Rafael Castellano Página 1 ABRAHAM MASLOW: TEORIA MOTIVACIONAL DE UN PSICOLOGO HUMANISTA Rafael Castellano Abraham Maslow Existen pocos autores tan citados y, al mismo tiempo, tan insuficientemente analizados como Abraham Maslow. Su extendida fama está directamente asociada con la masiva aplicación de su teoría de la motivación en el campo de la educación y en el mundo de las organizaciones, (ilustrada por medio del dispositivo de la “jerarquía de necesidades”). Sin embargo – sorprendentemente- no es mucha la gente (entre quienes aplican o utilizan de algún modo ese dispositivo o constructo) que comprende los fundamentos y supuestos filosóficos y antropológicos que están detrás de su teoría motivacional. El objetivo de este artículo es ahondar brevemente en esos fundamentos, refrescar y profundizar la lógica de la “jerarquía de necesidades” y ofrecer una crítica actual de las propuestas de este autor. 1) FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS Y ANTROPOLÓGICOS A) AMBIENTE Y EPOCA QUE ENMARCAN LA OBRA DE MASLOW Hacia fines de la década de 1940 Maslow había decidido que su principal área de interés – dentro del campo de la psicología- sería investigar sobre la motivación de la conducta humana y, en este terreno, predominaban por entonces el psicoanálisis freudiano y el conductismo de Skinner. Los psicólogos humanistas (Gordon Allport, Erich Fromm, Rollo May, Carl Rogers y el propio Maslow) se presentaron como una alternativa diferente (más optimista acerca de la naturaleza humana) que las encarnadas por Freud y por el conductismo. Para conocer mejor a Maslow, creo que es importante comenzar por recordar de qué perspectivas intentó diferenciarse. A Maslow le interesaba investigar la naturaleza y la dinámica de la energía que motoriza la conducta humana. Freud - desde el psicoanálisis- y Skinner –desde el conductismo- ya habían propuesto sendos marcos teóricos y experimentales para explicar esa cuestión. Maslow intrentó diferenciarse de esas dos tradiciones. Para llegar a Maslow repasaremos brevemente, entonces, lo que Freud y el conductismo sostenían. Sigmund Freud Freud concibió la personalidad como una totalidad dinámica organizada de acuerdo con tres grandes sistemas o instancias que,
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ABRAHAM MASLOW TEORIA MOTIVACIONAL DE UN PSICOLOGO ...
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Rafael Castellano Página 1
ABRAHAM MASLOW: TEORIA MOTIVACIONAL DE UN PSICOLOGO HUMANISTA
Rafael Castellano
Abraham Maslow
Existen pocos autores tan citados y, al mismo
tiempo, tan insuficientemente analizados
como Abraham Maslow. Su extendida fama
está directamente asociada con la masiva
aplicación de su teoría de la motivación en
el campo de la educación y en el mundo de
las organizaciones, (ilustrada por medio del
dispositivo de la “jerarquía de
necesidades”). Sin embargo –
sorprendentemente- no es mucha la gente
(entre quienes aplican o utilizan de algún
modo ese dispositivo o constructo) que
comprende los fundamentos y supuestos
filosóficos y antropológicos que están detrás
de su teoría motivacional.
El objetivo de este artículo es ahondar
brevemente en esos fundamentos, refrescar
y profundizar la lógica de la “jerarquía de
necesidades” y ofrecer una crítica actual de
las propuestas de este autor.
1) FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS Y
ANTROPOLÓGICOS
A) AMBIENTE Y EPOCA QUE
ENMARCAN LA OBRA DE MASLOW
Hacia fines de la década de 1940 Maslow
había decidido que su principal área de
interés – dentro del campo de la psicología-
sería investigar sobre la motivación de la
conducta humana y, en este terreno,
predominaban por entonces el psicoanálisis
freudiano y el conductismo de Skinner.
