era visible el germen, harto latente ya, del antagonismo entrelas clases poseedoras y las proletarias (38).

    He aqu una cosa que le preocupar profundamente: el antagonismo declases; con verdadera insistencia intentar salvar a Espaa de su trgica

    (34) A. BORREGO: Historia, antecedentes y trabajos,,,, pg. 76.(35) A. BORREGO, op. eit., pg. 54.(36) A. BORREGO: La Espaa contribuyente y trabajadora..., pg. 31.{37) A. BORREGO: Historia, antecedentes y trabajos..,, pg. 76.(38) A. BORREGO: Histora, antecedentes y trabajos..., pg. 29.

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  • ANDRS BORREGO Y KL PROBLEMA DE LAS CLASES MEDIAS

    garra porque piensa que, en esta sociedad, su contagio ser tremendo y susconsecuencias formidables, dada la exaltada idiosincrasia del hombre espaolEn las dcadas centrales del siglo apuntar este problema, que se perfilarya agudamente en el ltimo cuarto del mismo, tanto en el mbito nacionalcomo en el internacional, llevando a replantear el problema de la propiedady a poner en litigio su misma entraa (39),

    En 1854 s e publican los primeros libios ya claramente revolucionarios, ylas reformas que se anuncian tienen un peligroso carcter radical {40) para lasociedad de entonces. Desde el ngulo revolucionario, Pi y Margall lanzar enel peridico La Discusin, aos despus, una fuerte crtica contra las revolu'cienes burguesas del siglo, que con las reformas econmicas a que han some-tido a la nobleza y clero, han realizado su revolucin social, naturalmenteen beneficio propio' {41). Estas crticas pimargallianas, as como el hecho realde que las reformas secio-econmicas de las clases medias no han dado otroresultado que el ya apuntado, van encendiendo poco a poco los rescoldos delantagonismo social que alumbran una explosiva llamarada.

    Andrs Borrego se da clara cuenta de ello y trata de hacer ver a las in-conscientes clases burguesas la exacta situacin y la urgencia de no dejarpendiente la solucin de un problema preado1 de peligros, que no son imagi-narios, toda vez que de ellos dan testimonio las latentes luchas que en el senode las sociedades cultas alimenta contra las clases acomodadas, el proletariado,ese ejrcito de descontentos que se suma por millones y estn siendo motivode alarma para los Gobiernos ms fuertemente constituidos {42).

    Borrego cree que en Espaa, el hecho tendr una contundencia mayorque en los dems pueblos europeos, dados los efectos de las contraproducentesmedidas tomadas' por los gobiernos liberales; La historia de ningn pasofrecer a los futuros agitadores de la especie humana, palanca tan poderosacomo la que encontrarn los mal avenidos con la sociedad que actualmentese edifica, en los sistemas y en los mtodos aplicados a las reformas econ-micas, males que, aunque en lontananza encierran el terrible germen deun socialismo ms temible que el que amenaza a las dems naciones cul*

    (39) Luis D. DEL CORRAL, op. cit., pg. 540.(40) lin esa fecha aparece el libro La Reaccin y ki Revolucin, de Pi Y MARGALL,

    Madrid, 1854, que en la pg. 204 dice; ... Para fundar (la nueva sociedad) no sloes necesario acabar con la actual organizacin poltica, sino tambin con la economa {es indispensable, no ya reformar la nacin, sino cambiar la base.

    {41) F. Pi Y MRGALL: ~La revolucin actual y la revolucin democrtica, enLa Discusin, i. de abril de 1864, nm. 2.538, 1. Citado por CASIMIRO MART: LOSorgenes del anarquismo en Barcelona, Barcelona, 1959.

    (42) A. BORREGO: La cuestin social.,,, pg. 56.

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  • DIEGO IGNACIO MATEO DEL PERAL

    tas (43). Un agudo sentido proftico le hace presentir las convulsiones quevan a estremecer el ltimo- tercio del siglo. Como un trgico- augurio clsicol se llama a s mismo- varias veces Casandra su profeca se levantaamenazadora en el desnudo mbito de la inutilidad e inconsciencia de los poli'ticos isabelinos Olvidadas nuestras gloriosas tradiciones, debilitadas nues-tras creencias, alteradas nuestras costumbres, empequeecido el carcter na-cional, un presentimiento instintivo nos dice que caminamos sin brjula, ex-puestos a uno de aquellos grandes sacudimientos, que si bien cabe preveer yevitar, una vez que la indiferencia o la incuria dejan que sobrevengan, suelencorrer hasta los ltimos lmites y conducen a una de aquellas solucionesextremas, que son el castigo de las culpas sociales, la enseanza y el ejemplodecretados por la Providencia {44).

    Con verdadera intuicin y sensibilidad poltica, siente Borrego la actitudreaccionaria de celas clases poseedoras a quienes asustan las innovaciones.Tomada en su lucha empeada con la fuerza revolucionaria, cuya ineficaciadesvelar el poder del proletansmo seducido y extraviado- y del socialismodogmtico y destructor, tras los cuales viene la inestabilidad, la negacinde los principios, de los dogmas, de los intereses en que ha descansado ytendr que descansar eternamente la familia humana (45) Y en efecto-, enese tiempo en que Borrego escribe, los primeros movimientos revolucionariosestn preparando ya su violenta aparicin en escena. Desde 1860, la claramanifestacin de las corrientes ideolgicas socialistas (46), el retraimiento delpartido progresista provocado por el favoritismo isabelino de que gozabanlos moderados y, sobre todo, la animosidad y rebelin del partido demo-crtico contra la dinasta, provocarn la cada del trono, el destierro de lareina y la entrada - a travs de la Revolucin de 1868 del elemento popu-lar en el campo- poltico. (Los movimientos obreros, formados en la clandes-

    (43) A. BORREGO : Historia, antecedentes y trabajos..., pg. 52.(44) A. BORREGO: Misin y deberes de las clases conservadoras bajo la Monarqua

    democrtica. Madrid, 1872. Extracto de la obra del mismo autor De la organizacin delos partidos en Espaa. Madrid, 1855. Escrito el texto en esta fecha, tiene un. clarosentido de presentimiento y de anuncio.

    (45) A. BORREGO, op. cit., pgs. XX y XXI.(46) Aparte de los libros y artculos de Pl Y MARGALL, FERNANDO GARRIDO publica

    en 1862: E Socialismo y la Democracia ante sus adversarios. Existen ya peridicos deneta inclinacin al socialismo, por ejemplo, La Discusin y E obrero, que dirigiA. CUSAT Y VlLA. Por otra parte, las doctrinas de PROUDHON son suficientemente co-nocidas ya en Espaa, y a partir de entonces empiezan a penetrar las de MlCHAIL A. BA-K.UNIN. Ver la interesante obra de CASIMIRO MART: Los orgenes del anarquismo enBarcelona.

  • ANDRS BORREGO Y El. PROBLEMA DE LAS CLASES MEDIAS

    tinidad, saldrn a la luz pblica, y los presentimientos de Andrs Borregoadquirirn una dramtica realidad en la tramoya de la sociedad liberal, carco-mida ya por el anarquismo bakuniano) (47).

    El orden social nuevo, canto ha de ser?

    Si Andrs Borrego tiene algn mrito sociolgico, es precisamente su afnde aprehender e interpretar la realidad social en que est inserto. El anlisisclnico del cuerpo social del siglo y sus enfermedades queda en l bien claroy su diagnstico es exacto. Tal es la imagen real de la sociedad en el proceseque se extiende, desde el umbral del siglo- XIX hasta el ltimo cuarto del mis-mo. El idelogo malagueo tratar de adecuar un eficaz tratamiento pato-lgico a los males sociales de la poca, y buscar una solucin con arreglo asus ideas doctrinarias, a la irreconciliable lucha entre las clases acomodadaso poseedoras y las menesterosas o desposedas, que constituye la entraamisma del problema que padece la centuria.

