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Ahon Andari Jorge El Ultimo Carton

Jul 11, 2015

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EL ULTIMO CARTONJORGE AHON ANDARI PRIMERA EDICION ENERO 1999SAN JUAN-ARGENTINA

DEDICADOA mi hijo, Mario Alejandro Ahon, a quien le debo ser su amigo por haber compartido la sinceridad de los pensamientos que han tomado forma en las pginas de este libro, adems de haberlos sentido de fcil aplicacin en una sociedad de errores repetidos... J.A.A.

INTRODUCCION1As como al comienzo del libro tercero presentamos a los personajes del relato, tambin ahora es necesario hacerlo para quienes no leyeron los dos primeros libros. Jotanoa es el jovencito aquel que fue protagonista del primer libro, titulado En busca del Imperio Invisible, quien despus de vivir una adolescencia sin rumbo cierto se aleja de su lugar de nacimiento en busca de una orientacin. La encuentra cuando conoce a un ser humano que no hace otra cosa que indicarle el camino para llegar al conocimiento de s mismo. Cuando Jotanoa profundiza la bsqueda de tal conocimiento, descubre que en su interior espiritual existe Alguien, al que bautiza con el nombre de Eben Alb. Este es el otro personaje que puede aparecer a lo largo del relato, debindose entender que es la personalidad del Alma o el ser interno de Jotanoa, o ese Alguien del Alma que cada ser humano lleva en la intimidad de su naturaleza espiritual y que suele guiarnos por medio de la intuicin o de aquellas corazonadas que nos aconsejan hacer tal cosa o no hacerla. 7

2En un diario local se haba publicado la noticia del aniversario de un hecho ocurrido en nuestro pas. La nota, sin ningn comentario, comenzaba as: Hoy se cumple el aniversario de aquel acontecimiento inslito protagonizado por un extranjero que lleg a nuestro territorio, etc., etc... Un compaero de trabajo de Jotanoa le pregunt si no se haba enterado de lo que recordaba la nota periodstica. Como desconoca el hecho, le cont ms o menos lo siguiente: Un forastero lleg a nuestro suelo con la intencin de trabajar duro para hacerse de un porvenir digno de la atencin humana, pero todo qued en la nada al no encontrar modo de hacerlo. Parece que lo que llamamos mala suerte no le permiti la concrecin de sus anhelos y se dedic a reunir perros vagabundos, con los que vivi y se entendi de una manera que llam la atencin de los pobladores de la zona. Lo extraordinario de su aventura se puso de manifiesto cuando muri, pues en esa ocasin los perros dieron muestra de una fidelidad inconcebible al quedarse junto al amo por varios das. La ausencia prolongada de este hombre, que permaneca muerto dentro del rancho que habitaba, el abandono del sitio y la conducta extraa de los animales, fueron indicios de lo que haba sucedido. 8

Bien pronto se dieron cuenta tambin por el olor... Sin demora intervinieron las autoridades, las que se vieron impedidas de actuar por la actitud de los perros que defendan algo, tal vez sagrado para ellos. Se recurri a gases lacrimgenos para que los animales abandonaran la habitacin, mtodo que dio resultado. Al entrar al rancho encontraron al forastero muerto, sin que los perros lo hubieran tocado, pareciendo que estos expresaban su cario y fidelidad quedndose junto al amo que los reuniera. Las autoridades que intervinieron cavaron all mismo una fosa, dndole sepultura sin tardanza ya que su estado de descomposicin era muy avanzado. Cuando los hombres se retiraron, vieron que los perros se quedaban all, con la intencin de permanecer junto a quien ahora se encontraba enterrado. Se dijo que algunos animales murieron, haciendo de la fidelidad el ltimo tramo de sus vidas... Esto fue, ms o menos, lo que le contaron a Jotanoa. No era difcil que lo impresionara semejante acontecimiento, surgiendo en su mente un interrogante, el que ms tarde, por culpa de la imaginacin, se convirti en respuesta por medio del argumento que se narra en este trabajo, cuyo ttulo, segn se lee, es EL LTIMO CARTN.

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Los relatos comenzaron a ser un pretexto para Jotanoa. Se convirtieron en el escenario de la imaginacin en el que Eben Alb viva preocupado en cultivar la comprensin interna, la que ms tarde, Jotanoa la incorporaba como hbito de ver y sentir la vida. En realidad, cada relato era la oportunidad que Eben Alb tena de intervenir para depositar la semilla de un pensamiento que en el futuro poda convertirse en un principio importante o simplemente en una idea de valor imprevisto. Jotanoa quera demostrar que la comprensin interna tiene un valor inapreciable. La vena buscando desde el momento en que descubri lo separado que viven los componentes humanos, es decir, lo separado que vive el hombre externo del hombre interno. Ambos se han mirado siempre sin poder tender un puente que los una. Comprender desde adentro era para Jotanoa disminuir la incertidumbre y aumentar la certidumbre. Segn se daba cuenta de lo que suceda en su propia naturaleza le fue dando mayor valor a la comprensin interna...Y esa mayor importancia no era otra cosa que la inteligencia de una cualidad ntima que debe servir de gua para mejorar los hbitos de la conducta exterior. 10

Lleg a saber que el ejemplo de tal gua ya estaba registrado en lo que haca cada rgano del cuerpo humano en beneficio del conjunto. Al parecer, hizo la comparacin adecuada cuando se le ocurri considerar al cuerpo como una civilizacin de clulas, como si fuera la misma humanidad en miniatura, dndose cuenta de que ningn rgano realiza su funcin especulando o tratando de competir con otro. No poda concebir que el corazn, por ejemplo, quisiera competir con los pulmones, con el estmago o con cualquier otro rgano... Competir para ganar algo sera ganar lo que el otro rgano perdera!.. Es posible que suceda al revs en relacin con un rgano enfermo, al revs en el sentido de dar de su salud para ayudar a su compaero de vida individual. La misin sera la de fortalecer la solidaridad para que su compaero de vida recupere la salud! Toda esta maravillosa existencia interior, callada y silenciosa, no es, acaso, la manifestacin de una comprensin interna, la expresin de la cultura o el hbito de una inteligencia interna, dedicada a un solo fin, es decir, al mantenimiento y sostn de la vida, sin que ningn rgano deba perjudicar a otro para subsistir, sin que ninguno se crea con ms poder para someter a otro, sin que ninguno se sienta superior a otro?

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Jotanoa se convenca cada vez ms al comprobar que la salud de un rgano dependa de la salud de otro o de todos. De la misma manera, l se daba cuenta de que su propio bienestar dependa del bienestar de su semejante y que nunca, jams, deba ser al revs, como lo hacen aquellos que se benefician con la debilidad ajena. Este es el Jotanoa que se alejara del Valle de Tulum y el que volvi acompaado de su ser interno, por cuyo nombre ya lo conocimos en el tercer libro y al comienzo de esta introduccin. Este es el Jotanoa que sigue buscndose en las ideas de sus relatos, como el que presentamos en las pginas siguientes.

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LOS ANUNCIOS

1Quien pisa tierra extraa se imagina que pone los pies sobre terreno de fcil conquista. Aquel que por primera vez se instala en una ciudad desconocida se siente desbordado por el valor y con todas las fuerzas puestas al servicio de un atrevido deseo de triunfar. Como all es un desconocido, nada lo ata ni lo previene, acta sin prejuicios y con plena libertad de ejercitar el anhelo de tomar por los pelos a la mala suerte y samarrearla hasta que le suelte la buena suerte. El extrao que lleg al nuevo pas lo hizo con la mirada en alto, no por insolencia sino para aduearse de s mismo desde el comienzo. Los edificios, en multitud de alturas, le parecieron las prtigas de viejos lanceros en reposo, invitando a la conquista. Delante de sus ojos vio el nacimiento de las calles de la vida moderna, las arterias de los seres humanos como si fueran caminos sin cielo, abrindose paso entre enormes montaas de cemento. 13

El recin llegado mir por ltima vez hacia el mar, hacia el horizonte de donde haba venido, despidindose de todos los recuerdos que no deseaba ver repetidos en el porvenir, cuyo porvenir estaba all, delante de l... Con rara precaucin en el andar comenz su marcha hacia la ciudad. Las veredas le ofrecieron el espacio suficiente para apreciar al enemigo que quera dominar, vencer con su afn de trabajo y lograr el bienestar que siempre le fuera esquivo. Anduvo mucho, mir demasiado, almorz de paso y continu su camino de exploracin, sin importarle dnde habra de pasar la noche. Como gil y curioso turista se condujo y como tal quiso vivir los primeros das, mientras averiguaba las posibilidades de sus futuros pasos. El atardecer lo sorprendi casi en los lmites de la ciudad. Mir hacia el fondo de los barrios aledaos y sinti una especie de nostalgia sin saber por qu. Tal vez algo pretendi salir de su zona de recuerdos, o quizs la intuicin le deca que su vida terminara en las afueras de la ciudad. Suspir y retorn en busca de alojamiento. Mientras realizaba la bsqueda del hospedaje le sali al encuentro un perro, que pareci reconocer en l al amo ausente que regresaba, pues el animal se acerc con nimo juguetn y le lami la mano. El forastero lo ahuyent con gritos y ademanes, pero el perro despus de corta carrera se detuvo para mirarlo con asombro, como esperando ser reconocido o comprobar la equivocacin de su memoria. 14

El hombre insisti y el perro, aturdido por el desprecio, echo a andar su flaca osamenta, no sin antes detenerse varias veces, de trecho en trecho, para suplicar con los ojos y orejas un poco de amistad. El ltimo gesto del animal lo afect, sintiendo un riesgo de lstima por toda su piel, pero reanud la marcha con la agilidad propia del que decide olvidar lo sucedido...No obstante, no pudo evitar que una tenue inquietud se aposentara en lo hondo de su corazn. No lejos del encuentro otro perro se le acerc, ubicndose a su lado con tranquitos saltarines. Esta vez y por influencia de aquel riego de lstima no lo corri. El animalito comprendi semejante tolerancia, rozndole las piernas en seal de agradecimiento. Luego, al parecer satisfecho, se alej. Un poco ms adelante, de la boca de un oscuro pasaje, otro perro le sali al encuentro, brincando con tanta alegra que choc con l, rodendolo varias veces, saltando y revolcndose. El hombre repiti el gesto de benevolencia con una sonrisa de aceptacin y el animal lo entendi con tanta lucidez que intent saltar a sus brazos para lamerle la cara. Dio algunas volteretas ms y se perdi tras la oscuridad de la noche. Estos perros parecen seres humanos - pens el forastero -. Si ellos me reciben as tal vez los hombres lo hagan de igual o de mejor manera. Fortalecido por tales ideas, que interpret como anuncios de futuras bienvenidas, continu buscando. 15

No muy lejos de all encontr hospedaje. Sin vacilar se hundi en l para cenar y pasar la noche. Ms tarde se hall acostado y bien dispuesto al descanso. Como en toda introduccin al sueo, revis la fortaleza de sus anhelos y al encontrarla firme y ansiosa de secundarlo sonri con tierna seguridad. Sin mucho esfuerzo dej apagar su vigilia en la quietud del sueo. El reposo rode su cuerpo con flotante relajamiento y lentamente, como velitas que dejan de alumbrar, sinti el apaciguamiento de la tensin muscular en cada articulacin del cuerpo agotado. Pero no durmi como lo esperaba. Fue una noche de pesadilla como no la tuvo nunca. La terquedad de un sueo obsesionante se adueo de l. So con los hombres de la nueva ciudad y con los perros. Los seres humanos desfilaron con cuerpos de perros y los perros con cabezas de hombre. Fue algo penoso y triste. El sueo le reprodujo el sitio del puerto y frente a l vio una multitud de perros que lo saludaban con ademanes de bienvenida. Todos pasaron a su lado, lamindole la mano. Ninguno dej de articular un ladrido, entendiendo sin mucho esfuerzo que le decan: Bienvenido seas a nuestra ciudad... Luego el tumulto de canes se dispers, quedando la explanada del puerto en silencio y desolada.... Pero la escena desierta fue ocupada por una aglomeracin de hombres.

