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1 AUTORES, TEXTOS Y TEM,AS ANTROPOLOGIA J osé A. Gonzalez Alcantud Caelo Lis6n Tolosana (Eds.) El aire. Mitos, ritos y realidades
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ADIVINAR EL VIENTO. EMISIONES VOLCÀNICAS Y METEOROLOGÌA EN LAS ISLAS EOLIAS

Feb 08, 2023

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Enzo Bivona
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1 AUTORES, TEXTOS Y TEM,AS

ANTROPOLOGIA

J osé A. Gonzalez Alcantud Carmelo Lis6n Tolosana (Eds.)

El aire. Mitos, ritos y realidades

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AUTORES, TEXTOS Y TEMAS

ANTROPOLOGIA Colecci6n ditigida por M. Jesus Bux6

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J osé A. Gonzalez Alcantud Carmelo Lis6n Tolosana

(Eds.)

EL AIRE. MITOS, RITOS

Y REALIDADES

Coloquio Intemacional. Granada, 5-7 de marzo de 1997

José Luis Anta Félez Lucie Bolens

Ignazio Buttita Maria Jesus Bux6 Rey

Juan Calatrava Escobar Antonio Cea

Pedro C6rdoba Montoya Antonio L. Cortés Pena

Jean Cuisenier

DIPITTACION PROVlNCIAL DE GRANADA

CENTIIO DE INVESTIGACIONES ETNOLOGICAS Angtl Ganiwt

Jean-Pierre Étienvre Jacques Galinier

José A. Gonza!ez Alcantud André Humbert

Miriam Lee Kaprow Carmelo Lis6n Tolosana

Alessandro Lupo Angel Medina Alvarez

Maria Roca

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L

gidas en diccionarios vienen, bajo cierta perspectiva, provoca­das y conformadas inicialmente por sensaciones experienciales. De su invisibilidad y movimiento es facil pasar a considerarlo por una parte corno vehfculo que transporta enfermedad, y corno representaci6n de levedad, ligereza y espiritualidad por otra, etc. De aqui su congruencia sistematica y su perduraci6n iterativa. En todo caso se trata de representaciones sensoriales de algo externo-interno pero simultaneamente conceptualiza­das desde una l6gica cultura!. Desde este angulo inicial pode­mos hablar de naturalizaci6n de la representaci6n. Ésta es re­sultado de la creadora selecci6n de aspectos o propiedades rea­les y de la narcotizaci6n de otros; su funci6n consiste en vehicu­lar informaci6n sobre alglin aspecto o fen6meno de la realidad para ser integrado en un sistema cognitivo de alcance mayor, conformado por subconjuntos menores y orquestado por aires de familia parciales que se refuerzan internamente y que todos contribuyen a erigir una monurnental arquitectura fascinante. La experiencia sensoria!, el imaginario tradicional en su contex­to coercitivo estructural, la energia orientadora del omnipresen­te tropo y el pneuma de la espontanea creatividad, objetivado en las mU!tiples expresiones del arbitraire cultura!, estan a la base de ese edificio mental.

El aire me ha empujado irremediablemente a antropologi­zar pues cada uno, después de todo, vive a su aire; pero corno no quiero darme aires de experto en este tema un tanto etéreo, no voy a seguir empafiando el aire cientifico de la sala con mis palabras que se las lleva el aire. Gracias por el aire benevolente que conmigo han mostrado.

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ADIVINAR EL VIENTO. EMISIONES VOLCÀNICAS Y METEOROLOGÌA

EN LAS ISLAS EOLIAS*

Ignazio E. Buttitta (Antrop6logo, Sicilia)

Desde hace ya muchos afios, los pescadores sicilianos si­guen los partes meteorol6gicos para saber c6mo sera el tiempo. En otras épocas, las previsiones atmosféricas se obtenfan de la observaci6n de fen6menos naturales tales corno la direcci6n del vuelo de las aves (gaviotas, golondrinas, paffios, etc.), la calidad o la cantidad de sus graznidos, las fases lunares y las rnareas, la intensidad y la direcci6n del movimiento de las olas, las formas de las nubes, sucesos excepcionales corno la aparici6n de una estrella fugaz, etc. Todos ellos eran signos de los que se podfa extraer informaci6n sobre el tiempo que haria los dias siguien­tes. Se trata de unos conocimientos que son comunes a toda la ilota siciliana y en genera!, a todo el Mediterraneo (Pitrè 1889: 3-37 y 41-85; Bravetta 1908: 42-49; Etnografia e folklore del mare 1954). En las islas Eolias, en cambio (archipiélago que se encuentra en el mar Tirreno meridional al norte de Sicilia, a la altura del cabo Milazzo), se registran variaciones debidas a la naturaleza volcaruca del archipiélago. Dos islas en concre­to, Str6mboli y Vulcano, las Strongyle y Thérmissa de los anti­guos (Strongyle deriva de strongylos, redondo, de la misma raiz que str6mbos, trompo, o strummula en siciliano; Thérmissa, la isla de fuego, de therm6s, caliente, ardiente, llamada tarnbién

• Traducci6n: Carlos Espejo Muriel.

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Hiéra porque estaba consagrada a Hefesto) mantienen activos sus crateres.1 La calidad (color, densidad, etc.), la forma y la cantidad de las columnas de humos emitidas, ademas de su direcci6n,2 la intensidad y la cadencia de los rugidos del volcan o la luminosidad de las llamaradas, servfan para predecir el fu­turo trascurrir de los vientos y, mas aun, la compleja situaci6n atmosférica. El hecho que entre los pescadores del archipiélago se haya difundido el proverbio Strumm.uli non fa marinaru (Str6mboli no hace al marinero), sefiala implicitamente la di­fundida existencia de estas creencias y, en este caso especifico, la costumbre de observar el cono volcanico de Str6mboli para obtener las indicaciones precisas sobre los vientos.

En el transcurso de una redente investigaci6n en las Eolias, concretamente en Lipari, se pudieron recoger distintos testimo­nios sobre la permanencia de tal patrimonio de creencias. Si unos pescadores mantenian que el humo se observaba s6lo para conocer la direcci6n del viento, otros confirmaban haberse servido en el pasado, e incluso hoy en dia, de la observaci6n del comportamiento de los volcanes, sobre todo de sus emisiones, para obtener indicios sobre los vientos y sobre el tiempo de los dias siguientes.

Cito brevemente de las entrevistas realizadas a estos pesca­dores:

Miramos (al humo que sale del crater del volcan) cuando va­mos a pescar. Si el viento viene de aqui el humo se va fuera pero si viene de fuera, se lo lleva hacia poniente. Algunas veces nos damos cuenta incluso de las nubes. Cuando hay occhi di ventu,3 ya sabemos que dentro de dos o tres dias tendremos mal tiempo, o también lo sabemos cuando Str6mboli manda los «tapones de fuego» (emisiones de materiai lapideo acompaiiadas de una lla­marada o un rugido); entonces decimos: Quando Stromboli fa fanali o è sciroccu o è maestrali... (cuando Str6mboli tiene la luz de un foco, se avecina el maestra! o el siroco).4 Cuando se ve de noche la esfera roja que echa, entonces decimos: oh! Str6mboli fa

I. Las mas notables: Hiera (Vulcano), Lipara (Lipari), Sto11gyle (Stromboli), Phoe-11icusa (Filicudi), Ericusa (Alicudi), Euonymus (Panarea), y Didyme (Salina).

2. Los eolios obse1van incluso la direcci6n de los tios de lava del Etna. 3. Literalmente en siciliano •Ojos de viento•. [N. del T.] 4. Maestra! es un viento del noroeste generalmente ftio y seco, caracterfstico de

Tirreno, que azota a todo lo largo la pen1nsula italiana. [N. del T.]

