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Abastecimiento de energía nutricional en economías domésticas agrarias de subsistencia: valle de Charazani (Bolivia) Joachim Ziche 1 Economía de subsistencia y abastecimiento de alimentos La producción de un agricultor de economía de subsistencia está directamente des- tinada a su alimentación y al cultivo de sus relaciones sociales. En una economía de sub- sistencia el problema de organización consiste en hacer conciliar la producción, de acuer- do con su tipo y cantidad, con el autoconsumo natural previsible y con las obligaciones sociales. El pensamiento de un agricultor de economía de subsistencia gira alrededor de cómo cubrir sus necesidades básicas diarias. La supervivencia presupone un éxito econó- mico permanente. El reducido margen de ganancia no permite experimentar con innova- ciones que impliquen riesgo, por lo que los agricultores de economías de subsistencia se aferran a procedimientos antiguos. En el trasfondo está la experiencia de que sus antepa- sados han sobrevivido con ayuda de estos procedimientos y la convicción de poder so- Profesor de Sociología Campesina y Sociología Agraria en la Technische Universitlit München (=Universidad Técnica de Munich) en Freising-Weihenstephan, D-85350 Freising, Alemania. Traducido del alemán por Aurelio Miní Sánchez y Carmen Zavala Echegoyen. 2, diciembre de 1997 325
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Oct 16, 2018

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Abastecimiento de energía nutricional en economías domésticas agrarias

de subsistencia: valle de Charazani (Bolivia)

Joachim Ziche1

Economía de subsistencia y abastecimiento de alimentos

La producción de un agricultor de economía de subsistencia está directamente des­tinada a su alimentación y al cultivo de sus relaciones sociales. En una economía de sub­sistencia el problema de organización consiste en hacer conciliar la producción, de acuer­do con su tipo y cantidad, con el autoconsumo natural previsible y con las obligaciones sociales. El pensamiento de un agricultor de economía de subsistencia gira alrededor de cómo cubrir sus necesidades básicas diarias . La supervivencia presupone un éxito econó­mico permanente. El reducido margen de ganancia no permite experimentar con innova­ciones que impliquen riesgo, por lo que los agricultores de economías de subsistencia se aferran a procedimientos antiguos. En el trasfondo está la experiencia de que sus antepa­sados han sobrevivido con ayuda de estos procedimientos y la convicción de poder so-

Profesor de Sociología Campesina y Sociología Agraria en la Technische Universitlit München (=Universidad Técnica de Munich) en Freising-Weihenstephan, D-85350 Freising, Alemania. Traducido del alemán por Aurelio Miní Sánchez y Carmen Zavala Echegoyen.

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brevivir si se procede de la misma manera. El riesgo además disminuye si la economía de subsistencia individual es incorporada al sistema social de una familia extendida, de una tribu o de una aldea. Asociaciones de este tipo representan un seguro, en tanto que todos los miembros están obligados a entregar a los demás parte de sus excedentes y en caso de necesidad pueden igualmente esperar recibir algo de los demás. Cuantos más hogares for­men ¡arte de este círculo de intercambio, más efectivo resulta este tipo de sistema de se­guro.

Una economía agraria de subsistencia de este tipo se realiza aun hoy en la mayoría de los países en vías de desarrollo, sobre todo en las zonas marginales como, por ejem­plo, en los valles de las alturas de Bolivia. En algunos de estos valles, los campesinos todavía utilizan sistemas de producción agrícola que se remontan a tradiciones precolom­binas. Estos sistemas son extraordinariamente apropiados para dominar la heterogeneidad ecológica de estos espacios3. Además, en principio hacen posible una agricultura sosteni­da. Es por eso que, en los últimos tiempos, aquellos intelectuales de los países occidenta­les que han sido conquistados por los movimientos ecológicos han considerado a estos sistemas como la solución ideal de todos los problemas ecológicos, al menos de los del Tercer Mundo. Sin embargo en la práctica los sistemas agrarios autóctonos llegan a sus límites cuando tienen que alimentar a poblaciones cuyo número de personas y demandas van aumentando. Expondremos cuál es la situación de la capacidad de un sistema agrario de este tipo tomando como ejemplo el caso del valle de Charazani (Bolivia). A lo largo de tres años, de 1992 a 1994, hemos realizado allí investigaciones con trabajo de campo de carácter económico-social y de técnicas de producción en un sistema agrario andino y autóctono.

El valle de Charazani

Las condiciones naturales de nuestro ámbito de investigación están determinadas por su situación en la sierra y en los trópicos, a aproximadamente 15º latitud Sur. El valle de Charazani está situado en la falda este de la cordillera de los Andes orientales en un lugar en el que la Cordillera de Muñecas, de aproximadamente 50 km de largo y con «ape­nas» 5000 m de altura, une a la Cordillera Real, que sube desde el Sur, con la Cordillera de Apolobamba, con picos de más de 6000 m. Ya en la época prehispánica existió aquí, a una altura de 4700 m, un paso de montaña desde la meseta del altiplano boliviano en el lago Titicaca hacia la llanura del Amazonas. Nuestro ámbito de investigación comienza en este paso y se extiende a lo largo del curso de los ríos, que llevan las aguas de los deshielos del glaciar hacia el Este, y finalmente hacia la cuenca del Amazonas llegando

2 Cf Planck, U. y Ziche, J. (1979): Land- und Agrarsoziologie (=Sociología Campesina y Sociolo­gía Agraria). Stuttgart (Ulmer), p. 281.