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El aspecto de estos seres era brutal, insultante, provocativo. Los vio como criaturas feroces, mostrando garras y dientes. Not un movimiento de marejada en la multitud. Luego, se desprendi uno para dirigirse hacia l. Lo sigui otro y otro, de tal manera que formaron una fila interminable. Cada semejante de su especie lo grua con sordo rencor, como querindole decir: Malvenido seas a nuestra ciudad ... Cada hombre alargaba el cuello con la boca abierta y los dientes desnudos para dejarle un rasguo o una herida de mordiscn. Ninguno se acerc como corresponde a un ser humano sino como cuadra a una horda educada en la hostilidad. La pesadilla se rompi de repente en mil lucecitas siniestras al despertar sobresaltado. Los prpados no queran separarse. Se mantenan unidos, como pegados por el maleficio del extrao sueo. Con gran esfuerzo, parecido al que realiza un hombre que se asfixia, dio un salto convulsivo, provocando as el despertar violento. Sentado en la cama, vio aun las figuras del sueo que luchaban para mantener sus formas en la oscuridad del cuarto. Encendi la luz, se restreg los prpados, provocndose dolor en las pupilas. No satisfecho con esto abandon la cama y con avidez bebi un largo trago de agua, con el que pudo diluir los ltimos restos de la pesadilla. La frescura del agua le restableci el orden en los pensamientos, dejndose caer en la cama con exclamacin de alivio. 17

No comprendiendo la insistencia del sueo, trat de buscar entretenimientos, pero detrs del esfuerzo que haca se mostraba el temor, la desconfianza y todo aquello que sirve para alimentar los presentimientos. Temi que el maana optimista se convirtiera en nuevos sinsabores, tan conocidos por l... Que significa todo esto? - se pregunt en voz baja. Como no hubo respuesta inmediata fue calmndose poco a poco hasta llegar a convencerse que el sueo se debi a los sucesos del da... Era lo ms razonable...

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LA AUDACIA DE PEDIR

2Despus que el hombre ha sido afectado por un acto o por un suceso, ya sea ste positivo o negativo, aquel ser humano ya no es el mismo. Ha cambiado. Algo se ha sumado o se ha restado. Los das del maana lo confirman aunque l no se d cuenta. Siempre nos alejamos de un comienzo para acercarnos a una finalidad. La regin intermedia parece no armonizar con los extremos vividos. Parece, pero no es as. Todo acontecimiento nace de un impulso anterior, y si nosotros no vemos los puntos de unin es porque a los puntos de unin no les importa nuestra aceptacin o rechazo. Ellos obedecen a la ley que los creara... El forastero ya no era el mismo. Una pequea sombra o luminosidad haba nacido en su interior. De pronto se vio enfrentado a s mismo por algo que estuvo madurando en su Alma o en su corazn. Presenta que la vida, o mejor dicho, que su vida nada tena que ver con la de los dems. 19

No saba por qu se le ocurri pensar que l haba nacido para construir o destruir una herencia entregada en el momento de su nacimiento. Este legado haba madurado. Adems, la vida le estaba exigiendo saborear esa madurez, ya sea dulce o amarga. Su tamao o su intensidad era superior a cualquier treta, engao o postergacin. Ah estaba dentro, en los latidos de su naturaleza, convertido en fuerza impulsora. El forastero debi afrontar lo que para su vida significaba continuar viviendo. Busc trabajo. Lo busc da tras da pero no lo encontr. Recorri tantos lugares que el fracaso pareca decirle que no insistiera, pero deba l insistir por el cario a su propia vida y por aquel nimo de triunfar que lo trajera a la ciudad extraa. El termmetro de la paciencia comenzaba a mostrar sntomas de rabia. En su rostro aparecieron las duras arrugas del resentimiento. En sus manos, los dedos destrozaban papeles intiles, acusando alteracin nerviosa. Su caminar infatigable no conclua. Viajaba sin cesar, cada vez ms rpido, ya que necesitaba terminar con esta bsqueda. Ya era febril su reclamo. Su voz se enronqueca y todo su cuerpo haca visible un estado de nimo que ya no tena ni la mnima cualidad de alguna remota concordia.

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Ya no era el mismo y l se daba cuenta. Toda vez que se detena para preguntar la numeracin o el nombre de la calle, haca un esfuerzo supremo para demostrar simpata, humildad y un poco de confraternidad. Era ya el momento en que se estaba acercando al enorme o pequeo interrogante de una situacin ajena a su primer anhelo de conquista y bienestar. Y se acerc a la ltima oportunidad... Tres golpes sonaron en la puerta de una oficina. Era su mano la que golpeaba. Un pase! Estridente le anunci el permiso de entrar. Abri la puerta, se acerc con respeto y enfrent a un seor que sin levantar la vista punteaba una hoja de papel. - Seor, - su voz no tena el timbre suficiente para continuar. Hizo un esfuerzo, respirando hondo. - Si no le molesta escucharme... - nuevamente su voz perdi tono. Sintonizndola de nuevo, concluy: - Quiero pedirle trabajo... lo necesito... Si usted... Las palabras, sus palabras sonaron desamparadas en el mbito de la oficina. El hombre, detrs del escritorio, sentado en el pinculo de la indiferencia, alz la cabeza, chup el aromtico cigarrillo, con el que form un azuloso embudo, pero no dijo nada. No dijo nada porque la costumbre o la tradicin de la vanidad le haba enseado que la desconfianza era lo primero, lo segundo y lo tercero y en ltimo trmino, siempre que se diera el extrao caso del ltimo trmino, podra ubicarse la confianza.

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Su vieja costumbre lo hizo mirar, apreciar, escuchar y razonar con desconfianza. Su pobre mquina cerebral, ms bien destemplada que templada en la lucha diaria, le sugiri la prevencin, le aconsej tener cuidado. La voz de la prevencin le dijo que ese hombre era un vagabundo. Rechzalo, se sinti decir en su mente, mrale las manos de rapia, las uas negras y largas, los dedos rgidos por la mugre! Fjate en los ojos, en la ropa sucia y arrugada, fjate en su aspecto general y vers que es un trotamundos que viene a robarte al menor descuido...! Nada de esto era verdad, pero l vio con pattica nitidez lo que le dijo la voz de la desconfianza. El forastero era ante los ojos del empresario el prototipo de una ralea peligrosa y despreciable. El recin llegado repiti el reclamo en forma ms directa: - Seor, quiero trabajar. Mis manos son tiles para cualquier labor. No tengo pretensiones... El hombre, a quien iban dirigidas estas palabras, con los labios arqueados, expresando el gesto de asco y la repugnancia, le dijo: - No tenemos lugar para usted. Necesitamos ms produccin y menos znganos. Nos sobra gente que pide ms y ms... Quiso continuar pero se abri de repente una puerta y apareci un empleado, trayendo una hoja de papel. Mientras la dejaba en manos del empresario, le dijo:

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- Hemos recibido este pedido urgente pero nos falta tiempo para satisfacerlo. Es imposible cumplir, falta gente... Con brusca interrupcin el patrn le dijo: - Habla demasiado, jovencito. Deje esto que luego lo arreglar. Retrese ahora... El forastero comprendi la oportunidad. Apelando a un resto de cordura, casi en tono de splica, le dijo: - Le ruego, seor, quiera darme aunque sea el trabajo de cumplir con este pedido... perdone usted la sugerencia... Se hizo el suspenso parecido al que antecede a la tormenta o al ataque. El seor empresario, ofuscado, replic: - Basta ya!... Retrese por la puerta que ha entrado! Lo que oy lo dej petrificado, adherido al suelo, en el colmo de la sorpresa, sin entender a aquel hombre, semejante suyo, que se empeaba, ya encaprichado, en no escuchar su pedido. No pudo moverse del sitio en que se encontraba aunque lo hubiera querido, pues una fuerza extraa lo sujetaba al suelo, mientras miraba con ojos de lstima y apreciaba con mente de locura la indiferencia de aquel seor. - No me ha odo?... Vayase de una vez!... Pero esa forma humana, forastero por haber venido de lejos, que soara con la conquista simple, sigui amarrado al piso de la oficina. Ya sin gesto alguno en la cara, slo senta agolparse en su corazn una tremenda desesperacin.

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Una multitud de sentimientos se acercaban hasta tocarse y provocar los chispazos de pasiones que despertaban intenciones desconocidas por l. Odio, lstima, amargura, tristeza, angustia y nuevas sugerencias de rencores, se movan con el ritmo de latidos que apresuraban la circulacin de la sangre. Rojo, amarillo, blanco, prpura, eran los colores que pasaban por sus ojos como si las emociones parpadearan con cada uno de ellos. - Se retira de aqu o lo hago a la fuerza!.. Esta orden la escuch lejana, lejansima, como venida de un confn remoto, en cuyo confn se diera cita la burla y el desprecio. Eeeeehhhh!... - grit el seor empresario. Por fin regres de su estado petrificado. Parpade y contempl la evidencia de la situacin, encarnada en aquel hombre que tena delante. - Vamos!... Fuera de aqu!... - tron la voz del enojado seor. Fue entonces cuando el forastero record la bienvenida al estilo perruno y la malvenida al estilo humano. Sonri con una mirada en la que centellaban reflejos del Alma. Sonri y una calma nueva lo envolvi, presintiendo que la decisin ya estaba tomada, no por l sino por algo encomendado a la hora de su nacimiento.

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Ya era hora de ponerse de acuerdo con aquello que lo superaba aunque no lo entendiera. Dejarse llevar!.. Permaneci un momento, mecido por s mismo y luego dijo pausadamente: - Por supuesto, seor que me ir. No tema ni se apresure. Me ir enseguida, pero antes quiero decirle algo, tal vez para que nos veamos mejor o quizs para no seguir desconocindonos... Una pequea diferencia nos separa, nada ms...Si he cometido un delito, ste no tiene otro nombre que el de haberle pedido trabajo, ha sido audacia de mi parte, ofensa de mi parte? Y si usted ha cometido otro, debe ser el de negarlo. El mo tiene una sola razn, la de haberle rogado a quien debi tener la obligacin de escuchar. Usted es el responsable del desprecio, yo, el responsable del pedido que le hice. Es sencillo, verdad?... Pero maana nos veremos y esto que le digo no lo dude. Mire estas manos! Las ve bien? Pues ellas podran retorcerle el cuello, hacerle trizas los huesos de su cabeza. Sabe por qu?... Porque siempre hay gente que necesita del garrote, que necesita del bofetn que se estrelle en la cara par abrirle un borbotn de sangre...Usted es una de ellas!...No, no tenga miedo que ahora no le har nada, pero maana volver, esccheme bien, maana vendr con el mismo ruego para que a usted no se le ocurra rechazarlo, pues estar ms ciego que hoy. La negacin suya me har tomar las cosas de otra manera!... Hasta maana, seor!..

