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Estrategias feministas de deconstruccindel objeto de estudio de
la economa
AMAIA PREZ OROZCO
RESUMEN
El objetivo del presente texto es realizar un acercamiento a las
diferentes corrientesde pensamiento econmico feminista en funcin de
sus propuestas de redefinicin delobjeto de estudio de la economa;
propuestas que pueden entenderse como intentos dedeconstruccin de
las dicotomas econmico/no-econmico, trabajo/no-trabajo pro-pias de
los marcos tericos androcntricos. Se identifican dos estrategias de
decons-truccin, con diferentes implicaciones tanto para el mbito de
la teora econmicacomo para el del anlisis emprico y la propuesta
poltica. La primera de ellas estbasada en el descubrimiento y
revalorizacin del otro econmico, el trabajo doms-tico. La segunda,
en proporcionar un trmino bisagra, el de sostenibilidad de lavida,
que permita trascender las dicotomas y a partir del cul se revisan
conceptosasociados, como el de trabajo. Finalmente, se argumentar
que se est produciendo undesplazamiento terico hacia esta ltima
estrategia
PALABRAS CLAVE
Economa feminista, deconstruccin, dicotoma, trabajo domstico,
sostenibilidad dela vida
ABSTRACT
This text discusses different approaches to Feminist Economics
according to theirproposals to redefine the object of study of
economics. These proposals can be under-stood as attempts to
deconstruct key androcentric dichotomies such as the
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economic/non-economic and work/non-work polarities. Two main
deconstructionstrategies are identified, with different
theoretical, empirical and political implica-tions. The first one
is aimed at recovering and revaluing the other in economic
dis-course, that is, domestic labour. The second one looks for a
displacement of the bina-ry structure through the creation of a
third term or hinge word. The concept of sus-tainability of life
would be the hinge term that allows for a revision of related
con-cepts such as work. Finally, this article argues that a
theoretical shift of attentiontowards sustainability of life is
occurring within Feminist Economics.
KEY WORDS
Feminist Economics, deconstruction, dichotomy, domestic labour,
sustainability oflife.
INTRODUCCIN
El principal objetivo de este texto es argumentar que, dentro de
la corriente quepodemos denominar como economa feminista, se est
produciendo un cambio,ms o menos consensuado, en torno al concepto
mismo de economa.
La economa en tanto que discurso terico mayoritariamente
elaborado porhombres presenta sesgos androcntricos en el contexto
de descubrimiento ascomo en el de justificacin1. Un sesgo
androcntrico clave es la restriccin delmbito de estudio a los
mercados, que han sido situados en el centro del discur-so econmico
mediante la construccin de una estructura dicotmica que iden-tifica
economa con mercados y trabajo con trabajo remunerado. Estos pares
tie-nen importantes implicaciones de gnero, ya que los mercados se
utilizan comoel trmino normativo y normalizado que refleja la
masculinidad a la vez que lasmujeres y lo femenino son
invisibilizados como lo no-econmico. Descentrar alos mercados es un
objetivo clave de la economa feminista y puede leerse comoun
proceso de deconstruccin mediante el cual se recupera a los otros
femeni-nos, a la vez que implica un debate sobre cul es la frontera
de produccin quedemarca el lmite del contenido propio de la
economa.
Este texto pretende revisar algunos de los aspectos ms
relevantes de estaselaboraciones tericas. Dado que la economa como
disciplina surgi con laIlustracin, el conjunto del artculo debe
situarse en el contexto del pensamien-
Foro Interno2004, 4, 87-117
1 S. HARDING, Can Feminist Thought Make Economics More
Objective?: FeministEconomics, vol. 1, n. 1 (1995), pp. 7-32.
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del objeto de estudio de la economa
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to occidental a partir de dicho momento histrico; por tanto no
pretende, en nin-gn momento, aplicar a las sociedades premodernas
los debates sobre los con-ceptos de economa y trabajo.
Es importante hacer varias puntualizaciones sobre el presente
artculo. Enprimer lugar, se referir a la literatura econmica
feminista proveniente del con-texto acadmico occidental. En segundo
lugar, identificar las esferas monetiza-das de la economa con los
mercados, lo cual implica la ausencia de un debateserio sobre el
papel del Estado. Por ltimo, el trmino mercados se usar
parareferirse a los mercados capitalistas. Todas estas
simplificaciones son, induda-blemente, limitaciones del texto, pero
se parte de la idea de que, ms que inva-lidarlo, apuntan a la
necesidad de complementarlo.
El documento comienza con una revisin general de las teoras
econmicasconvencionales2 y de la estructura falocntrica de su
discurso. Posteriormente, seidentifican dos estrategias feministas
de deconstruccin de dicho discurso. Laprimera de ellas consistir en
el intento de descubrir los trminos invisibilizadosde las dicotomas
analticas as como las interrelaciones con los elementos visi-bles.
Sin embargo, esta estrategia no logra minar la propia estructura
binaria yjerrquica, sino que, en cierto sentido, la refuerza. As,
una segunda estrategiapretender trascender la estructura dicotmica
mediante el uso de una categoraanaltica diferente, la de
sostenibilidad de la vida3. Por ltimo, se har una breveexploracin
de las implicaciones del uso de dicha categora, atendiendo a
lanueva perspectiva de la organizacin social que posibilita y a las
preguntas queabre sobre la lgica dominante del sistema econmico y
el reparto de la respon-sabilidad social en el mantenimiento de la
vida.
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2 Bajo el trmino teoras econmicas convencionales agruparemos,
para los objetivos deeste artculo, todas aquellas que comparten
profundos sesgos androcntricos; por tanto, en el con-texto de este
trabajo, este rasgo compartido nos permite presentar aunadas
corrientes de pensa-miento econmico tan dispares como la economa
poltica clsica, el marxismo o la economaneoclsica.
3 Es importante sealar que, aunque no puede hablarse de una
estricta evolucin lineal nihomognea del pensamiento econmico
feminista desde una primera estrategia ms temprana auna segunda ms
actual ya que ambos enfoques pueden coexistir y sus lneas
divisorias no sontan claras como en este texto se expone, este
artculo argumenta que se est produciendo uncierto consenso en torno
a la segunda estrategia surgida, en gran medida, de los problemas
detec-tados en el uso de la primera. Es decir, ms que hacer un
juicio valorativo entre ambas, se buscamostrarlas como distintas
fases del desarrollo de un enfoque feminista que no pueden
entendersesin los aciertos y desaciertos previos y de cada momento.
El deseo es ofrecer una visin de laeconoma feminista como un
proceso de aprendizaje, crtica y reelaboracin constantes con
elobjetivo final de colaborar en la construccin de mundos menos
dominados por relaciones depoder. Ver tambin nota 21.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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QU ES LA ECONOMA? PRIMEROS INTENTOS DE DECONSTRUCCIN DE
UNPARADIGMA ANDROCNTRICO CENTRADO EN LOS MERCADOS
Identificar los elementos comunes de aquello que podramos
denominar econo-ma feminista es una tarea difcil, pero hay algunos
que parecen ser ya un lugarcomn. Uno de ellos es la crtica a la
estrechez de las definiciones mayoritariasdel dominio de la
economa. Tambin lo es el intento de dar definiciones msinclusivas
que permitan integrar en el anlisis al trabajo domstico los
princi-pios tres y cuatro de los diez que, segn GEOFF SCHNEIDER y
JEAN SHACKELFORD4caracterizan a la economa feminista. Sin embargo,
este acuerdo inicial sobre lanecesidad de expandir el mbito de
estudio no implica que las propuestas sobrecmo hacerlo estn tambin
consensuadas. Los siguientes apartados explorarnestas ideas con
mayor detalle.
DEFINICIONES CONVENCIONALES (ANDROCNTRICAS) DE LA ECONOMA
Las definiciones mayoritarias de la economa en tanto que sistema
social ymbito de estudio comparten una caracterstica esencial, al
situar todas ellas alos mercados como el eje central de todo el
discurso. La economa se identificacon las esferas monetizadas de la
produccin, la distribucin y el consumo.
La economa poltica clsica no se restringa inicialmente al
estudio de losmercados5. Por una parte, la economa poltica se
defina como el estudio de lasleyes sociales que gobiernan la
produccin y la distribucin de los medios mate-riales para
satisfacer las necesidades humanas6. Por otra parte, subyaca un
vn-culo sistmico entre el subsistema de (re)produccin de bienes y
servicios y elsubsistema de (re)produccin de personas, que puede
ser percibido claramente,por ejemplo, en la teora del salario de
ADAM SMITH7. Algunos elementos impor-tantes del pensamiento clsico
son: el inters por las necesidades humanas; la com-prensin de las
relaciones econmicas como relaciones sociales; la negacin de
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4 G. SCHNEIDER y J. SHACKELFORD, Economics Standards and Lists:
Proposed Antidotes forFeminist Economists: Feminist Economics, vol.
7, n. 2 (2001), pp. 81-82.
5 M. PUJOL, Feminism and Anti-Feminism in Early Economic
Thought, Edward Elgar,Londres, 1992.
6 LL. BARB, El curso de la economa, Ariel, Barcelona, 1996, p.
18.7 M. MAYORDOMO, Precursores: el trabajo de las mujeres y la
economa poltica, VII
Jornadas de Economa Crtica, Albacete, 27, 28 Febrero y 1 Marzo
2000, http://www.ucm.es-/info/ec/index3.htm, pp. 1-4.
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del objeto de estudio de la economa
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una estricta divisin entre las esferas que ms adelante se
denominaran de pro-duccin y reproduccin; y, finalmente, el
contenido material del discurso8.
Cmo se perdi esta concepcin amplia de la economa? La prdida
fueprogresiva e implic un cambio en el centro de atencin desde las
necesidadeshumanas hacia el intercambio (mercantil), desde los
valores de uso a los valoresde cambio, desde las relaciones
sociales a las fuerzas de mercado (oferta ydemanda). La
caracterstica definitoria del trabajo pas de ser si produca
algnbien material a si su producto poda intercambiarse por dinero.
La especializa-cin, caracterstica distintiva de una economa de
mercado, pas a ser vista comoel fundamento del progreso. La mano
invisible del mercado (y su fuerza moto-ra, el inters egosta) se
convirti en el principio sagrado de la eficiencia econ-mica y el
bienestar social. Los mercados se situaron en el centro de los
discur-sos terico y poltico, mientras que los valores de uso, as
como las motivacio-nes distintas al egosmo, fueron
marginalizados.
El marxismo comparta con la economa poltica clsica muchas
nocionessobre cmo definir la produccin y el trabajo; por tanto,
mantuvo al mercado enel centro de atencin terica y lo reforz en su
valor poltico al privilegiar la luchade clases sobre ningn otro
conflicto social9. La teora marxista (histrica) utilizael trmino
trabajo real para referirse a aqul que puede convertirse en trabajo
abs-tracto, es decir, que puede ser intercambiado en el mercado.
Todo otro tipo de tra-bajo es no-real y, en ltima instancia,
no-trabajo. Esto es lo que ocurre con el tra-bajo reproductivo (en
trminos biolgicos) de las mujeres, que podra inclusoconsiderarse
menos que humano ya que la caracterstica distintiva del
trabajohumano es su carcter progresivo, su creciente desvinculacin
de las necesidadesnaturales. Por todo ello, DI STEFANO asegura que
el marxismo est profunda-mente imbuido en un horizonte masculino de
significado y sensibilidad10.