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fanali, sciroccu av'a fari o puru maestrali o u fumu nterra por­ta, sciroccu c'è da fora.5 Si el volcan alza el humo alto deci­mos « buen tiempo», pero si después vamos a pescar y vemos que el humo se dirige bacia poniente, decimos: vent'i livanti av'a fari (viento de levante tendremos). El humo va allf donde lo lleva el viento.

Mirando el humo uno se da cuenta de donde sopla el viento, si el humo va bacia el este quiere decir que es poniente, enton­ces detras de la isla hace viento y oleaje. Si tengo que ir a pescar detras de la isla miro el volcan, y digo: no, hace viento, no puedo ir. Si el humo del volcan esta inclinado quiere decir que hace viento ... Ademas, esta el famoso dicho Quannu Strommuli fa fa­nali o è sciroccu o è maestrali. Lo que es seguro es que si se ven los esplendores del volcan, el aire es nitido, lo que qui.ere decir que habra si.roco o maestra!. Mis abuelos antiguamente se basa­ban en el humo e incluso en las nubes.

Otro mas:

Nos basabamos en cualquier cosa que pudiera ser algo natural para prever el tiempo. Lipari se basaba mucho en Vulcano, otros en Str6mboli. Asi se bacia. Mafiana bara este tiempo o el otro. Mi suegro que vive justo frente al volcan, miraba el humo y asf sabfa si mafiana tendriamos si.roco o viento libio:6 habia no se sabe qué corrientes en el aire aunque aun no hiciera viento. Cuando el humo sube derecho entonces hace calma, rittu rittu comu na can­nil.a ... 7 Cuando mafiana llegue el si.roco, o el viento libi.o, veras que el humo del volcan estara plano, bajo, bajo, hay coniente de aire y aunque no haya viento, la corriente lo aplana. También en el mar, por ejemplo, basta hace cuat:ro dias veia, desde donde yo vivo (al oeste de la isla), el mar, pero con una resaca tremenda, y me he dicho, jvaya! sin viento, debe estar al venir seguro poniente, debe llegar el viento libi.o, porque asi me lo han enseiiado. De hecho passant quattru cincu uri8 lleg6 el mal tiempo en serio y por la noche alcanzaba ya fuerza ocho. En todos estos fen6menos se basan, se basaban. Las personas ancianas se basan todavfa hoy, en todo, incluso en la seiial que da una nubecilla lisa encima de la

5. ;Oh, Str6mboli y sus focos, tendremos maestra! o siroco! o también: e! humo en tierra Beva, siroco de fuera. [N. del T.]

6. En e! 01iginal libeccio o viento del sudoeste, a men udo muy violento, caracterfs­tico del mediterraneo centrai y septentiional. [N. del T.]

7. En siciliano en el originai: cderecho, derecho corno una caiia•. [N. del T.] 8. En siciliano en el originai: •pasadas cuatro o cinco horas•. [N. del T.]

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I isla, un pequefio relampago, un pequefio trneno lejano, y al cabo de una hora o dos ya tenemos encima la borrasca. Los de Strom­boli también se basan en el volcan cuando éste hace un poco de ruido: (.pero es que llega mal tiempo?, o también segtin el humo: cuando golpea, incluso si en tierra firme era otra la direcci6n del viento, arriba, iba para otro lado, entonces sabfamos qué tiempo haria, porque es arriba donde primero se ve. Por ejemplo, me acuerdo que le dije a una persona mayor hace unos veinte afios en Str6mboli: .::a qué se deben estos ruidos? (estos rugidos y temblo­res del volcan). Porque se avecina mal tiempo, me dijo; y dos dfas después tenfamos lluvia. Se basan incluso en las gaviotas, cuando éstas graznan: ma picchì gridanu sti gabbiani?,9 porque se avecina el siroco. Nosotros también notamos el siroco por la peste del volcan, la peste !lega justo a mediodfa. Seguro que se basan en estas cosas, jc6mo no!

Ésta es una significativa parte de lo que me contaron los pescadores.

Numerosos testimonios bibliograficos nos permiten estable­cer que la creencia en la relaci6n entre emisiones volcanicas y el comportamiento de los vientos se basa en una tradici6n plurise­cular, con raices en el mito de Eolo, el homérico rey de los vientos cuya morada estaba en el archipiélago.

Las islas Eolias son ademas un lugar que se presta facilmen­te a la leyenda debido a su propia naturaleza. El vulcanismo de las islas, caracterizado por ruidos violentos acompafiados de emisiones de materiales, rios de lava, flujos de vapor o cual­quier otra cosa, no podia, en la antigiledad, sino ser interpreta­do bajo un punto de vista cratofanico y hierofanico. Temor y curiosidad eran los sentimientos que despertaban estas islas su­gestivas y misteriosas. Los fen6menos volcanicos en los tiempos arcaicos, visto los resultados a menudo desastrosos (Cicirelli 1994: 498), encontraban sus explicaciones y justificaciones en el mito (Cicirelli 1994: 495; Giustolisi 1988: 22 ss.). Las divinida­des del fuego y de los vientos, dada la naturaleza también ven­tosa del archipiélago (Reclus 1904: 670), encontraron aquf su justa localizaci6n. Dos mitos en concreto se rastrean entre las lavas de las Lipari, 1° el de Eolo, rey de los vientos, y el de Hefes-

9. En siciliano en el 01iginal: •(pero, por qué giitan estas gaviotas?•. [N. del T.] IO. Las islas reciben distintos nombres segdn los autores: Tucfdides las llama •ls­

las de Eolo• (ID, 88); Diodoro indistintamente •lslas Eolo• y •E6licas• (V, 6); Estra-

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to-Vulcano, padre del fuego. Sera sobre el primero sobre el que concentraremos nuestra atenci6n para llegar a las raices de las creencias actuales.

Eolo es una figura oscura cuya notoriedad le viene dada principalmente por el adivino griego seg(m lo narrado por Uli­ses en su peregrinaje: «Arribamos a la isla Eolia, isla flotante donde habita Eolo Hip6tada, amado de los dioses inmortales. Un muro indestructible de bronce la rodea, y se yergue corno roca pelada. Tiene Eolo doce hijos nacidos en su palacio, seis hijas y seis hijos mozos, y ha entregado sus hijas a sus hijos corno esposas. Siempre estan ellos de banquete en casa de su padre y su venerable madre, y tienen a su alcance alimentos sin cuento. Durante el dia resuena la casa, que huele a carne asada, con el sonido de la flauta, y por la noche duermen entre colchas y sobre lechos taladrados junto a sus respetables esposas» (X, 1-12).11 El piadoso Eolo donara a Ulises «un pellejo de buey de nueve afios» en el que at6 «las sendas de mugidores vientos». Este precioso regalo deberia haber permitido a Ulises alcanzar, empujado por vientos favorables, su afiorada Itaca. Y asi habria sido si unos incautos y curiosos marineros, pensando que el odre escondia oro y plata donados por el rey, no lo hubieran abierto. Las costas de ftaca que ya se divisaban desaparecieron en medio del huracan. Ulises y sus compafieros fueron empuja­dos «lejos de la tierra de sus padres». La tempestad lo llev6 de nuevo a la isla Eolia. Eolo, esta vez lo expuls6, ya que no le era licito «acoger ni despedir a un hombre que resulta odioso a los dioses felices» (Odisea X, 13-75).12

No queda demasiado clara en el poema homérico la identi­dad que caracteriza al huésped de Ulises, Afolos Ippotades. Eolo Hip6tada, guardian y distribuidor de los vientos, aparece corno un personaje no bien definido que surca los mares de Occiden­te. En la Odisea no tiene caracter divino. Es s6lo un hombre

b6n recuerda el top6nimo •lslas de Eolo• pero prefiere el de •lslas de los Lipareses• (VI, I O); Plinio en su Naturalis Historia recuerda numerosfsimos nombres: •Al norte de Sicilia, en direcci6n del curso del Metauro, a 25 millas aproximadamente de Italia, se encuentran las siete islas Uamadas Eolias o de los Lipareses, Efestiades para los giie­gos, para Jos latinos Vulcanias o Eolias, que en tiempos de la guerra de Troya estaban regidas por Eolo• (III, 92); Solino las Jlama •Hefestias• y •Vulcanias• (Collectanea rerum memorabiliunz, XII. 6, Ed. Mommsen). Cfr. G. Libertini, 1921.