    En Europa se plantea la misma cuestin y, casi contemporneamente, dosgrandes socilogos Lorenz von Stein y Karl Marx--- van a intentar resol'verla de manera distinta. Para Von Stein, la situacin tiene su origen en unarevolucin 110 poltica la simple liquidacin de un sistema jurdico -que se.ha sobrevivido a s mismo, y la constitucin de un nuevo derecho coinci-dente con a nueva situacin (48), sino social, donde el capital y el trabajose enfrentan como oposiciones absolutas. El resultado- es que tal contradiccinviene involucrada en el actual orden social y le hace revolucin en su ncleomismo (4.9). La superacin de esta antinomia radical es nicamente posiblepor el Estado algo en cierto modo ajeno a ella y a su soporte cuya alter-nativa es continuar siendo un instrumento en manos de la clase dominante,o bien unirse con el proletariado y de esta manera realizar la libertad (50).

    Karl Marx radicaliza an ms el dualismo y, con ello, el problema. LaHistoria es un proceso1 de contraposicin de intereses y de lucha de clasessociales que, a travs de una dialctica real, culmina en una transformacinrevolucionaria. El orden social burgus no slo- sufre una oposicin simplifi-cada y radical dentro de. s, sino que la crea l mismo (51). De esta manera

    (47) C. MART, op. cit., pgs. 19 a 38.(48) H. FREYER: F.inleitung in die So&ologie, traduccin espaola. Madrid, 1951;

    pgina 81.(49) H. FREYER, op. cit., pg. 82.(50) H. FREYER, op. cit., pg. 82.(51) H. FREYER, op. cit., pg. 85.

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  • DIEGO IGNACIO HATEO DEL PERAL

    la antinomia entre clase burguesa y proletariado, se revela con un fanatismoirreconciliable. Para el judo alemn, la nica posibilidad de superacin, seencuentra en la disolucin de la antinomia misma, que vendr dada, dentrodel devenir dialctico, por la destruccin de uno de los polos de la contra-diccin t la burguesa capitalista. El final necesario al que tiende este pro-ceso, es la expropiacin de los expropiadores por el proletariado (52), cuyaconsecuencia final ser el establecimiento de una sociedad sin clases y larealizacin de la libertad del hombre.

    Andrs Borrego, desde una perspectiva diversa, descubre una solucin di-vergente de las dos anteriores. Coincide con Von Stein y Marx en la valora-cin de la anttesis: burguesa-proletariado, como el problema ms trascen-dental de su tiempo, y cree asimismo aunque en un sentido' distinto enla necesidad de una revolucin social. Pero esta necesaria accin revolucio-naria no ha de destruir el vigente orden social, sino' que ha de ensayar lasimpresionantes posibilidades que l mismo lleva en s. Borrego' desvela, deesta forma, un nuevo cauce de superacin de la antinomia steiniana y mar-xista. Desde la entraa misma de ella va a nacer la clave simplificadora. SiVon Stein crea en el Estado y Marx en la masa proletaria como nicos ele-mentos superadores de la oposicin absoluta, l, por de pronto, relativizar la-anttesis, y buscar en la dase burguesa la fuerza superadora. Es verdad que,por indecisin y descuido de sta, la situacin social ba llegado a este trance;pero tambin es cierto que su accin concertada y la vala de su pensamientopuede proporcionar una resistente omnipotencia social, en cuanto se decidana ponerlo en prctica {53). Partiendo del polo opuesto a Marx, Borrego creeque la solucin de la pertinaz pelea empeada entre burguesa y proletariadono necesita la victoria destructora y la derrota mortal de una de las das cla-ses j tiene fe en otra va de arreglo; la conciliacin y equilibrio' armnico deambos intereses contrapuestos. Si las clases medias son un elemento1 de ar-mona entre las dos sociedades enfrentadas, su accin social armonizar tam-bin sus intereses con los de las clases menesterosas; el caso est en ensayaresta accin.

    La verdad es que la teora de Borrego naca de un condicionamiento pol-tico-social muy distinto que el que sufran Von Stein y Marx. El mismo noshabla de una aptitud histrica de Espaa para evitar el antagonismo de da-se {54), cuando en Europa ste era ya una realidad insoslayable. Y ciertamente

    (52) H. FREYER, op. cit., pg. 86.(53) A. BORREGO J, Espaa contribuyente y trabajadora ante la Espaa oficial,

    pgina 6.(54) A. BORREGO La cuestin- social..., pg. 57.

  • ANDRKS SORREG Y RL PROBLEMA DK LAS CLASES MEDIAS

    la tarda y lenta penetracin en Espaa de la Revolucin industrial hizo queen ella el problema surgiera sin la gravedad que en el resto del Continente*

    Andrs Borrego alude muchas veces con un cierto anhelo romntico a lasociedad de los das pasados donde se hermanaban la suerte y el bienestar delas diferentes clases de la sociedad en trminos que los ricos se convirtiesen enpatronos benficos de los pobres, y stos en clientes agradecidos .y en duda'danos dignos de apreciar de los beneficios de la libertad {55). Quiz lo que lintenta es un oden donde la armona sea el centro de convergencia de todaslas fuerzas sociales. En el fondo, esto es consecuencia de la sensibilidad doc-trinaria. Los liberales doctrinarios captaron instintivamente un peculiar fen-meno del siglo XIX % En la vida poltica interna las circunstancias imponenuna conciliacin entre los viejos y los nuevos elementos y an las creacionesms abstractas y cerradas del pensamiento responden a esa tendencia de con-ciliacin. Encontrar un acomodo entre las creencias e instituciones acumuladaspor la tradicin y las nuevas ideas e impulsos, es esfuerzo continuado' y mso menos temtico de toda la primera mitad de la pasada centuria, que pre-tende descubrir porfiada una va propia aunque media-- al mismo tiempoestable, progresiva, segura y esperanzadorar- {56).

    La conciliacin se presenta, pues, como una ntima necesidad de la socie-dad espaola. Balmes coincide en ello con Borrego (57). Pero en ste, el prin-cipio eclctico, dar una valoracin singular a las clases medias como elementoconciliador. La armona entre las dos sociedades enfrentadas se alcanzar desdela accin revolucionaria, aunque equilibradora, de la nueva fuerza socialrepresentada por las clases medias; la conciliacin entre estos dos antinmicospoderes sociales t burguesa y proletariado', tendr, por el contrario, una ac-cin conservadora de parte de las mismas clases. De esta manera emerger unorden social tal cual las exigencias de esta armona postulan. El dialctico

    (55) A. BORREGO: IM, Espaa contribuyente y trabajadora,., pgs. 20 y 21.(56) L. D. DEL CORRAL, op. cit., pg. 3.(57) }. BALMES. Citado por SNCHEZ AGESTA, op. cit., pg. 123: 4Quien haya de

    gobernar la Espaa es necesario que a ms de la Espaa religiosa y monrquica, de laEspaa de las tradiciones, de los hbitos tranquilos, de las costumbres sencillas, de es-casas necesidades, de un carcter peculiar que la distingue de las dems naciones deEuropa, vea la Espaa nueva, con su incredulidad e indiferencia, su aficin a nuevasformas polticas, sus ideas modernas en oposicin a nuestras tradiciones; su vivacidady movimientos; sus costumbres importadas del extranjero; sus necesidades, hijas dede un refinamiento de la cultura; su amor a los placeres; su afn por el desarrollo delos intereses materiales; su prurito de imitar a las dems naciones, en particular a laFrancia; su fuerte tendencia a una transformacin completa que borre lo que resta delsello verdaderamente espaol y nos haga entrar en esa asimilacin o fusin universala que parece encaminarse el mundo.