Los psicólogos humanistas (Gordon Allport,
Erich Fromm, Rollo May, Carl Rogers y el
propio Maslow) se presentaron como una
alternativa diferente (más optimista acerca
de la naturaleza humana) que las encarnadas
por Freud y por el conductismo. Para
conocer mejor a Maslow, creo que es
importante comenzar por recordar de qué
perspectivas intentó diferenciarse. A Maslow
le interesaba investigar la naturaleza y la
dinámica de la energía que motoriza la
conducta humana. Freud - desde el
psicoanálisis- y Skinner –desde el
conductismo- ya habían propuesto sendos
marcos teóricos y experimentales para
explicar esa cuestión. Maslow intrentó
diferenciarse de esas dos tradiciones. Para
llegar a Maslow repasaremos brevemente,
entonces, lo que Freud y el conductismo
sostenían.
Sigmund Freud
Freud concibió la personalidad como una
totalidad dinámica organizada de acuerdo
con tres grandes sistemas o instancias que,
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en mutua interacción permitían explicar la
vida psíquica. Ello, Yo y Superyó,
influyéndose y condicionándose, estructuran
el psiquismo. El Ello (nombre impersonal que
Freud toma de Groddeck) es la parte más
primitiva de nuestro psiquismo y se refiere a
las funciones y fenómenos psíquicos
originados por nuestras necesidades
orgánicas. Dice Freud:
“Ha de sernos muy provechoso (…) seguir la invitación
de Groddeck, el cual afirma siempre que aquello que
llamamos nuestro Yo se conduce en la vida
pasivamente y que en vez de vivir somos vividos por
poderes ignotos e invencibles (…) Propongo dar el
nombre de Yo al ente que emana del sistema psíquico
y es primero preconsciente, y el de Ello –según lo hace
Groddeck- a lo psíquico restante –inconsciente- en lo
que dicho Yo se continúa.” (1)
El Ello es la fuente de impulsos que se nos
imponen y de los que no experimentamos la
vivencia de ser sus autores. Solo sentimos la
demanda de movernos hacia aquello que
calmará la urgencia interior produciendo el
placer de la satisfacción. Este mundo interior
de impulsos ciegos que no implican otra
meta inmediata que el placer, es el mundo
del Ello: un conjunto de impulsos y
tendencias instintivas (*)
_____
(*) En psicología se entiende por “instinto” una tendencia
innata de orden sensible, ciega y específica a la posesión o al
rechazo de objetos que, percibidos por los órganos de los
sentidos, aparecen como convenientes o no en función de la
resolución afectiva de agrado o desagrado que despiertan en
el individuo. En psicoanálisis, en cambio, instinto es la fuerza
o energía que origina los impulsos a la satisfacción causados
por las necesidades biológicas del organismo. Freud no usó,
en rigor, la palabra “instinto” sino la palabra alemana “triebb”
que expresa la idea de fuerza, tendencia, pulsión. Así, en
cuanto el instinto es un impulso, debe ser entendido como
representante psíquico de una excitación somática.
