7/24/2019 Ana Mara Ochoa Gautier
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Trans. Revista Transcultural de Msica
E-ISSN: 1697-0101
Sociedad de Etnomusicologa
Espaa
Ochoa Gautier, Ana Mara
A manera de introduccin: la materialidad de lo musical y su relacin con la violencia
Trans. Revista Transcultural de Msica, nm. 10, diciembre, 2006, p. 0
Sociedad de Etnomusicologa
Barcelona, Espaa
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A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia
Revista Transcultural de M
Transcultural Music R
#10 (2006) ISSN:169
A Manera de Introduccin:
La materialidad de lo musical y su relacin c
la violencia
Ana Mara Ochoa G
La idea para esta coleccin naci de la simultaneidad del desencanto
esperanza que generan las mltiples asociaciones entre msica, viol
y convivencia. Naci, inicialmente, de encuentros con colegas que de
Amrica Latina empezaron a estudiar, generalmente de manera solita
los diversos modos en que estas dos palabras se asocian. De all que
mayora de los artculos aborden experiencias del contexto
latinoamericano. Pero luego se unieron a ella otros colegas que traba
en y desde otros lugares y latitudes. Si bien exsite una concentracin
geogrfica en las Amricas, la inquietud central de la cual surgi estacoleccin fue la necesidad de abordar, desde la investigacin concre
mltiples formas de relacin entre msica y violencia como respuesta
manera como empezaron a proliferar desde comienzos la dcada de
noventa una serie de supuestos sobre la misma en el discurso medi
de las polticas de lo pblico y de lo privado tanto en Amrica Latina c
en otros lugares.
Dicho discurso pblico toma generalmente dos rutas aparentemente
opuestas. La primera es la celebracin de la msica como respuesta
violencia. Por ejemplo, en el peridico mexicano Reforma se public
noviembre 4 de 2001, un editorial de una pgina completa sobre cm
msica poda ser utilizada como respuesta a la violencia. En la parte
arriba de la pgina sala una foto de una banda de vientos de nios,
rodeada de un artculo que deca que un nio que crece tocando
instrumentos musicales, nunca empuar un arma; una afirmacin qu
haba escuchado en el marco de otros proyectos culturales en Colom
Brasil. Este tipo de afirmaciones se hacen desde agrupaciones,
organizaciones y prcticas musicales de ndole muy diferente desd
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aquellas promulgadas por los mismos grupos musicales y los movimi
sociales hasta aquellos discursos asumidos por entidades culturales
estado-nacin, hasta la reformulacin de objetivos e inversiones en c
por entidades transnacionales tales como la UNESCO o el Banco Mu
Su tenor y sentido poltico, por tanto, se constituye desde muy divers
incluso contradictorias posiciones polticas y la manera como articulausos y sentidos de la msica varan enormemente de uno a otro.
La afirmacin de que la msica sirve de respuesta a la violencia, hac
parte de lo que George Yudice ha sealado como una transformacin
general en el valor y episteme de lo cultural en el mundo contempor
(2003). Segn l, en un mundo globalizado, con una fractura del sent
clsico de la credibilidad en la poltica, lo cultural ha pasado a ocupar
lugar de lo poltico. Por tanto la justificacin y valoracin de la cultura
artes en el mundo Occidental ha pasado a ser su capacidad como re
pasa solucionar problemas polticos y sociales (Yudice 2003). Pero la
de que la msica sirve para solucionar los problemas de la sociedad
tendencia a instrumentalizar su sentido para causas socio-polticas d
solucin a la fractura del orden social no es, ni mucho menos, nueva
uno de los posibles elementos que se pueden asociar a diferentes ide
de trascendencia espiritual y constitucin moral del sujeto y por tanto
social que proliferaron en diferentes pocas y lugares en la historia de
msica clsica occidental (Goehr 1992), que adems est a la base d
aquellas ideologas de folklore que en diferentes partes del mundo ha
sido asociadas a polticas nacionalistas y romnticas (Bauman and B2004) y aparece en las ideologas sobre msicas populares masivas
teoras e ideologas de resistencia poltica (Grossberg 2002) o de
bsqueda de sentido social del mercado y las prcticas de consumo
(Negus 1999, Garca Canclini 1995). Lo nuevo por tanto no es la
tendencia a postular lo musical como aquello que cohesiona lo social
la manera como dicha instrumentalizacin ha profilerado de manera
simultneacomo episteme de lo musical a travs de una gran varieda
espacios intelectuales, de ideologas polticas, de prcticas musicales
espacios pblicos y por tanto adquiere el tenor de una verdad asumidsobre el sentido y valor de lo musical. En esta coleccin los artculos
Araujo, Birinbaum Quintero, Herlinghaus y Meintjes problematizan, de
prcticas musicales especficas, la manera como se concreta lo musi
como experiencia que media y elabora en la cotidianidad, la vivencia
violencia. Estos artculos ubican dicha posibilidad dentro de un mapa
crtico que a la vez reconoce y problematiza la utilizacin de la msic
como recurso cultural y sociopoltico en un contexto de adversidad so
Pero simultneamente a la idea de que la msica sirve como respues
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la violencia, se expandi la idea de que hay msicas que celebran e
incitan a la violencia y, por tanto, deben ser prohibidas. Como lo afirm
Vila y Semn en su artculo sobre la cumbia villera de Argentina en e
nmero, esto en parte ha sido estimulado por la expresin, en distinto
gneros musicales, de violencias que anteriormente no aparecan ni
ni estticamente expresadas como tales. O, en el caso de gneros coel corrido mexicano que histricamente se ha usado para narrar
experiencias de violencia (Paredes 1978, McDowell 2000), stas apa
articuladas de maneras tan diferentes que producen asombro es de
se les reconoce como expresiones de una realidad que antes ni se
articulaba ni se expresaba como tal. As, los narcocorridos en Mxico
Colombia, el prohibido en Brasil o la cumbia villera en Argentina han
escuchadas como msicas incitadoras a la violencia hasta el punto d
en ocasiones se ha prohibido su circulacin en los medios.