Todas estas consideraciones tericas se iban asentando al mismo
tiempoque, segn ciertos planteamientos feministas, los hombres
luchaban por hacer
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8 Las economistas feministas intentan recuperar los tres
primeros a la par que cuestionan elltimo.
9 Aqu es necesario sealar una tensin entre la denominada teora
marxista transcultural yla histrica, apuntada por L. J. NICHOLSON,
Feminismo y Marx: integracin de parentesco y eco-noma, en S.
BENHABIB y D. CORNELL (eds.), Teora feminista y teora crtica,
Edicions Alfons elMagnanim, Barcelona, 1990, pp. 30-39. Mientras
que la primera reconocera toda produccin devalores de uso, la
segunda atiende slo a la produccin de valores de cambio
(mercancas). Dadoque ha sido esta segunda la ms desarrollada, de
nuevo los mercados han sido privilegiados ana-lticamente por encima
de toda otra forma de organizacin social.
10 C. DI STEFANO, Masculine Marx, en M. L. SHANLEY y C. PATEMAN
(eds.), FeministInterpretation and Political Theory, The
Pennsylvania State University Press, 1996, pp. 146-163.
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del trabajo asalariado un privilegio masculino. Desde estas
visiones, se argu-menta que las luchas de los hombres de clase
obrera intentaban expulsar a lasmujeres del mercado laboral y
establecer as el modelo familiar hombre ganadorde ingresos-mujer
ama de casa como la lgica subyacente de los estados delbienestar11.
Es decir, la creacin de los estados del bienestar no fue un
procesoneutral ante el gnero. Contribuy a la exclusin de las
mujeres de las esferasmonetizadas de la economa al mismo tiempo que
el trabajo asalariado iba con-virtindose en la nica fuente de
remuneraciones y de prestaciones.
La escuela marginalista y, posteriormente, la neoclsica, son las
continua-doras de la economa poltica clsica. Sin embargo, no slo
mantuvieron la defi-nicin clsica del alcance de la economa, sino
que la limitaron an ms, alentender que sta comprenda el estudio de
la conducta humana como relacinentre los fines y los medios escasos
que tienen aplicaciones alternativas, consi-derando recursos
escasos a aquellos que tuvieran precio. Se perdi toda perspec-tiva
sobre la interrelacin entre los mercados y la denominada esfera
reproduc-tiva. Este proceso tuvo lugar a la par que se intentaba
construir la economacomo una ciencia exacta que, usando las
matemticas, captara la interaccin pre-cisa entre las fuerzas de
mercado oferta y demanda; es decir, que pudiera, porfin, dar leyes
exactas sobre sistemas sociales. En resumen, las actividades
mer-cantiles se convirtieron en el nico inters de la teora
econmica, en el smbo-lo del progreso, en la estructura bsica de
organizacin social y en la responsa-bilidad especficamente
masculina (ya que las mujeres, al menos idealmente,deban permanecer
en casa). Los mercados se situaron, de este modo, en el epi-centro
tanto de la estructura como del discurso econmico.
Foro Interno2004, 4, 87-117,
11 sta es la opinin defendida por Hartmann en dos obras
fundamentales. H. HARTMANN,Capitalismo, patriarcado y segregacin de
los empleos por sexo, en C. BORDERAS, C. CARRASCOy C. ALEMANY
(comps.), Las mujeres y el trabajo. Rupturas conceptuales, Icaria,
Barcelona, 1994,pp. 253-294. H. HARTMANN, Marxismo y feminismo: un
matrimonio mal avenido. Hacia unaunin ms progresiva, Zona Abierta,
vol. 24, (1980), pp. 85-113. En todo caso, no puede decirseque
exista unanimidad en esta consideracin. Hay feministas que
defienden que la instauracin delsalario familiar no fue tanto un
pacto de los hombres capitalistas y los obreros sino un logro
delconjunto de la clase obrera para lograr los mximos salarios con
el menor trabajo asalariado,como, por ejemplo, J. HUMPHRIES, Class
Struggle and the Persistence of the Working ClassFamily, Cambridge
Journal of Economics, vol. 1, n. 1, (1977), pp. 241-258. Sin
embargo, spuede decirse que existe consenso sobre la nocin de que
los estados del bienestar refuerzan y sebasan en la existencia de
esa divisin de roles por gnero, al margen de la opinin que se
detentesobre la intencionalidad de los hombres en lograr dicha
situacin. Una argumentacin a este res-pecto puede encontrarse en J.
LEWIS, Estado de Bienestar y trabajo de cuidado no remunerado,en P.
DE VILLOTA (ed.), La poltica econmica desde una perspectiva de
gnero. La individualiza-cin de los derechos sociales y fiscales en
la Unin Europea, Alianza, Madrid, 2000, pp. 55-76.
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LA ESTRUCTURA DICOTMICA DE LA TEORA ECONMICA
El apartado anterior ha intentado mostrar cmo, a pesar de ser
inicialmentemucho ms inclusivo, el contenido de la economa se
redujo al estudio de lasactividades monetizadas. Esta reduccin est
vinculada a la epistemologaandrocntrica ilustrada que subyace a la
teora econmica. Esta epistemologaandrocntrica o patriarcal se
caracteriza por ser dualista y jerrquica; es decir,por entender el
mundo en trminos dicotmicos, donde cada elemento se definepor
oposicin a su contrario, y por dirigir toda la atencin al primer
trmino decada par, jerrquicamente superior y que encarna la
normatividad y normalidad,mientras que el segundo se
invisibiliza12. Y estos pares, que se encabalgan entres, estn
ligados a las distinciones masculino/femenino,
occidental/no-occiden-tal, por lo que sesgos androcntricos y
etnocntricos subyacen al discurso aun-que este documento se centre
nicamente en los primeros.
En el mbito del discurso econmico, diversas autoras han
identificado elgnero como operador central de las dicotomas
fundacionales, lo econmico/lono-econmico, trabajo/no-trabajo,
encarnando los respectivos primeros trminosla masculinidad. As,
GILLIAN J. HEWITSON explica que la economa neoclsicaproduce la
pareja perfecta: presencia masculina/ausencia femenina, en la quela
reproduccin social se presupone, pero se vuelve invisible,
apareciendo losmercados como la nica esfera de actividad
econmica13. Y de acuerdo conBarns, la divisin lo econmico/lo
social, recientemente profundizada por laoleada terica y poltica
neoliberal, se ha construido como una serie de historiasque
enfrentan lo-econmico-como-objetivo-como-masculino frente a
lo-social-como-subjetivo-como-femenino14.
En otras palabras, los intentos de la economa feminista de
expandir el con-tenido de la economa pueden considerarse como
procesos de deconstruccinque cuestionan la centralidad de los
mercados (masculinos) y pretenden recupe-rar los otros femeninos
invisibilizados. Estos procesos se vinculan con el des-centramiento
de los mercados en las distintas dimensiones del discurso, la
onto-
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12 C. AMORS, Rasgos patriarcales del discurso filosfico: notas
acerca del sexismo en filo-sofa, en M. A. DURN (ed.), Liberacin y
utopa, Akal Universitaria, Madrid, 1982, pp. 35-59.
13 G. J. HEWITSON, Feminist Economics: Interrogating the
Masculinity of Rational EconomicMan, Edward Elgar Pub.,
Northampton, Massachusets, 1999, pp. 158-165.
14 A. F. BARNS, Re-Reading the Economic as Social: Feminist
Poststructuralist Framings ofthe Economic/Social Nexus, n. 18/2002,
Curtin University of Technology,
http://pan-dora.nla.gov.au/tep/25700, p. 2.
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loga, epistemologa y metodologa de la teora econmica15. Sin
embargo, cubrirtodas estas dimensiones (o, al menos, una parte de
las mismas) excedera el obje-tivo de este trabajo. El siguiente
apartado indagar qu estrategias de decons-truccin se han probado
desde el pensamiento econmico feminista.
El descubrimiento de los hogares y del trabajo domstico
Desde los primeros intentos de lo que hoy denominamos economa
feminista, seha realizado un esfuerzo para validar y visibilizar la
contribucin de las mujeresa la economa16. La primera vez que
surgieron estas cuestiones fue en el contex-to del llamado debate
sobre el trabajo domstico, que tuvo lugar desde finales dela dcada
de los sesenta hasta principios de los ochenta17; posteriormente,
fueronexpandidas por las autoras incluidas en la teora de los
sistemas duales18. El obje-tivo era, partiendo de una perspectiva
marxista, mostrar que la ausencia de lasmujeres del sistema
econmico no era ms que una ilusin, ya que estaban pre-sentes en la
otra cara de dicho sistema, en el espacio privado de los hogares.
Suactividad era de suma importancia, era trabajo, trabajo domstico.
Esta investi-gacin inicial fue expandida y se gener una importante
literatura tanto desdeperspectivas marxistas como neoclsicas19.
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15 Al mencionar la ontologa nos referimos a la concepcin del ser
humano subyacente, porejemplo, si se parte o no de la figura del
homo economicus de la teora neoclsica; sobre la epis-temologa habra
que considerar la construccin de la economa como una ciencia exacta
mascu-linizada; y, en el terreno metodolgico, atender a los marcos
de anlisis y su reformulacin a medi-da que mbitos no mercantiles
entran en el mismo.
16 Los objetivos han sido, entre otros: obtener reconocimiento
social para las mujeres, mos-trar que su ausencia del mercado
laboral no era resultado de la eleccin, enfatizar la importanciadel
trabajo reproductivo, proporcionar una explicacin materialista para
la situacin de desventa-ja de las mujeres en la economa.
17 Entre las autoras ms relevantes estn: MARIA ROSA DALLA-COSTA,
SUSAN HIMMELWEIT,JEAN GARDINER, MAXINE MOLYNEUX, NANCY HARSTOCK,
LOURDES BENERA Y CHRISTINE DELPHY.
18 Sera ms acertado hablar del debate de los sistemas duales
versus los sistemas unifica-dos, en el cual se trataba de
establecer las interconexiones entre capitalismo y patriarcado (si
podao no hablarse de dos sistemas, cules eran los trminos de sus
interrelaciones, etc.). Autoras rele-vantes del primero son ZILLAH
EISENSTEIN, HEIDI HARTMANN, JULIET MITCHELL Y MARY OBRIEN;y del
segundo: ALISON M. JAGGAR, LISE VOGEL E IRIS MARION YOUNG. Es
conveniente sealar queestas escuelas fueron establecidas y
nombradas de forma exgena y retrospectiva, con lo que lasautoras
pueden no identificarse a s mismas con ninguna de ellas.
19 Incluso una de las ramas de pensamiento neoclsico la
denominada Nueva Economade la Familia (NEF), cuyo autor principal
es GARY BECKER se ha desarrollado en torno al anli-sis del trabajo
domstico y los procesos intra-familiares de negociacin econmica.