Este mundo interior de impulsos ciegos, que
no implican otra meta inmediata que el
placer, es el mundo del Ello: un conjunto de
impulsos y tendencias “instintivos”. La
actividad del Ello está sometida a una ley: el
principio del placer (la descarga de la tensión
psíquica) Los procesos del Ello son
inconscientes y solo tenemos conciencia de
ellos indirectamente en cuanto se forman
representaciones mentales. En síntesis: los
impulsos del Ello se satisfacen o bien
mediante la acción, o bien por medio de la
representación mental de objetos capaces de
procurarle placer. De lo contrario,
insatisfechos, quedan sujetos a la
“represión”. Así, capaz de obtener placer
gracias a unas representaciones mentales, el
Ello no necesita de la realidad ni tiene
contacto con ella. El Ello es incapaz –así- de
aprender. Su falta de contacto con la
realidad lo priva de experiencias de
aprendizaje. El Ello, además, no conoce la
moralidad: su único criterio de
discernimiento es el placer o displacer. Dice
Freud:
“El núcleo de nuestra esencia está formado por el
oscuro Ello (…) En él actúan los instintos orgánicos
formados, a su vez, por la fusión (…) de dos fuerzas
primordiales: Eros y Tanatos (destrucción) Más la
satisfacción instintual inmediata e inescrupulosa, tal
como la exige el Ello llevaría a peligrosos conflictos con
el mundo exterior y a la destrucción del individuo”. (2)
El Yo, por su parte, nos aparece como el
“agente” responsable de la experiencia
cognoscitiva del querer. Se nos muestra
abierto, en comunicación con dos mundos
diferentes: nuestro mundo interior y el
mundo exterior de la realidad. Esta
comunicación se logra porque el Yo percibe,
es capaz de captar cognoscitivamente tanto
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nuestros propios fenómenos internos como
los objetos reales del mundo. Mediante la
percepción el Yo forma las representaciones
mentales de los objetos con los que entra en
contacto y guarda tales representaciones
mentales, las que puede evocar por medio
de la memoria. Cuando hablamos de
representaciones mentales que “aparecen”
ante el Yo, hablamos de “fenómenos
psíquicos conscientes” pero también de
“fenómenos psíquicos latentes” a la
conciencia que reciben el calificativo de pre-
conscientes. A diferencia del Ello el Yo tiene,
entonces, contenidos conscientes.
El hecho de que no solo perciba sino que
también recuerde, implica –contrastando
con el Ello- que el Yo vive en el tiempo.
Distingue entre pasado y presente y proyecta
el futuro. La percepción de la realidad y el
recuerdo sugieren que el Yo aprende,
evoluciona, madura. El Ello es eternamente
infantil. El Yo es además agente ejecutor ya
que no solo forma representaciones
mentales de los objetos que pueden servir al
Ello para sus procesos primarios de
realización de deseos, sino que también
puede procurarse los objetos mismos.
El Yo está sujeto a la realidad al punto que
esta se le impone condicionando y rigiendo
se actividad de manera semejante a como el
placer condiciona y rige la actividad del Ello.
Y así como la actividad del Ello es eficaz en
cuanto obedece a la orientación impuesta
por el principio del placer, así es eficaz la
actividad del Yo en cuanto este se sujeta a la
orientación que le impone la realidad misma.
Por esta razón decimos que el Yo está sujeto
al principio de la realidad. La realidad lo
condiciona y lo rige.
En síntesis, Freud dice respecto al Yo:
El Yo gobierna la motilidad voluntaria. Su tarea
consiste en la autoconservación, y la realiza en doble
sentido. Frente al mundo exterior se percata de los
estímulos, acumula (en la memoria) experiencias sobre
los mismos, elude (por la fuga) los que son demasiado
intensos, enfrenta (por adaptación) los estímulos
moderados y, por fin, aprende a modificar el mundo
exterior, adecuándolo a su propia conveniencia
(actividad). Hacia el interior, frente al Ello, conquista el
dominio sobre las exigencias de los instintos, decide si
han de tener acceso a la satisfacción, aplazándola hasta
oportunidades y circunstancias más favorables del
mundo exterior, o bien suprimiendo totalmente las
excitaciones instintivas. (3)
Sigmund Freud
Por otro lado, la realidad proporciona al Yo la
dimensión ética-cultural, con sus maneras de
ver, de interpretar, de juzgar, de valorar y
sobre todo de aprobar o desaprobar, de
premiar o castigar. Se crea así una nueva
instancia que llamamos Superyó que tiene
una doble función. El Superyó como
autoridad ética incorporada manda lo que
hay que hacer ofreciendo ideales que realizar
(el Yo Ideal), y establece censuras y
prohibiciones (castigando al Yo con
remordimientos y sentimientos de culpa por
sus desobediencias). Dice Freud:
