Antologa del romanticismo ingls
Antologa del romanticismo inglsPrecursores
Edward Young (Upham, 3 de julio de 1683 - Welwyn, 5 de abril de
1765)El ltimo da.
Tarde o temprano, en alguna fecha futura,(Un secreto terrible en
el Libro del Destino)Esta hora ser slo en el arcn de la
sabidura,Cuando diez mil cosechas se hayan elevado;Cuando las
escenas cambien en esta Tierra que gira,Los viejos imperios caern,
dando a luz a otros;Mientras otros Borbones reinan en otras
tierrasY (si el pecado del hombre no lo prohbe) otras Anas;Mientras
todava el cansado mundo transitaLos mismos senderos que otros han
caminado,Irreflexivos, como los que ahora corren por sus
laberintosDe polvo disuelto, o de un sol extinguido;(Vosotros,
mundos sublunares, despertad, despertad!Vosotros, reyes de las
naciones, escuchad y temblad!)Espesas nubes de oscuridad surgirn un
da;Una noche repentina dominar el reposo del planeta,Vientos
impetuosos desgarrarn los bosques;Las montaas eternas, como sus
cedros, cedern,El valle escuchar los rugidos del ocanoRompiendo las
cadenas de sus costas;Una mancha de sangre crecer en la luna de
plata,Las sombras invadirn el crculo del sol;De la intimidad del
cielo rodarn los truenos incesantes,Y su eco profundo atronar en
los polos.
Thomas Gray (1716-1771)
Elega escrita en un cementerio de aldea.
El toque de campana dobla al caer la tarde,
y el balar del rebao cruza tranquilo el prado;
vuelve a casa el labriego con su paso cansado,
dejndonos el mundo a la noche y a m.
El desvado paisaje va perdiendo colores
y en todo el aire flota una solemne calma,
que slo rompe el ruido del moscardn volando
y el cencerreo montono de lejanos rebaos;
de la torre a lo lejos recubierta de hiedra
la afligida lechuza a la luna se queja
de los que merodean por sus ntimas ramas,
perturbando su antiguo y desierto dominio.
Bajo estos toscos olmos, a la sombra del tejo,
donde la hierba crece en sinuosos montones,
yaciendo para siempre, en sus angostas celdas,
los sencillos ancestros de la aldea reposan.
Ni el alegre reclamo del alba perfumada,
el vencejo gorjeando sobre los cobertizos,
el gallo cantarn o el eco de las cuernas
podrn ya levantarlos de sus humildes lechos.
Para ellos nunca ms calentar ya el fuego,
ni la ajetreada esposa le ofrecer sus mimos:
no habr nios que corran gangueando a su regreso
trepando a sus rodillas para el deseado beso.
Con frecuencia a su hoz se rendan las cosechas
y su surco ya ha roto la endurecida tierra.
Cun felices guiaban sus yuntas por el campo!
Cmo ante su firme hacha se rendan los bosques!
Que la Ambicin respete su provechoso esfuerzo,
sus gozos hogareos y su destino oscuro;
que la Grandeza escuche sin risa desdeosa
las sencillas y simples historias de los pobres.
La gloria de la herldica, la pompa del poder,
y todo lo que aportan la riqueza y belleza
aguardan por igual la inevitable hora:
los senderos de gloria conducen a la tumba.
Y vosotros, altivos, no los culpis del hecho
de que en sus tumbas no haya trofeos a la Memoria,
mientras que en los pasillos largos, de rancias criptas,
el sonoro motete aumenta la alabanza.
Pueden urnas grabadas o bustos animados
hacer volver a casa el efmero hlito?
Puede la voz altruista retar al mudo polvo
o ablandar los halagos a la fra y sorda muerte?
En este sitio ausente, quiz puede que duerma
algn alma insuflada de fuego celestial
o unas manos que asieran el cetro del imperio,
o que a la eterna lira al xtasis llamaran.
Pero el Conocimiento a sus ojos jams
despleg su amplia pgina con el saber del tiempo;
la glida Penuria reprimi su noble ira,
helando en esas almas su torrente genial.
Muchas piedras preciosas del ms puro color
soportan sombras cuevas del insondable ocano:
muchas flores se abren sin que nadie las vea
y malgastan su aroma en el aire desierto.
Algn Hampden aldeano, que con corazn bravo
soport al tiranuelo que mandaba en sus campos;
algn callado Milton o algn Cromwell sin culpa
de la sangre en su tierra, puede que aqu descansen.
Ordenar el aplauso del paciente senado,
despreciar la miseria y el reto del dolor,
distribuir la abundancia sobre risueas tierras
y contar sus historias a ojos de la nacin
prohibiselo la suerte: no slo limitando
sus crecientes virtudes sino tambin sus crmenes;
prohibiles alcanzar con masacres el trono
y cerrarles las puertas de la piedad a los hombres,
ocultar las punzadas de la verdad consciente,
sofocar los rubores de la ingenua vergenza
o colmar los altares del Orgullo y Lujuria
con incienso prendido en llamas de la Musa.
Lejos de las refriegas de las turbas febriles
sus sensatos deseos nunca fueron errneos;
junto al fro y recluido pramo de la vida
transcurri silencioso el curso de su viaje.
Y as, por proteger estos huesos de ultrajes
muy cerca se erigieron frgiles monumentos
adornados con toscas esculturas y versos,
implorando al transente la ofrenda de un suspiro.
Sus nombres y sus aos la inculta musa enuncia,
la causa de su fama y la razn del poema:
y siembra junto a ellos muchos textos sagrados
que ensean a morir al moralista aldeano.
Quin sintindose presa del estpido olvido
renunci a una existencia vida y agradable
dejando atrs lo clido de los das felices,
sin mirar hacia atrs con tenaz aoranza?
El alma que se marcha confa en un cuerpo amado,
los ojos que se cierran requieren llanto amigo;
desde la tumba incluso la Natura nos llama
y hasta en nuestras cenizas sus anhelos habitan.
A ti, que te preocupas por los muertos annimos
estas lneas te narran sus sencillas historias;
si alguna vez guiada por su retrada vida
se acercara algn alma a conocer tu sino,
podra un zagal granado decir alegremente:
Con frecuencia lo vimos al despuntar el alba
con paso presuroso evitando el roco
para el sol descubrir en los prados del valle.
All, al pie de aquella combada y lejana haya
que ascendiendo retuerce sus mticas races,
su longitud indolente al medioda alargaba
y en sonoros arroyos fijaba la mirada.
Junto a aquel bosque estaba sonriendo desdeoso,
vagaba murmurando veleidosas quimeras,
cabizbajo, afligido, cual nio abandonado,
de preocupacin loco o por amor herido.
Un da not su ausencia por la colina amiga,
al lado de los brezos, junto a su rbol querido;
y transcurri otro da: mas ya no lo encontraron
ni al lado del arroyo, en el bosque o el prado;
Al siguiente, con cnticos y vestidos de luto,
lentamente a la iglesia vimos que lo llevaban.
Acrcate (t puedes) y lee esta inscripcin
grabada aqu en la lpida bajo el vetusto espino.
Epitafio
Aqu yacen los restos, en la tierra materna,
de un joven ignorado por la Fama y Fortuna;
bien acept la Ciencia su humilde nacimiento,
Melancola marclo como si fuera suyo.
Tan grande fue su entrega como su alma sincera,
por eso envile el Cielo una gran recompensa:
su fortuna (una lgrima) se la dio a la Miseria,
un amigo (su anhelo) arrebatle al cielo.
Para poder contarlos no examines sus mritos
ni saques sus flaquezas de su feroz morada:
all tambin reposan con trmula esperanza
el seno de su Padre y el seno de su Dios.
William Blake (1757 1827)Visin memorable De El matrimonio del
Cielo y el Infierno (1790)
Me hallaba en una Imprenta en el Infierno, y vi el mtodo por el
cual el conocimiento se transmite de generacin en generacin.
En la cmara primera haba un Dragn-Hombre que barra la basura de
la boca de una caverna. Adentro, multitud de dragones ahondaban la
caverna.
En la cmara segunda haba una serpiente que se envolva en torno a
la roca de la caverna, y otras que la adornaban con oro, plata y
piedras preciosas.
En la cmara tercera un Aguila de alas y plumas de aire tornaba
el interior de la caverna infinito. Haba tambin multitud de
Hombres-guilas que edificaban palacios en las rocas enormes.
En la cmara cuarta Leones de ardientes llamas caminaban furiosos
y fundan los metales hasta tornarlos en fluidos vivientes.
En la cmara quinta, formas sin Nombre arrojaban al espacio los
metales.
All eran recibidos por los Hombres que ocupaban la cmara sexta.
Tomaban la forma de libros y eran dispuestos en bibliotecas.
El tigre De Canciones de Inocencia y Experiencia (1794) Versin
de Antonio Restrepo
Tigre, tigre, que te enciendes en luz por los bosques de la
noche qu mano inmortal, qu ojo pudo idear tu terrible simetra?
En qu profundidades distantes, en qu cielos ardi el fuego de tus
ojos? Con qu alas os elevarse?Qu mano os tomar ese fuego?
Y qu hombro, y qu arte pudo tejer la nervadura de tu corazn? Y
al comenzar los latidos de tu corazn, qu mano terrible? Qu
terribles pies?
Qu martillo? Qu cadena? En qu horno se templ tu cerebro? En qu
yunque? Qu tremendas garras osaron sus mortales terrores
dominar?
Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas y baaron los cielos
con sus lgrimas sonri al ver su obra? Quien hizo al cordero fue
quien te hizo?
Tigre, tigre, que te enciendes en luz, por los bosques de la
noche qu mano inmortal, qu ojo os idear tu terrible simetra?
El deshollinador
Una cosa pequea y negra entre la nieve,Gritando "deshollina!,
deshollina!", con notas de infortunio!"Dnde estn tu padre y tu
madre? Lo dirs?""Ambos ha ido a la iglesia a rezar.
Como yo era feliz sobre el brezal,Y sonrea entre la nieve del
invierno,Me vistieron con las vestiduras de la muerteY me ensearon
a cantar las notas del infortunio.
Y como soy feliz y bailo y canto,Ellos piensan que no me han
hecho dao.Y se han ido a alabar a Dios y su Sacerdote y al Rey,Que
hagan un cielo de nuestra miseria."(Traduccin de Soledad
Capurro)
Ah Girasol!Ah, girasol! Hastiado del tiempo,contaste las pisadas
del Sol,y buscaste aquel clima dulce y doradodonde concluye el
rumbo del viajero:
all donde la juventud ardiente de deseos,y donde la Virgen joven
amortajada en nieve,se levantan de sus tumbas y anhelan irhacia
donde mi girasol desea llegar.