Igual que el discurso de msica como respuesta a la violencia, dicho
discurso de prohibicin asume una correlacin causal entre textualida
prctica musical y efecto social (es decir, se asume que dichas msic
incitan, por definicin, a la violencia). As, la msica se constituye en
fundamental de lo paradjico de las polticas de prohibicin que sea
un problema por medio de su negacin, como si el silenciamiento de
dichas msicas silenciara las historias de exclusin, reordenamiento
esttico y social, y demanda socio-poltica a los cuales dan voz. Aqu
discurso de prohibicin no es slo un asunto de censura musical (Clo
2003) sino que hace parte de una poltica de negacin de la existencrealidades sociales tales como las dimensiones estticas, sociales,
econmicas y polticas del narcotrfico, el incremento de la pobreza y
diferentes formas de exlusin social, las nuevas formas de
internacionalizacin de la tortura o el silenciamiento de las dimension
abrumadoras de la epidemia de SIDA o de prcticas de abuso sexua
se esconden tras las puertas de la intimidad. Si bien la mayora de es
asuntos toman formas locales que afectan a diferentes poblaciones d
maneras distintas, no son exclusivamente locales sino que son un as
que se define a travs de polticas de lo pblico y de lo privado que emundo globalizado son nacionales y transnacionales y que impactan
mbito local. La prohibicin de estas msicas por tanto hace parte de
poltica local y transnacional de silenciamiento o doble discurso (se d
una cosa pero se hace otra) que impacta lo local y lo personal pero c
mbito de definicin es de incumbencia nacional y transnacional. Per
adems, en principio, desde ambas posiciones y en el discurso pblic
(aquellas que acusan o valoran lo musical como incitador o soluciona
de la violencia), y a pesar de los mltiples lugares desde donde se ha
estas afirmaciones, existe una tendencia a que se perciba e interpret
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tanto a la msica como a la violencia como un afuera de lo social, com
un agente externo que hay que o estimular o erradicar para lograr un
reconstitucin de lo social. Esto es algo a lo que retornar ms adela
Varios de los artculos de esta coleccin cuestionan la relacin causa
entre msica y violencia, ubicando su relacin en tramas narrotolgicestticas y de prcticas que ubican la msica al centro ya sea de la
compleja vivencia de sujetos concretos (Cragnolini, Silent Jane, Mein
Vila y Semn) o del anlisis antropolgico, sociolgico, filosfico o es
del desarrollo de prcticas musicales especficas (Birinbaum Quintero
Cragnolini, Herlinghaus, Simonnet, T.M. Scruggs). Uno de los objetiv
esta coleccin por tanto es problematizar ambas afirmaciones (la de
la msica soluciona o incita a la violencia) desde investigaciones
concretas y crticas que desmontan la inmediatez con que dichas
afirmaciones se hacen y se han asumido en el espacio pblico en dis
lugares.