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Esta nueva instancia psíquica continúa las funciones
que anteriormente desempeñaron las personas
correspondientes del mundo exterior: observa al Yo, le
imparte órdenes, lo corrige y lo amenaza con castigos,
tal como lo hicieron los padres, cuya plaza ha venido a
ocupar. A esta instancia la llamamos Superyó, y en sus
funciones judicativas la sentimos como conciencia. (4)
En resumen: para Freud la fuente de donde
proviene la energía psíquica es el Ello (en
forma de energía que apetece placer sexual,
o en forma de libido libremente móvil), pero
el Yo controla al Ello manteniendo el
contacto con la realidad exterior en bien de
la persona. Sin embargo el proceso
dinámico-económico de distribución, control
y gasto de energía no es simple. El Yo gasta
energía en sus propios procesos psicológicos
cuyo objetivo es, en primer lugar, satisfacer
las necesidades biológicas (los impulsos del
Ello), actuando al servicio de las elecciones o
“catexias objetales” del Ello. El Yo orienta la
libido y la transforma en libido objetal. La
catexia objetal del Ello concuerda y se
refuerza con la libido objetal que el Yo dirige
hacia el objeto satisfactorio. Por medio de un
progresivo aprendizaje el Yo va cargando sus
representaciones mentales de de tales
objetos satisfactorios apareciendo, así,
catexias del Yo, lo que genera un superávit
de energía que se orienta a descubrir nuevos
objetos hacia los cuales orientar su libido que
(aún cuando sigue condicionada por el
principio del placer) puede ser
desexualizada. Igual sigue siendo una fuerza
impulsora caracterizada por su movilidad y
capacidad de desplazamiento. El modo en
que el Yo invierte su libido se relaciona con
un proceso clave, denominado
“identificación”.
Dice Freud: La identificación es la forma primitiva de
enlace a un objeto. Siguiendo una dirección regresiva,
se convierte en sustitución de un enlace libidinoso a un
objeto en introyección del objeto en el Yo. (5)
Burrhus Frederic Skinner (6)
Skinner propuso un análisis funcional de la
conducta que relaciona variables
independientes ambientales con variables
dependientes conductuales. Sugiere que una
vez conocidas las relaciones funcionales se
puede predecir una conducta si se tienen
claras las variables controladoras (variables
de las cuales la conducta es función), y se
puede controlar una conducta si se
manipulan esas variables controladoras.
B.F. Skinner
Los estados hipotéticos internos
(motivación, deseos, sentimientos) no son
variables causales.
Las variables independientes pueden ser
temporalmente remotas (las contingencias a
las cuales estuvo expuesto el organismo en
su historia de aprendizaje). La conducta está
determinada; posee regularidades. Es
posible establecer leyes para predecirla y
controlarla.
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Skinner se oponía a la idea de libre albedrío
(que concibe la conducta como actos de un
agente libre y no determinado causalmente).
La idea de que el individuo está más allá de
factores controladores le parecía peligrosa y
afirmaba que la era necesario identificar los
factores controladores para ejercitar el
máximo control sobre la propia vida.
Lo que controla la conducta no son ni
sentimientos ni estados observados
introspectivamente sino procesos y
estructuras mentales dentro del organismo.
Sin embargo se opone a quienes al explicar la
conducta se detienen en los “eventos
privados”. La cadena causal –sostiene- solo
se completa al llegar a las causas iniciadoras
en el ambiente. No existen causas
puramente mentales ni autonomía humana.
La regularidad de las conductas tiene que ver
con lo que llama “reforzamiento”
(consecuencias ambientales cuyos efectos se
detectan más tarde). La conducta es función
de sus consecuencias ambientales pasadas.
Los genes no determinan directamente la
conducta. Lo que se hereda es la
susceptibilidad hacia ciertas contingencias
ontogenéticas. Toda conducta es
condicionada por factores genéticos y
ambientales.
Distingue entre “mente” (ficción explicativa)
y “eventos privados” (imaginación, diálogo
interno, atención, emociones, percepción).
Señala que los términos psicológicos son
válidos como conductas verbales a estudiar,
pero no como factores explicativos.
Su objeto de estudio no es la mente o la
experiencia consciente, sino la conducta.
Entiende a la psicología como parte de la
biología, por lo que su objeto de estudio es la
conducta de los organismos. Optar por la
mente –dice- no contribuye a la predicción y
el control de la conducta. Pero, siendo la
conducta algo funcional y contextuado, no
puede restringirse al organismo: debe
abarcar sus relaciones funcionales y no su
morfología.
