CINCO CUENTOS ERTICOSMarco Tulio Aguilera Garramuo
Amor contra natura Se trata de una mutacin tan radical como la
que dio origen al hombre. Pero en el presente caso hay un salto
brutal, una aceleracin tan pasmosa del tiempo, un vaco tan inmenso
entre engendradores y engendrado, que el mismo Darwin se vera en
aprietos para explicarlo. Los cientficos contemporneos,
avergonzados, deben reconocer que slo en la Edad Media, tan llena
de fantasmas y bestias onricas, es posible hallar un concepto que
se ajusta al presente caso: contra natura. Porque la bestia
engendrada es, definitivamente y a pesar de todos, contra natura.
Segn se supone fue el resultado de un enamoramiento aberrante entre
un rinoceronte y un ente de naturaleza enteramente diversa. Tal
paquidermo viva tranquilamente en su selva de rboles enanos,
pastizales extensos, verdes en invierno, pajizos en verano, recorra
sus dominios sin mayores problemas de conciencia, acosado solamente
por la aoranza de una hembra que ahora languidece en un zoolgico de
Amsterdam. El recuerdo de la hembra, ltima en los alrededores un
poco pasadita de carnes, es cierto, ms de dos veces centenaria y
demasiado favorecida por nubes de moscas que la perseguan como un
halo sobrenatural de sol a sol lo mantena en un constante deambular
sin sentido. Ya ni siquiera el peligro de la selva inhspita poda
proporcionarle una emocin pasajera. Carreteras, vas frreas y
veredas unan lo que antes fuera territorio nbil y lo transformaba
en una especie de paquete bien embalado que tarde o temprano un
cartero recogera para enviarlo, por entrega inmediata a algn pas al
otro lado del planeta. Entre mil seales de trnsito y obstruccin que
instruan al peatn y a los conductores sobre cmo comportarse, que
anunciaban los sitios de descanso y los lugares de recreo, figuraba
la cabeza de Rino, algo estilizada y sonriente, bajo un letrero que
lo proclamaba el ltimo paquidermo de la regin. Adems, distribuidos
en el pas, haba cartelones que advertan: Cuidado con el
rinoceronte, pero no porque ste fuera agresivo, sino, por el
contrario, debido a que su bondad lo expona a ms de un agravio. Los
paisanos miraban pasar a Rino indolente al lado de sus casas y los
nios se le prendan de la cola, las seoras lo espantaban con varas
de esparto cada vez que se echaba a las puertas y terminaban por
hacer mal uso de los cuchillos de cocina. Entonces el animal
organizaba todas sus fuerzas para ponerse en pie y suspirando se
alejaba en busca de una sombra menos hostil. Una vez al mes, veinte
hombres se ponan de acuerdo para baarlo y l, resignado por la
costumbre, se dejaba hacer y permaneca inmvil, en medio del hilo
del agua, como una gran estatua transportable. Luego, todava
oloroso a desinfectante y detergente, iba a revolcarse a su barrial
domstico y comenzaba a recopilar su consoladora nube de moscas. Ms
tarde, pausadamente, almorzaba, haca la digestin y dorma unas
cuatro horas. A continuacin abra los ojos que parecan dos minsculas
canicas de bano bajo los prpados como prepucios y suspiraba. Hay
que aclarar, de paso, que un suspiro de rinoceronte, especialmente
de rinoceronte enamorado, es algo mucho ms esencial y primitivo que
el suspiro humano en general, producto de la disnea, ya que, como
se sabe, estos mamferos paquidermos carecen de agudeza visual, de
tacto y de facultades gustativas, de modo que todas sus emociones
son algo exageradas y todos los estmulos que reciben, provienen del
odo y el olfato. No hay que repetirlo: las carencias son madre de
los excesos. Y por eso es que cuando un rinoceronte suspira, toda
su personalidad se pone en juego, y para un observador no
precavido, tal suspiro se manifiesta como una especie de pequeo
vendaval que inclina el follaje, levanta polvo y sobrecoge el nimo.
Quien de verdad conoce la psicologa de los rinocerontes enamorados
sabe que (Operari sequitur esse) en tal circunstancia la ingente
mole es menos agresiva que un nio de pecho ocupado en el acto de
mamar la inmarcesible teta. De ah surgi la leyenda aquella de que
las vrgenes sin malos pensamientos pueden, con su sola presencia,
calmar las iras de tales monstruos prehistricos extraviados en el
tiempo. La verdad es que la leyenda fue tergiversada en aras de la
poesa: al rinoceronte se lo llam unicornio y se lo transform en un
bello corcel extremadamente masculino y paradjicamente frgil.
Decamos que el antedicho rinoceronte deambulaba con una tremenda
crisis existencial y ello no solamente porque careca de un huequito
donde meter un trozo de carne sobrante, sino porque senta una
ominosa ausencia de objetivos vitales, de planes csmicos o por lo
menos supraselvticos. Pero diremos que, siendo un rinoceronte
altamente cultivado, reconoca las condiciones concretas de
existencia, y saba que tarde o temprano y como consecuencia del
excesivo desarrollo de sus fuerzas productivas de semen, se llevara
a cabo un salto de lo cuantitativo a lo cualitativo hacia nuevas
formas de copulacin y, por lo tanto, de existencia. Y efectivamente
as fue. Esa tarde, recin baado, cubierto de barro y en busca de
moscas, se hallaba dedicado al ocio improductivo cuando lo
acometi
una presencia insoslayable. Sin medir las consecuencias y
llevado por lo que clasific como un flechazo olfativo comenz a
rondar la esquina. Un olor fogoso, desconocido, subyugador, lo
asalt. Pero fue tanta su vacilacin de principiante avejentado y tal
su deseo de hacer las cosas bien, que prefiri los medios indirectos
y fetichistas. En lugar de acometer una lnea recta, se limit a dar
vueltas y ms vueltas, a enviar mensajes cifrados, a orinar con la
pata levantada, y en su emocin crey adivinar ella que suspiraba. Y
en realidad lo haca, y con tal fuerza que no slo hojas, polvo y
guijarros se levantaban, sino que las ramas de los rboles enanos se
azotaban con furia y el aire se tornaba huracanado y los follajes
se inclinaban a lado y lado como vapuleados por un inmenso abanico.
En fin, Rino casi frotndose las manos, deca: Eso es pasin no sin
atribuirse una dosis de mrito en tal emocin femenina. Si seor, eso
es legtima pasin. Pasin de la buena concluy y entonces s decidi
dejar a un lado los circunloquios y embisti erguido hasta el
delirio. Pero maldicin! Rino, en su uncin sexual, no tom en cuenta
un detalle. La hembra haba alcanzado tal grado de excitacin que
comenz a elevarse, a elevarse, a elevarse. Y cuando el magnfico
paquidermo lleg al sitio donde antes estaba la mujer, slo hall el
olor, un olor como de almizcle, chapopote, Hedysarum gyraus y
Dionoea muscipula. Eso es lo que yo llamo vitalidad susurr feliz a
pesar de la ausencia de su desideratum. Rino mir hacia el cielo y
aunque no pudo verla, la adivin flotando, bella y voluminosa, en el
espacio dichoso. Inteligente como era, se dijo, que todo cuerpo que
sube tiende a caer y que tarde o temprano, cuando se le pasara la
excitacin, desfallecera en sus brazos. Entonces? Entonces sera ms
diplomtico y aunque no la acometera ipso facto (ni que fuera
bestia, sin modales y educacin) tampoco le dara largas al asunto.
Las hembras son como las frutas, se dijo Rino filosfico, si las
preparas demasiado, se recalientan y entienden las caricias como un
ejercicio sin solucin, y al acariciante como un palurdo sin sentido
de las proporciones, y si las preparas muy poco, pues se quedan
fras, mirndote, mientras t fijas los ojos en el pilago y gimes o
supones un amor amor que est lejos de ser compartido. El amor es
como el pan: tiene su punto. Eso pensaba Rino al mismo tiempo que
guiado por el ritmo acompasado del corazn de la hembra y
conmocionado por el amable aroma, la segua, arrasando rboles
enanos, vadeando riachuelos y quebradas, trastumbando colinas,
contemplado por los nativos, tejiendo en su imaginacin un idilio
que se le antojaba digno de la ms lrica epopeya. Fueron varias
horas de persecucin en las que Rino no dio tregua.
Toda su juventud olvidada, toda la energa reprimida durante
varios aos, lucieron esplndidas en aquella carrera desaforada. A
veces el sonido se haca lejano y el olor se disipaba, pero Rino,
guiado por esa maravillosa percepcin extrasensorial que proporciona
el amor correspondido, siempre lograba recuperar la pista. Cuando
la hembra descendi, lo hizo en medio de un amontonamiento de casas
nuevas, tras una valla metlica. Rino se detuvo. Desde la espesura
observ (escuch y oli) la escena. Hlas, all estaba, inmvil,
majestuosa en su volumen de paquidermo areo, refinada. La hora haba
llegado. Dej a un lado la cautela, pericia y diplomacia que haba
maquinado. Lo que los colonos asombrados vieron fue digno de un
pasado selvtico que crean sepultado definitivamente desde los
tiempos de la llegada de la Compaa. Un rinoceronte de
aproximadamente doce toneladas atraves con limpieza de cirujano la
malla metlica, recorri la calle principal, derrumb el dispensario
mdico, pas frente a la escuela, atropell un barril de combustible,
cada vez ms veloz, enfil hacia la pista y fren bruscamente al lado
del helicptero. Los hombres que se ocupaban en poner gasolina al
aparato, convencidos de que Rino haba sido afectado en sus
facultades mentales, debido quizs a algn suceso traumtico o acaso
solamente por senectud, se dieron por muertos, pero ante el pasmo,
el animal ni siquiera repar en ellos. Se dedic, por contrario, a
olfatear a la recin adquirida Laura alias HK-335. Rino frot su
espeso lomo contra el vidrio del fuselaje en busca de las zonas
sensibles, pero la hembra no dio seales de conformidad o agrado; le
resopl sensualmente al lado de la hlice trasera; le hinc, no sin
ternura, el cuerno mayor entre los fierros de la cola; se alej un
poco; retorn, se sent en los cuartos traseros hacindose el
interesante o el distrado; la mir (husme) de reojo. Fingi de nuevo
alejarse y regres contrito. En fin, ella continuaba impvida. Los
hombres, recompuestos, instalados en la costumbre de tratar a Rino
como a un anciano fantasioso y necio, lo rodearon con palos,
escobas y ramas. Ciego a lo que no fuera su pasin o capricho Rino
meditaba. As son las hembras sofisticadas. Quin las entiende! Los
hombres lo torearon con cobijas, le jalaron la cola, le hurgaron
las costillas y otros sitios ms sensibles con punzones. Y mientras
se atareaban neciamente tratando de sacar aquel piano por la
claraboya, gritaban todas las protestas e insultos acumulados
contra esa institucin nacional que durante aos haba obstruido el
trnsito, descascarado las casas, asesinado perros y gatos,
salindose siempre con la suya. Pero Rino estaba en otra dimensin.
El Jardn de las Hesprides
del Amor lo hacia insensato. La terquedad de la dama estaba
terminando con su centenaria paciencia. Aqu lo que se necesita es
un macho se dijo. Con dos o tres hombres encima, varios colgados de
la cola y como un Gulliver de piedra tensado por cien sogas, se
dirigi de nuevo hacia Laura dejando a un lado las cortesas. Guiado
por el instinto ms que por el olfato hall el orificio de la
gasolina, se encaram dificultosamente en el fuselaje y sin ms
prembulos le deposit, despus de un sufrimiento atroz, un par de
litros de semen tan espeso como goma extrada de las cortezas del
mangle. Uf, ya no estoy para estos trotes dijo sintiendo que su
espina dorsal se transformaba en un hilo gelatinoso que de romperse
dejara sus costillas flotando dentro de una especie de chaleco
demasiado almidonado. Dolido por la experiencia un tanto nueva y
acaso ms por la manifiesta frigidez de la doncella que no emiti ni
el ms leve suspiro, Rino se retir, incluso ms enamorado que antes,
totalmente convencido de que por fin haba hallado el amor de su
vida. Era virgen se dijo cerrando las patas para calmar el escozor.
