Alejandro Farnesio (duque de Parma) Este artículo o sección necesita referencias que aparezcan en una publicación acreditada , como revistas especializadas, monografías, prensa diaria o páginas de Internet fidedignas . Este aviso fue puesto el 3 de diciembre de 2014. Puedes añadirlas o avisar al autor principal del artículo en su página de discusión pegando: {{subst:Aviso referencias|Alejandro Farnesio (duque de Parma)}} ~~~~ Para otros usos del término, véase Alejandro Farnesio . Alejandro Farnesio Duque de Parma , Plasencia y Castro Retrato de Otto van Veen en (1585) Información personal Nombre secular Alessandro Farnese Reinado 15 de septiembre de 1586 – 3 de diciembre de 1592 Nacimiento 27 de agosto de 1545 Roma ( Estados Pontificios ) Fallecimiento 3 de diciembre de 1592
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Alejandro Farnesio (duque de Parma)
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Farnesio (duque de Parma)}} ~~~~
Para otros usos del término, véase Alejandro Farnesio.
Alejandro Farnesio
Duque de Parma, Plasencia y Castro
Retrato de Otto van Veen en (1585)
Información personal
Nombre secular Alessandro Farnese
Reinado 15 de septiembre de 1586 – 3 de diciembre de 1592
La amistad de Farnesio y Juan de Austria continúo hasta la inesperada muerte del segundo en Namur. El héroe de
Lepanto dejaba tras de sí una carrera militar en ciernes, y un rompecabezas en forma de país. Felipe II confirmó a
Alejandro Farnesio como Gobernador de Flandes, el cual acertaría en las dosis correctas de mano dura y
diplomacia. La solución definitiva nunca pareció más cerca que bajo su gobierno
Para desplegar sus planes de pacificación, el general italiano primero necesitaba alcanzar una posición de altura a
través de una implacable campaña, que vería su punto álgido en la conquista de la provincia de Brabante. Durante
ésta se volvió hacer evidente la “temeridad” de Farnesio en al menos 3 ocasiones que le pudieron arrancar la vida.
La primera de ellas se produjo durante el largo sitio a la ciudad de Maastricht. Tras las obras de asedio de rigor,
Farnesio, suponiendo menor resistencia, lanzó a la infantería española –para los asaltos y operaciones complicadas
siempre la requería– contra las fuerzas sitiadas que la rechazó con un alto coste en vidas para los asaltantes. Entre las
bajas se encontraba un pariente de Alejandro Farnesio, Fabio, lo cual provocó la ira del joven general: “Yo voy allá.
Yo mudare como general la fortuna del asalto, mudando el orden de asaltar; o como soldado más con mi sangre que
con el mando”. Aunque sus oficiales próximos consiguieron que desistiera de sus palabras –más tarde, Felipe II le
reprendería por su actuación colérica–, no consiguieron apaciguar su determinación de alcanzar la victoria.
Con estos ánimos se intensifico el asedio; en las obras, que pronto darían sus primeros frutos, Alejandro ocupó
posiciones muy expuestas –estuvieron cerca de herirle– y colaboró, pala en mano, con los soldados. Tras un nuevo
asalto, esta vez exitoso, el General Farnesio cayó enfermo de lo que todos suponían la pesta. Luego de recuperarse
milagrosamente, la infantería le rogó que entrara en desfile triunfal sobre la ciudad, cuyos defensores habían rendido
la ciudadela interior. Una importante lección dejaba el asalto: las obras de ingeniería pueden reducir al mínimo los
riesgos de un asalto. En Amberes, donde volvería a exponer su persona, se pondría especial énfasis en este aspecto.
Por el momento, las prioridades militares debían claudicar ante las necesidades políticas. Alejandro Farnesio había
logrado aunar a las provincias católicas en una misma empresa, la Unión de Arrrás, cuyo primer punto exigía, de
nuevo, la retirada de los Tercios Castellanos. Tras conformar un bisoño ejercito con los nativos, Alejandro Farnesio
realizó sendas acciones militares; la principal, el asedio de la ciudad de Tournay. Las tropas valonas –los católicos–-
se comportaron con disciplina durante las obras de asedio pero titubearon a la hora del asalto. Cuando una compañía
valona de 50 soldados alcanzó el primer baluarte defensivo, en vez de atrincherarse, los soldados se quedaron
festejando la acción; los holandeses abrieron fuego causando un baño de sangre. Mientras, Alejandro Farnesio,
furioso por los retrasos, instaba a los artilleros a acelerar sus labores. En esas estaba cuando un ráfaga de artillería
enemiga bombardeo su posición. Debajo de tres cadáveres apareció el general bañado en sangre, herido en la
cabeza y el hombro. A su vez, los asaltos posteriores se saldaron con idéntica suerte hasta que la ciudad se rindió
más por cansancio que por miedo. Alejandro Farnesio, herido y frustrado, echaba en falta a su infantería más
dispuesta.