Considera importante tratar el tema de la
“privacidad” (fenomenología) abordándolo
desde la conducta en lugar de partir de la
experiencia inmediata. La conducta es, en
síntesis, un patrón modificado por la
exposición a contingencias de
reforzamiento durante la vida. Es el
resultado de esa historia de aprendizaje.
Pero esto no tiene que ver con un
almacenamiento de información de las
contingencias. Las contingencias de
reforzamiento cambian a la persona;
cambian el organismo pero no en un sentido
psíquico o cognitivo, sino mediante cambios
fisiológicos que dan lugar a nuevas
conductas. Las conductas pueden ser
“respondientes” (reflejos y conductas
aprendidas por ciertos condicionamientos o
estímulos) u “operantes” (conductas
llamadas voluntarias que operan
seleccionando consecuencias en el
ambiente). La “operante” explica el
propósito, significado o intención cuando
identifica sus variables controladoras.
Propósito, significado, intención, no son
propiedades de la conducta en sí misma sino
formas de referirse a variables controladoras
(potencialmente manipulables). Skinner no
niega la conciencia pero la limita a dos
significados: a) capacidad de responder ante
ciertos estímulos; b) capacidad de conducta
auto- descriptiva.
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Pues bien: estos dos enfoques (el de Freud y
el de Skinner) dominaban la escena por
entonces.
Dos psicólogos, desencantados con la visión
de Freud tendiente a explicar la conducta
humana en términos “deshumanizantes” (en
el sentido de que obedecía a “energías”,
“sistemas psíquicos”, etc.), e insatisfechos
con la insistencia del psicoanálisis en pensar
la conducta partiendo de casos patológicos y
sin prestar demasiada atención a las
personas “sanas”, comienzan a abrir un
camino por el que luego transitará Maslow:
el de la reflexión psicológica a partir de los
principios de la filosofía existencial. Esas dos
personas fueron el psiquiatra Ludwig
Binswanger y el psicoanalista -y también
psiquiatra- Medard Boss.
Binswanger sugirió que Freud estaba
perdiendo la realidad fenoménica de la
experiencia humana, refiriéndose al hecho
de que para la fenomenología existe una
unidad mente/cuerpo, y que en la
experiencia fenoménica la persona es y
permanece como una unidad.
Tanto Binswanger como Boss fueron muy
influenciados por la filosofía de Heidegger.
Ambos estudiaron la existencia del “ser” en
un tiempo presente, en un espacio
determinado y en la perspectiva de un
carácter ideográfico centrado en la
individualidad. La visión desarrollada por
estos autores concibe a un ser humano que
progresa activamente en la vida asumiendo
la responsabilidad de realizar sus
posibilidades, aprendiendo a trascender
realizando sus potencialidades.
La psicología humanista de Maslow también
está fuertemente enraizada en el
existencialismo, que concibe al hombre
como un “ser- en- el- mundo”, consciente de
su propia existencia. Los existencialistas
rechazan la noción de que las personas estén
sobre-determinadas por factores
hereditarios o influencias ambientales y
creen que cada quien tiene la libertad de
elegir, y es responsable por su propia
existencia.
Los principios del existencialismo que mayor
influencia ejercieron sobre las teorías de
Maslow, son tres:
Libertad
Para el existencialismo el individuo es
completamente libre de elegir y es, por
tanto, completamente responsable de su
existencia. “La vida es lo que hacemos de
ella”. Tal libertad de elección no implica
necesariamente que el individuo actuará en
función de su mejor interés. La libertad no
asegura que todas las elecciones serán
sabias. Esta premisa existencial atrae a los
teóricos humanistas (Maslow incluído)
porque colocan al ser humano como eje
determinante de su propia conducta y
experiencia. El humano es un “agente
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consciente” que experimenta, decide y
escoge sus acciones. La psicología humanista
toma este modelo como punto de partida
propio: un ser responsable, libre y realizando
elecciones entre diversas posibilidades
abiertas.