3 Cf entre otros, Schulte, Michael (1996): Tecnología Agrícola Altoandina. El manejo de la diversi­dad ecológica en el Valle de Charazani. La Paz: Plural Editores, CID.

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hasta la selva montañosa que dependiendo de la deforestación alcanza alturas de 2500 m hasta 3700 m. La zona de investigación misma está deforestada4.

La zona está marcada por la sorprendente variedad ecológica. Esta variedad de­pende de las diferentes alturas con respecto al nivel del mar, de los suelos que cambian frecuentemente5 y del clima que puede cambiar abruptamente en poco tiempo. La dife­rencia de la temperatura media con respecto a la altura va de 8,2 ºC a 4100 m hasta los 15,5 ºC a 3000 m. Por encima de los 4000 m hay que contar todo el año con helada y granizo. En el valle de Charazani hay una temporada de sequía desde mayo hasta sep­tiembre y una temporada de lluvias desde diciembre hasta marzo. Es interesante el abrup­to cambio de la cantidad de lluvia en tan corta distancia, que se da como consecuencia de que las laderas de las montañas se expongan a corrientes de aire húmedo y caliente que suben desde las zonas más bajas. Un ejemplo son los caseríos de investigación Jatichulaya y Chullina-Yeañi, ambos a 2800 m de altura. Chullina-Yeañi está situada en una pendien­te orientada hacia una corriente de aire húmedo y recibe 1200 mm de lluvia al año; Jatichulaya en cambio tiene que conformarse con 400 mm, aunque ambos caseríos están sólo alejados por 5 km el uno del otro en relación a la línea horizontal. A causa de estas relaciones naturales resultan innumerables espacios microecológicos distintos entre sí.

Los campesinos en la zona de investigación son casi todos quechua-hablantes que viven aquí en una franja lingüística que se extiende a lo largo de la falda oriental de los Andes. Del territorio central de los incas en el Perú están separados por las alturas habita­das por aimara-hablantes. Esta situación insular apunta a la antigua política consciente de colonización de los dirigentes incas, de quienes se sabe que acostumbraban a ubicar a sus súbditos quechua-hablantes en puntos estratégicos importantes de su imperio. Los habitantes de algunos caseríos en el valle de Charazani son famosos en Bolivia como callawaya, es decir, como médicos naturistas y salvadores de almas ambulantes. Rosing ha _descrito detalladamente su actividad6.

Nuestros cinco caseríos de investigación tienen cada uno diferentes experiencias históricas tras de sí. Uno de los caseríos, Jatichulaya, surgió recién en los años cincuenta en el curso de la reforma agraria boliviana a partir de una pequeña hacienda parcelada; otro caserío, Amarete, dada su ubicación central, ha ostentado por siglos una posición territorial dominante y es conocido mucho más allá del valle como un cuidador estricto de las tradiciones indias; otro caserío, Chajaya, está marcado por la inmigración de fami­lias de curanderos y plateros enriquecidas en otros lugares; el siguiente caserío, Moyapampa, a una altura de 4100 m está demasiado alto y sólo una pequeña parte de su territorio se encuentra dentro de la zona cultivable; aquí la cría de ganado de llama y al­paca ha pasado a un primer plano para muchas familias ; finalmente está Chullina, el ca­serío con las superficies agrícolas utilizables más amplias y con suficientes reservas de suelos para las generaciones venideras.

4 Más detalles acerca del clima y la geografía en Lauer, W. (1982) y Lauer, W. y Rafiqpoor, M.D., 1990.

5 Schad, P. (1995) ha trabajado el asunto de los suelos de esta zona de investigación. 6 Rosing, Y. , 1987, 1988, 1990 a, 1990 b, 1991 , 1993.

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En cada caserío se aplican variantes específicas de la técnica agraria tradicional adaptadas a las circunstancias locales. La integración de técnicas agrarias autóctonas y coloniales? es un resultado conjunto de la cultura agraria tradicional. De la cultura agraria precolombina provienen los actuales cultivos de papa que son sembrados en las partes más altas y los de maíz que predominan en los sitios bajos. La taqlla viene a ser aquí la herramienta manual de mayor importancia. La conquista más evidente y fascinante de la técnica agraria tradicional son los andenes que cubren todas las empinadas laderas de las zonas de investigación. Sus muros de contención han sido levantados con piedras coloca­das de manera ingeniosa. En las zonas de investigación, la mayoría de los andenes están aún en estado utilizable, lo cual no es el caso en otros valles andinos. Aunque tampoco en nuestra zona de investigación se realizan los trabajos de mantenimiento necesarios. Justa­mente en las épocas más tranquilas para el agro falta mano de obra masculina. Los hom­bres suelen salir a buscar trabajo temporal fuera de la zona de investigación, pero aún hoy los campesinos levantan ocasionalmente nuevos andenes o construyen andenes de tierra que se van elevando paulatinamente por sí mismos. Hay miles de andenes que ya no son cultivados y sirven sólo como zonas de pastoreo. El paso del ganado deteriora cada año más y más estos andenes y su desmoronamiento es sólo cuestión de tiempo.