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Hecho una vertical de voluntad humana, el intruso se retir erguido, con la cabeza en alto, tan en alto que pareca salrsele del cuello. Abri con extraa suavidad la puerta y la cerr con la misma suavidad cuando sali. Sus pasos dejaron tambin el eco de una sonmbula serenidad en los odos del empresario. Por un momento rein el silencio en la oficina. Al considerar fuera de lugar la amenaza que terminaba de escuchar el empresario lanz una carcajada, pero sta no lleg al final. La imagen del forastero se reprodujo en sus pupilas. Sinti un estremecimiento hasta que la voz de su cerebro destemplado le murmur los medios de la defensa a su alcance. No ests solo le dijo su miedo acorralado -, puedes llamar a quienes cuidarn de ti y alejarn al intruso... No temas, no temas. Calmado definitivamente, levanto el telfono y comunic la insolencia del vagabundo, solicitando custodia para el da siguiente y los otros si fuera necesario. Al da siguiente la entrada a la enorme fbrica amaneci vigilada por un piquete de policas. Apostados, esperaron la llegada del que haba amenazado al patrn. No esperaron mucho. Apareci como si tal cosa. Atraves la calle y camin sin vacilar hacia la entrada del edificio. Subi a la amplia vereda sin detenerse. Los guardias creyeron que se detendra ante la custodia, pero no fue as. Ignorando la vigilancia se dirigi hacia la entrada con natural intencin de trasponerla.

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Fue entonces cuando un guardia lo detuvo, colocndole el arma atravesada sobre el pecho. El forastero, sin darle importancia al fusil, levant la vista y les dijo: - Seores, estoy citado para una entrevista con el dueo de la empresa... Permiso!-. Dicho esto, separ suavemente el arma, dio unos pasos, pero otro guardia reforz la prohibicin de entrar. Lo detuvo bruscamente, empujndolo. El forastero, sin inmutarse, agreg: - Avisen al seor que he acudido a la cita!... Los guardias se miraron sorprendidos y comisionaron a uno de ellos para averiguar la pretensin del recin llegado. Fue y volvi con el patrn de la fbrica. El forastero saludo respetuosamente, dicindole: - Aqu estoy, seor, cumpliendo la promesa que le hice ayer de venir hoy a visitarlo... La respuesta por parte del empresario fue: -Caradura, sinvergenza! - y le orden a los guardias: - Despdanlo de aqu o llvenselo a la fuerza. Es el mismo vagabundo que ayer me amenaz. Eso es todo.. El forastero, sin responder, esper un momento, tal vez pensando en el prximo paso y se alej. Los guardias sonrieron. Los vigilantes permanecieron all por unos das ms hasta que, suponiendo que el intruso no volvera, se fueron, dejando la entrada de la fbrica libre como de costumbre, pero lo que no supieron fue que el forastero se acercaba cada

maana para comprobar si aun estaba prohibida para l la entrada. 27

Cuando por fin vio que la puerta de acceso qued despejada decidi cumplir con la promesa de la visita. Una maana se present sin que nadie lo detuviera. Penetr. Dio unos golpecitos en la puerta de la oficina y sin dilacin entr, enfrentando al seor empresario, que al levantar la vista se encontr con quien casi haba olvidado. Quiso tomar el telfono pero el forastero lo desconect. Quiso tocar el timbre de alarma pero tambin fue inutilizado. Y para asegurar la soledad de la entrevista, el intruso le ech llave a la puerta de entrada. Puesto de pie, frente al escritorio, con el gesto sereno, sin demostrar insolencia, le hizo el ruego prometido: - Seor, le suplico quiera atender mi necesidad de trabajo. Como se lo pidiera vez pasada, le ruego comprenda mi situacin. Se lo pido sin irona y sin otra intencin que la que expresan mis palabras... El hombre, detrs del escritorio, dej caer la mano en un cajn abierto, extrajo un revlver e imitando la misma serenidad del forastero, pero con irona, le dijo: - Seor, le suplico quiera retirarse porque en mi empresa no hay sitio para usted. Como le prometiera vez pasada, le reitero la negativa. Lamento no poder atenderlo. Adis, seor!

El forastero, despreciando la amenaza del revlver que en manos de aquel hombre le pareci un juguete ya que le temblaba el pulso, le replic:

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- Seor, por favor guarde el revlver. Yo he venido a verlo a usted y no al arma que le tiembla en la mano. Aun quiero pedirle trabajo con la esperanza de saber que usted no es un animal al que hay que castigar para comprobar cul es superior. - Seor - contest el empresario, esforzndome en mantener la posicin adoptada -, le ruego abandone este lugar si prefiere seguir viviendo. Pero la mano del intruso, convertida en zarpazo, le hizo volar el revlver por el aire. - Le dije, estpido, que a usted le temblaba la mano. Ahora sabr si su cogote es tan frgil como su amenaza. Y sin mediar otro incidente, un manotazo brutal cay sobre el cuello de aquel eminente smbolo de la vanidad, doblndolo como varilla de plomo. Quiso levantarlo del suelo para continuar con el castigo pero algo parecido a una lstima desesperada se interpuso entre l y su furia, aconsejndole lo dejara donde haba cado. Sin demora pero tambin sin huir se retir de all. Entristecido, amargado, con la evidencia interior de haber provocado una definicin, balanceando la cabeza como pndulo invertido y chasqueando la lengua con el ruido

de la negacin, de la duda, se alej de aquella oficina, alimentando la idea de no convivir con sus iguales, de vivir alejado de esta jaura, de esta manada humana que hoy se llama civilizacin y que siendo sociedad, lo es por sus modales destructivos.

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Los pasos del forastero no tomaron el camino de la ciudad sino del sendero que lleva a las afueras, hacia donde las barrancas sirven de depsito a los desperdicios de la poblacin, hacia las depresiones, hacia los puentes carreteros del campo. Sus reflexiones, por un raro afn de supervivencia, no dejaban de infundirle nimo, pero nimo para vivir al otro lado del trato humano... All lejos vio un puente. Su trama de hierro reflejaba chispazos metlicos como lentejuelas de mica virgen. Hacia all se dirigi. Se apart de la banquina y entr bajo el puente. La soledad que reinaba all era como la de cualquier zona desierta. Sobre la orilla, alfombrada de pastos frescos, recin brotados, se tir de bruces apoyando la cabeza en los brazos cruzados a la altura de la frente. Y solloz callado, refugiado en la ntima ternura del dolor. El corazn parecale muy alejado de su pecho. Sus latidos eran apagados, temerosos... El mismo se deca que estaba apagndose como si un manto de negacin fuera cayendo sobre el ltimo destello de esperanza.

La quietud bajo el puente y alrededores era profunda. El fondo mismo de esa quietud contena un ritmo suavizante, un ritmo amortiguante, y el forastero experiment el contagio de esa calma que le llegaba a la totalidad de su cuerpo, relajndolo por completo.

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Fue entonces cuando sus pensamientos se desligaron del tiempo, se hicieron intemporales con la intencin o la aspiracin de buscar en la causa de lo que le estaba sucediendo la razn de su existencia fsica, existencia que estaba sufriendo por desconocer el proyecto archivado de su Alma. Eran pensamientos de sanos ideales a pesar de lo ocurrido, sin embargo, fue debido al fracaso que en su mente nacieron preguntas que se mezclaban con imgenes de su vida pasada desde la ms tierna edad. El por qu, el por qu y el por qu se sucedan en un ir y venir mientras desfilaban por su interior los recuerdos de diferentes edades. Si lo que le estaba ocurriendo era la consecuencia de causas anteriores, se preguntaba si algo tuvo que ver cuando era nio el deseo incontenible de aventurarse por canales, arroyos y lagunas en busca de peces para atraparlos, no para matarlos sino para verlos navegar en la acequia que cavaba en el fondo de su casa, pasando horas

enteras entretenido en verlos moverse bajo el agua y detenerse cuando les arrojaba migas de pan. Por cada por que que se haca, surgan en su mente nuevas imgenes, entre las que se vio levantar el pie o girarlo sobre el taln para no pisar una hormiga. Nadie le haba aconsejado que hiciera eso, le naca de su ntima naturaleza como un hbito de accin involuntaria. Le segua luego el recuerdo de aquella nica sensacin de agona y de sufrimiento que senta en sus manos cuando u ser indefenso se dejaba morir por no poder defenderse ante una fuerza superior a su debilidad. 31

Sin que ninguna relacin vinculara un recuerdo con otro, apareci en la mente su propio rostro de nio dndole de beber en su boca llena de agua a pichones de tortolitas, introducindole el pico entre sus labios... Por qu recordaba todo esto o ms bien, por qu acudan estos recuerdos sin que l los llamara?... Repasando los aos de su vida, descubri ahora que siempre haba predominado en su manera de ser la mansedumbre, nunca su naturaleza se haba inclinado por el lado de la violencia, el rencor o el odio... Entonces, cmo poda l instalarse en un mundo o en una sociedad donde la agresin y la desconfianza gobernaban los deseos de los individuos? La respuesta no estaba a su alcance, pero fue reemplazada por la aparicin de una virtud o defecto que lo tena intrigado y era la de sentirse incmodo cuando un amigo o un familiar o cualquier persona

allegada, no tena lo que l tena. En varias ocasiones esper a que su semejante obtuviera primero lo que luego l conseguira. Lo haca por un inconfesado sentido de equidad, sin que fuera el producto de un razonamiento, ms bien era lo que la emocin profunda de la hermandad pudiera desear. Tampoco nadie se lo enseo porque tambin eso era un rasgo de su ntima manera de ser. Al parecer, el forastero se estaba descubriendo por medio de este desfile de recuerdos, los que aparecan como partes componentes de su personalidad. 32

Otra expresin de su naturaleza era la de no sentirse ganador cuando tena que vencer a otra persona. No le agradaba competir por el triunfo mismo sino que prefera dejarse vencer, sabiendo que la actitud del vencedor ofende y disminuye al vencido. Para l era mejor compartir sin el nimo de ganar o perder. Cuando se compite por un premio o por la victoria en s, no se puede evitar que el amor propio recurra a los medios ilcitos con el fin de ganar, sin embargo cuando se comparte no se gana ni se pierde, se goza con la accin compartida. El forastero necesitaba tener un saldo a su favor para enfrentar la situacin actual, pero su nimo le haca ver que todo se enredaba en telaraas de abandono. Un olor a despojo le inund la regin del olfato. Sinti que algo implacable acumulaba polvo de nada, de nada y vaco... Qu

desesperacin - se deca l - cuando se quiere apoyar en lo que poco a poco se deshace en cenizas de mortalidad!... El rincn del mundo al que haba llegado para vivir en la decencia del trabajo lo rechazaba con una hostilidad que lo empujaba hacia el ltimo tramo de la desesperacin. De la desesperacin le lleg la imagen de una tentacin que tena el gesto piadoso de una mano tendida. Era el gesto que lo invitaba a cruzar el espacio de su empantanada existencia. La serena tentacin le mostraba un paisaje de tumbas, de quietudes de muerte. Altos cipreses parecan cobijar un lecho para el descanso inigualado. Entendi con suficiente claridad que la muerte le estaba ofreciendo la zona abierta para que l avanzara, avanzara y... 33

