Anarcosindicalismo y revolucin en Espaa (1930-1937) - John
Brademas
Anarcosindicalismo y revolucin en Espaa (1930-1937) de John
Brademas
ANARCOSINDICALISMO Y REVOLUCIN EN ESPAA (1930-1937)*John
BrademasPREFACIOEl presente estudio sobre el movimiento
anarcosindicalista en Espaa fue concluido en 1953, siendo yo todava
estudiante en el Brasenose College, de la Universidad de Oxford.La
mayor parte del tiempo transcurrido desde entonces la he dedicado a
la poltica de mi pas, en la que he participado actualmente, en
particular de 1959 hasta hoy, como miembro de la Cmara de
Representantes del Congreso de los Estados Unidos por el estado de
Indiana.
Esta responsabilidad poltica, con todas las exigencias de
dedicacin y tiempo que conlleva, ha sido la causa principal de que
no haya intentado siquiera modificar de una manera principal lo que
escrib en 1953. A este respecto, sin embargo, debo hacer constar mi
caluroso agradecimiento a mi traductor y amigo, doctor Joaqun
Romero Maura, ex director del Iberian Center, St. Anthonys College,
Oxford University, por algunas correcciones de datos y
modificaciones de ciertos materiales que, vistos luego con mejor
perspectiva, parecan sin duda convenientes.
La literatura de historia de Espaa moderna no es abundante y la
escasez an es mayor en el caso particular de los estudios sobre los
movimientos revolucionarios espaoles. A esto se debe que el
investigador necesite acudir muy ampliamente a los peridicos y
revistas y a la documentacin oficial (actas, memorias, etc.) de las
conferencias anarcosindicalistas as como a conversaciones y
correspondencia con los propios anarquistas. Todo ello,
evidentemente, significa una gran cantidad de tiempo dedicado a la
mera reunin de material y datos.
Afortunadamente, el International Instituut vor Sociale
Geschiedenis, de Amsterdam (IISG) posee la mejor coleccin del mundo
de material sobre el anarcosindicalismo espaol. El Instituto ha
encontrado la mayor parte de la literatura peridica y un gran nmero
de folletos e informes de conferencias en el Archivo Histrico de la
Ciudad, en Barcelona. Por lo que se refiere a nuestro estudio,
Amsterdam fue el principal centro del que obtuve documentacin.
He de aadir, no obstante, que una buena parte del material por m
recogido no proceda de ninguna biblioteca, sino de anarquistas
espaoles que, durante el perodo de mi investigacin, vivan en
Francia e Inglaterra. Muchos de ellos, exiliados en su mayora,
guardaban informes y documentos que no habra podido encontrar en
ningn otro sitio. Deseo destacar la extraordinaria cortesa y
amabilidad con que invariablemente me recibieron, lo mismo en sus
centros que en sus casas particulares, y la magnfica disposicin con
que me prestaron o cedieron materiales muy valiosos. La misma
consideracin encontr en la correspondencia mantenida con
anarquistas a los que no pude conocer personalmente. Sinceramente,
la oportunidad de conocer y conversar con tantos espaoles
anarquistas en Toulouse, Pars, Burdeos y Londres supuso para m la
experiencia ms gratificadora en la preparacin de este estudio.
Son, pues, muchsimas las personas a las que debo agradecimiento
por su ayuda. He de aadir que no todas ellas son anarquistas.
Tambin he de dar las gracias a mi amiga la Sra. Adama van
Scheltema-Kleefstra, bibliotecaria del IISG en la poca de mi
investigacin, por sus atenciones para conmigo en tantas ocasiones.
Mi mayor deuda la contraje posiblemente con la Sra. Annie Daz,
tambin del IISG, y con su hija Elizabeth Daz, hoy Sra. Wouter
Voskuilen. La hospitalidad de la familia Daz en Holanda durante
varios meses hizo posible que completara este estudio.El Sr. Arthur
Lehning, antiguo miembro del IISG, tuvo la amabilidad de leer la
mayor parte del manuscrito y consigui hallar y poner luego a mi
disposicin documentos que de otra forma no habra podido obtener. Mi
supervisor, Sr. A. R. M. Carr, entonces del New College, Oxford,
hoy director del St. Anthonys College, me ayud notablemente con sus
valiosas crticas. Doy las gracias a los Sres. Gerald Brenan, E. Lee
Martin, Jordi Arquer y Eduardo Comn Colomer, as como al doctor
David T. Cattell y Sra., por haberme cedido o prestado materiales
bsicos.
Entre los muchos anarcosindicalistas que me dejaron o regalaron
documentos he de mencionar, en particular, a la Sra. Federica
Montseny, los Sres. Josep Peirats, Miguel Jimnez, Manuel Salgado,
Gastn Leval, A. Ildefonso Gonzlez, Juan Lpez, Juan Garca Oliver,
Joan P. Fbregas, Ramn Liarte y Juan Manuel y Sra. Lola Molina. La
misma gratitud me obliga para con los Sres. Paul Partos, Vernon
Richard y Coln Ward.Doy tambin gustosamente las gracias a los Sres.
Felipe Alaiz, Ramn lvarez, L. L. Ceballos, Francisco Crespo, Joan
J. Domnech, Germinal Esgleas, Jos Garca Pradas, Enrique Mondjar,
Josep Peir, Eleuterio Quintanilla, A. Roa, Helios Snchez y Aristide
Lapeyre.El Sr. John R. Walsh me asisti en la lectura de pruebas y
la Sra. Voskuilen y el doctor Robin Farquharson, ya fallecido, en
la traduccin de fuentes holandesas. El Sr. Rudolf de Jong del IISG
verific varias fuentes y las Sras. Dolores Moyano Martin y Lil
OConnell de Alurralde me ayudaron en la lectura de pruebas la
edicin castellana.
J.B. Washington, marzo de 1974.
INTRODUCCINA la diez y media de la noche del 4 de noviembre de
1936 el presidente del Consejo y jefe socialista Francisco Largo
Caballera anunciaba en Madrid la formacin de un nuevo gobierno del
que pasaban a ser miembros cuatro representantes de la Confederacin
Nacional del Trabajo.Ms de una vez, en el pasado, doctos optimistas
haban atribuido a Espaa la introduccin de elementos originales en
la historia poltica del mundo; de lo que no hay duda ahora es que
Espaa ha sentado el indiscutible precedente de ser el primer pas en
tener ministros anarquistas.
Ironas de la historia, dos de los flamantes ministros cratas
haban invertido buena parte de sus energas, durante los aos que
precedieron a la segunda repblica, en afear sus otros dos compaeros
de gobierno anarquistas colaboracionismo poltico.
Conocido es el influjo de la idea y del movimiento anarquista en
la historia social y poltica de la Espaa moderna. Sin el estudio
del sindicalismo no cabe un conocimiento tan siquiera aproximado
del obrerismo espaol. A la vez, es imposible hacerse cargo del
desarrollo de aquel poderoso e idiosincrtico movimiento si no se
destaca el papel que en su historia interna ha desempeado el
problema del llamado colaboracionismo, origen y pretexto de luchas
enconadas.
La concepcin anarquista de la sociedad y de la funcin que en
ella tiene la poltica entraa -es cosa sabida- que el libertario no
vote ni participe en la poltica al uso de la democracia
parlamentaria. Pero en 1936 los miembros de la organizacin
anarcosindicalista mayor y ms importante del mundo, la CNT,
hicieron ambas cosas. La verdad es que, si no queremos despojar a
las palabras de su sentido corriente, la CNT colabor con el
estado.
El estudio de la historia del movimiento anarcosindicalista
espaol antes de 1936, en que la polmica en torno al
colaboracionismo es casi una constante, evidencia la naturaleza
compleja de este debate. Complejidad nacida de dos razones. La
primera, porque determinados pasos que para algunas de las figuras
del movimiento eran casos palmarios de colaboracionismo -lo cual,
en el lenguaje libertario, es tanto como traicin a los principios-
eran vistos por otros miembros de la organizacin como perfectamente
legtimos y hasta en ciertos casos dignos de elogio. Unas veces se
controverta la conveniencia de conspirar con los partidos polticos
contra un dictador. Otras, se trataba de si proceda o no unirse
para la accin con los sindicatos socialistas, o s deba dejarse que
el estado mediara en los conflictos laborales. Ocasin hubo en que
la discordia se cerr en torno a si deba votarse en las elecciones.
De todos modos, siempre sala de alguna parte la acusacin de
traicin.La otra razn era que el litigio colaboracionista fue no
pocas veces mera fachada de otro ms importante, a saber, el de a
quin corresponda el control de la CNT. El alegato de
colaboracionismo sola asomar siempre que chocaban los partidarios
de un liderazgo ejercido por mediacin de una red de pequeos grupos
militantes de individuos que comulgaban en las mismas ideas, y los
que pretendan que el movimiento se dedicara ante todo a sostener e
incrementar grandes organizaciones sindicales, inspiradas, por
supuesto, en el credo anarquista. El desacuerdo entre unos y otros
correspondi desde luego a la diferencia de actitud que separaba al
anarquista puro del sindicalista convencido. Es caracterstica
peculiar del movimiento obrero espaol el que concepciones
interesadas por aspectos tan diferentes llegaran a coexistir, y, lo
que importa ms aqu, consiguieran injertarse una en otra y
reforzarse mutuamente.
El motivo de que dediquemos tanto espacio al tema del
colaboracionismo en una introduccin al estudio del
anarcosindicalismo espaol es el siguiente: es imposible leer la
historia de la CNT y de los movimientos espaoles de que deriv sin
que llame poderosamente la atencin la reiterada insistencia con que
vuelve a surgir esta controversia. No importa que la constante
discusin acerca de lo que era y lo que dejaba de ser cooperacin con
el enemigo recubriera con frecuencia debates que en realidad
ventilaban el problema de cmo mejor organizar el movimiento. El
hecho de que se tuviera que hablar de colaboracionismos cuando se
procuraba discutir cosas ajenas a l es de por s significativo,
porque refleja cules eran dentro del anarquismo y para los
anarquistas las categoras fundamentales de su credo. Pero el
problema mismo del colaboracionismo toca a algo ms que al pilar
fundamental de la filosofa revolucionaria crata. Se trata, claro,
de la estabilidad de la ideologa como factor poltico; pero se trata
tambin del punto vital donde incide la necesidad de ajustar esa
ideologa a las exigencias de la prctica: tanto o ms que filsofos
convencidos, los jefes anarquistas fueron revolucionarios de corazn
poco aficionados a grilletes, aunque fueran ideolgicos.----------En
este libro, que cubre los aos 1930 a 1937, no nos ocupamos del
importantsimo problema agrario de la Espaa del sur, reducindonos,
con algunas salvedades, a otro aspecto cardinal del movimiento
obrero espaol: el anarcosindicalismo de la Catalua industrial.En la
primera parte del libro se discute la cooperacin de los
anarcosindicalistas con grupos polticos que se proponan derrocar la
monarqua en el intervalo que media entre la cada de Primo de Rivera
y el advenimiento de la segunda repblica. Se da cuenta de
disensiones acerca de la forma que deba darse a la organizacin
interna de la CNT, iniciadas ya antes del ocaso de la Dictadura, y
prolongadas hasta muy dentro del perodo republicano. El surgir de
una minora anarquista organizada que logr apoderarse de los mandos
de la CNT, acarre una lucha enconada que dio en la escisin de la
Confederacin y la formacin de una organizacin alternativa. Nos
ocuparemos con algn detalle de las actividades de este movimiento
por reproches y contraacusaciones en los que el colaboracionismo
era la piedra de toque.Tambin examinaremos la guerra casi
permanente que los anarcosindicalistas dieron a sus patronos y a
los gobiernos de la repblica, y discutiremos la rivalidad entre la
CNT y las otras organizaciones obreras. Las huelgas, las
insurrecciones, los encuentros a menudo violentos en que los
anarquistas fueron protagonistas, justifican el calificativo de
revolucionaria, aplicado a la poltica seguida por la CNT durante
estos aos. Fue revolucionaria por cuanto se trataba de un ataque
frontal contra los poderes establecidos. Habr quien disienta de la
aceptacin aqu dada a lo revolucionario. Cuestin bizantina. Lo que
importa es recordar que la CNT luchaba simultneamente en todos los
frentes: en el patronal, contra el estado, contra los socialistas y
contra los propios elementos disidentes de su organizacin.Por otra
parte, hemos llamado perodo de revolucin social los meses de la
guerra civil espaola aqu estudiados. El espritu revolucionario
anterior fue en cierta medida esencialmente negativo, concentrado
en el afn o la necesidad de destruir. En cambio, el perodo
social-revolucionario abarca la etapa en que el movimiento
anarcosindicalista espaol est llevado de un empuje positivo de
construccin efectiva. Fue poco tiempo, no ms que un interludio,
pero de enorme inters. Dieron al traste con l las derrotas sufridas
por el bando republicano y, lo que es ms importante, la
contrarrevolucin dentro del campo republicano.