De la cultura agraria que se introdujo en el campo con los españoles, los nativos adoptaron sobre todo granos como los cereales, el trigo, la cebada y la avena así como las habas y animales como ovejas, cabras, bueyes, burros y caballos. Como instrumento de trabajo más importante se agregó un simple arado de madera tirado por bueyes. Sin em­bargo, en la zona de investigación, éste sólo es aplicable en los pocos campos llanos ac­cesibles a las yuntas. Más recientemente los campesinos han adoptado un nuevo fruto a su ciclo de cultivo: las arvejas. Sus semillas maduras son vendidas casi sin excepción en el mercado fuera de la zona de investigación, lo cual es una indicación más de la capaci­dad de la técnica agraria tradicional de reaccionar hasta ciertos límites frente a las cam­biantes influencias externas.

Método

Una sección de nuestras investigaciones estuvo dedicada a la investigación de la situación socio-económica de 117 unidades domésticas típicas, seleccionadas arbitraria­mente. Aquí preguntamos, entre otras cosas, por la cantidad cosechada de papas, oca, cebada, trigo, maíz, habas y arvejas de la producción propia. Probamos la validez de los informes de las unidades domésticas pesando comparativamente, a modo de muestreo, y con gran exactitud los volúmenes de cosechas en las parcelas de las unidades domésticas. Allí constatamos la coincidencia necesaria. Los presentes datos no han sido pues descom­puestos sistemáticamente, es decir, minimizados o exagerados, sino que reflejan la reali­dad de las unidades domésticas.

7 Más detalles acerca de las formas de adaptación en el aprovechamiento de las tierras en Mahnke, L., (1985).

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A partir de estos volúmenes de cosecha logramos más adelante determinar las can­tidades destinadas a la alimentación para los hogares, en la medida en que, sobre la base de los datos proporcionados por los mismos hogares sobre cada fruto , dedujimos las can­tidades que se utilizarán como semillas para la siembra del año siguiente y las cantidades vendidas, obsequiadas e intercambiadas y sumamos las cantidades adquiridas por comer­cio y trueque.

A partir de tablas de nutrición 8 hemos calculado para las cantidades determinadas de esta forma, las cantidades de energía disponibles por día en kJ para cada hogar indivi­dual así como las siguientes cantidades de nutrientes seleccionados: proteínas en g, hie­rro, vitamina B 1, vitamina B2, vitamina C, ácido nicotínico en mg; vitamina A en g.

Las pérdidas en la preparación de los diversos productos cosechados, por ejemplo 7% de pérdidas en el pelado de la oca, han sido consideradas en base a los datos del Ins­tituto Peruano de Nutrición9 y de los factores de corrección editados por la Sociedad Ale­mana para la Alimentación!O con respecto al cálculo de las pérdidas de energía y nutrientes que se dan en la preparación de los alimentos para su consumo, por ejemplo, el factor de corrección 0,70 para la vitamina C. Dadas las condiciones reinantes dentro de la zona de investigación, los valores obtenidos de este modo nos dan la información más confiable sobre la situación de facto del consumo de los hogares.

Luego, en base a los datos proporcionados por los mismos hogares acerca de a cuánta gente tienen que abastecer, su sexo y su edad, calculamos para cada hogar las can­tidades de energía y nutrientes mínimas ideales necesarias recomendadas para el consu­mo y seleccionadas de acuerdo a la edad, sexo y trabajo. Como las 117 economías do­mésticas se dedicaban todas a la agricultura, empleamos los valores recomendados para el trabajo pesado. Los valores mínimos necesarios para el consumo los dedujimos del tra­bajo de Eigner sobre dos caseríos en las alturas del Perú y de las fuentes 11 oficiales de la OMS y de la FAO citadas allí. Para los lactantes (primer a quinto mes) introdujimos las necesidades fisiológicas adicionales de la madre, mencionadas en estas fuentes, como por ejemplo +650 mg de calcio/día y +2100 kJ/día. No pudimos tomar en cuenta las necesi­dades fisiológicas adicionales de mujeres durante el embarazo ya que no indagamos en

8 Las tablas de valores de nutrientes proceden de las siguientes fuentes : MPSSP DNN (Ministerio de Previsión Social y Salud Pública, División Nacional de Nutrición) (Edit.): Tabla de Composi­ción de Alimentos Bolivianos. La Paz 1984.

9 Institutos Nacionales de Salud; Instituto de Nutrición, División de Nutrición, Departamento de Educación (Edit.): Tablas awciliares para la evaluación de dietas; Lima, diciembre 1970, p. 15.

10 DGE (Deutsche Gesellschaft für Ernlihrung = Sociedad Alemana para la Nutrición) (Edit.): Empfehlungen far die Niihrsto.ffzufuhr. (=Recomendaciones para el consumo de nutrientes): Sta. Reelaboración. Frankfurt am Main (=Francfort del Meno): Umschau, 1991.

