STEPHEN J. BALL
Liverpool, Department of Education, Io de mayo de 1991, y D.
REYNOLDS. Educational Politics: controversies and critiques, Lewes,
Falmer Press, 1989.Este artculo fue publicado inicialmente en el
British Journal of Sociology and Education, v. 14, n 1,
1993.Stephen Ball es professor del Center for Educational Studies,
Kings College, Londres.Adis a la escuela pblica El desorden
neoliberal, la violencia del mercadoY EL DESTINO DE LA EDUCACIN DE
LAS MAYORASPablo GentiliAlgunos meses atrs, tuve la oportunidad de
coordinar un seminario denominado La configuracin del discurso
neoconservador, en la Facultad de Filosofa y Letras de la
Universidad de Buenos Aires. Durante los primeros encuentros,
habamos discutido algunas cuestiones relativas al desarrollo
estructural de la sociedad de clases, sealando que, en el
capitalismo histrico, la acumulacin de capital siempre implic una
tendencia generalizada y creciente a la mercantilizacin de todas
las cosas.Tal interpretacin, derivada de las contribuciones
formuladas por lmmanuel Wallerstein, implica reconocer que la
expansin y generalizacin del universo mercantil causa impacto no
slo en la realidad de las cosas materiales, sino tambin la
materialidad de la conciencia. As, los individuos, en la medida en
que introyectan el valor mercantil y las relaciones mercantiles
como patrn dominante de interpretacin de los mundos
posibles,339
aceptan y confan en el mercado como el mbito en que,
naturalmente, pueden y deben desarrollarse como seres humanos. En
el capitalismo histrico, todo se mercantiliza, todo se transforma
en valor mercantil.Discutir estas cuestiones en un curso de
graduacin acostumbra crear algunas dificultades de contenido
expositivo. Y, en honor a la verdad, el da en que habamos abordado
estos asuntos, un alto grado de abstraccin en nuestra exposicin nos
haba impedido dedicar algn tiempo a la presentacin de ciertas
referencias empricas que volviesen ms Comprensible la forma en que
esta tendencia estructural se materializa en la vida cotidiana de
nuestras sociedades.
Una semana ms tarde, al volvernos a reunir, Nora, participante
del seminario, pidi contar una experiencia. Relat que haba estado
pensando en la pertinencia de aquel proceso tendente y progresivo
de mercantilizacin de todas las cosas. Preocupada, lleg un da al
saln de clases (Nora trabaja como profesora de una escuela pblica)
y pregunt a sus alumnos de tercer ao: Qu es lo que no se puede
comprar con dinero? Los casi cuarenta nios y nias la miraron
sorprendidos, tal vez sospechando que se trataba de otra locura
tpica de su profesora polticamente inquieta. Nora, insistente,
volvi a preguntar: Qu es lo que no se puede comprar con dinero?
Despus de interminables segundos de silencio, uno de los nios ensay
una respuesta: Un trasatlntico. Confiado, otro arriesg: jugar ftbol
con Maradona. Otro dijo: una casa con campo de ftbol y tenis. Otro:
toda la coleccin de la Barbie. Pasar un da con Xuxa", imagin
otro... Las respuestas comenzaron a escucharse por el saln de
clases. Nora
340
intentaba en vano organizarlas. Nadie esperaba su turno para
hablar. De repente, todos queran contar aquello con que soaban y,
probablemente, jams podran tener. Para ellos, lo que no se poda
comprar con dinero era aquello que nunca podran comprar con el
dinero que imaginaban tener un da.Los participantes del seminario
oan atentos el relato de Nora. Ella concluy categrica: Creo que,
cuando es difcil reconocer algo que no sea comprable con dinero, o
sea, cuando la relacin mercantil invade todo completamente, nuestra
propia tarea de defensa de la educacin pblica se torna cada vez ms
compleja. Creo que las personas y eso se ve por los nios estn
diciendo adis a la es cuela pblica, tal vez sin darse cuenta".La
experiencia de Nora me impresion profundamente, y creo que es
apropiada para comenzar nuestro trabajo. En efecto, trataremos de
desarrollar aqu algunas reflexiones temporales dirigidas en dos
direcciones. Vamos a sustentar que la ofensiva neoliberal contra la
escuela pblica se transporta a travs de un conjunto medianamente
regular y estable de medidas polticas de carcter dual y, al mismo
tiempo, mediante una serie de estrategias culturales dirigidas a
romper con la lgica del sentido sobre la que esta escuela (o este
proyecto de escuela) adquiere legibilidad para las mayoras. Nuestra
hiptesis es que los regmenes neoliberales atribuyen a esta ltima
dimensin ms nfasis de lo que en general se reconoce en los anlisis
crticos. Es decir, el neoliberalismo slo puede imponer sus polticas
antidemocrticas en la medida en que puede desintegrar culturalmente
la posibilidad misma de existencia del derecho a la educacin (como
derecho social) y de un
341
aparato institucional que tiende a garantizar la concretizacin
de tal derecho: la escuela pblica.No estamos ignorando el valor y
la importancia que ejercen, en la ofensiva neoliberal, las
estrategias polticas que permiten redefinir el escenario o los
escenarios sobre los cuales este proyecto efectivamente acta y
realiza su funcionalidad histrica. Por el contrario, lo que nos
interesa resaltar es que esta reestructuracin del escenario
poltico, econmico y social en el capitalismo de fin de siglo es
asegurada o tiene mayores posibilidades de serlo- una vez que se
produzca una reconversin cualitativa de las formas culturales e
ideolgicas a partir de las cuales se definen c interpretan las
nociones de democracia y derecho.El neoliberalismo, para triunfar y
en muchos casos lo est haciendo, debe romper la lgica del sentido
comn mediante la cual se leen estos principios. Debe, en suma,
crear un nuevo marco simblico-cultural que excluya o redefina tales
principios reducindolos a su mera formulacin discursiva, vaca de
cualquier referencia de justicia e igualdad.El DESORDEN
NEOLIBERALMucho se ha escrito acerca del neoliberalismo y no es
nuestra intencin insistir en reiteraciones innecesarias. De
cualquier forma, nos interesa destacar aqu un aspecto de
fundamental importancia para comprender la naturaleza y el sentido
que este proyecto asume en el contexto ms amplio del sistema
mundial: el neoliberalismo expresa una salida poltica, econmica,
jurdica y
342
cultural especfica para la crisis hegemnica que comienza a
atravesar la economa del mundo capitalista como producto del
agotamiento del rgimen de acumulacin fordista iniciado a partir del
fin de los aos 60 y comienzo de los 70. El (los) neoliberalismo(s)
expresa(n) a necesidad de restablecer la hegemona burguesa en el
cuadro de esta nueva configuracin del capitalismo en un sentido
global.La crisis del fordismo escenario a partir del cual se
difunde y consolida esta alternativa puede ser definida y explicada
en ciertos niveles especficos que la caracterizan (Hirsch, 1992:
27-35):a. la crisis de la organizacin taylorsta del trabajo;b. la
crisis del Estado de bienestar corporativista;c. la crisis del
Estado intervensionista;d. la crisis ecolgica;e. la crisis del
fordismo global;f. la crisis del individuo fordista.El
neoliberalismo surge como reaccin y alternativa histrica a la
crisis de estos niveles, cuyo tratamiento ms detallado escapa a los
lmites de este trabajo. Este tipo de resolucin o salida del
agotamiento del rgimen de acumulacin fordista definir un especial
proceso de reestructuracin del capitalismo en un sentido global y
la consecuente imposicin de una nueva estructura hegemnica
poltico-ideolgica, compatible con el ciclo que se inicia (Hirsch,
1992: 18).Situar al neoliberalismo en este contexto es importante
en trminos analticos e implica el reconocimiento de algunas
dimensiones terico metodolgicas en relacin con la nocin de crisis y
con carcter que ella posee
343
en una comprensin crtica del desarrollo capitalista. En efecto,
el capitalismo atraviesa, a lo largo de toda su historia, por una
serie de procesos de cambios y rupturas cualitativos y
cuantitativos. Estos procesos (tambin identificados como dinmicas
de crisis) son permanentes y cclicos, e implican todas las esferas
de la prctica social (Gentili, 1994a). Toda dinmica de crisis, al
mismo tiempo en que expresa necesidad dominante para resolver las
contradicciones inherentes a este tipo de sociedades, constituye
una nueva instancia generadora de contradicciones en diversos
grados que definirn la idiosincrasia del periodo que se inicia
despus de cada ruptura. Tal proceso no cuestiona la naturaleza y el
carcter del modo de produccin, pero s imprime a este ltimo una
renovada morfologa de sentido transitorio y relativamente estable
qu se reproducir hasta el surgimiento de una nueva crisis. Los
periodos a los que nos referimos se definen por la reformulacin
histrica de la dinmica que caracteriza la acumulacin de capital y,
consecuentemente, por el establecimiento de un nuevo modo de
dominacin indisolublemente articulado a ella:El carcter de las
diferentes formaciones que el capitalismo ha generado en el curso
de su desarrollo histrico est definido por una determinada
estrategia de acumulacin, un modelo de acumulacin y una estructura
hegemnica correspondiente. Por decirlo de una manera ms simple, las
crisis estructurales del capitalismo histricamente ocurren cuando,
dentro del marco de un determinado modelo de acumulacin y una
determinada estructura hegemnica, ya no es posible movilizar
suficientes tendencias contrarias
344
a la cada de la tasa de lucro y cuando la consecuente valoracin
del capital requiere una transformacin capitalista. Las crisis
seculares son entonces las crisis de formaciones sociales integral,
coherente y estructuralmente establecidas, crisis de un bloque
histrico en el sentido gramsciano, y su funcin consiste en
revolucionar esa estructura de tal modo que el proceso de
acumulacin pueda de nuevo continuar sobre una base social (Hirsch,
1992: 19).La crisis, en este sentido, es siempre una crisis global
que causa impacto no solamente sobre la vida econmica, sino tambin
sobre la poltica, las relaciones jurdicas, la cultura, etctera. Es
en el contexto ms amplio de la crisis del fordismo (y de la
necesidad estructural de establecer y construir un nuevo modo de
dominacin) que las estrategias polticas y culturales del
neoliberalismo adquieren sentido. Lejos de resultar la opcin
natural a tal proceso de recomposicin, el neoliberalismo constituye
su expresin histrica dominante cuya funcionalidad consistir,
precisamente en garantizar el reestablecimiento de esta
hegemona.Nuestras referencias a las dinmicas de reforma estructural
presuponen el reconocimiento de que los periodos poscrisis acaban
en numerosos desafos para la clase dominante o para las fracciones
de ella que hegemonizan el proceso. Se trata no slo de crear un
nuevo orden econmico y poltico (tal como defienden alternativamente
las versiones economicistas o policistas), sino tambin de la
creacin de un nuevo orden cultural. Sealamos al inicio que los
neoliberales atribuyen a esta
345
dimensin un papel fundamental. La creacin y recreacin de este
nuevo orden cultural se adaptan a tres trazos caractersticos del
posfordismo. Al mismo tiempo que dan sentido y coherencia al
periodo, ellos ganan materialidad simblica gracias a los parmetros
interpretativo-ideolgicos que el neoliberalismo trata de imponer.
Continuando tambin con las contribuciones de Hirsch, los factores
que definen, en parte, la idiosincrasia del posfordismo son:1. la
organizacin postaylorista del trabajo;2. el carcter
estructuralmente dual de la sociedad,y3. el nuevo Estado
autoritario poskeynesianismo.
Sobr el primer factor no nos detendremos mucho, ya que hicimos
algunas referencias a l en otros estudios (Gentili, 1994a; Genlili,
1994b; vase tambin Frigotto, 1993). Simplemente, oigamos que la
organizacin postaylorista del trabajo ha implicado un cambio
radical en la estructura de apreciaciones de las empresas tanto
como en las calificaciones requeridas para el desempeo de las
nuevas y anteriores funciones en el mercado de trabajo; una
redefinicin de las formas productivo-organizacionalcs vigentes; la
modificacin sustancial de los patrones de disciplina de la fuerza
de trabajo y de reordenamiento jerrquico en la propia empresa,
etctera. En nuestros estudios, indicamos que tales cambios aun
cuando no cuestionan los ncleos invariables que caracterizan la
organizacin del trabajo manual e intelectual, polarizacin y
segmentacin de los trabajadores, etctera) son de fundamental
importancia para la
346
comprensin de los cambios morfolgicos que el capitalismo
atraviesa en materia productiva en el periodo actual (Gentili,
1994b).El posfordismo tambin se caracteriza por la cristalizacin de
un modelo social fundado en la dualizacin y en la marginalidad
creciente de sectores cada vez ms amplios de la poblacin. En este
caso es vlida la misma observacin que en el punto anterior: no es
que el posfordismo origine un proceso indito y desconocido en las
sociedades capitalistas. Por el contrario, en l se potencializa el
carcter estructuralmente dual que ha caracterizado histricamente a
este tipo de sociedades. Y lo hace con una peculiaridad nada
despreciable en materia cultural: la transparencia. Las sociedades
duales sociedades de ganadores y perdedores, de insiders y
outsiders, de integrados y excluidos, lejos de presentarse con un
desvo patolgico del aparentemente necesario proceso de integracin
social que debera caracterizar a las sociedades modernas,
constituyen hoy una evidencia inocultable de la normalidad que
regula el desarrollo contemporneo de las sociedades competitivas.