Segn parece Rino muri de una infeccin venrea. La hembra, por el
contrario, sigui hiertica en su campo de aterrizaje, indiferente a
las manifestaciones de pena que la rodeaban. Y aunque jams volvi a
volar, s goz de un estatus de monumento. Los colonos hicieron uso
de todo los artificios de la mecnica e incluso llegaron a solicitar
la ayuda de los mdicos brujos, persuadidos de que, como se
rumoreaba, el desperfecto era producto de un mal ojo que los del
poblado vecino le haban endilgado. Nada surti efecto. Al tiempo
prudencial Laura dio a luz un hermoso rinoceroptero que,
desgraciadamente, muri de nostalgia. Jams, hasta el trmino de su
breve existencia, hall una hembra de su especie.
Clemencia ojos de ciervaNo, no huyas, hermano. No intentes
cubrirte la cara con la sombra de tu mano. Seamos sinceros aunque
sea una vez y reconozcamos que nos hemos encontrado, despus de
tanto tiempo, en un sitio inconveniente. Deja que me siente a tu
lado, afloja como yo la corbata, reljate. Saca tu pipa, pide un par
de cervezas y enfrenta el humo de tu tabaco aromoso a la fetidez de
este antro. Juguemos a las siluetas. Tal vez podamos recordar algo
curioso. Por ejemplo, aquella mujer, a quin se parece? A nadie,
naturalmente. La memoria esquiva los recuerdos peligrosos. Pero si
te cuento una historia es posible que al
final podamos compartir por primera vez un sentimiento que no
sea semejante al rencor, el ridculo o el remordimiento. Acaso esos
ojos demasiado grandes y tristes enmarcados por un maquillaje de
payaso trasnochado te digan algo de nuestros primeros aos. Acurdate
de Clemencia, la de los ojos de cierva. Aquella que estudiaba en el
liceo nocturno. Te contar lo que nunca supiste, bello hermano. Lo
que tampoco supo Fernando, el don Juan de la familia, quien se
levantaba pasada la media noche cuando estaba seguro que todos
viajbamos por el quinto sueo, atravesaba la cocina sin atreverse a
abrir el refrigerador, aunque tena un hambre feroz, como siempre la
ha tenido, una ansiedad de ser mejor que todos, ms grande, ms
feliz, ms desaforado, y se quedaba escuchando el rumor del sueo
pausado tras la cortina hasta que tomaba la decisin. Asomaba la
cabeza dentro del cuarto haciendo cruz con el ndice sobre los
labios, pues Clemencia, un animalillo apenas en su pubertad,
despertaba casi intuitivamente. Y l se deshaca en muecas
suplicantes, se finga al borde del llanto, intentando evitar que
ella comenzara a gritar y se iba acercando lentamente, logrando su
silencio a costa de humillarse, de convertirse en bufn e inventar
terrores nocturnos que slo Clemencia poda calmar. Y cuando ya haba
logrado el privilegio de sentarse a medias en la cama, comenzaba la
lucha por ir avanzando, por apartar a modo de juego las cobijas
hasta desnudar, como una fruta, la punta del pie, el tobillo, la
rodilla, el inicio carnoso y tan suave de los muslos, para que al
llegar a ese punto ella descubriera la malicia en sus ojos y se
empecinara en que se fuera a dormir si no quera que armara el
alboroto. Y lleg a armarlo. Yo lo escuch una vez. Todava me acuerdo
de la carrera de Fernando, no porque lo hubiera visto sino porque
nada de lo que suceda en casa, especialmente durante la noche, se
me escapaba. En la oscuridad de mi cuarto sent la vibracin del piso
bajo sus pies de gato gordo y despus o el estruendo de tarros
viejos en el patio. Regres a las cinco de la maana, una vez que
estuvo seguro de que mam, siempre tan suspicaz, no se haba dado
cuenta del asunto, y de que pap, el muy zorro, roncaba como un oso
en invierno. Pobre Fernando. se fue su mayor fracaso. Lo nico que
logr en aquel tiempo de colegial fue acaballrsele, teniendo entre
su piel y la gloria del cuerpo de Clemen las cobijas, y creer que
era pasin aquel vrtigo que para ella no fue ms que la lucha
cotidiana por mantener intacta su dignidad provinciana. Ni
Fernando, con todo lo presumido que era, ni t, el eterno indeciso,
la sombra del primognito, que le ibas a la zaga en todas sus
conquistas, cantando sus hazaas y recogiendo sus despojos, se
dieron cuenta de lo mo. Y pensar que vivas pendiente de ella, que
esperabas todas la noches su regreso abatido, la oas subir las
escaleras suspirando de cansancio con los libros embutidos en una
bolsa de polietileno, te
quedabas en el zarzo, no lo niegues, tendido entre el polvo,
sintiendo correr a tu lado las ratas, aterrorizado por los
chillidos de los murcilagos, espiando a travs de las hendiduras del
cielo raso el cuarto all abajo vaco, esperando el momento en que
ella, despus de llevarle el caf a mam, cerrar las ventanas, hacer
las tareas, entrara en su habitacin y comenzara la ceremonia
parsimoniosa y cansina de desvestirse, sabiendo que era muy posible
que a la inocente se le ocurriera apagar la lmpara y te quedaras en
ayunas, apenas comenzado, o que rendida por el cansancio, se
tendiera vestida y para colmo de males sin que se levantara un tris
la falda o por lo menos no se quitara los blumers, o peor que todo,
quiz porque se sospechara vctima de espionaje, se le ocurriera
ponerse la bata antes de desvestirse y entonces para ti todo sera
imaginar y no ver, levantar polvo respirando fuerte y revolcarte
supliendo con fantasas lo que te haba negado la realidad, haciendo
crujir el cielo raso e inquietando a Clemencia quien probablemente
se calmaba pensando que eran las ratas, tus cmplices al fin y al
cabo. Ni t ni Fernando ni el santurrn de pap, se dieron cuenta de
que yo, el sentimental de la familia, el que se pasaba las horas
leyendo babosadas, era el que acaparaba la atencin de los ojos de
cierva. Lo primero que ella haca por las maanas era venir a mi
habitacin con el pretexto de recoger la ropa sucia, comenzar a
bucear entre las cobijas mientras yo me finga dormido, hasta pescar
mis cosquillas al tiempo que yo le ronroneaba mis ojitos de cierva,
qu han hecho? y ella me contaba que anoche en el nocturno, el
profesor de cvica la haba estado persiguiendo por el pasillo hasta
acorralarla en una esquina y forzarle las rodillas con sus piernas
y terminarle ensuciando la enagua, la nica de uniforme que ella
haba podido comprar. Y yo no entenda bien la naturaleza de aquel
juego y tampoco comprenda la insistencia de los grandes por andar
magullando a las muchachas. Era absurdo y ella no hallaba palabras
para explicarlo. Mucho menos mam, en su mundo, que me trataba a
gritos, o pap, siempre escondido tras el humo de su pipa,
justificando su inutilidad con una lcera gstrica que haba
desaparecido haca diez aos. A veces Clemen estaba alegre por una
minucia, pero casi siempre se le escapaban lgrimas de mis ojitos y
deca que ella sera feliz si tuviera un pariente, un amigo, que le
preguntara cmo te va en el colegio y yo le dije que si quera nos
hacamos familiares con todo y anillo, como en las fotos de
sociales, que tendramos un final feliz en contra de todos y nos
iramos a una casa bonita con jardines y peces de colores, sin paps
ni mams ni hermanos ni profesores que la persiguieran o que la
arrinconaran de forma tan desagradable para terminar ensucindole la
enagua y echndole a perder la vida, porque yo tambin estaba
aburrido de esa vida donde slo haba regaos, muy pocas mariposas,
apenas murcilagos, ninguna flor en el jardn pisoteado y lleno
de
desechos, latas de mil cosas, botellas, peridicos viejos y una
cochera llena de figuras mutiladas de los tiempos en que mam quiso
ser modista, y todo era tan ttrico, tan morboso, tan lleno de
misterios fastidiosos en esa cochera, en ese patio y en esa casa de
brujas y comejn, que no hallaba ni una luz, ni una alegra, ni
siquiera el consuelo de los veinte pesos que les daban a ustedes
los domingos para ir al cine con sus novias y comerse a la salida
una hamburguesa embadurnada de colores amarillo, rojo, blanco. Y
claro, a m no me importaban las novias, qu me iban a importar si
tena a Clemencia, ms hermosa que cualquier ser vivo, con unos ojos
como el fondo de un estanque, juguetones, tristes, temblorosos,
como de criatura sensible siempre al borde del llanto. Pero ella se
rea dicindome bobito, los hijos de los doctores no se casan con las
sirvientas y mucho menos si son tan nios como t. No me convenci. Yo
segu insistiendo y ella termin por decir que estaba bien, s nos
casaramos, pero que estudiara para poder ganarme la vida ms
adelante. En ocasiones acabbamos discutiendo pero a m eso no me
importaba porque saba cmo contentarla. A ella s le afectaba,
trabajaba con rabia, maltratando los trastes, barra a lo loco,
responda de mala manera, hasta hacerse regaar por mam, de modo que
siempre se pona al borde del despido, si no hubiese sido por pap,
ya djala, es una buena nia, deca, mirndola con ternura, dnde vamos
a conseguir quin haga todo lo que hace Clemen?, sonrea,
acaricindole la esquiva cabeza. Y ella sala corriendo a llorar
silenciosamente y murmuraba que iba a irse, pero a dnde, si no tena
a nadie, con el pelo cubrindole los ojos y las manos perdidas entre
tanto terciopelo. Entraba a su habitacin, apenas una esquinita de
escobas en un extremo de la casa, y se meta como en un ovillo,
golpeaba con su cabeza la pared y el golpe resonaba en todas las
estancias, porque no s si recuerdes aquella construccin, era tan
endeble que caminar por el segundo piso impeda toda conversacin a
los de la planta baja. Entonces yo me escabulla hacia el patio
trasero, me suba a una lata de manteca que tena preparada y
golpeaba con los nudillos la ventana. Ella se resista a abandonar
su pena, pero terminaba por aceptar un juego que terminara con sus
lgrimas y dejara sus ojos nuevos, casi recin llegados al mundo,
como los de una cierva mirando un lago al amanecer. Cuando entre
sus dedos y la cortina de su pelo tena la cabellera ms esplndida
que yo pueda recordar, negra hasta el destello, caa vertical sobre
su espalda, bandola, enmarcando su rostro de color aceituna y
ponindose en complicidad con sus ojos del azabache ms profundo yo
poda vislumbrar el brillo del inters, me empinaba para colocar mi
lengua sobre el cristal de la ventana. Ella no poda soportar las
ganas de rerse pero luchaba por prolongar una desventura que la
haca sentirse bien, volva a refugiarse en su esquina
pero terminaba por apartar con la dos manos las vertientes de su
cabellera y por revelar una sonrisa cortada por estras brillantes.