11 Estas fuentes han sido adaptadas a las circunstancias de las alturas del Ande por Eigner, U. (1995): Messung der Lebenshaltung auf kommunaler Ebene. Konzeption und empirische Überpriifung eines Bewertungsinstruments im andinen Hochland Perus (=Medición de la actitud frente a la vida a nivel comunal. Concepción y comprobación empírica de un instrumento de evaluación en las alturas del Ande del Perú). Margraf (Kommunikation und Beratung =Comunica­ción y Asesoría; 3), pp. 62-64, p. 91 y pp. 230-233.

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informaciones de este tipo, para no perturbar la intimidad de los hogares que accedieron a dar información. Para una serie de mujeres, los valores mínimos recomendados para el consumo probablemente estén por debajo de los valores reales necesarios por el desgaste fisiológico adicional durante el embarazo. Los valores obtenidos de esta manera constitu­yen la mejor información posible sobre las necesidades de consumo mínimas ideales de los hogares.

Siguiendo con nuestros cálculos, hemos obtenido los valores relativos del consu­mo de facto. Estos se obtienen dividiendo los valores del consumo de facto entre los va­lores de consumo mínimo ideal y expresando luego el resultado en porcentaje. Los valo­res porcentuales por encima de 100 muestran que el hogar dispone de más energía nutricional y de más cantidad de nutrientes que los requeridos según las recomendaciones sobre el consumo mínimo necesario para su conservación física. Los valores porcentuales por debajo de 100 muestran que el hogar no puede mantenerse sólo a partir de su econo­mía de subsistencia, incluyendo sus relaciones locales de intercambio con otros hogares, sino que tiene que recurrir a fuentes de alimentación complementarias como, por ejem­plo, el intercambio de trabajo y la migración laboral.

Si bien es cierto que todo valor porcentual por debajo de l 00 es ya una mala señal la cosa se torna realmente crítica cuando se excede el límite de determinados valores como, en el caso de la energía nutricional, el 75% de los valores mínimos necesarios recomen­dados para el consumo. A partir de estos límites el 97,5% de los individuos ya no logran cubrir sus necesidades mínimas de energía y se pueden presentar daños a la salud como consecuencia de la mala alimentación. Para el hierro el valor límite es el 65%, para la vitamina A es el 52% y para los demás nutrientes expuestos aquí es el 50% 12.

Resultados

l. Abastecimiento con energía nutricional y nutrientes

Cuando se tiene que estimar el abastecimiento de una población por la alimenta­ción, la mayoría de las veces se suele hablar del abastecimiento con energía nutricional. En nuestro caso, la variable de la energía nutricional es incluso representativa en cuanto al abastecimiento de nutrientes seleccionados se refiere, ya que está correlacionada de manera significativa con todas las variables de nutrientes.

El cuadro l muestra la distribución del consumo relativo de la energía nutricional 13. Se ve que entre la población en el valle de Charazani se da un grado de abastecimiento relativo promedio de alrededor del 100%. Como la distribución exhibe valores extremos,

12 Ver las variaciones exactas con respecto a los valores límites en Eigner, ibíd. , p. l 27ss. y tablas p. 234 SS.

13 Algunos valores extremos al lado derecho de la distribución no han sido consignados a fin de posibilitar una mejor lectura.

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para la representación de un valor promedio confiable son especialmente apropiados aque­llos instrumentos de evaluación que le dan menor peso a los valores extremos, como por ejemplo, el evaluador M según Hampel 14. Este da como resultado un valor de 99,78 con la presente distribución. Desde un punto de vista estrictamente matemático, la población estaría pues en condiciones de procurarse ella misma las energías nutricionales que nece­sita. Sin embargo, la distribución de esta cantidad de alimentos es desigual entre los ho­gares. Por eso es que el 38% de los hogares está por debajo del 75% del valor límite del consumo mínimo recomendado. Estos, en cualquier caso, tienen que procurarse fuentes de alimentación adicionales, como se verá a continuación.

La tabla I muestra cuántos hogares en el valle de Charazani y en dos de los case­ríos peruanos investigados por Eigner no logran cubrir el valor límite para el consumo mínimo necesario de los diferentes nutrientes.

Tabla 1 Porcentaje de hogares que se encuentran por debajo del consumo mínimo de con­

sumo de nutrientes

Valle de Charazani, I 993/94, I I 7 hogares Santa María y Apopata, 1989/90, cada uno I 5 hogares

% de hogares

Nutriente Valor límite Valle de Santa María Apopata, en% Charazani Perú Perú

Proteína 50 10 o o Calcio 50 53 16 30 Hierro 65 4 o o Vitamina A 52 52 52 35 Vitamina B1 50 6 o o Vitamina B2 50 26 14 25 Acido nicotínico 50 6 o o Vitamina C 50 8 o 9

Fuentes: Valle de Charazani = Cálculos propios/mediciones propias/Perú= Eigner, U., 1995, p. 127 SS .

14 Descripción , entre otros, en Saurwein, K.-H.; Honenkopp, Th. : SPSS/PC + 4.0. Eine anwendungsorientierte Einführung zur professionellen Datenanalyse (=Una introducción para el análisis profesional de datos orientado a la praxis). Bonn: Addison-Wesley Pub!. Co., 1992[2], p. 228ss.