Alejandro Farnesio en plena madurez
Alcanzado este punto, fueron los nobles valones quienes pidieron el regreso de los Tercios. Pero antes de que estos
llegaran, el malogrado asalto a la ciudad de Ooudenarde, volvió a colmar la paciencia y la salud de Farnesio. Durante
el asedio, los mercenarios alemanes organizaron un motín –algo que los españoles jamás hubieran hecho, nunca
mientras la batalla estuviera en curso–, obligando a Alejandro a ocuparse en persona. “Ve que no apaciguándose en
presencia de su general, dos soldados, arrebatándole de la mano al alférez la bandera, la estrellaron contra el suelo.
Entonces, Alejandro, ardiendo en coraje, partió en carrera con el caballo, y apartando con la espada las picas
alemanas, rompiendo por el escuadrón, esparciendo a entrambas manos, terror y heridas, penetró hasta alcanzar al
soldado que estaba más cerca del alférez, lo sacó arrastrando fuera del escuadrón, y mandó al punto que lo
ahorcasen”. Aquella jornada, otros veinte soldados fueron ahorcados y las protestas quedaron mudas; no obstante, la
campaña aun depararía un hondo sobresalto. Mientras Alejandro Farnesio y sus oficiales comían al aire libre, un
cañonazo arrancó la cabeza de uno de los comensales, otro perdió un ojo, y otro recibió graves heridas en el rostro.
Salpicado de sangre, el general imperial se negó a mudar su posición: “Estoy a tiro de cañón mas no a tiro del
temor”.
Asedio a la ciudad de Amberes
Con la vuelta de los españoles la causa católica recobró la senda de victorias. A tal punto se elevó el entusiasmo que
Alejandro Farnesio eligió una presa de mayor calado para su siguiente movimiento. A principios de siglo XVI, la
ciudad de Amberes, puerta del comercio americano, había sido una de las principales urbes de Europa; a finales de
siglo, la ciudad, tras ser asolada en el famoso saqueo de 1576, había quedado en un segundo plano económico, pero
seguía contando con un sistema de fortificaciones que no conocía parangón en todo el continente y que tenía por
objeto proteger a una población de 100.000 personas. Una presa a la medida de un cazador temerario.
Sería complicado desarrollar en pocas líneas los pormenores de un asedio que se considera, junto al de Breda por
Ambrosio Spínola, una de los cercos más esforzados de la historia de la guerra. Basta resumir –quizás en otra ocasión
escribamos un artículo en exclusiva- que 10.000 soldados acometieron una monumental serie de obras: empezando
por un canal de 14 millas de longitud para drenar parte de las aguas que rodeaban la ciudad; y siguiendo por el
célebre puente, compuesto de 32 barcos unidos entre sí, que permitió a los españoles acceder a la muralla principal de
Amberes. Si cabe mencionar un desagradable incidente que, una vez más, por poco cuesta la vida del intrépido
general. Estando la construcción del puente en su última fase, los defensores lanzaron tres barcos-mina hacia él, de
los cuales solo uno alcanzó a encallarse contra el puente. La explosión causó la muerte de 800 soldados católicos y
la onda expansiva envió a Alejandro Farnesio varios metros despedido. Con todo, las heridas no revistieron
gravedad.
Como era frecuente en Flandes, el asedio a Amberes deparaba nuevos contratiempos a la vuelta de la esquina. El
último de ellos fue el temible contraataque rebelde que arrojó con furia sus mejeros tropas y sus 160 barcos restantes
para evitar la pérdida de la ciudad. El ataque estuvo cerca de alcanzar su objetivo, pero de nuevo la infantería
castellana, secundada por la italiana, reprendió el ataque. El propio Alejandro Farnesio, con espada y broquel, se unió
a la primera línea de combate entonando: “No cuida de su honor ni estima la causa del rey el que no me sigue”. La
jornada terminó con los holandeses huyendo en desbandada, muchos encallados a causa de la marea baja, lo cual
auspició la captura de 28 navíos enemigos.