  • DIEGO IGNACIO MATEO DI. PERAL

    contraste de las sociedades antigua y nueva se suavizar mediante la creacinde una estructura social eclctica; Espaa puede conservar todo lo- buenode su antigua organizacin y adquirir todas las ventajas de la moderna: lasinstituciones que definitivamente se arraiguen en Espaa, habrn de conser-var, en vez de destruir, el espritu benfico, protector, cristiano y patriarcalque era de la esencia de la autoridad pblica entre nosotros; han de pre-servar y fortalecer las tradiciones de la fraternidad, de benevolencia, de cari'dad que distinguan a -nuestra raza, han de adoptar la antigua y proverbialsolidaridad de los intereses del Estado a las exigencias y las necesidades delindividualismo, emancipada y dueo ste de sus fuerzas a impulso de la li-bertad ', han de hacer, en una palabra, que Espaa sea un pas rico, poblado,industrioso, abierto1 a fciles comunicaciones interiores, en contacto y en comu-nin con las ideas y las necesidades del mundo civilizado1, sin dejar de estarsus habitantes unidos por los vnculos de la religin, de la benevolencia rec-proca y de la caridad conservada y transformada a la vez; transformada enindustria, desarrollada sta no por la casualidad y la ventura, sino por la cien-cia, por la previsin y en mira del bienestar general; conservada aquellacaridad, ejerciendo a la vez por medio del precepto cristiano- y del ordena-miento civil {58). La cita es larga pero reveladora. Borrego, en l fondo,busca una Espaa integrista de lo antiguo y de lo- nuevo, porque en su mismaalma siente la conciencia de esta integracin de elementos. Es l, un tipohumano representativo de ello 1 una clara influencia romntica le hace aorarcon verdadera nostalgia la sociedad tradicional (59), al mismo tiempo- que conun ardiente espritu innovador recoge la mayor parte de los adelantos que elsiglo trae-consigo. En la confluencia de estas dos dimensiones, no contrapues-tas, sino complementarias, tiene su origen el cuadro de obligaciones y liber-tades que la tica colectiva exige al cuerpo social de la Espaa del momentos

    (58) A. BORREGO; De la organizacin de. los partidos.... pg. 302 y 30-;.(59) Hay un texto en De la organizacin de los partidos, pg. 228, que es verda-

    deramente contundente al respecto Poco de envidiar sera el hombre que nacido eneste suelo y conservando idea cabal de lo que. era Espaa antes que a nuestras puertasllamara el terrible brazo de las revoluciones, no sienta all en el fondo de su almauna invencible simpata hacia el recuerdo y la imagen de. una sociedad corno la 'nuestraen. aquellos tiempos, en la que los lazos de. la fraternidad comn eran tan vivos, en laque el respeto hacia ciertas clases iba acompaado del patrocinio que ejercan sobre lasdems, en la que la propiedad se hallaba constituida de manera que vena a redundaren amparo y beneficio del menesteroso y desvalido, en la que la igualdad no obstante ladistincin jerrquica, abra a todos lo-s hijos del pueblo la carrera de los honores, en laque cada espaol, cualquiera que fuese la clase o rango en que hubiese nacido, estabaseguro de encontrar un protector, de no hallarse excluido de la distribucin de losbienes como de. los males que constituan nuestro estado social.

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  • ANDRS BORREGO Y BL PROBLEMA DK LAS CLASES MEDIAS

    La sociedad debe ponerse en camino de conseguir todas las mejoras y losadelantos que encierra el progreso, haciendo cesar" el estado de guerra en queviven sus individuos. Bajo el imperio de las ideas recibidas, la ley civil debeal hombre seguridad personal, garanta de sus propiedades, libertad polticay de conciencia, igualdad legal, facultad de usar desembarazada y librementede us entendimiento y personalidad. Pero la mayora del gnero humano esignorante, no tiene conciencia de s mismo y se encuentra en desvalimientoy frecuentemente sin medios asegurados de subsistir. La sociedad debe a lasclases menesterosas educacin religiosa y moral t instruccin elemental, ha-cindola extensiva a la enseanza de las artes, que tienen aplicacin a losusos ms comunes de la vida, trabajo- a los braceros que no encuentren -ocu-pacin en las empresas particulares s asilo a la vejez desvalida, sepultura a losque fallezcan privados de los medios de costearse un modesto funeral (6o),

    He aqu, expresadas en un prrafo, las prerrogativas y libertad constitu-cionales y, junto- a ellas un programa de poltica social como respuesta a lasreivindicaciones obreras que los incipientes movimientos revolucionarios esta-ban planteando. He aqu, tambin, el destino- poltico-social de las clases me-dias, en la tarea de construccin del nuevo orden armnico. La fe inquebran-table de Borrego en los poderes del tercer estado, le inclinan a la canoni-zacin social de un paternalismo a todas luces ineficaz (i) quiz porque loencuentran en la misma entraa del pueblo espaol siempre fue ste grato ydcil al benvolo patrocinio de las clases poseedoras, cuya antigua organiza-cin, las constitua en tutoras y bienhechoras de las menesterosas (62), Es,pues, a las clases medias a quienes corresponde la supremaca poltica y socialdentro de este orden conciliador.

    III. EL PROBLEMA DE LAS CLASES HEDAS

    Idea de las clases medias

    La transformacin social del siglo XIX se caracteriza por la aparicin, comofuerza viva, de estas clases medias que van a trascender toda la historia de lasociedad espaola. Aqu el fenmeno tiene un significado propio, y representaun un acontecimiento peculiar en comparacin con el resto de Europa,

    (60) A. BORREGO: Historia, antecedentes y trabajos..., pg. 57.(61) Tal vez BoRRHGO no valor del todo los tipos de las reivindicaciones sociales

    que apuntaban dilectamente a la esencia misma de la clase media, esto es, la propiedad.(62) A. BORREGO: Causas del atraso de la educacin poltica de los espaoles. Ma-

    drid, 1878; pg. 29.

  • DIEGO IGNACIO MATEO DEL PERAL

    Apenas iniciada como grupo social en el siglo xvm, la clase media emergecasi de repente {63) al final "de la contienda napolenica. Pero esto no- quieredecir que no existiera dentro de la estructura social de la Ilustracin, sinoque se hallaba envuelta y desdibujada por el poder de los viejos estamentospredominantes: la nobleza y el clero. Cuanto 110 perteneca a ellos, consi.-tua el estado general, el cuerpo no privilegiado de la nacin (64). De estaforma, las clases inedias se hallaban encerradas en un concepto- negativo, quehaca ms difcil su aprehensin social, al entraar una compleja heteroge'neidad grupa! (65). Cuando el nuevo tiempo descubre la vitalidad social deestas clases, mediante el despliegue de una fuerza iconoclasta que derrumbapoco a poco los tradicionales estamentos, tomarn ya una delimitacin mscualificada, aunque conserven aun cierta confusa diversidad.

    Durante las primeras dcadas de la centuria, todava se mantendr laidea negativa de la Ilustracin aunque ms simplificada. As, se denominarnclases medias a todos los que no pertenezcan a la nobleza de sangre, o almundo del trabajo manual, equivaliendo entonces a burguesa. Pero- al ad'quirir esta sus caracteres tpicos, se diferenciarn de ellas las clases mediascomo grupos que poseen un tono de vida superior al del asalariado por suactividad mercantil, su cultura y sus relaciones sociales (66). El perfil de es'tas clases tomar una fisonoma propia, cuando su actividad socioeconmicaalcance un verdadero poder dentro de la estructura vital. No ser esto muydifcil, porque el mismo proceso- histrico ayudar al respecto.

    De la revisin de las valoraciones tradicionales, y de la confluencia de estarevisin con la circunstancia social existente, nacern los principios socialesque caracterizarn las clases, frente a los privilegios del Antiguo- Rgimen.Los viejos estamentos referan todas las acciones personales y colectivas alhonor, como valor fundamental y distintivo. Ahora sern el inters utilitarioser el pionero de este contraste, que cristalizar en dos direcciones distintas:social. En este cambio, el siglo no hace ms que recoger los frutos del agudosentido crtico que se extiende a lo largo de la Ilustracin. Ya, en el si-glo XVIII, se haba puesto en tela de juicio-, el fundamento tradicional de losprivilegios de la nobleza y el ttulo consuetudinario de sus preeminencias {67).Junto a la crtica de la condicin hereditaria de este heroico honor nobiliario,,

    (63) Exagera }. BENEYTO cuando dice que las clases medias surgen ex novo. Ver Hisioria social de Espaa y de Hispanoamrica, Madrid, 1961; pg. 372.

    (64) A. DOMNGUEZ ORTIZ: La- sociedad espaola en el siglo XVIII, pg. 167,(65) A. DOMNGUEZ ORTIZ, op. cit., pg. 167.(66) J. VICENS VIVES, op. cit., p-gs. 168 y 169.(67) L. SNCHEZ AGESTA: El pensamiento poltico del despotismo ilustrado. Madrid,

    E9-53; pg . 142.

