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MOVIMIENTOS SOCIALESY PARTICIPACIN POLTICA (*)
Por RAMN ADELL ARGILES
SUMARIO
1. INTRODUCCIN: 1. Viejos y nuevos movimientos sociales. 2.
Inters del estudiode la accin colectiva.II. PUNTO DE PARTIDA: 1.
Perfil del manifestante.2. Cifras oficiales.III. ESTUDIO DE LAS
MANIFESTACIONES: 1. Grupos o masas?
2. El espacio simblico. 3. Ciclos de movilizacin.
I. INTRODUCCIN
1. Viejos y nuevos movimientos sociales
La ausencia de previsin ante campaas movilizadoras por parte del
poderen un conicto social muestra la extraordinaria separacin que
existe a vecesentre la ciudadana y la clase poltica. Las oleadas de
conflictividad y manifesta-ciones pueden indicar la existencia de
cierta rigidez de los cauces de representati-vidad y participacin
institucional del sistema poltico.
Quiz para el estudio de lo que se ha calificado de nueva poltica
(Dalton),de nuevo populismo (Habermas), de neorromanticismo
(Schimark), deantipoltica (S. Berger) o de nuevos movimientos de
protesta (K. W. Brand)hay que recurrir a frmulas no
convencionales.
A principios de siglo, el estudio de la accin colectiva se abord
desde mlti-ples perspectivas tericas. As, desde el punto de vista
psicosocial (G. Le Bon,Ortega, G. Tarde, E. Canetti, S. Moscovici,
S. Tchakotine, etc.) se ha intentadodeterminar cules son los
comportamientos de la accin colectiva, concluyndo-
(*) Comunicacin presentada a las Jornadas Internacionales sobre
Comportamiento polticoy electoral, celebradas en la UNED el 26 de
febrero de 1992, en la sesin sobre Participacinpoltica y nuevos
movimientos sociales.
177Revista de Estudios Polticos (Nueva poca)Nm. 82.
Octubre-Diciembre 1993
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RAMN ADELL ARGILES
se que los fenmenos de masa son comportamientos agregativos en
donde lamanipulacin de lderes carismticos deja al individuo
indefenso y fuera de s.En los aos cincuenta, Smelser achac a la
modernizacin econmica, poltica ycultural la causa del aumento de
movilizaciones no institucionales. En los seten-ta, muchos autores
se adentran en dar explicacin a la espontaneidad o modade la accin
colectiva (R. Zorrilla, R. Arn, J. Meynaud, J. Beauchard, T.
Ador-no, J. Beaudrillard, Alberoni, etc.). Ya en los aos ochenta se
abandona el argu-mento de comportamientos irracionales o del
concepto de privacin absoluta yfrustracin (R. Gurr, Davis) como
nica causa de estos fenmenos. Incluso laprivacin relativa no
explica todas las formas de accin. Tal como afirma Offe,los nuevos
movimientos sociales critican los efectos perversos de la
moder-nizacin. La utopa social sustituye en muchos casos a las
utopas polticas.En la actualidad, Tilly, Tarrow y Banfield, entre
otros, coinciden en que la con-ducta colectiva es a menudo
resultado de una accin racional y, en ocasiones, cal-culada.
El debate de los nuevos movimientos sociales no se puede
restringir, portanto, a las teoras llamadas: 1) macroanalticas o
estructurales, o 2) microanalti-cas o psicolgico-culturales. Ambos
modelos, estticos o dinmicos, siguen sien-do insuficientes. A mi
juicio, existe de forma soterrada un cierto temor oapasionamiento
segn los casos a la hora de evaluar los nuevos valoresque rigen y
dirigen dichos movimientos. As, en parte, el debate se presenta
entrelos que achacan estos fenmenos al posmaterialismo (nueva
izquierda) y losque consideran el fenmeno como el advenimiento del
neocorporativismo. Estostericos debaten el advenimiento y/o crisis
del modelo participativo del llamadoEstado de bienestar (EBK).
Los criterios de inclusin de un colectivo determinado dentro de
un sectorideolgico o movimiento social concreto sigue siendo una
labor inconclusa y quedetermina, en gran medida, los resultados de
cualquier investigacin. Autorescualificados como A. Touraine, A.
Melucci, T. R. Villasante, Castells, Kaase,S. Giner, etc., han
intentado avanzar en ello.
A la hora de saber qu son y cules son los movimientos sociales y
sus deli-mitaciones, nos encontramos con cientos de siglas de
colectivos, organizaciones,federaciones, sindicatos, plataformas,
coordinadoras, etc., que dificultan enorme-mente el trabajo, a
pesar de la buena intencin del investigador. Por tanto, resul-tara
importante debatir y delimitar cules son los movimientos sociales
(viejos ynuevos) existentes tras un anlisis de las organizaciones e
intereses que integranesa identidad que denominamos movimiento.