Ilustración del puente construido por los ingenieros de Farnesio
Finalmente, en agosto de 1585, las tropas españolas entraban en Amberes. Los gobernadores habían decidido rendir
la ciudad unos días antes; amén de las generosas condiciones que el general Farnesio planteaba. La noticia corrió por
Europa. “Nuestra es Amberes” anunció un emocionado Felipe II a su hija Isabel Clara Eugenia a altas horas de la
noche; en pocos episodios se recuerda al monarca tan exultante.
El Rayo de la Guerra, premiado con el Toisón de Oro por Felipe II, continúo con las hostilidades en Flandes los
siguientes 7 años, donde su mayor avance fue de carácter político. Para muchos historiadores, lo que hoy conocemos
como Bélgica tiene su origen en este periodo, gracias a las maniobras políticas de Farnesio, que bien puede
considerarse el padre de la patria belga.
A pesar del esfuerzo, Alejandro nunca pudo ver acabada su proyecto político, y con su muerte, el Imperio Español
desperdició su última oportunidad de derrotar militarmente a Holanda –ya entonces llamada Provincias Unidas-. Gran
parte de culpa la tuvo Felipe II, siempre empeñado en encontrar empresas mesiánicas donde arrojar los recursos que
tanto se requerían en Flandes. La conquista de Portugal de 1580 obligó a desviar tropas y fondos, la Armada
Invencible forzó al ejército de Flandes a abandonar numerosas guarniciones; y en 1593, la Guerra Civil de Francia se
llevó la vida de Alejandro Farnesio que había acudido en contra de su voluntad, mientras sus enemigos aprovecharon
para recuperar ciudades en Flandes. Como no podía ser de otra forma, la muerte de Farnesio, el 3 de diciembre
de 1593, por hidropesía, fue motivada por la herida, mal curada, de un disparo de arcabuz que recibió
mientras supervisaba el asedio en la ciudad francesa de Caudebech.
Alejandro Farnesio no podía evitar arriesgar su alma, disfrutaba de todos los aspecto de la vida militar. Nada se le
puede reprochar, no era la mejor decisión militar, pero iba impresa en su carácter, y daba cuenta de la clase de coraje
que gastaba. Temerario en la batalla, desprovisto de complejos ante su monarca, un descaro de talento al servicio del
Imperio español.
Fuentes:
- Tercios de España: la infantería legendaria, Fernando Martinez Lainez
La vida del gran Alejandro Farnesio
Alejandro Farnesio;http://images.encarta.msn.com/xrefmedia/sharemed/targets/images/pho/t291/T291958A.jpg La vida de Alejandro Farnesio esta marcada por hechos y batallas militares, una vida por y para lo militar, así pues la vida del duque de Parma esta envuelta de acontecimientos bélicos, de luchas, entre las más importantes las referidas a los Países bajos y a la batalla de Lepanto contra los turcos.
Alejandro Farnesio nace en Roma el 27 de agosto de 1545 y muere en Arras ( Francia) el 3 de
diciembre de 1592 con 47 años de edad. Será el tercer duque de Parma entre el 1585 y 1592. Hijo de Octavio Farnesio y Margarita de Parma ( hija natural e ilegitima de Carlos I, que una vez convertido en emperador pasara a convertirse en Carlos V). En 1556 fue enviado a Bruselas ( Bélgica) donde se encontraba la corte de Felipe II que estuvo allí situada des del 1556 hasta el 1598, la razón de este viaje es que Farnesio se educara en la corte española, acto que garantizaba y demostraba la fidelidad de su padre hacia la corona española. En 1559 se trasladó a Madrid donde permaneció hasta 1565; estudiando en la Universidad de Alcalá de Henares, situada en Madrid junto a Juan de Austria y el príncipe Carlos. Este mismo año regresó a Bruselas, donde su madre ejercía como gobernadora de los Países bajos y se casó con María de Portugal, nieta de Manuel I el afortunado, y seguidamente se estableció en Parma ( Italia).