Sin embargo,en ningn caso puede denominrsela feminista. En palabras
de BERGMANN, la NEF explica, jus-
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Por tanto, las feministas trataron de cuestionar aquellas
visiones convencio-nales del sistema econmico que entendan a ste
como un terreno masculino delcual las mujeres estaban excluidas. En
tal estrategia, por un lado, enfatizaban lapresencia de las mujeres
de clase obrera en el mercado laboral, algo que nuncahaba
desaparecido a pesar de la resistencia masculina comentada. Por
otro, rei-vindicaban la existencia de toda una esfera econmica que
haba sido histrica-mente mantenida en la sombra y en la cual las
mujeres eran las principales pro-tagonistas. Una gran parte de la
investigacin feminista ha tratado de obtenerdatos de la cantidad de
trabajo domstico que tiene lugar en nuestras socieda-des20. Por
tanto, puede decirse que el otro del discurso econmico fue
descu-bierto temprano. Es ms, se establecieron conexiones entre las
dos esferas dife-renciadas de la economa, la monetizada y la no
monetizada, que no se compren-dan de forma aislada, sino como
dimensiones sociales interrelacionadas (comoveremos ms
adelante).
En conjunto, la economa no eran slo mercados y trabajo
asalariado, sinotambin hogares y trabajo domstico. Cuando se aade
al anlisis la esfera nomonetizada, aparece una visin distinta del
sistema econmico: las mujeres yano estn ausentes, sino presentes;
y, a medida que las mujeres empiezan a inser-tarse masivamente en
el mercado laboral, estn doblemente presentes21. Ms an,
Foro Interno2004, 4, 87-117
tifica y an glorifica la diferenciacin de papeles por
sexo...Decir que los nuevos economistas delhogar no son feministas
en su orientacin sera tan atenuado como decir que los tigres de
Bengalano son vegetarianos. B. R. BERGMANN, The Task of Feminist
Economics: A More EquitableFuture, en C. FARNHAM (ed.), The Impact
of Feminist Research in Academy, Indiana UniversityPress, 1987, pp.
132-133.
20 Uno de los primeros intentos con un compromiso explcitamente
feminista reside en laobra de MARILYN WARING: M. WARING, Counting
for Nothing: What Men Value and What WomenAre Worth, Allen and
Unwin/Port Nicholson Press, Wellington, 1988. Actualmente, el
debate sobrela conveniencia de proporcionar estos datos en trminos
monetarios o de tiempos es uno de losms extendidos en la literatura
feminista. Una discusin al respecto puede encontrarse en
C.CARRASCO, Gnero y valoracin social: la discusin sobre la
cuantificacin del trabajo de lasmujeres, Mientras Tanto, vol. 71
(1998), pp. 61-79.
21 El concepto de doble presencia surge de L. BALBO, La doble
presencia, en BORDERAS,CARRASCO y ALEMANY (comps.), Las mujeres y
el trabajo. Rupturas conceptuales, pp. 503-514.Tanto las
clasificaciones como las crticas que estamos explicando han de
entenderse de formalocalizada en trminos culturales y temporales.
Por ejemplo, aunque aqu situamos a LAURABALBO y su nocin de la
doble presencia en una posicin terica superada, esto no ha de
enten-derse como un menosprecio a sus aportaciones. Por el
contrario, su artculo fue pionero en sumomento y supuso un avance
terico fundamental al sustituir el trmino doble jornada por el
dedoble presencia, con lo cual no reduca la identidad de las
personas a sus trabajos, sino que intro-duca la dimensin ntegra de
la vida en el anlisis econmico. Sin embargo, hoy da, se ha
cues-tionado a quienes siguen hablando de doble presencia sin
reconocer, como luego comentaremos,
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del objeto de estudio de la economa
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su trabajo no remunerado es imprescindible para el
funcionamiento del conjun-to de la estructura econmica. Se
identifica el ya mencionado modelo de fami-lia fordista hombre
ganador de ingresos-mujer ama de casa que subyace a laorganizacin
socio-econmica. Los mercados necesitan esas actividades nopagadas
para garantizar la reproduccin cotidiana de la fuerza de trabajo, y
elestado del bienestar ha reforzado dicho modelo familiar.
Puede decirse que se estaba usando una estrategia de
deconstruccin muyconcreta basada en nombrar al otro econmico no
normativo y mostrar las inte-rrelaciones existentes entre los
trminos visibles e invisibles. Sin embargo,como seala HEWITSON,
esta estrategia deja en pie las oposiciones binarias,pudiendo
incluso decirse que las refuerza22. Los prximos apartados
ampliarneste argumento.
EL REFUERZO DE LAS OPOSICIONES BINARIAS
Debates en torno al trabajo
El debate sobre qu es y qu no es trabajo puede ser uno de los ms
clarificado-res a la hora de mostrar cmo el proceso de centrar a
los mercados puede ocu-rrir de formas ms sutiles que la exclusin
explcita de las actividades no mer-cantiles23. Como ya se ha
mencionado, las economistas feministas estn deacuerdo en que hay
actividades no remuneradas que deberan ser
consideradassignificativas a nivel econmico; es decir, que el
significado del trmino trabajono debera reducirse a trabajo
remunerado. Pero, si el ser una actividad realiza-da a cambio de
dinero ya no es el elemento distintivo del trabajo, entonces,cmo
podemos definirlo?
HIMMELWEIT afirma que esta primera estrategia ha descubierto las
tareas delas mujeres mediante el uso de una categora de trabajo
preexistente, tomada de undiscurso econmico que, inherentemente,
falla a la hora de valorar, precisamente,los elementos distintivos
de esas actividades femeninas24. Cules son los requisi-
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que es imposible estar presente en lo monetizado y en lo no
monetizado a la vez, y que, dado elconflicto social de lgicas, las
mujeres estn permanentemente presentes y ausentes a un tiempo.
22 HEWITSON, Feminist Economics: Interrogating the Masculinity
of Rational Economic Man, p. 122.23 C. WOOD, The First World /
Third Party Criterion, A Feminist Critique of Production
Boundaries in Economics: Feminist Economics, vol. 3, n. 3,
(1997), p. 49.24 Ntese que, al hablar de actividades o trabajos
femeninos no lo hacemos con pretensiones
esencialistas, sino para indicar dos aspectos, por una parte, la
adscripcin histrica de dichas tar-eas a las mujeres y, por otra,
que en ellas se identifican los valores culturalmente asociados a
lafeminidad. S. HIMMELWEIT, The Discovery of Unpaid Work: The
Social Consequences of theExpansion of Work: Feminist Economics,
vol. 1, n. 2 (1995), pp. 1-10.
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tos, ms bien implcitos, necesarios para poder hablar de trabajo?
En el caso de lasactividades de mercado, el criterio es simplemente
se, ser intercambiadas pordinero. Pero en el caso de las
actividades no mercantiles son otros tres los
criteriosdefinitorios. Primeramente, debe tratarse de una actividad
que sea un medio paralograr un objetivo concreto, es decir, no debe
ser ocio porque el objetivo serala actividad en s, el disfrute de
llevarla a cabo y ha de tener un coste de opor-tunidad. En segundo
lugar, debe ser posible una divisin social del trabajo. Y, entercer
lugar, ha de poderse separar la tarea de la persona concreta que la
realiza.
En resumen, trabajo es aquella actividad con un objetivo dado,
querequiere un gasto de tiempo y energa, forma parte de una divisin
social de lastareas y es separable de la persona que la realiza25.
Esta definicin excluye, porun lado, toda implicacin personal en el
trabajo y, por otro, las actividades satis-factorias para la propia
persona, las que son un fin en s mismas. Se basa en eldenominado
criterio de la tercera parte, el cual establece que una actividad
pro-ductiva es la que permite una total separacin entre el trabajo
y el/la trabajador/a.El marxismo reconoce esa posible separacin
entre el trabajo (la tarea acometi-da) y la fuerza de trabajo
(el/la trabajador/a concreto/a) como una de las carac-tersticas
definitorias del capitalismo. Por tanto, el criterio de la tercera
parte esun criterio directamente derivado del mercado ms
concretamente, del empleoen el sector manufacturero; decir que una
actividad es trabajo en la medida enque cualquier persona podra
realizarla es lo mismo que decir que es trabajo enla medida en que
pueda asumirla el mercado y pueda, as, convertirse en traba-jo
abstracto.
Pero, dnde est el problema en utilizar el criterio (derivado del
mercado)de la tercera parte? CYNTHIA WOOD menciona varios26. De
acuerdo con esta defi-nicin, el trabajo domstico es trabajo en la
medida en que se parece a una mer-canca, con lo que implcitamente
se est diciendo que es algo menos que traba-jo en la medida en que
no se parece a una mercanca. Adems, este criterio des-carta la
existencia de actividades econmicas distintivas de los hogares. Por
otraparte, usarlo conlleva una exclusin directa de los aspectos
personales, porque amayor grado de separacin posible, menor
utilidad personal producida. Cmopuede el feminismo excluir lo
personal despus de haber argumentado fieramen-te que lo personal es
poltico, que lo privado es pblico? Una definicin de tra-bajo
derivada del mercado implica que los aspectos materiales de las
actividadesde las mujeres s se estn considerando, pero no los
emocionales, libidinosos,
Foro Interno2004, 4, 87-117
25 Ibid., p. 4.26 WOOD, The First World/Third Party Criterion,
pp. 49-55.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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98
sensuales y corporales, que son marginalizados27. Se niegan los
elementos sub-jetivos a pesar de que el trabajo domstico implica
relaciones afectivo/socialesdifcilmente separables de la actividad
misma28.
Es decir, el uso de este concepto de trabajo, si bien revaloriza
ciertos aspec-tos del trabajo domstico, reproduce una especie de
divisin pblico/privado enla que algunas actividades
(particularmente las que estn estrechamente relacio-nadas con las
relaciones emocionales/sexuales entre hombres y mujeres) se
natu-ralizan, fuera de la esfera del anlisis29.
Por ltimo, WOOD asegura que el criterio de la tercera parte se
utiliza casisiempre de forma inconsistente, ya que hay muchas
actividades que s se deno-minan trabajo cuando se realizan en el
mercado, pero no cuando se llevan a cabofuera de l30. Como
ejemplos, habla de los partos, los cuidados emocionales o elsexo.
Sin embargo, como HEWITSON ha demostrado ampliamente para el caso
delparto (las madres de alquiler), esta actividad se considera
econmica en tanto encuanto se la desprovea de todos sus elementos
especficamente femeninos. Lamadre de alquiler es incluida en el
mbito del contrato hasta el punto en que sevuelva igual al hombre.
La mujer real es la otra del agente contractual31. Portanto, puede
decirse que el criterio de la tercera parte usado para definir el
tra-bajo es un paradigma de mercado y, al mismo tiempo, un
paradigma androcn-trico en el cual todas las dimensiones asociadas
con lo femenino, como los cuer-pos sexuados, la subjetividad y la
emotividad, son marginalizadas por necesidad.