Devenir
Quizás, el concepto existencialista más
relevante (desde el punto de vista del análisis
de la teoría motivacional de Maslow), es el
de “devenir”. Para el existencialismo una
persona no es algo estático: siempre está en
el proceso de devenir algo diferente. En
consecuencia depende de ella –en tanto
agente libre- realizar (en todo cuanto sea
posible) sus potencialidades. Solo
“actualizando” esos potenciales puede el
individuo vivir una vida auténtica. Para el
humanismo, una existencia auténtica
requiere más que la satisfacción de las
necesidades biológicas y los impulsos
sexuales y/o agresivos. Las personas que
resisten el “devenir” se niegan a sí mismas
las posibilidades de una vida humana. Para
Maslow esto es una tragedia porque
contemplaba el proceso de devenir (o –en
sus propia palabras- de auto –actualización o
auto- realización) como inherente a la
naturaleza humana. Esto no significa que los
psicólogos humanistas no reconozcan las
dificultades propias del intento por desplegar
una vida plena de sentido y realización, sobre
todo en un escenario de profundos cambios
culturales en el que los valores y las
creencias tradicionales han dejado de actuar
como guías para la vida.
Experiencia Humana
El humanismo enfatiza el modo en que la
consciencia, los sentimientos y emociones
subjetivas, y las experiencias personales, se
relacionan con la propia existencia en un
“mundo- de- otros”. Se trata de una
perspectiva “fenomenológica” para la cual la
cual la experiencia subjetiva (tal como se
presenta aquí y ahora) es el fenómeno
primario para el estudio de la naturaleza
humana. Las explicaciones teóricas son
secundarias respecto de la experiencia en sí
misma y respecto del sentido que esta tiene
para los propios individuos. En este sentido,
Maslow escribió: “El elemento básico del
campo del conocimiento es la experiencia
íntima y directa. (…) No existe ningún
substituto de la experiencia”. Esto llevó a
Maslow a apreciar la individualidad. Este
enfoque (en lo que se refiere al estudio de la
personalidad) se denomina “ideográfico”: el
foco principal está puesto en las
singularidades de cada persona. Como
resultado, Maslow sostuvo que toda
conducta está gobernada por una tendencia
hacia la auto-actualización, tendencia que es
idiosincrática (característica) del individuo.
Esta tendencia lleva a los individuos a través
de una progresión jerárquica orientada a
alcanzar la auto-actualización. De un modo
similar a Freud denomina a cada una de
estas etapas “necesidades”, pero el sentido o
el énfasis es muy distinto: Maslow no se
refiere a procesos inconscientes, y su teoría
no hace alusiones a conflictos internos que
operarían como la fuente de la motivación. A
diferencia de Freud enfatiza el componente
idiosincrático, individual, de la naturaleza
humana, y una progresión sistemática a
través de una pirámide de necesidades
jerárquicamente organizada. (7)
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B) MARCO ANTROPOLÓGICO Y
FILOSÓFICO DE LA OBRA DE
MASLOW.
Maslow, como ya señalé, se encuadró dentro
de las posturas teóricas del existencialismo.