No obstante su carrera militar, que lo acredita como uno de los más grandes generales de la Corona Española del s.XVI se iniciará en 1571, al participar como lugarteniente de Juan de Austria en la Batalla de Lepanto. Desde 1571 hasta 1577 tuvo una etapa de inactividad y estuvo establecido en Parma, no obstante seis años después de aquella batalla de Lepanto, una vez Juan de Austria se había convertido en gobernador de los piases bajos, para que lo socorriese en su lucha contra los protestantes Juan de Austria puso a Farnesio al frente de los tercios de Italia, con los cuales emprendió la campaña de flandes. Así Farnesio al mando de la batalla de Gembloux derroto a los protestantes, lo cual significo la recuperación de las provincias catolicas meridonales de dominio español. Luchó también en la conquista de Nivelle y en la toma de plazas de Diest, Suhem, Limburgo y Dalhem. En octubre de 1578 muere Juan de Austria de tifus, no obstante poco antes de morir, eligió a
Farnesio como su sucesor en el gobierno de los países bajos, cargo que posteriormente por Felipe II y a partir del cual Farnesio se consolidara como un talentoso militar de grandes cualidades no solo militares sino también diplomáticas, consiguiendo en 1579 la obediencia a la corona española de la provincia del sur mediante la Unión de Arras y consiguiendo unas semanas más tarde que los rebeldes abjuraran la soberanía de Felipe II, mediante la Unión de Utrecht. Montó una base de operaciones seguras en Hainaut y Artois y se dispuso a conquistar las provincias de Brabante y Flandes, que fueron cayendo bajo su contao hasta llegar al frente de Amberes que finalmente llego a conquistar en 1584, despues de un gran asedio a Amberes que requirio todo su ingenio militar rindiendo la ciudad el 15 de agosto de 1585 bajo su dominio, tal éxito de Alejandro Farnesio devolvio a la corpona Española todas las provincias de los Paises Bajos. No obstante en las provincias de Holanda y Zelanda necesito para su conquista, por
necesidades geográficas, el dominio del mar, que se encontraba en manos de los rebeldes. No será hasta 1585 cuando se convertirá en duque de Parma, pues sucede la muerte de su padre, del que heredó Parma,Plasencia y Guastalla, pero cedió la administración a su hijo Ranuccio, pues en tal situación pedirá al rey permiso para austentarse y visitar el ducado, petición que el rey no aceptara, por considerarlo necesario e insustituible en la batalla de Flandes. Un año más tarde, en el intento de invasión de Inglaterra se enfrento con éxito a la fuerza inglesa bajo las ordenes del duque Leicester, Farnesio contaba con el apoyo de la armada invencible , no obstante Alejandro iniciara la conquista de Ostende y Sluis, conquistando esta ultima donde llegara la armada en 1578, y tras la derrota de la armada invencible, Farnesio se establecerá en Dunkerque. En tales contextos de campaña militar española, muere el rey de Francia Enrique III en diciembre del 1589, y subirá al trono de Francia Enrique IV, Alejandro fue enviado con el ejercito a Francia
para luchar con el bando católico opuesto a Enrique IV. Farnesio, que se había negado a ceder el poder político a su madre, según el deseo de Felipe II, no pudo mantener el sitio de Cambrai y cedió Amberes al año siguiente. La larga guerra que siguió, durante la cual fue asesinado el duque de Orange, concluyó en 1585 con la ocupación de Bruselas y Gante y la recuperación de Amberes por las fuerzas de Farnesio. Pero inmediatamente debe acudir para ayudar a Nimega, tras liberarla sigue la situación bélica y hostilidades entre ambos frentes, haciéndose cada vez más difícil mantener el dominio de los territorios debido a la ayuda de los ingleses al bando rebelde y al agotamiento de sus tropas. Finalmente 1592, su ejército liberó Ruán, cercada por el ejército francés de Enrique IV, al que venció de nuevo en la batalla de Aumale, con lo que aseguró el abastecimiento de París. En el asedio de Caudebec de 1592 resultó herido de un disparo de mosquete, falleciendo durante la campaña militar en Arras en 1592.
1 comentario.