Puede concluirse que la incorporacin del trabajo domstico en las
nuevasdefiniciones de la actividad econmica no logra necesariamente
los objetivosfeministas de descentrar a los mercados y revalorizar
el otro femenino.Lograrlo est en funcin de cmo se produzca esa
incorporacin; y la forma pre-viamente comentada, aunque ha
contribuido a visibilizar algunos aspectos de lostrabajos no
remunerados, tambin ha profundizado la invisibilidad de las
tareasno equiparables a una nocin mercantilista y androcntrica del
trabajo.Evidentemente, no es necesario comentar que el significado
econmico de los
Foro Interno2004, 4, 87-117
27 C. BEASLEY, Sexual Economyths: Conceiving a Feminist
Economics, St Martins Press,Singapore, 1994, pp. 38-55.
28 C. CARRASCO, La sostenibilidad de la vida humana: un asunto
de mujeres?, en M. LENT. (ed.), Mujeres y trabajo: cambios
impostergables, OXFAM GB, Veraz Comunicao, PortoAlegre, (2003),
http://alainet.org/publica/mujtra/mujeres-trabajo.pdf, p. 16.
29 C. BEASLEY, Charting an/other direction? Sexual economyths
and suggestions for a fem-inist economics: Australian Feminist
Studies, vol. 11, n. 23, (1996), p. 112.
30 WOOD, The First World/Third Party Criterion, p. 51.31
HEWITSON, Feminist Economics: Interrogating the Masculinity of
Rational Economic
Man, p. 211.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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mercados y el trabajo asalariado ni se cuestiona (lo normativo
no pierde su con-dicin de normalidad).
Centralidad de los mercados y traslacin de las dicotomas
Esta estrategia presenta otros dos problemas asociados. Por un
lado, no se logradescentrar a los mercados, ya que el tipo de
cuestiones que se realizan y la formaen que se contestan muestran
que el inters final, a menudo, recae en las esferasmonetizadas. Por
otro, las oposiciones binarias no desaparecen, al utilizarse
undiscurso dicotmico en torno al par capitalismo/patriarcado para
explicar laposicin econmica de las mujeres.
Algunos ejemplos pueden bastar para explicar la primera
afirmacin. Granparte de la literatura feminista neoclsica ha
abordado el trabajo domstico con elnico objetivo de explicar
fenmenos de mercado tales como la menor tasa deactividad de las
mujeres, las diferencias salariales, la segregacin ocupacional
yotra serie de formas de discriminacin hacia las mujeres en el
mbito del empleo.Por otra parte, la investigacin feminista con
frecuencia ha analizado los hogarescon las mismas herramientas
usadas para el estudio de los mercados (comoesquemas de oferta y
demanda, teora de juegos no cooperativos o enfoques decostes de
transaccin); por lo cual, los aspectos que no podan ser abordados
conestas herramientas han sido dejados de lado o identificados como
no econmi-cos32. ROBEYNS argumenta que esta incapacidad para
incorporar totalmente laexperiencia de las mujeres es una de las
caractersticas distintivas de lo que elladenomina economa del gnero
en contraposicin a economa feminista33.
Respecto a los enfoques marxistas feministas34, puede sealarse
que una desus mayores preocupaciones ha sido determinar si el
trabajo domstico era unmodo de produccin aparte (es decir, se
usaban las herramientas marxistas deri-vadas del anlisis del
capital para explicar lo que ocurra fuera de los mercados)y, en su
caso, si era un modo de produccin residual o subsidiario al
capitalista.
Foro Interno2004, 4, 87-117
32 Una buena revisin es HEWITSON, Feminist Economics:
Interrogating the Masculinity ofRational Economic Man, pp. 37-66;
y, sintetizada: HEWITSON, A Survey of Feminist Economics,n.
01.01/2001, School of Business, La Trobe University,
http://www.latro-be.edu.au/business/research/dps/dps01.htm, pp.
2-14-, que califica estos ltimos intentos como laestrategia de aada
mujeres y revuelva.
33 I. ROBEYNS, Is There A Feminist Economics Methodology?,
tp://www.ingridrobeyns.nl-/Ac_publ.html, 2000, p. 10.
34 Revisiones ms o menos sistemticas son BEASLEY, Sexual
Economyths: Conceiving aFeminist Economics y E. MUTARI, As broad as
our life experience: visions of feminist politicaleconomy,
1972-1991, Review of Radical Political Economics, vol. 33, (2001),
pp. 379-99.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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100
Aqu era determinante explicar cul era la contribucin del trabajo
no remune-rado de las mujeres al capitalismo y cmo afectaba a la
reproduccin de la fuer-za de trabajo; es decir, cmo participaba en
el modo de produccin capitalistamediante la produccin de una
mercanca especfica: la fuerza de trabajo. Otropunto que ha atrado
un inters especial ha sido el de la consideracin de lasmujeres como
ejrcito industrial de reserva. En conjunto, puede decirse que
elcentro ltimo de atencin era siempre la dimensin monetizada, tanto
comoresultado de una priorizacin directa en su anlisis como de la
incapacidad paraenfrentarse a otras dimensiones sin las
herramientas y categoras provenientesdel estudio de los
mercados.
Respecto al segundo problema apuntado anteriormente, cabe sealar
queel descubrimiento de los hogares y del trabajo domstico llev
rpidamente ala expansin de las oposiciones binarias y a la
construccin de otro discursodicotmico complementario. Segn este
nuevo discurso, los mercados eran laesfera pblica, en la que el
sistema capitalista produca bienes y servicios ydaba lugar a la
opresin de clase, mientras que los hogares eran la esfera pri-vada
donde el patriarcado impona una opresin de gnero y garantizaba
lareproduccin de la fuerza de trabajo. Es decir, capitalismo y
patriarcado seestablecieron como sistemas unificados y coherentes,
dando lugar a un estan-camiento terico plagado de deslizamientos
constantes entre los campos pro-duccin/reproduccin y, de ah, a los
lugares concretos fbrica/familia, dondese analizaban las
identidades y opresiones de clase/gnero. Estos deslizamien-tos
abran dos posibilidades. Privilegiar un anlisis determinista de un
sistemasobre otro, considerando que las prcticas sociales de uno no
eran ms que unreflejo del sistema capitalista que se reproduce
hasta el infinito35. O caer en undualismo analtico, ahistrico y
esttico, que permita comprender las estruc-turas sociales hoy, pero
no su dinmica, con la consiguiente inmovilizacin delas relaciones
sociales36.
Foro Interno2004, 4, 87-117
35 La postura que pretende establecer un nico sistema dominante
est representada en eldebate que se estableci sobre quin era el
enemigo principal, el principal responsable de laopresin femenina,
si el capital o los hombres; es decir, si las mujeres eran ante
todo parte de laclase obrera (conclusin de la mayor parte de las/os
tericas/os que se incluyen en el debate sobreel trabajo domstico) o
si formaban una clase propia, como afirma C. DELPHY, Por un
feminismomaterialista. El enemigo principal y otros textos, LaSal,
Barcelona, 1982.
36 Esta postura, que pretende analizar capitalismo y patriarcado
en interrelacin, sin estable-cer a ninguno de ellos como dominante,
se encuentra en quienes debatan sobre los sistemas dualesversus
sistemas unificados. La crtica al inmovilismo proviene de D.
KERGOAT, Por una so-
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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101
Otro problema correlacionado fue la desconsideracin de los
aspectos de laopresin femenina distintos de la apropiacin del
trabajo domstico, que no seanalizaron o, al menos, no se consider
que tuvieran relevancia econmica37. Y,finalmente, al reivindicar la
importancia de la identidad de gnero en el mbitoeconmico y la
situacin comn en la que se encuentran todas las mujeres porla
existencia de esa divisin sexual del trabajo, se ignoran las
diferencias entremujeres. Es decir, se asienta una visin del
patriarcado que consideraba que labase material de la opresin
femenina era, universalmente, la distribucin intra-familiar del
trabajo, lo cual conllevaba que todas las mujeres tuvieran los
mis-mos intereses, en una nueva estructuracin dual del mundo
(mujeres contra hom-bres)38. Esta desconsideracin de las diferentes
experiencias femeninas se concre-ta en el uso del trmino trabajo
domstico. Al identificarlo como el otro del dis-curso econmico, se
invisibilizaron todos los trabajos no remunerados diferentesa las
actividades de las mujeres occidentales en el hogar. Es decir, el
concepto detrabajo domstico es un concepto occidental que excluye
de forma explcita el tra-bajo de las mujeres no occidentales en sus
hogares, al que califica como trabajode subsistencia39. Establecer
el trabajo domstico como el otro recin descubier-to conllevaba que
toda actividad diferente a ste y al empleo quedaba fuerade los
anlisis feministas del capitalismo y el patriarcado.
En conjunto, esta primera estrategia de deconstruccin no logra
satisfacersus objetivos de descentrar a los mercados, revalorizar
lo femenino oculto yavanzar en la elaboracin de un discurso
alternativo no dicotmico ni jerrqui-co. Incluir un nuevo campo de
estudio en la fortaleza econmica hasta entoncesdominada por los
mercados no ha logrado cuestionar la centralidad de stos nisu
fuerza coercitiva, sino que ha profundizado la invisibilidad de las
actividadesfemeninas no asimilables a lo mercantil y ha negado las
diferencias entre muje-res y sus distintas experiencias
econmicas.
Foro Interno2004, 4, 87-117
ciologa de las relaciones sociales. Del anlisis crtico de las
categoras dominantes a una nuevaconceptualizacin, en BORDERAS,
CARRASCO Y ALEMANY (comps.), Las mujeres y el trabajo.Rupturas
conceptuales, pp. 517-521.
37 I. M. YOUNG, Socialist Feminism and the Limits of Dual
Systems Theory: SocialistReview, vol. 10, n. 2/3, (1980).
38 La identificacin de la divisin sexual del trabajo en el seno
de la familia nuclear tradi-cional como la base material universal
de la opresin de las mujeres ha provocado mltiples cr-ticas a la
economa feminista, a la que se ha calificado no slo de etnocntrica,
sino tambin, porejemplo, de heterosexista.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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102
EL INTENTO DE TRASCENDER LA DICOTOMA
Buscando los mismos objetivos, pero con el bagaje adicional de
todas las ideasanteriormente discutidas, una nueva estrategia, de
reciente aparicin, pretendedesplazar las oposiciones binarias
mediante el uso de lo que HEWITSON denomi-na un trmino bisagra40.
En estas lneas argumentaremos que el concepto desostenibilidad de
la vida puede verse como ese trmino bisagra que trasciendeel
binarismo jerrquico y androcntrico del discurso econmico41.
Sostenibilidad de la vida
La propuesta consiste en centrarse explcitamente en las formas
en que cadasociedad resuelve sus problemas de sostenimiento de la
vida humana42. Otrointento similar de proporcionar alternativas es
el concepto de aprovisionamien-to social43. Ambos trminos implican
que el centro de atencin se dirige a las for-mas como las personas
resuelven sus necesidades de bienes y servicios44. Estadefinicin
abierta precisa de un anlisis situado histrica y culturalmente
sin
Foro Interno2004, 4, 87-117
39 WOOD, The First World / Third Party Criterion, pp. 59-63.40
HEWITSON, Feminist Economics: Interrogating the Masculinity of
Rational Economic
Man, p. 122.41 La propuesta de GILLIAN J. HEWITSON para superar
las dicotomas no es tanto dar una pal-
abra o definicin cerrada alternativa, sino profundizar en la
interrelacin de los polos, es decir, setrata de captar procesos y
relaciones, no esencias. Como afirma ROSSI BRAIDOTTI: Si la nica
con-stante en los albores del tercer milenio es el cambio, entonces
el desafo reside en pensar sobreprocesos y no sobre conceptos. R.