Pero ms all de ello, lo que se busca precisamente es desligar la
pregunta por la relacin entre msica y violencia de una relacin cau
entre esttica y sociedad para poder complejizar el fenmeno desde
tipo de preguntas que surgen al reconocer que el momento que vivim
uno en que la relacin entre esttica musical, imaginacin social,
adversidad y sufrimiento social y poltico est tomando formas que
aparecen como inesperadas, que son diferentes y que desafan much
de los supuestos sobre la relacin entre msica y sociedad. Surgenentonces dos reas de cuestionamiento interrelacionadas: la primera
cmo interpretar las maneras como toman forma las diferentes viole
y vivencias de adversidad y sufrimiento social en el mundo
contemporneo y su impacto tanto para sujetos concretos como para
pensar lo social y lo poltico? Y, segundo, cmo se anclan estas his
de adversidades personales, sociales y polticas, en las prcticas
musicales, en las maneras de imaginarnos lo musical y en la materia
misma de la msica? Por un lado est la pregunta sobre qu ontolog
estticas, ideologas y prcticas musicales se movilizan en situacioneadversidad y sufrimiento social (Das et al 1997). As surge la pregun
la relacin que tienen dichas ideas que se promulgan en el espacio
pblico con las estticas e ideologas sobre gneros musicales concr
sobre las tipologas musicales (cmo se definen la msica clsica, la
msica popular y el folklore) y sobre conceptos, ideologas y prctica
musicales que discurren no slo en el espacio pblico sino tambin d
profundas historias intelectuales, culturales y analticas sobre la msi
el sonido (Cusick este volmen). Adems, como bien lo dicen Vila y
Semn, Herlinghaus, y Birinbaum Quintero en este volmen, lo que
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aparentemente aparece como agresivo puede ser escuchado de otra
manera completamente diferente segn la posicin de sujeto o
intepretacin socio-poltica que se promulgue o se tenga o vice versa
que aparece como una poltica que estimula la convivencia puede ge
quiebres sociales radicales que antes no existan. De aqu se despre
otra pregunta general: de qu manera aparece la materialidad mismlo musical en estas instancias de adversidad y sufrimiento social? Es
decir, qu es lo que hace que la relacin entre msica y diversas fro
de violencia sea diferente por ejemplo al tipo de relaciones que se
articulan desde el cine o la literatura? El objetivo de este volmen es
inicialmente, el de pasar de las afirmaciones aparentemente obvias s
la relacin entre msica y violencia a un cuestionamiento sobre su re
con las profundas ideologas snicas en que estn basadas y as exp
la materialidad y modos de conocimiento y sentido que se generan de
lo musical en relacin a las polticas de lo acstico en contextos y
experiencias diversas de adversidad y sufrimiento social (Das et al
1997).
Hacia una acustemologa de la violencia
El trmino acustemologa fue creado por Steven Feld para
sugerir una unin entre acstica y espitemologa e investigar la primacasonido como una modalidad de conocimiento y de estar en el mundo. El
sonido emana de y penetra los cuerpos; esta repcirpocidad entre reflexi
absorcin es un modo creativo de orientacin; un modo que afina los
cuerpos a los lugares y los tiempos a travs de su potencial sonoro....La
escucha y la produccin del sonido, por tanto, son competencias
coroporeizadas que situan a los actores sociales y su posibilidad de age
en mundos histricos concretos... la acustemologa busca explorar las
relaciones histricas y reflexivas entre or y hablar, escuchar y sonar (Fe
2003: 226).
Por una acustemologa de la violencia quiero decir los tipos de
conocimientos musicales y snicos (y por tanto de redefinicin de las
prcticas de dar voz, sonar, escuchar, o silenciar) que surgen en
contextos de violencia.
Las ideologas y experiencias de la msica y las ideologas y experie
de la violencia comparten una profunda paradoja. La violencia aparec
simultneamente como algo que interrumpe radicalmente la vida
cotidiana, desgaja el sentido tanto del sujeto como de la nocin de
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sociedad (Rotker 2000, Richard 1998) y, sin embargo, aparece a la v
como una de las fuerzas histricas constitutivas de la sociedad, pilar
desarrollo histrico del espacio colonial/moderno, de la nocin de
civilizacin misma y por tanto eje de la vida cotidiana y de la experien
de estar en el mundo de un sinnmero de personas (Rojas 2002). Co
expresa Veena Das, la violencia acaba sedimentndose, descendienla vida ordinaria (Das 2007) y constituyndose en un tipo de concimi
sobre la ruptura de la singularidad del sujeto y de las relaciones socia
conocimiento doloroso envenenado lo llama Das, desde el cual deb
reconstituirnos como sujetos y como sociedades, realidad desde la c
imaginamos el futuro. Interrupcin y continuidad, ruptura y realidad, lo
inhumano y lo humano, la violencia es menos algo externo a nuestras
sociedades, como frecuentemente lo ubican las ideologas burguesas
(Jackson 2000) sino ms bien algo cuya frecuencia y persistencia ab
la vida cotidiana de cientos de personas. El hecho de que la geograf
las expresiones violentas se distribuya desigualmente no exhime de
responsabilidades a aquellos cuyos flujos de capital y polticas global
participan en las condiciones de su constitucin as su localizacin
geopoltica aparezca abrumadoramente en los pases del Tercer Mun
Sin embargo, debido a la exclusin del conflicto como categora de
constitucin de lo social y de lo comunicativo (Grimson 2000),
frecuentemente se excluye esta sedimentacin de la violencia en la
prcticas cotidianas de sociabilidad y de construccin del sujeto. Se t
por tanto de, por una parte, establecer diferencias entre la presencia permanente negociacin del conflicto como algo que permea lo
comunicativo y lo social, y de la violencia como un tipo particular de
conflicto que involucra la fuerza y la fractura de la negociacin y, por
de establecer las interrelaciones entre ellos. Si la irrupcin de la fuerz
las violencias en eventos concretos interrumpe nuestra vida cotidiana
nos ubica en el lmite entre lo humano y lo inhumano (Uribe Alarcn 2
su memoria y elaboracin las involucra en las tramas temporales del
miedo y la esperanza, la memoria y el olvido, el silencio asumido y el
silenciamiento obligado, la no escucha y lo audible.