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  • ANDRS BORREGO Y El, PROBj EMA DE LAS CLASES MEDIAS

    surga el enaltecimiento del trabajo manual en nombre de su utilidad. Feijooser ei pionero de este contraste, que cristalizar en dos direcciones distintas;una tender a desmontar los privilegios de la nobleza y a desarmar las fuer-zas econmicas en que se apoya su preeminencia social, suprimiendo los ma-yorazgos y vinculaciones otra intentar levantar el estigma que pesa sobrelos oficios artesanos, vinculando el honor a la utilidad personal y colecti-va (68). Ambas culminarn su efectividad social en el siglo XIX, por obray gracia de ese poder, que toma precisamente algunos de sus caracteres pro-pios del mismo contraste. En efecto, el principio del inters o la utilidadviene de esta forma a ser el mvil, considerado' intrnsecamente bueno,de las acciones del ciudadano y se proyecta en el trabajo con el fin de alcan-zar la riqueza (69). Si antes el trabajo era un captulo ms bien desagradablede la vida, ahora, con arreglo a la nueva valoracin social, resulta el ejede la misma, el centro de gravedad que atrae todos los afanes del hom-bre {70).

    La pretensin de adquirir riqueza recibir el espaldarazo1, gracias a la accindesamortizados y la consecuencia de ella ser la instalacin de un nuevottulo para el ejercicio del poder poltico 1 la propiedad desvinculada, cuyaposesin detentan las clases medias. De esta manera, ((desaparecidas las viejasdiferencias estamentales, surge otra clasista ya no determinada por el complejovital que constituye el tipo de noble o clrigo, sino* por un hecho fundamen-talmente econmicos la propiedad {71). De tal forma la propiedad llegara ser el principio distintivo de las clases que sta tomar sus nombres conreferencia a aqullas. As los calificativos ms extendidos de las clases sern 1poseedoras, acomodadas, propietarias, productoras, contribuyentes, etc.

    Junto a ello, el grupo perfilar su fisonoma social, con una caractersticanueva, que nace con el siglo que tiene su fuente ms inmediata en la ideolo-ga liberal. La instruccin intelectual aadir el calificativo de ilustradas a lasciases medias, y le proporcionar otro de los ttulos, quiz el ms legtimo,para detentar el poder social. La valoracin de este signo de la inteligencia,llega a su cima poltica con el liberalismo' doctrinario, cuya teora del estadotendr precisamente, como columna vertebral, la clase media inteligente oilustrada. A lo largo de la centuria, la inteligencia y la propiedad al confluir

    (68) L. SNCHEZ AGESTA, op. cit., pgs. 143 y 144. CABARRS ser el prototipo dela primera tendencia y CAMPOMANES el de la segunda. Junto a los dos, PREZ Y LPEZcontrastar, de una manera decisiva, la honra legal y la honra natural; pgs. 149 y 150.

    (69) MltXIKL ARTOLA: LOS orgenes de la Espaa Contempornea. Madrid, 1959?pgina 340.

    (70) L. DEZ DEL CORRAL, op. cit., pg. .422.(71) L. DEZ DEL CORRAL, op. cit., pg. 119.

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  • DIEGO IGNACIO MATEO DBL PERAL

    sobre el mismo grupo, idiosincratizan de manera definitiva la case, alcanzandouna -curiosa proyeccin, social. Ambas categoras convergern de tal forma queuna ser el reflejo- de la otra, y viceversa; la riqueza o- propiedad es, en elsiglo, signo de inteligencia, la pobreza o indigencia, por el contrario, ndicede estupidez (72).

    La bidimensional caracterizacin de la clase queda transfigurada en unmarco trascendente, que aparece como un ttulo distinto pero que es la esen-cia, ncleo y envoltura, de cualquier complejo social de su tiempo t. la libertadhumana. Fuente, medio y meta social, la libertad se configura como unacreencia mtica en que la clase est instalada, y como una fuerza generadora deorden y organizacin social t introducida coino' principio' poltico en la socie-dad moderna, ha de conducir y debe limitarse a dar a cada hombre el li-brrimo y desembarazado uso de sus facultades morales y fsicas, sin otrocorrectivo que el de impedir el dao que pueda inferir a su prjimo, y todoel mecanismo de la legislacin debe reducirse a combinar el respeto de laespontaneidad del hombre con la proteccin que le es debida, para que nosea lastimado por el uso que los dems hagan de esta libertad (73),

    Autocondicionada por su propio despliegue, la libertad tiene para iosdecimononos un poder taumatrgico' increble. La estructura social se man'fiesta como una red heterognea, donde la concurrencia de libertades, que selimitan a s mismas, simplifica ordenadamente la heterogeneidad. Los msgraves anatemas que se lanzan contra el Antiguo Rgimen, desde la sociedadnueva, tienen como fundamento la carencia de libertad. An los hombrescomo Borrego' que con ms respeto' la tratan, echan en falta en la socie-dad tradicional el mtico dogma, encareciendo la importancia y los efectos desu ausencia. Una sola cosa faltaba a la Espaa de nuestros padres, pero detan inmenso precio que su ausencia desfiguraba y haca disforme el cuadro apa-cible y grato de un pueblo, estrechamente enlazado por la unidad de creen-cias y consolado por la abundancia de una caridad sin lmites... la prenda deque carecamos era la libertad {74).

    Cuando adelantado el siglo, descubren estos hombres la debilidad del sis-tema y la falsedad de esa taumaturgia, que representa la libertad ante el azotede las revoluciones, sufrirn en sus carnes el contraste, pero su creencia en lalibertad seguir leal e inquebrantable. Esta forma de pensar se radicaliza enBorrego tomando caracteres de autntica idolatra: Nada compensa en el-hombre ni en las naciones la prdida de la libertad, y aunque triste vctima

    (72) Luis SNCHEZ AGESTA : Historia del Constitucionalismo Espaol, pg. 23.(73) A. BORRF.GO: De la organizacin de los partidos, pg. 230.(74) A. BORREGO, op. cit., pg. 229.

  • ANDRS BORREGO Y EL PROBLEMA DE LAS CLASES MKDIA.H

    de ella, cadver magullado bajo las despiadadas ruedas del carro de esta dimdad implacable e ingrata, yo la saludo reverente y enternecido, y doy porbien habidas mis desventuras, si ellas pueden contribuir por algo siquiera aensalzar su culto y a hacerla amar (75). Instaladas en esta creencia en la lber'tad, como principio poltico, tico y social, y acondicionadas por los dos carac-teres sintomticos de su perfil; la propiedad y la instruccin intelectual, lasclases medias aparecen como un complejo grupal heterogneo, cuya proyec'cin social engloba los ms diversos elementos humanos. Si los viejos* esta'mentos se caracterizaban por su compacta homogeneidad y su vinculacinal grupo bajo una sola categora --la sangre en el nobiliario y la vocacinreligiosa en el clerical- - las clases nuevas se distinguirn por la diversidad,110 slo de los elementos componentes, sino de su razn vinculatoria. Quizen ello tomara parte la corriente ideolgica individualista, que traa consigouna atomizacin curiosa de las colectividades, pero lo- cierto es que esta hete'geneidad la arrastraban ya las clases medias, desde las dcadas del si'gio XVIII (76).

    Kl resultado de ello es que los ms distintos tipos sociales integrarn laestructura de las nuevas clases t desde la variadsima gama de los comerciantese industriales hasta la ganiada pltora de las profesiones liberales: comercian'es, industriales, catedrticos, mdicos, periodistas, literatos, financieros, espe-Guiadores, funcionarios y militares, formarn el ncleo de la nueva sociedad,que se apoyar en estas clases. Estos tipos humanos nuevos, exaltados yaen la ltima dcada del siglo anterior carecen de las virtudes heroicas queacreditaban al noble y de las trascendentales del clrigo; pero en cambioson i productivos, ilustrados y tolerantes, y aptos para realizar el ideal de laigualdad civil (77). El mvil de sus acciones es, ante todo, utilitario {78), y,en orden a l y a las caractersticas de la clase, se establece el cuadro ticoen que se despliegan los derechos y deberes del individuo-, que tender a uni-formar las condiciones jurdicas del ciudadano, mediante el establecimiento deunas categoras generales, como libertad, igualdad, propiedad, seguridad. Elinters individual no slo se impone en la vida social de la nacin, a travsde un sistema competitivo' y fluyente, sino- que incluso determina la concep'cin que de los fines del estado- se hacen (79).' De aqu nace el carcter pe-culiar de las Constituciones del siglo, as como- la compleja dinmica de la vidaparlamentaria, donde stas se elaboran.