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Las deficiencias más ostensibles se presentan en el caso del calcio, la vitamina A y la vitamina B2. En realidad, las deficiencias en el valle de Charazani no son tan grandes como podrían hacer pensar los valores de la tabla 1, porque en los cálculos aquí consig­nados no se han tomado en cuenta los alimentos de origen animal. Sin embargo, Eignerl5 encontró en sus dos caseríos (que muy bien pueden compararse con los caseríos del valle de Charazani) las mismas manifestaciones de deficiencia, a pesar de que allí sí se toma­ron en cuenta los alimentos de origen animal. Tampoco aquí ni en otros caseríos del altiplano 16 peruano, alcanzó gran parte de la población a cumplir con el consumo míni­mo recomendado de los mencionados elementos nutricionales.

En el caso de la deficiencia de calcio, Eigner señala el eminente peligro de la osteoporosis que no ha podido ser diagnosticada a causa del deficiente control sanitario de la población y que por eso hasta ahora no aparece en las estadísticas oficiales de salud.

Al igual que en los caseríos investigados por Eigner, en el valle de Charazani tam­bién faltan la leche y los productos lácteos en la dieta diaria de la población. En la pre­sente muestra de 117 hogares, en total sólo son criadas 220 vacas. Estas vacas están dis­tribuidas muy desigualmente entre los hogares: los hogares con los cinco rebaños más numerosos tienen, ellos solos, el 37% del total de las vacas, cada tercer hogar no tiene ninguna vaca. En cualquier caso, las vacas sólo dan de 2 a 3 litros diarios de leche duran­te el período de Jactancia. Por lo tanto, esta no puede ser una fuente de calcio de impor­tancia decisiva.

La especie animal más importante en la economía agrícola del valle de Charazani son las ovejas. A pesar de que el 28% de los animales corresponde a los cinco rebaños más numerosos, el 70% de los hogares tienen ovejas a su disposición. Sin embargo las ovejas madres mayormente no son ordeñadas, o en todo caso no son ordeñadas regular­mente, pues los objetivos más importantes de las ovejas son los de servir como ahorro y como productoras de abono. Muchas veces los campesinos prestan sus ovejas como fuen­tes de abono.

Como en todas partes en las alturas, en el valle de Charazani, por encima de la zona de cultivo, se crían camélidos de los cuales, sin embargo, no se puede extraer leche. Aún si se pudiera, estos productos lácteos sólo podrían ser comercializados en un peque­ño volumen entre agricultores y ganaderos, a causa de las difíciles condiciones geográfi­cas y la falta de posibilidades adecuadas de depósito, tanto para los productores como para los consumidores.

También hay que considerar como fuente de calcio: ( 1) la leche en polvo prove­niente de las ayudas alimentarias a la que Eigner17 sin embargo no considera particular­mente apropiada dada la extendida intolerancia a la lactosa por parte de los habitantes andinos adultos; (2) diversas verduras y legumbres que hasta ahora prácticamente no se

15 /bíd., p. 130 SS.

16 Cf Picón-Reátegui, Emilio: «Alimentación y Nutrición en las Grandes Alturas Peruanas». En: MSP (Ministerio de Salud del Perú); OPS (Oficina Panamericana de Salud) (Editores): Alimentación y Nutrición en las Grandes Alturas Peruanas. Lima 1989, pp. 171-252.

17 lbíd., p. 132.

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siembran en el valle de Charazani, aunque no tendrían mayores problemas en crecer allí y cuyos cultivos han sido asumidos por algunos proyectos menores asesorados por ONGs; (3) el chacchado de coca proporciona al cuerpo una considerable cantidad de calcio18 y que está extendido en todas partes en el valle de Charazani; (4) el pseudo-cereal amaran­to que está extendido en las zonas climáticamente apropiadas del área andina, aunque no en el valle de Charazani, también es muy rico en calcio 19 ; (5) Eigner20 informa también que se le suele agregar tierra arcillosa y cal calcinada a las salsas que pueden cubrir las necesidades básicas diarias de calcio de una persona. No hemos realizado investigaciones en el valle de Charazani que puedan constatar semejante geofagia (hábito de comer tie­rra).

De los datos extraídos del valle de Charazani, no se deduce, si los habitantes ha­cen algún uso de estas 5 posibilidades de consumo. En todo caso nuestros datos muestran que de ningún modo estos hogares pueden cubrir sus necesidades mínimas de consumo de calcio a partir de su propia producción agrícola vegetal (incluyendo sus relaciones de intercambio con otros hogares). No obstante es la producción agrícola vegetal la que for­ma la columna vertebral del abastecimiento con nutrientes.

También es considerable la deficiencia de vitamina A. Esta parece estar amplia­mente extendida en todo el área andina21 . Su consecuencia más perniciosa es la ceguera. La vitamina está contenida en el hígado, los huevos y la leche, y además como provitamina A en diversas verduras, frutas y hortalizas. Los alimentos de origen animal sólo están a disposición en cantidades muy pequeñas en el valle de Charazani; para los alimentos de origen vegetal vale lo mismo que para el resto de las fuentes de calcio ya mencionadas: se cultivan demasiado poco en el valle de Charazani.