Surge de aqu otra tensin: por un lado, se reconoce que el modo de
violencias hacer expresin en la actualidad es diferente, se ha agudiz
e implica distintos tipos de imaginarios (Das 2007, Reguillo 2005) y d
hecho, varios de los artculos de este volmen abordan este tema. Pe
frecuentemente este tipo de reconocimiento toma la forma de cofrad
del miedo (Reguillo 2005) que se azuzan desde una conceptualizaci
la violencia como algo perpetrado por agentes exteriores y por tanto s
esconde la incapacidad de los estados y de las polticas pblicas de h
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frente a la violencia y hacen que se seale como una letana de male
externos en los cuales hay que intervenir como desde un afuera haci
sociedad que aparentemente entonces, funciona. Desde esta
perspectiva, erradicar el mal no es cuestionarnos, de fondo, las poltic
nacionales y transnacionales, incluyendo las de la justicia y
responsabilidades pblicas de quienes perpetran la violencia y aprenentender los mecanismos a travs de los cuales los actores armados
construyen las prcticas y polticas del terror (Uribe Alarcn 2004), si
que se asume como el hecho de implementar polticas desde un afue
hacia una poblacin particular y a toda costa, (inclusive a costa de la
justicia y del llamado a la responsabilidad de quienes s perpetran la
violencia). Algo que se entronca de manera altamente productiva con
implementacin de polticas de silenciamiento y prohibicin menciona
anteriormente. Como bien lo dice Reguillo, resulta obvio que este mo
de pensar invisibiliza o elude el problema estructural de fondo: el del
proyecto y pacto social que una sociedad se da a s misma y la
institucionalidad que hace venir para garantizar el nudo que ata el tej
social (Reguillo 2005: 398).
Esta representacin de las violencias como una exterioridad de lo soc
veces aparece expresada bajo la metfora musical de lo que no func
en la sociedad como un ruido. David Novak define cinco usos de la
palabra ruido en el mundo moderno a lo largo del siglo XX: ruido com
opuesto al consenso pblico, como resistencia al orden social; ruido c
lo opuesto a la msica, definida como aquello que se reconoce, bajociertos ideales de belleza, como admisible como sonido musical; el ru
como lo opuesto a la comunicacin definida como transmisin de
informacin; el ruido como lo opuesto a la clasificacin y a la objetivid
de las categoras; y el ruido como lo opuesto al mundo natural y su
silencio (Novak 2006). El reconocimiento de que las violencias surge
desde un adentro de lo social implica por tanto tambin el desmonta
esta metfora socio-musical y de la ontologa musical en la cual se b
en la que el ruido se define como algo externo a la msica y lo
acsticamente agradable como un sonido musical. Esto implica elreconocimiento, como lo hace Cusick en este volmen, de que los lm
entre lo que se considera sonido y lo que se considera msica son
altamente manipulables para fines socio-polticos y que la msica no
slo asunto de placer, belleza y sociabilidad, sino que el imaginario a
se le asocia y la manipulacin de sus fronteras de percepcin pueden
perfectamente ser usadas tanto para cohesionar como para destruir
sociedades y personas. De hecho, las genealogas de valores de qu
cuenta como msica o no en una sociedad, estn histricamente llen
descripciones de msicas que, en ciertos sectores de la sociedad, ha
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sido consideradas como ruidos es decir, como un afuera que habra
eliminar. Y esto no surge desde una exterioridad de lo musical, sino
tambin desde su adentro. Como lo hacen Araujo y Birinbaum Quinte
este volmen, el reconocimiento de la genealoga del valor socio-mus
de ciertos tipos de sonidos y msicas, nos permite trazar la manera c
se entroncan los conocimientos de lo pblico y de lo musical en largatramas histricas de exclusin que se pueden activar, consciente o
inconscientemente en momentos de violencia.
Existe entonces una tensin entre, por un lado, reconocer las
transformaciones a las maneras actuales de expresin de la violencia
pero tambin, comenzar a escuchar, en las largas historias de exclus
violencias que en su descenso a lo ordinario fueron silenciadas e
interpretadas simplemente como parte de un contrato social que se
asuma como incluyente y sin fracturas. Y existe una tensin entre
reconocer que estamos ante nuevas formas de sociabilidad y fractura
lo social, pero que la forma como la violencia hace presencia all corr
peligro, en las polticas actuales, de ser reducida a un ruido externo q
hay que eliminar. Por ello son tan problemticas las afirmaciones pb
sobre la relacin causal entre msica y violencia porque al establec
una relacin causal entre msica y sociedad, corren el peligro de neg
formas de hacer presencia la materialidad tanto de la violencia como
msica.