Escribió:
Nos hallamos en un período de transición de una
imagen del ser humano a otra, de una filosofía de vida
a otra (…) Como afirmación general puede llamarse
visión humanista (…) Se trata de un rechazo del
enfoque no humano, impersonal y orientado hacia el
objeto (…) ¿Que está sucediendo en la psicología? El
punto de vista mecanicista de la ciencia, la imagen
conductista de los seres humanos, trata al individuo
como un objeto pasivo (…) El nuevo existencialismo
contrasta la imagen de los seres humanos como
objetos pasivos, dominados por las fuerzas económicas
marxistas o por las fuerzas inconscientes freudianas
con la imagen del ser humano como alguien en
movimiento. Hoy día se habla mucho de elección,
experiencia personal, decisión y responsabilidad. Hay
muchos escritos sobre la forma en que es posible (…)
tomar nuestro propio destino en nuestras manos. En
los escritos de Skinner nunca encontrarán estas
palabras. Por el contrario, él constantemente habla de
refuerzo. En la novela de Skinner “Walden Dos” se
trata a toda la población condicionándola,
conformándola y moldeándola por un profeta
benévolo (…) Por el contrario, el enfoque
existencialista pone de relieve la capacidad de cada
persona para escoger y para resistir (…) Actualmente se
habla mucho del Yo y de la identidad personal. Lo que
se halla implicado en estos debates es algo que
podemos llamar “cualidad del ser humano”, pero entre
los pensadores mecanicistas no existe el concepto de
naturaleza humana. El existencialismo es el “agente”
(…) el que decide. (8)
En relación a este punto afirmaba lo
siguiente:
“Elegir, reconocer y asumir lo propio, lo idiosincrático,
es lo mismo que elegir la realización de los potenciales
instintoides. En la búsqueda personal de identidad
descubrimos la manera en que somos distintos de las
demás personas, pero –al mismo tiempo- descubrimos
lo que es común a todos. No se trata de una teoría
conductista o de los instintos: las conductas que están
genéticamente determinadas son “reflejas” y no tienen
mucha importancia para el psicólogo, como si la tienen
los impulsos, las necesidades en sentido estricto (…)
Me importa destacar lo instintoide (aunque esta
palabra me haya generado muchos problemas) porque
me irrita el punto de vista que acentúa en exceso lo
sociológico y ambiental en la psicología, como es el
caso de Erich Fromm. (…) Aunque la meta consiste en
volverse plenamente humano, en convertirse en todo
lo que la persona puede llegar a ser, la persona tiene
que hacer elecciones y seleccionar entre una gran
reserva de potenciales. Para una persona muy limitada
o poco inteligente, la plena realización (el máximo de
lo que puede lograr) puede consistir en algo muy
simple. (…) Al elegir, uno también hace sacrificios
porque posterga ciertos potenciales. (9)
La psicología humanista supone que existe
una esencia humana definida. La forma
concreta que adopta es la “teoría de los
instintos”, pero también tiene que ver con la
“teoría de la capacidad y de las necesidades”,
es decir, con el hecho de “capacidades que
quieren expresarse y realizarse” (en este
punto Maslow subraya una diferencia con la
idea de Sartre de una relatividad total,
sosteniendo –por el contrario- que la
naturaleza humana no es infinitamente
maleable y que posee parámetros definidos).
(9). Cada uno de nosotros, desde su óptica,
tiene una naturaleza superior que es parte
de nuestra esencia, lo que significa que –bajo
condiciones favorables- las personas
manifestarán rasgos como afecto, altruismo,
amistad, generosidad, bondad. Estas son las
características propias de lo que llamó
“autorrealización”. Esta naturaleza superior
se manifiesta gracias a buenas condiciones
del entorno, en las personas “plenamente
evolucionadas”. Esto no significa que Maslow
rechace las diversas teorías que señalan que
en los humanos radica tanto el potencial
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para lo bueno como para lo malo, pero pone
el acento en la tendencia a lo bueno en
entornos favorables. Así, afirmó: “Una buena
sociedad es aquella que posibilita la
autorrealización de sus miembros”. (10) “El
humano, cuando está plenamente implicado
en lo que hace, tiende a considerar que sus
mayores gratificaciones son las meta-
gratificaciones, los “valores del ser”:
contribuir a la justicia, la excelencia, la
belleza, la verdad. (11)
Abraham Maslow
Pues bien, nos habíamos planteado
identificar cuáles son los elementos que
distinguen los planteos teóricos de Maslow
respecto de los de aquellos de quienes
pretendió diferenciarse (el psicoanálisis
freudiano y el conductismo de Skinner).
Repasemos entonces las principales
divergencias.