Proverbios del Infierno Versiones de Xavier Villaurrutia
En tiempo de siembra, aprende; en tiempo de cosecha, ensea; en
invierno, goza.
Conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos.
El camino del exceso conduce al palacio de la sabidura.
La Prudencia es una vieja solterona rica y fea cortejada por la
Incapacidad.
Aquel que desea pero no obra, engendra peste.
Los nicos alimentos sanos son aquellos que no prende la red ni
el cepo.
Ningn pjaro se eleva demasiado alto si vuela con sus propias
alas.
El acto ms sublime consiste en colocar otro delante de ti.
Si el necio persistiera en su necedad, se volvera sabio.
La clera del len es la sabidura de Dios.
La desnudez de la mujer es la obra de Dios.
El rugido de los leones, el aullido de los lobos, la clera del
mar tempestuoso y la espada destructora son porciones de eternidad
demasiado grandes para el ojo del hombre.
La rata, el ratn, la zorra y el conejo cuidan de las races; el
len, el tigre, el caballo, el elefante, de los frutos.
Un pensamiento llena de inmensidad.
La zorra se provee, pero Dios provee al len.
Piensa por la maana, obra al medioda, come por la tarde y duerme
por la noche.
Aquel que ha permitido que abuses de l, te conoce.
Los tigres de la clera son ms sabios que los caballos del
saber.
Nunca sabrs lo que es suficiente, a condicin de que sepas lo que
es ms que suficiente.
Escucha el reproche de los necios: es un ttulo real.
Crear una sola flor es trabajo de siglos.
Exuberancia es belleza.
Bastante! o ms an, demasiado.
La rosa enferma Versin de Mrie Montandests enferma, oh rosa!El
gusano invisible,que vuela, por la noche,en el aullar del
viento,
tu lecho descubride alegra escarlata,y su amor
sombroysecretoconsume tu vida.
Londres (Versin de Jordi Doce)Vago sin fin por las censadas
calles,junto a la orilla del censado Tmesis,y en cada rostro que me
mira adviertoseales de impotencia, de infortunio.
En cada grito Humano,en cada chillido Infantil de miedo,en cada
voz, en cada prohibicin,escucho las cadenas forjadas por la
mente:
y escucho cmo el grito del Deshollinadorhace palidecer las
oscuras Iglesias,y el dolor del Soldado infortunadoensangrienta los
muros de Palacio.
Pero, al fin, en las calles de medianoche escuchocmo la maldicin
de la joven Rameradeseca el llanto del recin nacido,y asola la
carroza fnebre de los Novios.
Primera generacin romntica: lakistas
William Wordsworth (1770-1850)
Oda: Indicios de inmortalidad en la memoria de la primera
infancia(fragmento, versos 168 a 203)
El nio es padre del hombre;y cuanto deseo es que mis dasse
enlacen uno a otro con natural afecto.
[...]Entonces canten pjaros, canten, canten un canto alegrey
salten corderos como al son de un tambor!Nosotros en el pensamiento
acompaamos al rebao;tocando la flauta y jugando vamoscon quienes
sienten en su coraznla alegra de este da de mayo!Que aunque el
resplandor que una vez brillpara siempre haya desaparecido de mi
vista;aunque nada restituya la horade resplandor en la hierba, de
gloria en las flores,no me lamentar, ms bienencontrar fuerza en lo
que resta:en la primordial simpata,la que habiendo existido debe
existir siempre;los reconfortantes pensamientos que apaciguanel
sufrimiento humano;en la fe cuya mirada atraviesa la muerte;en los
aos que traen reflexin a la mente.Y ustedes, oh fuentes, prados,
colinas y arboledas,no permitieron que nuestros amores fueran
separados!En lo hondo del corazn yo siento su fuerza:yo solo tengo
un xtasis, vivir bajo este habitual influjo.Amo los arroyos que
bajan inquietos por sus cauces,ms que cuando yo viajaba ligero como
ellos;la inocente claridad del da recin nacidoes dulce tambin;las
nubes que se congregan alrededor del sol ponientey toman el sobrio
colorido de un ojoque vigila constante nuestra humana
mortalidad.Otra carrera ha terminado y tenemos nuevas
palmas.Gracias al corazn humano que nos da vida,gracias a su
ternura, su alegra y sus miedos,la flor ms vulgar al abrirse puede
darmepensamientos a menudo demasiado profundos para el
llanto.(Version de Jorge Aulicino)Ahora, mientras los pjaros cantan
alegres melodas...
Ahora, mientras los pjaros cantan alegres melodasy los pequeos
corderos retozan como si bailaran al son de un tambor, a m me
invade la pena: un lamento me brind alivio pasajero y ahora recobro
la fortaleza.
Desde arriba, resuenan las trompetas de las cascadas, un dolor
mo no enturbiar otra vez la primavera. Oigo los ecos que retumban
en las montaas, el viento llega hasta m desde valles de ensueo y mi
mundo interior se vuelve feliz.
La tierra y el mar se entregan a la felicidad, y a mediados de
mayo cada animal se siente alegre. T, hijo de esa alegra, grita a
mi alrededor, quiero orte gritar, oh, pastor feliz!
Versin de Pedro Bdenas de la PeaVersos escritos pocas millas ms
all de la abada de Tintern, al volver a las orillas del Wye durante
una excursin. Trece de julio de 1798
Cinco aos han pasado y sus veranoslargos como inviernos! Y oigo
de nuevoestas aguas correr desde sus fuentescon un suave murmullo.
Tambin veoestas altas colinas escarpadascuya imagen salvaje y
solitariapropicia solitarios pensamientosy une el lugar con la
quietud del cielo.Por fin, hoy es el da en que descansobajo este
oscuro rbol y contemploque ahora, con sus frutos inmaduros,visten
un verde intenso y se abandonanentre soto y maleza. Al cabo
miroestos setos escasos, ms bien lneasde bosque asilvestrado,
aquellas granjasverdes hasta la puerta misma, el humoque asciende
silencioso entre los rbolescomo el incierto aviso de un
errantebuhonero de los bosques despobladoso cueva de ermitao donde
aguardaalguien junto al hogar.
Estas hermosasformas, cuando era ausente, no me han sidocomo un
paisaje a la vista de un ciegosino que a veces, en fras estanciasy
entre el rumor de la ciudad, me han dadoen las horas de hasto la
dulzuraque senta en el pecho y en la sangrey alcanzaba el ms puro
pensamientocon tranquilo reposo; sentimientosde placer olvidado que
tal vezejercen un influjo no pequeoen la parte mejor del ser
humano:sus secretas, annimas accionesde amor y de bondad.
A ellos creodeber un don de aspecto ms sublime,ese bendito
estado en que el objetodel misterio y la onerosa cargaque compone
este mundo incomprensiblese aligeran; estado ms serenoen el que los
afectos nos conducencon suavidad, hasta que el terco alientode este
cerco corpreo e inclusoel movimiento de la sangre casiparecen
detenerse y llega el sueodel cuerpo, la vigilia de las
almas:cuando, el ojo calmado por el ordenyel poder de la alegra,
contemplamola vida de las cosas.
Si sta es vanacreencia, sin embargo qu a menudoen la penumbra o
en las formas mltiplesde una luz sin viveza o en la
estrilimpaciencia y la fiebre de este mundo,he sentido en mi pulso
su dominio;qu a menudo, en espritu, me he vueltohacia ti! Wye
silvestre, que entre bosquescaminas, cunto ha vuelto a ti mi
espritu!Y ahora, con destellos de un agnicopensamiento y sus dbiles
recuerdosy un algo de perpleja pesadumbre,la imagen de la muerte
resucita:no slo mueve aqu mi pensamientoel presente placer sino la
ideade que este instante nutrir los aospor venir. Pues esto oso
esperaraunque sea distinto del que fuicuando por vez primera
visitestas colinas, como un corzo anduvepor montaas y arroyos
solitarios,donde Naturaleza me dictase:era ms una huida que una
bsqueda.Pues la Naturaleza entonces (idosmis salvajes placeres de
la infancia,sus alegres mociones animales)lo era todo en mi seno;
no sabradecir quin era yo: la cataratasupona un hechizo; los
peascos,las cumbres, el profundo, oscuro bosque,sus colores y
formas, provocabanuna sed, un amor, un sentimientoajeno a los
encantos ms remotosde la idea ya todo otro intersque el del mundo
visible. Ya ha pasadoese tiempo y no viven su alegray su inquieto
arrebato. Sin embargo,no encuentro en m lamento ni desmayo:otros
dones compensan esta prdidapues hoy s contemplar Naturalezano con
esa inconsciencia juvenilsino escuchando en ella la nostlgicamsica
de lo humano, que no es sperapero tiene el poder de castigary
procurar alivio. Y he sentidoun algo que me aturde con la dichade
claros pensamientos: la sublimenocin de una simpar
omnipresenciacuyo hogar es la luz del sol ponientey el ocano
inmenso, el aire vivo,el cielo azul, el alma de los hombres;un
rapto y un espritu que empujana todo cuanto piensa, a todo objetoy
por todo discurren. De este modo,soy an el amante de los bosquesy
montaas, de todo cuanto vemosen esta verde tierra: el amplio
mundode odo y ojo, cuanto a medias creano perciben, contento de
teneren la Naturaleza y los sentidosel ancla de mis puros
pensamientos,guardin, gua y nodriza de mi almay de mi ser
moral.