    (75) A. BORREGO: De la organizacin de los partidos..., pg. 330.(76) A. DOMNGUEZ ORTIZ: La sociedad espaola en el siglo XVII, pgs. 167 y 168.(77) MIGUEL ARTQLA, op. cit., pg. 338.(78) MlGUlI. AKTOM, op. cit., pg. 459.(79) MIGUEL ARTOLA, op. cit., pg. 491.

  • DIEGO IGNACIO MATEO DEL PERAL

    La organizacin poltica con las clases medias coma b&se. Las clasesmedias elemento de equilibrio poltico, ha soberana, ha accin -poltica

    Si las clases medias se alzaban en el orden social como elemento conciliadoren la organizacin constitucional subyacern como piedra angular y funda-menta del equilibrio poltico. Su condicin de clase annonizadora e integra-dora de las dems fuerzas socioeconmicas gracias a sus valores espirituales (8o), le confiere un audaz poder para conseguir el logro de una comunidadsocial de intereses y esfuerzos (81), que es el verdadero' cauce por donde hade discurrir el equilibrio' poltico.

    Para los pensadores doctrinarios, la clase se presentaba corno un rnedioideal de solucin al problema de su conciencia poltica, que se hallaba en laencrucijada a la vista de dos caminos fatalmente divergentes: el radicalmenteinnovador y el restaurador y mantenedor de los principios tradicionales. Lanecesidad de hermanar estos dos caminos (82) en uno^ solo equidistante deambos, es. casi cuestin de vida o muerte. Las clases medias, que encarnanrealmente esta inquietud, buscarn y encontrarn una vez ms la sntesis arm'nica, enraizada en una estructura poltica donde la mesocracia se manifiestacomo un reflejo comunitario1 de las convicciones liberales (85).

    Este sentido de comunidad ideolgicamente interesada, por igual, propor-ciona un inesperado vigor al entramado poltico, al adquirir la clase, casi in-conscientemente, un espritu unitario, que representa una fuerza omnipotente,en un siglo en que la dialctica poltica es, por s misma, un fenmeno dedesintegracin? gracias a l, los hombres de las clases inedias alcanzan a des-cubrir el milagro de una frmula nueva, donde todos los elementos poltico-sociales irreconciliables caben perfectamente. La Monarqua constitucional sealza, as, sobre las resistentes espaldas de las clases medias, como aglutinantede la diversidad poltica y como campo de proyeccin de todas las inquie-tudes vtales. Cuando, en los ltimos das de la centuria, aquellas espaldasya frgiles se doblen peligrosamente bajo el violento1 peso> de las con-mociones revolucionarias, el sistema apenas podr mantenerse, y tendr queapuntalar su dbiles huesos artificiosamente. Sin embargo, mientras ello noocurra, la Monarqua constitucional es la nica forma de equilibrio- polticodonde es posible {'hermanar monarqua y libertad, religiosidad e indiferencia,

    (80) B. CROCK: Historia de Europa, en el siglo XIX, Trad. Madrid, 1953; pg. 254.Cit. por DEZ DEL CORRAL, op. cit., pgs. 121 y 122.

    (81) A. BORREGO: Historia, antecedentes y trabajos..., pgs. 60 y 61.{82) L. DEZ DEL CORRAL, op. cit., pg. 535. -(8.5) L. SNCHEZ AGESTA, op. cit., pg. 125.

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  • ANDRS BORREGO Y EL PROBLEMA DE LAS CLASES MEDIAS

    tradicin y modernidad, sencillez y progreso material, casticismo y univer-salidad {84), o como dice Borrego la forma precisa y obligada de laorganizacin peculiar que reclama Espaa, por ser la nica que logra conci-liar, utilizar y hacer coexistir los diferentes elementos sociales que nuestropas encierra, y fuera de los que no puede aspirarse a constituir nada quetenga un carcter nacional y duradero {85),

    Durante todo el siglo Xix, la aspiracin fundamental de los Hombres p-blicos es la construccin terica del orden social y poltico del Estado. Talinquietud es viene involucrada en la copiosa herencia del siglo de la ilustra-cin (86), tomando ahora cuerpo1 y radicalidad. Estos hombres creen extra-amente en la posibilidad de una organizacin poltica planeada en un labo-ratorio ideolgico; pero su empeo1 se ver condicionado1 por la formidablefuerza de la realidad social, que impone por s misma instituciones y poderespolticos impensados. El fenmeno lo captan los doctrinarios, atentos siempreal acontecer que le sucede, y desde l, fieles a su conciencia eclctica, adoptanpor ensima vez una postura integradora, al construir su propia orden sobrela doble base de la idea abstracta y del condicionamiento1 real. La valoracinde ese segundo1 trmino tiene, como resultado, la polarizacin del poder social,sn una sola clase 4a clase media- cuyos intereses coinciden con los marca-dos para las instituciones polticas. De esta forma, mediante el establecimiento'de un principio unificador la propiedad como prerrogativa y garanta- sevincula el poder poltico, a estas clases, que detentan la soberana en el nuevoorden.

    Hermn Heller ha puesto de relieve cmo la legitimacin del poder pol-tico puede basarse en el hecho de que se vea en el depositario al representantede determinados valores religiosos, tico-polticos, o de otra naturaleza {87).Pues bien, las clases medias aparecen ahora como nico- y genuino1 represen-tante de los intereses sociales, que constituyen, en el siglo, la referencia devaloracin de todos los dems intereses, ya sean polticos, ticos o religiosos.La soberana de estas clases se legitima por una categora fcica la fuerzasocial dominante que ellos mismos poseen. De una manera abstracta con-figura Andrs Borrego esta situacin. A las clases medias les corresponde el po-der poltico por una simple raz-n de supremaca humana: en ellas est la vida,

    (84) L. SNCHEZ AGSSTA, op. cit., pg. 125.(85) A. BORREGO : Jispaa y la revolucin o estudios sobre el carcter de las re*

    jornias qus han cambiado el estilo os la sociedad espaola: sintonas y pronsticos efela revolucin de 1854. Madrid, 1956; pg. 53.

    (86) L. SNCHEZ. AGESTA: pensamiento poltico del despotismo ilustrado, p-gina 284.

    (87) H . HELI.ER, op. cit., pg. 262.

  • DIEGO IGNACIO MATEO DEL PERAL

    la inteligencia, el nervio y la savia de la nacin (88). Quiz ms atento alpunto de vista sociolgico, Alcal Galiano, parte del carcter del tiempo enque vive, para afirmar no ya la legitimidad, sino la necesidad de su poder;En un siglo mercantil y literario como el presente, es preciso que las clasesmedias dominen, porque en ellas reside la fuerza material, y no corta partede la moral, y donde reside la fuerza est con ella el poder social, y all debeexistir tambin el poder poltico (89)'. Tambin el filsofo de Vich toma con.'ciencia del fenmeno. Frente a un cuerpo de nobleza, que slo cuenta conttulos de nacimiento y que no es reconocido .como cuerpo poltico ni porla ley fundamental, ni por el espritu del siglo, ni por las costumbresespaolas, Balines resalta la efectividad social de una considerable porcinde ciudadanos que por la ntima fuerza de las cosas se levantan con muyjustos ttulos sobre el nivel de sus compatriotas granjendose la confianza yel respeto de los pueblos (9o).