Aunque sea cieno que en el Tercer Mundo este carcter dual (y
dualizante) se expresa con inusitada salvajera, el apartheid social
atraviesa implacable la economa-mundo, mucho ms all de las
diferencias particulares con que se manifiesta en cada escenario
regional. La sociedad posfordista es una sociedad dividida. En la
perspectiva conservadora, no es malo que sea as es, incluso,
deseable. Para ello cumplen aqu un papel fundamental las ideologas
meritocrticas y del individualismo competitivo, segn las cuales lo
que justifica y legitima la divisin jerarquizante y dual de las
347
sociedades modernas de mercado es el as llamado principio del
mrito:[. . .] este principio sustenta que los viejos esquemas
institucionales premiaban a los ineficientes, mientras los nuevos,
al aumentar la dependencia de cada uno del valor de cambio en el
mercado de su capacidad individual, harn que las retribuciones sean
de acuerdo con su mayor o menor eficiencia como participante del
sistema de trabajo social (Lo Vuolo, 1993 165).Aun cuando
ideolgicamente acostumbre ser presentado como norma de igualdad
(.ya que, aparentemente, permite la movilidad social en funcin de
ciertos atributos que el individuo juega y conquista libremente en
el mercado), el principio del mrito es fundamental y bsicamente una
norma de desigualdad (Offe, 1976; Lo Vuolo, 1993). Corno tal,
consagra la divisin social dual, al mismo tiempo en que la
transforma en una meta por ser conquistada. Semejante esquema
cuestiona la nocin misma de ciudadana (o mejor, le da un nuevo
significado, otorgndole el contenido democrtico). Siendo as, tambin
descarta la necesidad de existencia de los derechos sociales y
polticos, los cuales, en el programa neoliberal y neoconservador,
slo sirvieron para difundir un cierto clima social de acomodo y
rechazo por el esfuerzo y por el mrito individual. La sociedad
dual, caracterstica del posfordismo, es una sociedad sin ciudadanos
o, se vale aqu la irona, con algunos miembros ms ciudadaniza- dos
que oros, lo que, definitivamente, niega el sentido mismo que la
ciudadana debera poseer en una sociedad
348 democrtica; de ah que en sus discursos, neoconservadores y
neoliberales tengan mayor predileccin por las referencias a los
consumidores que a los ciudadanos. Simplemente porque consumidor
remite, sin tanta retrica, a un universo naturalmente dualizado y
segmentado: el mercado. Ms adelante volveremos a esta cuestin.No
menos evidente y conocida es la crisis que atraviesa el Estado de
Bienestar, como forma de ajuste poltico idiosincrtico del rgimen
fordista. Varios autores han destacado este proceso (Offe, 1990;
Pic, 1987; Lo Vuolo y Barbeito, 1992; Whitaker, 1992; Pfaller,
Gough y Therborn, 1993). Claus Offe, al sealar que este tipo de
Estado ha servido como principal frmula pacificadora de las
democracias capitalistas avanzadas, identifica los dos componentes
estructurales que lo caracterizan:[...] la obligacin explcita que
asume el aparato estatal de proveer asistencia y apoyo (en dinero o
en mercancas) a los ciudadanos que sufren necesidades y riesgos
especficos de la sociedad mercantil, y tambin el reconocimiento del
papel formal de los sindicatos tanto en la negociacin colectiva
como en la formacin de los proyectos de gobierno (Offe, 1990:
35).El neoliberalismo cuestiona con fuerza a ambos componentes,
como solucin poltica a las contradicciones sociales del periodo
anterior. Por eso, como afirma nuevamente Offe, el mismo mecanismo
del compromiso de clase se ha convertido [por s mismo] en objeto de
conflicto de clase (1990: 137). En cierto sentido, se
349
torna evidente que el proceso global de crisis y reestructuracin
generado como producto del agotamiento de! rgimen de acumulacin
fordista causa impacto especficamente en la propia estructura
organizacional e institucional del Estado en la funcionalidad
histrica atribuida al aparato estatal. Esto es inevitable. Lo que
no tiene nada de inevitable es la salida que los neoliberales
proponen a tal proceso de reestructuracin poltica del Estado:
Qu forma de sistema poltico podemos esperar que siga el Estado
keynesiano, que se basaba en el pleno empleo, en un bienestar
material creciente, sindicatos fuertes, un sistema de seguridad
social desarrollado, y que contaba con un modo de regulacin poltica
centralizado y corporativista mediado, esencialmente, por los
partidos social demcratas? El Estado posfordista deber basarse en
las estructuras sociales y econmicas, as como en las divisiones y
fragmentaciones sociales que estn desenrollndose como una reaccin a
la crisis del fordismo, y deber desarrollar formas de regulacin
poltica que posibiliten, y hasta promuevan, el establecimiento de
un nuevo modelo de acumulacin y de sociedad (Hirsch, 1992: 41).
Es la lgica del mercado contra la del Estado. La subordinacin de
la poltica a las reglas mercantiles, como la nica forma de
regulacin homeosttica de la sociedad. Josep Pic sintetiza de forma
elocuente la reaccin conservadora frente al carcter
intervencionista y presumidamente ineficiente del Estado
fordista:
350
...] el Welfare State aument excesivamente la burocracia, que se
convirti en una presin para los gobiernos; los partidos se
convirtieron en ofertas electorales para el mercado de votos ms que
en gestores pragmticos de la realidad; el Estado se vio obligado a
suplir necesidades y provisiones que estn fuera de su alcance, y
esta asistencia tan generosa foment la pereza y el abstencionismo.