Si hubiese sidoinstruido de otro modo, sufriraan ms la
decadencia de mi espritu;pero t ests conmigo en esta orilla,mi ms
amada, ms querida Amiga,y en tu voz recupera aquel lenguajemi
antiguo corazn y leo aquellosplaceres en la lumbre temblorosade tus
ojos. Oh, slo por un ratopuedo ver en tus ojos al que fui,querida
hermana! Y rezo esta oracinsabiendo que jams Naturalezatraiciona al
que la ama; es privilegiosuyo guiarnos siempre entre alegrasa travs
de los aos, darle formaa la vida que bulle y expresarlacon quietud
y belleza, alimentarlacon claros pensamientos de tal modoque ni las
malas lenguas, la calumnia,la mofa o el saludo indiferenteo el
tedioso transcurso de la vidanos venzan o perturben nuestra
alegrefe en que todo cuanto contemplamoses bendito. As, deja a la
lunabrillar en tu paseo solitarioy soplar sobre ti los
neblinososvientos; que al cabo de los aos, cuandoeste xtasis madure
en un placerms sobrio y tu cabeza d cobijoa toda forma hermosa que
haya habido,tu memoria ser perfecto alberguede bellas armonas. Oh,
entonces,si miedo, soledad, dolor o angustiate asedian, qu
consuelo, qu entraablealegra podr darte el recuerdode estos
consejos mos! Y si entoncesestoy donde no pueda ya escuchartu voz
ni ver tus ojos refulgentescon la vida pasada, t podrsrecordar que
en la orilla de este rounidos estuvimos y que yo,adorador de la
Naturaleza,llegu hasta aqu gozoso en tal servicio,incluso con mayor
celo y amorsanto. Y tambin recordarsque tras los muchos viajes,
muchos aosde ausencia estos peascos y estos bosquesy esta escena
buclica me fueronamables por s mismos y por ti.Versin de Gabriel
Insausti La excursinProspecto
Cuando medito a solas en el hombre,en la naturaleza, en esta
vida,veo alzarse ante m series de imgenesque acompaa un resquicio
de deliciapura, sin mezcla de tristeza. Y soy consciente de
afectuosos pensamientosy de gratos recuerdos que sosieganel alma
que desea sopesarel bien y el mal en nuestra condicin.A estas
emociones -sobrevengan por una circunstancia slo externao de un
impulso propio del espritu-quisiera dedicar copiosos versos.Verdad,
amor, belleza o esperanza,miedo o nostalgia por la fe
domados,palabras de consuelo en la tristeza,fuerza moral, poder del
intelecto,alegra esparcida por el mundo,espritu del hombre que
mantienesu asctico retiro, solamente sujeto a la conciencia y a la
ley suprema de aquel Ser que todo rige,esto canto. Que encuentre mi
auditorio!
As rezaba el bardo en su sagradoarrobamiento. Urania, necesito
la gua de una musa, si es que hay talesy la tierra o el alto cielo
habitan!Porque he de fatigar oscuras simas,hollar profundidades y
otros mundospara los que el Azul no es ms que un velo. Ningn terror
o fuerza indescriptibleque haya cobrado jams una forma,el mismo
Yahv, su trueno y sus ngelescanoros en los tronos del
Empreo,ninguno temo. Ni siquiera el Caos ni el ms oscuro pozo del
Ereboni el vaco insondable que los sueosescrutan, me provoca este
temorque cae sobre nosotros al volvernoshacia el alma del hombre,
mi obsesin y regin principal de este mi canto.La belleza -presencia
de la tierraque supera las ms hermosas formasque el arte haya
compuesto con materiasterrenales- vigila mi trayecto, prepara el
campamento mientras andoy me sigue de cerca. Parasos,Campos Elseos
que en el Atlnticose buscaban antao por qu debenser slo crnica de
un mundo extinto o una mera ficcin, jams reales?Porque cuando el
intelecto del hombreDesposa este universo de hermosuracon amor y
pasin, los halla comoun hecho cotidiano cualquier da. Antes de la
hora definitivacantar solitario la alegrade este gran desposorio y,
con palabrasque tan slo refieren lo que somos,despertar al sensual
del mortal sueo y al vacuo y vanidoso propondrnobles empresas,
mientras mi voz cantacon qu delicadeza el alma humana(quiz tambin
las mismas facultadesde la especie en conjunto) se conforma a este
mundo exterior; y al mismo tiempo-tema ste olvidado por los
hombres-cmo el mundo se adecua al alma humana.Tambin he de cantar
la creacin-no merece otro nombre- que esta unin puede alcanzar: es
ste mi argumento.Con estos mis propsitos, si a vecesme vuelvo hacia
otra parte -con las tribusy pueblos de los hombres, donde
abundanrecprocas pasiones de locura, oigo a la Humanidad cantar su
angustiaen los campos, o rumio la tormentadel dolor, refugiado ya
por siempreen la ciudad- que suenen estos versosante odos benvolos
y yo no sea despreciado ni abatido.Desciende, aire proftico que
inspirasal alma con la voz del universo,soando el porvenir, y que
poseesun templo en los henchidos corazones de los grandes poetas!
Vierte en mel don de la visin y que mi cantobrille con la virtud en
su lugar,derramando benfica influenciasegura de s misma y siempre a
salvodel efecto fatal que nos envan,desde el mundo inferior, las
mutacionesque acechan a lo humano. Y si con estomezclo asuntos ms
bajos (el objetocontemplado y la mente que contempla, el qu y el
quin, el hombre transitorioque tuvo esa visin, el cundo, el dndey
cmo fue su vida) no habr sidoen vano esta tarea. Si este temaroza
objetos ms altos -pavoroso Poder cuyo favor es la semillade la
iluminacin!- que mi existenciasea imagen de un tiempo ms
perfecto,maneras ms sencillas, ms juiciososdeseos. Nutre mi alma en
libertad y puros pensamientos: sea entoncestu amor mi gua, alivio y
esperanza.Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)Kubla Khan
En Xanad orden Kubla KhanUn majestuoso domo de placer:Donde
Alfa, el ro sacro, correEntre cavernas no sondeadas por un
hombrePara caer en un mar sin sol.Entonces, dos veces cinco millas
de tierra frtil,Con murallas y torres fueron ceidas en redondo:Y
all haba jardines con brillos de sinuosos riachuelos,En los que
floreca abundante un rbol de incienso;Y all selvas antiguas como
las colinasAbrazaban soleadas manchas de verdor.
Pero ese profundo abismo romntico en decliveBajo la verde colina
cubierta de cedros!Un lugar salvaje!, tan sacro y encantadoComo el
que nunca fue rondado bajo luna menguantePor la mujer que llora su
demonio amante!Y de ese abismo, en perpetuo tumulto hirviendo,Como
si esa tierra respirara en rpido jadeo,Una poderosa fuente de
pronto fue impelida:En medio de cuyo imprevisto estallido
intermitenteEnormes fragmentos saltaban como repiqueteante granizoO
como paja de trigo bajo la trilladora del mayal:Y en medio de esas
rocas danzantes, una vez para siempre,Se lanz de un salto el ro
sacro.Cinco millas serpenteando en laberntico movimientoPor bosques
y valles el sacro ro corri,Y alcanz las cavernas no sondeadas por
un hombreY se hundi tumultuoso en un ocano sin vida:Y en medio del
tumulto Kubla escuch lejanasVoces ancestrales que profetizaban
guerra!
La sombra del domo del placerFlotaba en medio de las olas;Donde
se oa la mezclada melodaDe las grutas y la fuente.Era un milagro de
extrao mecanismoEl soleado domo con las cuevas de hielo!
Una joven dama con un dulcmeleEn un ensueo vi una vez:Era una
doncella abisiniaY tocaba su instrumentoCantando del Monte Abora.Si
pudiese revivir en mLa sinfona y la cancin,Tan honda delicia me
ganaraQue con msica sostenida y elevadaPodra construir esa cpula en
el aire,Ese soleado domo! Esas cuevas heladas!Y todos los que
oyeran los veran,Y podran gritar: Cuidado, cuidado!Sus ojos
destellantes, su pelo flotante!Tramen a su alrededor un crculo tres
veces,Y cierren sus ojos con sagrado pavorPorque l ha probado la
ambrosaY bebi la leche del Edn.Versin de J. AulicinoEscarcha a
medianoche
La Escarcha realiza su secreto trabajo sin ayuda de viento. El
grito del mochuelo lleg otra vez, ruidoso; yelo tan sonoro. Las
gentes de esta casa, todos en su descanso, me han entregado a esta
soledad apropiada para el pensar abstruso:mi nio duerme en paz en
la cuna. Qu calma!S, es una calma tal que perturba y humillaa la
meditacin con su extremo y extraosilencio. Mar, montaa, bosque y
esta pobladaaldea! Mar, montaa, bosque y los incontablessucesos del
vivir, inaudibles, igualque sueos! La sutil llama azul de mi
fuegoque arde bajo, no tiembla. La nica cosa inquietaes un velo que
oscila sobre el hogar de hierro.Su movimiento, creo, en este gran
silencionatural, le concede borrosas simpatasconmigo, que estoy
vivo, hacindolo una formaque me acompaa, cuyos pequeos aleteosy
chasquidos mi ocioso Espritu interpretasegn su propio estado de
alma, que en todas partespersigue de s mismo un eco o un espejoy
convierte en juguete al Pensamiento.Peroqu a menudo, en la escuela,
con la mente ms crdulay llena de presagios, yo miraba en el
fuegoese velo aleteante! Y tambin a menudo,con prpados abiertos,
soaba de mi dulcelugar de nacimiento, y el viejo campanario,cuyas
campanas, nica msica de los pobres,sonaban todo el da, en la clida
fiesta,tan dulces que un placer loco me removay acosaba, cayendo en
mis odos comosonidos que me hablaban de las cosas futuras!
Y as yo cavilaba la maana siguiente, con miedo de la grave cara
de mi maestro, con los ojos fingiendo estudiar en mi libro
neblinoso, a no ser que se abriera la puerta un poco y yo captara
un atisbo, y entonces mi corazn saltaba, pues tena esperanzas de
ver tras ese velo quin vena: un paisano, una hermana querida, o una
ta, o mi amigo de juegos cuando estbamos igualmente vestidos!