Los comnmente llamados movimiento juvenil, de la mujer,
ecolgico, de lanueva consciencia, etc., seran, pues, networks o
reas de un movimiento (Meluc-ci), entendido ste como la redes de
grupos que comparten una identidad y cultu-
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MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA
ra colectiva. El criterio de autoubicacin de una organizacin
dentro de un movi-miento ayuda, pero no determina su inclusin en
uno u otro. Tampoco pueden sersus protagonistas al menos en
exclusiva los que teoricen sobre el mismo(Touraine). En mi opinin,
el tipo organizativo de un colectivo tiene, en la mayo-ra de los
casos, mayor preponderancia que los rasgos ideolgicos que lo
acom-paan. As, por ejemplo, un sindicato pertenecer al movimiento
sindical, obreroo laboral, con independencia de su ideologa o
intereses de clase (CC.OO., UGT,CNT, FNT...). As, pues, un
movimiento difcilmente tendr una organizacinunitaria, con lderes
estables, con un espectro ideolgico rgido, etc., del mismomodo que
los lazos que unen a sus seguidores son horizontales y no
verticales,como en los partidos polticos. Touraine considerara
alguna de estas organiza-ciones como antimovimientos. El pulso por
el derecho al aborto/defensa de lavida sera un caso concreto de
polarizacin proactiva y reactiva. En mi opinin,no son un movimiento
frente a otro, sino una campaa concreta del movimientofeminista
(ALT) frente a otra antagnica de sectores conservadores (DER,
EDE).Incluso dentro de un mismo movimiento las polarizaciones
ideolgicas existen(ideologa, radicalizacin, fines, etc.). As, en el
movimiento sindical, aun presu-poniendo que todos los sindicatos
quieren mejoras laborales, existen enormesmatices entre ellos
(intereses de clase, gremiales, corporativos, amarillismo,
asam-blearios, etc.). Frente al movimiento sindical emerge el
movimiento corporativo (dedifcil estudio sin un anlisis de las
nuevas categoras ocupacionales). En el movi-miento alternativo las
acciones no violentas de los pacifistas difieren en ocasionesde la
radicalidad de los antimilitaristas. Dentro del ecologismo ocurre
otro tanto consectores antinucleares, ambientalistas, naturistas y
de nueva conciencia.
2. Inters del estudio de la accin colectiva
Partiendo de la idea de que una sociedad sin conflictos es una
quimera, sepuede afirmar que una mayor presencia de los movimientos
sociales indica elasentamiento del sistema democrtico. La excesiva
politizacin de los conflictoses tpica de perodos de transicin
poltica, y con la consolidacin de la democra-cia los movimientos
sociales tienen mayor presencia y protagonismo, en detri-mento de
antagonismos ideolgicos. Ello se contradice, pues, con los
argumentosde Golstone, que identifica la aparicin de movimientos
sociales con tiempos decrisis, a menos que nos refiramos a otros
tipos de crisis no cuantificables conlos actuales indicadores
econmicos y sociales utilizados corrientemente paradicho
diagnstico.
Una cierta despolitizacin es incluso positiva si con ella
aumenta la fluidezparticipativa asociativa o individual a travs de
otros cauces existentes al
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efecto (participacin electoral, asociaciones de amas de casa,
consumidores,deportivas, Juntas de Arbitraje, iniciativas
legislativas populares, mesas de nego-ciacin, afiliacin a ONGs,
etc.). Sin embargo, el afianzamiento de estas formasparticipativas
es desigual y aparentemente contradictoria.
En toda sociedad, la demanda, la disconformidad o la simple
protesta desem-boca corrientemente en conflictos. Si, adems, la
sociedad es democrtica y par-ticipativa, la manifestacin pacfica en
la va pblica constituye una ritualizacindel conflicto que emplean
ciudadanos, grupos de presin, partidos polticos ymovimientos
sociales, como cauce para hacerse or ante la opinin pblica,llevando
a cabo as la accin colectiva.
Habitualmente todas las movilizaciones sociopolticas no son un
fin en smismas, sino que van acompaadas de otras formas de
participacin instituciona-lizadas y ms o menos convencionales
(asambleas, huelgas, paros, recogida yentrega de firmas,
celebraciones, parodias y actividades festivas, envos masivosde
cartas, negociaciones, etc.) y de presin no institucionales e
incluso violentas(boicots, sabotajes, desobediencia civil, huelgas
salvajes, violencias sobre bieneso personas, etc.).
Pero, cul es la utilidad sociolgica de un examen aposteriori de
la conflic-tividad poltica y social manifestada en la calle? El
seguimiento de la actividadde cada sector poltico o movimiento
social en estos aos permite conocer a his-toriadores, politlogos y
socilogos el protagonismo y el apoyo popular con quehan contado las
distintas campaas, oleadas reivindicativas o ciclos de
protesta.
Por lo general, y tal como se refleja en las presentes Jornadas,
la sociologapoltica se ha centrado ms en el estudio de otra forma
de participacin poltica,sin duda ms importante y decisiva, como es
el comportamiento electoral. Elauge de los llamados nuevos
movimientos sociales obliga, sin embargo, a no per-der de vista
otras formas de comportamiento colectivo, cuyos resultados
nosexplicaran, en muchos casos, fenmenos como el aumento de los
porcentajes deabstencin electoral. Los resultados de las encuestas
sobre autoubicacin poltica(escala de 1 a 7 o de 1 a 10) se muestran
cada vez menos indicativas, siendonecesario incluir preguntas que
nos evalen las simpatas de los electores haciamovimientos sociales
o colectivos concretos.
El estudio de los fenmenos colectivos necesita, adems de
valoracionescualitativas y de marcos tericos ad hoc, tcnicas
empricas que puedan acercar-nos a la comprensin de estos fenmenos
de identidad colectiva, corporativa, declase, cultural, etc., en
donde intervienen una compleja pluralidad de
variablesinterdependientes. Las reuniones de grupo y los settings,
empleadas por A. Tou-raine o Melucci, pueden ayudar a conocer otras
caractersticas de los movimien-tos sociales (organizacin,
liderazgo, ideologa...).