BRAIDOTTI, Metamorphoses. Towards a Materialist Theory ofBecoming,
Polity Press, Cambridge, 2002.
42 CARRASCO, La sostenibilidad de la vida humana, p. 12. El
trmino sostenibilidad de lavida pretende sustituir al ms usual
concepto de reproduccin social, ya que este ltimo puedeconsiderarse
que est demasiado contaminado en el sentido expresado por C. AMORS,
LaIlustracin, Seminario sobre historia de la teora feminista,
Instituto de InvestigacionesFeministas UCM, Enero 2001 pues ha sido
demasiado utilizado por el discurso androcntricopara denotar al
trmino no normativo frente al normativo de la produccin.
43 J. A. NELSON, Gender, Metaphor and the Definition of
Economics: Economics andPhilosophy, vol. 8, (1992), pp. 103-125; J.
A. Nelson, Feminism, Objectivity and Economics,Routledge, Londres,
1996, pp. 20-36 y M. Power, Social Provisioning as a Starting Point
forEconomic Theory: A Feminist Political Economic Methodology,
2003, Political EconomyWorkshop, University of Massachusetts,
Amherst,
www.umass.edu/economics/workshops-/PoliticalEconomy/power.pdf, pp.
2-8.
44 NELSON, Gender, Metaphor and the Definition of Economics, p.
119.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
-
103
naturalizar a los mercados como la nica o principal esfera
econmica45 y dela demarcacin de cules son las esferas econmicamente
significativas en cadacontexto, en lugar de preestablecerlas
previamente al anlisis y al caso concre-to. Centrarse en la
sostenibilidad de la vida implica, adems, un inters especialpor las
relaciones de poder. El centro de atencin no debe reducirse al
estudio delos procesos de aprovisionamiento resultado de la
actuacin de agentes aisladosy de decisiones individuales; sino que
ha de abarcar el aprovisionamiento social,considerando la actividad
econmica como un proceso colectivo interdependien-te. La dinmica de
las relaciones econmicas es la mirada de modos a travs delos cuales
las sociedades garantizan la satisfaccin de las necesidades de las
per-sonas46.
El debate sobre las necesidades
Establecer la sostenibilidad de la vida como principal categora
analtica nosremite inmediatamente al debate sobre las necesidades.
Cules son las necesi-dades de las que se encarga (o se debera
encargar) el sistema econmico?Mencionemos dos aspectos.
En primer lugar, hablemos de su multidimensionalidad. Hablar de
necesida-des nos lleva de vuelta a las primeras formulaciones de la
economa poltica cl-sica47, pero con una importante diferenciacin.
Mientras que en sta se atenda acmo las sociedades cubran sus
necesidades materiales, las economistas feminis-tas actuales
enfatizan que las necesidades son heterogneas y que incluyen
una
Foro Interno2004, 4, 87-117
45 Otra caracterstica de la epistemologa patriarcal ilustrada es
la tendencia a naturalizary, por tanto, a justificar como
inevitable aquello que es una construccin social; sobre
todo,aquello que implica desigualdades sociales y relaciones de
poder. AMORS, Rasgos patriarca-les del discurso filosfico: notas
acerca del sexismo en filosofa, passim. Esta estrategia entorno a
la sostenibilidad de la vida deconstruye y, por tanto,
desnaturaliza, mltiples imagina-rios sociales.
46 Esta nocin de sostenibilidad de la vida como proceso social
de satisfaccin de necesida-des humanas puede considerarse que est
inspirada en el enfoque de AMARTYA SEN y MARTHANUSSBAUM sobre las
capacidades y privaciones; entre las autoras feministas que se
reconocenherederas est INGRID ROBEYNS editora del nmero especial de
Feminist Economics vol. 9, n.2 y 3 dedicado a este enfoque.
47 Algunas autoras, como ANTONELLA PICCHIO reivindican la
economa poltica clsica comoun marco recuperable y utilizable para
los objetivos feministas. A. PICCHIO DEL MERCATO,
SocialReproduction: the Political Economy of the Labour Market,
Cambridge University Press,Cambridge, 1992 y A. PICCHIO DEL
MERCATO, El trabajo de reproduccin, tema central en el an-lisis del
mercado laboral, en BORDERAS, CARRASCO y ALEMANY (comps.), Las
mujeres y el tra-bajo. Rupturas conceptuales, pp. 451-490.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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104
dimensin ms objetiva ms cercana a las necesidades biolgicas y
otra mssubjetiva que se refiere a la necesidad de afecto, de
cuidado, al establecimien-to de vnculos sociales, o a la
participacin en la dinmica colectiva. Hay necesi-dades tangibles
como la de medicinas y las hay intangibles como la deapoyo
emocional para recuperarse de una enfermedad. La
distincinmaterial/inmaterial, objetivo/subjetivo no es posible a
nivel prctico ni, podra-mos argumentar, a nivel terico48; es decir,
que no basta aadir las inmateriales alas materiales. En ese
sentido, CHRIS BEASLEY argumenta que una deconstruc-cin de los
conceptos de economa y trabajo debe ir acompaada de una
decons-truccin de las nociones de emotividad y subjetividad49. Una
comprensinamplia de las necesidades no puede posponer el estudio de
aspectos que, comolos cuerpos, el sexo o las emociones, han sido
marginalizados de los anlisis eco-nmicos convencionales (y de
algunos feministas)50. Es decir, debera permitir lainclusin de
factores que, hasta ahora, han permanecido en los lmites del
an-lisis econmico51.
En segundo lugar, hay que sealar que las necesidades se
construyensocialmente y, por tanto, se ven directamente afectadas
por las relaciones de
Foro Interno2004, 4, 87-117
48 Por eso mismo hemos enfatizado desde la cursiva: para
reflejar, a un tiempo, el uso y com-prensin habitual de estas
dicotomas y su falsedad.
49 BEASLEY, Sexual Economyths: Conceiving a Feminist Economics,
p. 102.50 Permitmonos en este punto una digresin sobre la
(in)comunicacin entre la teora y la
economa feminista. Este proceso de replanteamiento de la
distincin material/cultural podra ayu-dar a superar la falta de
dilogo que existe entre la teora feminista y la economa feminista y
queha sido sealado por autoras como ROBEYNS Is There A Feminist
Economics Methodology?, p.20. Esta falta de un dilogo fluido puede
decirse que, en parte, se debe a la incapacidad de la eco-noma
feminista de integrar las dimensiones culturales y simblicas en el
anlisis. Por su parte,muchas economistas argumentan que el problema
es el salto de las cosas a las palabras que hatenido lugar en la
teora feminista, que ha perdido todo inters por la opresin material
de las muje-res. A la par que, en la teora feminista, triunfaban
los paradigmas post-estructuralistas y postmo-dernos que se
centraban en las diferencias culturales y las subjetividades, en el
mbito econmicose estableca como paradigma mayoritario la economa
neoclsica, con su pretensin de acercarsea las ciencias exactas;
ambos procesos han profundizado la incomunicacin entre teora y
econo-ma. Estas relaciones, que no han sido estudiadas en
profundidad salvo en escasas ocasiones (p.e.BEASLEY, Sexual
Economyths: Conceiving a Feminist Economics; HEWITSON,
FeministEconomics: Interrogating the Masculinity of Rational
Economic Man y ROBEYNS, Is There AFeminist Economics Methodology?),
mereceran una mayor atencin de la que puede dedicrse-les en este
texto. En todo caso, centrarse en las necesidades podra colaborar a
una mayor integra-cin de teora y economa feminista mediante un
serio debate sobre cmo el sistema econmicotiene que ver con
cuestiones materiales y culturales.
51 P. HYMAN, Women and the Economy: A New Zealand Feminist
Perspective, BridgetWilliams Books, Wellington, 1994, p. 43.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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105
poder. Por tanto, hablar de necesidades no significa caer en una
visin romnti-ca y glorificadora de lo que actualmente se percibe
como necesario, ya que estopuede estar reflejando las jerarquas
sociales del momento. Tampoco puedeentenderse que las necesidades
preexistan al anlisis, sino que hay que compren-der tanto sus
procesos de satisfaccin como de recreacin. Concretamente,
losmercados, adems de ser una institucin en la que se produce o
impidedicha satisfaccin, son tambin responsables clave de la
generacin constante denuevas necesidades52. En conjunto, debera
procederse a toda una redefinicin yun cuestionamiento constantes de
lo que se considera social e individualmentecomo necesario.
Por otra parte, establecer a las necesidades como el centro de
atencingenera nuevas cuestiones sobre diversos y encabalgados pares
binarios, todosellos con connotaciones de gnero:
cultura/naturaleza, deseo/necesidad, autono-ma/dependencia. Sobre
el segundo par, cabe decir que las visiones androcntri-cas de la
economa consideran que los deseos son el terreno de la eleccin, de
lalibertad, de la civilizacin y la cultura, entendidas stas como
fines en el distan-ciamiento progresivo de aquellas necesidades que
nos remiten a nuestras ligadu-ras biolgicas ms animales, a la
naturaleza. El sistema econmico, construccincultural, implica el
control del hombre sobre la naturaleza; una idea ya recogida,por
ejemplo, en el comentado concepto marxista de trabajo humano.
JULIE A. NELSON explica que el menosprecio de las necesidades
est ligadoal desprecio de lo femenino, por lo que recuperar a las
primeras permite avanzaren la recuperacin y revalorizacin de los
aspectos femeninos y reconocer laineludible dependencia de los
cuerpos humanos de su medio ambiente53.Hewitson deja claro que la
libertad del deseo y la masculinidad procreadoraimplcita en los
discursos econmicos androcntricos dejaran de existir sin
lapresencia ausente de la feminidad...sin la madre, la necesaria
pero no reconoci-da infraestructura de la sociedad54. Adems, la
nocin de deseo acarrea una con-cepcin preestablecida de escasez;
los recursos sern siempre escasos con res-
Foro Interno2004, 4, 87-117
52 HIMMELWEIT, The Discovery of Unpaid Work pp. 10-13.53 NELSON,
Feminism, Objectivity and Economics, pp. 33-36. Se abre as una
nueva va de
entendimiento entre la economa feminista y la economa ecolgica.
Para un debate sobre las rela-ciones entre ambas, vase A. BOSCH, C.
CARRASCO y E. GRAU, Verde que te quiero violeta.Encuentros y
desencuentros entre feminismo y ecologismo, IX Jornadas de Economa
Crtica,Universidad Complutense de Madrid, 25, 26 y 27 de marzo de
2004, http://www-.ucm.es/info/ec/index9.htm.
54 HEWITSON, Feminist Economics: Interrogating the Masculinity
of Rational EconomicMan, p. 161.
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del objeto de estudio de la economa
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106
pecto a los deseos ilimitados, al mismo tiempo que la
insaciabilidad del agenteconsumidor es la idea motor de la economa
de mercado. Sin embargo, si setuvieran en cuenta las necesidades,
los recursos ya no podran, en abstracto, con-siderarse escasos;
sino que habra que preguntarse qu recursos, dnde y bajoqu
circunstancias lo son. Esta visin abre mayores posibilidades para
un discur-so econmico que contribuya a resolver los agudos
problemas de la desigual dis-tribucin de la riqueza, que es otra de
las preocupaciones claves de la economafeminista.