    La titularidad del poder poltico' se presenta, pues, legitimada por la pose'sien del poder social y la irresistibilidad de ste radica, precisamente, en elhecho de ser un poder que ha emergido' lentamente a travs de los siglos?pero con tina fuerza arrolladura sobre los dems poderes a quienes ha dorm>nado. Este dominio es el que confiere a la clase media segtin frase del mar'qus de Pida! , el poder poltico que ni se da, ni se regala, ni se otorgas-sino que se gana o se conquista (9i). Junto a ello, la soberana se justifica porun nuevo ttulo de legitimidad, que se desvela en el mbito terico de laideologa liberal. La inteligencia, como- razn de poder, se incorpora a lateora del estado decimonona, a travs del pensamiento' de Alcal Galiaao,Donoso, Balmes, Borrego y otros. El nuevo ttulo de legitimidad se presentacomo la garanta humana al recin estrenado' orden jurdico y, al mismo tienvpo, corno fuente de energa dentro de la estructura vital. Si antes la inteli--gencia haba confiado la supremaca poltica a los caducos estamentos privik'giados, ahora ella misma dir Donoso ha revelado a las clases propie*tarias el arte de gobernar y es ha entregado el ejercicio de la soberana, queles pertenece legtimamente, as como los derechos polticos (92).

    Por otra parte, el pueblo, aunque no se le excluya rotundamente, quedaal margen de cualquier posibilidad soberana, puesto que, aunque se le prestis

    (88) A. BORREGO: De la organizacin de los partidos..., pg. 236.(89) A. GALIANO : Lecciones de Detecho Poltico Constitucional, Madrid 1843;

    pgina 53.{90) J. BALMKS: Estudios Polticos. Madrid, 1847; pg. 45.(91) L. SNCHEZ AGESTA : Historia, del Constitucionalismo Hspaol, pg. 167.(92) DONOSO CORTS: La ley electoral)', en O. C. Madrid, 1873, III, pgs. 282 y

    28-5. Cit. por I... SNCHEZ. AGESTA, op. cit., pg. 162.

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  • ANDRS BORREGO Y KL PROBLEMA DE LAS CLASES MliDIAS

    garantas y derechos dentro de los lmites que sean reconocidos necesarios...,el cuidado de las cosas pblicas exige tiempo, estudios, dispendios, q u e lasclases trabajadoras no se hallan en situacin de dedicar, porque les absorbeel cuidado de proveer a su subsistencia (93).

    La soberana de la inteligencia alcanza como principio- los grados msaltos de la valoracin poltica, llegando, en Donoso, a configurarse como ra 'zn absoluta, supratemporal, de la cual la razn humana no es ms que unreflejo plido. Convierte as la soberana social en un poder limitado, puesla omnipotencia poltica es nicamente patrimonio de la soberana supremaque reside en una esfera sobrenatural (94). En Alcal Galiano y Andrs Bo-rrego, por el contrario, toma un clare carcter real; se admite como hechosin mixtificaciones metafsicas, sin siquiera plantearse su origen. A las clasesinedias pertenece sociolgicamente la inteligencia, como les pertenece econ-micamente la propiedad y la riqueza. Ambas confluyen en la creacin deuna fuerza viva sociopoltica, que se manifiesta como suprema. La soberanade las clases inedias se legitima, pues, por dos ttulos concretos, empricos:la supremaca social y la supremaca mental. Si a poscrion estos dos ttulospueden vincularse a una justificacin de derecho, es algo que no preocupademasiado. Cuando la soberana, como- principio, reciba su sancin en losdocumentos constitucionales, se tratar de bucear y encontrar su sentido enlas profundidades de la realidad social, lejos ya de la abstraccin doceaista dela soberana nacional.

    La clase media, que va a gobernar las dos terceras partes de la centuria,se hallar inserta en una doble y paradjica dialctica. Condicionada en elplanteamiento de sus fines y reivindicaciones polticas, por la accin informa-dora de las estructuras, ser un fiel reflejo ce la nueva dinmica de la vida,mientras que, por otra parte, gracias a su podero, tratar de conformar elorden poltico y social, con arreglo a la lnea de sus intereses. La manifesta-cin de este doble condicionamiento se descubre en las Constituciones es-pecialmente en las de 1837 y 1845 -, que suponen un continuo trabajo delaboratorio parlamentario, para esa clase media de abogados y literatos, decomerciantes e industriales, de banqueros y especuladores y de militares (95).En ellas desahoga la compleja variedad ce sus principios, que impregnarnindistintamente toda la obra constitucional (96).

    De esta forma, la clase media, al volcar sus intereses en la misma fuente-de la organizacin poltica, constituye desde s, por obra y gracia propia, el

    (93) A. BORREGO: De la organificin de los partidos..,, pg. 231.{94) L. DKZ DEL CORRAL, op. cit., pg. 488.{95) L. SNCHEZ AGESTA, op. cit., pg. 132.(96) I.. SNCHEZ AGESTA, op. cit., pg. 164.

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  • DIEGO IGNACIO MATEO BEL PERAL

    nuevo cauce estructural del orden, que se autoestablece. La situacin suponeun rotundo cambio respecto a las creencias bsicas del siglo XVIII. Aquel tiem-po, que canoniz el despotismo' ilustrado, conceba la tarea de la organizacinpoltica como nicamente encomendada al poder y a la autoridad establecida.Solamente desde ambos era posible organizar el Estado, reformarlo a perfec-cionarlo. De arriba abajo, pues, el dspota proyectaba el orden poltico, yaque las revoluciones polticas eran condenables a ptiorL Ahora, por el con-trario, las nuevas clases, que advienen precisamente por una accin revolu-cionaria, organizan el Estado, desde abajo-, desde ellas mismas, y adaptanaqul a sus intereses que predominan en el mbito social. La reforma y laperfeccin del orden que construyen ser luego posible por la preocupacinrevisora de las propias clases, que acuan en los documentos constitucionalesun mtodo de perfeccionamiento horizontal.

    El sistema poltico que va a tener a las clases medias en su base, se pro-yecta cotno instalacin de una armona entre los intereses de la sociedad y lasinstituciones polticas (97). El orden poltico- es cauce de los intereses de lamesocracia que monopoliza el inters social; por ello, las instituciones han demontarse sobre la representacin de estos intereses. De esta forma, el rgimenconstitucional se vincula a la clase media como- base de la representacin (98)y se descubre el rgimen representativo como- el instrumento idea! de laorganizacin poltica que se busca; en l, la clase media despliega todas lasposibilidades sociales, que le proporciona su condicin de copartcipe en lasvirtudes de las clases superiores e inferiores, sin hallarse unida a ningunode sus defectos.

    Sostenido por la clase inedia, el sistema representativo se apoya en lasdos columnas, que constituyen la doble razn de su soberana s la propiedadcomo manifestacin de la supremaca social, y la inteligencia, como reflejo-de la supremaca moral. El instrumento, que revela empricamente estos- dosprincipios, es el sufragio directo- y restringido. Con arreglo a l, como rganode la inteligencia y de la propiedad, se moldea la estructura de las cmaras.Estas se asientan sobre una aristocracia del dinero y de la razn. El signoms expresivo' de ello dice Snchez Agesta- son las bases en que seasienta la Segunda Cmara. Por igual, se rechazarn expresamente la noblezade sangre como poder social cuya caducidad declararon las Cortes de C-diz y la tendencia democrtica de constituir dos cmaras de la misma natu-raleza. La Segunda Cmara, seleccionada por la edad y la cifra elevada de

    (97) L. SNCHEZ AGESTA, op. cit., pg. 162(98) L. SNCHEZ AGESTA, op. cit., pg. 157

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  • ANDRS BORREGO Y KL PROBLEMA DE LAS CLASES MEDIAS

    contribucin, que se exige a sus miembros, ser la cmara de la inteligenciaexperimentada y de la riqueza (99).

    Borrego seala claramente la importancia que en el mantenimiento delrgimen representativo tiene la fuerza poltica de las clases medias y la pro-yeccin social, que aqul ha de tener en sus manos; La verdadera garantadel gobierno representativo consiste en dotar a las clases ilustradas y contri-buyentes del poder polticos poder que stas estn amadas a ejercer en bene-ficio y en el inters de la mayora ignorante y desvalida (IOO). Junto a ello,proclama los beneficios del gobierno- representativo', cuyas saludables prc-ticas han sido el nico, y desinteresado objeto de sus estudios y sus esfuerzos,y dice que, al morir, se dar por compensado de todos sus afanes y sacri-ficios, si al cerrar los ojos en busca del reposo eterno- logra llevar la esperanzade que sus compatriotas se hallan en camino de disfrutar de todos los bene-ficios, que la libertad promete, bajo la forma de gobierno ms propia a her-manar nuestro pasado histrico con las indeclinables condiciones de la socie-dad moderna (101). Desprendiendo del esrto la ganga de romanticismo quelo envuelve, queda al desnudo la creencia en el gobierno representativo comouna frmula de armona poltica. La eleccin directa, a travs del sufragio- cen-sitario, que supona la limitacin del voto por la capacidad econmica, almismo tiempo que la inteligencia reconocida como signo de la soberana,pona a las clases medias a la cabeza de la direccin poltica del siglo, paraestablecer la libertad en un difcil equilibrio con la autoridad {102). De estemodo, el gobierno representativo' aparece como el rgimen poltico, cuyo des-tino es reducir a unidad fecunda la ley del individuo y la ley de la sociedad,bajo la gida de la justicia (103).