En medio de este perodo de revolucin social y de
contrarrevolucin inmediata, se sita, por vez primera en la
historia, la participacin anarquista en un gobierno, y la
reaparicin dramtica del problema crnico del colaboracionismo.
----------
En 1868 lleg a Espaa un italiano llamado Giuseppe Fanelli, quien
reuni un cenculo de nefitos a los que predic, de prisa y en
italiano, las ideas de su jefe poltico, Mijail Bakunin. En 1870,
cerca de un centenar de conversos de la nueva fe se reunan en
Barcelona para organizar la Federacin Regional Espaola de la
Asociacin Internacional de Trabajadores (fundada sta en 1864).
Francisco Mora, uno de los fundadores del socialismo espaol, narr
aos despus lo all ocurrido, presenciado por l:Slo en la cuestin de
la actitud que la Internacional deba observar con relacin a la
poltica se manifestaron opiniones encontradas y se rieron verdades
batallas entre los partidarios de la abstencin y los que queran que
la Internacional no abandonara el campo poltico, que entonces quera
decir formar en las filas del partido republicano.
En el congreso no hubo ncleo poltico importante, y se aprob la
condena bakuninista de la participacin obrera en la lucha poltica,
a la vez que se desautorizaba a los partidarios de Marx que crean
necesaria dicha participacin.
Unos aos despus, al adoptar las resoluciones del congreso de St.
Imier, los espaoles ratificaron su confianza en la interpretacin
anarquista de la lucha obrera. Fue aqul el congreso en que se fund
la internacional bakuninista tras la expulsin del agitador ruso
extramuros de la internacional, obra de los marxistas en el
congreso de La Haya de septiembre de 1872. Los anarquistas espaoles
pasaron a la accin en el congreso de Crdoba, unas semanas despus
del de St. Imier. Fue el congreso de Crdoba el que determin la
estructura descentralizada de las secciones locales y de oficios,
soberanas y autnomas, que caracterizara al movimiento anarquista
espaol. La ratificacin de la resolucin de St. Imier por parte del
congreso de Crdoba merece destacarse, porque, como apunta G.
Brenan, la actitud negadora de toda cooperacin con cualesquiera
partidos polticos debe considerarse la doctrina fundamental del
anarquismo espaol.
Antes de poco se pondra a prueba la nueva doctrina en las
insurrecciones cantonalistas de 1873, en que los bakuninistas
estuvieron tentados de cooperar con los federales burgueses contra
los enemigos de stos. Anarquistas hubo que fueron del brazo de los
federales, pero los ms se abstuvieron. En los aos siguientes, la
Federacin Regional Espaola de la Internacional fue reducida a la
clandestinidad por haber sido declarada ilegal en las cortes. Al ao
de salir nuevamente de la clandestinidad hubo un congreso en
Sevilla (1882), donde la mayora de los compaeros catalanes abogaron
por confirmar toda actividad sindical dentro de los marcos legales,
reformismo al que se opusieron los ms, y muy especialmente los
andaluces. Los aos siguientes fueron sobre todo poca de luchas
acerca de la organizacin interna de la Federacin Regional, hasta la
disolucin de sta en 1888. Frente a ello, las discusiones acerca de
la conveniencia de recurrir al sabotaje y a las huelgas violentas
revisten tan slo importancia secundaria.En la ltima dcada del siglo
los terroristas, tan a menudo como injustamente identificados como
esencia del anarquismo, monopolizaron el movimiento. Vino la
represin de Montjic y tras ella el encarcelamiento, la huida y el
amordazamiento poltico de los anarquistas, hasta los inicios del
nuevo siglo. Con ste lleg la introduccin en Espaa del sindicalismo
revolucionario, cuya arma decisiva era la huelga general, y cuya
concepcin del futuro consista en una sociedad reorganizada sobre la
base sindical y sin estado. El impacto de esta mercanca de
importacin francesa en los grupos sindicados libertarios espaoles
produjo en 1907 la Federacin Barcelonesa de Solidaridad Obrera,
que, visto su xito, pas a Federacin Catalana del mismo nombre al ao
siguiente, hasta generar, en el congreso de Sevilla de 1910, la
Confederacin Nacional del Trabajo.
La panoplia guerrera sindicalista consista en la huelga general
y los sindicatos locales. Con ellos deba derribarse al estado y a
los patronos, hasta que, allanado el campo, los anarquistas
pusieran en pie un nuevo mundo de libertad y de fraternidad; la
lgica de la doctrina anarcosindicalista exiga que ese mundo
venidero fuera un mundo de trabajadores sindicados; pero -una de
tantas inconsecuencias doctrinales del anarquismo-, la generosidad
y la tradicin del movimiento imaginaron un futuro con lugar para
todos, segn la frmula consagrada del comunismo libertario.Por ms
que la nueva organizacin revolucionaria nacional tuvo su primer
congreso en 1911, en el teatro de Bellas Artes de Madrid, la
coyuntura econmica, manifestada en las dificultades con que
tropezaban las huelgas, le fue adversa. La represin gubernamental,
la fuerza que an retena el radicalismo lerrouxista en Barcelona y
las mismas divergencias de opinin en el seno de la CNT acerca de si
deba favorecerse a los aliados o si convena mantenerse en posicin
neutral tras estallar la primera guerra mundial, todo hizo que la
CNT permaneciera dbil y relativamente ineficaz antes de 1917. Aqul
fue el ao de la asamblea de parlamentarios, las juntas de defensa y
la huelga general. Sabido es que los huelguistas fueron derrotados
a manos del ejrcito. El hecho de haber firmado la CNT en 1916, bajo
la influencia moderadora de Salvador Segu, un pacto con la Unin
General de Trabajadores, hicieron que Segu y ngel Pestaa, el otro
gran adalid cenetista moderado, fueran acerbamente criticados por
los anarquistas puros, opuestos a esa clase de alianzas.
En el congreso nacional extraordinario del teatro de la Comedia
en Madrid, en 1919, la CNT se neg a aprobar la unin con la UGT por
la que abogaba Segu. En cambio, y llevados por el prestigio de la
revolucin rusa, votaron su adhesin provisional a la internacional
comunista, aunque sin deponer su fe en los principios de Bakunin.
Esta inconsecuencia ideolgica, nacida del fervor y de la simpata
revolucionarios, se complic an ms con la afiliacin permanente de la
Confederacin a la Tercera Internacional, obra de unos cuantos
miembros pro bolcheviques de la CNT, que lo hicieron sin estar
autorizados para ello, aprovechando una visita a Rusia. En 1922,
sin embargo, el congreso de Zaragoza cort toda relacin con la
internacional moscovita y anunci que la CNT se afiliara a la nueva
internacional sindicalista (AIT) que se cre oficialmente a finales
de dicho ao.El congreso de Zaragoza aprob tambin una resolucin que,
no obstante desautorizar explcitamente todo acto de colaboracin
parlamentaria o poltica con los partidos, fue recibida por una
parte de los elementos anarquistas como prueba de traicin a los
principios de la CNT. Y es que contena ciertas frases ambiguas
acerca de la organizacin misma a la que se calificaba de total y
absolutamente poltica. Los ponentes de esta resolucin fueron Segu,
Pestaa, Josep Viadiu y Joan Peir, a quienes los anarquistas
acusaban entonces de tendencias reformistas por su afn de concluir
acuerdos con la UGT, y porque se mostraban dispuestos a sacrificar
el principio de la accin directa en aras de la intervencin
gubernamental en los conflictos laborales. Durante la segunda
repblica, Pestaa y Peir fueron el blanco predilecto de los
anarquistas puros de la Federacin Anarquista Ibrica, quienes no se
cansaban de citar aquella resolucin de Zaragoza para documentar la
perfidia de sus oponentes.
Segu y el grupo sindicalista que encabezaba vieron menguar sus
huestes en los dos aos inmediatamente anteriores a la Dictadura,
poca que un autor ha calificado de calvario del movimiento obrero
confederal. Los encarcelamientos y tiroteos de que fueron vctimas
los miembros de la CNT, en la famosa era del pistolerismo
barcelons, as como la represin ocasionada por la sucesin de
fracasadas huelgas cenetistas, se sumaron a los alegatos de
reformismo para acarrear un pronunciado decaimiento en el prestigio
del Noi del Sucre. En 1923 caa Segu a manos de los pistoleros
patronales pasando a ocupar una de las peanas ms altas en el
santuario de los mrtires anarquistas, en tanto que su misma muerte
violenta le converta en un argumento ms en contra de su propia
concepcin de la lucha sindical, y en pro de la accin armada,
enemiga de todo compromiso.Acaso estaba el Noi del Sucre, cuando
muri, a punto de ser expulsado de la CNT. El caso es que si la
muerte le libr a l de esas amarguras, los acontecimientos polticos
espaoles libraron a sus compaeros sindicalistas de otras
semejantes: en septiembre de 1923 tom el poder el general Primo de
Rivera, y la CNT tuvo que pasar a la clandestinidad. El problema
del colaboracionismo se planteara desde entonces de otro modo: poda
cooperarse con los polticos que se proponan derrocar al
dictador?
Nuestro trabajo empieza en el momento en que sta era la gran
pregunta que se hacan los lderes anarquistas. Termina con la salida
de los anarquistas del gobierno, a finales de 1937, perdida la
partida que en un momento dado pudo parecerles que iban a ganar.