Finalmente, a la población en el valle de Charazani le hace falta la vitamina B2; contenida en los alimentos que, como vimos, son prácticamente inexistentes, como la le­che y el hígado, pero también en los cereales integrales, papas, habas y arvejas, que sí abundan. Los pseudocereales quinua y kañihua serían, según Eigner22, excelentes fuentes de vitaminas pero son prácticamente inexistentes en el valle de Charazani. Sin embargo la

18 Según Picón-Reátegui, 1989, p. 238, cit. por Eigner, U., 1995, p.132 se trata de entre 57-107 mg de calcio/día extraídos de las hojas de coca y 32 a 420 mg extraídos de las cenizas de la planta mascadas (llutja) para el caso de personas que consumen coca regularmente.

19 100 g de semillas de amaranto contienen 242 mg de calcio, 0,05 mg de hierro, 0,8 mg de vitamina B1 y 0,19 mg de vitamina B2 según informe escrito (sin indicación de fuentes) del Profesor Dr. W. Ahrens, Universidad Weihenstephan, Departamento de Triesdorf.

20 lbíd., p.132. 21 C.f FAO (Organización mundial para la alimentación y la agricultura de las Naciones Unidas)

(Edil.): Requirements o.f Vitamin A, /ron, Fo/ate and Vitamin B12 (=Requerimientos de vitamina A, hierro, folato y vitamina B 12): Informe de una junta de la FAO/OMS. Consultoría de expertos. Roma 1988, p.10; de Blanckenburg, P.: Welternahrung: Gegenwartsprobleme und Strategien für die Zukunft (=Alimentación mundial : Problemas actuales y estrategias para el futuro) . München: Beck 1986, p.77, ambos citados por Eigner, U., 1995, p.134.

22 Jbíd., p.136.

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población sí los conoce como alimentos. No pudimos determinar con certeza si es que estos pseudocereales fueron más cultivados antes, tal como apuntan las narraciones de algunos campesinos, y más tarde reemplazados por otros cultivos, sobre todo por cereales europeos. En todo caso, al igual que en los caseríos investigados por Eigner, también en el valle de Charazani los productos refinados y pobres en vitaminas como el arroz, el pan blanco y los fideos son considerados alimentos de prestigio y son preferidos a los alimen­tos producidos por ellos mismos.

2. Posibilidades de complemento de la subsistencia

Una gran parte de la población en el valle de Charazani no puede abastecer o no lo hace adecuadamente sus necesidades de alimentación con el trabajo de sus propias tie­rras, por lo que debe tratar de ganar dinero o productos del campo trabajando fuera de su hogar. Para esto existen varias posibilidades.

En el mismo valle de Charazani se ofrece la posibilidad del trabajo comunitario. Estas formas conocidas en todas las zonas de Sudamérica con tradición cultural indígena se llaman en el valle de Charazani ayni y mink'a. Sirven sobre todo para socorrer a los miembros de la comunidad en caso de necesidad. Mientras para el ayni en el valle de Charazani hay estrictas reglas, de modo que no siempre todo habitante del caserío puede accederal trabajo comunitario, la mink'a es en principio accesible a cualquiera. Atentaría contra las buenas costumbres si alguien rechazara a un paisano que se ofreciera para tal trabajo. Hasta el día de hoy en el valle de Charazani el trabajo realizado en la mink'a sue­le ser retribuido con alimentos, por ejemplo, 25 libras de papas por un día de trabajo. En los últimos años, en lugar de este pago en especies naturales, ha comenzado a darse23 también dinero, por ejemplo, 70-90 centavos de dólar por día. Al trabajador mismo se le suele dar también la mayoría de las veces comida y bebida, igual que en el caso del ayni. Otras modestas posibilidades de trabajar dentro del valle a cambio de alimentación o de pago en especies naturales se dan en la construcción de casas y en el trabajo auxiliar de cualquier clase. Los trabajos para la comunidad que se arraigan en la tradición como, por ejemplo, los trabajos manuales y el hilado (faena) no son retribuidos de esta forma.

Fuera del valle de Charazani existen posibilidades que son aprovechadas princi­palmente por hombres jóvenes como, por ejemplo, el lavado de oro en los ríos de la cuenca del Amazonas y el trabajo de campo en las tierras bajas. Los hombres y también ocasio­nalmente las mujeres buscan trabajo en La Paz. La actividad de curandero naturista (callawaya) es típica del valle de Charazani. Sólo se dedican a ella los hombres de deter­minados caseríos, por ejemplo, del ya mencionado Chajaya. Algunas familias individua­les incluso han logrado una relativa prosperidad por sus curanderos.

23 Torrico, A., 1995, p.56 ss. ha estudiado más de cerca, en base al ejemplo del pueblo de Chullina, las relaciones de intercambio dentro del marco de nuestros trabajos de investigación.

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3. Características de los hogares que no llegan a abastecer sus necesidades mínimas

Los hogares, cuyo abastecimiento con energía nutricional y nutrientes escogidos de su propia producción agrícola vegetal (incluyendo compra, obsequio y trueque) es tan reducido que no alcanzan los valores límite de consumo mínimo recomendados, están obligados a tomar trabajos complementarios.