    A travs de esta estructura discurre la accin poltica de la clase media.El mtodo de accin se vincula inexorablemente a la dialctica de los parti-dos que tan ntima conexin tiene con todas las manifestaciones de la vidasocial del siglo XIX. El partido polariza el esfuerzo poltico de las distintasideologas y de los diversos intereses; de ah su abundancia y variedad. Laconsecuencia radical de ello es la ineficacia absoluta, que se manifiesta en unaaccin centrifugadora de las energas nacionales y el resultado poltico, lacontinua vivencia de una estril lucha por el poder y el planteamiento deun irreconciliable antagonismo' constitucional.

    (99) L. SNCHEZ AGESTA, op. cit., pgs. 164 y 165.(ico) A. BORREGO: LO que ha sido, lo que es y lo que puede ser el partido conser-

    vador. Madrid, 18575 pg. 39.(01) A. BORREGOS Historia, antecedentes y trabajos... Carta a Don Alfonso XII.(102) L. SNCHEZ AGESTA, op. cit., pg. 240.(103) L. DEZ DEL CORRAL, op. cit., pg. 487.

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  • DIKGO IGNACIO MATEO DEL PERAL

    Probablemente ningn pensador espaol del pasado siglo capt con laagudeza de Andrs Borrego la trascendencia y peculiaridad de este fenmeno.Cree que los partidos son un detector perfecto para descubrir la opinin dela clase9 al mismo tiempo que contribuyen a su propia elaboracin. Por elloel partido queda vinculado al sistema representativo y, en l, tiene su msseguro cauce de accin, cuya eficacia -depende de la compacta organizaciny de la resistente consistencia, que tome su estructura. En realidad, los partidosque pululan entonces en la circunstancia poltica, no1 responden, ni con mucho,a esta idea de Borrego-; lanzados a una poltica personalista de favoritismo,sin preocuparse por dar firmeza y fundamentacn a su vacilante ideologa,moderados y progresistas pasaban por el poder sin dejar apenas huella de sulabor creando en la conciencia general un sentimiento de indiferencia ydesprecio hacia los cambios de gobierno continuados e intiles.

    Porque se da clara cuenta de ello, propone la agrupacin de todas lasescuelas en una accin colectiva de las clases productoras, donde ca-ben los hombres de todas las opiniones, sin excluir ni an a los carlistas queno tengan las armas en la mano. Todos tienen en ello un inters comn,poltico y social. En efecto s para los monrquicos, para los republicanos, paralos radicales, como para los hombres de la situacin que impera, es de uninters directo y positivo conservar lo que poseen, no verse molestados sino faltan a las leyes, ni a la obediencia, debida a las autoridades? ser respe-tados en los derechos que la ley les otorgue, pudiendo ejercerlos librementey sin coaccin; ser tratados con igualdad en la reparticin, de las cargas p-blicas? tener tribunales independientes que les administren justicia; profesarlibremente la religin a que pertenezcan; prestar apoyo a los que sean vcti-mas de desafueros que violen en sus personas y en sus intereses los derechoscomunes? contribuir, por ltimo, a que la ley igual para todos, sea acatadaas por los gobernantes como por los gobernados {104). Dogmas, intereses,derechos y prerrogativas de las clases medias quedan bien patentes en estetexto. La accin poltica colectiva se plantea as sobre la base de una comu-nidad de intereses sociales, que afecta a todos los partidos y que, a la postre,redunda en beneficio de las clases medas, y por ello, de toda la sociedad.

    El resultado de esta accin, cooperadora de todas las ideologas polticas,no puede ser segn Borrego, ms beneficiosa para la nacin. Prescin-diendo de los objetivos polticos peculiares de cada partido, la consecuenciasocial se proyecta; 1) A la positivacin, conciliadora y razonable, de la parteque en el festn de la vida reclaman para las clases trabajadoras todas lasescuelas democrticas. 2) Al fomento y generalizacin de la educacin de estas

    (104) A. BORREGO: La Es-paa contribuyente y trabajadora,,,, pg. 34.

  • ANDRS BORREGO Y KL PROBLEMA DK LAS CLASES MEDIAS

    clases. 3) A la regularizacin del controvertido principio del sufragio universal,dndole por cimiento la educacin de las mismas. 4) Ai establecimiento de unaorganizacin general por categoras de profesiones y de industrias, que per-feccione y proteja las diferentes clases de operarios del trabajo1. 5) Al aumentoprogresivo en los presupuestos de un crdito aplicable a la construccin deescuelas primarias, generalizando- mediante un sistema cientficamente elabo-rado, la instruccin tecnolgica, agrcola e industrial. 6) A la creacin de cate'dras nocturnas para los adultos que quieran concurrir a ellas. A la difusin,mediante conferencias dominicales, de los estudios tecnolgicos, y los adelantosde la cultura social. (105).

    Estos sern los resultados primarios de una accin poltico-social colectiva,realizada bajo el signo de una cooperacin comn entre los partidos. Pero laverdad es que Borrego desconfa mucho de -que I03 grupos polticos se aglu-tinen, ni siquiera ante tan preciosos objetivos. Por ello, l pone su confianzaen el que ha de ser el partido especfico- y cualificado' de las clases medias; tales el partido monrquico-constitucional, representante de los principios deorden de libertad ajustada a las costumbres y necesidades inrales de nuestropueblo; de la tradicin religiosa y monrquica reconciliada con el espritudel siglo 5 de los intereses de conservacin; de la propiedad y de las jerar-quas sociales que nos ha legado- la Historia y que forman la fisonoma pecu-liar de nuestro pas (106). Al anlisis y organizacin tcnica de este partidodedica la mayor parte de uno de sus libros ms importantes; Estudios pol-ticos s de la organizacin de los partidos en Espaa, considerada como medio-de adelantar la educacin constitucional de la nacin y de realizar las condi-ciones del gobierno representativo1. En l estudia con detenimiento sus ele-mentos, caractersticas, su tcnica de accin, incluso los medios de recaudar

    El partido monrquio-constitucional, conservador y progresivo', ha ce com-ponerse de la flor y nata de las clases acomodadas, elementos vlidos de laantigua nobleza del reino, grandes propietarios territoriales, ricos comerciantey banqueros, hombres de capital y de industria, abogados de crdito amigosde la libertad moralizada y juiciosa, literatos y hombres de ingenio, que enel duelo existente entre la sociedad y la revolucin, tomen parte por aquella,para defenderla de su enemiga. Gracias a la vala de estos elementos, seapoderar de la direccin moral de los espritus, y con ello, del poder, sin-dole fcil realizar cuanto se proponga en bien del pas {107).

    inserto en el mar ideolgico del doctrinarismo, el partido- monrquico.-

    (105) A. BORREGO! Historia, antecedentes y trabajos.,., pg. 71.(ic6) A . BORREGOS De la organizacin de los partidos..,, pg. ^28.(107) A. BORREGO, op. cit., pgs. 235 y 236.

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  • DIEGO IGNACIO MATEO BEL PERAL

    constitucional emerge en el pensamiento de Andrs Borrego dotado de unafisonoma peculiar que le presta el espiritualismo eclctico de la escuela. Frentea los excesos absolutistas de los partidos, que defienden la omnipotencia delmonarca y de su gobierno cortesano, y en contra de la demagogia democr-tica, que pone a la masa analfabeta en trance de poder, el partido monr--quico-constitucional se alza, bajo la faz de un nuevo moderantismo mediadorentre ambas escuelas, propugnando el establecimiento de una Monarqua tem-plada por _un rgimen de gobierno representativo, donde ejercen el mandolas clases inteligentes de la nacin. Una vez ms, a travs de la dialctica delos partidos? se manifiesta el inquebrantable afn conciliador de Andrs Bo-rrego (i 08).