Los grupos de presin, en general el corporativismo, crecieron de
tal manera que el Estado se encuentra sobrecargado con demandas
imposibles de satisfacer. Se extendi el abanico de los derechos
sociales y la poblacin espera que los gobiernos se responsabilicen
e intervengan en sectores cada vez ms amplios de la sociedad, pero
al mismo tiempo piden la reduccin de los impuestos y la contencin
de los precios. Esta situacin se torna ingobernable y la nica
salida es un retorno paulatino a las premisas del laissezfaire que
contenga el gasto pblico y estimule la inversin privada,
renunciando a formas intervencionistas de Estado (Pic, 1987:
10).
El cuestionamiento neoliberal al Estado que, para efectos
meramente descriptivos, denominamos intervencionista (ya que el
Estado siempre interviene), no debe llevar a la confusin de suponer
que estos sectores niegan la necesidad de un Estado que participe
fuertemente en un sentido social amplio. Lo que los neoliberales y
conservadores combaten es la forma histrica especfica que asume la
intervencin estatal en el periodo fondista, proponiendo, justo con
eso, un nuevo padrn de intervencin de carcter ms autoritario y
antidemocrtico.
351
Claro que los discursos hegemnicos ocultan ese proceso, apelando
al eufemismo de un gobierno y un Estado mnimo. No obstante, para
destruir el modo de regulacin poltica keynesiano y para deshacerse
del bienestar que caracterizaba a aquel tipo de Estado, los
neoliberales necesitan recrear un tipo de intervencin estatal ms
violenta tanto en el plano material como en el simblico, liste
ejercicio de fuerza (que reconoce antecedentes en (i Estado de
vigilancia y seguridad tambin idiosincrticos del rgimen de
acumulacin fondista) asume una nueva fisonoma orientada a
garantizar una tambin nueva estabilidad poltica e ideolgica. El
Estado neoliberal pos fondista es un Estado fuerte, as como son
fuertes sus gobiernos mnimos.Estos tres factores conforman la
fisonoma del todava incipiente modo de regulacin posfordista. En
ellos se expresa la necesidad de construir un nuevo orden cultural
dirigido a la generacin de nuevas formas de consenso que aseguren y
posibiliten la reproduccin material y simblica de sociedades
profundamente dualizadas. En sentido estricto, el neoliberalismo es
la expresin histrica dominante de la lucha para la construccin de
este nuevo orden, lo que no implica otra cosa que la construccin de
un nuevo desorden.
La violencia del mercadoEn el capitalismo histrico, el mercado
(y no slo el Estado) supone siempre diversos grados de violencia y
coaccin. No existe mercado sin la concomitante existencia de
mecanismos histricamente variables de
352
violencia, tanto de carcter material como simblico. El
desarrollo y ampliacin creciente de estos mecanismos e5 uno de los
atributos que trazan la direccin asumida por las polticas
neoliberales en este fin de siglo.Sealamos anteriormente que, adems
de los reduccionismos interpretativos de presuncin conspirativa, el
neoliberalismo expresa la necesidad de reestablecer la hegemona
burguesa, presentndose como salida histrica a la crisis de la
acumulacin originada a partir del comienzo de los aos setenta. La
dinmica abierta en este periodo fue caracterizada por algunos
autores como un proceso de despolitizacin del capitalismo (Barros
de Castro, 1991), cuyo eje fundamental es la reimposicin de las
reglas mercantiles sobre las de la poltica. Lo que neoconservadores
y neoliberales cuestionan es, no slo la aparente ineficiencia del
Estado para actuar en el terreno estrictamente econmico
(proponiendo de esta forma las conocidas frmulas privatizadoras y
sin reglamento), sino tambin la pertinencia misma de la poltica
como campo y esfera de regulacin del conflicto social.Nada de esto
es posible, claro, sin violencia. La Nueva Derecha, para
reestablecer el ritmo de la acumulacin del capital (cuya cada
evidente, tal como argumentamos, se produce con la crisis del
fordismo), debe, priorizar la coaccin en detrimento de los
mecanismos de legitimacin que definan la idiosincrasia misma del
Welfare State.La redistribucin en el sentido keynesiano y del
Estado de Bienestar no slo se haca para las- clases menos
favorecidas (al menos en teora) como un estmulo para la demanda,
sino tambin
353
era sobre lodo un mecanismo poltico, llevado a la prctica por el
Estado y por el proceso poltico. La economa de la oferta
neoconservadora invirti la lgica de la redistribucin, e intent
inclusive eliminarla de su programa poltico, al vender la nueva
redistribucin dirigida a favor de los que estn encima como un
proceso econmico natural, exigido por las demandas de eficiencia
productiva del mercado |...|. Para realizar este programa de
redistribucin dirigida a favor de las clases ms favorecidas es
necesario dejar el mbito del mercado libre de la poltica |...]. El
mercado agresivo, libre de la interferencia del Estado (que es
simplemente la expresin, no podemos olvidarnos de un ideal por el
cual los neoconservadores luchan, pero que nunca alcanzaron) es un
espacio en el cual los ricos pueden aumentar sus fortunas mientras
los trabajadores estn saje os a la coaccin de la necesidad sin la
mediacin de instituciones de proteccin no mercantiles, o de
organismos pblicos que cuiden, aunque sea de manera imperfecta, de
sus necesidades (Whitaker, 1992: 36-37,42).Las observaciones
formuladas en la seccin anterior nos previenen de ciertas
confusiones analticas en relacin con el carcter que asume la
violencia del mercado en el capitalismo histrico. En efecto, el
ejercicio de esta violencia (y su ampliacin bajo el influjo de los
programas de ajuste neoliberal) do se producen contra el Estado, en
un sentido abstracto. Este ltimo acta como factor decisivo para
garantizar la acumulacin de capital bajo una modalidad de regulacin
poltica ya dominantemente
354
mercantil. Es decir, el Estado acta como un factor ms en el
proceso de despolitizacin. De ah que el ncoliberalismo necesite de
cualquier otra cosa, menos de un Estado dbil. Necesita un Estado
que acte contra las funciones de legitimacin, proyectando y
operando nuevas formas de intervencin. Nada ms falso, entonces, que
el discurso anti-intervencionista que fascina a neoconservadores y
neoliberales de todas las partes del mundo. El Estado ejerce !a
violencia para garantizar la violencia del mercado.Pero el Estado
di Bienestar se basaba (repetimos: al menos en teora y entre otros
factores) en un principio subyacente de carcter democratizante en
trminos potenciales: la igualdad y la necesidad de realizar
acciones de carcter asistencial destinadas a mitigar desigualdades.