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MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA
Otros estudios, empricos y cuantitativos, realizados sobre el
mismo fenme-no, proporcionan interesantes y dispares orientaciones
metodolgicas, as comosugerentes hiptesis de trabajo. Autores como
Kriesberg, Ch. Tilly, J. MaraMaravall, D. Tartakowsky, I. Fernndez
Castro, R. Gurr, G. Ragache, R. Zorrilla,S. Tanrow, MacCanell,
entre otros, han realizado estudios similares sobre conflic-tos
concretos en ste y otros pases.
La finalidad de la investigacin que aqu resumo, en forma de
comunicacin,es definir el concepto de manifestacin; perfilar el
ejercicio de un derecho, anali-zar modos y maneras de desenvolverse
una movilizacin, desde el momento desu convocatoria hasta aquel de
su total disolucin; encontrar las relaciones exis-tentes entre
desarrollo del marco poltico y prctica del derecho de
manifesta-cin; estudiar la manifestacin como medio de participacin
poltica y comoindicador de la cultura poltica de un pas, y evaluar
el comportamiento de losmanifestantes como un indicador del grado
de su socializacin poltica.
Junto a los manifestantes se encuentran dos tipos de
coparticipantes cuasiforzosos: las Fuerzas de Seguridad y la prensa
(Tilly aade, los curiosos, yR. Zorrilla, a los destinatarios de la
demanda). Se estudia, por tanto, la influenciade la presencia o
ausencia de estos actores y la repercusin del fenmeno en losmass
media y en la opinin pblica.
II. PUNTO DE PARTIDA
Empezaremos preguntndonos, cuntos y quines son los que se
movili-zan?, as como cul es el objetivo de manifestaciones y
protestas que conformanel objeto de estudio.
1. Perfil del manifestante
Para indagar cul es el perfil sociolgico del manifestante
recurriremos aqual estudio IOP, nmero 1.137, de junio de 1977 (vase
Cuadro 1). La muestra deMadrid-capital se basa en 881 encuestados,
mayores de veintin aos, an asabiendas de que los datos no son del
todo significativos debido al alto porcenta-je de los ciudadanos
que no asisten nunca a este tipo de reuniones y los que
nocontestan. De dicha investigacin se extraen las siguientes
observaciones:
Un 6 por 100 de los entrevistados afirma haber asistido a
manifestaciones(frente al 88 por 100 que lo niega y el 6 por 100
que no contesta), pudindose
comparar dichas cifras con las de asistentes a mtines, que
alcanzan el 22 por 100de los entrevistados. Tres de cada cuatro
manifestantes que afirman asistir son
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Cuadro 1
PERFIL SOCIOLGICO DEL ASISTENTE A MTINES Y MANIFESTACIONES
(Madrid, junio de 1977)
TOTAL
Sexo:HombresMujeres
Edad:De 21 a 30 aosDe 31 a 40 aosDe 41 a 50 aosDe 51 a 60 aosMs
de 60 aos
Estado civil:SolterosCasadosOtros (viudo, separado)
Estudios:Primarios, no sabe leerPrimarios, sabe leerPrimarios
completosFormacin ProfesionalBachiller ElementalGrado
MedioUniversitarioNC
Situacin laboral:TrabajaEst paradoJubiladoEstudianteSus
labores
Ocupacin:Jornaleros del campoTrabajador manualObreros
cualificadosObreros s/cualificarNC
Total
881
325556
195159209141154
138647
90
29307225
247462786
348206241
398
38444293
6739
S
22
2818
392217188
33219
1010212926344917
2740105915
1126201013
Ha asistidoa mtines
No
73
6676
5565777990
617388
8682755470634983
6660853480
8469718882
NC
5
66
613632
663
484
17432
7
575
55925
%
100
100100
100100100100100
100100100
100100100100100100100100
100100100100100
100100100100100
S
6
103
174151
1642
1348
161817
920
227
1
8473
Ha participadoen manifestaciones
No
88
8491
7884939196
788994
9791927988817983
8480946693
9587889192
NC
6
66
512643
674
385
171433
7
476
55825
%
100
100100
100100100100100
100100100
100100100100100100100100
100100100100100
100100100100100
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MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA
varones. Por su parte, de las mujeres slo un 3 por 100 del total
de las entrevista-das afirma participar. Los jvenes de veintiuno a
treinta aos son, sin duda, losms activos (el 17 por 100), mientras
que los mayores de cuarenta aos y meno-res de sesenta son los menos
activos. Respecto al estado civil, el manifestantetipo puede
considerarse soltero. Las personas con estudios son las que se
movi-lizan ms. Destacan entre ellas los universitarios (18 por
100), seguidos por losestudiantes o personas con estudios de grado
medio y bachiller. Un 27 por 100 delos que en dicho momento
estudiaban senta apego por la movilizacin, seguidosde un amplio
sector de parados (dos de cada diez). De los que trabajan, los
traba-jadores manuales y obreros no cualificados con los ms
activos.
Otro cruce de variables que resulta curioso analizar es la
relacin entre elfactor religiosidad (frecuencia de asistencia a
misa) y la participacin en mani-festaciones. A grandes rasgos, se
observa cierta incompatibilidad entre la asisten-cia a ambos tipos
de manifestaciones (religiosas y polticas). As, dos de cadadiez
personas que no van nunca a misa dicen asistir a manifestaciones
(19 por100). Entre los que cumplen sus deberes religiosos se
observan bajos porcentajesde movilizacin. No as en un 6 por 100 de
los que van a misa ms de una vezpor semana, que confiesan
participar en manifestaciones.