Nio mo, en tu cuna a mi lado durmiendo,cuyos suaves alientos, en
este hondo silencio,rellenan los dispersos vacos, momentneaspausas
del pensamiento! Mi bello nio, al vertemi corazn se agita con
alegre ternura,al pensar que t habras de aprender otras magiasen
sitios muy diversos! Porque yo me eduquen la gran ciudad, preso
entre sombros claustros,y no vi nada amable sino cielo y
estrellas.Pero t, nio mo, andars como brisapor lagos y arenosas
riberas, entre peasde la vieja montaa, debajo de las nubesque
imitan en sus formas los lagos y riberasy las peas del monte: as
vers y oirslas formas deliciosas y el son inteligiblede ese
lenguaje eterno que pronuncia tu Dios,que se ensea a S mismo desde
la eternidaden todo, y que en s mismo muestra todas las
cosas.Maestro universal! l ha de moldeartu espritu, y al darle le
har tambin pedir.Todas las estaciones as te sern dulces,lo mismo si
el verano reviste el mundo enterode verde, o si se posa el
petirrojo y cantaentre manchas de nieve en la rama desnudadel
musgoso manzano, mientras al lado el blagohumea en el deshielo al
sol: o si las gotasdel canaln se escuchan slo entre el viento en
rfagas,o si el secreto oficio de la escarcha las dejacolgando en
silenciosos carmbanos que brillancalladamente al pie de la callada
Luna.1798 (Traduccin de Jos Mara Valverde)
ABATIMIENTO: UNA ODAAyer, muy tarde, vi a la Luna nueva
llevar la Luna vieja entre sus brazos,
y me temo, me temo, Amo querido,
que tendremos una mortal tormenta.Balada de Sir Patrick
Spence
IBien! Si el Bardo era bueno en predecir el tiempo, el que hizo
la balada vieja de Patrick Spence, esta noche, tranquila ahora, no
se ir sin que la agiten vientos, que estn ms ocupados que aquellos
en su nube, en copos perezosos, o el leve aura en sollozos que gime
y se despeina en las cuerdas del arpa elica, que fuera mejor que se
callara.Pues ved la luna nueva con claridad de invierno, toda ella
recubierta de una luz fantasmal (de flotante fulgor fantasmal toda
envuelta, pero con cerco en torno, de unas hebras plateadas); en su
regazo veo as a la Luna vieja prediciendo la lluvia y una tormenta
en rachas. Y ojal que ahora mismo la rfaga se hinchara y el oblicuo
aguacero nocturno resonase! Tales sones que tanto me elevaron, a un
tiempo, infundindome un nimo de respeto, y enviando mi alma hacia
lo lejano, quiz ahora podran dar su impulso de siempre; podran
agitar esta pena en sopor, movindola a vivir!IIDolor sin un
espasmo, vaco, oscuro, grave, sofocado dolor, aturdido,
impasible,sin hallar desahogo ni alivio natural
en palabra, o suspiro, o lgrima oh, Seora!,
en este estado de nimo, macilento y sin vida,
seducido por ese tordo hacia otros pensares,
toda esta larga tarde, tan calma y perfumada,
ha estado contemplando el cielo de poniente
con ese peculiar matiz verde amarillo:
y contemplando sigo con qu ojos tan sin nada!
Las altas nubecillas, en cmulos y lneas,
que revelan y entregan su marcha a las estrellas;
las estrellas que brillan entre ellas o detrs,
ya chispeantes, ya tenues, pero siempre visibles:
esa luna en creciente, fija, como creciendo en su lago de
azul,
sin nubes, sin estrellas: esas cosas las veo tan claras, tan
hermosas,
las veo, pero no siento qu bellas son.
El nimo jovial me falla: cmo puedenestas cosas servirme para
elevar del pechoel peso que me ahoga?Intento vano fuera,aun
poniendo los ojos para siempreen aquella luz verde demorada a
poniente;yo no puedo esperar obtener de las cosasexteriores pasin y
vida, si sus fuentesestn dentro de m.Seora! recibimos tan slo lo
que damos,y la Naturaleza en nuestra vida slovive: es nuestro su
manto de boda y su mortaja!Si algo queremos ver de ms alta valaque
lo que nuestro fro e inanimado mundoconcede a la infeliz gente
ansiosa y no amada,ah, desde el alma misma habran de brotaruna luz,
una gloria, una nube brillanteque envolviera la Tierra:y desde el
alma misma debera surgiruna voz fuerte y dulce, nacida de ella
misma,la vida, el elemento de todo dulce son!VPura de corazn! T no
has de preguntarmequ puede ser la msica fuerte que hay en el
alma;qu es y de dnde existe esta luz, esta gloria,esta hermosa
neblina luminosa, este bellopoder que da belleza! Oh virtuosa
Seora,alegra! Alegra como slo a los purosse dio, en su hora ms
pura; la Vida y el rebosede la Vida, que es nube y es lluvia al
mismo tiempo;alegra, Seora; es la fuerza, el esprituque la
Naturaleza, haciendo matrimonios,nos da en dote: una nueva Tierra y
un nuevo Cielo,que no pudo soar el sensual ni el soberbio.Alegra es
la dulce voz, la nube fulgente,hallamos alegra slo en nosotros
mismos!Y de ah mana cuanto encanta odo o vista,todas las melodas
son ecos de esa voz,todo color, reflejo de esa luz.VIHubo un tiempo
en que, aunque mi sendero era duro,esta alegra en m charlaba con la
pena,y todas las desdichas slo eran la materiade que la Fantasa me
hizo sueos felices:pues la esperanza en torno de m creca, comola
via que se enreda, y las hojas y frutosme parecan mos, sin serlo.
Pero ahoralas aflicciones me hacen inclinarme a la tierra:no me
importa que vengan a robarme mi jbilo,pero, ay, cada visita del
desastre suspendelo que Naturaleza me dio por nacimiento,el
conformante espritu de mi Imaginacin.Pues no pensar en cuanto por
fuerza he de sentir,sino estar en silencio y en calma, cuanto
pueda,
y acaso, con abstrusa bsqueda, de mi propia entidad
robar todo el hombre natural, se era mi recurso nico,
mi plan nico, hasta que lo que va bien a una parte afecte al
todo,
y casi se ha hecho el hbito de mi alma.VIIMarchaos, pensamientos
vboras,
enroscados en mi mente, sombro sueo de realidad!
De vosotros me vuelvo, escuchando hacia el viento
que con furia ha soplado mucho sin ser odo.
Qu chillido de angustia, que la tortura alarga,
ese lad lanz! Viento, furioso ah fuera,
riscos del monte, lago, o rbol que parti el rayo,
pinos a donde nunca el leador subi,
casa sola, de siempre creda hogar de brujas,
creo que hubieran sido mejores instrumentos para ti,
laudista,
que, en este mes de lluvias, de jardines oscuros y flores que se
asoman,
haces la Navidad del Diablo, con canciones peores que
invernales,
que dejan entre medias los capullos, las flores y las tmidas
hojas.
T, Actor perfecto en todo sonido de tragedia!
T, gran Poeta, osado aun hasta la locura!
Qu dices de esto t?Esto es el agolparse de una hueste en
derrota,
con ayes de soldados helados y pisados,
que gritan de dolor y tiritan de fro.
Pero silencio! Hay una pausa de hondo silencio!
Y el ruido, todo, como de una masa en tropel,
con gemidos y trmulos escalofros, todo se acab;
cuenta ahora otro cuento, sonando menos hondo y ruidoso!
Un cuento de menor espanto, y con deleites templado:
tal un canto tierno del propio bardo Otway; es la cancin
de una niita, en medio de un yermo solitario,
no lejos de su casa, pero que se ha extraviado;
y a veces gime, bajo, con dolor y temor,
y a veces grita, fuerte, para que oiga su madre.VIIIEs
medianoche, pero poco pienso en dormir:
ojal que mi amiga no vele as a menudo.
Ve a verla, amable sueo, con alas saludables,
y ojal esta tormenta sea un parto de montes,
y las estrellas pendan claras sobre su casa,
mudas como velando a la tierra dormida!
Con corazn ligero se levante,
con fantasa alegre, con ojos animosos;
que la alegra eleve su voz y su voz temple;
que viva para ella todo, de polo a polo,
rodeando en remolino el vivir de su alma.
Oh espritu sencillo, guiado desde lo alto!
Seora amada, amiga de que soy ms devoto,
as puedas t siempre alegrarte, por siempre.
1802 (Traduccion de Jos Mara Valverde)
Segunda generacin: genios, jvenes, malditos
George Gordon, sexto lord de Byron (Londres, 1788Missolonghi,
Grecia, 1824)
Hoy cumplo treinta y seis aos
Este da el corazn debera estar inmvilPuesto que a otros ha
dejado de mover:Pero aunque yo no pueda ser querido,Djenme
amar.
Mis das yacen entre hojas amarillas,Se fueron flores y frutos
del amor,El gusano, la llaga y la profunda penaSon lo nico mo.
El fuego que de mi seno hace presaArde a solas como una isla
volcnica,Ninguna antorcha se enciende en su hoguera -Una pira
funeraria.
Esperanza, miedo, celoso cuidado,Mi exaltada porcin de dolor,El
poder del amor no puedo compartir,Sino su corrupcin.
Pero no es hora -ni ste el lugar-Para que tales ideas agiten mi
almaCuando el atad ornamenta la gloria del hroeSi ella no rodea su
frente.
La espada, el estandarte, la tierra,la gloria y Grecia veo en
torno a m.El espartano detrs de su escudoNo fue ms libre.
Despierten! (no Grecia: ella vigila).Mi espritu despierte.
Piensa por dndeLa sangre vital fluye del lago originalY golpea en
ti.
Pisa esas pasiones revividas-Indigna virilidad-:
indiferentesPara ti la sonrisa o el ceo adustoDe la belleza deberan
ser.
Si reniegas de tu juventud, para qu vivir?La tierra de la muerte
honorableEst aqu: entra al campo y entregaTu aliento.
Busca -menos a menudo se busca que se encuentra-La tumba del
soldado, la mejor para ti;Mira alrededor, elige tu parcelaY toma tu
descanso.
Versin libre de J. Aulicino
No volveremos a vagar
(Versin de Arturo Rizzi)
As es, no volveremos a vagar
tan tarde en la noche,
aunque el corazn siga amando
y la luna conserve el mismo brillo.
Pues as como la espada gasta su vaina,
y el alma consume el pecho,
asimismo el corazn debe detenerse a respirar,
e incluso el amor debe descansar.
Aunque la noche fue hecha para amar,
y los das vuelven demasiado pronto,
an as no volveremos a vagar
a la luz de la luna.
Cuando nos separamos
Cuando nosotros nos separamos
con silencio y lgrimas,
con el corazn medio roto,
para desunirnos por aos,
plidas se volvieron tus mejillas y fras
y an ms fro tu beso;
en verdad esa hora predijo
afliccin a sta.
El roco de la maana
se hundi fro en mi frente
lo senta como el aviso
de lo que ahora siento.
Todas las promesas estn rotas
e inconstante es tu reputacin;
oigo pronunciar tu nombre
y comparto su vergenza.
Ante m te nombran,
taido de muerte que escucho;
un temblor me recorre:
por qu te quise tanto?
No saben que te conoca,
que te conoca muy bien:
mucho, mucho tiempo te lamentar,
muy hondamente para expresarlo.
En secreto nos encontramos,
en silencio me duelo (lamento)
de que tu corazn pueda olvidar
y tu espritu engaarme.
Si lte volviese a encontrar,
despus de muchos aos,
cmo debera acogerte?
Con silencio y lgrimas.
(Traduccin de Jos Mara Martn Triana)
Lneas inscritas sobre una calavera que formaba una copa
No te asustes -ni juzgues mi espritu acabado:contempla en m la
calavera nica,desde la que, a diferencia de una cabeza viva,nada de
lo que fluye es aburrido.