Pero, antes de entrar en materia, una ltima observacin. El presente
estudio se ha realizado sobre un fondo de historia poltica
relativamente bien estudiada en la historiografa, y una historia
social y econmica prcticamente en barbecho. Esta parvedad
bibliogrfica afecta por igual toda la poca que abarca este libro,
pero con gravsimas consecuencias en lo que hace a los captulos que
tratan de la revolucin social. Es ella la parte peor conocida de la
guerra civil espaola porque, salvo la escasa literatura posblica de
tendencia anarquista, ninguno de los grandes grupos participantes
en la contienda tuvo entonces ni despus inters en destacar ese
aspecto de la vida en la zona republicana. Nuestro tratamiento de
aquellos episodios es a la fuerza esquemtico. Hasta tanto no hayan
dedicado muchos historiadores muchos aos a su estudio, no
conoceremos ni medianamente bien las colectivizaciones y otras
medidas revolucionarias de los primeros meses de la guerra, captulo
esencial de la historia social de Espaa. La mencin, extensa a la
vez que somera, del intento de conformar la sociedad a los ideales
anarquistas es -con todo- necesaria en este libro; y ello, no slo
por las ilusiones y el tiempo que los libertarios espaoles
dedicaron al experimento, sino tambin porque este experimento es
parte integrante y elemento esencial de la historia poltica del
movimiento anarquista, tema central de nuestras investigaciones.La
conciencia de todas estas dificultades me ha forzado a mantenerme
cuidadosamente dentro de las fronteras del ttulo del libro: el
estudio de un grupo poltico, de un partido, no de una clase social.
Es seguro que, a la luz de ulteriores investigaciones, parte de los
datos que aqu se dan perdern inters, y que se echarn de menos
otros. Pero tal es el precio que se paga cuando se entra en un coto
muy abandonado. Por lo dems, huelga decir que no me hago ilusiones
en cuanto a los lmites de este trabajo. Un trabajo de dos aos no
puede tener sino modestas ambiciones.
CAPTULO 1ANTES DE LA REPBLICA
El antagonismo entre Catalua y Castilla y la enemistad entre las
dos grandes ramas del movimiento obrero, los anarcosindicalistas y
los socialistas, son dos constantes de la historia espaola
contempornea. El advenimiento de la Dictadura del general Primo de
Rivera, el 13 de septiembre de 1923, no mitig la hostilidad entre
los bandos de ambos frentes. El dictador reprimi sin
contemplaciones las libertades polticas y culturas de Catalua, a la
vez que haca lo propio con el movimiento anarcosindicalista.La
Confederacin Nacional del Trabajo no haba anticipado el golpe del
general Primo de Rivera. Desde la conferencia de Zaragoza de 1922,
los anarcosindicalistas haban acelerado sus actividades
organizadoras. En la primavera y el verano de 1923 se celebraron
mtines regionales de la CNT en preparacin de un nuevo congreso
nacional. Durante esos mismos meses, y singularmente en Barcelona,
la CNT desencaden una serie de huelgas, importantes aunque
fracasadas. Tanto las actividades de organizacin como las
huelgusticas fueron decreciendo hasta su virtual desaparicin despus
del golpe de estado. Los anarcosindicalistas haban entrado en una
era de adversidad, y lo saban. A partir del da de la Ascensin de
1924, los centros sindicales de la CNT fueron clausurados,
arrestados varios lderes de la Confederacin y prohibida la mayor
parte de la prensa anarcosindicalista. Mas, ya antes de que la
Dictadura hiciera pblicas estas medidas, la CNT, en sus mtines de
Granollers de diciembre de 1923 y de Sabadell en la primavera de
1924, anunci que tena decidida la disolucin de sus organismos
sindicales. Los anarcosindicalistas preferan refugiarse en la
clandestinidad que seguir con sus actividades a la luz del da.
LA CONFEDERACIN NACIONAL DEL TRABAJO
La facilidad con que los anarcosindicalistas espaoles se avienen
a la desaparicin de la estructura formal de sus sindicatos en poca
de represin ha sido una de las fuerzas de la CNT. Este fenmeno tan
slo puede comprenderse si se atiende a la forma en que estaba
organizada la Confederacin Nacional del Trabajo. La palabra misma
de Confederacin es significativa. La CNT era una Confederacin
compuesta de federaciones regionales de sindicatos. El movimiento
anarcosindicalista espaol siempre ha destacado con mucho nfasis el
aspecto descentralizador y el derecho de los sindicatos y las
organizaciones regionales a una autonoma casi total. La organizacin
centralizada y disciplinada de los sindicatos socialistas siempre
fue objeto del aborrecimiento libertario.La unidad bsica de la CNT
era el sindicato local del ramo, dividido en secciones,
correspondientes a oficios. Cada seccin designada, en una asamblea
de trabajadores del mismo oficio, empleados en diversas empresas,
una junta de seccin, o comit administrativo, al que corresponda la
administracin de los fondos de la seccin y la representacin de sus
obreros en los asuntos que a dicha seccin tan slo ataan.
El escaln siguiente de la organizacin sindical lo constitua una
junta de todo el sindicato local, o comit administrativo compuesto
de un representante de cada una de sus secciones. Esta junta era
designada en asamblea general de los miembros de todas y cada una
de las secciones pertenecientes al sindicato. Paralela a esta
estructura, haba otra, al nivel de taller:
En cada taller, fbrica, obra, despacho, etc., donde haba
personal organizado sindicalmente, haba un delegado. Se les llamaba
delegados de taller, y tenan que ser de la misma profesin porque
trabajaban en el mismo sitio del que eran delegados sindicales. El
trabajo de estos delegados era totalmente libre, voluntario, pero
estaba investido de la mxima autoridad sindical. En los perodos en
los que se encargaba de mantener el enlace entre los obreros de su
taller o fbrica y la Junta de su Seccin y del Sindicato.
Naturalmente, cuando el sindicato actuaba legalmente este delegado
era el responsable de que los trabajadores respetaran sus
obligaciones [pagaran las cuotas], y tambin el que hablaba al
patrono en los conflictos laborales. En algunos sindicatos haba no
solamente el delegado de taller sino un Comit de Taller, que ejerca
las mismas funciones que el delegado
Las caractersticas sindicales de una ciudad o una localidad se
reflejaban en la llamada Federacin Local de Sindicatos. As como el
sindicato era una federacin de secciones autnomas, la federacin
local era una unin de sindicatos autnomos: organizacin coordinadora
que no poda imponer a los sindicatos la obediencia a acuerdos no
aceptados voluntariamente por ellos. La federacin local tena una
junta administrativa compuesta de delegados de cada uno de los
sindicatos en la localidad, y se reuna semanalmente. Por su
composicin profesional heterognea la federacin local se ocupaba ms
de asuntos econmicos y polticos de carcter general, y que afectaban
a todos los trabajadores de la localidad, que de las estrechas
preocupaciones profesionales de sindicatos y secciones.
El resto de la estructura de la Confederacin ascenda de la
federacin local a la federacin comarcal, de sta a la confederacin
regional, y a la nacional luego, con comits administrativos a todos
los niveles. En tiempos normales, un congreso nacional, compuesto
por delegados de cada sindicato espaol, decida dnde residir el
comit nacional, pero no designaba sus miembros. Si la CNT se vea
precisada a pasar a la clandestinidad, o en caso de urgencia, las
funciones del congreso las asuma el pleno nacional de regionales, o
reunin de delegados de los comits regionales. Una vez que el
congreso o el pleno nacional haba acogido, pongamos por caso,
Barcelona como residencia del comit nacional, tocaba a los
sindicatos pertenecientes a la federacin local barcelonesa, junto
con el comit regional de Catalua, decidir la designacin de los
miembros del comit nacional de la CNT. Al concentrar as todos los
comits en un solo lugar, era posible que sus miembros siguieran
conservando sus puestos de trabajo. Era ello de todo punto esencial
ya que tan slo los secretarios de los comits regionales y del
nacional as como los directores y empleados de la prensa cenetista
perciban salario.
Esta articulacin de la Confederacin Nacional le daba una
admirable elasticidad para hacer frente a la persecucin
gubernamental. Podan suprimirse los congresos, no importaba que se
cerraran los teatros donde solan celebrarse: los plenos
clandestinos, tanto regionales como nacionales, seguan cumpliendo
su cometido en el pice de la organizacin, y los delegados de taller
podan, al no dejar de percibir las cotizaciones ni perder el
contacto personal con los trabajadores, impedir que el movimiento
se desintegrara por la base.
Pero la descentralizacin de la CNT tambin tena su aspecto
contraproducente, puesto que dificultaba la orquestacin de un apoyo
perfectamente concertado en aquellos casos en que la falta de unin
era tanto como la garanta de un fracaso ruidoso. Veremos, por
ejemplo, cmo el sacratsimo mandamiento de la autonoma de las
regionales haca imposible que las dems pararan los pies a una
cualquiera de las organizaciones regionales que, presa sbitamente
del entusiasmo, montaba suicida sobre la quimera revolucionaria.
Ante todo, nada de rdenes desde arriba. Por otra parte, en tales
circunstancias, dejar de hacer era a menudo ir derecho a la
catstrofe.
Durante la Dictadura de Primo de Rivera se evidenciaron ms que
nunca las ventajas y los inconvenientes de la forma de organizacin
de la CNT. La Confederacin luch en dos frentes. Gracias a los
plenos clandestinos, los anarcosindicalistas pudieron contribuir a
las conspiraciones contra el rgimen. A la vez, la CNT supo llevar
adelante el apostolado doctrinal. Cerrada la accin revolucionaria
callejera, dificultada la fabril, los sindicalistas dedicaron buena
parte de sus energas al afianzamiento ideolgico y a la formacin de
los cuadros en profundidad. Se preparaba as el terreno para que,
cuando volviera la libertad poltica, surgieran en la nueva
coyuntura hombres formados, militantes conscientes y activos que
reorganizaran el apoyo de las masas trabajadoras -que se supona
latente-. Durante la Dictadura, pues, las escuelas racionalistas
siguieron sostenindose en Barcelona y las provincias catalanas
gracias al apoyo del obrero militante.
La difusin de la propaganda escrita no ces del todo: la
Dictadura censuraba poco y no todos los rganos cratas haban sido
prohibidos. Se publicaban varios peridicos provinciales de signo
anarquista en la poca de Primo de Rivera. Entre ellos, Despertad!
de Vigo, Accin Social Obrera de Sant Feliu de Guxols, El Productor
de Blandes, Redencin de Alcoi y Horizontes de Elda. Hasta la famosa
Revista Blanca sigui publicndose en estos tiempos. De Barcelona
tambin salan Vrtices Iniciales y numerosas novelas sociales. En
Valencia se public una revista afamada, que se llam primero
Generacin Consciente y luego Estudios. Tambin en Francia se
publicaban peridicos y folletos anarquistas, obra de los exiliados
libertarios.