Un ltimo punto interrelacionado es el del debate sobre el
parautonoma/dependencia. Los individuos no son totalmente
independientes unosde otros ni de su entorno fsico (el imaginario
del agente econmico aislado yautosuficiente, figura clave de
algunos discursos econmicos androcntricos, esuna falacia55), pero
tampoco totalmente dependientes. La interdependencia,entendida como
un proceso dinmico y multidimensional que tiene lugar a lolargo de
toda la vida, se contrapone a esa dicotoma, cuyas implicaciones
soncruciales. Mientras que las amas de casa son incuestionablemente
consideradasdependientes de los ingresos de sus maridos, la
dependencia de los hombres delos cuidados que reciben en los
hogares no es fcilmente identificable. Se con-sidera que las madres
solas dependen de la ayuda estatal, pero no se reconoce
ladependencia social de su contribucin a la reproduccin social. Y
estas corres-pondencias desequilibradas entre la autonoma de unos
frente a la dependenciade otras tienen su contrapartida en un
imaginario generalizado de que los hoga-res y la sociedad en su
conjunto, dependen de la economa es decir, de losmercados sin
apuntar que no hay mercados posibles sin una sociedad que
lossustente56. El aprovisionamiento social implica que la nocin de
dependencia
Foro Interno2004, 4, 87-117
55 Una crtica a esta la figura mtica del agente econmico
racional, ROBINSON CRUSOE, larealiza HEWITSON, Feminist Economics:
Interrogating the Masculinity of Rational Economic Man,pp. 145-167
y G. J. HEWITSON, Robinson Crusoe in the Family: Feminist Economics
and Lost inthe Space, n. 01.02/2001, School of Business, La Trobe
University,
http://www.latro-be.edu.au/business/research/dps/dps01.htm, a la
par que argumentan a favor de esta segundaestrategia de
deconstruccin.
56 Otro mbito en el que el debate sobre la autonoma/dependencia
tiene mucha relevanciaes en el contexto actual de la crisis de los
cuidados, donde se impone la etiqueta negativizadora dedependiente
a toda persona que requiere de una atencin especfica por razones de
enfermedad odiscapacidad (sobre este punto, ver, por ejemplo, S.
DEL RO, La crisis de los cuidados: precarie-dad a flor de piel,
Rescoldos. Revista de Dilogo Social, n. 9, pp. 50-51; tambin
en:http://www.nodo50.org/caes/feminismo/ficheros/la_crisis_de_los_cuidados.pdf).
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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107
pierde todo su sentido porque todos los miembros de la sociedad
(y ms all)son interdependientes las/os unas/os de las/os
otras/os57.
Trabajo, cuidados y feminizacin del trabajo
Aunque no se ha propuesto an un trmino que sustituya y
trascienda al par tra-bajo/no-trabajo, s que pueden encontrarse
algunas sugerencias. En primer lugar,cualquier actividad encaminada
a cumplimentar el objetivo de sostener la vidadebera ser tenida en
cuenta; las fronteras de lo que entra o debera entrar en elanlisis
son vagas. Pero, en palabras de CARRASCO y MAYORDOMO, es ms fr-til
un concepto con lmites ambiguos, pero ajustado a la realidad, que
una nocinmuy precisa del fenmeno, pero poco til para el anlisis58.
Por tanto, la prime-ra idea es que debemos atender a una amplia
gama, difusamente delimitada, deactividades que contribuyen al
aprovisionamiento social59. En segundo lugar, laconveniencia de
denominar o no trabajo a todas esas actividades que s entranen el
anlisis econmico es objeto de discusin60. Sin embargo, existe
consen-so sobre la bondad de atender a las caractersticas y
elementos de dichas acti-vidades. WOOD, al ver la dificultad de
cerrar estos debates, concluye que todoesto puede sugerir que
deberamos renunciar en su conjunto a la idea de defi-nir las
actividades mismas como trabajo o no trabajo y, en su lugar, pasar
adebatir aspectos de dichas actividades61. El proceso de tratar de
comprenderlas actividades econmicamente relevantes en cada contexto
puede ser la claveque nos proporcione conceptos adecuados para cada
lugar y momento concre-tos. Los conceptos de trabajo de cuidados y
feminizacin del trabajo son bue-nos ejemplos.
Foro Interno2004, 4, 87-117
57 POWER, Social Provisioning as a Starting Point for Economic
Theory, p. 13.58 C. CARRASCO y M. MAYORDOMO, El estudio del trabajo
de mujeres y hombres: una apro-
ximacin terica desde el enfoque reproductivo, en VII Jornadas de
Economa Crtica, Albacete,27, 28 febrero y 1 marzo 2000,
http://www.ucm.es/info/ec/index3.htm, p. 5.
59 Lo cual tiene que ver con el ejercicio responsable del
proceso de establecimiento de loslmites que no vienen fcilmente
dados de antemano inherente a la propuesta epistemolg-ica y
metodolgica de los conocimientos situados. D. J. HARAWAY, Situated
Knowledge: TheScience Question in Feminism as a Site of Discourse
on the Privilege of Partial Perspective,Feminist Studies, vol. 14,
n. 3, (1988), pp. 575-599.
60 En parte, esta discusin tiene que ver con el debate sobre si
el concepto trabajo est yademasiado contaminado o si an es
recuperable para un proyecto feminista. En estricta coheren-cia,
este mismo debate debera afrontarse con respecto al trmino
necesidad.
61 WOOD, The First World / Third Party Criterion, pp. 54-55.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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108
El trmino trabajo de cuidados cubre un aspecto esencial de las
sociedadesindustrializadas occidentales hoy. Est integrado por dos
elementos distintivos:el cuidado en tanto que una motivacin para la
accin (que engloba el trabajomotivado por un deseo de cuidar) y el
cuidado como una actividad62. Ambos ele-mentos pueden aparecer
juntos, pero no tiene por qu ser as. Cuando existe unamotivacin
para cuidar, se incluyen elementos personales y los afectos y
lasemociones son importantes; por lo que, siguiendo el criterio de
la tercera parte,definiramos esta actividad como no-trabajo siempre
y cuando se llevara a cabofuera de los cauces de mercado. Es un
concepto que logra trascender los lmitesmonetarios, porque puede
referirse tanto a trabajos pagados como gratuitos; esdecir,
renuncia a que los mercados sean su eje de referencia63. La idea de
traba-jo de cuidados es un concepto, en s mismo, trasversal, no slo
por atravesar labarrera monetaria, sino por atravesar otras
mltiples como la de dependenciafrente a independencia; por
entremezclar de forma indisociable lo material y loinmaterial; por
no restringirse a los hogares o a una mujer concreta, sino mover-se
en el seno de las redes de mujeres; porque, en l, mltiples tareas
se entremez-clan al mismo tiempo y la diferenciacin entre tiempo de
vida y tiempo de tra-bajo es sumamente dificultosa: qu es cuidado,
qu es ocio, qu es consumo,cundo trabajo y cundo vivo, si ambas
facetas son o no inseparables... Esta tras-versalidad inherente es
una de los aspectos ms prometedores de este conceptoen tanto que
herramienta de deconstruccin; quiz pueda ayudarnos a movernosentre
los pares aparentemente opuestos. La idea de trabajo de cuidados
est pro-tagonizando gran parte de los anlisis econmicos feministas
recientes64.
Finalmente, existe una literatura creciente sobre la llamada
feminizacindel trabajo, otro concepto que pretende captar procesos
econmicos fundamen-tales en las sociedades occidentales hoy da
mediante los cuales:
Foro Interno2004, 4, 87-117
62 G. J. HEWITSON, Domestic Labour, Neoclassical Economics and
Gender Identity n.02.01/2002, School of Business, La Trobe
University,
http://www.latrobe.edu.au/business-/research/dps/dps02.htm, pp.
1-3.
63 Hay economistas feministas que consideran que el elemento
distintivo del trabajo de cuida-dos es la naturaleza de su
motivacin; entre ellas, una autora clave es NANCY FOLBRE, quien
argumen-ta que trabajo de cuidados es aqul que se realiza por
afecto, o por un sentido de la responsabilidadpara con otra gente,
sin esperar una remuneracin pecuniaria inmediata. N. FOLBRE,
Holding Handsat Midnight: The Paradox of Caring Labour, Feminist
Economics, vol. 1, n. 1 (1995), p. 75. En todocaso, tambin este
concepto traspasa la frontera de la (in)existencia de
remuneracin.
64 Es, asimismo, un cuerpo de literatura en el que se cofunden
la sociologa, la psicologa, eltrabajo social o la medicina. Es sta
una dimensin ms de la trasversalidad, en este caso,
entredisciplinas acadmicas. La interdisciplinariedad es otro de los
consensos de la economa feminis-ta, como, por ejemplo, establecen
NELSON, Feminism, Objectivity and Economics, pp. 27-30 ySCHNEIDER y
SHACKELFORD, Economics Standards and Lists, pp. 85-86.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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109
...el contenido y las condiciones del trabajo hoy, impuestas
tras violentas reestructu-raciones, no son ms que la extensin
tendencial de las caractersticas del trabajo, tanto asa-lariado
como no asalariado, estructural e histricamente asignado a las
mujeres, al trabajoen sentido genrico.65
As, se incluyen elementos de inseguridad, flexibilidad,
precariedad, laausencia de prestaciones asociadas, el requerimiento
de un alto grado de adapta-bilidad y capacidad de simultanear
tareas, la no separacin de tiempos y espa-cios laborales y vitales,
y las crecientes dimensiones inmateriales,
relacionales,comunicativas y afectivas de los trabajos66. Para
comprender las tendenciasactuales de los trabajos, tanto dentro
como fuera de los mercados, ha de usarseun nuevo concepto que tenga
en cuenta estos aspectos femeninos usualmenteentendidos como
no-econmicos.
ALGUNAS IMPLICACIONES
Establecer la sostenibilidad de la vida como categora analtica
central suscitaalgunas cuestiones importantes, como lo reconoce
CRISTINA CARRASCO:
Centrarse explcitamente en la forma en que cada sociedad
resuelve sus problemas desostenimiento de la vida humana ofrece sin
duda una nueva perspectiva sobre la organiza-cin social y permite
hacer visible toda aquella parte del proceso que tiende a estar
implci-to y que habitualmente no se nombra. Esta nueva perspectiva
permite adems poner demanifiesto los intereses prioritarios de una
sociedad, recuperar todos los procesos de traba-jo, nombrar a
quines asumen la responsabilidad del cuidado de la vida, estudiar
las relacio-nes de gnero y de poder, y, en consecuencia, analizar
cmo se estructuran los tiempos detrabajo y de vida de los distintos
sectores de la poblacin.67
A continuacin nos centraremos en algunos de estos puntos, en
concreto,en esa nueva perspectiva de la organizacin social, el
conflicto de lgicas y laresponsabilidad social en la sostenibilidad
de la vida.