11. Traducci6n de J.L. Calvo Martfnez, Odisea, Madrid, 1976. 12. IbCd.

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«amado de los dioses inmortales» (X, 2) encargado de custodiar y administrar los vientos, «pues el Cronida le habfa hecho des­pensero de vientos» (X, 21); aunque el hecho que sus doce hijos, en el que se ha querido ver la personnifìcation des douze vents du rhumb (Daremberg y Saglio 1877: s.v. Aeolus),13 estén casa­dos entre ellos, violando una de las reglas fundamentales de la sociedad de los hombres, sefiala la naturaleza «distinta» de su estirpe.

El episodio homérico es probablemente la fuente principal a la que se aferran los autores sucesivos, que trataron de precisar la figura y la naturaleza de las relaciones entre Eolo y los vien­tos. Diodoro escribe: «Dicen que fue piadoso y justo y ademas amable con los extranjeros; dicen también que ensefi6 a los na­vegantes el uso de las velas; gracias a su dilatada observaci6n de los presagios ofrecidos por el fuego (volcaruco), prevefa los vientos locales sin equivocarse nunca, por esta raz6n, el mito lo design6 encargado de la custodia de los vientos; a causa de su extraordinaria devoci6n Eolo fue designado amigo de los dio­ses» (Diod. Sic., V, 7). No muy distinta es la opini6n de Polibio, recogida por Estrab6n. Polibio se refiere a la relaci6n existente entre el devenir de los vientos (Noto, B6reas, Céfiro) y las emi­siones de los crateres de la isla de Vulcano (humos: lava, deto­naciones); observa que los lugarefios de Lipari, seg(tn las indi­caciones del volcan extraen pron6sticos sobre el tiempo de los dfas siguientes y termina elidendo que «Homero, haciendo de Eolo el gobemador de los vientos, lo cual puede parecer a pri­mera vista una fantasia en el sentido mas amplio del término; no nos ofreci6 el fruto de su imaginaci6n sino la verdad misma revelada bajo un ingenioso disfraz» (Strab. VI, 2, 10). También seg(tn Servio, citado por Varr6n, Eolo predice el devenir de los vientos gracias a la observaci6n de las columnas de humo de Vulcano: «sed, ut Varro dicit, rex fuit insulamm (Aeolus): ex quarnm nebulis et fumo Vulcaniae insulae praedicens futura flabra ventorum, ab imperitis visus est ventos sua potestate reti­nere» (Servio, Ad Aen., I, 52). Otro autores hacen, no obstante, referencia a las emisiones de Str6rnboli: Plinio observa que «la tercera isla, a seis millas al este de Lipari, es Str6rnboli, sede del palacio real de Eolo; se diferencia de Lipari s6lo en que sus

13. En francés en el 01iginal. [N. del T.]

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llarnas son mas brillantes. Del humo que libera se dice que los habitantes del lugar prevén qué vientos se desataran en los pr6-xirnos dfas: de este hecho naci6 la creencia que los vientos obe­decfan a Eolo» (Plinio, ID, 94). Solino (XII, 6, 3) retoma la opi­ni6n de Plinio y del fen6meno habla también Marciano Capella, afiadiendo que las facultades adivinatorias de los habitantes de las Lipari son un herencia concedida por Eolo.

La relaci6n entre los vientos y los fen6rnenos volcanicos, tal y corno se ve en Eolo, se ve incluso favorecida por la presencia, en algunas islas, de violentos fluidos de vapor, ya sefialados en Diodoro: «En Str6mboli y en la Sagrada (Hiera, o sea Vulcano) brota ailn rnucho gas de las gargantas y con rnucho mido, salen despedidas piedras ardientes en cantidad y cenizas, fen6meno que se puede observar también en el Etna» (Diod. Sic. V, 7). Sobre las estrechas relaciones existentes entre los f-t1egos volca­nicos y los vientos se detiene Estrab6n: la presencia de vientos sornetidos en el subsuelo junto a la lava, considera el historia­dor griego, puede ser la causa de enormes catastrofes telUricas. Una de ellas fue la separaci6n de Sicilia del continente; y conti­nua «dicen, no obstante, que ahora, desde el momento que se han abierto las bocas a través de las cuales se esparce el fuego y se liberan las masas de llarnaradas y de agua, la tierra pr6xirna al Estrecho se ve, a rnenudo, sacudida por terremotos; una vez, cuando todas las aberturas de la superficie del suelo estaban cerradas, el fuego y el viento que estaban sometidos bajo tierra produjeron sacudidas tan violentas que esos lugares, continua­mente en movimiento, cedieron a la fuerza de los vientos y, rasgandose, abrieron un pasadizo al mar de una parte a la otra e incluso a ese mar que se encontraba en medio de las demas islas» (Strab. VI, 6).

Virgilio, en la Eneida alude a las violentas emisiones de gas, que parecen sefialar los vientos sometidos en el subsuelo, que «indignados braman»:

Revolviendo consigo misma la diosa tales pensamientos en su acalorada fantasia, parti6se a la Eolia, patria de las tempestades, lugares henchidos de furiosos vendavales; alli el rey Eolo en su espaciosa cueva rige los revoltosos vientos y las sonoras tempes­tades y los subyuga con circe! y cadenas; ellos, indignados, bra­man, con gran murmullo del monte, alrededor de su prisi6n.

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Sentado esta Eolo en su excelso alcazar, empufiado e! cetra, amansando sus brios y templando sus iras, porque si tal no hi­ciese, arrebatarian rapidos consigo mares y tierras y el alto fir­mamento y los barrerfan por los espacios; de lo cual temeroso e! padre omnipotente, los encerr6 en negras cavernas y !es puso encima la mole de altos montes, y ]es dio un rey que, obediente a sus mandatos, supiese con recta mano tirarles y aflojarles Jas riendas [Eneida, I, 50-64].14

La identidad de Eolo es también sustancialmente ambigua en Virgilio. Se le denomina rex ventorum (I, 52 y 137), se dice que Jupiter lo habfa hecho potentem nembrorum et tempestatum (I, 80); y que su deber no era otro que obedecer las ordenes de los dioses: mihi iussa capessere fas est (I, 77); pero los vientos mismos que él desencadenaba se vefan reducidos a la impoten­cia o alejados por Neptuno (I, 125 ss.).

Por muy cerca que estuviera de los dioses, en los autores hasta ahora considerados, Eolo no parece que pueda ser califi­cado corno un dios. No es fortuito, por ejemplo, que Hesfodo no lo mencione, y eso que es la fuente principal para la mayor parte de las informaciones de las que disponemos sobre las di­vinidades helénicas. Al contrario que su naturaleza incierta, su figura es ampliamente conocida. De hecho, son muchos los Eo­los del mito (Ltibker 1898: s.v. Aeolus; Grimal 1990: s.v. Eolo; Graves 1983: 141 ss.). Variadas y complicadas las escenas por él protagonizadas. El trabajo de los mitografos y de los historiado­res (Apolodoro, Estrab6n, Diodoro Sfculo, Igino, etc.) se ha diri­gido en vano a la reconstruccion de una coherente descen­dencia. Entre ellos hay un Eolo I en Tesalia, hijo de Helén y de la ninfa Orseis cuyos descendientes fueron los Eolos (Apolodo­ro, Bibl., I,7,3).15 Éstos tuvieron dos nietos, uno con el mismo nombre, Eolo (II), y el otro Beoto, hijos gemelos de una hija suya: Arne y Poseidon. A Eolo Il también se le recuerda corno hijo de Hfpotes, rey de la E6lida en Etolia (Tue. ill, 102; Apoll. Rodio IV, 778). Otras tradiciones no atribuyen a Eolo I ninguna hija de nombre Arne, de tal modo que Eolo Il tuvo corno madre

14. Traducci6n de Eugenio de Ochoa, Madrid, 1973. 15. A este Eolo, por ejernplo, lo confunde lgio en las Fabulae con el Eolo horné1ico:

Aeo/um Hellenis Filium, cui ad love ventorum potestas fuit tradita ( 125, 6). Para Helén y sus hijos véase Strab. VIII, 7, 1: Paus. VIII, 1.2; Conon, Narrai., 27; Diod. Sic., IV, 67, 2-7.