LA UNIN GENERAL DE TRABAJADORESPara mejor comprender el terreno
en que se mova la CNT, tenemos que decir dos palabras de su rival
socialista, la Unin General de Trabajadores. La UGT tena, como el
Partido Socialista Obrero Espaol, al que estaba ntimamente ligada,
un carcter democrtico reformista muy acentuado. Creada en 1889 -dos
aos despus de fundado el PSOE-, la UGT haba tenido amargas
experiencias en Catalua, donde lleg a estar domiciliada. Ya antes
de principiar el siglo, sin embargo, pasaron a Madrid sus oficinas
centrales, por parecer ms propicio al socialismo el terreno de la
capital espaola. En 1923 la UGT tena 200.000 miembros; a finales de
1930 eran ya casi 280.000. Este aumento sustancial de las huestes
socialistas lo explica la colaboracin tcita de los socialistas con
el general Primo de Rivera, medida poltica inducida en no escasa
parte por la esperanza de ganarles la mano a los
anarcosindicalistas, Francisco Largo Caballero, secretario general
de la UGT, haba aceptado el cargo de consejero laboral bajo el
dictador a finales de 1924. Dos aos despus vino el decreto que daba
vigencia a la Ley de Corporaciones (26 de noviembre de 1926), a
tenor de la cual los trabajadores espaoles quedaban organizados en
sindicatos profesionales, encuadrados en un sistema singularmente
repugnante para la CNT.La Ley de Corporaciones estableca tribunales
de arbitraje, los llamados comits paritarios, a los que corresponda
entender de las disputas entre obreros y patronos. Figuraban en
dichos comits representantes, por partes iguales, de patronos y
obreros bajo la presidencia de un funcionario del estado. Esta
forma de discusin colectiva obligatoria -que de eso se trataba-
report ventajas reales a los trabajadores, y especialmente a los
socialistas. Mas los anarcosindicalistas se opusieron rotundamente
a los comits paritarios, porque contravenan el principio de la
accin directa y hacan de la huelga un arma muy difcil de manejar
con eficacia. Los vitrilicos y porfiados ataques libertarios contra
los socialistas en los aos de la repblica tenan su origen parcial
en aquella su experiencia con ellos bajo el general Primo de
Rivera.CONSPIRACIN Y COLABORACIN BAJO EL RGIMEN DE PRIMO DE
RIVERA
RELACIONES CON FRANCESC MACI
En vista del ascendiente cobrado por los socialistas, y habida
cuenta de la enemiga gubernamental con que se obsequi a los
anarcosindicalistas, se suele decir que la CNT casi no desempe
papel poltico de importancia en los aos de la Dictadura. Segn los
Moch, por ejemplo, la CNT pareca haber depuesto sus intenciones
revolucionarias en esos tiempos. Esto, como hemos de ver, es falso,
aunque el juicio se funda en datos incontrovertibles. Es verdad,
por ejemplo, que las actividades concertadas de la CNT no
influyeron mucho en la vida de la Dictadura. Para preservar
siquiera una armazn organizada, la CNT concentr -como dejamos
dicho- muchos esfuerzos en la formacin de cuadros sindicales,
grupos de militantes que, sin organizacin formal, se aglutinaron
despus de la disolucin de los sindicatos anarcosindicalistas. Pero
haba grandes obstculos que se interponan a una vigorosa accin
cenetista en ese perodo, obstculos que deben buscarse ms all de la
estril intolerancia doctrinal con que se opusieron a los comits
paritarios, allende la mera reorientacin -forzada, que no
espontnea- de su esfuerzo haca la formacin de cuadros. Estriban
sobre todo en la violencia misma de la represin dictatorial y en
las disensiones internas que desgarraron por aquellas fechas el
cuerpo maltrecho de la Confederacin. Estriban tambin en las
caractersticas mismas de la organizacin cenetista, heredera en esto
de achaques tradicionales en el anarquismo espaol e internacional:
la facilidad asombrosa con que el anarquismo espaol, aun en
momentos de real florecimiento, se derrumba virtualmente ante el
empuje de la represin gubernamental y pierde casi toda eficacia
como la fuerza clandestina, es consecuencia de sus formas de
organizacin fragmentaria descentralizada. Como ya tenemos apuntado,
estas formas de estructuracin tenan la ventaja, para los
anarquistas, de hacer poco menos que imposible la decapitacin del
movimiento por el Ministerio de la Gobernacin. En regmenes como la
monarqua parlamentaria y la repblica, en que las suspensiones de
garantas constitucionales y la declaracin del estado de guerra eran
medidas ocasionales y ms bien anormales, esa ventaja siempre fue
valiosa. Pero cuando las libertades de organizacin y de propaganda
estaban permanentemente suspendidas o muy coartadas, como bajo
Primo de Rivera, el precio que el movimiento anarquista pagaba por
la inmunidad de la cabeza era nada menos que la casi total atrofia
del cuerpo.Pero de eso a decir que la CNT no aspir a jugar un papel
revolucionario en esos aos hay un abismo. Hubo, por una parte,
menguados intentos de accin violenta independiente. Pero no fue
esto lo importante. Como declarara el general Mola, la CNT no dej
ni un instante de actuar y conspirar. Las federaciones regionales
siguieron enviando delegados a las conferencias clandestinas, a las
que asistan los miembros del comit nacional. Esos plenos
colaboraron con los partidos polticos durante la Dictadura,
coadyuvando a su derrocamiento final. En qu medida, ahora se ver.
Mas importa desde ahora destacar que la CNT no dej de conspirar,
durante la Dictadura, para dar al traste con ella.
Resulta difcil, por la naturaleza misma del problema y por lo
cercanos de nosotros que estn los acontecimientos -lo que afecta
profundamente a las fuentes de que disponemos-, reconstituir con
precisin cundo y en qu medida conspir la CNT con los polticos
durante la Dictadura. Joan Peir, una de las figuras ms destacadas
del anarcosindicalismo espaol de entonces, aludi a esas
conspiraciones al tomar la palabra en el congreso nacional de la
CNT de 1931:
He pedido la palabra para decir, para afirmar, que desde el ao
1923 ni un solo comit nacional, ni un solo comit regional ha dejado
de estar en contacto con los elementos polticos, no para implantar
la repblica, sino para acabar con el rgimen de ignominia que nos
ahoga a todos.
El primer lder poltico con quien entraron en relacin los
anarcosindicalistas fue Francesc Maci. Exiliado, Maci era el smbolo
viviente de una Catalua autnoma o libre, encarnacin del deseo casi
unnime, a lo que parece, en una u otra forma, de la clase media
catalana; anhelo enardecido por la poltica del dictador, en cuyas
premisas centralistas, espaolistas y corporativistas no haba lugar
para catalanismos, ni violentos ni moderados. Aunque nacionalista
cataln, se dira que Maci no era separatista, sino que deseaba una
Catalua autnoma dentro de Espaa. Mas esto no hace al caso. Lo que
importa es que Maci, por su personalidad real y por su contrafigura
pblica, estaba bien situado para obrar de puente, siquiera
provisional, entre los anarcosindicalistas y las fuerzas que le
seguan o parecan seguirle. Anciano ya en 1923, Maci haba sido
militar, llegando a coronel de ingenieros. En 1907 haba sido
diputado, con doble acta, por Solidaridad Catalana, el gran
movimiento de la fase lrica del catalanismo. Pero despus, Maci
renunci a su escao parlamentario por Barcelona, con un gesto de
intransigencia a la vez nacionalista e izquierdista, doble
significacin a la que debi sus grandes triunfos polticos durante la
repblica y que conservara hasta la muerte.
Los grupos que componan la Esquerra de Maci eran nacionalistas
catalanes, con un credo social de cuo liberal de izquierdas. No
eran, pues, para los anarquistas, sospechosos de reaccionarismo.
Tampoco eran socialistas, lo que, a ojos libertarios, era una
virtud. Aunque la CNT era tambin autonomista, es importante no
confundir la mera alianza temporal de la Confederacin con la
Esquerra con una visin basada en comunidad de credos. Era cosa de
tctica, sobre todo, y tambin de simpatas. De tctica porque, con
todo, la CNT haba llegado a la conclusin de que las libertades
burguesas de una repblica hacan a sta ms respirable que una
dictadura; de simpatas, porque todos haban compartido, en uno u
otro momento, los rigores de cierta persecucin. Como dira el lder
anarquista Federico Urales, en junio de 1931:Esta Repblica espaola,
sobre todo la catalana, es ms cosa nuestra, por ahora. Hemos
convivido con sus hombres en las crceles unos y en el destierro
otros, perseguidos todos por la dictadura monrquica. Cmo no hemos
de preferirlos a los dictadores que nos perseguan como a fieras,
que nos atormentaban cual s se tratara de inquisidores y de
herejes, que nos fusilaban por las calles.
Al decir de Peir, los anarcosindicalistas iniciaron sus
contactos con Maci en una reunin habida en la ciudad francesa de
Font-Romeu, el ao 1923 o a comienzos de 1924. A partir de entonces,
y hasta la repblica, siguieron manteniendo relaciones con los
polticos.
Segn Peir, Maci pidi a mediados de 1924 que un grupo de
delegados de la CNT fuera a verle a Pars. Se trataba de iniciar la
organizacin de un movimiento revolucionario. El comit regional
cataln, de acuerdo con el comit nacional, design a dos delegados
-Peir era uno de ellos- para que acudieran a la cita. A Pars
fueron, donde Maci les dijo hablarles en nombre y representacin de
varios grupos de izquierdas. Pregunt cules eran las condiciones
exigidas por la CNT para apoyar un movimiento revolucionario de la
ndole del que se planteaba, a saber, un intento de instaurar una
repblica federal. La CNT, contestaron los delegados, no daba
importancia a qu clase de rgimen sera el que sucediera al que se
intentaba derrocar; tan slo recababa la libertad de todos los
presos anarcosindicalistas y la garanta del restablecimiento de
todas las libertades individuales y colectivas. Nada ms.
A su regreso de Pars, los delegados dieron cuenta al pleno
regional de lo ocurrido, y se dispuso casi unnimemente que la
Confederacin deba disponerse a ir a este movimiento revolucionario.
En julio del mismo ao se reuni el pleno nacional, que aprob por
unanimidad la colaboracin en la aventura revolucionaria. La
decisin, pues, fue de toda la organizacin. Peir no dejara de
recalcarlo en el debate de 1931, en que los intransigentes del
momento afearan la decisin supuestamente injustificada y pecaminosa
de 1924.
La CNT exigi en 1924 que se llevara a cabo la revolucin en un
plazo de seis meses. Cuando, transcurridos stos, nada haba
sucedido, los anarcosindicalistas se percataron de que los anhelos
revolucionarios de Maci tan slo afectaban a Catalua, y no a la
totalidad de Espaa. El comit nacional, en Barcelona, convoc otro
pleno, que se reuni en octubre del mismo ao. En l se propuso una
mocin para romper el acuerdo concluido con Maci. Sin embargo, el
pleno se neg a aprobar la mocin: vot otra pidiendo que, si era
preciso, se otorgara una prrroga a los organizadores. Una vez ms,
la organizacin se haba pronunciado en pro de la colaboracin con los
polticos en contra de la Dictadura.RELACIONES CON RAFAEL SNCHEZ
GUERRA
En 1928, pese a la oposicin del comit nacional, un pleno de la
CNT design una serie de comits de accin para mantener estrechas
relaciones con polticos y militares enemigos de la Dictadura. Ese
mismo ao, las miradas de los libertarios se volvieron hacia otra
importante figura poltica: Rafael Snchez Guerra, jefe del Partido
Conservador y ex presidente del Consejo, que haba roto con el rey
al llegar la Dictadura. Un miembro de la CNT fue a Pars a tratar
con Snchez Guerra, exiliado voluntario. A su regreso, aqul dijo a
Peir, entonces secretario del comit nacional, que se avecinaba la
revolucin, con o sin los anarcosindicalistas. Pese a todos sus
reparos en materia tan delicada, el comit se sinti obligado a
mantener relaciones con Snchez Guerra, y mand un enlace suyo a
Pars. As que, gracias a la creacin de los comits de accin, fue
posible para la CNT entablar relaciones con el prohombre
conservador, a la vez que el comit nacional se mantena al margen de
los tratos sin pronunciarse. Pero el comit no tena facultades para
decidir una colaboracin eficaz y prolongada; adems, como Peir mismo
dira luego, no quera cargar con tales responsabilidades. Para que
fuera la organizacin misma la que decidiera, se convoc a un pleno
nacional.