Pero la verdad perdurable de la vida, la belleza de su energa, le acercaba la invitacin a la paciencia, le sugera el encuentro con la resignacin, como si la resignacin le estuviera prometiendo la comprensin de algo que le dara fuerza para sobrevivir. Se vio en un paisaje de primavera y en otro de verano, en los que se alimentaba con una intensa y extensa alegra de vivir. Luego era el otoo seguido del invierno los que venan a su encuentro con el futuro adormecido en el letargo del tiempo. La eleccin amable con que la naturaleza le sealaba los tiempos inexorables de las estaciones, tena el slo propsito de llegar a los frutos para cumplir cada ao con el ciclo de su bondad esencial, convirtindose en propiedad de los hombres insaciables. Pero estos hombres insaciables nada tenan que ver con le paisaje, en

cuyo paisaje era l un invitado especial. Era la vida, ms all de las intenciones de profanarlas, la que viva en lo que ella daba para seguir siendo vida. Los dos horizontes se alternaban para conquistar la mente del forastero. El horizonte de la vida y el horizonte de la muerte se sucedan con iguales poderes, con iguales atracciones. El estado al que haba llegado su existencia era innegable, pero tambin lo era el misterio inviolable de su vida. Bajo esta dualidad de influencias, cansado ya, se durmi profundamente, con los dos problemas bien establecidos en alguna regin del Alma, en cuya regin seran revisados definitivamente. Cuando despierte, tendr mejor definida la decisin adecuada... 34

Pasaron las horas, refugiadas en el viaje de la luz, mientras las sombras debajo del puente se movan de un lugar a otro. Una leve convulsin en los prpados del forastero anunciaba su retorno a la vigilia. Abri los ojos. Abrirlos simplemente no hubiera significado nada, pero abrirlos para encontrarse ante un espectculo jams sospechado ya era distinto. Aquello era espantoso, inaudito. La razn se senta oscurecida por la sorpresa. Frente a l, alineados en semicrculo, vio una congregacin de raquticos perros vagabundos. Los ojos de la canina asamblea lo miraban con el desconocido y primitivo lenguaje de su animalidad, en cuyo lenguaje se mezclaban el ruego con la piedad, el cario con una

escala de emociones que podran sintetizarse en el significado de las palabras: hermandad universal. Los animales al verlo despierto se movieron en sus lugares como auditorio que espera la voz del que ha de hablar. El forastero, arrastrndose sentado hasta dar con la espalda en la pared del puente, miraba y miraba, queriendo ver con algo ms que con sus ojos. Perplejo, asombrado y por momentos aterrado, haba pasado bruscamente de lo que recin le preocupaba a lo que ahora estaba asistiendo. Con tremenda velocidad acudan a su mente los pensamientos que daban una explicacin y desaparecan empujados por otros y stos por los nuevos que llegaban. Cada uno forzaba una respuesta apresurada, pero de nada valan las preguntas y las contestaciones, pues lo inmediato era admitir la presencia de estos cuatropatas que lo miraban con el gesto de una tristsima orfandad. 35

Su asombro dio un brinco cuando vio a tres perros que se acercaron a l. Los reconoci. Uno era el que ahuyent y los otros, los que admiti en seal de arrepentimiento por el trato al primero. Se detuvieron junto a l... Con rpida interpretacin entendi que stos eran algo as como delegados en representacin de la mayora presente. Comprendi que eran emisarios, enviados por el resto que permaneca expectante. El forastero sonri. Hubiera sido mejor no haberlo hecho porque los animales se abalanzaron sobre l para agradecer lo que entendieron como una aceptacin. Fue un juego un tanto duro

hasta el momento en que l, ponindose de pie, dio algunos gritos de mando para calmar a la turba agradecida por el simple gesto de una sonrisa. As fue como regresaron al sitio primitivo, en donde se echaron con la intencin de esperar. Esperar!.. Esta congregacin del hambre, no se sabe por qu impulsos de finsima intuicin, haba llegado hasta el puente donde dorma el forastero para esperar como ahora lo estaba haciendo... Ante semejante reunin quien era capaz de hablar para ahuyentar la seguridad de estar frente a criaturas que desconocan el lenguaje humano?...Quien poda utilizar las palabras para que la luz del entendimiento fuera compartida?... No quedaba otro idioma que el de los gestos, pero stos se hundan en el silencio sin dejar ideas bien definidas en la mente.

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Los ojos de los cuatropatas brillaban con cierta inquietud. Cada brillo era igual al destello de una faceta de cristal que al mnimo movimiento cambiaba el tono de su reflejo. Cada tono podra ser una palabra pero quien lo traduca para entenderlo? A pesar de la dificultad, el hombre decidi hablar y ante la sola intencin de hablar, los perros acomodaron la esqueltica estructura para escucharlo.

Que extrao! - pens el forastero antes de hablar. Le pareci que los animales haban entendido lo que l iba a hacer. Cuando l concibi la idea de comunicarse con ellos por medio de su voz, los cuatropatas oyeron la idea, dando a entender que estaban dispuesto a orlo... El ser humano - sigui pensando - ignora los movimientos de los animales y sus intenciones, pero los animales presienten y hasta comprenden cualquier movimiento realizado por el hombre. Muchas veces se habr comprobado que la criatura irracional est equipada con un instinto que le permite anticiparse a lo que el ser humano quiera hacer. Si el deseo fuera el de castigar, el animal huye antes que la mano tenga tiempo de hacerlo. Si el hombre est dispuesto a la caricia, antes de manifestarla, el animal se acerca, ahorrndole el esfuerzo de alargar el brazo. Algn lenguaje debe haber. Algn perdido entendimiento debe existir. La leyenda, que aparece en los espacios vacos de la historia, nos dice que en una poca el hombre conoci un solo idioma y que todos los seres de la creacin se entendan por medio de este...

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Qu regin del organismo viviente esconde la facultad de expresarse en el viejo idioma universal?... Esta pregunta se abri paso hacia el interior del forastero con la intencin de buscar en el archivo de su naturaleza la respuesta necesaria. Mientras tanto, los cuatropatas se haban sometido al estado meditativo del hombre, pareciendo respetar lo que l le preocupaba. Lo demostraron porque se dejaron estar en quietud

y porque se dieron al entretenimiento de lamerse el duro pelaje de sus pieles. No bien el forastero dej la regin de sus pensamientos, los perros levantaron los hocicos y al igual que los nios que se arriman al abuelo que les narra cuentos, as se acercaron, dando gemidos, rezongos y gruidos amistosos. De esta manera la esqueltica congregacin del hambre se adhera a quien, en lo sucesivo, se convertira en jefe y actor de aventuras con un final imprevisto. Y fue el momento en que los animales oyeron la voz del que adoptaron como amo de sus vidas. - Pues bien, aqu estamos - les dijo - porque la vida tal vez nos necesita. Por eso hace falta una decisin. Desde hoy, seores, formaremos una familia... Los cuatropatas, al or estas palabras, de las que posiblemente les llegara la esencia de su contenido, se miraron entre s, usando gestos de tu idioma y dando a entender que estaban de acuerdo.

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El hombre, impresionado por la gesticulacin, la que comenzaba a descifrar con cierta facilidad, continu dicindoles: - No hace falta decirles que somos la pobreza vagabunda, sin nada a nuestro alcance, ni trabajo ni ayuda, pero esto no debe importarnos porque la vida nos tiene en su contenido y si en ella estamos, ella nos dar lo suficiente.

Andaremos unidos para conseguir el alimento. No lo robaremos, pero nos educaremos para que los tachos de basura nos sean tiles. En el desperdicio de la ciudad nos veremos igualados y separados de quienes nos desprecian. De nuevo advirti el mismo gesto de aceptacin en los cuatropatas, los que de ahora en adelante adoptarn el nombre de limpiatachos. - Creo que nos estamos entendiendo. Ya que estos primeros pasos van saliendo bien, en retribucin nos repartiremos lo poco que tengo en esta bolsa... Al or la idea relacionada con la palabra comida, los limpiatachos se pararon en las enclenques astillas de sus patas y esperaron, esperaron como si esa hubiera sido siempre la costumbre. Miraron atentamente cmo el nuevo amo divida lo que sac de la bolsa en tantas partes como estmagos haban all. Y nadie se apresur. Cada uno fue capaz de aguantar con paciencia la racin correspondiente.

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Luego, la devoraron, dndose el buen provecho en un santiamn. Fue el banquete ms corto que haya conocido la historia de la gastronoma. A partir de ese bocado comenz la aventura inaudita de un hombre convertido en jefe de una familia de cuatropatas sin hogar. Todos a un mismo tiempo salieron de la postracin en

que vivan para ir al encuentro de los acontecimientos que en el futuro los esperaba. El forastero acept la responsabilidad de vivir as porque nada perda, ms bien sera al revs ya que podra ganar la experiencia de una realidad distinta. Tal vez esta decisin lo acerque al mundo silencioso de la inteligencia animal... Aunque lo esperara lo indeseable, aunque el peligro lo acechara por marginarse de la convivencia humana, a pesar del porvenir incierto, de algo estaba seguro: Nada arriesgaba ni nada perdera. All mismo, donde perros y hombre se encontraron, en un resguardo de lomas junto al puente, construyeron con latas, cartones y otros desperdicios, un hogar, un refugio, un sitio para ejercer la paternidad de un ser humano que renunciaba a sus semejantes porque de sus semejantes nada bueno poda esperar. A los pocos das, gracias al aislamiento, el forastero se sinti invadido por un desconocido aleteo interior, o sea que dentro de sus ser oy algo que con el transcurso del tiempo fue convirtindose en palabras, conociendo por primera vez el proceso con que maduraba la inspiracin.

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Tal vez el contacto con los cuatropatas, a pesar de ser irracionales, fuera la causa, o quizs el universo encontraba en este grupo viviente la armona de la inocencia, capaz de eliminar la incredulidad, el prejuicio y la vanidad, y obtener un estado o cualidad suficiente para aceptar los impulsos del reino

espiritual, los que pueden expresarse cuando la naturaleza interior se desliga del cuerpo, quedando reconstruido en su pureza el instrumento de unin entre el Alma y la esencia de la materia. El amo de los limpiatachos prepar con ramas carbonizadas algunos cartones escritos, los que luego colgara del cuello de cada perro. El gran acierto, segn l, era que cada leyenda describa la personalidad del animal, no la externa sino la interna.