La msica, por otro lado, ha sido descrita como una experiencia quesimultneamente permite la interrupcin del discurrir rutinario de la
realidad temporal, acstica y corporal y que, sin embargo, a la vez no
adentra, de maneras altamente corporeizadas y con una gran intensi
emocional, en el discurrir de la vida cotidiana y nos constituye como
sujetos y como realidad social. Esto se desglosa en varios supuestos
Tenemos, por una parte, como lo mencionamos anteriormente, la
pregunta sobre los lmites entre lo musical propiamente dicho y un ca
acstico general ms amplio el de los sonidos que hacen parte de l
vida cotidiana (sean considerados ruidos u otro tipo de sonidos) o el dvoz como un campo cuyas fronteras yacen entre lo musical y el lengu
Como bien lo demuestra la historia de la msica experimental o
electroacstica, o la genealoga de la manera como ciertas msicas
aborgenes o populares han pasado de ser consideradas ruidos a ser
consideradas expresiones musicales vlidas, esta frontera es altame
manipulable y entender su manipulacin tiene profundas connotacion
para la manera como se escribe la historia musical de las exclusiones
sociales. La experiencia acstica adems (musical o sonora en gene
aparece muchas veces descrita como una experiencia intensa y defin
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pero difcil de describir con palabras, es decir, como el lmite de lo
verbalmente narrable; algo que, estemos de acuerdo con ello o no,
frecuentemente se asocia o a lo inefable. O, por lo menos, podemos
que la msica pone de manifiesto la relacin a veces opaca entre
conocimientos explcitos y verbalizables y conocimientos implcitos qu
manifiestan a veces como contradicciones entre la verbalizacinlingustico-semntica, otros niveles expresivos y no semnticos del h
otro tipo de expresiones de conocimiento tales como los movimientos
corporales o las escuchas no lingusticas que implica el conocimiento
musical (Perlman 2004). Adems tenemos el hecho de que la msica
permite presentar (y por tanto que quien la escucha perciba) mltiple
estructuras sintcticas simultneamente. Asi, en contraste a la
ambigedad literaria... la ambigedad de lo musical va ms all en su
capacidad de hacer que una sola expresin sea entendida en ms de
sentido (Samuels 2004: 20). La materialidad de lo musical entonces
implica explorar los usos de las fronteras entre msica y sonido, la
relacin entre lo verbalizable y otros tipos de percepcin, conocimien
expresin que se materializan no slo en el contenido semntico de l
palabras, sino en los conocimientos del cuerpo, de los usos de la voz
las percepciones sutiles, de las contradicciones que tenemos entre
experiencia vivida y experiencia hablada; y adems est el hecho de
las formas de constituir lo ambiguo la msica, la constituyen como un
forma particularmente abierta a usos e mltiples interpretaciones
(Samuels 2004). Todo ello hace que se abra la pregunta: si la violenc
un campo que incide en la constitucin de silenciamientos obligados,qu manera interviene lo musical precisamente a travs de la
manipulacin de dimensiones especficas de su materialidad concret
tambin, si la elaboracin de la experiencia de la violencia subyace e
terreno entre lo nombrable y lo innombrable, de qu manera la
materialidad de lo musical, con sus formas diferentes de expresar y
silenciar y de manipulacin de los sentidos y percepciones de
conocmiento entre el cuerpo, lo acstico y otros sentidos, permite
precisamente intervenir en dicho espacio?
No quiero reproducir aqu un error que aparece en muchas descripcio
y mitologizaciones de lo musical y de lo potico que la msica perm
expresar algo que el aparente centramiento de la racionalidad
comunicativa en el lenguaje no permite (Samuels 2004). Despus de
siglos de canciones, un multiplicidad de artes verbales y de literatura
sabemos que no podemos reducir la nocin de lenguaje a una nocin
comunicacin racional y es un hecho que el lenguaje permite la expre
de lo emocional, del dolor y de la violencia de maneras dferentes a la
msica. No es este el lugar para detenerme sobre las complejas
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A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia
relaciones entre lenguaje, afectividad, pensamiento y msica.[1]
Simplemente quiero sealar que el papel expresivo y experiencial de
musical que sealo aqu no puede ser reducido a una simple analoga
el lenguaje. Mas bien de lo que se trata es de preguntarnos es de qu
manera la materialidad de la msica y del sonido permiten construir
modos de conocimiento y de estar en el mundo en contextos de violeque, debido a los modos expresivos como se articula lo musical, son
diferentes a los modos expresivos como se articula dicho conocimien
travs de otra formas artsticas. Y tambin sealar que es apartir de e
atencin a la materialidad de lo musical que desmontamos mitologas
sobre una asumida capacidad de la msica para cohesionar sociedad
sujetos. Como lo exploran los atuores en este volmen, es precisame
desde esta materialidad que la msica se puede utilizar tanto para
fracturar nuestro sentido de sujetos y seres sociales, como para
constituirlo.