El 29 de julio de 1928, dicho pleno acord por unanimidad que se
llegara a un acuerdo con los polticos -lase Snchez Guerra- y con
los militares. Tambin se acord que polticos y militares haban de
ser los que lanzaran la insurreccin, limitndose la CNT a apoyarla
hasta donde las circunstancias aconsejaran. Los polticos del comit
revolucionario de Barcelona pidieron al representante de la
federacin regional catalana de la CNT que los anarcosindicalistas
garantizaran seis meses de paz social en casos de prevalecer la
intentona revolucionaria. Segn Peir, el pleno de julio se neg a
ello. Era natural: la CNT poda colaborar con los polticos para
socavar la Dictadura, pero no iba a hipotecar su libertad de accin
para el futuro alindose con aqullos para cuando, triunfante el
golpe, pasaran a ocupar el poder. Porque, quienquiera que fuera el
que viniera a detentar las riendas del estado y cualesquiera que
fueran sus intenciones originales, tendra que convertirse en
opresor y merecera la enemistad crata.Snchez Guerra dio su golpe de
opereta en enero de 1929, desembarcando en Valencia. Nada pas, ni
nadie se movi. El comit nacional anarcosindicalista de Barcelona,
avisado con tan slo ocho horas de antelacin, qued mano sobre mano:
los lderes confederales reiteraron que los militantes no saldran a
la calle s antes no estaban en ella la artillera y la infantera.
Era lo acordado.
EL PAPEL DE LA FAI
Cuando se debatieron las actividades referidas, en 1931, Peir
destac la reiteracin con que el comit nacional haba buscado la
aprobacin de los plenos en lo tocante a las relaciones con los
polticos. Hasta dijo, seguramente con un deje de irona, que se
abstena de acusar a los miembros de la Federacin Anarquista Ibrica
-sus principales detractores por colaboracionista- de haber sido
ellos y la FAI quienes impulsaran a la CNT a establecer y
robustecer aquellos mismos contactos. Pero, aadi, la colaboracin
haba sido favorecida por compaeros que hablaban en nombre de la FAI
y que pertenecan a ella, aunque despus hubieran sido expulsados de
su seno.
Francisco Arn, miembro del comit nacional antes de 1931 y uno de
los firmantes, luego, del manifiesto trentista contra la FAI, se
sum a Peir con su denuncia de la hipocresa de la FAI en el debate
sobre la colaboracin. Cuando l pas a formar parte del comit
nacional, dijo Arn, ya estaban estrechados los vnculos con
oficiales y polticos de izquierdas.
Esta relacin, saben quin la tena establecida muy estrechamente?
La representacin de la FAI El Comit de la Confederacin regional
catalana tambin mantena esta relacin estrechsima con estos
elementos Hay aqu compaeros que al mismo tiempo que son de la FAI
formaban parte del comit regional de Catalua. Ellos, pues, como yo
deca antes, establecieron esta relacin con los elementos polticos
de izquierda y militares descontentos
Segn Manuel Buenacasa, que fue secretario de la FAI, hasta el
anarquismo organizado (la FAI ya) y los anarquistas espaoles
exiliados en Francia haban acordado en 1925 colaborar con los
partidos que aceptaran el principio de destruir el rgimen monrquico
por la violencia. Nada permite dudar de estas afirmaciones. Los
fastas que se rasgaban las vestiduras en el debate de 1931 sobre
colaboracionismo faltaban a la verdad. En este sentido, sus decires
no deben tomarse en serio para la reconstitucin de los
acontecimientos anteriores. Por otra parte, sus alegatos y la
virulencia con que los formularon revelan lo profunda que lleg a
hacerse en 1931 la brecha entre ambos tipos de libertarios. Y es
que, como vamos a ver en seguida, los aos 1928 a 1931 fueron
terribles para el anarquismo, tironeado entre lo que pareca
conveniencia poltica y las exigencias de la ideologa.
LA CONTROVERSIA PESTAA-PEIRDurante el otoo de 1929, algo ms de
un ao antes de la abortada sublevacin de Jaca, resurgi
dramticamente el problema del colaboracionismo con motivo del
renacer de la CNT. No se trataba ya de disputas relacionadas con
los polticos hasta aqu aludidos. Se trataba de si la CNT poda
aceptar la legislacin laboral de la Dictadura. El problema tena
ribetes ideolgicos importantes por cuanto se trataba de saber si se
iba a dejar de lado una de las leyes fundamentales del anarquismo:
la negacin de todo derecho por parte del estado a intervenir en los
conflictos laborales. El debate result de un inters singular porque
en l se enfrentaron los dos grandes jefes anarcosindicalistas de
entonces, Joan Peir y ngel Pestaa.
En 1928 y 1929, Peir y Pestaa haban debatido el problema en las
columnas de Despertad! y de Accin Social Obrera. Pestaa, en una
serie de artculos titulados En torno a la unin moral, abog por la
constitucin de una unin de militantes de la Confederacin,
organizacin de lderes que deba estudiar los problemas de la CNT y
proponer soluciones concretas. Pero, y esto era ms importante,
tambin Pestaa recomend que la Confederacin organizara a los
trabajadores por profesiones.
Pestaa estaba preocupado por la falta de contacto entre los
trabajadores confederales y los comits cenetistas, a la vez que por
la mengua en las cifras de nuevos afiliados. De ah la primera de
sus aludidas sugerencias. Su segunda propuesta vena a decir que la
CNT deba organizar a los obreros siguiendo las lneas trazadas por
la Ley de Corporaciones. Porque, segn Pestaa, la CNT estaba
perdiendo su ascendiente sobre los trabajadores al mantenerse al
margen. Muchos de los camaradas de Barcelona haban aceptado la
situacin impuesta por el rgimen y tenan organizados sus sindicatos
profesionales. El haberse negado los dems a legalizar su situacin
no resolva los problemas de la CNT. Hemos cerrado -afirm Pestaa-
las puertas de nuestros sindicatos.
Pero, vamos a dejar de ser explotados? No tendremos que seguir
yendo todos los das al taller y aguantar las insolencias de
encargados sin educacin? No nos reducirn ms el salario ni cambiarn
a costa nuestra los mtodos de trabajo? Ya no nos obligarn a
trabajar horas extraordinarias y a cobrar la paga corriente? Ya no
nos va a obligar el patrono a que entre dos hagamos el trabajo de
tres para decirnos luego: Si no les gusta, se pueden marchar?
Segn Pestaa, haba varias formas de reconstituir la CNT, aun como
organizacin legal. Podemos -deca- revitalizar los cuadros
sindicales, levantar sindicatos de oficios varios en localidades
donde no hay bastantes miembros de un solo oficio para organizar un
sindicato del mismo. Tambin se poda difundir la propaganda
anarcosindicalista sumndose los cenetistas a sindicatos donde los
libertarios seran los menos. Y entonces, cuando estemos dispuestos
para la tarea, situmonos.
Peir contest con una andanada al posibilismo sindicalista de
Pestaa:
hace ya cerca de dos aos [vengo] demostrando que la CNT no debe
ni puede adaptarse al sistema corporativo, al reformismo y a la
colaboracin de clases, y ni Pestaa ni nadie ha tenido la
delicadeza, obligada por el ms elemental deber de amistad, de
probarme que estoy en un error
Parece -comentaba Peir- que Pestaa no se da cuenta de que la
legalidad de hoy nada tiene que ver con la legalidad que
disfrutamos en otros tiempos.
Actualmente, el principio de la libertad sindical, del que antes
hablo, est totalmente proscrito, y todo el poder y el derecho de
los sindicatos a disponer de su voluntad e intereses estn sometidos
a esa vasta red burocrtica de los comits paritarios, cuyas
facultades son tan absorbentes, que sus laudos y resoluciones son
sentencias implacables. Esto as, al sindicato no le es reconocido
ms derecho que el de proponer. El derecho de disponer pertenece por
entero al comit paritario, y no slo el de disponer, sino tambin el
de imponer lo que inexorablemente debe acatar el sindicato.
A mediados de 1927, en una reunin de militantes del Arte Fabril
de Barcelona -a cuya reunin asist, yo no s an por qu-, Pestaa
declar que los comits paritarios estaban de acuerdo con los
principios de la CNT Los congresos pueden modificar todos los
principios de la CNT que se estimen de necesaria modificacin. Lo
que no puede hacer ningn congreso, y mucho menos ningn hombre, por
mucha visin de la realidad y espritu prctico que tenga, es negar
los principios que son la base esencial, el fundamento y razn de
ser de la CNT: el antiparlamentarismo y la accin directa.
Poco despus, y en forma similar, el conocido historiador obrero
Manuel Buenacasa aclaraba su propia posicin: defensa de los
principios de la CNT contra los partidarios de una organizacin
legal y amaestrada. Sindicatos y federaciones eran, segn l, lo que
se necesitaba; nada de cuadros sindicales ni otras novedades ajenas
a lo que vena siendo el anarcosindicalismo. O la CNT se levantaba
sobre sus rganos primarios, los sindicatos, o seguira
clandestina.
La acusacin ms grave que Peir lanzara contra Pestaa era de que
estaba explotando el nombre de la CNT. Los partidarios de la
sindicacin profesional y los que reclaman la aceptacin de los
comits paritarios -declar- son los propios miembros del comit de la
Confederacin Nacional del Trabajo.
El comit nacional exigi de Peir que probara sus alegatos ante un
pleno nacional. El lder de Matar contest que, pese a no poder
probar que el comit hubiera apoyado, en cuanto tal y
colectivamente, la poltica que l denunciaba, no caba duda de que lo
haban hecho sus miembros a ttulo personal. Y eso, por lo menos, era
un caso de complicidad.
De los dos caminos que haba para dichos individuos, segn Peir,
era preciso que eligieran uno: o dentro de la Confederacin sin
reformismo, o con el reformismo pero fuera de la CNT. Les peda que
reconocieran en forma categrica y pblica su desvo, prometiendo
callar l tan pronto como lo hicieran. Pero hasta tanto que as
fuera, advirti, no cejara en su denuncia.
Pestaa neg ser el alma del intento de reconstituir los
sindicatos legalmente, pero la reaccin provocada por Peir llev a la
dimisin en bloque del comit nacional. Pestaa entonces declar
solemnemente muerta la CNT. Muerta era mucho decir, pero desgarrada
s estaba.
FEDERACIN ANARQUISTA IBRICA
Los ataques que acabamos de or, salidos de boca de Peir, no
fueron los nicos que cayeron sobre pestaa y los contemporizadores.
Los intransigentes se organizaban, y a los pocos meses del debate
aludido aparecan sus dos protagonistas unidos contra el peligro
comn, la FAI.La Federacin Anarquista Ibrica se form en un congreso
clandestino de Valencia en julio de 1927. Segn Federica Montseny,
haba, entre las figuras de la CNT, algunas que por entonces tendan
al reformismo, especialmente Pestaa, Peir (a medias), Domingo
Torres, y la regional valenciana. La FAI era, pues, un intento de
organizar la defensa de la tradicin anti-poltica y de la mstica
revolucionaria heredadas de Bakunin.
Una red de grupos a nivel local, comarcal, regional y nacional
forma el armazn de la FAI. Trabaja en ateneos, escuelas y centros
de estudios sociales de carcter libertario. Los grupos ideolgicos y
artsticos que intentan educar a nivel popular nacen de la FAI. Los
grupos de accin y propaganda que sostienen la Idea y predican con
el ejemplo y la austeridad tambin surgen de ella. Las expresiones
de la ms grande vitalidad y armona del pueblo espaol son ecos de su
palabra y su ideal. El idealismo y el dinamismo del proletariado
militante fueron plantados en l por la FAI.