En estas economías domésticas «deficientes» hay tendencia24 a un número más elevado de miembros de la familia, así como a gran cantidad de niños. En los caseríos que investigamos, estos hogares están distribuidos desigualmente. La comunidad de Chullina es una comunidad extendida a lo largo de un amplio territorio, su clima es favo­rable y las tradiciones indígenas están profundamente enraizadas en ella. Sólo el 19% de la población se encuentra por debajo del límite recomendado del consumo mínimo de energía nutricional. La comunidad Jatichulaya, en cambio, surgió a partir de la reforma agraria y por lo tanto ya casi no está ligada a las tradiciones indígenas, su clima es más desfavorable y su superficie es menor. En esta comunidad, la población que se encuentra por debajo del límite recomendado del consumo mínimo de energía nutricional alcanza el 59%. Sólo en muy pocos casos las economías domésticas «deficientes» pueden suplir su deficiente producción de alimentos de origen vegetal con una mayor producción de ali­mentos de origen animal. En nuestra área de investigación esto sólo les es posible a los hogares ubicados en las zonas altas, en la comunidad de Moyapampa. Allí crían llamas y alpacas. En las zonas de cultivo las economías domésticas «deficientes» promedio suelen criar muchas menos vacas, bueyes de arado y ovejas, que las economías domésticas más prósperas. Por ejemplo, un 72% de los hogares más prósperos crían un promedio de 22 ovejas, pero sólo un 39% de los hogares «deficientes» crían en promedio 17 ovejas. Sólo en el caso de animales menores como el chancho, los cuyes y las gallinas no hay prácti­camente diferencias.

De las economías domésticas «deficientes» la mayoría prefiere complementar sus ingresos con formas de trabajo tradicionales. El 91 % de ellos participó en los aynis con un promedio total de 14 días. En cambio en el caso de los otros hogares sólo un 72% participó, aunque con un promedio de 21 días . Del hecho de que las economías domés­ticas «deficientes» participan menos tiempo en el ayni, se podría deducir que estos ho­gares se encuentran un poco al margen de la sociedad del caserío, y que por eso no son invitados con tanta frecuencia a participar del ayni. No se puede deber a la cantidad de fuerza de trabajo, ya que esta es más o menos igual a la de los otros hogares. Esta suposición se sustenta además en que los miembros de las economías domésticas «defi­cientes» también suelen acceder menos al trabajo auxiliar para otras familias del caserío que los miembros de las economías domésticas más prósperas. El 75% de los miembros

24 El presente muestreo no es arbitrario, por lo que no se pueden deducir datos estadísticos conclu­yentes. Por eso, en base a este muestreo sólo se pueden deducir ciertas tendencias generales de la totalidad de la población en el valle de Charazani, pero no se pueden hacer afirmaciones contun­dentes relevantes como es habitual en estos casos.

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de las economías domésticas «deficientes» participan en la mink'a, mientras que de los demás sólo participan un 56%. Ambos participan más o menos la misma cantidad de tiempo, es decir, un promedio de 16 días de trabajo.

Asimismo, los miembros de las economías domésticas «deficientes» hacen uso más frecuentemente y por más tiempo de las posibilidades de trabajo en la Paz, que es el mer­cado de trabajo más cercano del valle de Charazani. Aunque ambos grupos tienen una cantidad casi similar de familiares en las zonas bajas, los de las economías domésticas «deficientes» se quedan por más tiempo en las zonas bajas. Así por ejemplo, los que ba­jan de este último grupo a lavar oro se quedan un promedio de 67 días, sus compañeros de hogares más prósperos retornan a los 46 días. Lo mismo ocurre en el caso de trabajos como el comercio en el negocio propio, viajes a ferias semanales y anuales y presentacio­nes musicales, en los que los miembros de economías domésticas «deficientes» ocupan 52 días al año, mientras que los otros sólo utilizan 28. Lo mismo sucede cuando los hom­bres viajan en calidad de curanderos. Entonces los unos viajan por un promedio de 76 días mientras los otros sólo 47. Los miembros de las economías deficientes dedican pues, a todas luces, más tiempo a trabajos que no benefician a la producción agrícola local.

En algunos de estos casos cabe plantear la pregunta de si no será que muchas ve­ces justamente la larga ausencia de los hombres en casa, que puede extenderse por meses, es en realidad la verdadera causa del autoabastecimiento deficiente, y no al revés, que el mal autoabastecimiento obligue a salir a estos hombres fuera del valle. Nuestro valle de investigación Chajaya viene a ser un buen ejemplo. Cada vez más emigrantes, que han partido en calidad de callawaya o de plateros, no regresan para el labrado de las tierras, sino dan sus parcelas a otros miembros del caserío a concesión o simplemente las abandonan. Estas tierras abandonadas son causa de tensiones sociales ya que en Chajaya hay gran cantidad de economías domésticas «deficientes» que buscan ampliar sus cierras de cultivo.