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no a Arne sino a Melanipa. Eolo, hijo de Melanipa es, segiln una variante, el fundador de Eolia en la Propontide (Igino, Fab., 186; Diod. Sic. IV, 67, 3-6; Strab. VI, 1, 15); segiln otra, que atribuye el poblamiento de Eolia en Tesalia a Beoto, a éste se debe la fundacion de Lipari. Otra versi6n quiere que Eolo, pro­fugo del Metaponto por asesinar a la nodriza Antolice, refugia­do en las islas del Tirreno, llamadas posteriormente por él Eo­lias, fue acogido por el rey Liparo, hijo de Auson, fundador de Lipari, quien le dejo el poder no sin antes haberle dado corno esposa la hija Cfane (Diod. Sic. V, 7, 6). Y el vigilante de los vientos que, corno hemos visto en los distintos autores, «desde el principio no tuvo ning(In vfnculo de sangre con el cabeza de familia de los Eolios» (Ltibker 1890: s.v. Aeolus), de inmediato y por diversos modos se intercambio con él, de tal forma que el Eolo de las Lipari se le identificara en muchos textos con el Eolo homérico, vigilante de los vientos y «amante de los nume­nes inmortales». t6

Los textos antiguos no hacen referencia a especfficos lugares de culto. Sabemos, no obstante, por Diodoro (XX, 101) que Agatocles en el 304 a.C. impuso a los lipareses que «custodiaran las cosas que estaban en el Pritaneo sancionandolo con ofren­das votivas a Eolo y a Hefesto» (Bemabò Brea y Cavalier 1979: 82). Esta noticia la podemos contrastar gracias a un deposito sagrado que salio a la luz en 1964 en Lipari, que contenia vasos ritualmente fragmentados y exvotos datables entre la mitad del siglo VI y finales del v a.C., dedicados al dios de los vientos (Bemabò Brea y Cavalier 1979: 90).17 De la ciudad griega, de la que se puede decir que no se ha encontrado ning(In resto cons­tructivo, solo se han rastreado algunas fosas votivas, entre las cuales un grandioso b6thros, probablemente de un santuario de Eolo, corno reza la dedicatoria votiva incisa en una de las asas de un vaso; construido a modo de una cisterna con forma de

16. Otra cuesti6n es la relativa a la identificaci6n en el archipiélago de la Eolia hornérica. Zagarni observa que •contribuy6 rnucho en la localizaci6n de la Eolia que vaga en el Ti_rre�o, la identificaci6n del Estrecho de Messina con Escila y Cruibdis, por lo que, las L1pan, que unas veces se las consideraba corno escollos, y otras corno islas, se representaron notablernente, teniendo en cuenta su paisaje, a ser identificadas con la descripci6n hornérica• ( 1993: 31 ).

17: .D� opini6n _ distinta es Giustolisi, rnas propenso a atribuir el dep6sito sagrado a una d1v1mdad ct6mca, probablernente Cibeles ( 1994: 11 ss.).

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huso y descendente hasta la roca madre (con una altura de 7 m) en la que esta parcialmente entallada (Bemabò Brea y Cavalier 1994a: 36). Estas evidencias permiten hipotizar la existencia de un culto indigena a Eolo retomado por los colonos griegos. En cualquier caso este hallazgo demuestra sin duda alguna «que los Griegos desde el momento de la refundaci6n de la ciudad en la acr6polis (alrededor del 580 a. C.) reorganizaron el culto indi­gena de Eolo y restauraron su santuario» (Bemabò Brea y Ca­valier 1979: 91).

Estas indicaciones abren nuevas dudas sobre la naturaleza de Eolo. Reflexionando bien, nos encontramos con interesantes indicaciones por lo que respecta la identidad hist6rico-religiosa de Eolo en las lenguas mismas griega y latina. El nombre de Eolo es de origen incierto. El griego Afolos parece tener un co­rrelativo en el micénico: a-wp-rp I aiwolos, pero corno nombre de un toro. El toro, de todos es sabido, es un simbolo de fuerza violenta. El toro salvaje e indomable que muge y resopla es el trueno y la tempestad. Aspecto taurino que encontramos en otras divinidades uranias del mundo antiguo corno Enlil, El, Indra, Urano o el mismo Zeus. Incluso en el patronimico Jppo­tddes, atribuido a Eolo encontramos de nuevo «le rapport sou­vent établi entre la rapidité du cheval et le mouvement des vents ou des flots» (Daremberg y Saglio 1877: s.v. Aeolus). Recorde­mos, a tal prop6sito, un Poseidon Hfppios, dedicado a la protec­ci6n de los navegantes (Zagami 1993: 30). 18

Pero, sobre todo, existe un conjunto de términos que presen­ta interesantes analogfas morfol6gicas ademas de semanticas: el adjetivo griego ai6los al que se refiere comunmente el nombre Afolos, significa «veloZ», «agii». Agii y veloz es por excelencia el viento. Pero hay mas evidencias: el nombre atribuido al viento del sudeste, personificado, Eyros (gr.) - Eurus Oat.) del j6nico ayra: brisa, viento, movimiento, y en latin aura: soplo de aire, vientecillo, brisa (cfr. también en lituano òras ==aire); asi corno el término griego oyros o «viento favorable». Oyrios, apelativo de Jupiter, justo significa «que otorga el viento favorable».

Por lo tanto puede suponerse que Eolo es la personificaci6n

18. A Poseid6n, seiior de los caballos, corno también era denominado el seiior del mar, se le representaba a1mado con tridente a lomos de un caballo; cfr. G1;mal 1 990: s.v. Poseidone.

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del viento: una divinidad arcaica, seguramente pre-griega, fa­miliar a los pueblos que transitaban el Mediterraneo en época prehist6rica, de quien se tenfa ya en época homérica una noti­cia vaga junto a toda una serie de personajes y lugares de los fabulosos mares de Occidente. Sin embargo, parece que el au­tor de la Odisea mas que remontarse a un aparato mftico-cul­tual, «entrelaz6 en su narraci6n motivos populares extrafdos sobre todo del mundo de los navegantes» (Heubeck 1983: 219) del Oriente mediterraneo. Lo sugieren la imagen de la isla en la que naci6 y la funci6n asignada a Eolo corno guardian de los vientos, analoga a la del encantador de vientos: motivos mas que conocidos por los escritores antiguos y por la literatura oral tradicional.19 De la funci6n del encantador quedan rasgos en los «modemos encantadores de vientos de Creta descen­dientes de los que calmaban los vientos en Corinto o

'el Atica»

(Heubeck 1983: 220). Las islas Lipari por lo demas, ya habitadas en época neoliti­

ca20 (sobre todo Lipara, entre el IV y el m milenio a.C., era un centro floreciente gracias al comercio de la obsidiana que ex­portaba a todo el Mediterraneo occidental) fueron escala en la ruta micénica del estafi.o; y con él se comerciaba el azufre y el alumbre de Vulcano. Esta posici6n estratégica sefiala la suerte y el infortunio de las antiguas poblaciones eolias de probable origen siciliano. Ocupaciones, destrucciones, renacimientos se siguen en los siglos. Alrededor del 1400 a.C. las Eolias fueron ocupadas por poblaciones que, ateniendo a los repertorios ce­ramicos y a otros elementos de la cultura materiai, parecen conectarse con la isla de Malta y las costas occidentales del Peloponeso. Esta época, que corresponde al maximo desarrollo del comercio ultramarino, se cierra para las islas Eolias con la invasi6n de pueblos nuevos, provenientes esta vez de la penfn­sula italica. Su llegada, en el transcurso de la primera mitad

19. Sobre las islas m6viles y mas en generai sobre las islas fantasticas y misterio­sas: Arioli 1 989: 1 22 ss.; Bravetta 1908: 67-74; merece la pena recordar las crocas errantes• de las sirenas (Od. XII, 55-65). Sobre la influencia de los cuademos de viaje sobre la Odisea, cfr. Kirk 1987: 173-175; en concreto sobre la naturaleza legendaria del episodio homérico Strtimberg, 1 950.