Viv, am, beb, como t;mor: la tierra renunci a mis huesos.Llname,
no puedes injuriarme;labios ms repugnantes tiene el gusano.
Mejor sostener la uva chispeanteque acunar una nidada viscosa;y
rodear con la forma de una copael trago de Dios, que alimentar
reptiles.
Donde un vez, quiz, brill mi ingenio,para servir a otros deja
que brille;y cuando, ay, nuestros cerebros ya se han ido,qu ms
noble sustituto que el vino?
Puedes beber, entonces: otra raza,cuando t y los tuyos, como yo,
hayan pasado,podr rescatarte del abrazo de la tierray con los
muertos rimar y deleitarse.
Por qu no? Ya que en el breve da de la vidanuestras cabezas
efectos tan malos causan,redimidas de gusanos y limpias de
arcilla,esta chance les queda: ser bien usadas.
Versin de Jorge AulicinoCancin de los tejedores
Como los compaeros de la Libertad allende el marcompraron la
independencia al precio de la sangre,tambin nosotros,
tambin,moriremos luchando o viviremos libres,y abajo todos los
reyes menos el Rey Ludd*!
Cuando se acabe la tela que hoy tejemosy cambiemos la lanzadera
por la espada,le pondremos la mortajaal tirano derribadopara teirla
con su sangre derramada.
Aunque negro sea como su corazn el tinteporque sus venas
corrompidas van de cieno,ste ser el rocoque har reverdecer el
rbolde la Libertad, plantado por Ludd.
en una carta a Thomas Moore, Dbil es la carne -Correspondencia
veneciana (1816-1819), traduccin de Eduardo Mendoza, Tusquets,
Barcelona, 1999
*Al celta Ned Ludd, legendario y probablemente imaginario, se le
atribuye ascendencia troyana y la fundacin de Londres. Los obreros
textiles que se oponan a la maquinaria en Nottinghamshire, entre
1811 y 1813, adoptaron burlonamente a Ludd como nico lder. Catorce
luddistas fueron ejecutados y varios confinados bajo acusacin de
sabotaje, adems de los que murieron en enfrentamientos con la
milicia. George Gordon propuso en la Cmara de los Lores una ley en
su defensa. Desde Venecia, tres aos despus, pregunta a Moore: "No
te caen bien los luditas? Vlgame Dios, si hay alboroto, contad
conmigo! Cmo siguen los tejedores -esos que destruyen los telares
-los luteranos de la poltica -los reformadores?"John Keats
(1795-1821)
Oda a una urna griega
T, an, desencantada novia de la calma!T, hija adoptiva del
silencio y el tiempo lento,Historiadora salvaje quien as expresaUn
florido cuento ms dulce que nuestra rima,Qu adornada leyenda
hechiza por alrededor tu formaDe deidades o de mortales o de
ambosEn Tempe o en los valles de la Arcadia?Qu hombres o dioses son
estos? Qu esquivas doncellas?Qu propsito loco? Qu lucha por huir?Qu
gaitas y timbales? Qu xtasis salvaje?
Las melodas odas son dulces, pero aquellas no odasSon ms dulces.
Por lo tanto, suaves gaitas, toquen,No para el sensual odo sino
para alguien ms querido,El espritu, gaitas, cancioncitas sin
tono.Hermosa muchacha, debajo de los rboles no puedes dejarTu
cancin, ni pueden estos rboles estar desnudos.Atrevido amante,
nunca, nunca podrs besarTu dura ganancia ya cerca de la meta. No
entristezcas,Ella no puede desvanecerse y aunque no obtengas su
encantoT las amars siempre y ella ser hermosa!
Felices, felices ramas que no pueden desprenderse de sus hojasni
decir adis a la Primavera! Y feliz el msico incansableque por
siempre toca canciones siempre nuevas.Y ms feliz el amor, ms feliz,
feliz amor!Por siempre clido y calmo y disfrutable,Por siempre
anhelante y siempre joven,Todo respirando la elevada pasin
humanaQue deja el corazn pesaroso y saciado,La frente quemada y la
lengua reseca.
Quines son estos que van al sacrificio?Hasta qu verde altar, oh
misterioso sacerdote,Conduces este becerro que lanza su grito al
cielo,Con sus sedosos flancos adornados con guirnaldas?Qu pequea
ciudad junto al ro o al marO pacfica ciudadela coronando una
montaaQued deshabitada esta pa maana?Y, pequea ciudad, tus calles
para siempreEstarn silenciosas, sin un alma siquiera que cuentePor
qu ests desolada y nadie volver.
Oh figura del Atica! Bello gesto! Con hombresde mrmol y
doncellas muy bien torneadas;con ramas de bosque y hollada
hierba,t, forma silenciosa, no tomas a broma el pensamientocomo lo
hace la Eternidad: Fra Pastoral!Cuando el viejo tiempo devaste a
esta generacin,T permanecers en medio de otra afliccinComo la
nuestra; amiga del hombre a quien dices:"Belleza es verdad, verdad
belleza... esto es todolo que sabes en la tierra, y todo lo que
necesitas saber".
En Robin Hood y otros poemas, versiones de Jorge Aulicino,
Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2001
Oh soledad, si debo vivir contigo
Oh soledad, si debo vivir contigo que no seaentre un montn
enmaraado de edificiossombros; trepa conmigo la cuesta -miradorde
la naturaleza- desde donde el valle,
sus prados floridos y el flujo cristalino de su roson un
remanso; djame guardar tus vigiliasentre el ramaje, donde el brinco
veloz del ciervoespanta a la abeja posada en la campanilla...
Con todo, aunque feliz descubra esas escenascontigo, es el
hablar dulce de una mente limpia,cuya palabra es imagen de fino
pensamiento,
el placer de mi alma; y casi seguro debe serla dicha ms alta de
los humanos, toda vezque a tu morada vuelan dos espritus afines.En
La poesa de la tierra, seleccin y traduccin de Ana Bravo y Javier
Adriz, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2003
Escrito en la cumbre del Ben NevisMusa, dame una leccin en voz
bien altasobre la cumbre del Nevis, ciega de niebla!Miro los
abismos y una mortaja vaporosalos esconde: justo as, quisiera que
el hombre
sepa que hay infierno; miro hacia arribay veo una niebla
plomiza: y as tal cual,el hombre conoce el cielo; la niebla cubrela
tierra a mis pies, y as, del mismo modo,
tan vaga es la visin del hombre sobre s.Bajo mis pies estn las
piedras escarpadas,y todo cuanto s, pobre duende sin ingenio,es que
piso sobre ellas, que todo lo que mi ojo ve
es niebla y riscos, no slo en esta alturasino en el mundo de la
mente y su poder.
Un sueo luego de leer el episodio de Dante sobre Paolo y
Francesca Como Hermes cuando agit sus plumas ligerasmientras el
arrullado Argos estaba atontado, desmayado,dormido, as mi ocioso
espritu sopl en una caa dlficaas encant, as conquist, as despojal
dragn del mundo de sus cientos de ojos,y lo mir mientras dorma y
huy muy lejos,no hacia la pura Ida con sus cielos helados,ni hacia
Tempe donde Jpiter pen algn da,sino hacia ese segundo crculo del
triste Infiernodonde entre las rfagas, los torbellinos y los
golpesde la lluvia y el granizo los amantes no necesitan decirsus
pesares. Plidos eran los dulces labios que vi;plidos eran los
labios que bes y bella la formaque flot conmigo sobre aquella
melanclica tormenta.John Keats (Londres, 1795-Roma, 1821)Versin J.
Aulicino
Esta viva manoEsta viva mano hoy clida y capazde ansioso
estrechamiento, si estuviera fray en el helado silencio de la
tumba,tanto perseguira tus das y helara tus noches soadas,que
desearas que en tu propio corazn se secase la sangrepara que en mis
venas volviese a correr la roja vida,y as te calmases la
consciencia. Mrala, aqu est:hacia ti la
extiendo.ENDYMIN[Fragmentos]Libro IUn poco de belleza es gozo para
siempre:su encanto aumenta: nunca pasar hacia la nada;sino que
guardar un rincn de verdoren paz para nosotros, y un tiempo de
dormirlleno de dulces sueos, salud y aliento en paz.As, cada maana,
vamos entretejiendoun vnculo de flores que nos ate a la tierra,a
pesar de tristezas, la inhumana escasezde caracteres nobles, los
das de tiniebla,y todos los caminos oscuros y funestosa nuestra
busca abiertos: a pesar de esas cosas,un toque de belleza quita el
pesado velode nuestro oscuro espritu: as es el sol, la luna,viejos
y nuevos rboles, brotando en don de sombrapara simples ovejas: as
son los narcisoscon todo el verde mundo en que viven:
barrancosclaros, que se procuran un techo de frescuracontra el
calor del tiempo: la espesura del bosquerica de un salpicado de
rosas almizcladas;y as es el esplendor de los destinos que
hemosimaginado para los poderosos muertos;una fuente sin fin de
bebida inmortalque nos llega manando desde el borde del cielo.Y no
sentimos esas esencias meramenteen una hora fugaz: no, tal como los
rbolesque susurran en torno de un templo, pronto se hacentan caros
como el templo, tal pasa con la luna,con la pasin potica, las
glorias infinitas,que nos siguen, hacindose una luz de alegra
en nuestra alma, enlazada con nosotros tan firme: tanto con sol
brillante como con gris nublado, han de estar con nosotros siempre,
o si no, morimos. Por tanto, con entera felicidad ahora voy a
contar la historia de Endymin. Aun la misma msica de su nombre se
ha metido en mi ser; y cada grata escena surge, fresca, ante m,
como el verdor de nuestros valles: as comienzo, hoy que no escucho
el ruido de la ciudad: ahora que las flores tempranas estn nuevas y
corren formando laberintos del ms joven matiz, por viejos bosques;
mientras el sauce balancea su mbar delicadsimo, y en cubos, los
vaqueros traen rebose a casa de leche. Y como el ao se complace en
jugosos tallos, guiar, suave, mi barca, muchas horas de silencio,
en arroyos que con frescor se ahondan en verdes escondites. Muchos
versos espero poder escribir, antes de que las margaritas ureas, de
blanco borde, se escondan en la hierba honda, y antes que zumben
las abejas en torno de guisantes de olor espero tener casi la mitad
de mi historia. Que no pueda el invierno, canoso y despojado, verla
a medio acabar, sino el osado otoo, con tinte universal de oro
sobrio, est en torno de m cuando la acabe. Y ahora, aventurero, al
momento ya envo mi pensamiento heraldo hacia una soledad: suene all
su trompeta, y revista de prisa mi camino inseguro de verdores, que
yo pueda avanzar de prisa fcilmente, a travs de flores y de
hierbas.