Para Freud, la fuente de donde proviene la
energía psíquica es el Ello, donde actúan
instintos orgánicos cuyo único criterio de
discernimiento es el placer o displacer. No
hay allí moralidad, temporalidad,
maduración ni teleología alguna. La
constitución del Ello es irracional e
inconsciente. En el Yo sí aparecen
fenómenos psíquicos conscientes,
temporalidad, aprendizaje y principios
morales (Superyó), pero no es allí donde
radican las motivaciones y la energía. Su
función –antes bien- es controlar, reprimir y
orientar las demandas que surgen del Ello. El
Yo es en mayor medida sede de
remordimientos, culpas y angustias que de
motivaciones. Las representaciones mentales
que el Yo produce para descubrir e investir
objetos satisfactorios -en términos de las
exigencias del Ello-, implican un desgaste de
energía, pero el origen de tal desgaste se
inicia en el Ello. El Yo, cuando logra generar
un superávit de energía, se orienta a
descubrir nuevos objetos en los que invertir
su propia libido, mediante el proceso de
identificación.
Para Skinner, la conducta no está
determinada por causas mentales, ni
exclusivamente genéticas, ni se puede hablar
de autonomía humana. Las causas
iniciadoras de la conducta son externas,
están en el ambiente, y los patrones de
conducta se van estableciendo mediante
procesos de reforzamiento. En ellos no hay
propósito, significado ni intención, sino solo
manipulación de variables controladoras. La
conciencia no va más allá de la capacidad
para responder ante ciertos estímulos, o
para la auto-descripción.
Maslow, por el contrario, coloca al ser
humano como eje de su propia conducta y
experiencia, como “agente consciente” que
experimenta y decide sus acciones. Pero este
decidir va más allá de la satisfacción de
necesidades biológicas y pulsiones. La
naturaleza humana tiende a “devenir”, a
realizar –en cuanto sea posible- sus
potencialidades. Toda conducta está
gobernada por una tendencia a la
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actualización. Y cada persona es singular por
lo que los procesos de auto-actualización
también lo son.
En una difundida entrevista en la Universidad
de Brandeis con el Dr. Frick (12), Maslow
expresa que el hombre realiza sus
potenciales de manera muy similar a como
una bellota se transforma en un árbol. Esta
sentencia le sugiere a Frick una suerte de
“programación” que le preocupa. Maslow no
rechaza esta connotación pero, al ratificarla y
reelaborarla, expresa una postura
nítidamente existencialista. Dice:
Tenemos un sentido interior de una fuerza irresistible y
prácticamente nada puede impedir que un gato se
convierta en un gato, pero actuar sobre esa naturaleza
es lo que constituye la insistencia existencial en la que
el hombre se hace a sí mismo. Diría que las
potencialidades de la naturaleza humana tienen una
raíz biológica y son instintoides, pero que es en la
cultura y en la propia vida, y con voluntad y con auto-
responsabilidad que el hombre se hace a sí mismo. Es
decir, sin no se hace nada con las potencialidades uno
es un vegetal, de modo que el trabajo esforzado es el
camino (...) (Pero) no hay que pecar de antibiologismo.
Frick le señala una posible contradicción:
descubrir la propia naturaleza o crearla,
elegirla. Maslow contesta:
Falta una palabra que exprese conjuntamente las ideas
de descubrir (los propios talentos, tendencias, gustos,
propensión constitucional temperamental) y revelar,
crear (mediante el esfuerzo y la propia determinación
de uno mismo); pero con acento en lo “receptivo”. La
creación no es arbitraria. No puedo transformarme en
mujer, salvo de una manera muy ineficaz e
insatisfactoria.
Así, crear parece ser –para Maslow-
descubrir que es uno (tendencias,
propensiones, intenciones) y, luego, trabajar
para que todo eso se actualice, se concrete.
Sin embargo, dice:
(Pero) la mayoría de las personas no solo no conocen y
no aprecian su tendencia a volverse más plenamente
humanas, sino que están dominadas por las
necesidades del momento. No saben de antemano que
luego de haber llegado esa gratificación buscarán otra
necesidad superior. Para ellos el valor absoluto es la
necesidad, en la jerarquía, por la que están dominados