Cuadro 2
FRECUENCIA DE ASISTENCIA A MANIFESTACIONES(Total nacional
1980-1986)
Muy a menudoBastante a menudoPoco a menudoNunca o casi
nuncaNS/NC
TOTAL
(N)N. Estudio
Julio 1980
25
1278
3
100
(3.457)1.237
Mayo 1983
13
1184
1
100
(2.495)1.350
Enero 1984
24
1478
2
100
(2.949)1.390
Febrero 1986
15
1476
4
100
(2.454)1.517
Con todo esto, si hubiera que intuir cul es el manifestante tipo
(1977)podramos generalizar diciendo que se trata de un varn, menor
de treinta aos,soltero, residente en una gran urbe, con estudios de
grado medio o universitarios,en situacin de paro y que no asiste
nunca a misa.
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RAMN ADELL ARGILES
Avanzando en los aos ochenta, la asistencia a mtines fue
descendiendo,pero la asistencia a manifestaciones se mantiene a
niveles similares. As se obser-va en los llamados barmetros del CIS
(Cuadro 2), en donde se constata queentre un 4 y un 7 por 100
afirma asistir muy a menudo o bastante a menudo.Estas cifras hay
que interpretarlas con cautela, ya que el margen de error (3
por100) y la ambigedad de las categoras de la pregunta as lo
aconseja.
Seguidamente se tratar de evaluar cul es el nmero de
movilizaciones quese celebran anualmente.
2. Cifras oficialesA diferencia de otros indicadores sociales,
econmicos, polticos, crimino-
lgicos, etc., que muestran tasas y cifras estadsticas (tales
como nmero dematrimonios por cada 1.000 habitantes, IPC, inflacin,
porcentaje de votos, por-centaje de abstencin, kilogramos de droga
decomisada, tasa de suicidios,nmero de huelgas, etc.), los
indicadores de conflictividad o de uso de esta prc-tica
participativa (convencional o no convencional) han sido casi
siempre igno-rados.
En nuestro pas, las cifras oficiales sobre nmero de
manifestaciones celebra-das en la calle (reuniones pblicas a cielo
abierto) han sido prcticamente inexis-tentes hasta finales de la
dcada de los aos ochenta. Es a partir de 1986 cuandoel Ministerio
del Interior o los gobernadores civiles han ido facilitando
algunosdatos, ms o menos detallados, sobre estos comportamientos
colectivos. Nos cen-traremos en los datos referidos al mbito
geogrfico estatal y al de Madrid (capi-tal). (Obsrvese el Cuadro
3.)
Del Cuadro 3 se desprende que entre 1988 y 1991 el nmero total
de mani-festaciones se duplica (tanto el total estatal como el de
Madrid). Del mismomodo, el nmero de convocatorias que no se ajustan
a la Ley de Reunin de1983 crece ostensiblemente y alcanza a siete
de cada diez convocatorias. Estascifras explican aunque no
justifican la decisin gubernamental de imponersanciones
administrativas a los convocantes de manifestaciones no
comunica-das previstas en la recin aprobada Ley de Seguridad
Ciudadana. Del mismomodo se constata que entre un 8 o un 9 por 100
del total de convocatorias se rea-liza en la capital del
Estado.
III. ESTUDIO DE LAS MANIFESTACIONES
Tras conocer el perfil del manifestante y las cifras oficiales
de convocatoriasentraremos en el estudio propiamente dicho.
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Cuadro 3
NUMERO DE MANIFESTACIONES (Cifras oficiales)
(ESTADO, 1987-1991)
A O
T I P O 1987 1989 1990 1991N.'
Manif. comunicadas 1.281 35,0 2.768 31,2 2.838 30,1 3.209
27,2Manif. ira comunicadas 2.456 65,0 6.112 68,8 6.622 69,9 8.606
72,8
Total ao 3.737 100,0 8.880 100,0 9.460 100,0 11.815 100,0
(1) (2) (3) (4)
(MADRID, 1988-1991)
T I P O
Manif. comunicadasManif. no comunicadas
Total ao
N.
347324
671
1988%
51,748,3
100,0
N.
221562
783
A
1989%
28,271,8
100,0
O
N.
245570
815
1990%
30,070,0
100,0
1991N.
328731
1.059
%
31,069,0
100,0
(5) (6) (7) (8)
El mtodo de investigacin sociolgica se centra, pues, en la
observacin demltiples casos particulares que renan unos requisitos
o condiciones estableci-das previamente. Se aplica, por tanto, el
mtodo cuantitativo. Por ello, la labor
(1) J. Barrionuevo en el Congreso de Diputados el 22-6-1988.(2)
J. L. Corcuera en el Congreso de Diputados el 19-12-1990.(3)
Representante del Ministerio Interior en programa TV Tribunal
Popular (1991).(4) DGPI, El Mundo, 5-2-1991.(5) En Diario 16,
17-1-1990.(6) Delegada del Gobierno en Madrid, Ana Tutor, el
16-1-1990.(7) Jess Pedroche, del PP (Asamblea de Madrid el
3-12-1991 (en Comunidad Autnoma,
970 segn la Delegacin del Gobierno).(8) Delegado del Gobierno en
Madrid, S. Crespo, el 29-1-1992.