Foro Interno2004, 4, 87-117
65 M. MALO, Feminizacin del trabajo, Contrapoder, n. 4-5,
(2001), www.nodo50.org-/cdc/fem-trabajo.htm.
66 Estas nociones estn ligadas a las concepciones del paso del
fordismo al postfordismo ya la literatura en torno al trabajo
inmaterial (autores importantes son, por ejemplo, TONI NEGRI
yMAURIZIO LAZZARATO), pero incluyen una reveladora dimensin de
gnero.
67 CARRASCO, La sostenibilidad de la vida humana, pp.12-13.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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110
Una nueva perspectiva de la organizacin social
Preguntar cmo se sostiene la vida en una determinada sociedad
implica que lasinstituciones y dinmicas capitalistas se cuestionan
en lugar de naturalizarse68.Comprender la forma en que operan los
mercados no interesa de por s, sino sloporque permite saber cmo
impiden o contribuyen a la satisfaccin de necesida-des y a la
generacin de las mismas. Adems, el elemento clave de los bienes
yservicios ya no es el que sean o no objeto de intercambio en el
mercado, sino qunecesidades humanas satisfacen y cmo69. Por tanto,
el contenido econmico delas mercancas ya no se presupone, sino que
se cuestiona; algunas mercancaspodran incluso considerarse como
no-econmicas o anti-econmicas en lamedida en que consumen muchos
recursos sin generar la satisfaccin de necesi-dades humanas o,
incluso, daando a las personas o su medio70. Al no equiparareconoma
con mercados, los conceptos mismos de bienestar, crecimiento
econ-mico y progreso deberan replantearse. Decir que la categora
analtica central esla sostenibilidad de la vida conlleva un vnculo
directo con los debates actualessobre las nociones de desarrollo y
pobreza; campos ambos en los que las econo-mistas feministas son
muy activas.
El bienestar socioeconmico de las personas estar en funcin de la
habili-dad social para satisfacer sus necesidades71. Los recursos
para ello pueden pro-venir de distintas esferas econmicas,
monetizadas y no monetizadas. Las msrelevantes aqu, en las economas
occidentales, y ahora, en los principios delsiglo XXI, son los
mercados, el Estado y los hogares72. Estas esferas, que no
sepresuponen, sino que se contrastan en cada momento y lugar, no
pueden enten-derse aisladamente unas de otras, sino en
interconexin. Esto lleva a dar cabidaa los espacios intermedios,
aquellos que se encuentran en los lmites de las defi-
Foro Interno2004, 4, 87-117
68 POWER, Social Provisioning as a Starting Point for Economic
Theory, pp. 6-7.69 NELSON, Feminism, Objectivity and Economics, pp.
33-34.70 WARING, Counting for Nothing: What Men Value and What
Women Are Worth.71 Hemos de recordar aqu que, al haber incluido las
facetas ms inmateriales y relacionales
de las necesidades, esto implica que la participacin social o la
capacidad de toma de decisionessean tambin parte intrnseca del
bienestar, al contrario que en otros enfoques centrados en
lasnecesidades que practican una especie de despotismo ilustrado en
el cual se determina tcnica-mente qu es lo que la ciudadana
necesita, sin que sta participe en la toma de decisiones.
Unadimensin que queda, por tanto, pendiente, es la de cmo las
necesidades se articulan en preferen-cias sociales y, stas, en
demandas polticas, as como quin y cmo exige su satisfaccin. Una
cr-tica a versiones no participativas de la perspectiva de las
necesidades se encuentra en ANNA G.JNASDTTIR, Why Women Are
Oppressed, Temple University Press, Philadelphia, 1994, cap. 7.
72 H. PIETIL, How the Cake is Cut: Production and Economic
Well-being, WIDE asbl.,Brussels, 1998.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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111
niciones. Por ejemplo, las personas paradas desanimadas, las
desempleadasocultas o las subempleadas73. O, dentro de lo que han
sido tradicionalmente cajasnegras de la economa, el caso del
trabajo de cuidados remunerados informaleso el de las trabajadoras
del sexo74.
Una idea clave en esta perspectiva es que el dinero no es un
recurso nece-sario en s mismo, sino que se convierte en un
satisfactor imprescindible cuan-do el mercado es la nica va para
garantizar ciertas necesidades. Igualmente, elempleo no es
necesario en s mismo ms que cuando se convierte en la
fuenteprincipal de ingresos monetarios, es decir, ni el Estado ni
otras instituciones oredes sociales los proveen. Por tanto, el
estrecho vnculo que existe en las socie-dades occidentales entre
esas tres dimensiones distintas, satisfaccin de necesi-dades,
recursos monetarios y empleo no debera naturalizarse, sino ponerse
encuestin y descubrir as la lgica que subyace.
Una nocin ms inclusiva de la economa permite replantear el
debate his-trico de la ausencia/presencia de las mujeres en la
economa. Ya hemos intro-ducido el concepto de presencia ausente
femenina75, que va ms all de losintentos de contrarrestar las
afirmaciones androcntricas de que las mujeres hanestado
histricamente ausentes del terreno econmico con las
afirmacionesfeministas de que lo suyo ha sido una (doble) presencia
en el otro lado de laeconoma. Las mujeres ya no estn ausentes ni
presentes, sino que han sido his-tricamente una presencia ausente.
Siempre han estado en la base invisibilizaday ensombrecida de la
sociedad. Su presencia en ella era tan imprescindible comosu
invisibilidad para permitir crear el imaginario de la masculina
esfera mercan-til como un sistema econmico autosuficiente.
Foro Interno2004, 4, 87-117
73 Estas nuevas categoras para comprender el mercado laboral son
posibles cuando, por unaparte, se introducen en el anlisis nuevas
esferas las no monetizadas y, as, se deja de consi-derar a las
personas ah situadas como una masa informe de inactivas; y, por
otra parte, cuando sepermiten los espacios intermedios: entre la
actividad y la inactividad, entre la ocupacin y el des-empleo. Ver,
por ejemplo, J. FREYSSINET, Definicin y medicin del desempleo, en
J. GAUTI yJ. C. NEFFA (eds.), Desempleo y polticas de empleo en
Europa y EE.UU., Lumen Humanitas,Buenos Aires, 1998 y C. CARRASCO y
M. MAYORDOMO, Tiempos, trabajos y organizacin social:reflexiones en
torno al mercado laboral femenino, en C. CARRASCO (ed.), Mujeres y
economa.Nuevas perspectivas para viejos y nuevos problemas, Icaria,
Barcelona, 1999, pp. 125-172.
74 En el primer caso, aparecen elementos propios del empleo
formal (bsicamente, el llevarasociado un salario), pero tambin de
los trabajos no remunerados (por ejemplo, no conllevar
pres-taciones pblicas o tener muy poco reconocimiento social). En
el segundo, adems de todas esascaractersticas, existe un estigma
social crucial que no se percibe si no se toman en
consideracinfacetas emocionales y sexuales.
75 HEWITSON, Feminist Economics: Interrogating the Masculinity
of Rational EconomicMan, p. 161.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
-
Otro concepto similar es el de doble presencia/ausencia, acuado
porMARIA JESS IZQUIERDO76, que trata de enfatizar varios aspectos:
primero, la yamencionada doble presencia de las mujeres en las
esferas monetizada y nomonetizada. Segundo, que pretender estar
simultneamente en ambas es unatarea imposible. Ni los mercados
adaptan su estructura y funcionamiento alhecho de que las personas
no son individuos aislados sin ninguna responsabili-dad ms all de
su empleo, ni la vida en s se amolda a los ritmos del mercado;y las
tensiones surgidas de estas rigideces simultneas las experimentan
en suspropios cuerpos quienes son responsables de la reproduccin
cotidiana al mismotiempo que tienen que actuar en el mercado
laboral: las mujeres. Es decir, esteconcepto capta el conflicto de
lgicas subyacente entre los requerimientos de losmercados y los de
la vida misma, que se expresa visiblemente en los conflictosdiarios
a los que se enfrentan las mujeres para conciliar su llamada vida
laboraly familiar77. Y, tercero, la resistencia femenina a escindir
la vida en dos, trabajoy familia, resistencia que es un elemento de
fuerza...que permite pensar formasalternativas de organizacin
social78 que cuestionen ese conflicto de lgicas enel que, ahora,
nos introducimos.
Conflicto de lgicas y prioridades sociales
La idea de preguntarse cul es la lgica subyacente a cada esfera
econmica no esnueva, pero cobra renovada importancia dentro de una
perspectiva de sostenibili-dad de la vida. Esta cuestin no se
plantea en trminos individuales cules sonlos motivos de las
personas concretas tras sus actividades econmicas79, sinocolectivos
entender los procesos sociales. En este sentido, la lgica
subyacente
112Foro Interno2004, 4, 87-117
76 M. J. IZQUIERDO, El malestar en la desigualdad, Ctedra,
Madrid, 1998, pp. 356-357.77 Estos trminos son, en s mismos,
engaosos por multitud de motivos; entre ellos, porque
se equipara trabajo con empleo y porque toda actividad fuera del
mercado se restringe a la fami-lia puede leerse, nuclear
tradicional invisibilizando otras redes sociales.
78 C. BORDERAS y C. CARRASCO, Las mujeres y el trabajo:
aproximaciones histricas,sociolgicas y econmicas, en BORDERAS,
CARRASCO y ALEMANY (comps.), Las mujeres y el tra-bajo. Rupturas
conceptuales, p. 91.
79 Comprender las motivaciones individuales tras las decisiones
econmicas es un asuntodiferente, pero importante e
interrelacionado. La economa feminista ha criticado duramente
eldiscurso androcntrico del inters, que asume que las personas (los
hombres) se mueven por moti-vos egostas en el mercado mientras que
las mujeres se guan por el altruismo en los hogares. Estadoble
retrica esconde sesgos de gnero fundamentales. Una crtica puede
encontrarse en H.HARTMANN y N. FOLBRE, La retrica del inters
personal. Ideologa y gnero en la teora econ-mica, en C. CARRASCO
(ed.), Mujeres y economa. Nuevas perspectivas para viejos y nuevos
pro-blemas, Icaria, Barcelona, 1999, pp. 91-124.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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113
al funcionamiento de los mercados capitalistas se identifica
fcilmente. Operansiempre y cuando se permita la acumulacin de
capital, ya que el objetivo inme-diato es la generacin de
beneficios.