20. Tal realidad ha quedado demostrada en las excavaciones que dirigi6 Paolo Orsi en 1928, y de una manera mucho mas diafana en las que Bemabò Brea realizara a partir de 1946.

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del siglo XIII a.C., serrala un cambio total en las condiciones de vida del archipiélago (Bemabò Brea y Cavalier 1979: 13). Las excavaciones muestran la desaparici6n de los habitats de las islas menores a causa de incendios o de violentas destruccio­nes. Estos acontecimientos se traslucen de lo que narra Diodo­ro Sfculo. Seg(m este historiador, las islas Eolias, que languide­cfan en un estado de abandono, fueron colonizadas por Lipa­ro, hijo de Aus6n, rey de los ausones, quien vino a causa de un conllicto con sus hermanos, y que habrfa dejado su patria de origen junto a un nucleo de sus subditos (Diod. Sic. V, 7). Pero también los ausonios su&iran una triste suerte, su civilizaci6n se extinguira por un tragico suceso, datable a mediados del siglo IX. Las cabaiias incendiadas nos hablan de un encuentro con pueblos protoetruscos, Ultimo episodio de una lucha feroz por el contro! del bajo Tirreno, al que le sigui6 un periodo de total decadencia.

En este estado se encontraron las islas los colonos dorios de Cnido, alrededor del 580 a.C. (Tue. III, 88; Strab. VI, 10). Narran los autores que los colonos, guiados por Pentatlo, lle­gando a Lipari, «encontraron las islas casi desiertas, pobladas s6lo por 500 habitantes que se decfan descendientes de Eolo» (Bemabò Brea y Cavalier 1979: 17), quienes acogieron benévo­lamente a los recien llegados. Éstos, asentados en las islas, fun­daron la ciudad de Lipari y dieron una nueva vida al habitat del Castillo.

Las intensas relaciones entre las Eolias y el mundo egeo quedan reflejadas por el hallazgo de numerosfsimos fragmentos de ceramica micénica en la isla de Lipari, referidos particular­mente a la época de Milazzo, cuando a partir del siglo XVI a.C. se hicieron cada vez mas intensas las relaciones con el mundo egeo, y al ausonio I y II, cuando empezaron a decaer estas rela­ciones, permaneciendo no obstante activas, vista la importancia que la ceramica micénica tendra todavfa hasta finales de la mi­tad del siglo XI.

Las divinidades de los vientos eran objeto de culto en época micénica corno se evidencia en algunas tablillas encontradas en Cnossos en las que se mencionan ofrendas «a la sacerdotisa de los vientos» (anemon hiereiai) (Burkert 1983: I, 66-68).

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En el periodo siguiente los vientos goz.anln en cliversas locali­dades de formas de culto estrechamente paralelas a las destina­das a los héroes y a las potencias ct6nicas [Heubeck 1983: 219].21

La dimensi6n sagrada de los vientos no se define con facili­dad. En la misma Odisea, a veces parecen fuerzas puras de la naturaleza manejadas generalmente por los dioses (V, 291 ss.; II, 420 ss.), mientras que otras aparecen personificadas y en cuanto divinidades menores son destinatarias de sacrificios (.XXIII, 193 ss.). Como seres antropomorfos los encontramos en la nrada (XVI, 150). En la Teogonia de Hesfodo, corno hijos de Eos y Astreo, se representan corno figuraciones aleg6ricas de fuerzas de la naturaleza, no concediéndoles un significativo desarrollo mitico o una relevante atenci6n cultual (Enciclopedia delle Religioni 1971: s.v. Grecia).

Sea cual fuera su definici6n, en toda la penfnsula helénica, los marineros corno los agricultores, celebraron en su honor rituales que bien pretendfan propiciarlos, corno todo lo contrario. Cuenta Pausanias que en Metana, para proteger las vifias del viento des­favorable, se sacrificaba un gallo cortandolo en dos partes. Dos hombres avanzando desde direcciones opuestas tomaban los res­tos ensangrentados que sepultaban en el lugar de su encuentro (II, 34, 2). En Selinunte, Empédocles, con el sacrificio de un asno parece que consigui6 en su intento por calmar el fatidico viento del norte, capturarlo con su piel extendida (Burkert 1983: Il 258). Los atenienses lanzaban plegarias a B6reas, el viento que habia destruido la flota persa (Herod. VII, 189). Los espartanos, en cambio, entonaban peanes a Euro, el viento del Este, corno «Sal­vador de Esparta» (Burkert 1983: Il 259).

De los vientos se esperaban evidentemente efectos metero­magicos. Frecuentemente el fin de su evocaci6n se delimitaba y precisaba localmente: se invocaba a un viento especffico, llama­do por su propio nombre, que podfa, en una cierta estaci6n, de­terminar el tiempo e influir de modo decisivo en las perspectivas de cosecha y por lo tanto, en la totalidad de la vida comunitaria [Burkert 1983: II, 258].22

21. Acerca de la consagraci6n de los vientos véase Wilamowitz, 1931: 265 ss.; Hampe, 1967.

22. Otras noticias sobre la magia de los vientos en distintos ambitos hist6tico-geo-

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Los vientos, temidos o deseados entre los agricultores, por sus efectos metereol6gicos, también lo eran entre los marineros. Un buen viento podfa ahorrar dfas de viaje, uno malo, desenca­denar una tempestad de consecuencias desastrosas. Numerosas por tanto las practicas magicas contra el viento y la lluvia.

Los viajes por mar estaban en la antigtiedad expuestos a ries­gos incalculables; jarnas, a menos que fuera en guerra, mmian a la vez tantos hombres corno cuando se hundfa un barco. Tam­bién los antiguos marineros eran supersticiosos y trataban de asegurarse la vida con la ayuda de practicas magicas. Pero es siempre el ritmo de voto o saoificio el que aparece en primer lugar. Se sacrifica en el momento de embarcarse y en e! desem­barco, embatéria y apobatéria, es mas, e! comerciante piadoso tiene un altar sobre su nave [Burkert 1983: II, 384-385].

Otros rituales destinados a «disolver» o «ligar» los vientos los encontramos en contextos hist6rico-geograficos muy lejanos en el espacio y en el tiempo. Los vientos podfan ademas ser comprados y vendidos. «La "venta" del viento consistfa en otor­gar pedazos de cuerda o de tela sobre la cual se habfan realiza­do unos nudos que debfan deshacerse siguiendo un ritual con­creto con el fin de provocar el viento. Tenemos documentada esta practica en Escandinavia, en el norte de Alemania, en el norte de Escocia y en el sur de Inglaterra» (Sébillot 1990: 1 9 1). En la Escocia del siglo XVIII tenemos recogida una practica que nos recuerda muchisimo al no tan lejano episodio homérico del odre de los vientos:

En 1738 unos marineros, bloqueados por la ausencia de vien­to, se dirigieron a una famosa maga para comprarle e! viento; ella !es dio un recipiente cerrado con paja advirtiéndoles que no quitaran esa tapadera antes de haber llegado al puerto. Los mari­neros izaron las velas, y rapidamente se alz6 un viento favorable que los llev6 rapidamente a divisar e] lugar donde pensaban diri­girse, sin embargo, cuando un marinero, curioso por ver qué contenfa la vasija, la destap6 y an·oj6 la tapadera al mar, inme­diatamente estall6 un terrible huracan [Sébillot 1990: 192].

gnl.ficos, véase Frazer, 1973: I, 129 ss.; o sobre los vientos y el culto de los vientos en Grecia yen Roma cfr. LObker, 1890: s.v. Venti.