Entonces, ya dndose por vencida, se acercaba a la ventana, haca
coincidir su gran lengua roja como una fresa limpia con la ma y
parecamos dos peces asombrados, uno dentro y otro fuera del
acuario. Despus, ojeando a escondidas la enciclopedia, nos
descubramos el uno al otro, con los ojos como globos llenos de
aire, las mejillas hinchadas, los cuerpos transparentes y
luminosos. Pero esto suceda antes. Despus, mucho tiempo despus,
cuando ustedes cambiaron de horarios, fue cuando comenc a padecer y
disfrutar de una incertidumbre que no poda explicarme a m mismo. En
cuanto la casa quedaba vaca, Clemencia abandonaba su oficio, yo mis
libros, y nos buscbamos para jugar. A veces ninguno de los dos tena
que decirlo, bastaba con que ella hiciera sonar el agua de la ducha
contra el adoqun, para que yo abandonara mi Verne, mi Dumas, mi
Hugo, viejos libros sin cubiertas y a veces sin principio ni fin, y
que me dirigiera hacia el bao donde Clemen, como si yo no
existiese, ordenaba su toalla, su ropa, su jabn con aroma a
yerbabuena, cerraba la puerta, permitindome permanecer all sentado
en un banco colocado por ella misma, se desvesta sin ponerle al
asunto ni pizca de picarda y comenzaba a baarse levantando las
piernas, exhibiendo con un estremecimiento la curvatura de su
espalda, rozndose ligeramente los senos tan hermosos y firmes como
una fruta todava en el tallo, recorriendo con sus manos de nia
alturas y depresiones para mostrarme, como en las lminas, las
partes ms importantes y bellas de La Anatoma y yo permaneca en
actitud de reflexin, jugando a ser El Pensador, con una mano
sosteniendo la mandbula y un codo en la rodilla, cuidando eso s de
no mostrar emocin alguna porque en eso consista nuestra
complicidad. Y cuando no era La Anatoma era El pjaro secreto, que
apareca cuando nos bamos a la sala, despus del bao y all ella,
frente a una familia imaginaria, se despojaba de los blumers y yo
me tenda sobre la alfombra para que Clemencia saltase por encima de
mi cara sorpresivamente de modo que yo no alcanzara a ver el Pjaro
Secreto y si poda verlo, como una pincelada tenue de sombras en el
trazo castsimo de su piel, velado por el latigazo de su falda,
gritaba, lo vi, lo vi!, y toda la familia aplauda y nosotros
hacamos reverencias, ella tomndose con las puntas de los dedos los
extremos de su enagua y yo inclinando ligeramente la cabeza y
doblando una rodilla. Esto sucedi durante mucho tiempo, al lado de
otros juegos apasionantes y febriles, mientras durante mis noches
con la familia palpitando en las distintas habitaciones, las
cucarachas, los murcilagos y los ratones te asediaban y las
angustias insatisfechas hacan de Fernando un neurtico ingobernable,
un borracho, un desesperado. Sucedi en un tiempo perfecto que est
aqu, en mi
cabeza, y que noche a noche espero revivir para cambiarlo, para
borrar todo lo nefasto que vino a continuacin y de lo cual creo no
tener culpa alguna. Un sbado, recuerdas?, t y Fernando decidieron
que yo ya estaba mayorcito y que era una vergenza que a los trece
aos siguiera pensando que aquello slo serva para orinar. Me
llevaron al garage abandonado y all, entre bromas y serios, me
hicieron una extraa demostracin con un maniqu al que le haban
pintado unos grandes ojos mientras yo deca que no quera saber nada
porque era pecado, deca mam, todo lo que tena relacin con el
cuerpo, y volteaba la cara, me cubra los ojos y t me hiciste una
llave de lucha libre para obligarme a mirar, y Fernando, con voz
entrecortada, similar a la de Clemencia bandose, deca que pecar era
una necesidad ya que uno, como cristiano, tena el deber de
arrepentirse de algo y si no, que para qu los curas y la iglesia y
la eucarista y esos aburrimientos terribles en la misa donde todos
los aos repetan los mismos cuentos idnticos viejos calvos y
panzones. Quise protestar. Para m la iglesia encerraba muchos
misterios turbadores y quizs felices, los sacerdotes eran hombres
buenos y muy inteligentes. No quera ver las locuras que estaban
haciendo con el maniqu. A pesar de todo, la curiosidad me gan y lo
que repudiaba se meti en lo ms profundo de mi cerebro y habit mis
sueos hasta que sucedi lo que iba a suceder, el trastorno de mi
equilibrio y la humedad, y a partir de entonces no s por qu me
escond de Clemencia y en cuanto escuchaba el rumor de la ducha era
imposible concentrarme en la lectura, mi nico refugio, y solamente
lograba salvarme de ese malestar increblemente doloroso y
lejanamente sospechado como placentero, saliendo a correr hacia los
bosques recuerdas aquel pueblo, su ro, su gente primitiva, los
bares escandalosos, las montaas que lo rodeaban, sus rboles
altsimos? tan diferentes al traspatio, que pareca territorio de
desastres. Corra y corra saltando obstculos, aumentando el ritmo
cada vez que los temores, las intuiciones, los apremios de la
imaginacin, se filtraban a travs del sudor y terminaba all arriba,
rodeado por los troncos amistosos y cubierto por ramazones tan
densas que apenas dejaban colar unos cuantos rayos de luz. Me tenda
sobre las hojas hmedas y el vapor que surga de ellas se confunda
con el que parta de mi cuerpo. Era un mundo diferente al cotidiano,
placentero, inocente como slo puede serlo un bosque nunca hollado,
que sin embargo, como todo en mi vida, se iba tornando ttrico y
lleno de augurios inquietantes hacia el anochecer y de nuevo me
asaltaba un terror extrao, por qu?, por qu lo agradable, lo plcido,
tena que tornarse repulsivo, plagado de presagios? No s. El caso es
que siempre terminaba huyendo, como si a partir de la escena en la
cochera, el universo entero se hubiese convertido en un desvn
colmado de figuras mutiladas y monstruos innombrables. Pero claro,
no bastaba huir para evitarlo. No poda
ahuyentar de mi cabeza el pensamiento de que exista un pecado
que tarde o temprano tena que cometer, segn ustedes. Y tampoco poda
evitar los ojos de Clemencia-mis ojitos que me buscaban a la hora
del desayuno casi con reproche desde el da que comenc a cerrar mi
puerta con llave. Ms difcil aun era evitar el roce de sus brazos
tan suaves y ligeramente olorosos a cobija y a yerbabuena, esas
insinuaciones tan directas que los hacan rabiar de envidia a
ustedes y a ella no le causaban el ms mnimo rubor: S, lo quiero ms
que a ustedes, y qu?. Incluso mam escuch aquella confesin y despus
me dijo que la infame tena razn en quererme puesto que parecamos de
la misma familia, ramos como animalitos, resentidos y solitarios.
Esto no hizo ms que avivar las sospechas, porque aunque jams te lo
imaginaras, aunque ninguno de ustedes lo supo, ya desde esos das me
sent ajeno a la familia y no me vengas con cuentos de que somos
hermanos de sangre porque la sangre no quiere decir nada, es un
simple azar, los nicos hermanos son los espritus afines, los que
con slo mirarse se comprenden, se perdonan, olvidan las ofensas,
dominan el orgullo y las malas tendencias. Claro, en ese entonces
todava no estaba seguro de ello, era apenas un presentimiento de
los que tienen todos los nios, pero el resquemor se agravaba al
escuchar aquella historia segn la cual mam me haba encontrado hecho
un puo dentro de un repollo y le dio mucha lstima aquel bichito
desamparado y me adopt, esa historia que ella contaba sin asomo de
burla cuando las visitas le preguntaban que quin era ese nio tan
diferente, y yo escuchando, con las manos refugiadas entre las
piernas senta que de verdad en lugar de piel tena una costra verde,
hmeda y rugosa y saba que entre ustedes y yo haba una distancia
insuperable. O la otra historia, lo que mam llamaba
chiste-para-entre-casa, y que relataba mirando de soslayo a pap,
segn la cual haba sido sorprendida por un negro espantoso que se
desprendi de las ramas de un rbol y a los nueve meses descubri que
le haba nacido una criatura atroz que era yo. No, hermano, no es
tan simple como t piensas, que yo perteneciera a otra camada o que
me hubieran recogido del arroyo me tena sin cuidado. Al fin y al
cabo todos nacemos de la nada y volvemos a ella. Nadie tiene casa,
slo refugio provisional. Era algo diferente, quiz un sentimiento de
impotencia, el saber que terminara siendo igual a ustedes, un pcaro
con pretensiones de hroe, una joya familiar, un lindo cretinito de
corbatn y cuello duro, y lo peor de todo, que un da me alistara con
una cinta grande como de regalo cubrindome el pecho y parte de la
cara, el cirio gigantesco con ribetes dorados, los pantalones de
inevitable pao negro que haba cosido el seor Rossi, y entrara a la
catedral en doble fila cantando con voz artificiosamente conmovida
el consabido Te ofrecemos Seor este santo sacrificio. Y yo no quera
eso, porque te soy sincero, t y tus fotos pornogrficas
escondidas en el misal, Fernando y sus fanfarronadas, su miseria
espiritual, su incapacidad de ver a una mujer sin querer
despatarrarla, los gestos dignos de pap tras su pipa, sus disculpas
y suspiros de resignacin ante los regaos de mam, las poses de mrtir
de nuestra madre, todo el espectculo de sigilos y complicidades y
envidias en que se haba convertido la casa, me provocaban nuseas,
deseos de poner matarratas en la comida, de irme a refundir en el
Alto Amazonas. Y, sin embargo, el pensar que, como t decas
constantemente, todos terminamos siendo iguales aunque no queramos
era ms cierto que la humedad del agua y la redondez de la Tierra,
me estaba llenando de una especie de malestar, de melancola que era
imposible quitarme de encima, y adems pesaba sobre mi Clemencia,
como un misterio abierto de par en par, aguardando que yo entrara,
como una sorpresa agazapada, esperando algo, ofreciendo algo que
ustedes buscaban con exasperacin y que no obstante estaba al
alcance de mi mano. Y por qu no?, me repeta yo por las noches
escuchando, adivinando cada paso, cada movimiento, cada gesto de
Clemencia en la cocina, en su rincn, en el pasillo, en el bao, en
el patio y a la vez intuyendo que ustedes, no se si estaba loco,
tambin pap, incluso mi madre, y Dios me perdone, avanzaban como
seres de la noche sobre el cuerpo indefenso de mis ojitos, y por qu
no?, si en la iglesia, cuando fuera el momento propicio habra un
sacerdote que arreglara todo con unas palabras y un aleteo de la
mano derecha. Pero yo soaba con otra Clemencia, no la de ustedes,
sino una imagen resplandeciente cubierta por una tnica muy blanca,
su cama enmarcada por un halo de luz, las manos extendidas hacia el
cielo en una actitud de confianza y serena espera. S, es cierto que
me estaba enfermando de la imaginacin y t y Fernando, quiz
conscientes de ello, me repetan en sonsonete: todos tienen que
hacerlo porque para ser hombre hay que pecar. Y tambin cantaban un
estribillo: Somos lindas, somos hermosas/ somos bellas mariposas/
para qu queremos hembras/ siendo todas tan graciosas? Y un da
cualquiera mam decidi ella era siempre la duea de las decisiones,
pap las comunicaba apenas como una concesin a su papel de hombre de
la casa que ya era hora de que yo me convirtiese en un soldado de
Cristo, me mand a la doctrina, sac del bal el cirio que ustedes
haban usado, me puso tu misal en las manos, me pidi que le
repitiera de memoria el catecismo del Padre Astete, hizo que
Clemencia planchara minuciosamente los pantalones que me cosi el
seor Rossi y que almidonara cuello y puo de mi camisa y all iba yo
con la cabeza gacha, cantando Te ofrecemos Seor este santo
sacrificio mientras en mi mente sonaban las voces de ustedes, somos
lindas, somos hermosas, somos bellas mariposas y fue como si
sbitamente la promesa del cielo tan cercano me hubiera abierto las
puertas de ese otro paraso menos distante que era
Clemencia, como si al fin comprendiese mi destino, la misin de
mi vida, que la familia en pleno, la Sagrada Familia, hubiera dado
su venia a un acto temido y deseado, del que poda esperar cualquier
dicha y ninguna pena. Y cuando lleg, semanas despus, el da en que
todo me fue propicio, acaso porque la familia se haba puesto de
acuerdo, cerr puertas y ventanas y supe que no era mariposa porque
sent la fuerza, el poder, el dominio, en medio de las piernas, abr
la llave de la regadera como quien inicia el juego con el pen
cuatro rey de confianza, y ella, feliz, corri a arreglar sus cosas
pero yo le dije que no, que el juego sera diferente por culpa de
los astros. Ella me mir extraviada. Jams habamos permitido que los
astros participaran en nuestro mundo. Al fin sonri. La llev hasta
la habitacin de mam, le ped que se desnudara y le dije que bamos a
jugar a La Virgen. Es algo que tiene que ver con La Anatoma y El
Pjaro Secreto, dije. S. As es. As debe ser. Ya conocas el juego?