Los peculiares antecedentes de Alejandro Farnesio »
Manuel
Comentario on septiembre 5th, 2011. MARGARITA DE PARMA – María Teresa Álvarez
Margarita de Parma (1522-1586) es todo un personaje, «rarísimo ejemplo de mujer», como figura en el epitafio de su tumba; quizás no demasiado conocido, que forma parte de esa larga lista de mujeres fuertes,
mujeres que han gobernado países mientras los hombres (los reyes) estaban en guerra. Mujeres que siendo reinas
consortes, o sin ser reinas, formaban parte de la familia real y jugaron un papel determinante en la política de los
países, los reinos y los imperios. La autora ha escrito anteriormente sobre más mujeres de este temple.
Esta es una biografía novelada, que no solo nos cuenta la vida de esta hija bastarda de Carlos V, sino que a la vez nos
recuerda la convulsa historia de toda una época. Porque además, los personajes que rodean a Margarita de Parma son
brillantes: Carlos V, su padre; su tía, Margarita de Austria, gobernadora de Flandes mientras el emperador movía
tropas de una parte a otra (y su esposa, Isabel de Portugal, gobernaba España); sus dos hermanastros, Felipe II y
Juan de Austria; su hijo, Alejandro Farnesio, que educado junto a Juan de Austria combatió en Lepanto y también
gobernó, más tarde, Flandes; el terrible Duque de Alba; varios papas, ilustres familias nobiliarias italianas: los Farnesio,
los Médicis, los Gonzaga…. artistas, humanistas como Vittoria Colonna, Miguel Ángel, en fin, que con esta obra
recorremos la Europa renacentista y las primeras manifestaciones de las guerras religiosas, la Reforma y la
Contrarreforma. Margarita de Parma es desposada con Alejandro de Médicis, duque de Florencia y tras su muerte (por
asesinato), con Octavio Farnesio, duque de Parma, porque a Carlos V le convenía en sus tratados internacionales establecer alianzas. La relación de Margarita con ese padre poderoso y lejano, al que conoce cuando apenas tiene diez
u once años, pero con el que crea unos lazos muy especiales ―según nos describe la autora del libro― es una parte
muy interesante del texto. La otra relación es con su secretario, consejero, compañero en todas sus misiones políticas,
el capitán Francesco de Marchi, que la acompañará toda su vida, como un servidor pero también como un amigo fiel. Es
interesante en la medida en que Margarita mantiene una gran distancia en sus relaciones con los dos esposos a que se
ve obligada a casarse, por razones de estado. Esto lo expone bastante claramente la autora del libro. Destaca también
María de Mendoza es una mujer que la acompaña, ayuda, aconseja…ante la práctica ausencia de padres, Margarita se
apoya en estas figuras que vienen a sustituir las necesidades de compañía y cariño que ella como persona necesita. La
otra relación importante la mantiene con su único hijo, Alejandro Farnesio, al que ama con locura, y por el cual abandona una segunda etapa como gobernadora de Flandes, para no enfrentarse con él, prefiriendo enfrentarse a
Felipe II.
Observamos un tema que se repite en la historia de estas mujeres: la bastardía, y el abandono de los bastardos
de grandes hombres por parte de las madres, que renuncian a sus hijos para que el poderoso señor (rey, emperador,
noble) que les ha procreado se ocupe de su educación y asegure su futuro. Margarita es bastarda, Juan de Austria es
bastardo, Octavio Farnesio también. Es curioso el interés casi morboso de Margarita por conocer a la madre de Juan de Austria y, sin embargo, no desea conocer a su propia madre.
Margarita de Austria y Parma es, pues, una mujer muy independiente que asume su papel en la vida pero a su vez
intenta mantener un espacio propio, y prefiere la soledad a la vida social, la naturaleza a los salones palaciegos, y este
retrato lo deja muy claro Mª Teresa Álvarez. En suma, una mujer fuerte que supo cumplir con las obligaciones que
requerían su rango y posición, pero también supo mantener dignamente su independencia personal.
La historia está novelada de modo lineal, sin altibajos, aunque también evitando dramatismos y emociones fuertes, al
modo de reportaje. Seguimos la vida de la protagonista como desde un balcón o palco privilegiado, pero no llegamos a
emocionarnos en ningún momento. No es propiamente una novela, sino, como advertí, historia novelada. Relata la
historia tal cual los hechos suceden, introduciendo diálogos imaginados, o cartas, pero en general, mantiene un tempo
uniforme, ordenado y ajustado a la documentación en que Álvarez se basa. En un Comentario final, la propia autora
reconoce que su acercamiento a un personaje que al principio no le atraía, paulatinamente fue ganando su interés.