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RAMN ADELL ARGILES
ms ardua y laboriosa es, sin duda, la de la bsqueda y
localizacin del mximode casos, con vistas a una mayor exactitud en
el resultado final. Una vez reunidosstos, se disea una tipologa
adecuada para su posterior interpretacin. Dichatipologa incluye
tambin una codificacin coherente que ofrezca una mayoroptimizacin
de la base de datos empleada.
Se especifica el trabajo de calle (observaciones directas), y
las fuentesconsultadas: documentacin (actores colectivos),
hemeroteca (El Pas, ABC, ElMundo y otros), testimonios, etc. En
cuanto a datos oficiales, se cuenta con loscomunicados gubernativos
publicados en los mass media, sin haber tenido accesoa otros ms
detallados (inexistentes o no accesibles, segn los perodos).Con la
confrontacin de cifras y versiones se pueden obtener datos
satisfactoria-mente fiables.
La guerra de cifras que se desata en los medios de comunicacin
tras cadamovilizacin hace imposible saber el respaldo exacto de
participantes en estosfenmenos. A pesar de ello, y an con el
inevitable margen de error, podemossaber si una campaa ha tenido ms
o menos apoyo que otra o si la presin movi-lizadora ha sido mayor
un ao respecto a otro. As, en Madrid, si sumamos todoslos
asistentes/ao a todas las manifestaciones que conforman la muestra
sabemosque de 311.000 (1990) a 2.106.000 (1981) manifestantes se
movilizan cada ao.An as, no existe coincidencia, y para demostrarlo
valga el ejemplo del ao1991: segn fuentes oficiales, se
manifestaron en Madrid 332.055 personas,mientras que el estudio aqu
realizado suma un total de 680.615 asistentes. Si sehiciera caso a
las cifras facilitadas por los convocantes siempre exitosas, lasuma
total rondara los 4.000.000 de manifestantes.
Estas sumas no son indicativas si no las relacionamos con la
media de asis-tentes por convocatoria/ao, y an as no sabemos si se
trata de manifestantesque participaron una vez o un participante
que lo hace varias veces. Todo ellocon independencia de las
mltiples y a veces contrapuestas reivindicaciones queoriginan estas
movilizaciones (sectores o movimientos que se activan o
desac-tivan).
Con todo ello, para obtener estos datos se cumplimentan las
distintas varia-bles o items que integran cada unidad de observacin
(3.030 casos), logrando conello hacer operativo el anlisis del
fenmeno manifestacin desde diversosngulos de estudio. Ello permite
conocer los datos de comportamiento que hacenreferencia a la
organizacin (meses, das y horas elegidas, tipo de
manifestacin,recorridos, convocantes, apoyos, reivindicaciones,
etc.) y al desarrollo de lasconvocatorias (asistentes, lderes,
consignas, clima pacfico o violento, interven-ciones policiales,
detenidos, etc.). Una variable abierta denominada observacio-nes
permite aadir datos cualitativos, reutilizables en posteriores
anlisis trasuna adecuada recodificacin.
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MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA
Sobre la representatividad de la muestra aqu estudiada, y an
desconociendodatos oficiales anteriores a 1986, podemos concluir
que el estudio abarca, paracada ao, entre el 35 y el 52 por 100 del
total de manifestaciones, discriminandoinvoluntariamente diversas
convocatorias de las cuales se tienen referenciasincompletas, ya
que stas suelen ser pequeas movilizaciones repetitivas no
refle-jadas en medios de comunicacin y generalmente localizadas en
zonas perifricas.
3. Grupos o masas?
Durante todo el proceso de transicin y consolidacin democrtica
se hanhecho mltiples reflexiones sobre la tesis de la
desmovilizacin. A favor de la mis-ma se argumenta que al logro
democrtico y al aumento de los niveles de bienestarse une la cada
de las ideologas y, por consiguiente, el retraimiento de las
solidari-dades. A ello se puede aadir el cansancio, producido por
ciertas decepciones ofrustraciones, de la base social activa
respecto a lderes y organizaciones.
Autores como Clauss Offe o Kriesberg constatan la llamada crisis
de repre-sentacin, que se observa en regmenes democrticos
consolidados. Los estu-dios empricos de cultura poltica y
socializacin poltica muestran una tendenciacreciente hacia frmulas
de representacin formal. Algunos sectores de la ciuda-dana
(juveniles, principalmente) se sienten distanciados o ajenos a las
institucio-nes representativas (Parlamento y gobierno). El descenso
de afiliacin a partidospolticos y sindicatos es otro hecho
constatado. Por tanto, la relacin de represen-tacin se vuelve
formal. Ya en 1984 Marina Subirats, en su estudio sobre la
tran-sicin poltica espaola, observa este fenmeno definindolo como
un signo denormalidad democrtica, aunque afirma tambin que parece
producirse de unamanera prematura.
Entre 1976 y 1991 (ambos inclusive), en Madrid se han celebrado
al menos78 movilizaciones de carcter multitudinario (con 50.000 o
ms asistentes). Sinembargo, la manifestacin tipo ms cotidiana es
mucho ms modesta en nmerode asistentes. As, durante el perodo
estudiado, seis de cada diez manifestacio-nes no superan la cifra
de 500 asistentes (ocho de cada diez en 1989). Si en 1978el 18 por
100 de las manifestaciones tienen una asistencia entre 5.000 y
50.000asistentes, en 1989 igual tamao slo se registra en el 1,6 por
100 de los casos.(Vanse Grfico 1 y Cuadro 4.)