Este ltimo constituye uno de los factores centrales que definen la
reaccin neoliberal y conservadora contra el Welfarc State. Aqu la
Nueva Derecha-apela sin sutileza alguna al mercado. En la
perspectiva de estos sectores, la intervencin poltica dirigida a
garantizar mejores niveles de igualdad (en donde sea) potencializa,
ms que modera, los efectos no igualitarios que puedan existir en
cualquier sistema social. Para la Nueva Derecha, solamente la
libertad del mercado puede anular estos efectos. La pretensin de
bsqueda de equidad del Estado de bienestar social tena su
correlato, ya vimos, en una cierta concepcin de los derechos
sociales y de la ciudadana que, para conservadores y liberales, es
apenas una simple ilusin de efectos perversos. A partir de esta
interpretacin,
355
[...] las polticas de bienestar social tienen como objetivo
lidiar con problemas que eran tratados por estructuras
tradicionales como la familia, la Iglesia o la comunidad local.
Cuando tales estructuras se desmoronan, el Estado interviene para
asumir sus funciones. En este proceso, el Estado debilita an ms lo
que resta de las estructuras tradicionales. Surge de ah una
necesidad mayor de asistencia pblica de lo que haba sido prevista,
y la situacin empeora, en vez de mejorar (Hirschman, 1992.: 35).La
observacin anterior unifica dos tradiciones filosficas que,
independientemente de sus coincidencias, poseen especificidad
propia: el conservadurismo y el liberalismo no democrtico. Esto
posee no pocos efectos concretos en las polticas realizadas por la
Nueva Derecha. En efecto, mientras que, en la concepcin feudal-
corporativa del conservadurismo, cualquier forma de intervencin
poltica sobre las estructuras de autoridad tradicional supone el
cuestionamiento del carcter mismo del orden social vigente
(Nisbert, .1987), para los liberales de viejo y nuevo cuo, estas
entidades son la expresin ms pura de los intereses individuales que
deben ser libremente ejercidos en el mercado, sin el consabido
peligro de una intromisin (poltica) externa que desvirte la
naturaleza de las instituciones y la funcin que stas desempean en
el nivel social. Refirindose a la dogmtica conservadora, Nisbet
argumenta:Si alguna cosa [ella] destac [desde sus orgenes] es la
necesidad imperiosa de que el listado poltico evite, tanto como sea
posible, entrometerse
356
en los asuntos econmicos, sociales y morales; y, al contrario,
hacer todo lo que sea posible para extender las funciones de la
familia, residentes y asociaciones cooperativas voluntarias
(Nisbet, 1987: 71).Pero volvamos a nuestro argumento original: el
neoliberalismo, para imponer su lgica implacable, necesita de un
nuevo orden cultural. La violencia del mercado, adquiere, en este
contexto, una extraordinaria materialidad.Desde una perspectiva
radicalmente democrtica, el mercado es el espacio del no-derecho.
Consumir, cambiar, comprar, vender son acciones que, aunque sea
amparadas en ciertos derechos, identifican o apelan a los
individuos en su exclusiva condicin de consumidores. En la retrica
conservadora, ser consumidor presupone un derecho (en sentido
estricto) y una posibilidad de accin de amplitud variable. En el
primer caso, nos referimos al derecho de propiedad; en el segundo,
a la posibilidad de comprar y vender.Aunque, como seala C. B.
Macpherson, el concepto de propiedad (y, consecuentemente, su
derecho) haya cambiado a lo largo del tiempo (particularmente
dentro de las coordinadas histricas del capitalismo), en las
sociedades modernas de mercado tal concepto remite al estricto
criterio de un derecho individual exclusivo para usar y disponer d:
cosas materiales (Macpherson, 1991: 102). Semejante reduccionismo
dio como resultado cuatro formas de estrechamiento que definen el
sentido que este concepto posee en el capitalismo contemporneo:
357
g. la propiedad reducida a la idea de propiedad material;h. la
propiedad como derecho a excluir a otros del usufructo de algo;i.
la propiedad como derecho exclusivo de usar y disponer de algo, el
derecho de venderlo o alienarlo;j. la propiedad como derecho a
cosas (incluso aquellas que generan algn ingreso).Segn la
interpretacin de Macpherson, se torna evidente que tales formas de
estrechamiento llevan, en la sociedad de mercado, a la produccin y
a la expansin de las desigualdades de riqueza y poder, siendo
incoherente y antagnica con los principios que deben regular a una
sociedad democrtica.Esta es la inevitable consecuencia de convertir
rodo en propiedad exclusiva y de jugar todo en el mercado, listo es
claramente incoherente con uno de los principios de una sociedad
democrtica, que, a mi parecer, es el de la manutencin de la
igualdad de oportunidades para usar, desarrollar y disfrutar de las
capacidades que cada persona posee. Los que deben pagar el acceso a
los medios para usar sus capacidades y ejercer sus energas y pagan
transfiriendo a otros tanto el control de sus capacidades como
parte del producto esas personas, digo, ven rechazada la igualdad
en el uso, desarrollo y disfrute de sus propias capacidades. Y, en
una sociedad moderna de mercado, la mayora pertenece a esa
categora. [Considerado] en su
358
sentido estrictamente moderno, el derecho de propiedad
contradice a los derechos humanos democrticos (Macpherson, 1991:
102-104).Ahora bien, la posibilidad de comprar y vender libremente
en el mercado supone el ejercicio del derecho de propiedad en el
sentido anteriormente expuesto. Aun cuando parezca muy obvio, esto
significa, en sntesis, que toda posibilidad de compra y venta parte
de un supuesto subyacente basado en la desigualdad. En la retrica
neoliberal y neoconservadora, esto no tiene ninguna connotacin
negativa. Por el contrario, es tal la desigualdad que lleva
supuestamente a los individuos a mejorar, a esforzarse y a
competir; en suma: es la precondicin para el ejercicio del