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Rituales destinados a «disolver», «atar» o apresar los vientos se encuentran difundidos en areas geograficas muy distantes y a lo largo de un arco de tiempo que alcanza hasta nuestros dfas. Pero volvamos a Eolo. La isla nativa que Homero le habfa asig­nado corno morada, aun permaneciendo indefinida, logra iden­tificarse gracias a autores sucesivos con una de las Eolias: Lipa­ra, para Estrab6n y Diodoro, Strongyle, Str6mboli, para Plinio el Viejo (Diod. Sic. V, 7; Strab. VI, 1 0; Plinio III, 9).23

Se ha propuesto incluso que Lipaii pudiera ser identificada con la tierra que aparece representada en el lado izquierdo del fresco de las barcas encontrados en Akrotiri, en la isla de Thera, y actualmente conservado en el Museo Nacional de Atenas. Los datos topograficos (interpretando la pintura segt1n las convencio­nes que la regulan) coinciden singularmente. Se trataria pues de la representaci6n de uno de los puntos extremos alcanzados por la navegaci6n egea en los albores de la época protomicénica, per­teneciente quizas a un ciclo de leyendas marineras en el que se inspirarla e! conjunto de pinturas de Akrotiri [Bernabò Brea y Cavalier 1995a: 23-24].

Lipari (conocida por los griegos corno Lipara o Meligunfs)24 la mas grande e importante desde el punto de vista polftico, a la que una larga tradici6n le atribuye tierra fértil, clima ideal; mar rico en peces (sin olvidar las estaciones tem1ales que en todo momento se las consider6 dotadas de virtudes terapéuticas) y ademas, corno ya hemos dicho, sede desde los tiempos mas ar­caicos de un asentamiento fortificado sobre su inaccesible roca: «la gran roca de lava del Castillo con sus muros inaccesibles y su superficie lisa» constitufa «Una auténtica fortaleza natural» y ésta era evidentemente «la raz6n por la cual, el hombre la habfa elegido, en todos los periodos, corno sede de los que allf habita­ron» (Bemabò Brea y Cavalier 1979: 7). El hecho parece res­ponder a lo narrado por Homero: el palacio real de Eolo esta rodeado de rocas altas y murallas de bronce: «Un muro indes-

23. •La referencia homérica a la isla que vaga puede scr un balurute s6lido para las Eolias, en tanto en cuanlo antiguamente se pensaba que estas islas estaban sometidas, en una piimera fase, a movim.ientos sobre la superficie del mru· y s6lo en una segunda fase se detuvieron, estabilizandose en un area bien precisa• (Cicirelli, 1994: 495).

24. Meligunls la llama por ejemplo Calimaco, Hir1111. i11 Dian., 48; cfr. Strab. VI, IO; Plinio III, 93.

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tructible de bronce la rodea, y se yergue corno roca pelada» (Odisea, X, 3-4). Los versos homéricos, adoptando quizas un realidad concreta filtrada por las bocas de los viajeros y difumi­nada en el mito por la fantasia del poeta, parecen aludir a Str6mboli, el volcan atronador, y a la inaccesible roca de Lipari; pero todos los elementos paisajisticos de las islas corno rocas picudas, murallas rocosas de color broncineo, erupciones sub­acuaticas, truenos o fluidos de vapor «representan reclamos geograficos significativos para hipotizar la concreci6n de esta residencia en las islas Eolias» (Cicirelli 1994: 495).25 De tal for­ma, los evidentes testimonios de contactos regulares con el Egeo durante medio milenio, permiten de manera bastante plausible la hip6tesis que, concretamente, el Castillo de Lipari, con sus altfsimas paredes rocosas verticales, pudiera conectarse con la leyenda homérica de la isla de Eolo rodeada de un insu­perable muro broncineo.

Todo aquello que los autores antiguos afirmaron sobre Eolo y sobre su intimidad con los vientos, lo encontramos en textos mas cercanos a nosotros en el tiempo. En el Itinerario de las Antillas a Constantinopla que Jérome Maurand termin6 de es­cribir en 1572, cr6nica del viaje que realiz6 en 1544 corno cape-11an del embajador francés Antoine Escalin des Aimars, bar6n de la Garde, llamado Polin, siguiendo a la flota de Ariadeno Barbarossa, encontramos una referencia a la tradici6n que nos interesa: «Srongile sive Stromboli, dove era la casa del ditta Eolo; al fumo che essie dal ditta Str6mboli, li paesani circumvi­cini cognoscono qualli venti ano da esere infra li tre giorni, et per questo Eolo è da li poeti dito Re de li venti»26 (Maurand 1995). En las palabras de Maurand se mezclan probables infor­maciones recogidas sobre el lugar con reminiscencias literarias.

25. Buscar auténticas realidades de can\cter geografico en el poema homélico es atln una operaci6n de alto liesgo. En realidad el texto se presta a numerosas y fantAsti­cas reconsideraciones de caracter geografico. Como curiosidad recordemos las deduc­ciones que hizo el abab Gaetano Baglio, para quien la isla Eolia y la Maritima de las Egades serlan la misma cosa (Baglio, 1 954: 48-49), o Giustolisi, siguiendo a Henning ( 1 934) que seiial6 la residencia de Eolo sobre la isla de Vulcano ( .. . 17). Véase también Barabbini.

26. •Strongile o Stromboli, donde estaba la casa del llamado Eolo; gracias al humo que sale del llamado Stromboli, los paisanos del lugar conocen qué tipo de vientos tendran en los tres pr6ximos dfas, y por esto a Eolo lo llaman los poetas el rey de los vientos.•

so

De estas Ultimas se distancia, en cambio, Pietro Campis, autor de un manuscrito de finales de 1694 con el titulo de Disegno historico o siano l'abbozzate historie della nobile e fidelissima cit­tà di Lipari. En el que leemos:

Fue este Eolo comunmente honrado con e! tftulo de rey de Ios vientos, no porque tuviera realmente ese dominio, corno pa­rece dar a entender Virgilio cuando Io describi6 sentado sobre un trono y dando 6rdenes a Ios vientos, guiandolos o frenandolos [ ... ], corno tampoco se le Ilam6 rey de Ios vientos por broma o ironia, tal y corno quiere Assentio comendador de Virgilio, corno gobemante de unas islas sin otra riqueza que e! viento: Quia insulas ventosas et vix aliud possideret, dictus est ventorum rex in derisionem [Assentio, in lib. I Aeneidos] [ ... ]. Pero fue Ilamado Eolo rey de Ios vientos a causa de las observaciones que él mis­mo realizara sobre el fuego y el humo, que salfa de la tantas veces Ilamada boca de Vulcano, habiendo Ilegado a conocer, tal y corno demuestra Polibio a t:ravés de Estrab6n, Ios vient:os que debfan morir después de dos o tres dfas, prediciéndolo sin equi­vocarse jamas; Io cual, percibido por e! vulgo, hizo creer, en tan­to en cuanto no erraba en las predicciones, que tenia el dominio de Ios vientos y que a su voluntad Ios hacfa desaparecer en el mar o en la tierra [ ... ] [Campis 1980: 99].