Hasta 1981, el nmero de manifestaciones ilegales superaba a las
autoriza-das. En dicho ao se produce la confirmacin de los cambios
de tendencia en loscriterios de legalidad, superando las legales a
las que no lo son. Se observa, pues,un mayor aprendizaje y prctica
democrtica por parte de los manifestantes en loque respecta al
ejercicio de este derecho y un cambio de actitudes en los
compor-tamientos policiales.
187
-
Grfico 1TAMAO DE LAS MOVILIZACIONES(Porcentaje anual de
manifestaciones
segn el nmero de asistentes por convocatoria)MADRID,
1977-1991
80
70
60
50
40
30
20
10
0
-> = 50.000> = 50.000 y > = 5.000 = 500 / = 50.000
%
4,17,55,72,88,25,75,57,24,25,61,51,40,70,20,4
2,6(78)
< = 50.000> = 5.000
%8,2
18,115,19,3
16,415,711,58,85,6
10,68,85,61,62,43,8
6,9(207)
> = 5.000> = 500
%34,727,637,728,726,331,427,926,436,427,521,722,617,917,023,6
25,4(764)
< = 500
%
53,046,841,559,249,147,255,157,653,856,368,070,479,880,472,2
65,1(1.952)
N%
100100100100100100100100100100100100100100100
100(3.001)
188
-
MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA
Desde 1983 hasta 1991 aumenta el nmero de manifestaciones, al
igual quese generaliza un descenso de la media de asistencia a las
mismas, exceptuandocampaas concretas. La causa de este crecimiento
se debe, sin duda, al desarrollolegislativo y consolidacin de los
derechos y libertades polticas reconocidosconstitucionalmente
(derechos de expresin, libre sindicacin, asociacin, parti-dos
polticos, reunin, etc.). Ello favorece la expresin atomizada de
mltiplesdemandas por parte de toda la pluralidad de grupos
minoritarios y corporativos yenriquece la participacin poltica
institucionalizada por nuestro sistema demo-crtico. A pesar de
ello, a partir de 1986 se constata un aumento de las
moviliza-ciones semilegales o semi-ilegales, segn se quiera (las no
comunicadas), quechocan con otros derechos individuales.
Salvo excepciones, los grandes conflictos se resuelven en el
Parlamento,quedando la calle como escenario de los problemas de los
sectores polticosextraparlamentarios y de los viejos y nuevos
movimientos sociales (sindical/cor-porativo, vecinal/ciudadano,
estudiantil/alternativo, etc.). Estas tendencias deter-minan que el
nmero de movilizaciones que se consideran masivas
desciendanmientras que el porcentaje de manifestaciones que afectan
a pequeos grupos ocolectivos sociales aumenta.
Se observa una relacin directamente proporcional entre el
establecimientode libertades pblicas y la disminucin del respaldo a
las convocatorias. En 1989y 1990 el 80 por 100 del total de
movilizaciones estudiadas renen a menos de500 asistentes (el 41 por
100 en 1979). De igual modo (vase Cuadro 4), en losaos noventa slo
el 0,4 por 100 supera la cifra de 50.000 asistentes (el 8,2 por100
en 1981).
2. El espacio simblico
El escenario de las movilizaciones viene determinado por varios
factores,entre ellos: asistencia esperada, autorizacin, impacto
sobre el vecindario circun-dante, facilidades de acceso, proximidad
al destinatario de la protesta (edificios)y zona socialmente
favorable a la reivindicacin. En referencia a esto ltimo seconstata
que la zona este al Paseo de la Castellana es ms utilizada por los
secto-res conservadores. Los sectores progresistas recurren ms a la
utilizacin dellado oeste o izquierdo de dicho eje (que incluye
casco antiguo). Esta generaliza-cin no excluye numerosos casos
concretos en que esto no es as.
En el caso que nos ocupa se podra, por ejemplo, evaluar el peso
real de laconflictividad que sufre una ciudad como Madrid con sus
microconflictos pro-pios de una gran urbe, que, por aadidura, es
capital del Estado y, por tanto,
189
-
RAMN ADELL ARGILES
centro de poder poltico de toma de decisiones. Ello implica la
importacincentrpeta de problemas y protestas no resueltos en otras
Administraciones yzonas perifricas o punto de encuentro de
macroconflictos. Sus calles son esce-nario privilegiado del pulso
que mantienen los poderes polticos y econmicoscon aquellos grupos
de presin que, ms alejados del centro de decisin, recurrena las
manifestaciones como medio para exteriorizar sus demandas. Los
conflictosmunicipales y autonmicos, propios de la organizacin
local, abarcan en conjun-to slo el 30 por 100 de las convocatorias
ante edificios oficiales registradas enlos aos 1985-87. Cerca de
nueve de cada diez manifestantes que reivindicanalgo a la
Administracin lo hacen ante los poderes centrales del Estado. En
elloincide, sin duda alguna, la capitalidad. En el caso de Madrid,
la ausencia demovilizaciones de tipo autonomista o nacionalista
tiene como contrapartida laimportacin de otros conflictos
perifricos.
Se confirma la tendencia del aumento de convocatorias y
manifestantes anteedificios de la Administracin local, autonmica y
central. As, por ejemplo, en1985 un 22,4 por 100 de las
convocatorias celebradas en Madrid parte, transcurreo concluye ante
un edificio oficial. A estas movilizaciones asiste slo un 4,2
por100 del total de los movilizados. Sin embargo, en 1987 los
porcentajes superan el48 y el 28 por 100, respectivamente.