principio del mrito a la que nos referimos en la seccin anterior.Si
el concepto de igualdad (y, consecuentemente, las polticas
dirigidas a ese fin) irrita a neoliberales y conservadores, no
menos lo hacen el propio concepto de justicia y las polticas de
justicia social. En la perspectiva y en la pragmtica de la Nueva
Derecha, el Estado slo sirve para conservar y defender la propiedad
y su derecho. En materia educacional (y no slo en sta), esto tiene
un efecto interesante. La desigualdad y la discriminacin
educacional, as como la ausencia de polticas democrticas dirigidas
a garantizar lo que aqu llamaramos justicia distributiva del bien
educacin", forman parte de una esfera de accin que la sociedad (es
decir, el mercado) debe resolver sin interferencia externa de ningn
tipo: la esfera de la caridad. Para eso existen la Iglesia, las
organizaciones comunitarias, las sociedades de residentes y todo un
conjunto de instituciones descentralizadas
359
(algunas de ellas de carcter especficamente educativo) que deben
funcionar sin la injerencia perniciosa de los gobiernos. La
caridad, cuando es realizada por el Estado, se denomina asistencia
social. Y, en la perspectiva neo- conservadora y neoliberal, este
tipo de accin genera mayor desigualdad.Existen grupos, comenzando
por la familia e incluyendo a los vecinos y a la Iglesia, que estn
debidamente constituidos para otorgar asistencia en forma de ayuda
mutua, y no como caridad de alto nivel proveniente de una
burocracia. Tales grupos son cuerpos mediadores por naturaleza:
estn ms cerca del individuos y, en su propia fuerza comn, son
aliados naturales del individuo.El objetivo del gobierno es mirar
primero las condiciones de fuerza de estos grupos, en la medida en
que, por la fuerza de siglos de desarrollo histrico, ellos son ms
aptos para .tratar con la mayora de los problemas de los
individuos. No obstante, pasar por arriba de estos grupos por medio
del auxilio social dirigido directamente a una determinada especie
de individuos es argumenta el conservadurismo una invitacin
inmediata a la discriminacin y a la ineficiencia, una manera
implacable de destruir el significado de esos grupos (Nisbet, 1987:
105-106).Por otro lado, los que poseen educacin (o tienen
posibilidades de poseerla), tampoco deben sentir la presin del
Estado sobre sus espaldas, ya que esto cuestiona el sentido mismo
que la propiedad adquiere en las sociedades de mercado. En ellas,
la educacin se transforma apenas para las minoras en un tipo
especfico de propiedad,
360
lo que supone: derecho de poseerla materialmente; derecho a
usarla y disfrutarla; derecho a excluir a otros de su usufructo;
derecho de venderla o alienarla en el mercado, )- derecho de
poseerla como factor generador de renta.En ltima instancia, la
opcin por el mercado formulada por la Nueva Derecha esconde, adems
de eso, un brutal desprecio por la democracia y por las conquistas
democrticas de las mayoras. Para algunos autores, lo anterior se
refleja en nuevas formas de articulacin poltica orientadas por un
proceso de des-democratizacin de la democracia o, en otras
palabras, de constitucin de democracias delegativas que involucran
en s mismas, la negacin de cualquier principio democrtico
participativo de carcter equitativo (ODonnell, 1991; Wefort, 1992).
Esta ofensiva antidemocrtica revela el alto grado de despotismo
poltico y de autoritarismo que caracteriza a los regmenes
neoconservadores y neoliberales.Libertad para la iniciativa
privada; opresin para el manejo de la cuestin pblica. El supuesto
antiestatismo de los modernos hombres del neoliberalismo es, en
realidad, un ataque frontal a la democracia que las clases y
camadas populares supieron construir a pesar de la oposicin y del
sabotaje de los intereses capitalistas. Lo que en verdad les
preocupa del moderno estado capitalista no es su excesivo tamao, ni
el dficit fiscal, sino la intolerable presencia de las masas,
saturando todos sus intersticios [...] La restauracin del
darwinismo social y la declarada intencin por desmantelar el estado
keynesiano estimulando el sufrimiento de las vctimas del mercado y
produciendo, adems.
361
el agotamiento prctico de sus instituciones democrticas expresan
de manera alarmante la vocacin autoritaria que se esconde en sus
aparentemente inocuas ideas econmicas (Bo- ron, 1991: 139-140).El
desorden neoliberal hace de la violencia del mercado una de las
armas ms cerreras contra el bienestar de las mayoras. Lo anterior
impone las reglas de un implacable proceso de seleccin natural que,
en su macrovisin reaccionaria, expresa el grado ms perfecto de
desarrollo de la especie humana.El destino de la educacin de las
mayorasEn el campo especficamente educacional, los regmenes
neoliberales y neoconservadores defienden un conjunto de
estrategias y recetas polticas que, adems de los matices
idiosincrticos que las caracterizan, poseen pocas diferencias
interregionales. El anlisis de estas propuestas ya fue abordada en
numerosos trabajos (Apple, 1993; Dale, 1994; Paviglianiti, 1991 y
1994; Frigotto, 1993; Torres, 1994; Gcntili, 1994a; Gentili y Da
Silva, 1994). Independientemente del sentido particular que asume
lo acordado en tales polticas, nuestro inters es observar aqu que
ellas van siempre acompaadas de un consecuente cambio cultural. O
sea, el neoliberalismo ataca a la escuela pblica a partir de una
serie de estrategias privatizantes, mediante la aplicacin de una
poltica de descentralizacin autoritaria y, al mismo tiempo,
mediante una poltica de reforma cultural que pretende borrar
del
362 horizonte ideolgico de nuestras sociedades la posibilidad
misma de una educacin democrtica, pblica y de calidad para las
mayoras. Una poltica de reforma cultural que, en suma, pretende
negar y disolver la existencia misma del derecho a la educacin.