Añade a este comentario una nota sobre los personajes más destacados, con información sobre ellos, y un árbol
genealógico de la familia austríaca, así como una cronología de la vida de Margarita.
María Teresa Álvarez (Candás, Asturias-1945) Licenciada en Ciencias de la Información, fue la primera mujer cronista
deportiva en la radio asturiana y la primera presentadora del programa regional de TVE en Asturias. En 1987 se
trasladó a Madrid para conducir la Subdirección de Cultura y Sociedad de los telediarios de TVE. Un año más tarde dejó
la información diaria para realizar documentales histórico-divulgativos. En esta línea ha dirigido: Viaje en el
tiempo,dedicado a desvelar los enigmas e incógnitas sobre Cristóbal Colón; La pequeña española, Viena 1791-
1991, que recreaba la vinculación de Mozart con España; Sefarad, la tierra más bella, sobre el pasado y el presente de los judíos sefarditas; y Mujeres en la Historia, un tema que siempre le ha interesado y sobre el que, además de escribir,
da cursos y conferencias. En 1999 publicó su primer libro, La pasión última de Carlos V. A éste le han seguido: Isabel
II. Melodía de un recuerdo, El secreto de Maribárbola, Madre Sacramento, El enigma de Ana, Ellas mismas. Mujeres que
han hecho historia contra viento y marea, La comunera de Castilla, Catalina de Lancaster y La infanta Paz de Borbón.
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Esta entrada fue enviada el Viernes, 22 dUTC marzo dUTC 2013 a las 11:03 am y está archivada bajo Biografías, Novela histórica. Puedes seguir las respuestas a esta entrada a través de la fuente RSS 2.0. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu propia página.
5 Respuestas a “MARGARITA DE PARMA – María Teresa Álvarez”
1. Taipan Dice: 22 dUTC marzo dUTC 2013 a las 11:40 am
Me gustan mucho tus reseñas, Ariodante. Tanto, que vas a tener la culpa de que me lo compre esta misma tarde (si
lo venden en El Corte Inglés; espero que sí).
2. Davout Dice: 22 dUTC marzo dUTC 2013 a las 20:59 pm
Margarita, mi paisana Maria Teresa y Ariodante. ¡ Vaya trío de mujeres interesantes !. Muchas gracias por la reseña.
3. ARIODANTE Dice: 22 dUTC marzo dUTC 2013 a las 23:26 pm
Vaya, os agradezco las flores…
4. TIGLATH Dice: 24 dUTC marzo dUTC 2013 a las 12:48 pm
Muy buena reseña!
La verdad es que la obra tiene pinta de tener un caracter divulgativo importante para aprender sobre la époc
Un magmifico militar que con ls mejor infanteria del mundo defendio a españa hasta su muerte, causada por las heridas en combate, que mas se puede pedir de un ejemplar soldado. Hoy se honra so nombre con el Tercio ALEJANDRRO FARNESIO.
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La peste, el turco, el lobo, la malaria, el mal francés o napolitano, que contagió a papas,
cardenales y al pueblo llano, a reyes y mendigos, eran los enemigos de Italia.
Guicciardini, que odiaba a los Borgia, sobre todo a Rodrigo-Alejandro VI, dijo de ellos que eran de "índole regia,
hermosos de cuerpo, sensuales y altaneros". En Rodrigo, nombrado cardenal por su tío Calixto III a los 20 años,
reconocía "una rara prudencia y vigilancia, madura consideración, maravilloso arte de persuadir, y habilidad y
capacidad para la dirección de los más difíciles negocios". César, inteligente y sagaz, luchaba siempre por ser el
ganador, el número uno. En su escudo de armas lucía un toro bermejo en campo de oro, el lema de los Borgia,
símbolo de la acometividad y el ardor guerrero, un precedente del toro de Osborne. Reaccionaba mal a la derrota.