    La misin de las clases medias. El fracaso de la. reforma desamortigfldora.Fines y medios. La enseanza y la previsin social

    Desde su pensamiento, Andrs Borrego trata de encontrar el sentido deuna misin poltica y social para las clases medias. La realidad, en que sta sehallan instaladas, ofrecen un campo abierto ampliamente al horizonte de unaordenacin de la vida en todos sus aspectos colectivos. La labor no es fcil,pues ai comenzar el segundo tercio de la centuria, la desamortizacin ecle-sistica y civil ha puesto' de relieve la profundidad de un cambio social quearrastra arroJladoramente cualquier proyecto de reorganizacin de la sociedad.Esta reforma liberal, que deba haber sido el instrumento ms eficaz en laimplantacin del orden, al que los decimononos aspiraban, se realiz en for-ma tan perentoria y atropellada (io9), que vino, al fin, a significar unahonda grieta en su propia construccin.

    Andrs Borrego crea en la necesidad de una reforma econmica, como tareacorrespondiente a las clases medias y cuya ltima proyeccin era la paz socialinvolucrada en un orden equitativo. Por ello acogi con cierta esperanza lasmedidas desamortzadoras. Desde los tiempos de la Ilustracin, la necesidadde la reforma vena determinada con una urgencia insoslayable. Ahora la ra-

    (108) Como una proyeccin ms general de la funcin poltica del partido, BORREGOdescubre la Libra de contribuyentes, formada por todos aquellos ciudadanos quepaguen ms de cien teales de contribucin, en cualquier concepto. En un extenso pro-grama, da a conocer los fines de esta asociacin, que se identifican con los intereses dela clase, as como su organizacin tcnica. Esta asociacin ser un medio para lucharsn favor de las propias convicciones, al mismo tiempo que un instrumento para quelas clases educadas, trabajadoras y contribuyentes detenten la direccin moral de losespritus. Ver La Espaa contribuyente y trabajadora..,, pgs. 40-45.

    {109) L. DIEZ DEL CORRAL, op. cit., pg. 458.

  • ANDRS BORREGO Y EL PROBLEMA DE LAS CLASES MBDIAS

    zn de tales medidas llegaba de la mano de los postulados nuevos que infor-maban la reestructuracin de la sociedad liberal. Contra los dogmas de liber-tad, igualdad, seguridad y especialmente contra el de propiedad, se levantaan el viejo muro de las riquezas vinculadas al rgimen de las manos muertasCon arreglo a la valoracin de aqullos, se provoca una transformacin deeste rgimen, a travs del nuevo concepto de propiedad. Si el derecho depropiedad, establece como condiciones para set tenido por legtimo la exis-tencia de un sujeto particular que manifiesta su voluntad de manera libre yabsoluta, es evidente que toda posesin que no rena estas tres cualidades,no ser tenida por legtima y habr, por tanto, de ser transformada. Por noser propiedad particular, lo que implica la carencia de ese impulso productivoque es el inters individual, se negar a la Iglesia y a las comunidades muni-cipales el derecho de poseer... Por no ser propiedad libre y absoluta se extin-guirn los vnculos y mayorazgos, en que la voluntad del fundador limita ycondiciona la del poseedor, que no1 puede por tanto ser tenido como pro-pietario (no).

    La intencin era conseguir una rns fcil circulacin de la propiedad, ycomo resultado de ello, lograr un equilibrio econmico que favoreciera laigualdad social, cuya proyeccin inmediata haba de ser la reduccin de las.distancias, que diferenciaban tan rotundamente al tercero y cuarto estados,,Pero la consecuencia fue que, aunque parcialmente se ampliaran la iniciativaprivada y el crdito ( n i ) , los ms favorecidos por la reforma resultaron losespeculadores y los intermediarios, viniendo, al fin, a profundizarse la zanjade separacin entre las dos clases. Si se pretenda un mayor acercamiento' a laigualdad social y econmica, el intento fue intil o, ms bien, contrapro-ducente.

    Desde la perspectiva de una valoracin emprica de la problemtica social,.Andrs Borrego hace la crtica de las medidas desamortizado-ras con insistencia.y dureza. Que l no haba puesto demasiadas ilusiones en ello, lo demuestrael hecho de que calificara al ministro Mendizbal como hombre tan rico enpatriotismo y honradez como escaso de slidos conocimientos (112). Por lapoca inteligencia de este hombre y de los elementos de su partido, se harealizado una errada aplicacin de principios buenos en s y ello ha tenidocomo efecto una serie de fenmenos sociales que han perturbado el estado-de relaciones que de antiguo exista entre el capital y el proletariado (113)

    (110) M. ARTOLA, op. cit., p-g. 485.(111) L. SNCHEZ AGESTA, op. cit., pg. 157.(112) A. BORREGO: La democracia indgena y la democracia de relumbrn, Ma-

    drid, 1881 ; pg . 7.(113) A . B O R R E G O , op . cit., pgs . 3 7 4 .

  • DIEGO IGNACIO MATEO DEL PERAL

    He aqu lo que verdaderamente preocupa a Borrego de los resultados dela desamortizacin. Desde el punto de vista econmico, quiz la reforma eco'nmica de Mendizbal fuera un acierto, por la verdad es que, desde unaperspectiva social los efectos han sido an catastrficos (114), que despus dela desamortizacin, las clases desvalidas se encuentran en una situacinms precaria que antes. Estas no pueden ya contar con la proteccin ni conla ayuda del clero. Con verdadero rigor intenta descubrir la funcin socialque el clero ha desempeado en. la Historia; f-Era de todo punto evidenteque los establecimientos religiosos se haban enriquecido en la Edad Mediano ya, como vulgarmente se ha credo, por fanatismo o por efectos de lacaptacin ejercida por los eclesisticos, sino porque, en realidad, el clero des-empeaba en aquellos siglos una gran misin social, y provea adems en granmanera a las necesidades materiales de los indigentes...-o {115). Etk> tena sumanifestacin en el hecho de que ti el pueblo esjaaol posea, a la vez queuna parte aferente en la propiedad eclesistica, un usufructo tcito en susrendimientos y en los de las tierras en cultivo, de cuyo- bajo arriendo partici-paban, todava en ms tangible escala que los colonos, los braceros, de mil ma-neras beneficiados con las granjerias que sacaban de las prestaciones comu-nales (116). Si a esto se une las abundantes limosnas, la enseanza gratuitay los establecimientos de caridad que mantena la Iglesia, tenemos una ima-gen real de la situacin de las clases dbiles antes de la desamortizacin {117).

    Con ello, Borrego no intenta canonizar una situacin que se basaba en elsistema elemosinaro conventual. Cada poca configura una fuerza distintapara un destino social predominante; el clero cumpli ya el suyo, ahora, es alas clases acomodadas y al Estado laico a quienes corresponde esta misin. Porotra parte., el anterior sistema, junto- a sus beneficios, produca abundanteslacras, como la holgazanera y la superabundancia de mendigos (118). Lo queimportaba era sustituirlo por un nuevo mtodo, y esa labor corresponda pre-cisamente a travs de la desamortizacin, a las clases acomodadas; pero elresultado ha sido que stas no han hecho otra cosa que aprovecharse de lamedida, mientras los jornaleros y los pobres lo lamentan, porque ven trans-.formarse en dominio1 privado un fondo de reserva que miraban como suyoen lo presente o en lo venidero (n9).

    Queda, pues, a las clases que detentan el poder del Estado, la urgente

    (114) A. BORREGO: La cuestin social..,, pg. 60.(115) A. BORREGO, op. cit., pg. 27.(116) A. BORREGO, op. cit., pg. 57.(117) A. BORREGO ; Historia, antecedentes y trabajos..., pigs. 35 y 36.(118) A. BORREGO: La cuestin social.,., pg. 73.(119) A. BORREGO: Historia, antecedentes y trabajos..., pgs. 52 y 53.

    I O

  • ANDRS BORREGO Y BL PROBLEMA DE LAS CLASES MEDIAS