Este modus operandi ha sido reconocido tanto por el marxismo
como porla escuela neoclsica; el primero considera que dicha lgica
lleva consigo uninevitable conflicto de intereses entre clases; la
segunda utiliza la metfora deADAM SMITH de la mano invisible para
argumentar que una economa de (libre)mercado es social y
econmicamente deseable. En el seno de la economa femi-nista no
parece existir un acuerdo sobre la naturaleza beneficiosa o
perjudicialde los mercados, pero s lo hay en otros dos puntos. En
primer lugar, prctica-mente todas las autoras seran partidarias de
poner lmites al libre mercado (elnoveno principio de SCHNEIDER y
SHACKELFORD80). En segundo lugar, todas lasautoras que analizan los
procesos de aprovisionamiento social y trabajos de cui-dados
contraponen la lgica de acumulacin con la que subyace a los
trabajosno remunerados. stos, se asegura, se mueven por la
percepcin de una necesi-dad insatisfecha, que motiva la accin
inmediata, lo que no significa que todoslos trabajos no remunerados
sean un producto del amor, el altruismo o la solida-ridad. La visin
romntica de los trabajos invisibles ha sido duramente criticadapor
las feministas81, ya que, por ejemplo, pueden ser consecuencia de
la coer-cin, del sentido del deber o de relaciones de poder. Y, sin
embargo, puede decir-se que siempre aportarn la generacin directa
de bienestar.
sta lgica alternativa es la que subyace a la de la produccin de
valores deuso82 y se diferencia radicalmente de la de la produccin
de valores de cambiouna mercanca, evidentemente, puede satisfacer
una necesidad, pero lo harslo siempre y cuando se generen
beneficios en el nterin. En conjunto, se hablade que el corazn
invisible83 coexiste con la mano invisible, o la mano invisi-ble de
la vida cotidiana con la mano invisible del mercado84. Se habla de
la pro-funda contradiccin existente entre los procesos de
reproduccin de las personasy el proceso de acumulacin de capital85;
es decir, que estas dos lgicas socia-les entran constantemente en
conflicto, emergiendo la tensin entre sus diferen-tes intereses
cuando no hay un colectivo social que la absorba.
Foro Interno2004, 4, 87-117
80 SCHNEIDER y SHACKELFORD, Economics Standards and Lists, p.
85.81 Por ejemplo, HARTMANN y FOLBRE, La retrica del inters
personal, pp. 106-111.82 N. FOLBRE, Holding Hands at Midnight: The
Paradox of Caring Labour, pp. 76-77.83 N. FOLBRE, The Invisible
Heart: Economics and Family Values, The New Press, Nueva
York, 2001.84 CARRASCO, La sostenibilidad de la vida humana, pp.
16-17.85 PICCHIO, El trabajo de reproduccin, tema central en el
anlisis del mercado laboral,
p. 480.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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114
La cuestin subsiguiente es cul es la lgica a la que se otorga
prioridadsocial. Cul es la lgica motora de una sociedad dada, la
del cuidado o la delbeneficio? CARRASCO afirma que:
Entre la sostenibilidad de la vida humana y el beneficio
econmico, nuestras socieda-des patriarcales capitalistas han optado
por ste ltimo. Esto significa que las personas noson el objetivo
social prioritario, no son un fin en s mismas, sino que estn al
servicio de laproduccin.86
Por tanto, una vez que nos hemos apercibido, al menos
parcialmente, decmo los mercados rigen en el centro de la
estructura analtica, hemos de vercmo rigen tambin en el centro de
la estructura socioeconmica y las formas, amenudo sutiles, en que
lo hacen. La lgica del beneficio, comnmente recono-cida como fuerza
motora de las sociedades capitalistas, ya no se naturaliza ni
serestringe al mbito de los mercados, ya no es el elemento
normalizador que cues-tiona al resto. Comprender el papel que juega
al organizar los tiempos sociales,los espacios, las instituciones
polticas, incluso nuestros propios cuerpos o nues-tra sexualidad,
es una labor crucial para la economa feminista.
Responsabilidad social en el sostenimiento de la vida
Sobre quin recae la responsabilidad ltima de garantizar la vida?
Esta pregun-ta es similar a la famosa cuestin de NANCY FOLBRE: quin
paga por las/osnias/os? que es, como ella misma dice, la versin
corta de una pregunta mslarga: cmo se distribuyen los costes de la
reproduccin social?87.
Las esferas econmicas coexistentes contribuyen conjuntamente a
la soste-nibilidad de la vida, todas estn interrelacionadas y
reaccionan a los cambios enlas otras, siendo el grado de bienestar
social el resultado final de la interaccinde todas ellas. Dilucidar
quin es responsable en ltima instancia de los proce-sos de
aprovisionamiento social nos est diciendo qu juego de simultneas
pre-sencias y ausencias de (diversos agentes sociales en) diversas
esferas econmi-cas est teniendo lugar y quin est finalmente
garantizando que el juego funcio-ne. La presencia de las mujeres en
la economa ya no es la nica presencia cues-tionada. Qu podemos
decir de la presencia de los hombres, de los mercados,del Estado?
Por ejemplo, en el Estado espaol el 80% de los trabajos de
cuida-
Foro Interno2004, 4, 87-117
86 CARRASCO, La sostenibilidad de la vida humana, p. 28.87 N.
FOLBRE, Who Pays for the Kids? Gender and the Structures of
Constraint, Routledge,
Londres y Nueva York, 1994. p. 1.
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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115
dos se proveen de forma gratuita por las familias y, de ellos,
el 82% los proveenlas mujeres88. Los mercados estn deshacindose
progresivamente de sus respon-sabilidades respecto al cuidado de
sus empleadas/os en caso de enfermedad, dis-capacidad o vejez. El
Estado del bienestar est en retroceso. Y esta distribucindesigual
de los trabajos de cuidados no es un fenmeno tpicamente espaol,
sinoms bien una realidad occidental. Por tanto, parece razonable
poner muy en dudala presencia de los hombres/los mercados/el Estado
en el mbito econmico delos cuidados; ms bien, parece factible decir
que todos ellos estn ausentes89.
La economa feminista lleva mucho tiempo argumentando que los
hogaresson las unidades econmicas bsicas90 y que se adaptan
constantemente a loscambios en las esferas monetizadas para seguir
garantizando la vida. Juegan unpapel crucial como variable de
ajuste en el ciclo econmico91. Los procesos deprivatizacin y de
recorte de prestaciones pblicas han generado un incrementode los
trabajos no remunerados para compensar los recursos perdidos92.
Sinembargo, los hogares son escenario de relaciones de gnero de
poder, por lo queno pueden analizarse agregadamente, sino que hay
que atender al cmo se dis-tribuyen recursos y trabajos en su seno.
Esto nos muestra que son las mujeres lasque realizan la mayora de
los trabajos no remunerados cosa que ocurre tantoa nivel mundial93,
como a nivel del Estado espaol94 y, por tanto, son ellasquienes
reajustan el sistema econmico para seguir posibilitando la
sostenibili-
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88 M. A. DURN, El anlisis de exhaustividad de la economa
espaola, en C. CARRASCO(ed.), Tiempos, trabajos y gneros,
Universitat de Barcelona, Barcelona, 2001, pp. 42-47.
89 Para el caso espaol, ver, por ejemplo, C. CARRASCO y A.
RODRGUEZ, Women, Families, and Workin Spain: Structural Changes and
New Demands, Feminist Economics, vol. 6, n. 1 (2000), pp.
45-57.
90 Podramos argumentar que desde la economa feminista tambin se
ha deconstruido launidad bsica de anlisis econmico individuo, para
la escuela neoclsica; clase, para el mar-xismo?, pero que al hablar
la estrategia inicial, bien de la familia nuclear, bien de la clase
muje-res, arrastr sesgos etnocntricos y/o clasistas que han
motivado la bsqueda de otra estrategiams acertada, aunque tambin ms
difusa.
91 CARRASCO y MAYORDOMO, El estudio del trabajo de mujeres y
hombres: una aproxima-cin terica desde el enfoque reproductivo, p.
7.
92 Esto en el contexto de las economas capitalistas occidentales
(ver, por ejemplo, Lewis,Estado de bienestar y trabajo de cuidados
no remunerado). Lo mismo ha ocurrido en las econo-mas capitalistas
patriarcales subdesarrolladas a causa de los programas de ajuste
estructural(colecciones de artculos que tratan este tema, entre
otros, son I. BAKKER, The Strategic Silence:Gender and Economic
Policy, ZedBooks, Londres, 1994 y P. DE VILLOTA (ed.), Globalizacin
ygnero, Sntesis, Madrid, 1999).
93 PNUD, Informe sobre el Desarrollo Humano 1995, UNDP
Publications,http://hdr.undp.org/reports/global/1995/en/, pp.
87-98.
94 DURN, El anlisis de exhaustividad de la economa espaola, pp.
42-55.
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del objeto de estudio de la economa
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116
dad de la vida. Ellas son el colchn del sistema y quienes
asumen, en ltima ins-tancia, la responsabilidad de sostener la
vida. En todo caso, esta idea necesitarade una expansin y
cuestionamiento para cada contexto dado, as como de
sercomplementada por una atencin especfica a las diferencias entre
mujeres.
AGRUPANDO ALGUNAS IDEAS
La economa es un discurso androcntrico construido alrededor de
la dicotomafundacional econmico/no-econmico (trabajo/no-trabajo).
El sistema econmi-co ha sido equiparado a los mercados, por lo que
stos se han situado en el epi-centro del discurso y tambin del
sistema socioeconmico. Esta estructura bina-ria est atravesada por
relaciones de gnero desiguales. Los mercados son elmbito de la
masculinidad procreativa mediante los cuales la civilizacin,
entanto que progresiva desvinculacin de las necesidades biolgicas,
se expresa ensu forma actual. Las mujeres y lo femenino estn
excluidas del sistema econ-mico as como del discurso, pero su
presencia a la sombra es imprescindible.
Los intentos feministas de expandir el contenido de la economa
puedenentenderse como procesos de deconstruccin que buscan
desmontar la estructu-ra dicotmica del discurso, descentrar a los
mercados y recuperar los otros feme-ninos. Dos estrategias han sido
usadas. La primera de ellas, basada en la recupe-racin del trabajo
domstico de las mujeres, no logra cuestionar la estructurabinaria,
aunque aporta ideas fundamentales. As, aparece una segunda
estrategiaque pretende proporcionar una herramienta analtica
bisagra que permita tras-cender las dicotomas. Desde la economa
feminista se aboga por la utilizacindel concepto de sostenibilidad
de la vida, que desplazara a los mercados dellugar de atencin
prioritaria. Tambin se posibilitaran otros cambios, como: i)Una
nueva perspectiva de la organizacin social, que atienda a cmo los
merca-dos y otras esferas de actividad colaboran u obstruyen los
procesos de satisfac-cin de necesidades humanas. ii) La cuestin de
qu lgicas disfrutan de la prio-ridad social y qu consecuencias
tiene esto en el bienestar social. iii) El asuntode quin asume la
responsabilidad ltima en el cuidado de la vida; adems de sihay una
justa distribucin de esta responsabilidad o no.
Estas cuestiones tienen importantes implicaciones polticas y
tericas.Algunas estn ya desarrolladas, otras no son ms que
intuiciones que se adivi-nan cruciales y alguna que otra requiere
ms estudio. El uso de la sostenibilidadde la vida como concepto
central parece ser una estrategia prometedora, pero, entodo caso,
la experiencia demuestra que es muy fcil pasar por alto sesgos
andro-
Foro Interno2004, 4, 87-117
Amaia Prez OrozcoEstrategias feministas de deconstruccin
del objeto de estudio de la economa
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cntricos, mercantilistas y etnocntricos95 y que, en la medida en
que no los per-cibamos, estaremos consolidando un discurso que nos
impida avanzar en el pro-yecto feminista de crear una teora y una
poltica que nos permita luchar porliberar a todas las mujeres:
mujeres de color, mujeres de clase trabajadora, muje-res con
discap