Podramos incluso ir ms all, revelando la hiptesis de que esta
ruptura del sentido atribuido al derecho a la educacin constituye
una precondicin que garantiza (o, al menos posibilita) el xito de
las polticas de cuo claramente antidemocrtico y dualizante. En la
medida en que el neoliberalismo realiza con xito su misin cultural,
puede tambin realizar con xito la implementacin de sus propuestas
polticas. En otras palabras, el neoliberalismo necesita en primer
lugar, aunque no nicamente despolitizar la educacin, dndole un
nuevo significado como mercanca para garantizar, as, el triunfo de
sus estrategias mercantilizantes y el necesario consenso en tome a
ellas.Tomaz Tadcu da Silva explcita este problema de forma
sugerente:La presente ofensiva neoliberal necesita ser vista no slo
como ana lucha en tomo de la distribucin de recursos materiales y
econmicos (que es), ni como una lucha entre visiones alternativas
de sociedades (que tambin es), sino sobre todo como una lucha para
crear las propias categoras, nociones y trminos a travs de los
cuales se puede definir a la sociedad y al mundo. En esta
perspectiva, no se trata solamente de denunciar las distorsiones y
falsedades del pensamiento neoliberal, tarea de: una crtica
tradicional de la ideologa (aunque vlida y necesaria), sino de
identificar y tornar visible el proceso por el cual
363
el discurso neoliberal produce y crea una realidad que acaba por
tornar imposible la posibilidad de pensar oir (Silva, 1994:
9).Pero, cmo se realiza este proceso de recreacin de un consenso
basado en la aceptacin explcita y cnicamente transparente del
inevitable carcter mercantil de la educacin? Cmo el neoliberalismo
garantiza la desintegracin de! carcter de derecho que la educacin
posea (repetimos: al menos en teora), imponiendo un nuevo matiz
interpretativo que la reduce a la mera condicin de mercanca? En
suma, cmo triunfan culturalmente, en el campo educacional, los
regmenes neoliberales?Sin que pretendamos aqu agolar las varias
respuestas posibles a tales preguntas, digamos que el uso y el
abuso de dos estrategias discursivas han permitido a estos sectores
avanzar y extender considerablemente la modernizacin conservadora
en la esfera educacional: (a) el discurso de la calidad y el
contenido especfico atribuido a ella cuando la remitimos al anlisis
de las polticas educativas y de los procesos pedaggicos; (b) el
exacerbado discurso dominante de articulacin del universo
educacional y del universo del trabajo que, defendido en el plano
terico por los que postulan una nueva teora del capital humano, se
han expandido como la nica modalidad a partir de la cual se puede
(y se debe) evaluar los efectos prcticos de la educacin en el mundo
contemporneo.El procedimiento por extenso de estas dos dimensiones
merece un espacio del cual no disponemos. Sin embargo, haremos aqu
algunas breves referencias (de carcter estrictamente enumerativo)
de ambas estrategias discursivas y de las consecuencias polticas
generadas por ellas.
364
k. La calidad como propiedad. En un trabajo anterior,
desarrollamos el argumento de que el renovado discurso de la Nueva
Derecha sobre la calidad educativa surgi como reaccin y respuesta
al ya desvalorizado discurso de la democratizacin, generalizado en
Amrica Latina despus de los periodos de dictaduras. Tambin
enfatizamos que tal discurso se ha caracterizado por adoptar el
contenido definido por los debates sobre calidad en el universo
productivo. Identificamos a ste como un doble proceso de
transposicin, mostrando cmo su aplicacin, en algunos casos
concretos (por ejemplo, Chile, Brasil y Argentina), conduce a
profundizar las diferencias sociales instituidas en la sociedad de
clases, al mismo tiempo que intensifica el privilegio y las
acciones polticas dualizantes (Gentili, 1994a).Continuando con el
anlisis desarrollado en este estudio, podemos aadir que, en los
discursos dominantes, la calidad de la educacin posee, tambin, el
estatus de una propiedad con atributos especficos. En efecto, para
neoconservadores y neoliberales, la calidad no es algo que
inalienablemente debe calificar el. derecho a la educacin, sino un
atributo potencialmente adquirible en el mercado de los bienes
educacionales. La calidad como propiedad supone, en consecuencia,
diferenciacin interna en el universo de los consumidores de
educacin (que en nuestros pases ya no son todos), tanto como la
legitimidad de excluir a otros (las mayoras) de su usufructo. La
calidad, como la propiedad en general, no es algo universalizable.
En la perspectiva conservadora, es bueno que as sea, ya que
criterios diferenciales de concesin (y formas tambin diferenciables
de aprovechamiento del bien educacin) estimulan la competencia,
365
principio fundamental en la regulacin de cualquier mercado.
Llevado a extremos (y algunos tecncratas neoliberales lo hacen),
este argumento reconoce que el Estado poco o nada puede hacer para
mejorar la calidad educacional sin producir el efecto perverso
contrario: nivelar por lo bajo. Realmente, as como la intervencin
poltico-estatal sobre el derecho de propiedad cuestiona el sentido
que ste posee en el ideario de la Nueva Derecha, toda intervencin
externa que pretenda, en un sentido igualitario, democratizar la
calidad, atentar inevitablemente contra un atributo que define la
propiedad (.educacional) de los individuos. Que estos individuos
sean pocos o, ms precisamente, que sean slo los integrados al
mercado es ya lo sabemos apenas un detalle.
La falta de calidad (como la no-disponibilidad de cualquier
propiedad) no es un asunto del Estado y s de los mecanismos de
correccin que funcionan naturalmente en todo mercado; simplemente
porque el mercado es, por s mismo, un mecanismo autocorrectivo
(Ashford y Davies, 1992). La calidad de la educacin como propiedad
est sujeta a tales reglas y slo ella, como propiedad puede
constituirse en algo deseable y conquistable por los individuos
emprendedores. sta se conquista en el mercado y se define por su
condicin de no-derecho.La educacin para el (des)empleo. La obsesin
de la Nueva Derecha por la integracin del universo del trabajo y
del universo educacional se deriva de algunos principios asociados
a la interpretacin anterior. En la moderna sociedad de mercado, el
empleo (como la educacin de calidad) no es un derecho, ni debe
serlo. Esta reduccin de la relacin educacin-trabajo a la frmula
educacin
366
para el empleo se deriva casi lgicamente tanto de una serie de
formulaciones apologticas acerca del funcionamiento autocorrectivo
de los mercados (en trminos generales), como de una particular
interpretacin acerca de la dinmica que caracteriza las nuevas
formas de competencia e intercambio comercial en las sociedades
pos-fordistas. El tema, claro, es mucho ms complejo y merece un
tratamiento detallado que en este espacio no podemos desarrollar.