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LA PRIMERA SALIDA

3La maana era tibia. El sol, entre nubes de una tormenta dispersa en viaje hacia otros lugares, caldeaba el ambiente, mezclndose a la fragancia de los campos. La humedad de la brisa traa y llevaba el aroma campestre, dando a los pulmones la alegre tentacin de aspirarlo con profundas bocanadas. El sendero, a la orilla del camino pavimentado, estaba moteado de recientes brotes de yuyos. El lejano horizonte era una soledad poblada de gritos de chicharras, de pjaros silvestres, de aves encumbradas en vuelos circulares que escudriaban la tierra en busca de despojos. El cielo azul y las nubes blancas invitaban a la frescura de vivir una esperanza de mayor duracin. El forastero con su comitiva de perros, a los que haba educado a ser indiferentes con los hombres que encontraran, salieron de su hogar esa maana tibia. Los cuatropatas, alienados uno detrs del otro, se prendieron a la espalda del que los guiaba con el paso de quien vive acostumbrado a caminar.

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Al cabo de unos minutos de marcha se divisaron las primeras lneas angulares de los edificios. Chimeneas enormes arrojaban bocanadas de humo negro. El forastero, al contemplarlas, tuvo que recordar al hombre aquel con quien se

entrevistara y tuviera el encuentro ingrato que lo alej del centro poblado, al que ahora volva por otras razones. Caminaba con la mirada puesta en aquellos respiraderos de fbricas. Se haba olvidado de los cuatropatas cuando de repente se acord que a la entrada del edificio se colocaban tachos de basura, repletos de desperdicios. Algo de all poda ser de utilidad para los perros y tambin para l... Sin vacilar agiliz la marcha y puso la proa de su caravana en direccin al sitio que terminaba de fijar. Su decisin, por culpa de los recuerdos, fue la de llegar hasta los tachos que dejaban a la entrada de un terreno que en ningn momento consider peligroso. El crey que los perros eran ahora ms importantes que lo que haba sucedido all. El chato casero de la primera poblacin apareci al terminar una hilera tupida de lamos. Llegaron. Sin mirar a otro lugar que no fuera al de su trabajo, el forastero se acerc al primer recipiente, investig en su interior y orden a los perros que pasaran junto a l para depositar en los tarros, que cada uno traa colgado del cuello, los desperdicios que iba sacando despus de elegirlos y de considerarlos comestibles.

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En ese momento se oy el grito de alguien en el interior de la fbrica: -Ah est el tipo que le peg al patrn!...

El eco retumb en una alta pared, alejndose como una prolongada estridencia. Fue el grito de alarma. A los pocos minutos una multitud de obreros se reuna a prudente distancia del forastero y sus perros. Los cuatropatas grueron, crispando el pelaje de la nuca a la vez que mostraban la blancura de sus dientes en actitud de ataque si eran provocados. De entre la multitud, abrindose paso, apareci el patrn, el mismo hombre que fuera abofeteado por el forastero. El jefe de los perros orden algo en voz baja y autoritaria y los animales dejaron de gruir. El seor de la fbrica, sin animarse a llegar muy cerca, abri la boca para escupir una sarta de insultos que ni siquiera rozaron la piel de su enemigo. Como si nada ocurriera, l continu con su trabajo... Y su labor se realizaba con delicadeza, pues ningn desperdicio caa al suelo y si alguno por casualidad saltaba de sus manos, lo recoga, devolvindolo al tacho de basura o ponindolo en el tarro de turno. Una vez concluda la tarea se dispuso a continuar la bsqueda en otros depsitos de la ciudad, pero el resentido seor orden a su gente que rodeara al intruso y sus perros. El forastero nuevamente aconsej a sus protegidos no cometer ningn desatino. Fue entonces que al levantar la cabeza con gesto sereno, mir al grupo que lo cercaba, buscando la cara del patrn. 44

Al realizar este movimiento qued a la vista de todos el cartn que penda del cuello del forastero. Tambin repararon en los que colgaban del pescuezo de los perros. Una risa

burlesca y nerviosa sali de labios del seor cuando ley lo que estaba escrito en el del jefe de los limpiatachos, el que deca as: Por salvarme de la muerte cuando la muerte era temprana, en esqueleto encontr la vida de los perros que me acompaan. Por AMOR te pido hermano no destruyas la pobre cueva donde me abriga con lujo tibio esta perruna colonia enferma, donde somos hermanos nuevos de la vieja hermandad del mundo. Djanos doblar la esquina, que si no encontramos nada seguiremos caminando, pues tu sabes que no hay vida como no hay tampoco senda por la que se anda en vano... 45

La dura mirada del patrn se deshizo en el brillo de alguna involuntaria reflexin. Tal vez el Alma del seor

empresario pudo ms en el instante mismo en que las palabras penetraban y llegaban a una regin de naturaleza idntica a lo expresado en el cartn. Es posible que fuera as ya que sus ojos se detuvieron luego en el cuello de un perro, del que colgaba un cartelito. Era ste de pelo blanco desteido, con manchas grises y motas negras. Sus costillas estaban aun adheridas al cuero flojo, debido a la herencia que el hambre le dejara. El cartelito deca: Soy el cuatropatas que a garrotes lo tuvieron por andar entre basuras olfateando su alimento. Aunque miedo me dio la vida por vivir cerca del hombre, hoy por culpa de otro hombre, mansedumbre te prometemos a cambio del bien ajeno que sobra dentro del tacho. Algo trataban de ensear las palabras escritas, algo queran decir porque el que las lea aflojaba la dureza del semblante. 46

Algo en la esencia humana se dejaba acunar por la intencin de lo expresado. Siguiendo con esta antologa, los ojos fijaron la vista en otro pedazo de cartn que pareca un medalln grotesco sobre el pecho del perro que lo balanceaba. El mismo aspecto de huesos salientes lo emparentaba al anterior. Daba la impresin de estar orgulloso de mostrar lo que colgaba de un collar de piola, en el que poda leerse: Por algo la tierra quiso que perro yo naciera. La culpa de ser un perro es casi como la tuya que en hombre te ha convertido. Me duele la diferencia que nos separa, la que siento cuando tu mano se divierte con la violencia. A pesar de tu castigo que a diario lo soporto, siempre, siempre te perdona la fiel naturaleza de mi raza. Esforzndose por no caer en el asombro pero con el mnimo maleficio del entretenimiento, el empresario sigui buscando perros y cartones. 47

Y el ms pequeo, cuzco de apelativo, con el pelaje arrugado que a trechos mostraba la piel desnuda, tpico habitante de recovecos, zanjones y hoyos, luca un pedazo de cartn ancho y mugriento, en el que pudo caber lo siguiente, escrito a punta de carbn: Vivir a solas con el mundo a cuestas fue mi vida. Andar a solas tras el msero mendrugo fue mi vida. Es cosa nueva sentir que ahora nadie me persigue. Es cosa nueva sentir que tengo el sueo asegurado. De tanto haber sufrido el castigo de los hombres, hoy me toca estar viviendo la amistad de un ser humano.

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Otro ejemplar canino, arqueando el pecho y levantando la cabeza, dej al descubierto un pndulo de cartn y lo que en l estaba escrito. Pareca simbolizar lo que la vida, despus de muchas vicisitudes le dejaba en seal de retribucin, dando a entender que nadie se quedaba sin recibir el consuelo aunque llegue ste al final de una existencia: Me barri la vida como el viento a la basura. Siempre fui el otoo con el fro por delante. Cuando quise madurar el tiempo para estar en primavera todo el mundo estaba fro. Olvidado de mi mismo me arroj al sollozo del aullido cuando el cielo era sin luna. Ni siquiera con la luna me encontraba cuando aullaba. A destiempo me ha llegado

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el encuentro con la vida. Aunque viejo, siento joven el final de este comienzo. El dueo de la fbrica habra continuado la lectura en otros ejemplares y muy a pesar suyo dejar que su cerebro enmohecido siguiera dndose este bao de ennoblecimiento si el forastero no se hubiera movido para abrirse paso entre la gente que lo rodeaba. Con el primer movimiento, los perros le formaron crculo y con l en el centro avanzaron hacia un punto por el que deseaban pasar. La decisin del jefe de los cuatropatas hizo que se rompiera el mnimo maleficio. Tena que romperse, lo que hizo tambin que el entrecejo del patrn se frunciera y con ello la realidad trajo el recuerdo del bofetn. Todo se esfum, quedando en pie la voz de quien orden a su gente: -Traigan la manguera a presin y barran a esta recua hedionda!... El forastero se detuvo con firmeza, gir la cabeza y clav la mirada en los ojos del empresario. El silencio que se produjo fue severo. Las dos miradas sostuvieron una lucha invisible, dejando en el aire la misma sensacin elctrica que deja el relmpago de una tormenta. El seor termin diciendo: - Este sinvergenza me debe una cuenta y la tiene que pagar! 50

El jefe de los limpiatachos dio la espalda y en voz baja dijo algo. Los perros arremangaron el cuero del hocico, dejando al descubierto los blancos dientes que mordisqueaban el aire. A cada mordisco se oa el ruido metlico de las mandbulas. El crujir de los dientes sonaba con siniestra intencin de perforar la carne del que se acerca demasiado. El grupo se movi a pasos lentos para romper el cerco. Viendo la gente la hostilidad de los animales que defendan a su amo, se abri en abanico, dejando libre el espacio por el que pasaron. El patrn gritaba, escupiendo el aire pero nadie se anim a detenerlos. Los perros, colocados como estaban, formaban un crculo, del cual cada uno era un radio y el forastero el eje que los mantena en ajustada armona. Cuando hubieron andado unos metros la rueda se deshizo. El amo, encabezando la tropa de perros, que en hilera se colocaron, tom la orilla de la calle, perdindose de vista cuando una esquina los sac de las miradas de los que se quedaron entre los insultos del patrn. La primera aventura haba terminado. El camino que hicieron despus, completando raciones de alimento, estuvo libre de amenazas. En la lejana regin del hogar se reparti la comida. Los perros agradecidos, ms alegres que nunca, devoraron lo que ahora si los saci, dejndolos en modorra a los pocos minutos del banquete. 51

Tirados en el suelo, cada uno sinti el renacer de las fuerzas cuando el estmago, admirado de tanto combustible, se dio a la tarea de producir energa para el cuerpo. El forastero, recostado a pocos metros, miraba la diseminada familia que satisfecha contestaba con ternura canina a quien fuera el autor de esta cosecha.