Un poderoso bosque cubra las laderas de Latmos: la humedad de
esa tierra nutra tan ricas, las races cubiertas de hierbajos bajo
ramas colgantes, abundantes en frutos. Haba densas sombras,
honduras apartadas donde no entraba nadie: si, huyendo del pastor,
penetraba un cordero esos rincones ntimos, nunca vera ms los
felices rediles a donde sus hermanos, balando de contento, a cada
atardecer iban por las colinas.
Crean los pastores siempre que ni un lanudo cordero que de tal
modo se separara de su blanco rebao se vera atacado por feroz lobo,
o fiera de cabeza acechante, hasta llegar a ciertos llanos hollados
donde pacan los rebaos de Pan: es ms, ganaba mucho el que as perda
un cordero. Senderos, muchos haba; helechos y juncos abundantes y
laderas con hiedras: todos llevando, gratos, a un ancho csped donde
slo podan verse densos tallos en torno, en medio de la hierba y las
ramas colgantes: qu podra decir la frescura del cielo, del espacio
en la altura rodeado de oscuras copas de rbol? A veces pasaba una
paloma, aleteando, y a veces iba una nubecilla a travs del azul. En
medio del verdor de ese espacio tan grato se elevaba un altar de
mrmol, adornado de un trenzado de flores an llenas de roco.[]
[Del Libro II]Oh poder soberano de amor! Oh pena, oh blsamo!
Toda noticia, salvo las tuyas, llega fra, con calma, en sombras,
entre la niebla de los aos pasados; para otros, buenos o malos,
odio y lgrimas se han vuelto indiferentes, pero en lo tuyo, un
suspiro tiene eco; y un sollozo es queja, un beso trae el roco de
miel de das sepultados. Los dolores de Troya, las torres sofocando
su incendio, los escudos bien cogidos, los dardos de lejos
traspasando, los filos bien agudos, en lucha, y sangre y gritos...
todo eso, a media luz se borra, en un rincn del fondo del cerebro:
pero, en nuestras mismsimas almas, sentimos, dulce, la unin de
Troilo y Crsida. Fuera, historia en escenas; fuera, dorada trampa!
Negro planeta en vuestro universo de acciones! ancho mar que da un
solo continuado murmullo en la memoria, orilla de guijarros
rodados!
Muchas barcas de viejas tablas podridas hayen tu seno de niebla,
engrandecidas comoesplndidos bajeles: muchas velas ufanas,con urea
quilla, quedan en seco, sin botar.Pero por qu? Qu importa el que
volara el bhojunto al mstil del gran almirante ateniense?Qu importa
si Alejandro cruz con raudos pasosel Indus con sus huestes
macedonias? Si el viejoUlises tortur al Cclope saciadosacndole del
sueo, qu ms nos da? Julieta,asomada entre flores al balcn,
suspirando,sacando tiernamente su infantil fantasade su virginal
nieve, nos importa ms que eso:el plateado ro de las lgrimas de
Hero,el desmayo de Imogen, la bella Pastorellapresa por el bandido
en su cueva, son cosasque meditar con ms ardor que el da de
muertede los Imperios. Esta conviccin, con temor,debe invadir a
aquel que, descontento, hasta hoy,se ha atrevido a pisar, sin que
le sonrierani una Musa, ni el xito, la senda del amory de la poesa.
Pero el ocio, *en calienteinquietud, es peor que el quedar
aplastado,intentando elevar el pendn del Amoren los muros del
canto. As que, una vez ms,aydenme a seguir los das y las
noches,soldados en legin [](Traduccin de J.M.Valverde)Oda a un
ruiseor
IMe duele el corazn, y un sopor doloroso aturde mis sentidos,
como el tomar beleo, o con un opio turbio bebido hasta las heces
hace un momento, hundindose, camino del Leteo: y no por envidiar tu
destino feliz, sino por demasiado dichoso con tu dicha, pues t,
Drada de alas ligeras en los rboles, en algn bosquecillo melodioso
de verdes abedules y sombras innumerables, cantas del verano, con
toda la garganta, tranquilo.IIAh, si tuviera un sorbo de vino,
refrescado largo tiempo en la tierra de profundas cavernas,
gustando as de Flora y el campo verde, el baile, la cancin
provenzal, y el jbilo soleado! Ah, si tuviera un jarro lleno del
Sur caliente, lleno del ruboroso Hipocrene, el autntico, con
burbujas guiando en el borde, en rosario, y mi boca manchada de
prpura! Ojal bebiera, abandonando el mundo sin ser visto, contigo
disipndome por el bosque en penumbra.IIIDisolvindose lejos,
olvidando del todo lo que t no has sabido jams entre las hojas; la
fatiga, la fiebre, la prisa, aqu, sentados donde los hombres se
oyen gemir unos a otros, la vejez quita pocos, tristes, plidos
pelos;la juventud marchita, hecha un espectro, muere;donde slo
pensar ya es llenarse de penay desesperacin de plomiza mirada;sin
poder la Belleza guardar sus claros ojos,ni el nuevo Amor por ellos
llorar ms que maana.IVLejos, lejos, pues quiero escapar hacia ti,
no llevado en su carro por Baco y sus leopardos, sino en las
invisibles alas de la Poesa, aunque el torpe cerebro se retarde,
perplejo: ya contigo! la noche es tierna, y por ventura la Reina de
la noche est en su trono; en torno de ella el tropel de todas sus
estelares Hadas; pero no hay luz aqu, sino la que del cielo
desciende con el soplo de las brisas, por sombras de verdura y
musgosos caminos serpentinos.VNo puedo ver qu flores hay a mis
pies, ni qu suave incienso se enreda entre las ramas, pero en
balsmica sombra, cada aroma adivino, con que la estacin dota en
este mes la hierba, el seto, la espesura de frutales: el blanco
espino, y la englantina pastoral: las violetas,tan pronto
marchitadas, escondidas entre hojas; la hija primognita de mediados
de mayo, rosa almizclada, llena de vino de roco, toda zumbar de
moscas en ocasos de esto.VIEscucho entre la sombra; muchas veces
estuve enamorado casi de la cmoda Muerte, y le di dulces nombres en
rimas de mi Musa, que se llevara al aire mi aliento silencioso; hoy
ms que nunca pienso que es riqueza el morir, acabar sin dolor hacia
la medianoche, mientras ests lanzando hacia lo lejos tu alma en un
xtasis tal! T cantaras siempre, pero no serviran mis odos: me habra
vuelto un trozo de tierra para tu claro rquiem.VIIT no has nacido
para la Muerte, inmortal Pjaro! No han de pisotearte otras gentes
hambrientas: la voz que oigo esta noche fugaz es la que oyeron en
los das antiguos, el labriego y el rey; quiz este mismo canto se
abri camino al triste corazn de Ruth, cuando, con nostalgia de
hogar, llorando, se detuvo en el trigal ajeno; el mismo, tantas
veces, fue un hechizo en murallas mgicas, que se abran a la espuma
de mares peligrosos, en tierras de leyenda,
olvidadas.VIIIOlvidadas! La misma palabra es la campana que me hace
con su son volver a rtii ser solo. Adis! Tu quejumbrosa cancin se
va borrando tras los prados cercanos, sobre el callado arroyo, por
la ladera: ahora se ha enterrado bien hondo en los otros barrancos
de los valles: ha sido una visin, o un sueo con los ojos abiertos?
Esa msica huy. Duermo o estoy despierto?Percy Bysshe Shelley
(1792-1822)
El pasado
Olvidars las horas felices que enterramosEn las dulces alcobas
del amor,Hacinando sobre sus fros cadveresLos ecos efmeros de una
hoja y una flor?Flores dnde la alegra cay,Y hojas dnde an habita la
esperanza.
Olvidars a los muertos, al pasado?Todava no son fantasmas que
puedan vengarse;Recuerdos que hacen del corazn su tumba,Lamentos
que se deslizan sobre la penumbra,Susurrando con horribles vocesQue
la felicidad sentida se convierte en dolor.Adonais (Seleccin)I
Muri Adonais y por su muerte lloro.
Llorad por l aunque el ardiente llanto
no deshaga la nieve que le cubre.
Y t, hora fatal, la que escogida
fue de los aos para que l muriese,
despierta a tus oscuras compaeras,
mustrales tu dolor y di: conmigo
muri Adonais y mientras que el futuro
al pasado no olvide, su destino
y su fama sern eternamente
un eco y una luz para los hombres.
II
Cuando Adonais muri di, dnde estabas?
En dnde estabas t, madre potente,
cuando tu hijo yaca traspasado
por el dardo que surca las tinieblas?
En dnde estabas t, perdida Urania?
All en su paraso, sentada entre los Ecos
vigilantes y mientras con suspiros
amorosos y blandos reanimaba
una de las ya marchitas melodas,
con las que, como flores que se burlan
del cadver, ornar y esconder quiso
el futuro volumen de la muerte.
III
Melanclica madre, vela y llora,
por Adonais, difunto, vela y llora!
Mas para qu? En su ardiente lecho apaga
tus encendidas lgrimas y deja
a tu gimiente corazn que guarde
tan silencioso sueo como el suyo.
Porque se fue, hundido en donde todas
las bellas cosas graves descendieron,
no suees ay!, que el amoroso abismo
te lo devuelva al aire. No. La muerte
devorando su voz muda se re
de tu desesperanza y de la ma.
V
T, la ms musical lamentadora
llora y gime otra vez porque no todos
a tan gran esplendor subir osaron;
y ms felices los que conocieron
su dicha y cuya antorcha brilla an
en la noche del tiempo en que los soles
han muerto; ms sublimes los heridos
por la envidiosa clera del hombre
o de los dioses, que derrumbaron
fundidos en su aurora refulgente.
Y otros viven an y van pisando
el sendero espinoso que conduce
a travs de los odios y fatigas
a la mansin serena de la fama.
VI
Tu ms joven y amado nio ha muerto,
el de tu viudedad; creci cual plida
flor cultivada por doncella triste
y nutrida con lgrimas de amor
inconsolable en lugar de roco.
T, la ms musical lamentadora,
llora de nuevo tu esperanza ltima!
Perdida est la flor, sus mustios ptalos
murieron sin abrirse en la promesa
de su fruto mejor. El lirio amado
quebrado duerme y la tormenta pasa.