La FAI se compona fundamentalmente de revolucionarios jvenes,
profundamente entusiastas, que no estaban dispuestos a trueques ni
concesiones que afectaran a los principios axiomticos de su
herencia anarquista. Llegaron a tener una influencia inmensa dentro
del movimiento anarcosindicalista, singularmente despus de lograr
la FAI, en 1931, preponderar en la CNT. Estos cratas fueron casi
siempre los militantes de choque, los primeros en la calle cuando
haba tiros. Pero su fama no proceda tan slo de su pertenencia a la
FAI. Tambin eran todos ellos miembros de la CNT, condicin exigida
de los fastas. As, Buenaventura Durruti, uno de los grandes nombres
del anarquismo espaol, trabajaba (cuando no estaba en la crcel) en
una fbrica textil de Barcelona, y toda Espaa lo saba. Significa
esto que los anarquistas llamados puros no estaban segregados del
movimiento sindical; antes bien, participaban muy activamente en l,
lo que contribua a aumentar su prestigio. Haba miembros de la FAI
en los puestos ms importantes de la CNT: secretarios de comit,
directores de la prensa confederal, etc.
La organizacin de la FAI no se fundaba en un sistema de
afiliacin individual, sino de pequeos ncleos, los llamados grupos
de afinidad, que constaban de tres a diez miembros. Una vez
constituido un grupo, solicitaba la admisin como tal. Los grupos de
afinidad estaban organizados a escala federal, en estructura
paralela a la de la CNT. As, se pasaba de la federacin local de
grupos a las federaciones comarcales y regionales, todo ello
coronado por el comit peninsular. Portugal era una federacin
regional; precisamente, el primer secretario de la FAI fue un
portugus, Germinal de Sousa. Haba grupos fastas en Zaragoza,
Valencia, Gijn y Andaluca, pero el bastin de la FAI fue
Catalua.
Oigamos, acerca de la reunin de Valencia de 1927, el testimonio
de Miguel Jimnez, que la presidio; tras referirse a la represin
desencadenada por la Dictadura de Primo de Rivera contra los
anarcosindicalistas, Jimnez escribe:
----------Mientras esto pasaba en Espaa, en Francia los
militantes espaoles de la CNT y la organizacin especfica se
constituan en grupos y se titulaban comits de relaciones. En
realidad, conocan la situacin en Espaa mejor que los espaoles de
dentro de Espaa conocan la situacin de los espaoles organizados en
Francia. Esto se deba a los espaoles que salan de Espaa y les
contaban la situacin; en cambio, era menos frecuente el caso de que
alguno volviera de Francia y dijera a los del interior cmo iban las
cosas entre los exiliados espaoles.Se dio la circunstancia de que
entre los poqusimos centros de trabajadores todava no clausurados,
haba uno en Blanes, en provincia de Gerona, cerca del lmite de la
provincia de Barcelona. Varios miembros del sindicato cenetista de
Blandes llegaron a un acuerdo con militantes Barcelona para ver de
poner en marcha un dispositivo que permitiera publicar un peridico
en Barcelona, puesto que en Barcelona un peridico alcanzara ms
fcilmente un mbito nacional y poda ser utilizado de modo ms eficaz
como medio de enlace. Los miembros del sindicato de Blanes,
haciendo un esfuerzo supremo, constituyeron un fondo inicial, y
solicitaron autorizacin para editar un semanario. Les fue concedida
la autorizacin porque, por un lado, no se le dio importancia al
asunto, y, por otro, porque la situacin bajo la Dictadura era menos
rgida, algo menos rgida. Sin olvidar que este semanario de que
hablamos fue despus suspendido.Pero sigamos con el relato de lo que
sucedi antes de esta suspensin gubernamental, porque en Blandes no
haba imprenta y porque, por otros motivos, el peridico, que se llam
El Productor, se imprimi en Barcelona y fue en realidad un peridico
de Barcelona. Su fue nombrado gerente, y Villanueva, director. El
primero era un militante de Blanes y el segundo, de Barcelona.
Pero, en la prctica, el director fue Manuel Buenacasa aunque l lo
negaba, por su significacin y porque de haber figurado oficialmente
como tal habra sido difcil obtener la autorizacin. Ya dijimos antes
que el peridico responda a la necesidad de disponer de un medio
para la reorganizacin. Y, en efecto, conforme la publicacin
ampliaba su radio de accin, se establecan relaciones y se
concertaban reuniones y agrupamientos de elementos libertarios.
Resultado de una de esas reuniones plenarias, celebrada en
Barcelona, con representantes de diversos lugares, fueron los
comits relacionadores. En otra reunin se design un Comit o
secretariado de relaciones de mbito nacional. Precisamente,
Buenacasa fue nombrado secretario general del secretariado de
Barcelona. Tambin eran miembros de este secretariado Patricio
Navarra, Jos Piedra Vzquez y otro cuyo nombre no consigo
recordar.Como era lgico, la existencia por duplicado de un
secretariado nacional de grupos libertarios cre una atmsfera
embarazosa. En aquella poca los compaeros de Francia estaban
perfectamente organizados y actuaban, sobre todo, en Toulouse,
Marsella, Bziers, Pars, etc. Adems de constituir comits, publicaban
peridicos, manifiestos, panfletos, etc., y asimismo participaban en
las ediciones y las actividades de los compaeros franceses.
Simultneamente, Barcelona y otras ciudades conseguan extender los
grupos a los comits de federaciones ms y ms y sobre una base
permanente. En estas circunstancias los libertarios del exterior
convocaron un pleno o congreso en Marsella. La invitacin la curs el
secretariado de Marsella, concretamente desde LEstaque-plage [un
barrio obrero]. En Barcelona y otras poblaciones se celebraron
reuniones, finalmente, en una de estas reuniones se nombr un
delegado el cual hablara, no en nombre del secretariado -que, para
evitar ulteriores perjuicios, limitaba su propio campo de
actividad-, sino en nombre de la organizacin en general. Por lo
dems, Buenacasa estaba demasiado ocupado con el seminario, pese a
que le ayudaba el compaero Labrador, encargado de la impresin.
Colaboraban en la edicin de El Productor J. R. Magria, J. P.
Vzquez, Bou [Bernardo Pou], etc. En el mencionado congreso de
grupos y federaciones hubo quejas y explicaciones, pero sin
lenguaje agresivo. El delegado del interior reafirm que no haba
habido deseo alguno de prescindir de nadie, de echar gente de algn
cargo, ni malas intenciones, que todo el mundo alababa el espritu y
la labor del exterior y que si, si no les pareca mala idea, un
comit nacional en Espaa misma, que actuara con decisin, poda ser
muy provechoso, y que era muy importante, junto con el trabajo que
realizaban los de Francia, ganarse el entusiasmo del militantes, de
los jvenes y del pueblo en general.El resultado de todo esto fue la
formacin en Barcelona de un secretariado nacional de grupos, del
que fueron miembros Vzquez, Vidal Jimnez y Llop, entre otros. Las
principales tareas fueron estimular la reorganizacin y preparar la
celebracin de una amplia reunin en la propia Espaa de los
militantes y grupos residentes tanto en el interior como en el
exilio.
Como usted comprender -prosigue la carta de Jimnez el autor-,
una empresa de esta clase no era nada fcil de realizar. Las
detenciones seguan a la orden del da; en las crceles haba muchos
presos y su vida era muy dura. Cualquier decaimiento y falta de
confianza reduca an ms las posibilidades. En cambio, cuando el
entusiasmo creca, las cosas eran algo menos difciles y el objetivo
pareca factible. En Catalua, la organizacin mejor en todas las
comarcas. Con el fin de agilizar la actividad y como medida
preventiva de posibles persecuciones e investigaciones policiales,
se acord que el comit regional de grupos saliera de Barcelona,
donde tambin tena su sede el comit nacional. El primero se
estableci en Rub, y lo componan miembros jvenes y llenos de ardor,
como el compaero V. Marcet y otros. En la regin de Levante el salto
dado por la organizacin fue tambin muy grande. Tambin en Madrid se
desarroll la reorganizacin de grupos y de comits de relaciones, as
como en Sevilla, Mlaga y otras zonas y ciudades de Espaa.Mientras
ocurra todo esto, los libertarios portugueses haban seguido el
curso del renacimiento de las actividades con creciente inters, y
la correspondencia se hizo ms asidua. Esto dio lugar a la idea de
que sera estupendo discutir la formacin de una federacin que
abarcara a toda la pennsula. La iniciativa fue comunicada a todos
los ncleos a ttulo de sugerencia, y el efecto fue tal, que las
respuestas recibidas demostraban, no un simple acuerdo, sino que
las cartas se expresaban incluso como si la proyectada federacin
fuera algo ya realizado. Por eso se puede decir que entre los
fundadores de la FAI merecen contarse a diferentes personas,
incluso entre las que no pudieron asistir al acto de Valencia.Adems
de los estmulos dados para la formacin de nuevos grupos, se
pidieron sugerencias y temas de discusin. Se eligi Valencia porque
todos los aos se celebraban en esta ciudad fiestas a las que acudan
multitud de extranjeros, circunstancia que permita que la
concentracin de delegados pasara desadvertida para la polica.La
Conferencia tuvo lugar, en efecto, los das 24 y 25 de julio de
1927. Debemos tener siempre presente que estbamos en una situacin
de dictadura y que este tipo de actos estaban absolutamente
prohibidos. Por esta razn no se celebr en un mismo sitio ms de una
sesin. La primera sesin tuvo lugar en la capital, y los restantes
en las afueras.
Abri la Conferencia [Miguel] Jimnez, secretario general de los
Grupos de Espaa, quien inici la sesin con un emocionado recuerdo de
los acontecimientos de Chicago y de los mrtires de Montjuc, los
deportados a Siberia, las represiones en Bulgaria y el calvario del
pasado y el presente en diferentes partes del mundo. Al dirigirse a
la delegacin de Portugal, compuesta por dos delegados -Quental y
otro cuyo nombre no recuerdo-, salud a los compaeros portugueses.
Dirigi asimismo un saludo a todos los representantes presentes y,
dirigindose a los delegados de Valencia, les dio a entender que,
como sta era una Conferencia a la que, debido a la situacin, no
haban podido asistir en gran nmero de personas de todo el pas,
convena al menos invitar a todos los elementos responsables que
pudiera haber en Valencia, independientemente de cmo pensaran, para
lograr as la contribucin del mayor nmero posible de
inteligencias.Se leyeron extensos e importantsimos informes y
trabajos, y se recibieron comunicaciones y adhesiones de la
International Working Mens Association, International
Anti-Militarist Bureau, Youth International, Esperantist
International, de los compaeros de Francia, de los rusos, blgaros,
argentinos, etc., y de elementos espaoles como Manuel Buenacasa y
otros. A continuacin, el secretario general manifest que podan
hacerse toda clase de objeciones a su informe sobre las actividades
del secretariado nacional de grupos. Una vez finalizado este punto,
el secretario declar que el secretariado nacional daba por
concluida su existencia, que sus miembros pasaban a ser simples
conferenciantes como cualquier otro y que all mismo se debera
organizar un nuevo rgano con su nuevo secretariado.