Una de las caractersticas de la violencia es la redefinicin del espac
acstico. Esto toma varias formas: qu se puede hablar o qu no se
puede hablar; la dicotoma entre el habla y la voz, es decir entre el
aparente contenido semntico de las palabras y el contenido cognitiv
los modos de dar voz ya que no todo el sentido y significado de lo que
habla se puede explicar desde el contenido semntico de las palabra
inclusive desde sus giros lingusticos (Cavarero 2005); los modos y
prcticas de silenciamiento: desde las que silencian grupos sociales
completos hasta las que marcan los silencios de la intimidad; lamanipulacin de la relacin entre cuerpo y msica y cuerpo y sonido,
como prctica de liberacin y memoria, como prctica de tortura o co
espacio para generar un ambiguedad interpretativa entre contenido
semntico y experiencia corporal o entre diferentes espacios sociales
incluso como herramienta de la industria musical para generar merca
masivos; la manipulacin de la frontera entre msica y sonido como e
de respuesta a la violencia o de incitacin de la misma; la no escucha
como prctica de exclusin y acusacin (simplemente no se escucha
diferencia del otro y por tanto no existe), o, por el contrario, la agudizde la escucha como campo de percepcin e interpretacin del mundo
Esta lista podra continuar y no es mi objetivo ser exhaustiva. Lo que
quiero simplemente sealar es algunas posibles maneras en que la
acustemologa de la violencia explora diversos aspectos de la materi
de lo musical, muchas de las cuales son abordadas por los autores d
este volmen. Obviamente, la manera como dicha materialidad se
concrete depende del contexto social e histrico y del modo de
articulacin no slo de lo musical sino tambin de las violencias en di
contextos. Y adems, de la misma manera que la violencia, el anlisi
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A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia
dicha materialidad, invoca y problematiza, tcita o explcitamente, la
relacin entre el sujeto y lo social; es decir, desestabiliza presupuesto
asumidos sobre las nociones que tenemos de sonido y msica y su
relacin con la singularidad de los sujetos, las particularidades de lo s
y la relacin entre ambas. Los distintos autores de este volmen expl
diferentes dimensiones sociales, subjetivas o de la relacin entre amdimensiones, de lo musical en contextos de violencia.
Gran parte de la literatura sobre elaboracin de experiencias de viole
se centran en la palabra como eje fundamental de dicho proceso (Da
2007, Jackson 2000, Richard 1998, Rotker 2000 para mencionar solo
algunos). Y al mismo tiempo mencionan una aparente apora que la
forma como toma le elaboracin de las experiencias de violencia (sea
como duelo, como demanda de justicia social, como venganza, como
tesitmonio o como conocimiento silenciosamente incorporado al discu
de la vida ordinaria) generalmente yace en una dificil relacin entre lo
se silencia o se nombra, entre lo que se puede nombrar y lo que se
escoge olvidar para poder continuar viviendo, entre los momentos
histricos que exigen tiempo para poder elaborar las contradicciones
historia, o entre los olvidos y silenciamientos promulgados como polt
pblicas de encubrimiento de atrocidades e impunidades y la terrible
demanda de que entonces la elaboracin de dichas injusticias sociale
tiene que darse en un contexto o personal o autoagenciado de respu
(Richard 1998, Das 2007). Dicha apora entre los mltiples modos de
silenciamiento y los mltiples modos del habla yace indudablemente las diferentes formas de materializacin de lo acstico con sus disti
modos de silencio y de expresin. Es evidente entonces que en la
materialidad de lo acstico con sus multiples posibilidades de
agenciamiento y ambigedad que yacen entre lo corporal y lo snico
entre lo musical y lo snico, entre lo verbal y lo vocal, entre la opcin
silencio y las obligaciones al silenciamiento, entre lo sensorial y lo rac
verbal, entre los distintos sentidos que se esparcen en una sinestesia
conocimientos, se teje una amplia y posible gama de posibilidades pa
explorar las aporas de lo que aparece a la vez como necesidad de snombrado y como innombrable. Elaborar el espacio de lo musical com
mbito testimonial implica entonces abordar estas diferentes dimensi
expresivas.
Los distintos textos de esta coleccin exploran dicha materialidad de
musical y su relacin con diferentes formas y contextos de violencia d
perspectivas muy diferentes. Suzanne Cusick explora la manera com
materialidad de lo acstico se ha constituido en un campo concreto d
investigacin e implementacin de prcticas de tortura llamadas tortu
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contacto y de implementacin de polticas de combate a travs de ar
acsticas por parte del gobierno de los Estados Unidos. Adems exp
la manera diferencial en que se manipulan y perciben las fronteras en
msica y sonido entre soldados en combate y la poblacin civil y su
relacin con la construccin de nociones de diferencia, exclusin,
sexualidad y gnero. A travs de ello se cuestiona la relacin entrenociones de esttica musical que se ensean en el espacio acadmic
intelectual y nociones de estticas musical promulgadas por las polti
pblicas del gobierno de los Estados Unidos.
Pablo Vila y Pablo Semn exploran la manera como las mujeres que
participan en el consumo y baile de la cumbia villera en Argentina
complejizan sus modos de identificacin o rechazo a la manera como
cumbia villera representa o involucra a las mujeres. No slo aparecen
claras fronteras diferenciadas de interpretacin e identificacin con la
cumbia villera entre la experiencia del baile y la letra de las cancion
entre unas mujeres y otras, entre las mujeres y los hombres, entre
diferentes lugares de sociabilidad sino que los autores cuestionan l
tendencia a ver estos espacios de experiencia y participacin musica
sea exclusivamente como sntoma de condescendencia y pasividad (
mujeres aceptan la interpretacin que de ellas se hace en la cumbia
villera) o, por lo contrario, como sntoma de resistencia (las mujeres s
agentes de su propio destino). Lo que encontramos ms bien, es una
compleja trama de singularidad subjetiva y colectividad social que de
obviedades de interpretacin social, inclusive las de los mismos auto
Alejandra Cragnolini tambin aborda el tema de la cumbia villera,
contextualizando la historia de constitucin de dicho gnero musical e
relacin a las prcticas de identificacin de los jvenes, las decisione
produccin y mercadeo de las casas disqueras y las polticas de excl
de los jvenes en un contexto de aumento de la exclusin social y
econmica en la Argentina contempornea. A travs de esta historia
esttica y del testimonio experiencial e identificatorio de los jvenes d
villas, complejiza la sociologa musical de dicha expresin y lasimplicaciones para entender las prcticas identificatorias de los jven
hacerlo, ubica las exclusiones que han generado la neoliberalizacin
mercado y del trabajo en las dinmicas cotidianas de las personas.