El hecho de que no sea necesariamente la falta de áreas de cultivo la que obliga a los hombres a emigrar se confirma por unos datos proporcionados por nuestras fuen­tes en el área de investigación y que no habían podido ser observados en la proporción actual anteriormente: para que los hombres puedan ausentarse por más tiempo, algunas familias utilizan el método menos laborioso y al mismo tiempo menos productivo de cultivar la papa. La tierra no es preparada previamente, sino que simplemente se hacen huecos con la taqlla y se coloca en ellos los tubérculos, para ser tapados luego con el pie25. Para este tipo de sembrado directo son suficientes las fuerzas de trabajo de las mujeres que quedan en el pueblo. Los bajos ingresos de la cosecha tienen que compen­sarse con la compra de alimentos a través de los ingresos percibidos por los emigran-tes. _

La población en el valle de Charazani sabe evaluar bien su precario abastecimien­to de alimentos. A la pregunta de sobre la cosecha del año pasado, si hubo un superávit

25 En el quechua local esta forma de trabajo de la tierra se llama ch 'uk i.

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para el intercambio o la venta, o si no alcanzó, recibimos respuestas obviamente sinceras. Un indicio para esto es que aquellos hogares a los que según su evaluación propia les quedó un superávit de la cosecha, tienen los mayores índices relativos de abastecimiento de energía nutricional y nutrientes clasificados. Aquellos que indican un abastecimiento deficiente suelen ser los que efectivamente tenían los índices relativos de abastecimiento más bajos.

Perspectivas hacia el futuro

Si bien la técnica agraria tradicional en el valle de Charazani conserva extraordi­nariamente los recursos naturales, ésta produce exigua alimentación para una población que crece lentamente y que paulatinamente va planteando exigencias cada vez más altas dado su creciente contacto con el mundo exterior. Por consiguiente, o se intensifica la utilización tradicional de los suelos para que pueda sacarse más alimentación de las su­perficies de cultivo que prácticamente ya no pueden extenderse más o a las personas se les debe ofrecer la oportunidad de buscar, por lo menos parcialmente, su sustento fuera del ámbito de la agricultura. Este tipo de situaciones de necesidad extrema es conocido a partir de la infinidad de sistemas de subsistencia del Tercer Mundo. A menudo, se intenta resolver los problemas de estos sistemas de subsistencia mediante la intensificación de la agricultura.

No se puede afirmar con suficiente certeza, por lo menos por ahora, si realmente sería posible una intensificación de la agricultura bajo las condiciones extremas que im­peran en el valle de Charazani y en zonas semejantes de las alturas, sin que la actual com­patibilidad ecológica y la sostenibilidad de la producción agraria se mellen. Existen unas cuantas medidas agrarias que probadamente tienen como efecto mayores rendimientos y que son compatibles con las técnicas agrarias tradicionales como por ejemplo las técnicas de irrigación autóctona resucitadas. Estas técnicas requieren mucho más conocimiento y práctica por parte de las fuerzas de trabajo y más horas de trabajo que las técnicas actua­les. Las técnicas de intensificación usuales en otros lugares, como las semillas de alto ren­dimiento, el abono mineral y la protección química de las plantas causarían más daño que provecho dadas las condiciones ecológicas del valle de Charazani, incluso si estuviesen económicamente al alcance; por ejemplo, si la actual diversidad de tipos de frutos fuese drásticamente reducida, se afectarían los recursos genéticos autóctonos.

Si a la población se le ofrece posibilidades más cómodas de ganarse el sustento, aunque sólo lo fuesen aparentemente, el trabajo del campo se reduciría a su mínima ex­presión, siendo que ya tiende a limitarse al cultivo de la papa, por ejemplo, en el caso de la conservación de terrazas agrícolas o (aunque por ahora sólo en casos aislados) en el caso de la preparación de suelos. La técnica agraria tradicional podría decaer a largo plazo, a tal punto, que la sostenibilidad de la agricultura estaría en peligro. Aumentaría, entre otras cosas, el peligro de la erosión por las aguas. En las laderas más expuestas podrían producirse huaicos que harían inutilizables para la agricultura grandes superficies de tierra por espacios de tiempo considerables.

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Quien quiera conservar los ecosistemas de las alturas tiene que conservar también los sistemas agrarios autóctonos u ofrecer algo equivalente en su lugar. Con esto sin em­bargo sólo se resuelve la primera parte de la tarea. Los sistemas autóctonos actualmente operativos, si bien conservarían los recursos naturales, no serían capaces de sostener a la población en base a sus propias parcelas. Además esta población crece en términos nu­méricos y de exigencias de nivel de vida. Por eso, la segunda parte de la tarea es la de proporcionar a esa población fuentes de trabajo complementarias. Estas sólo se pueden encontrar fuera de la economía de subsistencia tradicional.

Con ello, el sistema económico tradicional se abre inevitablemente a la cultura del mundo exterior. Esta cultura externa difiere mucho, en puntos clave, de la cultura autóctona que es la que hasta este momento ha garantizado la economía de subsistencia tradicional. Así, la cultura moderna destaca el individualismo en lugar del sentido de comunidad, la economía monetaria en lugar del intercambio natural, la racionalidad en lugar de la espi­ritualidad. Con ello se socavan los pilares de la economía de subsistencia andina autóctona. La cuestión discutida aquí, es decir, la cuestión del abastecimiento de energía nutricional y nutrientes escogidos por parte de las economías de subsistencia agraria de las alturas en el valle de Charazani en Bolivia termina siendo un problema más bien cultural y no tanto de orden técnico.

Tabla 2 Consumo de facto de energía nutricional (kJ) en relación al % del consumo ideal

recomendado

14

12

i bl) 10 o ::e -8 e ., E ,:,

z

2

20

338

40 60 80 100 120 140 160 180 200 220 240 260 280

Consumo relativo, %

Joachim Ziche Universidad Técnica de Munich

D-85350, Freising - Alemania

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