Estaban presentes los secretarios regionales de Catalua, Levante
y Andaluca, y los locales de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla,
Elda y otras poblaciones. Tambin estaba la delegacin portuguesa,
grupos valencianos como Sol y Vida, Los Forjadores de la Idea, Paso
a la Verdad, etc., y elementos de Valencia como [Domingo] Torres,
que fue alcalde de Valencia en el perodo 1936-1939.
Uno de los temas discutidos fue la existencia de grupos
dedicados a una actividad especial o formados por vegetarianos,
esperantistas, etc., acordndose que si eran libertarios y si
estaban dispuestos, en general, a trabajar activamente por la
liberacin y por una nueva vida social, podran formar con los dems
grupos dentro de la federacin.
Otro tema fue el referente al cooperativismo, decidindose dar
toda su importancia a todas aquellas prcticas que tuvieran su
fundamento moral y solidario.
Tocante a la organizacin de los trabajadores, se insisti en
promoverla y mejorarla progresivamente hasta que consiguiera
imponerse. Como los sindicatos estaban entonces clausurados, se vot
a favor de la ampliacin de los ncleos y los cuadros sindicales y la
formacin de una unin general o trabazn con el fin de coordinar la
accin y la asistencia a los presos polticos.Sobre la cuestin de la
formacin de una organizacin, se decidi por unanimidad que habra una
sola. Federacin para toda la Pennsula Ibrica y que el secretariado,
por tanto, tomara el nombre de peninsular; que, considerando
antinatural la frontera, s el secretariado resida en Portugal,
habra un subsecretariado en Espaa y otro en Francia, etc. A la hora
de formar el secretariado, todos los delegados de Espaa pidieron
que se instalara en Portugal, en prueba de respeto. Los
portugueses, muy emocionados, dijeron que lo agradecan mucho y
declinaron. Se eligi entonces a Sevilla como lugar de residencia
del primer secretariado peninsular.
La forma de organizacin de la FAI es como sigue: los grupos de
una ciudad constituyen una federacin local. Los grupos rurales,
reunidos, forman una federacin comarcal. Las federaciones locales y
comarcales, juntas, forman una federacin regional. Las regionales
forman la federacin peninsular.
Esta organizacin contaba con escritores como Felipe Alaiz,
Liberto Callejas, Peirats, [Severino] Campos, [Floreal] Ocaa y
otros, aparte de los nombrados en este escrito, como Buenacasa,
Vzquez, Magria, etc.
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La FAI luch desde el principio contra los intentos comunistas de
hacerse con el control de los sindicatos confederales de Barcelona.
Tericamente, las metas finales de la FAI y de la CNT eran las
mismas. Pero la inquina principal de la FAI no iba dirigida contra
los comunistas, sino contra aquellos compaeros suyos de la CNT a
los que crean reformistas. En 1929, Pestaa encabezaba la lista de
stos.
Ya en 1928 haba tratado la Federacin Anarquista Ibrica de
obtener puestos oficiales en comits conjuntos CNT-FAI. El pleno
nacional de la CNT del 15 de enero de 1928, reunido en Madrid,
decidi organizar comits de accin nacionales y regionales compuestos
de miembros de la Confederacin y de la FAI. Pestaa no se opuso
-como tampoco Peir- a que la FAI participara en dichos comits. De
hecho, el comit nacional lleg al punto de sostener que para ciertos
asuntos resultaba natural y lgico que ambos organismos colaboraran
estrechamente en un plano de completa igualdad. Pero pronto se
quejara Pestaa de que la FAI interfera en las actividades de la
Confederacin. La FAI persisti en defender la necesidad de una
organizacin conjunta CNT-FAI, la llamada trabazn.No le bastaba a la
FAI que sus miembros lo fueran tambin de la CNT y que pudieran
llevar su propaganda contra los reformistas en el interior de los
sindicatos tan lejos como quisieran: insisti igualmente en sostener
aquella relacin orgnica con la CNT. Gracias a ella, los fastas
podan ocupar puestos en los comits pro presos -encargados de
organizar mtines por la amnista y que recaudaban y distribuan
fondos para las familias de los encarcelados-, y en los comits de
accin. A menudo impusieron su voluntad en ellos, hasta el punto de
convertirlos prcticamente en comits de la FAI. La actitud militante
de la FAI hubo de parecerles voracidad a los anarcosindicalistas.
Lo era, en efecto. As, cuando se suprimieron los comits de accin
mixtos, la FAI protest alegando que tan slo se intentaba mermar su
influencia en la CNT. Cuando se intentaba mantener a los fastas al
margen de los comits pro presos, ponan el grito en el cielo. Los
ataques personales y los insultos que acompaaban las rencillas en
torno a la composicin de esos comits contribuyeron a ampliar la
batalla que condujo al movimiento trentista.INTELIGENCIA
REPUBLICANA
En enero de 1930, y tras deshacerse de Primo de Rivera, Don
Alfonso nombr presidente del Consejo al general Dmaso Berenguer.
Aquella primavera hablaron Peir y Pestaa desde la misma tribuna, en
el teatro Nuevo de Barcelona: se trataba de determinar la actitud
que la CNT tomara ante la nueva dictadura-puente.
La presencia de Peir en aquel mitin de la Confederacin
sorprendi. Acababa de firmar un documento llamado de Inteligencia
Republicana, manifiesto aparecido en Barcelona en marzo de aquel
ao. Tambin lo haban firmado otros miembros de la CNT y varios
republicanos: Josep Viadiu, Pere Foix, Llus Companys y ngel
Samblancat. El documento deca que, vista la herencia de desorden
moral y econmico legada por la Dictadura, los polticos tanto como
los apolticos de Catalua y de toda Espaa tenan que marchar por la
nica senda posible hacia la normalidad: el restablecimiento del
orden bajo la gida de la soberana popular:Ante la urgencia de
definir las posiciones, por encima de los partidos y de las
organizaciones [y] anteponiendo hoy nuestra condicin de ciudadanos
a toda otra declaramos que estamos dispuestos a trabajar
previamente para asegurar un nuevo orden poltico que, instaurado
sobre la condicin suprema de la justicia, impida definitivamente
toda subversin de poderes y conduzca al pas por las vas jurdicas
indispensables al progreso de los pueblos.Este nuevo orden poltico,
la repblica federal, puede definirse sintticamente en los
siguientes puntos bsicos:
I. Separacin de poderes. II. Reconocimiento de igualdad de
derechos individuales y sociales a todos los ciudadanos. III.
Reconocimiento a los grupos federados, por su expresa voluntad
colectiva, de plena libertad al uso del idioma y al desarrollo de
su propia cultura. IV. Libertad de pensamiento y de conciencia.
Separacin de la iglesia y del estado. V. Reforma agraria con
parcelacin de latifundios. VI. Reformas sociales al nivel de los
estados capitalistas ms avanzados.
Nadie deba leer en aquella solemne declaracin de conciencia,
deca el manifiesto, el abandono ni tan siquiera la mengua de los
ideales de cada cual de los firmantes.
Que no vea nadie en la solemne declaracin de nuestra
coincidencia en estos puntos bsicos ninguna clase de debilitamiento
de nuestros ideales particulares. Es la dura experiencia de estos
aos ltimos la que nos dicta hoy nuestro deber dolorosamente
convencidos de la inanidad de plantear todo programa mximo sin la
previa incorporacin de Espaa a la corriente de los pueblos libres
Conscientes de nuestro deber histrico, hacemos, pues, un fervoroso
llamamiento a los hombres de buena voluntad de Catalua y de toda
Espaa, para que hagan coincidir su esfuerzo hacia la instauracin de
la repblica democrtica.Peir quiso aclarar tanto como era posible su
posicin como firmante de la declaracin. A tal fin, haba publicado
un artculo poco antes del mitin del teatro Nuevo. Empezaba con la
advertencia precautoria de amigos siempre de la franqueza. Reconoca
en l que al firmar el documento de Inteligencia Republicana se haba
puesto en contradiccin con sus ideas. El acto era puramente
personal y le pona ante un dilema insoslayable: retirar su firma
del documento o escoger el ostracismo. Por las mismas razones que
haba decidido firmar, se negaba a desdecirse. Abandonaba, pues,
todas las actividades propagandsticas y periodsticas que haba
desempeado entonces dentro de la CNT y pasaba a ser uno ms de los
militantes silenciosos de la Confederacin. Peir dejaba a la
conciencia de sus compaeros la decisin de cundo poda levantrsele la
sancin moral que l mismo se impona.
Despertad!, que por entonces diriga Jos Villaverde, se apresur a
manifestarse de acuerdo con Peir: si se negaba a desdecirse y segua
en el error, no poda mantener posiciones representativas dentro de
la CNT. El aislamiento de Peir, sin embargo, dur poco. En el mitin
del Teatro Nuevo, ante las reservas del orador, que se resista a
hablar para no dividir el movimiento, fue una sala unnime y
entusiasta la que le pidi que tomara la palabra. Luego, en mayo de
1930, pas a primer director de Solidaridad Obrera (edicin diaria)
de Barcelona. Permanecera al frente del peridico durante ms de un
ao.
De hecho, ya desde febrero de 1930 haba tomado el comit nacional
-del que Pestaa era miembro- una postura abiertamente reformista.
Dicho comit present, en el pleno de delegados regionales de los das
16 y 17 de febrero, un manifiesto que fue luego aprobado por varias
otras regionales, y nudo del litigio con los intransigentes. En
este documento, que se public a los dos meses del pleno, los
firmantes de la CNT tomaban abiertamente el camino antes emprendido
por los firmantes de Inteligencia Republicana: la declaracin
reconoca la necesidad de convocar unas cortes que revisaran la
constitucin, proceso que deba llevar necesariamente a una nueva
estructura legal y poltica del pas, dentro del cual tenemos que
vivir. Se peda tambin el restablecimiento de las garantas
constitucionales, la total libertad de organizacin sindical, la
jornada laboral de ocho horas y la amnista para todos los presos
polticos.Pero todo ello era o poda parecer muy poco ortodoxo, y era
seguro que no haban de faltar los celadores de la pureza crata. Por
eso, como ocho aos antes los autores de la declaracin reformista de
Zaragoza, los miembros del comit nacional se sintieron obligados a
epilogar el documento de febrero de 1930 con una nota aclaratoria.
El apoyo prometido al movimiento en favor de unas constituyentes,
rezaba el aadido, se dar en un momento de accin callejera y en la
forma que corresponde al sindicalismo revolucionario. No haba que
ver en el manifiesto, se deca, apoyo a candidaturas polticas, ni,
menos an, a propsitos de votar en las elecciones. De hecho, esta
nota aclaratoria es confirmacin, ms elocuente que el texto mismo
del documento, del camino recorrido por la CNT hacia la
moderacin.