Silent Jane escribe un texto que es a la vez testimonio y anlisis de lo
acstico frente a mltiples modos de relacin entre lo audible y lo no
audible, lo decible y lo no decible ante una experiencia personal de a
sexual en su niez. Esto lo hace a dos niveles. Por un lado, al escribi
experiencia de abuso sexual personal bajo un pseudnimo, ella se ub
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s misma y a su texto, en los lmites propios de lo que se logra decir o
decir, y las diferentes maneras de asumir autora en un momento dad
frente a un tema. Al hacerlo pone de manifiesto la diferencia entre la
literatura testimonial y la experiencia de la msica como espacio
testimonial. Porque en el caso de lo musical no se trata slo narrar y
escribir experiencias de abuso sexual sino adems de analizar los mosinstesicos de conocimiento musical que dicha experiencia gener p
ella, problematizando as la idea misma del silenciamiento y de la
narratividad. No es slo que hay experiencias que son inenarrables y
por tanto son silenciadas. Es que adems, dichas experiencias afec
todo un campo perceptivo y sensorial entre lo acstico y lo visual, lo q
se olvida y lo que se reucerda, lo que se escucha y lo que se silencia
problematiza profundamente la idea misma del contenido semntico
testimonio verbal, oral o escrito como nico espacio de elaboracin d
experiencia de la violencia. De hecho, para Silent Jane, analizar la tra
de sonidos y colores que invocan sensaciones fsicas aunque no
necesariamente recuerdos ntidos, constituye un espacio de interven
reconocimiento de una de las mlitples maneras como desde la
materialidad de lo musical evocamos la memoria que se ha constiuido
devenir cotidiano de las experiencias de violencia.
T.M. Scruggs explora el espacio de memoria a travs de la diferencia
y catalogacin en temticas diversas de textos de canciones, sentido
musicales y experiencias performativas de msicas que dej el legad
violencia asociadas al conflicto armado en Centro Amrica desdemediados de los setenta hasta fines de los ochenta. Por medio de su
diferenciacin de modos de memorializar la violencia y sus diferentes
legados, podemos ver las diferentes maneras en que se materializa d
memoria y su elaboracin a travs de la cancin centroamericana. Su
trabajo ubica la relacin entre memoria y msica en un contexto socio
poltico concreto y cuestiona las relaciones entre memoria e historia
musical y abre el tema de las mltiples relaciones que se estabelcen
el pasado reciente desde lo musical.
Samuel Araujo et alli, a partir de una experiencia de investigacin mu
en la favela de Mar en Rio de Janeiro, cuestionan no slo la idea mi
de investigacin musical o de las concepciones de la msica y lo ac
como algo ajeno a la violencia sino la nocin misma de violencia com
algo externo y ms all de lo social. Ellos cuestionan los modos de
categoras de conocimiento como portadoras de violencia y de prctic
de exclusin en s mismas y desde all generan preguntas sobre las
polticas pblicas sobre msica como respuesta a la violencia en Bra
hacen no slo desde un abordaje crtico sino desde el desarrollo de u
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experiencia dialgica sobre sociabilidad y memoria cultural en Mar
basada en la implementacin conjunta de conceptos y prcticas
postulados por Paulo Freire. Es importante sealar que sus
cuestionamientos sobre dichas polticas pblicas no son slo significa
para el Brasil sino tambin para los modos como se asume la relaci
causal entre poltica pblica y msica en diferentes experiencias depoltica cultural en otros lugares del mundo.
Michael Birinbaum Quintero explora las maneras contradictorias en q
msica del Pacfico en Colombia es leda, en cierto momento histric
como sntoma de exclusin social y racial y en otro momento, como
sntoma de reconocimiento social y de diversidad tnica y cultural. En
vaivn entre ambos extremos Birinbaum ubica una compleja historia
relaciones entre representaciones raciales, representaciones de luga
constitucin de la nacin, raza y expresiones musicales que se exace
o retroalimentan en momentos de guerra. El explora la manera como
imbrican los silenciamientos y negaciones histricas con lo que l llam
genocidio actual de los habitantes del Pacfico en Colombia y, a la ve
simultaneidad de este proceso con las contradictorias polticas de
reconocimiento musical y exploracin de dicha msica como espacio
paz.
A travs del concepto de intermedialidad, Hermann Herlinghaus
problematiza los dilemas ticos y analticos que presentan los
narcocorridos y cuestiona su abordaje desde estudios que se centranla representacin textual. Explora especficmante la pregunta por la
manera de narrar de lo musical, las dimensiones de lo afectivo que de
all se incorporan y desde all cuestiona las interpretaciones ticas de
narcocorrido. Esto lo hace especialmente a travs de las historias y
canciones de Los Tigres del Norte.