Si adems analizamos el peso de conflictividad que sufre el
distrito Centro seve an ms la importancia simblica que tiene la
ocupacin espacial de las callescntricas por parte de los
manifestantes. As, por ejemplo, en 1990 el distritoCentro vive en
sus calles el desfile del 39 por 100 del total de
manifestacionescelebradas en la capital (con el 34 por 100 del
total de asistentes). Para 1991estas cifras alcanzan el 36 y el 48
por 100, respectivamente.
3. Ciclos de movilizacin
La posible existencia de ciclos de conflicto, y cmo stos se
activan y desac-tivan, centran en la actualidad gran parte del
debate intelectual de socilogos ypolitlogos interesados en este
vasto campo.
El inters de observar cmo se desarrolla la accin colectiva
reside en lalocalizacin y posterior anlisis de la fases de consenso
y conflicto que jalonan elproceso de transicin democrtica espaola.
El estudio de un amplio perodo denuestra ms reciente historia
permite responder en gran medida al cmo, cundo,dnde y por qu surgen
los movimientos sociales, as como sus fases de decaden-cia,
disgregacin y transformacin. Por tanto, las cspides de
movilizacin,conocidas o sufridas por la opinin pblica, son tan slo
la punta del iceberg deuna protesta o conflicto.
190
-
MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIN POLTICA
En el mbito participativo, el inters reside en profundizar en la
cuantifica-cin del fenmeno de desmovilizacin, al que aluden
diversos autores, pero queen pocos casos se ha intentado medir con
rigor. Son ampliamente conocidos losdatos que revelan lentos pero
constantes descensos en el inters de los ciudada-nos por la
poltica, as como el descenso del compromiso poltico (afiliacin
apartidos polticos (J. Esteban), sindicatos (V. Prez Daz, OCDE),
cotizantes (M. Du-verger), participacin electoral (J. R. Montero),
etc. Todo ello nos lleva a consta-tar una raqutica participacin
poltica (Mara Luz Moran).
Una de las herramientas empricas que emplea la sociologa para el
estudiode los fenmenos sociopolticos es el criterio temporal o de
correspondencia cro-nolgica. Si se quiere hacer un seguimiento de
los distintos actores colectivos, serecurrir inevitablemente a su
evolucin. Con ello, tal como afirmaba Habermas,se puede interpretar
los episodios de demanda que se suceden en el tiempo. Deeste modo,
tampoco se descarta el abordar dichos episodios estableciendo la
rela-cin causa-efecto, si bien dicha relacin es equvoca a partir
del momento en quedesconocemos cules son los factores de xito o
fracaso de una determinadacampaa poltica o el grado de incidencia
de un factor entre otros muchos(estructurales, psicolgicos,
externos, teora de los juegos, oportunidad poltica,mano invisible,
casualidades, etc.).
Uno de los rasgos que nos muestra la estabilidad de todo el
proceso de latransicin es el equilibrio existente en la distribucin
temporal de los conflictos.As, en la medida anual de convocatorias
por trimestre se observa cierta unifor-midad en la presin de la
calle por parte de las organizaciones. Si exceptuamos eltercer
trimestre (julio, agosto, septiembre), los tres restantes tienen
porcentajesmuy similares de convocatorias respecto al total anual (
30 por 100).
El criterio anual permite analizar las movilizaciones en iguales
perodos detiempo y, en consecuencia, valorar los aumentos y
descensos de apoyos de cadasector y movimiento. Ello permite la
obtencin de unos resultados anuales, irre-petibles, pero
comparables entre s.
La relacin nmero de convocatorias/nmero de movilizados es, sin
duda,la ms interesante. Cuando un sector poltico o movimiento
social realiza unacampaa de movilizaciones es en gran medida
restando el espacio (al menos encuanto a protagonismo se refiere)
de otros partidos, sindicatos o colectivos. Exis-te un criterio de
prioridades reivindicativas que eclipsan ante la opinin pblicaotros
conflictos menores.
La pluralidad de las organizaciones polticas o sociales (algo
exclusivo delsistema democrtico) determina a su vez una
diversificacin del protagonismo dela calle. As en la dcada de los
ochenta existe una mayor pluralidad de los secto-res polticos y
movimientos sociales convocantes. El excesivo protagonismo deuno de
ellos durante un perodo determinado (trimestre, ao, etapa...)
indica una
191
-
RAMN ADELL ARGILES
tensin social o situacin anmala en el sistema poltico. As, por
ejemplo, sidurante un ao concreto ms del 50 por 100 de las
convocatorias o de los asisten-tes a manifestaciones lo hacen
integrados en un mismo sector o movimiento sepuede considerar que
existe una fuerte tensin con riesgo de crisis en el sis-tema
poltico.