Ahora escchame: toma esta sbana y cubre tu cuerpo de modo que slo
sea posible ver tus-misojitos. En este momento comienzas a llamarte
Mara y me arrodillo. Junto las manos. Te acercas muy levemente,
como si estuvieras bailando ballet en una lmina de la enciclopedia
y a medida que yo canto Te ofrecemos Seor este santo sacrificio, t,
Mara, dejas deslizar el manto poco a poco, liberas tus torcazas
mientras ocultas los brazos y tus ademanes deben ser muy delicados
y sutiles como los de la Juana de Arco del santoral y tienes la
cabeza como tronchada sobre un hombro porque eres la mrtir de la fe
y la tnica cae suavemente y cuando ests a punto de descubrir El
Secreto cambias tu sonrisa resignada por una mueca cruel y
maliciosa, aceleras apasionadamente los movimientos, Clemencia,
Clemencia, acrcate, busca mis cosquillas sin compasin, no finjas,
lo s todo, al fin has encontrado la ropa sucia que andabas
buscando, me muerdes, te entierro las uas en la espalda, todo sea
por Dios, soy hombre y t eres mujer y cumplimos el mandato de la
naturaleza, arranco jirones de piel, no te asustes, es un juego, no
te ras, es muy serio. Ahora me dejas entrar. He comenzado a ser
igual que ellos. Ya no tengo piel de sapo. T s, porque ests al otro
lado y aunque tengas ojos de cierva y cabellera de ngel ya no eres
mi Clemencia. Bueno, hermano, eso fue todo. Cuando acab aquella
ceremonia supe que por fin haba entendido lo que representaba el
santo sacrificio y comprend que Clemencia haba dejado de ser mi nia
para convertirse en una sirvienta salida de la montaa que jugaba
con los hijos de la sagrada familia y a la cual despidieron poco
tiempo porque descubrieron que estaba corrompiendo a los muchachos.
Tal vez ahora s, hermano, reconozcas esos ojos de payaso
trasnochado que se adormecen sobre aquella mesa y encuentres un
poco de nostalgia o arrepentimiento para acompaar unas cervezas y
un mal encuentro en
Un sitio
inconveniente.
Un suave olor a sangre Seoras, seoritas, seores, caballero
conductor, srvome comunicarles que ha regresado la raza azteca a
declarar la guerra y que por lo tanto no vengo ni venimos a vender
agitas milagrosas. Como podrn notar si miran con cuidado a lo largo
de la extensin de este vehculo automotor hay la cantidad de trece
jvenes sonrientes y armados con puales, dagas, macanas, llaves
inglesas, picahielos, cuchillos, matamarranos, estiletes y hasta
inclusive martillos de emergencia, de modo que lo ms conveniente
para la salud y el correcto tejido de la piel es que permanezcan en
silencio, inmviles, tranquilos, como en la misa, digo. Al seor
autotransportista que con tanta gracia maneja la unidad le
recomendamos que se desve de la ruta que le asign el destino y
busque las calles menos iluminadas prefiriendo consecuentemente las
sombras naturales de la noche. Insisto, antes de pasar a
consideraciones mayores y atendiendo a la seguridad de los
pasajeros, en que no vayan a gritar o hacer visajes sospechosos ya
que puede suceder la infortunada casualidad de que se nos arrime
una patrulla y quiera invitacin a la fiesta. Anuncio a la comunidad
que la presente no es accin terrorista ni de locos solitarios ni de
vinosos o drogadictos, pero como se podr notar, somos jvenes de
saliva blanca y saludable, un poco huesudo y con verdor anmico,
pero en realidad gente honorable, como quedar demostrado en lo
sucesivo. Todo lo anterior encontrar sus razones y justicias a lo
largo del viaje, pues obedece a un planzote diablico que yo y mis
compaeros tigres y serpientes hemos elaborado con el puro ingenio y
talento mexicanos. Somos, spase, reclutas de la raza azteca,
discpulos del guerrero Tlacaelel y estamos bajo el amparo del
terrible Huitzilopoztli, quien nos ha forjado invencibles,
resistentes al dolor, aficionados a la mstica de la flor y el
canto. Y para demostrarlo, que suenen flautas y tambores y
serpientes, mientras pasamos a suplicar a los seores pasajeros que
aflojen cuanto tengan de valor colocndolo en las bolsas que para el
efecto mis guerreros colocarn al alcance de sus manos. Hganlo
voluntariamente y con alegra, que es para una buena causa. Van a
decir ustedes tal vez que somos malvadotes, vampiros vidos de
sangre y cosas de esas, porque picamos panzas y abollamos crneos y
amenazamos a los honrados ciudadanos que regresan a sus hogares
despus de labor patritica y sufriente de engendrar a la nacin y a
la familia mediante el trabajo honrado, pero mis seores, pregunto,
es que no conocen la Biblia? Si el seor Dios, el ltimo y el
nico,
dueo de todas las cosas y del cerca y del lejos, les deca a sus
profetas: Maldigo al pueblo de Israelo que ador los falsos dolos;
yo har que se coman la carne de sus propios hijos, qu no diremos o
haremos nosotros, apenas aprendices de reclutas abandonados de la
mano de Dios? Amigos mos, disclpennos, intencin nuestra no es
ofender a nadie, culpa no tenemos pues somos, como Holofernes, el
feo general de los filisteos, como Nabucodonosor, el magnific rey;
instrumentos de la ira del Seor. Y sin embargo pensarn: Somos unos
ignorantes, sin padres conocidos, unos pobres diablos que no poseen
ni la tierra de sus uas. Negativo, ni lo uno ni lo otro: somos,
como quien dice, vengadores con conciencia. Pregunto: Por qu los
malvados tienen prosperidad en sus vidas? Por qu el rayo fulmina al
ladrn y no al justiciero? Uno aqu chngale y chngale y nada. Ellos
all muy despernancados con sus palabrotas y sus cochesotes, todos
sonrisas y anteojos oscuros. Digo, es claro que esto es un atraco.
Negarlo sera ver clarito en lo oscuro. Pero, un momento: este
atraco no es de los alevosos, no es un latrocinio seco sin razones
y verdades, paso a paso se irn dando cuenta. Tmese nota: los jvenes
que ustedes pueden ver tan bien adornados con sus cortopunzantes,
sus plumas y sus conchas rituales no tienen rostros salvajes ni
actitudes insolentes sino que, muy por el contrario, y pese a la
poca educacin que han tenido por azares y brincos de la vida, se
comportan con gentileza y si amagan con golpear lo hacen forzados
por el instinto y la disciplina resultado de terribles privaciones
y peligros. Atencin all atrs, mi tigre, a la seora del simptico
bigote, si, usted, con seguridad viene del banco y trae billetes
uno sobre otro, bien planchaditos, y cuando llegue a casa va a
contarlos a la luz de la veladora que ilumina a la Virgencita de
Guadalupe. Amiga ma, agradezca que le vamos a quitar ese peso de
encima, recuerde la historia del camello y el rico, piense que si
es oro se rompe, si es jade se estrella, si es plumaje se rasga.
Palabras del divino Netzahualcyotl. Y para hacer menos doloroso
este trance, mientras la nave avanza vistoriosa sin detenerse en
semforos, haremos unas preguntas, digo, para entrar en confianza.
Veamos, usted, seor, el que tiene buena y bien plantada la barba,
comunquenos su profesin. Periodista, dijo? Lo oyeron, mis reclutas?
Aqu tenemos a un corts informador que maana nos va a exaltar con el
pincel de su pluma. Ojal nos saque tambin unas fotos en posicin de
asalto y con los rostros cubiertos y las fieras pelambres volando
al viento. Prometemos que podr conservar el rollo y a cambio slo le
pedimos que escriba hermosamente sobre la raza, no vaya a decir que
somos maleantes del orden comn ni vinosos o drogadictos y por favor
no se fije en los fantasmas morales de Cacamatzin; el pobre no ha
conocido dentista en todos los aos de su vida que son catorce bien
cumplidos y que pas en una ciudad perdida a seis horas del
Centro,
donde no se conoce ms agua que la cada del cielo ni ms alimento
que el hallado entre montaas inmensas de basura. Y mucho menos,
seor periodista, se le ocurra inventar gestos criminales y
crueldades dignas de bestias y si por casualidad se atreve a
relatar lo que va a suceder, no lo haga sin antes dar razones.
Fjese, digo, y tome nota de que somos una banda bien organizada, un
semillero de las futuras hordas aztecas que bajarn a la ciudad como
la niebla. Escriba ah que tenemos un plan de ataque y que no
abordamos el barco todos en manada, como los piratas de Malasia,
sino uno en cada parada y solamente cuando tomamos posiciones, fue
que este humilde hablante comenz a desgranar su discurso mientras
se prepara lo que ha de venir. Somos nahuatlacas a mucha honra y
venimos como quien dice a quitarle un grano de arena al desierto de
la injusticia y a refrescar los aromas de un pasado glorioso hoy
sepulto bajo los cimientos de los rascacielos tan altos como la
torre de Babel y bajo las lneas del Metro que se abren camino
hollando los antiguos palacios de nuestros antepasados. Conscientes
somos de que en este territorio los de arriba engordan sobre los
cadveres de los de abajo, y cuanto ms de roba ms blanquita se pone
la piel y todo sucede en una rueda interminable, sin descanso y sin
piedad, digo. Usted, joven, por qu tan serio? Miro en su rostro y
en su cuerpo la preparacin del salto del felino. Atencin, mi buen
Yoyontzin, arrmale el fierro a la vena asitica a ver si se le
despierta la sonrisa y queda calmo, no vaya a hacer el viaje sin
regreso al sitio de los descarnados. Recuerde, caballero, que ms
vale perro vivio que len muerto. A mis alegres tigres y serpientes
les pido que se apresuren a buscar entre los ms robustos pasajeros
uno de buena cara, lindo cuerpo, sin cicatrices, chichones o
piquetes, blanquito como debe ser el enemigo, su cabeza bien
formada de acuerdo con la ley, para agasajarlo como se merece,
ponerle su guirnalda de flores y darle a beber el agua del olvido,
mientras yo sigo mi discurso sobre la mltiple conjugacin del verbo
vengar. Digo, aqu segn dicen estamos en una democracia y es
necesario extender sus derechos a todas las clases sociales. Los
primeros libros son sabios porque aunque fueron escritos con manos
de hombres, sobre ellos cay la luz divina. Los primeros libros
anunciaron el porvenir: En esta tierra nadie dice la verdad,
palabra de los sabios aztecas, y la verdad es que vivimos en una
guerra perpetua, una guerra sin hroes autnticos, una guerra
deshonrosa, en la que los antiguos valientes han bajado las
cabezas. Nosotros, los jvenes tigres y serpientes, hemos reconocido
esa verdad y decidimos abandonar las vecindades miserables, el
serrucho, los ladrillos, las taqueras a medio arroyo, las esperas
intiles, las miradas gachas. S, seoras y seores, tenemos la verdad
y vamos a proclamarla y a ponerla en prctica. Regresa el reinado
del Antiguo Testamento, aborrecemos de los lloriqueos del Nuevo, no
creemos ni en
Cristo ni en la humildad. Retorna con nosotros el imperio de la
guerra florida, el suave olor de la sangre. Por un ojo cobramos dos
ojos, por un diente dos dientes. Lo dijo el Seor: Va a llegar una
desdicha tras otra. El fin ya se acerca, ya llega el fin. Mralo, ya
viene all. Se te lleg el turno a ti, morador de la tierra. Seora,
dle el pecho al nio, no tenga pena, alimente al joven guerrero. La
raza azteca respeta a las madres que son la tierra madura donde
nacer la generacin que ver la nueva Tlalocan. El pasajero de all,
s, usted: meta el brazo, no vaya a ser que quede sin el gusto de
saludar con sus cinco dedos. Al prisionero elegido le damos una
cordial felicitacin y le pedimos que beba sin disgusto el licor que
el joven guerrero le ofrece, beba, beba a su antojo y si quiere
fumar hgalo y deje que su encargado, su servidor, de nombre
Temotzin, le adorne la cabellera y el cuerpo con flores y plumas.