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TREGUA 4Los das pasaron sin novedad para los limpiatachos, pero en la ciudad el seor abofeteado haca uso del deseo de perjudicar, acusando al protector de los perros. Denunciaba la presencia maloliente de su perrada, la que en cualquier momento podra convertirse en una jaura de animales rabiosos. Dijo cuanto su encono le aconsejaba all donde su influencia era respaldada por la sumisin. Los argumentos de su cerebro enmohecido fueron repetidos para que la ciudad se enterara y la ciudad, como un monstruo dormido, de movi para despertar a los que se enrolaron en la defensa del forastero y a los que se unieron al otro. La presencia de los segundos se debi a la habilidad de un personaje que hace estragos en todos los niveles dela vida. Su nombre tiene una relacin ntima con la influencia para enceguecer y anular los valores del Alma. Este enemigo de la realidad llev a cabo la eficiente labor de sobornar a quienes por ser autoridades de la ciudad manejaban ciertos poderes. Las autoridades o algunas de ellas decidieron actuar pero su accin debi postergarse varias veces porque el periodismo tom cartas en el asunto. 53

La prensa, habiendo comprobado la simpata que el forastero vena despertando en los habitantes mientras recorra el itinerario de sus recolecciones, se lanz a la lucha para animar un escenario montono, no tanto por defender la forma en que se alimentaba aquel y sus perros sino que lo haca para resaltar la osada de una consciencia, la valenta de una voluntad humana que desoyendo la prevencin de las costumbres se haba dedicado a reunir una familia de perros vagabundos. Los periodistas hicieron notar que las calles de la ciudad haban quedado vacas de perros sin hogar. Adems, para hacer ms grande el contraste y ms honda la diferencia entre el periodismo y las autoridades sobornadas, apareci cierto da una estadstica en la que se apreciaba la disminucin de la hidrofobia. De inmediato aprovecharon la ocasin de justificar la permanencia de aquel y sus perros, pues dijeron que el amor a los animales haba hecho el milagro de juntar, precisamente, a los sin dueo, que siempre son la vctimas elegidas por el mal de la rabia. Adems, para eliminar la amenaza de una posible aparicin de dicho mal, se dijo que lo concreto sera vacunar a los animales que viven bajo la proteccin del forastero. De esta manera quedaba reforzada la defensa a favor del amo de los limpiatachos. Cuando comprob la prensa la popularidad de su campaa decidi fomentar una colecta con el fin de comprar una casilla o algo parecido a una o dos habitaciones prefabricadas.

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Se dijo que lo haca para darle lustre a los preceptos de la higiene. A partir de tales medidas dejaron de orse las voces de quienes condenaban la forma de vida del protector de los cuatropatas. A todo esto, el forastero haba permanecido ajeno a lo que estaba sucediendo, ignorando el desarrollo de los acontecimientos, de los cuales l era el protagonista principal. Su norma de vida a partir de la decisin de instalarse con sus perros haba sido la de no establecer ningn tipo de relacin con los habitantes de la ciudad, como si l quisiera comportarse de la misma manera con que lo trataron al comienzo de esta historia. Con quienes se dejaba comunicar era con los nios, pues estas criaturas era las que lo acompaaban con sus travesuras infantiles, permitindoles a los perros que jugaran con ellos. Cierto da, sin que los beneficiados supieran nada, llegaron unos hombres y ante el asombro de perros y amo levantaron una habitacin de madera, construyeron platos de cemento y otras comodidades ms, si es que se puede llamar comodidades. En esta ocasin fue cuando el jefe de los animales se enter de lo que haba sucedido en la ciudad. Si bien se sinti agradecido, hubiera preferido que lo ignoraran, que lo dejaran al margen de la ciudad porque temi le sucediera lo irreparable cuando menos lo esperara. As como estaba recibiendo un beneficio cuando menos lo esperaba, tambin cuando menos lo esperaba poda recibir lo que ms lo perjudicara.

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Aunque l no intervino en la divisin que se ahondaba, cuya divisin cobijaba el drama que algn da se hara presente cuando lo decidiera la oportunidad. La estrategia adoptada, despus del fracaso de las intenciones del seor empresario, fue la del silencio, pues los implicados en los designios de este seor dejaron de amenazar hasta que todo se amortiguara en el olvido. La prensa, al no tener a quien atacar, tambin enmudeci y rein por un tiempo la indiferencia, mientras la extraa caravana de limpiatachos se dedicaba pacientemente a recolectar alimentos. De vez en cuando algn bulto donado llegaba al refugio de los cuatropatas lo que les permita disfrutar del descanso y de la enseanza de su protector o viceversa - Viceversa porque el hombre aquel lo obsesionaba el comportamiento de la intuicin de los perros y la suya propia. El accidente que lo alejara de la convivencia humana hizo nacer en l la curiosidad y el amor por la naturaleza. Esto le permiti convertirse en explorador de s mismo, en investigador de las reacciones ms profundas encontrando a cada paso sorpresas que no las hubiera imaginado si estuviera viviendo en el mundo de los hombres. Observaba a los perros como seres vivientes capaces de alcanzar entendimiento en la mente humana, o sea que l crea en algn lenguaje universal.

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Lo principal sera descubrir la clave del mismo, lo que le pareci vislumbrar en cierta ocasin fortuita cuando vivi la siguiente experiencia: La hora y el da no tuvo importancia para l cuando pens, sin saber por qu, en uno de sus cuatropatas, uno pequeo que por su tamao estaba destinado a ciertas labores, como ocurre en un hogar en donde la edad del hijo menor determina el trabajo que solo l hace. Los perros correteaban por el campo, oanse los ladridos y sus corridas juguetonas. El forastero pens en uno de ellos mientras dormitaba recostado en la galera. En su mente hizo el dibujo del pequeo animal, vindolo con una petaca de tabaco, que la tomaba y se la traa a l, entregndosela en sus propias manos. El pensamiento en s era algo comn, intranscendente, pero no lo fue la nitidez del cuadro mental, viviente hasta el extremo de sentir el escenario como realmente vivo. Al comienzo crey que todo terminara ah, pero lo maravilloso del caso sucedi cuando el perrito, en el que haba estado pensando, apareci en la galera trayndole la petaca. El hombre, con la mirada fija por el asombro, recibi mecnicamente el objeto mientras un escalofro le sacuda el cuerpo a causa de lo sucedido que, por supuesto, lo consider extraordinario. Le pareci descubrir algo portentoso, semejante a la palanca que segn el punto de apoyo puede mover al mundo.

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Su mente se revolvi, se hizo un torbellino incoherente de impresiones. Era como el chispero alocado de una fragua que arroja por el aire su pequeo universo de estrellitas fugaces. As se desbocaba su mente, barajando ideas que iban y venan, que nacan y moran como las fugaces estrellitas de la fragua. Haba ocurrido tan de repente, de manera tan sorpresiva que pasaron varios minutos antes de calmarse. Ni cuenta se dio de que haba armado un cigarrillo, se lo haba fumado a medias y ya estaba liando otro, completamente ajeno al deseo de hacerlo, cuando se dio por enterado de la situacin. Se puso de pie y se pase por el corredor de la galera, pensativamente, con la mente fija en lo que terminaba de experimentar. El mismo perro que le trajo la petaca, al verlo caminar distrado, se acerc y lo acompao en sus idas y venidas sin que fuera notado. Perro y hombre se paseaban sin que este ltimo lo advirtiera. El animal levantaba la cabeza de vez en cuando y lo miraba como preguntndole por su conducta, luego inclinaba el hocico y lo imitaba, hasta que el amo lanz incontenidamente una carcajada cuando lo vio. Se rompi el encanto de la distraccin y el premio para el perro fue un zamarrn carioso, acompaado de una palmada en el lomo, tras lo cual le indic fuera a reunirse con los dems. Los das siguientes, despus de lo ocurrido, fueron jornadas dedicadas en su mayor parte a buscar en su interior, a veces en forma desesperada, una respuesta a los interrogantes que surgieron a raz del imprevisto hallazgo. 58

Hizo muchos experimentos con los cuatropatas, obteniendo xitos por un lado y fracasos por el otro. Le molestaba desconocer un mtodo que fuera certero en todas las ocasiones. Tena la clave pero no la ley. Conoca la pieza suelta pero el engranaje no. Despus de todo se fue acostumbrando a la impotencia de llegar ms all, echndole la culpa a la ignorancia de las leyes naturales que rigen tantos procesos misteriosos. Los das retornaron a su cauce normal pero ahora se deslizaban con el agregado de las experiencias que realizaba con los perros. El forastero estaba descubriendo en los silencios de su naturaleza que las palabras del idioma humano fueron naciendo de los objetos exteriores que en la mente se haban convertido en imgenes, es decir, fue a partir de las imgenes registradas en el interior del hombre primitivo que las palabras tomaron formas sonoras en las cuerdas vocales. El ser humano debi acumular en su memoria las imgenes de los objetos, animales y plantas, con las que vivi en ntima armona, o mejor dicho, en ntima relacin hasta que sus cuerdas vocales comenzaron a ensayar con las frecuencias sonoras equivalentes a cada una de las imgenes. Durante un largo perodo, la comunicacin entre todos los seres de la creacin debi haber sido por medio del uso de la visualizacin del objeto. Dos personas que estuvieran pensando el mismo objeto podan enviarse mutuamente la imagen respectiva. 59

La imagen registrada en la mente o en la retina de los ojos era la misma para todos los seres que habitaban la Tierra, incluidos, por supuesto, a los del reino animal. Tener en la mente o en la pantalla de los ojos la imagen de un alimento, sea ste una fruta o alguna otra cosa comestible, esa imagen era comprendida por quien tuviera la mnima condicin receptora en su mente o en la retina de los ojos. Se hablaba por intermedio de la transmisin de las imgenes de los objetos y animales existentes, sin haber llegado an al uso de las palabras, de aquellas palabras que en el futuro iban a reemplazar a las imgenes. El prximo paso habra tenido su origen en la esencia de la imagen que con el paso del tiempo llegara a ser su contraparte sonora, o sea, lo que era imagen muda se convertira en los primeros ensayos del habla por medio del sonido. La esencia de la imagen, lo sabemos ahora con certeza, sera su frecuencia vibratoria, la que en aquella poca pudo transmitirse del objeto a la mente y de la mente a otra mente. Hasta aqu haba llegado el forastero como recompensa de pasar horas inmerso en los silencios de su naturaleza, donde, al parecer, encontr los datos que l se afanaba por interpretar segn la capacidad que tena de comprenderlos. Presenta que en ocasiones sucesivas tendra nuevas revelaciones. Su vida se estaba expresando a travs de dos tareas, durante las cuales l cosechaba en su interior lo que su inteligencia le ofreca y cosechaba en el exterior el alimento para la familia canina. 60

La caravana que formaban estas criaturas alcanz el rango de visita popular cada vez que incursionaba por la ciudad en busca de lo que todos los pobladores saban. En muchas ocasiones, los tarros eran llenados por la gente del pueblo, especialmente por los nios que esperaban a la puerta de sus hogares. El protector de los cuatropatas se tom la preocupacin de renovar los cartelitos, ya que como buen principiante en el arte de escribir crey que el pblico mereca algo distinto de vez en cuando. l recordaba el itinerario de sus viajes y siempre trataba de cambiar los medallones de cartn despus que la gente pareca comprender lo escrito en ellos. Lo que escriba en los cartones mostraba al hombre que cada da conoce mejor a los seres con los que vive.