En nuestro pas, tras el 23-F y la repercusin de la movilizacin
civil del 27-F,se producen importantes cambios en el esquema de
movilizacin observado enlos aos setenta. Por una parte, la
izquierda (IZQ, EIZ) sufre un proceso dedesmovilizacin y
transformacin en nuevos movimientos sociales (ALT,SOL), mientras
que la base social de los sectores involucionistas de
extremaderecha (EDE) adopta posiciones ms moderadas (DER),
iniciando a partir deentonces una participacin ms activa dentro del
propio sistema de libertadesdemocrticas (movimiento vecinal,
movimiento corporativo, movimiento estu-diantil...). Ello se
observa en la presencia o influencia de sectores conservado-res en
distintas campaas (LODE, LOGSE, droga, Autonoma de Ceuta yMelilla,
etc.). El fenmeno de la movilizacin deja de ser patrimonio de
laizquierda o de las masas y sus protagonistas son, en gran medida,
de lasclases medias. La emergencia de la nueva clase media [sin
concienciacin,pero que se reconoce como tal (A. Giddens)], as como
el aumento del sectorno mercantilista o perifrico, aaden nuevos
valores al paradigma del modode vida (Raschke).
En todos los aos, el movimiento sindical es el que convoca ms
moviliza-ciones (del 22,2 al 43,4 por 100, segn el ao), lo cual
puede considerarse comoun fenmeno normal en el presente siglo. En
cuanto al nmero de asistentes,vemos que s existen disfunciones y
casos de excesiva tensin social, comosucedi en 1980 (meses antes
del 23-F), ao en que uno de cada dos manifestan-tes segua las
consignas de las organizaciones de extrema derecha (54,9 por 100del
total de manifestantes en Madrid del ao 1980). En contrapartida, en
1981,seis de cada diez manifestantes se movilizaron unitariamente
por la democracia,la libertad y la Constitucin. En 1986, la
polarizacin de la campaa OTAN setraduce en una alta participacin
del movimiento alternativo (ecologistas, pacifis-tas, etc.), que
alcanza el 52,7 por 100. Por su parte, la presin del
movimientosindical supera en 1977 el 50 por 100 del total
asistentes/ao (firma de los Pactosde la Moncloa). En 1988 (ao de la
huelga 14-D), siete de cada diez manifestan-tes (el 69,4 por 100)
respaldaba a los sindicatos mayoritarios. Se supera otra vezdicho
umbral en 1990 (Plataforma Sindical Prioritaria). Con independencia
delnmero real de manifestantes, estos porcentajes sirven para
mostrar el atpicoprotagonismo o preponderancia (cspides de los
ciclos movilizadores) de unmovimiento social respecto a los
dems.
192
-
Cuadro 5PARTICIPANTES EN MANIFESTACIONES SEGN CONVOCANTE
(MADRID)
(En porcentajes sobre el total anual)
SP(*)EDEDERUNIZQEIZANA
MS(*)
SINVECESTALTCAMSOLCORTOTAL(en miles)
(N)
1977
21,1
1,22,30,0
1977
53,520,0
1,70,20,00,00,0
100,0
(1.204)
1979
30,1
0,60,00,1
1979
57,72,54,64,10,30,0
100,0
(1.363)
1980
54,9
2,80,90,1
1980
27,09,53,61,2
0,0
100,0
(676)
1981
12,2
56,616,60,0
1981
6,66,00,11,9
100,0
(2.106)
1982
1,88,0
56,60,1
1982
26,62,60,13,90,00,3
100,0
(885)
1986
9,50,16,10,40,1
1986
16,30,58,1
52,75,80,10,2
100,0
(1.142)
1988
3,60,02,72,10,2
1988
69,47,07,74,11,21,10,1
100,0
(717)
1990
2,62,2
1,00,5
1990
52,611,13,39,99,72,73,8
100,0
(311)
No podemos ignorar que el aumento de los asistentes a
convocatorias de unsector o movimiento determinado viene dado no
slo por la asistencia de losmilitantes, simpatizantes e
incondicionales, sino que a ellos se suman otros apo-yos, ms o
menos asiduos, que proceden de la desmovilizacin de otros sectoreso
movimientos afines. Existe, por tanto, un sistema de vasos
comunicantesentre unos y otros. Estas evoluciones son puramente
coyunturales y, en ocasio-nes, suponen la aparicin de un nuevo
movimiento social o la consolidacin deun sector poltico. A ello se
aaden los participantes acomodaticios que, talcomo afirma S.
Tarrow, son los primeros en desmovilizarse cuando se
consiguenparciales xitos o cuando se cansan de los costes y riesgos
de la movilizacin.Del mismo modo se constata la existencia de
perodos de paso de lo privado a lopblico (segn ciclos de consumo),
tal como afirma A. Hischman, si bien stosno son generalizados y se
presentan de forma desigual.
(*) SP: Sectores polticos; MS: Movimientos sociales.
193
-
RAMN ADELL ARGILES
A modo de conclusin, se puede afirmar que en un sistema
democrticoasentado el resultado a la manifestacin no puede
concebirse como un elementodesestabilizador que busca la destruccin
de la convivencia ciudadana. La evolu-cin del derecho de
manifestacin provoca un cambio en el conportamiento delos grupos de
presin en la va pblica (presencia en las calles cotidiana,
general-mente pacfica y organizada) que exige un nuevo
planteamiento de respeto a suejercicio por parte de los poderes
pblicos. Siendo ste un derecho reconocidocomo fundamental en la
Constitucin, no puede tratar de recortarse alegando queprovoca
colapsos viarios, tanto menos si se tienen en cuenta que casi el 80
por100 de las convocatorias celebradas en 1990 en Madrid no
reunieron a ms demedio millar de manifestantes.
Expresar las diferencias de opinin no debe ser un problema en un
sistemaplural y democrtico. La participacin ciudadana en el
desarrollo poltico ysocial del Estado no puede sino dar fuerza y
consolidar aquello que nace con elapoyo de todos.
194