Los efectos coetneos de lo que llevamos visto fueron, en lo
social, en lo poltico o en el mbito nacional, poco menos que
nimios. Pero, para la historia de la CNT, lo ocurrido durante la
Dictadura y antes de la repblica tuvo importancia: los argumentos
se afinan, las lenguas se afilan, se delimitan los bandos; a la vez
que se articulan los afanes y las impaciencias, se enconan las
enemistades personales y se consolidan las amistades. Y mientras,
el contexto poltico de la lucha cambia: la monarqua vacila, se
liberaliza porque se debilita, y los resortes de gobierno que
pueden -en su da- hacer posible un endurecimiento, se enmohecen
definitivamente. Pronto, la repblica. Pero antes, la dictadura del
general Berenguer.CAPTULO 2REORGANIZACIN Y CONSPIRACIN
LA CNT SE REORGANIZA
Comienzos de 1930. Gobierna Berenguer. La Confederacin Regional
Catalana se apercibe a reorganizar sus fuerzas abiertamente y
conforme a la ley. Segn acuerdo del pleno nacional de la CNT de
febrero, la urgente reorganizacin de sindicatos y comits
confederales deba llevarse a cabo conforme a las normas siguientes:
los sindicatos cenetistas que nunca fueron disueltos, permaneceran
en pie, tratando de atraerse a los que pudieran; los ramos donde
las estructuras sindicales anteriores hubieran sido barridas
deberan nombrar una comisin reorganizadora con poderes para la
tarea; dondequiera que hubiera cuadros sindicales formados, se
disolveran, pasando a unirse al sindicato legal correspondiente
finalmente, y para completar la desarticulacin del aparato laboral
de la Dictadura, el comit nacional aconsejaba que se negara la
entrada en la CNT a los sindicatos que haban aceptado los comits
paritarios, por ser minora en ellos los anarcosindicalistas. Haba
que intentar acabar con esos comits de arbitraje, y asimilar dentro
de la Confederacin Nacional a aquellos sindicatos.
En abril de 1930 se reuni en Blanes un pleno de regionales cuyas
conclusiones censuraron la tenaz oposicin de la FAI, y abogaron por
la vuelta a la legalidad de la CNT. Esto, sin embargo, como casi
siempre ocurriera con la CNT, no era reformismo puro y simple: la
legalidad, adems de permitir la reapertura de las oficinas
sindicales, servira de pantalla para mejor encubrir actividades
ilegales. La CNT segua empeada en destruir el rgimen. En mayo, por
fin, lleg la legalizacin oficial y sancionada por el gobierno, de
los estatutos de la CNT.
La tarea de reconstruir la CNT al aire libre recay, en Catalua,
sobre un nuevo comit regional designado durante el verano de 1930.
El flamante comit empez por crear secciones autnomas en toda
Catalua, para estimular la actividad revolucionaria de los
sindicatos. Bernardo Pou y Jaume Magria, secretario aqul y miembro
ste del comit regional -nuestra principal fuente de informacin
sobre el particular- aseguran que Berenguer, pese a haber
autorizado la reaparicin de la CNT, obstaculiz su reconstitucin
efectiva, pues quiso mantener los comits paritarios y limit la
benevolencia gubernamental a los sindicatos libres y a la UGT, pero
no a los sindicatos anarquistas (nicos o de ramo de industria).
Berenguer, est claro, careca de una poltica obrera fija, y estaba
prisionero de alguna de las reformas de Primo de Ribera. La
legalidad de la CNT, reconocida por aqul, deba servir -desde el
punto de vista del gobierno- para amansar a los
anarcosindicalistas, sin permitir que recobraran demasiada fuerza.
Pero ese equilibrio que buscaba Berenguer impeda que el
anarcosindicalismo viera muy claras las ventajas de la legalidad, y
tenda por lo tanto a debilitar a los partidarios de sta.Testigo de
ello es la historia del movimiento en esos meses. En primavera y
durante el verano de 1930 los anarcosindicalistas intentaron
levantar de los escombros sus sindicatos de servicios pblicos
urbanos, librndose de la interferencia de los sindicatos libres. Se
trataba de establecer un sindicato nico para todo el ramo de los
transportes, que aunara en una sola organizacin los distintos
oficios del ramo. Eso era lo mismo que dejar la paralizacin del
trnsito rodado al antojo de la CNT, y tanto el gobierno como el
gobernador civil de Barcelona se negaron rotundamente a conceder la
autorizacin legal que peda la Confederacin para su proyectado
sindicato de la industria del transporte (que deba incluir adems a
los obreros portuarios). El 30 de noviembre, en muestra de
solidaridad con unos huelguistas madrileos, pero tambin en seal de
protesta por la negativa gubernamental, los trabajadores
anarcosindicalistas de Barcelona declararon una huelga general de
veinticuatro horas.
Pero la CNT, para trabajar dentro de la legalidad, no necesitaba
solamente que el gobierno relajara su criterio restringido de sta:
las formas jurdicas mismas en que se deban resolver los conflictos
laborales eran inaceptables para el anarcosindicalismo. Y es que
seguan en pie los comits paritarios. Y no era nicamente que stos
vulneraran los principios de la accin directa, sino que adems los
presidentes de los comits paritarios votaban en general con los
representantes patronales; al mismo tiempo, el mecanismo corrompa a
los representantes obreros, que a veces se dejaban comprar. Para la
CNT, dijo Pestaa al general Mola en una entrevista que tuvo con l,
son una monstruosidad. Ya nadie hablaba de la CNT de la
conveniencia tctica, sentida por el propio Pestaa en la Dictadura,
de avenirse a los comits paritarios: los partidarios de legalidad
sindical no podan aceptarla dentro de los moldes de la legislacin
laboral del dictador, una vez desaparecido ste. El gobierno, sin
embargo, no cedi.Otro de los objetivos del movimiento de
reorganizacin de la CNT durante el verano de 1930 fue la puesta en
pie de una prensa confederal. El pleno de la regional catalana del
17 de mayo de 1930 resucit Solidaridad Obrera, en forma de diario.
Pero la censura y la falta de dinero demoraron la salida del
peridico hasta el 31 de agosto de 1930.
El 6 de julio de 1930 se abri la primera conferencia pblica
plenaria de la federacin catalana desde 1923. En el orden del da,
figuraban peticiones de amnista para los presos confederales, la
discusin de la forma en que deba reorganizarse la CNT, el estudio
de las causas del despido, etc. Pero el solo resultado tangible de
la conferencia fue el mpetu dado a la prensa confederal de la
regin, nico punto del orden del da que hubo tiempo de discutir.
En octubre, sin embargo, se reuna en Sants una segunda
conferencia regional. La conferencia decidi dirigir ciertas
peticiones al gobierno, entre ellas una protesta contra los ataques
de que eran objeto los trabajadores, y la exigencia de que el
gobernador civil fuera sustituido. De no ser as, amenazaba la
resolucin, los trabajadores contestaran a las provocaciones sin
cuento de que eran objeto con las medidas que estn a su alcance. Se
recababa tambin la libertad de los presos encarcelados con motivo
de anteriores sucesos acaecidos en Barcelona y Vilanova i la Geltr,
as como la encarcelacin de Progreso Alfarache y Manuel Sirvent,
secretario y vicesecretario respectivamente del comit nacional.
Adems, deca el mensaje al gobierno: la conferencia regional de
sindicatos de Catalua, al presidente de Consejo, expone: Que al
primer intento de represin contra los militantes de la CNT, como de
cualquier sntoma de dictadura, los trabajadores de Catalua
contestarn con la huelga general indefinida.
El comit nacional haba querido preparar una conferencia nacional
de la Confederacin para los das 17 y 18 de octubre. Pero, como ya
mostraban las resoluciones de la regional catalana del 5 de
octubre, se haba vuelto a las amenazas y al parntesis abierto al
caer Primo de Rivera se estaba cerrando de nuevo. La CNT no pudo
reorganizar sus fuerzas a la luz del da. Las promesas de libertad
dadas por el gobierno nunca haban sido aceptadas sinceramente, pero
tampoco poda guardarlas Berenguer. Estaba demasiado solo en el pas
para probar de atemperar a la CNT con concesiones. Al empezar el
otoo, los conflictos fabriles catalanes, los encarcelamientos de
militantes y la represin que se avecinaba disuadieron al comit
nacional de mantener la convocatoria para una conferencia nacional
en Madrid. La CNT volvi a los plenos clandestinos. La dictadura
larvada de Berenguer tendra que volver, si quera sostenerse, a la
dictadura muda a la que haba sucedido. Se daba por supuesto que s
querra, pero haba que impedirlo. Ms que nunca, se impona a la CNT
la necesidad de seguir conspirando con los polticos.LA CNT
CONSPIRA
La salida a la superficie legal, decidida por la CNT en Blanes
el mes de abril, no haba distrado su inters de las conspiraciones
en curso. Vamos a tratar de desenmaraar la intrincada historia de
esas conspiraciones en lo que toca a los anarcosindicalistas, que
seguan con la proa puesta hacia la destruccin de la monarqua.Cuando
se reorganiz el comit regional, en verano de 1930, Magri pas a ser
el enlace con los conspiradores. El comit regional anterior ya haba
sostenido relaciones con un comit poltico, y haba aconsejado a sus
sucesores seguir con ellas. En la primera reunin habida con los
conspiradores, Magri se encontr con varios personajes de la
oposicin. Entre ellos, estaban Llus Companys, por los rabasaires,
Pere Comas, del semanario LOpini, que pasara a ser el rgano de la
Esquerra; Jaume Aiguad, del grupo de Estat Catal; el publicista
nacionalista Rovira i Virgili, as como Vidal Rosell, por el
diminuto Partido Socialista Cataln.
Ms adelante, a mediados de junio, la CNT recibi ofrecimientos
del capitn Alejandro Sancho Subirats. Sancho era, adems de oficial,
ingeniero y economista; quera traer la revolucin, pero sin los
polticos. Haba de venir, segn l, de la voluntad popular,
espontneamente manifestada. Sancho representaba a los tcnicos
(ingenieros, etc.) en un comit revolucionario creado en Catalua. En
l, Pou y Magri representaban al comit regional de la CNT; Eduardo
Medrano, a los militares; Manuel Hernndez, a la FAI; y Ricardo
Escrig, a los estudiantes. A las reuniones habidas en casa de
Sancho para ver cmo se poda obtener el apoyo de las profesiones
tcnicas, asistieron dirigentes anarcosindicalistas de primera fila:
Pestaa, Peir, Carb, Alfarache, Foix, Magre y Arn.
En Lrida y Gerona se crearon subcomits dependientes del de
Barcelona. Parece ser que se lleg a cierto grado de organizacin.
Por ejemplo, con la ayuda de Escrig y de algunos de sus colegas, se
interceptaban los mensajes confidenciales del gobierno. Llegaron
incluso a descubrir el cdigo secreto del gobernador.
La posicin anarquista ante el comit revolucionario de Catalua
dista mucho de ser sencilla. Al principio, los secretarios del
comit nacional de la CNT, Sirvent y Alfarache, se resistieron a
designar un delegado para dicho comit hasta que dictaminara sobre
el particular un pleno nacional. Pasaron los das, y el comit
nacional cenetista no mandaba a nadie, ni sostena relacin directa
con el comit revolucionario cataln. Pero el comit regional de la
CNT tena al nacional al corriente de sus actividades con Sancho y
dems.El cuadro se complica an ms cuando se llega a las relaciones
de la FAI con el comit revolucionario. Sirvent, adems de secretario
del comit nacional de la CNT, era miembro del comit peninsular de
la FAI. Hernndez, miembro del comit regional cataln de la CNT, era
tambin del comit peninsular fasta. El problema que debati en 1931,
y que nos concierne directamente, era el de hasta qu punto la FAI
tuvo responsabilidad en estimular los contactos con los polticos.
Sirvent y Hernndez eran los dos fastas a quienes aludi irnicamente
Francisco Arn en el debate de 1931, acusando a la FAI de hipocresa.
Ambos fueron en gran medida responsables del estrechamiento de
vnculos con los conspiradores polticos. Veamos cmo.
Francisco Arn pas a formar parte, en junio de 1930, de