VII
A esa alta capital en donde reina
con una corte plida la muerte
subi y pagando con su aliento puro
en la gloria compr morada eterna.
Retrate de prisa. Mientras sea
un azul da italiano el mejor cielo
para su osario, mientras l repose
en un sueo cubierto de roco,
no le despiertes, no, porque es seguro
que hall su plenitud en la gran calma
de su profundo y lquido descanso,
porque todo lo malo di al olvido.
IX
Llorad por Adonais! Los sueos rpidos,
los pensares con alas de pasin,
huyeron en bandadas desde el vivo
torrente que su espritu nutra,
enseando el amor como una msica.
No vuelan ms ardiendo en la memoria
y perecen all donde nacieron.
Lloran su triste prdida girando
sobre su helado corazn, en donde
ya no recobrarn fuerzas perdidas
ni despus de tan dulce pena nunca
encontrarn de nuevo una morada.
XII
Otra luz se pos sobre su boca,
aquella boca fina, acostumbrada
a sorber un aliento que tena
fuerza para adentrarse en los ocultos
espritus y entrar al palpitante
profundo corazn, con brillo y msica.
La hmeda muerte sobre el yerto labio,
extingui sus caricias, meteoro
agnico que cruza la fra noche
manchando su corona en lunticas
luces y nieblas, tal recorri el plido
cuerpo sin vida hasta el total eclipse.
XIV
Todo lo que l am, lo que amoldado
fue por su pensamiento, formas, tonos,
perfumes y sonidos melodiosos,
por Adonais geman. La maana
buscaba la atalaya de la aurora
y sus cabellos, hmedos de lgrimas
que son gala del suelo, oscurecieron
los ojos claros que dan luz al da.
Distante el trueno sordo se quejaba.
En un sopor inquieto, el ocano
plido yaca. En las alturas
sollozaban los vientos alocados.
XX
Por este tierno espritu tocado
exhala flores de gentil aroma
el cadver leproso; cuando el brillo
se transforma en fragancia, las estrellas
encarnan para dar luz a la muerte
y as se burlan del feliz gusano
que abajo se despierta. Nada muere
de lo que conocemos. Ser todo
una espada que fuera de su vaina
por el cielo relmpago es fundida?
Un momento reluce intenso el tomo,
luego se apaga en un reposo fro.
XXI
Ay! Que tenga que estar como si nunca
hubiera en l vivido lo que tanto
ambamos nosotros, y que sea
mortal tambin nuestro dolor! De dnde
hemos venido y para qu vivimos?
Y de qu escena somos los actores
o los testigos? Grandes y pequeos
los confunde la muerte que anticipa
lo que la vida pide de prestado.
En tanto que los cielos. sean azules
y verdes sean los campos, la maana
empujada ser por negra noche
cuyas sombras la tarde anunciar,
y los aos y meses con gemido
despertarn a los aos y los meses.
XXV
En la cmara fnebre un momento
enrojeci la muerte que humillada
ante tal poder vivo aniquilse.
Alentaron de nuevo aquellos labios
y destell la luz de la existencia
en los plidos miembros que haban
sido momentos antes su deleite.
"No me dejes as, desconsolada,
solitaria y demente, como mudo
relmpago a una noche sin estrellas."
Ay, no me dejes!" -exclamaba Urania.
Con sus gemidos; despert la muerte
y la muerte se irgui sonriente y vino
a encontrar sus intiles caricias.
XXVI
"Detente un poco y hblame otra vez,
bsame lo que un beso durar pueda.
Dentro, en mi pecho descorazonado
y en mi ardiente cerebro esas palabras
y ese beso sern ms permanentes
que todos los recuerdos de mi vida,
como si fueran una parte tuya
ahora que t ests muerto vivirn
con alimentos de memorias tristes,
oh, mi Adonais. Yo lo dara todo
por estar como t, no encadenado
al tiempo que no puede libertarme".
XXVII
"Oh, gentil nio, si eras tan hermoso,
por qu tan pronto dejas los senderos
pisados por el hombre? Cmo osaste
desafiar con puos tan endebles
aunque con pecho firme, en su antro mismo
al hambriento dragn? Ay, indefenso,
dnde estaba el escudo reluciente
de tu saber, la lanza del desdn?
Si t hubieras esperado el fin del ciclo
hasta cuando tu espritu alcanzara
la plenitud de tu creciente esfera,
los monstruos del desierto de la vida
huyeran ante ti como los gamos".
XXVIII
"Los lobos en manada son audaces
slo cuando persiguen; los obscenos
cuervos sobre los muertos clamorean
los buitres slo fieles al emblema
del saqueador, no comen sino sobras
de lo arrasado y de sus alas llueve
sucio contagio. Cmo huyeron cuando
tal nuevo Apolo, el Pitio de este tiempo,
con arco de oro dispar su flecha
sonriendo despus. No insisten nunca
los despojadores. Viles se doblegan
hasta besar los pies del orgulloso
que con desdn altivo los aparta".
LII
Lo uno queda, lo vario muda y pasa.
La luz del cielo es resplandor eterno,
la tierra sombra efmera. La vida
cual cristalino domo de colores
mancha y quiebra la blanca eternidad
esplendorosa hasta que cae
a los pies de la muerte en mil pedazos.
Para encontrar lo que persigues, muere!
Sigue la va de todo lo que huye!
Flores, ruinas, el cielo azul de Roma,
estatuas, melodas y palabras
no alcanzan la verdad resplandeciente
de la gloria que viven y trasfunden.
LIII
Por qu esperas y vuelves y resistes?
Se fueron, corazn, antes de ti
tus esperanzas y dejaron todas
las cosas de la tierra.
Parte ya!
Pas una luz en el rodar del ao,
pas para los hombres y mujeres.
Todo lo grato que en el mundo queda
atrae para perder y se resiste
para agotar tu vida lentamente.
Sonre el cielo plcido, murmura
cerca el viento. Es Adonais que llama.
Vuela con l, que la vida no aparte
lo que unir la muerte para siempre.
LIV
Este fulgor cuya sonrisa inflama
al universo, esta pura belleza
en que las cosas obran y palpitan,
esta gracia que nunca extinguir
la maldicin oscura del nacer,
este perenne amor que entre las mallas
que ciegamente van tramando
hombres, bestias y tierra y mar y cielo
refulge esplendoroso o mortecino,
pues todo es un reflejo de la lumbre
que apaga nuestra sed, brilla ora en m
y consume las nubes de esta fra
mortalidad, olvidadas y solas.
LV
Desciende a m la vida cuya
esencia invoc el canto. Lejos de la playa
la barca de mi espritu deriva,
muy lejos de la turba temblorosa
que nunca di su vela al huracn.
La tierra ponderosa se desgaja
de la celeste esfera! Voy llevado
a lejanas de pavura y sombra,
mientras en lo ms ntimo del cielo
el alma de Adonais como una estrella,
fulgura en su mansin de eternidad.
Ozymandias
Encontr un viajero de comarcas remotas,que me dijo: Dos piernas
de granito, sin tronco,yacen en el desierto. Cerca, en la arena,
rotas,las facciones de un rostro duermen... El ceo bronco,
el labio contrado por el desdn, el gesto
imperativo y tenso, del escultor conservan
la penetrante fuerza que al esculpir ha puesto
en su mano la burla del alma que preservan.
Estas palabras solas el pedestal conmina:
"Me llamo Ozymandias, rey de reyes. Aprende
en mi obra, oh poderoso, y al verla desespera!"
Nada ms permanece. Y en torno a la ruina
del colosal naufragio, sin lmites, se extiende
la arena lisa y sola que en el principio era.(traduccin de
Leopoldo Panero)El mismo poema en traduccin de Rafael Arrieta
Cuenta el viajero de un pas remoto:Se alzan dos grandes piernas
de granito,
sin tronco, en el desierto, Cerca, roto,
semisepulto, yace el rostro inscrito
por el desdn soberbio, signo inmoto
del poder sin medida y las pasiones
que el estatuario someti a sus leyes
y an viven, con su mano en las facciones.
Ostenta el pedestal este comento:
MI NOMBRE ES OZYMANDIAS, REY DE REYES.
MIRAD MIS OBRAS Y PERDED ALIENTO.
Nada veris. Desnudas y serenas
al redor del ruinoso monumento
su soledad extienden las arenas
La pregunta
So que al caminar, extraviado,
se trocaba el invierno en primavera,
y el alma me llev su olor mezclado
con el claro sonar de la ribera.
En su borde de csped sombreado
vi una zarza que osaba, prisionera,
la otra orilla alcanzar con una rama,
como suele en sus sueos el que ama.
All la leve anmona y violeta
brotaban, y estelares margaritas
constelando la hierba nunca quieta;
campnulas azules; velloritas
que apenas rompen su mansin secreta
al crecer; y narciso de infinitas
gotas desfallecido, que del viento
la msica acompasa y movimiento.
Y en la tibia ribera la eglantina,
la madreselva verde y la lunada;
los cerezos en flor; la copa fina
del lirio, hasta los bordes derramada;
las rosas; y la hiedra que camina
entre sus propias ramas enlazada;
y azules o sombras, ureas, rosas,
flores que nadie corta tan hermosas.
Mas cerca de la orilla que temblaba
la espadaa su nieve enrojeca,
y entre lquido juncia se doblaba.
El lnguido nenfar pareca
como un rayo de luna que pasaba
entre los robles verdes, y mora
junto a esas caas de verdor tan fino,
que el alma pulsan con rumor divino.
Pens que de estas flores visionarias
cortaba un verde ramo, entretejido
con sus juntas bellezas y contrarias,
para guardar las horas que he vivido,
las horas y las flores solitarias,
en mi mano infantil, igual que un nido.
Me apresur a volver. Mis labios: "Ten
estas flores!", dijeron. Pero a quin? Postromnticos (poesa
victoriana)Dante Gabriel Rossetti (1828-1882)
Luz RepentinaYo estuve aqu antes,pero no puedo decir ni cundo ni
cmo:conozco el prado del otro lado de la puerta,el aroma dulce e
intenso,el sonido susurrante, las luces a lo largo de la costa.Has
sido ma antes No puedo saber hace cunto:Pero hace un momento cuando
remont vuelo esa golondrinay giraste tu cuello de esa forma,cay
algn velo lo supe todo, lo reconoc.Ha sido esto antes as?Y entonces
no ser que el vuelo arremolinado del tiemporestaura con nuestras
vidas nuestro amora pesar de la muerte,y el da y la noche nos dan
este deleite una vez ms?