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LA VISITA

5Una tarde de sol esplndido, de aire fresco exhalado por el follaje, rumor lejano de campos, de campos que susurraban ese leve frotamiento de hojitas silvestres, de arenas en remolino, de pjaros y cantos que en el silencio parecan otro silencio ms. As estaba el da cuando lleg un periodista al hogar de los limpiatachos. Al frenar su coche sobre la banquina de la ruta, un coro de ladridos recibi su llegada. Los cuatropatas ladraron sin hostilidad, ms bien por la costumbre de asombrarse ante la presencia de un extrao, de un desconocido que en este caso no traa amenaza alguna. El forastero, asomado a la puerta, se qued esperando. Con un silbido destinado a los perros, hizo que stos se alejaran a jugar por las lomas cercanas, donde solan esconder huesos para roerlos en horas de vagancia. - Buenas tardes! - se oy saludar al recin llegado. Adelante, seor! - fue la respuesta del jefe de los limpiatachos. 62

Frente a frente se dieron la mano y despus de la invitacin se sentaron en troncos ahuecados por la artesana del amo de los perros. - Esta visita no tiene nada de profesional - dijo el hombre de prensa para evitar alguna postura defensiva. - As es mejor! Es mejor para los dos! - respondi el forastero, sin embargo se pregunt cul sera entonces la intencin que lo traa, porque si no lo empujaba la misin profesional, qu diablos haca all, frente a l? - No es fcil comenzar una conversacin con usted sin conocerlo personalmente - dijo el visitante -. Si hubiera venido como periodista sera distinto porque las preguntas que usamos abren de inmediato el dilogo. Ya que debo ser yo quien provoque la conversacin que deseo tener con usted, no me queda ms remedio que decirle que desde el primer momento me sorprendi todo lo que me contaron de usted. Su forma de vida y la razn que tuvo para alejarse del mundo me han tenido desorientado, imaginndome solamente que su tarea tiene mucho de maravillosa. Dominar a los perros, sin que stos cometan dao, debe ser algo virtuoso. Le ruego comprenda la manera franca de entrar en tema ya que no me queda otro camino. El protector de los cuatropatas esboz apenas una sonrisa.

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Lo mir un momento, sonri de nuevo bajando la cabeza y luego, levantndola, le dijo: - No se si contestarle sin la actitud defensiva de mi nimo o decirle que se aleje de aqu por todo lo que me ha sucedido en esta regin, a la que llegu con la misma esperanza de un nio que an no ha vivido la experiencia de la desconfianza... - Usted decide - le dijo el periodista -. Yo he venido continu diciendo - con la seguridad de que usted sabra conocer mi intencin con la misma facilidad con que se entiende con sus animales. - S, tiene razn, pero eso lo supe por los perros, no por m mismo ni porque me lo dijera la intuicin, pues la intuicin en relacin con los hombres est muy deteriorada, est bloqueada por la desconfianza. Sepa seor, que estos cuatropatas son los que me hacen confiar en usted. Tal vez ellos saben mejor que yo que usted ha de ser uno de los autores de los beneficios que hemos recibido... pero tambin presiento que los beneficios han llegado como consecuencia de una posicin adoptada en respuesta a otro bando y no en respuesta a la original situacin de nuestra existencia. - El periodista sinti el aguijn de la verdad sin que lo afectara ni lo ofendiera, ya que l viva atrapado en un engranaje del que se aprovechaba cuando una oportunidad como la que tena ahora, le permita intervenir para satisfacer los ideales que en su interior guardaba. 64

El forastero quiso atenuar el impacto cuando vio en la mirada del visitante el efecto de sus palabras: - Ms all - le dijo - de lo que lamento haberle dicho, le agradezco mucho, pero muchsimo, lo que ha hecho en bien de la orfandad de los cuatropatas, por eso lo respeto y acepto su presencia. - Repito sus propias palabras, dichas anteriormente... As es mejor! Es mejor para los dos porque no estamos escondiendo nada y eso me agrada porque a pesar de todo hemos de rescatar la razn de su vida y la intencin de mi visita. - Eso espero! - dijo el forastero - A partir de la razn de mi vida voy a conocer la intencin de su visita. Lo que a usted le parece una empresa que tiene mucho de maravillosa es porque nunca la hemos emprendido. Esto, que es slo un pequeo trabajo para m, lo descubr por casualidad cuando la vida me empujo hasta ese puente que ve all, pues all me encontraba dormido y al despertar me vi rodeado por estos animales. Despus de obligarme a comprender que no me quedaba otro futuro, sent que lo agradable estaba en aceptar mi fracaso para que naciera lo que usted llama virtud. Aunque he usado la palabra casualidad, no creo que haya sido casual el encuentro con esta orfandad. - Tambin creo - agreg el periodista - que no ha sido la casualidad la que me ha trado hasta aqu.

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Cuando conoc la manera extraa con que ustedes se entienden, apareci en mi nimo la necesidad de venir, no por simple curiosidad sino porque la razn de su vida est en peligro y porque est solo, muy solo frente a quienes aprovecharn un descuido para actuar... - Ya est asomando, por lo que escucho, la intencin de su visita - dijo el forastero y se qued por un largo rato en silencio y triste, sumido en la real fragilidad de su situacin. Durante este momento le permiti al recin llegado fijarse en el aspecto del hombre que tena delante. Pudo apreciar en su rostro la inquietud de su destino que se calmaba en la mirada de sus ojos. Las cejas se alzaban cuando alguna idea relacionada con su porvenir cruzaba por su mente. En sus labios vio el gesto resignado del sufrimiento y la paciencia. En sus manos, enormes manos, not la expresin del cuerpo en su totalidad, pues cuando el cuerpo insinuaba un movimiento, las manos lo acompaaban. Cuando sus labios se encargaban de hablar, era entonces la ocasin en que las manos adquiran la plenitud de la expresin. Se poda resumir, pens el periodista, en tres rasgos la personalidad del amo de los perros y segn l, eran los ojos, la frente y las manos. En los ojos se abra la claridad del Alma y se ocultaban las sombras de los temores futuros. En la frente habitaban los gestos fundamentales del sufrimiento y de la rebelda, dominados ya por la paz de la inteligencia.

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En las manos pareca estar la respuesta de cualquier movimiento del cuerpo. As lo vio el visitante, presintiendo adems que se hallaba frente a un corazn formidable y sencillo. La manera fcil con que lo estaba comprendiendo lo puso al borde de la emocin. Ya estaba por romper el silencio cuando oy la voz de aquel solitario que le deca: - Lo que me ensearon de nio, de nada me sirvi cuando ms tarde me encontr indefenso ante las necesidades de la vida. Me hicieron creer en la justicia cuando luego fui vctima de la injusticia. Me inculcaron la bondad cuando ms tarde fui presa fcil de la maldad. El mundo que encontr despus de la adolescencia no fue el que me hicieron creer cuando era un nio... Menos mal que mi naturaleza interior me ayud a confiar en lo que uno trae en la memoria del Alma, pues de all saqu el alimento para fortalecer mi defensa desvalida ante un mundo que amenazaba aplastarme. Ahora mismo estoy ante una amenaza parecida. En fin, dejemos eso para comenzar a decirle lo que entiendo y lo que creo haber comprendido. Algo le contar por la sola razn de contarlo. Le mostrar un poco de mis reflexiones, ya que muchas de ellas contienen ms interrogantes que respuestas. - El hombre - continu despus de una pausa - como todos los seres de la creacin debe tener en su escurridizo ser interno algo parecido a un espejo capaz de enviar imgenes.

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La primera sorpresa que tuve fue comprender que los perros adivinaban mis movimientos, hasta presentan mis pensamientos. El instinto o el espejo interior de estos animales reciba de mis intenciones la imagen antes que ocurriera la accin, pero cunta tristeza y cunta impotencia me anulaban toda vez que intentaba descifrar un mtodo que me sirviera en todo momento. El hombre no ha sido desterrado del paraso, l ha desterrado el paraso de su propio interior, l le ha construido al Alma la celda o la prisin en la que la mantiene encerrada para l, slo para l, l ha levantado un muro que lo separa del verdadero conocimiento, el que se ilumina por s mismo y que de tener el camino abierto sera para el hombre la conquista de un viejo silencio que se pondra a hablar con nosotros de cosas tan sencillas como admirables. Hablaramos de problemas y nos reiramos de la simpleza para solucionarlos... En fin, es tan imposible que lo entiendan aquellos que deberan entenderlo que ms vale alejarse del tema y acercarnos a la novedad con que la experiencia me ha estado desafiando. Yo ensay con mis perros algo por pura ocurrencia, ms bien por humilde inspiracin. La llamo humilde porque no hace ruido para anunciarse. Viene como el pobre a la puerta de un hogar a decirle y a pedirle al dueo cosas de tan poca importancia que le molesta su demora y ruega que se vaya pronto.

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Por eso la llamo humilde. No le interesa ser escuchada. Ella cumple con los momentos de hablar, lo dems corre por nuestra cuenta. Esta humilde personita que llevamos adentro, cuando menos esperaba me dijo: El dibujo mental de las ideas puede ser entendido por cualquier ser de la creacin!... Alcanc a retener esta ocurrencia porque no tena relacin con nada de lo poco que conozco. Fue algo que quiso expresar lo que dijo y nada ms. Como recin haba nacido, deb esperar su madurez. Despus de saborear esta idea y de repetirla una infinidad de veces, se fue convirtiendo en un argumento que, en resumen, se relaciona con algunos fenmenos conocidos, los que se refieren a la transmisin por medio de la electricidad. El forastero intent explicar en su lenguaje profano que las palabras del que habla tienen la caracterstica de la vibracin que corresponde a la frecuencia del rgano del que habla. Este tipo de vibracin audible se convierte en vibracin inaudible cuando viaja por el espacio, o sea que cambia la frecuencia para adaptarse al medio de la transmisin. Cuando llega al aparato receptor - comnmente llamado radio recupera el tono de la primer frecuencia, es decir, que vuelve a ser audible, siendo entonces cuando se escuchan las palabras que se dijeron a miles y miles de kilmetros. - Ahora bien - dijo el forastero -, traslademos este ejemplo a la posible facultad del viejo y perdido idioma universal.

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Actualmente sabemos que los rganos fsicos del hombre, tales como la vista, el tacto, el odo, etc., tienen la cualidad de recibir vibraciones o impresiones de todo lo que ven, tocan y oyen, etc., y esto lo hacen utilizando la frecuencia correspondiente. Luego le habl del dibujo mental de las ideas, cuyo dibujo podra ser convertido en vibracin por la energa de la mente, utilizando la frecuencia respectiva. - Pero he aqu - dijo el forastero - la pregunta necesaria, y despus?... No le qued otra alternativa que hacer una comparacin dicindole que los ojos construyen en su pantalla visual el dibujo de una idea cualquiera, utilizando una frecuencia de onda que sea de caracterstica visual. Luego, la mente o ms bien alguna cualidad subjetiva de la mente recibe el dibujo de lo que se ha pensado y lo convierte en vibracin, elevando la frecuencia a un nivel que puede ser transmitido al espacio. La persona o animal, elegida como destinataria del mensaje o del dibujo de lo que fue pensado, lo recibe en un rgano interno de igual tipo subjetivo al anterior. La capacidad subjetiva de este rgano cambia el nmero de frecuencia y lo transforma en imagen que entra o cabe perfectamente en la percepcin visual que tienen los ojos. Cuando se realiza el dibujo mental de la idea es posible que deba estar la fisonoma del que tiene que recibir la comprensin de esa idea, caso contrario, bueno, el caso contrario era lo que an ignoraba el forastero.