Que suene msica de flautas y tambores para celebrar la eleccin
mientras yo contino explicando a mis amigos que hubo un tiempo
mejor en el que nuestros padres andaban desnudos y dichosos por una
tierra que en lugar de penas daba frutos, por un paraso en que el
agua era ambrosa, licor de dioses, por sendas de mil verdes que
iluminaban la pupila, por un campo en flor en el que los antiguos
se despertaban con el estrpito de las aves preciosas, las rojas
guacamayas, la garza azul, el pjaro cascabel, el colibr como un
corazn con alas, el ave quetzal, el pjaro de fuego, el pjaro dardo,
el pjaro macana, un mundo en el que haba slo aquello que era
esencial, slo lo hermoso, lo indispensable, y en el que no se
comerciaba ni con sueos ni con basura, sino con los productos de la
tierra, esmeraldas rojas, escudos de turquesas, caracol rojo y
conchas de colores, pieles de tigre, cintas para la frente,
orejeras de oro y cristal de roca, rasuradoras de obsidiana. Y
miren ustedes, dolientes habitantes de esta ciudad, a qu punto
hemos llegado: el verdor se ha cubierto de pavimento, el aire antes
transparente que haca de la vida una eterna embriaguez, ahora est
lleno de gases y transforma la existencia en una nusea constante,
los ros ya no transportan el licor sagrado sino fsica mierda
escrementicia. Tome nota, seor periodista, digo, que no se le
escape una palabra, que la voz de los tigres y serpientes llegue
tonante a la nacin mexicana. A Bacuc, cerca de la puerta de salida,
le pido que no se me duerma y que mantenga el matamarranos a la
vista del pblico para que no haya equivocados o difuntos, que
pueden ser la misma cosa: A Coyote Dos le suplico que no se
engolosine con la seorita ni le ande hurgando el escote con los
ojos, pues no hay tiempo para incontinencias. Recuerda mi tigre lo
que pas en mi anterior abordaje, todo por no guardar los principios
y la disciplina. A Cantor le encomiendo, por el contrario, que no
se ande con decencias, pues si el caballero no quiere cooperar, es
muy su problema. Atzale un suavezn tubazo en la base craneana
cuidando de no darle en el occipucio, como
se te ha enseado, no vaya a suceder que el amigo se nos escape
hacia el valle de los sin regreso. Sopas, compadre! Que sirva esto
de experiencia para que sepan que el asunto va en serio y que no
estamos en un circo sino en una guerra. As est bien, mi don, qutese
el saco y dselo a mi Coyotito que pasa mucho fro en estas noches de
diciembre y no nos venga a decir que lo perjudicamos, pues con
seguridad en el armario de su casa tiene seis o siete como el
presente, adems, digo, fjese cmo le cae de bien ese color meln
tierno a mi Coyote Dos y cmo se le ilumina el rostro al sentirse
tan elegante. Y usted, el elegido, siga bebiendo, comparta con
nosotros y no se apure por tanta amistad de la raza azteca. S, muy
bien. El seor conductor nos ha pasado la solicitud de que le
ofrezcamos alguito de licor, que no conoce estas calles sin rumbo y
teme caer a algn abismo y necesita nimo para seguir adelante sin
luces, dice que tener la punta de un picahielos en el cuello y
andar por semejantes desoladeros ya le tiene la garganta como el
desierto de Sara en el Arabia Inaudita. Faltara ms, cmo no, mi
querido piloto, con todo el gusto del mundo le ofrecemos el agua de
la vida, sabroso pulque aejado por la sabia Xchi, noventa aos de
paciencia al servicio de la frmula secreta, todo para que conduzca
con alegra y nos lleve a buen puerto. Digo, que suene la msica, no
se pongan nerviosos los pasajeros de este navo, seorita, no llore,
no le va a pasar nada, ya le advert al Coyote que no se haga la
ilusin de manosearle, ni siquiera con los ojos, el virginal seno.
Suelten sus anillo, relojes, pulseras, aretes, collares,
billeteros, lo sentimos mucho, no aceptamos tarjetas de crdito, y
piensen que lo que aqu pierden lo estn ganando en otra tierra menos
triste, la del Tlalocan. Recuerden que toda riqueza es vanidad.
Dice el poeta: De aqu nos vamos, tenemos que dejar los cantos,
tenemos que dejar las flores. Y nosotros, dganme, qu estamos
dejando? Pues basura, basura, el Distrito Federal produce en una
semana ms basura que mil aos de babilonios, amorreos, hebefeos,
asirios o rabes. Por eso, y para redimir la tierra y la raza, es
que el combate debe comenzar, la verdadera guerra que iniciamos los
de la Colonia Renovada, Emiliano Zapata, donde hay menos agua que
en el mentado Desierto de Sara, y ms basura que en el ltimo
estercolero del juicio Final. Das tenebrosos vendrn. El que est en
la ciudad buscar el campo y en el campo slo hallar la peste.
Regresar a la ciudad y slo encontrar infortunios y calles
deshabitadas, los billetes intiles sern azotados por remolinos de
vientos negros como la bilis y nadie correr tras ellos porque una
tonelada de billetes no alcanzar para un kilo de carne, y adems
porque ya no habr nada que comprar, y acaso ni siquiera quien venda
o quien compre. De los supermercados quedarn apenas los despojos y
toda yerba ser masticada tres veces. Buitres, ratas y la variedad
completa de las alimaas tenebrosas y las bestias recorrern
libremente
las calles, y de todas las fieras, ser el hombre la ms voraz y
terrible. Los poderosos sern humillados y desearn cambiar sus lujos
por el abrigo de perros sarnosos y el calor de vacas con muermo
bajo los puentes. Toda belleza ser abominable y las mujeres afearn
sus rostros y ocultarn sus cuerpos bajo andrajos para no suscutar
deseos pecaminosos. Todo verdor se amustiar. Usted, el de la
sudadera azul, agrrese del tubo con las dos manos, de pie en el
centro del pasillo y con las piernas abiertas y permanezca as hasta
que terminemos nuestro mensaje y nuestro rito. Ya el elegido tiene
los ojos alegres, de modo que es llegada la hora de que le pongan
el chaquetn. Si le parece saco de harina Tres Estrellas, no se
preocupe, imagnese que est bordado con hilos de oro y que de sus
olanes cuelgan mil campanillas de plata. Yoyontzin, psele su soga
en torno al cuerpo, inmovilizndole los brazos a los costados,
aprieta bien, cuidando, eso s, que no se le vean afectadas las
funciones circulatoria y respiratoria. El seor de la corbata: Abra
su maletn y vacelo sobre el asiento, no se preocupe por los
documentos, podr conservarlos al igual que el maletn: solamente le
encargo la gorrita a cuadros que va a adornar muy bien la pelambre
de este servidor. T, Temo, aprtate de la tentacin, recuerda las
enseanzas y la mstica de los caballeros guilas y serpientes: manos
afuera, que la seorita ya dio lo que tena que dar. Esto dice el
seor Dios tocante a los moradores de las ciudades: Comern su pan
llenos de ansiedad, bebern su agua con susto, temern que su tierre
quede desolada de lo que contiene, todo por la violencia de los que
habitan en ella. Al caballero de la camisa con paisaje martimo,
ese, el gordito, pquenle con suavidad las costillas, que levante
las manos, pues se le notan inquietas, muy bien, eche para arriba
las manos y no se moleste si hoy se le olvid restregarse le
desodorante, peores pestes hay en este mundo y olores tan
asquerosos, que los que viven en el centro de la ciudad no alcanzan
a imagunarse. T, revsalo bien, que tiene cara de guardar los
billetes en las partes ntimas, fjate en los calcetines, se conoce a
ese tipo de avaros por la temblorina que les entra cada vez que
tienen que meterse la mano en los bolsillos. No sufra, seora, no
llore, guarde sus aguas para tiempos ms negros. Dice que le hemos
quitado el dinero con el qu dar de comer a sus hijos? Matzin,
devulvele seis mil pesos para que vea que somos humanitarios; con
eso podr darles frijoles a sus muchachos durante un mes y si se
quedan con hambre, muy bien, para que vayan educando el callo de la
barriga. Se acercarn los tiempos de las vacas flacas, y a mayor
gordura y opulencia, mayor sufrimiento: pronto vendr al paraso de
los flacos la tierra prometida de los miserables. Msica, mis tigres
y serpientes. En aquel tiempo descendieron del norte las hordas de
los aztecas, un pueblo perseguido por todos, un pueblo sin rostro y
al que los habitantes del Valle de Mxico preguntaban: Quines
sois
vosotros, de dnde vens? Era un pueblo guerrero, gente desnuda de
ropa pero vestida con pieles de animales, feroces en el especto y
grandes batalladores que se alimentaban de la caza y habitaban en
los lugares cavernosos. Quisieron vivir en paz con los felices
poseedores del Valle de Anhuac, pero el rey Coxcoxtli les asign un
erial de piedras y serpientes con la intencin de que all murieran
de hambre y por las picaduras de las vboras. Mas, oh, irona, los
aztecas mucho se alegraron cuando vieron las culebras: a todas las
asaron y se las comieron. Los aztecas, nuestros padres, como los
hebreos, triunfaron sobre las malas artes del faran y levantaron su
ciudad, Tenochtitlan, tan esplndida como Jerusaln. No se fijen,
seores y seores, en lo que pasa atrs. Yo quiero evitarles malas
interpretaciones. Me permitir contarles que hemos puesto una cobija
sobre el asiento del fondo para crear el ambiente necesario y
estamos quemando un poco de sndalo, a falta de copal, que por las
prisas del operativo no pudimos conseguir, dijo, y esto es para
lograr el objetivo de convocar a los espritus de nuestros mayores.
Digo: al seor conductor le solicitamos que aminore la velocidad
para facilitar la operacin. Al periodista le damos licencia para
que observe con sus propios ojos y si quiere tome unas cuantas
fotos que harn atractivo su reportaje. No, seorita, aqu no valen
argumentos sentimentales: si es argolla de compromiso, dele gracias
a Dios que usted la cede para una buena causa, agradezca que le
quitamos el metal precioso y la piedra brillante que maana sern
lastre en las aguas de la desesperacin. Del naufragio final slo se
salvarn los que vayan desnudos y humildes. Y ahora, antes de
despedirnos, debo dar una mala noticia al seor que ya est con la
luz dentro del cuerpo, con flores en el cabello y aroma en la piel,
su chaquetn de lujo en el pecho y su corona de amargo cempasuchil.