Entonces, ahora por ventura otra vez!...Alrededor de mis ojos
tiembla tu pelo!No volveremos a estar como estamos ahora,
acostadosy as, en nombre del amor,dormir, y despertar, y no romper
nunca la cadena?
(Versin de Ins Garland)
El corazn de la noche
De la niez a la juventud; de la juventud a la ardua hombra;Del
letargo a la fiebre del corazn;De la vida fiel a soar con sombros y
perdidos das;De la confianza a la duda; de la duda al borde de la
prohibicin;Estos cambios han pasado como una rfaga cclicaHasta
ahora. Oh, El Alma! Cuan rpido debiAceptar su primitiva
inmortalidad,Es que la carne reencarna en el polvo de dnde
comenz?
Oh, Seor del trabajo y la paz! Seor de la vida!Oh, Seor,
horrible Seor de la voluntad! Aunque sea tarde,Renovad esta alma
con el obediente aliento:Que cuando la paz se rena con la furia,El
trabajo se recupere, y la voluntad resurja,Esta alma tal vez vea tu
rostro: Oh, Seor de la Muerte.Cristina Rossetti (1830-1894)
Rememoracin (traduccin de Rafael Arrieta)
Recurdame cuando en sombra hora
de ti me aleje hacia un silencio arcano,
retenerme no logre ya tu mano
ni prolongar yo pueda mi demora.
Recurdame cuando a futura aurora
no me una ya tu ensueo cotidiano;
slo recurdame, que entonces vanoser lo que aconseja y lo que
implora.
Mas si tras olvidarme algunos das
tornas a mi recuerdo, no te apenes;pues si de lo que hoy pasa
entre mis sienes
algo, bajo mi lpida, subsiste:
preferir tu olvido y que sonras
a que pensando en mi te sientas triste.
Elizabeth Barret Browning (186-1861)La mejor cosa del mundo
Cul es la mejor cosa del mundo?Las rosas de junio perladas por
el roco de mayo;El dulce viento del sur diciendo que no llover;La
Verdad, con los amigos despojada de crueldad;La Belleza, no
envanecida hasta agotar su orgullo;El Amor, cuando somos amados de
nuevo.Cul es la mejor cosa del mundo?Algo fuera de l, pienso.
Gerard Manley Hopkins (Essex, 1844-Dublin, 1889)El eco
polmizo
Cmo conservarla... hay algo, algo, no hay nadaen ningn lugar
conocido, lazo o broche o trenzao traba, cuerda, cerrojo o pasador
o llave para retenerla belleza, preservarla, belleza, belleza...
dela disolucin?Oh, no hay un medio de alisar estas arrugas,
estriadas arrugas profundas,de alejar estos funestsimos mensajeros,
callados mensajeros,tristes y furtivos mensajeros del gris?No, no
hay ninguno, no hay ninguno, oh, no hay ninguno,ni por mucho tiempo
podrs, como ahora, ser llamada bella,a pesar de cuanto puedas
hacer, de que hagas lo que puedas,es sabidura desesperarse por
anticipado:comienza, pues, t; ya que no, nada puede hacersepara
tener a rayalos aos y los males de la edad, cabellos
blancos,pliegues y arrugas, la declinacin, el morir, el
detrimentode la muerte, sudarios, tumbas y gusanos y el
desplomarsede la disolucin;de modo que comienza, comienza a
desesperar:Oh, no hay nada; no, no, no, no hay nada:comienza a
desesperar, a desesperar,desespera, desespera, desespera.Versin de
Alberto Girri,
(Despierto y siento la pelambre)
Despierto y siento la pelambre de la sombra, no del da.Qu horas,
oh qu horas tan negras pasamosesta noche! Qu visiones, corazn, has
visto, qu caminos caminado!Y muchos ms vendrn, hasta la luz ltima y
tarda.
Doy fe de lo que digo. Pero donde digohoras quiero decir aos,
decir vida. Y mi lamentoes reclamo innumerable, cartas muertas que
yo intentoenviar al tan distante, ay!, y ms amado amigo.
Soy pura hiel, ardor de estmago. Los ms hondos decretosde Dios
me hicieron probar sabor amargo: yo era mi sabor;los huesos en m se
apuntalaron, la carne se llen, la sangre colm la maldicin.
El leudante del espritu fermenta una masa sosa. Veoque as son
los condenados, y sus flagelos soncomo yo el mo, sus propios yes
sudorosos, mas peor.Versin de Mirta Rosenberg, Consuelo de la
carroa
No. Desesperacin, no, podrido alimento, no har de ti mi
banquete;no quiero desatar -por flojas que estn- estas ltimas
ligaduras del hombreen m, ni, en la extrema fatiga, gritar: no
puedo ms. Puedo;algo puedo: esperar, desear que llegue el da, no
elegir no ser.Pero ah, pero oh t, terrible, por qu rudamente
quieres sobre mgrabar cono en la roca tu pie derecho, retorcedor
del mundo?/Clavar en m una garra de len? Hurgarcon tenebrosos ojos
en mis huesos quebrados? Aventarme, oh,en remolinos de tempestad,
amontonarme all, furioso por esquivarte y escapar?Por qu? Para que
mi paja se disperse, mi grano permanezca limpio y puro.Ms aun, en
toda ese pena, esa tortura desde que (parece) bes el ltigo,antes
bien, la mano, mi corazn, oh, mira!, mi fuerza replegada,/furtiva
mi alegra, quisiera rer, vivar.Vivar a quin? Al hroe cuyo gesto me
precipit abajo, su pieme aplast? O a m que combat? Cul de los
dos?El uno y el otro? Aquella noche, aquel aode tinieblas ahora
disipadas, me tend, miserable, luchando (oh Dios mo!)/con mi
Dios.Versin de Alberto Girri El hbito de la perfeccin
Silencio elegido, canta para mY bate en mi oreja de
caracol,Condceme a calmas pasturas y seaTu msica la que guarda el
corazn.
No den forma a nada, labios, amorosamente mudos:Es el cierre, el
toque de queda enviadoDesde donde vienen todas las capitulacionesLo
nico que los hace elocuentes.
Cubiertos sean los ojos por doble penumbraY encuentren la luz no
creada:Esa muchedumbre vacilante que observasEnreda, roba, se burla
de la simple visin.
Paladar, conejera de sabrosa lujuria,No desees ser lavado con
vino:Debera ser tan dulce su cntaro, su pielTan fresca como la del
divino ayuno!
Fosas de la nariz, el descuidado aire que gastanSobre la
agitacin y las torres del orgulloCon qu deleite dispersarn los
incensariosA lo largo de las naves del santuario!
Oh manos como prmulas al tacto, piesQue quieren pisar el csped
afelpado;Pero t caminars la calle doradaY t revelars y hospedars al
Seor.
Y, Pobreza, s t la esposaInicia ahora la fiesta de bodas,Y ropas
del color de los lirios traeA tu esposo, no trabajadas ni
tejidas.(Versin de J. Aulicino)La noche estrellada
Mira las estrellas! Mira, mira arriba hacia el cielo!Oh, mira
ese pueblo de fuego posndose en el aire!Las villas luminosas, las
ciudadelas circulares!Abajo, en sombros bosques, las minas de
diamantes, los ojos de los elfos,el csped gris helado all donde el
oro, el oro veloz yace.Mostellares batidos por el viento! Etreos
lamos encendidos en llamas!Copos de palomas se lanzan flotando para
sobresalto del corral.Ah bien! todo eso est en venta, todo eso
tiene un precio.Compra entonces, oferta entonces! Cmo? con
oraciones, paciencia, limosnas, votos.Mira, mira, el revuelo de
mayo sobre las ramas del huerto!Mira, marzo en flor sobre los
sauces alimentados de amarillo!stos son en verdad el granero;
puertas adentro de la casalas mieses. La empalizada brillante
encierra a los esposos:Hogar de Cristo, Cristo y su madre y todos
sus santos.(Traduccin: Delia Pasini)A.E. Housman (Bromsgrove,
1859-Cambridge, 1936)
En mi corazn un aire que mataDesde tu lejano pas sopla:Qu son
esas tristes colinas,Qu cimas y granjas son esas.
Esa es la tierra del contento perdido,Veo resplandecer muy
ceidoEl alegre sendero que atrs dejY por el que no ya puedo
volver.
de El muchacho de Shropshire Versin de Angel Faretta
Mis sueos son de un campo muy lejano
Mis sueos son de un campo muy lejanoentre la sangre, el humo y
los disparos:all estn mis amigos en sus tumbaspero yo en mi
sepulcro no me encuentro.
Conoc los oficios de los hombres,Yo tambin aprend la leccin
simple:Mas cuando olvid y corr, ellosrememoraron y
permanecieron.
(Versin de Silvina Ocampo)Lord Alfred Tennyson (1809-1892)Oscura
casa
Oscura casa: otra vez regreso a a tu lado,
a esta larga calle inhspita,
puertas donde mi corazn se habitu
a temblar esperando una mano,
Una mano que ya no podr estrechar.
Obsrvame, pues como un insomne,
como un condenado me arrastro
muy temprano hacia la puerta.
l no est aqu; pero en la distancia
comienza el murmullo de la vida,
y como un fantasma entre la lluvia
rompe el nuevo da sobre las calles desiertas.
Bibliografa terico-crtica recomendada:Argullol, Rafael: El hroe
y el nico. El espritun trgico del Romanticismo. Ed. Destino,
Barcelona. 1990
Abrams, M.H.: El Romanticismo: tradicin y revolucin. Visor,
Madrid. 1992
-----------------: El espejo y la lmpara. Nova, Bs. As. 1982
Beguin, Albert: El alma romntica y el sueo. FCE, Mxico. 1992
Bloom, Harold: La compaa visionaria: William Blake. Adriana
Hidalgo, Bs As. 1999
------------------: La compaa visionaria: Wordsworth, Coleridge,
Keats. Adriana Hidalgo. Bs. As. 2003
Coregudo, S. y Chamosa, J.L.: Introduccin a Baladas Lricas de
Wordsworth y Coleridge. Ctedra, Madrid. 2001
Paz, Octavio: Los hijos del limo. Seix Barral, Barcelona.
1990
Rest, Jaime: Estudio Preliminar a Poesa inglesa del Siglo XIX.
CEAL, Bs. As. 1979
Stevens, Wallace: El angel necesario: ensayos sobre la realidad
y la imaginacin. Visor, Madrid. 1994
Valverde, Jos Mara, Introduccin a Poetas romnticos ingleses.
RBA, Barcelona. 1994