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- Algunas veces - dijo el amo de los limpiatachos - se tiene la impresin del fracaso, en otras ocasiones la del xito. No puedo saber lo que falta para ir eliminando las imperfecciones, slo s que hay algo que se burla de m y quien lo hace es la ignorancia como si la ignorancia fuera una entidad burlesca. El ser humano es una criatura que no tiene nocin de lo que es. Desprecia lo mejor que le ha dado la naturaleza y admite lo peor, lo intrascendente. Mucho tengo que hablar de los perros y del cario que ha nacido entre nosotros, mientras la humanidad, o ms bien la intolerancia de un sector de la humanidad nos ha marginado porque comet el error de no haber soportado la injusticia de una negacin cuando la necesidad me haba llevado al lmite de la paciencia. Lo demuestra en el ejemplo de mi aventura. Si me hubiera tolerado estara viviendo dentro de su engranaje social y no aqu, junto a estos animales que me salvaron de la muerte y que nos ha unido lo indestructible de un cario que nos ayuda a vivir. Por este sentimiento ellos vinieron a mi y por la misma razn yo estoy con ellos. Estos animales que nos han dejado solos, que andan por ah entre las lomas royendo huesos, estoy seguro que saben o sienten lo que est ocurriendo entre nosotros dos y que lo supieron cuando usted lleg. En muchas ocasiones los perros se acercan a mi lado, me olfatean, me acarician para convencerse que estoy junto a ellos ya que les parece imposible que exista alguien que se preocupe por ellos.

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La vida los ha maltratado duramente, por eso creen que todo esto es un sueo y que como un sueo terminar de repente. Le aseguro que los pobres tiene algo muy valioso y lo manifiestan como si fuera natural, al revs de nosotros que cuando tenemos lo que nos parece valioso nos jactamos y lo mostramos con el falso orgullo de la vanidad. Le confieso que mi vida junto a ellos es hermosa, sin otra aspiracin que ser como ellos, ya que ellos no pueden ser como nosotros. Sin perder nuestra condicin humana, ganaramos la inapreciable intuicin de ellos. Se aprende tanto que llega el momento en que el mejor premio es el silencio en agradecimiento a los que me ensean y es lo que hace difcil seguir hablando, como si me lo prohibiera la humildad que he ganado junto a estos cuatropatas. Usted podr juzgar segn la costumbre que ha adquirido el lado de los hombres. Trate de apreciar que aqu se pierde la vanidad, que de nada sirve hablar por el gusto de darse importancia... El amo de los limpiatachos dej de hablar. El periodista, acostumbrado a los vaivenes de su profesin, al trajn agotador de su mundo, en el que las noticias tienen la cualidad de ser veloces, someter al cuerpo a tensiones tremendas, el periodista se sinti en este ambiente opuesto como si lo hubieran trasladado a un rincn de saludable quietud. Experiment la desaparicin de todo aquello que le era til junto a sus semejantes. Lo invadi la impresin de ser el ms extrao de los intrusos.

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Las palabras que deseaba decir se sometieron al silencio impuesto por aquel que tena delante. Quiso hablar pero no pudo. Decidi, entonces, permanecer callado. Apenas lo quiso se sinti influenciado por ideas que lo complacieron, hasta el punto de creer que las estaba diciendo... Fue algo extrao, algo que nunca sucedi. Ni siquiera se afan por preguntarse la razn de tal fenmeno por temor a desvanecerlo. Se dej estar hasta que un perro se acerc y lo mir de frente. El periodista not en el animal un gesto que no pudo descifrar. Por ms que se desempeo en traducirlo no logr hacerlo. El cuatropatas se alej. La voz del dueo de casa vino en su ayuda: - Ya vendr otro para hacer lo mismo. - Y a qu ha venido ste? - A ver si usted est por irse. Era verdad. Vino otro, hizo lo mismo y se fue. No pasaron muchos segundos cuando apareci el siguiente, repiti el gesto y se alej. Medio minuto ms tarde el protector de los animales le deca: - Mire detrs de usted. Ah estn todos esperando... Tambin era cierto. Detrs de l estaban. Si, ah estaban esperando. Cada uno tena en los ojos, en las orejas, una mmica que evolucionaba hacia el gesto humano, hacia la gesticulacin del hombre. El periodista sinti la emocin del descubrimiento, pero no tuvo tiempo de expresarlo porque el amo de los cuatropatas lo deca:

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- Mire la cara de cada uno. Muy poco le falta para ser como la nuestra. Parecen descendientes de mis inquietudes, de mis temores, son los hermanos de mis infortunios... Cmo van a sufrir cuando... - Cundo qu?... - pregunt el visitante, volviendo el rostro hacia el forastero. El amo de los limpiatachos inclin la cabeza con lentitud. Su figura adquiri el smbolo de la resignacin ante lo inevitable. - Hace unos das - dijo en voz baja - presienten algo. Lo comprendo porque no me dejan solo. Los veo vigilar con cautela. Se han vuelto desconfiados. En los ltimos viajes estuvieron con frecuencia cerca de m como si esperaran un ataque. Grueron como si un enemigo nos siguiera. No es difcil que algo suceda. Ellos me lo dicen... Esa manera de olfatear, esa forma de mirar como si... En fin, ya veremos. La ciudad no me perdona que utilice sus desperdicios. El visitante le ofreci ayuda al decirle: - No tenga miedo que estaremos atento. - Se lo agradezco, pero ni usted ni yo lo sabremos con anticipacin. La ciudad es algo tenebroso. Tiene bullicios que sirven para aturdir la desesperacin de algunos pero, tambin, guarda silencios que son tiles para atemorizar. Tiene la indiferencia que anuncia y lo que anuncia lo saben los perros.

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La ciudad nos deja andar sin ningn tipo de incidente como si esa fuera la tctica. Y est dando resultados porque nadie se acuerda de nosotros. Tengo miedo que mis perros... Que yo no pueda... Pobre periodista. Tampoco l poda hacer algo. Lo saba. La noticia llega siempre despus de la tragedia o del suceso que se quiere evitar. Cuando lo que va a ser noticia se conoce antes se puede crear la defensa y el acontecimiento queda postergado como ha sucedido hasta ahora. Pero si nadie manifiesta la amenaza, nadie cree en ella. Pobre periodista, l tambin era una vctima. Su imaginacin aceleraba la bsqueda de una solucin o por lo menos la seguridad de un apoyo para calmar la inquietud del amigo de los perros. Mientras tanto, los cuatropatas tambin esperaban, esperaban en silencio, y el silencio era una presencia que igualmente esperaba y los envolva, haciendo ms denso el espacio ocupado por ellos. Esta quietud aguardaba a que el visitante no se fuera sin haber dejado un poco de esperanza, algo de seguridad. Es maravilloso pensar que cuando se espera es porque alguna cosa ha de llegar y en este caso qued confirmado el significado de la actitud de esperar. Sin que ninguno de los dos se diera cuenta, un perro se desprendi del grupo, entr una pieza y sali de ella trayendo un cuaderno en la boca. Se acerc al periodista y se lo dej en sus manos.

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- Esto es suyo - le dijo, entregando el cuaderno al forastero. El mismo perro, que haba estado atento a lo que suceda, se acerc al amo y le sac el cuaderno de las manos y se lo trajo de nuevo al visitante, quien esper sin saber qu hacer. El forastero atin a decirle, respetando la voluntad del perro. - El animal quiere que usted lea lo que est escrito. Ah ver el intento de descifrar la manera de cmo se originaron las palabras sin que aun fueran partes del lenguaje humano. Lo que el periodista ley se refera a nuestro antepasado primitivo que sin saber hablar haba estado acumulando en la mente las imgenes de todo el universo fsico que lo rodeaba. Al parecer, l se comunicaba con los seres de su entorno por medio de la transmisin de estas imgenes, hacindolo como una expresin de su naturaleza psquica. Si aquel hombre primitivo tena dentro de s el registro de lo que haba visto, odo, tocado, gustado y olido, l poda elegir la imagen de lo que estaba registrando en su interior y transmitirla a un semejante suyo o a una criatura del reino animal. Lo que el forastero quera dar a entender era que cada cosa como cada objeto tienen su equivalente en la frecuencia vibratoria con que su esencia se manifiesta en la contraparte material. Es decir, cada imagen quedaba y queda identificada por el nmero de ciclos por segundo de su esencia.

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Al transmitirse la esencia, se recibe la imagen de tal esencia. Teniendo todo el material disponible en su mente, continuaba diciendo aquel cuaderno, cmo hizo el hombre para empezar a vocalizar lo que en su interior era la esencia de una imagen, la que una vez pronunciada se converta en la respectiva palabra?... El nico ejemplo aproximado ser el del nio que aprende a vocalizar cuando a lo largo del esfuerzo que hace, imita el sonido de la palabra que queremos pronuncie correctamente segn la costumbre de los mayores. Hasta llegar a la pronunciacin perfecta ya sabemos lo que sucede con dicho aprendizaje, pues al nio no le queda otra cosa que escuchar y repetir lo que oye de labios de una persona mayor... Pero en el caso del ser humano primitivo, l solamente tena en su interior el registro de la imagen que an no haba llegado a ser palabra ni haba llegado a ser una expresin sonora. Le pareci lgico al forastero admitir que el proceso de vocalizar la palabra de turno comenzara por sintonizar, o mejor dicho, se empezara por convertir en sonido la imagen que haba permanecido registrada en la mente. La cantidad de veces que haya tenido que ensayar no lo sabremos nunca sin embargo, lo que nos interesa es descubrir, por aproximacin, los pasos iniciales que dio.

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Bien podemos nosotros imaginar uno de los tantos mtodos que el hombre primitivo adoptara. Ensayemos con el ejemplo de una imagen que supondremos registrada en nuestra mente como si estuviramos en una poca que se ignoraba el sonido de la palabra agua. La imagen del agua la tenemos registrada en nuestro interior por haberla visto a diario y en muchas partes, y queremos encontrar el sonido que le corresponde y, adems, descubrir la palabra que la simbolice. La presencia de la imagen del agua nos puede inducir a ensayar el sonido equivalente a la frecuencia sonora de la futura palabra. El ensayo estara a cargo de las cuerdas vocales que palpitan, se estremecen y afinan la sensibilidad de sintonizar la esencia de la imagen hasta lograr producir el sonido a, y ms tarde, despus de repetirlo varias veces buscando la unin con la prxima letra para decir: a...a...a...au...au...au...au...aua...aua...aua, sin la g, ya que la g, por alguna razn ajena al descubrimiento sonoro original, se intercala ms tarde para obtener la conocida palabra agua. En la poca actual, con el conocimiento de palabras y sonidos a nuestro alcance, se vuelve fcil imaginar un ejemplo como el mencionado, pero la tarea debi ser difcil y demasiado gradual para quienes lo hicieron sin ninguna palabra sonora relacionada con la imagen del objeto registrada en la mente. El vnculo que el hombre primitivo descubri entre el sonido de la palabra y la esencia del objeto dio lugar a la creencia

relacionada con el poder benigno o maligno, usado, por supuesto, para beneficiar o