Campis, siguiendo con su explicaci6n «racionalista», intenta incluso conciliar las diversas tradiciones sobre la ubicaci6n del palacio real de Eolo:

Es mas, para una mejor observaci6n del distinto murmullo que de Jas Ilamas surgfa al salir de cualquier boca de fuego, y del humo, unas veces mas claro ot:ras mas denso, unas mas tenue ot:ras mas espeso, unas mas alto, ot:ras menos; a pesar de tener un suntuoso palacio en Lipari se quiso construir otro en la isla de Srongoli, corno se ha difundido, y del fuego y de las columnas de humo que de esa grieta incendiada se transmite, aprendi6 a cono­cer mejor los futuros vientos: Aeolos Aeolias a se nominatas insulas in ora Siciliae tenuisse perhibetur, et in his Strongylem, ex cuius fumo quinam flatus futuri essent in triduum praedicebat. Unde ven­torum rex putatus est [Calep. lit. Aeolus] [Campis 1980: 99-100].

El estudioso y valiente viajero prusiano Philipp Cli.ivier, en el capftulo XN de su Sicilia antiqua, dedicado a las islas Eo-

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lias, ya se preocup6 del fen6rneno, observando las antiguas fuentes que recogfan la relaci6n existente entre los signos del volcan y el devenir rneteorol6gico. En De rebus siculis, obra de un insigne historiador siciliano (Fazello) coetaneo del anterior, las relaciones entre las colurnnas de hurno y los vientos se in­vierten: son estos wtirnos los que gobiernan e] comportarnien­to del volcan. A prop6sito de los crateres de la isla de Vulcano, Fazello observa, de hecho, que esta isla «tiene en medio una grandisirna grieta, de la que fuera de ella se ve aun hoy salir una grandfsirna nube de hurno, y seg(in soplen vientos euro­peos o africanos, asi expulsa hurno y furnarolas unas veces, llamaradas y trozos de piedra p6rnez otras» (Fazello 1817: 8). Y rnas adelante intenta explicar la raz6n: «sobre el fuego de las islas Eolias y del monte Etna, desde Arist6teles y otros corno él que han buscado las razones de las cosas rnaravillosas, se clan casi estas rnisrnas razones, o sea, que siendo estas islas muy cavernosas y llenas de azufre, la parte desde donde soplan los vientos europeos o africanos, las olas del mar la recorren, por lo que se genera el vapor, ya extrafio por su propio rnovirnien­to, y al rnezclarse con el azufre se incendia, y finalmente brota la llama. Pero cuando arrasa la tierra de las proxirnidades, quemada y todo la expulsa fuera (aunque a veces la convierte en cenizas que cuando hace rnucho viento se dispersan por los alrededores); y todas estas razones cuando se ajustan a la ver­dad y son dignas de fe, la rnisrna especulaci6n las demuestra, pues parece que la naturaleza pusiera en ella la fuerza de su razonarniento. Pues cuando soplan los demas vientos, estas is­las no expulsan fuego alguno» (Fazello 1817: 13-14). Estos do­curnentos, rnas que dernostrar la existencia de una tradici6n oral relativa al mito de Eolo y a la posibilidad de servirse de las observaciones de las ernisiones y de los cornportamientos de los volcanes para orientarse en cuanto al tiernpo venidero, se presentan por un lado corno docurnentos de una tradici6n lite­raria cristalizada, y por otro, corno intentos explicativos, en térrninos cientfficamente aceptables, de un fen6rneno conoci­do por todos. No obstante, textos de otro género, sefialan la existencia de una tradici6n ora!, de una practica real y difundi­da relativa a la observaci6n de las columnas de hurno con fines rneteorol6gicos en el ambito rnarinero. Asf, por ejernplo, escri­be a prop6sito de los Signos que a veces niuestra el humo de la

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Jsla de Vulcano el capitc'in Filippo Geraci en su cuaderno de bitacora de finales del siglo XVII:

Cuando el fuego de la denominada isla forma espesas nieblas blancas implica buen tiempo, o lo que es lo mismo tramontanas y vientos griegos, o aguas maritimas lisas en toda la costa de la tramontana.

Cuando el fuego aparece con columnas de humo lento que se inclinan hacia poniente con escasa fuerza, tenemos bondadosos vientos de levante. Cuando el fuego ni se ve ni aparece por nin­giln lado, tenemos vientos racheados mezcla de siroco y libia.

Cuando las humaredas del fuego se inclinan hacia Libia, e incluso durante un breve periodo de tiempo hacia Grecia, y lue­go se inclinan hacia otros puntos, corno si se tra tara de un juego, ahora aqui ahora alla, tenemos vientos libios o de poniente.

Cuando se ve salir del mencionado fuego humo corno si fue­ran globos, tenemos los mismos vientos antes mencionados [Pe­done 1987: 163].

Mas que fruto de observaciones personales, lo que escribe Geraci es el resultado de noticias recogidas en el transcurso de sus viajes por el archipiélago. Testigo inequfvoco de la existen­cia de una tradici6n oral vital y vivida son las inforrnaciones que el vulcan6logo Spallanzani recogi6 en 1788 de las bocas de los habit:antes de Str6mboli:

El resto del dfa lo empleé en preguntar a los islefios sobre los distintos accidentes de su volcan [. .. ]. Tales son las noticias que extraje. Cuando sopla tramontana o maestral, las columnas de humo son blancas y pequefias, y moderadisimos los rugidos del volcan. Éstos, al contra1io, son consistentes y mas frecuentes, mientras que las columnas son mas amplias, negras o al menos oscuras, cuando sopla libia, austral o siroco. [ .. . ] Pero las colum­nas de humo densas y copiosas, normalmente en consonancia con las erupciones mas vehementes y frecuentes, no s6lo acompa­fian al austral, siroco y libia, sino que ciertos dfas las anteceden. Por ello, los vientos racheados predicen si el tiempo es favorable o no para la navegaci6n. Frecuentemente, me decfan estos islefios, sucede que algiln barco anclado de inviemo en Str6mboli estando por zarpar, visto que el mar se presenta favorable, disuaden a los patrones por los pron6sticos indicados, y no salen, pues la aventu­rada predicci6n no es falaz [Spallanzani 1 825: 240].

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Otras noticias sobre la conexi6n entre el discurrir de los vien­tos y las acciones volcanicas, las recoge Spallanzani de Lipari:

Del hecho que los marineros de Stromboli, antes que fiarse del mar, tienen por costumbre consultar las columnas de humo y las erupciones de su ardiente montana, se desprende que mu­chos marineros de Lipari hagan lo mismo con su volcan mas pr6ximo. Pues amaestrados, corno dicen, por una larga experien­cia, avisan con un dia de antelaci6n si hara buen o mal tiempo, y la calidad del viento que soplara [Spallanzani 1 825: 376-377].

Spallanzani recuerda ademas un Discurso ffsico-matematico sobre las variaciones de los vientos pronosticada 24 horas antes de las distintas y variadas cualidades y efectos de las colum.nas de hum.o de Vulcano, del Sr. Don Salvatore Paparcuri de Messina, publicado en Palermo en 1 76 1 . Paparcuri recoge «en su Discur­so un fragmento de las observaciones comunicadas a un cierto Don Ignazio Rossi de Lipari, realizadas en tomo a Vulcano en­tre los afios 1 73 1 y 1740 (Spallanzani 1 825: 377). Escribe Pa­parcuri:

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La variaci6n del tiempo la avisa el monte Vulcano 24 horas antes con un cierto rugido, ademas de los acostumbrados, que suena corno un estallido de truenos lejanos; y si se observa con diligencia que Ias columnas de humo son mas numerosas de lo normai, se sabra entonces la calidad del viento que tendremos, segtin la mayor o menor densidad de aquellas, o del color mas o menos oscuro que nace de la cantidad y de la calidad de polvo que flota en e! humo, a veces ceniciento, ot:ras totalmente bianco, otras todo negro, y alguna que otra vez mas oscuro que e! color que nosotros Ilamamos ceniciento. Respecto de esto he observado que, debiéndose transformar e! viento en siroco, o siroco y levan­te, o siroco y del sur, las columnas de humo se alzan altas, densas y negras, con gran tamafio y altura, que se disuelven después en un polvo tan negro que da miedo, y emite unos rugidos tan gran­des que a menudo van acompafiados de alguna sacudida que asusta de verdad y eso que estan acostumbrados a sus ruidos. Sin embargo, cuando debe cambiar el viento a tramontana, griego y tramontana, o tramontana y maestra!, entonces las columnas de humo que se alzan, lo hacen placidamente, pero son menos den­sas, de un color totalmente bianco, y disolviéndose el humo, el polvo que cae es blanquisimo: ni ruidos estrepitosos, ni jamas una

sacudida (al menos, que recuerden Ios mas ancianos de esta isla). Cuando, en cambio, se transforma en levante, o griego y levante, entonces sf que se aprecia confusi6n en el Monte profundo, en e! que se observa poco humo pero de un color ceniciento, y del mis­mo color es e! polvo que posteriormente cae, extendiéndose corno niebla; de vez en cuando estalla con gran vigor y acompafiado de alguna sacudida que provoca e! panico. Y, finalmente, predice que cambiarci a poniente, o poniente y libio, o poniente y maestra!, al elevar algunas casi montaiias de humo de color ceniciento oscuro, casi plomizo, espesfsimo, que al disolverse crean una lluvia de cenizas [Spallanzani 1825: 377-378].

Tampoco Spallanzani desconoce las fuentes clasicas, y de este modo escribe:

Tales adivinaciones, sean las que sean, no son el fruto de las modemas observaciones de estos isleiios, sino que las encon­tramos perdidas en e! tiempo; no obstante, es facil pensar que los mas antiguos habitantes de Str6mboli Ias han pasado de genera­ci6n en generaci6n hasta la época presente, y es igualmente facil pensar que Ias transmitiran a sus nietos. Al mismo Eolo, del que se piensa que tendrfa su morada en Str6mboli, el mito lo llama rey de los vientos, probablemente porque de la diversidad de co­lumnas de humo, y de las erupciones predecfa el viento que so­plarfa, segtln Io que piensan algunos escritores [?].

De gran interés, en fin, lo que anot6 el Archiduque Luigi Salvatore de Austria, para el profundo conocimiento que tuvo de las islas. En su monumental Die Liparischen Jn.seln., publica­do en Praga entre 1 893 y 1 896, el Archiduque escribe:

La columna de humo de Str6mboli, en los dias calmos, es de una altura indescriptible y se extiende corno una estela sutil, en el azul zafiro del cielo, segtln la direcci6n del viento. He podido observar esta columna de Str6mboli incluso sobre el faro de Messina. Lo cual, es considera.do por Ios marineros corno auspi­cio de buen tiempo. Cuando soplan otros vientos, la direcci6n de la columna de humo de Str6mboli indica el predominante a Io ancho, sobre el mar abierto. Ocurre a menudo que en Lipari sople el siroco, mientras que en Str6mboli tenemos ligeros vien­tos de poniente. El ruido y el humo denso de Str6mboli, prueba ulterior de la conexi6n entre la actividad volcanica y las oscila­ciones barométricas, los pescadores los interpretan corno signos

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premonitorios del mal tiempo. Incluso la intensa formaci6n de humo sobre la fosa de Vulcano es sfntoma de inrninentes pertur­baciones [Luigi Salvatore d'Ausb.ia 1 977-1987: I, 4).

La relaci6n directa entre fen6menos volcarucos y meteorol6-gicos, corno se evidencia en estas paginas de Spallanzani, que tiende a rebatirla, ha sido objeto de verificaciones cientfficas (Zagami 1 993: 1 4- 1 5) . Estudiosos serios corno Abich ( 1 84 1 ) y Scrope ( 1 825) sostuvieron la existencia de un nexo entre los fen6menos volcarucos y la presi6n atmosférica. De la opini6n de Spallanzani son, en cambio, Judd ( 1 88 1 ) y de Dolomieu ( 1 995), si bien este Ultimo observa que generalmente la activi­dad eruptiva de Str6mboli «es mayor en inviemo, cuando se avecina el mal tiempo y las tempestades» (de Dolomieu 1 995: 9 1 ) . Posteriormente a una nueva revisi6n de Mercalli ( 1 88 1 ; 1 89 1 ) le seguirli u n artfculo d e Bergeat ( 1 9 1 8) que consideraba real la relaci6n entre erupciones y condiciones atrnosféricas.

El penacho de humo y llamas de los volcanos eolios ha sido siempre un punto de referencia seguro para quien navegue por el mar Tirreno; de noche, la lava incandescente hace de faro natural y de dia, el humo blanco.27 Frente a tal espectaculo no puede sino maravillamos el mito de Eolo, exegeta de los hu­mos volcanicos, en la reciente literatura de viajes. En Un tour en Sicile de 1 883, el bar6n Gonzalve de Nervo se detuvo en las islas Eolias y en concreto, en Str6mboli. El humo del volcan que gira sobre la isla, sefiala al navegante la presencia del ar­chipiélago:

[ .. . ] al dia siguiente, antes de que amaneciera, el humo de Str6mboli nos anunci6 que habiamos alcanzado las islas Liprui, que son once: Alicudi, Filicudi, Dattillo, Salina, Vulcanello, Pana­rea, Basiluzzo, Lisca Bianca, Lipari, Vulcano y Str6mboli. Lipari,

27. Vale la pena citar a colaci6n a Fazello que del crater de Stromboli dice: •Don­de esta el crater, c!Ia y noche salen llamas, fuego, piedras p6mez y rocas, con estruen­dos. Su fuego ayuda a los navegantes de noche• ( 1817). Interesante también lo que refiere a prop6sito Spallanzani: •Habiendo salido de Napoles para Sicilia el 24 de agosto de 1788, y la noche entrante, pasadas ya las bocas de Capri, comencé a divisar tal prodigio de Str6mboli, estando de mf lejano bien cien millas. [ . . . ] Los marineros, por quienes era conducido, miraban con ojo com placido las llamaradas, sin las cuales, me decfan, en las oscuras noches correrian muchas veces gran peligro de naufragar en alta mar o de encallar fatalmente en las costas de la vecina Calabiia• (1825: 237).

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la mas grande, produce en abundancia maiz, higos, aceitunas y un malvasia 6ptimo; las demas estan poco pobladas. Todas se encuentran al norte de la costa septenmonal de Sicilia.

La isla de Sb.-6mboli, bajo la cual navegabamos, es un alto cono negro, de cuyos lados asoma ininterrumpidamente una gran nube de humo blancuzco; este fen6meno, de un volcan que quema y expulsa humo continuamente, es llnico en su género: se sabe, de hecho, que los volcanes, y entre ellos el Vesubio y el Etna, tienen a menudo largos perfodos de inactividad. El crater rojizo de Str6mboli se abre hoy en la parte que mira al norte; vomitando a diferentes alturas piedras y llamaradas que caen a ambos lados: espectaculo que, visto desde el mar abierto y en el silencio de la noche, tiene algo solemne que invade el alma [de Nervo 1989: 10-1 1).

El «solemne» espectaculo de humo, piedras lanzadas al aire y fuego, ejerce una fuerte impresi6n en De Nervo quien termina, c6mo no, recordando a Homero. Al igual que el viajero ibérico, analogas emociones y sensaciones, han mostrado y mostraran en sus excursiones a las Eolias, otros visitantes célebres.28 La mitica relaci6n entre volcanes y vientos, entre aire, agua y fuego, corno hemos visto en los testimonios recogidos entre los pesca­dores eolios actuales, atraviesa rnilenios. Como para el valiente marinero griego, las islas del archipiélago representaban reali­dades geograficas concretas, esenciales en su navegaci6n y mag­nfficas moradas pobladas de figuras miticas, indistintamente alin hoy, para quien vive o escribe sobre las Eolias se advierte la emergencia insistente de un sustrato simb6lico que finaliza con la conversi6n de un pasado antiguo en un eterno presente.

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