Buena o mala noticia, segn se la mire y considere: su persona, por
razn de las bellas orejas y de la aun ms hermosa apostura y la piel
blanquita, ha sido escogida para dejarnos en recuerdo un trofeo que
guardaremos con cario y veneracin. Le pedimos al pblico un instante
de reconocimiento y al elegido le solicitamos que permanezca
absolutamente inmvil, so pena de que se le escape el fierro de
carnicero a mi amigo tigre y se le inmiscuya en la panza; que
permanezca inmovil, digo, mientras Baltasar le agarra con un par de
dedos metlicos la parte superior del rgano auditivo y con un bistur
se lo desprenda de un solo tajo indoloro y sorpresivo, y esto,
amigos, con dos altas finalidades: primera, que haya efusin de agua
florida, tan propicia para la restauracin del Sexto Sol, que es
cuando la raza azteca saldr de las profundas cavernas a recuperar
lo perdido, y segunda, que se guarde su caracol de carne o pabelln
auditivo pegado con un clavo en la pared-archivo del club y
asociacin nuestra como testimonio de una nueva y significante accin
intrpida de los tigres y serpientes. Se ruega por favor al pblico
que no
se deje arrastrar por la curiosidad morbosa y que si en algo
quiere cooperar evite escenas lastimosas de gritos desgarradores,
desmayos y aguas mayores. Cierre los ojos, amigo, as, no tiemble, y
adelante, mi buen hijo de Huitzilopoztli: Son tus flores, oh, dios
del Sol, Flores rojas, flores bien olientes que se entretejen
perfumadas, Jey, jey, jey, aleluya! Spase que no hacemos esto por
crueldad sino a manera de perpetuacin de las costumbres de los
aztecas que extraan corazones para que la maquinaria del universo
siguiera funcionando, y que si nosotros no repetimos el acto en su
totalidad es por material falta de recursos y de tiempo. As como
los hebreos rescataban de los cadveres como trofeos mil prepucios
de filisteos y de la misma forma en que al abrir la puerta de su
casa Eloibeth hall quinientas cabezas de sus enemigos, y todo ello
fue del agrado del dios de los ejrcitos, nosotros tambin queremos
elevar esta oreja como sacrificio y holocausto para renovar el
suave olor de la sangre, agradable a los ojos del seor. Adems sirve
este acto mnimo e indoloro, si se le compara con el exterminio de
pueblos enteros, como anuncio de las otras ofrendas maysculas que
acontecern cuando se revienten los hilos de araa que columpian a
esta nueva Babilonia, el da en que los caballos corrern desbocados
y los jinetes se llenarn de pnico. El que sea prudente que entienda
estas cosas, el que sea cuerdo, conzcalas. Y diciendo estas
palabras desaparecen los espantos. Aqu nos bajamos, seores,
seoritas, caballeros, tras cumplir con el sagrado deber de nuestro
ministerio. Nos despedimos de mano y de corazn. Recuerden: somos el
anuncio de lo que ha de venir.
El viejo truco del amor en tres actosPrimer acto: Gracia y las
manos Slo recuerdo grandes brochazos, das enteros, un paseo al
campo, una bofetada, cuando hicimos el amor con la ventana abierta
y un rayo de sol se reflejaba en tus pupilas, recuerdo lo que vamos
a hacer maana, dentro de un mes, un ao; recuerdo el futuro: que yo
la voy a invitar al cine y usted aceptar inmediatamente; que usted
me besar en el cine y a m me dar vergenza; que vivir con usted
situaciones increbles y hasta insoportables; que nuestra relacin
ser tormentosa como ninguna, pero que llegaremos a la muerte llenos
de serenidad, en una casa rodeada de rboles y jardines, con una
pequea fuente y una estatua de un angelito meando. El hombre se
haba acercado sin dejar de mirarla un instante.
Sonrea con tranquilidad, la observaba con cario, pareca a punto
de darle un beso. Pero, por qu?, si ni siquiera lo conoca. Adems a
ella nunca le haban gustado ese tipo de hombres, tan deportivos,
tan desordenados, con pelos por todas partes, unos tenis
deshilachados que pedan a gritos un poco de atencin, una camiseta
rota y unos pantalones deportivos abultados en la rodilla derecha.
Pareca un mendigo pero obviamente no lo era. Haba un detalle fuera
de lugar. No sabra precisar cul. Una extravagancia en su forma de
ser. Como si nada le importara verdaderamente. Como si todo el
mundo y sus circunstancias fueran cosa de risa. El hombre ya habra
pasado por los treinta cojeaba, y al hacerlo daba un brinquito como
de jbilo. Pareca un nio descubriendo el placer de ser diferente de
los dems. Disculpe, seorita, cmo se llama? Margarita del Camino,
Rosa de Castilla, Camelia de Jess? Hortensia Milagros? Flor del
Campo? De dnde haba salido? Cmo entr a la oficina? Cmo pudo
acercarse sin ser odo? Es que no me acuerdo. S que tiene un nombre
compuesto que corresponde a su personalidad y que la primera parte
es el apelativo de una flor. Aydeme: Hueledenoche del Valle? No. Es
horrible. Parece de novela rosa. Y usted detesta las novelas rosas.
Clavel de ...? No, no recuerdo. Aydeme. Flor de Mara? El hombre se
mesaba de barba con sus grandes manos. Qu manos! Unas manos
maravillosas, como pintadas por Miguel Angel en la Capilla Sixtina.
Unas manos que vio en un libro y nunca pudo olvidar. Fui a la playa
y me vapulearon las olas contra un arrecife dijo. Es que soy tan
descuidado. Me gusta atreverme a hacer tonteras como baarme entre
las rocas en plena tormenta o lanzarme cuesta abajo en una
bicicleta sin frenos. A usted, por el contrario, le aterroriza
salir de su casa, teme a los extraos, viste como monjita porque no
soporta las miradas de los hombres. Un tonto, uno de esos que
quieren parecer simpticos y que creen saberlo todo. Detestable,
definitivamente detestable. Un movimiento ms y le pongo el bolso de
sombrero. Mejor, le saco los ojos. Esto es algo que siempre vas a
recordar: cmo me conociste; es decir, cmo me ests conociendo; la
forma en que vesta, mi cojera y mis manos. Alz las manos, una
gloria de manos; pareca ofrecerselas era como si estuviera
diciendo: Mralas, son tuyas. Se sonroj. No haba dejado de mirarle
las manos ni un segundo. Parecan las de un director de orquesta:
teatrales, sutiles, enrgicas, feroces, tiernas, como apaciguando
las olas o convocando la furia de los elementos. Como deben ser las
manos de Dios, pens casi enojada consigo misma. Ya me acuerdo cmo
te llamas: Flor de Gracia. Una obra maestra de nombre.
No la sorprendi ni un pice. Cien veces haba sido abordada por
tipos que tenan planeada su estrategia hasta el ltimo detalle y que
antes de acercarse conocan no slo su nombre sino hasta su ficha
clnica. Se que es extrao lo que te voy a decir. Permteme que te
tutee, al fin y al cabo nos vamos a casar y viviremos hasta que la
muerte nos separe. T eres, perdn, sers mi mujer, no porque yo te
haya escogido en este instante, sino porque esto que estamos
viviendo ya lo viv no s cuando. Gracia no sala de su indignacin. A
los 18 aos quera seguir siendo una nia y sufra la tendencia a nunca
creer lo que le decan. De belleza delicada y algo particular, con
sus ojos de pasmo y su piel tal sutil como si a travs de ella
pudiera verse directamente el alma, haba visto pasar por su vida a
algunos hombres de los cuales no guardaba casi memoria. Recordaba,
s, manos, expresiones de manos, antebrazos. Los rostros se hacan
borrosos. En general haban sido tan insustanciales y predecibles
los hombres que se le haban acercado, que le producan risa. En
alguna oportunidad se pregunt si todos seran as: vanidosos, poco
gentiles, oportunistas, sin espiritualidad alguna, apresurados,
antes de mirar directamente a los ojos queran llevarla a la cama.
Pero ste de ahora, este loco hablador, tena algo que le llamaba la
atencin: por qu estaba tan seguro de que ella iba a aceptar su
historia descabellada? por qu la miraba como si fuera su padre y
tomaba sus manos entre las de l de tamao asombroso, huesudas,
fuertes y, sin embargo, tan, cmo decirlo, expresivas, manos de
pianista? Gracia sinti que un escalofro avanzaba por su cuerpo y se
le estacionaba en el pecho, causndole una inquietud que le haca
temblar como si estuviera desnuda en la, cima de una montaa nevada.
Voy a hacer una llamada y luego hablaremos dijo el hombre. Gracia
lo vio avanzar entre los escritorios y sentarse en un bote de
basura. Es de los que hacen todo al revs, pens Flor de Gracia. No
quiso escuchar la conversacin telefnica. No le importaba. Detestaba
meterse en la vida ajena y que la gente se metiera en la suya. Es
como si te estuviera leyendo el pensamiento dijo el hombre
regresando a su lado. Te lo voy a repetir para que quede bien
claro. T vas a ser mi esposa, no porque yo lo haya decidido, sino
porque esto que estamos viviendo ya est escrito y lo le en alguna
parte o lo viv en sueos o en una vida pasada. No le creo por fin
pudo hablar Gracia. Y le pido por favor que me deje en paz. No s
cmo pudo entrar a esta oficina y le ordeno que se retire
inmediatamente si no quiere que llame a la polica. Soy la veladora
de esta dependencia y la responsable de todo lo que hay aqu. Gracia
querida. No es cierto que usted no me crea. No finjas. T
me crees. Te voy a dar una prueba de que no miento. Te voy a
decir exactamente lo que estabas pensando mientras yo llamaba por
telfono. Qu? dijo Gracia casi asustada, porque de pronto haba
sentido, sin saber por qu, una especie de cario, de simpata hacia
ese hombre. Estabas pensando que yo soy exactamente el tipo de
hombre con el que nunca te gustara vivir. Que soy desordenado,
peludo e irreverente. No hay que ser muy inteligente para llegar a
esa conclusin replic Flor, sintiendo que comenzaba a flaquear.
Puedo decirte dnde vives y que tienes dos edades: 18 y 20 aos,
porque fuiste registrada dos veces con distintos nombres. Ese dato
s era sorprendente. Cmo dudar de un tipo que lee la vida ajena como
si estuviera ante un libro. Puedo, si es que sigues dudando,
decirte dnde tienes los ms preciosos lunares del mundo, pero no
creo conveniente atreverme a tanto. Mira. Gracia, yo tengo que
ausentarme de la ciudad durante una semana. Espero que ests
tranquila, como si nada hubiera sucedido y que pienses que esto lo
soaste o algo as. Cuando regrese, te invitar al cine, veremos una
pelcula de Hitchcock y all me besars, mientras unos pjaros atacan a
una mujer que se oculta en una cabina telefnica. Est usted
completamente loco. Exacto! Eso es lo que debes pensar porque ests
viviendo tu tiempo hacia adelante y por primera vez, mientras que
yo lo estoy viviendo por segunda vez. Cierto que me crees? No dijo
enftica Gracia. El hombre lanz una carcajada de felicidad. Si
tuviera alguna duda, ya qued aclarada dijo. Ese no, el tono en que
lo dijiste, me recuerda que eres la mujer ms terca, desptica e
impositiva que exista. Ya me voy. Espere grit Gracia ya menos
agresivamente: si usted sabe que yo soy as de mandona, por qu
insiste en que voy a ser su esposa? Por una razn muy sencilla:
porque siento que contigo la puerca torci el rabo, es decir, porque
la amo como nunca he amado ni amar a mujer alguna. S lo que me
espera al lado suyo, pero estoy dispuesto a correr todos los
riesgos con tal de amanecer el resto de mis das a su lado. Es usted
un demente. Es cierto, estoy loco, y aun as aprenders a amar mi
locura, mi desorden, mi forma de ser irresponsable. Hasta luego.
Adis casi grit Gracia. Cuando regrese no estar aqu y no
nos volveremos a ver jams. El hombre sonri. Calma, calma,
querida, tendremos ms de cuarenta aos para discutir y casi siempre
sers t la vencedora de nuestros pleitos. Adems, s estars aqu,
porque debes cumplir el horario, de ocho de la maana a dos de la
tarde, hasta que terminen las vacaciones. El hombre se alej
cojeando mientras silbaba una cancin que ella nunca haba escuchado
y que sin embargo le sonaba conocida. Sus manos llevaban el ritmo y
eran como plumas flotando en la mejor brisa del atardecer.
Segundo acto: El camino de al lado Gracia dice que no tiene nada
de qu arrepentirse. Y tal vez eso sea lo peor de toda esta
historia: que no tenga nada de qu arrepentirse. El asunto fue as.