Tenía escasa vocación por la carrera eclesiástica, aunque su padre le hubiera destinado a ella como trampolín
hacia otras empresas. Eso sí, el arrogante César, a ratos taciturno y a ratos extravertido, gustaba de vestirse a la
moda con los más excéntricos ropajes, cubierto de brocados y piedras preciosas, rubíes en el penacho y oro en las
botas. Su sonrisa era de rencor, vindicativa frente a sus aristócratas compañeros de estudios en Perugia y Viena,
los Médicis, los Orsini, los Colonna, los Este, que le miraban por encima del hombro. Los batió a todos en las
aulas y en el campo de batalla.
No había tiempo que perder: entregó el halcón a su cetrero y subió a su caballo para picar espuelas con dirección
a Roma. Empezaba la saga de los Borgia, pero su padre, el papa, le frenó en Espoleto. Le pidió que esperara allí
para evitar cualquier problema con un joven caballero tan impetuoso, tan imprevisible en sus humores, pronto a
ajustar cuentas.
Juan, el segundo hijo, el preferido del padre, encantador e indolente, estaba destinado a ser el capitán general del
ejército del papa. A César se le llevaban todos los demonios por esta elección paterna a favor del hermano. Con el
orgullo herido esperó a que le llamaran a Roma. Jofré, príncipe de Esquilache, era aún muy pequeño, y aplaudía
a su padre con entusiasmo mientras el nuevo papa acariciaba a Julia Farnesio.
¿Y Lucrecia? Lucrecia sí, lloraba de alegría. A los 12 años estaba a punto de casarse con Juan Sforza de Aragón,
señor de Pésaro. Un trato que fue el precio del papado. El pontífice y César Borgia sentían celos uno del otro con
respecto a Lucrecia. "Es bella de cara, tiene hermosos ojos despiertos. El rostro, más bien largo; la nariz, bella y
bien perfilada; los cabellos, dorados; los ojos, blancos", tal como la describía un contemporáneo. En la fuerza
singular de su mirada residía uno de sus atractivos. El poeta Hector Strozzi lo cantaba en versos latinos. Venía a
decir, con la hipérbole propia de estos vates, que quien miraba al sol se quedaba ciego, quien miraba a Medusa se
quedaba convertido en piedra y quien miraba a los ojos de Lucrecia Borgia quedaba primero ciego y petrificado
después.
La figura de Lucrecia fascina a los poetas y escritores, desde Víctor Hugo, en tiempos más o menos recientes,
o Blasco Ibáñez, el valenciano que saca la cara a los Borgia y los defiende en su obra A los pies de
Venus, hastaMario Puzzo, el autor de El padrino, la obra en la que se inspira la película de Coppola.
Durante aquella estancia en España, el joven cardenal arregló el matrimonio entre
Fernando el Católico e Isabel la Católica. "Los Borgia eran hombres de su época", se justifica uno de los personajes de la novela de Blasco Ibáñez. "Vivieron
con arreglo al ambiente de entonces". En cuanto a Lucrecia, que murió de parto como princesa reinante de
Ferrara, el escritor valenciano la describe de esta guisa: "Usaba cilicio, vivía devotamente, fue la admiración de
sus contemporáneos y jamás le atribuyó nadie envenenamiento alguno, ni los más encarnizados enemigos de su
familia", se lee en A los pies de Venus. Blasco Ibáñez puso en marcha el proceso de revisión de Lucrecia, a la que
pinta como una especie de Lady Di avant la lettre; algo casquivana, pero auxiliadora de los desvalidos.
Lucrecia nació de la relación entre Vanozza Cattanei y Rodrigo Borgia. La Vanozza se casó tres veces, pero sólo
tuvo un amante, el cardenal Borgia. El futuro papa y la Vanozza se conocieron y enamoraron en el Concilio
deMantua. Fue el cardenal el que, para salvar las apariencias, le buscó casa y maridos, dos ancianos con dinero.
Rodrigo Borgia tuvo otros tres hijos, Pedro Luis y dos niñas, Jerónima e Isabel. Los tres murieron muy jóvenes.
Pedro Luis falleció nada más llegar a Roma. Nadie dio explicaciones sobre la causa, pero el crimen llevaba la
etiqueta Borgia. Su hermano Juan se quedó con el título de duque de Gandía, y Lucrecia, con su fortuna. "Más
vale perder un marido muerto que un amante vivo", señala el Satiricón. Cuando Carlos VIII ataca Italia -entraría
en Roma en 1494-, el papa mira a su alrededor, descubre el vacío y no se le ocurre otra cosa que pedir ayuda a los