Sin embargo, sealamos dos cuestiones fundamentales1. La educacin
como derecho social nos remite, de manera inevitable, a un tipo de
accin asociada a un conjunto de derechos polticos y econmicos sin
los cuales la categora de ciudadana se reduce a una mera formulacin
retrica sin contenido alguno. Partiendo de una perspectiva
democrtica, la educacin es un derecho apenas cuando existe un
conjunto de instituciones pblicas que garanticen la concrecin y la
materializacin de tal derecho. Defender derechos olvidndose de
defender y ampliar las condiciones materiales que los aseguran es
poco menos que un ejercicio de cinismo. Cuando un derecho es apenas
un atributo del cual goza una minora (tal es el caso, en nuestros
pases latinoamericanos, de la educacin, la salud, la seguridad, la
vida, etctera), la palabra ms correcta para designarlo es
privilegio.Sin embargo, la educacin de calidad como prioridad de
(algunos) consumidores nos remite, por el contrario, al ejercicio
de un derecho especfico (el derecho de propiedad) que slo puede
hacerse efectivo en un escenario caracterizado por la existencia de
mecanismos libres de regulacin mercantil. La propiedad
educacional
367
se adquiere (se compra y se vende) en el mercado de los bienes
educacionales y "sirve, como propiedad "poseda" para competir en el
mercado de los puestos de trabajo (que definen los ingresos de las
personas tambin como derecho de propiedad). Si eso no fuese
lgicamente as, neoconservadores y neoliberales se veran obligados a
aceptar que la educacin es algo ms que una propiedad y,
consecuentemente, que podran o deberan ser aceptados mecanismos de
intervencin externos al propio mercado para garantizar el acceso a
la educacin.Aunque esta posicin sea dominante, existen algunos
matices. Por ejemplo, ciertas producciones acadmicas recientes
reconocen el valor de la educacin como propiedad para competir en
los mercados flexibles de trabajo, pero, al mismo tiempo, defienden
enfticamente que sta tambin sirve para competir en los mercados
polticos. Estas posiciones difieren de las anteriores por la
restriccin del derecho a la educacin como un simple derecho de
propiedad, pero lo extienden al ejercicio del juego poltico
caracterizado por las normas reguladoras del funcionamiento de las
democracias representativas. Se trata aqu de la necesidad de poseer
educacin para ejercer una ciudadana responsable que contribuya a la
modernizacin de la economa y oriente con eficiencia la compra de
las mejores ofertas electorales que, en el mercado poltico,
prometan realizar tal modernizacin (ejemplo de esta posicin se
encuentra en CEPAL, 1992, y en Namo De Mello, 1993). Incluso
cuando, probablemente, la segunda sea preferible a la primera,
ambas posiciones tienden a intensificar y legitimar los privilegios
y los mecanismos de diferenciacin
368
social que reproducen un modelo que slo beneficia a los
incluidos poniendo al. margen a los excluidos.2 Si el empleo se
regula por las leyes del mercado, es lgicamente aceptable que
exista una esfera de no-empleo. Por otro lado, si el derecho de
propiedad acta (en sus diferentes formulaciones) como uno de los
factores fundamentales que regulan tal mercado, una conclusin,
tambin lgica, se deriva de esta hiptesis: los propietarios de la
educacin de calidad tendrn mayores opciones de empleo en el mercado
de trabajo para tener acceso a la propiedad de un salario; los
no-propietarios, menos. Pero tambin cabe la posibilidad (no tanto
por la eficacia lgica del argumento, sino por la cruda realidad que
debemos vivir en este valle de lgrimas) de que exista quien posea
educacin de calidad y no tenga acceso al empleo, dada la escasa
disponibilidad de este ltimo. Neoconservadores, neoliberales y
tecncratas reconvertidos no se alarman frente a este hecho. Para
ellos, solamente el mercado puede corregir esas deficiencias
debidas, primero, a una expansin desmedida del mercado de bienes
educacionales de lo que a una limitacin estructural de las nuevas
formas de competencia en el mercado mundial dirigidas a producir y
ampliar el desempleo.La distancia entre quien tiene y quien no
tiene acceso a mejores cargos en el mercado de trabajo tiende a
ampliarse y a profundizarse (Therborn, 1989; Therborn, 1993). La
educacin para el empleo predicada por los profetas neoliberales,
cuando se aplica al conjunto de las mayoras excluidas, no es otra
cosa que la educacin para el desempleo y la marginalidad. Reducir y
confinar cnicamente la educacin a una propiedad que slo
369
potencializa el acceso al trabajo es resignarnos a sufrir una
nueva forma de violencia en nuestras sociedades no democrticas.La
restauracin conservadora sentencia a la educacin de las mayoras al
ms perverso destino: transformarse en la caricatura de un pasado
que nunca lleg a realizar sus promesas democratizadoras, dentro de
un modelo social ya irreversiblemente marcado por la desigualdad y
por la dualizacin.Nuestra lucha es, como lo enfatizamos en varias
ocasiones, cada vez ms compleja. Las observaciones aqu realizadas
Halaron de informar, no de las polticas concretas que realiza la
ofensiva reaccionaria de la Nueva Derecha, sino de su estrategia
cultural que tiende a transformar e! sentido comn sobre el cual se
fundamenta la potencial democratizacin de la educacin pblica y la
existencia de un modelo institucional dirigido a garantizar la
realizacin de tal derecho: la escuela pblica de las mayoras.
Nuestro desafo debe (no slo, aunque fundamentalmente) situarse
tambin en el terreno de la disputa cultural. Debemos proyectar y
tratar de poner en prctica propuestas polticas coherentes que
defiendan y amplen el derecho a una educacin pblica de calidad.
Pero tambin debemos crear nuevas condiciones culturales sobre las
que tales propuestas adquieran materialidad y sentido para los
excluidos que, en nuestras sociedades son casi todos. Ambos
elementos son factores indisolubles en nuestra lucha por la
reconstruccin de una sociedad fundada en los derechos democrticos,
en la igualdad y en la justicia.370 Al momento de comenzar el
proyecto de este artculo, me reun con Daniel Surez, amigo y crtico
implacable. Coment con l que pensaba iniciar mi exposicin aludiendo
a la experiencia en el curso de la Facultad de Filosofa y Letras.
Mientras le relataba la historia de Nora, su hijo Manuel, de cinco
aos, dibujaba a nuestro lado fantsticos y heroicos jugadores de
ftbol. Al concluir mi relato, Daniel se mantuvo algunos segundos en
silencio. Despus se dirigi a su hijo y le pregunt: Manu: existe
alguna cosa que no se pueda comprar con dinero? Manuel dej su
pluma, mir hacia l y, sin dudar siquiera un instante, respondi: las
personas, pap.Creo que su respuesta es una buena forma de concluir
estas reflexiones provisorias.371 REFERENCIAS BIBLIOGRFICASAPPLEE-,
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MIL1BAND, R., L. PANITCH, J. SAVILLE (Orgs.), El neoconservadurismo
en Gran Bretaa y Estados Unidos, Valencia, Ediciones Alfons el
Magnanim, 1992.
374 Este ensayo fue producto de las enriquecedoras discusiones
mantenidas durante el seminario Neoconservadurismo c Educe cao na
Amrica Latina que coordinamos junto con el profesor Tomaz Tadeu da
Silva en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (Porto Alegre)
en mayo de 19?4. Agradezco a los participantes de aquel encuentro,
as como a Tomaz, cuyas reflexiones son un estmulo permanente a la
crtica terica.Pablo Gentili es becario-investigador del Deutscher
Askademischer Austrauschdienst (DAAD) con sede en la Universidad
Federal Fluminense (Ro de Janeiro).
375