Gracia estaba en el parque con Cristbal y los nios. Cristbal lea su
peridico (La gran novela del mundo, dice) y Josu estaba friega que
friega con su bicicleta. Pasaba una y otra vez, rindose, y no lo
dejaba leer en paz. El esposo de Flor de Gracia (suena tan medieval
eso de el esposo de Flor de Gracia, parece que soy una esclava
encadenada que sigue a su amo, esperando una caricia en el hocico)
lea sentado en la base de la estatua de Morelos y Josu dale a
pasar, y cada vez que pasaba, un golpe al peridico. Bueno. Mi
marido afirma ser paciente, soy un buey de paciencia, dice, soy un
monje budista, todo lo soporto, lavo platos cuando es necesario, me
levanto a las seis de la maana, preparo el desayuno de los nios,
sacrifico las horas de lecturas y las de feliz carrera contra el
viento, hago lo que sea con tal de tener un momento de paz. Volvi a
pasar Josu y zaz!, golpe al peridico. Cristbal se levant, persigui
a Josu, lo agarr del cuello y le retorci la oreja. Y, qu hizo
Gracia? Pues tom las llaves, cogi impulso y le atin a su esposo
justo en la frente. (Nunca me he sentido tan feliz, tan realizada,
tan triunfadora, como en ese instante, en pleno parque! al frente
de todo el mundo! la venganza! conocer por fin el sabor de la
sangre del enemigo!) Cristbal se limpi la sangre con el pauelo
(aclaremos: el pauelo que yo voy a lavar). Perra, ponte en cuatro
patas a ladrar! le dijo en voz baja Cristbal, que no soporta hacer
el ridculo en pblico, pero que tiene alma de payaso. Imbcil,
imbcil, imbcil! le respondi a gritos Gracia, que carece del tino
para insultar con compostura y que, aunque no tiene mucha
imaginacin, si posee una fuerza dramtica incomparable
(especialmente cuando hay pblico, agrega Cristbal). (Toda alma
tiene su macho rabioso escondido y yo no debo ser la excepcin.)
Gracia recogi las llaves y lanz un hondo suspiro. Josu chill un
rato, mientras lanzaba su mirada oblicua, gozando de esa deliciosa
maldad de los nios que los obliga a enemistar a sus padres.
Cristbal lo observaba con odio, lo detesto, lo detesto, parecan
decir sus ojos, aborrezco esta vida. Su madre lo protege y va a
hacer de l un marica de marca. Hay que ver cmo chill cuando le
retorc la oreja. Bueno, la verdad es que ni se la retorc. Slo se la
agarr. Cuando Gracia supuso que ya todo haba pasado, dijo,
vaymonos, dirigindose a Josu, pero implicando indirectamente a
Cristbal y a Elena. El marido en lugar de acompaarlos al auto sigui
leyendo. Ms tarde se dirigi al coche, empuj a su mujer con poca
cortesa y amarr la bici en el bicicletero. Dame las llaves le dijo
en el tono suave (hipcrita, aclaremos) de sus tmidas rabias. Hblame
con amabilidad respondi Gracia asumiendo la dulzura del que ofrece
un cambio de humor. A una verdulera se le habla como verdulera,
dame las llaves. Pues no dijo ya implacable, dispuesta a
desbarrancarse. Ah, no?, entonces te vas sola con los nios, yo me
quedo aqu. Pues no, mhijito. El que se va solo eres t. Yo me quedo
en el parque. Toma tus llaves. Y no me esperes esta noche. Cristbal
no aguard un segundo. Mont en el auto, encendi la marcha y dej a
Gracia de pie, fiera y tremolante. Busqu en el bolso. Doce pesos.
Pens en ir al teatro pero costaba veinte. Ech a caminar. A ver qu
pasa en esta ciudad de liliputenses. Nunca hay nada qu hacer. Por
eso ya llevo casi diez aos sin salir por las noches. Entr al caf
que siempre visitaba en mis tiempos de soltera. All planeaba con
las amigas las escapatorias. Yo no me caso, decamos. Sobamos con
los muchachos italianos, tonteras de vino, caviar y olores fuertes.
Muchos mariscos y noches en vela. Slo vi a una conocida. Estaba con
su hijo, un adolescente con cara de mongoloide. Igual que su padre,
de paso. Me pregunt sobre mi vida. Poco le poda decir que no
supiera. Tampoco ella pudo informarme de nada nuevo. El padre,
msico, mediocre. El hijo, msico, peor. El colmo: quiere ser obosta.
Que quisiera ser trompetista o violinista, pero obosta! Qu puede
esperar un obosta de la vida? Es como ser odontlogo o proctlogo.
Vivir con la nariz metida en el hocico o en el rabo de sus
semejantes, puf. Primero perro con sarna. Me desped. La ciudad, el
pueblo, sigue siendo el mismo, pero ya no hay siquiera entusiasmo
para ir a los cafs los sbados por las noches. Recuerdo que en el
caf se organizaban las fiestas. Qu aos aqullos! Pero si he de ser
sincera, ramos ms felices por lo que pensbamos hacer que por lo
que
hacamos. Y cuando nos encontramos ahora ponemos cara de velorio.
Reconocemos que estamos muertas. En cierta forma. Gracia sali del
caf. Camin hasta los cines del IPE, y, maldicin, estaban cerrados
por remodelacin. Pens en regresar a casa. No y no, se dijo. Tengo
que tardar por lo menos tres horas para que mi dueo se preocupe. (A
veces, cuando hacemos el amor y siento la gran verdad lo que no es
muy frecuentele grito mi dueo!, mi dueo!) Se acord de aquel otro
cine, una porquera la sala, recin acondicionada. Camin hacia ella,
y descubri con felicidad que haba pelcula. Cruz los dedos para que
no fuera pornogrfica. Francamente no le apeteca ver pellejos
sucios. (Maldita sea. Toda desnudez que no sea la de mi marido o la
de los adolescentes en la playa me causa asco.) Quera erotismo
fino, con protagonistas hermosos y si es posible castos. Ah, me
encantan los adolescentes. Siempre me gustaron, pero desde que
cumpl los treinta y cinco el gusto se ha vuelto pasin. Los jvenes
parecen tan limpios, tan dciles. La pelcula estaba empezada. Gracia
entr con desgano. Ningn hombre se ocup de ella. Mujer sola en
pelcula nocturna. Qu historia podra sacarla de su conciencia a
punto de reventar? Era una pelcula de fantasa, con hombres
voladores, nios magos y muchos trucos de maravilla. Qu fastidio!,
se dijo, me voy a aburrir como una mula, saldr del cine y llegar a
casa justo media hora despus del captulo del enojo. Un da me voy a
escapar, s seor. Agarro cuatro trapos y me voy a una ciudad lejana,
aunque tenga que vivir de alquilar mi cuerpo. Tal vez no sea tan
desagradable como levantarse todos los das a la misma hora y pelear
con Josu para que se bae y con Elena que se finge dormida incluso
cuando est bajo la ducha. Cuento hasta cien y si la pelcula me
sigue aburriendo, me voy. Y no pedir auxilio aunque tenga que
caminar cuatro horas por las calles de este pueblo triste. Fue
precisamente lo aburrido de la pelcula lo que la hizo fijarse en
los vecinos del frente. Escuch una carcajada fresca y vio en la
semipenumbra un perfil de medalln romano. Al principio le pareci de
25 aos, pero despus, cuando lo sigui por las calles se dio cuenta
que no tendra arriba de 17. El nio luca hoyuelos, una cabellera
hermosa y cuidada, y era alto, esbelto, eso se notaba aun estando
sentado. Tena la elegancia de un potrillo. Su cuello era una obra
de arte. Rea sin escndalo. Disfrutaba de la pelcula y Flor de
Gracia comenz a hacerlo tambin. En su felicidad el muchacho volte y
vio a aquella mujer que lo miraba con arrobo. A partir de entonces
volte a mirarla varias veces. Y cuando prendieron las luces para el
intermedio, Gracia pudo ver que el mancebo la miraba con decoro y
con inters. Lo vio ponerse de pie. Observ su cuerpo, bellsimo, algo
delgado, caminando con la languidez e indiferencia de un gato, con
esa deportiva soltura con que caminaba Cristbal, a pesar de la
cojera, cuando lo
conoci. La impresion su rostro, un rostro extremadamente
agradable, de labios delicadsimos, casi femeninos. Debe ser un
chico bueno, se dijo Gracia, no un mal hombre como mi esposo, que
cuando se enoja se porta como un carnicero y me abandona a los
peligros del mundo y cuando est feliz me abraza y me babea como una
bestia. Es un hombrecito reciente, tal vez intacto. No como yo, que
estoy gastada, que me he deteriorado con un solo hombre y no s cmo
son los dems, que tengo dos o tres averas irremediables en el
cuerpo y unas noches en las que no s de m. Se apagaron las luces.
El nio avanz con paso elegante, y acaso fingiendo equivocarse, se
sent al lado de Gracia. Bueno. No exactamente, sino dejando una
silla en medio. Gracia comenz a fantasear. Crey verlo sonrer. Era
como si quisiese compartir con ella el placer de la pelcula. Gracia
comenz a sufrir (aunque en el fondo me senta un poco aliviada)
sabiendo que la pelcula estaba a punto de concluir y que todo se
cortara de pronto. No separ sus ojos de su silueta. Sigui la
pelcula, ya sin tanto inters. Si me ofreciera una palomita de maz,
podramos ser amigos y allanar el camino, me dije. Pero no me ofreci
nada. Cuando se prendi la luz sent que comenzaba a perder el
aliento. Todo iba a concluir. Antes de ponerse en pie me mir. O
quiz ni siquiera me mir sino que sus ojos pasaron por encima de mi
cuerpo. Qu pensara de esta mujer que ha vivido sin otras
felicidades que las domsticas y sin otros ejercicios que los
aerbicos de la televisin? Vesta jeans, tenis, una camiseta o rayas
azules, horizontales. As deben de ser los pescadores de las islas
griegas, se dijo Gracia. Fue tras l. Se coloc a un metro de su
cuerpo. En el apretujamiento de la salida pudo tocarle la nunca con
su aliento. Difcilmente podra evitar sentirme a su espalda. Se
detuvo en la puerta a conversar con un amigo. Vio a la mujer
avanzar de frente, con el rostro inexpresivo. Qu horror: si yo
hubiera sonredo y le hubiese dicho estuvo buena la pelcula. Pero no
hice eso. Simplemente baj los ojos y segu derecho. El matrimonio
nos vuelve cobardes, nos seca la fuente de las fantasas. Apost una
carta al azar. Se detuvo veinte metros adelante a ver qu haca el
chico. Lo vio hablar con un amigo unos minutos y luego separarse.
Camin hacia Gracia, mirndola a los ojos, como si quisiera
abordarla. Ella se asust un poco y ech a andar con lentitud. Lo dej
pasar. Vio que la miraba de reojo, sin desagrado. Gracia subi las
escaleras del Parque Jurez tras l. Lo dej tomar distancia.
Demasiada distancia, casi diez metros. Al llegar frente al Palacio
Municipal volte a mirarla. Y si le digo algo, si lo alcanzo, si
congeniamos y lo invito a tomar una copa y le confieso que estoy
casada y nos hacemos novios en secreto, si terminamos como amantes?
Sera como abrir un sendero paralelo al de mi vida. Qu habr en ese
sendero?
Gracia avanz ms rpido. Lo alcanz, lo pas sin mirarlo. Se dej
alcanzar de nuevo. De acuerdo con la expresin de su rostro, me
atrever a hablarle. Cuando el muchacho volvi a pasarla, Flor de
Gracia crey ver que estaba asustado y eso fue lo que decidi tanto
su destino como el mo: al llegar a la esquina yo di vuelta a la
izquierda (si l me sigue es que est interesado) y l sigui derecho,
rumbo a Los Berros. Desde la parada del autobs, lo segu mirando a
ver si volteaba. Se alej, se perdi, desapareci, regres a su vida de
siempre, como si no hubiramos vivido una gran historia de amor.
Retorno ahora a casa, tengo que decirlo, solamente porque no hubo
sonrisa sino un gesto de espanto. Pero si esa criatura antes de
doblar la esquina me sonre, lo sigo hasta el ltimo rincn y le enseo
lo que puede ser una mujer. Una cosa es caminar dormida y otra
caminar despierta. Y hoy, lo juro, he estado despierta como nunca.