Helena Simonnet explora la creciente industria de los narcocorridos n
slo en Mxico sino en Estados Unidos. Como tal, ubica dicha prctic
dentro de una poltica concreta de globalizacin musical de las casasdisqueras y de consumo cultural centrado en los Estados Unidos que
aprece contradecir las poltics pblicas de negacin, exlcusin y
prohibicin asociadas al narcotrfico, problematizando as la relacin
mercado, globalizacin, ilegalidad y violencia. Simonnet problematiza
figura herica de la persona fuera de la ley y de la manera como
incorporan ideologas de valenta al relacionarlas con el crecimiento d
una indsutria masiva a ambos lados de la frontera entre Mxico y Est
Unidos.
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A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia
Louise Meintjes, por otro lado, porta un texto en que se imbrican la si
y fenomonologa de la danza y la msica en el ngoma de la provincia
Msinga en Surfrica, con la expresin de la masculinidad en la Surfr
postapartheid. Su texto interrelaciona la resignificacin de la expresi
la masculinidad en contextos no slo de violencia poltica sino adem
exclusin laboral y de la epidemia del SIDA. El cuidado con que analilas caractersticas estticas y fenomenologa musical del ngoma pone
manifiesto las maneras como se articulan diferentes tipos de conocim
y experiencia de lo musical en y desde diferentes gneros musicales
contextos.
No es pretensin de este volmen presentar ni un nico sentido anal
ni una perspectiva nica de las posibles relacion entre msicas y
violencias. Al contrario, como podrn apreciar, hay contradicciones y
diferencias, enfoques distintos entre los diferentes autores. En parte e
porque la temtica as lo demanda ya que trabajan desde contextos m
diferentes, pero en parte es porque los autores se posicionan de man
analticas y polticas distintas ante sus investigaciones y textos. La
coleccin quiere preservar esa diversidad como parte de su caracter
constitutiva. As, ms que una respuesta al problema de la relacin e
msica y violencia, por tanto, este volmen se plantea a manera de
continuar elaborando un campo que apenas se empieza a explorar y
cuyas dimensiones ni se pretenden abarcar ni solucionar en este vol
Es, ms bien, una invitacin a que se reconozca la magnitud del tema
el mundo contemporneo y por tanto a que se deje de silenciar bajoaparentes obviedades y se hagan audibles sus mltiples tramas.
Aradecimientos
Quiero agradecer de manera muy especial a Rubn Lpez Cano su
estmulo, acompaamiento y trabajo al hacer que este volmen se hi
y se lograra. Sin l, este volmen no habra salido a la luz pblica. Quadems agradecer a todos los colegas del comit editorial y del comi
asesor de TRANS en su trabajo annimo de revisin, correccin, lect
cuestionamiento de los textos y su participacin de las polmicas y
debates internos que algunos de ellos generaron. Quiero agradecer
especialmente a Taylor and Francis, la casa que publica la revista
Ethnomusicology Forum, pero sobretodo a las editoras de la revista,
K. Ramanarine y Rachel Harris, el permiso, que de manera excepcio
gratis, se dio para que apareciera la traduccin del texto al espaol d
Louise Meintjes, originalmente publicado en dicha revista en ingls. E
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A Manera de Introduccin: La materialidad de lo musical y su relacin con la violencia
tema que aqu tratamos es un tema urgente. Por tanto, parte de la
decisin de publicar este volmen en TRANS es precisamente que s
contenido es de acceso gratuito para personas en diferentes partes d
mundo. Hace por tanto, parte de una poltica de publicacin asumida
como tal por el comit editorial de TRANS y que, adems de la seried
de la revista, es lo que me llev a publicar este volmen aqu.
El hecho de que el volmen aparezca con textos en espaol, en portu
y en ingls tambin hace parte de un espacio dilogico y de inter-
relaciones a travs de pases y de idiomas que posibilita la publicaci
varios idiomas que tiene TRANS como poltica. En un mundo acadm
en donde las temticas de la restriccin de circulacin acadmica com
espacio de manipulacin de poder y las dificultades de la traduccin
han debatido una y otra vez, aparece supremamente contradictorio q
la hora de buscar un espacio de publicacin multilingustico y de acce
relativamente fcil a un pblico acadmico ubicado en diferentes part
del mundo, sea casi imposible encontrarlo. Agradezco a TRANS ento
esta posibilidad. Quiero agradecer a Carolina Botero las consultoras
sobre derechos que se hicieron. Por otro lado, quiero agradecer a los
autores su participacin en este volmen, a veces en situaciones de
tiempo lmites y, en otras ocasiones, enfrentados a los lmites person
que el abordaje del tema de la relacin entre msica y violencia conv
para algunos de ellos.
Notas
[1]Para una introduccin a la relacin entre msica, pensamiento, exp
cognitiva y afectiva, y lenguaje, ver, entre otros, Feld y Fox (1994); Fe
Fox, Porcello y Samuels (2006), Cavarero (2005), Perlman (2004), Sa
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