El coche est en el garage, de modo que Cristbal no abandon a los
nios frente la televisin ni fue a refugiarse con sus amigotes. No
quiero ni imaginarme lo que habra sucedido si me sonre el cro se.
Ah, muchacho, criatura, la belleza de los seres humanos es el
esplendor! Las luces estn prendidas. Seguro voy a encontrarlo
limpiando la casa como cada vez que me enojo y me pongo en el papel
de hembra ofendida. Bueno, voy a entrar. No estoy derrotada. Lo de
esta noche fue mi triunfo. Si el nio hubiera sonredo. Pero no. Hizo
un gesto de espanto. Tendr la cara de loquita? Habr perdido todo mi
atractivo? Recuerdo que en la escuela me decan: Me basta verte
caminar para dormir feliz. Bueno, ahora estoy llegando, exactamente
a las doce y media de la noche. Nunca haba hecho esto sin
justificar mi ausencia. Y no le voy a decir dnde estuve, juro que
no le voy a decir. Voy a golpear bien fuerte en el portn para que
sepa que sigo enojada, que no llego blandita a lamerle la mano y a
contarle mi aventura y todo en paz, a la camita, a hacer a medias
lo de siempre y a dormir abrazados hasta el prximo enojo. Josu abri
la puerta. Todava despierto? Le dio un beso en la mano y corri a
acostarse. Estaba compungido. Se saba culpable del lo. No le dije
nada. Pens: marica, tiene razn Cristbal. Entr y me sent en la sala.
Prend la televisin. Cul iba a ser el siguiente paso? Quieres tomar
caf?, pregunta Cristbal, y en su tono no hay ni la ms leve sombra
de resentimiento. Me coloca una mano bajo la barbilla. Por ms
esfuerzos que hago no puedo evitar una sonrisa. Siento que lo amo.
No hay nada como la familia.
Tercer acto: El viejo truco del amor Mi mujer es caprichosa,
terca, una autntica fiera, aunque casi
siempre vive con verdadero entusiasmo y cuando se trata de gozar
a fondo es, como dice Carranza, un ro de amor que no termina de
pasar. Es de las que aman como si la vida cotidiana fuera una
batalla interminable, con escaramuzas, retiradas y avances,
centenas de muertos, humo, comida rancia y dichas fugaces, treguas,
rendiciones y triunfos. Uno nunca sabe qu esperar de ella. La
descompostura ms reciente tuvo que ver con la fiesta de Ao Nuevo,
un mes despus de su salida nocturna y su aventurilla de primavera
en el cine. Yo, como siempre, me negaba a ir a la casa de sus
padres y termin por ir. Llevamos a los nios. Me parece tan absurdo
hacer que se desvelen hasta las tres de la maana. El caso es que
Gracia lleg a la fiesta y comenz con sus incoherencias. Prendi la
televisin y quiso ver Los Intocables, en contra de la opinin de
todos los dems, que haban empezado ese ritual de la estupidez que
tendra su apoteosis a las doce de la noche. Yo me enoj y me port
muy mal el resto del tiempo. Y cuando Gracia comenz a emborracharse
y a fumar cigarrillo tras cigarrillo, para demostrar que era
independiente, que yo no la mandaba y ella haca lo que se le pegaba
la gana (No pienses que te cre la historia sa de que ya habas
vivido en otra vida esta existencia miserable, dice cundo quiere
ofenderme) comenc mi champaa de intrigas para que nos retirramos.
Ella termin por aceptar, porque efectivamente Elena (Tiene cinco
aos y una forma de hablar que si no fuera escalofriante sera
graciosa: Si no nos vamos me suicido para siempre, dijo) ya estaba
de necia que nos furamos. Gracia, en el fondo, se port bien: me
atendi, me sirvi de manera humilde frente a sus parientes, se mostr
como una buena esposa, quiso que yo bailara (lo que hice a
regaadientes y espantosamente mal, con los brazos cados). La pobre
de Gracia termin bailando con un sobrino entusiasta, y estaba
alegre, graciosa, coqueta, seductora, dispuesta a ser feliz, por lo
menos esa noche, a pesar de las miradas incendiarias de su madre y
sus hermanas. Pero all estaba yo como un viejo amargado, como un
aguafiestas, como un asno, mirndola mientras ella finga ignorarme.
La verdad es que detesto las fiestas, las detesto, por lo menos
esas fiestas familiares. Me aburre machacar los mismos gestos, la
espera, los mismos abrazos, todos los aos, todos los aos. S, creo
que la vida se puede repetir una y otra vez, y que estamos de
alguna manera condenados a ser como somos, pero s que hay formas de
matizar las jugadas. Esa noche me sent absurdo, triste, sin
sentido. Especialmente cuando sal a mirar las estrellas despus de
que Gracia se puso de terca con lo de la televisin. Que yo deteste
las fiestas y el baile, pero sobre todo la posibilidad de la
borrachera y el ridculo, es explicable. Y ver a Gracia con un vaso
de licor puro en la mano cada cinco minutos, comenz a enfermarme.
Claro que detestas esas fiestas, porque odias
a mi familia y porque para ti fiesta quiere decir una cosa:
mujeres. Vas a las fiestas y si no hay una hembra dispuesta a
dejarse manosear, ya todo carece de encanto. Tal vez tenga razn. Yo
soy o era as. Fui cazador de hembras reales durante mi vida de
soltero. Pero el matrimonio me soseg, lo juro. Ahora todas mis
aventuras las vivo en la imaginacin, como un juego al que no puedo
negarme, pero huyo de las hembras como de la posibilidad del
infierno. (Soy extremadamente imaginativo, tal vez morboso. Imagino
inmensidades a la menor insinuacin de cualquier hembra.) El caso es
que hay cinco o seis nombres prohibidos, que causan nuseas a
Gracia. Son los nombres de mis antiguas mujeres, todas unas
prostitutas despreciables, segn mi duea. De todos modos finalmente
cedi y regresamos a casa. Cumpli con lo pertinente, despachndolo
con un dulce y artero golpe de pelvis y se durmi sin mucho
escndalo. Al da siguiente estuvo hacendosa como nunca. Pint
ventanas, lav ropa, limpi el piso, hasta cant. Pero cuando lleg la
segunda noche comenz el baile. (Es fijo que el trabajo riguroso
desemboque en una explosin.) Se acost a dormir y yo me dije, bueno,
por lo menos este fin de ao pas sin tanta alharaca. A la una de la
maana comenz a hablar entre sueos. Me insult. Se levant sonmbula
(lo del sonambulismo es una especie de vida paralela que lleva mi
mujer y que yo sobrellevo con buen nimo y curiosidad) y hall que
todas las puertas estaban con llave y las llaves escondidas. Golpe
con los puos la puerta de vidrio y tem que la rompiera. Cuando se
levanta dormida yo la sigo, a veces a un metro de distancia, para
evitar el peligro. En ocasiones camino frente a ella para espiar su
rostro y conjeturar su siguiente paso. Estoy convencido de que
todas las mujeres estn locas. Pero Gracia se lleva las palmas.
(Cuando vi a Gracia en la oficina por primera vez, supe que esa
mujer era parte de mi persona, intu o record o imagin que con ella
la vida sera una guerra interminable pero supe resignarme a cumplir
con las lneas de mi destino.) Adems hay un ingrediente extrao en
nuestra relacin: Gracia me gusta, me atrae precisamente por sus
particularidades. Me divierto mucho con sus escapatorias de la
realidad convencional. Tal vez la actitud sea algo enfermiza o
cruel, pero eso a quin le importa. No s que hara si tuviera una
mujer de la que supiera siempre lo que puedo esperar. Entre los
propsitos que Gracia enumer dormida antes de su caminata nocturna
estaba el de matarme. No la tom en serio. Slo conozco una verdad
sobre los sonmbulos: ningn sonmbulo har dormido lo que no pueda
hacer despierto. Sus otros propsitos eran abandonar la casa, irse
lejos sin ceder pista alguna y dejarme solo con los nios. Se
levant, intent salir, refunfu y regres a la cama. Se volvi a
levantar, no s como pudo abrir la puerta y sali al bao. Cuando
volvi, caminando con una naturalidad asombrosa Gracia no
cumple con la caricatura de andar con las manos adelante, avanza
rpidamente y slo se nota que est dormida por la maquinalidad de sus
movimientos, se meti en la cama y se cubri con las cobijas.
Entonces me sent tranquilo y me fui a dormir a la sala. Si segua
cuidndola, al da siguiente no podra trabajar. Luego escuch ruidos.
Volv a levantarme. Ya no estaba en la cama. Tem que hubiera salido
a la calle. Parece increble, pero Gracia puede salir en camisn de
dormir, manejar el coche, beber, fumar, cocinar, todo ello dormida.
Es una criatura inquietante, difcil, con quien se vive siempre en
el filo del peligro. Lo cierto es que no hay posibilidad de
aburrirse a su lado. Acaso un da simplemente desaparezca y yo me
quede de amo de casa. Te voy a matar, deca, te voy a acabar. Cmo
quera matarme? No con un cuchillo, sino con su orgullo, con su
tozudez, a fuerza de demostrarme que siempre tiene la razn. Eres
bestia, me dice, y cuando me lo dice es como una condena: ese mismo
da estrello mi nariz contra el vidrio panormico de la sala, me
rebano un dedo, les doy a beber limpiador para estufa en lugar de
leche a los nios y choco el auto. A las dos de la maana tuve un
sobresalto. Fui a ver si dorma sosegadamente. Hall su cama vaca. La
busqu a tientas, luego sal al patio, corr en torno a la cuadra,
pero no la hall. Finalmente, sin desesperacin, fui a sentarme en la
mecedora de la sala. La costumbre de sus escapatorias me ha hecho
tranquilo. S que ella regresar de su viaje y que maana volver a ser
la de antes. Tal vez amanezca con dolor de cabeza mortal, pero eso
ser todo. No recordar nada de sus tropelas y me preguntar por qu
amaneci tan cansada. Cuando me iba a sentar en la mecedora vi que
estaba all, con las manos entre las piernas y que el disco de su
memoria haba comenzado a girar caticamente. Entiendo la mente de
Gracia en tales circunstancias as: la memoria de Gracia es un
disco, al que sbitamente y por razones que slo yo conozco y no voy
a revelar, se le ilumina una parte y el resto queda a oscuras.
Mami, ya soy grande, djame ir por el pan, suplicaba. Por qu todas
mis hermanas s salen y a m me tienen encerrada?. Luego se dio
cuenta de que un hombre estaba a su lado: Llvame de aqu, yo me voy
contigo, puedes darme besos si quieres, pero llvame de aqu.
Conjetur por su voz que estaba teniendo 14 o 15 aos. Le pregunt:
Quin soy yo?. No me importa, no s quien eres, llvame de aqu. A
menudo, cuando cae en esos estados, indago zonas de su pasado que
permanecen en la oscuridad. S ms de Gracia que ella misma. Me es
muy fcil asistir a sus sueos. Generalmente responde a mis
preguntas. Shhh, no hagas ruido porque mi pap se despierta, deca
shhh. He aprendido que lo mejor es seguirla en su viaje y traerla
poco a poco a su realidad. En ms de una ocasin Gracia no ha
reconocido a
nuestros hijos. Me ha preguntado quines son esos nios, quin eres
t. Entonces tengo que presentarle a los nios, presentarme a m mismo
y actualizarla. Entiendo que Gracia cae en estos estados, no slo
por lo que de ella s y nunca voy a decir (Tambin ella sabe de mi
vida pasajes inconfesables, y esa carta se la guarda para dar el
puntillazo final en las discusiones), sino porque sus deseos no son
satisfechos. Supuse que un poco de licor ayudara. Le traje un vaso
de Dubonnet. Bebimos T crees que mi marido es un viejo apestoso que
no me deja emborracharme, no me deja estudiar, no quiere que tenga
amigas, no me deja bailar, quiere que est todo el tiempo en casa?
(Adems es injusta, porque le permito todo: la mimo, le doy lo que
puedo, hasta le he cedido el poder de mi fla